la resurrección

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ESCRITOS DE FORMACIÓN Número 32 – Marzo de 2008 E A S LA RESURRECCIÓN DE JESÚS RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, SUBIÓ A LOS CIELOS COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIA

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Exploración sobre la resurrección de Cristo y su significado para el cristiano

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Page 1: La resurrección

ESCRITOS DE FORMACIÓN

Número 32 – Marzo de 2008E A S

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, SUBIÓ A LOS CIELOS

COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIACIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

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El comité de Formación genera documentos periódicamente para beneficio de los EAS y su formación. Los invitamos a leer estos documentos y reflexionar sobre ellos, ojalá algunas veces en comunidad. Los invitamos a coleccionarlos y a divulgarlos.

Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité.

Son bienvenidos los comentarios y los aportes.

Estamos celebrando la Semana Santa. Por ello pensamos que el tema de la resurrección es muy apropiado. Hemos elaborado un escrito basado en diversos documentos tomados del Internet, realizados por sacerdotes católicos y lo hemos complementado con una par de poemas. Iniciamos con apartes del texto “Resucitó de entre los muertos, subió a los cielos”, del Padre Jesús Martí Balleste, en el cual se hace un completo repaso de los distintos pasajes bíblicos que se refieren a la resurrección, apoyados en comentarios de Santo Tomás de Aquino. Continuamos con escritos argumentativos de los padres Francisco Baena Calvo y José Ignacio Munilla Aguirre. Terminamos con un par de poemas y un apunte enciclopédico sobre la pascua.

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, SUBIÓ A LOS CIELOS

EL TESTIMONIO DE SAN JUAN

Nos dice Juan: "Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó"(20, 8). Es la única ocasión en que en el Nuevo Testamento se afirma que alguien cree al ver el sepulcro vacío. El evangelista piensa en una mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido Cristo Resucitado. Con lo cual está diciendo que esa prueba no es necesaria, ya que él, Juan, ha creído viendo el sepulcro vacío. Cosa que era para él nueva: "No había aún entendido la Escritura que dice que Él había de resucitar de entre los muertos" (Jn 20, 9). Se van los Apóstoles. Y María se queda. Y le dice Jesús: "María". "Suéltame que aún no he subido al Padre; ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y vuestro" (Jn 20, 16-17). El encuentro con Jesús engendra el envío para dar la Buena Noticia.

Somos parte de los millones a quienes no se nos ha aparecido Cristo Resucitado. ¿O sí, a través de su presencia en nuestra pequeña comunidad? ¿Hasta que punto sentimos esa presencia viva?

CRISTO INICIA LA VIDA INMORTAL E INCORRUPTIBLE

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"El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios" Mc 16,15. El hecho de la Ascensión, aunque fue contemplado por testigos, es un gran misterio. El cuerpo de Cristo fue glorificado y vuelto al Padre en el momento de su Resurrección, pero durante los cuarenta días en los que él comía y bebía familiarmente con sus discípulos, su gloria quedaba eclipsada bajo los rasgos de una humanidad como la nuestra. Después de comer con ellos, desaparece el eclipse que ocultaba su divinidad, y sus discípulos vieron sobrecogidos, cómo se elevaba, y contemplaron cómo iba subiendo como en un vuelo majestuoso, hasta la gloria, simbolizada por la nube donde entra glorioso, hasta que se lo quitó de la vista (Hch 1,1). Pero no hay que entender la Ascensión como un viaje espacial de Cristo más allá de la estratosfera, sino como la entrada en una dimensión desconocida y nueva para nosotros. Cristo se va pero se queda con una presencia nueva y activa, actuante, misericordiosa y renovadora. Lo que nos quiere decir el autor sagrado de modo metafórico es que el Señor Jesús participó de la gloria, majestad y poder de Dios. Y así lo proclama el salmo: "Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas; tocad para nuestro Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad" (Sal 46). Esta es la fiesta del futuro de la humanidad, y el corazón manifiesta la alegría de la victoria de nuestro Dios en su ascensión, que es la esperanza de los hombres. Al venir a este mundo nuestro, Jesús no se había separado del Padre. Con Él estaba y con Él vivía: "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?" (Jn 14,10). Al mismo tiempo vivía con los hombres ocultando la presencia de su divinidad. No habría podido ser de otra manera, pues nadie puede ver el rostro de Dios en esta vida. Así se lo dijo a Moisés, que le pedía: Muéstrame tu gloria. Mi rostro, no puedes conseguir verlo; porque ningún hombre me verá, sin morir (Ex 33,18). Santo Tomás de Aquino escribe que la tierra es lugar de generación y de corrupción. En cambio el cielo es el ámbito de la incorrupción, por eso convenía que Cristo, ya resucitado, no permaneciera en la tierra, sino que ascendiera al cielo.

¿En qué medida hemos creado espacios de cielo entre nosotros por medio de nuestras vivencias de pequeña comunidad? ¿Vive el Señor con nosotros los hombres, ocultando la presencia de su divinidad, en la apariencia del otro?

JESÚS HABIA ANUNCIADO SU RESURRECION Y ASCENSION.

En el Cenáculo había dicho Jesús: "Me voy a la Casa de mi Padre a prepararos vuestro sitio". Hablaba de su muerte. Pero volveré. Hablaba de su Resurrección. La primera palabra de Jesús en el evangelio de Juan es ésta: "¿qué buscáis?". Le respondieron: "¿dónde vives?": "Venid y lo veréis". Ahora dice que se va al Padre, a la Casa de su Padre. Tomás, ya era así antes de su incredulidad, no entiende y quiere que les concrete. No sabemos ni a dónde vas, ni conocemos el camino, ¿cómo podemos ir? En metáfora Jesús dice: "Yo soy el Camino". No es

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un camino geográfico. El camino siempre es un medio para llegar a la meta, a un destino, a una ciudad. Pues "yo soy el Camino", dice Jesús. Haciendo lo que yo he hecho y estoy haciendo y voy a hacer, viviendo como yo, y amando como yo, y sufriendo como yo, llegáis a la Casa del Padre. Si no es así, de ninguna manera podéis llegar. La Casa del Padre es la meta del hombre. Cristo es el Camino. Pero el camino es largo y duro y monótono, y humillante y doloroso, cuando estemos sin fuerzas vitales, ¿qué haremos?: "Yo soy la Vida". Yo os daré vida, os la daré en mis sacramentos, que son mi presencia viva, en mi palabra, que es palabra de vida, y cuando os asalte la duda y os invada la angustia, "Yo soy la Verdad". No temáis. El que cree en Mi hará obras mayores que las que Yo hago. El multiplicó los panes, y la Iglesia, multiplica su palabra y el pan eucarístico para la vida del mundo, hasta el fin de los siglos. El curó a los enfermos y leprosos, la iglesia cura y resucita a los pecadores, en el sacramento de la penitencia y reconciliación. El caminó sobre las aguas y sus discípulos han caminado y caminan sobre las olas de las persecuciones y de las tribulaciones para anunciar el Evangelio.

¿En qué medida renovamos nuestras fuerzas vitales con la ayuda de otro, para multiplicar los panes, para curar a los enfermos, para perdonar, para resucitar al pecador y para caminar sobre las aguas del desencanto que a veces nos acosa? ¿En qué aspectos vemos la vida y la verdad del Señor en nuestra vivencia de pequeña comunidad?

VUELVE AL PADRE, PERO SE QUEDA CON LOS HOMBRES

Ahora que vuelve al Padre, tampoco deja de estar con los hombres, estando a la vez, con el Padre. Como antes ocultó su presencia divina, encubre durante cuarenta días su presencia divina y humana. La humanidad que asumió y con la que padeció, ha sido glorificada. Un hombre como nosotros ha entrado ya en el cielo. Y como el hombre no puede aspirar a mayor dignidad y ni a más alta grandeza, nos había dicho: "Os conviene que yo me vaya" (Jn 16,7). Antes de subir al cielo ha confiado a la Iglesia la misión de extender su evangelio por toda la tierra, de la misma manera que, cuando terminó la creación, entregó su desarrollo a los hombres. Él ha comenzado la obra de la Redención y salvación, ahora son los hombres los que tienen que continuar y perfeccionar la obra: "Los Apóstoles se fueron y proclamaron el evangelio por todas partes, y él confirmaba y rubricaba su actuación con señales y milagros".

¿En qué medida estamos saliendo y permitiendo que el mundo contemple los milagros del amor comunitario, manifestados en nuestras vidas ricas en las vivencias de la amistad para siempre?

CAMBIO DE DIMENSION VITAL

Que Jesús se vaya al cielo, no nos permite pensar la Ascensión como el paso de un lugar a otro, sino como un cambio de estado en Él y en

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nosotros, donde va a comenzar a vivir: "Si alguien guarda mis mandamientos, vendremos a él y haremos nuestra morada en él" (Jn 14,16). Si penetramos con nuestro ojo interior en el más profundo centro de nuestro ser, ahí encontraremos a Cristo, viviendo en nosotros y siendo colaborador y testigo del bien, y reparador sabio y paciente del mal que hacemos y suplente del bien que dejamos de hacer. Este es un misterio de fe, cuyo conocimiento y vivencia nos hará más felices que todos los tesoros y placeres del mundo. Tenemos fe, pero el problema no es la que tenemos, sino la que nos falta.

LA PASCUA DE CRISTO TRASCIENDE LA HISTORIA

El misterio de la Pascua de Cristo traspasa la entera historia de la humanidad, y la trasciende. Con el pensamiento y con el lenguaje humano podemos bucear y comunicar este misterio, pero no agotarlo. Por eso, el Nuevo Testamento, a pesar de que habla de «resurrección», según el antiguo Credo, que Pablo recibió y transmite en la Primera Carta a los Corintios (15,3-5), recurre también a otra formulación para delinear el significado de la Pascua. Juan y Pablo, lo presentan como «exaltación» o «glorificación» del crucificado. Para Juan la cruz de Cristo es el trono real, que se apoya en la tierra pero que penetra en los cielos. Cristo se sienta como Salvador y Señor de la historia: «Y yo cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (12, 32).

Pablo, en el himno que engarza en la Carta a los Filipenses, después de haber descrito la profunda humillación del Hijo de Dios con su muerte en la cruz, celebra así la Pascua: «Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre» (2,9). Bajo esta luz, tiene que ser comprendida la Ascensión de Cristo al cielo, la última aparición de Jesús, que «termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo» (Catecismo de la Iglesia Católica, 659).

EL CIELO CÓSMICO SIGNO DE LA TRANSPARENCIA DIVINA

El cielo, al ser la zona cósmica que está por encima del horizonte terrestre donde se desarrolla la existencia humana, es el signo de la transparencia divina. Cristo, después de haber recorrido los caminos de la historia y de entrar en la oscuridad de la muerte, frontera de nuestra condición finita y precio del pecado (Rom 6,23), vuelve a la gloria, que comparte con el Padre y con el Espíritu Santo desde la eternidad (Jn 17,5), llevando consigo a la humanidad redimida. San Pablo en la Carta a los Efesios afirma que «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, nos vivificó juntamente con Cristo y nos hizo sentarnos con él en los cielos en Cristo Jesús» (2, 4).

EL CRECIMIENTO DE LA COMUNIDAD

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El número de los discípulos crecía. La acción del Espíritu se hacía patente en el crecimiento de la comunidad. Y comienzan, como en toda comunidad siempre, las diferencias, las disensiones. Los de lengua griega y los de lengua hebrea. Hay preferencias. La multiplicidad de lenguas y de razas es una riqueza, pero engendra peligro de división. Los Apóstoles, inspirados, están en su sitio. Si ellos se dedican a administrar las limosnas, eso les robará el tiempo de la oración, de la penetración de la Palabra por el estudio y por la contemplación. La palabra no se debe distribuir en frío, sino caldeada en el estudio y la oración. "Al pueblo se le pueden distribuir piedras en vez de panes. Los cristianos se dan cuenta enseguida de si las palabras del predicador provienen de su profunda oración personal o si, por el contrario, son ligeras y superficiales como artículo de periódico", ha escrito Von Balthasar. Los Apóstoles pues se dedicarán a la oración y al ministerio, al servicio de la palabra, porque ese es su servicio primordial a la comunidad.

¿En qué medida nuestra oración hace parte importante de la vivencia comunitaria, en qué medida es profunda o superficial la experiencia? Meditemos en la relación entre nuestra fortaleza interior y el resultado de nuestras acciones.

PRESENTE EN LA IGLESIA

Ahora en la tierra está presente en los Apóstoles y en los discípulos, es decir, en la Iglesia, hasta que vuelva otra vez, como ahora ha subido. Jesús ha terminado su obra. Y deja ahora a la Iglesia, a los hombres nuevos, la corresponsabilidad de convertir el mundo en una tierra nueva, que hable lenguas nuevas, las lenguas del amor, venciendo serpientes y superando el mal del mundo, figurado metafóricamente en el veneno mortal y en la curación de las enfermedades. "Jesús ha vivido humanamente su propia filiación divina; quiso vivir biográficamente las vicisitudes de un hombre que siente en su propia índole personal el tener necesidades. Dimensión de Cristo que consiste en esa anulación concreta de ser, finita y humanamente, palestinamente, y en aquella época, un hijo de José y de María, carpintero que anda por las calles de Nazaret, para de esta manera experimentar su propia filiación divina. Estamos habituados a pensar que la otra vida deja de ser lo que es esta vida; pero no se insiste en que fundamentalmente no hay más que una vida, divinamente vivida de dos maneras distintas: una teniendo hambre, sed, etc., y otra, contemplando a Dios por toda la eternidad. No son dos vidas. No es una vida después de otra; es una misma vida divina. Esta manera de vivir experiencialmente su propia vida divina fue en Cristo el secreto de su intimidad personal. Cristo comunicó a los demás lo esencial de su vida divina para que los hombres, sumándose a ella y uniéndose a ella y entregándose a él, pudieran algún día ascender a ese secreto constitutivo de su propia filiación divina, que era el secreto de su vida personal" (Zubiri).

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COMUNICAR ESE SECRETO A LOS HOMBRES

Comunicar ese secreto a los hombres. Misión fatigosa y gloriosa, pero realizada con su presencia y con su apoyo, su ejemplo y su ayuda, porque él no ha dejado la tierra, ni a su Iglesia, sola y desamparada: "Estoy siempre con vosotros hasta la consumación del mundo" (Mt 28,20). En su Corazón palpitan todos nuestros afanes. El ha llevado consigo todas nuestras angustias y zozobras, personales y colectivas, las de todo el mundo, que conoce muy bien. Y nuestros éxitos y conquistas, son suyos también. Nos sigue y nos vivifica con su Espíritu, que les ha prometido: «Voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos con la fuerza de lo alto» (Lc 24, 49). El Padre derramará sobre ellos el don prometido, que El, con su Pasión y muerte, nos ha merecido. Bien lo necesitaban aquellos discípulos, a quienes antes les ha reprendido su incredulidad y dureza de corazón.

ARGUMENTACIONES SOBRE LA RESURRECCIÓN

EL SENTIDO DE TRANSFORMACIÓN DE LA RESURRECCIÓN

La Resurrección no es algo original del Cristianismo. Lo genuino del Cristianismo será la Resurrección de Jesús no al final de los tiempos, sino “en un momento histórico”. Todos los escritos del Nuevo Testamento proclaman sin ambigüedad que el crucificado vive y se ha manifestado vivo a los Apóstoles. La Resurrección acentúa la continuidad entre el Jesús terrenal y celestial.

Ciertamente ninguno de los evangelios describe la Resurrección de Jesús. Afirman que el Crucificado se les ha manifestado vivo. Por esta razón, es acertada la siguiente afirmación: “El Cristianismo vive de una presencia, no de una nostalgia”. Los evangelios no describen el acontecimiento mismo y subrayan la transformación interna y externa de los mismos discípulos. Aquellos hombres, que la muerte de Jesús los deja sumidos en la desesperación y la tristeza, empiezan a anunciar con gran alegría y valentía la Resurrección de Jesús, poniendo en riesgo sus propias vidas… De hecho, casi todos los apóstoles prefirieron morir antes que renunciar a esa experiencia.

Ahora bien, “esta seguridad pascual sin garantías”(Schweizer), es afirmada, a los ojos del Nuevo Testamento, no solamente como una transformación en los mismos Apóstoles y una experiencia subjetiva en los seguidores del Maestro, sino algo que ocurrió realmente en el mismo Jesús. Todos los escritos que hablan de las apariciones subrayan

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una transformación en el mismo Jesús. Al principio, ninguno de los Apóstoles reconocen al “Resucitado” y él se les impone a pesar de sus resistencias, recelos, dudas y sospechas.

A decir verdad, a ninguno de los Apóstoles les fue fácil convencerse de este acontecimiento y el Resucitado “les complicó la vida a estos hombres”, que la mayoría murieron martirizados por mantenerse en sintonía y en presencia del Maestro, sufriendo incluso violencia y persecución. Y en medio de las dificultades siempre apelaron a la experiencia pascual fundante de Jesús de Nazaret. Por esta razón, carece de fundamento la tesis de Reimarus que afirmaba la resurrección de Jesús como un invento de los mismos apóstoles para soportar el fracaso del crucificado.

La Resurrección de Jesús es el punto central del anuncio de la fe cristiana, la que provoca que el predicador del Reino sea predicado y anunciado como la respuesta definitiva a la vida del hombre.

La Resurrección de Jesús afirma con rotundidad la presencia permanente y salvífica de Jesucristo en la historia, llevando a su plenitud todas las esperanzas y profecías del Antiguo Testamento.

CREER EN LA RESURRECCIÓN, PERO DE VERDAD

Es cierto que la resurrección de Cristo es un hecho que trasciende la historia, y que, por lo tanto, no es comprobable en el orden físico. Nada que ver con la resurrección de Lázaro, por poner un ejemplo, que le hizo volver a una vida mortal. La resurrección de Cristo supone trascender el orden natural, pasando a un estado de glorificación, que está fuera de nuestra capacidad de comprobación. Pero eso no obsta para que la resurrección haya dejado huellas constatables. Es decir, por una parte estamos ante un acontecimiento que trasciende la historia humana, pero que al mismo tiempo ha dejado huellas históricas y, por lo tanto, físicamente comprobables: el sepulcro vacío, las vendas, los encuentros con los discípulos tras su resurrección, etc.

El cuerpo resucitado de Cristo es de suyo invisible. Dicho de otra forma, no tiene necesidad de esconderse a nuestros ojos. Pero con el deseo de fortalecer nuestra fe, quiso tener la condescendencia de dejarse ver y tocar en determinados momentos y circunstancias. Las apariciones de Cristo tras su resurrección están en el mismo orden de los milagros que hizo Jesús, para testimoniar su misión y fundamentar nuestra fe. La predicación que hicieron los apóstoles en la iglesia primitiva no deja lugar a dudas: "nosotros que con Él comimos y bebimos después de haber resucitado de entre los muertos" (Hech 10,41).

Tampoco debemos de perder de vista que el retrato psicológico que los evangelios hacen de los apóstoles está muy lejos de describirlos como unas personas fácilmente sugestionables y crédulas. En definitiva, las

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escenas evangélicas de las apariciones de Cristo resucitado no pueden explicarse por la fe pascual de los discípulos; sino que la fe pascual se explica por las apariciones.

Biblistas de gran prestigio como De la Potterie, Laurentin y otros muchos, hacen notar que en el evangelio de San Juan (Jn 20, 5) se narra con mucha precisión lo que el apóstol encontró al entrar en el sepulcro vacío. La traducción más frecuente de este versículo se suele expresar así: "llegó primero al sepulcro, y habiéndose agachado, ve los lienzos en el suelo..." Pero, sin embargo, los estudios bíblicos a los que hacemos referencia hacen notar que San Juan utiliza el término griego "kéimana" para especificar que los lienzos estaban "tendidos", "aplanados", "alisados" en el suelo. Tengamos en cuenta que es la misma palabra griega con la que se expresa la disminución de la inflamación de una parte del cuerpo humano. Pues bien, aplicado al texto bíblico, habría de interpretarse en el sentido de que las vendas y la sábana que estuvieron abultadas por contener dentro de ellas el cadáver de Cristo, fueron encontradas por el apóstol "deshinchadas". No estaban desdobladas, como hubiese ocurrido en el caso de que alguien hubiese robado el cadáver, sino "desinfladas". Y aquellas huellas visibles de la resurrección, aunque no eran pruebas por sí solas, debieron de tener una gran fuerza en San Juan, ya que desencadenan su confesión de fe: "entró al sepulcro... vio y creyó".

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LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Sus fieles seguidores, sus hermanos,volvieron al cenáculo afligidos,asustados, temiendo ser cogidosy recibir la muerte por villanos.

Van a ungir el cadáver con sus manoslas mujeres, ahogando sus plañidos,no están todos los ritos conseguidosy piensan que los riesgos no son vanos.

Al llegar al sepulcro se asombraronpor encontrar la piedra removiday a un ángel que les dice: No está aquí.

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Alteradas, corriendo, se alejaroncon el alma exaltada, conmovida,a ver entre los vivos al Rabbí.

Jesucristo se muestra a las mujeres,les anuncia su marcha a Galilea,que lo digan sin miedo a la asamblea,allí se informarán de sus poderes.

Todos dudan, pues son los pareceresfemeninos, y su dolor sortea,con locas fantasías, la mareade impaciencias, deseos y quereres.

Juan y Pedro deciden comprobarlo.Allí estaban los lienzos recogidosy el sepulcro vacío, abandonado.

Los soldados dispuestos a velarlohuyeron del lugar, despavoridos,¡el Mesías había resucitado!.

Los once a Galilea se encaminanal cerro que Jesús les ha indicado,cuando le ven venir, resucitado,ante su gloria espléndida se inclinan.

Cuarenta días junto a Él se hacinan,les promete que siempre irá a su lado,que no teman, poder le ha sido dado,sus palabras la inmensidad dominan.

Su mandato es que vayan por el mundobautizando en la Santa Trinidady salvando a las almas en su nombre.

Enviará al Espíritu fecundoque con sus siete dones da la pazy diviniza el ámbito del hombre.

Emma-Margarita R. A.-Valdés

Del libro: "Antes que la luz de la alborada, tú, María"

PASCUA DE RESURRECCIÓN

Mirad: el arco de la vida trazael iris sobre el campo que verdea.

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Buscad vuestros amores, doncellitas,donde brota la fuente de la piedra.En donde el agua ríe y sueña y pasa,allí el romance del amor se cuenta.¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,atónitos, el sol de primavera,ojos que vienen a la luz cerrados,y que al partirse de la vida ciegan?¿No beberán un día en vuestros senoslos que mañana labrarán la tierra?¡Oh, celebrad este domingo claro,madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!.Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,y escriben en las torres sus blancos garabatos.Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.Entre los robles muerdenlos negros toros la menuda hierba,y el pastor que apacienta los merinossu pardo sayo en la montaña deja.

De Antonio Machado

ALGUNOS CONCEPTOS ENCICLOPÉDICOS SOBRE LA PASCUA

La pascua (páscae (latín), πάσχα (griego), פסח [pésaj](hebreo), paso es un término religioso para designar a la máxima celebración judía y cristiana.

La Pascua judía o fiesta del paso

Los judíos celebran la Pascua (pésaj), para conmemorar su escape del cautiverio de manos de los egipcios (aproximadamente en 1250 a. C.). El pésaj judío se origina en la historia contada en la Torá, en la que Dios ordenó a Moisés, líder de los hebreos, lo siguiente:

Escogerán un corderito [...], tomarán su sangre para untar los postes y la parte superior de sus puertas. Lo comerán todo asado, con su cabeza y sus entrañas, con panes sin levadura. [...] Yo recorreré Egipto y daré muerte a todos los primogénitos de los egipcios y de sus animales. [...] Al ver la sangre del cordero pasaré de largo de vuestras casas.

Los sacerdotes judíos se acogen fielmente a lo exigido por la Tora. El pan no fermentado recuerda la salida apresurada en que faltó tiempo para hacer fermentar el pan (18 minutos). Esto debe cumplirse durante los 7 días anteriores a la Pascua.

El paso del mar Rojo

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La pascua se relaciona también con el «paso» del Mar Rojo, que según la Biblia sucedió inmediatamente después de la salida de los esclavos judíos de Egipto:

Seiscientos mil hombres a pie, sin contar los niños. También salió con ellos una inmensa muchedumbre de gente de toda clase, y grandes rebaños de ovejas y vacas.

Luego de esto se debe celebrar la fiesta de los primeros frutos de la cosecha, en este caso de la cebada y cincuenta días más tarde (7 semanas) del trigo.

La pascua cristiana

La Pascua de Resurrección es la celebración cristiana que conmemora la resurrección de Jesucristo. La fecha de celebración varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril, ya que tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera del hemisferio norte. Existe una fórmula que permite el cálculo de la fecha de Pascua. Sin embargo, debido a la diferencia de calendarios usados por la Iglesia Católica (calendario gregoriano) y las Iglesias Orientales (calendario juliano), la fecha de Pascua varía para cada Iglesia, y solo en algunas ocasiones logran coincidir.

Los primeros cristianos —que eran judíos— celebraban la Pascua de Resurrección a la par cronológica que la Pascua judía. Pero desde el Concilio de Nicea los cristianos separaron la celebración de la Pascua judía de la cristiana, quitándole los elementos hebreos. Pero dejaron el carácter móvil de la fiesta recordando que Cristo resucitó en la Pascua hebrea. Hoy día la Iglesia Católica mantiene el carácter móvil de la fecha de Pascua, pero trata de no hacerla coincidir con el Pésaj judío.

Esta fiesta determina el calendario móvil de otras fiestas: así la Ascensión (el ascenso de Jesús al cielo) se celebra 40 días después y Pentecostés 10 días después de la Ascensión. La semana anterior a la Pascua de Resurrección es la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos (que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén). La Octava de Pascua (popularmente conocida como "semana de Pascua") es la semana que sucede a este Domingo de Pascua (o Domingo de Resurrección).

A veces, el nombre Pascua se ha extendido a otras celebraciones cristianas, como Navidad (el nacimiento de Jesús) o Pentecostés (la venida del Espíritu Santo). Por ejemplo en Chile, el término Pascua se aplica coloquialmente a la Navidad, mientras que a la Pascua se le llama "Pascua de resurrección".

Referencias

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http://www.autorescatolicos.org/jesusmartiballesterresucito.htmDiscurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino, Resucito de entre los muertos, subió a los cielos, Padre Jesús Martí Ballester

http://www.autorescatolicos.org/franciscobaenacalvoanaylares.htmCorreo LVIII: Ana y la Resurrección de Jesús, Padre Francisco Baena Calvo

http://enticonfio.org/joseignaciomunillacreo.htmCreo en la resurrección, pero de verdad, Padre José Ignacio Munilla Aguirre

http://www.poesia-inter.net/amach112.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Pascua

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