evola julius - el derecho sobre la vida

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  • 7/30/2019 EVOLA Julius - El Derecho Sobre La Vida

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    EL DERECHO SOBRE LA VIDA

    Julius Evola

    Queremos tratar aqu, brevemente, no sobre el derecho

    sobre la vida en general, sino sobre el derecho sobre la

    misma vida, segn la trasposicin de la antigua frmula ius

    vitaes necisque, que equivaldra a la potestad de aceptar la

    existencia humana o bien de ponerle fin.

    Vamos a considerar este problema desde el punto de vista

    puramente espiritual, por tanto nos situaremos ms all de

    las consideraciones de carcter social. Debe pues entenderse

    esta responsabilidad frente a uno mismo, en lugar de

    restringirla a los estrechos horizontes de la vida individual,

    considerando el sentido general de la propia existencia

    terrestre y superterrestre. Nuestras consideraciones se

    mantendrn igualmente alejadas de cualquier referencia de

    carcter devocional, da un plano condicionado y poco

    iluminado, al que habitualmente se alude. Aspiramos amantenernos fieles a criterios propios de un realismo de

    carcter superior.

    La vista de Sneca

    Sobre tal plano, la forma ms severa y viril en la que se ha

    afirmado el derecho absoluto a disponer de la propia vida, ha

    sido afirmado por al estoicismo, especialmente en las

    formulaciones de Sneca. En los puntos de vista de esafilosofa se percibe a ojos de muchos- un espritu tpico, no

    solo romano, sino tambin ario-romano, aun cuanto se vea

    limitado por cierto entumecimiento y exasperacin.

    Para entender el alcance del punto de vista de Sneca -y,

    en. general, la esencia de las ideas que aqu queremos

    exponer- hace falta condenar cualquier justificacin del

    derecho a quitarse la vida, en casos en los que intervenga un

    motivo pasional. El hombre que se suicida impulsado por un

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    sentimiento pasional es digno de ser condenado y

    despreciado. Es un vancido, un derrotado. Su acto de

    suicidio solamente atestigua su pasividad, su incapacidad

    para afirmarse y responder a los impulsos de la vida

    sensitiva, por encima de la cual es preciso situarse parapoder considerarse verdaderamente hombre.. No vale la

    pena, pues, dedicar ninguna lnea a estos casos.

    La justificacin de Sneca del derecho a suicidar, en cambio,

    es interesante, porque se sita, decididamente, de all de

    ese plano. La visin general de la vida de Sneca y el

    estoicismo romano se basa en la idea de que la vida es una

    lucha y una prueba. Segn Sneca, el hombre verdadero

    est por encima de los mismos dioses porque estos, por

    naturaleza, no estn expuestos a la adversidad y la

    desgracias, mientras que el ser humano si est expuesta a

    ellas y, por tanto, tiene el poder de triunfar. Infeliz no es

    quien ha conocido la desgracia y el dolor, nos dice Sneca,

    porque no ha tenido ocasin de experimentar y de conocer

    su propia fuerza. A los hombres les ha sido concedido algo

    ms que estar exento de males; se le ha dado la fuerza para

    triunfar sobre ellos. Y las personas ms golpeadas por el

    destino deben ser consideradas como las ms dignas, de la

    misma forma que durante las batallas, se encomienda la

    defensa de las posiciones ms expuestas y difciles y las

    misiones ms peligrosas a los elementos ms fuertes ycalificados, mientras que los menos osados, atrevidos y

    fuertes, los menos fuerte, son destinados a la retaguardia.

    Ahora, cerca de a la ms precisa afirmacin de una parecida

    visin viril y combativa de la vida Sneca justifica el

    matarse. La justificacin la pone en boca de la divinidad en

    De providentia, VI, 7-9, cuando escribe que dice no slo se

    ha concedido al hombre verdadero, al sabio, una fuerza msfuerte que cualquier contingencia, sino que se le ha dado la

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    posibilidad de abandonar el terreno de juego cuando lo

    desea: la va de "salida" est siempre abierta, pater exitus.

    "Cuando no queris combatir, siempre os es posible la

    retirada. Nada os ha sido dado ms fcil que morir."

    Enseanzas arias

    La expresin si pugnare no vultis, licet fugere, aluda a la

    muerte voluntaria que el sabio tena derecho a darse a

    mismo, en el espritu del texto no debe ser entendida como

    una cobarda, en tanto que fuga. No se trata de apartarse de

    la vida porque uno no se siente lo bastante fuerte como para

    afrontarla como prueba. Implica, por el contrario, decir bata

    a un juego, cuyo sentido ya no se comparte, tras haber

    demostrado as mismo tener la capacidad para superar

    pruebas similaresparecidas. Se trata de una separacin de

    la vida fra, casi podramos decir olmpica, realizada por

    quien no se ha dejado dominar por los elementos que han

    ido apareciendo en su vida.

    En las antiguas tradiciones arias se encuentran

    justificaciones para "salir" voluntariamente de la vida

    terrenal, con evidentes afinidades a la va del estoicismo

    romano. All donde se ha renunciado a la vida en nombre de

    la vida misma, es decir cuando algo nos impide gozar o

    encontrar satisfaccin (una carencia, una situacin personal

    desesperada, un desengao, un fracaso) el suicio es

    condenado sin paliativos. En tales casos, este acto nosignifica una liberacin, sino justo lo contrario: la forma

    ms extrema, aunque bajo la apariencia de un rechazo, de

    apego a la vida, de dependencia de la vida y de los "deseos".

    Ningn "ms all" espera a quien utiliza tal violencia contra

    s mismo; la ley de una existencia sin luz, de paz y de

    estabilidad, se reafirmar una vez en torno a quien haya

    optado por esta va.Tendra, en cambio, derecho a poner fin a la vida terrenal

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    quien permaneciera en una situacin de distanciamiento y

    separacin frente a la vida, hasta el punto de que le dara

    igual vivir o no-vivir. En esos casos, se podra plantear la

    pregunta de qu es lo que movera a una persona en tal

    coyuntura interior a asumir la iniciativa del suicidio. Tantoms por el hecho de que quien ha alcanzado tal estado de

    perfeccin interior no ha cogido tambin. en uno alguna

    medida el sentido superpersonale de su existencia en tierra,

    sintiendo, en igual tiempo, que el conjunto de esta misma

    existencia no est sino un breve trnsito, un episodo, el

    aparecer por una fecha misin o prueba particular, un viaje

    durante las horas "por la noche", como dicen los Orientales.

    Advertir un aburrimiento absoluto, una impaciencia o una

    intolerancia ante el paso del tiempo y lo que todava

    tenemos por adelante acaso no sera un resto humano, una

    debilidad, algo que todava no resuelto" y todava no

    aplacado por el sentido de la eternidad, o, al menos, por las

    "grandes distancias" no-terrenales y no-temporales?

    Es ma la vida?

    Dicho esto, hay otra consideracin de principio que es

    posible realizar. Se puede tener realmente derecho solo

    sobre aquello que nos pertenece. El derecho a dar fin a la

    propia vida est condicionado por lo tanto a que esta vida

    pueda ser verdaderamente ma. Y hablando de "vida", no

    podemos reducirla solamente al cuerpo, el organismo fisico-psquico sobre el que, generalmente, se juzga que se tiene

    el derecho de poner trmino a su duracin; ni se tiene que

    excluir la misma vida de los sentimientos y las sensaciones.

    Ahora, en trminos absolutos, puede decirse que,

    verdaderamente, todo eso es "mo" o se refiere a "yo

    mismo"?. Aqu cada cual se forja sus propias ilusiones que,

    sin embargo, un instante de reflexin basta para disipar. Untexto de la tradicin aria, sita el problema de modo muy

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    tangible en foirma de dilogo. El sabio pregunta: Tiene un

    soberano poder para ejecutar, exiliar o amnistiar a quin

    quiera en su reino"?-"Ciertamente". "Que piensas entonces

    sobre esto: el cuerpo soy yo mismo? O tambin, qu dices:

    La sensacin soy yo mismo, la percepcin soy yo mismo,

    puede realizarte este deseo: As debe ser mi sensacin o

    percepcin, as no debe ser?La respuesta del interrogatoria

    debe ser por fuerza negativa. No se puede hablar de "mi

    cuerpo" o de "mi vida", porque entonces debera tratarse de

    cosas sobre las que no tengo poder, mientras que, de hecho,

    tal poder o es nulo, o bien mnimo. No es el principio y la

    causa de "nuestra" vida, aquello que nosotros recibimos,

    sno que en las antiguas tradiciones aires todo esto es

    considerado como un "prstamo" que va parejo al deber

    restituir a otro tal vida, engendrando a un hijo. De aqu que

    el primognito fuera llamado "el hijo del deber."

    Por lo dems. all dnde la vida fuera de nuestra propiedad,

    debera ser posible separarse de la existencia terrenal a

    travs de un puro acto del espritu o la voluntad, sin

    acciones violentos esteriores, algo imposible para la casi

    totalidad de los hombres, porque slo algunas tradiciones

    antiguas consideraron la posibilidad de una "salida" de este

    tipo en figuras absolutamente excpcionales. Suicidndose y

    matando al cuerpo fsico, se ejerce por tanto violencia sobre

    algo que no puede decirse que sea nuestro, algo que nodepende de nosotros mismos: algo sobre lo que no puede

    decirse que tengamos, en derecho, jus vitae necisque:

    menos incluso que sobre los propios hijos, que, al menos,

    han sido engendrados por nosotros.

    Aqu sin embargo puede presentarse una objecin. Puede

    decirse que, precisamente porque no hemos querido ni

    creado nuestra vida, no estamos obligados a aceptar oconservar en todos los casos este prstamo o regalo y,

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    por tanto, en un momento determinado tenemos el derecho

    a ponerle fin. Para aceptar este razonamiento. naturalmente,

    deberemos presuponer que se ha realizado la condicin ya

    sealada, es decir, que se ha operado un distanciamiento

    con la vida misma, capaz de demotrarse a s mismo conpruebas positivas y no con simples palabras o sugestiones.

    De otra forma, considerar la vida como algo extrao que se

    puede conservar o devolver a quin sin nuestro

    consentimiento, nos la ha dado, sera una simple ficcin

    mental. As pues, seguimos, en el terreno aplicable solo a

    casos excepcionales.

    Pruebas de reaccin sobre el destino

    La solucin de la dificultad est condicionada por los puntos

    de vista que derivan de la visin general del mundo. La

    mayor parte de los occidentales modernos, a causa de la

    religin predominante, se han acostumbrado a considerar el

    nacimiento fsico como el principio de su vida. Para ellos el

    problema, naturalmente, es bastante grave, porque all

    dnde el nacimiento, y por tanto la vida terrenal, no son

    consideradas como efecto de una causa o de una confluencia

    de circunstancias externas, el nacimiento queda vinculado

    nicamente a la voluntad divina.

    Tanto en un caso como en el otro, la voluntad propia no

    juega ningn papel, por lo que, all dnde no se sea lo

    suficientemente devoto para aceptar la vida por amor deDios, con resignacin y obediencia, se puede aparecer

    siempre la actitud de quien reivindica la misma libertad

    frente a lo que l no ha deseado.

    Pero el examen de la mayor parte de las ms antiguas

    tradiciones indo europeos no coinciden conm este punto de

    vista. Afirmaban, inicialmente, una preexistencia con

    respecto a la vida terrenal y una relacin de causa y efecto-a veces incluso de eleccin-, entre la fuerza preexistente al

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    nacimiento fsico y la misma vida. sta, en tal caso, no

    pudiendo ser atribuida a una voluntad exterior y humana del

    individuo, va a representar un orden penetrado por un

    determinado sentido, algo que tiene su significado para el

    Yo, como una serie de experiencias importantes no en smismos, sino respecto a nuestra realizacin. En una palabra,

    entonces aqu abajo, la vida ya no es ms una casualidad,

    sino que ms bien puede considerarse como algo a aceptar o

    rechazar segn mi libre albedro, ni como una realidad que

    se impone, frente a la que solamente puede permanecerse

    pasivo, bien con una resignacin obtusa o manifestando una

    constante resistencia. Surge en cambio la sensacin de que

    la vida terrenal es algo, sobre lo que nosotros, antes de ser

    seres terrenales, nos hemos, por as decirlo, "comprometido"

    y, en cierta medida, implicado, incluso como en una

    aventura o como en una misin o una eleccin, asumiendo

    los aspectos problemticos y trgicos de la misma.

    Es difcil que esta superioridad o, tambin, sencillamente

    aquel distanciamiento frente a la vida, que permitira

    arrojarla, no se acompae, como ya hemos sealado, a un

    sentido a la existencia; el cual, en muy pocos casos,

    inducira a comprender la decisin de acabar con ella.

    Todos sabemos que antes o despus el fin vendr, por lo

    tanto, la actitud ms sabia frente a las contingencias sera

    descubrir el sentido oculto, la parte que tiene en el todo, queen el fondo -segn el punto de vista sealado- se basa en

    nosotros y est contenido en nuestro deseo de

    trascendencial. Y all dnde fuera sincera y decisiva nuestra

    impaciencia ante lo eterno, por conocer la existencia ms

    all de la terrenal, dara sentido a la frase de una mstica

    espaola: en tan alta vida espero, que muero porqu no

    muero; a partir de ese momento, se concibe la vida comoprueba, en lugar de interrumpirla con una invervencin

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    directa y violenta. Mediante las intervenciones heroicas en

    un conflicto blico, o en las ascensiones en alta montaa, o

    en exploraciones y misiones arriesgadas, hay miles de

    posibilidades para interrogar a la vida sobre el destino y

    obtener respuestas sobre las razones profundas paraproseguir aqu una vida humana.

    Publicado en la seccin Diorama mensile de la revista Il

    Regime Fascista, 17 de mayo de 1942.

    (c) Fundazione Julius Evola.

    (c) Edizioni Il Settimo Sigillo

    (c) Por la traduccin en lengua espaola: Ernesto Mil -

    infokrisis