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LA MODERNIZACIÓN COMO RACIONALIZACIÓN Y DIFERENCIACIÓN FUNCIONAL DE SISTEMAS SOCIALES: EL EVOLUCIONISMO FUNCIONALISTA, DE PARSONS A LUHMANN. Álvaro Espina 1 Este es un trabajo en curso de elaboración. Contiene fragmentos prácticamente terminados (algunos de ellos prepublicados en el Cuaderno de Documentación nº 78 del MEH) y otros simplemente esbozados. Se presentan aquí agrupados a efectos de su utilización en clase. (Versión: Febrero 2006)

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LA MODERNIZACIÓN COMO

RACIONALIZACIÓN Y DIFERENCIACIÓN

FUNCIONAL DE SISTEMAS SOCIALES: EL EVOLUCIONISMO FUNCIONALISTA, DE

PARSONS A LUHMANN. Álvaro Espina

1

Este es un trabajo en curso de elaboración. Contiene fragmentos prácticamente terminados (algunos de ellos prepublicados en el Cuaderno de Documentación nº 78 del MEH) y otros simplemente esbozados. Se presentan aquí agrupados a efectos de su utilización en clase. (Versión: Febrero 2006)

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LA MODERNIZACIÓN COMO RACIONALIZACIÓN Y DIFERENCIACIÓN FUNCIONAL DE SISTEMAS SOCIALES: EL EVOLUCIONISMO FUNCIONALISTA, DE PARSONS A LUHMANN. Álvaro Espina

Introducción

La modernización consiste esencialmente en la universalización y la diferenciación de los sistemas sociales1. Para Talcott Parsons, esta última no es otra cosa que la culminación de un universal evolucionista que se inicia con la formación de la visión, la mano y el cerebro humanos, “innovaciones biológicas” que proporcionan a quien las posee una aumento sustancial en su capacidad de adaptación generalizada, lo que multiplica sus probabilidades de supervivencia y de progreso ulterior. Desde esta perspectiva, el cambio social propio específicamente de las sociedades humanas parte de cuatro prerrequisitos: la tecnología; la organización del parentesco mediante el tabú del incesto; la comunicación basada en el lenguaje, y la religión. A partir de ahí, en el proceso de modernización la estructura social desarrolló seis complejos organizativos: a) la estratificación, rompiendo con la estructuración basada en el parentesco primitivo, de carácter absolutamente adscriptivo; b) la legitimación cultural mediante sistemas de agencia, diferenciados de la tradición religiosa omnicomprensiva; c) la organización burocrática para la consecución de fines colectivos; d) la aparición de los sistemas monetario y de mercado; e) la generalización de sistemas legales de carácter universalista, y e) la asociación democrática con liderazgo electivo -junto a la formación de organizaciones de afiliados para apoyar diferentes orientaciones políticas-, lo que presupone la ruptura con el monismo y la aceptación del pluralismo de fines.

En la fase final de esta evolución, la sociedad humana aparece como un sistema cada vez más complejo, caracterizado por la generalización de estructuras de normas –entendidas como “expectativas que definen la conducta culturalmente apropiada”- con elevado grado de universalismo en todos los campos.2 La generalización de los valores morales básicos “permite a

1 Véase Rudolf Stichweh, “On the Genesis of World Society: Innovations and Mechanisms”, Distinktion Scandinavian Journal of Social Theory, Nº 1 2000, Special Issue: Niklas Luhmann's Theory of Society, http://www.uni-bielefeld.de/soz/iw/pdf/stichweh_2.pdf.

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2 Véase “Evolutionary Universals in Society” (1964), recogido en el libro Action Theory and The Human Condition, New York, Free Press, 1978. Sobre el origen Spenceriano de muchos de estos conceptos, véase Espina (2005b).

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la sociedad seguir representando su unidad a pesar de la complejidad creciente.” 3 Bajo tales normas, los subsistemas tienen a adquirir cada vez mayor autonomía para perseguir sus propios fines e intereses y para actuar instrumentalmente respecto a los de los otros. Esta mayor autonomía aumenta la probabilidad de que las unidades estructurales desarrollen una gran diversidad de intereses y fines secundarios.

El proceso de especialización de la sociedad en sistemas diferenciados y la paulatina autonomización de los mismos se inicia con el Estado moderno, que comenzó definiéndose como absoluto al apropiarse de la maiestas, anteriormente reservada en exclusiva a la divinidad -aunque ostentada, en su nombre, por el emperador-, heredando del sistema medieval una cierta confusión entre religión, filosofía, política y economía. Pero, al acaparar para sí todas las funciones de forma coactiva, su plena consolidación dificultó la emergencia del sujeto individual autónomo, del mercado y de la sociedad civil, por mucho que su propio nacimiento significase el inicio de un proceso de diferenciación que permitió al Estado asumir la función política y segregarla de la religión.

Por esta razón, el proceso de diferenciación y especialización se generalizó y avanzó más rápidamente allí donde el absolutismo no alcanzó forma definitiva –de acuerdo con la “paradoja de occidente”, enunciada por Douglas North-4. La ciencia, la filosofía, la cultura, la sociedad civil –como esfera autónoma de la acción individual- y, finalmente, la economía se fueron desgajando en sucesivas bifurcaciones del tronco único común de la sociedad tardomedieval. A mediados del siglo XX Talcott Parsons5 pudo ya definir la sociedad moderna en términos de un gran sistema, fruto a su vez de la interacción de un conjunto de subsistemas.

Aunque Parsons afirmase que su sistema es resultado de la interacción de subsistemas mutuamente independientes y no subordinados, su teoría de la acción resulta asimétrica porque existe un control de última instancia situado en el sistema político, trasunto, él mismo, de la capacidad normativa que se atribuye el científico, que se concibe como un metaobservador, externo al sistema, y es quien le impone en último término la necesidad funcional de conservación. Así pues, el modelo cognitivo que subyace al sistema estructural-funcional de Parsons puede asimilarse analógicamente a un aparato mecánico que funciona con supervisor.

En cambio, Luhmann construirá un sistema social sin supervisor, en el que el grado de autonomía de cada subsistema funcional se aproxima a la condición de los sistemas y autopoiéticos –que disponen de capacidad autónoma para dotarse de fines, de acuerdo con la teoría de los neurólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela-. De modo que con Luhmann el símil a emplear para representar a la sociedad postmoderna, más que mecánico, es cibernético y neurológico, propio de los organismos vivientes: los sistemas psíquicos –que son precondiciones de la sociabilidad- producen pensamientos; el sistema social produce comunicaciones –que son las unidades elementales del mundo social-; ambos se distinguen por sus significados, pero en el segundo caso la comunicación implica interacción entre el que emite y el que recibe. Salvada esa distancia, se trata de la misma clase de sistemas.

3 Véase Luhman, Niklas, “ ‘What is the Case?’ and ‘What Lies Behind It?’ The Two Sociologies and the Theory of Society.” SociologicalTheory, Vol. 12, No. 2, July 1994, pp. 126-140 (p. 129). 4 Véase D. C. North, “The Paradox of the West”, The Origins of Modern Freedom in the West, R. Davies, ed., Stanford University Press, 1995.

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5 Véase Talcott Parsons, The Social System, Harvard University Press, 1951.

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Ciertamente, en los diferentes subsistemas sociales no cabe hablar de una autonomía total, pero el conjunto de resultados que se determinan de forma endógena es tal, que la imagen aparente que ofrece el conjunto –y cada uno de los subsistemas- es la de Hal 9000, el ordenador de última generación que dirige la nave interestelar de 2001, Odisea en el Espacio, que se autonomiza del hombre y establece sus propios fines.6 Ese es el reto de la complejidad que afronta la sociedad global.

El tipo de ciencia social –incluyendo a la economía- aplicable a estos dos modelos cognitivos del sistema social es también distinto. En el primer caso, lo que importa es la observación de las regularidades, al modo de la física de Newton y del representacionismo de las ciencias cartesianas. En el segundo, el modelo científico es, más bien, el de la biología evolucionista, el de la física cuántica, y el de las ciencias cognitivas y de la inteligencia artificial. El tipo de equilibrio ya no es el de la mecánica o la dinámica de sistemas; si acaso, el de la química de los movimientos brownianos, o, más bien, el equilibrio cosmológico y la física cuántica, que produce regularidades a partir del caos, lo que implica concebir el sistema social como la etapa final del proceso evolutivo. De ahí el papel primordial de las ciencias evolucionistas y de la complejidad (referido a cada una de las ciencias sociales particulares, y a la ciencia social concebida como un todo). Pese al carácter secularizado de ambos modelos, entre uno y otro enfoques media el abismo que se produjo a mediados del siglo XIX en ciencias naturales entre el creacionismo y el darwinismo. En el primero, la causalidad era lineal. En el segundo la causación es probabilística.

El primer epígrafe recoge la definición del concepto de sistema social en el trayecto de la historia de la sociología que va de Pareto a Parsons. El segundo proporciona una visión panorámica del proceso de diferenciación funcional de la sociedad en sistemas y subsistemas sociales. El tercero explora los orígenes y hace una somera historia intelectual del concepto de reflexividad autopoiética. El cuarto interpreta la segunda modernización como una radicalización procedimental de la modernidad. El quinto plantea el problema de la reintroducción (o reentrada, en términos cibernéticos) de significados y valores en la sociedad posmoderna, definida como sistema autopoiético. El sexto reflexiona sobre el carácter racional de la ética en la sociedad del riesgo, empleando una definición de la racionalidad extraída de las ciencias de la complejidad. En un breve epígrafe final se recogen conclusiones provisionales.

1.- De Pareto a Parsons: la sociedad como sistema

Fue Pareto, durante la Primera Guerra Mundial, el primero en describir la sociedad como un sistema interdependiente, definido como un conjunto que dispone de propiedades no derivables por generalización directa de las unidades que lo constituyen. Pareto trataba de construir una alternativa al darwinismo sociológico de Spencer, que había venido explicando el cambio social en términos deterministas de simple adaptación de la sociedad a su medio (lo que no le impidió sostener al mismo tiempo un individualismo prácticamente absoluto)7. En cambio, Pareto edificó una teoría sociológica abiertamente voluntarista, al definir la sociedad como un sistema de acción con un fin común (o con un sistema de fines propios, no reducibles a los de

6 Sobre la literatura derivada de Hal véase “HAL'S LEGACY Online”: http://mitpress.mit.edu/e-books/Hal/.

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7 Véase mi trabajo “El darwinismo social de Spencer a Bagehot”, REIS, nº 110, abril-junio 2005, pp 175-187.

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los individuos que forman parte de ella). Aplicando el concepto de retroacción negativa observado en los sistemas abiertos –los organismos vivientes, en biología, y los ecosistemas, en ciencias naturales-, Pareto lleva a cabo una interpretación conservacionista según la cual aquel fin común mantiene al sistema en equilibrio provocando sentimientos de revulsión contra todo lo que lo perturba, lo que garantiza el mantenimiento de la configuración previamente alcanzada por el sistema social. Bien es verdad que Pareto adopta alternativamente el concepto de equilibrio estadístico –tomado de la teoría cinética-, cuya dinámica puede producir un cambio constante e ininterrumpido, idea aplicable tanto a los estados del sistema sociológico como a los del sistema económico –que constituyen casos particulares de los primeros.8

En el ámbito de las acciones racionales (a las que Pareto denomina acciones lógicas, porque son instrumentales para la consecución de un fin)9 la meta que persigue cada individuo consiste en maximizar su utilidad (aunque ésta no es exclusivamente económica). Al tratar de definir el óptimo social como la suma de las utilidades de individuos heterogéneos aparece inmediatamente el problema del criterio de agregación a emplear para hacer comparables las utilidades individuales. El ejemplo palmario que pone Pareto es el de la imposibilidad de medir la utilidad social de la esclavitud en términos de agregación de la utilidades individuales de los esclavistas –para quienes resultan positivas y aceptables- y de los esclavos y los abolicionistas –para quienes son negativas y rechazables-. De ahí que el óptimo económico paretiano resulte estrictamente conservacionista, ya que consiste en que alguien mejore de posición sin que nadie empeore –aunque la posición de algunos (los esclavos, por ejemplo) sea juzgada como muy mala.10

Pareto concluye que los dos tipos de óptimos (el económico y el sociológico, si es que este último pudiera definirse de forma aceptable) no son paralelos, sino que se encuentran ordenados jerárquicamente. Por ejemplo, según la interpretación que Parsons hace del análisis paretiano, la regulación de pretensiones económicas conflictivas entre individuos implica consideraciones más que económicas, de modo que cada distribución económica sólo es posible dentro de un sistema general de justicia distributiva, como quiera que éste se defina11. Pero, ¿existe la posibilidad de definir fines para el conjunto del sistema social, desbordando el ámbito estrictamente económico? A este respecto, Parsons afirma:

“El aspecto distributivo no agota la cuestión. Cualquier orden social incluye igualmente ciertos elementos éticos comunes que no guardan la menor relación con aquel aspecto distributivo. En virtud de ellos la colectividad no se encuentra meramente ‘coaccionada’ –por así decirlo- hacia la unidad, en el sentido de reprimir los conflictos internos

8 Véase Vilfredo Pareto, Tratado de Sociología General [1916], Capítulo XII, § 2060-2068 y 2072-2074 ( (Forma y Equilibrio Sociales, edición de G. Braga, Alianza Universidad, 1980 pp. 73 y ss.) 9 Véase Vilfredo Pareto, Tratado de Sociología General [1916], (Escritos Sociológicos, edición de Mª Luz Morán Alianza Universidad, 1987, Cap. II, § 150, p. 287). 10 Sobre la heterogeneidad, véase Forma y Equilibrio Sociales, citado, § 2115-2135. Acerca de la esclavitud, Ibíd., § 2136, p. 103.

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11 Véase Talcott Parsons, Structure of Social Action. Study of the convergence of Marshall, Pareto, Durkheim, and Weber on a common conceptual scheme. N.Y. McGraw-Hill (1937). Versión española de José Castillo y J.J. Caballero, Guadarrama, 1968, dos vols.1961. La referencia concreta es: I, p. 321-22.

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potenciales, sino que constituye una unidad en un sentido más positivo, lo que implica la promoción de ideales y fines comunes –sus miembros comparten una ‘fe’ común...”.12

“En el esquema conceptual de Pareto, la única forma de dar sentido al concepto ‘fin de una sociedad’ es el teorema de que existe un fin común a los miembros de esa sociedad. ... En tales términos, los sistemas de fines de los distintos miembros individuales no sólo han de estar de algún modo ‘homogeneizados’ por los principios implícitos en el orden social...., sino que en ciertos aspectos tales sistemas de fines deben ser compartidos.... [cursivas AE] y, en la medida en que esto es cierto, cabe decir que los sistemas de fines se encuentran integrados.”13

Parsons profundizó en la idea de Pareto describiendo la sociedad mediante el juego de tres grandes sistemas: el sistema de la personalidad, el sistema cultural y el sistema social, interactuando a través de procesos de institucionalización que circulan en una doble dirección: a) el individuo exige congruencia con sus vivencias al sistema cultural; éste pugna por la conversión de las creencias y valores en normas sociales; a su vez, éstas confieren status al individuo dentro del sistema; b) como contrapartida, el individuo asume diferentes roles en el funcionamiento del sistema social; éste estructura y unifica los símbolos, creencias y valores culturales, que serán, a su vez, interiorizados por el individuo mediante el aprendizaje y la práctica en el proceso de socialización (Diagrama I).

Este es el modelo de cambio social –y de representación de la sociedad- más sencillo y completo de que dispone todavía la sociología. De él está ausente cualquier forma de determinismo, al no descansar el cambio sobre dinámicas de causalidad lineal. Cada sistema actúa y retroactúa sobre los otros dos, siguiendo la lógica del correspondiente proceso de institucionalización. Además, el modelo formal no prescribe los parámetros ni la forma de cada una de las funciones que subyacen a las flechas con que el diagrama I representa las fuerzas de interacción, de modo que caben en él desde las revoluciones –en las que prevalece, con carácter explosivo, el proceso de institucionalización que se mueve en la dirección contraria a las agujas del reloj, impulsado por la acción colectiva de individuos que reclaman imperiosamente la coherencia de los valores culturales con sus nuevas formas de vida, el cambio institucional y la subversión de la estructura de status preexistente- a las fases de estabilización y conservación, en las que prevalece la capacidad del sistema social para conformar y solidificar las pautas culturales prevalecientes, que, al ser interiorizadas por los individuos en el proceso de socialización, refuerzan la asunción por parte de éstos de roles favorables a la integración y la estabilidad social –frente a la situación opuesta, en que tales roles se disipan en contextos de anomia colectiva o estallan en procesos de cambio revolucionario, en busca de un nuevo equilibrio dinámico.

Dentro del sistema social del diagrama I -definido por Parsons en 1951 a partir de sus tres polos básicos, identificados previamente por Sorokin- la tarea de homogeneización e integración de fines sociales postulada por Pareto recaería sobre el sistema cultural, que es el único que permite compartir valores a través de la institucionalización de la cultura. Pero el diagrama proporciona una visión del conjunto social excesivamente esquemática y, de adoptarse directamente como guía para la acción social, conduciría a un reduccionismo desmesurado y

12 Véase Talcott Parsons, “Pareto’s Central Analytical Scheme”, Journal of Social Philosophy, 1 (1936, pp. 244-62). Recogido en Talcott Parsons The Early Essays, Chicago U. P., 1991, pp. 133-150 (p. 145).

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13 Véase Talcott Parsons, Structure of Social Action, Citado, pp. 319-320.

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escasamente operativo, dado el estadio de diferenciación estructural alcanzado por las sociedades occidentales a partir de la revolución liberal, cuyo objeto central fue precisamente definir con nitidez la esfera de acción del individuo –o del sistema de la personalidad, en términos analíticos- respecto al Estado –o del sistema social-, minimizando la interferencia de este último y permitiendo la aparición de un sistema simbólico y de creencias desgajado del Estado absoluto14.

A esa conclusión había llegado ese mismo año Kenneth Arrow, demostrando además que, cuando existen más de dos alternativas, no cabe inferir directamente del conjunto de valores y preferencias individuales una preferencia colectiva, sino que para ello hay que apelar a procedimientos específicos de elección social, ninguno de los cuales puede ser considerado estrictamente racional, ni mucho menos perfecto. Su formalización y demostración del denominado “teorema de la imposibilidad” introdujo en el acervo de las ciencias sociales el concepto de la elección social,15 a partir del cual pudo formularse una teoría racional de la política y las instituciones políticas. Según esta teoría “el objeto de la política es la provisión de bienes públicos por líderes,” y el sistema de instituciones políticas “establece las áreas de la actividad pública y las reglas para seleccionar los líderes”.16

En 1956, Parsons y Smelser dieron el siguiente paso, al definir la sociedad como un sistema funcional diferenciado –como resultado del proceso evolucionista- en cuatro grandes subsistemas interactivos relativamente autónomos (AGIL), especializado cada uno de ellos en una función primaria y en la satisfacción de un problema social básico y un fin esencial para el funcionamiento del sistema social:

A) El económico, encargado de la adaptación del sistema al entorno produciendo recursos que proporcionan facilidades generalizadas para usos alternativos.

G) El político, encargado de establecer los fines (goals) de la acción. I) El integrativo que determina el control social a través de la estructura de

motivaciones incorporada a la legalidad del sistema. L) El de mantenimiento del patrón (latent pattern maintenance), que engloba los

sistemas familiar, religioso, cultural y gestiona la tensión a través del proceso de socialización,

Dos de ellos, el sistema integrativo y el de mantenimiento del patrón, actúan directamente sobre las unidades individuales del sistema -el primero, a escala interindividual, mediante la regulación jurídica, y el segundo a escala intraindividual, conformando la estructura de preferencias-; el sistema adaptativo proporciona facilidades tanto a escala individual (microeconómico, para empresas, individuos y hogares) como general (macroeconómico, en forma de bienes públicos), mientras que el sistema de fines actúa directamente sobre el conjunto del sistema social y a través de los otros subsistemas. Economía y política se ocupan, por tanto, de ámbitos sociales generales. La Economía proporciona medios,

14 Véase A. Espina, ”Individuo, Ley Valor. Fundamentos para una teoría tridimensional de regulación social”, Hacienda Pública Española, Monografías, nº I/1995, pp. 9-90 (26). 15 Véase Kenneth Arrow, Social Choice and Individual Values, Cowles Foundation, Monograph nº 12, 2nd edition, 1963 (1ª edición de 1951 en John Wiley, NY).

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16 Para un estudio del Sistema Político a partir de los axiomas de la teoría de la elección social, véase Josep M. Colomer, Instituciones políticas, Ariel, Ciencia Política, Barcelona, 2001. La cita proviene de p. 13.

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cuya movilización constituye el prerrequisito para la consecución del sistema de fines de la sociedad:

“El objeto de la política es maximizar la capacidad de la sociedad para conseguir su sistema de fines. Definimos esta capacidad como poder, para distinguirla de la riqueza. En realidad, ésta es un ingrediente del poder [que consiste en la capacidad generalizada para movilizar los recursos de la sociedad -incluyendo la riqueza y otros ingredientes, como las lealtades, la ‘responsabilidad política’, etc,- para la obtención de los fines colectivos del sistema, sean éstos más o menos inmediatos]. Ello implica que, al emplear la riqueza para la consecución de fines colectivos, se sacrifica la disponibilidad general de medios para su utilización por los otros subsistemas.

La política se relaciona con el gobierno aproximadamente en la misma forma en que la economía se relaciona con la empresa. El sistema analítico no coincide siempre con la organización concreta, pero en el aparato del gobierno los fines y los valores políticos tienden a alcanzar la primacía sobre los demás, al igual que los fines y valores económicos tienden a hacerlo en la organización empresarial.” 17

En el sistema AGIL representado en el Diagrama II la transformación de valores compartidos en fines sociales comunes se lleva a cabo dentro del sistema político, que se encarga de la producción de poder para todo el sistema social. Del mismo modo que el sistema económico produce riqueza, el integrativo produce control -entendido como la capacidad generalizada de integración de comportamientos, a la que Durkheim denominó “solidaridad”-, y el de gestión de la tensión produce cultura, institucionalizada a través de pautas de orientación de valores, que inciden sobre la motivación de los actores individuales para ajustar su comportamiento al desempeño de roles, premiándoles con el respeto y el prestigio.

Así es como definieron Parsons y Smelser el sistema social moderno (AGIL). Generalizando una sugerencia que ya hiciera John Dunlop -aunque referida tan sólo en su caso al sistema de relaciones industriales-,18 en el diagrama II les he añadido el sistema de bienestar social (que incluye, a su vez, los subsistemas de seguridad social, regulación del mercado de trabajo, protección del empleo y el desempleo, sanidad, educación, junto a otras prestaciones sociales), atribuyéndole el fin de cohesión, que no figura en el sistema AGIL de Parsons porque para éste el sistema social de máxima diferenciación es Norteamérica, mientras que el sistema de bienestar social sólo ha alcanzado plena madurez en el continente europeo.19

El sistema (o Estado) de bienestar consiste en un conjunto de instituciones que permiten compartir el riesgo vital entre el Estado (o sistema político), el mercado (o sistema económico) y los hogares (o sistema de mantenimiento del patrón), a través de la adquisición de un conjunto de derechos subjetivos (tipificados por el sistema integrativo) que hacen aparecer distintas modalidades de ciudadanía social, de acuerdo con el perfil definido en cada una de las tres grandes “variedades” de Estado de bienestar identificadas en el estudio de políticas sociales comparadas. Los dos “mundos” del Estado de bienestar vigentes en el continente europeo se caracterizan por una extraordinaria aversión al riesgo de mercado, jugando el sistema político un

17 Véase Talcott Parsons y Neil J. Smelser, Economy and Society. A study in the Integration of Economic and Social Theory, The Free Press, NY. 1956. Edición en rústica de 1965, pp. 46-51 (la cita en pp. 48-9). 18 Véase John T. Dunlop, Industrial Relations Systems, Nueva York, Holt, 1958.

8

19 Véase Richard B., Freeman, “The Large Welfare State as a System”, American Economic Association (AEA) Papers and Proceedings, vol. 85 (1995), nº 2, pp. 16-21.

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papel prácticamente total en la cobertura de riesgos practicada en los Estados de bienestar del modelo nórdico, y compartiéndolo con el subsistema familiar en el resto del continente. 20

En todo caso, el sistema de bienestar constituye un paso más en el proceso de diferenciación funcional de sistemas desarrollado en el occidente europeo, por cuanto el núcleo esencial del mismo se encuentra integrado en la “estructura básica” de su sistema social. Una estructura que fue definida por Rawls como el objeto fundamental de la justicia; esto es, como el modo “en que las instituciones sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social.”21 Para Rawls, el “consenso por solapamiento” acerca de la concepción moral y de valores que subyace a esa “estructura básica” refuerza el fundamento central de la sociedad liberal, al sobrevivir a la sucesión de generaciones.22 Esto satisface la necesidad de cohonestar democracia y liberalismo (o libertad y equidad),23 al quedar el diseño fundamental del sistema de bienestar fuera de la agenda corriente de decisiones políticas. De otro modo, el inevitable turno político haría imposible un Estado del bienestar suficientemente estable en sus orientaciones fundamentales como para proporcionar cobertura adecuada de los grandes riesgos sociales, algo a lo que nadie en Europa desea renunciar, aunque los parámetros específicos de tal cobertura se encuentren actualmente en proceso de revisión de cara a garantizar su sostenibilidad a largo plazo, única forma de mantener la solidaridad intergeneracional.24

20 Véase Gøsta Esping Andersen, Social Foundations of Postindustrial Economies, Oxford University Press, 1999: Versión española: Fundamentos sociales de las economías postindustriales, Ariel, Sociología, Barcelona, 2000. 21 Véase John Rawls, A Theory of Justice, Harvard U.P., 1971: (version española: FCE, 1979, p. 23). 22 Véase John Rawls, “The Domain of the Political and Overlapping Consensus”, New York University Law Review, May (1989): 64 (2), páginas 233-255. 23 Véase John Rawls, RAWLS, J. (1988): “The Priority of Right and Ideas of the Good», Philosophy & Public Affairs, Fall (1988), 17 (4), páginas 251-276.

9

24 Véase A. Espina, Un Problema de Elección social: la reforma del Estado de bienestar en Europa, Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, Documento de Trabajo/Working Paper 2004/8 (17 de abril de 2004). Versión electrónica: WP 27/2004, 17-5-2004: http://www.realinstitutoelcano.org/documentos/114/114.pdf.

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EL SISTEMA SOnormas e instituc

EL SISTEMA DE LA PERSONALIDADOrientación: por motivos y normativa Fuente: Talcott Parsons, The Social System, Harvard University Press, 1951.

ISTEMA CULTURALolos, creencias y es

DIAGRAMA I

status INDIVIDUO roles

versiónvaloresnormas

interiorización de valores vía aprendizaje y socialización compatibilidad de estilos de vida y rales

PROCESOS DE INSTITUCIONAL

EL SSímbvalor

creencias mo

CIAL iones

cohesión: integracióndel sistema

conde en IZACIÓN

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Diagrama II.- El Sistema Social AGIL*

A) Sistema Económico (adaptación)

G) SistemaPolítico (fines)

I) Sistema Integrativo

(legal)

L) Sistema de Mantenimiento

del Patrón (cultura, familia, religión)

¿+Sistema de Bienestar Social?

(cohesión)

*Parsons-Smelser: Economy and Society, The Free Press, 1956.

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2.- Diferenciación funcional y autonomización de sistemas.

Desde los orígenes mismos del proceso de diferenciación cada nuevo subsistema ha tendido a constituirse –y a definirse a sí mismo, a través de la correspondiente ciencia social parcelaria- con la mayor autonomía posible. Como vimos, el primer paso se produjo al adquirir autonomía el Estado moderno respecto al orden eclesiástico, e incluso respecto al discurso ético, lo que exigió reivindicar una jerarquía dual de valores para los ámbitos privado y público, que fue formalizada y racionalizada en la obra de Maquiavelo, punto de partida al mismo tiempo para la edificación de la ciencia política y del pluralismo ético-cultural,25 cuya manifestación coetánea fue el libre examen de la Biblia, implantado con la reforma protestante.

La diferenciación formal entre los sistemas político y económico se remonta a la etapa fundacional de la Economía política, ya que encontrar una pauta y una medida de valor independientes del Gobierno y de la moral fue el principal objetivo de la obra de David Ricardo,26 que se había visto precedida por el intento de autonomización del sistema económico respecto al sistema de valores, llevado a cabo por Adam Smith y formulado bajo la forma del paradigma de la mano invisible.27

En lo que se refiere al sistema jurídico-integrativo, el primer movimiento autonomizador se remonta a los jurisconsultos romanos, obligados a definir un ius gentium independiente del poder político, ya que en sus comienzos el imperio romano dejó subsistentes los sistemas legales de los diferentes reinos, recayendo sobre la jurisprudencia estoica la tarea de identificar las prácticas y las convicciones jurídicas comunes a todos ellos, en orden a resolver litigios jurídicos entre ciudadanos de distinto origen, mucho antes de la codificación justiniana del “Corpus iuris civilis”. El colapso del Imperio romano hizo olvidar este código y volver al derecho consuetudinario, que otorga máxima autonomía a los jueces a la hora de extraer los principios comunes de los casos precedentes y aplicarlos a casos actuales. Esta tradición adquirió máximo desarrollo en Inglaterra entre la invasión normanda y el siglo XV, en que ya aparece conformado el sistema legal de principios denominado Common Law, preservado más tarde por la Revolución inglesa como limitación al poder del monarca –y como defensa frente a los intentos de homogenización romanista, asociados con el catolicismo-, tradición revitalizada más tarde a la luz del principio utilitarista del mayor bienestar para el mayor número por la reforma de la jurisprudencia llevada a cabo por Jeremy Bentham y los radicales filosóficos,28 lo que permitió a la legalidad basada en casos coexistir y completar la basada en la ley del Parlamento, plenamente desarrollada durante el siglo XIX.

En cambio, en la mayor parte del continente la recuperación medieval del derecho civil romano se la apropió enseguida el monarca absoluto y entroncaría más tarde con la codificación bonapartista (1804-1811), trasplantada al Benelux y al área de influencia hispana, en la que prevalece la ficción revolucionaria de separación radical entre un poder legislativo

25 Véase Isaiah Berlin, “La originalidad de Maquiavelo,” en Contra la Corriente. Ensayos sobre historia de las ideas, México. FCE. 1983. Para un análisis integral de las implicaciones de su obra, véase J. G. A Pocock, The Maquiavellian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican Tradition, Princeton (NJ), Princenton University Press, 1975 [Traducción española: Tecnos, 2002]. 26 La evaluación de ese intento fallido de autonomización radical la hizo Piero Sraffa en 1950: véase A. Espina, “Individuo, Ley Valor...”, citado, pp. 24-25. 27 Autonomización muy amplia, pero en todo caso limitada, como creo haber demostrado en A. Espina, “Sobre la ‘mano invisible’: valores, sentimientos morales e interés en la Inglaterra moderna”, Revista de Estudios Políticos, nº 128, abril-junio, 2005, pp. 129-161

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28 Vase A. Espina, “Individuo, Ley Valor...”, citado, passim, especialmente pp. 15-16, 23-25.

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electo, especializado en la elaboración y la adopción de la ley, y otro judicial, encargado de aplicarla.

Sin embargo, en paralelo con la reforma Benthamita y como paliativo a la inexistencia de un Estado alemán que procediera a la codificación reclamada por los ilustrados, la escuela historicista del derecho, encabezada por Savigny,29 apelaría al espíritu del pueblo alemán, definido por Herder, para dar soporte subjetivo a la construcción de un sistema jurídico idealista, basado en principios extraídos generalmente del derecho romano30, que resultó extraordinariamente firme y autónomo, y era ya de general aplicación en todo el área de influencia cultural alemana antes de la formación del Reich por el Canciller Bismark, y de su codificacióin en 1886, manteniendo después en parte su vigencia y su autonomía relativa –siquiera sea formal-31, extendiendo su área de influencia hacia Portugal e Italia y hacia los grandes países de Extremo Oriente, al producirse la codificación a finales del siglo XIX.

Esa misma inspiración serviría para racionalizar la emergencia del sistema o Estado de bienestar bismarkiano, con la apoyatura de la economía intervensionista de List, la sociología institucionalista de Schmoller y el sistema hacendístico de Wagner –o socialismo de Estado-. En este caso la autonomía del sistema de bienestar respecto al político se logró mediante el establecimiento de un conjunto de derechos subjetivos de carácter cuasi-permanente, apoyados sobre procedimientos de democracia consociativa, que garantizan su estabilidad a largo plazo, al suscitar el consenso básico de Rawls. Al mismo tiempo, la cobertura de riesgos se lleva a cabo a través del principio de “desmercantilizacióni”, definido precisamente por Karl Polany32 como la desvinculación entre satisfacción de necesidades y mercado. En el esquema originario de Bismark, tal desvinculación se logró mediante cinco características de los seguros sociales: su obligatoriedad; el reparto de la carga financiera entre empleadores y trabajadores asegurados, con la eventual participación del Estado, tripartismo que se aplicó también a la regulación de las relaciones de trabajo y que dio pie en muchos casos al surgimiento de las denominadas políticas corporativistas; la exclusión del principio de proporcionalidad entre la prima y el riesgo en la mayoría de las ramas de los seguros sociales -y especialmente en el de enfermedad-; la prohibición de seleccionar el riesgo por parte de las entidades gestoras, y la práctica de compensación de riesgos exclusivamente en el marco nacional –excluyendo el reaseguramiento internacional.33

¿Hasta donde ha llegado en la evolución histórica efectiva la autonomía entre los distintos subsistemas? Para ello es preciso considerar las trayectorias seguidas por el proceso de diferenciación en las distintas modalidades de modernización identificadas por la política comparada. En la obra ya citada, Colomer aísla tres “estrategias” históricas de modernización del sistema político: la anglosajona, la latina y la alemana-nórdica. La primera se caracterizó por la progresividad en la ampliación de los derechos de sufragio y por el bipartidismo,

29 Véase F. J. Contreras, Savigny y el historicismo jurídico, Tecnos, 2004 30 Para una evaluación de la aplicación de jurisprudencia de principios al derecho moderno de daños –y un análisis de sus limitaciones-, véase, por ejemplo, Gregor Bachmann, “Review Essay - ‘Volenti non fit inuria’- How to make a principle work,” German Law Journal, vol 4 nº 10 (2003), pp. 1033-42: http://www.germanlawjournal.com/article.php?id=317. 31 Para la fragilidad de esta autonomía bajo regímenes no democráticos, véase Vivian Grosswald Curran, “Law’s Past and Europe’s Future,” German Law Journal Vol. 06 (2005), Nº. 2, pp. 483-512: http://www.germanlawjournal.com/article.php?id=571. 32 Véase Karl Polanyi “La gran transformación,” Fondo de Cultura Económica, 2003 (prólogo de Joseph Stiglitz). Para una evaluación reciente de su aportación: Antonio Calafati, “Una segunda lectura de Karl Polanyi,” La Factoría, nº 24, Junio-septiembre 2004: http://www.lafactoriaweb.com/default-2.htm.

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33 Véase: Paul Durand, [1953], La Politique Contemporaine de Securité Sociale, (V.E: MTSS, 1991, pp. 106-111).

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reforzado por sistemas electorales mayoritarios a una sola vuelta. La estrategia latina se caracterizó por la renuencia a la concesión de derechos de voto, hasta que la disidencia política acumuló fuerza explosiva suficiente para exigir el salto brusco hacia el sufragio universal, que funcionó en régimen multipartidista, en el que la regla electoral –generalmente mayoritaria- condujo al agrupamiento en dos frentes (izquierda y derecha). Además, la arbitrariedad en las reglas de asignación de escaños restó legitimidad al sistema, al no coincidir en muchos casos la mayoría de representantes con la de votantes. Por su parte, en los sistemas alemán y nórdico fue la derecha quien lideró el avance hacia el sufragio universal, diseñando cuidadosamente sistemas electorales proporcionales, que propiciaron la formación de mayorías relativas y/o segundas vueltas electorales, precedidas por la formación de coaliciones, y procedimientos muy moderados para el ejercicio de control del ejecutivo.

La compartimentación del análisis realizado por las ciencias sociales parcelarias tiende a atribuir en exclusiva los resultados conseguidos por cada una de estas estrategias al grado de perfección del diseño institucional. En este caso, Colomer atribuye la estabilidad y la eficiencia alcanzada por cada sistema a su grado de aproximación a un modelo de “gobierno dividido” que el autor contempla como el resultado más eficiente derivado del proceso histórico de selección.34

Sin embargo, una simple enumeración de las coincidencias entre las “estrategias de modernización” de las instituciones políticas y las desplegadas en cada una de las “modalidades de modernización” de los otros subsistemas sociales indica que los “resultados” del proceso no pueden explicarse haciendo abstracción de la profunda interacción entre las tres estrategias políticas, los “tres mundos del Estado de bienestar” (minimalista, o liberal; corporativista, o conservador –con una variante latina-, y universalista, o socialdemócrata) y las variedades detectadas paralelamente en las diferentes sendas de modernización de los sistemas económico, jurídico y de valores, que se caracterizan:

A. En el caso anglosajón, por el énfasis en la construcción de un mercado eficiente, basado en la iniciativa individual, el evolucionismo legal de la Ley común -y su capacidad para garantizar el derecho de propiedad, junto a la seguridad jurídica de los contratos35-, y la amplia aceptación de un sistema de valores caracterizados por el empirismo y el utilitarismo.

B. En el modelo Alemán, por los fuertes nexos entre el sistema económico y el Estado (o capitalismo “renano”), que proporcionó bienes públicos, recursos humanos y externalidades con carácter masivo; por la búsqueda de consenso y acuerdos políticos entre los cuatro grandes partidos, representantes de los cuatro grandes grupos de interés (que sólo se vio roto por la bipolaridad corporativista de Weimar, con lo que el sistema se hizo inviable); por un sistema jurídico idealista y estatalista, pero evolutivo –fruto de la jurisprudencia basada en principios romanistas-, y por la preferencia hacia un sistema de valores nacionalista y estatalista.

En su variante nórdica se acentuaría todavía mas la búsqueda de consenso durante la etapa de preguerra y se avanzaría después rápidamente hacia la universalización de los derechos de ciudadanía social, base o recurso de poder para la hegemonía socialdemócrata, que

34 Véase mi argumentación completa en A. Espina, “Crítica a Instituciones Políticas” Revista Española de Ciencia Política, nº 5, Octubre, 2001, pp. 203-211.

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35 Las teorías “adaptativa” y “política,” respectivamente, explican el impacto diferencial de los sistemas legales sobre el desarrollo financiero de los países. Para su contraste empírico, véase: Beck, Thorsten & R. Levine, “Legal Institutions and Financial Development”, en: Claude Menard and Mary Shirley, eds., Handbook of New Institutional Economics, Kluwer Dordrecht, 2004: http://siteresources.worldbank.org/DEC/Resources/bl.pdf.

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facilitaría la consolidación de un sistema de valores considerablemente altruista (y la aceptación de una fiscalidad casi confiscatoria); además, el sistema jurídico escandinavo, basado directamente en la ley civil, apoyada sobre las prácticas civiles y comerciales comunes a cuatro países con economías abiertas, y sin el tipo de codificación característico de los modelos francés o alemán, resultó muy eficiente para garantizar la seguridad económica.36

C. Finalmente, el modelo Latino, de carácter híbrido, se caracteriza por la lentitud en la implantación de las pautas de mercado, con economías predominantemente agrarias, cuyas oligarquías dirigieron el proceso industrializador obteniendo sus ingresos, no mediante el aumento de la eficiencia económica, sino controlando el excedente a través del proteccionismo, la apropiación de bienes públicos y el minimalismo fiscal; retrasando la implantación del income tax, y, con él, la aparición del Estado de bienestar y la inversión en capital físico y recursos humanos; dirigido todo ello desde un aparato político censitario o fuertemente clientelista y caciquil, sin partidos de amplia base capaces de definir objetivos progresivamente identificables con el interés general, sino mediante simple agregación de intereses parciales (unencompassing interests),37 y por un sistema jurídico civil de inspiración francesa, excesivamente proteccionista para los intereses de los “incumbentes” (insiders), pero implacable hacia los nuevos entrantes, los minoritarios y los innovadores, lo que frena la aparición de la competencia y retrasa la formación de sistemas financieros eficientes, lo que sólo resultó posible en economías relativamente cerradas, y reforzó el efecto retardatario del proteccionismo. 38

¿Fue el Estado nacional –a través del sustrato de preferencias colectivas a las que Bourdieu denominó habitus- el responsable de ir modelando la evolución del conjunto de los cinco subsistemas, sin necesidad de establecer nexos directos de subordinación entre ellos y respetando su tendencia originaria hacia la autonomía? En el sistema de Parsons –con supervisor- ese es, desde luego, el papel atribuido implícitamente al sistema político. Pero hay algo más. El Estado de bienestar es la forma que adopta el Estado-nación europeo del siglo XX. Como observó Esping-Andersen, su propia dinámica tiende a producir la persistencia a lago plazo de expectativas enormemente estables en los “tres mundos” del Estado de bienestar, lo que incide sobre las actitudes y el comportamiento de la población, orientado por las preferencias y los valores individuales, reproducidos a través de los procesos nacionales de socialización. Esta histéresis en la conformación de preferencias a muy largo plazo –contrastada empíricamente- afecta directamente al juego de interacciones entre el sistema de bienestar y los sistemas político y económico.39

36 Véase Berkowitz, Daniel, Pistor, Katharina, & Richard, Jean Francois, “Economic Development, Legality, and the Transplant Effect,” European Economic Review, Vol. 47, No. 1, February 2003. Versión feb 2000 en: http://www.bus.umich.edu/KresgeLibrary/Collections/Workingpapers/wdi/wp308.pdf. (William Davidson Institute Working Paper Number 308). 37 Para el caso español, véase José Varela Ortega, Los amigos políticos: partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), Marcial Pons, 2001. 38 Véase la discontinuidad del proceso de modernización financiera entre 1913 y 1980, con independencia del sistema legal, y el rápido avance impulsado por la globalización: en Raghuram G. Rajan, Luigi Zingales, “The great reversals: the politics of financial development in the twentieth century,” Journal of Financial Economics, 69 (2003), pp. 5–50: http://gsbwww.chicagogsb.edu/fac/luigi.zingales/research/PSpapers/JFE%20reversal.pdf.. La generalización del argumento que imputa la eficiencia a la competencia internacional, en lugar de a las instituciones jurídicas, la hacen los propios autores en: Saving Capitalism from the Capitalists: Unleashing the Power of Financial Markets to Create Wealth and Spread Opportunity, Princeton University Press, 2004.

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39 Véase A. Espina, Un Problema de Elección social: la reforma del Estado de bienestar en Europa, citado.

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Por lo que se refiere al sistema legal, Berkowitz et alia establecen que los efectos económicos diferenciales de cada sistema legal dependen más de las características en que fue “trasplantado” o recibido y adaptado a las peculiaridades nacionales –esto es, conformado por relación a las necesidades funcionales de los otros subsistemas- que de sus cualidades originarias innatas.40

Ni siquiera el ámbito económico –del que ha emanado el más poderoso impulso hacia la segregación- puede exhibir verdadera autonomía respecto al sistema cultual, ya que la existencia del mercado no sería posible en ausencia de un cierto componente altruista en los comportamiento individuales, basado en la “orientación hacia valores” –ya intuitivos, ya morales, socialmente compartidos a través del subsistema cultural-, porque, en palabras de Kenneth Arrow, “el mercado depende de que no todos los agentes actúen impulsados por la motivación de maximizar la utilidad individual y orientados por el mecanismo de los precios, que es un mecanismo incompleto y necesita ser completado por un ‘contrato social’, implícito o explícito”. De modo que el creador –junto a Debreu-, del modelo neoclásico de equilibrio general más ampliamente aceptado por la profesión de los economistas no encuentra otro fundamento para el mercado que la referencia externa enunciada por Rousseau dos siglos antes41. Ahora bien, todo ello se refiere al período que precedió a la globalización.

[Esta parte está pendiente de completar] Cuando llegamos al final de este recorrido de diferenciación, lo problemático no es ya

el conflicto –como parecía suceder en el sistema social de Parsons-, sino la estabilidad social y las condiciones de mantenimiento de los regímenes políticos y de las políticas practicadas, en función de su capacidad de adaptación –algo que ya había sido explorado por Gurr y Eckstein a mediados de los años setenta-. La hipótesis de “congruencia o consonancia” entre sistemas, formulada por Eckstein, según la cual las instituciones políticas funcionan mejor y duran más si sus pautas de autoridad resultan congruentes con las de los sistemas e instituciones sociales adyacentes, y si son internamente consonantes -o sea, si las reglas de estratificación y poder de cada subsistema resultan coherentes- 42 podría formularse como la segunda ley del proceso de diferenciación evolutiva, que completa a la primera –que es la clásica diferenciación mediante especialización funcional-.

Pero si el sistema ha de evolucionar desde la uniformidad incoherente hacia la heterogeneidad coherente –como quería Spencer-, cada paso de diversificación supone la aparición de otros tantos nexos de coherencia intersistémica. Ahora bien, tales nexos remiten al problema del poder. Bourdieu formuló la idea en términos de lucha por la dominación en

40 Véase su “Economic Development, Legality, and the Transplant Effect,” ya citado. 41 Kenneth J.Arrow, “Gifts and Exchanges”, Philososphy and Public Affairs, 1, (4), 1972, pp. 343-362. 42 Véase Gurr (1974) y Eckstein-Gurr (1975). El estudio de Gurr estableció que los sistemas políticos complejos –resultado del proceso de diferenciación en las pautas de ejercer la autoridad política bajo regímenes de poder mixto o dividido- sólo habían resultado más duraderos y estables en Europa –dentro de una muestra de países y políticas que excluía a los Estados formados tras la Segunda Guerra mundial y abarcaba el período comprendido entre 1800 y 1971-. Gurr lo atribuía a que tal pauta de estructuración del sistema político resultaba “coherente” con el proceso de diferenciación en otros subsistemas sociales, fruto del proceso de modernización. Al igual que sucede con la denominada “convergencia condicional” entre países con instituciones homogéneas, observada en los procesos de desarrollo económico, se verificaba aquí también la hipótesis de “congruencia o consonancia” entre sistemas, formulada por Eckstein. Recientemente, Colomer (2001) ha constatado empíricamente la generalización de la tesis de mayor eficiencia de los sistemas políticos complejos con poder dividido. - Eckstein, Harry, y Ted Robert Gurr, (1975) Patterns of Authority (Comparative Studies in Behavioural Science), John Wiley & Sons Inc. - Gurr, Ted Robert (1974), “Persistence and Change in Political Systems, 1800-1971”, The American Political Sciencie Review, vol. 68, nº 3, Diciembre, pp. 1482-1504.

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cada ámbito social, siguiendo en cada caso las reglas propias de cada espacio. En su caso, el sujeto último era el individuo, que trata de prevalecer sobre los demás –o sea, de ser reconocido, como dijo Weber-; o que trata de dominarlos y explotarlos, como dijo Marx, aunque en el esquema marxiano el sujeto último fuera la clase social; o que trata de optimizar sus objetivos, como supone la teoría de la elección racional, formulada propiamente a escala individual, pero generalizada a partir de Arrow a la elección realizada por los grupos sociales. Parsons planteó toda esta problemática a través de sus procesos de institucionalización, que perseguían la congruencia entre las pautas de acción de los tres grandes sistemas en que subdividió el Sistema social. Hoy ese mundo se ha complejizado extraordinariamente porque cada uno de aquellos sistemas –y de los múltiples subsistemas, resultado de un proceso continuo de diferenciación- es objeto, a su vez, de procesos de institucionalización que dan pie a nuevas teorías institucionalistas,43 lo que plantea la necesidad de nuevas síntesis a escala del conjunto de las ciencias sociales.44

3.- La larga marcha hacia la reflexividad autopoiética: Hegel (Giordano Bruno), Marx, Parsons (Pierre Burdieu).

El último decenio del siglo veinte señaló al mismo tiempo la eclosión de la segunda modernización y de la globalización -económica, pero también de la información y el conocimiento-. La primera modernización había trasladado al campo de la filosofía social y a todo el sistema cultural la “geometría política” cartesiana y el símil de la mecánica newtoniana. Con la segunda modernización, en cambio, el sistema social deja de representarse en términos de un aparato mecánico, para pasar a concebirse como un sistema cibernético complejo.

El símil cognitivo del primero podría ser el automóvil, cuyo funcionamiento es el fruto de la interrelación de un conjunto de subsistemas mutuamente interdependientes –motor, trasmisión, trenes de rodaje, sistema eléctrico, sistema de frenado, etc.-, equivalentes a los subsistemas sociales del modelo AGIL, que se encuentra dirigido en última instancia por un conductor implícito, que actúa a modo de metaobservador cartesiano y representacionista. En la sociología y en el sistema social de Talcott Parsons es el subsistema político el encargado de dotar de fines al conjunto, de modo que el conductor y causa de última instancia del cambio social viene a ser el Estado nacional, dirigido a su vez por el sistema político, articulado en los tres poderes clásicos. La interrupción provocada por los episodios revolucionarios tiene por objeto, precisamente, subvertir el proceso ordinario de acceso a la titularidad de tales poderes con el fin de cambiar la orientación de aquella dirección.45 En cambio, el sistema cibernético de Luhmann, como veremos, tiende a adquirir un carácter prácticamente autopoiético, cuya dinámica no puede analizarla ningún metaobservador situado fuera del sistema ni puede representarse en términos de causalidad lineal clásica.

Este otro sistema social –el de la postmodernidad- actúa de modo descentralizado, impulsado por la interacción de un conjunto de unidades, que sólo en pequeña medida son los

43 La economía es probablemente la ciencia social que ha avanzado más rápidamente en este terreno. Véase Oliver E. Williamson, “The New Institucional Economics: Taking Stock, Looking Ahead.”, Journal of Economic Literature, vol XXXVIII (Septiembre, 22000), pp. 595-613. 44 Véase Dan Krier , “Assessing the New Synthesis of Economics and Sociology: Promising Themes for Contemporary Analysts of Economic Life”, The American Journal of Economics and Sociology, Oct,1999, en: http://www.findarticles.com/p/articles/mi_m0254/is_4_58/ai_58496754/print.

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45 Véase A. Espina “Hacia una sociología evolucionista de la revolución,” REIS, nº 108 (2004)

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propios Estados, desplazados de manera creciente por la sociedad civil, articulada bajo la forma de sociedad red, de acuerdo con la definición de Manuel Castells.46 Esto no impide que aparezcan regularidades en el funcionamiento de tales sistemas –como ponen de manifiesto las ciencias de la complejidad-47, sino que las dinámicas de interacción en red son mucho más difíciles de modelizar y sus pautas no sólo resultan más intrincadas, sino que no tienen garantizada a priori la estabilidad, haciendo que el riesgo aumente exponencialmente, y, junto a él, la necesidad de establecer mecanismos de regulación distintos a los tradicionales, que distan mucho de encontrarse disponibles.

De ahí que Douglas C. North señalase la necesidad de acometer en el ámbito de la economía una agenda de investigación basada en “cinco proposiciones sobre el cambio institucional,”48 tarea que está siendo acometida denodadamente por los economistas, en colaboración con otros muchos científicos, tanto naturales como sociales a través del estudio de los sistemas complejos desarrollado en el Santa Fe Institute, 49 bajo la tutela de Kenneth J. Arrow, quien señala al respecto (continuando una reflexión que, como vimos, se remonta hasta Pareto):

‘El reconocimiento de la importancia de los sistemas complejos en física y biología se ha trasladado a su estudio en los sistemas económicos, que se caracterizan generalmente por estar dirigidos por la interacción de un conjunto complejo de sistemas dinámicos no lineales. Tales fenómenos son claramente observables y no son necesariamente inconsistentes con el razonamiento económico habitual. ..... [La aplicación de] la teoría de los sistemas complejos a una gran variedad de problemas económicos.......... puede tener valor inestimable para el desarrollo de un nuevo pensamiento económico, verdaderamente necesario”. 50

Pero ¿de donde proviene esta nueva dinámica? Para Luhmann, el motor que alimenta todo el proceso que conduce a la progresiva diferenciación de sistema y subsistemas y a su paulatina autonomización es la propia voluntad de la sociedad moderna de modernizarse, rechazando el pasado. Esta es la principal fuerza impulsora de la modernización. Empleando sus propias palabras:

“...la modernidad clásica ilustrada desplazó hacia el futuro el cumplimiento de sus expectativas de plena racionalización: no se planteó completamente el problema de autoobservarse, precisamente porque todavía no era moderna; o sólo lo era en proyecto. De ahí que le bastara con autodefinirse por diferencia con el pasado, como tarea de destrucción del pasado”

46 Véase una síntesis en Manuel Castells, “Internet y la Sociedad Red”, La factoría, febrero-septiembre, 2001, nº 14-15, disponible en internet: http://www.lafactoriaweb.com/articulos/castells15.htm. 47 Véase el coloquio entre físicos y economistas “Self-Organized Complexity in the Phisycal, Biological, and Social Sciences”, celebrado el 23-24 de marzo de 2001 en la National Academy of Sciences, Irvine, CA, disponible en: http://polymer.bu.edu/~amaral/Papers/pnas02b.pdf48 En Explaining Social Institutions, Knight and Sened, eds., Ann Arbor, Un. Of Michigan Press, 1995.Véanse las versiones provisionales de sus últimos trabajos en Economics Working Paper Archive at WURSTL: Economic History, disponibles en: http://econpapers.hhs.se/paper/wpawuwpeh/ 49 Para una formulación temprana de los objetivos de este centro, véase Murria Gell-Mann, “The Santa Fe Institute”, Santa Fe Institute Working Paper, nº 91-03-017, en: http://www.santafe.edu/sfi/publications/Working-Papers/91-03-017.pdf.

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50 Véase J. Barkley Rosser and Jr., Kirby L. Kramer, Jr. (Eds.), Complexity In Economics, The International Library of Critical Writings in Economics series, nº 174. Edward Elgar, 2004, 1568 pp. Las consideraciones que siguen las hace Arrow en la cubierta de esta obra.

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O sea, Luhmann define la modernidad como negación de la sociedad tradicional, al igual que hiciera Hegel, cuya dialéctica contempla el presente –y las diferencias de presente en los distintos espacios- como la negación del pasado. O, más bien, como la negación de los múltiples pasados relacionados con cada espacio presente particular. Tal negación era el prerrequisito y el supuesto implícitos en la elaboración reflexiva de un proyecto racional para el futuro. Pero este futuro no se presentaba todavía como un verdadero abanico de posibilidades, entre las que había que elegir. Para esto habría que esperar a la segunda modernización, en la que el individuo vuelve al centro de la escena social, haciendo aflorar lo que Beck ha denominado la subpolítica.51

El método dialéctico de Hegel ofreció por primera vez la posibilidad de llegar a la Idea absoluta (expresión utópica del progreso cognitivo) en un mismo acto de la razón que combinaba la explicación causal, el determinismo histórico y la legitimación moral: “lo que es, debe ser y tiene que ser”, frase que compendia la síntesis entre necesidad moral, física, lógica e histórica52 en que se basa la retórica dialéctica. Bajo esta primera formulación quedaba extraordinariamente difuminada la acción del individuo y su capacidad de elección, subsumiendo en cierta forma al sujeto en una entidad absoluta superior, aunque la sede de la idea no fuera otra que el propio individuo. De esta forma, Hegel restableció para la Ilustración, aunque bajo una forma de neoplatonismo semántico, la conexión entre hechos y valores (que indican fines o bienes), rota por Kant, también en forma semántica:

“Al final de nuestro análisis, la Idea Absoluta aparece como la identidad de la Idea teórica y la práctica; una y otra son unilaterales, no contienen a la Idea más que bajo la forma de un fin todavía no alcanzado; cada una de ellas es una síntesis de la tendencia; contiene, y a la vez no contiene a la idea, permaneciendo en la contradicción. El concepto racional de Idea absoluta no coincide en realidad más que consigo misma: es una vuelta a la vida. Pero al mismo tiempo contiene en su interior la mayor oposición. El concepto no sólo es alma, sino también concepto libre, subjetivo, para sí, y por eso mismo está dotado de personalidad. Aunque no por ello es exclusivamente individualidad, sino que también es universalidad para sí y conocimiento [de] su propia objetividad. Todo lo demás es error, oscuridad, opinión, tendencia, capricho efímero; sólo la Idea absoluta es Ser, Vida imperecedera, Verdad que se conoce y verdad total ”53.

No importa que para Hegel, la idea absoluta se encarnase en el Estado, o que para Marx lo hiciera en la clase social (lo que, según el último Parsons, resultaba mucho más universalista, en el sentido kantiano). En uno y otro caso el individuo constituye un momento del proceso general, en el que participa a través de la identidad: identidad de ciudadano, en Hegel, y de clase en Marx. Sólo a través de la participación identitaria el individuo se hace plenamente humano en Hegel, de modo mucho más radical que lo que sucede con el sistema de la personalidad de Parsons, en el que el individuo se socializa y asume roles, pero exige igualmente coherencia a su sistema de valores respecto a su propia vivencia existencial. En Hegel el individuo hace del absoluto una realidad para sí a través de la identidad como ciudadano; en Marx, el obrero conoce sus verdaderos intereses sólo a través de la conciencia de clase; unos intereses que no son estrictamente individuales -o sólo lo son en tanto que

51 Véase Ulrich Beck, “Subpolítica. El retorno del individuo a la sociedad”, Capítulo 1 de U. Beck, A. Giddens y S. Lash, Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno, Alianza Universidad, 1997, (1ª ed. Blackwell: 1994), pp. 27-40. 52 Véase G. H. Sabine, Historia de la Teoría Política, FCE, vv. ee., pp. 454-66

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53 Ciencia de la Lógica, Libro tercero (1816), capítulo final. Traducción libre a partir de la de H. Lefebvre y N. Guterman, Morceaux Choisis, ya citada.

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miembro de su clase- y sólo esa conciencia le convierte en sujeto histórico, según la interpretación marxista de Lukacs, formulada al modo de una nueva astucia de la razón en la que, como sucedía en el caso de Maquiavelo, el interés de clase no es el interés material inmediato, sino una forma de virtú, que constituye en realidad el motor último de la dialéctica histórica. Paradójicamente, pese al estereotipo dominante, algo similar le ocurría al individuo de las elites dirigentes, sujeto de los sentimientos morales, que subyace a la mano invisible de Adam Smith.54

En cualquier caso, la dialéctica hegeliana contiene ya el germen de la idea de reflexividad autopoiética. Además, para que la secuencia que enfrenta a la Idea teórica con la práctica produjera su síntesis superior en la Idea Absoluta, Hegel introdujo el principio de absorción y resolución perpetua de los contrarios en una unidad cada vez más alta (Aufhebund), con lo que inyectó en la dialéctica el imperativo de progreso que la civilización cristiana había recibido de San Agustín. Su síntesis fue reformulada por Bossuet bajo la forma de un “ardid de la Providencia” que progresa en la historia de acuerdo con una cadencia reglada. Convertida por el gran predicador barroco francés en la esencia misma de la fe cristiana, su Providencia es el trasunto último de la astucia de la razón que impulsa la Aufhebund de la dialéctica hegeliana.55

La genial intuición de la lógica de los sistemas abiertos y de la física cuántica –y la bella expresión de la reflexividad en forma de dinámica evolucionista y autoselectiva- es lo que convirtió a la doctrina hegeliana en lingua franca de los intelectuales centroeuropeos del siglo XIX 56, empeñados en superar las formas tradicionalistas –materializadas políticamente en los imperios-. El núcleo de la idea, tomado directamente de la teoría herética formulada por Giordano Bruno en De la Causa, Principio et Uno,57 - según la cual de una causa infinita han de derivarse efectos también infinitos-,58 la expresó Hegel de este modo:

“Puede decirse que todo comienzo debe hacerse con el Absoluto, y que el progreso consiste en su desarrollo, en la medida en que el ser en si es el concepto. Pero como sólo es en sí, podemos decir al mismo tiempo que no es el Absoluto ni la Idea, porque en la Idea el en sí no es más que un momento unilateral y abstracto. El progreso no es superfluo; lo sería si al comienzo fuese ya verdaderamente el Absoluto; el progreso consiste precisamente en que el universal se determina a sí mismo y se convierte en el universal para sí, o sea, individual y sujeto. Sólo es el Absoluto cuando este proceso culmina.”59

En la Filosofía del derecho, incorporada a su Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1821), este progreso hacia el absoluto para sí se convierte en la autodeterminación autopoiética del Estado, por mucho que éste se encontrara ya, como absoluto en sí, en la

54 Véase mi “Sobre la ‘mano invisible’: valores, sentimientos morales e interés en la Inglaterra moderna”, citado. 55 Luis Díez del Corral, El Rapto de Europa, Alianza, 1974, pp. 217-223. También Louis N. Delamarre y F. Brunettère, “Jacques-Benigne Bossuet”, Catholic Enciclopedia: http://www.newadvent.org/cathen/02698b.htm. 56 Véase Isaiah Berlin, Karl Marx, Isaiah Berlin, Karl Marx, (1ª ed. Inglesa: 1963), Alianza, 1988 , pp. 65. 57 Véase Dorothea Waley Singer, “On Cause, Prime Origin and the One”, en Giordano Bruno His Life and Thought, with annotated translation of his work On the Infinite Universe and Worlds, Henry Schuman, New York, 1950, Cap. Cuatro, disponible en (31-5-2005): http://www.positiveatheism.org/hist/bruno04.htm#CH4B. 58 Esta fue la segunda de las ocho herejías que le imputó el cardenal jesuita Roberto Belarmino. La primera afirma que el anima mundi y la materia prima son los dos principios eternos de las cosas. La tercera, que no existe el alma individual, y la octava que el alma no es la forma del cuerpo humano. Véase Bruno, Giordano (1548-1600, Dizionario di eresie, eretici, dissidenti religiosi, confessioni cristiane non cattoliche, nuovi movimenti religiosi di ispirazione cristiana (31-mayo-2005): http://www.eresie.it/id564.htm.

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59 Ciencia de la Lógica, cit., pag. 292

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articulación del pueblo alemán en asociaciones y comunidades, que conformaban desde tiempo inmemorial la sociedad civil, fuente del derecho, participando en la cuál el individuo se convierte en ciudadano; de donde resulta que la solución hegeliana al problema de la complejidad equivale al mismo tiempo a la paideia griega y al sensus communis estoico, que proporcionó la base para el ius gentium romano60. Pero al mismo tiempo, es el Estado quien crea la sociedad civil, regulándola. A su vez, en el acto de regular, el Estado no dispone del menor grado de discrecionalidad, puesto que él mismo es razón y aplica normas racionales, que emanan en última instancia de la propia sociedad civil a lo largo del tiempo, de modo que el Estado hegeliano es también un Estado moral, sustentador de una ética racionalista.

Es cierto que en términos positivos el derecho constitucional otorga al sistema político procedimientos excepcionales de intervención que limitan la autonomía del sistema jurídico todavía de forma más explícita que la emanada de los actos legislativos ordinarios. Este intervensionismo político-legislativo resulta mucho más apreciable, como vimos, en los regímenes jurídicos de la loi civil que en los de common law e incluso en los de arquitectura romanista; aquellos priman la innovación normativa a costa de la seguridad, mientras que los segundos priman sobre todo la autonomía y la seguridad jurídicas. Pero, incluso contemplando tal limitación de última instancia, La Filosofía del Derecho de Hegel puede considerarse como el manifiesto fundacional del sistema jurídico moderno, configurado como un sistema autónomo funcionalmente diferenciado, y en buena medida autorreferenciado y operativamente cerrado.61 Se trata de un mecanismo “absoluto” (al modo dialéctico, esto es, recursivo) de absorción de la incertidumbre inherente a la sociedad moderna.

En cierta medida, el análisis hegeliano constituye el antecedente idealista de la dinámica del Sistema Social de Talcott Parsons, que se ve impulsada por procesos de institucionalización en los que interactúan y retroactúan los diferentes subsistemas sociales. E igualmente podemos interpretar el diagrama AGIL del sociólogo funcionalista como el resultado de deconstruir el cuadro del materialismo dialéctico marxiano, poniendo al mismo nivel y autonomizando el sistema económico (A) respecto a la “superestructura política, jurídica e ideológica” –reconvertida en los tres sistemas: G, I y L-, al mismo tiempo que se otorga prioridad y se desplaza la capacidad de dirección desde el sistema económico hacia el sistema político, prescindiendo de la clase social como elemento determinante del sistema de la personalidad, que adopta en este caso la forma del individualismo pluralista.

Es significativo que Parsons cerrase la obra en la que sintetizó su legado a la Sociología62 con un artículo titulado “Evolutionary Universals in Society”, escrito en 1964, en el que establecía una rigurosa analogía entre el proceso social de institucionalización y el proceso biológico de selección natural. Precisamente al término de ese artículo Parsons interpretaba el sistema de dos clases sociales del paradigma marxiano como una primera fase del proceso de diferenciación en los mecanismos de adquisición de status en el sistema social, lo que implicaba ya una cierta expectativa de repliegue de los mecanismos tradicionales de

60 Véanse Hans-Georg Gadamer, Verdad y Método, Ed. Sígeme, Salamanca, 2001, vol. I, p. 54-5, y L. Jaffro, “Shaftesbury : sens moral et culture de la communauté”, en A. Caillé, C. Lazzeri et M. Senellart (eds.), Histoire raisonnée de la philosophie morale et politique. Le bonheur et l'utile, Paris, La Découverte, 2001, p. 414-419.61 Niklas Luhmann, Observaciones de la modernidad. Racionalidad y contingencia en la sociedad moderna, Paidós, Studio, 1997 pp. 34 y ss. y 173 y ss.

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62 Las últimas obras de Parsons fueron recogidas en el libro Action Theory and The Human Condition, (New York, Free Press, 1978). En ella, y especialmente en el capítulo final (“A Paradigm of Human Condition”) -considerado generalmente como su testamento intelectual-, Parsons concentra toda su atención teórica sobre la idea de la evolución, aplicándola, “no sólo a la evolución de la teoría, sino también a la de los sistemas de acción en el sentido empírico.”

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adscripción de estatus, abriendo la puerta a la movilidad social. Con el tiempo, concluía Parsons, la bipolarización dejaba paso a

“.... estructuras más complejas de los niveles de estratificación social y de su legitimación cultural, lo que implica: a) un sistema más complejo, caracterizado por la generalización de estructuras normativas con elevado grado de universalismo en todos los campos; b) bajo tal normativa, las subunidades tienen mayor autonomía para perseguir sus propios fines e intereses y para actuar instrumentalmente respecto a los de los otros; c) esta mayor autonomía aumenta la probabilidad de que las unidades estructurales desarrollen una gran diversidad de intereses y fines secundarios, y, d) finalmente, el resultado de tal diversidad es una pluralidad de escalas de prestigio y de formas diferenciales de acceso a los recursos económicos, el poder y la influencia”.

Esto es, de una sociedad estructurada en dos clases con arreglo a un sólo criterio de estratificación -la propiedad-, se estaba pasando a otra estratificada con arreglo a una pluralidad de criterios -económicos, profesionales, culturales, etc.-, y estructurada en una multiplicidad de capas, en las que el individuo asume una mayor complejidad de roles, no reducibles a la dicotomía biclasista.

Pierre Bourdieu, por su parte, adoptaría íntegramente el sistema parsoniano, aunque denominando a los sistemas “campos sociales”, siguiendo en esto el razonamiento evolucionista de Durkheim.63 Cada uno de estos campos sociales desarrolla su propia lógica y se dota de una forma de poder o especie de capital simbólico, que es reconocido por todos los individuos como “universal.” Este reconocimiento común es resultado del proceso de socialización, en el que el espacio social se reproduce, obligando al sujeto individual -mediante violencia simbólica- a interiorizar el habitus que ha de servirle de marco para estructurar el mundo y su acción dentro del mismo. Bourdieu devuelve la prioridad al sistema económico, en el que la dotación de capital de cada individuo determina su posición en el campo de fuerzas que configura las relaciones de explotación. Sin embargo, esta prioridad es compartida con el sistema cultural-ideológico, que proporciona las categorías para definir el “capital cultural.” Un capital que conforma la estratificación social (o sea, la posición individual de dominación/subordinación) a partir del criterio de la distinción, 64 de modo que su sistema de fines resulta más complejo que el de la teoría de la elección racional, al generalizar Bourdieu el criterio del interés mediante una economía de bienes simbólicos mucho más rica.

En uno y otro caso, el signo característico de todo el proceso consiste precisamente en su avance paulatino hacia la autonomización de las subunidades que componen el sistema social de Parsons (o los “campos sociales”, de Bourdieu).

[Esta parte está pendiente de completar a partir de: Niklas Luhmann, Complejidad y modernidad: De la unidad a la diferencia. Madrid: Trotta 1998 (edición y traducción de Josetxo Beriain).]

63 Véase Pierre Bourdieu [1994], Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1997.

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64 Véase Natalie Bulle, “Pierre Bourdieu (1930-2002)”, L'Année Sociologique, 2001. Pp 231-7 vol 51, num. 2 pp 231-7.

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4.- La radicalización procedimental de la modernidad 65

En general, para Luhmann el rasgo característico del pensamiento ilustrado consistió en declarar irracional a todo cuanto se le oponía66 -y en primer lugar el criterio de estratificación social basado en la congelación del sistema tradicional de estatus y su reproducción patrimonialista-. En lugar de estructurar el presente y el futuro con arreglo al pasado, “tanto en lo tecnológico como en lo humano, la sociedad moderna se describe a sí misma mediante la proyección de su futuro”67. En cambio, la postmodernidad –o mejor, la modernidad radicalizada, en palabras de Giddens- es consciente de que aquel futuro ya está aquí. “La primera modernización no persiguió un fin determinado que permitiera definir la modernidad de forma positiva. No pretendió nunca preservar su identidad originaria,” sino justamente lo contrario, innovar, producir una nueva forma de sociedad. Por eso mismo, ni dispuso ni dispone de criterios para definir una identidad que nunca es definitiva, porque la modernidad es fundamentalmente novedad. Isaiah Berlin lo expresó more romántico con palabras de Herzen: ¿dónde está la canción antes de que yo la cante?

La modernidad radicalizada pretende construirse a sí misma utilizando para ello la reflexión en busca de la verdad. Ahora bien, como querían los pragmatistas, toda reflexión y todo análisis se materializan en un discurso que describe la situación de quien lo pronuncia con relación al entorno y le mueve a actuar. El único criterio de verdad consiste en que la descripción nos resulte adecuada y la actuación implícita nos parezca idónea para mejorar nuestra situación respecto al entorno, llevando a cabo una monitorización reflexiva de la acción, aunque exista controversia sobre quién sea el sujeto de esa primera persona reflexiva plural.68

“De modo que el proceso de modernización se alimenta de una red recursiva de descripciones –y las ciencias sociales son descripciones de descripciones- que inducen a ejecutar operaciones. Pero tales operaciones no conducen a ningún tipo de valores genuinos y estables desde el punto de vista de un observador de observadores.” En palabras de Davidson, de lo que se trata en última instancia es de establecer la triangulación entre quien habla, quien escucha y el ambiente, lo que en modo alguno significa relativismo porque “adoptar actitudes y ser capaz de hablar ya es ser capaz de interpretar a los otros y estar abierto a la interpretación de los demás.” 69

“Esa es la razón de que la sociedad radicalmente moderna haya perdido la confianza en lo correcto de sus descripciones de sí misma. Porque sabe que no existe un metarrelato; que no hay ningún observador externo, y que, de imaginarlo, éste no puede ocupar un punto superior, como deseaba Descartes, porque al comunicarnos estamos ya en la sociedad.” De hecho, el punto de vista cartesiano (el punto de vista desde el que el ser es porque piensa: cogito, ergo sum) se encuentra profundamente marcado por dos percepciones cognitivas

65 Los dos epígrafes que siguen consisten básicamente en una paráfrasis –enriquecida con comentarios, cuya apoyatura se indica en notas- de la obrita de Niklas Luhmann, Observaciones de la modernidad..., ya citado (1ª ed. en alemán: Beobachtungen der Moderne, Westdeutscher Verlag, Opladen, 1992). En general, suprimo muchas comillas para facilitar la lectura, ya de por sí suficientemente enrevesada. En otros casos entrecomillo frases que sintetizan párrafos mucho más largos y engorrosos. 66 En este caso la referencia concreta es “Racionalidad Europea”, Melbourne, 1991, Luhman, op. cit., p.53. 67 Véase “La discripción del futuro”, Leece, 1991, en Niklas Luhmann. op. cit., p.125. 68 Véase, Richard Rorty, Philosophy and social Hope, Penguin (USA), 2000.

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69 Véase Donald Davidson (1917-2003), Subjective, Intersubjective, Objective, Oxford, Clarendon Press, 2001. Una síntesis de su biografía intelectual en: Malpas, Jeff, “Donald Davidson”, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2004 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL: http://plato.stanford.edu/entries/davidson/#Tru.

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típicamente modernas70: la concepción mecánica de la naturaleza como una máquina -y de los seres vivos y el hombre como mecanismos (en palabras de Parsons: como un sistema de la personalidad)- y la idea calvinista según la cual la naturaleza es pasiva y sólo “Dios, después de crear con su potencia el mundo y cuanto hay en él, lo gobierna y mantiene todo con su providencia”, como reza el título del capítulo XVI de la Institución de la religión Cristiana71.

Ambas percepciones las aprehendió Descartes mientras realizaba su instrucción militar en Breda en 1618 bajo la dirección del príncipe Mauricio de Nassau, cuya casa había introducido en Holanda un nuevo tipo de ejército basado en la estandarización de la conducta del soldado –como venía sucediendo desde las legiones macedonias-, pero aprovechando al máximo su potencia de fuego, su iniciativa y su capacidad de maniobra, al reducir el tamaño de la unidad básica de acción desde los 3000 soldados del tercio español a los 550 del batallón holandés, lo que requería un aprendizaje sistemático del arte militar en orden cerrado para todos los soldados –con mucha mayor responsabilidad y eficacia en el uso de las armas, y sobre un conjunto más diversificado de movimientos-, y el rediseño del arte de la guerra mediante el cálculo matemático para dirigir las operaciones. Al reducir drásticamente la profundidad de las unidades tácticas, el número de bloques de infantería en movimiento dentro del campo de batalla pasó de cinco o seis a treinta, dispuestas en dos o tres líneas, y el análisis del movimiento combinado de todas estas piezas requirió el empleo de las matemáticas y la geometría.

El aprovechamiento de las nuevas posibilidades defensivas y ofensivas implicaba que el ejército actuase como una máquina –y el soldado como un mecanismo, con reacciones automatizadas- sobre un espectro de alternativas mucho más amplio, ganando en ductilidad y velocidad de reacción y remodelación de las líneas, a medida que se desarrolla la acción bélica.72 En este esquema, el comandante actúa al modo del observador externo que se representa lo que está ocurriendo, piensa y dirige la máquina cartesiana, dándole la existencia. Y este papel creador y director resulta ser, a su vez, trasposición del dios de Calvino, creador, motor y gobernador del mundo, sólo visible para el hombre a través de este último.73 Todo ello debió de aparecer en los tres sueños que tuvo Descartes en Ulm en noviembre de 1619, de los que surgió la revolución cognitiva asociada a la primera modernidad.

“En cambio, en la sociedad radicalmente moderna sólo hay auto-observaciones y auto-descripciones hechas desde dentro.” Como decía Marx en sus tesis sobre Feuerbach (y como sucede en la teoría de la relatividad): el ser precede a la conciencia. “Si el mundo puede ser definido de forma diferente por distintos observadores, es que no existe unidad entre referencia, sentido y verdad74. No hay una representación vinculante de la sociedad. Todas ellas son contingentes. Hay que describir la sociedad desde la sociedad, y esa es la tarea de las ciencias sociales. Pero no hay una única forma de describir la sociedad, existe pluralismo”. No hay una sola modernidad, sino una pluralidad de ellas.75

70 Emerson T. McMullen, “The origin of Descartes' mechanical philosophy (Rene Descartes)” Georgia Journal of Science, 22 June 2002: http://www.highbeam.com/library/doc1.asp?DOCID=1G1:89380915. (25-I-2005) 71 Véase http://www.iglesiareformada.com/Calvino_Institucion_Libro_1.html. 72 Para una síntesis, véase David Parrott, Richelieu’s Army. War, Government and Society in France 1624-1642, Cambridge University Press, pp. 19 y ss.: http://assets.cambridge.org/052179/2096/sample/0521792096ws.pdf. 73 El papa Juan Pablo II imputaba esta idea al propio Descartes, de donde infería que la modernidad es incompatible con la ética. Véase Enric González, “El mundo según Wojtyla”, El País, 27-II, 2005. 74 Niklas Luhmann, Observaciones de la modernidad...., citado, p. 57.

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75 Véase S.N. Eisenstadt interviewed by Gerard Delanty, “Pluralism and the Multiple Forms of Modernity”, citado.

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La sociología ha sido tradicionalmente una ciencia social multiparadigmática. Para Ritzer los tres principales paradigmas en conflicto son el de los hechos sociales (Durkheim), el de la definición social (Weber) y el de la conducta social (Skinner). Los intentos de integración paradigmática chocan reiteradamente con la complejidad de los fenómenos estudiados, y cualquier paradigma sociológico integrado se muestra incapaz de reemplazar a los otros paradigmas.76 De ahí que Wallerstein propugne superar el problema construyendo una ciencia social histórica de la sociedad global, anclada en las ciencias de la complejidad, integrando las perspectivas analíticas de las diferentes ciencias sociales77

Podría decirse que hasta ahora la única conclusión firme de la ciencia social –y su mismo fundamento como ciencia- consiste en la definición procedimental de la modernización, tanto en Sociología como en Economía. Tal como se planteó en la sociología de Talcott Parsons, la modernización no es otra cosa que un proceso evolutivo permanente de diferenciación de sistemas funcionales. Pero un proceso de diferenciación regido, no por ninguna clase de teleología, sino por la regla compleja de selección evolucionista, cabría añadir.

Porque la principal autodescripción intuitiva de que dispone la sociedad moderna de sí misma es la que le proporcionó Charles Chaplin con las imágenes –y, por primera vez, con el sonido de las máquinas- de Modern Times (1936): “se trata de una sociedad que promete la felicidad mediante el uso de la técnica.”

La técnica consiste en un tipo de simplificación de la realidad que resulta funcional precisamente porque reduce la complejidad y puede utilizarse y llevarse a cabo aunque no se conozca el mundo y la realidad de lo que ocurre, ya que se trata de una “simplificación funcionante”78. La parte técnica de la ciencia es independiente de sus aplicaciones y, por eso mismo, desplaza cualquier criterio o consideración individual y prescinde de toda repercusión humanista o ecológica. Puede ser empleada por quien ni siquiera acepta la modernidad. “Porque, como en la novela de Pirandelo, para la técnica, el individuo humano aparece como uno, nessuno e centomila. El observador ya no ocupa la posición privilegiada que se le reservaba en el concepto europeo del mundo, cuyo humanismo se basaba en una simetría hombre-mundo contenida en el primero.” Ahora el antropomorfismo ha terminado: “el narrador sólo es observable como observador y aparece sólo en lo que narra”79 (como si el observador se introdujese en la pantalla de la proyección cinematográfica, o el director intercambiase permanentemente su papel con el del actor).

La sociedad moderna aparece ante nosotros como un sistema autónomo funcionalmente diferenciado y, como tal, “se ve obligada a distinguirse ella misma de su entorno,” sin la ayuda del comandante cartesiano ni del conductor parsoniano. “Para controlar y calcular sus operaciones desde dentro, el sistema necesita observarse –y referirse-, por un lado, a sí mismo y, por otro, al entorno; necesita disponer de autorreferencia y de referencia externa. Esto no es más que una convención operativa, pero resulta imprescindible para que exista la posibilidad de observar y para no confundir el funcionamiento interno con el del exterior” (el director-actor cinematográfico necesita controlar al mismo tiempo la coherencia

76 Tras formular la idea en 1975, Ritzer constata la pervivencia de la pluralidad de paradigmas a comienzos de los noventa: George Ritzer, Contemporary Sociological Theory, McGraw-Hill, 3ª edición, 1992. Traducción española: Teoría Sociológica Contemporánea, 1993, p. 611. 77 I. Wallerstein, “From sociology to historical social science: prospects and obstacles”, The British Journal of Sociology Millenniunm Special Issue, Vol. 51, nº 1, Enero/Marzo 2000. 78 Niklas Luhmann, Observaciones de la modernidad...., citado, p. 22

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79 Ibid. p. 65-70.

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interna del ambiente con los diálogos de los personajes, y la proyección de todo ello sobre el espectador). “En última instancia, todo sistema operativamente cerrado trabaja sólo con dos ejes binarios: el de referencia -que distingue lo interno de lo externo; al propio sistema de su entorno; al espacio observado del no observado-, y el de codificación, que activa o desactiva el funcionamiento del sistema y de cada uno de sus subsistemas”: acción/inacción; positivo/negativo; bueno/malo; bello/feo; justo/injusto; verdadero/falso; legítimo/ilegítimo; legal/ilegal; igual/desigual; pertenencia/exclusión; guerra/paz; decisión/rechazo; solvente/insolvente; rentable/ruinoso; eficiente/ineficiente; permitido/prohibido; gobierno/oposición.

“La operatividad ortogonal de estos dos ejes de referencia y codificación es la única identidad de un sistema funcional. Esto es, al definir la sociedad como sistema, la sociología y la economía política de la sociedad moderna ya no pueden referirse a una unidad referencial que prescriba su forma y medida.” Esto se aplica al sistema conjunto y a cada uno de sus subsistemas funcionales: en el sistema de la ciencia reaparece el problema de la referencia, porque la relación entre signo y referente ya no se considera fija, temporal e intersubjetivamente: hay alguien que establece las correspondencias. Éstas sirven para construir modelos –cognitivos y para la acción-, pero sólo son codificados como acción adecuada/inadecuada o conocimiento verdadero/falso tras la evaluación ex post o contratación empírica” (siempre provisional, con posible falsación ulterior, de acuerdo con Karl Popper).

5.- La autopoiesis y el problema de reintroducir significados y valores de referencia en la sociedad postmoderna

“En el sistema jurídico, la jurisprudencia doctrinal o conceptual, que hace posible la abstracción jurídica y la comparación casuística, también es autorreferenciada: ¿quién controla en última instancia a la doctrina jurídica sino los que la elaboran, utilizando los conceptos previamente elaborados? Ciertamente, la designación de los intereses dignos de protección jurídica se establece generalmente desde un subsistema diferente (el político / legislativo), pero el subsistema legal judicial conserva una amplísima autonomía,” que alcanza su máximo precisamente en los sistemas más diferenciados - los del tipo Common Law, en los que el juez crea derecho a partir de la consideración del precedente y examinando el caso particular en virtud de su propia especificidad. Además, en la “determinación judicial específica de lo justo y lo injusto no hay referencia externa – ni siquiera un cuadro de principios morales-, como sucede con la contrastación empírica en la ciencia,” o con la decisión democrática en el sistema político. 80

Y todo ello pese a que, en palabras de Dworkin, “la gente tenga generalmente mucho más que ganar o perder de un gesto del juez que de cualquier Ley general del Parlamento”... especialmente cuando la decisión proviene del Tribunal Supremo de los EE.UU., que dispone de la facultad “de llevar a la nación a una revolución social más profunda que las que pueda iniciar cualquier otra institución política”, como ocurrió en 1954, al decidir que ningún Estado tenía el derecho de segregar a la gente en las escuelas públicas por razón de raza. No es

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80 Para las relaciones entre sociología del derecho y complejidad en Luhhman, véase: Wallace H. Provost Jr., Complex Organization and Niklas Luhmann's Sociology of Law: http://www.geocities.com/~n4bz/law/lulaw0.htm.

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posible precisar claramente si el sistema judicial “descubre” el sentido último de la ley o la “inventa”. 81

“La economía monetaria, por su parte, no dota a la moneda de otra referencia externa que el control de la cantidad de dinero en circulación”, de acuerdo con un código (también falsable) que establece su relación idónea con la producción y con los precios. Se sobreentiende que la autonomía del sistema monetario es tanto mayor cuanto mayor es el número de objetivos a salvaguardar por la autoridad monetaria, de ahí que en Estados Unidos –que confía a la FED tanto el objetivo de la estabilidad de precios como el del empleo- la responsabilidad exigida al Gobernador por el sistema político sea superior a la que se exige al Gobernador del Banco Central Europeo, cuya autonomía ha sido considerada desde el comienzo como un ejemplo palmario de los déficit institucionales de la nueva Unión Europea82. Sin embargo, para disponer efectivamente de esa autonomía –respetando sus propias reglas de funcionamiento- el Banco Central debe disponer de capital suficiente. Prácticamente esa es la única limitación externa a la que se enfrenta. Cuando las operaciones de balance necesarias para hacer frente a las amenazas de trampa de liquidez requieren nuevos recursos, el Banco necesita la colaboración de su accionista -el poder político- como única instancia de control.83

“Las unidades últimas del sistema económico son las transacciones. Su pago en dinero actúa como autorrefencia, garantizando la auto-reproducción de la capacidad de pago. Se trata de un sistema autopoiético: la transacción reproduce su propia posibilidad ad infinitum, trasmitiendo solvencia. La referencia externa son las prestaciones materiales y los servicios que satisfacen necesidades fuera del sistema económico (y también dentro).” Pero es el propio sistema –como afirmaba Karl Polanyi- quien autocontrola si las necesidades han sido apreciadas de forma correcta o incorrecta. “La economía no las controla desde fuera; son autoestimaciones. Son los derechos de propiedad los que delimitan quién hace las transacciones, pero ellos mismos son objeto de transacción,” aunque cuenten con una definición última fundacional, como indica el Teorema de Coase. Operan ortogonalmente respecto a la referencia (interna o externa) determinando el código (positivo / negativo) para intercambiar. “Pero nada ni nadie en el sistema económico ofrece garantías de racionalidad en términos de bienestar social.” Para reintroducir la idea de justicia, por ejemplo, John Rawls apelará a la ficción del equilibrio en la “posición originaria,” y a ese mismo momento se remontarán Ronald Coase y George Stigler, aunque cono propósitos bien distintos.84

“La modernidad responde al uso de la razón, pero ¿qué entiende la sociedad moderna por racionalidad? No hay ninguna indicación externa, porque la razón no admite fines últimos, ya sean religiosos, ya establecidos siguiendo el modelo de las leyes naturales. La autorreferencia y la referencia ajena sólo pueden ser realizadas desde el punto de vista interno del sistema. Esto no significa discrecionalidad, arbitrariedad o relativismo, sino todo lo

81 Véase Ronald Dworkin, Law’s Empire (Legal Theory), Hart Publishing, 2002, cap. I, citado por Luhman. 82 Véase Christopher Taylor, “The Role and Status of the European Central Bank: Some Proposals for Accountability and Cooperation”, en After the Euro: Shaping Institutions for Governance in the Wake of European Monetary Union, C. Crouch (ed.), Oxford University Press, mayo 2000. 83 Véase Olivier Jeanne and Lars E.O. Svensson “Credible Commitment to Optimal Escape from a Liquidity Trap: The Role of the Balance Sheet of an Independent Central Bank”, NBER Working Paper No. 10679, August 2004, http://papers.nber.org/papers/w10679.pdf.

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84 Véanse R. H. Coase, “1991 Nobel Lecture: The Institutional Structure of Production”, The American Economic Review, Volume 82, Issue 4, Sept. 1992, 713-719; George J. Stigler, “Two notes on The Coase Theorem”, The Yale Law Journal, 1989, pp. 631-633, y Memoirs of an Unregulated Economist, Chicago U. P., 1988.

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contrario. La dinámica de sistemas anula toda discrecionalidad. El sistema social moderno se compone de sistemas funcionales que respetan su respectiva autonomía, cierre funcional y diferenciación específica. La forma del sistema consiste precisamente en esa diferenciación en sistemas funcionales comparables. Y lo específico de la sociedad moderna se encuentra precisamente en la especificidad de tales sistemas.”

“No hay otra diferencia respecto al pasado, ni respecto al futuro, porque tanto la sociedad moderna como sus predecesoras son sistemas sociales. A lo sumo cabe distinguir entre la diferenciación primariamente estratificadora (estamental) de la sociedad premoderna y la diferenciación primariamente funcional de la moderna, que es la forma que adopta la racionalidad típicamente europea”85. Respecto al futuro, lo más que se puede saber es que será distinto del pasado, mientras que el presente no es más que el valor límite que sustenta la unidad de la diferencia entre pasado y futuro. Como dijera Novalis “nos encontramos fuera del tiempo de las formas generalmente válidas”.

Este proceso evolutivo es irreversible. De ahí que al individuo moderno no le quepa otra opción que bascular constantemente entre valores aprendidos y valores creados (Isaiah Berlin). En ausencia de verdades universales, hay que aprender haciendo (Kenneth Arrow), mediante el intercambio constante entre las distintas formas de conocimiento –el conocimiento tácito, presencial, local, transmitido por empatía e imitación, al modo de las religiones “ejemplares” de Oriente, y el conocimiento explícito, codificado, empíricamente contrastado, difundido a escala global (Nonaka-Takeuchi), al modo de las religiones “verdaderas” de El Libro. O el intercambio entre la culturización por inmersión en las prácticas profesionales -plenamente contextuales- y la remisión a los saberes expertos, por su propia definición universales y desvinculados.

¿Existe contradicción entre ambos polos? Sólo la perspectiva fenomenológica permite reconciliarlos. Aquí meter lo del olvido de Taylor, base para la práctica moderna. Pero sobre todo lo de Dreyfuss con sus fases de aprendizaje. Hay tres momentos: el de la formulación teórica (o del juicio ético); el de su aplicación práctica (que para convertirse en un saber experto debe convertirse en un acto cuasi-reflejo, en el que se olvida su fundamento; y el de la reflexividad, en la que, enfrentado a los resultados de sus prácticas, el experto evalúa resultados. Eventualmente se enfrenta a la aparición de anomalías, que es cuando el conocimiento explícito y teórico vuelve a hacerse presente, para ser sometido a revisión. Pero por la vía pragmática, económica, de las redes.

En cualquier caso -afirma Luhmann- “nos falta una teoría de la autodescripción de una sociedad que se reproduce por medio de estructuras. Una teoría de la relación entre estructura y semántica, que no puede ser otra cosa que semántica, porque los conceptos distinguen lo que designan. , pero no fundamentan por qué han elegido esas y no otras distinciones... Las formas del saber autorreferencial se comunican como sabiduría”86. Esto aparece con especial nitidez en el caso de la teoría semántica del derecho, ya que, “según Dworkin, Norteamérica ni siquiera dispone de una teoría jurisprudencial sobre el desacuerdo teórico acerca de la Ley87. Pero es igualmente a aplicable a la economía –que encuentra su autorreferencia en el mercado-, a la política –que lo hace en la “opinión pública”-, al arte o a la ciencia. Ésta última opera de acuerdo con el modelo garbage-can,88 según el cual la ciencia teórica crea

85 Niklas Luhmann, Op. cit., p. 50. 86 Ibid. p. 75. 87 Véase R. Dworkin, Law’s Empire, cit, cap. I, in fine.

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88 citar garbag-ecan

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soluciones en busca de problemas y la ciencia aplicada y la técnica se enfrentan a problemas y buscan de soluciones. En palabras de Luhmann, la sabiduría científica:

“....se basa entera y plenamente en lo escrito y pasa directamente a la observación de segundo grado [a partir del instrumental y del acervo disponible, o “estado de la cuestión”]. En su formato típico los scientific papers occidentales parten siempre del estado de la investigación. Con ello se economizan recursos, al permitir ahorrarse una investigación más amplia. Lo único que hay que hacer es ofrecer algo nuevo en relación a lo ya publicado....... Esta misma práctica se puede aplicar a la observación del mundo de primer grado... Lo que sucede es que la forma práctica de las comunicaciones científicas ha sido elegida de tal modo que resulta compatible con todas las descripciones del mundo -que aparecen como contingentes-; cada comunicación individual extrae su justificación del estado momentáneo de la investigación en una situación histórica precisa; pero este estado se cambia a sí mismo en el momento de producirse cada comunicación. Sin proponérselo, el texto -que en sí mismo puede carecer de aspiraciones prácticas- realiza una descripción del mundo que cambia lo que describe, por el mero hecho de describirlo. La descripción lleva a cabo la autopoiesis del sistema científico, y, con ella, la del sistema social. Para ejecutar cada operación, quien la realiza no necesita reflexionar. La reflexión es competencia de otro nivel del sistema científico, distinto al de la investigación directa. Es el nivel que se denomina a sí mismo -distinguiéndose del anterior- teoría científica o teoría del conocimiento.”89

La denuncia de Luhmann es probablemente la más rotunda de cuantas se hayan hecho hasta ahora de la segunda modernidad, por cuanto implica que, al confiar la ejecución de la racionalidad a sistemas funcionales diferenciados -renunciando a hacerlo la sociedad como unidad-, el racionalismo autopoiético que emana de cada sistema depende de su propio proceso histórico (es path dependent); es decir, una sociedad así actúa de forma tradicionalista y deja de ser moderna, porque “con relación al planteamiento de sus propios problemas, el racionalismo procede a ciegas”. Y esta ceguera resulta lacerante para quien se mueve a impulsos del ethos científico. En tales condiciones no se puede pretender “ver lo que no se ve, pero quizás al menos se pueda ver que no se ve lo que no se ve”90. El observador puede posicionarse a sí mismo en el sistema científico como observador de primer grado, sin pretender dominar todo el panorama, asumiéndose como uno más de los muchos observadores posibles. Pero entonces se encuentra en la humilde posición postmoderna y debe aceptar el pluralismo de otras observaciones desde otros contextos, renunciando a referencias últimas o a un “autocercioramiento cartesiano de la realidad”91. Esa era, por otra parte, la ética científica de Popper. La ciencia postmoderna –y en realidad, toda la ciencia- se compone de un conjunto de teorías débiles permanentemente dispuestas a autoinmolarse en el momento en que se ven falsadas por la contrastación empírica. Y al mismo tiempo lo suficientemente arrogantes como para resistir firmemente el embate de interpretaciones alternativas, en tanto se ven ratificadas por los hechos y para constituirse en soporte de otras teorías, hasta formar una tupida red de conocimiento.

[Esta parte está pendiente de completar a partir de: la teoría pragmatista del conocimiento, revitalizada por Richard Rorty92, que remite en último término a la estructura del proceso

89 Niklas Luhmann, Op. cit., p. 77-8. 90 Ibid. p. 79. 91 Ibid. p. 81.

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92 Véase Richard Rorty, Consequences of Pragmatism, University of Minnesota Press, 1982 (ve: Tecnos, Madrid, 1996. También Truth and Progress: Philosophical Papers, Volume 3, Cambridge University Press, 1998.

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cognitivo, distribuida en la red neuronal. La economía pragmatista minimiza la energía consumida en el proceso de sustitución de las verdades falsadas del mismo modo que lo hace la estructura neuronal de la mente, de acuerdo con las investigaciones realizadas en el Santa Fe Institute (SFI), tal como las describió Gell-Mann. De acuerdo con ellas, todo el proceso evolutivo del conocimiento constituye la continuación de la cadena de la evolución humana, en la que la inteligencia, el aprendizaje y el pensamiento aparecen como forma de “resolver problemas” alternativas a la conformación de comportamientos instintivos, “impresos” en la información genética de otros organismos, como los mamíferos. La diferencia entre estos sistemas adaptativos y otros fenómenos complejos consiste en la forma en que los primeros guardan la información acerca de su entorno, que no es inerte ni fotográfica, sino que adopta la forma de un modelo, teoría o esquema, aplicable a entornos diferentes de los que le dieron origen.93 Pero trabajar con teorías científicas comporta probabilidad y riesgo.]

6.- La sociedad del riesgo devuelve a la ética su carácter racional Estos son tiempos de cambio rápido y general. Como le sucedía al misionero-erudito

de Borges en “El jardín de senderos que se bifurcan”, nos enfrentamos al problema del tiempo mismo. Quien proporcionó la visión literaria más esclarecida del núcleo esencial de la problemática que mucho más tarde daría lugar a la aventura intelectual a la que hoy denominamos “ciencias de la complejidad” la proporcionó Jorge Luís Borges en 194194 en un conciso pasaje de literatura de misterio:

“-Un laberinto de símbolos...... Un invisible laberinto de tiempo..... Ts’ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto.....

-.......yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente......... una obra platónica..... Me detuve, como es natural, en la frase [escrita por Ts’ui Pên]: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí: el jardín de senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio..... En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pên opta –simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan..... En la obra de Ts’ui Pên todos los desenlaces ocurren:95 cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones. Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen: por ejemplo, usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo, en otros mi amigo.....96

93 Véase Murria Gell-Mann, “The Santa Fe Institute”, Santa Fe Institute Working Paper, nº 91-03-017, en: http://www.santafe.edu/sfi/publications/Working-Papers/91-03-017.pdf. 94 “El jardín de los senderos que se bifurcan”, en Ficciones (1941). Obras Completas, I, Emecé Editores, 1989, pp. 472-480. 95 Borges describe su novela regresiva ramificada en “Examen de la obra de Herbert Quain”, Ficciones, pp. 461-4.

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96 Este eco del Jardín llega hasta nosotros en la política práctica: “ ‘El pasado es una hipótesis’, dijo alguien, y en su cascarón intelectual Aznar acusa a sus enemigos de hipotéticos, de tergiversar el pasado que hizo él mismo”. Eduardo Haro Tecglen, en: “El Ex que no cesa” , El País, 20-07-2004.

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- No creo que [Ts’ui Pên] jugara ociosamente a las variaciones...... de un experimento retórico..... Sé que de todos los problemas ninguno lo inquietó y lo trabajó como el abismal problema del tiempo. El jardín de senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo..... La explicación es obvia: El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan, o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.....”

Ciertamente, Borges empleó la parábola de la complejidad como mero artefacto de intriga para perder al lector en un laberinto, cuyo autor –el espía nazi de origen chino Yu Tsun, descendiente de Ts’ui Pên- visita al antiguo misionero y sabio sinólogo Stephen Albert –a quien ha localizado simplemente a través de la guía telefónica y cuya identidad desconoce-, no para interesarse por el conocimiento que atesora, sino como estratagema para comunicar a su central de Berlín -en secreto, aunque a través de la prensa- el nombre de la ciudad que los aviones alemanes deben atacar. La ciudad se llama Albert y el espía no halla otro medio de asociar su nombre al de la ciudad que asesinar ostentosamente a una persona con ese nombre, antes de ser arrestado por los servicios de contraespionaje y sentenciado a la horca, provocando el correspondiente titular en las páginas de sucesos, que será correctamente interpretado por el jefe de espías alemán, al modo de un enigma.

La construcción del relato descansa sobre una concepción de los nombres –del lenguaje, en última instancia- propia del Renacimiento, cuyo origen se remontaba, según Giordano Bruno, al Egipto de Hermes Trismegisto, cuya Asclepius, o palabra perfecta que da vida, contemplaba los nombres como el final de la escalera de influencias que provienen de lo alto, de la causa una y última.97 La recuperación renacentista del código hermético estuvo asociada con la Cábala –con su vertiente numérica, hipóstasis del pensamiento matemático-, la magia –con su vertiente alquímica, hipóstasis de la investigación experimental- y la literatura mística. En la tradición intelectual del siglo XX su cultivador más conocido fue Walter Benjamín.98 La más reciente manifestación de literatura ocultista de inspiración cabalística la encontramos en Don DeLillo:

“En Los nombres se cometen actos violentos inspirados por el alfabeto. Se busca la coincidencia entre un nombre de lugar y el de una persona, y ello decide la muerte violenta de ésta. Por supuesto, se trata de una conexión demencial, pero a la vez, es muy posible ver en ello un emblema aislado de lo innombrable. Muchas veces me he preguntado si no es eso lo que les acaece a los terroristas.”99

En todo caso, en la historia narrada por Borges sólo hay complejidad y riesgo desde la perspectiva del erudito Stephen Albert (que permanece hasta el último momento en la incertidumbre y para quien en uno de los pasados posibles su visitante es amigo, y en otros enemigo), que es también la perspectiva del lector. Pero se trata de una complejidad asimétrica, de la que escapa el espía que mueve los hilos y es quien decide con su acción –

97 Idea que Borges expresa de este modo (representando el cosmos ajo la forma de una biblioteca): “digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito...Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: El Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.” La biblioteca de Babel, citado, p. 471. 98 Véase Gershom Scholem, Los nombres secretos de Walter Benjamin , Trotta, 2004.

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99 Véase la entrevista que le hace Eduardo Lago en Babelia, El País, 24-XII-2004. “Don DeLillo, el escritor del submundo: Ser escritor implica tratar de comprender que vivimos en tiempos peligrosos”.

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calculada y propositiva- la bifurcación del tiempo. Podríamos decir que en este cuento Borges se queda, como Parsons, en la primera modernización, aquella en la que la autonomía de los subsistemas sociales aún se concebía gobernada por la acción de individuos, colectividades o instituciones, y orientada finalmente por el sistema político nacional, que proporciona el liderazgo fuerte y los fines al conjunto del sistema social.

Pero, aún así, el erudito del Jardín de los senderos que se bifurcan experimenta una forma de complejidad no distinta de aquella a la que el sabio Ts’ui Pên consideraba propia del universo y el tiempo. En el Occidente moderno, la idea aparece por primera vez en Giordano Bruno, cuya teoría acerca de la existencia de una multiplicidad de mundos le llevó a la huida constante, y finalmente a la hoguera. La tarea a la que se había consagrado era para Bruno demasiado grandiosa como para reparar en los múltiples intereses que pugnaban por hacer de la discontinuidad con la cultura pagana clásica algo irreversible. Cuando Bruno acude a Venecia con afán proselitista en 1591 se olvida de explorar la complejidad del tiempo que le acechaba, como le sucede al Stephen Albert de Borges, que es incapaz de reconstruir el complejo árbol de ramificaciones que hipotéticamente pudieran haber conducido al pasado inmediato en que abrió el portón del jardín a su desconocido asesino, sopesando cada una de ellas.

Todo ello se encuentra de una u otr forma en la sociología de Niklas Luhmann. En uno de sus últimos escritos Luhmann señala que nos encontramos en el tiempo de la incertidumbre, de abrir interrogantes, no de disfrutar de respuestas confortables. Estas son algunas de sus palabras:

“There is no possible regional explanation for these facts. They do not have an ‘origin’, and one may doubt whether or not they have a ‘function’. Apparently, society reacts to itself, but what do we mean by society? What do we do with the everyday knowledge that we take for granted? How can we conceptualize it? What do these facts indicate? Is the global system a society, or is it a system of societies, as Parsons100 would have it?

………………….

My main point will be that, throughout the tradition and in modern times as well, the concept of society proclaims a specific combination of difference and identity, of differentiation and reconstructed unity, or, in traditional language, of the parts and the whole…

………………………

How, then, and this again is our question, can a society survive changes in its forms of double closure, its forms of stability, how can it survive a ‘catastrophe’ in the sense of Rene Thom or, perhaps better, an evolutionary ‘anastrophe’ toward forms of differentiation that involve higher complexity, more opportunities, more structural contingencies, shorter time periods (acceleration), and more risks of unpredictable breakdowns?

……………………

Under modern conditions, the global system is a society, in which all internal boundaries can be contested and all solidarities shift. All internal boundaries depend upon the self-organization of subsystems and no longer on an ‘origin’ in history or on the nature or logic of the encompassing system.

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100 Parsons, T., The System of Modern Societies, Englewood Cliffs, NJ, Prentice Hall, 1971.

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……………………….

The structural coupling depends upon language as linking device, but there is no supersystem organizing this coupling. Language is not a system. Moreover, this is the only direct coupling that connects the societal system with its outside. Only consciousness can produce the noise necessary for the emergence and evolution of social order. Only conscious operations can perturbate the communicative system and create preconditions of sense-making within this system. (cursivas mías, AE)

……………………………

We may continue with our habits and resort to moral claims that are as justified as ever. But who will hear these complaints and who can react to them, if the society is not in control of itself?.

…………………….

The world society has reached a higher level of complexity with higher structural contingencies, more unexpected and unpredictable changes (some people call this ‘chaos’) and, above all, more interlinked dependencies and interdependencies. This means that causal constructions, (calculations, plannings) are no longer possible from a central and therefore ‘objective’ point of view. They differ, depending upon observing systems, that attribute effects to causes and causes to effects, and this destroys the ontological and the logical assumptions of central guidance. We have to live with a polycentric, polycontextural society. Given these conditions, there is no longer a quasi cosmological guarantee that structural developments within function systems remain compatible with each other. Science does not add knowledge to power but uncertainty and risk to decisions.

……………………………………….

It would be easy to add further items to this list. The point is that we are not in a phase of ‘posthistoire’ but, on the contrary, in a phase of turbulent evolution without predictable outcome. ………………. But when we want to observe the evolution of society there is no other choice than to focus on the social system of the world society.

………………………………….

At present, the unsolved problems surrounding the concept of society seem to prevent theoretical progress. The idea of a good, or, at least, a better society still dominates the field. Sociologists, interested in theory, continue to explore the old mazes with diminishing returns instead of moving into new ones. It might be rewarding, however, not to look for better solutions of problems -of problems that are constructed by the mass media- but to ask ‘what is the problem?’ in the first place. For the definition and elaboration of problems and not the proposal of problem solutions is the point around which theoretical stages revolve. In this sense we have to face the choice whether to retain the notion of homeostasis with prospects of improved integration (happiness, solidarity and the like) or whether to see the problem as a problem of complexity (contingency, intransparency, risk, and the like) produced by differentiation.

………………………………

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This is no longer a question of social and political responsibilities, not to mention of ethical concerns. It is not a question of whether or not sociology as a science has to commit itself to a value-free stance (which could only mean avoiding selection). Nor is it, by any means, a question of making a decision. Rather, given the structure of its

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object, society, sociology cannot follow a rule of self-exemption. In this sense (but only in this sense), we find a close parallel between sociological and moral reasoning. …………Now, we shall re-formulate the problem of whether or not we have to accept the fact of a world society for the last time.”101 (Cursivas mías, AE).

Lo estimulante de los últimos trabajos de Luhmann consiste precisamente en esa mezcla de sistemas autopoiéticos endodirigidos y de complejidad y riesgo de desacoplamiento entre sistemas. De arbitrariedad aleatoria y de determinismo. Todavía unos años antes Luhman se sorprendía de que la obligación moral de contribuir al bienestar de la humanidad, que había formado parte del bagaje asumido naturalmente por todos los científicos sociales, desde Marx a Durkheim, ya no apareciese como algo evidente –de ahí la constante apelación a la ética científica-. En parte, afirmaba Luhman, eso se debe al déficit imperante en lo que respecta a una formulación adecuada de la ética –englobada generalmente dentro del concepto de las “humanidades”, contemplado como poco más que un elemento decorativo del curriculum educativo, lo que explica la escasa inversión dedicada a este campo-. Pero se trataba también de algo más. Se trataba de un tipo de preguntas que resulta cada vez más difícil contestar, precisamente porque.....

“..... la elevada complejidad, la ambigüedad en la imputación de las causas –debido a la ruptura de las causalidades lineales-, el carácter prácticamente incalculable de los riesgos y el problema de tratar con gente que no puede tratar consigo misma –porque ha perdido su identidad-, todo eso se interpone en el camino de cualquier pretensión de regular científica o moralmente el comportamiento humano... En esta situación, el vínculo entre el enfoque teórico y la vida práctica ya no puede restablecerse”. 102

El camino que se ha ido abriendo paso a través de los estudios de la complejidad durante el decenio transcurrido desde entonces indica, justamente lo contrario. Va, más bien en dirección a la otra gran intuición genial de Luhmann, la de los sistemas autopoiéticos –que establecen sus propios fines-. Pero, aunque no pueda apelarse a una relación causa-efecto lineal (porque pocas lo son en un mundo complejo) si en algo concuerdan los estudios de las ciencias de la complejidad es en que, del mismo modo que toda perturbación inicial puede convertirse en explosiva, como consecuencia de la causación acumulativa, los efectos de corrección y autocontrol prudencial –diseminados en red por todo el sistema, y necesariamente redundantes- experimentan esa misma dinámica. Desde este punto de vista, la ética vuelve a ser un asunto de razón y, al mismo tiempo, de supervivencia colectiva de la economía global, de la sociedad y de la especie.

La apelación ad hoc a una ética de los negocios, a una ética de la empresa o del trabajo, o a los múltiples códigos éticos por los que se clama cuando algo sale mal: cuando Argentina no paga su deuda, por ejemplo, después de burlarse olímpicamente durante diez años de cualquier comportamiento prudencial en el manejo de sus finanzas públicas, con el aplauso de las finanzas internacionales; o cuando se descubre que, bajo el pretexto de la necesidad de superar los problemas de relación agente / principal, los gestores de las grandes corporaciones norteamericanas se dedicaban a saquear los balances de sus empresa y los intereses del público, inversor y consumidor. Pero entonces ya es demasiado tarde para apelar a la ética, porque el daño está causado y sólo resta la corrección penal. Es más, nunca se puede

101 Niklas Luhmann, “Globalization or World Society: How to Conceive of Modern Society?”, International Review of Sociology, Mar, 1997, Vol. 7 Issue 1, pp. 67-80, disponible en: http://www.libfl.ru/Luhmann/Luhmann2.html.

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102 Niklas Luhmann “What is the case? and what lies behind it?”, Sociological Theory. Vol. 12/2, julio 1994, p. 130.

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apelar a la ética para satisfacer una necesidad funcional, porque eso significa que la ética no sería un fin, sino un medio, lo que significa negar la ética.103 Además, todos aquellos códigos éticos sólo funcionan cuando los aplican individuos que han desarrollado un sentimiento ético individual autónomo, como parte de la conformación de su propia identidad, lo que convierte al imperativo ético en el ingrediente fundamental de su seguridad ontológica –o sea, en una ética de la autenticidad-104. Sólo así es concebible que un conjunto heterogéneo de sistemas autopoiéticos alcance conjuntamente fines humanos.

Conclusión Para Luhmann esto no significa que estemos en el mejor de los mundos posibles. “No

cabe declarar salud a la enfermedad, aunque ésta se haya convertido en universal.... La racionalidad -bajo la vieja referencia de este concepto- sólo se podrá recobrar si se le aplica a aquel que la practica, convirtiéndola en universal”105. Las ciencias sociales empíricas pretenden interpretar una realidad autocreada a partir de la recolección y evaluación de datos. Pero ¿por qué no tratar simplemente de describir hechos indiscutibles con conceptos teóricos discutidos y constantemente modificados, aplicando el método pragmático de aproximación mediante descripciones sucesivas?.106 Lo irrenunciable, según Luhmann, es la idea básica -aportada por Marx- de que el orden económico del capitalismo no sigue la lógica de la naturaleza, agregándole simplemente una racionalidad, individual o colectiva. Porque no existe una objetividad extrasocial de la teoría económica. Ésta no es otra cosa que la lógica de un constructo social. Toda cognición es construcción y todas las referencias de la teoría son referencias internas a situaciones externas. En cambio, las imputaciones ideológicas que hizo Marx a la teoría económica (“sirve a los intereses capitalistas”; “es un velo que encubre relaciones de poder”) condujeron a sustituir la economía por la política, sin respetar la diferenciación entre ambos sistemas, lo que significó dar un gigantesco paso atrás respecto a todo lo que representa la modernidad. Ciertamente, a la política corresponde establecer los grandes fines, pero no cuenta con los instrumentos adecuados para llevarlos a cabo. Las revoluciones comunistas fracasaron porque pretendieron volver atrás, restableciendo un sistema social indiferenciado107 y bloqueando el funcionamiento del sistema económico.

El ejercicio intelectual de Luhmann consistió precisamente en llevar hasta sus últimas consecuencias el análisis de una sociedad configurada por sistemas autónomos que avanzan rápidamente hacia la autopoiesis, tratando de asomarse al precipicio que supondría adoptar la parábola de Hall como símil de la sociedad postmoderna, en la que cada sistema se autonomiza por completo estableciendo sus propios fines, sin mantener la más mínima relación con los demás. En última instancia, se trata de una evaluación prácticamente exhaustiva del reto que plantea la complejidad y la heterogeneidad en la sociedad postmoderna. En cierta medida, su ejercicio refleja, como un espejo convexo –ampliando y deformando la realidad, como en el “callejón del gato”-, el propósito de la ideología neoliberal, que viene a ser la etapa superior en la que toma cuerpo de manera deforme el ideal

103 Véase The Academic Dialogue on Meta-Ethics of Applied Ethics, October 1 - 22, 1996, organizado por Robert Cavalier, de Carnegie Mellon y Charles Ess, de Drury College http://caae.phil.cmu.edu/Cavalier/Forum/meta/metaethics.html. 104 Véase Charles Taylor, La ética de la autenticidad. Paidos, Barcelona, 1994, 146 pp. 105 Ibid. “What is the case? and what lies behind it?”, cit., pp. 81 y 85. 106 Ibid. p. 20.

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107 Ibid. p. 25-6.

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clásico del laissez faire, magnificándolo hasta suponer que el carácter prácticamente autopoiético del sistema social global constituye el “fin de la historia”.

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Porque la radicalización de la modernidad a la que asistimos en los albores del siglo XXI no es posible apoyarla exclusivamente sobre uno de los nervios de la mano invisible de Adam Smith, cuya existencia escondía el presupuesto de la actitud benemérita y altruista que guiaba a su terrateniente, no por ninguna clase de afán egoísta, sino por simple “amor hacia el sistema y por respeto a la belleza del orden, el arte y la innovación”. Ahora ya no basta con que sólo el terrateniente de Smith -y de John Locke- esté adornado de las virtudes de la nobleza de la gentry. Porque si la inmensa mayoría de la población no prefiere vivir en un jardín a vivir en un estercolero, pronto toda la tierra no será más que eso, por muchos esfuerzos que haga un número limitado de países e instituciones para evitarlo, ya que el interés individual guiará a muchos a hacer cosas que destrozan el jardín, y en el espacio global siempre encontrarán un lugar donde hacerlo. Y lo mismo cabe decir del autocontrol prudencial del mundo financiero –con sus bonos basura, por ejemplo-, y de cualquier otra actividad desplegada a escala global –y, sobre todo, de la pretensión de implantar un “orden ético mundial” a base de bombardear a la gente y destruir Estados. La lucha entre ambas actitudes se produce en cada elección democrática. Ya que la mano invisible de Adam Smith estuvo siempre ligada al espectador imaginario de la conciencia individual, sin la cual triunfa siempre la pasión de viajar sin billete. Para evitarlo es preciso que surja también una esfera pública global exigente que penalice fuertemente cualquier desviación, ya que, por mucho que opere el espectador imparcial, siempre existirán conductas desviadas, sin cuyo castigo ejemplar la mayoría de individuos éticamente endodirigidos aparecerá públicamente como gente pueril, ilusa, irreal, visionaria, afeminada. Algo así dijo Nietzsche, en su “crepúsculo de los ídolos” (§ 38), añadiéndole aquello de “... los tenderos, los cristianos, las vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas”.