economistas para qué?

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Revista EPQ - Economistas Para Qué? Año 3 - Nùmero 6

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Editorial…Y se ve que detrás del llamado telón, que debe cubrir el interior, no hay

nada que ver, a menos que penetremos nosotros mismos tras él, tanto para ver,como para que haya detrás algo que pueda ser visto. (G.W.F. Hegel,Fenomenología del espíritu )

Temperamentos sensibles lamentarán, una vez más, que “los marxistas secombatan entre sí”, que se ataque a “autoridades” prestigiosas. Pero el mar-xismo no es una docena de personas que se conceden unas a otras el derechoa actuar de “expertos”, y ante los cuales la masa de los creyentes haya demorir con ciega confianza.

El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantementepor alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estan-camiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en elchocar espiritual de armas de la propia crítica y en los rayos y truenos históri-cos. (R. Luxemburgo, La Acumulación del Capital o lo que los Epígonos hanhecho de la Teoría Marxista: una Anticrítica)

Mientras los suburbios de Londres ardían (literalmente) en medio de la violencia desatada a partir dela muerte de un hombre en manos de la policía, las bolsas del mundo se desplomaban luego de cono-cerse la noticia de la baja en la calificación de la deuda estadounidense. Al mismo tiempo más de300.000 “indignados” israelíes, que se suman a los de España y Grecia, marchaban por el encareci-miento de sus condiciones de vida y en reclamo de mayor “justicia social”. Si bien todos parecenhechos desvinculados, nadie duda en afirmar que se trata de problemas de carácter económico, de unnuevo episodio de la crisis económica internacional iniciada en 2008 y que aún no encuentra salida.

Todo el mundo habla de crisis, “sabe” de economía. Pero, ¿qué tenemos los economistas (y la cien-cia económica en general) para decir frente a estos hechos? ¿Está la teoría en condiciones de dar unaexplicación científica de las crisis?

Por un lado, se revela bruscamente la esterilidad de la doctrina oficial que, al tiempo que sevanagloria de su poder predictivo, es repetitivamente incapaz de explicar (y por tanto muchomenos de predecir) un fenómeno tan propio del capitalismo como son las crisis. “Fallas de coordi-nación de los agentes” o “desregulación excesiva del mercado” no hacen más que ocultar los proble-mas de fondo de un sistema que no tiene otro modo de funcionar que no sea sopesando fuertes crisisreiteradamente.

Es entonces que surge una demanda inusitada por teorías alternativas que expliquen el fenómeno.Esta exacerbada búsqueda de doctrinas “heterodoxas” es comprensible y necesaria y es por esto quevemos la necesidad de participar activamente en la construcción de un plan de estudios que no seestructure únicamente en torno a la doctrina oficial. Sin embargo, resulta incompleto no avanzar másallá de esto. No se trata de exhumar recetas que contengan la revelación, sino de poner en movi-miento los conceptos que estas encierran. En otras palabras, hacer ciencia. No para justificar y per-petuar el orden vigente, sino como la forma más potente de conocerlo para poder transformarlo. Nopara legitimar una clase, sino para dar respuesta a los problemas de la humanidad. Pero para esto, laeconomía política (como ciencia particular), debe recobrar su carácter revolucionario. Aquel con elque nació a fines del siglo XVIII de la mano de la burguesía y que logró arraigar en la conciencia uni-versal los principios de una nueva sociedad. Libertad, igualdad, fraternidad… Pero a los que rápida-mente la ciencia burguesa tuvo que abandonar, junto con la pretensión de ser la clase universal. Con eldesarrollo del capitalismo, sus intereses dejaron de representar el interés general y pasaron a expresarun interés meramente particular, de clase. Fue entonces que el desarrollo de la teoría se estancó y la

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ciencia adquirió un falso status de objetividad y neutralidad que nada tiene que ver con las necesidadesde la humanidad. Sólo en este contexto se entiende que la ciencia moderna continúe naturalizandoal hombre productor de mercancías, elimine la lucha de clases y la reemplace por una sociedaden armonía, en la cual cada uno recibe de acuerdo a lo que aporta al proceso productivo.

Hoy es la clase trabajadora la que carga sobre sus espaldas, y aún más en tiempos de crisis, los pro-blemas de la humanidad y por lo tanto, la que necesita desarrollar la ciencia que le permita resolverlos.El concepto de hombre moderno, libre e igual, que enunciaron los grandes pensadores de laIlustración, está puesto actualmente en jaque a raíz de la situación de extrema miseria, desigualdad ydeshumanización en que se encuentra buena parte de la clase trabajadora. Sin embargo, no basta condenunciar las injusticias y penurias del capitalismo, ni la voluntad infinita de lucha por un mundomejor. Tampoco repetir dogmáticamente lo que dijeron grandes revolucionarios de otras épocas. Laclase trabajadora debe avanzar en el conocimiento de la realidad de forma de potenciar su transforma-ción. Conocer las determinaciones actuales del sistema capitalista se vuelve esencial a la hora de pen-sar una estrategia conciente para trascenderlo.

Marx desarrolló el fundamento teórico del socialismo científico a partir de la crítica a la economíapolítica. Dio el puntapié inicial, dejándonos la tarea de continuar esta crítica. Crítica que consiste enexponer la teoría rigurosamente siguiendo el camino que propone, poniendo de manifiesto sus aciertosy especialmente trabajando sus limitaciones. No se trata de impartir la verdad científica consagrada,sino de criticarla.