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32 LA GUERRA DEL REINO: LA ORACION, LA GUERRA ESPIRITUAL Y EL MINISTERIO DE LOS ANGELES LECCION 1 DESCUBRA LA ORACION NUESTRO LLAMADO A ORAR Hay muchas razones por las cuales orar y muchas ocasiones en las que necesitamos oración. Investíguelas en los siguientes pasajes considerando el tema de la oración. Vea las razones que se dan para orar. ¿Quién nos enseñó a orar? ¿Qué beneficios obtenemos al orar? ¿Se nos manda orar? ¿Qué lugar ocupan la humildad y la sumisión entre las razones por las cuales oramos? Lucas 18.1–8. 1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me Estudios Bíblicos

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Page 1: Estudio Biblico Llamado a Orar

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LA GUERRA DEL REINO: LA ORACION, LA GUERRA ESPIRITUAL Y EL

MINISTERIO DE LOS ANGELES

LECCION 1 DESCUBRA LA ORACION

NUESTRO LLAMADO A ORAR

Hay muchas razones por las cuales orar y muchas ocasiones en las que

necesitamos oración. Investíguelas en los siguientes pasajes considerando el

tema de la oración. Vea las razones que se dan para orar. ¿Quién nos enseñó

a orar? ¿Qué beneficios obtenemos al orar? ¿Se nos manda orar? ¿Qué lugar

ocupan la humildad y la sumisión entre las razones por las cuales oramos?

Lucas 18.1–8. 1También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de

orar siempre, y no desmayar, 2diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni

temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3Había también en aquella ciudad una

viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4Y él no

quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni

temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5sin embargo, porque esta viuda me

es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la

paciencia. 6Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7¿Y acaso Dios no

hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en

responderles? 8Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo

del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

18.1 Insistir en nuestras oraciones hasta obtener respuesta no significa una

repetición sin fin, ni estar en reuniones de oración prolongadas y tediosas. La

oración perseverante implica ser constantes en nuestras peticiones delante

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de Dios, como si viviéramos por Él de día en día, con la certeza de que

responderá. Cuando vivimos por fe, no debemos rendirnos. Dios puede

demorar su respuesta, pero siempre tendrá buenas razones y no debemos

confundirlas con negligencia de su parte. Al persistir en la oración, crecemos

en carácter, fe y esperanza.

18.3 Las viudas y los huérfanos formaban la parte más vulnerable del pueblo

de Dios y tanto los profetas del Antiguo Testamento como los apóstoles del

Nuevo Testamento insistieron que debían atenderse como era debido.

Véanse, por ejemplo, Éxodo 22.22–24; Isaías 1.17; 1 Timoteo 5.3; Santiago

1.27.

18.6,7 Si los jueces malos ceden ante las presiones constantes, cuánto más

un Dios grande y amoroso nos responderá. Si hemos sentido su amor,

podemos creer que Él responderá nuestros ruegos.

Lucas 21.36. 36Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por

dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie

delante del Hijo del Hombre.

21.36 Solo pocos días después que dijera a los discípulos que oraran para que

fueran dignos de escapar de la persecución, Jesús mismo pidió a Dios que si

era posible pasara por alto las agonías de la cruz (Lucas 22.41, 42). No es

normal querer sufrir, pero como seguidores de Cristo, estamos dispuestos a

sufrir si al hacerlo contribuimos en la edificación del Reino de Dios. Tenemos

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dos promesas maravillosas que pueden ayudarnos cuando sufrimos: Dios

siempre estará con nosotros (Mateo 28.20) y un día nos redimirá y dará vida

eterna (Apocalipsis 21.1–4).

Efesios 6.18. 18orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el

Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los

santos.

6.18 ¿Cómo una persona puede orar en todo tiempo? Una de las maneras es

mediante oraciones breves, una respuesta habitual para cada situación que

enfrente cotidianamente. Otra forma de hacerlo es ordenar su vida alrededor

de los deseos de Dios y de sus enseñanzas, al grado que toda su vida viene a

ser una oración. No necesita aislarse de otras personas ni de las actividades

diarias para orar sin cesar. Puede convertir la oración en su vida y su vida en

oración mientras vive en un mundo que necesita la influencia poderosa de

Dios. «Súplica por todos los santos» significa orar por los creyentes en Cristo,

también orar por los cristianos que conoce y por la iglesia alrededor del

mundo.

Santiago 4.3, 7, 8. 3Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en

vuestros deleites. 7Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de

vosotros. 8Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las

manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.

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4.1-3 Siempre son dañinos los conflictos y las disputas entre los creyentes.

Santiago dice que esas rencillas son el producto de los malos deseos que

luchan en nuestro interior: queremos más bienes, más dinero, mejor nivel

social, más reconocimiento. Cuando nos empecinamos en satisfacer esos

deseos, luchamos a fin de lograrlo. En lugar de apoderarnos con violencia de

lo que anhelamos, debemos someternos a Dios, pedirle que nos ayude a

deshacernos de nuestros deseos egoístas y a confiar en que Él nos dará lo

que de veras necesitamos.

4.2, 3 Santiago menciona los problemas más comunes en la oración: no

pedir, pedir las cosas erróneas y pedir por razones equivocadas. ¿Después de

todo habla usted con Dios? Cuando lo hace, ¿acerca de qué habla? ¿Pide solo

para que Dios satisfaga sus deseos? ¿Busca la aprobación de Dios en lo que

ya planeó hacer? Sus oraciones llegarán a tener poder cuando permita que

Dios cambie sus deseos para que correspondan perfectamente con su

voluntad para usted (1 Juan 3.21, 22).

4.3, 4 No hay nada malo en querer una vida placentera. Dios nos da buenos

dones para que los disfrutemos (1.17; Efesios 4.7; 1 Timoteo 4.4, 5). Pero

tener amistad con el mundo implica buscar placer a expensas de los demás o

a expensas de obedecer a Dios. El placer que impide que agrademos a Dios es

pecado; el placer que procede de la abundante generosidad de Dios es

bueno.

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.7 Aunque Dios y Satanás están en guerra, no tenemos que esperar hasta el

final para ver quién ganará. Dios ya venció a Satanás (Apocalipsis 12.10–12),

y cuando Cristo vuelva, Satanás y todos sus aliados serán eliminados para

siempre (Apocalipsis 20.10–15). Sin embargo, Satanás está aquí ahora, y

procura convertirnos a su maligna causa. Con el poder del Espíritu Santo en

nuestra vida, podemos resistir a Satanás, y él huirá de nosotros.

4.7–10 ¿Cómo puede acercarse a Dios? Santiago nos da cinco maneras: (1)

Sométanse a Dios (4.7). Ríndase a su autoridad y voluntad, y entregue su vida

a Él y a su control, y esté deseoso de seguirlo. (2) Resista al diablo (4.7). No

permita que Satanás lo seduzca y tiente. (3) Limpiad las manos... purificad

vuestros corazones (es decir, lleve una vida pura) (4.8). Límpiese del pecado;

sustituya sus deseos de pecar por los deseos de experimentar la pureza de

Dios. (4) Afligíos, y lamentad, y llorad con sincero pesar por sus pecados (4.9).

No tenga temor de expresar profunda tristeza de corazón por lo que usted ha

hecho. (5) Humillaos delante del Señor, y Él lo pondrá en alto (4.10; 1 Pedro

5.6).

1 Pedro 5.6, 7. 6Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él

os exalte cuando fuere tiempo; 7echando toda vuestra ansiedad sobre él,

porque él tiene cuidado de vosotros.

5.6 A menudo nos preocupamos por nuestro nivel social, en espera de recibir

el reconocimiento apropiado por lo que hacemos. Pero Pedro nos recuerda

que el reconocimiento de Dios es más valioso que la alabanza humana. Dios

quiere bendecirnos a su debido tiempo. Obedezca a Dios humildemente a

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pesar de las circunstancias presentes, y Él lo exaltará en esta vida o en el

cielo.

5.7 Al hacerse cargo de sus temores, presiones y problemas diarios, usted

muestra que no confía totalmente en Dios. Requiere humildad, sin embargo,

reconocer el cuidado de Dios, admitir su necesidad y permitir que otros en su

familia le brinden ayuda. Algunas veces pensamos que los problemas por

nuestro propio pecado y necedad no le interesan a Dios. Cuando nos

volvemos a Él, arrepentidos, Él llevará incluso el peso de dichos problemas. El

dejar que Dios se haga cargo de nuestras preocupaciones nos llama a la

acción, no a la pasividad. No se someta a las circunstancias, sino al Señor,

quien controla las circunstancias.

Todos sabemos que debemos orar, pero, ¿por qué? ¿Cuáles son las

razones que nos llevan a orar? ¿Se sorprendió alguna vez a sí mismo

acercándose a Dios simplemente con una «lista de pedidos» de las cosas

que le gustaría que El hiciera? ¿Procura que se cumpla la voluntad de Dios

cuando ora? ¿Está aprendiendo a conocerlo mejor durante su tiempo de

oración?

Piense acerca de estas cosas y sea sincero consigo mismo. Tenga

presentes estas preguntas durante los próximos días y pídale al Espíritu

Santo que le ayude a ver costumbres en su vida de oración que deberían

ser cambiadas. Luego vuelva y conteste las siguientes preguntas y pídale

al Señor que le ayude a orar por motivos dignos.

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ABRA LA PUERTA PARA QUE DIOS OBRE

La oración es la forma en que hemos de someter todas las cosas a Dios.

Cuando oramos, invitamos a Dios a que venga y obre en las cosas que nos

preocupan. Al obedecer su mandato y colocar nuestras preocupaciones sobre

sus hombros, ponemos esas cosas bajo su control en lugar del nuestro. Esto

no es sólo sumisión, sino el acto mismo de humillarnos ante Él como nos pide

1 Pedro 5.6–7. Al orar reconocemos que Dios puede hacerse cargo de todo lo

que nos preocupa y que nosotros no podemos resolver. Este franco

reconocimiento de nuestra condición ante Dios siempre es necesario cuando

nos acercamos a su trono. El resultado es que Dios nos exaltará a su debido

tiempo. El acudir humildemente en oración ante El no sólo produce la

exaltación de nuestra situación por medio de la oración contestada, sino

también la de nuestro espíritu en una comunión inmediata con nuestro

Padre celestial.

¿Cuáles son las cosas por las que hemos de orar cuando someternos todo al

Señor en oración? ¿Por quiénes debemos orar? ¿Cuándo y cómo hemos de

orar? ¿Qué otras acciones deberían acompañar a nuestras oraciones?

¿Notarnos algún resultado de ellas? ¿Cuáles son? Lea los siguientes pasajes y

vea lo que nos dicen.

2 Crónicas 7.14. 14si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es

invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos

caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y

sanaré su tierra.

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7.14 En el capítulo 6, Salomón pidió a Dios que tomara provisiones para el

pueblo cuando este pecara. Dios contestó con cuatro condiciones para el

perdón: (1) humillarse y admitir los pecados, (2) orar a Dios pidiendo perdón,

(3) buscar a Dios continuamente y (4) volverse de los malos hábitos. El

verdadero arrepentimiento es algo más que palabras, es un cambio de

conducta. Ya sea que pequemos individualmente, como grupo, o como

nación, el seguir estos pasos nos llevará al perdón. Dios responderá sus

oraciones sinceras.

Salmo 32.5–7. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.

Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;

Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

Selah6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser

hallado;

Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia;

Con cánticos de liberación me rodearás.

32.5 ¿Qué es la confesión de los pecados? Confesar es decir con la boca

aquello que se ha hecho y reconocerlo como pecado en forma clara y total.

Debemos confesar nuestros pecados sin demora, con humildad, contrición y

arrepentimiento. Al hacerlo no debemos echar en cara el pecado de nuestro

prójimo. Como regla general debemos confesar ante quienes hemos

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ofendido. Debemos afirmar nuestra intención de abandonar el pecado a fin

de servir a Dios con mayor fidelidad.

Marcos 14.3. 3Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y

sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de

nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo

derramó sobre su cabeza.

Lucas 22.32. 32pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez

vuelto, confirma a tus hermanos.

22.31,32 Satanás quiso zarandear a Pedro como si fuera trigo. Esperaba

hallar solo paja, fácil de soplar. Pero Jesús aseguró a Pedro que su fe, a pesar

de flaquear, no se destruiría, sino que se renovaría hasta convertirse en un

líder poderoso.

1 Tesalonicenses 5.16–22. 16Estad siempre gozosos. 17Orad sin cesar. 18Dad

gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en

Cristo Jesús. 19No apaguéis al Espíritu. 20No menospreciéis las profecías. 21Examinadlo todo; retened lo bueno. 22Absteneos de toda especie de mal.

5.16-18 Nuestro gozo, oraciones y agradecimiento a Dios no debieran

fluctuar con nuestras circunstancias o estados de ánimo. Obedecer estos tres

mandamientos —estad siempre gozosos, orad sin cesar y dad gracias en todo

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— generalmente va contra nuestra inclinación natural. Cuando hacemos una

decisión consciente para hacer lo que Dios dice, empezamos a ver a la gente

desde una nueva perspectiva. Cuando hacemos la voluntad de Dios,

descubrimos que es fácil estar gozoso y ser agradecido.

5.17 No podemos pasar todo el tiempo sobre nuestras rodillas, pero es

posible asumir una actitud de oración todo el tiempo. Esta actitud se

construye sobre el reconocimiento de nuestra dependencia de Dios,

tomando en cuenta que está con nosotros y con la determinación de

obedecerle en todo. Luego hallaremos que es natural orar con frecuencia,

espontaneamente, oraciones cortas. Una actitud de oración no debe sustituir

al tiempo dedicado a la oración en sí, sino que debiera ser una consecuencia

del mismo.

5.18 Pablo no enseña que debemos dar gracias a Dios por cada cosa que nos

sucede sino en todo. Lo malo no viene de Dios, por lo tanto, no debiéramos

agradecerle por lo malo. Pero cuando lo malo nos ataca, podemos sentirnos

agradecidos a Dios por su presencia y por lo bueno que puede darnos a

través del sufrimiento.

5.19 La advertencia de Pablo de no apagar al Espíritu, significa que no

debemos ignorar o restar importancia a los dones del Espíritu Santo. Aquí

menciona la profecía (5.20); en 1 Corintios 14.39, menciona las lenguas;

algunas veces los dones espirituales son controversiales y pueden causar

división en la iglesia. En lugar de procurar resolver los problemas, algunos

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cristianos prefieren apagar los dones. Esto empobrece la iglesia. No

debiéramos sofocar la obra del Espíritu Santo en la vida de alguno sino que

debiéramos estimular la expresión total de estos dones para beneficiar a

todo el cuerpo de Cristo.

5.20, 21 No deberíamos burlarnos de aquellos que no están de acuerdo con

lo que creemos («no menospreciéis las profecías»), sino examinarlo todo y

confrontar sus palabras con lo que dice la Biblia. Estamos en un terreno

peligroso si nos mofamos de una persona que habla la verdad. En cambio si

confrontamos con cuidado lo que la gente dice, aceptaremos lo verdadero y

rechazaremos lo falso.

5.22-24 Como cristianos no podemos evitar todo lo malo porque vivimos en

un mundo pecaminoso. Podemos, sin embargo, asegurarnos de no darle al

enemigo un lugar donde apoyarse, evitando situaciones de tentación y

concentrándonos en obedecer a Dios.

1 Timoteo 2.1–3. 1Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones,

peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; 2por los reyes y por

todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente

en toda piedad y honestidad. 3Porque esto es bueno y agradable delante de

Dios nuestro Salvador.

2.1–4 Aunque Dios es todopoderoso y omnisciente, Él nos ha escogido para

que le ayudemos a cambiar el mundo por medio de nuestras oraciones.

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Cómo tiene lugar esto, es un misterio debido a nuestro limitado

entendimiento, pero es una realidad. Pablo nos exhorta a orar unos por otros

y también por los que nos gobiernan. Nuestras oraciones fervorosas tendrán

resultados poderosos (Santiago 5.16).

Santiago 5.13–16. 13¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración.

¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14¿Está alguno enfermo entre

vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con

aceite en el nombre del Señor. 15Y la oración de fe salvará al enfermo, y el

Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que

seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

5.14, 15 Aquí Santiago habla acerca de alguien que tiene incapacidad física.

En las Escrituras, se ha usado el aceite como símbolo de medicamento (véase

la parábola del buen samaritano en Lucas 10.30–37) y símbolo del Espíritu de

Dios (como se empleó al ungir reyes, véase 1 Samuel 16.1–13). De modo que,

el aceite puede representar el ámbito médico y espiritual de la vida. Los

cristianos no deben separar lo físico y lo espiritual; Jesucristo es Señor tanto

del cuerpo como del espíritu.

5.14, 15 Los creyentes no están solos. Los miembros del cuerpo de Cristo

deben contar con el apoyo de otros en oración y sostenimiento, sobre todo

cuando están enfermos o sufriendo. Los ancianos deben estar disponibles

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para responder a las debilidades de cualquier miembro, y la iglesia debe estar

atenta para orar por las necesidades de todos sus miembros.

5.15 «La oración de fe» no se refiere a la fe de la persona enferma sino a la fe

de las personas que están orando. Dios sana, la fe no, y todas las oraciones

están sujetas a la voluntad de Dios. Pero nuestras oraciones son parte del

proceso de sanidad de Dios. Esa es la razón por la que a menudo Dios espera

nuestras oraciones de fe antes de intervenir en la sanidad de una persona.

5.16 Cristo ha hecho posible que vayamos directamente a Dios en busca de

perdón; pero el confesar nuestros pecados unos a otros todavía tiene un

lugar importante en la vida de la iglesia. (1) Si hemos pecado en contra de

alguna persona, debemos pedirle que nos perdone. (2) Si nuestro pecado ha

afectado a la iglesia, debemos confesarlo públicamente. (3) Si necesitamos

apoyo afectivo en nuestra lucha contra el pecado, debemos confesarlo a

quienes pueden darnos ese apoyo. (4) Si después de haber confesado un

pecado a Dios, todavía no sentimos su perdón, podríamos confesar el pecado

a otro creyente y oír de su parte palabras que confirmen que hemos sido

perdonados por Dios. En el reino de Cristo, cada creyente es un sacerdote

para los demás creyentes (1 Pedro 2.9).

5.16–18 El recurso más poderoso de un cristiano es comunión con Dios

mediante la oración. A menudo los resultados son mucho más grandes de lo

que pensamos sería posible. Algunas personas ven la oración como un último

recurso a intentar cuando todo lo demás haya fallado. Es al revés; la oración

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debe venir primero. Dado que el poder de Dios es infinitamente más

poderoso que el nuestro, solo tiene sentido que nos apoyemos en él, sobre

todo porque Él nos anima a que así lo hagamos.

SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR

Atienda al pedido que hacen los discípulos de Jesús cuando observan su

vida de oración. Después de haber vivido diariamente con Jesús y haber

aprendido tanto a sus pies, acuden a El con el siguiente deseo: «Señor,

enséñanos a orar» (Lc 11.1). Esta petición no provenía de hombres que no

supieran cómo orar. Este es el clamor del corazón de quienes ven en Jesús la

relación poderosa y portadora de vida que siempre han anhelado tener.

Cuando llegamos al punto en que la oración comienza a hastiarnos y ni

siquiera las respuestas a ella nos proporcionan satisfacción, entonces tiene

que haber algo más. Era este «algo» lo que los discípulos veían en la vida de

nuestro Señor. Veían a una Persona que encontraba plena satisfacción en

una relación diaria con el Padre celestial. Esto era lo que anhelaban los

discípulos y es lo que podemos encontrar si nos proponemos aprender a orar

en base al ejemplo de Jesús.

Para comenzar a aprender cómo orar, observe la respuesta de Jesús al

pedido de sus discípulos. El «Padrenuestro», como se le ha llamado, se

encuentra en dos lugares de los Evangelios. Lea ambos textos, con los

versículos que le sirven de marco, y haga un bosquejo de lo que allí está

escrito.

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Mateo 6.5–15. 5Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos

aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser

vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Mas

tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que

está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que

por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque

vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le

pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el

cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12Y

perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a

nuestros deudores. 13Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal;

porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a

vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus

ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Lucas 11.1–14. 1Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando

terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como

también Juan enseñó a sus discípulos. 2Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre

nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3El pan nuestro

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de cada día, dánoslo hoy. 4Y perdónanos nuestros pecados, porque también

nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en

tentación, mas líbranos del mal. 5Les dijo también: ¿Quién de vosotros que

tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle

delante; 7y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la

puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo

levantarme, y dártelos? 8Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser

su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que

necesite. 9Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os

abrirá. 10Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que

llama, se le abrirá. 11¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará

una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? 12¿O si

le pide un huevo, le dará un escorpión? 13Pues si vosotros, siendo malos,

sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre

celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? 14Estaba Jesús echando

fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el

mudo habló; y la gente se maravilló.

11.1-4 Note el orden en esta oración. Primero, Jesús alaba a Dios; luego,

presenta sus peticiones. Alabar primero a Dios nos ubica en el marco

adecuado para pedir por nuestras necesidades. Por lo general, nuestras

necesidades se parecen a una lista de compras antes que a un diálogo con

Dios.

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11.2–13 Estos versículos enfocan tres aspectos de la oración: su contenido

(11.2–4), nuestra persistencia (11.5–10) y la fidelidad de Dios (11.11–13).

11.3 La provisión de Dios es diaria, no es una sola vez y para siempre. No

podemos almacenarla y cortar la comunicación con Dios, ni nos

arriesgaremos a sentirnos autosatisfechos.

Si usted corre con pocas energías, pregúntese: ¿Cuán lejos estoy de la

Fuente?

11.4 Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, estableció el perdón como

piedra angular en su relación con Dios. Dios ha perdonado nuestros pecados,

por lo tanto, debemos ahora perdonar a quienes nos ofendieron. Seguir sin

perdonar muestra que no se ha entendido que nosotros mismos, junto con

todos los demás seres humanos, necesitamos ser perdonados. Piense en

algunas personas que le han faltado en cierta manera. ¿Las ha perdonado de

verdad? ¿Cómo actuaría Dios si lo tratara en la forma que usted lo hace con

los demás?

11.8 La persistencia en la oración supera nuestra insensibilidad, no la de Dios.

Practicar la persistencia es más que cambiar nuestro corazón que el de Él,

nos permite comprender y expresar la intensidad de nuestra necesidad. La

oración persistente nos ayuda a reconocer la obra de Dios.

11.13 Buenos padres cometen errores y aun así tratan bien a sus hijos.

¡Cuánto mejor nuestro perfecto Padre celestial trata a sus hijos! El don más

perfecto que ha dado es el Espíritu Santo (Hechos 2.1–4), que prometió dar a

todos los creyentes después de su muerte, resurrección y ascensión (Juan

15.26).

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LECCION 2 INTIMIDAD CON DIOS

UN PENSAMIENTO TERRIBLE

De Oseas 5.6 proviene esta terrible frase: «Andarán buscando a Jehová, y no

le hallarán». Este texto es un cuadro de lo que puede suceder a las personas

que no se preparan para buscar al Señor, sino que se acercan a Dios «a su

manera». Dios nos llama a acercarnos a Él por el camino que ha preparado

para nosotros. Él nunca sale a encontrarnos bajo los términos que le fijamos,

sino que deja en claro más adelante, en ese mismo pasaje, que su

alejamiento de esas personas es hasta que reconozcan su pecado.

Lea Oseas 5 y observe las cosas que suceden o van a suceder debido al

pecado del pueblo de Dios. Escriba además los pecados concretos que se

mencionan y lo que debe acontecer para que los pecadores encuentren a

Dios.

ABRA SU CORAZÓN A DIOS

Uno de los aspectos más importantes de cualquier relación es la

comunicación sincera y franca. No es diferente en ningún sentido cuando se

trata de la nuestra con el Padre celestial. Necesitamos una relación sincera

con Él. Esta comunicación no se cortará por su parte. Somos nosotros los que

nos inclinamos a esconder nuestro corazón a los demás.

Mientras estudia esta sección, concentre su atención en la comunicación con

Dios. Note lo que puede aprender sobre esto desde ambos lados, las

tendencias de El, como también las nuestras. En cada caso pregúntese qué

cosas de las que observa debería imitar en su relación con el Señor. ¿Cuál es

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la tendencia de Dios hacia una comunicación franca con nosotros en estos

pasajes? ¿Quién la inicia? ¿Hay algo oculto?

Génesis 18.17–21. 17Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a

hacer, 18habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de

ser benditas en él todas las naciones de la tierra? 19Porque yo sé que mandará

a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová,

haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que

ha hablado acerca de él. 20Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor

contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha

agravado en extremo, 21descenderé ahora, y veré si han consumado su obra

según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.

Éxodo 3.1–22. 1Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote

de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte

de Dios. 2Y se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio

de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se

consumía. 3Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por

qué causa la zarza no se quema. 4Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios

de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú

estás, tierra santa es. 6Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham,

Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo

miedo de mirar a Dios. 7Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi

pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores;

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pues he conocido sus angustias, 8y he descendido para librarlos de mano de

los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra

que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del

ferezeo, del heveo y del jebuseo. 9El clamor, pues, de los hijos de Israel ha

venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los

oprimen. 10Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de

Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11Entonces Moisés respondió a Dios:

¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que

yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios

sobre este monte. 13Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de

Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos

me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14Y respondió

Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO

SOY me envió a vosotros. 15Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de

Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y

Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre;

con él se me recordará por todos los siglos. 16Ve, y reúne a los ancianos de

Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de

Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo

que se os hace en Egipto; 17y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a

la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del

jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. 18Y oirán tu voz; e irás tú, y los

ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos

nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por

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el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19Mas yo

sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20Pero yo

extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él,

y entonces os dejará ir. 21Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los

egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; 22sino que

pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de

oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y

despojaréis a Egipto.

1 Samuel 3.1–14. 1El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y

la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con

frecuencia. 2Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento,

cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, 3Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de

Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, 4Jehová llamó a Samuel;

y él respondió: Heme aquí. 5Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para

qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se

volvió y se acostó. 6Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose

Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo:

Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. 7Y Samuel no había conocido

aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. 8Jehová, pues,

llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí;

¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al

joven. 9Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla,

Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. 10Y

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vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel!

Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 11Y Jehová dijo a Samuel:

He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos

oídos. 12Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su

casa, desde el principio hasta el fin. 13Y le mostraré que yo juzgaré su casa

para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado

a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que

la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con

ofrendas.

¿Cómo empieza la comunicación en estos pasajes? ¿Cuál es su propósito?

¿Cómo es el estado del corazón de cada persona que aparece? ¿Qué

expresiones físicas y verbales hay?

Salmo 63. 1 Dios, Dios mío eres tú;

De madrugada te buscaré;

Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,

En tierra seca y árida donde no hay aguas,2 Para ver tu poder y tu gloria,

Así como te he mirado en el santuario.3 Porque mejor es tu misericordia que la vida;

Mis labios te alabarán.4 Así te bendeciré en mi vida;

En tu nombre alzaré mis manos.5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma,

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Y con labios de júbilo te alabará mi boca,6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho,

Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.7 Porque has sido mi socorro,

Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.8 Está mi alma apegada a ti;

Tu diestra me ha sostenido.9 Pero los que para destrucción buscaron mi alma

Caerán en los sitios bajos de la tierra.10 Los destruirán a filo de espada;

Serán porción de los chacales.11 Pero el rey se alegrará en Dios;

Será alabado cualquiera que jura por él;

Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada.

Salmo 138. 1 Te alabaré con todo mi corazón;

Delante de los dioses te cantaré salmos.2 Me postraré hacia tu santo templo,

Y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad;

Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.3 El día que clamé, me respondiste;

Me fortaleciste con vigor en mi alma.4 Te alabarán, oh Jehová, todos los reyes de la tierra,

Porque han oído los dichos de tu boca.5 Y cantarán de los caminos de Jehová,

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Porque la gloria de Jehová es grande.6 Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde,

Mas al altivo mira de lejos.7 Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás;

Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano,

Y me salvará tu diestra.8 Jehová cumplirá su propósito en mí;

Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;

No desampares la obra de tus manos.

Lucas 22.41–44. 41Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de

piedra; y puesto de rodillas oró, 42diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta

copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43Y se le apareció un ángel del

cielo para fortalecerle. 44Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era

su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

22.41,42 ¿Trataba Jesús de abandonar su misión? Nunca es malo expresar

nuestros verdaderos sentimientos a Dios. Jesús expuso su temor frente a las

aflicciones venideras, pero a la vez reafirmó su decisión de hacer la voluntad

de Dios. La copa a la que se refiere significa la agonía terrible que tendría que

enfrentar; no solo el horror de la crucifixión, sino peor aun, la separación

total de Dios que experimentaría a fin de morir por los pecados del mundo.

22.44 Solo Lucas menciona que Jesús parecía sudar gotas de sangre. Jesús

estaba en extrema agonía, pero Él no cedió ni renunció. Siguió adelante con

la misión a la que había venido.

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UNA RELACIÓN PLENAMENTE SATISFACTORIA

Los discípulos urgían a Jesús para que comiera, cuando les respondió con

estas palabras: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis»

(Jn 4.32–34). Los discípulos estaban perplejos y se preguntaban si Jesús

habría conseguido algo de comer en otro lugar, sin que ellos se enteraran.

Entonces Él les aclaró que su satisfacción y su fuerza provenían de su relación

y compañerismo con el Padre celestial.

No era un mensaje para reprochar a sus discípulos el satisfacer las

necesidades básicas del cuerpo físico. Era el llamado de Jesús a que buscaran

una satisfacción mayor que les proveyera la fuerza cotidiana tal como la

comida a sus cuerpos. Nuestra relación con Dios tiene por objeto proveemos

esta clase de plenitud y fortaleza, pero sólo ocurre cuando en verdad

comenzamos a conocer a Dios. Jesús conocía bien al Padre, tanto, que sabía

que estaba cumpliendo su voluntad.

¿Qué nos dicen los siguientes versículos en cuanto a conocer a Dios?

Salmo 34.8–18. 8 Gustad, y ved que es bueno Jehová;

Dichoso el hombre que confía en él.9 Temed a Jehová, vosotros sus santos,

Pues nada falta a los que le temen.10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;

Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.11 Venid, hijos, oídme;

El temor de Jehová os enseñaré.

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12 ¿Quién es el hombre que desea vida,

Que desea muchos días para ver el bien?13 Guarda tu lengua del mal,

Y tus labios de hablar engaño.14 Apártate del mal, y haz el bien;

Busca la paz, y síguela.15 Los ojos de Jehová están sobre los justos,

Y atentos sus oídos al clamor de ellos.16 La ira de Jehová contra los que hacen mal,

Para cortar de la tierra la memoria de ellos. 17 Claman los justos, y Jehová oye,

Y los libra de todas sus angustias.18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;

Y salva a los contritos de espíritu.

Proverbios 3.5, 6. 5 Fíate de Jehová de todo tu corazón,

Y no te apoyes en tu propia prudencia.6 Reconócelo en todos tus caminos,

Y él enderezará tus veredas.

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Jeremías 9.23, 24. 23Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni

en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. 24Mas

alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme,

que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque

estas cosas quiero, dice Jehová.

9.23,24 La gente tiende a admirar cuatro cualidades en los demás: sabiduría

humana, poder (valor), misericordia y riqueza. Sin embargo, Dios establece

como prioridad más alta conocerlo en forma personal y vivir de manera que

se refleje su justicia y rectitud. ¿Por qué cualidades desea que la gente más lo

admire?

Mateo 11.27–30. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y

nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y

aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis

trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre

vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis

descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

11.27 En el Antiguo Testamento «saber» significa más que conocer. Implica

una relación íntima. La comunión entre Dios Padre y Dios Hijo es

fundamental en sus relaciones. Para que otra persona pueda conocerle, Dios

tiene que revelársele a través del Hijo. ¡Cuán afortunados somos de que

Jesús nos ha revelado con claridad a Dios, su verdad y cómo conocerle!

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11.28–30 Un yugo es un pesado aparejo de madera que se pone sobre dos o

más bueyes. Se ata a cualquier cosa que se quiere que los bueyes arrastren.

El «yugo pesado» que Jesús menciona aquí puede significar (1) la carga del

pecado, (2) la carga de las demandas excesivas de los líderes religiosos (23.4;

Hechos 15.10), (3) la tiranía de los gobernantes, (4) fatiga en la búsqueda de

Dios. Jesús libra a las personas de estas cargas. El descanso que Jesús

promete es paz con Dios, no el que uno tenga que dejar todo esfuerzo. Una

relación con Dios transforma un trabajo cansador y sin sentido en

productividad espiritual con propósito.

DESCUBRA LO MÁXIMO EN INTIMIDAD

Cuando Jesús ruega por nosotros en Juan 17.20–26, le pide al Padre que

podamos tener la más íntima de las relaciones con El. Luego señala el

camino. Jesús ora para que sus seguidores «sean uno en nosotros»

(refiriéndose a la Deidad, y. 21). Esta es una oración por la unidad entre

todos los creyentes conjuntamente con Dios. Muchos pasajes de las

Escrituras ofrecen un cuadro del poder y la belleza de la unidad entre los

hijos de Dios y entre ellos y El. Donde ella está hay despliegues especiales del

poder de Dios, de su presencia y de su propósito. Parece que Jesús mismo

muestra que la intimidad con el Padre comienza cuando hay amor de unos

por otros.

Lea Juan 17.20–26 y vea lo que dice Jesús acerca de la unidad de su

cuerpo.20Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de

creer en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno; como tú, oh

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Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el

mundo crea que tú me enviaste. 22La gloria que me diste, yo les he dado, para

que sean uno, así como nosotros somos uno. 23Yo en ellos, y tú en mí, para

que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me

enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos

estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has

amado desde antes de la fundación del mundo. 25Padre justo, el mundo no te

ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me

enviaste. 26Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para

que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

17.20 Jesús oró por los que le seguirían, incluyéndolo a usted y a otros que

conoce. Oró pidiendo unidad (17.11), protección del mal (17.15) y santidad

(17.17). Saber que Jesús oró por nosotros nos debe dar confianza al hacer la

obra para el Reino de Dios.

17.21-23 El gran deseo de Jesús era que sus discípulos llegasen a ser uno.

Quería que se uniesen para ser un poderoso testimonio de la realidad del

amor de Dios. ¿Ayuda a la unidad del cuerpo de Cristo que es la Iglesia?

Usted puede orar por otros cristianos, evitar el chisme, edificar a otros,

trabajar juntos en humildad, dar de su tiempo y dinero, exaltar a Cristo y

rehusar desviarse con discusiones sobre asuntos que provoquen división.

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17.21-23 Jesús oró pidiendo unidad entre los creyentes basándose en la

unidad de los creyentes con Él y el Padre. Los cristianos pueden conocer la

unidad entre ellos si viven unidos a Dios. Por ejemplo, cada pámpano que

vive unido a la vid lo está también con todos los otros pámpanos que hacen

lo mismo.

¿Cuál es el pedido inicial de Jesús acerca de ser «uno»?

¿Qué se menciona acerca de los resultados de nuestra unidad?

¿Qué es lo que Jesús ha hecho para que podamos ser uno?

En los siguientes pasajes puede aprender más acerca del increíble poder que

se libera cuando oramos y vivimos en unidad en el cuerpo de Cristo.

Explórelos y registre lo que dicen acerca del poder, la presencia y el propósito

de Dios en una iglesia unida.

2 Corintios 5.13, 14. 13Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos

cuerdos, es para vosotros. 14Porque el amor de Cristo nos constriñe,

pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron.

5.13-15 Todo lo que Pablo y sus colaboradores hicieron fue para honrar a

Dios. El amor de Cristo controlaba sus vidas. Y como Cristo murió por

nosotros, nosotros también debemos morir a nuestra vieja vida. Como Pablo,

no debemos vivir más para agradarnos a nosotros mismos, debemos usar

nuestra vida agradando a Cristo, el que murió por nosotros y resucitó del

sepulcro.

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Salmo 133.1–3. 1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es

Habitar los hermanos juntos en armonía!2 Es como el buen óleo sobre la cabeza,

El cual desciende sobre la barba,

La barba de Aarón,

Y baja hasta el borde de sus vestiduras;3 Como el rocío de Hermón,

Que desciende sobre los montes de Sion;

Porque allí envía Jehová bendición,

Y vida eterna.

Hechos 2.1–4. 1Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes

juntos. 2Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que

soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3y se les

aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno

de ellos. 4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en

otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

2.1 El Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua, se le llamó también

la Fiesta de las Semanas. Esta fue una de las tres mayores fiestas del año

(Deuteronomio 16.16), una fiesta de agradecimiento por las cosechas. A

Jesús lo crucificaron en la Pascua y ascendió cuarenta días después de su

resurrección. El Espíritu Santo vino cincuenta días después de la resurrección,

diez días después de la ascensión. Los judíos de diferentes naciones se

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congregaban en Jerusalén para esta fiesta. El discurso de Pedro (2.14) se dio

a una audiencia internacional y el resultado fue una cosecha mundial de

nuevos creyentes, los primeros convertidos al cristianismo

2 Corintios 11.2. 2Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con

un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.

11.2 Pablo ansiaba que el amor de la iglesia fuera sólo para Cristo, así como

una virgen pura afirma su amor a un solo hombre. Por «virgen» él entiende a

una persona que no ha sido afectada por las falsas doctrinas.

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LECCION 3 PRESENTE SUS NECESIDADES

UNA LECCIÓN DE HUMILDAD

Cuando nos presentamos ante el Señor, la condición de nuestro corazón es lo

de mayor importancia. Debemos tener un corazón que reconozca quién y

cómo es Dios (Heb 11.6). También debemos tener un corazón que reconozca

la capacidad de Dios para responder a nuestras necesidades. Es esta

comprensión de su grandeza en contraste con nuestra insuficiencia lo que

nos humilla ante su trono.

Acudir a Dios con humildad es un imperativo absoluto. Sin embargo,

demasiadas personas tienen ideas confusas acerca de lo que en realidad es la

humildad. Vivimos en un mundo en el que se entiende que ella equivale a

una propuesta que dice «considérate una especie de gusano». Esto no es así,

en absoluto. La verdadera humildad tiene todo que ver con la persona de

poder en el Reino de Dios y nada que ver, en absoluto, con sentirse

avergonzado por lo que Dios ha querido que usted sea. Cuando nuestra

pecaminosa vergüenza es perdonada por medio de Cristo, lo que Dios piensa

de nosotros es que somos su tesoro.

Estudie la forma en que estos versículos describen la visión que Dios tiene de

usted como Su posesión:

Malaquías 3.17, 18. 17Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los

ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que

perdona a su hijo que le sirve. 18Entonces os volveréis, y discerniréis la

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diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le

sirve.

3.17 Al pueblo de Dios se le llama «especial tesoro», joya. Una joya está

hecha de materia bruta que se expone al tiempo, calor y presión para

convertirla en una piedra preciosa. La piedra entonces debe ser cortada para

que su belleza real pueda ser vista. Un artesano toma la piedra y la taja con

cincel para retirar un extremo, reduce la falla, la pule y la coloca en el

entorno adecuado para que pueda mostrar su belleza. Esté dispuesto a

permitir que Dios haga de usted una joya; pídale que lo cincele y lo pula en

dónde lo necesite; y sea paciente mientras Él trabaja. Asegúrese de estar listo

para el cambio, debido a que cuando Dios comienza a hacer una joya, no se

detiene hasta que es perfecta.

Efesios 2.4–6. 4Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con

que nos amó, 5aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida

juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6y juntamente con él nos

resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo

Jesús.

2.4, 5 En los versículos previos Pablo se ocupa de nuestra antigua naturaleza

pecaminosa (2.1–3). Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos vivir bajo el

poder del pecado. Cristo destruyó en la cruz la paga del pecado y su poder

sobre nuestras vidas. La fe en Cristo nos declara absueltos o «no culpables»

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delante de Dios (Romanos 3.21, 22). Dios no nos quita del mundo ni tampoco

nos convierte en muñecos, sentiremos como que pecamos y algunas veces lo

haremos. La diferencia radica en que antes de ser cristianos éramos esclavos

de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos escoger vivir para

Cristo (véase también Gálatas 2.20).

2.6 Debido a la resurrección de Cristo, sabemos que nuestros cuerpos

también resucitarán (1 Corintios 15.2–23) y que ya se nos ha dado el poder

para vivir ahora la vida cristiana (1.19). Estas ideas se hallan combinadas en la

imagen de Pablo cuando habla de estar sentado con Cristo en «lugares

celestiales» (véase la nota a 1.3). Nuestra vida eterna con Cristo es cierta,

porque estamos unidos en su poderosa victoria.

1 Pedro 2.9, 10. 9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación

santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel

que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro

tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro

tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado

misericordia.

2.9 Los cristianos muchas veces hablan «del sacerdocio de todos los

creyentes». En la época del Antiguo Testamento, la gente no se acercaba a

Dios directamente. Un sacerdote actuaba como intermediario entre Dios y el

pecador. Con la victoria de Cristo en la cruz, eso cambió. Ahora podemos ir

directamente a la presencia de Dios sin temor (Hebreos 4.16), y se nos ha

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dado la responsabilidad de llevar a otros a su presencia también (2 Corintios

5.18–21). Cuando estamos unidos con Cristo como miembros de su cuerpo,

nos unimos en su tarea de reconciliar a Dios con el hombre.

2.9, 10 A menudo las personas fundamentan su concepto de sí mismas en sus

logros; pero nuestra relación con Cristo es mucho más importante que

nuestras tareas, éxitos, riquezas o conocimientos. Hemos sido escogidos por

Dios como su propiedad, y hemos sido llamados a representarlo delante de

otros. Recuerde que sus valores vienen como resultado de ser uno de los

hijos de Dios, no como producto de lo que pueda lograr. Usted es una

persona valiosa por lo que Dios hace y no por lo que usted hace.

La humildad consiste en vivir conforme a los siguientes principios: la verdad

acerca de nuestra condición de seres sin pecado ante Cristo, a pesar de

nuestras fallas humanas; la verdad acerca del poder de Dios y su tierna

gracia; la verdad acerca de los demás y sus necesidades; todas estas cosas

sopesadas en oración inclinan la balanza hacia la humildad, y de esta manera

están vinculadas con la forma en que acudimos en oración a nuestro Padre.

La manera en que se acerque a Dios debería reflejar los siguientes puntos de

reflexión. ¿Puede pensar en algún pasaje que apoye estos puntos?

1) Los métodos de Dios son más sabios que los míos, de modo que voy a

vivir en sumisión a su Palabra y a su voluntad.

2) Dios se interesa por mis necesidades y con toda seguridad que las

resolverá, de modo que se las presentaré humildemente.

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3) Dios ama a este mundo, de modo que seré un instrumento suyo para

alcanzar a otros a través de mis oraciones.

Lea los siguientes pasajes para comprender mejor de qué manera humillarse

delante de Dios. Observe las cosas que han hecho otros, o las que se le

aconseja hacer para ser humilde ante Dios. ¿Qué cosas figuran en la lista?

¿Qué sucederá si hace esas cosas? ¿Qué ejemplos de humildad ve? ¿Qué

hicieron esas personas para demostrar humildad o para humillarse a sí

mismos? ¿Cuál fue el resultado final que se vio en sus vidas?

2 Crónicas 32.24–26.

2 Crónicas 12.1–9

Salmo 35.13, 14

Mateo 18.3, 4

Hechos 20.17–24

Filipenses 2.3, 4; 5–11

1 Pedro 5.1–7

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ORE CONFIADAMENTE Y CON FE

Nos puede parecer contradictorio presentarnos con humildad y a la vez

con denuedo («confiadamente», según el término de Hebreos), pero esa es la

forma exacta en que Dios desea que acudamos a Él. ¿De qué manera pueden

trabajar juntas estas dos actitudes? ¡La clave está en una fe en Dios absoluta

y totalmente dependiente!

La fe en nuestros propios planes o fuerzas sólo promueve una arrogante

autodependencia, pero la fe en la sabiduría y el poder de Dios nos estimula a

acudir confiadamente ante El, esperando recibir algo de El, a la vez que

concentrándonos en nuestra necesidad de El. Esto hace que la humildad

crezca en nosotros.

Vea qué es lo que puede aprender tocante a la fe en Santiago 1.5–7; 2.14–

26 y Hebreos 11.1–12.2. Observe lo que va aprendiendo acerca de la fe,

tanto positiva (lo que debería hacer), como negativamente (lo que no debería

hacer).

Santiago 1.5–7; 2.14–26

Hebreos 11.1–12.2

Como obra la fe (Heb 11.1)

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JESÚS ENSEÑA LA FE

Ahora que ha podido ver lo que significa llegarse al Señor confiadamente,

con fe y con corazón humilde, lea lo que Jesús dijo acerca de ella mientras

ministraba a diario a las necesidades de la gente. Atienda a sus palabras

dirigidas a los discípulos cuando les enseñaba sobre el poder y la importancia

de la fe.

Al estudiar las palabras de Jesús, conteste estas preguntas:

¿Para qué necesitamos tener fe? ¿Por qué? ¿Cuánta fe necesitamos?

¿Qué figuras usa Jesús para ilustrar una fe grande?

¿En quién hemos de tener fe?

¿Cuál es el resultado de nuestra fe?

¿A qué conduce la fe?

¿Cómo responde el corazón de Jesús a los que no tienen fe?

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Mateo 9.22–29

Marcos 10.27

Marcos 11.22–26

Marcos 16.17, 18

Lucas 7.1–10

Juan 12.44–47

LECCION 4 EL PODER DE LA PUREZA

«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la

vida» (Pr 4.23).

Nuestro corazón es el centro de nuestra vida física. Si ese órgano no

trabaja, la vida es imposible. Proporciona un suministro constante de sangre

a todas las partes del cuerpo. De modo que, en su forma más elemental y

sencilla, este proverbio es una saludable llamada de atención a cuidar la

condición física del corazón. Por supuesto que el objetivo del escritor es el de

advertir a los sabios con su alerta: «¡Tu parte interna, lo más recóndito de tu

corazón, requiere el máximo cuidado, espiritualmente!»

Cuidar el corazón físico es parte de la más elemental sabiduría práctica.

Los médicos nos advierten regularmente que cuidemos el consumo de

alimentos que contengan colesterol (pequeños glóbulos de gran potencial

productor de grasas). Esto se debe a que el mismo puede acumular capa

sobre capa en las venas y finalmente obstruir el flujo de la sangre por el

cuerpo. Hace tan difícil el trabajo del corazón, que incluso el más fácil puede

llevar a una parálisis repentina del corazón.

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Existe un peligro similar en nuestra vida espiritual si no mantenemos una

actitud de vigilancia con respecto a nuestro corazón. El pecado, lo mismo que

el colesterol, disminuye el flujo de la gracia divina en nuestras vidas (la

sangre purificadora de Jesucristo). El inevitable resultado, si no se atiende,

disminuirán los latidos de nuestro corazón en cuanto a la santidad y la

«pérdida de un corazón para Dios». El flujo purificador continuo de la obra

redentora de Dios, «por medio de la sangre», es tan vital para nuestra vida

espiritual como lo es la sangre para nuestra existencia física. Sin ella nos

vamos desgastando; la pérdida de la vitalidad espiritual se hace una realidad

destructiva.

De la misma manera en que los médicos recetan dietas especiales para

pacientes con problemas del corazón, Dios ha provisto instrucciones

dietéticas para nosotros, porque forma parte de la naturaleza caída del

hombre que haya una propensión a los «problemas del corazón» (nuestras

luchas con la tentación y el pecado).

Para preparar el camino y fortalecer el corazón para la oración de poder,

estudiemos las claves para la pureza personal de corazón. ¡El corazón que se

mantiene puro será el que está preparado para la oración de poder! Lea los

siguientes pasajes y descubra la dieta de Dios para la salud de su corazón.

Escriba las cosas que debe hacer para mantenerlo limpio.

Salmo 119.9–16

Proverbios 16.5–9

Juan 13.8

Hechos 2.42, 47

1 Corintios 6.9–11

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Filipenses 4.8

Hebreos 9.11–15

Proverbios 16.5–9

Juan 13.8

Hechos 2.42, 47

1 Corintios 6.9–11

Filipenses 4.8

Hebreos 9.11–15

LA SENDA HACIA LA PUREZA

Está muy bien darle una dieta a alguien que corre el riesgo de padecer de

insuficiencia cardíaca, pero se necesita más que una simple dieta para una

persona que está afrontando un ataque cardíaco. A pesar de la importancia

de una dieta diaria para vivir en pureza, debemos contar además con un

curso de acción a tomar cuando vemos que nuestro corazón ya está

funcionando muy por debajo de lo óptimo, o peor todavía, en medio de una

crisis.

Segunda Timoteo 2.22 ofrece un plan muy claro para restaurar y vivir en

pureza. Use los versículos complementarios y las secciones de «Riqueza

literaria» para que le ayude a bosquejar esta senda.

¿Qué es lo primero que este versículo nos instruye a hacer?

Observe lo que aparece bajo «concupiscencia» en «Riqueza literaria» más

adelante, y analice Santiago 1.15, notando lo que puede suceder si no huye.

Estudie Hechos 8.21, 22 y 1 Juan 1.9; 2.1, 2. ¿Cómo debería responder si

su corazón ya está mal con Dios? ¿Qué significa aquí la palabra

arrepentimiento? ¿Qué hace Jesús cuando pecamos?

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Después de huir de la «concupiscencia», ¿qué cuatro cosas debemos

buscar?

Busque los siguientes versículos, meditando en cada uno a la luz de la

definición de cada palabra clave en la sección «Riqueza literaria». Luego

anote de qué manera cada una de estas cualidades nos puede ayudar a evitar

que pequemos.

Justicia (Pr 11.3–6)

Amor (1 Jn 3.1–3; 5.2, 3)

Fe (Ro 1.16, 17; 5.1, 2)

Paz (Ro 14.18, 19; Mt 5.9)

LA SENDA DE LA PUREZA CONTINÚA

Ya ha analizado el llamado al arrepentimiento y la búsqueda de un estilo

de vida piadoso. Continúe meditando sobre 2 Timoteo 2.22 y vea qué otros

pasos hacen falta en el camino hacia la pureza. Más adelante encontrará

versículos y preguntas para dirigir este estudio.

¿Debería buscar la justicia, la fe, el amor y la paz, separado de otras

personas? Si no es así, ¿a quién o a quiénes debería unirse?

En Santiago 5.13–16, ¿de qué manera el vivir en el seno de una

comunidad de creyentes proporciona salud y pureza? ¿Qué parte tiene en

esto la confesión?

Tomando como base 1 Juan 1.5–10, explique cómo el vivir en la familia de

Dios—«unidos en comunión»—contribuye a exponer y limpiar nuestros

pecados. ¿Qué dice acerca de las personas que no confiesan su pecado?

¿Qué sucede cuando confesamos nuestros pecados?

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PASIÓN POR LA PUREZA

En el Salmo 51 encontramos la oración de un corazón que clama a Dios en

busca de la restauración de su pureza. Lea este pasaje y anote lo que observa

en cuanto a lo siguiente:

1. Confesión

2. Arrepentimiento

3. Limpieza

4. Restauración

¿Cuáles son los verdaderos «sacrificios» para Dios, según el salmista?

¿Qué es lo que el salmista le pide a Dios?

El Salmo 51 se escribió cuando David clamaba a Dios pidiendo

misericordia después de cometer adulterio, seguido de asesinato para

esconder su pecado sexual (2 S 11.1–12.23). Esta historia muestra

claramente el amor de Dios al enviar a Natán, el profeta, a enfrentar y

restaurar a David para volverlo a una recta relación con Él. Al mismo

tiempo, se recalca la justicia de Dios, por cuanto se rehúsa a permitir

que su siervo David siga viviendo sin confesar su pecado.

En todo este Salmo hay verdades acerca de la naturaleza y el carácter de Dios

que rara vez son comprendidas con claridad por los que no tienen una

relación personal e íntima con Él. La misericordia, la benignidad, la justicia y

los anhelos verdaderos de Dios son algunos de estos atributos.

LA VIDA DE LOS JUSTOS

El hombre justo tiene mucho que esperar del futuro, pero hay un estilo de

vida que deberá practicar con el objeto de gozar de sus beneficios. Un andar

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cotidiano puro con el Señor nos bendice tanto a nosotros como a quienes nos

rodean. Examine los siguientes pasajes de las Escrituras para que lo ayuden a

ver las características de esta vida de plenitud. Registre tanto las bendiciones

que recibe el justo, el recto o el puro de corazón, como también sus acciones.

Contraste estas cosas con lo que se ve en la vida de los malvados e impíos.

¿Qué hace Dios a favor de los justos? ¿A favor de los impíos? ¿Dónde viven

los justos? ¿Cómo acuden a Dios? ¿Viven allí los impíos también? ¿Pueden

acudir a Dios de la misma manera?

Salmo 1.1–6

Salmo 15.1–5

Proverbios 10.2–7, 20–32

Proverbios 11.3–11, 18–23

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