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PLIEGO Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la Creación (Mc 16, 15) UNA IGLESIA MEDIADORA La aportación de la Iglesia a la cultura del encuentro EMILIA ROBLES Y JAVIER MALAGóN Fundación Proconcil 2.825. 24-30 de noviembre de 2012 La Iglesia del siglo XXI está llamada a ser una Iglesia mediadora: entre Dios y los hombres, y entre estos para tejer vínculos de fraterna colaboración, ayudarles a resolver sus conflictos y responder juntos a las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad y el conjunto de la vida en la Tierra. De todo ello hablan estas páginas. También de la necesidad que tiene la propia Iglesia de acoger esa mediación en su seno, como elemento constitutivo de su cultura conciliar, si quiere ser coherente con su misión.

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PLIEGO

Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la Creación (Mc 16, 15)

UNA IGLESIA MEDIADORA

La aportación de la Iglesia a la cultura del encuentro

Emilia RoblEs y JaviER malagónFundación Proconcil

2.825. 24-30 de noviembre de 2012

La Iglesia del siglo XXI está llamada a ser una Iglesia mediadora: entre Dios y los hombres, y entre estos para tejer vínculos de fraterna colaboración, ayudarles a resolver sus conflictos y responder juntos

a las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad y el conjunto de la vida en la Tierra. De todo ello hablan estas páginas. También de la necesidad que tiene la propia Iglesia

de acoger esa mediación en su seno, como elemento constitutivo de su cultura conciliar, si quiere ser coherente con su misión.

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Lazos de fraterna colaboraciónangustias, a las dudas de los hombres y mujeres de hoy; alguien que, desde dentro del complejo sistema eclesiástico, reivindica y cree posible una iglesia más sencilla, más desprovista de oropeles y capaz de reconocer sus errores. y algo fundamental: un hombre de oración y contemplación, mediador desde ahí entre Cristo y los seres humanos, entre la iglesia católica y diversos sectores de la sociedad, mediador en el seno de su propia iglesia.

la iglesia del siglo XXi es –y está llamada a serlo de forma más perfecta y con mayor determinación– una iglesia mediadora. mediadora entre el misterio divino y los hombres, y mediadora entre estos para tejer vínculos de fraterna colaboración, ayudarles a resolver sus conflictos y responder juntos a las graves amenazas que se ciernen sobre la humanidad y sobre el conjunto de la vida en la Tierra. Para ser coherente con esa doble misión mediadora, precisa acoger la mediación también en su seno, como elemento constitutivo de su cultura conciliar.

Sobre La miSión de La igLeSia

a 50 años del comienzo del Concilio vaticano ii (1962-1965), conviene recordar que, desde entonces, se insiste en que, para el creyente, la iniciación a la misión de la iglesia comprende el compromiso transformador de las realidades mundanas –con especial atención a los sufrimientos de los pobres–, el anuncio explícito del Evangelio y el apostolado eclesial: “la catequesis ha de promover en todos los creyentes un vivo sentido misionero. Este se manifiesta en el testimonio diáfano de la fe, en la actitud de respeto y de comprensión mutuas, en el diálogo y la colaboración en defensa de los derechos de la persona y en favor de los pobres y,

donde es posible, con el anuncio explícito del Evangelio” (DgC 201).

la presencia de los cristianos en la sociedad tiene como objetivo específico, según Lumen Gentium, “buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios”; para que el orden social sea transformado según los planes del Creador, a los fieles laicos “de manera especial, les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales” (lg 31; CCE 898).

ordenar las realidades temporales según el plan de Dios se verifica en la “acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo” (sínodo de los obispos, 1971), en la “liberación integral del hombre” como centro de la misión de la iglesia, y, por tanto, en la “opción o amor preferencial por los pobres” (Puebla, 1134-1164; sRs 42; cf. CCE 2444-2448), que, lejos de ser un particularismo, manifiesta la orientación preferente, pero universal, del ser y de la misión de la iglesia.

la promoción del hombre, la defensa de los derechos humanos, la lucha por la justicia, la manifestación de la dignidad inviolable de la persona, son consustanciales a la nueva evangelización, de modo que “la acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presentan claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la iglesia para la redención y la liberación de toda situación opresiva” (sínodo de los obispos, 1971; cf. En 31).

Durante muchas décadas, esta acción se ha centrado en el ser humano y en sus relaciones sociales. Hoy, con una conciencia renovada y ampliada, el compromiso por la Paz y la Justicia, situando en el centro a la persona, no puede dejar de considerar las relaciones con el cosmos y específicamente, con el planeta Tierra, de cuyo cuidado somos corresponsables. somos seres “en relación”.

El Dios que se nos revela a través de Jesús es un Dios próximo, que se hizo Hombre y pasó entre

la gente escuchando, aportando consuelo y sanando. Jesús promovió que nos sintiéramos hermanos; no hizo proselitismo de ninguna secta de la época, caminó con los pecadores y gentiles, anunció la buena noticia con lenguajes y actuaciones comprensibles y mostró entrañas de misericordia con los que sufrían. ahora sabemos que Dios nos ama y que su Reino está entre nosotros. nuestra misión, como testigos, es estar cerca de la gente que sufre y busca, construyendo fraternidad, situando la mística y la profecía en lo cotidiano; promoviendo la reconciliación y dándonos la Paz.

Decimos que Jesús es mediador porque acercó a Dios a los hombres, pero también porque propició el encuentro fraterno entre ellos y porque anunciaba un mundo mejor para todos. siguiendo su ejemplo, los cristianos debemos esforzarnos en ser mediadores, generando vínculos de colaboración en las sociedades en las que vivimos. y hacerlo de forma visible y palpable. Denunciar y transformar las estructuras y relaciones que dividen y oprimen a las personas es condición necesaria para llevar a cabo esta misión. y hacer visible este rostro de iglesia.

mientras escribimos este artículo, 6.000 personas pasan a la hora frente al cuerpo yacente del cardenal martini. Diversos medios civiles y religiosos hablan de él como “el cardenal del diálogo”. si bien los cardenales y el Papa no son toda la iglesia, no cabe duda de que para muchos constituyen su representación visible. ¿Qué es lo que el mundo ve representado en la figura de este cardenal? ¿Qué enseñanzas alberga para la iglesia de hoy? ¿Qué nos enseña a cada uno?

nos dicen que han visto a un hombre abierto a la ciencia y a la cultura; cercano a los no creyentes; atento a los signos de los tiempos, a los gozos, a las

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Hoy somos conscientes de la fragilidad de nuestra civilización. la certeza de que no puede haber un crecimiento infinito en un mundo finito confronta a los sistemas económicos. Tenemos que preguntarnos por las relaciones que dan lugar a estas amenazas y por cómo afrontarlas de forma cooperativa, en colaboración con otras confesiones, gobiernos, instituciones públicas y privadas y sectores sociales. Esta cuestión actualiza y reformula la misión mediadora de la iglesia.

¿ante qué reaLidad ecoLógica gLobaL noS encontramoS?

la comunidad científica ha alcanzado grandes consensos respecto al calentamiento global en curso y sus consecuencias catastróficas en amplias zonas del planeta. En pocas décadas, antes incluso de que medie el siglo, se argumenta con rigor la elevada probabilidad de que se desencadenen procesos climáticos que hagan muy difícil la vida humana en territorios extensos, hoy profusamente habitados.

los efectos del cambio climático se hacen notar ya en gran parte del planeta: aumento de temperaturas, deshielos masivos, pérdida de acuíferos, incendios, inundaciones, vientos huracanados, reducción de la biodiversidad, enfermedades, pobreza, conflictos sociales, migraciones masivas, etc. la consecuencia a día de hoy es la reducción de soporte vital, de por sí precario desde hace décadas, para miles de millones de personas.

El mal avanza y supone, cada vez más, una seria amenaza también para los países más ricos (los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón…) y las economías emergentes (brasil, méxico, Rusia, india, China…). Como es de sobra conocido, la lógica de desarrollo de estas naciones está devastando los recursos naturales

del planeta y provocando excesivas emisiones al medio ambiente de Co2 y otros residuos contaminantes.

los expertos advierten de que estamos a tiempo de revertir esta situación, pero también de que pronto, puede que apenas en 13 o 15 años, hayamos traspasado la “línea de no retorno”, momento a partir del cual las dinámicas de retroalimentación de la biosfera pueden acelerar los cambios y desencadenar procesos catastróficos de intensidad y alcance muy superiores a los conocidos.

Proyecciones de reputados científicos, como J. Lovelock, anuncian convulsiones políticas extremas, debido a la competencia entre seres humanos por el acceso a zonas templadas y a recursos cada vez más escasos como el agua o los alimentos; escenarios en los que se pueden limitar enormemente los derechos ciudadanos y suspender los regímenes democráticos, “como sucedió durante la ii guerra mundial” para gestionar graves situaciones de vulnerabilidad social.

a la crisis climática hay que sumar otras con las que se relaciona estrechamente, como la actual situación económica en Europa y EE.UU., el aumento de los precios de la energía y de los alimentos, conflictos bélicos de alta intensidad con riesgo de contaminación nuclear (como puede serlo en breve una guerra contra irán), etc.

algunos de los datos proporcionados por el Programa mundial de alimentos (http://es.wfp.org/):→ En el mundo 925 millones de personas

pasan hambre. Hay más personas con hambre en el mundo que la suma de las poblaciones de los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

→ El 98 % de las personas con hambre viven en países en desarrollo.

→ Cada año mueren unos 10,9 millones de niños menores de cinco años

en los países en desarrollo. la desnutrición y las enfermedades relacionadas con el hambre son la causa del 60% de las muertes.

→ El hambre mata cada año a más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis juntos.

→ Una de cada siete personas en el mundo se irá a dormir con hambre esta noche.También en las sociedades

aparentemente desarrolladas millones de personas están sufriendo los zarpazos de las cada vez más frecuentes y feroces crisis del capitalismo global. las consecuencias son muy desiguales para quienes tienen menos recursos y para los que más tienen, pero son cada vez más las personas amenazadas, de todas las clases sociales, por un horizonte de crisis global de supervivencia, probablemente en el transcurso de este siglo.

El papel mediador de la iglesia debe ser al tiempo inspirado y eficaz en este contexto, para preservar e impulsar una cultura del encuentro, fraternal y cooperativa, en medio de escenarios de ruda competencia por recursos cada vez más escasos y ante la exclusión de millones de personas abandonadas a su suerte o activamente eliminadas.

En la Conferencia de aparecida (brasil, 2007) quedó claro el inexorable compromiso de la iglesia ante esta realidad y los riesgos de llegar demasiado tarde. la naturaleza es una herencia gratuita que hemos recibido sin hacer nada previamente. Es un don, en el sentido estricto. Pero un don que reclama responsabilidad y cuidado, “antes que sea demasiado tarde”, prevenía el papa benedicto XVi en septiembre de 2007.

El modelo económico que privilegia el desmedido afán de riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos, es el motor de esta situación. los obispos americanos

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más arriba; b) aplicada a campos concretos del conocimiento y de las prácticas sociales (mediaciones informativas, jurídicas, educativas, religiosas, mediación en conflictos, etc.); y c) como una perspectiva formal desde la que analizar y comprender las relaciones que tejen la realidad humana. nos interesa cultivar esta visión compleja, porque –a nuestro juicio– de la adecuada articulación, cognitiva y práxica, de estos tres niveles de comprensión depende la excelencia mediadora de las prácticas eclesiales.

En el contexto católico, la mediación es una categoría teológica y eclesiológica que sirve para describir el papel de la iglesia entre Dios, la humanidad y el cosmos. Ese papel mediador es incompleto si no se asume que, para mediar entre Dios y los hombres, es imprescindible mediar entre los hombres, con talante místico y profético, para reconciliarles entre sí y construir la fraternidad/sororidad con y entre ellos y con el medio natural del que formamos parte, como ya recogió hace tiempo la preciada herencia franciscana.

Para el sentido común de los cristianos, mediación puede significar acercar lo que está lejos; comunicar lo que está distante; presentar lo que se desconoce; propiciar el conocimiento mutuo; construir confianza; facilitar el acuerdo y la cooperación entre lo diverso; tender puentes donde hay fractura o separación; ayudar a la resolución de conflictos por una vía no-adversarial, sino colaborativa.

¿Qué prácticas mediadoras desarrolla nuestra iglesia para llevar a cabo su misión? Podemos señalar algunas en las que el creyente cristiano puede reconocer con facilidad sus propias experiencias. Una visión de conjunto permite situar y enriquecer cada práctica en relación con las demás:

familiar, especialmente desde un punto de vista sistémico, que es “deshacer los nudos, para rehacer los lazos”.

En sus usos comunes, el verbo mediar podemos ver que se aplica normalmente a todo aquello que contribuye a aproximar a alguien a otra realidad, mediante la difusión de información y conocimiento; o a otras personas entre sí, facilitando la comunicación, el acuerdo y la colaboración entre ellas. De forma más específica, mediar consiste también en ayudar a que sujetos en conflicto resuelvan sus disputas y/o reorganicen sus relaciones de mutuo acuerdo, a través del diálogo.

Pueden considerarse mediaciones sociales realidades muy diversas. la acción de mediar puede concretarse en prácticas humanas de cariz distinto. Esta naturaleza general y, al mismo tiempo, multiespecífica de la mediación proporciona una manera mediacional de conocer la realidad, una perspectiva sobre la naturaleza y las sociedades humanas que nos permite analizar el mundo desde el punto de vista de las relaciones entre sus elementos y de cómo determinadas realidades contribuyen a introducir distintas formas de orden en las relaciones sociales, recurriendo a la información y la comunicación.

las mediaciones sociales se configuran políticamente y, según sus características, pueden estar al servicio de la opresión o de la emancipación de los seres humanos. Es tarea de los cristianos conscientes de este hecho propiciar activamente la creación de mediaciones liberadoras, empezando por nuestra propia iglesia, por nuestras diversas –y siempre imperfectas– maneras de ser iglesia.

así pues, la categoría mediación la podemos utilizar: a) en un sentido general, conforme se ha definido

se pronuncian: “no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo, que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos” (Documento de Aparecida, n º473).

a estas cuestiones se refirió en su momento Juan Pablo ii y se refiere también varias veces benedicto Xvi en su encíclica Caritas in veritate, recordando “la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad” (n. 49) no solo ante las emergencias ambientales, sino también ante el escándalo del hambre y la miseria que se ceba sobre todo en los más débiles.

Esa misión no está hecha solo de palabras, sino que el amor de Dios se descubre y se comunica principalmente a través de las buenas obras, es decir, por medio de los actos concretos de misericordia, fraternidad y justicia que iluminan aspectos del Reino que ya está entre nosotros. Es este amor el que hace posible la esperanza, la salvación y la vida eterna. Reúne a la humanidad y la vincula entre sí, con el cosmos y con Dios a través de la misericordia, la Justicia y la Paz de Cristo.

¿qué entendemoS Por mediación ecLeSiaL?

En su sentido más general, una mediación, del tipo que sea, es “algo” que se coloca entre otros fenómenos, propiciando las relaciones entre ellos y ordenándolas conforme a alguna lógica, código o criterio. En el pensamiento humano, desde muy antiguo, la mediación, como categoría epistemológica, ha sido empleada en múltiples campos del saber: religión, filosofía y ciencia. En el cristianismo, por ejemplo, a Jesús se le atribuye la condición de Supremo Mediador.

En el catolicismo se venera a maría como mediadora. Existe una advocación de la virgen en alemania desde 1700 en la iglesia de st. Peer am Perlach, en augsburgo, de nuestra señora “la que desata los nudos” (Knotenlöserin), en referencia a su mediación maternal para resolver la maraña de nuestras dificultades. y esto nos aproxima a uno de los lemas de la mediación social y

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1. la celebración eucarística y todos los ritos a través de los cuales los cristianos celebramos y renovamos nuestra fe contribuyen a cultivar vínculos entre Dios y los hombres, a través de Cristo Jesús y entre los miembros de la iglesia.2. la oración, la meditación,

el silencio y el recogimiento interior, a través de los cuales se experimenta la presencia del Espíritu y lo hace transparente a los hombres en la actitud y conducta cotidiana del cristiano. 3. las obras de solidaridad y

cooperación al servicio de los pobres, enfermos, discapacitados y, en general, de todas las personas vulnerables y dependientes que necesitan ayuda directa para lograr unas condiciones de vida dignas.4. El compromiso activo con causas y

movimientos que promueven la justicia social y los Derechos Humanos, a través de formas de expresión críticas, pacíficas y propositivas que tienden un puente hacia un mundo mejor para todos.5. la catequesis y todas las obras

educativas que contribuyen a la formación integral de las personas –como creyentes, ciudadanos y profesionales–, poniendo en relación creativa al ser humano con un conocimiento potencialmente liberador.6. la información a través de los

medios y la producción editorial, que ponen en relación a sus públicos con la actualidad, análisis, estudios y todo tipo de productos culturales que enriquecen a la comunidad cristiana y al conjunto de la ciudadanía.7. la intermediación entre personas y

entre organizaciones diversas, poniendo en relación a unos sujetos con otros, favoreciendo el mutuo conocimiento, la construcción de confianza y la creación de vínculos de colaboración.

8. la organización y coordinación de equipos de trabajo, redes de colaboración y apoyo mutuo, círculos de innovación, etc., dentro y fuera de la iglesia, facilitando la cooperación entre personas diversas a través de un liderazgo mediador.9. la prevención y gestión de

conflictos para facilitar que las partes enfrentadas construyan sus propias soluciones de mutuo acuerdo, de forma pacífica y por medio del diálogo.10. la organización de la iglesia,

ordenando los vínculos entre los creyentes cristianos y entre estos y la época que habitan, que de la mano del Espíritu siempre ha estado en evolución para conservar y desarrollar su misión evangelizadora.

mediación, cambio SociaL y cambio en La igLeSia

Todas estas prácticas mediadoras de la iglesia católica lo son porque aportan criterio y organización a las relaciones entre Dios y los hombres, entre la iglesia y la sociedad y entre los miembros de la propia iglesia. la evolución de la iglesia, los cambios y reformas que ha experimentado y que experimente en el futuro pueden entenderse como manifestaciones de un largo proceso, en el que las prácticas mediadoras de la iglesia adoptan formas distintas, conforme a las características y retos de cada época y los equilibrios establecidos en su seno y con la sociedad.

la misión de la iglesia permanece, pero su organización y sus convenciones cambian, a mayor o menor ritmo según las coyunturas históricas. las estructuras, las normas y los aspectos formales no son inamovibles: esto es una evidencia empírica, pero también una necesidad lógica, porque, si lo

fueran, la iglesia no podría haber realizado su trascendental misión mediadora en múltiples contextos y circunstancias a lo largo de sus dos mil años de historia.

Tan incompatibles con las funciones mediadoras de la iglesia son la falta de estructura, normas y convenciones estables que den cohesión interna y capacidad de gobierno a un sistema religioso de más de mil millones de fieles, extendido por casi todo el mundo, como su rigidificación burocrática y/o fundamentalista. ambos extremos son disfuncionales y se realimentan, poniendo en peligro la misión evangelizadora de los cristianos inscritos en el devenir de la humanidad sufriente.

las reformas en la iglesia católica deberían realizarse –según creemos– para mejorar y adaptar su capacidad mediadora frente a los graves retos de exclusión y falta de soporte vital que los seres humanos tenemos por delante, especialmente los pobres. Convendría, sin embargo, que las reformas fueran la consecuencia de un proceso conciliar, de un camino, como el de Emaús, de encuentro con Jesús y de encuentro y diálogo entre creyentes cristianos y entre la iglesia y la sociedad.

Esto significa que conviene que estas reformas se produzcan en un clima de cohesión y colaboración, buscando intereses comunes, más allá de las respectivas posiciones sobre algún tema disciplinar concreto. Para que ese proceso sea posible, es necesaria la formación y organización de muchos mediadores que contribuyan a tender puentes y rehacer lazos, ayudados por la coordinación y búsqueda de comunión de los obispos, en esa actitud mediadora y, en última instancia, del Papa.

la iglesia necesita desarrollar nuevas formas de mediación en su seno, especialmente aquellas que sean útiles para: a) crear una mayor conciencia de la realidad y de las fuerzas deshumanizadoras que en ella operan; b) poner en contacto a personas, grupos y sectores diversos de la iglesia, con el objetivo de que colaboren entre sí; c) dinamizar y coordinar eficazmente redes de colaboración extensas y plurales; y d) propiciar la solución dialogada de conflictos, mediante el encuentro y el entendimiento fraterno entre cristianos.

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pueblos y países es una tarea evangélica, y que su praxis es, en sí misma, una forma de evangelización, de ofrecer el mensaje de Jesús como camino de realización humana.

la conciliaridad eclesial es una dimensión de una espiritualidad y de una práctica cristiana que nacen del mandato evangélico que nos pide amarnos los unos a los otros como Cristo nos ama; también de la misión evangelizadora a la que todos somos enviados y del compromiso con la construcción del Reino. se inscribe, de múltiples maneras, en la vida de la iglesia desde sus orígenes, a sabiendas de que caminamos hacia ser Uno y que nadie controla ni acapara el soplo del Espíritu.

En cuanto a su práctica participativa, llama a que “aquello que afecta a todos, sea debatido por todos”. sin olvidar que la participación es condición necesaria para la colaboración, pero que esta última va más allá. El ejercicio de la conciliaridad necesita de ambas: es, pues, un ejercicio de participación corresponsable y cooperadora.

Desde el punto de vista eclesiológico, el resultado de aquel primer concilio de la iglesia en Jerusalén ilumina los criterios básicos de la conciliaridad genuinamente cristiana, que no son otros que resolver las diferencias a través del diálogo, la tolerancia, la aceptación de la diversidad y la inclusión del otro en un mensaje y una práctica de amor universal, que se nos ha ofrecido como camino de salvación a todos y a todas.

la iglesia como institución y en sus relaciones tiene que hacerse creíble para ser eficaz. asistimos a un momento en el que su credibilidad está muy dañada. Por encima de las prácticas más creíbles y dignas de admiración de misioneros y discípulos que se muestran como testigos, prevalecen los escándalos y prácticas que escandalizan. algo que alimenta este sentimiento es un reduccionismo social –y, a veces, eclesial– de la comprensión de la iglesia, reduciéndola a un sector de la jerarquía; junto a ello: un aplanamiento de la realidad que no aprecia matices y diferencias.

Es difícil que esta misión mediadora pueda realizarse con éxito desde la iglesia si no es en el marco de un proyecto de revitalización de la

para que el proceso conciliar avance. la conciliaridad consiste en afrontar de forma fraterna dialogal y colaborativa los problemas y retos a los que tienen que responder los cristianos. Esto forma parte de lo más esencial de la cultura cristiana, presupone una actitud evangélica y es determinante para que cualquier reforma se produzca en un clima de misericordia y buen entendimiento.

Por otra parte, un proceso conciliar puede acoger múltiples manifestaciones concretas de conciliaridad o formas que la propicien: desde las más locales y cotidianas (en la vida de las comunidades, parroquias, movimientos, etc.) hasta las de alcance más general (sínodos, concilios particulares, concilios generales).

Resumiendo: 1) en nuestra opinión, el papel mediador de la iglesia necesita ser reforzado mediante mediaciones en su seno y con la sociedad, mediaciones que faciliten llevar a cabo reformas que, a su vez, fortalezcan su papel mediador en esta difícil época; 2) las reformas deben llevarse a cabo –según creemos– en el marco de un proceso conciliar, que avanzará en tanto se aliente la conciliaridad eclesial a través de múltiples instrumentos, entre ellos, aunque no solo, nuevos concilios particulares y generales, con la participación de las iglesias y comunidades locales.

deSarroLLar La conciLiaridad

Desde una perspectiva cristiana, existe fundamento teológico suficiente para afirmar que la promoción de la cooperación, la paz y la unidad entre personas, grupos sociales, instituciones,

conciLiaridad, ProceSo conciLiar y conciLioS

El proceso conciliar está en marcha. Puede incluir, o no, uno o varios concilios –a cincuenta años de su apertura, conviene recordar que el vaticano ii animó explícitamente a la celebración de nuevos concilios (cf. decreto Christus Dominus)–, que no deberían ser actos “quirúrgicos”, como con buen criterio quería evitar J. ratzinger, sino de integración, orientados por la luz del Evangelio, el análisis riguroso de la realidad de la iglesia y de la sociedad y el objetivo de ponerse al servicio de los hombres en una etapa trascendental de su historia, en la que está en juego, nada menos, que la supervivencia de miles de millones de seres humanos.

Pese a que desde los años 70 hasta hoy no han faltado voces aperturistas pidiendo nuevos concilios en continuidad con el vaticano ii, a menudo se ha dicho, tanto desde sectores conservadores como progresistas, que no es el momento de un nuevo concilio que reemplace al Concilio vaticano ii. Efectivamente, así lo creemos nosotros también, porque la celebración de un nuevo concilio, o una nueva era de concilios –como proponía el arzobispo quinn–, no tiene por qué reemplazar al Vaticano II, sino, por el contrario, pueden confirmarlo y desarrollarlo.

De hecho, creemos que este es el espíritu de continuidad conciliar que puso en marcha el Concilio; aunque, no mucho después de su clausura, pero sobre todo desde los años 80, ese espíritu quedara fuertemente aprisionado por el miedo de unos a que nuevos concilios fueran más lejos en las reformas aperturistas; y por el miedo de otros a que nuevos concilios retrocedieran en los logros alcanzados por el vaticano ii.

no nos cabe la menor duda de que, para el bien de la iglesia y de la humanidad, estos miedos deben ser superados. Es urgente desbloquear esta triste situación (aparecida, pese a sus limitaciones, fue un importante paso en esa dirección); por eso, es necesario una primera convergencia: hacer crecer, diversificar y mejorar las mediaciones y los mediadores en el seno de la iglesia y entre esta y la sociedad.

Desarrollar la conciliaridad eclesial es, precisamente, crear condiciones

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conciliaridad eclesial, es decir, de promoción de actitudes y prácticas eclesiales que facilitan el avance hacia mayores grados de unidad y cohesión –que no es igual que homogeneidad– en el seno del catolicismo; y también entre las comunidades e instituciones cristianas, entre diversas confesiones y en relación a las sociedades diversas en las que se incluyen.

Como ya se señalaba, promover la conciliaridad eclesial es mucho más que realizar concilios. las formas a través de las cuales se puede cultivar la conciliaridad, que es poder vivir la unidad en la diversidad, pueden ser múltiples y atravesar la vida de la iglesia en todas sus dimensiones: en la comunidad de base y en la parroquia, en los diversos movimientos y grupos de oración, en los arciprestazgos y en las diócesis, en las conferencias de obispos, en los sínodos y en los concilios, en las eucaristías, en la catequesis y en otras experiencias pastorales.

las iglesias cristianas en general, y la católica en particular, deben avanzar hacia ella a través de un proceso evangélicamente enraizado en la apertura hacia las diferencias del otro, la tolerancia, el diálogo y la cooperación, incluso aunque existieran importantes diferencias dogmáticas y estructurales, que deben ir generando un clima eclesial positivo, de participación, colaboración, acogida, escucha activa y respeto mutuo. la iglesia católica necesita impulsar ese proceso desde todos sus ámbitos, en un ejercicio de corresponsabilidad eclesial que alcance e involucre al mayor número de personas, comunidades y sectores, en diálogo con otras iglesias y confesiones y con la sociedad civil.

Esto requiere profundizar en el camino hacia un cambio de relaciones y estructuras, de ejercicio del poder, que incluye la revisión del sentido del primado de Pedro y de la estructura

curial; las relaciones entre clérigos y laicos; el camino hacia la paridad entre hombres y mujeres; una revisión de los ministerios y de la elección de obispos… Pero requiere –a la par– un proceso de cambio cultural y de relaciones, alimentado por una espiritualidad de alteridad, misericordia, acogida y de servicio a un “bien común misionero”, al cual deben estar orientadas las iniciativas que se promuevan.

actitudeS y VaLoreS que noS Pueden fortaLecer como igLeSia mediadora

Junto al compromiso decidido, que se va reflejando en documentos eclesiales de cara a la transformación de esta realidad; y también junto a la acción decidida, y en ocasiones martirial, de personas y organizaciones en la iglesia por este cuidado, podemos ver signos de debilidad en la iglesia y en los propios cristianos que limitan su capacidad y eficiencia para cumplir con esta misión. sin pretensión de exhaustividad, necesitamos renovar la Iglesia en dirección a crecer como:

◼ una iglesia cercana: siguiendo el ejemplo de Jesús, que hace cercano a Dios a los sencillos, a través de su proximidad, de su compromiso con el dolor ajeno, de sus lenguajes comprensibles para todos. Una iglesia que no usa lenguajes crípticos y que camina codo a codo, ayudando a aliviar las pesadas cargas de las gentes siguiendo el espíritu del Evangelio, en vez de echarles fardos que les alejan o les hunden.

◼ una iglesia participativa y colaboradora: para la iglesia, el cuidado del medio ambiente, en el cual se incluye como centro al ser humano, significa cooperación y corresponsabilidad con el cuidado de la Creación. Pero puede y debe colaborar en esta tarea con otras personas y entidades, que desde otras perspectivas

y expresiones se sienten comprometidas en este esfuerzo. En ese sentido, aunque la iglesia tenga sus propias narrativas, también es mediadora cuando puede encontrar una narrativa común que invite a la colaboración.

◼ una iglesia, cuerpo de cristo, que promueve la igualdad en cristo Jesús, entre jerarquía y bases eclesiales, como Pueblo de Dios en marcha; entre hombres y mujeres, entre clérigos y laicos. Esto significa un enfoque abierto a encontrar caminos para que cada cual, desde su función y su identidad, se sienta en una plena realización como miembro de la iglesia, en un recorrido creativo y colaborativo, inspirado por el Espíritu; que implica seguir acortando distancias respecto a la situación actual.

◼ una iglesia crítica con el concepto de desarrollo cuando se identifica por tener más y asociarlo a riqueza y consumo. El desarrollo integral requiere equilibrar todos los factores que contribuyen al bienestar de la persona y la sociedad, como la economía, la cultura, la justicia, la política y la dimensión trascendente y/o espiritual del ser humano. se trata de buscar un desarrollo sostenible, que permita a todos los hombres y mujeres, de hoy y del futuro, una vida digna, sin destruir los recursos del planeta para obtener beneficios inmediatos.

◼ una iglesia multicultural e inculturada, que reconoce la complejidad de los sistemas sociales y del propio ser humano y aprende a gestionar la diversidad, empezando por la propia. significa una iglesia que se sabe plural, en contextos plurales. y realiza aquí una labor mediadora cuando ayuda a poner en relación, a través de encuentros, de publicaciones, de trabajos compartidos, buscando conciliar intereses comunes, incluyendo lenguajes diversos.

◼ una iglesia que aproxima la biblia a los creyentes y a las comunidades. En este orden está la importancia de la exégesis de la sagrada Escritura. los lenguajes bíblicos han de poder ser comprendidos críticamente en su contexto y aprovechados en lo esencial de su mensaje por las personas de hoy día, lejos de interpretaciones simplistas. De ahí la importancia del trabajo de quienes se esfuerzan por el estudio en

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◼ una iglesia en conversión permanente. Dado que, además de ser un organismo vivo, Cuerpo místico de Cristo, la iglesia existe de alguna forma vertebrada por una institución humana con sus normas, sus cánones, sus formas de ejercer la autoridad, de relacionarse con otras instituciones, es importante revisar cómo se realiza el ejercicio del poder, para que sea un servicio fraterno y no derive en abuso; para que no corte con violencia los caminos de renovación y permita un sano pluralismo en su seno, vinculando a las comunidades, escuchando la voz de la profecía. Una iglesia capaz de pedir perdón por sus errores.

◼ una iglesia en libertad. la actitud de sometimiento ciego no beneficia ni contribuye a que la iglesia sea fiel a su acción mediadora. Es posible no juzgar a las personas; y, al mismo tiempo, analizar con lucidez las relaciones y las estructuras y aparatos, de cara a descubrir cuándo estas se vuelven opresoras y antitestimoniales. la pacífica resistencia ante relaciones abusivas internas y externas, unida a la voluntad de diálogo y revisión de las propias actitudes y actuaciones a la luz del Evangelio, puede ayudar a la gestión del cambio en la iglesia de cara a la mayor eficacia de su misión, al tiempo que cuida corresponsablemente sus equilibrios y gobernabilidad.

◼ una iglesia orante y contemplativa. vivimos, creyentes y no creyentes, en una vorágine de estímulos, ruidos y distracción. El dios mercado impone sus leyes, ritmos y valores. Hay que estar en el mundo y, a la vez, fuera del mundo para poder encontrar y aportar sentido cristiano. El activismo agota y se agota sobre sí mismo. solo situarnos en la presencia del Espíritu puede orientar nuestra acción. la iglesia y los cristianos, manteniendo nuestros compromisos e inserción en lo cotidiano, hemos de “retirarnos de tiempo en tiempo al desierto” para no ser arrastrados por la vorágine y perder el sabor de la sal.

Tras este análisis y reflexión, acabaríamos con una pregunta que nos devuelve la responsabilidad: ¿qué podemos, entonces, hacer aquí y ahora cada uno de nosotros como Iglesia que somos, por la Iglesia y con la Iglesia?

y nuevos acercamientos a la misma, entre exegetas, teólogos, moralistas y magisterio, entre institución y carisma, entre iglesia y sociedad. Con frecuencia, muchas de las quejas que se vienen sucediendo cuando un teólogo es advertido por Doctrina de la Fe, o cuando se censura alguna obra teológica, suelen tener que ver mucho más con los procedimientos que con los contenidos: denuncias anónimas, críticas públicas sin hablar previamente con el interesado, así como con confusión entre investigación teológica y formulación doctrinal.

◼ una iglesia que media y promueve la reconciliación en sociedades en conflicto. En numerosos conflictos sociales, en particular en países del sur, la iglesia ha tenido oportunidad de ser mediadora preferencial, a través de algunos miembros destacados y dotados de especial reconocimiento. no siempre se ha podido aprovechar igual este potencial que podría contribuir a la negociación de acuerdos y consensos a través de los que la sociedad ganara; en ocasiones, la falta de mediación interna ha contribuido a desprestigiar parcialmente a estos mediadores por parte de otros sectores de iglesia, a quitarles fuerza y legitimidad en su tarea pacificadora e incluso a hacer peligrar su integridad física y moral.

◼ una iglesia comunidad de comunidades. Es una iglesia que reconoce el pluralismo y facilita las relaciones y el mutuo conocimiento entre grupos diversos. son particularmente tristes conflictos entre miembros de la propia comunidad cristiana que llegan hasta a las agresiones personales o intentos de exclusión. la mediación es condición para la renovación de la iglesia y, al mismo tiempo, necesita de esa renovación. El autoritarismo, el centralismo, el fundamentalismo y cualquier práctica de corrupción se oponen a la mediación.

profundidad y la divulgación popular de dichos textos, incluso de los más difíciles. Escuchando también la resonancia de los textos en la vida del pueblo y de las comunidades.

◼ una iglesia dialogal, con capacidad integradora. Que no se repliega permanentemente a la defensiva; que escucha las diferentes posiciones sobre algunas cuestiones y es capaz de avanzar en la búsqueda de consensos, compartiendo visión. impulsada por el espíritu agustiniano: “En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”. Para lo cual tiene que estar abierta a la investigación teológica, promoverla en libertad; escuchar también el sensum fidelis, signo de que el Espíritu sopla sobre todos y sobre todo; y estar atenta a los “signos de los tiempos”, promoviendo espacios que faciliten reflexiones y consensos sobre temas que conciernen a todos, en diálogo con la ciencia y la cultura.

◼ una iglesia dinámica que reflexiona sobre sí misma y se transforma iluminada siempre por el Evangelio, al tiempo que está abierta al mundo; se duele con el dolor ajeno, comparte gozos y esperanzas y contribuye a ejercer cambios sobre el mundo, desde la perspectiva de la construcción del Reino. si la iglesia se cierra sobre sí misma, se convierte en una torre cerrada, en una fortaleza; y su mensaje se vuelve estéril. al mismo tiempo, si se limita a recibir lo que viene de fuera, corre el riesgo de perder su identidad y de que su mensaje quede diluido.

◼ una iglesia misericordiosa que se hace presente en las nuevas pobrezas y exclusiones que se van generando en la sociedad. no solo para acompañarlas, sino para comprometerse, junto con los propios implicados, en la medida en que sea posible y con otras instancias religiosas y sociales, en su transformación. Compasiva y capaz de anunciar el gozo y la alegría de vivir, discriminando entre pobreza libremente elegida, de la que ha de ser signo, y la miseria impuesta injustamente, que genera dolor y violencia contra la dignidad de los seres humanos.

◼ una iglesia capaz de mediar internamente entre la autoridad jerárquica y la base, entre interpretaciones tradicionales de la fe

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