el urbanismo

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HISTORIA DEL URBANISMO 1 INTRODUCCIÓN El urbanismo es una profesión relativamente nueva que tiene una amplia gama de conceptos, tanto en la teoría como en la práctica, por tal es una ciencia cuya misión es proporcionar las bases fundamentales para poder resolver los problemas de las ciudades tanto en su configuración física como dinámica en las diferentes actividades, ya sean económicas o sociales. No resulta fácil definir lo que es una ciudad, ni determinar porqué surgen, y sin embargo todo el mundo reconoce una ciudad en cuanto la ve: tiene una alta densidad de población, construcciones muy próximas y «altas» y una gran actividad económica en sus calles, sobre todo del sector servicios. Sin embargo, no todas las partes de una ciudad tienen servicios; algunas tienen industria y en otras sólo residencias. Además, no siempre la construcción del continuo urbano es denso, ni está separado del campo por un frente de edificios. El modelo urbano aparece durante la revolución neolítica. Una vez que las poblaciones se han asentado y han descubierto la agricultura, el excedente de producción permite desarrollar profesiones que no están directamente relacionadas con la obtención de alimentos, como la artesanía, el comercio o la administración. Las excavaciones arqueológicas de ciudades antiguas ya revelan la existencia de alguna planificación deliberada: la disposición de las casas en formas regulares y rectangulares y la preeminente localización de los edificios cívicos y religiosos a lo largo de las vías principales. Las primeras civilizaciones urbanas surgen hacia el 3000 a. C. en diversos lugares de África y Asia: en los valles del Tigris y el Éufrates (Ur, Uruk), en el valle del Nilo (Menfis, Giza, Tebas, Abidos), en la llanura del valle del río Hoang-ho (Huixia, Anyang, Gaocheng), y en el valle del Indo (Harapa, Mohenjo-Daro). En general, son todas ciudades

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Page 1: EL URBANISMO

HISTORIA DEL URBANISMO1

INTRODUCCIÓN

El urbanismo es una profesión relativamente nueva que tiene una amplia gama de conceptos, tanto en la teoría como en la práctica, por tal es una ciencia cuya misión es proporcionar las bases fundamenta-les para poder resolver los problemas de las ciudades tanto en su configuración física como dinámica en las diferentes actividades, ya sean económicas o sociales.

No resulta fácil definir lo que es una ciudad, ni determinar porqué sur-gen, y sin embargo todo el mundo reconoce una ciudad en cuanto la ve: tiene una alta densidad de población, construcciones muy próxi-mas y «altas» y una gran actividad económica en sus calles, sobre to-do del sector servicios. Sin embargo, no todas las partes de una ciu-dad tienen servicios; algunas tienen industria y en otras sólo residen-cias. Además, no siempre la construcción del continuo urbano es den-so, ni está separado del campo por un frente de edificios.

El modelo urbano aparece durante la revolución neolítica. Una vez que las poblaciones se han asentado y han descubierto la agricultura, el excedente de producción permite desarrollar profesiones que no están directamente relacionadas con la obtención de alimentos, como la artesanía, el comercio o la administración.

Las excavaciones arqueológicas de ciudades antiguas ya revelan la existencia de alguna planificación deliberada: la disposición de las ca-sas en formas regulares y rectangulares y la preeminente localización de los edificios cívicos y religiosos a lo largo de las vías principales.

Las primeras civilizaciones urbanas surgen hacia el 3000 a. C. en di-versos lugares de África y Asia: en los valles del Tigris y el Éufrates (Ur, Uruk), en el valle del Nilo (Menfis, Giza, Tebas, Abidos), en la lla-nura del valle del río Hoang-ho (Huixia, Anyang, Gaocheng), y en el valle del Indo (Harapa, Mohenjo-Daro). En general, son todas ciudades todavía muy vinculadas a la agricultura, practicada en los territorios cercanos, con poblaciones reducidas (en torno a los 20.000 habitan-tes) y planta irregular, salvo las ciudades indias.

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OBJETIVOS

En el siguiente trabajo que presentamos, el tema materia de investi-gación y sobre el cual trataremos es la historia del urbanismo y vi-vienda, así como su evolución en el tiempo y en las diferentes cultu-ras que han existido; durante el desarrollo de esta presentación, se explicara como es que el modelo urbano apareció y como ha ido cam-biando y evolucionando a lo largo del tiempo.

También se hará una explicación sobre las funciones de las ciudades y como dichas funciones han sufrido cambios con el trascurrir de los años

Al terminar este trabajo pretendemos que se comprenda que las ciu-dades, y su concepto, han cambiado a lo largo del tiempo, desde las casas rurales contiguas de las ciudades más antiguas, a la ciudad co-mo población amurallada, o la ciudad actual, tan extensa y variada que se escapa a la escala humana y a su comprensión.

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INDICE

TITULOS PÁGINA

1. INTRODUCCIÓN..................................................................

.... 1

2. OBJETIVOS ……………………………………………………………2

3. ORIGEN DEL URBANISMO…………………………………………….3

4. ETIMOLOGIA , CONCEPTOS…………………………………………..4

5. FUNCIONES DE LAS CIUDADES Y SU

EVOLUCION..................5

6. LAS CIUDADES DEL PASADO…………………………………………6

7. LA CIUDAD CLASICA…………………………………………………...6

7.1. LA CIUDAD GRIEGA……………………………………………..

7

7.2. LA CIUDAD ROMANA…………………………………………….8

8. LA CIUDAD MEDIEVAL………………………………………………….9

8.1. LA CIUDAD ISLAMICA…………………………………………..

9

8.2. LA CIUDAD CRISTIANA…………………………………………10

9. LA CIUDAD MODERNA………………………………………………….11

10.LA CIUDAD CONTEMPORANEA………………………………………13

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10.1. CIUDADES IDEALES………………………………………………

17

10.2. PARTES DE LAS CIUDADES

CONTEMPORANEAS………….18

10.2.1. BARRIOS RESIDENCIALES…………………………18

10.2.2. ZONAS DE EQUIPAMIENTO………………………...18

10.2.3. LA FRANJA PERIURBANA…………………………...18

10.2.4. LA ACCESIBILIDAD Y LOS

EQUIPAMIENTOS…..18

11.URBANISMO EN EL SIGLO

XX………………………………………….20

12.HISTORIA DEL URBANISMO EN EL

PERU…………………………..21

13.CONLUSIONES……………………………………………………………..23

ORIGEN DEL URBANISMO

Etimología de Urbanismo: Etimológica e inicialmente, la palabra urbanismo procede de la palabra latina URBS-URBIS, que significaba ciudad. De acuerdo con este significado etimológico, el urbanismo es el conjunto de conocimientos que se refieren al estudio de la crea-ción, desarrollo, reforma y progreso de los poblados, en orden a las necesidades materiales de la vida humana (definición de la Real Aca-demia Española).

Conceptos:

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1. Ciencia del diseño, construcción y ordenamiento de las ciuda-des. Por extensión, trazado urbano, aunque no sea planificado.

2. Otra definición sería que el urbanismo es el arte de proyectar y construir las ciudades de forma que sean satisfechas todas las premisas que garantizan la vida digna de los hombres y la efica-cia de la gran empresa que constituye la ciudad.

3. También se define como la ciencia que se ocupa de la ordena-ción y desarrollo de la ciudad, persiguiendo, con la ayuda de to-dos los medios técnicos, determinar la mejor situación de las vías, edificios e instalaciones públicas, y de las viviendas priva-das, de modo que la población se asiente de forma cómoda, sa-na y agradable.

4. Según todas estas definiciones y, por tanto, si el urbanismo es, entre otras cosas, el arte de proyectar ciudades, la evolución histórica del urbanismo no tiene por que arrancar desde el mis-mo punto de origen que el derecho urbanístico, sino que arran-ca desde la misma conformación de la ciudad, y ésta nace con el carácter social del hombre. Así, podría hablarse de un urba-nismo histórico previo a la conformación de un derecho urbanís-tico.

5. El término Urbanismo procede de la palabra latina Urbs que en la antigüedad se refería por a la capital del mundo romano Ro-ma. Sin embargo no fue en Roma donde la las aglomeraciones urbanas tuvieron su origen.

6. En efecto la misma de las ciudades aceleró considerablemente los culturales y sociales; se puede afirmar que revolución urba-na tuvo una importancia equivalente a revolución agrícola que la precedió y a revolución industrial que la seguiría.

Hay como se ve dos aspectos fundamentales alternándose como cau-sa y efecto producen organizaciones muy parecidas: el perfecciona-miento de la tecnología la división del trabajo. El hombre se cuando cuenta con la tecnología necesaria para alimentos. Supera así la pro-funda dependencia que la subsistencia le obligaba a la recolección co-mo consecuencia al nomadismo. La producción queda manos de los agricultores y aparecen los de la distribución de este producto de al-macenamiento del trueque de los excedentes del y destino de los pro-ductos del trueque. La necesidad de los artesanos de los de los sacer-dotes de los comerciantes es la división del trabajo. Los líderes los de todos estos sectores se transforman en clases dominantes que tienen su residencia próxima ellos. Este hecho constituye una vez estableci-do factor de máxima importancia. La división del trabajo y el inter-cambio trueque favorecen fuertemente la productividad. Superar el del espacio es un objetivo que se tanto a la producción agrícola (fijan-do límites las distancias de los centros urbanos con tierras periféricas

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de influencia) como a la organización urbana. Así artesanos que prac-tican el oficio se reúnen viven y trabajan en mismas calles o barrios; más aún los de poder los sectores dominantes económicos políticos religiosos hacen lo propio: se concentran. En definitiva el nacimiento y desarrollo de ciudad moderna quedó patente de forma muy y preci-sa en dos de las más civilizaciones de la antigüedad: La Civilización Griega la Civilización Romana

FUNCIONES DE LAS CIUDADES Y SU EVOLUCIÓN

Parece lógico definir a una ciudad por su función; pero las funciones de una ciudad son muchas y muy variadas y, además, cambian con el tiempo. Quizá la única función que no tiene es la producción agrícola, ni el sector primario, en general: minas, silvicultura, etc.; los altos precios del suelo no lo permite, ya que son actividades que necesitan mucha superficie para ser rentables. Pero ni siquiera esto es absoluto, ya que encontramos actividades agrícolas en las ciudades antiguas.

Las principales funciones urbanas son:

La función comercial que hoy en día es la razón de ser de todas las ciudades.

La función residencial ya que en ella vive la mayor parte de la población. En los países ricos más del 75% de la población vive en ciudades.

La función administrativa, ya que concentra los centros de deci-sión tanto públicos como privados.

La función cultural ya que en ella se encuentran los principales centros de ocio y de difusión de ideas y opiniones. El turismo ur-bano se alimenta de esta concentración cultural.

Todas las ciudades tienen varias funciones, aunque en ocasiones unas están más desarrolladas que otras. Por ejemplo en las capitales de provincia la función administrativa está muy marcada

No obstante, una cosa que no se le puede negar a la ciudad es su ca-pacidad para organizar el territorio en torno a sí, y las actividades económicas en torno a su centro de urbano o de negocios. Desde su aparición, la ciudad ha sido el instrumento básico para transformar el entorno, para colonizar el territorio, para construir un medio diferente en el que la vida humana tenga todas las ventajas.

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LAS CIUDADES DEL PASADO

LAS CIUDADES ANTIGUAS:

El modelo urbano aparece con la revolución neolítica. La posibilidad de cultivar plantas implica, no solamente una menor necesidad de un territorio y una mayor concentración de la población, sino la creación de unos excedentes agrícolas que permiten liberar a parte de la po-blación para otras funciones: artesanía, comercio o Estado. Desde el comienzo serán estas otras funciones las más características de la vi-da urbana.

La ciudad neolítica se convierte en modelo de convivencia. En ella se encuentra la industria y el mercado, y gracias a estas actividades puede crecer, tanto en extensión como en población. Pero el tamaño de esta ciudad es limitado por culpa de la productividad agrícola e in-dustrial, la capacidad del mercado y las posibilidades técnicas, que no permiten grandes aglomeraciones, aunque algunas ciudades de la an-tigüedad han sido muy grandes, acercándose al millón de habitantes, como Roma.

Las primeras civilizaciones urbanas aparecen hace unos 5000 años en siete regiones diferentes: la llanura del valle del río Hoang-ho (Huixia, Anyang, Gaocheng), el valle del Indo (Harapa, Mohenjo-Daro, Bala-tok), los valles del Tigris y el Éufrates (Nínive, Babilonia, Ur, Uruk, Asur), el valle del Nilo (Ilahun, Menfis, Giza, Tebas, Abidos), el valle del Níger (Goa, Tomboctú), las altas mesetas mesoamericanas (Tikal, Cocaxtlan, El Tajín, Tenochtitlan, Copán), y las alturas peruanas (Tiahuanaco, Pikimachay, Machu Picchu, Nazca). No se puede descar-tar una comunicación entre todas estas regiones, pero no parece que fueran lo suficientemente intensas como para determinar que una de ellas es el origen y las demás son focos de difusión, particularmente si consideramos las civilizaciones urbanas americanas. Es de destacar que en todas estas zonas hay un denominador común: las primeras ciudades se sitúan en una llanura aluvial y con buenas posibilidades para la agricultura, lo que demuestra la enorme dependencia del en-torno inmediato de la ciudad antigua

LA CIUDAD CLÁSICA:

La ciudad clásica es muy diversa. Nos referimos a la ciudad griega y romana. Como todas las ciudades la forma y estructura de ellas de-pende de la concepción que sobre el ámbito urbano tienen la cultura que las crea. A pesar de todo, tienden hacia la regularidad geométri-ca, frecuentemente ortogonal, que ya aparece en Harapa y Mohenjo-Daro. Pero es en las ciudades griegas donde alcanza su máximo desa-rrollo, en la antigüedad clásica. En general las casas son de adobe, la-drillo, madera y caña.

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No obstante hay otras tipologías. Las ciudades egipcias se organizan en torno a una avenida central, mientras que las mesopotámicas se fortifican y se construyen sobre elevaciones. Ilahun es la ciudad egip-cia más antigua que conocemos. Su plano tiende a la regularidad geo-métrica, con bloques rectangulares y calles estrechas y rectas que se cortan perpendicularmente; la casa, hecha de adobe, madera y caña, se organiza en torno a un patio central; y la ciudad estaba amuralla-da. Las ciudades de Mesopotamia se organizan en torno a una castillo fortificado, que es el punto más elevado de la ciudad. Su función mili-tar está siempre presente. El resto de la ciudad es ciertamente irregu-lar, con casas de adobe y madera. A pesar de su irregularidad, no fal-taba una gran avenida procesional que comunicaba la puerta princi-pal con el palacio, lo que les da un aire monumental.

Las ciudades cretenses son precursoras de las griegas. No estaban fortificadas, ya que por su insularidad se sentían protegidas. En cam-bio las ciudades del Peloponeso sí tenían murallas. En estas urbes aparece una plaza central en la que tiene lugar la vida pública.

Salvo excepciones, la ciudad clásica se conforma como una ciudad estado, que organizaba el espacio circundante para su abastecimien-to: agricultura, ganado, monte y puerto si lo hubiere. Las excepciones más notables son Egipto, Persia y Roma, las más representativas las ciudades griegas, cuyo modelo pasa a Roma, donde se transforma.

a) La ciudad Griega :

La ciudad estado griega, la polis, tiene un plano ortogonal, más regu-lar cuanto más organizadas estuvieron. Tienen edificios y lugares pú-blicos donde se reunía el pueblo, y donde se organizó la democracia y surgió la filosofía. Estos lugares son los templos, el ágora, el mercado que a veces estaba cubierto con soportales (la stoa). Fue necesario construir edificios de administración y de ocio, como los teatros y los estadios. El plano tópico es el que aplicó en Mileto Hipodamos, al que Aristóteles atribuye el habernos legado la doctrina de la distribución lógica de la ciudad. Este plano se basa en la disposición ortogonal de las calles y las manzanas. Todas las calles debían de tener la misma anchura, y la distribución de oficios debería hacerse con criterios lógi-cos. Los griegos construyeron colonias en diferentes partes del Medi-terráneo, y para la construcción de nueva planta de una ciudad este tipo de plano es muy útil. Ciudades como Mileto, Atenas, Esparta, Antioquía, etc., tienen esta tipología, modificada sólo por la topogra-fía. Siempre que se puede, el plano está orientado en dirección norte-sur, con lo que todas las viviendas tenían una fachada con vistas al sur.

La casa griega se organiza en torno a un patio central. Solían ser de adobe, y no especialmente de buena calidad: en Grecia se daba más importancia a la vida pública que a la privada.

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Durante la época helenística este tipo de ciudad se extiende por todo el mundo ya que se crean muchas urbes nuevas, varias con el nom-bre de Alejandría; pero, en parte, los lugares tradicionales, como el ágora, han perdido su función.

b) La ciudad Romana :

La ciudad romana es heredera directa de la griega, pero tuvo un de-sarrollo gradual e ininterrumpido durante todo el Imperio. Tienen, co-mo las griegas, un plano ortogonal, lugares públicos donde se reúne el pueblo para tomar las decisiones políticas y en donde divertirse, templos y palacios; pero son claramente diferentes. Si el plano es cuadrangular no todas las calles son iguales, hay dos calles principa-les mucho más anchas y que cruzan la ciudad de parte a parte: el car-do con dirección norte-sur, y el decumanus, con dirección este-oeste. El resto de las calles son más estrechas y se inscriben dentro de una de las manzanas en que se divide el rectángulo. Claro que esta es la disposición de las ciudades nuevas, frecuentemente de origen militar; sin embargo, las ciudades más antiguas, las creadas sobre poblados indígenas o las que surgen a partir de una casa rural tienen un núcleo central más irregular. Además, Roma, que alcanza casi el millón de habitantes, tiene un plano más complejo. Córdoba, Mérida, León, Za-ragoza, son algunas ciudades romanas de la península ibérica, Roma, Constantinopla, Verona, Lutecia, Narbo, Timgad, Tingis, en otras par-tes, aunque hay muchas más.

A demás de la herencia griega, la ciudad romana desarrolla su propia morfología. Los romanos tratarán de hacer del entorno urbano un lu-gar digno para vivir, por lo que son necesarios: el alcantarillado, la traída de aguas (acueductos), las fuentes, los puentes, las termas, los baños, el pavimento, el servicio de incendios y de policía, los merca-dos y todo aquello que es necesario para que viva la gente lejos del campo y con todos los refinamientos posibles para mejorar la salud pública. Había edificios públicos para el gobierno, el culto y la diver-sión: los palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados, baños, etc.; todos ellos construidos de nueva planta. Ade-más, había motivos de adorno y conmemoración como las columnas y los arcos de triunfo. De lo que en principio carecieron estas ciudades fue de muralla, ya que el poderío del Imperio no ponía en peligro a los núcleos urbanos; aunque cuando comenzaron las invasiones germáni-cas en el siglo III las ciudades se amurallaron, se colmataron y la cali-dad de la vida urbana descendió. Esto fue un golpe mortal para una civilización urbana como la romana. Las ciudades se convirtieron en lugares congestionados y poco saludables, y que en épocas de peligro no podían proporcionar a sus habitantes los productos básicos; así que los señores hacendados comenzaron a construir casas en el cam-po, las villas romanas, que se procuraban todo lo que necesitaban y se defendían a sí mismas. Es el comienzo de la Edad Media: la socie-dad se ruraliza y la economía se feudaliza.

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La casa romana es más cómoda que la griega. También se organiza en torno a un patio, con pozo o piscina para procurarse agua, y de ahí salen diferentes estancias con diferentes funciones, desde dormitorio, hasta recibidor, cocina, caballerizas, habitaciones para esclavos, etc.; dependiendo de la renta de la familia. En Roma se llegaron ha cons-truir edificios de viviendas de varias plantas, lo que significa que no todos los romanos tenían una casa típica, sino sólo los romanos con buenas rentas.

LA CIUDAD MEDIEVAL:

Tras la caída del Imperio romano y las invasiones bárbaras, aparecen en occidente dos culturas importantes con concepciones totalmente diferentes de ciudad: el mundo islámico y el mundo cristiano, con la religión en el centro de la civilización.

a) La ciudad Islámica :

La ciudad islámica responde a un tipo de sociedad introvertida y fuer-temente jerarquizada en la que las relaciones comunitarias son míni-mas. La vida se desarrolla dentro de la vivienda, muy espaciosa y lu-josa, sin apenas vanos exteriores. El aspecto de la ciudad islámica es muy pobre ya que tiende a carecer de adornos. Damasco, Bagdad, El Cairo, Fez, Marraquech, Córdoba, Toledo, son ciudades islámicas bien porque se crearon de nueva planta bien porque se transformaron tan intensamente que no es posible descubrir en su plano la morfología anterior.

El callejero es irregular y estrecho en el que con frecuencia hay calles que no tienen salida y adarves. Son auténticos laberintos. Muchas de estas calles forman barrios con puertas que se cierran por la noche y los días de fiesta, aislándolos del resto de la ciudad. No hay en la ciu-dad islámica plazas, edificios públicos y de diversión, como teatros y circos. Los únicos lugares comunes son los baños, el zoco y la mezqui-ta.

En todas las ciudades hay una segregación funcional del espacio muy acusada. Existen barrios de carpinteros, teñidores, orfebres, zapate-ros, etc., y el lugar del mercado, el zoco, que se situaba en un barrio con las mismas características que los demás; calles estrechas y tor-tuosas, incluso cubiertas. Aunque es cierto que, modernamente, se han construido zocos en recintos cerrados y plazas cercadas. En la ciudad medieval islámica existen tiendas fijas y mercados permanen-tes, cosa que no encontramos en las cristianas; no en vano su pobla-ción supera en mucho a estas. Algunas de ellas cuentan con más de 100.000 habitantes, y otras los 500.000, como Córdoba, Bagdad, Da-masco, Toledo, Granada, Fez o Marraquech. Se trata de una cultura urbana muy desarrollada, y con una morfología uniforme que se ex-tiende desde la península ibérica hasta la India.

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La ciudad medieval islámica está amurallada y por lo tanto tiene puertas en las que se pagan impuestos de paso por las mercancías. La muralla encierra la medina: la ciudad. Tras las murallas surgen ba-rrios de arrabales, frecuentemente especializados, donde se sitúan los oficios no deseados dentro de la ciudad, como los curtidores.

También existen ciudades fortaleza llamadas kasba, que son en reali-dad un castillo con dependencias familiares en el interior, en el que no hay calles.

     La casa islámica es el lugar donde se desarrolla la vida, tiene un patio ajardinado interior y dos tipos de estancias: las privadas o ha-rén, y el salámlik en donde se reciben las visitas.

b) La ciudad Cristiana :

La ciudad medieval cristiana responde a otro modelo de relación so-cial, heredado de Roma y Grecia. Tienden a la regularidad geométrica y adaptarse a la topografía, si bien la poca exactitud con que se cons-truyeron les da cierta disconformidad. No faltan ejemplos de irregula-ridad fruto de su origen multipolar y de la evolución histórica. Ciuda-des como Salamanca, Segovia o Soria nacen tras el amurallamiento de varios núcleos rurales próximos, los cuales irán creciendo hasta llegar a ser uno solo.

La intención de las ciudades medievales no es ser irregulares, por lo que encontramos en ellas varios tipos de planos básicos: circulares, li-neales, bastidas (ortogonales), etc., generalmente adaptados a la to-pografía y en trono a un castillo. La servidumbre de los caminos inte-riores, y la diferente estructura y organización inicial de cada núcleo, conforman, con el paso del tiempo y la colmatación urbana, una ciu-dad irregular.

 El caserío es pobre, tiene vanos abiertos al exterior y la calle es un lugar de convivencia, por lo que se tiende a que existan lugares públi-cos: pequeñas plazas, iglesias y plazas porticadas.

En la sociedad medieval existe una profunda división entre dos tipos de vida, la rural y la urbana. La vida urbana se caracteriza por tener una serie de privilegios derivados de un sistema jurídico especial: el fuero. El fuero concedía a los villanos el privilegio de ciertos oficios, exenciones y obligaciones fiscales, y la celebración de ferias y merca-dos.

Las ciudades cristianas no eran demasiado grandes, unos 15.000 ha-bitantes, y no tenían una desvinculación muy grande del campo, mu-chos de sus pobladores se dedicaban a tareas agrícolas.

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En la Baja Edad Media se amurallarán la mayoría de las ciudades, so-bre todo a partir de 1270 cuando las partidas de Alfonso X el Sabio especifican que ciudad es toda población amurallada. Todas las ciuda-des tenían que estar fortificadas, y las que no lo estaban se cercaron por motivos fiscales, para mantener su fuero y para controlar la per-cepción de los impuestos de paso: portazgos, pontazgos y derechos de almacenaje.

Con las murallas aparecen también los arrabales extramuros al borde de ellas, y en principio un poco alejadas, para no dificultar su defensa. Sin embargo, no es la función militar la razón más importante para construir murallas; en España la Reconquista ya estaba en el valle de Guadalquivir, y en el resto de Europa no había grandes peligros de in-vasión.

Como en las ciudades musulmanas, la segregación funcional del es-pacio es muy acusada. Los diferentes oficios se localizan en determi-nadas calles y barrios; en ellas los gremios controlan la producción, la calidad, la venta y el acceso a la profesión. Algunos de los gremios es-tarán privilegiados.

Las ciudades cristianas tenían una participación activa en su go-bierno, por medio de los ayuntamientos y la catedral, que eran los ejes de la política ciudadana. Algunas de ellas tenían acceso a las Cor-tes, que se reunían fundamentalmente para prestar homenaje al rey y para conceder impuestos extraordinarios. La burguesía medieval, ur-bana y feudal, controlaba el gobierno de las ciudades.

Uno de los lugares fundamentales de la ciudad es el mercado, que se situaba en alguno de los espacios abiertos: una plaza asoportalada, una puerta de entrada, o el cementerio, si no había plazas dedicadas a tal fin. En la ciudad cristiana no había mercado permanente, ni tien-das, aunque se podía ir a comprar los artículos de consumo a los pro-ductores, en sus barrios.

Las servidumbres colectivas en la Edad Media son muchas, lo que se refleja en el aspecto y funcionamiento de la ciudad.

La escasez y decadencia de los centros urbanos tras el siglo III provo-ca que los reyes medievales tengan que volver a ocupar ciudades tra-dicionales (León en el 856 que había sido abandonada) o que se fun-den ciudades de nueva planta. La fundación de ciudades, y bastidas, consiste, fundamentalmente, en la concesión de un fuero que presen-te una ventaja sobre el medio rural y que favorezca la población de la urbe. Pero no faltan ejemplos de ciudades espontáneas, que se crean en los cruces de caminos de los grandes ejes económicos como el ca-mino de Santiago, los ríos navegables, en la desembocadura o en el límite de la navegación, como en el Sena o en el Rin.

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La ciudad medieval es un espacio privilegiado en un entorno feudal con fuertes servidumbre personales

LA CIUDAD MODERNA Durante el Edad Moderna se crean los estados nacionales y la monar-quía absoluta. Esto implica la extensión del régimen jurídico a todo el territorio, si bien no ha todas las clases sociales. Por esta época nace el capitalismo mercantil, que tendrá en el descubrimiento de América y en la deriva del cabo de Buena Esperanza sus hitos más significati-vos, ya que dará a los mercaderes la posibilidad de comerciar con otros ámbitos geográficos. Todo esto supone una nueva concepción de la ciudad como un lugar donde relacionarse y un punto organiza-dor del espacio regional. La ciudad es el centro del mercado sobre la que confluyen las mercancías, pero pierden poder político y las in-fluencias que tuvieron en la Edad Media.

El espíritu racionalista de la Edad Moderna tiende a regularizar las ca-lles y a ensancharlas. En España se crean las plazas mayores: gran-des espacios en el centro de las ciudades, abiertos con ocasión de al-gún incendio o cualquier catástrofe, o alguna operación que permitie-se al ayuntamiento comprar el suelo barato, como el incendio de Va-lladolid de 1561. Estas plazas están asoportaladas y acogen a los edi-ficios municipales más representativos de la ciudad. Además, sirven como mercado, lugar de fiestas y ejecuciones públicas, o simplemen-te como centro de relación social. Suelen tener soportales y la entra-da, normalmente, se encuentra en una de las esquinas.

En el Renacimiento, durante la Edad Moderna, con frecuencia se ha-cen diseños de ciudades ideales basadas en las ideas de Vitrubio y en el nuevo arte de la guerra, que incluye la artillería. Tienen plantas geométricas, ortogonales o radiales, y un nuevo tipo de murallas, es-trelladas, que responden a la necesidad de defenderse contra la arti-llería desde todos los puntos. Sin embargo, este nuevo tipo de ciudad apenas se construye en Europa. Sólo Palmanova, en Italia, es una ciu-dad construida de nueva planta con estos supuestos. Lo que sí se le-vantarán serán nuevas murallas en las ciudades de frontera, y en es-te tipo de fortificaciones no se permitirán los barrios arrabales, a dife-rencia de lo que ocurre en las ciudades medievales.

Algo más tarde, en América y África, y en la costa, sí se crearán ciu-dades nuevas, sobre todo en los dominios españoles y portugueses. Estas urbes tienen un plano ortogonal, con calles anchas que siguen un plan. Sólo estaban amuralladas las ciudades costeras que eran puertos importantes. Incluso algunas ciudades costeras se amuralla-ron muy tardíamente. Las urbes americanas tienen una plaza mayor como las españolas, pero esta plaza está planeada desde el principio y generalmente se crean por la supresión de una o varias de las man-zanas del damero. No suelen tener soportales y la entrada no suele

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hacerse por una de sus esquinas sino por el centro de sus laterales. Estas plazas tienen las mismas funciones que las de la península, pe-ro, además, son plazas de armas, debido al carácter fuertemente mili-tar de la sociedad indiana.

A pesar de que la muralla moderna tiene una clara función defensiva no se pierde la función fiscal. En 1625 Madrid se rodea de una cerca fiscal que delimita su territorio y dentro de la cual los impuestos son diferentes, a los de fuera. También se mantienen los impuestos de paso y almacenaje.

Durante toda la Edad Moderna el caserío será bajo y pobre, con am-plias huertas interiores donde se suelen depositar las heces. Los lon-gueros son más estrechos que nunca, y las órdenes religiosas, que se han vuelto urbanas, tienen amortizado gran parte del suelo. Los gre-mios son poderosos y ejercen un severo control funcional y espacial sobre la producción, la calidad, la venta y el acceso a la profesión. La ciudad moderna del siglo XVI continúa siendo, en gran medida, me-dieval.

 Pero durante el Barroco la ciudad tiende a cambiar radicalmente. Se acometen operaciones de cirugía urbana: ensanchamiento de calles, creación de perspectivas, salones, arboledas, paseos, etc. La ciudad refleja la grandeza del Estado y la monarquía, y se señalan diversos edificios emblemáticos creando espacios y puntos de vista que los destaquen. La ciudad comienza a tener una fachada, pero también tendrá espacios singulares y recogidos, que crean luces y sombras, muy del gusto barroco. El modelo universal de este tipo de ciudad es Versalles, que en España se imitará en ciudades como Aranjuez, y se hacen ciudades nuevas, en Sierra Morena, con un plano ortogonal, co-mo La Carolina.

LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA

Durante el siglo XIX cambia radicalmente la sociedad, la economía y, por lo tanto, el concepto de ciudad.

Aparece el capitalismo industrial y la creación de una nueva sociedad, la de clases, con la burguesía dominadora del poder político; desde la Revolución francesa y las revoluciones burguesas del 38, 48 y 68, y con el proletariado cada vez más explotado y con unas condiciones de vida miserables. La burguesía es la ostentadora del poder econó-mico, y pronto lo será del político. Su concepto de propiedad es dife-rente al que había en la Edad Moderna: es la propiedad absoluta, libre de servidumbres y que se pueda comprar y vender. Uno de los he-chos más trascendentales para la construcción de la nueva ciudad es la desamortización, que pone en el mercado mucho suelo urbano y posibilita la especulación por parte de la burguesía, cosa totalmente aceptada en la época.

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 Durante el siglo XIX la ciudad cambia radicalmente, se hace indus-trial y burguesa; y crece hasta dimensiones insospechadas, gracias al transporte. La ciudad contemporánea gravita sobre dos ideas básicas: la concentración del mercado en torno a la creación de un centro ur-bano y la reunión de la fuerza de trabajo y los consumidores.

El prototipo de ciudad es París, y la reforma de Haussmann el modelo de actuación en todo el mundo. Haussmann propone una ciudad orde-nada, en la que estén presentes los supuestos higienistas de los ilus-trados: alcantarillas, iluminación, calles anchas y arboladas, etc. Pero, además, esta ciudad está construida con criterios policiales, ya que se propone un plano; bien sea este radial, ortogonal, o cualquier otro; que permite la represión de las manifestaciones revolucionarias. Sin embargo, lo importante del modelo de Haussmann no es esto, sino el hecho de que somete a la ciudad antigua a toda una operación de ci-rugía urbana, tirando lo viejo para construir lo nuevo, y todo ello fi-nanciado por los poderes públicos: Haussmann es un ministro de Na-poleón III.

El primer hecho significativo es la reforma interior. Consiste en un plan de rectificación y ensanchamiento de calles en el que el munici-pio pone gran parte del capital. Es un negocio especulativo, en el que se crea la «gran vía». Este espacio se convierte en una zona comer-cial y se reserva a la burguesía. Es la creación del centro urbano. El centro urbano es la zona principal donde se hacen los negocios, y en torno a la cual se disponen las demás funciones de la ciudad, desde la administración a la residencia. El centro urbano genera una segrega-ción social en el espacio en virtud de los diferentes precios del suelo que se crean con la actividad comercial y terciaria.

En el centro es donde se concentran los edificios más altos que están dedicados a oficinas. A él se llega desde cualquier parte de la ciudad. El precio del suelo es muy caro. En las ciudades españolas se encuen-tra en el ensanche.

 La reforma interior engarza con el ensanche: un plan de expansión de la ciudad reservado a la burguesía y a la función servicios, que co-mo prolongación de la reforma interior y la gran vía, se dirige, en la mayoría de los casos, a la estación del ferrocarril; verdadero motor de la industrialización y del desarrollo económico. Esta expansión supone la desamortización de los solares intramuros y el derribo de las mura-llas, al menos en el área de crecimiento. La tendencia es a la colmata-ción de la ciudad y a la progresiva desaparición de los espacios ver-des, salvo algunos que fueron retenidos por motivos especulativos, o programados en el Plan de Ensanche y Reforma Interior. En todas las ciudades de España se hace ensanche: el de Madrid fue diseñado por Carlos María de Castro, el de Barcelona por Ildefonso Cerdá, pero también en León, Málaga, Mataró, etc. Además, algunas ciudades que no tuvieron Plan de Ensanche, el crecimiento de la ciudad en el eje de

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la estación hizo las veces de él, como en Oviedo o en Valladolid. Fue-ra del ensanche y la ciudad antigua quedaría el extrarradio.

 Alrededor del centro urbano y en torno al ferrocarril aparece la indus-tria urbana, que caracteriza a la ciudad del siglo XIX. Pero las necesi-dades de espacio y los problemas de la contaminación terminan por expulsar esta actividad de las urbes, en favor de la función residencial y terciaria. La industria se instala en el extrarradio, cada vez más le-jano del centro, a medida que crece la ciudad.

 Los altos precios de las parcelas tras los planes de reforma interior y ensanche suponen que el proletariado no puede acceder a estas vi-viendas, por lo que aparecen dos tipos de vivienda marginal: las ba-rriadas del extrarradio, parcelaciones ilegales, sin un proyecto conjun-to y que dan al plano un aspecto irregular, a pesar de su regularidad interna; y los corrales o casas de vecinos, en los cascos antiguos de las ciudades y en el ensanche. Estos corrales se suelen encontrar en el interior de las manzanas o en los edificios abandonados por la bur-guesía, que progresivamente se van deteriorando. Las parcelaciones ilegales carecerán de infraestructura sanitaria, ya que el Ayuntamien-to no las reconocerá. Los altos precios hacen caro el suelo incluso pa-ra la burguesía, por lo que los planes iniciales casi nunca se cumplen. Las parcelas se dividen, creándose calles nuevas, porque son muy ca-ras para un solo promotor. Las casas que se construyen tienen más pisos de los previstos y menos espacio verde, todo para rentabilizar del suelo.

Con el tiempo, la burguesía fue trasladándose al ensanche y el casco antiguo se fue degradando socialmente hasta que recientemente el interés por conservar los testimonios del pasado y su nueva función, como lugar de ocio y turismo, lo ha revitalizado, para lo que está sien-do necesario expulsar de allí a las clases marginadas.

La nueva economía capitalista industrial creará una ciudad que acoja el mercado concentrado, pero también al proletariado que trabaja en las fábricas, por eso, en todos los países del mundo, en algún momen-to, hay un éxodo rural, el abandono del campo y la emigración a la ciudad, donde está la industria. Esta concentración de la mano de obra no sólo pretende tener la fuerza de trabajo agrupada y cerca, sino también desvinculada del medio rural, al que podrían volver en caso de crisis. De esta manera la burguesía se asegura que la fuerza de trabajo depende de ella para sobrevivir, y de paso que tiene dedi-cación exclusiva, por lo que no hay escasez de mano de obra en las épocas agrícolamente activas.

Con la explosión demográfica y la urbanización de la sociedad indus-trial, las ciudades crecen. El transporte urbano es el que posibilita el crecimiento de las ciudades en superficie, hasta límites insospecha-dos poco antes, y sin grandes trastornos de tiempo. El tranvía es el

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símbolo de la ciudad decimonónica y el coche privado el de la ciudad de nuestro tiempo.

Tras la generalización del coche privado, la ciudad ha de adaptar su infraestructura para su uso: se asfaltan las calles, se crean las aceras y se ponen las señales de tráfico, especialmente el semáforo. Todos ellos son elementos presentes en nuestras ciudades actuales. La ciu-dad tradicional no está preparada para este tráfico y presenta proble-mas de congestión. Los atascos son frecuentes por lo que en todas partes han sido necesarias las carreteras de circunvalación, la cons-trucción de vías rápidas y la peatonalización de la ciudad más anti-gua.

 El crecimiento urbano ha supuesto la colmatación de la ciudad y la creación de barrios social y funcionalmente diferenciados. En ellas aparecen distritos especializados en determinadas funciones: nego-cios, residencia, ocio, turismo, etc.

 Durante los años 60 el crecimiento demográfico fue, en España, más rápido que la construcción de viviendas. Esto ha pasado en todos los países en algún momento. El precio de las viviendas aumentó y las clases más humildes no pudieron acceder a ellas. Aparecen así los ba-rrios de chabolas y casas de autoconstrucción en las periferias de las ciudades. Son suburbios socialmente marginados sin infraestructura sanitaria; lo que les convierte en permanentes focos de infección, en los que la marginación es caldo de cultivo de la delincuencia. Este proceso continúa en las ciudades del Tercer Mundo.

 Pero la ciudad contemporánea es en la que se hacen reformas funda-mentales: calles nuevas, anchas y arboladas, alcantarillas, alumbrado y diversas medidas higienistas. Además, se diseñan las urbes con cri-terios policiales y de organización política y administrativa.

En el siglo XIX no se crean ciudades de nueva planta, pero sí se cons-truye la nueva urbe con arreglo a un plan. Ese proyecto dibuja distin-tos planos, con distintos objetivos, dentro de cada ciudad. Hoy en día nos podemos encontrar, en todas las ciudades, distintos tipos de pla-no según la época en la que fueron reformadas: desde el irregular de la ciudad antigua, al plano radial, ortogonal o lineal. Sin embargo, es-to no quiere decir que no hubiese propuestas de ciudades ideales. To-dos los socialistas utópicos tienen un modelo urbano, muy similar, pe-queñas comunidades de unos 1500 habitantes que se abastecían de todo lo necesario.

Esta es la época en la que se adapta a los nuevos medios de transpor-te, como el ferrocarril. En los años 20 surge un nuevo modelo de ciu-dad: se abren las calles para los coches y se jerarquiza la red viaria; se crean las infraestructuras que llevarán el agua y la electricidad a las casas, se recogen las basuras, etc., y aparece un nuevo tipo de

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edificio que condicionará el paisaje urbano; el rascacielos y los edifi-cios de varios pisos.

 Los edificios de varios pisos permitirán el uso de los bajos para mer-cado y el resto del edificio para vivienda. La revolución industrial ne-cesita un mercado concentrado, y la agrupación de la fuerza de traba-jo de dedicación exclusiva, de ahí que la población se reúna en las ciudades y se desvincule del campo.

La ciudad actual necesita de una gran infraestructura que debe si-tuarse en las afueras, desde hospitales y cementerios a vertederos, rondas de circulación, depósitos de agua, transformadores eléctricos, etc. La ciudad debe dotarse también de pavimento asfaltado, moder-namente de calles peatonales, alumbrado, estaciones de transporte y taxi, mobiliario urbano, recogida de basuras y toda una infraestructu-ra sin la cual sería imposible su funcionamiento.

Tras la segunda guerra mundial los poderes públicos de todo el mun-do toman las riendas de la planificación eficaz de la ciudad, aunque en muchos casos se salten sus propias normas. La ciudad se fue equi-pando, e incorporó a su entorno las barriadas marginales y del extra-rradio. Se construirán viviendas obreras dignas y también para las clases marginales, con el fin de erradicar el chabolismo. En la actuali-dad, se intentan conservar los edificios más antiguos de la ciudad, pe-ro la renovación del caserío ha sido tan intensa que apenas quedan edificios anteriores al siglo XIX.

El caserío de la ciudad actual es marcadamente diferente al de la tra-dicional. En su concepción han tenido una influencia decisiva los argu-mentos de la arquitectura racionalista. Pero no es el modelo de Le Corbusier el que triunfa (edificios de viviendas en altura rodeados de campo) sino su técnica de construcción. La arquitectura racionalista permite optimizar el precio del suelo, permitiendo construir varias vi-viendas en altura, y que los bajos de los edificios puedan ser utiliza-dos para diversos negocios, tiendas, oficinas, etc. En estos edificios el ascensor es un elemento esencial. Será en Chicago donde se cree es-te modelo de ciudad, donde se pongan los primeros ascensores, don-de los bajos se reserven para los negocios y donde se construyan los primeros grandes almacenes, otra de las señas de identidad de la ciu-dad actual. Este modelo es el que ha permitido el aumento de la den-sidad humana en las urbes, y el crecimiento en altura del paisaje ur-bano. Además, el equipamiento de la casa ha cambiado extraordina-riamente, gracias al alto consumo de energía y el abaratamiento de los electrodomésticos: luz eléctrica, televisión, teléfono, frigorífico, la-vadora, lavaplatos, microondas, ordenador, etc.

 Las ciudades actuales han crecido enormemente, hasta el punto de haber absorbido pueblos y ciudades vecinas. La aparición de las co-nurbaciones y las megalópolis es uno de los fenómenos urbanos más

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dinámicos de nuestro tiempo. Existen regiones en las que el continuo urbano entre ciudades es la tónica general, como Tokio-Yokohama, Li-verpool-Manchester, Washington-Boston, la región del Ruhr, etc.

Desde hace algún tiempo en todas las ciudades se observan fenóme-nos de rururbanización, que en las ciudades más grandes alcanzan la isócrona de 30 minutos, he incluso más. Aparecen así viviendas unifa-miliares en el entorno rural habitadas por gente que viven de la ciu-dad conviviendo con gente que vive en y del campo.

a) LAS CIUDADES IDEALES:

La ciudad jardín, en la que Ebenezer Howard, intenta sintetizar todas las propuestas de los socialistas utópicos. Esta es una ciudad sin un verdadero centro urbano, de casas pequeñas y unifamiliares, que in-tegra abundantes zonas verdes, pensada para la clase obrera, para hacerles sentirse propietarios y que viviesen en un entorno saludable. Se construyeron muchas ciudades con estos planteamientos, pero el modelo estaba tan lejos de lo que era realmente la ciudad industrial que terminaron por convertirse en pequeños pueblos, o siendo absor-bidas por las grandes ciudades.

 La ciudad lineal, que diseñaría Arturo Soria. Su proyecto está más en la línea de lo que es realmente una ciudad actual. Es modelo que se fundamenta en las líneas de comunicación, carreteras y ferrocarriles, y en los nudos, que pueden convertirse en centro urbano. Las vivien-das se dispondrían en torno a estas vías, y todas ellas con las mismas facilidades de acceso. Detrás de ellas estaría la naturaleza. Además, este modelo debería constituir un auténtico continuo urbano entre las ciudades existentes. Con esta pauta se construyó un tramo en Ma-drid, pero no se extendió. El ejemplo más desarrollado de ciudad li-neal es Volgogrado (Stalingrado). Pero el precio del suelo no se distri-buye linealmente, lo que impide la construcción lineal de las ciuda-des.

b) PARTES DE LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA:

Los barrios residenciales: Alrededor del centro urbano crecen los barrios residenciales de las ciudades, allí donde vive la gente. Ocupan la mayor parte del espacio urbano y están equipados con pequeñas tiendas y lugares de ocio. Encontramos parques y zonas verdes.

En las ciudades españolas las clases altas y medias altas viven en el entorno inmediato del centro urbano y en las partes más alejadas o las peor comunicadas la clase media y los obreros.

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La zona de equipamiento La ciudad actual necesita de una gran infraestructura que debe situarse en las afueras, desde hospitales y cementerios a verte-deros, rondas de circulación, depósitos de agua, transformado-res eléctricos, etc.

 En la franja más externa se sitúan, también, los polígonos in-dustriales, los almacenes, las fábricas, los centros deportivos, las grandes superficies comerciales y la vivienda marginal de chabolas.

Todos los productos que necesita una urbe los consigue a tra-vés de las vías de comunicación: carreteras, ferrocarril, aviación y puertos. Es necesario crear una densa red de comunicaciones entre las distintas ciudades, y con el medio rural y natural, para el buen funcionamiento de estas.

La franja Periurbana La franja periurbana es un espacio difuso entre la ciudad y el mundo rural. Encontramos tanto pueblos en los que viven fami-lias que trabajan en la ciudad, como urbanizaciones y casas uni-familiares. Aquí viven las personas de renta más alta ya que ne-cesitan el coche para desplazarse a la ciudad.

Una de las condiciones para el desarrollo de esta franja es la existencia de buenos accesos al centro urbano.

La accesibilidad y los equipamientos  La ciudad contemporánea debe su tamaño y sus características a los nuevos medios de transporte, como el ferrocarril y el auto-móvil. En los años 20 surge un nuevo modelo de ciudad: se abren las calles para los coches y se jerarquiza la red viaria; se crean las infraestructuras que llevarán el agua y la electricidad a las casas, se recogen las basuras, etc., y aparece un nuevo ti-po de edificio que condicionará el paisaje urbano: el rascacielos y los edificios de varios pisos.

 Con la explosión demográfica y la urbanización de la sociedad industrial, las ciudades crecen. El transporte urbano es el que posibilita el crecimiento de las ciudades en superficie, hasta lí-mites insospechados poco antes, y sin grandes trastornos de tiempo. El tranvía es el símbolo de la ciudad decimonónica y el coche privado el de la ciudad de nuestro tiempo. Cuando el tranvía se entierra se convertirá en metro. En superficie la ciu-dad es recorrida por autobuses y taxis, y el coche privado. En el interior de los edificios hay un tipo de transporte vertical, los as-censores.

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Tras la generalización del coche privado, la ciudad ha de adap-tar su infraestructura para su uso: se asfaltan las calles, se crean las aceras y se ponen las señales de tráfico, especialmen-te el semáforo. Todos ellos son elementos presentes en nues-tras ciudades actuales. La ciudad tradicional no está preparada para este tráfico y presenta problemas de congestión. Los atas-cos son frecuentes por lo que en todas partes han sido necesa-rias las carreteras de circunvalación, la construcción de vías rá-pidas y la peatonalización de la ciudad más antigua.

Los trenes tienen disponen de una estación central. Encontra-mos estaciones en todas las poblaciones importantes. Las prin-cipales estaciones datan del siglo XIX o principios del XX cuando llegó el tren a las ciudades. En aquella época estaban a las afueras pero la expansión urbana las ha integrado y hoy en día se encuentran cerca del centro urbano.

La red de metro enlaza tanto con la del ferrocarril, como con las estaciones de autobuses y las paradas de taxis.

El transporte público de viajeros entre ciudades se concentra en una estación de autobuses. La mayoría de las ciudades españo-las tiene una estación de autobuses construida en la década de los 90. Se encuentra muy cerca de la estación de tren y suele tener una parada de taxis y otra de autobuses urbanos.

En todas las grandes ciudades encontramos paradas de taxis. Normalmente se encuentra en el centro urbano y en las con-fluencias de las calles y plazas más importantes. Las paradas de los autobuses urbanos también se suelen situar en las confluen-cias de las calles, pero se encuentran tanto en el centro como en las afueras de la ciudad. La mayoría de las líneas pasan por el centro de la ciudad, aunque suele haber una que conecta los barrios de la periferia sin pasar por el centro.

En las ciudades encontramos teléfonos públicos en la calle. La mayoría de ellos están situados en el centro de la ciudad, aun-que los hay por toda ella. También los encontraremos en las plazas y las confluencias de las principales calles.

EL URBANISMO EN EL SIGLO XX

Las naciones anglosajonas respondieron de forma similar a la necesi-dad de mejorar las condiciones de vida de las ciudades. Empezaron por regular las condiciones sanitarias y la densidad de las casas de vecindad. Surgió entonces un movimiento a favor de una postura más global y a largo plazo, y de un proceso de urbanismo que examinara y

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controlara las muchas fuerzas que afectan a las ciudades modernas.

A principios del siglo XX se tomaron importantes medidas para forma-lizar leyes que siguieron principios urbanísticos. En 1909 Gran Breta-ña aprobó una Ley de Urbanismo que autorizaba a las autoridades lo-cales a preparar programas que controlaran el desarrollo urbano. También en 1909 se celebró en los Estados Unidos el Primer Congreso Nacional sobre Urbanismo, ejemplo que pronto siguieron la mayoría de países desarrollados.

Durante la depresión económica de la década de 1930 los gobiernos nacionales y regionales intervinieron de forma más enérgica en la pla-nificación urbana. Para fomentar el desarrollo económico de las regio-nes más necesitadas, el Reino Unido autorizó el nombramiento de una serie de comisarios especiales con amplios poderes. Gran Breta-ña, Francia, los Países Bajos, España y otros países europeos llevaron a cabo muchos e importantes proyectos de viviendas. En los Estados Unidos, el presidente Franklin Delano Roosevelt, en su programa del New Deal, estableció una Oficina de Obras Públicas para estudiar las inversiones, un Comité de Planificación Nacional para coordinar el de-sarrollo a largo plazo y un programa que dio como resultado tres ciu-dades de cinturón verde. En España, durante la II República, a partir de 1931, se alentaron planes de renovación urbanística, que transfor-maron el aspecto en numerosos barrios y distritos, especialmente en Madrid y Barcelona.

HISTORIA DEL URBANISMO EN EL ANTIGUO PERÙ

Los incas demoraron veinte años en la construcción de la ciudad del Cusco y movilizaron alrededor de cincuenta mil trabajadores. La plaza principal de la ciudad inca de Huánuco Pampa, al este de la Cordillera Blanca, tenía una extensión de 19 hectáreas. Es decir, era un enorme rectángulo de 550 metros de este a oeste por 350 metros de norte a sur. Para la construcción de la Huaca del Sol los moches emplearon 140 millones de adobes. Y los primeros edificios públicos del mundo prehispánico aparecieron en una etapa tan temprana como el período precerámico (2.500 a.C.).

Esta información, entre muchos otros datos, planos e imágenes apa-rece en “Ciudad y territorio en los Andes”, un monumental trabajo del arquitecto y urbanista José Canziani Amico, que cubre más de cinco mil años de historia prehispánica, desde los tempranos asentamientos aldeanos de la costa hasta el Tahuantinsuyo. El libro es la sorpren-dente constatación de que desde muy temprano los hombres y muje-res que habitaron este territorio se dieron cuenta de que si querían vi-vir en él debían adaptarse a su diversidad. “Nuestros primeros pobla-

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dores desarrollaron una apropiación inteligente del medio. Aunque parezca paradójico, es algo que nosotros con todo nuestro conoci-miento a veces no establecemos correctamente”.

“Hay un tema que me parece importante en el detonante del proceso civilizatorio”, —explica Canziani. “Desde la época de los cazadores re-colectores se domesticó un conjunto amplio de plantas y algunos ani-males, y como el territorio no era apropiado para la agricultura, se empezó a transformarlo. Esto implicó irrigación artificial, traslado de plantas a nuevos ecosistemas, desarrollo de instrumentos, etc. Un proceso de especialización muy intenso que derivó en una arquitectu-ra pública desde el precerámico. Es decir, las condiciones de nuestro territorio nos obligaron a ser una sociedad compleja”.

Estamos hablando de sociedades primigenias que fueron generando estilos arquitectónicos diferenciados. Si estaban en la costa se mane-jaban con el mar, con los valles, el desierto, los bosques y las lomas, como el caso de los asentamientos de Huaca Prieta, en el valle de Chicama o Áspero y Caral, en el valle de Supe. Y si estaban en la pu-na, con la caza de vicuña, con el manejo de granos de altura, con la búsqueda de abrigos rocosos para protegerse del frío, y con la explo-tación de canteras para la recolección de piedras.

El barro y la piedra han sido los materiales ancestrales de las cons-trucciones autóctonas. Sin olvidar la importancia de los elementos or-gánicos, de la caña, la fibra y otros vegetales. Canziani lo explica así: “cuando la piedra se convierte en el material de construcción por ex-celencia, se buscan canteras de materiales específicos, por su dureza, calidad y color. Tenemos casos muy tempranos en Chavín donde la calidad del trabajo en piedra es sumamente espectacular”.

En el caso del barro, tenemos también una tradición enorme en la fa-bricación de adobes. En un primer momento fueron hechos a mano de formas muy curiosas: cónicas, como cuñas, u odontiformes, en for-ma de dientes. Finalmente, se hicieron con moldes, y las distintas cul-turas manejaron este material de manera muy creativa e innovado-ra”. Y en cuanto a las formas, las más notorias son las estructuras pi-ramidales y circulares. “Eso nos acerca a otras culturas, esa búsque-da de crear volúmenes nos llevó a la forma piramidal. En nuestro caso eran plataformas que daban esa apariencia por el escalonamiento. Por un lado se buscaba erigir una arquitectura sacra elevada para es-tar más cerca de los dioses, y por otro, se tenía la necesidad de crear volumen en el paisaje. Hoy la Huaca Pucllana parece escondida entre edificios, pero en su tiempo debió ser impresionante. Hasta ahora la pirámide de la Huaca del Sol, en Moche, puede verse desde muy le-jos. Y si pensamos que estas construcciones estaban enlucidas con colores llamativos, eran hitos que creaban elementos de identidad en las comunidades”.

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Una característica que Canziani encuentra, sobre todo en las huacas moches del Sol y la Luna, en la costa norte, es la renovación periódica de los edificios. Al parecer, estos templos estaban asociados a rituales calendáricos y debían morir cuando el ciclo terminaba. Por lo tanto, eran enterrados, y sobre ellos se construía una nueva versión. En el caso de la Huaca de la Luna se han registrado cinco o seis grandes períodos, en los que una plataforma de cien metros fue enterrada pa-ra ser construido otro nivel superior “con una producción de tres a cuatro millones de adobes”.

Esta forma de construcción declinó con la aparición del imperio Wari, que fue el primero en construir grandes ciudades planificadas tanto en la sierra como en la costa. Sorprende aun hoy una ciudad como Pikillacta, emplazada en la cuenca de tres valles, al sur del Cusco. Su emplazamiento es magistral (por ahí pasa ahora el ferrocarril y la ca-rretera que va al altiplano), y también la rectitud de sus calles y pla-zas, ejecutadas sin las técnicas modernas como la topografía o la fo-tografía aérea. Esta arquitectura civil se complementaría a inicios del siglo XV con la aparición del imperio inca.

“Lo que sabemos por las crónicas es que Pachacútec era un gran ar-quitecto y fue el gestor de la ciudad del Cusco”, afirma José Canziani. El inca reedificó la ciudad a partir de la confluencia de dos ríos. Las calles y pasajes estaban ordenados a partir de una plaza gigantesca, cuatro veces más grande que la actual Plaza de Armas: “Un horizonte amplio y abierto”, explica el autor, “que permitía a los residentes co-nectarse con el paisaje, con los apus y sus dioses tutelares”.

El libro nos cuenta cómo muchas de las ciudades andinas fueron abandonadas o destruidas a lo largo de los siglos, proceso que sería más radical luego de la Conquista. Desde el siglo XVI aparecerá un concepto importado de ciudad que muchas veces no ha seguido esos milenarios patrones de comunión con el medio ambiente y de respeto por eso que se llama “paisaje cultural”.

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CONCLUSIONES

Tras la caída del imperio romano, hacia el siglo V, la ciudad experi-mentó un gran retroceso en occidente. Las continuas guerras y la fuerte inestabilidad configuraron ciudades muy pequeñas, de apenas unos 15.000 habitantes, de marcado carácter agrícola y sin apenas edificios públicos. Se abandonan los trazados regulares y se optan por plantas circulares, mucho más fáciles de defender, en cuyo centro se encuentran la plaza principal y los escasos órganos de gobierno.

La ciudad moderna es resultado de las poderosas fuerzas centrípetas que desembocarán en la formación de los grandes Estados europeos y las monarquías absolutistas de los siglos XVI y XVII. Las principales calles de la ciudad se ensanchan, aparecen las arboledas, los paseos, las grandes plazas y se intenta ordenar el crecimiento urbano a partir de plantas regulares. Los edificios públicos y administrativos cobran gran importancia y empiezan a ser el punto de referencia de la ciuda-danía. La ciudad refleja la grandeza del Estado y la monarquía, por lo que todo gasto para embellecerla está bien empleado. Modelo ejem-plar, Versalles.

A medida que va transcurriendo el siglo XX, las ciudades experimen-tan un desarrollo cada vez más vertiginoso. Se produce una impresio-nante explosión demográfica y los avances tecnológicos se suceden cada vez con mayor rapidez, configurando un paisaje urbano de una complejidad irreversible.

Hoy día, los grandes centros han crecido hasta el punto de haber ab-sorbido los pueblos y ciudades colindantes. Existen megalópolis titáni-cas, de gran dinamismo, en las que la superficie urbana se extiende por kilómetros y kilómetros. Monstruos como las conurbaciones de Tokio y Yokohama, Liverpool y Manchester, Washington y Boston, o la región del Ruhr nos llevan a preguntarnos cómo serán las ciudades del futuro, ¿existe algún límite a semejante crecimiento?