la narrativa literaria y visual en austerlitz. …
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS
LA NARRATIVA LITERARIA Y VISUAL EN AUSTERLITZ.
INTERACCIÓN ENTRE TEXTO E IMAGEN Y SU FUNCIÓN EN LA MEMORIA
TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE
MAESTRA EN LETRAS (LITERATURA COMPARADA)
PRESENTA
Rosario Vázquez Lozano
Tutora: Dra. Angelina Muñiz-Huberman
Facultad de Filosofía y Letras
México, D.F. Febrero 2013
ii
iii
Para mis padres
Guadalupe Lozano de Vázquez
Miguel Vázquez González
iv
Para Fionn Petch
v
Mi profundo agradecimiento:
A mi asesora principal: Dra. Angelina Muñiz-Huberman
A mis revisores: Dr. Andreas Ilg, Dra. Ute Seydel, Mtra. Cecilia Tercero, Dr. Herwig Weber
A mis amigos: Judith y David Arámburu, Susana Noguéz
A David Jarman
A Issa
vi
Time’s sharp teeth grind down all things, the most powerful.
Robert Crawford
En realidad, dijo, he renunciado a mis estudios arquitectónicos,
pero a veces recaigo en mis viejas costumbres, aunque ahora no tome notas ni haga dibujos ya, sino que me limite a mirar todavía con asombro
las extrañas cosas que hemos construido.
Austerlitz en Austerlitz de W.G. Sebald
Porque la nieve era blanca y porque la nieve fue la primer cosa blanca que vi en mi vida, he llamado
nieve a todo lo que era blanco.
Kaspar Hauser en Kaspar Hauser de Peter Handke
vii
Índice
Introducción ................................................................................................................................................................ 1
I. La travesía del exilio ilustrada por W.G. Sebald en Austerlitz ............................................................ 8
II. Wohin Geht Sebald, der Erzähler? (¿Hacia dónde va Sebald, el narrador? / Austerlitz a
través del pensamiento benjaminiano) ....................................................................................................... 12
2.1 La experiencia del narrador oral, el escritor como cronista y lo comunicable a través
del testimonio. ................................................................................................................................................... 15
III. Memoria y conjunción del tiempo en imágenes. Sacar a la luz / Una historia atravesada
por imágenes o la memoria a través de imágenes. ................................................................................. 18
3.1 El deber de memoria y la necesidad de duelo. Austerlitz como álbum de la memoria
individual y colectiva. ..................................................................................................................................... 23
3.1.1 Trama y trauma / Austerlitz y su similitud con Paul Celan ........................................... 28
3.2 Los límites del lenguaje verbal y su interacción con lo visual. De lo inanimado al
mundo animal .................................................................................................................................................... 36
3.2.1 Espacios y tiempos de la memoria en los objetos, la arquitectura y las fotografías.
.................................................................................................................................................................................. 38
IV. La fotografía como testimonio y como material de ficción. La evidencia de lo real en la
novela gráfica “Maus” y “Austerlitz” .............................................................................................................. 46
4.1 Entre la ausencia y la presencia. La narrativa y la imaginación logradas a través de la
fotografía. Una comparación entre la fotografia de Frieda Wolfinger y la de una niña
anónima en Austerlitz. .................................................................................................................................... 55
4.2 La fotografía como producto técnico y psíquico. ¿“Imagetext” o ecfrasis de la
fotografía de Austerlitz niño? ...................................................................................................................... 59
4.3 En la fotografía el poder de la autentificación sobrepasa el poder de la
representación. La débil frontera entre el montaje y el mensaje verdadero. ........................ 63
viii
4.4 Ojos y mirada, interpretaciones acerca de la primera foto en Austerlitz .......................... 66
4.4.1 Del fragmento-‐microcosmos del instante individual al complejo-‐macrocosmos
del tiempo histórico en los primeros “pininos” fotográficos de Austerlitz ............................. 70
4.4.2 Travesías: La falta de secuencia en una historia y su vínculo con la memoria
aleatoria. ............................................................................................................................................................... 74
V. Imagen e Imago/Memoria e imaginación. El punctum barthiano en una toma fílmica. .... 76
5.1 De la relación entre ekphrasis y ekphorie. ...................................................................................... 82
5.2 “Dijo X, dijo Austerlitz” / “dijo la imagen, dijo la palabra” ...................................................... 85
5.2.1 Ejemplo de una ecfrasis “tradicional” creada por Sebald a partir del cuadro “Vista
de Amberes con el Schelde congelado” de Lucas van Valckenborch ......................................... 88
Conclusión ................................................................................................................................................................. 94
Bibliografía ............................................................................................................................................................. 101
Apéndice .................................................................................................................................................................. 105
1
Introducción
Lo visual juega un papel cada vez más predominante en un mundo que estuvo, por mucho
tiempo, jerarquizado por la palabra. El territorio ganado se debe a que los medios de
comunicación modernos, en su celeridad, requieren de proyecciones con mayor inmediatez
que las logradas a través del lenguaje verbal. Cabe señalar que, por un lado, este sobre uso
mediático de las “imágenes visuales” las ha devaluado provocando que mucho de lo que
muestran se vuelva cuestionable, sin embargo, la inserción de imágenes en textos literarios
abre la posibilidad de su revalorización. Ahora bien, es importante aclarar que la amplitud
actual del término imagen la ha reincorporado a la lista de cuestiones filosóficas. Gracias al
campo de los estudios visuales, se ha logrado conjugar las diferentes concepciones de las
imágenes creadas a partir de la oralidad y la escritura. Sin embargo, las imágenes dependen
cada vez más de la tecnologización, la mediatización y la socialización, lo que pone en
entredicho, primeramente, la definición clásica dada al concepto de imagen, y
consecuentemente, la supuesta polaridad entre ésta y la palabra. Así el logocentrismo que
cuestionó Jacques Derrida, en cuanto al lugar aleatorio de la escritura y a la presencia del
logos como sinónimo de verdad y autenticidad, parece convergir con la obra por estudiar.
La tesis de maestría de Literatura Comparada que aquí se desarrolla se enfoca en la
interacción entre el lenguaje verbal y visual. La novela Austerlitz del escritor alemán W.G.
Sebald es una muestra del dinamismo que adquieren ambos lenguajes al complementarse o,
incluso, al contraponerse en caso de que uno impere sobre el otro. Con esta vitalidad
interartística se logra una narrativa más completa capaz de abordar en sus múltiples facetas
el tema de la memoria, a la vez, que el de la imagen misma. Por ello a partir de ahora,
cuando tratemos el concepto de imagen debemos recordar lo que Rosa Sarabia señala
2
respecto a la problemática de aclarar que el concepto “imagen” ha suscitado una gran
variedad de definiciones según la disciplina que la estudie: gráfica, escultural, y
arquitectónica para la historia del arte; óptica para la física; mental para la psicología y la
epistemología; verbal para la crítica literaria; siendo la perceptual la más complicada por su
lugar fronterizo donde concurren todas las disciplinas recién mencionadas.
Esta tesis asume la posible analogía entre las imágenes fotográficas y el lenguaje
verbal para representar la memoria individual y la histórica. Despojados del concepto
tradicional de la imagen, que la caracterizaba por su “supuesta” naturaleza fija y “muda” y
por su efecto directo, se plantea la siguiente pregunta: ¿es factible encontrar en la imagen
elementos retóricos e indirectos que proyecten, de una u otra forma, un discurso o diégesis
similar al del lenguaje verbal? Acorde con esto, se ampliará el panorama de “realidad y
ficción”, al mostrar el efecto persuasivo de la imagen fotográfica, además de evidenciar la
correspondencia de sus medios con los del mensaje lingüístico. Otro de los objetivos, por
lo tanto, es mostrar las variadas interrelaciones entre las imágenes y el texto literario, pero
también los diferentes niveles de enunciación de lo que ha sido leído y/o visto. Sebald,
como autor alemán de posguerra, hasta el final de sus días, emprendió una búsqueda
expresiva por recuperar esas lagunas “mentales” de la memoria y de la historiografía. Esto
lo llevó a tomar prestado recursos narrativos de diversos medios de información como el
periódico, la radio, el cine y la fotografía. Y ya que los efectos de las fotografías y la
escritura difieren de acuerdo a sus objetivos y sus usos, es oportuno hacer las siguientes
indagaciones. ¿Qué logra Sebald con las imágenes fotográficas y el entretejido de ellas en
un texto precisamente literario? ¿Cuál fue su propósito y su resultado? ¿Es Sebald un
escritor vanguardista por involucrar en su obra literaria, un lenguaje visual? Las respuestas
3
a tales interrogantes se argumentarán a partir del presupuesto de que Sebald intentó
desafiar con su narrativa en la que, precisamente, hablando del exilio incluye “lo otro”;
concepto entendido aquí como lo que es ajeno a la literatura, en este caso, la fotografía.
Como si, al centrarse en la temática del destierro quisiera al mismo tiempo reivindicar a la
imagen visual su carácter narrativo, proveyéndola además de un espacio donde pueda
operar a la par de la imagen metafórica o una figura retórica. ¿Demostró con ello los
límites del lenguaje verbal y visual de manera pesimista o, más bien, la insuficiencia de
estos medios posibilitó apreciar su íntima correspondencia o su viable colaboración como
en el fotoperiodismo? ¿Fue su obra un pre-texto para mostrar las antiguas representaciones
del pasado y los actuales soportes mediáticos de la memoria? Después de la Segunda
Guerra Mundial la lengua alemana había dejado de ser “confiable” por haber sido usada
por los nazis. Sebald, empero, eligió dicho idioma1 para representar lo cotidiano, la belleza
y el horror. Las fotografías en sus obras, entonces, en su calidad “objetiva”, corroboraron a
quienes leían en alemán y además a la simple mirada le proveyó formas concretas. Dentro
de la diégesis de Austerlitz las fotografías cumplen también sus propias funciones: para el
protagonista de la novela, las fotografías son documentos testimoniales que como
rompecabezas del pasado conforman una parte de su identidad perdida, sin embargo, al ser
parte de esa generación de infantes que como hijos de los judíos muertos en los campos de
concentración tienen una misma historia fragmentada, muchas veces estas fotografías son
hitos de una memoria traumática, y es, entonces, cuando se prestan no sólo para la
reconstrucción y la interpretación racional de los hechos sino para la introspección. Por lo
tanto, el enfoque crítico-teórico de la tesis tiene como base el problema de la memoria y
sus múltiples expresiones mediáticas o soportes de representación. Dado el caso, mucho 1 Idioma que no dejaría de ser su “lengua patria” pese a su autoexilio en Inglaterra
4
del enfoque se va estructurando a partir de los diferentes tipos de memoria existentes, tanto
en el área de la historiografía con respecto a lo social y político, como en la memoria
individual. En el primer caso, las bases teóricas se hallan, principalmente, en las llamadas
“culturas de la memoria” donde una serie de autores, trabajan la memoria individual y la
colectiva desde un enfoque nuevo que difiere muchas veces del de la “historia oficial”.
Algunos de los autores en los que sustentamos la argumentación de la tesis son:
principalmente, Paul Ricoeur y Beatriz Sarlo, quienes están conscientes del cuidado
requerido al abordar conceptos de la historia y la globalización, en pleno boom de la
memoria y la imagen. Pero también nos apoyaremos en Andreas Huyssen y Frances A.
Yates.
Pese a que el protagonista es un constructo literario cuando se analice su memoria y
sus traumas se recurrirá a las neurociencias ya que sus características lo permiten. La
comprensión de ciertas etimologías griegas serán útiles, principalmente, para la pareja
Imago-Mnemosyne; mientras que para contextualizar la interacción entre texto e imagen
nos apoyaremos en algunas ideas respecto a la narrativa literaria y la fotográfica del
filósofo Walter Benjamin. Cuando aparece la ecfrasis en la novela, Clüver, Krieger,
Hollander, Mitchell, Robillard, Yacobi y Heffernan darán la orientación metodológica
acerca del rol que desempeña la pareja Imago-logos. En el campo teórico que trata del
poder visual de la palabra Para los ejemplos analíticos de algunas de las fotografías, la
memoria visual y la dialéctica de la imagen nos apoyamos en Susan Sontag, Marianne
Hirsch y José Luis Barrios. Dentro de este mismo ámbito se cuenta con el texto que estudia
directamente la obra de Sebald, “La construcción intermediática de la identidad: una
reflexión acerca de Austerlitz de W.G. Sebald” de Rolf Renner. Con el objetivo de
profundizar en la propia concepción del autor con respecto a la función de las diferentes
5
narrativas nos abocamos al libro The emergence of memory/ Conversations with W.G.
Sebald, editado por Lynne Sharon Schwartz.
La tesis por lo tanto estará dividida en dos partes principales: la primera parte,
dedicada y enfocada al discurso literario y político; y, la segunda, a la narrativa visual y su
empleo en la obra literaria, por lo que se darán ejemplos específicos de las diferentes
funciones de las imágenes y de las fotografías. No se hablará, empero, tanto de técnicas
fotográficas, sino que se buscará descifrar los signos que emiten las fotografías, de una
manera más interpretativa que semiótica, como lo hace Roland Barthes en su “Cámara
lúcida”. Además analizaremos en las imágenes los tres tipos de huellas estipulados por Paul
Ricoeur: la huella escrita: convertida, en el plano de la operación historiográfica, en la
huella documental; la huella psíquica, que se puede llamar también impresión, en sentido
de afección; y la huella cerebro-cortical, de la que tratan las neurociencias.2
Sebald fue un escritor que buscó a través de imágenes una rememoración cuya piedra
angular estaba conformada por la literatura, la historia y diferentes artes visuales. Una de las
mejores pruebas de su lucha contra “el olvido en sí” está dada cuando cataloga “casi” todos
los objetos de una vitrina de la única tienda de un campo de concentración. Cuando se le
criticó por este listado, se justificó aludiendo a que, como escritor, su deber era hablar por
los objetos y las cosas incapaces de recordar pero que, al haber sido parte de la
“escenografía”, respaldan una memoria de sucesos aterradores. A ello se debe, quizás, que
Sebald ponga en boca de su héroe sus propias concepciones acerca de una memoria que
indirectamente pueda ser reflejada por objetos y lugares que aunque inanimados e incapaces
de recordar son hitos del recuerdo.
2 Vid., Ricoeur, 2010:533
6
[…] porque las historias unidas a innumerables lugares y objetos, que no tienen capacidad para recordar, no son oídas, descritas ni transmitidas por nadie, historias por ejemplo, esto se me vuelve a ocurrir ahora por primera vez desde aquellos tiempos, al escribir, como las de los colchones de paja, que, como sombras, yacían sobre los catres de madera amontonados, porque la paja que había en ellos se desintegraba con el paso de los años, se hacía más delgada y más corta, se encogía, como si fueran los restos mortales de aquellos, así lo recuerdo ahora, pensé entonces, que en otro tiempo habían yacido allí en aquella oscuridad. (Sebald, 2002:28)
También de esta imposibilidad de representación del dolor surgió su proyecto de hacer
un libro tipo “álbum familiar” o “museo colectivo” en el que tanto texto como imagen,
materia y memoria, entablaran un diálogo teniendo cada uno de ellos su propia resonancia.
Así se adhirió a la lista de escritores de posguerra que hicieron de sus lectores también
espectadores. Elaborar una tesis sobre una novela que con el discurso literario y visual
despierta interrogantes sobre el deber (ético-político) de memoria y sus formas (estéticas) de
representación es una razón rigurosa para un estudio que intenta ampliar cuestionamientos
acerca de la labor de artistas, literatos y filósofos. La declaración de Günter Grass quien –
luego de publicar su novela A paso de cangrejo con la misma temática de Austerlitz en
cuanto a “efectos” del nazismo en generaciones posteriores– reveló en “Pelando la cebolla”
su propia pertenencia a la Waffen-SS reabrió en mí la duda sobre las pocas observaciones
que se han hecho respecto a la postura del filósofo alemán per exellence Heidegger,3 quien,
después de la Segunda Guerra, nunca hizo mención alguna acerca de su pertenencia al
Nacional Socialismo. El silencio de este maestro del pensamiento recuerda al de los
“simples” soldados descritos por el también filósofo judío alemán, Walter Benjamin, quien
los describe retornando de la Primera Guerra Mundial mudos y empobrecidos. Contrario a
esto actuaron los escritores judíos Hanz Meier y Peter Weiss que en su obra abordaron temas
3 Una obra relevante al respecto es “Heidegger y el nazismo” por el chileno Víctor Farías.
7
políticos e ideológicos respecto al Holocausto. Y Weiss que fue también dramaturgo,
fotógrafo y pintor, al parecer tuvo influencia en la obra de Sebald.
Lo valioso del trabajo de Sebald se reafirma por el interés despertado en Inglaterra
durante los últimos años, donde ha inspirado tanto a artistas visuales como a cineastas.4 La
prueba de lo dialógico en la novela Austerlitz que es austera en diálogos está conformada de
ambos “mundos” creativos. El mundo tecnológico ha cambiado y con ello las necesidades,
las experiencias y las formas de representación. A partir del Renacimiento una serie de
inventos como la imprenta, la linotipia, la máquina de escribir y ahora la computadora,
modificaron la relación entre escritura y escritor, entre texto y lector. La interacción entre
los medios expresivos de artistas visuales y literatos se deduce de sus objetivos afines y de
la recíproca necesidad de emplear los recursos del otro y así se transforma también la
relación autor-receptor. El objetivo de la tesis por lo tanto, es analizar los motivos
fotográficos y/o artísticos insertados en Austerlitz y también fundamentar la validez de un
proyecto literario en donde las imágenes fotográficas operan no sólo como meras
ilustraciones que acompañan un texto son más bien, algo que “ejemplifica”, “ilumina”, “da
conocimiento”. Sebald “ilustra” el tema del exilio y de la memoria haciendo que los textos
literarios y las fotografías trajinen como discursos mnemónicos a lo largo de Austerlitz.
4 Dentro del campo de jóvenes artistas plásticos, vale mencionar a Carlos Amorales, artista mexicano que tiene muchas piezas basadas en Austerlitz, y a la alemana Cläre Waffel quién tomó fotografías en una de las últimas entrevistas realizadas a Sebald poco antes de su muerte. Por el lado de los cineastas, tenemos el caso del británico Grant Gee cuya película “Walking in the footsteps of WG Sebald” está inspirada en Los anillos de saturno, y al director belga Peter Krüger que realizó en el 2011 la película “Antwerp Central” inspirada en Austerlitz. Hay además una obra de teatro con música basada en Austerlitz de Jérôme Combier y Pierre Nouvel, que lleva como título “Eine Kindheitsreise” (Un viaje de infancia).
8
I. La travesía del exilio ilustrada por W.G. Sebald en Austerlitz “Perdonar. No se puede”, escribió, polémicamente, Simone Weil en su libro La gravedad y
la Gracia.5 En la actualidad parece imposible pensar sin imágenes, sin metáforas y sin
culpas. De esto infiero se haya plasmado en mi mente la imagen metafórica de la travesía
del exilio como el devenir de un río, al querer analizar una novela de posguerra que narra
las circunstancias inexcusables a las que el nazismo, de manera inclemente, orilló al pueblo
judío. Inevitablemente rememoro la historia de Moisés cuya condena de muerte, por nacer
hebreo, sólo pudo ser esquivada al tomar el camino del río. Muerte o exilio parecen ser las
únicas opciones o destinos, a lo largo de la historia, para quienes por existir en un tiempo y
lugar equivocados son “tachados” como “los otros.”6
Uno de los impulsos en la obra del alemán W.G. Sebald es la apelación al desbloqueo
de la memoria7, pues aún quedan remanentes de una ignorancia que fue impuesta en las
instituciones educativas de Alemania y Suiza durante los años sesenta acerca de la Segunda
Guerra Mundial. No obstante, existen dos vertientes en disputa dentro de una misma
nación, por un lado, tenemos la de los alemanes que fueron testigos o ejecutantes de tales
hechos y cuyo silencio intentaba sumergir el recuerdo en las aguas del Letheo, mientras por
otro lado, se encuentra la nueva generación de alemanes a quienes afectó dicho propósito
de ocultamiento.
5 (Weil, 1994:58) 6 También en 1933 los nazis empezaron a practicar su ideología racial. No hay que olvidar que no sólo los judíos, sino también los gitanos roma y los homosexuales eran vistos por ellos como una seria amenaza biológica a la pureza de la raza “aria alemana”, que llamaban la “raza maestra.” 7 Cuando W. G. Sebald escribió sus novelas abogando por la necesidad de la memoria era una época en que aún no se abrían, en la historiografía internacional, las interrogantes ante una actualidad saturada de memoria con las implicaciones político-sociales derivadas del “uso público de la historia”.
9
La consecuencia de una memoria impropia y “a conveniencia” que distorsiona la
historia, se haya cimentada en “un cerrar los ojos” ante los hechos por parte de los
“ejecutantes” y los testigos, en una evasión de las víctimas en trauma, y en la falta de
cuestionamientos posteriores sobre los horrores de la guerra que, muchas veces, son
minimizados al ser designados sólo como errores. Esta censura en Alemania a hacer pública
la documentación sobre el exterminio de los judíos a manos de los nacionalsocialistas
indignó a Sebald al grado de suscitar en él el deseo de autoexiliarse, pero además el
objetivo de proyectar, a manera de impronta, una especie de memoria subjetiva que
coexistiera con una colectiva. Sebald se distancia, no sólo de su patria y de una “tradición”
de silencio o “borramiento”, sino de una escuela literaria tradicional, en la que
normalmente las imágenes visuales no tienen cabida. Sin embargo, conserva su idioma
materno para escribir a distancia de su patria en un estilo propio y más cercano a su afán
por la verdad. Su narrativa –que sobrepasa las imágenes meramente retóricas al extenderse
a las visuales y cuyo aporte “expresivo” hace más fértil la enunciación de su objetivo–
proyecta al unísono un determinado momento histórico del siglo XX: la Segunda Guerra
Mundial, y el testimonio de la historia personal del héroe principal de Austerlitz.
Después del Holocausto, Primo Levi, empero, habló de la crisis del testimonio
aduciendo que para la mente humana son inconcebibles los campos de concentración y se
preguntó: ¿Cómo es posible comunicar la deshumanización como tal? No obstante, es bien
sabido que la realidad en Europa durante el dominio nazi superó por mucho el surrealismo
artístico.8 Las metáforas parecieron adoptar entonces una semejanza más afín a la realidad,
8 Vid., Felstiner, 2002:65. En donde se pone en duda que la famosa frase “Schwarze Milch” (negra leche) del poema de “Todesfuge” haya sido una metáfora y no una sustancia en verdad oscura que daban de beber los nazis a los judíos. O las frases nazis que superaron la ironía al afectar el cuerpo físico de las personas para
10
y no ser mero eufemismo del lenguaje verbal. Por otra parte, la fragmentación e
inestabilidad social se vio reflejado en el plano lingüístico. La desconfianza en la lengua –
proclamada por Hugo von Hofmannsthal ya en 1902 en su “Carta a Lord Chandos” y que
había sido una especie de parteaguas, fue retomada posteriormente por la crítica literaria en
lengua alemana– se vio acrecentada con el acaecimiento de la guerra. Theodor W. Adorno
coincidió con Steiner, quien a finales de los años cincuenta, había formulado la
provocadora hipótesis de que la lengua alemana estaba muerta, habiendo sido asesinada y
enterrada por Adolf Hitler. (Cfr., Steiner, 1990:158). Sin embargo, si esto había sido así,
ésta resurgió de las cenizas como ave fénix gracias a la incesante labor de escritores de
posguerra, principalmente de Austria. Los renovadores austriacos más inmediatos de la
prosa después de la Segunda Guerra Mundial, fueron Ingeborg Bachmann, Peter Handke,
Elfriede Jelinek y Thomas Bernhard, que combinaron la crítica social con la
experimentación formal, minando así los fundamentos mismos del sistema tanto lingüístico
como literario, cultural y político. Mientras que en Alemania y Suiza, Peter Bichsel,
Helmut Heißenbüttel, Günter Eich y Günter Grass sobresalieron por su crítica y creatividad
literaria. Todos ellos demostraron que se podía seguir escribiendo en alemán y además
hubo quienes utilizaron nuevos elementos. Involucrar medios visuales en el discurso
literario y filosófico en el siglo XX se ha convertido en algo recurrente. Y es aquí donde W.
G. Sebald, al igual que otros escritores, como el francés Georges Perèc o, inclusive,
filósofos como el alemán Peter Sloterdijk le ceden paso a las imágenes y su inclusión no es
una mera intrusión ilustrativa. En Austerlitz, por ejemplo, las fotografías conforman un tipo
quienes estaban dirigidas. “Arbeit macht frei” para quienes esperaban sólo la muerte por trabajos forzados, o el juego de mesa “Mensch ärgere dich nicht” (¡Hombre no te enojes!) cuya producción provenía de los campos de concentración.
11
de camino de migajas que sirven de huellas o pruebas testimoniales para volver sobre los
pasos de la memoria.
Porque no es fácil asir verdades tan espeluznantes, Sebald sabe que los medios de
expresión en torno al Holocausto deben ser oblicuos, y con el uso de narrativas visuales
logra plasmar elementos simbólicos tangencialmente. Sebald utiliza un narrador que es un
Wanderer9que cuenta la historia de un exiliado y no directamente las experiencias de los
sobrevivientes o los muertos en los campos de concentración. Las fotografías auténticas
utilizadas por Sebald no recrean el tema de la Shoah como se ha venido haciendo de
manera reiterada en la cobertura mediática. Ya que mientras esta última trata el tema de
manera que el trauma no se aleja mucho del morbo y del entretenimiento, Sebald intenta
con dichas imágenes explicar y no sólo exponer. Para que la historia sea un remedio y no
un veneno, lo que se busca es el reconocimiento para que, al contrario de la enérgica
sentencia de Simone Weil, “no olvidar” sea unívoco a la apertura del perdón. Hay que
recordar empero el derecho al olvido en medio de este frenesí de la memoria,10 y ver en el
acto de olvidar un colateral efecto de liberación y absolución tanto para víctima como
victimario. Siempre y cuando se sea capaz de no confundir, de ipso facto, el olvido y el
perdón, puesto que con este olvido nos referimos a un trabajo germinado de la
responsabilidad, en el que “el verdadero perdón, se vuelva un acontecimiento, una relación
personal con el otro”11 y, por otro lado, un alivio del pasado “poniendo acento tónico en el
futuro.”12 Sebald imprime imágenes a lo largo del anillo de cera de la historia porque
9 Palabra alemana que significa: Errante o caminante 10 Una recomendación para adentrarse en el tema del olvido: “Leteo (Arte y crítica del olvido)” de Harald Weinrich, editorial Siruela. 11 Cfr., Jankélévitch,1999: 48. 12 Cfr., Jankélévitch,1999: 24.
12
asimila como en el pensar griego que el olvido como mera ignorancia puede ser un defecto
de lo que no dejó huella en la cera.
II. Wohin Geht Sebald,13 der Erzähler? (¿Hacia dónde va Sebald, el narrador? / Austerlitz a través del pensamiento benjaminiano) En Austerlitz demarcar las fronteras entre autor, narrador y personaje resulta una tarea
laboriosa. En cambio, si se habla sobre las representaciones del pasado que subyacen en la
historia como modelos interpretativos, se encuentra una coexistencia indiscutible entre las
formas mediáticas –no siempre impresas en papel– que cada uno de ellos como
“narradores”, representa. Por otro lado, tanto el narrador anónimo como el protagonista
Austerlitz parecen estar influenciados por el presupuesto del filósofo Wittgenstein acerca
de que “los límites del lenguaje son los límites del mundo”.14 Es quizás debido a ello que
otro tipo de lenguaje no lingüístico como el de las artes plásticas y la arquitectura se
vuelvan, dentro de la obra, aditamentos de una visión más completa de la historia. Dicha
influencia crea una visión de la historia que se aleja del historicismo con su fe en el
progreso y en cambio aboga por la experiencia como piedra angular de las rememoraciones
del protagonista.
Sebald es un autor similar al definido por Walter Benjamin en “El Narrador” puesto
que crea un personaje con las características de los antiguos narradores orales. En el libro
hay una tensión entre los polos de la realidad y los intereses creativos del autor. Acerca de
13 El título de este apartado está propuesto en alemán, debido a la coincidencia de las iniciales de los nombres de Winfried Georg Sebald con “Wohin Geht…” (que significa hacia dónde va) lo que posibilita hacer un juego entre el título del análisis que es, precisamente, sobre la “dirección” que toma la narrativa de W.G. Sebald. 14 Cfr., Wittgenstein, 1957:89
13
Austerlitz Sebald señaló que gran parte del argumento de la trama proviene de un correlato
real de un historiador amigo suyo, pero también mucho de lo dilucidado en la novela son
preocupaciones que le ocuparon a él mismo toda su vida. En su última entrevista Sebald
habla con cierto tono humorístico acerca de la procedencia de su personaje Austerlitz:
Behind Austerlitz hide two or three, or perhaps three-and-a-half, real persons. One is a colleague of mine and another is a person about whom I happened to see a Channel 4 documentary by sheer chance. I was captivated by the tale of an apparently English woman [Susie Bechhofer] who, as it transpired, had come to this country with her twin sister and been brought up in a Welsh Calvinist household. One of the twins died and the surviving twin never really knew that her origins were in a Munich orphanage. The story struck home; it cast my mind back to Munich, the nearest big city to where I grew up, so I could relate to the horror and distress.15
Sebald se nutre de historias transmitidas en televisión, así como su personaje lo hace
de la radio y el cine. A partir del personaje Jacques Austerlitz se plantean problemáticas
fluctuantes entre cuestiones de creación literaria y censuras políticas. Las querellas de
orden político están implícitas en el argumento irreconciliable de una generación de
abnegación y otra que se rebela contra el olvido. Así las formas de representación de una
memoria que no es, precisamente, la de la historia oficial, concuerda con la apertura de
recursos estéticos que el autor se atreve a utilizar retando a la crítica literaria. Con la
“flexibilidad” que le otorga la novela de “ficción realista”, como él la llama, Sebald pone
en tela de juicio a la Alemania de posguerra que se empeñó en guardar silencio durante los
años 60s respecto a su pasado nazi pero también respecto a los bombardeos de las Fuerzas
Aliadas una vez terminada la guerra.16 En la introducción del libro The emergence of
memory, Lynne Sharon Schwartz desarrolla la trama de la novela induciendo a pensar en la
15 “The last Word” fue la última entrevista realizada a WG Sebald por Maya Jaggi acerca de la aproximación oblicua al tema del Holocausto. The Guardian, Friday 21 December 2001 16 Vid., Sobre la historia natural de la destrucción de Sebald.
14
constante diatriba de la memoria y el olvido.
Austerlitz is the closest Sebald comes to writing a “real” novel, with a protagonist driven to solve the mysteries of his lost past. Born in Prague, Jacques Austerlitz was evacuated by train at the age of four, along with other Jewish children, to escape the war. An emotionally frozen Welsh Calvinist couple raise him; in the silence and austerity of their airless house, he “forgets” his early years (much as the Germany of Sebald´s youth managed to “forget” the recent past). When the “vortex of past time” becomes too turbulent, he suffers a breakdown: I had neither memory nor the power of thought, nor even any existence…All my life had been a constant process of obliteration, a turning away from myself and the world. (Schwartz, 2010:13)
A Sebald se le describió como un autor poco convencional por valerse de recursos
que no son propios de la narrativa literaria sino más bien del arte visual. ¿Hacia dónde va
W.G. Sebald como escritor con sus técnicas en Austerlitz y a dónde quiere dirigir la mirada
crítica de sus lectores con sus diferentes recursos narrativos? Para responder a tales
cuestionamientos se ha propuesto a Benjamin por tres razones esenciales: 1)Porque las
teorías de dicho filósofo abarcan aspectos literarios y visuales 2) Se fundamenta por la
influencia que sus teorías tuvieron en las concepciones creativas de Sebald y 3) Aparece
citado en la obra de Sebald.17
Pero mientras Benjamin fue un crítico de la Primera Guerra Mundial que como judío
alemán padeció en carne propia las atrocidades de la Segunda –se vio obligado al exilio y
su trágico suicidio en 1940 se adjudicó al avance de los nazis en territorio francés– Sebald,
nacido apenas 4 años después de la muerte de éste, se autoexilió y lo que le tocó vivir
fueron los rezagos de un silencio institucionalizado en la Alemania y Suiza de posguerra
durante los años sesenta acerca de la Segunda Guerra Mundial. En suma, estamos ante dos
hijos de Alemania exiliados por diferentes motivos, pero hermanados de nuevo por su afán
crítico, la obstinación en exponer las consecuencias de la guerra y los recursos empleados
17 David Darby señala en su texto “Landscape and Memory: Sebald’s Redemption of History” –aparecido en W.G. Sebald: History, Memory, Trauma (apud., Denham, 2006:266)– que en la obra de Sebald es posible encontrar extratextualidad: muchas referencias directas, citas, paráfrasis o simples alusiones a Benjamin.
15
para hacerlo. Y precisamente por esto, otro factor importante que no debemos dejar de lado
es el historicismo, pues la realidad como el producto de un devenir histórico conforma la
obra de ambos. El narrador de Austerlitz dice al escucharlo: “Desde el principio me
asombró cómo elaboraba Austerlitz sus ideas mientras hablaba;[…]y cómo, para él, la
transmisión narrativa de sus conocimientos especializados era una aproximación gradual a
una especie de metafísica de la historia, en la que lo recordado cobraba vida de nuevo.”
(Sebald, 2002:16)
2.1 La experiencia del narrador oral, el escritor como cronista y lo comunicable a través del testimonio. Se alude entonces que Sebald al presentar en su novela la historia del regreso a pie de una
paloma mensajera con su ala rota –cuando ya se había perdido toda esperanza de que
siguiera viva– realizaba al mismo tiempo una metáfora del retorno del escritor-narrador
cuyo destino, pese a los obstáculos, es compartir sus experiencias; de la misma manera
como lo hace desde la diégesis el narrador-oyente al preservar las historias de un
personaje herido y en éxodo, cuya actitud contrasta con la de los soldados heridos de la
Primera Guerra que regresaron parcos y sin mensaje alguno. Benjamin nos recuerda la
finalidad última de la cadena narrador-oyente, oyente-narrador: “Rara vez se toma en
cuenta que la relación ingenua del oyente con el narrador está dominada por el interés de
conservar lo narrado. El punto cardinal para el oyente sin prejuicios es garantizar la
posibilidad de la reproducción.” (Benjamin, 1998:124)
En 1936, aparece “El narrador”, texto donde Benjamin señala que el narrador se
encuentra en aras de extinción. Lo que falta no es el dinamismo de la trasmisión oral que
16
provee de alma a la narración, sino el origen de la oralidad misma, el aprendizaje de la
experiencia, la facultad de transmitir.
Con la Guerra Mundial comenzó a hacerse evidente un proceso que aún no se ha detenido. ¿No se notó acaso que la gente volvía enmudecida del campo de batalla? En lugar de retornar más ricos en experiencias comunicables, volvían empobrecidos. Todo aquello que más tarde se vertió en libros de guerra, nada tenían que ver con experiencias que se transmiten de boca a boca. Y eso no era sorprendente, pues jamás las experiencias y la refutación de mentiras fundamentales, significaron un castigo tan severo como el inflingido a la estratégica por la guerra de trincheras, a la económica por la inflación, a la corporal por la batalla material, a la ética por los detentadores del poder. (Benjamin, 1998:112)
El declive del narrador se debe, según Benjamin, a la aparición del periodismo, cuyos
listados de datos saturan la “historia” a favor de que lo publicado sea plausible.18 Es decir,
que lo “hecho público” pese a su falta de destreza narrativa es “digno de aplauso” y se hará
creíble. Sebald difiere en este punto porque utiliza los modos de información e indagación
del periodismo. El mismo Sebald cree en el estilo cronista como conformador de escritores
literarios, tanto por la recopilación de datos como por las fotografías como soportes de lo
narrado. No sólo lo emplea en Austerlitz, sino también en otras novelas como: Vértigo
(1990)19, Los emigrantes (1992) y Los anillos de Saturno (1995). Ello no impide a Sebald
ser un auténtico narrador y que pueda seguir siéndolo es posible, gracias a la perpetuación
de las letras impresas de libro en libro, como antaño la oralidad lo logró de oído en oído.
Sebald y Benjamin coinciden acerca de la tarea que el “receptor” le debe a la narración.
Benjamin subrayó que los verdaderos “escuchas” se debían olvidar de sí mismos para poder
retener en la memoria por más tiempo y con mayor detalle lo que un narrador les contaba,
para que ellos llegado el momento se volvieran la siguiente fuente de narraciones. (Cfr.,
Benjamin, 1991:113)
18 (Cfr., Benjamin, 1998:117) 19 En Vértigo incluye, inclusive, recortes de periódico.
17
El tipo de narrador en Austerlitz, concuerda nuevamente con el “idealizado" por
Benjamin, pues se ha fundido con la narración del protagonista y son escasas las ocasiones
en que “escuchamos” su propia voz. Lo que el narrador sí forja, a falta de una dialogicidad,
es la estructura para las historias de Austerlitz. El resultado parece evocar una relación
metafísica en la que el escucha se convierte en el recipiente de lo narrado, proveyendo con
ello la forma pero no el contenido. De acuerdo a los tipos de narradores propuestos por
Benjamin podemos estipular que, el narrador propiamente dicho, cumple así con las
características del llamado “campesino sedentario”, precisamente porque su permanencia
refuerza el conocimiento de su propia tierra; mientras que Austerlitz en su calidad de
exiliado que regresa y cuenta sobre sus experiencias podría ser situado en la estirpe del
“marino mercante”. En ambos “priman los rasgos gruesos y simples que conforman al
narrador y su facultad de intercambiar experiencias de manera práctica y artesanal.” (Cfr.,
Benjamin, 1998:112)
El listado de vivencias en Austerlitz, no es mera información acumulada sino que
contiene la experiencia resultante de una vida de movimiento y reflexión, donde lo común,
incluso para los sedentarios, es lo comunicable. Austerlitz viaja por senderos históricos,
culturales e idiomáticos. El oyente-narrador por su parte se vuelve una especie de “testigo
de su testimonio” y es el encargado de hallar “el hilo conductor” de sus anotaciones cuando
es su turno de narrar: “Tan sumido había estado Austerlitz en su historia galesa y yo en
escucharla, que no nos dimos cuenta de lo tarde que se había hecho [...] estuve sentado
hasta casi las tres de la mañana [...] para anotar con palabras clave y frases inconexas tanto
como pude de lo que Austerlitz me había contado durante toda la velada.” (Sebald, 2002:
99-100)
Pero en la “era del testimonio” se abre el debate acerca del valor de los testigos, los
18
supervivientes de los campos de concentración, la memoria de sustitución y el papel de los
meta-testimonios de los escritores queda abierto hasta nuestros días. “El presente dirige el
pasado como un director de orquesta a sus músicos” escribió Italo Svevo. Así a falta de la
confianza en la inmediatez de la voz y el cuerpo que favorece al testimonio, el narrador de
Sebald, se respalda en las fotografías también como meta testimonios para “comprobar” y
“armonizar” en los espacios narrativos sus propias notas.20 Sebald parece coincidir en que
las descripciones psicológicas deben dejarse de lado para que, como escribió Benjamin, la
obra quede “abierta” a la interpretación y perviva más allá de una obra “cerrada”. (Cfr.,
Benjamin,1986:194) Austerlitz expone como cronista los hechos sin explicarlos, y en ese
misterio y esa apertura reside el encanto de su narración. Sin embargo, hay que cuestionarse
“si realmente lo visto es lo acontecido” como sugiere Barrios en su libro Atrocitas
fascinans (Vid., Barrios, 2010:18). No olvidemos que tomar una “instantánea” puede perder
su “infalibilidad” precisamente por su “facilidad artificiosa”. Las imágenes utilizadas por
Sebald no son siempre “testimonios concretos”, muy al contrario, frecuentemente abren
vetas que, incluso, afectan la distorsión psicológica de Austerlitz. Sebald que no considera
Austerlitz como una novela sino como un libro en prosa de género indefinido –lo que
posiblemente se deba a un primer rechazo de los parámetros en que la academia resguarda
al género novelístico, y además a la divergencia de géneros en su libro– recorre su telón,
una y otra vez, velando y revelando para mantener abierta la interpretación.
III. Memoria y conjunción del tiempo en imágenes. Sacar a la luz / Una historia atravesada por imágenes o la memoria a través de imágenes.
20 Podría Benjamin nombrar esto “mosaico” o “montaje literario”, mientras Adorno semejaría estas voces como las notas de la música dodecafónica.
19
Para abrir este capítulo es importante mencionar la confusión que han guardado siempre las
parejas de conceptos historia-memoria y memoria-imagen. Primeramente hay que entender
a la memoria como un factor imprescindible para la estructuración de la historia. Pero
también ver la otra cara de la moneda que desde sus inicios la concibió como un arte más
individual activado por la imagen. Recordemos la leyenda de Mnemosyne y el poeta
Simónides, de quien se dijo de manera lapidaria: “No man has a longer memory than
Simonides.”21 pues es a partir de éste que se proyecta la imagen al arte de la memoria y se
asocia a los espacios físicos. Francis A. Yates, al hablar de la mnemotecnia, la reduce a dos
reglas fundamentales: “La recordación del lugar y la recordación de imágenes.” (apud.,
Florescano, 1999:220)
Paul Ricoeur señala, por ejemplo, en su libro La memoria, la historia y el olvido que
para los griegos el retorno del recuerdo sólo puede hacerse a la manera del devenir-imagen,
pero que, precisamente, la pareja de términos “recuerdo e imagen” muestra el punto crítico
de toda la fenomenología de la memoria. A propósito de señalar que el concepto de imagen
nos viene de dos términos griegos eikon y eidolon –cuya significación amplía la
problemática– pero que, sin embargo, modifican la concepción limitada que se tiene de ella
en su concreción de imitare o en su insustancialidad como phantom. La escritura puede
proveernos de imágenes “materializadas” sólo en la mente y es en este caso donde también
entra en juego la memoria analizada por las neurociencias, la cual está mayormente
vinculada con la imaginación. Este tipo de memoria se distancia –por la falta de
“objetividad” del imaginario o la fantasía– de la utilizada para la conformación de la
21 Crawford, and McBeath, 2011:11
20
Historia y, al contrario de ésta última, su polémica se haya en el dilema de sus medios de
representación más que de su divulgación.
Sebald ejemplifica lo que parece una sentencia al adentrarse en una serie de
elementos realmente tangibles de las consecuencias traumáticas de una memoria
transgeneracional. No obstante, si Sebald cree como Steiner, que el mundo de Auschwitz
reside fuera del discurso como fuera de la razón (Cfr, Ricoeur: 2010: 336), en su obra
literaria, paradójicamente, se ve obligado a salirse en ocasiones del discurso de las letras
para poder representar por medio de imágenes ese mundo irrepresentable de otra forma. En
Sebald es difícil determinar si hay una rivalidad entre los diferentes soportes de
representación tanto de la memoria histórica como del testimonio individual.22 O si la
oscilación existente entre lo visual y lo verbal en su obra es una búsqueda nueva que
prepara el camino para una mejor comprensión de la otredad, que también abarca a la
mediatización para referenciar el pasado. Así inscribir la verdad de lo vivido resulta ser
para Sebald como esa reflexión de la que hablaba Sócrates en la que “lo escrito en el alma
valía por su vinculación con una opinión y/o discursos verdaderos.” (apud; Ricoeur,
2010:31) Lo categórico en Austerlitz es, más bien, un constante relevo entre lo visual y lo
verbal para presentarnos narrativas con contenidos verdaderos; y precisamente analizar los
motivos y consecuencias de esta oscilación para producir una memoria más completa y
fehaciente.
La práctica de la memoria tiene la magia y el poder de trascender el tiempo y
convocar una experiencia a un presente eterno. Sebald aboga para que imagen y palabra
22 En este punto no hay que olvidar que tanto la memoria como el testimonio individuales constituyen la columna sobre la que los archivos colectivos pueden ser material para los historiadores.
21
impresas en un mismo espacio interactúen proveyendo a lo acumulado su verdadero
carácter revelador. Para Sebald hacer vigente la memoria no sólo tiene que ver con un
idealizado resarcimiento de las víctimas sino también para quienes ni siquiera fueron
capaces de poner en tela de juicio sus propias acciones, un posible arrepentimiento, o,
incluso, por atroz que parezca, con la confesión del gozo de desempeñar el papel de
verdugo. La verdad es cruda y su revelación peligrosa como al abrir una caja de Pandora,
pues cómo no ver con consternación el artículo de Götz Ali “¿Qué fue Hitler un carismático
dirigente o un dictador complaciente?”23 en el que señala que no toda la responsabilidad de
lo ocurrido a los judíos debería recaer sobre el Führer, puesto que si se tomaba en cuenta la
eficacia de la propaganda de Göring dirigida a “la panza y corazón” de los alemanes, se
incriminaría a todo un pueblo en su creciente nacionalismo, que no dudó en ser beneficiado
por aumentos de pensiones y por la adquisición de nuevas propiedades. Mientras Sebald
cerca el vínculo entre la tecnología y sus usos políticos, como por ejemplo, con la logística
de deportación o “vagonización” que estaba basada en la logística del sistema ferroviario,24
Maximilian Aychenwald, el padre de Austerlitz, asegura que la intervención mediática
ayudó en el éxito de la propaganda nazi.
Estaba convencido de que los advenedizos llegados al poder en Alemania y las corporaciones y multitudes que se multiplicaban bajo su gobierno hasta lo imprevisible y que, como decía a menudo, lo aterrorizaban literalmente, se habían entregado desde el principio a una pasión ciega de conquista y destrucción, cuyo punto álgido era la mágica palabra mil que el canciller del Reich, como se podía oír en la radio, repetía continuamente en sus discursos. Mil, diez mil, veinte mil, mil veces mil y miles de miles, profería con voz ronca la idea inculcada a los alemanes de su propia grandeza y del objetivo final que los esperaba. (Sebald, 2002:169)
23 Aparecido en Galaxia Gutenberg, Cultura, 15 11/17/06, pág. 27. 24 Claude Lanzmann muestra la relevancia del “transporte” ferroviario, en su película “Shoah” una de las imágenes más constantes son las vías del tren y los trenes mismos. Para Sebald el tema y la descripción de vías ferroviarias es recurrente y en Austerlitz da paso incluso a la rememoración del pasado y a reflexiones sobre el paso del tiempo.
22
Por su parte, Elias Canetti abrió una cuestión más alarmante al revelar el aspecto
oscuro del corazón y pensamiento humano, motivo que explicaría, indirectamente, el éxito
de Hitler. En su libro Masa y poder Canetti hace pública la adicción del sentimiento de
superioridad de los soldados por sobrevivir a miles de muertos: “mientras más grande sea la
pila de muertos entre los cuales uno se sostiene en pie, mientras más seguido se tiene esta
experiencia, tanto más fuerte e ineludible se vuelve la necesidad hacia tales pilas.”25 De
acuerdo a esto, el vínculo existente entre el ascendiente nacionalismo fue proporcional a la
nueva “necesidad” de los “subyugados” de Hitler de encumbrarse sobre la cima de
cadáveres, vencidos por la muerte.
¿A qué viene toda esta injerencia en temas tan controvertidos y escabrosos, cuando
nuestro propósito no es abordarlos por una seducción a lo inhumano o morbo a lo
sanguinario? La razón es encauzar reflexiones que refuercen la necesidad de tener presente
el pasado para poder cuestionar el presente mismo, referir que la memoria trae consigo el
milagro del “reconocimiento” en el sentido de re-conocer y de admitir lo pasado. La
imagen fotográfica sirve a Sebald para hacer válido el testimonio de su personaje en
parálisis anímica, debido a que en este caso, las imágenes son representaciones más
objetivas que el “frágil” testimonio subjetivo del transmisor oral. Dicho contraste con el
“control” nazi en la minuciosidad de los registros por la SS durante el Tercer Reich, sin
embargo, tiene que ver más con un exceso de “racionalidad” que raya en la locura similar a
la del controlador y represor “Gran hermano” orwelliano. Austerlitz dice a manera de
portavoz de Sebald: “Vi balances, registros de fallecidos, listas de todos los tipos
imaginables e hileras interminables de números y cifras, con los que los administradores
25 Traducción grupal realizada durante mi seminario de traducción con la profesora Elisabeth Siefer. La cual fue publicada en La Jornada Semanal, sábado 19 de noviembre de 2005, núm. 559.
23
debían quedarse tranquilos al saber que nada escapaba a su vigilancia [...] el modelo de un
mundo aprovechado por la razón y regulado hasta el más mínimo detalle.” (Sebald,
2002:201) Lo que busca la obra de Sebald –en oposición a lo que hicieron los
nacionalsocialistas, quienes, paradójicamente, a sus innumerables listados archivados,26 los
encubrieron después con años de silencio– es “sacar a la luz” datos por escrito y revelar
eventos en instantáneas que a todos concierne reflexionar como parte de una historia en
común.
3.1 El deber de memoria y la necesidad de duelo. Austerlitz como álbum de la memoria individual y colectiva. Contra la tesis de Bergson quien señalaba que la memoria es una colección de imágenes
fundadas en experiencias individuales, el sociólogo francés Maurice Halwachs sostuvo que
la memoria no era una construcción individual, sino un producto social, un lenguaje y, por
lo tanto, una reconstrucción colectiva.27 Austerlitz, ejemplifica tal reconstrucción, además
de que Sebald da al listado de objetos descritos la calidad de remembranza desde un punto
más simbólico y representativo de la historia. Los listados que él provee representan más
que la mera hacinación proyectada desde una pantalla electrónica en la que se desplaza el
terror y la subjetividad, a favor de conteos de cifras y no de muertos.
En una de las críticas se calificó de risible que yo enumeré todo lo que se veía en la vitrina de la única tienda en el antiguo campo de concentración de Theresienstadt", recuerda Sebald. "No aparece en el libro, pero allí también se veía un pequeño letrero de metal, ya desvencijado, en el que se leía: "Agua de Theresienstadt". Imposible mirarlo con inocencia. Es como la palabra clave que susurra el apuntador en una obra de teatro: detrás de ella, está toda la historia. No creo que en la descripción de aterradores sucesos históricos tenga mucho sentido explayar este terror en cada página. El lector no está en condiciones de asimilarlo. El método siempre tiene que ser indirecto y tangencial, y se
26 Esto a partir del 49, luego de que los aliados devolvieran a Alemania los archivos. 27 Vid; Florescano:1999: 218.
24
tiene que intentar dejar en claro a los buenos lectores -los hay- que el autor piensa siempre, o con mucha frecuencia, en el tema. Para mí, escribir este libro ha sido el intento de crear un museo alternativo del Holocausto. Aunque también es cierto que tan pronto algo terrible se ponga en un contexto estético, se convierte en conmensurable. Es el dilema moral de toda escritura.28
W.G. Sebald, queda caracterizado como un escritor cuya erudición y elegancia de
estilo no se pelea con su postura ética de poner al descubierto los crímenes del régimen
nacionalsocialista. La mixtura de elementos de este “álbum-novela” pone al descubierto el
proceso de duelo y el deber de memoria de su personaje. La memoria herida de Austerlitz
se ve obligada a confrontarse siempre con pérdidas, tales como: la patria, los padres, la
lengua materna y su propio nombre. Y a estos perjuicios pretéritos puede añadirse la laguna
inconciente acerca de su pasado previo a su exilio. Lo que Austerlitz no sabe hacer como
adulto es el trabajo que la prueba de realidad le impone, es decir, la labor de duelo que es
parte integrante de la acción verdadera del recuerdo. Se podría decir, entonces, que las
imágenes fotográficas impulsan a Austerlitz a inquirir no sólo en su pasado sino en el de
sus padres, y en esta búsqueda de identidad debe aceptar todo tipo de archivos, en especial,
el fotográfico, el cual adquiere un valor de veracidad similar al de los instrumentos de
documentación científica. Logrando así que la ausencia de una primera persona narrativa en
Austerlitz, sea corroborada por el “yo estuve ahí” de las fotografías.
Por otro lado, los estudios culturales, gracias al boom de la memoria a partir de los
años ochenta, ha terminado considerando a la memoria como una “materia” de estudio cuyo
campo de significación se amplía. Ya no es considerada únicamente una lista de recuerdos,
una cuestión mnemotécnica o una historiografía positivista con una única posición. Es ahí
donde entra en juego la “reconstrucción”, por medio de una herencia visual y verbal, de 28 Cita, aparecida en una entrevista realizada a Sebald por José María Pérez Gay. www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Sebald.htm
25
esta memoria individual, a la vez que colectiva, de la que se sirve Sebald. Autor-escritor y
protagonista-fotógrafo se sirven del lenguaje verbal y del visual para tratar de acceder a
otro campo creativo que les conceda mayores posibilidades de impresión y expresión de su
“oficio”, para plasmar así una mejor comprensión no sólo de un pasado histórico sino de
una búsqueda expresiva personal. Comparemos expresiones alternas de ambos, mientras
Sebald señala en una entrevista “Si estoy en camino escribo notas de lo que veo, y también
tomo notas con la cámara fotográfica.” La siguiente referencia del narrador en una de las
primeras descripciones de Austerlitz no deja lugar a dudas de la ínclita similitud: “[…] Se
distinguía también de los restantes viajeros en que era el único que no miraba con
indiferencia al vacío sino que se ocupaba en tomar notas y hacer dibujos[…]” (Sebald,
2002:11)
Así, transitando en las ciudades como en un órgano vivo, autor y personaje, van
“trans-citando” y “trans-cribiendo” rastros de sus experiencias. Ambas citas parecen aludir
al juicio de Sebald contra el tabú en Alemania de mirar hacia atrás.29 Susan Sontag escribió
que se le asignaba demasiado valor a la memoria mientras el pensamiento había quedado
desvalorado o era ínfimo. (Cfr. Sarlo, 2006:26) Sin embargo, en este caso, el valor de
recordar está ligado irrevocablemente al pensamiento como reflexión. Aquel vacío al que se
mira con indiferencia recuerda al pasado eludido durante mucho tiempo por la mayoría de
los alemanes. El olvido simula, el hueco de los años de 1939 y 1945, en el que muchos de
su generación se habían sumergido. Las sombras –que recuerdan a las artificiales del
nocturama donde inicia la diégesis y que nos sitúa en el espacio y tiempo en que el narrador
conoce a Austerlitz– no son, por lo tanto, las vorágines que conlleva toda confrontación
29 Hay que diferenciar entre RDA y RFA donde la divulgación y la censura eran diferentes.
26
intelectual, moral o política. Paradójicamente, muchas veces los catedráticos, los escritores
y los filósofos fueron quienes quisieron obnubilar hechos, que implicaban una mejor
comprensión del presente y no únicamente una infructífera acción de recordar. Mientras
Austerlitz como víctima representa, al inicio de la obra, una conciencia reprimida cuasi-
voluntariamente como la de los “verdugos” mismos, Sebald como testigo, es representante
del ocultamiento que le fue impuesto, a manera de censura, a la generación posterior. El
interés de Sebald por reconstruir la memoria colectiva de los judíos a través de la memoria
personal de Austerlitz es muestra de su paradójica necesidad por legitimar el testimonio
individual.
Sebald, un crítico de posguerra, arroja luz sobre el olvido institucionalizado a
propósito de revelar las atrocidades realizadas por sus “compatriotas” durante el nazismo.
Las necesidades éticas para dilucidar los errores cometidos a lo largo de un momento
histórico específico lo motivaron para hacer un libro cuya proyección les recordara a sus
lectores la función de un álbum familiar asimilable también a la de un museo o archivo del
Holocausto. Sebald se convierte entonces en un tipo de velador del pasado olvidado. Y a
pesar de que su obra está contextualizada en una época en la que la derecha, como apunta
en The Natural History of Destruction, se había apropiado del tema del Holocausto, él logra
trasmitirlo de manera renovada. Gracias a los ojos de su personaje principal, un exiliado
con un breve desfase del tiempo del “hecho en cuestión”, la historia deja de ser un fósil
inalterable y el archivo una hacinación de papel sin sentido. Precisamente por la
reinterpretación del nuevo receptor la historia en pretérito perfecto se inscribe en el
presente inmediato de su narrador y oyente, y con ello se crea el espacio-temporal necesario
para que el personaje principal trabaje en su trauma y, al mismo tiempo, en saldar su deuda
27
de rememoración con las víctimas de quienes vivieron en carne propia la Shoah. El develar
el pesado pasado tiene entonces también que ver con el trabajo en deuda que tiene el
escritor como transmisor de una historia no oficial, por lo que crea una obra-testigo.
Es importante señalar que la deuda con las víctimas no está vinculada, en este caso,
con culpabilidad. Tampoco se debe errar al situar el concepto de víctima a partir de un
“yo”, pues como señala Todorov, la víctima, en que es menester enfocarse, es “la víctima
que no es nosotros”. De acuerdo a ello, no se debe confundir a Austerlitz con una de las
víctimas sino considerarlo un guardián de sus voces. Según Ricoeur en el frenesí de la
conmemoración es la captación de la palabra muda de las víctimas la que permite cambiar
el abuso de la memoria en un uso. Así cuando el deber de memoria excede los límites de
una simple fenomenología de la conciencia de la historia –y surgen casos en que el
compromiso con la escritura coincide con el político, como en el caso de Sebald– podemos
pensar en cómo funciona el proceso de memoria impresa en papel. De acuerdo a Barthes
“nos inscribimos en la Historia mediante un trabajo de escritura, pero, evidentemente,
solamente nos inscribimos en una Historia de bastante largo alcance; a través de la
escritura, no nos inscribimos en la Historia presente, inmediata.” (Barthes, 2003:187)
En Austerlitz el deber de memoria oscila continuamente entre uso y abuso porque su
manifestación permanece cautiva del síndrome de obsesión. Así es como el deber de
memoria puede pasar por abuso de memoria bajo el signo de memoria manipulada, sin
embargo la finalidad es opuesta. Ricoeur respecto al tema escribió: “Es cierto que ya no se
trata de manipulaciones en el sentido delimitado por la relación ideológica del discurso con
el poder, sino, de manera más sutil, en el de la demanda de justicia de las víctimas.”
(Ricoeur, 2011:121) Y añade, citando a Aristóteles, que la relación del deber de memoria
28
con la idea de justicia se dirige siempre hacia el otro así como la deuda se tiene con los que
fueron antes que nosotros. (Cfr., Ricoeur, 2011:121) Andreas Huyssen señala que “la
memoria no puede ser un sustituto de la justicia; es la justicia misma la que se ve atrapada
de manera inevitable por la imposibilidad de confiar en la memoria.” (Huyssen, 2002:39)
Sin embargo, frente a tal aparente impasse, se debe abogar actualmente por una memoria
capaz de admitir sus propias fallas pero también de sustentar sus propias representaciones
como testimonios palmarios.
3.1.1 Trama y trauma / Austerlitz y su similitud con Paul Celan
El fenómeno de la memoria, que en el pensar griego es considerado un tipo de catalizador
para lograr la verdad, se repliega muchas veces cuando la memoria es una memoria herida.
Austerlitz puede ser un modelo de la distorsión por la evasión pero también de la búsqueda
y de la recepción de una memoria más compleja y completa. Al principio Austerlitz redujo
su conocimiento histórico a uno que no incluyera visos de dolor a su propia historia. Lo
relevante en esto es la contradicción existente entre la ignorancia que conlleva su “olvido”
y su profesión como historiador de arte y arquitectura.
Para mí, el mundo acababa al terminar el siglo XIX. Más allá no me atrevía a ir, aunque, en realidad, toda la historia de la arquitectura y la civilización de la edad burguesa que yo investigaba se orientaba hacia la catástrofe que ya se perfilaba entonces. No leía periódicos, porque, como hoy sé, temía revelaciones desagradables, encendía la radio sólo a horas determinadas, perfeccionaba cada vez más mis reacciones defensivas y creaba una especie de cuarentena e inmunidad que, al mantenerme en un espacio cada vez más estrecho, me ponía a salvo de todo lo que de algún modo, por remoto que fuera, estuviera en relación con mi historia anterior. (Sebald, 2002:142)
Austerlitz bloqueó el pasado que amenazaba, con su carácter de unheimlich, su actual
disposición en el mundo. Este oscuro peso de olvido parece contrastar con un exceso
29
sintomático de ardid semiótico acuñado en él posteriormente. Como ya se mencionó la
memoria histórica de lo que ocurrió al pueblo judío durante el nazismo se va dando con el
mismo retornar al pasado de la propia historia de los padres de Austerlitz. Dicha historia
inicia su travesía con la búsqueda de sus orígenes. A la edad de 15 años, le es revelado su
verdadero nombre, con el que deberá firmar sus documentos oficiales. Jacques Austerlitz,
dejó de ser, de un día para otro, Dafydd Elias, ese niño de 4 años y medio que llegó a vivir
a Inglaterra. En este país cuyo idioma desconocía vivió con sus padres adoptivos una vida
que no le pertenecía, y es a partir del conocimiento de su verdadero nombre que va
surgiendo una verdadera identidad.
El misterio que va revelándose a Austerlitz y su aceptación del pasado logra una
historia que se completa con sus indagaciones. Sin embargo, hay un tiempo en que sólo
encuentra datos nebulosos, cabos sueltos que sólo podrá atar por los “restos tangibles” del
pasado; es decir, por los archivos en sus diferentes versiones. Así su historia individual que
es, al unísono, espejo y reflejo de la de muchos judíos que se vieron exiliados al igual que
él, encuentra eco gracias a los nuevos registros de una sociedad cuya memoria se había
valido principalmente de la oralidad.
La señora Ambrosová, que con excepcional cortesía había arrimado una silla para mí junto a su escritorio, me escuchó, con la cabeza un poco ladeada, de la forma más atenta, cuando yo, por primera vez en mi vida, comencé a explicar a alguien que, por diversas circunstancias, mi origen había permanecido oculto para mí y que, por otras razones, me había abstenido de investigar sobre mí mismo, pero ahora, como consecuencia de una serie de acontecimientos significativos, había llegado a la conclusión o, por lo menos, a formular la conjetura de que, a la edad de cuatro años y medio, en los meses que siguieron inmediatamente al estallido de la guerra, había dejado la ciudad de Praga con alguno de los llamados transportes de niños que salieron de allí y, por eso, había venido al archivo con la esperanza de poder encontrar en el registro, con sus direcciones, a las personas de mi apellido que vivían en Praga en el período comprendido entre 1934 y 1939, que sin duda no podían ser muchas. (Sebald, 2002:150)
30
Los recuerdos individuales salen muchas veces a flote por la memoria colectiva.
Austerlitz dice: “Cuando salí del tren en Lovosice, aproximadamente una hora después,
creía llevar semanas de viaje, cada vez más hacia el este y cada vez más atrás en el
tiempo.” (Sebald, 2002:188) Sin embargo, lo que se insinúa aquí no sólo es el cambio de
los conceptos dentro de los parámetros espacio-temporales sino la injerencia de otros
modos de transmisión en la conformación de la memoria tanto individual como colectiva.
La forma de transmisión oral inicial dio su giro testimonial al ser trasmitida por los medios
de comunicación tecnológicos. Por lo que a la oralidad se superponen experiencias
transmisibles también en la escritura y, posteriormente, en los soportes tecnológicos como
la radio, el cine, la televisión y la fotografía. De ahí que la radio sea el medio por el cual
Austerlitz recuerda y refuerza su propia memoria: “Lo que oí fueron las voces de dos
mujeres, que hablaban entre sí de cómo en el verano de 1939, siendo niñas, las habían
llevado a Inglaterra en un transporte especial. […] supe, sin lugar a dudas, que aquellos
recuerdos fragmentarios eran también parte de mi vida.” (Sebald, 2002:144)
Esta reproducción de historias por voces ajenas favorecen a la memoria individual
reprimida la cual queda resuelta, parcialmente, por los discursos mnemónicos de otros con
experiencias en común. Austerlitz como adulto debe ir en busca de su identidad, y esto lo
hace, a través de imágenes que otras personas que sí fueron testigos, transmiten a su
memoria. Así, una memoria social articulada por voces del pasado, o proveniente de
archivos, bibliotecas, monumentos u otros lugares simbólicos, fungen como aditamentos de
su propia asimilación. Sin embargo, para superar el luto del que habla el psicoanálisis y
alcanzar la per-laboración que estudia Heidegger, Austerlitz debe reconocerse como
fragmento de una rememoración más generalizada y basar su interpretación de la memoria
31
en una crítica menos personal. Las tribulaciones de Austerlitz tienen su origen en un pasado
anterior al suyo y, por lo tanto, pertenecen a lo denominado “trauma transgeneracional”, por
lo que parecen estar afectadas por el “abuso de la memoria”. Luego entonces el trabajo de
rememoración desencadena, más que una nueva interpretación objetiva, la distorsión
personal. Y así como las formas intermediáticas muchas veces manipulan los testimonios
para cumplir los fines de los detentadores del poder, Austerlitz desdibuja sus recuerdos a
“propia conveniencia” rescatando la potencialidad benéfica del olvido. Pero a su vez es
afectado por el suspenso nefasto de toda falta de concreción o consumación de la memoria.
La latencia de la memoria en él se asienta en el sótano donde se guardan pasados que alguna
vez habrá que desempolvar, pues como señala Ricoeur, la memoria está conformada también
por esos resquicios del olvido. La comprensión de una memoria de identidad depende
también del idioma y época específicos de esa memoria colectiva a la que se integrará.
Austerlitz percibe al idioma también como un espacio de la memoria del que, al
desvincularse, deja de pertenecer también a una sociedad con sus registros comunes.
Si se puede considerar al idioma como una antigua ciudad, como un laberinto de calles y plazas, con distritos que se remontan muy atrás en el tiempo, con barrios demolidos, saneados y reconstruidos, y con suburbios que se extienden cada vez más hacia el campo, yo parecía a alguien que, por una larga ausencia, no se orienta ya en esa aglomeración, que no sabe ya para que sirve una parada de autobús, qué es un patio trasero, un cruce de calles, un bulevar o un puente. Toda la estructura del idioma, el orden sintáctico de las distintas partes, la puntuación, las conjunciones y, en definitiva, hasta los nombres de las cosas corrientes, todo estaba envuelto en una niebla impenetrable. Tampoco entendía lo que yo había escrito en el pasado, sí, especialmente eso. (Sebald, 2002:126)
Sarlo dice que no es el sujeto quien se restaura a sí mismo en el testimonio, sino una
dimensión colectiva. Por ello cuando la experiencia se vuelve una manifestación pública
como en el caso de Austerlitz –quien está ávido de las anécdotas de otros por su calidad
“aleccionadora” tal y como la concibía Walter Benjamin– nos preguntamos entonces ¿qué
32
significa que Lethe, representado por los recuerdos reprimidos de Austerlitz sean la base de
su memoria pero también la fisura de su cordura? Una posible respuesta se halla en la teoría
neurocientífica que postula al olvido como protector de la cordura y la sobrevivencia, puesto
que sin estos “espacios en blanco” la mente se colapsaría o sufriría un desorden
postraumático. Y precisamente a Austerlitz, dentro de la trama le es diagnosticada epilepsia
histérica.30 La siguiente cita muestra que esta enfermedad lo hace percibir el carácter falaz
de los rastros de su pasado que él ha venido creando e, incluso, es causante de la distorsión
de los signos comunicativos de una historia incompleta.
Además me ocupaba continuamente de aquella acumulación de conocimientos que había continuado durante decenios y que me servía de memoria sustitutiva y compensatoria, y sí, a pesar de todas las precauciones, como no podía dejar de ocurrir, me llegaba alguna noticia peligrosa para mí, era evidentemente capaz de cerrar los ojos y oídos y, en pocas palabras, de olvidar aquello como cualquier otra molestia. Esa autocensura de mi pensamiento, el constante rechazo de cualquier recuerdo que apareciera en mí, exigía sin embargo, de cuando en cuando, según continuó Austerlitz, mayores esfuerzos y llevó inevitablemente por fin a la paralización casi completa de mi capacidad lingüística, la destrucción de todos mis dibujos y notas, mis interminables vagabundeos por Londres y las alucinaciones que tenía cada vez con más frecuencia, hasta llegar a mi derrumbamiento nervioso en el verano de 1992. (Sebald, 2002:143)
Así queda ejemplificado que también la autocensura tiene efectos colaterales en el
modo de comunicación con el mundo y con uno mismo. Lo que significa que el “olvido” es
temporal y que el regreso del pasado no siempre es liberador. Lo importante en este caso es
el impulso de un pasado comprendido en el presente para lograr una proyección hacia el
futuro. Para ejemplificar esto, hay que esbozar algunos términos en alemán, lengua en que
escribió Sebald su obra, y que fundamentó mucho de su concepción sobre la memoria y el
tiempo. Los conceptos son estudiados por los filósofos Walter Benjamin y Heidegger. Lo
que en Benjamin asume el carácter de una rememoración (Eingedenken), que es un
30 Vid., Sebald, 2002:268
33
encuentro con “algo” del pasado que, sin embargo, no es ónticamente pasado, como un
hecho afectivo, sino una posibilidad no cumplida. El Eingedenken no es por ende el recuerdo
(Erinnerung, que tienen que ver con la interiorización de un recuerdo, o el Andenken, que
tiene que ver con “pensar en”) sino con algo perturbador, que nos asalta y viene a
interrumpirnos en el curso continuado de nuestra urgencia con el tiempo. Desde este punto
de vista, y en lo que respecta estrictamente a la problematización experiencial del tiempo,
hay así una familiaridad entre el Jetztzeit (tiempo ahora) benjaminiano y el Ereignis
(acontecimiento) heideggeriano: ambos nos alcanzan en el presente desde el pasado, e
interrumpen el tiempo para abrir el futuro.31
Las diferencias existen también en el aspecto social y político, en cuanto a si se fue
víctima o victimario, de manera que tanto unos como otros debieron enfrentarse a las huellas
que habían impreso tras ellos. La evasión de Austerlitz es entendible pues, visto como
víctima, la activación completa de su memoria destruiría su identidad de por sí fragmentada
con la amenaza de abrir múltiples lecturas de significación. Las neurociencias explicarían el
desplome de Austerlitz al final de la historia como el resultado de elementos traumáticos en
tensión. La obsesión patológica por recuperar el pasado perdido hace que los excesos de una
“memoria artificial” choque con los abusos de una “memoria natural”, que, de manera
terapéutica, está trabajando los trastornos de una memoria manipulada desde un plano ético-
político. (Ricoeur, 2010:82-81)
31 Vid., Walter Benjamin y Carl Schmitt: Contrapunto sobre la soberanía y la teología política. La herejía interpretativa de Benjamin. Francisco Naishtat, CONICET, UBA, UNLP. Disponible en: http://dc360.4shared.com/doc/yasF9s-T/preview.html
34
Acerca de experiencias individuales que se vuelven parte de una historia colectiva en
común, es categórica la similitud que el trastorno de Austerlitz guarda con el del poeta del
famoso poema “Todesfuge”, quien traumatizado durante mucho tiempo fue parco en
proporcionar datos sobre su juventud o la Shoah. (Vid., Celan, 2000:11) Se entiende porque
el Holocausto, según Huyssen, se ha vuelto un tropos –que se refiere también a otros
contextos de genocidios– y un “deber de memoria”32, puesto que crea lazos entre personas
reales e, incluso, personajes con destinos comunes. Por ejemplo, los padres de Celan,
perecieron en campos de concentración al igual que los del personaje de la novela Austerlitz.
Sebald señala que la experiencia directa afecta a la concreción de la memoria, a la
exteriorización del olvido y a la forma de expresar los eventos traumáticos. Otra similitud
entre Celan y Austerlitz, es su condición de exiliados, huyendo es como se les enseñó a
sobrevivir. Austerlitz logra sobrevivir gracias al olvido y retraimiento, de ahí, la importancia
del olvido y no sólo desde las neurociencias sino desde las políticas de la memoria que trata
Huyssen y Weinrich. Su amiga Marie, cuyo interés amoroso ha quedado defraudado por este
rechazo le dice: “siempre te has mantenido un poco distante, lo he entendido muy bien, pero
ahora es como si estuvieras ante un umbral que no te atreves a traspasar.”33 (Sebald,
2002:218) Austerlitz que pasó su infancia en un cuarto con ventanas selladas y su
adolescencia internado en un colegio, se sintió a punto de gritar por una gran ansiedad,
incomprensión e indignación al toparse un día con una casa con todas sus ventanas abiertas.
La visión que a sus ojos parecía un improperio y era algo simple, se debió a su sistema de
memoria priming, que de acuerdo a las neurociencias conlleva al reconocimiento de un
32 Habría empero que explorar y cuestionar la antigüedad de este “deber” de memoria. 33 Así para aliviarse de los remordimientos de la incomprensión, acepta confrontarse al destino de sus padres y al suyo propio, con lo que como consecuencia afloran sentimientos que estuvieron ocultos tras la máscara de la indolencia.
35
trauma por estímulos visuales que se han almacenado de manera inconsciente. Así, lo que
nos hace recordar está relacionado con objetos con una alta posibilidad de ser reconocidos.
Comparemos esta reacción de miedo y rechazo ante “la apertura”, que hace eco de la
frase de Celan: “Cuando se abre una puerta…vacilo tanto tiempo, hasta que vuelve a
cerrarse.” (Celan, 2000:103) Algo paraliza a Celan, ¿es la culpa que sentían los judíos
sobrevivientes? La causa parece ser la misma culpa acallada en Dafydd Elias –antes de
saber pronunciar su verdadero nombre “Jacques Austerlitz”– y en general la de todos los
judíos que se salvaron en el exilio. Este nombre verdadero, que se contrapone al falso y a su
identidad ficticia hasta entonces, es la marca de un pueblo que como masa o colectivo se
vuelve un solo cuerpo.34 ¿Qué mejor imagen que la de un niño leyendo la Biblia galesa en
la que se muestra a los judíos, cuyo destino los proyecta como a un solo cuerpo atravesando
el desierto hacia la tierra prometida? Es así que aún de adulto Austerlitz cuenta de su
asimilación con este pueblo. “Realmente, dijo Austerlitz en una ocasión posterior cuando
abrió ante mí la Biblia infantil de Gales, sabía que, entre las diminutas figuras que poblaban
el campamento, yo estaba en mi verdadero lugar.” (Sebald, 2002:59)
Austerlitz recuerda cómo, en sus primeros años formativos, vivió semi-oculto tras
ventanas herméticas que por fuera lucían normales. Coincide, ahora que hablamos de
“ventanas”, pensar en su asociación con la libertad; pues para todo cautivo, o enfermo, se
vuelven los “ojos al mundo”, además de enmarcar ennoblecen con ello los paisajes
exteriores como lo hacen los marcos a las obras artísticas. Oculto, tras ventanas selladas por
maderos, adivinamos el silencio de sus padres adoptivos, de ese pastor parlante sólo en las
34 Recuérdese al escritor judío austriaco Hanz Meier que adoptó del francés su nombre de Jean Améry, o al comediante Fred Astaire quien se llamaba en realidad Frederik Austerlitz y al que el mismo Jacques Austerlitz hace referencia.
36
misas y de su esposa Gwendolyn. Pero no hay que dejar de lado el hecho de que también las
imágenes mentales sirven para escapar de la realidad de un presente insostenible y que no
son sólo el resultado de alucinaciones de la inconsciencia. El niño Dafydd encuentra el
bálsamo a ese aislamiento y silencio en los libros, y la libertad en las imágenes que él mismo
se crea de sus múltiples lecturas; devora todo lo que sus ojos alcanzan, recorre los pasajes
como paisajes; y las imágenes que vienen a manera de ilustraciones -en la Biblia o en los
Atlas- se vuelven presas que aprisiona en la memoria. Austerlitz como niño llena el vacío
amenazante, con imágenes y letras, y como adulto provee de significado todo lo que el
hombre ha creado en este “mundo interpretado”.
3.2 Los límites del lenguaje verbal y su interacción con lo visual. De lo inanimado al mundo animal Sebald como germanista conoció muy bien a Adalbert Stifter, Hugo von Hoffmannsthal y
Thomas Bernhard que pertenecen a la tradición literaria austriaca que se enfoca en “las
cosas pequeñas” de la existencia humana y en los detalles del mundo natural. Influenciado
por estos escritores y, a su vez, por el filósofo Wittgenstein, Sebald cuestiona los límites del
lenguaje verbal para representar el lenguaje de la naturaleza, los animales, y las cosas.
Sebald abordar con la misma fuerza a los animales o a lo inanimado, y así tanto animales
como objetos son temas centrales de su obra. Sin embargo, no renuncia a la escritura y en
sus obras literarias manifiesta que lo “más nimio” e inanimado es símbolo de una grandeza
inabarcable e inaprensible para el humano. Para Sebald es importante intentar “representar
lo incomprensible”, incluso, lo enigmático de seres más indefensos y poco considerados en
nuestro antropocentrismo.
37
La muestra más interesante de dicha influencia, se logra comparando algunas citas en
donde Sebald parece hacer eco de “La Carta de Lord Chandos” de Hofmannsthal. Este
poeta y dramaturgo plasmó en este escrito –dirigido al filósofo y científico, Francis Bacon–
su renuncia total a la actividad literaria. La causa de esta tajante postura es la desconfianza
en el lenguaje humano cuyos límites se hacen evidentes ante la imposibilidad de expresar la
agonía de seres cuyo lenguaje, a su vez, desconocemos. Curiosamente el espanto y el dolor
de unas ratas, que él mismo ha mandado envenenar, le conmueve, a tal grado, que se
plantea la pregunta del espanto de las ratas ante la muerte. No obtiene de sí mismo como
escritor una respuesta satisfactoria, lo que le ha sido revelado por los animales y los objetos
no sólo es la falta de comprensión sino la incapacidad de representación verbal.
Hofmannsthal concibió como un reto todo lo que sus ojos veían, pues por un lado era
incomprensible para su mente humana, inaprensible para sus manos de literato, y por otro
lado innombrable también para el lenguaje humano:
Pues es algo completamente innominado y probablemente apenas nominable lo que se me anuncia en tales momentos llenando como un recipiente cualquier aparición de mi entorno cotidiano con un caudal desbordante de vida superior. No puede esperar que me comprenda sin un ejemplo y debo pedirle indulgencia por la ridiculez de mis ejemplos. Una regadera, un rastrillo abandonado en el campo, un perro tumbado al sol, un cementerio pobre, un lisiado, una granja pequeña, todo eso puede convertirse en el recipiente de mi revelación. Cada uno de esos objetos, y los otros mil similares sobre los que suele vagar un ojo con natural indiferencia, puede de pronto adoptar para mí en cualquier momento, que de ningún modo soy capaz de propiciar, una singularidad sublime y conmovedora; para expresarla todas las palabras me parecen demasiado pobres. Es más, también puede ser la idea determinada de un objeto ausente, a la que se depara la increíble opción de ser llenada hasta el borde con aquel caudal de sentimiento divino que crece suave y súbitamente.35 Así había dado yo recientemente la orden de echar abundante veneno a las ratas que había en los sótanos de una de mis granjas. Partí a caballo hacia el atardecer y no pensé más en el asunto, como bien puede usted imaginar. Entonces, cuando voy cabalgando al paso por la profunda tierra arada, sin nada más grave a mi alrededor que una cría de codorniz espantada y a lo lejos, sobre los campos ondulados, el gran sol poniente, se abre de pronto a mi interior ese sótano lleno de la agonía de esa manada de ratas.[…] En esos momentos, una criatura insignificante, un
35 Curiosamente con esta frase parece estar definiendo a la ecfrasis, la cual analizaremos más adelante pero además abogaremos por la capacidad también procreadora de la palabra.
38
perro, una rata, un escarabajo, un manzano raquítico, un camino de carros que serpentea por la colina, una piedra cubierta de musgos, se convierte en más de lo que haya podido ser jamás la amada más apasionada y hermosa de la noche más feliz. Esas criaturas mudas y a veces animadas se alzan hacia mí con tal abundancia, con tal presencia de amor, que mi mirada dichosa no es capaz de caer sobre ningún lugar muerto alrededor de mí. Todo, todo lo que existe, todo lo que recuerdo, todo lo que tocan mis pensamientos más confusos, me parece ser algo. (Hofmannsthal, 2001:42)
Por su parte Austerlitz, se pregunta por el terror padecido por una polilla en el
momento del extravío que inevitablemente la inducirá a la muerte: “A veces, al ver una de
esas polillas que mueren en mi casa, me pregunto qué clase de miedo y de dolor sienten sin
duda en el momento en que se extravían.” (Sebald, 2002:97) Esta analogía sirve para
entender mejor el siguiente apartado, en el que se trata de exponer la razón por las que
Sebald no sólo le da relevancia a los animales dentro de su obra, sino además a los objetos
y a lo inanimado.
3.2.1 Espacios y tiempos de la memoria en los objetos, la arquitectura y las fotografías. El dolor y el horror quedan circunscritos a la propia experiencia y, pese a eso, son de los
leitmotivs o tópicos, más presentes en la literatura y las artes. Son también de los menos
logrados según Sebald, quien además señala que uno de los problemas esenciales para
autores del siglo XX es cómo traducir el horror en palabras. Después del exterminio nazi se
abrieron múltiples interrogantes sobre “la representación”, debido a las atrocidades que se
creían impensables. Se puede afirmar que los espacios de la memoria que trabaja Sebald los
conforma a partir de su interés por las ciencias naturales, la antropología y la arquitectura.
Su personaje Austerlitz, como alter ego, postula también la imposibilidad del lenguaje para
describir los terrores de la vida y la agonía de la muerte, por eso su búsqueda se dirige hacia
“el mundo que hemos construido”. Los significados y representaciones se encuentran
entonces en lo que conforma la cultura, la sociedad y la política, desde un nivel “a ras de
39
suelo” es decir a partir de “cosas palpables”, la estructura de las ciudades y sus edificios,
sus fortificaciones, sus monumentos, su arte y sus objetos cotidianos.
La importancia que en Austerlitz le da Sebald a las ciudades y al sistema ferroviario
se alude por la inserción de un plano vial que aparenta ser más un atlas anatómico. La
analogía visual entre las vías con las arterias y fibras musculares36 hace que se piense en la
urbe como en un organismo vivo. Así también para Sebald, el envejecimiento de las
ciudades tiene un significado más trascendental, incluso, las paredes viejas y sus grietas le
revelan la lucha contra la amnesia humana, y con ello la lucha contra la falsedad histórica.
Austerlitz menciona que, al parecer, Alemania se ha encargado de borrar toda huella de su
pasado nazi y que la completa renovación de sus ciudades enfatiza, que la manía por el
orden y la limpieza alemanas pretendían, principalmente, extinguir cualquier indicio de lo
atroz: “[…] y me inquietó que, al levantar la vista a las fachadas de ambos lados de la calle,
incluso, a los edificios más antiguos a juzgar por su estilo, que se remontaba a los siglos
XV o XVI, en ninguna parte, en los gabletes, marcos de ventana o alféizares, se podía ver
una línea torcida de tiempos pasados.” (Sebald, 2002:225)
Lo urbano y el desarrollo tecnológico que lo transforma, juegan, entonces, un papel
importante, pues marcan su injerencia en los individuos. Las ciudades pueden ser percibidas
como los museos de la historia en cuanto a ser también mausoleos de lo que ya “ha sido”.
Benjamin habla del fotógrafo Atget, que para desenmascarar esa realidad expuesta en
imágenes convencionales, tuvo que hacerlo enfocándose en motivos vanguardistas los cuales
mucho tenían que ver con el tiempo que transcurre sobre las ciudades: “Atget buscó lo
apartado y desaparecido, por más que estás imágenes se dirigen al tiempo contra el sonido
36 Sebald, 2002: 135
40
exótico, ostentoso y romántico, que resuena en los nombres de dichas ciudades: así expulsa
el aura de la realidad, como el agua de un barco que se hunde.” (Benjamin, 2007: 394)
Lo anterior podemos vincularlo con Sebald y las imágenes que usa a través de
Austerlitz quien como fotógrafo rastrea objetivos históricos en el detalle, lo apartado y lo
inusual, además de que, atribuye no sólo a los seres vivientes y objetos memoria, sino que a
las ciudades, las estaciones, u otros espacios arquitectónicos, los concibe como escenarios
que conjugan el rompecabezas de la historia. Las ciudades son un tipo de museos por las
historias que guardan y la arquitectura tiene con los usos que se les ha dado. Por ejemplo: el
campo de concentración de Theresienstadt, las construcciones como el fuerte de Breendonk,
los planos de Vauban, y la Bibliothèque Nationale de París son el resultado de sistemas
totalitarios pues en ellos se refleja una sucesión violenta de opresión. Al mismo tiempo que
hacen referencia a la era de la representación arquitectónica en la que una construcción
impone visual y premeditadamente una ideología de subyugación o grandeza. Para
Austerlitz la arquitectura es “emblema de la violencia absoluta”. Rolf Renner, en su texto
“La construcción intermediática de la identidad: una reflexión acerca de Austerlitz de W.G.
Sebald”, dice al respecto de la construcción arquitectónica de la Bibliothèque Nationale de
París,37 que además de su carga histórica tiene de la Ilustración, al igual que las obras de
Piranesi y de Escher, dimensiones y entrelazados que resultan un tipo de trastorno de la
percepción:
La interrelación entre arquitectura y poder, que remite a la tesis de Foucault sobre la relación entre el orden del discurso y los dispositivos del poder, llega a su punto cúlmine en la nueva Bibliothèque Nationale de París. Por un lado, dicha biblioteca se encuentra en el lugar donde se supone que se encontraban registrados y almacenados en varios depósitos, durante la Segunda Guerra Mundial, las pertenencias de los judíos deportados. Es sobre esos sedimentos de la historia de la violencia que se erige la arquitectura
37 Apéndice: Fig.1
41
cartesiana de la biblioteca, basada en formas geométricas sencillas. Theresienstadt/ Terezin, las estaciones de tren, los campos de concentración y el sistema de guetos obedecen a la misma razón numérica que garantiza, tal como la escritura y el concepto, el dominio del hombre por el hombre en la era de la representación. Esta relación desarrolla a la vez una dialéctica interna. La biblioteca, que parece visualizar la mathesis universalis del Iluminismo, trae aparejada una segunda asociación visual. No es casual que ésta se le presente al observador como un barco en un entorno extraño. Así se establece una relación entre el recuerdo del viaje oceánico utópico del Iluminismo y la concepción en la que el naufragio es entendido como una señal que presagia el destino del hombre. (Renner: 2010: 47-48)
En opinión de Sebald, el afán de los alemanes por restaurar tan prontamente sus
ciudades no sólo se debió a la eficiencia y auge económico envidiables, sino a la intención
premeditada de sepultar su pasado. Austerlitz, que deambula por las metrópolis citándolas a
veces como necrópolis de la historia, parece hacer una metáfora al referir que la ciudad de
Londres está cimentada sobre muertos. Se redescubre la historia bajo los escombros, bajo el
halo de la muerte que alumbra como lámpara el pasado olvidado. Las ciudades, como los
museos, contienen restos del pasado en un plano material e inmaterial. Así, estudiando “lo
concreto” se pueden analizar en su complejidad culturas, ideologías y sistemas políticos.
[…] y recuerdo que uno de los arqueólogos, con el que entablé conversación, me dijo que en cada metro cúbico de tierra sacada de aquella fosa se habían encontrado, por término medio, los esqueletos de ocho personas. Sobre la capa de tierra depositada encima de los cuerpos hundidos con el polvo y los huesos la ciudad creció, en el curso de los siglos XVII y XVIII en una maraña cada vez más intrincada de calles y casas pútridas, fabricadas con maderos, terrones de barro y cualquier otro material disponible, para los más humildes habitantes de Londres. (Sebald, 2007:134)
La reconstrucción de las ciudades no debía significar entonces la necesidad de borrar
los errores y horrores del pasado sino atribuirles una salida pública para poder evitarlos
posteriormente. Aunque cada ciudad tiene sus muertos, no hay que dejar morir con ellos sus
historias, ni a la historia sepultarla con las restauraciones. Sin embargo, cuando Austerlitz
se explaya en la descripción del escaparate de un “Antikos bazar” –la única tienda de
Theresienstadt, que al haber sido un campo de concentración puede verse ahora como un
42
tipo de ciudad-museo– muchas de las piezas son descritas en su “esencia reveladora” y,
como objetos expuestos, ceden a develar algo de sí mismas o a ser indicios de
interpretaciones, o reflexiones filosóficas que hablan sobre el devenir del tiempo.
Dice Benjamin: “No hay acontecimiento o cosa en la naturaleza animada o inanimada
que no participe de alguna forma del lenguaje, pues es esencial a toda cosa comunicar su
propio contenido espiritual.”(Benjamin, 1998:91) Si la característica del hombre actual es
reconocerse en sus orígenes, en su entorno y en las cosas preservadas, es importante hablar
de la concepción de Benjamin acerca del lenguaje de las cosas debido a que también puede
relacionarse con la función que le da Sebald a la serie de listados de objetos impresos en su
escritura. En “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres”, el filósofo
nombra como “lenguaje de las cosas” lo que Sebald denominará “la memoria de los
objetos”. Es notable la relación que guarda Sebald con Benjamin, quien a su vez mantuvo
correspondencias con Hofmannsthal, respecto a la concepción del lenguaje que supera lo
lingüístico. No hay duda de que los objetos con el paso del tiempo adquieren un aura que las
ubica como íconos o evidencia,38 pero tampoco hay duda de que sean los sujetos quienes les
aportan dicho valor de reliquias u objetos simbólicos.39
38 A una década de la tragedia del 11 de septiembre en el Hangar 17 del JKF Airport se han expuesto 1200 objetos, a manera de instalación, que documentan el derrumbamiento del WTC, así en su calidad de artefactos son vistos casi como arte mismo. Señala Hal Foster en su artículo “The Last Column” publicado en el London Review (Vol. 33, No. 17) que es difícil no ver en las fotografías y los objetos expuestos “At Ground Zero” sin su valor icónico. 39 Austerlitz dice, “como loco pensaba que por todas partes me rodeaban signos y secretos” (Sebald, 2002:217). La sobre-interpretación de Austerlitz es muy similar a la percepción patológica de Bloch el antihéroe de “El miedo del portero ante el penalty” de Peter Handke, cuento sobre el cual Sebald escribió el ensayo “Bajo el espejo del agua”, en el que analiza la sintomatología de la alineación de Bloch. Sebald demuestra en este escrito su interés por las patologías surgidas de traumas y miedos, así como las consecuentes inferencias en el lenguaje por parte de pacientes, e hizo de su propio personaje un modelo de ello. Por otro lado, cuando Sebald hace el análisis de Bloch expresa lo siguiente: “Las fotografías que el sujeto que sabe su existencia amenazada se ve obligado a hacer ininterrumpidamente de los objetos y sucesos de su entorno, tienen, con independencia de su especial función de seguridad para el individuo perturbado, la significación
43
Así aparecen en Austerlitz, “retratadas” por la escritura y la fotografía, lo que
podríamos enmarcar como “naturalezas muertas”. Sin embargo, en este caso los registros
muestran su relación más con la arqueología que con la patología, sea una revelación
metafísica, una revelación neurológica imaginaria o una revelación racional de la historia.
Los objetos de un bazar son descritos como vestigios del sentido de vidas pasadas, cuya
agonía hay que recordar para que nos expliquen el curso de la historia, para poder tener una
relación dialógica con los otros que vivieron antes que nosotros y entender nuestro propio
lugar en la historia actual. Aunque los objetos también portan su propia historia o carga
simbólica, Austerlitz los resignifica y provee de una nueva vida al hacer a partir de ellos una
serie de descripciones tipo ecfrástico conjunta con algunas reflexiones. Para Austerlitz, por
ejemplo, una esculturilla en porcelana o una ardilla disecada marcan el punto en el tiempo
en que una escena se colapsa porque nunca llega a finalizar. Y así como sucede con las
fotografías que, según Benjamin respecto al aura que despiden, parecen concebir vida
propia, la capacidad “dinámica” de lo inmóvil se muestra en el acto representativo de una
escena pasada en el presente. Es así como la conjunción de pasado y presente se hallan en el
mismo espacio gracias a la memoria. Una historia se eterniza porque en la memoria la
temporalidad no tiene cabida. La nana de Austerlitz habla de la incapacidad del observador
de entrar en el misterio de las fotografías del pasado, además de en las imágenes fijadas en
ellas como almas en prisión.
Pasaron minutos, dijo Austerlitz, en los que me pareció ver también la nube de nieve dirigiéndose al valle, hasta que oí a Vera seguir hablando de la impenetrabilidad que parece propia de esas fotografías surgidas del olvido. Se tenía la impresión dijo, de que algo se movía dentro de ellas, de que se percibían pequeños suspiros de desesperación, gémissements de désespoir, dijo ella, dijo Austerlitz, como si las imágenes tuvieran su
más amplia de que también el registro artístico de la realidad “vida” sólo puede realizarse en la bidimensionalidad de la imagen o del texto” (Sebald, Pútrida Patria:101) parece estar haciendo al unísono la descripción de sus propias representaciones.
44
propia memoria y se acordaran de nosotros, los supervivientes, y los que no están ya entre nosotros. (Sebald, 2002:184)
Austerlitz tiene, incluso, la sensación de que el tiempo no existe sino sólo diferentes
espacios interconectados por una fuerza estereométrica en la que los vivos y los muertos
pueden ir y venir según sus ganas, en el que el tiempo está trabajado de esa manera
precisamente.
Todos los momentos de mi vida me parecen entonces reunidos en un solo espacio, como si los acontecimientos futuros existieran y ya sólo aguardaran a que nos presentáramos de una vez en ellos, lo mismo que, atendiendo una invitación que hemos aceptado, nos presentamos en un momento determinado en una casa determinada. Y ¿no sería imaginable, continuó Austerlitz, que tuviéramos también citas en el pasado, en lo que ha sido y en gran parte se ha extinguido, y tuviéramos que visitar lugares y personas que, casi más allá del tiempo, tienen una relación con nosotros? (Sebald, 2002:258)
Angelina Muñiz-Huberman, por ejemplo, en su libro El siglo del desencanto –con la
autoridad que sólo tiene quien ha vivido en carne propia la experiencia del exilio– señala una
afección que nos ayuda a entender la percepción espacio-temporal de quienes fueron
desterrados, y que parece coincidir con la apreciación del tiempo en Austerlitz:
Por eso, el exiliado busca márgenes, límites, una tierra nueva. Reflexiona sobre la inmortalidad al considerar que ha perdido el estado paradisiaco, se enfrenta a un nuevo aprendizaje y, lo más grave, a una fragmentación de la identidad. Se empeña en afirmar el pasado en la continuidad y en el momento presente. Convierte el presente en una acumulación rememorativa de hechos y datos ya vividos. Desarrolla y ejerce la exégesis a cada golpe de manecilla de reloj. (Muñiz-Huberman, 2002:50)
Ahora bien, Benjamin define el aura como “El entretejerse siempre extraño del
espacio y el tiempo; la irrepetible aparición de una lejanía, y esto por más cerca que se
halle.” (Benjamin, 2007:394) Es esta lejanía que nosotros percibimos ajena la que, gracias
al aura de las fotografías que Sebald utiliza en Austerlitz, sentimos más reconocible puesto
que nos arraiga a un proceso de identificación con el pasado a pesar de la transformación
que conlleva el paso del tiempo. Austerlitz, en contacto directo con los objetos, recibe de
ellos también su carácter aurático, que muchas veces también como fotógrafo eterniza.
45
Entonces, no sólo los objetos y el devenir de las ciudades y su arquitectura son
manifestaciones de un lenguaje “material y espiritual” sino que la misma fotografía como
medio representativo de ellas es uno. Dijo Austerlitz que, para él, “el mundo acababa al
terminar el siglo XIX”40; esta neblina del “saber y ver” se le disipa estando en Terezín que,
al haber sido un campo de concentración, es también un tipo de museo. Ahí encuentra
“evidencias” de la terrible experiencia de persecución que sus padres vivieron y se basa en
ellas para abrir conjeturas sobre su muerte. Paradójicamente al inicio las certezas no se la
dan ni en las imágenes ni en las palabras y concluye: “Leí los letreros, unas veces a toda
prisa, otras palabra por palabra, contemplé las reproducciones fotográficas, no dí crédito a
mis ojos […]” (Sebald, 2002:200)
En Europa y Estados Unidos, desde la década de 1970 con la restauración historicista
de los centros urbanos, ha habido una transición que promueve a los paisajes y a las
ciudades como museos.41 Por escenificarse en las ciudades eventos históricos, Sebald las
concibe como archivos, y observa su retrato de ellas tanto de manera visual como verbal.
Las imágenes logradas por las palabras y las formas tienen la potencialidad de traer el
pasado al presente o llevarnos del momento presente a una época pasada. Todas estas
referencias son de utilidad para entender cómo va entretejiendo Sebald la historia y cómo
aprovecha los diferentes tipos de imágenes en su narrativa. Para entender los diferentes
usos de las imágenes fotográficas en Austerlitz habrá que tener en cuenta dos vertientes de
la funcionalidad que desempeñan, pues parecen convergir como producto técnico y como
producto psíquico, lo que quedará ejemplificado en los apartados sobre la fotografía. Por
otro lado, es necesario considerar el aspecto mismo de imágenes que están impresas en 40 Cfr., Sebald, 2002:142 41 Vid., Pretéritos presentes: medios, política, amnesia de Andreas Huyssen.
46
estas fotografías, por lo que hacer una lista taxonómica de sus usos puede sernos útil,
aunque evidentemente es posible que la categorización ceda a la restricción. Sin embargo,
los usos más representativos son los siguientes: testimoniales, ilustrativas, extraídas de
películas, y por último las integradas por un doble referente, es decir, las que capturan
creaciones artísticas. Así los motivos de las imágenes fotográficas son de ojos, rostros,
personas, aves, polillas, ciudades, fuertes, estaciones de tren, bolas de boliche, ilustraciones
bíblicas, planos arquitectónicos de palacios, la cúpula de un hotel, cuadros, acuarelas, hasta
un tipo de close-up de fragmentos, como la flor de un mosaico, las escaleras, las raíces de
un castaño, su mochila de viaje, su foto de niño, etc. Todos estos objetivos fijados por la
fotografía están a su vez con su texto correspondiente. Sin embargo, hay algunas imágenes
ausentes que están estructuradas sólo con la dimensión que la palabra les concede.
IV. La fotografía como testimonio y como material de ficción. La evidencia de lo real en la novela gráfica “Maus” y “Austerlitz” Cuando Roland Barthes alude a la etimología de la palabra imagen, que en latín es
“imitare” (Barthes, 1986:29), nos remite a la “imitación de lo real” que fue, no sólo la
motivación primordial del arte pictórico, sino también de la fotografía y la literatura.
También cuandos se cuestiona sobre la subyugación de la imagen al texto es factible pensar
en las fotografías usadas por Sebald como medios extratextuales que rompen con la función
meramente ilustrativa. Resulta un tipo de sincretismo de unir la palabra y la imagen con el
afán de demostrar con mayor verosimilitud una realidad histórica, en ciertos aspectos,
inefable. Aquí hay que aclarar que la memoria tiene mucha relación con la enargeia,
concepto clásico que puntualiza que el recuerdo esta conformado en su mayoría por
imágenes visuales y que entre más vívida la imagen más profundamente se queda la
47
experiencia en la memoria. Lo visual contribuye además a la pretensión de presencia en la
obra literaria, ayudándola con ello a acercarse al ser de las cosas. Dotar de enargeia a un
texto equivale a servirse de la palabra para dar una descripción tan vívida que ponga el
objeto representado ante el ojo interno del lector. Hagstrum ha definido la enargeia como la
actualización de dicha potencia, la realización de la capacidad o habilidad, “la culminación
en el arte y en la retórica de la vida, dinámica y llena de sentido, de la naturaleza.” (Steiner
2000:39)
Si la enargeia se concibe además como sinónimo de la evidentia en la fotografía, se
puede pensar entonces en “Pequeña historia de la fotografía” de Benjamín donde cuestiones
históricas y aspectos filosóficos se ven afectados por la decadencia de la fotografía; lo que
por otro lado, lleva a relacionar a la imagen con los modos de producción, lectura y
descripción. Según Benjamin, al inició la fotografía estaba hecha para perdurar, casi como
consecuencia del mismo esfuerzo del fotógrafo y el procedimiento largo que requería. Este
largo proceso para producirla le concedía una asaz valía al motivo capturado, no como
ahora sucede con las instantáneas que al ser “tomadas con un solo clic” y no ser
“conformadas con tiempo y esfuerzo” le restan valía y credibilidad al objetivo ya de por sí
fugaz. (Cfr., Benjamin, 2007:387) Pero algo usual en Benjamin son las aparentes
contradicciones, pues a pesar de decir que la fotografía en su declive ya no aporta más que
imágenes efímeras, refiere en otra cita que la fotografía es a la criminalística lo que la
imprenta a la escritura, así como técnica que ayuda a recordar conforma parte de nuestro
pasado (Cfr., Benjamin, 1972:63). Es bien sabido, que la preferencia de Benjamin por la
forma de transmisión oral estribaba en considerarla más “artesanal” y por ello más
enriquecedora. Sin embargo, admitió que la oralidad es una manera insegura de conservar
48
el pasado debido a que sólo lo fijado “materialmente” tiene la posibilidad de corroborar y
preservarse y dice: “La fotografía hace por primera vez posible retener claramente y a la
larga las huellas del hombre.” (Benjamin, 2007:63)
Cuando Sebald por su parte, incluye fotografías auténticas, además de sus otras formas
narrativas, lo hace con el fin de llevar su obra a su máxima evidencia. Además de que en un
contexto decimonónico, en la tradición alemana especialmente, el autor está forzado a
legitimar sus fuentes, casi a manera de historiador. ¿Podría decirse entonces que su obra
estaba dedicada, primeramente, a lectores germanos? Luego de leer la siguiente respuesta,
en la que alude al origen y razón de ser de fotografías en su obra, se acepta el hecho de que
la obra que surgió a raíz de protestar contra el silencio germano va dedicado a sus
compatriotas.
Well, the pictures have a number of different sources of origin and also a number of different purposes. But the majority of the photographs do come from the albums that certainly middle-class people kept in the thirties and forties. And they are from the authentic source. Ninety percent of the images inserted into the text could be said to be authentic, i.e., they are not from other sources used for the purpose of telling the tale. (Schwartz, 2010:40)
Sebald que desprecia en la historia las imágenes prefabricadas utiliza fotos genuinas –
algunas enigmáticas, otras muy sencillas–. Para él, que piensa se debe empezar a innovar el
modo de ver y además el modo de producir, sus propias obras pueden estar siguiendo un
patrón falso e impositivo, sin embargo, sus fotografías no son el registro perverso del horror
que muchas veces aparece en las imágenes del siglo XX, y tampoco se convierten en
fetiches de la historia que le restan valor a las personas y eventos. “Todos nosotros, incluso
los que creemos haber prestado atención a lo más mínimo, recurrimos sólo a decorados que
se han utilizado con harta frecuencia en la escena. Tratamos de presentar la realidad, pero,
49
cuanto más nos esforzamos, tanto más se nos impone lo que siempre se ha visto en el teatro
histórico.” (Sebald, 2002:75)
Se puede decir por lo tanto que la fotografía que es, precisamente, piedra angular de
la memoria histórica, no siempre debe apreciarse por la fidelidad con que reproduce a su
referente, pues mucho de “lo visto” es también un constructo de la historia. Sebald, utiliza
las fotografías como un discurso narrativo alterno a la historia impuesta, porque éstas
parten de lo individual y no de lo genérico como lo hace la historia. Sebald, además,
asimiló que la historia está hecha de verdades y de evasiones o ficciones; y él mismo sacó
provecho de cada una de ellas. Por ello, en sus historias es difícil discernir lo real de la
ficción. La composición de Austerlitz está supeditada a la realidad. Respecto a su interés
acerca de las fotografías dice:
The other function that I see is possibly that of arresting time. Fiction is an art form that moves in time, that is inclined towards the end, that Works on a negative gradient, and it is very, very difficult in that particular form in the narrative to arrest the passage of time. And as we all know, this is what we like so much about certain forms of visual art –you stand in a museum and you look at one of those wonderful pictures somebody did in the sixteenth or the eighteenth century. You are taken out of time, and that is in a sense a form of redemption, if you can release yourself from the passage of time. And the photographs can also do this – they act like barriers or weirs which stem the flow: I think that is something that is positive, slowing down the speed of reading, as it were. (Schwartz, 2010:41-42)
Todas las imágenes narrativas sirven además como hilo conductor de la diégesis y la
memoria, las cuales carecen en sí de linealidad. Por un lado la intención de tal obra es sacar
a la luz un hecho que marcó de manera individual y colectiva a quienes fueron enviados al
exilio en los famosos “Kindertransport”42, y por otro lado, proveer el espacio donde le es
permitido a la verosimilitud caracterizar a lo verídico, como una máscara que oculte los
42 Desde el 2006 hay un monumento conmemoratorio de estos niños enviados al exilio en la estación de Liverpool Street en Londres.
50
rasgos difíciles de aceptar, pero que sin embargo, como representación siga proveyendo
material de reflexión. Así, su obra nos introduce oblicuamente al tema del Holocausto que
muchos otros han hecho de manera más descarnada y visceral, pero no necesariamente más
provechosa. Marianne Hirsch cita a Frohmayer en su texto Family Frames, haciendo
referencia a la distancia que se logra con las fotografías: “To Frohmayer, documentary
images are a form of evidence. They affirm the “having-been-there” of the victim and the
victimizer, of the horror. They remove doubt, they can been held up as proof to the
revisionists. In contrast, the aesthetic is said to introduce agency, control, structure and,
therefore, distance from the real, a distance which might leave space for doubt.” (Hirsch,
1997: 24)
Sebald estructuró una historia que nos coloca en el camino de la reflexión y no,
inmediatamente, en el de la ignorancia por el rechazo del espanto. En una entrevista,
hablando sobre los campos de concentración, confiesa ser tangencial en sus formas
narrativas: “No creo que en la descripción de aterradores sucesos históricos tenga mucho
sentido explayar este terror en cada página. El lector no está en condiciones de asimilarlo.”
A propósito de lo indirecto, Lynne Sharon Schwartz dijo que Sebald inventó una nueva
forma de prosa la cual bordeaba los límites entre “fiction and nonfiction” (Schwartz:
2010:15). Austerlitz es una obra difícil de catalogar de acuerdo a los parámetros de ficción
y no ficción, lo que lo asemeja al “Maus” de Spiegelman, quien insistió, después de muchas
diatribas, que a su comic se le clasificara como nonfiction (Hirsch:1997:24). Y
precisamente uno de los fundamentos que, dentro de la misma obra, defienden la
concepción de no ficción es la “presencia” del hermano y del padre del autor que son
51
también sus personajes.43 Las fotografías en blanco y negro que hacen posible esta
presencia tienen la intención de documentar como instrumento que “demuestra” la unión de
la familia o que representa la ideología de vínculo con los antepasados. Otra semejanza que
guarda la obra de Spiegelman con la de Sebald es que, mientras la primera está basada en
los relatos de su padre, en la segunda también tiene mucha inferencia la vida de sus
progenitores aunque las fuentes orales son indirectas ya que han muerto. Lo que Hirsch
habla sobre el “Maus” podría adecuarse por mucho a la obra de Sebald como álbum de la
memoria familiar y colectiva. Si en la posmodernidad, la familia ocupa un lugar poderoso y
que a su vez está poderosamente amenazada, se debe entender la importancia de protegerla
de cualquier ruptura violenta que puede ser estructurada de la guerra, el racismo, el exilio,
etcétera.
Art Spiegelman’s Maus functions as a paradigmatic and generative text for my argument, allowing me to mark out the aesthetic and political parameters raised within my particular reading of postmodernity. Maus is a familial story, collaboratively constructed by father and son. The Spiegelman/Zylberberg families have lived through the massive devastation of the Holocaust, and thus the details of family interaction are inflected by a history that refuses to remain in the background or outside the text. Their story is told, drawn, by the son, who was born after the war but whose life was decisively determined by this familial and cultural memory. Art Spiegelman’s memory is delayed, indirect, secundary –it is a postmemory of the Holocaust, mediated by the father-survivor but determinative for the son. He uses his father’s oral testimony and the few personal artifacts that have endured– photographs, documents, the few remaining records of a culture almost completely annihilated. (Hirsch: 1997:13-14)
Si para Hirsch el álbum familiar es “the most basic of such imagetext”(12), no en el
sentido de la prose picture de Mieke Bal, en el que la imagen sólo existe por la palabra,
sino en la conjunción de imagen y texto. Austerlitz es también uno de los mejores ejemplos
en el que el texto y la imagen interactúan como álbum familiar. Por otro lado, el título de
ambas obras revela el tema latente por su similitud sonora con “Auschwitz”. “Maus” se
43 Apéndice: Fig. 2
52
transforma en “Mauschwitz”, mientras que “Austerlitz”, aunque tiene otras implicaciones
históricas y locales, también es asociado con el campo de concentración. Las similitudes de
los autores radican en los cuestionamientos que se plantean a sí mismos para representar la
violencia y el horror del nazismo. Spiegelman expresa dentro de su propia obra “I feel so
inadequate trying to reconstruct a reality that was worse than my darkest dreams”.
(Spiegelman, 1997:176) La manera tangencial de la que habla Hirsch puede verse aceptada
y rechazada por esta “novela gráfica” en la que los personajes adquieren un aspecto
animalesco por las máscaras que usan sobre su rostro humano.44 Pero quizás esto no es una
manera indirecta de la obra, sino más bien una manera más “realista” de representar la
deshumanización, en las diferentes versiones que promulgaron víctimas y victimarios.45
Recordemos que las cuestiones de los límites del lenguaje y del esteticismo que fue el tema,
por antonomasia, del círculo de Viena (1947-1952), surgió precisamente después de la
Segunda Guerra Mundial, cuando el espanto y la muerte provenía de humanos
inhumanizados que a su vez deshumanizaron a otros.46 Spiegelman también dice acerca de
la representación de esta realidad: “There’s so much I’ll never be able to understand or
visualize, I mean, reality is too complex for comics…so much has to be left out or
distorted.” (Spigelman, 1997:16) Durante la obra, él busca también en el archivo
fotográfico las huellas que fueron inaccesibles a través de los relatos orales, el misterio
oculto tras los velos del pasado. Pero por otra parte, muestra escenas muy fuertes que
44 Apéndice: Fig.3 45 “Sólo unos años más tarde leí en Jean Améry sobre la horrible proximidad física entre torturadores y torturados”. (Sebald, 2002: 30). 46 “The Jews are undoubtedly a race, but they are not human.” Adolf Hitler. Epígrafo del Maus de Spiegelman.
53
capturan la mirada del espectador, el cual es capaz de detenerse a observar elementos
viscerales gracias a la distancia de los dibujos del comic.
Sebald exhortó a que su obra sea tomada como una obra testimonial de la generación
de sus padres durante el nazismo y de su protagonista en exilio. Y también se cuestionó
como el autor del “Maus”, sobre si era conveniente o no mostrar “al rojo vivo” eventos
impactantes. Lo que diferencia a Sebald de Spiegelman es que éste no muestra cuerpos
famélicos entrelazados unos a otros, como “arquetipo” del Holocausto, sino que sus
fotografías son más persuasivas por su carácter enigmático, el cual queda resuelto por la
historia verbal que las acompaña. Hagamos un paréntesis sobre la finalidad de la narrativa
persuasiva o la retórica de Sebald, la cual, como bien sabemos, no se reduce a lo
comunicado por escrito u oralmente, sino que puede emitirse de las imágenes fotográficas
que también poseen otro tipo de testimonio o mensaje por descubrir. Podemos decir
entonces, que Sebald exige para sus obras material auténtico aunque su molde sea el de la
ficción. Como autor utiliza las fotografías, más que como elementos de composición
estética, como prueba persuasiva para el lector. Entramos ahora al tema de la credibilidad
de la fotografía lo cual subyace en su poder denotativo, que llega a ser la prueba de fuego
de lo dicho, porque se dice que aquello que se ve, que se manifiesta se convierte en una
realidad tangible. Es así que el blanco y negro de todas las fotografías en Austerlitz
funciona como una marca enunciativa de la verdad histórica que enfatiza “esto fue así”, en
lugar, del “haber estado ahí”, ya sea como víctima, victimario o autor de la fotografía. En
principio, porque la fotografía que fue concebida en blanco y negro, pese a haberse
superado las condiciones técnicas que restringían el acceso a la toma de imagen en color, se
54
mantuvo siendo una opción atractiva para los fotógrafos más artísticos o que desean
producir una especie de evocación del pasado.
El discurso de las fotografías en Austerlitz ha sobrevivido al tiempo pues, como todas
las fotografías de pasados remotos, éste viene desde personajes que han dejado de
pertenecer a este mundo. Y la generación que observa se ve por ello en la tarea de
reinterpretar este discurso pasado pues el correr del tiempo transforma su significado. Por
ejemplo, la objetividad que proveen las fotografías en un campo más público contrasta con
la historia que reconstruye Austerlitz a través de ellas, su interpretación subjetiva, en
ocasiones, hace de la memoria espacio del imaginario. De ahí inferimos que al usar
fotografías en blanco y negro Sebald, aprovecha plasmar su aspecto denotativo y
connotativo. Para el primer caso aprovecha la confiabilidad que poseen estos colores para
hacernos ver a las fotografías como “antigüedades” cuya veracidad aún poseían las
primeras fotografías en su calidad de auténticas, por otro lado, esa falta de nitidez en ellas
persuade a pensar en que la memoria también borrosa del protagonista aprovecha su poder
denotativo. “Virtualmente” una de las imágenes de mayor facilidad de lectura está
concedida por la fotografía y, a diferencia de la pintura u otras artes visuales, se caracteriza
por ser menos “artificiosa” y por ser una proyección “pura” de sus referentes. Aquí el
criterio tradicional de caracterizar a la fotografía sólo en su objetividad se rompe debido a
un nuevo sistema de saberes en el que la imagen “cobra vida” y exige inevitablemente
participación del observador que se está tratando de persuadir. Piénsese, por ejemplo, en el
ethos del garante o en carácter aurático benjaminiano. Mientras el primero está
relacionado con el autor de la fotografía que manipula su objetivo con la finalidad de
proyectar un determinado ethos (efecto) sobre el espectador, el segundo se enfoca apartir
55
del phatos del espectador. Este pathos surge a partir de la experiencia estética del
espectador con la obra fotográfica o artística, siempre y cuando el “aura” de la fotografía
cumpla con las características de las técnicas de reproducción originales.
4.1 Entre la ausencia y la presencia. La narrativa y la imaginación logradas a través de la fotografía. Una comparación entre la fotografia de Frieda Wolfinger y la de una niña anónima en Austerlitz.
En este caso, la exigencia de desciframiento es la que nos permite analizar una fotografía en
Austerlitz canalizándola a partir de la interpretación de Marianne Hirsch, quien aseveró que
gracias al velo de las fotografías se podía crear a partir de ellas una narrativa incluso en la
apertura de la imaginación. La foto que analiza Hirsch es de una sobreviviente de un campo
de concentración llamada Frieda Wolfinger. La de Sebald es la de una niña anónima de la
comunidad de Llanwddyn, que murió cuando su pueblo quedó sepultado bajo el agua del
embalse de Vyrnwy.47 En la fotografía, la ausencia del referente se da cuando la imagen es
la de alguien que ya no está entre nosotros. En cuanto a la imagen fotográfica, Hirsch
considera que la fotografía sólo adquiere su valor pleno con la desaparición irreversible del
referente, con la muerte del sujeto fotografiado, con el paso del tiempo. (Cfr., Hirsch:
1997:23) Mientras Barthes dice “que la fiabilidad del recuerdo está suspendida en el
enigma constitutivo de la problemática de la memoria, a saber, la dialéctica de presencia y
ausencia en el corazón de la representación del pasado, a lo que se añade el sentimiento de
distancia propia del recuerdo con la diferencia de la ausencia simple de la imagen, sirva
ésta para describir o para fingir.” (Ricoeur, 2010:533) A estas alturas ambas criaturas
fotografiadas están muertas. Lo que permite ver más allá de lo revelado en la foto es lo que
47 Apéndice: Fig.4
56
se escribe sobre ellas. Aquí es la palabra la que tiene el poder de continuar una historia
delimitada por las formas, y la que abre las puertas a la interpretación semiótica o
imaginativa. Hirsch habla de lo que hay detrás de la superficie de la imagen. Y lo ilustra
con “la cortina de Boudinet”, en la negrura impenetrable de una foto, sólo las palabras son
capaces de recorrer las cortinas para aclarar lo que apenas puede insinuarse dentro de un
cuarto oscuro. ¿Pero pueden las palabras revelar, pueden ellas otorgarnos la capacidad para
imaginar qué hay detrás de la superficie de la imagen? La respuesta puede ser afirmativa
cuando la ausencia no sólo es del referente sino de la foto misma. La doble ausencia de
Frieda es como la que “enmarca de manera descriptiva” Barthes en su “Cámara Lúcida”,
quien nos priva de la foto de su madre. De esta forma la foto de la madre de Barthes sólo
existe en el texto por las palabras, es decir, a manera de una narrativa visual. La imagen ha
sido transformada y trasladada a una “prose picture” o a un “imagetext” diría W.J.T.
Mitchell.
Ni la foto de Frieda ni la de la niña anónima, tienen, a primera instancia, rastro
alguno, ni sus rostros fotografiados gestos determinantes, ni el escenario un relieve
contextual, sin embargo, gracias a la información textual taxativa nos liberamos de ese peso
del “unheimlich” (lo extraño, lo desconocido) que se experimenta tras observarlas. Por otro
lado, Barthes añadiría que cuando carecemos de texto es la mirada –semejante a la esquizia
de Lacan, la cual no se resuelve en el puro ámbito subjetivo sino que se produce también en
los dispositivos históricos–48 la que proporciona las tonalidades necesarias de
reconocimiento. Él afirma: “I participe in the figures, the faces, the gestures, the settings,
the actions” (apud., Hirsch: 1997: 25-26). La foto de Frieda nos queda vedada al igual que
48 Vid., Barrios, 2010:24
57
la de la madre de Barthes. Sin la omisión de la foto de la madre de Barthes, explica Hirsch,
nosotros haríamos nuestra propia versión de la imagen y de la madre. Es así que dicha
ausencia autoriza únicamente a Barthes a presentar la imagen de la madre como él quiere
que sea “vista”; a la vez que imposibilita la entrada a su intimidad familiar. Él nos hace ver
de manera narrativa, su mismo método propuesto para la lectura de las imágenes
fotográficas, el cual está conformado por dos términos dispares que se conjugan en una
misma apreciación, el punctum y el studium.
On the one hand, the punctum disturbs the flat and immobile surface of the image, embedding it in an effective relationship of viewing and thus in a narrative; on the other, it arrests and interrupts the contextual and therefore narrative reading of the photograph that Barthes calls the studium: “It always refers to a classical body of information…it is by studium that I am interested in so many photographs, whether I receive them as political testimony or enjoy them as good historical scenes for it is culturally...that I participate in the figures, the faces, the gestures, the settings, the actions. (Barthes, apud., Hirsch: 1997:4)
Hirsch a su vez, nos veda la foto de Frieda. Sin embargo, gracias a su narrativa, a
manera de información o interpretación, podemos vincularla con la foto de la niña en
Austerlitz. Ella dice a manera de una “prose picture”:
There is nothing in the picture that indicates its connection to the Holocaust: Frieda does not look emaciated or deathlike. On the contrary, she looks very much alive and “normal.” She is firmly situated in an ordinary domestic setting –seated on a bench in front of a pretty house surrounded by flowering trees, she is holding a newspaper and smiling, a bit sadly it seems to me, at the camera. Alone, she seems to be asking something of the onlooker, beckoning to be recognized, to be helped perhaps, although, at the same time, she wears a distinctly self-sufficient expression. Her posture articulates some of these contradictions: her body is twisted in on itself, uncomfortable at the edge of the seat. For me, this picture has become an emblem of the survivor who is at once set apart from the normalcy of postwar life and who eagerly waits to rejoin it: in the picture, Frieda remains outside the garden fence, seems to inhabit neither house nor garden. She is the survivor who announces that she has literally “sur-vived,” lived too long, outlived her intended destruction. She is the survivor who has a story to tell, but who has neither the time to do so in the instant of the photograph nor the audience to receive it. (Hirsch: 1997: 20)
58
El texto de Sebald en torno a la fotografía de la niña en Austerlitz añade muy pocos
elementos en comparación con la imagen que describe Hirsch sobre Frieda, pero al hablar
de otras personas del pueblo cede paso a ampliar la vida de ese pueblo acaecido en diluvio.
Una fina brecha nos separa de una interpretación similar con respecto a los elementos
compositivos de la foto que sí vemos. Lo lacónico del texto se ve compensado por la
presencia de la fotografía. La referencia breve a la foto aludida gira también en torno a
otras imágenes que no vemos.
Como por lo demás no había otras imágenes en casa del predicador, he mirado una y otra vez esas escasas fotografías, que más tarde pasaron a ser de mi posesión junto con el calendario calvinista, hasta que las personas que me miraban desde ellas, el herrero con su mandil de cuero, el encargado de la posta, que era el padre de Elias, el pastor que, con sus ovejas, recorre las calles del pueblo, y sobre todo la niña que, con su perrito en el regazo, se sienta en una silla en el jardín, me resultaron tan familiares como si viviera con ellas en el fondo del lago. (Sebald, 2002:56-57)
¿Cómo nos enfrentamos a la muerte de quienes conocemos sólo por imágenes
visuales? ¿Son los medios tecnológicos responsables de nuevas emociones? La respuesta es
afirmativa, si aceptamos que las palabras son capaces de reproducir imágenes mentales, al
igual que las imágenes proyectadas por los medios tecnológicos son capaces de hacernos
reconocer personas que no conocemos “en vivo”. Y en ambos casos, la vida aparente que
conmueve profundamente al observador está ligada a la muerte de la figura representada.
Al parecer cada uno de los medios artísticos o tecnológicos buscan en el rompimiento de
sus propias fronteras un efecto mayor. El cine más estático es considerado más artístico, la
fotografía cuyo motivo se presenta en todo su dinamismo es vista como la más versátil y
valorada. Así el mero espectador se vuelve receptáculo, manipulado respecto a lo que ve y
a lo que está ausente y presente. Las imágenes fotográficas que están conectadas al
Holocausto por su contexto y no por su contenido son el puente que nosotros tenemos para
59
llegar a esa historia del pasado, mientras a su vez es un conducto por el que los muertos
parecen seguir emitiendo mensajes sin cesar. Hirsch dice al respecto: “The Holocaust
photograph is uniquely able to bring out this particular capacity of photographs to hover
between life and death, to capture only that which no longer exists, to suggest both the
desire and the necessity and, at the same time, the difficulty, the impossibility of
mourning.” (Hirsch, 1997:20)
Austerlitz dice sobre el tiempo algo que puede asociarse con la esencia de las
fotografías, la cual no permite que la imagen captada tenga reposo. Así vuelve a remarcar el
poder técnico y psíquico de la fotografía: con su poder técnico de congelar el tiempo nos
hace repasar una y otra vez una acción o inacción eterna. Curiosamente con la siguiente
frase, parece contraponerse al modelo común de asociar a la escritura con la vida y a la
imagen con la muerte. Aquí tanto palabra como imagen conceden perennidad.
Un reloj me ha parecido siempre algo ridículo, algo esencialmente falaz, quizá porque, por un impulso interior que nunca he comprendido, me he opuesto siempre al poder del tiempo, excluyéndome de la llamada actualidad con la esperanza, como hoy pienso, dijo Austerlitz, de que el tiempo no pasara, no haya pasado, de forma que podría ir tras él, de que todo fuera como antes o, mejor dicho, de que todos los momentos del tiempo coexistieran simultáneamente, o más bien de que nada de lo que la historia cuenta fuera cierto. Lo sucedido no hubiera sucedido aún, sino que sucederá sólo en el momento en que pensemos en ello, lo que, naturalmente, abre por otra parte la desoladora perspectiva de una miseria continua y un dolor que nunca cese…(Sebald, 2002:104)
4.2 La fotografía como producto técnico y psíquico. ¿“Imagetext” o ecfrasis de la fotografía de Austerlitz niño? En su libro “Lo obvio y lo obtuso” Barthes habla de que cualquier imagen visual oculta un
mensaje lingüístico. A tal cita hay que asentir con ciertas reservas, es cierto que incluso
cuando se trata de arte abstracto o conceptual, es difícil no asociar las formas más planas a
60
preconcepciones culturales lingüísticas. Sin embargo, como en la actualidad se ha vuelto
axiomático que a una imagen presentada sin texto alguno, su receptor le dé un sentido
racional delimitado por su propio bagaje cultural, también lo es, que sigue vigente el legado
de una prehistoria en donde precedió la narrativa por medio de imágenes (como en el caso
de los jeroglíficos) al relato textual. La interacción entre palabra e imagen continúa siendo
alterna y no siempre está regida por el mensaje meramente verbal. En ocasiones, cuando la
fuente de una idea es un sentimiento o intuición, la imagen visual sirve para aclarar lo que
la palabra no puede estructurar lingüísticamente. A partir de la siguiente cita, Barthes
desarrolla cuestionamientos acerca de la interacción entre texto e imagen.
¿Es constante el mensaje lingüístico? ¿Hay siempre un texto en una imagen o debajo o alrededor de ella? Para encontrar imágenes sin palabras, es necesario, sin duda, remontarse a sociedades parcialmente analfabetas, es decir a una suerte de estado pictórico de la imagen. De hecho, a partir de la aparición del libro, la relación entre el texto y la imagen es frecuente; esta relación parece haber sido poco estudiada desde el punto de vista estructural. ¿Cuál es la estructura significante de la imagen? ¿Duplica la imagen ciertas informaciones del texto, por un fenómeno de redundancia, o bien es el texto el que agrega una información inédita? (Barthes, 1986:34-35).
En Austerlitz, siempre existe el texto que apoya la imagen por lo que como
espectadores-lectores extraemos otro tipo de información a distancia del evento. Es posible
la ausencia de la imagen pero no la del texto que nos lleva a visualizarla. Por otro lado,
Austerlitz, concibe en la fotografía una esencia dicotómica que la vuelve cercana en el
reconocimiento de la imagen pero distante en el recuerdo del evento irrepetible, lo que
parece coincidir con el concepto benjaminiano de emanación aurática. Vale decir que las
fotografías se vuelven el espacio en el que se imprimen cosas inamovibles, pero que
cambian de significado y rostro cada vez que alguien las observa, de acuerdo a la oscilación
anímica del espectador, e incluso, al tiempo que las contextualiza o descontextualiza. Aquí
resuenan ecos filosóficos heraclitianos, el tiempo que pasa por nosotros nos cambia como el
61
río que nunca es el mismo en su transcurrir constante. En el ámbito de las neurociencias la
transformación constante se explica al hablar de la función de la evocación siempre
“transformadora". De esta forma la imagen misma se vuelve personaje de la diégesis. La
siguiente cita proporciona uno de los mejores ejemplos en el que se muestra como la imagen
fotográfica y el texto convergen en esta obra, además del vínculo que tiene con la memoria
en términos de la neurociencia y la psicología.
Sí, y este de aquí, en la fotografía, dijo Vera al cabo de un momento, ése eres tú. Jacquot, en febrero de 1939, aproximadamente medio año antes de haberte marchado de Praga. Debías acompañar a Agáta a un baile de máscaras, en casa de uno de sus influyentes admiradores, y expresamente para esa ocasión te confeccionaron ese traje blanco como la nieve. Jacquot Austerlitz, paze ruzové krávlovny, dice al reverso, de la mano de tu abuelo, que en aquella época había venido de visita. La fotografía estaba delante de mí, dijo Austerlitz, pero no me atrevía a tocarla. Continuamente daban vueltas en mí cabeza las palabras paze ruzové královny, paze ruzové královny, hasta que, desde la lejanía, me llegó su significado y volví a ver el cuadro viviente con la Reina de las Rosas y el chico pequeño que le llevaba la cola. Sin embargo, de mí mismo en ese papel no me acuerdo, por mucho que me esforzara aquella noche y también después. Sin duda reconocía el insólito arranque del pelo, echado sobre la frente, pero por lo demás todo se había extinguido en mí por un abrumador sentido del pasado. Desde entonces he estudiado la fotografía muchas veces, el campo desnudo y liso en que me encuentro, pero sin que pueda recordar dónde estaba; la zona oscura y borrosa sobre el horizonte, el cabello rizado del niño, espectralmente claro en su borde exterior, la capa sobre el brazo aparentemente doblado o, como pensé una vez, dijo Austerlitz, roto o entablillado, los seis grandes botones de madreperla, el sombrero extravagante con su pluma de garza y hasta los pliegues de las medias, he examinado todos los detalles con lupa sin encontrar el menor punto de apoyo. (Sebald, 2002:184-185)49
Aquí entra en juego la memoria que trabaja y se moviliza con imágenes muy
particulares. Lo que aquí se exalta de la fotografía es su función de impulso pero a su vez la
función visualizadora del texto, su modo de dar a ver. Un término que Aristóteles utilizó
para la configuración de la tragedia y la epopeya nos es útil, el de la opsis que consiste en
“poner ante los ojos” (Cfr., Ricoeur, 2011:76). La fuerza del análisis de Bergson por su parte
determina que es semejante a la configuración en imágenes del “recuerdo puro”:
“esencialmente virtual, el pasado sólo puede ser aprehendido por nosotros como pasado si 49 Apéndice: Fig.5
62
seguimos y adoptamos el movimiento por el que se abre en imágenes presentes, emergiendo
de las tinieblas a la plena luz” (Bergson, Matière et Mémoire:229). Lo que nos lleva a otro
término griego, la ekhprasis (ecfrasis), que también “pone ante los ojos” una imagen pero a
través de una descripción verbal.50 La ecfrasis consiste, según los maestros antiguos, en
describir exhaustivamente un objeto o una obra artística lo más vívidamente posible, de tal
forma que “lo pone delante de los ojos” del oyente.51 Así lo verbal, y no un mero
espectáculo (opsis), logra “proyectar” ante nuestros ojos una imagen palpitante. Pero hay
que tomar en cuenta que, contrario a la fotografía que es, literalmente, una emanación de su
referente y sin éste no existiría, la ecfrasis tiene la cualidad, desde su origen, de carecer de
éste, como sucede con la ecfrasis del “escudo de Aquiles” en la Iliada.52
Determinamos entonces que los elementos externos que impulsan la dinámica de la
memoria se dan muchas veces a través de las imágenes fotográficas, que en su calidad de
emblema, es un código, un lenguaje, para ser interpretado como un objeto para la ecfrasis.53
Además de que en el texto se vuelven también anclajes a la realidad. Ya vimos cómo la cita
anterior además de contextualizar el momento en que fue tomada la foto, re-escribe el breve
texto que el abuelo de Austerlitz ha estampado en ella. De este modo se nos permite ver cada
vez con más detalle, entre los sentimientos surgidos del espectador-referente, los elementos
de composición de la fotografía y su contexto. Las palabras en este caso, son más emotivas y
nos hacen ver como con una lupa elementos antes banalizados por la mirada. El texto
intercala, de vez en cuando, elementos no sólo descriptivos sino vinculados a la función de
la memoria. Los botones, la pluma del sombrero, los pliegues del traje y de las medias son 50 Dicho término se verá en mayor detalle en el capítulo sobre el ejemplo de una ecfrasis más tradicional. 51 “bring it befote the eye” dice Robillard en su introducción a Pictures into Words. 52 Vid., Robillard, 1998:10 53 (Robillard, 1998:12)
63
descritos casi como objetos artísticos. La palabra aparece como el verbo en su esplendor que
dignifica lo que nombra. Las descripciones en conjunto nos tornan a percibir la fotografía
como si se tratara de una pintura.54 Evidentemente esto es posible porque quien reconstruye
lo que sus ojos han visto, de manera directa o en el imaginario, ha tomado su tiempo
también en los detalles ennobleciéndolos. Es cierto que la imagen de Austerlitz niño no está
ausente, sin embargo, denominamos tal descripción como una ecfrasis, puesto que ésta es un
medio con que se pule, como si de una escultura se tratara, no sólo la escritura sino la
imagen misma de “lo visto” en que cada borde es digno de agudizarse o redondearse.
4.3 En la fotografía el poder de la autentificación sobrepasa el poder de la representación. La débil frontera entre el montaje y el mensaje verdadero. Tanto la obra de Sebald como la identidad de su personaje Austerlitz están compuestas,
simultáneamente, por elementos visuales y lingüísticos los cuales, muchas veces, podrían
ser catalogados como collages de géneros que se acomodan a las exigencias del autor y a
una posible respuesta prevista por él, respecto a sus lectores-espectadores. Además, en la
misma diégesis, Sebald, habla explícitamente de un montaje y con ello pone un ejemplo de
la doble utilización de la “manipulación de objetivos y sujetos”.55 A pesar de que Sebald
señala que “nadie puede reconstruir una novela familiar mejor que una imagen”,56 él mismo
54 Elementos gráficos que “se meten por los ojos”, la representación ecfrástica resulta ser igual de visceral y conmovedora que la pintura misma. El enfoque subjetivo señala además un punctum, concepto establecido por Roland Barthes, que tiene que ver con lo que surge de una escena y que viene a clavarse de manera aparentemente azarosa en el espectador, puede llenar toda una foto o ser un detalle que es íntimo y a menudo innombrable. 55 “El montaje es el proceso que se utiliza para ordenar los planos y secuencias de una película, de forma que el espectador los vea tal y cómo quiere el director. La manera de colocar los diversos planos puede cambiar completamente el sentido, y por lo tanto el mensaje, de una película.” http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/montajecine.htm 56 Esto lo dijo en una entrevista realizada por José María Pérez Gay. http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Sebald.htm
64
lo pone en duda cuando habla sobre la ciudad de Theresienstadt57, que de gueto pasó a ser
un campo de exterminio y, posteriormente, se revistió como escenario de un montaje de
propaganda nazi. Transformaron dicha ciudad para rodar el filme “documental” cuyo título
“El Führer regala una ciudad a los judíos” nos revela, a manera de la mofa más
injustificable, la farsa de los nacionalsocialistas (Sebald, 2002:246). Lo visual como
testimonio fidedigno se pone, entonces, en tela de juicio. Cuando José Luis Barrios habla
sobre el cine –y refiere la observación de Rancière, a propósito de la historia del cine de
Godard, quien sugiere que la esencia del cine es “estar presente”– añade que debió estar
presente en Auschwitz, pero que no sólo no lo estuvo, sino que hizo del engaño la
condición misma de producción de presencia. Al menos en dos sentidos: el que tiene que
ver con la propaganda como condición de representación y el que se relaciona directamente
con Hollywood como producción onírico-simbólica del poder.58 Barrios señala también el
aspecto cambiante de los desarrollos tecnológicos y su relación con el mensaje
representado: “En la modernidad […] el dispositivo maquínico es la fotografía y el cine;
con ellos la función y el valor de la representación cambian, introducen en ésta dos
elementos inéditos: el problema de lo indicial de la imagen y la conversión de la narración
en montaje.” (Barrios, 2010: 25)
Se añade entonces a la esencia no estática del cine, la cuestión bipolar de la fotografía
en cuanto a si su motivación inicial es la estética o la ética. Si por un lado, “la cámara que
cambió al mundo” hace que algo se convierta en “real” protegiéndonos empero del “efecto
real” –el sufrimiento visto a través de una cámara, sea montaje o realidad, provoca una
57 Apéndice: Fig.6 58 Cfr., Barrios, 2010:47.
65
reacción o percepción muy diferente de la que tendríamos directamente con los hechos– por
otro lado, es un medio fácil de usar con alevosía en su versión más activa. Sin embargo, el
panorama sobre la imagen se amplía por su complejidad pues también es cierto que, como
escribió Susan Sontag, la fotografía confiere importancia a los acontecimientos y los vuelve
memorables, además de su capacidad de aprovechar la sincronía de elementos y la
diacronía del evento que retrata.59
Un ejemplo comparativo, pero por el contraste en su finalidad, lo podemos observar
con la polémica fotografía “Un miliciano que cae”60 de Robert Capa, la cual, aunque mucho
se adujo acerca de su falsedad como montaje, se volvió un emblema de la experiencia que
tuvo un “colectivo”. Esto, porque en periodos de opresión lo individual se reduce a motivos
comunes, y es así que, no se mide con la vara de lo acontecido sino con lo simbólicamente
representable. Podemos juzgar que, pese a la regla del fotoperiodismo que no permite
“manipular” el objetivo, la fotografía de Capa bien puede, pese a ser un supuesto montaje,
emitir una historia61 “válida” o “correcta” gracias a un discurso retórico, que muestra de
manera “manipulada” una “realidad” incuestionable, la de la guerra civil española. El ethos
del garante, como un recurso de la publicidad, o de apertura pública, no sólo está dedicado
a la estética sino también a la ética. Así por medio de la fotografía logra persuadir al
59 “La obra de los mejores fotógrafos comprometidos socialmente es a menudo condenada si se parece demasiado al arte. Y a la fotografía tenida por arte se le puede condenar de modo paralelo: marchita la emoción que nos llevaría a preocuparnos. Nos muestra acontecimientos y circunstancias que acaso deploremos y nos pide que mantengamos distancia. Nos puede mostrar algo en verdad horripilante y ser una prueba de lo que es capaz de tolerar nuestra mirada y que se supone que debemos aceptar. O a menudo simplemente nos invita -y esto es cierto en casi toda la fotografía contemporánea más brillante- a fijar la vista en la banalidad. Fijar la vista en la banalidad y también paladearla, recurriendo precisamente a los mismos hábitos de la ironía que se afirman mediante la surrealista yuxtaposición de consabidas fotografías en las exposiciones y libros más refinados.” (Susan Sontag en Sobre la Fotografía)
60 Apéndice: Fig.7 61 Hay que advertir aquí que la fotografía del “miliciano muerto” tiene también una narrativa al ser parte de una secuencia de fotos.
66
espectador, para quien “el miliciano muerto” se vuelve el símbolo de una ideología. Si por
otro lado, pensamos en lo que dice Ricoeur sobre la esencialidad de lo verdadero se puede
aducir a la porción de “falsedad válida” por una intención de justicia: “Además, a lo largo
del debate de la sofística, el estatuto epistemológico y ontológico otorgado a la falsedad
presupone la posibilidad de sustraer el discurso verdadero al vértigo de la falsedad y de su
real no-ser. De este modo, se preservan las posibilidades de un ícono verdadero.” (Ricoeur,
2010:29) Retomemos entonces la idea del montaje para determinar qué es lo más
importante para la memoria, si la representación de la verdad o la de la justicia. ¿Cuál es la
diferencia existente entre las razones de “artificio” de un Hitler que optó por la forma de un
documental –(medio cuya base es supuestamente la “objetividad”) para presentar a través
de un montaje un campo de concentración como una ciudad del arte y la cultura judía– y la
de Capa quien pese a su fotografía “manipulada” enfatizó o simbolizó mejor una “realidad”
de su tiempo?
4.4 Ojos y mirada, interpretaciones acerca de la primera foto en Austerlitz
Hay que tomar en cuenta que luego del juicio de Theodor Adorno que estipulaba en 1949
que escribir poesía después del Holocausto era impensable, muchos intelectuales
cuestionaron la posibilidad de que se pudiera seguir escribiendo en alemán una obra
literaria. Pero escritores alemanes como George Steiner, Günter Grass o Paul Celan, entre
otros, desmintieron tal aseveración al seguir escribiendo en el idioma usado por los nazis.
Este último, como ya vimos, fue un poeta judío en lengua alemana que asimiló que como
escritor la única lengua que no le permitiría mentir sería la materna. Celan aclara
tajantemente que un poeta no puede dejar de escribir “ni siquiera cuando es judío y la
67
lengua de su poesía es el alemán” (apud., Felstiner, 2002:101). Incluso Sebald mismo, que
aunque se auto-exilió disgustado por el olvido y angustiado por el silencio en Alemania
sobre tal hecho histórico, siguió escribiendo en alemán. Ambos exiliados adoptarían su
idioma como patria. ¿Sería un escrito de Adorno lo que llevaría a Sebald a escribir?, ya que
curiosamente su primer escrito es un poema cuyo título parece parafrasear o parodiar el
ensayo de Adorno “After Auschwitz”. “After Nature” de 1988, es un poema a manera de
tríptico al que Sebald llama “poema rudimentario”, en el que se detiene a contemplar la
relación del hombre con la naturaleza, además de dedicar una parte de él a rememorar a
Matthias Grünewald, en un tiempo en que ya se perseguía a los judíos, un aspecto relevante
es, que en la tercera parte de esta obra el objetivo principal del personaje es contemplar el
cuadro “La batalla de Alejandro” de Altdorfer.
Con este primer poema Sebald se inscribe en la lista de escritores con tendencia a
escribir sobre obras artísticas, además de hacer uso de la ecfrasis, la comodidad adquirida al
posar sus ojos en un cuadro lo lleva a sentirse en casa en un tiempo y espacio que no le tocó
vivir. Dice por ejemplo: One of the first things I wrote was a long prose poem [After
Nature] about the early sixteenth–Century painter Matthias Grünewald, about whom we
know hardly anything at all apart from his pictures. And it’s these lacunae of ignorant and
the very few facts that we have that were sufficient somehow for me to move into this
territory and to look around there and to feel, alter a while, quite at home. (Schwartz,
2010:42)
A estas alturas se puede entender mejor la utilización de las fotografías en la obra de
Sebald, para complementar, a manera de hibridación, lo que las palabras por sí solas no
pueden. Y qué mejor que escuchar en las propias palabras del autor en respuesta a una de
68
las preguntas planteadas por Pérez Gay durante una entrevista sobre la concepción de su
obra: “La fotografía dice muchas veces más que las páginas de un texto. Klaus Theweleit y
Alexander Kluge fueron para mí profundas experiencias y enseñanzas de lectura, procesos
de aprendizaje invaluables y complicadísimos, porque me abrieron los ojos y me revelaron
los nexos secretos entre texto e imagen.”62
Los puntos en común que tienen autor y personaje –en el que muchas veces se hacen
eco en cuanto a la apreciación de la fotografía– ayudan a establecer la función que
desempeñan las imágenes en la memoria en general y, particularmente, en la composición
de la obra. Varias veces se habla sobre las tinieblas. Cuando Austerlitz habla del arcano de
la ciudad-museo de Theresienstadt se refiere a las tinieblas que se resguardan tras las
ventanas ciegas y los portales, mientras que el narrador habla de los filósofos que penetran
tinieblas que nadie osa penetrar, como si el mirar incluso lo más oscuro pudiera iluminar al
humano: “Lo más inquietante, sin embargo, me parecieron las puertas y portales de Terezín,
que todos como creí observar, cerraban el acceso a una oscuridad nunca penetrada por
nadie […]” (Sebald, 2002:192)
No es casualidad que las primeras imágenes en Austerlitz expongan ojos.63 Ojos de
aves preceden a los de humanos, este orden es útil para realizar una comparación. El
escenario inaugural de la historia es un Nocturama de Amberes, y en él la oscuridad está
creada artificialmente. Esta falsa oscuridad alude al silencio sobre el exterminio o a la
ignorancia. Se puede entender entonces, eufemísticamente, que los filósofos se guían entre
la ignorancia gracias a la luz que emana de sus propios ojos, tal como las aves nocturnas lo
62 Entrevista realizada por José María Pérez Gay. http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Sebald.htm 63 Apéndice: Fig. 8 y 9
69
hacen sabiamente entre las sombras. Primero el narrador en Austerlitz señala: “Por lo
demás, de los animales que albergaba el Nocturama sólo recuerdo que varios de ellos tenían
unos ojos sorprendentemente grandes y esa mirada fijamente penetrante que se encuentra
en algunos pintores y filósofos que, por medio de la contemplación o del pensamiento
puros, tratan de penetrar la oscuridad que nos rodea.” (Sebald, 2002:9)
Luego Austerlitz dice casi como un eco: “Sin cesar pensaba únicamente: una frase así
es algo que sólo supuestamente tiene sentido, en realidad, en el mejor de los casos,
provisionalmente, una especie de excrecencia de nuestra ignorancia con la que, como
algunas plantas y animales marinos con sus tentáculos, tanteamos a ciegas en la oscuridad
que nos rodea.” (Sebald, 2002:126-127) Con esta cita referente a los ojos y a la visión se
plasma el primer guiño que nos indica la importancia que para el autor tiene lo visual y la
función escópica del ojo que mira. Así, la relevancia no recaerá sólo en lo observado y
fotografiado sino también en el observador. Aquí podemos fundamentarnos en la teoría de
Lacan quien determinó que también la imagen se vuelca tangible por la grafía impresa en la
foto, teoría que está fundamentada en el psicoanálisis y la pulsión escópica del ojo.
[…]en el campo escópico la mirada está fuera, soy mirado, es decir soy cuadro […] Esta función se encuentra en lo más íntimo de la institución del sujeto en lo visible. En lo visible, la mirada que está afuera me determina intrínsecamente. Por la mirada entro en la luz, y de la mirada recibo su efecto. De ello resulta que la mirada es el instrumento por el cual se encarna la luz y por el cual –si me permiten utilizar una palabra, como suelo hacer, descomponiéndola– soy foto-grafiado. (apud., Barrios, 2010:23)
Lo metafórico que se infiere de estas imágenes es la doble mirada de una imagen
impresa y no la inmediatez de su lectura. Al ir a observar aves nocturnas, también sus ojos
nos ven, nuestra mirada frente a esas dilatadas pupilas nos reflejan; así la mirada que lee
convierte lo recorrido del otear físico en un mundo también interno, como uno se descubre
70
en una especie de diálogo con lo otro frente a un libro abierto. Las fotografías entonces
vuelven a sus lectores testigos a la vez que son ellas mismas cuadros testimoniales. Sin
lugar a dudas resulta singular que un par de esos ojos sean los de Wittgenstein, cuya
apariencia, señala el narrador anónimo, le recuerda a la de Austerlitz. Tal idea le viene a la
cabeza cuando este último le cuenta sobre la mochila que fielmente trae consigo durante sus
viajes y que es muy similar a la del filósofo alemán. Pero el parecido físico con este
pensador y la similar “expresión de espanto”64 deben extenderse al concepto de los límites
del lenguaje verbal, porque al parecer Austerlitz como fotógrafo busca también un nuevo
lenguaje representacional más íntimo que el que ha conseguido con sus escritos.
4.4.1 Del fragmento-microcosmos del instante individual al complejo-macrocosmos del tiempo histórico en los primeros “pininos” fotográficos de Austerlitz Cuando Barrios señala que “el fragmento-instante pasa a ser así el momento visible del
terror que se explica por su imposibilidad de ser narrado, antes bien su presente se abisma
por la comprensión del montaje no como linealidad sino como fisura del tiempo que
restituye la imagen al puro acontecimiento” (Barrios, 2010:48), está visualizando
fotografías de eventos de agonía o muerte. Sin embargo, podemos inferir también el terror
de no poder asir ninguno de los instantes de nuestros días, la esencia de las cosas y de las
formas que vemos o palpamos. Al hacer Austerlitz sus primeras fotografías dirige los
disparos de su cámara Ensign hacia fragmentos, los pequeños motivos, como si de palomas
mensajeras se tratara.
64 Vid., Sebald, 2002:55
71
Principalmente me ocupó desde el principio la forma y la introversión de las cosas, la curva de una barandilla de escalera, la moldura del arco de piedra de una puerta, la inconcebiblemente exacta confusión de la paja de un haz de hierba seca. Hice copias de cientos de esas fotos en Stower Grange, en su mayoría de formato cuadrado, pero siempre me pareció inadmisible dirigir el visor de mi cámara hacia personas aisladas. Me cautivaba siempre especialmente en el trabajo fotográfico el momento en que se ve surgir del papel impresionado, por decirlo así de la nada, las sombras de la realidad, exactamente como los recuerdos, dijo Austerlitz, que emergen en nosotros en medio de la noche y se oscurecen rápidamente para el que quiere sujetarlos, como una copia fotográfica que se deja demasiado tiempo en el baño del revelado. (Sebald, 2002: 79-80)
Con tales acercamientos, a manera de zoom, Austerlitz parece indagar a fondo a pesar
de abarcar poco con su mirilla. Con este acto de fotografiar resguarda algo que en su
esencia se le desvanecería, pese a ser motivos estáticos, la esencia se halla en la experiencia
del presente detenido, lo que recuerda al “aquí y ahora” del budismo. Estas imágenes semi
abstractas por su economía de elementos y demarcadas en espacios cuadrados guardan
similitud con el proyecto realizado por Sebald y su amigo el grabador Jan Peter Tripp. Sin
embargo, aquí se trata de las palabras de Sebald que como experto escritor crea textos que
en su laconismo nos remiten a los haikus japoneses. En el libro conjunto, cuyo título
explícito, “Sin contar”, poeta y artista exploran detalles de la realidad y rescatan momentos
que hubieran sido consumidos por el tiempo. Los textos quizás por su brevedad resuenan
lapidarios y parecen eternizar como instantáneas fotográficas momentos efímeros a los
cuales, empero, podría dárseles el calificativo de epifánicos. Estos acompañan grabados que
también han reducido sus motivos a los de los ojos humanos. El libro fue concluido por
Tripp quien vio en el diálogo de la escritura y el grabado la potencialidad de la armonía:
“El proyecto de hacer un libro en común había nacido ya hacía algunos años; la finalidad
que se exponía era que texto e imagen no se explicaran ni se ilustraran el uno al otro, sino
que entablaran un diálogo en el que cada uno tuviera su propia resonancia.” (Sebald,
2007:76)
72
Sin embargo, en la obra que a nosotros nos ocupa, el soporte de la memoria está dado
por un medio no técnico como el grabado, sino tecnológico, cuya aparición ha
revolucionado el concepto de representación e imagen: la fotografía. Los apuntes del
narrador de Austerlitz toman la forma de registros, pero también las fotografías que le son
concedidas por Austerlitz –tomadas por él o de archivos institucionales o familiares – son el
medio a través del cual las demás imágenes, sean del tipo que sean, quedan “retratadas”. La
falta de creencia en el lenguaje creado por signos está encarnada por el personaje
Austerlitz; al unísono, es el eco de la propia voz de Sebald que está justificando su uso de
lo visual en una obra literaria. No se puede atribuir repercusión sólo a lo expuesto por
signos lingüísticos porque es también lo revelado en las fotografías lo que lleva a Austerlitz
a reflexiones filosóficas. El narrador, por su parte, ordena las imágenes como partes de un
rompecabezas, el resultado final es un álbum de la memoria que nos va indicando a veces
“con detalles” los procesos y retrocesos de la historia. La novela, por otro lado, tiene como
protagonista a un historiador de arquitectura y las artes quien encuentra signos para
descifrar su propia historia, por ejemplo, en una simple pared carcomida o la de la Historia
en el deterioro de edificios y monumentos.
Si pensamos en À la recherche du temps perdu, Marcel Proust nos cuenta algo muy
similar cuando el escritor Bergotte, estando muy enfermo, decide visitar una exposición del
pintor holandés Vermeer a fin de contemplar una obra en especial: “La vista de Delf”. Al
estar ahí lo que le interesa contemplar dentro de este cuadro es, particularmente, un
fragmento de la tela pintado en color amarillo. El narrador escribe que el escritor notó por
primera vez unas pequeñas figuras azules, también que la arena era rosa y, finalmente,
reparó en la preciosa sustancia del pequeño fragmento de pared amarilla. Su enfermedad se
agravó por fijar su mirada como la de un niño que mira una mariposa amarilla que desea
73
atrapar en el precioso fragmento de pared. Antes de morir reflexiona que así es como
hubiese escrito él, ya que sus últimos libros eran muy secos, debió pues de haberlos
abordado con más capas de color, de haber hecho su lenguaje precioso en sí mismo como
ese pequeño fragmento amarillo en el cuadro. Como vemos a partir de la reflexión que le
motiva este cuadro, el protagonista realiza un replanteamiento sobre su propio trabajo de
escritura. Esto puede hacernos pensar en el mismo cuestionamiento de Sebald como
escritor, quien del fragmento visual y narrativo salta a la conformación y la formulación
lingüística de una idea del paso del tiempo y de la memoria; o en el de su personaje
Austerlitz, para quien minúsculos motivos o el acercamiento a detalles son fundamento
suficiente para creer en una historia individual como parte de un constructor general. Las
fotografías muchas veces tomadas por él enmarcan objetos o detalles sin gloria, pero que al
ser objetos de reflexión y contemplación adquieren un carácter casi metafísico. Es como el
instante de una epifanía que atrapada en un instante individual revela misterios universales.
Ejemplificamos esto con la frecuente mención en Austerlitz de la obra del pintor Turner,
quien al hacer acuarelas plasma, al estilo de los impresionistas, la luz que amenaza con
perderse en el tiempo.65
Las pocas figuras oscuras, los grupos de álamos, el raudal de luz sobre el agua y el macizo de Cader Idris al otro lado eran los elementos de una escena de despedida que, curiosamente, volví a descubrir en uno de los rápidos dibujos a acuarela con que Turner anotaba a menudo lo que tenía ante los ojos, ya fuera sobre el terreno o bien luego, mirando al pasado. El cuadro, casi insustancial, que lleva el título de Funeral at Lausanne, data de 1841, es decir, de una época en que Turner apenas podía viajar y cada vez lo ocupaba más el pensamiento de su mortalidad, y quizá por eso, cuando algo así como aquel pequeño entierro en Lausana surgía de su memoria, trataba de capturar rápidamente con unas pinceladas visiones que, en seguida, volverían a evaporarse. Sin embargo lo que me atrajo especialmente en esa acuarela de Turner, dijo Austerlitz, no fue sólo la semejanza de la escena de Lausana con la de Cutiau, sino el recuerdo que despertaba en mí del último paseo que di con Gerald a
65 Walter Benjamin en su ”Breve tratado sobre la fotografía”, dice que el motivo de la “superioridad” de la fotografía sobre la imagen pictórica se halla en esa captación del momento tal cual era de manera instantánea.
74
principios de verano de 1966, por los viñedos que hay sobre Morges, a orillas del lago Leman. (Sebald, 2002:112-113)
La cita anterior es una de las mejores para ejemplificar cómo funciona la imagen en la
memoria. Al igual que en la acuarela de Turner, una cosa lleva a otra. Lo concreto se halla
en las líneas del bosquejo, lo indefinido abre paso a nuestra propia imaginación sobre algo
que ya conocemos, así funciona la memoria preceptual por la que podemos identificar
objetos que reconocemos aunque estén incompletos. Por otro lado, se muestra lo efímero,
algo que tortura tanto al artista como al mortal común, como lo que morirá sin ser impreso.
Esto corresponde al punto de vista de Gerald, amigo de Austerlitz, quien le señala que
frente a una ventana abierta no puede pensar con claridad pues el espectáculo nunca
repetido lo conmociona. Y lo que le cuenta parece ser la misma vivencia de Turner ante los
escenarios siempre cambiantes que, nunca capturados en su fugacidad ni en la memoria ni
en el lienzo, convertía en paisajes estáticos:
Todas las formas se disolvían en una neblina gris perla; no había contrastes ni graduaciones, sólo transiciones fluidas, con pulsaciones de luz, un único desdibujamiento del que sólo brotaban aún los fenómenos más fugitivos y, curiosamente, de eso me acuerdo muy bien, fue precisamente el carácter fugitivo de esos fenómenos lo que me dio entonces una sensación de eternidad. (Sebald, 2002:98)
4.4.2 Travesías: La falta de secuencia en una historia y su vínculo con la memoria aleatoria. George Steiner se pregunta en su libro Diez (posibles) razones para la tristeza del
pensamiento si es posible pensar de manera secuencial. ¿Es en realidad posible ‘pensar en
línea recta’? (Steiner, 2007:23). De acuerdo a esto, sólo logramos concordar los
pensamientos al exteriorizarlos, porque en nuestra cabeza los pensamientos, ideas y
recuerdos se disparan sin temporalidad, en una hacinación y caos. ¿Sería exacerbado decir
75
entonces que lo comprensible y lo ordenado es antinatural? Según los neurocientíficos, la
ventaja de la memoria es que ayuda a conformar una personalidad consolidada, pues une
innumerables puntos sin los cuales nuestra conciencia se desintegraría. Por ello es natural
que, sin orden secuencial, las palabras y las imágenes –las dos formas narrativas en que se
apoya Sebald– busquen el ajuste necesario que dé coherencia a la herencia del pasado.
Aquí es importante volver a mencionar que dicha historia de transición –en la que el
personaje va descubriendo su pasado al que se rehusaba por miedo a la carga que
representaría el conocimiento de la experiencia y muerte de sus progenitores en manos de
un régimen que cometió genocidio y al que nadie detuvo– se da con una doble narrativa; la
verbal y la visual, en la que ambas se compaginan para ofrecer al lector-espectador una
dosis de memoria histórica y personal coherentes.
La historia y la memoria de Austerlitz oscilan a la par así que se pregunta ante su
oyente: “¿Pero dónde, añadió al cabo de un momento, debo reanudar mi historia” (Sebald,
2010:122). Los relatos de Austerlitz además se van ramificando en otras historias, en las de
sus padres Agáta y Maximilian, la de su amigo el aviador Gerald y su madre Adela, la de
su misterioso amor Marie de Verneuil, o, incluso, en las historias sueltas de otros judíos en
guetos o campos de concentración. De esta manera la latencia de la memoria en imágenes
pasadas y al parecer olvidadas se verá ejemplificada por la reestructuración de ellas en el
“presente” de la memoria de Austerlitz. Con cada evocación, con cada uno de los
elementos externos presentes surgen las huellas internas ausentes por una memoria
reprimida. Así para la re-presentación de la memoria –y entiéndase aquí la representación
en tanto “volver a presentar” un hecho ya ausente o “traer al presente” uno ya pasado– se
pueden usar diferentes tipos de imágenes externas o internas, pero al fin y al cabo,
76
evocadoras.66 Hay que entender, empero, que la representación es la repetición de lo
reproducible como verdadero (Vid., Barrios, 2010:17). Este “volver” empero no se reduce
a sucesos sino que también puede implicar una experiencia ya “padecida” en el caso de que
estemos hablando de una memoria individual y no de una histórica.
El azar de lo impulsos externos que desembocarán en evocaciones internas lo llevan
por un camino tortuoso y torturante. Austerlitz dice respecto a esta circunstancial forma de
recordar: “De Pilsen, donde nos detuvimos algún tiempo, sólo recuerdo, dijo Austerlitz,
que salí al andén y fotografié el capitel de una columna, porque había desencadenado en mí
un reflejo de reconocimiento” (Sebald, 2002:223). De la misma manera, la fotografía de su
madre y muchas otras imágenes trazan el camino de su historia que muchas veces se ha
convertido en laberíntica, alternándose en ser él mismo una especie de Dédalo y
Minotauro. Debido a que esta historia nunca es contada en línea recta –sino que son los
vaivenes de la memoria y el olvido, las incertidumbres y las certezas recogidas por las
investigaciones de Austerlitz los que conforman los tiempos de la narrativa– es difícil no
perder asociaciones entre sí.
V. Imagen e Imago/Memoria e imaginación. El punctum barthiano en una toma fílmica. La herencia griega fue la que nos instó a creer en la configuración de la memoria en
imágenes (Ricoeur, 2010:21), por ello concibió a la memoria, pese a estar llena de imago,
como un camino a la verdad. Cuando Austerlitz comienza a desempolvar su memoria,
encuentra en las fotografías una especie de báculo, y en cada encuentro con su interlocutor 66 Esto se vera mejor ejemplificado al abordar los temas de la memoria en las neurociencias y al adentrarnos en las figuras como la ecfrasis o la hipotiposis.
77
proporciona una serie de datos episódico-autobiográficos orales que se apoyan en ellas. Sin
embargo, aunado a la vulnerabilidad de una memoria traumada, en ciertos casos las
fotografías serán motivo de una excesiva búsqueda sobre-interpretativa. Así, comienza un
recuento retrospectivo a través de imágenes que funcionan como afiches y que lo dividen
en las tres categorías ricoeurianas: lo concreto, lo recordado y lo imaginado.
Respecto a estas tres directrices, se encuentra una problemática delimitativa, la cual
podemos ejemplificar con los siguientes postulados. Por un lado, cuando Sartre dice: “Si
recuerdo un acontecimiento de mi vida pasada, no lo imagino, me acuerdo de él, es decir
que no lo planteo como dado-ausente, sino como dado-presente en el pasado”, parece
querer establecer simplemente el espacio temporal de un hecho recordado por un “yo”, lo
cual lo separa a la vez, de la “acción” misma del recuerdo. Sin embargo, el egiptólogo
Assmann abre más el horizonte de expectativas, y es el mismo tiempo pasado quien toma la
batuta, para él, el “pasado no es “recibido” sencillamente por el presente, sino que el
presente es “visitado” por el pasado y éste a su vez es modelado, inventado, reinventado y
reconstruido por el presente”.67 Con ello nos hace partícipes de la consolidación de la teoría
neurocientífica, que por un lado, incluye tanto al sujeto de la acción como al evento
recordado.68 El humano no es dueño ya de lo que ha quedado atrás, pero puede, por la
evocación presente transformarlo, y es entonces cuando la imaginación juega un papel
activo y relevante. Austerlitz va tanteando a diestra y siniestra, entre la oscuridad del
recuerdo y la luz de la esperanza. En medio de un campo de concentración su padre
conserva la cordura y el temple. “Además, veía a mi padre, siempre con su bonito traje y su
67 Jann Assmann, Moisés el Egipcio, o.c., p. 23-3 68 Vid., Schmidt-Welle, 2012.
78
sombrero de terciopelo negro, derecho y tranquilo entre toda aquella gente asustada”
(Sebald, 2002:257). Se ha internado en esa especie de submundo de la ciega esperanza, si
voltea para comprobar “la tangibilidad” de su recuerdo, este desaparecerá. Es esta memoria
atormentada el blanco de las críticas racionalistas de la memoria para quien “imaginar no es
acordarse”: “Sin duda, un recuerdo, a medida que se actualiza, tiende a vivir en una
imagen; pero la proposición recíproca no es verdadera, y la imagen pura y simple sólo se
transportará al pasado si efectivamente fui a buscarla al pasado, siguiendo así el proceso
continuo que la llevó de la oscuridad a la luz” (apud., Ricoeur, 2010:76). Austerlitz sabe en
el fondo que su memoria es falsa, es la imaginación quien le permite recordar a su padre
así, en una imposibilidad latente.
La imaginación de Austerlitz toma entonces otro camino, busca pruebas en la
concreticidad de la imagen. El efecto de memoria priming impresa en la inconciencia es
muy similar al que se aprecia cuando tiene un déjà vu visual en el teatro de Praga donde su
madre había actuado, ver la punta de un zapato de lentejuela azul, resulta casi una visión
fantasmagórica y espeluznante. Debido a que la imagen percibida en ese momento presente
es una visión pasada que está guardada en su memoria de manera inconsciente.
[…] y de repente creí divisar, entre la cabeza de uno de los músicos y el cuello de un contrabajo, en la clara franja de luz que había entre el suelo de tablas y el borde del telón, un zapato azul celeste, bordado de lentejuelas plateadas. Cuando hacia la tarde del mismo día visité a Vera por segunda vez en su vivienda de la Sporkova y, en respuesta a una pregunta, me confirmó que Agáta, con su vestido de Olimpia, había llevado efectivamente unos zapatos azul celeste con lentejuelas, creí que algo me estallaba en la cabeza. (Sebald, 2002:163-164)
La analogía que, consecuentemente, se puede establecer, entre el objeto fetiche
teorizado por el psicoanálisis y el concepto de punctum acuñado por Roland Barthes, crea
además un vínculo inédito entre los campos de la clínica y el de la estética, lo que hace
79
posible pensar de otra forma la causa creativa artística, así como el estatuto de la mirada en
su careo con el objeto. Lo concreto ha llegado a los ojos por una imagen mental, pero no
por los “objetos reales”, pues a falta de ésta se presenta una imagen tangiblemente ausente.
Las siguientes citas nos llevan a emparentar este efecto de la memoria y la imaginación,
con el que se logra con la fotografía cuando el referente ha muerto. Barthes, quien define
fotografía “como una nueva forma de alucinación, falsa a nivel de la percepción, pero
verdadera a nivel del tiempo” (Barthes,2009:194), parece coincidir con la definición que da
Ricoeur respecto al acto de imaginación, “como un acto mágico, un encantamiento
destinado a mostrar el objeto en el que se piensa, las cosa que se desea, de modo que uno
pueda tomar posesión de él” (Ricoeur, 2010:77). La memoria “ejercida” tiene que ver con
el uso que se le da a una memoria, que no sólo nos ha asechado a nosotros sino que ha sido
“buscada” por nosotros.
Aquí hay que hacer un breve paréntesis para asociar el pathos o afección que conlleva
todo recuerdo y que ya argumentaba desde la antigüedad Aristóteles en el Filebo de Platón
(apud., Ricoeur, 2010:31). Esto se puntualiza en relación a Austerlitz y sus reflexiones
(panthemata) que están relacionadas la mayoría de las veces con el padecimiento. Porque el
recuerdo no siempre visita de manera azarosa a Austerlitz, y tampoco lo hace siempre en
forma de una “memoria feliz”, él se ve forzado a buscarlo tal como lo haría cualquiera con
el afán de reunificar fragmentos que, aunque punzantes y “traumáticos”, harían más
completa su identidad. Así la fotografía puede emitir un determinado ethos por sus
imágenes, y estar vinculada, gracias al punctum, con el pathos y la imaginación del
espectador. Por un lado, es este punctum el que asecha para clavarse en el espectador, y, por
otro, es éste último quien se apropia de manera inconsciente de este tipo de punzante
80
espina. Al poco tiempo descubre Austerlitz una fotografía en el archivo del Teatro de Praga
que parece coincidir con el recuerdo oscuro de su madre, empero, esta vez es la foto real de
su madre verdadera.
Como menciona Ricoeur no sólo se recibe una imagen del pasado, se busca y se hace
(Cfr., Ricoeur, 2010:81). Austerlitz parece buscar y apropiarse de un punto en la imagen
para recordar o imaginar. Si el verbo “recordar”, como señala Barrios, implica la
duplicación del sustantivo “recuerdo”, se puede volver a recordar una fijación de la
imaginación en las imágenes fotográficas, fílmicas o pictóricas. Según Renner, Austerlitz
descifra las imágenes en analogía a la fijación de Roland Barthes por la relación entre
punctum y studium. Para entender estos conceptos concedemos sus definiciones dadas por
el mismo Barthes: “the punctum – that prick and schock of recognition, that unique and
very personal response to the photographic retail that attracts and repels us at the same
time”. (apud., Hirsch: 1997:4)
Un ejemplo más, afín a esta fijación señala Rolf. G. Renner, puede verse cuando
Austerlitz, buscando insistentemente a su madre en un film, a manera de close up ve
ciertos detalles, un collar y una flor blanca prendida del pelo de una mujer, y precisamente
por estos adornos, él se “prenda” de la idea de reconocer en esa mujer a su madre Agáta.69
Las imágenes también fílmicas se salen entonces de lo meramente documental y científico.
Así como el desmontaje de Godard nos permite ver la imagen-movimiento, es decir, el
tiempo a partir de la negatividad que supone el instante de la picture in motion, la
supremacía del ojo como órgano nos hace tomar conciencia de la forma en que tal técnica
nos fascina. La película vista en cámara lenta distorsiona la imagen y, otro tanto hace el
69 Vid., Renner: 2010:50. Apéndice: Fig.10
81
espectador al respecto.70 De la misma manera en que la escritura escapa a la secuencia, las
imágenes técnicas escapan a la linealidad. Este tiempo interrumpido en cada toma fílmica
que distorsiona la imagen, se ve representado con las fotos borrosas de ellas mismas, lo
que le da oportunidad al personaje –a causa de esta falta de claridad– de asirse a lo que
quiere ver. Las imágenes son vistas como piezas del rompecabezas de la memoria, pero al
igual que ésta tampoco son fijas. Las imágenes se vuelven en este caso un abanico de
posibilidades deformadoras y la memoria un caleidoscopio que con un mínimo giro
modifica la versión anterior y los campos semánticos. No hay que olvidar tampoco que el
estatuto de representación cambió con el surgimiento de las tecnologías de la visualidad. Y
así, según José Luis Barrios en su libro “Atrocitas fascinans”, no sólo la fotografía sino
también el cine y el vídeo, ponen en crisis la idea y la función de la representación, la cual
no es ya el espejo de reflexión sino el agua turbia en la que ya no se puede distinguir entre
imaginación y verdad:
Pero no sólo eso, al hacerlo también producen un cambio en la configuración de las formas del relato, es decir, de la historia y la literatura, así como en la conformación de los imaginarios culturales: Más allá de los sistemas establecidos de la visualidad, el potencial masivo de estas tecnologías de la representación trae consigo una transformación en la pretensión de verdad de la imagen. Indudablemente, la condición indicial de este tipo de imágenes configura una nueva dimensión en las relaciones entre visualidad, verdad, imaginación y fantasía, que será fundamental en el desarrollo posterior de la función de la memoria, el conocimiento, el deseo y la experiencia. (Barrios, 2010:15)
Si por último, “la mirada ya implica apropiación” como sentencia Lacan cuando
habla sobre la “esquizia de la mirada”,71 y si el punctum barthiano es, a menudo, un detalle
íntimo e innombrable que se clava incómodamente, pese a la primera atracción, el studium
en oposición tiene que ver con la cultura y el gusto, que aún cuando está cargado de alguna
emoción ésta es siempre racional, lo que le permite adecuarse a la cultura moral y política, 70 Vid., Barrios, 2010:48-49 71 Vid., “Cuando falta la mirada”.
82
se entiende que el sujeto se apropia, con su carga neurocientífica, de cualquier mensaje,
incluso verbalizado. Habría que preguntarse qué está más libre de interpretación semiótica,
si la palabra con su discurso masculino en el tiempo o la imagen que impacta por su belleza
en el espacio.72
5.1 De la relación entre ekphrasis y ekphorie.
Es importante mencionar las relaciones entre varios conceptos que involucran a la palabra,
a la imagen y a la memoria. La primera relación interartística entre palabra y obra plástica
se puede ubicar con el surgimiento del epigrama, en tiempos en que, según Platón, el ojo
era considerado el sentido privilegiado. Para los griegos “the epigram, in its primary use as
a verbal inscription on sculpture or tombstone, implicitly acknowledged and set in place the
subsidiary relation of its words to the work of plastic art that it accompanied (epi-gram) and
sought verbally to represent – and, on occasion, to speak for, whether directly or
enigmatically” (Robillard,1998:9). Curiosamente para críticos como Hugo Friedrich la
ecfrasis es un poema cercano al epigrama, es decir, al sentido descriptivo, objetivo de la
épica original. Ambos conceptos están relacionados con el ars memoriae, sin embargo, la
disimilitud estriba en que mientras la figura retórica de la ekphrasis (ecfrasis) está abocada
primariamente a la tradición de una narrativa oral –ya que su origen se dio a partir del
afamado “Escudo de Aquiles”, objeto “existente” en la Iliada de Homero– la imagen mental
del objeto existe por elementos de composición verbal, que tiene que ver con la
denominada “ut pictura poiesis” basada en la narrativa visual, lo cual abre más diatribas
sobre la palabra y la imagen. Actualmente el que la psicología defina a la imagen también
como “una representación mental” ha implicado que la lista taxonómica se extienda más
72 Vid., Krieger, 1998.
83
allá de las imágenes meramente visuales, lo cual nos ayuda a entender más estas
imbricaciones. Si las representaciones mentales pueden proceder de otros sentidos y no
exclusivamente, del de la vista, habrá que entender también que ahí juega un rol importante
no sólo la mnemotecnia sino también la memoria dinámica que las neurociencias llaman
ekphorie. Ésta tiene que ver con el individuo que en cada evocación crea sus propios
recuerdos dependiendo del estado anímico y el lugar en el que se halle. El neurólogo Hans
J. Markowitsch, la redefine de la siguiente manera: “En 1904, la dinámica de nuestra
memoria fue denominada ekphorie por el biólogo Richard Semon. Así, caracterizó un
proceso mediante el cual los estímulos evocadores interactúan con la información
almacenada, de tal manera que surge una imagen o una representación de la información en
cuestión. Los estímulos evocadores pueden producirse por medio de asociaciones mentales
o tener la forma de estímulos ambientales.” (apud., Schmidt-Welle, 2012:19-20)
Curiosamente, para Kaete Hamburger los poemas (ecfrásticos) están tensionados
entre el dominio de lo objetivo, lo descriptivo y la prevalencia subjetiva del enunciante.
Ella se inclina por la última opción, es decir, que lo importante es dejar primar la mirada
del observador (Vid., Hamburger 1977: 233-239). Evidentemente en este caso, hay que
hacer hincapié en que la ecfrasis no está considerada únicamente en su forma de poema,
sino también como un tipo de semblanza en prosa, que abre las diatribas necesarias para
ampliar el concepto de la imagen y la memoria. A partir de este punto hay que hacer un
paréntesis y subrayar la diferencia entre las imágenes creadas por Sebald gracias a la
ecfrasis que será definida, a grosso modo, no como “descripción verbal de un objeto
artístico”, sino como la “representación verbal de una representación visual”73 determinada
por Heffernan. Optamos por ésta última definición porque contrario a la primera, que sólo 73 Vid., Heffernan, James, 1991. “Ekphrasis and Representation”.
84
está relacionada con la descripción, la segunda abre paso a la imaginación propia de la
representación. No obstante, es importante mencionar que la ecfrasis está más interesada
en narrativizar que en interpretar. La ecfrasis en este caso no funciona como con la
fotografía (presente) de Austerlitz niño, sino con uno de los principios más acorde con su
concepción “original” que estipula su “latencia” gracias a la ausencia de la imagen “real”.
En este caso, la ecfrasis creada por el autor funciona sincronizadamente con la dinámica de
la memoria (ekphorie) de su personaje Austerlitz. Es decir, así como la ekphorie en cada
evocación, como señalan las neurociencias, transforma el recuerdo incesantemente, la
ecfrasis de Austerlitz está conformada también por elementos de la memoria episódico-
autobiográfica que afectan la imagen representada. Si los recuerdos nunca quedan estables
y la imagen se vuelve una especie de epifanía, la ekphrasis y la ekphorie se vuelven una
prueba de nuestra capacidad de imaginación. Hay que considerar además que si las
imágenes de Austerlitz como niño le surgieron de libros e imágenes soñadas o imaginadas
que lo alejaban de su memoria individual, de adulto, el doble efecto de la fotografía de
estimular y congelar el tiempo, lo llevará a una serie de distorsiones de la memoria, pues al
reunir elementos emocionales traumáticos vuelve a re-presentar el recuerdo y a
reinterpretarlo; dependiendo de los motivos evocadores externos, se acerca incluso como
observador de fotos documentales, a una serie de asociaciones subjetivas. Entonces sucede,
como dice Ernst Gombrich, “que cada percepción visual ensambla el registro cultural con la
orientación inconsciente.”74
74 (Renner,2010:51)
85
5.2 “Dijo X, dijo Austerlitz” / “dijo la imagen, dijo la palabra” “[…]Se distinguía también de los restantes viajeros en
que era el único que no miraba con indiferencia al vacío sino que se ocupaba en tomar notas y hacer dibujos […]”
Narrador en Austerlitz 75
El objetivo de este capítulo es ampliar el concepto de imagen a partir de una ausencia visual
externa en la que el arte de la palabra aparece proyectándola cual objeto, presente y asible
también por nuestra imaginación. Así me centraré en uno de los muchos y enriquecedores
elementos que conforman Austerlitz, cuya relación con la imagen está vinculada con la
figura retórica llamada ecfrasis nocional. La tesis propuesta es un ejercicio de enumeración
de los elementos o las “marcas textuales” que nos sugieren unos cuantos párrafos, para
sobrepasar, ya sin temor, esta primera fase de indiferencia hacia la identificación de una
ecfrasis. Algunas veces aparecerán las ecfrasis en sus versiones más clásicas y evidentes, y
otras veces, cuando yacen escondidas pero latentes como una escultura latente en la piedra,
habrá que desentrañarlas por su distancia con los modelos iniciales. Ahora bien, para
explicar el título del capítulo “dijo la imagen, dijo la palabra” analizaré la presencia vívida
de un cuadro del pintor flamenco Lucas van Valckenborch en la obra de Sebald; de tal
manera que se entienda que el título proviene de una asociación generada en mí, por la
oración “dijo tal76, dijo Austerlitz” constante en la boca del narrador anónimo que, como
interlocutor del personaje principal, añade siempre en su relato casi como una fórmula
mágica que le da peso también a la ecfrasis como ese tejido textual en la que la imagen le
antecede en su representación, por lo que “dijo la imagen, dijo la palabra” queda
supeditado. Nosotros “lectores de Austerlitz” somos los interlocutores-espectadores de este
primer narrador anónimo pero también en una segunda instancia los escuchas de los relatos
75 (Sebald, 2002:11) 76 El “tal” corresponde al nombre de quien le contó o dijo algo a nuestro héroe.
86
del mismo Austerlitz. De acuerdo a esto postulo otra manera de redefinir la ecfrasis, en
donde “representar” toma la otra tangente de la raíz de la palabra y llega a ser “presentar lo
ausente”, o, “traer al presente nuevamente una visión”, es decir, por un lado, puede tener
que ver con introducir en nuestro “campo visual” algo que no está presente y por otro, traer
al presente, en un sentido espacio-temporal algo que no conocemos.
Una de las ecfrasis más sobresalientes está dada por la “descripción” de un cuadro del
artista Valckenborch. Esta manera “indirecta” que antepone como primera “lectura” la de la
pintura de Valckenborch, y que es el origen de la descripción del personaje principal, en
realidad, cumple a manera de los antiguos retóricos con una narración oral de carácter
ecfrástico. Ha sido en esta ocasión la palabra la que se ha dejado “fecundar” por la imagen.
Antes de empezar con el análisis de la pintura de Valckenborch, aludiré la primera
inferencia del imaginario por medio del cine y que tiene tintes ecfrásticos. El narrador en
Austerlitz reconoce y compara a éste de manera mimética con un actor: “Una de las
personas que esperaban en la Salle des pas perdus era Austerlitz, un hombre que entonces,
en 1967, parecía casi joven, con el pelo rubio y extrañamente rizado, como sólo había visto
antes en Sigfrido, el héroe alemán de Los Nibelungos de Fritz Lang.” (Sebald, 2002:11)
Cautiva en este caso la “triple” analogía: por un lado tenemos la personificación de
Sigfrido, el héroe de la obra literaria “Los Nibelungos” y, consecuentemente, éste
caracterizado por el actor de la película, para terminar “reencarnado” en Austerlitz que se le
asemeja y por lo que es recordado. Si la ecfrasis funciona a manera de espejo, es importante
pensar entonces en la “trilogía mimética” que se halla en la vocalización que se desprende
de la relación entre tres miradas que convergen: la de Austerlitz, el narrador y Sebald. Así,
el eco de voces es a la literatura lo que la refracción a la imagen. Otra analogía se da con la
87
mención de un cuadro de Rembrandt en el que se representa el pasaje bíblico de la huida de
la Sagrada Familia a Egipto y en el cual lo primero que buscamos son los esbozos que
demarcan nuestro interés, ya persuadido por la lectura de Austerlitz, como dijo Aurora
Pimentel en su texto sobre “El espacio y la ficción”77 en donde advierte que al leer un texto
ecfrástico nos dejamos seducir sólo por las marcas del escritor, así muchas veces dejamos
de ver el entorno.78
En una exposición de Rembrandt en el Rijksmuseum de Amsterdam, no había querido detenerse delante de ninguno de las obras maestras de gran formato, innumerables veces reproducidas, y en cambio había permanecido mucho tiempo de pie ante un cuadro pequeño, de unos veinte por treinta centímetros y procedente, por lo que recordaba, de la colección de Dublín, que, según la inscripción, representaba la huida a Egipto, aunque no había podido reconocer ni a la Sagrada Familia, ni al niño Jesús ni al animal de tiro, sino únicamente, en medio del brillante barniz negro de la oscuridad, un diminuto punto de fuego que todavía, dijo Austerlitz, tengo ante los ojos…(Sebald, 2002:122).
Así Austerlitz nos atrapa en su propia cosmo-visión e interpretación sensitiva del
cuadro. Su mirada determina, como elemento “ausente” de la imagen, esa mancha
lacaniana que toda imagen contiene en algún registro.79 Entonces frente al cuadro nos
detenemos a buscar en medio de la oscuridad un atisbo rojo, “un diminuto punto de fuego”
(Sebald, 2002:122).
77 Vid., Pimentel, 2001. “Ecfrasis” en El espacio en la ficción. 78 Es un ejemplo, además muy poético, y que tiene que ver también, en cierta manera, con el enfoque subjetivo del punctum, concepto establecido por Roland Barthes, que, como ya vimos, tiene que ver con lo que surge de una escena, “eso” que viene a clavarse de manera aparentemente azarosa en el espectador, que puede llenar toda una foto o ser un detalle que es íntimo y a menudo innombrable. 79 Vid., Barrios, 2010:26
88
5.2.1 Ejemplo de una ecfrasis “tradicional” creada por Sebald a partir del cuadro “Vista de Amberes con el Schelde congelado” de Lucas van Valckenborch A partir de aquí me dedicaré a desglosar lo que será el ejemplo de un tipo de ecfrasis más
tradicional, si consideramos que es la primera descripción o representación de una imagen
que “brilla por su ausencia”. De dicha “carencia” del motivo pictórico (u objeto plástico)
encuentra la palabra riqueza, en suma, es lo que hace posible la existencia formal de la
figura retórica ecfrasis. La “trascendencia” de la oralidad surgida desde Homero80 se apoya
así, primeramente, en la escritura y, consecuentemente, en la imagen. Ahora bien, en este
ejemplo no nos apegamos a un teórico en especial, pues al analizar los estudios tan diversos
sobre la ecfrasis, y comparar definiciones de autores como Clüver, Mitchell, Robillard,
Yacobi y Heffernan, vemos que para las ecfrasis encontradas en una obra literaria dependerá
mucho una perspectiva subjetiva que sea posible fundamentar.
Mientras por su parte se extiende el término de la ecfrasis y se define más que como una
“descripción” como una “representación” verbal de una representación visual. A manera de
licencia, he osado dar mi opinión, para entender la ecfrasis, como “presentar lo ausente” y/o
“traer al presente nuevamente una visión”; aquí amplío la lista de definiciones dadas y la
concibo como una especie de “traducción de un medio a otro”, pues como ya vimos la
ecfrasis no se reduce a los medios literarios y pictóricos, sino que una gama de artes entran
en ella. Con todo esto se entiende perfectamente que no exista una teoría o método únicos
para estudiar el concepto de ecfrasis, como tampoco para la traducción los hay, debido a que
cada texto u obra literaria va a determinar en cierta forma, su propio método o definición.
80 Más adelante retomaremos brevemente la relación que guarda Homero, con la tradición oral y su emblemática descripción del escudo de Aquiles, significó el surgimiento de la ecfrasis. Figura retórica que también encontraremos en la obra de Sebald.
89
Asimismo la ecfrasis del nivel y tipo que sea conformará, a partir de su estructura y sus
funciones, un método específico y quizás innovador. Llegados a este punto es importante
retomar la definición desarrollada por Clüver en la que la ecfrasis se vuelve “la
verbalización de textos ficticios compuestos por signos no verbales”. Definición que abre la
posibilidad de que sean más medios los que estén involucrados de manera factible.
Sin embargo, lo que nos vemos obligados a especificar nuevamente, pero con otros
fines, es el significado etimológico del término ecfrasis.81 Ek-frasein es de-scriptio
(descripción). En esto, los teóricos entran en disputa y señalan que la palabra descripción
reduce lo que conforma a la figura retórica de la ecfrasis, puesto que, incluso, ha llegado a
romper sus límites, pues en la actualidad es considerada, también un género. La definición
más clásica había sido dada por Heffernan quien postuló que era una: “representación
verbal de una representación visual”.82 ¿Por qué la definición del término sufrió un cambio
que pasó de la descripción a la representación? La descripción es considerada meramente
objetiva, mientras la representación incluye la imaginación, como en el caso de la
ekphorie83. Se estima que el logro de los oradores o escritores es precisamente “enriquecer”
lo visto, entonces, gracias a la recepción las interpretaciones son libres y se “revaloran”
muchas veces otros elementos que el propio creador del objeto espacial no ha hecho. Así
veremos que el factor no sólo espacial sino el temporal, a partir del tic tac de las palabras,
se configura en la ecfrasis. Se le proyecta luz, se le provee de movilidad y vida a un objeto
que, existente de manera tangible o únicamente por las palabras, carecía de tales cualidades.
81 Ek: Preposición de genitivo, de significado muy variado que puede traducirse por alguna de las españolas de, desde, fuera de, sobre, en, entre, a, hasta, por, según la idea que denote: salida o procedencia, salir de la tierra a la luz. 82 Vid., Heffernan, James, 1991. “Ekphrasis and Representation”. 83 Ver tema sobre la memoria.
90
Encontramos la fuente de la descripción ecfrástica, el cuadro “sin título” de
Valckenborch,84 de mediados del siglo XVI, y que descubrimos en la red sólo por tener a
Amberes como fondo del cuadro. La ecfrasis realizada por Sebald hace referencia,
precisamente, a Amberes lo que nos lleva directamente al famoso cuadro de Brueghel “La
caída de Ícaro”85, pintura basada en Ovidio. Para sorpresa nuestra, las pinturas de
Valckenborch venían de la misma tradición que ejercieron los Brueghel.86 De una obra
auténtica se pueden originar otras, cuya influencia multiplica no sólo la idea primordial sino
las maneras posibles de expresarla, desde los diferentes medios artísticos o, incluso, las
tecnologías mediáticas. En lo personal al leer el estrato en que Sebald por medio de sus
palabras vuelve a la imagen una especie de portavoz del pasado, al quedar revelado
posteriormente cómo el cuadro que Austerlitz ve, lo lee con información extratextual, me
lleva a pensar en las teorías de la recepción, donde como Lessing mismo lo decía, la
enciclopedia personal determinará mucho la “interpretación” o lectura de una obra ya sea
literaria o visual. Esta postura de Lessing, quien en su famoso Laocoonte –obra de crítica
estética de 1766 en la que habla sobre los límites de la pintura y la poesía– postula el peso
que tiene la imaginación en la interpretación, es decir, que a partir de una descripción se
activa la enciclopedia individual del receptor. A continuación presentamos la ecfrasis
realizada por Sebald sobre el cuadro de Valckenborch:
84 Apéndice: Fig.11 85 Apéndice: Fig.12 86 Aunque el arte de paisajes con el tema del título representado por pequeñas figuras en la lontananza eran un motivo habitual en la Pintura Flamenca de los siglos XV y XVI, el tener formas sin mucha relación con el tema en primer plano es original, y representa una ruptura respecto a la jerarquía de los géneros. Y en el caso de estos dos cuadros fue una excepción la influencia pues el cuadro de Pieter Brueghel el viejo, está fechado en 1554-55 mientras el de Valckenborch en 1590.
91
Señalando el agua extensa que centelleaba al sol de la mañana, dijo que, en un cuadro pintado por Lucas van Valckenborch hacia mediados del XVI, durante la llamada pequeña época glaciar, se podía ver el Escalda helado desde la orilla opuesta y, detrás de él, muy oscura, la ciudad de Amberes y una franja de tierra llana que se extiende hasta la costa. Del sombrío cielo que hay sobre la torre de la catedral de Nuestra Señora está cayendo una nevada y allá en el río, al que miramos trecientos años después, dijo Austerlitz, los habitantes de Amberes se divierten sobre el hielo, gente corriente con trajes de color terroso y personas distinguidas de capa negra y gorguera de encaje blanco. En primer plano, hacia el margen derecho del cuadro, una señora se ha caído. Lleva un vestido amarillo canario; el caballero que se inclina solícito hacia ella, unos pantalones rojos, muy llamativos a la pálida luz. Cuando lo miro ahora y pienso en ese cuadro y sus diminutas figuras, me parece como si el momento representado por Lucas van Valckenborch nunca hubiera terminado, como si la señora de amarillo canario acabara de caerse o desmayarse, y se le hubiera ladeado de la cabeza la cofia de terciopelo negro, como si el pequeño accidente, que sin duda no han notado la mayoría de los espectadores, volviera a repetirse una y otra vez, como si no cesara ni pudiera remediarse ya, ni por nada ni nadie. (Sebald, 2002:17)
Se dijo anteriormente que la ecfrasis se logra por la ausencia del “objeto plástico”
aludido y la imaginación originada de la palabra. Sebald nos presenta la escena de un
cuadro que se vuelve dinámico a través de las historias que su personaje comparte de
manera oral. A partir de la carga cultural y de las experiencias de Austerlitz que nos son
transmitidas por sus asociaciones con una obra de arte, el alcance de la escena representada
en el cuadro y las historias entretejidas en su “descripción” se rompen las barreras del
tiempo y del espacio. La “continuidad” de la escena en la imaginación logra romper el
marco del tiempo, conjugando en el mismo espacio el tiempo presente y pasado; de tal
manera que el pasado en que fue realizado el cuadro alcanza el momento presente de los
espectadores del mismo. Austerlitz y su escucha observan un paisaje estático pero la acción
representada en la pintura puede ser narrativizada, así esa caída de la mujer que se halla
congelada en el tiempo, de la misma manera que el Escalda, puede seguir un curso. Nos es
representada una caída infinita, la cual se repite una y otra vez, a manera de los castigos de
los mitos griegos. La acción del cuadro ha sido capturada como la de la polémica fotografía
de Robert Capa “el miliciano que cae” en el momento de la caída. Esta última muestra que
en el instante en que el miliciano recibió el balazo fue también fotografiado, lo que
92
significaría que dos gatillos fueron presionados al unísono, el del arma y el de la cámara.
En ambas imágenes el motivo de la caída se vuelve un elemento que conforma un
dramatismo cuasi metafórico, pues lleva a pensar en un “más allá” de la acción y de lo que
los ojos están mirando.
Sebald logra, con esta imagen configurada por la palabra, una retrospectiva además
de hacernos ver al pasado. El resultado de una escena que perdura por la “impresión”
pictórica y la literaria culmina cuando hay un receptor. Pues es al momento de ser vistas
cuando las imágenes logran repetirse y cohabitar espacios y tiempos. La coexistencia del
tiempo pasado y presente en la obra de Sebald se refleja por las referencias a las historias y
los eventos históricos que se acuñan en las ciudades, su arquitectura y sus monumentos de
rememoración. La atemporalidad de la ciudad que es el fondo del cuadro de la mujer que
cae, guarda una relación innegable con elementos más concretos a los que también Sebald
vuelve relevantes. La petrificación de una escultura, una ardilla disecada, una porcelana
que representa a un caballero que trata de montar en su mismo caballo a una mujer para
rescatarla de una desgracia que se prevee terrible,87 son algunos de los temas que trata de
representar Sebald por medio de la palabra o la fotografía. Cuando es a través de elementos
tanto extratextuales (fotografías) como textuales que se revelan historias anecdóticas, éstas
nunca son “narradas” de la misma manera, puesto que los medios transmiten en sí su
propio mensaje.
Prácticamente la última frase de la cita sobre el cuadro de Valckenborch, hace
evidente la deuda con el tema y la composición del cuadro “La caída de Ícaro”. Esa caída
que nadie percibe, ahí, a la derecha baja del primer plano del cuadro, es muy similar a la de
87 Vid., Sebald, 2002: 198.
93
la mujer, que porta un vistoso vestido color canario; lo cual contrasta con que su desliz ha
sido percibido por pocos, según la lectura de Austerlitz. En este caso vemos los diferentes
niveles de legados en las obras artísticas, puesto que esta ecfrasis aparecida en la novela
encuentra su origen en un cuadro que a su vez está influenciado por otro. ¿Puede decirse,
entonces, que hay un tipo de palimpsesto en la obra de Sebald? Sí, porque la cadena de las
influencias culturales, y artísticas es inevitable y más en la actualidad cuando los medios
tecnológicos nos llevan a conocer obras que sólo vemos virtualmente. Por ello hay que
plantearse ahora preguntas que enriquezcan caminos de investigación, para poder abarcar la
potencialidad de las ecfrasis y su intervención en una obra. Por otro lado, el fragmento
textual donde se representa la totalidad de un cuadro, conlleva cierta introspección en
Austerlitz, así como antes lo hiciera la contemplación de la panorámica de un lago de
Amberes, que dio lugar, precisamente, a la reminiscencia del cuadro que ha fijado
anteriormente Valckenborch. La reflexión es sobre el paso del tiempo, un tiempo que tiene
que lidiar con el dolor que todo lo que se extingue deja justo con la huella de su ausencia.
Así se crea la historia según está escrito en la novela: “Aquel día, Austerlitz, después de
que hubiéramos dejado nuestros puestos aventajados en la terraza y paseado por el centro
de la ciudad, habló largo rato de las huellas del dolor que, como él decía saber, atravesaban
la historia en finas líneas innumerables.” (Sebald, 2002: 17-18)
Esto da pie para cerrar este tema, la ecfrasis en función de la narrativa, sirve como
sostén de la conciencia fluctuante del narrador, y reside en el espacio y lo significante de
los detalles. Y al igual que “el viaje” que es uno de los principios generadores de la
actividad mental en los libros de Sebald, no podemos negarle a este ejemplo la “evidentia”
que toda ecfrasis requiere para ser nombrada como tal. La ecfrasis es capaz de volver
94
trascendente una única puesta de sol, porque eterniza momentos efímeros y devuelve
aliento de vida a lo pasado y muerto. Las obras que el hombre crea son más susceptibles a
la extinción sin la concreción del verbo. Hay obras artísticas que representan
“figurativamente” la incapacidad del hombre por confrontar el saberse mortal por lo que el
terror al eterno retorno se vuelve más una esperanza. En este caso en las fotografías, como
mencionamos al hablar brevemente acerca de las obras artísticas, se muestra una aparente
paradoja: lo inmóvil de la imagen en su capacidad “persuasiva” de fijarse en la imaginación
y en la memoria como un hecho en movimiento o con continuidad infinita; en la que la
palabra la da a luz para que viva o continúe una historia fuera de los parámetros del espacio
y el tiempo. Austerlitz concibe, por ejemplo, la memoria que guardan las imágenes y esta
idea la imprime en palabras que la hacen perdurar.
Conclusión
Cada vez se hace más evidente la colaboración entre literatos y artistas visuales para
alcanzar una máxima representación de lo pasado. En una era donde el presente tiene el
carácter de lo efímero por los constantes cambios tecnológicos, se busca arraigo y
conciencia de la historia y la identidad. Sebald, a quien le aterró la minuciosidad de los
alemanes en sus registros, paradójicamente, copió mucho su tipo de listados en sus obras, y
se llevó en su mochila de exiliado su lengua materna, para seguir escribiendo con la mayor
cercanía a la verdad. Sin embargo, cuando leemos Austerlitz encontramos que Sebald, el
guardián del pasado, caminante de paisajes históricos y pasajes literarios, no sólo se impone
como narrador verbal sino también visual.
La estructura de Austerlitz se vuelve laberíntica con todos los saltos del recuerdo y el
efecto de reminiscencia se plasma a partir de las fotografías y en una secuencia de
95
imágenes creadas por las palabras, las cuales se potencializan cuando operan como archivos
de la memoria tanto individual como colectiva. Sí, con Sebald estamos ante un escritor que
parece desafiar con su falta de “purismo” –con un sincretismo de medios– a los géneros
cerrados y al totalitarismo mismo. Sebald concede la oportunidad, hasta al lector más
desconfiado, de meter el dedo en la llaga para asegurarse de la veracidad de sus relatos.
Para quienes han concebido que el texto literario también es, aunque discursivo, una
especie de artefacto, la novela de Austerlitz encarnaría el reto, ya que por su carácter
parcialmente óptico y sus elementos extratextuales fue presentada en un museo en París en
el año 2009.88 Es fácil imaginar las páginas proyectadas en un museo, en donde los textos
son expuestos, en su calidad plástica a la par de las imágenes fotográficas, a las que por su
lado también se les concede la capacidad de componer narrativas visuales. El libro en sí con
sus “otros” modos discursivos acuñados en las fotografías, produce una reacción más
sensorial como cuando se observa un álbum familiar o se visita un museo.
Vale la pena mencionar las repercusiones que han provocado las imágenes de la obra
de Sebald, para entender, a su vez, su propia intención interartística. La foto de la portada
de Austerlitz, por ejemplo, se ha vuelto un emblema representacional de la orfandad de los
niños judíos a causa de la persecución nazi, mientras que la de la polilla, ha sido fuente de
inspiración de gran parte de la obra del artista visual Carlos Amorales.89 La novedad de
Sebald radica en el aprovechamiento de las imágenes que no sólo tienen que ver con lo
plástico, sino incluso con el cine y la arquitectura. Adquirida la certeza de que ningún tipo
de lenguaje puede permanecer sin retroalimentación de otras áreas del saber y de que es
inevitable la influencia de los que vinieron antes que nosotros, Sebald, atribuye la relación 88 El contenido de la exposición 'wandernde schatten. w.g.sebalds unterwelt'88 provenía del archivo alemán de literatura en Marbach. 89 Vid. Sebald, 2002: 97
96
entre las imágenes y sus textos a la influencia directa de cineastas como Alexander Kluge,
Klaus Theweleit y Claude Lanzmann. Es así que en la esfera de lo verbal quepa y se
amolde lo visual y viceversa.
Por un lado, nombrar las cosas las vuelve presentes, por otro, el origen de la narración
nació de la oralidad. Así el nombrar las cosas, fue, según la Biblia, lo que dio origen a la
existencia de las cosas. El verbo era también acción. Dijo Dios: “sea la luz” y fue la luz.
Esto dentro del campo literario parece tener su paralelismo con el resultado de la ecfrasis;
en el que lo verbal logra “proyectar” ante nuestros ojos una imagen palpitante, o para
decirlo de otro modo, nos abre los sentidos para percibir la latencia de las imágenes en la
oralidad o la escritura. La diatriba que se tuvo acerca de que la imagen siempre está en
contraposición respecto al lenguaje verbal se debilita. Por un lado, existe un método de
clasificación dicotómico que la juzga o descalifica en la supuesta desventaja y
subordinación que guarda frente a la palabra, por otro lado, en el desarrollo de tal
concepción, la imagen sale de este marco restrictivo y sorprende por sus posibilidades
expresivas y dinámicas en el momento en que puede abrir a una continuidad narrativa que
salga fuera de su marco referencial. Esta problemática no aparta del camino a escritores,
filósofos y artistas en su búsqueda por abarcar o acercarse a una mayor “exactitud
representativa”. En resumen mi objetivo principal fue mostrar ciertos hilos que mueven a
los escritores y artistas visuales a “tomar prestado” uno del otro los recursos de los que, al
parecer, carecen sus propios medios.90 Con la cita posterior Sebald parece ejemplificar su
90 Ejemplo de ello lo encontramos en novelistas como James Joyce con sus rebus y como Georges Perèc con el uso de imágenes diversas. Incluso también filósofos como Peter Sloterdijk, han utilizado esta técnica para mostrar el discurso de las imágenes en sus diferentes versiones.
97
propia desazón en el lenguaje literario; no dejó de escribir pero en su obra reunió diferentes
medios de expresión.
En ninguna parte veía ya ninguna conexión, las frases se disolvían en palabras aisladas, las palabras, en una sucesión arbitraria de letras, las letras en signos inconexos y éstos en una huella gris azulada, que brillaba plateada aquí o allá y que algún ser reptante había segregado y arrastrado tras sí, y cuya vista me llenaba cada vez más de sentimientos de horror y vergüenza. Un atardecer, dijo Austerlitz, saqué de la casa todos mis papeles, atados y sueltos, los libros de notas y cuadernos de notas, los archivadores y legajos de mis clases, todo lo que estaba cubierto de mi escritura, y lo tiré al extremo más lejano del jardín en el montón de estiércol, cubriéndolo con capas de hojas podridas y unas paladas de tierra. (Sebald, 2002:127)
El lenguaje en general es también un “objeto” abstracto que va de la mano de la
interpretación y una crítica filosófica en lengua alemana que va desde: Ernst Mach, Fritz
Mauthner, Hugo von Hofmannsthal, Karl Kraus, Ludwig Wittgenstein, a George Steiner; y
en lengua francesa: Gilles Deleuze, Roland Barthes, Henri Bergson y Jacques Derrida.
Como siempre, remontarnos al pasado uso de impresiones ayudó a entender los motivos de
los artistas y literatos actuales, así como las inscripciones paleolíticas o imágenes rupestres
en las cuevas han sido consideradas, al unísono, escritura y arte, los artistas utilizan la
palabra y los escritores las imágenes. Hasta el siglo XIX los estructuralistas, basándose en
Lessing, negaban la posibilidad de una comparación temática entre pintura y poesía, sin
embargo, más recientemente Mieke Bal, rompe este tipo de “purismo” y se obstina en
acabar con la oposición entre palabra e imagen para demostrar su inapelable interacción. Su
teoría entiende la visión como algo inherentemente sinestésico que se encuentra siempre
enriquecido por lo verbal y otras formas discursivas. “Lo visual puede recomponerse en su
retórica mediante la semiótica y el lenguaje mismo tiene un carácter visual”. (apud,
González, 2007:101)
En el comienzo, la escritura estaba ligada al arte y a ese punto volvemos para concluir
este trabajo. Lo cierto es que se pueden seguir ampliando los panoramas de la interacción
98
entre las artes, no por nada, las artes gráficas toman su nombre de la palabra grafía.
“Graphikos, etimológicamente, es perteneciente a la escritura o el dibujo. Así palabra e
imagen se unen, al mismo tiempo que imagen e imaginario”.91 La representación visual fue
un lenguaje que quedó inscrito en las cuevas en sus espacios tapizados de signos rupestres,
y que igual que el texto lingüístico, sirvió como medio de representación del mundo o
interpretación de la memoria y la experiencia humana. El jeroglífico, una de las dos
escrituras más antiguas, no pudo renunciar al prestigio de lo visible. Así, dadas las
evidencias arqueológicas, tanto las escrituras cuneiformes (sumeria, babilónica y arcadia),
los jeroglíficos (egipcios), los ideogramas (chinos) como el alfabeto, derivan en sus formas
esquemáticas de las pictografías originales. Por ello la escritura estuvo entonces asociada
con el dibujo y con las artes visuales en general, y tuvo una suelta asociación con el habla
hasta que la fonetización transformó a la escritura en una representación de la palabra
hablada. De ahí se originó su condición subordinada pues según esta concepción la
jerarquía estaba dada por la imagen y no viceversa.
El objetivo de esta tesis, no es dar respuestas inamovibles o aseveraciones, sino que
se busca abrir interrogantes o replantearse las formas de representación imbricadas unas en
otras por sus propios límites. En las relaciones interartísticas e busca más que la disputa de
soberanía entre la palabra y la imagen, su “hermandad” a favor de una mejor
compenetración. Si la imagen siempre ha sido relacionada con lo femenino y la palabra con
lo masculino, es momento de entender –recordando el mito del andrógino– la lucha actual
por recuperar su original unión. Se pudo comprobar que el tiempo que requiere la palabra y
su racionalidad queda complementada por el espacio de la imagen con su impulso a la
91 Graphikos "of or for writing, belonging to drawing, picturesque," from graphe "writing, drawing," from graphein "to write". http://www.etymonline.com/index.php?term=graphic
99
imaginación, que los “espacios-temporales” ya no son característica única de uno sólo de
ellos, y que tampoco la imagen es más bella que las palabras, ni éstas son siempre más
persuasivas. Es así que los escritores no sólo se han enfocado en la ecfrasis, hay quienes se
ven tentados por otras maneras expresivas y comienzan a usar la imagen, o incluso
aprovechan la plasticidad de las letras,92 que finalmente alcanzan la “corporeidad tangible”
exigida a todo medio artístico plástico. La interdisciplina surge de tales hibridos.
Con una historia plasmada en Austerlitz, parece entenderse el eterno retorno a lo
original: El pintor italiano Novelli –personaje real que vivió con una tribu cuyo idioma
constaba sólo de vocales, en la que la A predominaba y se distinguía sólo por la variante de
tonalidades– hizo de la A uno de los objetos principales de sus pinturas. En sus cuadros este
artista pinta esta letra en diferentes tamaños y volúmenes, variando el tamaño de las patas,
representándola coja, etc. Dicha historia de una sola letra nos recuerda, la íntima relación
que guarda la lengua como la escritura con la plasticidad. Por ello no debiera sorprender lo
unívoco que puede llegar a ser lo visual y lo verbal, o en su caso, que el uso de la imagen
verbal con la imagen visual confluya en un lenguaje más completo y armonioso; y que un
sólo lenguaje –entendido aquí como las diversas lenguas y como los diferentes medios
expresivos, artísticos y literarios– no nos daría. Todos estos medios conforman el camino
de piedras que hacen posible que pasemos de una orilla a otra,93 que entendamos mejor el
significado de ser “del otro”. Así como Sebald, muy al comienzo de la novela, introduce la
historia sobre Novelli, yo lo hago por último para concluir que la reducción de la Historia
92 Ejemplo de ello lo encontramos con Georges Perèc quien usa muchos signos que van desde simples dibujos, símbolos o palabras. Los artistas visuales no se quedan atrás y se aventuran a no relegar de sus obras la palabra escrita. 93 Übersetzen (del alemán) es traducir, que significa también “pasar de una orilla a la otra”, es decir, trasladar. Uno “traduce” cuando ha entendido al otro.
100
encuentran correspondencia en la reducción del lenguaje a la letra A.94 Una línea larga que
ilustra un grito sostenido en su continuidad:
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
94 Cfr., Renner: 2010:48.
101
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105
Apéndice
Figura 1. Bibliothèque nationale de France, París
106
Figura 2a.
Figura 2b.
107
Figura 3.
108
Figura 4.
109
Figura 5.
110
Figura 6.
Figura 7. Un miliciano que cae. Robert Capa.
111
Figura 8.
Figura 9.
112
Figura 10.
113
Figura 11. Vista de Amberes con el Schelde congelado, 1590. Lucas van Valckenborch.
Figura 12. La caída de Ícaro, 1558. Pieter Brueghel el Viejo.