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Índice
Sinopsis
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Sobre la Autora
Staff
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Sinopsis
Con las elecciones cerca y su padre deseando un asiento en el Parlamento,Leandro Christopoulos necesitaba cambiar su imagen pública de un corredor de
autos clandestino y playboy a un aburrido y recto modelo a seguir.
La solución: Bobby Granger. Bobby, diminutivo de Roberta, supuestamente
la chica más inteligente de la escuela y recientemente elegida como Joven
Filántropo del Año.
Desafortunadamente, ella no era su tipo -sarcástica, chapada a la antigua,
ratón de biblioteca, y lo más importante de todo: del tipo que necesitaba estar
enamorada antes de irse a la cama con un chico.
Una chica que necesitaba mucho esfuerzo fue su primer pensamiento.
Buscar otra chica fue lo que le dijeron sus primeros instintos. Pero entonces
Leandro accidentalmente la vio desnuda, y supo que sólo iba a tener que mentir
sobre estar enamorado de ella.
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Capítulo Uno
“N o sabía que Derek Christopoulos tenía un hermano.”
“Oh, por Dios, se parecen tanto. Deben ser parientes.”
“Que alguien me pellizque. Debo estar muerta o soñando. Estoy a punto de
tener un orgasmo por tan sólo ver a esos dos. No es justo tenerlos juntos así. Nos
van a tener a todas sin aliento. Oh, por Dios, vienen hacia acá…”
Leandro Christopoulos miró a su primo mayor con una vaga diversión en los
ojos, que eran del mismo tono azul oscuro que los de Derek. Ambos eran también
altos, de pelo oscuro, piel olivácea y aspecto robusto, todas características típicas de
su herencia griega.
Risitas nerviosas, chillidos, miradas boquiabiertas –todo lo que podría
esperarse de las groupies de las estrellas de rock. Así era como estaban actuando las
chicas alrededor de ellos. Era una locura.
Comentó inexpresivamente en su lengua nativa:
—¿Cómo es que tu Jaike soporta toda la histeria que causas?
Derek se sonrojó.
—No es algo que busque deliberadamente —había un ligero tono defensivo
en su voz.
Leandro esbozó una sonrisa torcida.
—Como siempre, tu problema es que eres demasiado amistoso y encantador,
como un condenado príncipe.
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—Soy como soy, y Jaike sabe que sólo la quiero a ella —Derek dio
explícitamente unos golpecitos al anillo en su dedo.
El anillo de compromiso tenía a Leandro sacudiendo la cabeza. A pesar de
que su primo era mayor que él por varios años, en su opinión, Derek aún erademasiado joven para comprometerse. Ya había conocido a la prometida de Derek,
Jaike, por supuesto. Era una chica encantadora, pero eso no significaba que Derek
tenía que casarse con ella de inmediato.
Derek era uno de los solteros más deseables de su país, vástago de una
dinastía política y heredero de un imperio mercantil griego. ¿Por qué habría de
atarse a sí mismo tan pronto en la vida? ¿Acaso Derek era lo suficientemente tonto
para creer que lo que tenía era amor verdadero en lugar del resultado de una fuertecompatibilidad y atracción sexual?
— Y por fin, está es la cafetería —dijo Derek, sacando a Leandro de sus
pensamientos—. Es una de las más hermosas del mundo, ganando premios en todo
el mundo.
Leandro asintió, observando sus alrededores con fingido interés. Estaba
hermosamente decorada con madera y colores crema, pareciendo más como el
lobby de un hotel que una cafetería para estudiantes.
De hecho, todo lo concerniente a la Universidad Christopoulos era hermoso,
pero lo dejaba frío. Si tuviera que ser honesto al respecto, lo dejaba sombrío. Todo
esto, todo sobre América, le recordaba a Leandro el maldito embrollo que había
hecho de su vida.
Derek miró a su primo concienzudamente, pensando cuidadosamente en lo
que su primo tenía que decir a continuación. Al final, ya que su primo odiabahablar deshonestamente, dijo con cuidado:
—Sé por qué estás aquí. Tu madre le ha dicho a mis padres, quiénes me
dijeron a mí. No soy del tipo que se entrometa así que descansa tranquilo que no
intentaré ordenarte de ningún modo. Sin embargo, también pido que respetes la
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mayoría de las reglas, ya que no me gustaría que la universidad tenga alguna clase
de desagradable reputación que pudiera estar vinculada a nuestro nombre.
—Entendido — y Leandro entendía. Derek sólo se refería a una cosa… y esa
era ya no unirse a ninguna carrera clandestina.
—¿Tienes alguna pregunta?
—Sí —Leandro hizo una pausa para después preguntar seriamente—.
¿Puedes recomendarme alguna chica que pueda ganarse la aprobación de mis
padres? Necesito tener una novia para este fin de semana.
Las cejas de Derek se alzaron rápidamente.
—¿Una novia?
—De preferencia alguien aburrida y simple, súper inteligente, una chica
buena que cualquier madre pudiera amar tener como nuera.
—Las chicas buenas huirían de ti apenas verte.
Una sexy sonrisa destelló en sus labios, pero no llegó a los ojos de Leandro,
convirtiéndolo en un hombre guapo pero frío.
—No creo que exista alguna chica que rechazaría todo lo que tengo que
ofrecer —no estaba jactándose sólo decía la verdad. Había estado recibiendo
proposiciones de mujeres extremadamente hermosas que le doblaban la edad
cuando él apenas había tenido trece años.
—Bueno, no voy a ser capaz de recomendarte a nadie. Eso no es diferente a
ofrecer un cordero para sacrificio, sabiendo que probablemente lastimaras a
cualquier chica con la que salgas.
—Pero dolerá tan bien —argumentó Leandro, y para demostrar su punto, se
permitió sonreír ligeramente.
Las chicas a su alrededor suspiraron.
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Derek sacudió la cabeza.
—Sea lo que sea que estés planeando, no va a funcionar. Mi consejo es: si
necesitas una novia, entonces encuentra a alguien de quién enamorarte —revisó su
reloj, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de la hora—. Tengo una junta con elcomité en unos minutos. ¿Volvemos?
—Creo que me quedaré aquí un rato, tal vez coma algo o algo así antes de
regresar a mi habitación. ¿Sigue en pie lo de esta noche?
—Definitivamente. Jaike está emocionada por cocinar para ti.
Leandro reprimió un gruñido.
—Por favor dime que no es…
— Así es. Así que vas a tragarte cada maldita cucharada, y después vas a
decirle que te gustó —Derek sonrió mostrando los dientes. Decía cada palabra en
serio. No iba a dejar que nada ni nadie molestara a la mujer que amaba de ningún
modo.
Leandro sí gruñó entonces. La comida de Jaike era horrible, más cuando se
trataba de comida griega.
—Eres un maldito sádico.
—Nah. Sólo estoy enamorado.
Se atragantó.
—¿En serio acabas de decir eso con una cara seria?
Dereck sólo sonrió, y a diferencia de la de su primo, ésta llegó a sus ojos,haciendo que las chicas suspiraran aún más fuerte de lo que lo hicieron cuando
experimentaron la seductora potencia de la sonrisa de Leandro Christopoulos.
—Un día, vas a encontrar otra chica a la que vas a amar más que a tu moto. Y
entonces voy a ser yo quién se ría de ti…
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Leandro esbozó una sonrisa torcida.
—Eso no va a pasar nunca, primo.
Famosas últimas palabras, pensó Derek
Roberta “Bobby” Granger iba de regreso a su mesa cuando se dio cuenta con
retraso de que ya no era su mesa. ¿Qué demonios?
Se apuró a su mesa tan pronto como pudo sin derramar los contenidos de su
bandeja. Su ánimo no había sido bueno para comenzar, considerando el mensaje de
texto que recibió temprano en la mañana. Y después esto.
Cuando llegó a su mesa, dijo educadamente:
—Disculpe —el chico en su mesa sentado en su asiento era alto, lo
suficientemente alto como para casi ser de la misma estatura que ella incluso
estando sentado. Tal vez el hecho hubiera sido intimidante para otros, pero no para
ella.
Cuando él siguió sin darse vuelta, ella se aclaró la garganta y habló más
fuerte:
—¡Disculpe!
Él se volteó lentamente, su movimiento gritando renuencia, e hizo que
Bobby rechinara los dientes. El vaso de leche de soya en su bandeja se deslizó un
poco a la izquierda. Carajo.
—Ese es mi asiento, señor —dijo Bobby mientras acomodaba su agarre en la
bandeja—. Así que si pudiera por favor… —Bobby alzó la vista y olvidó el resto de lo
que tenía que decir.
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Bobby parpadeó.
Dos veces.
Tres veces.
Guapo fue su primer pensamiento.
¿En serio era posible para alguien ser así de guapo? No parecía justo.
Cabello negro medianoche y piel olivácea que hablaban de una herencia
mediterránea al igual que unos apasionados ojos azules enmarcados con largas
pestañas negras por las que ella hubiera matado personalmente. Iba vestido con
una simple camiseta blanca y un par de jeans desgastados, y tenía lo que parecía
ser el tatuaje de un grifo alrededor del brazo.
Cuando ella no dijo nada, él le dio la espalda.
¡Guapo… y maleducado!
El mal genio de Bobby explotó.
—Disculpa —dijo de nuevo, esta vez entre dientes apretados. Sus brazos
estaban comenzando a dolerle por el peso de la bandeja también, haciendo que
estuviera más enojada.
¿Cuál demonios era su problema? El sonido de la enojada voz tenía a
Leandro Christopoulos cerrando los ojos. La chica parecía ser más insistente que la
mayoría. O quizás era porque estaba en América y la gente aún no estaba
familiarizada con su humor. En casa, las chicas sabían por su reputación que a
Leandro no le importaba que interrumpieran su privacidad siempre y cuando les
hubiera dado la señal para que se acercaran. De otro modo, lo dejaban en paz,
como deberían hacerlo ahora.
—DISCULPA.
Las palabras y cómo la chica estaba prácticamente siseándole tenían a
Leandro incrédulo. Se dio la vuelta de nuevo y exigió bruscamente:
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—¿Qué quieres? —sólo quería terminar con esto.
La vio más detenidamente esta vez. Cabello castaño rojizo que casi lo tenía
resoplando. Típico. Deslumbrantes ojos verdes y un rostro ovalado que estaba
sonrojado de ira. Su mirada descendió. Blusa de talla grande, abrochada hastaarriba –camisa de novio era como su hermana menor la describió, si recordaba
correctamente- junto con unos jeans regulares y flats.
Ella le dijo glacialmente:
—Estás en mi asiento.
Él hizo ademán de ver a su alrededor e incluso revisó la parte de atrás de su
silla.
—No veo nada aquí que tengo tu nombre.
Bobby jadeó, incapaz de creer que alguien tan guapo pudiera ser tan
¡ímbecil! Pero debería haberlo sospechado, pensó, rechinando los dientes. La gente
guapa siempre era así. En serio debería haberlo sabido.
Haciendo malabares con su bandeja porque los brazos ya la estaban
matando:
—Dejé mi libro en la mesa para que la gente supiera que la aparté.
Siguiendo su mirada, Leandro vio que era verdad que había dejado un libro
en la mesa, algo que no había notado porque había estado demasiado distraído con
sus pensamientos. Leandro raramente se equivocaba, y el hecho de que ahora lo
estaba no sentaba bien con él en absoluto.
Dijo bruscamente:
—Puedes sentarte en la otra silla entonces —indicó la silla vacía en el lado
opuesto como un rey concediendo un favor a un esclavo.
¿Puedo? ¿Puedo sentarme? ¿Quién demonios se creía que era?
Completamente harta ahora, Bobby azotó la bandeja sobre la mesa.
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—¿Eres estúpido? Yo estaba aquí primero así que tengo el derecho de
echarte a patadas de la silla.
Leandro respondió mirando a la chica de arriba abajo. Ella medía… ¿qué?
¿Un metro cincuenta y siete centímetros? Él era más de treinta centímetros másalto que ella y probablemente pesaba lo doble. Dijo despectivamente:
—Lo puedes intentar.
¿Por qué, el…
Sin dudarlo, Bobby lo pateó en la barbilla. Con fuerza.
El súbito dolor en su barbilla casi tenía maldiciendo a Leandro. Su mirada
regresó rápidamente a la chica, incredulidad y rabia delineando su voz cuando
gruñó:
—¿Por qué hiciste eso?
—¿Tienes que preguntar? —espetó. Él se paró de repente y Bobby casi da un
paso atrás. Él en serio era alto. Y letal . Había un aire de peligro a su alrededor de la
que ella apenas comenzaba a darse cuenta y las palabras me retracto rondaron sus
labios.
Si este tipo se ponía furioso y destrozaba todo a su paso como Hulk, estaba
segura de que ella sería su primera víctima.
Di lo siento, le urgió su consciencia. Sabes que tú fuiste grosera primero.
Bobby testarudamente apartó ese pensamiento. Maleducada o no, no podía
obligarse a decir lo siento. Era demasiado orgullosa para hacerlo.
Cuando la chica no dijo lo siento y simplemente lo fulminó con la mirada
con rebeldía, Leandro se encontró a sí mismo experimentando un fuerte deseo de
ponerla sobre sus piernas y darle una buena nalgada. Las chicas en su tierra natal
no eran así. Ellas conocían su lugar, y era respetar y servir a los hombres de su vida.
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Su mirada echo un rápido vistazo a sus alrededores y vio que todos en el
interior de la cafetería los estaban viendo. Sabía que tenía que dejar la mesa. Le
molestaba tener que admitir que ella sí había “reclamado” la mesa primero, pero
Leandro sabía que era verdad.
Sin embargo, no tenía intención de dejarla con la última palabra.
Indicó la mesa.
—Toda tuya.
—En realidad es…
Leandro dio un paso al frente, la tomó de la nuca y cerró sus labios en los de
ella.
Ella se congeló, el shock manteniéndola inmóvil. Cuando los labios de ella se
separaron instintivamente por la sorpresa, Leandro no dudó en profundizar el beso,
su lengua adentrándose para marcarla con su sabor, asegurándose de que nunca lo
olvidaría a él o su beso.
Leandro pensaba seducirla, pero con lo que no contaba era con ser seducido
en respuesta. La boca de ella era una mezcla única de dulce y picante, su químicasexual combustible en su calor explosivo. Así de cerca, él estuvo súbita y
explícitamente consciente de su suavidad, su femenino aroma, y cuando su polla se
elevó, las bolas doliendo de necesidad, Leandro se apartó abruptamente.
Incluso cuando su cuerpo protestó por la súbita ausencia de contacto,
Leandro se las arregló para mirar a los ojos de la fiera pelirroja con una fría mirada.
—Te he visto, mégaira. ¿Todo ese ruido era para que te notara, no es cierto?
Mientras las palabras se asentaban, ella dejó escapar un fuerte jadeo, y
Leandro añadió sedosamente:
—La próxima vez, sólo necesitas pedirlo.
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Capítulo Dos
Tras darse palmadas en la espalda de cada uno como saludo, Derek dijosecamente:
—No pierdes el tiempo, ¿cierto? Oí lo que pasó ayer —comenzaron a bajar
por la alfombra roja, ambos deteniéndose de vez en cuando en cuanto un fotógrafo
particular fue persistente en tomar una foto.
Esta noche, los padres de Derek estaban auspiciando un prestigioso evento
premiando a los más jóvenes y prolíficos filántropos del país. No era el tipo de
evento que Leandro normalmente honraría con su presencia allá en su país de
origen, pero ahora era un hombre nuevo. Este evento debería encaminarlo en la
dirección correcta y con suerte a la aburridamente mujer perfecta para convertirla
en su novia temporal.
—Fue un incidente desafortunado —le respondió Leandro a Derek con una
mueca. No estaba particularmente orgulloso de dejar que su temperamento sacara
lo peor de él durante el incidente de ayer. Pero había estado de un humor de perros
para comenzar, y el temperamento de mal genio de la chica simplemente lo hizo
sentir insolente.
Cuando Derek lo había dejado ayer en la cafetería, Leandro había recibido
una llamada de casa, y las noticias no habían sido buenas. Su padre permaneció en
el hospital ya que había una fuerte posibilidad de que pudiera sufrir de otro infarto.
El primero de los cuales lo había provocado él .
—Estaba de mal humor. Recibí noticias de la condición de mi padre y no
habían sido… buenas. No es excusa, pero no era yo mismo ayer.
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Derek dijo con seriedad:
—Siento lo de Tío Orion, Leandro. Pero él es un luchador. Lo superará.
Leandro simplemente asintió, no deseando que Derek supiera que una parte
de él creía que Dios se llevaría a su padre como un castigo hacia Leandro.
—Por cierto, ¿quién era la chica? —Derek quería distraer a su primo menor,
la oscura apariencia en el rostro de Leandro haciéndole fácil adivinar cuáles eran
los pensamientos del otro hombre. No se molestó en decirle a Leandro que él no
tenía la culpa de lo que había sucedido. Eso era algo que Leandro tenía que
aprender por sí mismo.
—Sabes lo que pasó. No había modo de que pudiera preguntarle su nombre.
Derek no pudo evitar sonreír ante eso.
—Ella de verdad te hizo enfadar, ¿cierto?
—Ella es una arpía.
— Ah —la madre de Leandro, Elena, era la mujer más dulce del mundo, dócil
y sumisa, una perfecta esposa para un griego tradicional. Había causado
inadvertidamente que Leandro tuviera algún tipo de expectativas irreales de las
mujeres de hoy.
—Nunca nadie había sido tan grosero conmigo —le contó rígidamente
Leandro. En Grecia, todos, hombres o mujeres, lo habían tratado con el más
profundo respeto, casi llegando a la adoración. Él era después de todo un
Christopoulos, y más que eso, él era el hijo de Orion Christopoulos, uno de los
políticos más grandes de la historia. Si alguien tenía el poder de reinventar la
política de Grecia y erradicar la corrupción de su sistema, ese sería su padre.
Se preguntó si habría actuado diferente si la arpía pelirroja simplemente le
hubiera pedido de buena manera que se fuera. Tal vez. Pero no ella no lo había
hecho, así que eso había pasado.
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Eso siendo el beso que sorprendentemente lo había mantenido despierto en
la noche. Cuando Leandro por fin se había dormido, sólo fue para soñar con él
besándola, y no sólo sus labios esta vez.
Los labios de Leandro se tensaron ante el pensamiento. ¿Por qué demoniosseguía pensando en ella? Ella no era para nada, nada, su tipo. A él le gustaban las
mujeres altas, despampanantes, sexys, y sobre todo, quería que su mujer supiera
que su palabra era ley. Maldición, ¿era eso mucho pedir?
Una edecán los condujo a la fila del frente, y quitó las etiquetas que
indicaban dónde estaban sus asientos.
—Por favor díganme si hay algo más que necesiten —dijo cálidamente
mientras les entregaba las copias de sus programas a los hombres Christopoulos.
Esperen a que las chicas se enteren de esto, pensó ella con emoción para sí misma.
No tenía esperanzas con Derek Christopoulos, sólo alguien viviendo bajo una roca
no sabría de lo mucho que amaba a su prometida. Pero el otro Christopoulos era un
caso completamente diferente.
Leandro Christopoulos era tan deliciosamente masculino. Era difícil aceptar
el hecho de que en realidad sólo tenía veintiún años de edad y seguía en su último
año de universidad.
La invitación en los ojos de la chica era obvia, pero Leandro simplemente
asintió.
—Gracias —sus días de aventuras de un minuto habían terminado, había
sido en el momento en que descubrió que sus salvajes travesuras habían puesto en
peligro severamente la vida de su padre.
Cuando estuvieron solos, Derek comentó:
—Me sorprende que no aceptaras su oferta.
—Quizás llegue a oídos de mi padre. La única chica que voy a follar mientras
estoy aquí es mi novia.
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Derek suspiró.
—Estás loco.
—No. Desafortunadamente, no lo estoy. Estoy desesperado.
—Tu padre nunca te pidió que…
—Su posición en las encuestas sufrió por mi culpa, y el modo más rápido de
redimirme ante el ojo público es dejarlos saber que he cambiado. No más carreras
clandestinas, no más mujeres, no más nada excepto lo que hacen los chicos buenos
—Leandro volteó el programa para que pudiera ver la lista de premiados al reverso
gravados en letras doradas—. Esto, quienquiera que sea que ganó el primer lugar,
es el tipo de chica que necesito.
—Entonces te llevarás una decepción. Ella y mi madre son buenas amigas, y
lo que sé de ella por lo que me contó mi madre me dice que no va a acceder a ser tu
novia.
Leandro se encogió de hombros, sin estar afectado por la advertencia de
Derek. Él no era un buen hombre, y no profesaba saberlo todo. Pero algo sobre lo
que sí sabía era sobre mujeres, y sabía lo suficiente como para poder hacerlas gritar
de placer sexual con unos cuantos movimientos de sus dedos. Sabía dónde morder,
dónde besar, dónde no tocar para tenerlas jadeando su nombre.
—Dirá que sí.
Una hora después, la ceremonia había finalmente llegado a su fin y los
premiados habían sido llamados al frente. Leandro se enderezó en su asiento,
esperando impacientemente para ver a la que había decidido hacer su novia.
Esperaba que fuera lo suficientemente agradable a la vista pero aunque no fuera sutipo, no lo persuadiría del camino que había decidido tomar.
—Damas y caballeros —anunció orgullosamente la madre de Derek,
Samantha Christopoulos—, les presento a nuestra Joven Filántropo del Año, la
Srta. Roberta Granger.
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Una mujer bajita subió al escenario, vestida simplemente con una blusa
blanca y pantalones mientras las demás premiadas estaban vestidas con brillantes
vestidos y tacones altos, del modo en que una filántropa no se veía. Más y más se
convencía de que había hecho la elección correcta.
Incluso usa lentes, pensó Leandro con aprobación.
La chica llegó al lado de Samantha y tomó el trofeo de la mujer mayor, su
conversación demasiado baja para que el micrófono la recogiera. Volvió el rostro
hacia la multitud.
Maldición.
Lo dijo de nuevo, esta vez en voz alta, y Derek lo miró bruscamente.
—¿Qué pasa? —preguntó Derek.
Leandro dijo sombríamente:
—Hace un rato me preguntaste cuál era su nombre. Bueno, ahora lo sé —
indicó con la cabeza hacia el escenario—. Roberta Granger.
A Derek le llevó un momento reaccionar, y después sonrió.
—Buena suerte, Leandro. La necesitarás. Y mucho.
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Capítulo Tres
—Hay un joven que quiero que conozcas —le confesó SamanthaChristopoulos entusiasmada.
Así que por eso la mujer mayor se aferraba a su brazo con tanta fuerza, se
dio cuenta Bobby con una mueca. Aun así, ella trató de apartarse. El asimiento se
apretó. Bobby suspiró.
—Sabes que te adoro, tía Sam, pero esto tiene que parar. No estoy buscando
un novio.
—Debieras.
—¿Mi mamá sabe que me estás animando a tener una relación?
Samantha pareció ofendida.
—¡Por supuesto!
Era el turno de Bobby de estar ofendida.
—¿ Lo sabe?
—Oh, vamos, no te enojes con ella. Sabes que ambas sólo estamos
preocupadas por ti —Samantha apretó el brazo de la chica más joven
cariñosamente—. El problema contigo es que dejas que el pasado te afecte
demasiado.
Bobby se encogió de hombros.
—No te solía faltar tanta confianza en ti misma —la reprendió Samantha.
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—No me falta confianza en mí misma —protestó Bobby —. Hago talleres todo
el tiempo, charlas públicas…
—Eso no es lo que quiero decir y lo sabes. Solías tener más confianza en ti
misma como una mujer.
—Tía Sam, tengo confianza como mujer. Sólo que no estoy tan ciega como lo
estaba en el pasado acerca de quién soy realmente —ahora, ella entendía
perfectamente que no era del tipo que la mayoría de los hombres consideran
atractiva. Era demasiado pálida, demasiado curvilínea, y demasiado inteligente
para su propio bien.
Inconscientemente se enderezó ante el pensamiento, como si se preparara a
sí misma para el desdén de los demás. A ella no le importaba lo que pensaran los
demás, se dijo Bobby a sí misma. Lo que le mas le importaba era su caridad y
asegurarse de que los niños que dependían de ella fueran atendidos por el resto de
sus vidas.
Bobby trató de alejarse de nuevo, con la esperanza de que pudiera tomar a la
mujer mayor por sorpresa, pero Samantha todavía se aferraba a ella con fuerza.
—Tía Sam, ¿en serio?
Samantha de repente parecía frágil, pero su voz era fuerte cuando le dijo a
Bobby:
—Si me dejas, todo el mundo va a pensar que abandonaste cruelmente a una
anciana como yo por la fiesta.
Bobby gimió.
—Eres tan astuta.
—Sólo haz esto por mí por favor, Bobby. Sólo sé amable con él y no dejes que
tus prejuicios se muestren. Prometo que te divertirás con él.
—No tengo tiempo para divertirme.
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—Lo tienes. Simplemente no quieres —Samantha asintió y sonrió a aquellos
que la saludaron pero no se molestó en detenerse por ninguno de ellos. Ella había
tenido suerte en conseguir que Bobby cooperara con ella hasta aquí, y lo sabía. Si
bajaba la guardia por un segundo siquiera, Samantha estaba segura de que la chica
correría como loca hasta la salida.
La fiesta posterior a la ceremonia de premiación estaba yendo muy bien, con
el doble de personas esperadas llegando. Era sin lugar a dudas porque todo el
mundo quería echarle una mirada a su sobrino, pensó Samantha con cariño. El
hecho de que había otro Christopoulos en medio de ellos – y éste, soltero– tenía a
todo el mundo excitado, desde madres que buscaban la combinación perfecta para
sus hijas hasta las más jóvenes y sofisticadas mujeres que esperaban por la
oportunidad de engancharlo antes de que todo el país se diera cuenta de su
presencia.
— A diferencia de Derek, mi sobrino es 100% griego.
—Lo que lo hace un chovinista.
—Muy protector de las mujeres en general, sí —ella acordó
diplomáticamente—. Él es muy famoso en Grecia porque ha ganado muchas
carreras.
—¿Carreras de caballos?
—Eh… no. De motos.
Bobby suspiró.
—Esto se está poniendo peor, tía Sam. Realmente deberías parar antes de
que esto se vuelva embarazoso para todos nosotros. Soy una nerd y él compite encarreras de motocicletas. ¿Cómo en el mundo crees que vamos a llevarnos bien? "
—Como el fuego cuando se encuentra con fuego — contestó una voz oscura.
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La mandíbula de Bobby cayó ante la respuesta inesperada, pero antes de que
pudiera averiguar quién era, casi chocó con una pared de músculos duros como
piedras.
—¡Leandro!
¿Era el sobrino de Samantha entonces?
Ella levantó la vista, y su mandíbula se aflojó aún más.
—¿Tú?
Casi como si les hubieran dado una señal, la orquesta que tocaba en el
escenario comenzó una nueva canción, y Leandro contestó tomando su mano y
llevándola a la pista de baile.
Detrás de ellos, Samantha gritó alegremente:
—¡Diviértanse!
Leandro esperaba que Roberta Granger tratara de escapar de él, y lo hizo.
Pero por supuesto él estaba listo para ella, y su brazo simplemente se apretó
alrededor de su cintura. Por si acaso, también la atrajo hacia él, tomándola de
nuevo por sorpresa. Ella terminó completamente pegada a su cuerpo, y mientras
los hacía dar vueltas, él bajó la vista hacia ella.
Ella estaba bufando enojada.
Eso era... esperado, también.
—Trata de sonreír — sugirió él—. Todo el mundo nos está mirando.
—Suéltame.
—No —él les dio la vuelta de nuevo.
—Lo digo en serio.
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— Yo también estoy hablando en serio. Antes de que puedas hacer una
escena, estaré besándote. Otra vez.
Sus ojos volaron de nuevo hacia él con enojada incredulidad.
—¿Hablas en serio?
—Sí — y su polla se levantó, como para reafirmar lo serio que era. La reacción
instantánea de su cuerpo hacia su proximidad y la mención de su beso requirió que
Leandro pusiera renuentemente un poco de distancia entre ellos. Este no era el
lugar ni el momento adecuado para que Roberta Granger se diera cuenta de lo
mucho que lo excitaba –por qué razón, ni Leandro lo sabía.
Bajando la mirada hacia ella, la mirada rebelde en su cara ovalada hizo aLeandro suspirar mentalmente.
—Lo siento por lo que pasó ayer —se obligó a decir.
—¿En serio?
Él dijo con impaciencia:
—¿Nadie te enseñó a ser amable al aceptar una disculpa?
Ella se sonrojó. Tenía razón en ese aspecto, pero ella no quería admitirlo.
Ella replicó:
—Habría sido amable si pensara que fuiste sincero.
Era su turno para sonrojarse.
—Nunca sabes cuándo callarte.
Los ojos de ella destellaron.
—¿Es esa tu manera de decirme que me calle? Porque déjame decirte…"
Él la besó.
Una vez más, la había callado besándola.
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Esta vez, ella se las arregló para permanecer lo suficientemente consciente
como para tratar de luchar. Tratar siendo la palabra clave porque sus esfuerzos
habían sido completamente en vano. Él era tan fuerte que hacía que pareciera
como si ella no estuviera rechazando su toque en absoluto. Se había detenido en
medio de la pista de baile, con los brazos alrededor de ella como cadenas hechas de
acero al rojo vivo.
Ella abrió la boca para gritar, pero tonta de ella, se olvidó de que era la única
cosa que nunca debería haber hecho.
La lengua de él entró a matar.
Y ese fue... el final. De su cordura.
Ahora, sus tambaleantes sentidos se hicieron cargo.
El impacto de su beso, su tacto, el calor de su presencia–todo la golpeó a la
vez, y ella se quedó silenciosamente jadeando contra su boca mientras él
profundizaba el beso. Ya no estaban bailando, y ella honestamente no tenía idea de
dónde estaban. Todo lo que sabía en aquel momento era que este segundo beso era
aún más alucinante, más estremecedor, y no podía pensar en otra cosa excepto él.
Sus labios eran suaves y firmes a la vez, exigentes y suaves, la forma en que
se movía no dejando nunca alguna duda en su mente agitada de que él estaba en
control.
Su lengua era hábil –demasiado hábil, la forma en que se movía dentro de su
boca, dejando una impresión duradera en cada centímetro que probaba y tocaba.
Buscaba hacerle el amor a su lengua, y fue atraída sin remedio a este baile seductor
y apasionado, la lengua de ella siguiendo su mando, bailando a su ritmo.
Al principio las manos de él habían estado destinadas a mantenerla en su
lugar, pero ahora eran para darle apoyo, para evitar que se cayera, y ambos lo
sabían. Una mano agarró su cuello, los dedos clavándose en la gruesa longitud de
su cabello mientras que la otra mano estaba colocada posesivamente en la curva de
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su cadera, sus dedos apretándose alrededor de su carne mientras él se inclinaba
hacia adelante y ella hacia atrás, el beso interminable.
Alguien se aclaró la garganta. Varias veces.
—Me alegro de que ustedes dos se lleven tan bien, pero están comenzando a
hacer una escena, niños. ¿Creen que podrían continuar esto en un lugar más
privado?
Las palabras necesitaron un momento para penetrar la mente de ella.
Y cuando lo hicieron…
Bobby dejó escapar un gemido de shock y vergüenza, esta vez luchando en
serio, obligando a Leandro a levantar lentamente la cabeza y soltarla. Él, al menos,
parecía estar tan aturdido como ella lo estaba, como si no pudiera creer que no
estaban en algún lugar privado, con la oportunidad de llevar las cosas más lejos.
Ella tuvo el más fuerte impulso de darle una bofetada por alguna razón.
Sabía que era injusto sentir como si él se hubiera aprovechado de ella. Él podría
haberlo hecho al principio, pero al final ella le había devuelto el beso. Aun así, tenía
esa extraña necesidad de golpearlo y su mano en realidad comenzó a moverse.
El rostro de él se oscureció y una advertencia destelló en sus tempestuosos
ojos azules.
—No lo hagas —dijo la palabra en un bajo murmullo, pero había un tono
letal en él.
Golpéame y voy a hacer algo más que besarte.
La silenciosa advertencia hizo temblar a Bobby. Con un grito ahogado, ellase dio la vuelta para irse pero en su lugar chocó contra otra persona –esta vez con
un camarero llevando una bandeja llena de varios vasos de vino. Estos se
desplomaron, líquido salpicando más allá de la bandeja y a... ella.
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La gente alrededor de ellos jadeó. Algunos incluso se atrevieron a reír. Y
Bobby podría haber jurado que oyó alguien murmurar con saña:
—¿No tiene ningún tipo de vergüenza? Ella lo está provocando para que la
bese de nuevo.
Sus ojos cerrados con fuerza por la humillación. Era el pasado otra vez.
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Capítulo Cuatro
—¿Ella está bien?
La pregunta fue hecha con una voz inexpresiva, pero Samantha no se dejó
engañar. Su sobrino se preocupaba más de lo que quería dejar ver, y el hecho de
que lo estuviera ocultando era muy interesante.
—Ella se está cambiando en mi habitación —fue deliberadamente vaga.
Los labios de Leandro se apretaron.
—¿Pero ella parecía estar bien? — Era posible que él se hubiera permitido
dejarse llevar demasiado antes, admitió para sí mismo a regañadientes. Pero en su
defensa, no lo había hecho deliberadamente de ninguna manera. No había tratado
de avergonzarla, y sin embargo de alguna manera lo había hecho de todos modos.
Samantha preguntó:
—¿Por qué no vas a verla?
Leandro se encogió de hombros. Él preferiría estar muerto antes que admitir
a cualquier persona que no quería correr el riesgo de estar solo con Roberta
Granger de nuevo. Ella lo enojaba con tanta facilidad, y sin embargo con la misma
facilidad lo excitaba. No tenía sentido cómo una chica como ella podía hacerlo
sentir tanto cuando claramente ella pensaba que él era un imbécil de primera clase.
—¿Has cambiado de opinión acerca de ella entonces? —ésta fue de Derek,
que tenía a su madre mirándolo con interés y a su primo con el ceño fruncido.
Hundió las manos en los bolsillos de su pantalón.
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—Sí. He cambiado de opinión acerca de ella —dijo finalmente. No importaba
cuanto deseara a la mordaz mujer, Leandro sabía que lo más inteligente de hacer
era dejar las cosas en paz.
El beso de ayer había sido fenomenal, pero el beso de esta noche había sido...revelador.
Le dijo una simple verdad: Roberta Granger era el tipo de chica que sólo
dormía con un chico del cual ella pensara estar enamorada. Si él la hacía su novia
falsa, sólo terminaría en dolor, y no habría nada falso en ello.
—La gente va a sacar conclusiones erróneas si no vas tras ella —dijo
Samantha tranquilamente. Sabía que estaba siendo injusta, haciendo sentir
culpable a su sobrino por sus acciones deliberadamente. Pero se dijo a sí misma
que el fin justificaba los medios. Estaba claro que Leandro y Bobby tenían una
conexión, y estaba igual de claro que Leandro –por alguna razón– estaba decidido
a no hacer nada al respecto.
Espero que puedas encontrarle una chica que lo haga darse cuenta de que
uno no tiene que ser perfecto para ser amado, le había dicho Elena Christopoulos a
Samantha cuando la había llamado anoche. Leandro ha estado muy alterado por
el infarto de su padre, y se culpa a sí mismo por eso. No me ha dicho nada pero sé
que va a hacer algo drástico, algo que él piensa que haría un hijo perfecto.
Si había alguien menos perfecto para Leandro, entonces esa sería la
abierta y sarcástica Roberta, pensó Samantha. Y eso era lo que perversamente la
hacía la chica perfecta para él al mismo tiempo.
—Ella lo superará.
— Algunas otras chicas tal vez, pero Bobby no lo hará.
Las palabras de Derek tenían a Leandro mirando a su primo bruscamente.
—No estoy en posición de decir algo, pero ella pasó un muy mal momento en
la preparatoria. Eso la hizo más vulnerable de lo que parece a... los rumores.
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—Tiene que ver con un chico, ¿verdad?
Derek no respondió. No tenía que hacerlo. Leandro ya se estaba alejando.
Leandro llamó a la puerta varias veces, y cuando nadie contestó, trató con la
perilla y la encontró sin pestillo. Apretó los labios con irritación. ¿Qué clase de
idiota dejaba su puerta de hotel sin pestillo? ¿La estúpida chica no se daba cuenta
de lo peligroso que era eso? Este podría ser un hotel de primera clase, pero aun asícualquier cosa podía pasar.
—¿Roberta?
El nombre sonaba extraño en sus labios. No le sentó bien llamar a una mujer
por el nombre de un hombre, y de alguna manera Roberta simplemente no le
sentaba bien. Lo intentó de nuevo.
—¿Bobby? —Su sangre saltó en el momento en que lo dijo en voz alta, comosi reconociera a la apasionada chica detrás del nombre.
Y sin embargo, todavía no había respuesta.
Con el ceño fruncido, cruzó el salón y trató con la primera puerta a la que
llegó, que de nuevo estaba sin pestillo. Resultó ser un dormitorio, pero también
estaba desocupado. Frunció el ceño. ¿Dónde diablos estaba? ¿Se había ido?
Oyó el sonido de otra puerta abriéndose y alzó la vista.
Bobby estaba saliendo del baño.
Desnuda.
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Leandro aspiró, y el sonido, aunque apenas audible, hizo que Bobby
levantara la vista bruscamente, su rostro palideciendo cuando se dio cuenta de que
no estaba sola. Un segundo completo pasó antes de que ella pareciera darse cuenta
de lo peor de su situación, y dejó escapar un grito de consternación.
—¡Fuera! —Sus manos volaron en pánico sobre ella, tratando de cubrir todo,
pero fallando.
Leandro no podía dejar de mirar.
Ella era... hermosa.
Su cuerpo era... perfecto.
Era el cuerpo de una mujer, del tipo con el que él pensaba que sólo podía
soñar. Incontables mujeres habían estado a su cama, pero ninguna de ellas había
sido así de gloriosamente curvilínea, la visión de ella dejando a Leandro
completamente excitado.
Había venido aquí decidido a arreglar las cosas con ella y luego salir de su
vida para siempre. Había estado decidido a no hacerla su novia falsa, a sabiendas
de que ella no sería adecuada para ello. Pero esto…
Este hermoso cuerpo...
Era irresistible.
Y todos los pensamientos de sentido común salieron volando de su cerebro.
Cuando ella hizo un movimiento para volver al baño, él hizo un movimiento
también, y fue mucho más rápido que ella.
En un momento, él la tenía encerrada en sus brazos.
Ella comenzó a luchar. Duro.
Su agarre sobre sus brazos sólo se apretó, sus forcejeos de alguna manera
sólo poniéndolo más excitado. Nunca había forzado a una mujer a la cama –nunca
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había tenido ninguna razón para hacerlo. Pero en este momento, no había nada que
deseara más que dominar a Roberta Granger, para que se diera cuenta de que él era
un hombre y que era suficientemente fuerte para dominarla.
—Deja de luchar —dijo él entre dientes.
—¡Entonces suéltame!
—¡Cuanto más luchas, más ganas me dan de tomarte!
Se quedó inmóvil, pero sus ojos dispararon fuego contra él.
Él bajó la vista hacia ella -todo el camino hasta sus pechos, sus
gloriosamente desnudos y llenos pechos. Estaban tan deliciosamente bien
formados y redondos que se preguntó si cabrían en sus manos. La idea de que no lo
hicieran lo tuvo tragando con fuerza, su lujuria amenazando con deshacerse de lo
poco de su auto-control que había sido capaz de mantener.
Pechos tan hermosos... y la visión de ellos lo tenía luchando incluso más
fuerte por control.
Una mirada hambrienta había tocado su cara, y cuando Bobby se dio cuenta
de lo que estaba mirando fijamente, no pudo evitar ponerse rígida.
Fue un mal movimiento.
Lo supo en el momento en que lo hizo, pero para entonces ya era demasiado
tarde.
Sus pechos, con sus erguidas puntas rosas, rozaron su pecho cuando ella se
enderezó, y el contacto los hizo reaccionar a ambos como si hubieran sido
alcanzados por un rayo.
Un gruñido escapó del hombre que la mantenía cautiva.
Ella se puso rígida de nuevo, algo de ese sonido recordándole a Bobby que
este hombre era más peligroso que cualquier otro hombre que conocía. Estaba tan
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fuera de su alcance que era terriblemente ridículo, y sin embargo, aquí estaba ella,
desnuda en sus brazos.
Esta vez, no fue demasiado orgullosa como para suplicar. Era la única
manera de salvarse a sí misma, para evitar que su vida cambiara. Ella sabía eso sinque él dijera una palabra, el conocimiento más intuitivo que empírico.
—Por favor, suéltame… —exclamó, el sonido una mezcla de estupefacta
incredulidad e insoportable placer cuando él agachó la cabeza, sus manos
moviéndose hacia abajo para estrechar su cintura con fuerza mientras su caliente
boca se cerró sobre un firmemente atraído rosado pezón.
Oh, Dios.
Esto no podía estar pasando.
Ella trató de aferrarse a su cordura, sus manos moviéndose hacia arriba para
empujar contra sus hombros. Quería apartarlo de un empujón pero no pudo.
—Por favor…
Ella se detuvo.
Él había empezado a chupar.
Él. Estaba. Chupando. Su. Pezón.
Chupando.
Con fuerza.
Sus ojos se cerraron. Su cabeza cayó hacia atrás. Sus labios se separaron en
un gemido silencioso.
Era demasiado.
Alguien golpeó furiosamente la puerta.
—Leandro, tienes una llamada urgente. Es tu madre.
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Capítulo Cinco
—Oh, estás sola —la voz era enfermizamente dulce, pero no losuficientemente dulce para esconder la malicia detrás de las palabras.
Bobby suprimió un suspiro. ¿Por qué la vida universitaria era tan
tristemente estereotipada como en las películas? Uno pensaría que al ver cómo los
chicos buenos siempre ganaban al final, la gente se lo pensaría mejor y se daría por
vencida en jugar el rol de Chica Pesada o Gilipollas Estúpido.
Pero no. No lo hacían. Porque eran chicas que de verdad eran pesadas y
chicos que realmente eran gilipollas estúpidos. Como este par esperando burlarse
de ella.
Alzó la vista, asegurándose de que su rostro estuviera en blanco.
—No lo estoy.
La miraron boquiabiertos.
—Está bien, lo estoy. Sólo estaba siendo sarcástica dado que estaban
preguntando algo obvio —señaló el asiento vacío frente a ella—. Nadie está aquí en
la mesa conmigo, así que por supuesto que estoy sola. ¿A menos que no sepan qué
significa estar sola?
Seguían mirándola boquiabiertos.
Espero pacientemente, sabiendo que era demasiado esperar de su parte que
ambos se alejaran con eso. Si hubiera sido cualquier otro, so podría haber sucedido.
Pero esta era Valerie, la chica que la había odiado desde el comienzo. Y el tipo a su
lado era Blaine, el tipo que la amaba tanto que había hecho todo lo que ella le había
pedido, y eso incluyó convertir a Bobby es un hazmerreír.
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Valerie fue la primera en recobrarse. Alta, rubia y hermosa, fulminó a Bobby
con la mirada.
—¿Te crees muy graciosa?
Bobby fingió estar sorprendida.
—¿Lo hago?
Valerie la miró boquiabierta.
Blaine fue el más listo esta vez, dándole un codazo a Valerie cuando
permanecía estupefacta.
—Sigue siendo sarcástica —murmuró entre dientes.
Valerie espetó:
— Ya lo sabía —miró a Bobby de forma asesina—. Ya lo sabía.
Ella asintió sabiamente.
—Sé que lo sabías.
La ira provocó que el rostro de Valerie se volviera de un color rojo másoscuro.
—Tienes una piel bastante dura, ¿no es cierto? Después de dejar que todo el
mundo supiera que eres una zorra, ¿todavía puedes mostrar tu cara en público?
Las palabras aguijonearon, pero Bobby tenía suficiente práctica para fingir
que no era así. El orgullo la había salvado en su preparatoria, y continuaba siendo
su salvavidas incluso en la universidad. Se obligó a sí misma a encogerse de
hombros.
—Si tanto te está molestando, entonces no me veas.
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—No te preocupes. Después de esto, voy a evitarte como la paria que siempre
has sido. Eres tan zorra que incluso te las arreglaste para espantar al feroz Leandro
Christopoulos.
Su voz se elevó, y Bobby se preparó mentalmente, sabiendo que lo que fueraa decir Valerie, iba a doler.
—Lo has apartado por completo. Está de regreso en Grecia, divirtiéndose
como si acabara de ganar su libertad de nuevo.
Leandro espero a que sus agentes de seguridad los dejaran solos, sus
guardias mezclándose de nuevo con la oscuridad mientras se sentaban. El maître
había querido darles la mejor mesa de la casa, pero Leandro había optado en su
lugar por la más privada.
Después de dar sus órdenes, Leandro esperó impaciente a que el camarero
estuviera a buena distancia antes de preguntar bruscamente.
—¿Qué tan malo es?
Derek no se preocupó por ser cauteloso con las palabras.
—Si ella no fuera tan fuerte, habría sido un infierno. Cuando te fuiste sin
decir nada, la gente comenzó a especular el motivo. Valerie, la chica con la que
Bobby tuvo una… pelea en la preparatoria, se aseguró que todos sacaran las
conclusiones equivocadas. Cuando aparecieron las imágenes de ti festejando en
Grecia…
—Esas estaban destinadas a distraer al público. Lo sabes —dijo
severamente—. Estuvo en el hospital las dos semanas enteras. Mi padre estaba
luchando por su vida, maldición.
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—Lo sé. Todos en la familia lo saben, pero también porque tu padre no quiso
que el público supiera la verdad, nuestras manos fueron atadas aquí. No me has
dado permiso para dejar que Bobby sepa la verdad.
Y no lo había hecho porque había sido demasiado orgulloso, se dio cuentaLeandro con seriedad. En su mente, aún no había nada entre Bobby y él, y porque
no había nada, su orgullo se había resistido a la necesidad de explicarle algo.
Había estado listo para sufrir las consecuencias de la decisión que su orgullo
lo había obligado a tomar, pero para lo que Leandro no había estado preparado era
para el hecho de que Bobby también había sufrido las consecuencias.
Leandro hizo señas al camarero y ordenó un vaso de whisky, que se tomó de
un sorbo tan pronto como fue servido. Cuando el ardiente líquido bajó por su
garganta, de algún modo teniendo éxito en neutralizar su ira, preguntó lentamente:
—¿Qué más sucedió?
—Casi todos siguieron la guía de Valerie. Me las he arreglado para declarar y
evitar que cualquier estudiante masculino la acose de algún modo, pero hay un
límite a lo que puedo hacer antes de ser acusado de trato injusto. Jaike la ha
invitado en repetidas ocasiones a que salga con nosotros, pero ya conoces a Bobby.Es orgullosa… —Derek hizo una mueca—. Probablemente tan orgullosa como tú,
sino más. Sabe que tratamos de protegerla, y no nos está dejando.
—Ninguno de los chicos de la universidad la tocará, pero no puedo evitar que
la miren. También, las chicas han estado haciendo comentarios sarcásticos en
cuanto están al alcance auditivo de cualquier miembro de la facultad.
Cada palabra dejaba a Leandro enfermo. Dos besos… sólo dos malditos
besos y había prácticamente arruinado la vida de Roberta Granger.
Sacudió la cabeza, su rostro blanco.
—¿Ha sobrevivido a todo eso?
Derek simplemente dijo:
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—No es una chica ordinaria.
Las palabras golpearon duro a Leandro porque una vez, había pensado lo
contrario.
—No es el tipo de chica que se merezca que jueguen con ella, Leandro.
—Lo sé, pero ahora es demasiado tarde. Mi padre se ha recuperado, y
necesito deshacer el daño que mi pretensión ha causado. Necesito darle una
oportunidad durante las elecciones —sus puños se cerraron—. Necesito hacerles
creer a todos que he cambiado y ahora mismo, sólo alguien como Bobby puede
hacer que eso suceda.
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Capítulo Seis
—¡Bobby, Bobby!
La conocida voz hizo que Bobby se pusiera tensa y después comenzó a
caminar –rápido. Prácticamente estaba corriendo, pero antes de que pudiera llegar
a las puertas del restaurante, era demasiado tarde. Una mano se posó en su
hombro.
—¡Bobby!
Cuando se dio la vuelta, tenía una mirada de sorpresa en su rostro.
—¡Tía Sam! ¡No te escuché llamarme!
—Qué extraño, dado que todo el restaurante parece haberme escuchado
excepto tú.
Bobby hizo una mueca. Realmente debería recordar que no servía para nadaintercambiar insultos con Samantha Christopoulos. Era difícil ser sarcástica
cuando la otra persona era tan maravillosamente… directa. Comenzó.
—Si este va a ser otro de tus intentos de convencerme de que necesito darle
otra oportunidad a tu sobrino…
—Oh, cariño, para nada —Samantha curvó el brazo alrededor del de la joven
y, dándoles la vuelta, regresó al comedor principal del restaurante.
Bobby no tenía otra opción más que caminar con ella.
—¿Esto es siquiera una coincidencia?
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—No —admitió Samantha alegremente—. Solamente llamé a todos tus
restaurantes favoritos y les dije que me llamaran en el momento en que hicieras
una reservación con ellos.
—Das miedo.
—Lo sé.
Bobby frunció el ceño.
—Entonces… si esto no se trata de él , ¿sobre qué es?
Samantha pareció sorprendida.
—No dije que no fuera sobre él. Sólo dije que no necesitaba convencerte —miró hacia el balcón y cuando Bobby siguió su mirada, fue entonces cuando… lo vio.
Por supuesto que trató de escapar después de eso, pero por supuesto que no
pudo. Samantha era tan fuerte que Bobby tuvo que preguntarse si en lugar de
implantes de silicona, Samantha había hecho que el doctor Beverly Hills le diera
inyecciones de esteroides. ¿Cómo podía una mujer mayor ser tan condenadamente
fuerte?
—No voy a hablar con él —siseó.
—Sí, claro que lo harás, cariño. Él en verdad tiene algo importante que
decirte, y estoy segura de que después de eso ya no vas a estar enojada con él.
—Lo dudo.
—Dale una oportunidad.
—¿Para matarlo? En cualquier momento. ¿Para perdonarlo? Nunca.
Samantha chaqueó la lengua.
—Eres tan dura, Bobby.
Dijo con gran sinceridad.
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—No estoy siendo dura. Sólo estoy siendo honesta.
Samantha se río.
—Puedo ver que se las harás pasar canutas a mi sobrino cuando estén juntos.
Fue el momento de Bobby para reírse.
—¿Juntos?
Pero Samantha no se molestó en contestar a eso dado que estaba demasiado
ocupada sonriendo e intercambiando saludos con el diablo mientras mantenía un
firme agarre en Bobby. Volteó hacia Bobby después con una sonrisa.
—Nos encantaría que te nos unieras para cenar.
—Umm, gracias por la oferta, pero estoy llena —deliberadamente mantuvo
los ojos puestos en Samantha, reticente a reconocer la presencia del diablo.
—¿De verdad vas a fingir que no estoy aquí, mégaira?
Samantha parpadeó ante la última palabra. Esa era la palabra griega para
arpía, pero del modo en que Leandro lo dijo, la palabra sonaba mucho como a una
palabra cariñosa. Esto se estaba poniendo cada vez más interesante. Había vistocrecer a este joven y nunca lo había escuchado referirse a otra mujer de otro modo
más que su nombre. Siempre había sido un machote, y uno muy arrogante.
Bobby se dijo a sí misma que no debería morder la carnada. Que iba a tomar
el nivel superior…
—Supongo que debería haber esperado que fueras así de infantil…
El nivel superior podía irse al infierno.
Se dio la vuelta, lista para espetarle por atreverse a llamarla infantil
mientras que él había actuado como el imbécil más grande del mundo. Pero una
vez más, ninguna palabra abandonó sus labios, todas atrapadas en su garganta
mientras Leandro Christopoulos se inclinaba y cubría su boca con la de él.
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Su beso era tanto dulce como pecaminoso, tierno y apasionado, y lo más
sorprendente de todo, el beso cargaba el sabor a… arrepentimiento.
A pesar del modo en que su beso demolió sin compasión su autocontrol y la
dejó intoxicada de deseo, una parte de Bobby se impresionó ante la comprensión.Este beso era su forma de decir lo siento –sin perder su orgullo. Cuán
completamente injusto… y extraordinariamente ladino.
Samantha miró al par con cariño. Derek le había advertido que no
interfiriera, pero había hecho caso omiso a su consejo. Le había dado la misma
advertencia con Jaike cuando habían estado teniendo problemas, pero mira qué
bien había resuelto esos problemas por ellos. Casamentera era su vocación, pensó
alegremente, y pronto tendría noticias realmente buenas para compartir con laquerida Elena.
Pero por ahora, era hora de una rápida retirada.
Se aclaró la garganta.
—Niños, sé que deben haberse extrañado terriblemente el uno al otro, pero
creo que necesitan un lugar privado para intercambiar este, err, tipo de saludo.
Leandro se obligó a sí mismo a dejar de besar a Bobby. Ella tenía una
deliciosa mirada aturdida en el rostro, del tipo de expresión que sólo uno que había
sido besado sin sentido podría tener. Fue suficiente para tener a su polla dura y
completamente erecta, obligando a Leandro a dejarla ir lo suficientemente lejos
para tener algo de distancia entre su polla y su tentador cuerpo.
Le murmuró a su tía:
—Esa es una muy buena idea. Creo que es mejor si cenamos en mi casa en sulugar.
La distancia le permitió a la mente de Bobby funcionar de nuevo
gradualmente y para cuando se dio cuenta exactamente de lo que Samantha había
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sugerido y su sobrino había decidido, era demasiado tarde, con Leandro
eficientemente sacándola del restaurante y deslizándola en su carro.
Ella le dijo de inmediato:
—No quiero ir contigo.
—Demasiado tarde. Estás encerrada aquí conmigo.
Bobby se quedó boquiabierta ante el modo en que acababa de decir las
palabras, tan implacablemente.
—¿Escuchaste lo que acabo de decir? No quiero ir contigo. Ni siquiera quiero
pasar un momento contigo…
—Pero incluso mientras no quieres todo eso, ¿de algún modo quieres
besarme?
Se puso roja, pero se las arregló para contraatacar,
—¿Qué puedo decir? Soy tan indiscriminada con tú cuando se trata de besar.
¿Indiscriminada?
—Explica a lo que te refieres cuando dices indiscriminada.
—Oh, pobre chico. ¿No tienes muchas palabras grandes en tu vocabulario,
cierto?
—No estoy de humor para juegos, Bobby. ¡Dime a lo que te refieres! —apretó
y soltó sus puños, haciendo lo imposible por combatir el deseo de sacarle las
respuestas a sacudidas. Dio. Si se refería a lo que pensaba que se refería, entonces
correría sangre.
No importaba que Bobby y él no se debieran nada el uno al otro. No
importaba que él había actuado como un soltero fiestero durante las últimas dos
semanas. Todo lo que sabía era que no pretendía compartir a Bobby con nadie más.
Bobby era suya.
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Ella no podía creer cómo se estaba comportando él. ¿Acaso él realmente
pensaba que lo dejaría salirse con la suya comportándose como si fuera su dueño
después de todo lo que había estado haciendo en su tierra natal? ¿En realidad creía
que lo que pasaba en Atenas se quedaba en la maldita Atenas?
Sus dientes rechinaron juntos mientras los recuerdos de las últimas dos
semanas la asaltaban. Oh, si tan sólo pudiera abofetearlo. Él era tan imbécil. La
había besado dos veces, la había visto desnuda, y la había succionado –a ella- a eso,
y después desapareció sin decir nada o siquiera un maldito mensaje. Si no fuera por
los periódicos, ¡ni siquiera habría sabido en dónde estaba!
—Estás loco. Absolutamente loco, ¿y sabes por qué pienso eso? —no esperó a
que le contestara, tan decidida a sacar todas sus emociones acumuladas en supecho—. Estás loco por creer que después de verte festejando con una chica
diferente cada noche, ¿en verdad crees que voy a dejarte entrar en mi vida de
nuevo?
Sacudió la cabeza furiosamente.
—Tal vez estás acostumbrado a salir con chicas que se tragan todo lo que
tienes que decir. Tal vez crees que soy tan fea y gorda que voy a estar patéticamente
agradecida por tu atención. Pero no lo estoy. No soy ese tipo de chica. Puede que
esté estúpidamente atraída hacia ti y que no pueda pensar cada vez que me besas,
pero no significa nada. ¡Creo que eres una mierda!
Él sabía que ella no había dicho nada que no mereciera ser dicho, pero
Leandro no estaba acostumbrado a tal reprimenda y su propio temperamento se
alzó en su defensa.
—Ten cuidado con tus palabras —le soltó.
Bobby lo fulminó con la mirada.
—¡Mierda, mierda, mierda!
Su mandíbula se endureció.
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—Eres tan condenadamente infantil. Estoy tratando de disculparme…
—¿Y crees que una disculpa va a bastar?
—¡Debería cuando te diga que lo hice para salvar la carrera de mi padre!
Su rugido la hizo parpadear, y sus palabras, cuando eventualmente las
asimiló, hicieron que Bobby se pusiera pálida.
Viendo su confusión, dijo firmemente:
—Mi padre ha estado en el hospital por varias semanas ahora, y cuando tía
Samantha tocó a la puerta esa noche, era porque tenía una llamada de mi madre
diciéndome que tenía que regresar a casa. Mi padre tuvo otro infarto, uno mucho
peor esta vez, y por un momento no supimos si sobreviviría o no.
Ella dijo temblorosa:
—Lo siento.
—Estaba lo suficientemente consciente al principio para decirnos que no
quería que nadie fuera de la familia supiera de su condición. Necesitábamos una
distracción, así que fue entonces cuando decidí ser la carnada.
—Eso explica todas esas fotografías de ti cada noche —ella en efecto se había
preguntado el por qué había un montón de fotos más de las usuales en las últimas
dos semanas, y todas ellas habían sido sorprendentemente claras, como si hubiera
sido prácticamente fotografiado de cerca.
Asintió.
Estuvo en silencio por un momento antes de preguntar:
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me mandaste un mensaje o me
dejaste saberlo de algún modo?
Leandro no contestó, sabiendo que no había modo en que pudiera defender
sus acciones –o la falta de ellas. El sonido de su risa lo hizo voltear a verla
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rápidamente, y contuvo bruscamente el aliento ante la mirada de dolorido
conocimiento en sus brillantes ojos verdes.
Maldición. Se había olvidado de que además de ser la mujer más sarcástica
que había tenido la desgracia de conocer, Roberta Granger –según Derek- tambiénera la mujer más lista de la escuela.
—No querías decirme —dijo las palabras objetivamente porque era,
ciertamente, un hecho.
—Bobby…
Sacudió la cabeza.
—Déjame facilitarte las cosas. En verdad pensé en esto plenamente todo el
tiempo que no has… estado —el modo en que vaciló en la palabra hizo que Leandro
se encogiera. Sabía que había estado a punto de decir algo más, algo más
dolorosamente cerca de la verdad. ¿Acaso Bobby pensó en los días en que había
estado lejos como los días en los que simplemente la había abandonado?
El pensamiento tenía su pecho constreñido, una extraña sensación que hizo
difícil respirar a Leandro sin comprender el motivo. Su pecho se apretó con cada
segundo que pasaba. Todo lo que podía pensar entonces era en cómo hacer que
Bobby comprendiera.
Carraspeó.
—Bobby…
El urgente tono en su voz hizo que Bobby sacudiera la cabeza casi
salvajemente. ¡No, no, maldición, no! No iba a dejarlo seducirla para hacer lo que él
quería de nuevo.
—Está bien —le dijo sin mirarlo—. Ahora lo entiendo completamente. Verás,
investigué todo sobre ti. Tía Samantha me dijo que corres motos, pero no me
quedaba claro qué tan célebre corredor de motos eras hasta que vi todos esos
recortes de periódico sobre tus victorias.
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—Déjame explicarte…
— Y sé que tu padre había estado en contra de que te unieras a esas carreras
clandestinas. Y cuando se enteró de que habías tenido un accidente, le dio un
infarto, por lo cual te culpaste.
Él dijo con firmeza después de eso:
— Yo tengo la culpa.
—No —su voz era muy gentil—. No la tienes, y creo en lo profundo de mi
interior que sabes que nadie en tu familia te culpa tampoco. Si tengo que adivinar,
creo que fue una combinación de cosas como la edad, el estrés por las elecciones, y
por supuesto, tus carreras fueron un factor también, pero no el único factor.
—No quiero hablar de mi padre.
— Y ya no hablaremos de él después de esto. O de ninguna otra cosa de hecho.
Su cabeza se alzó bruscamente ante eso.
—Bobby, maldición, si tan sólo me dejaras…
—¿Dejarte qué? ¿Hacerme cambiar de opinión? Porque ambos sabemos quepodrías, pero te estoy pidiendo que no lo hagas. Verás, he tenido un montón de
tiempo para pensar en esto, y esto es a lo que llegué. Te sentías tan culpable por la
enfermedad de tu padre que te exiliaste a ti mismo aquí, esperando comenzar de
nuevo. Pero te aburriste y me vista como un reto.
—No es así.
—Es exactamente así, y Leandro… —su voz se detuvo, habiéndose dado
cuenta de que era la primera vez que lo llamaba por su nombre.
El modo en que la estaba mirando le dijo a Bobby que él estaba tan al tanto
del hecho como ella, y que él, también, lo encontró significativo.
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El conocimiento la hizo tragar y enderezar los hombros al mismo tiempo. No
tenía dudas de que Leandro Christopoulos era ferozmente inteligente, y sabía que
sólo sería cuestión de tiempo antes de que él se diera cuenta del por qué el hecho de
que lo había llamado por su nombre era muy revelador.
Bueno, no quería estar ahí cuando sucediera y él se diera cuenta del gran
fraude que era ella.
Ella dijo bruscamente:
—Todo lo que estoy diciendo es que no quiero que me veas como un reto
porque no necesito ese tipo de complicación en mi vida. Ya te divertiste. Bien por ti.
¿Pero podemos dejarlo hasta ahí, por favor? No creo que sea una buena idea que
estemos en la vida del otro.
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Capítulo Siete
—Deberías haberme pedido consejo, sabes —Priscilla Strathmore dijosabiamente mientras tomaba otro bocado de ensalada orgánica. Observó
atentamente el tenso perfil de Leandro Christopoulos. Su querido primo segundo
era normalmente tan amante de la diversión como ella era, pero suponía que uno
cambiaba después de presenciar a un pariente luchando con la muerte.
El pensamiento la tenía casi temblando. Rezó para que un drama así noocurriera en su vida. No estaba hecha para ese tipo de cosas. Prefería su vida tan
fácil como fuera posible y no para nada tímida al admitirlo.
Leandro no habló, pero ella ya lo esperaba. Al igual que los otros niños en el
clan, Priscilla había pasado los veranos de su infancia en Grecia e incluso en esos
días, Leandro había sido muy malhumorado. Un momento era amigable y al
siguiente algo pasaba que lo hacía distante, casi grosero.
Tal vez , meditó distraídamente, era porque era adoptado. Su verdadero
origen no era un misterio. Era muy difícil mantener en secreto algo como eso dado
que Elena había estado más allá de la edad posible para tener hijos cuando él se
había unido a la familia.
—¿Me estás escuchando? —preguntó finalmente cuando seguía sin decir una
palabra. De hecho, apenas había dicho algo en todo el tiempo en que habían estado
en el restaurante.
Leandro se obligó a ver a Priscilla.
—Lo siento. ¿Qué decías?
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—Dije —repitió pacientemente Priscilla—, que deberías haber acudido a mí
en busca de consejo.
Esta vez, sus labios se curvaron.
—Sabes que no haría eso.
—¿Por qué no?
Él dijo sinceramente:
—Porque eres una tonta –una adorable tonta, eso sí, pero una tonta.
Ella se río con nerviosismo.
—¿Lo ves?
Ella se echó el cabello sobre el hombro.
—Puede que sea más tonta que la mayoría, pero estoy lejos de ser estúpida.
Tengo sangre Christopoulos corriendo por mis venas también, sabes —movió el
dedo frente a él—. Si de verdad te gusta Roberta Granger…
Leandro frunció el ceño.
— Ahí retrocede un segundo. ¿Por qué estás hablando de Bobby?
—¿Porque voy a darte un valioso consejo respecto a ella?
—Creí que ibas a aconsejarme sobre política griega.
Ella estaba tan escéptica como él.
—¿Por qué habría de hacerlo cuando ni siquiera sé por cuál posición se está
postulando tío Orion?
Él hizo una mueca.
—Buen punto —sólo era otra señal de que claramente estaba perdiendo la
cabeza. Cinco días. Habían pasado cinco días desde la última vez que había visto a
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Bobby, y aquí estaba él, comportándose como un enfermo de amor. Despierta,
imbécil , se dijo furiosamente a sí mismo. Había desperdiciado suficiente tiempo
pensando en lo que podría haber tenido con Bobby, y no tuvo. Necesitaba
encontrar una mujer para reemplazarla y seguir con sus planes para regresar a las
buenas gracias del público.
Priscilla chasqueó los dedos en la cara de su primo.
—¡Leandro! Pon atención. ¡Estoy tratando de decirte algo importante!
Él se sonrojó.
—Lo siento. Es sólo que realmente tengo muchas cosas en la cabeza…
—Si estás pensando en Bobby, entonces más razón para escucharme. La
conozco, ¿de acuerdo? No somos mejores amigas o algo así, pero somos amigas.
—¿Y? —no veía a dónde iba todo esto. Después de todo, Priscilla era amiga
de todos. Ella era uno de esas extrañas mujeres que no poseía una gota de maldad
en su cuerpo, eligiendo deliberadamente dejar que los insultos destinados a
lastimarla le pasaran sobre la cabeza en su lugar.
—Sé cómo puedes ganarla.
Él puso los ojos en blanco.
—Lo digo en serio —insistió—. Una vez hicimos yoga juntas…
— Ahora sé que estás bromeando. Bobby no es del tipo que hace yoga.
—Lo es cuando se enteró de que el yoga podría ayudar a los niños sordos con
problemas de manejo de la ira.
Reflexionó en eso y dijo bruscamente:
—Sigue.
— Y hablamos de chicos.
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Ahora no estaba tan seguro de querer escuchar a su prima.
— Y me dijo tímidamente que el tipo de chico que quería era alguien sencillo,
alguien ordinario como ella que pasara montones de tiempo con ella, la hiciera
sentir hermosa y sexy incluso si claramente no lo era, y… —hizo una pausa,tratando de recordar el resto de lo que Bobby había dicho después de eso —. Oh, y
quiere a alguien listo. Del tipo con el que podría hablar de libros.
Preguntó escéptico.
—¿Te dijo todo eso?
Priscila puso los ojos en blanco.
—Soy una tonta, ¿recuerdas? Claro que ella iba a contarme todo. Los tontos
no apuñalamos por la espalda.
Pasó un momento antes de que los labios de Leandro esbozaran una reacia
sonrisa.
—Eso fue ciertamente útil.
— Aunque, tú no pareces realmente su tipo.
Las palabras dolieron.
—Bueno, su tipo o no, nunca falla en sucumbir a mis besos.
—¡Oh, eso no es nada! Los besos no van a robar su corazón, y eso es lo que
quieres, ¿cierto? —lo miró con una astucia poco común—. Y es por tío Orion, ¿no es
verdad?
Asintió reacio.
Ella reflexionó su respuesta y continuó atentamente.
—Sí lo veo pasando. Incluso aunque ella es terriblemente descarada, es tan
chapada a la antigua en muchos otros aspectos como normalmente lo son las chicas
en Grecia. Definitivamente ganará al público y en especial dado que ella es tan
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activa con las organizaciones benéficas. Sí, definitivamente puedo verlo. Pero
primero… dos cosas.
Leandro alzó una ceja.
—¿Qué cosa?
—Primero. Necesitas usar lentes.
—Mis ojos están bien.
—Entonces usa unos sin prescripción. El punto aquí es hacerte más humano,
menos billonario, y más como un nerd accidentalmente sexy.
Se atragantó con las palabras.
—¿Accidentalmente sexy?
Priscilla tomó otro bocado de ensalada, sintiendo como si necesitara
incrementar su ingesta para que su cerebro trabajara más eficientemente.
Ya se había comido la mitad de su plato cuando Leandro exigió:
—¿Entonces la segunda cosa? ¿Qué es? —una parte de él no podía creer que
realmente le estaba pidiendo consejo a Priscilla. Ella era una chica encantadora,
pero no había forma de negar que también era tan inteligente como una tabla.
—Dile a Bobby que estás enamorado de ella —dijo finalmente—. Me dijo que
nunca se iría a la cama con nadie del que no estuviera enamorada, y dado que dudo
que puedas sobrevivir siendo su novio sin tener sexo, bueno, eso es lo que tienes
que hacer.
¿Fingir amar a Bobby?
Se sentía como algo aterradoramente fácil de hacer, y eso fue lo que hizo que
Leandro se sintiera preocupado.
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Capítulo Ocho
Leandro hizo todo lo posible por ignorar las miradas dirigidas a él cuandoentró en la biblioteca usando su nuevo par de lentes falsos. Era un sábado por la
mañana y el lugar estaba vacío a excepción de algunos estudiantes y el personal de
la biblioteca. Todos ellos estaban mirándole, haciendo que Leandro se sintiera
ridículamente tímido. Era malditamente irónico, el modo en que tenía los nervios
de acero cuando se trataba de carreras clandestinas, y sin embargo la perspectiva
de que Bobby lo viera así le daba una sensación de inquietud.
Se ajustó las gafas mientras comenzaba a caminar entre las estanterías, con
su mirada ausente vagando entre las pilas de libros que recubrían cada estantería.
Todavía le costaba creer que hubiera tomado la sugerencia de Priscilla y comprado
las gafas.
—¿Leandro?
Miró hacia arriba, sin poder creer lo que estaba oyendo.
Era ella.
Maldita sea, era ella y él llevaba sus gafas.
Casi se las quitó pero se contuvo de hacerlo metiendo sus manos en los
bolsillos.
Bobby le miraba fijamente.
Era la primera vez que la veía en más de una semana, y sus ojos devoraron
cada centímetro de ella con avidez. Bobby tenía su habitual combinación de camisa
grande y jeans, y con su mirada puesta en ella, todo en lo que podía pensar era en
desgarrar su camisa y poner sus manos sobre sus generosos pechos.
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Cuando ella no habló, su tensión creció y se preguntó si era porque estaba
tratando de encontrar la manera más amable de decirle que se veía como la mierda.
Ella abrió la boca y él se puso rígido, diciéndose a sí mismo que no le
espetaría a Bobby si terminaba por insultarlo a la cara.
—¿Has estado usando gafas por mucho tiempo?
¿Eso era lo que iba a preguntar? ¿Sólo eso?
Mientras Bobby esperaba la respuesta de Leandro, no pudo dejar de
absorberlo con avidez para llenarse de él. Era tan hermoso que no era divertido, la
forma en que la hacía sentirse tan terriblemente ordinaria a su lado. Como ella, él
no era una víctima de la moda. A excepción de la noche de la fiesta, a él parecíagustarle vestirse casualmente con camisetas y jeans, algo que secretamente ella
encontraba sexy.
La mayoría de los hombres trataban de impulsar su confianza con ropa
elegante, hasta el punto de terminar pareciéndose a pavo reales
súperdesarrollados. Pero Leandro Christopoulos era diferente. Incluso cuando
vestía sencillamente, no podía ocultar el aura de peligro que lo rodeaba. Era tan
poderosa que se sentía como una parte de Leandro, algo de lo que nunca sedesharía, ni siquiera si... ni siquiera si él estaba, como ahora, usando gafas.
Cuando Leandro no respondió a su pregunta, dijo torpemente:
—No sabía que usabas gafas.
Él deliberadamente permaneció callado, viendo cómo Bobby era más
propensa a hablar y tal vez incluso a revelar más de ella si no hablaba.
Bobby cruzó y descruzó sus manos, necesitando algo en lo que concentrarse
para no terminar cediendo a sus instintos, los cuales eran... bueno, a arrojarse
sobre Leandro y decirle lo mucho que lo había echado de menos.
Se sonrojó al pensarlo.
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Mirando hacia Leandro, pudo ver la cautela en su mirada y su corazón se
ablandó al darse cuenta de una cosa.
—Estás avergonzado de tus gafas, ¿no es así?
Leandro se encogió de hombros. Ella sabía que había acertado... y eso
significaba que lo había juzgado mal de muchas maneras. Esto la tocó, el modo en
que Leandro era tan sensible a la crítica como ella y por eso había decidido
esconderse detrás de un disfraz. El sarcasmo había sido su defensa, mientras que la
de él había sido su arrogancia. Alguien así de sensible no podría haberla visto sólo
como un reto e intentar jugar con ella sólo para matar el tiempo. ¿Verdad?
Cuando Leandro se ajustó las gafas por tercera vez en los últimos cinco
minutos, el corazón de Bobby dio un vuelco. Esa era una señal de inquietud, de
nerviosismo —emociones que hacían a uno vulnerable, y que ella nunca habría
pensado aplicables a Leandro Christopoulos.
Pero al parecer, se equivocaba con él acerca de un montón de cosas.
Ella dijo de forma fozada:
—Lo siento. Me acabo de dar cuenta de que te juzgué mal y que nunca te dejé
explicarte en realidad.
Las palabras sorprendieron a Leandro. ¡Nunca hubiera soñado con que ella
le pediría perdón tan de repente!
Él dijo cuidadosamente:
—No te culpo por pensar las mismas cosas que otros probablemente habrían
pensado.
—No lo hagas —Bobby se sintió aún más miserable por las amables palabras
de Leandro—. Sé cuándo soy yo quien lo estropeó, y esta vez sí metí la pata, así que
lo siento. Me equivoqué al suponer tantas cosas, como que me veías sólo como un
reto y que en realidad no te importaba cómo me sentía mientras estabas fuera.
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Pensé que deliberadamente me mantenías en la oscuridad porque
inconscientemente querías enseñarme quién era el jefe entre nosotros.
¿Él había hecho eso? Leandro trató de pensar en ello objetivamente. No
había querido que ella supiera porque no quería arriesgarse a que pensase que lohabía esclavizado... sintiéndose así obligada a corresponder sus sentimientos, de la
misma forma en que sus padres se sentían hacia su hijo adoptivo.
Poco a poco, con el corazón latiendo locamente, Bobby se obligó a ofrecerle
su mano.
—Sé que no me merezco esto después de actuar como una perra engreída
contigo, pero quiero ser honesta. Quiero que sepas que quiero ser tu… amiga. Así
que... ¿amigos?
Leandro estaba haciendo todo lo posible para contener su lengua. ¿Todo esto
sólo porque llevaba un estúpido par de gafas?
Le tomó la mano lentamente.
—Sólo con una condición.
Su toque era calor magnificado mil veces, y ella hizo todo lo que pudo parano temblar. Pero no sirvió de nada. Y por la forma en que su agarre se apretó
alrededor de su mano, Bobby sabía que Leandro era completamente consciente de
cómo la afectaba su contacto.
¿Amigos? ¡Ja! ¿A quién estaba engañando? Los amigos no temblaban sólo
porque les daban la mano.
Cuando a él le tomó mucho tiempo contestar, el orgullo vino al rescate de
Bobby. Ella empezó a decirle que no era gran cosa, que podía lidiar con ello como
chica grande si no quería que fueran “amigos”, pero entonces él le sonrió.
La sonrisa la tuvo jadeando silenciosamente, sus ojos ampliándose cuando
esa pequeña sonrisa sexy transformó su rostro en algo fascinante e hipnótico, y
esas gafas suyas sólo le añadían más atractivo.
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—Debes dejarme invitarte a salir.
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Capítulo Nueve
Se suponía que la "cita" tendría lugar en un restaurante de lujo, con ellosdos vestidos de gala, acompañados por buena música mientras él agasajaba a
Bobby con la cena y el vino y, si era posible, darse un festín con su cuerpo
maravillosamente curvilíneo como postre.
Pero en cambio, se encontraba en la puerta de un edificio de ladrillo rojo
preguntando por Bobby.
—¿Eres Leandro Chris-Cross?
Leandro casi se ahoga ante la forma en que la mujer mayor de aspecto
agobiado masacró el nombre de su familia, el cual era uno de los más antiguos y
más ilustres en Grecia.
— Yo soy Leandro Christopoulos, sí.
—Bien. Ella te está esperando. Está en su oficina, sólo ve recto por el pasillo
y es la última puerta a tu izquierda.
Estaba a punto de darle las gracias cuando la mujer cerró la puerta en su
cara.
Leandro parpadeó.
La puerta se abrió de nuevo un segundo después.
—Lo siento. Olvidé que se suponía que ibas a entrar.
¿Había olvidado que tenía que pasar? ¿Qué otra cosa se suponía que haría si
estaba aquí para visitar a Bobby?
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—Cierra la puerta por mí, ¿quieres? Tengo que volver con los niños —ella se
alejó y desapareció por la esquina. Hubo un montón de lamentos y Leandro se
estremeció ante el sonido, sabiendo que lo que fuera que había causado que Bobby
pospusiera su cita, sin duda era de proporciones críticas.
Caminando por el pasillo, se detuvo en la última puerta a su izquierda y
llamó.
— Adelante.
Bobby también sonaba distraída, y cuando él entró en su oficina, ella levantó
la mirada con una cara de frustración que Leandro encontró sorprendentemente…
adorable.
—Lo siento de nuevo por nuestra…
—¿Cita? —Él mantuvo su voz suave, pero sus ojos le sonreían.
Ella hizo una mueca.
—Eso.
Percibiendo lo nerviosa que estaba, sacó casualmente sus gafas falsas de su
bolsillo y se las puso, tomándose su tiempo para ajustarlas en su nariz. Cuando
volvió a mirar a Bobby, Leandro supo que había hecho bien en ponerse su disfraz.
Ella estaba sonriendo ahora, obviamente más relajada.
—Te ves tan diferente cuando usas gafas —le dijo.
—¿Diferente de qué manera?
Bobby lo meditó seriamente.
—Bueno, supongo que te hacen más… ¿humano? ¿Imperfecto?
—¿Y eso es algo bueno?
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—Me hace menos consciente de mí misma alrededor de ti —explicó—. Eso es
todo —esbozó una dulce sonrisa, algo que Leandro dudaba que Bobby hiciera si él
no tuviera puestas sus gafas—. Lo siento mucho por esto. Aceptamos varios niños
nuevos apenas ayer y todos se sintieron enfermos en unas horas. El doctor nos dijo
que era varicela —ella dejó escapar un gran suspiro—. Por desgracia, también
estamos cortos de personal en este momento, con una de las cuidadoras de licencia
y otra con gripe.
— Así que, ¿tienes que estar aquí en caso de que necesiten una mano extra?
Ella asintió, agregando:
— Y para mantener las cosas en calma y hacerlos creer que tienen un líder
aquí.
Él le dijo sin rodeos:
—Tú eres su líder y por lo que puedo ver, lo estás haciendo más que bien