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  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    Presentación de

    Horacio Verbitsky 

    Ilustraciones de

    Miguel Rep

    SUPLEMENTO ESPECIAL DE HOMENAJE A JUAN GELMAN EN EL 27O ANIVERSARIO DEL D IARIO

    GelmanPeriodista

    PáginaI12

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 2PáginaI12

    Por Horacio Verbitsky

    Al cumplir un nuevo aniver-sario, este suplemento es elhomenaje a la pluma másnotable que honró las co-

    lumnas de PáginaI12. Gelman co-

    menzó a escribir desde el comienzodel diario, cuando aún no había con-cluido su exilio en París, y siguió ha-ciéndolo hasta pocos días antes de sumuerte, en enero de este año. Sólo sumaravillosa creación poética pudo re-legar a un plano secundario su obraperiodística. Tuve el privilegio de tra- bajar con él durante medio siglo exac-to, desde que nos conocimos en la re-vista Confirmado (que dirigían JacoboTimerman y el comodoro Juan JoséGüiraldes), hasta PáginaI12, pasandopor La Opinión y Noticias.

    ¿Cómo sería este descomunal poeta

    trabajando como periodista en un me-dio de mala muerte? De toda la redac-ción de esa revista es el único al que ja-más hubo que tocarle una línea, corre-gir nada, porque todo salía perfecto enel primer intento. Cuando aún no nosconocíamos asistí a lecturas de poesíasque Juan hacía en Buenos Aires al prin-cipio de la década del ’60, junto conotro gran poeta, Paco Urondo, asesina-do por la dictadura en 1976. Leían unoo dos poemas cada uno, alternándose.Eran años de un enorme fervor en laArgentina, años de esperanzas e ilusio-nes, en una transformación, en un cam- bio, en una revolución. Paco y Juan es-cribían poemas sobre la revolución y

    centenares de personas escuchaban enasombroso silencio en un auditorio quese llamaba “Artes y Ciencias” que fun-cionaba en un sótano del microcentro,a metros de Lavalle donde estaban casitodos los cines de la ciudad. En esa épo-ca todavía no había llegado la civilidado la corrección política de no fumar.Uno los oía más que verlos por el humoque había en ese lugar cerrado dondetodo el mundo fumaba. En uno de esospoemas Juan dice que el poeta se sientaa la mesa y escribe y sabe que con esosversos no va a tomar el poder, que nova a hacer la revolución, y muchasotras cosas que no van a ocurrir. Pero al

    final repite que “se sienta a la mesa yescribe”. Juan mantuvo hasta el finallos mismos principios, poniendo todoen cada palabra, cosa que no se puededecir de todos los poetas, y mucho me-nos de todos los periodistas, que suelenser destruidos por el paso del tiempo.

     Noticias fue un diario que formó partede un proyecto político de la JuventudPeronista, con la conducción de Mon-toneros, y era muy difícil hacer perio-dismo de calidad en esas condiciones.Hasta ese momento habíamos enfrenta-do los desafíos de hacer un periodismode calidad en medios como Confirmado,cuya línea política apuntaba a demoler

    un gobierno democrático y fomentar ungolpe militar. Los dueños y editores ma-nejaban la sección política, nosotrosllenábamos las páginas de Cultura y loque se llamaba en forma pretenciosaVida Moderna, tratando de poner pe-riodismo de calidad en un medio queno había sido pensado para eso. En elcaso de Noticias, por el contrario, com-partíamos el proyecto político pero esono implicaba que quienes lo conducíanestuvieran de acuerdo con un periodis-

    mo de calidad y sobre todo con la liber-tad que un periodismo de calidad re-quiere. Era otro tipo de contradicciónque manejábamos de la mejor maneraque podíamos. Para saber cómo nos sa-lió, no hay nada mejor que cotejar lacolección de Noticias con las de losotros medios que impulsó el mismo gru-po político, como El Descamisado o Evi-ta Montonera.

    En Noticias, Juan, Paco Urondo y yoteníamos los despachos en línea, conec-tados entre sí, de modo que pudiéramoscomunicarnos aislándonos de la redac-ción. En el trabajo del diario Juan erareflexivo, minucioso, cuidaba cada títu-lo, pesaba cada nota. Trabajábamosmuchísimas horas, terminábamos muytarde, agotados. Varias noches nos tiro-tearon los autos que llevaban el mate-rial al taller en una ciudad desierta.Después del último cierre nos relajába-mos. Juan sacaba una hoja y escribíacomo un poseso, a veces a mano, a ve-ces a máquina. La poesía la soltaba deun tirón.

    Después vinieron el exilio suyo, miclandestinidad, hasta el reencuentro enPáginaI12.

    Por la vuelta 

    Gelman pudo volver a la Argentinapor un recurso que presenté con el pa-trocinio de Carlos Auyero y que los jue-ces Horacio Cattani, Raúl Zaffaroni yHoracio Tozzini aceptaron en enero de1988 y que el siempre bienintenciona-do García Márquez le agradeció al se-cretario Horacio Vigliani, porque su fir-ma era la que aparecía solitaria en la fo-ja final. De inmediato se incorporó a la

    redacción del diario, donde dirigió elsuplemento cultural. El tema de las pri-meras notas de Juan, aún desde París,sería uno de los principales en su exten-sa colaboración: los crímenes cometidosdesde un aparato organizado de podercontra seres humanos indefensos. Setrataba entonces del juicio a Klaus Bar- bie, el jefe de la Gestapo en Lyon quehizo pedazos al líder de la Resistencia Jean Moulin. Pero a lo largo de casi tresdécadas Juan intentó rastrear en todo elmundo las raíces de la crueldad, que élpadeció en carne propia. La Shoah, lasmasacres de palestinos en Israel, los ase-sinatos seriales de Bush y Obama enAfganistán e Irak, las dictaduras imper-

    donables de Africa, Asia y Latinoamé-rica fueron la materia de sus notas, se-cas, cortantes, más pobladas por datosduros que por juicios de valor que, contoda razón, consideraba obvios.

    En ese sentido, fue de una modestia yuna honestidad que no abundan. Quienrecorra esos trabajos, igual que los que apartir del 11 de septiembre de 2001 de-dicó a la mal llamada guerra contra elterrorismo, que hizo de un país orgullo-

    so de sus libertades un Estado policial;la crisis global, la concentración de lariqueza y la desigualdad que no cesan decrecer en el mundo, las consecuenciasaterradoras del cambio climático, la re- belión de los indignados, se encontrarácon la cita escrupulosa de cada fuente,ya sea un organismo oficial, un libro, uninforme cientifico, una ONG, un diariocomercial o un blog.

    Pero también escribió artículos her-mosos sobre escritores, pintores, cientí-ficos, cineastas, músicos, actores y actri-ces, a menudo vinculando una interpre-tación de sus obras con elementos de lacoyuntura política argentina. Creo quecuando él habla de ésos también estámostrando algunas cosas de sí mismoque quiero mencionar. En un artículosobre Pound y Céline dice: “La ideolo-gía de un escritor es sólo parte de susubjetividad, de su experiencia y su vo-cación expresiva”. Y menciona el casode Pound, que tanto podía hacer propa-ganda a favor de Mussolini como escri- bir “el más maravilloso poema en con-tra de la usura”. Esta idea de que la ide-

    ología de un escritor es sólo parte de susubjetividad está muy manifiesta en lapoesía de Juan, que no es política en elsentido convencional de la palabra. Eltiene un romance con la palabra que es-tá al margen o por encima de cualquierideología. Y vuelve a decirlo cuandohabla de Flaubert. Dice: “Flaubert pien-sa que todo dogma es espiritualmentefalso, llámese religión, progreso, catoli-cismo o democracia”. Y Juan nunca seha manejado con dogmas, ni en el pe-riodismo ni en la poesía. A veces en lapolítica sí, porque la política en el siglopasado ha tenido mucha contamina-ción dogmática, y así nos ha ido.

     Juan participó en diversos proyectospolíticos, de los que se alejó o lo fueron,porque no toleraba el sectarismo ni elejercicio perverso de la autoridad. Esaincapacidad para los gestos mezquinosresplandece en sus páginas sobre Bor-ges, a pesar de su inicial cortejo a Vide-la y Pinochet, porque, en sus propiaspalabras, “al ser ciego y no leer los dia-rios, yo era muy ignorante”. En un ex-traordinario reportaje que le hizo en lasierra Lacandona al subcomandanteMarcos caben casi todas las preocupa-ciones que ambos compartían, sobre losvínculos entre el arte y la revolución(el mexicano dice en broma algo muyserio: que para ser cuadros revoluciona-

    rios éramos bastante redondos, cosa que Juan conoció muy bien cuando la mo-ralina pequeño-burguesa disfrazada demoral revolucionaria castigó a su her-mano Paco).

    Cita a Burroughs, cuando dice: “Elque resiste es un individuo que tieneconciencia del enemigo, de sus métodosoperativos, y que está empeñado activa-mente en combatirlo”. Ese es Juan. Lodice Burroughs pero Burroughs está ha- blando de Juan. Y sobre todo cuando

    dice que “el valor más alto es la fideli-dad a un propósito, que da sentido a lavida, y es lo único que se puede oponera la nada”. Esa lucha contra la nada, esafidelidad a un propósito, es algo que te-nemos que agradecerle quienes hemostenido la dicha de trabajar con él. Ha-

     blando de Arthur Miller dice que en losensayos está su biografía intelectual pe-ro que la verdadera está en su teatro. Enel caso de Juan pasa lo mismo. Cambie-mos teatro por poesía y se aplica perfec-tamente. La biografía de Gillo Ponte-corvo le sirve para reflexionar sobre elocaso de la épica y la disipación de lascertezas. Pero si el socialismo real se haderrumbado “habrá que imaginar otro”,concluye con pasmosa naturalidad. Yno tiene la menor indulgencia sobre esederrumbe, cuando constata que a pesarde que las revoluciones de los últimossiglos han pregonado la libertad y lajusticia, la fraternidad ente iguales, “la

    Revolución Francesa desembocó en Napoleón, la estadounidense en Mon-roe y la rusa en Stalin”. Su crítica des-piadada tiene algo de la fiera venganzadel tiempo que le hace ver deshecho loque amó pero no puede confundirsecon arrepentimiento y mucho menoscon abominación de los mejores propó-sitos y acomodo con las ideas y los inte-reses a los que enfrentó. Las utopías na-cen y renacen, escribe, porque la huma-nidad perseguirá siempre un paraíso in-hallable, en una búsqueda tan ineludi- ble y frustrante como la de la escritura,porque el famoso terror a la página en blanco crece en intensidad hasta que lacarilla está llena y el artista constata el

    fracaso del intento.

    El sentido del humor que compartencon Shakespeare y Kafka hace disentira Gelman con Adorno, de quien citauna frase célebre sobre la imposibilidadde escribir poesía después de Aus-chwitz. Claro que depende de cada unoqué poesía (o qué periodismo) puedeescribirse después de Auschwitz o deCampo de Mayo, por decirlo en argen-tino. Con la voz de Leopoldo Marechal,Gelman dice que no hay situación porsolemne o trágica que sea a la que no sele pueda ver el lado cómico. En estaspáginas lo demuestra, con la minúscula

    obra teatral compuesta con las palabrasdel ex dictador Albano Harguindeguy ysu esposa, contrapuestas con la de algu-nos cómplices menores y con el registroobjetivo del terror. Y nos hace reír conganas con los desastres de Leonardo enla cocina y con las definiciones desopi-lantes del real diccionario español.

    La marca 

    El asesinato de su hijo Marcelo y desu nuera María Claudia aún adolescen-tes y el despojo de su nieta Macarenamarcaron su vida. En esta recopilaciónhay una carta abierta a mi nieta o nie-to, escrita durante y como instrumento

    de la búsqueda incesante de esa criatu-ra, cuando aún no sabía si era varón omujer. Culminó con el ansiado encuen-tro cuatro años después de aquel artícu-lo. En la carta abierta le dice que ambosson huérfanos de Marcelo. Y tambiénconfiesa sus perplejidades previas:“Arrancarte del hogar que tenías o ha- blar con tus padres adoptivos para esta- blecer un acuerdo que me permitieraverte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de

    La nota

    de mañana

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     ANIVERSARIO

    3LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI1227 AÑOS3LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI12

    dónde venías”. Ese último fue el cami-no que siguió hasta llegar a la primeracita con una mujer de 23 años que des-de aquel día realizó un proceso formida- ble de reconstrucción de sí misma: dehija adoptiva de un policía uruguayo amilitante por los Derechos Hu-

    manos y candidata a diputadapor la lista de izquierda delFrente Amplio que nodigiere Tabaré. La re-lación con Juan fuetensa y dolorosalos primerosaños pero seconvirtióluego en unremanso deidentificación ydulzura.

    Es una lástimaque Juan no haya

    llegado a escribirla historia de esa búsqueda, que susamigos compartimosaportando algunas fi-guras del rompecabe-zas y que la mujer de su vi-da, Mara La Madrid, lo ayudóa armar desde México. Esa esuna proeza investigativa tan admi-rable como la estrategia con la que Juan fue acorralando a los líderes polí-ticos uruguayos, de Sanguinetti y Batllea Tabaré, y a los jefes militares argenti-nos que trataron de frenar la investiga-ción, como el jefe del Cuerpo de Ejérci-to de Rosario, que debió pasar a retiro y

    hoy está detenido por el crimen.

    Regresó al país en enero de 1988pero en diciembre de ese año co-noció a Mara en una fiesta de ar-genmex y se le paró el corazón.Era hija del Gordo Juan CarlosLa Madrid, que escribió untango con Piazzolla. Al mar-gen de la partitura mi viejoescribió: “Así hablaban losmalevos del futuro”. Mara noera una chica fácil. Cuandoresucitó de tres muertes súbi-tas, Juan no dudó en seguirlaa México, donde vivía y tra-

     bajaba.

    La Olivetti y el dinosaurio

    Le pedí que me contara susrecuerdos de entonces. “Du-rante nuestro primer año devida en común, 1989, Juanviajó a la Argentina a buscar‘sus pertenencias’. Regresó deBuenos Aires con dos maletas ti-po inmigrante, casi de cartón. Unpoco de ropa, tres o cuatro libros,algunas fotos y documentos que ha-cían a la desaparición de Marcelo yMaría Claudia. No más. En casa, un

    departamento en la calle Campechedonde vivimos y trabajamos muchosaños, hoy mi consultorio y sede de laeditorial que entre tres sostenemos apulmón, había una vieja Olivetti demi padre. En esa máquina, con papelcarbónico y cintas casi imposibles deconseguir, recuerdo a Juan escri- biendo.” Además de las notas dePágina sobrevivía con tra-ducciones para las Nacio-nes Unidas.

    Intercalo mi recuerdo entre los deMara. Todos los años Juan viajaba a Nueva York desde un mes antes hastaun mes después de la Asamblea Gene-ral. Allí lo visité varias veces a partirde 1992, cuando yo iba a denunciar

    ante la Comisión Interamericana

    de Derechos Humanos los atro-pellos a la libertad de expre-

    sión en la Argentina deMenem. La CIDH tenía

    sede en Washingtonpero hacía escala

    para ver a Juan,que era un anfi-

    trión exquisito.Una noche mellevó a escuchar al

    quinteto de jazzcon el que se entre-

    tenía el baterista delos Rolling Stones. Lomirábamos y nos mi-

    rábamos entre nos-otros: Charlie Wattsparecía un clon de Bec-

    kett. Después nos queda-mos hasta la madrugada

     bebiendo y hablando de laArgentina y nuestros esfuerzos

    contra la impunidad, de la búsquedade la piba o el pibe, del periodismo, delos libros y de nuestras mujeres. Juanme contó que había buscado una portá-til parecida en Nueva York y decía queel vendedor lo cargó, preguntándoledónde había estacionado el dinosaurio. Nunca se lo creí.

    En diciembre de 1989 Mara lo

    acompañó a Buenos Airespara el entierro de los res-

    tos de Marcelo, identifi-cado por el Equipo Ar-gentino de Antropolo-gía Forense. Entre losartículos que aquí sepublican hay uno en elque alude a las acusa-ciones imbéciles que re-

    cibió por reconocer y se-pultar a Marcelo, como si

    fuera una táctica del Fon-do Monetario, el Pentágo-

    no y la jerarquía católica pa-ra el olvido y la reconcilia-

    ción (sic). “Algún día de enerode 1990 volvimos a casa. Muyposiblemente Juan volvió a tra-

     bajar en Nueva York, no re-cuerdo. Lo que sé es que un díale dije: Juan, basta de traduccio-nes horribles, tenés que vivir detu escritura. Empezó otra vidapara él, siempre dándole a la vie-

    ja Olivetti. Para entonces no te-níamos ni computadora ni Inter-

    net. Nunca, mientras vivió conmi-go, lo vi madrugar para pescar la pri-

    mera noticia. Más bien era dormilóny noctámbulo. No era un correspon-

    sal, no estaba a cargo de una secretaríade redacción.” (Yo sí lo vi, Mara, una

    de las veces que me alojaron en Méxi-co, pero es cierto que no era por mate-rial para las notas sino por noticias deMontevideo, donde estaban comenzan-do las excavaciones en busca de María

    Claudia.)

    Mujeres y niños primero

    Sigue Mara: “Lo que sí, eracumplidor. Si salíamos de viaje prepa-

    raba notas con anticipación que a ve-ces mandaba todas juntas al diario o,si estábamos en Tepoztlán, el día quetenía que enviarla, buscaba un fax pú- blico para hacerlo. A partir del ’94 seinteresó mucho en el levantamientozapatista. Más aún, viajó dos o tres ve-

    ces a Chiapas. Mi hija Marcela leprestó una bolsa de dormir amarillohuevo que se hacía muy chiquita. Yole compré una campera rosa fuerte queera impermeable, térmica, liviana. Yuna cantimplora. Cuando lo despedi-mos nos dimos cuenta de que había-mos olvidado la brújula. De todos mo-dos regresó pese a que en ese encuen-tro llovió torrencialmente. Aún hoyme topo con gente que relata cómo,en medio del chubasco y la escasez decobijo, se escuchó la voz furibunda de Juan reclamando la falta de caballero-sidad de algunos señores. Aunque nolo sé con exactitud, parecería que se

    fue a dormir bajo la lluvia cual capi-tán de barco vociferando: mujeres yniños primero”. Una de las piezas deli-ciosas de esta colección es el reportajeque le hizo entonces al subcomandan-te Marcos.

    Desde 1996, a raíz de la hechura dellibro Ni el flaco perdón de dios, “tenía-mos computadora, correo electrónico eInternet. A Juan le costó muchísimoconectarse con la computadora. Se da- ba cuenta de que era una poderosa he-rramienta pero, suponía, que funciona- ba sola y, cuando perdía lo que habíaescrito, no podía reconocer que se debíaa alguna metida de dedo. La trataba co-

    mo a la Olivetti”.

    “En el 2001 comenzó su preocupa-ción por Irak, Afganistán, los gringos,la CIA, Al Qaeda. De allí en más nosacó el dedo de la raya: la crítica al neo-liberalismo, la globalización y al ‘Impe-rio empantanado’ y destructivo se vol-vió una obsesión.”

    En esos artículos de los últimosaños que menciona Mara, Juan es-cribe menos sobre autores porquesiente una urgencia en el mundoque él no puede eludir, y es lo queestá pasando desde que se reivindicó

    la doctrina del imperio y la idea deque todo vale en función de lo quees definido como la seguridad nacio-nal de un país.

    “Ya usaba mucho mejor la computa-dora e Internet”, recuerda su mujer.“Tenía acceso a los periódicos interna-cionales, a sitios alternativos, investi-gaba. Todo lo imprimía y a color. Ha- bía que comprar cartuchos de tinta acada rato. Para cada nota buscaba in-formación, veía qué podía ser de inte-rés tanto para él como para los lecto-res, construía un guión. Esto le llevabaun día, un día y medio. Y luego, de unplumazo escribía y enviaba la nota.”

    Así fue hasta el final.

    “Un día antes de morir, el lunes porla mañana, me dijo, mientras iba per-diendo la voz y mostrándome las manosque le temblaban:

    –No sé cómo voy a hacer para escri- bir la nota de mañana.

    ‘Juan –le dije–, no todo se puede.’Y entonces preguntó:–¿De qué voy a vivir?Casi lo mato.”

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    Gelman   PERIODISTA 4PáginaI12

    Publicada el 26/5/87

    Por Juan GelmanDesde París

    Como todos los días desde el14 de mayo, hoy Klaus Bar- bie se quedó en su celda dela prisión de San José y se

    negó a comparecer ante la Corte deLyon que lo juzga por crímenes contrala humanidad. La legislación francesaotorga ese derecho al acusado. Los tes-tigos de cargo, nuevamente, han decla-rado ante un banquillo vacío.

    ¿Quién se sienta allí, en realidad? Parala gran prensa norteamericana, no hay

    dudas: “Un capítulo de la historia fran-cesa que la vergüenza ha ocultado mu-cho tiempo”, opinó el Washington Post.“Muchos (franceses) estiman que el pro-ceso Barbie es un proceso contra Franciamisma, cuya actuación en materia de re-sistencia y colaboración (con el nazis-mo) nunca fue objeto de un examen pú- blico serio”, sostuvo The New York Ti-mes. Esa es, en todo caso, la tesis que eldefensor de Barbie, Jacques Vergés, sepropone explotar.

    Para este ex abogado del Frentede Liberación Nacional de Argeliadurante la lucha por la indepen-dencia de ese país, buena partede la sociedad francesa colaboró

    con la maquinaria nazi, y laFrancia colonialista –comolos Estados Unidos en Viet-nam, como Israel contra lospalestinos– cometió críme-nes análogos a los perpe-trados por Barbie. Estasúltimas semanas, la prensaargelina se hace eco de losargumentos de Vergés. El se-manario Argelie-Actualité se-ñala que Barbie torturó hastala muerte a resistentes france-ses, tal como militares franceseshicieron con resistentes argeli-nos, y que deportó a niños y civi-

    les durante la ocupación de Fran-cia por los nazis, tal como militaresfranceses masacraron a niños, muje-res y ancianos cuando Argelia lucha- ba por liberarse del yugo francés. “Fran-cia juzga a un criminal, pero ¿quién juz-gará a los suyos?”, pregunta Révolutionafriquéenne, semanario del FLN.

    Vergés intentaría demostrar que siBarbie pudo apresar y dar muerte a JeanMoulin, jefe de la Resistencia francesaen el interior, fue porque éste fue delata-do por sus propios compañeros. La iz-quierda biempensante del país reaccionacontra este intento de ensuciar a la Re-sistencia y de poner un signo igual entrenazismo y colonialismo. Vergés procura

    en realidad –dice Jean Daniel, directordel semanario Nouvel Observateur– rela-tivizar la legítima condena al nazismoen función de las atrocidades del colo-nialismo, quiere sentar en el banquillode los acusados a Europa entera. Sin mi-nimizar los horrores del nazismo, tal vezhaya motivos para sentar a Europa ente-ra en el banquillo. Desde la conquista ycolonización europeas del resto delmundo, por ejemplo.

    Tal proceso contra Barbie toca, ade-

    más, otras irritaciones. Ya fue juzgadopor crímenes de guerra y condenado amuerte en contumacia por tribunalesfranceses en 1952 y 1954, que estable-cieron el siguiente balance de la actua-ción del teniente SS en la zona deLyon: 4342 asesinatos, 7591 deporta-ciones, 14.311 arrestos seguidos de tor-

    tura, a los que hay que agregar el pillajey los incendios, manía que Barbie solíapracticar. Vencido el plazo de veinteaños y prescriptos por ley esos delitos,hoy se lo procesa por crímenes contrala humanidad, cometidos esencialmen-te contra judíos: 84 fueron detenidos el9 de febrero de 1943 en una ratoneratendida por la Gestapo en el local de laUnión General de Israelitas de Francia,de Lyon, y enviados a Auschwitz; eranen su mayoría judíos los prisioneros ha-

    cinados en “el último tren hacia Ale-

    mania” que partió de Lyon el 11 deagosto de 1944 transportando a loscampos de concentración a 650 france-ses; eran judíos los 44 niños de cinco adiecisiete años de edad y los cincomaestros detenidos el 6 de abril de1944 en el hogar infantil de Izeu y en-viados a Auschwitz.

    El tema judío no es de poca monta enel país donde el conde de Gobineau hace

    más de un siglo inventó la teoría dela superioridad de la raza aria queHitler adoptaría en el Mein Kampf . Julian Benda solía decir que Franciavivía en un caso Dreyfus permanen-

    te. El día anterior al comienzo del jui-

    cio contra Barbie, en todos los quios-cos de París, se ponían a la venta losejemplares de los Anales de historia revi-sionista, publicación trimestral cuyo artí-

    culo liminar se titula “El mito de la ex-terminación de los judíos”. Se pre-

    tende allí que ni hubo cámaras degas ni genocidio, y que “dudar de

    la realidad histórica del extermi-nio de los judíos no sólo es le-gítimo, sino un deber, pues esun deber la búsqueda de laverdad histórica”. Días des-pués, la protesta de variasasociaciones de ex deporta-dos lograba que un juez or-denara el secuestro de la re-

    vista y la suspensión de sudistribución. Pero este “re-visionismo” no es cosa nue-va en Francia. En el dece-nio pasado se multiplicaron

    las revistas de ese tipo y losatentados racistas, y en los

    años ochenta se consolidóuna neoderecha cuyas tesisabrevan en la seudociencia na-zi. Y antes aún, en junio de1944, Simone Kadosche, sobre-viviente de Auschwitz, a los tre-ce años y medio de edad, era

    torturada en Lyon por Barbie, encuyo poder cayó por la denuncia de

    unos vecinos. La denunciaron por judía.Algunos temen que se use a Barbiepara exorcizar los demonios de la socie-dad francesa en un alemán, que el acu-sado se convierta en acusador y que seproduzca una amalgama abominable deverdugos y de víctimas. Otros piensanque los hechos que se juzgan ocurrieronhace mucho tiempo y que cabe arrojarsobre ellos el manto del olvido. Perouna mayoría de franceses cree lo con-trario: según una encuesta realizada an-tes del juicio, un 72 por ciento de losinterrogados, fueran de izquierda, decentro o de la derecha liberal, opinóque el proceso debía hacerse y un 68,que así debía ser aunque hubieran

    transcurrido más de cuarenta años des-de la comisión de los crímenes.

    La ausencia de Barbie y los aconteci-mientos de la actualidad fueron redu-ciendo el interés de la prensa en elproceso. De los 845 periodistas y técni-cos de radio y televisión que se apiña- ban en la sala el primer día del juicio,lunes 11 de mayo, sólo quedaban 68 elviernes quince. Pero en estos días, por boca de las víctimas, ha comenzado ahablar la Historia.

    Klaus Barbieno estaba solo

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    Gelman   PERIODISTA 6PáginaI12

    Publicada el 27/5/87

    Por Juan GelmanDesde París

    Por primera vez hoy, desde elcomienzo del proceso, Barbie

    fue careado en el Tribunal deLyon con cinco de sus vícti-

    mas. Todas ellas, miembros de la Re-sistencia francesa, lo reconocieron co-mo el torturador que después los envióa los campos de concentración. Unode los ex resistentes, Blandrón, habíapresenciado hace 43 años lasiguiente escena: ante susojos, Barbie intentó queun perro violara a su mu-jer. Hoy Blandrón todavíarecuerda los ojos de Barbiey reconoce su “sonrisaarrogante”.

    La sonrisa de Barbie sor-

    prendió a todo el mundocuando se abrió el procesohace un par de semanas.“Barbie sonríe”, tituló en pri-mera página el diario Libéra-tion. “Leí tanto sobre Barbie,miré tantas fotos suyas, quecuando lo vi me sorpren-dió. No parece un sercruel, parece un ser huma-no”, se asombraba entoncesHoward Brodie, alto, flaco,71 años, venido de San Fran-cisco con sus lápices, papeles yun par de anteojos especial,munido de lentes como pe-queños telescopios, para es-

    crutar a distancia y dibujar elrostro del “carnicero de Lyon”.

    A Simone Kadosche tambiénBarbie le pareció un ser humanola primera vez que lo vio. Teníaella trece años y medio el 6 de ju-nio de 1944 cuando, denunciada co-mo judía por unos vecinos, fue llevadaen compañía de sus padres a una oficinade color crema en el cuarto piso de la se-de de la GESTAPO en Lyon. Barbie “en-tró vestido de gris –declaró Simone en elproceso–, con un gato en los brazos. Nosentí miedo, pensando que un hombreque acariciaba un gato no podía ser tanmalo. Miró a mis padres y me acarició

    una mejilla. Dijo que yo era linda. Lepreguntó a mi madre si tenía otros hijos.Ella dijo que sí, que estaban en el campoy él quiso saber sus nombres y su direc-ción. Mamá callaba, Barbie dejó el gatoen el suelo. Se volvió hacia mí y, brusca-mente, me arrastró por los cabellos y re-cibí un soberano par de bofetadas, las pri-meras de mi vida”.

    Lo que vino después fue más duro: sietedías de torturas y Barbie que lleva a Si-mone, hecha un guiñapo, ante su madre.En Auschwitz un nazi mató al padre deSimone ante sus ojos. Ella sobrevivió. El20 de julio de 1983, durante la instruc-ción del juicio, Simone fue llevada a laprisión de San José y reconoció formal-

    mente a Barbie. Pero él dijo que no seacordaba de nada. “Si la miro a usted –ledijo– es porque después de nueve mesesde prisión es agradable mirar a una mu-jer.” Simone Kadosche pidió que la frasefigurara en las actas de la instrucción.“Ese día me sentí insultada.”

    Barbie perdió la Segunda GuerraMundial, pero no se siente un vencido. Ni un criminal. “Yo tenía superiores je-rárquicos. Obedecía las órdenes que meimpartían”, dijo ante sus jueces. Sus víc-

    timas declararon que Barbie gozaba sádi-camente y torturaba. “Era mi deber. Yoera un soldado”, dijo Barbie. Y agregó:“Era la guerra, y en la guerra no hay nimal ni bien”.

    Barbie explicó cómo entendía esa gue-rra al profesor Jacques Vérinne y a losdoctores Didier Weber y Daniel Gonin,psiquiatras que lo entrevistaron larga-mente durante la instrucción del juicio. No era una guerra normal, les dijo Bar- bie. Era una guerra sucia, desprolija, por-que había que enfrentar a un enemigo in-

    visible, fuera de la ley, sin uniforme. Esosenemigos no formaban parte de un uni-verso legal, organizado. “Todo era falsoen esa gente, no podíamos reconocerloscomo soldados”, les dijo de los resistentesantinazis de Francia, aunque no explicósi eso también se aplicaba a los niños ju-díos de Izeu y a la población civil inermeque envió a la muerte.

    “Ustedes (los franceses) se convirtie-ron en un pueblo decadente porque noaceptaron la ideología que nosotros les

    ofrecíamos”, siguió diciendo Barbie a lospsiquiatras. Corría el año 1985 cuandoformulaba esas declaraciones. Más decuarenta años atrás, sus jefes opinaban deél que era un “camarada irreprochable.Su actuación en el servicio es notable. Sucomportamiento como SS es irreprocha-

     ble, tanto dentro como fuera del servicio.Su opinión sobre la concepción nazi delmundo puede considerarse sólida”. Jui-cios que, cuando Barbie trabajaba paralos servicios de contraespionaje de los Es-tados Unidos, confirmaría R. Taylor, ofi-cial de esos servicios: “Barbie es un hom- bre honesto, intelectual y, personalmen-te, no es nervioso ni miedoso. Es absolu-tamente anticomunista y un idealista na-zi que piensa que ha sido traicionado,personalmente y en sus convicciones, porlos nazis en el poder”. Por los “bonzos”del partido, como Barbie reafirmó en es-tos días en el juicio, “los que se enrique-cieron, los que traicionaron el ideal de

    camaradería, los que abandonaron el ca-mino del nacional-socialismo”.Barbie seguía ese camino sin desvíos

    cuando, como teniente coronel delejército de Bolivia, organizaba cam-pos de concentración y asesinatosde opositores a la dictadura del ge-neral Banzer. Hoy, después de lacomparecencia de los primerostestigos, Barbie se declaró se-cuestrado ilegalmente y dijoque, en consecuencia, nadatenía que declarar. Tal vez enél funciona el mecanismoque describió MélanieKlein, ese “olvido moral”que permite a los verdugos,

    cuando las circunstanciascambian, pensarse comovíctimas de una injusticiainsoportable.

    Barbie es también irre-prochable como preso. Ensu celda de la prisión deSan José lee a Homero yGoethe, obras sobre el te-odorismo y la civilizaciónincaica y, con precisiónmilitar, tanto en verano

    como en invierno, se levan-ta a las seis de la mañana y

    se acuesta a las siete de la tar-de. Lleva la vida de un oficial

    derrotado, pero no destruido.Tal vez sea así porque, como decíaDercors, ese gran escritor y resistentefrancés, el nazismo perdió sobre el terre-no pero no fue erradicado de las venas yarterias de la sociedad humana. Ayer seinició en Niza otro proceso, el de Ray-nald Liekens, de 23 años, que el 2 deagosto de 1984 asesinó a su casera, Hen-riette Barsky, de 75 años, esposa y her-mana de judíos muertos en la deporta-ción, “porque era judía”. Liekens, que sehizo nazi a los catorce años y se afilió alFrente Nacional, el partido de extremaderecha que dirige Le Pen poco antes delos hechos, escribió a su hermana desdela prisión una carta en la que se lamen-

    taba del crimen que había cometido“porque en vez de matar solamente auna judía habría podido masacrar a mu-chos más poniendo una bomba en la si-nagoga de Cannes”.

    La mancha parda se ha extendido en eltiempo y por el mundo y, como afirmaPhilippe Lucas, ex rector de la universi-dad de Lyon, “el nazismo y otros totalita-rismos no sólo son lo contrario de la de-mocracia, sino su perversión, y de éstanadie está a salvo”.

    “Un hombre queacariciaba ungato no puedeser tan malo”

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    Gelman   PERIODISTA 8PáginaI12

    cambiado. En primer lugar, suconcepción de las relacionesentre el escritor y el poder po-lítico o, si se prefiere, del pa-pel social del escritor.

    Es un tema que siempre ha

    preocupado a Vargas Llosa.Este inició un memorable diá-logo con García Márquez –tu-vo lugar en la Universidad deIngeniería de Lima en 1967–,preguntándole para qué sirveun escritor y manifestando susdudas al respecto. La respuestade García Márquez fue obvia:subrayó la función subversivade la literatura, la contribu-ción política del novelista querefleja las realidades de su pa-ís, continente o sociedad, yayuda así a los lectores a en-tenderlas mejor; y afirmó que,

    como hombre, el escritor po-día y debía tener una militan-cia política “porque es unapersona con audiencia y en-tonces debe aprovechar esaaudiencia para ejercer unafunción política”. Finalmente,Vargas Llosa le hizo caso.

    El explica que lo mueve unarazón moral y no hay por quédudar de su palabra. Las cir-cunstancias lo han llevado dela oratoria mitinesca a la aspi-ratura presidencial impulsadapor una de las oligarquías másretrógradas y crueles de Amé-rica latina, y él mismo se de-

    clara invadiendo territorio aje-no con esa actividad. ¿Quéotras causas se entrelazan conla razón moral para que un es-critor de la talla de Vargas serinda a las tentaciones del po-der? ¿Un afán de protagonismopolítico que complemente elliterario o compense su insatis-facción?

    Hace muchos siglos que elpoder –político, económico,

    Publicada el 14/8/88

    Por Juan Gelman

    L

    lueven reproches dedistinto tipo sobreMario Vargas Llosa,

    cabeza visible delmovimiento contrario al pro-yecto de nacionalización de33 bancos, financieras ycompañías de seguros de supaís, virtual candidato a lapresidencia de la Repúblicapor una derecha que sólo te-nía figuras políticamente ob-soletas como el ex presidenteBelaúnde Terry (Acción Po-pular) o sistemáticamentederrotadas como el nuncapresidente Luis Bedoya (Par-tido Popular Cristiano) y quehoy puede arroparse con el

    prestigio del escritor. Juan Carlos Onetti estimóridículo que el gran narradorperuano calificara de “comu-nista” ese proyecto. Abel Possedestacó la honestidad del autorde La ciudad y los perros, perocriticó su postura privatizante.El periodista español Pablo dela Higuera recordó un debateradiofónico en París, en losaños ’60, durante el cual Var-gas Llosa “demolía a Camusdesde lo alto de su stalinismogalopante”; no le reprocha laconversión ideológica sino elejercicio de un “idéntico furor

    en la descalificación del adver-sario, antes los liberales deca-dentes, ahora los marxistas tota-litarios”. David Viñas lo situóen el espectro intelectual delPerú con una aguda compara-ción: identificó la trayectoriapolítica de Vargas con la deSantos Chocano, que “subió alcaballo por la izquierda y se bajó renqueando –treinta añosdespués– por el otro flanco”.

    ¿Y si Vargas Llosa hubiese si-do siempre de derecha? “Cuan-do era joven –declaró este añoa la revista española Cambio

    16– me dediqué a jugar la clá-sica estrategia izquierdista paratener la fiesta en paz, que es loque suelen hacer los intelec-tuales supuestamente progre-sistas de Latinoamérica.” Eso,supuestamente progresistas.

    Las tentaciones

    ¿Ha cambiado realmentetanto Vargas Llosa? Por ejem-plo: su postura en defensa delos derechos humanos viola-dos por un régimen, democrá-tico o no, se mantiene invaria- ble (y quien esto escribe tiene

    de ello pruebas claras y aunpersonales). Y el simplismopolítico con que antaño “de-molía” a Camus se muestraigualmente vigoroso en con-ceptos que formuló reciente-mente, tales como “Perú mar-cha hacia la cubanización” o“el liberalismo (en el Perú) esla filosofía de los pobres con-tra los poderosos”. Otras sonlas cosas que en él habrían

    eclesial– procura imponer alos intelectuales una relaciónclientelar (en el sentido roma-no de la palabra). Vargas Llosano es el primero que intenta elsalto desde la situación pasiva

    de cliente del poder a la arenaactiva del poder mismo, cuyasdecisiones determinan la vidade toda una nación. Con for-tuna mayor o menor, intelec-tuales de izquierda y de dere-cha han seguido ese camino.En el caso de los escritores, es-to no sólo implica un cambiode actitud en cuanto a su pa-pel social y a la sociedad engeneral: también puede con-llevar una reubicación frente asu propia obra y a la literaturaen general.

    Las evolucionesLa calidad de ese problema

    nunca ha escapado a VargasLlosa, pero se han modificadopara él sus términos. En el diá-logo con García Márquez, Var-gas manifestó: “Pienso que hayuna relación curiosa en el apo-geo, la actitud ambiciosa, osa-da, de los novelistas y la situa-ción de crisis de una sociedad.Creo que una sociedad estabili-zada, una sociedad más o me-nos móvil que atraviesa un pe-ríodo de bonanza, de gran apa-ciguamiento interno, estimula

    mucho menos al escritor queuna sociedad que se halla, co-mo la latinoamericana con-temporánea, corroída por crisisinternas y de alguna maneracerca del apocalipsis. Es decir,inmersa en un proceso detransformación, de cambio,que nosotros no sabemos adón-de nos llevará. Yo creo que es-tas sociedades que se parecenun poco a los cadáveres son las

    Primeras reflexionesa su regreso al país

    Tiembloen verano

    ¡Derecha,Dre!

    Publicada el 1/2/88

    Por Juan Gelman

    El 21 de este mes volví a la Ar-gentina después de casi 13años de exilio que se iniciaron bajo el gobierno de Isabel Pe-

    rón, se prolongaron bajo la dictaduramilitar y se arrastraron aun bajo el go- bierno de Alfonsín. Así se cerró un

    círculo exiliar cuyo alcance no sé me-dir todavía.¿El círculo se cierra en el mismo

    punto donde comenzó? ¿Como en el bellísimo poema de John Donne so- bre el compás? Me terminás donde meempezaste, dice el círculo al compás,la fuerza superior que lo ha trazado.Eso sentí cuando entraba ahora aBuenos Aires, como si estos años dedistancia y desgarramiento nunca hu- bieran s ido y yo navegara entre dossueños: el del exilio que pasó y el deencontrarme aquí.

    Todavía no lo creo del todo. Depronto giro la cabeza, sentado en uncafé, porque me extraña que todo el

    mundo hable argentino. Y me pregun-to si es cierto, si no es otra trampa dela insidiosa razón.

    Traje conmigo un solo miedo: el delencuentro con ese pedazo de mí que sequedó en un país que ya no existe. Pa-so junto a las casas donde vivieron se-res entrañables que la dictadura asesi-nó. Paso sin transición de la alegríaprofunda a la tristeza profunda. Veollagas de pobreza que no había antesaquí. Y mucho niño abandonado: leoque algunos de ellos han muerto detos convulsa, y eso no es imputable yaa la herencia de la dictadura militar.

    De estas calles me echó el odio de

    unos poderosos, tanto civiles comomilitares. A ellas me devolvió la soli-daridad y el afecto de personas de dis-tintos países, de lenguas y creenciasdiferentes, pero todas convencidas deque la justicia es necesaria. Otra telade amor me envuelve ahora en estascalles, como si para muchos, amigos ydesconocidos, ésta fuera una pequeñavictoria de la dignidad en un país don-de a tantos se la lastimaron con pre-meditación y furia.

    Me sobrecoge la grandeza de quieneshoy ejercen esa dignidad sin miedo yno vacilan en denunciar las injusti-cias, aunque sus nombres figuran enlas listas de los próximos muertos que

    preparan ya los asesinos amnistiadospor el gobierno radical. Los organis-mos de derechos humanos siguen, porsu parte, reclamando el pago de ladeuda interna argentina.

    Es verano en la ciudad que vuelvo arecorrer después de tiempo, en mediode tanta precariedad, tanto dolorabierto todavía y tanta vida invictasin embargo. En sus calles, a veces,como el Petrarca por su Laura, tiembloen verano.

    Pablo Piovano

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    27 AÑOS9LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI12

    que excitan más a los escrito-res, las que proveen de temasfascinantes”. Tal vez convengarecordar que cuando VargasLlosa consideraba estimulantela realidad latinoamericana, ypronunciaba esas palabras en

    Lima, era público y notorio queel Che aún combatía en elmonte boliviano. Corría el mesde septiembre de 1967.

    En enero de 1988, VargasLlosa elige precisamente ese ti-po de sociedad no tan excitan-te, estabilizada y en período de bonanza, y declara a Cambio16 que el estadista español Fe-lipe González “ha hecho lomejor que podía hacer en lasactuales circunstancias, ha eli-minado lo que el socialismo te-nía de utopía y de fantasíaigualitaria (...). Ciertamente

    eso se traduce, si quieres, enuna sociedad muy previsible ymuy poco romántica, perotambién implica una consis-tencia, un consenso”. VargasLlosa reconoce que el gobiernode González ha traído una so-ciedad “más roma (...), un po-co planchada y con cierta me-diocridad de existencia. Peroes que el verdadero progresoconsiste precisamente en eso(...). Una de las tristes conclu-siones a las que yo he llegadoes que si se quiere que la genteno se entremate, si se quiereque desaparezcan la intoleran-

    cia y la represión, eso trae con-sigo unas formas de vida muymediocres y muy rutinarias(...). Lo otro es peor; lo otro esmi país; es Latinoamérica. Esdecir, pequeñísimas minoríascon vidas muy intensas y muyexaltantes frente a los restan-tes que viven como auténticosanimales”.

    Las ilusionesLa razón moral que lleva a

    Vargas Llosa a preferir unaexistencia mediocre y rutinaria

    para que nadie se entremate ydesaparezcan la intolerancia yla represión se apoya en obviasilusiones de índole general, yen una muy particular y con-creta: que la derecha del Perú,con él al frente, va a lograrlo. No se conoce oligarquía algunaque se haya autocercenado pri-vilegios que originan los hechosque a Vargas Llosa repugnan.

    Esta visión reductora tam- bién acuña hoy sus posicionesliterarias. Con fundamento,Vargas Llosa explica a Berlan-ga que la literatura erótica delsiglo XVIII estaba cargada de

    una filosofía revolucionaria,mientras que la de un HenryMiller sólo es mero conformis-mo. Y pronostica que esa lite-ratura será cada vez más unjuego estético, refinada diver-sión, experimento formal, con-cluyendo que está bien que asísea. Porque la lectura de Sade,Diderot y Mirabeau le ha per-mitido descubrir que “la fanta-sía aliada a los deseos en liber-

    tad no sólo libera al ser huma-no, también lo convierte enuna máquina destructora quepodría acabar literalmente conla vida”. Claro que se puedecontestar: según qué fantasía,qué deseos.

    Esperemos, por ejemplo, quela fantasía y los deseos en li- bertad de los poderosos en esospaíses centrales donde la me-diocridad de la existencia es

    norma (pero no han desapare-cido la violencia, ni la intole-rancia, ni el racismo), y donde–según definición de AlbinoGómez– “todo lo que no estáprohibido es obligatorio”, nose traduzcan en un apocalipsis

    nuclear que impida a unos serpresidente, a otros, escritor, y atodos en general vivir, si es po-sible de manera digna, solida-ria, creadora, alegre.

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 10PáginaI12

    Publicada el 11/10/89

    Por Juan GelmanDesde Nueva York

    El presidente Carlos Menemha indultado a 216 militares yciviles involucrados en el ge-nocidio, en tres rebeliones

    contra el orden constitucional y en eldesastre de las Malvinas. Indultandoademás a 64 personas presuntamentevinculadas con la “subversión” ha lle-vado a su culminación la “teoría” delos “dos demonios” que Ernesto Saba-to supo formular.

    Me dio horror advertir que en lalista de “subversivos” figuraran cuatro

    militares uruguayos que torturaban enel campo de concentración de Auto-motores Orletti. En ese campo “des-aparecieron” a mi hijo Marcelo y a sumujer, Claudia. Los dos tenían 20años y esperaban entonces el naci-miento de un hijo o hija que hoy an-da vaya uno a saber entre qué manos.Me dio horror que la lista incluyera a“desaparecidos” como María AliciaMorcillo, Graciela Alberti, Soria, o aun muerto que en un certificado dedefunción en regla así declara, Nor- berto Fuentes, por cuyo asesinato–entre otros– Videla ha sido conde-nado. También me dio horror que enesa lista estuviera mi nombre.

    He pensado que la inclusión demuertos y “desaparecidos” en tal lista–con el obvio propósito de abultarla–es un hecho simbólico: exceptuandoa los torturadores uruguayos, nos in-

    dultan en tanto que representantes de30 mil “desaparecidos” que no fueron

    los autores del genocidio, ni de la en-trega del país que la dictadura llevó acabo. Nos “perdonan” precisamentehaber estado o luchado contra la en-trega, por la justicia social y la libera-ción nacional. Aquí, más que en laproporción del número de indultados,favorable a los genocidas, radica ladiferencia: en la naturaleza de lo quese está indultando. Me están canjean-do por los secuestradores de mis hijosy de otros miles de muchachos queahora son mis hijos.

    Esto es inaceptable para mí. Taninaceptable como la “reconciliación”con los genocidas para la que el señor

    Firmenich se propone. Son hechosperversos que enferman aún más a lasociedad argentina.

    El doctor Menem ha explicado queesos indultos –y los que vendrán– sonnecesarios en aras de la pacificaciónnacional. En realidad lo son en aras dela pacificación militar. La explicacióndel doctor Menem parte de una “ra-cionalidad” que construye argumentospara apartarse del deber moral.

    Una “racionalidad” que se opone ala ética es enemiga de lo humano.

    Los decretos de indulto a los ge-nocidas que ha dictado el doctorMenem, abogado, no sólo atentancontra el deber moral. Atentan

    contra el derecho mismo. Y cuandouna ley no puede proteger al dere-cho, es justo que no impida ningu-na injusticia. Así pensaba Shakes-peare por lo menos.

    La culminación de los dos demonios

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    27 AÑOS11LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI12

    Publicada el 25/2/93

    Por Juan Gelman

    P

    ara un escritor, un pintor, unartista, no hay distancia másdecepcionante que la que va de

    la obsesión que lo lleva a crearal resultado que logra. No en vano Ma-llarmé se aterraba ante la página en blanco. La escritura, una vez instaladaen la página, da cuenta del fracaso delintento. Decía Luis Cardoza y Aragónque cuanto más apto es el artista “ma-yor es la distancia entre el blanco y laaproximación. Y si somos más perspica-ces, no hay blanco”. La búsqueda delartista verdadero encalla en lo inen-contrable.

    Leonardo Da Vinci se avergonzóde su pintura y escribió que queríapintar cosas que no están en el mun-do, que se sustraen a la condición

    humana. Es una desesperada confe-sión de fracaso, en él, que era un ar-tista magistral. Tal vez por eso, entrela pintura y la cocina eligió siemprela cocina. Paradójicamente, el ejerci-cio de la gastronomía fue el que fra-casos más grandes le acarreó.

    En 1474, a los 21 años de edad yaprendiz en el taller del Verrocchio,Leonardo prefiere ser jefe de cocina enla taberna Los Tres Caracoles, la másconcurrida de Florencia, a colaborarcon su maestro en un Bautismo deCristo. En la taberna inventa lo quecuatro siglos después se llamaría “nou-velle cuisine française”: platos de comi-da hermosamente presentados, pero su-

    mamente parcos, que nada tenían quever con los trozos indiscriminados decarne y el potaje grueso que los comen-sales estaban acostumbrados a ingerir.La clientela protesta, se rebela, lo bus-ca en la cocina y Leonardo debe esca-par corriendo para que no lo linchen.

    En 1478 se incendia la taberna y Le-onardo abandona el encargo más im-portante que había recibido hasta en-tonces –pintar un retablo para la capi-lla de San Bernardo del palacio ducal–y a medias con Sandro Botticelli abreun restaurante. Que quiebra. Los tresaños siguientes busca trabajo comococinero en las tabernas de Florencia

    y no pinta. Los taberneros no quierensaber nada con los platitos decoradosde Leonardo y éste se va a Milán, don-

    de el duque Ludovico Sforza lo desig-na consejero en materia de fortifica-ciones y cocinero maestro de banque-tes en la corte.

    En los 17 años que Leonardo sirvióal duque pintó no más de 6 obras, pe-

    ro remodela a la cocina del castillo einventa a un sinnúmero de máquinaspara aliviar el trabajo: un secador deservilletas y manteles giratorio de 7metros de altura y movido por seishombres; una cinta transportadora deleños, previamente cortados por unasierra circular, que pasa de afuera dela cocina directamente al fuego y re-quiere el esfuerzo de cuatro hombres yocho caballos para accionar la sierra;un complicado sistema de tubos demetal espiralados para proporcionaragua caliente todo el tiempo; un siste-ma de barrido del piso de cocina condos bueyes que arrastran un cepillo de

    1,5 metro de ancho y 2,5 metros delargo; una enorme moledora de carne;un sistema irrigador para evitar in-

    cendios; un sistema de aireación for-mado por fuelles de 3,60 metros delargo adosados al techo y movidos porun árbol de levas sujeto a un cigüeñalimpulsado por caballos. Mientras re-modela la cocina rechaza otro impor-tante encargo –una pintura para la

    Confraternidad de la InmaculadaConcepción, pero llega el día de lainauguración y es el desastre: el siste-ma irrigador inunda la cocina, los fue-lles avivan las llamas, la gran moledo-ra de carne se rompe con media resadentro, la cinta transportadora de le-ños los arroja incesantemente al salóndel banquete, los hombres de la coci-na se queman, se sofocan y aun seahogan. El duque saca a Leonardo deesos menesteres y le manda pintar re-tratos de damas de la corte, cosa queel gastrónomo escaldado acepta demala gana, y no termina ninguno. In-siste en inventar una cortadora de be-

    rros, que se le escapa de las manosmientras la prueba y mata a seis coci-neros y tres jardineros presentes. Elduque utiliza la cortadora con éxitocuando invaden Milán los franceses.Pero éstos lo aprisionan y Leonardo sequeda sin protector.

    Leonardo sigue explorando la tierraincierta de las ciencias. Ha estudiadomatemáticas, fisiología, biología, inge-niería mecánica, ingeniería militar, elvuelo de las aves, las corrientes fluvia-les, ha hecho centenares de dibujos dela anatomía humana, ha disecado máscadáveres (30) que pinturas y frescos hadejado (18), varios sin terminar. Lostres últimos años de su vida (1516-

    1519) son tal vez los más felices para él:experimenta en la cocina de piedra delpalacete que Francisco I, rey de Francia,le ha dado por morada en las afueras desu gran castillo. El rey, otro apasionadopor la gastronomía, hace construir untúnel entre su castillo y el palacete deLeonardo y, escapando de los aburri-mientos de la corte, pasa con él horascocinando y comiendo. El rey quiereque el artista le preste el aparato guarda-do en una caja negra que sirve para ha-cer espaguetis, otro invento de Leonar-do, quien se niega; le regala al soberanoel retrato de Mona Lisa y un San Juan,pero no le entrega la caja negra. Leonar-

    do muere y un discípulo abre la caja. Es-taba vacía. Como vacía estaba para Leo-nardo la meta imposible de su arte.

    Leonardo

    cocinero

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 12PáginaI12

    Publicada el 26/3/93

    Por Juan Gelman

    E

    l Diccionario de la Real Aca-demia siempre ha sido paramí una fuente de legítima ale-

    gría. Con qué comparar elplacer que brinda, por ejemplo, su de-finición de la palabra “perro”: “Mamí-fero doméstico de la familia de los cá-nidos, de tamaño, forma y pelaje muydiversos, según las razas, pero siemprecon la cola de menor longitud que laspatas posteriores. Tiene un olfatomuy fino y es inteligente y muy leal alhombre”. El detalle del tamaño de lacola es importante en una definición,y no lo es menos la relación implíci-tamente establecida entre el fino olfa-to y la inteligencia del animal con sulealtad al ser humano.

    La definición de “gato” tiene idéntico

    interés: “Mamífero carnívoro, digitigra-do, doméstico, de unos cincodecímetros de largo desde lacabeza hasta el arranque dela cola, que por sí sola midedos decímetros aproximada-mente; cabeza redonda, len-gua muy áspera, patas cortas,con cinco dedos en las ante-riores y cuatro en las poste-riores, armados de uñas fuer-tes, agudas, y que el animalpuede sacar o esconder a vo-luntad; pelaje espeso, suave,de color blanco, gris, pardo,rojizo o negro. Es muy útil enlas casas por lo mucho que

    persigue a los ratones”. (Evi-dentemente. Me preocupa, sinembargo, que en la definiciónno haya entrado el color ama-

    rillo de un gato que tuve en París. Eramuy inteligente también, como los pe-rros. Una vez que le leí unos versos míos

    salió disparado por la ventana. Creí queera un ingrato: yo sé que no soy Rim- baud, pero ¿quién le daba de comer,Rimbaud o yo? Poco después pasé unpar de días en cama, con gripe, y el gatoconmigo, acostado sobre la frazada,acompañándome. Ahí me di cuenta deque ingrato no era. En realidad, era en-tendido en poesía.)

    Las definiciones

    que he transcripto se encuentran en laedición de 1970 del Diccionario de laReal Academia, cuyo preámbulo afir-

    ma que el progreso más destacado deesa edición “ha sido el avance decidi-do hacia la definición directa, objetivaque en parte ya usaban las definicionesanteriores”. Las definiciones tambiénse encuentran en la edición posterior,de 1984. Pero ésta última me da menosalegría.

    Por ejemplo: en la de 1970 se leía queel can can es “un baile descocado que se

    importó de Francia des-pués de mediar el sigloXIX”. En la edición de

    1984 el can can se convier-te en “danza frívola y muy

    movida” apenas. Al parecer, la

    Academia bajo Franco sabía darlerelieve a las cosas. El adjetivo “desco-cado” es mucho más sugeridor que el

    débil “frívolo”. Pero tal vez el último seaapropiado para los vientos socialistas de-

    mocráticos que corren en España.Eso no es todo. En 1970 “elec-tricidad” era “agente muy po-

    deroso, que se manifiestapor atracciones y repul-siones, por chispas y pe-nachos luminosos, porlas conmociones que oca-siona en el organismo

    animal y por las descom-posiciones químicas queproduce. Se desarrolla por

    frotamiento, presión, ca-lor, acción química,

    etc.”. He aquí una defini-ción vigorosa y llena de vida.

    En 1984, “electricidad” se ha vuelto al-go lleno de electrones y protones. Yhan desaparecido las chispas y pena-chos con su misterio gozoso.

    Las definiciones oblicuas de la reali-dad tienen su encanto. Los rostros de larealidad son tantos que la precisión

    científica y crítica alcanza a retratar unosolamente. La Aída de Verdi bien puedeser la historia de un tenor y una sopranoque quieren acostarse juntos y de un ba-rítono y una mezzosoprano que no losdejan, como propone Edward Said. YRomeo y Julieta, el primer gran tango dela modernidad, según me parece (a mijuicio, Shakespeare nada tiene que en-vidiar a Discepolín). Y el atentado con-tra la embajada de Israel en Buenos Ai-res, la prueba de que la Argentina haentrado al Primer Mundo, como explicanuestro canciller. Y si echan obreros a lacalle es para promoverlos de su condi-ción de proletarios a la de propietarios,

    como dice el presidente.Hay una nueva edición del Dicciona-rio de la Real Academia, la de 1992,pero no la quiero ver. En la edición de1970 se puede leer que “¡ja, ja, ja!” es“interj. con que se manifiesta la risa”;“¡je, je, je!” es “interj. con que se mani-fiesta la risa”, que “¡ji, ji, ji!” es “interj.Con que se manifiesta la risa. 2. Gritode júbilo”. Como la obra no registra eljo, jo, jo, ni el ju, ju, ju hay que enten-der que nadie se ríe en o ni en u. Esimportante. Esas definiciones han so- brevivido en la definición de 1984. Pe-ro ¿si hubieran desaparecido de la de1992? ¿Si el premio Nobel y académi-co Camilo José Cela, por ejemplo, no

    hubiera logrado que esas definicionespervivieran? Se me vendría el alma alsuelo en ese caso. Me sentiría pobre,pobre de verdad.

    La Real Academia

    Publicada el 28/10/93

    Por Juan Gelman

    En febrero de 1986, en Ginebra,con Borges internado en una clí-nica no mucho antes de morir,imaginé que “Borges cita a los

    guapos tanto que da la impresión de que

    quien escribe es un guapo que cita a Bor-ges. Esto suena a calumnia o falsedad.Pero pienso que, efectivamente, un gua-po se tomó el trabajo de ser Borges paraque algunos milagros o alucinaciones dela pérdida o la nada abandonaran su for-tuita condición y se instalaran en la es-pera de vida que tiembla en todo texto.Creo que las famas cuchilleras, las topa-das, los corajes inauditos y barriales queconstelan el ser y no ser de cada guaposon materia que dejó atrás, por insignifi-cante, el guapo de verdad, el que eligióser Borges, el que quiso apuñalar al tiem-po para detenerlo o atrasarlo, el que pe-leó incansablemente combates de papely conocía su derrota de antemano”.

    Borges exaltó el coraje gratuito, “elvalor individual quiero decir, personal–abundó en 1982, en un documental deArts International que él habló en in-glés–. La gente tiene que adorar cosas.¿Por qué no ha de adorar el valor? Esolo hicieron bien los nórdicos y tambiénlos sajones. Adoraron el valor sólo poradorarlo. Y no por una causa o algún sa-crificio o por morir por su país o por sufe”. Sin embargo, hacia 1970, en la es-tupenda entrevista que Tomás Eloy

    Martínez le hiciera por el Canal 7 deBuenos Aires –en el programa “Cuen-tos de medianoche” del que Pirí Lugo-nes, “desaparecida” por la dictadura mi-litar, fue la productora– Borges había

    abjurado de “El hombre de la esquinarosada”, confesado que ese cuento no legustaba, indicado que el mundo de losguapos le era ajeno, aclarado que su li-teratura sobre el tema era “un artificio”y descalificado a los guapos en generalporque eran “punteros de comité” alservicio de los políticos de turno.

    Borges invirtió años en mitificar esetipo de valor, declarando casi inequívo-camente que él no lo poseía. Véase “Elpuñal”, texto de 1930: el arma sueña enun cajón con el hombre que la empuñepara lo que fue forjada: matar; a Borges,el puñal le da lástima. “Tanta dureza,tanta fe, tan impasible e inocente so- berbia. Los años pasan, inútiles.” La

    misma idea insiste en “El encuentro”,en que dos puñales de cuchilleros talvez difuntos usan a dos hombres paraenfrentarse otra vez y Borges sugiereque esa pelea, terminada, sigue latiendopara resurgir. Como si atemperara el va-lor del coraje humano, convertido enmero instrumento de la rabia del metal.Tal vez convencido de la pequeñez deesa dimensión en Buenos Aires, Borgesremitió a ocho siglos atrás su admira-ción por coraje personal y la reubicó en

    las sagas nórdicas y los héroes de epope-ya anglosajona. A esas distancias no leresultaba intolerable.

    Es conocido el despiste y aun horrorde las opiniones políticas de Borges.

    Elogió a Videla después de memorablealmuerzo, se dejó condecorar por Pino-chet, opinó en la España posfranquistaque todo era mejor con Franco, decidióque a James Carter había que propinarleun golpe de Estado. Pero en 1981, enplena dictadura militar y antes de laguerra de las Malvinas, firmó la solicita-da que las Madres de Plaza de Mayo lo-graron publicar en La Prensa en reclamode sus hijos desaparecidos. A un agentede los servicios, presunto locutor, que lointerrogó al respecto a micrófono abier-to, Borges confirmó que había dado sufirma para la solicitada y la audición seinterrumpió abruptamente. A diferenciade otros intelectuales, que nunca supie-

    ron reconocer sus agachadas frente a ladictadura militar Borges reconoció suserrores; en el documental mencionadoaclaró: “Al ser ciego y no leer los dia-rios, yo era muy ignorante. Pero la genteviene a mi casa (la dictadura seguía en el poder) a contarme historias tristes sobrela desaparición de sus hijas, esposas, hi-jos, así que ahora estoy bien enterado.Durante un tiempo no supe nada de na-da, las noticias no me llegaban, peroahora esas cosas no pueden ser ignora-

    das. Sí, mucha gente me ha acusado deno estar al día. Pero, ¿qué podía haceryo? Vivo solo, no conozco mucha gente,no leo los diarios. Sólo escucho lo quemis amigos me dicen y ellos pertenecena otra clase. Pero ahora claro que sé so- bre toda esa miseria y todos esos críme-nes, uno detrás de otro. Es por eso queno hablé antes. ‘Ignorancia, querida se-

    ñora, mera ignorancia’, como decía elDr. Johnson. Ahora creo que sé más yme siento triste, amando como amo ami país”. Dijo Borges, con tristeza en lavoz y una mueca a modo de sonrisa.

    En 1984, al morir Julio Cortázar, La Nación dedicó una página entera del su-plemento literario al acontecimiento y,con las honrosas excepciones de HéctorYánover y Norah Lange, todos los soli-citados se dedicaron a ningunear al fa-llecido por sus posiciones de izquierda yprocubanas. Como Ernesto Sabato, quedestinó la mayor parte de sus disquisi-ciones a explicar que él, en realidad, nopensaba como el muerto. Días después,en Clarín aparecía una opinión de Bor-

    ges, quien se declaraba honrado de ha- ber publicado el primer texto de Cortá-zar que vio la luz –“Casa tomada”– yque en un breve párrafo final (aplicableal propio Borges) aludía al contexto:“Julio Cortázar ha sido condenado, oaprobado, por sus opiniones políticas.Fuera de la ética, entiendo que las opi-niones de un hombre suelen ser superfi-ciales y efímeras”. Así responde la gran-deza a la mezquindad, y a la cobardía, elvalor verdadero.

    Borges o el valor

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    27 AÑOS13LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI12

    Publicada el 5/1/95

    Por Juan Gelman

    ¿Hay que estar “enfermo”para ser un gran artistao, al menos, un artista?Enfermo, entre comi-

    llas; seguramente diferente. Dostoievskiexpresó en una página memorable su

    horror por ser diferente. Y conviene ex-plicarse: lo diferente, en este caso, noconsiste en la diferencia con respecto alos demás –nos parecemos en que todossomos diferentes, sino en la diferenciaconsigo mismo. No se trata de esquizo-frenia. Se trata del espacio que el otroocupa en uno, un espacio quizá másvulnerable en los artistas. Puede condu-cir a la locura, que sobre todo azotó aalemanes (Trakl, Hölderlin, Nietzsche)o al silencio que eligió Rimbaud. Eso,en el siglo XIX.

    El espacio del otro es cuestionadorde la propia identidad, pero ha origina-do o alimentado obras de arte estupen-das. Suele ser un espacio de dolor. Po-

    demos imaginar los dolores de los quenació Jean Genet, el escritor, aunquenunca sabremos cuáles fueron. Por lodemás, el dolor no basta; la inmensamayoría de ladrones y homosexualesno son Jean Genet.

    Digo dolor y no sufrimiento porque elsufrimiento es pasivo. El dolor es uncampo a recorrer, un campo del que sehabla sólo por uno mismo. En diciem- bre de 1959, en la última entrevista queconcedió antes de morir en un acciden-

    te de automóvil, Albert Camus confe-saba: “No hablo en nombre de nadie; ya bastante difícil me resulta hablar pormí. No soy el guía de nadie. No sé, o sémal, hacia dónde me dirijo”.

    Tal vez ocurra que el espacio delotro es tan abismante que el lugar pa-ra sí mismo en uno nunca deja de seruna interrogación. Se puede, claro,elegir la respuesta de Narciso, inclina-do sobre su propio rostro como mundocerrado sobre el agua que pasa. En ca-so contrario, las puertas están abiertasa la perversión y advertirla no signifi-ca necesariamente perversidad, sinouna forma de percepción del mundo.Ya lo decía Omar Khayam: “Nuncaescribirán buenos versos los bebedoresde agua”. O, según Rodolfo Walsh:“Hay escritores buenas personas mássonsos que un banquito”.

     No hace falta ser caballo para enten-

    der de carreras y ningún cocinero nece-sita meterse personalmente en la ollapara hacer un guiso. Graham Greene,obsedido por la existencia del mal, pin-taba humanistas “buenos” totalmentedesagradables, y criminales muy simpá-ticos. Se convirtió del anglicismo al ca-tolicismo y su cura preferido fue un al-cohólico, padre de lo que llaman un“hijo natural”. Greene creía más en lafe que en las obras y, al decir de MichelSelden, se dedicaba con fervor al adul-

    terio con su amante Lady Walston –es-posa de un magnate británico, judío ylaborista– “detrás de cada altar sufi-cientemente alto que encontraban enlas iglesias de Roma”. Greene hizo más:

    fue el espía 59200 del British Intelli-gence Service durante la SegundaGuerra Mundial, y ser un colaboradorhasta comienzos de los años 80 no ledificultó la amistad con el general To-rrijos ni el servirle de correo con FidelCastro. Orwell lo había dicho: “Greenees nuestro primer camarada de ruta ca-tólico”. En realidad, era un inspectorde infiernos que había dejado de creeren el infierno. Pese a todo lo que escri- bió sobre los conflictos entre religión yética, o salvación y conducta, no fueun escritor religioso, sino un escritorinteresado en la religión. Era, paraDouglas Jerrold, “el Harry Lime (OrsonWelles en la película El tercer hombre)

    de la mafia literaria”.Greene sufría crisis de depresión de

    las que no lo salvaba el litro de whiskyque ingería diariamente y que no le im-pidió llegar a los 86 años de edad. Ado-lescente, escapó del rígido colegio pro-vinciano donde estudiaba y sus padreslo enviaron a un psicoanalista de Lon-dres en cuya casa vivió durante el trata-miento. Allí pasó algunos de los díasmás felices de su vida, dijo después. Co-mo buen espía, le atrajo la doble lealtad

    o doble deslealtad de los agentes doblesy defendió a su amigo y superior KimPhilby, cuando se descubrió que traba-jaba para la URSS. Preguntaron a Gre-ene qué pensaba, por ejemplo, del he-cho de que Philby había mandadoagentes a Albania para entregarlos lue-go a los soviéticos. Greene replicó:“Iban a ese país armados para hacer da-ño. Fueron muertos en vez de matar”.

    Imposible no pensar en el código Blo-omsbury de los británicos, que privile-gia la lealtad al amigo sobre la lealtad ala nación.

    El pare Durán, compinche el escritor,lo retrató así en La crisis del sacerdote enGraham Greene, probablemente apoya-do en el viejo concepto alquímico delorden de elementos que es propio decada ser humano: “Greene reconocíaque su temperamento era inestable; nogozaba de un equilibrio perfecto. Nuncase curaría de eso: hay cosas que nuncase curan. Algunos preferirían llamar en-fermedad a esa suerte de desequilibriopsicológico, pero esas condiciones sonmaneras de ser”.

    Tal “manera de ser” no impidió aGraham Greene apoyar con su nombrela campaña que en 1984 lanzaron losperiodistas argentinos exigiendo el en-juiciamiento y castigo a los asesinos deRodolfo Walsh. Así de mezclada era lapersona Graham Greene, quien siem-pre prefirió que escribieran sobre suobra y no sobre su vida, como quiensabe que entre una y otra –o entre per-versión y creación– hay espacios ca- balmente misteriosos.

    Espacios

    El antihumanismomen contra la humanidad, porque estápresidido por la misma mentalidad que

    organizó el Holocausto, esa que odia alotro, al diferente, ésa que se automutilaal mutilarse el otro y mutilarlo. Esa quesólo conoce la intolerancia furiosa antela riqueza de lo humano. El antisemitis-mo es un antihumanismo.

    El atentado representa además la insis-tencia de ese mal en la sociedad argenti-

    Publicada el 20/7/94

    Por Juan Gelman

    E

    l atentado contra la AMIA nosólo es un crimen contra la co-munidad judía; también es un

    crimen contra el pueblo argenti-no, en el que la AMIA está inextrica- blemente enraizada, y sobre todo un cri-

    na. No creo en la teoría de la conspira-ción extranjera. En las entrañas del país,

    también inextricablemente unido a él,pasea el monstruoso animal de la supre-sión del otro. Se pasea en carne y hueso,como prueban los militares asesinos queAlfonsín y Menem supieron indultar. Esinmensa la deuda con la humanidad deesos dos civiles a los que la sociedad civilinstaló en su presidencia y que traiciona-

    ron su dolor. Ellos también condonaronla mutilación del otro.

    Mi madre tenía siete años cuando pa-deció un pogrom en la Rusia zarista. Re-cordaba el hogar incendiado y a miabuela sacando a los hijos del fuego,menos a una chiquita de dos años que

    allí se abrasó. Entre los muertos delatentado a la AMIA seguramente estáesa tía que nunca pude conocer.

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 14PáginaI12

    Publicada el 12/4/95

    Por Juan Gelman

    Dentro de seis meses cumplirás19 años. Habrás nacido algúndía de octubre de 1976 en uncampo de concentración del

    Ejército, el Pozo de Quilmes casi segu-ramente. Poco antes o poco después detu nacimiento, el mismo mes y año,

    asesinaron a tu padre de un tiro en lanuca disparado a menos de medio me-tro de distancia. El estaba inerme y loasesinó un comando militar, tal vez elmismo que lo secuestró con tu madre el24 de agosto en Buenos Aires y los lle-vó al campo de concentración Auto-motores Orletti que funcionaba en ple-no Floresta y los militares habían bauti-zado “el Jardín”. Tu padre se llamabaMarcelo. Tu madre, Claudia. Los dostenían 20 años y vos, siete meses en elvientre materno cuando eso ocurrió. Aella la trasladaron –y a vos en ella– alPozo cuando estuvo a punto de parir.Allí debe haber dado a luz solita, bajola mirada de algún médico cómplice de

    la dictadura militar. Te sacaron enton-ces de su lado y fuiste a parar –así eracasi siempre– a manos de una pareja es-téril de marido militar o policía, o juez,o periodista amigo de policía o mili-tar. Había entonces una lista de es-pera siniestra para cada campo deconcentración: Los anotados es-peraban quedarse con el hijorobado a las prisioneras queparían y, con alguna excep-ción, eran asesinadas in-mediatamente después.Han pasado 12 años desdeque los militares dejaron elgobierno y nada se sabe de

    tu madre. En cambio, en untambor de grasa de 200 li-tros que los militares rellenaroncon cemento y arena y arrojaron alrío San Fernando, se encontraron losrestos de tu padre 13 años después. Estáenterrado en La Tablada. Al menos haycon él esa certeza.

    Me resulta muy extraño hablarte demis hijos como tus padres que no fue-ron. No sé si sos varón o mujer. Sé quenaciste. Me lo aseguró el padre Fiore-llo Cavalli, de la Secretaría de Estadodel Vaticano, en febrero de 1978. Des-de entonces me pregunto cuál ha sidotu destino. Me asaltan ideas contrarias.Por un lado, siempre me repugnó la

    posibilidad de que llamaras “papá” a

    deraron de tu historia y la falsificaron.Imagino que te han mentido mucho.

    También pensé todos estos años enqué hacer si te encontraba: si arrancar-te del hogar que tenías o hablar con tuspadres adoptivos para establecer unacuerdo que me permitiera verte yacompañarte, siempre sobre la base deque supieras vos quién eras y de dóndevenías. El dilema se reiteraba cada vez–y fueron varias– que asomaba la posi-

     bilidad de que las Abuelas de Plaza de

    Mayo te hubieran encontrado. Se reite-raba de manera diferente, según tuedad en cada momento. Me preocupa-

     ba que fueras demasiado chico o chica–por no ser suficientemente chico ochica– para entender lo que había pa-sado. Para entender por qué no eran tuspadres los que creías tus padres y a lomejor querías como a padres. Me preo-cupaba que padecieras así una dobleherida, una suerte de hachazo en el te-

    jido de tu subjetividad en forma-ción. Pero ahora sos grande. Podés

    enterarte de quién sos y decidirdespués qué hacer con lo quefuiste. Ahí están las Abuelas ysu banco de datos sanguíneos

    que permiten determinarcon precisión científica elorigen de hijos de desapare-

    cidos. Tu origen.Ahora tenés casi la edad de

    tus padres cuando los mataron ypronto serás mayor que ellos.

    Ellos se quedaron en los 20 añospara siempre. Soñaban mucho con

    vos y con un mundo más habita- ble para vos. Me gustaría ha-

     blarte de ellos y que mehables de vos. Para recono-

    cer en vos a mi hijo y paraque reconozcas en mí lo que

    de tu padre tengo: los dos so-

    mos huérfanos de él. Para reparar dealgún modo ese corte brutal o silencioque en la carne de la familia perpetró ladictadura militar. Para darte tu historia,no para apartarte de lo que no te quierasapartar. Ya sos grande, dije.

    Los sueños de Marcelo y Claudia nose han cumplido todavía. Menos vos,que naciste y estás quién sabe dónde nicon quién. Tal vez tengas los ojos ver-degrises de mi hijo o los ojos color cas-taño de su mujer, que poseían un brillomuy especial y tierno y pícaro. Quiénsabe cómo serás si sos varón. Quién sa-

     be cómo serás si sos mujer. A lo mejorpodés salir de ese misterio para entraren otro: el del encuentro con un abue-

    lo que te espera.

    un militar o policía ladrón de vos, o aun amigo de los asesinos de tus padres.Por otro lado, siempre quise que, cual-quiera hubiese sido el hogar al quefuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quis ieran mucho. Sin embar-go, nunca dejé de pensar que, aun así,algún agujero o falla tenía que haberen el amor que te tuvieran, no tantoporque tus padres de hoy no son bioló-gicos –como se dice–, sino por el he-cho de que alguna conciencia tendrán

    ellos de tu historia y de cómo se apo-

    Carta abierta ami nieta o nieto

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 16PáginaI12

    Publicada el 24/5/95

    Por Juan Gelman

    E

    l infierno no termina cuandocierran las puertas y se apaganlos hornos: hace 12 años que ce-

    só el infierno militar en la Ar-gentina, pero decenas de miles de perso-nas –hijos, padres, hermanos, amigos delos desaparecidos– viven esa segundaparte del infierno que crepita en la me-moria y no hay modo de apagar. “Desdeentonces, a una hora incierta / esa agoníavuelve / y hasta que mi cuento espantososea contado / mi corazón sigue quemándoseen mí”, dice el viejo marinero de un poe-ma de Coleridge que recordó Primo Le-vi. Para muchos argentinos, esa estrofapoética es vida real que quema cada día.

    ¿Qué esperan los militares para darcuenta del destino que infligieron a másde 30.000 argentinos? Una regla de hie-

    rro del infierno es que no tiene ningúncartel que indique la salida. Pero el espa-cio de duelo posible es otra cosa que elinfierno: aminora sus fuegos y el dolorquemará menos. Nadie puede hacer elduelo solo. Hasta las culturas más anti-guas inventaron ritos públicos para quela muerte de alguno fuera aceptada portodos, especialmente por quienes más loamaron, como hecho continuador de lavida. La dictadura militar no sólo asesinóa gente inerme en el más repugnanteanonimato; también desapareció el rela-to de esas muertes y castigó así –con laincertidumbre, con la impotencia, con ladesesperación que esas dos tetas alimen-tan, con la cohabitación cotidiana con

    el horror y el terror– a los seres que elasesinado amó. En ellos el asesinado havivido muchos años, sacudido por lasmareas contrarias de la esperanza y ladesesperanza. Los deudos de los pocosmilitares y policías que cayeron en la“lucha contra la subversión” conocieron

    el dolor, pero no ese infierno que es eldolor dos veces. Sus muertos fueron en-

    terrados con todos los honores que ladictadura les rindió.

    “El asumir nuestro (del duelo) llegahasta cierto punto, porque cuando unono supo realmente qué pasó con sus pa-dres, no puede asumir nada”, dice Caro-lina Llorens, hija de desaparecidos ymiembro de Hijos por la Identidad y la

     Justicia, contra el Olvido y el Silencio.“Uno hace el duelo hasta donde te dejan–agrega Josefina Giglio–. Llega un mo-mento en que la responsabilidad es delEstado y de la sociedad, que nos dejenterminar con esto. No es que uno noquiere cerrar la herida y seguir revol-viendo, es que uno no puede hacer otra

    cosa.” Que: seguir buscando la memoriade la muerte de los seres queridos comomanera aciaga de apuntalar la propiasubjetividad. Claro que, en general, losmilitares no tienen mayor preocupaciónpor la subjetividad ajena: los millones dejóvenes que han pasado por el serviciomilitar saben muy bien que jefes, oficia-les y suboficiales se encarnizan en ani-quilar cualquier espacio personal del sol-dado que consideran atentatorio a la ca-dena de mandos, y que humillan al sol-dado a ese efecto y por las dudas en ra-zón de su particular concepto de obe-diencia; esos mandos militares pretendenordenar la realidad –y así ordenarse– afuerza de órdenes contra la realidad. Es-

    grimen armas aun en medio de la paz ypareciera que así confirman su hombría.Si fueran hombres de verdad, no vacila-rían en dar –o reconocer– la lista de losque desaparecieron y la lista de los asesi-nos, en vez de ampararse en un cobarde“no ha lugar”. De la cobardía de nuestras

    fuerzas armadas el pueblo argentino tuvopruebas suficientes durante la dictaduramilitar, tanto en lo que hace al extermi-nio de miles de personas indefensas co-mo a la escasa gallardía que algunos ex-hibieron –por ejemplo Astiz– en lasMalvinas. No habrá tiempo que les bo-

    rre esos baldones. Por desdicha, tampo-co habrá tiempo que devuelva a los mi-les de jóvenes que enviaron impune-mente a la muerte.

    La dictadura militar ha abandonado elgobierno del país, pero sigue dictaduran-do a muchísimas personas. El gran escri-tor italiano Primo Levi, que conoció elinfierno de Auschwitz, supo escribir: “Laherida no tiene cura, persiste en el tiem-po y las Furias –en cuya existencia nosvemos obligados a creer– perpetúan eltrabajo del atormentador negándoles paza los atormentados”. Los familiares de losdesaparecidos no estuvieron en ningunode los 356 campos de concentración

    donde éstos fueron torturados y asesina-dos. Pero tienen su propio campo deconcentración en la mente y cada díaven a su padre, a su hermano o a su hijopicaneado, golpeado y sangrando, conuna realidad que se repite más allá de lamisma realidad. El pasado se reproducede una manera horrible: los muertos yaestán muertos, pero siguen muriendo enmuchos más. El peso de ese fatum impidemuchas veces recordar al ser querido enlo que fue de vida y no de muerte.

    Se equivocan el presidente Menem,los militares de autocrítica cortita y otrosmás que suponen que el asunto se ha ce-rrado con las declaraciones de jefes delas Fuerzas Armadas. Ello insisten

    –crueldad suplementaria y aun gratuita–en la imposibilidad del duelo dictada porla vigencia de la ley. Pero el dolor tieneotras leyes. El dolor reclama justicia. Eldolor reclama la verdad. Para los anti-guos griegos el antónimo de olvido noera memoria: era verdad.

    Publicada el 14/6/95

    Por Juan Gelman

    T

    omás Moro, es biensabido, acuñó la pa-labra a comienzos del

    siglo XVI sumandoal prefijo negativo griego u lapalabra topos, lugar. Es decir,utopía igual ningún lugar. Losque últimamente decretan elfin de la utopía paradójica-mente niegan lo que afirman;si se ha terminado el “ningúnlugar”, ese “ningún lugar” tie-ne hoy lugar. Claro que lo queanuncian esos profetas sin car-tera es la imposibilidad de unmundo distinto al que vivi-mos. Concebir un proyecto de

    sociedad más justa es absurdoy aun inútil para ellos; nadacambiaría jamás. No hay espa-cio –piensan– para la dimen-sión fraternal que conlleva lautopía, y la soledad de cadaquien se seguirá mirando, de-formada y deformante, en la

    soledad de los demás.Tal posición deriva, desdeluego, de intereses creadosmuy concretos y ejemplificacon el fracaso del “socialismoreal”, única utopía que llegó aser Estado, “lugar” para unacuarta parte de la humanidad.En los ámbitos intelectualesdel Este circulaba antes de ladisolución de la URSS la si-guiente adivinanza: ¿qué dife-rencia hay entre ciencia, filo-sofía y marxismo?, es la pre-gunta; respuesta: “La cienciaes como la voluntad de agarrara un gato negro muy chiquito

    en una habitación enorme to-talmente a oscuras; la filosofía,la voluntad de agarrar a un ga-to negro muy chiquito en unahabitación enorme totalmentea oscuras donde el gato no es-tá; el marxismo, la voluntadde agarrar a un gato negromuy chiquito en una habita-ción enorme totalmente a os-curas donde el gato no está ypretender que se lo ha agarra-

    Infiernos

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    27 AÑOS17LUNES 26 DE MAYO DE 2014

    PáginaI12

    do y que se sabe todo sobreél”. Pero ése era el marxismo

    del “socialismo real”. Marxmismo nunca tuvo la preten-sión de describir la sociedadfutura, de agarrar el gato negroque no está. Y el fracaso sovié-tico es el fin de una historia,no de la historia, y el comien-zo de otra.

    El ser humano, siempre in-cómodo con la realidad, vieneinventando utopías de todaclase desde el fondo de los si-glos y nunca dejará de hacerlo.Pero ¿dónde queda la utopía?¿No en un espacio sino en eltiempo, ya que es “cocina del

    futuro”, según dijera Italo Cal-vino? ¿No empieza acaso comoautotopía, en el lugar de unomismo desde el cual se deseala propia libertad, indisoluble-mente ligada a la libertad delos demás? Habría entoncesque pensar en la utopía comocausa, no como fin, como mo-vimiento de búsqueda original(que parte del origen) que, sicristaliza, debería alimentarsede sus logros como nuevo ori-gen de otras búsquedas. Cuan-do eso no ocurre, cuando loimaginado o soñado se encogefrente al campo de lo posible,

    la utopía se burocratiza, seconvierte en sistema, pretendeque ya es futuro su presentecongelado. Como utopía hamuerto.

    ¿Residirá en su fracaso lafunción de la utopía? Las revo-luciones de los dos últimos si-glos han inscripto en sus ban-deras los lemas de igualdad, li- bertad, fraternidad, justiciaentre los hombres. Pero la Re-volución Francesa desembocóen Napoleón, la estadouni-dense en Monroe y la rusa enStalin. Tal vez porque “las ma-

    sas no van a la revolución conun plan preconcebido de so-ciedad nueva, sino con unsentimiento claro de la impo-sibilidad de seguir soportandola vieja” (Trotski). Ese hechoexplicaría muchos fracasos,pero nunca el fin de los inten-tos, aun cuando entre utopía yrealidad suele producirse loque Aristóteles llamó la tikhé ,algo así como la buena fortunadel encuentro fallido.

    Que las utopías nacen yrenacen, se ha visto hace po-co en el sudeste mexicano,donde una fuerza guerrillera,

    el Ejército Zapatista de Libe-ración Nacional, declara queno busca la toma del poder yllama a la sociedad civil aconstruir “una suerte de es-pacio democrático de resolu-ción de la confrontación en-tre diversas fuerzas políti-cas... (que) tendrá tres pre-misas fundamentales que soninseparables, ya, histórica-mente: democracia, libertad

    mo, utópico. Sabe que la pala- bra lo separa del objeto y quenombrar es alejar, no poseer.La utopía, como la palabra,sería incesante emulsión dedos pérdidas –lo deseado, loobtenido–, una especie de pa-

    raíso jamás hallado que la hu-manidad busca y buscará eter-namente. Creer que se lo haencontrado es entrar en el rei-no de la muerte.

    y justicia”. Esa utopía se haencarnado en miles de indí-

    genas de la selva Lacandona,fácilmente aniquilables des-de el punto de vista militarpero incancelables desde elpunto de vista ideal. Los

    tzeltales, tzotziles, choles ytojolabales de Chiapas han

    querido que la “autotopía”pase al grado de utopía paraconvencer a la realidad deque debe ser otra. Para ellosla utopía no es mero amobla-

    miento de una “buena con-ciencia”, sino el motor que

    los empuja a un adelantecon doble movimiento, delogro y de fracaso.

    El ser humano, por hablan-te, es deseante y, por eso mis-

    El lugar de la utopía

  • 8/17/2019 Especial Gelman

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    Gelman   PERIODISTA 18PáginaI12

    Publicada el 30/11/95

    Por Juan Gelman

    F

    ue como un golpe verlo cuandole abrí la puerta. Sentí física-mente que me inclinaba para

    atrás, aunque seguramente nofue así. Tendría, tiene (¿por qué dijetendría?) la estatura y la edad que hoytendría mi hijo. Fue su compañero en elcampo de concentración. El sobrevivió.Me trajo escenas de los últimos días demi hijo (¿tendría él canas hoy también?)y le estaré eternamente agradecido.

    Han pasado casi 20 años desde agostodel ’76, cuando él, y un par de días des-pués mi hijo, fueron secuestrados por ladictadura militar y, sin embargo, pordebajo de todo nuestro encuentro co-rría una suerte de tensión. Yo le impusela terrible tarea de recordar y era impo-sible no rozar su dolor cuando se miraba

    en esos días. El fue muy cuidadoso con-migo, como si su dolor no importara ymás importara el mío. Fue muy genero-so y creo que no trató de adornar laimagen de mi hijo atrapado en el ho-rror, esa imagen por la que siempre mepregunté (noches sin dormir interro-gándome si estaba vivo, y dónde estaba,y si en un campo de concentracióncuánto lo habrían torturado, cómo lohabría dejado la tortura, si delató a suscompañeros, si yo lo recibiría con amorde padre en esas condiciones, y mi res-puesta final a esos fantasmas: sí, Marce-lo, inválido o loco, o delator, siempre te

    recibiría con amor de padre porquequiero que estés vivo, ya no me importacómo. Y qué cuidado hay que tener conla palabra delator en esas circunstan-cias, usarla como si ser objeto de tortu-ras no fuera “estar en el mundo sinOtro” (Jorge Jinkis). “Estaba bien, no sequebró”, me dijo. ¿Fue así? ¿No? ¿Quéimporta ahora? ¿Por qué quiero mirareso? Recuerdo un poema de César Va-llejo escrito después de una operación

    quirúrgica: “Y está bien y está mal ha- ber mirado / de arriba para abajo mi or-ganismo”. Está bien y está mal habermirado esos últimos días de mi hijo.

    Me contó las torturas que pasó y lasque pasó mi hijo. Hablaba en síncopa,con apresura