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Sarno, Hugo Gastón. Introducción al espacio marítimo – 1.ed. – Buenos Aires, el autor, 2007. Internet ISBN: 978-987-05-2386-4 1. Geopolítica.I.Título CDD 327.101

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Sarno, Hugo Gastón. Introducción al espacio marítimo – 1.ed. – Buenos Aires, el autor, 2007. Internet ISBN: 978-987-05-2386-4

1. Geopolítica.I.Título CDD 327.101

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NOTA: Los Cuadernos, Boletines Académicos, Revista, Página web, etc., no representan la opinión de la Escuela de Defensa Nacional, ni del Ministerio de Defensa, ni de ningún otro organismo oficial. La presente obra representa las opiniones particulares del autor y no implica, por ende, los contenidos de programas académicos que se dictan en esta Escuela. La reproducción de los artículos contenidos en las publicaciones debe ser formalmente autorizado por los autores y por esta Escuela. �

�����������L ESPACIO MARÍTIMO (Primera Parte)1

Coronel (R) Hugo Gastón Sarno

Primeras palabras. A pesar de que el tema de los espacios marítimos contiene normas de derecho internacional y ha sido objeto de una adecuada difusión mundial, nos parece necesario insistir en sus conceptos porque este espacio geográfico es escenario de conflictos que no parecen terminar a pesar del Derecho. Dentro de esos conflictos, el que es originado por las capturas pesqueras parece asumir la mayor frecuencia por lo menos hasta hace unas décadas, porque desde fines del siglo XX y comienzos del XXI, la búsqueda y explotación de hidrocarburos en las plataformas submarinas y fondos marinos, tiende a asumir un rol político-económico cada vez más intenso, a medida que la oferta mundial tiende a comprometer una demanda sostenidamente creciente. Y a los hidrocarburos se agregan minerales estratégicos comprobados en estos espacios.

a - Introducción.

Los espacios marítimos - es sabido - ocupan la tres cuartas partes de la superficie del planeta, pero eso no es suficiente para explicar su importancia. Hoy, como nunca anteriormente, despiertan una creciente atención y especulaciones. Ellos no constituyen ya simplemente el espacio de las rutas navegables. En la segunda mitad del siglo XX, los mares y los océanos constituyen realidades revolucionarias al haber superado puntos de vista tradicionalmente navieros y pesqueros. Aun cuando la misma navegación ha sufrido transformaciones con la aparición de buques gigantescos (superpetroleros, supergraneleros, etc.), existe una nueva realidad que es el mar como fuente de recursos, recursos que abarcan un campo superior al de las pesquerías.

En efecto, en cuanto a las especies vivas siempre se ha pescado. Pero lo novedoso reside en que hoy, los datos concretos obligan a tratar el tema de la depredación, tanto por una captura excesiva e irracional, como por una creciente contaminación de las aguas, quedando amenazada esta reserva alimenticia de la humanidad. Y más novedoso aún es el comienzo de la cría de las especies marinas.

Eso no es todo: en los lechos marinos se encuentran reservas minerales de gigantescas dimensiones, capaces de cubrir la demanda de la humanidad durante varios siglos. Y por si esto fuera poco, también ha comenzado a explotarse el agua misma del mar: primero, para obtener productos disueltos en ella; segundo, como fuente de energía; y tercero, para obtener agua potabilizada por desalinización.

Esta nueva realidad ha desatado grandes energías políticas que provocan conflictos diplomáticos pero también acuerdos a escala mundial. Y un nuevo factor se ha hecho presente en este panorama que ha ganado complejidad: la gran empresa, provista de capital, de tecnologías avanzadas y de gran capacidad de planeamiento y de ejecución, autosuficiente para explorar y explotar los recursos del mar, empresas cuyos intereses a veces chocan y a veces armonizan con las decisiones políticas.

b - Breve historia oceánica.

El espacio marítimo ha sido el escenario donde muchos países han volcado grandes energías políticas a través de costosas expediciones de exploración, de la organización de su comercio marítimo, de la colonización en territorios de ultramar, de la ampliación de sus propios litorales marítimos, y del apoderamiento de otros litorales. ���������������������������������������� �������������������,�5������������67�/8/9�1��0:;�!<�'%�,""���

Estas, fueron energías empleadas para la expansión geográfica de sus dominios, razón por la cual chocaron con las de sus rivales, haciéndose necesaria la disponibilidad del poder naval y su empleo en las guerras marítimas.

Una gran trascendencia para la historia de la humanidad, se produjo desde la época a partir de la cual los países europeos se lanzaron a cruzar los océanos. Los primeros fueron los portugueses que, ya en 1427, habían descubierto las islas Azores en pleno océano y que, en 1488, alcanzaron el Cabo de Buena Esperanza en el extremo meridional de Africa. Se afirma que, antes que los portugueses, fueron pueblos escandinavos los que cruzaron el Océano Atlántico y descubrieron América. Pero, aun cuando fuese cierto, ello no ha provocado consecuencias geopolíticas para el mundo. Por eso decimos que fue a partir de los portugueses, y a continuación de los españoles, con los viajes de Cristóbal Colón - el primer viaje en 1492 - cuando nació una nueva era para la humanidad.

Desde ese siglo XV comenzó lo que se ha denominado el “descubrimiento, conquista y colonización”, gracias a la travesía de los océanos lograda, primero, por la voluntad de las monarquías para cruzarlos - para lo cual aportaron recursos - y segundo, por la utilización de los adelantos técnicos de aquella época: la carabela, la brújula, el conocimiento astronómico y la vela latina. Los más intrépidos y experimentados navegantes, fueron los ejecutores.

De allí en adelante surgieron y se acrecentaron tres hechos geopolíticos nuevos: 1º: el océano dejó de ser un obstáculo infranqueable, para convertirse en un espacio geográfico abierto a la expansión política; 2º: surgieron las grandes potencias marítimas que transformarán el sistema internacional de poder, pasando a un plano secundario a aquellas ciudades que se habían enriquecido con el comercio medieval, como Venecia y Génova; y 3º: el Océano Atlántico reemplazó al Mar Mediterráneo como gran espacio de circulación marítima internacional.

Por los océanos se expandieron los países marítimos europeos, llegando a constituir geopolíticamente alejadas y extensas colonias, mucho más extensas que los territorios de las metrópolis, guerreando en casi todos los mares, dominando a los pueblos nativos e imponiéndoles su cultura, lo que algunos autores han llamado la “occidentalización del mundo”.

Surgió el reparto del mundo - y también de sus espacios marítimos - desde la bula pontificia de Alejandro VI, que en 1493 dividió la geografía mundial entre españoles y portugueses con el meridiano “alejandrino” (así recordado por el nombre del Pontífice), que debía ubicarse a cien leguas al occidente de las islas Azores y de las islas del Cabo Verde. Este reparto fue modificado al año siguiente (1494) entre España y Portugal en el tratado de Tordesillas, de modo que a partir de este tratado, el meridiano separador pasaría a 370 leguas al accidente de las mismas islas.

En la medida en que otros reinos se lanzaron al océano, el meridiano de Tordesillas y sus jurisdicciones - que poco después fue ratificado por otra bula pontificia - dejó de ser respetado, de modo que tanto España como Portugal no pudieron evitar el surgimiento y consolidación de la expansión holandesa, francesa e inglesa.

Mucho se escribió sobre el dominio de los mares. No fue un tema nuevo porque desde la antigüedad clásica, griegos y romanos establecieron el dominio del mar (mare nostrum) necesario para su expansión y para su comercio, mares que en aquella época eran superficies inmediatas a sus territorios. En las primeras incursiones en los océanos, al agigantarse el espacio geográfico accesible a aquellos reinos, se consideraba como “propiedad” del país ribereño un ancho de cien leguas a partir de la costa oceánica (tal cual lo respetaba el meridiano ‘alejandrino’ para Portugal). Tiempo después, desde el siglo XVIII, se aceptó que la soberanía marítima del ribereño era de sólo tres millas por razones de defensa militar, pues ése - 3 millas - era el alcance de la artillería costera de aquellos tiempos.

La exclusividad en la posesión de los mares, otorgada por las bulas pontificias, llegó a ser inaceptable, sin perjuicio de que era imposible negar a otros la navegación

en tan extensas aguas. A pedido de la Compañía Holandesa de las Indias, Hugo Grocio publicó en 1609 un trabajo sobre la igualdad entre todos los reinos, rompiendo los exclusivismos marítimos y entronizando la legítima capacidad para proyectarse hacia ultramar. El nombre que empleó Grocio (“Mare liberum”) explica el interés que surgía para que los mares fueran abiertos y disponibles para todos. La primera reacción contraria se produjo en Inglaterra. En efecto, muy poco después de la publicación de Grocio, Selden escribió “Oceanus britanicus”, defendiendo el dominio marítimo próximo a Inglaterra, mientras que poco antes de Grocio, Paolo Sarpi defendió en una obra para Venecia, el dominio del Mar Adriático. Estas posiciones contrarias, donde chocan la soberanía marítima del país ribereño con la libertad de los mares pretendida por las grandes potencias marítimas, se prolongó durante siglos hasta la Tercera Conferencia del Mar de 1973-1982.

Durante el reinado de Isabel Túdor en Inglaterra (reinó entre 1558 y 1603), el pensamiento geopolítico de este reino tuvo su mejor expresión a través de Sir Walter Raleigh, quien afirmó: “quien domina el mar, gobierna el comercio mundial y, de esa manera, la riqueza universal, y finalmente, llega a dominar el mundo mismo.2, conceptos escritos cuando Inglaterra poseía un pequeño territorio insular pobre en recursos naturales.

A partir de la batalla de Trafalgar (1805), Gran Bretaña aumentó su dominio oceánico en el Atlántico norte, extendiéndolo ya sin rivales al Atlántico sur y, progresivamente, al Indico y al Pacífico, dominio que no pudo sostener durante el siglo XX.

Pero aclaremos que el ‘dominio de los mares’ es una expresión que no debe ser admitida en el significado estricto de las palabras. Efectivamente, nunca existió un ‘dominio’ de vastos espacios marítimos. Sí, en cambio, algunas potencias pudieron dominar sus aguas ribereñas y, más allá de ellas, algunas rutas importantes de navegación y ciertos lugares de paso obligado. En la época del “segundo imperio”, Gran Bretaña fue la potencia mundial que más logró extender el dominio selectivo de ciertos mares, rutas y estrechos. Pero en el siglo XX comenzó a perder esa privilegiada situación geopolítica a partir del momento en que los Estados Unidos de América asumieron el dominio sobre el futuro Canal de Panamá en 1903. Hoy - 1992 - ninguna gran potencia puede equiparar lo que Gran Bretaña logró bajo la reina Victoria. Además, con la vigencia del “Derecho del Mar”, con la finalización de las guerras coloniales y la gran cantidad de países independizados, todo conflicto marítimo tiene abierta la vía jurídica y, si las grandes potencias negocian y respetan el derecho, el uso de rutas y estrechos no sabemos si retornará a la época de las flotas amenazadoras, de las bases navales estratégicamente ubicadas, y de la prepotencia marítima. Por el momento, conservan su antigua importancia geopolítica varios estrechos, sobre todo aquellos por donde circulan buques petroleros.

Veamos ahora la explotación de los recursos del océano que comenzó cuando se pudo navegarlos. Se hicieron frecuentes los loberos, foqueros y balleneros, y buscadores de los grandes cardúmenes del Atlántico norte. Sólo a partir del nacimiento de la ‘oceanografía’ con seriedad científica, se comenzó a conocer las características de estos espacios para proporcionar recursos. Se considera que este conocimiento asumió seriedad científica desde 1872, cuando Gran Bretaña convirtió a la fragata ‘Challenger’ en una nave científica que, investigando los espacios marítimos del mundo durante cuatro años (1872-76), proporcionó el primer y voluminoso saber detallado de sus características. Y es el conocimiento oceanográfico el que ha

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permitido hoy que, además de la pesca, se extraiga petróleo, algas, minerales, y se proyecten otras y nuevas explotaciones.

Ya en pleno siglo XX, se ha coincidido en determinar el nacimiento de un nuevo período oceánico que ocurrió a partir de 1945, cuando el presidente Truman de los Estados Unidos estableció la soberanía de su país en su plataforma continental - sumergida - hasta 100 brazas de profundidad (una braza equivale a 6 pies: 1,82 m). Este naciente período puede denominarse como “del apoderamiento del mar”, en el cual cada país ribereño de mares y océanos, extiende su soberanía sobre el espacio marítimo contiguo. La declaración del presidente Truman fue inmediatamente seguida por las de otros países, aunque con diferentes criterios (algunos, en extensión horizontal desde la costa, y otros en la dimensión vertical de la profundidad marítima), como México, Argentina, Perú, Chile, Sudáfrica, Unión Soviética, etc.

Esta extensión de la soberanía hacia el espacio marítimo fue motivo de conflictos, razón por la cual las Naciones Unidas trataron de disminuirlos y regularlos jurídicamente estableciendo un “derecho del mar”, para ser aceptado por sus países miembros. Esta fue la finalidad de la Primera (1958), Segunda (1960) y Tercera Conferencia del Mar (1973-82).

c - Composición del espacio marítimo.

El espacio marítimo incluye la superficie de las aguas, sus profundidades, los suelos marinos y sus subsuelos. Algunos autores le agregan el espacio aéreo situado sobre la superficie marítima. Esta composición da complejidad a estos espacios y es el resultado de los adelantos en la tecnología marina, que han permitido investigar todos sus sub-espacios componentes con finalidad científica y económica.

d - Clasificación del espacio marítimo.

d.1. Por la posición relativa. Está determinada por su ubicación respecto a los continentes y a otros mares. Así tenemos:

d.1.1. Los mares mediterráneos: son los que están dentro de las masas continentales o bien rodeados por ellas en gran parte. Entre ellos distinguimos el ‘mar cerrado’, sin salida a otros mares. El típico ejemplo es el Mar Caspio, encerrado por la naturaleza; no obstante, por medio de los canales construidos por la Unión Soviética, tiene conexión fluvial artificial con el Mar Báltico para la navegación. Y el ‘mar semiencerrado’, unido a otros mares y océanos por ‘estrechos’. Ejemplos: el Mar Mediterráneo (unido al Océano Atlántico por el Estrecho de Gibraltar y desde 1869, al Mar Rojo por la construcción y habilitación del Canal de Suez), el mismo Mar Rojo (conectado al Océano Indico a través del Estrecho de Bad-El-Mandeb), el Mar Caribe (unido al Golfo de México y al Océano Atlántico por los pasajes marítimos situados entre las Grandes y Pequeñas Antillas, y desde1914 unido artificialmente al Pacífico por el Canal de Panamá.

En los mares mediterráneos, los estrechos y canales de conexión al exterior son los lugares geopolíticamente importantes. La historia registra que - con frecuencia - cuando una gran potencia marítima es ribereña de un mar mediterráneo, ha intentado incluirlo por completo en sus dominios.

d.1.2. Los mares abiertos: son los que tienen amplias conexiones con otros mares y océanos. Ejemplos: el Mar del Norte, el Mar Amarillo. Ha sido más difícil el control político de estos mares. Normalmente, la potencia que posee los mejores litorales sobre estos mares, es la que está en mejores condiciones para controlarlos.

d.1.3. Los mares archipielágicos: como su nombre lo indica, son los espacios marítimos ubicados dentro de un archipiélago. Por ello, están rodeados de islas y además, tienen islas interiores. Ejemplos: el Mar Egeo; las aguas que se encuentran dentro del extenso archipiélago de la República de Indonesia. Para el país que se

extiende en un archipiélago, estas aguas son indispensables para la conexión marítima interior.

d.1.4. Los estrechos marítimos: son pasajes naturales entre dos mares u oceános, ubicados donde los continentes y las islas dejan una angostura marítima. La importancia geopolítica de los estrechos es obvia, tanto más cuanto no existan otros pasajes de alternativa, como por ejemplo el Estrecho de Gibraltar o el Estrecho de Ormuz. Algunos autores incluyen en esta clasificación a los canales construidos por el hombre. Evidentemente, por ejemplo, el Canal de Suez no es lo mismo que el Estrecho de Gibraltar, comenzando por el origen. Pero esos autores los han incluido aquí por su semejante importancia geopolítica: todos son lugares de paso obligatorio para la navegación.

d.2. Por la temperatura. Esta clasificación ha marcado claramente la historia de la Rusia de los Zares y siguió marcando geopolíticamente a la Unión Soviética, por las distintas características que tienen los ‘mares helados’ y los ‘mares libres de hielos’. El ‘mar helado’ permanece así durante varios meses del año, y tanto más tiempo cuanto mayor es su aislamiento y su cercanía al polo geográfico o al polo térmico.

El límite entre los mares helados y los mares libres de hielos, varía entre los 50º y 70º grados de latitud, según las distintas regiones. En los océanos abiertos o cruzados por corrientes cálidas, ese límite se acerca hacia los polos. En cambio, en mares mediterráneos, se aleja de los polos. El ‘mar helado’ es el menos valioso geopolíticamente: sus puertos quedan cerrados por los hielos gran parte del año, su navegación requiere buques rompehielos, la pesca está limitada a la época del deshielo, y la exploración y explotación de la plataforma continental es sumamente difícil y muy costosa. Estas características significan que el ‘mar helado’ puede ser considerado como cualquier espacio marítimo, sólo durante una parte del año.

En cuanto a la antigua Unión Soviética, hoy Federación Rusa y antes a la Rusia de los Zares, al encontrarse cerrados por los hielos sus extensos litorales del Océano Glacial Artico, siempre buscó accesos directos hacia los ‘mares libres de hielos’ en el Mar Báltico, en el Mar Negro, en el Mar del Japón. En el Mar Amarillo lo logró durante algunos años con Port Arthur, arrendado a China, e históricamente ha procurado extenderse hacia el sur, aproximándose al Golfo Pérsico y al Golfo de Omán.

También es posible clasificar los mares libres de hielos en los de aguas tropicales, de aguas templadas y de aguas frías. En el hemisferio austral, el encuentro de las aguas templadas con las aguas frías se produce en una zona llamada ‘convergencia antártica’. Su importancia reside en que es distinta la fauna al norte y al sur de ella. Varios países se dedican a la captura de especies vivas en las aguas frías antárticas. Esta es la razón por la cual los miembros consultivos (o contratantes) del Tratado Antártico resolvieron en 1980 la “Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos marinos antárticos” (Ley Nº 22.584 de nuestro país). En este documento, se define dónde se encuentra la ‘convergencia antártica’, a saber:

Longitud: Latitud Sur: Longitud: Latitud Sur: 0º 50º 150º E 55º 30º E 50º 150º E 60º 30º E 45º 50º O 50º 80º E 45º 0º 50º 80º E 55º

e - Clasificación de los países en relación al mar.

Nos referimos a su posición relativa y podemos clasificarlos así:

e.1. Países mediterráneos: son los que carecen de litoral marítimo (ejemplos: Bolivia, Suiza, Mongolia) y para conectarse con el mar y con ultramar, requieren entendimiento y coordinación con sus vecinos.

e.2. Países marítimos: son los que tienen acceso directo al mar, sin intermediarios, y que a su vez se clasifican en:

e.2.1. Países ribereños: poseen litoral marítimo (ejemplos, Perú, Francia, India, entre otros).

e.2.2. Países isleños: ocupan una isla, es decir, están totalmente rodeados por el espacio marítimo. Ejemplos: Cuba, Islandia, entre otros.

e.2.3. Países archipielágicos: ocupan numerosas islas. Ejemplos: Filipinas, Indonesia, entre otros.

e.2.4. Países donde se combinan estas características, como Grecia, que a la vez es ribereño y archipielágico. Chile, que es ribereño, isleño (isla de Pascua y otras) y archipielágico en el sur.

Las ventajas que tienen los países marítimos son sumamente claras: primero, pueden utilizar el espacio marítimo para navegarlo sin intermediación de otros países; segundo, aumentan su patrimonio geográfico a través de las jurisdicciones marítimas que les otorga el nuevo ‘Derecho del Mar’; tercero, consecuentemente, aumentan sus recursos naturales con los que les proporcionan esas jurisdicciones marítimas; y cuarto, diversifican sus actividades, pues incluyen las de carácter marítimo (portuarias, mercantes, astilleros, navales, etc.).

f - El litoral marítimo.

Damos esta denominación al espacio que se encuentra a ambos lados de la costa, que comprende la misma costa, el espacio marítimo inmediato y el espacio terrestre inmediato a la costa.

El litoral marítimo cumple la función de una bisagra donde se unen dos espacios: el marítimo y el terrestre. Por ello, sus características geográficas pueden ser tanto favorables como desfavorables para que se produzca esa conexión. Como características destacables indicamos las siguientes:

f.1. Debe tener suficiente longitud como para servir a las necesidades de la mayor parte del territorio del país ribereño. Ejemplos de condiciones muy favorables: Chile, Portugal.

f.2. Debe poseer buenos puertos naturales, cuyas condiciones son las siguientes: aguas protegidas de los embates del mar y de los meteoros; aguas profundas que faciliten el acceso, maniobra y salida de las naves modernas, incluso durante la baja marea; calado mínimo ideal, 45 pies; terreno inmediato firme, no inundable, amplio como para el desenvolvimiento portuario, y fácilmente accesible desde el interior del territorio; poca diferencia entre la bajamar y la pleamar; escasa o nula erosión u obstrucción provocada por el movimiento de las aguas. Así como Brasil o Chile poseen excelentes puertos naturales, no ocurre lo mismo en el litoral marítimo argentino.

f.3. Debe estar próximo a las regiones del territorio que exigen un voluminoso comercio exterior, y estar unido a ellas por una red satisfactoria de circulación (ferrocarriles y carreteras) y comunicaciones. Un ejemplo interesante es el del Brasil, cuyos excelentes puertos naturales satisfacen el comercio exterior de una ancha faja territorial costera, pero no satisfacen a las alejadas regiones del interior - como Matto Groso - por el costoso flete ferroviario y carretero que se exige para cruzar extensas distancias hasta la costa.

f.4. Sus puertos deben ser suficientes para el comercio actual y futuro, deben ser modernos (actualizados tecnológicamente), preparados para funcionar día y noche,.

f.5. Estar ubicado en mares que no se congelen.

f.6. La existencia de una vía fluvial navegable facilitará la conexión del puerto con el interior.

f.7. De la posición relativa del país marítimo, dependerá que su litoral se encuentre lejos o próximo a los principales mercados y a sus rutas más transitadas.

Cuando las condiciones geográficas del litoral marítimo sean poco favorables o directamente desfavorables, el país correspondiente tiene un desafío a su voluntad, imaginación, capital y capacidad ejecutiva para resolver sus necesidades de intercambio marítimo (‘posibilismo humano’).

g - Los recursos marítimos.

g.1. Los recursos renovables: son los que admiten un consumo racionalizado que no produzca su agotamiento, consumo que debe guardar relación con la capacidad de renovación de cada recurso. Entre estos recursos se encuentran los ‘recursos vivos’ de la fauna y de la flora marinas.

La ‘fauna’ marina ha sido objeto de intensas capturas desde hace dos siglos. Si bien la pesca es una actividad muy antigua, realmente desde el siglo XIX varias especies han llegado al borde de la extinción por el exceso de captura: lobos, focas, ballenas. En el siglo XX, con el progreso técnico de los medios de exploración y pesca, y con las crecientes demandas de la alimentación y la industria, ha comenzado a formarse una conciencia preservadora de la fauna marina que persigue como objetivos: el primero, limitar o prohibir las capturas, según la situación de cada especie; y segundo, prohibir la contaminación de los mares debido a sus consecuencias desastrosas sobre las especies. Estos objetivos responden a la finalidad de conservar los recursos vivos marinos a salvo de la depredación, no sólo por razones humanitarias, sino además para enfrentar las actuales y futuras crecientes demandas de alimentos.

Veamos algunos ejemplos: el aniquilamiento del lobo de dos pelos en los mares australes, del cual quedaron escasos ejemplares; los accidentes navieros y la consiguiente contaminación de las aguas, que ha provocado el nacimiento de una tecnología de descontaminación marítima; la prohibición de la caza de la ballena en la reunión internacional realizada durante 1984 en Buenos Aires. Estos temas llegan a provocar conflictos políticos que se tratan por vía diplomática y normalmente, han servido para clasificar a los países en conservacionistas y países de gran capacidad pesquera.

Cada especie de la fauna marina tiene un régimen propio de reproducción que, una vez conocido, permite estimar cómo crece la especie anualmente y cuánto puede pescarse de ella por año y sin depredarla, en qué época del año y en qué regiones: ‘captura máxima permisible’.

En la década de los años 1980, se calculaba que el total de la pesca anual osciló entre 70 y 90 millones de toneladas en todo el mundo, y se piensa que aún puede aumentar. En la alimentación de la humanidad, los productos de la pesca no sobrepasan un 3% del consumo alimenticio. El 80% de la pesca mundial se realiza en las “zonas económicas exclusivas” de los países marítimos.

Los países que más se dedican a la pesca en los mares son los más necesitados de alimento y los que poseen grandes industrias para transformar la pesca en distintos productos (Japón, Noruega, y otros). El Japón es uno de los grandes innovadores en el tema de esta fauna, porque ha organizado en sus costas grandes estanques marinos que son verdaderos criaderos de peces, donde reciben una alimentación y cuidados tales, que su reproducción es superior a la que la misma especie tiene en estado natural.

Las naves que hacen grandes capturas son en realidad fábricas flotantes, en las cuales la pesca es industrializada a bordo. Disponen de tecnologías avanzadas para localizar los mayores cardúmenes.

Muchos conflictos pesqueros se originan por las capturas clandestinas en jurisdicciones de los países marítimos. Las crónicas recuerdan lo que periodísticamente se llamó la ‘guerra del bacalao’ entre Islandia y Gran Bretaña.

En la ‘flora’ marina encontramos las algas y el fitoplancton. La utilización de las algas es múltiple: alimentación, abono, industria química, pinturas, plásticos, medicina, etc. Las algas necesitan la luz solar y por ello se reproducen a escasa profundidad y en aguas templadas. La cosecha de algas debe ser hecha, por supuesto, sin depredaciones que perjudiquen su reproducción. Un conflicto podría producirse si una nave extranjera contamina las aguas donde existen algas explotadas por un país marítimo. El Derecho del Mar contempla estos casos.

g.2. Recursos no renovables: son aquellos que pueden ser agotados por la explotación, porque no se renuevan o bien porque su renovación es sumamente lenta a lo largo de siglos. Podemos clasificarlos en combustibles y minerales.

Como ‘combustible’, el petróleo es el más explotado (también el gas). Se lo obtiene de las plataformas submarinas (que son la continuación geológica del continente bajo el mar) y, por lo tanto, pertenece a los países ribereños. Su explotación recibe el nombre de ‘off-shore’. Se considera que el petróleo obtenido de las plataformas continentales (o submarinas) es mucho más caro que el que se obtiene en tierra firme. Como excepción está el caso del Estrecho de Bass (entre Australia y Tasmania), donde se ha logrado explotar petróleo a bajo costo.

El petróleo marítimo, aunque es caro, es utilizado en países que desean disminuir su dependencia del petróleo extranjero, muy en particular luego de las crisis petroleras que comenzaron en 1973. Tanto más caro es, cuanto mayor es la profundidad de donde se lo extrae y donde más inhóspito es el mar. Se estima que cuando esa profundidad es superior a los 300 metros (del lecho del mar a la superficie), su explotación ya no es rentable (al menos con la tecnología disponible en 1992). El progreso de los medios de exploración y explotación, más el sucesivo agotamiento de los yacimientos terrestres - y tal vez, nuevas crisis políticas que lo encarezcan -, hacen posible la búsqueda de petróleo a mayores profundidades mediante tecnologías sucesivamente perfeccionadas. Se cree que el petróleo de los subsuelos marinos puede ser más abundante que el conocido bajo los continentes. Recordemos que donde se extrae petróleo, normalmente también se extrae gas. Los pozos ‘off-shore’ en producción en la década de 1980, sobrepasan la cantidad de 16.000 y el petróleo obtenido de ellos representaba el 17% de todo el petróleo obtenido en el mundo, porcentaje que se cree seguirá aumentando.

En cuanto a los ‘minerales’, se los encuentra en la superficie de los fondos marinos y en su subsuelo. Se ha establecido que desde el punto de vista económico, los de mayor interés son los llamados “nódulos polimetálicos” (o “nódulos de manganeso”). El manganeso se encuentra en ellos en un promedio de 24%; hierro 14%; silicio 9%; y otros (más de veinte). Si entre ellos consideramos solamente los minerales metalíferos, los de mayor presencia son el ya citado manganeso, el hierro, el níquel, el cobre y el cobalto.

Estos ‘nódulos’ fueron descubiertos por primera vez en el famoso viaje de la fragata ‘Challenger’ (1872-76), que ya mencionamos. Se encuentran a gran profundidad como sedimentos situados en la superficie de los fondos marinos. Las exploraciones realizadas durante al año geofísico internacional (1957-58) han comprobado que las mayores existencias de estos nódulos se encuentran en el Océano Pacífico, aunque están esparcidos en todos los océanos. Se estima que estos nódulos representan la mayor reserva mineral todavía inexplotada, suficiente para satisfacer la demanda mundial durante muchos siglos, superiores en cientos o miles de veces a las reservas comprobadas en los continentes. Ellos son los que dan tanta importancia a los fondos marinos en el Derecho del Mar, que veremos en la Segunda Parte.

En algunas investigaciones se considera que los nódulos son renovables, en la hipótesis de que, al encontrarse como depósitos superficiales, serían originados por

aluviones arrastrados desde los continentes, o por la actividad volcánica, o bien por reacciones biológicas o químicas. Si esto fuera cierto, los nódulos recibirían un aporte anual (tal vez diez millones de toneladas por año) que los haría renovables. Por ahora, esto no pasa de ser una teoría. Para explotarlos, se están estudiando hasta ahora tres métodos: con dispositivos que ‘barrerán’ los fondos, aspirándolos por succión hidráulica, o por un sistema de dragado a grandes profundidades.

g.3. Recursos inagotables: (sólo algunos autores consideran esta clasificación) son aquellos que, considerando la explotación humana aun en el futuro, sería prácticamente imposible agotarlos. Se considera como tales a la energía marítima y al agua de mar como recurso.

La ‘energía marítima’ tiene diversas fuentes: la que ha comenzado a ser usada es la que utiliza la diferencia de mareas, empleada para mover numerosas y pequeñas turbinas que aprovechan la pequeña caída de agua retenida con la marea alta. Se la explota en Francia. Se considera que el lugar de mayor capacidad en el mundo para obtener esta energía ‘mareomotriz’, es el istmo de la Península de Valdez en la Argentina, donde las mareas altas del Golfo Nuevo coinciden a la misma hora con la marea baja del Golfo San José, y viceversa. Más al sur aún, si bien la morfología de la costa patagónica no es tan favorable como en esa Península, las posibilidades están dadas por la mayor diferencia entre la bajamar y la pleamar.

Otras explotaciones de energía marítima son las siguientes: energía del oleaje, energía de los vientos marinos, uso del hidrógeno del agua como combustible y, posiblemente, el aprovechamiento de las diferencias térmicas del agua.

La energía obtenida del mar tiene un futuro de desarrollo creciente, primero porque es limpia (no contaminante) y segundo, por el agotamiento o por el encarecimiento de otras fuentes energéticas.

El ‘agua de mar como recurso’ tiene, hasta el momento, dos empleos. Uno de ellos consiste en la explotación de las sales que en ella se encuentran en disolución: cloruros, bromuros, ioduros, y sales de potasio y magnesio. El segundo está representado por la desalinización del agua para hacerla potable, explotación costosa pero que la necesitan los países donde el agua es escasa e insuficiente para la demanda. Arabia Saudita desaliniza agua del Mar Rojo y encabeza la estadística porque produce el 30% del agua obtenida con este origen en todo el mundo. En segundo lugar está Kuwait con el 11,5% (ambos sufrieron la contaminación de las aguas del Golfo Pérsico en la ‘guerra del Golfo’ de 1991). Siguen los Estados Unidos con el 10,9%.

h - La circulación marítima.

Ha sido el uso más frecuente del espacio marítimo y lo continuará siendo como medio fundamental del comercio internacional.

La primera revolución en la circulación marítima fue producida por la invención del buque con propulsión propia - a carbón - , que reemplazó a los veleros y permitió usar las rutas directas, abandonando aquellas que eran navegadas para aprovechar los vientos más favorables. La segunda revolución ocurrió a principios del siglo XX, cuando la energía obtenida del carbón comenzó a ser reemplazada utilizando petróleo. Se habla ya del reemplazo del petróleo (¿por energía atómica o por el hidrógeno?) o de la combinación entre la propulsión mecánica y la eólica (buques motrices y veleros a la vez).

Para Europa y Estados Unidos, el Atlántico sur era el espacio marítimo que indispensablemente debía cruzarse para navegar hacia y desde el océano Indico y el Pacífico. Por ello, la navegación entre el Atlántico Norte y el Atlántico sur era muy frecuente. Esto cambió radicalmente desde la inauguración del Canal de Suez (1869) y del Canal de Panamá (1914), que permitieron la navegación interoceánica Este-Oeste. La guerra entre Egipto e Israel de 1967 interrumpió el uso del Canal de Suez durante una década, obligando otra vez a circunvalar Africa, alargando recorridos y

aumentando fletes. Para abaratarlos se construyeron los ‘superbuques’. Pero se prefiere el buque tipo ‘Panamax’, de las máximas dimensiones que puede cruzar el Canal de Panamá (35 metros de manga, 45 pies de calado). Los buques gigantescos han encontrado limitaciones: o bien no pueden utilizar los canales o bien pueden ser admitidos solamente en pocos puertos.

i - El relieve submarino y su subsuelo.

El territorio de un país marítimo no termina en la costa pues continúa bajo el mar. Esto significa que lo que llamamos continentes o islas, no son exclusivamente los que aparecen en los mapas de la geografía física como tierras emergidas, pues una extensa porción de ellos se encuentra cubierta por las aguas. Por ello, debe partirse de la base que las ‘tierras emergidas’ continúan como ‘tierras sumergidas’ más allá de las costas. Entonces, ¿hasta dónde llega bajo el mar el continente sumergido? El continente, tanto emergido como sumergido, tiene la misma constitución geológica a ambos lados de la costa, y será necesario perforar el suelo marino para conocer su geología y, allí donde compruebe un subsuelo geológicamente igual o distinto del subsuelo continental, se obtendrá la información científica sobre dónde termina el continente sumergido y dónde comienza otra formación geológica diferente.

Con frecuencia, el relieve del continente sumergido presenta tres partes bien diferentes entre sí.

A partir de la costa, comienza bajo el mar una superficie relativamente llana y de suave pendiente que se denomina “plataforma”. Su ancho es muy variable. Donde el continente próximo al mar es montañoso, la plataforma suele ser angosta. Así ocurre frente a las costas de Perú y Chile: la proximidad de la Cordillera de los Andes está acompañada por una plataforma de ancho reducido. En cambio, donde los litorales continentales son llanos, la plataforma suele ser ancha o muy ancha, como en el Golfo de México o frente a las costas argentinas.

La ‘plataforma’ termina donde cambia la pendiente del suelo. Allí comienza un relieve de pendiente más pronunciada que se llama “talud continental”. Y a su vez, el pie del talud, el relieve se más menos empinado pero muy irregular. Este último sector - a continuación del ‘talud’ - ha sido llamado “emersión continental”. En ella se acumulan los sedimentos que han caído a las profundidades a lo largo del ‘talud’. Tenemos así el conjunto completo del relieve del “continente sumergido”: se llamará “plataforma continental” (‘plataforma’, más ‘talud continental’, más ‘emersión continental’) y su extremo exterior ha sido llamado “margen continental”.

Más allá de la plataforma continental (y con una constitución geológica diferente) se encuentran los “fondos marinos”, que también han recibido el nombre de ‘llanuras abisales’. Los ‘fondos marinos’ no tienen una superficie regular. Pueden tener partes llanas y otras irregulares. También se encuentran en ellos profundas hoyas, grandes grietas y hasta verdaderas cordilleras. Tampoco faltan los volcanes.

El suelo marino más valioso es la ‘plataforma continental’: primero, porque siendo poco profunda - respecto a los ‘fondos marinos’ - resulta más fácil explotar su subsuelo; segundo, porque al tener la misma geología que el litoral continental, tendrá los mismos recursos minerales (importante sobre todo en litorales petrolíferos); y tercero, porque siendo poco profunda, es accesible a los rayos solares, que son los que facilitan la vida submarina de la flora y de la fauna.

(Segunda parte)

EL DERECHO DEL MAR

a - Introducción.

En la Primera Parte, en b. Breve historia oceánica, mencionamos el esfuerzo de las Naciones Unidas para llegar a establecer un ‘derecho del mar’, con la finalidad de regular los usos, jurisdicciones y cuidado de los espacios marítimos, y de encauzar los eventuales conflictos hacia una vía jurídica internacional. Muchos de los conflictos ocurridos se originaron por los recursos vivos y no vivos de las aguas jurisdiccionales de los países marítimos y de sus plataformas continentales. El proceso de negociación fue largo y dificultoso a lo largo de las tres Conferencias del Mar, debido a una razón principal entre otras: en el espacio marítimo existen reservas de grandes recursos naturales, y los recursos siempre provocaron y provocarán atractivos políticos.

La ‘Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar’ se sometió a la votación de los países miembros. El día 30 de abril de 1982 fue aprobada por 130 países. Cuatro países votaron negativamente y 17 se abstuvieron. Su texto fue puesto a disposición de los países miembros de la ONU durante dos años (entre el 10 de diciembre de 1982 y el 9 de diciembre de 1984 y en total lo firmaron 159 países, incluso la Comunidad Económica Europea). A continuación, fue necesaria la ratificación: con 60 ratificaciones, el texto de la Convención entrará en vigor. Las ratificaciones insumen un largo período. Diez años después - enero de 1992 - no se ha alcanzado esa cantidad, no obstante lo cual el ‘derecho del mar’ es aplicado de hecho por los países marítimos.

La Convención está contenida en un extenso documento del cual daremos a continuación el enunciado de sus Partes, con el objeto de que el estudiante tenga una ideal general sobre los numerosos temas incluidos y largamente discutidos:

Parte I: Introducción. Parte II: El mar territorial y la zona contigua. Parte III: Estrechos utilizados para la navegación internacional. Parte IV: Estados archipielágicos. Parte V: Zona económica exclusiva. Parte VI: Plataforma continental. Parte VII: Alta mar. Parte VIII: Régimen de las islas. Parte IX: Mares cerrados o semicerrados. Parte X: Derecho de acceso al mar y desde el mar, de los Estados sin litoral y

libertad de tránsito. Parte XI: La zona (Así denomina este documento a los ‘fondos marinos’ y

oceánicos que se encuentran fuera de los límites marinos de las jurisdicciones nacionales).

Parte XII: Protección y preservación del medio marino. Parte XIII: Investigación científica marina. Parte XIV: Desarrollo y transmisión de tecnología marina. Parte XV: Solución de controversias. Parte XVI: Disposiciones generales. Parte XVII: Disposiciones finales. Anexos: I - Especies altamente migratorias. II - Comisión de límites de la plataforma continental. III - Disposiciones básicas relativas a la prospección, la exploración y la

explotación. IV - Estatuto de la Empresa. V - Conciliación. VI - Estatuto del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. VII - Arbitraje. VIII - Arbitraje especial. IX - Participación de organizaciones internacionales.

A continuación desarrollaremos solamente los aspectos más importantes para nuestros estudiantes.

b - El mar territorial y la zona contigua.

b.1. Mar territorial: es el espacio marítimo que se extiende desde la “línea de base” hasta un ancho de 12 millas marinas (la milla marina tiene 1.852 metros y equivale a un minuto del arco de meridiano). El ‘mar territorial’ comprende no sólo sus aguas sino también su suelo y subsuelo. El país ribereño es soberano en su mar territorial y en el espacio aéreo que sobre él se encuentra, soberanía que se ejercerá con arreglo a la Convención y a otras normas del derecho internacional.

b.2. Línea de base normal: a partir de ella se mide el ancho del mar territorial. Es la línea de bajamar a lo largo de la costa.

b.3. Línea de base recta: cuando la costa tenga profundas escotaduras y aberturas, o bien, una línea de islas a lo largo de ella, el Estado marítimo puede reemplazar la ‘línea de base normal’ con rectas que unirán la bajamar de los puntos salientes. Ellas constituyen la ‘línea de base recta’, que no podrá apartarse apreciablemente de la dirección general de la costa.

b.4. Aguas interiores: son las que se encuentran hacia el interior de la línea de base recta. El país marítimo es soberano en sus ‘aguas interiores’, pero debe permitir el paso inocente establecido en la Convención. Las ‘aguas interiores’ están contenidas en escotaduras, aberturas y bahías de la costa, donde la ‘línea de base recta’ cruza directamente de uno a otro punto saliente de la entrada, y siempre que ese ancho no sea superior a 24 millas marinas.

b.5. Mar territorial entre Estados adyacentes o situados frente a frente: el límite entre sus mares territoriales será una línea media equidistante de las ‘líneas de base’ más próximas.

b.6. Paso inocente por el mar territorial: los buques de todos los países gozarán de este paso a través del mar territorial de otros. El paso será rápido e ininterrumpido, pudiendo incluir detenciones propias de la navegación normal o impuesto por emergencias. El ‘paso inocente’ no debe perjudicar la paz, el orden ni la seguridad del país marítimo. Los submarinos y sumergibles deberán navegar en la superficie y con pabellón enarbolado.

b.7. Zona contigua: se extiende a lo largo y a continuación del ‘mar territorial’, hasta una distancia de 24 millas marinas de la ‘línea de base’ (es decir, la ‘zona contigua’ tiene el mismo ancho de 12 millas marinas que el del ‘mar territorial’). El Estado marítimo no dispone de soberanía en la ‘zona contigua’, salvo en cuanto a fiscalizar y prevenir aspectos de aduanas, fiscales, de inmigración y de sanidad.

c - Paso en tránsito.

En los estrechos utilizados para la navegación internacional, el ‘paso en tránsito’ será el derecho disponible a las naves de todos los países para atravesar estos estrechos. El ‘paso en tránsito’ incluye el paso rápido e ininterrumpido por el estrecho, sin amenazar ni usar la fuerza, sin hacer investigaciones ni levantamientos marítimos, pudiendo detenerse sólo por fuerza mayor. El ‘paso en tránsito’ es extendido por la Convención también a las aeronaves que sobrevuelen estos estrechos.

d - Zona Económica Exclusiva (ZEE).

d.1. Ubicación: la ZEE comienza a partir del límite exterior del ‘mar territorial’ (es decir, incluye a la ‘zona contigua’) y se extiende hasta las 200 millas marinas de la línea de base sobre la superficie del mar.

d.2. Derecho del Estado marítimo: su soberanía se reduce a la exploración y explotación, conservación y administración de los recursos naturales, vivos y no vivos, de las aguas, del suelo y del subsuelo marinos. Se incluye en estos derechos el uso de la energía derivada de sus aguas, corrientes y vientos. Por lo tanto, la soberanía del Estado ribereño en su ZEE es exclusivamente económica (y también de protección del medio natural).

d.3. Jurisdicción del Estado marítimo: tiene jurisdicción en la ZEE para establecer y usar islas artificiales y otras estructuras, realizar investigación científica marina, y proteger y preservar el medio marino

d.4.Otros Estados: pueden navegar y sobrevolar la ZEE de un Estado marítimo, tender cables y tuberías submarinas, y deben respetar los derechos y jurisdicciones del Estado marítimo.

d.5. Recursos vivos de la ZEE: el Estado marítimo debe establecer la “captura máxima permisible” de las especies y las épocas de captura de cada una. Por ello, debe vigilar que no se realice un exceso de explotación. Si el Estado marítimo no explota la totalidad de la ‘captura máxima permisible’ de su propia ZEE, dará acceso al excedente a otros Estados, con prioridad a los Estados en desarrollo. Ello implica una severa vigilancia sobre los buques pesqueros extranjeros, incluso con observadores propios a bordo de los que hubieren obtenido licencias de pesca. Las disposiciones del Estado marítimo deberán respetar las resoluciones de organizaciones internacionales (por ejemplo, la que prohibió la caza de la ballena).

d.6. Estados mediterráneos: (sin litoral marítimo) tendrán derecho a participar en los excedentes no capturados por el Estado marítimo en su ZEE, menos cuando éste tenga una dependencia abrumadora de la explotación de estos recursos.

e - Plataforma continental.

e.1. Jurisdicción: en el párrafo i - de la Primera Parte, donde mencionamos al relieve submarino, dimos una breve descripción de la ‘plataforma continental’ atendiendo sus características físicas. Ahora bien, la Convención, desde el punto de vista de la ‘jurisdicción’ del Estado marítimo sobre suelo y subsuelo marinos, le asigna un espacio determinado por límites físicos y geológicos, y además jurídicos. En efecto, en su artículo 76 la Convención establece que ‘la plataforma continental’ de un Estado ribereño se extiende ‘hasta el borde exterior del margen continental’ (y aquí continúa lo que queremos destacar) “o bien hasta una distancia de 200 millas marinas contadas desde la línea de base”. Esto significa que, cuando la ‘plataforma continental’ es tan angosta que finaliza geológicamente antes de las 200 millas marinas, la Convención aumenta la jurisdicción del Estado ribereño sobre suelo y subsuelo marinos hasta dicha distancia de la ‘línea de base’, incluyendo así suelo y subsuelo de los ‘fondos marinos’.

En los casos en que la ‘plataforma continental’ sea muy ancha y su ‘margen continental’ se encuentre más allá de las 200 millas marinas de las ‘líneas de base’, la Convención le otorga al Estado ribereño hasta donde llegue geológicamente el ‘margen continental’ - es decir, más allá de las 200 millas marinas - pero sin sobrepasar las 350 millas marinas en el caso de que la ‘plataforma continental’ estuviese extendida más allá de ese último límite.

e.2. Conocimiento geológico: para reconocer la ubicación máxima de la ‘plataforma continental’, el Estado ribereño debe realizar exploraciones para establecer hasta dónde llega la geología continental bajo las aguas e informar los resultados.

e.3. Derecho del Estado ribereño: dentro de la jurisdicción que la Convención le otorga en el suelo y subsuelo marinos, esos derechos son los siguientes: soberanía en la exploración y explotación de recursos minerales y otros no vivos, y aún de recursos vivos que se encuentren en estrecho contacto con el suelo. Pero el Estado ribereño no debe perturbar la navegación ni podrá impedir el tendido de cables y tuberías submarinas que hagan otros Estados (debiendo fijarles condiciones).

e.4. Contribución del Estado ribereño: de lo que el Estado ribereño explote autorizado por esta Convención, más allá de las 200 millas marinas, se le ha impuesto una contribución (en pagos o en especies), salvo que fuere importador neto del mineral explotado. Esa contribución será entregada a la “Autoridad” establecida por las Naciones Unidas para los ‘fondos marinos’ y corresponderá a partir del sexto año de explotación, en la siguiente progresión:

6º año de explotación: 1% de los minerales explotados más allá de las 200 millas marinas.

7º año de explotación: 2% idem. 8º año de explotación: 3% idem. 9º año de explotación: 4% idem. 10º año de explotación: 5% idem. 11º año de explotación: 6% idem. 12º año de explotación: 7% idem. años siguientes: siempre el 7% idem.

f - Alta mar.

f.1. Ubicación: la ‘alta mar’ comprende las aguas situadas más allá de las 200 millas marinas de la ZEE, es decir, más allá de la jurisdicción que la Convención otorga al país ribereño.

f.2. Libertades: en la ‘alta mar’ los Estados del mundo dispondrán de las siguientes libertades: de navegación, de sobrevuelo, de tender cables y tuberías submarinas, de establecer islas artificiales y otras instalaciones, de investigación científica.

f.3. Pesca: si bien la pesca es una libertad más para todos, la Convención los obliga a adoptar medidas para conservar los recursos vivos. Para ello, invita a organizar instituciones regionales que administren las capturas para evitar la depredación en las especies.

f.4. Utilización y jurisdicción: la Convención establece que la ‘alta mar’ será utilizada exclusivamente con fines pacíficos y que ningún Estado puede pretender legítimamente en ella exigencias ni ejercicios de soberanía.

f.5. Buques: navegarán en ‘alta mar’ con la nacionalidad del país que la ha registrado y otorgado. La soberanía nacional queda reducida al buque mismo, dejando establecido que todo buque - incluso de guerra - goza de inmunidad de jurisdicción respecto a otros Estados.

f.6. Obligaciones: prestar auxilio. f.7. Prohibiciones: además de las que surgen del texto de la Convención, se

prohíbe el transporte de esclavos, la piratería (acto ilegal de violencia o de detención contra buques, aeronaves, tripulantes o pasajeros), el tráfico ilícito de estupefacientes y las transmisiones no autorizadas.

g - Regimen de las islas.

La Convención considera ‘islas’ a las que permanecen permanentemente sobresaliendo de las aguas, incluso con marea alta. Para que una isla disponga de ‘mar territorial, ‘zona contigua’, ZEE y ‘plataforma continental’, en ella debe existir vida humana o actividad económica propia.

h - La “Zona” (fondos marinos).

h.1. Recursos minerales: (sólidos, líquidos y gaseosos) son “patrimonio común de la humanidad”, de manera que ningún Estado puede reclamar soberanía ni apropiarse de ellos.

h.2. La “Autoridad”: así denomina la Convención en varios de sus artículos a la ‘Autoridad Internacional de los Fondos Marinos’, organizada con sede en Jamaica, de la cual los Estados Parte son miembros; organización por conducto de la cual los Estados Partes controlarán las actividades en los ‘fondos marinos’ particularmente para administrar sus recursos minerales. Además de disponer de una asamblea, de un consejo y de una secretaría, la ‘Autoridad’ tendrá una “empresa”.

h.3. La “Empresa”: será la encargada de la exploración y explotación de los minerales de los ‘fondos marinos’ y de su transporte, tratamiento y comercialización. A ella, los Estados Partes transferirán fondos y tecnología (Debemos aclarar que los países que disponen de capital y tecnología, difícilmente se prestarán a estas transferencias, y normalmente son los que no han firmado esta Convención o se opusieron a ella).

i - Protección y preservación del medio marino.

Como una obligación para los Estados, esta Parte incluye temas como los siguientes: la contaminación, las especies extrañas y nuevas que rompen el equilibrio biológico, la investigación y asistencia técnicas, la vigilancia y evaluación ambiental, las responsabilidades, entre otros temas.

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El voto argentino

Nuestro país, a pesar de que la Convención satisfacía sus objetivos, no la firmó porque en la Resolución III del Acta Final se estableció que: “En el caso de una controversia entre Estados, relativa a la soberanía sobre un territorio respecto del cual las Naciones Unidas hayan recomendado determinados medios de solución, las partes celebrarán consultas y en las mismas, los intereses del pueblo del territorio de que se trate constituirán una consideración fundamental”.

Este concepto originado por la delegación británica, atentaba contra el objetivo de nuestro país respecto a las islas Malvinas. Por esta causa, la delegación argentina firmó una declaración en diciembre de 1982 - ocho meses después - en la que confirmó su soberanía sobre los archipiélagos del Atlántico sur, no reconoce reivindicación ni el ejercicio de derechos por otros Estados sobre ellos, considerará nula toda acción tomada sin su consentimiento, y lamenta no suscribir la Convención ni su Acta Final por causa de la Resolución III de dicha Acta, la cual no gravita “de ningún modo la situación de las islas Malvinas”.

Casi dos años después, en octubre de 1984, la Argentina firmó la Convención aclarando que ello no implica aceptar el Acta Final, pues ésta no es parte integrante de la Convención, y reafirmando su posición respecto a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

La conciencia marítima

Nos remitimos al tema de la ‘conciencia territorial’ que hemos desarrollado en

una publicación anterior, en el cual afirmamos que ella es la “noción que el pueblo y sus gobernantes poseen sobre el valor que tiene el patrimonio geográfico...”

La ‘conciencia marítima’ es parte integrante de la conciencia territorial, pues sencillamente consiste en ‘el valor que se asigna al mar y a todos los temas del país que se relacionan con él’.

También afirmamos que la conciencia territorial - y asimismo, la marítima - se nutre tanto de la realidad como de la educación. La adquieren prácticamente los pueblos cuya geografía los impulsa y obliga hacia el mar, tanto porque el litoral marítimo es omnipresente en su vida diaria (como en Noruega, en Chile, en Japón),

porque la pobreza o escasez de recursos terrestres los moviliza para buscarlos en ultramar (como en Gran Bretaña), porque la amenaza, la agresión o el abuso comercial les llega desde el mar (como Inglaterra, cuando los holandeses abusaron en el precio de las especies que le vendían; como en Japón ante la irrupción por la fuerza naval estadounidense del comodoro Mathew G. Perry en 1854), o bien, porque el mar está ausente de su patrimonio geográfico (como en Bolivia) y lo moviliza para lograr una salida hacia el océano.

La tarea educativa ha sido y sigue siendo importante para despertar y consolidar la ‘conciencia marítima’. En este sentido, recordamos al almirante estadounidense Alfred T. Mahan. Toda su obra intelectual en su libro “La influencia del poder marítimo en la historia” de 1890, en sus conferencias, artículos y otros libros, estuvo dedicada a lograr un objetivo: la proyección de su país fuera del continente para convertirse en una gran potencia marítima.

Su prédica tuvo los efectos deseados pues antes de que finalizara el siglo XIX, su país ocupaba Puerto Rico, Filipinas, Guam y Hawai, y en 1904 tomaba a su cargo directo la construcción del Canal de Panamá. Pero lo notable es que su libro de 1890 circuló por el mundo, se tradujo a muchos idiomas, lo asimilaron muchos países que lo utilizaron como libro obligatorio de estudio y que forjaron o modernizaron su poder marítimo.

Sin perjuicio de un hecho tan particular y conocido como el del Almirante Mahan, la tarea educativa que el profesor y el maestro logran en las aulas para cimentar la conciencia territorial - y la marítima - es silenciosa pero efectiva, pues va colocando la semilla en muchas y sucesivas generaciones de estudiantes, prometiendo frutos en el futuro. Tanto mejor si la difusión pública, las conferencias, los libros, acompañan esta tarea.

Una excelente conciencia marítima se pone de manifiesto, no cuando un equipo de gobierno concreta obras y medidas de gran alcance marítimo, sino cuando lo hacen sucesivos equipos de gobierno, y cuando numerosas iniciativas privadas tienen relación con los intereses marítimos del país.

Numerosos indicadores sirven para revelar la conciencia marítima de un país: por ejemplo, el porcentaje que dentro del producto bruto nacional ocupan los bienes y servicios relativos al mar; el porcentaje de población ocupada por las actividades marítimas; los temas marítimos que están presentes (o ausentes) en la plataforma de los partidos políticos; el porcentaje del comercio exterior realizado en la propia marina mercante; la autosuficiencia y magnitud de la industria marítima (mercante y naval); los temas marítimos en la educación (primaria, secundaria, terciaria y superiores) y en la difusión pública (como ya mencionamos); la custodia y explotación de la ZEE; su actividad oceanográfica; los temas marítimos en sus programas de gobierno y en sus planes futuros; y otros.

En resumen, podría enunciarse una fórmula - no aritmética sino conceptual - en la cual el denominador sería la gravitación que los espacios marítimos tienen en la vida del país, y el numerador estaría representado por la calidad de la conciencia marítima en la población y sus gobernantes. En tanto ese numerador fuere inferior al denominador, el país será vulnerable cultural y materialmente.

La ‘conciencia marítima’ es importante, según lo estamos destacando. Pero además debe analizarse cómo es la voluntad estatal y privada para llevar a cabo las demandas que surgen de esa conciencia y de sus elaboraciones intelectuales. Conciencia y voluntad son distintas, pero inseparables.

El expansionismo marítimo

Las grandes ventajas que los mares proporcionan a los países, han sido causa

de que muchos de ellos se hayan lanzado a una expansión geopolítica que, con frecuencia, provocó luchas prolongadas por la supremacía en determinados espacios marítimos.

En principio, se ha afirmado que la historia permite comprobar que los países han tratado de poseer litorales marítimos propios y aptos para la navegación, y los que lo tenían, de conservarlos. Pero lo que ha sido motivo de preferente atención, fue el expansionismo marítimo de países poderosos, de cuyo análisis han surgido conclusiones sintetizadoras que. algunos autores han tratado de convertir en leyes.

Nos detendremos en este tema para examinar lo que una ‘ley’ significa, no por supuesto las leyes de las ciencias exactas, sino las leyes del comportamiento humano (si las hubiera). Si la conducta de los hombres - y de los países - se rigiera por leyes, ello significaría que frente a un mismo hecho - pongamos por caso, frente al atractivo del mar - los países actuarían siempre igual - en el caso, expandiéndose en perjuicio de otros países -, lo cual ha sido cierto sólo en algunos casos, ni aún en la mayoría de los casos.

La conducta de los países no admite leyes, pues cada país es un caso único, por su circunstancia y por su propia concepción de sus intereses. Podrá haber semejanzas, pero sólo semejanzas. Y cada país es tan único, que puede cambiar o puede no cambiar su conducta exterior a lo largo del tiempo. Las semejanzas sólo nos permiten agrupar a los países por sus conductas marítimas agresivas o pacíficas, expansionistas o conservadoras, y dentro de cada grupo existirán amplias variantes.

Veamos un ejemplo. En un conocido texto de geopolítica, leemos lo siguiente: “Se analiza a continuación algunas leyes geopolíticas - el subrayado es nuestro - deducidas de la influencia que ejerce el mar en los Estados”. Y más adelante, entre esas ‘leyes’, se lee: todo Estado que sale a un mar tiende a ejercer dominio sobre las costas opuestas”, y como “comprobación histórica” cita tres ejemplos, agrega tres países más y un ‘etcétera’. En verdad, los casos que cita son correctos, pero son muy pocos: no son suficientes para inducir una ley geopolítica. Creemos que en ese mismo texto, la palabra “tiende” que utiliza el autor, es menos rígida que una ‘ley’ y podría ser más apropiada. La conducta geopolítica de un país depende, primero de la conciencia que se ha arraigado en él y de los objetivos que ella ha elaborado, y segundo, de la voluntad que se pone al servicio de esos objetivos. Si hubiera leyes geopolíticas, estaríamos en presencia de un ‘determinismo político’, si no de un ‘fatalismo’, lo cual está desvirtuado por la realidad.

El título de “expansionismo marítimo” que hemos puesto a este subcapítulo, representa el tema predilecto de tantos estudiosos de la Geopolítica y, por predilecto, ha logrado desplazar de la atención los casos donde en vez de expansionismo existe “conservadorismo” de las condiciones marítimas, y aún de los casos donde hubo pérdida de las condiciones marítimas, caso éste último tan interesante como los otros, porque se trata de países que, o bien han desatendido sus capacidades marítimas por una deficiente conciencia, o bien han sido víctimas débiles de la agresividad de países poderosos y expansionistas, mientras que el aprendizaje exige analizar todos los casos.

El análisis casi monopolizado sobre los países, reinos, e imperios más poderosos de la tierra, es explicable. Ellos asumieron la iniciativa y se constituyeron en motores históricos. Pero un conocimiento geopolítico completo, necesariamente debe extenderse sobre los otros, sobre los que enfrentaron a los poderosos: cómo lo hicieron, qué resultados obtuvieron, cuáles eran sus debilidades, qué podrían haber hecho.

Lo que realmente interesa a cada país es identificar cuáles son los Estados expansionistas, cuáles son sus objetivos y sus procedimientos, y en qué medida ese expansionismo lo perjudica o puede llegar a perjudicarlo. Es necesario tener en cuenta que el expansionismo marítimo tradicional, ha consistido en la ampliación de los litorales marítimos del expansionista, en la negación de litorales marítimos a los rivales más importantes, en la apropiación de los estrechos marítimos de paso obligado y de las costas opuestas, en la superioridad naviera mercante en el comercio marítimo, en la superioridad naval en las principales rutas marítimas o en ciertos espacios marítimos.

Actualmente, sin incurrir en la imprudencia de afirmar que ese expansionismo marítimo tradicional ha cesado, podemos agregar nuevos procedimientos para ejercer control, para obtener preponderancia, o por lo menos para influir sobre las actividades marítimas, por ejemplo: arrendar bases marítimas (incluso la concesión para construirlas), por supuesto en otros países y con uso logístico, mercante y aeronaval; arrendar fondeaderos; lograr una presencia superior en ciertos transportes (como de petróleo, de cereales u otros); controlar los fletes y los seguros marítimos; satelizar países que proporcionarán facilidades marítimas. En estos momentos, es tan intenso el tráfico marítimo y tan numerosos los medios empleados, que no existe país ni grupo de países que puedan lograr un control o una influencia marítima preponderante en el mundo.

Existe una distribución de influencias. Y a ello debe agregarse la existencia de grandes empresas, con bandera hasta de pequeños países, que se han convertido en importantes factores de poder en los asuntos marítimos. Un país conservador necesita estar presente en la actividad marítima, en la medida necesaria como para no sufrir excesivas dependencias que graviten perjudicialmente sobre su soberanía y sobre su desenvolvimiento.

Reflexión final.

En el siglo XX: primero, se han multiplicado las demandas para la vida de una

humanidad que crece al ritmo de una ‘estampida demográfica’; segundo, la revolución científico-tecnológica ha multiplicado también la capacidad de explorar y explotar espacios y recursos antes vedados; y tercero, ha crecido el daño provocado a las condiciones geográficas y la depredación de las especies.

De poco serviría desarrollar el tema del espacio marítimo, exclusivamente en sus antecedentes históricos y en su situación actual, si es que no se llega a tomar conciencia de su evolución probable en el siglo XXI. Es que toda disciplina política queda trunca si no abre el panorama del futuro, aunque sea incierto, que es lo que queremos incluir aquí con pocas palabras.

Sentadas aquellas tres características del siglo XX, podemos señalar lo siguiente para el siglo XXI:

Primero: Una demanda de recursos tan creciente, como creciente fuere la cantidad de habitantes en el mundo. Algunas estimaciones mencionan cifras variables entre 10.000 y 16.000 millones de seres humanos, si es que no ocurre una catástrofe planetaria. En 1985 éramos 5.000 millones. Esa situación provocará una avidez cada vez mayor de los recursos más necesarios.

Segundo: la alteración comprobada en los ambientes geográficos incluye a los mares y océanos. Se confirma el derretimiento de los hielos polares y el necesario aumento del nivel de las aguas, amenazando a los litorales de baja altitud. Se estima además el cambio natural para la vida de la fauna y flora y la posibilidad de cambios en las corrientes marítimas conocidas. Estas condiciones exigen una actualización permanente del conocimiento oceanográfico y de las consecuencias futuras.

Tercero: Una situación que no podemos predecir todavía y que comprenderá alguna alternativa en la que se combinarán: la aplicación de los progresos científicos y técnicos para satisfacer grandes demandas, y el agotamiento y el daño a la geografía y a sus recursos vivos y no vivos. ¿Será efectivo y prudente el uso de esos progresos? ¿Podrán repararse los daños ya causados o empeorarán? Por el momento no podemos saberlo, pero sí es necesario que nuestra juventud tome conciencia de esta evolución incierta, y pueda reaccionar racionalmente cuando reemplace a las generaciones precedentes, porque el siglo XXI, bueno o malo, comenzará con los que hoy todavía son jóvenes.

Lo prudente consiste en no confiar en un futuro feliz y tranquilizante, no por una predisposición pesimista, sino porque no hay garantías de que así ocurra y porque existen probabilidades de que el futuro incluya rivalidades por los espacios geográficos

(incluso marítimos) y sus recursos, rivalidades en las que se pondrán en juego diferentes gestiones y presiones, tanto más intensas cuanto mayores fueren las demandas insatisfechas.

Esta situación futura probable abre otro interrogante más: cuando las demandas insatisfechas fueren apremiantes, ¿será respetado el Derecho del Mar? ¿En qué medida será vulnerado por el estado de necesidad y por el poder? Recordemos que en 1982 hubo países que se negaron a aceptarlo particularmente por el tema de los recursos. Sin embargo, lo que ha logrado la situación civilizada de la humanidad, aconseja contribuir solidariamente a dar auxilio a los estados de necesidad y respaldar el “Derecho”.

No parece necesario insistir aquí otra vez sobre la importancia ganada por los espacios marítimos, por cuanto ella surge claramente a través de este texto previo. Sin embargo, parece necesario mencionar el significado particular que ese espacio tiene para la Argentina.

Nuestro país cuenta con un extenso litoral marítimo mutilado desde 1833 en los archipiélagos de Malvinas y posteriormente, el de Georgias del Sur y Shetland del Sur, tema incluido en nuestra Constitución Nacional.

Sin perjuicio de esta situación, la magnitud de nuestro litoral exige primero una mayor solidez de nuestra conciencia marítima, y además la necesidad de robustecer la presencia en este espacio para impedir las capturas clandestinas y la depredación.

Nuestro país posee una política pesquera, sin embargo, nuestras flotas han provocado depredación por capturas superiores a la “máxima permitida” para cada especie. La fauna de nuestro espacio marítimo es posiblemente la última importante que ha “sobrevivido” en el mundo. Y empleamos la palabra “sobrevivido” porque otras regiones marítimas han sufrido una pesca excesiva y la nuestra es la que desde hace varios años atrae la concurrencia de grandes flotas pesqueras del mundo ávidas de nuestra fauna. Algunos analistas afirman que, todavía, nuestras especies marítimas representan para nosotros “una segunda pampa húmeda” con otra clase de recursos alimenticios esta vez no agrícolas.

Llega el “turno” de los hidrocarburos. La ‘meseta’ en la que está entrando la oferta mundial está imponiendo la búsqueda de yacimientos de alternativa, lejos de los del Cercano y Medio Oriente. Inexorablemente, los de nuestra plataforma atraerán energías políticas de los grandes consumidores y de las grandes empresas correspondientes. Una razón más para que nuestro país consolide su soberanía neutralizando cualquier vulnerabilidad que pueda ser explotada para obligarnos a ceder marítimamente.

Buenos Aires, enero de 2007.

Coronel (R) Hugo Gastón Sarno. Pertenece al arma de Infantería. Pidió su retiro del Ejército Argentino y le fue concedido en marzo de 1972. Es Oficial de Estado Mayor (1954) y también Oficial de Estado Mayor otorgado por el Ejército del Perú (1960). Sus últimas actividades en el servicio activo fueron: Director de la Escuela de Instrucción Andina (1968/69) y Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor de la IXna Brigada de Infantería (1970/71). Ha sido profesor de Geopolítica en la Escuela Superior de Gendarmería Nacional, en la Universidad Católica de Salta (delegación Buenos Aires) y en el Instituto Universitario de la Policía Federal, Licenciatura en Ciencias de la Seguridad. Actualmente es profesor e investigador de Geopolítica en la Escuela de Defensa Nacional desde 1980, y profesor ad hoc titular en la Universidad Maimónides, Licenciatura en Estrategia Contemporánea, desde el año 2003. La Escuela de Defensa Nacional le ha publicado 25 trabajos en su página web. Además, es autor de los siguientes libros de texto: “Lecciones de Geopolítica – Volumen 1” (2003) y “Lecciones de Geopolítica – Volumen 2” (2004), ambos de

consulta universitaria en primer y segundo años de la Licenciatura en Estrategia Contemporánea citada. La Revista “Geopolítica” hasta su último ejemplar publicado (Nº 71), le difundió más de 40 trabajos de su especialidad.