el estatus del hombre y estatus de sus objetos: una lectura de la condición humana

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  • 7/29/2019 El estatus del hombre y estatus de sus objetos: una lectura de la condicin humana.

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    construir de la segunda definicin implica claramente un acto continuo de construccin siem-

    pre incompleto, comparable al interminable proceso de la labor biolgica. El hecho de que eldiccionario afirme que la palabra edificio puede ser usada para referirse a una construccingrande y esttica como una iglesia, un palacio o una fortaleza ayuda a apoyar la connotacinde trabajo de la primera definicin, ya que estos tipos de edificios, como representaciones delpoder espiritual y temporal, siempre han sido, al menos hasta hace poco, pblicos y permanen-tes. Ms an, la palabra edificio lleva directamente al verbo edificar, el cual no lleva consi-go slo el significado de construir, sino tambin de educar, fortalecer e instruirconnotaciones que aluden directamente a la resistencia cultural5 del mbito pblico. De nue-vo la raz latina de este verbo aedificare, de aedes, un edificio, o, an ms originalmente,un hogar; y ficare, hacer tiene latente dentro de s la connotacin pblica del hogar comoel originario espacio pblico de la aparicin. Este aspecto persiste incluso hoy en da en elmbito domstico, donde seguramente ningn lugar es tanto un foro en la casa actual como elhogar o su sustituto, el aparato televisor, el cual como un sustituto pblico imaginario tiende ainhibir o usurpar la emergencia espontnea del discurso pblico en el mbito privado.

    En el corpus de la teora arquitectnica moderna no existe un texto que preste ms atencin alos respectivos estatus de la arquitectura y la edificacin que el ensayo de Adolf Loos, Arqui-tectura 1910, en el que define la naturaleza eminentemente biolgica, innata y repetitiva de laconstruccin verncula en los siguientes trminos:

    El campesino corta la hierba de la zona donde la casa ser construida y excava donde se coloca-rn los muros fundacionales. Entonces aparece el albail. Si existe una tierra arcillosa en las pro-ximidades, entonces habr una ladrillera para proveer los ladrillos. Si no, la piedra del ro se usarpara el mismo fin. Y mientras el albail coloca un ladrillo tras otro, y una piedra tras otra, el car-pintero se ha colocado cerca de all. Los golpes de su hacha se escuchan alegremente. Est cons-truyendo el tejado. Qu tipo de tejado? Uno bonito o feo? No lo sabe. El tejado... Su meta eraconstruir una casa para l, su familia y su ganado, y lo ha conseguido. Al igual que sus vecinos yantepasados lo consiguieron. Como todo animal que se deja llevar por su instinto, triunfa6.

    5. El autor ha sugerido sustituir la expresin inglesa originalpoetical restraint por est otra, cultural resistance, conel fin de clarificar el sentido de la frase.

    6. LOOS, Adolf, Architecture 1910, en BENTON, Tim andCharlotte, (eds.), An international Anthology of Original Arti-cles in Architecture and Design, 1890-1939, Watson Guptill,New York, 1975, pp. 41-45. En su ensayo Thinking andMoral Considerations Arendt relaciona directamente repre-sentacin con pensamiento en su nota al pi sobre Agustn:La imagen, la representacin de algo ausente es guardadoen la memoria y se convierte en un objeto del pensamiento,una visin del pensamiento tan pronto como es intencio-nalmente recordado. Ver Social Research 38, n. 3, Otoo1971, p. 424.

    KENNETH FRAMPTON8

    Fig. 1. Mileto. Grecia Hipodmica, ciudad del siglo V a. C. Elcrecimiento gradual de tres mbitos pblicos secuenciales ogoras unidos entre ellos por la Stoa. El gora delpuerto, el gora del mercado y el gora cvica. El mbi-to pblico sagrado es removido de esta secuencia haciaun lado.

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    7. ARENDT, H., op. cit., p. 53.

    8. Ibid., p. 224.

    9. En referencia al libro de JELLICOE, Geoffrey Alan, Moto-pia; a Study in the Evolution of Urban Landscape, New York,1961.

    Loos era consciente de que, al igual que la pura instrumentalidad de la ingeniera, este enraiza-miento vernculo no tena nada que ver con el papel tradicionalmente representativo de laarquitectura. Ms adelante, en el mismo texto, escribe:

    Slo una pequea parte de la arquitectura pertenece al arte: la tumba y el monumento. Todolo dems, todo lo que sirve a un fin, debera ser excluido de la esfera del arte... Si encontramosun montculo en el bosque, de seis pies de largo y tres de ancho, con forma de pirmide, cons-truido con una pala, nos ponemos serios y algo dentro de nosotros nos dice que alguien estenterrado aqu. Esto es arquitectura.

    LA ESFERA PBLICA Y EL ARTIF ICIO HUMANOMientras el mbito representativo de la arquitectura ha sido severamente reducido con el cam-bio de siglo, el espacio de la aparicin pblica podra an servir no slo para albergar al mbi-to pblico, sino tambin para representar su realidad. Mientras que en el siglo XIX lasinstituciones pblicas fueron explotadas como una oportunidad de concretar los valores per-manentes de la sociedad, la desintegracin de estos valores durante el siglo XX ha tenido unefecto de atomizacin de los edificios pblicos en una red de instituciones abstractas. Esta disi-pacin del gora refleja aquella sociedad de masas cuya fuerza alienadora est originada no tan-to por el nmero de personas sino por el hecho de que el mundo que est entre ellos haperdido su poder de mantenerlos unidos, de relacionarlos y de separarlos7.

    Mientras que la vida poltica de lapolisgriega no procede directamente de la presencia fsica yde la representacin de la ciudad-estado, Arendt enfatiza, en contraste con la presente prolife-racin de la dispersin urbana, los atributos cantonales espontneos de la concentracin:

    El nico factor material indispensable para la generacin de poder es el vivir unido del pue-blo. Slo donde los hombres viven tan unidos que las potencialidades de la accin estn siem-pre presentes, el poder puede permanecer con ellos, y la fundacin de ciudades, que comociudades-estado sigue siendo modelo para toda organizacin poltica occidental, es por lo tan-to el ms importante prerrequisito material del poder8.

    Nada poda estar mas alejado de esto que nuestra actual generacin de motopa9 y nuestra evi-dente incapacidad de crear nuevas ciudades que sean fsica y polticamente identificables comotales. Por el mismo motivo, nada podra estar ms alejado de la esencia poltica de la ciudad-estado que las exclusivas categoras econmicas de la teora racionalizadora de la planificacin.Esta teora, expuesta por planificadores como Melvin Webber, cuyas concepciones ideolgicasde comunidades sin proximidad y dominios urbanos ilocalizados, no son sino eslganes idea-dos para racionalizar la ausencia de cualquier esfera adecuada de aparicin pblica en los barrios

    EL ESTATUS DEL HOMBRE Y EL ESTATUS DE SUS OBJETOS 9

    Fig. 2. Karl Gruber, reconstruccin de la tpica ciudad medie-val, 1937.

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    modernos10. La manipulacin y los prejuicios apolticos de tales ideologas no se han expresa-do nunca mas abiertamente que en la obra de Robert Venturi Complexity and Contradiction in

    Architecture, donde el autor afirma que los americanos no necesitan plazas desde que puedenestar en casa viendo la televisin11. sta y otras posturas reaccionarias similares de observar pare-cen enfatizar la impotencia de un pueblo urbanizado que ha perdido paradjicamente el obje-to de su urbanizacin. Que su poder creci inicialmente fuera de la ciudad es corroborado enla concepcin de Arendt de las relaciones obtenidas entre poltica y forma construida:

    El poder preserva a la esfera pblica y al espacio de la aparicin y, como tal, es tambin la san-gre vital del artificio humano que, si no es la escena de la accin y del discurso, de la trama delos asuntos humanos y de las relaciones e historias engendradas por ellos, carece de su ltimaraison dtre. Sin que los hombres hablen de l y sin albergarlos, el mundo no sera un artificiohumano, sino un montn de cosas sin relacin al que cada individuo aislado estara en libertadde aadir un objeto ms; sin el artificio humano para albergarlos, los asuntos humanos serantan flotantes, futiles y vanos como los vagabundeos de las tribus nmadas12.

    Esto es similar a la realizacin de los monumentos de laRingstrasse, construidos alrededor de Vie-na durante la segunda mitad del siglo XIX, que no son sino una secuencia de objetos inconexos,que llev a Camillo Sitte a demostrar que cada una de estas estructuras pblicas aisladas podrarecuperarse para convertirse en unares publicaen s misma. En su City Planning According to Artis-tic Principles(1889), revel cmo el tejido de la ciudad medieval haba tenido la capacidad deincluir como una nica entidad poltica a ambos, el monumento y su plaza cvica13.

    EL MBITO PRIVADO Y EL EMERGER DE LO SOCIAL

    Aunque Arendt reconoce que el surgimiento de la intimidad moderna y el individualismo eli-min el aspecto de privacin del trmino privacidad, no obstante, es consciente de que unavida excluida de la esfera publica est tambin despojada de la virtud de su ser, confinada en elinterior del sombro y domstico megaron aquella tradicional clula de volumen de la penn-sula Griega, cuya etimologa misma manifiesta el hogar familiar como el dominio de la oscuri-dad14. A diferencia de los griegos, que despreciaban el mbito individual o idion como laprovincia de la idiotez15, y de modo similar a los romanos, que valoraban la interdependencia delas dos esferas, Arendt concibe lo privado como el fundamento esencialmente oscuro que noslo sustenta la esfera pblica sino que tambin determina su profundidad existencial 16. Al mis-mo tiempo reconoce que el surgimiento de lo social con el que est ntimamente relacionadoha tenido el efecto definitivo de empobrecer tanto la esfera pblica como la privada y, con esto,

    10. Ver WEBBER, Melvin, Explorations into Urban Structure,University of Pennsylvania, Philadelphia, 1964. Ver tambinsu artculo en WINGO LOWDON, Jr., (ed.), Cities and Space,Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1963.

    11. VENTURI, Robert, Complexity and Contradiction in Archi-tecture, Museum of Modern Art, New York, 1966, p. 133.

    12. ARENDT, H., op. cit., pp. 226-227. Ver tambin su Thin-king and Moral Considerations, pp. 430, 431. En este textoArendt opone la casa a la tienda nmada. Podemos usar lapalabra casa para un gran nmero de objetos para la cho-za de barro de una tribu, el palacio de un rey, el hogar en elcampo de un habitante urbano, una cabaa en un pueblo oel apartamento en una ciudad pero difcilmente podemosusarlos para las tiendas de algunos nmadas. La casa, en ypor s misma, auto kath auto, aquello que nos hace usar lapalabra para todos estos edificios particulares y tan diferen-tes, nunca se ve, ni por los ojos del cuerpo ni por los ojosde la mente; ...el punto aqu es que implica algo considera-blemente menos tangible que la estructura percibida pornuestros ojos. Implica alojar a alguien y ser habitado, ala vez que ninguna tienda puede alojar o servir como lugarde habitacin ya que es puesta hoy y eliminada maana.Este reconocimiento de la casa como el lugar del habitar esfundamentalmente Heideggariano y como tal se relacionacon la oscuridad del megaron. Como en el Construir,habitar, pensar de Martin Heidegger, el argumento implci-tamente conecta la construccin de la casa con la agricul-tura y el enraizamiento.

    13. SITTE, Camillo, City Planning Acording to Artistic Prin-ciples, (trad. por George R. Collins y Christiane CrasemanCollins), Random House, New York, 1965. Como seala eltraductor, Sitte usa el trmino Platz(place, lugar) ms que

    la palabra plaza (square), que tiene unas connotacionesgeomtricas que no concuerdan con los principios urbanosde Sitte. La obra de Sitte se dirigi contra la ciudad norma-tivizada y cuadriculada como la que propona Reinhard Bau-meister.

    14. Arendt proporciona la siguiente aclaracin etimolgicaen una nota al pie en la p. 95 de La condicin humana: Laspalabras griega y latina que designan el interior de la casa,megarony atrium, guardan ntimo parentesco con oscuri-dad y negrura. Ella cita MOMMSEN, Rmische Geschichte,5th ed., Book 1, pp. 22, 236.

    15. ARENDT, H., op. cit., p. 49.

    16. El autor ha sugerido sustituir la expresin original ingle-sa experiental depth por existential depth para facilitar latraduccin.

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    Fig. 3. Siena. Un dramtico ejemplo de mbitos pblicossacro y profano claramente establecidos en una ciudadmedieval. Alrededor de estos lugares reificados est el pro-ceso biolgico de la estructura residencial.

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    17. Ibid., p. 39.

    18. Ibid., p. 68.

    19. BAMFORD-SMITH, Clive, Builders in the Sun: Five Mexi-can Architects, Architectural Book Publishing Co., New York,1967, p. 74.

    20. ARENDT, H., op. cit., p. 131.

    21. BAMFORD-SMITH, C., op. cit., p. 77.

    22. ARENDT, H., op. cit., p. 55.

    tambin la capacidad mediadora de construir formas para articular la una respecto a la otra.Arendt argumenta que el florecimiento del arte social, la novela, despus de 1750, efectivamen-te coincidi con el progresivo declinar de todas las artes pblicas, especialmente la arquitectura17.

    El triunfo definitivo de lo social en la vida colectiva, segn apunta Arendt, ha hecho surgir unasociedad de masas [que] no slo destruye la esfera pblica sino tambin la privada, quita al hom-bre no slo su lugar en el mundo sino tambin su hogar privado, donde en otro tiempo se sen-ta protegido del mundo y donde, en todo caso, incluso los excluidos del mundo podanencontrar un sustituto en el calor del hogar y en la limitada realidad de la vida familiar18.

    Esta tesis, como la de la prdida de la esfera privada a manos de lo social, encuentra corrobo-racin en los escritos fragmentarios del arquitecto mejicano Luis Barragn, que ha criticado elpaisaje sobreexpuesto de los barrios contemporneos en los siguientes trminos: Cada da msla vida se est volviendo demasiado pblica. La radio, la TV, el telfono invaden la privacidad.Los jardines deberan estar cerrados, no abiertos a la mirada pblica. En otro lugar Barragncontina: Los arquitectos estn olvidando la necesidad del ser humano de la penumbra, el tipode luz que proporciona tranquilidad, en sus salas de estar y en sus dormitorios. La mitad delcristal que se usa en muchos edificios tanto hogares como oficinas debera ser eliminado paraobtener la calidad de luz que permite a uno vivir y trabajar de una manera ms concentrada19.

    La puntualizacin que hace Arendt de que el triunfo de la sociedad laborante ha condenado alhombre a un movimiento perpetuo20, encuentra eco en los textos de Barragn cuando afirma:

    Antes de la era de la mquina, an en el centro de las ciudades, la naturaleza era la compaaen la que todos confiaban... Actualmente, la situacin es la contraria. El hombre no se encuen-tra con la naturaleza, incluso cuando deja la ciudad para acercarse a ella. Encerrado en su fla-mante automvil, en su espritu ha quedado marcado el mundo del cual el automvil emergi;l es, en la naturaleza, un cuerpo extrao. Un cartel publicitario es suficiente para silenciar lavoz de la naturaleza. La naturaleza llega a ser un despojo de la naturaleza y el hombre un des-pojo del hombre21.

    Esta tendencia a la reduccin global, por no decir una fusin total, entre el hombre, la mqui-na y la naturaleza latente en el triunfo progresivo de la produccin industrial encuentra sucorolario ideolgico en las ciencias del comportamiento, sobre las que Arendt ha escrito:

    Para calibrar el alcance del triunfo de la sociedad en la Edad Moderna, su temprana sustitu-cin de la accin por la conducta y sta por la burocracia, el gobierno personal por el de nadie,conviene recordar que su inicial ciencia de la economa, que slo sustituye a los modelos deconducta en este ms bien limitado campo de la actividad humana, fue finalmente seguida porla pretensin omnicomprensiva de las ciencias sociales que, como ciencias del comportamien-to, apuntan a reducir al hombre en todas sus actividades, al nivel de un animal de conductacondicionada22.

    LA DUALIDAD DEL HOMO FABER: ARTIFICIO FRENTE A INSTRUMENTALIDAD

    La dependencia del artificio humano en el trabajo del homo faber procede de la durabilidadintrnseca de los objetos y su capacidad de perdurar (Gegenstand) frente a las erosiones de lanaturaleza y a los procesos de uso. Como escribe Arendt:

    EL ESTATUS DEL HOMBRE Y EL ESTATUS DE SUS OBJETOS 11

    Fig. 4. Zulu Kraal. Un asentamiento circular que contienecabaas para familias, almacenes y recintos para el ganado.El recinto del jefe est aislado en el centro. Los senderos delganado llevan fuera del recinto hacia zonas de pasto, msalla de dos rboles sagrados cerca del punto de entrada.

    Fig. 5. Augusta Raurica, 44 a. C. El Ideograma Romano dela ciudad est girado 36 grados respecto al norte, de mane-ra que en los equinoccios de verano e invierno respectiva-mente el sol ilumina las calles al levantarse y al ponerse. Encontraste, la divisin de la tierra, el rea sub-urbana que

    rodea la ciudad era dividida correspondiendo con los puntoscardinales.

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    El mundo de cosas hecho por el hombre, el artificio humano erigido por el homo faber, se con-vierte en un hogar para los hombres mortales, cuya estabilidad perdurar al movimiento siemprecambiante de sus vidas y sus acciones slo hasta el punto en que trascienda el puro funcionalis-mo de las cosas producidas para el consumo y la pura utilidad de los objetos producidos para eluso. La vida en su sentido no biolgico, el perodo de tiempo que tiene todo hombre entre naci-miento y muerte, se manifiesta en la accin y el discurso, que comparten con la vida su esencialfutilidad... Si el animal laboransnecesita la ayuda del homo faberpara facilitar su labor y aliviarsu esfuerzo, y si los mortales necesitan su ayuda para erigir un hogar en la Tierra, los hombres queactan y hablan necesitan la ayuda del homo faberen su ms elevada capacidad, esto es, la ayuda

    del artista, de poetas e historigrafos, de constructores de monumentos o de escritores, ya que sinellos el nico producto de su actividad, la historia que establecen y cuentan, no sobrevivira. Conel fin de que el mundo sea lo que siempre se ha considerado que era, un hogar para los hombresdurante su vida en la Tierra, el artificio humano ha de ser lugar apropiado para la accin y el dis-curso, para las actividades no slo intiles por completo a las necesidades de la vida, sino tam-bin de naturaleza enteramente diferente de las mltiples actividades de fabricacin con las quese produce el mundo y todas las cosas que cobija 23.

    Ningn otro pasaje de La condicin humanaformula la dualidad esencial en el homo fabertansucintamente como ste el hombre como productor de la fractura entre la fabricacin de obje-tos intiles, como las obras de arte, que son fines en s mismos, y la invencin y produccin deobjetos tiles, que sirven como varios medios predeterminados a un grupo dado de fines. Para

    Arendt, el homo faberes al mismo tiempo el artesano y el fabricante de las herramientas; el cons-tructor del mundo y el fabricante de los instrumentos por los que es construido. Mientras que

    uno se dirige a s mismo para el qu de la representacin y la materializacin es decir, a aquelobjeto de conmemoracin que Loos encomend a la providencia del arte el otro se refiere alcmo de la utilidad y el proceso en el que las herramientas tienden, al menos en el mundomoderno, a ser los nicos objetos que sobreviven a su uso. Nada revela ms esta segunda con-dicin de produccin que la fabricacin a mquina de bienes de consumo, como tampoco laprimera es revelada mejor que por la historia cclica de los monumentos construidos los cuales,desde su inicio hasta su demolicin, son testigos de una transferencia continua de valores delpasado al futuro.

    La ambigedad de la arquitectura su estatus como edificacin o como edificio y a menu-do bajo aspectos diferentes en la misma entidad fsica refleja la ambigedad paralela del homofaber, que en ningn caso es un artista puro o un tcnico puro. De igual manera, representa-cin y conmemoracin no pueden nunca separarse totalmente y la actual encarnacin de losvalores del pasado asegura su disponibilidad para el futuro. Toda significacin en la forma23. Ibid., pp. 190-191.

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    Fig. 6. Ciudad Industrial de Tony Garnier, 1904. Primer pro-yecto del siglo XX de una ciudad regional de procesos. Laciudad comprende sectores ampliables independientementey mantiene una res pblicacentral fija que es la casa de laasamblea. Los sistemas de distribucin regionales, losmodos de produccin y consumo son rasgos esenciales (las

    carreteras se sealan con lnea continua y las vas de trescon lnea discontinua). Las instalaciones ocupan su lugarsegn la siguiente numeracin: 1. Minas, 2. Altos hornos yaceras, 3. Puerto y astilleros, 4. Talleres, 5. Estacin princi-pal y vas del tren, 6. Escuelas, 7. Centro y casa de la asam-blea, 8. Sanatorio, 9. Matadero.

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    24. Ibid., p. 185.

    25. ARGAN, G. C., The Renaissance City, Braziller, New York,1969, pp. 25-26.

    construida encarna un sentido de inmortalidad. Esto es lo que trata de dejar claro Arendt ensu discusin sobre el arte:

    En esta permanencia, la misma estabilidad del artificio humano que, al estar habitado y usadopor mortales, nunca puede ser absoluto consigue una representacin propia. En ningn otrositio aparece con tanta pureza y claridad el carcter duradero del mundo de las cosas, en ningnotro sitio, por lo tanto, se revela este mundo de cosas de modo tan espectacular como el hogarno mortal para los seres mortales. Es como si la estabilidad mundana se hubiera hecho transpa-rente en la permanencia del arte, de manera que una premonicin de inmortalidad, no la inmor-talidad del alma o de la vida, sino de algo inmortal realizado por manos mortales, ha pasado a sertangiblemente presente para brillar y ser visto, para resonar y ser odo, para hablar y ser ledo 24.

    Mientras la fabricacin finalizaba invariablemente en el mundo antiguo bien en un instru-mento de uso o en un objeto de arte, con el surgimiento de la ciencia emprica lleg a insinuarsu proceso de conversin en una metodologa de investigacin y, con su desviacin, a eliminarsea s misma de la teleologa tradicional del artificio a favor de la consecucin de instrumentosabstractos de conocimiento. El Renacimiento, fractura entre las artes liberales y las mecnicasanticipacin de la divisin industrial del trabajo llev al surgimiento del homo fabercomo unhombre de invencin y especulacin; del que el arquitecto yuomo universale, Filippo Brune-lleschi, fue uno de los primeros ejemplos. Como mostr G.C. Argan, este surgimiento del homofabercomo arquitecto trajo como resultado la ampliacin de la incipiente divisin entre lainvencin y la fabricacin, y llev a la degradacin de los artesanos tradicionales al estatus deanimal laborans:

    Brunelleschi pensaba que una nueva tcnica no poda estar derivada del pasado, en cambio debavenir de una experiencia cultural distinta, de la historia. De este modo refut las viejas tcnicasmecnicas y cre una nueva tcnica liberal basada en aquellas acciones tpicamente indivi-dualistas que son la investigacin histrica y la inventiva. Aboli la jerarqua tradicional de lalogia de albailes donde la cabeza era el coordinador del trabajo especializado de varios grupos deobreros entrenados y que pas a formar la logia de los maestros. Ahora, haba un nico planifi-cador o inventor; los dems eran meros trabajadores manuales. Cuando el maestro albail alcan-z el estatus de planificador nico, cuya actividad estaba a la par con otras disciplinas humanistas,los otros miembros del equipo de albailes cayeron del rango de maestrial cargo de diversosaspectos del trabajo al de simples trabajadores. Esto explica la impaciencia de los albailes y surebelin contra los maestros albailes que haban llegado a ser arquitectos o ingenieros 25.

    Esta deliberada creacin de distancia entre concebir y construir se extiende a todo el Renaci-miento. Estuvo muy presente en la invencin de la perspectiva por Brunelleschi o de sus mqui-

    EL ESTATUS DEL HOMBRE Y EL ESTATUS DE SUS OBJETOS 13

    Fig. 7. Ciudad Industrial del Tony Garnier. Vista del edificiode la asamblea central para 3.000 personas: es la res publi-cade Garnier. En sus fachadas se inscriben textos de Zola,que aluden a la utopa socialista de la unin de la industria yla agricultura (cfr. Manifiesto comunista). El texto se refieretambin al sueo de Saint-Simon de la unin de todas las

    naciones de la tierra por medio del ferrocarril.

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    nas para la construccin de la cpula sobre Santa Maria delle Fiore en Florencia en 1420, delmismo modo que en el invento del telescopio por Galileo Galilei en 1610, con el que el hom-bre estableci por primera vez la prueba del universo copernicano. La divisin efectiva entreapariencia y ser, que fue la consecuencia de esta demostracin, sirvi para instituir la duda car-

    tesiana como la base fundamental de la nueva perspectiva cientfica. Como Arendt ha escrito:El mtodo Cartesiano de asegurar la certeza sobre la duda universal correspondi ms preci-samente a la ms obvia conclusin que iba a extraerse de la nueva ciencia fsica: aunque no sepuede conocer la verdad como algo dado y revelado, el hombre puede al menos conocer lo quehace. Esto se convirti en la actitud ms generalmente aceptada de la poca Moderna, y dichaconviccin, ms que la duda subyacente, empuj a una generacin tras otra durante ms detrescientos aos a caminar con paso siempre acelerado por la senda de los descubrimientos y deldesarrollo26.

    Igual que el cambio a un modelo heliocntrico del universo fue desarrollado con la ayuda deuna herramienta ptica el telescopio el homo faber tom su lugar en el mundo modernomediante la revaluacin de su papel tradicional. Desde Galileo, ya no ha sido valorado por suproducto como resultado final sino por su proceso como un medio para un fin. Como demues-tra Arendt, la fabricacin, que haba desaparecido hasta ahora en el producto, ahora llega a ser

    un fin en s misma desde que la ciencia pura no se interesa en la apariencia de los objetos, sinoen la capacidad de los objetos de revelar la estructura intrnseca que subyace tras toda aparien-cia. Abandona la contemplacin pasiva de los objetosper seen favor de la penetracin instru-mental de las leyes de la naturaleza. Esto invierte efectivamente la jerarqua tradicional decontemplacin y accin un cambio que, como Arendt demuestra, tuvo profundas consecuen-cias para el objeto de la arquitectura:

    En lo que ataa al homo faber, el moderno cambio de nfasis del qu al cmo, de la pro-pia cosa a su proceso de fabricacin, no fue en modo alguno pura bendicin. Priv al hombreconstructor de esos modelos y mediciones permanentes y fijos que, antes de la poca Moder-na, le haban servido de gua para su accin y de criterio para su juicio. No es slo, y quiz nisiquiera primordialmente, el desarrollo de la sociedad comercial lo que, con la triunfal victoriadel valor de cambio sobre el valor de uso, introdujo en primer lugar el principio de intercam-biabilidad, luego el de relativizacin y, finalmente, la devaluacin, de todos los valores. Para lamentalidad del hombre moderno, tal como qued determinada por la evolucin de la cienciamoderna y el concomitante desarrollo de la filosofa moderna, fue decisivo que el hombrecomenzara a considerarse parte integrante de los procesos, superhumanos y que lo abarcantodo, de la naturaleza y de la historia, los cuales parecan destinados a un infinito progreso sinalcanzar ningn inherente telos ni aproximarse a ninguna idea predeterminada27.

    Este desplazamiento del qu al cmo encuentra su reflejo en la separacin entre ingenieray arquitectura durante la Ilustracin; en primer lugar con la creacin categrica anti-gremial deColbert de varias academias reales para las artes y las ciencias incluida laAcadmie Royale dAr-chitecture(1677), cuyos graduados en arquitectura se dedicaban nicamente al qu, esto es,la reificacin de las estructuras pblicas encargadas por el Estado; y adems en 1747, con la cre-acin por Perronet de laEcole des Ponts et Chausses, cuyos graduados en ingeniera se ocupa-ban nicamente del cmo, particularmente de los medios para aumentar el accesopermanente a este mbito. Que estos dos aspectos del homo faberya haban llegado a estar divi-didos profesionalmente en la defensa y el asedio de ciudades amuralladas puede deducirse del

    hecho de que, de acuerdo con Michel Parent y Jacques Verroust: En el siglo XVI la defensa delas ciudades y castillos fue trabajo de los arquitectos. La palabra ingeniero permaneci reser-vada a los que no slo construan las mquinas de asedio sino que tambin las manejaban28. Lainvasin progresiva de la ciudad del artificio por las mquinas primero los ingenios de asedioy luego las locomotoras, y a continuacin, por supuesto, los tranvas elctricos y el automvilacompa la disolucin definitiva de las ciudades amuralladas a mediados del siglo XIX. Jun-to con su retrica monumental y su reduccin simultnea de su honorfica forma construida alestatus de ser una materia rentable, el Ringstrasseque reemplaz la fortificacin de Viena en lasegunda mitad del siglo fue, casualmente, el terreno para las pruebas iniciales del tranva tira-do por caballos29.

    Despojada de su fe en la cultura recibida del Renacimiento por la duda cartesiana, la teora dela arquitectura se vio obligada a buscar su autoridad en el conocimiento de una arqueologa

    26. ARENDT, H., op. cit., p. 309.

    27. Ibid., p. 332.

    28. PARENT, Michael y VERROUST, Jacques, Vauban, Edi-tions Jacques Fral, Paris, 1971, p. 60.

    29. El tranva tirado por caballos del Ringstrasseabri elcamino al tranva elctrico en los primeros aos de la dca-da de 1890. En su Teora general de urbanizacin, 1867,Ildefonso Cerd, el planificador de la moderna Barcelona einventor del trmino urbanizacin, sostena que la forma dela ciudad est, o debe estar, derivada de las necesidades delocomocin. Desde esta fecha en adelante la ciudad pas aestar inundada por movimientos mecanizada.

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    30. ARENDT, H., op. cit., p. 329.

    objetiva. Al mismo tiempo empez a buscar su principio creativo en los fenmenos de la natu-raleza. Entonces mientras los arquitectos comenzaron a reproducir y a emular los modelossupervivientes de la antigedad, la ley natural se convirti en el primer principio universal.Nuestros conceptos modernos de arqueologa e historia son ambos la consecuencia de desarro-llos como este. Desnudado por la ciencia de su mgica unidad, el mundo moderno comenz afragmentarse. Puesto que la apariencia, ahora, oculta la verdad, se hizo necesario considerar laforma como un ser separado del contenido y para este fin la moderna ciencia de la esttica viola luz con la Aesthetica (1750) de Baumgarten. Al mismo tiempo los tericos de la arquitec-tura, como Abb Laugier en su ensayo Essai sur larchitecture (1753), empezaron a abogar porlas estructuras primitivas naturales de evidente lucidez. Las estructuras reducidas a la purezavinieron a ser el paradigma de la arquitectura y la luz vino a ser observada como una metforade la iluminacin de la razn misma.

    La ascensin de la burguesa, el emerger de lo social y de la intimidad, el redescubrimiento dela antigedad, la dualidad entre luz y naturaleza como la inmanencia sublime del Ser Supremo,y sobre todo, la influencia de Rousseau y Newton combinados para distraer a la arquitectura dela tarea de la realizacin y para proyectarla o bien a un pasado arqueolgico y remoto o a unfuturo utpico e inalcanzable. Esta distraccin ideolgica se ve claramente en el trabajo deEtienne Boulle, que imagin espectaculares masas de mampostera, a escala de los acantiladosnaturales enormes megalitos de tamao prohibitivo, penetrados por interminables galeras deespacios, a menudo, inaccesibles. No es esta la figura que Arendt tena en mente cuando escri-bi sobre el homo faberrenunciando a la llamada tradicional en favor de lavita contemplativa?

    Lo nico que tuvo que hacer fue dejar caer los brazos y prolongar indefinidamente el acto decontemplar el eidos, el eterno modelo y forma que antes haba querido imitar y cuya excelenciay belleza saba ahora que poda estropear mediante cualquier intento de reificacin30.

    Mientras que la teora de la arquitectura tenda hacia una total desmaterializacin, como en losescritos de Laugier, o hacia el surrealismo de lo sublime, la forma irrealizable, como en las im-genes de Boulle, la ingeniera se dedicaba a trabajar con la naturaleza y a someter sus excesosindomables con una infraestructura medida de carreteras metalizadas y canales navegables. Surea ya no fueron los bastiones y las escarpas de las ciudades fortificadas, sino los viaductos, lospuentes y las presas de un sistema de distribucin universal. Su tcnica no slo se bas en elrendimiento de los materiales y mtodos tradicionales sino que tambin proporcion una for-ma ms explcita de la expresin estructural una en la que la estructura era trasparentementepenetrada por el proceso. Desde este momento la arquitectura busc en tal estructura mucho

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    Fig. 8. Zlin, Checoslovaquia. Proyecto para Bata en 1935 deLe Corbusier. Este es el segundo proyecto de ciudad linealdespus de Algiers. Significativo por la juxtaposicin de losbloques redentde la Ville Radieuse(vase, Falansterio deFourier) con las Units d'Habitationusadas al mismo tiem-po en su plan para Nemours.

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    ms que su substancia simblica y encontramos un arquitecto neoclsico tardo como Karl Frie-drich Schinkel ignorando totalmente la arquitectura contempornea en su primera visita aInglaterra en 1826 y tomando nota en su lugar de los logros distributivos y productivos deltiempo: el puente en suspensin de Menai Straits y las procesuales factoras de Manchester.

    EL ANIMAL LABORANSY LA FUNGIBIL IDAD DEL MUNDO

    La concentracin bruta de la fuerza de labor natural, aunque sea semejante al poder del agua,precede, como Robin Evans ha tratado de mostrar, a los desarrollos tardos del siglo XVIII dela produccin industrial tal como es generalmente entendida hoy en da. El workhousecomo unlugar de produccin, secreto, y de mejora moral (esto ltimo siendo nada ms que obtener for-zosamente el deseable comportamiento del animal humano) fue instituido mucho antes de lainvencin de instrumentos de produccin tan importantes como el motor de Newcomen o lamquina de hilar multi-bobina de Arkwright. Que este lugar de trabajo fuera invariablementeun mundo cerrado sirvi nicamente para enfatizar lano-mundanidad esencial de la labor detodos aqullos en los que la privacidad surga primariamente de la necesidad de un secretoindustrial. Fue en este entorno tan hermtico, donde la privacin en su sentido original fueconectada con el trabajo tico y puesta a disposicin de la mquina. En el primer workhouse losvagabundos detenidos, que hasta ese momento haban sido torturados, como castigo por suinactividad nmada, a partir de la mitad del siglo XVI, fueron obligados a emplearse en la pro-duccin tanto de cosas tiles como intiles. til en el sentido en el que el proyecto del Panop-ticon de Jeremy Bentham de 1797 por citar un tipo de workhousealtamente desarrollado fueuna mquina para la extraccin que mejor el trabajo de aqullos de los que no cabra esperarninguna destreza ni buena voluntad31. Intil en el sentido de la rueda de molino de WilliamCubitt instalada en la Penitenciara de Brixton en 1821 que impulsaba una vela situada en laparte superior de la fbrica y que serva solamente para recordar la inutilidad de los esfuerzosde los prisioneros.

    Lano-mundanidad fundamental del animal laboransse manifest en el siglo XIX con la pro-duccin mecnica ciega de los workhouse y las fbricas, y tuvo un paralelo en el siglo XX enlos procesos igualmente ciegos del consumo de masas. Como Arendt escribi:

    En nuestra necesidad de reemplazar cada vez ms rpidamente las cosas que nos rodean, ya nopodemos permitirnos usarlas, respetar y preservar su inherente carcter durable; debemos con-sumir, devorar, por decirlo as, nuestras casas, muebles y coches, como si fueran las buenascosas de la naturaleza que se estropean intilmente si no se llevan con la mxima rapidez alinterminable ciclo del metabolismo del hombre con la naturaleza. Es como si hubiramos derri-bado las diferenciadas fronteras que protegan al mundo, al artificio humano, de la naturaleza,tanto el biolgico proceso que prosigue su curso en su mismo centro como los naturales pro-cesos cclicos que lo rodean, entregndoles la siempre amenazada estabilidad de un mundohumano32.

    Arendt contina argumentando que la edad moderna ha sacrificado progresivamente las ideasde permanencia y durabilidad al ideal de abundancia del animal laborans, y que vivimos en unasociedad de trabajadores desde que la fuerza de labor ha sido dividida para eliminar del empu-

    je de su metabolismo natural el antinatural y consciente obstculo del artificio humano elobjeto original del homo faber.

    Que el animal laboransno puede construir un mundo humano fuera de sus valores se confir-ma con la tendencia acelerada de la produccin de masa y el consumo que socava no slo ladurabilidad del mundo sino tambin la posibilidad de establecer un lugar permanente en l.Las formas de ciencia ficcin proyectadas por las utopas urbanistas del siglo XX han surgidode los intentos, tanto elitistas como populistas, de concretar los procesos industriales como sifueran manifestaciones ideales de una nueva naturaleza. Desde la Citt Nouvael arquitectofuturista Antonio SantElia (1914), que, citando el Manifiesto de la arquitectura futurista, afir-m que nuestras casas durarn menos tiempo del que tardamos en hacerlas y cada nueva gene-racin tendr que hacer las suyas propias33, hasta el espontneamente dinmico New Babiln(1960) de Constant Nieuwenhuys, donde el cambio urbano sera tan acelerado que dejara sinsentido volver a casa en cada ejemplo estamos representando con imgenes igualmente cin-ticas que proyectan a travs de una exageracin proftica la tendencia fundamental a la desubi-cacin de la realidad urbana actual. Nieuwenhuys escribi: No habra opcin para ningn

    31. Ver EVANS, Robin, Regulation and Production, Lotus12, septiembre 1976.

    32. ARENDT, H., op. cit., p. 135.

    33. Ver BANHAM, Reyner, Theory and Desing in the FirstMachine age, Praeger, New York, 1960, p. 135.

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    Fig. 9. Broadacre City, 1932-35. Tesis anti-urbana de F. Ll.Wright basada en el automvil y una casa por acre. La respublicaaqu es dispersada en el estadio, el teatro, etc; la

    visin est basada en las teoras socio-econmicas deHenry George.

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    34. Para el texto completo de Constant Nieuwenhuys vase,New Babylon, Architectural Design, junio 1964, pp. 304-305.

    patrn de vida fijo desde que la vida en s misma sera un material creativo... En New Babilnla gente estara constantemente viajando. No tendran necesidad de volver a su punto de parti-

    da y este en cualquier caso habra cambiado. En cada sector habra habitaciones privadas (unhotel) donde la gente pasara la noche y descansara un rato34.

    Desde el punto de vista de la mquina o de la produccin racionalizada, la arquitectura se havisto tan afectada como el urbanismo por la sustitucin de las normas productivas o procesalesy la mayor parte de los criterios tradicionales de mundanidady de uso. Cada vez ms los edifi-cios son diseados en respuesta a los fenmenos mecnicos de su ereccin o, alternativamente,a los elementos del proceso como son las gras, ascensores, escaleras mecnicas, escaleras, ram-pas de basura, pasarelas, huecos de servicio y los automviles que determinan la configuracinde la forma construida en mayor medida que los criterios jerrquicos y ms pblicos del lugar.

    Y mientras que el espacio de la aparicin pblica est siendo invadido cada vez ms por el tr-fico o inundado a escala urbana por accesos de alta velocidad restringidos, las aisladas torresmegalticas de las ciudades modernas mantienen su estatus potencial como bienes de consu-mo en virtud de su forma aislada. Al mismo tiempo, los elementos prefabricados con los que

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    Fig. 10. Universidad de Bochum de Candilis, Josic y Woods.Los arquitectos hacen explcitas sus intenciones iniciales dediseo para este esquema: su intento de distinguir clara-mente el mbito pblico del privado.

    Fig. 11. Planta general del proyecto de restauracin del dis-trito Shinjuku, de Maki y Ohtaka. Un ejemplo de una estruc-tura compositiva de megaformas construidas sobre el asllamado por los arquitectos terreno artificial. Las mega-for-mas no estn ancladas.

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    son ensamblados garantizan la optimizacin de su produccin y consumo en la economaindustrial. Su potencial para una rpida amortizacin, demolicin y sustitucin adecuadas,comienza a invalidar la distincin tradicional entre muebles e inmuebles, una difusin designificado que fue anunciada primero en el siglo XIX, con la eliminacin a gran escala de

    estructuras intactas35

    . De forma parecida aunque ms inmediata, la automatizacin impone unaigualdad en las condiciones de produccin a todos los diseos industriales por la que se tiendea la servo-mecanizacin del consumo, donde los ritmos de las mquinas amplifican la tenden-cia fundamental de la vida a destruir la durabilidad del mundo36. De este modo incluso la cate-gora mundana del uso es absorbida por el consumo en tanto que los objetos de uso en estecaso, herramientas son transformados por la abundancia en bienes de usar y tirar; sutil des-plazamiento cuyo autntico significado reside en la intrnseca capacidad destructora del consu-mo como opuesto al uso.

    La consecuencia de todo esto para la arquitectura contempornea es tan inquietante como uni-versal. Elevados en autopistas o en pasarelas peatonales o secuestrados tras verjas de seguridad, senos obliga a atravesar amplias zonas de espacio urbano abstracto e inaccesible que no puede serapropiado ni adecuadamente mantenido. De un modo similar estamos ante plazas cuyo hipot-tico estatus pblico est viciado por la vacuidad del contexto, o en otras ocasiones somos condu-cidos por calles desposedas de toda vida pblica por las necesidades circulatorias del trfico.Cruzamos umbrales cuya naturaleza pblica representativa ha sido suprimida o entramos en ves-tbulos que han sido dispuestos o iluminados de tal manera que arruinan el acto de paseo pbli-co. Adems, estamos obligados a emprender los viajes desde aeropuertos cuya funcionalidadrechaza el ritual de la despedida. En cada caso nuestra cultura de la comodidad sin valores engen-dra una equivalencia donde los museos son organizados como refineras de petrleo y los labora-torios adquieren una forma monumental. Por un motivo similar los restaurantes son rudamenteencarcelados en stanos, mientras los colegios se encuentran arbitrariamente encajonados entrelos permetros de almacenes sin ventanas. En cada caso la cruel reduccin cultural se enmascaraen la retrica de lo kitsch o en la celebracin de la tcnica como un fin en s misma37.

    LA IDENTIDAD DEL CONSUMO Y LA NO-MUNDANIDAD DEL JUEGO

    Las primeras concentraciones de fuerza de labor, iniciadas primero en las workhouse y conti-nuadas luego en las fbricas, produjo el desarraigo de la poblacin agraria que lleg a estar tan

    alienada de su cultura tradicional como lo estaban de los objetos de la produccin industrial.Esta prdida de lo vernacular ms adelante alien38 a los descendientes de estas poblaciones amedida que se convirtieron en consumidores emancipados de sus propios productos. Mien-tras que la forma especfica de no-mundanidadque result de este consumo inducido vara conlas sucesivas generaciones y clases, la inicial prdida de identidad reforzada por las condicionesde la produccin industrial fue sublimada, independientemente de las clases, por una identidadque es adquirida inmediatamente a travs del consumo. El fenmeno del kitsch del Verkitschen,fingir surge con la aparicin de los grandes almacenes, aproximadamente a mediados delsiglo XIX, cuando la civilizacin burguesa consigue por primera vez tener una capacidad deproduccin ms que suficiente y esto la lanza a crear una cultura generalizada de s misma unacultura que permaneci extraamente suspendida entre lo til y lo intil, entre la pura utilidadde su propia tica puritana del trabajo y un deseo compulsivo de imitar la vida licenciosa delgusto aristocrtico39.

    Aunque Marx, justo antes del comienzo en serio del consumo de masas, proyect la posibleliberacin de toda la humanidad de la necesidad del trabajo despiadado, fall al no tener encuenta el latente potencial de la produccin mecnica de promover una sociedad de consu-mo voraz en la que Arendt apunta: casi toda la fuerza de labor se gasta en consumo, conel concomitante y grave problema social del ocio40.

    En esta sociedad el problema principal ya no es la produccin, sino la creacin de los sufi-cientes desechos diarios para mantener la incansable capacidad de consumo. La observacinconsiguiente de Arendt de que ste consumo supuestamente indoloro slo aumenta la capa-cidad devoradora de la vida, encuentra su corroboracin en un mundo donde la reduccinde las horas de trabajo, la suburbanizacin, y la masificacin del uso del automvil hansupuesto, en el mbito del consumo, una continua aceleracin del trnsito en las megalpo-lis, una situacin, en la que las horas ganadas a la produccin son precisamente compensa-das con horas perdidas en el viaje diario al trabajo.

    35. Ver BUDER, Stanley, Pullman: An Experiment in Indus-trial Order and Community Planning, 1880-1930, OxfordUniversity Press, London, 1967. George Pullman, fundadorde Pullman Palace Car Company, haba empezado, dehecho, en Chicago en 1855 levantando edificios por encimade los existentes de diez plantas.

    36. ARENDT, H., op. cit., p. 139.

    37. Existen innumerables ejemplos del especfico desplaza-miento del mbito pblico en edificios contemporneos.Entre los ms recientes, se pueden citar los siguientes: elEdificio de la Ford Foundation, en Nueva York, por su apor-tacin de un falso vestbulo pblico que est programadode tal manera que asegura que ningn mbito pblico pue-de alcanzar la existencia. El Centro Pompidou, en Pars, porsu reduccin de sus usuarios al mismo estatus que losservicios, los usuarios son entubados, por as decir, porun lado, y los servicios alimentan el interior de la estructurapor otro. En pocas palabras, la reduccin de un museo alestatus y el modelo expresivo de una refinera! Los Labora-torios Richards en la Universidad de Pennsylvania donde lastorres de servicio son presentadas como elementos monu-mentales y donde toda la estructura est revestida de unsentido de religiosidad inapropiado para la naturaleza pro-

    cesal de un edificio de laboratorios. En este ltimo ejemplouna monumentalidad descolocada no consigue trascenderla ausencia manifiesta de un apropiado programa repre-sentativo o conmemorativo, mientras que el caso ante-rior la presencia de un programa representativo se hacenulo y vaco por la retrica de la mquina. Conscientementediseado como un supermercado cultural, el arte en el nom-bre del populismo es reducido a un producto de consumo.

    38. El autor ha sugerido sustituir la expresin original wasto return to haunt por esta otra, further alienated, parahacer ms claro el sentido de esta frase.

    39. Ver BROCH, Herman, Notes on the Problem of Kitsch,en DORFLES, Gillo, (ed.), Kitsch: The World of Bad Taste,Universe Books, New York, 1969, p. 54.

    40. ARENDT, H., op. cit., pp. 138-139.

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    41. Ibid., p. 33.

    42. Ibid., pp. 172-173.

    43. Ibid., p. 187. Vale la pena repetir aqu la distincin quehace Arendt entre pensamiento y cognicin: Pensa-miento y cognicin no son lo mismo. El primero, origen delas obras de arte, se manifiesta en toda gran filosofa sintransformacin o transfiguracin, mientras que la principalmanifestacin del proceso cognitivo, por el que adquirimos yalmacenamos conocimiento, son las ciencias.

    44. Ibid., p. 127.

    45. Para una exposicin histrica de La Escuela de Frankfurty el Instituto de Investigacin Social puede verse JAY, Mar-tin, The Dialectical Imagination, Little, Brown, Boston, 1973.

    La victoria del animal laboranscon la que Arendt concluye su estudio de los dilemas que enfren-tan al hombre moderno consiste no slo en la reduccin del arte a la problemticano-munda-nidaddel libre juego, sino tambin en la sustitucin de la gratificacin social por la elaboracinde normas estndar de funcionamiento y uso. Por esto, Arendt argumenta:

    Quiz nada indica con mayor claridad el fundamental fracaso del homo faber en afirmarsecomo la rapidez con que el principio de utilidad, la quintaesencia de su punto de vista sobre elmundo, desapareci y se reemplaz por el de la mayor felicidad del mayor nmero41.

    Mientras la utilidad presupona originalmente un mundo de objetos de uso por los que el hom-bre estaba significantemente rodeado, este mundo empez a desintegrarse con la tendencia ahacer herramientas, de manera que cada objeto no es un fin en s mismo sino un medio paraotros objetos y para otros fines. Como Arendt ha sealado, en esta coyuntura donde el con elfin de se ha convertido en el contenido del en beneficio de, ...la utilidad establecida comosignificado que genera no-significacin42.

    El arte, por otra parte, como la esencia de lo intil y esto por supuesto incluye los aspectos nofuncionales de la arquitectura se rinde en silencio en esta sociedad, hasta tal punto que es redu-cido a una abstraccin introspectiva o vulgarizado en la vaga idiosincrasia del kitsch. En el pri-mer caso no puede ser compartido fcilmente y en el segundo es reducido a un artculo de puraapariencia. Si, como insiste Arendt, el mundo debera ser construido con pensamiento ms quecon cognicin43, entonces en cuanto no es esencial para los procesos de la vida en una sociedadlaborante, el arte pierde su original mundanidady se convierte en juego. Esto, por supuesto,crea la problemtica cuestin sobre cules son las condiciones bajo las cuales el juego puedeconsiderarse mundano.

    En cualquier caso, la libertad en una sociedad laborante es percibida nicamente como unaliberacin del trabajo, en particular, como juego, y es el reconocimiento de este hecho por

    Arendt el que hace de su texto una perspicaz, aunque parcial, crtica a Marx.

    Marx predijo correctamente, aunque con injustificado jbilo, el marchitamiento de la esfe-ra pblica bajo condiciones de desarrollo no trabado de las fuerzas productivas de la sociedad,y fue tambin justo, es decir, consecuente con su concepcin del hombre como animal labo-rans, cuando vaticin que los hombres socializados dedicaran su liberacin del laborar a esasactividades estrictamente privadas y esencialmente no mundanas que llamamos hobbies44.

    LA CONDICIN HUMANA Y LA TEORA CRTICA: UNA POSTDATA

    El escepticismo de Hannah Arendt, como el que muestra hacia la redencin prometida por lospronsticos marxistas, no dudar en presentarse reacio a que se compare su discurso con la teo-ra crtica de la Escuela de Frankfurt45. Las reservas que Arendt expres pblicamente sobre estaescuela de criticismo marxista deberan ser suficiente prevencin contra tales comparaciones.

    Aun a pesar del desdn que parece sentir por estos a los que consideraba unos marxistas rene-gados, puede encontrarse una preocupacin comn e incluso un mtodo para relacionar losargumentos desarrollados en La condicin humanacon los anlisis socio-culturales de la Escue-la de Frankfurt. Est claro que tanto Arendt como la Escuela de Frankfurt estuvieron igual-mente obsesionados por la interaccin entre estructura y superestructura en las sociedadesindustriales avanzadas, aunque estos trminos fueran absolutamente extraos al pensamiento de

    Arendt.

    Aceptadas estas salvedades, se puede sostener que la evolucin de la Escuela de Frankfurt,especialmente la progresin terica que enlaza el pensamiento ltimo de Herbert Marcusecon los escritos de Jrgen Habermas, aborda unos temas que fueron suprimidos o puestosen suspenso en la conclusin de La condicin humana. Entre estas cuestiones se pueden sea-lar dos. La primera, el problemtico estatus cultural del juego y el placer en una futura socie-dad laborante tras su hipottica liberacin de la obsesin del consumo (Marcuse); y, lasegunda, la problemtica posibilidad de reconstruccin del espacio de la aparicin pblicapor medio de la racionalidad autnoma de la ciencia y la tcnica como un eficaz mbito pol-tico (Habermas).

    Si se deduce de La condicin humana la implicacin de que un orden altamente secularizado,laboral e industrializado debe prevalecer por encima de cualquier estado capitalista, sociedadescapitalistas o socialistas, y si se propone un estado futuro en el que la fatalidad de un consu-

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    mismo siempre acelerado fuera, en alguna medida, redimido, entonces la pregunta que surgi-ra es: cules son las prioridades medioambientales mnimas que este estado transformado pue-de considerar de un modo realista?

    Mientras que lavita activaen el sentido antiguo no cabe duda que quedara a la expectativa,

    cierto desarrollo del hbitat privado, esencial para la calidad de la vida domstica, podra decla-rarse a s mismo como una prioridad una vez que esta vida no sea objeto ni de un consumodepredador ni de una produccin optimizada. Pero aunque es cierto, como afirma Arendt, quedesde el punto de vista de la naturaleza es el trabajo ms que la labor el que es destructivo, estaobservacin pasa por alto que la dimensin cualitativa del consumo mas all de la cual el hom-bre es metabolizado con la naturaleza llega a ser incluso ms destructiva de la naturaleza queel trabajo, al cruzar esa frontera que ya hemos cruzado, donde los recursos no renovables comoel agua y el oxgeno empiezan a estar permanentemente contaminados o destruidos46. En estacoyuntura, la idea de labor como consumo optimizado, que se presenta como opuesta a la pro-pia idea de Bentham del culto a la vida como sumo bien, como intimidad per se, como quin-taesencia de la labor y la vida, es enfatizada por la simplificacin productiva de todos los objetosconstruidos al estatus de "bienes de consumo"; un umbral que tambin ha sido alcanzado en laindustria de las casas-mviles en los Estados Unidos.

    La adaptabilidad humana sin embargo, el criterio bsico de la intimidad expresado por Barra-gn, se postula no slo como la necesaria figura del terreno pblico, sino tambin como lanica norma estndar por la cual se puede finalmente mantener una vida equilibrada y acom-pasada para las especies. Las consecuencias urbanas de aplicar criterios como las densidades eco-nmicas seran crear de manera espontnea los lmites de una forma urbana negativaparticularmente, algn tipo de mbito pblico, aunque no constituya inmediatamente unmundo en el sentido de Arendt. Como el espacio de la ciudad medieval fue la otra cara fsi-ca del tejido privado, Arendt tambin ha reconocido en sus afirmaciones que es el permetroexterior del mbito privado el que efectivamente da forma al espacio de la ciudad.

    Como el arte, esto es, como la simbolizacin de los valores comunes y la forma en la que estospueden ser representados, esta conjuncin inmediatamente introduce el dilema cultural del jue-go y la extensin con la que una expresin comn puede o no puede ser reificada. La perma-nencia no es la precondicin absoluta para la reificacin, la msica es una excepcin obvia, como

    Arendt admite: en msica y poesa, las menos materialistas de las artes debido a que su mate-rial est formado por sonidos y palabras, la reificacin y elaboracin se mantienen al mnimo47.

    Las vanguardias artsticas del siglo XX han recurrido frecuentemente a juegos colectivos o a for-mas de arte aleatorias como la expresin necesaria de un futuro esencialmente social y din-mico, aunque los valores laborantes en muchas instancias innatos han asegurado que nadapuede ser conseguido excepto la tautologa de producirse a s mismos48. Mientras esta estrate-gia puede sacar provecho de la indiscutible autoridad de la instrumentalidad, la tendenciasimultnea del arte a sobrevivir a travs de las afirmaciones reductivas de su propia autonomaes una ilustracin de la tendencia general de una sociedad laborante a moverse hacia la privati-zacin. Es relativamente accidental que ambas estrategias de las vanguardias surgieran en pri-mer lugar en los primeros tiempos de la Unin Sovitica; la primera, la sensibilidadproductivista, tipificada de forma extrema en las pelculas autoreferenciales de Dziga Vertov,donde la produccin de pelculas sobre la produccin ejemplificaba la produccin misma49, yla segunda, el culto a la estructura autnoma, que fue reflejada en el formalismo artstico gene-

    ral del periodo. La dificultad de estas vanguardias para encontrar su pblico hizo retirarse alestado Sovitico al kitsch del realismo social. Slo la reprimidaProletcultcon su teatro polticoy su programa para teatralizacin de la vida cotidiana conservaron cierta lucidez para la rea-lizacin de una cultura alternativa.

    Que la arquitectura, como opuesta a la construccin, sea capaz de volver a la representacin devalores colectivos es un punto dudoso. En todas las circunstancias, su papel representativo ten-dra que estar sujeto al establecimiento de una esfera pblica en el sentido poltico. De otromodo, limitada por definicin al acto de conmemoracin permanecera exactamente donde

    Adolf Loos la dejo en 1910. Que este impulso conmemorativo permanecera vivo incluso enuna sociedad laborante se puso de manifiesto despus de la primera guerra mundial en nume-rosos memoriales al soldado desconocido; aquellos testamentos a alguien desconocido que sedio a conocer tras cuatro aos de matanzas masivas50.

    46. MURPHY, Earl F., Governing Nature, Quadrangle Books,Chicago, 1967, p. 31. Ver tambin p. 118 para un interesan-te comentario sobre la naturaleza del consumo industrial:Los hombres haban asumido que haba una lnea directadesde la produccin al consumo hasta la desaparicin. Aho-ra es evidente que el hombre, tanto como productor comoconsumidor, es parte del ciclo. Los residuos derivados de suproduccin y consumo no desaparecen.

    47. ARENDT, H., op. cit., p. 186. Ver tambin p. 127 y HUI-

    ZINGA, Johan,Homo Ludens: A Study of the Play Element in

    Culture, Beacon Press, Boston, 1950. Y sobre los lmites deljuego con respecto al arte encontramos el siguiente texto deHuizinga: Las artes musicales viven y crecen en unaatmsfera de comn regocijo; las artes plsticas no (p. 167).

    48. La historia del movimiento Proletculten la Unin Sovi-tica y su culto a la produccin tiene que ser escrita todava.Para una introduccin a los principos fundacionales delmovimiento y a la obra de Alexander Malinowsky, tambinconocido como Bogdanov, puede verse BILLINGTON, J. B.,The Icon and the Axe, Knopf, New York, 1968, p.489.

    49. Ver MICHELSON, Annette, The Man with the Movie-Camera: From Magician to Epistemologist, Art Forum, mar-zo 1972.

    50. ARENDT, H., op. cit., p. 181.

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    Fig. 12. Heianko (Kyoto) 784 d. C. Ciudad japonesa centrali-zada despus del modelo chino de Changan del siglo VI.El palacio imperial est situado en el norte. Ntese el car-do localizado en el centro y la correspondiente ausencia deun gora central.

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    51. MARCUSE, Herbert, Eros y civilizacin, Ariel, Barcelona,1981, p. 148.

    52. Ibid., p. 150.

    53. ARENDT, H., Sobre la revolucin, (traduccin de PedroBravo), Alianza, Madrid, 2004, pp. 365-366.

    Nada queda tan bien esbozado en La condicin humanacomo el abismo teleolgico que se haabierto progresivamente en el camino del hombre industrializado. Arendt y la Escuela deFrankfurt percibieron el mismo vaco pero sacaron conclusiones distintas de l, como puedenotarse en el siguiente pasaje de la obra de Herbert Marcuse Eros y civilizacin:

    "El argumento que condiciona la liberacin a un nivel de vida ms alto sirve demasiado fcil-mente para justificar la perpetuacin de la represin. La definicin del nivel de vida en trmi-nos de automviles, televisores, aeroplanos y tractores es la del principio de actuacin misma.Ms all del dominio de este principio, el nivel de vida ser medido con otro criterio: el de lagratificacin universal de las necesidades humanas bsicas, y la liberacin de la culpa y el temortanto lo internalizado como lo externo, lo instintivo como lo racional... Bajo condicionesptimas, la superioridad, en la civilizacin madura, del bienestar material e intelectual sera talque permitira la gratificacin, sin dolor, de las necesidades, y la dominacin ya no impedirasistemticamente tal gratificacin. En este caso, la cantidad de energa instintiva dirigida toda-va hacia el trabajo necesario... sera tan pequea que se derrumbara, al dejar de estar sosteni-da por fuerzas exteriores, una gran rea de contenciones y modificaciones represivas.Consecuentemente, la relacin antagonista entre el principio del placer y el principio de la rea-lidad sera alterada en beneficio del primero. Eros, los instintos de la vida, seran liberados has-ta un grado imprecedente"51.

    Mientras esta utpica proyeccin de un futuro donde la eliminacin de la represin sobrantesera eliminadaper sesi no hay trabajo, y entonces la organizacin de la existencia humana enun instrumento de trabajo no elimina sino incluso acenta los valores vinculados a la vida delanimal laborans, el reconocimiento de Marcuse de que el culto a la productividad como un finen s mismo es el principal punto muerto de la sociedad industrial le coloca sorprendentemen-te cerca de Arendt.

    La eficacia y la represin convergen: elevar la productividad del trabajo es el ideal sacrosantotanto del capitalismo como del estalinismo estajanovista. Este concepto de productividad deltrabajo tiene sus lmites histricos: son los del principio de actuacin. Ms all de este domi-nio, la productividad tiene otro contenido y otra relacin con el principio del placer: este con-tenido y esta relacin se anticipan en el proceso de la imaginacin que se conserva libre delprincipio de actuacin y mantiene la aspiracin de un nuevo principio de la realidad52.

    Que un da tal realidad ser alcanzada parece ser anticipado en el mismo grado por las aprecia-ciones de Arendt sobre los primeros SovietsRusos y por los pronsticos de Jrgen Habermaspara el futuro de lavita activa. Los dos pasajes relevantes se ofrecen abajo, el primero del estu-dio de Arendt de la poltica revolucionaria titulado On Revolution y el segundo del ensayo deHabermas, dedicado a Marcuse en su setenta cumpleaos, titulado Technology and Science asIdeology. Sobre los SovietsArendt escribi:

    No hay duda de que los consejos eran espacios de libertad. En cuanto tales, se opusieron sis-temticamente a presentarse como rganos provisionales de la Revolucin y, por el contrario,hicieron cuanto pudieron para constituirse como rganos permanentes de gobierno. Lejos deellos el deseo de una revolucin permanente; su propsito declarado era poner las bases de unarepblica llevada hasta las ltimas consecuencias, el nico gobierno que clausurar para siem-pre la era de las invasiones y de las guerras civiles; la recompensa que se esperaba al fin de lalucha no era ningn paraso sobre la tierra, ninguna sociedad sin clases, ninguna fraternidad

    imaginaria socialista o comunista, sino el establecimiento de la verdadera repblica. Lo quehaba sido cierto para el Pars de 1871, era igualmente cierto para la Rusia de 1905, donde lasintenciones no simplemente destructivas, sino constructivas de los primeros sviets fuerontan evidentes que los testigos de la poca podan sentir la aparicin y la formacin de una fuer-za que algn da sera capaz de llevar a cabo la transformacin del Estado53.

    Y no fue sta justo la transformacin que Habermas tena en mente cuando intent establecerlos lmites necesarios para el surgimiento de una verdadera racionalidad cientfica?

    Sobre todo, llega a estar claro sobre este fondo que deben distinguirse estos dos conceptos deracionalizacin. En el nivel de subsistemas de accin de propsito racional, el progreso cient-fico-tcnico ha forzado la reorganizacin de las instituciones y sectores sociales, y la necesitaincluso a una escala mayor que antes. Pero este proceso de desarrollo de las fuerzas productivaspuede ser un potencial para la liberacin si y slo si no sustituye la racionalizacin en otro nivel.

    EL ESTATUS DEL HOMBRE Y EL ESTATUS DE SUS OBJETOS 21

  • 7/29/2019 El estatus del hombre y estatus de sus objetos: una lectura de la condicin humana.

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    La racionalizacin al nivel del marco de trabajo institucional puede darse slo en el medio dela interaccin simblica en s misma, que se logra eliminando las restricciones de todas lascomunicaciones. Debates pblicos sin restricciones, sin dominacin, sobre la disponibilidad yla conveniencia de los principios de accin dirigida y las normas a la luz de las repercusiones

    socioculturales de desarrollar sistemas de accin de propsito racional como la comunicacinen todos los niveles de la poltica y la decisin repolitizada de los procesos de toma de decisines el nico medio en el que algo como la racionalizacin es posible54.

    Nos enfrentamos en este complejo pasaje con una perspectiva poltica existencial que paraArendt y Habermas es el nico vehculo posible para la determinacin racional de los fineshumanos. Tal concepto de descentralizacin cantonal tiende, dira, a hacernos volver a ladependencia del poder poltico en nuestra constitucin social y fsica, es decir, en su derivacinde la proximidad viva de los hombres y de la manifestacin fsica de su ser pblico como for-ma construida. Al menos para la arquitectura, la importancia de La condicin humanareside enesto en la formacin de esa reciprocidad poltica que es necesario obtener, por las buenas o porlas malas, entre el estatus de los hombres y el estatus de sus objetos.

    54. HABERMAS, Jrgen, Towards a Rational Society, (trad. porJeremy Shapiro), Beacon Press, Boston, 1970, pp. 118-119.

    KENNETH FRAMPTON22

    Kenneth Frampton estudi arquitectura en la Architectural Association School of Architecture, London. Trabaj como arqui-tecto y como historiador y crtico de arquitectura en Inglaterra, Israel y en los Estados Unidos. Actualmente es Ware Pro-fessor of Architectureen la Graduate School of Architecture, Planning and Preservationde Columbia University, New York.Entre sus libros se incluyen Modern Architecture: a Critical History (1980), Modern Architecture and the Critical Present(1980), Studies in Tectonic Culture(1995), American Masterworks(1995), Le Corbusier(2002) and Labor, Work and Archi-tecture(2002), y la cuarta edicin actualizada y ampliada de Modern Architecture: A Critical History(2007).