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28|Marzo|2020

Por Ob. Fernando López A.LA ÚLTIMA CENA

Sin ignorar las fuentes rabínicas de la festividad pascual, que influyen y arrojan luz meridiana para comprender e interpretar el evento eucarístico, la última cena tiene, además, un remoto precedente bíblico: Génesis 14:17-20. El fragmento relata cómo Melquisedec, rey-sacerdote de Salem (Jerusalén), bendice súbitamente a Abraham, a quien luego ofrece1 pan y vino. Si bien el texto inspira diversa lecturas, los emblemas presentados por Melquisedec, en virtud de su

tentativamente santifica la tercera copa, la siguiente en orden cronológico al pan ácimo, que es la copa de bendición (cf. 1 Cor. 10:16), pues sobre ésta se pronuncia la acción de gracias (eujaristéo, Mt. 26:27, Mr. 14:23, Lc. 22:17). Después, finaliza con sus discípulos entonando el hallel (Mt. 26:30, Mr. 14:26).

Cuando el cristiano toma los emblemas, vive la muerte de Cristo; por tanto, requiere morir al pecado (Rom 6:2-4), insuperable vía de legitimación para no consumir juicio a falta de discernimiento (1 Cor. 11:29).

____________________________1. Génesis no sostiene

literalmente que Melquisedec le ofrece pan y vino, pero San Agustín sí lo corrobora: «Protulit panem et vinum», Enarratio in Psalmum, 33:5.

2. SOLANO, Jesús. Textos eucarísticos primitivos I. Hasta fines del siglo IV. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1952, pp. 3,5. SAYÉS, José Antonio. El misterio eucarístico. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1986, pp. 36-37. SAN AGUSTÍN, De doctrina christiana, 21:46.

3. Jubileos, 49:6. 4. Pesajim X, 1.5. JEREMIAS, Joachim. La

última cena. Palabras de Jesús. Madrid: Cristiandad, 1980, p. 61.

6. Ibíd. pp. 89-90, 117-118.

categoría sacerdotal, son un tipo irrefutable de la última cena2. Por consiguiente, Jesús, siendo sacerdote melquisedita (Sal. 110:4, cf. Heb. 5:6, 10, 6:20, 7:11-17) y comparándose con el maná celestial (Jn. 6:57-58), patentiza la continuidad de dichos símbolos en la actual dispensación.

Como el sacrificio expiatorio de Cristo indica, en estricto rigor teleológico, la culminación de toda actividad sacrificial (Heb. 10:10-14), el corpus doctrinal neotestamentario, pese a considerarlo único e irrepetible (9:28), lo reviste de perdurabilidad mediante símbolos. Así, se convierte en un acto intemporal.

La última cena simboliza la intemporalidad del sacrificio expiatorio de Cristo. El creyente no percibe en la crucifixión un incidente histórico y obsoleto que ya nunca será, sino un acontecimiento que siempre es (cf. 1 Cor. 11:26), allá donde el pecado obra muerte (Rom. 5:21), Jesús obsequia vida con su carne y su sangre permanentemente (Jn. 6:54, 14:6, 15:1-8).

Como Éxodo 12 jamás prescribió productos vitícolas —aunque quizá estuvieron implícitos3 por cuestiones culturales—, los símbolos sólo encontraron cabida en el marco pascual tras incluirse cuatro copas durante la etapa rabínica4, cuyos significados: liberación, salvación, redención, adopción5, sintetizaron el plan salvífico hacia Israel (cf. Éx. 6:6-7). Surgen numerosas vicisitudes al puntualizar qué copa consagra Jesús, en efecto, los evangelios no narran el ceremonial completo y omiten los cuatro recipientes; pero, conforme al protocolo6,

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