la novela femenina polaca desde sus comienzos hasta la actualidad

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La novela femenina polaca desde sus comienzos hasta la actualidad Mariola PIETRAK Universidad de Maria Skłodowska-Curie de Lublin [email protected] Katarzyna MOSZCZYŃSKA Universidad de Varsovia [email protected] Hablar de las mujeres en las letras polacas, inevitablemente, nos remite a la oposición presente/ ausente, una oposición que, en este contexto polaco, puede ser comprendida de distintas maneras. Una posible manera de interpretarla está en lo que viene subrayando Díaz-Diocaretz: la producción de significado en la práctica literaria es el resultado de un sistema de convenciones asimilado por los miembros de una comunidad cultural. La escritura de la mujer no puede estudiarse a fondo sin tomar en cuenta su relación directa con la realidad histórica que prescribe las funciones del rol femenino y con las prácticas de discursivas de los ámbitos culturales dominantes. 1 Este sistema de convenciones, esta realidad histórica que parece haber marcado la literatura femenina en Polonia más que en otros países de Europa Occidental. De ahí nuestra doble intención: la de aprovechar para contarles sobre sus “presencias” y la de explicar sus “ausencias”. Asimismo queremos proponer una nueva visión de esta oposición, más como un juego de palabras que una tesis, como una secuencia de alternas presencias y ausencias. Al analizar la trayectoria de la mujer hacia el mundo de las bellas letras en Polonia, pronto nos damos cuenta de que nos encontramos ante un caso particular. 1 Díaz-Diocaretz, ::::::::::., 1993, pp. 94-95. 1

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La novela femenina polaca desde sus comienzos hasta la actualidad

Mariola PIETRAK

Universidad de Maria Skłodowska-Curie de [email protected]

Katarzyna MOSZCZYŃSKA

Universidad de [email protected]

Hablar de las mujeres en las letras polacas, inevitablemente, nos remite a la oposición presente/ ausente, una oposición que, en este contexto polaco, puede ser comprendida de distintas maneras. Una posible manera de interpretarla está en lo que viene subrayando Díaz-Diocaretz:

la producción de significado en la práctica literaria es el resultado de un sistema de convenciones asimilado por los miembros de una comunidad cultural. La escritura de la mujer no puede estudiarse a fondo sin tomar en cuenta su relación directa con la realidad histórica que prescribe las funciones del rol femenino y con las prácticas de discursivas de los ámbitos culturales dominantes.1

Este sistema de convenciones, esta realidad histórica que parece haber marcado la literatura femenina en Polonia más que en otros países de Europa Occidental. De ahí nuestra doble intención: la de aprovechar para contarles sobre sus “presencias” y la de explicar sus “ausencias”. Asimismo queremos proponer una nueva visión de esta oposición, más como un juego de palabras que una tesis, como una secuencia de alternas presencias y ausencias.

Al analizar la trayectoria de la mujer hacia el mundo de las bellas letras en Polonia, pronto nos damos cuenta de que nos encontramos ante un caso particular. La peculiaridad del “caso polaco” se ve en dos realidades, dos hechos básicos:1. en la retardada incursión de las autoras polacas en la literatura respecto a la Europa Occidental;2. en el carácter del discurso femenino polaco.

Por el siglo XIX varios historiadores de literatura2 repararon en la ausencia de las mujeres en la literatura polaca. Mientras el Occidente hacía gala de grandes escritoras como Teresa de Ávila o Christine de Pisan, en Polonia se empezaba a buscar nombres femeninos para elaborar una historia de la literatura de las escritoras polacas. El afán3 por llenar esta laguna colmó la literatura polaca de nombres más legendarios que verdaderos, basados en una documentación dudosa, contribuyendo así a las teorías tan infundadas como la de Wacław Urban: “… la

1 Díaz-Diocaretz, ::::::::::., 1993, pp. 94-95.2 Entre otros: J. Sowiński, O uczonych Polkach, Warszawa 1821; W. A. Maciejowski, Piśmiennictwo polskie od czasów najdawniejszych aż do roku 1830, Warszawa, 1852; K. Wł. Wójcicki, Niewiasty polskie. Zarys historyczny, Warszawa, 1845. 3 Este afán se debe al espíritu de la Polonia decimonónica y, más exactamente, a la manera de ver a la mujer que, en la Polonia inexistente en los mapas de Europa (los repartos), fue percibida como portadora de la tradición nacional. Esta cuestión se trata extensamente más adelante.

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mayor parte de la nobleza polaca estaba inmersa en el mundo de la escritura, […] las mujeres polacas disfrutaban de una posición privilegiada respecto a muchos otros países de Europa.”4 Sin embargo, los estudios5 recientes revelan que apenas podemos hablar de la literatura femenina en Polonia a partir del s. XVIII, es decir, un siglo más tarde que en Italia, Francia o Inglaterra.

Las reflexiones acerca de la tardía incursión de la mujer en las letras polacas nos llevan al factor socio-cultural. Ya en el s. XIX, Kazimierz Wł. Wójcicki, señalaba la tradición como la causa principal de este retraso, más exactamente, la persistente convicción en la cultura polaca sobre lo incorrecto, lo impropio del escribir femenino.6 La actividad literaria por parte de la mujer era impensable incluso para las propias mujeres y, llegado el caso, duramente criticado y ridiculizado. En otras palabras, a la mujer polaca se la “alfabetizaba” dentro de los límites permitidos, pero se le prohibían ambientes favorecedores para el desarrollo personal. Sin el acceso al saber, sin oportunidad de conformar un lenguaje que utilizara con conciencia o de ejercicio de su potencial intelectual (discusiones, debates), sin el conocimiento del arte de escribir, sin todo lo de que en aquel momento gozaban las francesas, no se pudo dar la literatura femenina en Polonia.

En Polonia, más que en otros países de Europa Occidental, la tradición condicionaba la vida social. Recordemos que el sistema feudal se mantuvo allí hasta casi la primera guerra mundial. Mientras en el Occidente el capitalismo se venía cristalizando desde el s. XVI, Polonia seguía siendo un país rural, con las viejas estructuras económico-sociales. Ese “retraso de civilización”, indudablemente, influyó en que la tradición del pueblo polaco no sufriese cambios bruscos a raíz de interferencias con otras culturas, otras tradiciones, o, por lo menos, disminuyó sus efectos. De hecho, ni siquiera las dos francesas en el trono polaco, Ludwika Maria Gonzaga y Maria Kazimiera, consiguieron cambios radicales en la convención polaca.

Además del tardío surgimiento de las escritoras en Polonia, la literatura femenina polaca difiere también en el tipo de discurso que éstas mantienen en sus obras. Esta diferencia se debe a las vicisitudes de la historia de Polonia, conocida mundialmente como un país de fronteras móviles. Sin duda alguna, las recurrentes pérdidas de la independencia a partir de 1772, que abre el ciclo de los tres repartos efectuados por Prusia, Austria y Rusia (los siguientes en 1793 y 1795), la segunda guerra mundial y luego el régimen totalitario comunista, tuvieron que influir en la formación de la conciencia de la nación polaca y, consecuentemente, condicionar profundamente y de forma peculiar el desarrollo de las relaciones sociales y de su literatura.

4 W. Urban, Korespondencja kobiet se średnioszlacheckiej rodziny Kanimirów z przełomu XVI i XVII w., „Odrodzenie i Reformacja w Polsce” 1988, R. XXXIII, p. 243. La crítica literaria polaca, incluida la contemporánea, rebosa de este tipo de tesis elogiosas. 5 J. Partyka, “Żona wyćwiczona”. Kobieta pisząca w kulturze XVI i XVII w., Instytut Badań Literackich PAN, Warszawa 2004.6 K. Wł. Wójcicki, Niewiasty polskie. Zarys historyczny. Warszawa 1845, p. XI.

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Anna Titkow subraya la importancia de la cultura hidalga en la incursión de la mujer en la vida pública, pero también culpa a esa cultura de que después, la mujer se viera atrapada en el “heroico rol de Madre-Polaca”. En el prólogo del libro ¿Qué significa ser mujer en Polonia? (Co to znaczy być kobietą w Polsce?), una recopilación de los estudios realizados por un grupo de sociólogos de Varsovia, dice:

El período de la pérdida de la independencia y del estado creó un modelo de mujer polaca como un personaje heroico, capaz de enfrentarse a cualquier tipo de carga… Sobre sus hombros recaía la responsabilidad de guardar las tradiciones nacionales: la continuidad del idioma, de la cultura, de la fe.7

Efectivamente, en la construcción de la ética caballeresca no había sitio para subjetividad alguna, ni la de la mujer, ni la masculina. La independencia del país se convirtió en la prioridad para ambos sexos. Con la desaparición del mapa de Polonia, durante más de cien años (123), el ámbito doméstico constituyó la célula básica de la identidad nacional, al igual que la figura de la madre se convirtió en la garantía de la supervivencia de una cultura en peligro de disolución.

Este rol asignado a la mujer explica la peculiaridad del caso “literatura femenina polaca”. En consecuencia de esas circunstancias socio-históricas, la polaca ya en el s. XIX tenía acceso al mercado de las letras, no obstante, hay que subrayar que, lo que puede parecer un factor favorecedor, a nuestro parecer tuvo efectos secundarios. Obviamente se trata de una literatura funcional, escrita en función de la propagación de la cultura, de la fe y del idioma materno. No extraña tampoco que la emancipación de la mujer, el movimiento que tanta fuerza adquirió en otros países, en Polonia apenas encontrara sus seguidoras, apenas tuviera resonancia. La polifacética Madre-Polaca (esposa, madre, hija y, ante todo, patriota) no disponía de tiempo libre para alistarse en las filas feministas. Por otro lado, lo que la mujer occidental tuvo que conseguir mediante la guerra, la mujer polaca lo consiguió, paradójicamente, como consecuencia socio-política de la guerra misma. Una vez recuperada la libertad, en 1918, fue promulgado el derecho de voto a las polacas en las mismas condiciones que a los hombres, el año en que les fue concedido este derecho a las inglesas tras un largo proceso reivindicativo.

Las luchas independistas de los siglos XVIII y XIX llevaron al país, hasta aquel momento feudal, a la ruina y a la secuencia de cambios socio-económicos obligados, pero no por ello menos profundos. La cesión del derecho de propiedad de la tierra a los campesinos, la desaparición del viejo mundo caballeresco, la industrialización del Reino Polaco y de Silesia, el alto índice de la mortandad varonil propio de los tiempos de guerra, obligaron a la mujer a incorporarse al mercado de trabajo o a asumir otras responsabilidades tradicionalmente masculinas, como por ejemplo la gestión de la hacienda. Aun sin una cualificación adecuada, sin preparación previa, la mujer pudo cumplir con las obligaciones de

7 Para más información sobre la situación de la mujer en Polonia en los siglos anteriores y actualmente: A. Titkow, H. Domański (recopiladores). Co to znaczy być kobietą w Polsce?, Polska Akademia Nauk. Instytut Filozofii i Socjologii. Warszawa 1995.

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una realidad nueva, lo cual tuvo que influir en su auto-valoración y en el cambio de su mentalidad. Con todo, la presencia activa de la mujer en los ámbitos considerados masculinos no resultó muy extraña a la conciencia colectiva de la sociedad polaca. El régimen comunista, por razones obvias, consolidó esta omnipresencia femenina y la selló con el reconocimiento constitucional expreso de la igualdad de derechos de 19528. Por otro lado la presión de un sistema autoritario, como el comunista, borró las tradiciones liberales, modelos de posturas orientadas a la autorrealización del individuo a favor de la lucha de clases. Esto y el control de la vida pública y la censura de la expresión sumergieron de nuevo el conjunto de la literatura polaca, no solamente la femenina, en el ámbito de la literatura funcional.

Maria Ciechomska afirma que la presencia de la mujer en todos los sectores de la vida pública “ha sido contagiada por el mito de un principio fácil.”9

¿No habría que hablar, más bien, de una presencia artificial y circunstancial, de una manera sesgada, un injerto ideológico, carente de una clara visión de la conciencia femenina? Sólo a partir del 1989 podemos hablar de una presencia consciente.

Las circunstancias socio-históricas como factor diferencial de la literatura femenina polaca se reflejan también en la división en etapas que se propone hacer en la actualidad10. Se distinguen tres etapas:

La primera, la de la Polonia Vieja, la más diversa, la más amplia, comprendida entre los siglos XI y XVIII, desde los primeros brotes del estado polaco y su lengua, por un largo período de los “tiempos de Oro”, hasta los primeros indicios de la crisis inminente.

Antes de proseguir, creemos que debemos una pequeña aclaración. Si hasta ahora nos hemos permitido hablar en términos generales, es decir, sobre la literatura y no sobre la novela femenina polaca específicamente, es porque en realidad la literatura femenina propiamente dicha surge con la novela femenina. Con esto no queremos decir que antes no hubiese mujeres escritoras. (No podemos olvidar, por ejemplo, las Oraciones, Modlitwy, de la duquesa de Kiev, Gertruda Mieszkówna (1025-1108), uno de los primeros testimonios de la literatura polaca escrito en latín, o las poesías y dramas de Franciszka Urszula Radziwiłłowa cuya obra se compara con las Heroidas de Ovidio). No obstante, como se ha dicho anteriormente, hasta el s. XVIII apenas se puede hablar de la literatura femenina, ya que en la mayoría de los casos se trata de apariciones aisladas, a menudo en latín o sin pretensiones de obra literaria (memorias, bibliografías místicas…).

8 Konstytucja Polskiej Rzeczypospolitej Ludowej z 22 Lipca 1952 r. (La Constitución de República Popular Polaca del 22 de Julio de 1952), Artículos: 66, párrafo 1 “La mujer en la República Popular Polaca tiene los derechos iguales al hombre en todas las actividades de la vida del Estado, política, económica, social y cultural”, párrafo 2 “Las garantías de la igualdad de los derechos de la mujer constituyen: 1. igual derecho al trabajo que el hombre y la renumeración según la regla: `igual sueldo por igual trabajo´, el derecho al descanso, al seguro social, a la educación, a la dignidad y distinciones, a ocupar puestos públicos […]”; art. 81 “El derecho de voto lo tiene cada ciudadano que haya cumplido los 18 años sin importar su sexo […]” y art. 83 “Las mujeres tienen todos los derechos electorales al igual que los hombres.”9 M. Ciechomska, Od matriarchatu do feminizmu (Del matriarcado al feminismo), Poznań, 1996, pág. 126.10 Según: Grażyna Borkowska. Pisarki polskie. Rekonesans na koniec stulecia (Escritoras polacas. Un reconocimiento al final del centenario). www.merlin.pl

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Sin embargo, la primera mujer escritora de interés literario fue Magdalena Mortęska (1554-1631). Su obra, notas religioso-místicas escritas en prosa, nos interesa más por las nociones, inconsciente aún, del feminismo ahí contenidas que por su forma proto-novelística. También, porque logró crear una especie de escuela literaria alrededor de su persona. Como tantas mujeres célebres, Mortęska se decantó por la vida monástica para poder acceder a la intelectual. Fruto de esta dedicación fueron: comentarios a las Sagradas Escrituras recogidos bajo el título Enseñanzas espirituales para el crecimiento espiritual (Nauki duchowe służące do postępu duchownego) y reflexiones sobre el martirio de Jesucristo ordenadas según la regla de san Benito: Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo (Rozmyślania o Męce Pańskiej). En las dos obras se acentúa la importancia de lo intelectual, la necesidad de encontrar la identidad y determinar su lugar en el mundo. Estas aspiraciones las lleva a la práctica al reformar el monasterio de las monjas benedictinas.

La segunda etapa, relativamente corta, corresponde a los 123 años de la inexistencia política de Polonia, empieza con la pérdida de la independencia en 1795 y culmina en 1918, con la recuperación de la cualidad de estado por parte de Polonia. Los críticos explican esta distinción con la sintonización general de la cultura polaca en aquel momento en un único tema, el de la liberación. Es en esta época cuando se consolida el carácter de la literatura femenina, con supremacía de la novela.

Al principio, las mujeres se dejan llevar por la presión histórica y se centran en la temática de la supervivencia de una nación que, en teoría, no existe. No obstante, pronto el rumbo de su creación da media vuelta y se aleja del absolutismo del problema de la libertad política, dirigiéndose más hacia lo que se podía llamar el testimonio de la época, hacia temas tan cercanos a una nación como pueden ser su cultura, su vida, sus costumbres, la problemática social. Su compromiso patriótico, que le impone el rol de la Madre-Polaca, condiciona la escritura femenina de esta etapa pero, a su vez, empiezan a surgir otras inquietudes, dilemas, preguntas de naturaleza existencial. La conciencia de lo colectivo, de pertenencia a una nación, como veremos, convive con otra, la creciente autoconciencia de la mujer. Y el primer síntoma de ello y la mayor inquietud es la preocupación por el nivel de la educación femenina en Polonia.

La famosa afirmación de Virginia Wolf de que para la formación personal son fundamentales “el cuarto propio y las 500 libras”, encuentra su confirmación en el análisis histórico. Las magnates polacas del s. XVIII disponían de todos esos requisitos para la independencia, por lo que a ellas se les atribuyen los primeros pasos en el proceso de la activación intelectual de las mujeres, de formar nuevos modelos del actuar femenino. Además, el fácil acceso a las casas nobles, en aquel entonces, focos de la vida cultural e intelectual del país, con fuerte influencia francesa (tendencias pro-napoleónicas), seguramente fue decisivo para que se definiera una verdadera cultura literaria femenina.

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Una de las autoras que inauguró, de alguna manera, lo que viene a ser la novela femenina polaca, provenía de la aristocracia. Maria Wirtemberska z Czartoryskich (1768-1854) abandonó la línea patriótico-sentimental de su madre, también escritora de éxito, Izabela Elżbieta z Czartoryskich (1746-1835), y en 1816 publicó la primera novela romántica psicológica en la historia de la literatura femenina polaca. Malwina, perspicacia del corazón (Malwina, czyli domyślność serca), una original novela que, tras la historia del matrimonio fracasado de la protagonista, esconde mucho más. En ella se dejan ver las transformaciones de la conciencia femenina reflejadas en el afán educativo. Malwina casada a los 16 años por conveniencia y sin amor, como solía suceder en aquella época, abandonada por su marido sumergido en sus asuntos propios, aburrida, encuentra casualmente en su nueva casa una biblioteca y empieza a ampliar sus conocimientos. Este camino autodidacta lo compartieron muchas de sus contemporáneas.

¿Un testimonio de la época o principios del discurso subversivo? Lo cierto es que con Malwina… empieza a esbozarse la participación real de la mujer polaca en el debate literario nacional. El análisis de la desigual condición de la mujer en la sociedad, vinculada a la educación, irá dominando la escritura femenina, adquiriendo características de protesta consciente con Narcyza Żmichowska.

En la novela Mi propia historia (Dzieje moje wlasne) de Wirydianna Fiszerowa (1761-1826) se cuestionan las relaciones genéricas aún de manera sutil: “[mi madre] había recibido una educación a un nivel menos que medio. – nos cuenta la escritora – Se avergonzaba de ello e intentaba cubrir estas deficiencias. […] Inició sus esfuerzos por el aprendizaje de su idioma materno, el cual aprendió a hablar y a escribir correctamente. Se dedicó especialmente a la habilidad de escribir cartas. Las escribía con una predilección especial y con un estilo rico y refinado. Eso la ayudó a ampliar sus contactos internacionales y le proporcionó la consideración fuera del círculo de sus amigos íntimos. Fue el único dominio en el que alcanzó un cierto nivel de perfección. Sabía un poco de alemán, italiano e inglés. […] Decidió también enriquecer la mente con la lectura, sin embargo, en esto tampoco tuvo continuidad.”, esa falta de continuidad fue debida a un período de nueve años de repetida maternidad y sin apoyo por parte de su marido. El poco reconocimiento a sus esfuerzos por mejorar los estudios, hizo que “los conocimientos tan visibles en el trato con la gente, se echaran a perder en su propia casa. Mi padre, pues, habiéndose casado con ella cuando niña, nunca la dejó de tratar como tal. No se paró a pensar que con el paso del tiempo se acabó transformando en un ser capaz de pensar por sí mismo. Tan sólo después de su muerte, mi madre dio pruebas de sus capacidades, poniendo en orden los intereses familiares, pagando las deudas y compaginando la elegancia con la diversión.”11

Esta autora veía la causa del pésimo nivel de la educación femenina en el desentendimiento de los padres y en la ineficiencia de los preceptores. Otro factor empobrecedor fue la fragmentación, la carencia de constancia y de continuidad de la enseñanza. En casi todos los testimonios femeninos se habla de la posterior y autodidacta adquisición de conocimientos. En los umbrales ya del s. XX, vio la luz

11 W. Fiszerowa, Dzieje moje wlasne i osób postronnych, Londres, 1975, págs. 21-22.

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un artículo de Paulina Kuczalska-Reinschmit (1859-1921) “Nuestros objetivos y caminos. El borrador del programa de actividades de mujer” (1897), que se convertiría en el manifiesto sobre el papel de la conciencia despierta, formada, de las polacas y de su afán educativo, de la necesidad de educación al mismo nivel que los hombres, lo que resultaría ser la piedra angular para la apertura de la enseñanza (incluida la superior) para las mujeres.

Este es también el hilo argumental del conjunto de la actividad artística y la militancia de otra escritora de esta etapa, Narcyza Żmichowska (1819-1876). De familia humilde, se tuvo que ganar sus proverbiales quinientas libras sola y lo hizo de manera acorde con su pasión: la literatura. Recibió una auténtica formación profesional en la escuela oficial para institutrices, donde enseñaba la famosa defensora de la “moralidad femenina”, autora de literatura didáctica muy difundida en su tiempo, Klementyna z Tańskich-Hoffmanowa. Ni la formación del Instituto para las Institutrices, ni su carrera profesional, sin embargo, le satisfacían. Según las fuentes crítico-literarias su perfil psicológico no coincidía con el de una empleada a sueldo. Acomplejada por su aspecto físico pero dotada por la naturaleza con una inteligencia extraordinaria y la brillantez de mente, sufría literalmente al experimentar en su propia piel la precariedad de la educación femenina, al ver las deficiencias y la ineficacia de un sistema educativo reducido a la enseñanza del francés y piano y, para ella, arcaico e injusto12. No extrañe pues que, tras su amarga experiencia como institutriz, se dedicara a una intensa labor periodística impregnada de crítica a la sociedad, reclamando el acceso de la mujer a una enseñanza media completa y pleno acceso a la universidad.

Su polémica contra las normas se mantenía no sólo en el terreno de la educación. Abordaba también la cuestión de “hacer la literatura”, sobre todo femenina, pero en realidad entró en conflicto con todo aquel que escribía por y para la libertad política. Criticaba el compromiso de la literatura con valores que fueran más allá de la mera existencia o la biografía, y que sirviesen para la demagogia. Se mostraba reacia a cualquier forma de lucha independentista que no fuera la real. De hecho se pasó encarcelada un año y medio por su actividad clandestina ilegal durante la Primavera de los Pueblos.

Fue la primera que, de una manera más intuitiva que consciente, formuló la categoría del escribir femenino rechazando la inclusión automática en esta categoría de todo lo firmado por el puño femenino. El escribir fue para ella un quehacer social, más que artístico, mediante el cual se podía entablar el contacto con lo otro, fue una manera de explorar la belleza de lo ajeno, un medio comunicativo rompedor de distancias propias y ajenas. Lo que buscaba en el escribir femenino, en particular, era el compromiso de una misma y de la comunidad con la sensibilidad y el sentir femenino. Por ello se la considera la primera feminista polaca, aunque su modelo resulte difícil de engarzar con los eslabones clásicos feministas. Żmichowska nunca luchó abiertamente contra el sexo opuesto ni contra el mundo tradicionalmente masculino, lo único que quería era, partiendo del pleno derecho a la libertad y a su autorrealización en la esfera

12 G. Borkowska, Pisarki polskie.Op. cit.

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privada y la pública, poder seguir su propio camino libremente. Tampoco el grupo de mujeres surgido por los años 30 del s. XIX, “Las Entusiastas” (1830-50), fue un movimiento de emancipación organizado. Żmichowska publicó poco, tan sólo vieron la luz en 1861 sus dos novelas: una romántica Pagana (Poganka) y otra, muy polémica ante las ideas feministas, Rosa Blanca (Biała Róża). Aunque sus argumentos eran importantes, la esencia estaba constituida, como en la prosa de Virginia Woolf, por la digresión, el diálogo con el lector, los comentarios, el guiño burlón y la risa cómplice, lo que hizo que su voz ganara su merecida resonancia y un círculo de seguidoras. Eso precisamente fueron “Las Entusiastas”, una comunidad de mujeres reunidas en torno a la escritora, cuyas pretensiones, lejos de estar vinculadas con la religión, ideología o luchas libertadoras, se enfocaban hacia la actividad social y la ampliamente entendida autorrealización. Las Entusiastas vivían según varias estrategias individuales, en varios sistemas, correlaciones familiares, lo que las unía era la independencia que defendían tanto en el ámbito familiar como en el social.

Sus postulados encontraron seguidoras en dos de las autoras polacas que más marcaron el terreno literario femenino: Eliza Orzeszkowa (1841-1910), aspirante al premio Nobel de Literatura en 1905, y Maria Konopnicka (1842-1910). Las dos cometieron actos poco populares para su tiempo. Eliza Orzeszkowa se divorció de su marido y su actividad periodística estaba impregnada de una crítica fuerte a la sociedad. Konopnicka, en cambio, abandonó a su marido y no ocultaba sus tendencias anticlericales. Ambas eligieron la docencia y la literatura como modo de ganarse la vida.

Toda su obra gira en torno de la defensa de los derechos de los otros, de los grupos discriminados: los judíos y la pobreza polaca, también en la problemática de la emancipación de la mujer y la urgente mejora del sistema de la educación femenina. Esta temática es frecuente sobre todo en los relatos y novelas de Konopnicka. La mayor parte del conjunto de su prosa está ambientada en la precariedad y la indigencia de las condiciones de vida del proletariado polaco: Cuatro relatos (Cztery nowele, 1888) acentuando la importancia de una reforma a fondo y, sobre todo, ante una situación de crisis del estado, una sensibilización y una mirada atenta de la sociedad. En cambio, la obra de Orzeszkowa enfoca más la temática de la mujer. Sin duda alguna es en su obra donde se cristaliza por vez primera la idea de emancipación. En 1870 inició su trayectoria periodística con un tratado sobre las mujeres, una de las más exhaustas presentaciones del pensamiento feminista en la literatura polaca, donde decía entre otras cosas: “que el sexo no condicione, no sirva ni para subir ni para bajar el precio y tampoco de la consideración de la enseñanza impartida.”13 Acorde con la concepción positivista del rol literario, se dedicó a concienciar y sensibilizar a la sociedad sobre problemas que la corroían. Esta dedicación a la transformación social la convirtió a los ojos de sus contemporáneos más en reformadora que en gran novelista. A pesar de todo, su postura ante el movimiento femenino se puede describir como complicada y moderada. Pionera, sin duda, en las cuestiones femeninas, en su obra siempre le daba prioridad a los asuntos del estado polaco según la regla: “Los

13 E. Orzeszkowa, Kilka slów o kobietach, en: T. Bujnicki, Pozytywizm, Wyd. Szkolne i Pedagogiczne, Warszawa 1996, pág. 53.

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cambios radicales en las relaciones y opiniones, al menos por un tiempo, pueden producir en la sociedad ciertos trastornos y debilidad. Pues no conviene efectuar experimentos arriesgados en un organismo en peligro de muerte. […] Hay que luchar primero por los derechos de la nación y luego exigir la igualdad.”14

No extrañe pues que su obra novelística: A la orilla del Niemen (Nad Niemnem, 1888), El Cateto (Cham, 1888), Gloria victis (1910) siguiesen la tónica de la literatura de la época de la pérdida de la independencia. Hay allí mucho del absolutismo de la literatura, de la literatura comprometida, funcional, es decir alusiones patrióticas, la preocupación por las vicisitudes de la patria, la tristeza, amargura, la desilusión después de la derrota de la Insurrección de Enero (1863). El compromiso con su rol de la Madre-Polaca se evidencia en toda su trayectoria artística. A la orilla del Niemen, considerada obra maestra de Orzeszkowa y aclamada por la crítica en el momento de su publicación, tiene por argumento principal la Insurrección del 1863 y describe con todo detalle (la obra comprende 3 tomos bastante extensos) los ambientes y tradiciones patrióticas del pueblo polaco. Juega con los paisajes del campo que, a su vez, juegan con los sentimientos patrióticos, la nostalgia por la libertad perdida. Hay que señalar que incluso la fecha de la publicación de la novela en cuestión fue propuesta adrede, simbólica, en el 25 aniversario de dicha Insurrección. Sin embargo, poco hay allí de la misma autora, al contrario que en su novela anterior Marta (1873), un agudo estudio psicológico de una mujer abandonada, repleta de intimismos y referentes autobiográficos. Sin lugar a dudas, esta última pertenece al canon de la literatura emancipadora europea.

La tercera etapa. “El mundo se salió de su molde” – diría después del 1918 la autora de El Apócrifo Familiar (Apokryf rodzinny), Hanna Malewska (1911-1983), sobre otro acontecimiento bélico que marca una nueva etapa en la historia de la literatura femenina, la tercera (pero… ¿la última?), que aborda la ampliamente concebida contemporaneidad (el s. XX). Lo que fue la tragedia para la humanidad en general, fue también el triunfo para los polacos. En primer término, porque Polonia volvió a marcar su existencia como un estado en los mapas del mundo. En segundo término, porque fue crucial para la emancipación de la mujer polaca, para la liberalización de las formas impuestas por un mundo ya desaparecido. “¡Cuán amplio y aireado se ha mostrado el horizonte! – sigue recordando Malewska – los estudios, tan asequibles ahora, para las mujeres en particular, que hace tan poco tuvieron que luchar por los derechos a ellos, libre compañerismo en la universidad y en el trabajo, la elección de los amigos en lugar de las largas tardes en familia.[...] Para las mujeres ha sido algo más que un nuevo comienzo, ha sido un debut verdadero. Por primera vez en sus vidas han podido de manera tan seria y tan masiva coger las riendas de sus propias vidas. Ocurrió pues algo tan simple y tan significante como eso: no sólo una constitución democrática sino también el sistema educativo igualaron por completo las mujeres a los hombres. Desapareció [...] la faceta del mundo de antes del 1914.”15

14 Véase: Zofia Zaleska, Czasopisma kobiece w Polsce (1818-1937) (Los periódicos femeninos en Polonia (1818-1937)), Warszawa, 1938, pág. 107.15 H. Malewska, Apokryf rodzinny (El Apócrifo Familiar), Kraków, 1965, pág. 278.

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Los años de la posguerra implicaron transformaciones inevitables a todos los niveles de la vida pública. A los ojos de las generaciones venideras eran como un pase de dos mundos extremadamente opuestos comparable incluso con un choque generacional, tema predilecto de muchas escritoras del s. XX, entre ellas Zofia Kossak-Szczucka (1890-1968) que en su novela Herencia (Dziedzictwo) así lo describe: “– Mira, Sophie, en los tiempos cuando erais pequeñas, no era conveniente que la madre se ocupara directamente de su hijo. Habrían dicho que eso no es comme il faut, que, por lo visto no es lo suficientemente rica como para pagarle a un aya. A ninguna de vosotras hubiera sabido cambiar los pañales… Me traían al bebé y se lo llevaban apenas le había dado de mamar. Los mayores jugaban con el aya en el cuarto de los niños y venían al salón sólo para dar los buenos días o las buenas noches, nada más…- ¡Qué horror! – gritó la hija.” 16 Malewska se muestra más radical ante esta complicada relación del presente hacia lo pasado que crea un abismo insuperable: “Todo lo que formaba la personalidad y el honor de la generación de mis padres, puede –y siempre podía– sucumbir a la parodia, manifestarse en forma de una repugnante caricatura de ´ser alguien`, o, para ser más exactos, ´algo`”17

Claramente el período de entreguerras favorece la creación literaria femenina. El país queda libre y las mujeres exentas de su rol de portadoras de la cultura. Tienen garantizados el derecho al voto y a la educación, la libertad de expresión artística es más amplia que nunca. No resulta extraño pues que empiecen a surgir otros temas en la literatura femenina, temas que rompen el tabú alrededor de las vivencias propias de una mujer: la maternidad (Maria Kuncewiczowa Przymierze z dzieckiem-Alianza con un niño), la muerte (Helena Boguszewska Całe życie Sabiny-La vida entera de Sabina), la hetero y la homosexualidad (Aniela Gruszecka Przygoda w nieznanym kraju-Una aventura en un país desconocido), la pobreza, la explotación sexual, el matrimonio y el aborto (Nałkowska Granica-La frontera, Pola Gojawiczyńska Dziewczęta z Nowolipek-Las muchachas de Nowolipki), el proceso del envejecimiento y la soledad (Maria Kuncewiczowa, Cudzoziemka-La extranjera). En fin, la literatura de entreguerras es rica y variada temáticamente, marca terrenos nuevos pero relevantes para el escribir femenino, enfocados desde la perspectiva femenina. Posiblemente es uno de los mejores momentos de la literatura femenina en Polonia.

Por fin la literatura femenina cuenta con un rico elenco de escritoras. Entre ellas Zofia Nałkowska (1884-1954). Empezó a escribir a la temprana edad de 15 años (Dzienniki, Diario, que se publicó póstumamente). Debutó en 1906 con la novela titulada Las mujeres (Kobiety). Le intrigaba el mundo de las mujeres, su posición ante la realidad, los avatares históricos (lo cual constituye el argumento de Książe, El príncipe, de 1907), también la emotividad femenina sujeta, sin embargo, a unos contextos sociales determinados, su relación con el arte (aquí tenemos sus

16 Z. Kossak – Szczucka, Dziedzictwo (Herencia), t. I, Warszawa, 1996, pág. 649.17 H. Malewska, Apokryf…, op. cit., pág. 227

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dos novelas Rówieśnice, Coetáneas, de 1909 y Węże i róże, Serpientes y rosas, de 1915). En Narcisa (Narcyza) de 1910, se puede observar un curioso intento de construir una nueva imagen de la mujer con un fondo nietzscheano.

En los años 20 y 30 se produce el cambio de proporciones interiores de su obra. Ambientándola en lo femenino empieza a darle más importancia al cariz psicológico de los retratos íntimos. En fin, empieza a intuir de alguna manera el desdoblamiento del alma humana atrapada entre el bien y el mal. Enfrenta la verdad interior del sujeto con la opinión de los demás, inclinándose a creer que la verdad siempre se queda a medio camino, siempre dividida y equívoca, ambigua. Se da cuenta de la existencia de un lado oscuro en la personalidad humana, de una involuntaria, consciente o inconsciente crueldad, sadismo, inseparables compañeros del amor. Lo último es esencial para la tercera etapa de la creación de Nałkowska. La invasión alemana-soviética en 1939 la lleva, como a las demás escritoras, a adentrarse en estudios psicológicos de la humanidad en los oscuros tiempos de la guerra. Con sus dos novelas, Diario (Dzienniki) y Medallones (Medaliony), Nałkowska abandona el individualismo de su obra. Las dos constituyen un máximo ejemplo de la literatura de ajuste de cuentas con la ocupación planteada desde la perspectiva universal y sujetiva, sin embargo, marcan la decadencia del “Siglo de Oro” de la literatura femenina polaca.

La 2ª guerra mundial de nuevo encerró la expresión femenina en la estructura funcional de la literatura de la que difícilmente se podría recuperar a partir del 1989. La consecuente etapa de la posguerra, contra toda la esperanza puesta en la ideología socialista/igualitaria, empeoró la situación de la mujer y de su literatura. El mito de la igualdad de los sexos, extendido por la propaganda comunista junto con la rigurosa censura propia de cualquier régimen dictatorial, cerraron el debate antes de que se abriera. A pesar de la participación activa de la mujer en el movimiento independista (Solidarność), el número de las novelas de carácter político sensu stricto es muy escaso. Además, las pocas que hay vienen de una época muy tardía, ya que datan de los años ochenta (Kofta 1980; Bojarska 1987; Latawiec 1989). Las escritoras del período comunista se centran más en la descripción, el análisis detallado de la vida cotidiana de aquella época que en la denuncia de los mecanismos del poder.

El fenómeno social de la mujer escritora en Polonia pudo consolidarse de forma definitiva sólo a partir del cambio de régimen y de la ideología dominante. El año 1989, como venimos subrayando, es crucial para la mujer polaca y su literatura. La transición permitió la aparición de una política feminista que promovió, de forma acelerada, la plena incorporación de la mujer a la vida pública, laboral y cultural y conllevó la liberación del discurso. Una vez libres del compromiso patriótico, las escritoras polacas empiezan la búsqueda de las formas más próximas a su propia experiencia de carácter social, psicológico e, incluso, corporal. La estabilidad política y la libertad del discurso llevan la vida cultural en Polonia a la ebullición.

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Este fervor cultural, paradójicamente, ha originado la narrativa femenina. Las novelas se iban publicando desde los primeros pasos de la democracia liberal en Polonia, culminando, hacia los 90, en un verdadero boom de la literatura de la mujer. Tras un largo marasmo de la era comunista y el posterior vacío en el mercado editorial de los 80, esta nueva literatura fue como un soplo del aire fresco. Con las publicaciones de Manuela Gretkowska, Izabela Filipiak, Natasza Goerke, entre muchas otras, en la revista BruLion, clandestina en sus orígenes, empieza un ciclo de inacabables debuts literarios. Este fenómeno parece aún más significativo teniendo en cuenta que en la década anterior no había aparecido ninguno de valor literario y las estadísticas habían anotado la disminución del interés por la literatura.

Las novelas del principio de la década (Gretkowska: My zdies emigrante, de ruso: Nosotros aquí emigrantes, 1992; Tarot Paryski, El tarot parisino, 1993; Filipiak: Śmierć i spirala, La muerte y la espiral, ¿?) se centran en la experiencia de la otredad, potenciada, llevada al máximo, por ser experimentada por las mujeres emigrantes. La provocación, -estrategia presente en la literatura femenina-, será reconocida como su rasgo distintivo. Este rasgo, calificado por la crítica masculina de mero marketing, en nuestra opinión, desempeñó una función importante cubriendo una necesidad socio-política fuertemente marcada. En los años noventa, por primera vez en la historia de la literatura polaca, se registró un número de apariciones femeninas en el mundo del libro similar al de los hombres.

El enunciado del sujeto femenino tiene múltiples formas. La narrativa de Izabela Filipiak o Manuela Gretkowska gira en torno al cuerpo, toca el tabú vinculado a la expresión de la homosexualidad, de la iniciación sexual mostrada desde la perspectiva de la mujer. En cambio, la obra de Olga Tokarczuk (Prawiek i inne czasy 1996) o la de Natasza Goerke (Fractale 1994, Pożegnania plazmy 1999) destacan por la creación de la mitología femenina y por su interés por el lenguaje propiamente femenino. Małgorzata Saramonowicz (Siostra, Hermana, 1996, Lustra, Espejos, 1999) y Anna Bolecka (¿?) proponen el análisis del subconsciente femenino. El enunciado del sujeto femenino en Polonia de los 90 fijaba también la expresión sensual de la sexualidad femenina propuesta por Zyta Rudzka (Białe klisze, Los negativos blancos, 1991, Uczty i głody, Comilonas y hambrunas, 1995) o una confesión íntima sobre la maternidad, construida en el discurso de Anna Nasiłkowska (Domino. Traktat o narodzinach, Domino. Tratado sobre un nacimiento, 1995).

En resumen, la escritura de las narradoras polacas contemporáneas es muy

prolífica y plural. Sin embargo, se pueden encontrar dos procedimientos literarios comunes en todo su conjunto, y son:

1. la construcción de la voz, la perspectiva del enunciado del sujeto femenino;

2. la creación de los personajes femeninos opuestos, con lo que se pretende elaborar un nuevo modelo de mujer.

También es común la preocupación por encontrar precursoras femeninas, míticas o reales. Hay que añadir que, en la actualidad, esta tendencia está disminuyendo. Se

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han abierto varias ramas de investigación cuya labor principal es desmitificar lo legendario y crear una línea de estudios de la mujer rigurosa y seria18.

Sólo a partir de 1992 se registran las primeras señales del interés de los críticos literarios polacos (Praszyński 1994, Nowacki 1995, Zieniewicz 1995) por la producción y la recepción de la narrativa femenina. (Las reseñas aparecidas hasta ese año en las revistas y suplementos literarios concernían, en su mayoría, a la narrativa de autoría masculina). No obstante, según señala Izabela Filipiak19, los textos femeninos se califican en función del género de las autoras y con claras connotaciones negativas. Se tiene la creación artística de mujeres por una literatura de calidad inferior, carente de forma artística, menospreciable en contenido y mensaje, en fin, equiparable a lo cotidiano, trivial, producido exclusivamente para las mujeres. De hecho, en 1995 nace el ya notorio término: la literatura menstrual20 (Błoński 1995), generalmente aplicado (Stasiuk 1996 cit. En Bigoszewska 1996) con el fin de menospreciar el valor artístico de la literatura de mujeres.

Con todo, podemos ver que la presencia de las mujeres en las letras polacas es notoria pero fragmentada, imposible de entender sin el contexto socio-cultural dominante en la sociedad en la que le tocó vivir. Un paralelismo curioso se puede establecer con la propia historia del país: cuando Polonia pasa por un período exitoso, las voces femeninas desaparecen, y al contrario: apenas aparece la literatura femenina en Polonia cuando el país pasa por momentos difíciles. En realidad sólo podemos hablar del verdadero quehacer femenino durante los veinte años de la época de entreguerras y a partir del mágico 1989. ¿Cuál es el porvenir de la literatura femenina en Polonia? ¿Cambiará la realidad política y con ella la suerte de esta literatura? Creemos (y esperamos) que no. La literatura femenina parece esta vez haberse arraigado profundamente en la sociedad polaca. También las nuevas apariciones, como la de Dorota Masłowska, jovencísima autora de la Guerra polaco-rusa bajo bandera blanquirroja (Wojna polsko-ruska pod flan biało-czerwoną, 2002) o la poesía de Wisława Szymborska, la reciente premio Nobel (en 2002), señalan a que las mujeres en Polonia aún tienen mucho que decir.

Referencias bibliográficas

OBRAS CITADAS:

18 Entre otras: G. Borkowska, M. Czermińska, U. Philips, Pisarki polskie od średniowiecza do współczesności. Przewodnik, Gdańsk 2000; o, la ya mencionada J. Partyka, „Żona wyćwiczona”..., op.cit. 19 I. Filipiak, “Literatura monstrualna”, Ośka. Pismo Ośrodka Informacji Środowisk Kobiecych”, nr 1, Warszawa 1999. (1/przynajmniej do 9)20 El término polaco es literatura menstruacyjna y fue utilizado por vez primera por … en … .

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Se incluyen los títulos de obras citadas así como las versiones españolas existentes en la actualidad de la producción literaria de las escritoras objeto de estudio.

Magdalena Mortęska (1554-1631)Nauki duchowe służące do postępu duchowego (1 ), Enseñanzas espirituales para el crecimiento espiritual (no traducida al español)Rozmyślania o męce pańskiej (1), Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo (no traducida al español)

Maria Wirtemberska z Czartoryskich (1768-1854)Malwina, czyli domyślność serca (1816), Maligna, perspicacia del corazón (no traducida al español)

Wirydianna Fiszerowa (1761-1826)Dzieje moje własne i osób postronnych (1), Mi propia historia (no traducida al español)

Narcyza Żmichowska (1819-1876)Poganka (1), Pagana (no traducida al español)Biała Róża (1), Rosa Blanca (no traducida al español)

Eliza Orzeszkowa (1841-1910)Marta (1873)Nad Niemnem (1888), A la orilla del NievenCham (1888), El cateto (no traducida al español)Gloria victis (1910)

Maria Konopnicka (1842-1910)Cztery nowele (1888), Cuatro relatos (no traducida al español)

Hanna Malewska (1911-1983)Apokryf rodzinny (19), El apócrifo familiar (no traducida al español)

Zofia Kossak-Szczucka (1890-1968)Dziedzictwo (19), Herencia (no traducida al español)

Maria KuncewiczowaHelena BoguszewskaAniela GruszeckaZofia Nałkowska (1884-1954)Granica (19), La fronteraDzienniki (19), DiariosKobiety (1906), Las mujeresKsiąże (1907), El príncipeRówieśnice (1909), CoetáneasNarcyza (1910), NarcisaWęże i róże (1915), Serpientes y rosas

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Medaliony (19), Medallones

Manuela Gretkowska Izabela FilipiakNatasza GoerkeOlga TokarczukMałgorzata SaramowiczZyta Rudzka (Poznań, 1962)Białe klisze (1991)Uczty i głody (1995)

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