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Año 8, n.º 15, diciembre de 2003 FUNDAMENTOS DEL SABER ADMINISTRATIVO* Paola Podestá Correa PROFESORA DE LA UNIVERSIDAD EAFIT, COLOMBIA MAGÍSTER EN CIENCIAS DE LA ADMINISTRACIÓN Juan Carlos Jurado Jurado PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD EAFIT, COLOMBIA MAGÍSTER EN HISTORIA Resumen Este artículo, de carácter introductorio para el estudiante de administración, pasa re- vista a la evolución del saber administrativo, empleando conceptos de filosofía e histo- ria de las ciencias. Diferencia la práctica del saber administrativo y explica cómo el segundo se ha ido construyendo y delimitando desde el advenimiento de la sociedad moderna y el capitalismo. Luego trata acerca de los fundamentos conceptuales, com- plejos y variados, que ayudan a construir tal saber. Los autores proponen los siguien- tes: económicos, religioso-culturales y socio-psicológicos, poniendo énfasis en la for- ma como éstos contribuyen a estructurar, histórica y conceptualmente el saber adminis- trativo. * El presente texto constituye un documento de estudio para los alumnos que cursan los nive- les uno y dos del programa de Administración de Negocios de la Universidad Eafit, dentro del E l presente artículo tiene por objetivo delimitar, de manera general, algunos de los conceptos más importantes del sa- ber administrativo; en primera instancia, práctica administrativa y saber adminis- trativo. Estos conceptos están ligados a los que en el texto se denominan fundamen- tos de la administración, para establecer consensos sobre algunas expresiones co- munes en el lenguaje administrativo y contribuir a la comprensión de estos te- mas por parte de los estudiantes de los primeros niveles del programa de Admi- nistración de Negocios, en las áreas de su formación básica. Además, se hará una exposición general sobre los fundamen- tos –económicos, religioso-culturales y socio-psicológicos– haciendo énfasis en la forma como ellos contribuyen a estruc- turar, histórica y conceptualmente, el sa- ber administrativo. área de Pensamiento Administrativo. Con el texto se pretende introducir al estudiante en el campo de algunos conceptos propios del área y de la bibliografía básica de la misma.

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Año 8, n.º 15, diciembre de 2003

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FUNDAMENTOS DEL SABER ADMINISTRATIVO*

Paola Podestá CorreaPROFESORA DE LA UNIVERSIDAD EAFIT, COLOMBIA

MAGÍSTER EN CIENCIAS DE LA ADMINISTRACIÓN

Juan Carlos Jurado JuradoPROFESOR DE LA UNIVERSIDAD EAFIT, COLOMBIA

MAGÍSTER EN HISTORIA

ResumenEste artículo, de carácter introductorio para el estudiante de administración, pasa re-vista a la evolución del saber administrativo, empleando conceptos de filosofía e histo-ria de las ciencias. Diferencia la práctica del saber administrativo y explica cómo elsegundo se ha ido construyendo y delimitando desde el advenimiento de la sociedadmoderna y el capitalismo. Luego trata acerca de los fundamentos conceptuales, com-plejos y variados, que ayudan a construir tal saber. Los autores proponen los siguien-tes: económicos, religioso-culturales y socio-psicológicos, poniendo énfasis en la for-ma como éstos contribuyen a estructurar, histórica y conceptualmente el saber adminis-trativo.

* El presente texto constituye un documento deestudio para los alumnos que cursan los nive-les uno y dos del programa de Administraciónde Negocios de la Universidad Eafit, dentro del

El presente artículo tiene por objetivodelimitar, de manera general, algunos

de los conceptos más importantes del sa-ber administrativo; en primera instancia,práctica administrativa y saber adminis-trativo. Estos conceptos están ligados a losque en el texto se denominan fundamen-tos de la administración, para establecerconsensos sobre algunas expresiones co-munes en el lenguaje administrativo y

contribuir a la comprensión de estos te-mas por parte de los estudiantes de losprimeros niveles del programa de Admi-nistración de Negocios, en las áreas de suformación básica. Además, se hará unaexposición general sobre los fundamen-tos –económicos, religioso-culturales ysocio-psicológicos– haciendo énfasis enla forma como ellos contribuyen a estruc-turar, histórica y conceptualmente, el sa-ber administrativo.

área de Pensamiento Administrativo. Con eltexto se pretende introducir al estudiante en elcampo de algunos conceptos propios del área yde la bibliografía básica de la misma.

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1. Génesis del saber administrativo

La Real Academia Española en su Dic-cionario de la Lengua Española define lapalabra fundamento como: Principio y ci-miento en que estriba y sobre el que seapoya un edificio u otra cosa; raíz, princi-pio y origen en que estriba y tiene su ma-yor fuerza una cosa no material. (RealAcademia 2001). Desde estas acepcionesse entenderá el término «fundamentos» enlo que toca al saber administrativo; es de-cir, se considerarán fundamentos aquellosconceptos, circunstancias o procesos his-tóricos que hayan aportado de una u otramanera, a dar forma al saber y a las prác-ticas administrativas más reconocidas enOccidente. Estos fundamentos son consi-derados no como principios filosóficos oteóricos inmutables, sino sujetos al cam-bio, a la historia, a los procesos de confi-guración que han constituido el saber dela administración moderna y, en este or-den de ideas, contribuyen a la compren-sión de las dinámicas de la administración,propias de un determinado momento enel tiempo. Así, el campo de conceptos quecomprende el saber administrativo no estáal margen de su historia.

Una distinción importante tiene quever con lo que, para efectos de este artí-culo, se entenderá como práctica admi-nistrativa, a diferencia de saber adminis-trativo. En general, y a modo de ejemplo,la práctica es entendida como todo actorutinario establecido por un grupo huma-no en el orden de la técnica, la religión, laeconomía o la política. Por ejemplo, exis-ten prácticas tecnológicas –la fabricaciónde objetos de piedra–, prácticas económi-cas –el trueque–, prácticas religiosas –ado-ración de santos– prácticas políticas –elvoto–; todas ellas en el dominio del que-hacer empírico, en el marco de unas acti-

vidades rutinarias establecidas cultural-mente. Práctica implica todo lo que seafácil o inmediatamente traducible a la ac-ción y reducido a ella. (Abbagnano 2001:939-942). La práctica está en el orden deun conocimiento rudimentario, pragmáti-co y concreto, que rige la vida cotidianaen los niveles más primarios de la super-vivencia.

Para hacer comprensible el conceptode práctica en el campo de la administra-ción, es necesario remitirnos a las condi-ciones de las sociedades «primitivas», yen general precapitalistas, en las que elhombre debe resolver su problema de su-pervivencia. Dado que el hombre ha de-bido enfrentarse al mundo natural paraaprovechar los recursos que garanticen suvida, han sido necesarias históricamenteuna serie de prácticas que podrían deno-minarse como prácticas administrativas,y que están en el orden del manejo, la ges-tión y la administración de recursos, quepueden ser: alimentos, armas, animales,herramientas, capacidad de trabajo huma-no, el fuego, el conocimiento de los cam-bios climáticos para las siembras o parabeneficiarse de las crecientes de un río,entre otros. Como lo afirman Hernándezy Rodríguez:

... poco a poco, la humanidad llegó aconclusiones sobre cómo debía orga-nizarse para producir lo que necesita-ba, aprendió de los fracasos, tambiénde sus éxitos y gradualmente formóuna teoría empírica que se transmitióde generación en generación bajo lascondiciones de cada pueblo (Hernán-dez y Rodríguez, 1994: 37).

Esta teoría empírica –que se refiere alas condiciones materiales de la existen-cia y a la capacidad del hombre para in-

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sertarse en las relaciones de producción yde trabajo y transformarlas activamentefue durante siglos una práctica económi-ca y cultural de la cual se derivó poste-riormente un saber administrativo.

Pero existen también actividades máscomplejas, que trascienden una relaciónmás directa con la naturaleza, y cuyo ma-nejo también hace parte de los propósitosde bienestar que el ser humano debe lo-grar: actividades en el orden de lo social,lo económico y lo político, por ejemplo.En resumen, la práctica administrativacomo tal deviene del hacer directamente,teniendo en cuenta la experiencia que seadquiere a partir de la realización mismade actividades tendentes a obtener un findeterminado –el bienestar general–, a ha-cer un uso óptimo de los medios con losque se cuenta para cumplir tal fin, y al lo-gro de la supervivencia individual y la dela comunidad.

El saber, por su parte, se puede enten-der de dos formas: una, «como conoci-miento en general y, en este caso, designatoda técnica que se considere adecuadapara dar información en torno a un obje-to, un conjunto de tales técnicas o, tam-bién, el conjunto más o menos organiza-do de sus resultados»; y otra, que lo en-

tiende como «ciencia, o sea como cono-cimiento de algún modo garantizado ensu verdad». (Abbagnano 2001: 1027). Acáse adopta el concepto tradicional de laciencia, es decir, aquel que incluye unagarantía absoluta de validez y es, por lotanto, como conocimiento, el grado máxi-mo de la certeza. En el sentido más posi-tivista de la palabra1, la ciencia se entien-de como un sistema de principios, leyes yreglas válidas que superan el conocimien-to empírico y se abstraen de las condicio-nes particulares de la realidad, proponién-dose como universales, es decir, comoobjetivas2.

El hecho de que el conocimiento de laadministración haya sido durante tantotiempo de orden práctico, no lo desmere-ce, no supone que ocupe un lugar de me-nor valor frente al saber administrativo,que en ciertos momentos de su historiaha sido denominado como una «ciencia».Durante miles de años la humanidad cons-truyó conocimiento confiable a partir delsaber práctico, pero es en nuestra épocacuando las valoraciones excesivas sobreel conocimiento científico han desvalo-rizado otras formas del conocimiento,como el conocimiento común, popular ypráctico.

1. A finales del siglo XIX y principios del XX, lamanera de hacer ciencia propia de las cienciasnaturales se extendía de manera hegemónica alresto de las formas de conocimiento, y particu-larmente a las ciencias sociales y a las formasde organización social. Sin diferenciar entre susdistintas corrientes teóricas (Comte, Saint-Si-mon, Stuart Mill y Spencer), el positivismo pro-ponía que «el método de la ciencia, en cuantoes el único válido, se extiende a todos los cam-pos de la indagación y de la actividad humanay la vida humana en su conjunto, ya sea parti-cular o asociada, debe ser guiada por dichométodo » (Abbagnano 2001: 936- 937).

2. No es la postura de los autores promover eneste artículo la idea del saber administrativocomo ciencia, sino el reconocimiento de lascondiciones históricas en que surgió la admi-nistración como saber, cuando Taylor la nom-bra como «ciencia» con su obra Principios dela Administración Científica, publicada en Es-tados Unidos en 1911. En otras palabras, lanoción de saber administrativo aquí promovi-da se compadece con la concepción tayloristade la Administración como ciencia, y que his-tóricamente supone una ruptura epistemológi-ca con los problemas de la administración y dela gerencia como asunto meramente empírico,tal como sucedía hasta la Revolución Industrial.

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La adquisición de un conocimientoconfiable acerca de muchos aspectosdel mundo ciertamente no comenzócon el advenimiento de la ciencia mo-derna y del uso consciente de sus mé-todos. En realidad, a este respecto,muchos hombres, en cada generación,repiten durante sus vidas la historia dela especie: se las ingenian para asegu-rarse habilidades y una informaciónadecuada, sin el beneficio de una edu-cación científica y sin una adopciónpremeditada de modos científicos deprocedimiento (Nagel 1994: 15).

Lo relevante en esta diferenciaciónentre práctica y saber administrativo noestá en privilegiar una sobre otro, sino enresaltar la naturaleza diferente que cadatipo de conocimiento supone y la formacomo se ha ido conformando histórica-mente un campo de saber ligado a una pro-fesión, que con el tiempo se ha denomi-nado administración.

Con el transcurso del tiempo, las so-ciedades se han tornado más complejas,de manera que culturalmente están mejordotadas para superar el saber empírico ypráctico sobre el manejo de sus recursos,y convertirlo en un saber teórico. Por susistematicidad y por los procesos históri-cos de su configuración, estos saberes sehan denominado en las sociedades occi-dentales, y principalmente con el adveni-miento de la modernidad, como «cien-cias». Para efectos de este artículo, se pro-pone el concepto de saber administrati-vo, suspendiendo por el momento la dis-cusión en torno al carácter científico quealgunos le han adjudicado a la adminis-tración; esto es, si hoy la administraciónes tenida como una ciencia o no3.

El saber administrativo hace alusión a

la teoría administrativa o a las teorías dediversas disciplinas y ciencias, a la luz delas cuales la administración se ha pensa-do y se ha construido a sí misma como uncampo de saber. Es decir, se habla de sa-ber administrativo en términos de un co-nocimiento más sistematizado, formal yabstracto. Este conocimiento al que sehace alusión se refiere a su carácter teóri-co, explícito, que trasciende la aplicaciónpragmática y tiende a convertirse en unaelaboración propiamente teórica, no obs-tante sus implicaciones prescriptivas. Estetipo de conocimiento habla de realidadesque rebasan la experiencia cotidiana, su-pera el nivel de un conocimiento empíri-co y pragmático de la experiencia, dadoque se construye a partir de elaboracio-nes abstractas de conceptos y categoríasque están en el orden del discurso (Boni-lla y Rodríguez, 1997: 30-31).

Con el advenimiento de la sociedadmoderna, después del siglo XVIII y, par-ticularmente, con la Revolución Industrial,la velocidad con la que las industrias seexpandieron, crecieron y se diversificaronhizo que quienes las administraban –enalgunos casos los mismos propietarios einversionistas– se vieran en la necesidadde optimizar sus procesos, de «organizarla casa», pues si bien existían los medioseconómicos para que la industria subsis-tiera, la idea era que produjera los mejo-res resultados posibles y que continuaracreciendo. Este proceso de creciente me-

3. Para ciertas corrientes contemporáneas de laepistemología y la historia de las ciencias, in-dagar por el carácter científico de la adminis-tración resulta pertinente, pero como se ha di-cho, se opta por entender la administracióncomo un «campo del saber» que se ha configu-rado históricamente en relación con otras cien-cias y disciplinas. Para una mayor ilustraciónfrente al tema, puede consultarse: Alfonso Cor-nellá 1998.

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canización y de reunión de los asalaria-dos en una fábrica o en un taller, donde sevieron obligados a trabajar uno al lado delotro, cuando antes lo hacían de maneraseparada y espontánea, y la necesidad deque los obreros cumplieran con los ritmosregulares de las máquinas –pues antes tra-bajaban de modo irregular y espontáneo–obligó a pensar el problema de la admi-nistración y del control, como lo planteaWilliam Asworth:

Entre los problemas más estrechamen-te relacionados con la introducción dela maquinaria, figuraba el de la admi-nistración y control, un problema queconsistía en asegurar que las ventajaspotenciales ofrecidas por el mejora-miento técnico se convirtieran en rea-lidades prácticas, y que todas las va-rias divisiones del proceso productivose combinaran de tal modo que con-tribuyeran más eficazmente al resul-tado final (Asworth 1978: 97).

Para esto era necesario recoger expe-riencias sobre el manejo de los talleres ylas actividades comerciales y, a partir delcontrol sistemático de los tiempos, movi-mientos y habilidades de los obreros, y demétodos como el contable, hacer que suadministración fuera más ordenada, confines establecidos hacia los cuales traba-jar y con la posibilidad de prever los re-sultados. En este contexto de mayor com-plejidad de las industrias, fue claro quelas elaboraciones de las ciencias y la tec-nología aportaron mayores posibilidadesde eficiencia e innovación para el capita-lismo. De allí que muchas de las prácti-cas y procedimientos administrativos delsiglo XIX se sistematizaran, organizarany recogieran en elaboraciones teóricas in-cipientes, pero que apuntaban a un saber«científico» sobre la administración.

En las etapas más tempranas de su de-sarrollo como saber –a finales del sigloXIX y principios del XX–, las funcionesde control y organización que tuvo queenfrentar la ingeniería, derivaron hacia laformulación de incipientes teorías carac-terizadas por la observación sistemática yla medición de los tiempos y movimien-tos, el estudio de las destrezas, el manejode las herramientas y la capacitación comomedios para la regulación del trabajo pro-ductivo de los obreros y como una formade organizar técnicamente los talleres ygarantizar la eficiencia de sus procesosproductivos. Particularmente en los Esta-dos Unidos se presentaron propuestas másconcretas que apuntaban a la organizaciónmetódica y planeada del trabajo en los ta-lleres, a partir de observaciones sistemá-ticas que llegaron a convertirse en textosescritos con pretensiones de cientificidad,y que constituyen el cuerpo de conoci-mientos que fueron dando forma al cam-po de saber denominado AdministraciónCientífica. Esta última y otras corrientesteóricas norteamericanas y europeas, quetuvieron desarrollos posteriores, han con-tribuido a la configuración de lo que hoyse denomina Administración.

Charles Babbage (1792-1871), HenryLaurence Gantt (1861-1919) y FrankBunker Gilbreth (1868-1924) fueron al-gunos de los precursores del movimientode la Administración Científica, a partirde los intentos que cada uno hizo de sis-tematizar y organizar los tradicionalesconocimientos prácticos del manejo de lostalleres y darles forma teórica, pretendien-do extractar unos principios generales parala organización científica del trabajo. Lalabor de estos primeros teóricos se centróen pensar las prácticas que tradicional-mente se habían asumido en los tallerespara organizar el trabajo. Se trataba de un

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proceso de sistematización que sugiere unacto de conocimiento que hace que unaacción pase del conocimiento empírico aluniverso de las ideas estructuradas y deun pensamiento abstracto para iluminar denuevo la acción; es decir, elaborar teóri-camente las experiencias y los actos parala producción de saber sobre ellos mis-mos, cuyo objetivo fundamental es elmejoramiento de la misma práctica. Ensíntesis, se pretendía recoger el saber em-pírico que durante décadas se había pro-ducido en los talleres para, con su teori-zación, establecer unos principios gene-rales de la organización del trabajo quepudieran aplicarse en estos escenarios,independientemente de sus característicasparticulares, de los trabajadores y de losprocesos productivos específicos. Enton-ces, a partir de estas propuestas escritas,se comienza a configurar un campo desaber en la administración.

El hecho de comenzar a consignar porescrito las observaciones, los conocimien-tos y todo un saber empírico recogido alo largo del tiempo, y que se conservó enla tradición oral, fue otorgando al saberadministrativo que surgía el estatuto de«saber científico». Esta pretensión de re-gistrar en textos escritos tiene que ver conla preocupación propia del siglo XIX poruna mayor precisión y exactitud en elcuerpo de los conocimientos que aspira-ban a convertirse en ciencias. La forma-ción textual de un saber que tradicional-mente fue oral contribuyó a originar cri-terios de orden, racionalidad, exposiciónfáctica, medios de verificación y argumen-tación propios de las ciencias, con la fi-nalidad de crear un corpus teórico suscep-tible de ser difundido ampliamente en lasociedad, más allá de los círculos espe-cializados del saber, y ello sólo fue posi-ble con la producción de su escritura. Así,

los precursores de la Administración Cien-tífica (Babbage, Gantt, Gilbreth) y el mis-mo Taylor supusieron una alteración enla «formación discursiva» que sirvió comosoporte para el saber de la administraciónque se estaba gestando. Con la forma es-crita que iba produciendo, la administra-ción ingresaba al campo de:

La investigación moderna, [que] secaracteriza por su capacidad para or-ganizar y ordenar tradiciones de pen-samiento de modo que se adecuen tan-to a la presentación racional, como aluso pedagógico y didáctico. La rela-ción entre saber y organización textuales, pues, indispensable para que unacultura ordene y codifique el conoci-miento (Morrison 1995: 178).

El movimiento de la AdministraciónCientífica logró una mayor forma y difu-sión internacional con el trabajo de Fre-derick Taylor (1865-1915) titulado Prin-cipios de la Administración Científica,publicado en los Estados Unidos en 1911.Gantt y Gilbreth, junto con otros estudio-sos de la organización racional del traba-jo, hicieron parte de la escuela de la Ad-ministración Científica4. No obstante ladiversidad de interpretaciones sobre laimportancia atribuida a Taylor, la mayo-ría de los autores adjudican a éste un pa-pel fundamental en la formulación delmovimiento científico, lo cual supone sucapacidad para sistematizar y formularcon mayor coherencia teórica los princi-

4. Junto con los mencionados autores, tambiénhicieron parte de esta escuela Carl Barth (1860-1939), Harrington Emerson (1853-1931) y Li-lian Gilbreth (1878-1961), quienes contribuye-ron con sus conocimientos sobre aplicación demétodos y técnicas de Ingeniería Industrial, ala organización del trabajo en las fábricas (Chia-venato 1999: 50).

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pios básicos de un saber que cada vez seconfiguraba como un campo teórico rela-tivamente autónomo respecto de la inge-niería y la economía. Para Aktouf, porejemplo:

Taylor no inventó nada que fuese to-talmente nuevo, pero efectuó la sínte-sis de las ideas que germinarían y se-rían reforzadas en Gran Bretaña y losEstados Unidos durante el siglo XIXy las presentó en un todo coherente yrazonado. A una serie de iniciativas yexperimentos disparatados les dio unafilosofía y un título (Aktouf 1998: 47).

Con Taylor fue más claro que la ge-rencia científica consistía en un intento deaplicar a la organización de las fábricasuna sistemática y precisa observación, unespíritu de investigación objetivo y el es-tablecimiento de principios derivados dela experimentación, resultado de los avan-ces en la mecanización y en la masifica-ción del trabajo:

Su objetivo era el de garantizar quecada trabajador, cada herramienta ycada máquina de una empresa se utili-zaran con su máxima eficiencia. Se tra-taba de conseguir esto, dando a cadatrabajador un incentivo para que tra-bajase lo mejor posible en lugar deprolongar su tarea, descubriendo elmejor modo en que podía realizarsecada operación e insistiendo luego enla aplicación uniforme de ese método,y planificando previamente la jornadade trabajo que había de hacer cada uno,de modo que no hubiese interrupciónen el ritmo de trabajo de una fase aotra (Asworth 1978: 102).

Para Taylor, dentro de esta organiza-ción metódica y científica del trabajo, era

de gran importancia la cooperación entreel capital y el trabajo, dado el permanenteconflicto y enfrentamiento que el desarro-llo del capitalismo fue desatando entreellos y que se evidenciaba en el trabajoen las fábricas. Se trataba de rescatar losintereses comunes entre directivos y tra-bajadores para garantizar la aplicación delos principios de la ciencia creada para eltrabajo.

Así, a partir de Taylor y los teóricosque lo precedieron, o que fueron sus con-temporáneos, la administración dejó deestar exclusivamente circunscrita a unconjunto de prácticas culturales y econó-micas orientadas al manejo, control, ges-tión y organización de recursos, y entróal campo de lo que podría denominarseen general como las ciencias, a partir dela racionalización del trabajo que preten-dieron estos autores. El nuevo escenariode la administración se situó entonces enla industria moderna, dejando de estar cir-cunscrito a las prácticas del manejo y ges-tión de los recursos de las sociedades agra-rias y campesinas precapitalistas.

Hacia las décadas de 1930 y 1940, losavances en psicología, sociología y antro-pología permitieron a la administraciónpensar nuevas problemáticas organizacio-nales relacionadas no sólo con la produc-tividad del trabajo en sí, sino también conlas relaciones humanas y el mundo labo-ral como fenómeno social y humano. Eneste sentido, la administración no es uncampo de saber puro, sino que es unaconstrucción interdisciplinaria en la quese retoman las conquistas de diversas cien-cias para posibilitar una comprensión másamplia de su objeto de estudio: las orga-nizaciones (López 1999b), y también paraimplementar acciones gerenciales con elfin de intervenirlas.

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2. Un recorrido por los fundamentosdel saber administrativo5

Para hacer más comprensible la constitu-ción histórica y conceptual del saber ad-ministrativo, es necesario tratar los ele-mentos fundamentales que contribuyen aconstruir tal saber. Estos fundamentos sonbastante complejos y variados, y su elec-ción depende de la mirada que el estudio-so del tema quiera privilegiar. Recono-ciendo esta posible diversidad, se propo-nen los siguientes fundamentos y, dentrode ellos, algunos conceptos derivados:fundamentos económicos, religioso-cultu-rales y socio-psicológicos, que serán de-sarrollados a continuación.

2.1. Fundamentos económicos

Para comenzar, es vital conocer y com-prender el contexto que rodea el saberadministrativo, en particular el procesoconocido como Revolución Industrial. Elescenario inicial de la administración esla empresa económica capitalista, que se-gún Erich Gutenberg se limita a «una en-tidad que busca la optimización de susfactores productivos» (López 1999b: 31).Posteriormente esta empresa se hace máscompleja y trasciende la producción in-dustrial, incursionando además en la ofer-ta de servicios. Según Alfred Chandler,conocido economista norteamericano delsiglo XX, la empresa pone varias unida-des bajo su control, actúa en diversos lu-gares, lleva a cabo diversos tipos de acti-vidades económicas y produce varios bie-nes y servicios. «Las actividades de esas

unidades y las transacciones entre ellastranscurren entonces internamente. Sonoperaciones coordinadas y vigiladas porempleados asalariados, que sustituyen alos mecanismos de mercado»6 (Chandler1994: 120). En ese escenario inicial sedesarrollan unas singulares formas de di-visión del trabajo, de organización de losrecursos y de gestión de las relacionessociales que le son propias. Tal escenariohace su aparición única y exclusivamentecon la Revolución Industrial –siglo XIXespecialmente–, es decir, con una econo-mía capitalista moderna que rompe con losantiguos esquemas de organización de losrecursos de las sociedades antiguas y dela medieval europea.

Como ya se ha sugerido, la mayorcomplejidad de las sociedades supone unaserie de prácticas que superan la supervi-vencia inmediata en una relación directacon la naturaleza. Así, las prácticas admi-nistrativas se van orientando hacia la or-ganización de las instituciones sociales, laconstrucción del mundo material de lasciudades, el gobierno, y los mecanismospolíticos y culturales necesarios para laorganización de una sociedad, superandoasí la etapa en la que las prácticas admi-nistrativas se limitaban al manejo de re-cursos que resultaban de actividades ex-tractivas de la naturaleza: agricultura, ga-nadería y minería, para llegar a plantearla necesidad de sistematizar, ordenar lasenseñanzas derivadas de tales prácticas,y así señalar el camino hacia un saber más

5. Los términos utilizados para denominar los fun-damentos a los que se refiere este texto han sidotomados de Omar Aktouf, a partir de los cur-sos de la Maestría en Ciencias de la Adminis-tración, Universidad Eafit, 2000.

6. Para la administración contemporánea, lo queinteresa como objeto de estudio son las orga-nizaciones en general, según la propuesta deautores como Omar Aktouf y Francisco López,dada la complejidad del mundo empresarial quetrasciende el escenario inicial de la empresaorientada exclusivamente a la producción in-dustrializada.

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sistematizado y ordenado, fruto de las pre-ocupaciones alrededor de esas nuevas so-ciedades.

En este sentido interesa delimitar elconcepto de división del trabajo, enten-dido en su dimensión social, como aque-llas actividades que los diferentes inte-grantes de la sociedad realizan como re-sultado de una división de funciones, parael logro de los objetivos que la benefician.Para Carlos Marx esta división tiene susinicios en la separación entre el campo yla ciudad y las distintas actividades eco-nómicas y materiales que ello supone, yparticularmente en la diferenciación de losgrandes géneros del trabajo: comercio,agricultura, ganadería, minería, industria,etc. Es así como en una sociedad unos fa-brican bienes materiales, otros siembranla tierra, otros imparten conocimientos,otros curan las enfermedades y otros creanobras artísticas; todos se benefician mu-tuamente del trabajo de los demás. En tan-to es una forma de organizarse para apro-vechar al máximo los talentos y habilida-des de los diferentes grupos sociales en labúsqueda de un beneficio común, la divi-sión del trabajo es una práctica adminis-trativa asumida históricamente por lassociedades, noción que se ajusta a la quese ha propuesto anteriormente.

Según Heilbroner, las sociedades sehan organizado de tres maneras para re-solver el problema de la supervivencia.Para este autor algunas sociedades –agra-rias, campesinas, antiguas, medievales,entre otras– se han organizado a partirde la tradición, «transmitiéndose de ge-neración en generación, de acuerdo conla costumbre y el uso, los distintos oficiosy actividades necesarias» que la divisiónsocial del trabajo estructura para su super-vivencia (Heilbroner 1985: 26 y 27). Un

segundo grupo de sociedades –los gran-des imperios antiguos de Egipto y Roma,por ejemplo– ha organizado sus recursosbasado en el mando de una autoridad cen-tral «que cuida que sean realizadas las ta-reas necesarias» (Heilbroner 1985: 27)adjudicando por autoridad a cada grupoaquellas actividades que le son encomen-dadas: construcción, agricultura, alfarería,comercio, defensa del territorio, culto re-ligioso y gobierno.

Estas dos primeras formas de gestio-nar los recursos para resolver la supervi-vencia (la tradición y la autoridad central)corresponden a sociedades cuyos sistemasde producción son anteriores al capitalis-mo, es decir, sus sistemas de producciónson esencialmente manufactureros y susintegrantes están organizados de acuerdocon su condición étnica, su procedenciade castas, linajes o su posición política7.Después de un milenario proceso históri-co bastante complejo, y que no interesadetallar acá, la sociedad de mercado rom-pe con las maneras tradicionales de divi-dir el trabajo e instaura lo que la sociolo-gía ha llamado las clases sociales, deacuerdo con la relación que establecen laspersonas con los factores de la produc-ción8. Estas clases sociales son denomi-

Fundamentos del saber administrativo

7. Cabe anotar que aunque Heilbroner hace la di-ferenciación entre sociedades organizadas portradición y organizadas por autoridad central,las prácticas administrativas de ambas no sonnecesariamente excluyentes. En ellas la divi-sión social del trabajo, y otras prácticas admi-nistrativas, pueden darse de manera combina-da por tradición y por autoridad central.

8. Para la sociología clásica funcionalista, las cla-ses sociales son los grandes agrupamientos dela sociedad dentro de los cuales existen subgru-pos que contribuyen a su funcionamiento ge-neral. Las relaciones que se establecen entre lasagrupaciones dan posibilidades de generar unaconciencia de su lugar en la sociedad, «concien-

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nadas por los clásicos estudios sobre elcapitalismo como burguesía y proletaria-do9 (Mijailov 1997: 13). Para Heilbroner,el sistema de mercado propio del mundocapitalista moderno es la tercera forma deorganización de los recursos y en ella sepropone que:

... cada cual actuara de acuerdo con loque fuera para él más ventajoso mo-netariamente. En este sistema es elmóvil de la ganancia, no el impulso dela tradición o el látigo de la autoridad,lo que encamina a cada cual hacia suactividad. Pero, aunque cada cual gozade libertad para encaminarse haciadonde le lleva su olfato de lucro, laacción recíproca de unos hombres so-bre otros, trae como consecuencia quese realicen las tareas necesarias parala sociedad (Heilbroner 1985: 28).

Para este autor, el sistema de mercadologró instaurarse tras un complejo y con-flictivo proceso histórico que él denomi-na «revolución económica» y que se de-sarrolló entre los siglos XII y XIX. Comoparte del desarrollo de este nuevo siste-ma, la tierra, el capital y el trabajo fueroncomprendidos como factores generadoresde riqueza que, si bien habían existido

desde siempre, no se les había explotadocomo recurso productivo y no existíancomo entidades abstractas, como «‘agen-tes’ de producción», como entes econó-micos impersonales (Heilbroner 1985:36). Estos factores existían materialmen-te, pero no eran concebidos como «mer-cancías» movilizadas para generar rique-za. En el sistema de mercado estos facto-res de producción son dinamizados por elproceso de oferta y demanda regido porla lógica de la ganancia, ideal que fue aje-no a la Edad Media, y particularmente ala doctrina católica que condenaba la acu-mulación, la usura y toda ganancia quesuperara el «precio justo» de un bien,como se verá más adelante, y que fue unelemento fundamental para la instauracióndel capitalismo moderno.

A partir de lo expuesto hasta ahora, espertinente delimitar la noción de divisióndel trabajo , en su acepción técnica, pueseste concepto constituye un antecedenteque será asumido por las teorías clásicasdel saber administrativo como uno de susfundamentos. Para Marx, la división téc-nica del trabajo se funda en las manufac-turas, que se desarrollaron en la Europade los siglos XVI al XVIII, pero se acen-tuó en la Revolución Industrial con lamaquinización de los procesos industria-les y la mayor complejidad de la organi-zación social. Más específicamente, se tra-ta de aquellas actividades que se realizandesglosadamente en los talleres y que ha-cen alusión a las sucesivas fases de la pro-ducción y de la especialización de losobreros. Esta problemática, entonces, noha sido ajena al pensamiento económicooccidental; por el contrario, es un temaesencial de su tradición.

En este sentido, para Omar Aktouf:

cia de clase», y esto es particularmente visibleen las sociedades modernas industriales a par-tir de la Revolución Industrial, donde las fun-ciones técnicas y económicas juegan un mayorpapel en la organización de la sociedad en suconjunto (Gurvitch 1963: 193).

9. El mundo capitalista moderno se instaura conla Revolución Industrial, entendida según Mi-jailov como «… el proceso del paso del trabajomanual, en el oficio y la manufactura, a la pro-ducción maquinizada (fabril). La principal con-secuencia social de este proceso fue la forma-ción de las dos clases fundamentales de la so-ciedad burguesa –la burguesía industrial y elproletariado fabril– y el surgimiento de la lu-cha entre ellas» (Mijailov 1997: 13).

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Adam Smith, Frederick Taylor y, adi-cionalmente, Charles Babbage, sontres de los grandes pilares, hasta laactualidad inamovibles, del conjuntodel pensamiento administrativo predo-minante en el occidente industrializa-do. Uno de los principios más eviden-tes y fundamentales de este pensa-miento, de los más determinantes ymás persistentes, desde Smith, es ladivisión y la especialización del tra-bajo, principio que progresivamente hallegado hasta la elaboración de las ac-tuales concepciones que presiden ladirección del trabajo y la reparticiónde roles dentro de la empresa (Aktouf1998: 35).

Si bien el concepto de división del tra-bajo es una herencia principalmente de lasociología y de la economía para explicarel funcionamiento de la sociedad, a la ad-ministración le interesa particularmente lamanera como el trabajo se divide y espe-cializa en las organizaciones, entendidacomo «la división continua y la subdivi-sión de las tareas o funciones en activida-des minuciosas altamente especializa-das…» (Ritzer 2002: 192). Aunque no esobjeto de este artículo profundizar sobreeste particular, es importante señalar queexiste diversidad de posiciones frente a lasconsecuencias que trae consigo la divisióndel trabajo en la organización.

Se concluye entonces que la divisióntécnica del trabajo es un concepto cen-tral de la administración, en tanto com-promete la dinámica propia de las organi-zaciones insertas en el mundo capitalista,donde el desarrollo de la tecnología hacontribuido a que el trabajo se organicede forma tal que permita la articulaciónde los procesos organizacionales con lalógica del capitalismo.

2.2. Fundamentos religioso-culturales

A partir de lo expuesto hasta ahora, losfundamentos religiosos y culturales nopueden comprenderse de manera aislada,sino en relación con los fundamentos eco-nómicos. La formación del sistema demercado supone la construcción de unosdispositivos técnicos y materiales propiosdel mundo capitalista, que se va desarro-llando en Occidente, pero también la cons-trucción de dispositivos éticos y cultura-les sin los cuales no habría sido posible laaparición del capitalismo.

Como se ha visto hasta el momento,la organización de un sistema de merca-do supone una nueva forma de relaciónentre el hombre y el trabajo, más eviden-te a partir del siglo XII en el occidenteeuropeo, donde se desarrolló una activi-dad comercial y una vida urbana más ac-tiva que darían lugar posteriormente a laformación de la economía capitalista. Enespecial después del Renacimiento (siglosXV y XVI), el comercio y las actividadesartesanales urbanas fueron ganando espa-cio, desplazando a las actividades agríco-las propias de una economía cerrada don-de los señores feudales monopolizaban elpoder económico y político. En este nue-vo escenario de relaciones económicas, elsistema de mercado se ve sustentado envalores y formas de vida que van confi-gurando un campo ético y moral secular–propio del mundo de la economía y losnegocios– que se independiza de la éticacatólica tradicional que condena la ganan-cia. Según la doctrina católica, «los me-dios de enriquecerse, que humanamenteconsiderados parecen estar justificados detodo punto, se hallan en contradicción, nosólo con el espíritu del Evangelio, sino conprohibiciones expresamente hechas porJesucristo y sus Apóstoles» (Groethuysen

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1985: 354). Así pues, esta moral católicano daba lugar a la ganancia ni a la usura,pues se las condenaba como prácticas quepermitían la acumulación de riqueza y, pormedio de ésta, el apego del hombre almundo terrenal.

Dado que la Iglesia Católica promo-vía la valoración de lo sobrenatural y laidea de que el mundo terreno era algo efí-mero y no definitivo, toda valoración ex-cesiva de lo material, en este caso el afánde lucro de los nuevos empresarios bur-gueses, era combatido por los teólogos ysacerdotes como actividades pecaminosasy reprobables. Éste fue un largo y com-plejo debate entre dos visiones contradic-torias del mundo: el burgués y el de laIglesia entre los siglos XII y XVIII, y quese inscribe en el contexto de la Revolu-ción Económica expuesto por Heilbroner.La postura católica que condenaba la ge-neración de ganancia y por ende el espíri-tu capitalista, puede ejemplificarse con lodicho por un representante de la teologíacatólica en 1783:

Dios, que en la Sagrada Escritura estáordenándonos constantemente despre-ciar la riqueza, Dios, que nos pone antelos ojos con terribles imágenes de susfatales consecuencias, Dios, que diceque la codicia, que constituye el moti-vo principal de todas las grandes em-presas mercantiles, es la fuente de todomal, Dios no creó al hombre para amon-tonar dinero y poner en circulación estedinero para gloria del comercio y delEstado; creó a los individuos lo mismoque a los estados para su propia gloria(Groethuysen 1985: 369 y 370).

Es de aclarar que la condena de la Igle-sia Católica sobre el comercio se dirigióbásicamente al comercio en gran escala,

al que daba lugar el desarrollo del capita-lismo y de la burguesía, por las notablesganancias que producía y la acumulaciónde capital que de allí se derivaba. Mien-tras que el comercio en pequeña escala oartesanal era visto como un comercio«honrado» que supuestamente no perju-dicaba a otros y que no era injusto a la luzde la moral católica. En este sentido, ellucro sólo era aceptable dentro de los már-genes de supervivencia que permitía eltrabajo mismo. Por ello, se sospechaba delcomerciante que buscaba la ganancia (lu-crum) por su acumulación excesiva defortuna. Dentro de la visión de la Iglesia,sólo era lícito el comercio para el propiosustento (sustentatio) y el que se invertíaen obras de caridad, mientras que la acu-mulación a gran escala de mercancías yartículos de primera necesidad con pro-pósito especulativo se consideraba comoavaricia. Sólo el comercio en pequeña es-cala transado con el justo precio (iustumpretium) de los artículos se considerabalícito, mientras que el comercio practica-do «racionalmente» –el que buscaba laganancia– era calificado de pecado (VonMartin 1976: 121 y 122).

El debate teológico sobre la gananciase desarrolló de manera más clara a partirdel siglo XII en la Europa Occidental,cuando aparecieron los burgos o ciudadesdonde el comercio dinamizaba la econo-mía agraria estática y cerrada de la EdadMedia. Los burgos dieron lugar a un nue-vo actor social, la burguesía, cuyo prota-gonismo económico fue más claro a par-tir del Renacimiento (siglos XV y XVI) yfue socavando el poder de los discursosteológicos tradicionales que combatían lanueva ética del capitalismo.

La aparición de la burguesía está liga-da a la secularización que sufrió la socie-

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dad europea, donde la economía moneta-ria ganaba un creciente terreno como for-ma de organización económica. En estemundo de mayores intercambios comer-ciales la actitud del nuevo empresario, in-telectual, individualista y más racional quesupersticioso, estaba acorde con unas nue-vas actitudes de racionalidad y de expli-cación del mundo natural, a partir de lasciencias del cálculo y las matemáticas, ydonde los valores eran intercambiables,impersonales, abstractos, mercantilizados.Este nuevo empresario burgués fundó unaserie de valores éticos, cuya aparición his-tórica fue más clara hacia el siglo XVIIIcon el mundo de la Ilustración: la inicia-tiva individual, el sentido de ganancia, lavaloración del trabajo como motor delprogreso social y como elemento de dig-nificación moral del hombre, la valoraciónde la propiedad privada, la disciplina la-boral, el ahorro, la austeridad en el gasto,la valoración de la ciencia en oposición ala fe, y la creencia de que el hombre eradueño y señor de su destino, lo cual lo li-beraba de aceptar un orden social que laIglesia proclamaba como inmutable e in-cuestionable. Todos estos valores hacíanparte de una nueva racionalidad que seexpresó en el homo economicus y que fuereforzada por la ética protestante.

El protestantismo, que surgió de unadivisión del cristianismo, ofreció una ma-nera de aproximarse al trabajo del hom-bre como camino del bien y de la salva-ción. «Max Weber señala que la ética re-ligiosa del movimiento protestante crea unclima económico y ético que fue altamentefavorable para el desarrollo del capitalis-mo y la industrialización en Inglaterra,Escocia, Holanda y, más tarde, en NuevaInglaterra» (Hernández y Rodríguez 1994:44). El protestantismo se dividió posterior-mente en luteranismo y calvinismo. Mien-

tras el luteranismo en sus comienzos hon-ró el trabajo, apreciando el oficio en sí ysu valor de utilidad a la comunidad –masno de utilidad en el sentido monetario–que redundaría en un hombre más rico, elcalvinismo propendió a un reconocimien-to del interés en términos monetarios,como resarcimiento por el tiempo en elcual un hombre dejaba de percibir bene-ficios por un dinero que había prestado aotro; es decir, la acumulación individualpasó a ser lo deseado y lo socialmenteaceptado. Países como Alemania o Sue-cia siguieron la línea luterana, pero Sui-za, Inglaterra y los Estados Unidos tienenuna marcada influencia calvinista.

En este sentido, la administraciónmoderna hereda unas complejas tradicio-nes éticas y religiosas que fueron soportepara el capitalismo, donde se inscribe elmoderno escenario de acción del hombrede negocios.

2.3. Fundamentos socio-psicológicos

Dentro de lo que se entiende como «uni-versalidad de la administración», se ha-bla de los aportes que los desarrollos dediversas ciencias y disciplinas han hechoal campo del saber administrativo; es elcaso de las ciencias sociales, y particular-mente aquellas que durante el siglo XIXarrojaron nuevos conocimientos sobre elhombre y el trabajo, en parte motivadaspor los nacientes interrogantes y proble-mas sociales que suscitaban la moderni-zación y la revolución industrial.

Como ya se planteó anteriormente,desde la sociología fue claro que el nue-vo escenario económico capitalista esta-ba conformado por dos actores socialesque antes no existían, denominados cla-ses sociales: burguesía y proletariado. Las

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relaciones de poder y de producción enque los involucraba el mundo de la pro-ducción suponían intercambios humanosmuy complejos, conflictivos y de antago-nismo social, de manera que empezó aevidenciarse la «lucha de clases» y el con-flicto social. Era evidente que en el esce-nario productivo que resultó de la Revo-lución Industrial, la burguesía poseía latierra y el capital, y el proletariado la ca-pacidad de trabajo, estando este últimosubordinado a las lógicas capitalistas quedefinía la burguesía y a procesos socialesimprevistos que empezaron a ser leídoscomo fenómenos de descomposición so-cial: la pobreza, la explotación, la mendi-cidad y la desarticulación de las familiascampesinas en nuevos escenarios urbanos:fabriles, entre otros. Ese nuevo campo deproblemáticas sociales que surgió con elcapitalismo fue denominado como la«cuestión social» y suscitó, de parte delEstado, la Iglesia Católica y los empresa-rios, la preocupación por propiciar rela-ciones sociales más armónicas y menosconflictivas que fueran funcionales al ca-pitalismo. De este modo, las conflictivasrelaciones sociales entre el proletariado yla burguesía no pondrían en riesgo la via-bilidad del sistema predominante en Oc-cidente, amenazado por el comunismo,que supuestamente surgiría con la disolu-ción del capitalismo y daría paso a la «dic-tadura del proletariado».

En este contexto, entonces, se hacepertinente pensar en la cooperación comoun mecanismo impulsado principalmentepor la Iglesia Católica y los empresariospara promover unas relaciones sociales yproductivas que se compadecieran con lacomunidad de intereses compartidos porcapitalistas, directivos y trabajadores. Par-ticularmente, a finales del siglo XIX elambiente de antagonismo social se vis-

lumbraba bastante convulsionado, lo quemotivó de parte de la Iglesia intentos deconciliación entre las clases sociales y laintervención, desde la pastoral católica, delas problemáticas sociales causadas por elcapitalismo, especialmente las relaciona-das con la pobreza, la marginalidad y laexplotación obrera. La preocupación dela Iglesia por los problemas sociales quegeneraba el capitalismo se materializó enla Encíclica Rerum Novarum, publicadaen 1891 por el papa León XIII y cuyoobjeto eran las relaciones entre el capitaly el trabajo. Lo que la Encíclica estable-cía era:

... la alternativa cristiana a la cuestiónsocial en la que se plantea la necesa-ria contribución de la Iglesia, el esta-do y los interesados –en este caso obre-ros y patronos– para el encausamien-to y superación del problema social.Reivindicando la legitimidad y el ca-rácter imprescindible de la interven-ción de la Iglesia en los asuntos socia-les, opta por una actitud menos ideali-zada frente a los problemas sociales(Martínez Boom et al. 1996: 16).

A propósito de la contradicción entrecapital y trabajo, la Iglesia proponía lacooperación mutua, obviamente con elcarácter moralizante con el que veía esteasunto:

La violencia de las revoluciones civi-les ha dividido a las naciones en dosclases de ciudadanos, abriendo un in-menso abismo entre una y otra. En unlado, la clase poderosa, por rica, quemonopoliza la producción y el comer-cio, aprovechando en su propia como-didad y beneficio toda la potencia pro-ductiva de las riquezas, y goza de nopoca influencia en la administración

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del Estado. En el otro, la multitud des-amparada y débil, con el alma lacera-da y dispuesta en todo momento al al-boroto (Rerum Novarum , art. 33).

La reconocida cortedad de las fuerzashumanas aconseja e impele al hombrea buscarse el apoyo de los demás. Delas Sagradas Escrituras es esta senten-cia: «Es mejor que estén dos que unosolo; tendrán la ventaja de la unión.Si el uno cae, será levantado por elotro. ¡Ay del que está solo, pues, si cae,no tendrá quien lo levante!». […] Elhermano, ayudado por su hermano, escomo una ciudad fortificada (RerumNovarum, art. 35).

En este sentido, se hace más compren-sible que las teorías administrativas –cadauna desde su especificidad teórica e ideo-lógica– fueran permeables a la doctrinasocial de la Iglesia, que tomaba forma afinales del siglo XIX y principios del XX,reivindicando la cooperación como unelemento fundamental dentro de las orga-nizaciones para lograr los objetivos queles son propios. Como concepto, la coope-ración se refiere a la confluencia de inte-reses entre los actores organizacionales.Este carácter moralizante que alcanzó lacooperación logró importancia considera-ble dentro de la ideología del Mejoramien-to Industrial (1870-1900)10 que tuvo ma-yor impacto en los Estados Unidos, y deella se derivaron significados alusivos tan-to a las tradiciones católicas como a lasformas no religiosas de agrupación delmundo obrero: solidaridad, caridad, cola-boración, ayuda, asociación y mutualismo.

Nuevamente, la Encíclica Rerum Nova-rum es ilustrativa al respecto:

Finalmente, los mismos patronos yobreros pueden hacer mucho en estacuestión, esto es, con esas institucio-nes –se refiere a instituciones de ca-rácter social y de beneficencia– me-diante las cuales atender conveniente-mente a los necesitados y acercar másuna clase a la otra. Entre las de su gé-nero deben citarse las sociedades desocorros mutuos; entidades diversasinstituidas por la previsión de los par-ticulares para proteger a los obreros,amparar a sus viudas e hijos en losimprevistos, enfermedades y cualquieraccidente propio de las cosas huma-nas; los patronatos fundados para cui-dar de los niños, niñas, jóvenes y an-cianos. Pero el lugar preferente lo ocu-pan las sociedades de obreros, quecomprenden en sí todas las demás […].Es grato encontrarse con que constan-temente se están constituyendo asocia-ciones de este género, de obreros so-lamente o mixtas de las dos clases; esde desear que crezcan en número yeficiencia. Y, aunque hemos habladomás de una vez de ellas, Nos sentimosagrado en manifestar aquí que son muyconvenientes y que las asiste plenoderecho, así como hablar sobre su re-glamentación y cometido (Rerum No-varum, art. 34).

Autores tan reconocidos de la admi-nistración clásica como Frederick Taylor(1856-1915) y Elton Mayo (1880-1949)plantearon explícitamente la cooperacióncomo herramienta fundamental para ellogro de los objetivos en la organización,con un claro significado racional y técni-co, ya no moralizante. En el caso del pri-mer autor y su teoría:

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10. S. Barley y G. Kunda. 1992. Plan y dedicación:oleadas de las ideologías de control normativoy racional en el discurso administrativo. Tec-nología administrativa. Medellín, Universidadde Antioquia, n.º 20, pág. 92.

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... la administración científica se fun-damenta en la firme convicción de quelos verdaderos intereses de ambos –patrón y empleado– son idénticos [ymás adelante agrega] cada obrero de-biera ser instruido diariamente por sussuperiores y recibir de éstos la ayudamás cordial, en lugar de ser, por unaparte, compelido o forzado por su ca-pataz, y, por la otra, abandonado a supropia inspiración. Esta cooperaciónpersonal estrecha e íntima entre la di-rección y los obreros constituye laesencia de la moderna administracióncientífica (Taylor 1994: 133-134, 143).

Hacia los años de 1930, el segundoautor, con un enfoque más social y unapreocupación humanista en el contexto delprogreso industrial del siglo XX, tambiénse refirió específicamente a la cooperacióncomo medio para lograr no solamente losfines de la empresa, sino que el hombrerescatara esa capacidad espontánea y na-tural para la cooperación con los demásseres humanos. Mayo reconocía que «lacolaboración en una sociedad industrial nopuede ser librada al azar», en este sentidose refirió al problema de que en la socie-dad industrializada, «no ha aparecido unesfuerzo para desarrollar una habilidadsocial o colaboradora que compense oequilibre el desarrollo técnico» (Mayo1977: 27 y 32).

Hasta hoy día el tema de la coopera-ción es una constante preocupación en elpensamiento administrativo y logra serinterpretada de distintas maneras segúncorrientes y épocas. De manera similar alo que ya se mencionó para los fundamen-tos económicos y religiosos, en cuanto aque no es posible trazar fronteras clarasque los separen, ocurre con los fundamen-tos socio-psicológicos en relación con los

fundamentos religioso-culturales, bien seaen su vertiente protestante o católica.

Otros aportes de las ciencias sociales,particularmente de la psicología y sus tra-bajos sobre el comportamiento humano,fueron retomados por el pensamiento ad-ministrativo, aunque de manera aislada, esdecir, sin considerar el contexto o la teo-ría de origen en su totalidad. Según el au-tor Idalberto Chiavenato, aparecieron«nuevos conceptos, nuevas variables y,sobre todo una nueva visión de la teoríaadministrativa, basada en el comporta-miento humano en las organizaciones (…)mientras que la sociología influyó profun-damente en el estructuralismo –y más es-pecíficamente la sociología organizacio-nal» (Chiavenato 1999: 561). Entre losconceptos que se vienen señalando, seencuentran: motivación, liderazgo, comu-nicación, trabajo en equipo, entre otros.Más recientemente, la antropología hapermitido reconocer las lógicas simbóli-cas y sociales que se tejen de manera es-pecífica dentro de las organizaciones y vancreando lo que se ha denominado culturaorganizacional.

En el ambiente de tecnificación, indus-trialización y especialización del trabajoobrero, fue visible un ambiente de «aba-timiento moral y de depresión obrera»(Aktouf 1998: 219), lo cual evidenciabaque la visión del homo economicus Taylo-rista se quedaba corta frente a las necesi-dades e insatisfacciones de los obreros.Éstas no podían ser respondidas sólo des-de lo salarial, pues el pensamiento admi-nistrativo de la época se percató de que«los elementos de orden afectivo y emo-cional eran tan importantes para el esfuer-zo y la productividad, como los incenti-vos materiales» (Aktouf 1998: 220). Eneste contexto se hace necesario plantear

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el problema de la motivación, conceptoque aparece en la escuela de las Relacio-nes Humanas hacia la década de 1930,orientado a las lógicas de una psicologíaorganizacional preocupada especialmen-te por la relación entre los ambientes so-ciales de trabajo y la productividad de laempresa. Para la época era claro que losproblemas de la administración no gira-ban simplemente en torno a los procesosde la mecanización y al incentivo econó-mico, como lo plantearon inicialmente losteóricos de la Administración Científica,sino que también era necesario reconocerlos fenómenos sociales y psicológicos quese desarrollaban en las fábricas, desdeperspectivas que no eran exclusivamentetécnicas, sino propias de las cienciassociales.

Los nuevos conocimientos que se te-nían sobre la motivación humana, parti-cularmente los estudios de Abraham Mas-low (1908-1970) y Frederick Herzberg (n.1923)11, sirvieron al pensamiento admi-nistrativo para comprender, desde unaperspectiva conductista, la motivaciónhumana; conocimientos que la adminis-tración ha pretendido trasladar a la or-ganización, no siempre de manera afor-tunada, para explicar e inducir en lostrabajadores ciertas conductas que la be-nefician.

De esta manera puede concluirse quelos planteamientos desarrollados desde la

sociología, la psicología y la antropolo-gía han contribuido a perfilar conceptoscomo los de la cooperación, motivacióny liderazgo, entre otros. Estos conceptoshablan de las dinámicas que suceden enlas organizaciones y que no pueden ex-plicarse exclusivamente desde perspecti-vas tecnicistas o productivistas, pues tie-nen gran contenido social y cultural quese refieren a lo inasible del ser humano.

3. Consideraciones finales

La administración ha estado tradicional-mente inscrita en una concepción de ra-cionalidad pragmática, que reduce las po-sibilidades del saber a lo exclusivamenteútil y productivo. En estas visiones tecni-cistas, la administración se ha caracteri-zado por ser prescriptiva: un manual derecetas de cómo ser exitosos con la em-presa, sin lugar a reflexiones sobre la res-ponsabilidad ética y las consecuenciassociales y culturales que debe asistir a todadecisión empresarial.

Ser conscientes de los fundamentosteóricos de la administración abre la po-sibilidad a los administradores de pensarsu profesión no simplemente como unquehacer práctico que se restringe exclu-sivamente a una acción, programa, estra-tegia o moda, sino como una profesión queimplica actitudes de pensamiento, re-flexión crítica y responsabilidad éticafrente a las decisiones que se toman a dia-rio en una sociedad que ha delegado, enlas organizaciones y en sus directivos, elmanejo de recursos económicos, físicos,naturales y humanos.

Como se ha sugerido en este texto, losadministradores son herederos de unas tra-diciones prácticas y teóricas que han re-

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11. Abraham Maslow es considerado como uno delos mayores especialistas en el campo de lamotivación humana. Con su obra Motivationand Personality, publicada en 1954, propone unmodelo de jerarquía de necesidades humanas.Frederik Herzberg es uno de los teóricos norte-americanos cuyos aportes en el campo del com-portamiento de las personas en el trabajo sonreconocidos a partir de su obra Work and Natu-re of Man, publicada en 1966.

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sultado de la construcción de diferentesciencias y de trabajos de pensadores cuyolegado está atravesando el oficio diario dequienes dirigen las organizaciones. Des-conocer o ignorar estas tradiciones de pen-samiento es ignorar la complejidad de un

campo de saber que ha requerido de mu-chos años de historia para conceptualizarel mundo de las organizaciones modernasy los retos que les significan a los admi-nistradores con actitudes ético-políticas deresponsabilidad social.

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