el triunfo de la antisepsia

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1 ENSAYO SOBRE EL TRIUNFO DE LA ANTISEPSIA "La historia de la ciencia es siempre más rica que su reconstrucción racional. Pero la reconstrucción racional o historia interna es primaria, la historia externa es solo secundaria ya que los problemas más importantes de la historia externa son definidos por la historia interna. Lakatos, Imre (1975) El presente ensayo tiene como propósito fundamental, traer a la luz y explicar los factores no epistémicos, que incidieron tanto en el fracaso como en el triunfo de la antisepsia. Es también un intento documental por dar una explicación basada en el contexto socio-histórico de la época en que se sitúa la génesis profiláctica de la quehacer médico en las instituciones de salud pública y a su vez de determinar los vectores que incidieron negativamente para que la teoría de Ignaz Semmelweis no prosperara, ni tuviera aceptación inmediata en su gremio, pese a las evidencias ofrecidas de su parte; esta problemática conlleva a las siguiente interrogante ¿Cuáles fueron los obstáculos más significativos que no pudo superar Semmelweis, para lograr la aceptación de su propuesta?; por otra parte, es conveniente realizar una análisis de los diversos acontecimiento que favorecieron a Louis Pasteur para que consolidará la adopción y la aceptación de la visión etiológica en la medicina,

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ENSAYO SOBRE EL TRIUNFO DE LA ANTISEPSIA

"La historia de la ciencia es siempre más rica que su reconstrucción racional. Pero

la reconstrucción racional o historia interna es primaria, la historia externa es solo

secundaria ya que los problemas más importantes de la historia externa son

definidos por la historia interna”.

Lakatos, Imre (1975)

El presente ensayo tiene como propósito fundamental, traer a la luz y

explicar los factores no epistémicos, que incidieron tanto en el fracaso como

en el triunfo de la antisepsia. Es también un intento documental por dar una

explicación basada en el contexto socio-histórico de la época en que se sitúa

la génesis profiláctica de la quehacer médico en las instituciones de salud

pública y a su vez de determinar los vectores que incidieron negativamente

para que la teoría de Ignaz Semmelweis no prosperara, ni tuviera aceptación

inmediata en su gremio, pese a las evidencias ofrecidas de su parte; esta

problemática conlleva a las siguiente interrogante ¿Cuáles fueron los

obstáculos más significativos que no pudo superar Semmelweis, para lograr

la aceptación de su propuesta?; por otra parte, es conveniente realizar una

análisis de los diversos acontecimiento que favorecieron a Louis Pasteur

para que consolidará la adopción y la aceptación de la visión etiológica en la

medicina, propuesta inicialmente por Semmelweis y que se consolida con la

teoría del germen; surgiendo ante esta fenómeno una segunda interrogante:

¿Qué factores confluyeron y facilitaron la asimilación de las propuestas de

Pasteur?, lo cual no solo significó un cambio del paradigma médico

predominante en Europa decimonónica, heredada del legado Hipocrático-

Galeno, sino también el nacimiento de la medicina moderna. Es conveniente

también señalar que este trabajo estaría inconcluso, si no tomáramos en

cuenta el papel sustancial que representó la instrumentación en el ámbito de

la medicina y sobre todo ante la adopción del estetoscopio en la práctica

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médica (símbolo emblemático de esta profesión) y el microscopio como

instrumento usual en la investigación científica (También emblemático).

El texto de referencia para este trabajo y alrededor del cual giran mis

interrogantes, reflexiones, investigaciones y concepciones es el “El triunfo de

la antisepsia” de López Cerezo, José Antonio, quién desde una óptica

filosófica naturalista de la ciencia, nos da un panorama suficientemente basto

en referencias socio-históricas y abundante en cuanto a los llamados

estudios sociales de la ciencia, denominados también como “ciencia,

tecnología y sociedad” (CTS); los cuales conforman un campo de estudio y

trabajo definidos, asumidos en un intento de dimensionar socialmente a la

ciencia y orientados a la preservación de la fuerza transformadora que la ha

caracterizado. Cuyo trabajo puede ser considerado una sólida contribución a

la reflexión sobre la filosofía de la ciencia.

El desarrollo de este trabajo será siguiendo la estructuración propia del libro,

esto es, en cuatro partes tomando como referencia sus cuatro capítulos.

Primera parte

En este primer apartado se analiza el contexto socio-histórico de Ignaz

Semmelweis, médico de origen húngaro, que trabajó a mediados del siglo

XIX, en el Hospital General de Viena. Esta historia es una un tanto

conmovedora, porque él, en aquel hospital, tuvo la decisión y valentía de

hacer frente a graves problemas de índole clínica, ante una enfermedad

denominada fiebre postparto o fiebre puerperal; que ante su presencia las

mujeres contraían una fiebre muy alta después de parir, y en porcentajes

muy considerables morían por esta causa; sin embargo nadie daba la

debida importancia a este fenómeno, que normalmente era atribuido a

“influencias epidémicas”, pensamiento prevaleciente en esa época en

términos de “cambios atmosféricos-cósmicos-telúricos” propio de una visión

neohipocrática. Así también me parece conveniente señalar que en la

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Europa del siglo XIX la mujer aún cargaba notablemente con el fantasma de

la discriminación de género, heredada de la tradición católica, de tal suerte

que la comunidad médica de aquel entonces, consideraba esta enfermedad

como propia de la mujer, motivo por el cual no atraía suficientemente la

atención de los médicos que en su generalidad eran varones.

El mismo doctor Johann Klein en su papel de director del hospital de Viena,

aseveraba que “la enfermedad era inevitable”; este pensamiento refleja su

postura resignada ante la proliferación de este mal; no obstante que fue jefe

inmediato de Semmelweis, nunca dio crédito ni impulsó las propuestas de

este último nombrado, sin embargo durante el tiempo que lo tuvo como

subordinado, le permitió que realizara sus experimentos y que se adoptaran

las prácticas antisépticas sugeridas por él; empero se presume que nunca

estuvo de acuerdo con los resultados obtenidos, y si bien, daba crédito a las

evidencias obtenidas, posiblemente pudo haberse sentido amenazado y ante

el temor de ser desplazado, se opuso tanto a Semmelweis como a sus

teorías.

La fiebre puerperal era un enigma en esa época, debido a que no existían

estudios ni investigaciones científicas previas, que buscaran encontrar una

solución a este problema, del mismo modo la instrumentación médica era

muy precaria, por ejemplo, en el campo de la obstetricia, el único instrumento

que se utilizaba era el forcet; pese a que en la primeras décadas del siglo

XIX, el médico francés René Laennec daba ya un paso decisivo en la

instrumentación médica, al inventar y utilizar el estetoscopio, que con el

transcurso del tiempo y ante su efectividad, se constituyó en un instrumento

indispensable en la profesión médica.

Por su parte, en el terreno de la investigación médica, Semmelweis fue el

primer autor que desarrolló técnicas antisépticas efectivas para prevenir la

infección, y por lo tanto, prevenir la muerte de las pacientes ingresadas; tal

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vez su quehacer no conto con una metodología definida o sistemática, su

práctica puede considerar como de “prueba y error”, mas no por esta razón

menos eficiente en términos efectivos y pragmáticos.

Cabe aclarar, que a mediados del siglo XIX, los hospitales públicos gratuitos

eran lugares muy insalubres, donde raramente los médicos y enfermeras se

lavaban las manos. Por otro lado, para comprender en parte la insalubridad

de las instituciones de salud, es menester señalar que las maternidades

públicas europeas de esa época, atendían a mujeres en condiciones sociales

muy devastadas, como lo eran: madres solteras, prostitutas o bien mujeres

en situación de pobreza y que a su ingreso se encontraban en un estado

físico muy deplorable. Ante esta situación no es de extrañar que la

enfermedad fuera atribuida por parte de algunos médicos, a ciertos

desajustes morales propiciado por las propias mujeres. Este tipo de

comportamiento queda de manifiesto en el caso del médico francés S.

Témoin cuando menciona: “las afecciones morales son una de las causas

más importantes para el desarrollo de la fiebre puerperal…”, consideración

que suena muy trivial en nuestros días, pero que inmersa en el contexto

socio-cultural de la época, tenía mucho peso en cuanto a credibilidad y

justificación.

Regresando al caso de Semmelweis y ante esta macrovisión, no resulta

extraño que en el hospital de Viena los médicos y los estudiantes de

medicina practicaran reconocimientos y maniobra médicas a las parturientas,

después de haber realizado autopsias en los anfiteatros, con las manos

contaminadas de “materia cadavérica” proveniente de los cuerpos inertes

bajo estudio, impregnadas incluso con el hedor característico del cadáver.

Esta situación puede imaginarse en la actualidad, como una atrocidad e

irresponsabilidad médica, que ocasionaría inevitablemente un número

significativo de muertes, pero en aquel entonces, se desconocía el papel de

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los microorganismos en la transmisión de las enfermedades. De tal forma

que la ignorancia “justificaba” la insalubridad prevaleciente.

Semmelweis lo que emprendió, fue hacerle frente a ese enigma: ¿por qué

morían tantas mujeres en cierta clínica de ese hospital?, y descubrió la

conexión entre las autopsias y las mujeres muertas, tras el reconocimiento

médico. Los métodos que concibió y puso en práctica para contrarrestar los

efectos nocivos y que son descritos en el primer capítulo, fueron sumamente

sencillos, recomendó una desinfección cuidadosa de las manos antes de

cualquier reconocimiento obstétrico, el cual fue un éxito clínico, hasta el

punto de que bajó considerablemente el porcentaje de mujeres infectadas, y

por lo tanto, de muertes en la clínica en donde él trabajaba. La solución

antiséptica que empleo fue sal cluorada, por ser la sustancia que utilizaban

en aquel hospital, más adelante se utilizarían otros agentes antisépticos,

como el ácido carbónico. Esto es lo que se describe en el capítulo primero “el

gran triunfo”, un triunfo muy local, porque se circunscribió al Hospital General

de Viena, atribuido a Semmelweis frente a la enfermedad de la fiebre de

postparto o fiebre puerperal.

Segunda parte

El segundo capítulo del libro es un capítulo un tanto trágico, porque describe

los intentos infructuosos de Semmelweis y otros colaboradores, por intentar

que los demás hospitales europeos reprodujesen las técnicas antisépticas

que tanto éxito habían conseguido en el hospital de Viena; obteniendo no

obstante, un rotundo fracaso, pese a las evidencias ofrecidas. Este fracaso

se atribuye a múltiples y complejos factores, algunos de ellos muy

interesantes, por ejemplo, uno de los motivos contundentes fue la conflictiva

y difícil personalidad de este médico; por otra parte, su filiación ideológica

que podría considerarse en nuestros días como de corte izquierdista,

represento un factor determinante para que fuera despedido del hospital de

Viena, curiosamente, con su ausencia también se extinguieron las prácticas

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antisépticas que había logrado implantar; en consecuencia, volvió a crecer

terriblemente la infección y por ende el número de muertes de las mujeres

que eran ahí asistidas.

Por su parte, a pesar de la publicidad que se le dio a sus ideas y a los

porcentajes de efectividad que respaldaban el éxito de la práctica, en la

mayoría de los hospitales europeos de la época, no se dignaron a aceptar

esas ideas e implantar las prácticas propuestas. Por este motivo, siguieron

muriendo mujeres y también otro tipo pacientes en las mesas quirúrgicas

durante un lapso de tres décadas más, y no fue sino hasta 1880, es decir 30

años después, cuando por fin consiguieron abrirse paso en los hospitales,

primeramente parisinos, después europeos, y finalmente internacionales, las

ideas y prácticas antisépticas, pero las dificultades que encontró

Semmelweis, no fueron solamente por su carácter conflictivo; sino también

por otros motivos sumamente interesantes para nuestro estudio.

Uno motivo crucial, fueron las ideas médicas revolucionarias, que tenía

Semmelweis, que significaban un rompimiento de las concepciones y

prácticas médicas que predominaban en la época, por esa razón, eran tan

difíciles de ser aceptadas sus propuestas, ya que su comunidad médica

coetánea, asociaba las ideas y las prácticas, sin hacer una distinción objetiva

entre ambas manifestaciones; por una parte las prácticas estaban

funcionando, pero venían respaldadas por unas ideas que transgredían el

ideario predominante; era una propuesta completamente nueva, que no

encontraban acomodo dentro del cuerpo del conocimiento médico a

mediados del siglo XIX. ¿Qué ideas eran éstas?, eran las ideas que daban

pie a la génesis de la etiología en el campo médico, debido a que explicaban

la enfermedad en base a la agresión de agentes patógenos externos.

Esas eran las ideas que muchos médicos no estaban todavía en condiciones

de asimilar. Esta incomprensión es evidente, pues representaba salirse de

sus cánones y creencias, lo que a su vez provocaría el advenimiento de un

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nuevo paradigma con su respectiva propuesta teórica; por lo tanto, como

resultado de esta resistencia ideológica, se mantenían firmes a profesar con

apego a la teoría anatomopatológica de la enfermedad y no daban cabida a

la idea de que la enfermedad se podía deber a la agresión de agentes

patógenos externos, para ellos, más bien se debía a lesiones anatómicas

internas, que eran puestas de manifiesto post mortem, a través de la

autopsia, esta práctica era su base para identificar las enfermedades, por tal

motivo, los padecimiento más comunes, entre ellos, la fiebre puerperal, eran

normalmente atribuidas a una multitud de causas distintas.

La plausible innovación de Semmelweis es atribuida a su valor de no aceptar

pasivamente las ideas contemporáneas, y a su afirmación de que la fiebre

puerperal tenía una causa única, una condición necesaria, que era la

infección, originada por “materia cadavérica” y que más tarde llamo “materia

pútrida”, de procedencia exterior al cuerpo humano. En este sentido hay que

aclarar que Semmelweis no manejaba todavía el concepto de microbio o el

concepto de microorganismo, para dar una explicación de origen de las

enfermedades. Este concepto fue propuesto años más tarde por Luis Pasteur

en su teoría del germen de la enfermedad.

Conviene citar que muchos médicos, sobre todo en la Europa continental,

atribuían a la fiebre puerperal o fiebre de postparto un carácter epidémico,

utilizando una diversidad de teorías, incluso, una teoría muy sui generis era

la teoría láctea. Esta teoría provenía de la Academia Francesa de Ciencias,

la cual aseveraba que durante el embarazo se produce yuxtapuesta a la

corriente sanguínea una circulación de la leche materna, esta se dirige

inicialmente al útero y tras el parto se direcciona a los pechos. Por lo

consiguiente cuando hay algún problema derivado de alguna lesión interna o

algún problema del funcionamiento del organismo, esa lesión se puede dirigir

por ese mismo mecanismo a otros lugares del cuerpo e introduce

inflamaciones, que se manifestaban precisamente como fiebre puerperal.

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Así también encontramos la teoría humoral proveniente de los legados

Hipocráticos; en el período neoclásico en Europa, esta teoría dominó la

práctica de la medicina, en ocasiones resultando en situaciones un tanto

dramáticas. Prácticas típicas del siglo XVIII y que prevalecían aún en el siglo

XIX, como el sangrado o la aplicación de calor resultado de la teoría de los

cuatro humores. En esencia, esta teoría sostiene que el cuerpo humano está

lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores (líquidos), cuyo

equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las

enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de

alguno de estos cuatro humores.

Como observamos, en el terreno de las justificaciones, sobraba material

teórico para justificar la renuencia al cambio de prácticas, sin embargo,

desde mi perspectiva el aludir a diversas y polémicas teorías, infiere más una

forma de guardar las apariencias del status médico en ese periodo histórico;

que una pretensión genuina por racionalizar sus argumentos.

Por último, en esta parte del ensayo abarcamos la problemática afrontada

por Semmelweis, y que en su momento no pudo prosperar, y no

precisamente porque no tuviera razón, sino porque las condiciones sociales,

políticas y culturales no fueron las propicias para el cambio que él proponía;

ante el análisis de estos acontecimientos, me surge la pregunta ¿Qué tan

racional es la ciencia?, pregunta factible si consideráramos a la ciencia como

como identidad pura y neutra, sin embargo esto sería entremeterme en el

campo del idealismo. Por esta y otras razones, creo más conveniente

replantear la pregunta en los siguientes términos: ¿Qué tan racionales somos

los seres humanos?, si ante las evidencias no hacemos más que cerrar los

ojos en pro de nuestros intereses, en fin.

Tercera parte

El tercer capítulo se refiere al triunfo de la antisepsia. Semmelweis intentó

que las prácticas, sobre todo antisépticas, fuesen aceptadas por sus colegas

médicos. Sin embargo, no lo consiguió, pese a que la fiebre puerperal era

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una enfermedad catastrófica, que durante varios años aquejó a varios

hospitales de la Europa decimonónica e inclusive llegó hasta matar al 30%

de las mujeres ingresadas en los hospitales para atender su parto. Es decir,

el efecto letal de la enfermedad se debía a las condiciones escasamente

higiénicas, las cuales prevalecían en la vida hospitalaria de la época;

Semmelweis lo intentó vanamente, pero, obviamente, la antisepsia acabó

triunfando. ¿Por qué acabó triunfando?, la respuesta es conformada en el

capítulo tercero, en donde se abarca a los autores de este acontecimiento,

así como sus propuestas teóricas, abordando también las ideología que

impulsó a este fenómeno, teniendo en sobre todo en consideración el

contexto en que se desarrolla y consolida esta acontecimiento médico.

Los hombres que consolidaron el proyecto de la antisepsia fueron el cirujano

británico Joseph Lister, y el francés Louis Pasteur. La postura errónea de la

comunidad médica que les antecede, por fin cedió ante la aceptación e

introducción de la teoría del germen de la enfermedad, y las fehacientes

pruebas ofrecidas por estos autores. La comunidad científica internacional

terminó siendo persuadida de que las enfermedades sí podían ser causadas

por gérmenes patógenos externos, cuando Pasteur hizo públicos sus

hallazgos, descubriendo y describiendo incluso, la bacteria más común en la

fiebre puerperal en el año de 1879.

Por su parte, la contribución de Lister a la antisepsia inicia desde que

manifiesta su preocupación ante el acontecer de la medicina en sus tiempos,

la cual quedaba de manifiesto cuando señalaba “un hombres yaciendo en la

mesa de operaciones de uno de nuestros hospitales quirúrgicos se encuentra

más expuesto al peligro de muerte que un soldado inglés en el campo de

batalla de Waterloo”, indudablemente él tenía conciencia de las condiciones

precarias e insalubres que prevalecían en las instalaciones hospitalarias de

aquellos tiempos y que originaban que la septicemia fuera una de las

principales enfermedades, sobre todo en las salas de cirugía y que

ocasionaba demasiadas muertes. Por su parte Lister desarrollo la hipótesis

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de que las infecciones postoperatorias eran debidas a la acción de

gérmenes. Este idea fue la que guio sus experimentos en su práctica médica,

cuando después de emputar un miembro inferior a uno de sus pacientes,

aplico compresas de ácido carbólico, logrando preservar a la herida de

posibles infecciones, comprobando de esta forma que su hipótesis era digna

de ser considerada y tomada en cuenta. En otro orden de ideas y sin el afán

de distorsionar este hecho, me parece pertinente citar que si bien, había

logrado ganarle la lucha a los gérmenes, su procedimiento no era del todo

adecuado, por los daños colaterales que ocasionaba la aplicación de esta

sustancia antiséptica; lo plausible en este caso, fue la consciencia que tuvo

de esta realidad, por lo tanto se afanó por minimizar este inconveniente. Así

lo trascendental de su aporte, es que hizo evidente la existencia de agentes

patógenos causantes de enfermedad y dio la debida importancia a la práctica

antiséptica iniciada por Semmelweis, aún sin conocer su historia.

La teoría del germen de la enfermedad y las prácticas antisépticas, acabaron

siendo recibidas por los hospitales europeos en la década de 1880; también

es conveniente mencionar que la vieja concepción de las enfermedades

predominante en Europa a mediados de siglo XIX, fue evolucionando ya

hacía finales de ese siglo, en una concepción más etiológica de la

enfermedad. Las ideas y propuestas de Pasteur fueron precisamente las

impulsoras para que los hospitales se abrieran a las prácticas antisépticas

que no solo beneficiaron a la medicina sino a la humanidad entera.

De esta esta forma reconocemos que Pasteur, dio el impulso necesario a las

ideas etiológicas, además sentó las bases para el trabajo de Lister y el

movimiento que lleva su nombre. Pero, existe otra cuestión digna de ser

considerada ¿Cuáles fueron las bases en que se apoyó Pasteur para dar

impulso a su movimiento?, dentro de los factores sociales que favorecieron el

quehacer científico de Pasteur, tenemos por una parte, los acontecimientos

bélicos que desembocaron en una desgracia militar durante la guerra que

Francia sostuvo en el año de 1870, y por el otro lado, a raíz de lo anterior el

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surgimiento del movimiento higienista. Pero es conveniente recurrir a un

análisis más macro-social para contextualizar las ideas de Pasteur. De

acuerdo con Latour, la revolución médica llevada por este personaje es una

deformación hagiográfica que implica el resultado de una multitud de actores

y una compleja malla de causas diversas, en el periodo histórico que se

desarrolla la guerra franco-prusiana. Francia sale derrotada e

inesperadamente en su país se engendra la idea de “regeneración del

hombre”, cuyo ideal era la reconstitución y la reorganización de la vida

humana. Esta idea de regeneración estuvo estrechamente asociada al

movimiento higienista, el cual pretendía elevar la calidad de vida y la calidad

moral de los ciudadanos, mediante la limpieza, el orden, el urbanismo, la

protección del consumidor y la defensa del medio ambiente.

Una vez abordados los factores sociohistóricos que favorecieron el

movimiento impulsado por Pasteur, es obligatorio dar también el valor debido

a su contribución científica, que parte desde sus intereses por estudiar las

causas de la fermentación, y que logra aportes sumamente loables a la

posteridad como lo es la pasteurización, la polarización de la luz, la

prevención de la rabia, la mejora en la producción de seda francesa, el

mejoramiento en el proceso de fermentación del vino; y por lo que respecta

al tema que nos incumbe, retomó con entusiasmo las aportaciones de

Edward Jenner, el descubridor de la vacunación, y buena parte de las ideas

de Lister. Y es a partir de sus experimentos, que Pasteur, a diferencia de

Semmelweis, que nunca habló de microorganismos, identificó el agente

causal de la fiebre puerperal, el Estreptococos pyogenes. Después de ese

descubrimiento habló de la necesidad de utilizar métodos antisépticos en el

lavado de las manos y en el instrumental quirúrgico; lo cual connota el triunfo

evidente de la antisepsia, propuesta inicial e infructífera de Semmelweis.

Cuarta parte

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En el capítulo cuarto, encontramos el legado filosófico, es decir, los aspectos

positivos y benéficos de este acontecimiento médico, producto del estudio de

la ciencia a partir de este interesante episodio histórico de la ciencia y que

estimula a una reflexión profunda sobre este tópico. Esta parte esgrime cierta

atención, para comprender adecuadamente la dinámica propia de la ciencia,

para comprender adecuadamente la generación de ideas en ciencia, y tener

presente sobre todo, que para lograr la aceptación por las comunidades

científicas de esas ideas, hay que saber vincular los datos a los hechos

mismos.

Aludiendo a Rudolf Virchow, uno de los más obstinados adversarios de

Semmelweis en la época, decía: “Los hechos desnudos son armas dudosas,

y estos hechos deben ir acompañados de otras cosas, y a estas otras cosas

debe prestar atención el estudioso de la ciencia”. Pero, ¿Cuáles son estas

otras cosas que deben acompañar a los hechos?; resultado del análisis

expuesto en las parte que anteceden, podemos inferir que estas cosas

comprenden equipos, prácticas, instituciones, contextos profesionales, todo

juega un papel muy importante en el puzzle de los hechos científicos, para

entender por qué se proponen ciertas ideas, por qué tienen una dinámica de

aceptación y no tienen otra. Por ejemplo, para explicar por qué, las prácticas

antisépticas a pesar de que en 1848, habían demostrado ser efectivas, no se

implantan en los hospitales europeos hasta 1880.

¿Por qué transcurren tres décadas?, ¿Por qué tantos años?, la única forma

de explicarlo es prestando atención a esas otras cosas que acompañan al

desarrollo de la ciencia, a las personas, a los hospitales, a los contextos, a

las instituciones que son muy importantes y que no menoscaban en lo

absoluto la importancia y la relevancia social de la ciencia.

En sentido inverso, como en cualquier otra empresa humana, tiene un

aspecto social, político, cultural que es al que hay que prestar atención,

además de considerar a los hechos mismos y a las teorías que los sustentan,

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que son muy importantes, desde luego, pero que por sí solas no permiten

explicar por qué la ciencia avanza del modo en que lo hace.

Otra pregunta que tiene lugar es ¿Por qué se eligió el campo de la medicina

para ejemplificar las imbricaciones de la ciencia?, tal vez porque es una

ciencia y a la vez no es solamente una ciencia, es mucho más que una

ciencia, pero muy poco atendida, desde la reflexión filosófica y en general

desde el estudio de la ciencia o las ciencias sociales. Existe una buena

tradición de historiadores de la medicina, con excelentes historiadores de

muchos países, pero la comunicación que ha existido entre la comunidad de

filósofos de la ciencia y la comunidad de historiadores de la ciencia es una

comunicación muy limitada y distanciada. De esta forma el autor considera

que la medicina es una ciencia extraordinaria o “posnormal”, en la que se

pueden apreciar muchas cosas interesantes, si es estudiada desde una

perspectiva de la filosofía, aprovechando la riqueza que la medicina ofrece

para extraer conclusiones filosóficas. En forma particular es de gran interés

para la filosofía de la ciencia, el ver más allá de sí misma, prestar atención a

lo que hacen las disciplinas afines o anexas, que también se han ocupado de

reflexionar sobre la ciencia, como la sociología de la ciencia, la historia de la

ciencia entre otras. De esta forma se estima conveniente la colaboración y

atención que debe prestarse hacía esas otras disciplinas, ya que

normalmente siempre se acaba enriqueciendo el marco conceptual y el

marco de análisis de la propia filosofía, percibiéndose a lo largo de la lectura

un enfoque naturalista, como enfoque que se abre, un enfoque que busca las

herramientas y los instrumentos para ofrecer un análisis más rico y

abundante sobre el quehacer científico.