jhon edison morales osorio sebastián sánchez segura (asesor)
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Factores de riesgo y trastornos de conducta implicados en el uso de Sustancias
Psicoactivas (SPA) en niños, niñas y adolescentes1
Risk factors and behavioral disorders involved in the use of psychoactive
substances (SPA) in children and adolescents
Jhon Edison Morales Osorio2
Sebastián Sánchez Segura (asesor)3
Resumen
El presente artículo de revisión, no producto de investigación, tiene como
objetivo evidenciar los factores de riesgo y trastornos de conducta implicados en el uso
de Sustancias Psicoactivas (SPA) en niños, niñas y adolescentes. Para ello se empleó
una metodología consistente en la revisión descriptiva de 25 artículos, de los cuales el
70 % son producto de investigación y el 30 % restante se dividen en escritos de rastreo
bibliográfico, revisión descriptiva y estadística, publicados en los últimos 7 años. Estos
artículos abordan la temática central de consumo de sustancias psicoactivas (SPA) o
trastornos de conducta, en ellos se rastreó los factores de riesgo asociados al consumo
de estas sustancias y la relación existente entre el consumo de sustancias psicoactivas y
los tipos de trastorno de conducta asociados en los consumidores. En el proceso de
relación entre factores de riesgo y trastornos de conducta se han encontrado como
factores predominantes la negligencia familiar, seguido por las creencias en torno al uso
de las sustancias, el abuso físico, sexual y psicológico y la influencia del contexto
familiar y social que involucra la interacción de los pares. Igualmente, se logra establecer
1 Artículo de revisión
2 Especialista en Psicología Clínica con Énfasis en Psicoterapia con Niños y Adolescentes, de la Universidad
Católica de Pereira. Contacto: [email protected] 3 Magister en teoría psicoanalítica del Colegio de Psicoanálisis Lacaniano en México D.F. Psicólogo de la
Universidad Católica de Pereira.
que los trastornos con mayor índice de asociación al uso de Sustancias Psicoactivas
(SPA) son los trastornos de personalidad, de ansiedad y de depresión; asimismo, se
evidencia que hay una comorbilidad del consumo con los Trastornos Negativista
Desafiante y Déficit de Atención con Hiperactividad. Los factores de riesgo de orden
familiar y social sobrepasan otras dimensiones, prejuiciosamente consideradas en el
ámbito social, como el estrato socioeconómico, la asequibilidad a las sustancias y la
relación de la iniciación al consumo con la comisión de delitos.
Palabras claves: Niños, niñas y adolescentes, Sustancias Psicoactivas (SPA), trastornos
de conducta, factores de riesgo.
Abstract
The article under review is not a product of investigation, but utilizes objective
evidence in regard to the identifying and understanding factors of risk and conduct
disorders that involve the use of psychoactive substances by children and adolescents.
For this study, one consistent methodology was employed in the review, and
description of 25 articles, found in publications no older than 7 years, of which 70% are
the product of investigation and the remaining 30% are divided into articles of tracking
descriptions of people’s lives and statistical data, that address the subject and themes
involving the connection between the consumption of psychoactive substances and
that of conduct disorders.
In the process of this review, the relationship between factors of risk and conduct
disorders has been found to have, as the predominant factor, family negligence. This is
followed by the belief that the use of the psychoactive substances derive from physical,
sexual and psychological abuse influenced in the context of family and social
interactions that involve parental interaction. Equally established is the fact that
disorders of conduct indicate a major association with the use of psychoactive
substances on personality, anxiety, and depression, as evidenced with the comorbidity,
or coexistence, of the consumption of psychoactive substances in children and
adolescents when present with conduct disorders such as Negative Defiant, and
Attention Deficit and or Hyperactivity Disorder. Also included are disorders
bequeathed with risk from family or social order, that passes other dimensions and
prejudicial considerations of socio- economic strata (status), that is equally sustained
and related to the beginning or initiation of consumption of psychoactive substances
and the commission of criminal activity.
Introducción
Actualmente, nuestra sociedad colombiana está afrontando con mayor
frecuencia el uso de SPA, eventos de consumo que para muchos niños, niñas y
adolescentes se hace común y naturalizado. Las estadísticas así lo demuestran: la última
encuesta global sobre drogas (The Global Drug Survey, 2017), realizada por medios de
comunicación como The Guardian y The Huffington Post, en alianza con
organizaciones internacionales como Energy Control, Drug Reporter y la Corporación
Acción Técnica Social (ATS) en Colombia, reportan que el 58 % de las personas que
recurren a las Sustancias Psicoactivas (SPA) tienen menos de 24 años. Según datos de
UNICEF, el 35 % de los jóvenes de entre 13 y 15 años asegura haber tomado alcohol
en el último mes y el 17 % fuma cigarrillo a diario. Consecuentemente para el
Departamento Nacional de Planeación, en el año 2015, 6.735 niños ingresaron en el
programa de restitución de derechos por consumo de SPA al Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF), los cuales, clasificados por género, corresponderían a 2.488
mujeres y 4.246 hombres y una persona con género indeterminado. Las edades del total
mencionado, 49 tenían entre 0 y 5 años; 118, entre 6 y 11; y 5.041, entre 12 y 17, lo que
confirma que la iniciación se presenta tanto en colegios públicos como privados y, en
muchos casos, está afianzado en relaciones de influencia de pares, seguido por actos de
consumo de alcohol y otras sustancias. El Estudio Nacional (EN) de consumo de SPA
en Colombia para el año 2013 considera que:
El abuso y dependencia de marihuana, cocaína y bazuco involucran a 141
mil personas, de las cuales 106 mil son hombres, clasificados como
consumo dependiente, unas 342 mil personas que cumplirían con los
criterio del DSM-IV, de ellos 287 mil varones y 55 mil mujeres. Sumando a
ellos la cantidad de abusadores y de dependientes, se estimaría que el país
cuenta con un aproximado de 484 mil personas, que requieren de asistencia
para la reducción o eliminación del uso de sustancias psicoactivas, se
considera que el 57.7% de quienes hacen uso de sustancias psicoactivas
presentan patrones de uso perjudicial orientando la estadística a deducir
que uno de cada dos consumidores de drogas, presenta problemas en
relación al consumo ya sea de orden físico, psíquico, familiar o social, tanto
en varones como en mujeres (p. 21).
Además del incremento en el uso de SPA, se considera que los eventos de
consumo y adicción se relacionan con factores de riesgo problemáticos que movilizan
patrones de conducta. Consecuente a la adición y al gran fenómeno presente a nivel
nacional se reconoce el abuso y adicción de SPA como un asunto de salud pública
que, según la ley 1566 del 2012, deberán ser tratados como una enfermedad de la salud
mental, área en la cual la Psicología Clínica considera importante establecer cuáles son
los factores de riesgo y trastornos de conducta implicados en el uso de SPA en niños,
niñas y adolescentes. Para ello se realizó una búsqueda de artículos producto de
investigación y artículos de revisión descriptiva que permitieron identificar las
categorías de factores de riesgo y trastornos de conducta asociados al consumo de
SPA. De esta búsqueda, se resalta la influencia sociocultural, de pares y familiares,
porque a pesar de que la familia sea considerada el pilar fundamental de la sociedad, es
allí donde se generan las primeras experiencias, cuando el niño, la niña o el adolescente
se sienten amados y seguros, lo que crea vínculos de apego, reconocimiento de las
primeras figuras significativas de autoridad y sociales, así como la promoción de
aspectos fundamentales para el desarrollo de la identidad individual y social.
Metodología
Al considerar el consumo de SPA como una problemática social significativa en
el contexto actual, se determinó relevante la realización del presente trabajo de revisión
descriptiva, contando con una metodología cualitativa de selección y análisis de
artículos sobre el consumo de SPA y los trastornos de conducta. De los 25 artículos
seleccionados, el 70 % son resultado de la investigación científica aplicada; el otro 30 %
son de revisión descriptiva y estadística. En estos textos se rastrearon los factores de
riesgo implicados en el consumo de SPA y los trastornos de conducta asociados a esta
actividad de consumo. Se tuvo en cuenta criterios de exclusión como la fecha de
publicación (eligiendo aquellas publicaciones entre los años 2011 y 2018 para la
revisión) o la pertinencia respecto a las categorías. A continuación se presenta un breve
marco teórico que desarrolla las categorías y conceptos principales abordados en este
artículo a partir de una búsqueda bibliográfica. Dado que la siguiente conceptualización
de las categorías no hace parte de la revisión y análisis de artículos, se refiere a autores y
libros publicados en fechas anteriores al rango establecido para la revisión descriptiva
de los artículos.
Marco teórico
Las Sustancias Psicoactivas (SPA) son las drogas, y toda sustancia que,
introducida en un organismo vivo, pueda modificar una o varias de sus funciones
(OMS, 2012). La OMS, en el año 1982, determinó cuales serían las sustancias que
producen dependencia, y declaró como drogas de abuso las de uso no medicado que
producen efectos psicoactivos con capacidad de producir cambios en la percepción,
estado de ánimo, la conciencia y el comportamiento. “Sustancia Psicoactiva” es un
sustituto reciente del término drogas, considerando que drogas hace mayor referencia a
los fármacos, y no incluyen aquellas sustancias psicoactivas naturales como la
marihuana o las sustancias que adquieren un uso diferente al de su función específica,
ejemplo de ello es el Resistol o pegamento. Según el DSM-IV (1994), se define
drogodependencia como un patrón mal adaptativo de uso de SPA que conlleva a un
deterioro o malestar clínicamente significativo en algún momento de un período
continuo de doce meses. Para el año 1994, en el glosario de términos alcohol y drogas
de la OMS, bajo el título Lexicon of Alcohol and Drug Terms, se define cada uno de
los efectos y consecuencias de los abusos del alcohol y las drogas, puntualizando en los
efectos de estas sustancias psicoactivas, su sintomatología, secuelas y relaciona
indicaciones terapéuticas en las que define sus categorías diagnósticas para el campo de
estudio clínico y científico, afirmando que algunas de estas sustancias tienen la
posibilidad de generar lo que se conoce como adicción; es decir, generan acciones que
conllevan a la pérdida del autocontrol y la capacidad voluntaria de abstinencia,
evidenciándose una incapacidad de control frente a la necesidad de consumo. Las
personas en esta condición se denominan drogadictos, alcohólicos,
farmacodependientes, tóxico-dependientes, entre otros. Definiciones de la OMS que le
ha permitido a la oficina Infodrogas (Información y prevención sobre drogas) señalar que
las drogas producen, de algún modo, alteraciones al funcionamiento natural del
sistema nervioso central del individuo, haciéndole susceptible de crear dependencia, las
cual puede ser psicológica, física, o ambas al mismo tiempo. Las sustancias psicoactivas,
al ser incorporadas al cuerpo, logran modificar la conciencia, el estado de ánimo o los
procesos de pensamiento en un individuo. Según el observatorio de drogas en
Colombia del Ministerio de Justicia y el Derecho, creado mediante la Resolución 0006,
del 08 de Abril de 2005, define las drogas como:
Las sustancias psicoactivas pueden ser de origen natural o sintético y cuando
se consumen por cualquier vía (oral-nasal-intramuscular-intravenosa) tienen
la capacidad de generar un efecto directo sobre el sistema nervioso central,
ocasionando cambios específicos a sus funciones; que está compuesto por el
cerebro y la médula espinal, de los organismos vivos. Estas sustancias son
capaces de inhibir el dolor, modificar el estado anímico o alterar las
percepciones (p. 34).
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2012), en el 2008, de 155 a 250
millones de personas (3.5 % a 5.7 % de la población mundial entre los 15 y los 64 años
habrían usado algún tipo de SPA, como cannabis, anfetaminas, cocaína, opioide o
medicamentos no prescritos. Actualmente, se estima que por lo menos 15.3 millones de
personas en el mundo sufren de algún trastorno por uso de estas sustancias, y 3.3
millones de muertes al año llegan a ser ocasionadas por el consumo perjudicial de
alcohol (OMS, 2016, citado por Luna , Castro-Martínez, Castellanos y Trujillo, 2017).
Alteraciones a nivel personal por el uso o abuso de sustancias psicoactivas
Rojo-Mota (2016) describe, cómo para los neuropsicológicos, la adicción es
explicada como la alteración en el funcionamiento de las estructuras cerebrales,
causando especialmente una disminución de la actividad de la corteza prefrontal en la
regulación de los inputs procedentes de niveles cerebrales inferiores (Volkow y Baler,
2014). El déficit funcional de la corteza prefrontal puede ser previo, como consecuencia
de un historial de aprendizaje deficitario, operando como mecanismo favorecedor de la
adicción. Olivar, Ruiz y Pedrero (2014) argumentan que el déficit funcional prefrontal
ocasiona diversas alteraciones en procesos vinculados a esta estructura, como son la
atención, la inhibición de conductas inapropiadas, la planificación de la conducta, el
seguimiento de planes, la estimación de consecuencias o la supervisión general de la
conducta; esta afirmación también es válida para Goldstein y Volkow (2011).
Frecuentemente asociados a la adicción, Rojo-Mota, Pedrero, Ruiz, Llanero y Puerta
(2013), manifiestan que un trastorno es recuperable; incluso, sugieren que una persona
puede manejar de modo adecuado sus dificultades y que un entorno que puede ser
modificado para favorecer la plena integración del individuo puede ser favorable; en
esta misma línea de trabajo se hallan teóricos como Hall, Carter y Forlini (2015); Levy
(2013); Satel y Lilienfeld (2014); Luna, Castro, Castellanos y Trujillo (2017).
Factor de Riesgo
Para la OMS “Un factor de riesgo es cualquier rasgo, característica o exposición
de un individuo que aumente su probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión” (p.
12). Por otra parte, para la psicología un factor de riesgo es todo aquel evento que
conlleve al individuo a ejecutar acciones con las cuales pueda generar lecciones o daños
en su integridad. Aguirre-Guiza, Aldana-Pinzón y Bonilla-Ibáñez (2016), relacionan los
factores de riesgo con lugares de interacción donde los niños, las niñas y los
adolescentes son más vulnerables frente al uso de sustancias, afirmando que la
vivienda propia o la de los amigos, el colegio y sus alrededores son los lugares y
ambientes en los que se ofrece el mayor número de SPA. Graxiola-Romero y Frías-
Armenta (2012) consideran que los factores estresores o de riesgo relacionados a los
factores de apoyo o protectores pueden generar nuevos riesgos de maltrato a la
población infantil, especialmente cuando los factores estresores superan los apoyos que
pueden desencadenar en el individuo una o varias enfermedades de alto riesgo con
posibles comorbilidades y alteraciones que limitarían un normal y libre desempeño en
sus funciones.
Después de esta contextualización teórica, a continuación se presenta la
discusión en torno a los factores de riesgo y trastornos de conducta, asociados al
consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA), evidenciados en la revisión de los 25
artículos estudiados.
Discusión
Entre los factores de riesgo más significativos hallados en la revisión de artículos
se encuentran los siguientes.
Factor de creencias sobre el consumo
La palabra creencia tiene su etimología en el latín, sería la suma del verbo credere,
que puede traducirse como “creer”, y del sufijo entia, que es equivalente a “cualidad de
un agente”. Para la sociedad, la creencia es definida como una idea tomada por
verdadera desde criterios de experiencias propias. Según González y Trujillo (2017) las
creencias en torno a la sustancia suelen motivar el consumo de las mismas; en esta
misma vía, Castaño, García, Luna, Morán, Ocampo y Ortiz (2016) opinan que
concepciones que suelen ser erróneas, como que la sustancia mejora el rendimiento
escolar, refuerzan la tendencia. En el artículo de Zapata, Calderón, Cano y Castaño
(2012) se concluye que la naturalización del consumo evita concebir sus factores
problemáticos convirtiendo el fenómeno en un hecho cultural viable y aceptado que
pude estar asociado a creencias y racionalidad. Asimismo, Rodríguez, Pacheco, Valle y
Domínguez (2017) exponen cómo en el ámbito universitario existe una asociación
significativa entre el consumo de drogas ilegales; el ser varón, fuma tabaco o bebe
alcohol; el vivir solo o con amigos puede desencadenar en un mal rendimiento
académico. Se encuentra que existen algunas atribuciones frecuentes en las personas
que suelen hacer uso de las sustancias psicoactivas, por ejemplo, la negación o
autoengaño que es una separación de la conciencia de las consecuencias de la adicción
con la intención de disminuir la ansiedad, esta creencia minimiza y justifica el acto
futurizando el pensamiento y evitando la vivencia de la realidad presente.
Factor de riesgo familiar: negligencia y autoritarismo como predisponentes de
baja autoestima
En la revisión rigurosa de los artículos seleccionados se encuentra una relación
entre ciertos estilos parentales y la generación de baja autoestima que acompaña o
predispone el consumo de SPA. Se verá que los demás factores encontrados
difícilmente se deslindan de la influencia familiar, siendo en realidad la médula
fundamental de riesgo frente a esta situación. Antes de explicitar estos vínculos es
importante mencionar que la familia está definida jurídicamente como el núcleo
principal de la sociedad y goza de protección y desarrollo social, pero, a pesar de ello,
puede encontrarse que hay factores de riesgo a este nivel que indican la negligencia de
los padres en la presencia de abandono, maltrato infantil, conflictos de pareja y un
inadecuado comportamiento que genera conductas problemáticas en el aprendizaje por
modelamiento, según lo expresado por Castaño, García, Luna, Morán, Ocampo y Ortiz
(2106). Estos autores afirman que los problemas familiares fueron el factor asociado
con mayor razón de prevalencia al consumo de sustancias en el 2017; argumentan que
un escenario familiar disfuncional enmarcado por frecuentes conflictos, baja cohesión,
excesivo castigo, abuso de alcohol, u otras sustancias psicoactivas en el hogar, influye
en los primeros consumos de los adolescentes.
Del mismo modo Prieto, Cardona y Vélez (2016) puntualizan que en relación al
consumo de drogas se encuentran hijos que presentan condiciones de padres
abusadores de sustancias, adolescentes víctimas de abuso físico, sexual, psicológico y,
en general, problemas de salud mental, especialmente los deprimidos y con tendencias
suicidas asociadas a una exposición de negligencia durante los primeros años de vida,
presentándose como un factor más fuertemente asociado al abuso de sustancias en la
adolescencia. En el artículo titulado El maltrato infantil por negligencia o desatención familiar,
Arranz y Torralba (2017) explican que la negligencia es la situación en la cual las
necesidades físicas (alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en las
situaciones potencialmente peligrosas, educación, cuidados médicos y estimulación
cognitiva) no son atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro del
grupo que convive con el niño, la niña o el adolescente. Estos postulados coinciden con
Muñoz, Godoy, Sandoval, Romero y Nieto (2016), quienes sostienen que el consumo
de alcohol y drogas ilegales en los hijos estarían influenciados por el grado de
inestabilidad de la pareja de padres, valorando el conflicto familiar como uno de los
mayores riesgos de salud relacionado con el uso de drogas en adolescentes.
La familia es considerada igualmente como la base esencial del desarrollo de la
autoestima, esta es vista como el conjunto de percepciones y valoraciones positivas de
sí mismo y hace posible que el sujeto se proyecte en la sociedad, en el futuro y la vida;
es la posibilitadora de la motivación necesaria para permanecer en la búsqueda de
objetivos. Castaño, García, Luna, Morán, Ocampo y Ortiz (2016) manifiestan una
estrecha relación entre el abuso de SPA y los factores personales, influenciados también
desde del núcleo familiar, lo que genera una baja autoestima en el sujeto con
transcendencia a lo social, viéndose afectado a causa de una disfuncionalidad familiar.
Prieto, Cardona y Vélez (2016) afirman, por su parte, que los estilos parentales que
presentan mayor controversia son los autoritarios que conllevan a dificultades
emocionales por falta de afecto y apoyo, generando bajos niveles de autoestima y poca
confianza en sí mismo. Este postulado es apoyado por Barcelata , Quetzali, Martínez,
Gómez y Patiño ( 2015), quienes resaltan en su estudio Características de personalidad
predictoras del afrontamiento en adolescentes de contextos marginados, que: “Los jóvenes que
cuentan con mejor autoestima, son aquellos que se fijan metas positivas a futuro y se
orientan a la solución de sus problemas, son más maduros, utilizan estrategias
funcionales y tienen menos probabilidad de presentar problemas con alcohol y drogas”
(p. 43).
Iniciación al consumo como ritual familiar, ¿factor de riesgo o factor protector?
El ritual se concibe como una o varias acciones simbólicas fundamentadas en
creencias, ideologías religiosas, tradiciones o eventos de memoria histórica, que
permiten a los individuos liberar sus tensiones. Estos se pueden dar con múltiples
propósitos de veneración, rechazo, recordatorio o festejo, como sucede con las fiestas
de cumpleaños. Para Avicius, Iglesias, Ponce, Poultier, Pandolfi, Nigro y
Bradichansky (2013), las primeras experiencias de consumo de bebidas embriagantes se
desarrollan al interior del ámbito familiar como un ritual en situaciones festivas y no
por fuera de este grupo como pudiese pensarse, dándose entonces una tolerancia y un
ambiente propicio para la utilización de esta sustancia. Zapata, Vallejo, Bedoya y Pérez
(2012) consideran que con los familiares con quienes se presenta el de alcohol no se
configura como factor de riesgo para el inicio de la adicción en los hijos, pues en su
estudio asocian el consumo a factores de aceptación cultural, no vistos como
problemáticos, llegando, incluso, a ser factor de protección.
Factor de riesgo de víctimas de abuso físico, sexual y psicológico
El maltrato es entendido como la violencia caracterizada por sus
manifestaciones físicas, materiales o corporales, el cual se genera en el ámbito
doméstico y social, ya sea como abuso sexual, tortura o castigo inapropiado, eventos
que desencadenan traumas con manifestaciones psíquicas y morales visibles
emocionalmente en el individuo. Tanto el abuso físico como el sexual son una violación
al cuerpo y a la confianza que transgrede los límites personales, emocionales, sexuales y
energéticos, provocando heridas profundas con cicatrices físicas, emocionales,
espirituales y psicológicas.
Para Torres, Posada y Berbesi (2010), la población adolescente es la más
afectada por el impacto social, económico y de la salud. Consideran la adolescencia
como una etapa evolutiva de significativas transformaciones biológicas que es sensible a
factores de riesgo de consumo de sustancias, y se concluye que los hijos de padres
consumidores de drogas, víctimas de abuso físico, sexual o psicológico y poseedores de
problemas de salud mental, son propensos a adquirir la conducta de consumo. Del
mismo modo, Urquijo, Zapata, Lewis, Alhucema, Falquez y Pérez (2017) indican que
los niños en condiciones de riesgo social, como las víctimas de maltrato infantil y las
personas adultas, con trastornos de ansiedad asociados a maltrato y abandono infantil,
tienen mayor riesgo de recurrir a las sustancias.
Prieto, Cardona y Vélez, (2016) plantean que la familia juega un papel crucial
para favorecer u obstaculizar el uso de estas sustancias en la población adolescente,
relacionando inadecuados tratos como el afecto negativo, los castigos físico o el control
autoritario con diversos problemas de conducta, demostrando, con la medida
estadística del Riesgo Relativo (RR), que estilos parentales como el indulgente y
autoritativo, que funcionan consistentemente, pueden llegar a ser factores protectores;
mientras que los estilos autoritario y negligente aparecen como factores de riesgo para
el consumo de las sustancias psicoactivas. De igual forma, Rodríguez (2012), en su
artículo Consecuencias psicológicas del abuso sexual infantil, explica que los adolescentes
víctimas de maltrato infantil, asociados al abuso sexual, relacionan estos eventos con
consecuencias posteriores como los dolores físicos sin razón médica que los justifique
(cefaleas, fibromialgias, trastornos gastrointestinales) y con trastornos relacionados con
el abuso de sustancias, así los adolescentes responderían a este hecho traumático tanto
con síntomas físicos reales como con una percepción subjetiva negativa de salud.
A continuación se presentan los trastornos psicológicos y de conducta
mayormente asociados en los artículos al consumo de SPA.
Ansiedad
La ansiedad es uno de los trastornos que, con mayor frecuencia, está relacionado
al consumo de SPA. Es una respuesta de anticipación involuntaria del organismo frente
a estímulos estresores internos o externos. Para González y Londoño este padecimiento
suele encontrarse frecuentemente en personas consumidoras de sustancias psicoactivas,
esta misma conclusión se halla en Guerrero, Castro, Duque y Trujillo (2017). Dado que
las sustancias psicoactivas suelen estimular la liberación de dopamina encargada de la
sensación de placer, estas pueden servir como reguladoras de la ansiedad, puesto que,
interfieren en las sensaciones displacenteras alimentadas por ella, logrando así una
estabilidad emocional. Esta liberación de dopamina sostiene por reforzamiento la
conducta de consumo.
Trastornos afectivos
La depresión, presentada como conjunto de síntomas de predominio afectivo
(tristeza patológica, apatía, anhedonia, desesperanza, decaimiento, irritabilidad,
sensación subjetiva de malestar e impotencia frente a las exigencias de la vida), y en
algunos casos con efectos en lo cognitivo, volitivo y somático, se encuentra clasificada
en la Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud
(CIE 10, 2016) y (DSM IV, 2013). Para Garcia, Márcia, Oliveira, Titus, Fernandes,
Pinho y Tarifa (2015), en su estudio de salud mental de problemas relacionados con el
crimen y la violencia, la impulsividad y hostilidad aumentaron la probabilidad de que los
trastornos relacionados con el consumo de sustancias condujeran al suicidio, sobre
todo, entre los pacientes con diagnóstico de trastorno bipolar, considerando así que
existe una comorbilidad entre los trastornos mentales afectivos y los trastornos
relacionados con el consumo de sustancias que a su vez aumenta el riesgo de conducta
violenta. Algunos autores afirman que los trastornos psiquiátricos como el trastorno de
humor, la depresión, la ansiedad y el déficit de atención e hiperactividad son las
comorbilidades más comunes asociadas con el abuso de sustancias. De igual forma,
Muñoz, Bello, Sandoval, Romero y Nieto (2016), logran identificar dos dimensiones en
la conducta-problema: los comportamientos internalizantes que involucran trastornos de
ansiedad, depresión y problemas emocionales relacionados con situaciones que originan
daño a nivel personal; y los problemas externalizantes que se refieren a la hiperactividad y
conductas desviadas de las normas que generan daño en relación con otros. A nivel
mundial, se encuentra que la OMS (2013) promueve planes de acción que permiten
prevenir y mitigar el incremento de trastornos con una alta carga de morbilidad, entre
los cuales se encuentran como significativos los afectivos que incluyen la depresión y el
trastorno afectivo bipolar que suelen iniciarse en la infancia y la adolescencia (Plan de
acción sobre salud mental de la Organización Mundial para la Salud, 2013)
Trastornos de personalidad
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V,
2013) se encuentra que un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e
inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de
las expectativas de la cultura del sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de
la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o perjuicios para el
sujeto. Para Guerrero, Martínez, Duque y Prieto (2017) el consumo de SPA está
relacionado con actividades placenteras, ya sea por evitación o escape, puntuando una
alta relación con diversos trastornos como el de personalidad con un 46 % de
prevalencia. Según estos autores, las características de personalidad de estos individuos
suelen exacerbarse con el consumo de sustancias psicoactivas, porque estas pueden
tener efectos en reacciones fisiológicas y cognitivas, en las alucinaciones visuales,
delirios, auditivas, táctiles, olfatorias e incluso gustativas. Lo anterior relacionado con
las ideas de persecución y daño a sí mismo, como las distorsiones en la percepción de
riesgo que suelen presentarse en estos trastornos de personalidad, por ejemplo en el
Trastorno Límite de la Personalidad. Para Eguiarte, Martínez, Gómez, Maqueo y
Patiño (2015) las características de la personalidad están relacionadas con las
características de ansiedad, depresión, enojo, conducta antisocial, enajenación,
tendencia al alcoholismo, inmadurez y consumo de sustancias que influyen en el uso de
estrategias de afrontamiento disfuncionales, como rumiación, evitación, respuestas
fisiológicas y conducta autolesiva. Del mismo modo Bobes, Ubago, y Saiz (2011)
afirman que el alcoholismo es por sí mismo un factor de riesgo y de comorbilidad
frecuentemente asociado con trastornos de la personalidad y abuso de otras sustancias.
Trastorno Negativista Desafiante
De acuerdo con el DSM-V (2013), dicho trastorno está caracterizado por un patrón
recurrente e inapropiado, para el nivel de desarrollo y contexto socio-cultural, de
conductas negativistas, desafiantes, desobedientes y comportamiento hostil hacia las
figuras de autoridad, con grandes afectaciones en la interacción social que incluye el
campo académico y ocupacional. Deteriora la relación con pares, profesores y grupo
familiar.
Para Erazo y Oscar (2016) los problemas afectivos y de la personalidad son la
base para el desarrollo de comportamientos negativistas, desafiantes y disociales, estos
niños tienen problemas de conducta relacionados con la intimidación y la regulación de
la ira y la violencia. Morales, Romero, Rosas, López y Nieto (2015) manifiestan que los
problemas más frecuentes en niños entre los 4 y 7 años de edad han sido la conducta
Negativista Desafiante, caracterizada por la desobediencia, la conducta agresiva y la
hiperactividad, estimando que este comportamiento afecta a entre un 2 % y 16 % de la
población de niños, niñas y adolescentes del mundo. Este trastorno del
comportamiento puede progresar y transformarse en comportamiento antisocial con
violación de normas que incluye el consumo de SPA.
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
Este trastorno se presenta con tres síntomas: disminución de la atención,
impulsividad e hiperactividad. Se inicia en la infancia y se caracteriza por dificultades
para mantener la atención y dificultades en el control de los impulsos. Se encuentra
clasificado en el DSM-V (2013). Para Fernández, Ortiz, Aguilar, Pérez y Serra (2017)
los hábitos tóxicos en adolescentes y jóvenes están asociados a problemas de
aprendizaje desencadenados por los trastornos de atención, argumentando que existe
una tendencia de los pacientes con TDAH al consumo de sustancias tóxicas como el
alcohol, que pueden permanecer hasta la adultez y que sumados con la carga familiar y
social que esto implica, presenta comorbilidades asociadas al tabaquismo y otras
sustancias psicoactivas. Del mismo modo, para Ramírez (2015) el TDAH es un
trastorno caracterizado por una alta comorbilidad con otros trastornos de conducta que
movilizan la intención de consumir sustancias psicoactivas. Zuluaga y Fandiño (2016)
relacionan el TDAH con otros trastornos como el oposicionista desafiante de 36 % y
de 16.3 % con el trastorno disocial, reconociendo que si bien el trastorno negativista
desafiante en la infancia no pronostica el trastorno disocial en la adolescencia, sí es un
predictor potente en la generación de trastornos de conductas en la adolescencia o de
trastornos de personalidad en la vida adulta. Para Restrepo, Torre, Berbesi y Sierra
(2014), el TDAH es un problema del neurodesarrollo de alta prevalencia que se asocia
con una grave disfunción personal, familiar y social, ellos afirman que los adolescentes
con TDAH tienen 5 veces más riesgo que sus pares asintomáticos de incurrir en
consumo de SPA (nicotina, alcohol, drogas ilícitas) y comportamiento antisocial
(agresión y problemas con la ley), relacionando también que de los adolescentes
suicidas con TDAH en un 50 % sufrían un trastorno psiquiátrico acompañado de
consumo de alguna sustancia al momento de la muerte.
Conclusiones
Mediante el proceso de lectura e interpretación de cada uno de los artículos se
generó una discusión respecto a los factores de riesgo y los trastornos de conducta
asociados al consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA), encontrando que existen
factores de riesgo asociados con mayor frecuencia al consumo de SPA, siendo la
negligencia familiar un factor predominante sobre los demás factores relacionados. El
factor de negligencia familiar generalmente en los artículos citados se asocia a
situaciones como el abandono, el maltrato, el abuso o la imposición. Las creencias
sobre el consumo de SPA son un segundo factor de riesgo, a través de estas los niños,
las niñas y los adolescentes han naturalizado el consumo de las sustancias psicoactivas,
disminuyendo de este modo la capacidad de crear conciencia frente al uso y al abuso
de estas sustancias y a sus efectos dañinos, lo que conlleva a omitir realidades y
consecuencias frente al uso de las mismas.
Se encuentra también que la baja autoestima se presenta como un factor de
riesgo significativo para la toma de decisiones, auto-concepto generado por diversas
situaciones de represión y poca comprensión que dificulta la construcción de una
personalidad sólida afectivamente. De igual forma, se hallan relacionados al consumo
de sustancias factores de riesgo como el ser víctima del abuso físico, psicológico y
sexual, ejercido en los contextos familiares, educativos y sociales.
Se logra establecer en el proceso de revisión de artículos la existencia de una
mayor probabilidad de consumo de SPA en niños, niñas y adolescentes que padecen
trastornos de conducta mediados por las dificultades psicológicas y sociales antes
expuestas.
El recorrido realizado muestra cómo los factores familiar y social sobrepasan en
importancia dimensiones como el estrato socioeconómico, la asequibilidad a las SPA y
la relación con lo delictivo; por ejemplo, se encuentra que los adolescentes suelen
primero cometer actos de infracción y posteriormente iniciarse en el consumo de las
sustancias psicoactivas (de manera que el consumo no se muestra como predisponente
del delito). Este análisis permite esclarecer distintos prejuicios frente al consumo de
SPA, demostrando otras variables implicadas.
Esta revisión de artículos permite establecer cómo los trastornos de conducta se
encuentran ligados al uso de SPA con una proporcionalidad asociada igualmente a los
mencionados factores de riesgo. La presencia de conductas disociales, violentas y de
trasgresión de normas, así como los trastornos depresivos o cuadros de ansiedad
pueden motivar el consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA) e, incluso, estas pueden
potenciar las características de estos agravando la problemática existente.
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