la costa desconocida - patrick o'brian

7/18/2019 La Costa Desconocida - Patrick O'Brian

http://slidepdf.com/reader/full/la-costa-desconocida-patrick-obrian 1/1550



Annotation

RESEÑA

Recreación del mítico valrededor del mundo que en 17llevó a cabo George Anson a bodel Centurion, una circunnavegacdel globo jalonada de situaciodesesperadas, contratiemposaventuras.

O'Brian se sirve de dos jóvepersonajes para mostrarnos a tra



de ellos esta épica aventura: intrépido marino Jack Byron ydespistado cirujano y naturalTobias Barrow, una pareja qanticipa claramente a AubreyMaturin.

Un naufragio en el Cabo Hornos y las penalidades de tripulación en un mar embravec

forman el núcleo de un relapasionante.



PATRICK O'BRIAN

LA COSTA DESCONOCIDA



Título original: Tlie Unknown ShoTraducción: Miguel Antón© 1959, Patrick O'Brian

© de la traducción: Miguel Antó

2000© de la presente edición: Edhas

2000

ISBN: 84-350-6012-8



NOTA A LA EDICIÓNESPAÑOLA

Esta es la segunda novhistórica de tema náutico escrita

Patrick O'Brian, después de Conviento y marea, y el antecedente mclaro de la apasionante seprotagonizada por Jack AubreyStephen Maturin; por considerarloindudable interés, aunque



lectores que deseen prescindir ello pueden perfectamente haceofrecemos al final de la obra amplio y detallado Glosario términos navales.

Se ha mantenido el sistema

medidas de la Armada real inglecomo forma habitual de expresiónterminología náutica.

1 yarda 0,9144m

1 pie 0,3048m

1 m 3,28084 pies



1 cable 120 brazas

185,19m

1pulgada 2,54 cm 1 cm 0,3937 pulg

1 libra 0,45359kg

1 Kg 2,20462lib

1quintal

112libras

50,802Kg



Para Mary con amor



CAPÍTULO 1

El señor Edward Chaworth,

Medenham, era un hombre benévy bonachón, poseedor de una holgfortuna, una amable mujer y familia numerosa. Tenía al munpor un lugar excelente, y no habpodido sugerir mejora algexceptuando la desaparición de

caza furtiva y de los whigs, lo habría hecho de cualquier lugar



mundo ideal, además de permitircrecimiento de las truchas corrían por el riachuelo.

A pesar de todo, tal y coestaban las cosas, los whproliferaban, y siempre que el se

Chaworth pensaba en ellos su alegse veía enturbiada. El nombre deRobert Walpole siempre le ha

fruncir el ceño, y le hubiencantado recibir la noticia de queprimer ministro colgaba de una so

asfixiado, descuartizado. No queni oír hablar de los whigs. Cdetestable debía de considerar



señor Elwes, que no sólo era un wde pura cepa, sino que además eravecino más cercano del seChaworth. Qué indignante pensar el señor Elwes se regodeaba en convicciones de whig , a tan s

media milla de distancia del huedel señor Chaworth. Los síntommás evidentes de dicha indignac

se manifestaban en la forma que tede erguir la espalda, y en cóapretaba los labios. Había serv

bajo las órdenes del duque Malborough, de modo relacionaba mentalmente la mar



rectitud de su espalda con la matay el tronar de los cañones, consangre y el desagradable negocio deriva de cualquier batalla. señora Chaworth, al reconocer estado de ánimo, miró con ansie

alrededor de la mesa, en cusuperficie habían servido desayuno.

Era una mesa tan larga, hatantos niños sentados en ella, y tancosas extendidas sobre su

superficie obstruían su mirada, tardó un poco en comprobar que toestuviera en su lugar: un jam



rodajas de ternera fría, un pastelcarne de cerdo excepcionalmegrande, fuentes con chuletas cordero, huevos, beicon, truahumada, riñón con champiñonteteras con té y café aparte, adem

de un variado surtido de artícucomplementarios, tales comermelada, tostadas, panecil

botes de té y la escudilla de Sopllena de leche de burra. AnCharles y Sophia se comportaban

propiedad, al igual que el pequDormer, el miembro más joven defamilia que tenía permiso p



sentarse a la mesa; pero comprocon cierto pesar que Georgiana hapalanca con la cuchara pconseguir que la escudilla flotarael aire, imitando a su primo Japarcialmente oculto por el enor

pastel. Tosió aposta, pero estabdemasiado enfrascados en lo sucomo para reparar en ello, y a juz

por la mirada fascinada de Isabehermana de Jack, era obvio que también estaba a punto de unirse

fiesta.El señor Chaworth se irgmás y más en la silla mientras vol



la carta que estaba leyendo, yseñora Chaworth supo que, a meque leyera algo agradable en aqupágina, se llevaría la mano derechla peluca mientras, con la izquieraplastaría la carta contra la mesa

el grito de: «¡Cáspita, cáspitacáspita, señora Chaworth!».

Qué irreflexivo por parte

Jack. Sabía que el señor Cha-wose irritaba con facilidad de bumañana. Sin embargo, quizá Jack

creyera exento de reprimendas alencontrarse en su hogar. Echó vistazo a su primo pequeño sin qu



pastel obstruyera su ángulo de visiéste tenía la frente demasiado cedel mantel, y todo él, que paredecidido a crecer más de lo quechaqueta de guardiamarina estdispuesta a permitirle, soplaba

fruición, empeñado en levantar huracán en la superficie de la tazaté. Jack Byron y su hermana e

primos de los Chaworth, pero habvivido en Medenham desde mpequeños, después de morir l

Byron, y por tanto formaban partela familia: ni siquiera el regreso aabadía de Newstead del herm



mayor de Jack, el actual lord Byrhabía cambiado las cosas.

-¡Cáspita, cáspita y cáspseñora Chaworth! -gritó el señorla casa con una mano en la peluElla, de forma automática, cogió

tetera, susceptible de caer al sueal tiempo que apretaba las rodilpero el esperado manotazo en

mesa no se produjo. El seChaworth reprimió el golpe estaba a punto de dar y señaló con

dedo índice a Jack-. ¿Qué diabcrees que estás haciendo? -exclamPero sus palabras estaban me



motivadas por un ánimo inquisitoque por la momentánea necesidadmostrarse desagradable, y esperar respuesta alguna, añadió-éstos son los modales de un miemde la Armada... ¡Menudos moda

caramba! Mejor será que reserves para cuando estés en el m

-¿Qué sucede, querido?

preguntó la señora Chaworth, tiempo que agitaba un pañuelo encaje con la esperanza de distrae

atención de su marido y de ese mosalvar a su primo Jack, por qusentía mucho cariño.



-El riachuelo -exclamó el seChaworth-. El riachuelo. Pretenmodificar el curso del riachuelo enparte más

elevada de sus tierras pconstruir una enorme y odiosa fue

para el día de su boda.-Bueno, querido -dijo la señ

Chaworth, que esperaba oír a

mucho más sorprendente que eEstoy segura de que el señor Elwdevolverá las cosas a su lu

después de la boda.-Yentretanto, ¿qué crees qharán las truchas, querida? -gritó



señor Chaworth con la agonía dedevoto pescador-. ¿Cómo crees acabarán las truchas, señChaworth?

En realidad, a la señChaworth le traían sin cuidado

truchas. Jamás pescaba, ni cazabadisparaba, y sentía un inconfesadesprecio hacia cualquier bi

viviente que se dejara perseguir tanto ahínco; por su culpa, la famno pasaba la mayor parte del año

Londres, lo que para ella habsupuesto una vida mucho magradable. Sin embargo, no manife



su opinión al respecto, sino quelimitó a mostrarse diplomática.

-Estoy segura de que smucho más sencillo pescarquerido. Podrías emplear una más pequeña en los charcos

queden.El señor Chaworth profirió

aullido que hizo patente

desolación: en veinte años de fmatrimonio jamás había logrado su esposa comprendiese la santi

de la caza, y en ese momento, lugar de persistir en tan enojempeño, se apoderó del jamón, en



que hurgó en silencio con la misferocidad que hubiera empleadohaberse tratado del señor Elwes.

El carácter problemático vecino señor Elwes resultinnegable. Su excentricidad era

comidilla de los alrededores, aununa cosa fuera tener a un excéntricdos o tres parroquias de distancia

otra muy distinta que se tratara vecino de al lado. Aquel de mitología clásica que encajó a

invitados en la cama de uhabitación libre con la ayuda dehacha debió de ser fuente



interminables chis-morreos y chanen general, pero también provfuertes dolores de cabeza a quieoyeron los gritos de las víctimas.fin, el señor Elwes era un vecproblemático, y su proyecto

riachuelo constituía el último pude una larga lista de desmanes. Vien Plashey, y su venerable tec

podía divisarse en invierno deMedenham, cuando las hojas habcaído de los árboles. Plashey era

otra propiedad importante de parroquia, y era mucho más antique Medenham; sus partes m



recientes se remontaban al períoTudor, y las cocinas eran sajonEstaba construida de modo quefachada miraba hacia el norte, al de un húmedo vallecito. El seElwes, sin embargo, no ha

heredado Plashey; tan sólo la hacomprado, y pese a llevar allí veiaños aún se le consideraba un rec

llegado. Durante buena parte de tiempo, que equivalía a decir haque se metió en política, ha

llevado una vida discreta, con servicio que contaba con algusirvientes distraídos e incompeten



y un muchacho, Tobías Barrowquien por regla general trataba coa un sobrino.

Jack Byron y Tobías Barreran amigos desde hacía mutiempo. Se conocieron cuando

había cierto tráfico de visitascierta relación, entre MedenhamPlashey, de modo que en cuanto hu

terminado el desayuno, Jack salitoda prisa para reunirse con amigo. Sabía que el señor Elwes

capaz de cualquier infamia, pero atiempo no ignoraba que los rumose alimentan con voracidad (co



cuando al llegar el mono del seElwes todos se apresuraron asegurar que se trataba del misdiablo), y tenía la esperanza confirmar que semejantes nuevastenían fundamento.

Atravesó la pista de bochcorrió a través del huerto hasta lleal campo y, después, recorrió

sendero secreto en dirección avalla que delimitaba el terreDurante su estancia en el mar,

hierba casi había devorado sendero, pero lo conocía tan bien podía recorrerlo en una de e



noches sin luna. Llegó al podcarpe que siempre le había servde escalera para salir del camcuyo viejo tronco estaba surcado unas protuberancias que facilitaalcanzar los extremos de las esta

puntiagudas y, desde allí, saltarzanja y caer sobre el terraplén devereda que separaba las tierras

Plashey de las de Medenham. Jacsu prima hermana Georgiana habutilizado la misma ruta desde su m

tierna infancia, en aquellos tiemen los que encaramarse a un árconllevaba un cúmulo de lágrim



sangre, rasguños en las piernasmaldiciones infantiles, aunque ahlo hacía con la facilidad de algutan familiarizado con el tope uanete mayor como pueda estarlo

párroco con su pulpito. A pu

estaba de saltar cuando descubrióseñor Elwes en mitad del camino corría por el prado, recogien

hierbas y flores, embutido en abrigo azul celeste y calzones coescarlata. Era un hombre de medi

edad, de rostro grande y cetritenía una energía prodigiosa, ytiempo que caminaba por el cam



entonaba fragmentos de piemusicales con voz desafinada, apar que gesticulaba y arengaba al que permanecía inmóvil a umetros de distancia. Jack agachócabeza para ocultarse entre las hoj

El señor Elwes recogió díctablanco, enredadera y caña; tambrecogió lúpulo, escrafularia

algunos lirios, añadiendo a ehelecho de roble, parietaría y paridespués ofreció una hoja de e

última al yak, que seguía jadeandla sombra del irregular seto. El seElwes había importado esa bes



que parecía de piedra, a cambiouna suma extraordinaria, convencde tener entre manos al uro deantigüedad, animal que al paredebía erigirse en responsable de uincreíble mejora de la raza local

ganado, pero que no hizo squedarse en un segundo plano, asombra, boqueando, de modo

pareció evidente que la raza de ude Nottinghamshire no tardaría extinguirse completamente.

embargo, el resto de importaciones no corrían igsuerte, y por ejemplo, en Plas



resultaba imposible retener mutiempo al servicio por culpa de salamandras. Proliferaban en estanterías de la biblioteca, necesario rescatarlas de las cenide la parrilla instalada en el sal

por no mencionar las que precipitaban de peldaño en peldal peregrinar al ático con intenc

de hibernar en las camas de miembros del servicio; aunque qulo más grave fuera la tenacidad

las salamandras en multiplicarse millares en las bodegas que eorgullo y deleite del señor Elwes



no estaba orgulloso de ellas porque contenían, ya que no era mamigo del vino, sino por su valorcalidad de reliquias sajonas. Eravirtuoso. Para él todo lo antiguo preferible a lo nuevo; es decir, to

aquello que tuviera relación conarte, porque en otros aspectos erahombre de su tiempo y trabajaba

tierra sacando partido a principios filosóficos mavanzados, tenía grandes proyec

para el progreso de la humanidahabía inventado varias máquinincluido un organillo musical, y



estante hidráulico.Sin embargo, era en to

aquellas cuestiones relacionadas la educación donde sus teorías yenergía parecían brillar con propia.

-No tiene usted ni la menor i-dijo a una de sus eruditas amistad no tiene ni la menor idea de

cantidad de cosas que una metierna puede aprender, siemprecuando se someta a un aprendiz

disciplinado durante doce o catohoras al día, prescindiendo de eestúpidas vacaciones. Imagine a



oven... -Yprosiguió describiencómo un niño podía aprender latígriego de oído, absorbiendo amlenguas de forma inconscienpodría dedicar el tiempo ahorradoestudio de la lógica, a

matemáticas y a los estudios sofilosofía natural. Una vez dominadproseguiría con las artes accesor

de la retórica, la poesía, la músla danza y el canto, y en sorprendente período de tiem

daría a luz al mundo una numaravilla, más maravillosa queAdmirable Crichton. Dicho prodi



se educaría con la ayuda de uasistente muda, de modo que oyera nada excepto la lengua de clásicos, con la que los tutoreshablarían de la noche al... Y en momento su amigo erudito

interrumpió diciendo que aquel pera inútil, quimérico y, en resumun mero disparate, tanto más cua

que ninguna madre se avendríapermitir que se llevara a cabo.

-¿Un disparate? -gritaba

señor Elwes con fuego en la miradEso ya lo veremos.-Yo no estaría tan seguro



replicó su amigo mientras se alejaUna hora más tarde, el se

Elwes, muy molesto porque algule hubiera llevado la contraempezó a negociar la compra deoven candidato, ya que di

conversación había tenido lugarLondres, no muy lejos del escenadonde desarrollaba su activi

profesional. El señor Elwes haejercido como cirujano, y su práctprofesional tuvo por escenario

parte alta de la City y las barriapobres que la rodeaban. Gracias aprimera obtuvo su riqueza, pue



que algunos pacientes agradecidorecomendaron la compra de valode South Sea, los cuales vendió ande estallar el escándalo de dicompañía; la segunda le familiarcon calles repletas de familias

tenían una prolífica prole y nadadinero. La cuestión no estaba buscar a un niño que estuviera

venta, sino más bien en zafarse demarea humana de familias intentaban librarse del exceso

mano de obra infantil, que habaseado e incluso peinado paraocasión.



Antes de finalizar aqumisma semana, Tobías Barrow llea Plashey en silla de posta, cubiepor un chal viejo, muy viejo. sirvieron un platito de caldo, pueseñor Elwes estaba empeñado

educarlo de manera espartana, ynecesario recordar que espartanos gustaban de tomar

caldo sin que nada flotase enplato; dicho pueblo de costumbtan sombrías también gustaba

dormir al raso, sin mantas, y asíhizo Tobías, que aquella noche llcon amargura. Su aprendiz



empezó a la mañana siguiente.Recibió una excele

educación, de esas que sólo alguadinerado podría permitirse; clque el señor Elwes era un hombreposibles e incluso en el caso

haber remunera do adecuadamentlos tutores, habría podcosteárselo con desahogo.

obstante, como tantos otros hombacaudala dos, era excesivamemirado con su dinero, sobre todo

lo relacionado con sumas modesy llevó a cabo su experi meciñéndose a principios ahorrativ



Empleó a estudio sos muy pobrenada mundanos, y a menudo contrató durante cierto período tiempo a modo de prueba, hastagar a un acuerdo definitivo acercasu salario. Aparecían y desaparec

y a veces, cuando al señor Elwesabsorbía algún otro experimentolos suyos y disponía de poco tiem

para discutir o entrometerse, el tuseguía en su puesto durante un añoincluso más. Así fue en el caso

señor Buchanan, melancólicoamable clérigo que probablemesabía más de pájaros que cualqu



otro hombre en toda Inglaterra. embargo, lo más habitual era desaparecieran mucho antes, y por lo general lo hicieran a pie. oven se hizo con un caballo de

establos para aligerar su marcha

casi logró llegar a Cambridge ande ser apresado. Obviamente señor Elwes lo denunció, y

rumoreaba que después de que autoridades lo hubieran ahorcapagó al verdugo por el cadáver

intención de diseccionarlo.Dicho rumor no era más eso, todo hay que decirlo, pero



señor Elwes era, de hecho, consumado experto en materia disección. Su carácter podía tomcualquier derrotero, pero lo ciertoque era un avezado cirujano y posuna extraordinaria destreza, de mo

que educó a Tobías en la cienciala anatomía, y lo hizo con gacierto. Profesaba un aprecio

reservas hacia su profesión, porqaparte de las habituarecompensas, le proporcion

incomparables oportunidades experimentar con el prójimo, y jamhabía llegado a abandonarla



completo: después de instalarse Plashey se las arregló para segpracticando con el servicio, con arrendatarios y con los pobres deparroquia, lo cual le permitió, contiempo, convertir a Tobías en

ayudante y enseñarle el trabajo debe llevar a cabo todo practicade medicina. En aquellos tiempo

durante más de cien años desputodos los cirujanos empezaban coaprendices, aunque a decir verd

pocos lo hicieron a tan tempredad como Tobías.Para cuando hubo terminado



primera parte del experimento,parte dedicada al conocimiento úTobías había absorbido un montóninformación. Desde luego no eramaravilloso sabelotodo que deser, ya que, aunque

conocimientos en materia medicina eran extraordinarioshablaba con prodigiosa fluidez

latín y griego, cojeaba claramentemateria de metafísica, y pese a terribles azotes que recibía, nu

alcanzó a comprender el cálcinfinitesimal. Justo cuando el seElwes estaba a punto de proce



con la segunda parte, se dio cuede que no le importaba en absoluse empleó a fondo en la cuestiaunque a juzgar por los resultaTobías se decantaba claramente la ciencia, mientras que demostr

una indignante y cerril indiferenhacia todo lo relacionado conelegancia y la finura, tal y como

profesaba el señor Elwes. Sentía inclinación natural, condicionada su educación, hacia la histo

natural, que había supuesto un alien momentos de adversidad, consuelo en la soledad y un placer



todo momento, razón por la cualmostraba indiferente como bárbaro en materia de poesía, música, de retórica y de candisciplinas que tanto interesabanseñor Elwes. Su temperamento,

naturaleza estoica, y su educacespartana le habían insensibilizadlos golpes y al hambre, recursos

los que el señor Elwes pretenabrir su mente a la belleza, hasta al final el mismo señor Elw

terminó por admitir que secompletamente inútil continuTobías se unió al yak en la lista



fracasos, el último tutor despedido y el muchacho afrontó primeras vacaciones de toda su vmientras la casa se sumía en plomizo silencio, del que tan sóloapeaba ante las visitas de la viu

Ellis.La viuda Ellis era el princi

motivo de que el señor Elw

hubiera perdido su interés en experimento; es decir, la viuda Ey la política whig , que ha

descubierto al concluir la primfase del aprendizaje de Tobías, y acual se entregó ungido de un g



entusiasmo. Se había unido a whigs para desesperación de éstolo había hecho gracias a la ayudaun escurridizo juez de nombre Eun tipo al que recurría a menudoestar perpetuamente pendiente

asuntos legales. Y cuando dicpersonaje resultó asesinadoparcialmente devorado por uno

los osos amaestrados de MangonBagpize, el señor Elwes se enamlocamente de su viuda. Era ésta u

mujer odiosa, de tez morenasonrojada, cuyas cejas negras unían por encima de la nariz p



formar un puente, y que además tesiete hijas. Odió a Tobías nada mverlo, y decidió que el primer pque había que emprender en reforma y renovación de Plasconsistiría en ponerlo de patitas en

calle.-Oh, feliz día el de la bod

canturreaba el señor Elwes, mient

añadía un último tallo de Celedoal húmedo manojo que llevaba bel brazo-. Feliz y alegre será el

de la boda. -Su voz desapareció tel seto.Jack salió de su escondrijo



saltó sobre la vereda. Propinó al un cariñoso empujoncito al papreguntó cómo le iban las cosas yapresuró a través del prado dirección al Templo de la Fama, uconstrucción ruinosa de yeso

cascotes, edificada a toda prisa el señor Elwes en un bosque-cpara albergar los bustos de Gale

Aristóteles y del propio seElwes, pero que ya había olvidadde la que se había apoderado Tob

para cuidar de sus murciélagos.Aunque allí no lo encontró, Jestaba seguro de que no tardaría



llegar, y por tanto se sentó cuidado en los peldaños del temcon intención de esperarlo. Se secon mucho tiento y con una expressumisa y obediente, a causa de abejas de su amigo, que habita

una fila de colmenas enfrente edificio. Pese a las numeropruebas que aseveraban lo contra

Jack se empeñaba en creer que sno las provocaba, ellas no picarían.

A su espalda y por encima decabeza, los murciélagos de Tobrascaban y se agitaban en



oscuridad de la cúpula, cuchicheansuave y agudamente como enzarzaen plena discusión. Un zumbconstante y sereno surgía de colmenas, y bajo la luz del sol queaquel momento caía oblicuament

través del bosquecillo, alcanzó a a las abejas volando de un ladotro, haciendo gala de

sorprendente velocidad. Jack miró con el debido respeto, mientse preguntaba distraídamente

podía retener a su amigo.Resultaba complejo justificaramistad. Aparte de la misma edad,



tenían nada en común, o al menada que pudiera apreciarse a simvista. Nada difería más entre sí su aspecto, educación y familia; nmás dispar que sus respectiintereses en la vida; pero el caso

que eran felices cuando estauntos, y se echaban de menos cuan

estaban separados. La educación

Jack había sido de lo más normalhabía empleado razonablemente ben la escuela, que había abandon

con ciertos conocimientos de launa relativa familiaridad con matemáticas, y poco más. Por o



parte, la educación de Tobías concibió con la intención de creaun monstruo, y el que no hubiera sasí no constituía una prueba evidedel juicio del señor Elwes, sino umuestra de lo resistente que pu

llegar a ser el alma humana.Pese a todo, uno puede ev

convertirse en un monstruo sin c

necesariamente en la ordinarTobías no era nada ordinario. Jamhabía asistido a la escuela, y

conocía a nadie de su misma eexcepto a Jack Byron y a GeorgiChaworth; había pasado todos



días de su vida en la tétrica, extry hosca mansión, rodeado de uservidumbre estrambótica insatisfecha que iba continuamenteun lado para otro. Se hamantenido fiel a sus libros con

persistencia inhumana; y era oven criatura algo extraña...

decir, muy extraña.

-Pero es que resulta peculiar, querido... -opinaba respecto la señora Chaworth-. T

extraño. Una vez llegó a asegurarque los sapos son capaces mostrarse agradecidos.



-¿Acaso no lo s

señora? -preguntó Jack.

-Quizá tengas razón, queriddijo la señora Chaworth cerrando ojos-, Pero después de semejaaseveración entregó un enorme sa la señora Jerningham, la señoraCharles Jerningham, y le pidió quelo cuidara. Nos vimos obligado

retirar a la señora Jerninghamsaloncito, donde se recuperó con



ayuda de unas sales. Querido, cotu abuelo solía decir, no nconvienen las amistades que no esa la altura.

La señora Chaworth no prohiaquella relación, aunque sí h

patente su desaprobación, y lo ciees que le hubiera encantado desapareciera, sobre todo por el b

de Georgiana. La joven, la mbonita de todas sus hijas, sentíaapasionado apego por su primo Ja

e incluso más por Tobías: jugabacriquet con ellos, y recorría el camincansablemente mientras Tob



lanzaba y Jack bateaba, de forma su particular ejercicio parecía uversión primitiva del béisbol; encaramaba a los árboles, silbabgritaba con una vehemencia preocupaba a su elegante madre

también adoraba los erizos jóvenregalo de Tobías, que guardaba endormitorio.

Cuando la señora Chawohacía algún que otro comentacapcioso acerca de la naturaleza

muchacho, no sólo se refería a cualidades propias de su criansino también a algunas otras



anidaban en su interior; por ejempejercía un extraño poder con animales, por muy feroces fueran, y a veces, aunque no siempera capaz de atraerlos desde mudistancia; siempre se había manej

con las abejas sin contar protección alguna, y desde sus dmás mozos lo habían considerado

encantador de caballos. Obviamenun encantador de caballos, por mconocedor del griego clásico

fuera, no era el compañero de jueideal para Georgiana: la famquería desposarla con lord Carli



y la señora Chaworth no quería ninguna crítica adversa por partela madre del joven en cuestacerca de la educación de GeorgiaTanto era así, que a menudo decísu hija: «Cáspita, Georgiana,

aspecto tan terrible tiene ese poToby. ¡Ay! Temo que será enclenque toda su vida».

Sin embargo, Georgiana soltun bufido y replicaba: -A mí no importa. -Y no es que pudi

decirse que Tobías Barrow fueraadonis. Era poca cosa, estrechopecho y cargado de espaldas;



pelo, de un negro apagado, hacía su rostro pareciese aún más pálimientras que a un tiempo contrastde manera inquietante con sus ojde un verde tan claro que a veparecían carecer de color. A ojos

alguien que no estuvifamiliarizado, el suyo era un rostan extraño que rayaba en

siniestro. La señora Ellis, ejemplo, al verlo por primera vezhabía quedado muda, lo cual ya

decir mucho. No se parecía ningún modo al rostro de muchacho, y nadie que lo mir



hubiera esperado verlo animado el espíritu de un muchacho. Peroque se había acostumbrado depequeño a la soledad y al estudtanto que había desarrollado uconducta carente del menor atisbo

elegancia; de pronto hacía gesharto desfavorables ignorandoquienquiera que tuviera al la

retorcía su rostro perdido en pensamientos, hacía rechinar dientes y, en ocasiones, llegaba

silbar en voz baja. Sólo se asecuando lo creía necesario, rara cambiaba las sábanas y siem



vestía de negro.Jack lo vio venir. Vio una fig

delgada y oscura que se acerccorriendo hacia él a través de árboles. Sonrió al verlo lleglevantó la mano tal y como hacían

marineros y saludó alto y claro:

-¡Eo!

De forma instantánea,

murciélagos adoptaron un pétsilencio.

-Veo que por fin has llega



Toby -dijo Jack; y a tan aguobservación, añadió-: ¿Por

corres? -No era muy habitual veTobías correr por nada.-Jack -dijo Tobías-. Q

contento estoy de verte. Me aleque hayas venido.

-¿Por qué? ¿Sucede algo?preguntó Jack con la mirada clav

en su amigo. Al parecer, había aque le inquietaba. Se había sonrojy estaba jadeando.

-Voy a explicártelo, Jackrespondió Tobías cogiéndole brazo y mirándolo con una g



ansiedad-. Necesito que aconsejes, porque he pensado huiraquí y embarcarme.



CAPÍTULO 2

Cuando la carretera de Lond

abandona Mangonell Bagpize, precipita por una colina empinada que es necesario guiar cuidado a los caballos. La painferior de la colina servía escondrijo habitual a los salteadode caminos, ya que los coches

transitaban por la carretera no tenprácticamente otro remedio



hacer un alto en el camino. Eran,todo caso, salteadores de camicon nervios de acero, porque tímidos, o quienes podían elegir olugar, se sentían algo desazonaante la visión de la horca que hab

erigido en la cima de la colidonde se balanceaba desafortunado compañero, Dick

Médico, antiguo ayudante boticario, como si de una silenciadvertencia cargada de cadenas

tratara, desnudo y a merced deintemperie.Tobías había inspeccionado



D i c k el Médico con un inteprofesional, que su compañero viaje no compartía en absoluaunque no por ello hubiera dejadohablar. Aun ªsí, mientras descendla pendiente fielmente seguidos

los caballos, conversaban con misma ilusión.

-La gota que colmó el vaso

único que en verdad fui incapazsoportar, fue que ordenara sirviente acabar con mis anima

Esa mujer, esa arpía, si es queexpresión no resulta demasisuave... Dime, Jack, ¿tú crees



arpía es demasiado suave?-No -respondió Jack-.

mismo la hubiera llamado arpíahabérseme ocurrido.

-Nunca le gusté, y sé que ella la que dijo al señor Elwes q

mi presencia constituía un obstáca su unión. Te aseguro que hizo qme sintiera muy incómodo; creía

mi situación no iba a cambiar ápice a causa de mi contrato aprendizaje, cuando el se

Buchanan escribió ofreciéndosellevarme a Jamaica en calidad ayudante para estudiar las aves



las Antillas, y como supondrás meobligado a rechazar dicha oferta besas premisas.

-Es curioso que mi primo dijque intentó no tenerlo en cuenta.estaba presente cuando el se

Elwes se personó ante magistrados para anular el contrde aprendizaje, cosa que no esta

dispuestos a hacer. Es más, creo qdijo que no podían hacerlo.

-Lo sé. Le oí discutirlo

misma mañana con el nuabogado.-En fin, como mínimo estam



seguros de que no enviará a nadietu busca.

-No -admitió Toby, que añadespués de una pausa-: Me tramis escrúpulos al saber lo mucho quería librarse de mí.

-Menudo embrollo -opinó Jaque tras comprobar la ndisposición de Toby a contes

añadió-: Y a ese respecto, no esprecisamente muy satisfecho concomportamiento de mi pri

Edward. Creí que se habría librdel brete con más habilidad de la demostró. Me dijo: «Escucha, Ja



No quiero verme involucrado. perfectamente que el señor Elworganiza unos fregados de aupsentenció mirándome con cara ratero, mientras yo lo observburlonamente y Georgiana rugía

voceaba a grito pelado. «Pero smejor que no me involucre en easunto. Soy magistrado, y no pu

dedicar mi atención-a semejanasuntos, maldita sea. No debhaberme dicho nada antes de

sucediera, Jack. Es decir, si toesto hubiera terminado... si hubihuido hace una semana, y a e



alturas estuviera en Londres, tohabría sido distinto, habría sidoait accompli, como suele deci

Habría sido muy diferente; y en caso cualquiera dictaminaría demanera más favorable. Pero

pueden decir por ahí que yo indujeoven pupilo del señor Elwes

escaparse de casa. Tengo un reg

para ti, Jack.» Prosiguió mirándocon severidad, mientras me poquince guineas en la palma de

mano. Por regla general sólo daba cinco, y eso cuando se senmuy generoso. Fue muy amable



su parte y supe, más allá de tduda, qué pretendía con ello, aunquizá no barajara las mismintenciones que yo le atribuyo.

-Jack -gritó Tobías antes detenerse de pronto-. No olvidar

los animalillos.-Claro que no -respondió Jac

Abrí la puerta de su jaula cuan

subí con el murciélago de GeorgiaPor cierto, me dio una nota para¿No crees que parecemos un par

estúpidos con las riendas de caballos en la mano?De hecho habían caminado ha



descender la Gallows Hill y recormedia milla del camino. En aqmomento se encontraban en terrllano, tirando de los caballos con umirada teñida de ansiedad. «QuerToby -rezaba la nota-: Cuidaré

mucho cariño al querido BAfectuosamente tuya, G. Chaworth

-¡Menuda moza! -dijo doblan

el papel cuidadosamente, pdespués guardarlo en el bolsillo-. regocija mucho pensar en ella.

En ese punto, la carretera sega través de un ejido, y los cabalempezaron a brincar un poco deb



a la hierba que aplastaban.-Adelante-gritó Jack-.

pretendemos llegar por la mañaserá mejor que cabalguemos a megalope mientras podamos hacerlo.

Nada como una larga y su

galopada a lomos de un buen cabapara aliviar la melancolía que ocasiones se apodera del estado

ánimo: el caballo de Jack era umontura de raza, un brioso cabacastaño propiedad de su herm

mayor, mientras que el de Toby una jaca gris que pertenecía al priCharles. Los Chaworth y los By



formaban una tribu minterrelacionada, y en cualqumomento había uno de sus miembcirculando entre Medenham, Netead y Londres, algunas veacompañado de sirviente, otras so

A resultas de semejante trasietendían a acumular caballos en sitio u otro, y lo hacían a lo gran

Al gris, por ejemplo, lo haabandonado el primo Charles volver a Londres desde Newstead

el carruaje del tío Norwood, y una especie de tradición familiarque se empleara cualquier me



posible con tal de mantener razonable equilibrio de caballoscada uno de esos lugares. Se dpor hecho que si un vecino tenía dirigirse a Londres para recibir usentencia de muerte, se le pidiera

lo hiciese a lomos de uno de caballos de Medenham, y que supuesto tuviera la amabilidad

dejarlo en la calle Malborough ande ser ahorcado.

El señor Chaworth no est

dispuesto a aprobar la huida Tobías. No podía por una cuestiónprincipios, pero aquella oportuni



era demasiado golosa como pobviarla; así que, por la mañanaaca gris apareció silenciosameunto al caballo de Jack, cosa

entendieron de manera tácita tolos implicados. Ambos, de ese mo

pertrechados con mayor eleganciala permitida dada su posición socdecidieron aprovechar aqu

situación mientras durara,recorrieron al galope todas aqueverdes y dóciles millas,con la mis

alegría que una alondra al emprenel vuelo. Cuando el camino volvicomplicarse y ambos tiraron de



riendas, Jack observó que su amestaba más eufórico que costumbre, y al verlo se permdecir:

-Toby, ¿te ofendersi te digo una cosa?

-No -respondió Tob

-En fin, eres un jinconsumado, eso psupuesto.

-Eso es -dijo Toby

-No me malinterpretes;



quiero decir que cabalgues mal. Pla gente tiende a hacer juic

temerarios, lo que me parece uauténtica canallada por su parte, ysentiría muy agradecido si te sentaen la silla como un buen cristiano.

Tobías tenía una forcompletamente personal de montacaballo: solía hacerlo situánd

sobre diversos lugares de montura, de cara a aquello hubiera atrapado su atención en

momento dado, y de cuando cuando se tumbaba para sorpresatodos los presentes. En ese mome



estaba arrodillado sobre los cuartraseros de la jaca, mirando mucha atención hacia atrás, a ondulante prado.

-Creo que era un cuemanchado -dijo-. ¿Qué decías, Jac

Jack, armado de pacienvolvió a formular su peticiónTobías la encajó muy bien, prome

enmendarse y pidió que amonestara de nuevo si volvíadescuidarse. Jack añadió:

-¿Y te importaría cambiartezapatillas antes de llegar a MelMowbray?



-¿Zapatillas? -exclamó Tobmirándose primero un pie, y luotro.

-No puedes ni imaginar vulgares que parecen -dijo JacEsas zapatillas tienen una peligr

escora.-Lamento mucho que te ofen

-dijo Tobías-, pero resulta que

tengo otra cosa que ponerme.-No pasa nada. No te preocu

-dijo Jack. Pero de vez en cuan

observaba con expresión pensatlos estribos de su amigo.-¿Ves esa hacienda? -excla



Toby después de recorrer otra milAllí, detrás de los nabos. Estuve una vez: acompañé al señor Elwpara visitar un notable caso hidrofobia. Nunca había ido lejos. Seguro que podrías compo

un bonito verso al respecto, Jack.

-¿Sobre hidrofobia?

-No. Me refería al hecho superar los límites impuestos porniñez, de lanzarse al mun



desconocido. ¿Acaso no te parpoético?

-Oh, sí, por supuesto, eso muy poético. Aguarda un minuto...

Oh musa, dinsinceramente qué naguarda Más allá de

Ultima Thule1 de Tobías

-... No está mal.

¿El oro de Españ



¿La horca? ¿La tumba?O quizás el habit

galardón del valiemarino.

-¿Galardón?-Quiero decir que podr

perecer ahogado, aunque lo

incluido sólo por una cuestión métrica.En ese momento pasó junto

ellos un coche tirado por cuacaballos, y entre el cascabeleo yretumbar de las ruedas am



quedaron cubiertos de polvo; al piespuelas para superar la nube polvo, Jack dijo:

-Toby, si encontramos a algude mis amigos de la Armada,ruego que no menciones mi afic

por los versos.

-De acuerdo respondió Tobías en to perplejo.

-Ya sabes: quizá no comprenderían. Además, creo q



de cara a mi carrera, me haríaflaco favor si se extiende el rumor

Mientras Tobías digeaquellas palabras, cabalgaron hallegar a la calle mayor de MelMowbray, donde Jack se puso cabeza para guiarlo hasta uespléndida taberna.

-Buenos días, almirante -salu

sonriente un mozo de cuadra.

-Buenos días, Joerespondió Jack.



-¿Es ése el caballo del señor-El mozo estaba a punto de de«Edwards», cuando su mirada, había inspeccionado la persona Tobías, reparó en las babuchas, y

nombre del propietario se ahogóel interior de su garganta.

-Sí, así es -dijo Jack, que gui

Tobías por el hombro hacia entrada de la taberna. Cualquhombre pone la mano en el fuego

un amigo; le presta dinero, ejemplo, si no hay más remedio; pentrar con un amigo tan desarrapa



consciente de sus peculiares modaa la mesa, en un lugar público, es gesta que está a un paso considerarse heroica, sobre tocuando dicho amigo va calzado zapatillas. No todo el mundo esta

dispuesto a hacer tal cosa; uno puleer a Plutarco de cabo a rabo encontrar un solo ejemplo de e

Dichas zapatillas se llevan tan pen estos tiempos (en nueparticular peregrinaje tan sólo hem

tenido ocasión de ver un par) quizá resulte necesario manifeque su peculiaridad estriba en que



borde de la tela está tejido de sola pieza para protegerla desgaste; los despistados, incapade deshacerse de dicha pieza cuanla tela estaba gastada, las doblapara dar forma a unas babuc

duras, que cualquiera considerahorribles debido al contraexistente entre los colores de

rayas.En esa ocasión, al no

consciente de su aspecto, Tob

ignoraba por completo la deuda tenía con su amigo; jamás se ha vser vivo más despreocupado.



-Será mejor que des riensuelta a tu apetito -dijo Jack mientempujaba un enorme pastel a trade la mesa-. No tendremos ocasde volver a hacerlo hasta esta noccuando paremos. E incluso enton

no creo que comamos mucho: sólouna tabernucha.

-¿Puedo guardar un trozo en

pechera? -preguntó Tobías.-No -respondió Jack-.

puedes guardar un trozo en

pechera.De Melton a Burton Lazarsdesde allí a Oakham, Uppingham



Rockingham, donde cebaron caballos, a Bar-ton SeagroveBurton Latimer, cabalgaron al trmientras el sol se fue alzando enalto a su izquierda, hasta cruzar encima de la carretera que

extendía ante su mirada y surcarcielo a su derecha. Conversadurante todo el camino, y tam

cantidad de palabras hizo que Tobenronqueciera a medida transcurría el día, hasta que, llega

a Rutlandshire, su voz apenas audible; por lo general era callcomo una carpa, pero antes de per



completamente la voz hizo partíca Jack de las ganas que tenía visitar Londres, y lo agradable debía de ser vivir en el mar, con infinitas oportunidades de disfrutaría para ver pájaros y paí

extranjeros, con una fauna y flora diferentes a las que conocía, porhablar de las propias criatu

marinas, y lo cerca que había estde romperle el corazón rechazaroferta de su antiguo tutor.

-Aunque, por supuesto -añadsu ayudante murió a los quince dde llegar, de fiebre amarilla.



Jack no era taciturno naturaleza, y en todo momento tuocasión de mostrarse alegre. Refcon voz firme, a lo largo de todotrayecto, las grandes ventajas tiempo que había pasado en

Armada, su opinión sobre el cursola actual guerra con España y esperanza de pasar al servicio act

en un corto período de tiemExplicaba a Tobías un plan amisterioso para asegurarse de e

cuando de pronto tiró de las rienante un desproporcionado almgris.



-Hemos estado a punto de pade largo -dijo señalando con la fuOyeron en mitad del silencio uperdiz reuniendo a sus cachorrosdetrás del almiar unos veloconejillos se refugiaron en un s

La noche se cernía sobre elTobías observó atentamente almiar, pero no dijo nada.

-Me refería a la vereda -aclJack-, no al almiar. Si descendempor ella, alcanzaremos la carret

que cruza a Milton Earnest, y HighFerrers quedará a nuestra izquierNos ahorraremos dos millas



saldremos de nuevo a la carretprincipal a la altura de la Fox. descubrió el primo Charles cuanbuscaba un modo de evitar la barrde peaje, y además también permevitar el portazgo de Westwood.

sabes: mi primo Charles es de que no pagan peajes. Una cuestiónprincipios. Asegura que es por a

que leyó en la Biblia, pero no cque venga a cuento.

Picó espuelas para adentra

en la fangosa vereda y no tardaronencontrarse en pleno campo. Lárboles se entrelazaban por enci



de sus cabezas y el camino transformó paulatinamente: de seramplio sendero alfombrado hierba, pasó a convertirse en simple paso entre altas lomincluso a veces, cuando salían

campo abierto, el senddesaparecía por completo; peromayor parte del tiempo era estrec

sucio e incómodo. De no haber spor la fanática obstinación del priCharles, que en otros aspectos

rico y generoso sin reserva algupero que, como cualquier otromiembro de los Byron, tenía



manía particular -como su madque coleccionaba pequeños trozoscuerda-, no hubieran descubieamás aquella ruta alternativa.

veían obligados a cabalgar en india, lo cual impedía t

conversación. Además, crecordar que Jack había llegadouna parte muy particular de su rel

una que incluía informacconfidencial, e incluso en remotos campos y acequias de

parroquia de Irthlingborough podía permitirse el lujo de explicavoz en cuello los secretos de



lores del Almirantazgo.-Te lo explicaré cuan

lleguemos a la Fox -dijo volvienla cabeza. De modo que cabalgaen silencio en mitad de aquel duatardecer, a veces por el estrec

paso que mediaba entre largas ristde trigo, otras con mayor comodial pasar por los nuevos rastrojos

la avena más temprana, y otratravés de bosquecillos, ocultos un crepúsculo de hojas. Y una

cada media milla por una extenspoblada de helechos, donde chotacabras se volvía y desapare



apenas visto. El cielo oscurehasta adquirir un deslucido tono azel color abandonó los campos, árboles, reemplazado por una neblvioleta, mucho más oscura quecielo: no se oía nada excepto

crujir del arnés, el aliento de caballos y el suave trino chotacabras. Y en aquel momento

aventurarse en el interior de bosque, se vieron envueltos portotal oscuridad de la noc

siguiendo el huidizo, húmedopedregoso sendero que se extenbajo los cascos de los caballos.



-Yo diría que vamos bien -dJack-; creo que fue aquí donde caí de la yegua de la señora Bailey

No se sintió muy reconfortque digamos al recordarlo, de moque clavó la mirada al frente, con

esperanza de ver aparecer carretera principal en la que debíadesembocar aquel atajo que hab

tomado, cuando efectivamente ésurgió en mitad de la especnoche. Al principio no lo creyó, y

confundió por un arroyo. Pero haría ni unos segundos que la yepisaba suelo firme cuando vie



parpadear la luz que despedíalinterna de la Fox, que pese a pareuna modesta, pequeña y más bescuálida taberna, reconfortó mumás sus corazones que la espléndposada de la carretera donde hab

hecho un alto en el camino aqumisma mañana.

-Y bien -dijo Jack apartandoplato vacío y cogiendo aire despde darse el atracón-. Esto me sent

de maravilla. Toby, ¿te apetece utaza de ponche?Toby estaba a punto



preguntar qué era un ponche cuandescubrió que había perdcompletamente la voz. Sonfugazmente y Jack llamó propietario.

-Por fin -dijo Jack mien

revolvía con el cucharón el oloraroma que surgía del tazón ponche-. Esto te sentará de mie

Ahora, como iba diciendo, posición de la flota es la siguiente

Toby apuró el contenido de

taza. Confiaba en que le ayudarímantenerse despierto y preatención, y lo cierto es que pare



afectarle de alguna manera, ya empezó a boquear y estornudDespués volvió a llenar su taza.

-Permanecen allí en SHelens mientras yo sigo en el Nolo que supone una verdad

vergüenza. Toby, resulta mmolesto...

Toby lamentó mucho oír lo d

vergonzosa molestia, pero lo ciees que aquel día había cabalgsesenta y dos millas después de u

noche en que apenas haconciliado el sueño, debido a agitado de su estado emocion



amás había estado tan nervioso, yaquel momento, por primera vezla vida, su estómago albergprácticamente una pinta de fueponche. Estaba encandilado porforma que tenía el rostro de Jack

oscilar de un lado a otro de la llama veces aquella imagen era grandinconfundible, pero otras

pequeña, borrosa y remota, aunquponía todo su empeño era capazcomprender algunas de las frases

discurso de Jack, al menos de vezcuando.-O sea, querido Toby -dijo



voz de Jack a través de la espneblina-, que eso es precisamenteque yo pretendía en una priminstancia cuando te d«Acompáñame y yo te haré rico»todo va bien, y palabra que no

cómo podría ser de otra forma,volver seremos increíblemente ric

Tobías dejó de forcejear

sus párpados al oír palabras reconfortantes, y de pronto acogedora oscuridad se apoderó

su mente. Ya no pudo oír mexcepto una voz remotadesconocida que decía: «Yo



cogeré de los pies. Por los clavosCristo, señor Byron, dígame, ¿qué razón calza su amigo semejanbabuchas?».

Precisamente las dichozapatillas fueron lo primero

vieron sus ojos al despertar pormañana. Alguien las había colocaen un asiento, junto a la venta

donde fueron las primeras en reclas caricias del sol, con todaviolencia de su esplendor; J

estaba sentado junto a elrebosante de salud y alegre counas castañuelas.



-Cáspita, Toby, duermes coun tronco -dijo-. Casi son las cinc

Toby levantó lentamente mirada desde las zapatillas pobservar a su amigo Jack, y una hecho eso volvió a mirar

zapatillas. Había dormprofundamente y transcurriealgunos segundos antes de

recordara dónde se encontrabacómo había llegado allí. «He huidestamos a medio camino de Lond

-observó para sus adentros-. Y soñado que Jack me aseguraba me enriquecería.»



-He soñado que estaconvencido de que enriqueceríamos -dijo a Jmientras se alejaban de la tabernlomos de sus caballos.

Jack le observó ccierta malicia,

respondió:

-No creo que recuerdes mu

de lo que te expliqué anoche.-No, la verdad es que no



confesó Tobías-. Estoy de lo mconfuso al respecto, como si hubiera soñado.

-Bien -dijo Jack antes de con un estupendo sentido del humpara una hora tan temprana de

mañana-. Según parece, tendré volver a explicártelo. ¿Sabes estoy destinado al barco estacion

en el puerto de Nore, el que reciblos marineros reclutados en la leaunque se me prometió destinarme

urford , y que éste fue el nainsignia en Porto Bello?-Sí, ya me lo dijiste; tamb



recuerdo que para ti supuso una gdecepción no haber participado aquella batalla.

-Sí que lo fue: el almiraVernon se lo había prometido a tío, o al menos había estado a pu

de hacerlo; fue horrible por su pahacerse a la mar de esa formdejando en tierra al sobrino de

mejor amigo para que languidecientre un barco estacionado enpuerto y una embarcación con

pelotón de leva. El Nore es apostadero de lo más repugnanToby.



-Lamento mucho oí

decir eso, Jack.

-Aunque, sin embargo, todosido para mejor. A todas luparece obvio que el Almirantazgo debe cierta compensación; al mende momento, a nadie razonable seocurriría negarlo, y esta expedicsecreta me proporcionará u

oportunidad perfecta de ajucuentas.



-¿Qué expedic

secreta?

-La expedición secreta de la te hablé. Por lo visto no te enterade nada. Se trata de una expediciódijo bajando el tono de voz- quearmará para navegar a los Mares Sur y allí atacar a los españodonde menos lo esperan. ¡Cásp

Toby! -exclamó-. Piensa en Perú,Chile, en todos los tesoros que



allí. Piensa en Acapulco, en Panay en las Filipinas. En las piezas docho -gritó animado por la codiciel entusiasmo, levantando ambrazos para ilustrar la inmensidadaquella riqueza. Era un jin

consumado, pero su fervor pordinero del botín resultó demasipara él, y cayó lentamente por

costado de su caballo castaño.-No te preocupes -dijo mient

Tobías le sacudía el polvo-. Ha s

por una buena causa. El caso es deben destinarme a uno de ebarcos. Y de haber ido a las Ind



Occidentales a bordo del Burford podría haber estado aquí para unira esta expedición. Todos están minteresados en formar parte de epero creo haber dejado claro qdespués de lo mal que me

tratado, yo tengo mucho más dereque la mayoría.

-¿No decías que se trataba

una expedición secreta?-Oh, sí. Te ruego que no hab

con nadie de esto.

-Entonces, ¿cómo es que tanta gente intentando conseguir puesto en esos barcos?



-En fin, es secreta en ciesentido; es decir, es oficialmesecreta, lo cual equivale a decir todos los que estamos en el mundconocemos el asunto, pero namás.

Una urraca solitaria cruzócarretera, y Jack se detuvo para si la seguía alguna otra, pero

pájaro parecía estar solo.-Preferiría que ese conden

pajarraco hubiera escogido cualqu

otro momento para cruzar -diPero como iba diciendo, tenperfecto derecho a un puesto; y



que es más importante, tengo el dode interés del necesario para subbordo, de modo que, con la omitad, te llevaré conmigo. CáspToby, de veras que no sé en qemplearía todo ese dinero algu

con gustos tan sencillos como tuyos.

-Eso ha sido muy amable po

parte, Jack. Estoy en deuda contpor tu amabilidad. Respecto a toese dinero, no creo que lo quie

pero cuando uno considera, Jack, ningún ser dotado de inteligenciatenido oportunidad siquiera de



remotamente los pájaros del océPacífico, por no mencionar playas...

-Mi pobre Toby, el ser humaha doblado el cabo de Hornosurcado los Mares del Sur de

hace un centenar de años.-Sólo marineros, Jack; y,

todo mi respeto, tus marineros

personas superficiales. He leídoNarborough y a Dampier, así colos relatos de los demás viajeros q

se adentraron en esas aguas. A juzpor ello, creo que esos desdichaeran ciegos. No vieron nada. Nada



-Avistaron charranes y bobCreo recordar que Woods Rodgdecía textualmente: «Charranesbobos».

-Avistaron aves a las qllamaron charranes, y peces a los

llamaron bobos; pero ¿acaso tenemla seguridad de que fueran charray bobos? Quizá sólo guarda

cierto parecido. No sirve de nacercarse a uno y decir: «Ja, ja,visto bobos y charranes en

grandes Mares del Sur», a menos se pueda apoyar dicha afirmaccon pesos y medidas, y, a



posible, muestras de las pieles dichos bobos y charranes.

A Jack, aquella le pareció uobjeción más bien frivola, y por tase limitó a replicar:

-De todas formas, estoy seg

de que encontrarás muy agradablehecho de poder disponer de ufortuna. Podrías emplearla

despachar amigos tuyos Kamschatka, o a Crim Tartary, pavistar bobos, y también p

medirlos.Discutieron sobre la naturaldel dinero durante algunas mil



antes de que Jack dijera:-En fin, harás lo que te pla

con el dinero, Toby, aunque no scapaz de sentarte adecuadamentela silla de montar.

-Discúlpame -dijo Tobías, q

soltó la cola de la yegua gris antessentarse de nuevo en la silla. yegua no era la montura más fir

del mundo, y una décima parte comportamiento del que Toby hagala habría dado con el jinete en

duro suelo. No obstante, el animtrotaba plácidamente a lo largo decarretera de Bedford cuando J



reemprendió el relato de expedición secreta.

-En principio serán cinbarcos. Tanto el Gloucester comoSevera son de cincuenta cañonmientras que el Centurión, el bu

insignia, tiene sesenta. Después eel viejo Pearl , un navío de cuarecañones, que es buen andador y m

rápido con los estayes.

-Dijiste cinco.

-Oh, claro, me dejaba al Wag



Es el quinto. Centurión, GloucesSevern, Pearly Wager , eso h

cinco. Pero el Wager no cuenta, ses un viejo inchimán, un navío deCompañía de Indias que sirve enArmada como buque de pertrechporque existe un ridículo plan pcomerciar con los indios y necesun barco para las telas, los abalor

y todo eso. En mi opinión, es trabajo muy ruin... un simple engpara que un puñado de comercian

y políticos se embolsen enormsumas de dinero. La política es amonstruoso, qué más puedo decir



toda influencia se maneja enbastidores. De todas formresultaría muy absurdo tratar Wager como a un navío de guerrademás sólo posee veinte cañonTambién había olvidado una corb

l a Tryall, y con ella tienes a tolos navíos del rey en esta empreAunque lo más probable es

también nos acompañen uno o barcos más de pertrechos para caralgunas cosas durante buena parte

viaje, algún mercante pequeñoalgo parecido -dijo con amapaternalismo-. En este momento,



Severn y el Gloucester disponentodo su complemento de oficiaporque ya estaban armados antesla expedición; pero el Centurióny ése es nuestro objetivo. Conozcalgunos de sus tripulantes, excelen

personas todos ellos, y mi amKeppel espera con ansiedad a me reúna con ellos en el puerto. ¿

he hablado de él? Fuimcompañeros a bordo del RoSovereign.

-¿El mismo que te prendió fuy luego te arrojó a las aguas del Mdel Norte?



-Ese mismo: Augustus KeppSólo es un muchacho, pero es compañero excelente.

Una barrera de portazgo blaapareció al doblar un recodo camino.

-Éste debe de ser el portazgoClapham -observó Jack. Despconsultó la hora y añadió-: Vam

muy bien.-Jack -dijo Tobías una

superaron la barrera-, cuan

pagaste al hombre que esperaba ala barrera anterior, te devolvió ade dinero, y dijo: «Aquí tiene



cambio, su señoría»; pero este últino lo ha hecho.

-Comprendo -respondió JacNo tenía cambio en la primbarrera, de modo que le di mecorona; sin embargo, para este últi

tenía algunas monedas, y pude dael importe justo.

Tobías consideraba la respue

de su amigo cuando, de pronto, pla pierna por encima del cuello caballo, tendió las riendas del jac

Jack y saltó al suelo. Dio un traspero se recuperó antes desaparecer entre los altos jun



que crecían al borde del pantanola parte baja de la carretera. Lcaballos optaron por entregarse acabriolas, y Jack perdió sombrerlátigo mientras hacía lo posible reinstaurar la calma.

Cuando Tobías reaparecJack, que esperaba con los cabalen el margen de la carretera, excla

con escaso sentido del humor:-Maldita sea, Toby. ¿Q

diablos pretendes al salir corrien

de esa forma? ¿Cómo puedes ser rematadamente extraño? Esempapado -añadió al ver que To



estaba calado de cintura para abajun barro verdoso cubría sus mediazapatillas-. A juzgar por tu sonrcualquiera diría que has encontruna guinea.

Rara vez mostraba Tobías

emociones, pero en aquel momesu rostro hacía patente una ampliinterna satisfacción; al mon

mostró a Jack una pluma marmoteada.

-¿Sabes qué es?

-¿Un fénix?



-No -respondió Toby, henchde satisfacción ante su aparetriunfo-. Un avetoro. Nunca havisto un avetoro. -Masculló silencio y asintió al rememorar

experiencia de haber visto avetoro; pero al volver al munreal, exclamó-: ¡Te ruego que

perdones, Jack! De veras que sí. estabas hablando de... -titubeó.Jack no era de los que se de

dominar por el resentimiento; rióvoz alta y dijo:-Te hablaba de Keppel, antes



pasar por la caseta donde pagamopeaje.

-Ah, sí. Eso es, sí. Keppelexcelente amigo, el señor Kepperecordó Tobías con toda su atencconcentrada en aquel particu

mientras, en su interior, segregocijado por su descubrimiento.

-En fin, Keppel tiene influenc

como pocos, y, consciente de que dos vacantes en el Centurión pdos guardiamarinas, ha empezad

mover hilos en mi favor entre familiares. Ésa es una de las razopor las que me interesa llegar



Londres cuanto antes, porque mañtengo una cita con él. -A esas altudel viaje llegaban a Bedford bajocielo que amenazaba lluvia,después de que alimentaran caballos y reemprendieran el cami

empezaron a caer las primeras got-Conozco otro de los atajos

Charles entre Cotton End

Deadmans Green -dijo Jack, queparecía tenerlas todas consigo-. Pconsiderando que tenemos ta

prisa, quizás hubiera sido meseguir por la carretera principal. Éparece muy sucia -const



levantando la mirada hacia ominosas nubes grises. Por detráséstas, el cielo era negro como bde lobo y mientras pronunciaba últimas palabras un relámpago pael cielo en dos: el trueno no tardó

seguirlo, tan alto que ahogó el sonde sus palabras. Hizo una mumientras tranquilizaba al nervi

alazán y decía a Tobías, mediauno de sus gritos aprendidos enArmada, que al parecer iba a caer

auténtico diluvio. Amaba tormentas, aunque la lluvia tan sle satisfacía si caía con ganas e



acompañada por una buena rachaviento, y como ése era el casosintió muy animado.

-¿Has traído el gabán?preguntó a Tobías, que negó concabeza-. ¿Qué llevas en esa valija

gritó Jack con su atronadora voz.-Nada -confesó Tobías, y

decía ninguna mentira, al menos

forma consciente, ya que él no hametido nada en la bolsa. Al monpor primera vez la encontró a

atada detrás de la silla, comoformara parte del arnés, al igual las enormes pistolas que colgaban



frente. Lo cierto es que no les haprestado mucha atención, pese a ellenas de cosas necesarias. «Epobre muchacho no puede ir por emundos de Dios sin al menos ucamisa limpia», había respond

inmediatamente la señora Chawoal enterarse de que Tobías hadecidido marcharse. Qu

desaprobaba un poco su forma ser, pero sentía un sincero afecto él, de modo que, no sin cie

impaciencia, puso toda la casa paarriba en busca de prendas tamaño adecuado, ya que J



empleaba una talla más granGeorgiana, bañada en lágrimasguiada por quién sabe desafortunada inspiración, dio puntilla al contenido de la maleta otro par de resistentes zapatillas.

embargo, Tobías no tenía ni ideaello, de modo que el excelente gaque llevaba a su espalda siguió en

lugar. Por tanto, Jack también dejópaz el suyo, y poco después amestaban tan empapados que el agua

les metió hasta los calzones, calócalzado y brotó de su interior cosi de una fuente se trat



compitiendo con el agua y el baque cubría la carretera. extraordinario vigor de la tormeno tardó en remitir: el trueno yrayo se alejaron con intención aterrorizar a Huntingdon, Rutlan

Nottingham, pero la lluvia se hainstalado con ganas y cayó ninguna intención de dar tregua de

ese preciso momento. Sin embarpara sorpresa de Jack, Tobmostraba una indiferencia total ha

el mal tiempo, y aunque el joguardiamarina prefería tener espalda seca, podía aguantar



humedad tan bien como cualquotra persona, de modo que siguiegalopando bajo el aguacero, perder ocasión de conversar, a pede los truenos.

-A menudo te has referido a

influencia -dijo Tobías-. Te rueque me expliques en qué consexactamente.

-En fin... -respondió Jmientras consideraba la cuestióSon intereses, ya sabes, influen

no sé si me entiendes. El caso es una cosa es lo mismo que la oTodo se mueve por interés, má



menos. Es cuestión de hacer favoquiero decir que... Supon que esen el Parlamento y hay un tipo,ministro u otro miembro, interesen que se apruebe una ley. Si acerca a ti y dice: «Me sent

eternamente agradecido si votusted a favor de mi ley»,efectivamente tú votas, ese hombr

deberá un favor si en verdad hombre de honor. Pero si resulta qtú no estás interesado en nada

tenga relación con el Parlamenpero prefieres colocar en el gobiea alguno de tus amigos, entonces



caballero de la ley tendrá que hatodo cuanto esté en su mano pcomplacerte. Porque si no lo hace,volverá a disfrutar de tu apoyo, ja-rió-. En fin, que está obligadohacer todo lo que pueda, y si resu

que quieres un puesto, por ejemplode alcaide de Stannaries, con urenta de un millar al año y con

segundo alcaide para encargarsetodo el trabajo, tendrás que haalgo más que votar a favor de un

dos leyes; pero si lo único que quies colocar a alguien en un puedonde tendrá que trabajar duro



tras día, a cambio de una pridicula, tal y como sucede enArmada, entonces no habrá ningdificultad.

-No comprendo cómo particular puede ayudarte a conseg

un puesto.-¿Que no lo entiendes?

momento tienes dos votos que apo

tus aspiraciones: el tuyo y el del ohombre. De modo que cuando piun favor a un ministro, o al prim

lord del Almirantazgo, si se tratala Armada, éste sabrá que eresdoble de importante que si estuvie



solo, de modo que se "sendoblemente inclinado a complaceY, por supuesto, si dispones de montón de buenos amigosfamiliares en el Parlamento, entonmás importante serás, porque

todos os unierais para votar en conde la administración, podrexpulsar a todos los ministr

Además, parece más importaformar parte de la Cámara de lores, si uno se las apaña bi

porque, ya ves cómo son las cosun ministro puede decidir que vla pena ofender a un miembro de



Cámara de los comunes, ya quecara a la siguiente elección podríavolver a salir elegido; pero en cuaun par del reino se instala en puesto, lo estará durante el restosu vida, y podría hacértelas pa

ano tras año. Es algo complejo; creas que mi resumen no peca simplista.

-¿Cómo se las arreglan todaspersonas que no disponen influencia?

-No tienen m



remedio que confiar en méritos.

-¿Y les sirve algo?

-En fin -respondió lentameJack-, el valor y la virtud excelentes cualidades, de eso doy

pero por mi parte lamentaría teque depender solamente de ellos.Tobías no respondió, y sig

cabalgando bajo la lluvia durantebuen trecho sin decir una palabJack le observaba de vez en cuan



lamentando haber sido tan parlanccon las frivolidades de la miseravida política.

-Creo que te ha impresionmucho lo que te he explicado -dijocabo de un rato.

-No -replicó Tobías-. Deniño he leído que el mundo era Pensaba en tu poema, el que empi

con «¡Oh musa de la historia!».

-¿De veras? preguntó Jack mcomplacido.



-Sí. Me preguntaba si ese ver«Orgullosa nación, la españaunque temida ya no sea», correcto. Verás, «ya» podreferirse al presente, y pod

confundir al lector.

-Oh no, Toby. Pienen los versos que preceden.

Durante memorable reinado Isabel.



La británica arma por todos sabido

fue que reinó mares,

Cuando los cielosésta de las costas

Albión. Rechazaron a España.

-Se refiere a «entonces», y tanto no al presente, ¿ComprendHe compuesto algunos versos mToby.



-Oh.-¿Quieres oírlos?-Si gustas...

-Empezaré por el principio p

evitar que pierdan su efecto.-Conozco el principio, Jac

dijo Toby lastimosamente-, como

lo llevara grabado en el corazón.-No pasa nada -se apresurdecir Jack, y en un toparticularmente musical, empezórecitar:



¡Oh musa de historia, despierta!

Y desde la sombraDonde de siempre

el olvido duermen nobles muertos,

-Lamento que no rime mejo

Se disculpó Jack, antes de continu

Algún eleg

caudillo de probado valCuya marcial lla



rescate a los vástagosde la Inglaterra,

Por amor a la gloria y... >

Jack siguió recitando verhasta que estuvieron cerca Londres, pues ante el aurnento tráfico no pudo seguir declamanPero la lluvia no había dejado caer con fuerza, y mienemprendían el ascenso de HighgHill, Jack dijo:

-Lamento mucho que no se h



despejado; quería enseñarte Londdesde aquí para que lo vieras en tosu esplendor, con el sinuoso río qlo atraviesa y el millar de luces qarden de noche. Además, se ocurrió pensar que te gustaría

algunas líneas que escribí al respemientras lo observabas. Es ualabanza a Londres, en la que

equiparo a un nido de pájacantarines... Ya sabes, por poetas.

-En todo caso sería un nempapado hasta los cimientos, Jac-Por supuesto, pero te aseg



que en mi poema el panorama diferente -replicó Jack tirando deriendas mientras intentaba penetraoscura niebla con la mirada-, llde flores, con aguamiel y céfirTambién había ninfas. Pero

atrevo a decir que te encantaría ode todos modos, y hacerte una ide cómo es en verdad.

Jack recitaba los últimos vercuando abrió una alforja en sileny sacó una larga pistola, que a

seguido amartilló. Al oír aqpeculiar sonido, un par de sombque acechaban al amparo de



árboles situados a su espalda alejaron rápidamente.

-Será mejor que tengamos mcuidado -dijo protegiendo la pistde la lluvia tan bien como pudHay un montón de peligro

ladrones por aquí. Al ir montadoscorremos mucho peligro, sobre toporque a menudo la lluvia oblig

esos pobres diablos a ponersecobijo; pero el primo Charles se en un brete cuando intentaba evita

portazgo de Holloway. Puedes vedesde aquí mismo, ahí delante; medocena de ladrones le rodearon y



tiraron del caballo. Después arrastraron en dirección a BlMary's, Hole, por ese camino de -señaló en aquel empapatardecer-, y se portaron como usalvajes con él.

Era completamente de nocuando llegaron a la ciudad, ynecesario señalar que Tobías

sentía terriblemente decepcionaEsperaba encontrar algo espléndiconcreto y comprensible, no qui

algo tan tópico como una ciuamurallada, bañada de luz y esplendor de puertas adentro,



campo abierto fuera, pero deluego no lo diametralmente opueAtravesaron a lomos de los cabauna región confusa, compuesta edificios nuevos por compleintercalados entre huertos cubier

de maleza. Después, teniendo cuenta que Jack siempre empleabruta más directa, pasaron por u

serie de calles pobremeiluminadas, sucias y estrechas.

-Henos aquí -dijo Jack mient

su caballo se detenía en la calle msucia, más estrecha y malolientetodas, donde, para más inri, no ha



una sola luz-. Jedediah! Jedediahgritó golpeando la puerta.

Esperaron en silencio mientla lluvia caía perpetuamente de aleros de los edificios, y en alglugar un canalón roto descargaba u

sólida cascada en plena calle, haque oyeron ruidos procedentes interior, y un débil fulgor se fi

por debajo de la puerta.

-¿Quién anda ahí? preguntó una voz.



-Aprisa, Jedediah, maldita tu estampa -respondió Jack sin dede golpear con impaciencia.

-Vaya, si es Jack el Patródijo la voz, y la puerta se abrió t

el crujir de cerraduras y cadenLlevaban todo el día esperando a llegara, pero, como era habitu

Jedediah se sorprendió al verlomanteniendo la linterna en aexclamó-: ¡Pero...! ¡Si es Jack

atrón. ¡Ah, y además, Jackatrón, está usted empapado! ¡Etan mojado como una rata después



un naufragio!-Eso es por culpa de la lluv

dijo Jack-. Ahora conduce a caballos al interior y no olvialmohazarlos. Dile a la señRaffald que vendré a dormir. Vam

a visitar a la señora Fuller ahmismo. Venga, Toby, baja caballo.

-El otro joven caballtambién está mojado -constJedediah mientras cogía las rien

de los caballos.Al principio del viaje, Jhabía dado por hecho que Tobías



alojaría en casa de su familia, pal parecer planteó la cuestión yhacerlo hirió los sentimientos deamigo. Consciente de lo obstinadosu carácter en tales asuntos, optó proponer una alternativa muy simp

La señora Fuller, que había servidsu familia durante muchos añregentaba una casa de huéspe

para caballeros solteros en la caLittle Windmill, justo al doblaresquina de la calle Malborou

Recibió a Jack con un afectuoso b(después de todo había sido niñera), y le dijo que est



empapado, escandalosameempapado.

-Calado hasta los huesos -dmientras le desabrochaba el abrigtiraba de la camisa con esa autoritan propia de su edad y sexo-. Ven

aprisa, quítate ahora mismo esa ro irás de cabeza al cementerio. Ustambién, caballerete, venga a

cocina ahora mismo. Abuela, vengsacarles las botas a estos caballer¡Que Dios nuestro Señor nos ampa

Ha salido así, en zapatillas. señora Fuller observó a Tobías un sincero horror en la mirad



¿Dónde está su gabán? -preguntJack, como si no pudiera confiarque Tobías fuera capaz de dar urespuesta inteligente.

-Lo olvidó respondió Jack.

-¿Olvidó el gabán y salió esas zapatillas? ¡Habráse vsemejante desvarío! -gritó la señ

Fuller, que consideraba obligacde todo cristiano llevar algo de lunto a la piel en cualquier estac



del año, así como mantenerse bseco-. ¿Cambiará algún día e

muchacho?Jedediah entró en la cocina la bolsa y un paquete blanco.

-He traído el gabán del jocaballero, y también esto de aqudijo-. Estaba bajo la alforja,podrían haberlo perdido en cualqu

momento del día o de la noche. tras decir eso dejó el pergamino, cierta brusquedad, sobre la mesa.

-Ah, claro -dijo Tobías-. olvidé. Es mi contrato aprendizaje, Jack, con mi tratado



alimentación para topos escrito endorso.

Después de oír aquello, señora Fuller supo que en su chabían entrado un par de demenLa lluvia les había empapado

cerebro, y la única forma achicarla consistía proporcionarles calor, ropa seca,

sopa, gallina hervida, una pata cordero de Gales y una buena dode licores selectos.

El café de Thacker servía lugar de reunión para los oficialesla Armada, igual que el de Will



era para los poetas y demás hombde letras. Jack, siempre que estabaLondres de permiso, repartía tiempo entre ambos. Había vistoalmirante Vernon, héroe de PoBello, en el Thacker, y al señor Po

en el Will, y resultaba algo compldeterminar en cuál de esas ocasiose había sentido más complacido.

En ese momento se encontracompañado de Tobías en Thacker, donde ambos esperaban

Keppel. A juzgar por la expresiónsu rostro, no parecía mcomplacido, sino más bien fatiga



alarmado e inquieto. La fatiga eraconsecuencia de haber mostradoTobías los entresijos de Londresal menos todos los posibles durasiete ininterrumpidas horas de lecaminata, a lo largo de ca

atiborradas de tenderetes, iglesatiborradas de lápidas, húmedomalsanos monumentos a

antigüedad, así como interminables puestos de los libreque poblaban los alrededores

Saint Paul. Tobías no estacostumbrado a lugares más granque Mangonell Bagpize, y se sin



tan sorprendido en aquestupenda, aunque embarramañana de verano como hapodido desear; sin embargo mostraba muy descuidado respecto al tráfico de Londres, y

esfuerzo de mantenerlo con ventre coches, carros y carruahabía envejecido, perceptiblemen

a su amigo. Jack conocía Londdesde pequeñito, y era muy difsorprenderlo de pie e inmóvil,

espacio de diez minutos, en plenconcurrida calle, ante el simescaparate de una pastelería. «Q



desconocidos lujos, Jack; superanmagnificencia de los persas, supea Lúculo, Apicio, Heliogábalo.»también se deleitó ante espectáculo para no decepcionar aamigo Tobías, lo que también fue

detrimento de sus energías. El libritinerante que visitaba el mercadoMangonell siempre había gratific

a Tobías con un vistazo de mercancías, pese a que el muchanunca llegó a comprar nada (cosa

la que no cabe culpar a su avarisino a que no dispuso en toda su vde una sola moneda), y Tobías d



por hecho que los libreros Londres debían de ser igual amables. Por no mencionar, al mehasta que Jack le rogó que dejarahacerlo, la costumbre de dar buenos días a todo aquel con qu

se cruzaba, cosa que no habsorprendido en el campo, pero en Londres era harina de otro cost

Sin embargo, cuidar de él no nada, nada en absoluto, comparcon visitar a su patrón acompañ

de Tobías.La Armada, aparte de vertiente administrativa, es u



carrera repleta de hombtolerablemente enérgicos; aquede sus miembros que se echan amar tienen grabado en la mente, tapor las circunstancias como poramable insistencia de sus oficia

superiores, que el tiempo y la mano esperan a nadie. Jack era marde corazón, pues apreciaba la ver

que subyacía en tan interesaaxioma. Unos minutos después levantarse envió una nota a

influyente primo; la respuesta hahincapié en la hora de la cDespués tuvo que arrancar a Tob



del campanario de Saint Paul, Covent Garden, donde se haentretenido para observar el interde las tejoletas, aunque hubiacudido allí con intención observar el mecanismo del re

pues, al menos eso aseguraba él, la ilustración más temprana principio isocrónico. Jack le pasó

cepillo por la ropa, lo calzó conrespetable par de zapatos y lo dirihacia la casa del señor Bro

Byron. El cabeza de familia no tan juicioso como los Chaworth y Byron hubieran podido desear;



hecho, era lo que Jack, en un excde poética imaginación, habtildado de «chiflado», de modo ambas familias decidiepersuadirle para que dejara en madel primo Brocas todo

relacionado con la política, los voy los favores.

El primo Brocas no

precisamente un fénix de ingenios, aunque por aquella épla familia no destacara precisame

en esa materia; al menos el priBrocas estaba bien relacionado, que era parlamentario



Piddletrenthide, un pequmunicipio que tan sólo contaba tres votantes, todos ellos afines aseñora Brocas, y jamás se ausentde Londres durante las sesiones Parlamento. Era más bien pompo

y confiaba más en su posición sus primos nobles, aunque lo cieera que tenía muy buena relación

Jack desde siempre. Después llevar a cabo las presentacionJack se tomó la confianza de deja

Tobías en compañía del priBrocas, de modo que tuvieocasión de pasar media h



disfrutando de una agradaconversación mientras él daba uvuelta a ver si Keppel había llegao dejarle un mensaje en ccontrario.

Considerable fue, pues,

turbación cuando al volver el lacle informó de que, en palabtextuales, «sucedía algo horrible

la biblioteca». En ese momento,audible griterío llegó a sus oídacompañado por un rumor simila

de arrastrar muebles. Echó a corescaleras arriba, y llegó a tiempoimpedir que Tobías y su patrón



quizá sería preferible decir presunto patrón, o su antiguo patrllegaran a las manos, aunque fupor los pelos; y Tobías se arrastrado fuera de la estanbufando y vociferando como

verdulera.Lo cual no hacía sino justifi

el aspecto deprimido de Jack, aun

en su mente también había lugar pla inquietud. Tenía la obsescerteza de que Keppel había top

con algún desastre similar en designios por hacerse con vacantes del Centurión; y mien



por una parte no dejaba asegurarse a sí mismo que preferible permanecer en un estde optimista ignorancia, por oobservaba el reloj y la puerta creciente impaciencia.

La manecilla del reloj Thacker, de una estricta puntualidse arrastró hasta llegar al esper

minuto cuando Keppel entró encafé acompañado de su amigo,guar-diamarina Ransome. Keppel

pequeño, pulcro y compacto; haasistido a una boda y lucía sorprendente elegancia un sombr



con un lazo dorado, un abrbordado con botones de piedpreciosas y una chaqueta carmincrustada de trenzas doradas, donde se habían podido coser dificultad, así como chorreras

seda de Mechlin en cuellomuñecas. Ransome era un tenorme de aspecto leonino

brillantes ojos azules, no mdiferente de Jack, pero más robustmayor; su rostro de aspecto ama

mostraba las señales dejadas diversos desacuerdos con enemigos del rey, así como los suy



propios, al igual que las secuelasla viruela. Vestía un sencillo abrde color azul.

Permanecieron un momeunto a la entrada observando

enorme estancia, así como

numerosos apartados; vieron al seSaunders, al primer teniente depropio navío, el Centurión,

descubrieron la cabeza y inclinaron haciendo gala humildad; vieron a un teniente

Gloucester , a un capitán de infantede marina que pertenecía a dotación del Severn y a un grupo



chaquetas negras entre los que contaba el señor Eliot, cirujano Wager , así como el capellán

earl , y ante todos ellos inclinaron con diversos grados humildad, antes de acercarse a do

esperaban Jack y Tobías.Tobías tardó un poco

comprender que lo esta

presentando, y dado que tenía desdichado hábito de cerrar un ojmorderse un lado del labio

virulencia siempre que lo sacabanun período de ensimismamiento, dio una impresión tan favora



como podría haber dado en otcircunstancias. Ransome retrocede manera perceptible.

-A su servicio, señor -dKeppel en un tono tan reservcomo distante.

Keppel, en cualqu

caso, no parecía mcómodo.

-Lamento mucho ser el portade estas noticias -dijo-. Palabra lo lamento de veras. Pero el he



es... el hecho es, mi querido Byrque las vacantes han recaído en

par de... irlandeses.-Me atrevería a decir quetrata de un par de desagradabborrachínes, desmerecedores de honor -opinó Ran-some con intencde confortar al joven-. Y enciserán papistas -susurró con

ronca, pues no disponía de otro toque no fuera el rugido, mapropiado para cuando se echab

la mar.-Oh -dijo Jack visiblemedecepcionado, pese a sonreír



toda la indiferencia que fue capazreunir-. En fin, fue muy amable su parte que lo intentara; y me siemuy agradecido por ello.

-Pero eso no es todo -prosigKeppel, que parecía aún m

desconcertado, después de uincómoda pausa-. Verá usted: padre, que es sólo un soldado y

entiende de estos asuntos, pese a numerosas ocasiones en que intentado explicarle la diferen

entre una clase de embarcaciónotra... cosa que cualquiera secapaz de distinguir; es decir, incl



un granjero comprendería que pingue no es un navío de primclase.

-Por supuesto -d

Ransome.-Ni por un instant

dijo Keppel.

Jack se puso lívido primero miró a uno luego al otro.

-Y no porque algunos pingno sean bonitas embarcaciones -d



Ransome, después de un incómosilencio, como si lo hubi

meditado largamente.-Pero el hecho es -prosigKeppel, que parecía obtener cieconsuelo al repetir dicha expresióel hecho es, mi querido Byron, mi padre, entrados en materia, podía irse con las manos vacías,

modo que al averiguar que no podhacer lo que yo le había pedido,lugar de esperar a que le diera

consejo, se dedicó a andar a tontaa locas como un caballo en gallinero hasta conseguir, y ru



que no se ofenda, un puesto pusted en el Wager.

-Oh -volvió a exclamar Jackdespués, con una sonrisa que dibujaba lentamente en su rosañadió-: Mientras hablaba imagin

algo mucho peor. Después de toKeppel, eso me llevará a SaHelens; y estoy convencido de

podré obtener algún traslado. necesario que espere a lAlbemarle para agradecérselo.

-No será necesario -dKeppel-, ya que se marchó montanen cólera...



-Y también en un carruaje tirapor seis caballos -apuntó Ransome

-¿Qué?

-Se marchó montando en cóly en un carruaje tirado por scaballos. Vaya, vaya.

-A ver a la tía Grooby; volverá hasta finales de mes, y.dijo Keppel bajando el tono de v

partimos este mismo sábado.



-¿El próximsábado? -exclamó Jadando un silbido.

-Silencio -pidKeppel miranalrededor.

-Oh, disculpen -dijo Jack-,

significa que tengo muy poco tiemDespués se enzarzaron en discusión en voz baja de lo mconfidencial, en la que debatieronmedios de que disponían phacerse cargo de la situaci



Hacerlo les llevó un tiemconsiderable, y sólo dejaron el teal oír los insistentes gritos y codade Ransome y Tobías; diccaballeros, después de una primimpresión más bien p

prometedora, parecían llevaestupendamente, y Ransome, despde averiguar que la visita de Tob

no había incluido a los leones deTorre, se ofreció en ese momentacompañarle personalmente. Ning

otra propuesta pudo habecalculado de tal forma complaciera más a Tobías, cuy



ojos brillaron ante la perspectivala visita. Pero, por el momenestaba sentado e inmovilizado, que compartían un reservado, y Jy Keppel, enfrascados en pormenores de sus planes,

impedían el paso y, por tanto,alegre paseo.

-¿Qué sucede? preguntó Jack impacient

-Los leones de la Torrerespondió Tobías-. Ja, ja, los leon



¿eh,Jack?-Que su amigo aún no los

visto -aclaró Ransome-. ¿No quiacompañarnos?-Bah -dijeron a una Jack

Keppel, burlándose así de los leode la Torre.

-Keppel, ese tipo -dijo Jobservando las espaldas de

compañeros, mientras éstos dirigían hacia la puerta-, ese ammío, Tobías Barrow, me preocu

más de lo que soy capaz de exprecon palabras. -Explicó pormenores de la situación,



añadió-: De modo que ahí le dejécompañía del primo Brocas, y alguna razón empezaron a habsobre el gobierno, el ParlamentoCámara de los lores y todo eSabrá Dios por qué razón. Creo

el primo B. debió de soltar un parcomentarios acerca de importancia, su buena clase, y de

inteligencia que tiene, y lo pimportante que le parecía Toby. sabes, todo eso de «Aquel a qu

dan, no escoge». ¿Qué puedo decde las rarezas del primo B., queno sepa? No es que lo haga con m



intención, pero comprendo queveces pueda molestar a la gente. cualquier modo, al parecer Tobíareprendió. «No me habían tratado mal en toda mi vida», dijo el priB. «Esa temible criatura tuya, Ja

me dijo cosas en latín y griegoatacó a la Constitución hecho ufuria. Es un whig de los peores

se han cruzado en mi camino... Nmás bien es un republicano, ¡Dios nos ampare! Un demócr

visionario.» Según pardiscutieron por el principio derecho a la herencia. «¿Emplea



usted a un cirujano hereditariopreguntó Tobías-. ¿Alguien quecortara la pierna no por ser eminente anatomista, ni por ser profesional diestro, un profunconocedor de la materia, sino por

el primogénito de alguien cutatarabuelo fue cirujano? ¿Y de vetiene en tan bajo concepto las le

establecidas, en comparación conpierna, como para permitir que hagan y deshagan un grupo

hombres cuya única cualificacestriba en que sus padres fuelores?»



-¿Yqué respondió a eso?preguntó Keppel con una mirentre divertida y amable.

-Lo ignoro -respondió Jack-caso es que dejaron de discutir ppasar a los insultos. Esta

enfrascados en ello cuando regreTobías esgrimía una regla larga la punta roma en una mano, mien

mi primo B. parecía acorraladouna esquina, protegido por un gloceleste. Para cuando bajaba

escaleras con Tobías a rastras,primo B. había recuperado algooremus, porque asomó por la vent



de la biblioteca y empezó a chil«Miserrime...». Pero no recordabresto, y se dedicó a golpear ventana. A punto estuvo Tobías cortar el cabo de remolque con talechar a correr escalera arriba

responder, pero logré doblar esquina en plena calle Sackvilleallí, que me parta un rayo, encon

de nuevo al primo Brocas, asomaba la cabeza por la ventanala sala de billar. «Mis... mis.

aulló, pero volvió a olvidarla,cual debió de resultar muy vejatopara él, como comprenderás, Kepp



aunque no dudo que se trataba de frasecita de lo más rebuscado, modo que tuvo que limitarseamenazarnos con el puño en altoasí lo hizo, de todo corazón y conrostro colorado como un tomate.

fin, después de que se desgarramutuamente a dentellada limdurante un rato (como comprende

a través del cristal),logré ponerlo en marcha y

llevé a Picadilly, donde

tranquilizó sentado ante una publanca, mientras yo decía a la geque pasaba por ahí que no ha



ningún problema, que todo se debun simple arranque de cólera. obstante, te aseguro que algunaslas cosas que dijo lograron que se congelara la sangre en las venas. «Cámara de los lores es un lu

infame, y existe para recompensalos tragasapos, y para deprimir a ingenuos en méritos.» Y añadió

voz alta y chillona: «Yo ascendpor mis propios méritos, o nada». Al parecer se han calmado

ánimos, todo es como debe ser ycomporta como alguien virtuopero yo apelo a usted, Kep-pel



quien pregunto si le parece lenguaje apropiado en alguien cintención sea dirigirse a su patrón

-No -respondió Keppcompletamente convencido-, deluego que no.

-Y pensar -dijo Jack-, que había propuesto llevarle a la Cámpara presentarle al padre de usted

-Me hubiera encantado quehiciera -dijo Keppel mientras retorcía en el asiento-. Oh,

manera de acabar conmigo; habdeseado que lo hiciera. Pero, díga-añadió-, ¿no creerá que su am



está dispuesto a dar bombo a todorepublicano?

-No -gritó Jack-. sorprendió. Cáspita, Keppel, conozco desde que tengo uso razón, y siempre lo he tenido po

ser más dócil de la tierra. Séciencia cierta que aceptó ser tratcon la disciplina impartida por

tutor sin quejarse siquiera. Ademde camino a la ciudad le haacerca de la naturaleza del mundo

no dijo ni pío... Es más, dijo siempre había creído que el munera un lugar tolerablemente corrup



Aunque también es verdad -añadespués de reflexionarlo- tampoco me pareció nunca el tipopersonas capaces de ponerse más bien siempre le consideré dude sí mismo.

La serenidad de Tobías se haencogido y arrugado tanto comoviejo y húmedo gabán negro, pue

que el bote al que Ransome yhabían subido para ir a la Torrearrojaba, en ese preciso momento

dirección al Puente de Londres. marea menguaba; para ser mprecisos, estaba en pleno proceso



menguar, y cuando Tobías paseófascinada mirada por entre las caque se amontonaban alrededor puente y se asomó por la bordaforma vertiginosa, a la par temeraria, descubrió que el b

servía de juguete a las agrevueltas que se arremolinaban bun estrecho arco, donde, horroriza

vio cómo el agua oscura y silencise precipitaba, a una velocidad pesadilla, hacia abajo, hacia

negrura, mientras el remeroRansome permanecían sentadosinmóviles. Apenas tuvo tiempo p



gritar algo ininteligible que sirvide compañía a aquella inespersensación de alarma antes precipitarse y desaparecer la escluz del día. Después transcurriealgunos segundos, húmed

reverberantes, y de pronto saliede nuevo a la luz. El remero bocon fuerza; al cabo de un insta

abandonaron la rugiente cascada fluía bajo el puente, rodeados embarcaciones de todo ti

impulsadas a remos, a espadillacon canalete, que recorrían todoTámesis, o que aguardaban arma



de paciencia a que subiera la macon tal de remontar el curso del Toda aquella gente pareperfectamente acostumbrada. había un solo hombre encaramadolo alto de los innumerables mást

que formaban en línea sobre el ríode las embarcaciones aguardaban en el estanque, p

alertar a la gente del peligro queavecinaba, y en el preciso instanteque Tobías se volvía horroriza

vio otro bote salir disparado del acentral, seguido de otro cargadosoldados que gritaron y agitaron



sombreros, mientras una mudespreocupada, que asomó la cabpor la ventana de la cocina, situencima del puente, arrojaba sobre soldados y la furiosa avenida la pde algunas manzanas; al parec

aquella travesía era de lo mnormal. Pero Tobías completamente incapaz de repri

su emoción, de modo que d«Menuda corriente, señor. ¡Qpedazo de agua tan sorprendente!»

-Me pareció que le hasorprendido -dijo Ransome con usonrisa maliciosa; el remero guiñó



ojo.-Nunca había sentido ta

miedo -confesó Tobías-. Por lo vimi corazón no ha dejado de latir fuerza.

-No se preocupe, es cuestión

acostumbrarse -dijo Ransomdeseando que su compañero mostrara menos candido en públic

Me atrevería a decir que usted jamhabía estado en una cascada pronunciada.

-No había subido



un bote en toda mi vida.-¿Alguna vez ha vi

el mar?

-Ni siquiera había visto

Támesis, al menos hasta el día hoy.

-Este caballero no había sub

amás a un bote -dijo Ransomeremero-; ni pasado bajo el puenpor eso se sorprendió.

-¿Nunca había subido a un bo-exclamó el remero apoyado en remos.



-Nunca; ni siquiera a un esqude carga -dijo Ransome, que erahijo de un remero de Frying-Stairs, en Wap-ping, y a quien habcuidado y criado en el agua, dulcsalada, desde el momento en

nació. Ambos contemplaron Tobías, y al cabo de un rato remero preguntó:

-Entonces, ¿cómo las apañan allá en tierra?

-Caminamos



respondió Tobías-. Asomos de secano.

-En fin, no sé; ya me imagindijo el remero, que hundió los rem

en el agua para conducir el bhacia la escalinata de piedra deTorre. A partir de entonces no pre

más atención a Tobías, a quconsideraba un peligroso precedeny, de vez en cuando, no perocasión de hundir e1 asiento Tobías en el agua con particuvehemencia.



Aún era por la tarde cuanentraron en la Torre, y aunque el había sido bastante cálido, a esa huna neblina se extendía sobre agua; ardían doscientos o trescienmil hogares de carbón, y el humo

desprendían, mezclado con la niebprometía, tal y como dijo Ransono tardar mucho en subir en blo

como un burgoo.2Caminaron enérgicamente ju

al espolón, pasaron frente a

macilenta imagen de un león y aaltura vieron una puerta con otro lpintado sobre ella. Un hombrec



diminuto de pelo negro y plechosa, el guarda, estaba enfrascen la tarea de renovar el color detemibles fauces de ese león pintura bermellón.

-Miren, ahí tienen el horro

dijo apartando la cabeza pcalibrar el alcance de su obra conojos entrecerrados-. Sangre y mie

¿no creen? -No parecía mdispuesto a dejar de lado la brocpero la perspectiva de una ganan

inmediata puede bastar para sedua cualquier artista, y después embolsarse un chelín de Ransome



guarda abrió la puerta.

-Siento una infinita gratihacia usted, señor -dijo Tobíassalir de la Torre y dirigirse de nuehacia el río.

-Bah, bah -dijo Ransome, inclinó la cabeza para hacer pate

que aceptaba su agradecimiento-. ha sido nada, compañero. Phubiera preferido que no lo hiciMe hace sentir humildemente bsólo de pensarlo -dijo apoyandoespalda en el pasamano de



escalinata de la Torre, reflexionando también en la formaque Tobías, en el interior de guarida del león, había observadogarganta de aquella enorme besdescrita como un descarado león

mismo que devoró el brazo aquella joven dama durante la últiferia de San Bartolomé, según dijo

-¿Arriba o abajo, caballerosgritó el remero-. ¿Bote, señor? ¿par de remos?

-¿Arriba o abajo, compañeropreguntó Ransome, recuperado ensueño en que estaba sumido, an



de propinar a Tobías una palmadala espalda.

-¿Ve ese pájaro? -preguntó avez Tobías mientras señalaba aduana, adonde se dirigían algumilanos reales para pasar la no

sobre las cornucopias y las dioinclinadas, aunque quizá fueninfas, que decoraban el frontón.

-Ah -dijo Ransome mirandotravés de la niebla, más o mehacia donde volaban unas palomas

-Diría... No estoy seguro, pcreo que es un milano real negraventuró Tobías.



-Lo que usted diga, compañedijo Ransome con aleindiferencia-. Me atrevería a deque así es. ¿Arriba o abajo?

-Tenía la cola mucho mebifurcada. ¿Arriba o abajo? Creo

me disculpa usted, que me quedaquí un rato más.

-Si lo que desea es ver có

pasan la noche -dijo Ransome-,mejor será que rodee el edificio: los encontrará a millones. Pero

debo irme ahora mismo, o perdermarea.-Adiós, entonces -se despi



Tobías-, y muchísimas gracias mostrarme los leones.

-¿Tomará un bote directamen-gritó Ransome volviéndose de en el esquife-. ¿Seguro que conoccamino? -Tobías agitó una mano

el aire.El bote se alejó a merced de

corriente, donde se perdió entre

multitud y la oscuridad del atardecmientras Tobías permaneensimismado, con la espa

apoyada en el pasamano. Docenaspersonas bajaron por la escalinatadirección a la orilla, o subieron



ella después de desembarcmientras, sin pausa ni descanso, barqueros preguntaban a voz cuello: «¿Arriba o abajo?».

Un chiquillo escuálido y diesse apretó contra él y le robó

pañuelo del bolsillo de su abrigo.-¿Arriba o abajo? -gritó

barquero a su oído-. Vam

decídase.-No creo tener nada que dec

-dijo Tobías-. Prefiero dar un pase

-¡Pues que el diablo le llevegritó el barquero apasionadamente-¿Qué quiso decir con eso



rodear el edificio? -se preguTobías en un murmullo inaudimientras se alejaba caminando. Mal este, a Saint Dustans, y despobservó también la Coal-metOffice y Bakers Hall; había palom

y estorninos, pero nada más, pueque los milanos reales eran cada más raros en Londres. Ransome

había alcanzado a entender la frde Tobías, sino que más bienhabía malinterpretado. Llega

pájaros a millares para pasar noche, de modo que, miendispuso de luz natural, se dedic



buscar entre ellos algún milano rnegro; sin embargo, los pájaros tardaron en desaparecer: quedaron ni blancos ni negrosTobías se detuvo en una carecientemente iluminada p

considerar el rumbo que debtomar sus pasos. Disfrutaba de sentido innato de la orientación, y

buena gana echó a caminar a trade la populosa Mark Lane, cruzó, muy poco tino, a Crutched Friars

mediación de la calle Hart, e intecorregir su error yendo hacia noroeste a lo largo de Shoema



Row y Beavis Marks, hacia la cCamomile y Bishopsgate. Un bueinnato sentido de la orientacpuede revelarse como una cualimuy valiosa en cualquier personaresulta de mucha utilidad en

campo; pero entre la niebla envuelve la ciudad de Londres, mparticularmente en las atestad

estrechas y sinuosas calles deCity, resulta más bcontraproducente, ya que alguien

campo, seguro de su habilidcaminará millas y millas en dirección equivocada antes



comprender que debe preguntaralguien del lugar. Sin embargo, codice el refrán: «No hay mal que bien no venga»; de modo que alguprocedente del campo adquiriráconocimiento de primera mano de

monstruosas dimensiones de ciudad; para cuando Tobías hapasado por las parroquias

Allhallows, Barking, Allhallows Great, Allhallows the LeAllhallows de la calle Bre

Allhallows Stai-ning y Allhallosobre la muralla de Londcomprobó que su concepto



Londres había crecido bastanArmado de paciencia, continuó Saint Andrew Hubbard, SaAndrew Undershaft y Saint Andrby the Wardrobe, Saint Bennet FiSaint Bennet Gracechurch y S

Bennet Sherehog, Saint DioBackchurch, Saint Laurence JewSaint Laurence Pountney y S

Clement, cerca de East-cheap, SMarga-ret Moses, Saint MargPattens y Saint Martin Outwich, S

Mary Woolchurch, Saint MSomerset, Saint Mary Mounts-hSaint Mary Woolnorth, Sa



Michael-le-Quern, Saint MichRoyal, Saint Nicholas Acons y SaHelens, por lo cual terminó de nuante Bishopsgate, sin haber vistomenos sesenta parroquias, por mencionar las capillas.

Allí, por una lamentafatalidad, Tobías se volvió haciaderecha con la esperanza

encontrar el río, pero en su lugar Bedlam y la amplia y oscexplanada de Moorfields.: Obse

con respetuosa curiosidad el enorasilo para lunáticos, aunque el nucalzado, que tanto Jack como



habían comprado aquella mismañana (si bien parecía hatranscurrido una eternidad deaquello), le infligía una terriagonía, de modo que se adentróMoorfields, vacío a esas horas

hombres honestos, para sentasobre la hierba y quitarse zapatos. Después caminó con m

bríos, decidido a preguntar el camque debía tomar al siguieciudadano que encontrara.

embargo, caminó durante un brato antes de encontrar a algudispuesto a detenerse, y p



entonces había salido al norte Moorfields.

-Disculpe, señor -dijo a unolos integrantes de un grupo atravesaba el oscuro campo con ulinterna-. ¿Podría decirme dónde..

Con un escalofrío de terrdescubrió que no conocía el nomde la calle donde se alojaba,

siquiera la calle donde vivía familia de Jack.

-¿Decirle qué? preguntó el de la linter



con recelo.

-Túmbalo -ordenó el amigo de la linterna, antes de añadLlevamos pistolas, maldito ladrón

-Dígame, ¿dónde estoy? preguntó Tobías, con una inussangre fría.

-¿Qué dónde está?-Si es tan amable.

-¿No sabe dónestá?

-No.



-No sabe dónde estdijo el de la linterna.

-Te cortará el gaznate antesque te des cuenta -le advirtió

amigo-. ¿Por qué no lo tumbas degolpe?

-¿De modo qquiere saber dónde está?

-Así es, señor. M

encantaría saberlo.



-Pues se encuentra usted Farthing Piehouse Field -explicóde la linterna, y como botón muestra señaló hacia algo sucio brillaba a unos cien metros distancia, diciendo-: Y ahí mis

tiene lo que le da el nombre al lugla Pastelería del Cuarto de Peniqen todo su irresistible esplendor.

-Le quedo magradecido, señor -dTobías.



-A mandar, señor -dijo el delinterna mientras se inclinaba.

-Aún puedes tumbarlo de golpe -sugirió el amigo con ciemelancolía en el tono de voz-. A

estás a tiempo.

La puerta de la Pastelería

Cuarto de Penique se abrió dificultad, y al hacerlo la fragande los pastelillos inundó el exterVio una estancia muy concurridacuando Tobías se abrió paso eninterior con los zapatos sostenidos



alto, todos le observaron. Al parecquienes comían los pasteles de cuarto de penique eran ladrones hael tuétano, y resultaba obvio penque Tobías acababa de robar ezapatos, y que por tanto él tamb

era del gremio, por lo que desviasu atención para ocuparse de otasuntos.

«Después de comerme pastel, preguntaré cómo puvolver al río -pensó Tobías-, y de

allí seguro que me las arreglo pencontrar la casa. Lo más probaes que recuerde de pronto el nom



de la calle si no me esfuerzo muen hacerlo. La mente está saturadanuevas ideas, pero carece sustancia material y dalimentarla.»

-Jefe -gritó-. Jefe, pastel para mí, si es

amable.

-Un pastel para el caballer

gritó el hombre de la casa al interde la cocina, añadiendo, en un tode voz más bajo para que sólo



esposa pudiera oírle-: Un tipo raroque jamás había visto.

Tobías, con tal de impedir qsu mente se esforzara demasiaconsciente de que ésta era de las recuerdan casi todo si se dejanpaz, y si se les proporciona tiemaunque también pudiera caer enestupidez en caso de su

demasiadas presiones, se concenen cuerpo y alma en su pedazopastel. Sin embargo, era ése obj

de estudio bastante decepcionantelo sustituyó por un repaso a sucesos de aquel día. Pe



complacido en Ransome, que no sera un excelente compañero, sprueba viviente de que el mérito influencias podía progresar, ya qRansome se había enrolado enArmada cuando un piquete de leva

reclutó forzosamente.-Me habría gustado encon

una oportunidad para pedirle dine

dijo Tobías con un bostezo. Y cieque tal había sido su intención, pdespués de aquel viaje por el río,

leones y demás bestias de la Tono hubo tiempo. Jack hacompartido su bolsa con él: aque



eran las primeras monedas que teen toda la vida; pero su educacera tal que, pese a haber sido cade comerciar de igual a igual en mercados de Roma o Atenas, reconocía un cuarto de penique

cuando lo tenía delante de narices, cosa que no hacía sanimarle en su rechazo al siste

monetario moderno. La moninglesa, incluso en la actualidad,lo más complejo del mundo, con to

eso de que doce peniques equivaa un chelín, y veinte chelines a ulibra. No obstante era un juego



niños cuando las monedas eran mayor valor, y estaban agrupadasveintitrés y veinticinco chelinmonedas de medio y de un cuartonueve peniques y de cuatro a mepenique, al igual que las mone

pequeñas de cambio de estabronce y cobre; así que confundía chelines por trece peniques y med

o la guinea por cualquier monentre la libra y los veinticinchelines.

Para distraer su mente, quelo contrario, pensó con cierto pánino tardaría en insistir en el asunto



la dirección olvidada, Tobías arrtoda su fortuna sobre la mesa intención de descubrirle alsentido a las inscripciones de monedas. Al oír aquel ruido, tolos tragapasteles de un cuarto

penique cerraron sus respectibocas, ya estuvieran comiendobebiendo; cuando Tobías, que p

al dueño con una moneda de cuachelines, preguntó hacia dóestaba el río, habló en mitad de

hondo y expectante silencio. hombre devolvió el cambcompuesto por un torrente



monedas pequeñas, hablanmientras las disponía sobre mostrador, y a partir de sus pregunlos oyentes averiguaron que Tobse había perdido, no sabía adoniba y no llevaba armas; en definit

aquel era su primer día en la ciudaEl pastelero se rascó la cabe

sentía cierta piedad por su client

incluso el más bajo de los hombimpediría a un ciego caer en precipicio; pero también de

lealtad hacia sus parroquiahabituales. Al final satisfizo particular dicotomía al proporcio



a Tobías la ruta exacta que deseguir para llegar al Támeañadiendo después que debía ancon cuidado, con mucho cuidaademas de guiñar un ojo con todateatralidad que pudo conjugar.

La puerta se cerró

salir Tobías.

-Jamás debieron permitir

andará solo por esas calles -dijo amujer el pastelero, negando concabeza.



Se produjo una pausa algunos tensos minutos, entonces

puerta se abrió y todos los hombque habían salido por ella volviea entrar apresuradamente.

-Podrían haberse apiadado su camisa -dijo el pastelero a mujer, cuando volvió a entrar encocina.

-En fin, querido -replicó mientras se limpiaba tranquilamelas manos en el pecho y mirab

través de la puerta, donde parroquianos habituales repartíanbotín-. Sólo deseo que no le ha



cortado el gaznate; eso es todoque de lo contrario, lo hayan hechuna distancia decente de esta sacasa. Pobre alma extraviada.



CAPÍTULO 3

Jack Byron estaba sentado en

café de Thacker, donde observabsorto lo que tenía ante sí. Estprácticamente solo en aquel lugaparte de los camareros, y allí segsentado, con la misma enterezacircunspección que hubidemostrado cualquier mueble.

reloj que tenía enfrente marcaba siete y media, y el enorme calenda



que había a su lado señalaba manera ominosa que era viernpues lo habían cambiado aquemañana.

Se abrió la puerta y entró hombre mayor cubierto con una c

negra y una peluca. Saludó a Jcon una leve inclinación de cabezla que éste correspondió pese a

reconocer al caballero en cuestiSe trataba del señor Eliot, cirujdel Wager , a quien Keppel le ha

presentado hacía algunos días.-¿De modo que aún no ha idPortsmouth? -preguntó en un tono



exento de sorpresa.

-No, señor -dJack.

-¿No cree que apura demasiel tiempo? -preguntó el cirujano.

-Sí, señor-respondió Japlenamente consciente de lo rápque pasaban las horas, y de velocidad de vértigo con que

sábado, su último día en Inglatese le venía encima.



El cirujano, pese a la sequede las respuestas de Jack, y deinfeliz expresión de su rostro, toasiento a su lado y dijo:

-Yo no seguiría aquí de no por el canalla de mi ayuda

créame cuando le digo que piecoger la diligencia esta misma noc-Explicó que era muy exigente a

hora de escoger ayudante, y que podía soportar a los autosuficienterelamidos niñatos que generalme

le endosaba la Junta Naval, y había llegado a pagar a uno de elpara que abandonara el Wager



aceptara un traslado a otro barco.parecer, en ese momento aguardabun joven que le habían recomendenérgicamente, por tratarse alguien entregado en cuerpo y almla ciencia-. En los tiempos

corren debe tratarse de una maravde la naturaleza -opinó el seEliot-. Era tan distinto en m

tiempos... -En ese momento entrógrupo de oficiales, hombres de rosbronceado cuyas voces reverbera

en la amplia estancia llenándolavida; justo tras ellos entró ocirujano de la Armada, el se



Woodfall, del Centurión, y se punto al señor Eliot para darle

buenos días y decirle que el seAnson ya había vuelto Almirantazgo.

El señor Anson, capitán

Centurion y comodoro de escuadra, apareció como por artemagia al tiempo que el ciruj

pronunciaba su nombre, permaneinmóvil un momento buscandoalguien con la mirada y después

marchó. Pese a estar mpreocupado, Jack aprovechó pobservar con toda la atención



mundo al oficial al mando, que erahombre alto y de espalda erguidotado del perfil de un emperaromano, a pesar de su piel morencurtida; vestía con sencillez: abrigo azul, chaleco de piel de an

sombrero con la escarapela del renada más, aparte de una sencespada de acero envainada.

-Tomemos una taza de choco-sugirió el señor Eliot al seWoodfall-. ¡Eh, aquí! ¡Hola!

tazón de chocolate para esta mesLos camareros más veteranos Thacker estaban acostumbrados



que los clientes llamaran su atenccomo si se encontraran a tres mide distancia envueltos por una nieimpenetrable, pero los nuevosmenudo se ponían nerviosos al aquellos gritos, y a veces se ve

obligados a abandonar el puesTal y como le decía a nuestro joamigo -continuó el señor E

señalando a Jack-, un ayudante cirujano decente es un bien escasoestos tiempos tan degenerados

Siguió hablando de las cualidadeseables del joven que estaba llegar: estudioso, incluso hasta



punto de saber un poco de griediestro, y, sobre todo, interesadosu profesión... en todos los aspecde la profesión: como en implicaciones filosóficas, cualidaéstas difíciles de encontrar en

mayoría de ayudantes de cirujano momento-. ¿Dónde -gritó- encontrusted, en los tiempos que corren, a

oven dispuesto a comprar el cadáde un mandril a cambio de smeses de cena, con tal de conser

los órganos vitales en espíritu vino, por un sincero amor a anatomía? En el mejor espíritu



vino, a dieciocho peniques el cuade Winchester.3

-Ah, sí -admitió su colega tristeza-. ¿Dónde? Pero, mi querseñor, ¿no habrá retrasado usdemasiado su partida?

-Creo que vale la pena porejemplar sin parangón de ayudanrespondió el señor Eliot-. No d

usted eso de haber conocido al tque me envió hace un mes la Junta

Naval. Era un metomento



Además -añadió en toconfidencial-, creí prudente esperaque mi cuñado y nuestro amBartholomew formaran parte deunta de examinadores (ahora

toca a ellos, ya sabe), en caso de

surgiera algún percainsignificante con las cualificaciodel joven en cuestión. Tiene

certificados de aprendizaje en regpero al parecer no ha aprovechdemasiado el tiempo. Prefi

llevarlo yo mismo al Hasegurarme de que se examine yden el certificado, acompañarlo a



Junta Naval, encargarpersonalmente de su certificadodespués llevarlo a Portsmouth, toen una.

-Estupendo -dijo el seWoodfall al incorporarse-. Esp

que todo se resuelva según expreso deseo. Estoy convencidoque un buen ayudante supone

excelente consuelo para cualquiparticularmente en un viaje tan.Yse alejó soplando con los bra

separados, para indicar extraordinaria duración del viaje.-Anímese, señor Byron. ¿



apetece otra taza de chocolatepreguntó el señor Eliot, que observó con mayor atención, antespreguntarle-: ¿Se encuentra bien?

-Oh, me encuenperfectamente. Gracias, señ

respondió Jack en tono de hasentonces, de pronto, abrió su coray dijo-: La verdad es que he perd

a un amigo mío, y su charla sobreindividuo filosófico entregado adisección me lo recuerda con ta

nitidez que podría echarme a llocomo una niña. Le doy mi palabrahonor de que sería capaz de hace



Oh, sí. Toby habría diseccionaante usted cualquier cosa, desdemandril a un caballo, pasando portopo. Cualquier cosa. Me paso atodo el día sentado por si encuenel camino de vuelta. También

dado instrucciones en casa, supuesto. Era su primer día Londres. Rayos y truenos -excla

Jack secándose uno de sus ojdice usted que su amigo sabe algogriego, cuando Toby

Barrow lo hablaba tan rápidlos diez años como yo el ingahora. Y el latín también, como



hatajo de obispos del diablo, quiDios que todos se pudran.

-Tranquilícese, señor Byron;maldiga de esa forma a los obispQuizá pueda ayudarle, si me expclaramente lo sucedido.

Escuchó con mucha atencantes de aconsejar a Jack que derecurrir al magistrado de Bow Str

y a la residencia del alcalde Londres, cuando un joven delgapatizambo y con un rostro del co

del queso se presentó ante amacompañado por un camarero. oven esgrimía un ramillete de no



en una mano, y una carta en la otra-No sea muy severo -d

depositando la carta en la mano señor Eliot-. La severidad estafuera de lugar -dijo con una sonmuy afectada, antes de salir

donde había llegado.El joven, el supuesto ayuda

del señor Eliot, había burlado

control familiar para casarse; y fuhermano de la novia el encargadollevar las noticias de que el

arangón había decidido no ninguna vuelta al mundo en todavida.



El señor Eliot no hizo mencalguna al contenido de la caexcepto para lanzar una maldiciódecir:

-Quizás hayamos tenido sueal librarnos de él. Su padre

explicó que se sentía atraído por uodiosa fulana. Pero, como diciendo, el magistrado de B

Street dispone de los oficiaadecuados para este tipo de casMe dirigiré a su oficina, si usted

desea, y descubriré si se sabe algucosa.-Eso sería extraordinariame



amable por su parte, señoragradeció Jack-. Sobre todo despde la decepción que se ha llevadoañadió señalando la carta concabeza.

-Respecto a eso, no pie

pronunciarme. No sirve de ntorturarse por algo que ya eperdido. No puedo divorciar a

hombre; y al no dar alas a mi enfaconsigo no sentirme tan mal. ¿Dusted que su amigo disponía de

correspondientes certificados educación?-Sí, señor; sus documen



siguen en casa. Aunque en el docreo que ha dibujado un esquemalas tripas de un topo.

El señor Eliot permaneinmóvil durante un rato, concentren las palabras de Jack.

-Es necesario que compruqué me ofrece la Junta Naval -diNo tengo más remedio que hace

aunque si no me ofrecen nsuperior al habitual aprendiz matasanos, navegaré sin ayudante.

lo he hecho antes, y volveréhacerlo -dijo asintiendo con firmmientras se alejaba-. Pero -aña



volviendo a donde estaba Jack-encuentran a su amigo antes de nos echemos a la mar, quizá puhacerle un favor.

Jack volvió a sentarse y recostó contra la partición

reservado. Se sentía cansadoestúpido, puesto que había dormpoco en las pasadas tres noches.

además de buscar en interminables calles de Londres,había visto obligado a descender

Nore y volver. Sin embargo, tambse sintió confortado por amabilidad del señor Eliot, de mo



que cerró los ojos para echar sueñecito.

-Dormiré un cuarto de hordijo para sí mismo-. Espero que emalditos borrachínes no hagan muruido.

Eso de «malditos borrachíniba dedicado a un grupo guardiamarinas que ocupaban

reservado contiguo. Habdeambulado por ahí durante todanoche, en diversos estados

alcoholemia, y ello no era óbice pque siguieran empeñados en moley perjudicar a los demás. En



momento discutían bizantinamesin que hubiera la menor esperade que pudieran alcanzar conclusión, sobre la identidad ciertos pájaros monstruosos a los se había visto el día anterior posa

encima del Monumento. Algusugirió que podía tratarse cigüeñas, pelícanos, rabihorcados

¿por qué no?, roes, aves fénixtabernáculos. A partir de momento se enzarzaron en

discusión más bizantina si cacerca de los tabernáculos, de si eaves o no, momento en el cual J



empezó a conciliar el sueño. Haoído hablar varias veces de dicpájaros. Al parecer se posadurante una hora, o quizá mencima de la protuberancia dordel Monumento, el día que volvió

Nore en el barco de leva; presencia atrajo a un gran númerocuriosos y mucha especulaci

Universalmente se los considerportentosos, aunque Jack ignorcuál podía ser su portento.

-En mi opinión -dijo guardiamarina de rostro lechocuya madre habría llorado sólo



verle sucio y empapado en un branque apenas podía beber, oliendo atabaco que a duras penas tepulmones para fumar-, en mi opin-repitió-, esas aves presagian terrible desastre de dimensio

catastróficas, lo cual no precisamente buenas noticias.

Jack se puso en píe co

activado por un resorte ocultoechó a correr con una velocisorprendente hacia la puerta, do

tropezó cual bala de cañón concontralmirante, y después con capitán de navío, para c



finalmente a los pies de Ransome.preguntaron qué se había creídoadonde creía que iba, y el almiralo golpeó repetidas veces con bastón de mango dorado, originadel estrecho de Malaca; por

general Jack se habría resentidolos golpes, por mucho que fuepropinados por un almirante; pero

ese momento se puso en rápidamente, cogió a Ransome demano y echó a correr como alma

lleva el diablo por la calle, mientgritaba en voz alta y en tovehemente:



-¡Vamos!

Al llegar a la escalera del

voceó para llamar la aten ción de remeros de un bote.-Remad -dijo empujando

Ransome al bote, mientras exhorta los remeros a bogar con todafuerza y la elocuencia que haadquirido en el mar, ordenándo

que avanzasen por el río en direccal patache de leva fondeado en



Pool. Al oír la palabra leva, remeros titubearon, y al verlo, Jgritó-: Vamos, ¿es que no me haboído? Supongo que tenéis vuescondenadas matrículas en regla, no? Lo cierto es que los reme

disponían de matrículas impedían a las patrullas de lreclutarlos forzosamente o retener

en pataches o embarcaciodedicadas a la leva; pero, tal y coexplicó el remero de proa:

-Hace que se



hiele la sangre en arterías.

-Venas -corrigió primer remero.

-Arterias -insistió de proa.

-Ransome -dijo Jack-, ¿has o

hablar de esos pájaros Monumento? Pues bien, ¿no ves si volvieran a aparecer podratraer a Toby allá donde esDesembarca en las escaleras del OSwan, compra un puñado de pav



insisto, pavos, nada de gansoscolócalos encima del MonumenYo me acercaré al patache de leque tiene por oficial a Dick Pennreuniremos un grupo numeroso pno dejar un sólo callejón sin regis

en cuanto se concentre la multit¿Comprendes? ¿Tienes dinero?

Ransome se tocó la paderecha de la nariz para indicar había comprendido el plan de

amigo, revolvió el bolsillo pindicar que tenía una fortuna, cortede su madre, y acto seguido salt



un alijador,4 desde donde, con talno perder ni un precioso segun

pasó a un chinchorro, ordenandvoz en cuello: «A la oricompañero, y haga las cosas coDios manda por una vez en svida». Palabras éstas que el deembarcación entendió por ser pade su propia lengua, y a las cua

obedeció, llevando al intruso a tiecon toda la elegancia de la quecapaz un chinchorro.

Algunas horas antes de sucedido, el primer teniente navío estacionado en el puerto ha



dicho al señor Richard Penn, quinto teniente que hasta hacía mpoco tan sólo era guardiamarincolega de Jack, que lo que él,primer teniente, exigía era un pde celo, iniciativa y sentido com

por parte del mencionado sePenn. El primer teniente ya hatachado de inútiles los conocimien

de marinería, la inteligencia obelleza del señor Penn; pero menos el primer teniente tenía

derecho, o al menos eso creía, esperar del señor Penn que, cuanestuviera al mando de u



embarcación de leva, trajeraalguien más, aparte de los tulliidiotas que disfrutaban certificados de exención. ¿Acasoquedaban aprendices remolones enciudad de Londres? ¿O robusto

flexibles jóvenes? ¿Acaso el grude la población que carecía certificado se parecía tanto al pro

señor Penn?La dureza de sus palab

hurgaba en la conciencia del cap

de la embarcación de leva, cuanapareció Jack en el río gritando ande subir a cubierta:



-¡Hola, Dick!-Buenos días, señor Byron

saludó Dick fríamente.-Le ruego que me perdo

señor -dijo Jack saludando,sonrojado como un toma

¿Podría hablar un momento conusted?-Voy abajo, señor Hape -dijo

capitán a un guardia-marina enaActo seguido, bajó a una especiecompartimiento húmedo que pare

el interior de un armario.-¿Y bien, Jack? -dijo sentándy señalando un arcón vacío.



-Lamento mucho no habermostrado más contenido -dijo Jcon la mayor de las seriedades-, pestoy muy apurado, Dick, y conplenamente en usted. ¿Ha oído habde los pájaros que hay en

Monumento?

Y precisamente allí, en

Monumento, Ransome experimentciertas dificultades que no haprevisto. No había tenido problem

para comprar los pavos, y aunquepollero le había endilgado los mveteranos y fibrosos de todo



mercado (aves que habdemostrado ser extraordinariamefuertes, inteligentes, malvadashábiles), a esas alturas ya los tebajo control, y había llegado aentrada del Monumento, donde

impidieron entrar con los pavos.-Ni pavos, ni gallinas ni nad

dijo el guarda del Monumento que

ver que Ransome era marino, dio sentado que estaba bebido-. tampoco nada de alquitrán -aña

con ofensiva sobriedad.-¡En nombre del rey! -exclaRansome en un ronco jadeo.



El guarda titubeó un poco, plos pavos, que le observainquisitorialmente con sus opequeños y brillantes, edemasiado ridículos como phaberlos reclutado al servicio de

majestad, de modo que el guardadio la vuelta. Qué poco sabio fue su parte; qué decisión

imprudente, y cuan sinceramelamentó su temeridad al sentir umano de hierro en el cuello y ve

empujado al interior del MonumenEl Monumento, como casi toel mundo sabe, es una columna hu



que tiene una escalera de caracolsu interior: por un breve instandicho espacio se vio copado porcaótica mezcla de un guarda, varpavos y un enfurecido marino, mconfusa que ascendió hasta emer

sonrojada y apenas sin alientoparapeto cuadrilátero, situado bajoprotuberancia de bronce que cor

el edificio.Ransome siempre llev

encima un cuchillo y un pedazo

sedal; sin ellos se habría sentdesnudo.-Ahora, hermano -d



mostrándoselos al guarda-, tenque echarme una mano. ¿Que qué? Porque se lo pido en nomdel rey: ahí tiene usted el porqué; no lo hace, juro que le arrancarétembloroso hígado. -Ycon ésas le

una palmada en la zona del hígaantes de tenderle los pavos.

-¿Me promete que todo esto

en nombre del rey? -preguntó guarda entrecortadamente, cuanrecuperó el resuello.

-Sí -respondió Ransome, queescupía las manos mienobservaba las llamas de bronce



surgían de la parte alta Monumento.

-De otra forma no lo toleraraseguró el guarda-. ¿Tiene pañuelo?

Ransome le tendió el resiste

pedazo de lona que hacía las vede pañuelo, con el cual el guaprocedió a vendar a los pavos,

no tardaron nada en volverse mdóciles e inmóviles.

-No sabe usted nada de ave

dijo con una hosquedad no exentaseguridad en sus propconocimientos.



-Ahora escúcheme, cocinillareplicó Ransome, situado entre llamas-. Voy a tenderle este sedalusted los asegurará cuando yo llearriba. Entonces, como bcomprenderá, halaré el sedal p

izarlos, con lo que atraeremos a uconsiderable multitud de curiosopodremos reclutar forzosamente

algunos -explicó lentamente, pueque el tope del Monumento bastante distinto a la jarcia de

navío, y aunque por supuesto doscientos pies de caída no preocupaban, la disposición de



llamas sí lo hacía; ya que mientraarcia de un barco está dispuesta

manera funcional, aquemonumentales llamaradas de broestaban colocadas por una cuestarquitectónica, lo cual es

principio completamente distinto.-De haber dicho antes

pertenecía usted a la le

hubiéramos subido como cristianoprotestó el guarda-. Tresciencuarenta y cinco peldaños corrien

como monos de Berbería.-¿Qué? -preguntó Ransomedoblar una curva, peligrosame



suspendido de algunas llamas frdel arte.

-Trescientos cuarenta y cinpeldaños -gritó el guarda-. De spulgadas de grosor.

-¿Qué?-Y diez pulgadas

media de anchura.

-Que todos los hombres

dirijan a popa, señor Hape -dijocapitán de la leva.

La embarcación no era



grande como para que los marineno pudieran oírle alto y claro, p

no era apropiado moverse antesque la orden fuera transmitida forma oficial. Todos los hombrdespués de ser apropiadameconvocados por el guardiamariformaron de cara al alcázar, no la sosa rigidez de los soldados, s

con la desenfadada actitud dégade los marineros, con un aspenecesario es admitirlo, no m

diferente al de una pandilla obedientes gorilas. Eran miembros de la brigada de l



forzosa, tan susceptibles a los golde los reclutados como a tentaciones de la costa.

-Presten atención al seByron -dijo el capitán, cuya menteesforzaba en comprender la magni

del plan, y que no se creía capazestar a la altura de las circunstanc

Jack lo explicó en voz alta p

deleite de la tripulación, y al fiañadió:

-Pero esto que voy a explica

continuación es lo más importantetodo: estoy convencido de que amigo mío estará presente. Se per



durante el primer día de su estanen la ciudad. He aquí una guinegritó sacando una moneda-, y he aotra guinea -dijo sacando otra-, ytuviera más, más ofrecería. No puser más generoso, maldita

vuestra estampa. Ambas son paraprimero de vosotros que le pongamano encima. Es un poco enclenq

feúcho, tiene ojos verde claro yrostro blanco como la cera: visteviejo abrigo negro y calzones de

color apagado. Aunque a esalturas podrían haberle despojdel abrigo perfectamente. Tiene



particular manía de mirar a alrededor sacudiendo la cabezaquizás os parezca un tonto, pero estipo de lo más entendido y debtratarlo con amabilidad.

-¡Cubierta! -saludó el se

Hape. Había llevado consigo catalejo al tope, cuya lente, duralos últimos diez minutos, no ha

apartado de la resplandeciente cidel Monumento-. Allí, cubierta. Vasomar dos pájaros de la u

llameante.

El atuendo de Tobías



despertó comentario alguno. Londres había mucha gente vendía hasta la camisa en Rag Fla feria de los traperos, o queperdía jugando a las cartas, de moque nadie prestó mucha atenci

Vestía un saco con orificios sendas esquinas para meter piernas; como indumentaria, tenía

aire a los petos de antaño. Enpasado aquel saco tuvo buen aspeaunque lo cierto era que dificult

sus movimientos, pues al carecercinturón se veía obligado sostenerlo en alto todo el tiempo.



llegar a Fish Street (el Monumentoencuentra situado en Fish Street Hcerca de Pudding Lane), resoplópura angustia al comprobar quehabía rezagado respecto a los demcuriosos. Entre veinte y treinta

personas habían tenido a bcongregarse en el lugar psatisfacer su curiosidad; a e

alturas ya se habían formado uveinticinco mil opiniones acercalos pájaros.

-Son buitres -opinó un flacuciudadano-, un pájaro muy conocen Oriente. ; -Son águilas reales -d



un clérigo.-Son pavos normales

corrientes -dijo Tobías.Lamentablemente no encaja

muy bien su opinión. Se produjegritos de: «¿Quién se cree que

usted para opinar? ¡Andrajo¡Descarado! Enseñémosle buemodales». Y el ciudadano enclenq

que era un prodigio de malicia,abrió paso repetidas veces entremultitud para golpearle, empujarl

intentar abofetearle.-Son pavos -insistió a grTobías. Pero el grito de pánico



«¡La leva! ¡Que viene el pelotónleva!» lo salvó de las consecuencTodos los hombres que no deseabservir a su patria en la Armada r(y éstos eran legión), echainstantáneamente a correr todo

rápido que pudieron. Un instadespués, Tobías cayó de bruencima del barro, mientras a

alrededor corría un rebaño inquietas y descarriadas ovejas.

-¿Qué leva? -pregu

levantándose; aunque por trespuesta alguien dijo:



-Corre, corre. Coo te cogerán.

Una semana antes, Tobías hubiera prestado la menor atenció

aquella sugerencia proveniente detendero aterrorizado; habpermanecido en su lugar p

calibrar la naturaleza de la situacia ser posible desde una posicelevada. No obstante, le habsucedido tantas cosas desagradaben Londres que estaba dispuestocreer que podrían sucederle co



aún peores, de modo que echócorrer con toda la celeridad quesaco le permitía.

-Cubierta, ahí -gritó una voz parecía surgir del cielo-. Ah cubierta, allí -rugió Ransome de

la cima del Monumento; Tobapretó el paso al oírla-, Allí ecom pañero. Se dirige al río.

Tobías miró por encima dehombro y vio a dos hombres de plargo corriendo tras él con el ac

desnudo de sendos alfanjes, rápicomo pesadillas y gritando: «ooro, jo», mientras se acercab



Dobló la esquina de Fish Street Hsin poner los pies en el suelo, cosi tuviera alas en los tobildespués corrió por Thames Streesubió por Pudding Lane. El rumorlos pasos de sus perseguido

desaparecía en la distancia, cuande pronto, de un callejón situado aizquierda, surgieron más hombres

pelo largo armados de espadas y aspecto de gorila. Mediante esfuerzo sobrehumano logró pasar

largo, y doblando la calle apareen Eastcheap, que estaba atiborrde gente. Igual que el cervat



perseguido busca refugio entre ganado, Tobías creyó que estaseguro si se confundía entre ciudadanos. Estaba a punto de cagotado: los gritos que le perseguse hacían más audibles y cada vez

costaba más esfuerzo seguir adelanApenas podía oír nada que correspondiera a los latidos de

corazón, y la mirada se le enturbiano obstante, ni cien yardas separaban de la multitud, y sabía

si podía cubrir dicha distancia acarrera, tendría tiempo de sobdespués, para descansar.



-¡Al pairo! -gritaron los goral ver que su oro se alejaba volan Tanto correr para nada, maldita s

Alto.Tan sólo unas veinte yardas

separaban de la muchedumbre. Qu

fueran diez. En ese momento, su sburló la prisión de sus nerviomanos, se enredó entre sus pie

como consecuencia cayó al suante el griterío exultante de perseguidores, armados hasta

dientes.

-Jamás pensé que



conseguiríamos -dijo el señor Eempujando a Tobías para que subial carruaje de Portsmouth.

-Ya están aquí -gritó Jmientras ayudaba a su amigoencaramarse al techo-. He est

mirando en la dirección equivoca¿Cómo fue?

-Vamos, anciano caballero

gritó el conductor-, si va a suhágalo de una vez.

La puerta se cerró, el lát

restalló y la silla de postas abandoel patio. El señor Eliot sorteó piernas de sus compañeros de vi



tomó asiento en su lugar, se qusombrero y peluca, se puso un gode dormir y repitió entre jadeos:

-Jamás pensé que

conseguiríamos.

Mientras, en el exterior, Tobse encaramaba lentamente tambaleante techo, con la ayudaJack y del conductor, mient

Londres daba vueltas ante su mira-¿Cómo fue? -volvió a pregun

Jack visiblemente nervioso, desp



de sentar a Tobías con los papoyados contra el insignifica

pasamanos de hierro y la espacontra el equipaje que habasegurado en mitad del techo.

-Muy bien, Jack, graciasrespondió Tobías mientras jadeabcausa del reciente esfuerzo-. preguntaron qué haría ante un caso

ascitis, y satisfice su curiosigracias a Galeno, Avicena y RhazHabía un caballero muy amable

me indujo a mostrarle cómo inseu n pronator radii teres en pequeño cadáver que tenían a ma



lo cual no tuve ningún problemahacer; lo del pronator radii terescosa de niños, Jack. -Bostezó, desperezó y estuvo a punto de caesuelo cuando el coche giró aizquierda para tomar la carretera

Portsmouth.-Sí -dijo Jack cogiendo

Tobías y tirando de él para ev

que cayera-, sí, sabía que no tendrningún problema. -Sentía confianza ilimitada en la capaci

de Tobías para satisfacer a cualquunta de examinadores, fuera la fuera-. Pero dime, ¿te entrega



algún documento? ¿Yqué me dicesla Junta Naval?

-La Junta Naval me paremucho menos interesante que Colegio mayor de cirujanos, Jacconfesó Tobías, al tiempo que

amigo empalidecía-. En el Colegmientras escribían mi certificado, examinadores apreciaron el diagra

anatómico que había realizado solos topos, que estaba al dorso de certificado de estudios, encima de

mesa, y uno de ellos hizo un parcomentarios muy acertadosalentadores sobre la exigüidad



colon descendente en el toAunque en la Junta Naval tambfueron muy amables.

-Eso es estupendo -dijo Jrecuperando el color-. Imagino no esperabas que discutieran cont

por las entrañas de ese topo;fueron tan amables, entonces ¿de te quejas? ¿Qué sucedió?

-Tuvimos que correr hallegar allí (y créeme, Jack, el seEliot corre a una veloci

sorprendente para alguien de edad), porque la conversación acede los topos se extendió tanto que



Junta Naval estaba a punto de cersus puertas, eso por no mencionapartida del coche; y mientcorríamos pasamos junto a la cdonde yo dormía. Sin embargo, creas que paramos: simplemente

limité a señalársela al señor Emientras corríamos, y dije...

-Vamos, Toby, no dtantos rodeos. ¿Qsucedió?

-El secretario leyó la ca



extendida por los cirujanos; vesellada, ya sabes. Decía que

habían examinado, y que consideraban apto para un tercclase.

-Un tercera clase -repitió Jcon los ojos brillantes de alegría.

-Sí -dijo Tobías frunciendoentrecejo-. Lo cierto es que

afirmación me molestó, dadmitirlo.

-Maldita sea, Toby; ¿có

puedes ser tan poco cumplido? ¿sabes qué es un tercera clase?-No -admitió Tobías-, pero



suena muy selecto. Un tercera cla¡bah!

-Un tercera clase -dijo Jack vehemencia- es un setenta y cuaPiénsalo, Toby. -Miró a su amcon más respeto que antes: siem

había tenido a Toby por una cajasorpresas, pero jamás lo habrelacionado con la grandeza de

navío de setenta y cuatro cañonPiénsalo, Toby -repitió en tosolemne.

Toby lo consideró; o al melo hizo ver, ya que sus ojos parecperdidos en la distancia y te



apretadas las mandíbulas, igual hacía siempre que meditaba soalgo. Cerró lentamente los ojovolvió a sentarse con cuidado.

-Sigue -gritó Jack-. ¿Qsucedió después de leerte la carta?

-¿Eh?

-¿Qué pasó después de quesecretario te leyera la carta? Vam

Toby, no seas tonto -dijo Jdándole un fuerte codazo padvertirle que su interés no era c



de broma.-¡Ay! Después, el secreta

dijo que lamentaba terriblementedisponer de ningún navío de tercclase que proponerme.

-Oh -exclamó Jack en voz bpara ocultar la cruel decepción sentía.

-«Pero», dijo él con un gu

dirigido al señor Eliot -prosigTobías-. Comprendí claramente qse decían algo con la mirada, lo c

sospecho que debe de ser obsequio de costumbre, algo nadie debe eludir bajo ningu



circunstancia. «Pero», dijo guiñando de la forma ya descr«puedo ofrecerle el Wager , si usse aviene a aceptarlo». Y con enos dimos un apretón de manos y las órdenes adecuadas para dispo

inmediatamente mi certificado; y pronto como estuvo firmado, el seEliot pagó al escribiente y al porte

me deseó toda la felicidad del muny me obligó a correr hacia el coccon más prisas que antes.

-¡Así que lo h



conseguido! -gritó Jacon el rostro radiante alegría-. ¿Tienes certificado, Toby? -gr

propinando palmadas enespalda de su amigo, ha

que éste estuvo a punto perder de nuevo equilibrio. Jack lo resc

a tiempo; le estrechó mano con mucefusividad y añadió-: T

veces hurra. Ya form parte de la Armada, viey por éstas que la glo



aguarda a la vuelta deesquina. ¿Me deecharle un vistazo certificado?

-Sí -dijo Tobías mientras palpaba el bolsillo. Una mirada preocupación cubrió su rostro

comenzó a palparse todo el abrigochaleco y los calzones. Ya no vestido con el saco, lo que no eraextrañar teniendo en cuenta presentarse ante la Junta Naval esa guisa no habría sido muy sutil



modo que lo custodiaron a bordola embarcación de leva mientrassegundo del contramaestre, aprendiz de lencero en los tiemde William y Mary a quien no hadejado de considerarse como a u

autoridad en cuestiones de modaaparejaba en la tenducha mcercana. El susodicho ayudante

contramaestre tenía más buvoluntad que juicio; su tiempo estlimitado a diez minutos, y su bols

los doce chelines que le quedabaJack. La obra resultante atavióTobías algo mejor que el pro



saco, aunque eso no tuviera ningurelevancia en un momento como éen que lo más importante era Tobías desconocía la disposiciónlos bolsillos, y que debía palparlobuscar en su interior, uno tras o

con tremendo esfuerzo. Las arrude la frente de Toby se pronunciamás y más cuando volvió a empe

desde el principio, desde el cuehasta los faldones.

-¿Y en tu sombrero? -pregu

Jack poniendo la mano sobre redonda copa de aquel sombrero el vendedor le había endilgado



cuatro peniques y que proporciona su amigo un aire algo puebleriLevantó el sombrero con mutiento, para evitar que documentos salieran volando deinterior.

-¿Crees que detendrán el coc-preguntó Tobías. Pero antes de qJack pudiera contestar, gritó-:

tiene el señor Eliot! Me dijo sería mejor que lo guardara mismo; estoy casi seguro de que se

di. -Toby, Toby -dijo Jack, adesesperado-, si sigues así dudo



llegues a viejo. Agarra mis piernquieres. -Se asomó por el borde yrostro, cada vez más púrpuapareció boca abajo en la ventan¿Tiene usted el papel? -rugió.

El señor Eliot se llevó u

mano a la oreja para dar a entenque no podía oírle. Cuando Jrepitió la pregunta, asintió

violencia y se palpó el pecho abrigo, en una curiosa y exagerpantomima, habitual en quienes

comunican a través de cualqucristal.Jack se incorporó con



aspecto que no difería demasiadode una elegante mora, satisfechohaber resuelto lo que más importaba.

-Y ahora, Toby -dijo sentándtan cómodamente como le permitió

espacio dejado por el equipa¿cuándo vas a explicarme códiablos acabaste metido en ese sac

Pero Tobías había sufrmuchos contratiempos en el cursoaquel día: le habían perseguido

marineros de la leva y le habapresado para devolverlo a amigos, haciendo uso de una nota



violencia; después le habían vestiel señor Eliot lo había examinadoigual que lo habían examinado cirujanos, que después le habproporcionado un certificado, barco, una carrera y la perspect

de ver, en un futuro inmediacriaturas desconocidas pcualquier filósofo natural. Y apen

un momento antes todo había estadpunto de invertirse. La velocidad que habían tenido que moverse, vo

a Malborough Street en busca dinero, a casa de la señora Fuller su certificado de estudios y dem



posesiones, por no mencionar carreras en compañía del seEliot, no le habían permitdisfrutar de una buena comida, yese momento Tobías estaba exhaude tantos nervios, del hambre y d

emoción.-¿Saco? -preguntó; asin

durante un minuto y a continuac

observó sin alterarse lo más mínim En primer lugar debo decirte que

trataba de un saco de prim

categoría.Dicho eso se quedó dormitan profunda y completame



dormido que tuvieron que atarloequipaje para evitar que cayera; Jno se separó de él, y mantuvo umano cerca por si acaso caía en ude los baches que dio el cocheenfilar Guildford, Godalmi

Mousehill, Seven ThorPetersfield, por todo el camino Purbrook hasta Portsdown H

desde cuyas alturas alcanzaron a el puerto en todo su esplendor, astilleros, las fortificaciones y, a

lejos, al abrigo de la isla de Wigla escuadra fondeada en SHelens, y el Centurión,



Gloucester , el Severn, el Pearl ,corbeta Tryall y el Wager.



CAPITULO 4

Aquel sábado, la escuadra no

hizo a la mar. El señor Eliot lo suen cuanto echó el pie a tierra Portsmouth, de labios de una de voces más autorizadas en la matesu propio capitán. El capitán Ksalía del Crown en compañía capitán Mitchel, del Pearl , cuando

conductor tiró de las riendas, y pronto vio al cirujano, gritó con



excelente sentido del humor:-De haberlo preferido, doc

pudo haber venido usted carro,ja,ja.

El señor Eliot había servidola Armada cuarenta años, y por ta

encajó la noticia haciendo alardesu ecuanimidad; tan sólo observó el Almirantazgo encontraría m

barato cortarles la gargadirectamente, antes que despachara doblar el cabo de Hornos b

entrado el año. Jack tampoco alteró al enterarse de que taquella carrera frenética por llega



Portsmouth había sido en vaSeñaló que sería estupendo pToby comer decentemente y pasarresto de la noche en una cama,tierra, ya que siempre resultmucho más agradable presentarse

mañana a bordo del barco donde uestaba destinado.

El sábado amaneció tan du

despejado y azul como pueda seuna mañana de verano en InglateTobías se había despertado al oí

las gaviotas, pensando en sucedido el día anterior y en lo significaba aquel nuevo día, de mo



que el suyo fue un intenso desperrepentino y muy agradable. Vio qJack ya se había levantado, estaba limpio, vestido, rebosantevida, y que observaba Gosportravés de un telescopio.

-¿Te gustaría echar un vistazopreguntó-. Desde aquí no se puver Saint Helens, pero si te arrima

la esquina verás un panoraencantador del hospital.

Tobías observó Haslar, miró

tres gaviotas argénteas, divercabecinegras y un cormorán moñu-Gaviotas, ¿eh, Jack? -dijo an



de cerrar triunfalmente la mandíbu Aves marinas. Saldré p

observarlas más de cerca.

-Ni se te ocurra -d

Jack.-¿No puedo salir?

-No -dijo Jack con firmeToby, no saldrás nunca a menos qyo te acompañe. Ni en tierra ni

ninguna parte. De modo que ni seocurra.

Tobías tuvo que admitir



usteza de aquellas palabras, y Javencedor de aquel breve lan

propuso a continuación dar vuelta mientras les preparabandesayuno.

De haber tenido la intenciónmostrar el poderío naval Inglaterra en todo su esplendor, podría haber escogido mejor d

Además de su propia escuadra,pertrechaba la vasta flota que departir rumbo a Cartagena y

posesiones españolas en Antillas.Spithead había navíos de guerratodos los portes, además



transportes que se intercalaban enellos y los lanchones y pinazas, cublancas velas competían con migajas de nubes que teñían sin pni gloria un cielo completameazul, y que iban y venían de un lad

otro sin pausa ni descanso. DAstillero Real, el mayor del munsurgía un sorprendente bosque

palos, en mayor cantidad de lo era habitual, y aunque el día festivo para los habitantes civiles

pueblo, en el astillero reverberabaeco estruendoso de los martillos.aire claro y frío del mar



entremezclaba con el aroma a brepintura y a cordaje procedentes astillero, y con el lejano regustron y brandy que emanaba, general, del pueblo.

Jack señaló su escuadra, situ

en Saint Helens, demasiado lecomo para verla sin ayuda de catalejo; señaló al Royal George,

navío de tres puentes armado cien cañones, así como al restoembarcaciones, empezando a

derecha por la Salamander , bombarda de ocho cañones calibre más pequeño; desp



explicó las diferencias entre un nade línea y una fragata, definió lo era un barco, una falúa y bergantín, y habría definido montón de embarcaciones más dehaberlo interrumpido el sonido de

algarabía. Era la Lively, una corbque salía del puerto y que se deslen el agua hasta pasar a unas yar

de donde se encontraban; el picocangreja tomó la brisa, y la vmayor, ya braceada a sotavento p

bolinear, se infló sin aspavienhasta dar forma a una curva queayudó a andar fuera del puerto, c



vez más rápido, como si ella misfabricara la brisa. Tenía un aspetan bonito como pueda imaginarecién pintada, lona nueva, cubiereluciente y el bronce bruñido. Erorgullo de su nuevo comandante, y

andar con presteza rumbo a la veisla dibujó una larga estela en aguas del puerto.

-¿Qué te ha parecido eso, Tob-preguntó Jack cuando cesó alboroto. Tobías no respon

inmediatamente; más bien se limitapretar la mandíbula como masticara algo, Mientras la p



blanca de su rostro perdía la batafrente al sonrojo, fruto del placer había experimentado al presencsemejante espectáculo.

En el camino de regreso Crown, Jack señaló a

vicealmirante de la escuadra azul dos capitanes de navío, y considerar que debía aprovecha

del repentino entusiasmo de Tobpor todo lo relacionado con náutica, hizo especial hincapié en

necesidad de respetar la cadenamando.-No puedes ni imaginar -d



extendiendo la mantequilla porsuperficie de la tostada, ya en el cdel Crown-, querido Toby, no pueni imaginar el abismo que meentre un capitán y cualquier opersona. -La conversación conti

por esos derroteros, mientras Tobingería cuatro huevos pasados agua, cogidos con la servilleta.

pronto, dudó de si estaría hacienlo correcto, y durante bresegundos entrevio la posibilidad

que Tobías se acercara al comodpara razonar con él en favor manejo democrático de la escuad



Su mente, sin embargo, saturada las tostadas con mantequilla y pocafé, no se entretuvo demasiado enparticular.

-Por cierto, qué suerte hemtenido al no hacernos a la mar n

más llegar -dijo con una espontásonrisa en los labios-. No habrtenido más remedio que deja

vestir por el contador, o cualquier cosa que encontrásemosMadeira o en dondequiera

llevemos a cabo la aguada. Al menpodremos pertrechar nuestro arde forma decente. -Jack, como to



sus familiares por parte paterna, un firme partidario de gastar dinero a espuertas; la solvenciatintinear del dinero en el bolsiresultaba algo antinatural en él. hecho, había pocas cosas que

complacieran tanto como gastar. solo hecho de pensar que degastar muy rápidamente una su

considerable en Tobías le hsentirse tan bien y tan nervioso soltó un sonoro silbido. Jack pos

un silbido genuino y melódico, presultaba de lo más estruendosocualquier recinto, y un teniente con



rostro amarillo que se sentaba enmesa contigua se llevó la mano afrente y los observó con una mirque destilaba odio puro-, peroapuntó Jack echando un vistazoreloj- lo mejor será que antes

personemos a bordo; además, esopermitirá saber qué tipo de cosas a necesitar, en todo lo referente

sierras, cuchillos y demás.Caminaron hasta alcanzar

orilla, donde pidieron un bote.

-Wager se limitó a decir Jmientras subía al bote con facilidaTranquilo -dijo después, cuan



ayudó a Tobías a levantarse fondo del bote y sentarse bTobías había puesto el pie cuandobote subía mecido por el oleajecomo sucede a muchas personastierra adentro, al bajar había ca

de rodillas, de forma un taignominiosa-. Ha sido cosa oleaje -explicó Jack.

-¿De veras? -preguntó Tobí¿De las olas? Ya me acostumbrcon el tiempo.

El remero tuvo que bogar buen trecho, pero la mañana era espléndida, y la flota y



actividades resultaban fascinantes, que durante la maparte del camino permanecieronsilencio. Al avistar al Wager Japidió al remero que variara rumbo, ya que se dirigía hacia

navío de cabeza, y el Wager encontraba en la penúltima posició

-Pero usted dijo que prim

debíamos dirigirnos hacia el bade pertrechos -protestó el remero.

Jack siempre había pensado

e l Wager por su nombre, no porcometido, de modo que le molesobremanera oír que otra pers



hacía lo contrario, y deseó queremero cerrara la boca y se ocupde sus propios asuntos. Éste, a qualgunos almirantes habían maldecantes de que naciera Jack, se tomócuestión como algo personal, pero

limitó a observar en voz alta:-Serán cuatro peniques ex

además de dos peniques por

remos.-AI barco de pertrechos

masculló Jack-, maldito sea. -Pero

pasar junto a la iglesia de SHelens, donde había fondeado comodoro, y virar para pasar junt



la línea de barcos, se sintieron manimados ante la visión de espléndida línea en que formabanembarcaciones de la escuadra.

-El Centurión -indicó Jack, no estaba dispuesto a desperdicia

ocasión de hablar a Tobías soellas- es un navío de sesecañones, ¿lo ves? Un navío de cua

clase. Maldita sea, Toby, precisamente es donde deberíamestar, junto a Keppel y Ransom

Mira, si sigues el surco de la estque atraviesa el barco, allí estácomodoro, ¿lo ves, Toby? Es el q



señala al interior del combés.-Lo veo -dijo Toby sin qu

ojo a la augusta figura del seAnson-. ¿Nos quitamos sombreros y saludamos?

-No, no -exclamó Jack.

encontraban tan cerca del Centurque incluso podía oír la voz comodoro-. Aléjenos -ordenó

remero. Rápidamente desvió atención de Tobías hablando Gloucester , el siguiente en la líne

después del Severn, ambos cincuenta cañones-. ¿Quién comael Severn? -preguntó al remero.



-El capitán Legge -responéste-. Es el hijo de un lord. honorable Legge o algo pareciUno puede hacer lo que le vengagana si es el hijo de un lord -descupiendo con disimulo en el m

Si yo fuera hijo de un lord -añadióremero-, ¿creen que estaría asentado, trabajando y revoleándo

en el fango sin parar?

-¿Se revuelca mucen el fango? -pregunTobías.



-Como una marsogobernador, y también trabajo. Psi fuera el hijo de un lord, me pasael día sentado tranquilamente encúter con velas de tafetán rosa. ¿Q

por qué? Pues porque el mépersonal de nada sirve en estiempos.

-El capitán Legge estuvo conalmirante Vernon en Porto Belloreplicó Jack-. Entonces servía en

earl . Y allí tenemos al Pe¿acaso no es elegante? -Así era;más, aún parecía envuelto por el a



que proporciona una famosa victoDespués que Jack lo hubo miradosuficiente, añadió-: Cuarenta. Es ude esos navíos antiguos de cuarecañones, pero dicen que navega bien de bolina que sería capaz

superar a cualquiera. El capiMítchel tiene el mando. La corbque está amadrinada es la Tryall ,

también pertenece a la escuadra.-Creo recordar que describ

una corbeta como una embarcac

de un palo y una vela detrás -proteTobías al distinguir claramente palos muy altos y velas cuadras.



-Ah, bueno. Es que sólo es ucorbeta de nombre -aclaró Jack-.realidad, tiene su lógica... con eno queremos decir que sea corbeta. -Sin embargo no esclareel significado de su últi

afirmación, pues contemplfijamente al Wager , al cual acercaban-. Ya hemos llegado -d

poco después, mirando inquietoTobías para ver si estdecepcionado: sin embargo, para

ayudante de cirujano el Wager teel mismo aspecto, más o menos, cualquier otro barco. Tendría u



cien pies de eslora, no como navíos de cuarta clase, que debalcanzar los ciento cincuenta pietan sólo contaba con una fila portas. Sin embargo, parecía a toluces un barco espléndido y de a

palos, mucho más de lo que Tobhabía esperado encontrar. Al busalgo agradable que decir, conscie

de la mirada de Jack, contemplóembarcación durante un rvolviendo la cara a un lado, mient

se rascaba el muslo derecho.-Es más amplio que los demdijo finalmente-, y me atrevería



decir que debe de ser mesusceptible a la hora de zozobrar.

Lo cual era muy cierto, pueque el Wager tenía ancho el travamplio, casi maternal; lo habconstruido expresamente p

transportar una considerable cantide mercancías a una velocirazonable, y pese a su disposic

marinera y al generoso uso depintura proporcionada por astillero, carecía, para el atento

del buen entendedor, del aspeaguerrido de un navío de guerra. duda era un antiguo inchimán,



buque de pertrechos; y por mvalioso que pudiera ser, y por mpoco susceptible que fuera a la hde zozobrar, Jack supo que sería mdifícil llegar a quererlo.

-En fin, no te preocupes -dijo

añadió dirigiéndose al remerLlévenos al costado. Toby -dijotono discreto a la par que firme-

ruego que te comportes discreción. Procura no rascarte adoptar posturas extrañas, ni m

de soslayo cuando los oficialesdirijan la palabra. Limítate a segmi ejemplo, ¿de acuerdo? Y proc



subir a bordo con el pie derecho; da mucha suerte.

De hecho fue una suerte quemar estuviera tan tranquilo, inusualmente tranquilo, ya que mde un hombre de tierra adentro,

subir a bordo por primera vezverse enfrentado al inseguro costde un barco que sube y baja mec

por un oleaje oscuro frío y peligromientras el bote danza a su vez delado a otro con el peligro inmine

de acabar aplastado, o succionaen mitad de ambos, a menudo termescalando, tan empapado co



avergonzado, por el cambiante goque forman las resbaladicuadernas de los costados, dirección a la anhelada cubiePero Tobías apenas dio un pdesde el sosegado bote para po

pie en el barco, que apenas se movy caminar a través de la porta entrada. Y fue muy afortuna

porque al detenerse a meditar enlínea de flotación, de haber habidomenor indicio de marejada, hab

acabado inevitablemente en el suo quizá peor, calado o ahogadoaquel mismo instante en



empezaba su carrera en la Armada

Mientras pasaba la porta de entrada alcázar, resulto a tod

luces evidente para Jaque aquel sábado Wager no tenía ningu

intención de levar anclParecía abandonado, aunque lampaceaban cubierta con energía,

barco parecía aquejado cierta somnolencia.



encaminarse hacia oficial de guardia, tuuna serie de impresion

pasajeras, ésa entre ellToby le pisaba los talon

para personarse también

servicio, y anunciar presencia como menester.

El señor Clerk, el piloto Wager , era un hombre pacíficoentrado en años, con aspeinmaculado, lavado por el mar



ojos acuosos y azules. Los recicon amabilidad, dijo a Jack quecontador había preguntado por explicó a Tobías que el señor Ese encontraba en ese precmomento en la enfermería

sollado y llamó a uno de ayudantes para que les indicasecamino.

-Señor Jones -dijo con el acenasal de East Anglia-, le ruego qacompañe abajo a estos caballero

se asegure de que se acomoapropiadamente.Se dirigieron desde la popa



alcázar propiamente dicho, y de llegaron al amparo de la tenue luzla cubierta, donde Tobías dio traspié cuando intentaba demasiadas cosas a la vez, tropsobre el puño de un lampazo y c

cuan largo era, cinco pies y cipulgadas y media. Su frente contra la desagradable superficie

un cañón, que hizo vibrar como campana; el segundo del pilotoayudó a levantarse, le dijo que ha

tropezado y que debía ir cuidado, vamos, que debía mdónde pisaba. A un tiempo,



hombre gordo vestido con grasiento abrigo negro, un hompálido con cara de vivir en bodega, surgió de entre las sombpara saludarlos.

-¿Señor Byron? preguntó-. ¿El honorab

señor Byron?-Para servirle, señ-respondió Jack fríamen

-Me llamo Hervey... Soy contador-dijo el gordo-. Y le



reservado una cabina. Me preguntpodría tener el placer de...

-Es usted muy amable -dJack-. Señor Hervey, éste es el seBarrow.el ayudante del cirujaAcaba de enrolarse.

-A su servicio, señor -saludócontador con una reservinclinación de cabeza, y llevándos

Jack con una mano sobre su hombcontinuó-: Tuve el honor de que presentaran a su abuelo...

-Vaya con el grasiento murmuró el segundo del piloVamos, joven matasanos, y mire



donde pisa. -El señor Jones no hade forma tan poco ceremoniosa una cuestión de falta de educaciónsiquiera por ser hosco de corazsino por el disgusto que le hacausado el tono obsequi

empleado por el contadRecorrieron una especie de circupara llegar a la enfermería

sollado, ya que buena parte de cubiertas tenían las portas cerradaajustadas para retener con m

facilidad a los últimos hombres habían sido reclutados forzosamenlos cuales escaparían en cua



encontraran una oportunidad. señor Jones le condujo a lo largola cubierta, subió y bajó de nuehasta una escotilla que desembocen una profunda oscuridad; su flotaba en el ambiente, advirtiend

Tobías, con una reverberanteinquietante oquedad, que tuvieracuenta el cascabel. El joven no ha

dejado de ver chiribitas a causa dcaída, pero siguió el sonido aquella voz como si se tratara de

murciélago. En ese momento oscuridad perdió intensidad, y apadel olor de la sentina, del mar, de



brea y del cáñamo, Tobías perciel familiar aroma de medicamentos. Doblaron un biomde lona y encontraron al señor Elque estaba de pie en mitad deenfermería y que sostenía

improvisado candelabro mientras uexpresión de marcado descontentodibujaba en su rostro.

-Aquí tiene a ayudante, doctor -dijo señor Jones.



-Gracias, señor Jones -replel doctor, que de pronto pareció aaliviado-. Ah, señor Jones, encuentra usted a ese asistente mle ruego que le propine una fue

patada y después me lo envíe. mandé hace media hora a vercontramaestre -explicó a Tobí

para que enviase a alguien a rehasu biombo; coincidirá conmigo que se trataba de un mensaje de

más sencillo.El señor Eliot de a bordo no como el de tierra, sino m



autoritario, menos locuaz y meamistoso; además, en ese precmomento carecía del menor atisbosentido del humor. Su budisposición le había llevadoencargarse personalmente

alojamiento de Tobías, lo cual, tacomo admitió, hubieran hecho pocirujanos. Sin embargo, a e

alturas había sufrido tal cantidadpequeños contratiempos que paredispuesto a pagarlo con él.

-¡Andrew! -El grito reverbeatrapado entre los mamparos dediminuta enfermería-. ¡Andr



Quiero que hunda a ese condenbruto en lo más profundo infierno. Ah, ahí está. ¿Dónestabas? ¡Ay, alcornoque! -gritócirujano moviendo la mano dirección a la cabeza del chico.

-El contramaestre dice quecosa del carpintero -dijo muchacho, agachándose.

-¡Qué poco servicial es perro del contramaestre! -dijo cirujano-. Qué vileza; es uno de e

tipos de Gosport que no tienen dócaerse muertos. Siempre sucedemismo, señor Barrow: s



perfectamente que el carpintero een tierra. Quería disponer el biomde esta manera, ¿lo ve? -dsosteniendo en alto un trozo de loA esas alturas, los ojos de Tobíasse habían acostumbrado a

oscuridad, y vio que se encontrabaun recinto de nueve pies por docon dos biombos de lona a am

lados, de cinco pies de alto, yinmenso arcón que hacía las vecestercer mamparo y que tenía

prodigiosa cantidad de cajoncitosseñor Eliot sostenía en alto una pisuelta de vela donde debía situars



cuarta división-. Esto proporcionará un sorprendente grde intimidad si es que podemarreglarlo -dijo-. Le doy mi palade que disponemos de una enfermemagnífica: parece una cabina en t

regla. ¡Y mire la altura que hay pla cabeza! Yo apenas tengo qagacharme, y usted puede mantene

erguido, al menos en el cenTendría que haber visto el agujdonde empecé mi carrera. Era

mitad de grande, y éramos tres. Ude ellos, por cierto, era un colrepugnante. Aquí nos las apañarem



para sacar todo el provecho podamos de la situación, y taparemos a usted de nuestros futupacientes; ya sabe, un poco intimidad es algo que no tiene preen el mar.

-Señor-intervino Tobías-, estoy sumamente agradecido poramabilidad y aliento.

-Y tiene motivos para estarlafirmó el señor Eliot-, porque encontraría usted a ningún o

cirujano en la Armada dispuestohacer ni la mitad. -Entonces, al cen la cuenta de que lo que acab



de decir sonaba menos amable deque había pretendido, mostróTobías el armario de las medicinale ofreció una dosis de branmedicinal, o una cucharada de sirdel bulbo de la escila, así co

cualquier cosa que pudiera desecomo bálsamo de melisa, melazaVenecia o julepe de grano de an

En el transcurso de toda una ventre medicamentos hadesarrollado un paladar particu

para todos ellos, un conocimieíntimo compartido, hasta ciepunto, por Tobías y el asistente,



modo que pasaron un rrevolviendo entre tinturas, ungüeny toda clase de medicamensólidos que se ingerían coalimento, mezclando entre epequeñas recetas particular

mandragora, opio, eléboro negAquí es donde operamos durantecombate -dijo el señor Eliot antes

mostrar los instrumentos a Tobías.-Este trepanador par

estupendo-dijo Tobías, que soste

un inquietante aparato cuya utiliconsistía en practicar agujeros encráneo del paciente.



-Sí -afirmó el señor Eliot-. última vez que lo utilicé fue consegundo teniente del Sutherland ,caso muy serio de melancoSupuse que podría aliviarle.

-¿Y lo hizo, señor?-Demostró ser

paciente mdesagradecido.Tobías conside

apropiado cambiar tema, y observó:



-Aquí hay vendas; aquí, agujhilo de sutura. Si practicamos agujero en este pedazo de madcon el trepanador y hacemos vendaje a través del aguje

podríamos asegurar el mampcosiendo las solapas como si tratara de una sutura de Gemelli.

-Excelente -aplaudió el seEliot, que había recuperado el btemperamento gracias a una do

salina y una pildora azul. Cogiótrepanador y practicó lo planecon una habilidad y celeridad



decían mucho acerca de la gratidel segundo teniente del SutherlaLa velocidad es de vital importanen quienes deben operar anestesia, y el señor Eliot, secundpor Tobías, levantó el mamparo

vela como si corrieran contra cronógrafo.

-Esto servirá -dijo el ciruja

rematando la última suturaapartándose un poco, como inspeccionara a un paciente-. C

que hemos tardado unos dos minuAhora tengo que dejarle, seBarrow, aunque espero verle a po



del trinquete a las ocho en puntola mañana: durante el resto del díadueño de su tiempo. Si necesita aldígaselo a alguno de los asistentevenga a mi cabina, que se encuenen el entrepuente del costado

estribor, junto a la del piloto. atrevería a decir que sus ayudanteinvitarán a comer con ellos. -C

esas palabras salió seguido de asistente. Tobías quedó a solas enenfermería, sumido en un estado

confusión. Permaneció sentado enpenumbra, susurrando «a popa trinquete» una y otra vez, mien



intentaba reconciliar las ventajasllevar una vida en el mar (aire freilimitado y luz, principalmente) el fétido y oscuro agujero dondeencontraba. Intentó recordar cóhabía llegado a la enfermería,

camino había recorrido; se pregusi sería apropiado irse, si le darde comer alguna vez y, en ese ca

dónde. Un poco después se produn extraño tamborileo, seguido una serie desenfrenada de gritos;

lo visto, un montón de hombcorrían por cubierta, ocasionalmeiluminada por la apertura de algu



portas, mientras los improvisamamparosí de velamen que formalas paredes del alojamiento Tobías temblaban ante las prisasmarineros que, tan pronto cohabían aparecido, se desvanec

entre bramidos.-Si hubiera tenido más firmez

dijo Tobías en voz alta, mientras

precipitaba lentamente fuera deenfermería-, les habría preguntadocamino. No habría quedado m

bien, eso desde luego. Supongo podré encontrarlo, más tarde o mtemprano.



Le preocupaba sobremanevitar que Jack fuera señalado coel amigo de alguien tan ignorantecuestiones navales como él. Sin capaz de interpretar las caualguna que otra vez había percib

la incomodidad de su amigo, auna él la opinión de los demás le trsin cuidado. Al llegar a la escala

la bomba de sentina, descendiósilencio por ella hacia la bodega.

Después de avanzar a rast

por seis de los genoles, o ligazoninferiores, se encontró frente mamparo del pañol del pan, donde



vio obligado a detenerse porque había forma humana de segavanzando hacia popa. Estcompletamente rodeado de enormbultos tapados, a los que apedistinguía debido a la escasa luz

se filtraba a través de cuaenjaretados sucesivos. Las ratasmovían a sus anchas, y la invisi

agua del pantoque se hacinpeligrosamente bajo sus pies. Haperdido completamente el sentido

la orientación.Justo encima de su cabeseparado por unos treinta pies



distancia en la perpendicular, Jacel contador se despedían el uno otro:

-Recuerde a su señoría humilde labor en este barco -dijocontador refiriéndose al abuelo

Jack-, y si hay alguna manera ayudarle a usted, no dude decírmelo.

-Es usted muy amable -dJack; y en cuanto el contador se humarchado se secó la mano, ya que

señor Hervey se había mostrado mentusiasta a la hora de estrechárse«Me pregunto qué querrá -pe



preocupado por el comportamiedel contador. Jack no era cínico naturaleza, pero sí sabía un parcosas acerca de la vidProbablemente, una de propiedades» -concluyó con basta

acierto, tal y como se demostró mtarde-. Su abuelo lord Ber-ke(Jack estaba muy bien relacionad

había lores en cada una de las ramde su familia) tenía dos beneficiosu cargo, cuyos actuales beneficia

eran muy ancianos. Más de una vJack había sido objeto inesperadas atenciones por parte



clérigos y sus familiares. Siemaceptaba cualquier cosa recibiera por e,se motivo con sentimiento natural y despreocupaconsciente de formar parte de telaraña de corrupción, y por ello

ese momento, observó la cabina una intensa satisfacción: le paremuy particular y alargada, aunque

mamparos parecieran de papelestaba empotrada entre el mampde la camareta y la cabina del prim

teniente. De hecho, si el Wahubiera contado con el complemeoficial de tenientes, lo más seguro



que se la hubieran asignado a unoellos, quizás a dos; en definitiva, un espacio demasiado grandevalioso como para que lo ocuparasolo guardiamarina, por muy brelacionado que pudiera estar. Te

una litera de curioso aspeexcelentemente adaptada para enano triangular, dos armarios y

espacio suficiente para colgar uhamaca. Por supuesto, carecía de y aire, exceptuando el que se filtr

por debajo de la puerta; eso supoun grado de comodidad al que Jno podía aspirar, al menos dura



los próximos años.-Debo encontrar a Toby -d

dirigiéndose a la camareta guardiamarinas.

No encontró a Toby, pero sun joven delgado y aprensivo.

-Hola -saludó-, me llaByron. ¿Ha visto al ayudante cirujano, un tipo bajito que viste

negro?-No, señor -respondió

escuálido muchacho cuadrándose.

-Sólo soy un guardiamarina,se preocupe por mí -tranquilizó Ja Si lo ve, ¿querrá rogarle que



espere aquí? Voy a buscarlo a enfermería del sollado.

Pese a esperar allí un buen rano tuvo ningún éxito en el sollado.final pensó que, probablemenTobías debía de encontrarse con

cirujano en la cabina de éste, danvueltas a los habituales tópicos deprofesión, razón por la que volvi

la camareta. Mientras estuvo aboyó el ruido de diversos gruposhombres que volvían a bordo, y no

sorprendió al ver en la camaretdos nuevos guardiamarinas. Unoellos era un tipo grande y entrado



carnes, con rostro enrojecidoestruendosa risa; el otro era hombrecillo de piel morena, marde viruela en el rostro, la btorcida y un marcado acento escoc

El guardiamarina gordo y ale

se lo pasaba en grande mieninterrogaba al muchacho delgado,recién llegado, que, aterroriza

permanecía cuadrado ante él.-¡Eh, usted! Venga aquí

exclamó el inquisidor al ver a Jac

Venga aquí y explíquenos quiénusted. Ahora mismo.-Maldita sea -respondió J



apaciblemente, al tiempo que sentaba sobre un arcón-. ¿De vecree que me apellido Novato?

-¿Acaso debo suponer que uses Byron? -preguntó el otro con mueca-. Acaban de subir a bordo

arcón: lo trajo Ransome, Centurión; se dejó caer por aqudijo que ya le vería más tarde.

llamo Cozens, y este de aquí Campbell. Sólo estaba bromeanya sabe. ¿No se habrá ofendido?

-Nada en absoluto -responJack estrechando la mano a ambos-El individuo que se



agenciado la cabina palomar -acCampbell, que hablaba con cerrado acento escocés, aunque intervenciones aparezcan transcren castellano; traducir un dialesiempre resulta tarea ardua, inexa

y a menudo incomprensible. aquella ocasión, lo único que Jentendió con claridad de aq

comentario fue el tono pamistoso; no obstante, tuvo ahorrarse la réplica cuando oyeron

silbato que llamaba a los tripulana comer.-¿Quién de nosotros tiene ma



antigüedad? -preguntó Jack mientomaban asiento para disfrutar de frugales manjares suministrados aguardiamarinas.

-Yo -respondCozens.

-Entonces me pregunto si importaría compartir la mesa conamigo mío. Es el ayudante

cirujano, una persona importante.-Por mí como si trae a

docena de amigos, compañero. Co



acostumbro a decir: cuantos mseamos, más reiremos -ace

Cozens riendo de todo corazón-. encantan las multitudes.

-No es lo habituaopinó Campbell.

-¿Qué le parece? -preguntó Jal nuevo guardiamarina, cuyo nomera Morris.

-Estupendo



respondió Morris.

-Bien, ésta es la clase compañeros que le hacen a unocomida más agradable -dijo Jac

Esta misma noche les presentaré aamigo, que es persona instruida y compañía excelente. ¡Vaya u

camareta espaciosa! -dijo estiranlos brazos-. Apenas podíamos coma bordo del Sovereign, apretacomo estábamos los unos con otros.

-Lo normal a bordo de



inchimán es tener espacio para codos; después de todo, sólo escondenado barco mercante -dCozens-. Pero espere a que suban soldados; seremos legión y habrámontón de gente con la

divertirse. -Se vio interrumpido un cabo que, de pie en el umbral el nudillo de la mano derecha en

ceja, protestó con voz ronca:-Y bien, señor Byron, ¿q

hacemos con este baúl? No pu

seguir todo el día en cubierta. -Guun ojo y asintió con la cabeza pdar a entender que no tenía prisa.



-¡Pero si es Rose! -exclaJack al reconocer a un antigcompañero-. ¿Cómo está, Rose? alegro mucho de verle. Respectmi baúl, puede guardarlo en... -Pentonces, al reparar en lo p

adecuado que resultaría mencionade su cabina, se levantó y dijVenga conmigo, yo mismo

mostraré el camino. ¿Cómo llegado a bordo? ¿Ha venido usted algún otro tripulante

embroke? -preguntó miencumplía lo prometido. Había sguardiamarina en el Pembroke an



de embarcar en el Royal SovereiJack se enteró de que al cabohabían destinado al Wager portenía experiencia en cuestiorelacionadas con la estiba pertrechos de guerra, y uno de

principales propósitos del Wager cargar con las piezas de artilleque reñirían con los españoles en

Pacífico, argumento mucho mconvincente, eso creía la tripulacique los artículos embalados para

comercio, las telas, los abaloriolos cuencos que atiborraban bodega de popa e, incluso, bu



parte del pañol del pan.-Yo mismo se lo mostraré,

quiere -dijo el cabo después llevar el baúl a la cabina de Jack-que pretendemos bajar directamepara acabar cuanto antes y cerra

todo bien hasta que... -llegado a punto, cubrió su boca con el dorsola mano- lleguemos al gran Mar

Sur.-No es como en nuestro quer

y viejo Pembroke -observó J

mientras pasaban por la espacicubierta inferior, donde marineros colgaban los coyes.



-No, en absoluto -asintió Rcon énfasis; y después de mostraJack la bodega y algunos de secretos de estibar un cargamemuy pesado e inquietantemeinestable, volvió a lo que tenían

común. El querido y viejo Pembrpodía comportarse como un chanen la mar, dijo, y quizá también te

las escotillas más estrechas y cruedesde el mismísimo día de Creación; lo cierto es que no ha

lugar ni para escupir, en fin, segúnera una forma de hablar; era un bainsalubre, cuyos baos esta



recubiertos por una capa de mohotres dedos de grosor; era necesaestar pendiente de las bombas dínoche. Sin embargo, personalmente prefería el vi

embroke a una docena de Wage

por muy estanco y sólido que fue¿Que por qué? Pues porque dotación del Pembroke, por muc

canallas que pudiera tener, estcompuesta de marineros de barcosguerra. Uno ya sabía a qué atene

no como sucedía con la gente barco en que se hallaban, de la uno no sabía qué esperar. Jamás en



vida había visto nada semejante. treinta y un años de servicio, amde unos cuantos meses, jamás havisto algo parecido-. No es que shombres reclutados forzosamentdijo-; todos lo somos, de una u o

manera. Pero escúcheme bien, seByron, porque creo que si sucedialgo funesto o desagradable

semejante calaña a bordo, es suna forma de hablar, pero recuebien lo que le digo... -y en

momento alzó la linterna preforzar la solemnidad de predicción, profirió un grito horri



que logró impresionar a Jack ygolpeó la cabeza contra el revésuna bulárcama, antes de ctemblando en plena sentina.

-Discúlpeme -dijo Tobdetrás de Jack-, ¿podría indicar

dónde encontrar a guardiamarinas?

-No -respondió Jack fingien

voz ronca para parecer un viejo lode mar-. No queda ninguno con vseñoría. Al parecer rociaron con

sus provisiones, y a resultas de etodos murieron en horrible agonía-Jack -exclamó Tob



sinceramente aliviado-. encontraba la manera de llegarpiso superior.

-Estoy convencido de que sercapaz de perderte en un bote -replJack.

-Intentaba llegar al lugar donnos vimos por última vez -dTobías.

-¿Y qué te hizo pensar que encontrarías en la bodega? -preguJack; y al reparar en las trági

consecuencias de irresponsabilidad de su amigo, denfadado-: ¿No sabías que van



cerrar esta parte de la bodega? ¿Qcrees que te habría sucediHabrías muerto de hambre, y desptu cadáver habría servido alimento a las ratas.

El cabo se sentía muy mole

por haber confundido al ayudante cirujano con el espectro de cuñada, y se empeñó en averigua

el señor Barrow comprendía diferencia entre arriba y abadiferencia, por otra parte,

cualquier botarate podía comprendTanto Jack como él pusieron manola obra e insistieron en pregunta



qué creía que estaba haciendo enbodega, que al parecer era lo más les exasperaba, por no hablarsu incapacidad por dar uexplicación razonable. ¿Por qué en la parte situada más a proa de

bodega? ¿O en el pañol del pan? Ehubiera sido más razonable.

Después de atormenta

durante un rato, pues ambos estamuy preocupados por las terribconsecuencias de ]o que pod

haber sucedido, se dispusieronexplicar qué debería haber hecho.



-Al salir de enfermería del sollado.dijo Jack

-O simplemente sollado, como prefieraapuntó Rose.

-Te encontraste encubierta baja.

-No, Jack, en la cubierta btendrían que estar los cañones, yno encontré ninguno, te lo aseguro

-Bah -replicó Jack presa deimpaciencia-. Por supuesto que



Nadie espera encontrar cañones encubierta baja de un navío de un spuente, ¿verdad?

Tobías admitió que haesperado justamente lo contrarioque por lo que tenía entendido, en

cubierta baja siempre había cañon-Cañones en la cubierta baj

señaló el cabo saboreando

palabras-. O sea, que pretenencontrar cañones en la cubiebaja. Ja, ja!

-El que llamemos cubierta bo inferior, a la cubierta baja -explJack-, no significa que tengamos



cañones ahí. Los verás en la cubiesuperior y en el alcázar, como resuhabitual en las embarcaciones desolo puente, y el Wageresembarcación de un solo puenToby.

-Pero al menos hay cuatro piso cubiertas, como decís en vueerga -protestó Toby algo indignad

-Ah -contestó Jack al punsucede que el hecho de decir que uembarcación tenga un solo puente

es porque necesariamente sea así.-¡Cañones en la cubieinferior, ja, ja, ja! -rió el cabo en



dientes-. Eso ha sido bueno, mbueno. Ja, ja, ja!

-Estábamos en qsaliste de la enfermería.

-No, señor Byron. Disculseñor -interrumpió el guardián-. mejor será que ahorre saliva. Hmentes con las que no se purazonar, ni siquiera media

amables argumentos. Necesitan alguien que las guíe, de alguien las coja de la mano y les mue



todas y cada unas de las drizas, cuna de las brazas o de los puen

según sea el caso. Y-añadió recordar los golpes recibidosmanos del párroco en su ya lejmocedad- es preferible maltratarmientras se está en ello. Algunoconcluyó- jamás llegan a comprenlo que se les explica, por m

sencillo que parezca.Quedó claro que Tob

pertenecía a esa última categoría

que hasta el fin de sus días no cejaen su empeño de encontrar cañoen la cubierta inferior, quizá por u



simple cuestión de estupidez, qupor cualquier otra razón. Y mientsubían a través del barco, iluminaa su paso por ocasionales rayos dluz del día, que se filtraba a travéslos diversos enjaretados y por

Tobías se vio obligado a mostrade acuerdo con la dura estimaciónsus habilidades. Tuvo la impres

de que jamás sería capaz desentrañar el misterio de semejalaberinto de escaleras, húme

recovecos y oscuros pasadizos.Sin embargo, la costumbre emejor de las escuelas. O, co



afirmarían otros, cuan prepotellega a ser la costumbre. Mucho ande que la escuadra se hiciera avela, Tobías se movía como pezel agua por el barco, y al oír el gde «¡Tierra! ¡Tierra por la amura

estribor!», después de pasar cuaredías de navegación, bajó a la carra por su telescopio, y al

encontrarlo en su cabina, recohaberlo dejado en la enfermería plimpiar las lentes con licor de vi

de modo que echó a correr haciasollado y volvió a subir después reparar en el camino que de



recorrer. Sus pies decidieron camino ellos solitos, contaron peldaños que había desde el alcáhasta la cubierta, y de la cubierta cubierta baja, y lo condujeron delado a otro con esa costumbre que

fruto de la práctica, aunque Wager , para variar, se meciuguetón sobre las olas.

Había bastado un mes para le pareciera natural el que la cubiese moviera continuamente bajo

pies, que se marearía si se momás de la cuenta, y que su jornempezaba con una sola campanada



la guardia de mañana, cuando situaba a proa del trinquete, mientel asistente propinaba mazazos amortero de bronce y gritaba:

-Grageas, grage para todas las dolencias

A lo largo de aquellos cuaredías se había acostumbrado a ordenada rutina que subyacía en

aparentemente caótico correr delado a otro y el ruido de quietrabajaban en el barco. Ya no



sorprendía al ver aparecer a Jackcualquier hora del día o de la noc

yendo o viniendo, según fuera guardia; ni verse precipitado fuerala cama, una y otra vez, a causa detemporal. Y tal es la fuerza decostumbre, que tanto él como estómago aceptaron cerdo salado lunes, vaca salada los mar

guisantes secos los miércoles, cesalado los jueves, guisantes secos viernes, vaca salada los sábado

cerdo salado los domingos, y sucesivamente en una rutina que sólo se veía alterada por sus prop



reservas de comida, que no eprecisamente algo digno menosprecio, dado que su partidahabía retrasado de tal forma queabuelo de Jack y dos de sus tademás de un primo, habían ten

tiempo de ir a visitarlo, mostrándtodos ellos muy generosos a la hde hacerle regalos; la mayor parte

dichos obsequios se destinaroncomida y bebida, medida mprudente, y aunque a esas alturas

habían mostrado incapaces conservarla toda, aún disponían un gallinero junto al portalón,



cerdo abajo, en acticontemplativa, y, en su cabiasediado por las ratas, un quentero de Cheshire, buena parte depastel de Medenham y alguobjetos robustos y grises de un p

sorprendente, cocinados por la jomanita de Georgiana y decorados resinas calcinadas que ha

dispuesto adorablemente, como siárboles se tratara.

Pasaron cuarenta días hasta

finalmente se hicieron a la mar deSaint Helens, después de diverintentos infructuosos; al menos p



Jack habían sido cuarenta días mintensos. El Wager , como el restoembarcaciones que componían escuadra, estaba falto de dotación;sólo estaba falto de tripulantes, sque buena parte de los que tenía e

labradores y por tanto era necesaenseñarles cuál era su deber, aunqla mayoría aprendieran

regañadientes, sufrieran mareostuvieran miedo, mientras el restomostraba sorprendentemente bru

en su comportamiento estúpido, enresentimiento. Aquello hubibastado para hacer de la travesía



cúmulo de problemas, aunsucedió que tuvieron mal tiemdurante todos y cada uno de los ddesde que en el palo de mesana Centurión se izara la señal de laramarras, por cuya razón se vie

obligados a trabajar más de cuenta, un trabajo sin dexasperante. Doce días con vie

franco, a lo sumo una quincehabrían bastado para completartravesía a Madeira; pero hab

necesitado cuarenta, y todos a boparecían molestos, pues entre otcosas se daba por hecho que si



alcanzaban las latitudes más altas sur antes de enero, perderían la únestación favorable para doblarcabo de Hornos.

Aquellos cuarenta días habsido duros y frustrantes: el cap

Kidd, el señor Bean, su teniente, yseñor Clerk, el piloto, eran persode carácter afable, aunque

esfuerzo de dirigir a su nutripulación, y de mantenerlos en puestos a los que los habían asign

pese a todo contratiempo, los hahecho acreedores de un grado ferocidad que hubiera sorprendid



sus amistades en tierra. Sin embarfue estupendo comprobar cóaquellos nubarrones de maleabandonaron el barco ante el gque anunciaba la cercanía de costa. Sucedió justo al dar las

campanadas de la guardia de albalas cinco en punto, cuando amanecer alumbra las primeras ve

grises, y aumenta la visibilidad. Pa ser un momento en que el m

veterano de los marineros se sie

algo cansado, al cabo de un minde producirse el grito del vigíacubierta se llenó de vida, al igual



la cubierta inferior, a cuyocupantes se les veía complacidos y vivaces como a que estaban de guardia.

Tobías ya se había levantaaunque no formaba parte de ning

guardia y podía seguir en la cahasta que oyera el rumor desayuno. Odiaba quedarse en ca

cuando podía observar el mar ocielo, y en el momento de avitierra seguía la pista por la superf

del mar de una malla con la colaban jalea, que había arrojdesde el pescante o serviola



babor con la esperanza de atraalgunos de los crustácparasitarios que había descubiertodía antes en el estómago de un pediseccionado. Al oír el grabandonó los mencionados parási

agarró el telescopio y trlaboriosamente a la cofa de trinqudonde sabía perfectamente

encontraría a Jack, puesto que grupo se hallaba de guardia cubierta. Tobías había aprend

también que aunque un ranestuviese de guardia en cubiemuchos de sus componentes



encaramaban a las cofas. Por sabía perfectamente que Jbuscaría una de las posiciones melevadas del barco.

Tampoco tenía duda alguna encontrar a Jack en ese lugar, y

esa mañana en particular, ya queoven guardia-marina había predi

que avistarían tierra. Se enorgulle

de su particular destreza para toaquello relacionado con navegación (más que una ciencia,

arte, puesto que por aquella épuno de los factores más importanllegado el momento de determina



longitud en el mar, era el dictamdel sentido común para calibrarrumbo seguido por el barco, y élhabía mostrado más optimistaconfiado en su profecía de lo hubiera sido recomendable. Aque

mañanahabía subido muy temprano a

cofa, deseando con todas sus fuer

que Madeira se recortara al sudoepor encima del horizonte.

-Ah, aquí estás, Toby -gritó

oír el familiar resoplido proveniede los obenques-. Ahora ten cuida-dijo inclinándose por el borde,



nervioso como una gallina. Todejaba mucho que desear cogaviero; ascendió con dificultpresa de una ciega determinaciónllegó rezongando sin prestar atenca las advertencias de Jack de q

tuviera cuidado, que subiera flechastes de uno en uno, que agarrara con fuerza a los obenque

esperara al balanceo. Hadescubierto a tiempo que le damiedo las alturas, y a dia

estuviese o no mareado, tozudo couna mula, ascendía penosamehasta la cofa, donde se sen



satisfecho de vencer sus miedospodía ver el grueso de la escuadesplegado ante su mirada, si estaba largado el velacho, ya queWager andaba en última posiciónla línea, o de lo contrario, si

estaba, esa enorme extensión de mque fluía a barlovento, un mar capsin previo aviso, de revelar

soplido de una ballena, o cuamplia extensión daba pie a aparición de aves. Jack vi

atemorizado pensando que quialgún día Tobías decidiese quecofa no era suficiente, de modo



no perdía ocasión de señalar peligros que comportaba subir acruceta, y que intentarlo con el tde juanete sería considerado couna empresa de una ostentaccriminal; sin embargo, dudaba

sirviera de algo. Incluso en momento presenciaba un ejemmás del erróneo coraje de su ami

ya que la cabeza de Tobsobresalía, seguida del resto depersona y del telescopio, por la b

de lobo. Se trata de un orificuadrado practicado en la ampplataforma de la cofa; se sitúa



convenientemente, entre amobenques del palo macho, para cualquier persona que quiera subla cofa lo haga con facilidadseguridad, aunque, por supueamás se utilice. Una anciana señ

que ande de visita en el baposiblemente sí lo haga, o almirante con una reputación

consagrada que pueda permitsemejante excentricidad; no obstanel resto de personas se encarama

la cofa por las arraigadas, incómodo conjunto de cabos parten de las jaretas en el cuello



palo, hasta el borde de la miscofa, en las planchuelas, de moque cualquiera que pretenda ayudade ellos cuelgue de espaldas vacío.

-¿Cómo es que no sube por

arraigadas? -preguntó Cozens apar que guiñaba un ojo en la mesala camareta de guardiamarin

después de ver subir a Tobías primera vez.

-Eso me daría mucho mied

contestó Tobías, añadiendo supremo candor-: Soy de carácextremadamente tímido; lejos



encuentro de ser tan valiente cousted. -Aquella respuesta loconfundir a Cozens, que no sucómo encajarla y que dio por zanjla cuestión con una risa tan vcomo vacía.

En resumen, Tobías cometídiario alguna felonía, y en aqamanecer en particular,

veinticinco de octubre de 1740 seel calendario de siempre, el juliatuvo la infinita satisfacción de

que el cielo se encogía y oscurecílo lejos, de forma imperceptible. Madeira, primer hito de su g



travesía a tierras y madesconocidos.



CAPÍTULO 5

La encantadora población

Funchal se encontraba inmersa en animación de lo más inusual; no scontaba con muchos tripulantes embarcaciones dedicadas al corademás de las dotaciones de mercantes de la Compañía de IndOrientales, sino que además ha

que añadir a los mil quinienmarineros y quinientos soldados



la escuadra del comodoro Anson qhabían obtenido permiso.

Jack era uno de los afortunady en ese momento estaba sentadola terraza de una vinateresguardado por una parra

intenso sol, sorbiendo un vaso mejor Madeira y observando la bay los navíos de guerra, los bar

mercantes y los botes que iban delado a otro. La música resonaba doquier, y ante él, en el patio de u

taberna que había más abajo, oía mmúsica y gente bailando. La escque se desarrollaba ante su mir



hacía honor a la palabra alegaunque Jack la mirara de soslaVeía con indiferencia a la gente qpasaba por la calle y, con auténtdesaprobación, contemplaba a compañeros de tripulación bailar

imponpet en la taberna de abajoimponpet puede describirse,

acuerdo con una definic

contemporánea de lo más acertacomo «una especie de danza antidonde tres personas se golpean u

a otros en el trasero con los pieLos tres sujetos en cuestión eCozens y dos de los tenientes



infantería de marina más jóvenes Wager , que se arrastraincansablemente unos alrededor los otros hasta oír la quinta nomomento que aprovechaban pdarse patadas ante las estruendo

risotadas de la concurrenSiguieron dando vueltas y mvueltas vitoreados por un abigarr

grupo compuesto por ayudantes contramaestre, algunos marineebrios y lustrosos jóve

caballeretes, apelotonados chusma procedente de los barrbajos de la población.



-Usted podrá decir misa -dijKeppel-, pero al menos el Centurestá gobernado como un navío guerra, y no como un mercante diablo. No creería los aires grandeza que se gasta el condestab

me parece monstruoso que dicaballero pueda erigirse en oficialguardia. Y quizá la camareta

ustedes esté algo abarrotada, segque es así, pero al menos lo estágente respetable, o eso creo; uste

no tienen que soportar a un zoqucomo ése -dijo haciendo uinclinación de cabeza para señala



Cozens, que seguía dando vuealrededor de sus compañeros-. con un insoportable cuervo escocque jamás está satisfecho hasta quofenden o desprecian. -Mienapuraba su vaso y lo deposit

sobre la mesa de un golpe, de forque su malhumor se hizo aún mpatente, afirmó que hubiera s

preferible que, en primera instanlos lores del Almirantazgo hubieran decidido acerca

carácter del Wager , de si debía un barco de pertrechos o un navíoguerra-. Porque no puede con am



cometidos -sostuvo-; no es naturade eso todos a bordo estamos mque seguros, seamos o conscientes. Y aún más -añadió cla inconsecuencia de exasperación-, el contramaestre es

villano del tres al cuarto, y nuesúnico teniente se comporta como uanciana: es una persona de lo m

lamentable.-Menuda rabieta -dijo Kep

mirando a Jack con aire alarmad

Pero si lo que quiere son mtenientes, puede disponer cualquiera de los nuestros: menu



inútiles. Le aseguro que encontrará ni a un solo marino enellos. -No había soltado semejasarta de maldiciones cuando primer teniente del Centurión pabajo, por la calle, y su mir

penetrante reparó por casualidadKeppel, de tal modo que parepenetrar todo su ser en busca

algún pecado-. Con ello quiero de-prosiguió Keppel, que a juzgar el tono de voz parecía a

intimidado- que un simple error enmaniobra no es motivo suficiepara arremeter contra nadie.



Keppel, encargado del cúter Centurión, se había distraído con comentarios hechos desde el boteun corsario en el momento meadecuado, y por ello abordó Centurión con una violen

extraordinaria, lo cual no le hprecisamente acreedor del apredel primer teniente.

Jack estaba a punto de contecuando le interrumpió la estruendrisotada de Cozens, un rebuzno

reverberaba en los aledaños.-¡Bah! -gritó Jack-. condenado orangután ha vuelto a



carga. -Cozens había dejexhaustos a ambos casacas rojadaba vueltas alrededor de Morrisdelgado guardia-marina por el tanta afición sentía, y el más elegade los pueblerinos.

-Me parece que está aalterado... resentido -dijo KeppCreo que lo mejor sería que dej

de beber ese vino hasta que hayamcomido algo.

Jack llenó su vaso de for

deliberada, y mirando a Keppel a ojos se lo bebió de un trago. nada del mundo estaba dispuest



admitir que estaba enojado o de mhumor, aunque así fuera. Pempezar tenía demasiado calor, para continuar, había vagado duratoda la mañana, y aunque hadisfrutado mostrando a Tobías

plantaciones de caña de azúcar, chirimoya y de plátano, tambhabía sido objeto de las atencio

de treinta y seis variedades tábano, de sanguijuela y de mosqule dolía todo el cuerpo y est

completamente agotado. Además,había citado con sus amigos en lugar para comer, y llev



esperando más de una hora, mienaguantaba los embates de un hamintolerable. Por último, había mattodo ese tiempo bebiendo un duvino de Madeira que resudelicioso en pequeñas cantidade

acompañado de pastel, pero despde ingerir una pinta con el estómvacío, era obvio que sufría

consecuencias.De modo que acusando

cansancio, el pegajoso calor,

enfado, los retortijones de estómago ansioso por disponer materia prima, el picor y la náus



Jack se encontraba del toindispuesto, y no fue más que esoque le empujó a despotricar de compañeros de tripulación, ya por lo general no hacía tal cosa. hecho era una persona muy tolera

incapaz de censurar al prójimofácil de contentar. En definitiva, era de los que hablan mal de

demás cuando éstos están ausenIncluso en ese momento se sentíatanto incómodo; por ello dijo:

-No quiero decir que Cozsea mala persona, en absoluto. sólo que lo acometen tantos instin



animales que no deja en todo el dni en toda la noche, de hacer ruide bromear y chancearse desdeprimera a la última guardia, ymenor gota de brandy o ron sesube a la cabeza, por lo que a

seguido monta una escena. Pero nohace con mala fe, y los hombresadoran.

-Aquí los tenemos -gritó Kepseñalando la nube de portuguelascares, moros de Berbería, neg

y marineros ingleses, que RansomTobías se vieron obligados atravesar, colina abajo, subidos a



carromato tirado por bueyes, habittransporte por esos lares.

-Por fin -dijo Jack enfadadMaldita sea su impertinencia: horas de retraso. Tendrán que daruna buena explicación. -Est

dispuesto a mostrarse ofendidodesagradable, pero al ver que acercaban con sendas sonrisas

oreja a oreja, cargados de animaplantas y productos minerales Madeira, con aspecto de e

encantados de la vida, comprobó su enfado desaparecía, y fue incade hacer nada que fuera más allá



maldecir sus entrañas con su habitbenignidad.

Instantáneamente, Keppel yaprovecharon para encargar comida. Añadieron una «o» cualquier palabra latina o franc

que recordaron y, una vez agotasemejante recurso, gritaron muy ay claro en un perfecto inglés.

-Primero supo et paño -explKeppel-, después pisces fres¿tienen... esto... pisces fresco? Y v

blanco, no dulce, seco.-Yo no querer vino -dijo JacVino para los demás sen-hor



¿comprenny?

-Y después carnviando. No cabra. capricorno.

-¡Oh, no! -intervino Ransomagitado y atento a las explicacionNo capricorno.

Tardaron un rato en servircomida, pero después, ya fuera o

capricorno, la devoraron. La comsiempre ejercía un efecto suavizaen Jack, y al finalizar el primer pl



apenas quedaban restos de anterior malhumor; al dar bu

cuenta del séptimo, estcompletamente recuperado, y comportaba como todo un zalamcon sus amigos.

-¿A quién os referís al habdel propietario de un barco?preguntó Toby, que de pro

intervino por primera vez.

-Al capitán contestaron.



-¿Me estáis tomando el pelopreguntó mirándolos de soslayo. naturaleza confiada había sufrduros embates, y con la edad cvez se volvía más desconfiado.

-No, no; se lo aseguro -dKeppel-. Le llamamos propietaridueño, aunque el barco pertenece

rey. ¿No es así, Ransome?-Así es, amigo -dijo Ransoen tono tranquilizador-. Es u

especie de broma, ¡ja, ja!-Es una broma, Toby: llamamos dueño de broma -d



Jack-. ¿Y qué problema hay?-Pues que el propietario

Gloucester vuelve a casa. Eaquejado de una dolencia de lo mobstinada.

-¿Y tú cómo sabes?

Toby se sorprendió al ver qprestaban tanta atención a aque

noticias; explicó que aquella mañhabían reunido al señor Eliot yresto de cirujanos, y que su veredi



unánime fue que el capitán Nodebía regresar de inmediato al cli

del norte. Les aseguró que recuperación era probable, y explicaría la naturaleza de dolencia suponiendo que eso pudiera interesar. Aún deaprender lo fuertemente que arraen el pecho de un miembro de

Armada el deseo de recibir ascenso, y aunque ninguno de presentes tenía siquiera un pie en

escalafón, todos se veían imbuide esa particular faceta del servien la Armada. Por ello considerab



la desaparición de un capitán navío con la misma fantasmagórexpectación que habrían tenido ser tenientes y estar, por tanto, apaso del ascenso. Además, aquecuestión tenía una consecuen

directa para Jack y Tobías, pues casi seguro que cambiarían capitán.

-Asignarán a Mitchel Gloucester -aventuró Keppel, era un pozo de sabiduría en todo

referente a la antigüedad de oficiales en activo-, y al señor Klo asignarán al Peart



-Eso es, pollo; va usted a pera su capitán -dijo Ran-some.

-No se me había ocurridoadmitió Tobías-. Lamento oír eso.

El capitán Dandy Kidd eraviejo amigo del señor Eliot; hab

sido compañeros en muchos destiy, tal como el propio señor Ehabía contado a su ayudante en m

de una ocasión, la vida de cirujanos a bordo del Waresultaba mucho más agradable

ese mismo motivo, puesto que ninguna otra embarcacdisfrutarían de tanta libertad, ni



tantas facilidades, para llevar a csus experimentos filosóficos.

-Para nosotros, el capiMurray -dijo Jack con evidepesimismo, y añadió en un hilo voz-: Según dicen no re

precisamente la armonía en la Try-No tiene nada que ver con

capitán -intervino Keppel-. El

sea tan desagradable es culpa primer teniente.

-Un... de tomo y lomo, eso e

que es -sentenció RansomServimos juntos a bordo del RoOak . Un tipo de lo más rencoro



recuerdo lo mucho que disfrutcuando veía dar de latigazos a demás. Había uno de tierra adende nombre Murdoch, StanMurdoch, que habíamos reclutpor las buenas en una pequ

embarcación de cabotaje escocque cubría la ruta de Leith a Londde hecho, iba de pasajero. No

gustó la idea del reclutamieforzoso, y recuerdo que dijo airrespetuoso. El teniente

respondió: «¡Oh! ¿Tiene atrevimiento de decirme eso a mYo le enseñaré a comportarse»



añadió: «Bola de sebo». El Murdoch, pobre, era robusto; barrigudo, pero sí grueso, y jadecomo un demonio siempre que decorrer de un lado a otro o trepar los obenques. Creo que tenía asm

El «Murdoch, arriba» era el pancada día; y como siempre reservun par de azotes para el último

saltar a cubierta, a Murdoch azotaban a diario. Un buen díapobre hombre quiso saltar p

agarrarse a las burdas de juanmayor, y de ese modo poder lleantes a cubierta; estaba desespera



de veras, pero como era hombretierra adentro no lo consiguió.

-Pobres desgraciados, los deTryall -opinó Keppel-. Tendrán qcapear el temporal como buenamepuedan; es el teniente de ma

antigüedad, y por derecho lo elegia él. ¿No es el teniente de maantigüedad en la escuadra, Ransom

-¿Quién? -preguntó éste, quehabía apartado para echar un vistal puerto.

-Cheap.



-Yo diría que sí -responRansome considerando la cuestióAscendió al empleo de comandacuando se hizo cargo del barco pirSafe junto a sus botes, en el treint

seis, de modo que yo diría que¡Que Dios se apiade de tripulantes cuando ascienda

capitán!

-¿Cheap? -pregunTobías.

-Sí.



-¿Es un caballero estrábicrechoncho, grueso y de roamarillo, que emplea un cerracento del norte?

-Así es. Es escocésno es ninguna beldad.

-Toby -exclamó Jack-, puede saber a qué viene ta

pregunta?-Tan sólo le rogué q

sostuviera mi serpiente mien



subía al bote. Me dirigí a él educación, me incliné, le pedí disculpara las libertades que tomaba, y que sostuviera mi serpiemientras subía al bote. Responhaciendo gala de una cínica aspere

Maldijo mi estampa, mi sangre y hígado; dijo que no sostendría serpiente y me preguntó qu

diablos me creía que era. Respondese señor de aspecto enfermizo aún tenía mucho camino que reco

en lo que respectaba a tratar sociedad.



-¡Oh, no! -dKeppel en mitad de gélido silencio.

-¿Y qué suceddespués? -preguntó Jack

-Nada. El bote se alejó. Perodije a grito limpio que no tenía

qué tener miedo: la serpiente estcomatosa y de todos modos era simple culebra. Me gritó encenddesde el bote, mencionó su nombrdijo que se acordaría de mí; pdecidido como estaba a ignora



me di la vuelta y me largué. pareció que los portugueses debote (era un botecillo de tráfportuario) se divirtieron mucho la escena. Al parecer, portugueses tienen una excele

naturaleza y un gran sentido humor.

-Así es, compañero -afir

Ransome-. Y si quiere un consejoamigo, sería preferible que pascon ellos el resto de su vida, an

que poner un solo pie a bordo deTryall . ¿Sabe por qué? Pues porqsi no, Cheap se encargará de



aprenda usted cómo las gasta cañón al que se ata a los muchacpara azotarlos. Por eso.

-Ese miedo hacia las serpienresulta ridículo e intolerante -dTobías-. Cuando lo comenté con

comodoro...-¡Oh, no! -interrumpió Jack

un ahogado grito de protesta.

-Sí -dijo Tobías-. El seAnson embarcaba en su bote... nosu falúa -se corrigió, consciente

lo mucho que gustaba Jack de oemplear el adecuado térmnáutico-. Así que le dije que



sentiría muy agradecido si teníaamabilidad de llevarme hasta Wager , si le pillaba de caminoaunque me pareció algo perturbpor lo de la culebra, hice un esfuepor repetir que no tenía nada

temer. Pero el comodoro es hombre muy correcto: me hablópoco de los hábitos del rabihorc

y dijo que esperaba ver algunos pronto como llegáramos al sur paralelo trece. Después me descri

por encima la longitud y latitud aque encontraríamos cada ave maripuesto que según él se trata de



conocimiento muy necesario pcualquier marino.

-En fin, me alegra saber queconsideras un hombre educado -dJack, que se volvió hacia los demcon cierta desesperación y añad

¿Ven qué les decía yo? Día y nocintento inculcarle las diferencias hay entre un almirante y

lampacero; insisto en que recuecomportarse como debe con superiores, ¿y de qué me sir

«Lléveme al Wager , Anson, mi bamigo; y aguante esta serpiemientras tanto.» Lo próximo se



«Capitán Murray, voy tener qrecurrir a su cabina; ¿sería amable de guardarme esluciérnagas?». ¡Oh, por el amor Dios! Maldita sea, Toby, ¿es que te he repetido millares de veces

no dirijas la palabra a tus superioa menos que ellos lo hagan primeAunque me apostaría algo a que

crees que haya oficiales superioque Dios se apiade de ti.

-En La repúblicaPlatón... -empezó Tobía



-Pero es que no estás enasquerosa y vil república de Platóexclamó Jack-. Estás en la Armreal, y no debes hablar con nadie.menos, con nadie que te supere

rango.-No comprendo cómo pue

ser tan desagradable -dijo Tobía

porque mientras estuve en la fadel comodoro, no dejé de menciolo valioso e imprescindible que e

y me pareció visiblemeimpresionado por mis palabras.



Había muchos asuntos en que el punto de vista de JackTobías difería, además de conveniencia de charlar capitanes y comodoros; una de diferencias estribaba en el espa

de sus respectivas cabinas podían dedicar a los reptiles; oconcernía al relativo valor del bar

considerado como un navío de gueo como un hogar.

Jack era muy comprensivo

todo lo relativo a mamíferos y ava los peces los admitía sin rechisincluso al pulpo que despedía u



débil luz en plena noche, encerrcomo estaba en una jarra sin que Jdijera ni mu, o las interesanbabosas de bosque que arrastraban a sus anchas en compade sus amigos insectos, ante

cuales tan sólo se encogía hombros en silencio. Pero cuandohombre regresa después de cum

con la guardia de alba, hecho trizadispuesto a descansar, para descuba los escorpiones sueltos co

cabras jugueteando en su cama, no mencionar un consideracontingente de serpientes... En fin



en momentos así, en la opinión Jack, cuando las cosas han llegdemasiado lejos.

En lo respectivo al Wager ,opinión de Jack se veía condicionpor los prejuicios de quien po

cierta experiencia en náutica. había pasado mucho tiempo enmar, pero durante ese tiempo,

escaso que fuera, había servidodiversas embarcaciones. cualquier modo no era necesario

ningún experto en el tema para que el Wager no era un barco idPara empezar, había a bordo m



canallas de lo habitual; diseccionar la composición decubierta inferior, un tercio hombres habrían sido cualificacomo buenos marineros de primfirmes a bordo y con cierto apeg

la botella cuando estaban permiso; otra tercera parte, ni bueni malos, sino susceptibles

emprender cualquier dirección; pel último tercio estaba compuepor lo mejor-cito de diver

prisiones y correccionales. Como de esperar, muchos de los de tieadentro engrosaban ese último ter



aunque también había marinerosentre ellos podían verse rostros no hubieran parecido fuera de luen el Puerto de las Ejecuciondonde se da muerte a los piratJack había servido en el apostadde las Indias occidentales, donhabía conocido a muchos buepiratas, piratas de los

duros, de los brutales, estúpide tomo y lomo; en su mayohombres desagradables hasta

médula. El barco tenía suerte decontar con más hombres de calaña, ya que la escuadra



comodoro Anson se había provide hombres después de que hicieran dos almirantes comandaban importantes flotas. mismo modo que ambas flotuvieron preferencia ante la escuad

cualquier otro barco de ésta tupreferencia frente al Wager . Armada estaba acostumbrada a tra

con tales individuos, así como los amargados y resentimarineros reclutados forzosame

en los barcos mercantes atracaban en puerto después largas travesías; aunque hace



requería una férrea disciplinamucho castigo físico, y reclatigazos a diario no es algo procure la felicidad. Pero tampocoWager se había visto particularmeagraciado en lo referente a

oficiales de mar, ya que la Armaera de todo menos infalible, ycontramaestre (que tiene mucho

ver con la inmediata distribuciónlos marineros) era un tipo de lo mperverso, en quien no se po

confiar, y que, para más inri, bebTodos se preguntaban cómo haconseguido su licencia.



condestable, que había ejercido patrón en la marina mercante, y hizo la guardia del piloto cuando éestuvo enfermo, era casi bullanguero como el contramaestrse enorgullecía sin razón de

destreza en materia de navegaciEl piloto, por su parte, el hombre habría estado al mando de seg

siendo el Wager una embarcacmercante, era viejo, estaba cansadsufría constantes achaques. Lu

estaba el señor Bean, el único oficde guerra a bordo aparte del capitJack no sabía qué opinar de él. En



momento en que Jack estunecesitado de descargar toda su bilo había tachado de anciano presencia de Keppel, aunque realidad no se tratara de verdadera opinión. Al hablar, dic

teniente parecía titubear, lo cuaveces le hacía parecer inseguro; tela peculiaridad de no respon

nunca y además era homreservado e inusualmente tranquEra mayor para ser teniente: tenía

pelo gris. Pero como habatravesado un largo período de con escasas perspectivas de asce



a la vista, y apenas ninguna palguien que no dispusiera de influencia necesaria, el que fuerno capitán no iba en menoscabo devalor como oficial. Los primetenientes de los dos últimos desti

de Jack se habían comportado coauténticos tragafuegextremadamente fieros en lengu

hechos y aspecto, de modo queseñor Bean apenas era un pálreflejo de ellos. Sin embargo,

obvio que se trataba de un bmarino.A Tobías, sin embargo, jamá



habrían convencido de que el Wano era un barco excelente. Decíaél que era «una embarcación mafortunada en sus líneas, con montón de espacio abajo y uenfermería mejor que cualquier o

de la escuadra». Pero claro, su pude vista era completamente distidel de Jack, por el simple hecho

que no estaba allí para, supervilas maniobras, sino para hacer los marineros se sintieran me

cuando enfermaban. No teautoridad sobre ellos, y a sus oaparecían iluminados por una



completamente distinta. Si bien Jno estaba, digamos, satisfecho sus inmediatos superiores, Tobíaslo estaba con los suyos, pues él sólo se veía sujeto a los deseos cirujano señor Eliot, que le trat

con la mayor de las correcciones.El señor Eliot no era

dechado de virtudes: el malhumo

la astucia no eran completameajenos a su carácter, y un númrazonable de moscas zumbaban

su oreja; pero era un cirujano mcapacitado, de los que se preocude verdad por la salud de



pacientes. Era muy querido a bormucho más que su colega militarseñor Oakley, que se encargaba desalud de los infantes de marina y (como tantos otros cirujanos Ejército o de la Armada) creía q

cualquiera que se presentaquejado de una enfermedad erafarsante hasta que se demostrara

contrario.El señor Eliot también est

muy familiarizado con

enfermedades fingidas; no era nintonto, y no había tratado a millade marineros sin aprender algo



sus tortuosos procesos mentapero, como dijo a Tobías, prefetener a una docena de enfermfingidos tomándole el pelo a rechaa un solo hombre que pudiera eenfermo de verdad. Rara era la

que lo engañaban; mucho menos al señor Oakley, desde luego.

En consecuencia, una vez

los ánimos se tranquilizaron a boy la cubierta inferior empezócomprender la naturaleza de

oficialidad, los infantes de marque no se sentían bien empezaroinfiltrarse en el grupo de marine



al que trataba el cirujano de Armada, procedimiento éste empujó al señor Oakley a sentirprofundo resentimiento hacia colega. El señor Eliot no precisamente permisivo, puesto

uno de los principios en la práctde la medicina radica en que unodebe nunca arrebatar los pacientes

otro, ni criticar un tratamiedeterminado. Pero el no consedeterminadas prácticas no

elimina por completo, y la dotacdel barco permaneobstinadamente apegada al se



Eliot en los momentos enfermedad.

Un ejemplo de ello se prodcierta mañana, cuatro días despde abandonar Madeira. Era marun martes templado y muy agrada

con dos horas de sol por encima horizonte asomando por la amurababor y una brisa entablada

nordeste que los empujaba a totrapo a través del Atlántico, rumsudoeste, hacia Brasil. La escua

andaba en una estricta formaccerrada, con el Pearl aproadofrente, en descubierta por si avist



a los españoles. Por una vez,Wager mantenía la posición llevar a cabo ningún esfuerzo particular: navegaba muy bien conviento a la cuadra, y tan sólo cuanéste venía de través se convertía

un torpe y pesado gusano perezosoHasta ese momento, llegado

paralelo trece, apenas hab

disfrutado de un solo día de viefavorable, y en ese preciso momee l Wager se las apañaba muy b

Algunos minutos después del camde la guardia de mañana, Tobsalió a cubierta y pudo verlo en to



su esplendor: por encima y ante éenorme vela mayor reflejaba la del sol, cuya espléndida blanccaía sobre la superficie blanca decubierta, lampaceada e inmaculgracias al trabajo de los integran

de la anterior guardia, y bajofranco empuje del viento el extreinferior de la enorme vela dibuj

una pura e inmóvil curva sobrecombés del barco. La somproyectada por la vela mayor,

formaba idéntica curva, caía sobrecastillo de proa, por encima del ctrazaba la de trinquete el mismo a



pronunciado; en esta misma vela,y como apreciaba Tobperfectamente desde el pasamadelineaba su sombra la gavia mayor, así como la creciente luz sol proyectada entre la gavia y

verga de mayor; y así era hastainfinito: una brillante impresión enormes curvas paralelas, y

fuertes líneas de las veresparcidas sobre el intensoluminoso azul del cielo. El Wa

navegaba de perlas, a unos onudos, cuando la generosa marejdel océano Atlántico proveniente



norte, cuyas aguas pasaron bajonoble diseño del jardín de podonde el capitán Murray permanesentado sorbiendo una taza de carrobado ante la gloriosa visiónpuro azul que le trajo el océano

plena contracorriente, impulsó barco suavemente por detrás; todbordo rebosaba vida mientras

viento aullaba en la jarcia. Ese sucabeceo del buque era lo único no mareaba a Tobías, y por e

absorto, embelesado, pudo camipor cubierta.La cubierta estaba m



animada: los cabos rugían órdenes e inquietos marinecorrían de un lado a otro mientondeaban los chicotes, ya quenuevo capitán había efectucambios en el Wager p

reemplazar el sistema de guardias por el de tres; los mariaún no se habían acostumbrado

todo, y los torpes hombres de tieadentro no comprendían nada absoluto. Se tambaleaban de un l

a otro, por lo que Tobías tardóabrirse paso hacia la proa. amabilidad y la consideración hab



inspirado dichos cambios: en sistema de tres guardias, un tripulapodía dormir, a veces, hasta ohoras de un tirón, en lugar de disponer más que de cuatro horalo sumo. Sin embargo, todo

agradecimiento que recibió capitán fue que le desearan hunden el fondo del mar, llevánd

consigo todos esos cambios suymaldiciones aparte. Apenas habpasado seis semanas en el mar, p

la inmemorial costumbre haarraigado con fuerza: y es que no nada como la mar para hacer



alguien un conservador de pura cePor ejemplo, Tobías, que acusaba cambios como todo el mundo, meses atrás no había visto en la vun par de pantalones de marino, tan sólo circula a una milla

distancia de cualquier puerto; pen aquel momento lucía un par detela más resistente conocida por

hombre, igual que si hubiera naccon ellos; y todo, cortesía del vele

Y así, de tan inmemorial gu

caminó hacia el palo trinquete, donle esperaba Andrew con un enormortero de bronce; allí se vol



hacia la popa y asumió su posictambién inmemorial a tres pahacia estribor del enjaretado cocina, y a cinco pasos a proa decampana del Wager , mienAndrew golpeaba el mortero

profería su inmemorial grito.Aquel día se habían dado t

casos de indigestión crónica y

triste dolor de muelas -enviado aenfermería para su inmedextracción- cuando le tocó el turn

John Duck, marinero de primera. un tipo grandote, de mejisonrosadas, fuerte y de robusta sal



en un potente tono de voz declsentirse «muy mal por dentro, conpermiso, y mi estómago no está pdigerir la comida». Describió userie de síntomas que no podía tencon un desparpajo que hizo

Tobías lo mirara con la boca abieSin embargo, eran síntomas propde un ataque de disentería, y Tob

que no sabía qué decir, optó porpronunciarse en ese momento, aunconsideró la cuestión largamen

Esas consultas públicas en el castde proa eran habituales; en conjunlos marineros se sienten fascina



por la enfermedad, y existe conocida tendencia por parte cualquier paciente a exagerar síntomas por pura vanagloria. Pera muy extraño que alguinventara una dolencia, sobre to

con tanta habilidad. Tobías obsea John Duck, que lucía una expresde inocente simpleza, obse

después a quienes esperaban turnose dio cuenta de que sus rostros ede lo más inexpresivo.

«¿Por qué quería John Dexplicarme semejante sarta mentiras?», se preguntó a sí mism



Alzó la vista al cielo mientreflexionaba la cuestión, y asituado entre el cielo y él mismo, a Jack, que casualmente colgaba estay del mastelero de mayObservó como Jack caminaba so

la verga y desaparecía tras la velalos obenques, donde él y sus hombcolocaban jaretas, receta del nu

capitán para que la arboladura Wager bolineara con mayor dureAl apartar la mirada, ésta recaló

la campana de a bordo, que colgbajo un elegante y pequeño ar«¿De veras piensa que deberíam



creerle?», se preguntó, y al mmás allá del arco, al alcázdistinguió al señor Eliot, visiblefigura enfundada en el abrigo negcoronada por una peluca en tregla, dando su media docena

vueltas. Tras el señor Eliot vio a de los oficiales de infantería marina, dos manchas rojas, y el a

del oficial de guardia. El señor Eacostumbraba a dar cierto númerovueltas a esa hora para mostrar

independencia respecto a los debey horarios establecidos. En cuantodemostraba a su entera satisfacci



siempre se acercaba al trinquete pver si había algo interesante y recel parte de Tobías.

Mientras éste le observaba,volvió para dirigirse al pasamadonde Joe, su ayudante de ma

antigüedad, permanecía de esperando a que apareciera.

-John Duck -dTobías-, apártese. Buendías, señor.

-Buenos días, señor Barrow



saludó el cirujano-. No quiinterrumpirle.

-Nada de eso, señor. Al paretenemos un caso de hipertrofia ollertia.

A continuación, el señor Eescuchó el relato de Duck, aporsu robusto cuerpo y le tomó el pude pronto, dijo:

-¿Y cuándo dice q

empezó? Es mimportante.



Un nervioso John Duck paseómirada entre los presentes, haencontrar un triste y vano infantemarina que levantó tres dedos.

-Hace tres días, señoría -respondió Duck

-¿Tres días? ¿Está seguro? infante de marina asintió, John D

hizo lo propio-. En ese caso -dijocirujano-, lo mejor será que ingiagua de arroz y que no coma n



durante tres días; después ya vcomo se encuentra mucho mejAgua de arroz, amigo mío, pero un grano de sal. Un solo grano dey será usted cadáver, susceptibleterminar en la mesa de disecci

diversión para aquellos a quienos interesa la anatomía: «Aquí yJohn Duck, marinero de prim

antiguo miembro de la Armaamén. Tripulante del navío de majestad Wager , su salud se

fatalmente empeorada por un grde sal a treinta grados de latinorte. De sus compañeros, que jam



le olvidarán».-A la orden, señor -dijo

marinero en un hilo de voz; algude sus compañeros, los mimpresionados, murmuraron «amén

-Será necesario que

saquemos esta noche -dijo el seEliot caminando hacia el costado.mirar el mar, observó que el ag

azul y cristalina ocultaba a un tibuque nadaba bajo la curva de la prconvenientemente situado, de car

cualquier desperdicio que pudiearrojar desde la cocina-. subiremos a la cubierta, y le mostr



a usted a qué me refiero cuanhablo de un señor corazón. ¿A qviene tanto alboroto?

-¿Se refiere a e

golpe metálico, señor, ygrito?

-Sí.

-Estamos justo encima decamareta de guardiamarinas, señor

-Es el señor Cozens, doctointervino el barbero de a bordo, tendía a abusar de la anti



sociedad formada por barberoscirujanos-. Es una de sus brom

arrojar agua a los demás jóvepara divertirse un poco. Ja, ja!-El señor Cozens y su sent

del humor -comentaron los presenno sin hacer gala de ciecondescendencia-. A él le encaesa broma. Ja, ja!

-Pero hay una cubierta enterla cocina entre nosotros y camareta de guardiamarinas -dijo

cirujano.-Al señor Cozens le encanta broma, señor -contestaron.



El cirujano se encogió hombros y, terminada ya la consude la mañana, se encaminó a popacompañía de Tobías, momento qaprovechó para explicar la pacífduplicidad de John Duck.

-Sí, señor -dijo Tobías-. pensaba lo mismo. Pero no comprendo en lo que respecta a

sal. Pese al riesgo de equivocarmno concibo que un infante de marpueda perecer por ingerir o tocar

grano de sal, ni diez granos de salsiquiera por una cuba entera.-¿Eso cree, señor Barrow



preguntó el cirujano mirándoblicuamente-. ¿No puede? Mtenemos veinte minutos antes acudir a la enfermería; de modo quizá podamos considerar naturaleza física de la sal, así co

su naturaleza metafísica, en cabina. Y he dicho «su naturalmetafísica», señor Barrow.

Tobías no respondió, pobservó con la mayor seriedadrostro de su jefe antes de segu

unto al alcázar, bajo el saltillo popa, donde estaba la rucustodiada por dos solemnes cab



Uno de ellos era Rose, discretamente guiñó un ojo al pasar a Tobías, imitando a un tiemla agonía de alguien a quien acade morder en el trasero, con talrecordar a Tobías la herida q

había recibido en Madeira.La cabina del cirujano

encontraba empotrada contra

mamparo de la chupeta de toldillaestaba situada en el costado estribor; era espaciosa, confortabl

generosamente iluminada. El cirujhizo un gesto a Tobías para qtomara asiento, y dijo:



-Aunque no tuviera ocasiónalojarme en un lugar más cómoque éste, me sentiría un homafortunado. Respecto a la sal, seBarrow, verá: tiene propiedafísicas, como todos sabemos,

también puede tener propiedametafísicas...

El señor Eliot sostenía que n

cura mejor que la fe: defendía diprincipio con encono, y podía múltiples ejemplos extraídos de

propia experiencia, así como libros que confirmaban su doctriDividía las enfermedades en t



grupos: aquellas que podían tratacon el cuchillo, y que pertenecíancampo de la cirugía; después, pocas que dependían de administración de drogas, y concernían a los físicos («por re

general, un grupo de pomposocreídos, señor Barrow»), y último, las dolencias que pertenec

a la clase más numerosa: aqueque se curaban mediante imaginación, y que por tanto tan s

podían atacarse a través de la proimaginación del paciente. Entre ese encontraban la melancolía,



dispepsia, el mareo («diga ustedque diga, señor Barrow») extraordinariamente, el escorbuto.

-He visto enfermos de escorba quienes no daba ni doce horasvida levantarse en pleno letargo

oír el grito que anunciaba barco avista. Sucedió el año de Vicuando navegábamos en un cruc

de castigo a los españoles, igual hacemos ahora. Espero que ecrucero pueda mostrarle tal efecto

que éste se deba a la misma causaque en Vigo, señor Barroconseguimos un millón de piezas d



ocho, lo cual resultó muy gratificancréame. Pero dicen que eso nocomparable al tesoro que aguarda al doblar el cabo de HornChile, Perú y Panamá... -Permaneabsorto durante algunos minutos

tiempo que jugueteaba con una guipasándola del dorso a la palma demano, y de la palma al bolsi

gesto, habitual en él, que realizcon una pasmosa facilidad.

Al señor Eliot le complac

mucho los juegos de mainocentes, y por una alecoincidencia podía practi



pasatiempo y profesión de mansimultánea, uno en virtud del oHasta ese momento no había quercomentar nada a Tobías al respede este particular, ya que dipráctica no sólo era ajena a

ortodoxia, sino que además teníaaire, un remoto aire, a... (y prefeno tener que pronunciar esa pala

ni en sueños) a curandería, aunqueenemigo no habría dudado calificar sus teorías mediante

empleo de dicha expresión.-Supongamos, señor Barrowdijo-, que Martha Smith se queja



un dolor de cabeza, y que descuque dicho dolor de cabeza posee unaturaleza inexistente, imaginaPor supuesto que puedo sangrarlaincluso aliviarle el dolor o apliuna cantárida; pero a menos

actúe a un tiempo en su imaginac(verdadera alma del problema),dolor de cabeza no desaparece

¿Me sigue, señor Barrow? TobBarrow, ¿entiende los entresijos mi razonamiento? Sí. Bien, ah

pongamos que dicha joven señoestá empeñada en que una tijeretaha abierto paso hasta llegar a



cerebro, y que al llegar allí se edando el gran banquete: idea mhabitual, señor Barrow. Podemdecirle que está equivocada, hablando desde un estricto puntovista físico, no hay tijeretas

dolores de cabeza que valgan; p¿acaso se sentirá aliviada por elNo, mi querido señor: no servirá

nada. Ahora bien, ¿y si inyectamotravés del órgano auditivo (no olvemplear un cálido placebo, se

Barrow) y en el recipiente encuenun estupendo ejemplar de tijere¿Qué me dice?



Tobías empezó a comprendeexistencia de un ratón blanco viajado y parcialmente calvo, ademde una culebra nadadora, un pequejemplar de anguila cuya acambiaban subrepticiamente

cuando en cuando, por no mencioal sapo, ejemplares todos ellos llevaban una vida solitaria y discr

en un apartado de la cabina cirujano, junto a las habituasanguijuelas.

-Pero volvamos ahora a marinero y a la sal, señor BarroLo cierto es que puede ingerir ta



sal como quiera, al igual que amigo, el infante de marina aquejde disentería. Pero también es cieque debe tomar su agua de arrozque no debe comer. No podemmedicarlo, y no podemos perm

que se muera de hambre: ¿cómpregunto yo, lograremos que entiela importancia de nue

recomendación? Pacompañándola de una sorprendey asombrosa prohibición que

aferre a su plomiza y payaseimaginación. Y cuanto mextravagante parezca, cuanto mas



ajuste a los límites de credibilidad, mejor. El hombre sieuna peculiar atracción por fantástico, y gusta de descubrir sus dolencias tienen fundamento enmaravilloso, algo extraño, sin du

¿Qué le parece, señor Barrowpreguntó con una afectindiferencia.

-Señor -respondió Tobías-, descubro ante su inteligencia.

-Es usted un hombre honest

exclamó el cirujano, estrechándcalurosamente la mano; y como psubrayar lo dicho, el primer cañ



del alcázar abrió fuego con habitual e impío estruendo a useis pies de sus oídos. A éste sigel resto de piezas situadas enalcázar, y luego, uno tras otro, cañones de diecinueve pulgadas

costado de estribor; un instadespués todo el barco vibrinmerso en el ruido, el del crujir

las cureñas al retroceder, el dehonda reverberación de los baos encajaban el impacto del retroces

Así que fue imposible elaborar uconclusión, una moraleja, al asuque habían tratado.



El ratón calvo, ratón típico navío de guerra, nacido en la cunaroble, se movió tan rápido comopermitieron sus achacoarticulaciones hacia el armario cirujano, mueble triangular

contenía algunas golosinas, y cupuertas tenían la peculiaridad abrirse ante el tronar de los cañon

El señor Elconsultó el reloj e hizoesfuerzo de decir:



-Ha llegado el momento de la enfermería. -Asintió como si palabras estuvieran cargadas significado, y se quitó la peluca psustituirla por un gorro de dorm

Caminaron envueltos por el fuearoma de la pólvora y descendiecuidadosamente por el pasadizo d

toldilla, después por cubierta,través de la acre humareda, hallegar a la escotilla de proa, y

hicieron con tiento porque cañones abrían fuego de forindividual, no por andanadas, y c



uno de ellos, al hacerlo, retrocecon fuerza. El señor Eliot hatratado los resultados de inconsciencia, y avanzaba a espalde los cañones con tanta atenccomo si se tratara de mu

contrariadas.La extensa cubierta envuelta

humo era un espectáculo digno

verse; el brillante sol se filtrabtravés de los enjaretados y las porde los cañones, y sus ray

claramente delineados por el humdelimitaban la forma cuadradatravés de la cual se filtraban.



condestable corría de un lado a ode la cubierta, de brigada en brigalos pajes de la pólvora apresuraban a formar tras cañones, revoloteando comariposas en la penumbra; ha

agua, arena húmeda y serrín mojpor todas partes, y en barrcolocados junto a los cañones

lenta mecha ardía de forportentosa, acompañada particular crujido del salitre.

señor Eliot se detuvo junto al númsiete: el cabo del cañón lo hadispuesto todo a la espera de que



balanceo del barco permitiavistar el objetivo, una balsa hecon barriles que habían arrojpara el Wager los tripulantes barco que los precedía, el Severnbarco se alzó en la marejada, c

vez más alto, y el cabo miró alargo del cañón. Emitió un gruñiddio fuego al cebo. Entonces

produjo una pausa infinitesimal ande oírse el rugido atronador. cañón se disparó hacia atrás ante

cuerpo arqueado del cabo y de sirvientes arrodillados a amlados, hasta que los bragueros de



cureña, cabos afianzados a grueargollas que emitían un pecusonido al tensarse, detuvieron retroceso. La esquina de la poquedó oscurecida por el humoalgunas partículas del taco

filástica; entonces el viento lo limy vieron que la bala caía en el agcerca de su objetivo, antes de

tres rebotes gigantescos. Sin mademora el lampa-cero mojó y limel ánima del cañón, que empujar

cebaron, taponaron y apuntaron hadevolverlo a su posición, dispuepara volver a abrir fuego.



A su manera, fue un espectáchermoso; pero el señor Eliot lo hapresenciado muchas veces duralos últimos cuarenta años, y Tobera completamente ajeno a ese tde belleza. Siguieron caminan

pensando en el trabajo que tendríatenor del número de bajas aquella práctica de artillería ib

reportarles.Durante los primeros días

travesía, cuando los nuevos reclu

eran menos experimentados, cejercicio que hacían con los cañohabía dado como resultado casos



dedos y pies aplastados, atendidosla enfermería del sollado. Habtenido bastantes pacientes, porquecomodoro era amigo de practisiempre que surgía la ocasiCualquier nuevo día podía amane

con la visión de una fuerza españsuperior en número, y situadabarlovento, y con los barcos de

escuadra faltos de hombres y exceso de carga (pese a los navíos de pertrechos que

acompañaban, la escuadra tenía transportar tanto cargamento que navíos de dos puentes apenas pod



permitirse el lujo de abrir las porde la cubierta inferior, debido acarga), tan sólo podía esperar sairoso de un enfrentamiento en virde su superioridad artillera. Lespañoles, por supuesto, no sufr

ese problema al disponer de puera ambos lados del océano, y tanto no tenían por qué atiborrarse

provisiones. Al empezar, sufriedemasiadas bajas, pero ese día naresultó herido, excepto un entusia

paje de la pólvora, llamado Dieque se había escondido bajo chinchorro del Wager cuan



estaban en Funchal. Su natucuriosidad le había llevado a acertanto la cara a la boca del cañón qse quemó el pelo, del que squedaron algunos Mechones,además perdió el juicio.

Aunque no se registraran bacon las que llenar la enfermería,faltaban diversos pacientes cróni

que se balanceaban colgados de coyes: todos ellos eran hombres mviejos, curtidos al servicio del r

la mayoría de los cuales sufrheridas incurables. Su histosuponía una infamia para



responsables de que se encontrarabordo. La administración, incapapoco dispuesta a subir a bordo de barcos que componían la escuadrun determinado número de infande marina, había recurrido a

pensionistas de Chelsea (sujetos alegislación militar) y había destina un total de quinientos hombre

Portsmouth. La mitad de edesertó, pero aun así quedaron suficientes para que embarca

veintisiete hombres en el Wagtípico ejemplo de las dificultaexperimentadas por el señor An



desde un principio. Tantas dudademoras anularon toda esperanzadoblar el cabo de Hornos antesdiciembre, y probablemente dietambién al traste con el secreto debía guardarse, de modo que

españoles podían aguardar cualquier punto de la travesía, estado de alerta y fuerteme

armados.Resultaba deprimente pen

que el barco llevara semejan

desgraciados a bordo, alejados sus familias, al sur del ecuador yambos trópicos, a través



espantoso calor hasta el extremo del mundo conocido, para doblarlvolver al norte a través de madesconocidos, dispuestos a lucallí por sus vidas si es qsobrevivían llegados a ese pun

Pero por otra parte debía admitque al menos en ese día particulos enfermos representaron

excelente ejemplo que fue a apola teoría del señor Eliot acerca poder de la imaginación. El olor

la pólvora había llegado a enfermería, y podía oírse el tronarlos cañones. Ante ello, los ancian



se sintieron rejuvenecidempezaron a relatar pretérbatallas, discutieron sobre estoaquello, sobre la experiencia ysabiduría, y se preguntaron habría para comer, con u

vivacidad que habría resultllamativa en cualquier grupo muchachos.

-¿Qué habrá de comer? también me lo pregunto -afirmóseñor Eliot al abandonar

enfermería-. Quizás haya pastel carne, verduras y pescado. Que sepa, ese cocinero, el viejo Macle



tiene ochenta y un años. ¿Lo sabseñor B.? Resulta reconfortapensar en ello, ¿no cree? Hacepastel de carne, verduras y pescla mar de bueno; es un excelepastel, se lo aseguro: no hay pa

como el de Maclean.



CAPITULO 6

Sangre, sangre en

imbornales, sangre tiñendo de rojomar, sangre esparcida por cubiesangre por doquier, sangre bajosol tropical. Cubos de sangre. Pser exactos, cuatro cubos enterossangre, llenos hasta el bordeapartados hasta que el siguie

estuviera a rebosar, dispuestoreunirse con los demás. El se



Eliot se había mostrado inflexiblla hora de sangrar a todos hombres que estaban a su cargocuanto hubieron pasado bajo Trópico de Cáncer, y en momento llevaba a cabo di

operación en el castillo de proa.registró el habitual cúmulo desmayos, y el segundo

carpintero, un hombre llamMitchel, quizás el hombre msalvaje y violento de a bordo, ha

optado por desmayarse sobre cubos que, por motivos de naturalfilosófica, habían decidido conser



el señor Eliot y Tobías, lo custificaba el chocante aspecto de

cubierta y la mirada contrariadalos cirujanos. Algunos de tripulantes del Wager estadeseosos de que los sangrar

aunque sólo fuera porque despuéssentían mucho mejor; a otros no importaba lo más mínimo. Algun

aunque razonablemente valienvaroniles y resueltos, empalidecal ver el instrumental, y sin que na

les pusiese una mano encima desmayaban como damiselas. Upocos se aterrorizaron al entera



de las intenciones del cirujanoMoses Lewis, Nicholas GriselhamGeorge Bateman se les descubintentando ocultarse en el inadecuespacio triangular que media entrecúter y los botalones. Pertenecía

la guardia de Jack, y por tanto él responsable de que aparecieran. encontrarlos ordenó a gritos

salieran tan rápido como fuposible. Después, en un tono mapaciguador, les aseguró que

había nada que temer, que no doen absoluto y que todo terminaríaun santiamén. Y para animarlos



más, dijo que los acompañaaunque a los oficiales se les sangrde forma más decente, al menoscuanto a intimidad se refiere.

-Venid -dijo-, y que nos sanga todos juntos. Ya veréis como

hay nada que temer.Pero resultó que Jack no tenía

idea de lo que estaba dicien

Aunque era algo de lo más comamás le habían sangrado y tamp

había presenciado semeja

operación. En aquel momento, de bajo un intenso sol y sin quitar ojoasunto, se preguntó por qué ra



habría hablado tan a la ligeracómo la gente decía con taindiferencia cosas del tipo: «¿Yahan sangrado? Para el organismohay nada como desprenderse depoco de sangre».

Habían dispuesto dos taburede modo que las víctimas acudiepor parejas. A veces hacían gala

una calma natural; otras, de ostentosa valentía, y a vetitubeaban hasta rozar

amotinamiento. Tobías se encargdel hombre de babor, mientrasseñor Eliot se hacía cargo del



estribor; el paciente tomaba asientdescubría su brazo, alrededor cual el cirujano apretaba con fueun pañuelo, buscaba la vena yperforaba, mientras el asistesostenía una jofaina. El señor E

empleaba una lanceta para cabalTobías, una más fina. Sin embargohabía ninguna diferencia en el seri

entregado celo de su proceder. Jse sorprendió pensando en ehabía algo de inhumano en

autoridad con que Tobías cogía brazo, lo observaba y desppenetraba en la carne viva con to



frialdad. «Una frialdad repulsivpensó Jack apartando la mirada. hombres que doblaban el brazo pcerrar la vena después de operación bromeaban a sus anccon los que aún esperaban

llegara el momento, todos de pieel castillo de proa; para Jaaquellas risas estaban completame

fuera de lugar.Apartó la mirada para distr

su atención. La vela de trinqu

flameaba sin viento suficiente phincharla, debido a que esperados alisios se hacían de rog



Observó el lustroso sombrero contramaestre, que, después enfadarse con el condestable ycarpintero, se relacionaba con marineros de proa con intenciónganar en popularidad; era el ún

oficial de mar presente en el castiJusto detrás del sombrero contramaestre vio el siniestro ros

de Sirett, que había evitado la hoal delatar a su propio hermanoobservó que empalidecía

momentos.Un hedor a carne fresca se aen la asfixiante quietud estancada



la mañana. Jack tragó saliva,dedicó una sonrisa a GriselhLewis y Bateman (una horrisonrisa con la que pretendía animasus hombres) y volvió a apacuidadosamente la mirada, lejos, m

lejos, a estribor.Allí, medrando al amparo de

navíos de guerra, vio a las

embarcaciones de pertrechos, nna y el Industry, pingues c

misión consistía en transportar

carga para la escuadra hasta llegaTrópico. Por supuesto emercantes, y según el nivel



exigencia de la Armada, navegabde forma caótica, como si llevalas manos metidas en los bolsilSu aspecto era pobre; baste decir habían colgado la colada en lugaincongruentes. Sin embargo, siem

estaban allí, e incluso a vecesmantenían en la posición asignada

Jack observó atentamente

ndustry: debía concentrarse, decontrario podía suceder ahorrible.

E l Industry pertenecía a empresa familiar del oeste del paíla familia era de convicciones wh



inconformista y hanoveriana, taque buena parte de la tripulactenía por nombre George o William

-¿A qué altura estamos, Geor-preguntó el lampacero del primoficial.

-Dudo que hayamos alcanzlos treinta y nueve -respondióprimer oficial, cuadrante en mano.

-No lo sostienes correctamenapuntó el cocinero, que en momento salía de la coc

masticando un pedazo de cesalado.-Vamos, George -exclamó



oficial, enfadado-. Si ésa es opinión, tus guisos son tan buecomo mi latitud...

El capitán del Industry apareen escena salido del jardín de podonde había hecho algunos cálcu

en la pizarra.-¿Adonde habremos llega

William? -preguntó el lampacero.

-¿Cinco por nueve preguntó el capitán.

Su pregunta dio pie a u



discusión tosca y muy, muy larga, hizo evidente lo equivocada

estaba toda la familia en generalfinal de la cual se decidió a bod e l Industry que, probablemenhabían alcanzado los 23° 27' noque habían cumplido con lo pacty que por tanto enviarían una señacomodoro para informarle a

respecto.Una insegura bandera ascen

por la driza de señales del Indus

al finalizar su recorrido, flamepor el viento, resultó estar al revmotivo por el cual informaba de



siguiente con gran ostentaci«Subiendo pólvora a bordo».

Jack lo vio, consciente de quWager debía repetir la señal Centurión; consciente de que pronto como el vigía diera avis

cubierta para informar de la señsería su deber como guardiamarde guardia correr a popa y lleva

cabo dicha repetición. Pero el viresultó ser de carácter un tamórbido y estaba fascinado con

escena que se desarrollaba encastillo, y aunque de cuando cuando echaba un ojo al Centur



(la única fuente probable de señaly al horizonte, dedicaba la maparte del tiempo a observar, a tradel trapo largado, la ensangrentcubierta del castillo de proa.

-Siguiente -dijo Tobías. Ja

horrorizado, vio que no había nque se interpusiera entre sí mismel taburete, aunque por supue

Nicholas Griselham aún seguía pie ante él.

-Adelante, Griselham -di

Adelante y a por ellos. -Sonhipócrita.Levantó la mirada hacia el t



y vio que el vigía le miraba a su desde lo alto, en lugar de cumcon su deber. Jack levantó el pusin dejar de mirarle, pero no sirde nada. A sus oídos llegó el suspde desmayo de Griselham, que

hizo cerrar los ojos. De pronto oque todos a su alrededor grita«¡Señor Byron, señor Byron!»

quienes esperaban en fila en castillo le empujaban diciendo: «reclaman en el alcázar, señor. Es

señor Bean; al parecer le reclama»Dicha expresión, ese parecer», equivalía a decir que



teniente estaba loco por encontraHabría visto la señal y se preguntpor qué razón el guardiamarina nohabía acercado a popa; y Jack, una velocidad y celeridad parangón, corrió a popa deseoso

satisfacer la curiosidad del tenient

-Quizá no seas partidario de

flebotomía -dijo Tobías-, p¿dónde estarías si no fuera por ell-Eso, ¿dónde? -preguntó Jac

su vez, sin prestar demasiatención, concentrado como esten el curioso balanceo de la falúa



Wager . La escuadra se encontrabapairo mientras transbordaban pertrechos del Industry, de modo los botes surcaban las aguas delado a otro sobre la tranquila fazla mar. Por un momento pareció q

la falúa y la lancha del Gloucesestaban a punto de abordarse, pen el último segundo logra

evitarse con los remos en altoalgunas palabrotas cruzadas: la de Cozens reverberó alta y cl

sobre el agua, seguida del burlerugido de la lancha.-Cuando subí a bordo



Centurión -continuó Tobías-, enfermería estaba a rebosar coyes, y el resto de cirujacoincidieron a la hora diagnosticar fiebres, normalesintermitentes, calenturas y escorbu

en toda la escuadra a excepción Wager . Somos el único barco recurre a la flebotomía. Insisto

abrir tu vena esta misma nocVamos, Jack, lo tuyo son naderías.

-Te aseguro que este bienes

no tiene nada que ver con el plaque sientes al revolearte en sanajena -dijo Jack-, sino en que



pueden abrir las portas inferiormientras que nosotros sí, al ser malto nuestro francobordo. ¿percibiste el hedor del sollcuando bajaste a la cubierta inferiKep-pel asegura que los oficia

planean algo al respecto, arelacionado con obligar a hombres a bañarse a diario.

como sea, no servirá de nada.-Sí que percibí el olor -adm

Tobías. Era imposible no hacerlo,

que el Centurión había llevadobordo a más de quinientos hombrla mayoría de los cuales



hacinaban en la cubierta inferAdemás, debían compartir espacon dos docenas de enormes cañode veinticuatro libras, por mencionar que el barco estatiborrado de cargamento al dispo

de vituallas para una travesía tenía como objetivo circunvalación de todo el mundo,

los batiportes de las portas decubierta inferior estaban a flor agua y que, por tanto, dicha cubie

no contaba con ventilación algunaque conducía a cualquier hombresofoco, por muy habituado



pudiera estar al clima de trópicos. El calor también favorela proliferación de parásitos, yCenturión estaba infestado, algoexclusivo de dicho navío, ya cualquier embarcación de

escuadra contaba con sus propparásitos, y el Wager , por ejempparecía un vivero de pulgas, chinc

y piojos. Quieren practicar agujeen la cubierta para que circule afresco -continuó.

-Escotillones, Toby. Seguro qdijeron escotillones, y no agujeros-Yo entendí que eran agujer



eso seguro: pequeños agujecuadrados, de los que parten haabajo unos embudos de vela a mode chimeneas.

-Sí. Escotillones, decía yo.

-¿Acaso no es

mismo?

-Bueno, sí, en cierto modo

agujeros. Pero nosotros los llamamescotillones, no agujeros.

-Excelente. Nosotros tamb



los tendremos; creo que el seEliot ya se ha ocupado de hablar

el carpintero para practicar uno ventile la enfermería.-A los hombres no va

gustarles la idea -dijo JacCualquier cambio los inquieta. Tedigo yo, Toby -añadió caminanunto al pasamano en dirección a

sombra proyectada por la cofa palo mayor-. Me gustaría que nevao que soplara el viento. No

importa nada el mal tiempo, siemy cuando no tengamos la costasotavento; pero este calor pegaj



me supera. No sé cómo puedes llepuesta esa chaqueta, por mencionar ese horrible sombrerdijo observando con desagradogorro de dormir de lana, amarillblanco y de origen portugués,

lucía Tobías con intencexperimental desde los 25° de latinorte.

-Si me permitieras sangrartdijo Tobías manoseando una pequlanceta que guardaba en el bolsil

te sentirías inmediatamente mumejor.-¿Es que nunca te das



vencido? -preguntó Jaapartándose-. Eres como usanguijuela viviente. Mira, ahí tiea alguien que necesita de servicios. Míralo. Volcará el bcomo siga así. -Cozens tenía u

forma muy peculiar de abrirse pcon la falúa; en ese momento,cúter del Wager se encontr

amadrinado al costado del bapara transbordar el cargamentoCozens, de forma alegre y jovial

aprovechaba de la situación pdificultar el progreso de otros boteEl cúter, comandado



Campbell, permanecía enganchadla mesa de guarnición del palo macon una pirámide de barrdispuestos cuidadosamente en interior, mientras de la verga colgun aparejo que, con una regulari

mecánica, descendía, izaba un barlo subía a bordo y lo bajaba aescotilla principal, para finalme

reaparecer vacío. Todos marineros que no estaban de serviobservaban las maniobras con

cinco sentidos; sus cabezas siguieel recorrido descendiente del aparhasta llegar al cúter, observa



cómo anudaban sendos barrilealrededor del barril, oyeron el grvieron ascender en vertical al bay cómo rodaba lentamente, hasta la brigada de a bordo lo alzó encima de la escotilla, en cu

interior desapareció después dejarse oír algunos gritos m«Ahora con cuidado, suavement

La maniobra se repetía una y ovez, y el griterío era invariable;fuerte aroma a ron impregnaba

aire, bochornoso y quieto. Sólo ry poco más, era lo que transbordadel Industry; el resto de pertrec



permanecería a bordo del pinnna, que acompañaría a la escua

mientras el Industry se separabaésta. Ningún barco de la escuadisponía de espacio para nada mni harina, ni galleta, ni carne de va

claro que siempre quedaba resquicio donde almacenar todoron, aunque comportara

considerable incomodidad en atestadas cubiertas inferiores; menos, fuera como fuera, tendrían

ron que necesitaban.En aquel momento, el cúentregó su cargamento y procedi



separarse de nuevo del pingmientras la falúa se dispusoamadrinarse al costado del barCozens volvió su redondosonrojado rostro hacia ellos mientse tumbaba sobre las lonas

cubrían la popa. Por regla generalrostro no era atractivo, ya resultaba muy ordinario y pelu

además, en ese momento, todo atide belleza se veía enturbiado erupciones en la piel y la expres

contemplativa, casi lunática, de dueño. El sonrojo era algo compartía con el resto de



tripulantes de la falúa, lo que haevidente que todos habcompartido un buen trago de ron. Ltripulantes que se mantenían sobrhacían lo posible por disimularestado del guardiamarina, aunque

esfuerzos no servían de nada dadafrenética actividad; seguía empeñen asegurar el aparejo, y no pare

dispuesto a mantenerse quieto; más, no parecía tener el necesasentido común como para esta

quieto. Jack miró nervioso encima de su hombro, pero el ofide guardia, el señor Clerk,



encontraba en la sobre-regala palo mayor, gritando por la escota la cubierta baja. El señor Beanencontraba en su cabina, ocupcon la correspondencia que ndustry debía llevar a las Antil

y aunque el señor Hamilton, teniente de infantería de marina mayor antigüedad, observaba de

la popa, era un casaca roja y tanto no debía preocuparse por élcapitán estaba a bordo del na

insignia, así que cabía la posibilidde que nadie reparase en el estadoCozens.



Éste no tuvo tiempo de haotra de sus imposibles cabriopues las palabras del vialcanzaron sus oídos como si encontrara a su lado.

-¡Cubierta! Se acerca

chinchorro. -El capitán Muracababa de abandonar el Centuriera cuestión de minutos que subier

bordo de su propio barco conacostumbrada ceremonia, el silbde los contramaestres y

disciplinada presencia de oficiales. Los capitanes subíanbordo por el costado de estribor,



el preciso lugar donde descargabafalúa. Era imposible disimularembriagado estado de Cozens.

Percibió la agitación, órdenes pertinentes y las prisabordo; avistó el chinchorro que

acercaba por el bauprés. Jack encaramó por la borda pagarrarse a las cadenas; permane

allí un instante, lo justo para susura Tobías:

-Escóndele abadonde sea, pero que na



le vea.Acto seguido saltó

bote.

-Vamos, compañero -dijo

Cozens—. Un brazo por aquí y opor allí. Venga, arriba. Media vuevale. -Cozens, con el aspe

estúpido de un pasmarote, encaramó sobre el aparejo.Tobías, que no carecía del to

de sentido común, lo tumbó en cuasus piernas pasaron por encima pasamano.



-¡Basta! -gritó-. Ya vale, atr¡Eh, vosotros! No tiréis mSoltadlo. Insolación, un caso repentina insolación. -Lo soltarongolpe, y Cozens, que observabaescena sorprendido de lo que v

cayó de bruces sobre la cubierLlevadlo abajo -gritó Tobesgrimiendo una lanceta.

-¿Qué sucede? Apartaos— proa los que no estén haciennada... ¿Qué sucede aquí? -pregu

el piloto abriéndose paso entremultitud, mientras dos hombres dguardia de Cozens se apresuraba



obedecer a Tobías.-Es culpa del sol, señor

respondió Tobías-. Tendré qhacerle una sangría.

-¿El sol, señor Barrow?preguntó el piloto-. Señor Sno

quiero que esos hombres se dirijancastillo de proa. Contramaes¿cuándo lograremos despejar

cubierta? No tenemos todo el día.-Sugiero que todos se cubran

cabeza -dijo Tobías, que tiró de

chaqueta del señor Clerk para llamsu atención. Era la primera vez mentía, y parecía dispuesto a hace



a conciencia-. Semejante insolaciquerido señor -dijo mirando al pily asintiendo con complicidasemejante insolación no hubisucedido si los hombres no llevala cabeza al descubierto, ¿verdad?

El señor Clerk estaba dispuea replicar, pero sus palabras quedaron a medio camino al oír

rugido de los silbatos que anunciala llegada del capitán, que en momento subía por el costa

adecuó la expresión de su rostro pdenotar su complacencia y dio paso al frente, mientras Tob



asentía y se situaba tras él, presauna inmensa alegría.

-¿Quién era el guardiamarinala falúa? -preguntó el capdespués de dirigirse al alcázar, jual teniente. Lo dijo en un tono

visible censura, y no neceninguna respuesta al asomar porcostado, inclinarse y echar un vist

al bote-. Byron -dijo-. Me sorprenen él. Ya hemos visto demasiadpayasadas por hoy, señor Be

Haciendo el bufón en presencia toda la escuadra... La falúa maniobrado como una cuadrilla



marineros después de su primer de permiso en tierra. Creo que oven agradecerá que alguien

muestre cuál es el lugar que corresponde, señor Bean.

Jack puso un pie en cubie

usto antes de la hora de comer;hecho, los silbatos llamaban a hombres justo cuando apare

Escuchó bastante rato el irregucrujir de la jarcia que se prodentre comida y comida, y en

crujido y crujido se sintió más y mhambriento. Se le caía la baba cvez que oía los silbatos



ordenaban a los hombres bajacubierta. Sin embargo, aquel día habituales sonrisas de expectacdesaparecieron rápidamente. señor Bean, a quien juextrañamente áspero, le preguntó

creía estar haciendo en el alcázarmangas de camisa, y por qué diabse consideraba tan privilegiado co

para hacer el mono en la falúa, dantan mala imagen del Wager anteresto de la escuadra, por

mencionar a los mercantes, lo quehacía sino empeorar la situación.La respuesta a la prim



pregunta habría implicado compleja explicación, y lo ciertoque a la segunda no podía responen absoluto, de modo que Jack capel temporal, adoptó una expressumisa, rogó que le perdonara, d

que no tenía intención de ofendenadie y que no se volvería a repey deseó que aquella reprime

terminara pronto. Pero no fue así;bastó con parecer sumiso, de moque Jack no tardó en encontrarse

camino al tope.Subió al tope con el ánimelancólico y la tranqu



resignación de cualquiera que lamenta por perderse una compero que a un tiempo sabe queinjusticia resulta inseparable deexistencia humana, sobre todo sitrata de un guardiamarina. Durante

tiempo que llevaban de travesía había tenido que subir al tope, parte porque cualquiera

conociese la diferencia entre el puy la escota de una vela resultdemasiado valioso en cubie

durante los primeros días travesía, en parte gracias temperamento equitativo del tenien



y en parte también porque no hatransgredido ninguna ley. Y no es qesto último jugase un papreponderante, ya que a los jóvese les suele castigar según seanimpacientes sus mayores. Mien

trepaba, Jack se inclinó por la ide atribuir su mala suerte a digestión del señor Bean. El ron,

climas cálidos, es tan peligrcomo la pólvora por los gases provoca, razón por Ja que durante

dos últimos días habían mantenapagado e] fuego de la cocina, ycomida fría no era del agrado



señor Bean.-Así reviente -dijo J

lanzando una dura mirada al distaalcázar. En realidad, su sentido humor no se enturbió lo más mínimy repartió su tiempo grabando

iniciales en el tamborete y admiranla vista: un círculo de azul puro se extendía unas treinta millas a

redonda, un intenso azul oceánicoque ninguna nube podía hasombra; en mitad de ese glori

disco formaba la escuadra, de intenso blanco desde la altura en se encontraba, agrupada para ma



comodidad como... Estuvo a puntopensar «como patos», aunque sensibilidad poética, al igual queaprecio que sentía por la Armadaempujó a sustituir a los patos martines pescadores, por ser m

grandes y también más clásicos.Una de las desventajas de ser

Byron estriba en lo difícil que resu

grabar la letra B. No obstantefuerza de práctica, Jack casi halogrado superar dicha dificultad,

sin ir más lejos, el navío de majestad en que sirvió antes embarcarse en el Wager contaba



sus iniciales grabadas con uexquisitez profesional. El primteniente de aquel barco era hombre con un carácter de peculiar independencia; no permque nadie insinuara que se dej

influir por alguien con buecontactos, razón por la cual haarremetido contra Jack ante la me

falta de éste, haciendo gala de ufuriosa rectitud. Ante semejatesitura, Jack deseó una y otra

que, o bien su abuelo no hubialcanzado jamás el empleo de primlord del Almirantazgo, o el se



Toke poseyera una grandeza espíritu más terrenal. No obstanalgo bueno resultó de todo aqueno sólo había aprendido a grabar iniciales perfectamente al dispode tanto tiempo para practicar sub

al tope, sino que además haperdido todo el respeto que senpor aquel castigo.

Ese no era el caso en referente a Tobías. Al terminar cCozens, después de sangra

purgarlo y obligarle a vomitar, dirigió a la camareta guardiamarinas para comer.



-Sí, saldrá de ésta-dijo respuesta a sus preguntas-, ¿Y Ja¿Dónde está?

-Castigado en el tope respondió Campbell esforzándpor tragar el último trozo de qu

de Madeira.

-El viejo Bean envió al tope -dijo Morr

En silencio, Tobías masticógalleta durante un tiempo antes



decir:-Al tope. -Desde el inicio de

travesía, había tenido tanto de preocuparse, que no se hapercatado mucho de la maniobra requería el barco ni de la discipl

de la Armada. Había presenciado castigos corporales, por supuedado el carácter solemne de ésto

el hecho de que se obligara a fuede silbato a todos los tripulantecomparecer al castigo; además,

ocasiones recaía sobre él responsabilidad de tratar terribles heridas provocadas por



latigazos; pero podían haber envial tope a Morris, o a Cozens, sin qhubiera prestado la menor atención

-¿Y qué hace allí arriba?preguntó-. Es de suponer que esthambriento. -Apartó un gorgojo d

galleta antes de observar atentameel probóscide de la criatura.

-Yo diría que sí -op

Campbell, cuyos labios dibujauna sonrisa remilgada. Acto seguexplicó a Tobías qué significaba

castigado en el tope.-¡Oh! -exclamó Tobías, ciegoira-. ¿Es cierto eso? Menuda for



de abusar de la autoridad. Enviaallí con lo peligroso que e¡Infernal tiranía! ¡Ignominia públ-La protesta de Tobías se volviólo más incoherente, y levantó la vfurioso y excitado-. El señor Be

¿no es eso? Sátrapa orgulloHombre violento. Ahora mismo encargaré de bajarle los humos.

Morris y Campbell lo cogiecuando se disponía a levantarse, intención de encerrarlo hasta

dejara de protestar.-¿Sabe de qué podrían acusasi se atreve a decirle algo indebi



por no hablar de levantarle la ma-advirtió Campbell-

Tobías respiró hon pero no respondió.

-Motín -continCampbell.

-Existe un solo castigo paquellos a quienes se acusa amotinarse -dijo Morris imitand

alguien a quien se ha ahorcado.-Puede que su amigo sea ca

de mover toda clase de hilos y dem



favores de irregular naturalezaapuntó Campbell, que se preocup

por el bienestar de Tobías tacomo despreciaba el de Jack-, psus grandilocuentes amistades podrán librarle a usted de un consde guerra. Es más, me atreverídecir que él también se veinvolucrado.

-Tiene mucha razón -admTobías-. Será mejor que tranquilice y sea pruden

Alcánceme la galleta, si es amable, y el cerdo también. -Se quel fular, lo extendió sobre la mes



envolvió una serie de alimencomo si se dispusiera a pasar un de picnic. Después se apresuródirección a su cabina para hacecon un trozo del pastel que queday de esa guisa subió a cubierta.

Pasó cerca del teniente, yseñor Bean, volviéndose en plalcázar, fue objeto de una implaca

y maligna mirada que, a causa decarácter repentino, no hizo ssorprenderle. Al finalizar

siguiente vuelta, el señor Bvolvió a ver a Tobías trepar por obenques, y podría haber jurado



el ayudante del cirujano agitabapuño en su dirección, o que al mededicaba dicho gesto al sacrosaalcázar en general. El señor Bestuvo a punto de llamarlo al ordpero titubeó: después de todo,

señor Barrow no podría comportade forma tan maleducada, gratuita; al señor Barrow lo tenía

alguien sobrio, serio, de uerudición inusual; el señor Barrtambién poseía un juego de muñ

particularmente agraciado, así queseñor Eliot había delegado en él tolo que tuviera relación con



dentadura. La dentadura del tenieno era precisamente uno de puntos fuertes, y cualquier día Toblo tendría entre sus manos. El seBean decidió que llamar al ordesemejante personaje, sólo para

explicara algo que, probablemenno había sucedido, sería calificpor cualquiera como una comp

estupidez.Jack había terminado de gra

sus iniciales, y con una hercú

imparcialidad observaba los últimbotes que surcaban las olas despde descargar pertrechos del ping



La descarga estaba a punto finalizar; no tardarían en forzar vDe vez en cuando contemplabaCenturión, intentando averiguaraquel que veía en el tope de mesera Keppel: el Centurión era

barco mucho más estricto que Wager , y también vio a algucolgado del tope del palo mayor. «

más probable es que se trate de ude los monos de a bordo», decidE l Centurión había comprado to

los monos que encontraron enmercado de Madeira, al bajar a tieantes que el resto de tripulacione



En aquel momento frunció el ceera un sonido tan familiar...; embargo, no podía identificarlo.

-Es como un bulldog -dijovoz alta-, o como Toby cuanasciende a la cofa del trinquete. -U

súbita duda se adueñó de pensamientos. Miró abajo, y conescalofrío de puro horror vislum

el gorro de dormir de Tobías a uncinco flechastes de donde encontraba.

Los obenques, con flechastes en perpendicular, formuna especie de escalera. Se extien



todo lo posible en la base, ya quefunción principal consiste en sujeel palo; y precisamente por elloasegurarse al palo en la cofa,escalera que forman se vueexcesivamente estrecha, sobre to

durante los doce últimos peldañEstrecha y difícil de subir, dados cabos que convergen. Por si fu

poco, el balanceo del barco mucho más perceptible a medida uno asciende por los palos. U

escora de diez grados no supnada en cubierta para aqacostumbrado a la mar; pero cuan



se asciende a noventa pies de alt(las crucetas del palo mayor Wager se encontraban a un centede pies por encima del mcualquier ligero balanceo coaquél puede desplazar a un hombr

unos quince pies de distancia deplumazo. El silencioso y repentdesplazamiento a través del a

resulta refrescante en la deatmósfera que impera en zonas calmas ecuatoriales, y los siem

cambiantes efectos de la gravedadla Tierra (que en un momento daaprietan el rostro del escala



contra el embreado cabo que forel flechaste, y que al siguiente,invertirse el balanceo, lo empuhacia atrás) suponen una delicia palguien de espíritu emprendedor. obstante, antes de ir de un lado a o

en mitad del cielo, es imprescindihabituarse a aquella parte elevada de la jarcia, además de te

una constitución apta para las alturTobías había empezado m

bien. Desde la cubierta has-la la c

del palo mayor (el punto melevado que había alcanzado jamle había parecido muy sencillo, y



cierto es que la primera mitad ascenso por los obenques mastelero no había supuesto motde alarma; pero a partir de ese puen adelante, el balanceo hacobrado más fuerza, al tiempo qu

escalera se estrechaba, de modo el paquete le estorbaba mucho. aquel momento sólo subía

realizar largas pausas; pasaba brazos por los flechastes y colgde ellos durante el balanceo que

empujaba hacia atrás, y cuandoWager recuperaba lentamente posición, cuando los palos



acercaban a la verticalidad, Tobse llevaba el paquete a la boaferraba el siguiente flechaste ambas manos y se izaba a sí miscon un movimiento convulsiEntonces volvía a afianzarse en

flechaste, cogía el paquete conmano derecha y cerraba los omientras la inercia aérea

zarandeaba hasta alejarlo cubierta, que parecía lejanadiminuta, y colocarlo encima

mar, antes de devolverlo a posición natural. A veces necesitados o tres balanceos antes de colo



los pies adecuadamente para sahacia el siguiente flechaste, y a vedebía esperar un buen rato anteshacer acopio de fuerzas, ya queparecer había escogido un modo mtrabajoso de ascender tan alt

Aunque, bien mirado, lo cierto es había valorado mal las incidencde un ascenso, ya que al principio

éste mediaba suficiente espacio enlos obenques, y en aquel momehabía tan poco que apenas po

agarrarse con el brazo, aunque quería ni pensar qué sucedecuando ascendiera un poco m



donde esperaban las jaretas de arraigadas que tensaban obenques.

-Toby-llamó suavemente Japor temor a asustarle-. Voy a bajTú no te muevas de donde estás.

Por toda respuesta, Tobías limitó a agitar el gorro de dormsubió un flechaste más y allí

quedó jadeando. Jack se apresurdescender por los obenques estribor hasta alcanzar las jaretas

las arraigadas, momento en que eun vistazo tras el mastelero para el rostro de Tobías, que tenía



frente bañada en sudor y estpálido como la cera de una vela.

-¿Cómo estás, viejo amigopreguntó-. ¿Me alcanzas eso llevas?

En ese momento el Wa

alcanzaba el límite de su balanceoestribor. Tobías extencuidadosamente el paquete, p

calculó mal y lo soltó antes de Jack lo cogiera con la mano. hatillo se precipitó al vacío, y tras

momento de incertidumvislumbraron un blanco chapoteoel agua azul, lejos de cubierta, ju



cuando una forma alargada pasbajo la quilla del barco. Ambvieron el blanco fulgor de su panzvolverse bajo el límpido mar.

-Tranquilo, Toby -dijo Jack-,te preocupes. Lo que tienes que ha

es subir hasta las crucetas. Aguaun momento. -Rodeó las jaretas haalcanzar los obenques de babor, ju

debajo de Tobías-. Voy a quitarte zapatos -dijo mientras se disponíhacerlo-. Ahora pon un pie aquí

otro aquí, y agárrate con las punde los dedos. Ahora sube, rápiprimero una mano y luego otra



Empujó hacia arriba los pies Toby, le ayudó a alcanzar crucetas, se retorció alrededor deamigo y por encima de él palcanzar el otro lado del mastelerayudarle a subir para que pudi

sentarse, todo ello sin dejar hablar, advirtiéndole que no demirar hacia abajo, que no

preocupara, que no perdiera el ániy que hiciera las cosas sin titubeLo cierto es que calculó muy bien

para cuando el mastelero estuderecho, Tobías ya estaba bsentado en las crucetas, con los p



apoyados en el enorme motón cabeza de violín del estay mastelero, la mano derecha en unalas vigotas del juanete y la izquiealrededor del mismo tope, fircomo una lapa.

-Ya está -dijo Jack-. Te esconvirtiendo en un intrépido gavieToby, por mi honor y mi palabra q

así es.-He logrado subir -adm

Tobías, cuya afirmación pare

satisfacerle durante algún tiempPero lamento lo de tu comida -dpor fin-; si quieres, te traigo a



más.Jack se sentía infinita

infernalmente agradecido, pero cierto era que no tenía hambre:había esfumado de pronto, o aseguró a Tobías. Permanecieron

rato sentados, mientras el descendía a mano derecha y sombra del Wager crecía sobre

tersas aguas del mar, tersas papenas mostraban un solo rizo, mucho que aumentaba la larga y le

marejada proveniente del sur.-Jack, resulta muy significat-dijo Tobías mirando alrededor



mastelero-, muy significativo queesté mareado.

El balanceo es considerable,hecho va en aumento pero no sienáuseas ni vértigo.

-Me alegro de todo corazó

dijo Jack-, y me atrevería a coinccontigo en que resulta msignificativo, pero ¿por qué?

-Porque el señor Eiiot podestar en lo cieno respecto a quemareo es, en cierto modo, fruto d

imaginación. Me preocupa muchohecho de marearme. Pregunto, ¿los tímidos más propensos al ma



que los valientes, dada su matendencia a distraerse?

-Me encantaría verte cubierta, sano y salvo -dijo Jack, no estaba para filosofías de nintipo-. De veras te lo digo.

Abajo, en cubierta, subían botes a bordo, halados por aparede peñol, para estibarlos en cru

Estaba de servicio la guardia azutodos sus integrantes halaestúpidamente, en el momento me

propicio, y a veces no halabanabsoluto; ese tipo de tareas requede una precisa coordinación en to



momento, y la fuerte marejada arremetía contra el barco complicla labor. Cuando Jack escuchó, enel rugir de los gritos que clamapor poner al amparo embarcaciones auxiliares, que

contraestay se había desprendituvo la completa seguridad de quetardarían en llamar a todos

hombres disponibles. Echó vistazo a toda la escuadra, lo cuareafirmó en su convicción. A bo

del Centurión habían izado la sede largar trapo; el Severa ya tedesplegado el velacho y, mient



observaba, la gavia de mayor cayplomo desde la verga, antes cazarla. Todos los navíos de escuadra se cubrían de lona. ndustry ya se había separado

resto, y en uno de sus palos onde

una señal que rezaba: «Tengo aimportante que comunicar», auntodos comprendieron que

intención era, simplemendespedirse, aunque quizá tambpretendieran desearles una f

Navidad. Sólo el Wager segentretenido con la lancha, retrasacomo era habitual.



-Escucha, Toby -dijo—, necesario que bajemos. Dentro nada tendré que estar en cubierta,que ayúdame a afianzarte a econtraestay inmediatamente, y enviarte abajo a la cofa de trinqu

Desde allí seguro que podapañártelas para descender cubierta.

-¿Qué estay? preguntó Tobíalarmado.



-Éste -gritó Jack pateandomotón en el que Tobías apoyambos pies, de modo que los estavolvieron a vibrar. Había estayes que descendían rectos

tensos desde el tope del masteleromayor hasta la cofa de trinquformando aproximadamente

ángulo de 45°, y como el estayuanete mayor no estaba envergconstituían una excelente solució

Vamos allá, dame tu cinturAgárrate aquí. Dobla la piealrededor del estay. -Jack rodeó



Tobías con ambos cinturoalrededor del estay: en cubiellamaron a ambas guardias jucuando se aseguraba de habehecho bien, y no tardaron en oírsegritos que llamaban a toda

tripulación a personarse en cubiepara largar trapo.

-Tan seguro como el Arca -d

Jack-, pero no te deslices demasirápido. -Tras decir esas palabdesapareció, dejando a Tob

colgado bajo el estay, agarrado acon ambas manos y piernas comose tratara de uno de esos perezo



del Brasil con tres dedos, aunqpor supuesto, el perezoso jamhubiera permitido que lo sostuviedos cinturones y, por regla genehabría tenido la cabeza mdespejada y menos repleto el cora

de dudas y conjeturas.-¿A qué se referirá con lo de

deslizarse demasiado rápido?

preguntó Tobías al cielo-. ¿Quétiene por una velocidad moderadacircunstancias como las presentes

Aflojó un poco el cataléptico aprey se deslizó algunos pies antes volver a apretar las manos.



experiencia le resultó muy agradabal menos tenía una prueba de podía arrancar y detenerse cualquier momento, por lo que couna completa confianza en el hede encontrarse suspendido, y

levantar la mirada no tuvo impresión de estar a tanta altura, sla agradable sensación de flotar.

soltó un poco más y sonrió; despun poco más en lo que fue un firdescenso. -Lo que diré

continuación es de capimportancia -dijo en voz alta-. Ande llegar al Ecuador, de



acostumbrarme a la jarcia superioantes de cruzar el Trópico Capricornio, debo ( sub Dalcanzar esa pelota-asintió miranhacia la lejana bola de tope mastelerillo de mayor, que de

abajo tenía todo el aspecto de ser upelota- y cubrirla con mi gorro dormir. -Con ésas se soltó un po

más rápido, y después más rápidalgo más rápido hasta que al fincon un agudo zumbido, cayó con

pies por delante, sorprendido, sola cofa de trinquete, donde haobligado a apartarse a todos



ocupantes como si no fueran más un montón de bolos.



CAPÍTUL0 7

¿Cómo describir el cruce

Ecuador a quienes no han estadosur de éste? ¿O el momento en Neptuno dispensa las tradicionaordalías? Gozens, con una bahecha de sargazo, encarnaba Neptuno. Y requeriría cierto espadescribir la algarabía y el escánda

el modo en que todos se empaparse cubrieron de brea, y explicar



qué bebieron agua de la sentTobías no lo consideraba digno mención, pero Jack, que había esttan cerca de ahogarse como algupueda estarlo -mientras Neptaullaba y lloraba de la risa-,

compartía su opinión. Había lucla sonrisa de rigor a lo largo permitido manicomio y las violen

payasadas organizadas, aunque enfuero interno se sintiera indignadmeditara la elaboración de un poe

satírico al respecto.-Tú dirás que no soy ninPope -dijo—Querido Jack -d



Tobías-. De eso estoy seguro. pope, ja, ja!

-Oh, estupendo -dijo Jfingiéndose molesto; pero al caboun momento, añadió-: Me refieroseñor Pope, ya sabes, no a

caballeros de la Rusia.

-¿Cómo?

-Maldita sea. Al señor Po

Toby: al caballero que quseñalarte en el Wills y encontramos. ¡Que me parta un ra



No me creo que no sepas de quiénhablo.

-Sí, Jack, claro que sí. Popepoeta. A menudo lo has mencionay al parecer cuenta con tus simpatí

-En fin -dijo Jack, a quresultaba fácil satisfacer-, tú dique no soy ningún Pope, y que exidéntica desproporción entre

objeto de su poema y el mío, y andas muy errado. ¿Qué ha sido es

-Seis campanadas. Si

escribes, será mejor que no olvilos peces voladores. -Miró al mpor si veía otra bandada, ya



aquella misma tarde habían vistomillar de tales peces, además algunas doradas-. No concibo nmás poético que un pez voladorexcepción, claro está, del loxódropelágico.

Jack se recostó con un lsuspiro. A pesar de la brisa, hademasiado calor como para inten

inculcar a Tobías nociones correcde poesía; es decir, a lo PoPermanecían sentados en las cade

de la mesa de guarnición del pmayor, las del costado de barlovenuno de los lugares más agradable



bordo, aunque fuera algo húmeDesde un estricto punto de vista,se encontraban a bordo, ya dichas cadenas estaban fuera deembarcación, pues constituyen resistentes proyecciones del cost

de un barco, que sostienen cadenas de planchuela de vigota yinmensas vigotas de los obenqu

Estaban sentados sobre una suerteanaqueles, y si el Wager hubiestado en igual calado, se hubie

encontrado suspendidos a merecorrido del casco, a seis o sipies del agua, y a seis o siete p



del pasamano. Sin embargo, viento entablado del este sudesoplaba sobre la amura del Wageéste se deslizaba escorado pelevarlos todo lo posible por encide la línea de flotación cubiertos

lona. Aun así, de vez en cuando salpicaba la espuma y a vecesagua, ya que el viento sopl

cruzado respecto a ]a corriente, yhacerlo formaba breves pero aolas; el agua fría resultaba m

agradable, y no hizo ningún daño aropa, ya que vestían con la sencelegancia que proporciona el cali



nada más.-Allí está ese viejo pecos

exclamó Tobías. Pese al oleaje,mar estaba increíblemente despejay vieron un delfín sin necesidadesforzarse. Era un delfín más b

grande dotado de una sobresaliecabeza, una sonrisa satisfecha y userie de manchas en los lomos que

distinguían de otros ejemplares deespecie. El Wager navegaba a udiez nudos, y pese a ello el delfín

volvió de lado y frotó su espacontra el costado del barco, antesdedicarse a juguetear con el pequ



oleaje que partía de la quilla y paal costado de sotavento, cruzarestela mediante diversos saltosbrincos para reaparecer finalmebajo sus pies con un aire de simplalegría.

La sonrisa que asomaba rostro del delfín era también comútodos los tripulantes del Wager .

fin navegaban de verdad, gracias aviento entablado y franco, en virdel cual apenas fue necesario to

las brazas durante algunos días:semejantes condiciones, la guarde cubierta dedicaba su tiempo



arreglar el barco, o a disponerlo topara cuando volvieran a tedificultades, mientras las guardiaslas cubiertas inferiores comportaban como tales..., es deno se levantaban precisamente al

el silbato que anunciaba tal o cemergencia. Estas guardias se tomaban con calma: durante la últi

guardia del cuartillo solcanturrear y bailar al compás violín del barbero, eso cuando no

apoltronaban para reposar y mediEra ésa una de las razones por que Jack y Tobías se encontrab



sentados en las cadenas, y es quehabía otro lugar adonde ir. El Watenía alrededor de un centenar pies de eslora, y contaba con dotación de doscientas dpersonas; no era, por así deci

teniendo en cuenta lo acostumbren la Armada, un barco atiborradomarineros, de modo que los homb

gustaban en todo momento reunirse en los compartimientos mpequeños, donde fumaban y hacían

imposible por conseguir uauténtica atmósfera viciada, lo clibraba espacio para quie



preferían respirar. En ese momenincluso para quienes habnavegado en balleneros (los mdevotos de las atmósfeirrespirables), era imposiencontrar un lugar en

entrecubiertas, de modo que mayoría buscaba algún que orincón donde disfrutar de la bris

ocultarse del sol. Incluso enfermos estaban en cubierta, y escasa hilera de coyes colgaba a

largo del combés. Eran pensionistas, además de algucasos de calenturas tropicales que



habían registrado; nada, sin embarque inquietara al señor Eliot. Aqno era el caso en los demás barce l Severa, que les precedía enlínea, había colgado coyes deenfermería hasta la altura de

serviolas, y en el Centurión estaigual de mal, pese a los escotillodel comodoro. Era imposi

discernir el estado de los dembarcos, ya que andaban en una lítan precisa, a dos cables de distan

unos de otros, que tanto Gloucester como el Pearl quedaocultos por blancas nubes



velamen.Aquel tiempo tan favorable tu

resultados muy positivos, y tendirelajar el ambiente. Campbell, bajo otras circunstancatmosféricas era de carác

taciturno, se comportaba de foramistosa y abierta desde hacía altiempo; también él había sufrido

hilaridad de Cozens (Tobías tuvo volver a coser la punta de su orey consideraba a Jack como u

víctima más. Además, Jack y tenían algo en común, pues a amles gustaba la navegación y



divertían mucho al calcuamplitudes, ascensiones y el acimCampbell seguía sin ser compañero ideal, pero era mumenos desagradable de lo que fueprincipio de la travesía; al menos

consolaban pensando que algunossus modales menos atractivos debía a su condición de escocés

que posiblemente se considerinferior por esa causa. Tenía algunmotivos para ello, puesto que

aquellos tiempos los escoceses eran muy populares en Inglaterra.vivir en un país pobre, con un cli



tan desagradable, se veían obligaa trabajar duro, a conformarse menos y a aceptar la adversidad contemplaciones, lo cual tendíahacerlos poseedores de una ofensvirtud. Eran trabajadores y duros

desdeñaban a los ingleses, a quieconsideraban vagos y blandos, rapor la que se les despreciaba. P

además de todo ello, se les tachde rudos, sucios y avaros. Quizásescocés de las tierras bajas fu

algo más tosco de modales, prespecto a la higiene no era posiconcebir un gran contraste, tenien



en cuenta que cualquier inglés meno se lavaba por debajo del cuesi es que llegaba tan lejos, ytérmino «cuarto de baño» no tecabida en la arquitectura doméstSin embargo, cuando dos naciones

muestran tan decididas despreciarse, no permiten factores tales como la justicia o

veracidad se entrometan,Campbell, al haber descubiertoprincipio de su carrera que

nacionalidad constituía desventaja para él, lamentaba amargura semejante discriminaci



Su temperamento era opaco, carede humor y gruñón, y siemexageraba al hablar de la villanía mundo. Pertenecía a una famordinaria carente de influencias.resultas de ello, si un motón le c

en la cabeza, tenía la instantáconvicción de que era debido acondición de escocés, eso en prim

lugar, y en segundo lugar por pobre. A menudo trabajaba consensación de verse sometido a algu

injusticia lo cual le convertía encompañero de lo más tedioso; pen otras situaciones po



comportarse como un ser humanoen ningún momento podía negaque tenía valiosas cualidades, pera disciplinado a la hora de cumcon su deber, buen marino concienzudo.

-¿Me hacéis

hueco? -preguntó asomaal costado.

Jack y Tobías fe complaciery acto seguido Jack y él se dedicaa planear un modo de calcular



longitud mediante la observaciónlas lunas de Júpiter, mientras Tob

observaba atentamente un gran pájsucio que se recortaba en distancia. Era marrón, más bnegruzco, de inmensas alas; peroera ningún albatros cubierto hollín. Quizá se tratara del pagigante, el Procellaria gigantea

Mumpsimos. Para asegurarse tendque verle el pico, las huesudas aledel pico tan típicas en la familia

los paíños; recordaba que el proMumpsimos destacaba particularidad. Señaló el pájaro a



compañeros, quienes opinaron debía de tratarse de alguna espede ave grande, un ave marina, duda, y se incorporó con intencióndirigirse a su cabina por telescopio.

La puerta se resistió un poTobías empujó con fuerza y hacerlo cayó sobre su cabeza

acostumbrado cubo de agua, queempapó a él y a los libros que teabiertos sobre el arcón. El asa

hierro le hizo daño, nada comparal dolor de ver empaparse dibujos. A continuación oyó



habitual rugido burlón de Cozens ycacareo imitativo de Morris comprobar que su broma hasurtido efecto. Tobías sabía que debía guardarles rencor; Jack (quepredicaba precisamente con

ejemplo) le había explicado unotra vez que sólo era una broma, no lo hacían con mala intención

que uno debía reírse de sí mismovez en cuando; de modo que cerrópuerta y empezó a secar el a

desparramada por los libros. tarde para proteger el esquema había pintado del proceso muscu



del pez volador (muchas horas cuidadosa labor), pero pupreservar algunas de sus noademás, seguro que no tardaría conseguir otro ejemplar diseccionar. Era incapaz

comprender la necesidad reprimirse ante la barbarie. dejaba de recordar las palabras

Jack, pero nunca había ido aescuela y por tanto nunca se harelacionado con gente de su edad

en general se sentía incapaz comprender determinacomportamientos. Además,



constatación de su existencia producía cierta tristeza.

Cozens, pese a todo, por mgamberro que fuera, poseía algude las virtudes que conviertenalguien en un buen marino,

ejemplo su rapidez a la hora tomar decisiones. Unos días despucuando Moses Lewis intent

pescar un bonito y resbaló cayenal mar desde el pescante de la amde estribor, Cozens le arrojó

gallinero6 desde la mitad pasamano, con tanta rapidez quegolpeó en la cabeza al salir a



superficie. Lewis se hadesplazado desde el pescante aaltura del palo mayor del Wagunos cuarenta pies, a una velocide diez nudos, para cuando alcanzó el gallinero; de modo

Cozens disfrutó de un espacio de segundos para gritar «¡Hombreagua!», y actuar.

Cierto que el gallinero no salejó aún más a Lewis de superficie, y que también se hirió

la fisga con la que intentaba pescDe todos modos fue un precio mbajo el que tuvo que pagar, ya



pudo mantenerse a flote hasta querecogieron del mar, y por regeneral todos a bordo daban hecho que Moses Lewis debía emuy agradecido al señor Cozens sus reflejos. Izaron a Lewis por

costado con la fisga clavada enpecho, y lo llevaron rápidamente aenfermería en tan interesa

situación, con aspecto (tal y coseñalaron algunos de los presentde haber salido de las páginas de

libro de los mártires, de Foxe.-Moses Lewis -dijo el seEliot-, saque la lengua. -Era algo



decía por deformación profesionpues de esa forma evitaba que pacientes se quejaran hasta saciedad. Sin embargo no era mnecesario silenciar a Lewis, siguió atontado y empapado con

mango de ía fisga saliendo del pecaunque el señor Eliot lo había dipor costumbre. Acto segui

procedió a examinarlo.-Excelente -dijo por f

Tendrá que cortar para saca

señor Barrow. Son las lengüetas que mantienen clavada la fisga. embargo, no se trata de una herida



consideración; descubrirá que pleura se halla intacta. No, no. ¡no! El ensiformis del cartílago ypectoral mayor, eso es todo; y creo que sea necesario demasiado cautos con este últim

Coja el escalpelo francés, el granseñor Barrow, si es tan amablemejor el cuchillo de doble hoja

el que realizamos las amputacionpor favor. No tiene la mecomplejidad, eso es, lo d

enteramente en sus manos. MoLewis, a continuación el seBarrow procederá con mucho tie



a la ablación de la fisga; no dmoverse, ya sabe. Si lo hiciera,escalpelo podría resbalar y atrevería a decir que eso pondpunto y final a su existencia terren¿Prefiere que alguien le sosten

Moses Lewis? Sí, diría que así estoy seguro de que lamentamucho moverse y dar al traste con

reputación profesional del seBarrow. Andrew, presente mrespetos al señor Bean y pídale

dos de los compañeros de ranchoLewis bajen aquí para aguantarlo.Dos compañeros fuerte



dispuestos corrieron a la enfermey lo tumbaron sin contemplaciopor su propio bien, con tal fuerza soltó el aire de sus pulmones conquejido.

-Ahora no te pongas a chil

advirtió uno de ellos-. ¿Qué pensade ti el doctor, compañero, empiezas a gritar cuando lo ún

que hace es afilar el cuchillo?

-Chitón, MoLewis -advirtió el otro.



Bajo ninguna circunstancia habría tomado Lewis semejalicencia, pero en aquélla particular, aunque dieron por heque al estar enfermo, con

superioridad moral que econlleva, se comportaría como crío o como un tonto, se limitó

mirar con cara de mártir de un ladotro, cosa que, por supuesto, podían permitir. De modo que amb

marineros arrimaron el hombro pinmovilizar la cabeza del pacienpor lo cual su aspecto no dife



demasiado del de un simple limópunto de ser exprimido.

-Si llega a saber dónde acabaclavado, no creo que lo hubiafilado tanto -aventuró Tobcortando las últimas fibras de

decimoquinta lengüeta, antes separar por completo la fisga.

-Dice que si no la hubie

afilado, no se hubiera hundido tandijo el compañero situado a derecha del paciente, en un tono

voz calculado para alcanzar el otapado de Lewis.-Dice que será mejor que



afiles tanto las fisgas -dijo el otrotono amable. El apretado limasintió débilmente, y al notarlo compañeros apretaron aún más.

-Ustedes -dTobías-, ya puedsoltarle.

-Se acabó, compañero. Por lo sacamos -explicaron en

amistoso y elevado tono de voTranquilo, tranquilo, ahora ya puedescansar tranquilo. Menudo mi



que tenías, te lo aseguro, ja, ¿Viste cómo sudaba, compañe

cuando vio acercarse el cuchilPero ya está, compañero, ya termtodo -dijeron inclinándose y gritana su oído, antes de darle algufuertes palmadas en los hombrAh, señor Byron, se lo ha perdiseñor. Hace cinco minutos que

sacamos.-Estupendo -dijo Jack vine a

como se e encontraba. ¿Cómo

encuentra?Lewis había formado parte dguardia de Jack hasta que el cap



Murray efectuó algunos cambsonrió al ver al guardiamarina, haquien sentía cierta simpatía, poptó por responder a aqupregunta con un simple «Oh, oh, oque susurró suavemente. Era cuest

de educación, ya que lo único uno espera al visitar a un pacienteencontrarlo convaleciente, por m

bien que pueda sentirse. continuación dio comienzo conversación sobre el hecho de af

f i s g a s y demás instrumencortantes, y también sobre personas que podían permitirse



lujo de utilizarlos. La opingeneral giraba en torno a necesidad de mostrarse mcuidadoso con ellos, y que no haningún motivo para caer al maresa forma, que quizá la próxima

no habría gallinero a mano, ni oven caballero tan rápido como

señor Cozens. En definitiva,

ningún bonito, ni cualquier otro bautizado bajo los cielos, valíariesgo de ahogarse. No valía la p

hacerlo por un delfín ni por ubarracuda; y si Moses Lewis crque valía la pena ahogarse por u



llamante dorada, estaba equivocacompañero, muy equivocado.

-Ahora -dijo Tobías una vez se fueron los marineros-, creo será mejor vendarlo con un ángulcolchicum: sostén este extremo, Ja

te lo ruego. -Tobías vendó de arrabajo al paciente-. ¿Cómo se hesta herida? -preguntó al ver en

espalda una cicatriz de consideratamaño.

Lewis titubeó al oír aqu

pregunta, pero el impulso de deciverdad a un hombre de cienresulta irresistible, y cuando volvi



incorporarse, respondió sonrojado

-Fue cosa de avestruz, señor.

Tobías asintió y sigvendando al herido. Se produjobreve silencio.

-Lo que no entiendo -dijo Jaes cómo alguien puede ser tan tocon un cabo, y pese a e

apañárselas tan bien con las vend-El ángulum en cuestión resultó limpio como el trabajo de u



cestería, tanto que Tobías le propalgunas palmaditas, complacido.

-En realidad era un avestmacho -insistió Lewis, temerosoque pudieran no creerle-. ejemplar alto, viejo y calvo.

-Espero que tenga ocasión contármelo con más calma -dTobías-. Pero por el mome

debemos procurar que se recupde modo que voy a recetarle un pde ron para fortificar las arter

¿Podrá con ese ron, Moses LewNo es desagradable y mejoraráestado. Si es que le apetece, cl



está.Con la débil voz de un inváli

Lewis (a quien sus amigos apodaVieja Esponja) decidió que sí pobeber un trago, aunque sólo fupara complacer al señor Barrow

tan pronto como lo hubo apuradijo en su habitual tono grave:

-Sucedió después de librar

de segar las malas hierbas enardín del emperador. -Se sen

tonificado, volvía a recuperar

habitual buen humor y tenía ganascharlar. Como habían expresadodeseo de conocer la historia de



herida desde el principio, decicomplacerlos, y lo hizo de siguiente guisa-: Fue cuando estuen el viejo Trent , al mando capitán Burton, y partimos de la cde Cork en noviembre para esco

un convoy cargado de pertrechotransportes rumbo a Gibraltar,cuidar del comercio con la In

hasta alcanzar el sur de Gorée,compañía del Suffolk , de setecañones, del Exeter , de sesenta, y

iamond , de cuarenta cañoncapitaneado, por cierto, por capitán Anson, tal y como el mar



de mi hermana, es decir y codirían ustedes, mi cuñado, podexplicarles mejor que yo, ya que el timonel de la falúa, el muy cana-Lewis abrió los ojos y resopmolesto al recordar alguna anti

fechoría del susodicho cuñadosólo gracias a cierto esfuerzo loreemprender el relato de su vi

dejar los transportes con rumboGibraltar frente al cabo de Vicente y poner rumbo sudoeste b

el mísero amparo de un tiemescabroso, que no hizo sempeorar en diciembre-. P



estábamos bien porque era un bade lo más estanco -continuó-recuerdo haber pensado en ello ande bajar de la jarcia: recuerdo pensé en una tostada con qufundido. Se lo dije a William Atki

que me acompañaba en la ver«Cuando terminemos, me brinduna tostada de queso fundido.»

también formaba parte de la guarde estribor; era de Plymouth, haruedas de profesión. En fin, era

primera guardia cuando de prooscureció, el viento roló al noroey se puso a llover. El capitán sali



cubierta cuando cayó el chubaspero no tardó en refugiarse abadespués de ordenar al piloto largara todo el trapo posible, y no perdiera de vista al comodoro mucho que anduviera su barco. P

al sonar las seis campanadas tiempo empeoró de narices,subimos a arriar la gavia mayor.

finalizar la guardia navegábamos las velas mayores, igual que comodoro, o eso creímos ver, porq

estaba muy por delante de nosotrarrumbado al sur y con un vieentablado del oeste sudoeste



pinta de amainar, como expliquWilliam Atkins cuando bajamos acubierta inferior.

«No mucho despembarrancamos; lo sé porque sólohabía tostado una parte del que

¡Santo Dios! -exclamó al rememola sorpresa que se llevó-. supimos de qué se trataba. ¿N

habría abordado el SuffoSabíamos que estábamos a unas cmillas de la costa. Después volvim

a embarrancar. El barco se inclpor el costado de babor hasta dela quilla casi al descubierto,



alcanzamos a oír cómo se arrastrpor las rocas como si de un truenotratara. Subí a cubierta, y al llevolví a oír ese terrible crujiVeíamos el perfil de las rocas a undos cables de distancia; teníamos

costado completamente a barlovey el mar arremetía sin piedad conlos baos. Entre nosotros y la co

sólo había aguas blancas. Los pacayeron sobre la cubierta con terriestruendo, y a bordo la gente est

muy intranquila, de eso puedo darPero el capitán Burton dijo que lo mejor que podía pasar. «Ja, j



dijo con su voz de trompeta. «Esmejor que podía sucedemos. ¿No cómo nos protege eso del mEchen aquí una mano y carguen toel peso a babor, o volveremostumbarnos.» De modo que sacam

todo el peso posible, y al einclinada la cubierta pudimresguardarnos un po

¿comprenden? Pero por el amorDios, menuda mar. Salpicaba vepor encima del costado, se riz

hasta alcanzar la cruceta mastelero y después caía para fretoda la cubierta. Que Dios



ampare la próxima vez que encuentre con semejante costasotavento.

-Amén -dijo Jack.

-Al cabo de un tiempo, algude los integrantes de la guardiaestribor solicitaron permiso paventurarse en el cúter... No, mienera el chinchorro. Y aunque se

dijo que ningún bote podría navegestaban decididos a intentarlo. Ode ellos se fueron a pique antes



echarlos al mar. El resto de boseguían estibados, así que cuan

vimos por lo sucedido que teníamos esperanza, improvisamuna balsa con las barras cabrestante, con los enjaretadoscon cualquier percha encontramos a mano, pero a ealturas la mayoría estaban borrach

así que la balsa quedó echa una pe

-¿Borrachos? exclamó Tobías.



-Por supuesto que estábamborrachos -replicó Lewis, mirándsorprendido.

-Habían embarrancado -dJack, como si eso lo aclarara to

Pero al ver que Tobías seguía comprender, explicó que en cuaembarranca un barco, y después

intentar todo lo posible devolverlo al mar, suele suceder qla tripulación lo dé todo por perdi

se abalance sobre el pañol del roabra todas las botellas y barriles qencuentre por el camino, para m



bebidos si es que deben morir.-También se pusieron

mejores galas -añadió Lewis-. Esacostumbrado, como poner peniqen los ojos de un muerto o arregun cadáver para un entierro. Yo te

un abrigo de nanquín manchado ysombrero redondo de castor. Cuandesperté de la borrachera, sob

como una piedra, seguía allí y eradía: el mar había perdido fuerzatodos los que pudimos nadar

hicimos, porque había moros de en las rocas negras, haciendo gespara atraernos a la costa como



dijeran: «Ven, compañero, que voecharte una mano». De modo que hice con un trozo de las bichasestribor, que más tarde se hapedazos, y probé suerte con las oEn cuanto alcancé la costa, un t

vestido con un camisón me ayudencaramarme a las rocas antes quemar me aplastara contra ellas. H

un gesto para mostrar agradecimiento, pero él pareempeñado en librarme de la bufan

«Tranquilo, hermano», dije bastante sorprendido, mientras quitaba el abrigo de nanquín.



poner yo cara de pocos amigos, suna daga y me la puso en el cuellola vez que una vieja vestida de azucon un velo (supongo que seríaabuela) me estiraba de los talopara sacarme la camisa. En toda

costa vi escenas parecidas, sin nadie tuviera ánimos suficientes presistirse del frío y el cansancio

tenían. Nos desnudaron a todos, ypermitieron que nos quedáramos nada a excepción de un viejo ped

de vela que encontramos entre rocas, con el que improvisamos utienda para protegernos del frío y



lluvia.»La mar empeoró al subir

marea, y el barco se hizo pedazentre golpes y horribles crujidos;espectáculo poco agradable. Y plantar cara al oleaje, se quebró.

proa quedó suspendida, los costase esparcieron debido a la resa

per o la parte más a popa agua

durante un tiempo. Una treintenapersonas seguían a proa, y a piquefueron excepto algunos

rescatamos entre las rocas, aunqumayoría murió por la fuerza oleaje. El capitán seguía en popa



compañía de unos ciento cincuehombres más; cada vez que el mparecía a punto de engullirlos, moros reían y hacían cabrioEstábamos seguros de desaparecerían en cualqu

momento, y en una ocasión sobreregala se llevó a cinco o shombres por delante. Pero el re

aguantó, y al bajar la marea, el mse encalmó. Coleman, el armero, cel único de a bordo que estaba

disposición de nadar, se acercó a rocas con un cabo, y a punto estude ahogarse, pero los de tierra



echamos una mano. Aseguramoscabo a las rocas, y los del barcoataron al cabo para alcanzar la coPero el capitán se negó a hacepues aún había marineros meborrachos, o demasiado cobar

para arriesgarse a jugarse la piel el cabo. Los oficiales le gritaron no aguantaría cuando volviera a su

la marea, pero él se mantuvo en trece, y no cruzó hasta que el timode la falúa volvió al barco y,

forma muy persuasiva, le convende que debía salvarse. Para nosotfue muy duro ver al capitán atrave



el espacio que mediaba entre barco y la costa. Estaba agotado ypodía nadar, pero cuando llegótierra nos sentimos reconfortadLos condenados moros de piel neestaban dispuestos a dejarle

cueros, pero eso no lo permitimno desnudarían al capitán. Al verntan decididos, se fueron. «Habíam

encendido una hoguera, y el contasirvió los pavos y gallinas quehabían ahogado; era lo primero

comíamos en veinticuatro horas. Nacurrucamos en la única tienda concapitán en medio, conscientes de



allí estábamos más resguardados.día siguiente el barco hadesaparecido, despedazado. vimos ni a uno solo de los marineque quedaron a bordo. Entonapareció un oficial de los moros

quien llamaban bashau, junto a tropa de jinetes que nos obligarosalir de allí. Vimos camell

camellos muy extraños. Los de cubiertas inferiores no sabíamos hacer, pero había un caballero da

asentado por aquellos lares, comerciante, que nos envió algusábanas porque estábam



completamente desnudos, y un docfrancés que vendó a los heridos, amuy amable por su paopinábamos todos por aqentonces, teniendo en cuenta cónos comportábamos nosotros con

paisanos. Explicaron que el soberde allí, el emperador, o el sultcomo a ellos lo llaman, estaba

guerra con el rey Jorge, y quenosotros nos harían esclavos, comlos pobres muchachos capturados

los argelinos; y otros aseguraron no sería así. Pero fuera como fueel tal bashau nos obligó a seg



adelante a lomos de los cameldurante días y días. De camencontramos a los tripulantes Tartarus, que también haembarrancado la misma noche. tanto nos juntamos u

cuatrocientos, contando las tmujeres que pertenecían al Tartary al bebé de una de ellas, al q

logró salvar del desastre cogiéndde la ropa con los dientes. Y cuanen el camino cruzábamos por

poblado morisco, los habitantes arrojaban piedras y mierda,escupían en el agua que nos ofrec



para beber: estábamos cansados que jugaran con nosotros. Cuanfinalmente llegamos a la ciudonde estaba el sultán, nos obligaa trabajar, mientras éste decidíaestaba en guerra con el rey Jorg

no. El capitán estaba muy ocupacomo pudimos comprender, con intérpretes y la correspondencia

remitía al gobernador de Gibraltaa menudo se acercaba a donestábamos nosotros para levantar

la moral, para decirnos debíamos cuidarnos, y que no dejaría en la estacada. Pero respe



al trabajo no había nada que hacea William Atkins y a mí nos hiciesegar la mala hierba. Algunos de hombres se encargaron de erigirenorme muro de piedra que estderruido, a la vez que ot

limpiaban los establos de camellos, o transportaban agua phacer un pozo donde cuatro

nuestros guardiamarinas davueltas a una rueda, mientras emperador permanecía sentado

una silla de terciopelo, sin perdetalle."Nosotros dos seguimos con



siega de las malas hierbas, y un bdía, cuando trabajábamos en un parodeado de muros, segandocharlando, una voz preguntó a nueespalda qué estábamos hacienAmbos nos quedamos parad

porque lo habíamos oído en perfecto inglés, tan perfecto copueda serlo el suyo o el m

Descubrí que la voz provenía deventanuco, de modo que me dihacia allí y respondí haciendo aco

de buenos modales: «Seganseñora, con su permiso». Y continuación relaté cómo habíam



caído prisioneros, cómo nos habllevado a esa ciudad, y obligadsegar.

«-¿Querrían tomar una tacitaté? -dijo ella tendiéndome una tade bronce a través del ventanuco

así transcurrió el día. Resultó sereina de Marruecos, o una de elporque según parece los mo

acostumbran a tener muchas mujeEra hija de un rebelde inglés, y había perdido los modos de un b

cristiano ni la disposición a charEra bastante anciana, al tiempo ágil y agradable, aunque de vez



cuando se mostrase algo brusca.»-¿Son felices con su trab

mis buenos amigos? -preguntó.

»-No -respondimos

»-¿Y por qué? -preguntó. relatamos con qué dureza nos tratel negro encargado de los jardinecuando descubría alguna mala hieo veía que tocábamos una planta

nosotros, marineros, no podíamdistinguir los hierbajos de plantitas, de modo que a diario



golpeaban más que a un tambor.»-Ajá -dijo-. Malditos sean,

tienen el sentido común necesapara distinguir los hierbajos de plantas?

»-No, señora -respondimoAsí es. Más o menos como si ustuviera que distinguir un gavieteuna vigota.

»-Ah, bueno, bueno. Menupar de tontos están hechos -dijo ePero cuando William Atkins, q

está casado, la interrumpió pdecir que no le importaba pimiento, que le daban lo mismo



malditas malas hierbas, o algo igde irrespetuoso, ella de prontopuso en guardia-: Muérdase lengua, William Atkins -dijo la reialtanera y chillona-. Maldita seaestampa, fregona de tres al cua

Eso de atormentar todo el día a superiores con sus vigotas y gavieme pone mala. -Yo me apresuré

decirle que mi compañero era tontimpaciente, y al parecer eso localmarla; después dijo que qu

necesitara a uno o dos hombres pcuidar del corral... ¿Han oído eso?Afuera se produjo el hondo



inconfundible estruendo de cañonazo lejano, que penetró porescotillón del aire fresco. Jack había salido de la enfermería anque Tobías volviera a la realiddesde el campo donde el empera

de Marruecos tenía los corrales, Jllegó al pasamano del alcáacompañado por Campbell. Cozen

Morris ya se encontraban allí, paquella era su guardia. A dos milde distancia a barlovento estaba

pequeña Tryatl de altos palos, había abandonado su posición enlínea. Mientras la observaban, so



otro cañonazo e izaron una señMorris se encontraba de camino acofa, catalejo en mano; al llegvoceó a cubierta que la secorrespondía al número 12.

-¡Ay! -maldijo el condestab

como si fuera responsable de aque debía lamentar. Se acercócapitán en calidad de oficial

guardia y, llevándose la mano sombrero, informo-: La Tryal indque se dispone a sondar, señor.

-Excelente, señor Bulkeley-del capitán Murray-. Será mejor hagamos lo propio inmediatamen



Son los Abrolhos; la verdad es qno esperaba encontrarlos hoy. .

-Yo sí, señor -confesó condestable, que ladeó la cabsatisfecho de sí mismo-, y acertado hasta en la hora exacta.

Tobías apareció en cubieguiñando los ojos a causa del intebrillo del sol. De pronto se le ha

ocurrido que quizá tuvieran encimlos españoles, y que aquelcañonazos fueran el preludio de u

inminente batalla. Recordó con mezcla de júbilo y alarma que Jle había referido más de una vez



desafortunado que resultaría veobligados a luchar a ese lado cabo de Hornos, y que navegamuy cargados como para batirseigualdad de condiciones, por menos hasta alcanzar los Mares

Sur. Asimismo, Jack le había dicen más de una ocasión que no hablcon quienes estuvieran de guar

que ni siquiera se acercara a elpero aún experimentaba cierdificultades para distinguir a quie

estaban de guardia de quienes noestaban, y en aquel momento titumientras giraba y volvía a girar



gorro de dormir alrededor decabeza.

-Es la Tryall , que informa que está sondando -dijo Jabandonando el pasamano pconducir a Tobías a un espa

neutral donde no molestara.-¿La costa de Brasil? -pregu

Tobías exaltado, cogiéndole

brazo.-De hecho se trata del banco

los Abrolhos, o eso creo; pero

como si fuera lo mismo.-¿Cómo puedes estar exasperantemente tranquilo, Jack



exclamó Tobías, presa de una gagitación-. ¡El Nuevo Mundo, Braotro continente! Cuna del jaguar, tapir, de la capibara, del vampdel verdadero y genuino vampJack... -dijo mientras observaba

impaciencia el horizonte.-No me importa lo que dig

Toby -dijo Jack, dispuesto a ha

hincapié en aquel asunto, pese a Tobías seguía adelante en particular listado de criatu

fabulosas-; pero no permitiré haya vampiros en mi cabina.-... la boa constrictor, eso



no mencionar el perezoso de tdedos.

-Ni tampoco ningucondenada boa constrict

-Estoy impaciente por camipor el Amazonas -exclamó Tobías

-Pues bien, no tendrás mremedio -dijo Jack mientras sellevaba más lejos-: tan sólo sese

leguas de agua nos separan Brasil.



CAPITUL0 8

Lejos, lejos hacia el sur del R

de la Plata, a un millar de millaquizá más, la desolada costa dePatagonia se extiende en direcciólos confines del mundo. Son tierrepletas de frías llanuras, que relevan unas a otras hasta dibujafrío interior del continente. A ve

se encuentran redondas colinasmontes; pero por doquier, la tie



está hecha de ripios, inconcebibles extensiones de frpiedras secas rodeadas de pequeoasis de tierra blancuzca. Prolifelos matojos de nervuda hiemarrón, subyugada ante el embate

viento, frío y seco, y en ocasionesdescubren arbustos bajos y espinoen aquellos parajes sujetos

condiciones más favorables. Peropresencia no basta para borrarimpresión de desolada esterilid

de una vasta, infinita y sovacuidad. En algunos lugares el sudesnudo adopta un aspecto de ni



con la eflorescencia del salitreallá donde las rocas quedan desnudo, en ocultos acantiladosunto al mar, también ellas reve

los severos colores de sedimenquímicos, casi el único color v

que pueda hallarse en aquel trineutro y estéril lugar. Incluso escasos ríos que fluyen sobre

vacía pampa del oeste son áridlímpidos, exánimes.

Lejos de dicha costa, a c

cincuenta grados de latitud surlejos de cualquier verano, existepliegue en la playa que forma



puerto natural de nombre San JulEl primer hombre que llegó por mMagallanes, erigió una horca enplaya para colgar a sus amotinadoDrake, que arribó sesenta adespués, hizo lo mismo. De mo

que los frutos de aquella perdidfunesta costa se empleaban pextraños propósitos, al me

siempre que los barcos fondeabansus aguas, cosa que no sucedíamenudo, pues en los dos siglos

separaban a Magallanes del seAnson, tan sólo una veintena barcos habían recalado allí.



embargo, en aquel momento Julián contaba con no menos de snavíos a un tiempo. Toda la escuaestaba allí, con excepción del Peque un mes antes se había separen mitad de una horrible tempes

una galerna acompañada por inexplicable niebla.

L a Tryall perdió el mastel

de mayor durante la tormenta, yaquel momento permaneamadrinada al Wager , que

proporcionaba un nuevo mastelerolos que guardaba de repuesto enbodega. Pertrechar a la Tryall



había llevado una semana entetodos los carpinteros de la escuadunto a sus respectivas brigadas

ayudantes, se reunían en cubiemartilleando, serrando y golpeandía y noche. Los habitantes de

Julián no se habían visto perturbados desde que sir JNarborough hibernó con el

aunque de eso hacía setenta añHabía animales, eso sí; quién ibdecirlo teniendo en cuenta que aq

lugar parecía no sólo estéril, stambién carecer de cualquelemento que pudiera mantene



Había guanacos, llamas salvajescada rebaño (había varios en inmediaciones) contaba con particular centinela en una posicelevada, que se dedicaba a obserlos movimientos de la gente

vivía a orillas del mar, también hañandúes, que algunos llamaavestruces, los cuales, al igual

los guanacos, tenían ese cuello lapropio de aquellas criaturas nunca bajan la guardia. Había pum

bestias pardas de aspecto leonicasi invisibles cuando se camuflaen el también pardo terreno; eran



depredadores, el motivo de inquiehereditaria y del cuello largo de guanacos. Había agutíes, conejide indias, y también haarmadillos. Todos ellos, exceptuana los pacíficos armadillos, vivían

un continuo estado de alerta: no etierras ricas en vida animal, propia idiosincrasia

imposibilitaba; pero los pocos las habitaban observaban con gatención, y no solían perder deta

Alguna que otra especie de ave rallegaba allí donde las criaturas detierra se despistaban; vola



diseminadas en el pálido cieenormes cóndores, horribcarranchas abuitradas y chimangNada sucedía en tierra sin que éslo supieran.

La suma de todo lo que vie

fue poco más que todo el procllevado a cabo para reaprovisionamiento de la escuad

se hizo todo lo habido y por hahasta que sólo quedó tumbar barcos por la quilla. Repasaron t

la jarcia muerta, se renovó todoequipo de labor, recurrieron a quinales y se envergaron las velas



tormenta, en previsión del momeen que doblaran el cabo de Horndesarrumaron y volvieron a estilas bodegas, sin olvidar prestardebida atención a todo aquesusceptible de engrasarse, puli

pintarse o embrearse. Todo se hcon la mayor celeridad posible,que los días traían de la mano

invierno del sur. Los capitanes preocuparon de que todos a bodispusieran del menor tiempo li

posible para reflexionar, o pcontemplar el paisaje; pero aun había algunas tareas me



trabajosas que otras y una de eera la recogida de sal.

Casi toda el agua de la zonasalobre, y casi todos los Pozos de agua salada, cuando tienen agaunque lo cierto es que los guana

beben igualmente, lo que resuuntanto extraño. Sin embargo, dicpozos casi siempre están secos, y

lugar de agua hay sal, brillanperfecta, en forma de inmenpedazos de cristal. Así fue cuan

estuvo allí sir John Narboroughtambién cuando Jack y Tobgaloparon bajo la lluvia de Bedf



a Londres, pues también llovió enparte sudoeste de la Patagonia, modo que cuando abandonaronWager cargados de barriles precoger sal, encontraron un licucieno negro que rodeaba un

sedimento salino. En lugar cortarlo con la misma facilidad que los esquimales cortan bloques

hielo para construir sus iglúes, tuvieron más remedio que cavar precoger pedazos insuficientes

aquel barro, y extenderlo para quesecara.En ese momento había diver



guardiamarinas cavando en el fétfango, o descansando al calor defuego que despedía un humo espesnegro, ya que dada la carencia árboles de la Patagonia no encuentra una sola brizna de mad

a la espera de que la sal se secaEntretanto, no desperdiciaron oportunidad que la espera

brindaba para quejarse de la rutdiaria, algo acostumbrado ennavegantes.

-¡Oh, vaya! -exclamó Tobpresa de una indignación mdisimulada-. Ustedes pod



quejarse del trabajo duro, reducido espacio de que dispopara dormir, de la dureza de comandantes. Podrán decir mpero me pregunto si disfrutardesempeñando el cargo de ayuda

de cirujano. Brasil, otro universono he visto nada... Hemos estado atiro de piedra del mayor roedor d

creación, por no mencionar epífitos, y me ordenan confinarmeuna tienda hospital para tratar u

serie de enfermedades normalecorrientes (ni siquiera una samputación, no), la mayoría de e



causadas por un volupturecalentamiento del organismEncima, gran parte de los cacorrespondía a marineros de otbarcos -añadió clavando una mircargada de reproche en P. Palaf

del Centurión.El señor Palafox era

caballero irlandés, y como tal

gustaba de comentarios phalagüeños; había propinado azotesus compañeros de tripulación

mucho menos, pero a la par eraalma agradecida y afectuosa, rapor la cual se limitó a replicar.



-Maldita sea, querido amBarrow. ¿A qué vienen tantas quedespués del hermoso ejemplar murciélago que le regalamos?

-Sí -admitió Tobías, algo mcalmado, antes de inclinar la cab

ante su interlocutor-. Me siento men deuda con usted. Pero ¿qué mesimple y vulgar pudo inducir

vampiro... no, mejor dicho, obligavampiro a abandonar la cabina? digo porque estoy convencido de

el vampiro, cuya actitud era demás cariñosa, jamás habría tomla decisión de desaparecer.



Jack mostraba un elevado grde inconsciencia y despreocupacipero la verdad es que no era mconvincente, de modo que graciala aparición de un muchaprocedente del Centurión lo

desviar la atención. El muchatransmitió los mejores deseos primer teniente, además

comunicarles que si no subíanbordo la sal en cosa de tres minude reloj, sufrirían las consecuenci

-¿Ha llegado? -preguntó Jackmuchacho. Se refería al Pearl , al el día anterior habían avistado



lontananza; habían despachado Gloucester a buscarlo, pero, a cade la falta de luz y de viencontrarios, aún no había logrfondear junto al resto de la escuad

-No, señor; sigue dan

bordadas-respondió el muchachpero han enviado su cúter, que ahestá amadrinado al Centurión

Titubeó nervioso antes de continuincapaz de contenerse ante el cde la información que ten

Llevándose la mano a la boca, aire de confidencialidad, añadHan perdido al capitán y



avistado a los españoles: dos navde setenta cañones, dos de cincuey uno de cuarenta.

Semejantes noticias relegaronsuerte del vampiro a un segunplano, y con una increíble celeri

llevaron la sal a la costa, y de allos botes, mientras los hombresmostraban deseosos de averig

más, a ser posible, así comoconfirmar lo que ya habían oído.

Era cierto: el Pearl no po

estar equivocado, ya que, engañpor las señales del almirante de españoles, había permitido que és



se acercaran a distancia de tirocañón, y después tuvo tiemsuficiente para contar las portas enemigo durante la larga persecucque siguió al engaño. Quedaba clque el almirante Pizarro disponía

información precisa acerca de escuadra del señor Anson; no ssus fuerzas superaban a ésta

número de cañones y en la potende fuego de sus andanadas, sino además se había provisto de

gallardete de comodoro tan parecal del señor Anson que puso en jaqa toda la oficialidad del Pearl , p



a que éstos habían visto cientosveces el verdadero. También evidente que los españoles aventajaban, que estaban prepara

dispuestos a enfrentarse a ellos superior fuerza en aguas que

pi lotos conocían desde hacía centenar de años; los ingleses, porparte, no habían navegado en e

desde los tiempos de los bucanerde Dampier y sus desacreditaamistades. Por tanto, aquellas ag

eran desconocidas excepto en detalle en particular, y es que sabque ninguna costa, ninguna torme



ni ningún pedazo de mar eran peoque los que se extendían ante mirada.

El capitán Kidd había mueeso también era cierto. Toaquellos que le conocieron lo sent

de todo corazón, pues era un bhombre, alegre, buen marino y mestimado en toda la escuadra; pero

muerte era algo tanhabitual en la Armada y en

mar que pasó mucho m

desapercibida de lo que habpasado en tierra. Habían dejatrás, en Brasil, filas y filas



tumbas, cosa con la que habcontado, acostumbrados coestaban a que el escorbuto, fiebres y el resto de pelighabituales del mar despacharanmenos a una décima parte de

compañeros que se embarcauntos para una larga travesía, por

mencionar a quienes caían víctim

del fuego enemigo. Por tanto, sin ello delatara por su parte unaturaleza despiadada o insensib

acostumbraban a prestar matención a los vivos que a muertos.



Los del Wager tenían razode peso para prestar atención, ya volvían a transbordar al capitán. las incorruptibles leyes de antigüedad, el capitán Murasumiría el mando del Pearl , y en

lugar el Wager recibiría al seCheap, intercambio que traía cabeza a más de uno a bordo.

obstante, no tuvieron tiempo pdiscutir la cuestión, por mucho ésta los abrumase, ni tampoco p

lamentarse de su suerte, obligadocargar los cañones y emplazarlossu correspondiente lugar en previs



de futuros combates con españoles, cañones qpreviamente, habían estibado enbodega al iniciarse la travesía, parte para librar más espacio del disponer para las provisiones,

parte para facilitar la andadura navío en tiempo tormentoso. Lcañones pesaban de lo lindo,

debían moverlos con gprecaución; si una de las pieresbalaba, acto seguido atravesa

toda la embarcación, lo cual acabacon su aventura. Por lo tanresultaba harto comprensible que



esfuerzo de subirlos requiriese doración de gritos, juramentosblasfemias. El tono de voz se elen toda la escuadra: nada puemprenderse en la mar sin contar ello. Pero a bordo del Wager to

hacían más ruido. La dotación Wager estaba "leños compenetradera menos habilidosa que

tripulaciones del resto de barccontaba con menos oficiales, y, encaso del condestable y

contramaestre, éstos eran meeficientes.Se llevó a cabo todo aq



esfuerzo durante los últimos días pasaron fondeados en San Julián; un trabajo continuo y matador, y dispusieron de tiempo libre phacerse una idea de cómo era nuevo comandante. Este se entr

febrilmente a la tarea; parecía obque se trataba de un hombre duropelar y que no estaba dispuesto

perdonar las faltas de sus tripulany también parecía obvia capacidad para aullar palabrota

salvajes insultos. Sin embargo, semejantes circunstancias cualqucapitán habría hecho lo mismo p



conminar a su tripulación, sin ésta se lo tuviera en cuenta; despde todo, aquella era la costumhabitual cuando uno desea disponetodo a bordo para echarse a la mar

-No lo hace con mala intenc

-decían con la esperanza de que fuera. De todos es sabido quecapitán de un navío de guerra disfr

de extraordinarios poderes; si bes cierto que no puede hacer del mun picnic continuo (por

condiciones atmosféricas, ejemplo), sí puede intenconvertirlo en una animada imitac



del infierno. Puede castigar mediaazotes, puede hacer pasar hambrencerrar a los hombres a su librdespreocupado albedrío.

-Probablemente no lo haga mala intención -dijo Mor

nervioso, escogiendo una galleta.-Más le vale -exclamó Coze

dispuesto, a juzgar por la expres

de su rostro, a enviarle al diablo. una fría mañana gris, y encontraban fuera de la bah

disfrutando de una leve brisa tendencia a arreciar, cuando cumbres que había tras el puerto



hundieron en su acostumbrsolitud. Al reemprender la travesícapitán Cheap no perdió oportunidad de hacer comparacioodiosas, cuando contrastó a tripulantes del Wager con los de

Tryall , para después asegurarles mejoraría la celeridad con largaban Jas juanetes aunque tuvi

que arrancarles de cuajo el coracon las manos desnudas. Tambreprobó públicamente al señor Be

ordenó el castigo de tres marineque no lograron enganchar la gaturó que Morris perdería



condición de guardiamarina antesdoblar el cabo de Hornos.

Una cuestión de cortesía esque distingue a un guardiamarinaun marinero de primera, ya que tiene empleo hasta ser nombr

teniente. Su situación legal equivalente a la de alguien nombrpor el capitán, y su nombre se an

unto a su condición guardiamarina en el rol de tripulande igual forma que podría figu

como velero o carnicero, ya que,hecho, no es más que un simsuboficial. Está supeditado a



oficiales de mar, tales como condestable, el carpintero o contramaestre, que por aquetiempos recibían su nombramientomanos de la Junta Naval, y poddegradarlo o rebajarlo a la condic

de simple marinero de primdecisión que quedaba al lialbedrío del capitán. En cua

sucediera tal cosa, podía encontracualquier día postrado ante el caño castigado, de igual forma que

resto de marineros de la cubieinferior; en cualquier caso supouna amenaza terrorífica en boca



un capitán, y aún más si existeperspectiva de un largo viaje delante. Morris era un guardiamarincapaz. Era un tipo ignoranteindolente, demasiado estúpido copara salir adelante; pero en

ocasión en particular lo sucedidofue culpa suya. Había recibórdenes de subir a la cofa p

mejorar el aspecto de un pallete, no estaba hecho de cabo sino de upieza de piel de foca, con el que

envolvía cualquier cabo susceptide ser mascado por otro. descender a cubierta la piel de f



colgaba hecha jirones. Un chimanun pájaro que estaba a medio camentre un milano real y un buiaunque más apasionado en antipatía que ambos, había picotela dura pieza de cuero antes

emprender el vuelo con la maparte de ella. Éste es el tipo accidentes desafortunados

pueden sucederle a cualquiera navegue por las altas latitudes sur, y en algunas circunstancias

preferible zanjar la cuestión consuspiro, sin más. Pero Morris no quién para juzgar el tiempo y



lugar, y respondió de ello de forpertinaz y alocada. Nada puresultar menos apropiado, excepción de la forma, algo gratuque tuvo Toby de intervenir. Al oíatropellada explicación de Mo

acerca del pájaro, una especie de grande y amarilla, consciente de no aportaba nada positivo, dio

paso al frente y poniendo una men el antebrazo del capitán, tanto intención de calmarlo como de atr

su atención, pasó a asegurarle queverdad existían dichas aves, qumenudo las había visto,



probablemente pertenecía a familia del poliboro y que no tenada que ver con los milanos reaaunque fueran, al igual que esúltimos, aves destructivas. El seEliot lo apartó antes de que termin

su alegato, pero no antes de quecapitán Cheap tuviera oportunidadreconocerlo y dijera, en un tono

desagradable como siniestro:

-Ya me encargaré usted, querido amigo.



El señor Cheap tenía en malta estima lo que debían ser derechos y dignidades propias decapitán; pero incluso de habetratado del dulce y atemper

capitán Murray, no habría permitque ningún guardiamarina o ayudade cirujano se dirigiera a él

tamaña ligereza, y menos aún pleno alcázar. Tal y como sucedno tardó en llegar a la conclusión

que se había tratado de un intedeliberado de tomarle el pelo a éen consecuencia, a todo el apar



disciplinario de la Armada. Fue suceso de lo más desafortunado, no hizo sino aguar la comida decamareta.

Cozens no había perdido ganas de hablar, y no perdió ocas

de dar diversas razones por cuales no permitiría que nadieatropellara, nadie en absoluto. «Q

lo intenten», llegó a decir. Tambcomentó que maldita la gracia quhacían los cambios a los que

habían visto sometidos, ya quenuevo capitán había dado órdepara recuperar el sistema de do



guardia. Morris se sentía demasialterado como para comer. Jestaba ensimismado en pensamientos, y comía en silencsilbando de vez en cuando y conmirada perdida. Tobías se sen

demasiado mal como para ni siquimirar la mesa, y tan sólo toasiento para hacer compañía a

amigo Jack. Siempre se marecuando hacía mal tiempo, e inclcuando el mar se encalmaba, ta

como estaba en aquel momento,sentía fatal si se atrevía a pasar uminutos en tierra. Campbell



encontraba en cubierta, pero antessubir había dado su opinión respea la pericia del capitán Cheap materia de navegación, algo quetenía parangón en toda la oficialide la escuadra. Opinaba que vend

muy bien a los hombres algo de mdura y dejar de comer con cucharaplata, y que de haber más homb

como él en la Armada, sería ésta ucarrera más virtuosa. Para más iel capitán Cheap pertenecía a u

respetable familia de Gowk, Weesums, muy conocida tanto pCampbell como para el se



Hamilton, de la infantería de marplagada de figuras de altura enIglesia de su patria.

Resultó que Campbell y capitán Cheap se compenetraban,que además de provenir del mis

rincón del mundo, ambos carecíansentido del humor, eran sensibdesconfiados ante el insulto o

enfrentamiento, mortalmente seveduros y concienzudos; cada unoellos reconocía las virtudes del o

tanto como ignoraba sus vicCampbell, por tanto, estaba msatisfecho con el cambio. Pero



satisfacción no era algo compartiera la inmensa mayoría tripulantes del Wager , tal y coconstató Tobías terminada aquedesastrosa comida, momento en se dirigió a la cabina del carpinte

donde encontró al condestaechando pestes de la situación.

-... Cumplo con mi guardia y

navegación igual que Bean, y esusticia que se me trate como a

igual -decía en un elevado

quejumbroso tono de voz-, y si Cheap... -De pronto, al entrar Tobse detuvo durante algunos segund



mecido por el vaivén del barcomo preguntándose si conveniente seguir con conversación; al parecer concluque no lo era, porque salió decabina sin terminar la frase. Tob

se alegró de verle marchar. El seBulkeley no era santo de devoción, muy al contrario que

señor Cummins, el carpintero, quien sentía una sincera amisthecho que no hace sino confirmar

grandes contradicciones de la viya que Tobías se sentía muy biensu compañía, y tenía al carpintero



muy alta estima. Sin embargo estaba allí de visita, sino cumplimiento del deber. Tanto oficiales mayores como los oficiade mar están exentos de la obligacde personarse ante el trinqu

cuando enferman; más bien contrario: son tenidos personalidades, y por tanto es de

del cirujano atenderles en su procabina. El señor Cummins era hombre grandote, gordo y pálido,

aspecto flemático, aunque realidad fuera nervioso y fácil decepcionar; era el carpintero m



hábil de toda la escuadra, y haestado muy solicitado a lo largo reciente pertrechamiento de los pade la Tryall , tanto que se haquedado sin fuerzas por hatrabajado durante tanto tiempo

descanso, por no mencionar un cofeo y profundo que se hizo con azuela.

El señor Cummins era aquellos que preferían fumar tabaco antes que mascarlo, y como

baja obligada comportaba consumo de más tabaco del habituTobías apenas pudo verlo a través



la densa nube de humo que respiraba en el, por otra pairrespirable ambiente. Tobías venla herida y la observó a través deniebla.

-El corte evoluciona muy b

señor Cummins, de veras. Un admirable, una carne estupenda: tiusted todo lo que alguien pu

desear. Si no hay muchos enfermvolveré por la mañana pcambiarle el vendaje.

-¿Mañana? ¿Mañana, señor -Tobías asintió, y el carpintero necon la cabeza-. Mañana no, no ven



señor B. -dijo-, no si siente algocompasión. ¿Acaso ignora que dieciséis hombres pendientes azotes como consecuencia de comentarios que circularon acedel pingüino? ¿Del pingüino

sirvieron en lugar del cerdo? D«Maldito sea el contador, y maldisean sus viejos pingüinos; quer

cerdo y legalmente tenían derechcomerlo». ¿No ha oído hablar desucedido?

-No creo que el capitán dijera en serio -respondió Tobías.-A fe mía que así es -insistió



carpintero-. Y si tiene usted entrañas de un judío, hará bienpasar la mañana remendando restos, pobres desgraciados. señor B., espero que cuide del joOram. ¿Recuerda al joven Oram

de mi brigada? Van a azotarlo phablar con desfachatez, aunque dipalabra de que sólo se trataba de

pobre muchacho de las coloniasque en el lugar de donde provihablan de esa guisa; vamos, que no

hizo con mala intención.



-Sí, le conozco. Peme aseguró que era Filadelfía.

-Cierto.-En Asia Menor.-No, en

colonias... en nuestcolonias.

-Oh. Por eso parecía preocupado cuando le pregunté si de Cilicia o de Lidia, y se lo dijegriego. De modo que hay una colollamada Filadelfía, señor Cumm



Supongo que estará en el NuMundo.

-Sí, por supuesto que sí. Aunqsi le soy sincero creo que podtratarse de una población de colonia, como quien habla

Piddinhoe en Sussex, siendo Susel condado y no Piddinhoe, entiende a qué me refiero. No, qu

sea una ciudad... Recuerdo que miJones hablaba de diversas caedificadas unas junto a las ot

hechas de barro y ramas, sin dupero toda una ciudad para tratarseesas tierras. No creo que debam



esperar mucho de las colonias, seBarrow.

-¿Eso cree, señCummins?

-Temo que sólo sean un puñade páramos yermos y desoladosque no saquemos ningún provecholas dichosas colonias. ¿Y por qrazón, señor B.? Pues porque

haberse tratado de otro tipo parajes, las habríamos encontrpobladas por gente razonab



adecuadamente vestida y entregadtrabajo, como buenos cristianos,

lugar de un grupo de salvadesnudos y ociosos. ¿Y qencontramos, señor B.? A susodichos salvajes semidesnudlo cual no hace sino dar fe de quepodemos esperar nada bueno de colonias. Piense en el pobre Ora

por ejemplo. Ha adoptado una forde hablar tan particularmerumiante gracias a su orígen co

habitante de esos lugares paganoses que por allí son todos upaganos, por mucho que lame



decirlo), que ahora está pendienteque lo azoten, junto a EjecucioneJohn Hart; un total de tres persopendientes del látigo en un solo dí

-¿Por qué lo llamEjecuciones?

-¿A Mitchel? Pues porque pirata, menuda pregunta. Siemllamamos Ejecuciones a los pira

o Puerto de las Ejecuciones, Bandde Muerte o cosas así, por alusdirecta a... cómo decirlo, a



profesión.

-Pero ¿no resumonstruoso llevar piraa bordo?

-Oh -exclamó el carpintero ningún entusiasmo-, no tenemos oremedio que aprovechar lo encontremos por el camino, ya saSi el hombre en cuestión s

perfectamente cómo tomar un rizmanejar el timón, pues tanto me



máxime cuando conoce lo bastantoficio como para formar parte debrigada del carpintero. Ejecucioera ayudante del carpintero en

loody Mary, pero aceptó servirrey; dijo que no tuvo otro remedio

ésa es la razón de que trabaje pmí -explicó el carpintero arrastranun párpado con la yema del de

hasta deformar su expresión facon intención de mostrar desconfianza-, Y así salvó el cue

muchos salvan así el cuello. Perespecto a si resulta monstruoso ollevarlos a bordo, de ser yo



comandante le aseguro que forzael reclutamiento del mismísiBelcebú si supiera que puede haun cabo. ¿Tiene alguna idea clrespecto a las destrezas y apariencia de Belcebú, se

Barrow?-Sí -contestó Tobías-, debe

ser un ser de piel grisácea, cubie

de un pelo translúcido de coamarillo rojizo o de cerdas, cienúmero de pequeñas y grue

extremidades, deforme, amorfo, abultado tronco, gordo, pesado y un rostro casi humano. La cabeza y



rostro son casi humanos, secarpintero.

-Entonces no difiere mucho aspecto del contador, señor B.

-De hecho se paremucho al contador, señCummins.

En la larguísima tradición deArmada real, puede que h

existido algún contador popular; pel señor Hervey no pertenecía a selecto club. En aquellos tiemp



los contadores solían estafar a marineros en la cantidad y calidad

los alimentos, así como en el prede las telas que no tenían oremedio que comprarles a ellostenían una forma de desfalcar dinde la que a menudo no era napartícipe. Su rapacidad era generalizada y extendida que incl

e l Centurión, a cuyos hombreshabía escogido con un taparticular, llevaba a bordo a

tunante de los peores, de quiendescubrió que se había embolsuna pipa7 de tabaco y una increí



cantidad de galleta cuando el base encontraba en los 80° de longioeste, y cuando una distancia de umil millas, más o menos, imperesolver el asunto. A esinsignificantes pegas el señor Her

añadía un seboso servilismo haaquellos a quienes consideraba encima de su posición social, y u

insultante arrogancia a quienes encontraban por debajo, lo cual hacía nada por mejorar la opinión

los demás. En ese momento estempeñado en caer bien al capiCheap, por lo que trataba con mu



deferencia a! sirviente de éste, acarreaba una considerable famachismoso tras su paso por la Tryal

En la pausa que siguió a comentarios acerca del contadorcarpintero observó a Tobías, susp

y negó con la cabeza tras el humtodo ello sin abrir la boca.

-Aparte de las curas-d

Tobías dispuesto a reemprenderasunto que tenía entre manos-, no nada más que podamos hacer, p

será mejor que no coma ni vacacordero, señor Cummins, hadentro de una semana; consideran



que nos encontramos en año bisieeso nos conduce al cuatro de marasí que ni cordero ni vaca hasta fecha, si me hace el favor.

Tobías, después de dejarsolas al carpintero con las debi

muestras de educación y buvoluntad, se dirigió hacia el castde proa; saliendo junto al pasama

Jack, el señor Eliot, el señor Jo(un amable ayudante del pilotoalgunos otros amigos le advirtie

que seria aconsejable mantenersetiempo fuera de la vista del capCheap; pero la prodigiosa densi



de la atmósfera de la cabina carpintero le habían dado una iclara de la importancia, por encide todas las cosas, del aire frescoaire fresco, pensó Tobías, impedque sufriera mareos; adem

mediaba cierta cantidad de vela enel castillo y la popa, y al ser tan lla brisa nadie le vería.

Tropezó directamente con JoDuck, que, con una sonrisa de orejoreja, señaló hacia el costa

Tobías miró en esa dirección, ycabo de un instante sus náusquedaron relegadas a un segun



plano: la mar era carmesí, a un pdel color escarlata, un lago de sanallá donde alcanzaba su mirada.

La escuadra no había podabandonar la bahía: por debajo detapa de regala del costado

estribor la tierra se dibujaba couna mancha oscura; lejos, a proa,cabo se adentraba en las ag

carmesí, y la escuadra navegabasur de bolina con intención de dobel cabo, surcando una mar cu

espuma era de color rojo. Era espectáculo increíble, y la rarezatodo ello se vio aumentada por



silencio que imperaba en cubieNo se oía nada a excepción del suviento al dar contra la arboladuradébil crujido del casco y la solemvoz del sondador desde las cadena

-Marca cuatro. Macuatro. Cinco brazas.

La escuadra ceñía por el bode los bajíos, y el Wager , que no

buque demasiado marinero, hacaído a sotavento como siempdonde las aguas aún eran más ba



Había muchas posibilidades de encallara, razón por la cual todo

bordo prestaban mucha atenciónsondador, todos excepto john Duposeedor de una mente volátilTobías, que no tenía ni la menor ide qué sucedía, y cuyo ser estsobrecogido ante el espectáculo millones de camarones,

incalculable miríada de camaroque poblaban la mar, camarones rojos como si alguien los acabara

hervir en una enorme cazuela.-Marca tres -cantó el marinque manejaba la sondaleza.



-Que todos los hombres dispongan a dar fondo al anclordenó el capitán Cheap, y su grecorrió instantáneamente el Wade popa a proa-. Atención todos hombres, que todos los homb

salgan a cubierta, que todos hombres se dispongan a dar fondoancla.

-¿Están las anczafadas? -preguntó capitán.

-Zafadas.



-¿Qué marca en cadenas?

-Camarones -exclamó Tobque justo acababa de descubrir

que veía.

-Silencio. ¿Qmarca desde las cadenas

-Marca ocho, nuevmedio.

-Mantenga zafadas las anc



hasta que le ordene lo contraseñor Bean.

-A la orden, señtodas zafadas.

-No puedo medir la profundicon esta sondaleza-dijo el sondado

-Que alguien

alcance la sondalegrande.-A la orden, señor.



-¿Ya están dispuestos? Maldisean, ¿tienen ya la sondaleza grano no?

-Todo dispuesseñor.

-Volead el escandallatención, atención... Arribad palmos... Virad.

-Con cien brazas



sondaleza no hay marseñor.

Fue como si todo el barespirase hondo; había pasado

inquietante cuarto de hora, que aquel momento pareció querelegado al olvido cuando

marineros se volvieron intercambiaron francas sonrisonrisas que se vieron súbitameinterrumpidas al oír un furioso rugen popa, un grito que conminabencontrar a quienquiera que se ha



atrevido a gritar «camarones», y motivó una orden para que personara en el alcázar, o para quetrajeran por la fuerza sin perdersolo segundo. Pero incluso en udotación tan irregular como la

Wager , que disfrutaba de idénproporción de idiotas y malvadoshubo nadie dispuesto a delatar

criminal, y por fortuna el viento rolo cual comportaba la necesidadbracear las vergas, cosa que distr

la atención del capitán. No obstanTobías sintió el opresivo peso deculpa. Desapareció agachado co



un malandrín, con los oentrecerrados, como si de esa forse volviera invisible, y por unoesos caprichos de la fortuna alcansu cabina sin que reparasen enpersona. Sabía que se había pas

siete pueblos, tal y como hubidicho el propio Jack; y con tal conciliarse con su suerte to

asiento para redactar los informesla enfermería con las manos limpempeñado en no hacer ningún borr

-¡Ah, estabas aquí! -exclaJack en un elevado e inquisitotono de voz cuando bajó



finalizada su guardia-. Te has pasasiete pueblos, Toby, de eso esseguro, después de pasearte por tla cubierta gritando «camaroncomo un poseso. Camaronválgame Dios. Después te dará

gritar cuando veas berberechosmejillones. ¿En qué estarpensando para armar tanto follón

semejante momento?-Me sorprendió ver

camarones -confesó Tobías-.

hubiera gritado de esa forma haberlo reflexionado, pcoincidirás conmigo en que fue



espectáculo increíble.-Prodigioso -admitió Jack, a

pesimista-. Y como presagestupendo, de eso estoy seguro. Nhicimos a la vela en viernes, lo supone un magnífico modo

empezar, y navegamos directamehacia un mar teñido de sangre. Scomodoro llega a pedir mi opini

no habríamos partido hasta mañanBuena parte de los marine

bajo el mando del señor Anson

habrían aconsejado lo mismo, enimprobable caso de que éste hubipedido su opinión; posiblemente



mismo gran hombre en persona estuviera muy dispuesto a echarsla mar en viernes, aunque sólo fupor el desaliento que ello supopara los tripulantes msupersticiosos, de no habe

obligado a ello la urgencia demisión y lo avanzado de la estaciTobías era completamente ajeno a

superstición, falto como estaba una sensibilidad poética y dadapobreza de espíritu, aunque tamb

de paso se libraba de lo más oscy pervertido de los claroscuros comporta. Inmediatamente se enza



en una discusión cuya intención la de justificar la inexistente relacque había entre los camarones yviernes, como día de la semanatambién, cómo no, entre el vierneel infortunio.

-Querido Jack -dijo-, detentconsiderar lo poco liberal, cuan pfilosófico es suponer que...

Una semana más tarde, amisma hora y en el mismo razonaba con Jack en la cofa

trinquete con idéntico afán, y idénticos resultados.-¿No ves que resu



completamente irracional, acontrario a la experiencia, contraa la lógica? -exclamó-. Por ejemp¿adonde han ido a parar tus mapresagios de la semana pasaDebes admitir que no ha suced

nada malo: sopla un vieencantador, y mira lo contentos qestán los pingüinos.

-Sí, todo eso está muy bien -dJack mirando el frío cielo azul-, ppreferiría que evitaras mencionar

tema, Toby. No es que me arreante un temporal. Que me partarayo si miento, pero nadie que h



estado en alta mar quiere encontracon la costa a sotavento.

En aquel momento, la escuaddespués de andar por el sur bajoamenaza de grises nubarrones ytiempo tormentoso, se encontraba

pairo frente al cabo Virgen Maríamitad de una noche tranquiladespejada. Todos los capitanes

habían reunido con el comodorobordo del navío insignia, y las focleones marinos y pingüinos

estrecho de Magallanes (el cseñala la entrada a ese canal peculiar) acudieron en tropel p



ver los barcos.-De veras que me alegra

tener que pasar por ahí -dijo ¡inclinando la cabeza para señalarestrecho, cuyo extremo norte distinguía perfectamente desde

cofa-. En cuanto nos adentrárampor ese pasaje, tendríamos siemla costa a sotavento, pasara lo

pasara, a menos que tuviéramviento racheado o soplara entrecuadra y la aleta.

-Jack -dijo Tobías en tono confidencialidad-, te ruego que expliques qué es eso de la cost



sotavento, y por qué razón menciona siempre con tanto disgus

Por un momento, Jack se lima mirarle de arriba abajo. De habetratado de otra persona, Jack habría limitado a echarlo a pata

de la cofa por intentar tomarlepelo. Sabía que Tobías perfectamente capaz de dar la vu

al mundo sin enterarse del númeropalos machos de la embarcacipese a lo cual tuvo que hacer

esfuerzo para dar crédito a semejaignorancia por su parte.-Bien -dijo mirando cansin



Tobías para asegurarse de que pregunta fuera en serio-, sabrás sotavento es el costado del barco no recibe el viento.

-Sí -respondió Tobías, cubuena fe pareció evidente, a juz

por la simpleza de su expresión.-Entonces, una costa a sotave

es toda aquella costa que tenga u

embarcación por el costado sotavento... tierra hacia la queempuja la fuerza del viento.

-Entiendo. Muchísimas gracPero ¿qué tiene que sea desagradable?



-¿Es que no lo comprendalcornoque? -gritó Jack-, Si socon fuerza y no tienes espacio pmaniobrar, el barco se vempujado hacia la costa y acabembarrancando.

-Pero siempre cabe posibilidad de virar por avantenavegar después de esa for

zigzagueante e ingeniosa que explicaste una vez, Jack.

-Sí, por supuesto que pue

bolinear dando bordadas con brisa entablada y fresca, siemprcuando la mar te lo permita



dispongas de un barco marineroduro a la vela; pero cuanto más firsea el viento, más derivarássotavento. Verás, podemacercarnos hasta cinco cuartas viento -explicó alzando la mano en

aire como sí se tratara del Wagerpodemos mantenernos en ese rumcon viento de juanetes, perdiendo

sólo una cuarta a sotavento; quidecir que nos veríamos empujalateralmente, al tiempo

avanzamos. Pero en cualarguemos las juanetes será necesareducir el rumbo otra cuarta, para



total de siete. Y otra si largamos usola gavia, eso por no mencionarque sucedería si largásemos las otdos. De modo que con las vemayores no puedes orzar más allálas ocho cuartas, lo cual nos da

total de noventa grados. Qupuedas arrimar la quilla más cedel viento, pero tu demora real

rumbo al que en realidad navegasa ocho cuartas del viento. Esignifica que bajo las mejo

circunstancias, cuando bolineas tolo posible, navegas en ángulo rerespecto a la dirección de la q



sopla el viento. Así que, como versi sopla un fuerte viento a la marúnica alternativa posible consisteseguir el recorrido de la coparalelo a ésta, porque no se pubatir el viento, ¿comprendes? No

puede avanzar contra el viento, mucho que se orce. ¿Me siguToby?

-Sí, te sigo. Comprendo tengas que costear en semejancircunstancias, pero ¿acaso eso se

tan malo?-No tan malo, siempre y cuanel viento no arrecie, y siempre



cuando la costa sea recta e igualaPero ¿y si el viento arreciara verdad, mientras navegas paralella costa y ante ti se cierne inoportuno cabo? No podrcambiar de bordo porque se

imposible en semejancondiciones, el viento no permitiría; y no podrías caer

sotavento porque eso supondalejarse del viento y dar contracosta agotando un precioso trozo

mar antes de enderezar embarcación. Cualquier medida se te ocurra no haría más



acercarte a la costa. Y de todmodos, aunque el viento sarreciara un poco, te resultaimposible mantener una demparalela a la costa, no habrías hemás que derivar en zigzag hacia e

en este viejo cascarón en el navegamos. Además, las olas habrgolpeado contra el casco dura

todo ese tiempo, por no mencionamarea. No, acabarías tirándolo topor la borda con la esperanza de

las anclas encontraran algo a lo agarrarse, y que pudieran librarte brete, mientras, de pron



compruebas que todos a borecuperan su perdida fe en DPero ya sabes, todo quedaría nada, porque tus anclas deslizarían sin resultado, y los case quebrarían sin remedio.

Toby no hizo comentaalguno. No era el tipo de persoproclives a mostrar abiertamente

sentimientos, pero miró con cietristeza la silueta que dibujabacabo Virgen María en el horizonte

-Pero si dispusieras de un bespacio de mar para maniobracontinuó Jack-, siempre podr



capear.-¿Cuánto espacio de m

considerarías suficiente? -preguToby-, ¿y a qué te refieres con esocapear?

-Oh, un centenar de millas

resguardo deberían de basrespondió Jack-. Respecto significado de capear, no olvid

explicártelo cuando lo hagamos.uzgar por todo lo que he oído

estas aguas, no creo que tardem

demasiado. Toby, mira eso.Al oeste, el dulce atardecercubría rápidamente de nubes, no



capas o masas blancuzcas, sino un cúmulo de negros nubarrones,cuyo interior surgía una suerte de de color violáceo, fruto de los rayLa oscuridad se cernió con premsobre la tierra, y aunque el m

seguía calmo, el agua mostraba luz, una transparencia, anormal. Lpingüinos, al asomar la cabeza a

superficie en busca de avolvieron a hundirse de nuedespués de dar un ágil salto con

facilidad de la que hacen gala especies marinas, acompañados un cúmulo de burbujas plateadas



un cable de distancia, en el pinnna (cuyos tripulantes mostra

una ofensiva parcialidad hacia vecinos del Wager , como si realidad pertenecieran al misservicio) se despejaban de la jar

algunas piezas de sórdida rinterior, como paso previo a reduvela.

-En fin, no sé -dijo Jack-, pcreo que sería mejor que bajaras yhicieras rápido. La última vez

sopló con fuerza los calamaacabaron metidos entre las sábanalgo muy desagradable, por cie



Te echaría una mano, pero en cuael viejo suba a bordo no perderemun solo minuto. -Señaló la falúa Wager , que se dirigía a toda prhacia ellos con el capitán Cheappie junto a las escotas de popa;

era el aspecto que mostraba, altany desagradable, aunque tambpreocupado. Campbell iba a su la

Ahora vete -pidió Jack mientTobías se adentraba en la boca lobo-; iré a buscarte en cuanto pue

No obstante, tardó en cumpcon lo prometido: a las seis en puhabían metido del todo las juane



previamente arrizadas, y justo finalizar la guardia de Jack necesario ordenar que todos hombres salieran a cubierta. Así qen lugar de balanceatranquilamente en su cálido coy,

la cabeza apoyada en cómoalmohadas, Jack se encontró con mano en la vela trinquete, suspend

sobre una verga que crujía antefuerza del viento, mientras vendaval se abalanzaba en ráfa

irregulares sobre las montañas deTierra del Fuego, y también a tradel agujero del estrecho



Magallanes, haciendo lo posible arrojarle al mar. Pasó fugazmente la cabina para hacerse con sombrero alquitranado y chaqueta, comentó con una muque no tardaría en soplar con fuer

y que bajaría la temperatura,desapareció al tiempo que una olaagua salada franqueaba la puerta

abrirla.Dio la impresión de ha

transcurrido algunas horas cuan

reapareció, horas de uextraordinaria oscuridacompañada de ruidos, innumerab



y estruendosos ruidos que confluen un clamor sobrecogedor.

-¿Sigues despierto? -preguntóver a Tobías hecho un ovillosentado en un extremo de la liteMe parece a mí, Tobías -d

sentándose a su lado-, que no esmuy tranquilo, ¿me equivoco?

-No -confesó Tobías-.

siento muy alarmado, y me encantaque me dejaran en tierra. Pero diría que no estoy aterrorizado. B

a ver cómo se las manejaban enenfermería, y cuando di al viejo Bsus gotas, comprobé que po



contarlas y suministrarlas sin ninproblema, lo cual me produjo grata sorpresa. Pero, Jack, evidente que nos azota una territormenta.

-¡Qué va! -dijo Jack-. No ti

importancia. Aprenderás a quitaimportancia cuando lleves uno o años en el mar. Pero resulta m

refrescante, eso no lo niego, y suerte estábamos preparados precibirla. Nos encontramos a la c

con el estay de mesana enredadocuando sea de día te mostraré significa capear: nada demasi



espectacular cuando la embarcacdispone de mar para maniobHemos colocado tomadores en cverga metida, y estoy agotado. ¿qué no duermes un poco, TobAmanecerá dentro de una o

horas.-No quiero alarmarte, Jack -d

Tobías-, pero me temo que de

hacerte partícipe de adesagradable: el mar eatravesando los costados del bar

Parte del agua ha empapado mi cam-Sí, a veces pasa -admitió Jcon un bostezo-. Siempre que



barco trabaja de esta manera el ase filtra a través de las junturas, pno tiene ninguna importancia. ¿gustaría dormir en el coy? Yo esacostumbrado a la humedad, sabes... es más, la prefiero. Ven

intenta dormir en el coy.-A mí tampoco me impo

Jack, te lo agradezco mucho.

aseguro que no me importa humedad -dijo Toby tumbándinmediatamente, lo que produjo

chapoteo repentino-. Es muy cómo-dijo sofocando un grito-. Estabapoco inquieto porque creía que



cosas no iban como debían ir, y qestábamos a punto de hundirnos.

-Menudo ruido hacen ecañones -dijo Jack después de upausa, elevando el tono de voz encima del chirrido-, aunque

supuesto cuentan con doble brague-Después del balanceo, los cañonprimero los de un costado y desp

los del otro, tensaban las ataduradespués volvían a retrocedmovimiento que producía un chirr

similar al del grito del cerseguido de un estampido cuanvolvían a encajar en las port



Después-continuó Jack, cerrando ojos-, pusimos aparejo de rolínlas vergas, amantillamos botalones, aseguramos los bodispusimos lona y barrotes en escotillas, extendimos

mastelerillos de juanete en cubiertel botalón del foque y la vergacebadera a proa y a p

respectivamente (al hacerlo cperdemos a Cozens y contramaestre... habría lament

mucho perder a Cozens). CáspToby, qué sueño tengo. Pero nopreocupes: este barco es tan esta



como pueda serlo, disponemos debuen trozo de mar y no hay peligrcontratiempo alguno que dpreocuparnos, a menos que aborde el Pearl . Ya verás como tiene la menor importancia; de ve

ni la menor importancia.



CAPÍTUL0 9

«No tiene ninguna importanc

había dicho Jack hacía tiempo. Terazón, y en aquel momento, en mar indescriptible, Tobías balanceaba entre los coyes colgade la enfermería sin apenas repaen el violento vaivén. Allí la inerdel barco era inferior, pero pes

ello habían dispuesto los coyes modo que mediara cierto espa



entre ellos, y también habían atadlos pacientes. La luz de la linteoscilaba de forma inquietante, alumbrar demasiado; no tuvo oremedio que caminar a tientas.

Se desplazó con el recelo fel

que había aprendido durante mede tormenta, las peores tormentas mundo, y caminó de coy en

durante su ronda, ya que pacientes se extendían por todaenfermería hasta adentrarse en

confusas sombras. Poco podía hapor la mayor parte de ellos. Cuanel escorbuto se manifestó



primera vez, poca cosa podía hacpero no lo sabía, y la fórmula tomarles el pulso y preguntacómo se sentían daba fe de que nalos había abandonado. Ademestaban los casos de ciru

pertenecientes a aquellos pacienmalheridos en cubierta o en arboladura, pues aunque hab

largado muchos cabos salvaguarda en la jarcia, marineros no dejaban de su

accidentes; incluso quienes habpasado toda una vida en la mperdían a veces pie durante



tormenta, razón por la cual teentre manos casos de roturas cuello, costillas rotas y ' tres brafracturados, por no menciodesgarros y dislocaciones.

Cubrió el rostro de un marin

al finalizar la ronda e hizo un gestAndrew, que marcó el coy: eratercero del día. No obstante,

muerte se había convertido en atan familiar en la enfermería sollado del Wager , que la acepta

sin que constituyera una sorprepues muchos eran los que habfallecido. El escorbuto



acompañaba desde que empezaronavegar por aguas de los Mares Sur, y, la situación empeoraba cadía; en aquel momento, la mitad ddotación del barco estaba tan mque no podía subir a la jarcia, y

débil que no aguantaba ni ciminutos en las bombas. Apenas haun solo hombre que no mostr

algún síntoma; así que mediantecálculo muy particular, Tobcomprobó que a menos que en

dieta de la tripulación se incluyalgún alimento fresco en un plazodiecisiete días, no dispondrían de



suficiente gente para atender amaniobra.

Su estado de salud dependíala dieta, cosa de la que todos econscientes. El ser humano no pualimentarse indefinidamente de v

salada, cerdo salado, guisantes sey galleta: necesita algo fresco siquiere morir. Pero ¿como provee

de alimentos frescos para un viajelejano sur, donde no se avista tiedurante meses, sino que más bien

huye de ella a todo trapo? El seEliot había llevado a cabo experimento con berro y grano;



fue en marzo, pero sus macetacacerolas de semillas no tuvieninguna posibilidad frente al terriestado de la mar, y acabadestruidas por la furia del Pacífico

Seguían en aguas del Atlánt

cuando Tobías y él las plantaaquel memorable día en franquearon el pasaje del estrecho

Maire. Su trabajo se interrumpido por frecuenescapadas a cubierta, donde por u

parte admiraron la pavordesolación de Tierra del Fuegopor otra, los temibles precipicio



la blanca nieve que cubría StaIsland cual mortaja, mientras umarea como rueda de molino bantoda la escuadra a través veinticinco millas de canal en apedos horas, con viento fresco de p

bajo el brillante azul del cielo.barco estaba impregnado de placde expectación, y aunque la pas

noche se dedicaran a desplegar uego completo de velas de tormen

las más resistentes, la guardia

completo se situó en los costapara observar el sobrecogeespectáculo que ofrecía aqu



tierra desolada, y mirar al marfinal del estrecho; el Pacífico, el gmar del sur por donde navegaban galeones españoles. Sabían quedoblar el cabo de Hornos, a algumillas al norte, encontrarían Chil

Perú, y más allá, después de díasnavegación a fuerza de vela en mabierto, los dorados tesoros

Valdivia y Callao, Panamá Acapulco.

Incluso el capitán Cheap est

alegre y amable; conveeducadamente con el capPemberton, de la infantería



marina, aunque no hubieran cruzuna sola palabra desde el segundía que pasó a bordo, y ademperdonó a dos marineros. contramaestre, olvidadas todas diferencias al menos por el momen

habló animada y amistosamente el condestable y el carpintero. señor Eliot y Tobías plantaron

semillas e invitaron al señor Oaka que los acompañara en el brinque hicieron con un cazo de pon

de ron por el éxito de su empresdel viaje. Aquélla fue una mañdeliciosa.



Pero las semillas no llegarocrecer; antes, una ola de agua salse las llevó por delante. Lembarcaciones en vanguardia delínea apenas habían logrfranquear el estrecho cuando

viento roló de forma repentina hael sudoeste, dirección a la pretendían hacer proa, y sopló

tremendas fugadas que empujarolos barcos antes de que dotaciones metieran las gavias.

mismo tiempo aumentó la corrieque ganó en fuerza para barrer a menos marineros, al Wager y



pingue, hacia los negros acantilade Staten Island, hacia los dentaescollos semihundidos salpicadosblanca espuma. Entonces Tobdescubrió qué significaba tenercosta a sotavento, mientras el Wa

caía lentamente, cada vez más cedel peligro, hasta que pudo lanzauna galleta desde popa a

rompientes; fue entonces cuancomprendió la pasión de su amJack por disponer de un trozo de m

que permitiera la maniobra. embargo, en aquellos días teníancentenar de hombres dispuestos



encaramarse al aparejo, y cercadoscientos para manejar embarcación. El Wager , entonces, era robusto y estanHabían logrado bolinear la puntaStaten Island gracias a un l

cambio del viento, y si bien habían logrado salvar las semidel señor Eliot, sí habían salvado

vida.Después de ese día de prime

de marzo se encadenó una serie

tormentas, una tras otra y tan pespaciadas que ya no las recordaa ellas, sino a los escasos interva



de calma que las separabPerdieron al señor Eliot en un díacalma, uno de esos días neblinoen que los palos se desvanecían ennada y los hombres que habnavegado en los balleneros

Groenlandia juraban que olían amenaza de los icebergs. No perdieron porque muriera, co

había sucedido, y sucedería, encaso de muchos de sus compañersino porque subió a bordo

Gloucester para servir coayudante en una operación que teal cuarto teniente como protagoni



cruelmente magullado cuando enorme verga mayor se soltó de eslingas. El comodoro tambordenó al carpintero del Watransbordar al Gloucester pcolaborar en las reparaciones, y

ese modo, cuando les golpeó el ptemporal de toda la travesía, encontraron sin él. Una tormenta

oeste levantó una mar tan gruesa nadie se arriesgó a mirar las oque se cernían altas y negras co

montañas, y que duró tres díacuatro noches. El viento arreciómedida que pasaron las horas, ha



alcanzar el punto álgido durantetercera noche; sin embargo, quiepensaron eso demostraron eequivocados, ya que durante el terdía empeoró el estado de la mar, yespuma que arrastraba el vie

parecía estar hecha de hielo: cublos palos, las vergas y la arboladuy se acumuló en compactas ma

color gris sobre la cubierta. Wager , lastrado por el hielo, balanceaba con los pasama

cubiertos, y al hacerlo variabaaullido del viento sobre la jarque adoptaba un tono elevado ha



la mitad del balanceo y descendía al inclinarse del todoun lento y terrible ululato. De prondurante la cuarta noche, la situaccambió al desaparecer el palo mesana tras ceder las cade

situadas a barlovento: había cedel enorme aparejo, no sólo vigotaacolladores, sino que también hab

vencido las cadenas. El palo meshabía desaparecido, y junto a élverga de la gavia mayor. El mis

palo mayor pendía de un hilo, yarcia mayor, de proa a popa, pareenredada sin remedio.



En ese momento en que el bapudo perder hasta el último paverse arrastrado y destruido, viento amainó hasta entabladispusieron de un respiro de varhoras para anudar y ayustar

aparejo, y aunque sin el carpinterohabía gran cosa que pudieran hapara solucionar el problema con

palos, lograron sobrevivir osemana, e incluso seguir al restola escuadra cuando ésta arrumbó

oeste. Al fin llegó el día en qpudieron largar un bote precuperar al carpintero, pero no



al señor Eliot, que permanecióbordo del Gloucester después deun motón de la jarcia le cayencima, accidente muy común, yviera obligado a permanecer enGloucester hasta que surgiera o

oportunidad para regresar, algo qno sucedió.

El señor Eliot siempre ha

insistido en que el escorbuto declasificarse entre las dolencias deimaginación; y lo cierto es

durante las últimas semanas habían producido tres sorprendencasos que fueron a apoyar su teo



Poco después de que el Waperdiera el palo mesana, el Peare l Severn se desvanecieron. Habdesaparecido bajo una cortina lluvia tan densa que asomados a costados los marineros e

incapaces de ver la eslora de propia embarcación. Jamvolvieron a verlos. En segundo lug

después de que la escuadra bolinerumbo oeste durante tanto tiempo los navegantes situaron su posic

al menos a diez grados de longituda trescientas cincuenta millas Tierra del Fuego, pese a la fue



contracorriente, se dieron órdepara poner rumbo al norte. Apehabían cazado los puños de las vecuando las noticias ya se habextendido por toda la embarcacihabían arrumbado hacia las cálida

sosegadas aguas del genuino océPacífico, poniendo por tanto pufinal al esfuerzo de luchar contra

nieve, el hielo y los huracanEntonces, al dar las dos campanade la segunda guardia, el pin

nna disparó todos los cañonesque disponía; la luna, cuya luz supdurante unos providenciales minu



las densas nubes, había dejadodescubierto el increíble espectácdel cabo Noir, que se recortaba jufrente a la escuadra, con un oleque al romper alcanzaba el centede pies de altura. De nue

providencialmente, el viento que empujaba directamente hacia la coroló al oeste noroeste, y gracia

ello pudieron salvarse. No obstanquedaba pendiente el desdichesfuerzo de dirigirse hacia el oe

ya que no disponían de mumargen para compensar la corriensu propia deriva. En tercer lug



después de una larga manga rumbo sudoeste, y otro viraje hael norte, los componentes de escuadra volvieron a separarsecausa de otra fuerte tormenta, y deese mismo día e! Wager había ten

que surcar rumbo al norte una maraguas negras.y desiertas, en solitay en tales condiciones que

hombres dudaban de la veracidadlas cosas, y la mitad de elsospechaban que habían muerto

estaban condenados a vagar eninfierno de los marinos.Cada uno de esos sucesos ha



precedido a un incremento en la lde bajas que Tobías entregabacapitán y al contador; y coincidencia entre la extredecepción y la muerte por escorbresultaba tan evidente, que Tob

estaba a punto de convencerse todo. Sin embargo, por otra paéste no se tenía por una criat

maleable; alguien menos imaginatien su opinión, no se dejaconvencer tan fácilmente: sabía

estaba a punto de caer en el terestadio de ia enfermedad. Hatenido amplias oportunidades



comprobarlo en los demás como pequivocarse. Los síntomas emuchos y muy variados, y pese a las erupciones que surgían y expandían, las uñas y encsangrantes, el temblor de piernas y

caída de los dientes no fuesíntomas de irreversibilidad, sapor experiencia que el tercer estad

que consistía en dificultarespiratorias seguidas de uextremada debilidad y la postraci

eran irreversibles. Lo había visto a menudo... A veces los marinermientras manejaban la bomba o



drizas, se desplomaban de forma repentina como si les hubiera partun rayo; otras, de hecho másmenudo, lo hacían lentametrastabillaban algunos pasos hadesplomarse; y sus compañeros

llevaban a la enfermería en propios coyes. Nadie que alcanzese tercer estadio había logr

remontar la enfermedad y abandola enfermería, si no era para arrojado por la borda al menos na

a bordo del Wager lo había logradY la idea de que esa dolencal igual que las enfermedades que



habían acechado durante tatiempo, pudiera estar relacionadaalguna forma con su propia mecon sus nervios y su imaginaciresultaba harto enojosa.

-¿Cómo clasificarla junto

resto de enfermedades de imaginación? -murmuró Tobías el ceño fruncido, golpeándose

frente con la palma de la mano.

-¿Qué? -pregunAndrew, linterna en alto



-Andrew-dijo Tobías despde unos segundos que aprovepara recordar dónde estaba y debía hacer después-, necesitammás aceite, si eres tan amable. Ten

que ir a ver al piloto.El señor Clerk había result

herido al partirse el obenque

estribor del trinquete, y ademcomo consecuencia del escorbutohabía abierto una vieja herida cu

origen se remontaba a veinte añPor esas razones requería de uespecial atención. Durante aque



meses de crisis continuas, en que reglamentaciones y costumbhabituales acabaron arrojadas poborda, Tobías pasó todo su tiempola enfermería o en las bombaunque también haló cabos, e incl

se encaramó a la jarcia en casosemergencia. Sus manos estaban duras y callosas como las

cualquier marinero, razón por la eran inadecuadas para acometertrabajo, y a menudo pasaba por

cabina del piloto para frotárselas aceite oloroso y de ese moreblandecerlas un poco.



Encontró a Jack, que peseestar medio dormido seguía ocupen cubierta, y pasaron juntos partela mañana. En aquellos días apetenían tiempo para verse: cuando uestaba de servicio el otro dorm

invisible para el mundo por muruido que pudieran hacer en cubieJack se volvió para ver cómo

alejaba su amigo, que caminó paso firme y sin volverse hacíapuerta del piloto, tras la c

desapareció. Jack corrió al puenteal juzgar que el balanceo no era ptanto, fue directamente a ocupar



puesto habitual en el saltillo de poEl Wager arrumbaba al nornoroey por una vez el viento había roldel oeste y sudoeste para entablaal estesudeste, soplando sobre amura de estribor de la embarcaci

Era un viento fresco, casi a puntoconvertirse en una auténtica collaque de vez en cuando traía ráfagas

aguanieve, y el Wager andaba a useis nudos con las gavdesplegadas. En otras circunstanc

habría largado también las juanedespués de tomar un rizo, o qudos, pero con los palos tan frág



tan sólo habían empleado las gavdurante aquellos días. Ademapenas quedaba una sola vela respeto en toda la nave: las juaneaferradas a las vergas eran últimas que tenían, y estaban

gastadas que no podían confiar ellas si soplaba un vendaval; obstante, ni con el pañol de ve

lleno a rebosar habrían tengavieros suficientes para colocarl

Jack. llegaba con tiempo

sobra. El señor Bean y los pocos quedaban de la guardia de estriseguían en cubierta; el teniente, u



de los ayudantes del piloto y Cozse habían guarecido gracias a harapiento trozo de grueso pamientras los hombres se manteníanproa, agazapados bajo la regala pasamano, con aspecto triste

empapados. Jack también estafligido, ya que el frío, pese a no particularmente glacial, tenía

peculiar naturaleza húmeda, resultaba muy desagradable antes desayuno. Sin embargo estaba m

capacitado para resistirlo que mayoría, pues se encontrsorprendentemente bien de sal



aparte del enorme verdugón que teen la cara, donde le golpeó un cal soltarse con fuerza de un juanque a punto estuvo de dejarlo tueAparte de eso, estaba perfectamenLa susodicha vela de juanete era u

de tantas que habían perdido: estprieta y aferrada a la verga no spor los tomadores, sino también

un conjunto de tomadores tormenta, pese a lo cual el viehabía logrado encontrar una forma

introducirse entre sus plieguhinchar la vela, zafar las atadurasoltarla del todo, hasta arrancar



tomadores, descoser las costuraponer en peligro las propias vergel palo macho, el tope y todaarcia contigua. Tuvieron q

cortarla para librarse de ella, tadesesperada teniendo en cuenta

negrura de la noche, a merced coestaban de los cabeceos de la nen pleno cabo de Hornos, mientra

mar se erizaba hasta alcanzar coinsospechadas y obenques y verquedaban cubiertas de hi

Perdieron un total de cuatro homben la maniobra, y un quinto resuherido de muerte.



Campbell salió a cubieamarillo y exhausto; asintió a Jackal hacerlo sonaron las ocampanadas. En momentos así buparte del ceremonial de la Armpasaba a un segundo plano;

ejemplo, Jack vestía un curiconjunto de pieles denomin

rieko, con el que no se diferenci

demasiado de un oso, y bajo él luun pie, más o menos, de abrigopaño rojo, escogido para mantene

caliente más que por una cuestiónuniformidad. Pero había ottradiciones tan arraigadas que



mantendrían mientras el barco nopartiera por la mitad. Las guardiassucedían unas a otras en el orestablecido, en el relevo el timorepetía el rumbo con su tradicionasolemne exactitud, y al cabo de

minuto el condestable relevaríaseñor Bean como oficial de guaren el alcázar. La guardia de cubie

bajó agradecida en busca cualquier comodidad que pudiencontrar, y otro grupo de marine

ocupó sus puestos.«Qué pocos son -pensó JacQué pocos quedan y qué dif



resulta trabajar con ellos.» No elos mismos desde que perdieronvista al buque insignia, y comodoro con él. El señor Ancontaba con el respeto de todos hombres de mar; era como si su s

presencia, a la vista en el horizobastara para mantener a marineros en sus puestos; era ob

que la disciplina se había resentdesde que se separaron durantetormenta.

Pero ¿qué clase de ejemdaba el resto de la oficialidad?condestable, por ejemplo, se ha



dedicado a criticar abiertamente órdenes del capitán durante últimas semanas. Cada vez relevaba al señor Bean, decía:

-Y bien, señor, ¿qué opiniónmerece una costa a sotavento

bordo de una embarcación semejantes condiciones? -Empeza convertirse en otra costum

inamovible. BulkeIey, condestable, al igual que otoficiales mayores, tenía la comp

certeza de que debían arrumbaJuan Fernández. El piloto y ayudantes eran de la misma opini



aunque Bulkeley fuera el único se atrevía a hablar sin tapujos de een el alcázar. En cuestión de minucualquier cosa dicha en el alcáera sometida a riguroso examen parte de las cubiertas inferiores:

era de extrañar que la moral a bono pasara por uno de sus mejomomentos.

-Y bien, señor -dijo condestable al señor Bean, en habitual, elevado y quejumbroso to

de voz-, ¿qué opinión le merececosta a sotavento con el barco semejantes condiciones? -Levantó



mirada hacia las oscuras nubes bay se mordió las uñas.

-Oh, no sabría decirle respondió el teniente en un tonovoz que hacía patente las pocas gaque tenía de comprometerse, antes

bajar a la cubierta.La cuestión es que

condestable, justo desde

arribaran a los Mares del Sur, temucho miedo, se creía alguienademás se sentía menosprecia

pero sobre todo y ante todo, temiedo. Era completamente natuteniendo en cuenta las circunstanc



y el hecho de que todos a bohabían pasado buena parte tiempo preparándose para lo peorun estado de alarma rayano enterror. Sin embargo, en condestable había tenido

desafortunada consecuencia convertirle en un parlanchín y gárrulo: estaba convencido de

podía manejar el barco y marinamejor que nadie, y ninguna oconsideración, como por ejemplo

decencia, el respeto o la mode(asfixiadas por el miedo), impedían decirlo en un tono eleva



persistente y criticón.-El capitán debería consu

con sus oficiales -dijo Bulkeley la intención de que el señor Cheapsometiera de buen grado a consejos, sobre todo en lo refere

al hecho de alejarse de Chile busca del abrigo que ofrecía la de Juan Fernández.

El que la situación hubillegado a ese punto resultaba mrevelador a la hora de dilucidar

capacidad de mando del capCheap. Aquel era su primer manaparte del breve espacio de tiem



que estuvo a bordo de la Tryallhabía intentado imponerse en virde su ferocidad ante los marinerode una actitud orgullosa ante oficiales; no obstante no siemprehabía mantenido fiel a dicha actit

y en ocasiones había permitidoincluso alentado, ciertas libertaque ni siquiera hubiera tolerado

capitán popular. A decir verdtambién había estado aquejado todo tipo de malestares, e incluso

veces, seriamente enfermo, cosa le había convertido en alguien mantipático de lo que en realidad er



En el transcurso de la travehabía consultado la posición, coera natural, con los oficiaencargados de la navegación; decir, había prestado atención a mediciones hechas por el teniente

piloto y, en aquella inusual cadenamando, el condestable. Pero hacerlo, alguna que otra vez ha

cometido el terrible error de permque una diferencia de opinión cuanto a la longitud derivara en u

discusión acerca de su destino, aque tan sólo concernía al capitán.general, a bordo del Wager se cr



que Juan Fernández, una isla situa unas quinientas millas de distanal oeste de Chile, era el lugar reunión de la escuadra en caso separarse. No obstante era aquélrumor sin fundamento, ya que en

último consejo celebrado a bordo Centurión habían acordreagruparse frente a la isla

Socorro con tal de atacar población chilena de Valdivia; sen caso de que un barco fu

incapaz de llegar allí, debía porumbo a Juan Fernández. Aqudecisión era secreta, por supue



las órdenes dadas a los capitaneslas gritaban desde la cofa, sino las entregaban en sobre lacrado.

Pese a ello, el condestaestaba tan seguro de la veracidad rumor relativo a Juan Fernández (

que pese a su lejanía resultaba demás atractiva, después de semanashaber doblado el cabo de Horno

que apenas dio crédito a sus oícuando el capitán, en uno de desatinos, anunció que sus órde

consistían en aproar directamentNuestra Señora del Socorro, a sur. Acto seguido Bulkeley se refi



a que dichas órdenes dependíantodo momento de la situacidespués de todo, el capitán poalterarlas según fuera su criterio,que dirigirse a Socorro supondcostear con vientos, marea

corrientes que los empujarían hala costa; que estarían continuamesujetos a los peligros que e

comportaba; que constituía locura intentar tal cosa con un batan maltrecho, y que aun en caso

llegar, no habría nada que pudiehacer, vamos, que no servirían ayuda. Según él, cualquier cap



tenía el derecho y el deber cambiar semejantes órdenes, porbien de la Armada, y todos oficiales a bordo estarían acuerdo...

Al capitán Cheap no le gust

nada que le dijeran lo que dehacer, y en cualquier caso aquecharla había llegado demasi

lejos. Ordenó callar al condestabpero al hacerlo y después de habehecho, no hizo referencia alguna a

importancia que tenía el que Wager arribara al punto de reunide cara al ataque de Valdivia. P



ello, el condestable pensó quecapitán deseaba costear por obstinado e idiota como un cerdopor tener la irreflexiva meta de lleallí antes que el resto para serprimero en saquear el tesoro de

españoles.Tal era la opinión

condestable,.cosa que hizo sabe

todos. El capitán ya era haimpopular a causa de su brutalidasu mala costumbre de pre

atención a sus predilectos y a chivatos; pero a partir de entontambién adquirió fama de navega



incompetente, y de ser un comandapara quien el bien de la embarcacy el de la dotación no significanada. Muchos creyeron condestable, y el Wager navegónorte hacia Socorro con u

tripulación que albergaba creciente descontento ante situación, además de miedo

cansancio, factores que empeorala vida a bordo y que convirtielos peligros diarios en algo, si ca

aún más peligroso.Jack conocía el plan de ataquValdivia; no todos los oficiales de



escuadra eran tan discretos comocapitán Cheap. Comprendió que de vital importancia que el Waalcanzara el lugar de reunión, ya qdespués de todo, el resto embarcaciones dependían de

pertrechos de guerra transportaba en la bodega, y imposible asediar una poblac

fortificada sin la ayuda de piezasartillería, cañones de asediodemás. Por ello, Jack se sentía m

orgulloso de la decisión de capitán, de su encono por llevarembarcación al lugar acordado.



capitán hacía gala de una encomiafuerza de voluntad, eso creía Jaaunque, después de todo, cuandbordo de un barco de guerra a unoordenan arrumbar a SodomaGomorra, hacia allí debe dirigi

con el mayor número posible velas desplegadas, según el vienhasta arribar a puerto o perecer en

intento, sin ninguna necesidad consultar con el resto de oficiapara asegurarse de que la decis

tomada fuera del gusto de todos. Éal menos, era la sencilla filosofía imperaba a bordo de todos



barcos en los que había navegJack, y precisamente por ello parecía completamente váliSupongamos, pensó, que arrumbaa Juan Fernández y despexplicaran al resto de la escua

que habían desestimado la idea llevar los pertrechos a Valdiporque la mar estaba encrespada y

costa era peligrosa... Tal suposicera tan monstruosa que al repararella resopló, se sacudió el braz

caminó junto al pasamano.«Pero precisamente por toeso -dijo para sí, clavando la mir



en una balsa de algas hecha jirocon tal de calcular la velocidaddemora del barco, a partir de comportamiento a merced de la dmarejada procedente del oeste-, todo eso me gustaría que se dej

ver más a menudo, al menos haarribar a Socorro.» Habían avistbancos de algas durante los últim

dos o tres días, al igual que alguaves como los cormoranes, y aque por regla general nunca

adentran en mar abierto.-¡Eh, señor Byron! -gritó condestable con intención



imponer su voz al rugir del vienUsted que tiene ojos frescos, ¿opina de eso?

Jack miró hacia donde señalel condestable con el brazo,balanceándose ante los contin

cabeceos de la cubierta obsedurante unos segundos, lo justo pno parecer ningún maleducado,

gruesas nubes a sotavento.-Es una nube, señor -dijo.

condestable siempre creía avi

tierra, y Jack no estaba dispuestseguirle el juego y fingirse nervioEl cabo Rose era de su mis



opinión, y no es que hubiera abiela boca, ni que hiciera ninmovimiento que delatara su enfabastaba ver la pétrea expresión derostro.

-Siga... -empezó a de

Bulkeley, antes de veinterrumpido por un doble estampa proa y una tremenda sacud

Había caído la verga del trinquetla vela gualdrapeaba por encimala amura de babor, enred

alrededor del pescante y cogidtodos los salientes formados por batayolas rotas y el bronce de



proa. Hasta el más estúpido de marineros de guardia saperfectamente que no debían arruila vela, y por ello echaron a corpara asegurarla a la verga colgaLa aferraron tan bien como pudie

mientras la verga, que pendía de amantillos de estribor, así como su propia cabullería, se desliz

por cubierta de un costado a oJack anudó con firmeza su vigota yapartó cuando la enorme verga

abalanzó sobre él, antes de vercondestable, con un tobillo salpicpor la espuma que rociaba el cost



de babor, dar una vuelta con un caa la verga y a la serviola con tamhabilidad, que logró volver cubierta antes que el bacompletara el balanceo. Despuésemplearse a fondo disfrutaron de

recompensa, y es que podían aferla verga sin demasiado peligro. parecer, Bulkeley era capaz de act

como un buen marino cuando circunstancias lo requerían; pcuando tenía tiempo para pensar,

comportaba de forma desagradablen ese momento, sin conocer la cadel desastre, volvió a quejarse.



-Los cuadernales de la drisus estrobos se han roto. Se actodo... Jamás había visto nsemejante... ahora no somos más un cascarón con demasiado trencima.

El capitán, con aspecto de emuy enfermo, presenció la escunto al señor Bean. El estruen

había atraído a cubierta a todos marineros que estaban en buecondiciones, más bien pocos. Do

el combés había estado atestadotantos marineros como abealrededor de un panal, en aq



momento tan sólo había una docde hombres observando desperfectos, y a popa no más de soldados asomaron sus rostmacilentos. Por un momento, capitán pareció muy turbado

ojeroso, como si el incidente de cuadernales superara sus fuerzDespués dijo:

-Es necesario que volvamoengazarlos, y qué se hrápidamente, señor Bulkeley. -An

de dar pie a una respuesta por padel condestable, se volviódesapareció de su vista.



La verga caída había causmuchos daños, y al haber tan pohombres de guardia pasaron hoantes de que el castillo de precuperase el orden; finalmenteverga yacía de nuevo aparejada

estaban a punto de halar de nuevo cuadernales. Jack, el condestable yayudante del piloto se encontra

subidos a la cofa del trinquete pencargarse del cuadernal superdispuestos a completar la faena

la mayor presteza. No tenintención de levantar la vergapulso, sino de halarla después



reparar, en la mayor medida posibtanto la jarcia como el palo. El fue despejándose a medida procedieron con las reparacionaunque la temperatura había caídoexperiencia, cruel experien

constataba que eso sólo quería deuna cosa, y es que la tormenta queavecinaba sería aún más fuerte, p

en aquellas regiones los cambnunca son para mejor, y durante upausa Jack levantó la mirada al ci

y observó el horizonte en buscaalguna señal. Allí encontró la verde que presagiaba tormenta, p



no fue aquella luz lo que hizo quele helara la sangre en las venas, sla línea de tierra alta, negracoronada de nieve que vio aderecha, por sotavento. La costaextendía hasta perderse en

horizonte a ambos costados deembarcación, en dirección noroepor la amura de babor. Era imposi

avistar tierra por esa amura. Selas cartas, era imposible topar tierra a babor, y pese a todo

estaba, y hacia ella se dirigía la pdel barco.El condestable miraba



soslayo a cubierta mientras dirilas faenas de rigor. Debían engade nuevo los estrobos, y entre ory orden mascullaba aininteligible. Sabía cómo ibaacabar todo, y siempre lo ha

sabido; era una pena ver al oficialguardia trabajar como un vulmarinero, pero, como dice el refr

quien mala cama hace en ella yace.

-Alcánceme el chicote

racamento -pidió a Jack-. ¿Esordo? -preguntó enfadado; entoncal mirar hacia donde observaba Ja



exclamó-: ¡Oh, Dios mío! -Y descolgó de un cabo hasta llegacubierta.

Poco después, el ayudante contramaestre tocó el silbato pllamar a todos a cubierta. El capi

echó a correr y al alcanzar escalera de popa dio un traspiécaer, la popa del barco est

hundida, de modo que el capitán clejos y con fuerza: la suya fue caída desafortunada.

incorporarse, gritó:-Guinden el mastelerocoloquen el trinquete. Todos a v



por redondo. -Y tras semejaesfuerzo se desmayó un instante,que se había dislocado el hombral levantarse se había torcviolentamente la articulación.

Tobías corría hacia

cabrestante cuando se detuvoayudarle, pero el capitán Cheapordenó chillando que se dirigier

proa y que le dejara en paz.-No va a hacerse ningún favo

replicó Tobías mientras el capi

trastabillaba para dar contra batayola del coronamiento, a pude volver a caerse-. Aquí, se



Oakley. cheme una mano, si es amable. -Entre ambos lo llevarosu cabina, y el cirujano del ejércde mayor antigüedad, fue encargado de devolver el brazo alugar, aunque lo cierto es que

pudo y se vieron obligados a dejahundido en su litera, inconscientcausa del dolor.

Lentamente giró el cabrestany tras largos intervalos de tiempolinguete, cuya misión consistía

fijar la posición del cabrestanprodujo un sonoro crujido. Jreparo en que a menudo producía



sonido, más rápido que el tic-tacun pequeño y ruidoso reloj, aunen aquel momento, en lugar de marineros por cada barra cabrestante había tan sólo dosempujarlo le parecía tan duro

temió quedarse sin fuerzas antesizar la verga. Descubrió que lo únque podía hacer era dejar la mente

blanco, y limitarse a empujar porparte exterior de la barra concabeza gacha, los ojos cerrado

profundamente concentrado cogerla con fuerza con los pdesnudos sobre la cubierta, p



ejercer una presión constante sola barra. Hubo una diferensustancial cuando Tobías y el seOakley sumaron su peso al esfueraunque Jack no levantó la mirada; esencial envergar la vela trinqu

ya que sin ella no podían virarredondo, y era igual de esenhacerlo cuanto antes. Empuja

lentamente, y el linguete hizo un cy luego otro, y otro; la verga tambascendió lentamente hasta alcanza

palo, balanceándose de un ladootro a merced del movimiento barco, mientras un grupo de homb



subidos a la jarcia, desde escotas, hacían lo posible mantenerla en posición.

Una vuelta y luego otra: por uparte la mente de Jack contaba golpes del linguete, que señala

pequeñas victorias, mientras conotra intentaba recapacitar acercala situación. La tierra avistada

noroeste no tenía razón de sermenos que el barco hubiera andmás al este del rumbo planeado ha

dar con otra costa, hasta penetraruna bahía o golfo que no aparecien las cartas, y cuyo extremo no



fuera esa costa que acechaba poramura de babor, un cabo o upenínsula que se extendiera lehacia el oeste. Aquélla era la únexplicación posible: la corriente había empujado hacia el este,

variación del compás había hechopropio (hacía semanas que no habtenido ocasión de calcular

amplitud) y subestimar el abatimiehabía hecho el resto. Habían quedensacados y empeñados en tierra.

única oportunidad en aquella codesconocida consistía en virar redondo e intentar desandar



camino por el que habían veniPero para virar en redondo debcolocar la vela del trinquete: uvuelta, y luego otra más.

Alguien le daba palmadas enhombro. Levantó la mir

estúpidamente y descubrió queverga estaba en su lugar.

La costa era claramente visi

desde cubierta, y el promontocubierto de nieve que había divispor primera vez se encontraba

babor; en ese momento, una osclínea se cernía al norte del horizohasta unirse a una inconfundible m



de tierra, situada por el costadoestribor. Desde la verga, mientcolocaban la vela trinquete, vieque las enormes y blancas montade la Cordillera se extendían hacieste; más allá, el cielo est

despejado. Sin embargo, por el oela oscuridad se hacía cada vez mnegra.

Después de asegurar la vergdar vela el Wager pareció apretapaso. De inmediato viraron

redondo, y resultó fácil porque una de sus escasas cualidades. Aseguido, justo cuando se desvane



la luz del sol, aproaron sursudoeste. Era imposible llevarproa más cerca del viento, pero sviento se entablaba y, sobre todoles permitía largar la gavia mayordía siguiente podrían perfectame

hacer buen avante.-Todo depende del viento -d

Jack. El cocinero, un hombre

viejo como indómito, había logrproporcionar una comida calientlos integrantes de la camareta

guar-diamarinas, consistente en cade vaca con guisantes, y en eestaba Jack. Tobías, que enton



dormía en un pedazo de enjaretcolocado entre su pecho y mamparo, ya que su litera estsiempre empapada, les acompañmojando una galleta en la taza deúltimo trago de Madeira. Ya

podía masticar la galleta: haperdido buena parte de la dentada causa del escorbuto, y prefería

someter a demasiada presión dientes que aún conservaba.

-Al parecer todo depende

viento -dijo-. ¿No te parece udependencia un tanto insana, Jack?-Así es, pero ya sabes que



podemos hacer nada al respectrespondió Jack-, y en mi opiniónmejor que durmamos mientengamos oportunidad.

-Estoycompletamente de acuer-afirmó Tobías.

A medianoche, Jack se despede pronto completamente desvela

Los hombres se levantaban parasegunda guardia, la guardia cementerio, y al salir a cubierta



recibió una ola de agua hedionarrastrada por el fuerte viento.

silueta grandota de Cozens, envuen una lona, se acercó hacia édijo:

-Está soplando narices, compañero.

señor.

Y así era. A la luz del faroli

situado en el tope, Jack alcanzó a que habían largado los estayes



trinquete, mayor y mesana, y preguntó cómo se habrían atrevidhacer tal cosa, ya que el Waandaba de ceñida y el crujido viento en la jarcia era más audique nunca. Tenía la proa tan ce

del viento como era posible, y umar maliciosa y cruzada no cejabagolpear el casco por la amura

babor; la espuma, y la lluvia que coblicuamente tan densa y pesahacían del farolillo de popa u

blancuzca luz borrosa. El badebía de llevar a cuestas un monde agua, y Jack pensó en que se ha



vuelto más pesado, y que tardmucho más en recuperarse balanceo.

Había dos hombres al timón intentaban dominar la independierueda para impedir que cayera b

el influjo de aquella mar. Juntoellos, al amparo de la toldilla,capitán Cheap permanecía de

cogido a un puntal; a la luz debitácora, su rostro tenía una palicadavérica.

La guardia del teniente abandonó la cubierta, y minutominuto el viento cobró fuerza.



esforzaron durante un buen ratocobrar las velas de estay, y necesario cazarlas más a podespués, los integrantes de la guarrecuperaron sus respectiposiciones guarecidos del tempo

todos, sin decir una sola palabdieron la espalda al mal tiempoclavaron la vista en la oscuridad

reinaba a sotavento, intentanperforar con la mirada la densoscura noche.

Transcurrió una hora, y luedos. De cuando en cuando el capdaba una orden para el braceo de



velas, orden que era transmitida el teniente. Durante el transcursola noche, mientras el viento cobrmás y más fuerza, el barco arrumal sur y después al sudoeste. Hacimitad de la guardia soplaba con ta

intensidad que nadie podía sopoel latigazo de la lluvia en el rostrorespirar sin cubrirse con la ma

Pero aun así permanecieron en puestos, escuchando, tan tensos coatentos a lo que pudiera suceder.

Prestaban atención a un sonque no correspondía al viento, sal estruendoso rugido de



rompientes. De hecho, cuando disonido se produjo, uno tras ovolvieron el rostro para mirarcapitán, convencidos de lo habían oído.

-Señor Bean -dijo el capitá

será mejor que larguemos las gavi-A la orden, señor -dijo

teniente. Aquélla era su ún

oportunidad de barloventear zafarse de los rompientes.

E l Wager titubeó al cazar

gavias y el velacho, y se inclhasta que la regala de los pasamade sotavento se hundió bajo las o



entonces, un golpe monstruosopareció inmovilizar aún más embarcación.

-¡Se acabó! -gritó Jabrazándose a una verga. Al deeso las gavias se rajaron y vola

hechas jirones a merced del vieantes de que se decidieran cortarlas. El barco se ender

lentamente en mitad del violeoleaje.

Jack vio que estaba de nuevo

cubierta, pero no sabía cómo hallegado hasta allí. Muchos habsubido de las cubiertas inferiore



estaban de pie en el alcázar, oficiales de infantería de marina ycontador, por ejemplo. La firmezala luz de bitácora y el rosimpasible y severo del timonexento de terror y completame

volcado en su labor, iluminado deabajo, supusieron un consuelo pél, algo sólido a lo que po

agarrarse en un mundo al borde colapso. Era evidente que el capihabía dado órdenes: el carpinter

su brigada estaban presentes hacen mano.Transcurrió media hora y



viento arreció aún más, y al hacedejó de llover; la luna haascendido hasta situarse tras unube diáfana, y la noche le paremenos impenetrable. Sintió codazo. Era Cozens, a su lado.

-Aún lograremos barloventedijo al oído de Jack, haciendo boccon ambas manos.

Jack asintió.

-¿Sabes qué hora es? -preguansioso porque se hiciera de día.



Cozens mostró cuatro dedos.ese preciso momento tocaron fond

El primer golpe no fue sinoprovocado por una intensa mar, pla siguiente ola alzó al Wager ygolpeó por los baos de la quiusto por debajo, por donde el m

practicó una señora brecha.En aquel momento esta

rodeados de aguas blancas, y la tenluz pareció aumentar, iluminando rompientes que les rodeab

enormes y amenazadores en mitadun mar encrespado y blanco. Tohombre capaz de moverse a bo



salió a cubierta, para morir al mebajo el cielo. La cubierta estinclinada como el tejado de una caEl capitán estaba abajo; el tenientehabía dirigido a proa para echarancla de esperanza.

De pronto se manifestó descomunal oleaje que levantoWager hasta empujarlo con fue

hacia los rompientes, donde chcon un terrible estampido, a resudel cual se partió el timón. Pes

todo, flotaba; pesado e insegupero flotaba libre del contacto las rocas.



-¿Responde al timón? -pregua gritos el señor Jones, el ayudade la guardia.

Rose, el cab

manejó la rueda antes responder:

-No, señor, con su permiso. allí permaneció cogido a las cabide la rueda, pues no había s

relevado.-¡Vengan aquí! -rugió el se



Jones a la desorganizmuchedumbre que se agolpaba enalcázar-. No pierdan la calma; habían visto nunca un barco atrapen los rompientes? Saldremadelante. Venga, echen una ma

aquí. Ahí una escota... Y una braTranquilícense. No me cabe la meduda, pero podríamos acercarlo

poco más a la costa para salvarpellejo.

Sus alegres y confia

palabras empujaron a los marinerotirar a un tiempo de las escotas ylas brazas, y después, a través de u



mar blanca empeñada en destruiremprendieron un rumbo suicaproados a un pequeño hueco había en los rompientes, soltandoescotas de la mayor al alcanzarposición y cazando la escota

trinquete hacia popa, a medida lograba separarse. El barco surcómar rápido como un rayo por espa

de cinco minutos, y después duradiez minutos más. Aquello no durademasiado, y pese a todo pare

durar una eternidad. Desde el alcáse dieron las correspondienórdenes, y haciendo gala de u



perfecta coordinación los hombtiraron de los cabos, a veempapados de espuma, a vemedio arrastrados por cubierta, psiempre dispuestos a recibir siguiente orden, como si forma

parte de un sueño, como si fueindestructibles.

Una enorme roca apareció

la amura de babor; era negra y lA sotavento vieron otra roca, grancomo una iglesia. El capitán est

de nuevo en pie, apoyado en ayudante, señalando, y en momento el Wager andaba



dirección al espacio que medientre las rocas. Al alcanzavolvieron a tocar fondo. El Watocó fondo y quedó varadodesfondado. El carpintero no perel tiempo en talar el trinquete y

palo mayor, soltaron el ancla esperanza y allí quedó al amparolas rocas, que golpeaban

costados con una fuerza terribaunque al menos no se inclinó. Lhombres se miraron unos a ot

como si acabaran de salir detumba, y se escuchó una roncadesapasionada algarab



extrañamente audible ahora que rocas los resguardaban en parte viento.

Había empezado a amanecerallí, a cientos de yardas de distanvieron una playa.

-Eche un vistazo a ver qué Tenga mi catalejo -dijo el capiCheap.

-Parece un lugar resguardaseñor -contestó Jack-. No es mael agua que llega a la costa, pero

bote podría desembarcar.-Infórmese del estado de botes, y pida al señor Bean que



reúna conmigo en popa.Al parecer los botes hab

aguantado el tipo, pero lanzarlos encima de la regala cuando los pay las vergas habían desaparecsupondría un considerable esfuer

Durante todo ese tiempo el casoportaría el embate de las olas,modo que podía partirse en cualqu

momento. No obstante, consiguieron: lo primero que echaal agua fue la falúa, y después

señor Bean subió a bordo chinchorro.-Han desembarcado, señor



informó Jack-. Pero al parecer tieproblemas para luchar de vucontra el oleaje.

Una tensa espera siguió a epalabras, y durante ese tiempoescena en cubierta cambió de for

radical: alguien había abiertogolpes un barril de brandy, procedente del combés del bar

donde Campbell y Cozens intentaechar el cúter por Ja borda, se eleun confuso rugido, una serie

órdenes contradictorias y continuación una canción cantadvoz en cuello. Jack vio



contramaestre, que no había podsubir a cubierta durante las últimtres semanas, dando brincos comoloco, riendo a carcajada limpia cvez que el barco golpeaba contra rocas. El condestable le seguía

cerca, con el rostro colorado yolor propio de una destilería, y jua él había un tontorron hacien

cabriolas como si estuviera en mide una feria.

La falúa se amadrinó al cost

d e l Wager , e inmediatamedespués echaron el cúter al mar. Loficiales hicieron cuanto pudie



por subir a bordo, de forma decea los marineros. El desorden fueaumento, no porque hubiera mhombres ebrios, sino porque los mserenos abandonaban el barcomedida que las embarcacio

auxiliares circulaban de un puntotro.

-¡Andrew! -exclamó J

cogiendo al sirviente del bramientras se dirigía al costad¿Dónde está el señor Barrow?

Andrew señaló hacia la costdijo algo inaudible antes de csobre el cúter.



En el alcázar, los oficiales qseguían a bordo no quitaban ojocapitán. A merced del oleaje, quilla del Wager golpeaba sin cecontra las rocas, y con cada golpecubierta tembl

descontroladamente bajo sus pDurante todo ese tiempo el capCheap se había ayudado de Jack p

informarse, transmitir órdenesaveriguar lo que sucedía. En momento, Jack dio un paso al fren

dijo: -Con su permiso, señor, ciediecisiete hombres se encuentran



salvo en tierra. El resto abandonará el barco hasta que putenerse en pie. ¿Subirá usted a bode la falúa, señor?

El capitán Cheap ya se ha

negado antes y volvió a haceEstaba empeñado en ser el últihombre en abandonar el barco.

los imbornales de sotavento, marineros y un ayudante del toneleque estaban completamente bebid

se lavaban los unos a los otros; duda se ahogarían, y de hecho tentan mal aspecto que parec



muertos.-No hay nada que hacer

esos hombres, señor -dijo lacSeguirán aquí mientras haya bebidTenía más razón que un santo, y palabras las confirmaban los grito

el ruido de cristales rotos procedede las cabinas. El capitán Chpermaneció en silencio dura

algunos segundos, asintió y se dirilentamente hacia el costado.

La falúa surcó el oleaje ha

que unos marineros tiraron de para adentrar su quilla en la playahecho de sentir tierra firme bajo



pies fue algo muy conmovedor.-¿Sabe dónde está el se

Barrow? -preguntó Jack abriéndpaso a través del frío y empapgentío reunido en el lugar desembarco, después de coger

primer hombre inteligente y sobque encontró.

-No, señor. Que yo sepa no

desembarcado -respondió marinero, completamente seguro.

-Yo no lo he vistorespondió el señor Bean



-Pero no quedanadie en la enfermería

protestó Jack.

-Cierto -corroboró el se

Bean-. Quizá desembarcara en cúter, o quizá no haya reparado en-Pasó el recado a otros marine

para que buscaran a Tobías, y medocena de hombres gritaron nombre del ayudante del cirujano ningún resultado.

-Yo lo vi a bordo -dijo marinero muy vendado, que est



tumbado en el suelo-. Lo vi a bordhe llegado en el penúltimo bote. y yo estábamos a popa de enfermería. Me sacó del coy y empujó por la escotilla antes volver a por Joe; yo creo que Joe

estaba muerto. Allí abajo habría uncuatro o cinco pies de agua, y la ciba a peor.

Jack, dos hombres de su brigy Rose bogaron el chinchorro mitad de un repentino chubasco

aguanieve. Buscaron a Tobdesesperadamente, y bajo el ecolos truenos no tardaron



encontrarlo. Flotaba en entrepuente gracias a que se haagarrado a algunos botes. Arespiraba, pero débilmente; la tde una escotilla, que había cadespués de recibir el barco al

golpe, le había caído encima con mala pata que parecía inútil subal chinchorro.

-Al menos -apuntó uno de hombres sacándolo a través de umaltrecha lumbrera-, podremos da

cristiana sepultura.



CAPITULO 10

Al despertar, Tobías no sa

dónde estaba. Acababa de abandoun sueño muy profundo en el salía a flote procedente del fondouna oscuridad profunda, mprofunda. Permaneció quieto conesperanza de recordar lo sucedipero no fue así. Al finalizar

primera media hora de concienseguía con la mirada clavada en



nada, inmóvil, preguntándose dóestaba, quién e incluso qué ePercibía una especie de camfundamental en su ser, o quizá fuen su entorno. No acertaba a saberqué se trataba, pero le llenó de cie

inquietud. Miró fijamente al tecPor lo que pudo ver, gracias amortecina y grisácea luz, est

hecho de estameña azul, sustancia del todo inusual para techo. Entre el y la tela flota

endebles bancos de humo, y enexterior percibió el constante repide la lluvia.



De pronto cobró concienciala naturaleza del cambio: el munya no estaba en constamovimiento, ya no cabeceaba subía o bajaba ni se balanceaba. cama se mantenía tan quieta

inmóvil como si estuviera atornilla una roca. Era horrible.

-¡Hemosembarrancado! -exclamOh, Dios mío.



-No te preocupes -dijo la vozJack, oculto en las sombras-, volva flotar cuando suba la marea.

-Estoy asombrado

confesó Tobías.

-No hace falta que lo jupollo -comentó Jack plácidameantes de añadir-: Me preguntopodría apañármelas para

comiera algunas gachas.-No estamos a bordo -d



Tobías-. Estamos en tierra de seca-No tan de secano como par

-replicó Jack, que parecía ocuphaciendo algo-. Estamos a bordo navío de su majestad Húmedo c

ades, al mando del capitán

Byron, comandante de la Armreal. Ven, ahora sé un buen chicbébete esto. -Tras esas palab

apretó la nariz de Tobías a la mande los marineros, logró que abrila boca y por ella deslizó u

cuchara llena de una pasta cálidsemilíquida.-Pero ¿qué te has creído, Jack



preguntó Tobías cuando dejó toser, visiblemente indignado.

-Vaya, pero si hoy recuerdas nombre —dijo Jack como hablanconsigo mismo-. Eso supone considerable mejora. Pero aposta

algo a que mañana seré ArtajerjeEupompo. ¿Le lavamos la caraseñor? Tienes un aspecto a

baboso, ¿sabes, Toby?-¿Qué pretendes, Ja

¿Tomarme el pelo? -preguntó Tob

muy molesto-. Yo diría que eso coger la nariz de alguien sin exista una provocación sup



tomarse muchas libertades. -Hademán de apoyarse en el hompara levantarse, pero no pudoestar atado a la cama.

-Hubiera empeñado mi palade honor -dijo Jack- en que est

perfectamente lúcido. Malditas go-añadió levantando la mirada-. Mque no hay manera de manteners

resguardo.¿Qué muros me protegen, o

sombras me ocultan?

Cuando mi espesura horadapor mis cuevas se escurren,



Procedentes, sobtodo, del exterior.

_... Y también bajo el traseroTobías permaneció recosta

de pronto exhausto por la indignacy el esfuerzo de levantarse, mienJack seguía hablando en to

monocorde y suave, a veces citanestrofas enteras del señor Pope, yotras ocasiones revolviendo asobre unos minúsculos rescoldmientras manifestaba su deseo de burbujeara:



-Vamos, vamos, con afánesfuerzo, arde fuego, haz que hiela caldera -decía antes emprenderla de nuevo con propios versos-. Lalage, Lalagemurmuraba-, sería estupendo

existiera algo que limase con Lala

-Hipálage -sugiTobías.

-Por Dios bendito -dijo Jack-parece un ser humano. ¿Y a qué



dedica tu Hipálage, viejo amigopreguntó acompañando sus palabde una amable carcajada.

-No es ninguna persoalcornoque -protestó Tobías-, sinotérmino gramatical: un término que

emplea en la retórica. Si digo «Pmi nariz en su impía mano», en lude «Puso su impía mano en

nariz», recurro a un hipálage. ¿Cóse te ocurrió hacer semejante coJack?

Jack no responinmediatamente, sino que se acecon intención de mirarlo a la c



durante un minuto, antes de pregunsi, por alguna casualidad, estabasus cabales.

-Mi querido Toby -dijo-, cuáme alegro. Llevas tanto tiemindispuesto. ¿Cómo te encuentr

¿Te encuentras bien?

-Muy bien, gracias

-Cuánto me alegra oírte hab

como un cristiano, Toby. ¿De vete encuentras bien? EstupenEstuviste muy enfermo, desvariaba



rugías como un turco, ja, ja. Voylibrarte de las correas: quer

sentarte. Con cuidado, así -dayudando a Tobías a incorporarsela cama, antes de procurar comodidad-. Ese canincompetente de Oakley dijo quehabía nada que hacer, que estacomatoso, moribundo, arruinado

que no valía la pena alimenta¿Cómo te encuentras, Toby?

-Un poco raro, te aseguro.



-No me extraña; después todo este tiempo debes de sentmuy débil. Toma algo... toma algoesto -dijo alcanzándole la cuchaTe reconfortará mucho.

-¿Qué es?

-Te lo diré después que lo hacomido -respondió Jack, antes

darse cuenta de que no era urespuesta demasiado adecuaentonces adoptó un falso entusias



y dijo-: Ternera. Es una terndeliciosa, ¡ja, ja!

-Pues sí -admitió Tobdespués de engullir el contenido bol-, qué extraño. Aunque no meextraño que esto -dijo mirando a

alrededor. El techo eefectivamente, de estameña azuligual que las paredes. En realidad

habitación era como una gran cade dosel con las cortinas corridala poca luz que había entraba por u

raja que vio en un extremo, tambcubierto de estameña-. Explícaqué sucedió, te lo ruego, Jack.



-Cáspita, Toby -exclamó ésentándose en el borde de su camhan pasado tantas cosas... ¿Por dónempiezo? Recordarás el naufragiorecuerdas, ¿verdad? ¿No? En fin,te preocupes, lo cierto es

naufragamos, de eso doy embarrancamos frente a esta islmediados de mayo, y ha pas

mucho desde entonces. Resusorprendente que hayas aguanttanto, Toby, como uno de los si

durmientes, o ese tipo de Ovidio.



-¿Qué tipo?

-Quizá no fuera de Oviddespués de todo. En naufragamos, y podemos sentir

afortunados de haber salvado pellejo.

-No recuerdo nada de todo

que me cuentas. ¡Qué sorprendenAunque lo cierto es que debí llegar a tierra de alguna form¿Cómo fue, Jack?

-Oh, respecto a eso particular, te subieron a bordo de



falúa. Dijeron que no quedaba naen la enfermería, pero olvidaron habías decidido instalar algucoyes a popa hasta que uno de que estaban en tierra, creo que Bateman, dijo que habías ido p

allá.-Ah, sí -murmuró Tobías,

después de pensarlo detenidame

se preocupó por algunos de pacientes: algunos seguían con vipero la mayoría había muerto.

-Desembarcamos en los boun total de ciento cuarenta y shombres, soldados incluidos



continuó Jack-; y ahora somos unoventa. Los más enfermos murierpor supuesto.

Guardaron silencio durante rato. Doscientos veinte hombreshabían hecho a la mar de

Inglaterra, y ahora sólo quedanoventa con vida.

-De haber seguido una o

semanas más en la mar, no se habrsalvado tantos -apuntó Tobfinalmente.

-Toby -dijo Jack, que de propareció despertar de su estmeditabundo-. Debo irme a ha



guardia. Come un poco más de pey drupa, y después descansa. Cuanvuelva traeré vino.

-Aguarda un momento -dTobías— ¿Dónde estamos, Jack?

-¿Qué quieres deci

-¿Dónde estamos? ¿Estamos los españoles? ¿En algún lucivilizado?

-Oh, no. Estamos en una espede isla húmeda, a cuarenta y ogrados al sur. Pero no te preocupe



no tardaré nada en estar de vuelta.

«A cuarenta y ocho gradossur -reflexionó Tobías-, a cuarentocho grados al sur de latitud. Edebe de estar a unas quinien

millas al sur de Valdivia: sólo hque seguir el recorrido de la cohacia el norte. Yazco en la co

occidental de la Pata-gonia, cuarenta y ocho grados al sur, tierra firme... qué sensación

encantadora. -Entonces se examcon cierto cuidado. Estaba aofuscado, le dolía la cabeza,



además creyó percibir deforme pa que no pudo encontrar huerotos-. Contusión... coma. ConsuArtemidoro y Baptista Codronchno resulta nada inusual. -Hizo esfuerzo por recordar las palab

que Dithmarus Bleskenius escriacerca de diecinueve meses de coen Islandia, en el año 1359. Con

de comprobar si estaba en posesde sus facultades, repitió el capítentero a viva voz. Satisfecho con

estado de su mente, se dedicó apersona y descubrió, para sorpresa, que apenas quedaba



rastro del escorbuto. No teerupciones ni inflamaciones: exceen lo respectivo a su debiliparecía encontrarse bien de salLos dientes que quedaban, de cual solitarias lápidas, se manten

ahora firmes cuando antes temblabRechinó los dientes durante un rantes de observar-: Es una cuest

de dieta.» Acto seguido se quedormido.

-Jack -dijo cuando despertó

pronto al oír el sonido de la yescel pedernal-. ¿A qué te referías eso de «perro y drupa»?



-Oh -respondió Jack soplanla chispa de la yesca-, ya sabes, sólo era una forma de hablarFinalmente consiguió levantar llama, encendió una vela inspeccionó a Tobías-. ¿Cómo est

-preguntó como si esperencontrarlo de nuevo sumido eninopia.

-Perfectamente bien te aseguro. ¿Para qué tenías que haguardia?

-He tenido que vigilar la tiende los víveres -respondió mientrassentaba al borde de la cama-.



asunto es -dijo en tono confidencque no tenemos muchas provisiony la gente no ha dejado de intencolarse en la tienda para robarcomida; por eso tenemos vigilarla.

-¿Tan poca hay? Cuanmencionaste la ternera pensé queganado abundaría: el guan

descrito por Meropio o alguespecie bovina desconocida.

-La ternera -repitió J

mirando las puntas de sus pies-, ternera era más bien metafórica, forma poética de hablar. ¿Te gus



Toby?

-Sí, la verdad es qsí.

-Pues bien -dijo Jack-, perro. Supuse que lo rechazaríasbuenas a primeras, y por eso te dque era ternera.

-Perro. Estupendo. TaDioscórides como Cratón y Polid

Virgilio recomiendan el perro. Ricci el jesuita, en su ExpeditioSinas, libro 23, capítulo 9, afir



que los físicos de la corte emperador apreciaban la carne

perro sobre todas las demás. LVives, Pomponazzi y el racionalPeter de Wye se muestran acuerdo. No citaré a CorneAgrippa, Jack, ni a Paracelso. Lede mi intención citar a Paracelso.

-Me alegra mucho oírte de

eso, Toby. Era perro viejo, lo últique quedaba, no muy viejo. machaqué con coclearia y drupa

miricácea.-Todo eso es perfecto pcombatir el escorbuto, sobre todo



drupa. Pero, Jack, te ruego empieces por el principio y que expliques lo sucedido.

-No debí abandonar mi diate lo podría haber contado por orcronológico. Tal y como ha suced

todo, probablemente no recuerdela mitad de las cosas y mi relato desordenado. -Pareció reflexio

durante un rato, y después continuLos primeros días fueron los peoparticularmente la primera noc

porque estábamos agotados y teníamos nada que comer, ni ncon que resguardarnos. No ha



dejado de llover ni un ápice, hacíafrío de mil demonios, se formhielo en la superficie y la fuerza viento le hacía a uno desear muerte. El señor Hamilton enconen el bosque que hay tras la pl

una especie de tipi medio derruiadonde llevaron al capitán pponerlo a resguardo de la humed

Todos los que pudieron se refugiaunto a él, y los que se quedaron

sitio se sentaron con la espa

pegada a los troncos de los árbomuy apretados para darse caEstábamos tan hambrientos y



maltrechos que no teníamos fuerpara nada más. Dos de los nuestmurieron al día siguiente, bajoárbol, y el anciano señor Adams,los inválidos, murió en el tipi. Al siguiente logramos encender

fuego, lo que supuso un verdadalivio, y alguien encontró cocleariapio salvaje. Sabe Dios por

razón, pero las olas trajeron pequeño saco con trozos de galletmigajas, y con todo ello hicimos u

sopa. Casi nos morimos todos de uindigestión, porque el saco era tabaco, y la sopa tenía algunas ti



Vomitamos el alma empapados bla lluvia, tirados por los sueAquél fue un día terrible, Tosuerte tuviste de perdértelo, habíamos dejado al resguardo tipi, en un extremo y en el interior

un saco."Entonces la mar volvió

encresparse, tanto que las o

mordieron la playa con voracidoíamos los lamentos del poWager , a quien las olas golpea

contra los rompientes. Algunos los idiotas que se quedaron a boestaban lo bastante sobrios co



para percibir que, probablemeacabarían despedazados,empezaron a hacernos señales pque les enviásemos uno de los boCuando nos negamos a empezaron a dispararnos con uno

los cañones situados en la aleta, yproyectil pasó justo por encima tipi. Cuando la mar se calmó

bastante como para echar un botemar, fuimos a buscarlos; pensé quecapitán se comportaba como

debido. Se acercó a la orilla aspecto de estar al borde de muerte y con el brazo en cabestrill



-¿El señor Oak

alivió su dislocación?

-No, lo hizo el barbero, mámenos. Te contaba que el capiestaba apoyado en su bastón juntoseñor Hamilton y Campbell,cuando desembarcó el contramaescubierta su cabeza con un sombrde galones dorados y un abr

engalanado ajeno, armado de pisty espada, casi completame



borracho y con un aspecto mdesagradable de lo que estadispuesto a describir con palabrascapitán Cheap se acercó a él ygolpeó con el bastón. Al resto tipos también los desarmaron. U

de ellos tenía mi pistola, y me alemucho de recuperarla... Sí, aquella que me regaló mi

Worcester cuando vino a visitarmPortsmouth.

«Después de aquello,

situación mejoró un poco. Haentonces los indios nos daban miecreíamos que nos observaban de



los árboles dispuestos a atacar; pa partir de entonces, armadinspeccionamos el terreno y cazamalgunas aves. También arrastramocúter hasta el margen del bosque ytumbamos con la quilla hacia arr

antes de colocar unos topes pevitar que se deslizara hacia playa. Era el mejor lugar do

refugiarse. Entonces, cuando la mvolvió a encalmarse, encontramcrustáceos en la bajamar, lapas

enormes mejillones, los famomejillones, Toby, y tan pronto cotengamos otro día decente come



algunos. Pesan media libra cada upero es necesario que se dé un con buen tiempo y bajamar, lo quesucede a menudo, y a estas altulos más fáciles de encontrar ya los hemos comido. Tamb

intentamos recuperar provisionesel barco. pero al principio conseguimos nada; sólo cuando

oleaje y los rompientes castigaronpoco más el casco vimos que toneles salían a flote por sí solo

entonces nos las apañamos pllevar algunos a la playa: hariguisantes, carne de vaca y de cer



en su mayor parte arruinados pormar, excepto el ron, que flotaba más facilidad. Llevamos todos barriles a la tienda de provisionepor aquel entonces los hombrescomportaban muy bien; si

hubiéramos salvado tanto ron quseguirían en su lugar, aunque no sEntonces recuperamos un montón

barriles y cajas de correspondiente a la mercadeLevantábamos un barril (nos abrim

paso a través de las cubiertasempleamos bicheros aferradoscuadernales para tirar con fuerza



después de librarlo con un tremenesfuerzo descubríamos que estlleno de relojes, tazones o cualqucosa igual de inútil. Eran reloestupendos, no te digo yo que pero uno no puede alimentarse

relojes; nuestras raciones consisten media libra de harina y un trde cerdo para cada tres, lo que

dejaba terriblemente hambrienTambién encontramos telas, millamillas de tela, y sombreros

calzones. Cuentas y abalorespejos y ese tipo de cosas. De moque cuando algunos indios



acercaron a la bahía, pudimhacerles regalos. Caspita, Tocuánto te habrías reído cuandomiraban al espejo; darápidamente la vuelta pcomprobar quién estaba al otro la

con una cara de inquietuddesconfianza... ¡Qué tontos! Aquéleran inofensivos, criaturas de bu

voluntad, y nos dieron a cammejillones y pedazos de foca y pepues al parecer los llevan siem

encima para comer. Iban másmenos desnudos, con una cpequeña hecha de plumas que luc



sobre los hombros y que ajustacon tiras, según soplara el vienEra una pena verlos caminar pornieve, pero no parecieron mdispuestos a ponerse los calzocuando se los dimos; comprobam

que preferían las cintas de coloNo comprendíamos ni una palabralo que decían, y ellos tampoco

comprendían a nosotros: no sabíanpalabra de español, nada. Volvierdespués con una tribu entera

amigos suyos y familiares, al paredispuestos a asentarse con nosotrlo que sin duda hubiera s



estupendo, pues tenían un bconocimiento del entorno, de bosques y de la playa, y hubiéramos tardado mucho tiempodescubrir cómo comunicarnos ellos. Pero sucedió que algu

condenados bellacos, borrachasta las cachas, intentasobrepasarse con las mujeres, y a

mañana siguiente todos se habesfumado. Más tarde se acercaotros indios, pero eran diferentes:

les gustábamos. No estadispuestos a darnos nada por nadasiquiera un triste mejillón, sin rec



a cambio un botón o un palmo cinta azul, aunque anteriormente habíamos hecho todo tipo de regaAl parecer, sólo estaban de pasodesde entonces no hemos vueltoverlos.

-¿Has tenido oportunidad de animales o aves de por aquí?

-No muchos. No se puede lle

muy lejos: el terreno es pantanosboscoso, siempre muy denso, taque es imposible atravesa

Cualquiera lo diría en un clima frío. Encontramos también la ladde una montaña muy empinada, a



que bautizamos como monte Miseel monte de la miseria, que está allí; fíjate que no tuvimos mremedio que andar de trecho trecho para alcanzar la cima. Perouna ocasión intentaba atravesar

bosque cuando oí la horespiración de una criatura, y vi huellas, que eran tan grandes co

platos soperos y tenían garras. que decir tiene que salí del boscomo alma que lleva el diablo.

-Oh, Jack, ¿ni siquiera quedaste a ver qué aspecto tenía?-No, señor; así es. Si fuera



hierro me habría quedado, pero noése el caso. Corrí tanto como putemblando como una hoja. Y si hubiera perseguido, seguro estoyque habría dado varias vueltas aisla.

-¿Es una isla? Sí, claro, ya lo habías dicho antes. ¿Está mlejos del continente?

-No. Al principio pensamos qno lo era. Desde algunos punconcretos se divisa la cordillera

los Andes. Pero al parecer es useñora isla. La costa parquebrada en un montón de isla



penínsulas, cosa que no me extrteniendo en cuenta la fuerza que tiel mar por aquí.

-¿Cómo vamos

salir, Jack?

-Ésa es la cuestión -responJack frunciendo el ceño-. Hubomomento en que lo vi claro, cuanqueríamos alargar la eslora

lanchón y navegar hacia el norteChiloé o Valdivia, y allí cortar amarras de algún barco español



el que arrumbar a Juan Fernándnuestro segundo punto de reuni

Dispusimos el lanchón, pero parecer nada se ha hecho al respeLos días pasan, también las semany no se hace nada. El problemquerido Toby -dijo bajando el tode voz- es que estamos mdivididos: se han formado u

docena de facciones diferentes, yno sé si es el capitán el que estámando. Hubo un tiempo en que pe

que todo volvería a la normalidaque cada uno se encargaría de trabajo, justo después de que to



los irlandeses desertaran en maPor cierto, que pretendían havolar por los aires al capitán ycontador con medio barril pólvora; pero Buckley, uno de guardianes de la pólvora,

persuadió de que no encendieranmecha. Los hombres, por aqentonces, aún tenían esperanzas

hubieran obedecido las órdenes todo corazón; el problema es nadie daba esas órdenes. El capi

se encerró en sí mismo. Creo acusaba terriblemente la pérdidasu barco, y a veces parecía ha



perdido el norte. Fue entoncuando la disciplina se fue al car

¡Uf! Hubo docenas de causas: peleas sobre las cosas encontraban y las raciones comida, demasiado para beber «p

de comer, media pinta de ron enestómago vacío... Alguien largóhistoria de que los oficiales no ten

autoridad legal en cuanto quedaban sin barco. Pero lo peortodo fueron los grupos que

organizaron, los oficiales ejército, exceptuando al seHamilton, que no se hablaban con



capitán; el condestable, el carpinty sus respectivas amistades, aseguraban que el barco se haperdido por falta de atención;contramaestre y la purria de bellaque le secundaban, el piloto... En

se trata de un asunto bastadesagradable y que no hace honola Armada, Toby; ojalá podam

mantenernos al margen. Cozvolverá a hacer el animal, sin duaunque espero que no sea así. -J

hizo una pausa y negó con la cabeEl capitán pretende recuperar riendas de la situación actuando



mano dura: el miércoles ordenó propinaran seiscientos azotes algunos de los hombres.

-¿Seiscientos?

Jack asintió..

-Los descubrieron robancomida de la tienda de provisionEn Inglaterra los habrían ahorcapero aun así... Ayer ordenó arresta

Cozens por respondemaleducadamente. Cozens bebido, eso por descontado, p



acababa de salir de la tienda condestable. Nadie se ha atrev

aún a desobedecer abiertamentecapitán, pero no sé cuánto tardaen hacerlo. Creo que todo resolvería si volviéramos a estarla mar. -Jack se detuvo y reflexiodurante algún tiempo, pellizcándla barbilla-. Pobres diablos

prosiguió en voz baja-; no quervenir... Me refiero a los hombreclutados forzosamente. Pero du

que muchos estén dispuestos a inicun motín en toda regla, sobre toahora que los más problemátic



Mitchel y algunos otros, se marchado para unirse a desertores. Si pudiéramos pertrech

y aparejar el lanchón, creo con eso bastaría: las ordenanzas servicio parecen algo natural en

mar, pero no gustan a nadie en tieSi pudiéramos arribar a JFernández, nos repartirían entre

demás barcos, y quizá tú y podríamos finalmente subir a bod e l Centurión, ¿eh, Tob

¿Recuerdas...?Pero Toby no recordaba nporque se había quedado dormi



Jack se movió en silencio portienda, y dispuso su cama junto a cálidas ascuas del fuego. No teguardia aquella noche, y pretendormir como un bendito hastamañana siguiente, un lujo n

habitual en la vida de un marino; embargo, durante un buen rato pudo conciliar el sueño. El ham

tuvo algo que ver en ello: resudifícil dormir cuando el estómpide comida, pero la inquie

generalizada de su estado de ániugó un papel más importante. Teel presentimiento de que a



desafortunado iba a suceder.

La población de la bahía Cheap, en la isla de Wager, constade diecisiete refugios que iban dela casa del condestable, u

construcción de planta cuadrada espacio para veinte hombres, halos pequeños tabernáculos ingle

donde se apretujaban aquellos preferían llevar una vida solitapero que no tenían ni idea de có

apañárselas solos. El de Jack encontraba algo apartado del reen plena pendiente y al amparo



los árboles. No era tan apañadcomo la edificación del carpintepero tampoco tan desvencijado cola de Sloppy Joe; como todos elestaba perfectamente cubierto velarte, estameña e incluso tela

damasco, todo extraído cargamento.

Tobías inspeccionó la ba

desde el umbral de la cabatambién observó el pecio del Waen la parte interna del arrecife, y

playa. Por una vez el día amaneclaro, gélidamente claro y silencioy gracias a la altura en que



encontraba podía ver al Wager problemas: tan sólo la popa ycastillo de proa sobresalían del agaunque distinguía claramente forma de su casco. No era un peanónimo o tan maltrecho como p

que resultara irreconocible: erapecio del Wager , simplellanamente. Le resultó muy dolor

ver ahí, abandonado durante tatiempo, al barco al que haconsiderado como un hogar:

cubiertas, volcadas de mala manercon boquetes que las atravesacomo balas de cañón, habían s



blancas y relucientes, tan ordenacomo el armario de medicamentos; allí donde el mudel palo mayor recibía el incesaoleaje gris y frío, se había apoyTobías para pasar la noche, mient

los suaves vientos alisacariciaban la jarcia, y por encide su cabeza y del compl

entramado de cabos y velas, alzaban majestuosas las estrellas sur, Canopus, Antares, Aquenar

hacia abajo, la Cruz del Sur... Larnoches tropicales de cuannavegaban por un mar fluorescent



tan cálido como la leche, a través Atlántico rumbo a Brasil.

Aquel acceso de melancolíavio interrumpido cuando divisó cóndor. El enorme pájaro cruzócielo sin mover apenas las alas, ha

ocultarse bajo la punta que constitel límite sur de la bahía; otrosiguió, y después otro más, to

planeando sin prisas, atraídos alguna remota matanprotagonizada quizá por una ball

perdida, quizá por otro naufragio.La bahía formaba una profuensenada, cuya tierra elevada



extendía una milla a cada extremhabía negros acantilados y resparcida por doquier, excepto esa punta, ai pie de la bahía. Adonde mirara, una densa arbolcubría como un manto la ensenad

la vegetación viva parecía cubinmediatamente a la vegetacmuerta. Se trataba, obviamente, de

lugar muy húmedo, impresión quedaba reforzada por los riachuellenos de espuma amarilla que

precipitaban de las alturas, y adonde no crecían los árboles, hacían malolientes cosas verdes



también crecían lo suyo, como aqgigantesco y espeluznante ruibadonde uno se podía cobijar viento, y un apio salvaje, alto coun hombre. Por supuesto los deran fríos y había en el ambiente

impresión generalizada decadencia: madera, vegetaciónvastos bancos de algas, to

podridos en la orilla.-¿Qué te parece? -pregu

Jack. Tobías negó con la cabeza-.

recuerda a los campos que extienden hacia el este de Lands Een Cornualles -dijo Jack-, sólo



peor. Mi abuelo me llevó allí cuantuvo que atender algunos asunsucios del parlamento en SMurrain. Creí que debía de sercosta más fea del mundo. No pucreer que se repita. Esa de allí, la

medio, es la tienda de provisiones, ¿la ves? Y esto -señla elevación en la que esta

situados- es el monte Misery. Mempinado. La tíerra firme parestar muy cerca cuando la obser

desde la cima; al subir se divisveces un cabo hacia el norte, a ucincuenta millas. Se extiende haci



oeste desde tierra firmdirectamente hacia el viento. Aquviento siempre sopla hacia el oeaunque a veces rola un poco hacianorte o el sur. De modo que si necesario embarrancar aquí,

nuestro ha sido el lugar madecuado para hacerlo, lo supone un gran consuelo. Pero

alguna vez nos dirigimos al notendremos que barloventear el caque se adentra mucho hacia el oe

Sin embargo, quizás exista un caque lo atraviese. ¿Ves el lanchóDetrás de la casa cuadrada. El se



Cummins lo ha serrado en dos parcon la intención de alargar doce pla eslora-Detrás del lanchón, donempiezan las rocas, solíamos comejillones y una estupenda espede alga verde que iba de marav

para hacer sopa; pero ya no qunada. Más allá hay una cala donencontré un pez enorme con la cab

aplastada entre los guijarros, despde que soplara el viento con fuerMenuda mar cuando ni siquiera

peces se aventuran acercarse acosta. Esa línea de roca que hayoeste nos protege; por eso supon



que aún debe de ser más durobarlovento. Por allí va el contadola tienda de provisiones, ¿lo vParece que va a servir directamelas raciones: debo bajar.

Las noticias de la recuperac

de Tobías se habían extendido cola pólvora, y buena parte de la geque se movía por los alrededo

miraban hacia la cabaña y saludacon la mano. Al regresar Jack strajo una taza medio llena de har

grisácea y un pedazo de carne caballo marchita, su ración, ademde una vela de sebo y dos peque



almejas, regalos para Tobías parte del carpintero y de un Phipps, ayudante del contramaestr

-Ésta es una de las cosas mvaliosas que corren por aquí -dJack sosteniendo la vela. Tob

parecía prestar atención a palabras, pero no dijo nada-. sebo, ya sabes -continuó Jack-,

cera. Freímos algas con el sebo;un plato de lo más refrescantecontundente. Lamentablemente,

lunáticos que subieron a bordocargamento incluyeron más velascera que de sebo. Al parecer no



muy conveniente comerse la cque no alimenta.

Su desayuno consistió en últimas raciones de perro y un pde harina y agua mezcladas sobre upala ardiendo, con tal de que

mezclara bien, se cociera un poquy pudieran llamar pan al resultaTras dar buena cuenta de semeja

festín, Jack bajó a la playa pacercarse con el chinchorro al pedel Wager. Empleab

constantemente los botes para busprovisiones que añadir a la tiendapertrechos; todos los marine



estaban de acuerdo en que debprocurarse raciones para dos mescomo mínimo, antes de hacerse amar, y para el uso diario no tenotra cosa que no fueran los barrabiertos y lo que pudieran encon

a lo largo de la costa. Aquella veztocaba a Jack, que tenía la esperansi pescaba un tonel de a

comestible, de que le prestaranbote para perseguir las aves quveces encontraba o, al menos, i

por algunos crustáceos a las romás lejanas.Tobías se sentó frente a



cabaña cuando Campbell y Morrisacercaron a estrecharle la manocomunicarle cuánto se alegrabansu recuperación. Ambos estaban mdelgados, más que Jack, pálidsilenciosos, y no tardaron mucho

irse porque la marea estaba a pude subir, y si no buscaban en rocas con la bajamar no encontrar

nada. Se veían en la obligaciónaprovechar cada minuto cuandomar estaba serena y la marea baja

que con sus raciones apenas tenpara sobrevivir. Cozens, que acercó después de que ellos



marcharan, era el que estaba mcambiado, sorprendentemecambiado. Del joven entrado carnes que recordaba, se haconvertido en una persona de roschupado, sonrojado a causa

alcohol que bebía; estaba sucio, oy parecía mucho más viejo. embargo, obsequió a Tobías con u

botella de brandy, y lo vio malegre.

-Bebe, compañero -d

dándole una palmada en la espaldhabía muchas más como ésta. mediante guiños y gestos, dio



entender a Tobías que el condestahabía ocultado un barrilete, ypodía beber cuanto quisieDespués, cuando empezaron a habmás seriamente, ofreció a Tobías udescripción vaga e inconexa de có

el capitán violaba los privilegioslos marineros; de cómo el capitayudado por su banda de favor

entre los que incluía al contadorsirviente y a algunos otros, disfrutde raciones dobles; y de cómo

Cozens, estaba resuelto a defenlos derechos de los marineros yrebelarse contra la tiranía. Coz



afirmo lo sorprendido que estabaque Jack se hubiera vuelto tan pescomo un predicador.

-Tendría que venir a la ccuadrada y comer con nosotros -d Contamos con los tipos m

independientes de la tripulacipersonas que gozan de un espílibre. ¿Ahora,

Sam?Samuel Stook, marinero

primera, llevaba algunos minu

gritando a los de la cabaña.-¡Voy a subir! -gritó Samuevoz en cuello-. A ver al doctor;



oído que se encuentra mejor, ytraigo un cangrejo... No, no, ja, jabroma. -Un amigo del señor Sthabía enfermado en el apostaderolas Indias Occidentales, y recuperarse (algo cuando me

peculiar en la vida de un marino)sufrió menoscabo su salud excepción de su sordera. Por tan

para él, todo aquel que se recuperde una enfermedad era sordo, rapor la cual rugía Stook con la fue

sin par de sus pulmones; el efecombinado con la peculiar manque tenía Cozens de propina



palmadas en la espalda para enfaticualquier cuestión, resultó agotady cuando ambos propusieron bajaTobías a la playa para que disfrutde un poco de compañía, no tuvoenergía necesaria para resistirse a

amable forma de importunar.Lo sentaron en un barril ce

de la orilla, y al subir la marea

hombres abandonaron la búsquemprendida con tal de poner finhambre insaciable que sentían

muchos de ellos se acercaron pvisitarle. Se enteró de que todos marineros estaban descontentos,



muchos casi estaban fuera de cony que algunos contaban con armTambién tuvo ocasión de comprocómo un hombre de ciencia perdíaenfermar su posición de pontífomnisciente entre la tropa: de hec

ninguno de sus pacientes peroportunidad de sugerirle remedaconsejarle que se cuidara,

comiera más, que comiera menque se sentara en otro lugar quefuera ese barril; le hablaron de ot

casos que habían visto a lo largosu vida, no muy diferentes al sudefunciones de familiares y ami



cuya vida desordenada, golpes encabeza, gota en los órganos vitalesimples constipados los habllevado a la tumba. Le ofreciealgas (le sentarían muy bifortalecerían los vasos), lapas

cuatro espléndidos mejillones queregaló Bosman, un marinero gigacuyas muelas del juicio ha

extraído Tobías, acompañado redoble del tambor, a lo largo sucesivos domingos.

Cuando empezaba a llover, tacomo sucedió justo antes de serlas raciones del mediodía,



llevaron a la casa cuadrada, donCozens y el carpintero lo invita(pues Jack seguía en el mar, a bodel chinchorro) a comer con elEra un comedor grande; una veintde hombres comían juntos, y si b

no estaba muy provisto de vitualal menos abundaba el vino y corrílicor: Diego, el polizón portugués

apresuraba a servir la larga tabla hacía las veces de mesa, colocanuna taza frente a cada hombre, ll

de vino o medio llena de ron; aquel lugar reinaba un agradaaroma a taberna.



-No Taffy Powell -dijo muchacho, antes de colocar una tvacía ante el susodicho marineContador dice malditos sean tus ojperro vagabundo.

Powell pareció m

sorprendido de oír aquello, y observar inmediatamente a Ditodos se callaron, porque Diego

extranjero, sabía poco inglés y necesario gritar en voz muy alta pque comprendiera. Después de u

cuantos gritos, interrupcionespreguntas cruzadas, los presenllegaron a la conclusión de que



contador negaba las racionesPowell, bien por orden del capitánquizá porque le daba la gana hacer

-¡Voy a romperle

cabeza! -gritó PoweEso es.

Muchos de entre los presenmanifestaron en voz alta que contador era un animal, un lampa

un ladrón; y ante semejante clamocondestable dio la vuelta a la messe acercó a susurrar algo al oído



Cozens. Éste se incorporó, cogiótaza de Powell y juró que la trae

llena o se enteraría de por qué rano querían llenarla. Powell gritó no lo hiciera, igual que el carpinteque le pidió a gritos que no metiera donde no le llamabanvarios de los marineros intentaimpedírselo; pero estaba decidid

hacerlo y lo hizo.-No me negará que es un jo

de lo más emprendedor _dijo

carpintero negando con la cabezEl otro día tuvo un altercado con ude los oficiales de infante



dejemos que se divierta. El capise enfadó mucho con él, seBarrow; pero sólo se estdivirtiendo. Ahora estará discutiencon el contador, ¡ja, ja, ja! Pruuno de estos pedacitos, señor

servirá para rectificar sus humopues, según tengo entendido, sonalga encontrada en

profundidades, y es mrecomendable para aliviar humores errantes. Aunque si se p

de la raya con estos pedacitos, seB., lo único que conseguirá será vuelvan esos humores. El se



Byron traerá más algas si considoblar la punta con el lan-hEscuche, me atrevería a decir eso ha sido cosa suya... dos dispar¿Lo ha oído? Quizás haya dispara un caballo de carreras; en ese c

estará muy contento.-¿Es posible que haya cazado

caballo de carreras, señor Cummin

-En ese caso, denominaríamos... ¿qué?

Había un teniente asomado a



puerta, que llamaba al orden a tolos marineros.

-¡Que todos hombres se presenten a

el capitán!

De pronto, la noticia corcomo la pólvora: el capitán hadisparado a Cozens por amotinars

-Esto tiene todo el aspecto

acabar muy mal -dijo Jack enintimidad de su cabaña. Tenía raz



pero tenía razón con un extrretraso, porque pasaron semanincluso meses, antes de que la muede Cozens tuviera consecuencias.

En un primer momento, cuanpudo estallar un motín en toda re

tanto el señor Bean como el pilosus ayudantes y los oficiales infantería de marina se situa

armados tras el capitán. Los hombse sintieron intimidados; acababanrecordarles, de forma brutal, cuá

eran las prerrogativas legales capitán. Sin embargo, conversaciones no tardaron



recobrar su habitual toconspirativo. El condestabtímidamente al principio, y despcon renovadas confianzreemprendió su ataque solapcontra la autoridad del capitán:

plan consistía en persuadir a todatripulación para que votara si querregresar a casa, alcanzar Brasi

través del estrecho de MagallanAl mismo tiempo, el containtrigaba con los desertores en

campamento situado al otro lado pantano, al pie de la bahía, y suministraba ron con tal de comp



su lealtad. Algunos querían ir norte; otros, al sur. Algunemprendían aventuras por su cuenriesgo explorando los alrededoLa mayoría de hombres se sentinquietos, perturbados; sin emba

ninguno de ellos se atrevía a desaal capitán en sus narices, y los mrebeldes de entre ellos no llega

más allá de enviar mensajesresoluciones del comité mediaPlastow, el sirviente del capitán y

principal favorito, en los insistían en la necesidad de recdoble ración de alcohol. Los háb



del servicio no desaparecen facilidad; la palabra «motín» había perdido su temible y pecusonido, y la sombra de las horinglesas se extendía por memundo. Nadie lo sabía tan bien co

el condestable: sólo la superiorinumérica confería seguridad a upropuesta, y si compraba a toda

tripulación, el capitán no tendría mremedio que doblegarse, sin que eperjudicara a nadie en particu

Para el condestable era esencimplicar a cuantos pudicamelarlos o atemorizarlos para



estamparan su firma o pusieranmarca en los papeles, documentosaspecto legal con los habitua«considerando que», «el arrfirmante» y «los presendocumentos sirven para certifi

ante los muy honorables señocomisionados, en la ejecución de atribuciones del Alto Lord

Almirantazgo de la Gran Bretañfórmulas que se repetían hastasaciedad.

El condestable no tenía mucluces, pero el temor ante posibilidad de emprender un vi



hacia el norte y el odio que senpor el capitán Cheap le otorgapoderes que, de otra forma, hubiera tenido. El que abogara emprender el regreso por la vía se debía principalmente a que hab

sufrido vientos contrarios duratoda la travesía, y, por tanto, a pade ese punto esos mismos vientos

serían favorables para devolverlosu hogar. Pero había otra cuestiónes que tenía la suficiente astu

política como para sacar provedel malestar existente entre soldados y los marineros.



parecer, ambos servicios no esdemasiado tiempo en buetérminos, y tal era el caso entre marineros y los infantes de mard e l Wager . Aparte de la antipanatural entre ambos cuerpos,

infantes de marina, que actuacomo centinelas, podían roprovisiones más a menudo que

marineros, razón por la cual odiaban. Una vez se descubriónueve ladrones entre ellos, y

reprochó a los oficiales por lamentable conducta de sus hombdespués, la alianza entre



soldados y el capitán se quedefinitivamente. Bulkeley atrajo abando al capitán Pemberton,aunque no pudo reconciliar a soldados y a los marineros, al mese aseguró que los primeros

apoyaran al capitán Cheap.A partir de entonces s

quedaba persuadir al capitán de

toda resistencia era inútil, e induca suscribir los papeles que abogapor la vía sur, papeles que más ta

los protegerían contra futuacusaciones. Habían tardsemanas y meses en alcanzar



punto, pero pese al empeño condestable, éste jamás lo habconseguido de no ser por la muede Cozens, a quien los hombadoraban. Le amaban por su alegpor su coraje y la ener

desenfadada de que hacía gciegos a la hora de valorar defectos: al matarle, el capi

Cheap había matado todo el afeque los marineros pudieron llegasentir por él, y casi acabó con t

su lealtad.Esa desagradecida labor hallevado su tiempo, una larga estac



durante la cual Tobías y Jrastrearon la costa, los cercabosques, los pantanos e inclugracias a una embarcación improvisaron mediante tonevacíos, las rocas que se extendía

una o dos millas de la costa. Estamucho más interesados en seguir vida que en el politiqueo

campamento, conscientes de morirían de hambre si encontraban comida, ya que

raciones habían descendido a cuarto de libra de harina diario. su parte, Jack afirmó que estaba m



molesto con todos los implicadEstaba convencido de que todoarreglaría en cuanto se echaran amar; pero hasta entonces, decía, tenía nada que hacer con ningunoellos...; con ninguno, ya que

partidarios más acérrimos capitán, aparte de su paisCampbell y de Hamilton, e

chivatos, favoritos y unos lamecuentre ellos el contador, el sirvientalgunos otros de la misma ralea.

Por tanto, durante ese laperíodo, mientras el círculo cerraba y transformaban el lanch



en una goleta, Jack y Tobías familiarizaron íntimamente con costa de la isla de Wager, con todlas calas y hasta con la más ínfimalas rocas. Al recobrar fuerzTobías clasificó las pocas a

disponibles, desde el cóndor hastacolibrí, empezando por las de maenvergadura de alas hasta las

inferior. No dio crédito a sus ojoprimera vez que vio al diminpájaro, que no era más grande

una mariposa esfinge, ya que propio nombre evoca los trópicono el sombrío y medio congel



pantano pringoso; pero con el tiemse vio obligado a rendirse anteevidencia. Pese a todo confesaquizá con cierta candidez, que todos los colibríes de todo el munle interesaban tanto como el

gallinácea a la que bautizaron cocaballo de carreras; era una espede pato con una enorme

cabeza de tortuga marina quealimentaba de marisco, y, al esmucho mejor preparado que

maltrechos tripulantes para ditarea, engordaba más que éstos. Ude los ejemplares más hermo



rondaba las veinte libras, lo queconvertía en un excelente asado hacía honor a la ornitología cociencia aplicada; sin embargo eraave que escaseaba, y con el tiemescaseó aún más, dada

incapacidad para emprender vuelo. El caballo de carreras tan schapoteaba en el agua con ala

patas, salpicando y corriendo porsuperficie del agua, y si bien cierto que se movía con garbo,

hambrientos marineros demostratener aún más.Tobías también recuperó



atribuciones: poca cosa había hacer, pues aunque habían pescaparte de su instrumental, el armade los medicamentos hadesaparecido; eso sin tener en cueque la práctica totalidad de

supervivientes, llegados a ese punestaban sanos. Cierto es que detratar algunas torceduras, fracturas

hueso y dentaduras que causaverdaderas agonías, y por ello, vez en cuando, caminaba ente

hombres, que lo recibamablemente como al perfeelemento neutral. Cuando el lanc



estuvo casi dispuesto, explicó a Jque al parecer había un nuevo pen marcha: pretendían arrestar capitán, que había demostrado utozudez hasta límites insospechady que había rechazado todas

propuestas. Se trataba de arrestapor el asesinato de Cozens y suba bordo. Algunos seguían pensan

que quizá subiera por su propio piría al sur bajo palabra, sometiduna estricta limitación de

atribuciones como oficial; el planarrestarlo, sin embargo, ganaba adeptos a medida que pasaban



días.-Lo sé -respondió Jack-, pero

debo serte sincero, Toby, no importa cómo lo suban a bordo. cuanto estemos en el mar producirán una serie de camb

prodigiosos, te lo aseguro. Mucpiensan como nosotros, y hay quiesólo seguirán a la manada para ev

más riñas. Estoy seguro de que éseel caso del señor Bean, aunque diga una sola palabra, y yo respon

de Rose, Buckley, Noble y algumás. Ya lo verás en cuanto logremsuperar el cabo. Nada más salir a



mar, la situación se enderezará posola, y pondremos rumbo a Valdio a Juan Fernández. A mí no me guel capitán más de lo que a ti pugustarte, pero al menos está decida reunirse con e! resto de

escuadra. Dejemos que lo arresteneso supone menos retraso.

Cuando finalmente llegó

momento y no hubo excusa pretrasarse y el lanchón estuaparejado, pertrechado y dispuest

echarse a la mar, Jack y Tobsubieron a bordo con totranquilidad, pese al ci



encapotado y ominoso, y peseespectáculo organizado en la plpor los infantes de marina, condujeron al capitán prisionerobordo.

Había cincuenta y nu

tripulantes a bordo del lanchón, fin transformado en goleta, doce encúter y diez en la falúa; estaban

apretados que apenas había espapara maniobrar, y muchos a bordola goleta se veían obligados

permanecer en la cubierta inferLevaron anclas; las velas flameay gualdrapeaban, pero al cazar



escotas se tensaron con firmezagoleta y los botes orzaron haciabrisa del oeste, y de bolnavegaron hacia la punta sur debahía

El movimiento, la inte

sensación de tener la cubierta blos pies, la confusa algarabía yfamiliar y estupendo sonido del a

al salpicar el costado de sotaveconspiraron para que Jack se sintide pronto feliz, absurdamente fe

La goleta había echado a anrápidamente, y a esas altualcanzaba los seis o siete nudos



parecer barloventearían la punta necesidad de dar otra bordaaunque por supuesto el viecobraría fuerza un poco más aJack se volvió para observar fondo de la bahía con intención

valorar cuánto espacio habrganado: allí vio al capitán Cheap yseñor Hamilton, inmóviles y de

en la silenciosa playa, y al verlodio un vuelco el corazón.



CAPÍTULO 11

«Así no vamos a ir a ning

parte», se dijo Jack. Echó un rápvistazo a su alrededor, y al hacese dio cuenta de que algunos de hombres sabían lo que iba a sucede antemano (todos aquellos que,ese momento, hacían patente alegría en popa) y que otros,

cambio, no. Descubrió miradas extrañeza, expresiones atemoriza



y otras avergonzadas: los marineentendían lo que acababa de sucedaunque no se atrevieran a decir nal respecto; se limitaron a mirarsepunta de los pies, como queriendar a entender que no caían en

cuenta. El condestable, contramaestre y algunos de aliados iban sospechosame

armados, y pese a su nerviosismoquitaban ojo de cubierta. No vioseñor Bean, a Campbell, al piloto

a sus ayudantes, además de alguotros que contaban con la confiade Jack; habían subido a bordo m



temprano, los habían conducidobordo antes que al resto y los habencerrado abajo.

La punta situada más al sur dbahía se encontraba a tres cuartas la amura de babor, y se acerc

cada vez más ª una velociembriagadora. Superado el abrdel monte Misery, un viento rache

empujaba la goleta.-Tirad de las escotas

ordenaron, e inmediatamente desp

añadieron en un furioso grito-: proa esa escota! Señor Byron, suesa escota de proa. Byron, suelte



escota, maldito... -El condestabledirigió corriendo a proa, dio traspié en mitad de la confusiócayó sin dejar de gritar, mientrasgoleta llevó la quilla a fil de rodaen consecuencia las velas flamear

¡Mire qué ha hecho! -chseñalando con el dedo la vela trinquete, que ondeaba al vie

hecha jirones-. ¡Los remos, remos! Traed los remos -ordenó. ver que derivaban rápidamente ha

la punta, llamó a gritos al cúter pque remolcara a la goleta.En el estruendoso popurrí



gritos y contraórdenes (muchos los amigos del condestable tambcreían estar en su derecho de órdenes), la goleta pasó rozandopunta, aproada hacia una baarenosa que había en tierra, don

arrojaron el ancla para evaluar daños sufridos. La discusión acede qué debía hacerse se ala

bastante tiempo: algunos inclinaron por salvar el probleculpando de todo a Jack, momento

que intervino William Rose:-No permitiré que emprendáis con él: esto ha suced



porque no comprende la diferenentre la jarcia de proa y la de poPor ser joven; por eso. -El cabo hhincapié en ese particular, sin dede propinar golpes con una cabillala cubierta y mirar a su alrededor

busca de alguien dispuesto contradecirle-. Sólo hay una cosa podamos hacer -añadió, mientr

solapadamente, guiñaba un ojoJack-, y consiste en volver a la fay traer el velamen de respeto. Nu

debimos desprendernos de élexclamó dando tres golpes.Quizás el motín del Wa



empezara como cualquier otro mocontra el alcázar, o de manera msimilar; pero en aquel momeparecía claro que acabaría convertirse, a pasos agigantados,uno del tipo ordinario o, más bi

anárquico. Cualquiera de presentes se creía mejor que vecino, y como ninguno de

cabecillas tenía dotes de mando, tose decidía de forma mdemocrática, muy parlamentaria,

cual no hacía sino contribuir a qugoleta siguiera en aquel lugar psiempre. Finalmente, cuando var



de los más conflictivos se dedicaa pescar, el resto acordó que la únsolución consistía en conseguir nuevo aparejo, y Jack, después susurrar al oído de Tobías quepegara a él como una lapa, saltó a

falúa. Rápidamente, Rose y Noblesiguieron, y Plastow, el sirviente capitán, hizo lo propio. Jack vio

contador en el costado y mirándde manera peculiar le preguntó:

-¿Quiere acompañarnos, se

Hervey? -Pero éste fingió no oírlse apartó. Su tocayo, WilliHervey, un guardián de la pólvora



Buckley, otro guardián, saltaronbote.

-A ti no te queremos, rapestosa -dijo Noble a MatthLively cuando este último hademán de seguirlos.

-¿Por qué no? -preguntó ayudante del condestable. Noble,cabo veterano y experimenta

estaba acostumbrado a afrontaradversidad. No responverbalmente, pero al cabo de

instante Lively regresó a bordo degoleta frotándose la cabeza. Otdos marineros saltaron al bo



Bosman y Church, y cuando apartaban del costado lo hizo solitario infante de marina.

-Avante -dijo Jack con la cdel timón bajo el brazo-. Toby, quesas manos de la regala.

-Allí está el señor Campbseñor -advirtió Rose, proel del bo

Al parecer, Campbell acab

de subir a cubierta, desde donde hacía señales desesperadamenJack tiró de la caña para que la fa

ejecutara un viraje cerrado y amadrinara de nuevo a la golCampbell saltó a bordo y la fa



volvió ª separarse.-No creo que tengamos o

oportunidad para repetirlo -opJack, atento al barullo que producía a su espalda.

Se habían levantado var

voces; algunos gritaban, otros limitaban a recordarles dónencontrar la vela, y por encima de

demás la voz de pito del condestales ordenaba regresar sin perdersolo segundo.

-Creo que al final se lo ha ol-dijo Jack, asintiendo-. Será meque boguen con todas sus fuerzas.



falúa se deslizó a través de las agcon mayor rapidez que antes; npodría animarlos a que bogaran más fuerza que la sospecha de los de la goleta pudieran apuntarcon mosquetes. Sin embargo, a e

alturas los mosquetes ya no podalcanzarlos, y en cuanto fueconscientes de ello descansaron

poco sobre los remos.-Doy por supuesto que todos

presentes somos del mismo parec

dijo Jack.Alguno respondió que sí; otse limitaron a decir que era cierto



el resto echó la cabeza hacia atrásoltó una carcajada. Volvía a llovy tenían en contra el viento ymarea, factores todos ellos convertían la posibilidad de upersecución en algo virtualme

imposible: bogaron con fuerza hael promontorio que había al sur dbahía Cheap, en mitad de una su

marejada procedente del oeste, ycuanto doblaron la punta desplegael modesto velamen de la falúa y

deslizaron hacia la zona desembarco.El capitán Cheap no seguía



de pie, aunque no se había alejmucho. Su rostro tenía una apariende lo más inexpresiva; después todo desconocía cuáles eran intenciones, y no albergdemasiadas esperanzas al respec

no podía ocultar que sentía un agunerviosismo. Jack se sintió amolesto con aquella situación, y

desembarcar se dedicó a aseguraembarcación, mientras Campbellacercaba al capitán para presenta

sus respetos. El capitán, visiblemealiviado, estrechó con fuerza la mde Campbell y se acercó



intención de pronunciar algupalabras de agradecimiento a hombres; sin embargo, la amabilino era algo muy común en él, y palabras tendieron a atragantarsesu garganta. Fuera como fuera,

dijo que eran bienvenidos, quealegraba mucho de verlos y que olvidaría mencionar su conducta

comodoro. Dijo que se alegraba, ellos, de que fueran tan consciende que al regresar a su puesto

hacían sino cumplir con su debEmpezó empleando el tono de propio del que acaba de quitarse



peso de encima, pero a medida hablaba recuperó el altanero topropio de su empleo y importancia, y terminó con todacondescendencia de que suele hagala cualquier capitán cuando dir

la palabra a simples mortales.Invitó a Campbell, Jack

Tobías a compartir con él y el se

Hamilton una frugal cena, y una terminaron de comer explicó menos se mostraba más abierto

nunca) que su plan consistía dirigirse hacia el norte, a la islaChiloé, el asentamiento espa



situado más al sur, donde podcapturar una embarcación, y quemejor momento para emprenderviaje, al no tener más remedio hacerlo en simples botes donde había una cubierta inferior en la

refugiarse, era bien entrado el apasado el solsticio. Los amotina(y al hablar de ellos empleó un to

de lo más virulento) le habían dejel chinchorro, aunque estaba mnecesitado de reparaciones

requeriría un considerable margentiempo y esfuerzo para hacemarinero. Asimismo, habían deja



las suficientes provisiones paracapitán y el señor Hamilton parecer, aquel grupo de amotinaen particular había prestado debida atención a las formlegales); aunque los desertores

habían llevado la mitad. Cada unoellos disponía de dos piezas cerdo, dos de vaca y treinta libras

harina, raciones para diez semanDiez semanas para un solo hombsi éste comía de forma muy fru

Mientras comían, el capitán Chhizo especial hincapié en ese hecy aunque al oírlo les invadió cie



melancolía, no estaba dispuestodejar las cosas como estaban temor a que pudiemalinterpretarlo, y antes de separarepitió abiertamente que no dispode comida que no fuera esencial p

su propia supervivencia, y que tolo que acababan de comer no deconsiderarse sino como una mue

de su amabilidad, y no un derechun precedente.

-Qué lástima-dijo Jack mien

atravesaban el poblado en direcca su cabaña, con la cabeza gapara protegerse de la lluvia-,



lástima que las personas mcapacitadas sean, tan a menudo, difíciles de soportar.

-Ese hombre se encuentra mmal -dijo Tobías-. Su hígado sufredesequilibrio crónico; recuerdo

el señor Eliot, cuando aún estábamen Madeira, decía de él que eraejemplo de comportamiento bilio

agravado por la cirrosis, y segque la herida del hombro le dumucho. Me parece a mí que perd

el brazo: ha empezado a extenuaTiene motivos para ser desagradaby más que tendrá a menos



podamos encontrar medicinas mpronto.

-Jamás creí que volveríamopisar este tabernáculo -confesó Jal llegar a la cabaña-. Pero hubipreferido -añadió al asomar

cabeza en su interior- no quitartela ni llevarnos las camas contranquilidad con que lo hicimos.

-Aún tenemos los sacos -apuTobías, y al notar que tropezaba algo, añadió-: Es tu pistola. ¿Ac

la dejaste aquí aposta?-Me vi obligado a haceestábamos tan cerca... Pero ahora



alegro de haber tomado esa decisiy te diré por qué, Toby. Vamostener muchas dificultades pencontrar algo que comer en la coNo queda un solo mejillón llevarnos a la boca en muchas mi

a la redonda, y si podemos abfuego contra un cormorán o un milreal, tanto mejor; eso por

mencionar a los caballos de carrerPor la mañana, el capitán Ch

habló de los desertores. Dijo

debía darles una oportunidad preincorporarse a sus obligacionesafirmó que Tobías era la perso



más adecuada para hablar con elPor tanto, le estaría muy agradec(lo cual fue muy amable por su pasi se disponía a hacerlo a las oncepunto.

Lo cierto es que no le pe

nada del otro mundo. Tobías havisitado en algunas ocasiones campamento de los deserto

conocía a todos, y al verle siemlo recibían bien. Tan sólo quedabocho hombres, después de que

más valientes hubieran emprendun viaje hacia el interior, bordeanla costa con balsas hechas a mano



estos ocho se sintieron msatisfechos cuando les aseguró queles perdonaría y alimentaría decidían regresar. Habían pasamuchas dificultades, pues carecdel ingenio y los recursos necesar

para salir adelante, incluso principio, cuando la costa estabrebosar de crustáceos y ot

manjares. Eran los más inútiles detripulación del Wager : dos hombde tierra adentro, dos marinero

cuatro infantes de marina, tres de cuales se habían alistado en ejército ante la alternativa



embarcar como marineros.Subieron a bordo del chincho

con aspecto arrepentido y, aunqueexpresión pueda parecontradictoria, con cara de poamigos, y al entregarlos a

respectivos oficiales, Tobías enteró, muy a su pesar, de que Jhabía partido en la falúa para ped

los de la goleta que hicieran entrde su parte de las provisionesquienes habían preferido permane

en la isla. Al parecer, atracaría tierra firme con intención de dirigia pie a la parte de la bahía don



seguían los amotinados, ya que estaban dispuestos a arriesgar embarcación.

Tobías tachó los planes de Jde muy arriesgados: no creía tuviera la menor oportunidad

salirse con la suya, y daba por heque lo retendrían, ya que si amotinados deseaban protegerse

disfrutarían de una oportunidad mclara que la de implicar a alguien bien relacionado. Dio vueltas y m

vueltas al asunto. Habló a Campbde ello, y también habló con el seHamilton; se dirigía a proponer



capitán Cheap un plan para liberaJack de los amotinados cuando éapareció con las manos vacmagullado, cojo y completameextenuado. Después de informar su fracaso, se fue derecho a la cam

-No puedes ni imaginar, Tobdijo-, el infierno por el que pasado al tener que atravesar e

pantanos. Era imposible bordearcosta en la mayor parte del camidebido a las rocas y a

acantilados; todo era boscoso eninterior, y era imprescindiarrastrarse por la maleza, espes



alta; o eso, o te hundías hasta tobillos en un lodo negro. ocasiones me he topado con ambola vez, como ese terreno que detrás del monte Misery. Pero vala pena. Pudieron darnos nue

parte; después de todo, nosotpescamos buena parte de ello, y cque lo habrían hecho de no ha

estado pescando la mayoría de hombres decentes. Al menos hemhecho todo cuanto estaba en nues

manos, y prefiero eso mil veces anque maldecirme después por haberlo intentado.



Dejó de hablar para escuchaviento, y mientras lo hacía se qudormido. El tiempo se hamostrado muy benigno durante últimos tres días, les había permitllevar a cabo todo aquello

creyeron oportuno por tierra y mar; pero entonces, como empeñen recuperar el tiempo perdi

sopló con fuerza del noroeste ululante temporal con fuertes lluvgranizo y fango, que levanto

temible y crecida mar. A la mañasiguiente tuvieron que elevar el tode voz para imponerse al estruen



del oleaje, pese a la distancia que separaba de la playa. Sin embargo

no amainó en absoluto cuanse hizo de día, ni con el atardecela puesta de sol, y al día siguienteimponentes 0]as comenzaban

romper a media milla de distanciala orilla, y el viento rizaba crestas en largos tirabuzones blan

que descargaban con furia junto aolas que coronaban. La mar no tesuperficie, y el aire pare

totalmente salpicado de agua. Eramismo tiempo que tan a menuhabían sufrido frente al cabo



Hornos, y Tobías, pese a esmuerto de hambre, ya que la playaparticular despensa, resultinaccesible, mascullaba y harechinar los dientes ante el consude pensar que tenía tierra firme b

los pies.Fue a partir de entonces cuan

empezaron los días más duros. Ta

Jack como Tobías creían hasostenido la mirada al hambre, pa partir de entonces descubrieron

su antigua necesidad no era sinomás suave de las carencias. Ltormentas se sucedieron día tras d



e incluso cuando el viento no sopllo suficiente como para impedirsalir, el considerable oleaje hizolas rocas un lugar intransitable. Tael apio salvaje como las drupashabían extinguido por completo

comían un hierbajo en forma de que, ingerido por sí solo, opuñados, provocaba retortijones. F

por entonces cuando tres de antiguos desertores hicieron estúpido y visible asalto contra

tienda de las provisiones, de la robaron un pequeño tesoro de harque el capitán había reservado p



el viaje que debían emprender. Ulogró escapar; al resto sentenciaron a recibir algulatigazos y, después, a permaneexpuestos encima de las rocas una sola vela que les sirviera

consuelo.De vez en cuando disfrutaban

un buen día, y fue durante uno

ellos que Jack y Tobías subieronbordo del chinchorro en compañíaRose y Bosman, con la esperanza

pescar algo de interés de entre restos del naufragio del Wager ,plena marea menguante primave



No albergaban ninguna esperarespecto al pecio, cuya cubiertacasco se integraban a paagigantados con el fondo mariaunque a veces encontracangrejos; además, tenían tendenc

buscar en aquellos lugares en dohabían encontrado comida como abejas que acuden día tras día

panal donde se alimentaron, aunya no quede ni pizca de miel.

-¿Cuál es la señal de un ba

de carne de vaca? -preguntó Tobque, mascando un pedazo de cahabía estado observando un holotu



reptando sobre el fogón de uno decañones que había bajo él, bajo frías aguas verdes y cristalinas.

-Una gruesa flecha rojarespondió el guardián-, uestupenda y hermosa flecha de co

rojo junto a un número.El holoturio cruzó el fogón

procedió a surcar el largo del ba

incrustado, hasta desaparecer eninterior de una masa de quelCinco minutos después, Tobías dij

-Vaya, pues resulta que he vitres barriles bajo el saliente de roca de abajo. Si siguen el recorr



del cañón y después se fijan enque hay bajo esas algas de ahílado, lo verán.

Resultó curioso con qué encole contradijeron: «No hay ninbarril que valga; es un espejism

estarán vacíos, rotos», dijeron tiempo que todos se apretujaron jua él para rascar la capa de algas

las palas de los remos y el bicheroEncontraron barriles enteros

carne de vaca, barriles estan

cerrados a cal y canto que subierobordo del chinchorro hasta quetapa de regala estuvo casi al ni



del mar. Fue necesario emplear tosu destreza para llevar el bote hael lugar del desembarco. Fue prodigio de fuerza y habilidaunque nadie estaba dispuestodejar la carne de vaca a merced d

marea ni una sola hora más, siquiera durante el tiempo tardaran en regresar con la falú

los demás hombres. Desembarcalos barriles con alegría, Dios, alegría, y los subieron rodando ha

depositarlos en la tienda de provisiones.-Mientras tengamos suficie



comida-dijo Jack aquella noche-tendremos motivo de queja. Ytenemos fuego y un techo sonuestras cabezas, no tendremos qué gruñir, a menos que no seammás que una pandilla de per

desagradecidos.La obtención de es

pertrechos levantó mucho la moral

los hombres, que empezaron planear en serio su partida, y un en que el temperamento del cap

parecía especialmente benévoCampbell se arriesgó a confesaque sus hombres se sentían m



inquietos. Por extraño que puparecer, el capitán Cheap no enfadó al oírlo, sino que pidióRose y Noble que lo acompañarala cima del monte Misery en calide representantes de la tro

también pidió a Jack y a Campbque fueran con él. Desde las altuobservaron el mar que bañaba

costa hacia el norte, y el lejsaliente de tierra firme que extendía hacia el oeste, cabo

parecía formar el límite superior golfo que englobaba la isla de Way un centenar más.. El capit



después de observar largo y tendiapuntó que la mar estaba mencrespada antes de tenderles catalejo. Sin embargo, el viento favorable para alcanzar la punta cabo, puesto que al menos en aqu

ocasión soplaba al sudeste, y opinión más extendida era debían intentarlo, que intentar

atravesar el golfo y doblar la puoccidental con decidido esfuerzo.

-Excelente -dijo el capitá

Señor Byron, calcule la posición cabo. Señor Campbell, bajeasegúrese de que los botes se pue



hacer a la mar sin mayor demoratendremos que aguardar a que submarea.

-No llevará usted dinencima, señor -supuso Noble enronco susurro, mientras descen

unto a Jack detrás del capitán.-Hace seis meses que no ll

un solo penique encima -respon

Jack-; si no, se lo daría. Pero, ¿pqué lo necesita?

-Es por John Alien. Pensé q

podría colocar algunas monedassus ojos. Si le soy sincero nullegamos a enterra



apropiadamente, y bastaría con par de monedas a falta de algo mejNo creo que tengamos tiempo enterrarlo. -Alien había muedurante una pelea entre borrachomanos de uno de los desertores,

animal al que apodaban Ejecucionque lo había arrojado por pendiente sobre las rocas, justo

donde caminaban en ese momentogrupo encargado de su entieazotado por la lluvia y la nieve,

cumplió con su deber, y compañeros de tripulación no quitaban la idea de la cabe



pensaban que cualquier hommerece un entierro en toda reaunque a causa de los divercontratiempos sufridos no habpodido enterrar a Alien en todo tiempo. Pese a todo, como de

Noble, ya era muy tarde penderezar las cosas, ya que barullo entusiasta procedente de

playa les dio a entender Campbell se encargaba en momento de cumplir las órdenes

su capitán.

Eran doce en la falúa y ocho



el chinchorro. A cuestas con preciosa carga de la tienda pertrechos, tres pequeños barrilespólvora, sus armas y sus efectos mpersonales, iban cargados haarriba. Jack manejaba el timón

chinchorro. Tenían el viento, ufuerte brisa, casi a popa, y surcamilla tras milla rápidamente.

temida costa de la isla de Wagerhundió más y más hasta que tan sel monte Misery quedó a fl

mientras, tras éste, en la distanlas lejanas y nevadas cumbres deCordillera se recortaban contra



azul del cielo. Tobías, sentado jua las escotas de popa, frente capitán, se quedó dormido.

Despertó con una horrisensación de náusea, y al recobrasentido vio que ya no iban

empopada, sino que habían haladoescota de popa. De hecho, el viehabía rolado del este y en

momento soplaba racheado del oesudoeste. Mantenían el rumbo, pse acercaba el momento en

alcanzarían el mar rápido inclemente, y todo dependía tiempo que pudieran mantener



quilla de la falúa arrumbada al ccon aquel viento que cada soplaba más acompasado al fueoleaje, ciñendo en una mar angostdura, cuyas olas traían consigoespuma blanca.

Se inclinó con cuidado encima del costado. Tenía frío ysentía mal, y cuando se hu

recuperado un poco observó chinchorro cabecear en continbordadas, amamantado por el ole

antes de erigirse de costado en crestas. Detrás del chinchorro petrel gigante surcaba la mar



mayor dificultad que un albatros, apenas mover las acompletamente indiferente a creciente amenaza que suponíamar por el cual se movía.

Jack las pasaba canutas: la fa

siempre fue dura al timón, y en momento pesaba tanto que tan shubiera respondido a un timo

dotado de una encomiadeterminación, algo que estaba lede sentir ninguno de los presen

Tanto la escota como la caña timón estaban en continmovimiento mientras calculaba



empuje de cada ola, la continucaprichosa fuerza del viento ylenta reacción de la falúa. Su mentcuerpo estaban tan absorbidos polabor que sin duda era la persomenos preocupada de a bor

apenas podía reparar en la espuque saltaba a su paso o en la cruddel frío.

A medida que pasaba el tiemlas rachas de lluvia se hicieron mfrecuentes; más a menudo proven

del oeste, y la embarcación escorde tal modo que la regala pasamano de sotavento apenas



despegaba del mar. En el chinchoachicaban el agua sin parar,mientras Tobías los observaba plena faena, la falúa engulló un trde mar suficiente para hundirse hala espinilla; a partir de entonc

Tobías se dedicó a achicarla rápido como pudo.

De pronto el viento se enta

por el oeste; era un vendaval en tregla. Ya habían tomado tres rizosla vela, y todos aquellos

pudieron abandonar las tareas achique permanecían sentados encostado de barlovento para impe



que el mar inundara la cubierta.cielo se había oscurecido de manera que parecía estar a puntoanochecer. Un violento rayo seplas nubes del sur de las del norteal final el capitán ordenó navegar

empopada. Todos a bordo tuvieroncompleta certeza de que ibanpresenciar una gran tormenta

oeste; habían visto demasiadas copara equivocarse.

A esas alturas habían cubie

unas veinte millas en su rumbocabo. Estaban más o menos a mide camino en pleno golfo, y lejo



sotavento, quizás a quince o veimillas, se dibujaba la codesconocida que surgía continente, aunque islas y rompienlos separaban de ella.

Al principio la embarcación

manejó de forma resuelta y se deslsin trabas rumbo este nordegracias al diminuto trozo de la v

trinquete que tanto habían arrizano obstante, el viento arreció, la mse encrespó aún más... El viento y

mar se alzaron en un cielo parangón, y al cabo de una horafalúa atravesaba con celeridad



desierto de agua más espantoso amás habían visto. Las o

alcanzaban alturas terroríficas,cuando el bote estaba en el seno mar nada veían a excepción deenorme montaña de agua que

erigía ante su mirada en el ciemientras a popa, corriendo haellos con mayor rapidez de la

podían escapar, una masa de amás gigantesca, verde y encrespacuya cima se veía empelida por

fuerza del viento, amenazaba engullirlos desde las alturas de enorme precipicio. Cuando



compañía del agua se elevaban enalturas, el agua viva quemaba pasamanos, el fuerte viento hundíabote de nuevo en el seno, y horizonte se limitaba, allá donfijaran la mirada, a crestas

innumerables y monstruosas olas.A veces, en la acecha

oscuridad veían por un instante

chinchorro, levantvertiginosamente por las olas, o por debajo de ellos que podían

su cubierta. En aquel momento,mar encrespado los amenazaba conunca al encumbrarse antes



hacerse mil pedazos, algo de lo sólo la marea era responsabTobías comprendió que no haninguna razón por la que un babierto pudiera resistir mucho mComprobó horrorizado que

compañeros de tripulación, incluel capitán, eran de su misma opiniEl bote trabajaba sacando fuerzas

flaqueza, pero carecía de capacidad necesaria precuperarse de los golpes recibid

o para soportar el enorme peso agua que volaba a su alrededortodo momento. Estaban tan cerca



naufragio, cosa de la que eperfectamente conscientes, que deshicieron de todo, satisfechos aligerar el peso del bote cualquier medio posible. Uno otro, los barriles, sacos y pertrec

se precipitaron por encima deborda; cada vez que algo abandonla cubierta el bote parecía respond

aunque el mar siempre acababa exigir un nuevo sacrificio. Tobcara a cara ante la muerte, ayud

echar por la borda hasta el últibarril de carne de vaca; inclusodeshicieron del ancla, y al hund



una ola creciente les mostró la couna amplia zona de blanrompientes envuelta por un oleprodigioso.

Estaban en mitad de las agblancas; frente a ellos se perfil

una línea de negras rocas altas,acantilado en cuyo regazo ibanestrellarse las olas. El viento y

mar los empujaban hacia acantilado a la misma velocidadun caballo al trote, quizá tarda

cinco minutos, quizá menos. capitán Cheap apretó el hombroJack mientras señalaba un acceso



el seno del acantilado. Jack asintiapartó con fuerza la caña. necesidad de recibir órdenes, tose inclinaron por el costado barlovento: si algo salía mal, estaperdidos; de quebrarse la integri

del forzado velamen estaperdidos. A través de la recia marlomos de las olas, el bote arrum

directo hacia la brecha, y todo acaHabían atravesado una abertura no tenía ni veinte yardas de ancho

flotaban en las aguas mansas de uensenada redonda y tranquila, sima una charca. Allí encontraron



chinchorro, inmóvil frente a ellos.Fue aquel un momento solem

el silencio posterior inconmensurable rugir que producía en el exterior no distmucho de parecer una alucinación

los hombres siguieron sentados decir palabra. Bogaron poco a phasta el margen, donde, con

esperanza de encontrar un btenedero, y al no hallar lugar dondesembarcar en el abrupto crá

treparon hasta una roca negreluciente a causa de la lluvia, enque aseguraron los botes co



buenamente pudieron, dispuestos serenidad a descansar todo posible aquella noche.

Así terminó el primer día deviaje al norte. Si el viento se hubimantenido firme, o si hubie

partido una marea antes, quihabrían superado el promontooccidental; pero en ese momento,

y como concluyeron a la mañsiguiente, se encontraban en extremo más oriental del brazo

tierra que bloqueaba su caminodebían costearlo todo el tiempomerced del viento que soplara



menos que pudieran encontrar pasaje que los llevara al otro ladopor decirlo de otro modo, a meque lo que parecía un trozo de tiecontinua resultara ser una islavarias islas separadas del contine

por anchos brazos de mar. Algo en semejante costa no era pedirimposible: era de sobra conocida

existencia de múltiples y espacioislas en la Tierra del Fuego, toellas situadas alrededor del estre

de Magallanes.El viento amainó antes anochecer, y la helada blanqueó



húmedas ropas, lo que proporcionó un curioso aspealonado de muchos colores. La m

seguía encrespada en el exteriorla ensenada, si bien era posilograr que un bote costeara

rompientes hasta adentrarse ensuave marejada: sería duro para hombres, y peligroso también, p

era preferible a morir de hambreaquella ensenada rocosa donde encontrarían nada de comer, leña

la que hacer un buen fuego ni salida, a excepción de un ascensodoscientos o trescientos pies de p



roca. Forzaron los remos duratodo el día, bordeando una coquebradiza y mellada en su maparte, alineada junto a escarpaacantilados o enormes arrecdesiguales, y al anochecer, con

cielo que auguraba la peor de desgracias, ciñeron pdesembarcar en un islote, el ún

que encontraron con una placcesible. Resultó ser un simpantano, pero era demasiado ta

para encontrar otro lugar, y pasaron la segunda noche a intemperie, bajo la lluvia, sin fu



ni comida y con todo empapado aalrededor, a excepción de la pólvque llenaba sus cuernos.

Aquéllos fueron momentos mduros: no pudieron serlo más. Ppor la mañana, ante el primer ati

de luz del amanecer, Tobías, incapde dormir a causa del frío, vagó el mosquete de Jack a cuestas

encontró leña y algo donde pococinar. Disfrutaba como un niño hábito común a todo buen naturali

así como a todo buen cazador furtide desplazarse con cautela cualquier terreno desconocido, va



duna o claro, y en ese momentoasomar la cabeza por encima de uroca y ver un lugar algo resguardadescubrió un enorme pato con cabde tortuga marina, sentado sobremontón de madera de playa. Jamá

habían recibido tan bien en todavida como cuando volvió con todcuestas, ni tampoco le habían d

tantas palmadas en la espalAbrieron en canal al caballo carreras, lo cortaron en porcione

todos y cada uno de ellos disfrutóuna libra de sólida carne, huesopiel aparte. Hacían bien en disfru



de la comida, porque el vientohabía levantado de nuevo y amanecer la mar se había erizadotal forma que no pudieron parAquella tormenta duró tres denteros, y el cuarto los sorpren

remando en una mar tan furiosa nada, excepto una desespernecesidad, podía justificar

presencia. Aquel día promemucho, no obstante, en el continedonde la tierra descendía ha

formar una punta arenosa, y endicha punta y una serie de colinaoeste no mediaba nada excepto



agua. Remaron hacia ese espaciomar para descubrir que el aguaperdía al norte hasta donde alcanzla mirada. Cabía la posibilidad que aquél fuera un pasaje condujera justo hacia el continen

así que bogaron junto a la copantanosa hasta que cayó la nocEntonces descubrieron que tan s

estaban en una amplia bahía, y quehabía forma de superarla. Lpantanos a cada lado no ofrecían

cobijo ni la menor esperanza llevarse algo a la boca, ni siquicrustáceos, por lo que no tuvie



otro remedio que remar de regrmientras la lluvia gris caía sobre hombros.

Al menos el lugar escogieron para dormir aqunoche les proporcionó algu

mejillones, lapas y un fuego: llamaron ensenada de Redwoporque la leña era tan rojiza como

del cedro o la caoba; al día siguiecon un viento favorabemprendieron de mejor humor

viaje junto a la costa, que en aqpunto se extendía hacia el norte.viento permaneció firme durante to



el día, y aunque se adelgazó haconvertirse en una leve brisa portarde, los llevo hasta una isla donpudieron desembarcar. Dicha iestaba alfombrada de espléndiárboles de copas altas, no m

distintas a las de cualquier pmacho de una embarcación, queelevaban hacia el cielo pese a

fuerza de los terribles vientos soplaban, y el capitán la bautcomo Montrose. Por una vez tuvie

ocasión de dormir en un lugar shicieron un fuego con la madera dplaya y el cedro que crujía



despedía chispas, con lo que todsu alrededor olía como a rchamuscada; y por la mañana, mañana tranquila en la que, obstante, imperaba una consideramarejada del oeste, rema

animados a lo largo de la costa, que ambas embarcaciones dejaranaproar al norte. Clinch, uno de

patrones de las embarcaciomenores (dos de ellos se turnapara pasar la noche en los bot

afirmó haber visto leones marinola luz de la luna, y a partir entonces viajaron expectantes, con



señor Hamilton, el mejor de tiradores que tenían, en la proa un mosquete cargado. Pero esperanzas no tardaron convertirse en agua de borrajas; vieron ningún león marino,

descubrieron que habían vueltoremar hasta el pantanoso fondo una bahía. De nuevo se vie

obligados a alejarse hacia el oesiguiendo el recorrido de la costatodas sus tediosas peculiaridades

cuando al anochecer se levantóterral, tentándolos a arriesgarsecruzar hasta la siguiente bahía,



recorrieron de punta a punta, ya el fondo estaba jalonado de colisin posibilidad de que existierapasaje, no tardaron en convencede que por esas latitudes encontal cosa suponía casi un imposib

La tentadora brisa no tardó convertirse en una tormenta en tregla, y se alegraron de po

retroceder mientras aún tentiempo. Se resguardaron en el primlugar que encontraron, una dimin

ensenada con buen tenedero, peromás espacio que un saliente rocosun lado en el que apenas cab



todos. Fue allí donde dos de hombres, que se habían apartpara resguardarse bajo un salieque colgaba de la roca, estuvieropunto de morir a causa de corrimiento de tierra. Un enor

pedrusco cayó a algunos pasos ellos, medio enterrándolos con tieAquello caló hondo en el ánimo

algunos de los hombres, sobre toen quienes tripulaban el chinchosentían que tanto la tierra como

mar les habían vuelto la espaldaque no lograrían salvarse por muque se esforzaran.



Pasaron todo el día siguieremando con el viento a fil de rodtravés de la bahía; pero cuanalcanzaron la punta lejana encontraron ningún puerto, de moque no tuvieron otro remedio

pasar la negra noche recostasobre los remos para mantenerproa de ambos botes frente al vien

sin olvidarse de achicar la incesaagua que vomitaba una lluvia mfuerte. En el transcurso de aqu

noche, Jack y Tobías comieroncalzado de Jack: aquellos zapaestaban hechos con piel de fo



comprada hacía mucho a primeros indios que se acercaroncampamento de la isla de Wager.

Algunos afirmaron que faltun día para la Navidad; quizá fuasí, aunque para los tripulantes

ambos botes aquél fue un día en remaron lo suyo, muertos de hambexhaustos y en continuo peligro

aquella mar. De nuevo aquella nofue imposible desembarcar, así qdurmieron en la mar, corroídos

un hambre terrible como jamhabían sentido. Pero, pese a toestaban muy animados, ya



aquella tarde habían creído verextremo occidental del continenVolvió a perderse de vista cubiepor las nubes bajas y la lluvia hubo a la mañana siguiente, aunqumedida que el día se desp

volvieron a verlo, a unas diez mial oeste: un promontorio altooscuro detrás del cual no ha

tierra. Arribaron a una bahía con uplaya resguardada, dodescansaron un rato con la espera

de encontrar crustáceos y recupefuerzas alrededor de un buen fuegdespués volvieron a la carga con u



especie de prisa desesperaansiosos por doblar aquel portentcabo. Estaban convencidos de quecuanto lo consiguieran, el viento ymar perderían fuerzas. En cualqucaso no tenían más remedio

proseguir hacia el norte.Subieron rápidamente a bor

y remaron hora tras hora ha

situarse frente al cabo y a una mal sur de éste; de hecho, podían lo que había hacia el norte del ca

Pero el viento arreció: la incesagalerna del oeste. Los hombcarecían de fuerzas, al menos



tenían las necesarias para bogar uo dos millas más a fil de roda, ande arriesgarse , a intentar lo cabo. Inmóviles, permaneciecontemplándolo durante alguminutos mientras los bo

cabeceaban a merced del oleajeentonces, todos a una, se dirigiehacia la bahía de la que hab

partido aquella mañana. Antes alcanzarla cayó la oscuridad,pasaron otra noche más descansan

sobre los remos, incapaces de enhasta que se hiciera de día.El tiempo empeoró tanto que



pudieron abandonar la bahía pdirigirse a mar abierto, lo cual tusus ventajas, puesto que al econfinados en aquella bahía pudieexplorarla en todas direccionesencontraron lagunas en el extre

norte, profundas lagunas; algueran fangosas y salobres, con afresca que se deslizaba de aqu

tierra pantanosa, perpetuameregada por la lluvia; otras eran arena, separadas unas de otras

protegidas de la mar por extenbancos y lenguas de arena. Aencontraron almejas, diversos pe



(ojalá pudieran haberlos pescado)lo que juzgaron aún más importancierto número de leones marigrandes y muy, muy fieros.

El señor Hamilton fue primero en ver uno. Disparó

distancia corta cuando el león marse recostaba sobre un banco arena, y al oír el disparo aque

flexible bestia de quince pies largo y melena peluda cargó haciasin parar de rugir. Sin embargo

soldado no tenía por costumbre ceterreno, por lo que se limitó a cala bayoneta con celeridad y aguan



la carga del león marino con igferocidad, y el resultado de todo efue que la bayoneta, y un pie cañón acabaron atravesándole garganta. El león marino mordiócañón, se revolvió hasta librarse

él, se arrojó al mar y se alnadando, lo cual sorprendió a presentes. Fue un comienzo p

prometedor. Ni que decir tiene no tuvieron mucha suerte aquellas enormes criaturas pelud

aunque sí cazaron varias focas depequeñas, que devoraron contemplaciones.



La mar se encalmó y volviea embarcar; aquella vez remaron más bríos y lograron alcanzar el ca media tarde, para despcontinuar hacia el oeste hasta ver el cabo estaba formado por t

puntas montañosas separadas ensí. Entonces arrumbaron al nortedespués de una hora de rem

desesperadamente, pasaron por primera de las tres. El timón defalúa se comportaba de una for

extraña, y Jack, que a esas altuconocía el tacto de la caña del timcomo si formara parte de su cuer



supo que bajo ellos corrían fuercorrientes en dirección hacia la mcaótica de peñas y rocas encontraron al doblar la primpunta del cabo; sin embargo, estaba preparado para

escalofriante carrera emprendieron al sur al doblasegunda. El paso era angosto ju

frente al cabo, un rápido de espumblancas que desembocaba en el maque se ensanchaba paulatiname

por supuesto, poseía una fuesobrecogedora. Una parte de corriente principal, clarame



definida por líneas de espuma y ala la deriva, se rizaba sobre sí misen dirección a unos caótiarrecifes que bordeaban la tieMiró inquieto al capitán, que dijo:

-Será necesaatravesarlo.

Era aquél el único rumposible, aunque al acercarse a

rápidos y ver lo que se les veencima se sintieron impresionadEl agua se deslizaba con fuerza



descenso desde los márgenes hastmedio, y al ir a juntarse en aqu

especie de arroyo central volvíelevarse en lo alto, sin dejar revolverse como chorro de balleEl tronco de un árbol se les eencima; era un enorme tronco quedeslizaba a una increíble velocidy que al amadrinarse a la falúa

deslizó hacia el centro del rápidonde se desvaneció para siemcomo si la profundidad se lo hubi

tragado.-¡Bogad, ahora! -gritó capitán. La falúa se deslizó



repunte hacia un lado de la corrienpero al cabo de un instante se diovuelta y se arrojó apresuradameen dirección sur. Durante alguminutos pudieron forzar su paso el arroyo, pero tan pronto co

llegaron a la corriente principal,tuvieron nada que hacer excerezar para salir de ello con vida.

pesada embarcación saltó de un la otro, de arriba abajo. La corriela volteó y la manejó como qu

como si fuera una pajita; para cuantodo hubo acabado, cuando la masubió por completo y aquella carr



vertiginosa alcanzó su final, encontraban lejos del primer calejos en el mar, únicamesatisfechos de poder enconrefugio donde pasar la noche, a uhoras de distancia, en el mismo lu

donde habían visto salir el aquella mañana.

Aquel día el viento no les ca

mayores problemas; pero al siguiente (que pasaron cazando foy descansando después de

extenuante remada) el viento camdel oeste al sur, y de noche lo hizosudeste, precisamente la ún



dirección en que sus embarcaciofondeadas no quedaban a cubiertomodo que el viento sodirectamente hacia la bahía. Aquenoche les tocaba a Jack y a Tobguardar los botes. Para cuan

ocuparon su lugar el mar no se haencrespado en absoluto, y subierobordo pasando a través

chinchorro sin mayores problemAllí encontraron a Rose y a BucklEntonces Jack llevó la falúa a don

supuestamente debía fondear (habimprovisado un garfio reemplazase el arpeo que hab



perdido durante el primer daseguró todo lo asegurable tumbado entre los bancos del botequedó dormido.

Despertó de pronto bajo brillante luz de la luna. Tobías

sacudía con fuerza. La mar se haerizado mucho, y al despertar croír un crujido. Al mirar a

alrededor creyó ver el chinchoencaramado en la cresta de uviolenta ola, y con la quilla vu

del revés: al alejarse dicha ola deplaya no dejó allí ni rastro del bsino un solo hombre cuya cabez



hombros había hundido en la areun hombre que por un momepermaneció erguido, bocabajo. olas rompían contra los costadosla falúa; cualquiera de ellas poinundar por completo

embarcación. Jack se dispuso a leel ancla sin perder un solo segunmientras Tobías se hacía con

remos. Una vez levaron el anremaron para salvar la viempeliendo la pesada embarcac

lentamente, y con gran esfuerzo, mallá de los rompientes. Alcanzalas aguas oscuras antes de que



completamente exhaustos, y soltael garfio rogando, sin demasiaesperanzas, que encontrara doaferrarse. Éste se arrastró lentamealgunas yardas, y después se afecon fuerza, con tanta firmeza

permanecieron allí toda la noche moverse en absoluto, y tambiéndía siguiente, pues no amainaron n

viento ni la mar. Aquel fue uno dedías más fríos que habían pasadoal ver fuego en la playa sintieron

más frío, ellos que tan empapaestaban, por no mencionar quemorían de hambre. Los homb



sentados alrededor del fuego comcarne de foca, y cuantranscurrieron veinticuatro horaslas sacudidas del mar, que seguía permitirles desembarcdisminuyeron un poco, Jack la

suficiente cabo como para acercafalúa a cierta distancia de la rodesde donde los hombres

arrojaron comida, mientras espuma de las olas rompía contrapopa de la embarcación.

Cogieron la carne y halaroncabo para devolver la falúa a posición original, donde las olas



los arrojaran contra los rompienEra hígado de foca asado, y JacTobías lo engulleron como perrSatisfizo su hambruna durante tiempo, aunque al cabo de un rempezaron a sentirse tan mal

pasaron algunas horas hasta alguno de ellos recuperó sentidos. Al cambiar la ma

lograron maniobrar la falúa hastaplaya, pero eso fue lo único pudieron hacer. Después se tumba

encogidos junto al fuego, apenas darse cuenta de nada, mientras ottomaban una de las decisiones m



dolorosas que pueda imaginaalrededor de ese mismo fuego. chinchorro había quedado destruila falúa no podía con más de quihombres y ellos eran diecinueve.

Aquélla no fue una decis

sencilla, ni la tomaron precisamerápido. Hasta el día siguiente llegaron a una conclusión. P

entonces habían enterrado al poRose, ahogado con el chinchorrotambién para entonces Noble

había recuperado de su inmersiónla arena. Jack y Tobías tambiénhabían recuperado, ya que



enfermedad desapareció tan procomo apareció; aunque más tamudarían hasta el último rincón depiel.

La decisión consistió abandonar a cuatro de los infantes

marina; y si bien era cierto aquellos cuatro, al igual que demás, estaban tan cansados

descorazonados que apenas inmutaron, y aunque tenían armalgo de munición y suficie

comida, los de la falúa temieron ellos al alejarse de la playa. Lcuatro infantes de mar



permanecieron en la orilla, vitorearon tres veces al verlos paY gritaron a voz en cuello: «¡QDios salve al rey!».

La última vez que los vieronayudaban entre sí para echar

vistazo a la negra y resbaladiza mde guijarros que formaba la espdorsal de la pequeña cala.

Con tal de doblar el cabo,capitán había calculado arribarían frente al prim

promontorio justo con el últicuarto de hora de marea menguaneso les proporcionaría todo



tiempo que tardara en repuntarmarea para superar el segundo cy, por tanto, lo peor del recorridoaunque el viento había empeorrespecto a su anterior intento, ymarejada era mucho peor, gracia

los brazos de más que había a bolograron alcanzar su objetivotiempo. Sin embargo, el espectác

que les esperaba al doblar el primpromontorio puso en jaque al mvaliente de los corazones.

marejada venía del norte, y el viela cruzaba por entero; aquesumado a las continuas corrien



rápidas y no menos fuertes, halevantado una mar tan violenta ningún marinero se habría atrevidremar hacia ella, ni siquiera psalvar la vida, por muy estanca fuera su embarcación. Y muc

menos en la maltrecha y pesfalúa. Pese a todo, remaron haaquellas olas. Muchos de e

estaban tan cansados que no importaba nada lo que pudisuceder; llevaban demasiado tiem

cansados, hambrientos y empapadLa fortuna los había abandonado haber dejado atrás a sus compañe



a merced de semejantes paisabajo semejante cielo.

El bote siguió adelasobreviviendo minuto a minutolentamente los acantilados desfilapor el costado de estribor. Pare

que, pese a todo, iban a conseguna desesperada victoria, al mehasta llegar a la altura del segun

cabo, más lejos de lo que jamhabían llegado. Éste daba paso a ubahía que se extendía hacia el no

La mar de allí era peor que la qpudo con el Wager . Allí, la conegra recibía sin compasión toda



fuerza de las olas, que se erizabanel aire a media milla de distanciaalta mar.

Los hombres vieron aquedescansando sobre los remos. Nadijo una sola palabra, y la fal

inerte sobre las olas, se acerchacia las brumosas rocas a clatigazo del mar. Jack pensó q

todos a bordo pretendían abandoel bote a la deriva y acabar de uvez por todas. Entonces miró

Tobías.-Si quieren salvarse -dijo capitán-, será mejor que remen ah



mismo. Ahora o nunca. Cuandoustedes les plazca -añadió hundienel rostro en la mano.

Noble, en uno de

remos, miró a Jack asintió.

-Bogad -dijo Jack,mecánicamente las palas de remos se hundieron en el agua al

tan familiar orden. Los hombtiraron de los remos y la falúa vola hacer avante.



Resultaría difícil descrcómo lograron salvar aquellas agu

pero después de algunas horas confusos esfuerzos doblaron cabos y salvaron los rápidos, pregresar de nuevo a la lluvioscuridad que reinaba en la bahíalos Infantes de Marina.

Por una vez, el capitán Ch

compartió la opinión de todos hombres cuando, al romper millassilencio, dijo en voz bien alta:

-Jamás lograremos doblar cabo. Será mejor que volvamos aisla de Wager; al menos



tendremos cobijo.



CAPÍTULO 12

En la isla de Wager la f

lluvia del oeste caía con fuerza. Aestaban de nuevo, dos meses despde partir. Disfrutaban del cobijo qtanto habían anhelado, pero durasu ausencia había pasado el coverano; las cosas verdes habmuerto, los exhaustos bancos

mejillones no se habían renovadlos hombres vagaban en vano



aquella costa familiar. Pocas eran esperanzas que tenían de sobreval invierno.

-No hay manera de enconnada seco -protestó Jack miensoltaba un manojo de asti

esponjosas-, pero allí en medio un trozo de madera de playa deque daremos buena cuenta maña

¿Has tenido suerte?

Tobías negó con cabeza.



-Lo siento -dijo-. Fui lejhasta Heartbreak, pero para entonhabía subido la marea.

-Han vuelto a hablar de echaa suertes -dijo Jack después de u

pausa.-Lo sé -dijo Tobías-. Jos

Clinch me preguntó si

conservaba mi instrumental.Imposible determinar quién el primero en sugerir aquella idea

la que en ningún momento se alucomo canibalismo: tan sólo «echaa suertes». Dicho asunto pare



quedar siempre pendiente despuéspasar algún mal trago, cuandotemporal arreciaba de tal forma ni siquiera podían salir de madrigueras. En aquel momenllegados al momento más bajo de

infortunio, se discutía sin tapujcada vez con mayor insistencia. había nada de que vivir en aqu

mar lamentable y desolada, y último recurso terrestre, los apsalvajes, la única cosa que ha

vuelto a florecer mientras estuviefuera, se marchitaba bajo la helque sucedía a cada noche. Ha



superado a casi todas las cosas se atrevieron a comer, aunque econscientes de que no aguantamucho más.

-¿Qué diantres gritan allí aba-preguntó Jack, que levantó la cab

para escuchar mejor. Por un instacruzaron una mirada horrorizapero entonces se escuchó el grito

«Todos los hombres...» acompañadel rumor de pisadas, y la voz Campbell exclamando: «Ven

aquí».



-¿Qué pasa? -gritara su vez corriendo bajolluvia.

-Hamilton... vaca-respon

Campbell, que se esforzaba gritar bien alto.

Al parecer, el teniente

infantería de marina, después adentrarse lejos hacia al sur, haencontrado varios pedazos de cade vaca arrastrados a la orilla pomarea. El barril debió de haflotado en los alrededores y



parecer hacía poco que se había roya que no sólo era comestiblecarne, sino que, además, ni buitres ni los halcones buitrados sobrevolaban la costa la habcomido, y apenas la habían toca

El señor Hamilton, con magnanimidad de la que no tohubieran hecho gala, compartió

descubrimiento.Por regla general, su huesu

rostro ajado de patillas pelirro

adoptaba una expresión seriareservada; pero en aquel momesonreía como un niño, algo m



extraño en aquellas latitudes y enaquellas personas.

-Señor Byron -dtendiendo a Jack u

porción escrupulosamecalculada.

-Señor -respond

Jack con una inclinacde cabeza-. Señor, deconfesarle que me sienmuy agradecido por amabilidad. Ambos nsentimos muy agradecid



Vamos, Toby -susurrdobla esa pierna.

Pese a todas vicisitudes, Tobías habconservado su gorro dormir portugués de la

y al recuperar el oremse descubrió la cabezainclinó ligeramente

pierna para mostrar agradecimiento, de forma más educa

posible. -Plastow -llael señor Hamilton sirviente del capitá



presente mis respetos capitán, y ruéguele qacepte esta carne que encontrado.

-Eso le honra -admitió Jmientras se alejaban-. No volverllamarle Sawny nunca más, n

burlarme de su lugar de origPodría haberla guardado para haberla escondi do en alguna partEra muy cierto, pues hacía tiemque no disponían de raciones diaren aquel momento todos depend



de sí mismos, y tanto daba quediablo se llevara a los demás.

-Lo mismo digo -dijo Tobíasdudo que yo me hubiera comportcomo él. Sin embargo, no creo qucapitán le agrade mucho, la verda

Aquella reflexión era también ciepues el capitán Cheap tenía en malta estima la amistad del se

Hamilton, aunque sólo como reflejo de su propia autoridad.medida que pasaba el tiempo ha

mayor hincapié en los privilegios rango, y cada vez resultaba mcomplejo tratarle; pasaba la ma



parte del tiempo callado, sin venadie excepto a Plastow, y, a vecal señor Hamilton, a Campbell Jack, según quién contara en momento con su beneplácito.

Pero no tenían mucho tiem

para preocuparse por eso. cuestión era cómo cocinar la cade vaca, cuánta comer y cuá

guardar, preguntas todas ellas qabsorbían los cinco sentidos dejar espacio para nada más. Era u

carne de vaca horrible, gdeshilachada en fibras sueltas donla mar la había mordido, aunq



¡Dios, qué bien les sentó!-¡Dios mío, qué bien me

sentado! -exclamó Tobrecostándose y soltando un sueructo. Aquélla era la segunda que comían carne desde el horri

día en que perdieron el chinchorrcomieron hígado de foca. cuerpos parecían dar vo

continuamente, ansiosos de carTanto era así que se había converten una imperiosa necesidad-. Da

un año de mi paga por popermitirnos el lujo de comérnotoda -confesó-. Jack, ¿crees que



pagarán cuando todo esto acabe? encantaría hacerle un regalo al seHamilton.

-Y tanto que te pagarán, y coa un oficial mayor -respondió JacEn cambio, a mí no. Mi paga

congeló en cuanto embarrancó embarcación, y me atrevería a deque incluso me cobrarán las vitua

que me he comido desde entonces.paga de los oficiales no se congpero la de los marineros sí. ¿

recuerdas que durante un tiempose habló de otra cosa? Aquellos que naufragaron en la Bidefo



Shoreham y East, y que se dierongran banquete; pues bien, ésa fue de las razones de que quisieamotinarse. Si no hay paga, no órdenes que valgan, decían. Admque hay algo de razón en ello.

-Oh -dijo Tobías distraídBien, en cualquier caso, si salimde ésta con vida... Pero ¿de qué

ríes?-Pensaba en lo estupendo

sería salir vivo de ésta. No creo

ninguno de nosotros se atrevierquejarse de nada en la vida.-Eso es. En caso de que e



situación tenga un feliz desenlaceobsequiaré con un buey, un estupeny hermoso buey con una coronamirto alrededor de ambos cuernoBostezó-. Creo que esta noche tendremos problemas para conci

el sueño; dirán lo que quieran de cenas, como esa frase española: Mmató la cena que curó Avicena8

mi opinión no hay nada mejor tener el estómago lleno para dorcomo un lirón.

-No sabía q



hablaras español, Toby.

-Y no lo hablo, te doy palabra. Puedo apañármelas en viaje o con un libro de medicina

la ayuda de un diccionario; no máLa comida había hecho de Tobalguien más hablador. A continuac

ofreció a Jack un breve sumariolas teorías de don Pedro Mendizáacerca del cálculo renal, y de la texplicada por Ramón Gonzálezdespués pasó a justificar por razón no había dormido la no



anterior-. No dejaba de pensar aquellas tumbas de la bahía Infante de Marina, y de cóencontramos la cabaña del tonelapuntalada con clavos -explicó.

Fue en aquel desafortun

momento en que, al volver de último intento de doblar el cabuscaron en vano a los cua

hombres que habían dejado encamino, y Tobías descubrió ucueva, en parte natural y en pa

excavada. En mitad de la cuencontró una plataforma en la había los cuerpos momificados



los jefes indios, algunos de cuales, tal y como pudo aprecgracias a la luz que se filtraba potecho de la cueva, habían muerecientemente. La cueva, con pasadizo largo y angosto (tuvo

gatear para acceder a su interiestaba situada junto a una desolcosta, cientos de millas de pantan

roca desnuda, y en ningún luhabían visto la menor señal que dia entender la presencia

asentamientos humanos, ni siquiermenor atisbo de un tipi en todoviaje.



El que hubiera allí cementerio era bastante extrañoinexplicable; pero el caso es había algo más. Todo lo concerniea la catacumba parecía señalar quienes la habían hecho eran gen

que desconocían la existencia metal, lo que coincidía con comportamiento de los indios

visitaron la isla de Wager; entendían que pudiera comerciacon agujas o instrumentos metálic

y no valoraban el metal en absoluPese a dicha evidencia, en cuaatracaron en la bahía de Cheap,



primero que encontraron desembarcar fue que la puerta dechoza del tonelero estaba cerrcon clavos, y dentro había umontañita de piezas de hiecolocadas con esmero y extraí

con grandes esfuerzos de los resdel naufragio. Aquello resultparadójico para una mente tan lóg

como la suya, y le mantenía ocupsiempre que disponía de tiempo lipara reflexionar.

Poco tardó en resolveaquella contradicción en la isla Wager. Aunque para entonces



carne de vaca del señor Hamiltonhabía agotado por completo; encontraron nada más, y en famélico campamento no había solo hombre cuya mente no penscontinuamente en comida. No ha

tiempo para reflexionar en ningotra cosa.

Habían sufrido tan

privaciones que ya no quedespacio para ningún tipo amabilidad. Habían vivido dura

tanto tiempo gracias a las reserque algunos de los hombres habagotado las suyas, y pese a aq



lapso protagonizado por la carnevaca, Buckley murió, y lo enterraen el mismo foso húmedo queNoble, que no sobrevivió ni tres ddespués de regresar a la iInauguraron el cementerio al

siguiente de su regreso, con el objde dar entierro cristiano al poAlien, asesinado, al que hac

responsable de todos sus infortunno precisamente por atribuirle uespecial malignidad a su alma

pena (a la que todos ellos haboído gemir cerca del mar, siemprenoche), sino más bien a la maldic



natural que deviene a quienes hagala de semejante negligencia.

Al poco tiempo, la situacseguía siendo tan peliaguda cosiempre cuando, en una tranqumañana después de la luna nue

quienes estaban más cerca deorilla vieron aproximarse dos canindias. En una de ellas iban

indios, hombres de expresión aduy complexión gruesa, con el ropintado de gris y líneas blancas

los pómulos, que los ignoraron cosi no fueran más que meras somby que no parecían dispuestos



intercambiar con ellos las pocosas de que disponían: alguanillos y una o dos hachas abordaje; al parecer, despreciabpor completo el hierro. En la ocanoa viajaban dos hombres

pintura en el rostro, encantados los anillos y las hachas, que debde ser quienes, sin duda algu

habían apilado el metal en la tiendel tonelero. Y lo que aún era mrelevante: el más anciano de los

llevaba un bastón con pomo de py el escudo real de España, ydirigir la palabra al capitán, lo h



en una especie de español.Era un cacique, un jefe

contaba con el reconocimiento de españoles, y que provenía de utribu o de un lugar llamado Chonoalgunos días de viaje al sur

asentamiento español situado mássur, Chiloé. Eso averiguaron, mayor o menor seguridad, después

celebrar largas entrevistas con capitán, y había poca seguridad ello, ya que el intérprete era Tob

que no tenía un gran dominio español; por su parte, el caciqaunque parecía hablar con fluidez



menudo lo hacía sin ton ni sonacostumbraba a emplear un acegutural y salvaje que obscurecíasignificado de sus palabras, cuanlo había. Era un hombre delgadomediana edad, con unos oji

amarillos tan superficiales como de un orangután, muy juntos, comoen lugar de redonda su cara fu

plana, situados a ambos lados de sobresaliente nariz. Se rascsiempre que hablaba y a menudo r

produciendo un cacareo agudosuave. Estaba sucio a más no podpese a las frecuentes lluvias. D



que era cristiano, y que al esclque le acompañaba también lo habbautizado, con el nombre de ManuEra intranquilo, nervioso inconstante: durante su primvisita, al no estar seguro de si

capitán era o no español, se agacdespués se volvió más confiado.capitán hizo mucho hincapié en

hecho de que sus hombres no debincomodar al indio en ninaspecto; también expresó su dese

los oficiales de que al tratahicieran uso de la mayor ceremonde modo que el indio tuviera m



clara su importancia, ya que époseía algún conocimiento de etiqueta española.

Los hombres, que tambconsideraban al indio como su únoportunidad de salvaci

obedecieron sus órdenes al puntoel cacique, con una rápinteligencia casi simies

comprendió su importancia y volvió arrogante. No así con capitán, que vestía sus mejores ga

e impresionó al cacique por respeto que le demostraban todos hombres y por su rostro imponen



Pronto comprendió el cacique aquélla era la única persona altura, y que el resto no eran más esclavos, concepto que el capiCheap no se molestó en negar.

-Hágale saber, señor Barro

que nuestra intención consiste alcanzar alguno de los asentamienespañoles -dijo el capitán-,

desconocemos el mejor modo, ymás seguro, de hacerlo, el modo nos asegure la subsistencia

nuestro viaje. Y dígale también qsi acepta que lo sigamos en la false la daremos a cambio, además



todo lo que en ella llevamos, por molestias. -El capitán Cheap desto con el tono de voz mconciliador y amable posible, lo sonaba harto extraño viniendo de é

La charla continuó.

imposible saber qué había entendel cacique, qué decía o qué pretenhacer; parecía prescindir de

reacciones comunes a todo humano y no existía una comprensmutua, espontánea. A veces pare

sumido en un estado de fueinquietud, y otras emitía una aguda y metálica después



pronunciar algunas palabras. Noparecía en nada a los serios salvade rostro gris que apenas cruzapalabra entre sí, y que tan sóloparecían al cacique en su toindiferencia por los sufrimientos

la tripulación.Fue aquella una negociac

agotadora e insatisfactoria, aun

de pronto, sin razón aparente, se por terminada; el cacique haaceptado las condiciones del capi

y, rodeado de una ridícula pomocupó su lugar en la falúa en uclara imitación del capitán Che



Sonriente, apartó a Campbell decamino con el bastón y el pie.

-Sonríale, maldito sea -dijocapitán Cheap al ver que Campbponía mala cara.

-Je, je, je... Sonríale, mald

sea-repitió el cacique como entendiera el significado de aquepalabras.

Por tercera vez bogaban alargo de la costa: la primera

hicieron henchidos de esperanzasegunda, presa de una nedesesperación, y de nuevo acomet



la empresa con una mezcla ansiedad, cansancio y esperanza. anochecer recuperaron acostumbrada y desesperbúsqueda de un lugar dorefugiarse, aseguraron la falúa

manos temblorosas por la fatiga ydebilidad, hicieron un fuegopartieron en busca de comida. Ni

de ellos, ni siquiera John Bosmque era el hombre más fuerte de tla escuadra, un Hércules bonach

estaba en forma como para bogar alargo de toda una mañana, por hablar de todo un día, someti



como estaban a una fría y fuemarejada. Daba lástima verlos exhaustos al anochecer. El intenía comida, que Manuel llevabala canoa, y ofreció un poco capitán; sin embargo, los tripulan

tuvieron que contentarse con el cadel fuego.

De ese modo siguieron adelan

La vida parecía dividirse en tipos de pesadillas. En una de ese morían lentamente de hambre en

escalofriante silencio de su desiecampamento, y en la otra se morde hambre sometidos a un perpe



esfuerzo físico que les parecía cruAmbas pesadillas se alternaban, yaquel preciso instante se encontraen la segunda, y la horriirrealidad que la rodeaba parereforzada por la inhumana

insensible crueldad de los indque no parecían considerar a náufragos como seres humanos. L

despreciaban completamente; talos indios pintados de gris, que engran canoa acompañarían al caci

durante algunos días, como los otdos.Sin embargo, el hambre



sentían era real. Tobías, que portemple, educación y temperameestaba más preparado que mucotros para imponerse, jamás hasentido tanto las punzadas y absorbente dolor provocado por

hambre como la noche en quedirigieron al oeste de la Montrose y tuvieron que descan

sobre los remos hasta la mañsiguiente. El cacique dio al capCheap un poco de foca: Tob

estaba sentado tan cerca que puoler la carne, y no tuvo otro remeque apartar la cara y morderse



nudillos para mantener el control.A la mañana siguiente

cacique los condujo a una cala,cuya tierra baldía, azotada porviento y el granizo, encontrarontipi con una mujer poco agraciada

su interior y, algo increíble semejante lugar, un bebé que dsus primeros pasos y otro en edad

caminar. El cacique no pareconsiderar a su mujer como aimportante, y sin embargo cogió

sus brazos al más pequeño de niños, al que dio un pedazo rancibasto de grasa de ballena, que tr



de inmediato.Pasaron tres días en aquel lug

ocupados en conseguir la suficiecomida, entre crustáceos y demás,sólo para sus necesidades minmediatas, sino también p

guardar algo, ya que el cacique había dado a entender que esperaba un duro trecho en el que

encontrarían comida. También ibresultar muy duro en otro aspecto no parecía estar dispuesto a explic

Se fue a cazar focas en compañía esclavo, en su pequeña y marincanoa. Debió de tener suerte, por



cuando subieron a bordo de la faldispuestos a partir, los indios tenalgunos pedazos de carne envueen piel de foca, y el capitán llevuna pieza hervida en el interior corte de lona que hacía las veces

cama. Los hombres no habconseguido nada, mientras que, su parte, Jack y Tobías habían ten

más suerte que el resto: ademásalgunas lapas, habían encontradopez de roca.

Remaron a lo largo de la cohasta adentrarse en una pequbahía, por la que habían pasado



largo la última vez al parecerles qno ofrecía ningún pasaje. Corríariachuelo en la punta de la bahía ycacique dijo que tenían que enfilaEl joven indio de la canoa cruzóbarra9 ante ellos, se deslizó porrápido arroyo y se esforzó remontar el curso del río en la pamenos profunda del agua, por

margen. La canoa, que tan scontaba con un indio arrodillado,tendría un calado superior a u

pulgada, más o menos; Jack no poseguirlo en la pesada y cargfalúa, y pese a situar el bote en



lugar más idóneo para emprendeaventura, la corriente era tan fueque poco avante hicieron.

-Bogad, bogad, bogad -ordel capitán urgiéndoles a hacer esfuerzo, a remar como homb

Estaban en plena marea menguaNo tardarían en superarlo, ya quecorriente disminuiría pronto; el

no tardaría en cobrar anchura, ysabía que no tenían blando corazón, que no temían bogar

fuerza ahora que tenían oportunidad de volver a casa. cacique se puso nervioso y tamb



les gritó.Bogaron y bogaron. L

hombres cerraron los ojos y entregaron en cuerpo y alma a rema un tiempo, dentro, fuera, denfuera, dentro, fuera. Los ban

apenas se movían, y en la últipalada la falúa descendió por corriente; apenas habían ganado u

milla cuando Clinch, después fallar al remo, cayó hacia atHubo un momento de confusión y

último que Joseph Clinch oyó en tsu vida fueron los juramentos capitán mientras la falúa se desliz



impulsada por la corriente.-Hágase cargo de su remo

ordenó el capitán, dispuesto a ocuel lugar de Jack a la caña del timó

-Ha muerto, señor -dijo unolos hombres sentados junto a

escotas de proa.El capitán Cheap no dijo

sola palabra al respecto; se limit

ordenar:

-Remad, remremad.



Transcurrieron las horlentamente, una tras otra, peroprometida disminución de corriente no llegó. Pese a tosiguieron bogando, bogan

bogando; cualquier muestra debilidad en aquel momento daríatraste con todo el esfue

sobrecogedor que habían realizhasta el momento.John Bosman, que se sent

unto a Jack, se desplomó sobrebanco completamente inmóCampbell ocupó su lugar, mome



en que Bosman se recupligeramente del estupor fruto cansancio absoluto que sentía, dque lo sentía, que lo sentía de vey que si tuviera algo, por pequque fuera, que llevarse a la bo

volvería a remar con fuerza. No débil de corazón, aseguró; pero crque no tardaría en morir si no com

algo.Bosman había s

particularmente desgraciado dura

aquellos dos últimos días en buscaron comida, aunque no mumás que la mayoría de



compañeros, y cuando les rogó cosa (no muy en sus cabales, puesestar plenamente consciente nohabría hecho), cuando les rogó poco de caridad, todos mirafijamente al capitán, inclinado so

su bolsa de lona, y éste le ignoró completo sin dejar de repetir remaran, que remaran, dentro, fu

y aseguró en una muestra automática maldad que o bremaban, o les arrancaría la pie

tiras, «malditos h...».Jack llevaba en el bolsizquierdo todas sus provision



cinco mejillones secos que procea introducir, uno tras otro, en la bde Bosman.

-Gracias, compañero, graciadijo Bosman en un tono de voz hacía patente su gratitud; al cabo

una hora o dos, murió.Aquel amargo esfuerzo fue

vano. De noche alcanzaron

estrecho tramo del río que imposible atravesar, y pese al enfadel cacique salieron de nuevo a

mar, perdiendo toda la distanrecorrida en menos de una hora.Allí la playa era arenosa, y



la playa, por encima de la orienterraron a Clinch y a Bosmsobre cuya tumba pusieron un trde madera donde grabaron nombres y el año. Sólo quedaseis marineros; uno era un infante

marina y el resto, cinco marinerolos que ni Jack ni Tobías conocdemasiado. Eran hombres a los q

por alguna casualidad, Tobías había tenido ocasión de tratar, y qtampoco habían formado parte de

guardia de Jack. Dos de ellos edesertores, por lo general tihoscos, y dicha hosquedad se ha



convertido en un odio acérrimo hael capitán. Aquella noche, peseestar exhaustos, demostraron tefuerzas suficientes como pmanifestar el odio que sentícuando el señor Cheap se sentó

cenar con el cacique.

-No ha tocado solo remo en todo el dídecían.

-No os preocupéque no se morirá hambre.



-Permite que los indios traten como a bellacos. -Aquello lo que más les dolía.

-¿Por qué razón debemrompernos el alma para llevarlo

casa?

-Maldita sea estampa -concluyeron.

Al día siguiente, movido algún capricho incomprensible, cacique explicó que iba a descen



por la costa en la canoa y compañía de su familia para cafocas, que no volvería hasta dende tres o cuatro días, y que dejaría a Manuel para que mostrara dónde encontrar mejillon

Se marchó media hora después conmujer a los remos, un pequeño bque ardía en mitad de la canoa y

niños a proa, inmóviles coreptiles.

Los hombres recorrieron

desierta playa acompañados oven indio, mientras el capCheap, menos atenazado por



hambre que el resto, se quedó pcomprobar qué míseros pertrecquedaban en la falúa. Pidió a Jque lo ayudara, y entre amcontabilizaron mosquetes y armcuatro o cinco frascos de pólvor

un puñado de balas de mosquete debían economizar todo lo posibDespués distribuyeron

parsimonia la aguja acimutal, cuey retales de lona, algo de ropa y pocas cosas que habían conserva

El capitán temía el robo,continuamente albergaba sospecha-Señor -dijo Jack, nervi



hasta las cachas-, es mi deber decque los hombres no aguantamucho tiempo más.

El capitán no respondió duraalgunos segundos: entrecruzó dedos por entre una barba que ha

dejado crecer desde el primer vien la falúa, y se puso a murmuentre dientes.

«No está en su sano juicipensó Jack. Entonces, con un tonovoz ordinario e indiferente,

capitán dijo:-Su intención es buena, seByron. Ya he oído lo que ha dicho



No dijo nada más (de hecho, aquepalabras constituían extraordinaria concesión), y despse alejaron de la falúa con intencde reunirse con los demás enplaya. Jack llevaba su pistola

cuando hubieron caminado unas cyardas recordó que quería pedircapitán un puñado de gusanos, p

ya no le quedaba ninguno: embargo, el capitán hablaba solgran velocidad, demasi

ensimismado como para que nadieinterrumpiera.El indio los había llevado a u



cala situada por detrás de unas rocdonde se entremezclaba una tieopaca y una playa repleta crustáceos; allí, a consideradistancia del mar, donde apreciaban ciertos restos de ta

encontraron tubérculos del tamañonueces. Algunos estaban podridoviscosos, pero otros estaban

perfecto estado. No había muchos.-En mi opinión -dijo To

mostrando una docena de ellos-,

una especie de patata pequeña.-Mientras sean comestiblesresto no importa -sentenció Jac



¿no es así?Escarbaron y excavaron ha

agotar las existencias de aquparcela, y después se fueronexaminar otro tipo de raíz que habencontrado Campbell y el se

Hamilton.-El indio lo sabrá -dijo el se

Hamilton, que de todas formas

probó con tiento mientras buscabManuel con la mirada-. Será meque nos llevemos una, y después

vendremos a por las demás. -Másuno había enfermado de forviolenta en la isla de Wager despu



de comer raíces venenosas; incluno de ellos murió.

Volvieron caminanlentamente hacia el campamento yfuego, buscando cuidadosamente el camino más raíces de pat

Marchaban el capitán y el seHamilton, Campbell y Tobías;Jack, a unas yardas de distancia

frente, fue el primero en subircuesta. Allí, conmocionado de phorror, vio que la falúa se alejaba

la orilla a golpe furioso de remo, seis hombres a bordo y el inprisionero entre ambas amuras.



-Por otro lado -dijo Tobíaresulta un verdadero consuelo saque no tenemos nada más que perdque estamos tan mal como podemestar y que nada irá a peor.

-Sin duda -admitió Jack, ainquieto-, tus palabras tienen un timoral, Toby, y resultan de lo m

filosóficas; pero preferiría que volvieras a hacer ningún ocondenado comentario

desafortunado. Se me ocurren docena de formas en que las copodrían empeorar.



Estaban sentados, guarecitras una roca, observando enormes olas romper sobre la plasu estruendo hacía que temblara toa su alrededor. El desheredado roque despedían era como hu

arrancado de la mar, y aunqueviento parecía haberse encalmahabía una pesada marej

procedente del oeste desde el misdía en que desapareció la falúadicha marejada no había dejado

levantar olas gigantescas. De hectan sólo veían la canoa que aproximaba a la costa de vez



cuando.-Intentará alcanzar la cala de

patatas -aventuró Jack al referirsecacique, que ya estaba de regreAllí le protegerán los arrecifes. dirás lo que quieras -añadió pes

que Tobías no había abierto la bocpero ese tipo es un excelemarinero. Como persona, horribl

amás he conocido a nadie peor, pes capaz de cosas increíbles enmar.

-Va a resultar complexplicarle lo sucedido. Aún será mcomplicado persuadirle a que



ayude. Me gustaría haber prestmayor atención... -dijo Tobías ande repasar mentalmente las framás o menos españolas que hapreparado para la ocasión. A menusentía cierta pesadez en la cabe

suponía que era debido al hamque pasaba durante todo el día, las dolorosas punzadas que sentía

la boca del estómago, incldespués de haber comido, por lo apenas conseguía impedir que

español degenerara en laResultaba muy complejo ordenar ideas, y resultaría aún más dif



transmitirlas, a la par que peligrosSus cábalas estaban más

ustificadas. El cacique estconvencido de que habían asesina Manuel: se volvió falso y taimase mostró de acuerdo con todo, ha

con educación, asintió y sonrió afectación, todo con intención escapar en cuanto pudiera y libra

de ellos. Ai igual que muchhombres estúpidos, apenas incapaz de escuchar y tenía poca i

de lo que había sucedido hasta qpor un verdadero capricho de suerte, Manuel reapareció en mi



de una fútil negociación. Haescapado de la falúa en cuadesembarcaron, y durante aquedías había seguido el recorrido decosta en dirección al campamenConocía el terreno, aunque aq

viaje le había marcado.Su llegada cambió el cariz d

situación. Por fortuna sucedió que

cacique contaba entre sus vicios la codicia, y que muy a menudomirada se posaba en la pistola

Jack, arma hermosa y damasquincon incrustaciones de plata: ninindio de su tribu había poseído n



parecido; de hecho, no había un sindio entre los ínfimamesuperiores indios de Chiloé, al noque tuviera armas de fuego. Por ey por otras cosas más que llevaban encima, aceptó llevarlos

las mismas condiciones que anPero, según apuntó después de pausa, su canoa no podía con to

ellos.Tobías se quedó mudo.

última vez que había oído aqu

expresión, la última vez que escu«Aquí no cabemos todos», haquedado grabada en su mente. Apo



el mentón en la palma de la mapero un instante después abandsus recuerdos de la bahía del Infade Marina al oír los furiosos grdel cacique porque el intérprhabía dejado de hablar.

-¿Qué es lo que dice? -preguel capitán Cheap sacudiendo hombro.

Tobías volvió escuchar al cacique ande responder:



-Dice que será necesaemprender un viaje de dos días. Ahay otros indios, tienen más canoapodrán llevarnos a todos. Dice usted y el señor Byron deber

acompañarlo. Dejará aquí a su muVendrán más indios, y después todnos iremos juntos al norte. Dice

llevaremos las canoas por tiepero no he podido comprencuándo ni cómo.

A esas alturas, Jack estacostumbrado a todo tipo



operaciones marinas; pero palearuna canoa constituía una experiencompletamente nueva para él y no una en la que destacara: ni siquipaleaba tan bien como una mucosa que no hacía sino acrecenta

enfado del cacique. Durante primeras horas el indio le gritcada pocos minutos, y a lo largo

día salpicó con agua la nuca de Jen diversas ocasiones. Jaconcentrado como estaba en el mo

en que hundía el canalete en el mmurmuraba: «Si estuviéramos a sodurante diez minutos y tuviera



soga de buena mena, amigo míoA veces se consolaba pensando qel canalete era algo que introducíalas entrañas del cacique, y la canse deslizaba rápidamente, aunque demasiada elegancia. El cap

Cheap se sentaba en el medio, jual bote donde ardía el fuego. estado de su hombro le ha

impedido ponerse a los remaunque hubiese tenido otro concede lo que era apropiado a su ran

pero al cacique no pareimportarle: estaba impresionado lo que algunos llamaban el increí



y monstruoso egoísmo del capitánde hecho lo apoyaba siempre podía. Existía una cierta simpatícompañerismo entre ambos, y finalizar el primer día entrvoluntariamente al capitán un b

pedazo de foca mientras comía. aquella ocasión, Jack comió hermoso trozo de cartílago, aunqu

día siguiente no comió nada.Resultó ser su cumpleaños, y

pasó, desde la salida del sol ha

que se ocultó por el horizonarrodillado en la amura de la canatento a los movimientos del m



paleando con los cinco sentidcada vez más débil a causa del frídel hambre. Los cinco sentiapenas eran suficientes en todo aqque no ha nacido en una canoa, dsu fragilidad, su delicadeza,

estrechez y lo fácil que resultvolcarla cuando las olas la azotapor el través, algo que sucedió

más de una ocasión, obligándoloagarrarse con fuerza para evitar caPara quienes disponen de tiem

para considerar la cuestión desdepunto de vista filosófico, una caes una embarcación muy interesan



confeccionada con cinco tablazonelas que se da forma con el fuego yraspa con conchas de ostra, antesasegurarlas con una larga y resisteenredadera, que después se calafacon gran destreza, gracias a

corteza machacada de la misenredadera, planta denominada jude indias. Al no tener bancos,

necesario que la impulsen remearrodillados, postura que resultalo más dolorosa al cabo de un rato

las articulaciones no esacostumbradas a ello desde la niñAl finalizar el segundo día, J



empezó a preguntarse si aguantauna hora más, diez minutos mNavegaron bajo una lluvia de granque, hasta cierto punto, le refrescóal menos, le animó un poco; pcuando empezó a oscurecer en

gélida llovizna que siguió a granizada creyó desfallecer. cresta de una ola se abatió sobre

embarcación, cuyos ocupangritaron furiosos a su espalda. Mirsu alrededor ojeroso, observó

oscuro cielo y pensó en lo fácil sería morir. Estaban lejos de costa. No tenía ni idea de adon



iban, ni conocía el propósito viaje, y se hubiera deshecho canalete de haber sentido meantipatía hacia sus compañeros viaje. Sin embargo, uno no falta ahonradez ante aquellos a quie

desprecia, y el odio bastó para qpaleara con fuerza, y no durante dminutos más, sino durante dos ho

después de ocultarse el sol. Llegaa ese punto, el cacique dirigiócanoa directamente hacia el inter

de una bahía donde se erigían medocena de tipis.El cacique precedió al capi



por la playa, desde el lugar desembarco hasta que accedieroninterior de uno de los tipis. A Jackdejaron fuera bajo una oscuriacompañada de lluvia. Un frío crule invadió en cuanto dejó de estar

continuo movimiento, y permaneció temblando durante rato, y aprovechó para apurar toda

agua de su bolsillo. Se haprocurado un bolsillo de lona pno perder nada de valor, como

ejemplo una lapa o una de epatatas insípidas y pequeñas; tambpodía llevar agua como si de



pellejo se tratara.Algo se encendió en el inter

del tipi: un fuego. Se agachó pentrar, pero volvió a erguirse. Siechaban nada más verlo entrar, cbastante posible, no lo pod

tolerar. Incluso en aquel momentoestaba dispuesto a soportar ninguhumillación del cacique y sus ami

en presencia del capitán Cheap.También surgió un repent

fulgor en la tienda contigua, de mo

que se dirigió hacia ella, mientras perros, que habían ladrado duratodo ese tiempo, redoblaron



ladridos. Pensó en las lanzas llevaban los indios encima, en perpetuo temperamento agrio y enmotivaciones malévolas en que veían inmersas aquellas gendesgraciadas; sin embargo, to

aquellos temores no suponían nen comparación a su necesidad impedir verse humillado. Se puso

rodillas, apoyó las manos en el suy gateó hasta entrar en la tienda.

Había dos mujeres senta

unto a un fuego moribundo, vesticon capas emplumadas. Una de eera anciana y muy fea; la otra



oven. Le observaron a través fuego visiblemente sorprendidascuando, con un saludo tan educcomo permitía la estrechez del tse acercó al fuego, ambas apresuraron a salir en silenc

corriendo a través del agujero coconejos.

-En fin, será estupendo mien

dure -dijo Jack acercando su cuecongelado al calor del escaso fueUnos minutos después oyó un ru

fuera y se puso tenso; eran mujeres, que volvían, y en ocasión gozaban de un estupen



humor. Parecían muy divertidas alguna razón, y Jack pensó que verrostro de buen humor en lugar dehabitual ansiedad, hostilidad o rostro de quienes pasan un hamterrible era tan alimenticio como u

buena comida. Volvió a ponecómodo, se frotó las manos para a entender que disfrutaba del ca

del fuego, asintió y sonrió; esonrieron y asintieron a su vademás de hacerle abundan

observaciones, presumiblemente carácter chistoso, ya que amreían de todo corazón. En aq



momento la anciana alimentó el fucon algo de leña, y Jaconsiderando que su orgullo novería mermado por rebajarse aaquellas almas caritativas, señalóboca y después se frotó el estómag

En la parte posterior del había una montañita compuesta trozos de corteza seca, y después

discutir la cuestión, la joven, queparecer ejercía de ama de llaves ama de llaves de lo más indiferen

por cierto), volvió con un espléndpez de brillantes escamas, especie de salmonete, que debía



pesar unas cuatro libras. Lo colen el fuego después de apartar cenizas y lo asó a la parrilla cobuenamente pudo. El aroma pescado constituyó una agradatortura, y la espera hasta que todo

estuvo ligeramente dorado fue cintolerable. Al terminar lo sirvióuna corteza de abedul, y después

toda una vida de práctica sentalrededor de una mesa civilizacogió el pescado con las manos y,

decir palabra ni sonreír, lo devde la cabeza a la cola hasta no deni rastro. Tan sólo al finali



recuperó algo de la compostura ydecencia que le caracterizabangracias a ello expresó agradecimiento con inclinacionescabeza y zalameras sonrisas,incluso llegó a tenderles la cort

que hacía las veces de plato, modo que no tuvieran que movepara cogerla. No le habían quit

ojo mientras comía, y en momento rieron, le hablaron mucha alegría y volvieron a reír.

Había un ambieextraordinario en el tipi: Jack haentrado en calor de la cabeza a



pies, tenía la ropa seca y por primvez desde hacía meses no se senhambriento. Observó a las mujeindias mientras éstas permanecsentadas y envueltas en sus caemplumadas, y les sonrió con mu

afecto. A medida que sus ojos cedante el cansancio, parecconfundirse ante la halagüeña luz

las ascuas. Sentado como estabatambaleó y, medio dormido, asegque les estaba infinitame

agradecido.La anciana dispuso un leblando mediante leña menuda



abedul, y al tumbarse en ella, Jdijo:

-Mi querida señora, deseatener algún objeto que poofrecerle como muestra de aprecio... Me gustaría... -En

preciso momento, un suirresistible y pesado le interrumpse apoderó de él y lo arrastró a

inconsciencia.Al despertar descubrió que

habían tapado con sus ca

emplumadas, ligeras y tan cálicomo el nido de un pájaro (aunquecierto es que olían un poco).



anciana cuidaba del fuego; la johablaba en voz baja con alguperros flacuchos y de aspecto fique debían de haber entrado durala noche. Los perros estaban pintade azul, un tosco rojo y manc

color ocre: Jack anotó el detalle, yalgún momento sintió que temucha hambre, que estaba m

hambriento pese a no poder decírsa las mujeres en aquel momento. embargo, al parecer lo considera

de lo más natural, tan natural cotener que abandonar el calor del por la humedad y el frío que rein



en el exterior, acompañadas por perros manchados, para ir en bude su desayuno. Al cabo de nregresaron, empapadas de arrabajo pero tan alegres como siempy cocinaron para él tres piezas m

de pescado, riendo empapadas coestaban.

Resulta estupendo lo que

buena noche de sueño puede hacerun hombre, por no mencionar estómago lleno. Aquella maña

Jack caminó entre los tobservándolos con vivo intemientras que, por el contra



durante el día anterior no hablevantado la mirada para observaun fénix de dos cabezas si éste fuera comestible. El campameestaba a rebosar de mujeres y niñno había más que dos hombres, u

de ellos cojo. El capitán Cheapaparecer en compañía del caciqdijo que, al menos en lo que ha

podido comprender, los hombregresarían al cabo de dos o tdías, pues habían ido a guerrear

rezar sus plegarias, o algo parecque no había comprendido del tobien.



Jack se habría sentido msatisfecho de saber que los hombse habían marchado para siemamás; pero como aquel día era c

perfecto, con un sol lagrimoso y viento, estaba decidido a disfru

del momento mientras durara. Haun arroyo que conducía a la playaallí, con una particu

complacencia, lavó su camisalimpió su grieko frotándolo con piedra, matando cientos de bicho

cada golpe. Jack no excesivamente quisquilloso en tolo relacionado con la higiene y



parásitos, pero en ese momeconsideró un estupendo alivio hecho de no tener tantas criatureptando en su persona, y volveestar limpio de nuevo. De haestado acompañado de Tobías,

que hubieran alimentado igual bien, no habría podido pedir nmás.

Mientras se secaba la camse aventuró en las rocas que hasobre el arroyo, desde donde v

para su sorpresa, que las mujedesmontaban los tipis, los ataplegados con tiras de corteza y



llevaban hasta las canoas que habarrastrado hasta la misma oriCorrió a por la camisa y se apresa alcanzarlas. Al parecer tan ssalían a pescar durante uno o días, según dijeron sus dos recien

amistades, conscientes de inquietud. Acto seguido, señalaronpar de tipis que aún seguían en p

donde descansarían el cacique ycapitán Cheap, y Jack comprenmuy bien qué querían decir con e

Sin embargo, parecían mdispuestas a permitir que acompañara, si sentía curiosidad



verlas pescar. Después le tendieun canalete.

Una docena de canoas hicieron a aquella mar de agblancas; había niños en muchas las canoas, criaturas menud

desnudas y anfibias, que a menucaían sobre las olas, tanto durante preparativos como durante la parti

Sus madres los sacaban del agua los canaletes, o bien permitían quelas apañaran solos como buename

pudieran. Aquellos niños apecaminaban erguidos; en cambioabrían paso inmersos en el rugir y



fuerza de las olas rompientes conmisma tranquilidad de las focascuando las canoas salieron al maoleaje que imperaba más allá de arrecifes e islotes diseminadempezaron a pescar. La mujer jo

(cuyo nombre, con tprobabilidad, parecía ser Maudtendió a Jack su capa empluma

cogió una cesta con los dientes ydeslizó por la borda. Los permanchados se habían asomado po

parte más hundida de la borda, las orejas puntiagudas encogipara evitar ser salpicad



Transcurrió un tiempo después hundirse la mujer en el agua. Coquiera que éste se dilataba, Jdirigió una mirada inquieta a anciana, que seguía impasible. Pmás y más tiempo, tanto que J

comprendió que nadie podía aguanmás debajo del agua. El primindicio de que la mujer seguía

vida lo tuvo cuando los permovieron suavemente la casomaron un poco más las orejas y

cabo de un momento una cabnegra salió a la superficie. Mauditendió la cesta, llena de erizos



mar, respiró hondo durante algusegundos, agarrada a un costadodespués volvió a hundirse hastafondo de aquella gélida mar.

Aquella rutina se repitió unotra vez. Entretanto, la anci

explicó a Jack que ella, en mocedad, estaba acostumbradaaguantar en el fondo el doble que

mujer joven, y a bucear al dobleprofundidad; a la gente joven ahora, vino a decir, no le inter

nada que no sea llevar una vidalujos y facilidades. Jack respondiello cosas como «Así es, señora»



«No, señora», y también «Palabseñora, ¿por qué lo diceintercaladas en aceptables intervade conversación, mientras vamontonarse los erizos de mar, qcaminaban lentamente sobre

espinas púrpura. Finalmente, la jovolvió a subir a la canoa: su tonopiel natural era marrón, pero con

frío había tomado un tono púrpurtenía los labios de un gris azulatemblaba mucho, de for

incontrolada, y durante algún tiemni siquiera se permitió esbozar usonrisa. La anciana, tolerante, r



entre dientes y le daba palmaditasla espalda con el canalete. De guisa palearon hacia el este, detdel resto de canoas. Al cabo de cuarto de hora la joven se harecuperado, y se puso a charlar

pausa ni descanso hasta llegadomediodía, cuando desembarcaronuna lengua de tierra en la

estarían a cubierto, y donde la mmordía la tierra hasta formar llariachuelos. Allí es donde monta

los tipis. Hubo un tiempo en que Jse consideró capaz de soportarfrío y la humedad (después de to



ya pesaba sobre su persona en tla Armada el apodo de Jack

orrascoso); pero la actuación deoven le había librado de semeja

idea. También se había llegadoconsiderar como alguien hábil, p

de nuevo la experta habilidad deanciana al erigir la tienda le quesa idea de la cabeza. Quiso ayud

pero no sirvió de nada: le dieronpuñado de erizos de mar pdistraerlo y le invitaron a que hici

compañía a los perros. Nunca jamse había sentido tan poquita coPor supuesto, los perros resulta



mucho más útiles que él, cosa comprobó cuando las indacompañadas por éstos, encaminaron a una cala arenosa; perros sabían perfectamente quétraían entre manos, y cuando

mujeres se hundieron en el agua hala altura del cuello, sosteniendo ured en la parte más angosta del ag

bucearon todos a una hacia extremo opuesto, como auténtinutrias, para empujar hacia la re

los peces que hubiera en aqucala. De vez en cuando asomabala superficie profiriendo agu



ladridos, para coger aire y situarantes de volver a sumergihaciendo gala de una extraordinainteligencia, y de ese modo, en umuestra de esfuerzo combinaempujar todo el banco hacia

extendida red. Era un banco de peextraordinariamente numeroso,aquel fue un día inusualme

afortunado; apenas dejaron escaun solo pez en toda la cala ni ensiguiente, y antes de la puesta de

habían capturado cuanto podllevar.Los indios no entendían



utilidad de salar o humear pescado, aunque quizá nada de sirviera en tan húmeda atmósfpor lo que se veían obligadoscomerlo todo en un plazo de undos días. Fue aquél un interludio

lo más agradable, un tiempo en la comida abundaba, en que reíahablaban. Jack recitó algunos ver

a sus mujeres, que pareciefavorablemente impresionadas, y a su vez le dirigieron una arenga

muy bien podía tratarse de ucomposición métrica, pero también podría ser una receta



cocina, o palabras que hablasobre peces que caían en la red, uy otra vez. A esas alturas haaprendido varias palabras indiastodas ellas tenían relación concomida: después de algunos me

de morirse de hambre, uno empiezcomprender que el ser humanoreduce a un estómago andante, y

la satisfacción de sus necesidaconstituye el placer más grande, apar que el más elemental, de e

mundo.Sin embargo, aquello no podurar. El cielo se encapotó, y con



nubes grises se encapotaron rostros de las mujeres. Las canoashicieron a una mar cada vez mencrespada, y ni siquiera habarribado a la bahía donaguardaban el cacique y el capit

cuando los hombres de la traparecieron en la distancia. Una desembarcaron, toda la alegría hu

del campamento; los niños y perros se retiraron a cierta distany las mujeres se adelantaron

rostros inquietos, expresioalicaídas y sumisos gestos bienvenida. Las dos amigas de J



pertenecían al jefe, un salvcorpulento que se había pintadocara de azul marino; aunque naturaleza ya le había dotado conrostro de lo más repulsivo. Algo qdijo la joven mujer no pare

complacer al marido, que la levaen volandas y la arrojó contra urocas; después volvió a hacerlo, u

y otra vez, y no contento con ellogolpeó, bufando y resoplando ande cada nuevo golpe, como si fu

una bestia.De haber sido Jack un héroenovela popular, sin duda hab



reducido a ese tipo de un solo golpero al no ser más que un mortalpleno proceso de crecimiento, déaún por el hambre y los rigores deintemperie, desarmado en campamento de gente armada

además eran parientes todos del jse volvió con el corazón henchidopuro odio, un odio que no sólo sen

hacia el jefe, sino hacia toda aqubrutal tradición donde el hombre, tal de hacer patente lo macho

puede llegar a ser, opta prescindir de la galantería, el play la buena educación, p



concentrarse en demostrar su durepor muy inhumana que ésta resucon la consecuencia de hacer devida un trance desagradable, brevviolento, enteramente egoístaprivado de alegría; y no sólo su vi

sino también las vidas de quienerodean, sobre todo de quienes más débiles.

A partir de ese momento aguas volvieron a su cauce y la vrecuperó su anterior aspe

melancólico, triste y peligroDespués de horas y horas negociaciones entre el cacique y



efe azul, se decidió que regresaríque el grueso principal de indios seguirían al cabo de unos días, y entonces, todos juntos procederhacia el norte. En aquellas latitudel mundo donde resulta dif

asentarse en un lugar determinacomo por ejemplo aquél, sus genemprenden viajes, incl

migraciones en masa, con sufacilidad. Aún el cacique no haacabado de hablar con el jefe a

cuando echó a caminar hacia canoa, seguido por Jack y el capity media hora después habían perd



de vista la costa.Fue un viaje mucho m

llevadero que la ida; el viento vede popa y el mar era algo merecio. Jack, por su parte, temuchas más fuerzas, y a esas altu

era más diestro con el canalete. A cinco horas de deslizarse por el mavistaron una foca muy cerca y

proa, que capeaba el empuje de olas. El indio cogió su canalete, una lanza y se arrodilló tenso

expectante como un felino. Entoncal grito agudo y sonoro de «¡Pa, pa, pa!», la foca asomó la cab



para mirar alrededor. Mediante movimiento relámpincreíblemente rápido, el inarrojó la lanza, que atravesó cabeza de la foca a la altura de ojos y a una distancia de veint

treinta yardas, con una mar agitadoblicua, lo cual daba cumplida fesu habilidad. Sin embargo,

cacique, paleando con furiagritando a Jack para que atraparafoca inmediatamente, no pare

darle la menor importancia, aunsí es cierto que su humor mejtanto que cuando su familia se ace



a la orilla a recibirlo, cogió al mpequeño de sus hijos y lo balanen el aire, riendo como un cristian

En ausencia de Jack, Tobías yresto no se las habían arreglado bien. La esposa del cacique era

mujer completamente opuesta carácter a las amigas de Jack, y les había dado nada excepto, de m

gana, algunos erizos de mar amargLos erizos de mar son aperitideliciosos, pero al ser prácticame

huecos por dentro, no satisfacennadie excepto en enormes cantidadEl pez de Jack, que había guard



en el pecho al no disponer de ocosa y ser incapaz de confiar en acompañantes, fue por tanto tan brecibido que no puede expresacon palabras, pese al color radquirido a causa del tinte de

chaqueta y a encontrarse justo en punto en que apenas sabía a naincluso para ellos, que padecían

extraordinaria necesidad.-Cuánto deseé que estuvie

conmigo, Toby -dijo Jack-. Te hab

resucitado durante una semana entsólo el olor de lo que allí cocinaba. Te lo aseguro de vera



añadió negando con la cabeza cuanle ofrecieron un pedazo-. He commuy bien hasta regresar. Engumientras puedas: sólo Dios scuándo volveremos a llenar estómago.

Cuánta razón en tan popalabras. En los días que siguiehasta que los demás indios

reunieron con ellos, todos, inclusocacique, tuvieron serios problempara encontrar comida. Al igual

muchos otros al límite de inanición, el cacique y su fameran capaces de engullir enorm



raciones de comida en una ssentada: comían toda una foca, apade lo poco que daban al capiCheap, y lo hacían en muy ptiempo. A falta de comida, tuvieron más remedio que hacerse

nuevo a la mar pese a condiciones atmosféricas ppropicias.

Fue al regresar de una de eexpediciones de pesca cuando cacique hizo una perfe

demostración de brutalidad salvajculto a la inflexibilidad llevadolímite de lo lógico: Él y su mu



disponían de una cesta de eriznada más, después de un día entde trabajo, y al desembarcar decanoa el cacique confió la cestamás pequeño de sus hijos, que, aja la precaución, se había acercad

dar la bienvenida a la canoa. pequeño resbaló, la cesta se le cal mar y los erizos se perdieron.

cacique saltó sobre él, cogió al nde un brazo y una pierna y lo estamcon todas sus fuerzas contra la r

desnuda.El asesinato de aquel niño fucosa más impresionante que J



había visto en toda una vida, privada, precisamente, experiencias terribles, y dejaríahorrible poso que jamás habría desaparecer. Apenas se sinaliviado cuando llegaron los dem

indios, con las canoas que debconducirlos hacia el norte, y, menos por un tiempo, sus

amables mujeres de alegre rosPero a pesar de su presencia, puesencontraban a unas yardas

distancia del improvisado erigido por el señor HamiltCampbell y el propio Tob



podrían haber estado en Asia, porel jefe azul era celoso como un tury sus mujeres o bien pescaban enmar o las tenía rigurosamente cerPese a todo, a riesgo de su provida, lograban dar a Jack algo

comida por la parte posterior detienda: un cormorán hervido, cabde foca, dos aletas mordisqueada

no fue sino una gran pena lo Tobías y él sintieron cuando vieron marcharse, pues a muchas

las mujeres las enviaron lejos conmayoría de perros pescadores, dantes de emprender el gran viaje.



Dicho viaje no empezó alegría ni, precisamente, con bueaugurios. Todo aquel desplazamieparecía formar parte de migración tribal: esos indios,quienes llamaban Min-Tait

viajaban hacia su particular frontnorte a mediados de invierno; iban a preocuparse de la gente

Wager , a quienes consideraban umolestia que se entrometía en planes, parásitos demasiado débi

como para alimentarse por su cuee idiotas incompetentes. La compade los hombres blancos constit



para ellos un irritante contratiemen su avance. Los separaron diversas canoas para evproblemas, y una encapotmañana, con un fuerte viento oeste, salieron a un mar duro

visos de empeorar, y empezaronpalear a lo largo de la costa, haciaremota y desolada zona de la ba

del Infante de Marina.Al cabo de un tiempo, desp

de pasar gélidos y agotadores días

el mar, arribaron a un lugar dondeun laberinto de arenosas barracanales subdivididos, se filtraba



río en la punta de una honda y ampbahía. La falúa había pasado por una vez, pero no se habían percatde la presencia de agua dulce; nopareció practicable pasar por allcausa del calado del bote, y

supuesto no se equivocaron. Lindios descargaron las canoas, llevaron a cuestas sobre la aren

volvieron a depositarlas en aqusuerte de lago o río creciPaleando a través de éste, llegaro

un arroyo con varias ramificacionLa que eligieron se fue haciensegún pasaba el día, más angost



mucho más violenta. Al llegarnoche Jack pensó que volveríanrepetir aquellos inolvidabmomentos en que John Bosman muen sus brazos, y de hecho fue tan dque incluso los indios, que

comparación estaban mucho mealimentados, casi llegaron al límde sus fuerzas. Aquella no

descansaron en un pantano bajolluvia y a la intemperie, sin emplalos tipis, ya que no había un s

poste a la vista, y aquellos indamás acarreaban los postes, sino sólo los pedazos de corteza.



El día siguiente no fue mdistinto del anterior, pero ai otro llegaron a un bosque cuyos árbogoteaban, donde el río se volhacia el este; durante aquellos tdías no tuvieron nada para com

excepto algunas raíces amarillentaamargas. Allí sacaron las canoas agua, y por la mañana los indios

desmontaron en diversas piezas; una tarea sencilla: bastó con cortaenredadera que cose y une

tablazones. En teoría resultaría msencillo cargar con ellas a cuestapoder dividir el peso en diver



fardos que transportar por tiehasta que llegaran a otro río condujera hacia el norte, y que llevara en la dirección adecuada. obstante era aquél un lutraicionero, el bosque más denso

habían visto en toda su vida, cuárboles se entremezclaban de forma con pantanos y estanq

fangosos, que resultaba difcomprender cómo encontrasuficiente tierra firme p

mantenerse erguidos. Había alguque no lo hacían, y que o bienaguantaban como podían, apoya



en árboles vecinos, o yactumbados cual largos eran, a vecreciendo en semejante posiciaunque a menudo estaban muerDichos árboles, al caer, se habllevado por delante a muchos otro

sus tocones permanecían hasta mudespués, a menudo cubiertos maleza, desiguales y astillados, c

pocas yardas a lo largo de millamillas de camino. Abundaban ramas caídas a causa del vien

blancas y podridas, y en el calseno del bosque fríos honagonizaban a causa de la escar



invernal.Por aquel entonces el cap

Cheap estaba cada vez mdebilitado, y el señor Hamiltonencontraba en un estado lamentabaunque aún podía andar y se

apañaba para cargar con correspondiente fardo, consistenteuna tablazón. El capitán Ch

apenas mantenía él paso, ni siquial empezar la jornada, de modo Tobías y Campbell tuvieron q

ayudarlo, pese a llevar a cuestaspeso que les había tocado. Jack, iba a bordo de la última canoa



desmontaron, llevaba una pútrcabeza de foca envuelta en un trde lona del capitán. Un indio sehabía dado a Cheap, por consideque no valía la pena llevarla en largo camino, y todos daban

hecho que la compartirían de noccuando hicieran un fuego que volviera comestible.

Tardaron un buen rato desmontar las canoas, porque eindios preferían calafatear

agujeros entonces en vez de hacecuando volviesen a coser tablazones, práctica más habitua



para cuando hubieron concluidoresto ya se había alejado un btrecho. Las tablazones eran piedelicadas; una simple caída bastpara quebrar sus bordes perforadLos indios, después de sopesar

fardo de Jack, no añadieron nmás: ellos mismos cargaron con tla canoa, en persecución de

compañeros.«Mejor que mejor -pensó J

mientras se apresuraba a seguir

subiendo por una cuesta enfangadno creo que fuera capaz de cargarcon un solo canalete más.» La bo



de lona era un bulto incómopesaba como un demonio y tetendencia a resbalar; la llevaba tel cuello, apoyada en los hombrocon una cinta cogida en la frensiguiendo el ejemplo de los ind

ya que necesitaba ambas manos pseguir adelante y no perderAtravesaron un extenso valle cu

fondo debió de hacer las veces presa a lo largo de los últimos añpues pese a hundirse hasta

tobillos en según qué zonas porfango y el pantano, sentía los tocobajo los pies, arraigados en tie



firme. Jack no tenía zapatos; hatiempo que se los había comidoaunque sus pies se habendurecido, lo cierto es que no etan resistentes como los de indios, de modo que no tardó

manchar de sangre el oscuro cique cubría sus piernas.

Caminaron por el bosque h

tras hora, y los indios entradoscarnes y originarios de aquepaisajes, seguían al frente. A ve

atajaban a través de tupiarbolitos, cuyas copas se movíamerced del viento; otras, alcanzab



oír cómo se abrían paso a travésla maleza, y en otras ocasionesemerger al extremo de un lodacubierto de espuma amarilla, tan salcanzaba a verlos desaparecerotro extremo, y lo único que po

hacer era seguir el rastro conformaban sus huellas, impresasel negro lodo. No tenían ningu

intención de esperarlo, y cada más nervioso se apresuró en poslos indios a través de la oscurid

sus piernas a duras penas sostenían, y el paso era agotadTemía mucho perder su rastro; sen



un temor indescriptible.Llegó a un respetable cena

situado entre enormes árboles; había ni rastro de los indios, señales en el fango, pero pooírlos por delante de él, en

árboles que había al cruzar cenagal. Una haya muy grande hacaído, y estaba cruzada sobre

superficie de agua, así que lo mprobable era que su camino encontrara al otro lado del tron

eso pensó, y se apresuró a camipor tan natural puente. A mecamino sus pies resbalaron sobre



madera podrida, el tronco giró sosí mismo y acto seguido Jack cayócenagal, luchando por salvarse concabeza hundida bajo la superfiempujado hacia abajo por el pque llevaba. No hacía pie, y

manos tan sólo podían aferrarsebarro. Con esfuerzo sobrehumechó hacia atrás la cabeza

volviéndose, pudo respirar; parecer había una rama al alcancesu mano, y antes de que se rompi

logró asomar la cabeza fuera agua. Sin embargo no podía alcande nuevo el tronco, de modo que



siguió durante algunos segundos, la cabeza fuera del agua y los papoyados en el inestable barro.peso le empujaba hacia abajo; tenía más remedio que moverse, yun torpe y desmañado movimiento

natación logró tomar impulso hadelante. El cenagal era meprofundo; el barro tan sólo le cub

a la altura del pecho, y a cada pdisminuyó, hasta que se encontrótierra firme al cabo de diez minuto

No obstante se había quedsin fuerzas y apenas tenía enerpara alegrarse de su salvación.



supuesto, la palabra alegría, cualquiera de sus derivados, no nada adecuada en aquellos tiempCada palo aguanta su vela, peroresistencia humana tiene un límitede pronto, Jack pensó que ha

rebasado el suyo. Se sentó concabeza gacha y se compadeció dedesesperada debilidad que sen

Sin embargo, no había alcanzadolímite de sus fuerzas, tal y cointuyó al cabo de uno o quizá

minutos; y una vez se hurecuperado un poco, volvió apoderarse de él el miedo aterra



a quedar rezagado. Después de tono llevaba nada relacionado concanoa, y por tanto no había motpara que los indios tuvieran esperarlo.

-Mala cosa -dijo en voz

observando el peso que llevabacon la vaga sensación de que seuna estupidez dejarlo allí en el sue

lo dejó en la horcajadura de un árbPero ni siquiera después de librade la bolsa de lona pudo Jack s

adelante, aunque llegó a un pequarroyo de aguas claras que deslizaba en la dirección en



debía seguir -o eso pensaba-, donnada más librarse del fétido fangola boca y el rostro se sintió mumejor. Algunos minutos después el rastro de los indios y, consciede seguir la pista corre

emprendió la marcha sangrandocada paso, aunque con mejor humque antes.

Por espacio de algo más de uhora siguió el curso del arroyo, de pronto se convirtió en un va

lago, enorme y gris, con la cordillal otro lado; en su orilla fangencontró a los indios, que volvía



montar las canoas. Los demestaban sentados a poca distancitenían aspecto de estar agotados,modo que pasó un buen rato haque alguien dijo algo. Por su paconscientes de que los indios ten

para largo, no se habían inquietpor la ausencia de Jack; ademnadie que acabara de comple

semejante marcha podía preocupapor otra cosa que no fuera su profatiga.

-¿Dónde está la bolsa de lonla foca? -preguntó finalmente capitán Cheap.



Jack se explicó. Estexhausto; sin embargo, se senavergonzado, y los laceranreproches hechos en voz bamargos y sinceros, con replicaron a su explicación

hirieron.-Jamás me habría esperado

cosa de usted, Byron. Le tenía por

gran hombre... un hombre valiente-Yo mismo habría cargado c

la foca -comentó el señor Hamilto

pero creí que no podía estar mejores manos. Ha sido equivocación, una treme



equivocación.-Después de lo sucedido

tenemos nada que comer, y toporque usted decidió tirar la comen el bosque -acusó Campbell-. Unoche más sin nada de comer.

Jack se levantó trabajosameny se volvió de camino al bosque.

-Te acompaño -se ofre

Tobías; y cuando hubieron remontun buen trecho del arroyo, dijo-: Smejor que me permitas examin

los pies, Jack. No tienen muy baspecto. -Se sentaron y Tobías bulas astillas que habían provoc



cortes y rasguños-. Dime dódejaste el fardo -dijo sacando pedazo desigual de madera-, queiré a buscarlo. La verdad es queestoy nada cansado.

-No podría decirlo

seguridad, Toby -respondió Jack una especie de sonrisa en los labioAhora vuelve con ellos y sé un b

chico... Te estoy muy agradecipalabra.

-No obstante, Jack no prote

cuando Tobías siguió a su laaunque no habría servido de nada.Tardaron algo más de una h



en llegar al lugar donde Jack hadejado la foca y la bolsa de lohablaron poco durante el caminoen aquel momento, sentados bajoárbol, hablaron aún menos, ya estaban muy cansados. Sin embar

el sentimiento de compañerismo evidente.

-Allí fue donde me caí -señ

Jack mirando el cenagal. Tobasintió-. Si pudiéramos encontrar urama resistente -sugirió-, qu

podríamos cargar el peso enambos.-Hay un puma al otro lad



comentó Tobías. Jack no respondTobías le había señalado insignificantes pájaros de caminocenagal y como había urevoloteando en los alrededohaciendo un ruido muy parecido

del ladrido agudo de un estúpchucho, Jack creyó (pese a que sentidos estaban seriame

mermados por el cansancio) querefería a otro pájaro.

-Debemos irnos -dijo Jack-

se hará de noche para cuanvolvamos.-Dame dos minutos p



caminar al otro lado. -Tobatravesó el barro poco profundodesapareció entre los arbustos. cabo de unos minutos volvió con expresión complacida dibujada enchupado y pálido rostro.

-Me apostaría algo a que sercapaz de levantarte de la tumba pobservar a un flamenco -dijo Jac

Venga, coge de ese extremo.-El puma no es un ave -repl

Tobías después de dar un centenar

pasos-. Es una especie de felinoelis concolor . Podrás verlo pronpues no se ha separado de nosotro



está a nuestra derecha.La palabra felino no conjur

nada en la mente de Jack, exceptofugaz imagen de una pequeñahuidiza criatura cubierta de un pa medio camino entre el negro y

marrón, de nombre Tib, responsade más de una catástrofe en el sade casa; así que siguió caminando

silencio. Cada cien yardas, mámenos, cambiaban de hombro,durante el tercer cambio oyeron a

derecha un sonido similar al de utos, seguido de una serie de soniparecidos, toses roncas, profunda



cavernosas, que culminaron en rugido inimaginablemeensordecedor.

-¿Lo ves, Jack? No

ningún pájaro.

-¿Qué tamaño tiene? -exclaJack con tanto énfasis que parerecién resucitado, mientras el terrecorría su espina dorsal.

-El de un león normalcorriente -respondió Tobías-. Podverlo si te agachas y miras



debajo del arbusto amarillo. Eescarbando en la tierra mient

muerde el arbusto.

-¿Puede trepar?

-Oh, admirablemen-Toby, ¿q

hacemos?

-Nada, a menos que quieacercarte a echarle un vistazo;

mejor será que sigamos por nuescamino. Se hace tarde. Pero



corras tanto, Jack, ni hagas ninmovimiento brusco. Si sale, finge no lo ves, o míralo con dulzuSobre todo no lo provoques. Cque no es un puma muy lanzado.

El miedo descarnado es

mejor acicate posible; pese a tranquilizadores consejos de TobJack estaba aterrorizado, y su mi

lo empujó a descender por el arrohasta alcanzar el lago con semejaceleridad, y en tal estado nervio

que ni siquiera reparó en las heride sus pies ni en su famélestómago. El miedo le permitió ha



aquello que no habría conseguidootro modo, aunque Tobías tuvique recurrir a toda su fortaleza pmantener el paso.

Llegaron al lago en plena puede sol, mientras una fina llu

empezaba a caer. Vieron que mucde las canoas estaban ya en el agual comenzar a descender vieron

el resto se hacía a la mar. El caciqhablaba impaciente, sosteniendopopa de la canoa en la que iba

capitán Cheap; ambos llevaronpulso la canoa hasta la orilla, y vez allí la arrojaron al agua. Ha



otros tres indios en aquella canoa.-Espere -dijo el capitán Ch

haciéndoles señas; al oírlo, cacique replicó con un torrente incomprensibles palabras. Los demlanzaron las restantes canoas al ag

a ambos lados de la del cacique, qflotó alejándose de la orilla. Lindios empezaron a palear...

hecho, todas las canoas se alejaal golpe de los canaletes, brillaban al hendirse en un agua

espumas blancas.Jack gritó para que detuvieran. Ambos gritaron a una



sobre el trozo de mar que separaba de la orilla llegó uconfusa respuesta, que escuchacon dificultad al verse interrumppor el cacique.

-Esperen... otindios... No hay siti

otra canoa.

Ambos permanecieron en

orilla, inmóviles y silenciosos. mucho que gritaran, no traerían vuelta las canoas, a las



observaron palear en el agua haque se fundieron en la oscuridad y

lluvia.



CAPÍTULO 13

-Toby -dijo Jack al volve

hacia la desierta playa, con intencde chancearse de la situación, cuanto sus ojos llorosos perdieronvista las canoas-, ¿no fuiste tú qudijo cuando perdimos la falúa quepodía sucedemos nada peor? ¿hubiera sido mejor morderse

lengua?-Lo dije sin pensar -repl



Tobías convencido-. Fue algo qdije por una cuestión de orgufruto de una insolente seguridadDespués de algunos minutos silencio, añadió-: Recorramos playa hasta la espesura de e

árboles, a ver si encontramos lugar donde refugiarnos. dormimos un poco, mañ

pensaremos con mayor claridad podemos hacer.

Descendieron por la gris or

del lago, mientras tristes oascendían hasta acariciar el reticefango. Buscaron un árbol que tuvi



un tronco lo bastante grueso copara protegerse del viento, y a cupies la tierra fuese lo más sposible; pero la oscuridad cayópronto y no pudieron encontrar nque los protegiera demasiado.

raíces del árbol que habían escog(una especie de haya) no permitían tumbarse; se hicieron

ovillo y se apretaron el uno juntootro en busca de calor, mesentados y temblando a causa del

y el hambre; a pesar de todo quedaron dormidos, víctimas de uespecie de aturdida inconsciencia.



Jack despertó en mitad denegra noche, incómodo y doblegpor el hambre, incapaz de despegadel todo de un vivido sueño en recordaba el tiempo que pasó entipi de las mujeres, el cálido tipi

donde asaban el pescado al calorun buen fuego. Pasados unos minumás despabilado, dijo:

-Toby, ¿estás despierto? ¿hueles? Huele a fuego; lo juro.

El viento había caído ha

convertirse en una brarremolinada al margen del bosqque de cuando en cuando traía



fugaz soplo del humo.-Sí -confirmó Tobías-. Humo

Se dirigieron hacia el lugar de donprovenía, deteniéndose a menupara husmear el aire cual perrvieron una luz difusa hacia el est

la clara escarcha los despertó deque se adentraron, caminandorastras, por el bosque. No se hab

alejado demasiado de la parte mcobijada cuando vieron un tipi, cuyo iluminado interior surgía

columna de humo, además de rony furiosos vozarrones.-Parece una de sus ceremon



religiosas... -empezó a decir Tobí-Por mí como si invocan

mismísimo diablo -dijo Jack-. quédate aquí.

Tobías oyó que el ruido intensificaba, y un momento desp

regresó Jack.-Me han pateado la cara cuan

intentaba entrar a rastras -dijo-, p

al menos saben que estamos aquí.Un triángulo luminoso apare

en la entrada del tipi, por don

asomó una anciana que les hseñas. Pudieron constituir obstáculo las dudas que derivan



hecho de arriesgarse a tomar parteuna reunión de salvadesconocidos, indefensos coestaban ellos, y de entrar en el tipgatas; el que se apresuraranobedecer a la anciana ilu

perfectamente lo desesperados estaban. Había varios indios, tahombres como mujeres; y tumbado

el suelo, cerca del fuego, vieronefe desnudo, delgado como

palillo, que evidenteme

agonizaba.Jack y Toby se sentaron silencio, inmóviles y tranquilos.



griterío continuó; parecía una suede ritual, ya que en ocasiones un de hombres gritaban a una, dicienlas mismas palabras. Al amaneceranciana cogió un pedazo de focaextendiéndolo a lo largo, cog

entre sus dientes y la mano izquierlo despedazó con la ayuda de uconcha. A los indios se lo dio cru

en cambio lo puso en el fuego pJack y Tobías, y después escusobre el pedazo un líqu

burbujeante de algo que mascahasta que la carne estuvo hecha. comprendieron el significado de e



al igual que de muchas otras copero de todas formas comieronfoca.

Poco después, los tres hombindios, de aspecto más brutal cualquier otro indio que hubie

visto (tenían los pómulos surcapor cicatrices paralelas, y sus rostapenas tenían rasgos human

salieron del tipi indicando a Jack los siguiera. Aunque no formabparte de la tribu que se había un

al cacique, también ellos habdesmontado la canoa y por ellodisponían a montarla. A esas altu



Tobías había aprendido algo lenguaje de los indios, aundescubrió, cuando le respondierque aquéllos hablaban un dialediferente: coincidían pocas palabpero al menos tuvo claro que

dirigían al norte, algo que pudo sagracias a simples gestos, y que probable, a juzgar por su proced

que los hubieran estado esperandoque les hubieran hablado de elDe eso no estaba del todo seguro

que los indios no se sorprendiepudo ser cosa de la indiferencia sentían por ellos.



Lo único cierto era que aqueindios en particular, considerabmás si cabe que los otros, que Jac

Tobías eran un estorbo, eso comínimo.Los salvajes más simples

sienten curiosidad. Algunos, inclupermanecen indiferentes ante toaquello que escapa a comprensión: metal, ropa y barcosinteresan a los más primitivos.

Los supervivientes del Wa



sólo eran de interés para el caciqcuya comprensión comparativamente superior, y pquien sus escasas posesiones eraninterés. Aquellos indios no sabnada acerca de la existencia de

armas de fuego, e ignoraban queblancura de la piel pudirelacionarse con el poder y

riqueza, de modo que desconfiadel discurso del cacique, al tenían por un estúpido, y a

protegidos por una pandilla afeminados bufones cuyas vicarecían de interés.



Para más inri, hombres concolor de piel diferente desprendenolor distinto: los indios (cuyo olfera agudo en extremo, lo que hacía sino empeorar la situaciencontraban desagradable el o

corporal de los blancos. En opinión, también el color blanco en sí feo a matar, similar al de

cadáver y posiblemente fruto de udesconocida enfermedad que poresultar infecciosa. Y lo que aún

peor, para el más estúpido de indios era obvio que muchos diopoderosos odiaban a esa gente. ¿



qué otra razón habrían vagado arriba abajo, despreciadosmaltrechos? Y parte de ese opodría transferirse a cualquiera les prestara ayuda: su mala fortupodía ser contagiosa. Por último,

indios tenían muy claro que aquehombres no tenían fe en nada,sentían la menor devoción religio

ignoraban la existencia de diversos seres a quienes necesario apaciguar mediante el

de palabras y gestos rituales; siquiera comprendían los msimples obsequios de la tierra y



cielo, razón por la cual era meignorarlos.

Tobías acabó por percibir pade todos aquellos sentimiendespués de un tiempo de haber sobjeto de su odio; y al sentarse a

apartados mientras los indtrabajaban (los indios habrechazado la ayuda de Jack, y cuan

les llevó un espléndido trozo enredadera la arrojaron al mar),dispuso a compartir sus recelos.

-Quizá tengas razón -admJack-; sobre todo en lo concernieal olor. Ya me había dado cuenta



que cuando estamos cerca aguanla respiración. Creí que era porcapitán, pero me parece que sigigual.

Los indios estaban preparadRepasaron el perfil de sus cicatri

rituales con ceniza; desppermanecieron de pie, inmóviateridos de frío, cambiando de l

las insignificantes pieles que vestpara cubrirse por donde veníaviento. Sus profundos ojos esta

inyectados en sangre y su contorperfilado de escarlata, después pasar toda la noche en la tiend



merced del humo. Parecían a pude estallar. Una anciana se acedesde la tienda: al parecer alguien preponderante, porque nopatearon ni la golpearon. Vestía uamplia capa de piel de buitre, cu

plumas colgaban aún. Jack y Tobobservaron la escena con cienerviosismo. Mediante airados gr

les preguntaron por qué eran idiotas como para no subir a canoas, y, al comprende

obedecieron sin titubear.A lo largo de todo aquel palearon en el lago, y durante todo



día también las nevadas cordillese fueron alejando: al atardearribaron al río de desagüe drenaba la parte norte del lago, ucorriente rápida y blanca donde indios bajaron a tierra. Erigieron

tipi, aunque no permitieron la entra los blasfemos, malolientesdesafortunados leprosos (¿y quién

haría?); tampoco los alimentaJack y Tobías comprendieron propósito general de sus comentar

(era imposible ignorarlo), y retiraron a una roca colgante donpor un afortunado casual, había



enorme montaña de hojas secas las que aprovecharse para dormirmás, las hojas habían servido protección a algunas raícomestibles, pertenecientes a planta del ruibarbo. Durmieron ta

gusto que los indios se levantamucho antes que ellos y, al vecomprendieron horrorizados que

canoa se marcharía en cinco minudejándoles en mitad de ninguna pa

La noche había sido m

agradable, pero el día fue tempestuoso como pudo: lluvianieve procedente del noroeste,



violento río difícil de navegar, largas e imponentes cascadremolinos y espuma que apagóbote donde chispeaba un pequfuego en mitad de la canoa. En plvorágine descendieron por el rí

una terrorífica y arrebatadvelocidad, hasta que salieron al maquella misma noche. Los indios

acercaron a la playa de piedradesaparecieron en el bosque, duda en busca de un campame

cuyo emplazamiento conocEstaba demasiado oscuro-pbuscar comida, y como no se atrev



a alejarse mucho de la canoa, JacTobías durmieron junto a ella, soun lecho de piedra bañado por ucortina de lluvia. A eso de las tresla mañana, Jack intentó reunirse los indios junto al fuego que por

habían logrado encender, y qbrillaba a través de los árboles; péstos se ofendieron mucho al verl

lo patearon y golpearon con talque se alejara.

Llegó el amanecer, después

una horrible e interminable nochelos indios se hicieron a la mar, hael norte. Finalmente, Jack y Tob



habían alcanzado aquellas aguas las que durante tanto tiempo habluchado; aunque no sabían a ciencierta si eran los únicos de entodos los tripulantes del Wager haberlo conseguido, ni si volvería

reunirse con sus amigos o, en lugar, si serían retenidos en calidde esclavos. En plena bajam

llegaron a una cala rocosa dondesembarcaron para recocrustáceos; era un lugar excelen

cuyo descubrimiento supuso verdadero alivio para Jack y TobNo obstante, temían de tal forma



los abandonaran que no se atreviea comer: llenaron sus bolsillos,sombrero de Jack y el gorro dormir de Tobías, que estaba lamentables condiciones, y tan procomo vieron a los indios volver a

canoa, corrieron hacia ella. Jsaludó con toda la elegancia que presentes circunstancias

permitieron conjugar, pues estsobre una roca resbaladiza, y ofrelos mejillones más hermosos

habían encontrado a la anciana. Épareció sorprendida, pero los cogy después de lavarlos varias vec



se los comió.Aproaron directamente ha

mar abierto, arrumbados al nordecon un viento moderado, y al caboun rato Jack colocó el castigsombrero a su lado, sombrero

había pertenecido a un infante marina, y quiso imitar a los indque tenía enfrente: éstos, entre lar

y poderosas paladas, sosteníancanalete con una mano miencogían una lapa con la otra y se

comían.-Espléndidas lapas, Toby -dpor encima de su hombro mient



arrojaba la cáscara al mar. En lude una educada respuesta, escuchóchillido de una voz india, que gritempelida por una profunda emociAl cabo de un instante, la canoatambaleó con violencia. Uno de

indios cogió con fuerza a Jack pocuello, mientras otro lo levantabalos tobillos, cogiéndolo también

fuerza para arrojarlo por la borTobías empujó al de atrás, y anciana golpeó al otro con la la

mientras aullaba furiosa. La canoavolcó por alguna fantáscasualidad, y al cabo de u



momentos la anciana logró sofocatumulto. Los arengó, y aunque miraban con rabia volvieron palear, no sin volversede vez cuando para amenazar a Jseñalando el fondo de la canoa. Ja

maltrecho, inquieto y confuso, devolvía la mirada con cara de enterarse de nada.

-Me da la impresión -susuToby- de que hubieran preferido qno arrojaras la concha al mar. -A

era: todos los indios tenían al luna pila de conchas, un simple ade educación de cara a Ploto, el d



lapa: un gesto obvio para cualquniño de tres años.

-Maldita sea -dijo Jack, queaflojó el cuello antes de cogercanalete-. No pienso comer nhasta que estemos en tierra y

puedan verme.Al caer la tarde, cuando de

la canoa volvieron a avistar tierr

arrumbaron hacia aquella pequeña, abrigada y cubierta árboles, tan pronto como hubie

asegurado la canoa, recogieron conchas de lapa y las dejaron cuidado sobre la orilla; Tobías



Jack hicieron lo propio. Aquel gefue recibido con una seraprobación por parte de los indiocuando, poco después, vieron a Jcon un puñado de bayas púrpurapunto de comerlas, uno de los ind

se las arrebató de la mano,mediante una pantomima de muertagonía, le informó de que e

venenosas.Aquel momento, sin embar

vino a señalar el punto álgido de

buena relación con los indAquella tribu, al igual que las demseguía un elaborado código



comportamiento religioso gobernaba toda su vida consciencontinuamente atribuían todo lo ma una cohorte de malignos espírcarentes de sentido del humor, a cuales sus invitados ofendían

sólo respirar. No parecía posiretrasar mucho un simple sacrifihumano a las ofendidas deidad

entre tanto, los indios los tratacon dureza y no les ofrecieron ni huesos de las dos focas que cazaro

Por ello, sintieron cierto alicuando al finalizar un día de inferesfuerzo y hambre, la canoa dobló



promontorio que daba paso a pequeña cala en cuya orilla alineaban algunas canoas, y en csuperficie vieron a varios hombDistinguieron la chaqueta roja señor Hamilton, por ejemplo, aun

por aquel entonces ya no era másandrajoso trapo color rosa. Habarribado al punto de reunión.

Supuso motivo de cierto alivpero no de mucho: estademasiado cansados para demos

una fuerte emoción. En aquel muntormentoso, frío, húmedo y rocosoúnica motivación era



supervivencia, incluso entre quiehabían nacido allí. Para un extranjapenas había lugar para nada mCampbell y el capitán Chpermanecían sentados, agotadbajo el inadecuado abrigo

ofrecía una roca colgante: ningunalas partes se sintió especialmecomplacida ante el reencuen

nadie parecía complacido. En aqmomento se encontraban, de hecmuy cercanos a un estado de to

indiferencia.En aquel lugar, el cacique teuna enorme canoa; nadie pregu



cómo había llegado hasta allí, auntampoco les importara lo mmínimo, pues si en algo se parecíalos salvajes era en su falta curiosidad. Como los indios taitaopensaban llegar más allá, exce

por la pequeña canoa que seguadelante por espacio de una semapretendía embarcarlos a todos

emprender inmediatamente el viSin embargo, en el señor Hamiltonparticular sentido de la autoestim

del orgullo habían sobrevivido aintemperie y el hambre, por lo queestaba dispuesto a continuar el v



sometido a las constantes vejaciodel cacique. Se la jugaría en ocanoa taitao, la que partiría durala siguiente semana, y después, a posible, se las apañaría copudiera para llegar a su desti

deseaba de todo corareencontrarse con ellos, y asegque rezaría por ellos cada noche,

igual forma que esperaba de eque hicieran lo propio por Cuando se marcharon, el se

Hamilton se despidió desde la plaaunque sería faltar a la verdad deque estaba solo, pues lo rodeaba u



cohorte de hombrecillos que apele llegaban a la altura del hombroasí se despidió de ellos, de pie ymarcial postura pese a los haraque vestía.

La enorme canoa

monstruosamente pesada: lo era mque cualquier otra cosa que hubievisto en posesión de los indios

requería de una forzuda tripulacicomo mínimo de seis u ohombres; pero por toda tripulac

tenía tan sólo al esclavo del caciqa Jack, a Tobías y a Campbell. capitán no podía remar, y el caciq



no estaba dispuesto a hacerlo; sentó en la cubierta, en compañíasu horrible esposa y del único hque le quedaba, y de vez en cuanse limitaba a charlar y a sonreír. increíble vanidad de aquel hom

parecía superar a su deseo supervivencia, puesto que arrimaba el hombro ni siqui

cuando su ayuda hubiera sido cappara no perder la embarcaciónmares encrespados, en ag

revueltas y en el millar de peligque acechan a quienes costeanlitoral más peligroso del mun



Seguía sentado, como un enorburro. Sin embargo, el tiempo nomostró tan antipático como cuandointentaron a bordo de la falúa: el se intensificaba a diario, pescaseaban las tormentas en t

regla, de modo que a fuerza de cuacanaletes hicieron avante haChiloé.

El cacique se jactaba a menude sus relaciones con los españoque habitaban Chiloé; asegur

conocer a cinco, a diez, a cincuede los indios de Chiloé, y siempre podía entrar en sus ca



donde le darían cordero, patacualquier cosa, pues de tal formaamaban y lo estimaban. Nadiecreía; nadie prestaba atención a atropelladas palabras, que alterncon horas de afectada seried

cuando no parecía dispuesto responder a pregunta alguna. regla general se dirigía al capit

que pasaba la mayor parte del tiemsumido en el silencio, tumbado enextremo de la canoa, débil y m

enfermo a medida que pasaban días. Nadie creía al cacique; ymedida que los días se arrastra



uno tras otro, apenas creyeron enexistencia de Chiloé. Parecía cosi, a partir de entonces, la vconsistiera en aquello, en uinnumerable serie de días, duralos cuales palearían la inme

canoa a través de millas, millamás interminables millas de aguamenudo hambrientos y siem

pelados de frío: un trabajo durorutinario a lo largo de toda ornada, mientras el inhum

cacique seguía sentado y hablanCada mañana se producía la febúsqueda a lo largo de la osc



costa de algo que comer, cualquier cosa, viva o muerta, pcalmar la extraordinaria angustiasus ansias; y después vendría onoche, en que yacerían tumbabajo cualquier cosa que pudi

cobijarlos.Abril se fundió en mayo

durante ese mes, a medida

arañaban la maraña de islas había al sur del archipiélago de Chonos, el cacique mató, en

ocasiones, más focas de las podía llevar, cosa que le animórepartirlas entre todos, aunque



resto del tiempo los remeros alimentaban como podían, o pasasin comer.

Durante la horriconcatenación de días conformaron el calendario de aq

mes de mayo, fueron aquéllos únicos momentos de alivio: en juno hubo ninguno. Nevó más

menudo, una nieve cada vez mgruesa. El capi tán pasaba todo el divagando; tenía las piernas horri

mente encogidas, como si padeciescorbuto, y su cuerpo estdesesperadamente delgado. Adem



daba muestras de una mayor vileno recordaba sus nombres, y llamMurdoch a Tobías. Dec«Murdoch, condenado villaquinientos latigazos», aunque atesoraba su carne de foca con

precaución de siempre, y cuandormía lo hacía con su cabeza sola foca, de modo que tanto su p

como su larga barba estaenmarañados por culpa de la grasa

Llegados al día del solsticio

solsticio de invierno, arribaron acabo situado en la isla más al node los centenares de islas



conforman el archipiélago. Lejossotavento, se encontraba el hotribal del cacique, un lugar mescuálido, y para dirigirse a Chilal menos eso dijo, siempre acercaban primero hasta ese ca

Había menos trozo de mar pcruzar, pero aun así constituía ularga y desesperada empresa para

bote descubierto: el cacique obsela rugiente mar y se persignó. observó con horror, y gimió

parloteó sin parar durante lo parecieron horas.Sería imposible asegurar qué



motivó para lanzarse a la aventupero seguro que antes de harecorrido una sola milla ya se haarrepentido. Para entonces ya había remedio: el viento soplaba fuerza por popa, y la canoa

deslizaba a gran velocidad graciauna pequeña y embarazosa vcuadra largada a popa, he

mediante pedazos de foca, sábanlos restos de la bolsa de lona capitán, cosidos con enredadera

suspendida en un trípimprovisado con palos del tipi. cuanto abandonaron el abrigo



ofrecía el cabo, el viento aumentótal forma que hubieran acabado tomar por avante ante el más lintento de alterar su rumbo; y pdespués de que fuera evidente,tablazón que formaba la cubierta

la canoa se partió de proa a popaagua entró a borbotones, perocanoa no se partió por la mitad, s

que se sostuvo gracias a los catopuntos de sutura que formaba vejada enredadera a ambos extrem

y, mientras todos a bordo achicabcomo posesos, logró seguir a flhasta que Campbell se las inge



para pasar una red enroscada aalrededor y tensarla como torniquete. Gracias a eso disfrutade cierta estabilidad, que embargo no disminuyó la vía agua; al cabecear la larga canoa

vía se abrió de nuevo y el agua fondo se unió al agua que entraba los costados. Ni siquiera achican

como lo hacían podrían librarseella, aunque mientras mantuvieranritmo conseguirían evitar hundi

Las horas pasaron lentamemientras el viento arreciaempujando el semihundido bote



seno de una ola a otra. Alrededorlas cuatro el cielo se cubrió de uplomiza oscuridad, y entonces nieve cayó envuelta en susursobre la mar. Era tan densa y caítal velocidad, que cubrió

hombros mientras se esforzaban seguir a flote, pese a achicar el acon todas sus fuerzas, y a menu

sucedía que la canoa se cubenteramente de blanco antes de el agua despejara la cubierta.

fortuna para ellos, la nieve encalun poco el estado de la mar yfuerza del viento, cosa que



permitió advertir el estruendoleaje que se formaba en distancia, a proa, entre las tiniebde aquella temprana noche.

El cacique nadaba como foca, y presa del miedo arrumbó

canoa directamente hacia rompientes de la costa con esperanza de sobrevivir, sucediera

que sucediera. Pero Jack no veíasituación de igual manera,desobedeciendo órdenes por prim

vez, apartó al cacique de su puelo empujó hasta tirarlo al fondo dcanoa, le propinó una patada



arrumbó a lo largo de la costa haencontrar aguas más calmas trasarrecife, de modo que pudiearrimar la embarcación a tierraponerse a salvo en la nevada code Chiloé.

-Bueno, señora -dijo Jack-;insiste debo obedecer. -Tomó o

chuleta de cordero, caliente comodemonio, de la parrilla, y se la sircon una cortés inclinación de cabe

Campbell -exclamó para imponeal rumor de las voces-, importaría servirme algo de beb



Toby, no te adueñes del pan, teruego. ¡Pan! -repitió mientras afectada lágrima surcaba sonrosada mejilla-. ¡Pan, oh, cóme gusta!

Estaban sentados en una m

que había en una alargada estanciatecho bajo. El capitán Chdormitaba envuelto en una mont

de pieles de oveja, junto al fuego, su lado había un tazón de camedio vacío; la estancia estaba

rebosar de indios de Chiloé, tahombres como mujeres: criatulimpias y atractivas cubiertas



ponchos bordados, qsorprendidas, observaban a invitados con cierta compasión enmirada. A esas alturas la noticia su llegada se había difundido todas partes, y un aluvión de rec

llegados llamaba a la puerta,cuando eran mujeres traían consmarmitas con cordero, cerdo, po

sopa, pescado y huevos: inconmensurable tesoro culinario.

-Huevos -dijo Tobías

aquella impúdica sonrisa, característica en él-. Huevos. Ja,a!



Campbell no decía ni pío, mocupado combatiendo los restos un estupendo jamón. El pladibujado en la expresión de su rosera tal que estaba cerca del dolores que hubiera llorado por cualqu

nimiedad. Comía y comía conmirada perdida en su escudilla.

La primera noche que pasa

en Chiloé fue terrible; habdesembarcado en una parte decosta completamente deshabitada

inhabitable, típica roca con pantanbosque impenetrable, y hubo momento en que creyeron que



capitán había muerto de frío. Al siguiente, cuando finalmente pusiela embarcación en condicionpalearon por la costa, a lo largoalgo más de diez agotadoras milcon la esperanza de arribar a al

lugar habitado aquella misma nocantes de que la tarde pudiera trotra tormenta. Entonces, de pront

sin que nadie lo esperase, enlejano extremo de una ensenrocosa, vieron un campo.

Fue un espectáculo increíbestando como estaban en aqremoto rincón del sur, en la front



misma que colindaba con las baldtierras de los salvajes, y bajomismo cielo monstruoso; no obstaallí estaba: un inconfundirectángulo de civilización, surcos que mostraban dónde ha

caído la nieve. Más allá viecasas, un pequeño pueblo iluminaEl cacique, exigiendo la pistola

recompensa, cebó el arma conpoca pólvora que les quedabapreguntó cómo dispararla. Campb

de naturaleza vengativa, le mocómo apoyar la culata del arma enbarbilla y le animó a apretar



gatillo. La pistola descargó un tirodel retroceso el cacique percuatro de los dientes incisivademás de caer en el fondo decanoa. Al oír aquel estruenalgunos se acercaron para ayuda

hombres de buen aspecto llevaban sombrero, y el precogido en un moño, ponch

calzones y polainas de lana. Por bajaron de la canoa; habían dejatrás aquella miserable vida p

siempre, y mientras pensaban en elos condujeron a una casa de very los instalaron al calor de



espléndido fuego.El cacique, que no dio la me

importancia a sus heridas, y quizá valoraba aún más aqupistola por su malignidad, transformó en un ser obsequioso

rastrero, y su charlatanería recibiórecompensa: los indios Chiloépermitieron acceder al interior de

casa sólo por ser, formalmente, cristiano, pero ni por ésas permitieron entrar hasta más allá

porche.Los jesuitas, sociedad difamada en ocasiones, fueron



responsables de convertir a indios Chiloé. Los habían librado peso que comportaba creer fantasmas y demonios que taoprimían a sus vecinos del sur, ypaso les habían enseñado la virtud

la caridad, el deber que tocristiano tiene de ser amable. Qufuese cierto que algunos de

últimos padres que pasaron porregión demostraron más apego al del debido, pero, aunque hubie

robado cincuenta veces lo robaqué duda cabe de que los indchiloé salieron ganando



diferencia, aunque sólo contaraalegría que tenían al enfrentarse avida. Sabían vivir como sehumanos, mientras que, por contrario, sus congéneres del sacosados por espíritus, no.

Casi era medianoche cuandolas apañaron para llevar al capiCheap hasta la casa; sin embargo

indios se apresuraron a matar uoveja con tal de alimenadecuadamente a sus invitados, c

que estos últimos apreciaron en tsu magnitud, a tenor de circunstancias pasadas. Comieron



parar hasta que salió la lunadespués durmieron durante horahoras, hasta el mediodía del siguiente. Desde entonces habcomido con escasas distracciondeteniéndose tan sólo de vez

cuando para comunicar a los indchiloé su eterna gratitud, estimaaprecio.

Pero incluso su apetito teníalímite, y en ese momento, encalurosa y soporífera noche, junt

la luz del fuego, mientras un gélviento soplaba en el exterior, levantaron uno tras otro de la mesa



después de inclinarespetuosamente ante sus anfitrioy compañía, se dirigiepesadamente a sus hondas camllenas de plumas, donde yacieguiñando los párpados ante el ca

del fuego, antes de hundirse en profundos abismos del sueño.

-¿Qué? -preguntó Jack, cuan

estaba ya a punto de caer en dicabismos.

-Tengo un pato -dijo Tob

lentamente, con los ojos cerradoun pato. Tres cuartos de pato, poacaso. Bajo la almohada.



CAPÍTUL0 14

La deslumbrante luz del sol c

sin piedad sobre la amplia plReal, en el corazón de Santiago, yfuentes en la taza de bronce brillaban en mitad de la plaza daforma a pequeños arcos iris resultaban muy agradables a la viEra aquella una noble pla

espléndida, bulliciosa, animadamagníficamente engalanada, algo m



apropiado teniendo en cuenta desde el palacio situado en la cnorte, el gobernador don José Ma(a punto de ser nombrado virrey Perú) regía todo Chile, desde árido desierto de Atacama hasta

lejana isla de Chiloé, al sur, mientdesde la catedral y el palaepiscopal que ocupaba la parte oe

de la plaza, el obispo gobernaba asuntos espirituales de la madiócesis del mundo. Mucha ge

(españoles, mestizos, indios diversas naciones, y, de vez cuando, un esclavo negro) entrab



salía de las cámaras del consejo, cortes de justicia y la preciprisión; muchos subían y bajaban amplios e imponentes peldaños dcatedral, y algunos otros, que tenían negocios ni con el obispo

con el gobernador, caminaban blos porches. Allí se alineaban tiendas que se extendían hasta

extremo de la plaza, donde instalaba la tribuna para las corride toros. En éstas los españo

tanto entonces como ahora, celebde forma tan particular las fiesmayores que señala el calenda



cristiano.Una tremenda animac

reinaba en aquella escena: gencaballos por doquier, mulas gualdrapa escarlata, muchachos los jesuitas cubiertos de capo

rojos, una delegación de jearaucanos ostentando su facha bárbaro esplendor, más caball

bastante ruido y, por encima de toel descarnado brillo de los rayos sol. Sin embargo, bastaba con s

de la plaza Real, pasar por la iglede los Dominicos, pasar por ventanas enrejadas de la sede



Santo Oficio, comúnmente conoccomo la Santa Inquisición, pencontrarse en amplias y silenciocalles, con semejante número árboles alineados frente a ventanas que el paseante tenía

impresión de caminar al amparoun bosque. Las calles se cruzaunas a otras en ángulo recto, p

además de dicha regularidad, visitante ocasional hubiera creencontrarse en las afueras de u

población, puesto que las ca(todas ellas de una sola plandebido a los terremotos) esta



edificadas de modo que distaran ude otras, y a la mayoría de ellas rodeaba el muro que daba a ardín, sobre cuyos coronamien

asomaban más ramas de los árbode modo que los edificios en

apenas alcanzaban a verse.En el patio de una de es

casas, lo bastante cerca de la pl

Real como para que el bulliciotransportara hasta aquel lugar olía a naranjas, vivía el doctor Ge

un anciano físico escocés. Digentilhombre, después de hamantenido tanto su lealtad a



religión de sus antepasados comla Casa de los Estuardo, descuben 1715 que lo habían proscrito.abrió ante él hasta el último condel mundo, al menos la pacatólica, y no carecía de cierta su

de dinero en el bolsillo. Por tanescogió el mejor clima de la padel mundo de que disponía y lleg

Santiago, donde había pasado últimos veinte años curando a regentes españoles de Chile

plantando cactus en el patio. El haprosperado, al igual que sus cacApenas había sitio para el jardin



en su propio jardín, pues enormchumberas lo amenazaban con innumerables pinchos hasta en último rincón; justo sobre su cabeun gigantesco céreo extendía peligrosas ramas; bajo sus pies,

que le obligaba a caminar con paso tonto, de puntillas, incontabtubérculos mamilíferos surgían

rincones diminutos. Pero pese exótico entorno y a la pelespañola que cubría su cabeza,

doctor Gedd seguía siendo escocés de tomo y lomo. Hablcastellano con el inconfundi



acento de Auchtermuchty, y en aqpreciso instante se encontraba mitad de su puntiagudo paraescuchando con una sonrisa en labios los tímidos gemidos surgían del interior de su gaita.

A través de un pequeño jarverde y particular, por una puereservada a las amistades, entró D

Juan de las Matanzas, un aleespañol con tres hoyuelos en barbilla y un capote azul cielo,

introdujo como pudo su constitucpor entre tan puntiagudos peligrantes de sentarse, sin aliento, en u



silla. Al instante se puso en soltando un alarido, y el doctor Gcorrió hacia el par de pinzas, mcercano, y es que aquel patio estplagado de ellas para alivio de visitas.

-Eran tallos de mi spinosissi-dijo en tono de reproche-. Perohace falta que se disculpe, no

disculpe.Volvió a tocar la gaita. D

Juan le observó nervioso, aunque

funcionamiento de aquel ingeniohabía sido explicado de antemanomás tranquilo, extendió un pañu



que depositó sobre un escalón piedra, antes de sentarse en él.

-¿De veras que en su Escotocan a menudo ese instrumento, Patricio? -preguntó. El docasintió-. Entonces -añadió Don J

mientras su mirada se dejarrastrar por la fuerza divertimento- no me extraña

abandonara su tierra. Ja, ja, ja! así siguió, moviéndose de un ladotro mientras golpeaba con el pu

una de sus rodillas-. No sé cópudo usted aguantar tanto tiempo.-Vamos, vamos -protestó



testarudo doctor Gedd-; ya se reído usted suficiente por hoy. ¿tiene nada mejor que hacer que rede mi exilio, por Dios? ¿Qué dice?

-¡Menudo genio! -exclamó D

Juan secándose las lágrimas-. ¡Qgenio más susceptible! Soy agradable conversador, ¿no es a

Pero he venido a decirle que yaencargan de los herejes de amigos. Hemos recibido noticias

que viajaban a bordo de un paquprocedente de Valparaíso, y Ramme ha informado de que el cap



general escribió carta al gobernaconforme debía enviarlos allí, y dicha carta se recibió el pasado m

-¿Y dónde están

este momento?Don Juan exten

ambas manos.

-¿Quién sabe? -preguntó a vez-. Su excelencia de Valpara

habrá leído la susodicha carta a esalturas, o quizá no. Quizá la leapróximo mes y actúe para el día



San Isidro, aunque, por otra paquizá no lo haga. Mi querido ami

si no vuelve a reparar en ello, qusea para bien. Recibí carta de Miguel Herrera, de Chiloé, enmismo paquete. En ella me dice uno de los jóvenes es una suertehechicero y que otro de ellos eslibertino. Escuche: «El feo y can

hereje curó a doña María de inveterada torpeza y temblores textraer tres áspides y un sapo de

cuerpo. El rubio grandote juguecon el afecto de la sobrina del rechasta tal punto que tuvieron



encerrarla cuando embarcaron haValparaíso. También blasfemó de horrible guisa que hubo un terremoel cual rompió, tan sólo en mi catres platos azules, que cayeron ser despedidos de la estantería». D

Patricio, ¿no cree que ya ha tensuficiente relación con sus paisanopreguntó Don Juan con inter

mientras con la cabeza señalhacia los curiosos sonidos proferían el capitán Cheap y el se

Hamilton al disponer preparativos de nochevieja-, copara relacionarse con esos here



libertinos y hechiceros?El doctor Gedd no tuvo m

remedio que detenerse, y llegadoestas alturas quizá sea momentoreseñar que el capitán y el restotripulantes del Wager , después

arribar a Chiloé, habían abandonsus belicosas intenciones contra españoles y se habían rendido

muy buena gana. El gobernador disla los recibió en calidad prisioneros de guerra, y a petic

del capitán Cheap despachó un bhacia el sur que, al regresar, trajovuelta al señor Hamilton.



tardaron en abandonar la prisiónlas amables gentes de Chilpasando por alto el hecho de eran enemigos y de que, de no por un capricho de la fortuhubieran apresado sus barcos y qu

quemado su pueblo, los invitarovisitar todas las casas • mientrasadministración, a la manera

mediar de los españoles, decidía debía hacer con ellos. Fue por aqentonces cuando Tobías, fiel a

doctrina del señor Eliot, llevó a cla curación que tanto se reprochaba; fue en el pueblo



Chaco, donde también Jack se haganado a pulso su reputación blasfemo. Ambos estaban alojaen casa de una familia en la había muchas hijas, muchachas malegres, y un buen día una am

indio que pasaba por allí entró pmostrarles orgulloso su más recieadquisición, consistente en

estampa impresa y coloreada diversos santos. Las muchachperfectamente educadas a la man

del país, besaron a los santosmedida que se los iban pasando.-Supongo que eres demasi



hereje como para besarlos -dijomayor de ellas.

-Sí -admitió Jack, y despañadió una de sus risotadas más bestúpidas-: Ja, ja, ja!

Al instante se produjo

temible estampido seguido por crujido peor que el del trueno:suelo se sacudió bajo sus pies, y

levantó un polvo de mil demonEra un terremoto. Todos se apartacorriendo de las puer

maldiciendo a Jack y tropezanunos con otros sin piedad. El tembno duró mucho y no causó gran



destrozos, pero bastó para enfriaalegría de su estancia, y fue culpable de que Jack pasara algudías de gran nerviosismo. Jamvolvió a mencionar a un santo sin particular reverencia y amabilidad

sin levantar una nerviosa miradacielo.

Pero nada de eso le puso n

mitad de nervioso que las temibcosas que le habían sucedido Castro, la otra población. Allí

alojaron en casa del clérigo, anciano caballero muy amistosoque cuidaba su igualmente ama



hermana, una viuda muy valorada todos los hombres por sus pastede cordero. Pero ésta tenía a su una hermana, una gruesa jovencon mostacho y una manparticularmente singular

mordisquear su pipa. Muchas de mujeres de Chiloé fumaban en ppero pocas lo hacían con el mis

celo que la señorita Marta; segúndecía, siempre que estaba furifumaba hasta que el humo le salía

las orejas. Decidió que se casacon Jack, que era un hombre matractivo ahora que por fin volví



alimentarse bien: rostro sonrosade alegre expresión y unos brillanojos azules; de modo que envió atío a explicarle que debía convertiinmediatamente para poder anuncel compromiso sin mayor demo

Resulta imposible describir cuápadeció Jack durante el tiempo pasó en Castro: su ros

empalideció, tenía la mirada perdy apenas era capaz de comer máscinco veces al día; y, por supue

amás (o casi) volvió a sonreír haque estuvieron a bordo del barco debía llevarlos a Valparaíso,



incluso entonces esperó a perdercosta de vista para hacerlo.

En Valparaíso, el capitán Chey el señor Hamilton, que habretenido sus respectivos empleos quienes, por tanto, se les tenía

oficiales, fueron enviados a Santiarecibidos por don José y puestoslibertad bajo palabra, con la liber

de vivir donde quisieran. Fuerovivir con el doctor Gedd, queapresuró a ofrecerles su hospitali

en cuanto supo de su presencia enciudad. Resulta reseñable el retuvieran sus empleos pese a



terribles complicaciones siguieron a lo sucedido a bordo Wager ; pero por aquel entonces cosa habitual, puesto que a tenorlas reglas de la guerra, tal y comocontemplaban en aquellos tiemp

cualquier oficial apresado empleo de su rey podía acaahorcado, acusado de piratería. Ja

Tobías y Campbell no tenían nque mostrar; los guardiamarinas, no tener papeles que demostra

nada, y Tobías, por haber perdlos suyos, y por tanto se les trcomo a simples marineros. El cap



Cheap, cuyo carácter camcompletamente a medida que recuperándose, intentó explicar peculiar posición de guardiamarinas en la Armada realcuanto arribaron a Santiago,

insistió mucho para que liberaran. Lo cierto es que nadieprestó mucha atención: los oficia

tenían que preocuparse de toChile, y aunque algunos eran mamables, pensaban que habría tiem

de sobra para considerar aqparticular al cabo de uno o dos año tres quizá. Entre tanto, aque



óvenes podían quedaperfectamente en Valparaíso, sotodo teniendo en cuenta que parecían personas de bien.

-En mi opinión -dijo Don Jde las Matanzas, cogiendo una esp

clavada en su pierna con diligecuidado-, habría sido mejor que hubiese importunado usted a

José. Estarán mucho mejor Valparaíso. Los hechiceros y libertinos, querido don Patric

siempre están más a sus anchas all-Me pregunto dónde estarárepitió el doctor Gedd.



-Cien contra uno a que siguenValparaíso -apostó don Juan-; cque una carta mía a mi priZurbarán, de carácter extraoficlos retendrá allí. -Lo que dijo nohizo por malicia hacia

prisioneros, sino por la cálamistad que le unía al doctor Geque en diversas ocasiones se ha

arruinado a causa de su generosiy quien, en aquel momento, distmucho de ser alguien rico, ya

sólo los más honorables de pacientes le pagaban, así de incaera a la hora de apretar las tuerca



quienes le debían algo, además que la mitad de las visitas contaban entre los pobres.

No obstante, Don Juan anderrado. El gobernador de Valparaera un anciano avaricioso;

bastante ciego y tenía un pie entumba, pero seguía siendo igual agarrado que siempre. Le pare

que aquellos indeseables prisionede guerra caerían en sus garras, no le remunerarían las pocas pata

pastosas que les permitió comerque aquella situación quizá duraños; por tanto, había aprovechado



primera oportunidad que se le pustiro para librarse de ellos. Al cade una hora de recibir orden despachar a los cautivos a Santiaempezó a urdir un plan pcumplirla sin gastar una sola mone

de modo que en aquel precmomento, el mismo sol brillante cluz bañaba la plaza Real ilumin

su caminar a través del paso Cuchillo, mientras cantaban vehemencia y azotaban a

estupendas mulas que brilla«como chaquetas de lona, huhurra», y que, en consecuencia, «



dejarán de amar las olas, de nochde día, y los pequeños borreguilde noche y de día».

Debían someterse a las órdede Pedro el Tuerto, al meformalmente, pues era el mulatero

séquito de este tal Pedro consistíaciento cuatro mulas, cargadas toellas con valiosos bienes

Valparaíso, con destino a Santiagocerca de una cuarta parte de mulas eran jóvenes y no esta

acostumbradas a que él condujera; no tenía tiempo de hael ganso. El viaje no había empez



del todo bien: A Pedro lo hallamado el gobernador, quien ordenó llevar a los prisioneroSantiago. Debía hacerlo sin recnada a cambio de sus esfuerzporque los prisioneros de gue

pertenecían a la misma categoría los envíos de carácter oficial, cuales estaba obligado por ley

entregar de forma gratuita. Tamporecibiría nada para su manutencen lo que durara el trayecto.

-Podrán pasar con lo judurante cinco días -dijo gobernador-. Están acostumbrado



las privaciones, y cinco días supone nada para ellos.

Por tanto, Pedro emprendiócamino con cierta manía hacia acompañantes, aunque tras su oscy peligrosa apariencia externa l

un corazón de oro, y los paqueoficiales mostraron tanto celo ahora de perseguir a las mulas m

rebeldes y conducirlas de vuelta acaravana que, antes de finalizarprimer día de viaje, Pedro ya

había reconciliado con su presenSu trayecto llevaba por altos pasovastas praderas, y en estas últim



las mulas, tanto las nuevas como antiguas, se distraían con cieregularidad de la disciplinada banque seguía a la abuela, una pequyegua de pelaje rubio que llevuna campana, y en los caminos m

angostos que discurrían entre rocas las mulas más disciplinadasrevolvían entre las dem

mordiéndolas y propinando cocediestro y siniestro. Había muccosas en las que podían ayuda

Pedro, y éste les fue cogiendo cariño que aumentó día tras día. noche, cuando se tumbaban, con



estómago lleno gracias a amabilidad del mulatero, envueen sus ponchos alrededor de un bfuego, éste les hablaba sobre naturaleza de los antepasados cada una de las mulas, sobre

mulas en general y sobre su vidamulatero.

Habían alcanzado la cúspide

un paso, que se estrechaba a trade rocas erosionadas hadesembocar en un espacio abie

Bajo ellos se extendía la ampliparda llanura, surcada por un ríoaguas plateadas. Más allá, recort



contra el muro de nieves eternaslos Andes, estaba la ciudad Santiago.

-Santiago -dijo Pedro el Tueragitando la cabeza con ciedesaprobación.

-¿Llegaremos hoy?

preguntó Jack.

-No -dijo Pedro-,

llegaremos. No hasta mañana pormañana. Y si no tuviera cierobligaciones, no llegaría nunca.



llevó a Jack para hablar en un apay le aseguró que aquella ciudad

lugar de injusticias, falsedadextravagancias, vicio y locura. Lplaceres de la ciudad no eran ncomparados a los placeres derivade la conducción de un disciplinséquito de mulas; no había vida mfeliz e inocente que la de un mulat

saludable, que disfrutaba de uexcelente compañía y que vmundo; también dijo a Jack que te

futuro en la profesión. Era el dede Pedro, dijo, entregar a Jack sus amigos al gobernador; pero en



calidad de marineros descalzos oficio ni beneficio, los pondríanlibertad, y entonces Jack no tenía qué quedarse en Santiago, sino podría personarse inmediatamentela posada de los mulateros, don

Pedro lo contrataría a cambio siete piezas de a ocho al mes, mcomida, de modo que Jack te

motivos de sobra para estar alegre-Cuando quieras -dijo Pe

adelantándose para guiar la abu

rubia de camino a Santiago-, cuanquieras.Y ese «cuando quieras»



repitió dando palmadas en la espaa Jack, como si éste fuera una mnerviosa, cuando entregó paquetes al centinela que montguardia en el exterior del palacio gobernador, a la mañana siguiente

-Recuerda lo que te propusdijo al volverse mientras adentraba en el patio y se llevaba

dedo a la nariz como si fuera useñal convenida entre él y Jack-. y el feo... cuando queráis.

-Su excelencia desea verloanunció un secretario que lucía ucapa negra-. Aguarden aquí



momento.-¡Que me parta un rayo! -d

Jack mientras se disponían a espeen aquella estancia de mármol ybaldosas blancas y negras, despegar la mirada de la impone

escalera-. Me hubiera gustado polavarme esta semana, y que al metuviéramos un peine.

-Los ponchos cubren bastantdijo Campbell, como quien inteconvencerse a sí mismo. Un pon

se compone de una única pieza tela, con un agujero por el introducir la cabeza (en eso no d



demasiado de una tienda, pensamos que quien la viste esposte que la sostiene), que alrededor del cuerpo uniformidad, disimulando, en el cde Jack, un gastado y viejo calzón

lona agujereado y una cammanchada y encogida que hapertenecido a un jesuita, caball

cuya caridad era más grande quepersona; el poncho, al ser lartambién cubría los pies desnudo

callosos de Jack, más parecidounas pezuñas de lo que el priBrocas, orgulloso de la esb



elegancia de la pierna familhubiera deseado.

-Toby-dijo Jack-, te agradeceinfinitamente que te quitaras horrible y pueblerina cosa de lanSe refería al gorro de dor

portugués, que pese a su indudaresistencia estaba a punto deshilacharse por completo;

embargo, Tobías parecía minteresado en dar saltitos de ubaldosa a otra, calculando cuán

movimientos necesitaría el cabapara desplazarse del punto A, punto B.



-Buenos días, caballerossaludó don José, que apareció súbito a su espalda, a través de upuerta-. Es un placer darles bienvenida a Santiago. Estoy mcontento, y desearía que

circunstancias fueran otras. encuentran bien? ¿Del todo biDeben de haber sufrido lo indecib

privaciones, miseria, humedad, fmiedo.

Jack no había pasado ta

tiempo entre españoles como parahaber aprendido a decir las cocon amabilidad:



-Señor -exclamó-, nuestsufrimientos son pago de poca moante el honor que nos hace vueexcelencia al recibirnos, y el plade conocer los dominios de vueexcelencia.

-Eso mismo -d

Toby.

-Muy bien... Excelente -dijo

José, que en parte hablaba de manera porque su cabeza pasaba



un asunto a otro, y porque ademcreía que dicho lenguaje sería madecuado para unos extranjeros un continuo torrente de palabras-. obstante, todo ha terminado... Hllegado a puerto y pueden plegar

velas hasta el final de la guerrhasta el final del presedesacuerdo. Y mi consejo, jóve

caballeros, es que disfruten todoposible hasta el momento de intercambio, pasen una temporada

uerga y diversión: nuncpede libulsando, tellus, y Santiago es excelente lugar para ello. -Dic



esas palabras, se inclinó, les pique se retirasen y ordenó a un ofique los guiara hasta la casa doctor Gedd.

Éste pareció tan contento verlos como si hubieran sido u

valiosa adquisición para su hogarcapitán Cheap y el señor Hamillos recibieron con los bra

abiertos; y Paquita, el ama de llavcocinera y organizadora en geneuna negra panameña de forma

esférica como pueda concebirseeste imperfecto mundo, sirvió inefable surtido de pescados, car



y aves. Era su misión en la valimentar a los demás; por tanto,vocación se había visto seriameamenazada, ya que el doctor Geddcontentaba con un poco de pan ytazón de caldo y, para la go

desesperación de Paquita, hombre profundamente abstemio.capitán Cheap y el señor Hamilton

habían complacido al ser persode considerable apetito; pero JaTobías y Campbell superaban

más hondas esperanzas. Ante ojos tenía la avidez andante, la gpersonificada en aquellos t



muchachos, y podía confiar en engullirían todo lo que tuvieranalcance de la mano, y que levantarían de noche para preguntasi había comida fría, una docenahuevos duros, una cesta de pera

En algunas casas quizás hubiesupuesto un problema, una carpero en aquélla no. Quizá

pacientes del doctor Gedd no pagaran siempre, pero ninguno ellos era tan desagradecido co

para no hacerle algún que opresente: rosas, lilas, un estupenpescado, espléndidos melocoton



un jamón cocido... A veces, el paposterior de la casa estaba a rebode cabritillas, ovejas, cerpequeños, e incluso de vaparturientas, regalos todos elloshasta entonces, todos ellos

deseados.Pero un deleite aún m

agradable los aguardaba en casa

doctor Gedd: noticias, noticias demás detallado acerca de la escuadYa en Chiloé habían oído que

ingleses estaban en la costa; en cdel doctor supieron que Centurión, el Gloucester , la pequ



Tryall e incluso el pingue Anhabían llegado a salvo, que se habpertrechado en Juan Fernández y en ese momento jugaban al gato yratón con los barcos españoObtuvieron todos aquellos da

gracias a españoles que habían scapturados en diversas prepasajeros que recorrían la costa

arriba abajo, y a quienes se haliberado en cuanto se presentó ubuena oportunidad. Todos

mostraban muy amables al hablar comodoro; ni uno siquiera dejó reconocer que lo habían tratado bi



y la reputación de la Armada r(por fortuna para los prisioneros)mantuvo al nivel que el propio seAnson deseaba. Una razón para eestribaba en el contraste: los úniingleses que habían alcanzado

costa del Pacífico antes que piratas y los bucaneros (a excepcde Narborough), y

comportamiento, habían sido ocasiones tan crueles, monstruosos, que el solo hecho

nombrar a su nación hacía temblala gente de horror y temor. Descubque los ingleses podían comporta



como seres humanos suponía, tanto, un tremendo alivio paquellos españoles que ecapturados, y a sus ojos un aextraña y angelical parecía flosobre la cabeza del comodoro

incluso sobre los gruesos miembde su tripulación.

Aún debían llegar más notic

e l Severn y el Pearl no se habperdido; tan sólo habían quedmaltrechos. Tuvieron que volver

donde habían venido, y al parehabían alcanzado la costa de Brsin mayores contratiempos; es m



quizás algo aliviados. Pero, por oparte, de toda la escuadra poderosos navíos españoles intentaron doblar el cabo de Hornni uno solo había logrado llegatiempo para defender el Pacífico.

intentarlo habían perdido Guipúzcoa, su 74 cañones,

ermiona, de 54, al San Esteban,

40, y también una corbeta de veicañones. Por su parte, el Asia,buque insignia, yacía con la quill

la intemperie y completamedesarbolado en el Río de la PlTan sólo el Esperanza, de cincue



cañones, pudo reponerse pintentarlo de nuevo; en aqmomento se había hecho a la maral parecer se encontraba por debde los 60 grados de latitud, mienel almirante español, en compañía

sus muchos oficiales, hadesembarcado para atravesar tierra el continente y aguardar

llegada en los Mares del Sur. Fueellos quienes trajeron las nuevalgunos días antes de que Pe

llegara a Santiago acompañado los jóvenes tripulantes del Wager.-Han tenido que ve



caminando -dijo el capitán Chvisiblemente satisfecho cuando explicó lo sucedido-. Comprendeque está lejos de mi intención cula Pizarro; pero después de sucedido, no creo que los españo

se jacten ante nosotros.De modo que habían recib

excelentes y reconfortantes notic

de sus amigos, noticias que aliviaron mucho, que les permitierecuperar parte de su fonde

autoestima, al igual que una fuentecomida inagotable, una buena camel clima más agradable del mun



Al parecer estaban condenadosobedecer las órdenes de enemigos, consistentes en pasatodo lo bien que pudieran. Entoncen un inusualmente brusco vuelcola fortuna, todo cambió; la alegría

volvió consternación, una amaaflicción sustituyó al canturdespreocupado y el hogar del doc

Gedd se convirtió en una casa plañideras.

-¿Qué sucede? -preguntó Tob

al ver a Jack, que entraba corrienen el patio del establo con el ponal viento y el rostro lívido de



desesperación.-Don José nos ha pedido

comamos con él -exclamó Jack heuna furia.

-Qué amable por su parte. Sun verdadero placer -dijo Tob

mientras ayudaba a un par de tórtoa disponer sus huevos.

-Nos ha invitado para

comamos con el almirante españosus oficiales -dijo Jack-. ¡Oh, vaque me parta un rayo! -excla

acompañando sus palabras de hondo quejido-. Y pensar que npresentaremos con semejante fa



ante la Armada española. Toby,eres un tipo de naturaleza mfilosófica, pero yo no creo que pusoportar esta humillación. tampoco los demás, que esprofundamente aterrorizados.

Incluso en el presente sigcuando la ropa significa poco comparación, resulta ha

desagradable encontrarse vestido una ordinaria chaqueta cuando demás lo hacen de largo. Por aq

entonces, la ropa masculina espléndida, costosa e importanteabismo entre un poncho y el vest



adecuado, de cara a una comidacarácter oficial, era vasto inconmensurable.

La ropa de gala no era barataninguna parte, y en Chile la ropacorte europeo y de tela europea

extraordinariamente cara. El docGedd distaba mucho de adinerado, y era por todos conoc

que había prestado toda su exifortuna a un apotecario que estababorde de la insolvencia. Debían ta

al buen doctor, que no podían pednada más; y en cualquier casohabía ausentado durante unos días



que hacía de aquella opción amaterialmente imposible.

Caminaron por Santisumidos en la más profunda de melancolías, ánimo que transmitíasu alrededor, en las silencio

calles adornadas con árboles, y Jacon intención de ahorrar a Tobcualquier monólogo filosófico

pudiera orquestar en el interior demente, le explicó durante cietiempo la imposibilidad de recha

la invitación, algo que no se hahecho jamás, al menos que supiera, y que además result



cobarde. Aunque, explicó, tampopodía plantearse el hecho aceptarla. Por su parte, a Tobíasbastaba con ir vestido con un sacoincluso (teniendo en cuenta el btiempo que reinaba en la zona)

nada en absoluto; era de mente mhumilde y orgullosa a un tiempo Jack; humilde porque no suponía

su persona pudiera interesar a nady orgulloso al no dar por sentado su persona pudiera mejorar adorn

con un lazo dorado y tafetán. embargo, se sentía muy preocuppor el ánimo de su amigo, y



estrujó la cabeza para dar con usolución a su dolencia.

-Supón -dijo- que enseñgriego al hijo de doña Francisca,y como ella me ha pedido repetiveces que haga. Eso supondrían s

reales a la semana; y supón que tila amabilidad de pagarme adelantado...

-Mi pobre Toby-responJack-, en todo caso necesitarías años de lecciones para comprar u

sola capa. El muchacho estcriando malvas para cuando griego nos proporcione cap



chaquetas, camisas, zapapelucas... Vayamos por aquí.

Se encontraban en la calle Santander, y después de doblar calles más llegaron a la plaza REl gentío empezaba a dejar de ser

ante la cercanía del mediodía, pbajo la sombra de la arcada delimitaba la parte sur de la pla

frente al palacio, había cientos personas inmóviles.

-Allí -dijo Jack deteniénd

frente a la puerta de un sastre-. ¿ves? Tela de lo más ordinaria, Tolo justo para cubrir las necesida



del lugar. Pues bien, son once piede a ocho la yarda. ¡Oh, que me paun rayo! -exclamó antes de darpaso atrás, presa de la indignaciócaer en brazos de un espléndoficial español.

-Señor -dijo recuperando equilibrio-, ruego que me perdone

-Señor -contestó el ofic

español dando un paso atrás pdisponer del espacio necesario copara llevar a cabo la compl

reverencia y el saludo propio detierra-, le ruego que tenga amabilidad de aceptar mis disculp



Güiro.Jack respondió con toda

elegancia que el poncho popermitirle desplegar (no mucha, pqué engañarnos), y después de agosu conocimiento de expresio

educadas en castellano, se limitsonreír.

-Güiro -repitió otro-. Manuel de Güiro.

-¿Tú qué crees, Toby? ¿estará maldiciendo? -susurró Jack



-Yo diría que es su nombrrespondió Tobías-. Creo que es u

forma de presentarse; intenta decel tuyo.-Byron -dijo Jack sin demasi

convicción, y acto seguido el rosdel español, que se haensombrecido un tanto, se ilumiDespués presentó a Tobías de

misma guisa, y les invitó a tomaran un chocolate con él. Jamdejaban pasar una sola oportuni

de homenajear sus estómagos,aceptaron al unísono.-Soy el séptimo teniente



sia, el buque insignia del almiraPizarro -dijo mientras tomaasiento-. Creo que tendremos honor de reunimos con ustedespróximo sábado en casa de don Jo

-En efecto -dijo Jack-. Don J

ha tenido la extraordinaria... ¿debo decir?

-Benevolencia apuntó Tobías.

-... La extraordina benevolencia invitarnos.



Don Manuel percibió la faltaentusiasmo. Miró a Jack y Tobíasoltó un:

-Ejem. -Después de una brpausa, dijo que se sen

particularmente dichoso de haberencontrado, y que igualmente teintención de personarse en la c

del doctor Gedd, porque estdecidido a ofrecerles sus servicSu madre y sus dos hermanas hab

sido apresadas por el Centuriónsu travesía a Valparaíso deCallao (su familia vivía en Chile



las habían devuelto a sus amistadencantadas de la vida después semejante aventura-. Por supuedaban por hecho que iban asesinarlas -añadió don Manupero según parece los oficia

tuvieron que desmontar sus cabipara que tuvieran espacio, y guardiamarinas enseñaron a Maru

la pequeña, algunos nudos, y despla enviaron a tierra con un pingüamaestrado. La niña no deja

hablar de ellos: el aspirante Augusto Keppel, el aspirante Guillermo Ransome y, por último



aspirante don Pedro Palafox.-Ja, ja! -rió Jack, de

espléndido humor-. De modo esos viejos lampazos sobrevivido. Señor -dijo cambianal castellano-, no podría us

habernos dado mejores noticias.-Qué persona tan amable

encantadora -afirmó Tob

estrechándole cálidamente la manocontinuación, don Manuel les hade los tres meses que había pas

en Inglaterra. Había estado en unolos primeros navíos de gueespañoles que fueron apresados



tuvo que esperar a que los españocapturaran a algunos oficiaingleses antes de que pudieliberarlo. Dijo que antes de pollegar a un acuerdo con un mercaneutral, había pasado muc

penurias económicas; al parecsegún dijo, era aquella uexperiencia muy común

ciertamente, muy desagradable.-Así es-dijo Jack-,

desagradable, infernalme

desagradable. Y-añadió en voz baacercando la silla hacia la de Manuel, mientras señalaba con



movimiento de cabeza a Tobías, qen aquel momento pensaba en musarañas-aún es peor, porque, vusted, mi compañero de aquí espresumido. El solo hecho de penque tendrá que presentarse en

palacio vestido de esa guisa, le penfermo.

-Comprendo perfectamente a

amigo -admitió don Manuel, observaba con mirada compasivaausente Tobías-. No imagino n

más terrible; antes preferiría tomparte en una docena de batallaseso que jamás se me ocurrió pen



que fuera del tipo de personas prestan atención a esos detalles. tiene aspecto de ser, si me permdecirlo, un hombre de mundo.

-Sin embargo le sorprendesaber de qué forma se inqu

cuando repara en los lazos, bordados y las chaquetas ribetead

-Ya veo -dijo don Manuel-;

permitamos que el pobre caballsufra más. -Ya continuación, ofrea Jack dos mil piezas de a ocho.

-Vamos, señor -dijo Jmientras hacía ademán incorporarse-. No creo que sea m



amable por su parte reírse nosotros de esa forma... Si conocimejor el español... -y añadió inglés-: le diría la bajeza qdemuestra al hablar de esa formdespués de haberse mostrado

amable; y si tuviera una espadmano, le exigiría una reparación.

-Es una suma de la

dispongo en una caja -explicó Manuel-. Y no tengo nada en qemplearla, se lo aseguro: le esta

eternamente agradecido si aviniera a aceptarla -dijo llevándla mano al corazón con cie



simpatía-. Les ayudará a disfrutaralgunos placeres hasta el momedel canje -añadió con una conviccque hizo patente su sinceridad.

Jack no estaba acostumbradtragarse las palabras, aunque sí

hizo en ese momento, y lo hestupendamente, reconociendo gratitud con todo lo que daba

dominio del español. Entonces, mirada se iluminó al dar paso a tuna serie de intensas emocion

entre ellas un tremendo alivio anthumillación que podría eviaunque la mayor de las emocio



era haber sido objeto de magnanimidad de don Manuel. Sa Tobías de su estupor, diciendo:

-Don Manuel nos ha ofrecdos mil piezas de a ocho; creo quelo más noble que he oído en toda

vida.-¿Eh? -preguntó Tobías-.

usted muy bueno, señor -d

inclinando la cabeza ante Manuel-; pero ¿ha visto a ese homde las serpientes, el que está junt

la fuente de bronce?-Vamos, Toby-exclamó JacPor favor, no seas payaso. Dos



piezas de a ocho. Piensa. Reflexio-¿Qué son esas piezas de a o

de las que tanto hablas? -preguTobías, que muy a su pesar apartómirada de la multitud que apelotonaba alrededor del doma

de serpientes-. ¿Ocho qué?

-Ocho reales, bobo-Ah.

-¿Sabes cuánto cuesta el mecaballo del doctor Gedd? -preguJack, provocado por la frialdad de



amigo ante semejante noticia-. Cocuatro piezas de a ocho. ¿Sa

cuánto dinero paga por una oveCuatro reales. Don Manuel ofrece quinientos caballos, cuamil ovejas, un rebaño o una manentera. ¿No te sorprende, Toby?

-¿Por qué razón cree necesitamos cuatro mil ovejas?

preguntó Tobías observando curiosidad al oficial español.

-¡Oh, bah! Debe usted discul

a mi compañero, don Manuel. inteligencia no le habría llevadoninguna parte; pero ahora, después



tantos sufrimientos, se ha vueltopoco estúpido. Por mi parte...

-¿O tantos caballos? Bastacon uno, o quizá dos, por cabezmurmuró Tobías-. Quinientos resude lo más ostentoso... excesivo.

-Por mi parte -continuó Jhaciendo caso omiso de las palabde su amigo-, me siento más feliz

lo que puedo expresar con palabra-Y continuó con una retahíla sugerencias y disposiciones p

devolver el dinero, un envíoLondres, entre otras, o un pagaré desembolsaría su agente en Lisboa



Pero aunque el repentinoraudo entendimiento no era siemcaracterístico de Tobías cuanestaba concentrado en alguna ocosa, logró de pronto entendercabo de unos segundos, y por e

interrumpió a Jack al incorporarsecon toda solemnidad, dirigirse a Manuel de la siguiente forma:

-Señor, permítame decirle qusted no sólo me reconcilia connación, sino que me obliga a m

con otro prisma a la humanidadgeneral. Señor, podrá usted consulas páginas de su Plutarco de



principio a fin, sin encontrar ejemplo más brillante de humanipara con el enemigo capturaSeñor, Heródoto cuenta... Señor,leer del estudioso Joseph...

Don Manuel, de ori

mediterráneo, estaba acostumbradla elocuencia, pero en cuanto Tobdesplegó toda su gratitud, se sin

turbado, sobre todo cuando empezhablar en griego y en latín, lengcon las que don Manuel no estaba

buenos términos.-Oh -suspiró en voz baprovechando una pausa en



Hermipo y Agatemero-. Spretendía ser de ayuda, de modo su estancia sea más placentera haque se concrete el canje prisioneros. Caballeros -dijo a mode despedida-, soy su humi

servidor.-Don Manuel -exclama

ambos a una, arrastrando por

polvo los respectivos ponchos inclinarse-, vuestros muy humildeagradecidos...



CAPÍTULO 15

«Hasta el momento del canj

Era precisamente la expresión siempre acudía primero a sus labcasi tan a menudo como «Cuanseamos canjeados». «No clasificestos moluscos hasta que canjeen», decía Tobías. «Cuanseamos canjeados -decía Jac

enviaré a don Manuel un reloj ingLos relojes ingleses son los úni



que parecen funcionar.» «Lreptiles pequeños no se moverántu habitación hasta que nos canjeedecía Tobías-. Quizás estén un poapretujados, pero no será por mutiempo.» Y Jack comentaba: «

tiene sentido ahorrar como estuviéramos desesperados; no cque sea necesario estirar el dine

Pronto nos canjearán, y entontendremos todo lo que necesitemSerá estupendo. Sí, creo

compraré la yegua castaña que ofrece el hermano de Juanitapediré a Sánchez que confecci



una capa de terciopelo con bordado carmesí, de cara carnaval. De hecho supondrá tremendo ahorro, porque tambpodré utilizarla en la fiesta de dIsabel.

Sin embargo el tiemtranscurría; los meses se sucedunos a otros; las naranjas en calle

ardines cambiaban del verde broal dorado, y a ellas seguían las flode fuerte aroma: las flores

naranjo caían, después volvíanbrotar las naranjas y los prisioneseguían allí, formando parte



inamovible escenario de SantiaYa nadie reparaba en su presencuando paseaban por la calle,contrario que al inicio de su estancuando una cohorte de ociogamberretes, e incluso algún que o

veterano, con edad suficiente paracuestionar según qué cosas, perseguían para comprobar si

ingleses, tal y como se decía, tencola. Por su parte se habacostumbrado al intenso picante d

cocina autóctona, que en más de ocasión les había hecho perderfacultad del habla y también ha



enrojecido sus rostros.Empezaron a arrinconar el te

del canje. De hecho, había semaenteras que ni siquiera se acordade ello. Tobías ayudaba al docGedd en sus visitas diurnas,

mediodía se volcaba en la botánicen la recolección de muestras, y las tardes se aplicaba en

aprendizaje del español. Jack pastodo el tiempo entregado a una vdisipada e inútil: despertaba tard

salía casi cada noche de fiesta fiesta, en las reuniones y bailes animaban Santiago durante todo



año, excepto por cuaresma, realizaba largas visitas a aquelamigos que le invitaban a probar delicias del campo chileno. prestaba ninguna atención al españlengua que hablaba con fluidez, p

mal; por otra parte, aprendióarrojar el lazo, a fumar larcigarros y a bailar fandango ha

que el sol del amaneempequeñecía la luz de las velas.

Francia entró en guerra.

capitán Cheap y el señor Hamiltonpusieron de lo más nerviosos cuandichas nuevas llegaron a Chile.



aseguraron mutuamente que era aque daban por hecho desde hatiempo, y llamaron a todos para lo corroboraran y escucharan restantes predicciones. El capCheap interrumpió el largo

circunstancial relato que escripara los lores del Almiranta(informe cuya principal intenc

consistía en condenar y ahorcar a amotinados supervivientes, pueque, pese a haber cambiado muc

no había olvidado a los responsabde sus penurias) , con tal de envencendidas protestas a don J



acerca de la duración de cautiverio y de su derecho a canjeados. Por espacio de varsemanas vivieron con la esperade que sucediera algo.

Pero, gradualmente, di

esperanza se desvaneció, y contiempo tuvieron noticias de distanbatallas, noticias que recibieron

la tranquilidad propia de un habitade otra esfera. Campbell, cuintelecto se había volc

completamente en la religión, convirtió al catolicismo y desplazó a Lima, en Perú. Casi



mismo día de su partida supieron e l Centurión, a medio mundo distancia de donde se encontrabhabía apresado un enorme galeónAcapulco, con destino a Manila, transportaba un considerable tesor

bordo: un millón de piezas de a ocdecían unos, mientras que otrmejor informados, aseguraban

casi llegaba a los dos millonTobías tuvo serios aprietos conInquisición por poner en la prác

las teorías del señor Eliot. Partela culpa la tuvieron con catoratones blancos y una joven lech



hembra, todos de un mismo pacienestuvo tan cerca de la hoguera durante semanas creyó oler el hea carne quemada, y el doctor Geddvio obligado a prescindir de ayuda.

-Pase un tiempo con Mendoza -sugirió-. No muy lejosallí tendrá ocasión de estudiar

nido del cóndor, y de paso qulogre que su amigo enderece su viporque por lo visto no es más que

cabeza hueca y un vividor, segcreo. Vaguea sin oficio ni beneficy sin pensar en su carrera ni en



cultivo del intelecto. Nadie que estuviera sob

hubiera aprobado el ritmo de vidaJack, frívolo y disipado; pese a tode no haber sido por él, quizá jamlos hubieran canjeado. Don J

tenía una hija, una chica senciirracionalmente orgullosa, recientemente había abandonado

convento en que se había educapara alivio de las monjas. llamaba Luisa, y nadie en Santi

era lo bastante bueno para eVamos, que ninguno de los jóveoficiales, o los oficiales a secas,



asistían a las reuniones gobernador y que dependían depadre para todo, eran suficiente pella. Sin embargo, hizo uexcepción en el caso de Jack, por supuesto difería del resto

todos los aspectos, y lo distingentre los demás abiertamente. Jano tenía ninguna intención

corresponder al afecto de la jodama, pero su elevado sentido deamabilidad y la galantería

obligaban a mostrarse, sobre toteniendo en cuenta que se hallabapaís extranjero, cuando menos cor



Por ello, Luisa creyó que el joalbergaba intensos sentimienrománticos hacia su persona.

Don José se enteró de todo ealgo después de lo que habdeseado: leyó una nota intercepta

suspiró ante la ortografía de su hijla banalidad de sus sentimientosfrunció el ceño ante la naturaleza

mensaje. Obviamente su poder considerable: no tenía más que orden de que ahorcaran a Jack,

que lo acribillaran a balazos, o que separaran su preciosa cabeza el filo de un hacha. Sin embargo



cierto era que Jack le gustaba, y tea su hija Luisa por algudemasiado agotador y tonto, incltratándose de una cría, como phaber llegado a semejante extremPor otra parte, tenía en gran apre

la paz doméstica. Al cabo de mehora de haber leído la nota de Luhabía adoptado ciertas medidas.

mensajero cabalgó al nolevantando al pasar una nube polvo, cabalgó bajo el calor de

mañana, galopó al amparo de la de la luna, caballos frescos, posttravés del ardiente desierto, ab



paso en nombre del rey, cabalfrescos, cartas al virrey de Lim«¡Dios mío! -dijo el virrey recostar la espalda en el trono virreinato y guardar la carta (que de carácter muy privado) en

bolsillo de los calzones-. ¡Dios m¿Quién habría esperado tal cosa?»

Los españoles, prontos

desenvainar la espada, son capade actuar casi tan rápido cocualquier otro ser razonable,

aquella misma tarde la Lys, fragata francesa fondeada en Calpuerto de Lima, recibió órdenes ju



antes de hacerse a la mar, órdeque exigían de ella aproar Valparaíso para subir a boalgunos prisioneros de guerra, posteriormente debían ser canjeadMolesta, la Lys desamarró, calc

una nueva derrota, y al cabo detiempo arribó a la costa chileCruzadas las señales de inteligen

don José envió a Luisa a pasar unde semana en compañía de su López, convidó a comer a

prisioneros y les dijo que pese a el hecho de perderlos le partíacorazón, debían marcharse



atardecer aprovechando que un bafrancés había fondeado fortuitameen Valparaíso, y que no perdonaría el no proporcionarlesprimera oportunidad de partir hasu patria, sus hogares y sus se

queridos.

-Cuan extraño resulta estar

nuevo en la mar, señor Hamiltodijo Tobías.-Sí -respondió el se

Hamilton-. Creía... -empezó a deantes de callarse. Estaban en alcázar de la Lys, observando có



Valparaíso se desvanecía en distancia a medida que la fraghacía avante rumbo sudoeste, dirección a Juan Fernández, en virde un fresco viento del sur arrojaba brillante espuma sobre

castillo de proa. A su alrededor,tripulación francesa discuapasionadamente acerca de la v

de juanete, ya que el segundo dbordo consideraba que debían tomun rizo, mientras que

contramaestre, el timonel y algude los marineros que pasaban allí le aseguraban que no se



elegante hacerlo, y un tenieaseguraba que, desde su punto vista, debían aferrarías todargumento que una de las gallipareció corroborar. El capitán, era hombre de tierra adentro, no

había formado ninguna opiniónrespecto, aunque sí dijo que algudebía lampacear la cubierta, pue

que estaba negra.-Sin embargo, pensé -dijo

señor Hamilton sorteando

gesticulante persona contramaestre- que lo disfrutamás. -Cruzaron una mirada de mu



comprensión, y a medida que la se hundía para alzarse de nusobre las olas y se balanceaba mala manera, se apresuraron decir palabra hacia el pasamanosotavento.

La Lys era un barco estancmarinero, pese a demostrar algude las dudosas cualidades de

gusano y de un cerdo en el mar. ningún caso superaba los seis nuddaba la impresión de que sus pa

caerían sobre cubierta antes superar dicha velocidad, y siempal encontrar cualquier tipo de mar



hundía en ella empeñada revolcarse. No era enteramente cusuya, pues iba cargada centenares de arcones repletos lingotes, aunque jamás se habdicho de ella que navegase como

ángeles. Disfrutó de suficienoportunidades para demostrar modos, ya que mediaba un buen tr

de mar entre Valparaíso y el caboHornos, mar que surcaría dos vectodo ello sin olvidar revolcarse

regodearse durante todo el camiTuvo que hacerlo dos veces tsufrir una vía de agua a proa, m



por debajo de la línea de flotacicuando no hacía ni dos días habían partido de Concepción, dosubieron a bordo el ganado paraviaje, de modo que no tuvieron mremedio que regresar a Valpara

para llevar a cabo reparacionArribaron a puerto a mediados febrero, con todos a bordo, pasaje

incluidos, pendientes día y nochelas bombas.

En marzo, cuando volvieron

hacerse a la vela, había pasadomejor momento para superar el cde Hornos, y aunque doblar



terrible cabo de oeste a este negocio muy diferente al de orzarmitad de perpetuas tormenprocedentes del oeste, no era aque guardara semejanzas con picnic. El cabo de Hornos

deparaba doce clamorosas tormenalgo a lo que estaban acostumbradmotivo suficiente para congratula

por estar a bordo de un bajel sóliTendrían que haberse sentagradecidos por ello, pero el hom

es una criatura ingrata, y por elloindignaron ante el frío y la nieesta última en cantidades p



razonables, y cayendo sobre cubiedesde el sudoeste en tal magnitud,día y de noche, de noche y de que llenó el seno del velamenlastró de tal forma la Lys quevolvió incluso más pesada, aun

todos los embarcados echaban nieve por la borda armados de paSu indignación se vio acentuada a

el hecho de vestir ropas diseñapara el clima de Santiago: una ligcapa de terciopelo con un rib

carmesí puede resultar una piindispensable para todo aquel desee disfrutar del aroma a naran



de un jardín iluminado por la luzla luna, mientras aporrea suavemeuna guitarra; pero resucompletamente desafortunada a hora de abrigarse a 60° de latisur, cuando el aire parece compue

de cristales de hielo volantes, sotodo cuando dicha capa es tan ligque incluso resulta transparente

según qué partes. El noble préstade don Manuel había desaparechacía tiempo, en gran medida por

Jack lo había gastado demasirápido, y durante los últimos mese habían visto limitados a



asignación oficial de los prisionerde cuatro reales diarios.

La nieve no sólo les hizo pamucho frío, sino que además privó de un importante suministroagua potable. Al día siguiente

partir finalmente de Chile se diecuenta de que, aunque se habadjudicado admirablemente todo t

de pertrechos marítimos y alimensólidos, habían olvidado subirbordo el agua. Quizá fuera debido

prejuicio nacional de no emplear ocosa que no fuese vino, pero lo mprobable es que se debiera al extr



concepto de la disciplina imperaba a bordo. El francés dpie se cree en posesión de la verabsoluta, y a bordo de la Lys, contaba con una dotación de sesehombres, había cincuenta y nu

comandantes: el que hacía seseera un confuso de nacimiento. singular griterío de protesta

acompañó a la Lys en cualqupunto del viaje sorprendióconfundió a los de la Armada r

éstos, pese a todo, no tuvieron mremedio que admitir que la fraghabía logrado doblar el cabo



Hornos, había arribado a su destinse encontraba en ese momeinmersa en realizar el misproceso, pero a la inversa, ejempreclaro del cuidado que poneprovidencia en cuidar de los dem

y es que el modo francés abandonar el devenir de cualqucosa en manos del Altísimo

siempre era correspondido. «¡vida de...!», gritaba el seguncapitán, en su propio idiom

«¡Sagrado azul! ¡Por los tonede...! ¡Has olvidado el agua, por clavos de...!»



-No era cosa mía -dijo teniente algo amilanado-. Ademqueda algo que pasamos por altola anterior travesía. Y de cualqumodo, ya sabe cómo llueve frentecabo: extenderemos una vela

tomaremos cuanta podamnecesitar.

Durante el segundo día

travesía se sometieron a racionamiento, un cuarto por cabey aguardaron con confianza a

lloviera. Pero la nieve, por mmaravillosa y pintoresca que puparecer, no es lluvia. Desde un pu



de vista filosófico, lo es, quizaunque lo cierto es que no es npráctico llenar una serie de barrde agua dispuestos en tres filas,plena ventisca. Por ello doblaroncabo de Hornos con un cuarto

cabeza y empezaron a remontarcosta hacia el norte de igual guNavegaban lejos de la costa, en

mar, debido a que los capitanetripulantes tenían mucho miedo dar contra la costa, algo por cie

muy comprensible. Durante todomes de abril no cayó más que chaparrón, y ni una gota en mayo. L



vientos eran favorables, y día tdía la Lys avanzaba rumbo nortuna velocidad constante, con la podía cubrir cien millas marinasuna singladura, mientras el tiempovolvía cada vez más cálido.

cuarto de agua pareció encogemientras se acercaban al trópicoCapricornio, y entre dicho trópic

la Línea la sed puso a prueba gárrulos ánimos de la tripulachasta límites insospechad

Alcanzaron el Ecuador hacia finade mayo, y después de una encendy larga discusión se decidió que



imposible llegar a Europa completar la aguada, y que por tadebían arrumbar a la Martinica.

Se tomó esta decisión conparticipación de todos a borincluidos prisioneros y pasajer

quienes, en la existente atmósferalibertad y democracia (tanto libertad como la igualdad mora

cierta debilidad por los discurlargos surgieron en Francia muantes de la Revolución), no pudie

evitar compartir sus opinionessentimientos. Uno de los pasajeera don Jorge Juan, quien, junto



algunos academicistas francehabía llevado a cabo en Perú userie de experimentos filosófimidiendo grados del meridiaTobías y él se empeñaron en darrodeo en dirección a la Martinica

sin duda dicho consejo se vinfluido por un vehemente deseover la flora y la fauna de las Ind

Occidentales. El capitán Cheap del mismo parecer, aunque motivos fueran menos inocentes,

que sabía perfectamente encontrarían barcos ingleses por toel Caribe. Sabía que no había ár



fuera de la boca del canal, más ren presas, en todos aquellos paradonde la Armada patrullaba mayor atención; en ningún otro lul a Lys sería más susceptible de apresada. Jamás había logr

dominar tolerablemente el españomenos aún el francés; de modo pidió a Tobías que le sirviera

intérprete. Gracias a ello hhincapié, con lúgubresconvincentes argumentos, en

horrores que sufrían quienes morde hambre bajo el ardiente sol regía en la zona de las calm



ecuatoriales.Buena o mala, la decisión

tomó. Se persuadió al cabo, quresultó ser contrario a esta opinide que alterara el rumbo, y aseguido aproaron al oesnoroeste.

finalizar el mes de junio arribaroTobago de mañana. Era la primvez que avistaban tierra desde ha

más de tres meses, cien días de mencrespada, calma, brumodespejada, negra y de espuma blan

azul zafiro, gris, glauca y de infinidad de colores intermedmas siempre fluida y siem



extendiéndose más allá del horizonAl cabo de tres meses de mparticularmente si uno no avbarco alguno en ese espacio tiempo, se empieza a sentir queagua es el medio natural del homb

se empieza a dudar de la realidadun mundo sólido, y por dicha ra(al igual que por cierto reparo

morir de sed), su desembarco resude lo más interesante. Tobasobresalía oscura del mar, y

contorno desigual se recortaba conel cielo mientras la gente de la Lysamontonaba en el costa



contemplando la isla con la missatisfacción que mostraron habitantes del arca cuando vieron primera vez el monte Arasuperado el diluvio.

Desde Tobago establecie

derrota rumbo a la Martinica, a días de navegación hacia el noPor alguna razón no pudie

encontrar la isla; al menos apareció donde la buscaban, cque sorprendió a todos menos a

de tierra adentro, quienes, reflexionar sobre el tamaño de la y el inmenso trozo de mar donde



oculta, se asombraron de siquiera un solo barco pudiarribar, más que consideextraordinario el que alguno pudiperderse. Bastó ese detalle pmolestar a los marineros, y la

puso rumbo sudoeste cuarta al sur,muy mal humor. Era como si corrientes la hubieran empujado

este, pero cuando, después de centenar de millas, la Martinsiguió sin aparecer, decidieron q

se habían equivocado, que debhaberse dirigido al oeste todo aqtiempo, y que lo que había que ha



era arrumbar al norte hasta arribaPuerto Rico (demasiado grande copara no encontrarlo), y empezar nuevo desde allí. Así lo hicierDespués de dar con Puerto Ricodetuvieron para pasar la noc

precaución muy afortunada, opinión de Tobías, que muy bpodría adoptarse en la Armada re

y a la mañana siguiente pusieron pal canal que media entre Puerto Re Hispaniola. Jack recorría el alcá

admirando aquel mundo pintado un brillante azul, mientras digeríaagradable desayuno compuesto



barracuda frita. Tobías y don Jodiscutían acerca de los ratones, yseñor Hamilton zurcía sus calceticon precisión militar y un pedazolana de llama, cuando de proapareció el capitán Cheap. Su ros

a medio camino entre el amarillo ygris, estaba rojo como un tomtodo él había adoptado

extraordinario porte furtivo.-No hagan patentes

emociones -susurró a Jack-, p

miren... miren.Vieron un barril golpear conel costado de la fragata, un ba



vacío. Al darse la vuelta, ligeromecerse a merced de la brisa, Jsintió que el corazón le daba vuelco: era un barril de carne vaca procedente de un navío guerra; imposible equivoca

después de ver las marcas que solhacer los guardianes de almacén.

-Estaba abajo, tan cerca

barril que no puedo andar erraddijo el capitán-, y si no avistamoscrucero antes de finalizar la guar

podrán llamarme bobo. Ese barrillleva ni una hora en el mar. -Levala mirada hacia el tope, donde, co



era habitual, no había vigía algunoañadió-: Es necesario que levantemos sospechas... Hablen los oficiales y distráiganlos todoque puedan; yo se lo diré a demás. -Y se alejó canturreando

voz alta, demasiado indiferente copara pasar desapercibido. El restoprisioneros no tardaron en imitar

menos en parte, su aspecto; se veía demasiado felices, febrihabladores, y no dejaron de lan

furtivas miradas al horizomientras sus captores los mirasorprendidos y preocupados.



No tardaron en avistar un publanco sobre el despejado horizondiez minutos después, el puntomultiplicó por tres, en segcorrespondencia con las juanetesun barco, que al parecer no est

solo, pues al primero seguía otro.incontrolable verborrea de Jackredobló pese a quedarse sin tema

por supuesto cada vez resultaba maburrido (no tanto como Tobías, qhabía arrinconado contra la bitác

a un teniente, al que hablaba parar de la economía doméstica dabeja común), cuando un marin



que caminaba por popa reparó enexistencia de los dos barcos, con uanetes desplegadas, en

inmediaciones. Dio la voz, y supuesto, al oírle, los marinerosapresuraron a subir y agolparse en

tope: desde allí resultaba obvio los barcos eran navíos de guerra, ude dos puentes y un barco de vei

cañones, y que habían emprendidocaza de la Lys.

La brisa matinal disminu

paulatinamente; llegados al mediose convirtió en una lisa encalmadtodo el trapo de la Lys, que ha



desplegado todas las velas habidapor haber, gualdrapeó ocioso bajosol. En un primer momento pánico, ya iniciada la huida, tripulación había acordembarrancar en Puerto Rico, pero

ese momento, tras cierta reflexacerca del carácter de portorriqueños, se decantaron

arriesgarse a huir hacia el nohacia el pasaje de Mona. Pasómediodía, y a las cuatro de la ta

el viento empezó a susurrar enarcia; la Lys se escoró ligeramentel agua gorgoteó por el costado. L



cruceros enemigos, que se hallalejos a sotavento, ocultaron su catras el horizonte. Sin embargo, tardaron en tomar el viento,mientras descendía el sol acercaron tan rápido que result

evidente el hecho de que sacaban tmillas por cada dos que andaba ys. Los franceses observa

desesperanzados a perseguidores, y los oficiales dirigieron a sus cabinas para llena

los bolsillos con sus posesiones mvaliosas. Los hombres se pusielas mejores ropas, y a medida que



sol se ocultaba tras una exploscarmesí, un grupo de marinerosacercaron a donde estaban JackTobías con intención de darles pepitas y las bolsas de cuero polvo de oro que habían adquirido

el Nuevo Mundo; puesto que si blos ingleses no solían despojar a prisioneros de las cubier

inferiores, era de todos conocido no perdonaban el oro, y que siquiera la más ínfima de

partículas se les escapaba. marineros aseguraron preferir sus amigos se aprovecharan de



captura antes que dar el oro a usimples desconocidos.

Durante aquellas últimas hodel día, la tarea más difícil de prisioneros consistió en ocultar alegría, y observar, con fing

indiferencia, la constaaproximación de su rescatelibertad. Cuando con

acostumbrada brusquedad tropicasol cayó por debajo de ese horizodelimitado por la mar, el casco

navío de dos puentes se veía claridad desde el alcázar de la Lycon las alas y las rastre



desplegadas ganaba terreno rápido que apenas tardaría mehora en acercarse a distancia disparo. Durante el breve intervde aterciopelada oscuridad precedió a la salida de la luna, la

alteró su rumbo y apagó luces, pen virtud de tan suave brisa poesperanzas albergaba de andar m

que sus perseguidoras, y prisioneros, inmóviles en cubieconfiaban en ver más de cerca a

barcos en cualquier momento denoche, después de oír el disparoadvertencia, el alto dado en inglé



los colores de la bandera francarriados con prontitud.

-Supongo que no tenemos preocuparnos de que se quedormidos -dijo Tobías bajo el made estrellas. Todos contesta

secamente que no había tal peligLa Armada inglesa no duerme jam¿Acaso ignoraba ese particu

después de pasar tanto tiempo enmar? ¿Cómo podía ser tan peculiSi no tenía nada más inteligente

decir, podía muy bien ahorrar salpara enfriar su papilla, e inclpodría irse a dormir y no hacer m



comentarios absurdos.Tobías siguió su consejo, y, c

la conciencia tranquila y uconstitución flexible, acostumbradpasar apuros, durmió a pierna suhasta que salió el sol. Despe

mojado a causa de la escarcha, y un momento miró absorto a alrededor: al ver a Jack cami

melancólicamente de un lado a olo recordó todo, y al ver la expresdel rostro de su amigo también

entendió todo. El ancho Carestaba completamente vacío, y aquella mar azul, a su alrededo



hasta donde alcanzaba el horizonno había una sola mancha semejara la de una vela. La navegaba en solitario, salvo por utortuga que dormía en la superficipoca distancia por la amura

estribor, y un rabihorcado qsobrevolaba el tope donde se hasubido un alegre vigía.

La tripulación disfrutaba deexcelente buen humor; circulaban cubierta y cantaban alegremente a

arcia cual canarios, sin olvidartrato amable y considerado dispensaban a los desafortuna



prisioneros. El capitán ordenó abel último barrilete de café y enparte al capitán Cheap con mejores deseos; los cocineros (hacinco a bordo) se esforzaron máximo por aliviar la decepción

Jack con una extraordinaria recllamada pouding anglais. No algo que soliera comerse, ni en tie

ni en el mar, pero lo elaboraron la mejor de las intenciones, ymenos, en virtud de su densidad, tu

un efecto mortífero. Jack dejótenedor encima de la mesa y dientender a Tobías que lo sucedido



tenía la menor importancia, y después de todo, un barco francés llevaría de vuelta a Europa, de igforma que cualquier otro. Es mquizá regresaran más rápido, supuesto, que en caso de haber ten

que permanecer a bordo del crucy después esperar en Jamaica a se organizara algún convoy

destino a Inglaterra.Los convoyes, tanto los que

dirigen a casa como los que aproa

cualquier otro lugar, tanto antiguos como los modernos, essujetos a una curiosa ley natural



los lleva a andar a ciegas por mares igual que una turba de ovetontorronas. Los barcos que manejan bien tienden a perder nervios en mitad de una multitud: patronos de barcos mercan

olvidan sus conocimientos náutica, los marineros olvidan existen ciertas diferencias en

babor y estribor, así que embarcaciones se abordan unasotras de manera pasmosa. Incluso

vez, en el convoy que partió Martinica con destino a Franciaque pertenecía la Lys, descubrie



al amanecer que no menos de obarcos se habían enredado los unolos otros, algunos con los baupreatravesados a los obenques y otcon los mástiles enredados cabullería ajena, como si tuvie

intención de mantenerse en estreunión en caso de necesitar ayuMientras, los navíos de guerra hac

patente su impaciencia disparanandanada tras andanada para reforla señal izada de cubrirse de lo

entretanto, un raudo corsaprocedente de Jamaica ciñó barlovento para capturar a quienes



habían enredado.Lentamente, a través

Atlántico, procedieron los cincuemercantes, acompañados de cinavíos de guerra, cutemperamentos se agravaban

diario. El almirante francés ordsubir a la verga de mayor a unolos capitanes más distraídos, don

lo ataron a un motón por el pasaron un cabo, y del que tiraronmarineros en cubierta para hundir

el mar al capitán hasta tres veccastigo muy típico de los francecon el cual el almirante que



aleccionar al resto de patromercantes para que mantuvieranposición, aunque de nada sirvió.arribar a cabo Ortegal, el poalmirante estaba tan afónico comofrancés pueda estarlo, todo a ca

de la rabia que sentía.Pero de poco sirve contemp

los malhumorados sentimientos

almirante francés, ni supondría umejora o parecería decente regissus palabras, cuando, después

anclar finalmente en la rada de Brsu buque insignia fue abordsuavemente por popa, por uno de



mercantones de mayor calado; modo que obviaremos sus palabademás del cansino intervalo tiempo que los prisioneros tuvieque pasar en Francia, antes recibirse las órdenes que

permitían embarcar en el primbarco neutral que surgiera.

Contemplémoslos, pues, so

la grasienta cubierta de un doholandés, a la vista de Dover.

-Que haya paz, señor Byron

es tan amable -dijo el capitán CheJack tenía la cara roja de ray una cabilla en la mano;



embargo, dio un paso atrás al aquella orden, lo que daba fe deelevada capacidad de autocontrol,que el patrón holandés, despuéscomprometerse a llevarlos deMorlaix a Dover, y de haber cobra

por adelantado, tenía la cara duraasegurar que el viento y la maeran desfavorables, y que no te

más remedio que proseguir hacia Países Bajos.

-¡Será canalla! -gritó Jack,

no era muy amigo de ocultar opiniones.-Dejémosle en paz, dejémo



en paz -dijo el capitán Chedemasiado débil y enfermo copara resistirse. No había recupercompletamente la salud, ni siquien el dulce clima de Santiagodesde que navegaban los mares

norte y había llegado el invie(pues corría el mes de febrero)encontraba muy mal.

El patrón soltó una burlona nude humo de la pipa, y giró cabillas de la rueda del timón: Do

se desvaneció en la distancia, y olas grises del canal de la Mansaltaron a bordo al cambiar la mar



Abajo, en un sucio rincón que hedcebo pasado, Tobías y el seHamilton proferían débiles quejial unísono. Ambos habían estaterriblemente mareados desde partieron de Morlaix, en la co

bretona, y aquel dogre pareespecialmente diseñado para siguieran en semejantes condicio

de forma indefinida. Era un bajelpoco calado, de manga tan ancomo largo de eslora, y en me

tenía un enorme vivero, emplepara mantener la pesca con vida: como un cuenco de budín, en vers



marina, que constantemente, díanoche, daba sacudidas, balanceaba y daba vueltas comoloco, y que además olía a demonios.

-Una hora más y todo esto ha

acabado -dijo el señor Hamildespués de que Jack bajara pavisarles en cuanto aparecieron

acantilados de Dover en la distanc

-Quizás aguantemuna hora más -dTobías-, quizá.



Jack paseaba arriba y abpresa de la rabia. Casi siempre resignado y tenía buen carácter, ptan insolente fraude por parte holandés le había herido en el alm

Además, ahora tendrían encontrar pasaje de HolandaInglaterra, y pagarlo con el p

dinero que tenían. Dodesapareció, e incluso acantilados se difuminaban en

niebla. Un bergantín sueco pasóvuelta encontrada; al parecer iba mcargado y hacia Dunquerque; escu



los gritos lanzados al viento yrumor de la actividad. El caestaba repleto de embarcacionesdesde el dogre, avistó al memedia docena de velas, cerca o lejque Jack contempló con melancolí

De pronto hubo algo que atrsu atención. Había un barcobarlovento que acababa de virar

avante. Nadie a excepción de barco de guerra en plena patruharía algo así, y Jack, que

apresuró a trepar por los obenqpara verlo mejor, comprobó quese había equivocado. Además, aq



barco le recordaba mucho a Squirrel , a bordo de la cual haservido. Cinco minutos después respectivas posiciones del dogre ynavío de guerra le permitiedistinguir con claridad

inconfundibles pasamanos de la pde la Squirrel , y después de profun melodioso aullido, saltó

cubierta. Un momento después solas escotas del dogre, y permitió volaran al viento antes de que

estupefacto holandés pudidetenerle.Soltar las escotas es una se



de lo más empático; puede signifimuchas cosas, y la Squirrel , con curiosidad natural, puso pinmediatamente para averiguar sucedía. Un bote cubrió la distanque separaba a am

embarcaciones, y al saludo de «del dogre!», Jack abandonó perspectiva ofrecida por la jarcia:

-¡Dick Penn! -gritó por costado-. Que me parta un rayo sies Dick Penn. ¿No vas a sacarnos

este infernal carcamán para llevara Dover?Un malhumorado teniente su



a bordo, decidido a averiguar quladraba su nombre con semejadesenfado, quién era ese sujeto aspecto foráneo, que se permitíalujo de reírse de la Armada.

-¿Seré tonto? -gritó cuando

placer de haber reconocido a Jackdibujó en sus facciones-. Pero siJack Byron vestido como

auténtico español.

Jack había tenido la poét

intención de recoger el primpuñado de tierra inglesa y besapero llovía con fuerza cuando



desembarcó el cúter de la Squirrela tierra estaba húmeda y fangoplagada de charcos de aspelechoso; de modo que no tuvo oremedio que bajar a tierra cocualquier cristiano. Permanecie

de pie temblando, vestidos coiban con ropa española de veramientras los marine

desembarcaban siete baúles pájaros, plantas, serpientes, pemetidos en frascos, murciéla

disecados y esqueletos, a parte los escasos efectos personales llevaban los demás.



-Será una guinea -susurró señor Hamilton con cierto apremio

-No podemos permitírnoslasusurró a modo de respuesta capitán Cheap.

-Es necesario -dJack entre dientes.

-Ya está todo, señor -informótimonel del cúter-. Gracias, m

amable, señor -añadió mientguardaba la guinea en el bolsillo



miraba complacido a su alrededLa tripulación del cúter se agradecerá, señor.

Tras semejante dispentuvieron prohibido durante algudías tomar la diligencia, de mo

que alquilaron caballos y cabalgahasta llegar a Canterbury de nocPor la mañana se decidió que

capitán Cheap, que apenas se hamostrado capaz de sentarse en caballo diez millas después de par

no podía seguir viajando de manera, sino que tendría que tomaposta.



-Sabía que no podíampermitirnos gastar esa guinea -dijocapitán, abatido-. Ni siquillegaremos a tomar la posta, esseguro.

Entonces tuvieron que pagar

factura de aquella noche, y despcalcular la distancia y el corespecto al capital de que disponí

Los ahorros que habían puesto común alcanzaban para un viaje enposta para el capitán Cheap y

señor Hamilton, y lo que quedaexactamente, como calculado porángel guardián algo parsimonio



era precisamente la cantidad necesitaban Jack y Tobías palquilar caballos hasta Borough, oque es lo mismo, hasta las afuedel sur de Londres. La naturalangelical de aquella casualidad

requiere, por supuesto, de ninsustento material, algo que el ánhabía pasado por alto: había din

para los caballos, pero no quedabmedio penique para una míshogaza de pan para el camino.

-No importa -dijo Jack-. diría que hemos pasado situaciones mucho peores que é



No te importa, ¿verdad, Toby?-No -respondió éste-.

absoluto. Pero me encantaría teneseguridad de que el transportcuidará del feto de ballena: pareció hombre de entendimie

mundano y tosco.En el exterior de la taber

mientras la posta emprendía

camino, les trajeron los caballos.-Hijo francés de una turca -g

un muchacho maleducado cuan

montaron.-No me gustan nada sus fcaras de extranjeros -dijo la du



del Pelícano, al contar las cucharamirarlos, de vez en cuando, de reo Podrían habernos rebanado

pescuezo mientras dormíamos.Lo cierto es que, a plena luz

día y en mitad de la campiña ingle

ambos lucían una curiosa facha: modas difieren sustancialmente depaís a otro, y los españoles de aq

entonces vestían calzones y capasuna largura extraordinaria; aunnada podía superar al poncho

Tobías, gracias al cual se hahecho acreedor de todas las mirad



-Ese canijo tan feoun salvaje -dijo camarero.

-No, no lo es -dijo el mucha

maleducado-. Es un sacerdpapista. -Y por las buenas le arrun nabo que golpeó al caballo; é

echó a andar alejándose Canterbury, ante el malhumor de habitantes.

-¿Sabes, Toby? -dijo Jmientras se dirigían haHarbledown-. Prometí



conseguirías una fortuna si acompañabas al mar.

-Sí -recordó Tobías-, y te esmuy agradecido por ello, Jack. Mmoluscos, por no mencionar anélidos, son mucho más de lo que

-Ya, ya, pero me refería dinero -interrumpió Jack-. Y veras desearía habérmelas ingeni

mejor. Porque, de ser ése el caahora no tendríamos que temer condenado portazgo de ahí -d

señalando la carretera que condua una pequeña garita, donde en momento un jinete pagaba peaje



guarda. El ángel guardián havuelto a meter la pata: los hapodido proteger en la Patagonpero en la Patagonia no portazgos-. No tenemos otra opcque pasar al galope por todos los

encontremos en el camino -dijo JaAsí lo hicieron, algunas ve

mediante estratagemas co

cabalgar como si fueran a deteney azuzar las monturas para scorriendo; aunque más a menu

pasaron a galope tendido pese a gritos y amenazas de los guardempeñados en que se detuvieran



pagaran. A veces tuvieron que largos rodeos a campo traviesa, ydos ocasiones saltaron la barrealgo muy arriesgado si se hacelomos de montura desconocida. principio era muy excitante, pero

cabo de un tiempo resultó menojoso, y en los dos últimportazgos, Deptford y New Cro

cuyos guardas, hartos de soportarpaso de los cockneys, estaban malerta de lo habitual, estuvieron

punto de ser apresados. Finalmetodo acabó, y pudieron cabalgar las concurridas calles de Boroug



George, agradecidos de tocorazón, aunque muy hambrienAllí dejaron los caballos. encontraban en una de esas zocivilizadas, transitadas por cochesalquiler, y Jack llamó la atención

uno. Pidió al cochero que los lleva

la calle Malborough, y

recostó en el asiento de cugastado, con una inmensa sensacde alivio.

-Cáspita, Toby -dij



. Ya verás qué sorpresa.

Atravesaron el puente Londres para adentrarse en la Cdonde la bruma surgía del río

confundía las luces. Pasaron dificultad junto a las brillantiendas de Cheapside, en compa

de un centenar de coches, y Tobque acababa de despertar de profundo período de meditacidijo:

-Me alegra mucho podecirte, Jack, que al fin he dado



una teoría satisfactoria, una teomuy exhaustiva e irrefutable.

-Qué alegría verte tan satisfe-comentó Jack-. ¿De qué tratateoría?

-Tumbas -respondió Tobías,

reconocer el lugar donde le habperseguido los componentes debrigada de reclutamiento forzo

mientras lo señalaba sin demasientusiasmo-. Aquellas tumbas qencontramos son mi terminus a q

y mi conclusión es que toda la zque hay al sur de la isla de Chocorresponde a la Tierra Sagrada



los indios. La visitan con intencioreligiosas, como si fueran peregrinación, lo cual explica presencia en tan desoladadesagradable región y su rechazo presencia de extranjeros; qu

pensaran que éramos almas en peHabía diversas tribus, pero pesser tan salvajes, no nos combatier

No nos mataron, ni siquiera robaron. Todo lo cual apunta enmisma dirección: una pecu

santidad extensiva al lugar donestábamos. Y el hecho de qllevaran a sus muertos p



enterrarlos allí lo confirma. Por mencionar aquellas condenaceremonias durante las cuaaullaban toda la noche y se cortala piel con conchas de ostceremonias de un marcado carác

religioso.

-Tremenda religiónopinó Jack.

-No más tremenda que quemgente en una estaca -replicó Tobincapaz de borrar de su mente



difícil situación por la que hapasado-. Leemos en Estrabón...

-Calle Malborough -exclamócochero tirando de las riendas.-•Ja, ja, ja! -rió Jack mient

salía apresuradamente del cocSubió los peldaños del edificio dos en dos y golpeó como alma lleva el diablo la puerta. Todo él

una sonrisa.Pero lentamente la sonrisa

desvaneció. Volvió a llamar a

puerta, y levantó la mirada hacia ventanas: estaban todas cerradoscuras, ciegas. Dio la vuelta



dirección a las caballerizas había detrás de la casa, pero no hurespuesta. La puerta del patio de caballerizas estaba cerrada a cacanto.

-Llévenos a la calle Li

Windrnill -pidió Jack al cochecada vez más nervioso y preocuppor el pago del viaje. Pero la casa

la señora Fuller ya no estaba ahabían extendido una nueva calleaquel lugar. Todo era muy extraño

Jack estaba cansado como perro, hambriento y helado. Teníasensación de que aquella situación



le escapaba de las manos, y pormomento, quizá más, su ánimo hundió en el fango más de lo cabría imaginar; pero mienpensaba en ello posó la mirada enfachada de una tienda, cuyo letr

rezaba: WILLIAM BODEN, AGUE HILO, o, para ser más exacWilliam Aguja e Hilo Boden, ya

la parte correspondiente a la agujhilo estaba intercalada y escrita entipo de letra distinto. De pronto

mente se sobresaltó ante familiaridad de aquel nombreaquella tienda: la familia era clie



asidua; de hecho, Boden había hetodas sus camisas.

-Aguarde un momento -dantes de cruzar la calle. El cocheconvencido de que iban a estafale siguió de cerca hasta entrar en

tienda con la lengua fuera-. SeñBoden -dijo Jack a aquel rostro bien recordado-, cuánto me alegro

verla.-Querido -respon

complacida la señora Boden,

titubear ni un segundo-, cómo crecido, señor John. Seguro que dde gastar una catorce de cuello



Nada de lo que Jack había oído haese momento, ni todo el inghablado en las calles, ni el estruenque imperaba en Londres, le hsentir tan en casa; aquella simobservación logró levantar su áni

de tal manera que volvió a confiarla justicia del universo, justicia qhacía tan sólo un momento, parec

punto de tambalearse.-Acabo de volver del extranj

-dijo, como si ello bastara p

ustificar su altura-. Y la casa ecerrada. Le ruego que sea tan amade pagar al cochero, señora Bod



No llevo dinero encima.-Por supuesto que la casa e

cerrada -dijo la señora Boden expresión interrogativa, miencomplacía al cochero-, y así ha sdesde que la señorita Isabella

casó con lord Carlisle. Menuboda, señor John: treinta y siyardas de encaje de Mechlin

cuarenta y tres del más perfectoValenciennes, contando el de damas de honor. Eso, claro está,

no mencionar el linón ni la telabatista... ¿Este caballero viene usted? -exclamó dando un paso a



al ver a Tobías, que, tras expulsado del coche había vagdentro y fuera de la tienda con talevitar la llovizna, y cuyo aspectodifería demasiado del de un paragandante, vestido como iba con

poncho: un paraguas a medio cerra

-Sí, sí. ¿Y dón puedo encontrarlseñora Boden?

-En Soho Square, por supueEsta noche su señoría celebrará



una reunión.-Toby -dijo Jack tras coge

del brazo y conducirlo a la calresulta de lo más chocante. parecer las chicas han crecido yhan casado. Extraordinario. Aunqhacía tiempo que dábamos por heque lord Carlisle formaría paalgún día de la familia. No ten

nada que objetar respecto a que mi familia política. Es menester vayamos a Soho Square; allí

encontraremos.



Tobías se paró seco, muy pálido.

-¿Se ha casado cGeorgiana? -preguntó.

-No -respondió Jack-. CIsabella. ¿No te parece divertido?prima Frances quería casarlo

Georgiana: siempre aseguró queharía; pero en su lugar lo ha hecon Isabella. Da igual; ya sabes, toqueda en casa.

-Bien -dijo Tobías, que parecer no creía que diera lo mism



Después de una pausa, exclam¡Isabella! Qué ganas tengo de ve¿Tú crees que también encontraremallí a Georgiana?

Jack comentó que por él tolas chicas podían muy bien estar

Medenham, siempre y cuantuvieran la cena servida encima dmesa en casa de su cuñado. Gui

Tobías por la calle Oxford haencarrilar la calle Soho.

-No es que no me parezcan u

muchachas encantadoras -explicpor las que siento mucho apego; pla cena, como comprenderás, es



que más me interesa, por lo menoseste momento.

La bruma se desprendía de barandas de la plaza; bajo sus phabía una fina capa de barro. Frea la casa de lord Carlisle,

pebeteros situados a ambos ladosla puerta despedían una cálidafogosa luz que disipaba la oscurid

y que resultaba muy acogedoAlgunas personas se ponían puntillas para mirar a través de

iluminadas ventanas: se oía músprocedente del interior y el rumorla actividad, una fiesta en toda reg



Jack llamó a la puerta, inmediatamente se abrió de parpar.

-¿Qué quiere? -preguntó portero mientras entornaba la pueal ver a aquella pareja

extrañamente vestida, y tan pfiable.

-Isabella... -empezdecir uno.

-Georgiana... empezó a decir el otro.



-Bah -respondió el portero dentrada, antes de cerrar la puerta.

-Ja, ja! -rió la pequconcurrencia que se amontonabala calle.

-Vamos -dijo Jack-, podemhacerlo mucho mejor. -Volvió llamar. Para el intenso júbilo de

concurrencia, la puerta se abrió una rencorosa prontitud que promhacer las delicias de los presen

Pero en cuanto la puerta se huabierto apenas un pie, Tobías, quehabía agachado todo lo posib



cargó hacia el interior con tal ímpque su cabeza, al entrar en contacon la chaqueta del portero, arrancó hasta la última partículaaliento, tras lo cual quboqueando, tendido en el suelo

despejado recibidor. Jack cerrópuerta al entrar y ambos subieron la escalera hacia el espléndido sa

doble.-¡Pero, señor! -gritó l

Carlisle al verlos, después

asomarse por la puerta.-Ja, ja, hermano! -exclamó Jaa quien aquella situación le dive



inmensamente-. ¿No me reconoPese a todo, le deseo toda felicidad del mundo. ¿Dónde eIsabella?

-¿Está Georgiana? -preguTobías, al coger amistosamente a

señoría del hombro.Lord Carlisle observó

derribado portero, y de nuevo a

maníacos que habían irrumpido esa guisa en su hogar, y llamógritos a los guardias. Pero ape

había terminado de aullar cuanapareció su esposa, que pese a hermana amantísima, al principio



sobresaltó un poco. Después vinoinstantáneo reconocimiento, rilloros, alegría, increíble sorprexpresada y repetida hasta saciedad... en fin, un recibimientotoda regla. En todo aquel revu

familiar, que por algún motivo encaminó hacia el tocador Isabella, Tobías se encon

separado de Jack. Camcuidadosamente hacia el interior salón, donde la viuda lady Carl

entretenía a un imponente grupoinvitados. Lo recibió con una sercomplacencia (poseía una exqui



educación), y lo presentó a la señHankin, junto a la cual había una svacía.

-Este gentilhombre

un gran viajero -dijo.

-¿De veras, señor? -exclacon verdadera curiosidad la señHankin-. Viajar es una empresa demás interesante. Dígame, señor, se

ruego: ¿ha pasado mucho tiemfuera? ¿Fue un viaje interesante?

-Más o menos, señora



respondió Tobías mientras, sin qella lo viera, robaba un terrón

azúcar del platillo.-¿Quizás el Gran Tour, señorpreguntó la señora que se sentabaotro lado-. ¿Tuvo ocasión de besapunta de los pies del Papa? Mi priGardner lo hizo. ¿Visitó Pisa?

-No, señora... Fue viaje por mar.

-Oh -dijo despectivamen



sólo fue un viaje por mar. Pero enviaje de esas características pieusted la oportunidad de disfrutarla variedad que se ofrece a cualquviajero. Ya me lo ha dicho todPor mar, por un monótono desie

de agua. No creo que me gustviajar por mar. Señor, ¿es cierto qno hay variedad en un viaje por m

¿Ni diversidad?

-No, señora -dTobías robando oterrón de azúcar.



-El verdadero propósito cualquier viaje -opinó un grucaballero- consiste en ver las cosdel Mediterráneo. Señor -dvolviéndose hacia Tobías-, ¿ha vi

usted las costas del Mediterráneo?-Pero, por otra parte -dijo

señora-, viajar por tierra resulta m

peligroso. Mi primo Gardner perla rueda de su carruaje al soltacerca de Pisa una de las clavij

precisamente por eso he mencionPisa, señor, un lugar harto peligroMe dijo que fue como que



arrojaran a uno al vacío, algo amás hubiera podido suceder en

mar. Y en Florencia le vaciaron bolsillos.

-Nadie que dispusiese ingenio necesario para estar

prisión -opinó el grueso caballeroretumbante voz-; puesto que estarun barco es como estar en prisi

con el agravante de que uno puacabar ahogado.

-No, señor, verá... -qu

replicar Tobías, dispuesto mostrarse comprensivo. Pero aquel momento, Georgiana apare



en el salón, diligentemente atendpor el duque de Lothian y sir JamFirebrace-. ¡Aja, querida Georgia-gritó antes de levantarse y tirar umesa redonda y dos sillas doradAquí estás por fin. Cuánto me aleg

cuánto me alegro de verte -continmientras la besaba afectuosamenEl duque enrojeció como un tom

de la rabia; el caballero empalidede lo mismo-. Ven, acompáñamdijo cogiéndola de la mano,

intención de llevarla a un apartsofá-. Ven y siéntate a mi lado pque podamos hablar de murciélago



Glosario de términos navales

Abatir

Separarse un buque del rumal que tiene la proa por causa viento, corrientes o de la mar.

AdrizarEnderezar, poner derecho

objeto. Lo contrario de escorar.

AdujaVuelta o rosca circular



oblonga de todo cabo.

Aferrar1. Enganchar en un sitio

bichero, ancla u otro utenssemejante.

2. Agarrar el ancla en el fond3. Plegar y sujetar velas b

las vergas cuando no se iba a utiliz

AlaVela de fortuna que con bu

tiempo se larga por una o las dos bandas de las velas de cruz

gavias y juanetes, la baja



trinquete se llama rastrera.

AlcázarEspacio que media en

cubierta superior de los barcos enel palo mayor y la popa o la tol-di

donde está el puente de mando.

Aletas

Maderas curvadas que formla última cuaderna de popa y unidas a las extremidades de yugos.

Amantillo



Cada uno de los dos cabos sirven para mantener horizontal uverga.

AmpolletaReloj de arena.

Amura Nombre o indicación de

dirección media del casco entre

proa y el través.

AmurasAncho del buque en la oct

parte de la eslora a partir de la py parte extrema del costado en



sitio.

AndanaFila de cañones de una baterí

Aparejar

Poner jarcias y velas a barco.

AparejoConjunto de la arboladura,arcia y las velas de un buque;

tiene vergas y velas cruzadas llama de cruz, y si todas las veestán en el plano diametral es



cuchillo.

ArañaGrupo de cabos delgados

parten de un punto en donde eshechos firmes y abriendo en aban

van a terminar a varios puntos deobjeto: coy, vela (para la bolincumbre de un toldo, estay, etc.

ArbolarPoner los palos a uembarcación

ArboladuraConjunto de palos y vergas



un buque.

ArfarLevantar la proa el bu

impelido por las olas, debiendespués bajarla, lo que es cabecea

ArmadaGrupo de buques de guerra

en el siglo XVI acompañaban aconvoy. Modernamente conjunto las fuerzas navales de un país.

ArribarMeter el timón a la ba



conveniente para que el navío girsotavento, aumentando el ángulola proa con el viento.

ArrizarTomar rizos. Colocar algu

cosa en el barco de modo adecupara que se sostenga a pesar balanceo.

Atagallar Navegar un barco muy forz

de vela.AtarazanaDesde el siglo xill, lugar



donde se construyen y reparan nav

AvanteAdelante; «tomar por avant

dar el viento por la cara de la pde las velas de cruz.

BaborBanda o costado izquierdo

un barco, mirando de popa a proa.BalasEn el siglo XVIII había

siguientes tipos de munición: Raesfera sólida de hierro fundi



bolaño (piedra). Metralla: saqucon varias balas pequeñas.

Roja: esfera de hiecalentada al rojo,usada desde 16

ncadenada: eran pesadas baunidas por una cadena. Se enreda

en el aparejo y lo destrozaban.

Barcalonga

Cierto barco de pesca.

BarloventoLado de donde viene el vientBarloventearAvanzar contra la dirección d



viento.

BatayolaCaja cubierta con encerados

se construye a lo largo del bordelos barcos en la que se recogen

coyes de la tripulación. Barandde madera sobre las bordas barco que servía para sostener

líos de ropa que se colocaban codefensa al ir a entrar en combate.

BateríaEspacio interior entre

cubiertas y la ñla o andana



cañones, que había en los navíoscubierta corrida de proa a popa.

BatiportarTrincar el cañón contra

costado, apoyando su boca en

borde alto de la porta.

Batiporte

Cada una de las piezas forman los cantos alto y bajo de portas.

BaoCada una de las piezas que u



los costados del barco y sirven asiento a las cubiertas.

BauprésPalo grueso que sale de p

con inclinación de 30° a 50° se

las épocas, que sirve para hafirmes los estays de trinquete, plaborear las bolinas o montar

cebaderas y foques; sobre él monta el botalón y a finales del siXVII el tormentín.

BergantínBuque de dos palos, mayo



trinquete, de velas cuadradas y estay, foques, con gran cangrcomo vela mayor en el siglo XVIII

BergantinaBuque propio del Mediterrán

mixto de jabeque y polacrabergantín con palos triples.

BicheroAsta larga con un hierro punta y gancho en el extremo, sirve en las embarcaciones menopara ayudar a atracar y desatracar



BolañoBala de piedra esférica.

Bolina1. Cabo con que se cobra

relinga de barlovento de una v

hacia proa, cuando se ciñe el vien2. La disposición del bu

ciñendo el viento.

BombardaPequeño buque al que en lu

de palo trinquete se monta uno o morteros en un pozo de cubierta mreforzado, teniendo un palo ma



cruzado, y un mesana con cangreja

BomberoCañón corto y de gru

calibre, para disparar bombasgranadas.

BordadaTambién BORDO. La pa

navegada por un buque cuando ciñendo alternativamente por cbanda.

BornearGirar el buque sobre



amarras estando fondeado.

BotalónPalo o percha redonda que

arma en prolongación hacia afueralas vergas, bauprés o costados.

BotavaraPalo redondo que asegurado

popa al mesana sirve para cazarcangreja.

BracearTirar de las brazas para ha

girar las vergas y orientar las vela



BragueroCabo grueso o guindaleza,

sus extremos afirmados en amurada; envolvía a la cureña ycañón, y sujetaba a éste en

retroceso.

Brandal

Cada uno de los cabos larsobre los que se forman las escade viento. Cabo con que se afirmlos obenques.

Braza



1. Unidad de longitud iguaseis pies.

2. Cabo que sirve para mantefijas las vergas y hacerlas ghorizontalmente.

Braz alóteCabo que une el pie de la ve

con la polea por la que pasa la br

doble.

BrocalEl reborde alrededor de

bocadel cañón.



BurdaCabo o cable que hace el oficde obenque de un mastelero yhace firme en la borda o e m

de guarnición.

CabecearBajar la proa el buque por

olas después de arfar, y tambiénconjunto de los dos movimientos.

CaboTodas las cuerdas que

emplean a bordo y en los arsena



por eso hay el dicho de que en buques sólo hay dos cuerdas, la reloj y la de la campana.

CaladoDe un buque, medida desde

flotación a la parte baja de la quil

Calcés

Parte superior de los pamayores comprendida entre la cofel tamborete.

CapearDisponer el buque de forma



se aguante sin retroceder; se empen temporales, si el buque es de vsin éstas (a palo seco).

CangrejaVela de cuchillo trapezoi

sujeta por dos relingas que se izael palo mesana.

Carbonera Nombre vulgar de la vela estay

mayor.

Carraca



Antiguo barco de transporte,hasta dos mil toneladas, inventpor los italianos.

CarroñadaCañón corto, de poco peso

mucho calibre; nombre originarioCarrón (Escocia).

CastilloParte de la cubierta superdesde el palo trinquete hasta la roy también a la construcción encima de dicha cubierta en parte, y a veces también en la pop



CatavientoPequeño cabo con rodajas

corcho com plumas clavadas pequeño embudo de tela ligera pindicar el viento, sujeto en la jarci

en el mastelerillo.

Cazar

Atirantar la escota hasta quepuño de la vela quede lo más ceposible de la borda.

CebaderaVela que se envergaba en u

percha cruzada bajo el bauprés, fu



del buque.

CeñirEn un buque de vela, navegar

contra de la dirección del vientoel menor ángulo posible.

CiarIr hacia atrás el buque.

CofaPlataforma colocada en algu

de los palos de barco, que sirve pmaniobrar desde ella las vegas ay para vigilar, etc.



CombésEspacio entre el palo trinquet

el mayor, en la cubierta superior ola batería más alta.

Compás soplónO simplemente soplón. Ag

náutica de techo o cámara. An

fueron usadas para que los capitapudieran conocer el rumbo seguía el navío, sin necesidad salir de la cámara. , ,

Condestable



Antiguo título de digniequivalente a Capitán General. De

de el siglo xvii suboficial marina, especialista en artillería.

CorbetaBuque de guerra parecido a

fragata, pero sólo con menos de

cañones (siglo xvni). Las humercantes de 150 y 300 toneladcon trinquete y mayor cruzados ymesana sólo con cangrllamándose entonces barca.



CorrederaCordel sujeto por un extrem

un carretel y por el otro a barquilla, junto con la cual sirve pmedir lo que anda el barco.

CoyHamaca que sirve de cama a

marinería.

CrucetaMeseta de los masteler

semejante a la cofa de los mayores

Cruz



Denominación de las vecuadriláteras envergadas a versimétricas. Aparejo de cruz. Aparde un buque con vergas de uno opalos, e incluso cuatro.

CuadernaCada una de las piezas cur

que arrancando de la quilla formanarmadura del barco.

CuadraDirección del viento de travé

CuartaCada uno de los rumbos



vientos en que está dividida la rnáutica y vale 360°/32 = 11° 25.

CúterLancha; una de las que lleva

bordo los barcos, menor que

chalupa y mayor que el chinchorro

Chafaldete

Cabo que sirve para cargar puños de las gavias yjuanellevándolos al centro de sus verga

ChinchorroPequeño bote de remos y la



debajo del bauprés para aferrar foques.

DerivarCaer a sotaveando se prod

por la acción de una corriente.

DerrotaRumbo o distintos rumbos

hace un buque para trasladarse depuerto a otro.

DescuartelarA UN...: Navegar con vie

abierto a 78° 30' (siete cuartas)



rumbo.

DescubiertaReconocimiento que se hace

horizonte desde lo alto de los paal amanecer o anochecer. También

que hacen los gavieros y juanetedel estado de la jarcia.

DrizaCabo con que se suspendenizan las velas, vergas, picos.

EfeméridesAlmanaque náutico o tab



astronómicas que dan día a díasituación de los planetascircunstancias de los movimiencelestes.

Empuñidura

Cada uno de los cabos firmeslos puños altos o grátil de las velaen los extremos de las fajas de r

que se sujetan a las vergas.EscobénAgujero en la roda (proa) p

dar paso a los cables de un barco.Escorar



Inclinarse un barco hacia unalas bandas. Lo contrario de adriza

EscotaCabo sujeto a los puños ba

de las velas que permite cazarlas.

EsquifeBarco pequeño de los que

llevan en los grandes para saltatierra.

Espejo de popaSuperficie exterior de la po

de



un barco.

EspicheEstaquilla que sirve para ta

un agujero en una barca o en cuba.

EstachaCable con que se sujeta

barco a otro fondeado o a un objfijo.

EstayCabo que sujeta un mástil p

impedir que éste caiga sobre popa



EstriborBanda o costado derecho de

barco, mirando de popa a proa.

Estrobo

Pedazo de cabo que se emppara cualquier uso.

FachearMantener un buque casi parasi es de vela disponiendo éstas forma que se contrarresten efectos.



FalúaPequeña embarcación usada

los puertos por los jefesautoridades de marina.

Falucho

Embarcación costera que lluna vela latina.

FlechasteCada uno de los cordeles qligados a los obenques, sirven escalones para subir a ejecumaniobras en lo alto de los palos.



FoqueVela triangular que se larga

proa del trinquete, amurándola enbauprés.

FragataBuque de guerra de los sig

XVII y XVIII menor que el navpero con aparejo similar de tpalos cruzados con cofas y cruceta

una sola batería corrida, que esdel combés, con 40 o 60 cañonLas hubo mercantes de más de 3

toneladas.

Fresco



Se dice del viento que en veleros permite llevar todas velas.

GalernaViento recio del SO al NO q

se desencadena inesperadamentela costa N. de España y el golfoVizcaya.

GataBote noruego.

GaviaVela que va en el mastelero



mayor de una nave.

GavieroMarinero a cuyo cuidado est

gavia y el registrar cuanto se pualcanzar a ver desde ella.

GoletaPequeño buque raso y fino

dos palos, con velas cangrejas.GrátílBorde de la vela por donde

une al palo



GuindolaAndamio que rodea un p

Salvavidas colgando de un clargo, colgando por la popa debarco.

GuiñadaGiro o desvío brusco de la p

del buque con relación al rumbo

debe seguir.

HeurBarcaza o gabarra de car

Embarcación cubierta aparejada balandra que en las costas del m



del Norte solía llecorrespondencia y carga a grandes buques.

JabequePequeño buque, en general

cabotaje, de 30 a 60 toneladas, tres palos: el trinquete en latinamayor casi vertical y el mesana

cangreja.

JarciaConjunto de todos los cabos

un buque: Jarcia firme o muertaque está siempre fija para sujetar



palos; según su posición y formatrabajar se llaman: obenques, estabrandales, burdas o barbiquejomostachos del bauprés.

Jarciar

Poner la jarcia a uembarcación, enjarciar.

JardínObra exterior en voladizo sobresalía a popa en cada banda,forma de garita, muy decorexteriormente y que albergaba retretes de los oficiales superiores



Juanete Nombre del mastelero, verg

vela que van por encima de gavias en las fragatas, en patrinquete y mayor; en el mesana

llama perico. La vela más alta.

Juanetero

Marinero especialmeencargado de la maniobra de uanetes.

LargarAflojar o soltar un cabo» Vf



etcétera.

Largar velasPara aumentar la velocidad

barco, los gavieros y juaneteros

(que eran quienes subían a palos) desplegaban las velas pque tomaran más viento. A la v

«¡Largar!» soltaban el pacuidando de largarlo primero por penoles (extremos de la vergadespués por la cruz (centro).

LargoAplícase al viento que recibe



buque, cuya dirección abre conquilla un ángulo desde la proa made las seis cuartas de ceñir.

LastrePeso formado por lingotes

hierro y piedras que iban en el fon

del barco para aumentar estabilidad.

Laúd

Semejante al falucho, sin foqpara pesca en el Mediterráneo.

Levar

Arrancar y levantar el ancla fondo.Mastelerülo



El palo menor que va sobremastelero a partir de la cruceta.

MasteleroLa percha o palo menor que

sobre los palos machos desdecofa.

MayorEl palo principal en los vele

de tres o más palos, situado hacia

centro del buque. Las velas citado palo, especialmente la mbaja.

MeollarCuerda fina que se emplea p



hacer otras más gruesas, para forcabos, etc.

Mesa de guarniciónEn los buques de vela conju

de tablones unidos por sus canto

de esta forma con el costaformando en el costado una meshorizontal, desde cada palo ha

popa, para sujetar en ella obenques, burdas y brandaabriéndolos lo más posible del pa

MesaríaPalo más próximo a la popa



un buque de tres.Vela envergadaun cangrejo de este mástil.

MillaUnidad de longitud mar

equivalente a 1.852 metros.

MostachoCabo grueso o cadena

sujeta lateralmente el bauprés a amuras.

NavíoGran buque de guerra de

segunda mitad del siglo XVII y



XVIII con más de 60 cañones y tres palos cruzados y bauprés; tendos o tres baterías y popa redoncon espejo plano.

Nudo

Unidad de velocidad de barco, que equivale a una milla hora. Lazo hecho de forma tal q

cuando más se hala de sus chicomás se aprieta.

ObenqueCabo o cable grueso con que

sujeta un palo macho o mastel



desde su cabeza a la cubierta, mde guarnición o cofa a bandabanda; los del mastelero se llamobenquillos.

Orzar

Hacer girar el buque, llevansu proa desde sotavento habarlovento. Es lo contrario

arribar. Orza. La posición de irbuque navegando ciñendo.

PaloCada uno de los principales

un buque: trinquete, mayor, mesan



bauprés, a los cuales se agregan masteleros, todos

destinados a sostener vergas, a que están unidas las veSe llama macho al trozo princihasta la cofa especialmente.

PeñolCada una de las puntas

extremos de toda verga o botalón.

PerchaCualquier palo cilindrico

madera.



PingueCierto barco de carga que

ensancha por la parte de la bodpara aumentar su capacidad.

Polacra

Buque de dos o tres palos cofas.

PortaAbertura o tronera que haylos costados del buque para venty dar luz y para el juego deartillería.



PopaLa parte trasera del barco do

se coloca el timón y están cámaras principales.

Proa

La parte delantera del barco.

Quadra o cuadra

Parte del buque a ¼ de eslora; viento por la cuadra recibido en dicha dirección.

RizoTomar rizos: disminuir



superficie de las velas amarranuna parte de ellas a las vergas.

RodaPieza robusta de mad

colocada a continuación y encima

la quilla que forma la proa del bar

Saetía

Cierto barco de tres palos y usola cubierta que se empleaba pcorso y transporte.

SantabárbaraPañol destinado en los barco



guardar la pólvora. Cámara donde se pasa a él.

SemáforoAparato instalado en las cos

para comunicarse con los barcos

medio de señales hechas banderas, según un códinternacional.

ServiolaRobusto pescante que sale

las bordas del castillo, por fuera aambas caras para mane

anclas. Estar de serviola. Marin



de guardia en el sitio de la servidurante la noche.

SingladuraDistancia recorrida por

buque en veinticuatro horas, conta

desde un mediodía al siguiente.

Sirvientes de un cañón

Para simplificar las órdeneslos sirvientes se les numeraba. Eseis. El capitán cebaba, apuntabdisparaba el cañón. El primembicaba y elevaba la caña cañón; el segundo lo cargaba;



tercero mojaba las pavesas antesrecargar; el cuarto ronzaba (movel cañón y pasaba munición; el quiera el encargado de suministrarpólvora.

SobrejuaneteVerga cruzada sobre

uanetes. Vela que se pone en ella

SotaventearIrse o inclinarse a sotaventa

SotaventoCostado de la nave opuesto



barlovento, o sea opuesto al ladodonde viene el viento.

Tabla de JarciaConjunto de obenques de

palo con sus flechastes.

TamboreteTrozo de madera con que

empalma un palo con otro.

TartanaBarco de vela latina de un s

palo perpendicular a la quilla encentro, empleado para pescacabotaje.



Timonear Manejar el timón.TracaHilada de tablas o planchas

fondo del barco.TravésLa dirección perpendicular

costado del buque, y se dice de tolos objetos que se hallen en dirección.

TreoVela cuadra o redonda que

utiliza en los barcos de vela lat

para navegar en popa con vienfuertes.Trincar



Amarrar o sujetar una cosa cabo, en el siglo XVII los cañones

se trincaban en la mbatiportándolos o abretonándolos.

Trinquete

Palo inmediato a la proa en barcos que tienen más de uno. Vemayor que cruza ese palo. Vela q

se pone en esa verga.

VelaConjunto de varios paños

lona unidos por costuras, rebordepor un cabo (relinga) y que se la



en una verga, palo o estay.

VelachoLa gavia del palo trinquete.

Velas mayores

Las tres velas principales navío y otras embarcaciones, que la mayor, el trinquete y la mesana.

VergaElemento longitudinal

madera o metálico que sirve penvergar una vela, se cuelga y sujde cualquiera de los palos



masteleros, tomando el nombre palo de la vela.

VirarCambiar el rumbo o lado

donde se recibe el viento yen

ciñendo. Virar por avante cuando

se cambia haciendo pasar

viento por la proa. Virar por redoncuando se hace pasar el viento popopa. Modernadamente cambiar rumbo al opuesto.

Zafarrancho



Acción de desembarazar cubiertas y baterías en el siglo XVcolocando los coys en las bata-yopara protección de la tripulación.

Yola

Barco muy ligero movidoremo y con vela.

Agradecemos a la EditorSilex su gentil colaboración

ermitirnos reproducir aquí eterminología naval que forma pa



del «Glosario de términos navalde la obra El buque en la Armespañola

la costa desconocida - patrick o'brian

Documents