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EDUARDO GÓMEZ-LLERA GARCÍA-NAVA EL CANÓNIGO MANUEL DE LA REDONDA , SEGUIDOR DE FELIPE V

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EDUARDO GÓMEZ-LLERA GARCÍA-NAVA

EL CANÓNIGO MANUEL DE LA REDONDA ,

SEGUIDOR DE FELIPE V

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Siempre han existido personajes que fugazmente saltan al pri-mer plano, en circunstancias históricas muy favorables para s ucomplexión anímica, y después se oscurecen, pierden todo pro-tagonismo e incluso degeneran a conductas marginales, si es qu eno las seguían antes de su repentino ascenso . Es frecuente, tam-bién, que el modo de actuar en ese instante de celebridad no lo-gre ocultar aspectos muy deteriorados de personalidad, y que u nmínimo seguimiento de su vida nos muestre, más a las claras d elo que quisiéramos, sus pies de barro . Es el caso del protagonist ade este corto estudio, Manuel de la Redonda, el canónigo de Se-govia que en julio de 1706 aparece como el líder popular, espon-táneo, que agita y levanta el arrabal de los pañeros y consigue lareversión de Segovia a la fidelidad borbónica, silenciada por e lacatamiento que el Ayuntamiento había prestado al Archiduqu eCarlos a fines de junio . La cercanía de las tropas aliadas en El Es-pinar y la presión de la guarnición portuguesa que ocupaba elAlcázar forzaban al municipio a doblegarse al bando habsbur-guista .

La actuación de este hombre en tales fechas, que Marcelo Lai-nez y Mariano Grau recogen en sendos trabajos (1) basados e ndocumentación del Archivo Municipal, resulta exaltada e inopor-tuna, pero operativa . Impremeditada, más que valiente, favorec esin duda a Felipe V, y, aun a riesgo de provocar sangrientos en-frentamientos, la "jornada" o motín "del arrabal", el 25 de julio de1706, que Redonda capitaneó, fue en parte el estímulo que e lconcejo necesitaba para tomar una postura borbonista acord econ la población y para expulsar a los portugueses del Alcázar .

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Después, sus pasos se encaminaron hacia la locura . Revol-viendo sumarios contra austracistas segovianos, nos llamó l aatención un documento que narraba la detención del propio Re-donda en 1707, precisamente por los jueces del bando borbónic oque él había creído ayudar . Volveremos después sobre el suceso,pero por ahora nos interesa destacar el comportamiento de Re-donda en el momento del arresto, intitulándose redentor de l amisma gente del arrabal a la que incita a rebelarse contra su apre-samiento. A pesar del formulismo del documento, no pudo sus-traernos la imagen iluminada del canónigo ni cortar la sospechade que nos enfrentábamos a un hombre profundamente desequi-librado. Viendo, además, iniciada contra él una causa criminalformal, tratamos de encontrarla y de desentrañar a su contraluz e lverdadero talante de este peculiar patriota y, de paso, averiguarpor qué la justicia de un monarca favorecido por su iniciativa s ele revolvía tan pocos meses después de llevarla a cabo . En princi-pio parecía que al dictarse su detención en un proceso eclesiásti-co, la acusación tendría algo que ver con las rencillas políticasdel alto clero de Segovia, en las que el obispo, el deán y cierto scapitulares habían optado por el partido austríaco . Pero al encon-trar y examinar las causas en el Archivo Capitular, nos dimo scuenta de que, desde 1706, el perseguidor del canónigo era elpropio bando de Felipe V al que había favorecido con anteriori-dad: si ya estaba trastornado, esto, que interpretó como el colm ode las traiciones, acabó de desquiciarlo .

Jas causas eclesiásticas contra Manuel de la Redonda ,antes de 1706.

El Archivo Catedralicio de Segovia guarda un resumen de lo sprocesos incoados al canónigo Redonda entre 1704 y 1709 (2) . Esun período en el que su existencia va reiterando, como encade-nados cangilones de noria, suspicacias, enemistades, violenci aincontenida y paranoia . Cuando toma posesión de la canonjía ,

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con casi cuarenta años, ya es una personalidad profundament edañada cuyas manías persecutorias inspiran inmensa lástima . In-capaz de enmendar conducta y carácter, sin medios clínicos co nque paliar su susceptibilidad herida y ante la humana y, por tan-to, limitada paciencia de quienes caían a su lado, su proceso de-generativo se aceleró y fraguó en crecientes estallidos de agresi-vidad que cada vez le aislaron más .

La primera referencia al desenfoque psicológico de Manue lde la Redonda nos la proporciona el proceso que se le inicia el25 de agosto de 1704 (3) . En la misa "de presentes" del citadodía, estando en el coro, el canónigo Díaz de Torres hizo un ges-to intrascendente que Redonda creyó burlón . Abandonó el coroairádamente y con insultos y esperó a Torres en el claustro ,"descompuesto", para darle "de puñadas" . Algunos capitularesque quisieron anular la contienda llevaron también lo suyo, has -ta que intervino el deán bajo una lluvia de improperios por part ede Redonda y lo recluyó en la sobrestantía de la Catedral . La in -formación de testigos ante los canónigos Gómez y Benito La-drón de Zegama recogió las declaraciones de todo el cabildo(4), con una rara coincidencia: Manuel de la Redonda ofendía yhablaba mal del obispo, del deán y de los capitulares, y sentíaespecial inquina hacia los canónigos Tomás de Junguito y Día zde Torres, sin que del primero "se haya sabido le diese algú nmotivo. . . pues sólo ha oído decir dimana de hacer aprensión s ile miran otros, hablan o se ríen" (5) y del segundo, aún menos .Todos coinciden en que es "colérico y sin reflexión", "maniáti-co", `"mente captus" y que "se enciende demasiado y no se ente-ra de la conversación . . . sino de lo que tiene aprendido, hacien-do juicio que cualquier cosa . . . es contra sí" . Todo ello se venía,viendo desde que tomó posesión de la canonjía de Segovia, .`enmayo de 1703 (6) . Casi todos los deponentes apuntan que ya e nRoma, antes de recibir la prebenda, "estuvo con enfermeda dque le descompuso y terminó en la cabeza", y que el mismo Re-donda había contado a los concapitulares que le habían tenid oallí atado .

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Ya en la sobrestantía, arrebató un día las llaves a su cuidado rno para escapar, sino para impedir imaginarios acechos : .Valga-se el diablo, tanto cerrar y abrir! Aquí nadie ha de mandar sinoyo, que no quiero que me anden escuchando" . Lo cual, por su -puesto, empeoró la situación: a final de agosto el cabildo votabaque se le pusieran grillos, a la vez que le cambiaban a sala meno sfrecuentada . La notificación al reo provocó esta incoherente res-puesta : "Quien visto o oído donde se haya el Señor Deán y l amayor parte de los prebendados de esta Santa Iglesia de esta ciu-dad que están con Su Exc 2 el Señor Obispo de ella a que se eje-cute lo contrario votado por dicho Cabildo como consta por u nauto capitular siendo todo contra su ciudad acuda a el infrafirma-do que les dará buen hallazgo" . Dada la absoluta falta de pies ycabeza, no nos hemos aventurado ni a poner comas a este esper-pento (7) .

A los pocos días mejoró su conducta y el cabildo le señal óuna especie de prisión vigilada en casa (8) . Pero no pudo aguan-tar mucho, y salió y se paseó sin ningún recato, y después mar-chó a Madrid. Cuando volvió, como si nada hubiera sucedido ,asistió al coro y al cabildo y pidió perdón, que la corporación l econcedió benignamente en esperanza de cierta paz (9) . No obs-tante, había efectuado una extraña visita fantasma al deán, comopara plantearle algo ; pero marchó de su casa antes de llegar averle .

La tranquilidad duró dos meses. El día de Navidad se desen-cadenaron al canto de maitines las iras del canónigo por una ra-zón de lo más absurdo . Estando, como capitular más moderno ypor la especial liturgia de la fecha, sentado en el banco con cap ay cetro, la letra de un villancico le hizo dar un respingo . Tiró ca-pa y cetro, no sin tentaciones de dar con él al maestrescuela, sa-lió del coro y de la iglesia y retornó mas tarde, explicando qu elos villancicos "le disonaban" porque en ellos "le habían estad ocontando toda su vida y milagros" . Ya revuelto, como guardab aademás cierto rencor a los contadores y tesorero del cabildo qu e

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le habían minorado sus ingresos de acuerdo con los estatutos a lmarchar a Madrid y perder con ello "la primera residencia" (10) ,no tardó en hostigar e insultar al tesorero Daza con el pretexto deunos guantes muy llamativos que llevaba e, incluso, acudir a s ucasa -manía muy del estilo de Redonda- para amenazarle . Dazano atendió la visita ni se enzarzó en discusiones, pero presentó elasunto en el cabildo bajo un chaparrón de imprecaciones de Re-donda, que abandonó y retornó a la sala, y al ser expulsado po rel deán por sus malos modos, respondió descaradamente que l acanonjía se la debía al Pontífice y no al cabildo. Como conse-cuencia, se le volvió a retener, ahora en la sala de "comisión d enegocios" de la Catedral, propalando salvajadas ' ¡Pilatos!,"¡sayo-nes!"- contra el deán y los demás, y cuando a la noche fueron aservirle la cena del cabildo, la rechazó bajo sospecha de que es -tuviera envenenada con una de sus más sonoras bravuconadas :que si la cena consistiera en "las piernas de los prebendados he-chas gigote y la bebida su sangre, lo tomara todo de buena ga-na" .

El 17 de febrero de 1705 se abría nueva sumaria por todas es-tas irregularidades, ante un tribunal formado por el provisor Alfa -ro y Aguilar y los jueces adjuntos Ucieda, maestrescuela, y Godo s(11) . En la información, los capitulares suelen insistir en que urgeun remedio para la quietud del coro y el cabildo, al paso que re-paran en la vesania de Manuel de la Redonda, en lo que se enco-leriza y en el repertorio abundantísimo -y, si cabe, imaginativo-de improperios con que denigra a unos y otros . También empie-zan a revelar ciertas ideas megalomaníacas del reo, tales comoque "si salía de allí, habría de ser sonada su prisión, y que todo slos reyes y hasta Su Santidad habían de saber, y todo el orbe po rgaceta, quien era D. Manuel de la Redonda . . . y esto lo decía co ntal furia y coraje, que lloraba . . ." (12) .

El 11 de marzo de 1705 se le dictó prisión continuada en l a"sala de plateros" de la Catedral . La notificación de su reclusiónsupuso un trago : insultó, pidió numerosos testigos, exigió que l e

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leyesen o escribiesen partes del proceso . . . y acabó forcejeand opor los autos con el escribano Díaz de Celis y destrozando varia shojas, mientras arreciaba con denuestos escatológicos. Al final ,arrugado, y rogó al notario que callara lo sucedido y no le per -diera (13) . Se le tomó también, en la ocasión, una confesión qu eno ha llegado a nosotros (14), antes de que, continuando en suviolencia y obsesionado con huir, debilitara a golpes los grillos yconsiguiera fugarse a últimos de marzo por la puerta de San Ge-roteo, cuando sus custodios entraban a encenderle el brasero(15) .

La búsqueda inmediata en su casa resultó infructuosa : habíahuido a Madrid, y allí, frenando sus ímpetus para causar buen aimpresión a primera vista y explotando cierto victimismo -casi se-guro, dada su contextura mental de hombre perseguido- habí aconseguido la irrupción del representante papal en el proceso . El23 y 24 de marzo intervenía ya, sin duda noticiado por algún fa-miliar del canónigo, el nuncio Francisco de Aquaviva y Aragón ,obispo de Larissa, y dictaba letras para inhibir al tribunal de Se-govia, aliviar la prisión de Redonda y reclamar la causa en apela-ción a su propio fuero (16) . No deja de tener gracia la contesta-ción del provisor Aguilar al mandamiento de dar provisionalmen-te libertad al procesado : "que . . . obedecían y obedecieron con elrespeto debido y que, a estar en la cárcel y presente el dicho Ma-nuel de Redonda, se le hubieran aliviado (las prisiones) . . . peroque el día veinte y nueve de marzo por la mañana hizo quebran-tamiento de cárcel y fuga . . ." . Resultado de las gestiones de Re-donda fue que el 3 de abril de 1705 le señalaran la villa de Ma-drid y arrabales por cárcel (17) en tanto duraban las actuacione sde la Nunciatura .

Pero la suerte final no estaba del lado del canónigo . Examina-dos los autos con calma en la legación romana y sin fundament olegal serio para retenerlos, el 16 de mayo se hicieron retornar a lprovisor y conjueces de Segovia (18), los cuales, en el recupera -do ejercicio de su competencia, trataron bien a D . Manuel y le

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dulcificaron la prisión concediendole una libertad limitada a laciudad y sus barrios . Ocurría a finales de junio .

Agosto sumó otra barbaridad, y en este caso, realmente grav epor la dignidad de capitular y el estado eclesiástico de Redonda .El día 12 visitó inesperadamente, según su uso, al deán -le reci-bió con toda afabilidad- para pedirle unos documentos, que hu-bo de negarle porque no los guardaba él, sino el cabildo . Contra-riado e indignado, propinó tal patada en el estómago al pobreJunguito, ya anciano, que cayó de la silla y quedó inconsciente ycon la cabeza herida . Huyó después al Convento del Carmen Cal-zado y desde allí, burlando a quienes le buscaban, salió a caball ohacia Madrid en compañía de uno que se dijo su hermano, arma -dos hasta los dientes .

Este disparate marca el inicio de una fase de su vida much omás atormentada y acosada que la anterior . Ya no se va a ver lascaras sólo con los tribunales eclesiásticos de Segovia, en proce-sos por excesos y con prisiones atenuadas, sino que desde aquí ,con una fama de disparatado y provocador de tumultos que yaha pasado a la Corte y los medios políticos, los encuentros conlas justicias de Madrid por problemas realmente serios y con es-tancias en prisiones reales van a menudear . Por supuesto, el ata -que al deán originó nuevas actuaciones, agravadas con embargo sy solicitudes de privarle de su canonjía y de desterrarlo . A finale sde septiembre seguía huido, pero el tribunal de la sede segovia-na que llevaba la causa conocía, sin que sepamos cómo, que Re-donda estaba en Aranda (19), por lo que, tras cursarse requisito-ria al obispado de Osma, el vecino de Segovia Antonio Beníte zMurillo, acompañado de notario (20), inició una búsqueda in-fructuosa en la villa y sus alrededores . Lo que no impidió que elcanónigo llevara a cabo una de sus estrategias preferidas : la visitaal enemigo. El 21 de septiembre de 1705 se presentó en la propi aAranda, en la posada en que paraba su perseguidor, y aunque l esorprendió echando la siesta en paños menores, se empeñó e nver los papeles que autorizaban su búsqueda . Encabritado con la

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negativa, amenazó y acorraló a Benítez Murillo hasta atemorizar -le y hacerle ceder a su exigencia, cosa que aprovechó para arre-batar la orden de busca y salir de la estancia haciendola pedazos ,mientras el citado Benítez le perseguía inútilmente en calzonci-llos. Después del número, llegó a noticia de éste que el canónig opodía esconderse en Fuentelcésped : el 23 de septiembre estuvo apunto de aprehenderle con la ayuda del brazo civil, pero se le es-capó en el último momento (21) .

Mientras tanto, se habían ido despachando nuevas requisito-rias de detención para las diócesis de Segovia y de Osma y, final -mente, de toda España (22) . Y cuando ya se le creía perdido, d epronto, como por ensalmo, reaparece en diciembre entregandos een Segovia y rogando, el día 4, ya preso en las casas incorporada sa la Catedral, que se le señale una dependencia como cárcel fij a(23) . Mansamente acepta el confinamiento en el "cuarto de lo splateros", tanto que el tribunal, benevolente, decide dulcificar aúnmás su situación dandole desde Pascua su casa por cárcel, con l alimitación de no acudir sino a misa a San Gabriel o Santa Isabel ybajo fianza de su hermano Antonio . Para una mínima atención, s ele señalaron 600 rs . con cargo a sus rentas embargadas .

Un largo silencio y los sucesos de julio de 1706 .

A partir de diciembre de 1705 y durante bastantes meses novolvemos a ver a D. Manuel en pendencias personales ni en que-brantamientos de prisión . Un largo período de aparente serenida dque, sin esperarlo, se rompe de manera fulminante en julio de1706, cuando salta de nuevo a la escena en acalorada actividad ycon suspicacias de más altos vuelos que las disensiones del cabil-do, en las que se juega ni más ni menos que la adscripción aliad ao borbónica de Segovia en plena Guerra de Sucesión . Es conoci-do el austracismo del obispo Mendoza y del deán Junguito -huid aprecipitada de Segovia del primero al volver la ciudad a Felipe V,

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acusación de habsburguismo al deán por los pañeros (24)- y el li-derazgo felipista exaltado de Manuel de la Redonda en la "jornad adel arrabal" (25 de julio de 1706), cuando forzó a anular la obe-diencia prestada un mes antes por la ciudad al Marqués de Las Mi-nas, acampado en El Espinar al frente de un ejército portugués ,inglés y holandés. Bien pudo ocurrir que el capitular actuara enfavor de la causa borbónica por simple partidismo -desbordado ,como todos sus impulsos y opiniones-, pero también pudo suce-der que, sacando partido de la cambiante inclinación segoviana auno u otro bando -el de Carlos de Habsburgo, el de Felipe de An-jou- aprovechara para hostigar e inquietar al obispo, al deán y aotros capitulares con los que andaba enconado .

Fuera por el motivo que fuera, Redonda no se anduvo co nchiquitas en ese citado 25 de julio : exigió al Ayuntamiento armaspara sublevar al pueblo en toda regla -el arrabal grande estab atumultuadísimo- sin reparar en la amenaza y el riesgo que supo-nía el que la guarnición portuguesa, garante del sometimiento a lArchiduque, estuviera acantonada y vigilara en el Alcázar (25) . E lconcejo se aterró y comisionó a varios regidores para calmar a lcapitular, que pretendía con la sublevación proclamar de nuevo ysolemnemente al Rey Borbón . Los comisionados tuvieron éxitoen su papel aquietador, pero no lograron abortar la fiesta conque en la tarde de ese día se honró a Felipe V y en la que el capi-tular, tan desmesurado como de costumbre, compareció llevand oun retrato del monarca. Las cosas evolucionaron después, y, e nprincipio para fortuna del canónigo, en la dirección que él habí aelegido: el 31 de julio retornaba Segovia a la aceptación oficia lborbónica y el 4 de agosto dejaban los portugueses el Alcázar.Pero, a pesar de los acontecimientos favorables, hay sospechasde que la exaltación y la enorme imprudencia de Redonda le tra-jeron más tarde malos vientos . Con el fin de no repetir considera-ciones, nos remitimos a lo dicho en la nota 19 .

Cuando Madrid volvió, por la mismas fechas que Segovia, a laobediencia felipista, la Corte encomendó a la Junta Apostólica y

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Comisaría del Breve del Breve (26) la investigación y depuració nde eclesiásticos que hubieran auspiciado la candidatura del Ar-chiduque. La persecución de personas sometidas en principio a lfuero de la Iglesia tomó como pretexto el peligro doctrinal enque muchos sacerdotes habían incurrido al apoyar a la dinastí aaustríaca, cerrando los ojos a la abundancia de protestantes de lejército y el bando aliado ; pero la elección de la Junta Apostólicapara sumarle la competencia penal de la Comisaría del Breve oJunta del Breve Apostólico -de ahí la incertidumbre de su deno-minación en los documentos que manejamos- es decir, su elec-ción como organismo competente para llevar a cabo la depura-ción, revistió una innegable habilidad, porque desde su creació ndesempeñaba funciones "suaves", casi arbitrales, y estaba limita -da a cuestiones entre órdenes, congregaciones y entidades de -pendientes de Roma y regidas por el Derecho Canónico . La JuntaApostólica tenía como presidente al Comisario General de Cruza -da, Rodríguez de Mendarozqueta, y actuó en Segovia por medi ode un juez comisionado, Francisco Ruiz Pazuengos, un promoto rfiscal, Diego López de Lubiano, y un notario, José Beaumon t(27) .

La Junta o Comisaría del Breve no persiguió, por razones quedesconocemos, a austracistas tan notorios como el obispo Men-doza o el deán Junguito, y Redonda no pudo soportar la inhibi-ción. Habiendo sido, a su modo y criterio, un destacado líde rborbónico, provocó la pelea con los jueces felipistas, que e nbuena lógica debieran ser sus amigos, por considerarlos traido-res. La trifulca tuvo lugar en la Plaza Mayor de Segovia, alguno sdías antes del 15 de abril de 1707 (28), en un momento en quelos ánimos estaban a flor de piel y en que el resentimiento de lo svencidos y la revancha de los borbónicos podían estallar en un acontienda callejera de imprevisibles consecuencias :EncontrandoRedonda a Lubiano en los soportales, le inquirió cómo se dejab aal deán en casa, sin prenderle, y ante las evasivas del fiscal Jun-guito, dijo, estaba muy enfermo- le enganchó de la pechera y sedesmelenó en ultrajes a los jueces, acusándoles de que daban

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traslado de sus actuaciones a los imputados de infidencia par aque pudieran planear bien su estrategia procesal y sortear lo scastigos, y de que dejaban a los principales responsables sego-vianos de la causa del Archiduque en la calle . En pleno escánda-lo se acercaron dos valentones perailes del arrabal y enardecie-ron al canónigo, que, en medio de la gente congregada, comen-zó, "en voz desentonada de tumulto", a inculpar a unos u otro sque pasaban. Al día siguiente remató su irresponsabilidad abor-dando impetuosamente al arcediano Saavedra y descalificando apuro insulto al Presidente del Consejo de Castilla (29) .

El juez comisionado, Ruiz Pazuengos, se echó encima de él .No estaba dispuesto a perdonar el conato de motín que habíaprovocado en plena calle y consiguió, el 11 de mayo, que la Jun-ta del Breve ordenara su prisión en el Alcázar . Pero Redonda es-taba ya en el disparadero, y con los solos seguidores, más queamigos, del bajo pueblo del arrabal, convirtió su detención e nuna nueva amargura para las autoridades . El 14 de mayo, por l amañana temprano, el corregidor Vizconde de Castaosa (30), Pa-zuengos y el escribano Beaumont se presentaron donde vivía D .Manuel, en la misma casa que el párroco de Sto . Tomás, junto alos Trinitarios Calzados (31), y le invitaron a que fuera con ellos aarreglar sus diferencias con el deán . Como se negó por las bue-nas, Pazuengos le instó a la obediencia eclesiástica, y entonces ,con gran ira, el canónigo increpó que sus actos no quedaban ba-jo jurisdicción de la Junta del Breve -utilizada por entonces y co-mo se ha dicho, contra infidentes- y que la obediencia le traía si ncuidado, y enarboló un memorial que había dirigido a Felipe V ya Luis XIV dando cuenta de las traiciones de Ronquillo . El corre-gidor no necesitó más y conminó a Redonda a darse preso, peroéste, en lugar de dejar hacer, comenzó a caldear el ambiente pi-diendo mil testimonios y pregonando desde la ventana que n ohabía de ir a la cárcel . Cuando le estaban escribiendo la copia ,arrebató el papel a medias, lo tiró, puso de hoja de perejil a Cas-taosa y Pazuengos, escapó al portal, y allí -lo que corrobora supopularidad- excitó a los reunidos en la calle con gritos de "¡A la s

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armas!", " ¡pícaros, ¿cómo me desamparais, habiendo sido vuestr oredentor?!" . Mientras se encrespaban las mujeres del arrabal, Re-donda agarró del pelo al corregidor a la vez que otro energúme-no golpeaba al juez Pazuengos, que tuvo que refugiarse momen-táneamente en los Trinitarios hasta que la bronca diera un respi-ro. Por fin, en medio de una lluvia de piedras y metido D . Ma-nuel por la fuerza en el coche del corregidor, partió fuertement evigilado por la Justicia hacia el Alcázar, donde quedó a buen re-caudo. Las autoridades, según confesaron más tarde, llegaron acreer en el momento álgido del prendimiento que la ciudad s eles escapaba de las manos .

Las cosas empezaban a ponersele muy cuesta arriba a Manuelde la Redonda . La Junta ordenó el 23 de mayo de 1707 su trasla-do desde el Alcázar a la prisión propia en Madrid, llamada tam-bién "cárcel del Breve" (32), y, con tal fin, compareció en Segovi asu alcaide, Eugenio Dávila o de Avila, ante el teniente de la forta-leza, Zufía, quien entregó al encausado para ser luego conducid oa la capital en una calesa (33) .

La cárcel del Breve.

Ingresado en la nueva prisión, el prebendado no conoci ódescanso (34) . Compartía cautividad con una serie de eclesiásti-cos, tanto seculares como regulares, con los que andaba a la gre-ña a todas horas . Son especialmente ilustrativos al respecto lostestimonios del padre maestro agustino fray José López, por l ofisgón, correveidile y oficioso -y, al paso, detallista- que se mues-tra en el reducido mundo de la reclusión, y del propio y ya cono-cido alcaide, Eugenio Dávila .

Se toman los dichos de los testigos de la cárcel a primeros deseptiembre de 1707, a raíz de los desórdenes provocados por e lcanónigo . Todos están de acuerdo en que exhibió un repertori o

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completo de excentricidades, manías persecutorias y agresiones .Se desbarataba con los demás presos diciendo que tenían trone-ras abiertas a su cuarto para espiarle, reñía pensando que busca-ban su amistad para ir después de soplones, aullaba por las no -ches, le escandalizaba que el Aleluya de la Virgen fuera obscen oy, al igual que las palabras de la Consagración, icómo no!- en sucontra, daba síntomas de endemoniado por su permanente fre-nesí. . . Según la declaración del citado y enterado agustino López ,"dicho canónigo estaba sugerido del demonio y tenerle, a lo me -nos, arrepticio, por ver que jamás en sus desbaratos encontrabacon cosa buena, antes sí perpetuamente cavilaba en las vengan-zas . . . con horrorosos y disonantes dictámenes, sin exceptuar alos ministros más superiores, a quienes llamaba traidores, . . . cosaque motivó al testigo a hacer juicio que perdía el tiempo . . . y hu-bo de retirarse de él así por lo referido como por temer sus arro-jos, por haber entrado en dictamen de que el testigo era espía en-viado de la Junta para que le observase sus operaciones, las cua-les no necesitaban de observarse porque jamás las recató de na-die . . ." . En otro momento explica el agustino, comentando la no -che en que Redonda se dedicó a aullar, que lo hacía "por se raquel día víspera o día de especial festividad . . . y tenerle observa-do que en tales días . . . D. Manuel cometía las mayores furias", oque "es sujeto arrebatado del demonio y que éste le ha conmovi-do los humores" .

En cuanto a violencias, Redonda no paró . En una ocasión tiróde las orejas al trinitario Manuel Tercero, enfermo en la cama, yagredió en otra a Pazuengos, tras verle pasar por la calle y rogar -le que subiera -asegurando después que no le conocía, a pesarde la aventura de su detención en Segovia- con la intención dematarle por un procedimiento de ejecución escatológico (35) pa-ra que su situación injusta, por denunciar las traiciones de Ron-quillo, llegara a oídos de Felipe V. Aunque los dicterios furibun-dos contra el Presidente de Castilla -de quien decía le tenía a re-caudo y silenciado para que no pudiera revelar sus tratos-, contr ael Comisario de Cruzada o contra otros ministros eran tema recu-

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rrente suyo, la agresión a Pazuengos como útil propagandísticotuvo, lógicamente, un efecto totalmente contraproducente y l evalió el aislamiento en zona más segura de la cárcel . Zona de laque no obstante salió para llevar a cabo su mayor temeridad : ata-car y herir al alcaide Dávila, dejandole la cara arañada y estand oa punto de estrangularle si no llega a entorpecerlo la golilla qu evestía. Ante tamaña barbaridad, en la que además se autoerigió e lcanónigo por alcaide, no hubo más solución que participar el su -ceso al Comisario General, quien prestó la ayuda de cinco solda -dos (36) de las guardas para poner a D . Manuel por un tiempo enel calabozo del cuartel (37) .

A poco de la prestación de testimonios, sin que sepamos l afecha, cursó Redonda un memorial en el que alegaba que llevabaseis meses preso y con grillos en la cárcel del Breve -tras la cortaestancia en el cuartel-, y que aún desconocía la causa de su pro -cesamiento . De resultas, el tribunal comisionado de la Santa Cru-zada en Madrid le tomó confesión a finales de noviembre d e1707 . La cual nada aporta, sino las disculpas esperadas, los alar-des de amor a la causa borbónica, la noticia de una detención d eRedonda por la justicia eclesiástica en Madrid en fecha incierta ,comentada en la nota 19, y los reproches que, expresan las pre-guntas, se hacía por no haber matado al Presidente Ronquill o"cuando fue a visitarle a su casa" . Dicha visita, cuya fecha, comola de aquella detención, no se determina, debió acaecer en e lcurso de alguno de los viajes efectuados por el canónigo a Ma-drid en 1704 ó 1705 para implorar la intervención de la Nunciatu-ra (38) . En la confesión da a entender también un cohecho -mu yprobablemente imaginario- cuando relata que al seguir Ruiz Pa-zuengos causa en Segovia, se supone que a fines de 1706 ó e n1707, al guardián y al predicador mayor del convento de Sa nFrancisco por difidentes, él, Redonda, quiso declarar en su favor ,pero el citado Pazuengos le despidió "con grande aspereza" yque "sería la causa porque los religiosos de San Francisco no te-nían con qué poder regalar y que el contrario, que era un merca-der muy rico, lo haría muy espléndidamente" (39) . No sabemos a

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quién se refiere, pero imputaciones como ésta poco beneficiaba nel crédito del canónigo ante un tribunal institucionalmente rela-cionado con el que acusaba de aceptar sobornos . Finalmente, suconfesión nos muestra el más triste aspecto del encausado : dicede sí mismo que se encuentra "con dos pares de grillos que l ehan dejado casi inhábil de poder andar, por haberlos tenido sól osobre las calcetas, abrigandose en ellos más de cien chinches quea su salvo se alimentaban de sus pobres piernas" (40) .

La Junta del Breve, a pesar de todos los disparates, alivió s usituación el 24 de enero de 1708 (41), removiendolo de su cárce ly enviándole de nuevo en destierro a Aranda de Duero, so penade ocho años de presidio en Africa si lo quebrantaba . Todo se re-petía . Por tercera vez, según parece, pisaba D. Manuel la villacon el fin de quedar aislado de los desórdenes que promovía ensu residencia habitual y en las distintas prisiones . Pero sus figura-ciones sobre las deslealtades de los políticos y sobre la injusticia-a su criterio- a él inferida, le quemarían y le recordarían quequedaban en Segovia y Madrid muchas ofensas que vengar po rpropia mano o por vías procedimentales . Y, cómo no, también serepitió la fuga. Con doble razón, porque por encima de sus de-signios y motivos personales, también azuzaba al canónigo u nimpulso patológico -claramente observable- de movilidad, d ecambio de entorno, quizá de huida irracional de sí mismo y d elas graves rivalidades que provocaba inconscientemente en cadauno de los lugares en que paraba más de unos días .

Últimos vaivenes de Manuel de la Redonda.

Tras un cierto período en Aranda, D . Manuel volvió a Madrid ,sin autorización alguna, para tantear de nuevo los cauces proce-sales de la Nunciatura (42) . No obstante, Mendarozqueta, que co-nocía por algún medio su regreso a la Corte, no le dió tregua yordenó el arresto por quebrantar el destierro el 29 de noviembr e

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de 1708 . El primer intento de hallarle resultó baldío (43) porqueel canónigo estaba, a pesar de su vuelta, en paradero desconoci-do. El segundo, en cambio, tuvo éxito, y lo llevó a cabo Menda-rozqueta el 9 de enero de 1709 en la propia casa del nuncio -na-da tendría de extraño que el diplomático, sabidas las andanza sde Redonda, hubiera advertido al Comisario General de la pre-sencia del encausado en su residencia (44) .

De todos modos, en ese extravío momentáneo que malogróel primer conato de detención, el canónigo no había perdido e ltiempo. Se había trasladado a Segovia a servir sus habituales ren-cores y, con ello, a causar una acumulación más a su ya largo cu-rriculum penal (45) . El 2 de enero salió a airearse por la Dehes ay, al encontrase con unos desconocidos, les declaró que "venía apasearse y a ver si encontraba algún cornudo, para que se supie-se vivía en el mundo Don Manuel de Redonda" . Con tales gana sde armarla, topó fortuitamente con una vieja enemistad -ya se ha-bían visto las caras en 1705-, el comendador del Hospital de Sa nAntonio Abad, Antonio Agustín de Aguilar, al que, siguiendo co nla monomanía de la cornadura, hizo sin más ni más ciertas insi-nuaciones sobre los picos de su sombrero . Aguilar, por toda res -puesta -como lo merecía la situación- le contestó con un bofetónen la boca que le hizo sangrar . Cayeron y, forcejeando en el sue-lo, " . . . Redonda . . . le cascó un golpe en el ojo izquierdo, de que leaturdió", se agarraron del pelo, quedando cada uno con un me-chón del otro en la mano, y, como final, D . Manuel puso un pieen el cuello de su contendiente y le ordenó que se lo besara . Masviejo y débil, Aguilar se doblegó "por amor de Dios", pero el ca-nónigo tronó: "¡Por mí, pícaro, por mí y no por Dios!" . Unas mu-jeres aterradas por la pelea dieron la alarma y varias persona sacudieron a separarlos .

Con esto, se iniciaron a los dos días las enésimas actuacione scontra el prebendado, simultaneándose ahora las seguidas e nMadrid con las de Segovia . El auto de prisión dado en ésta no tu-vo efecto (46), porque el encausado ya se había escabullido de

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nuevo hacia la Corte y ya había sido allí apresado el día 9, com ovimos, en virtud de la otra instancia pendiente en la capital . E lprovisor de Segovia solicitó la remisión de su persona, la Junt aaccedió y el canónigo Gabassa se encargó de traerlo : el 12 de fe-brero pasaba por última vez en su vida las puertas del Alcázar elfurioso capitular. No obstante, incansable en su violencia, habíaaprovechado el viaje desde Madrid para protagonizar su postre ralboroto público (47) . Cuando atravesaba Madrona el coche qu ele conducía, le encolerizó que el pueblo celebrase las carnesto-lendas con un baile, dio a su guardián un golpe, se tiró al caminoa pesar de viajar engrillado e intentó desde el suelo apedrear alos que bailaban y a sus custodios . Gabassa, que cabalgaba algoadelantado, pidió auxilio a los alcaldes de Madrona y consiguióun refuerzo de cuatro hombres para la pequeña escolta que traí-an hasta llegar al Alcázar .

El tribunal del cabildo le tomó una última confesión el 16 d eabril sobre los varios particulares pendientes, y en ella Redond arenovó su versión de los hechos aportando un nuevo dato, graví-simo, a todos los desperfectos que ya conocíamos : las diatriba scontra Ronquillo no habían quedado en memoriales al Rey o aLuis XIV -lo que de por sí ya era una enorme insolencia- sino qu ehabían llegado a darse a la imprenta por iniciativa del propio D .Manuel . El Presidente de Castilla, harto de despropósitos y d eque los aspavientos de un loco mermaran más tiempo y energía sa los tribunales de Madrid, escribió personalmente el 20 de abrilal provisor Alfaro confirmando la reserva de la causa al cabild o(48) . Y acertaba en la inutilidad de esfuerzos, pues mientras duróesta su última prisión en el Alcázar se sucedieron los lances de lprebendado con el teniente de alcaide Sebastián Martínez (49) ,hasta el punto de que Mendarozqueta aprobó que se le pusies een lugar especialmente seguro en la torre del homenaje (50) . Porpoco tiempo, sin embargo, porque el fin estaba muy cercano .

El 12 de mayo de 1709, como a la una de la tarde, el oficia ldel Alcázar Bartolomé Esteban subía la comida a Manuel de Re -

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donda cuando a través del ventanuco por el que se le servía lovió en el suelo, boca abajo, vestido y con la montera puesta, ycon un taburete volcado sobre la espalda . Como no respondía alas llamadas, dejó de vigilancia a un recluso mallorquín y corrióasustado a avisar a Sebastíán Martínez, el cual abrió, tomó la ma-no inerte del preso, le dirigió algunas palabras y, ante su silencio ,buscó a toda prisa un confesor. Vino Villalobos, prebendado dela Catedral y, todo lo que pudo hacer fue comprobar que Redon-da había ya fallecido y, en consecuencia, administrarle la extre-maunción "sub conditione" . Del suceso se enteró al cabildo y a lcorregidor, que asistieron y tomaron declaraciones a quienes ha-bían hallado el cadáver, en todo coincidentes, y al médico de lo súltimos meses de Redonda, Domingo Méndez . Certificó que e lcanónigo presentaba heridas superficiales en la cara, sin dud aproducidas al caer de frente del taburete en que estaba sentado ,pero que el fallecimiento habría sobrevenido por una apoplejí acausada por una crisis epiléptica, mal que ya venía padeciend oManuel de la Redonda (51) .

Quizá fuera esa la enfermedad que poco a poco había ido de-teriorando la personalidad del canónigo. Raro es que no aparezc aen referencias anteriores, tal vez porque se manifestara en crisi spoco aparatosas confundibles con mareos o no identificadas aúncon la epilepsia, tal vez porque la dolencia sobreviniera tarde, aconsecuencia de una tumoración o de otro desarreglo cerebral, yse sumara a la anterior locura . En cualquier caso, daba así fin en l asoledad del Alcázar la tortuosa vida de un pobre sujeto, siempredominado por sus complejos y sus estallidos de cólera y, en el fon-do, enfrentado al entorno por la inercia de una enorme carga : nover el mundo y la existencia con los mismos ojos que los demás .Con toda seguridad, la falta de adaptación que le llevaba a provo-car continuas reyertas resultó mucho más dolorosa para él que pa-ra sus familiares, sus conocidos y, desde luego, sus enemigos .

La cárcel del Alcázar, por la que habían pasado los militare sportugueses de la guarnición aliada y algunos inculpados habs -

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burguistas, acababa siendo irónicamente el destino final de quie nde forma más exaltada había defendido en Segovia la fidelidad aFelipe V. Ni siquiera la organización de justicia borbónica quis oen los últimos días ocuparse de él : no interesaba D . Manuel de laRedonda ni para castigarle . Los motivos íntimos del intento desublevación en 1706 y de su simpatía hacia el monarca venido d eFrancia nos son desconocidos, pero brotaron desde luego co nuna desmesura y un desbordamiento que no se esperaban de la sopiniones políticas y la actuación de un canónigo . Esto no quitaque en el complicado mundo interior de su mente resultaran váli-dos, aunque con una validez que tampoco apreciaron ni recono-cieron sus semejantes porque la intuyeron demasiado mezclad acon reacciones espurias . De esta manera, ni el instante de mayorbrillo y por el que ha llegado a nosotros su memoria, el liderazg ode "la jornada del arrabal", le sirvió para sobreponerse a los tinte soscuros de su carácter. De que fue un hombre que a su peculiarmodo se empeñó y persiguió unos propósitos, estamos conven-cidos. De que su empeño no le sirvió para nada, también lo esta-mos .

Me he preguntado, no pocas veces, si acertaba al traer el re -cuerdo de este desdichado y peculiar canónigo en homenaje d eotro de muy distinta vitola, D . Hilario Sanz Sanz, a quien m eunen la profesión, el respeto y el afecto . Parecía un personaje de-masiado tenebroso como para convertirlo en moneda de estima-ción o reconocimiento de alguien, pero me subyugó su historia ,demasiado humana y demasiado sacudida por los azares políti-cos, surgida hace casi tres siglos en el claustro y el coro de la Ca-tedral y conservada en su archivo, que tanto ha cuidado D. Hila-rio. Para colmo, permanecía inédita y ofrecía en sus hechos untan perfecto equilibrio de realidad y sorpresa que, francamente ,no pude resistir la tentación de sacarla a la luz a pesar de su argu-mento pesaroso .

Con estos motivos de disculpa, espero que, ante la revolucio-nada y curiosa existencia del canónigo Redonda, D . Hilario, aún

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no curado del asombro que tan a menudo suelen deparar los ar-chivos, sepa comprender la elección y perdone el patetismo de lpersonaje y las briznas de melancolía que desprende su historia .

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NOTAS

(1) - GRAU . Mariano, Segovia y la Guerra de Sucesión . En: Estudios Sego-vianos . I . Segovia, 1949. LAINEZ, Marcelo, Apuntes históricos de Segovia . En :Estudios Segovianos, XVI . 1964 .

(2) - Archivo Capitular de Segovia (en adelante A.C .Sg .), leg .H-30 . Causa sseguidas contra Don Manuel de Redonda .

(3) - A.C .Sg. . leg H-30 . P' 2 . cabeza de proceso contra el canónigo Manue lde Redonda .

(4) - Ibid . fs. 2 a 25 .

(5) - Ibid, f' 7, testimonio del arcediano de Cuéllar.

(6) - Ibid. : apuntan esta fecha de inicio varios de los declarantes de la su-maria .

(7) - Es un traslado . El original se encuentra en unos papeles sueltos de lexpediente, sin foliar, dentro del mismo leg . H-30. La letra no refleja perturba-ción .

(8) - Ibid ., fs . 26 a 28 .

(9) - Ibid . . f° 29 v .

(10) - En términos generales . hay que advertir que la ley canónica prevé l apérdida de determinados derechos económicos de los capitulares por ausentar -se del coro o de la ciudad sin causa legítima y por períodos que varían segúncada estatuto capitular. Poco más arriba del texto se ha señalado que Redondasalió y volvió el día de Navidad al coro . La vuelta tuvo por objeto "ganar lo smaitines", con una transcendencia pecuniaria del mismo tipo que la de "gana rla residencia" .

(11) - Ibid ., fs . 30 a 61 .

(12) - Ibid ., fs . 42 a 51 . Son especialmente informativas de los hechos las ra-tificaciones del deán y las declaraciones del canónigo Antonio de Vargas y de lclérigo de menores Felipe Sebastián .

(13) - Ibid ., fs. 51 v. a 53 . Notificación a Redonda y su respuesta .

(14) - Ibid ., falta el fl 56, justo el que contenía la confesión, según referen-cia posterior del propio proceso .

(15) - Ibid ., fs. 58 y 59.

(16) - Ibid . . fs . 62 a 67 .

(17) - Ibid. . P 72 v .

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(18) - Ibid ., f81.

(19) - Hay una fase dudosa en estos años de la vida de Manuel de la Redon-da . Como después se verá, y constando en el leg . H-30 del A.C .Sg., constante-mente citado, en noviembre de 1707 se tomó una confesión al canónigo, en un ode sus muchos procesos (ft 132 v. y ss.) . y en ella apuntó que antes de su deten-ción y apresamiento el 14 de mayo de dicho 1707, de la que hablaremos másadelante . ya había estado encarcelado en el Alcázar una primera vez y que de l afortaleza se le había conducido en calesa a Madrid . con dieciocho guardias, a l a"cárcel de la corona" . De ésta había salido desterrado a granda de Duero, parapermanecer allí tres meses . En vista de que no le llegaba a la villa el manteni-miento prometido por la justicia, haciendo oídos sordos de su pena de destierr oy dado que el Presidente de Castilla, Ronquillo, desatendía las quejas que le cur-saba por tal desasistimiento, se volvió a Segovia (f° 136 y 136 v .) . También en l acitada confesión de final de 1707 se le propone una pregunta (f137) que, de pa-sada, le acusa de amotinar a Segovia ( - sus vecinos se llegaron a . . . prevenirse consus armas, temiendo los mas cuerdos se encaminaban los procedimientos de lconfesante -Redonda- a tumultuar aquella ciudad") . Todo indica que hubo unprimer prendimiento por la justicia eclesiástica -la que le llevó a la "cárcel de co-rona"- antes del de primavera (mayo, en concreto) de 1707 . Y Redonda respon-de que cuando se le prendió la primera vez, se juntaron más de quinientos veci-nos "para defenderle, pero que él les había sosegado con que. . . era de orden d esu Majestad y era preciso obedecer y con esto se aquietaron" .

¿Cuando tuvo lugar dicho primer apresamiento, reclusión en el Alcázar .traslado a la "cárcel de corona" y destierro en Aranda? : ¿tras patear el estómagodel deán en agosto de 1705? . Resultaría algo apurada de tiempo toda esa suce-sión de eventos -dice Redonda que estuvo tres meses en Aranda- pero veremo sque después de agredir a Junguito en agosto de 1705 ataca a Benítez en sep-tiembre en la posada de esa villa, y desaparece a principios de octubre, siend oobjeto de una orden general de captura ; y que a primeros de diciembre se pre-senta en Segovia y, preso en las casas de la Catedral, solicita mantenimiento .Pudo tener lugar esa detención relámpago y destierro en tal momento .

Pero también cabe . y el contexto de la pregunta y la respuesta de la confe-sión de noviembre de 1707 lo avala . que dicha primera prisión de Redonda e nel Alcázar. seguida de traslado con escolta a la Corte, prisión en la cárcel ecle-siástica de ella, destierro en Aranda y quebrantamiento del mismo para presen-tarse en Segovia, hubieran tenido lugar tras la vuelta de Segovia a la obedienci aborbónica el 31 de julio de 1706 y con motivo de la algarada semiarmada que ,conocida como la "jornada del arrabal", capitaneó fervientemente Redonda sei sdías antes, el 25 de julio -como nos queda por ver-, sin tener en cuenta la segu-ridad de la población ni la autoridad del concejo . Por otro lado, el canónigo -como buen paranoico- era rencoroso. y no sería fácil que después de sufrir un a

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desatención en su destierro por parte de Ronquillo a finales de 1705 (si es quehubiera sido entonces cuando ocurrieron el arresto, la prisión eclesiástica y e lconfinamiento sin medios en Aranda) actuara en favor del Presidente de Casti-lla, fiel a Felipe V, en julio de 1706 .

Caben otras posibilidades de encaje de tales hechos, sobre todo contand ocon el desorden de cabeza del canónigo . Así, esa primera detención armada pu -do ocurrir también antes de los desórdenes del coro y claustro narrados en e laño 1704 . Pero nos es imposible detenernos en su conjetura . que dejamos paraquienes estén especialmente interesados en el tema. Nosotros creemos que laposibilidad más razonable es la segunda, la de una detención, traslado escolta -do a Madrid, prisión en su "cárcel de corona" y destierro y fuga de Aranda en-tre Agosto de 1706 y abril de 1707 .

La "cárcel de corona" se hallaba en Madrid en la denominada calle de l aCabeza esquina a la de Lavapiés, cerca de la plaza y en el barrio del mism onombre. Ocupaba al parecer toda, o casi toda, la manzana entre las dos citada scalles y las de Ave María y Jesus y María . Era prisión sólo para presbíteros, cléri-gos "de corona" y laicos sometidos a la jurisdicción eclesiástica y, al parecer ,presentaba detestables condiciones de salubridad y sobrecarga de reclusos (RA-MON LACA, Julio de, Las viejas cárceles madrileñas . En : Anales del Instituto deEstudios Madrileños, Aula de Cultura, n° 12 . Madrid, 1973, ps . 33 a 35).

(20) - Se trata del notario receptor de la Audiencia Episcopal de Osma . Jos éde Rada . El suceso de la búsqueda de Redonda en Aranda figura en el citadoA.C .Sg ., leg. H-30, fs . 100 a 112 .

(21) - Ibid ., f° 105 .

(22) - Ibid., f° 106, auto del provisor y jueces adjuntos sobre prendimiento yembargo de bienes de Manuel de la Redonda, 10-IX-1705 ; y f° 109, autos delmismo tribunal ordenando se despachen requisitorias a Madrid, 8-V-1705 .

(23) - Ibid., f° 110 .

(24) - DÍAZ-MIGUEL BLANCO, W Dolores, y GÓMEZ-LLERA GARCÍA-NA-VA, Eduardo, Un seguidor del bando derrotado, un edificio . En : Estudios Sego-vianos, XXXVI, Segovia, 1995, p . 195 .

(25) - El motín viene referido en los artículos de Mariano Grau y MarceloLaínez publicados en Estudios Segovianos, que se reseñan en la nota 1 .

(26) - La Junta Apostólica fue constituida por Felipe II el 3 de junio de 1585,con facultad del Papa Gregorio XIII otorgada en un Breve de 20 de octubre d e1584 . con la finalidad de llegar, por su mediación, a pacíficas, ejemplares yprontas concordias en los innumerables pleitos entre las Ordenes Militares y lo sprelados, cabildos . sedes y personas del clero regular y secular. Por otro lado, el

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Breve de Clemente VII de 19 de julio de 1525 había autorizado la existencia deun "Comisario del Breve" - es explicable su nombre- que ejerciera jurisdicciónen Cataluña, Rosellón y Cerdaña para el castigo de los delitos graves o atrocescometidos por eclesiásticos . Dicha Comisaría quedó unida, tras sucesivas dispo-siciones pontificias, al Obispado de Gerona . En 1613, otro Breve de Paulo V li-mitó la potestad punitiva de la Comisaría al prohibirle que dictara penas capita -les . Felipe V debió utilizar la Comisaría catalana del Breve en las revueltas de lPrincipado durante la Guerra de Sucesión, y suponemos que buscó para el cas-tigo de los eclesiásticos infidentes a su persona o su candidatura en la Coron ade Castilla -el delito de "Lesa Magestad " se reputaba un "delito enorme " - un tri-bunal equivalente al de la Diócesis de Gerona . Y así, por todos los indicios po-demos conjeturar que en una fecha incierta -¿1706 ó 1707?- se sumaría a la juris-dicción del Comisario General de Cruzada y Presidente de la Junta Apostólica l ade una nueva Comisaría del Breve en Castilla -parece que se denominó "Juntadel Breve Apostólico " - para el castigo de clérigos seguidores del Archiduque .Fue en esos años Comisario General de Santa Cruzada . Presidente de la JuntaApostólica y Juez Delegado de la Comisaría del Breve o Junta del Breve Apostó-lico -de ahí la enorme confusión de nombres en el expediente del Archivo Ca-pitular que manejamos- D . Francisco Rodríguez de Mendarozqueta .

(27) - A.C .Sg., Leg. H-30. F 112 .

(28) - Ibid., f° 115 y ss ., testimonios de Diego López de Lubián, Juan Rodri-go Frechel . José Salve y María Aragón, 15-IV-1707 .

(29) - Esto avala nuestra opinión expuesta en la nota 19, de que la primerapersecución de Manuel de la Redonda por la justicia real debió tener lugar des-pués de la -jornada del arrabal" y la liberación de Segovia de la guarnición alia-da portuguesa, es decir después del 4 de agosto de 1706 . Ahí se iniciaría su ene -mistad hacia el Presidente de Castilla .

(30) - Se llamaba D . José de Ribera .

(31) - Ibid . . U118 v . y ss .

(32) - No ha sido posible establecer la situación de dicha prisión, conocida ,al igual que la junta de que dependía, como "cárcel del Breve" o "cárcel delBreve de Su Santidad" -así consta en el f° 132 de los autos . Pero su cercanía a lacalle "que va a el correo de Italia" (declaración de Fray José López, ibid ., fi' 122 ,7-IX-1707) puede hacernos conjeturar una localización próxima a la Puerta delSol : las gradas de San Felipe el Real, el convento agustino situado en la mismaPuerta, constituían el "mentidero" más famoso de Madrid en gran parte por lasituación estratégica que ofrecían para la propalación de toda clase de noticias ,es decir, su proximidad al punto de llegada de los correos, el palacio de Oñatede la familia Tassis, al principio de la calle Mayor. Cerca también de la Puertadel Sol, concretamente en las plazas de Santa Cruz o de la Provincia -aunque

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con distintas localizaciones dentro de ellas a lo largo de los siglos XVI y XVII -estuvo la 'cárcel de Corte" . En el edificio ya existente en 1707, hoy Ministerio deAsuntos Exteriores, las ventanas de la prisión, aunque tuviera ésta su entrad apor la calle del Salvador, daban a la plaza de la Provincia (RAMON LACA, Julio ,v. el artículo citado en la nota 19), no lejos de la parte alta de las calles o calle-juelas que desembocaban en la Puerta del Sol cerca de San Felipe . Pero tam-bién es pensable que la prisión "del Breve", por las descripciones de estructur ainterna del edificio que hace el expte . del leg . H-30 del A.C .Sg., por la posiblenovedad y temporalidad de las funciones de la Junta Apostólica o Comisaría de lBreve como tribunal penal de eclesiásticos, por lo extraña que resultaría la re-clusión de éstos en una cárcel civil y. finalmente, por ser uso bastante acostum-brado en el momento, quedara acondicionada provisionalmente en alguna cas aordinaria del centro de Madrid . Desde luego, nada induce a creer que coincidie-ra la "cárcel del Breve" con la "de corona", nombrada también en la nota 19, en-tre las calles Lavapiés y de la Cabeza, porque su alejamiento del enclave de Ma-drid en que se recibía el correo es notable .

(33) - íbid. . f° 121 v.

(34) - Ibid., P' 122 y ss .

(35) - Ibid ., f' 125, declaración de fray José López : "que su ánimo (el de Re-donda) había sido ahogarle (a Ruiz Pazuengos) y con un fuelle llenarle de airepor la boca y ponerse de pies sobre su vientre para sacarle el aire por parte svergonzosas, nombrandolas con voces torpes" . . .

(36) - Ibid ., e 129 .

(37)-Ibid. .E0129v.y131.

(38) - Dicha visita a la casa de Francisco Ronquillo y el arrepentimiento delcanónigo por no haberle matado entonces no aparece únicamente en el textode las preguntas del interrogatorio propuesto para confesión de Manuel de laRedonda, en noviembre de 1707 (ibid ., f 139) . El interrogatorio toma el dato dela declaración, p . ej ., de Manuel Masilla, otro preso del Breve (ibid ., f° 129) queen su testimonio de septiembre, anterior por tanto a la redacción del interroga -torio propuesto para la confesión, dice de Redonda "no ser tolerables los desa-catos y poca decencia con que hablaba. . . del Sr. Presidente de Castilla . . .dicien-do se había arrepentido de no haber embestido al Sr . Presidente de Castillacuando fue a visitarle en su casa, y por este hecho hacerse memorable y su con-tinuo tema amenazar a los dichos señores" . . .

(39) - Ibid ., f 133 .

(40) - Ibid ., f' 139 v -

(41) - Ibid., P 139 v.

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(42) - Ibid ., f' 140 .

(43) - Ibid ., id .

(44) - Ibid ., fs . 140 y 150.

(4) - Ibid ., fs . 141 a 150.

(46) - Ibid ., f° 149 .

(47) - Ibid ., fs . 152 y ss .

(48) - Ibid . : figura la carta en papeles sueltos del expediente . sin numerar .ya citados en la nota 7 .

(49) - Ibid., id .

(50) - Ibid ., id .

(5I) - Ibid . . id .

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