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GASTRONOMÍA ROMANA LA CENA DE TRIMALCIÓN PETRONIO, El satiricón

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Page 1: Gastronomía Romana

GASTRONOMÍA ROMANA

LA CENA DE TRIMALCIÓN

PETRONIO, El satiricón

Page 2: Gastronomía Romana

INTRODUCCIÓN

A través de diferentes textos de la obra El Satiricón de Petronio, vamos a conocer los distintos menús que aparecían en una comida romana.

Nos cuena la cena en casa del liberto nuevo rico Trimalción. Se ve que era un nuevo rico porque los manjares que saca en su cena son excesivamente raros.

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LOS ENTREMESES: GUSTATIOXXI, 8-11

Fueron servidos unos entremeses magníficos; y ya todos se habían reclinado para comer excepto uno: el anfitrión Trimalción, al que se le reservaba el primer lugar, según la nueva situación social. Colocado en la bandeja de los entremeses apareció un borriquillo corintio, que llevaba aceitunas en sus alforjas, en la una blancas y en la otra negras.

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El borriquillo tapaba dos platos en cuyos bordes estaba escrito el nombre de Trimalción y su peso en plata. Unos puentecillos soldados sostenían unos lirones esparcidos entre la miel y las adormideras. También hubo salchichas bien calientes sobre una bandeja de plata, y por debajo ciruelas sirias con granos de granadas.

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PRIMER PLATO: PRIMA MENSAXXXIII, 3-8

En el entre tanto, mientras el anfitrión terminaba de decir los dichos chascarrillos de rigor entre bromas, al tiempo que todos nosotros estábamos comiendo, los criados trajeron una fuente con una cesta, en la cual había una gallina de madera, con sus alas bien abiertas formando un redondel, como si estuviera incubando los huevos.

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A continuación se acercaron dos criados y con un ruido infernal comenzaron a remover la paja y, sacaron de debajo huevos de pavo que repartieron entre los invitados. Trimalción volvió los ojos hacia lo que estaba pasando y dijo: “Amigos, he mandado poner debajo de la gallina huevos de pavo. ¡Por Hércules!, que temo que ya estén incubados. Probémoslos, sin embargo. Tal vez todavía se puedan sorber”. Nos entregaron unas cucharas que pesaban por lo menos seis libras cada una, y tratamos de comer los huevos.

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Resulta que estaban hechos de una masa de harina y aceite. Yo casi tiré mi parte, ya que parecía que el pollo estaba dentro y le iba a alcanzar con la cuchara. Después, como oí a uno de los comensales que decía: “Yo no lo sé, pero esto debe ser algo muy bueno”, me dediqué a comerlo y, al meter la cuchara más adentro, encontré una riquísima pasta de higo rodeada de yema de huevo sazonada con un poco de pimienta.

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LA BEBIDAXXXIV, 6-7

En seguida trajeron unas ánforas de vidrio recubiertas de figuras de yeso. En el cuello de las ánforas se veían sus etiquetas pegadas con esta inscripción: “Vino de Falerno Opimiano de cien años”. Estábamos leyendo las etiquetas cuando Trimalción dio dos palmadas y dijo: “¡Ay! Este vino ha vivido bastante más que un pobre hombre. Por tanto bebamos alegremente. El vino es la vida. Ponedme pronto de este Opimiano. Ayer no saqué un vino tan bueno, y eso que cenaban conmigo gente importante”.

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PRIMA CENAXXXV, 1-6

Una vez terminado el panegírico llegó el servicio de la mesa al completo. No tan magnífico como lo esperábamos. Sin embargo una novedad hizo que los ojos de todos se volvieran a mirar.

La bandeja redonda tenía los doce signos del zodíaco dispuestos en círculo, y sobre ellos el cocinero había colocado la comida propia y convenientemente.

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Sobre el signo de Aries, garbanzos aretinos; sobre Tauro, trozos de carne de vaca; sobre Geminis, criadillas y riñones; sobre Cáncer, una corona; sobre Leo, higos africanos; sobre Virgo, una matriz de una cerda que no ha parido; sobre Libra, una balanza en cuyos platillos había, en uno una tarta de queso y en otro una tarta dulce; sobre Escorpio, unos pececillos marinos; sobre Sagitario un animal extraño, medio pez; sobre Acuario un ganso, sobre Piscis, dos salmonetes. En medio una porción de césped cortado con otras hierbas sostenía un panal de miel. Por último, un muchacho egipcio iba alrededor con un horno de plata en el que cocía el pan.

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SECUNDA MENSAXXXVI, 1-4

Después de que hubo pronunciado un discurso, cuatro danzarines salieron al centro a bailar acompañados de instrumentos y se llevaron la parte superior de la fuente.

Al llevárselo, vimos que en la parte de abajo había capones y tetinas de cerda, y una liebre en el centro, adornada con plumas, de forma que parecía el Pegaso.

Nos dimos cuenta de que en los cuatro ángulos de la fuente había cuatro representaciones de Marsyas que aguantaban unos pequeños odres de donde salía un chorrito de garum a la pimienta que cubría el pescado. Daba la impresión de que los peces nadaban en una piscina. Aplaudimos todos siguiendo a la familia, que había empezado a aplaudir, y, contentos y alegres, nos lanzamos sobre esas comidas tan especiales.

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LOS POSTRESXL, 3-8

Siguió otra fuente en la que estaba colocado un jabalí de un tamaño excepcional que llevaba puesto un gorro frigio. De sus mandíbulas colgaban dos cestillas tejidas de hoja de palma que estaban repletas de dátiles, los unos frescos y los otros secos.

Alrededor del jabalí grande había otros lechoncillos más pequeños hechos de mazapán, y representaban como que estaban mamando, lo que quería decir que se trataba de un jabalí hembra. Éstas eran las ofrendas de los comensales.

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Ya tocaba abrir el jabalí, y no lo hizo el maestresala Carpo, que había despedazado los capones, sino que se acercó un personaje enorme, con barba, con vendas en las piernas y adornado con una pequeña capa de tejido adamascado de diversos colores; éste, sacando de su funda un machete, hirió con fuerza el costado del jabalí. ¡Oh sorpresa! De su interior salieron volando una multitud de tordos. Los cazadores estaban preparados con cañas y en seguida cogieron a todos los pájaros que volaban alrededor del triclinio.

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FIN

Entonces Trimalción mandó que se le repartiese a cada uno el suyo, y añadió:

“¡Fijaos! ¡qué cerdo salvaje! Se ha comido todas las bellotas.”

En seguida unos muchachos se acercaron a las cestillas que colgaban de los dientes del jabalí y repartieron

todos los dátiles, los frescos y los secos, entre los comensales.

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