el próximo 16 de octubre, el papa francisco proclamará...

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El beato Manuel visto por el card. Angelo Amato María Magdalena Apóstola de los apóstoles Lectura sugerida Un matrimonio de cine Un nuevo santo para la Iglesia y para el mundo El próximo 16 de octubre, el papa Francisco proclamará santo al beato Manuel González

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El beato Manuel visto por el card. Angelo Amato

María MagdalenaApóstola de los apóstoles

Lectura sugeridaUn matrimoniode cine

Un nuevo santo

para la Iglesia

y para el mundo

El próximo 16 de octubre,el papa Francisco proclamará santo al beato Manuel González

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Editorial: El mejor puesto para la verdadera alegría

Jubileo de los sacerdotes

La liturgia, encuentro con Cristo

Fiesta de santa María Magdalena

Peregrinación a Roma: Canonización del beato Manuel

La canonización en el horizonte

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Formación carismática

Fin de curso en Ciudad Real

La FER en Roma

«Una mirada que me decía mucho y me pedía más» (II)

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Cartelera recomendada

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

30Otro verano más, con mirada eucarística

16 Resonanciasen nuestra Iglesia

de hoy

12Canonización del beato Manuel y

peregrinación a RomaRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada: Foto del beato Manuel González. Boletín Oficial de la Santa Sede del 20 de junio, donde se anuncia la fecha de la canonización del fundador de la Familia Eucarística Reparadora.

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EDITORIAL

El mejor puesto para la verdadera alegría

E l 20 de junio de 2016 será recordado por mucho tiempo en la mente y el corazón de los miembros de la Familia Eucarística Re-

paradora. Ese día, tras el Consistorio presidido por el papa Francisco, se pudo conocer la fecha en la que D. Manuel González, fundador de la FER, será proclamado santo.

Sobre el mediodía, momento en el que la Sa-la de Prensa de la Santa Sede emitió su Boletín Oficial diario, miles de personas comenzaron a soñar y programar, a preguntar e imaginar, có-mo acudir a un evento que es importante en sus vidas. El (aún) beato Manuel, es alguien cerca-no para personas de los más alejados lugares del mundo. Desde España a Filipinas, desde Ar-gentina a Vietnam. Como explicaba en núme-ros anteriores de El Granito la Hna. Ana Mª Pa-lacios, quien estuvo trabajando en el proceso de canonización desde sus inicios, las gracias obtenidas por la intercesión del obispo del Sa-grario abandonado exceden fronteras geográfi-cas y culturales.

El próximo domingo 16 de octubre varios miles de peregrinos nos daremos cita en la Pla-za de San Pedro, con la imponente Basílica ho-mónima como telón de fondo, para orar y agra-decer, para encomendar y suplicar. Otros seis beatos serán canonizados en la misma ceremo-nia: Sor Isabel de la Trinidad, carmelita descal-za, dos mártires (el francés Salomone Leclercq, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y Juan Sánchez del Río, joven mexicano martiri-zado en la Cristiada) y tres sacerdotes (el cura Brochero, argentino beatificado hace tres años, y los italianos Lodovico Pavoni, fundador de los Hijos de María Inmaculada, y Alfonso Maria Fus-co, fundador de la Congregación de las Herma-nas de San Juan Bautista). Una única celebra-ción donde serán canonizados siete beatos, uni-

da a la gran afluencia de peregrinos que acu-den a Roma con motivo del Año de la Miseri-cordia, hacen imaginar que este tercer domin-go de octubre la Plaza de San Pedro estará aba-rrotada de gente. Quienes ya han asistido a en-cuentros masivos en el Vaticano quizá recuer-dan, junto con el gozo propio de estos eventos, corridas y codazos, intentos más o menos fe-cundos para conseguir un puesto con mejor vis-ta y hasta alguna mala cara o palabras disonan-tes cuando los anhelos no tenían un final feliz.

No es sencillo, muchas veces, saber descu-brir cuáles son los mejores puestos ni el mejor camino para conseguirlos. No en vano Jesús ad-virtió: cuando alguien te invite... ocupa el últi-mo lugar (cf. Lc 14, 7-11). Sin embargo, no es raro que sigamos obsesionados con las prime-ras filas o los asientos de preferencia.

Quizá es porque no hemos descubierto aún la paz y el gozo que provienen de los últimos puestos o, simplemente, de saber ocupar nues-tro lugar. Todos los asistentes a la ceremonia de canonización seremos parte de un momen-to histórico. Lo mismo quien está en la última fila, quien ha conseguido ser de los primeros e, incluso, quien pueda verlo todo en detalle por no haber podido desplazarse a Roma y lo siga a través de la televisión o internet.

Lo que hace valioso cada momento de nues-tras vidas no es el puesto que ocupamos en ellos sino quién nos regala cada uno de esos instan-tes y no cesa de cuidarnos, bendecirnos, acom-pañarnos. ¡Cuánta alegría y emoción brotan en los últimos puestos! En ellos suele ser más fá-cil reconocer a Dios a nuestro lado e ir a lo esen-cial. El Señor de la Vida y de la alegría, que nos regala ser dueños de nuestra existencia, nos lle-ne del gozo verdadero, ese que solo puede bro-tar en los verdaderos mejores puestos... «

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E l santo padre impartió cada una de las tres me-ditaciones en cada basílica: a las 10.00, a las 12.00 y a las 16.00 horas. El día 3 celebró con

todos la Santa Misa en la Plaza de San Pedro. Du-rante la misma pronunció la siguiente homilía:

El Corazón del Buen PastorLa celebración del Jubileo de los Sacerdotes en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos in-vita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces más sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. Y hoy nos fijamos en dos corazones: el del Buen Pas-tor y nuestro corazón de pastores.

El corazón del Buen Pastor no es solo el cora-zón que tiene misericordia de nosotros, sino la mi-sericordia misma. Ahí resplandece el amor del Pa-dre; ahí me siento seguro de ser acogido y com-prendido como soy; ahí, con todas mis limitacio-nes y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegi-do y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el pri-mer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echa-do las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5).

El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por ven-cido. En él vemos su continua entrega sin confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos ca-da vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el ex-tremo» (Jn 13,1); no se detiene, va hasta el final, sin imponerse nunca.

Jubileo de los sacerdotes

En la Eucaristíareencontramos nuestra identidad de pastores

Con ocasión del Jubileo de los sacerdotes y seminaristas, que se celebró el 3 de junio, Solemnidad del Corazón de Jesús, el papa Francisco les predicó un retiro espiritual el

día anterior. Debido a la gran afluencia, los sacerdotes fueron distribuidos en las Basílicas de San Juan de Letrán, Sta. María la Mayor y San Pablo Extramuros.

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El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, polarizado especialmente en el que está alejado; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie.

Traspasado por el amor Ante el Corazón de Jesús nace la pre-gunta fundamental de nuestra vida sacerdotal: ¿A dónde se orienta mi corazón? Pregunta que nosotros sacer-dotes tenemos que hacernos muchas veces, cada día, cada semana: ¿A dón-de se orienta mi corazón? El ministe-rio está a menudo lleno de muchas iniciativas, que lo ponen ante diver-sos frentes: de la catequesis a la litur-gia, de la caridad a los compromisos pastorales e incluso administrativos.

En medio de tantas actividades, permanece la pregunta: ¿En dónde se fija mi corazón? Viene a mi memo-ria esa oración tan bonita de la litur-gia: «Ubi vera sunt gaudia…». ¿A dónde apunta, cuál es el tesoro que busca? Porque –dice Jesús– «donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Todos nosotros tenemos debilidades, también pecados. Pero vayamos a lo profundo, a la raíz: ¿Dón-de está la raíz de nuestras debilida-des, de nuestros pecados? Es decir: ¿Dónde está el tesoro que nos aleja del Señor?

Los tesoros irreemplazables del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros. Él pasaba sus jornadas entre la oración al Padre y el en-cuentro con la gente. No la dis-tancia, sino el encuentro. Tam-bién el corazón del pastor de Cristo conoce solo dos direc-ciones: el Señor y la gente.

El corazón del sacerdote es un cora-zón traspasado por el amor del Se-ñor; por eso no se mira a sí mismo –no debería mirarse a sí mismo– si-no que está dirigido a Dios y a los her-manos. Ya no es un corazón bailarín, que se deja atraer por las seducciones del momento, o que va de aquí para allá en busca de aceptación y peque-ñas satisfacciones. Es más bien un co-razón arraigado en el Señor, cautiva-do por el Espíritu Santo, abierto y dis-ponible para los hermanos. Y ahí re-suelve sus pecados.

Para ayudar a nuestro corazón a que tenga el fuego de la caridad de Jesús, el Buen Pastor, podemos ejer-citarnos en asumir en nosotros tres formas de actuar que nos sugieren las Lecturas de hoy: buscar, incluir y alegrarse.

Incansable buscadorBuscar. El profeta Ezequiel nos re-cuerda que Dios mismo busca a sus ovejas (cf. 34,11.16). Como dice el Evangelio, «va tras la descarriada has-ta que la encuentra» (Lc 15,4), sin dejarse atemorizar por los riesgos; se aventura sin titubear más allá de los lugares de pasto y fuera de las ho-ras de trabajo. Y no se hace pagar lo extraordinario. No aplaza la búsque-da, no piensa: «Hoy ya he cumplido con mi

deber, y tal vez me ocuparé mañana», sino que se pone de inmediato ma-nos a la obra; su corazón está inquie-to hasta que encuentra esa oveja per-dida. Y, cuando la encuentra, olvida la fatiga y se la carga sobre sus hom-bros todo contento. A veces tiene que salir para buscarla, para hablar, per-suadir; otras veces debe permanecer ante el Sagrario, luchando con el Se-ñor por esa oveja.

Así es el corazón que busca: es un corazón que no privatiza los tiempos y espacios. ¡Ay de los pastores que privatizan su ministerio! No es celo-so de su legítima tranquilidad –legí-tima, digo; ni siquiera de esa–, y nun-ca pretende que no lo molesten. El pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nom-bre, aunque sea calumniado como Je-sús. Sin temor a las críticas, está dis-puesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor. «Bienaventurados cuando os insulten, os persigan…» (Mt 5,11).

El pastor según Jesús tiene el co-razón libre para dejar sus cosas, no vi-ve haciendo cuentas de lo que tiene y de las horas de servicio: no es un contable del espíritu, sino un buen samaritano en busca de quien tiene necesidad. Es un pastor, no un ins-pector de la grey, y se dedica a la mi-sión no al cincuenta o sesenta por ciento, sino con todo su ser.

Al ir en busca, encuentra, y en-cuentra porque arriesga. Si el pastor no arriesga, no encuentra. No se que-da parado después de las desilusio-nes ni se rinde ante las dificultades; en efecto, es obstinado en el bien, un-gido por la divina obstinación de que nadie se extravíe. Por eso, no solo tie-ne la puerta abierta, sino que sale en busca de quien no quiere entrar por ella. Y como todo buen cristiano, y como ejemplo para cada cristiano, siempre está en salida de sí mismo. El epicentro de su corazón está fuera de él: es un descentrado de sí mismo,

centrado solo en Jesús. No es atraí-do por su yo, si-

no por el tú de Dios y por el nosotros de los hombres.

Incluir siempreSegunda palabra: incluir. Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (cf. Jn 10,11-14). Su rebaño es su fa-milia y su vida. No es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que ca-mina con ellas y las llama por su nom-bre (cf. Jn 10,3-4). Y quiere reunir a las ovejas que todavía no están con él (cf. Jn 10,16).

Así es también el sacerdote de Cristo: está ungido para el pueblo, no para elegir sus propios proyectos, sino para estar cerca de las personas concretas que Dios, por medio de la Iglesia, le ha confiado. Ninguno es-tá excluido de su corazón, de su ora-ción y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de padre, acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; no despre-cia a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos.

El Buen Pastor no conoce los guantes. Ministro de la comunión,

que celebra y vive, no pretende los saludos y felicitaciones

de los otros, sino que es el primero en ofre-

cer la mano, desechando

cotilleos, juicios y venenos. Escucha con paciencia los problemas y acom-paña los pasos de las personas, pro-digando el perdón divino con gene-rosa compasión. No regaña a quien abandona o equivoca el camino, sino que siempre está dispuesto para rein-sertar y recomponer los litigios. Es un hombre que sabe incluir.

La alegría del amorAlegrarse. Dios se pone «muy con-tento» (Lc 15,5): su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa. La alegría de Jesús, el Buen Pas-tor, no es una alegría para sí mismo, sino para los demás y con los demás, la verdadera alegría del amor. Esta es también la alegría del sacerdote.

Él es transformado por la miseri-cordia que, a su vez, ofrece de mane-ra gratuita. En la oración descubre el consuelo de Dios y experimenta que nada es más fuerte que su amor. Por eso está sereno interiormente, y es fe-liz de ser un canal de misericordia, de acercar el hombre al corazón de Dios. Para él, la tristeza no es lo normal, si-no solo pasajera; la dureza le es aje-na, porque es pastor según el corazón suave de Dios.

Queridos sacerdotes, en la cele-bración eucarística encontramos ca-da día nuestra identidad de pasto-res. Cada vez podemos hacer verda-deramente nuestras las palabras de Jesús: «Esto es mi cuerpo que se en-trega por vosotros». Este es el sen-tido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, pode-

mos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación. Os agradezco vuestro «sí», y

por tantos «sí» escondidos de todos los días, que solo el Se-ñor conoce. Os doy gracias

por vuestro «sí» para dar la vida unidos a Jesús: aquí es-tá la fuente pura de nues-

tra alegría.Papa Francisco

El buen pastor a veces tiene que salir y, otras,

necesita permanecer ante el Sagrario

«El Buen Pastor». Mausoleode Galla Placidia (425).Rávena (Italia).

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La liturgia, encuentro con Cristo

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C uando hablamos los cristianos de tipología nos referimos a la interpretación de algunos per-

sonajes e historias del Antiguo Tes-tamento que anuncian su cumplimien-

to en el Nuevo. En sentido teológico o sagrado un tipo puede definirse co-mo un símbolo o prefiguración de al-go futuro. Lo que de ese modo se pre-figura se denomina antitipo.

Así, entendemos que la Eucaris-tía estaba ya prefigurada en el Anti-guo Testamento y de ella encontra-mos algunos tipos o prefiguraciones que el Leccionario de la liturgia se com-place en mostrar y concordar con el Evangelio. Veamos las tres posibilida-

des que se encuentran en los ciclos li-túrgicos (año A, año B y año C).

El manáLa tipología más evidente de la Eu-caristía es la del maná en el desierto. Esta prefiguración la puso de mani-fiesto el mismo Señor en su discurso del pan de vida. La lectura del Deu-teronomio (8,2-3. 14b-16a) del ciclo A en la solemnidad del Corpus re-cuerda cómo Dios salvó a su pueblo de Egipto, lo condujo por el desier-to y lo cuidó; a continuación, como un eco, el salmo responsorial canta-rá: «Te sacia con flor de harina» (Sal 147). Todo esto es tipo y figura del sacramento de la Eucaristía, el pan que Cristo mismo da. Así, esta lectu-ra y el salmo quedan desvelados en el Evangelio de esa solemnidad: «Es-te es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que co-me de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51-59).

La sangre de la AlianzaEn el ciclo B, para la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, se ofrece otra tipología que, anunciada en la 1ª lectura, encuentra su verdad y pleni-tud en el Evangelio. El libro del Éxo-do (24,3-8) señala cómo la sangre es la vida misma y, así, la sangre de los sacrificios sirve para sellar una alian-za de vida con todo el pueblo: «To-mó Moisés la sangre y roció al pue-blo diciendo: Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con voso-tros, sobre todos estos mandatos».

A lo largo del Año litúrgico, el Leccionario –que contiene las lecturas de la Misa– va a ofrecer la tipología de la Eucaristía en dos momentos distintos: en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo y en cinco domingos del Tiempo Ordinario (ciclo B) en que se inserta el discurso del pan de vida (Jn 6).

Esto era tipo de la sangre de Cristo, que por su sacrificio pascual nos re-dime y purifica, como explica la car-ta a los Hebreos (cf. 9,11-15). Esa san-gre de Cristo, derramada, sella la alian-za definitiva y se da, con todo su po-der, en la Eucaristía.

Pan y vinoFinalmente, las lecturas del ciclo C para esta solemnidad presentan que «Melquisedec ofreció pan y vino» (Gn 14,18-20). Melquisedec es una figura enigmática y sin genealogía, sacerdote del Dios Altísimo, y ofre-ce pan y vino a Abrahán. En Melqui-sedec y en su ofrenda hallamos un ti-po y figura de Cristo mismo y del sa-cramento eucarístico. El mismo sal-mo responsorial, el 109, cantará pen-sando ya en Cristo: «Tú eres sacer-dote eterno según el rito de Melqui-sedec». En este mismo sentido, iden-tificando a Melquisedec como tipo o figura de Cristo, se manifiesta san Ambrosio: «Los misterios de los cris-tianos son más antiguos y más divi-nos que los misterios de los judíos… La figura de estos sacramentos se re-monta al tiempo de Abraham…» (De Sacr. IV, 10).

Multiplicación del panLa tipología eucarística se ve amplia-da por los domingos del ciclo B en que se incluye todo el capítulo 6 del evangelio de san Juan durante el Tiem-po Ordinario.

En el domingo XVII, la primera lectura narra un milagro de multipli-cación de pan, profecía y figura de la

multiplicación que realizará Jesús (anuncio de otra multiplicación que será el Pan de vida). En efecto: Eli-seo con muy poco pan alimenta a la gente multiplicándolo en la alforja (cf. 2R 4,42-44). Todo se cumple en Cristo: él multiplica los panes y los peces para una multitud como un signo eucarístico, tal como después explicará. Todos los profetas eran ti-po y figura del verdadero y único Pro-feta, Cristo.

El domingo XVIII recurrirá de nuevo a la tipología del maná. La Tra-dición, por boca de los Padres, se ha recreado en contemplar y desarrollar la tipología del maná: «Moisés en-tonces extendió sus manos hacia el cielo e hizo que bajara el pan de los ángeles, el maná: este otro Moisés ex-tiende sus manos hacia el cielo y trae el alimento eterno. Aquel golpeó la peña e hizo brotar ríos de agua: este toca la mesa, golpea la mesa espiri-tual, y hace fluir las fuentes del Espí-ritu» (S. Juan Crisóstomo, Cat. Baut., VII, 26).

El viáticoUn nuevo tipo de la Eucaristía apare-ce el domingo XIX: la Eucaristía es viático, alimento y fortaleza para el peregrino, para el caminante. Elías, el profeta, huyendo de la persecución a la que está sometido, se sienta, ex-hausto y desfallecido, bajo una reta-ma. Pero el Señor mismo le da ali-mento: «Levántate, come, que el ca-mino es superior a tus fuerzas» (1R 19,4-8). Ese pan repuso las fuerzas de Elías, que pudo proseguir su camino.

Esto encuentra su plena realización en el Evangelio de ese mismo domin-go (Jn 6,41-52). La Eucaristía nos sus-tenta, renueva, fortalece la debilidad de los hombres mientras vivimos.

El domingo XX un texto del libro de los Proverbios (9,1-6), ofreciendo otro tipo más de la Eucaristía, presen-ta una figura que hallará su cumpli-miento en el pan eucarístico, el pan de la vida. Los Proverbios describen cómo «la Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa». Cristo, sabi-duría y poder de Dios (cf. 1Co 1,24), el Logos, el Verbo, ha construido su casa, la Iglesia, convocando en ella a toda la humanidad. Él mismo en la Iglesia ha preparado un banquete que por su origen es divino, celestial, so-brenatural.

Así, sobre el sacramento eucarís-tico encontramos tipos, figuras y pro-fecías en el Antiguo Testamento que solo se llegan a entender cuando Cris-to instituye la Eucaristía y se cumple todo lo prefigurado. El Leccionario usa abundantemente este método para señalar cómo lo que en la primera lec-tura se prefigura, alcanza su cumpli-miento perfecto en el evangelio que se proclama después

Javier Sánchez Martínez, Pbro.

Tipologías de la Eucaristía

La Liturgia se complace en mostrar las

prefiguraciones de la Eucaristía en la Biblia

Como a Elías en el desierto, la Eucaristía nos sustenta, renueva y fortalece

«Melquisedec». Jaume Huguet (1455). Museo Episcopal. Vic (España).

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S u celebración, que se mantiene el 22 de julio, contará con un Pre-facio propio, en el que se la de-

signa «Apóstola de los apóstoles». El Decreto fue firmado por el card. Robert Sarah, Prefecto del citado Di-casterio, el pasado 3 de junio, solem-nidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Ejemplo de evangelizaciónCon este motivo, mons. Arthur Ro-che, arzobispo secretario de la Con-gregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, expli-có el significado del Decreto. Entre otras cosas, dijo: «Esta decisión se inscribe en el contexto eclesial actual, que requiere una reflexión más pro-funda sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grande-za del misterio de la misericordia di-vina. San Juan Pablo II dedicó una gran atención, no solo a la importan-cia de la mujer en la misión de Cris-to y de la Iglesia, sino también, y con especial énfasis, al papel especial de María Magdalena como primera tes-tigo del Resucitado y primera men-sajera que anunció a los apóstoles la resurrección del Señor (cf. Mulieris dignitatem, 16).

La Iglesia, hoy en día, prosigue re-saltando esta importancia, manifes-tada en el compromiso de una nueva evangelización, y quiere acoger sin distinción a hombres y mujeres de cualquier raza, pueblo, lengua y na-ción, para anunciarles la buena noti-cia del evangelio de Jesucristo, acom-pañarlos en su peregrinación terrena y ofrecerles las maravillas de la salva-ción de Dios. Santa María Magdale-na es un ejemplo de evangelización verdadera y auténtica, es decir, una evangelista que anuncia el gozoso mensaje central de la Pascua.

El papa Francisco ha tomado esta decisión precisamente en el contex-to del Jubileo de la Misericordia pa-ra destacar la importancia de esta mu-jer, que mostró un gran amor por Cris-to y fue muy querida por Cristo, co-mo afirman hablando de ella Rabano Mauro (“Dilectrix Christi et Christo plurimum dilecta”) y san Anselmo de Canterbury (“Electa dilectrix et dilec-ta Electrix Dei”).

La tradición cristiana en Occiden-te, sobre todo después de san Grego-rio Magno, identifica en la misma per-sona a María de Magdala, a la mujer que derramó perfume en la casa de Simón el fariseo, y a la hermana de Lázaro y Marta. Esta interpretación continuó y tuvo influencia en los au-tores eclesiásticos occidentales, en el arte cristiano y en los textos litúrgi-cos relacionados con la santa. Los bo-landistas expusieron ampliamente el

problema de la identificación de las tres mujeres y prepararon el camino para la reforma litúrgica del Calenda-rio romano. Con la reforma llevada a cabo, los textos del Misal Romano, de la Liturgia de las Horas y del Martiro-logio Romano se refieren a María de Magdala.

Testigo de misericordia divinaEs seguro que María Magdalena for-maba parte del grupo de los discípu-los de Jesús, que lo siguió hasta el pie de la cruz y que, en el huerto donde se encontraba la tumba, fue la prime-ra “testis divinae misericordiae”, como afirma san Gregorio Magno. El Evan-gelio de Juan dice que María Magda-lena lloraba porque no había encon-trado el cuerpo del Señor, y Jesús tu-vo misericordia de ella haciéndose re-conocer como Maestro y transforman-do sus lágrimas en alegría pascual.

Así pues, por una parte, tuvo el ho-nor de ser “primer testigo” de la resu-rrección del Señor, la primera en ver la tumba vacía y la primera en escu-char la verdad de su resurrección. Cris-to tiene una consideración y una com-pasión especial por esta mujer, que manifiesta su amor por él buscándo-lo en el huerto con angustia y sufri-miento, con “lacrimas humilitatis”, co-mo dice san Anselmo.

En este sentido, me gustaría seña-lar el contraste entre las mujeres pre-sentes en el jardín del paraíso y en el jardín de la resurrección. La primera difundió la muerte allí donde había vi-da; la segunda anunció la Vida desde un sepulcro, un lugar de muerte... Ade-más, en el jardín de la resurrección es donde el Señor dice a María Magda-lena: “Noli me tangere”. Es una invita-

ción no solo a María, sino también a toda la Iglesia, a entrar en una expe-riencia de fe que sobrepasa toda apro-piación materialista y comprensión humana del misterio divino. ¡Tiene un alcance eclesial! Es una buena lección para todos los discípulos de Jesús: no buscar seguridades humanas, sino la fe en Cristo vivo y resucitado.

Misión de la mujerPrecisamente porque fue testigo ocu-lar de Cristo resucitado fue también, por otra parte, la primera en dar tes-

timonio delante de los apóstoles. Cum-plió con el mandato del Resucitado: “Ve donde mis hermanos y diles…”. María de Magdala fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor y me ha dicho…”. De este modo se convier-te en evangelista, es decir, en mensa-jera que anuncia la buena nueva de la resurrección del Señor; o como de-cían Rabano Mauro y santo Tomás de Aquino, en “apóstola de los após-toles”, porque anunció a los apósto-les aquello que, a su vez, ellos anun-ciarán a todo el mundo.

Con razón el Doctor Angélico uti-liza este término aplicándolo a María Magdalena: es un testigo de Cristo resucitado y anuncia el mensaje de la resurrección del Señor al igual que los otros apóstoles. Por lo tanto, es justo que la celebración litúrgica de esta mujer tenga el mismo grado de festividad que se da a la celebración de los Apóstoles en el Calendario ro-mano general, y que se resalte la mi-sión especial de una mujer, que es ejemplo y modelo para todas las mu-jeres en la Iglesia».

Fiesta de santa María Magdalena

María Magdalena: «Apóstola de los apóstoles»Por expreso deseo del papa Francisco, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha emanado un Decreto por el que se eleva la memoria litúrgica de Sta. María Magdalena al grado de fiesta en el Calendario Romano General.

Se busca resaltar la misión de esta mujer

que es ejemplo y modelo

«Noli me tangere. Aparición de Jesús a María Magdalena». Alexander Andreyevich Ivanov (1835).

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Itinerario 14 días: del 14 al 17 de octubre (Viernes-Lunes)España · Roma

Itinerario 24 días: del 15 al 18 de octubre (Sábado-Martes)España · Roma

Itinerario 35 días: del 14 al 18 de octubre (Viernes-Martes)España · Roma

Itinerario 48 días: del 14 al 21 de octubre (Viernes-Lunes)España · Roma · Asís · Florencia · Pisa · Padua · Venecia · Verona · Milán

Itinerario 112 días: del 13 al 24 de octubre ( Jueves-Sábado)Roma y EspañaRoma · Madrid · Granada · Málaga · Sevilla · Huelva · Palomares del Río · Mérida · Cáceres · Palencia

Itinerario 215 días: del 10 al 24 de octubre (Lunes-Lunes)Italia y EspañaMilán · Verona · Venecia · Padua · Pisa · Florencia ·

Asís · Roma · Madrid · Granada · Málaga · Sevilla · Huelva · Palomares del Río · Mérida · Cáceres · Palencia

Itinerario 315 días: del 10 al 24 de octubre (Lunes-Lunes)Italia y Tierra SantaMilán · Verona · Venecia · Padua · Pisa · Florencia ·

Asís · Roma · Tel Aviv · Tiberíades · Nazaret · Caná · Haifa · Tabgha · Cafarnaún · Tabor · Río Jordán · Qumrán · Mar Muerto · Jericó · Betania · Jerusalén · Ein Karem · Belén

Itinerario 412 días: del 13 al 24 de octubre (Viernes-Lunes)Roma y Tierra SantaRoma· Tel Aviv · Tiberíades · Nazaret · Caná · Haifa ·

Tabgha · Cafarnaún · Tabor · Río Jordán · Qumrán · Mar Muerto · Jericó · Betania · Jerusalén · Ein Karem · Belén

“Para mis pasos quiero sólo un camino: el que lleva al Sagrario. Y sé que andando por ese camino

encontraré hambrientos y pobres de muchas clases,y haré descender sobre ellos la alegría de la Vida”

Su vida1877 Nace en Sevilla, el 25 de febrero

1901 Es ordenado sacerdote

1902 Misión en Palomares del Río, el 2 de febrero

1905 Es nombrado arcipreste de Huelva

1907 Funda la revista El Granito de Arena

1908 Inaugura las escuelas del Sagrado Corazón en el barrio del Polvorín

1910 Funda el movimiento Unión Eucarística Reparadora

1916 Es consagrado obispo

1918 Funda los Misioneros Eucarísticos Diocesanos

1920 Inicia la construcción de un seminario en Málaga

1921 Funda la congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret

1933 Funda las Misioneras Eucarísticas Seglares de Nazaret

1935 Es nombrado obispo de Palencia

1940 Muere en Madrid, el 4 de enero

2001 EnRoma,esbeatificadoporelpapasan Juan Pablo II, el 29 de abril

16 de octubre de 2016: Será canonizado por el papa Francisco

ROMAPeRegRinAción

O f i c i A l

Domingo 16 de octubre de 2016

Viajes desde América:

Actos centrales:

Viajes desde España:

Acto de acogida a los peregrinos: Sábado 15 de octubre. 18:00. Basilica Sant’Andrea della Valle (Corso Vittorio Emmanuelle)

Misa de canonización: Domingo 16 de octubre. 9:30. Plaza de San Pedro

Misa de acción de gracias: Lunes 17 de octubre. 8:00. Basílica Santa María la Mayor

[email protected] / 911 69 75 88 / www.manuel16.org

Plazas limitadas · Fecha lím

ite de inscripción: 20 de septiembre

1312

Canonización del beato Manuel González

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1514

El Card. Angelo Amato nació en Mol-fetta (Italia) el 8 de junio de 1938. Fue ordenado sacerdote el 22 de di-ciembre de 1967. Cursó estudios en la Universidad Pontificia Salesiana y posteriormente en la Gregoriana, es-pecializándose en Cristología. En 1974 consiguió el doctorado. Entre los años 1978 y 1979 obtuvo una be-ca en el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla en el monasterio or-todoxo de Moní Vlatádon. También fue consultor de la Congregación pa-ra la Doctrina de la Fe y del Pontifi-cio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El 19 de di-ciembre de 2002, el papa Juan Pablo II le asignó la Sede titular de Sila, con dignidad de arzobispo, y le nombró secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde trabajó con los cardenales Joseph Ratzinger, fu-turo papa Benedicto XVI, y William Joseph Levada. El 9 de julio de 2008 el Santo Padre Benedicto XVI le nom-bra Prefecto de la Congregación pa-ra las Causas de los Santos y lo elevó a la dignidad cardenalicia durante el Consistorio del 20 de noviembre de 2010, asignándole la Diaconía de San-ta María en Aquiro.

Eminencia, Ud. es el prefecto de una Congregación que tiene la misión de

promover el reconocimiento de la santidad de los hijos de la Iglesia. ¿Cuál es la labor primordial de este dicaste-rio? ¿Varía el tipo de trabajo que con-lleva cada causa? ¿Se puede conocer cuántas causas hay actualmente pre-sentadas?El trabajo fundamental es el recono-cimiento de la vida virtuosa de los siervos y de las siervas de Dios. Cada causa de beatificación y canonización tiene dos momentos: la fase diocesa-na, con la recogida de los testimonios sobre la vida, sobre las virtudes y so-bre la fama de santidad, y de los sig-nos (milagros) de los siervos de Dios, y la fase romana, que, después de pro-nunciarse sobre la validez de la inves-tigación diocesana, procede con la elaboración de la Positio bajo la guía de un Relator de la Congregación pa-ra las Causas de los Santos. El dosier de la Positio luego lo evalúan los con-sultores historiadores, los consulto-res teólogos y, por último, los padres cardenales y obispos de la Congrega-ción. Si los votos son positivos el pre-fecto presenta la causa al santo padre para su decisión final. Y se publica el decreto de la venerabilidad de los sier-vos de Dios o del martirio.

Sabemos que para que la Iglesia re-frende la santidad de una persona que

no ha sufrido el martirio se necesitan dos milagros atribuidos a su interce-sión (uno para la beatificación y otro para la canonización). ¿Por qué la Igle-sia exige esta verificación?El milagro es el sello de Dios sobre la valoración humana. De este modo hay armonía entre la voluntad huma-na de glorificar a un siervo de Dios y la voluntad divina. Además, los san-tos, siguiendo el ejemplo de Jesús, con los milagros –que pueden ser cu-raciones, liberación de peligros, mul-tiplicación de cosas (como la evangé-lica multiplicación de los panes), re-animaciones– muestran la presencia providente de Dios que siempre obra en la historia a favor de la humanidad necesitada.

Los santos vivieron en momentos y circunstancias concretas, que no siem-pre se repiten en la historia. ¿Qué va-lores y virtudes del beato Manuel González cree que son más significa-tivas para el hombre de hoy? ¿Cuáles pueden ser como pequeñas luces que guían su caminar en el siglo XXI?Digo ante todo que las auténticas vir-tudes nunca se extinguen, son siem-pre valiosas, como son siempre valio-sas las joyas de oro. Es más, cuanto más pasa el tiempo, más aumenta su valor. Las virtudes, por ejemplo, de la fe, de la esperanza y de la caridad son diamantes que adornarán siem-pre la vestimenta preciosa de los hi-jos de la Iglesia. La caridad, por tan-to, nunca tendrá fin. El beato Manuel González sigue siendo hoy un mode-

lo extraordinario de fe, sobre todo por su amor a la Eucaristía, pan de vida y fuente de santidad. Él era un sacerdo-te y un obispo con el corazón miseri-cordioso de Jesús, buen pastor. Su es-piritualidad eucarística es un precio-so vademécum válido también hoy.

Su Eminencia ha publicado reciente-mente el libro I santi, messageri di mi-sericordia, en el que se presenta, en-tre otros muchos, la figura del beato Manuel González. ¿Qué implicacio-nes tiene en la Iglesia su canonización al celebrarse en este Año de la Mise-ricordia?El carisma eucarístico de nuestro bea-to tiene un indiscutible valor pasto-ral y espiritual. Como escribí en el li-bro citado: «Su amor eucarístico lo hacía partícipe a los fieles, a quienes invitaba a hacer frecuentes visitas al Sagrario. Quería que el Señor nunca permaneciese solo. Por esto organi-zaba turnos de vigilia eucarística pa-ra los niños, los jóvenes y los adultos y también adoraciones nocturnas. In-vitaba a rezar mucho por los pecado-res. Su vida parecía una continua ado-ración eucarística. Cuando era párro-co en Huelva, después de abrir la igle-sia, se dirigía a rezar ante el Sagrario y allí pasaba muchas horas. Durante su permanencia en Madrid, los que iban a visitarlo estaban seguros de en-contrarlo en la capilla, de encontrar-lo allí. La misma pasión eucarística la demostró como obispo de Palencia. La piedad eucarística era su carisma, la constante de su vida. Parecía que

viese y tocase al Señor. Su conversa-ción eucarística la manifestaba en las palabras, en las fundaciones, en los escritos. Era un auténtico apóstol de la Eucaristía. Era el sacerdote y el obis-po de los Sagrarios abandonados».

Quienes nos sentimos partícipes del carisma eucarístico-reparador esta-mos viviendo momentos de auténti-co gozo, pues experimentamos que, con la canonización del beato Manuel González, la Iglesia está indicando es-te camino eucarístico-reparador co-mo camino de santidad. ¿Cómo cree que nos ayudará la canonización a re-vitalizar nuestro carisma?La canonización hará conocer a toda la Iglesia la figura de nuestro beato y su particular carisma eucarístico-re-parador como camino de santidad

también hoy. Creo que para sus hijos espirituales [de la Familia Eucarísti-ca Reparadora] esto es un tesoro que se debe custodiar y valorizar al máxi-mo, mediante una vida eucarística y una acción apostólica y misionera de bondad y de misericordia.

Ahora que ya sabemos que el próxi-mo 16 de octubre será la ceremonia de canonización, ¿cómo sugiere que debe ser esta inmediata preparación?Ya desde ahora se puede comenzar una preparación adecuada para vivir de la mejor forma este importante acontecimiento espiritual, que no de-be consistir solo en celebrar la figura del futuro santo, sino sobre todo en imitar de él las virtudes en la cotidia-nidad de la vida.

Mónica Mª Yuan Cordiviola, m.e.n.

La canonización en el horizonte

Con la alegría inconmensurable de saber la fecha en que será canonizado el beato Manuel González, fundador de la Familia Eucarística Reparadora, entrevistamos al S.Em.Card. Angelo Amato, s.d.b., Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

La piedad eucarística era la constantede la vida del beato Manuel

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Estimado D. Argimiro, ¿cómo cono-ció usted a Don Manuel? Muchos sacerdotes lo han conocido cuando estaban en el seminario.Sí, yo lo conocí, pero no en el semi-nario precisamente, sino cuando era ya sacerdote. Yo soy de Salamanca, el seminario lo hice en Salamanca, en el seminario diocesano y, al final, ya cuando estudiaba teología, pasé a la Asociación/Hermandad de los Sacer-dotes Operarios. Conocí después a Don Manuel, sobre todo cuando me destinaron a Toledo, porque allí los seminaristas manejaban mucho sus escritos. Era un seminario donde se vivía la Eucaristía mucho y les engan-chaba precisamente el beato por to-do este amor. La frase que repetían mucho era «el Amor no es amado». Eso lo tenían ellos siempre en los la-bios. Fue entonces cuando más me aproximé a D. Manuel.

Después fui a Zaragoza y entré en contacto por primera vez con las Mi-sioneras Eucarísticas de Nazaret. Lue-go en Cáceres mucho más, porque me nombraron asesor de la UNER y estuve unos cuantos años gozando de todo esto. Para mí el beato es una fi-gura de la Iglesia porque sintoniza perfectamente y va en armonía con nuestro carisma. Nuestro fundador, el beato Manuel Domingo y Sol, de-cía «Mi vida es Cristo en el Sacra-mento», en la Eucaristía. Él era muy eucarístico, instituyó los centros de reparación en varias ciudades y a no-sotros nos dejó el carisma eucarísti-co pidiéndonos todos los jueves la Hora Santa. Después, el Concilio ra-tificó todo esto en Sacrosanctum Con-

cilium cuando nos dice que la Euca-ristía es culmen y fuente de la vida cristiana, de la vida de la Iglesia, de la vida de cualquier bautizado.

Vivimos, entonces, unos tiempos muy eucarísticos…Sí. Pero también vivimos años ante-riores en los que la Eucaristía adora-da estaba olvidada. Los ratos de ado-ración con exposición solemne eran muy raros. Entonces era más la Euca-ristía comunión, la Eucaristía celebra-ción, la Eucaristía compromiso, la Eu-caristía banquete. Pero la Eucaristía adorada no. Después, gracias a Dios, lo hemos recuperado. Y digo gracias a Dios porque yo tengo también la experiencia de los seminaristas que han enganchado con la Eucaristía, que se han enamorado, que la Eucaristía les ha seducido, cómo han progresa-do en su vida interior, en su vida sa-cerdotal, en su vida de entrega. Es que el Señor está ahí y actúa, en la Euca-ristía está y actúa, y eso se ve.

Lo que tenemos que hacer noso-tros es llevar al Señor. Queremos ver al Señor. ¿Dónde estás, Señor? Está en la Palabra, está en la Eucaristía, es-tá en el hermano, sobre todo en el po-bre, en el enfermo, en el necesitado. Esas presencias que son privilegiadas del Señor son a donde nosotros tene-mos que conducir a las personas. Te-nemos que ser esos pedagogos que conducen al Señor. Y concretamente las Misioneras y los Operarios tene-mos que ser pedagogos de la Eucaris-tía, pedagogos que conducen a la Eu-caristía principalmente, sin excluir las demás presencias, claro que no.

¿Qué momentos de la vida del beato Manuel González han sido más sig-nificativos para usted, en su vida sa-cerdotal o personal?Principalmente los años de obispo en Málaga, y en concreto los desvelos por el seminario y los seminaristas, la construcción del seminario y la figu-ra que él exaltó y que después el Con-cilio ha resaltado, sobre todo en la ex-hortación postsinodal Pastores dabo vobis, la figura del Buen Pastor. En la capilla, la figura del buen pastor y lo que era para él el buen pastor, el pas-torcito eucarístico con los símbolos de la Eucaristía, las espigas y las uvas, el corazón visible del buen pastor. Ese apostolado y esa dedicación a los sacer-dotes y a la formación de los sacerdo-tes me cautiva.

Hablo también de la figura de nues-tro fundador para que se vea la sinto-nía, la semejanza y la comunión entre estas dos figuras. Los dos son Manuel, beatos, don Manuel González pronto santo. Don Manuel Domingo y Sol de-cía que la formación de los sacerdotes, el tener muchos y santos sacerdotes es la llave de la cosecha. El beato Manuel González también sabe que tener un clero bien formado, y con un semina-rio preparado, como gran catequeta que es (todo el seminario es una cate-quesis: la capilla, las galerías), era muy importante. A mí esa etapa en Málaga es la que más me atrae porque es lo que más he vivido y, además, sus es-critos, todo lo que habla del sacerdo-cio y a los sacerdotes es una maravilla.

Pensando en la vida de la Familia Eu-carística Reparadora, de la que ha si-

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

«Indudablemente, la forma eucarística de la existencia cristiana se manifiesta de modo particular en el estado de vida sacerdotal. La espiritualidad sacerdotal es intrínsecamente eucarística. La semilla de esta espiritualidad ya se encuentra en las palabras que el Obispo pronuncia en la liturgia de la Ordenación: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”. El sacerdote, para dar a su vida una forma eucarística cada vez más plena, ya en el período de formación y luego en los años sucesivos, ha de dedicar tiempo a la vida espiritual.» (Benedicto XVI, SaCa, 80)Queridísimo D. Manuel, con el alma llena de gozo, ante tu ya próxima canonización, entrevistamos a D. Argimiro, sacerdote operario, que ha vivido y vive con gozo su misión de director espiritual en distintos seminarios y actualmente en el Colegio español de Roma. En tu libro Un sueño pastoral, pusiste de relieve el lugar que tiene que ocupar la Eucaristía en la formación del sacerdote y de todo cristiano. Te pedimos que desde el cielo nos ayudes a colaborar para construir una Iglesia cada vez más eucarística y más eucaristizadora.

Toda la FER está llamada a tenerun estilo de vida eucarístico

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do asesor en Cáceres. Ante la próxi-ma canonización, a toda la FER nos brota alegría, gratitud, ¿cuál le pare-ce que tiene que ser nuestra respues-ta? ¿Cómo deberíamos exteriorizar todo lo que estamos sintiendo den-tro?Yo creo que para nosotros es una con-firmación en primer lugar de que el carisma del beato y su inspiración es de una actualidad asombrosa. La Igle-sia confirma esto canonizando a Don Manuel y, al mismo tiempo, Don Ma-nuel, a través de su intercesión y del milagro que se ha aprobado, necesa-rio para la canonización, nos está di-ciendo: «Estoy con vosotros, os es-toy protegiendo, estoy aquí. Vuestra misión es actual, es viva, no estáis so-las, no estáis solos». Es una confir-mación, y esta confirmación ha de ha-cer surgir en nosotros un nuevo ar-dor eucarístico.

Tenemos que ser más apóstoles de la Eucaristía y tenemos que vivir ese verbo, ese neologismo que a ve-ces nos suena tan raro de eucaristi-zar. Pero eucaristizar cada uno la vi-da. ¿Que tengo que pasar más tiem-po delante del Sagrario? Pues sí, pe-ro los tiempos de Sagrario no tienen sentido si después yo no salgo euca-ristizado para dejarme comer, para darme a los demás.

Como dice esa frase tan popular: «es más bueno que el pan». Yo creo que la Familia Eucarística tendría que comprometerse a ser eso: más bue-nos que el Pan eucarístico, que se de-

ja comer y no protesta, lo traemos, lo llevamos, lo encerramos, lo expo-nemos, nunca dice nada, en silencio. Ese estilo de vida tendríamos que vi-vir y tendríamos que encarnar. Y de-jarnos comer por aquellos que más nos rechazan y tal vez nos persiguen, y nos odian, a esos los tenemos que amar más. Y a los más pobres, a los más necesitados, que se encuentre a un miembro de la UNER en los lu-gares donde la caridad está más viva y es más urgente.

¡Vaya programa de vida!Sí, yo creo que cuando canonizan a un santo es mucho gozo, mucha ale-gría, pero esto se tiene que traducir en vida, si no, no vale la pena. Así que tenemos un reto. La canonización es una confirmación, un compromiso, un reto. Un reto grande y hermoso, y no estamos solos, estamos asistidos por el Espíritu. Pidamos al Espíritu Santo que inspiró a Don Manuel que nos siga asistiendo a nosotros, y so-bre todo por la intercesión del santo.

El tiempo que estuve en Cáceres, todos los meses que teníamos en Na-zaret, la adoración estaba llena. Co-menzábamos con la Eucaristía, lue-go la adoración, y era un gozo. El pa-pa nos está diciendo: «id a las peri-ferias», nosotros tenemos que llevar la Eucaristía a las periferias, esa es la puesta al día del carisma de Don Ma-nuel. Una buena tarea, hermosa.

Mónica Mª Yuan Cordiviola y Mª del Carmen Ruiz, m.e.n.

Así lo expresaba el beato Manuel González«Hostia de nuestra Misa y de nuestra Comunión, enséñanos la piedad sacerdotal. La Hostia, hijos queridos, es el modelo y la fuerza de la piedad sacerdotal. Por den-tro, amor hasta el sacrificio para dar y alimentar hijos espirituales al Padre que está en los cielos y hermanos al Jesús de nuestras Misas y Sagrarios. Por fuera, blancura de pureza, ácimos de sinceridad en el hablar y de verdad en el pensar, trato suave de hermanos como granos de una misma torva, buena cara para dejarse moler por el molino de la disciplina y vencimientos propios y hacerse harina, sin nada de le-vadura de malicias ocultas, o hipocresía, con jugo de lágrimas de contrición y calor de intimidad en el trato afectuoso con el Corazón de Jesús vivo en el Sagrario. Esa es la piedad sacerdotal, la que yo quiero para mí y para mis sacerdotes y mis semi-naristas» (OO.CC. II, 2171. 2173).

Hemos venido reflexionando en este curso sobre nuestro ser evangelizador desde nuestras raíces carismáticas, leyendo juntos Cartilla del catequista cabal. Ser catequista es algo innato al bautizado, al cristiano, ya que todos hemos recibido el don de la fe que se alimenta compartiéndolo, ofreciéndolo. Es por eso que conviene situar nuestro ser transmisores de la fe desde la perspectiva de la Eucaristía como fuente de nuestra santidad, tal y como nos enseñó el beato Manuel González.

C omo miembros de la Fami-lia Eucarística Reparadora ejercemos en nuestras parro-

quias y comunidades pequeños servicios, algunos más en contac-to con la catequesis, otros más sen-cillos y ocultos, pero todos cuan-do se realizan desde el compromi-so fiel, están llamados a ser evan-gelizadores.

Nosotros, por vocación y mi-sión, cuando evangelizamos, euca-ristizamos, porque nuestro ser cris-tiano, nuestra manera de contri-buir a la extensión del Reino es anunciar, proclamar, vivir, adorar el misterio de la presencia real de Jesús en la Eucaristía.

La Eucaristía es la cima y cul-men de la vida cristiana, como nos recuerda el Concilio Vaticano II, y, para nosotros, apóstoles de la Eucaristía, es el punto de partida,

el camino y la meta. El punto de par-tida, porque la Eucaristía es la fuente de nuestra espiritualidad, y es delan-te de Jesús, en el Sagrario, donde, acompañándole, nos dejamos amar por Él, y donde su amor nos purifica, nos ensancha y nos capacita para amar con su amor.

El camino, porque la contempla-ción de Cristo en la Eucaristía nos ha-ce salir de nosotros y nos envía a ser partículas de esa Eucaristía que con-templamos y adoramos. Estamos lla-mados a ser adoradores en espíritu y en verdad, haciendo de nuestro amor a Jesús realmente presente en el Sa-grario y en nuestro prójimo camino de santidad.

Camino y metaY la Eucaristía no solo es camino por-que de ella salimos para eucaristizar, sino también porque la Eucaristía nos ofrece el cómo hemos de evangelizar. La Eucaristía es camino evangeliza-dor cuando yo anuncio desde el ser-vicio a los más pobres, desde la aco-gida, desde el amor oblativo, desde la misericordia, desde la comunión, des-de la humildad, desde la ofrenda de nosotros mismos… Este es el cami-no de la Eucaristía, este es el camino de nuestra santidad.

Y la Eucaristía es la meta porque todo nos lleva a proclamar con fe y autenticidad «Por Cristo, con Él y en Él», haciendo de la celebración del sacramento un lugar para la vida y para la dimensión festiva de nues-tra fe. Al celebrar la Eucaristía me uno al triunfo de Cristo, que con su muer-te y resurrección nos ha salvado y, por tanto, nos hace partícipes de su mismo destino. Nuestro amado pa-pa emérito Benedicto XVI, que tan-

to bien ha hecho a la vivencia de la Eucaristía en el seno de la Iglesia, en la homilía de unas canonizaciones propuso la Eucaristía como camino de santidad y alimento espiritual pa-ra nuestra misión al decir: «La pala-bra del Señor, que acaba de procla-marse en el Evangelio, nos ha recor-dado que toda la ley divina se resu-me en el amor. El doble mandamien-to del amor a Dios y al prójimo en-cierra los dos aspectos de un único dinamismo del corazón y de la vida. Así, Jesús cumple la revelación anti-gua, sin añadir un mandamiento iné-dito, sino realizando en sí mismo y en su acción salvífica la síntesis viva de los dos grandes mandamientos de la antigua alianza: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...” y “Ama-rás a tu prójimo como a ti mismo”» (Dt 6, 5; Lv 19, 18).

En la Eucaristía contemplamos el Sacramento de esta síntesis viva de la ley: Cristo nos entrega en sí mismo la plena realización del amor a Dios y del amor a los hermanos. Nos co-munica este amor suyo cuando nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. Entonces puede realizarse en nosotros lo que san Pablo escribe a los Tesalonicenses en la segunda lec-tura de hoy: “Abandonando los ído-

los, os habéis convertido, para servir al Dios vivo y verdadero” (1 Ts 1, 9). Esta conversión es el principio del ca-mino de santidad que el cristiano es-tá llamado a realizar en su existencia. El santo es aquel que está tan fascina-do por la belleza de Dios y por su ver-dad perfecta, que es progresivamen-te transformado. Por esta belleza y es-ta verdad está dispuesto a renunciar a todo, incluso a sí mismo. Le basta el amor de Dios, que experimenta en el servicio humilde y desinteresado al prójimo, especialmente a quienes no están en condiciones de corres-ponder. Desde esta perspectiva, ¡cuán providencial es que hoy la Iglesia in-dique a todos sus miembros a cinco nuevos santos que, alimentados de Cristo, Pan vivo, se convirtieron al amor y en él centraron toda su exis-tencia! En diversas situaciones y con diversos carismas, amaron al Señor con todo su corazón y al prójimo co-mo a sí mismos, y “así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes” (1Ts 1, 6-7)» (Homilía, 25/10/2005).

Que el beato Manuel González, modelo de fe eucarística, nos ayude a hacer de la Eucaristía punto de par-tida, camino y meta de nuestro ser evangelizadores.

Sergio Pérez Baena , Pbro.

La Eucaristía, fuente de santidadFormación carismática

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R eflexionando las palabras del pa-pa Francisco, fuimos recorrien-do un itinerario con diversos

momentos, como signo de un cami-no interior, de un cambio de vida, de un encuentro con el Señor de la Mi-sericordia. «La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, por-que es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser hu-mano es viator, un peregrino que re-corre su camino hasta alcanzar la me-ta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa cada uno deberá reali-zar, de acuerdo con las propias fuer-zas, una peregrinación. Esto será un signo de que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requie-re compromiso y sacrificio. La pere-grinación, entonces, es estímulo pa-ra la conversión: atravesando la Puer-ta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos compro-

meteremos a ser misericordiosos con los demás, como el Padre lo es con nosotros» (Misericordiae Vultus, 14).

Siempre en caminoNuestras etapas fueron: en un primer momento, reunidos en nombre de la Santísima Trinidad en los atrios de la Basílica, confiamos a Dios nuestro peregrinar. Luego nos detuvimos an-te la estatua del apóstol san Pablo. Contemplándolo, reflexionamos en torno a la figura de los santos, que nos enseñan a dejar nuestras vidas en ma-nos del Señor, para llegar a ser instru-mentos de su misericordia. La terce-ra etapa fue el paso a través de la Puer-ta Santa. «Quien entra por la Puerta de la Misericordia, podrá experimen-tar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza» (MV 3). La cuarta etapa fue ante la tumba del Apóstol. Reflexionando un fragmen-to de una de sus cartas, e invocando

su intercesión, profesamos nuestra fe y oramos por las intenciones del san-to padre. Luego, nos esperaba el en-cuentro con el Señor en la Eucaristía, y nos unimos para celebrarla con otros peregrinos de lengua italiana. Finali-zada la celebración, tuvimos un tiem-po de oración en silencio, dando gra-cias por este regalo, con reflexiones del beato Manuel González.

Compañía que fortaleceNo podíamos despedirnos sin dirigir nuestras miradas y nuestros corazo-nes a María, Madre de la Misericor-dia. A su altar nos encaminamos en la última de nuestras etapas para cantar-le y alabarle. Damos gracias por todo lo vivido en este curso, y renovamos así nuestro deseo de seguir caminan-do como Familia Eucarística Repara-dora, unidos a toda la Iglesia en este año jubilar en que se nos invita a «ser misericordiosos, como nuestro Padre es misericordioso (Lc 6,36). Es un programa de vida tan compromete-dor como rico de alegría y de paz» (MV 13). ¡Hasta el próximo curso!

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

La FER en RomaFin de curso en Ciudad Real

Nuestra vidaes un peregrinar

En el marco del Año Santo de la Misericordia, el sábado 11 de junio los miembros de la Familia Eucarística Reparadora de Roma celebramos nuestro fin de curso con una Peregrinación a la Puerta Santa de la Basílica de San Pablo Extramuros.

A la alegría del encuentro y del re-encuentro se unía la celebración de ese día como una manera de

compartir vivencias y, sobre todo, de orar ante Jesús Eucaristía y de vivir con ilusión lo que supone este mara-villoso carisma tan rico que llena nues-tra vida.

Asistimos miembros de Aldea del Rey, Almagro, Calzada de Calatrava, Carrión de Calatrava, Ciudad Real, Granátula, La Solana, Membrilla, To-rrenueva, Valdepeñas, Villanueva de San Carlos y Villarrubia de los Ojos. También se hicieron presentes cua-tro Marías de Toledo.

La presidenta diocesana y el res-to de la Junta Directiva no pudieron hacer las cosas mejor. La organiza-ción perfecta y el cariño que nos de-

mostraron se palpó en cada gesto y en cada detalle.

Comenzamos la jornada en el sa-lón de la casa de la cultura. La mesa presidencial estuvo formada por Hna. Mª Filomena Quintanilla, delegada de zona, D. Isidro Martín, asesor dio-cesano, Mª del Carmen Mesas, presi-denta diocesana, D. Jesús García, pá-rroco de Calzada de Calatrava y Hna. Mª Lourdes Caminero que, como de-legada nacional, nos acompañó. Com-partió con nosotros una bonita char-la en la que nos invitó y animó a se-guir viviendo con ilusión el carisma legado por el beato Manuel Gonzá-lez, nuestro fundador, y más ahora, en vísperas de su canonización. Par-tió de la frase de San Pablo a Timo-teo: «Reaviva el don que has recibi-

do» (2 Tim 1,6). Seguidamente tu-vimos la celebración de la Eucaristía, muy participada y preparada por los distintos grupos.

A continuación nos fuimos en dos autocares a Puertollano, donde com-partimos la comida, sobremesa y asun-tos varios, entre ellos la posible orga-nización de viajes a Roma. De nuevo regresamos a Calzada donde termi-namos con un largo rato de oración compartida ante Jesús expuesto.

La alegría se reflejaba en todos los rostros. Hemos recibido un nuevo empuje para seguir trabajando duran-te el verano, ya que el espíritu no tie-ne vacaciones. Desde aquí quiero dar las gracias a todos los que han hecho posible este encuentro, a tantos pa-sos callados junto con algún que otro sufrimiento y disgustillo. ¡Gracias por hacer posible este día de encuentro con Dios y con los hermanos!

Una participante

Con gran alegría fuimos llegando a Calzada de Calatrava, el día 8 de junio, un día muy caluroso por cierto, para celebrar nuestro final de curso como Familia Eucarística Reparadora.

Un regaloque da sentido a la vida

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E ucaristizar, una nueva propues-ta para la reparación: Todo ca-risma es concedido por el Espí-

ritu Santo para utilidad de la comu-nidad eclesial. No existen carismas en abstracto. No puede existir ningún carisma sin una expresión del mismo. La acción de Dios en don Manuel no se limitó a la inspiración primigenia, sino que fue desarrollándose en la fundación, el 4 de marzo de 1910 en Huelva, de las Marías de los Sagra-rios, hoy conocida como UNER, pri-mer grupo de la Familia Eucarística Reparadora que paulatinamente fue surgiendo , y que en misión compar-tida participa de la experiencia caris-mática del beato Manuel González, haciéndola vida y misión. La FER es-tá formada por laicos: Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan (1910); Sacerdotes: Misioneros Eu-carísticos Diocesanos (1918, que no llegaron a consolidarse por la situa-ción política española de aquel tiem-po y que en la actualidad están resur-giendo de nuevo); Congregación Re-ligiosa: Misioneras Eucarísticas de Nazaret (1921); Laicas consagradas: Institución de Misioneras Eucarísti-cas Seglares de Nazaret (1933); Ni-

ños: Reparación Infantil Eucarística (1934); Jóvenes: Juventud Eucarísti-ca Reparadora (1940).

El beato Manuel González comu-nica el fuego que lleva dentro y es consciente de que la Obra, el Movi-miento por él fundado, no le perte-nece, no es fruto de su propio traba-jo y esfuerzo, sino obra de Dios al ser-vicio de la Iglesia y de la sociedad: «La Obra nació en la fidelidad de Ga-lilea, se bautizó en las lágrimas de la calle de la Amargura, se confirmó en la sangre del Calvario y se perpetuó en el amor de la Eucaristía… Ya ven si es antigua nuestra Obra; por esta razón no admito que me digan que yo he sido quien la ha fundado, sino quien por misericordia de Dios la he echado de menos» (OO.CC. I, n. 71).

Toda experiencia carismática po-see una identidad propia y caracteres bien definidos y, al mismo tiempo, quienes reciben un don carismático se inspiran y toman como referentes los criterios ya existentes, que tam-bién les configuran en la forma y es-tilo de vivir y proyectar el carisma. La primera realidad que constatamos, por tanto, al adentrarnos en el beato Manuel González, es dónde dirigi-mos la atención y dónde situamos su estilo y su forma de ver y entender la experiencia carismática.

Sin duda alguna esta gracia está in-serta en una espiritualidad eucarísti-ca reparadora, ya que la Presencia eu-carística fue para don Manuel el ám-

bito del carisma recibido y el móvil de todo su dinamismo evangelizador: de-volver amor por Amor. Como ya he-mos recordado, la clave fue esa mira-da que le decía mucho y le pedía más, porque Jesús Sacramentado no encon-traba quien quisiera ser querido.

Del ayer compasivoal hoy comprometidoLa Iglesia vive de la Eucaristía desde sus orígenes, y la comprensión del misterio eucarístico ha estado siem-pre presente en su vida y misión a lo largo de la historia. En los últimos años, esto se ha hecho posible gracias a la notable contribución de varios papas, entre los cuales deben ser re-cordados Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Sin embargo, la noción cristiana de reparación se ha convertido en un término poco atrayente, posiblemen-te debido a un recorrido histórico complejo y lleno de dificultades que lo han ido desvinculando del origen, del misterio que lo envuelve, del re-torno de amor.

«El amor reparador ha estado his-tóricamente unido a los ritos de de-sagravio, y centrado casi exclusiva-mente en la idea de “compensar” la ausencia de reconocimiento, las ofen-sas, los desprecios o los olvidos que cristianos y no cristianos dirigían al sacramento de la Eucaristía, y más concretamente a las especies eucarís-ticas reservadas para su adoración, que eran contempladas como el cen-tro de la acción reparadora. En mu-chos casos, a los actos de adoración, ofrecimiento y consagración se unían actos de ascesis y de penitencia exter-na –en ocasiones de extremado ri-

Ponencia de la Hna. Mª Teresa Castelló

En el I Congreso Internacional Beato Manuel González, la Hna. Mª Teresa Castelló Torres, Vicaria general de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret, ofreció su reflexión sobre la gracia carismática del fundador de la Familia Eucarística Reparadora. Ofrecemos la segunda parte.

«Una mirada que decía mucho y pedía más» (II)gor–, tratando de compensar así el mal que otros infligían a Cristo pre-sente en la Eucaristía. Unido a ellos, la tradición reparadora ha alimenta-do el elemento afectivo de la compa-sión, que originalmente estaba más vinculada a la devoción por la pasión de Cristo y poco a poco se va concen-trando en la idea de acompañar su so-ledad en el Sagrario. Aunque (…) en la raíz de estos comportamientos se encuentran valores muy hondos, que han acompañado al cristianismo des-de la Antigüedad y que brotaban de la necesidad de dar una respuesta de amor y del sentimiento de agradeci-miento por el amor recibido; sin em-bargo, con el tiempo, la praxis desvin-culada de la experiencia, la ritualiza-ción de la devoción, etc., fueron ocul-tando y llevando al olvido las actitu-des esenciales que mantenían y legi-timaban esta espiritualidad (…) Es-tos excesos, sin embargo, no pueden empañar lo que ha habido de revela-ción, de santidad y de conocimiento existencial procedente del contacto con Dios y la identificación profun-da con Cristo» (AA.VV., Retorno de amor, pp. 356-357).

Esta modalidad, esta forma de ver y entender el espíritu de reparación ha prevalecido incluso hasta después del Vaticano II, prácticamente hasta el pontificado del papa Juan Pablo II. De hecho la espiritualidad reparado-ra apenas aflora de modo explícito más allá de los Institutos de vida con-sagrada en los que se subraya como carisma, y de las prácticas de piedad de carácter tradicional. También hay que afirmar que desde la renovación conciliar se produce una transforma-ción silenciosa del espíritu reparador

en la vida de muchas de estas institu-ciones, e incluso la vivencia implíci-ta del mismo en numerosas acciones evangelizadoras y pastorales.

No podemos obviar que el beato Manuel González y quienes hemos sido llamados a vivir el carisma euca-rístico reparador hemos sido influen-ciados por esta forma de entender y vivir la espiritualidad reparadora, tan-to en el lenguaje como en las formas.

Recordemos que todo lo que hacen los hombres es insuficiente y puede ser mejorado. Junto a ello ha habido también un deseo de identificación con Cristo que también ha prevaleci-do en el tiempo.

El deseo de configuración con Cristo está presente en el beato Ma-nuel González ya desde el inicio de la llamada que recibe, pero también el lenguaje y las expresiones que uti-

La Eucaristía fue para el beato Manuel el móvil de todo su dinamismo

evangelizador

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liza son propias de la espiritualidad de la cual vive la Iglesia en ese mo-mento.

Eucaristizar: Vivir la Vida que brota de la EucaristíaEl encuentro personal que el beato Manuel González vivió con Jesús Eu-caristía a lo largo de su vida fue dan-do lugar a una profunda familiaridad con Él; no podía construir su vida sin detenerse «ante el “rostro eucarísti-co”» (EdE 7).

La Eucaristía es, para el beato Ma-nuel González, el espacio de repara-ción, y desde ahí marcará las pautas para transmitir lo que ha experimen-tado: ¿cómo no sentir la necesidad de exhortar a todos a que hagan de ella siempre una renovada experiencia? (cf. EdE 7). Él fue una persona con-templativa y activa, profundamente entusiasta con su ideal, y esto le hace ser audaz, creativo. Supo plasmar su

experiencia carismática y la misión que de ella brotaba en un nuevo vo-cablo: eucaristizar. Nada de abstrac-ciones, se trata de una acción concre-ta que él mismo se encargará de ex-plicar con precisión. Eucaristizar: Acercar a todos a la Eucaristía y me-terlos dentro del Corazón de Jesús que allí palpita por ellos, para que vi-van la vida que de Él brota.

Toda esta creatividad tiende a un fin bien claro, el de dar una pista se-gura para que todos hagan de la Eu-caristía una experiencia siempre re-novada, el «despertar en algunos cris-tianos el sentido de darse cuenta de la Eucaristía». Esa propuesta se fun-da en el hecho de centrarlo todo en el amor reparador.

«El plus de amor»:Eucaristía y reparación«Antes de la fiesta de la Pascua, sa-biendo Jesús que había llegado su ho-

ra de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que es-taban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Estas palabras de Jesús revelan cómo el proyecto del Padre, el don que Él nos quiere rega-lar, no era solo la liberación del peca-do, no era solo un designio de com-pasión, sino fundamentalmente un designio de amor .

Una de las expresiones que, en los últimos años, ha ayudado a la comprensión de una nueva visión de la reparación con relación a la viven-cia eucarística y que, sin duda algu-na, se inserta dentro de la propues-ta del beato Manuel González de eu-caristizar, es el «plus de amor». Es-ta expresión de Benedicto XVI es una aportación valiosa al concepto de re-paración que realizó en el contexto de un diálogo abierto con los párro-cos y sacerdotes de la diócesis de Ro-ma. Allí el papa fue interrogado so-

bre el tema de la reparación eucarís-tica. Tras reconocer que es un dis-curso que se ha hecho difícil, subra-ya que el modo de profundizar en él es llegar al Señor mismo, que ha ofre-cido la reparación por el pecado del mundo, y buscar los modos de repa-rar. «Por lo que puedo entender –señala Benedicto XVI, este es el sen-tido del sacrificio eucarístico. Con-tra este gran peso del mal que existe en el mundo y que abate al mundo, el Señor pone otro peso más grande, el del amor infinito que entra y sufre a fondo el mal, creando así un con-trapeso de valor absoluto (…). El plus del mal (…) es superado por el plus inmenso de bien, de sufrimien-to del Hijo de Dios (…). Este es el sentido de la reparación. Este plus del Señor es una llamada a ponernos de su parte, a entrar en este gran plus de amor y a manifestarlo, incluso con nuestra debilidad. Dios mismo, con su amor, debe entrar en los sufrimien-tos de la historia para crear no solo un equilibrio, sino un plus de amor que es más fuerte que la abundancia de mal que existe. El Señor nos invi-ta a esto» (Benedicto XVI, Discurso, 22/2/2007).

El sacrificio eucarístico es, por tan-to, el gran don del Señor, el don que hizo totalmente de sí mismo en el mo-mento de su máximo amor .

Entrar con amor en los sufrimien-tos de la historia, entrar con el mayor amor, como también nos recuerda el beato Manuel González: «¿Verdad que, si amor con amor se paga, el amor mayor de Cristo debe pagarse con el amor mayor del cristiano?» (OO.CC. I, n. 477). Y se pregunta:

«¿Cuál es el mayor amor? Jesús definió el mayor amor entre los hom-bres el de aquel que da su vida por sus amigos. La Eucaristía es un amor mu-cho mayor, infinitamente mayor que el mayor amor entre los hombres. Eu-caristía es dar la vida por los amigos y por los enemigos, no una vez sino in-numerables veces. Jesús, Maestro mío,

¿me permites alargar tu definición del mayor amor? Tú dijiste: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos...”, a no ser el que ha inven-tado la Eucaristía para darla todos los días y todas las horas por sus enemi-gos, ¡hasta la consumación de los si-glos!» (OO.CC. I, n. 476).

En este contexto entra también un término que define muy bien lo que es el sentido reparador en la clave que estamos hablando, como amor en ex-ceso, amor hasta el extremo: la reda-matio, que es la respuesta de amor a Aquel que «me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). Para san Agustín, la redamatio es un don que nos conce-de el Espíritu .

La Eucaristía es el don que Jesu-cristo hace de sí mismo, revelándose el amor infinito de Dios por cada hom-bre. Dios nos ha amado primero y so-mos invitados a devolver amor por Amor. Juan Pablo II en su primera en-cíclica así nos lo recuerda: «que este Sacramento de amor sea el centro de la vida del Pueblo de Dios, y se pro-cure devolver a Cristo “amor por amor”, para que Él llegue a ser verdaderamen-te “vida de nuestras almas”» (RH 20).

Hablar de Eucaristía es, en defini-tiva, hablar del sacramento del amor (cf. SaCa 1), es hablar del amor que vence el odio, es entrar en el misterio del amor hasta el extremo, de la vida entregada, de la sangre derramada. «En la Eucaristía recibimos en nosotros es-ta fuerza de amor que vence al odio y la muerte, y establece una nueva alian-za. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es frag-mentaria en sí misma» (cf. DCE 14).

Para entrar en esta dinámica de un plus de amor, de la redamatio, el bea-to Manuel González nos sigue invi-tando hoy a la «eucaristización del mundo» (OO.CC. I, n. 115). «Eu-caristización (…) de hombres, obras y ambiente» (OO.CC. I, n. 125), esa entrada de Cristo Eucaristía en todos los ámbitos y ambientes de la socie-dad. «Estoy convencido y persuadi-

do de que en la eucaristización de la escuela, del púlpito, de los centros de acción, de los procedimientos apos-tólicos, de todo el trabajo y de las orientaciones todas de la vida cristia-na está el summum de su seguridad, eficacia y prosperidad» (OO.CC. II, n. 2812). Este es el proyecto que él lanza para todos, ya que la Eucaristía es un modo de ser, que de Jesús pasa al cristiano y, a través de su testimo-nio, se irradia en la sociedad y en la cultura (cf. MND 25): «Cómo se han de renovar con verdad nuestros pue-blos por la acción eucarística» (OO.CC. III, n. 4888).

A don Manuel no le faltan técni-cas pedagógicas, sus propuestas no se quedan en la teoría, de modo gradual, aquello que piensa lo va desarrollan-do de tal forma que sea asequible a todos, se entienda, y sea así más fácil ponerlo en práctica.

«Llevar con prisa al pueblo ese Evangelio de la Eucaristía; el pueblo ha dejado de sentir por Jesucristo aquella irresistible simpatía que le mo-vía a seguirlo, hasta olvidándose de la comida, porque ha dejado de verlo. Jesús y el pueblo se entienden con so-lo verse. Esta es la mejor obra de ca-ridad individual y social que pode-mos vosotros y nosotros hacer por el pueblo: mostrarle a Jesús, hacérselo ver, ¿cómo?, predicándole el Evange-lio vivo de la Eucaristía, y predicán-doselo con tal desnudez de pretensio-nes oratorias, con tal viveza de fe, con tal persuasión de palabra y conformi-dad de vida a la palabra, que al eco de nuestra predicación llegue el pueblo casi a oír y ver y sentir al Jesús de sus hasta naturales simpatías en la Hos-tia consagrada» (OO.CC. III, n. 4815).

Mª Teresa Castelló, m.e.n.

El beato Manuelnos sigue invitandoa la eucaristizacióndel mundo

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Sí, hermanos y hermanas, el Buen Pastor es la misericordia misma. Es quien desde la cruz

grita al Padre en favor de cada perso-na que peca: «Padre, perdónalos, por-que no saben lo que hacen» (Lc 23,34), porque cada pecado que seguimos cometiendo continúa crucificando a Cristo. Él está en pasión hasta el final de los siglos. Él sigue cargando con los pecados de toda la humanidad, porque Él sigue amando a los suyos hasta el extremo y cumpliendo la vo-luntad del Padre como Cordero que quita el pecado del mundo.

La Eucaristía es actualización per-manente del sacrificio de Cristo en la cruz. La adoración eucarística pro-longa y embellece este sacramento de amor. Postrado a sus pies, meditan-do su Palabra, dejándonos mirar por Él desde su presencia eucarística, le adoramos, le reconocemos como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que nos apacienta llevándo-nos a prados de verde hierba (la Eu-caristía, alimento de inmortalidad) y a fuentes de agua viva (la oración y la Palabra, encuentros con el Amado).

Oración inicialOh Dios de Amor, que enviaste a tu Hijo como Buen Pastor que da la vi-da por sus ovejas y las reúne en un so-lo rebaño, tu Iglesia; concédenos hu-mildad para dejarnos pastorear por Él, sed de su Palabra como la samari-tana y hambre de Eucaristía para que la celebremos cada día como fasci-nante encuentro con Cristo. PNSJ.

Escuchamos la Palabra«Porque esto dice el Señor Dios: “Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuida-ré. Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones. Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las lle-varé a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en to-dos los poblados del país. Las apacen-taré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas de-hesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel. Yo mismo apacen-

taré mis ovejas y las haré reposar –oráculo del Señor Dios–. Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarria-da; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuer-te y robusta la guardaré: la apacenta-ré con justicia”» (Ez 34,11-16).

Una esperanza que no decaeComo en tiempos del profeta Eze-quiel, cuando los jefes y los artesanos de Israel fueron deportados a Babilo-nia (año 597 a.C.), también hoy mu-chos cristianos en España están ale-jados de la fe y de la Iglesia: son ove-jas sin pastor, porque no buscan a Je-sucristo, el Buen Pastor.

El beato Manuel González tam-bién padecía en lo más profundo de su corazón esas situaciones de increen-cia, de olvido de Dios o de persecu-ción con la Iglesia: el olvido de la pre-sencia de Jesús Eucaristía en el Sagra-rio de la parroquia de Palomares del Río; la increencia de tantos obreros y sus familias siendo arcipreste de Huelva; la persecución contra él mis-mo, siendo obispo de Málaga, cuan-do le incendiaron el palacio episco-pal (mayo 1931) y él pudo haber muer-to también allí.

Ante estas realidades, la esperan-za del pueblo cristiano no decae, por-que Dios es fiel y cumple su Palabra. Lo anunciado por medio del profeta Ezequiel posee plena vigencia hoy: el Señor Dios sigue enviando a su Hijo como Buen Pastor que reúne a las ove-jas; las busca una a una; las congrega en un solo rebaño; las apacienta con

su misma vida: su Cuerpo entregado y su Sangre derramada; las saca de la oscuridad del pecado o la tiniebla del desaliento y la desesperanza; fortale-ce a las enfermas; guarda a las fuer-tes; venda a las heridas (heridas por los desengaños de la vida, o la perse-cución, o el fracaso, o el sufrimiento, o las enfermedades). Siempre cuida de sus ovejas: ¡siempre! Apacienta a sus ovejas con justicia.

Búsqueda inclusiva y alegreEn la homilía de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús del pasado mes de junio, Francisco ofrecía a los sacerdotes tres formas de actuar co-mo continuadores de la misión pas-toral del mismo Cristo: buscar, incluir y alegrarse. Escuchemos al papa:

«Buscar: El pastor según Jesús tie-ne el corazón libre para dejar sus co-sas; no vive haciendo cuentas de lo que tiene y de las horas de servicio: no es un contable del espíritu, sino un buen samaritano en busca de quien tiene necesidad.

Incluir: Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (cf. Jn 10,11-14). Su rebaño es su familia y su vida. Así es también el sacerdote de Cristo: está ungido para el pueblo, no para elegir sus propios proyectos, sino para es-tar cerca de las personas concretas que Dios, por medio de la Iglesia, le ha confiado.

Alegrarse: Dios se pone «muy contento» (Lc 15,5): su alegría nace del perdón, de la vida que se restau-

«Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear»

«El corazón del Buen Pastor no es solo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamóa seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiado en su palabra (cf. Lc 5,5)” (papa Francisco, Homilía de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Jubileo de los sacerdotes, 3/06/2016).

Letanías al Sagrado Corazón de JesúsUnimos nuestro corazón al Sagrado Corazón de Jesús, sintiendo que su luz, fuerza y consuelo nos da la paz y la confianza que necesitamos sus discípulos. Respondemos: Ten misericordia de nosotros

Corazón de Jesús, Hijo eterno del Padre.Corazón de Jesús, Verbo hecho hombre en obediencia al Padre.Corazón de Jesús, Luz del mundo que no conoce ocaso.Corazón de Jesús, faro luminoso que irradia su Espíritu.Corazón de Jesús, fuente inagotable de amor divino.Corazón de Jesús, manantial de agua viva.Corazón de Jesús, templo vivo y río caudaloso del Espíritu.Corazón de Jesús, Pan de Vida que te das en la Eucaristía.Corazón de Jesús, canal de gracias interminables.Corazón de Jesús, depósito de infinitos tesoros de caridad.Corazón de Jesús, costado herido a causa de nuestros pecados.Corazón de Jesús, Cordero Inocente que cargaste con nuestras culpas.Corazón de Jesús, amor admirable que te entregaste por nosotros.Corazón de Jesús, costado abierto del que brotan los sacramentos.Corazón de Jesús, fuente de salvación donde saciamos nuestra sed.Corazón de Jesús, fuego de amor que enciende nuestros corazones.Corazón de Jesús, Comunión eucarística que nos hace hermanos.Corazón de Jesús, que nos lanzas a servir a los más pobres.Corazón de Jesús, que haces nuevas todas las cosas en tu Iglesia.

El beato Manuel, junto a un grupo de niños, delante del Seminario de Málaga.

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Cordialmente, una carta para ti

Las lágrimas más amargas

E l papa Francisco da muestras de conocer muy bien la debilidad del ser humano en los momen-

tos de tristeza y dolor. Sabe muy bien que en esos momentos nos sentimos desamparados, perdidos, desorienta-dos. Nuestra mente no acaba de en-tender lo que ocurre, no es capaz de comprender la causa de tanta adver-sidad, de tanta desgracia. Y es enton-ces cuando buscamos, angustiosamen-te, la cercanía de una mano amiga que nos ayude a continuar el camino y que sienta compasión de nosotros.

A continuación el santo padre hi-zo alusión a la tristeza que vemos en muchos de los rostros que nos encon-tramos a diario. Recordó las lágrimas que en cada momento se derraman en el mundo, «cada una de ellas –pre-cisó– distinta de las otras, pero que juntas forman un océano de desola-ción, que implora piedad, compasión, consuelo. Sin duda, todas estas lágri-mas son amargas, pero hay unas que lo son mucho más.

En este punto el pontífice reveló qué lágrimas eran más amargas: «Las lágrimas más amargas son las provo-

cadas por la maldad humana: las lágri-mas de aquel a quien le han arrebata-do violentamente a un ser querido; lá-grimas de abuelos, de madres y padres, de niños». ¡Qué gran verdad y qué gran tristeza encierran estas palabras!

Implorar misericordiaEs muy triste reconocerlo, estimado lector, pero es el ser humano el que ocasiona las lágrimas más amargas al ser humano, a su hermano. Es triste reconocerlo, pero es el ser humano el que, como ocurre en los atentados te-rroristas, ocasiona la desolación y la muerte de otros seres humanos, in-cluidos niños inocentes a los que ni siquiera conocía. ¿Cómo es posible tanto odio sin sentido? ¿Cómo no van a ser éstas las lágrimas más amargas si comprobamos que nuestros seme-jantes se comportan peor que las fie-ras más fieras? Por ello, estas lágrimas están clamando misericordia.

Esta inmensa necesidad la reco-gió fielmente el papa Francisco cuan-do afirmó: «Tenemos necesidad de la misericordia, del consuelo que vie-ne del Señor. Todos lo necesitamos; es nuestra pobreza, pero también nues-tra grandeza: invocar el consuelo de Dios, que con su ternura viene a se-car las lágrimas de nuestros ojos». En este Año Jubilar de la Misericordia que estamos viviendo debemos bus-car, apreciado lector, ese consuelo que

mana de la misericordia divina. Bus-carlo es señal de nuestra pobreza, de nuestra debilidad, pero también es señal de nuestra grandeza, puesto que es el mismo Dios quien viene a con-solarnos y a secar nuestras lágrimas. ¿Cabe mayor grandeza?

Y acto seguido el santo padre des-tacó que en nuestro sufrimiento no estamos solos, ya que Jesús nos acom-paña. Nos acompaña porque también Él lloró, al ver llorar a María, por la muerte de Lázaro. Las lágrimas de Je-sús nos enseñan a sentir como pro-pio el dolor de los demás. Y nos en-señan también que hemos de orar cuando la desgracia se hace presente. «En el momento del desconcierto –dijo el papa –, de la conmoción y del llanto, brota en el corazón de Cristo la oración al Padre. También noso-tros, en la oración, podemos sentir la presencia de Dios a nuestro lado». Es grande el poder de la oración, sin duda alguna, pero también lo es el po-der del amor de Dios.

Efectivamente, cuando ya estaba finalizando su alocución, el obispo de Roma se refirió al enorme poder del amor de Dios, y dijo: «El poder de este amor transforma el sufrimiento en la certeza de la victoria de Cristo, y de nuestra victoria con Él, y en la esperanza de que un día estaremos juntos de nuevo y contemplaremos para siempre el rostro de la Trinidad Santísima, fuente eterna de la vida y del amor».

Amigo lector, en la firme convic-ción de que ese día llegará, te deseo que pases un feliz verano y que jamás tus ojos tengan que derramar esas lá-grimas más amargas.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

Apreciado lector: Quizá recuerdes que el pasado 5 de mayo el papa Francisco presidió una vigilia de oración en la basílica vaticana. Después de invocar la presencia del Espíritu Santo, pronunció estas palabras: «En los momentos de tristeza, en el sufrimiento de la enfermedad, en la angustia de la persecución y en el dolor por la muerte de un ser querido, todo el mundo busca una palabra de consuelo. Sentimos una gran necesidad de que alguien esté cerca y sienta compasión de nosotros».

Poder invocar a Dios revela nuestra pobreza

y es nuestra mayor grandeza

ra, del hijo que vuelve a respirar el ai-re de casa. Esta es también la alegría del sacerdote. Él es transformado por la misericordia que, a su vez, ofrece de manera gratuita».

Buscar. Incluir. Alegrarse. Tres her-mosas, urgentes y necesarias tareas para el sacerdote de hoy, imitando a Jesucristo, Buen Pastor. Tres tareas en las que ha de colaborar todo bautiza-do (consagrados y laicos eucarísticos y eucaristizadores) para que la Iglesia sea comunión de hermanos con «un mismo pensar y un mismo sentir» (Hch 4,32). ¡Dios nos lo conceda!

Escuchemos al beato Manuel González«Sí, hay que hacer un seminario, per-mitidme lo raro del giro en gracias a lo expresivo, en el que la Eucaristía sea e influya lo más que pueda ser e influir. Esto es: un seminario sustan-cialmente eucarístico. ¡Ese sí que va a ser el seminario más gracioso!» (OO.CC. II, n. 1994).

El seminario sustancialmente eu-carístico es semillero de sacerdotes locamente enamorados de la Eucaris-tía y de pastores que dan la vida co-mo Cristo la entregó en la cruz.

«Un seminario en el que la Sagra-da Eucaristía fuera: en el orden peda-gógico, el más eficaz estímulo. En el científico, el primer Maestro y la pri-mera asignatura. En el disciplinar, el más vigilante inspector. En el ascéti-co, el modelo vivo y el punto de par-tida y el de llegada y el más corto y se-guro camino entre los dos. En el eco-nómico, la gran providencia, y, en el orden arquitectónico, la piedra angu-lar...» (OO.CC. II, n. 1995).

La Eucaristía es luz y fuerza que ilumina, fortalece, unifica. Alienta to-das las dimensiones formativas del seminario.

«Un seminario en el que la sagra-da Eucaristía no solo se comiera por las mañanas en Comunión, sino que se viviera a todas horas y se respira-ra, y se gozara y se rebosara por todas

partes. En el que fuese el padre, la ma-dre, el consejero, el amigo, la orienta-ción, la luz de los días y el descanso de las noches» (OO.CC. II, n. 1995).

Señor Jesús, Cristo Eucaristía, ¡gra-cias!, porque tú eres el mejor maes-tro, pedagogo y formador de los se-minaristas.

«Yo no quiero un seminario en el que la sagrada Eucaristía sea una de sus cosas, aunque la principal, sino que el seminario aquel sea una cosa de la Eucaristía, y por consiguiente, en que todo de ella venga, a ella lleve y vaya, desde la roca de sus cimientos hasta la cruz de sus tejados» (OO.CC. II, n. 1996).

Señor Jesús, haz de todos los se-minarios de la Iglesia católica una pro-longación de la Eucaristía, para que toda la formación de los seminaristas tienda hacia el banquete eucarístico como su fuente.

«En el que todo lo que viva, se mueva o pase, sea homenaje a ella; donde todo lo que exhale aromas co-mo sus tomillos y sus flores y sus pi-nos, como el mar con sus brisas y la montaña con sus recios olores a cas-taños y encinas, sean incensario siem-pre encendido y en el que todo rui-do de fuentes que corren, de mares que surgen, de vientos que zumban, de aves que cantan, de niños que re-zan o ríen, estudian o dan lecciones, no sea otra cosa que el canto peren-ne del Tantum ergo de la adoración, de la gratitud, de la expiación y de la súplica que mi seminario cante día y noche ante las puertas del palacio del más rico y despreciado Amante, del más bueno y abandonado Padre, del más generoso y peor servido Rey: Je-sucristo Sacramentado» (OO.CC. II, n. 1996).

Señor Jesús, Cristo Sacramenta-do, transforma la vida de los semina-ristas en un cántico de alabanza inin-terrumpido a tu presencia eucarísti-ca en el Sagrario; y en una constante acción de gracias a ti y al Padre por haberles llamado al ministerio sacer-

dotal. Bendito seas, Jesucristo, Pan vi-vo bajado del cielo.

Padre nuestro

Oración finalTe bendecimos, Señor Jesús, Buen Pastor, porque en cada Eucaristía nos haces partícipes de tu vida divina y nos invitas a prolongar nuestra acción de gracias al Padre en la adoración eu-carística por tu entrega en la cruz en favor de todos los hombres; concé-denos mirada de fe a tu Corazón tras-pasado para que tu luz y tu fuerza, movidos por tu Espíritu, nos lleve a dar la vida por los demás en lo senci-llo y cotidiano del día a día. PJSN. Amén.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

«Pastorcito eucarístico», imagen ideada por el beato Manuel.

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Con mirada eucarística

E s una reflexión de andar por ca-sa, nunca mejor dicho, veranie-ga. Teólogos importantes de to-

dos los tiempos han opinado sobra-damente sobre el tema. Ya decía san Agustín al respecto: «Dios es amor eterno: el Padre es el Amante, el Hi-jo es el Amado y el Espíritu Santo es el Amor que mantiene unidos a los dos». Evidentemente, no es nuestra intención competir con el Santo de Hipona ni, por supuesto, con ningún teólogo.

Ya es querernosPero, si Dios es amor, donde este se manifiesta exquisitamente es a través del Hijo. Dios toma la forma huma-na, se hace como nosotros, conoce-mos su rostro, podemos llamarlo por el nombre de Jesús: ya es querernos. Jesús anduvo sobre esta tierra hacien-do el bien, curó a los enfermos, con-soló a los afligidos, nos dijo que hom-bres y mujeres, ricos y pobres, pode-rosos y humildes, que todos somos iguales, nos trajo la palabra de la Ver-dad: ya es querernos.

Jesús es el modelo, el espejo en que mirarnos, es el mejor referente

para el ser humano, incluso aunque este se declare no creyente. Pero aún fue más allá en su amor. Un día qui-so demostrar que nos quería sin lí-mites y decidió morir por nosotros. No hace falta decir que entregar la vida, el don más preciado, es el máxi-mo acto de amor que alguien puede realizar. Y encima lo hizo en el peor de los suplicios conocidos, eligió la muerte de los esclavos, la muerte de la crucifixión. Más todavía, nos dijo que la muerte tiene vencimiento, así lo dijo en aquella luminosa mañana del domingo.

Por favor, fijad vuestros ojos en un crucificado: ya es querernos.

La esperanza del PadreLa vida es muchas cosas, cuando re-zamos la Salve decimos que es un va-lle de lágrimas. Es muchas cosas que van de uno a otro extremo, mas sobre todo consiste en un continuado esta-do de esperanza. Esperanza siempre de algo mejor.

Esperamos que nazca un hijo (pre-cisamente el estado de la madre se lla-ma de buena esperanza), que se nos cure una enfermedad, que pase una tristeza o un dolor, que llegue el día del viaje programado, que regresen los hijos a casa, que se solucione..., siempre estamos esperando.

Aunque la esperanza nuestra se mide con el tiempo limitado y se ins-tala en la perspectiva del futuro, com-

probando en nuestra propia experien-cia que los hechos, cuando estos ya han tenido cumplimiento, no han res-pondido por completo a nuestras ex-pectativas. Ha sido una esperanza in-satisfactoria.

Sin embargo, la esperanza del Pa-dre no tiene el límite del tiempo y satisface con creces. La esperanza de Dios es infinita y completa. El Padre espera por nosotros, siempre nos es-tá esperando. El Padre sale siempre a la puerta de la casa a esperar la ve-nida del hijo, aunque este haya dila-pidado toda la hacienda, aunque ha-ya renegado de él, incluso aunque no lo quiera, el Padre está con los brazos abiertos, sin cansarse, para re-coger secretos, ahogar sufrimientos, compartir pesares. No se cansa de esperar.

Cuando en la noche oscura, la no-che oscura de esta vida, no entenda-mos lo que nos está pasando, Dios Padre (que también es madre) nos es-tá esperando con palabras de cariño, besos amorosos, abrazos apretados. Recemos entonces, pidámosle: Padre nuestro, hágase tu voluntad. Él nun-ca se cansa de esperar.

La fe del EspírituNo sabemos exactamente lo que pa-só, pero debió suceder algo muy im-portante, porque hombres temerosos se convirtieron de pronto en hom-bres valientes. Nos estamos refirien-do a los apóstoles después de la muer-te de Jesús.

Menos Juan, que estaba al pie de la cruz, y Pedro, que lo negó, los de-más apóstoles desaparecieron asusta-dos. Parece que no entendieron nada de las enseñanzas del Maestro y hu-

Dios ha querido que lleguemos a otro verano más, cada cual con sus cargas, sus alegrías, sus cosas. El verano es tiempo de recolección y tiempo tradicional de vacaciones, por lo que se presta al balance y a la reflexión. Nosotros, modestamente, os proponemos una reflexión nada más que sobre el misterio de la Santísima Trinidad.

yeron despavoridos. Es lo que suele suceder cuando desaparece la fe.

La fe es gratuita, a muy pocos les ha sido concedida, los más vamos en la tarea de buscarla y mantenerla, a ser posible aumentarla, a lo largo del camino de la vida. Si bien la fe es po-sible a través del amor y amarrados a la quilla del barco de la esperanza. Lo que les pasó a los apóstoles, tan-

to que fueron capaces de entregar la vida por la causa de Jesús, el Hijo Dios, es que fueron iluminados por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo, que en nuestra opinión tiene que ver mucho con la resurrección de Jesús, es enviado por el Padre: el Espíritu de la fe. Dios confía en nosotros, Dios cree en nosotros.

La obra de DiosUn día Teresa de Calcuta visitó en China un centro social que dirigía el hijo del máximo mandatario Deng XiaoPing. Como quiera que la Madre Teresa le manifestara que el centro era una obra de Dios y que este le con-

testara a su vez que él no creía en Dios, Teresa concluyó con estas palabras: «No importa que usted no crea en Dios, Dios sí cree en usted».

Hay muchos momentos en nues-tra vida en los que nuestra fe flaquea, hasta es intervenida por el Maligno. Hay momentos en los que nuestra fe se disuelve en agua como un azucari-llo. Hay quien no cree. No importa. El Espíritu siempre está con nosotros. Dios siempre cree en ti.

Seguid visitando el Sagrario este verano, os invitamos a leer este artícu-lo delante de Él. Lo mismo coincidís con nosotros.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

La esperanza del Padre no tiene el límite

del tiempoy satisface con creces

Aunque no creamos en Dios, Dios siempre cree

en nosotros, dijo la beata Teresa de Calcuta

Otro verano más

«La Anunciación». Detalle de la columna de la Inmaculada Concepción en Piazza Spagna (Roma).

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L a obra que presentamos, Un ma-trimonio de cine, es un apoyo muy práctico para alcanzar una pasto-

ral familiar renovada, reclamada por los recientes sínodos sobre la familia.

En sus 348 páginas se van abor-dando distintos temas existenciales tomando como punto de partida diez películas con un lenguaje actual y sim-bólico: Kon Tiki (de 2012, para abor-dar el tema «Aquí empieza la aventu-ra»); Family man (2000, «¿Nos co-nocemos? ¿Quiénes somos?»); Re-volutionary road (2008, «Fidelidad y felicidad, más que un juego de pala-bras»); La vida es bella (1997, «Un océano de sentimientos»); Jugando con el corazón (1998, «Escuchar es un arte»); Annie Hall (1977, «No solo de sexo…Vivir con gozo la sexuali-dad»); Comprométete (2002, «Nues-tra hoja de ruta, un proyecto de vi-da»; En un mundo mejor (2010, «Pa-dres e hijos, asumir responsabilida-des»); El velo pintado (2006, «En la escuela del perdón»); y De dioses y hombres (2010, «Una mirada infini-ta, volamos juntos hacia la eternidad»).

Al presentar una cartelera tan am-plia «no pretenden ofrecer una enci-clopedia del saber, sino una ruta pa-ra disfrutar, que haga posible y creí-ble una serie de cambios de actitud que permitan a cada matrimonio y fa-

milia amar más y mejor. O sea, ¡ser felices!» (p. 19).

Los autores nos dan unas pis-tas sencillas y prácticas para llevar a cabo un fórum ameno, nos ofre-cen un manual de instrucciones que ayuda a zambullirse en cada película y sacarle el mejor y más rico partido, con la colaboración de todos, tanto en un taller de matrimo-nios como con los de la casa.

El mensaje cristiano, la lectura ba-jo el prisma de la fe, la propuesta de Jesús están siempre presentes, ya que se pretende alcanzar el objetivo de cambiar de actitud para amar más y mejor, y eso requiere un trabajo dia-rio: «entre todos estamos constru-yendo lo más grande en nuestras vi-das, y bien merece un poquito de tiem-po y calidad» (p. 22).

A partir de cada película se dan objetivos, puntos de reflexión y diá-logo, las claves de estudio que nos lle-van al fondo de la cuestión, un plan de navegación, el mensaje que Dios va diciendo a cada uno y la respues-ta que cada uno puede dar. En las pe-lículas siempre se alcanza una meta, un destino, al cual se llega por el ca-mino que ofrece Jesús. Él mismo se ofrece como Camino y Caminante. Su Presencia nos hace caer en la cuen-ta de lo que vamos compartiendo por

la vida, como los de Emaús. Cuando se ha dejado actuar a Dios desde den-tro, el compromiso brota enseguida.. Todo fórum, en cada película, con-cluye con un diálogo a tres: la pareja y el Amor. Las reflexiones van dirigi-das a novios y a matrimonios, y pue-den servir como curso de prepara-ción al matrimonio o también como curso de reciclaje matrimonial. Inclu-ye un apéndice con guiones para di-versas celebraciones litúrgicas.

Este puede ser un buen momen-to para implicarse un poco más en la construcción y enriquecimiento de la propia familia, hasta poder disfru-tar de un matrimonio y de una fami-lia de cine.

Mª del Valle Camino Gago. m.e.n.

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Lectura sugerida

Un matrimonio de cineAutor: T. Acosta, R. Bejarano y A.

CrespoAño: 2015Editorial: San PabloPáginas: 348 (11,5 x 20 cm)Precio: 14,50€

Cartelera recomendada

Alfonso Crespo (Córdoba, 1948), estudió Historia y Filosofía, Teología moral y es doctor en Teología espiritual. Es profesor en el Seminario de Málaga y párroco en esta ciudad. Ramón Acosta y Rosa Bejarano (1962) son médicos, esposos y padres. Colaboran en el Delegación de Pastoral Familiar y han participado en diversos encuentros internacionales sobre este tema.

Películas conmucho mensaje

L eba Saba vive en un pequeño pue-blo costero en Líbano, en un ba-rrio conocido como El Mshakkal.

Como pasa en muchas partes, todo el mundo se conoce. La envidia y el co-tilleo están a la orden del día, aunque se acaben ayudando unos a otros cuan-do lo necesitan. Leba es un chico muy especial, es tartamudo. Pero posee

un don, escribe como los ánge-les. Por eso todas sus reflexiones las acaba escribiendo en su cua-derno. Como buen observador de su entorno, lo acaba reflejando to-do en su diario. La vida cotidiana del pueblo se verá alterada con la llagada del profesor de música, el señor Fawzi.

A los dos años le destinan a Beirut. Esto marcará el des-tino de Leba, porque con los años acabará convirtiéndo-se en profesor de música co-mo él y se casará con Lara, con la que tendrá dos niñas. Pero el problema es que La-ra se vuelve a quedar emba-razada, esta vez de un niño, pero con anomalías. Leba, en esta situación, empren-de la búsqueda de su viejo maestro para pedirle con-sejo. A los pocos meses lle-gará Ghadi, el héroe de es-ta pequeña gran historia.

El film destaca, ade-más, por dos ingredientes fundamentales: la músi-ca como vehículo de las emociones y el humor co-mo válvula de escape de una existencia en la que cada cual, a su manera,

ha ido renunciando a sus sueños. Se centra en nuestras imperfecciones, nuestras discapacidades. A veces no sabemos amar al prójimo, no sabe-mos ver la luz que hay en los demás, no escuchamos, no sabemos tender una mano al que la necesita. Nos cues-ta aceptar todo aquello que es dife-rente, lo rechazamos de plano.

Por último, no se puede obviar en Ghadi una reflexión acerca del aborto. Nos ofrece un punto de vista que invita a reflexionar sobre las con-secuencias de determinadas decisio-nes que tal vez se toman sin tener en cuenta todos sus determinantes y con-dicionantes. Es un gran cántico a la integración que esconde el mensaje principal: tenemos que cuidar los unos de los otros.

Muchas veces nos dejamos llevar por los méritos técnicos de muchas películas olvidándonos de la impor-tancia de su argumento. Ghadi es un ejemplo de un relato lleno de emo-ción que consigue rebasar lo pura-mente cinematográfico llegando has-ta el fondo del corazón de cada es-pectador.

Jose Manuel Bacallado

La historia es más grande que nosotros

Ficha técnicaNombre: GhadiDuración: 100 minutos Año: 2015País: LíbanoGénero: Comedia, Drama, FamiliaDirector: Amin DoraActores: Emmanuel Khairallah,

Georges Khabbaz, Rodrigue Sleiman

La película libanesa Ghadi, ópera prima de su director Amin Dora, es un ejemplo de que es posible conjugar a la perfección la comedia con el drama y proponer como positivas situaciones en las que para muchos solo está presente el mal. Esta búsqueda de la parte amable de las personas y de las cosas hace de este film una pequeña caja de bombones en la que no sabes con cual has disfrutado más.

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AgendaJulio

Web del Año de la MisericordiaEl Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evan-gelización ofrece una web para el Año de la Misericordia. En la dirección http://www.iubilaeummisericordiae.va/ es po-sible encontrar toda la información sobre los actos próximos a realizarse y también las noticias actualizadas de los últimos eventos acaecidos con motivo del Jubileo. Además, un con-tador muestra la cantidad de peregrinos que se han acerca-do a Roma para vivir el Jubileo, que ya supera los 10.000.000 de personas.

Ejercicios espirituales en NazaretPalencia (Tel: 979 72 18 00)

• 21-30 de julio: P. Manuel Tejera, s.j.• 9-18 de agosto: P. Manuel Robla, s.j.

Intenciones del papa para el mes de julioUniversal: Que sean respetados los pueblos indígenas amena-zados en su identidad y hasta en su misma existencia.Por la Evangelización: Que la Iglesia de América Latina y el Caribe, a través de la misión continental, anuncie con ímpetu y entusiasmo renovado el Evangelio.

Intenciones del papa para el mes de agostoUniversal: Que el deporte fomente el encuentro fraternal en-tre los pueblos y contribuya a la paz en el mundo. Por la Evangelización: Para que los cristianos vivan la exigen-cia del Evangelio dando testimonio de fe, honestidad y amor al prójimo.

Asuntosde familia

27Miércoles

22Viernes

5Viernes

6Sábado

15Lunes

30Martes

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Iglesia: Fiesta de Santa María Magdalena: «Apóstola de los apóstoles»FER: Discípula del Señor presente en el Calvario

Iglesia: Hasta el 31, viaje apostólico del papa Francisco a Polonia con ocasión de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. Lema: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»

FER: En 1935, el beato Manuel González es nombrado obispo de Palencia (la entrada solemne a la diócesis se realizaría el 12 de octubre)

Iglesia: Fiesta de la Transfiguración del Señor

Iglesia: Solemnidad de la Asunción de la Virgen MaríaFER: En 1953, se entregan en Roma los documentos del Proceso de canonización del entonces siervo de Dios Manuel González

FER: Aniversario de la Aprobación pontificia de la Congregación de MisionerasEucarísticas de Nazaret (1960).

Ecos del I Congreso Internacional Beato Manuel González

Nuevas miradasLibro conmemorativo a todo color, con las mejores imágenes172 páginas / 26,5 x 21 cmP.V.P.: 35 €

Fuego en el corazón del mundoLibro de actas

con todas las intervenciones 440 páginas / 13 x 20 cm

P.V.P.: 10 €

El obispo del Sagrario abandonado

J. Campos Giles (6ª edición)

16 x 24 cm. 562 páginas.

P.V.P.: 15,35 €

Modelo de fe eucarística

M. del Carmen Ruiz

13 x 20 cm. 128 páginas.

P.V.P.: 5 €

Manuel González García, apóstol de la Eucaristía

Cómic con la vida del beato Manuel

17 x 23 cm. 32 páginas.

P.V.P.: 4,70 €

Una vida para la EucaristíaJ.L. Gutiérrez García (2ª edición)

12 x 18,5 cm. 400 páginas

P.V.P.: 10,60 €

Pedidos:Editorial El Granito de Arena

Tutor, 15-1728008 - MadridTel: 915 420 887

[email protected]

Para conocer a fondo la vida del futuro santo

Agosto

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CanonizaciónManuel González

16octubre

[email protected] / 911 69 75 88 / www.manuel16.org

ApóstolEucaristíade la

[email protected] / 911 69 75 88 / www.manuel16.org