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E l pasado mes de Septiembre se cumplió un siglo del naci- miento del Ilmo. Sr. Doctor D. Julián Bernal Nievas, Catedrá- tico de Química Analítica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza. Para conmemorar tal efemérides la Universidad ha programado un acto académico y va a publicar un libro sobre la Facultad de Ciencias en general y sobre D. Julián en particular, libro para el que se ha solicitado mi colabo- ración. Es un honor para mí poder escribir unas líneas en las que pueda demostrar mi cariño y mi reconocimiento por lo que D. Julián me enseñó y por los servicios eminentes que a lo largo de su vida prestó a la Facultad de Ciencias de Zaragoza. D. Julián Bernal cerró el segundo gran ciclo de la historia de la Sección de Químicas de la Universidad de Zaragoza, ciclo que co- menzó en el año 1936 con la incorporación como catedrático nu- merario del Profesor Martín Sauras y en 1941 con la de los Profesores Tomeo Lacrué, Bernal Nievas y Gómez Aranda. De es- tos cuatro catedráticos, aun siendo todos aragoneses, D. Julián fue el único permanentemente ligado a la Facultad de Ciencias de Zaragoza. Únicamente la dejo en dos períodos muy cortos; uno en la Universidad de Barcelona, haciendo su especialidad en Metalografía junto al Profesor Jimeno, y otra, ya catedrático de Química Analítica, en Valladolid. D. Julián Bernal era el más jo- ven de todos y por tanto el último que se jubiló en el año 1974. A estos cuatros profesores se unió posteriormente el Dr. D. Celso Gutiérrez Losa, que ocupó la Cátedra de Química Analítica. D. Julián, que estudió Ciencias Químicas en esta Universidad, fue alumno y colaborador de los tres primeros profesores que su- pusieron un hito en la historia de nuestra Facultad, los catedráti- cos Savirón, Calamita y Rocasolano, citados por orden cronológico de nombramiento y aunque no directamente, tam- bién del Dr. Bruno Solano. Sus enseñanzas marcaron profunda- mente la personalidad de D. Julián como creo seré capaz de poner de manifiesto en mi escrito. Voy a intentar resumir la visión del Prof. Bernal de la Química Analítica, mis recuerdos como alumno, ayudante y adjunto de D. En memoria de D. Julián Bernal Nievas – Juan F. C ACHO P ALOMAR Catedrático de Química Analítica – 35 –

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Page 1: En memoria de D. Julián Bernal Nievas - unizar.es · considerar a la rutina como una de sus partes, ni supervalorarla como la única de interés industrial. Esta sobreestimación

El pasado mes de Septiembre se cumplió un siglo del naci-miento del Ilmo. Sr. Doctor D. Julián Bernal Nievas, Catedrá-

tico de Química Analítica en la Facultad de Ciencias de laUniversidad de Zaragoza. Para conmemorar tal efemérides laUniversidad ha programado un acto académico y va a publicarun libro sobre la Facultad de Ciencias en general y sobre D.Julián en particular, libro para el que se ha solicitado mi colabo-ración. Es un honor para mí poder escribir unas líneas en las quepueda demostrar mi cariño y mi reconocimiento por lo que D.Julián me enseñó y por los servicios eminentes que a lo largo desu vida prestó a la Facultad de Ciencias de Zaragoza.

D. Julián Bernal cerró el segundo gran ciclo de la historia de laSección de Químicas de la Universidad de Zaragoza, ciclo que co-menzó en el año 1936 con la incorporación como catedrático nu-merario del Profesor Martín Sauras y en 1941 con la de losProfesores Tomeo Lacrué, Bernal Nievas y Gómez Aranda. De es-tos cuatro catedráticos, aun siendo todos aragoneses, D. Juliánfue el único permanentemente ligado a la Facultad de Cienciasde Zaragoza. Únicamente la dejo en dos períodos muy cortos;uno en la Universidad de Barcelona, haciendo su especialidad enMetalografía junto al Profesor Jimeno, y otra, ya catedrático deQuímica Analítica, en Valladolid. D. Julián Bernal era el más jo-ven de todos y por tanto el último que se jubiló en el año 1974.A estos cuatros profesores se unió posteriormente el Dr. D. CelsoGutiérrez Losa, que ocupó la Cátedra de Química Analítica.

D. Julián, que estudió Ciencias Químicas en esta Universidad,fue alumno y colaborador de los tres primeros profesores que su-pusieron un hito en la historia de nuestra Facultad, los catedráti-cos Savirón, Calamita y Rocasolano, citados por ordencronológico de nombramiento y aunque no directamente, tam-bién del Dr. Bruno Solano. Sus enseñanzas marcaron profunda-mente la personalidad de D. Julián como creo seré capaz deponer de manifiesto en mi escrito.

Voy a intentar resumir la visión del Prof. Bernal de la QuímicaAnalítica, mis recuerdos como alumno, ayudante y adjunto de D.

En memoria de D. Julián Bernal Nievas– Juan F. CA C H O PA L O M A R –

Catedrático de Química Analítica

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Julián y algunos hitos y fechas importantes en su vida, sacadas delcurrículo manuscrito del Dr. Bernal y copiadas textualmente.

Soy consciente de la dificultad de plasmar en unas pocas hojastoda una vida dedicada a la Universidad y a su visión de la do-cencia, la investigación y la gestión, pero creo que lo más impor-tante, o por o menos lo que a mi más me impactó, estará en estaspáginas.

D. JULIÁN BERNAL Y LA QUÍMICA ANALÍTICA

D. Julián se formó en la Química Analítica bajo la tutela delProf. Savirón, por quien se sintió cautivado por la elegancia de sutrabajo y precisión de sus resultados. El profesor Savirón, que fueun adelantado a su época, inculcaba a sus alumnos la absoluta ne-cesidad de diseccionar las recetas analíticas profundizando ensus principios teóricos para, de esa forma, poder aceptarlas o re-chazarlas para un trabajo analítico determinado. En aquella épo-ca, primer tercio del siglo XX, la Química Analítica se regía porla escuela de Fresenius, donde la escrupulosidad y destreza ma-nual eran condiciones fundamentales para un químico analítico,y por la obra de Treadwell complementada por las aportacionesde Ostwald.

Los medios utilizados en el Análisis eran poco variados, consis-tiendo casi exclusivamente en efectuar separaciones por precipi-taciones sucesivas, hasta aislar el elemento objeto de estudio enuna forma capaz de ser pesado o valorado con alguna disoluciónde normalidad conocida. El químico, tenía que hacer uso, y aunabuso, de paciencia y destreza manual, para conseguir resultadosexactos con métodos que ya en su receta de trabajo encerrabancausas de error, por fenómenos laterales poco o nada conocidosy con un material científico de limitado campo de aplicaciones.

El análisis, por tanto, solo podía tener un carácter informativo,pues los resultados se obtenían al cabo de muchas horas de unamanipulación lenta y delicada. Pero D. Paulino introdujo fre-cuentemente en su trabajo la orientación físico química. Esa vi-sión clara y amplia no paso desapercibida al Prof. Bernal, quiensiempre decía que no era aceptable el uso de recetas de formaempírica y rutinaria.

Como antiguo profesor de Electroquímica y de QuímicaTeórica, D. Julián intuyó claramente que los límites de separa-ción entre la Química Analítica y la Química Física se iban a di-fuminar y que iba a ser difícil distinguir cuando el químicoanalítico hacía química-física y cuando el químico físico hacíaanalítica. Pero el Dr. Bernal no entró a polemizar sobre el posi-ble intrusismo o profesionalidad. Siempre consideró que eso noimportaba si el trabajo suponía un beneficio para la Química; te-nía siempre presente que la especialización no es un conceptoimpuesto por la Ciencia, sino una consecuencia de la incapaci-dad humana de abarcar el todo.

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Homenaje al Dr. Bernal

Paulino Savirón.

Antonio de Gregorio Rocasolano.

Gonzalo Calamita.

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Su visión de la Química Analítica y el papel de los químicosanalíticos en la sociedad estuvo siempre muy clara en su mente,D. Julián vivió el nacimiento del Análisis Instrumental y desde elprimer momento mantuvo que los grandes grupos en que se que-ría dividir la Química Analítica, parte Teórica y parte Instru-mental, tenían el mismo lema: Conseguir la máxima precisión ysensibilidad en las determinaciones analíticas y la máxima rapi-dez en el trabajo. Postulaba para que análisis no fuera un merodato informativo a posteriori, sino que fuese un medio de orien-tación durante el trabajo o la investigación. Consideraba ademásque unas veces la teoría obligaba a crear el instrumento apropia-do y otras un aparato científico estimulaba el estudio de una nue-va teoría.

Como hijo científico de catedráticos con simbiosis perfectasFacultad-Industria, los Dres. Savirón, Calamita y Rocasolano, consi-deraba que el trabajo que debían desarrollar los químicos en la in-dustria, en los laboratorios de análisis, no debía ser más que unaprolongación del que se desarrollaba en la Facultad, ya que el quí-mico analista (así lo denominaba) no tenía una profesión manualni artesana, sino una profesión del cerebro y a este había que ha-cerlo trabajar constantemente para resolver los problemas.

Con frecuencia se hablaba por entonces de las dos clases u or-denes en que se subdividía la Química Analítica: investigación yrutina, clases con las que D. Julián no estaba de acuerdo.Consideraba que la rutina no es un orden, sino que es una cuali-dad aplicable a cualquiera de los tres ordenes en que él dividía laQuímica: «enseñanza, investigación y práctica». Ordenes que hoynos pueden resultar algo extraños pero que eran muy normalesen los años 40-50. A cualquiera de los ordenes mismos se les pue-de asignar una parte rutinaria, como en cualquier otra rama dela ciencia, pero ni en éstas ni en la Química Analítica es lícitoconsiderar a la rutina como una de sus partes, ni supervalorarlacomo la única de interés industrial. Esta sobreestimación de larutina llevaba a la depreciación de los químicos analíticos y a ig-norar las posibilidades de su trabajo en el laboratorio de la em-presa, y contra la misma luchaba siempre que tenía ocasión.Decía que el químico analista en la industria tiene constante-mente ocasiones para consumir mucho tiempo en la investiga-ción de problemas analíticos tan fundamentales como losseguidos en el laboratorio universitario, aunque naturalmenteorientados para una futura o próxima aplicación práctica. Esaafirmación sigue siendo valida hoy en día, como podemos com-probar visitando los laboratorios de industrias punteras.

También afirmaba que estos profesionales tienen ocasionescontinuadas de ejercer la enseñanza al tener que adiestrar a suslaborantes en el correcto uso de los métodos rutinarios elabora-dos y por último también tienen una continuada actuación en laresolución de casos y técnicas analíticas que por su especial ín-dole no pueden ser realizadas por los laborantes a sus órdenes.Es decir, que el químico analista en la industria tiene contacto

DOCTORI BERNAL AMICORUM LIBER

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Juan Martín Sauras.

Vicente Gómez Aranda.

Mariano Tomeo.

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con los tres órdenes y por tanto su actividad profesional es la máscompleta de todas.

El Dr. Bernal opinaba que el analista industrial está vinculadoa los mismos sistemas de trabajo que el investigador puro y al ma-nejo de idéntico material y que entre uno y otro no hay más di-ferencia que en la orientación de sus trabajos. Mientras que elprimero tiene siempre como meta próxima un fin práctico, el se-gundo puede volar su imaginación, libre de esa traba, orientan-do su investigación de la forma que más le agrada.

También aconsejaba como debería funcionar un laboratorioen la industria. Debía contar de las secciones siguientes:

a) Trabajo físico-químico. Destinado a mejorar los principiosde fabricación de su industria.

b) Investigación analítica. Destinada a crear métodos especia-les de análisis para los distintos casos que se le presenten.

c) Normalización de los métodos de análisis de materias pri-mas, productos intermedios de fabricación y productos fi-nales, para hacerlos aplicables y útiles al trabajo diario.

d) Realización diaria (hoy diríamos control) y de forma masi-va de los análisis normalizados

Advertía que, desgraciadamente, era muy frecuente que en laindustria sólo se prestase atención a la sección última y que conun concepto de falsa economía se montasen únicamente labora-torios rudimentarios inadecuados, para el fin que se pretendía.Esa miopía de los Consejos de Administración, decía, era una delas causas del retraso industrial y deficiente producción de la in-dustria española de su época.

Aconsejaba a los químicos analistas de la industria que debíantratar de alejarse del cómodo camino de la rutina y entrar de lle-no en el estudio y aplicación de aquellas innovaciones y métodosde trabajo que les permitieran mejorar sus informes y por endela producción. Afirmaba que en muchas ocasiones se encon-trarían con escollos por el concepto de economía antes señalado,pero que en otros muchos casos la innovación no demandaríacasi dinero y que si no se realizaba sería sólo por dejadez.

Como profesor consideraba que en las Facultades se tenía queenseñar Química Analítica y formar analistas, nunca laborantes,es decir personas que conozcan a fondo la teoría y los variadosfundamentos físicos del complejo instrumental analítico actual;aptos para dirigir al personal manipular de los laboratorios deanálisis y capaces de crear su propia metodología cuando fueranecesario. Químicos con suficiente responsabilidad e interés.

A D. Julián le hubiera gustado que se hiciese en la Facultad unaespecialidad en Metalurgia. La orientación generalista de laSección no lo permitió y únicamente en cursos de Doctoradopudo explicar el Análisis Metalúrgico y Metalográfico, análisis delque era uno de los pocos especialistas y para el que había dotadosu cátedra de un microscopio metalográfico único en Zaragoza y

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Homenaje al Dr. Bernal

En San Juan de la Peña con su esposa,doña Enriqueta Castejón, don JuanMartín Sauras y la esposa de éste

doña Antonia Zorraquino.

Con el profesor Fermín Gómez Beltrán.

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de todo el material necesario para fabricar las probetas. A pesarde los años transcurridos, el microscopio sigue cumpliendo sumisión hoy en día.

D. Julián Bernal heredó el puesto de catedrático de QuímicaAnalítica que dejó el Dr. Savirón y en honor a su memoria se pro-puso continuar con su trabajo para transformar la gran escuelade análisis clásico en la Química Analítica moderna. En su dis-curso en honor al Prof. Savirón terminaba con las siguientes pa-labras «...al igual que la escala de trabajo ha variado en la actualidaddel macroanálisis al microanálisis, si yo no puedo llegar a formar unamacroescuela de analistas, me propongo formalmente y en honor a sumemoria crear una microescuela, que no haga descender el nombre de estaFacultad del nivel en que la pusieron nuestros maestros»

Como discípulo de D. Julián no soy la persona más adecuadapara juzgar si logró o no el objetivo, pero únicamente como datopuedo decir que todos los catedráticos de Química Analítica dela Universidad de Zaragoza, desde entonces hasta hoy, directa oindirectamente, en algún momento de su formación han bebidode las fuentes del «espíritu de Bernal».

ALGUNOS DE MIS RECUERDOS DE

D. JULIÁN BERNAL NIEVAS

Conocí al Dr. D. Julián Bernal Nievas, como Profesor, enOctubre del año 1961 cuando comencé a estudiar el tercer cursode la Licenciatura en Ciencias Químicas. En aquel plan de estu-dios y en relación a asignaturas de Química, la licenciatura secomponía de Química General en primer curso, QuímicaInorgánica I y II en segundo y tercero, Química Analítica I y II entercero y cuarto, Química Orgánica I y II en cuarto y quinto yQuímica Física I y II también en estos cursos.

La Analítica curso 1º, correspondía a la Química AnalíticaCualitativa y la del curso 2º a la Química Analítica Cuantitativa yel Catedrático Titular de las mismas era el Prof. Bernal Nievas.Naturalmente antes de llegar a tercero ya todos los estudiantesconocíamos no solo a los catedráticos de la Facultad de Ciencias,sino también a los de Medicina, ubicados en el mismo EdificioParaninfo, aunque en diferente ala, y algunos de las Facultadesde Filosofía y Letras y Derecho. La vida y el ambiente universita-rio en aquella época era muy distinto al actual. Se hacía mucho«pasillo» y siempre había un repetidor, por lo general simpáticoy divertido, que nos instruía a los neófitos sobre la personalidadde los profesores y las dificultades (prácticamente insalvables) delas asignaturas. Un día me señalaron a D. Julián y me dijeron«Ese es Bernal, Catedrático de Análisis, pero no te preocupes quehasta tercero no lo tendremos. Es un hueso», lo cual no dejó deser preocupante, pues presagiaba un futuro no muy placentero,a la vez que excitó mi curiosidad hacia su persona. Era un señorde mediana edad, sin una arruga en el cutis, pulcramente vesti-

DOCTORI BERNAL AMICORUM LIBER

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«...al igual que la escala de trabajoha variado en la actualidad del ma-croanálisis al microanálisis, si yo nopuedo llegar a formar una macroes-cuela de analistas, me propongo for-malmente y en honor a su memoriacrear una microescuela, que no hagadescender el nombre de esta Facultaddel nivel en que la pusieron nuestrosmaestros»

«...ese es Bernal, catedrático deAnálisis, pero hasta tercero no lotendremos. Es un hueso».

Julián Bernal Nievas.

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do con un elegante traje azul y que se dirigía a la Secretaría de laFacultad con paso vivo y porte distinguido, transmitiendo esasensación de seguridad del que está en su casa. Esa fue mi pri-mera impresión de D. Julián.

Es curiosa la forma de denominar a nuestros profesores. Si erapor el nombre este estaba indisolublemente unido al Don, perosi era por el apellido se le desposeía de cualquier otro título, ex-cepto al dirigirnos a ellos, naturalmente. Para mí, el ProfesorBernal Nievas fue siempre D. Julián.

La primera clase de D. Julián la recuerdo casi tan bien como asu persona. Nos dijo que para el estudio de la Química que se noshabía explicado hasta entonces habíamos tenido que estructu-rarla en compartimentos estancos, algo así como cajones, en losque en cada uno estaba un elemento, sus reacciones y sus com-puestos, pero sin referencia a los demás. Así se tenía el cajón delhierro, el del boro, el del manganeso, etc..., pero que en laNaturaleza esos compartimentos no existían; que lo que ocurría,y había ocurrido, era algo similar al resultado de vaciar el conte-nido de todos los cajones en un montón y mezclarlo y que laQuímica Analítica, el Análisis Cualitativo, en este caso, tenía pormisión el decir a que hipotético cajón pertenecía cada uno de loscomponentes del montón. Que como muchos elementos reac-cionaban de la misma forma no podíamos identificarlos basán-donos en esas reacciones y que, por tanto, tendríamos que saberpor medio de qué otras se podía conseguir la identificación.También nos dijo que deberíamos conocer el fundamento cien-tífico, el por qué de tales reacciones y que, como el movimientose demuestra andando, para aprobar la asignatura tendríamosque demostrar que éramos capaces de llevar a la práctica los co-nocimientos teóricos. Es decir, que tendríamos que realizar unexamen práctico en el que deberíamos identificar los cationes yaniones de la muestra que se nos entregara. Casi nada.

El contenido de la asignatura de Análisis Cualitativo estabaconfigurado en dos bloques de teoría, otro de problemas y lasprácticas de laboratorio, obligatorias por supuesto. Don Juliánexplicaba la teoría y los Adjuntos se encargaban de las clases deproblemas y del laboratorio, donde también desempeñaban unpapel importante los ayudantes.

El primer bloque de teoría tenía un contenido que no nos re-sultaba del todo desconocido, pero su enfoque era muy diferen-te, ya que siempre se orientaba a su importancia dentro delanálisis.

Sus clases eran una continuación de su personalidad, pulcras ysin concesiones a la galería. Su empleo de la pizarra, magistral.Con letra clara, aunque pequeña, escribía las reacciones y lospuntos clave de la explicación de forma ordenada y sin emplearel cepillo. No lo necesitaba. Demostraba no sólo un dominio pro-fundo de la materia sino también una labor de preparación pre-via y meditada, cosa que pude comprobar posteriormente en misaños de ayudante y adjunto.

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Homenaje al Dr. Bernal

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Su voz era viva, lo mismo que sus gestos, siempre elegantes.Hablaba deprisa, pero tras escribir las reacciones repetía los con-ceptos y en lecciones posteriores, con frecuencia, volvía a hacerreferencia a los mismos si venía al caso. Esto facilitaba enorme-mente el estudio.

Las clases no eran aburridas en absoluto. Al igual que en las ter-tulias, de las que luego me ocuparé, intercalaba en sus explica-ciones refranes, anécdotas y chascarrillos que hacía que losalumnos sonrieran o rieran abiertamente. Pero D. Julián mante-nía la distancia. Pasados los segundos que consideraba oportu-nos, la explicación recobraba toda su profundidad.

Supongo que alguno de Uds. al leer esto pensarán que no ha-bía razón para considerarlo un profesor duro, que imponía. Esoes porque todavía no he hablado del segundo bloque de teoría,ni de los exámenes. Coincidiendo más o menos con la primave-ra D. Julián mandaba «deberes» y preguntaba en clase. Conside-raba que las reacciones químicas de interés analítico ya deberíanconocerlas los alumnos por sus explicaciones o por los conoci-mientos adquiridos hasta aquel momento a lo largo del bachillery la carrera y, por tanto, no hacía falta repetirlas. Además habíalibros en que estaban perfectamente descritas, y concretamenteel recomendaba el «Análisis Químico Cualitativo» de L. J. Curt-man, para que se repasasen, o en su caso estudiasen.

Por consiguiente las tornas cambiaban y era un alumno el quesalía a la pizarra a explicar tales reacciones y a someterse al inte-rrogatorio de D. Julián. Y D. Julián preguntaba mucho. Pregun-taba en primer lugar por las reacciones o sus características queel alumno no había mencionado y a continuación por su ámbitode aplicación, relación con otras ramas de la Ciencia e impor-tancia socio-económica. Dependiendo de las contestaciones D.Julián parecía cambiar de personalidad. Si el alumno demostra-ba que había estudiado, pero que todavía tenía que estudiar(cosa que ocurría siempre) D. Julián utilizaba la ironía como aci-cate para la continuación en el estudio. De forma cortés, esosiempre, hacia ver el mal lugar en que quedaría el demandado sila pregunta se le hubiera formulado en otro sitio. Valga de ejem-plo la frase «Van a pensar de Ud. que es un pozo de ciencia, pero vacío».Pero D. Julián se volvía inmisericorde con los alumnos que no ha-bían estudiado. Su genio vivo se manifestaba en un cambio en sumirada, que se volvía dura como el pedernal e igual que este«echaba chispas» y también en un cambio en sus comentarios,que pasaban a ser de un caústico impresionante. A esas alturas decurso los alumnos que no estaban preparados dejaban de asistira clase.

Algunas cosas le irritaban a D. Julián tanto o más que la falta deestudio. Una de ellas eran las recomendaciones injustas y el in-tentar conseguir privilegios apoyándose en circunstancias parti-culares. Con frecuencia alumnos brillantes hasta llegar aAnalítica, suspendían y si pasaban por su despacho para solicitarsu benevolencia y no manchar su expediente siempre salían con

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«Era un señor de mediana edad...».

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buenas palabras y consejos, pero con el suspenso, y algo colora-dos. Si eran becarios, además, les hacía ver que eran deudorescon la sociedad que sufragaba sus estudios.

Para manifestar esta imparcialidad e independencia se esforzabaen no hacer distinciones en clase con los alumnos en razón de susexo o condición. En mi curso había dos monjas, un fraile corazo-nista y un capitán del ejercito. Este último, alumno brillante y ma-yor que el resto, jamás pasó por la Facultad con uniforme y nosprohibió que comentásemos que era militar no fueran a llegar di-chos comentarios a oídos de D. Julián y pensase que intentaba con-seguir prebendas. Más difícil de ocultar su condición la tuvieronlos religiosos, que por otra parte aceptaban de buen grado y con-sideraban natural el trato preferente que se les daba en otras asig-naturas. No olvidemos que estábamos a comienzos de los 60.Recuerdo la expectación en clase cuando D. Julián llamó a la pi-zarra a una de las monjas, precisamente el día que tocaba hablardel arsénico, lección terrorífica por la multitud de ensayos de esteelemento y sus distintos estados de valencia. Nuestra compañera,toda nerviosa y azorada, comenzó hablando del arsénico trivalen-te. D. Julián le dijo que escribiera en la pizarra las reacciones de lasque hablaba y la infeliz puso con letra grande y clara un arsénicopentavalente, con cinco cruces, tal como llamábamos entonces alas cargas positivas de los cationes. D. Julián muy serio, aunque su-pongo que riéndose por dentro, le preguntó que cuantas cruceshabía puesto y ante su respuesta le espetó «Hermana, estamos en laFacultad, en clase de Analítica, no en el convento en una clase de cateque-sis. Así que haga el favor de no hacer propaganda religiosa y quítele doscruces a ese pobre arsénico». El resto de la clase transcurrió por los mis-mos derroteros, con gran regocijo por nuestra parte, y al final nosquedó a todos claro que allí los favoritismos no existían.

El laboratorio era el yunque donde nos forjaron. Tres días a lasemana desde Noviembre a Mayo, en sesiones de tres horas, tra-bajábamos para identificar los componentes de las disolucionesque se nos entregaban. Las dependencias de Analítica del edifi-cio Paraninfo eran pequeñas, como todo, y estaban situadas en elprimer piso al final del pasillo claustral perpendicular al tramoen que finalizan las escaleras centrales de subida. Una puerta demadera, alta, daba acceso a una especie de «hall» de distribucióndonde se ubicaba el bedel, Meseguer, en aquel momento. A la de-recha el despacho del Catedrático y otro para los colaboradores.A la izquierda el laboratorio con una subdivisión, el cuarto delsulfhídrico, ya que ese era el reactivo básico de la «marcha siste-mática de identificación de cationes» y a donde debíamos ir parautilizarlo y no contaminar «demasiado» el resto de las depen-dencias. Arrimados a las paredes del laboratorio los armarios dematerial y de reactivos, todos perfectamente ordenados, limpiosy brillantes.

La limpieza y el orden eran obsesivos. Un sitio para cada cosa ycada cosa en su sitio. Según me comentó en una ocasión, D.Julián se había preocupado personalmente de la distribución de

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todo lo que había en su cátedra y fácilmente descubría si alguienno seguía las reglas.

Por lo general D. Julián no entraba más que esporádicamenteen el laboratorio durante los turnos de prácticas. Cuando lo ha-cía el silencio era sepulcral. Paseaba por entre las mesas mirandoescrutadoramente lo que había, tanto sobre las mismas como enlas manos de los alumnos, así como las batas de los mismos; ha-cía alguna pregunta o comentario y se marchaba. Al día siguien-te en clase hacía referencia a lo que había visto y no le habíagustado, y hacía ver la importancia y trascendencia de los fallosobservados con anécdotas, chascarrillos y su sempiterna ironía ysentido del humor, si se prestaba. Nos contaba que el primer ca-tedrático de Química Analítica de España, D. Magín Bonet yBonfill, discípulo de Fresenius, trabajaba en el laboratorio sinbata y con frecuencia con frac. La razón de no llevar bata era queno hacía falta. Un químico analítico debía ser tan escrupuloso ensu trabajo que no podía manchar absolutamente nada más que laparte interior de los tubos de ensayo, probetas, pipetas y demásrecipientes y utensilios de laboratorio que utilizaba. La razón devestir con frac era que tenía tanto trabajo en el laboratorio queno le daba tiempo de regresar a su casa y cambiarse de ropa an-tes de ir al teatro.

D. Julián sí se ponía bata. Una bata blanca, inmaculada, en laque jamás vi una mancha. Estoy seguro de que si se la ponía eraporque desconfiaba de la pericia de sus colaboradores, por nodecir de los alumnos.

Los exámenes de la asignatura eran una carrera de obstáculos.No había parciales, por lo que nos examinábamos de toda la asig-natura en un examen final, oral. Para llegar a él había que apro-bar previamente el examen de problemas y el práctico. En esteúltimo todos los cursos suspendía algún alumno brillante, comoya he mencionado, por lo que era especialmente temido. Era unexamen largo. Normalmente comenzaba a las nueve de la maña-na y terminaba a las 6 de la tarde, cuando había que entregar elresultado. Al final de la mañana había que elaborar un informecon lo averiguado sobre el problema hasta ese momento.Mientras el examen se realizó en el edificio de la Plaza Paraíso,los alumnos podían salir del laboratorio e ir a comer a casa, perola inmensa mayoría prefería comer allí mismo. Cosa curiosa, es-taba permitido llevar cualquier clase de comida o bebida, inclui-do vino y cerveza, por lo que era frecuente el compartir lasviandas y así disfrutar las exquisitices de los embutidos de dife-rentes comarcas, las distintas tortillas de patatas y el probar dife-rentes vinos «de cosechero». Al día del examen se le llamaba «díade campo». Superados los exámenes de problemas y práctico, elexamen oral no era más difícil que el de cualquier otra asignatu-ra. A D. Julián le bastaba con que el alumno hiciera un examendigno para aprobarlo.

Durante el curso 1961-62 ocurrieron dos de los hechos que enmi opinión marcaron profundamente la vida de D. Julián. El pri-

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mero referente a su salud, por problemas cardiovasculares y el se-gundo por el traslado de la Facultad al nuevo edificio del campusSan Francisco. Por el primero debió de disminuir el ritmo y la in-tensidad de su actividad universitaria y por el segundo se encon-tró en una situación nueva, en el sentido de estar en otra «casa».El traslado se realizó en tres semanas, todo un record para aqueltiempo.

La asignatura de cuarto curso, dedicada a la Química AnalíticaCuantitativa no la recuerdo especialmente difícil ni anecdótica.Posiblemente fuera porque ya la comenzamos en el nuevo «cam-pus» y para todos era una sensación nueva. En primer lugar por-que ya se había superado «el paso del ecuador» y los Catedráticosnos consideraban ya como embriones de químicos y como noqueríamos quedar mal nos esforzábamos muchísimo, y en se-gundo porque se había dejado atrás un edificio impresionantepero no apto para la docencia y la investigación que la Sociedadya requería. Con el traslado se terminó una época que definiómagistralmente el Dr. D. Justiniano Casas como «feliz y angustia-da» y en la que la falta de medios competía con el afán de supe-ración y las tertulias científicas mantenían vivo el espírituuniversitario.

D. Julián en la docencia del Análisis II superó, si cabe, sus cla-ses magistrales. Al final de curso todos los alumnos considerába-mos que hacía falta una tercera asignatura en la que nuestromaestro nos ampliase el Análisis Instrumental, pues nos había de-jado con la miel en los labios con sus últimas lecciones dedicadasa técnicas electroanalíticas.

Al terminar el curso 1964-1965 varios de los compañeros solici-tamos a D. Julián permiso para integrarnos en su cátedra, per-miso que nos dio inmediatamente «siempre que acataramos lasnormas». Nos dijo que «aprenderíamos, ayudaríamos y nos daríamos

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Homenaje al Dr. Bernal

Don Julián, en Madrid, con el Consejo del Instituto del Hierro y del Acero.

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cuenta de nuestra verdadera vocación. Servicio a la Universidad o tra-bajo en la Industria, la enseñanza media o los servicios». De esta for-ma ingresé en lo que se convirtió posteriormente en elDepartamento de Química Analítica y de donde tengo los re-cuerdos más vivos de la personalidad de D. Julián.

Mi primer trabajo como colaborador consistió en ayudar en lapreparación de las prácticas y en aprender a analizar aceros y fun-diciones. En aquel tiempo D. Julián era consejero del Institutodel Hierro y del Acero de Madrid y periódicamente se recibíanen el laboratorio muestras que había que analizar con objeto deque sirviesen como muestras patrones certificadas. Por consi-guiente todos los que estábamos en la Cátedra debíamos saberanalizar las susodichas muestras sin un fallo. Tras un período deaprendizaje relativamente largo, los neófitos comunicamos a D.Julián que, en nuestra opinión, ya estábamos en condiciones dellevar a cabo los análisis, de lo cual se alegró mucho. Sin embar-go nos dijo que como había poca muestra y no se podían hacermuchas repeticiones, era mejor asegurarse de nuestra destreza. Yla mejor manera de asegurarse fue entregarnos a cada uno dosmuestras diferentes de las que solamente él conocía la composi-ción, y decirnos que quería el resultado del análisis en un tiem-po que ahora considero prudencial, pero que entonces nospareció excesivamente corto. Cuando fuimos a entregar los re-sultados, nos sentíamos como cuando en tercero de carrera nossacaba a la pizarra; por fortuna todos estaban dentro de los lími-tes aceptables. Consecuencia de esto, y del resto de este primeraño, fue que D. Julián nos llamó para preguntarnos sobre nues-tras aspiraciones de futuro. De todos los que comenzamos, úni-camente yo decidí hacer la tesis doctoral y continuar en laUniversidad. D. Julián me explicó claramente las dificultades quehabía que superar, la falta de medios materiales y la necesidad deimaginación y tenacidad para superar las adversidades. Que eltrabajo de Tesis era personal y que el desenlace de la misma de-pendía del talante con el que se afrontase. Seguidamente me dijoque investigase sobre «valoraciones en medios no acuosos» y mecomunicó que iba a encargar un pHmetro y un conductímetrode nueva generación para que pudiera trabajar con medios.

Aquella era una excelente noticia, pues el equipamiento ins-trumental de la Facultad era desolador. También una gran res-ponsabilidad, pues se continuaba, mejor dicho, se abría una líneade trabajo diferente a la de las últimas Tesis Doctorales leídas quese cimentaban sobre técnicas ópticas.

D. Julián era curioso por naturaleza y tenía gran habilidad ma-nual. Consideraba que un químico analítico debía conocer loscomponentes de los instrumentos, las tripas como las denominá-bamos, y lo primero que hacía al recibir un nuevo aparato eradesmontar la carcasa para ver lo que había dentro y cómo estabamontado. No le tenía ningún miedo a los instrumentos. Era am-bidiestro y llamaba la atención verlo manejar perfectamente eldestornillador con ambas manos.

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Si D. Julián era riguroso y escrupuloso en clase lo era muchomás con la investigación. Distinguía claramente lo útil de lo fútily flagelaba con su verbo incisivo a los seudocientíficos a los quese les llenaba la boca hablando de sus grandes logros. En unaocasión comentando cierto trabajo me dijo: «Mire Ud. (siempreme trató de Ud.) eso es lo mismo que investigar el comportamiento delas margaritas si un músico se pone a tocar el violín delante de ellas. Nodeja de ser una investigación, pero el resultado es predecible y sobre todono tiene el mínimo interés para un químico. Por tanto es una investiga-ción estúpida». Por aquella época realizó un viaje a Inglaterra y vi-sitó diversos laboratorios de investigación. Regresó entreadmirado y frustrado. Admirado por los medios que disponían ydefraudado y enrabietado por la falta de sensibilidad y compren-sión de las autoridades del gobierno ante las demandas de loscientíficos. Se preguntaba en qué lugar del ranking mundial es-taría la Facultad de Ciencias y el Departamento de QuímicaAnalítica si hubiera dispuesto de las facilidades de sus colegas in-gleses. Como ejemplo decía «Miren Uds., al frente de la biblioteca de-partamental está una Doctora en Ciencias Químicas, que como es muda,no tiene obligaciones docentes. Pueden imaginarse cómo tienen estructu-rada y al día la bibliografía y piensen como la tendríamos nosotros si es-tuviéramos en su caso».

D. Julián había adquirido y suscrito a la Facultad al ChemicalAbstracts cuando fue Decano, y en el Departamento disponíamosdel Analytical Abstracts, del Analytical Chemistry y del TheAnalyst, este último por su suscripción personal y de otras revis-tas de menor difusión. En ese aspecto estábamos razonablemen-te bien dotados. D. Julián amaba profundamente a la Facultad ya la Academia de Ciencias. En su revista era donde se publicabael trabajo del Departamento, pues había que ayudar a mantener-la. Partía de la base de que como el Chemical Abstracts recogíalos resúmenes de la revista de la Academia ya tenían suficiente di-fusión y no hacía falta publicar en otro sitio.

Así como en la docencia D. Julián era muy estricto y no permi-tía libertades, en la investigación era muy abierto. Pensaba queante la falta de medios y aún con ellos lo mejor era estimular lacreatividad y la imaginación para resolver los problemas y abrirnuevos horizontes, y eso no se conseguía con el ordeno y mando,sino con libertad de acción. Libertad limitada, por supuesto.Ante la pregunta de si le parecía bien hacer determinado ensayosu contestación habitual era el «hágalo» aconsejando cómo llevara cabo determinados pasos. En la investigación no ponía fechas ynormalmente se desarrollaba en toda su intensidad en los perío-dos no lectivos, cuando se marchaban los alumnos y en los hora-rios libres de prácticas.

D. Julián era muy metódico, incluso para el horario. Ya en elcampus San Francisco, normalmente abría la puerta de su des-pacho a las 10 de la mañana, se marchaba a las 2, regresaba en-tre 4 y 5 y decía adiós entre 7 y 8, dependiendo de los días de lasemana. Invariablemente dedicaba por la mañana al menos una

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hora a la preparación de su clase y el resto a resolver los proble-mas de gestión y administración del ya Departamento. Las horasde la tarde las empleaba en la lectura de las revistas y en com-probar como funcionaba el laboratorio o sus instrumentos.Añoraba el «café de las siete» del Edificio Paraninfo, tertulia queyo no conocí, pero no quiso reanudarlo en la nueva sede. No sela razón, aunque sospecho que la distancia al centro y los nuevostiempos, con movimientos estudiantiles y una creciente politiza-ción en las aulas y vida académica debieron de ser las causas desu fin.

Que no hubiera tertulia a las siete no significó que ésta des-apareciera. Regularmente nos reunía en su despacho después desu clase de las 12 para interesarse por lo acaecido en el laborato-rio y para comentar las noticias del día. D. Julián era un excelen-te conversador y al hilo de las noticias del día nos hacía vivir lahistoria de la Universidad de Zaragoza y de sí mismo. Mezclabasus recuerdos con anécdotas divertidísimas sobre las excentrici-dades de antiguos profesores de la Universidad española, decompañeros suyos y de personajes de la vida pública. Nos hablóde su juventud y de la Zaragoza de entonces, de las fiestas del ca-sino, de cómo eran los cafés cantantes, de lo que hacían los uni-versitarios, de los viajes de estudios, de los profesores, de suestancia en Barcelona y de todo lo que se nos pueda ocurrir.Solamente recuerdo dos temas por los que D. Julián pasaba porencima: la Política y la Religión. Creo que lo hacía porque que-ría mantener su independencia sin que se le adscribiera a unasideas determinadas y para evitar posibles enfrentamientos entrecolaboradores que pensaran de forma diferente.

D. Julián no hablaba mal del prójimo y muchos menos de suscompañeros y maestros. Solamente en alguna ocasión le oímosdecir «ese ciudadano es, o era, un sinvergüenza» y cuando lo decía lohacía con razón. De quien hablaba mucho era de D. GonzaloCalamita. También de D. Paulino Savirón y D. Antonio deGregorio Rocasolano. Le escuché tantas cosas que casi podría ha-blar una hora sobre los mismos, cosas siempre agradables quenos hacían ver la importancia de su trabajo y el orgullo que sen-tía de ser catedrático de la Facultad en la que ellos enseñaron ycomo gracias a su esfuerzo la habían convertido en una de lasmás prestigiosas de España. Por D. Gonzalo Calamita mostrabaespecial devoción y admiración por su inteligencia.

Otra persona a la que admiraba era a D. Juan Moneva. De élcontaba las anécdotas más hilarantes y nos describía su persona ysus hechos de una forma tan nítida que parecía que todos lo co-nocíamos. Le gustaba sobre todo recordar su verbo, afilado comoun estilete y siempre ocurrente, y los enfrentamiento dialécticoscon el poder establecido y sus compañeros, a los que fustigaba sinpiedad cuando mostraban dejadez hacia el trabajo universitario.Creo que este aspecto y en lo del verbo afilado D. Julián era undigno continuador de Moneva.

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Otra persona que frecuentemente salía en la conversación erael Conde de Romanones. Sus excentricidades y su forma de en-tender la vida y la política le servían a D. Julián para hacer co-mentarios jocosos.

Al comenzar la guerra D. Julián fue militarizado con el gradode capitán y de aquella época, sobre todo del comienzo, tambiéncontaba anécdotas curiosas. Una de ellas tenía relación con laaviación. Según decía, todos las tardes volaba sobre Zaragoza unbombardero al que llamaban «el negro» por su color, que sem-braba el terror entre la población por sus bombardeos. Los cazasdel ejercito Nacional no podían repelerlo por falta de gasolina deaviación y a D. Julián le encargaron hacer apta para los mismosla gasolina de los automóviles, que sí era abundante. Como no sedisponía de compuestos organometálicos de plomo y otros pro-ductos, para aumentar el poder antidetonante y lubrificante, D.Julián pensó que podría ser un buen sustituto el aceite de ricino,pero ese producto había sido requisado y no precisamente paralos hospitales. Tras diversos avatares y enfrentamientos obtuvocierta cantidad de este aceite y en la primera salida de un cazacon gasolina «al ricino» derribó al «negro»». El piloto manifestóque su hazaña se debía en gran parte a la magnífica gasolina quellevaba, por lo que la admiración y el respeto hacía los «militarescientíficos» aumentó extraordinariamente, y por supuesto, todaslas existencias de ricino de Zaragoza pasaron a depender de losmilitares para su uso en la gasolina.

Otra anécdota curiosa de aquella época fue la obtención deelectrodos y platino para la guerra química. Nada menos que setuvo que montar toda una ofensiva bélica para conquistar ciertolugar en los Montes de Toledo donde había una fábrica de elec-trolisis. Una vez en poder del Ejercito Nacional, D. GonzaloCalamita y D. Julián supervisaron el desmantelamiento de tal fá-brica y su traslado hasta otro lugar. En aquella época tambiéntuvo que montar el laboratorio para analizar aceros y fundicionesy reconvertir alguna industria metalúrgica para transformar unosen otros según las necesidades bélicas.

Terminada la guerra D. Julián dejó de pertenecer al Ejército apesar de los intentos de sus superiores para que siguiera la ca-rrera militar por su valía y dotes de mando. En relación a esto úl-timo y su conocimiento del ejército, hay una anécdota curiosaque supongo pocas personas conocen. En uno de sus múltiplesviajes a Madrid, relacionado con la nueva Facultad, paró su cocheun control de la Guardia Civil. Conducía Dña. Enriqueta, su es-posa, y el número que los detuvo pensó que podía divertirse acosta de la conductora solicitando documentos inverosímiles einventando maniobras extrañas del vehículo. D. Julián estuvo ca-llado cierto tiempo y súbitamente, como un latigazo, le espetó alGuardia Civil: «Agente, lleva Ud. el botón del cuello de la camisa des-abrochado». El agente se quedo petrificado, pues un detalle así,que contravenía el reglamento, y aquella voz autoritaria, solo po-dría provenir de un alto mando del ejercito. El agente se cuadró,

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Juan Moneva, químico y catedráticode derecho canónico.

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saludó militarmente, pidió disculpas por la parada y el botón dela camisa y les deseó un buen viaje.

A D. Julián le costó muchos desvelos, muchos viajes a Madrid yciertos enfrentamientos, el edificio de la Facultad de Ciencias delCampus San Francisco. Consideraba que las cosas que deben ha-cerse por justicia y buen gobierno no debían conseguirse poramistad personal. Lo consideraba una recomendación, de la queya he hablado y muchas personas no entendían esa actitud.

La primera aprobación y los planos del nuevo edificio fueronde los años cuarenta, por lo que la construcción del mismo tuvoque sufrir muchas modificaciones, y aumentos de presupuesto.El gran avance tuvo lugar durante su decanato, aunque su inau-guración tuvo lugar posteriormente, bajo el decanato del Dr.Gómez Aranda. Para conmemorar esa efeméride se colocó unaplaca en el frontal de las escaleras principales de acceso al primerpiso. De forma en mi opinión injusta, en dicha placa únicamen-te figuran los nombres del entonces Jefe de Estado, FranciscoFranco Bahamonde, el del Ministro de Educación, Manuel LoraTamayo y el entonces Decano Vicente Gómez Aranda. D. Juliánnunca dijo que allí debía figurar su nombre, pero sí el del minis-tro que aprobó la construcción del edificio, el Dr. Ibáñez Martín.Ironía del destino, esa placa se ocultó cuando la transición polí-tica y la única placa que puede leerse hoy en día en la que se hacereferencia a la construcción del edificio es la que le dedicamos aD. Julián cuando su fallecimiento, y cuya dedicatoria la consen-suamos entre D. Rafael Usón y yo mismo.

Los tiempos del Decanato fueron tiempos difíciles que D.Julián supo solventar con energía y mano izquierda. En esa épo-ca colaboró asiduamente con los juzgados. Los jueces solicitaron,con esa humildad que caracteriza sus demandas, informes sobrecasos por demás interesantes y que enunciados hoy en día pare-cerían pertenecer a la famosa serie de televisión CSI. Desde casosde envenenamiento por arsénico (siempre el arsénico) hasta laidentificación de automóviles en base a trozos de cristales de fa-ros rotos, pasando por derrumbamientos de edificios por la bajacalidad del mortero. Según contaba, en cada caso intervenían di-ferentes personas, según su especialidad y habilidades, las cualesperiódicamente se reunían en su despacho para planear los en-sayos, discutir los resultados y elaborar informes, con el rigorcientífico que le caracterizaba y a su vez inequívocos, para que sepudieran entender por no especialistas y no se prestasen a inter-pretaciones y manipulaciones. Es de suponer que el humor de ta-les reuniones sería negro y digno de figurar en las revistashumorísticas de la época como «La Codorniz».

Esta colaboración con el Juzgado le sirvió a D. Julián para re-forzar, si cabe, sus ideas sobre la necesidad de la investigación útily también como ejemplos para las clases. Con frecuencia utiliza-ba los informes sobre envenenamiento para amenizar sus expli-caciones y para inculcar a los alumnos la absoluta necesidad dellevar a cabo correctamente todo el proceso analítico. Desde la

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José Ibáñez Martín.

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toma de muestra hasta la entrega del resultado. Sobre este últi-mo insistía, y hacía ver que se podía mandar a la cárcel injusta-mente a una persona, y lo contrario, como consecuencia de unaoperación aritmética mal realizada. De ahí que el examen deproblemas fuera eliminatorio, con dos problemas y las notas nor-malmente cero, cercanas a cinco y cercanas a diez.

Creo que con lo escrito hasta ahora todo el mundo ha podidohacerse una idea sobre la personalidad de D. Julián, pero hay fa-cetas de las que no he dicho nada y creo deben reflejarse en esteescrito.

La primera, relacionada con su integridad, era el uso y justifi-cación del presupuesto del Departamento. Si en aquella épocallamaba la atención por lo bien dotado que estaba este en rela-ción a otros, se debía únicamente al control estricto e inteligen-te del gasto, no por disponer de más dinero. En el Departamentose gastaba y justificaba hasta la última peseta, y D. Julián sacaba arelucir su genio vivo si se despilfarraba el material o los reactivos.En este orden de cosas tampoco entendía que algunos alumnosintentaran aprender Química Analítica en pseudo academias sinninguna titulación, pagando sus buenos dineros, pudiendo ha-cerlo en el laboratorio de la Facultad o en el de ciertas industriascon las que se colaboraba, sin coste adicional y con la garantía dela enseñanza.

En el aspecto del aprendizaje y de la futura colocación D.Julián siempre fue abierto. Continuamente aconsejaba a los co-laboradores sobre los puntos clave a tener en cuenta a la hora deescoger un trabajo. Como con frecuencia los antiguos colabora-dores que se encontraban en puestos directivos en la industria so-licitaban químicos para trabajar con ellos, D. Julián ofrecía talescontactos a los que consideraba más idóneos y les informaba so-bre las particularidades de tales industrias. A los que pensábamoscontinuar la carrera universitaria nos hacía ver la dificultad de lasoposiciones. La importancia del resultado del ejercicio práctico,que no admitía discusiones, y la necesidad del orden y claridaden la pizarra. Sobre ella opinaba que «era un Miura que daba unascornadas terribles» y por tanto la necesidad de ejercitarnos para ha-blar dignamente 55 minutos desgranando en ellos todo el conte-nido de una lección.

Como anécdota que contaba, y que lo diferenciaba del tratocon nosotros de la de otros catedráticos que no conocí, recuerdola de un catedrático que le dijo a su adjunto en cierta ocasión:«mañana por la mañana nos vamos a Madrid en el tren». El únicotren que había era uno a las siete de la mañana y allí acudió el ad-junto. El catedrático sorprendido y halagado le dijo «Buenos díasSr. X, le agradezco mucho que venga a despedirme, pero no hacía falta,máxime a estas horas de la mañana». Cuando el Sr. X le argumentóque si acudía era porque le había dicho que se iban a Madrid elcatedrático muy serio le contesto. «Ha cometido un error de inter-pretación, D. X, yo le dije que NOS íbamos a Madrid, y NOS significa laCátedra, es decir, yo».

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Luis Serrano Berges.

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Don Julián había nacido en Zaragoza y ejercía de aragonés.Simultaneaba perfectamente ciertas actitudes inglesas con las denuestra tierra y para él era un blasón el ser de aquí. Depen-diendo de su humor y de lo que nos venía «de Madrid» decía queAriza era el último pueblo de Aragón o que era la frontera.

Un hecho que le amargó los últimos años de su existencia fueel fallecimiento del Dr. Luis Serrano Berges. El Dr. Serrano habíasido discípulo y colaborador de D. Julián durante muchos años ytras reñidas oposiciones en Madrid había obtenido la plaza deCatedrático de Química Analítica de la Universidad de LaLaguna. D. Julián me habló mucho de dichas oposiciones y desus visitas a Tenerife a raíz de su toma de posesión y lectura de di-versas Tesis Doctorales. En todas ellas ponía de manifiesto su ca-riño por D. Luis y la frustración que le producía su muerte, nosólo porque desaparecía un amigo y colaborador, sino porque te-nía fundadas esperanzas de que ocupara su cátedra después desu jubilación. De este golpe no se recupero totalmente. El pensarque pudiera venir a Zaragoza un catedrático no aragonés que nollevara en sus venas el espíritu de nuestra Facultad de Ciencias leproducía un gran desasosiego. También el que otras personas enquien confiaba no quisieran seguir la carrera universitaria o notuvieran el espíritu universitario que él demandaba.

Pocos años después del fallecimiento del Prof. Serrano tuvo lu-gar otro que afectó a la vida privada de D. Julián e irremediable-mente a su vida universitaria. Fue el fallecimiento en accidentede carretera de su chófer. D. Julián tenía un Peugeot precioso, decolor azul marino que él conducía normalmente y que destacabade los pocos coches que aparcaban delante de la Facultad, por lomoderno y bonito. Por prescripción médica tuvo que dejar deconducir y contrató a un conductor profesional militar, que esta-ba en excedencia. Cuando nos lo presentó nos quedamos sor-prendidos, pues esa persona era relativamente joven, medíacerca de dos metros de altura y estaba en una forma física im-presionante. Con él hacía D. Julián cuatro trayectos diarios de sucasa a la Facultad.

Tras ese suceso D. Julián renunció a comprar otro coche y ve-nía a la Facultad en taxi. Como yo vivía enfrente de la casa de D.Julián e iba siempre en coche me ofrecí a llevarlo y traerlo. El sa-bía que no me ocasionaba ningún trastorno, pero sólo accedió aque lo llevara a casa al mediodía. Eso me permitió conocer me-jor algunas facetas de su personalidad, pues en privado y fuera delos muros del despacho, hablaba con más libertad. Durante aque-llos trayectos, aunque cortos, D. Julián me dijo muchas cosas.Directamente le pregunté una vez por qué no había sido Rectoral finalizar la etapa de D. Gonzalo Calamita, pues no podía en-tender que una persona con su valía, palmarés e influencia no lofuera. Sencillamente me contestó que no quiso serlo. Que se lohabían propuesto, pero que había hecho ver que había otro ca-tedrático en la Universidad al que se le debía un desagravio y quémejor forma de hacerlo que nombrarlo Rector, como así fue.

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Doña Enriqueta Castejón.

Manolita Herrero.

José Luis Aznárez.

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Después, socarronamente, dijo que no hubiera sido un Rectorcómodo, pues en las inevitables negociaciones con el Ministerioy resto de Poderes Públicos siempre hubiera estado dispuesto aponer encima de la mesa su dimisión y eso, al parecer, no hubie-ra estado bien visto.

Para el final de estas notas he dejado a idea dos aspectos im-portantísimos en la vida de D. Julián. Su amor y devoción a su es-posa Dña. Enriqueta Castejón y su visión de la Química Analítica.

En mis primeros años en el Departamento D. Julián hablabapoco de su vida privada y de su esposa, pero conforme pasó eltiempo cada vez con más frecuencia hablaba de ella. Siempre lohacía con una ternura inmensa y en ocasiones daba la sensaciónde hablar de una persona de ficción, irreal, pues no parecía po-sible que hubiera una persona tan lista, tan profesional en su tra-bajo de farmacéutica, y tan buena esposa.

Como no habían tenido hijos, su amor lo había concentradoen ella y cada vez pasaba más tiempo en su compañía «para resar-cirla de las horas que le he quitado estando en este laboratorio» nos ar-gumentaba.

Creo que D. Julián, fue un hombre feliz que casi siempre hizolo que quiso y eso se debió exclusivamente a que Dña. Enriquetaapoyó siempre sus decisiones (¿o de ambos?). Estoy plenamenteconvencido de que la devoción que Dña. Enriqueta sigue tenien-do por D. Julián 25 años después de su desaparición sería igual ala que D. Julián hubiera tenido por ella si las cosas hubieran ocu-rrido al contrario. Eran el uno para el otro.

El último curso impartido por D. Julián fue especialmenteemotivo. Algunos catedráticos tenían la costumbre de dar apro-bado general en el curso de su jubilación y todos teníamos laduda de cúal sería la actitud de D. Julián. Los alumnos los pri-

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Las mujeres eran muy abundantes entre el público asistente a lasconferencias de Don Julián.

Don Julian, conferenciante.

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meros, por supuesto. En un momento determinado le preguntéque es lo que pensaba hacer, pues yo era adjunto responsable deproblemas y laboratorios, y muy serio me contestó. «Pues qué voya hacer, examinar, como siempre. Es una injusticia dar la misma nota alque ha estudiado y al que no. Dígaselo a los alumnos» y seguidamen-te, sonriente y con voz irónica y sardónica me comunicó: «Ahorabien, preocúpese Ud de enseñarles lo suficientemente como para que todosellos pasen, con sus calificaciones, al examen de teoría». A pesar de nohaber aprobado general, y lógicamente sin que estos comenta-rios se supieran, los alumnos decidieron espontáneamente ha-cerle un homenaje a D. Julián. Este lo agradeció inmensamente.Creo que se sintió halagado y recompensado de muchos sinsabo-res y le dio fuerzas para preparar su última lección magistral detítulo «Mi visión de la Química Analítica» que impartió en la im-presionante Aula Magna del actual Edificio A de la Facultad deCiencias. Fue un mensaje para el que quisiera entenderlo, a pe-sar de ser claro y tajante. Huyó de los tópicos. Recordó al audito-rio que éramos químicos y que la Química era la base de nuestracarrera y nuestra profesión. Que si bien el Análisis Químico ha-bía evolucionado a Ciencia Analítica y el Análisis Instrumentalhabía sustituido al Análisis Clásico, como tenía que ser, cifrar ladocencia y la investigación únicamente en aparatos y sus posibi-lidades sin dominar la química subyacente en los procesos eracomo mirar la Naturaleza con un ojo tapado o caminar única-mente con una pierna.

A D. Julián le hicimos un homenaje con comida en el antiguoHotel Corona de Aragón, que organicé con la ayuda del Dr. D.Fermín Gómez Beltrán y bajo la supervisión directa de Dña.Enriqueta. Asistieron todos sus antiguos colaboradores, compa-ñeros, muchos amigos y por supuesto los alumnos. Para D. Juliánfue un día feliz.

Después de jubilarse D. Julián no quiso regresar a suDepartamento. Únicamente vino una vez con motivo de un actoen la Facultad. Entró, lo miró y se marchó. No quiso quedarse nicinco minutos. A D. Julián y a Dña. Enriqueta los seguí viendo asi-duamente en su casa, disfrutando de su amistad y de su irrepeti-ble conversación. Esos son recuerdos muy personales que,aunque ligados, no son exactamente de la actividad universitaria.

Todavía podría escribir muchas cosas más del trabajo de D.Julián, trabajo que no hay que olvidar hay que centrar en unaépoca especialmente difícil. Alguno de ellos, como su apoyo a lasección de Física y a D. Justiniano Casas y posteriormente a la deGeológicas y a la persona de D. Félix Arrese, que espero quedenreflejadas en escritos distintos al mío. Lo mismo que su infatiga-ble dedicación a la Academia de Ciencias. La visión de D. Juliánde la Universidad y de la Autonomía Universitaria, que quedó re-flejada en la conferencia que impartió el 25 de Febrero de 1964en la Cátedra Miguel Servet de la Institución Fernando elCatólico, sigue siendo vigente hoy en día y podría servir comoprograma electoral de algún hábil político. Los avances científi-

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En la mesa presidencial de un actocelebrado en Madrid.

Fachada y torre de la Magdalena,Zaragoza, iglesia en que fue bautizado,

septiembre 1904.

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cos en la Universidad española en general, y en nuestra Facultadde Ciencias en particular, en los últimos años se han debido, engran parte, a que las leyes y las ayudas han evolucionado en la di-rección que él propugnaba.

Me siento el último discípulo de D. Julián. De él aprendí mu-chas cosas, por las que me siento profundamente agradecido, y elescribir estas cuartillas me ha llenado de nostalgia. D. Julián fueirrepetible y estoy convencido de que, si pasase por el laborato-rio de Análisis del Aroma y Enología, en el Departamento deQuímica Analítica, y viese que nos habíamos especializado, den-tro del análisis del aroma, nada menos que en el aroma del vino,en lugar del whisky etiqueta negra, se acordaría de Bruno Solanoy de Rocasolano. Y, genio y figura, sonreiría y haría algún co-mentario digno de enmarcarse.

FECHAS Y HECHOS IMPORTANTES EN LA VIDA DEL

ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON JULIÁN BERNAL

NIEVAS CERDÁN Y ESPINA

Hijo tercero y único superviviente, del matrimonio canónicode D. Julián Bernal y Dña. Concepción Nievas.

Nacido el 9 de Septiembre de 1904, en su casa de la calle deSan Lorenzo 54 antiguo (44 moderno). Bautizado en elParroquia de Santa María Magdalena, poniéndole el nombre deJulián Bernal y Nievas. Como nació el 9 de Septiembre, fiesta, enel santoral de San Pedro Claver, el párroco, siguiendo la costum-bre de entonces, le antepuso el nombre de Pedro, por lo que sunombre quedó formado por Pedro-Julián y aunque familiarmen-te siempre le han llamado Julián, en numerosos documentos ofi-ciales figura como Pedro-Julián, incluso en algunos, quitándoleel segundo nombre aparece como Pedro, a secas.

Cursó sus estudios de enseñanza primaria y media en elColegio de los Hermanos Maristas de Zaragoza y fue alumno ofi-cial del Instituto General y Técnico de Zaragoza, con título deBachiller expedido por el Rectorado de la Universidad el 12 deJunio de 1920.

Estudió la carrera de Ciencias, Sección Químicas, en la Facul-tad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, comenzando susestudios el curso 1920-21 y terminando la Licenciatura en el cur-so 1923-24, con título de Licenciado en Ciencias, SecciónQuímicas, expedido por el Ministerio de Instrucción Pública yBellas Artes, en 17 de Octubre de 1928.

Realizó los estudios del Doctorado, como alumno oficial, en la«llamada Universidad Central», de Madrid en el Curso 1924-25.

La Tesis Doctoral, titulada «Contribución al Estudio de losDepósitos Electrolíticos de Zinc» fue presentada bajo la direc-ción del Excmo. Sr. D. Gonzalo Calamita y Alvárez, y juzgada enMadrid el 15 de Abril de 1940, obteniendo la calificación de SO-

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BRESALIENTE por unanimidad, máxima calificación existenteen dicha época. Título de Doctor expedido por el Ministerio deEducación Nacional, el 7 de Diciembre de 1940.1

Fue alistado para el reemplazo de 1925 y se incorporó como sol-dado de «Cuota» al 9º Regimiento de Artillería Ligera con destinoen Zaragoza. Efectuó el juramento de fidelidad a la bandera, el 27de Enero de 1926, prestando servicio de armas, ininterrumpida-mente, hasta el 18 de Octubre de 1926, fecha en que marcha conlicencia ilimitada.

Seguidamente se incorporó a la Facultad de Ciencias de laUniversidad de Zaragoza, donde inmediatamente se le nombraAyudante de clases prácticas, afecto a la Cátedra de QuímicaAnalítica.

El 9 de Octubre de 1928, por R.O.M. de dicha fecha y en virtudde oposición, es nombrado Profesor Auxiliar temporal de laFacultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, afecto a laCátedra de Química Analítica.

Con fecha 17 de Diciembre de 1931, y a propuesta de la Juntade Profesores de la Facultad de Ciencias de la Universidad deZaragoza, la Subsecretaría del Ministerio de Instrucción Públicay Bellas Artes, le autoriza para trasladarse a Barcelona para efec-tuar trabajos de Metalografía con el Catedrático Dr. D. EmilioJimeno Gil. De su estancia en Barcelona, publicó en colabora-ción con E. Jimeno y J. Ibarza, ambos fallecidos, un trabajo titu-lado «Método de reproducción de macroestructuras enmateriales metalúrgicos»; publicado en los Anales de la SociedadEspañola de Física y Química, Tomo XXX, pag. 655, año 1932.

El 24 de octubre de 1932, por Orden Ministerial, y a propuestade la Junta de Profesores de la Facultad de Ciencias, se le pro-rroga por cuatro años, según lo dispuesto en dicha época, elnombramiento de Profesor Auxiliar temporal de la expresadaFacultad y por acuerdo de la Junta de Facultad, en sesión de 14de Junio de 1933, da un curso de verano de Análisis Químico sinremuneración alguna, de tres meses de duración.

Por O.M. de 11 de Diciembre de 1933, se encarga del desem-peño, por acumulación de la Cátedra de Electroquímica yElectrometalúrgica de la Facultad de Ciencias de esta Univer-sidad.

Por O.M. de 4 de Octubre de 1935 queda encargado, además,del desempeño de la Cátedra de Química Teórica (SecciónQuímicas) creada por decreto de 8 de Agosto de 1935, ya que an-teriormente era cátedra acumulada a la del Dr. Savirón, recien-temente jubilado, en aquel momento.

El 11 de Agosto de 1936, por oficio del Rectorado de laUniversidad de Zaragoza, que transmite otro del Excmo. Sr.General de la 5ª División Orgánica, queda militarizado, en uniónde todo el laboratorio de la Facultad, y se le nombra ProfesorAuxiliar de los «Servicios Químicos de Guerra», que no tienen

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1. Presidió el tribunal Luis Berme-jo y Vida. Fue secretario VicenteGómez Aranda.

Tesis doctoral de don Julián Bernal.

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relación con los «Servicios de Guerra Química» creados poste-riormente en Julio de 1937.

Por orden de la Comisión de Cultura y Enseñanza, de la JuntaTécnica del Estado, de fecha 4 de Noviembre de 1936, fue pro-rrogado por dos años en su cargo de Profesor Auxiliar temporal.

Por orden comunicada, de 14 de Julio de 1937 de laComandancia General de Artillería del 5º Cuerpo de Ejército, sele da el empleo honorífico de Capitán de Artillería con efectosde 26 de Mayo de 1937.

Por comunicación nº 80904, de la Dirección del Servicio deGuerra Química, de 9 de Agosto de 1938, es nombrado Vocal-Delegado del Servicio de Guerra Química en la Junta de DefensaPasiva de Zaragoza.

En 10 de Enero de 1939 y a propuesta de la Junta de Profesoresde la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, fuenombrado por el Rectorado, Profesor Auxiliar Honorario de di-cha Facultad.

Nombrado nuevamente Profesor Auxiliar temporal de la mis-ma Facultad, adscrito a Química Teórica y Electroquímica, concarácter provisional y hasta el 30 de Septiembre de 1940, porO.M. de 18 de Agosto de 1939.

Con fecha 9 de Septiembre, comunicación nº 1786 delRectorado de la Universidad de Zaragoza, fue nombradoSecretario de la Facultad de Ciencias de esta Universidad.

Designado para el desempeño, por acumulación, de la Cátedrade Electroquímica, por O. De la Dirección General de EnseñanzaSuperior y Media de 8 de Enero de 1940, le fue concedido el per-cibo de los 2/3 del sueldo de entrada de Catedrático, por el des-empeño de la Cátedra vacante de Química Teórica (continuandotambién con la acumulación de Electroquímica) O.M. de 6 deAbril de 1940.

Por oficio de 4 de Mayo de 1940, se reintegra a su cargo deProfesor encargado de Cátedra de la Facultad de Ciencias de laUniversidad de Zaragoza, y cesa como Capitán Honorífico deArtillería, cargo para el que fue nombrado, en 14 de Julio de1937 por comunicación nº 475, de la Comandancia General deArtillería del 5º Cuerpo de Ejército.

Por Telegrama Postal del Cuerpo de Ejercito de Aragón,Estado Mayor, Sección tercera, nº 28 de Septiembre de 1940 se leconcede las condecoraciones: Medalla de la Campaña y Cruz delMérito Militar, con distintivo rojo.

Por O.M. de 11 de Noviembre de 1940 (B.O. nº 323 de 18 deNoviembre de 1940, pag. 7939), es nombrado en virtud deOposición Turno Libre (con votación unánime del Tribunal)Catedrático numerario de Química Analítica de la Facultad deCiencias de la Universidad de Valladolid. Ante la falta deProfesorado especializado se hace cargo de la Cátedra deQuímica Teórica de dicha Facultad, durante el curso 1940-1941.

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Homenaje al Dr. Bernal

Carnet de catedrático de don JuliánBernal (Universidad de Valladolid).

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El día 26 de Diciembre de 1940 contrae, en Zaragoza, matri-monio canónico y civil, con Dña. María Enriqueta CastejónAnadón, Licenciada en Ciencias Químicas y en Farmacia, res-pectivamente por las Universidades de Zaragoza y Madrid. Deéste su único matrimonio no han tenido descendencia.

Del 11 de Noviembre de 1940, hasta el 8 de Julio de 1941, fe-cha en que por O.M. y en virtud de su concurso de traslado, esnombrado Catedrático numerario de Química Analítica en laFacultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, permaneceprestando sus servicios en Valladolid.

Por el fallecimiento del Dr. De Gregorio Rocasolano,Catedrático de Química Experimental, el Ministro de EducaciónNacional, por O.M. de 27 de Mayo de 1941 (B.O. de 5 de Juniode 1941), dispone que la dotación de la Cátedra de QuímicaExperimental pase a la de Química Analítica de la Facultad deCiencias de Zaragoza y convoca el correspondiente concurso pre-vio de traslado a la Cátedra de Química Analítica de laUniversidad de Zaragoza.

El 8 de Julio de 1941 por comunicación 1-36-190-41, el DirectorGeneral de Enseñanza Superior y Media y Universidades, en vir-tud de concurso previo de traslado nombra para el desempeñode la Cátedra de Química Analítica de la Facultad de Ciencias dela Universidad de Zaragoza a D. Julián Bernal Nievas, Catedráticode igual asignatura en la de Valladolid.

Ya en Zaragoza el 8 de Agosto de 1941 el Rector D. GonzaloCalamita, a propuesta del Decano titular y durante su ausencia,acuerda que se haga cargo del desempeño del Decanato de laFacultad de Ciencias en Zaragoza.

Con fecha 12 de Agosto de 1941, es nombrado nuevamente porel Rectorado, de la Universidad de Zaragoza, Secretario de laFacultad de Ciencias, cargo en el que permanece hasta el 12 deMarzo de 1945 en que con motivo del nombramiento del nuevoDecano, en la Facultad de Ciencias, presenta la dimisión irrevo-cable de su cargo, que le es aceptada por el Sr. Rector, en comu-nicación de 5 de Abril de 1945, en la que se expresa lasatisfacción del Rectorado por toda su actuación en la Secretaríade la Facultad y se le agradecen los servicios prestados.

Por comunicación, ref. 3227-9 del Ministerio del Aire, Direc-ción General Antiaeronáutica, Sección de información 3º-a, defecha 15 de Septiembre de 1942, se le concede la condecoraciónde otra Medalla de la Campaña, por la cooperación prestada,desde su cargo de Vocal de la Junta de Defensa Pasiva, a los ser-vicios de antiaeronáutica.

En la Sesión celebrada por la «Academia de Ciencias ExactasFísico-Químicas y Naturales» de Zaragoza, el 3 de Julio de 1945se acuerda, por unanimidad, su nombramiento de Académico deNúmero de la citada Corporación, nombramiento que fue con-firmado por la Dirección General de Bellas Artes, con fecha 2 de

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A la izquierda Prof. J. Bernal; a laderecha Prof. Fernando Civeira.

Discurso en la Real Academia deCiencias de Zaragoza, curso 1948-49«La enseñanza y la investigación en

las ciencias experimentales».

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Agosto de 1945. Por este nombramiento pasa a ostentar laMedalla nº 2.

Con fecha 11 de Diciembre de 1947, el Presidente de laAcademia de Ciencias Exactas Físico-Químicas y Naturales deZaragoza, comunica, al Académico Numerario al que se refiereeste «Currículo Vitae», que en la Junta General de la Academia,celebrada el día anterior, se acordó, mediante votación, nom-brarlo Vicesecretario de la Corporación.

La Academia de Ciencias de Zaragoza se inauguró el curso aca-démico 1948-1949 y el discurso inaugural corrió a cargo del Dr.D. Julián Bernal, sobre el tema: «La enseñanza y la investigaciónen las ciencias experimentales».

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, PatronatoJuan de la Cierva, Investigación Técnica, en comunicación de 21de Mayo de 1951, registro de salida nº 2623, le nombróConsejero del Instituto del Hierro y del Acero, cargo honorífico,en el que actúa ininterrumpidamente, asistiendo a sus Consejosy Asambleas, desde la fecha de nombramiento hasta Mayo de1963, fecha en que se disuelve el Consejo Administrativo delInstituto del Hierro y del Acero, por suprimirse este Institutocomo tal, siendo sustituido por el Centro Nacional deInvestigaciones Metalúrgicas (CENIN).

En el Acta de la sesión, celebrada por los Catedráticos Nume-rarios de la Facultad de Ciencias, el 13 de Noviembre de 1954,para proponer al Ministerio, la terna entre las que haya de nom-brarse al Decano de la Facultad, tras el escrutinio de las votacio-nes, la terna propuesta es: Dr. D. Julián Bernal y Nievas, nuevevotos; Dr. D. Gonzalo González Salazar, cuatro votos; Dr. D. JuanMartín Sauras, dos votos.

El 9 de Diciembre de 1954, nombrado por el Ministerio co-rrespondiente, toma posesión de su cargo de Decano de la Facul-tad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza.

En el Consejo de Ministros celebrado el viernes 28 de Mayo de1955, se aprueban los expedientes para la construcción del nue-vo edificio para la Facultad de Ciencias de la Universidad deZaragoza: Su presupuesto total definitivo era de cincuenta y dosmillones trescientas doce mil pesetas, a pagar por el Estado. Unanterior proyecto de unos 104 millones de pesetas había sido des-estimado por la Administración Central de Educación Nacional.

El sábado 16 de Junio de 1956, el Ministro de EducaciónNacional D. Jesús Rubio y García-Mina, visitó las obras de laFacultad de Ciencias, en construcción en los terrenos de laCiudad Universitaria.

Con fecha 10 de Agosto de 1956, la Dirección General deEnseñanza Universitaria, aprueba un presupuesto, por un im-porte de 49.800 pesetas para la Facultad de Ciencias de laUniversidad de Zaragoza, con destino a la adquisición de mobi-liario.

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Homenaje al Dr. Bernal

Luis Legaz Lacambra.

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El Rector de la Universidad de Zaragoza, en comunicación nº921 de 9 de Mayo de 1957 le traslada el nombramiento de miem-bro de la Comisión para estudiar las posibilidades de crear unservicio de cine en esta Universidad.

Como Decano más antiguo residente en Zaragoza, el 18 deJulio de 1957, el Rector ejerciente, le encarga se haga cargo delRectorado, a partir del 19 de Julio de 1957, mientras persistan lasactuales circunstancias.

Con fecha 13 de Enero de 1958, comunicación nº 69 se aceptasu cese en el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias de laUniversidad de Zaragoza, agradeciéndole los servicios prestados.

Por O.M. de 1 de Abril de 1963 B.O.E. de 16 de Mayo de 1963se le concede el ingreso en la Orden Civil de «Alfonso X ElSabio» con la categoría de «Comendador de Número», (enco-mienda con placa).

Una reorganización de los Centros de Investigación Aplicadadel C.S.I.C. suprime el Instituto del Hierro y del Acero, como talorganismo autónomo y queda englobado en un solo centro, conlos Instituto del Metal, Soldadura, etc. Con este motivo cesa ensus funciones todo el Consejo de Administración del Instituto delHierro y del Acero, apareciendo en su lugar, un nuevo CentroNacional de Investigaciones Metalúrgicas. (CENIN), bajo la di-rección del Sr. Sistiaga.

El lunes, 14 de octubre de 1963, y bajo la Presidencia del Sr.Subsecretario de Educación Nacional Dr. D. Luis LegazLacambra, la Universidad de Zaragoza celebró la solemne sesiónde apertura de curso 1963-1964 con el ceremonial acostumbra-do, al final el Sr. Subsecretario pronunció unas palabras sobre losfines que le habían traído a este acto; en primer lugar asistió a laapertura del curso e imponer personalmente en nombre delMinistro las Encomiendas con Placa de la Orden Civil de AlfonsoX El Sabio a los Catedráticos Dres. D. Julián Bernal Nievas, D.Vicente Gómez Aranda, D. Antonio Beltrán Martínez y D. JoséManuel Casas Torres.

El 12 de Marzo de 1964, la Academia de Ciencias de Zaragozareunida en sesión de gobierno, tomó por unanimidad el acuerdode nombrar a D. Julián Bernal y Nievas, Secretario Perpetuo dela Corporación, cargo que ostentó desde esa fecha hasta Octubrede 1974, fecha en que por haber sido jubilado de la Universidad,por tener la edad reglamentaria (setenta años) presentó con ca-rácter irrevocable, su dimisión del cargo de Secretario Perpetuode la Academia.

El Rectorado de la Universidad de Zaragoza, comunicación nº1955 de 8 de Noviembre de 1965, participa al Dr. Bernal Nievasque le corresponde hacerse cargo del discurso de apertura delpróximo año académico de 1966-67.

El 7 de Octubre de 1966 a las 11,30 de la mañana con asisten-cia de las primeras autoridades y bajo la presidencia del DirectorGeneral de Enseñanza Universitaria Dr. Hernández Díaz, se ce-

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«El hierro al correr de los siglos»,«Oratio inauguralis», 1966-67, de la

Universidad de Zaragoza.

Discurso de ingreso en la RealAcademia de Ciencias de Zaragoza deCelso Gutiérrez Losa y de contestación

de Julián Bernal, 1964.

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Homenaje al Dr. Bernal

lebró en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, el solemneacto de la apertura oficial del curso académico de 1966-67, co-rriendo el discurso de apertura a cargo del Catedrático Nume-rario Dr. D. Julián Bernal Nievas, siendo el tema de su discurso«El Hierro al Correr de los Siglos».

El Heraldo de Aragón del Domingo 20 de Junio de 1971, sepublicó una intrevista que le hizo la periodista Milagros Here-dero sobre el tema «La Ciencia, Vocación Humana».

El Rectorado de Zaragoza, en 24 de Enero de 1972, le nombraPresidente del tribunal que ha de juzgar la tesis presentada porD. Juan Francisco Cacho Palomar, para aspirar al grado deDoctor en Ciencias Sección Químicas. Tras ser juzgada se calificacon sobresaliente cum laude.

Ademán muy aragonés, didáctico y moralizante, de don Julian en una cena.

Banquete en honor de don Julián Bernal con motivo de su jubilación universitaria(hotel Corona de Aragón, 30 de septiembre de 1974).

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El Rectorado de la Universidad de Zaragoza, con fecha 9 deJunio de 1973, le nombra Presidente del tribunal que ha de juz-gar la tesis presentada por D. Alfredo Sanz Medel, para aspirar algrado de Doctor en Ciencias, Sección de Químicas. Tras ser juz-gada se califica con sobresaliente cum laude. Esta Tesis y la ante-rior fueron las últimas que dirigió.

En el mes de Julio de 1974 (después de los exámenes) susalumnos de 4º curso le rindieron un homenaje de despedida con-sistente en una cena en el restaurante del Hotel Paris y al final leobsequiaron con una bandeja de plata dedicada.

Habiendo cumplido la edad reglamentaria 70 años, el 9 deSeptiembre de 1974, cesa el Dr. Bernal en el servicio activo y pasaa la situación de jubilado, con este motivo, sus antiguos alumnosy colaboradores le organizaron un cordial homenaje de despedi-da. El 30 de Septiembre de 1974 en que impartió su última lec-ción, en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias, con asistenciasde las autoridades Universitarias, Académicas, Profesores y alum-nos, amigos y familiares, etc. El tema de esta conferencia fue «Mivisión de la Química Analítica Cuantitativa». En dicho acto tomóparte activa el Catedrático D. Vicente Gómez Aranda, compañe-ro e intimo amigo del Dr. Bernal.

El acto fue presidido por el Excmo. Sr. D. Joaquín Pérez Villa-nueva, Director General de Bellas Artes y gran amigo del home-najeado.

Terminado el acto académico los asistentes se trasladaron al ho-tel Corona de Aragón, donde le fue ofrecido un almuerzo de ho-nor y a los postres les fue entregada una placa de plata dedicada porsus alumnos y colaboradores; sus más íntimos le obsequiaron ade-más con una reproducción en plata del generador Kipp, dedicaday mandada hacer ex profeso en la joyería de Agüeras.

El 10 de Abril de 1977 fue nombrado por el presidente de laSociedad Española de Bromatología, Socio de Honor de la mis-ma, como resultado de la propuesta a la Junta General de 23 deMarzo de 1977.

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