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ISIS INTERNACIONAL 1994 - EDICIONES DE LAS MUJERES Nº 20 - 1

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ISIS INTERNACIONAL 1994 - EDICIONES DE LAS MUJERES Nº 20 - 1

ISIS INTERNACIONAL 1994 - EDICIONES DE LAS MUJERES Nº 20 - 2

LAS FAMILIAS

EN AMÉRICA LATINA*

ELIZABETH JELIN**

esde la post-guerra, los grandes temas de América Latina han sido el desarrolloeconómico, la estabilidad política, el crecimiento de la población, la urbanización.

Los aspectos sociales y culturales eran vistos como "obstáculos" o como "consecuencias";pocas veces, como fenómenos con efectos propios sobre los grandes desafíos deldesarrollo.

La incorporación de la institución familiar en el análisis de los procesos sociales,económicos y políticos centrales de la región -y más ampliamente la valorización delnivel microsocial y de la cotidianidad- proviene de varias transformaciones ocurridasdurante las últimas dos décadas. En primer lugar, la crisis del paradigma desarrollista. Sehicieron visibles prácticas sociales que no podían ser comprendidas cabalmente con lasherramientas del paradigma analítico dominante. Por ejemplo, para comprender al "sectorinformal" no alcanza con saber la proporción de trabajadores por cuenta propia en lapoblación económicamente activa: hay que indagar cómo se articulan, en una unidadfamiliar, los procesos de inserción en la producción con la satisfacción de las necesidadesde consumo y reproducción. La lógica de análisis que había sido aplicada a la unidadcampesina -donde los procesos de producción y de reproducción están interconectadospermanentemente- tenía que extenderse a las zonas urbanas. La organización domésticaentra entonces como tema de análisis, ligando los procesos sociales de producción y dereproducción.

En segundo lugar, se comienza a sentir en la región el impacto de los debates ydiscusiones provenientes del feminismo internacional. El reconocimiento del trabajoinvisible de las mujeres en el ámbito doméstico conlleva su incorporación explícita en losmodelos de análisis, tanto en los debates sobre costos de la reproducción de la fuerza detrabajo como en el análisis de los determinantes de la oferta de trabajo femenino en losmercados de trabajo. En el plano simbólico y cultural, el análisis que desde el feminismose hizo de lo público y lo privado se convirtió en uno de los ejes del replanteo de ladivisión sexual del trabajo y de los ámbitos de poder.

En tercer lugar, hay nuevos fenómenos sociales que requieren comprensión: elaumento en el número de hogares formados por la mujer y sus hijos sin la presenciapermanente de un hombre; el aumento en la proporción de matrimonios que terminan endivorcio; el gradual aumento de la población de ancianos, con el concomitante problemade quién se hace cargo de su mantenimiento; el aumento en la proporción de mujeres enla fuerza de trabajo, con efectos sobre la organización familiar. Estas tendencias apuntana transformaciones en la organización doméstica y a reestructuraciones de los lazos deconvivencia y de las obligaciones basadas en el parentesco.

* Documento para la Reunión Regional Preparatoria del Año Internacional de la Familia, arealizarse en Cartagena, Colombia, 10-13 de agosto de 1993. CEDES/CONICET.**Elizabeth Jelin, socióloga argentina.

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Fernanda
Realce
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Estas realidades, magnificadas en períodos de crisis como el presente, estimulan lainvestigación y el análisis de los procesos sociales subyacentes, contribuyendo así a larenovación de los estudios de la familia.

Los temas centrales en el análisis de la familia son, primero, la relación entre losprocesos sociales de producción y reproducción. Si el énfasis del análisis económico -transferido a la sociología y a la antropología durante mucho tiempo- estaba puesto en losprocesos sociales de producción, la inclusión sistemática y explícita de la reproducciónayuda a cerrar el ciclo del proceso económico. Después de todo, la producción social secomplementa con la distribución y el consumo de lo producido. Y este consumo serealiza en gran parte en el ámbito de unidades domésticas y familias. Además, a menosque los agentes de la producción se reproduzcan -tanto en el sentido de reproducir lasnuevas generaciones de personas que van a reemplazar a las anteriores, como dereproducir la capacidad de trabajo a través del mantenimiento cotidiano de las personas-todo el ciclo se interrumpe. Cuáles son las tareas requeridas, quiénes las realizan, cuál esel grupo que socializa sus recursos para llevar a cabo las tareas, son preguntas queapuntan a la organización doméstica en la cotidianidad de la vida social.

Segundo, está el tema clásico de la antropología del parentesco y la familia. Lashipótesis ligadas a la modernización apuntaban hacia la generalización de la familianuclear. Sin embargo, en América Latina, los estudios recientes señalan la importancia yvitalidad del parentesco extendido (aun cuando no implique coresidencia). Al mismotiempo, las dimensiones básicas de la familia, la canalización legítima de la sexualidad yla procreación y el establecimiento de los lazos de filiación, han sufrido transformacionessignificativas, producto del aumento de los divorcios y de la liberalización de las prácticassexuales. Se impone entonces una nueva mirada sobre el parentesco, la familia, lospatrones de residencia y la domesticidad.

Tercero, a partir de la revolución industrial, en que se produjo la separación entrecasa y trabajo, entre lugar de vida y espacio de producción, se fue conformando unadiferenciación entre lo privado y lo público, que apunta a separar ámbitos de acción demujeres y hombres, del poder y del afecto. La "salida" al mundo público de las mujeres, yla "entrada" de los controles sociales en el ámbito privado, son fenómenos sóloreconocidos recientemente, aun cuando en la práctica nos hayan acompañado desdehace mucho.

Desde el inicio, es importante destacar la enorme diversidad de situacionesfamiliares que se encuentran en la realidad social urbana de la región. Esta diversidad yheterogeneidad responde a tensiones inminentes en la institución familiar, que combinadesde los aspectos más instrumentales ligados a las demandas del mantenimientocotidiano de sus miembros hasta las necesidades del amor y el afecto, la intimidad y laseguridad personal.

LAS TRANSFORMACIONES EN LA ORGANIZACIÓN SOCIAL:URBANIZACIÓN, INDUSTRIALIZACIÓN Y RELACIONES FAMILIARES

En América Latina, la rapidez del proceso de urbanización y de crecimiento degrandes metrópolis a partir de los años treinta, intensificándose en la post-guerra, es undato conocido. Su relación con la organización de la familia -tanto el impacto de laurbanización como el papel de las redes familiares en el proceso de urbanización misma-, es un fenómeno que requiere comentario y atención.

Hay varios procesos significativos en la organización familiar urbana sobre los quenos detendremos: a) el rol de las redes de parentesco en los procesos migratorios; b) larelación entre la organización doméstico/familiar, el mercado de trabajo y las redessociales; y c) las transformaciones en la organización familiar, que se reflejan en lastendencias socio-demográficas: tasas de fecundidad en descenso; aumento de divorcios y

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separaciones, con nuevos patrones de información de hogares y familias; aumento dehogares unipersonales y de hogares con jefatura femenina; envejecimiento de lapoblación y aumento en la proporción de ancianos, con los ajustes correspondientes enla conformación de los hogares (más hogares unipersonales, hogares trigeneracionales).

A. LA MIGRACIÓN RURAL-URBANA Y LAS REDES DE PARENTESCO

Los procesos de crecimiento urbano a partir de los años treinta implicaron unamultiplicación de los flujos migratorios internos en la región. En las décadas de los treintay los cuarenta, la migración hacia las ciudades fue numéricamente pequeña. Los primerosmigrantes que llegaron a las ciudades y pueblos, los 'pioneros', probablemente eransolitarios, sin contar con redes de ayuda en la ciudad. A partir de los años cincuenta, lamigración se convirtió en un fenómeno más masivo. Los migrantes que vinieron despuéspudieron entonces aprovechar la presencia de los migrantes anteriores, que constituyeronverdaderas redes de apoyo en el proceso migratorio.

¿Para qué sirven estas redes? Son ellas las que dan el contexto humano y de rela-ciones sociales a la experiencia migratoria. Tienen, sin duda, un valor instrumental: losmigrantes no son seres aislados que llegan a un mundo desconocido. Los contenidos dela red y el tipo de ayuda varían según clases sociales: desde siempre, las clases altas pro-vinciales mandaron a sus hijos a estudiar a las ciudades capitales, descansando en redesde parentesco para proveer un lugar de residencia y el mantenimiento cotidiano de losjóvenes. La expansión del acceso a la educación media y superior, fundamentalmente enlas ciudades más grandes a partir de los años cincuenta, no hizo más que expandir elsector social que utilizó esta modalidad de organización del parentesco típico de lasclases medias y altas.

En las clases subalternas, la inclusión en redes implica que los migrantes, al llegar ala ciudad, encuentran una casa donde pasar las primeras noches y tienen contactos queles permiten una inserción relativamente fluida en el mercado de trabajo. En términos másglobales, la presencia de estos vasos comunicantes entre las zonas de origen y lasciudades permite la integración en una misma red de unidades domésticas en la ciudad yen el campo, con migraciones de ida y vuelta, remesas de dinero y de productos,conformando una estrategia compartida entre los que se quedaron en el campo y losresidentes urbanos.

A menudo, la migración se da en el contexto social de redes clientelísticas decarácter vertical o aun servil. Esta modalidad, mucho más común en los años treinta ycuarenta, se mantuvo después en la migración de las mujeres para el servicio domésticourbano. Frecuentemente, las jóvenes son reclutadas a partir de lazos de dependenciafamiliar. La "patrona" tiene poder sobre la empleada más allá del vínculo laboral,haciéndose cargo del 'cuidado' de la persona en representación de su familia de origen.Al mismo tiempo que esto le da seguridad a la empleada, le quita libertad de movimientoen la ciudad.

Hasta los años cincuenta, con las fuertes corrientes migratorias y el crecimiento delas ciudades, la vida cotidiana de los migrantes estaba centrada en la adaptación a la vidaurbana, en conseguir un lugar para vivir y ayudar a la red de parientes y familiares en elproceso migratorio. El crecimiento de las oportunidades de empleo urbano para loshombres implicó una fuerte división sexual del trabajo: las mujeres a cargo de las tareasreproductivas, los hombres en el mercado de trabajo. A su vez, los hijos debían contribuiren la medida de sus posibilidades al mantenimiento familiar.

En una segunda etapa, que comienza en la década de los sesenta, la situacióncambia. La migración deja de ser el motor del crecimiento urbano y se producen cambiossignificativos en el mercado de trabajo. En la medida en que disminuyen lasoportunidades ocupacionales y de ingreso para los hombres adultos y cambia la

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naturaleza de la estructura ocupacional (más servicios, más trabajo industrial sub-contratado y a domicilio, menores salarios relativos), las mujeres adultas se incorporan demanera masiva al mercado de trabajo, con lo cual las transformaciones en laorganización doméstica comienzan a ser visibles. La década de los ochenta y el impactode la crisis, a su vez, genera nuevas modalidades de respuestas colectivas, incluyendo lapresencia de organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales de servicioscomunitarios.

B. FAMILIA, MERCADO DE TRABAJO Y REDES DE AYUDA MUTUA

La urbanización y la industrialización implican la separación entre residenciafamiliar y lugar de trabajo. Esta tendencia muestra en años recientes algunos signosimportantes de inversión: la pauperización y la desproletarización que acompañan a lacrisis de los años ochenta producen el crecimiento del trabajo domiciliario y de micro-emprendimientos familiares. Ambos procesos se acompañaron con un cambio funda-mental en la posición social de las mujeres.

A lo largo del siglo veinte, pero con especial intensidad en las últimas dos décadas,el lugar de las mujeres en la sociedad urbana ha pasado de un modelo tradicional de lamujer que, en todas las clases sociales, se prepara para ser madre/ama de casa/esposa(aunque secundariamente pueda realizar alguna tarea productiva remunerada) depen-diente de los hombres -primero de su padre, luego de su esposo- a la situación presente,en la que por elección u omisión las mujeres crecientemente ejercen su autonomíaeconómica y doméstica.

En los años treinta, pocas mujeres en las ciudades latinoamericanas tenían otraperspectiva que la de vivir ancladas en sus familias: las de origen para las jóvenes y lassolteras; las de procreación para las casadas. En ambos casos, el mundo femenino debíaser el mundo doméstico, privado. La 'calle', para las mujeres, era sinónimo de vicio yprostitución. Debemos recordar que aun los movimientos anarquistas y socialistas deprincipios de siglo reivindicaban para las mujeres un papel fundamental en la educaciónde los futuros revolucionarios, un papel en la familia. Y si, por circunstancias de la vida yde la clase, las mujeres debían trabajar en las fábricas, esto era visto como una situaciónpoco deseable. A la mujer trabajadora había que protegerla; también había que mejorarla situación social para que el trabajo femenino no sea necesario. En los años treinta, lasituación era ligeramente diferente en las clases medias, donde se había gestado un sectorde mujeres educadas que reivindicaban sus derechos civiles y sociales. Sin ninguna duda,eran una minoría.

Mucho ha cambiado desde entonces. Desde los bajos niveles de participaciónlaboral de mujeres urbanas en la década del treinta, el aumento ha sido muy notorio,aunque tanto los niveles de participación como los ritmos de cambio son muy variablesentre países. El momento de gran cambio en la región fue a partir de 1960, e incluyó nosolamente el aumento de la participación de las mujeres jóvenes solteras, sino también elde las casadas y de las casadas con hijos. Esta transformación implica un cambio en laorganización global de la vida cotidiana. Los nuevos patrones de inserción laboral de lasmujeres son, de hecho, una de las manifestaciones de la profunda transformación en lafamilia.

Así, la expansión y masificación del acceso a la educación, especialmente en lasáreas urbanas, implicó el acceso de las mujeres a la alfabetización, a la educación mediay a la superior. En tanto las mujeres educadas tienden a participar más en el mercado detrabajo, se constata un aumento en el empleo femenino de sectores medios. Esta inserciónes de mujeres que en períodos históricos anteriores eran amas de casa. En un recientetrabajo de la CEPAL se analiza el fenómeno:

Las mujeres han sido la principal fuente de la expansión y masificación de

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ocupaciones de calificación e ingreso dentro del sector no-manual... Sin embargo, losindicios son de que cerca del 80% de las mujeres urbanas en empleo no-manual no sonjefas de hogar, sino que muchas son casadas, y en fuerte proporción integran hogares quepertenecen a la mitad superior de la sociedad urbana. En cerca de un tercio de loshogares altos, el status depende de la suma de los dos ingresos de la pareja (CEPAL,1986b, p. 65).

Esta tendencia afecta significativamente las formas de organización de la vidacotidiana. En las clases medias, las mujeres jóvenes estudian y con eso cambian lospatrones de selección matrimonial; las amas de casa/madres con niveles medios y altos deeducación mantienen un empleo de tiempo parcial o vuelven al mercado de trabajocuando los hijos ingresan a la escuela.

También hay transformaciones (y continuidades significativas) en la posición de lasmujeres de los sectores populares. El empleo doméstico continúa siendo la ocupaciónmás numerosa para las mujeres en las áreas urbanas, con todas ¡as desventajas que estetipo de trabajo tiene. Además, tanto para las mujeres de sectores medios como populares-aunque el efecto sea especialmente significativo para estas últimas- la divisiónintradoméstica del trabajo entre géneros es muy reacia a la transformación. Las mujeressiguen siendo las responsables de la tarea doméstica y el cuidado de los hijos, cualquierasea su situación laboral. Las ayudas, remuneradas o no, son siempre entre mujeres. Dehecho, el aumento en las tasas de participación de las mujeres a partir de 1960 estáconcentrado en las mujeres entre los 20 y los 30 años de edad, que tienen la mayor cargadoméstica, lo cual implica una enorme sobrecarga de trabajo doméstico y extra-doméstico.

El creciente papel de las mujeres en el manejo de la organización cotidiana ensituaciones de crisis se manifiesta en tendencias de cambio en la composición de lasunidades domésticas. El aumento constante de la proporción de hogares encabezados pormujeres es un hecho reconocido, en la región y en el mundo. Históricamente, estasmujeres eran predominantemente viudas. Recientemente, se agrega el efecto de loscambios en los patrones de formación de la familia, especialmente en lo que hace almatrimonio y la separación. Si para mujeres profesionales y de sectores medios elaumento en la tasa de divorcio puede reflejar una mayor autonomía y libertad, en lasclases populares muchas veces se trata de situaciones en que el hombre abandona a sufamilia al no poder solucionar sus dificultades de empleo en el mercado de trabajo. Enestas condiciones, la separación y el abandono masculino llevan casi indefectiblemente ala pobreza extrema de estas mujeres y sus hijos. Es conocida la asociación entre pobrezay hogares encabezados por mujeres. No contamos con datos longitudinales fidedignospara constatar si esto implica una tendencia hacia la feminización de la pobreza.

Agudizando el diagnóstico perfilado, el peso de la crisis de los servicios públicos ydel Estado en los años ochenta también recae fundamentalmente sobre las mujeres acargo de las tareas reproductivas. Las esperas en hospitales para la atención médica o aunla inaccesibilidad de estos servicios, el deterioro o ausencia de servicios habitacionales ybarriales, deben ser suplidos por un incremento de la actividad doméstica y unaintensificación de las ayudas informales a cargo de las mujeres. Algunos estudios señalanque en estas situaciones extremas, las mujeres pueden contar con la ayuda y protecciónde hombres, especialmente de sus parientes consanguíneos (padres, hermanos, hijos jóve-nes), más que de sus compañeros o maridos.

La búsqueda de soluciones alternativas a las urgencias cotidianas lleva a las mujeresa salir de su ámbito doméstico hacia el ámbito público, organizándose y reclamandocolectivamente, organizando ollas comunes, comedores populares, u otras formas deacción colectiva. Estas experiencias implican un cambio en la manera como sedesarrollan las tareas cotidianas de mantenimiento y reproducción, transformando elámbito doméstico y creando las condiciones para la presencia de la mujer en los

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movimientos de demanda colectiva por servicios. Al salir a la escena pública por laimposibilidad de satisfacer las necesidades de mantenimiento y reproducción en la esferadoméstica y familiar muestran, de manera más que clara, la vinculación entre el campode la reproducción en el ámbito doméstico y familiar y los procesos de transformaciónmacro-sociales.

De hecho, la unidad doméstica urbana, como organización a cargo de las tareascotidianas de mantenimiento y reproducción, está integrada en redes más amplias deayuda mutua, redes de parentesco y vecindario. Son redes activadas y mantenidas por lasmujeres/amas de casa, aun cuando sirven a las necesidades de todos los miembros de lasfamilias y los barrios. Los estudios sobre este tema muestran que esta inserción en redeshorizontales de ayuda mutua funciona en la cotidianidad y como sistema de seguridadsocial informal al que se acude en situaciones de emergencia: enfermedades y muertes,pérdida de trabajo, crisis de vivienda, protección frente a la violencia, etc. Si bien secarece de estudios longitudinales, seguramente se trata de un fenómeno estable en laestructuración de las relaciones sociales urbanas cotidianas, cuya importancia crece en lamedida en que se va integrando la red (en función del tiempo de residencia en la ciudado en el barrio) y en la medida en que escasean los recursos alternativos para la sa-tisfacción de necesidades cotidianas (crisis y recesión económica, pobreza extrema, etc.).

Un fenómeno de naturaleza diferente es el papel de las relaciones verticales yclientelísticas en la organización de la reproducción cotidiana. En estos casos, lareciprocidad se basa en un intento de las clases dominantes de manipulación y uso de losfavores para obtener apoyo político, sea a través de mecanismos informales o de laoperación de organizaciones de carácter religioso o político en el desarrollo de los barriospopulares. En este caso, los participantes y destinatarios de las redes tienden a serhombres, en su doble rol de actores en el ámbito público y de figuras de autoridad en susnúcleos familiares.

Lo que se muestra en estas redes es la considerable continuidad histórica de latradición cultural del familismo, especialmente fuerte en los países de colonizaciónespañola. La secularización puede haber extendido el papel del acceso a los serviciospúblicos en la solución de algunos problemas de la cotidianidad. También pueden haberimplicado la extensión de relaciones sociales electivas, fundamentalmente la extensión delos lazos de amistad en las clases medias. Sin embargo, especialmente en las clasespopulares, las redes de parentesco continúan siendo más confiables que los mecanismosformales. Funcionan como recursos para la solución de los problemas de la cotidianidadcuando no se tiene acceso a vías alternativas, cuando éstas fallan o fracasan. De ahí surenovado vigor en situaciones de crisis recesivas y en momentos de achicamiento de losservicios del Estado.

El parentesco y las relaciones informales no sólo son importantes para los sectorespopulares. También son fundamentales en la lógica de los sectores medios y altos. Enestos sectores, donde los recursos disponibles son mayores, el parentesco ha sido, ycontinúa siendo, uno de los criterios básicos para la organización de la actividadeconómica.

Se hace necesario destacar, sin embargo, que no toda la población urbana estáinmersa en redes de relaciones informales, ni que éstas son siempre estables ypredecibles. Aunque la evidencia no es sistemática y completa, parecería que lassituaciones de pobreza e incertidumbre más extremas están asociadas, justamente, con laausencia de redes de pertenencia. Los hogares encabezados por mujeres, especialmentelas situaciones de madres solteras rechazadas por sus parientes, constituyen casosextremos de esta situación. Además, las redes de ayuda mutua no pueden reemplazar laausencia o crisis de los servicios de bienestar del Estado. Las redes pueden llegar afortalecerse en estas situaciones, pero también a destruirse cuando la carga de demandases excesiva para los recursos y las personas que deben satisfacerlas.

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C. LA ESTRUCTURA DE LA FAMILIA Y EL HOGAR

Algunas tendencias socio-demográficas han tenido una incidencia importante sobrelas transformaciones de la familia a lo largo del siglo veinte. En primer lugar, el aumentoen la expectativa de vida. Esta tendencia tiene efectos muy significativos, ya que juntocon la baja en la fecundidad, extiende la vida de los individuos en su etapa adulta yanciana. Al no haber variado significativamente la edad de la primera unión, lo queocurre es un aumento en el número de años de duración potencial del matrimonio. Laviudez era antes la manera más común de quebrar el vínculo matrimonial. En la medidaen que aumenta la expectativa de vida, la posibilidad de que el matrimonio acabe endivorcio o separación se incrementa.

A su vez, la diferencia entre sexos en la expectativa de vida implica que la viudezes un fenómeno más común para las mujeres que para los hombres. En realidad, lasituación de hombres y mujeres es bastante diferente en lo que respecta al matrimonio:las mujeres viudas y divorciadas son siempre mucho más numerosas que los hombres enesa situación, con una clara tendencia a su incremento. En esto interviene no solamentela diferencia entre sexos en expectativas de vida sino también el patrón cultural de que enlas parejas, los hombres son generalmente mayores que las mujeres. A medida que lasmujeres envejecen crece la probabilidad de su soledad matrimonial. De ahí el títuloPirámide da solidao? de un trabajo sobre el tema (Berquó, 1986).

En segundo lugar, la disminución de las tasas de fecundidad que produce ladisminución en el número de miembros de los hogares. La menor fecundidad tambiénimplica el envejecimiento de la población, con un crecimiento de la proporción depersonas adultas y ancianas, y la consecuente tendencia hacia la disminución de hogaresjóvenes y un aumento de los hogares de y con personas mayores. Tradicionalmente, el -omás a menudo la- anciano/a viudo/a convivía con alguno de sus hija/os y su familia deprocreación, en hogares de tres generaciones. Crecientemente, a este patrón deallegamiento se agregan otras formas: la pareja de ancianos, los hogares unipersonales, ylos hogares "no nucleares" (hermanas ancianas viviendo juntas, por ejemplo).

El aumento en el número de hogares unipersonales en zonas urbanas responde enparte a este proceso de envejecimiento poblacional, y puede preverse su continuoaumento en el futuro. Responde también a otras tendencias sociales, aunque no tanextendidas hasta hoy: la creciente autonomía de los jóvenes lleva a intentos de establecersu propia residencia, alejada de la de sus padres, independientemente del proceso deformación de pareja -o como etapa de convivencia pre-matrimonial. Esta tendencia esincipiente, y sólo se presenta en sectores medios y altos, dadas las restriccioneseconómicas. Además, dada la cultura de género prevaleciente es más común entrevarones que entre mujeres.

En tercer lugar, cabe preguntarse sobre el efecto de las crisis, viejas y nuevas, en laformación de los hogares. Cuando el habitat urbano es caro y no hay políticas sociales devivienda, las nuevas parejas tienden a demorar su formación o a compartir la vivienda desus padres. A menudo, esta forma no aparece reflejada en censos y encuestas, por lo cualla tendencia hacia la nuclearización de los hogares se mantiene. Más que una forma deallegamiento, es común en barrios populares compartir el terreno entre parientes, enunidades de vivienda relativamente independientes, pero con una cotidianidadcompartida.

Estas tendencias constituyen el marco para comprender dos fenómenos importantes,que están en la agenda de las políticas sociales y que resulta interesante analizar: elaumento en la tasa de divorcios y separaciones, y el aumento de hogares con jefaturafemenina.

El aumento en divorcios y separaciones debe ser analizado en el marco de procesossocioculturales complejos, ligados al proceso de individuación. La extensión de los

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valores modernos de autonomía personal, de libre elección de la pareja sobre la base delamor romántico, la creciente expectativa social de dar cauce a sentimientos y afectos,implican también la contracara: la libertad de cortar vínculos cuando el amor se acaba,cuando el costo personal de la convivencia conflictiva supera cierto umbral. La crecienteincorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo, lo cual acarrea un mínimo deautonomía económica, hace posible quebrar vínculos conflictivos de sometimiento degénero. Antes, muchas mujeres no tenían salida a situaciones matrimoniales conflictivas:separarse implicaba un fuerte estigma social y una victimización de la mujer; la falta deposibilidad económica reforzaba la institución matrimonial. Los cambios en los patronesculturales que gobiernan las relaciones de pareja en dirección a una mayor equidad entregéneros implican, de hecho, la ampliación de los grados de libertad.

Para los sectores sociales más pobres el tema se complica, ya que es frecuente elabandono del hombre/padre ligado a situaciones de crisis en el mercado laboral y a lafalta de valorización de su rol como proveedor económico de la familia. Estos mismoshombres, sin embargo, pueden estar jugando un papel de proveedores y/o protectores demujeres y niños en sus familias consanguíneas, sus madres o hermanas (Fonseca, 1991).La salida hacia el futuro no está en retornar a la división sexual tradicional, sino en unatransformación de las relaciones de género en el interior de la familia.

El aumento de las mujeres solas con hijos es un fenómeno de transición, en dossentidos: en el curso de vida de las mujeres, esta situación puede ser de transición haciala formación de una nueva pareja; en la temporalidad histórica, estamos frente a unatransición hacia nuevas formas de familia, más abiertas y alejadas del modelo nuclearcompleto. No todas las mujeres solas con hijos son jefas de hogar. Muchas vecesconviven en hogares con otros parientes (sus padres o hermanos, por ejemplo). A su vez,constituyen una proporción relativamente menor de las mujeres jefas de hogar (alrededordel 25 al 30%). Dada la doble demanda sobre estas mujeres -como proveedoras econó-micas del sustento de sus hijos, como madres-trabajadoras domésticas-, estos núcleosfamiliares son especialmente vulnerables y sujetos a situaciones de incertidumbre yriesgo.

En realidad, como modelo cultural, la familia nuclear ha tenido un desarrollo muyespecial: idealizada como modelo normativo, asumida como "normal" por lasinstituciones educativas y de salud, la familia nuclear de mamá, papá y los hijos estácombinada en la región con una fuerte ideología familista, en la cual la consanguinidad yel parentesco son criterios básicos para las responsabilidades y obligaciones hacia losotros. Poco sabemos sobre la magnitud de los conflictos planteados a partir de la tensiónentre las demandas de la familia nuclear y las obligaciones ancladas en lazos deparentesco (especialmente de la familia de origen).

SOLIDARIDAD Y CONFLICTO EN LAS RELACIONES INTRAFAMILIARES:LA AUTORIDAD PATRIARCAL Y LOS PROCESOS DE INDIVIDUACIÓN

La unidad familiar no es un conjunto indiferenciado de individuos que compartenlas actividades ligadas a su mantenimiento. Es una organización social, un microcosmosde relaciones de producción, de reproducción y de distribución, con una estructura depoder y con fuertes componentes ideológicos y afectivos que cimentan esa organizacióny ayudan a su persistencia y reproducción, pero donde también hay bases estructurales deconflicto y lucha. Al mismo tiempo que existen tareas e intereses colectivos, los miembrostienen intereses propios, anclados en su propia ubicación en los procesos de produccióny reproducción intra y extradomésticos.

Los principios básicos de organización interna siguen, en tanto familia, lasdiferenciaciones según edad, sexo y parentesco. En el contexto sociopolítico e ideológicode las sociedades capitalistas patriarcales, los hijos están subordinados a los padres, a

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quienes otorgan respeto y obediencia, manifiestos en la obligación de colaborar yparticipar en las tareas para el bienestar común, definido y mantenido por la autoridadpaterna. Durante los últimos siglos, el mundo occidental ha sufrido fuertes procesos deindividuación de los hijos y quiebre de la autoridad patriarcal. En términos de lasrelaciones intergeneracionales, el aumento de los niveles de escolaridad implica laextensión temporal de la dependencia económica, mientras que al mismo tiempo se dauna mayor autonomía cultural de los jóvenes. La migración rural-urbana,predominantemente de jóvenes, implica una separación y a menudo la autonomía de losjóvenes en relación a su familia de origen.

Dado el proceso de creciente autonomización de los jóvenes y de pérdida de laautoridad patriarcal, los enfrentamientos intergeneracionales pueden aparecer enmomentos relativamente tempranos del ciclo de vida, centrados en la contribución de loshijos al trabajo doméstico, en requerimientos de los padres de que consigan empleo paraayudar al mantenimiento familiar, en la decisión acerca de si los recursos así obtenidosson de apropiación individual o familiar, o en el grado de libertad y autonomía en lasactividades de tiempo libre (donde la diferencia de género entre hijos varones y mujeresadolescentes es todavía enorme). El enfrentamiento intergeneracional aparece también enel consumo, especialmente en las presiones de los jóvenes adolescentes para obtener unaserie de bienes -desde la ropa de moda hasta aparatos electrónicos- dictados por elmundo de la cultura juvenil. En el ámbito doméstico estas presiones se traducen en elconflicto acerca de la jerarquización de los consumos y la distribución de los beneficios.

Históricamente el proceso de autonomización y reivindicación de los interesesindividuales ocurrió primero entre generaciones -los jóvenes frente a sus padres- queentre sexos. El modelo patriarcal se comenzó a quebrar en esa línea cuando la basematerial de subsistencia dejó de ser la propiedad de la tierra, a ser transmitidahereditariamente de padres a hijos, y se convirtió en la venta de fuerza de trabajo en elmercado, para la cual la unidad relevante es el individuo y no la familia. El proceso deindividuación y reconocimiento de intereses y derechos propios de la mujer frente alhombre jefe de familia es mucho más reciente. De ahí que este tema, la dinámica de ladivisión del trabajo y la lucha por el poder entre sexos, haya aparecido sólo en los últimosaños en la literatura sobre el trabajo doméstico, la subordinación de la mujer y laorganización social de la reproducción.

En la dinámica doméstica entre sexos, las líneas de conflicto se plantean en torno ala cuestión de la responsabilidad doméstica cuando aumentar la participación de lasmujeres en la fuerza del trabajo. Los estudios de presupuestos de tiempo indicanclaramente la mayor carga de trabajo de las mujeres, y esto se está convirtiendo en temade lucha y reivindicación femenina, tanto en el plano privado de cada familia como enlos movimientos sociales. En el área de la distribución, sin embargo, la mujer madreparece mantener su posición de "defensora del bien común" del ámbito domésticocolectivo, frente a los embates de los demás miembros de la unidad. En América Latina, lasituación actual es ambigua. Por un lado, existen reclamos de parte de las mujeres por unreconocimiento de su individualidad como personas. Por otro y al mismo tiempo, lasmujeres continúan siendo, y se reconocen a sí mismas en ese rol, los soportes familiares,ancladas en su rol de esposa/madre.

A. LA VIOLENCIA DOMÉSTICA:LA INTERVENCIÓN PÚBLICA EN EL ÁMBITO PRIVADO

La familia es un espacio paradójico: es el lugar del afecto y la intimidad. Es tambiénel lugar privilegiado de la violencia, pero la violencia entre miembros de la misma familiaes algo de lo que no se habla. Es secreto y vergonzoso; escapa al conocimiento público.Los únicos testigos son los miembros de la familia, que mantienen el silencio, sea por

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preservar la imagen o por miedo a la represalia. Sólo se detectan los casos más obvios: eldescubrimiento de un cuerpo, las marcas de golpes. La familia es al mismo tiempo ellugar del amor y de la violencia. En general, se estima que de un cuarto a un tercio de loshomicidios son asesinatos domésticos, donde un miembro de la familia mata a otro(Chesnais, 1992).

Este fenómeno oculto comienza a manifestarse. Aunque la misma naturaleza delfenómeno implica que no haya datos agregados fidedignos, algunas cifras (Carrillo, 1991,p. 180) bastan:

• Una ONG mexicana calcula que existe violencia conyugal en por lo menos 70%de las familias de México, aun cuando no se denuncie la mayoría de las veces.

• Una encuesta realizada en Santiago indica que el 80% de las mujeres entrevistadas admitieron que eran víctimas de violencia en sus hogares.

• En Nicaragua, el 44% de los hombres admite haber golpeado con regularidad asus esposas o novias.

• Un estudio de prostitución infantil en Cochabamba, Bolivia, revela que el 79% delas niñas afirmaron que recurrieron a la prostitución por necesidad económica trashuir de hogares violentos o tras haber sido víctimas de incesto o violación porparte de familiares de sexo masculino.

Obviamente, la violencia familiar tiene género: las víctimas son las mujeres en larelación conyugal, las niñas y en menor medida los niños en la relación filial.Últimamente, además, se comienza a hacer públicos los casos de violencia familiar haciaancianos.

Existe una creciente bibliografía que intenta comprender y explicar el fenómeno,apuntando a su prevención y eliminación. Sin lugar a dudas, se trata de una conductaaprendida que se puede modificar, enraizada en las relaciones desiguales entre hombresy mujeres, en la jerarquía sexual, en la representación de la masculinidad por vía deldominio sobre la mujer. O sea, en una organización familiar patriarcal tradicional, en lacual el poder del hombre se manifiesta de múltiples maneras, inclusive la violencia físicamisma, naturalizada en las relaciones de género tradicionales. Al respecto, la evidenciaindica que hombres golpeadores y mujeres golpeadas son, en su mayoría, personas queprovienen de familias violentas. En muchos casos, toman la violencia doméstica comoalgo natural.

El aislamiento doméstico de las mujeres, matrimonios contraídos antes de que lamujer haya desarrollado un sentido de autonomía, la familia en tanto institución únicaque modela la identidad de la mujer, ayudan a que el fenómeno se reproduzca. La salidade las mujeres al mundo del trabajo, el cambio en su posición social, la visibilidad ycreciente conciencia social del fenómeno, apuntan en dirección contraria, hacia uncambio en las condiciones familiares.

Sin embargo, el cambio no es tan rápido como sería deseable, debido al propioproceso de modernización. En efecto, la dominación patriarcal es puesta en cuestión porlos procesos de urbanización y modernización, manifiestos en el cambio en la posiciónsocial de la mujer. El lugar del hombre queda desdibujado; las bases de su autoridad,desgastadas. Frente a esto, una de las salidas es tratar de imponer su voluntad al resto delos miembros de la familia de manera autoritaria y violenta. Así, existen evidencias de quela violencia doméstica es mayor en familias donde el trabajo de la mujer se ha convertidoen la principal fuente de ingresos para el mantenimiento cotidiano.

En el plano institucional, dada la estructuración jurídica y cultural de la sociedad,existen barreras para que el Estado penetre y actúe en el ámbito "privado" de la familia. Enefecto, el paradigma dominante de los derechos humanos se construye en base a unadiferencia: los derechos civiles y políticos de los individuos se sitúan en la vida pública;quedan fuera las violaciones de estos derechos en la esfera privada de las relacionesfamiliares. A diferencia de las estructuras de dominación y de desigualdad política entre

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hombres, las formas de dominación de los hombres sobre las mujeres se efectivizan socialy económicamente sin actos estatales explícitos, a menudo en contextos íntimos,definidos como vida familiar. En los hechos, se puede afirmar que la dicotomización delas esferas pública y privada lleva a mutilar la ciudadanía de las mujeres. Al mismotiempo, la privacidad en la familia aparece como justificación para limitar la intervencióndel Estado en esta esfera.

Se manifiesta aquí la tensión entre el respeto a la privacidad y la intimidad por unlado, y las responsabilidades públicas del Estado por el otro, que requiere la redefiniciónde la distinción entre lo público y lo privado e íntimo, distinción simbólica e ideológica,pero no práctica: en los hechos, el Estado moderno siempre ha tenido un poder depoliciamiento sobre la familia. La urgencia en el momento actual consiste en hacerefectiva la obligación afirmativa del Estado de proteger los derechos humanos básicos desus ciudadanos, cuando son violados en el ámbito privado de la familia.

Esto no elimina la tensión o contradicción. La intervención del Estado en el mundoprivado tiene dos caras: la defensa de las víctimas y de las/os subordinadas/os del sistemapatriarcal por un lado; la intervención arbitraria, el control y aun el terror, por el otro. Lasreacciones sociales a ambas son diferentes: lo deseable es mantener como privado,protegido de la interferencia estatal, lo referido a la intervención arbitraria del Estado,pero no aquello que refuerza la subordinación y el poder arbitrario del pater-familiae.

El discurso tradicional de derechos tiene limitaciones importantes cuando se basaen la distinción entre lo público y lo privado. Pero ese mismo paradigma de los derechoshumanos puede ser usado de manera alternativa, como instrumento que, al erradicarprivilegios legales, establece límites al poder y promueve la equidad en la organizaciónde las relaciones familiares.

B. LA SEXUALIDAD Y LA REPRODUCCIÓN

Los cambios en las prácticas sexuales y en la normatividad social al respecto hansido enormes en todo el mundo. América Latina no fue una excepción. Si bien lainvestigación sistemática sobre las prácticas sexuales propiamente dichas es casiinexistente, existen indicaciones claras de las tendencias de estos cambios en las últimasdécadas, en cuanto a su magnitud: sin lugar a dudas hubo una disminución de lasrestricciones y tabús sexuales, con una iniciación más temprana de las relacionessexuales, paralela a la ignorancia de la fisiología de la reproducción (educación sexual) yfalta de prácticas anticonceptivas, con considerable riesgo de enfermedades venéreas ySIDA.

El resultado ha sido, para muchas mujeres, una sexualidad más libre, conreconocimiento del placer. Para las jóvenes, esta liberalización de la sexualidad implicóun aumento de los embarazos adolescentes, abortos y venta de niños. En términos másgenerales, la desprotección de la sexualidad y la maternidad, especialmente laadolescente.

La maternidad adolescente, que ha experimentado un descenso en los paísesdesarrollados en la década de los setenta, se mantuvo alta en los países en desarrollo. EnAmérica Latina, la disminución de la tasa de fecundidad de las mujeres entre 15 y 19años a lo largo de las últimas décadas ha sido menor que en la población no adolescente.Comparativamente, los niveles permanecen relativamente altos. Se hace necesariodestacar que la maternidad adolescente no es sinónimo de madres solteras: hay muchasuniones maritales consecuencia del embarazo, así como una cierta proporción demujeres casadas o unidas que tienen hijos a edades muy jóvenes. Sin embargo, haaumentado la proporción de niños nacidos fuera del matrimonio. Como es de esperar,existe una relación inversa entre la maternidad adolescente y la educación de la joven.

El hecho de convertirse en madres a temprana edad implica una mayor

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vulnerabilidad de las mujeres y sus hijos. Muchas veces, los proyectos educativospersonales tienen que interrumpirse, pero además, estas mujeres tienen másprobabilidades de tener una fecundidad más alta, de ser mujeres jefas a cargo de sushijos, de encontrarse en situaciones de precariedad e incertidumbre. Hay indicaciones,además, de la transmisión intergeneracional de la vulnerabilidad y la precariedad: lasmujeres que inician su maternidad a edades tempranas a menudo provienen de familiasdonde ésta ha sido una práctica preexistente.

El tema de la sexualidad cobra otra dimensión a partir del SIDA. La urgencia deeducación sexual y de la introducción de prácticas preventivas tiene hoy una doblefunción: la planificación familiar y paternidad/maternidad responsables; la prevención deenfermedad y muerte, y el control de la epidemia. En este campo, las consecuencias parala elaboración de políticas son inmediatas: la educación sexual es un tema que combinala familia y la salud, y debe ser objeto de una política social integrada, dirigidaespecialmente a jóvenes, varones y mujeres.

En cuanto a las tasas de fecundidad, a partir de la década de los setenta semanifiesta en la región una clara tendencia a su declinación. Este descenso puedeatribuirse fundamentalmente a la expansión en el uso de anticonceptivos, más que acambios en la nupcialidad o en patrones de formación de parejas (Chackiel y Schkolnik,1990; Berquo, 1991). Si la fecundidad no ha bajado más, esto se debe a que la demandade anticonceptivos no está debidamente atendida en muchos países, ya que lasintenciones reproductivas de las mujeres indican una tendencia hacia una mayorplanificación del tamaño de la familia y hacia un número menor de hijos. Obviamente,subsisten diferencias notorias entre clases sociales, y entre ámbitos urbanos y rurales.Nuevamente aquí, el determinante básico es el acceso y la calidad de los servicios desalud.

UN ABORDAJE ALTERNATIVO:LOS DERECHOS REPRODUCTIVOS COMO DERECHOS HUMANOS

El tema de la sexualidad y la maternidad/paternidad debe también ser encaradodesde una perspectiva de los derechos humanos. Frente a la historia de apropiación delcuerpo de las mujeres por parte de los otros, en las últimas dos décadas la lucha social enel campo de la sexualidad y la fecundidad se ha centrado en el reclamo por los derechosreproductivos.

La posibilidad de regular su sexualidad y la capacidad reproductiva, o sea, elcontrol sobre su propio cuerpo por parte de la mujer, implica el doble imperativo de quelos otros hombres no se consideren dueños de ese cuerpo, y que la mujer tenga poderpara resistir la co-acción o la imposición por parte de otros. En última instancia, lagarantía de que el cuerpo de la mujer no será sometido a prácticas sin su consentimientoy voluntad implica el reconocimiento de derechos humanos básicos: puede serinterpretado como parte del derecho a la vida, a la libertad; la prohibición de laesclavitud, la servidumbre, la tortura y el trato cruel. En esta dirección, la violación es unaforma extrema de violencia corporal. Pero también lo son la imposición de métodos anti-conceptivos (en el caso extremo, los quirúrgicos irreversibles) y su opuesto, la negacióndel derecho a contar con servicios de salud que aseguren la capacidad de control de lasexualidad y la reproducción.

La distancia entre esta afirmación y la práctica normal en el mundo contemporáneoes enorme. La violación es una práctica que pocas veces resulta castigada; el derecho dela mujer violada a interrumpir un embarazo no está reconocido en muchísimos países; lasexualidad de las mujeres es pocas veces ejercida como práctica de libertad. En cuanto ala reproducción, el ideal de la libertad y auto-decisión por parte de las mujeres sólopuede realizarse si están dadas las condiciones materiales para hacerlo. La realidad social

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dista mucho de este ideal. Las políticas de población, sean estas pronatalistas ocontroladoras, implican una planificación demográfica de la fecundidad, para lo cual escentral el control del cuerpo de las mujeres. Una cosa es cuando, a partir de un accesogeneralizado a información y educación sexual y reproductiva, se establecen incentivospara orientar las opciones reproductivas; otra muy diferente cuando se imponenestrategias reproductivas que poco toman en cuenta los deseos y la elección de laspropias mujeres y de los hombres. Tanto la ausencia de educación y de medios para laplanificación de la fecundidad, manifiesta por ejemplo en la fecundidad adolescente y enuna fecundidad más alta que la deseada, como los programas de control de la natalidadsemi-compulsivos (programas de esterilización, distribución desinformada deanticonceptivos), refuerzan la visión de la mujer como objeto, como cuerpo a sermanipulado y sometido.

El énfasis reciente en las nuevas tecnologías reproductivas y la urgencia de legislarsobre las condiciones de su aplicación dan al tema de los derechos reproductivos unanueva actualidad, esta vez centrada en la cara opuesta, es decir, el tratamiento de laesterilidad y las manipulaciones tecnológicas para lograr la concepción y gestación "asis-tidas". La paradoja es que, mientras la problematización de los derechos reproductivos(métodos y prácticas anticonceptivas) es relevante fundamentalmente para los paísesperiféricos y para las clases populares, las prácticas conceptivas (fertilización "asistida") sedesarrollan y aplican en los países centrales y en las clases altas de los periféricos.

Tanto detrás de los programas de control de población como del desarrollo y laaplicación de las técnicas conceptivas hay una visión biologista de la familia: los vínculosde afecto y cuidado, que en realidad son elaborados culturalmente, se presentanideológicamente como genéticos, naturalizando así las desigualdades de origen familiar.En las nuevas tecnologías reproductivas, el deseo de paternidad se manifiesta en laobsesión por tener un hijo de la propia sangre, anclado en el simbolismo de la sangrecomo vehículo que une las generaciones y transporta las esencias de las personas. Comodice Stolcke, un "deseo de paternidad biológica por medio de una maternidadtecnológica" (Stolcke, 1991, p. 82).

El tema de los derechos reproductivos de hombres y mujeres abre nuevos ángulosde debate: ¿son derechos de las mujeres o derechos enraizados en las relaciones degénero? ¿Son derechos individuales o de pareja? Si se quiere la igualdad deresponsabilidades y tareas de cuidado de los hijos entre madres y padres, ambos tendránque tener algo que decir en el cuándo y el cómo de la concepción y gestación de sushijos.

Además, la sumatoria y combinación de una multiplicidad de decisionesindividuales y de pareja tiene consecuencias sociales de largo plazo, a través de las tasasde natalidad y de crecimiento poblacional, lo cual transforma el tema en objeto depolíticas nacionales y aun internacionales. Tener más o menos hijos es, idealmente, unaopción de la pareja, con costos y beneficios. La intervención del Estado a través de unapolítica de población puede modificar el balance entre costos y beneficios, a través deincentivos diferenciales. Pero, ¿cómo establecer las prioridades? Cuando está en juego elgasto social, los intereses de clase, de género, de profesiones y de empresas, seentremezclan. La complejidad del fenómeno, sin embargo, no debe obstruir la capacidadcrítica: ¿qué recursos utilizar para garantizar cuáles derechos reproductivos? Formularcuestiones de esta naturaleza lleva implícita la propuesta de la participación ciudadanaen el debate de las políticas públicas.

La conquista de los derechos reproductivos no es sencilla ni está asegurada.Primero, hay una traba cultural: la socialización de género, la identidad de las mujeresque sigue estando fuertemente asociada con la maternidad y con el control de lasexualidad y capacidad reproductiva por parte de otros. Segundo, una traba material einstrumental: sólo se puede decidir sobre la sexualidad y la reproducción si existen las

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condiciones adecuadas en términos de calidad de vida y acceso a servicios. Y esto distamucho de estar asegurado, o distribuido equitativamente, en la región.

A. RELACIONES INTERGENERACIONALES.LOS JÓVENES EN LA FAMILIA Y EN LA SOCIEDAD

La familia tiene como eje la procreación y la socialización de las nuevasgeneraciones. En este plano, es el agente transmisor de oportunidades y de perspectivasde vida. En el plano de las relaciones intra-familiares, la relación entre generacionestiende a no ser siempre armónica, con conflictos ligados a los procesos de autonomía delos jóvenes y a su responsabilidad hacia el resto de la familia.

Es bien conocida la importancia de la institución familiar en la socialización de losniños y jóvenes. La transmisión de normas, valores e identidades comienza y toma suforma en el ámbito de las relaciones familiares, con sus tensiones, mensajescontradictorios y controles. La familia es también el ámbito del cuidado y del afecto. Lasexperiencias vividas en el ámbito familiar se combinan con las de otras instituciones yotras relaciones sociales -desde la escuela hasta la calle, desde los amigos hasta laautoridad policial- en el proceso de formación del sujeto, de manera complementaria ocontradictoria. Además de las diferencias que derivan de la clase social y del niveleconómico, las familias tienen capacidades diferenciadas de proveer una socializaciónque permita al sujeto una vida plena, una preparación para la democracia intrafamiliar ysocial.

Algunas situaciones familiares son claramente desfavorables y riesgosas para lasocialización de los niños y adolescentes: la violencia doméstica, la falta de recursosmateriales para la certidumbre del sustento cotidiano, la ausencia de lazos estables ysolidarios con los otros, el aislamiento social, el autoritarismo patriarcal tradicional, laausencia de ley. Es sabido que las experiencias tempranas tienen una fuerte continuidaden los patrones interpersonales básicos de solidaridad y de cuidado hacia los demás, asícomo en la formación del "sujeto moral". Si bien una formación democrática -en la cualla tolerancia y la solidaridad están incorporadas en el mundo de la vida cotidiana- puededarse a partir de experiencias en diversos contextos institucionales, las relacionesfamiliares tienen un papel privilegiado en este proceso.

La situación ideal es cuando existe complementariedad formativa y moral entrefamilias, grupos de parentesco, instituciones comunitarias e instituciones estatales. En lamedida en que esta situación no es fácilmente alcanzable, los procesos de socialización yde formación moral dependen de mecanismos de compensación entre instituciones: eldaño de alguna de ellas debe ser reparado y compensado por la acción de otra. Lo cualimplica, de hecho, tener mucho cuidado en las propuestas de fortalecimiento de lafamilia en general, y la necesidad de reemplazar su labor cuando no puede cumplir conla tarea socializadora.

Es importante señalar otro campo de limitación de la institución familiar. La laborsocializadora familiar no apunta a la equidad social, sino a lo contrario: la familiatransmite privilegios y reproduce desigualdades sociales. De hecho y de derecho,restringe el ideal de la igualdad de oportunidades. De ahí la necesidad de intervenciónsocial para compensar las situaciones familiares de mayor vulnerabilidad.

En términos de la dinámica intrafamiliar, la relación entre generaciones es unafuente de conflictos, especialmente cuando los hijos son adolescentes y jóvenes. Lajuventud es un período de transición entre una etapa eminentemente formativa ydependiente de la vida hacia una mayor autonomía personal, hacia el desarrollo decapacidades específicas y hacia la incorporación plena en el mundo de la producciónsocial. Típicamente, esta etapa implica el pasaje de la educación general a lacapacitación específica y al mundo del trabajo por un lado; a la autonomía en relación a

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la familia de origen y al proceso de formación de pareja y familia de procreación por elotro. Pero también es la etapa de establecimiento de los patrones de comportamientosexual, con todos los elementos afectivos implicados en las relaciones socio-sexuales. Yfinalmente, se trata de una etapa en que resulta especialmente significativa la interacciónen grupos de pares: desde las pandillas violentas hasta las amistades íntimas y duraderas.

Tanto en el derecho como en las prácticas cotidianas de los servicios sociales, ladefinición de estas transiciones es un tema en permanente revisión. Legalmente se fija unlímite arbitrario, la mayoría de edad, que implica el reconocimiento público de laresponsabilidad adulta, inclusive penal. En la práctica, se trata de un proceso gradual demaduración social. Hay tensiones y contradicciones implícitas en este proceso: ¿quiéntiene el derecho de tomar decisiones por los menores? Hasta hace poco erafundamentalmente el derecho del padre; en los últimos años se ha reconocido el derechode la madre. Pero, ¿hasta dónde llega el derecho de los padres sobre sus hijos? ¿Quiéndefiende los derechos de los menores cuando hay conflictos familiares? ¿Hay una única"mayoría de edad" o se trata de áreas de responsabilidad, que se van asumiendo en ritmosdiferentes? ¿Cómo definir las situaciones

en las que el Estado y las instituciones comunitarias pueden intervenir y limitar oanular el poder de algún miembro de la familia sobre los demás?

Todas estas cuestiones tienen su cara pública, en el derecho y en las prácticas decontrol estatal sobre la población juvenil (por ejemplo, horarios permitidos, películaspermitidas, lugares permitidos y prohibidos). Y tienen su cara familiar, donde los controlesde la generación materno/paterna juegan un papel importante, y donde el conflicto y lanegociación son la moneda cotidiana de intercambio generacional.

Planteado desde el ángulo de la sociedad, el tema de la juventud tiene otrocarácter. Los datos cuantitativos y cualitativos sobre problemas sociales, o la simplelectura cuidadosa de cualquier diario de una gran ciudad, señalan al grupo juvenil comoproblemático: las tasas de desempleo son sistemáticamente más altas en los gruposjuveniles; los problemas sociales vinculados a la violencia y el crimen, a la drogadicción,a la vagancia, a la sexualidad no convencional -embarazos adolescentes y madressolteras, enfermedades de transmisión sexual especialmente el SIDA, etc.-, los "chicos dela calle" y otras formas de vida no familiar, se manifiestan predominantemente entrejóvenes. También se concentran en ellos las esperanzas del futuro: la idea de formaciónde recursos humanos está anclada en la educación de los jóvenes para el empleo y latransformación tecnológica; también en la preparación para la ciudadanía y la renovacióndel liderazgo político, y para los roles familiares y domésticos (especialmente en lasmujeres).

Hay otra perspectiva que debe ser considerada: los jóvenes como sujetos conidentidad. En vez de mirar a los jóvenes desde el mundo adulto y definirlos sea entérminos positivos (recursos humanos) o negativos (problemas sociales), se incorpora aquíla mirada de los jóvenes mismos: quiénes son, cómo manifiestan sus identidades, quéprácticas y patrones desarrollan como propios, cómo reaccionan a los parámetros de unmundo social, económico, político, cultural, construido desde afuera, por el mundoadulto. En el contexto de la crisis que atraviesa la región latinoamericana, hay unapérdida del protagonismo político juvenil, una pérdida del papel de las utopías, uncambio gradual por el cual el joven es visto cada vez menos en el papel de "salvador" yconstructor del futuro, y más en el papel de "víctima" del sistema social. Poco sabemossobre cómo los jóvenes, y especialmente los de los sectores populares, ven su inserciónen el mundo social, presente y futuro, que les permita superar la visión dominante que losubica en un lugar de "problema social" y de "víctimas".

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FAMILIA, ESTADO Y COMUNIDAD:POLÍTICAS PÚBLICAS Y ESPACIOS PRIVADOS

La relación entre la dinámica familiar y la intervención estatal requiere revisarnuevamente la dicotomía público/privado. En la realidad cotidiana, el Estado y diversasagencias sociales intervienen permanentemente conformando a la familia y los rolesdentro de ella, controlando su funcionamiento, poniendo límites y ofreciendooportunidades y opciones. Esto se manifiesta no solamente en los casos extremos en queel Estado confronta a los padres, e inclusive llega a quitarles la patria potestad pornegligencia o abandono de sus hijos, sino en un sinnúmero de pequeñas y grandesacciones permanentes, con efectos directos e indirectos sobre las prácticas familiarescotidianas. Están las políticas sociales, sean ellas de población, de salud reproductiva, losprogramas de educación, los planes de vivienda o de previsión social. En segundo lugar,están los mecanismos legales y jurídicos vinculados a la defensa de los derechoshumanos y los sistemas penales, como la penalización del aborto, el reconocimientopenal de la violación dentro del matrimonio, o los derechos de los menores. En tercerlugar, están las instituciones y prácticas concretas en que las políticas y la legalidad semanifiestan: el accionar de la policía y el aparato judicial, las prácticas de lasinstituciones educativas o de salud pública, la política estatal sobre medios decomunicación. Y finalmente, está el papel mediador de las prácticas institucionales y lainteracción cotidiana en la sociedad civil, que otorga sentido y criterios culturales deinterpretación de la relación entre familia y Estado.

Este policiamiento se sostiene manteniendo al mismo tiempo el reconocimiento y lavaloración ideológica de la familia como ámbito privado, al margen de la vida pública ypolítica. El planteo de políticas estatales y comunitarias hacia la familia requiere unanálisis crítico de esta construcción simbólica y el reconocimiento de la tensión entre elrespeto a la privacidad de la familia y las responsabilidades públicas del Estado. En cadacircunstancia histórica las políticas públicas estatales deberán transitar, como por unacornisa, el incierto y nada equilibrado camino de esa tensión.

Por otro lado, todo el edificio social -tanto en el plano microsocial de la división deltrabajo intrafamiliar como las políticas sociales- tiene otro supuesto ideológicofundamental para su funcionamiento: la división sexual del trabajo, por lo cual la mujer-madre está siempre disponible y dispuesta a organizar y realizar las tareas reproductivas,sea en relación a su esposo como a sus hijos, pero también crecientemente en relación asus padres y suegros. Repensar las intervenciones públicas hacia la familia implicaintroducir en todas ellas una consideración de la equidad entre géneros como uno de loscriterios rectores, para revertir situaciones injustas y onerosas para las mujeres.

Además del campo específico de la equidad entre géneros en la familia, existen tresgrandes áreas donde los Estados latinoamericanos, a través de políticas explícitas yreformas normativas, debieran intervenir en el campo de las relaciones familiares, conobjetivos y miras bien definidas: fomentar la equidad, defender los derechos humanos,promover la solidaridad grupal.

A. FAMILIA Y EQUIDAD

La familia es una institución formadora de futuras generaciones. En ese sentido, esuna instancia mediadora entre la estructura social en un momento histórico dado y elfuturo de esa estructura social. Sin intervenciones externas, tiende a transmitir y reforzarpatrones de desigualdad existentes; su accionar formador en sentido más equitativorequiere una acción afirmativa por parte del Estado o de otras instancias colectivas.

Desde la transmisión hereditaria de propiedades y riquezas, hasta el efecto positivodel "clima educacional familiar" sobre los niveles educacionales de los niños y jóvenes

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(estudiados por la CEPAL, 1991), existe una tendencia de la institución familiar aperpetuar los privilegios de algunos; a reproducir el círculo vicioso de la pobreza, lamarginalidad y la violencia de otros.

Desde una perspectiva intergeneracional, entonces, la ampliación de lasoportunidades que puedan generar mayor equidad -oportunidades educativas, laborales,de calidad de vida en términos más amplios-requiere acciones afirmativas por parte delEstado, basadas en la detección temprana de poblaciones en riesgo. Para ejemplificar estaperspectiva, tomaremos a la infancia-juventud, explorando en ella el campo deinteracción posible entre las políticas del Estado y la familia.

Hay una serie de problemas sociales, cuya incidencia es muy notoria en los gruposadolescentes y juveniles:

•en sexualidad, SIDA y embarazos adolescentes•en educación y trabajo, abandono escolar y desempleo•en familia, chicos de la calle y violencia doméstica•en grupos de pares, pandillas, violencia, drogadicción.Habitualmente, se piensa en estos fenómenos como "conductas-problema"

separadas, a ser atacadas independientemente. Una perspectiva alternativa parte derecuperar cierta unidad de estos fenómenos juveniles, incorporando la noción de dañoque afecta el proyecto vital de los jóvenes, y que tiende a ser acumulativo. Este daño serefiere a dificultades graves que impiden que un individuo desarrolle sus potencialidadescomo persona, en distintos ámbitos de vida en sociedad (trabajo, familia, ciudadanía).Estas dificultades afectan tanto el presente como el futuro personal, restringiendo suscapacidades y su horizonte de oportunidades. El daño es, ante nada, un proceso dedeterioro personal, pero que tiene un origen propiamente social, ligado a la permanenciadel individuo en un entorno conflictivo o "carenciado".

Una salvedad muy importante: el riesgo juvenil existe en todas las clases sociales;sin embargo, la pobreza aumenta la vulnerabilidad, al contar con menos recursos ymenos protección frente a él. Para encarar esta problemática, más que partir del supuestode que la familia es "buena" o "mala" a priori, se hace necesario contar con instrumentospara detectar los contextos sociales de protección y prevención del daño. El ambientefamiliar puede actuar en ambas direcciones, según el caso: cuando hay valores oprivilegios para transmitir, cuando lo que se transmite es la carencia y la vulnerabilidad.En tanto la familia siempre es parte de un contexto social más amplio, que incluye a lasdemás instituciones en las cuales el/la joven está inserto/a, se hace necesario compensarlas deficiencias familiares en la capacidad de socialización. De ahí la importancia dediseñar políticas sociales integradas en este campo, no dirigidas exclusivamente a unsíntoma o a una institución (familiar, por ejemplo).

B. LOS DERECHOS HUMANOS EN LA FAMILIA. PREVENCIÓN Y PROTECCIÓN

Este tema es, en la actualidad, muy concreto y directo. La violencia doméstica ensus diversas manifestaciones -tortura corporal, acoso y violación sexual, violenciapsicológica, limitación a la libertad de movimiento (esclavitud)- son claramenteviolaciones a los derechos humanos básicos. Ocultos bajo el manto de la privacidad delos afectos y del autoritarismo patriarcal durante siglos, comienzan a hacerse visibles enlas últimas décadas.

La vigencia del Estado de derecho democrático requiere una intensa acción parapromover el respeto a estos derechos básicos. Esta acción requiere cambios legislativosimportantes (por ejemplo, la tipificación de la violación dentro del matrimonio); cambiosen el accionar de la policía (en dirección al reconocimiento del delito y a la noculpabilización de la víctima de violencia o violación); introducción de políticas pre-ventivas y de protección a la ciudadanía.

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C. FAMILIA Y REDES SOCIALES

Las transformaciones de la familia a lo largo del siglo veinte han sido muyprofundas:

• la gradual eliminación de su rol como unidad productiva, debido a las transformaciones en la estructura productiva;• los procesos de creciente individuación y autonomía de jóvenes y de mujeres, que debilitan el poder patriarcal, provocando mayor inestabilidad temporal de la estructura familiar tradicional y mayor espacio para la expresión de opciones individuales alternativas;• la separación entre sexualidad y procreación, que lleva a una diversidad de formas de expresión de la sexualidad fuera del contexto familiar y a transformaciones en los patrones de formación de familias.

Todo esto apunta a una institución que va perdiendo funciones, que va dejando deser una "institución total". Desde la perspectiva del individuo y su curso de vida, más quehablar de "la familia" lo que permanece son una serie de vínculos familiares: vínculosentre madres y padres e hijos/as; vínculos entre hermanos; otros vínculos de parentescomás lejanos. Existen algunas obligaciones y derechos en estos vínculos adscriptivos, peroson relativamente limitados. Lo demás, entra en el campo de lo elegido, lo opcional.

Esta fragilidad y limitación de los vínculos familiares no están acompañados por unindividualismo aislado, autosuficiente. Es bien sabido que para su bienestar físico,psicológico y social, el individuo requiere su integración en redes sociales comunitarias,redes que contienen y canalizan la afectividad y en las que se vuelca la capacidad desolidaridad y responsabilidad hacia el otro, redes que confieren identidad y sentido. Si entiempos pasados esta función estaba depositada fundamentalmente en la familia, sinmayores opciones, el carácter limitado y parcial de los vínculos familiares en laactualidad indica la necesidad de promover y apoyar la gestación de espacios alternativosde sociabilidad, de organizaciones intermedias alternativas o complementarias, quepromuevan el reconocimiento mutuo y la participación democrática.

APÉNDICE:ALGUNAS ACLARACIONES CONCEPTUALES

EL ÁMBITO DOMÉSTICO, EL MUNDO PÚBLICO Y LA VIDA PRIVADA

Una primera precisión analítica se refiere al término reproducción, que incluye tresdimensiones o niveles: la reproducción biológica, que en el plano familiar significa tenerhijos y en el plano social se refiere a los aspectos socio-demográficos de la fecundidad; lareproducción cotidiana, o sea el mantenimiento de la población existente a través de lastareas domésticas de subsistencia; y la reproducción social, o sea todas las tareasextraproductivas dirigidas al mantenimiento del sistema social.

Una segunda distinción analítica es entre grupo residencial, familia, unidaddoméstica, unidad reproductiva y unidad económica. Estas distinciones son de sumaimportancia para América Latina, donde los procesos de migración primero, y loscambios en los patrones de estabilidad de las relaciones matrimoniales últimamente, hanafectado de manera significativa la correspondencia entre estas dimensiones.

Usualmente, la distinción entre el mundo doméstico y el público es visualizadacomo un corte tajante en la realidad social. La distinción entre estos ámbitos ha sidoidentificada con la diferenciación sexual -los hombres a cargo de tareas públicas, las

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mujeres de lo privado y doméstico- como si esto fuera una constante universal de laorganización social. La indagación antropológica comparativa reciente muestra que elmodelo de análisis basado en la contraposición entre el ámbito privado doméstico/lasmujeres/la falta de poder y el ámbito público/los hombres/el poder es fundamentalmentede naturaleza cultural e ideológica. En la realidad, la familia y el mundo doméstico noson un lugar cerrado, sino que se constituyen en relación al mundo público: los servicios,la legislación y los mecanismos de control social, así como aspectos más simbólicoscomo las visiones sobre el ámbito de aplicación de la medicina, las imágenes socialesprevalecientes sobre la familia y la normalidad, las ideologías e instituciones educativas,ayudan a definir en cada situación histórico-cultural, el ámbito de acción propio de lafamilia y la domesticidad.

El análisis crítico de esta visión dualista enfatiza el carácter público y social, real opotencial, de la actividad doméstica a cargo de las mujeres. En resumen, el ámbitodoméstico incluye básicamente las actividades de producción y consumo cotidiano dealimentos y otros bienes y servicios de subsistencia, así como las actividades ligadas a lareposición generacional, es decir, tener hijos, cuidarlos y socializarlos, ámbito que seconforma y cambia en relación con las demás instituciones y esferas de la sociedad.

La familia, por otro lado, tiene un sustrato biológico ligado a la sexualidad y a laprocreación, constituyéndose en la institución social que regula, canaliza y confieresignificados sociales y culturales a estas dos necesidades. Además, está incluida en unared más amplia de relaciones de parentesco, guiadas por reglas y pautas socialesestablecidas. La importancia social de la familia, sin embargo, va más allá de lanormatividad de la sexualidad y la filiación, ya que constituye la base de reclutamientode las unidades domésticas. Empíricamente, la mayoría de las unidades domésticas estácompuesta por miembros emparentados entre sí, pero el grado de coincidencia entre launidad doméstica y la familia, y más aun, la definición social de la amplitud (en términosde lazos de parentesco) del grupo co-residente, varían notoriamente entre sociedades y alo largo del ciclo de vida de sus miembros. Estudios recientes en antropología urbana hanpuesto el énfasis en la importancia de las redes de parentesco en la realización de lastareas ligadas al mantenimiento cotidiano de los miembros de las unidades domésticas.En el mundo urbano contemporáneo, la composición de la unidad doméstica, siemprenormada por los lazos familiares, es el resultado de diversos procesos a lo largo del ciclovital de sus miembros. Por un lado están los acontecimientos ligados a la historia de laformación de la familia, incluyendo matrimonios, separaciones, nacimientos y muertes,así como las mudanzas, migraciones y otros accidentes o decisiones en coyunturasespecíficas que dejan sus rastros en la composición del grupo doméstico futuro. Por otrolado, los cambios en la situación económica y política -especialmente en lo que hace alas políticas sociales- en que ocurren las transiciones del ciclo de vida influyen en laforma de organización doméstica en cada momento específico, y ésta, a su vez, en sudinámica posterior.

De este modo, aunque la mayoría de los grupos domésticos estén compuestos porpersonas que guardan entre sí vínculos familiares inmediatos, la inclusión o exclusión deciertos miembros no está dictada de manera unívoca por la cercanía del vínculo deparentesco ni puede explicarse únicamente por la situación presente de los miembros dela unidad doméstica. Padres cuyos hijos no viven con ellos, que a su vez tienen a sucargo a hijos de parientes más o menos cercanos, patrones de residencia doble (hijos depadres separados, por ejemplo, o abuelas que viven alternativamente en casa de susvarios hijos), constituyen fenómenos comunes, que deben ser tenidos en cuenta en laformulación de políticas.

La falta de coincidencia entre unidad doméstica y de parentesco, a su vez, trae a lasuperficie otro problema importante: por definición, los lazos de parentesco hacia afuerade la unidad son diferentes para sus diversos miembros. Cada miembro de la unidad trae

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una red de parentesco, con su sistema de relaciones mutuas, reciprocidades, derechos ydeberes. Y esto varía según el estadio de ciclo vital de la persona en cuestión. Mássistemáticamente, los diversos miembros de una unidad doméstica contribuyen demanera diferencial a las tareas de mantenimiento cotidiano. Tanto en términos de losrecursos monetarios como del tiempo personal dedicado a dichas tareas, el aporte decada miembro a la actividad común varía según el tipo de obligaciones y deberes quetiene con su propia red de parentesco.

Al mismo tiempo, las unidades domésticas no necesariamente concentran todas lasactividades ligadas al mantenimiento de sus miembros. Para algunas áreas de consumo,especialmente las de mantenimiento cotidiano -comida, higiene, limpieza, etc.- el grupodoméstico parecería ser la unidad social básica. Pero otras, incluyendo la salud, lavivienda y el equipamiento doméstico, pueden llevarse a cabo en unidades más amplias(redes de parentesco, barrio o comunidad) o más pequeñas (individuos aislados) que launidad doméstica misma. En la reproducción generacional de la población, las relacionesfamiliares, coincidan o no con el grupo doméstico, constituyen las relaciones socialesfundamentales.

Los límites de la unidad doméstica y la familia son sumamente permeables. El gradode integración a las actividades de la unidad doméstica y el compromiso con esasactividades no varían al azar. Existen patrones sociales que diferencian el compromisoesperado para diversos miembros según su ubicación en términos de edad, sexo yrelación de parentesco con los demás miembros. Lo que se espera de la hija mujer niña esdiferente de la adolescente y, por supuesto, del adolescente varón. Y se espera un patrónde comportamiento diferente para la madre y el padre, para hermanos, tíos y abuelos. Osea, aunque la institución social cargada de afectividad es la misma, la familia tienesignificados y es experimentada de maneras muy diversas por individuos de distinto sexo,edad y clase social.

Llevar a cabo las actividades ligadas a la satisfacción de las necesidades requiere elacceso a los recursos para realizarlas. La unidad doméstica debe elaborar mecanismospara su obtención o creación, para su defensa, para su recreación o reproduccióncontinua y para su administración. Las actividades de consumo y reproducción de launidad doméstica no se limitan a las tareas de transformación de los bienes producidos ycomercializados a través del mercado. La provisión de bienes y servicios de naturalezacolectiva es un insumo muy significativo de las mismas. La provisión de servicios porparte del Estado -cuáles, para quién, cuándo, con qué costo- constituye históricamente unfrente de lucha por la incorporación de sectores sociales a los beneficios y derechos quedefinen la ciudadanía social. El acceso diferencial (y la necesidad diferencial de acceder)a estos servicios se ha ido convirtiendo históricamente en un rasgo definitorio de lasclases sociales.

Los recursos pueden provenir de distintas fuentes –el trabajo y esfuerzo directo delos miembros, las transferencias formales de instituciones reconocidas para ese fin(especialmente el Estado) y las transferencias informales basadas en redes de intercambioy ayuda mutua. A su vez, los recursos pueden ser monetarios o en bienes o servicios deuso directo. Combinando ambos criterios:

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Fuente de obtención Tipo de recurso

Monetario No-monetario

Trabajo de los miembrosde la unidad doméstica

Participación en la fuerza detrabajo

Producción doméstica

Transferencias formales Pensiones, jubilaciones Acceso a servicios públicos,obras sociales, subsidiosindirectos

Transferencias informalesde parientes y vecinos

Ayuda mutua basada enreciprocidad/trueque

Las actividades del ámbito doméstico son de dos grandes tipos: las tareas deproducción, que requieren la organización de la división del trabajo, y las de consumo, osea, la organización de la distribución de los bienes y servicios para satisfacer lasnecesidades. Las decisiones sobre la división del trabajo están centradas en cuándo ycuánto puede y debe trabajar cada miembro, es decir, quiénes y en qué momento van acontribuir al conjunto de actividades ligadas al mantenimiento del grupo. Los cambios enlos roles domésticos están ligados a las transiciones en el ciclo de vida: en qué momentoun niño (o más a menudo una niña) debe ayudar en la tarea doméstica o salir a trabajarcon remuneración; cuándo deja de trabajar -en tareas extradomésticas o domésticas- unanciano o anciana.

En cuanto al consumo, la cuestión es cómo organizar el gasto o el presupuestofamiliar: ¿qué se gasta? ¿cuáles son las prioridades? ¿quién controla y decide? Existe lanecesidad de organización, control y disciplina internos. Estas tareas son tradi-cionalmente asignadas a la mujer-ama de casa, aunque la responsabilidad por laorganización doméstica que tiene la mujer no siempre le otorga autoridad y poder.

La unidad doméstica se distingue de otras organizaciones en los incentivosutilizados para motivar a los miembros para realizar las tareas asignadas, poniendo enjuego los afectos y las solidaridades. En efecto, para convencer a los miembros a quecontribuyan a la labor común, incorporando los recursos monetarios obtenidos alpresupuesto familiar y/o participando en la labor doméstica, el cálculo utilitario individualde los costos y beneficios monetarios de la convivencia no es el criterio básico. Se hacennecesarias apelaciones predominantemente morales, dirigidas a los diversos miembrossegún su ubicación en la estructura de la unidad doméstica. De hecho, la tipificación delos roles sexuales (el hombre "jefe de familia" proveedor de recursos y la mujer que cuidael hogar y los hijos) y el sistema de deberes y obligaciones entre padres e hijosconstituyen los pilares ideológicos sobre los que se apoya esta operación deconvencimiento moral: la abnegación de la madre, la responsabilidad del padre, laobediencia del hijo, son valores sociales tradicionales sobre los que se asienta el sistemade incentivos. Estos valores tradicionales, fundados en un proceso ideológico de"naturalización" de la división del trabajo entre sexos y generaciones, entran en crisis enla familia moderna, en la cual los valores democráticos e igualitarios van dejando suimpronta y reclaman una transformación, que siempre estará cargada de profundosafectos y deseos corporizados en relaciones sociales altamente personalizadas.

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EDICIONES DE LAS MUJERES Nº 20Noviembre 1994

Editora: Regina Rodríguez

Representante legal: Ana María GómezDirectora: Ana María PortugalDirección gráfica y diseño de portada: Rosa VarasDiseño gráfico: Vesna SekulovicIlustración de portada e interiores: Gabriela Cánovas

© 1994 Isis Internacional Inscripción Nº 91.809ISSN 0716-8101

Impresión: Productora Gráfica Andros Ltda.Santiago - Chile