estudio biblico llamado a orar
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LA GUERRA DEL REINO: LA ORACION, LA GUERRA ESPIRITUAL Y EL
MINISTERIO DE LOS ANGELES
LECCION 1 DESCUBRA LA ORACION
NUESTRO LLAMADO A ORAR
Hay muchas razones por las cuales orar y muchas ocasiones en las que
necesitamos oración. Investíguelas en los siguientes pasajes considerando el
tema de la oración. Vea las razones que se dan para orar. ¿Quién nos enseñó
a orar? ¿Qué beneficios obtenemos al orar? ¿Se nos manda orar? ¿Qué lugar
ocupan la humildad y la sumisión entre las razones por las cuales oramos?
Lucas 18.1–8. 1También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de
orar siempre, y no desmayar, 2diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni
temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3Había también en aquella ciudad una
viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4Y él no
quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni
temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5sin embargo, porque esta viuda me
es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la
paciencia. 6Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7¿Y acaso Dios no
hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en
responderles? 8Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo
del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
18.1 Insistir en nuestras oraciones hasta obtener respuesta no significa una
repetición sin fin, ni estar en reuniones de oración prolongadas y tediosas. La
oración perseverante implica ser constantes en nuestras peticiones delante
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de Dios, como si viviéramos por Él de día en día, con la certeza de que
responderá. Cuando vivimos por fe, no debemos rendirnos. Dios puede
demorar su respuesta, pero siempre tendrá buenas razones y no debemos
confundirlas con negligencia de su parte. Al persistir en la oración, crecemos
en carácter, fe y esperanza.
18.3 Las viudas y los huérfanos formaban la parte más vulnerable del pueblo
de Dios y tanto los profetas del Antiguo Testamento como los apóstoles del
Nuevo Testamento insistieron que debían atenderse como era debido.
Véanse, por ejemplo, Éxodo 22.22–24; Isaías 1.17; 1 Timoteo 5.3; Santiago
1.27.
18.6,7 Si los jueces malos ceden ante las presiones constantes, cuánto más
un Dios grande y amoroso nos responderá. Si hemos sentido su amor,
podemos creer que Él responderá nuestros ruegos.
Lucas 21.36. 36Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por
dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie
delante del Hijo del Hombre.
21.36 Solo pocos días después que dijera a los discípulos que oraran para que
fueran dignos de escapar de la persecución, Jesús mismo pidió a Dios que si
era posible pasara por alto las agonías de la cruz (Lucas 22.41, 42). No es
normal querer sufrir, pero como seguidores de Cristo, estamos dispuestos a
sufrir si al hacerlo contribuimos en la edificación del Reino de Dios. Tenemos
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dos promesas maravillosas que pueden ayudarnos cuando sufrimos: Dios
siempre estará con nosotros (Mateo 28.20) y un día nos redimirá y dará vida
eterna (Apocalipsis 21.1–4).
Efesios 6.18. 18orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos.
6.18 ¿Cómo una persona puede orar en todo tiempo? Una de las maneras es
mediante oraciones breves, una respuesta habitual para cada situación que
enfrente cotidianamente. Otra forma de hacerlo es ordenar su vida alrededor
de los deseos de Dios y de sus enseñanzas, al grado que toda su vida viene a
ser una oración. No necesita aislarse de otras personas ni de las actividades
diarias para orar sin cesar. Puede convertir la oración en su vida y su vida en
oración mientras vive en un mundo que necesita la influencia poderosa de
Dios. «Súplica por todos los santos» significa orar por los creyentes en Cristo,
también orar por los cristianos que conoce y por la iglesia alrededor del
mundo.
Santiago 4.3, 7, 8. 3Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en
vuestros deleites. 7Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros. 8Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
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4.1-3 Siempre son dañinos los conflictos y las disputas entre los creyentes.
Santiago dice que esas rencillas son el producto de los malos deseos que
luchan en nuestro interior: queremos más bienes, más dinero, mejor nivel
social, más reconocimiento. Cuando nos empecinamos en satisfacer esos
deseos, luchamos a fin de lograrlo. En lugar de apoderarnos con violencia de
lo que anhelamos, debemos someternos a Dios, pedirle que nos ayude a
deshacernos de nuestros deseos egoístas y a confiar en que Él nos dará lo
que de veras necesitamos.
4.2, 3 Santiago menciona los problemas más comunes en la oración: no
pedir, pedir las cosas erróneas y pedir por razones equivocadas. ¿Después de
todo habla usted con Dios? Cuando lo hace, ¿acerca de qué habla? ¿Pide solo
para que Dios satisfaga sus deseos? ¿Busca la aprobación de Dios en lo que
ya planeó hacer? Sus oraciones llegarán a tener poder cuando permita que
Dios cambie sus deseos para que correspondan perfectamente con su
voluntad para usted (1 Juan 3.21, 22).
4.3, 4 No hay nada malo en querer una vida placentera. Dios nos da buenos
dones para que los disfrutemos (1.17; Efesios 4.7; 1 Timoteo 4.4, 5). Pero
tener amistad con el mundo implica buscar placer a expensas de los demás o
a expensas de obedecer a Dios. El placer que impide que agrademos a Dios es
pecado; el placer que procede de la abundante generosidad de Dios es
bueno.
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.7 Aunque Dios y Satanás están en guerra, no tenemos que esperar hasta el
final para ver quién ganará. Dios ya venció a Satanás (Apocalipsis 12.10–12),
y cuando Cristo vuelva, Satanás y todos sus aliados serán eliminados para
siempre (Apocalipsis 20.10–15). Sin embargo, Satanás está aquí ahora, y
procura convertirnos a su maligna causa. Con el poder del Espíritu Santo en
nuestra vida, podemos resistir a Satanás, y él huirá de nosotros.
4.7–10 ¿Cómo puede acercarse a Dios? Santiago nos da cinco maneras: (1)
Sométanse a Dios (4.7). Ríndase a su autoridad y voluntad, y entregue su vida
a Él y a su control, y esté deseoso de seguirlo. (2) Resista al diablo (4.7). No
permita que Satanás lo seduzca y tiente. (3) Limpiad las manos... purificad
vuestros corazones (es decir, lleve una vida pura) (4.8). Límpiese del pecado;
sustituya sus deseos de pecar por los deseos de experimentar la pureza de
Dios. (4) Afligíos, y lamentad, y llorad con sincero pesar por sus pecados (4.9).
No tenga temor de expresar profunda tristeza de corazón por lo que usted ha
hecho. (5) Humillaos delante del Señor, y Él lo pondrá en alto (4.10; 1 Pedro
5.6).
1 Pedro 5.6, 7. 6Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él
os exalte cuando fuere tiempo; 7echando toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros.
5.6 A menudo nos preocupamos por nuestro nivel social, en espera de recibir
el reconocimiento apropiado por lo que hacemos. Pero Pedro nos recuerda
que el reconocimiento de Dios es más valioso que la alabanza humana. Dios
quiere bendecirnos a su debido tiempo. Obedezca a Dios humildemente a
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pesar de las circunstancias presentes, y Él lo exaltará en esta vida o en el
cielo.
5.7 Al hacerse cargo de sus temores, presiones y problemas diarios, usted
muestra que no confía totalmente en Dios. Requiere humildad, sin embargo,
reconocer el cuidado de Dios, admitir su necesidad y permitir que otros en su
familia le brinden ayuda. Algunas veces pensamos que los problemas por
nuestro propio pecado y necedad no le interesan a Dios. Cuando nos
volvemos a Él, arrepentidos, Él llevará incluso el peso de dichos problemas. El
dejar que Dios se haga cargo de nuestras preocupaciones nos llama a la
acción, no a la pasividad. No se someta a las circunstancias, sino al Señor,
quien controla las circunstancias.
Todos sabemos que debemos orar, pero, ¿por qué? ¿Cuáles son las
razones que nos llevan a orar? ¿Se sorprendió alguna vez a sí mismo
acercándose a Dios simplemente con una «lista de pedidos» de las cosas
que le gustaría que El hiciera? ¿Procura que se cumpla la voluntad de Dios
cuando ora? ¿Está aprendiendo a conocerlo mejor durante su tiempo de
oración?
Piense acerca de estas cosas y sea sincero consigo mismo. Tenga
presentes estas preguntas durante los próximos días y pídale al Espíritu
Santo que le ayude a ver costumbres en su vida de oración que deberían
ser cambiadas. Luego vuelva y conteste las siguientes preguntas y pídale
al Señor que le ayude a orar por motivos dignos.
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ABRA LA PUERTA PARA QUE DIOS OBRE
La oración es la forma en que hemos de someter todas las cosas a Dios.
Cuando oramos, invitamos a Dios a que venga y obre en las cosas que nos
preocupan. Al obedecer su mandato y colocar nuestras preocupaciones sobre
sus hombros, ponemos esas cosas bajo su control en lugar del nuestro. Esto
no es sólo sumisión, sino el acto mismo de humillarnos ante Él como nos pide
1 Pedro 5.6–7. Al orar reconocemos que Dios puede hacerse cargo de todo lo
que nos preocupa y que nosotros no podemos resolver. Este franco
reconocimiento de nuestra condición ante Dios siempre es necesario cuando
nos acercamos a su trono. El resultado es que Dios nos exaltará a su debido
tiempo. El acudir humildemente en oración ante El no sólo produce la
exaltación de nuestra situación por medio de la oración contestada, sino
también la de nuestro espíritu en una comunión inmediata con nuestro
Padre celestial.
¿Cuáles son las cosas por las que hemos de orar cuando someternos todo al
Señor en oración? ¿Por quiénes debemos orar? ¿Cuándo y cómo hemos de
orar? ¿Qué otras acciones deberían acompañar a nuestras oraciones?
¿Notarnos algún resultado de ellas? ¿Cuáles son? Lea los siguientes pasajes y
vea lo que nos dicen.
2 Crónicas 7.14. 14si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es
invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y
sanaré su tierra.
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7.14 En el capítulo 6, Salomón pidió a Dios que tomara provisiones para el
pueblo cuando este pecara. Dios contestó con cuatro condiciones para el
perdón: (1) humillarse y admitir los pecados, (2) orar a Dios pidiendo perdón,
(3) buscar a Dios continuamente y (4) volverse de los malos hábitos. El
verdadero arrepentimiento es algo más que palabras, es un cambio de
conducta. Ya sea que pequemos individualmente, como grupo, o como
nación, el seguir estos pasos nos llevará al perdón. Dios responderá sus
oraciones sinceras.
Salmo 32.5–7. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Selah6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser
hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás.
32.5 ¿Qué es la confesión de los pecados? Confesar es decir con la boca
aquello que se ha hecho y reconocerlo como pecado en forma clara y total.
Debemos confesar nuestros pecados sin demora, con humildad, contrición y
arrepentimiento. Al hacerlo no debemos echar en cara el pecado de nuestro
prójimo. Como regla general debemos confesar ante quienes hemos
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ofendido. Debemos afirmar nuestra intención de abandonar el pecado a fin
de servir a Dios con mayor fidelidad.
Marcos 14.3. 3Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y
sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de
nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo
derramó sobre su cabeza.
Lucas 22.32. 32pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez
vuelto, confirma a tus hermanos.
22.31,32 Satanás quiso zarandear a Pedro como si fuera trigo. Esperaba
hallar solo paja, fácil de soplar. Pero Jesús aseguró a Pedro que su fe, a pesar
de flaquear, no se destruiría, sino que se renovaría hasta convertirse en un
líder poderoso.
1 Tesalonicenses 5.16–22. 16Estad siempre gozosos. 17Orad sin cesar. 18Dad
gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesús. 19No apaguéis al Espíritu. 20No menospreciéis las profecías. 21Examinadlo todo; retened lo bueno. 22Absteneos de toda especie de mal.
5.16-18 Nuestro gozo, oraciones y agradecimiento a Dios no debieran
fluctuar con nuestras circunstancias o estados de ánimo. Obedecer estos tres
mandamientos —estad siempre gozosos, orad sin cesar y dad gracias en todo
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— generalmente va contra nuestra inclinación natural. Cuando hacemos una
decisión consciente para hacer lo que Dios dice, empezamos a ver a la gente
desde una nueva perspectiva. Cuando hacemos la voluntad de Dios,
descubrimos que es fácil estar gozoso y ser agradecido.
5.17 No podemos pasar todo el tiempo sobre nuestras rodillas, pero es
posible asumir una actitud de oración todo el tiempo. Esta actitud se
construye sobre el reconocimiento de nuestra dependencia de Dios,
tomando en cuenta que está con nosotros y con la determinación de
obedecerle en todo. Luego hallaremos que es natural orar con frecuencia,
espontaneamente, oraciones cortas. Una actitud de oración no debe sustituir
al tiempo dedicado a la oración en sí, sino que debiera ser una consecuencia
del mismo.
5.18 Pablo no enseña que debemos dar gracias a Dios por cada cosa que nos
sucede sino en todo. Lo malo no viene de Dios, por lo tanto, no debiéramos
agradecerle por lo malo. Pero cuando lo malo nos ataca, podemos sentirnos
agradecidos a Dios por su presencia y por lo bueno que puede darnos a
través del sufrimiento.
5.19 La advertencia de Pablo de no apagar al Espíritu, significa que no
debemos ignorar o restar importancia a los dones del Espíritu Santo. Aquí
menciona la profecía (5.20); en 1 Corintios 14.39, menciona las lenguas;
algunas veces los dones espirituales son controversiales y pueden causar
división en la iglesia. En lugar de procurar resolver los problemas, algunos
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cristianos prefieren apagar los dones. Esto empobrece la iglesia. No
debiéramos sofocar la obra del Espíritu Santo en la vida de alguno sino que
debiéramos estimular la expresión total de estos dones para beneficiar a
todo el cuerpo de Cristo.
5.20, 21 No deberíamos burlarnos de aquellos que no están de acuerdo con
lo que creemos («no menospreciéis las profecías»), sino examinarlo todo y
confrontar sus palabras con lo que dice la Biblia. Estamos en un terreno
peligroso si nos mofamos de una persona que habla la verdad. En cambio si
confrontamos con cuidado lo que la gente dice, aceptaremos lo verdadero y
rechazaremos lo falso.
5.22-24 Como cristianos no podemos evitar todo lo malo porque vivimos en
un mundo pecaminoso. Podemos, sin embargo, asegurarnos de no darle al
enemigo un lugar donde apoyarse, evitando situaciones de tentación y
concentrándonos en obedecer a Dios.
1 Timoteo 2.1–3. 1Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones,
peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; 2por los reyes y por
todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente
en toda piedad y honestidad. 3Porque esto es bueno y agradable delante de
Dios nuestro Salvador.
2.1–4 Aunque Dios es todopoderoso y omnisciente, Él nos ha escogido para
que le ayudemos a cambiar el mundo por medio de nuestras oraciones.
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Cómo tiene lugar esto, es un misterio debido a nuestro limitado
entendimiento, pero es una realidad. Pablo nos exhorta a orar unos por otros
y también por los que nos gobiernan. Nuestras oraciones fervorosas tendrán
resultados poderosos (Santiago 5.16).
Santiago 5.13–16. 13¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración.
¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14¿Está alguno enfermo entre
vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con
aceite en el nombre del Señor. 15Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que
seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
5.14, 15 Aquí Santiago habla acerca de alguien que tiene incapacidad física.
En las Escrituras, se ha usado el aceite como símbolo de medicamento (véase
la parábola del buen samaritano en Lucas 10.30–37) y símbolo del Espíritu de
Dios (como se empleó al ungir reyes, véase 1 Samuel 16.1–13). De modo que,
el aceite puede representar el ámbito médico y espiritual de la vida. Los
cristianos no deben separar lo físico y lo espiritual; Jesucristo es Señor tanto
del cuerpo como del espíritu.
5.14, 15 Los creyentes no están solos. Los miembros del cuerpo de Cristo
deben contar con el apoyo de otros en oración y sostenimiento, sobre todo
cuando están enfermos o sufriendo. Los ancianos deben estar disponibles
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para responder a las debilidades de cualquier miembro, y la iglesia debe estar
atenta para orar por las necesidades de todos sus miembros.
5.15 «La oración de fe» no se refiere a la fe de la persona enferma sino a la fe
de las personas que están orando. Dios sana, la fe no, y todas las oraciones
están sujetas a la voluntad de Dios. Pero nuestras oraciones son parte del
proceso de sanidad de Dios. Esa es la razón por la que a menudo Dios espera
nuestras oraciones de fe antes de intervenir en la sanidad de una persona.
5.16 Cristo ha hecho posible que vayamos directamente a Dios en busca de
perdón; pero el confesar nuestros pecados unos a otros todavía tiene un
lugar importante en la vida de la iglesia. (1) Si hemos pecado en contra de
alguna persona, debemos pedirle que nos perdone. (2) Si nuestro pecado ha
afectado a la iglesia, debemos confesarlo públicamente. (3) Si necesitamos
apoyo afectivo en nuestra lucha contra el pecado, debemos confesarlo a
quienes pueden darnos ese apoyo. (4) Si después de haber confesado un
pecado a Dios, todavía no sentimos su perdón, podríamos confesar el pecado
a otro creyente y oír de su parte palabras que confirmen que hemos sido
perdonados por Dios. En el reino de Cristo, cada creyente es un sacerdote
para los demás creyentes (1 Pedro 2.9).
5.16–18 El recurso más poderoso de un cristiano es comunión con Dios
mediante la oración. A menudo los resultados son mucho más grandes de lo
que pensamos sería posible. Algunas personas ven la oración como un último
recurso a intentar cuando todo lo demás haya fallado. Es al revés; la oración
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debe venir primero. Dado que el poder de Dios es infinitamente más
poderoso que el nuestro, solo tiene sentido que nos apoyemos en él, sobre
todo porque Él nos anima a que así lo hagamos.
SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR
Atienda al pedido que hacen los discípulos de Jesús cuando observan su
vida de oración. Después de haber vivido diariamente con Jesús y haber
aprendido tanto a sus pies, acuden a El con el siguiente deseo: «Señor,
enséñanos a orar» (Lc 11.1). Esta petición no provenía de hombres que no
supieran cómo orar. Este es el clamor del corazón de quienes ven en Jesús la
relación poderosa y portadora de vida que siempre han anhelado tener.
Cuando llegamos al punto en que la oración comienza a hastiarnos y ni
siquiera las respuestas a ella nos proporcionan satisfacción, entonces tiene
que haber algo más. Era este «algo» lo que los discípulos veían en la vida de
nuestro Señor. Veían a una Persona que encontraba plena satisfacción en
una relación diaria con el Padre celestial. Esto era lo que anhelaban los
discípulos y es lo que podemos encontrar si nos proponemos aprender a orar
en base al ejemplo de Jesús.
Para comenzar a aprender cómo orar, observe la respuesta de Jesús al
pedido de sus discípulos. El «Padrenuestro», como se le ha llamado, se
encuentra en dos lugares de los Evangelios. Lea ambos textos, con los
versículos que le sirven de marco, y haga un bosquejo de lo que allí está
escrito.
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Mateo 6.5–15. 5Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos
aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser
vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Mas
tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que
está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que
por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque
vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le
pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12Y
perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores. 13Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal;
porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a
vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Lucas 11.1–14. 1Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como
también Juan enseñó a sus discípulos. 2Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3El pan nuestro
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de cada día, dánoslo hoy. 4Y perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal. 5Les dijo también: ¿Quién de vosotros que
tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle
delante; 7y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la
puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo
levantarme, y dártelos? 8Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser
su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que
necesite. 9Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. 10Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá. 11¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará
una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? 12¿O si
le pide un huevo, le dará un escorpión? 13Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? 14Estaba Jesús echando
fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el
mudo habló; y la gente se maravilló.
11.1-4 Note el orden en esta oración. Primero, Jesús alaba a Dios; luego,
presenta sus peticiones. Alabar primero a Dios nos ubica en el marco
adecuado para pedir por nuestras necesidades. Por lo general, nuestras
necesidades se parecen a una lista de compras antes que a un diálogo con
Dios.
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11.2–13 Estos versículos enfocan tres aspectos de la oración: su contenido
(11.2–4), nuestra persistencia (11.5–10) y la fidelidad de Dios (11.11–13).
11.3 La provisión de Dios es diaria, no es una sola vez y para siempre. No
podemos almacenarla y cortar la comunicación con Dios, ni nos
arriesgaremos a sentirnos autosatisfechos.
Si usted corre con pocas energías, pregúntese: ¿Cuán lejos estoy de la
Fuente?
11.4 Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, estableció el perdón como
piedra angular en su relación con Dios. Dios ha perdonado nuestros pecados,
por lo tanto, debemos ahora perdonar a quienes nos ofendieron. Seguir sin
perdonar muestra que no se ha entendido que nosotros mismos, junto con
todos los demás seres humanos, necesitamos ser perdonados. Piense en
algunas personas que le han faltado en cierta manera. ¿Las ha perdonado de
verdad? ¿Cómo actuaría Dios si lo tratara en la forma que usted lo hace con
los demás?
11.8 La persistencia en la oración supera nuestra insensibilidad, no la de Dios.
Practicar la persistencia es más que cambiar nuestro corazón que el de Él,
nos permite comprender y expresar la intensidad de nuestra necesidad. La
oración persistente nos ayuda a reconocer la obra de Dios.
11.13 Buenos padres cometen errores y aun así tratan bien a sus hijos.
¡Cuánto mejor nuestro perfecto Padre celestial trata a sus hijos! El don más
perfecto que ha dado es el Espíritu Santo (Hechos 2.1–4), que prometió dar a
todos los creyentes después de su muerte, resurrección y ascensión (Juan
15.26).
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LECCION 2 INTIMIDAD CON DIOS
UN PENSAMIENTO TERRIBLE
De Oseas 5.6 proviene esta terrible frase: «Andarán buscando a Jehová, y no
le hallarán». Este texto es un cuadro de lo que puede suceder a las personas
que no se preparan para buscar al Señor, sino que se acercan a Dios «a su
manera». Dios nos llama a acercarnos a Él por el camino que ha preparado
para nosotros. Él nunca sale a encontrarnos bajo los términos que le fijamos,
sino que deja en claro más adelante, en ese mismo pasaje, que su
alejamiento de esas personas es hasta que reconozcan su pecado.
Lea Oseas 5 y observe las cosas que suceden o van a suceder debido al
pecado del pueblo de Dios. Escriba además los pecados concretos que se
mencionan y lo que debe acontecer para que los pecadores encuentren a
Dios.
ABRA SU CORAZÓN A DIOS
Uno de los aspectos más importantes de cualquier relación es la
comunicación sincera y franca. No es diferente en ningún sentido cuando se
trata de la nuestra con el Padre celestial. Necesitamos una relación sincera
con Él. Esta comunicación no se cortará por su parte. Somos nosotros los que
nos inclinamos a esconder nuestro corazón a los demás.
Mientras estudia esta sección, concentre su atención en la comunicación con
Dios. Note lo que puede aprender sobre esto desde ambos lados, las
tendencias de El, como también las nuestras. En cada caso pregúntese qué
cosas de las que observa debería imitar en su relación con el Señor. ¿Cuál es
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la tendencia de Dios hacia una comunicación franca con nosotros en estos
pasajes? ¿Quién la inicia? ¿Hay algo oculto?
Génesis 18.17–21. 17Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a
hacer, 18habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de
ser benditas en él todas las naciones de la tierra? 19Porque yo sé que mandará
a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová,
haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que
ha hablado acerca de él. 20Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor
contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha
agravado en extremo, 21descenderé ahora, y veré si han consumado su obra
según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.
Éxodo 3.1–22. 1Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote
de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte
de Dios. 2Y se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio
de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se
consumía. 3Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por
qué causa la zarza no se quema. 4Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios
de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú
estás, tierra santa es. 6Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham,
Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo
miedo de mirar a Dios. 7Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi
pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores;
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pues he conocido sus angustias, 8y he descendido para librarlos de mano de
los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra
que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del
ferezeo, del heveo y del jebuseo. 9El clamor, pues, de los hijos de Israel ha
venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los
oprimen. 10Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de
Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11Entonces Moisés respondió a Dios:
¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que
yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios
sobre este monte. 13Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de
Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos
me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14Y respondió
Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO
SOY me envió a vosotros. 15Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de
Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y
Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre;
con él se me recordará por todos los siglos. 16Ve, y reúne a los ancianos de
Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo
que se os hace en Egipto; 17y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a
la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del
jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. 18Y oirán tu voz; e irás tú, y los
ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos
nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por
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el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19Mas yo
sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20Pero yo
extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él,
y entonces os dejará ir. 21Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; 22sino que
pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de
oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y
despojaréis a Egipto.
1 Samuel 3.1–14. 1El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y
la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con
frecuencia. 2Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento,
cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, 3Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de
Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, 4Jehová llamó a Samuel;
y él respondió: Heme aquí. 5Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para
qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se
volvió y se acostó. 6Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose
Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo:
Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. 7Y Samuel no había conocido
aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. 8Jehová, pues,
llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al
joven. 9Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla,
Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. 10Y
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vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel!
Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 11Y Jehová dijo a Samuel:
He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos
oídos. 12Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su
casa, desde el principio hasta el fin. 13Y le mostraré que yo juzgaré su casa
para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado
a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que
la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con
ofrendas.
¿Cómo empieza la comunicación en estos pasajes? ¿Cuál es su propósito?
¿Cómo es el estado del corazón de cada persona que aparece? ¿Qué
expresiones físicas y verbales hay?
Salmo 63. 1 Dios, Dios mío eres tú;
De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,
En tierra seca y árida donde no hay aguas,2 Para ver tu poder y tu gloria,
Así como te he mirado en el santuario.3 Porque mejor es tu misericordia que la vida;
Mis labios te alabarán.4 Así te bendeciré en mi vida;
En tu nombre alzaré mis manos.5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma,
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Y con labios de júbilo te alabará mi boca,6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho,
Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.7 Porque has sido mi socorro,
Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.8 Está mi alma apegada a ti;
Tu diestra me ha sostenido.9 Pero los que para destrucción buscaron mi alma
Caerán en los sitios bajos de la tierra.10 Los destruirán a filo de espada;
Serán porción de los chacales.11 Pero el rey se alegrará en Dios;
Será alabado cualquiera que jura por él;
Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada.
Salmo 138. 1 Te alabaré con todo mi corazón;
Delante de los dioses te cantaré salmos.2 Me postraré hacia tu santo templo,
Y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad;
Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.3 El día que clamé, me respondiste;
Me fortaleciste con vigor en mi alma.4 Te alabarán, oh Jehová, todos los reyes de la tierra,
Porque han oído los dichos de tu boca.5 Y cantarán de los caminos de Jehová,
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Porque la gloria de Jehová es grande.6 Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde,
Mas al altivo mira de lejos.7 Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás;
Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano,
Y me salvará tu diestra.8 Jehová cumplirá su propósito en mí;
Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;
No desampares la obra de tus manos.
Lucas 22.41–44. 41Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de
piedra; y puesto de rodillas oró, 42diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta
copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43Y se le apareció un ángel del
cielo para fortalecerle. 44Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era
su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
22.41,42 ¿Trataba Jesús de abandonar su misión? Nunca es malo expresar
nuestros verdaderos sentimientos a Dios. Jesús expuso su temor frente a las
aflicciones venideras, pero a la vez reafirmó su decisión de hacer la voluntad
de Dios. La copa a la que se refiere significa la agonía terrible que tendría que
enfrentar; no solo el horror de la crucifixión, sino peor aun, la separación
total de Dios que experimentaría a fin de morir por los pecados del mundo.
22.44 Solo Lucas menciona que Jesús parecía sudar gotas de sangre. Jesús
estaba en extrema agonía, pero Él no cedió ni renunció. Siguió adelante con
la misión a la que había venido.
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UNA RELACIÓN PLENAMENTE SATISFACTORIA
Los discípulos urgían a Jesús para que comiera, cuando les respondió con
estas palabras: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis»
(Jn 4.32–34). Los discípulos estaban perplejos y se preguntaban si Jesús
habría conseguido algo de comer en otro lugar, sin que ellos se enteraran.
Entonces Él les aclaró que su satisfacción y su fuerza provenían de su relación
y compañerismo con el Padre celestial.
No era un mensaje para reprochar a sus discípulos el satisfacer las
necesidades básicas del cuerpo físico. Era el llamado de Jesús a que buscaran
una satisfacción mayor que les proveyera la fuerza cotidiana tal como la
comida a sus cuerpos. Nuestra relación con Dios tiene por objeto proveemos
esta clase de plenitud y fortaleza, pero sólo ocurre cuando en verdad
comenzamos a conocer a Dios. Jesús conocía bien al Padre, tanto, que sabía
que estaba cumpliendo su voluntad.
¿Qué nos dicen los siguientes versículos en cuanto a conocer a Dios?
Salmo 34.8–18. 8 Gustad, y ved que es bueno Jehová;
Dichoso el hombre que confía en él.9 Temed a Jehová, vosotros sus santos,
Pues nada falta a los que le temen.10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.11 Venid, hijos, oídme;
El temor de Jehová os enseñaré.
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12 ¿Quién es el hombre que desea vida,
Que desea muchos días para ver el bien?13 Guarda tu lengua del mal,
Y tus labios de hablar engaño.14 Apártate del mal, y haz el bien;
Busca la paz, y síguela.15 Los ojos de Jehová están sobre los justos,
Y atentos sus oídos al clamor de ellos.16 La ira de Jehová contra los que hacen mal,
Para cortar de la tierra la memoria de ellos. 17 Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra de todas sus angustias.18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de espíritu.
Proverbios 3.5, 6. 5 Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.6 Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.
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Jeremías 9.23, 24. 23Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni
en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. 24Mas
alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme,
que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque
estas cosas quiero, dice Jehová.
9.23,24 La gente tiende a admirar cuatro cualidades en los demás: sabiduría
humana, poder (valor), misericordia y riqueza. Sin embargo, Dios establece
como prioridad más alta conocerlo en forma personal y vivir de manera que
se refleje su justicia y rectitud. ¿Por qué cualidades desea que la gente más lo
admire?
Mateo 11.27–30. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y
nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
11.27 En el Antiguo Testamento «saber» significa más que conocer. Implica
una relación íntima. La comunión entre Dios Padre y Dios Hijo es
fundamental en sus relaciones. Para que otra persona pueda conocerle, Dios
tiene que revelársele a través del Hijo. ¡Cuán afortunados somos de que
Jesús nos ha revelado con claridad a Dios, su verdad y cómo conocerle!
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11.28–30 Un yugo es un pesado aparejo de madera que se pone sobre dos o
más bueyes. Se ata a cualquier cosa que se quiere que los bueyes arrastren.
El «yugo pesado» que Jesús menciona aquí puede significar (1) la carga del
pecado, (2) la carga de las demandas excesivas de los líderes religiosos (23.4;
Hechos 15.10), (3) la tiranía de los gobernantes, (4) fatiga en la búsqueda de
Dios. Jesús libra a las personas de estas cargas. El descanso que Jesús
promete es paz con Dios, no el que uno tenga que dejar todo esfuerzo. Una
relación con Dios transforma un trabajo cansador y sin sentido en
productividad espiritual con propósito.
DESCUBRA LO MÁXIMO EN INTIMIDAD
Cuando Jesús ruega por nosotros en Juan 17.20–26, le pide al Padre que
podamos tener la más íntima de las relaciones con El. Luego señala el
camino. Jesús ora para que sus seguidores «sean uno en nosotros»
(refiriéndose a la Deidad, y. 21). Esta es una oración por la unidad entre
todos los creyentes conjuntamente con Dios. Muchos pasajes de las
Escrituras ofrecen un cuadro del poder y la belleza de la unidad entre los
hijos de Dios y entre ellos y El. Donde ella está hay despliegues especiales del
poder de Dios, de su presencia y de su propósito. Parece que Jesús mismo
muestra que la intimidad con el Padre comienza cuando hay amor de unos
por otros.
Lea Juan 17.20–26 y vea lo que dice Jesús acerca de la unidad de su
cuerpo.20Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de
creer en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno; como tú, oh
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Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el
mundo crea que tú me enviaste. 22La gloria que me diste, yo les he dado, para
que sean uno, así como nosotros somos uno. 23Yo en ellos, y tú en mí, para
que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos
estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has
amado desde antes de la fundación del mundo. 25Padre justo, el mundo no te
ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me
enviaste. 26Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para
que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
17.20 Jesús oró por los que le seguirían, incluyéndolo a usted y a otros que
conoce. Oró pidiendo unidad (17.11), protección del mal (17.15) y santidad
(17.17). Saber que Jesús oró por nosotros nos debe dar confianza al hacer la
obra para el Reino de Dios.
17.21-23 El gran deseo de Jesús era que sus discípulos llegasen a ser uno.
Quería que se uniesen para ser un poderoso testimonio de la realidad del
amor de Dios. ¿Ayuda a la unidad del cuerpo de Cristo que es la Iglesia?
Usted puede orar por otros cristianos, evitar el chisme, edificar a otros,
trabajar juntos en humildad, dar de su tiempo y dinero, exaltar a Cristo y
rehusar desviarse con discusiones sobre asuntos que provoquen división.
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17.21-23 Jesús oró pidiendo unidad entre los creyentes basándose en la
unidad de los creyentes con Él y el Padre. Los cristianos pueden conocer la
unidad entre ellos si viven unidos a Dios. Por ejemplo, cada pámpano que
vive unido a la vid lo está también con todos los otros pámpanos que hacen
lo mismo.
¿Cuál es el pedido inicial de Jesús acerca de ser «uno»?
¿Qué se menciona acerca de los resultados de nuestra unidad?
¿Qué es lo que Jesús ha hecho para que podamos ser uno?
En los siguientes pasajes puede aprender más acerca del increíble poder que
se libera cuando oramos y vivimos en unidad en el cuerpo de Cristo.
Explórelos y registre lo que dicen acerca del poder, la presencia y el propósito
de Dios en una iglesia unida.
2 Corintios 5.13, 14. 13Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos
cuerdos, es para vosotros. 14Porque el amor de Cristo nos constriñe,
pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron.
5.13-15 Todo lo que Pablo y sus colaboradores hicieron fue para honrar a
Dios. El amor de Cristo controlaba sus vidas. Y como Cristo murió por
nosotros, nosotros también debemos morir a nuestra vieja vida. Como Pablo,
no debemos vivir más para agradarnos a nosotros mismos, debemos usar
nuestra vida agradando a Cristo, el que murió por nosotros y resucitó del
sepulcro.
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Salmo 133.1–3. 1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
Habitar los hermanos juntos en armonía!2 Es como el buen óleo sobre la cabeza,
El cual desciende sobre la barba,
La barba de Aarón,
Y baja hasta el borde de sus vestiduras;3 Como el rocío de Hermón,
Que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición,
Y vida eterna.
Hechos 2.1–4. 1Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos. 2Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno
de ellos. 4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
2.1 El Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, se le llamó también
la Fiesta de las Semanas. Esta fue una de las tres mayores fiestas del año
(Deuteronomio 16.16), una fiesta de agradecimiento por las cosechas. A
Jesús lo crucificaron en la Pascua y ascendió cuarenta días después de su
resurrección. El Espíritu Santo vino cincuenta días después de la resurrección,
diez días después de la ascensión. Los judíos de diferentes naciones se
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congregaban en Jerusalén para esta fiesta. El discurso de Pedro (2.14) se dio
a una audiencia internacional y el resultado fue una cosecha mundial de
nuevos creyentes, los primeros convertidos al cristianismo
2 Corintios 11.2. 2Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con
un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.
11.2 Pablo ansiaba que el amor de la iglesia fuera sólo para Cristo, así como
una virgen pura afirma su amor a un solo hombre. Por «virgen» él entiende a
una persona que no ha sido afectada por las falsas doctrinas.
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LECCION 3 PRESENTE SUS NECESIDADES
UNA LECCIÓN DE HUMILDAD
Cuando nos presentamos ante el Señor, la condición de nuestro corazón es lo
de mayor importancia. Debemos tener un corazón que reconozca quién y
cómo es Dios (Heb 11.6). También debemos tener un corazón que reconozca
la capacidad de Dios para responder a nuestras necesidades. Es esta
comprensión de su grandeza en contraste con nuestra insuficiencia lo que
nos humilla ante su trono.
Acudir a Dios con humildad es un imperativo absoluto. Sin embargo,
demasiadas personas tienen ideas confusas acerca de lo que en realidad es la
humildad. Vivimos en un mundo en el que se entiende que ella equivale a
una propuesta que dice «considérate una especie de gusano». Esto no es así,
en absoluto. La verdadera humildad tiene todo que ver con la persona de
poder en el Reino de Dios y nada que ver, en absoluto, con sentirse
avergonzado por lo que Dios ha querido que usted sea. Cuando nuestra
pecaminosa vergüenza es perdonada por medio de Cristo, lo que Dios piensa
de nosotros es que somos su tesoro.
Estudie la forma en que estos versículos describen la visión que Dios tiene de
usted como Su posesión:
Malaquías 3.17, 18. 17Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los
ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que
perdona a su hijo que le sirve. 18Entonces os volveréis, y discerniréis la
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diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le
sirve.
3.17 Al pueblo de Dios se le llama «especial tesoro», joya. Una joya está
hecha de materia bruta que se expone al tiempo, calor y presión para
convertirla en una piedra preciosa. La piedra entonces debe ser cortada para
que su belleza real pueda ser vista. Un artesano toma la piedra y la taja con
cincel para retirar un extremo, reduce la falla, la pule y la coloca en el
entorno adecuado para que pueda mostrar su belleza. Esté dispuesto a
permitir que Dios haga de usted una joya; pídale que lo cincele y lo pula en
dónde lo necesite; y sea paciente mientras Él trabaja. Asegúrese de estar listo
para el cambio, debido a que cuando Dios comienza a hacer una joya, no se
detiene hasta que es perfecta.
Efesios 2.4–6. 4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con
que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús.
2.4, 5 En los versículos previos Pablo se ocupa de nuestra antigua naturaleza
pecaminosa (2.1–3). Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos vivir bajo el
poder del pecado. Cristo destruyó en la cruz la paga del pecado y su poder
sobre nuestras vidas. La fe en Cristo nos declara absueltos o «no culpables»
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delante de Dios (Romanos 3.21, 22). Dios no nos quita del mundo ni tampoco
nos convierte en muñecos, sentiremos como que pecamos y algunas veces lo
haremos. La diferencia radica en que antes de ser cristianos éramos esclavos
de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos escoger vivir para
Cristo (véase también Gálatas 2.20).
2.6 Debido a la resurrección de Cristo, sabemos que nuestros cuerpos
también resucitarán (1 Corintios 15.2–23) y que ya se nos ha dado el poder
para vivir ahora la vida cristiana (1.19). Estas ideas se hallan combinadas en la
imagen de Pablo cuando habla de estar sentado con Cristo en «lugares
celestiales» (véase la nota a 1.3). Nuestra vida eterna con Cristo es cierta,
porque estamos unidos en su poderosa victoria.
1 Pedro 2.9, 10. 9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel
que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro
tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro
tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado
misericordia.
2.9 Los cristianos muchas veces hablan «del sacerdocio de todos los
creyentes». En la época del Antiguo Testamento, la gente no se acercaba a
Dios directamente. Un sacerdote actuaba como intermediario entre Dios y el
pecador. Con la victoria de Cristo en la cruz, eso cambió. Ahora podemos ir
directamente a la presencia de Dios sin temor (Hebreos 4.16), y se nos ha
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dado la responsabilidad de llevar a otros a su presencia también (2 Corintios
5.18–21). Cuando estamos unidos con Cristo como miembros de su cuerpo,
nos unimos en su tarea de reconciliar a Dios con el hombre.
2.9, 10 A menudo las personas fundamentan su concepto de sí mismas en sus
logros; pero nuestra relación con Cristo es mucho más importante que
nuestras tareas, éxitos, riquezas o conocimientos. Hemos sido escogidos por
Dios como su propiedad, y hemos sido llamados a representarlo delante de
otros. Recuerde que sus valores vienen como resultado de ser uno de los
hijos de Dios, no como producto de lo que pueda lograr. Usted es una
persona valiosa por lo que Dios hace y no por lo que usted hace.
La humildad consiste en vivir conforme a los siguientes principios: la verdad
acerca de nuestra condición de seres sin pecado ante Cristo, a pesar de
nuestras fallas humanas; la verdad acerca del poder de Dios y su tierna
gracia; la verdad acerca de los demás y sus necesidades; todas estas cosas
sopesadas en oración inclinan la balanza hacia la humildad, y de esta manera
están vinculadas con la forma en que acudimos en oración a nuestro Padre.
La manera en que se acerque a Dios debería reflejar los siguientes puntos de
reflexión. ¿Puede pensar en algún pasaje que apoye estos puntos?
1) Los métodos de Dios son más sabios que los míos, de modo que voy a
vivir en sumisión a su Palabra y a su voluntad.
2) Dios se interesa por mis necesidades y con toda seguridad que las
resolverá, de modo que se las presentaré humildemente.
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3) Dios ama a este mundo, de modo que seré un instrumento suyo para
alcanzar a otros a través de mis oraciones.
Lea los siguientes pasajes para comprender mejor de qué manera humillarse
delante de Dios. Observe las cosas que han hecho otros, o las que se le
aconseja hacer para ser humilde ante Dios. ¿Qué cosas figuran en la lista?
¿Qué sucederá si hace esas cosas? ¿Qué ejemplos de humildad ve? ¿Qué
hicieron esas personas para demostrar humildad o para humillarse a sí
mismos? ¿Cuál fue el resultado final que se vio en sus vidas?
2 Crónicas 32.24–26.
2 Crónicas 12.1–9
Salmo 35.13, 14
Mateo 18.3, 4
Hechos 20.17–24
Filipenses 2.3, 4; 5–11
1 Pedro 5.1–7
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ORE CONFIADAMENTE Y CON FE
Nos puede parecer contradictorio presentarnos con humildad y a la vez
con denuedo («confiadamente», según el término de Hebreos), pero esa es la
forma exacta en que Dios desea que acudamos a Él. ¿De qué manera pueden
trabajar juntas estas dos actitudes? ¡La clave está en una fe en Dios absoluta
y totalmente dependiente!
La fe en nuestros propios planes o fuerzas sólo promueve una arrogante
autodependencia, pero la fe en la sabiduría y el poder de Dios nos estimula a
acudir confiadamente ante El, esperando recibir algo de El, a la vez que
concentrándonos en nuestra necesidad de El. Esto hace que la humildad
crezca en nosotros.
Vea qué es lo que puede aprender tocante a la fe en Santiago 1.5–7; 2.14–
26 y Hebreos 11.1–12.2. Observe lo que va aprendiendo acerca de la fe,
tanto positiva (lo que debería hacer), como negativamente (lo que no debería
hacer).
Santiago 1.5–7; 2.14–26
Hebreos 11.1–12.2
Como obra la fe (Heb 11.1)
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JESÚS ENSEÑA LA FE
Ahora que ha podido ver lo que significa llegarse al Señor confiadamente,
con fe y con corazón humilde, lea lo que Jesús dijo acerca de ella mientras
ministraba a diario a las necesidades de la gente. Atienda a sus palabras
dirigidas a los discípulos cuando les enseñaba sobre el poder y la importancia
de la fe.
Al estudiar las palabras de Jesús, conteste estas preguntas:
¿Para qué necesitamos tener fe? ¿Por qué? ¿Cuánta fe necesitamos?
¿Qué figuras usa Jesús para ilustrar una fe grande?
¿En quién hemos de tener fe?
¿Cuál es el resultado de nuestra fe?
¿A qué conduce la fe?
¿Cómo responde el corazón de Jesús a los que no tienen fe?
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Mateo 9.22–29
Marcos 10.27
Marcos 11.22–26
Marcos 16.17, 18
Lucas 7.1–10
Juan 12.44–47
LECCION 4 EL PODER DE LA PUREZA
«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la
vida» (Pr 4.23).
Nuestro corazón es el centro de nuestra vida física. Si ese órgano no
trabaja, la vida es imposible. Proporciona un suministro constante de sangre
a todas las partes del cuerpo. De modo que, en su forma más elemental y
sencilla, este proverbio es una saludable llamada de atención a cuidar la
condición física del corazón. Por supuesto que el objetivo del escritor es el de
advertir a los sabios con su alerta: «¡Tu parte interna, lo más recóndito de tu
corazón, requiere el máximo cuidado, espiritualmente!»
Cuidar el corazón físico es parte de la más elemental sabiduría práctica.
Los médicos nos advierten regularmente que cuidemos el consumo de
alimentos que contengan colesterol (pequeños glóbulos de gran potencial
productor de grasas). Esto se debe a que el mismo puede acumular capa
sobre capa en las venas y finalmente obstruir el flujo de la sangre por el
cuerpo. Hace tan difícil el trabajo del corazón, que incluso el más fácil puede
llevar a una parálisis repentina del corazón.
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Existe un peligro similar en nuestra vida espiritual si no mantenemos una
actitud de vigilancia con respecto a nuestro corazón. El pecado, lo mismo que
el colesterol, disminuye el flujo de la gracia divina en nuestras vidas (la
sangre purificadora de Jesucristo). El inevitable resultado, si no se atiende,
disminuirán los latidos de nuestro corazón en cuanto a la santidad y la
«pérdida de un corazón para Dios». El flujo purificador continuo de la obra
redentora de Dios, «por medio de la sangre», es tan vital para nuestra vida
espiritual como lo es la sangre para nuestra existencia física. Sin ella nos
vamos desgastando; la pérdida de la vitalidad espiritual se hace una realidad
destructiva.
De la misma manera en que los médicos recetan dietas especiales para
pacientes con problemas del corazón, Dios ha provisto instrucciones
dietéticas para nosotros, porque forma parte de la naturaleza caída del
hombre que haya una propensión a los «problemas del corazón» (nuestras
luchas con la tentación y el pecado).
Para preparar el camino y fortalecer el corazón para la oración de poder,
estudiemos las claves para la pureza personal de corazón. ¡El corazón que se
mantiene puro será el que está preparado para la oración de poder! Lea los
siguientes pasajes y descubra la dieta de Dios para la salud de su corazón.
Escriba las cosas que debe hacer para mantenerlo limpio.
Salmo 119.9–16
Proverbios 16.5–9
Juan 13.8
Hechos 2.42, 47
1 Corintios 6.9–11
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Filipenses 4.8
Hebreos 9.11–15
Proverbios 16.5–9
Juan 13.8
Hechos 2.42, 47
1 Corintios 6.9–11
Filipenses 4.8
Hebreos 9.11–15
LA SENDA HACIA LA PUREZA
Está muy bien darle una dieta a alguien que corre el riesgo de padecer de
insuficiencia cardíaca, pero se necesita más que una simple dieta para una
persona que está afrontando un ataque cardíaco. A pesar de la importancia
de una dieta diaria para vivir en pureza, debemos contar además con un
curso de acción a tomar cuando vemos que nuestro corazón ya está
funcionando muy por debajo de lo óptimo, o peor todavía, en medio de una
crisis.
Segunda Timoteo 2.22 ofrece un plan muy claro para restaurar y vivir en
pureza. Use los versículos complementarios y las secciones de «Riqueza
literaria» para que le ayude a bosquejar esta senda.
¿Qué es lo primero que este versículo nos instruye a hacer?
Observe lo que aparece bajo «concupiscencia» en «Riqueza literaria» más
adelante, y analice Santiago 1.15, notando lo que puede suceder si no huye.
Estudie Hechos 8.21, 22 y 1 Juan 1.9; 2.1, 2. ¿Cómo debería responder si
su corazón ya está mal con Dios? ¿Qué significa aquí la palabra
arrepentimiento? ¿Qué hace Jesús cuando pecamos?
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Después de huir de la «concupiscencia», ¿qué cuatro cosas debemos
buscar?
Busque los siguientes versículos, meditando en cada uno a la luz de la
definición de cada palabra clave en la sección «Riqueza literaria». Luego
anote de qué manera cada una de estas cualidades nos puede ayudar a evitar
que pequemos.
Justicia (Pr 11.3–6)
Amor (1 Jn 3.1–3; 5.2, 3)
Fe (Ro 1.16, 17; 5.1, 2)
Paz (Ro 14.18, 19; Mt 5.9)
LA SENDA DE LA PUREZA CONTINÚA
Ya ha analizado el llamado al arrepentimiento y la búsqueda de un estilo
de vida piadoso. Continúe meditando sobre 2 Timoteo 2.22 y vea qué otros
pasos hacen falta en el camino hacia la pureza. Más adelante encontrará
versículos y preguntas para dirigir este estudio.
¿Debería buscar la justicia, la fe, el amor y la paz, separado de otras
personas? Si no es así, ¿a quién o a quiénes debería unirse?
En Santiago 5.13–16, ¿de qué manera el vivir en el seno de una
comunidad de creyentes proporciona salud y pureza? ¿Qué parte tiene en
esto la confesión?
Tomando como base 1 Juan 1.5–10, explique cómo el vivir en la familia de
Dios—«unidos en comunión»—contribuye a exponer y limpiar nuestros
pecados. ¿Qué dice acerca de las personas que no confiesan su pecado?
¿Qué sucede cuando confesamos nuestros pecados?
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PASIÓN POR LA PUREZA
En el Salmo 51 encontramos la oración de un corazón que clama a Dios en
busca de la restauración de su pureza. Lea este pasaje y anote lo que observa
en cuanto a lo siguiente:
1. Confesión
2. Arrepentimiento
3. Limpieza
4. Restauración
¿Cuáles son los verdaderos «sacrificios» para Dios, según el salmista?
¿Qué es lo que el salmista le pide a Dios?
El Salmo 51 se escribió cuando David clamaba a Dios pidiendo
misericordia después de cometer adulterio, seguido de asesinato para
esconder su pecado sexual (2 S 11.1–12.23). Esta historia muestra
claramente el amor de Dios al enviar a Natán, el profeta, a enfrentar y
restaurar a David para volverlo a una recta relación con Él. Al mismo
tiempo, se recalca la justicia de Dios, por cuanto se rehúsa a permitir
que su siervo David siga viviendo sin confesar su pecado.
En todo este Salmo hay verdades acerca de la naturaleza y el carácter de Dios
que rara vez son comprendidas con claridad por los que no tienen una
relación personal e íntima con Él. La misericordia, la benignidad, la justicia y
los anhelos verdaderos de Dios son algunos de estos atributos.
LA VIDA DE LOS JUSTOS
El hombre justo tiene mucho que esperar del futuro, pero hay un estilo de
vida que deberá practicar con el objeto de gozar de sus beneficios. Un andar
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cotidiano puro con el Señor nos bendice tanto a nosotros como a quienes nos
rodean. Examine los siguientes pasajes de las Escrituras para que lo ayuden a
ver las características de esta vida de plenitud. Registre tanto las bendiciones
que recibe el justo, el recto o el puro de corazón, como también sus acciones.
Contraste estas cosas con lo que se ve en la vida de los malvados e impíos.
¿Qué hace Dios a favor de los justos? ¿A favor de los impíos? ¿Dónde viven
los justos? ¿Cómo acuden a Dios? ¿Viven allí los impíos también? ¿Pueden
acudir a Dios de la misma manera?
Salmo 1.1–6
Salmo 15.1–5
Proverbios 10.2–7, 20–32
Proverbios 11.3–11, 18–23
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