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JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO ELÍAS NAVARRO SABATER: UNA MIRADA A LA SANIDAD PÚBLICA EN ALBACETE EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES “DON JUAN MANUEL” EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás»

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  • DIPUTACIÓN DE ALBACETE

    JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO

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    UNA MIRADA A LA SANIDAD PÚBLICA EN ALBACETEEN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

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    José Manuel Almendros Toledo, nacido en Albacete, es profesor de E.G.B, graduado universitario en Relaciones Laborales y licenciado en Historia.

    Jubilado en la actualidad, ha ejercido su labor docente durante muchos años en los pueblos de la demarcación del antiguo Estado de Jorquera, a la que ha prestado su interés investigador y de la que ha publicado numerosos trabajos y presentado algunas comunicaciones re-ferentes a su Historia y Arte.

    Es miembro del Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”.

    La presente publicación nos acerca a la figura del médico Elías Navarro Saba-ter, primer sanitario que puso el estado liberal decimonónico al servicio de la asistencia domiciliaria para las familias albacetenses más necesitadas.

    Por su compromiso y entrega en el ám-bito de la sanidad local y provincial, su constante lucha contra las enfermeda-des endémicas y epidémicas de la época, así como por su activa presencia ante los órganos de poder de decisión locales y provinciales, tratando de influir en las mejoras de las condiciones sanitarias de la población, le hacen ser hoy merece-dor de nuestro recuerdo.

    Su afán por defender la independencia de la clase médica de intromisiones mu-nicipales, le llevó en agosto de 1895, ya jubilado, a fundar el Colegio de Médi-cos de Albacete.

    INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES“DON JUAN MANUEL”

    EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE

    Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás»

  • JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO

    ELíAS NAvARRO SAbATER:

    INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES“DON JUAN MANUEL”

    DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE

    Serie I • Estudios • Núm. 235Albacete 2017

    UNA MiRADA A LA SANiDAD púbLicA EN ALbAcETE EN LA SEGUNDA MiTAD DEL SiGLO XiX

    Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás»

  • cubierta: Casa de Misericordia e Iglesia del Buen Pastor. Foto procedente de los fondos documentales de la Residencia de ancianos de San Vicente Paul.

    INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES “DON JUAN MANUEL”DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE,

    ADSCRITO A LA CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CENTROS DE ESTUDIOS LOCALES. CSIC.

    Las opiniones o hechos consignados en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores.

    D.L.: AB 410-2017I.S.B.N.: 978-84-946465-6-0

    Maquetación e impresión:Gráficas Ruiz del Amo, S. L.Parque Empresarial Campollano, C/. D, N.º 14, Nave 1802007 AlbaceteTelf. 967 21 72 [email protected]

    Almendros Toledo, José Manuel

    Elías Navarro Sabater : una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda

    mitad del siglo XIX / José Manuel Amendros Toledo. -- Albacete : Instituto de

    Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel", 2017.

    346 p. : il. col. ; 24 cm. -- (Serie I - Estudios ; 235).

    D.L. AB 410-2017 -- ISBN 978-84-946465-6-0

    1. Salud pública - Albacete - S.XIX. I. Instituto de Estudios Albacetenses "Don

    Juan Manuel". II. Título. III. Serie.

    929 Navarro Savater, Elías

    614.1(460.288)"18"

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  • A mis cinco nietos, Helena, María, Jon, Álvaro y Vera; naturalmente.

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  • pRÓLOGO

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  • He leído con mucho interés el libro “Elías Navarro Sabater: una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX”. Soy aficionado a la historia en general, y a la historia de la sanidad en particular, y puedo asegurar que he disfrutado con sus páginas. El libro está muy bien escrito y bien documentado, tra-bando un relato preciso y elegante.

    La idea de tomar la figura de un destacado médico de Al-bacete, D. Elías Navarro Sabater, quien fuera el primer presidente de su Colegio de Médicos, y describir su proceso formativo y su desempeño profesional, permite al autor describir la práctica de la medicina y de la Salud Pública en el contexto de su ciudad y su país, mostrando la situación económica y social de sus gentes, así como las circunstancias políticas en aquellas décadas de la segun-da mitad del siglo XIX.

    A lo largo de las páginas, José Manuel Almendros nos da no-ticia, por ejemplo, de las condiciones insalubres de la población: la vida de más de cien familias de jornaleros en cuevas insalubres; los muladares en las calles; la falta de agua potable; las dificultades para establecer la evacuación adecuada de las aguas sucias. Un ejemplo muy gráfico es la descripción de una de las calles princi-pales, la calle del Progreso: sin aceras, depósito de inmundicia y de animales muertos, llena de escombros… Hechos y circunstancias que motivarán la respuesta profesional de D. Elías y sus colegas.

    Con apuntes y comentarios bien hilvanados, el autor describe en su relato el nombramiento de Médicos Titulares para atender a los pobres de solemnidad y para desarrollar las tareas de Salud Pú-blica; las dificultades económicas para sostener la sanidad (ya en-tonces se quejaba la corporación municipal de los enormes gastos en medicinas); la precariedad de los puestos de trabajo de los mé-

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    dicos; su abnegación en el trato a los pacientes, su lucha contra las epidemias, y su labor en el desarrollo de la Salud Pública. Así mismo, se muestra el papel de las diferentes instituciones (Ayuntamiento, Diputación, Gobierno Civil, Ministerio de Fomento, etc. y la necesi-dad de recurrir a la propia Reina en diversas ocasiones) poniendo de manifiesto la conveniencia de una adecuada distribución de responsabilidades y de una buena coordinación. Es una verdadera historia de la medicina.

    El libro de Almendros subraya también la influencia del con-texto político y económico en las normas, en las decisiones orga-nizativas y hasta en los nombramientos, según fuera el gobierno republicano o monárquico, o según los turnos de conservadores y liberales. Se describe también el papel de los vecinos, con sus que-jas, o el de los mayores contribuyentes con su poder de voto y su influencia en la elección de los médicos.

    El lector puede imaginar, al hilo del relato, el dilema de las au-toridades municipales de Albacete, y los debates que tendrían con D. Elías y los otros galenos, para decidir retrasar o autorizar la cele-bración de la feria septembrina, de enorme potencial económico en la ciudad y la comarca, en función de cómo evolucionaban las epidemias de cólera.

    Y es que, al igual que hoy, las decisiones de Salud Pública po-dían tener un impacto económico importante, y viceversa. Hemos vivido en nuestros años, por ejemplo, la crisis de las “vacas locas” y el debate con los ganaderos sobre las medidas restrictivas adop-tadas; o la “gripe porcina”, que luego cambió su nombre a “gripe A” ante la queja del sector. En estas y otras “crisis”, y en muchas actuaciones de salud pública, como la ley del tabaco, el impacto económico de una decisión es muy significativo, pero tanto hoy, como en época de D. Elías, la obligación del profesional sanitario es situar por delante la protección de la salud: el principio de pre-caución, la salud como derecho humano fundamental.

    El texto que pone José Manuel Almendros en nuestras manos es un magnífico recordatorio de la importancia de la Salud Pública y de la necesidad de desarrollar un enfoque global, de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, y de lo que hoy llama-mos Salud en Todas las Políticas: el cuidado del medio ambiente, y el intento de mejorar el clima plantando arboledas en los alrededo-res de la ciudad; la insistencia en la limpieza; la exigencia y las múl-tiples gestiones avaladas con informes para lograr la habitabilidad

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    de las viviendas; mejorar el agua limpia para la bebida; impulsar infraestructuras para la eliminación de aguas residuales y basuras; pedir la adecuación del cementerio; evidenciar la relación de la pobreza con la enfermedad y tratar de reducir aquélla; establecer la vigilancia de los mercados y ferias; y, desde luego, la atención a los pacientes y la lucha contra las epidemias con sacrificio personal y riesgo de la propia vida. Toda esta labor da testimonio del tesón y el compromiso profesional y ético de D. Elías y sus compañeros, en épocas muy difíciles y no tan lejanas en el tiempo.

    También se puede captar la preocupación de los médicos por su formación, tanto en su fase inicial, como a lo largo de su carrera, actualizando sus conocimientos para mejor responder a las necesidades de los pacientes (como se deduce de su alegato en el caso Hoffmann).

    Tiene especial interés la participación de D. Elías como pro-motor y primer presidente del Colegio de Médicos de Albacete, mostrando la evolución y madurez de la profesión en esta ciudad, sumándose a un proceso que venían llevando a cabo otras capita-les. Se buscaba así la autonomía e independencia de los médicos frente al caciquismo local, así como la prevención del intrusismo, basado en un reconocimiento profesional y científico.

    En suma, a lo largo del libro tomamos conciencia de cómo las labores de la salud pública buscaban contribuir a la salud, la riqueza y el bienestar de la población. Me recuerda documentos actuales de la Unión Europea, de la OMS, y de otras instituciones en los que se insiste asimismo en que salud es riqueza (“health is wealth”) y en que no hay riqueza sin salud.

    El anexo con los apuntes de D. Elías para la Topografía Médi-ca de Albacete es un complemento estupendo, que completa la obra. En fin, mi más sincera enhorabuena al autor por su excelente trabajo y mi agradecimiento como médico por dejarnos conocer una parte clave de nuestra historia.

    Fernando Lamata, Doctor en Medicina

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  • iNTRODUcciÓN

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  • Lejos de intentar poner una vela en el santuario de nuestra escasa literatura científica provincial, pretendemos con este trabajo dar a conocer la obra profesional de un médico albacetense, don Elías Navarro Sabater, personaje que cubre el ejercicio de la medicina local de gran parte de la se-gunda mitad del siglo XIX, un periodo durante el cual el aparato municipal irá introduciendo importantes transformaciones urbanísticas, tratando de desalojar rudimentarias viviendas y levantar nuevos espacios de relación y convivencia dotándolos de los elementos más adecuados para la subsis-tencia; tarea en la que sobresale nuestro personaje con sus aportaciones y sugerencias.

    El artículo 64 de La ley de Sanidad de 1855, exigía a los Ayuntamien-tos contratar a facultativos titulados para prestar asistencia médica domici-liaria a las familias pobres, profesionales que también quedaban obligados desde el mismo momento en que fueran requeridos por las autoridades ci-viles, a auxiliar con sus conocimientos y consejos científicos en todos los asuntos referidos al mundo de salud pública. Así lo confesaban los médicos Sabater y Griñán en sus solicitudes, cuando optaron a las plazas convocadas por el concejo: “Que ha aconsejado a la Municipalidad y ha emitido infor-mes siempre que se le han solicitado”1, o bien, por su parte, las autoridades municipales así lo hicieron también en varias ocasiones: “… que después de haber sido nombrado titular ha redactado infinidad de informes y contestado a cuantas consultas le ha planteado la Municipalidad sobre materia de higie-ne y sanidad” .

    Si hubo que “inventar” una nueva ciudad para adaptarla a los nuevos tiempos, nuestro personaje prestará su incondicional servicio, aconsejando a las autoridades, enhebrando sutiles sugerencias en la toma de decisiones

    1 A.H.P. Albacete. Cuestión 5ª en su petición para cubrir una plaza el 17 de abril de 1865. Caja 139.

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    con el ánimo de influir en ellas, infiltrando mejoras en las estructuras sani-tarias, necesarias en aquel proceso renovador. Aunque nunca pretendió que su voz y sus opiniones sirvieran de campanario local capaz de conseguir interpretar un nuevo paisaje urbano, con el tiempo sus propuestas fueron logrando mejores y más saludables escenarios en beneficio del vecindario en general.

    Creemos que es nuestro deber reivindicar para su persona el recono-cimiento general por su generosa voluntad, intentando encontrar fórmulas, capaces de poder hacer de Albacete una población moderna y de servicios, desde las ruinas de una villa rural, como era, obra costosa y de enorme en-vergadura que permitió su transformación, sustituyendo los viejos espacios nocivos y peligrosos para la vida, por nuevas instalaciones más saneadas y funcionales. Y, en este sentido, no se puede dejar pasar por alto el destacar el amor por su ciudad y su abnegada entrega para conseguir las mejoras necesarias en ella.

    Es oportuno apuntar aquí, el hecho de cómo entendieron aquellos mé-dicos de la asistencia domiciliaria local su compromiso por conseguir me-jorar el urbanismo municipal, denunciando las condiciones de insalubridad de las clases más humildes, ya que, como personas con libre acceso a domici-lios particulares y a todos los espacios públicos, disponían de conocimientos precisos sobre las carencias higiénicas existentes en la población.

    En su afán por defender los intereses comunes del vecindario, los fa-cultativos se mantuvieron, a menudo, presentes tras los cortinajes del poder ejecutivo, conduciendo e interpretando las decisiones de los poderes locales, casi siempre de forma independiente, y casi nunca bajo la obediencia confe-sada a partidos ni ideologías, pero con frecuencia adoptando una posición intermedia entre los poderes políticos y la sociedad, determinando mejoras higiénicas necesarias a favor del vecindario. Así lo reconoce el propio Sa-bater en sus escritos, justificando su necesidad de escribirlos: “Los cargos de médico titular y Subdelegado de Medicina que por espacio de muchos años he desempeñado en esta Capital me han permitido adquirir datos y noticias de interés sanitario para la misma, que he agrupado, tal vez profusamente…” .

    Para apoyarnos en lo dicho, queremos mencionar la valoración que hizo la Corporación de 1893, cuando recibió sus escritos, estando ya cerra-da su carrera profesional, no dudando en expresarle su gratitud por consi-derarlos de gran valor didáctico, como guía indispensable por sus plantea-mientos transformadores para la nueva ciudad en construcción: “que los expresados trabajos encierran una riqueza de detalles científicos y estadísticos ...que pueden servir de norma para mejorar en gran escala las condiciones higiénicas y , por otra parte, revelan la constancia de su autor por allegarlos

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    y coleccionarlos, por si pudiesen ser de utilidad para su país natal...” 2. En cierto sentido podríamos decir que en el ADN de la ciudad van escritas las inquietudes reformadoras urbanas y de saneamiento que nuestro personaje requería para ella.

    Si bien lo anteriormente expuesto arma de “fuerza política” a su vida profesional, creemos que al verdadero mérito de Sabater lo avala su labor de campo en el trabajo, que nos lo acerca para hacer de él un testigo de referen-cia fundamental en el desarrollo de la asistencia médica albacetense, en un periodo en el que la medicina no había logrado avanzar hasta adentrarse en el campo de la microbiología moderna, mucho antes de que la vieja medici-na empírica ejercida por él fuese dotada de base científica.

    Lo válido sería, y así lo hacemos, detenernos exponiendo una per-cepción resumida de su vida profesional, ya que, su trabajo como médico le otorga la importancia necesaria, al verse obligado a cubrir las primeras líneas de la atención sanitaria, en aquellas grandes oleadas epidémicas de su siglo, con muy pocas evidencias científicas y muy limitados medios. Sabater tuvo que enfrentarse a las enfermedades endémicas de la época en que le tocó vivir, como el paludismo, el tifus exantemático, la gripe, viruela, así también como a las extraordinarias, o epidémicas, como el cólera, la gran asesina del siglo XIX, o la fiebre amarilla, todas ellas de rápido crecimien-to en centros urbanos de grande y mediana entidad, enfermedades que se vieron amparadas por el hacinamiento, las grandes hambrunas, y la falta de higiene, sobre todo entre las clases humildes; sin olvidarnos, claro está, de la contribución que también tuvieron en su desarrollo los periodos de guerra, frecuentes en la centuria. A todas las formas de la lucha contra ellas se en-frentó nuestro personaje con imaginación y mucha generosidad, si bien con los limitados medios disponibles en la época, pues el desconocimiento de la etiología de aquellos males pocos aciertos podía ofrecerle. Cervantes en un pasaje de su gran obra resumía la idea con estas palabras: “...que al mal de quien la causa no se sabe, milagro es acertar la medicina” 3.

    Como es sabido, hasta finales del siglo XIX no se consiguieron frenar dichas enfermedades, cosa que se logró gracias al mayor desarrollo de las ciencias experimentales apoyadas en los avances de la microbiología, pero por entonces Sabater ya no estaba en activo.

    Con este trabajo también pretendemos recordar algunos de sus escri-tos que nos muestran el estado sanitario del Albacete de su tiempo, en los que incluyó sus valiosas aportaciones estadísticas, con un interesante caudal

    2 A.H.P. Albacete Acta municipal de 2 de agosto de 1893. Caja 4533.3 1ª Parte. Capítulo XXIII.

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    de informaciones e incidencias de casos epidemiológicos, que hoy nos pue-den servir como testimonio directo e insustituible a la hora de valorar dicho periodo, como le fueron valorados por sus coetáneos, según nos informa don Joaquín Roa Erostarbe, en su bien conocida “Crónica de la provincia de Albacete”, diciéndonos que la obra de don Elías venía a llenar una parte importante del gran hueco existente en la menguada creación científica de la provincia: “En una capital de provincias como ésta, de tan escaso movi-miento científico y literario ...es un verdadero acontecimiento que no debe pasar inadvertido, la aparición de un libro, y más si ese libro es del mérito del que vamos a reseñar. Nos referimos al que con el humilde título de “Apuntes para la Topografía médica de Albacete” ha dado a luz, en julio de 93, nues-tro querido amigo el señor Don Elías Navarro y Sabater, médico-cirujano, premiado con la Cruz de Epidemias e Inspector Sanitario de esta provincia. Claro es que nosotros, incompetentes en la materia de que se ocupa, no hemos de juzgar el fondo de esta obra; para tales son, sin duda, su alcance científico y la oportunidad de su publicación, hoy que con singular preferencia se debaten en España y en el Estrangero las grandes cuestiones sanitarias que no pode-mos menos de dar a conocer bajo este aspecto, defiriendo al ageno criterio, el honrosísimo juicio que ha merecido a varios periódicos profesionales de la Nación, juicio que, en lucha con la excesiva modestia del autor...” 4.

    Este trabajo quedaría incompleto si en su sumatorio profesional no dejáramos dicho que el descanso de sus últimos días lo enriqueció aportan-do todo su entusiasmo en la defensa de la clase médica, tan merecida y ne-cesitada de ella. Y es que su compromiso y sus inquietudes finales los dedicó a fundar y poner en marcha el Colegio de Médicos de Albacete, asociación pionera en España entre las de su clase, que siempre procuró atender a la defensa de la autonomía profesional de sus miembros, frente al intrusismo y a los oscuros intereses caciquiles de la burguesía local de su tiempo, así como también devolverles a los pacientes y ciudadanos clara protección de sus derechos.

    Finalmente, queremos añadir en este apartado unas líneas de agrade-cimiento, cortesía obliga, a las personas que me han ayudado en la elabo-ración de este trabajo: destacando en primer lugar al doctor don Fernando Lamata, que generosamente se ofreció para redactar el prólogo, así como también a la dirección y personal del Archivo Histórico Provincial de Alba-cete, que con su cooperación y ayuda profesional han facilitado el desarro-llo de nuestra tarea.

    4 Roa Erostarbe, Joaquín. “Crónica de la provincia de Albacete”. Apéndice nº 5. Bibliogra-fía. Págs. 49-50. Tomo II.

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  • LA iNFANciA DE NAvARRO SAbATER

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  • Nuestro biografiado nació en el seno de una familia acomodada al-bacetense, el treinta de enero de 1834, dos meses después de que Albacete fuese declarada capital de la recién creada provincia de su nombre, según el modelo de división territorial de provincias que se había elegido para articular España.

    Elías, Martín, José y Pedro, nombres con el que fue inscrito nuestro personaje, fue bautizado en la parroquial de San Juan Bautista, el 30 de ene-ro de 18345, el mismo día de su nacimiento, seguramente obedeciendo a la costumbre establecida aquellos años de gran mortalidad infantil, de que los nacidos se bautizaran inmediatamente, ya que en caso de muerte quedaban bajo el amparo de la Iglesia.

    Su padre, el farmacéutico don Críspulo Navarro, pertenecía a una fa-milia de hacendados e influyentes apellidos locales; murió el 2 de agosto, unos meses después del nacimiento de su hijo, a consecuencia de la epide-mia de cólera que padeció la villa ese año.

    Su madre, doña María Francisca Sabater, procedía de Tortellá, pueblo de la comarca de la Garrocha, en Gerona, y era miembro de una familia de bien situados comerciantes catalanes.

    Los Sabater habían llegado a la villa al reclamo de las nuevas oportu-nidades que les ofrecía su recientemente alcanzada coyuntura político-eco-nómica, que anunciaba buenas ocasiones comerciales para ella, favorecidas también por su privilegiada posición geoestratégica, al ser punto de paso entre la capital de reino y los puertos de embarque del Levante.

    Vivían en la calle Mayor nº 36, vivienda aledaña a la farmacia propie-dad de su abuelo paterno, don Pedro Navarro, situada en la calle Boticarios

    5 Archivo Diocesano Albacete. Bautismos. Parroquia de San Juan. AB-028, folio 162 vto. 6 La casa nº 3 de la calle Mayor era propiedad de la familia Sabater y en ella murió Doña

    Francisca Sabater y Pujals, el 5 de enero de 1890.

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    nº 2, que hoy todavía sigue abierta,(la que siempre se ha conocido con el nombre de Farmacia de Berzosa), aunque su entrada la hace ahora por la calle Mayor.

    partida de bautismo de don Elías.

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  • ALbAcETE, LA cApiTAL AbRE SUS pUERTAS

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  • El decreto de Javier de Burgos, ministro de Isabel II, el 30 de Noviem-bre de 1833, declaraba a la mesetaria villa de Albacete como capital de la nueva provincia de su nombre. En favor de su elección jugaba su situación geoestratégica, al ser paso obligado entre la Corte y las tierras levantinas. En su composición se integraron municipios que antes habían pertenecido a las provincias de la Mancha, Murcia y Cuenca.

    A la vez nacieron a la vida la recién nombrada capital y nuestro perso-naje, y ambos crecieron y se desarrollaron paralelamente a lo largo del siglo que les vio nacer.

    Una visión precisa de cómo era la villa de Albacete en aquellos pri-meros años nos la proporciona las contestaciones que daban sus regidores en 1836, respondiendo a un interrogatorio que les pedía la Universidad Li-teraria de Valencia, distrito universitario al que quedó adscrita, cuando la alcaldía solicitó permiso para abrir un colegio de sordomudos.

    En su respuesta a la quinta pregunta del interrogatorio de referencia, los convocados decían: “Esta capital está situada en una llanura que por po-niente y norte se extiende a muchas leguas. A su oriente y a dos leguas están las sierras de Chinchilla. A su mediodía y a cinco leguas las de las Peñas de San Pedro. El terreno de toda su jurisdicción es el más a propósito para la vegetación; y aunque el agua en muchas partes se encuentra a corta profundi-dad, no por eso es húmedo e insalubre, como lo era antes de abrir el cauce del Real Canal de María Cristina; los vientos que más dominan son el Levante y el poniente.

    Además de frondosos pinares, carrascales, arbustos de varias especies que tiene en su jurisdicción; su terreno, como se ha dicho, es muy feraz y a propósito para fomentar en él arbolado, así se vio en años anteriores por las plantaciones de pinares que se hicieron y quedaron abandonadas, por lo poco que hasta ahora se ha respetado la propiedad; y produce grandes cosechas de vino de mediana calidad y que es susceptible de muchas mejoras como prin-

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    cipia a notarse en el de algunos propietarios. Los cereales de todas las clases, y recompensan abundantemente los afanes del labrador. Se crían muchas y muy buenas hortalizas y más generalmente patatas en secano y riego. Es abundan-tísimo en excelentes pastos criándose en ellos ganados de todas especies. Sus aguas que en todos sitios se hallan a muy poca costa son potables, muchas riquísimas, tales como las del manantial de los Ojos de San Jorge, diferen-tes anorias de las muchas huertas que casi circunvalan la población y varios pozos dentro de la misma que nada ceden a las más superiores del reyno. En prueba de lo que citaré el hecho siguiente: El Serenísimo Señor Infante Don Francisco de Paula Antonio, en su último tránsito por esta Capital, en Sep-tiembre de 1835, mandó llenar los barriles de una de estas excelentes aguas para su gasto hasta Madrid. Son muy buenas para la vegetación, para las fábricas de curtidos, sombreros y demás que se hallan establecidas.

    Los alimentos que produce este suelo no solo bastan para la manuten-ción de sus naturales, sino que provee a las necesidades y escasez de algunos de los vecinos, principalmente en el ramo de las hortalizas y patatas; éstas puede decirse (por la abundancia, buena calidad y moderado precio a que se encuentran) que es el alimento más general de la clase menesterosa. Y en el ramo de granos surte y provee a gran parte de las ciudades de Murcia y Va-lencia y aun a los puertos para embarque de ésta última y a los de Alicante y Cartagena” 7.

    Hemos de decir que en la redacción del informe intervinieron tam-bién los médicos locales, requisito impuesto por la universidad valenciana.

    Contestaciones que nos la confirman como una villa de limitados re-cursos económicos, de un patrón agropecuario atrasado, y con una peque-ña industria basada fundamentalmente en productos artesanos, como los textiles, la cuchillería, curtidos, etc., destinados al consumo interno, pues era escaso su vigor comercial exterior, si bien, ya había comenzado a iniciar-se un leve crecimiento en las primeras décadas del siglo.

    Si las autoridades locales contestaban haciendo alusión a la impor-tancia de su modelo de agricultura cerealista, no dejaban también de rese-ñar ingenuamente la notable calidad de sus aguas, tratando de ocultar en los despachos del Gobierno toda sospecha que pudiera haber de ser una tierra pantanosa e insalubre, como parecía tener fama a finales del siglo XVIII.

    7 A.H.P. Albacete. Carpeta Sordomudos y Ciegos. 21 de mayo de 1836. Caja 295.Don Francisco de Paula Antonio, hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma. Duque de Cádiz. Padre de don Francisco de Asís de Borbón, rey consorte casado con su prima Isabel II.

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    Como dato a tener en cuenta sería oportuno apuntar el detalle de que la importancia económica de la viña en Albacete no sería tanta, como siem-pre se le ha supuesto. En la segunda mitad del siglo, cuando ya se estaba produciendo una importante exportación de vinos de calidad hacia Europa, los cosecheros locales pedían a la Municipalidad reducción en los impues-tos al no poder pagar los exigidos: “...ya por los muchos gastos que en cultivo de los viñedos se les originan, cuyas circunstancias unidas al bajo precio con que se vende el vino debido a su inferior calidad, que como es público y noto-rio obliga a que sus dueños realicen su venta dentro de esta capital” 8.

    El 30 de enero de 1834, dos meses después de haber sido elegida Alba-cete como capital de la nueva provincia nació nuestro personaje, como que-dó dicho. Era el mismo año en que se instaló en ella su Audiencia territorial, y el anterior al que se creará su Diputación Provincial. Tres acontecimientos fundamentales, ya que dichas instituciones le impregnarían de un nuevo rango y destacada importancia.

    8 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 9 de noviembre de 1875. Caja 4528.

    Foto particular. La rosa del azafrán era un producto importante que complementaba las pobres economías de las familias más humildes, aunque comenzó a retroceder su importancia en los años finales del siglo.

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    Aquellos reconocimientos, junto al reciente desecamiento realizado en gran parte de sus pantanosas tierras jurisdiccionales por medio de la creación del canal de María Cristina, serían los acontecimientos que ani-maron la enorme tensión social que impulsó a la sociedad albacetense para tratar de cumplir con sus deseos de ser merecedora de la nueva categoría recién alcanzada. Este nuevo entronque con la dinámica nacional, sirvió para que vecindario y poderes públicos, fueran capaces de ponerse a la tarea de tratar de darle el necesario contenido de modernidad a la población, que pudiera justificar su rango y mostrase ser digna de él. Albacete tenía por entonces una población de 3.000 vecinos (unos 12.000 habitantes), según el censo que dio la Diputación para un repartimiento de soldados en el año 18359.

    Su nombramiento como sede de la nueva capital provincial fue salu-dado con enorme alborozo y decisión por el vecindario, que así lo recordó a lo largo del resto de la centuria. Todavía seguía vivo aquel entusiasmo entre sus gentes en 1880, como se verá, cuando se decidió darle nombre a una nueva calle abierta en 186110, entre la de San Antonio y la de El Progreso, pues había que destacarla y definirla sobre un paisaje ornamental que la apartara de la vieja imagen, hasta entonces dominante, de ser un poblachón rural manchego que no acababa de salir de su modorra medieval.

    Cuando se pensó modernizar y favorecer la comunicación entre los espacios próximos a la estación del ferrocarril y el centro urbano con una nueva arteria, el propietario que había cedido los terrenos para hacerla per-tenecientes a la llamada huerta de Manzanas, donde se ubicaba la sociedad llamada “La Peninsular”, pidió a cambio que el Ayuntamiento le diera a la nueva calle el nombre de “Madoz”, su fundador, pero tal propuesta no se aceptó. El pleno municipal, desoyendo su petición, decidió honrar a aquella vía con la memoria de un vecino, don Miguel Fernández Cantos Carcelén, llamándola “Calle Carcelén” justificando tal nombramiento a que: “... ya que Albacete le debe la mayor parte de su gloria de conseguir en el año 1833 la capitalidad en la población, anunciando con ello la aurora de su porvenir que amaneció después con toda clase de prosperidades. La mayor parte de los señores aquí reunidos y muchos vecinos de la población que alcanzan una edad sexagenaria recuerdan todavía con no poca satisfacción un día en el año antes citado, día feliz que jamás se borrará de nuestra memoria en que el

    9 Archivo de la Diputación de Albacete. Libro de actas de 1835-36. 10 de noviembre de 1835, folios 3-4-5.

    10 A.H.P. Albacete. Acta de 30 de noviembre 1861. Caja 100. Ver también “El diario de Al-bacete”, “El nombre de las calles”. Viernes 9 octubre de 1903.

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    pueblo, casi en su totalidad, reunido en las afueras de la población esperaba con ansia el regreso de ese hombre que tras tantos afanes había alcanzado y era por todos del mayor de los beneficios que en esta, entonces villa, pudiera desear; y acto continuo de su llegada, la población llena de entusiasmo le de-mostró agradecimiento con indecible y verdadero regocijo, celebrándose fiesta y recibiendo miles de felicitaciones de todas las clases sociales” 11.

    Con el testimonio de los ediles municipales del año referido creemos poder recrear el enorme alborozo del vecindario al conseguir para su lo-calidad aquella notable distinción; categoría que nunca llegó a creerse to-talmente y muchas veces receló perder. Y en este sentido son numerosos los testimonios que podemos presentar, especialmente en los momentos de crisis político-sociales del siglo. En cierto modo su paisanaje siempre pensó que el fin de sus adquiridos títulos era un asunto que estaba pendiente de un decreto ya firmado, aunque sin fecha de ejecución.

    Medalla de una exposición provincial de pro-ductos del campo, conmemorativa del cincuenta aniversario de la formación de la provincia de Albacete. propiedad particular12.

    Y es desde este punto de partida que nos muestra a Albacete con el perfil de una villa cerrada sobre sí misma, con muchas carencias y de un gran atraso crónico, desde el que en muy poco tiempo se tuvo levantar una urbe que fuera merecedora de su condición de capital de su recién creada provincia. El derroche de vitalidad social, la imaginación y el ingenio que tuvo poner en juego su vecindario a lo largo de todo el siglo, para alcanzar la importancia exigida y corresponder a su nuevo estatus con los escasos medios económicos disponibles, fueron considerables.

    11 A.H.P. Albacete. Acta 27 de octubre de 1880. Caja 4530.12 En la Feria de 1883, la Diputación Provincial patrocinó una exposición de productos

    industriales y agrícolas durante los días 10 al 20 de septiembre en el paseo de la Cuba, en las proximidades de la vía férrea. A los participantes premiados se les entregó una meda-lla honorifica como la presente. Que sepamos este es el único ejemplar conservado.

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  • ESTUDiOS pRiMARiOS Y SEcUNDARiOSDE NAvARRO SAbATER

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  • Realizó sus estudios primarios en la escuela local con don Alfonso Cánovas, maestro que fue contratado para enseñar en la escuela municipal, el año 1830 y siempre gozó de gran estima entre el vecindario. La Corpo-ración municipal de 1882 destacaba sus méritos con estas palabras: “...fue un maestro que impartió clase durante cincuenta años y prestó muy buenos servicios a esta población” 13.

    Ya médico, Sabater atendió a su viejo maestro a finales de mayo de 187014, que estaba muy enfermo.

    De su paso por la escuela de primeras letras apenas conocemos deta-lles, solamente algunas referencias que nos informan de que fue un alumno aplicado.

    Acabados los estudios primarios pasó a matricularse en los de Bachi-llerato, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Albacete, en el que hizo sus cinco años correspondientes; desde el mes de octubre de 1846 hasta el 2 de julio de 1851, fecha en que obtuvo su título de Bachiller en Filosofía.

    En esta etapa destacó como alumno brillante, obteniendo la nota de sobresaliente en varios cursos, razón que le permitió solicitar, según man-daba el artículo 1º del reglamento del centro, los derechos correspondientes a la obtención de los premios ordinarios15.

    Fue amigo y compañero de estudios y de profesión de Octaviano Gri-ñán, con el que compartiría posteriormente su trabajo en el puesto de mé-dico para la asistencia domiciliaria para familias pobres.

    A ambos estudiantes les unió una gran amistad desde sus primeros años de estudios, rivalizando los dos en premios y méritos.

    13 A.H.P. Albacete. Acta de 23 de Enero de 1882. Caja 4530. Tomó posesión de su escuela el 1 de febrero de 1830.

    14 A.H.P. Albacete. Acta 30 de mayo de 1870. Caja 101.15 Archivo del Instituto Nº 1 Bachiller Sabuco. Legajo “Premios ordinarios. Años 1841-42”

    s/f y “Pliegos de premios de los tres cursos de Filosofía. Años 1847-1865”. Caja 2.

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    Título de bachiller de don Elías Navarro Sabater, expedido el 7 agosto de 1851 por la Universidad de valencia, a cuyo distrito pertenecía Albacete.

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  • ESTUDiOS UNivERSiTARiOS

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  • Decidido por la medicina, se matriculó para el curso preparatorio en la Universidad Central de Madrid, en julio de 1851. Su expediente acadé-mico fue bueno a pesar de que por motivos de salud suspendió en el quinto curso, en junio de 1857, que logró superar en septiembre. Por tal motivo, y al no poder disponer de su título de Bachiller en Medicina y Cirugía en la fecha exigida, se vio obligado a pedir un permiso especial para matricularse para el grado de licenciado, condicionando su matrícula a que se le expi-diera el citado documento, que le fue concedido, según puede leerse en la Gazeta de Madrid de 6 de octubre de 1857.

    El 6 de marzo de 1858 recibió su título de bachiller en Medicina y Cirugía. Ese mismo año, curso 58-59, se presentó para obtener su grado de licenciatura, que terminó con la nota de aprobado tras defender su tesis ante su tribunal con el tema “Patología y diagnóstico de la enfermedad de tisis tuberculosa pulmonar en el segundo periodo”.

    El 15 de junio de 1859, con 25 años, recibió su título de Licenciado en Medicina y Cirugía16, estando ya vigente la que sería centenaria y liberal Ley Moyano, que tanta importancia concedía a la salud medioambiental y a la higiene pública, educación que marcaría su trayectoria profesional posterior.

    Eran considerados médicos-cirujanos aquellos titulares a los que la ley les permitía ejercer ambas facultades, las propias de los médicos puros y las de los llamados por entonces cirujanos, que tenían atribuciones para intervenir en causas de cirugía menor (sangrías, odontología, heridas de poca importancia, traumatología menor, partos, etc.).

    16 Archivo Histórico Nacional. Universidades. Legajo 1587. Expediente 33.

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    Fotografía de la orla correspondiente a la promoción de Licenciados en el curso 1858-1859 de la Facultad de Medicina de la Universidad central17.

    17 Pertenece a los fondos del Colegio de Médicos de Madrid. En la cartela inferior su nom-bre figura con el número 26.

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  • LA ASiSTENciA SANiTARiA EN ALbAcETEA MEDiADOS DEL SiGLO XiX

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  • A principios de la centuria, la mayoría de la asistencia médica de los pobres e indigentes estaba encomendada a instituciones benéficas de-pendientes de la Iglesia, y muy pocas a las corporaciones municipales o al Estado. Si bien la asistencia era libre para aquellos grupos que podían pa-garse una iguala y sus medicinas, las familias pobres tenían que recurrir al amparo de las instituciones benéficas, habitualmente muy deficientemente atendidas.

    Ante la presión ejercida por el mundo obrero en defensa de una sa-nidad pública digna, desde mediados del siglo XIX, el Estado liberal tuvo que precipitarse para hacerse cargo de los deberes asistenciales de aquellas familias pobres que anteriormente habían estado protegidas por la caridad de la Iglesia. A partir de los años centrales del siglo, estos establecimientos de beneficencia ya habían perdido por completo su importancia.

    La Ley de Sanidad de 28 de noviembre de 1855, publicada durante el bienio progresista (1854-56), trató de modernizar las estructuras sanita-rias del país y ponerlas bajo el control del Estado, alejándolas de la órbita de las instituciones eclesiásticas y benéficas. En su artículo 64 decía que en todos los pueblos en los que fuera posible se establecería la hospitalidad domiciliaria, para la cual los Ayuntamientos nombrarían médicos titulados superiores y cirujanos, que se harían cargo de la asistencia de los enfermos de las familias pobres18. Desde entonces, fue constante en toda España, la carrera de los municipios para nombrar médicos-cirujanos para la asisten-cia domiciliaria.

    En 1857, el Gobierno de la nación, dispuesto para hacer todas las re-formas necesarias, comenzó por hacer un censo de las infraestructuras asis-tenciales y sanitarias con las que se contaba en toda la geografía española.

    18 Gaceta de Madrid. Viernes 7 de diciembre de 1855. Capitulo XIII, Artículo 64.

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    Dichas averiguaciones nos dan a conocer que en la primera mitad del siglo, la villa de Albacete presentaba muchas deficiencias en la asistencia médica, por no decir que era casi nula. Con la menguada cobertura con la que contaba la Municipalidad, debido a sus limitados recursos, apenas si se podía atender las necesidades del vecindario.

    El estadillo enviado el 20 de abril de 1867 por el Gobernador provin-cial, don Francisco Navarro, al Ministro de la Gobernación19, nos informa de que en dicho año la villa contaba con una población de 17.000 habitan-tes. Su escasa infraestructura se concretaba en: un hospital municipal de la caridad, un asilo para pobres y una casa de maternidad para acoger a niños expósitos y huérfanos.

    La casa de Maternidad en los años veinte de la centuria pasada. En el dintel de la facha-da puede leerse: Diputación provincial. instituto de puericultura.20

    19 A.H.P. Albacete. Interrogatorio enviado por el Ministro de la Gobernación, el 28 de mar-zo de 1867, al Gobernador preguntando por los establecimientos de Beneficencia y Ca-ridad existentes en la villa y contestaciones realizadas. Expte. “Beneficencia y Sanidad”. Caja 124 y 151.

    20 Archivo de la Diputación Provincial de Albacete. “Memoria de 13-IX 1923 a 31-XII 1928”. Legajo 6082.

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    Tal era la raquítica estructura asistencial pública disponible en manos de los poderes públicos, casi toda ella heredada de las viejas fundaciones de la Iglesia. Un equipaje a todas luces insuficiente para atender a los sectores de población más necesitados, una situación que cambiaría muy lentamen-te hasta traspasado el siglo.

    • El primero de ellos mencionado en el estadillo informativo era el hospital de la caridad, llamado de San Julián y Santa Basilisa21, centro que tenía su origen en una fundación piadosa y recibía a los enfermos pobres de la población, y el Gobernador pretendía que fuese declarado de ámbito provincial, pretensión a la que el Ayuntamiento reiteradamente se nega-ba, alegando a que con sus pobres instalaciones y escasos medios no podía acondicionarlo para tal22.

    En el siglo XVIII se financiaba con limosnas, donaciones y con ayudas de particulares y cofradías, pero atendiendo a la normativa de la Ley de Sa-nidad de 1855, pasó a ser gestionado por el Municipio. No contaba con un presupuesto fijo, debido a las variaciones anuales de las ayudas que recibía.

    Estaba atendido por dos enfermeros, uno de cada sexo, y una cocine-ra. El Hospital de San Julián “solamente podía recibir en su seno a los enfer-mos pobres de solemnidad”, y de darse otro caso, debía ser el Ayuntamiento u otro organismo el que pagara la estancia del admitido23.

    El 12 de marzo de 186324 se le declaró como hospital provincial y des-de entonces fueron ampliándose sus salas. Desde mediados del siglo tam-bién se comenzó a admitir en él a militares transeúntes, para lo que se tuvo que ensanchar la sala que “miraba a la iglesia de San Juan”.

    Debido al crecimiento de la población pronto se vio la conveniencia de sacarlo desde el centro de la ciudad a la periferia y sabemos de dos in-tentos que no cuajaron: uno hacia la ermita de San Antón25 y otro hacia el entorno de la puerta de Murcia.

    • El segundo establecimiento asistencial era un asilo para pobres, lla-mado popularmente “La Casa de los pobres”. Se destinó como asilo para la mendicidad, el 1 de febrero de 1852. Estaba gestionado y administrado por

    21 Para mayor información consultar el excelente trabajo del Doctor don José María Sán-chez Ibáñez: El Hospital de San Julián de Albacete. Estudio Histórico. Instituto de Estu-dios Albacetenses “Don Juan Manuel”. Albacete 2005.

    22 A.H.P. Albacete. Oficio del Gobernador preguntando a la Junta Municipal si podía utili-zarse el Hospital como provincial ya que no había dinero para levantar uno. Beneficencia y Sanidad. Caja 151.

    23 A.H.P. Albacete. Junta Municipal de la Beneficencia Hospital de San Julián. Caja 126. 24 Ibídem.25 Semanario “La Musa”. Miércoles 22 de julio de 1868.

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    una comisión especial y financiado con fondos procedentes de limosnas y dotaciones municipales, ayudas de sociedades culturales, etc. El 1 de sep-tiembre de 1862 se le declaró establecimiento de carácter provincial y reci-bió el nombre de Casa de Misericordia. Navarro Sabater en sus “Memorias” lo calificaba como insuficiente por su capacidad y por las pocas condiciones higiénicas que ofrecía (página 43 de sus “Memorias”).

    Desde 1866 se llevó allí a los niños pobres de más de siete años para enseñarles un oficio. El 18 de enero de 1866 también se habilitó un pabellón para acoger a enfermos de demencia26.

    Avanzado el siglo, de nuevo se ampliaron sus estancias y en 1890, siendo alcalde don Antonio Picazo López, se le dotó de una capilla cuyo proyecto fue diseñado por el arquitecto don Joaquín María Fernández y Menéndez Valdés27.

    En el último cuarto de siglo se gobernaba por un reglamento aproba-do el 12 de abril de 1875 por la Diputación de Albacete.

    En la primera mitad del siglo XX, las monjas que atendían a los residen-tes, todavía prestaban pequeñas atenciones sanitarias a los ciudadanos, en un humilde dispensario que abría sus puertas por la calle de San Ildefonso.

    Foto.- Loty. procedente de los fondos del Ministerio de cultura. casa de Misericordia e iglesia del buen pastor.

    26 A.H.P. Albacete. Actas de la Junta Provincial de la Beneficencia 18 de enero de 1866. 27 A.H.P. Albacete. Expediente, Casa de Misericordia. Caja 354.

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    Fachada de la capilla de la casa de Misericordia levantada por el arquitecto don Joa-quín María Fernández y Menéndez valdés.

    Actualmente su espacio, inmediato al desaparecido puente de San Ildefonso, popularmente conocido en otro tiempo como el Puente de Ma-dera, lo ocupa la residencia de ancianos de San Vicente Paul.

    • Y por último la Casa de Maternidad, que era otro establecimiento de carácter benéfico abierto en el que fue antiguo convento de franciscanas.

    Foto. i.E.A. “Don Juan Manuel”. Fachada del Monasterio de la Encarnación (Antigua casa de Maternidad). N.R 01055.

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    En él se acogía a los niños expósitos y huérfanos. Se inauguró como tal el 14 de mayo 1844 y fue declarado provincial en el año 1852. Era ad-ministrado por la Junta Provincial de Beneficencia mediante un consejo compuesto por: un diputado provincial, un concejal del Ayuntamiento, un representante del colectivo de mayores contribuyentes, el cura ecónomo, un médico y un cirujano.

    El Obispado pagaba a las monjas que atendían a los necesitados en el Hospital, Casa de Misericordia y Maternidad

    Sabemos que en el año 1874, veinticinco monjas, Hijas de la Caridad, prestaban sus servicios asistenciales en los establecimientos de la Benefi-cencia local:

    - En la Casa de Misericordia, 6.- En el Hospital, 11. - En la Casa de Maternidad, 8.28 Además de los establecimientos anteriormente aludidos, en los pe-

    riodos de epidemias, el Ayuntamiento se servía del edificio ferial, de alguna ermita situada en la periferia, o alquilando locales particulares, como la tenería vieja, para usarlos como hospitales provisionales y lazaretos.

    Cercano a la villa se encontraba un viejo cementerio propiedad de la Iglesia, que completaba el paisaje asistencial de aquellos penosos años. Era el último recurso que se le ofrecía a la sociedad albacetense, a la que como se verá, durante muchos años le planteo más problemas que soluciones.

    En cuanto al personal sanitario de la villa, según el informe entrega-do por el Municipio al Gobernador Civil el 28 de marzo de 185729, estaba compuesto por:

    10 Profesores de medicina y cirugía.5 Cirujanos sangradores.4 Farmacéuticos 3 Boticas: dos en la calle Boticarios y una en la calle de San Agustín.No había ninguna Academia de Medicina ni de Cirugía.Excepto en algunas ocasiones, en que la Municipalidad contrataba a

    algún facultativo en casos de necesidad extrema y corría con los gastos, lo habitual era que la ciudadanía que podía permitírselo contratara su asisten-cia médica particular mediante igualas.

    Blanch e Illa nos informa que por el año 1860: “En el ramo de la bene-ficencia se ha mejorado muy poco en esta provincia, hallándose por desgracia harto descuidado, especialmente en Albacete. En esta capital existen un hos-

    28 A.H.P. Albacete. Caja 533. Expte. 3. 29 A.H.P. Albacete. Oficio para ser enviado al Ministro de la Gobernación. Caja 124 y 151.

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    pital civil y militar y una casa de Maternidad; pero son tan reducidos ambos edificios, que apenas bastan para satisfacer las necesidades más perentorias...también existe una casa destinada a asilo de mendicidad, aunque por des-gracia carece de la organización que sería de desear para tan humanitario objeto” 30.

    De la desastrosa situación asistencial de la provincia eran conscientes tanto las autoridades provinciales como las locales, y un gran cambió se produjo a comienzos de los años sesenta. El 15 de diciembre de 1861, se reunió el pleno municipal con el ánimo de mejorar el estado de los estable-cimientos de Beneficencia de la Capital, con arreglo a lo que prevenía la ley de 20 de junio de 1849, era Alcalde de la villa don Manuel Cortés. Al pleno asistieron representantes de la Junta municipal de Beneficencia, y miem-bros de la Diputación provincial, todos bajo la presidencia del Gobernador interino, don Miguel Fernández Cantos: “… tomo la palabra el Gobernador y propuso a la Excma. Diputación Provincial los medios que podrían arbi-trarse para llevar a cabo las mejoras que reclamaban los pueblos y levantar la Beneficencia de la penosa situación en que se encontraba para que los señores diputados comprendiesen la urgente necesidad que había de proceder a le-vantar la mano a la erección de aquellos establecimientos con objeto de darles carácter de provinciales e impetrar del Gobierno de S.M. la Reina la Real aprobación”. Labor de gran dificultad que tardó en poder completarse.

    30 Blanch e Illa. N. Crónica General de España. Provincia de Albacete. Págs. 53-55. Madrid 1866.

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  • viDA pROFESiONAL DE NAvARRO SAbATER,SEGúN LOS REGLAMENTOS DE LOS

    cONTRATOS MÉDicOS. 1854

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  • Foto de don Elías Navarro Sabater.31

    31 Foto cedida por sus descendientes doña Emilia y don Mauricio Gómez-Juárez.

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  • Acabados sus estudios universitarios el recién licenciado Sabater vol-vió a la casa familiar dispuesto a ejercer su carrera. Albacete, como dejamos dicho, apenas poseía una infraestructura sanitaria pública que le pudiera dar una salida adecuada en consonancia con su título. Se encontró con la pobre oferta sanitaria que muy pocas oportunidades podía ofrecerle, pues eran pocos los establecimientos existentes y los que había, o bien estaban escasamente financiados por el Municipio por falta de presupuesto, o bien dependían de la siempre escasa beneficencia pública. Además, la asistencia sanitaria privada estaba altamente monopolizada en favor de los sanitarios que durante muchos años llevaban ejerciendo en la villa y no estaban dis-puestos a dejarse reemplazar.

    A su regreso y encontrarse con la poca oferta de trabajo, durante es-tos primeros meses no tuvo más remedio que subsistir gracias a algunos contratos particulares, realizando pequeños encargos puntuales para el Municipio32, prestando asistencia médica a los presos locales, atendiendo temporalmente a los vecinos de los caseríos cercanos, redactando informes forenses para la Audiencia, etc.

    No obstante, su situación pronto cambiaría; era un médico recién titulado y en su formación habían destacado los estudios de higiene, una disciplina en boga y de creciente interés en los ámbitos gubernamentales, hecho que le favoreció en gran medida, dada la urgente preocupación del Estado por sanear los viejos establecimientos asistenciales y presentarle cara al control de los agentes medioambientales contaminantes y nocivos, a los que se les suponía causantes del desarrollo “de las fiebres” y de las epidemias; Albacete siempre había sido especialmente vulnerable en este

    32 A.H.P. Albacete. Reconocimiento y asistencia por el brote de paludismo en el Salobral durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1861. Acta de 18 de septiembre de 1861. Caja 100.

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    aspecto por su precariedad y por el abandono sanitario que presentaba su infraestructura urbana.

    Desde estos primeros años, y de la mano del tono reformador que pretendía la legislación decimonónica, sobre todo gracias a la Ley de Sani-dad de 1855, el Estado trató de modernizar el país haciendo recaer la ad-ministración de la sanidad sobre el Ministerio de la Gobernación y los Go-bernadores civiles provinciales. Se trataba de apartar la asistencia sanitaria de las veleidades municipales y parroquiales, para apoyarlas en las manos de los representantes del Estado. Aquella legislación y el empuje del Estado por sembrar de médicos titulados el mayor número posible de poblaciones, permitieron que la villa diera un paso gigantesco por conseguir una sanidad pública más moderna y de mayor contenido social, aunque serán metas que no se alcanzaran de inmediato, pues las arcas municipales no permitían hacer muchos cambios en la situación existente.

    El 17 de septiembre de 1860, una lluvia torrencial anegó la población; las avenidas que entraban por sus cuatro costados inundaron las calles y produjeron estragos en las muchas cuevas y endebles casas habitadas por familias humildes “...inundó huertas de Poniente y Mediodía y las casas de las calles, Concepción, Mayor, Val General, Tinte, Feria, Romano, Carmen y San Antonio...”; sus daños fueron cuantiosos y sus consecuencias devastadoras, a pesar de que algo pudo atenuarse gracias a la intervención de los recur-sos que pusieron al servicio del Municipio la Guardia Civil y la empresa constructora del ferrocarril, que disponía de mejores medios y de personal especializado.

    La situación se presentó tan dramática que llegaron a desbordarse las aguas de los pozos y se resquebrajaron los muros del viejo cementerio, lo que ocasionó que hasta la población llegaran arrastrados restos cadavéricos, provocando la alarma general y dando motivo a que algunas instituciones locales, como la Junta Provincial de Sanidad y Beneficencia, solicitaran de la Municipalidad su clausura inmediata, para proceder a la construcción y apertura de otro nuevo más alejado de la población33.

    Las lluvias incesantes continuaron, pero no terminaría el año sin que otro nuevo desastre se cebara con la villa pues, pasados algunos días, cayó una gran nevada que dejó a muchas familias faltas de trabajo y, consecuen-temente, escasearon los alimentos entre las familias más necesitadas, a las que se tuvo que atender tras una urgente reunión con los mayores contribu-yentes en las salas consistoriales, en la que acordaron asistir “a los jornaleros que necesitaban socorro por no poder trabajar”.

    33 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 19 Sept., 19 de Nov. y 12 de Dic. de 1860. Caja 100.

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    A los más necesitados se les darían un pan, cuatro onzas de arroz, otras cuatro de habichuelas y ocho maravedíes para aceite al día, y a los menores, la mitad34. De inmediato se presentaba muy urgente atender a las graves consecuencias ocasionadas por aquellos desastres naturales, si bien posteriormente se acudiría a proyectar obras comunitarias a costa de las ar-cas municipales, intentando procurarles trabajo a las familias más pobres.

    Algunos de los cambios necesarios vendrán ya iniciada la década, mo-tivados por la firme decisión del Gobernador, don José Montemayor, en apo-yo de la aplicación de la ley vigente, con la que se propuso acelerar el proceso de adaptación de la sanidad albacetense a los nuevos tiempos, llamando in-cesantemente la atención a la Municipalidad, interesándola a que cumpliera con su obligación de establecer la asistencia domiciliaria en la villa: “Para cumplir con la Ley de Sanidad vigente, y la asistencia que deben tener las fami-lias pobres… Espera de la acreditada filantropía de las Autoridades a quienes tengo la satisfacción de dirigirme y a su acreditado celo por el mejor servicio que hacen esperar de ellos la prontitud que reclama este alto fin” 35.

    Un Ayuntamiento con las arcas vacías, no podía atender a los requeri-mientos de la autoridad provincial y optó por reunir de nuevo a los mayores contribuyentes, para exponerles la necesidad de aportar fondos para hacer frente a las exigencias de la ley, exigencias que no aceptaron, alegando que no podían pagar más impuestos. Reunido el cabildo en pleno el 26 de enero de 1861, se decidió pedirle permiso al Señor Montemayor para invertir una partida de 10.000 reales en contratar médicos para socorros domiciliarios, partida que se tenía consignada para hacer frente a las subvenciones para los establecimientos benéficos. Y así se hizo.

    El Gobernador provincial, sin querer demorar ya más el asunto, el día 5 de agosto de 1861 le trasladó nuevamente un oficio al Ayuntamiento, re-cordándole que tenía que proceder sin más demora al nombramiento de los titulares para la asistencia domiciliaria, puesto que así la ley le obligaba36. Al apremio gubernativo se le contestó que ya se tenían aprobados doce mil reales para dicho concepto en el presupuesto del año siguiente37, y así se haría.

    Determinante sería también el hecho de que durante aquel verano, la población sufrió las invasiones de una epidemia de tifus y numerosos casos de rabia que sembraron de preocupación al vecindario, que acudió 34 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 18 de diciembre de 1860. Caja 100.35 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. 15 de septiembre de 1860.

    Nº 15. Pág. 2. 36 A.H.P de Albacete. Acta municipal de 10 de julio de 1861. Caja 100. También circular nº

    194 inserta Boletín Oficial de la Provincia. Nº 151. 37 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 11 de octubre de 1861. Caja 100.

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    ante la Alcaldía pidiendo que se aplicasen los remedios necesarios para fre-nar aquellos males. Aquel verano y al siguiente, hubo que hacer destacadas inversiones para comprar quinina, para paliar los efectos de las fiebres y nuez vómica y estricnina, para matar los numerosos perros sin ronzal que andaban sueltos por la población.

    Desde mediados del siglo, para establecer los modelos de relación en-tre los ayuntamientos y los médicos y evitar interferencias inadecuadas del mundo municipal en el desarrollo de las actividades de los profesionales de la medicina, se legislaron diversos Reglamentos médicos, que trataron de precisar las obligaciones de cada uno de ellos, en los contratos firmados entre ambos: número de profesionales por habitantes, modos de contratar, sueldos, pagos de los mismos, trabajos a realizar y ámbito al que estaban obligados a cumplir, etc.38.

    Según el ordenamiento de los Partidos Médicos vigente, de 5 de abril de 1854, Albacete era considerada como una población de primera catego-ría por ser tener 3.000 vecinos (alrededor de 12.000 habitantes, que era su censo aproximado, sin contar sus pedanías), y, por tanto se podía dividir en dos distritos, uno por cada 1500 familias39. Así pues, en la sesión municipal del 11 de diciembre de 1861 se puso sobre la mesa la creación de dos pla-zas de médico-cirujanos, con la retribución anual de cuatro mil quinientos reales al año para cada uno, según prescribía el reglamento vigente. Aunque hubo varios concejales que opinaron que las plazas debían ser tres, dotán-dolas de una asignación de tres mil reales por médico, pues algunos ediles pensaban que de esa manera, dos facultativos podían atender a la capital y el tercero a las pedanías de El Salobral y Pozo Cañada, postura ésta que no prosperó finalmente por no permitirlo el Reglamento vigente.

    Así pues, se acordó que fueran dos como marcaba la ley: “...se dispuso que los (dos) facultativos tendrán obligación de asistir a todas las personas pobres del casco y campo de la población, tanto en la enfermedades ordinarias como en las extraordinarias y epidémicas...” 40. También se creaba una plaza de farmacéutico con la dotación de tres mil reales al año”.

    La convocatoria de las vacantes disponibles fue publicada en el Bole-tín Oficial de la Provincia de Albacete, el 16 de diciembre de 1861, y en la Gaceta de Madrid de 30 de diciembre. Se les concedió de plazo a los aspi-rantes hasta el 30 de enero como fecha límite para entregar las solicitudes.

    38 Albarracín Teulón, A. “La asistencia médica rural en la España del siglo XIX.” Cuadernos de Historia de la Medicina Española nº133 a 205. Salamanca 1974.

    39 Ibídem.40 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 11 de Diciembre de 1861. Caja 100. Expte. 3.

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  • 55

    Apenas el joven licenciado Sabater tuvo noticia que iban a crearse dichas plazas se apresuró a solicitar una de ellas; tenía 27 años y un compro-miso de boda con la joven de 19 años, María del Carmen Vicén, hija de don Juan Vicén41, notario de la localidad. La ceremonia se celebró en la parro-quia de la Purísima, el 23 de diciembre de 1861 y su gran amigo, Octaviano Griñán, fue su testigo42.

    convocatoria del para cubrir dos plazas de médicos cirujanos y un farmacéutico para la asistencia domiciliaria. boletín Oficial de la provincia del 16 de diciembre de 1861.

    Sabater y Griñán presentaron juntos sus peticiones a las plazas el día cinco de enero.

    41 Juan Vicén, Notario de reinos, escribano de guerra del gobierno militar de Albacete, del número y del Juzgado de primera instancia de la capital.

    42 Archivo Diocesano. Albacete. Matrimonios. Parroquia de la Purísima. Año 1861. ALB 067. Fol. 104 vto.

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  • 56

    petición de plaza de Navarro Sabater43.

    El Subdelegado de Medicina y Cirugía local, el día 4 de enero le remitió al Ayuntamiento un pliego de condiciones que debían reunir y cumplir los solicitantes de las plazas. Por una parte el Gobierno Civil quería asegurar la independencia profesional de los médicos apartándolos de la excesiva depen-dencia de alcaldes y concejales y, por otra, no podía dejar de considerar la opinión de los mayores contribuyentes, con amplia representación en el Con-sistorio, que pedían defender su derecho a decidir sobre el número de familias a las que se considerarían menesterosas, pues querían ejercer su parecer sobre su grado de pobreza: “...para que se exprese la cualidad de pobreza absoluta o accidental de los interesados, a quienes por su posición desgraciada se socorre con los auxilios mencionados, que pagarán las clases acomodadas...” 44.

    Sobre todo pretendían valorar los gastos en medicinas (se acordó que las recetas debían de ser prescritas por los médicos, pero refrendadas por el alcalde, fórmula que trataba de evitar costos excesivos y salvar posibles

    43 A.H.P. Albacete Petición de plaza de Navarro Sabater. Caja 284.44 Ibídem. Acta municipal 4 enero de 1862. Caja 100.

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  • 57

    preferencias sobre alguna de las tres farmacias existentes entonces), en san-guijuelas, apósitos y otros remedios. Condiciones que unidas y pactadas a las que previamente habían sido acordadas por la Corporación, se dio por bueno un novenario que resumido sería así:

    “1ª.- Los facultativos tenían la obligación de asistir a las familias po-bres propuestas por el Ayuntamiento.

    2ª.- La visita a los que se consideren enfermos sin dolencia agudas será diaria; dos o más si existiese peligro y las que considerasen necesarias en los demás casos.

    3ª.- Las operaciones quirúrgicas serían a su cargo, así como las san-grías y apósitos que fueran necesarios. No tenían que asistir a los partos naturales pues para esos casos estaban las matronas.

    4ª.- Debían pagar de su cuenta a los auxiliares que necesitaran para las operaciones.

    5ª.- No podían ausentarse de la población sin permiso del alcalde.6ª.- Su dotación anual sería de cuatro mil quinientos reales, de los

    fondos municipales, pagaderos mensualmente.7ª.- Debían asistir al Municipio en otros servicios que las leyes de sa-

    nidad contemplasen, especialmente la ley de 28 de noviembre de 1855.8ª.- Cuando un médico no quisiera seguir desempeñando su plaza

    tendría la obligación de comunicarlo con dos meses de antelación a fin de poder anunciarlo en los medios, para proveerse de nuevo de ella.

    9ª.- Aunque en principio estaba previsto que el contrato debía acabar el 31 de diciembre del año en curso, por decisión gubernativa se impuso que el contrato tendría un plazo indeterminado.

    Albacete 5 de Febrero de1862. Alcalde, Manuel Cortés”45.

    Se censaron en 555 las familias pobres que había en el casco urbano a las que había que atender, y otras 113 en aldeas y caseríos. No obstante en los meses sucesivos se fueron añadiendo algunas más.

    En la apreciación sobre el grado de pobreza que debía estimarse en las familias censadas intervinieron algunos concejales nombrados por la Mu-nicipalidad y representantes del colectivo de los mayores contribuyentes. Como interlocutores imparciales intervinieron los párrocos de la capital y de sus aldeas y caseríos46.

    45 A.H.P. Albacete. Expediente Médicos de la Beneficencia municipal (1820-1939). Caja 284. También Municipios. Acta municipal de 29 de enero de 1862. Caja 139.

    46 A.H.P. Albacete. Asistencia facultativa. El padrón de pobres se confeccionó a finales de diciembre de 1861 y estuvo expuesto al público durante 15 días. Caja 145.

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  • 58

    Para cubrir las dos plazas anunciadas se presentaron los siguientes aspirantes:

    - Don Juan Ortiz Company.- Don Miguel Martínez Aroca. - Don Enrique Lagás Quintana.- Don Tomás Pérez Linares.- Don Octaviano Griñán.- Don Elías Navarro Sabater.

    Como la legislación establecía47 que se debía dar preferencia en la elección a los médicos-cirujanos, titulación que solamente acreditaron los tres últimos de la lista, frente a los “médicos puros” y los cirujanos sangra-dores, en votación secreta quedó el siguiente resultado:

    Don Elías Navarro Sabater 13 votos.Don Octaviano Griñán Serna 10 votos.Don Tomás Pérez Linares 6 votos.Don Miguel Martínez Aroca 1 voto.

    Por tanto resultaron aceptados en los puestos como “Médicos titula-res para la hospitalidad domiciliaria”, los dos primeros, con la obligación de atender también a los dos caseríos, el de Pozo Cañada (don Elías) y El Salobral (don Octaviano)48, dadas las carencias sanitarias y la gran vulnera-bilidad que presentaban sus vecindarios.

    Desde el mismo día de sus nombramientos los facultativos comenza-ron a ejercer su trabajo, aunque el Gobernador no firmó los contratos hasta el 5 de abril, pues previamente se tuvieron que resolver los recursos pre-sentados por los candidatos desestimados49. Así quedó registrado el nom-bramiento en el Ayuntamiento: “Libro de Registro de títulos de empleados que cobran sueldos de fondos municipales.- Médico Cirujano titular D. Elías Navarro Sabater presenta hoy título expedido con las misma fechas por el de esta capital con el que hace constar que dicha Corporación le nombro en cinco de febrero último para servir el destino de Médico Cirujano titular para la hospitalidad domiciliaria con el sueldo de cuatro mil reales. Puesto el cúmpla-se y demás diligencias prevenidas se devuelve el expresado título al interesado. Albacete 5 de abril de 1862. El Secretario 50.

    47 Artículos 69-71 y 93 de la Ley de Sanidad de 28 de enero de 1855.Otros varios de la Be-neficencia de 20 de junio de 1849 y Reglamentos para ascensos de 30 de Junio de 1858.

    48 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de febrero de 1862. Caja 100.49 Ibídem. Albacete. Acta municipal de 5 de abril de 1862. Caja 100.50 A.H.P. Caja MUN 371.

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  • 59

    No hay que dejar de señalar que en el logro de sus primeros trabajos, debemos tener en cuenta el hecho de que ambos médicos habían nacido en el seno de unas familias pertenecientes al patriciado local, y en aquella España oligárquica y caciquil la cuna era determinante. El tío del joven don Elías, don José Sabater Pujals, formaba parte de la lista de mayores contri-buyentes de la villa y en los años 1859 y 60 (años en los que obtuvieron sus licenciaturas y el empleo los jóvenes médicos), ocupaba el cargo de primer teniente de alcalde; y en los años 61-62 era vocal de la Junta Municipal de la Beneficencia; era, por tanto, un personaje influyente en el gobierno local.

    Asimismo, don Jorge Griñán, el padre de Octaviano, fue durante mu-chos años el interventor y depositario de los fondos del Ayuntamiento. Es razonable pensar que fueran éstas las causas que decidieron en la elección de ambos aspirantes.

    Aceptación de sus nombramientos de titulares de los médicos Elías Navarro y Octavia-no Griñán. Año 186251.

    51 Ibídem. Caja 139.

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  • 60

    Firmas de los doctores Octaviano Griñán y Elías Navarro Sabater.

    La Ley de Sanidad de 1855 exigía que donde no hubiese médicos fo-renses los jueces de primera instancia se valiesen de los titulares de la aten-ción domiciliaria52, siempre que fuesen compatible ambas obligaciones de trabajo con la asistencia pública.

    Estando vacante dicho servicio en el Juzgado de Albacete, era necesa-rio cubrir aquel puesto. Se presentaron a la elección para ejercer el servicio tres candidatos: Sabater, Griñán y el doctor Tomás Pérez, que se decidió por trece votos a favor del primero. El día 8 de octubre, el Juzgado de Primera Instancia designó al joven Sabater como sustituto del forense del Partido, que ejerció la plaza hasta 31 de marzo de 1865, fecha en que pidió su baja, puesto que ya había sido organizado tal servicio en la ciudad53.

    El impulso renovador pretendido por los doctores quedó aparejado desde los primeros momentos en los informes que ambos elaboraron a pe-tición del Cabildo municipal. El primero de ellos, del 17 de Agosto de 1861, hecho a petición del teniente de alcalde, don José Sabater fue redactado unos meses antes de ser nombrados médicos titulares para la asistencia sanitaria de las familias pobres. En él ya denunciaban como responsables del tifus y del paludismo que venía castigando al vecindario desde algunos años antes, a la insalubridad del viejo cementerio, al hacinamiento de las familias en cuevas, a los múltiples encharcamientos que circundaban la población por estar de-tenido el cauce del desaguador principal del Canal de María Cristina y a la contaminación de la acequia que llevaba aguas potables a la población54.

    Tras sus nombramientos, la estable nueva situación laboral les daba la suficiente confianza para pronunciarse con más autoridad sobre el marco de exigencias de las condiciones higiénicas a las que debía de aspirar la ciu-dad. Y, como ya quedaron expuestas meses atrás en sus escritos, las vuelven a destacar como responsables de las enfermedades que seguían amenazan-do a la población. El descarnado informe de los facultativos decía:

    52 Ley de sanidad de 1855. Artículos 93 a 95.53 A.H.P. Albacete. Salud pública. Papeles varios. Del expediente presentado el año 1865

    para que le fuera renovada su plaza. Certificado que expide el Notario, don Vicente Do-lores González, 21 abril de 1865 Caja 150.

    54 Informe de los médicos Sabater y Griñán 17 Agosto 1861. Caja 273

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  • 61

    “INFORME QUE LEVANTAN LOS MÉDICOS TITULARES SOBRE LAS CONDICIONES SANITARIAS DE LA CIUDAD.

    Los Médicos Cirujanos Titulares de esta Ciudad con la debida conside-ración hacen presente: Que cumpliendo con un deber de conciencia y con la obligación que tienen de promover todos los asuntos referentes a la salubridad pública creen llegado el caso de reproducir las indicaciones preventivas que no ha mucho hicieron al informar sobre el cementerio, demolición de cuevas y estado del Canal de María Cristina, como causa principalmente el último, de las enfermedades reinantes en estos años, manifestando a la vez que en la actualidad ya no es un peligro sino sus fatales efectos los que se sienten; no una medida preventiva la que deba aplicarse, sino una pronta y radical según reclama el alarmante estado de la Capital, y las muchas defunciones que hoy tienen lugar (es de destacar que los cauces del Canal de Mª Cristina no ha-bían sido limpiados desde 1829 hasta entonces)55. No ignoran los infrascritos que la Municipalidad dictó sabias disposiciones, y ha fijado en ese gran centro de infección, removiendo con su reconocido celo, las dificultades que se ofre-cieron a la realización de tan importante obra, y activando después el curso de esos trabajos.

    Mas, no obstante de eso, los que ven más de cerca el peligro, los que presencian la consternación y el llanto de las familias, los que asisten al día ochenta enfermos, graves los más, dejando los infelices que mueren al buscar trabajo a su numerosa familia en la indigencia no pueden soportar con ánimo tranquilo tal situación, ni indiferentes al dejar de proponer que se reclame a todo trance la mayor actividad de esas obras y se lleven a cabo en el menor tiempo posible, siquiera sea a costa de cualquier clase de sacrificios, que nunca podrán valer la vida de esos desgraciados.

    Entre tanto, no es de poca importancia, y creen por lo mismo, que deben fijar también la atención de la Municipalidad en las muchas charcas, las más a medio desecar, que hay en las afueras de la población y que contribuyen con los miasmas deletéreos que exhalan, a inficionar más la atmósfera, viciada ya por otras causas, respecto a las que, ya que no se puede darles curso se debe procurar cegar, mandando a la empresa del Ferro-Carril que haga lo mismo con los que existan en los terrenos próximos al pueblo y de su propiedad. Del

    55 La última vez que se limpió el Canal fue en el año 1829 y desde entonces no se había hecho nada ni en conservación ni en limpieza. Se comenzó a hacer algo a partir del 1 de febrero de 1866. También se limpió el desmonte que se había hecho con motivo de la construcción de la vía, donde se acumulaba agua y materias orgánicas que acababa descomponiéndose. El Ayuntamiento le cobró los gastos de limpieza a los propietarios.

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  • 62

    mismo modo fuera conveniente que no se vieran como está sucediendo por espacio de cuatro y cinco días (que se ven) animales en putrefacción por me-dio de las calles, y que desapareciesen de éstas y de la orilla de la Capital los muchos montones de basura que existen, para trasladarlos a la distancia que deben estar siempre esos materiales según está prescrito en las Ordenanzas Municipales.

    En medio de todo y por numerosas y graves que sean las enfermedades, todavía parece que no corresponden en ambos conceptos a lo que fundada-mente presentimos que ocurrirá si no se adoptan prontas y enérgicas disposi-ciones. En las calles bajas de la población, principalmente las del Romano y Carmen se halla el agua a nivel del suelo de las habitaciones y los estercoleros están llenos de un líquido inmundo y miasmático que los mismos vecinos se encargan de empeorar añadiéndoles basuras. Gran número de personas de ambos sexos se bañan tranquilamente en el canal, sin advertir siquiera que la muerte se cierne sobre sus cabezas, de lo que, por desgracia ya hemos tenido ejemplos. En fin, señor, son tantas las causas de malestar y de inminente ries-go, que su enumeración sería prolija y aflíjese el alma al contemplarlas. Lo he-mos dicho con repetición y no nos cansaremos de clamar sobre ello; temíamos por la salud pública, y la salud pública se halla gravemente comprometida; nuestro vaticinios se van cumpliendo ¿es el porvenir menos triste y oscuro que el presente?.¿Será aventurado afirmar que subsistiendo tal estado de cosas las afecciones aumentarán en gravedad y en número hasta el punto de que la Capital de Albacete, la moderna Ciudad que conquista ese puesto por su importancia, población y riqueza, se equipare en condiciones insalubres a la diezmada y pobre villa del tiempo de Carlos IV?.

    Pero no necesita V.S. de los estímulos de la Historia para que su celo se despliegue con la actividad y conocimiento de que ha dado ya pruebas. V.S. empieza a conocer la extensión del mal, y los que suscriben tienen fe en que el remedio será proporcionado, la situación es extraordinaria; a recursos extraordinarios habrá que apelar. No es de la incumbencia de los que suscri-ben indicar siquiera bajo el punto de vista económico el planteamiento de las urgentes medidas que la salud del vecindario reclama; pero no pueden menos de manifestar a V.S. que en la Capital de una de nuestras provincias limítro-fes (Ciudad Real) sometida a causas análogas de insalubridad, el y mayores contribuyentes adoptan medidas de importancia habiendo reunido en breve tiempo treinta mil reales para comenzar las obras.

    Los que suscriben no creen necesario insistir más sobre este punto a peli-gro de que parezca menguarse la completa confianza que tienen en esa ilustre y celosa Corporación de cuyas gestiones pende hoy en gran parte el mejora-miento de la salud pública, y la tranquilidad y bienestar de las familias.

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  • 63

    Dios guarde a V.S. muchos años. Albacete, 1 de Agosto de 1863. Firma-do. Elías Navarro y Octaviano Griñán.

    Señor Presidente e individuos del Constitucional de esta Ciudad” 56. Las frecuentes invasiones de tifus y los brotes maláricos que se pre-

    sentaron también en aquel verano de su nombramiento, agravaron el estado sanitario de la ciudad. Llegaron a ser, si cabe, más virulentos que en los años anteriores y se le pidió al maestro de obras local, Francisco Villena, un informe sobre el estado en que se encontraban las zonas enlagunadas de la población para poder trasladarlo al Gobernador, pues el malestar del vecin-dario aconsejaba ponerlo en conocimiento del Ministerio57. Dicho informe contó con las observaciones de Sabater, que en él dramatizaba también sus permanentes “inquietudes subterráneas” como focos insalubres de la villa.

    La situación llegó a ser tan preocupante que el 29 de septiembre el Ayuntamiento tuvo que acudir a pedir ayuda a la Reina, en la que se le expo-nía el trágico estado en que se encontraba la población: “El no cumpliría su deber si no acudiera a V.M. exponiendo el lamentable y triste estado en que se encuentra esta población y las aldeas de su término municipal a consecuencia de la terrible epidemia de calenturas intermitentes que se viene padeciendo, que tantas víctimas ha causado y está causando”. La respuesta fue la inme-diata concesión de un donativo de 20.000 reales para la población, pro-cedente del Fondo de Calamidades públicas (R.O. de 21 de noviembre de 1862), con los que se pensó atender a sanear las zonas inundadas y levantar viviendas donde poder albergar a familias pobres, obligándoles a abando-nar las cuevas que habitaban.

    Un nuevo reconocimiento regio incrementó la categoría de la villa y vino de la mano del Real Decreto de 26 de noviembre de 1862, que le con-cedía el privilegio de ser nominada con el rango de ciudad “en consideración a la importancia y riqueza y por ser Capital de la Provincia y residir en ella la Audiencia” 58, privilegio que le añadió un peldaño más en la altura de la importancia política que iba adquiriendo la población. Se declararon tres días de festejos para celebrarlo.

    56 A.H.P. Albacete. Salud pública. Papeles varios. 1 de agosto de Año 1863. Caja 150.57 A.H.P. Albacete Petición de un informe el 28 de julio al maestro de obras Francisco Vi-

    llena sobre aguas insalubres en las cercanías de la ermita de San Antón. Caja 150. 58 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 20 de diciembre de 1862. Caja 100.

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  • REGLAMENTO DE 9 DE NOviEMbRE DE 1864

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  • Por Real Decreto de 9 de Noviembre de 1864, se aprobó un Reglamen-to para la organización de los partidos médicos para la asistencia gratuita de las familias pobres59, que apareció publicado en el B.O. de la Provincia, del 14 de diciembre siguiente. Dicho Reglamento declaraba a Albacete como plaza de 1ª categoría, por tener un padrón superior a 600 familias. Conse-cuente con su articulado, el 5 de marzo de 1865 el Ayuntamiento anunció que se debían renovar las plazas para la asistencia domiciliaria con nuevas incorporaciones60, según lo ordenado por la normativa: cuatro plazas de primera clase para atender los barrios de la ciudad y dos de tercera clase, para los distritos rurales de Pozo Cañada y El Salobral.

    Recién iniciados los trámites para poner en práctica el nuevo Regla-mento y proceder a la renovación de las plazas, otra Real Orden de 6 de junio de 1865, aplazaba su entrada en vigor hasta el 1 de enero de 1866, en vista de la delicada situación que podía ocasionar la epidemia de cólera que se anunciaba para aquél año.

    El Gobernador informó por oficio a la Municipalidad que hasta nue-vas órdenes, los médicos que venían ejerciendo debían continuar en sus plazas y no debían abandonarlas, pues aunque el contrato que tenían firma-do los titulares terminaba el 30 de junio, no era conveniente que el vecinda-rio quedase desprotegido61, ante el esperado peligro de epidemia.

    Finalmente no se implantó el Reglamento de 1864 y el Gobernador le comunicó a la Municipalidad por oficio “que los médicos que estaban, deben seguir”.

    59 Albarracín Teulón, A. “La asistencia médica rural en la España del siglo XIX”. Obra cita-da anteriormente.

    60 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de marzo de 1865. Caja 100.61 AH.P. Albacete. Acta municipal de 21 de junio de 1865. Caja 100.

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    Ante la amenaza esperada, el 26 de julio la autoridad provincial volvía a recordar a los facultativos su ineludible permanencia en sus puestos; urgía aclarar la situación pues se presentía que los meses siguientes iban a resultar duros62.

    Tres días después de aquél aplazamiento llegaron a la estación del fe-rrocarril un militar con unas niñas invadidos de cólera, estuvo claro que la amenaza había llegado y había que tomar providencias urgentes.

    El 16 de agosto se reformó la Junta de Sanidad que acordó dividir a la ciudad en cuatro distritos de primera clase, para los que se necesitó con-tratar a otros dos médicos más. Los distritos rurales de El Salobral y Pozo Cañada, de tercera categoría, quedarían atendidos por cirujanos sangrado-res63.

    Del barrio de San Francisco se hizo cargo el doctor Elías Navarro Sa-bater.

    Del de San Juan, el doctor Octaviano Griñán.Del de San Agustín, don Diego Fernández López. Del de San José, don José Pérez Sánchez.

    62 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 26 de julio de 1865. Caja 100.63 A.H.P. Albacete. 15 Marzo de 1865. Caja 100.

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