el triunfo de la antisepsia
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ENSAYO SOBRE EL TRIUNFO DE LA ANTISEPSIA
"La historia de la ciencia es siempre más rica que su reconstrucción racional. Pero
la reconstrucción racional o historia interna es primaria, la historia externa es solo
secundaria ya que los problemas más importantes de la historia externa son
definidos por la historia interna”.
Lakatos, Imre (1975)
El presente ensayo tiene como propósito fundamental, traer a la luz y
explicar los factores no epistémicos, que incidieron tanto en el fracaso como
en el triunfo de la antisepsia. Es también un intento documental por dar una
explicación basada en el contexto socio-histórico de la época en que se sitúa
la génesis profiláctica de la quehacer médico en las instituciones de salud
pública y a su vez de determinar los vectores que incidieron negativamente
para que la teoría de Ignaz Semmelweis no prosperara, ni tuviera aceptación
inmediata en su gremio, pese a las evidencias ofrecidas de su parte; esta
problemática conlleva a las siguiente interrogante ¿Cuáles fueron los
obstáculos más significativos que no pudo superar Semmelweis, para lograr
la aceptación de su propuesta?; por otra parte, es conveniente realizar una
análisis de los diversos acontecimiento que favorecieron a Louis Pasteur
para que consolidará la adopción y la aceptación de la visión etiológica en la
medicina, propuesta inicialmente por Semmelweis y que se consolida con la
teoría del germen; surgiendo ante esta fenómeno una segunda interrogante:
¿Qué factores confluyeron y facilitaron la asimilación de las propuestas de
Pasteur?, lo cual no solo significó un cambio del paradigma médico
predominante en Europa decimonónica, heredada del legado Hipocrático-
Galeno, sino también el nacimiento de la medicina moderna. Es conveniente
también señalar que este trabajo estaría inconcluso, si no tomáramos en
cuenta el papel sustancial que representó la instrumentación en el ámbito de
la medicina y sobre todo ante la adopción del estetoscopio en la práctica
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médica (símbolo emblemático de esta profesión) y el microscopio como
instrumento usual en la investigación científica (También emblemático).
El texto de referencia para este trabajo y alrededor del cual giran mis
interrogantes, reflexiones, investigaciones y concepciones es el “El triunfo de
la antisepsia” de López Cerezo, José Antonio, quién desde una óptica
filosófica naturalista de la ciencia, nos da un panorama suficientemente basto
en referencias socio-históricas y abundante en cuanto a los llamados
estudios sociales de la ciencia, denominados también como “ciencia,
tecnología y sociedad” (CTS); los cuales conforman un campo de estudio y
trabajo definidos, asumidos en un intento de dimensionar socialmente a la
ciencia y orientados a la preservación de la fuerza transformadora que la ha
caracterizado. Cuyo trabajo puede ser considerado una sólida contribución a
la reflexión sobre la filosofía de la ciencia.
El desarrollo de este trabajo será siguiendo la estructuración propia del libro,
esto es, en cuatro partes tomando como referencia sus cuatro capítulos.
Primera parte
En este primer apartado se analiza el contexto socio-histórico de Ignaz
Semmelweis, médico de origen húngaro, que trabajó a mediados del siglo
XIX, en el Hospital General de Viena. Esta historia es una un tanto
conmovedora, porque él, en aquel hospital, tuvo la decisión y valentía de
hacer frente a graves problemas de índole clínica, ante una enfermedad
denominada fiebre postparto o fiebre puerperal; que ante su presencia las
mujeres contraían una fiebre muy alta después de parir, y en porcentajes
muy considerables morían por esta causa; sin embargo nadie daba la
debida importancia a este fenómeno, que normalmente era atribuido a
“influencias epidémicas”, pensamiento prevaleciente en esa época en
términos de “cambios atmosféricos-cósmicos-telúricos” propio de una visión
neohipocrática. Así también me parece conveniente señalar que en la
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Europa del siglo XIX la mujer aún cargaba notablemente con el fantasma de
la discriminación de género, heredada de la tradición católica, de tal suerte
que la comunidad médica de aquel entonces, consideraba esta enfermedad
como propia de la mujer, motivo por el cual no atraía suficientemente la
atención de los médicos que en su generalidad eran varones.
El mismo doctor Johann Klein en su papel de director del hospital de Viena,
aseveraba que “la enfermedad era inevitable”; este pensamiento refleja su
postura resignada ante la proliferación de este mal; no obstante que fue jefe
inmediato de Semmelweis, nunca dio crédito ni impulsó las propuestas de
este último nombrado, sin embargo durante el tiempo que lo tuvo como
subordinado, le permitió que realizara sus experimentos y que se adoptaran
las prácticas antisépticas sugeridas por él; empero se presume que nunca
estuvo de acuerdo con los resultados obtenidos, y si bien, daba crédito a las
evidencias obtenidas, posiblemente pudo haberse sentido amenazado y ante
el temor de ser desplazado, se opuso tanto a Semmelweis como a sus
teorías.
La fiebre puerperal era un enigma en esa época, debido a que no existían
estudios ni investigaciones científicas previas, que buscaran encontrar una
solución a este problema, del mismo modo la instrumentación médica era
muy precaria, por ejemplo, en el campo de la obstetricia, el único instrumento
que se utilizaba era el forcet; pese a que en la primeras décadas del siglo
XIX, el médico francés René Laennec daba ya un paso decisivo en la
instrumentación médica, al inventar y utilizar el estetoscopio, que con el
transcurso del tiempo y ante su efectividad, se constituyó en un instrumento
indispensable en la profesión médica.
Por su parte, en el terreno de la investigación médica, Semmelweis fue el
primer autor que desarrolló técnicas antisépticas efectivas para prevenir la
infección, y por lo tanto, prevenir la muerte de las pacientes ingresadas; tal
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vez su quehacer no conto con una metodología definida o sistemática, su
práctica puede considerar como de “prueba y error”, mas no por esta razón
menos eficiente en términos efectivos y pragmáticos.
Cabe aclarar, que a mediados del siglo XIX, los hospitales públicos gratuitos
eran lugares muy insalubres, donde raramente los médicos y enfermeras se
lavaban las manos. Por otro lado, para comprender en parte la insalubridad
de las instituciones de salud, es menester señalar que las maternidades
públicas europeas de esa época, atendían a mujeres en condiciones sociales
muy devastadas, como lo eran: madres solteras, prostitutas o bien mujeres
en situación de pobreza y que a su ingreso se encontraban en un estado
físico muy deplorable. Ante esta situación no es de extrañar que la
enfermedad fuera atribuida por parte de algunos médicos, a ciertos
desajustes morales propiciado por las propias mujeres. Este tipo de
comportamiento queda de manifiesto en el caso del médico francés S.
Témoin cuando menciona: “las afecciones morales son una de las causas
más importantes para el desarrollo de la fiebre puerperal…”, consideración
que suena muy trivial en nuestros días, pero que inmersa en el contexto
socio-cultural de la época, tenía mucho peso en cuanto a credibilidad y
justificación.
Regresando al caso de Semmelweis y ante esta macrovisión, no resulta
extraño que en el hospital de Viena los médicos y los estudiantes de
medicina practicaran reconocimientos y maniobra médicas a las parturientas,
después de haber realizado autopsias en los anfiteatros, con las manos
contaminadas de “materia cadavérica” proveniente de los cuerpos inertes
bajo estudio, impregnadas incluso con el hedor característico del cadáver.
Esta situación puede imaginarse en la actualidad, como una atrocidad e
irresponsabilidad médica, que ocasionaría inevitablemente un número
significativo de muertes, pero en aquel entonces, se desconocía el papel de
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los microorganismos en la transmisión de las enfermedades. De tal forma
que la ignorancia “justificaba” la insalubridad prevaleciente.
Semmelweis lo que emprendió, fue hacerle frente a ese enigma: ¿por qué
morían tantas mujeres en cierta clínica de ese hospital?, y descubrió la
conexión entre las autopsias y las mujeres muertas, tras el reconocimiento
médico. Los métodos que concibió y puso en práctica para contrarrestar los
efectos nocivos y que son descritos en el primer capítulo, fueron sumamente
sencillos, recomendó una desinfección cuidadosa de las manos antes de
cualquier reconocimiento obstétrico, el cual fue un éxito clínico, hasta el
punto de que bajó considerablemente el porcentaje de mujeres infectadas, y
por lo tanto, de muertes en la clínica en donde él trabajaba. La solución
antiséptica que empleo fue sal cluorada, por ser la sustancia que utilizaban
en aquel hospital, más adelante se utilizarían otros agentes antisépticos,
como el ácido carbónico. Esto es lo que se describe en el capítulo primero “el
gran triunfo”, un triunfo muy local, porque se circunscribió al Hospital General
de Viena, atribuido a Semmelweis frente a la enfermedad de la fiebre de
postparto o fiebre puerperal.
Segunda parte
El segundo capítulo del libro es un capítulo un tanto trágico, porque describe
los intentos infructuosos de Semmelweis y otros colaboradores, por intentar
que los demás hospitales europeos reprodujesen las técnicas antisépticas
que tanto éxito habían conseguido en el hospital de Viena; obteniendo no
obstante, un rotundo fracaso, pese a las evidencias ofrecidas. Este fracaso
se atribuye a múltiples y complejos factores, algunos de ellos muy
interesantes, por ejemplo, uno de los motivos contundentes fue la conflictiva
y difícil personalidad de este médico; por otra parte, su filiación ideológica
que podría considerarse en nuestros días como de corte izquierdista,
represento un factor determinante para que fuera despedido del hospital de
Viena, curiosamente, con su ausencia también se extinguieron las prácticas
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antisépticas que había logrado implantar; en consecuencia, volvió a crecer
terriblemente la infección y por ende el número de muertes de las mujeres
que eran ahí asistidas.
Por su parte, a pesar de la publicidad que se le dio a sus ideas y a los
porcentajes de efectividad que respaldaban el éxito de la práctica, en la
mayoría de los hospitales europeos de la época, no se dignaron a aceptar
esas ideas e implantar las prácticas propuestas. Por este motivo, siguieron
muriendo mujeres y también otro tipo pacientes en las mesas quirúrgicas
durante un lapso de tres décadas más, y no fue sino hasta 1880, es decir 30
años después, cuando por fin consiguieron abrirse paso en los hospitales,
primeramente parisinos, después europeos, y finalmente internacionales, las
ideas y prácticas antisépticas, pero las dificultades que encontró
Semmelweis, no fueron solamente por su carácter conflictivo; sino también
por otros motivos sumamente interesantes para nuestro estudio.
Uno motivo crucial, fueron las ideas médicas revolucionarias, que tenía
Semmelweis, que significaban un rompimiento de las concepciones y
prácticas médicas que predominaban en la época, por esa razón, eran tan
difíciles de ser aceptadas sus propuestas, ya que su comunidad médica
coetánea, asociaba las ideas y las prácticas, sin hacer una distinción objetiva
entre ambas manifestaciones; por una parte las prácticas estaban
funcionando, pero venían respaldadas por unas ideas que transgredían el
ideario predominante; era una propuesta completamente nueva, que no
encontraban acomodo dentro del cuerpo del conocimiento médico a
mediados del siglo XIX. ¿Qué ideas eran éstas?, eran las ideas que daban
pie a la génesis de la etiología en el campo médico, debido a que explicaban
la enfermedad en base a la agresión de agentes patógenos externos.
Esas eran las ideas que muchos médicos no estaban todavía en condiciones
de asimilar. Esta incomprensión es evidente, pues representaba salirse de
sus cánones y creencias, lo que a su vez provocaría el advenimiento de un
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nuevo paradigma con su respectiva propuesta teórica; por lo tanto, como
resultado de esta resistencia ideológica, se mantenían firmes a profesar con
apego a la teoría anatomopatológica de la enfermedad y no daban cabida a
la idea de que la enfermedad se podía deber a la agresión de agentes
patógenos externos, para ellos, más bien se debía a lesiones anatómicas
internas, que eran puestas de manifiesto post mortem, a través de la
autopsia, esta práctica era su base para identificar las enfermedades, por tal
motivo, los padecimiento más comunes, entre ellos, la fiebre puerperal, eran
normalmente atribuidas a una multitud de causas distintas.
La plausible innovación de Semmelweis es atribuida a su valor de no aceptar
pasivamente las ideas contemporáneas, y a su afirmación de que la fiebre
puerperal tenía una causa única, una condición necesaria, que era la
infección, originada por “materia cadavérica” y que más tarde llamo “materia
pútrida”, de procedencia exterior al cuerpo humano. En este sentido hay que
aclarar que Semmelweis no manejaba todavía el concepto de microbio o el
concepto de microorganismo, para dar una explicación de origen de las
enfermedades. Este concepto fue propuesto años más tarde por Luis Pasteur
en su teoría del germen de la enfermedad.
Conviene citar que muchos médicos, sobre todo en la Europa continental,
atribuían a la fiebre puerperal o fiebre de postparto un carácter epidémico,
utilizando una diversidad de teorías, incluso, una teoría muy sui generis era
la teoría láctea. Esta teoría provenía de la Academia Francesa de Ciencias,
la cual aseveraba que durante el embarazo se produce yuxtapuesta a la
corriente sanguínea una circulación de la leche materna, esta se dirige
inicialmente al útero y tras el parto se direcciona a los pechos. Por lo
consiguiente cuando hay algún problema derivado de alguna lesión interna o
algún problema del funcionamiento del organismo, esa lesión se puede dirigir
por ese mismo mecanismo a otros lugares del cuerpo e introduce
inflamaciones, que se manifestaban precisamente como fiebre puerperal.
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Así también encontramos la teoría humoral proveniente de los legados
Hipocráticos; en el período neoclásico en Europa, esta teoría dominó la
práctica de la medicina, en ocasiones resultando en situaciones un tanto
dramáticas. Prácticas típicas del siglo XVIII y que prevalecían aún en el siglo
XIX, como el sangrado o la aplicación de calor resultado de la teoría de los
cuatro humores. En esencia, esta teoría sostiene que el cuerpo humano está
lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores (líquidos), cuyo
equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las
enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de
alguno de estos cuatro humores.
Como observamos, en el terreno de las justificaciones, sobraba material
teórico para justificar la renuencia al cambio de prácticas, sin embargo,
desde mi perspectiva el aludir a diversas y polémicas teorías, infiere más una
forma de guardar las apariencias del status médico en ese periodo histórico;
que una pretensión genuina por racionalizar sus argumentos.
Por último, en esta parte del ensayo abarcamos la problemática afrontada
por Semmelweis, y que en su momento no pudo prosperar, y no
precisamente porque no tuviera razón, sino porque las condiciones sociales,
políticas y culturales no fueron las propicias para el cambio que él proponía;
ante el análisis de estos acontecimientos, me surge la pregunta ¿Qué tan
racional es la ciencia?, pregunta factible si consideráramos a la ciencia como
como identidad pura y neutra, sin embargo esto sería entremeterme en el
campo del idealismo. Por esta y otras razones, creo más conveniente
replantear la pregunta en los siguientes términos: ¿Qué tan racionales somos
los seres humanos?, si ante las evidencias no hacemos más que cerrar los
ojos en pro de nuestros intereses, en fin.
Tercera parte
El tercer capítulo se refiere al triunfo de la antisepsia. Semmelweis intentó
que las prácticas, sobre todo antisépticas, fuesen aceptadas por sus colegas
médicos. Sin embargo, no lo consiguió, pese a que la fiebre puerperal era
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una enfermedad catastrófica, que durante varios años aquejó a varios
hospitales de la Europa decimonónica e inclusive llegó hasta matar al 30%
de las mujeres ingresadas en los hospitales para atender su parto. Es decir,
el efecto letal de la enfermedad se debía a las condiciones escasamente
higiénicas, las cuales prevalecían en la vida hospitalaria de la época;
Semmelweis lo intentó vanamente, pero, obviamente, la antisepsia acabó
triunfando. ¿Por qué acabó triunfando?, la respuesta es conformada en el
capítulo tercero, en donde se abarca a los autores de este acontecimiento,
así como sus propuestas teóricas, abordando también las ideología que
impulsó a este fenómeno, teniendo en sobre todo en consideración el
contexto en que se desarrolla y consolida esta acontecimiento médico.
Los hombres que consolidaron el proyecto de la antisepsia fueron el cirujano
británico Joseph Lister, y el francés Louis Pasteur. La postura errónea de la
comunidad médica que les antecede, por fin cedió ante la aceptación e
introducción de la teoría del germen de la enfermedad, y las fehacientes
pruebas ofrecidas por estos autores. La comunidad científica internacional
terminó siendo persuadida de que las enfermedades sí podían ser causadas
por gérmenes patógenos externos, cuando Pasteur hizo públicos sus
hallazgos, descubriendo y describiendo incluso, la bacteria más común en la
fiebre puerperal en el año de 1879.
Por su parte, la contribución de Lister a la antisepsia inicia desde que
manifiesta su preocupación ante el acontecer de la medicina en sus tiempos,
la cual quedaba de manifiesto cuando señalaba “un hombres yaciendo en la
mesa de operaciones de uno de nuestros hospitales quirúrgicos se encuentra
más expuesto al peligro de muerte que un soldado inglés en el campo de
batalla de Waterloo”, indudablemente él tenía conciencia de las condiciones
precarias e insalubres que prevalecían en las instalaciones hospitalarias de
aquellos tiempos y que originaban que la septicemia fuera una de las
principales enfermedades, sobre todo en las salas de cirugía y que
ocasionaba demasiadas muertes. Por su parte Lister desarrollo la hipótesis
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de que las infecciones postoperatorias eran debidas a la acción de
gérmenes. Este idea fue la que guio sus experimentos en su práctica médica,
cuando después de emputar un miembro inferior a uno de sus pacientes,
aplico compresas de ácido carbólico, logrando preservar a la herida de
posibles infecciones, comprobando de esta forma que su hipótesis era digna
de ser considerada y tomada en cuenta. En otro orden de ideas y sin el afán
de distorsionar este hecho, me parece pertinente citar que si bien, había
logrado ganarle la lucha a los gérmenes, su procedimiento no era del todo
adecuado, por los daños colaterales que ocasionaba la aplicación de esta
sustancia antiséptica; lo plausible en este caso, fue la consciencia que tuvo
de esta realidad, por lo tanto se afanó por minimizar este inconveniente. Así
lo trascendental de su aporte, es que hizo evidente la existencia de agentes
patógenos causantes de enfermedad y dio la debida importancia a la práctica
antiséptica iniciada por Semmelweis, aún sin conocer su historia.
La teoría del germen de la enfermedad y las prácticas antisépticas, acabaron
siendo recibidas por los hospitales europeos en la década de 1880; también
es conveniente mencionar que la vieja concepción de las enfermedades
predominante en Europa a mediados de siglo XIX, fue evolucionando ya
hacía finales de ese siglo, en una concepción más etiológica de la
enfermedad. Las ideas y propuestas de Pasteur fueron precisamente las
impulsoras para que los hospitales se abrieran a las prácticas antisépticas
que no solo beneficiaron a la medicina sino a la humanidad entera.
De esta esta forma reconocemos que Pasteur, dio el impulso necesario a las
ideas etiológicas, además sentó las bases para el trabajo de Lister y el
movimiento que lleva su nombre. Pero, existe otra cuestión digna de ser
considerada ¿Cuáles fueron las bases en que se apoyó Pasteur para dar
impulso a su movimiento?, dentro de los factores sociales que favorecieron el
quehacer científico de Pasteur, tenemos por una parte, los acontecimientos
bélicos que desembocaron en una desgracia militar durante la guerra que
Francia sostuvo en el año de 1870, y por el otro lado, a raíz de lo anterior el
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surgimiento del movimiento higienista. Pero es conveniente recurrir a un
análisis más macro-social para contextualizar las ideas de Pasteur. De
acuerdo con Latour, la revolución médica llevada por este personaje es una
deformación hagiográfica que implica el resultado de una multitud de actores
y una compleja malla de causas diversas, en el periodo histórico que se
desarrolla la guerra franco-prusiana. Francia sale derrotada e
inesperadamente en su país se engendra la idea de “regeneración del
hombre”, cuyo ideal era la reconstitución y la reorganización de la vida
humana. Esta idea de regeneración estuvo estrechamente asociada al
movimiento higienista, el cual pretendía elevar la calidad de vida y la calidad
moral de los ciudadanos, mediante la limpieza, el orden, el urbanismo, la
protección del consumidor y la defensa del medio ambiente.
Una vez abordados los factores sociohistóricos que favorecieron el
movimiento impulsado por Pasteur, es obligatorio dar también el valor debido
a su contribución científica, que parte desde sus intereses por estudiar las
causas de la fermentación, y que logra aportes sumamente loables a la
posteridad como lo es la pasteurización, la polarización de la luz, la
prevención de la rabia, la mejora en la producción de seda francesa, el
mejoramiento en el proceso de fermentación del vino; y por lo que respecta
al tema que nos incumbe, retomó con entusiasmo las aportaciones de
Edward Jenner, el descubridor de la vacunación, y buena parte de las ideas
de Lister. Y es a partir de sus experimentos, que Pasteur, a diferencia de
Semmelweis, que nunca habló de microorganismos, identificó el agente
causal de la fiebre puerperal, el Estreptococos pyogenes. Después de ese
descubrimiento habló de la necesidad de utilizar métodos antisépticos en el
lavado de las manos y en el instrumental quirúrgico; lo cual connota el triunfo
evidente de la antisepsia, propuesta inicial e infructífera de Semmelweis.
Cuarta parte
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En el capítulo cuarto, encontramos el legado filosófico, es decir, los aspectos
positivos y benéficos de este acontecimiento médico, producto del estudio de
la ciencia a partir de este interesante episodio histórico de la ciencia y que
estimula a una reflexión profunda sobre este tópico. Esta parte esgrime cierta
atención, para comprender adecuadamente la dinámica propia de la ciencia,
para comprender adecuadamente la generación de ideas en ciencia, y tener
presente sobre todo, que para lograr la aceptación por las comunidades
científicas de esas ideas, hay que saber vincular los datos a los hechos
mismos.
Aludiendo a Rudolf Virchow, uno de los más obstinados adversarios de
Semmelweis en la época, decía: “Los hechos desnudos son armas dudosas,
y estos hechos deben ir acompañados de otras cosas, y a estas otras cosas
debe prestar atención el estudioso de la ciencia”. Pero, ¿Cuáles son estas
otras cosas que deben acompañar a los hechos?; resultado del análisis
expuesto en las parte que anteceden, podemos inferir que estas cosas
comprenden equipos, prácticas, instituciones, contextos profesionales, todo
juega un papel muy importante en el puzzle de los hechos científicos, para
entender por qué se proponen ciertas ideas, por qué tienen una dinámica de
aceptación y no tienen otra. Por ejemplo, para explicar por qué, las prácticas
antisépticas a pesar de que en 1848, habían demostrado ser efectivas, no se
implantan en los hospitales europeos hasta 1880.
¿Por qué transcurren tres décadas?, ¿Por qué tantos años?, la única forma
de explicarlo es prestando atención a esas otras cosas que acompañan al
desarrollo de la ciencia, a las personas, a los hospitales, a los contextos, a
las instituciones que son muy importantes y que no menoscaban en lo
absoluto la importancia y la relevancia social de la ciencia.
En sentido inverso, como en cualquier otra empresa humana, tiene un
aspecto social, político, cultural que es al que hay que prestar atención,
además de considerar a los hechos mismos y a las teorías que los sustentan,
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que son muy importantes, desde luego, pero que por sí solas no permiten
explicar por qué la ciencia avanza del modo en que lo hace.
Otra pregunta que tiene lugar es ¿Por qué se eligió el campo de la medicina
para ejemplificar las imbricaciones de la ciencia?, tal vez porque es una
ciencia y a la vez no es solamente una ciencia, es mucho más que una
ciencia, pero muy poco atendida, desde la reflexión filosófica y en general
desde el estudio de la ciencia o las ciencias sociales. Existe una buena
tradición de historiadores de la medicina, con excelentes historiadores de
muchos países, pero la comunicación que ha existido entre la comunidad de
filósofos de la ciencia y la comunidad de historiadores de la ciencia es una
comunicación muy limitada y distanciada. De esta forma el autor considera
que la medicina es una ciencia extraordinaria o “posnormal”, en la que se
pueden apreciar muchas cosas interesantes, si es estudiada desde una
perspectiva de la filosofía, aprovechando la riqueza que la medicina ofrece
para extraer conclusiones filosóficas. En forma particular es de gran interés
para la filosofía de la ciencia, el ver más allá de sí misma, prestar atención a
lo que hacen las disciplinas afines o anexas, que también se han ocupado de
reflexionar sobre la ciencia, como la sociología de la ciencia, la historia de la
ciencia entre otras. De esta forma se estima conveniente la colaboración y
atención que debe prestarse hacía esas otras disciplinas, ya que
normalmente siempre se acaba enriqueciendo el marco conceptual y el
marco de análisis de la propia filosofía, percibiéndose a lo largo de la lectura
un enfoque naturalista, como enfoque que se abre, un enfoque que busca las
herramientas y los instrumentos para ofrecer un análisis más rico y
abundante sobre el quehacer científico.