el conquistador diferente (chico xavier)
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EL CONQUISTADOR DIFERENTE (cHICO XAVIER) HERMANO XTRANSCRIPT
EL CONQUISTADOR DIFERENTE
CHICO XAVIER (Hermano X)
Los conquistadores aparecen en el mundo, desde las primitivas eras de la
salvajería primitiva. Y, hace muchos siglos, y montados en soberbio carros de
triunfo, exhiben trofeos sangrientos y ahogan, con aplausos ruidosos, el cortejo
de miserias y lágrimas que dejan a distancia. Sonrientes y felices, aceptaron las
ovaciones del pueblo y distribuyen gracias y honores, cubiertos de insignias e
incensados por las frases lisonjeras de la multitud. Vasta hilera de escritores a
su alrededor, exaltan las victorias en el campo de batalla. Poemas épicos y
biografías romanceadas surgen en el camino, glorificándoles la personalidad
que se eleva ante los hombres falibles, a la dorada galería de los semidioses.
Todavía, más lejos, en el paisaje oscuro, donde lloran los vencidos, permanecen
las sementeras del dolor que aguardaran a los improvisados héroes en el
paisaje implacable del tiempo. muchas veces, con todo, no llegan a conducir
para el túmulo las medallas que brillan en su pecho dominador, porque la
propia vida humana se incumbe de esclarecerlos, a través de las sombras de la
derrota, de los espinos de la enfermedad y de las amargas lecciones de la
muerte.
Darío, hijo de Histaspes, rey de los persas, después de fijar el poderío de sus
ejércitos, impuso terribles sufrimientos a la India, Atraía y a Macedonia,
conociendo, enseguida, la amargura y la derrota, frente a los griegos.
Alejandro Magno, por tantos motivos admirado en la historia del mundo, se
tituló generalísimo de los helenos, en plena mocedad y, en una serie de
movimientos militares que lo celebrizaron para siempre, infligió
innominables padecimientos a los hogares griegos, egipcios y persas; todavía,
a pesar de las glorias bélicas con que desafiaba a ciudades y guerreros,
haciéndose acompañar de incendios y martirios, se rindió a la dolencia que le
movilizó los huesos en Babilonia.
Aníbal, el gran jefe cartaginés, esparció el terror y la humillación entre los
romanos, en sucesivas acciones heroicas que inmortalizaran su nombre, en la
crónica militar del planeta; con todo, enseguida la abjuración de los
aduladores y a la falsa concepción de poder, fue vencido por el Cipiao,
transformándose en un forajido sin esperanza, suicidándose, al fin, en un
terrible complejo de vanidad y locura.
Julio Cesar, el famoso general que pretendía que pretendía descender de
Venus y de Anquises, constituyó uno de los mayores exponentes del ingenio
humano: sometió a Galia y desbarató los adversarios en brillantes combates,
gobernando Roma, en calidad de magnifico triunfador; no en tanto, cuanto
más se le dilataba la ambición, el puñal de Bruto, su protegido y comensal, lo
asesinó, sin conmiseración, en pleno Senado.
Napoleón Bonaparte, el emperador de los franceses, después de ejercer en el
mundo una influencia de la que raros hombres pudieran disponer en la Tierra,
murió, melancólicamente en una isla apagada, a lo lejos del vasto mar.
Aun hoy, los conquistadores modernos, después de los aplausos de millones de
voces, después del dominio en el que se hacen sentir, magnánimos para sus
amigos y crueles para los adversarios, esparciendo condecoraciones y
sentencias condenatorias, caen ruidosamente de los pedestales de barro,
convirtiéndose en malhechores comunes, para ser juzgados por las mismas
voces que le cantaban alabanzas antaño.
Todos ellos, tiranos dominadores, pasan en el mundo, entre las purpuras del
poder, a camino de los misterios del sufrimiento y de los desencantos de la
muerte. En verdad, siempre dejan algún bien en el campo de las realizaciones
humanas, por los nuevos caminos abiertos y por las utilidades de la
civilización, cuyo aparecimiento aceleran; todavía, el progreso le maldice la
personalidad, porque las lágrimas de las madres, los sollozos de los hogares
desiertos, las aflicciones de la orfandad, la destrucción de los campos y el
horror de la naturaleza ultrajada, nos acompañan por todas partes,
destacándolos con execrables señales.
Un solo conquistador hubo en el mundo, diferente de todos por la singularidad
de su misión entre las criaturas. No poseía legiones armadas, ni poderes
políticos, ni mantos de gala. Nunca expidió órdenes a los soldados, ni trazó
programas de dominación. Jamás humilló, ni hirió. Se rodeo de cooperadores a
los cuales llamo “amigos”. Dignifico la vida familiar, recogió criaturas
desamparadas, liberó a los oprimidos, consoló a los tristes y sufridores, curo
ciegos y paralíticos. Y, por fin, en compensación a sus trabajos, llevados a
efecto con humildad y amor; acepto acusaciones para que nadie sufriese, se
sometió a la prisión para que los otros no experimentasen la angustia de la
cárcel, conoció el abandono de los que lo amaban, se separó de los suyos,
recibió, sin rebeldía, ironías y bofetadas, cargo con la cruz en donde fue
inmolado y en su muerte pasó por ser un ladrón.
Más, desde la última victoria en el madero, tejida en perdón y misericordia,
consolido su infinito poder sobre las almas, y, desde ese día, Jesucristo, el
conquistador diferente, comenzó a extender su divino imperio en el mundo,
prosiguiendo en el servicio sublime de la edificación espiritual, en Oriente y
Occidente, en el Norte y en el Sur, en las más cariadas regiones del Planeta,
irguiendo una Tierra perfeccionada y feliz, que continua siendo construida , en
base de amor y concordia, fraternidad y justicia, por encima de la sombría
animalidad del egoísmo y de las ruinas heladas de la muerte.
FONTE: LIVRO ANTOLOGIA MEDIÙNICA DO NATAL –
Psicografia: Francisco Cándido Xavier.
Digitado por: Lucia Aydir – SP/08/20
Traducido por: M. C. R