el cuerpo fragmentado - us

6
reportaje En la actualidad, la belleza es el ele- mento más importante a través del que enjuiciamos nuestros cuerpos y los cuer- pos de los otros. “Estar guapa” es una obli- gación que asumimos, con satisfacción, por las promesas que se vinculan implíci- tamente a los códigos estéticos dominan- tes. Creemos que es el aspecto de nuestro cuerpo el que nos asegurará una buena elección sexual, un trabajo mejor, una vi- da familiar feliz. Y, por ello, nos esforza- mos en no ganar peso, en cambiar nuestro vestuario en cada temporada, en aplicar- nos cremas y sustancias empleando una gran cantidad de tiempo y dinero. Como señalaba Naomi Wolf en los años 90, el mito de la belleza ha ido sustituyen- do a la mística de la feminidad de los años 40 y 50 cuando ser una buena esposa y ma- dre sometía a las mujeres. Si entonces los objetos del hogar - y, especialmente, los electrodomésticos- ofrecían una imagen deseable de lo que necesitaba una mujer para ser feliz, además de un marido como supuesto básico, en la actualidad es nues- tro propio cuerpo el objeto a modelar para sentirnos nosotras mismas, para poder competir sexualmente, para triunfar en el trabajo. Hemos escapado de ese hogar pro- metido en el que la publicidad encerraba la dicha femenina pero con un gran coste. Nuestro cuerpo ha dejado de ser un ele- mento de goce y conocimiento para con- vertirse en un material de transformación del que dependen muchas facetas sociales: la pareja, la vida laboral, el prestigio. Durante el siglo XX las revistas de moda, la publicidad y el cine convirtieron el glamour y la elegancia en ideales estéti- cos. La aspiración a un ascenso social se mantuvo ligado a la imagen de las muje- res que pertenecían a las clases sociales más adineradas. La ropa y el cuidado ex- terno eran una garantía para el triunfo fragmentado El cuerpo Por: ASSUMPTA SABUCO. Profesora de Antropología de la Universidad de Sevilla Obras: VV.AA. 16

Upload: others

Post on 12-Apr-2022

8 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: El cuerpo fragmentado - us

reportaje

En la actualidad, la belleza es el ele-mento más importante a través del queenjuiciamos nuestros cuerpos y los cuer-pos de los otros. “Estar guapa” es una obli-gación que asumimos, con satisfacción,por las promesas que se vinculan implíci-tamente a los códigos estéticos dominan-tes. Creemos que es el aspecto de nuestrocuerpo el que nos asegurará una buenaelección sexual, un trabajo mejor, una vi-da familiar feliz. Y, por ello, nos esforza-mos en no ganar peso, en cambiar nuestrovestuario en cada temporada, en aplicar-nos cremas y sustancias empleando unagran cantidad de tiempo y dinero.

Como señalaba Naomi Wolf en los años90, el mito de la belleza ha ido sustituyen-do a la mística de la feminidad de los años40 y 50 cuando ser una buena esposa y ma-dre sometía a las mujeres. Si entonces losobjetos del hogar - y, especialmente, loselectrodomésticos- ofrecían una imagendeseable de lo que necesitaba una mujerpara ser feliz, además de un marido comosupuesto básico, en la actualidad es nues-tro propio cuerpo el objeto a modelar parasentirnos nosotras mismas, para podercompetir sexualmente, para triunfar en el

trabajo. Hemos escapado de ese hogar pro-metido en el que la publicidad encerrabala dicha femenina pero con un gran coste.Nuestro cuerpo ha dejado de ser un ele-mento de goce y conocimiento para con-vertirse en un material de transformacióndel que dependen muchas facetas sociales:la pareja, la vida laboral, el prestigio.

Durante el siglo XX las revistas de moda,la publicidad y el cine convirtieron elglamour y la elegancia en ideales estéti-cos. La aspiración a un ascenso social semantuvo ligado a la imagen de las muje-res que pertenecían a las clases socialesmás adineradas. La ropa y el cuidado ex-terno eran una garantía para el triunfo

fragmentadoEl cuerpo

Por: ASSUMPTA SABUCO. Profesora de Antropología de la Universidad de Sevilla Obras: VV.AA.

16

Page 2: El cuerpo fragmentado - us

17

Page 3: El cuerpo fragmentado - us

de muchas mujeres que a través del matri-monio podían, incluso, aspirar a la monar-quía. El caso de la princesa de Mónaco, consu elegancia y discreción, resumía la icono-grafía de un sueño femenino. Algunos delos fotógrafos de las revistas ilustradas cues-tionaron ya en los años 30 la opresión, dis-tinta al corsé, que imponía la moda. Ya no setrataba de ofrecer un espíritu de sacrificio

logrando una cintura de avispa, mediante lasujeción, sino de mantener un cuerpo de-portivo y saludable.

La paulatina sustitución de los cuerpos re-ales por cuerpos imaginados es evidente siatendemos a la importancia de los mani-quíes que ocupan un lugar central en laventa de ropa. Si en el pasado el prestigio

estaba asociado a los trajes hechos a medi-da, en nuestros días es la adecuación al pe-so y las marcas los que imprimen distin-ción. La desproporción entre referentesmasculinos y femeninos en los escaparatesrefleja las mayores presiones que se diri-gen al sexo femenino para lograr unos cá-nones distantes de la realidad corporal demuchas mujeres.

18

Page 4: El cuerpo fragmentado - us

La representación corporal externa es unrequisito en casi cualquier circunstancia:una cierta forma de vestir para desempeñarciertos trabajos y para evidenciar la posi-ción social adquirida, una salud mostrablepara ocupar puestos de responsabilidad opara cuidar a los niños, una apariencia ju-venil para lograr mantener el amor… Y esen el campo emocional o afectivo, dondelas mujeres establecemos una férrea com-petencia con otras mujeres por cuestionesrelativas a la belleza.

La exterioridad de nuestro cuerpo alcanzacotas semejantes a las de cualquier objeto enel mercado: se trata de “sentirse bien” y mos-trar unas carnes tersas, que requieren cadavez mayores cuidados: desde la piel, los ojos,el pelo y, en general, las partes más visiblesdel cuerpo hasta las más invisibles como lasudoración, la textura de la piel o ciertas par-tes de la anatomía. La industria potencia elempleo masivo de extensiones para el cabe-llo, lentillas de colores, medias anticelulíti-cas, sujetadores maravillosos que contorne-an los senos más eficazmente que los“trucos” tradicionales - aumento mediante laintroducción de papeles, algodones o ropade diferente tipo-, cremas alargadoras y es-pesantes para las pestañas, maquillajes o pin-talabios indestructibles, cremas con posibili-dades mágicas para eliminar impurezas odefectos en unos minutos.

Al desarrollo de la industria cosmética sehan unido las posibilidades de transforma-ción más permanente que dependen de la ci-rugía y de las intervenciones médicas. Lascompañías especializadas en estética ingre-san una gran cantidad de beneficios deriva-dos de esta nueva tecnología del “yo” por loque no es extraño un inquietante aumentode las posibilidades de transformación. Losanuncios publicitarios de estas formas detransformación corporal se apoyan en la seg-mentación del cuerpo, sobre todo, del cuerpode las mujeres: las operaciones para eliminarlas varices se presentan con independencia delos cambios en la estructura de grasas o delpaso del tiempo, la elección de un tipo demodelado en la nariz, los labios o los ojos sehace teniendo en cuenta a otras mujeres queactúan como referentes de género por su

presencia en los medios de comunicación yno con respecto a las características persona-les o al propio equilibrio personal. La distan-cia entre los cuerpos imaginados y los realesaumenta a beneficio de los primeros.

Los cambios que posibilita la tecnología sir-ven también para responsabilizar a los indi-viduos, sobre todo a las mujeres, de su propioaspecto y para consolidar unos cánones esté-ticos y unas costumbres que benefician aciertos sectores económicos y políticos. Noes extraño que los estados tengan como unade sus prioridades, al menos a nivel formal,el cuidado de la salud de sus ciudadanos. Nofumar, comer de manera saludable, dormir eltiempo necesario, hacer ejercicio físico sonprincipios implícitos que, cada vez con ma-yor frecuencia, adquieren una evidencia nor-mativa. Al delegar la responsabilidad hacialos individuos - “come bien”, “cuídate”, de losslogans publicitarios- se fomenta la creencia,el convencimiento de lo que debemos hacercon nuestro propio cuerpo. Un ejemplo deestas formas de disciplina corporal unida a labelleza son los carteles disuasorios que sehan acordado por la Unión Europea en lascajetillas de tabaco: desde señales sobre lapérdida de la vida- “Fumar puede matar”-hasta las invocaciones más concretas quealuden a las repercusiones estéticas o sexua-les- “Fumar puede dañar el esperma y reducela fertilidad”, “Fumar provoca el envejeci-miento de la piel”.

En esta lucha por el cuidado corporal lasoperaciones- de nariz, de pómulos, de nal-gas- se convierten en un proceso sin límitesde edad y sin aparente peligro- pese a que ha-ce unos años una mujer de 70 años murió enuna operación de liposucción. Y resulta inte-resante constatar que el propio lenguaje esparte del nuevo entramado ideológico de labelleza. No nos operamos sino que “nos ha-cemos” una reducción de vientre o nos qui-tamos las varices o las gafas. Sólo el pecho,por su connotación sexual, es el que se operaen una diferenciación que divide a las muje-res que tienen unas dimensiones y caracte-rísticas “naturales” de las que han recurridoa la cirugía. Las posibilidades de un cuerpoperfecto están sexuadas ya que son las muje-res las que más acuden a estos servicios.

19

La exterioridad de

nuestro cuerpo alcan-

za cotas semejantes a

las de cualquier objeto

en el mercado

Page 5: El cuerpo fragmentado - us

El ideal de un cuerpo perfecto actúa en elimaginario colectivo como un deseo rea-lizable que explica los enormes gastospersonales, los sacrificios y las miradassubjetivas hacia uno mismo que refuer-zan lo que ha venido llamándose “culto alcuerpo”. El reverso de esta construccióncorporal dominante, donde ser un you-gurt y tener un cuerpo danone están muyunidos, son las consecuencias desigualesque genera el poder de la belleza en hom-bres y mujeres. La anorexia es su expre-sión más dramática y la que ha fomenta-do una mayor cantidad de estudiosfeministas desde los años setenta. El librode Susie Orbach, Fat is a Feminist Issue,así como su papel terapéutico con Dianade Gales ejemplifica los nuevos referen-tes y problemas que conlleva el mito de labelleza en la segunda mitad del siglo XX.

La ampliación creciente de los hombres alos dictados de la moda obedece a la am-pliación de mercado de las industrias delembellecimiento. Las nuevas clasificacio-nes, como “metrosexual”, encierran undoble sentido de afirmación de la mascu-linidad, por un lado, y de transformaciónde la misma, con una visión positiva ha-cia formas y usos ligadas a la feminidadcomo en el fomento de la depilación en-tre los hombres.

En esta alteración de los modelos de gé-nero un factor decisivo ha sido lograrconvertir la belleza en un signo de salud.Esto ha posibilitado incrementar los pro-ductos que existen en el mercado paracontrarrestar las imperfecciones, elimi-nar defectos, regenerar o modificar todolo que deseemos nuestro cuerpo. Más queaceptar nuestras características corpora-les y físicas se trata de luchar para lograrun ideal social.

En esta “guerra” constante contra nues-tro cuerpo la fragmentación permite li-brar batallas parciales con los productosque nos suministra la poderosa industriade la cosmética, la medicina estética, losgimnasios, las tiendas de ropa y las nue-vas cadenas para el adelgazamiento masi-vo. Elementos naturales como el sol, el

viento, el frío o el calor se han transfor-mado en enemigos a los que hay que com-batir porque perturban nuestro equili-brio. Una frágil armonía corporal cuyaalteración se manifiesta en manchas, ca-bellos quebradizos, sequedad y un largoetcétera. El uso cotidiano de nuestroscuerpos debe amurallarse frente al des-gaste mediante el empleo de productosadecuados. Y esto explica la mayor aten-ción a la salud de cada uno de nuestroscomponentes orgánicos: las manos, losojos, las caderas, y hasta los pies, cuentancon una gran cantidad de prótesis espe-cializadas. No se han desestimado los ele-mentos estéticos que limitan el movi-miento en las mujeres como los taconesde aguja sino que en cualquier estableci-miento podemos acceder a todo tipo deayudas para reducir sus efectos pernicio-sos -plantillas de silicona, adhesivos anti-deslizantes, etc.

Las recetas de adelgazamiento y los gim-nasios, las salas de spa contra el estrés sonalgunos de los complementos necesariosen este proceso de mantenimiento corpo-ral. El tipo de cuidados así como los ele-mentos necesarios para ello se han idoextendiendo con la consiguiente interio-rización sobre su necesidad ya que se nosresponsabiliza de su descuido.

La proliferación de elementos con unpoder regenerativo ha colapsado la lógi-ca utilitaria del consumo para desembo-car en una búsqueda incesante de nuevassustancias. Desde el redescubrimientode las propiedades del aloe vera a los L-casei defensis tanto nuestro interior co-mo la apariencia externa debe estar pro-

tegida, fortalecida y bella. La mayor par-te de los consumidores ignoran el senti-do específico de los radicales libres o deloxígeno puro pero confían ciegamenteen su utilidad en los cuidados persona-les. Esta fe permite la invención constan-te de términos cuyo poder es más real entanto que resulta más imaginado. Estoexplica que el mercado se encuentre sa-turado de una terminología científica- aveces desconcertante como una marca degel de baño elaborado con “ADN mari-no”. Incluso los productos que no perte-necen claramente al ámbito de la cosmé-tica, como los detergentes, incluyensustancias paliativas de su propia esenciaabrasiva o contaminante, como un po-tente reclamo publicitario. Y casi todosellos subrayan el carácter natural con elque están hechos.

Una naturaleza cada vez más dependien-te de las industrias de la cosmética que,con sus cuantiosos beneficios, nos sumi-nistra todo lo que podamos desear o ape-tecer: desde rizos “naturales” surgidos dela nada hasta eliminación de la celulitisen tres semanas, “con resultados visibles”.

Esta oferta progresiva se apoya en la fa-cilidad con la que podemos obtener es-tos productos, el escaso riesgo que im-plican y la rapidez de sus efectos. Alminimizar el gasto, el esfuerzo y el tiem-po real que implican la publicidad con-sigue consolidar una ficción ideológicaen la que desaparecen las diferencias declase, las contradicciones entre la vidaprofesional y familiar, y hasta la especi-ficidad del cuerpo femenino igualando atodas las mujeres.

20

El ideal de un cuerpo perfecto actúa en el

imaginario colectivo como un deseo realiza-

ble que explica los enormes gastos persona-

les, los sacrificios y las miradas subjetivas

hacia uno mismo que refuerzan lo que ha

venido llamándose “culto al cuerpo”

Page 6: El cuerpo fragmentado - us

Esta es la base de una identificación colecti-va que nos induce a creer que podemos “ser”como las modelos que aparecen en los anun-cios o en los mass media. Y esto actúa sin apa-rente contradicción con nuestro cono-cimiento de que lo que vemos, loque queremos ser respondea una profesión, cuyasprotagonistas, las mode-los tienen una edad de-terminada y unas tallasque subrayan ese aleja-miento de la realidad.

Lo que se nos vende por sufacilidad es el resultado deun esfuerzo diario por ajus-tarse a las codificaciones de lamoda, lo inocuo de su uso estácausando amplios daños físicosen la población que llegan a lamuerte por inanición o los casosmás graves de anorexia y de buli-mia. La rapidez se transforma enfrustración cuando no logramos loque pretendíamos. El patronaje se hadifuminado para que, en la confusión,podamos elegir comprar la talla que másnos guste y creer así que estamos másdelgadas o que, a veces, usamos la 38 yotras la 44.

Las propias tiendas de ropa emplean unosespejos que pueden alterar la imagencorporal estilizándolo para que la cade-na de consumo no se pare. La especia-lización en tallas grandes enfatizalas nuevas jerarquías que estamosinteriorizando las mujeres. Laconfianza se basa en alejarnos deaquellas que son encasilladaspor su gordura. Y a las que sevisibiliza por su aspecto exte-rior y no sólo por su peso. Pa-ra ellas no hay ropa juvenil,no existen las posibilidadesde elección como las queencontramos en las tiendas“más” modernas destinadasa las adolescentes.

La supuesta igualdad entre las mujeres quepromete la belleza ha convertido la edad enun factor social con más importancia de la

que tenía hace unas décadas. “Ser joven”es una necesidad estética que expli-

ca las operaciones quirúrgicasque sólo algunas pueden cos-tear. El carácter más irreversi-ble de la cirugía se ha flexibili-zado para multiplicar sus

acciones hasta las partes másíntimas del cuerpo - desde losagrandamientos, reducción oelevación de las mamas, hasta lareconstrucción de los pezones odel aparato genital- y las muje-res sin los suficientes recursos,propios o familiares, se sienten

alejadas de las opciones que dis-frutan los sectores más ricos.

Ellas, las jóvenes se insertan mástarde en un mercado del trabajo ca-

racterizado por la escasa remunera-ción y la precariedad. Las formas dedominación a través de la estética di-

ferencia por la edad entre unas, lasmayores, obligadas a parecer adoles-centes a través de las operaciones, el ré-gimen permanente y los gimnasios ca-ros, y las jóvenes, obsesionadas con lasmarcas que embellecen sus cuerpos so-metidos a la comparación frenética dela competencia.

Estas son algunas de las nuevas con-diciones de sumisión a las que ce-demos por “nuestro propio bien-estar”. Y el feminismo, quedurante todo el siglo XX hizo denuestros cuerpos un arma de re-sistencia, no puede permanecerpasivo ante estas amenazas ca-da vez más compulsivas en laglobalización. w

21