introducción a la Ética

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1 INTRODUCCIÓN A LA ÉTICA. QUÉ ES LA ÉTICA (L. Rodríguez Duplá) “La ética es la disciplina filosófica que estudia la dimensión moral de la existencia humana, es decir, todo cuanto en nuestra vida está relacionado con el bien y con el mal” . (p. 5) El estudio de la ética (o filosofía moral) nunca parte de cero, pues todo hombre es sujeto de vida moral, y existe en cada persona un estadio inicial, prefilosófico, del pensamiento ético, que se puede denominar “saber moral espontáneo”; este “saber moral espontáneo” contiene ya numerosos elementos genuinos de conocimiento, y por eso buena parte de lo que es la teoría ética tiene como misión precisamente la de reconstruir de manera sistemática y crítica lo que contiene la conciencia moral espontánea. Los temas éticos resultan, así, muy familiares a las personas, y es partiendo de esta familiaridad como se va a tratar de delimitar el territorio de la ética, que es vastísimo y muy variado. La expresión de la definición del principio: dimensión moral de la existencia humana es de una gran riqueza porque abarca todas las facultades del alma humana: conocimiento, apetito, sentimiento, y también todos los estratos de cada una de ellas... La vida moral no se puede reducir a la observancia de unas cuantas normas que ordenen las acciones; es, como se verá, muchísimo más amplia. La libertad que implica (o la libertad de la que parte) es la que nos define como personas, y afecta a la vida entera. Y es que en la vida moral, además de la voluntad, está también implicado el sentimiento, y también los deseos. Pongamos por caso un sentimiento de envidia, que muchas veces aparece sin que intervenga nuestra voluntad... La envidia me “asalta”, ciertamente, pero puedo adoptar diversas actitudes ante ella: puedo dejarme arrastrar, y hasta alimentar la envidia, aunque también puedo condenarla desde mi interior, lamentar su presencia y oponerme a ella con todas mis fuerzas. Estas actitudes ante el sentimiento son libres, y por lo tanto están sujetas a calificación moral. Pero la cuestión es bien compleja, pues si cada vez que la envidia me asalta, la desautorizo, me iré fortaleciendo contra ella, mientras que si hiciera lo contrario no haría más que fomentar que la envidia me atacase cada vez más... De alguna manera, también tenemos nuestra responsabilidad en los sentimientos. Y lo mismo pasa con los deseos. No están bajo el dominio directo de nuestra voluntad, pero la actitud que adoptemos ante ellos no será, desde luego, indiferente. Al desautorizar íntimamente, por ejemplo, el deseo de apropiarnos de lo que no nos pertenece, no sólo se elude incurrir en la culpa, sino que se va, poco a poco, extirpando de nuestra alma la inclinación a sentir deseos semejantes. En su Ética a Nicómaco, Aristóteles dirá que es bueno quien no secunda el deseo vicioso, pero que es aún mejor quien ni siquiera experimenta tal deseo. La vida moral abarca, como se acaba de apuntar, los diversos estratos del alma, de la vida interior del hombre, además de sus acciones y actitudes. Y así se puede hablar del nivel del carácter, donde encontramos actitudes y hábitos como la generosidad y la valentía, la injusticia y el recelo, etc., susceptibles todos ellos de calificación moral. Se trata de virtudes o vicios que tienden a manifestarse de muy diversas maneras en la vida consciente (deseos, voliciones, sentimientos, creencias...), pero que no se reducen a esas manifestaciones, sino que laten a niveles mucho más profundos. El ser mismo de la persona (y ya no sólo su carácter, su querer o su sentir), es decir, su más íntima e irrevocable identidad, está sujeto a calificación moral. Es lo que enseña el lenguaje corriente cuando se refiere a una “buena persona” o “buen hombre” o “buena mujer”, en un

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ETICA

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    INTRODUCCIN A LA TICA. QU ES LA TICA

    (L. Rodrguez Dupl)

    La tica es la disciplina filosfica que estudia la dimensin moral de la existencia humana, es decir, todo cuanto en nuestra vida est relacionado con el bien y con el mal. (p. 5)

    El estudio de la tica (o filosofa moral) nunca parte de cero, pues todo hombre es sujeto de

    vida moral, y existe en cada persona un estadio inicial, prefilosfico, del pensamiento tico,

    que se puede denominar saber moral espontneo; este saber moral espontneo contiene ya numerosos elementos genuinos de conocimiento, y por eso buena parte de lo que es la teora

    tica tiene como misin precisamente la de reconstruir de manera sistemtica y crtica lo que

    contiene la conciencia moral espontnea.

    Los temas ticos resultan, as, muy familiares a las personas, y es partiendo de esta

    familiaridad como se va a tratar de delimitar el territorio de la tica, que es vastsimo y muy

    variado. La expresin de la definicin del principio: dimensin moral de la existencia humana

    es de una gran riqueza porque abarca todas las facultades del alma humana: conocimiento,

    apetito, sentimiento, y tambin todos los estratos de cada una de ellas... La vida moral no se

    puede reducir a la observancia de unas cuantas normas que ordenen las acciones; es, como se

    ver, muchsimo ms amplia. La libertad que implica (o la libertad de la que parte) es la que

    nos define como personas, y afecta a la vida entera.

    Y es que en la vida moral, adems de la voluntad, est tambin implicado el sentimiento, y

    tambin los deseos. Pongamos por caso un sentimiento de envidia, que muchas veces aparece

    sin que intervenga nuestra voluntad... La envidia me asalta, ciertamente, pero puedo adoptar diversas actitudes ante ella: puedo dejarme arrastrar, y hasta alimentar la envidia, aunque

    tambin puedo condenarla desde mi interior, lamentar su presencia y oponerme a ella con

    todas mis fuerzas. Estas actitudes ante el sentimiento son libres, y por lo tanto estn sujetas a

    calificacin moral. Pero la cuestin es bien compleja, pues si cada vez que la envidia me

    asalta, la desautorizo, me ir fortaleciendo contra ella, mientras que si hiciera lo contrario no

    hara ms que fomentar que la envidia me atacase cada vez ms... De alguna manera, tambin

    tenemos nuestra responsabilidad en los sentimientos. Y lo mismo pasa con los deseos. No

    estn bajo el dominio directo de nuestra voluntad, pero la actitud que adoptemos ante ellos no

    ser, desde luego, indiferente. Al desautorizar ntimamente, por ejemplo, el deseo de

    apropiarnos de lo que no nos pertenece, no slo se elude incurrir en la culpa, sino que se va,

    poco a poco, extirpando de nuestra alma la inclinacin a sentir deseos semejantes. En su tica

    a Nicmaco, Aristteles dir que es bueno quien no secunda el deseo vicioso, pero que es an

    mejor quien ni siquiera experimenta tal deseo.

    La vida moral abarca, como se acaba de apuntar, los diversos estratos del alma, de la vida

    interior del hombre, adems de sus acciones y actitudes. Y as se puede hablar del nivel del

    carcter, donde encontramos actitudes y hbitos como la generosidad y la valenta, la

    injusticia y el recelo, etc., susceptibles todos ellos de calificacin moral. Se trata de virtudes o

    vicios que tienden a manifestarse de muy diversas maneras en la vida consciente (deseos,

    voliciones, sentimientos, creencias...), pero que no se reducen a esas manifestaciones, sino

    que laten a niveles mucho ms profundos.

    El ser mismo de la persona (y ya no slo su carcter, su querer o su sentir), es decir, su ms

    ntima e irrevocable identidad, est sujeto a calificacin moral. Es lo que ensea el lenguaje

    corriente cuando se refiere a una buena persona o buen hombre o buena mujer, en un

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    sentido especficamente moral. Esto apunta hacia la unidad de la vida humana, hacia la

    integracin de sus mltiples aspectos, a la continuidad de la misma, as como a su

    complejidad. Podemos hablar de la unidad de la vida moral. La compasin, el perdn, la

    indignacin o el sentido del deber no son hechos mentales clausurados en s mismos, sino que

    estn esencialmente referidos a otras realidades: la compasin es suscitada por el dolor ajeno,

    el perdn sale al paso del arrepentimiento sincero, etc. Y como no es posible calificar las

    experiencias y conductas que componen la vida moral de las personas si no es atendiendo a

    esas realidades a las que ellas responden o deberan responder, parece forzoso reconocer que

    la tica ha de ocuparse tambin de estas realidades.

    El bien y el mal propios de la conducta humana tienden a objetivarse en mltiples creaciones

    culturales del hombre. El caso ms claro es el derecho y las dems instituciones sociales que

    poseen fuerza normativa. Es muy frecuente opinar sobre la justicia o injusticia de una ley

    salida del Parlamento, o calificar de brbaras las costumbres de un pueblo primitivo que

    aceptaba la esclavitud o la antropofagia. Pero tambin en el dominio del arte, la religin o la

    ciencia encontramos aspectos morales que plantean a la reflexin tica problemas especficos

    y apasionantes. Puede el arte ser inmoral? Hay una diferencia ltima entre los preceptos

    morales y los religiosos? Debe estar sometida la investigacin cientfica a un control tico, o

    por el contrario debe existir una libertad de investigacin ilimitada?

    Esta ltima pregunta, de gran actualidad, recuerda que el campo de la tica no slo es muy

    amplio, sino que incluso crece sin cesar a medida que aumenta el radio de la accin de la

    tcnica, y con l la capacidad que tiene el hombre de transformar sus condiciones de

    existencia. Valgan como ejemplos los resultados alcanzados recientemente por la

    experimentacin en el campo de la gentica o los datos de que disponemos sobre el deterioro

    del medio ambiente por la industria humana. Unos y otros plantean interrogantes morales

    desconocidos antao.

    POR QU NECESITAMOS LA TICA?

    De la experiencia moral espontnea proceden los conceptos fundamentales de la tica,

    empezando por el bien y el mal, as como sus principales problemas o tareas. Slo quien

    conozca por propia experiencia el agradecimiento, el perdn o la vergenza podr convertir

    estas vivencias en objeto de su estudio; slo quien se haya visto confrontado con un dilema

    moral echar de menos un criterio que le permita discernir en los casos difciles la conducta

    adecuada, y tal vez se decida a buscarlos sistemticamente.

    En general, es necesario haber vivido la intentio recta de la vida moral para poder volver

    sobre ella mediante la intentio obliqua de la reflexin filosfica. Pero esta intentio obliqua

    est realizada en parte por las personas, tan inherente nos es la vida moral. Pues existe, en

    efecto, ese saber moral espontneo: sabemos dar nombre a muchsimas vivencias, nos resultan

    familiares numerosos principios morales, muchos de los cuales han cristalizado en mximas

    del lenguaje corriente; llevamos en el alma la huella de tantos sentimientos, que somos

    capaces de ponernos en el lugar de otras personas (la literatura o el teatro no existiran sin esta

    capacidad de sentir con el otro...), de barruntar sus intenciones, de juzgar su catadura moral,

    de emular sus pasiones...

    A favor de esta prelacin del saber moral espontneo hablan, entre muchos otros autores,

    Aristteles y Kant, dos voces con gran autoridad en el campo de la tica. El mtodo empleado

    por el primero de ellos en sus obras de filosofa moral se caracteriza por el esfuerzo

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    permanente por no perder contacto con las opiniones autorizadas (ndoxa) que habiendo

    sido sostenidas por algunos hombres eminentes han pasado a formar parte del bagaje moral

    del hombre medio. Aristteles est convencido de que en esas opiniones se encierra al menos

    una parte sustancial de la verdad, y por eso confronta siempre los resultados parciales de sus

    propias investigaciones con esas opiniones recibidas. Kant, por su parte, en una contestacin

    que da a un crtico que le objetaba el no haber ofrecido un nuevo principio moral, sino slo

    una frmula, le viene a decir que esperar de la filosofa un nuevo principio es pedir lo

    excusado, pues no es misin de la filosofa descubrir al hombre corriente sus deberes, que ya

    conoce muy bien, sino proporcionarle solidez y seguridad para dicho conocimiento.

    Pero afirmar la prelacin del saber moral espontneo no significa que ste sea infalible, ni

    mucho menos, pues las distinciones ms lcidas o las percepciones ms certeras se dan en l

    amalgamadas con oscuridades, incoherencias y prejuicios. Y la tica habr de servirse de una

    continua revisin crtica y discursiva, cuyo modelo lo tenemos en los dilogos socrticos. No

    podemos, pues, conformarnos con el mero modelo espontneo, aunque se parta de l.

    Adems, las dificultades objetivas con que se encuentra este saber moral espontneo son

    inmensas, ya que los distintos principios que gobiernan la vida moral no forman un todo

    armnico, y esto da lugar a conflictos que pueden llegar a derivar en situaciones trgicas. El

    caso de la ntgona de Sfocles, a quien la piedad fraterna mueve a dar sepultura a su

    hermano, contraviniendo as las normas que prohben dar tierra a un traidor, resulta

    paradigmtico a este respecto. O pensemos en algo tan cotidiano como las polticas fiscales

    redistributivas con las que se pretende promover la justicia social. Dado que los impuestos

    constituyen restricciones de la libertad individual (a saber, de la libertad para hacer uso de lo

    que a uno le pertenece), es evidente que las mencionadas polticas sociales promueven la

    igualdad a costa de restringir la libertad; del mismo modo que, a la inversa, las polticas no

    intervencionistas protegen la libertad individual al precio de renunciar a la igualdad social. En

    otras ocasiones, son las condiciones empricas en las que se desenvuelve nuestra accin las

    que nos confrontan con un dilema. El tiempo que le dedico a una persona no puedo

    dedicrselo a otra que acaso tambin me necesite: a quin preferir?

    Dada la frecuencia con que se producen tales situaciones, nada tan natural como la aspiracin

    a encontrar un criterio que permita la ponderacin exacta y brinde una gua infalible a la

    conducta. La identificacin de ese criterio ser uno de los cometidos principales de la tica.

    Por otra parte, la lucidez propia del saber moral espontneo se ve continuamente enturbiada

    por factores subjetivos internos al propio agente, como el inters, el orgullo, el resentimiento,

    el miedo, y, en general, por toda inclinacin que rivalice con nuestras percepciones morales.

    A QU TIPO DE SABER ASPIRA LA TICA

    La tica aspira a corregir o a rectificar la vida moral, y suele asignrsele un contenido

    normativo. Lo normativo se contrapone aqu a lo descriptivo. Un saber es descriptivo si los

    juicios en que se expresa se limitan a decir cmo son las cosas que constituyen su objeto. En

    cambio, normativo es el saber cuyos juicios informan sobre cmo deben ser las cosas. El azufre es amarillo o Noruega obtuvo su independencia en 1905 son juicios descriptivos; no se debe mentir es un juicio normativo. La verificacin de los juicios normativos plantea problemas especiales. Para comprobar la

    verdad de un juicio descriptivo, basta en principio volver la vista al hecho mentado por ese

    juicio. Por ms que esta comprobacin pueda revestir dificultades considerables (empleo de

    un instrumental tcnico, diseo de complejas estrategias de recogida de datos...), la direccin

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    del proceso es clara. En cambio, cuando se trata de comprobar la verdad de un juicio

    normativo, la situacin es muy otra: no tiene sentido mirar a la realidad efectiva, pues los

    juicios normativos nada dicen de cmo es sta (la realidad). El principio que prohbe mentir

    no sera menos vlido si se comprobara que algunos o incluso todos los seres humanos

    mienten como bellacos.

    Establecida en estos trminos la diferencia entre lo descriptivo y lo normativo, parece claro

    que la tica es un saber normativo, y as se afirma las ms de las veces. Pero las cosas no son

    tan simples. En primer lugar, no faltan casos en los que la linde que separa lo descriptivo y lo

    normativo se vuelve borrosa. Ocurre, a veces, en efecto, que la descripcin leal de lo que nos

    sale al paso nos obliga a emplear trminos que, sin ser estrictamente normativos, contienen

    incoada una exhortacin (un juicio normativo). Consideremos estos ejemplos: esta calle es hermosa; este nio tiene derecho a la educacin; esta guerra es injusta. Sin duda, quien hace afirmaciones como stas emplea los trminos en cursiva para designar aspectos de la

    realidad que a l le parecen plenamente objetivos: aspectos que encuentra dados en las cosas y

    que l se limita a describir. Pero es caracterstico de esos rasgos de la realidad el que de ellos

    procedan interpelaciones claramente audibles: se debe conservar esa calle, garantizar la

    educacin bsica de todos, instaurar la paz. Por ello afirmaciones del tipo esta guerra es injusta, muy a menudo se consideran normativas aunque propiamente no lo sean.

    En segundo lugar, la tesis de que la tica es un saber normativo pasa por alto que tambin son

    competencia suya ciertas tareas irreductiblemente descriptivas, que se pueden agrupar bajo el

    rtulo de fenomenologa de la vida moral. Hemos apuntado cun variada y compleja es la dimensin moral de nuestra existencia, cmo se van entretejiendo en ella el sentimiento, el

    pensamiento y la accin, cmo participan en la aventura moral y a la vez se transforman las

    distintas capas de nuestro ser. Pues bien, fenomenologa de la vida moral es la parte de la

    tica que tiene encomendada la caracterizacin esencial de las distintas vivencias que integran

    lo que venimos llamando dimensin moral de la existencia humana. Qu es el perdn? En

    qu consiste el arrepentimiento? Qu fases cabe distinguir en la deliberacin que precede a la

    accin voluntaria? Este es el tipo de preguntas que ha de responder la fenomenologa de la

    vida moral. Se trata de una tarea tan difcil como apasionante, cuya importancia ha sido

    sentida hondamente por los filsofos morales desde los orgenes de esta disciplina. En efecto,

    desde Aristteles hasta Max Scheler, las grandes obras de la filosofa moral estn cuajadas de

    admirables descripciones de experiencias morales. El que amplios sectores de la tica

    contempornea desatiendan esta tarea debe considerarse como un claro sntoma de penumbra

    filosfica.

    Tambin en las grandes obras de la literatura encontramos admirablemente descrita la

    experiencia moral de los hombres. La literatura es, as, un valioso instrumento para el

    aprendizaje de la tica. Aunque subsiste una diferencia importante entre la descripcin

    literaria y la filosfica. Mientras la literatura se fija en el caso particular (el aburrimiento de

    Madame Bobary, el caso de conciencia de Jean Valjean, la nobleza del prncipe Mishkin), la

    fenomenologa intenta captar la esencia universal de cada fenmeno, dicindonos, por

    ejemplo, qu es el aburrimiento, en general (y no el de Emma Bobary), cmo opera la

    conciencia moral o en qu consisten las distintas virtudes.

    Resumiendo, podemos afirmar que la tica es un saber normativo, con tal de que se admitan

    dos precisiones. Primero, que el trmino normativo ha de tomarse con amplitud suficiente para que acoja datos que, siendo propiamente descriptivos, tienen un potencial normativo.

    Segundo, que junto a su cometido normativo la tica tambin tiene asignada como tarea

    propia la descripcin fenomenolgica de la vida moral.

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    La distincin entre lo normativo y lo descriptivo, hoy suele estar emparentada con la

    distincin clsica entre lo teortico y lo prctico. Si aqulla obedece a la diferencia de orden

    objetivo, sta atiende a diferencias en la motivacin del investigador: mientras el

    conocimiento teortico se busca por s mismo, sin otro fin que la contemplacin (theora) de

    la verdad, el conocimiento prctico se busca por su capacidad para orientar la accin (prxis).

    Entendidos as los trminos, la tica resulta ser, indiscutiblemente, un saber prctico: hacemos

    tica porque el saber moral espontneo no nos parece suficientemente fiable y deseamos

    contar con un criterio que nos permita superar nuestros prejuicios, resolver los dilemas y

    evitar que la pasin nos ciegue.

    Sin embargo, del mismo modo que antes se ha advertido que sera inexacto declarar

    normativa sin ms a la tica, pues es tambin en parte un saber descriptivo, ahora conviene

    notar que la tica, a pesar de ser eminentemente prctica, puede tambin cultivarse por

    razones teorticas. Y es que habiendo reparado en que todo un sector de la tica (la

    fenomenologa moral) tiene carcter descriptivo, no podemos por menos de ver en el natural y

    desinteresado deseo de saber un posible estmulo de la reflexin sobre la vida moral. Si en general consideramos el conocimiento un bien, cmo no anhelar y perseguir el conocimiento

    ms exacto que quepa de una faceta tan honda y decisiva de nuestra aventura vital, de un

    espectculo tan asombroso y sobrecogedor?

    Con todo, el factor prctico debe predominar, sobre todo en la moral, dejando para la

    denominacin de Etica el terico, al tratarse sta de filosofa moral. (Moral pensada y moral

    vivida, de Aranguren).

    LA OBLIGACIN MORAL

    Desconcertados por la amplitud y variedad del objeto de la tica, ms arriba plantebamos el

    difcil problema del orden que se haya de seguir en la investigacin. Por dnde debe

    comenzar la tica? Cules son las primeras tareas que debe acometer? Hay muchas preguntas

    morales, pero para cules necesitamos respuestas, en primer lugar?

    La solucin ms razonable viene servida por el carcter predominantemente prctico que se

    acaba de reconocer en la tica. No hacemos tica movidos por una vana curiosidad, sino

    porque queremos obrar bien y somos conscientes de que para ello es imprescindible disponer

    de un cierto criterio fiable que nos permita saber qu debemos hacer, es decir, cules son en

    cada caso nuestras obligaciones morales. Esto supuesto, habremos de considerar que la

    pregunta por el criterio normativo de la obligacin moral es la primera que ha de abordar la

    tica.

    Por otra parte, la evolucin de la filosofa moral a lo largo de su ya larga historia parece

    sugerir la misma conclusin. Es verdad que la tica se constituy en sus orgenes como

    doctrina de la vida buena. La pregunta que guiaba a los filsofos morales de la antigedad

    clsica no era qu debo hacer? sino cul es la vida mejor para el hombre?. Aunque muy pronto se advirti que las dos preguntas estaban conectadas, pues la vida buena incluye como

    uno de sus requisitos imprescindibles la rectitud de la conducta. Slo el hombre justo puede

    ser feliz. Por eso deca Scrates que es mejor cometer injusticia que sufrirla (Gorgias).

    Pero para evitar la injusticia hay que saber cules son nuestros deberes y adems querer

    cumplirlos. La filosofa antigua sostena que slo el hombre virtuoso era capaz de conocer la

    accin moralmente adecuada y obrar de acuerdo con ese conocimiento. Por eso, en los

    dilogos socrticos se indagan cuestiones tales como qu es la virtud, cuntas virtudes hay o

    cmo se adquieren. Scrates conceba la virtud como un saber que reside en el alma del

    hombre bueno, de modo semejante a como la medicina est en el alma del mdico y la msica

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    en la del msico. Y aunque muy pronto se abandon la equiparacin socrtica de la virtud con

    un saber tcnico, esas mismas preguntas guiaron la reflexin tica de Platn y Aristteles, y a

    travs de ellos ejercieron un influjo determinante en la tica posterior, que durante dos

    milenios fue, ante todo, tica de la virtud.

    La tica moderna, sin embargo, dio de lado al concepto clsico de virtud. Este cambio de

    orientacin no fue un fenmeno aislado, sino sntoma de un proceso cultural de gran

    envergadura, el abandono de la visin aristotlica del mundo a favor de la nueva ciencia

    matemtica de la naturaleza. No olvidemos que el eudemonismo clsico era solidario de una

    concepcin teleologista de la naturaleza, segn la cual cada ser natural estara inclinado a una

    forma especfica de plenitud. La tica estudia precisamente la forma de plenitud a la que

    tiende la naturaleza humana, que no es sino la felicidad o eudaimona, y descubre que uno de

    sus componentes esenciales es la virtud; la universalidad de los resultados alcanzados por este

    saber est garantizada por el hecho de que todos los hombres comparten una naturaleza

    comn. Pero el triunfo de la nueva ciencia supuso la abolicin del teleologismo, que fue

    sustituido por la explicacin mecanicista de los fenmenos naturales... Y as se abandon la

    centralidad del concepto de virtud, central en el eudaimonismo clsico. Y la funcin

    cognoscitiva hasta entonces desempeada por las virtudes fue asignada a la razn, que ya no

    se entenda como clarividencia del hombre prudente que juzga en situaciones concretas, sino

    como facultad impersonal que se pronuncia sobre normas universales del deber.

    Pero por radical que sea el cambio experimentado por la filosofa moral en estos ltimos

    siglos, sera un error pensar que no hay conexin entre la tica clsica y la moderna. Lo

    caracterstico de la tica moderna estriba, por una parte, en haber concentrado su atencin en

    uno de los problemas tratados por la filosofa clsica, el del criterio de la obligacin moral; y

    por otra, en haber propuesto soluciones originales a ese viejo problema, con lo que, al

    especializarse en esta cuestin, la tica moderna confirma la importancia del problema del

    criterio de la obligacin moral.

    La cuestin del criterio normativo de la obligacin moral, central, pues, para la tica, nos

    confronta de inmediato con dos tareas previas de naturaleza descriptiva, y ello debido a la

    relacin que existe entre accin y obligacin. En efecto, si toda obligacin lo es de realizar

    alguna accin, la teora de la obligacin moral exige que acometamos, por una parte, la

    caracterizacin esencial de la accin moral y de los momentos y fases que la integran, y por

    otra, la aclaracin de lo que se quiere decir cuando se afirma, respecto de una cierta accin,

    que existe la obligacin moral de realizarla. Estas cuestiones acarrearn otras distintas, como

    el hecho de que la caracterizacin de la accin moral pone de manifiesto que un rasgo suyo es

    la libertad. Adems, trataremos de caer en la cuenta de que la obligatoriedad ha de ser

    distinguida de otra propiedad moral de la accin, a saber: su bondad.

    Y otra cuestin central de la tica es el tema de la felicidad (eudaimona). Toda filosofa

    moral de la Antigedad puede describirse como un esfuerzo por despejar la incgnita de la

    voluntad. Y aunque los filsofos de las distintas escuelas no estuvieron de acuerdo a la hora

    de identificar el polo al que tiende por naturaleza la voluntad, todos coincidan en llamarlo

    felicidad. Qu otro nombre podran dar a la plena satisfaccin del ms ntimo anhelo de

    nuestra naturaleza? Pero si la pregunta por la inclinacin bsica de la voluntad es equivalente

    a la pregunta por el contenido de nuestra felicidad, y adems ocurre que la primera pregunta

    tiene una importancia decisiva para la tica, va de suyo que la reflexin sobre la felicidad

    humana ocupa por derecho propio un lugar importante en la filosofa moral.