julius evola reaccionario radical

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  • 7/31/2019 Julius Evola Reaccionario Radical

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    JULIUS EVOLA, REACCIONARIO RADICAL YMETAFSICO COMPROMETIDO

    ANLISIS CRTICO DEL PENSAMIENTO POLTICO DE J ULIUSEVOLA

    Alain de BenoistTraduccin de Jos Antonio Hernndez Garca

    En El camino del cinabrio, Evola cuenta la sorpresa que se llev al regresar a

    Roma en 1948 1 y constatar que todava existan en Italia grupos, sobre todo

    de jvenes, que no se dejaron arrastrar por el hundimiento general.

    Particularmente en esos medios mi nombre era conocido y mis libros eran muy

    ledos2. Es gracias a dichos jvenes lo que despus confirmara

    reiteradamente 3 que el autor de Rebelin contra el mundo moderno decide

    redactar, primero, un folleto titulado Orientaciones cuya primera edicin

    apareci en 1950 a iniciativa del grupo fundador de la revista Imperium, que

    entonces diriga Enzo Erra, y tres aos despus el libro Los hombres y las

    ruinas, que fue publicado en las ediciones romanas dellAscia. Con estas dos

    obras, Evola quera responder a la demanda que sus jvenes lectores lehaban hecho para obtener de l las directrices capaces de conferir una

    orientacin positiva a su actividad. l mismo describira aOrientaciones en

    el prefacio que escribe para la edicin de 1971 como una rpida sntesis

    provisional de algunos puntos esenciales y generales, sntesis destinada a

    proponer, no tanto rdenes o un programa poltico sino consignas de valor

    existencial destinadas a aquellos que seguramente combaten estando

    conscientes que la batalla estaba materialmente perdida. Pero es tambin eneste pequeo libro donde escribe las siguientes lneas: Estamos hoy en

    medio de un mundo en ruinas. Y la cuestin que hoy debemos plantearnos es

    sta: existen todava hombres de pie entre estas ruinas? Y qu deben hacer,

    qu puede an hacer? Los hombres y las ruinas le permitira responder de

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    manera ms completa a esta cuestin

    Tomando en cuenta lo anterior, quiz podramos considerar Orientaciones

    y Los hombres y las ruinas como simples escritos de circunstancia; pero eso

    sera un error, al menos por dos razones. La primera es la influenciaconsiderable que ambas obras no han dejado de ejercer desde la poca en

    que fueron escritas. De ello dan testimonio el gran nmero de ediciones y

    traducciones de las que han sido objeto 4; Orientaciones y Los hombres y las

    ruinas han servido indudablemente de lectura de despertar a varias

    generaciones de jvenes, salidas particularmente de los medios de la derecha

    radical. All encontraban una sntesis de las ideas polticas de Julius Evola, a

    las que accederan de manera relativamente fcil, y no hay duda de que, en

    muchos casos, es gracias a la lectura de dichos libros que comenzaban a

    familiarizarse con el pensamiento evoliano, lo que les permitira descubrir

    despus otros aspectos ms propiamente metafsicos.

    La segunda razn es que ambos libros estn lejos de constituir un bloque

    marginal o aislado en la obra de Evola. ste, prcticamente jams haba

    dejado de escribir al menos desde inicios de los aos treinta si no es quedesde finales de los aos veinte textos de carcter directamente poltico. Ese

    rasgo es uno de los que distinguen claramente la corriente de pensamiento

    tradicionalista con la que generalmente se le relaciona. Contrario a otros

    tericos de la Tradicin, desde Ren Gunon hasta Frithjof Schuon, Evola

    constantemente tom posicin sobre problemas polticos y l mismo adopt

    posiciones polticas, especialmente en sus artculos de peridicos y revistas, la

    mayora de los cuales se han reunido en forma de libro slo hasta despus de

    su muerte5. Esta particularidad, que ha hecho que su obra se considere una

    sorprendente mezcla de inactualidad aristocrtica, deintempestividad soberana o de supra-historicidad metafsica, ycon una continua implicacin en problemas de actualidad, de

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    compromiso en el campo ideolgico-poltico6,

    est en relacin, sin duda, con su voluntad de afirmarse como un

    guerrero (kshatriya) ms que como un sacerdote y por consiguiente con

    su afirmacin, tan contraria a la opinin de Ren Gunon, segn la cual el

    guerrero o el rey es portador, en las sociedades tradicionales, de un principio

    espiritual de dignidad igual al del sacerdocio. Dicho inters es incluso tan

    constante en l, que a veces nos podemos preguntar si debemos considerarlo

    un pensador de la Tradicin particularmente interesado en la poltica, o un

    terico poltico que se refiere a los principios de la Tradicin. Pero la duda se

    disipa cuando vemos la definicin que Evola da de la poltica. Dicha definicinbasta, en efecto, para reconocerlo como metafsico metafsico

    comprometido sin duda alguna, pero primero y ante todo metafsico.

    Contrario a un politlogo como Julien Freund, para quien la poltica es

    originariamente sustancial a la sociedad en tanto esencia 7 y que sostiene el

    carcter estrictamente autnomo de dicha esencia, Evola forma parte de los

    autores que reconducen o llevan la poltica a una instancia distinta a la suya

    propia. Segn l, en ltimo anlisis, la poltica depende de la tica y de la

    metafsica: slo representa la aplicacin, en un terreno particular, de principios

    que, lejos de caracterizar o de pertenecerle con toda propiedad, encuentran

    fuera de su origen su significacin y su legitimidad. Mientras que para Julien

    Freund la poltica es

    la actividad social que se propone asegurar, mediante lafuerza, generalmente fundada en el derecho, la seguridadexterior y la concordia interior de una poltica particular,garantizando el orden en medio de luchas que nacen de ladiversidad y de la divergencia de opiniones e intereses8,

    para Evola es la aplicacin de las directrices del supra-mundo, es decir, una

    actividad puesta en marcha por una autoridad cuyo fundamento no puede ser

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    ms que metafsico9, autoridad identificada a una cualidad trascendente y

    no nicamente humana 10. El verdadero fundamento del Estado escribe

    Evola es la trascendencia de su principio11. De all se deduce que las reglas

    de la accin poltica no son autnomas sino derivadas. La poltica no es, en elfondo, poltica sino metafsica: en tanto es una traduccin, carece de esencia

    propia. Es por ello asegura Evola que el metafsico est mejor situado que

    nadie para decir en qu debe consistir 12.

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    El primado del Estado

    Los hombres y las ruinas es un libro que contiene, menos de lo que se podra

    creer, la marca de la poca en la que fue escrito. Esa es la razn por la cual ha

    podido ser ledo, con el mismo inters, por varias generaciones sucesivas de

    lectores. Sin darnos cuenta de su magnitud, Evola de repente se sita

    fundamentalmente a nivel de los principios. Esto es particularmente cierto en

    los once primeros captulos, en los que expone precisamente cules son estos

    principios trminos que, para l, siempre tiene el sentido de ideas o de reglas

    superiores absolutas. La segunda parte, que trata tanto del corporativismo

    como de la guerra oculta, es, en cambio, ms disperso, ms desigual, y essin duda el que hoy en da podra parecer el ms envejecido.

    Debemos darle el crdito a Evola de expresarse siempre sin artificio, sin

    concesiones tcticas ni de la coyuntura ni en espera de la impresin que sus

    propsitos podran producir. Philippe Baillet pudo hablar, a este respecto, de

    un estilo desnudo en extremo, a veces altivo y solemne pero, incluso en ese

    caso, carente de cualquier artificio literario y de cualquier retrica fcil13.

    Evola es adems el primero en reconocer no solamente su radicalismo, sinotambin el primero en gloriarlo y pregonarlo a quienes lo escuchan: Nosotros

    debemos tener como propia la valenta de las elecciones radicales ( il coraggio

    del radicalismo), el no lanzado a la decadencia poltica bajo todas sus formas,

    sean de izquierda o de la que a s misma se llama derecha 14. Habremos de

    hablar ms adelante del radicalismo. Digamos por lo pronto que debe ser

    puesto en relacin, ante todo, con lo que Evola llama la intransigencia de la

    idea. Para Evola, la idea no puede ser producto de las circunstancias.

    Pertenece y tiene su origen en una esfera separada de todas las

    contingencias, escindida incluso de cualquier otra forma de pertenencia: La

    idea, y solo la idea, debe representar la verdadera patria 15.

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    Esta forma de abordar las cosas explica la economa general de una obra

    como Los hombres y las ruinas. Al hablar de poltica, Evola casi no hace

    referencia a ningn gran terico clsico de la cosa pblica. Aunque hace

    patente su escasa simpata por Maquiavelo, y ocasionalmente evoca a JuanJacobo Rousseau, guarda silencio en nombres como los de Locke, Hobbes,

    Althusio y Bodino, tanto como por los de Tocqueville o de Max Weber. Subraya

    que lo econmico es, para l, un factor secundario, pero no elabora ninguna

    refutacin argumentada del pensamiento de Adam Smith o del de Karl Marx, y

    tampoco examina a detalle las complejas relaciones entre el poder poltico y el

    dominio jurdico. Su propsito, que es ante todo metafsico, casi no se ilustra

    con las experiencias polticas que conoci durante los aos treinta. No hay

    nada qu buscar en l desde el punto de vista de la teora politolgica

    propiamente dicha. Por lo mismo, se afana muy poco en trasladar a nivel de

    aplicaciones concretas los principios normativos que enuncia. En las raras

    ocasiones que lo intenta, sus proposiciones frecuentemente revisten un

    carcter muy general16, incluso enigmtico17.

    En una palabra, Evola se esfuerza en permanecer siempre al nivel deaquello que para l es lo esencial. Pero, qu es lo esencial? Se sabe que

    para Evola toda la historia humana, desde hace dos milenios y medio, puede

    leerse como un proceso de involucin, demasiado lento al principio, y despus

    cada vez ms acelerado, y que culmina en la modernidad. Este proceso de

    decadencia obedece a la ley de regresin de las castas, que acab por

    consagrar los valores mercantiles, econmicos que para Evola tambin son

    los de la mujer y del pueblo y por dar el poder a sus representantes. Se

    caracteriza por la prdida progresiva del elemento espiritual, viril y heroico, que

    es propio de la Luz del Norte, y por la llegada correlativa de los valores

    disolventes de las culturas ginecocrticas del Sur. Su resultado es el

    eclipsamiento de las visiones del mundo (Weltanschauungen) impersonales,

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    ordenadas conforme a principios metafsicos superiores, en favor nicamente

    del saber libresco y del intelectualismo abstracto, pero tambin de la primaca

    del alma, dominio de las pulsiones instintivas y de las pasiones

    indiferenciadas por encima del espritu, que es el dominio de la claridadapolnea y de la racionalidad. Para Evola, dicho proceso constituye un

    hecho primigenio que justifica la mirada peyorativa que tiene respecto de la

    historia: sta no es ms que la historia de una decadencia siempre ms

    acentuada y, a la inversa, dicha decadencia comienza desde que el hombre

    quiere inscribirse en la historia.

    Esta visin se encuentra en una estructura de tipo dualista y jerrquica a la

    vez. Todo el sistema de Evola se funda sobre una doble oposicin: por una

    parte, lo que est en lo alto y lo que est en lo bajo; por la otra, entre lo

    que est en el origen ms lejano (a lo que llama la Tradicin Primordial) y el

    final del ciclo actual. Los trminos de dicha oposicin se recuperan: el origen

    remite a los principios fundadores superiores; el estado presente, al

    rebajamiento final. La decadencia se resume en el movimiento ascendente de

    la base y el movimiento descendiente de la cima.El pensamiento evoliano se ve orientado fundamentalmente, a las claras,

    hacia lo alto, es decir, es rigurosamente elitista y jerrquico. Evola recuerda

    que, etimolgicamente, jerarqua significa soberana de lo sagrado. La

    perspectiva jerrquica debe entenderse, a la vez, en sentido sincrnico

    (mientras ms vasta es la base, la cima deber estar ms alta) y en sentido

    diacrnico: el pasado, por definicin, siempre es mejor que el presente y

    mejor mientras ms alejado est. La idea clave aqu es que lo inferior jams

    puede preceder a lo superior, pues lo ms no puede salir de lo menos. (Esta es

    la razn por la cual Evola rechaza la teora darwiniana de le evolucin).

    Resuelto adversario de la idea de igualdad, Julius Evola condena con fuerza

    cualquier forma de pensamiento democrtico y republicano las repblicas de

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    la antigedad no eran, de acuerdo con l, ms que aristocracias u oligarquas

    tanto porque dichas formas de pensamiento provienen de lo bajo como

    porque son productos de la modernidad; ambas razones son, para l, slo una.

    La historia es concebida como una cada acelerada; no hay, pues, desde elliberalismo hasta el bolchevismo, ms que una diferencia de grado:

    Liberalismo, democracia despus, posteriormente socialismo,radicalismo y, finalmente, comunismo y bolchevismo, noaparecen en la historia ms que como grados de un mismomal, estadios en el que cada uno prepara al siguiente en elconjunto del proceso de cada18.

    De cara a esta evolucin negativa, en poltica Evola pone todas susesperanzas en el Estado. Pero ya que para l siempre lo bajo debe derivar

    de lo alto, y no a la inversa, le importa que dicho Estado no proceda de

    ningn elemento inferior. Al rechazar todas las doctrinas clsicas que hacen

    del Estado una forma organizada de la nacin, producto de la sociedad o

    creacin del pueblo, afirma entonces y reafirma sin cesar que, por el

    contrario, es el Estado el que debe fundar a la nacin, poner al pueblo en

    forma y crear a la sociedad. El pueblo, la nacin escribe no existen ms

    que en tanto Estado, dentro del Estado y, en cierta medida, gracias al

    Estado19. Dicho Estado debe fundarse exclusivamente en principios

    superiores, espirituales y metafsicos. Solamente as ser un Estado

    verdadero, un Estado orgnico, no trascendente por s mismo sino fundado

    en la trascendencia de su principio.

    Tal estatismo es, ciertamente, el que resulta ms sorprendente en elpensamiento poltico de Evola, aunque proporciona, sin duda, algunas

    precisiones destinadas a disipar cualquier malentendido. Evola tiene as el

    cuidado de decir que la estatolatra de los modernos, tal y como se

    encuentra por ejemplo en Hegel, nada tiene que ver con el Estado

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    verdadero a la manera en que l lo entiende. Enfatiza tambin que, aunque

    hayan existido Estados fuertes en la historia, no fueron ms que caricaturas de

    lo que l llama por sus fueros. Adems, critica con vigor tanto el bonapartismo,

    al que califica de despotismo democrtico, como el totalitarismo, en el queve una escuela de servilismo y una extensin agravante del colectivismo.

    La primaca que le atribuye al Estado no es poco significativa, sobre todo

    cuando se relaciona con lo que dice del pueblo y la nacin. Mientras que la

    nocin de Estado casi siempre tiene en l una connotacin positiva, las de

    pueblo o de nacin casi siempre tienen un valor negativo. El Estado

    representa el elemento superior, mientras que el pueblo y la nacin no son

    ms que elementos inferiores. Ya sea demos o ethnos , plebs o populus, a

    los ojos de Evola el pueblo no constituye ms que una simple materia que

    conformar al Estado y al derecho. Lo mismo sucede con la nacin y la patria.

    Trminos como pueblo, nacin, sociedad, parecen incluso en sus

    propios escritos prcticamente intercambiables: todos corresponden a una

    dimensin puramente fsica, naturalista, indiferenciada fundamentalmente

    pasiva de la colectividad; pertenecen a la dimensin de la masamaterializada que, en oposicin a la forma que slo puede conferir el Estado,

    permanece en el orden de la materia bruta. Evola se sita, desde este punto de

    vista, en exacta oposicin a los tericos del Volksgeist , como Herder: para l, el

    pueblo no representara un valor en s, y no podra ser el depositario

    privilegiado del espritu creador de una colectividad determinada. Evola es

    tambin del todo indiferente a la cuestin del lazo social, e incluso a todo lo

    propiamente social, que a veces engloba en lo econmico-social, otra

    designacin que l utiliza para el mundo horizontal o el reino de la cantidad.

    Todo lo que es social escribe se limita, en la mejor de las hiptesis, al

    mbito de los medios20. Es por ello que no se encuentra en l un

    pensamiento sociolgico ni tampoco un verdadero pensamiento econmico.

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    Esta mirada dirigida hacia el pueblo no explica solamente la hostilidad de

    Evola hacia cualquier forma de democracia o de socialismo, aunque sea

    nacional21; subyace igualmente en su crtica al nacionalismo. sta

    descansa en dos elementos distintos: por una parte, su adhesin al modelo delImperio, contra el cual se estrellan los reinos nacionales y los nacionalismos

    modernos Evola subraya aqu, afortunadamente, que la idea de Imperio nada

    tiene que ver con los imperialismos modernos, que en general slo son

    nacionalismos extrapolados y, por otra parte, la idea de que la nacin, como

    la patria, es de esencia fundamentalmente naturalista, pues es resultado, a

    la vez, tanto del dominio de la cantidad como del sentimiento puro. Evola

    admite ciertamente que el nacionalismo es mejor que el cosmopolitismo

    poltico, en la medida en que representa un nivel de existencia ms

    diferenciado, por lo que tambin puede constituir el preludio de un

    renacimiento, pero describe el nacionalismo al menos como una doctrina

    sentimental y naturalista que encuentra su principio en la primaca de lo

    colectivo y, por ese hecho, no se ajusta a su concepcin del Estado.

    Disolverse en la nacin apenas es un poco mejor que disolverse en lahumanidad22.

    Al rechazar volver al Estado la expresin de la sociedad y reaccionar en

    contra de quienes ven en el Estado una especie de familia agrandada (en la

    que el soberano desempeara el papel de pater familias), Evola explica su

    origen a partir de la sociedad de hombres. Se une as a Hans Blher, quien

    colocaba a los antiguos Mnnerbnde como la fuente de toda verdadera

    autoridad poltica. Tal sociedad de hombres va a concebirse, primero, como

    una asociacin exclusivamente masculina y, despus, como el lugar de

    reagrupamiento de una lite. La forma de asociacin viril por excelencia es,

    para Evola, la de la Orden. Los ejemplos que proporciona son principalmente

    la Orden de los Templarios y la de los Caballeros Teutnicos.

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    La nocin de Orden permite comprender todo aquello que separa el

    elitismo que Evola encomia el elitismo esencialmente tico del elitismo

    liberal o meritocrtico. Pertenece a la lite no el mejor en el sentido

    darwiniano del trmino o el ms efectivo en el sentido de Pareto, sino aquelcuyo ethos domina sobre el pathos , aquel que posee el sentido de

    superioridad respecto de todo lo que no es simple apetito de vivir 23, y quien

    ha hecho suyo del principio de ser l mismo un estilo activamente impersonal,

    del amor a la disciplina, una disposicin heroica fundamental24.

    Para l, la lite es por principio una aristocracia. Encarna una raza del

    espritu, un tipo humano particular que Evola define como hombre

    diferenciado, y cuyo advenimiento (o renacimiento) es un requisito

    indispensable para la accin en el mundo:

    Lo que se debe propiciar es [...] una revolucin silenciosa,desde lo profundo, a fin de que primero se creen en el interior del individuo las premisas de orden que despus deberafirmar tambin en el exterior, suplantando en un destello, en elmomento indicado, las formas y las fuerzas de un mundo desubversin25.

    Su propuesta final, siempre la misma, es entonces regresar a la Idea y

    suscitar el nacimiento de una Orden en cuyo seno se encontraran los hombres

    superiores que se mantienen fieles a dicha Idea:

    No comprender este realismo de la Idea significa permanecer en el plano en que se est, infra-poltico en el fondo: el planodel naturalismo y del sentimentalismo, por no decir rotundamente de la retrica patriotera [...] Idea, Orden, lite,Estado, hombres de Orden, estas lneas son las que debemosmantener, tanto como sea posible! 26

    Esta consigna tiene en Evola valor de solucin. En cuanto cierto tipo tico

    surja o resurja, los problemas polticos y sociales sern, sino resueltos, al

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    menos simplificados: Cuado se afirme este espritu, numerosos problemas,

    comprendidos los de orden econmico y social, se simplificarn27. La

    posicin adoptada por Evola de cara a los problemas polticos es, pues, en

    definitiva, la de un elitismo tico con un fuerte contenido viril que se deducede una concepcin metafsica de la historia.

    La polaridad masculino-femenina

    A primera vista, al historiador de las ideas Julius Evola le puede parecer la

    encarnacin tpica, e incluso extrema, del terico anti-democrtico, del terico

    del elitismo aristocrtico y de los valores del Ancien Rgime, adversarioimplacable de las ideas de 1789, o sea, de todo aquello que le permiti surgir y

    de todo lo que ha producido; adems, as es como frecuentemente se le ha

    considerado. Pero ver a Evola slo de esta manera es perder de vista lo que

    constituye su originalidad y lo que lo vuelve, a final de cuentas, tan difcilmente

    clasificable en la historia del pensamiento poltico. Ms que resumir o de

    parafrasear sus ideas, como frecuentemente se hace, quisiramos demostrar

    que su aproximacin a la poltica abre interrogantes e impone problemas que

    nos gustara sealar aqu, sin tener que responderlos necesariamente o

    pretender resolverlos.

    Ya hemos aludido a la manera en que Evola opone el Estado y el pueblo;

    dicha oposicin no es, en s, original. Lo que en cambio s resulta muy singular

    en Evola es el paralelismo que constantemente establece entre tal oposicin y

    la polaridad masculino-femenina, sobre la base del antiguo simbolismo

    analgico de la forma y la materia.

    Para los antiguos escribe la forma designaba al espritu, lamateria a la naturaleza; la primera se asociaba con elelemento paterno y viril, luminoso y olmpico [...] mientras que lasegunda al elemento femenino, maternal, puramente vital28.

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    La idea que l deduce es que el Estado se encuentra bajo el signo

    masculino, la sociedad y, por extensin el pueblo, el demos, bajo el signo

    femenino29

    . Esta idea ya estaba presente en Rebelin contra el mundomoderno:

    Es Estado es al pueblo lo que el principio olmpico y urnico esal principio ctnico e infernal; el Estado es como la idea yla forma (nous) en relacin a la materia y a lanaturaleza (hyle); se trata, pues, de la relacin de unprincipio luminoso, masculino, diferenciador, individualizador yfecundador frente a una sustancia femenina, inestable,heterognea y nocturna. Son dos polos entre los cuales existeuna tensin ntima. En el mundo tradicional esto se resuelvemediante una transfiguracin y una estructuracin desde losalto30.

    En el mismo libro, Evola ya afirmaba que

    el apego plebeyo a la Patria, que se afirma con la Revolucinfrancesa y que fue desarrollado por las ideologasnacionalistas como una mstica de la raza y, a mayor abundancia, de la Madre Patria sagrada y omnipotente, es la

    revivificacin de una forma de totemismo femenino31.

    En Los hombres y las ruinas, aade:

    Los conceptos de nacin, patria y pueblo [...] pertenecen por esencia al plano naturalista y biolgico, no al plano poltico,y corresponden a la dimensin maternal y fsica de unacolectividad determinada32.

    Y an ms:La imagen de la Patria como Madre, como Tierra de la quesomos hijos y respecto de la cual todos somos iguales yhermanos, corresponde claramente a este orden fsico,femenino y maternal del que, como lo hemos dicho, loshombres se separan para crear el orden viril y luminoso delEstado33.

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    Podramos multiplicar las citas. Estamos ante la presencia de una

    constante mayor del pensamiento de Evola, as como ante un rasgo que lo

    distingue todava ms claramente respecto de otros pensadores de laTradicin. Jean-Paul Lippi llega incluso a escribir a justo ttulo en nuestra

    opinin que la visin del mundo evoliano se despliega toda entera,

    comprendida su dimensin propiamente poltica, a partir de la bipolaridad

    masculino-femenina34, y que

    la interpretacin metafsica del fenmeno poltico al cual seabandona Evola no adquiere sentido ms que al estar sobredeterminado por la importancia que en l reviste labipolaridad masculino-feminina35.

    Para ser breves, digamos que en Evola la virilidad est asociada

    constantemente a nociones tales como la forma, lo sobrenatural superior, el

    espritu, la razn, la abstraccin, la luminosidad solar, la verticalidad, lo

    absoluto mientras que la feminidad evoca, por el contrario, la materia, la

    naturaleza, el alma, el sentimiento, lo concreto, las tinieblas ctnicas o

    lunares, la horizontalidad, lo relativo, etctera. La cuestin que surge,

    entonces, es saber cmo deben plantearse o articularse las relaciones entre

    ambas series de trminos. Ante esta cuestin, Evola aporta una respuesta

    ambigua. Cuando l habla del hombre y de la mujer, en numerosas ocasiones

    insiste en la complementariedad de los sexos y en el hecho de que, a partir de

    su propia diferencia, la cuestin de su respectiva superioridad o inferioridad

    carece de sentido. Sin embargo, tambin afirma que el elemento masculino secoloca como forma autnoma que debe imponer su marca, su huella, al

    elemento femenino, que aparece como materia heternoma. La

    complementariedad va, pues, a la par de la subordinacin. Es una

    complementariedad jerarquizada, fundada en la preeminencia del primer

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    trmino (masculino, esto es, anaggico) sobre el segundo (femenino,

    cataggico). Es, por otra parte, una complementariedad no dialctica, e incluso

    abiertamente anti-dialctica, ya que Evola afirma que desde el punto de vista

    de la tica tradicional, es malo y un antivalor lo que es masculino en la mujer yaquello que es femenino en el hombre36.

    Pero Evola no se limita a plantear la polaridad masculino-femenina en el

    interior de la sociedad. Es tambin una clave de su concepcin de la historia y

    de su visin de las relaciones entre las culturas y las civilizaciones. Es as

    como opone las civilizaciones producto de la Luz del Norte la Tradicin

    Primordial y, para l, de origen hiperbreo o nrdico-occidental,

    portadoras de un ethos viril, luminoso, y de una espiritualidad heroica y

    guerrera, a las culturas del Sur, que para l corresponden al mundo ctnico

    de la Madre y de la Mujer. Sin embargo, aqu ya no hay complementariedad

    sino oposicin irreductible. Evola lo dice con la mayor claridad:

    Dos actitudes son posibles frente a la realidad sobrenatural.Una es solar, viril, afirmativa, y corresponde al ideal de larealeza y de la caballera sagrada. La otra es lunar, femenina,

    religiosa, pasiva y corresponde al ideal sacerdotal. Si lasegunda pertenece principalmente a las culturas semticas ymeridionales, la nobleza de raza nrdica e indoeuropeasiempre ha sido solar 37.

    Lo que Roma tiene de ms romano dice tambin se form

    a travs de una lucha incesante del principio viril y solar delImperium contra un oscuro sustrato de elementos tnicos,religiosos e incluso msticos [...] en el que el culto telrico ylunar de las grandes Diosas Madres de la naturalezadesempeaba un papel muy importante 38.

    En el plano mitolgico, los dioses celestes, diurnos, viriles, olmpicos, se

    oponen a las divinidades ctnicas, nocturnas, terrestres, femeninas y

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    maternales, caras sobre todo a los estratos plebeyos 39. En el plano social,

    el patriarcado indoeuropeo debe contrastarse con el matriarcado oriental40.

    Esta lucha incesante no se limita, segn Evola, slo a la Antigedad.

    Constituye para l, por el contrario, uno de los elementos centrales de lahistoria en la medida en que el proceso de decadencia que l estigmatiza

    reside precisamente en la llegada progresiva de valores inherentes al mundo

    ctnico matriarcal y ginecocrtico, al mundo de las razas obscuras y

    lunares, en decadencia correlativa a los valores inherentes del espritu viril

    olmpico e hiperbreo, y que los primeros constantemente amenazan con

    disolver41. Las crticas que endereza contra sus adversarios son

    inequvocas desde ese punto de vista. El cristianismo, al que describe en su

    forma primitiva como una religin tpica delKali-yuga42, le recrimina haber

    contribuido en tanto religin del amor y como portadora de la idea lunar

    de la igualdad moral de todos los hombres a la desvirilizacin espiritual de

    Occidente. Acusa a los gelfos, adversarios de los gibelinos en la querella de

    las investiduras, de haber transmitido la vieja concepcin ginecocrtica de

    una dominacin espiritual del principio maternal sobre el principiomasculino43. Cuando denuncia la democracia y el socialismo, es para decir

    que con ellos tambin se completa la traslacin de lo femenino a lo

    masculino44, porque el demos, al ser femenino por naturaleza, jams

    tendr voluntad propia y clara45: la ley del nmero, caracterstica del

    reino de la masa, es tambin de inspiracin ginecocrtica. Lo mismo pasa

    cuando alude al arte moderno, en el que comprueba la manifestacin de

    tendencias intimistas, expresiones caractersticas de una espiritualidad

    femenina46. Adems, se refiere a Otto Weininger para subrayar las afinidades

    del espritu femenino con el espritu judo. Denuncia incluso el racismo

    biolgico como una doctrina caracterstica del reino de la cantidad, del que

    enfatiza el carcter naturalista y, por lo tanto, femenino. De manera inversa,

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    cuando hace el elogio de la autarqua econmica, es porque sta le parece

    una transposicin de la idea masculina de autonoma de s, lo que basta para

    conferirle un valor tico47.

    No hay duda de que, para Evola, el rasgo ms evidente de la crisisexistencial moderna reside en el eclipsamiento de la virilidad espiritual

    ttulo del captulo 7 de Rebelin contra el mundo moderno por efecto, primero,

    del ascenso de los valores femeninos y, despus, debido a la indiferenciacin

    de los sexos.

    La difusin pandmica del inters por el sexo y la mujer escribecarateriza cualquier poca crepuscular [...] La

    pandemia del sexo es uno de los signos de carcter regresivode la poca actual [cuya] contraparte natural es la ginecocracia,el predominio tcito de todo aquello que, directa oindirectamente, est condicionado por el elemento femenino48.

    Colocada as bajo el signo de la involucin observa Jean-Paul Lippi la historia [...] aparece como un proceso defeminizacin49; [la historia es] dominacin acentuada sin cesar del polo femenino sobre el polo masculino del ser 50.

    La modernidad se identifica, pues, con un retorno del matriarcado, con

    una materia emancipada de cualquier forma. La morfognesis de la

    modernidad es, ante todo, desvirilizante y potencialmente castradora. Nos

    sorprende la manera en que, para Julius Evola, el principio femenino o los

    valores femeninos siempre son representados como una amenaza al podero

    masculino, como un riesgo de destitucin de la virilidad51. Y lo estamos

    an ms en la medida en que Evola, que se quiere a la vez soberano yguerrero, atribuye a la nocin de podero con la que la lectura de Nietzsche lo

    haba familiarizado en su juventud una importancia decisiva. En tanto

    caracterstica ms evidente de la virilidad afirmaba en los aos veinte el

    poder extrae de s mismo su propia justificacin. Es el principio de lo

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    absoluto, la arbitraria causalidad incondicionada, el hacer que se justifica

    a s mismo. Adems, yendo una vez ms a contracorriente de los otros

    pensadores del tradicionalismo integral, Evola no dud jams en definir a la

    Tradicin como si fuera ante todo fuerza, energa, poder. Su segundolibro, aparecido en 1926, consagrado al tantrismo, se titulaba El hombre como

    potencia (El yoga de la potencia en su edicin de 1949). El tantrismo es, en

    efecto, por principio, una visin del mundo como potencia52, una doctrina

    que concibe el cuerpo como una vasta reserva de potencia ( akti ). La temtica

    de la potencia, en Evola, est evidentemente ligada a la de la virilidad

    espiritual. No se habla ms del contraste que aparece aqu entre la Tradicin

    como potencia y la modernidad como castracin potencial que pone en peligro

    a la virilidad. Las observaciones que preceden no permiten, indubitablemente,

    disipar la ambigedad evocada un poco antes a propsito de las relaciones

    entre el Estado masculino y el pueblo femenino en el pensamiento

    evoliano, pero pueden ayudar a aproximarnos. Dicha ambigedad resulta del

    hecho de que el modelo bipolar al que se refiere Evola es utilizado tanto para

    fundar una complementariedad jerarquizante, como para ilustrar una oposicinirreductible o una incompatibilidad radical. En muchos casos observa Jean-

    Paul Lippi Evola parece privilegiar la jerarquizacin de los polos masculino y

    femenino respecto de su complementariedad, lo que prcticamente conduce a

    excluir al segundo53. Pero la jerarquizacin supone todava una unidad, lo

    que implica un englobamiento en el interior de una misma estructura. Sin

    embargo, en la mayora de los casos no hay duda de que no es la

    complementariedad ni el englobamiento jerarquizante lo que Evola

    recomienda respecto de los valores femeninos, sino ms bien su aislamiento,

    su relegacin a distancia as como una lucha activa en contra de todo lo que

    ellos representan. Los valores femeninos, entonces, son definidos como

    valores enemigos con los que no se asume el menor compromiso. Qu debe

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    pasar entonces en el interior de la sociedad? A Evola le parece correcto, de

    hecho, que los hombres sean los nicos que pueden pertenecer a la lite

    sobre todo cuando sta se rene en el seno de una Orden y se separen de

    las mujeres. Declara explcitamente, en efecto, que los hombres no puedencrear el orden viril y luminoso del Estado ms que separndose del orden

    femenino54. Proclama el renacimiento de un mudo claro, viril, articulado,

    hecho de hombres y de jefes de hombres 55. Adems, no oculta su predileccin

    por el celibato, ni tampoco su rechazo a procrear, al afirmar que es bueno para

    los hombres libres y creadores estar sine impedimentis, sin nada que los

    apegue o los limite:

    El ideal de una sociedad de hombres no podra ser elparroquial y pequeo burgus, que consiste en tener unacasa y nios. [l mismo se enorgullece de haber sido siempre]ajeno a las rutinas profesionales, sentimentales yfamiliares56.

    Igual que para san Pablo, el matrimonio es, para l, lo peor. Pero su

    advertencia va ms all de un desprecio justificado por la pequea vida

    burguesa. Hay en sus amonestaciones algo que no solamente hace de la

    mujer una amenaza intrnseca para la virilidad, sino que tiende a devaluar

    todo aquello que es simplemente del orden de lo viviente, de lo simplemente

    natural, de lo simplemente carnal. En esta crtica al naturalismo y a la

    carne, as como en su denuncia del absurdo de la procreacin, no sera

    un exceso descubrir una tendencia gnstica, que bien podra calificarse de

    marcionita o de ctara.

    El individualismo evoliano

    Otra interrogante que surge del pensamiento poltico de Evola tiene que ver

    con el papel que desempea en l la nocin de individuo. Si nos atenemos a

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    su crtica del liberalismo en tanto doctrina fundada en el individualismo y en

    una concepcin informe de la libertad crtica de corte completamente

    clsico entre los medios antiliberales estaramos obligados a concluir,

    evidentemente, que dicha nocin reviste parta l una resonancia negativa. Noobstante, si tomamos en cuenta su evolucin personal y si ponemos en

    perspectiva todo lo que escribi acerca de este tema, rpidamente nos

    percatamos de que dicha problemtica es mucho ms compleja en l de lo que

    parece.

    En los aos veinte, el joven Julius Evola haba comenzado, en efecto, a

    profesar un individualismo absoluto. Incluso redact en esta poca una obra

    importante, Teora y fenomenologa del Individuo absoluto, el cual da

    nacimiento finalmente a dos libros distintos57 de los que no vacila en decir que

    representan la exposicin sistemtica y definitiva de su doctrina58. En el

    individualismo profesado por Evola durante su perodo dadasta se siente,

    sobre todo, las influencia del idealismo alemn, del pensamiento de Nietzsche

    y del anarquismo individualista de Max Stirner. Evola se fija como finalidad

    enunciar una teora filosfica que se esforzara en llevar el idealismo hasta susconsecuencias ms extremas al expresar la exigencia de auto-afirmacin

    absoluta del individuo. Enseguida, dir adems que extrajo de la lectura de

    Nietzsche, sobre todo, la idea de una revuelta fundada en la afirmacin de los

    principios de una moral aristocrtica y en los valores del ser que se liberan de

    cualquier lazo y que son, para s mismos, su propia ley59 formulacin que

    no est exenta de ambigedad, ya que en la doctrina liberal el individuo

    tambin es considerado autosuficiente y, por ende, es para s mismo su

    propia ley. De hecho, el individuo absoluto es el que impone su propia

    voluntad como principio central y como rbitro de cualquier determinacin. Su

    voluntad est libre de cualquier constreimiento, de cualquier limitacin, y es

    libre en el doble sentido de arbitrario y de incondicionado; es sinnimo de

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    poder puro. El individuo absoluto ve, pues, la existencia como proceso

    continuado de afirmacin de s, siendo libre de cualquier tipo de contingencia y

    de determinacin. Hay en esta visin cierto carcter solipsista: el individuo

    nico y absoluto es, a final de cuentas y ante sus propios ojos, todo lo queexiste.

    La cuestin que es necesario saber es si el tipo de hombre que Evola

    propone en sus escritos polticos est muy alejado del individuo absoluto hacia

    el que tenda en los aos veinte, o si no existen algunas similitudes entre el

    individuo absoluto centro de poder y de voluntad, en quien la voluntad de ser

    y la voluntad de dominar son una y el hombre absolutamente soberano tal y

    como lo redefinir Evola en el marco de la visin tradicionalista.

    Es hacia principios de los aos treinta que Evola parece haber

    abandonado o modificado sus presupuestos individualistas. A partir de esa

    fecha, vuelve a tomar en cuenta la crtica que opona clsicamente el individuo

    y la persona , y denuncia un individualismo en el que ya no ver ms la

    esencia del liberalismo. Su individualismo, desde entonces, ya no fundar la

    actitud aristocrtica, sino la contradir directamente. No ser ms sinnimo desuperioridad individual, sino de universalismo igualitario y de disolucin social.

    Sin embargo, mientras que la crtica clsica del individualismo le opone

    regularmente entidades colectivas (pueblo, nacin, comunidades, etctera)

    desde una perspectiva resueltamente holista, al acusar al individualismo liberal

    de destruir el carcter eminentemente orgnico de dichas entidades, Evola

    emprende una va totalmente diferente. Bien entendida, hay all, como siempre

    en l, una gran coherencia: en la medida en que cualquier comunidad,

    cualquier grupo colectivo, adquiere para sus ojos un nivel naturalista inferior,

    una dimensin femenina de abajo, no hay problema para situar al pueblo, a

    la sociedad o a la nacin por encima del individuo. Es entonces en nombre de

    otra concepcin del individuo, la del individuo diferenciado, que Evola va a

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    combatir el individualismo liberal. Al individualismo que piensa al individuo

    como tomo indiferenciado, como elemento atmico, Evola opone una

    concepcin que, mediante diferenciaciones sucesivas, apunta hacia el ideal de

    la persona absoluta:

    Ser simplemente hombre es menos al hecho de ser hombreen una nacin y una sociedad determinadas, pero esto es, a suvez, menos respecto del hecho de ser una persona, cualidadque ya implica un plano que es ms que simplementenaturalista y social. A su vez, la persona constituye ungnero que se divide asimismo en grados, funciones ydignidades [...] de acuerdo con una estructura piramidal y encuya cima deberan aparecer los tipos ms o menos prximos ala persona absoluta es decir, aquel que presenta el ms altogrado de realizacin y constituye, a este respecto, la finalidad yel centro de gravedad natural de todo el conjunto60.

    El uso de la palabra persona, al que Evola opone el de individuo, no

    debe engaarnos. Mientras que la crtica antiliberal clsica da a este trmino

    una definicin que pone inmediatamente el acento en su dimensin social la

    persona en tanto sujeto concreto, inscrito y sometido en un contexto

    determinado, en oposicin al individuo como sujeto abstracto separado de suspertenencias Evola le confiere otra definicin. Para l, la persona no se define

    para nada por sus pertenencias, sino por el hecho de que est abierta hacia

    lo alto, es decir, que se adhiere a principios superiores. Ser persona, en esta

    acepcin, no es pertenecer a una sociedad o a una comunidad de tipo

    orgnico, sino formar parte de una lite. Ese es un punto esencial que

    frecuentemente se pierde de vista.

    Si tomamos la oposicin clsica trazada por Louis Dumont entre el

    individualismo y el holismo61, Evola para nada se sita del lado del holismo.

    Todas las doctrinas holistas sostienen que el hombre es indisociable de sus

    pertenencias, que no sabemos de qu hombre se habla ms que cuando se

    sabe tambin a qu colectividad pertenece. Aaden que la humanidad no est

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    compuesta de individuos, sino de conjuntos de individuos: pueblos,

    comunidades, culturas, etctera. Evola afirma, por el contrario, que la persona

    acabada est, de alguna manera, liberada de cualquier dimensin social,

    precisamente porque se ha deshecho de todo lo que es inferior. Noobstante, el liberalismo es tambin la doctrina segn la cual el hombre no es ni

    inmediata ni fundamentalmente social, lo que funda su concepcin de la

    libertad como el derecho individual para disponer libremente de s. Es por ello

    por lo que Enrico Ferri pudo afirmar que ante el individualismo igualitario Evola

    se limita a oponer una versin aristocrtica del individualismo, y agrega que

    las principales tesis fundantes del individualismo son, dehecho, compartidas por el tradicionalista Evola; la primera esque la naturaleza humana es individual y que la humanidad nose compone de conjuntos sociales sino de individuos62.

    El punto en comn entre el liberalismo y el pensamiento evoliano sera

    aqu que la sociedad no predomina ya sea sobre la persona o sobre el

    individuo. Otro punto en comn, que se desprende del anterior, es la misma

    hostilidad visceral hacia la idea de justicia social, incluso si sta se expresamejor a partir de premisas diferentes.

    Cualquier tesis social escribe Evola es una desviacin,solidaria con la tendencia al nivelamiento regresivo [...] aunqueel individualismo y el anarquismo, que lo hacen como reaccina esta tendencia, poseen indudablemente una razn de ser,un carcter menos degradante 63.

    Esta ltima observacin es significativa. Cuando Evola denuncia el

    universalismo poltico o el cosmopolitismo, no es tanto porque el universalismo

    desprecie las identidades colectivas sino debido a que la nocin de

    humanidad representa, para l, lo ms alejado del individuo tal y como lo

    concibe. El pueblo o la nacin, se ha dicho, valen ms para l que la

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    humanidad, pero slo en la medida en que representan niveles ms

    diferenciados. En cambio, se sitan muy por debajo de la lite aristocrtica,

    que es portadora de valores superiores a cualquier inters de la colectividad, y

    cuya funcin es acelerar el proceso que va de lo general a lo colectivo, y de locolectivo a lo individual [el subrayado es nuestro], direccin que es la de todo

    progreso verdadero64.

    La persona diferenciada, en otros trminos, prevalece sobre toda entidad

    colectiva o social, cualesquiera que sta sea. Christophe Boutin autor de una

    importante biografa dedicada a Julius Evola crey descubrir en este ltimo

    una profunda naturaleza de guerrero individualista65. Si es individualista lo

    es a la manera del individuo que se prueba a s mismo, con o sin razn, como

    alguien absolutamente superior a la masa. Para l, el individualismo es

    indisociable del elitismo, con todo lo que supone de horror al conformismo, de

    rechazo a ser como los otros actitud evidentemente susceptible de adquirir

    direcciones muy diferentes. Tal elitismo constituye el denominador comn de

    todos los perodos de su existencia. Durante toda su vida, Evola quiso

    distinguirse de una plebe respecto de la cual jams disimul su desprecio.El se distingui como dandy, como dadasta, como defensor del individuo

    absoluto, y despus como representante de una escuela tradicionalista que

    provey a su elitismo con poderosas justificaciones doctrinales. Su gusto por el

    esoterismo, por la magia, por la alquimia o por el hermetismo est en fuerte

    consonancia con su sentimiento de pertenecer a un nmero reducido (la

    Orden) y de ser l mismo una persona absoluta: por definicin, el

    esoterismo est dirigido a iniciados. Se podra decir que, desde este punto

    de vista, en Evola la voluntad (y el sentimiento) de no ser como los otros

    precedi, y no sigui, el enunciado de lo que justificaba dicha toma de

    distancia y de altura, es decir, la clara conciencia de las razones de tal actitud.

    Su oposicin radical al mundo circundante no dej de oscilar entre el rechazo y

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    la negacin, ya fuera en su juventud en nombre de la libertad incondicionada

    del individuo absoluto (el mundo exterior como si fuera inexistente o una pura

    limitacin del yo) o, en su perodo de madurez, en nombre de la metafsica de

    la historia que interpreta toda la historia acaecida como decadencia y devalaabsolutamente el perodo presente en tanto es final de un ciclo. Quizs es,

    adems, la mencionada tendencia al solipsismo con la que debemos

    relacionar lo que dice Evola a propsito de la impersonalidad activa.

    Mediante esta frmula Evola designa al hombre que ha superado su yo

    propiamente humano y que se eleva al nivel metafsico y lo hace de

    conformidad solamente con los principios. Resta saber cmo la

    impersonalidad activa puede ser todava lo que hace a una persona

    diferenciada. Las cosas se esclarecen si admitimos que la impersonalidad

    activa caracteriza ante todo al rey del mundo, quien gobierna el mundo a la

    manera en que la Estrella Polar gobierna el cielo: por la inmovilidad en la

    que parece derivar todo movimiento. Evola dice que el objetivo final de la

    existencia de la lite es hacer que aparezca el primero de los aristcratas 66,

    el Monarca, en quien se manifiesta algo de supra-personal y de nohumano67. Dicho Monarca es a la vez, en ciertos aspectos, el centro del

    mundo y el mundo para l solo soberana absoluta, libertad absoluta, poder

    absoluto.

    Estado orgnico o sociedad orgnica?

    Julius Evola frecuentemente califica el Estado al que aspira de Estado

    orgnico. As, afirma que cualquier Estado verdadero siempre tuvo cierto

    carcter de organicidad68. Y declara que la autntica estructura imperial

    podra definirse como un organismo compuesto de organismos69.

    Igualmente habla de una analoga natural que existe entre el ser individual y

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    ese gran organismo que es el Estado 70. Parece adoptar, as, el punto de vista

    de los tericos polticos del organicismo. La nocin misma de Estado

    orgnico tiene, sin embargo, algo de problemtico. Julius Evola es, en efecto

    adversario de cualquier forma de naturalismo; slo siente desconfianza detodo aquello que se encuentre en el orden de lo biolgico. La cuestin es

    saber, pues, cmo un riguroso anti-naturalismo puede conciliarse con su

    organicismo.

    El que la cualidad orgnica sea atribuida por Evola al Estado ya es

    revelador. Los tericos polticos del organicismo con la posible excepcin de

    Othmar Spann prcticamente jams hablan de Estado orgnico. Hablan

    ms bien de sociedad orgnica, de cultura orgnica, de comunidades

    orgnicas, etctera. Y el modelo al que se refieren es indudablemente un

    modelo que se toma prestado de las ciencias de la vida: una sociedad con

    buena salud es una sociedad en donde hay, en sus relaciones sociales, la

    misma flexibilidad que existe entre los rganos de un ser viviente.

    Evidentemente, se sobre entiende que si Evola prefiere hablar de Estado

    orgnico es porque, para l, el Estado es inconmensurablemente superior ala sociedad. Pero podra ser orgnico el mismo Estado? Para los tericos

    clsicos del organicismo la respuesta es, generalmente, negativa: slo la

    sociedad puede ser orgnica, precisamente porque un organismo se define

    como un todo que no podra reducirse o identificarse con alguna de sus partes,

    aunque fuera con la ms eminente. Una sociedad orgnica puede, claramente,

    tener instituciones que funcionen de tal manera que mantengan su carcter

    orgnico, pero dichas instituciones no podran calificarse de orgnicas: un

    Estado jams es solo un organismo. En la perspectiva organicista clsica, lo

    ms frecuente es que se amenace la mayor organicidad de la sociedad. Evola

    escribe que un Estado es orgnico cuando tiene un centro y cuando ese

    centro es una idea que modela eficazmente, por su propia virtud, sus diversas

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    partes71. Por el contrario, para el organicismo clsico, una sociedad tiene

    menos necesidad de un centro en la medida en que es precisamente

    orgnica, pues lo que define la organicidad del cuerpo social no es su

    dependencia respecto de un centro (la cabeza), sino ms bien de lacomplementariedad de todas las partes.

    El organicismo de Evola es, pues, muy distinto del organicismo clsico.

    Este ltimo, que frecuentemente se encuentra ligado a las doctrinas holistas,

    sistemticamente tiende a desvalorizar al Estado y a las instituciones estatales,

    a las que considera como intrnsecamente mecanicistas, y le asigna un

    papel principal a las colectividades de base y al pueblo. Entre los tericos del

    organicismo, la organicidad siempre se encuentra asociada con lo que est

    abajo y con lo que es espontneo. Su crtica, en general, consiste en

    oponer a una concepcin mecnica, racionalista, abstracta, incluso

    excesivamente apolnea de la existencia social, las prerrogativas de lo

    viviente, de lo sensible, de lo carnal que se manifiestan en el espritu dionisiaco

    y en el alma del pueblo. Sin embargo, es precisamente el camino inverso el

    que adopta Evola, pues para l son el alma, lo sensible, el pueblo, lo colectivolos que remiten sistemticamente a las dimensiones ms inferiores de la

    existencia. Evola llega incluso a decir que la idea orgnica tiene por

    contrapartida una forma que moldea desde lo alto72. Y esto es justamente lo

    que recriminan los tericos del organicismo clsico: para ellos, la organicidad

    es un dato real, presente desde el inicio; no podra resultar de un impulso

    desde lo alto, pues, por el contrario, slo lo debilitara. En la medida en que

    implica una desconexin radical de lo orgnico y de lo biolgico, el alcance

    exacto de un organicismo de lo alto queda an por establecerse. Se puede

    hablar de organicismo en una sociedad que, lejos de ser un fin, solamente

    es un medio para que aparezca una lite que por s misma tiende a la

    persona absoluta?

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    Puede un Estado verdadero, que desea liberarse de cualquier

    condicionamiento naturalista, ser verdaderamente orgnico? Puede la

    organicidad, a final de cuentas, ser resultado de la autoridad, del poder y de la

    voluntad? Acerca de este punto, la experiencia histrica invita, al menos, a laprudencia. Efectivamente, en el curso de la historia, cada vez que un Estado se

    ha afirmado como titular de un poder soberano absoluto, la organicidad de lo

    social no aument sino decreci. El caso de Francia es, a este respecto, muy

    ilustrativo. Evola justamente not que, en su voluntad de liberarse de la

    autoridad del papa y del emperador, el poder real se escindi en Francia de

    cualquier principio espiritual superior. Empero, tampoco es menos cierto que

    Francia constituy el modelo ms acabado de creacin de una nacin por el

    Estado. No obstante, tambin es el pas donde la autoridad soberana del

    Estado definida desde Juan Bodino como indivisible e inalienable

    empobreci ms la organicidad social y destruy las autonomas locales,

    mientras que las libertades siempre se han preservado mejor all donde, por el

    contrario, el pueblo o la nacin han creado el Estado. El modelo contrario, el

    del Imperio, al que Evola ha consagrado algunas de sus mejores pginas, lo estodo, por decirlo de alguna manera.

    El Imperio romano-germnico respet indudablemente mejor la

    organicidad de la sociedad que el Estado-nacin. Pero la respet mejor en la

    medida en que su poder era no absoluto e incondicionado sino, por el

    contrario, relativamente dbil, y donde la soberana era compartida o repartida

    y el poder se preocupaba menos de imponer su forma a las diferentes

    colectividades locales que de respetar lo ms posible su autonoma. El

    principio mismo de cualquier construccin imperial es, en efecto, el principio de

    subsidiaridad. No podemos olvidar que dicho principio implica dejar en la base

    el mximo de poder posible y no hacer que remonte hacia lo alto ms que la

    parte de autoridad y decisin que no pueda ejercerse all.

  • 7/31/2019 Julius Evola Reaccionario Radical

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    Entre la monarqua y la Revolucin Conservadora

    Julius Evola siempre se consider representante de la verdadera Derecha, a

    la que defina como la guardiana de la idea del verdadero Estado y como la

    familia del pensamiento que supo hacer suyos los valores polticos

    jerrquicos, cualitativos, aristocrticos y tradicionales73. Hay que entender

    con ello una Derecha que no solamente rechaza la Revolucin de 1789 y sus

    secuelas, sino que se esfuerza por mantener vivo un conjunto de principios, de

    actitudes mentales y de valores espirituales caractersticos de una concepcin

    metafsica de la existencia derivada de la Tradicin Primordial. De cualquier manera, esta definicin permanece ambigua, no solamente en razn de la

    polisemia de la palabra Derecha ha habido en la historia muchas derechas

    diferentes, y cada una se considera a s misma como la nica autntica sino

    porque, en muchos aspectos, la divisin izquierda-derecha parece hoy cada

    vez ms relativa; pero tambin por el hecho mismo de la originalidad extrema

    del pensamiento evoliano que parece ser irreductible a cualquier familia

    poltica instituida.

    Determinar y calificar con exactitud la posicin poltica de Evola es, de

    hecho, ms difcil de lo que parece. Muchas cosas, comenzando por su crtica a

    la democracia y su toma de posicin en favor de una forma de autoridad

    trascendente y absoluta lo aproximan, a primera vista, a la corriente

    monrquica y contrarrevolucionaria. l mismo se declar en numerosas

    ocasiones partidario de la monarqua. Se puede afirmar, con slidas razones

    escribe, por ejemplo que una verdadera Derecha sin monarqua est

    privada de su centro de gravedad y de su fijacin natural74. Y tambin: Nos

    resulta difcil concebir una verdadera Derecha sin una monarqua75. Sin

    embargo, su anti-cristianismo, su apologa de las sociedades de hombres,

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    su predileccin por las doctrinas esotricas y orientales, su condena a la

    poltica de los reyes de Francia, e incluso la manera en que haca que fueran

    rigurosamente a la par monarquismo y aristocratismo76, difcilmente pueden

    ser aceptadas (y de hecho frecuentemente han sido rechazadas) por losmedios realistas y contrarrevolucionarios. l mismo jams habra suscrito la

    opinin de Louis de Bonald de acuerdo con la cual el hombre no existe ms

    que para la sociedad, y la sociedad slo lo forma para ella77.

    Su crtica a los reinos nacionales y al Estado-nacin lo aleja tambin de la

    familia nacionalista. E inversamente, su concepcin absolutista de la soberana

    contradice de golpe las ideas federalistas segn las cuales es desde abajo

    de donde debe provenir la voluntad de federar las autonomas locales. Su

    pensamiento, finalmente, parece inconciliable con el ecologismo integral que

    se pronuncia por un retorno a la Tierra-Madre y rehsa dejar al hombre que

    imponga, sin reservas, su forma al medio, ideas en las que slo habra

    podido ver, ciertamente, nuevas manifestaciones del espritu naturalista y

    femenino78.

    A veces se le ha presentado como el representante italiano ms eminentede la vasta corriente del pensamiento poltico alemn de los aos veinte y

    treinta a la que se le ha dado el nombre de Revolucin Conservadora. Esto

    no es falso del todo, y es cierto que l mismo se senta prximo con al menos

    algunos de los representantes de dicha corriente. Se sabe adems que,

    durante gran parte de su vida, Evola se volvi hacia Alemania no solamente

    porque su doctrina lo conduca naturalmente hacia la Luz del Norte, sino

    tambin porque esperaba encontrar en aquel pas, cuya lengua hablaba

    perfectamente, un reconocimiento que, antes de la ltima guerra mundial, casi

    no haba podido encontrar en el suyo. No obstante, la etiqueta de

    revolucionario conservador no le sienta ms que imperfectamente. Los

    medios vlkisch, que fueron los primeros en interesarse por l en razn de

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    del mundo apelaba a conceptos metafsicos tradicionales demasiado

    alejados de la mentalidad neoconservadora germnica, imbuida ampliamente

    por la herencia romntica. La nocin de Imperio (Reich) as como la tica

    prusiana ocupan, ciertamente, un gran lugar dentro de las preocupaciones delos jvenes conservadores, quienes siempre estuvieron interesados en la

    dimensin histrica de los problemas polticos, y entre quienes el elemento

    aristocrtico, adems, estaba bien representado. El inters de Evola por la

    Tradicin Primordial, por la espiritualidad olmpica e, incluso, por el

    esoterismo les resultaba, en cambio, muy ajeno. En la mayora de ellos, la

    nocin de Volk conservaba, desde Herder, una carga eminentemente positiva

    y, siguiendo la tradicin germnica, les pareca extravagante colocar como

    era el caso en la antropologa tradicional en la que se afincaba Evola al

    espritu, del que sospechaban que transmita una concepcin abstracta y

    racionalista de la existencia, por encima del alma, a la que vean, por el

    contrario, como la depositaria privilegiada de la autenticidad del pueblo81.

    La crtica que Evola hace de la tcnica podra aproximarlo a Heidegger,

    pero su metafsica es inconciliable con la ontologa heideggeriana, a la queadems denuncia como carente totalmente de matices en Mscara y rostro del

    espiritualismo contemporneo. Su crtica a la obsesin economicista as como

    la importancia central que le atribuye al Estado (al que vuelve el gran kat-

    echon, el gran desacelerador de la decadencia) podra situarlo incluso en

    vecindad con Carl Schmitt, pero su rechazo a reconocer la autonoma de lo

    poltico, as como su indiferencia hacia las cuestiones constitucionales, su

    insistencia en el carcter tico de la soberana y la manera en que sostiene

    que la significacin original del Estado remite a una formacin

    sobrenatural82, lo alejan completamente de l. Est igualmente alejado del

    primer Jnger a pesar del justificado inters que mostr hacia El

    trabajador 83 en razn de la predileccin que le confera a la tcnica, pero

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    tambin del segundo Jnger, debido a sus preocupaciones naturalistas.

    En cuanto a Spengler, Evola mismo tuvo la ocasin de explicar, en el prefacio a

    la primera edicin italiana de La decadencia de Occidente de la que fue su

    traductor en qu difera su propia teora de los ciclos de la aproximacinspengleriana mediante la morfologa de las culturas84. En suma, no hay

    ningn autor de la Revolucin Conservadora con el que pudiera identificrsele

    verdaderamente y ni siquiera comparrsele.

    Fascismo y nacionalsocialismo

    Sus relaciones con el fascismo y el nacionalsocialismo son an mscomplejas. No es ste el lugar adecuado para examinar a detalle lo que fue la

    vida de Julius Evola durante el Ventennio mussoliniano, ni la evolucin de sus

    ideas durante este perodo. l mismo lo explic ampliamente en las ediciones

    sucesivas de su libro sobre el fascismo 85, as como en su autobiografa.

    Solamente es preciso recordar que hacia 1928 fue, al menos, amigo del

    ministro Giuseppe Bottai, y con mayor duracin lo fue de Giovanni Preziosi,

    quien le abri las columnas de su revista La Vita italiana, as como de Roberto

    Farinacci, quien le permiti disponer dos veces al mes a partir de 1934 de

    una pgina especial (Diorama Filosfico) en el diario Il Regime fascista.

    Adems, se encontr con Mussolini dos o tres veces durante la guerra 86.

    Evola lanza en febrero de 1930 una revista titulada La Torre, que, criticada

    duramente por algunos medios oficiales, debi dejar de aparecer el 15 de junio

    del mismo ao, despus de haber publicado solamente diez nmeros 87. En el

    quinto nmero, fechado el 1 de abril, escriba:

    No somos ni fascistas ni antifascistas. El antifascismono es nada. Para nosotros, [...] enemigos irreductibles decualquier ideologa plebeya, de cualquier ideologanacionalista, de cualquier intriga y de cualquier espritu departido [...] el fascismo es demasiado poco. Quisiramos un

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    fascismo ms radical, ms intrpido, un fascismoverdaderamente absoluto, hecho de fuerza pura, inaccesible acualquier compromiso.

    Sera un grave contrasentido interpretar estas lneas, que son citadas con

    frecuencia88, como la prueba de que Evola habra deseado un fascismo ms

    extremista, ms fascista incluso de lo que fue. El fascismo verdaderamente

    absoluto del que hablaba Evola era de hecho un fascismo que habra hecho

    suyos los principios absolutos de la Tradicin, es decir, un fascismo que habra

    sido, simultneamente, ms radical y... menos fascista. Dicho

    superfascismo habra sido en realidad un suprafascismo. Esto es lo que

    aparece claramente en la declaracin que Evola hara en su proceso en 1951:He defendido, y defiendo, ideas fascistas, no tanto porquefueran fascistas, sino en la medida en que recogan unatradicin superior y anterior al fascismo, de la que heredan laconcepcin jerrquica, aristocrtica y tradicional del Estado concepcin que tena un carcter universal y que se mantuvoen Europa hasta la irrupcin de la revolucin francesa. Enrealidad, las posiciones que he defendido y que defiendo comohombre [...] no deben ser llamadas fascistas sinotradicionales y contrarrevolucionarias89.

    A lo que se adhiere Evola es a una concepcin del mundo superior y

    anterior al fascismo, una concepcin de Antiguo Rgimen, que tiene un

    carcter universal y a la que, segn l, el fascismo se habra adherido

    parcialmente. Lo que lo lleva precisamente a decir que l no apreciaba del

    fascismo lo que no fuera especficamente fascista o si se prefiere, que

    rechazaba lo que haba de ms especficamente fascista en el fascismo.

    Cuando leemos el libro que Evola consagr al fascismo y al

    nacionalsocialismo, comprobaremos adems que las censuras que dirige a

    ambos regmenes poltico no son menores. Del fascismo critica la retrica

    nacionalista, la idea del partido nico, la tendencia bonapartista y

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    prueba no de una oposicin de principio, (el antifascismo no es nada), sino

    ms bien como una voluntad o un deseo por rectificar lo que le parecan

    errores o insuficiencias graves. O para decirlo de otra manera, puesto que

    Evola jams fue fascista ni nacionalsocialista en el sentido estricto del trmino,tampoco tuvo el sentimiento de que, habidas todas las cuentas, dichos

    regmenes valan al menos ms que sus adversarios, y que sus numerosos

    defectos podan ser corregidos. Un sentimiento tal puede sorprender, pues

    cuando se ve todo lo que Evola recrimina al fascismo y al nacionalsocialismo, a

    veces nos preguntamos que queda an que sea susceptible de suscitar su

    simpata. Es, pues, acerca de este sentimiento sobre el que hay que

    cuestionarse.

    No hay duda de que aquello en lo que Evola da crdito por principio al

    fascismo y al nacionalsocialismo es por su marcado anti-iluminismo y su

    anti-democratismo. Fascismo y nacionalsocialismo representan, para l,

    fundamentalmente una reaccin en contra de las ideas de 1789, incluso si la

    forma dada a esta reaccin fue de las ms criticables ya que encuentra en

    ellas la presencia persistente de rasgos tpicamente democrticos a pesar de que aprecia que dicha reaccin era, en el inicio, saludable. Evola llega a la

    doble conclusin del parentesco de fondo del fascismo y el nacionalsocialismo,

    y de la posibilidad de rectificarlos en un sentido ms tradicional

    reorientndolos a sus propios orgenes. El hecho de que ambos regmenes

    hayan combatido a los mismos adversarios que l a las democracias

    liberales, a los socialistas y a los comunistas confirmaba evidentemente la

    naturaleza de esta opinin. Lo que la historiografa contempornea ha

    permitido establecer a propsito del fascismo y del nacionalsocialismo

    conduce, sin embargo, a preguntarnos si no se equivoc trgicamente Julius

    Evola en su apreciacin. No es para nada evidente, en efecto, que los

    regmenes fascista y nacionalsocialista hayan pertenecido al mismo mundo,

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    y es menos evidente an que se hayan inscrito en el universo espiritual de

    Evola, es decir, en esa tradicin superior y anterior, de carcter universal,

    que habra transmitido desde siempre la concepcin jerrquica, aristocrtica y

    tradicional del Estado que se mantuvo en Europa hasta la revolucinfrancesa. El carcter totalitario del nacionalsocialismo hoy no podra ser

    seriamente cuestionado, mientras que el fascismo es clasificado generalmente

    entre los regmenes autoritarios. Desde Renzo De Felice hasta Ernst Nolte, las

    diferencias de inspiracin ideolgica de ambos regmenes han sido, adems,

    frecuentemente enfatizadas. Revelador a este respecto es el hecho de que,

    para Evola, el mrito principal del fascismo fue haber afirmado la

    preeminencia del Estado sobre el pueblo y la nacin, mientras que esto es lo

    que precisamente ms le recriminaban los tericos nacionalsocialistas. El

    parentesco del rgimen nacionalsocialista con el rgimen bolchevique, que es

    sin duda la forma poltica que ms repugnaba a Julius Evola, es hoy da cada

    vez ms reconocido, como lo atestiguan los trabajos de Hannah Arendt,

    Raymond Aron, Franois Furet o Stphane Courtois, por solo citar a ellos.

    Finalmente, el vnculo profundo de los dos regmenes con esa modernidadque Evola rechazaba con todas sus fuerzas, tambin ha sido puesto a la luz en

    numerosas ocasiones. Detrs de una retrica a veces arcaizante, fascismo y

    nacionalsocialismo constituyeron fenmenos resueltamente modernos que,

    como tales, conferan una importancia central al desarrollo cientfico, tcnico e

    industrial, al tiempo que conferan un lugar preponderante a la movilizacin

    poltica de las masas. Mussolini lo haba declarado adems con claridad:

    Las negaciones fascistas del socialismo, de la democracia, delliberalismo, no deben [...] hacer creer que el fascismo quierallevar al mundo a lo que era antes de 1789, fecha que esconsiderada como el ao inaugural del siglo demo-liberal. Nose puede ir hacia atrs. La doctrina fascista no escogi a deMaistre como profeta93.

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    Caracterstico de tal equvoco es la atencin que, en el interior del III

    Reich, Evola prest a las SS, muy probablemente porque estos se presentaban

    como una Orden y a que la nocin de Orden desempeaba, como lo hemos

    visto, un papel central en su pensamiento poltico. Evola tuvo adems laoportunidad, en 1938, de realizar, para la revista de Preziosi, un reportaje

    acerca de los clebres Ordensburgen nacionalsocialistas94; pero tras una

    misma palabra pueden esconderse realidades muy distintas. Aunque Himmler

    poda estar personalmente fascinado por los caballeros teutnicos y por el

    recuerdo de los antiguos germanos, su concepcin del mundo no era menos

    que las antpodas del de Evola. Los SS no fueron para nada concebidos como

    una sociedad de hombres, como una lite definida por una solidaridad

    exclusivamente viril tendiente a la persona absoluta: cada uno de sus

    miembros estaba destinado, al contrario, a fundar un hogar que se inscribira

    en una lnea hereditaria. Mucho ms an que el propio partido nazi, los SS

    hacan del materialismo biolgico el centro mismo de su visin del mundo95.

    Evola probablemente no capt en toda su magnitud la voluntad del fascismo y

    del nacionalsocialismo de luchar contra las ideologas que l mismo combata,no solamente con los medios modernos, sino igualmente en nombre de otra

    forma de modernidad, de all la ambigedad de su posicin. Apreciaba en el

    fascismo aquello que no era especficamente fascista sino tradicional,

    creyendo que era posible rectificar el fascismo llevndolo a abandonar lo

    que le perteneca con toda propiedad subestimando as la importancia de lo

    que, en el propio fascismo, haca que fuera eso y no otra cosa. Philippe Baillet

    se refiri, a propsito de esto, de sobrestimacin de las potencialidades

    reaccionarias del fascismo y del nacionalsocialismo, y por cuya causa

    [Evola] pasa de lado lo que fundaba propiamente a ambos regmenes y les

    confera su especificidad96. La cuestin que se puede plantear es saber si el

    fascismo rectificado, tal y como lo deseaba Evola, habra tenido todava algo

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    que ver con el fascismo.

    La influencia poltica de Evola

    La influencia propiamente poltica de Julius Evola no comenz a dejarse sentir

    ms que despus de la Segunda Guerra mundial, especialmente despus de

    la publicacin de Orientaciones y de Los hombres y las ruinas. Es igualmente a

    partir de los aos cincuenta cuando sus adversarios comenzaron a ver en l,

    de manera excesivamente sumaria, a un doctrinario fascista, mientras que

    casi no haba sido reconocido como tal bajo el fascismo realmente existente.

    Esta influencia poltica se ejerci evidentemente primero en Italia, antes demanifestarse en Francia en los inicios de los aos setenta, despus en Espaa,

    en Amrica Latina, en Alemania y en los pases del Este. No hay duda de que

    el pensamiento poltico evoliano sedujo sobre todo a las corrientes

    emparentadas directa o indirectamente con la derecha radical. Los grupos que

    pugnaban por una derecha revolucionaria encontraron en su obra una

    coherencia doctrinal insuperable, as como las palabras de orden de una

    radicalidad crtica apropiadas para consolidar sus posiciones.

    Otros grupos, simpatizantes de un fascismo extremo, partidarios incluso

    a veces del nacionalsocialismo, igualmente tomaron en cuenta algunas de sus

    ideas, pasando por alto las crticas extremadamente duras que haba vertido

    sobre el rgimen hitleriano. Pero la influencia poltica de Evola no se limit a

    estos medios. Los monrquicos igualmente sacaron provecho de sus mltiples

    argumentos en favor del sistema monrquico. Los individualistas radicales se

    apoyaron en su pensamiento para justificar su desprecio narcisista por la

    plebe y su repugnancia por el mundo moderno. Los jvenes militantes de los

    partidos clsicos de derecha encontraron en sus libros cmo alimentar la

    intransigencia a la que sus propios dirigentes no respondan. E incluso ciertos

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    catlicos tradicionalistas se pudieron inspirar en su apologa de la Tradicin,

    tal y como lo atestigua Fausto Gianfranceschi, para quien, a pesar de las

    crticas dirigidas por Evola y que menospreciaban el cristianismo,

    sus obras, paradjicamente, lograban entre aquellos denosotros que ramos [catlicos] reforzar la conviccin de quela filosofa perenne de la Iglesia era la nica forma depensamiento viviente o institucionalizado capaz de dictar lasreglas de accin y de juicio para aquello que no se dejabanatrapar por las ideologas materialistas97.

    Dicha diversidad resulta tambin muy significativa.

    Si Evola sedujo a la derecha radical fue debido, en primer lugar

    evidentemente, a su propia radicalidad ideolgica, a su crtica sin compromiso

    hacia el mundo actual, as como a su capacidad para oponer a la modernidad

    triunfante una serie de negaciones abruptas, que en l son la contraparte de un

    conjunto de afirmaciones soberanas. Pero la predileccin de la que goz en

    esos medios no siempre estuvo exenta de ambigedad. La derecha radical,

    por ejemplo, siempre se declar de buen grado ms revolucionaria que

    reaccionaria; ese no es el caso de Evola. l ciertamente lleg a escribir enreferencia implcita a la Revolucin Conservadora alemana que en relacin

    a todo lo que hoy da forma la civilizacin y la sociedad modernas,

    efectivamente se puede decir que nada es tan revolucionario como la

    Tradicin98. Por regla general, sin embargo, ms bien se muestra reticente a

    utilizar este trmino, y frecuentemente se pone en guardia contra el alma

    secreta de la palabra revolucin, mientras que constantemente recriminaba

    a la Derecha por no atreverse a afirmarse rotundamente reaccionaria

    aunque podra decirse que su pensamiento, fundado en la idea jerrquica

    integral, expresa ante todo una forma particular de radicalidad reaccionaria.

    Por lo mismo, la derecha radical admir ms el fascismo de la Repblica

    Social que el fascismo clsico de antes de 1943. Sin embargo, all tambin

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    Evola profesaba una opinin contraria. A pesar de su admiracin por el

    aspecto combatiente y legionario99 de la Repblica Social, el vuelco

    republicano del fascismo de Sal, considerado por algunos como un

    retorno a las fuentes iniciales del movimiento, representaba para l unaregresin involutiva: Desde nuestro punto de vista escribe no hay nada a

    este respecto que pueda sacarse de la Repblica Social 100.

    La derecha radical, finalmente, con frecuencia manifest una simpata ms

    o menos explcita hacia no importa qu forma de radicalidad, ya fuera de

    izquierda o de extrema izquierda. Esta derecha, de forma general, tiende a

    identificarse con el pueblo, a proclamar un socialismo nacional, a

    colocarse a la izquierda de la derecha, y a veces se declara ms prxima de

    un revolucionario de izquierda, bolchevique (o nacional-bolchevique), que

    de un burgus. Evola, de quien de paso hay que sealar que raramente se

    desentiende de quienes se proclaman sus seguidores, jams adopt ninguna

    de estas actitudes ni sostuvo ninguna de estas opiniones. Su desconfianza

    respecto del pueblo, su rechazo explcito a lo que llamaba el ideal social,

    y su extrema hostilidad hacia el bolchevismo se lo impedan de maneraabsoluta. Ciertamente l sostena un punto de vista netamente anti-burgus,

    pero lo haca para enfatizar que la burguesa poda ser refutada tanto por lo

    alto como por lo bajo, pero agregaba que el anti-burguesismo de izquierda,

    obrero o socialista, deba ser rechazado porque llevaba an ms abajo.

    Para Evola, todo dependa, a fin de cuentas, en nombre de qu se declaraba

    desear combatir a la burguesa.

    Para l, el anti-burguesismo era aceptable, e incluso necesario, si apelaba

    a una concepcin superior, heroica y aristocrtica de la existencia101, pero

    no lo era en nombre de cualquier ideal. Asimismo, aunque haya llegado a

    fustigar al americanismo o al liberalismo por su poder disolvente superior al

    del comunismo102 no hay duda de que el bolchevismo representaba para l

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    algo peor que el liberalismo burgus, precisamente porque corresponda, en

    su sistema, a un agravamiento, a un punto terminal (la noche respecto del

    crepsculo). Este es todava un punto sobre el que su pensamiento se

    separa de la derecha radical o revolucionaria, para la cual, el reino delliberalismo burgus es an peor, ms destructivo y descompone mucho ms

    que lo que el comunismo jams haya hecho.

    Retorno a la apoliteia

    Las ltimas lneas de Los hombres y las ruinas contienen una interrogacin

    anloga a la que ya figuraba a manera de conclusin en Orientaciones:Queda por ver cuntos hombres permanecen todava de pie entre las ruinas.

    Implcitamente, tal interrogante vuelve a suscitar la cuestin de la posibilidad

    misma de una accin poltica que se inspirase en principios tradicionales. El

    mismo Evola no vacila en responder de manera negativa. Desde 1961, en

    Cabalgar el tigre, subrayaba ya la imposibilidad de obrar de manera positiva

    en el sentido de un retorno real y general al sistema normal y tradicional103.

    En su autobiografa, aparecida en 1963, afirmaba su

    conviccin de que nada puede hacerse para provocar unamodificacin importante de esta situacin, para hacer que losprocesos tomen posteriormente despus de los ltimoshundimientos un curso irreparable [...] No existe nada, en eldominio poltico y social, que verdaderamente amerite unaadhesin total y un compromiso profundo104.

    Un ao mas tarde, en la primera edicin de El fascismo visto desde la derecha ,

    declaraba: Hay que decir que hoy da no existe, en Italia, una Derecha digna

    de este nombre 105. Finalmente, poco tiempo antes de su muerte, en la

    segunda edicin de El camino del cinabrio, escriba:

    Fuera de la adhesin de los representantes de las jvenesgeneraciones, atrados por los fundamentos que las doctrinas

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    tradicionales ofrecen a una orientacin de Derecha, no haypersonas cualificadas que, al llegar a la madurez en el terrenode los estudios y partiendo de las posiciones que he defendidoo que hice conocer vayan ms all mediante desarrollospersonales serios, metdicos y meditados [...] tales personas

    son prcticamente inexistentes 106.

    Y es precisamente porque estaba convencido de que nada poda ser

    logrado en el dominio de los fines externos que Evola publica, en 1961,

    Cabalgar el tigre, obra en la que se esfuerza en sealar de nuevo

    orientaciones existenciales, pero esta vez desde una perspectiva

    estrictamente individual. Sin modificar para nada sus principios, en este libro

    Julius Evola abandona radicalmente cualquier perspectiva poltica y aduce quees posible hacerlo en el fuero interno.

    Hemos hecho alusin escribe [...] al exiguo nmero deaquellos que, hoy, sea por su temperamento o por su vocacin,todava creen, a pesar de todo, en la posibilidad de una accinpoltica rectificadora. Es para guiar la orientacin ideolgica deellos que escribimos hace algunos aos Los hombres y lasruinas. Pero en razn de las experiencias que hemos tenidodespus, slo podemos reconocer abiertamente que las

    condiciones necesarias para llegar a un resultado cualquiera,apreciable y concreto, en una lucha de esta tipo, estnactualmente canceladas [...] La nica norma valiosa que dichohombre [el que se mantiene fiel a la Tradicin] puede extraer de un balance objetivo de la situacin, es la ausencia deinters y el desapego respecto de todo aquello que hoy espoltico. Su principio sera, pues, lo que en la antigedad sellam apoliteia107.

    Nada podra completarse en el terreno poltico; sera mejor tomar distancia

    y refugiarse en la apoliteia, es decir, alejarse. Evola invita, pues, a los

    hombres diferenciados, a aquellos que se sienten absolutamente fuera de

    la sociedad, a abandonar cualquier finalidad positiva externa, que se ha

    vuelto irrealizable en una poca de disolucin como la nuestra108, para

    concentrarse en el actuar sin actuar, en la construccin y el

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    perfeccionamiento de s mismo, en la conquista de una posicin espiritual

    inexpugnable, de una patria interior que ningn enemigo jams podr ocupar

    ni destruir109. Esta posicin no deja de recordarnos la del Anarca de Ernst

    Jnger, pero que no puede confundirse para nada con ella. Consideraobsoleta cualquier esperanza poltica y desalienta cualquier veleidad de la

    accin en la vida publica: Nada puede hacerse 110 .

    Parecera que Evola se hubiera encerrado dentro de un largo parntesis,

    para continuar con ciertas actitudes rectificadas en su itinerario interior. Es lo

    que l mismo dir al recordar Cabalgar el tigre, y consignar en su

    autobiografa:

    Un ciclo se cierra con este libro; en cierto sentido, he vuelto alas posiciones de partida hacia las que haba sentido, a vecesinconscientemente, un impulso profundo durante mi primera

    juventud que me condujeron a la negacin radical de losvalores existentes en el mundo 111 .

    El repliegue hacia el fuero interno conduce, en efecto, a la poca del

    Individuo absoluto, de este individuo solitario que, al no querer depender de

    nada externo a l mismo, y al ver necesariamente al Otro como una privacin,

    una alteracin o una deficiencia contaminante, ha llegado a la negacin

    radical del mundo existente.

    Cules son las razones de la imposibilidad de una poltica tradicional?

    Evola habla de razones estrictamente coyunturales: son las circunstancias del

    momento las que impiden la puesta en accin concreta de cualquier principio

    poltico verdadero. Debido a las circunstancias, aparentemente vinculadas alestado de degradacin o de disolucin del mundo exterior, resulta legtimo

    concluir que hay una relacin directa entre el hecho de que no se pueda hacer

    nada en el plano poltico y ese otro hecho segn el cual, en la concepcin

    tradicional de la historia que es la de Evola el momento actual

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    corresponde a un final de ciclo, a una fase crepuscular, terminal, identificada

    frecuentemente con el Kali-yuga de los indios o con la era del lobo de la

    tradicin nrdica.

    Pero es claro que la idea de final de ciclo posee, por s misma, algo deparalizante o incapacitante. Si se vive en un final de ciclo y nada puede impedir

    que dicho ciclo llegue a su trmino, dnde puede residir la libertad

    fundamental de movimiento, si no es en el fuero interno? Esto lo haba

    comprendido bien Alain Danilou, quien escribi: En un mundo que se

    encamina a su prdida de acuerdo con la teora de los ciclos slo existe la

    salvacin individual112 . Ante tal perspectiva, no existe ninguna paradoja, en

    efecto, en promover una accin poltica cualquiera, ya que la finalizacin del

    ciclo actual y el surgimiento de uno nuevo es resultado no de la accin de

    los hombres sino de las leyes absolutas de la metafsica. La accin poltica

    supone la esperanza de llegar a un fin. Sin embargo, qu fin se le puede

    asignar a un mundo que est en vas de llegar a su final? La accin poltica

    implica tambin, por definicin, la reversibilidad de situaciones juzgadas

    indeseables. No obstante, desde el punto de vista de la teora de los ciclos, lacrisis del mundo moderno se caracteriza por su irreversibilidad. Cuando Evola

    declara que la batalla est materialmente perdida, comprendemos sin

    trabajo que no lo puede estar espiritualmente. Pero qu sentido poltico dar a

    esta propuesta?

    Evola escribe, sin embargo, que son los hombres, en tanto

    verdaderamente hombres, los que hacen y deshacen la historia 113. Pero

    tambin dice que la historia es una entidad misteriosa que no existe, que

    no es ms que un mito que debe combatirse: pensar en trminos de

    historia es absurdo. Finalmente, denuncia cualquier historicismo, y llega a

    escribir incluso que cuando se ha rechazado el historicismo, el pasado deja

    de ser algo que mecnicamente determina el presente 114 . Jean-Paul Lippi

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    forma evidente de historicismo, al reconocer en Marx el mrito de haber

    intentado definir una direccin general de la marcha de la historia en funcin

    de fases muy precisas