1. heart racer - marian tee

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    Índice

    Sinopsis 

    Capítulo Uno 

    Capítulo Dos 

    Capítulo Tres 

    Capítulo Cuatro 

    Capítulo Cinco 

    Capítulo Seis 

    Capítulo Siete 

    Capítulo Ocho 

    Capítulo Nueve 

    Capítulo Diez 

    Capítulo Once 

    Capítulo Doce 

    Capítulo Trece 

    Capítulo Catorce 

    Capítulo Quince 

    Sobre la Autora 

    Staff  

     Visítanos 

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    Sinopsis

    Con las elecciones cerca y su padre deseando un asiento en el Parlamento,Leandro Christopoulos necesitaba cambiar su imagen pública de un corredor de

    autos clandestino y playboy a un aburrido y recto modelo a seguir.

    La solución: Bobby Granger. Bobby, diminutivo de Roberta, supuestamente

    la chica más inteligente de la escuela y recientemente elegida como Joven

    Filántropo del Año.

    Desafortunadamente, ella no era su tipo -sarcástica, chapada a la antigua,

    ratón de biblioteca, y lo más importante de todo: del tipo que necesitaba estar

    enamorada antes de irse a la cama con un chico.

    Una chica que necesitaba mucho esfuerzo fue su primer pensamiento.

    Buscar otra chica fue lo que le dijeron sus primeros instintos. Pero entonces

    Leandro accidentalmente la vio desnuda, y supo que sólo iba a tener que mentir

    sobre estar enamorado de ella.

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    Capítulo Uno

    “N  o sabía que Derek Christopoulos tenía un hermano.”  

    “Oh, por Dios, se parecen tanto. Deben ser parientes.”  

    “Que alguien me pellizque. Debo estar muerta o soñando. Estoy a punto de

    tener un orgasmo por tan sólo ver a esos dos. No es justo tenerlos juntos así. Nos

    van a tener a todas sin aliento. Oh, por Dios, vienen hacia acá…”  

    Leandro Christopoulos miró a su primo mayor con una vaga diversión en los

    ojos, que eran del mismo tono azul oscuro que los de Derek. Ambos eran también

    altos, de pelo oscuro, piel olivácea y aspecto robusto, todas características típicas de

    su herencia griega.

    Risitas nerviosas, chillidos, miradas boquiabiertas –todo lo que podría

    esperarse de las groupies de las estrellas de rock. Así era como estaban actuando las

    chicas alrededor de ellos. Era una locura.

    Comentó inexpresivamente en su lengua nativa:

    —¿Cómo es que tu Jaike soporta toda la histeria que causas?

    Derek se sonrojó.

    —No es algo que busque deliberadamente —había un ligero tono defensivo

    en su voz.

    Leandro esbozó una sonrisa torcida.

    —Como siempre, tu problema es que eres demasiado amistoso y encantador,

    como un condenado príncipe.

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    —Soy como soy, y Jaike sabe que sólo la quiero a ella —Derek dio

    explícitamente unos golpecitos al anillo en su dedo.

    El anillo de compromiso tenía a Leandro sacudiendo la cabeza. A pesar de

    que su primo era mayor que él por varios años, en su opinión, Derek aún erademasiado joven para comprometerse. Ya había conocido a la prometida de Derek,

    Jaike, por supuesto. Era una chica encantadora, pero eso no significaba que Derek

    tenía que casarse con ella de inmediato.

    Derek era uno de los solteros más deseables de su país, vástago de una

    dinastía política y heredero de un imperio mercantil griego. ¿Por qué habría de

    atarse a sí mismo tan pronto en la vida? ¿Acaso Derek era lo suficientemente tonto

    para creer que lo que tenía era amor verdadero en lugar del resultado de una fuertecompatibilidad y atracción sexual?

    — Y por fin, está es la cafetería —dijo Derek, sacando a Leandro de sus

    pensamientos—. Es una de las más hermosas del mundo, ganando premios en todo

    el mundo.

    Leandro asintió, observando sus alrededores con fingido interés. Estaba

    hermosamente decorada con madera y colores crema, pareciendo más como el

    lobby de un hotel que una cafetería para estudiantes.

    De hecho, todo lo concerniente a la Universidad Christopoulos era hermoso,

    pero lo dejaba frío. Si tuviera que ser honesto al respecto, lo dejaba sombrío. Todo

    esto, todo sobre América, le recordaba a Leandro el maldito embrollo que había

    hecho de su vida.

    Derek miró a su primo concienzudamente, pensando cuidadosamente en lo

    que su primo tenía que decir a continuación. Al final, ya que su primo odiabahablar deshonestamente, dijo con cuidado:

    —Sé por qué estás aquí. Tu madre le ha dicho a mis padres, quiénes me

    dijeron a mí. No soy del tipo que se entrometa así que descansa tranquilo que no

    intentaré ordenarte de ningún modo. Sin embargo, también pido que respetes la

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    mayoría de las reglas, ya que no me gustaría que la universidad tenga alguna clase

    de desagradable reputación que pudiera estar vinculada a nuestro nombre.

    —Entendido — y Leandro entendía. Derek sólo se refería a una cosa… y esa

    era ya no unirse a ninguna carrera clandestina.

    —¿Tienes alguna pregunta?

    —Sí —Leandro hizo una pausa para después preguntar seriamente—.

    ¿Puedes recomendarme alguna chica que pueda ganarse la aprobación de mis

    padres? Necesito tener una novia para este fin de semana.

    Las cejas de Derek se alzaron rápidamente.

    —¿Una novia?

    —De preferencia alguien aburrida y simple, súper inteligente, una chica

     buena que cualquier madre pudiera amar tener como nuera.

    —Las chicas buenas huirían de ti apenas verte.

    Una sexy sonrisa destelló en sus labios, pero no llegó a los ojos de Leandro,

    convirtiéndolo en un hombre guapo pero frío.

    —No creo que exista alguna chica que rechazaría todo lo que tengo que

    ofrecer —no estaba jactándose sólo decía la verdad. Había estado recibiendo

    proposiciones de mujeres extremadamente hermosas que le doblaban la edad

    cuando él apenas había tenido trece años.

    —Bueno, no voy a ser capaz de recomendarte a nadie. Eso no es diferente a

    ofrecer un cordero para sacrificio, sabiendo que probablemente lastimaras a

    cualquier chica con la que salgas.

    —Pero dolerá tan bien —argumentó Leandro, y para demostrar su punto, se

    permitió sonreír ligeramente.

    Las chicas a su alrededor suspiraron.

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    Derek sacudió la cabeza.

    —Sea lo que sea que estés planeando, no va a funcionar. Mi consejo es: si

    necesitas una novia, entonces encuentra a alguien de quién enamorarte —revisó su

    reloj, frunciendo el ceño cuando se dio cuenta de la hora—. Tengo una junta con elcomité en unos minutos. ¿Volvemos?

    —Creo que me quedaré aquí un rato, tal vez coma algo o algo así antes de

    regresar a mi habitación. ¿Sigue en pie lo de esta noche?

    —Definitivamente. Jaike está emocionada por cocinar para ti.

    Leandro reprimió un gruñido.

    —Por favor dime que no es… 

    — Así es. Así que vas a tragarte cada maldita cucharada, y después vas a

    decirle que te gustó —Derek sonrió mostrando los dientes. Decía cada palabra en

    serio. No iba a dejar que nada ni nadie molestara a la mujer que amaba de ningún

    modo.

    Leandro sí gruñó entonces. La comida de Jaike era horrible, más cuando se

    trataba de comida griega.

    —Eres un maldito sádico.

    —Nah. Sólo estoy enamorado.

    Se atragantó.

    —¿En serio acabas de decir eso con una cara seria?

    Dereck sólo sonrió, y a diferencia de la de su primo, ésta llegó a sus ojos,haciendo que las chicas suspiraran aún más fuerte de lo que lo hicieron cuando

    experimentaron la seductora potencia de la sonrisa de Leandro Christopoulos.

    —Un día, vas a encontrar otra chica a la que vas a amar más que a tu moto. Y

    entonces voy a ser yo quién se ría de ti… 

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    Leandro esbozó una sonrisa torcida.

    —Eso no va a pasar nunca, primo.

     Famosas últimas palabras, pensó Derek

    Roberta “Bobby” Granger iba de regreso a su mesa cuando se dio cuenta con

    retraso de que ya no era su mesa. ¿Qué demonios?  

    Se apuró a su mesa tan pronto como pudo sin derramar los contenidos de su

     bandeja. Su ánimo no había sido bueno para comenzar, considerando el mensaje de

    texto que recibió temprano en la mañana. Y después esto.

    Cuando llegó a su mesa, dijo educadamente:

    —Disculpe —el chico en su  mesa sentado en su  asiento era alto, lo

    suficientemente alto como para casi ser de la misma estatura que ella incluso

    estando sentado. Tal vez el hecho hubiera sido intimidante para otros, pero no para

    ella.

    Cuando él siguió sin darse vuelta, ella se aclaró la garganta y habló más

    fuerte:

    —¡Disculpe!

    Él se volteó lentamente, su movimiento gritando renuencia, e hizo que

    Bobby rechinara los dientes. El vaso de leche de soya en su bandeja se deslizó un

    poco a la izquierda. Carajo.

    —Ese es mi asiento, señor —dijo Bobby mientras acomodaba su agarre en la

     bandeja—. Así que si pudiera por favor… —Bobby alzó la vista y olvidó el resto de lo

    que tenía que decir.

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    Bobby parpadeó.

    Dos veces.

    Tres veces.

    Guapo fue su primer pensamiento.

    ¿En serio era posible para alguien ser así de guapo? No parecía justo.

    Cabello negro medianoche y piel olivácea que hablaban de una herencia

    mediterránea al igual que unos apasionados ojos azules enmarcados con largas

    pestañas negras por las que ella hubiera matado personalmente. Iba vestido con

    una simple camiseta blanca y un par de jeans desgastados, y tenía lo que parecía

    ser el tatuaje de un grifo alrededor del brazo.

    Cuando ella no dijo nada, él le dio la espalda.

    ¡Guapo… y maleducado! 

    El mal genio de Bobby explotó.

    —Disculpa —dijo de nuevo, esta vez entre dientes apretados. Sus brazos

    estaban comenzando a dolerle por el peso de la bandeja también, haciendo que

    estuviera más enojada.

    ¿Cuál demonios era su problema?   El sonido de la enojada voz tenía a

    Leandro Christopoulos cerrando los ojos. La chica parecía ser más insistente que la

    mayoría. O quizás era porque estaba en América y la gente aún no estaba

    familiarizada con su humor. En casa, las chicas sabían por su reputación que a

    Leandro no le importaba que interrumpieran su privacidad siempre y cuando les

    hubiera dado la señal para que se acercaran. De otro modo, lo dejaban en paz,

    como deberían hacerlo ahora.

    —DISCULPA.

    Las palabras y cómo la chica estaba prácticamente siseándole tenían a

    Leandro incrédulo. Se dio la vuelta de nuevo y exigió bruscamente:

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    —¿Qué quieres? —sólo quería terminar con esto.

    La vio más detenidamente esta vez. Cabello castaño rojizo que casi lo tenía

    resoplando. Típico. Deslumbrantes ojos verdes y un rostro ovalado que estaba

    sonrojado de ira. Su mirada descendió. Blusa de talla grande, abrochada hastaarriba –camisa de novio  era como su hermana menor la describió, si recordaba

    correctamente- junto con unos jeans regulares y flats.

    Ella le dijo glacialmente:

    —Estás en mi asiento.

    Él hizo ademán de ver a su alrededor e incluso revisó la parte de atrás de su

    silla.

    —No veo nada aquí que tengo tu nombre.

    Bobby jadeó, incapaz de creer que alguien tan guapo pudiera ser tan

    ¡ímbecil! Pero debería haberlo sospechado, pensó, rechinando los dientes. La gente

    guapa siempre era así. En serio debería haberlo sabido.

    Haciendo malabares con su bandeja porque los brazos ya la estaban

    matando:

    —Dejé mi libro en la mesa para que la gente supiera que la aparté.

    Siguiendo su mirada, Leandro vio que era verdad que había dejado un libro

    en la mesa, algo que no había notado porque había estado demasiado distraído con

    sus pensamientos. Leandro raramente se equivocaba, y el hecho de que ahora lo

    estaba no sentaba bien con él en absoluto.

    Dijo bruscamente:

    —Puedes sentarte en la otra silla entonces —indicó la silla vacía en el lado

    opuesto como un rey concediendo un favor a un esclavo.

    ¿Puedo? ¿Puedo sentarme?   ¿Quién demonios se creía que era?

    Completamente harta ahora, Bobby azotó la bandeja sobre la mesa.

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    —¿Eres estúpido? Yo estaba aquí  primero  así que tengo el derecho de

    echarte a patadas de la silla.

    Leandro respondió mirando a la chica de arriba abajo. Ella medía… ¿qué?

    ¿Un metro cincuenta y siete centímetros? Él era más de treinta centímetros másalto que ella y probablemente pesaba lo doble. Dijo despectivamente:

    —Lo puedes intentar.

    ¿Por qué, el… 

    Sin dudarlo, Bobby lo pateó en la barbilla. Con fuerza.

    El súbito dolor en su barbilla casi tenía maldiciendo a Leandro. Su mirada

    regresó rápidamente a la chica, incredulidad y rabia delineando su voz cuando

    gruñó:

    —¿Por qué hiciste eso?

    —¿Tienes que preguntar? —espetó. Él se paró de repente y Bobby casi da un

    paso atrás. Él en serio era alto. Y letal . Había un aire de peligro a su alrededor de la

    que ella apenas comenzaba a darse cuenta y las palabras me retracto rondaron sus

    labios.

    Si este tipo se ponía furioso y destrozaba todo a su paso como Hulk, estaba

    segura de que ella sería su primera víctima.

     Di lo siento, le urgió su consciencia. Sabes que tú fuiste grosera primero.

    Bobby testarudamente apartó ese pensamiento. Maleducada o no, no podía

    obligarse a decir lo siento. Era demasiado orgullosa para hacerlo.

    Cuando la chica no dijo lo siento y simplemente lo fulminó con la mirada

    con rebeldía, Leandro se encontró a sí mismo experimentando un fuerte deseo de

    ponerla sobre sus piernas y darle una buena nalgada. Las chicas en su tierra natal

    no eran así. Ellas conocían su lugar, y era respetar y servir a los hombres de su vida.

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    Su mirada echo un rápido vistazo a sus alrededores y vio que todos en el

    interior de la cafetería los estaban viendo. Sabía que tenía que dejar la mesa. Le

    molestaba tener que admitir que ella sí había “reclamado” la mesa primero, pero

    Leandro sabía que era verdad.

    Sin embargo, no tenía intención de dejarla con la última palabra.

    Indicó la mesa.

    —Toda tuya.

    —En realidad es… 

    Leandro dio un paso al frente, la tomó de la nuca y cerró sus labios en los de

    ella.

    Ella se congeló, el shock manteniéndola inmóvil. Cuando los labios de ella se

    separaron instintivamente por la sorpresa, Leandro no dudó en profundizar el beso,

    su lengua adentrándose para marcarla con su sabor, asegurándose de que nunca lo

    olvidaría a él  o su beso.

    Leandro pensaba seducirla, pero con lo que no contaba era con ser seducido

    en respuesta. La boca de ella era una mezcla única de dulce y picante, su químicasexual combustible en su calor explosivo. Así de cerca, él estuvo súbita y

    explícitamente consciente de su suavidad, su femenino aroma, y cuando su polla se

    elevó, las bolas doliendo de necesidad, Leandro se apartó abruptamente.

    Incluso cuando su cuerpo protestó por la súbita ausencia de contacto,

    Leandro se las arregló para mirar a los ojos de la fiera pelirroja con una fría mirada.

    —Te he visto, mégaira. ¿Todo ese ruido era para que te notara, no es cierto?

    Mientras las palabras se asentaban, ella dejó escapar un fuerte jadeo, y

    Leandro añadió sedosamente:

    —La próxima vez, sólo necesitas pedirlo.

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    Capítulo Dos

    Tras darse palmadas en la espalda de cada uno como saludo, Derek dijosecamente:

    —No pierdes el tiempo, ¿cierto? Oí lo que pasó ayer —comenzaron a bajar

    por la alfombra roja, ambos deteniéndose de vez en cuando en cuanto un fotógrafo

    particular fue persistente en tomar una foto.

    Esta noche, los padres de Derek estaban auspiciando un prestigioso evento

    premiando a los más jóvenes y prolíficos filántropos del país. No era el tipo de

    evento que Leandro normalmente honraría con su presencia allá en su país de

    origen, pero ahora era un hombre nuevo. Este evento debería encaminarlo en la

    dirección correcta y con suerte a la aburridamente mujer perfecta para convertirla

    en su novia temporal.

    —Fue un incidente desafortunado —le respondió Leandro a Derek con una

    mueca. No estaba particularmente orgulloso de dejar que su temperamento sacara

    lo peor de él durante el incidente de ayer. Pero había estado de un humor de perros

    para comenzar, y el temperamento de mal genio de la chica simplemente lo hizo

    sentir insolente.

    Cuando Derek lo había dejado ayer en la cafetería, Leandro había recibido

    una llamada de casa, y las noticias no habían sido buenas. Su padre permaneció en

    el hospital ya que había una fuerte posibilidad de que pudiera sufrir de otro infarto.

    El primero de los cuales lo había provocado él .

    —Estaba de mal humor. Recibí noticias de la condición de mi padre y no

    habían sido… buenas. No es excusa, pero no era yo mismo ayer. 

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    Derek dijo con seriedad:

    —Siento lo de Tío Orion, Leandro. Pero él es un luchador. Lo superará.

    Leandro simplemente asintió, no deseando que Derek supiera que una parte

    de él creía que Dios se llevaría a su padre como un castigo hacia Leandro.

    —Por cierto, ¿quién era la chica? —Derek quería distraer a su primo menor,

    la oscura apariencia en el rostro de Leandro haciéndole fácil adivinar cuáles eran

    los pensamientos del otro hombre. No se molestó en decirle a Leandro que él no

    tenía la culpa de lo que había sucedido. Eso era algo que Leandro tenía que

    aprender por sí mismo.

    —Sabes lo que pasó. No había modo de que pudiera preguntarle su nombre.

    Derek no pudo evitar sonreír ante eso.

    —Ella de verdad te hizo enfadar, ¿cierto?

    —Ella es una arpía.

    — Ah —la madre de Leandro, Elena, era la mujer más dulce del mundo, dócil

     y sumisa, una perfecta esposa para un griego tradicional. Había causado

    inadvertidamente que Leandro tuviera algún tipo de expectativas irreales de las

    mujeres de hoy.

    —Nunca nadie había sido tan grosero conmigo —le contó rígidamente

    Leandro. En Grecia, todos, hombres o mujeres, lo habían tratado con el más

    profundo respeto, casi llegando a la adoración. Él era después de todo un

    Christopoulos, y más que eso, él era el hijo de Orion Christopoulos, uno de los

    políticos más grandes de la historia. Si alguien tenía el poder de reinventar la

    política de Grecia y erradicar la corrupción de su sistema, ese sería su padre.

    Se preguntó si habría actuado diferente si la arpía pelirroja simplemente le

    hubiera pedido de buena manera que se fuera. Tal vez. Pero no ella no lo había

    hecho, así que eso había pasado.

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    Eso siendo el beso que sorprendentemente lo había mantenido despierto en

    la noche. Cuando Leandro por fin se había dormido, sólo fue para soñar con él

     besándola, y no sólo sus labios esta vez.

    Los labios de Leandro se tensaron ante el pensamiento. ¿Por qué demoniosseguía pensando en ella? Ella no era para nada, nada, su tipo. A él le gustaban las

    mujeres altas, despampanantes, sexys, y sobre todo, quería que su mujer supiera

    que su palabra era ley. Maldición, ¿era eso mucho pedir?

    Una edecán los condujo a la fila del frente, y quitó las etiquetas que

    indicaban dónde estaban sus asientos.

    —Por favor díganme si hay algo más que necesiten —dijo cálidamente

    mientras les entregaba las copias de sus programas a los hombres Christopoulos.

     Esperen a que las chicas se enteren de esto, pensó ella con emoción para sí misma.

    No tenía esperanzas con Derek Christopoulos, sólo alguien viviendo bajo una roca

    no sabría de lo mucho que amaba a su prometida. Pero el otro Christopoulos era un

    caso completamente diferente.

    Leandro Christopoulos era tan deliciosamente masculino. Era difícil aceptar

    el hecho de que en realidad sólo tenía veintiún años de edad y seguía en su último

    año de universidad.

    La invitación en los ojos de la chica era obvia, pero Leandro simplemente

    asintió.

    —Gracias —sus días de aventuras de un minuto habían terminado, había

    sido en el momento en que descubrió que sus salvajes travesuras habían puesto en

    peligro severamente la vida de su padre.

    Cuando estuvieron solos, Derek comentó:

    —Me sorprende que no aceptaras su oferta.

    —Quizás llegue a oídos de mi padre. La única chica que voy a follar mientras

    estoy aquí es mi novia.

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    Derek suspiró.

    —Estás loco.

    —No. Desafortunadamente, no lo estoy. Estoy desesperado.

    —Tu padre nunca te pidió que… 

    —Su posición en las encuestas sufrió por mi culpa, y el modo más rápido de

    redimirme ante el ojo público es dejarlos saber que he cambiado. No más carreras

    clandestinas, no más mujeres, no más nada excepto lo que hacen los chicos buenos

    —Leandro volteó el programa para que pudiera ver la lista de premiados al reverso

    gravados en letras doradas—. Esto, quienquiera que sea que ganó el primer lugar,

    es el tipo de chica que necesito.

    —Entonces te llevarás una decepción. Ella y mi madre son buenas amigas, y

    lo que sé de ella por lo que me contó mi madre me dice que no va a acceder a ser tu

    novia.

    Leandro se encogió de hombros, sin estar afectado por la advertencia de

    Derek. Él no era un buen hombre, y no profesaba saberlo todo. Pero algo sobre lo

    que sí sabía era sobre mujeres, y sabía lo suficiente como para poder hacerlas gritar

    de placer sexual con unos cuantos movimientos de sus dedos. Sabía dónde morder,

    dónde besar, dónde no tocar para tenerlas jadeando su nombre.

    —Dirá que sí.

    Una hora después, la ceremonia había finalmente llegado a su fin y los

    premiados habían sido llamados al frente. Leandro se enderezó en su asiento,

    esperando impacientemente para ver a la que había decidido hacer su novia.

    Esperaba que fuera lo suficientemente agradable a la vista pero aunque no fuera sutipo, no lo persuadiría del camino que había decidido tomar.

    —Damas y caballeros —anunció orgullosamente la madre de Derek,

    Samantha Christopoulos—, les presento a nuestra Joven Filántropo del Año, la

    Srta. Roberta Granger.

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    Una mujer bajita subió al escenario, vestida simplemente con una blusa

     blanca y pantalones mientras las demás premiadas estaban vestidas con brillantes

     vestidos y tacones altos, del modo en que una filántropa no se veía. Más y más se

    convencía de que había hecho la elección correcta.

     Incluso usa lentes, pensó Leandro con aprobación.

    La chica llegó al lado de Samantha y tomó el trofeo de la mujer mayor, su

    conversación demasiado baja para que el micrófono la recogiera. Volvió el rostro

    hacia la multitud.

     Maldición.

    Lo dijo de nuevo, esta vez en voz alta, y Derek lo miró bruscamente.

    —¿Qué pasa? —preguntó Derek.

    Leandro dijo sombríamente:

    —Hace un rato me preguntaste cuál era su nombre. Bueno, ahora lo sé —

    indicó con la cabeza hacia el escenario—. Roberta Granger.

     A Derek le llevó un momento reaccionar, y después sonrió.

    —Buena suerte, Leandro. La necesitarás. Y mucho.

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    Capítulo Tres

    —Hay un joven que quiero que conozcas —le confesó SamanthaChristopoulos entusiasmada.

     Así que por eso la mujer mayor se aferraba a su brazo con tanta fuerza, se

    dio cuenta Bobby con una mueca. Aun así, ella trató de apartarse. El asimiento se

    apretó. Bobby suspiró.

    —Sabes que te adoro, tía Sam, pero esto tiene que parar. No estoy buscando

    un novio.

    —Debieras.

    —¿Mi mamá sabe que me estás animando a tener una relación?

    Samantha pareció ofendida.

    —¡Por supuesto!

    Era el turno de Bobby de estar ofendida.

    —¿ Lo sabe?

    —Oh, vamos, no te enojes con ella. Sabes que ambas sólo estamos

    preocupadas por ti —Samantha apretó el brazo de la chica más joven

    cariñosamente—. El problema contigo es que dejas que el pasado te afecte

    demasiado.

    Bobby se encogió de hombros.

    —No te solía faltar tanta confianza en ti misma —la reprendió Samantha.

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    —No me falta confianza en mí misma —protestó Bobby —. Hago talleres todo

    el tiempo, charlas públicas… 

    —Eso no es lo que quiero decir y lo sabes. Solías tener más confianza en ti

    misma como una mujer.

    —Tía Sam, tengo confianza como mujer. Sólo que no estoy tan ciega como lo

    estaba en el pasado acerca de quién soy realmente —ahora, ella entendía

    perfectamente que no  era del tipo que la mayoría de los hombres consideran

    atractiva. Era demasiado pálida, demasiado curvilínea, y demasiado inteligente

    para su propio bien.

    Inconscientemente se enderezó ante el pensamiento, como si se preparara a

    sí misma para el desdén de los demás.  A ella no le importaba lo que pensaran los

    demás, se dijo Bobby a sí misma. Lo que le mas le importaba era su caridad y

    asegurarse de que los niños que dependían de ella fueran atendidos por el resto de

    sus vidas.

    Bobby trató de alejarse de nuevo, con la esperanza de que pudiera tomar a la

    mujer mayor por sorpresa, pero Samantha todavía se aferraba a ella con fuerza.

    —Tía Sam, ¿en serio?

    Samantha de repente parecía frágil, pero su voz era fuerte cuando le dijo a

    Bobby:

    —Si me dejas, todo el mundo va a pensar que abandonaste cruelmente a una

    anciana como yo por la fiesta.

    Bobby gimió.

    —Eres tan astuta.

    —Sólo haz esto por mí por favor, Bobby. Sólo sé amable con él y no dejes que

    tus prejuicios se muestren. Prometo que te divertirás con él.

    —No tengo tiempo para divertirme.

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    —Lo tienes. Simplemente no quieres —Samantha asintió y sonrió a aquellos

    que la saludaron pero no se molestó en detenerse por ninguno de ellos. Ella había

    tenido suerte en conseguir que Bobby cooperara con ella hasta aquí, y lo sabía. Si

     bajaba la guardia por un segundo siquiera, Samantha estaba segura de que la chica

    correría como loca hasta la salida.

    La fiesta posterior a la ceremonia de premiación estaba yendo muy bien, con

    el doble de personas esperadas llegando.  Era sin lugar a dudas porque todo el

    mundo quería echarle una mirada a su sobrino, pensó Samantha con cariño. El

    hecho de que había otro Christopoulos en medio de ellos – y éste, soltero– tenía a

    todo el mundo excitado, desde madres que buscaban la combinación perfecta para

    sus hijas hasta las más jóvenes y sofisticadas mujeres que esperaban por la

    oportunidad de engancharlo antes de que todo el país se diera cuenta de su

    presencia.

    — A diferencia de Derek, mi sobrino es 100% griego.

    —Lo que lo hace un chovinista.

    —Muy protector de las mujeres en general, sí —ella acordó

    diplomáticamente—. Él es muy famoso en Grecia porque ha ganado muchas

    carreras.

    —¿Carreras de caballos?

    —Eh… no. De motos.

    Bobby suspiró.

    —Esto se está poniendo peor, tía Sam. Realmente deberías parar antes de

    que esto se vuelva embarazoso para todos nosotros. Soy una nerd  y él compite encarreras de motocicletas. ¿Cómo en el mundo crees que vamos a llevarnos bien? "

    —Como el fuego cuando se encuentra con fuego — contestó una voz oscura.

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    La mandíbula de Bobby cayó ante la respuesta inesperada, pero antes de que

    pudiera averiguar quién era, casi chocó con una pared de músculos duros como

    piedras.

    —¡Leandro!

    ¿Era el sobrino de Samantha entonces?

    Ella levantó la vista, y su mandíbula se aflojó aún más.

    —¿Tú?  

    Casi como si les hubieran dado una señal, la orquesta que tocaba en el

    escenario comenzó una nueva canción, y Leandro contestó tomando su mano y

    llevándola a la pista de baile.

    Detrás de ellos, Samantha gritó alegremente:

    —¡Diviértanse!

    Leandro esperaba que Roberta Granger tratara de escapar de él, y lo hizo.

    Pero por supuesto él estaba listo para ella, y su brazo simplemente se apretó

    alrededor de su cintura. Por si acaso, también la atrajo hacia él, tomándola de

    nuevo por sorpresa. Ella terminó completamente pegada a su cuerpo, y mientras

    los hacía dar vueltas, él bajó la vista hacia ella.

    Ella estaba bufando enojada.

    Eso era... esperado, también.

    —Trata de sonreír — sugirió él—. Todo el mundo nos está mirando.

    —Suéltame.

    —No —él les dio la vuelta de nuevo.

    —Lo digo en serio.

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    — Yo también estoy hablando en serio. Antes de que puedas hacer una

    escena, estaré besándote. Otra vez.

    Sus ojos volaron de nuevo hacia él con enojada incredulidad.

    —¿Hablas en serio?

    —Sí — y su polla se levantó, como para reafirmar lo serio que era. La reacción

    instantánea de su cuerpo hacia su proximidad y la mención de su beso requirió que

    Leandro pusiera renuentemente un poco de distancia entre ellos. Este no era el

    lugar ni el momento adecuado para que Roberta Granger se diera cuenta de lo

    mucho que lo excitaba –por qué razón, ni Leandro lo sabía.

    Bajando la mirada hacia ella, la mirada rebelde en su cara ovalada hizo aLeandro suspirar mentalmente.

    —Lo siento por lo que pasó ayer —se obligó a decir.

    —¿En serio?

    Él dijo con impaciencia:

    —¿Nadie te enseñó a ser amable al aceptar una disculpa?

    Ella se sonrojó. Tenía razón en ese aspecto, pero ella no quería admitirlo.

    Ella replicó:

    —Habría sido amable si pensara que fuiste sincero.

    Era su turno para sonrojarse.

    —Nunca sabes cuándo callarte.

    Los ojos de ella destellaron.

    —¿Es esa tu manera de decirme que me calle? Porque déjame decirte…"

    Él la besó.

    Una vez más, la había callado besándola.

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    Esta vez, ella se las arregló para permanecer lo suficientemente consciente

    como para tratar de luchar. Tratar  siendo la palabra clave porque sus esfuerzos

    habían sido completamente en vano. Él era tan fuerte que hacía que pareciera

    como si ella no  estuviera rechazando su toque en absoluto. Se había detenido en

    medio de la pista de baile, con los brazos alrededor de ella como cadenas hechas de

    acero al rojo vivo.

    Ella abrió la boca para gritar, pero tonta de ella, se olvidó de que era la única

    cosa que nunca debería haber hecho.

    La lengua de él entró a matar.

     Y ese fue... el final. De su cordura.

     Ahora, sus tambaleantes sentidos se hicieron cargo.

    El impacto de su beso, su tacto, el calor de su presencia–todo la golpeó a la

     vez, y ella se quedó silenciosamente jadeando contra su boca mientras él

    profundizaba el beso. Ya no estaban bailando, y ella honestamente no tenía idea de

    dónde estaban. Todo lo que sabía en aquel momento era que este segundo beso era

    aún más alucinante, más estremecedor, y no podía pensar en otra cosa excepto él.

    Sus labios eran suaves y firmes a la vez, exigentes y suaves, la forma en que

    se movía no dejando nunca alguna duda en su mente agitada de que él estaba en

    control.

    Su lengua era hábil –demasiado hábil, la forma en que se movía dentro de su

     boca, dejando una impresión duradera en cada centímetro que probaba y tocaba.

    Buscaba hacerle el amor a su lengua, y fue atraída sin remedio a este baile seductor

     y apasionado, la lengua de ella siguiendo su mando, bailando a su ritmo.

     Al principio las manos de él habían estado destinadas a mantenerla en su

    lugar, pero ahora eran para darle apoyo, para evitar que se cayera, y ambos lo

    sabían. Una mano agarró su cuello, los dedos clavándose en la gruesa longitud de

    su cabello mientras que la otra mano estaba colocada posesivamente en la curva de

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    su cadera, sus dedos apretándose alrededor de su carne mientras él se inclinaba

    hacia adelante y ella hacia atrás, el beso interminable.

     Alguien se aclaró la garganta. Varias veces.

    —Me alegro de que ustedes dos se lleven tan bien, pero están comenzando a

    hacer una escena, niños. ¿Creen que podrían continuar esto en un lugar más

    privado?

    Las palabras necesitaron un momento para penetrar la mente de ella.

     Y cuando lo hicieron… 

    Bobby dejó escapar un gemido de shock y vergüenza, esta vez luchando en

    serio, obligando a Leandro a levantar lentamente la cabeza y soltarla. Él, al menos,

    parecía estar tan aturdido como ella lo estaba, como si no pudiera creer que no 

    estaban en algún lugar privado, con la oportunidad de llevar las cosas más lejos.

    Ella tuvo el más fuerte impulso de darle una bofetada por alguna razón.

    Sabía que era injusto sentir como si él se hubiera aprovechado de ella. Él podría

    haberlo hecho al principio, pero al final ella le había devuelto el beso. Aun así, tenía

    esa extraña necesidad de golpearlo y su mano en realidad comenzó a moverse.

    El rostro de él se oscureció y una advertencia destelló en sus tempestuosos

    ojos azules.

    —No lo hagas —dijo la palabra en un bajo murmullo, pero había un tono

    letal en él.

    Golpéame y voy a hacer algo más que besarte.

    La silenciosa advertencia hizo temblar a Bobby. Con un grito ahogado, ellase dio la vuelta para irse pero en su lugar chocó contra otra persona –esta vez con

    un camarero llevando una bandeja llena de varios vasos de vino. Estos se

    desplomaron, líquido salpicando más allá de la bandeja y a... ella.

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    La gente alrededor de ellos jadeó. Algunos incluso se atrevieron a reír. Y

    Bobby podría haber jurado que oyó alguien murmurar con saña:

    —¿No tiene ningún tipo de vergüenza? Ella lo está provocando para que la

     bese de nuevo.

    Sus ojos cerrados con fuerza por la humillación. Era el pasado otra vez.

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    Capítulo Cuatro

    —¿Ella está bien?

    La pregunta fue hecha con una voz inexpresiva, pero Samantha no se dejó

    engañar. Su sobrino se preocupaba más de lo que quería dejar ver, y el hecho de

    que lo estuviera ocultando era muy interesante.

    —Ella se está cambiando en mi habitación —fue deliberadamente vaga.

    Los labios de Leandro se apretaron.

    —¿Pero ella parecía estar bien? — Era posible que él se hubiera permitido

    dejarse llevar demasiado antes, admitió para sí mismo a regañadientes. Pero en su

    defensa, no lo había hecho deliberadamente de ninguna manera. No había tratado

    de avergonzarla, y sin embargo de alguna manera lo había hecho de todos modos.

    Samantha preguntó:

    —¿Por qué no vas a verla?

    Leandro se encogió de hombros. Él preferiría estar muerto antes que admitir

    a cualquier persona que no quería correr el riesgo de estar solo con Roberta

    Granger de nuevo. Ella lo enojaba con tanta facilidad, y sin embargo con la misma

    facilidad lo excitaba. No tenía sentido cómo una chica como ella podía hacerlo

    sentir tanto cuando claramente ella pensaba que él era un imbécil de primera clase.

    —¿Has cambiado de opinión acerca de ella entonces? —ésta fue de Derek,

    que tenía a su madre mirándolo con interés y a su primo con el ceño fruncido.

    Hundió las manos en los bolsillos de su pantalón.

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    —Sí. He cambiado de opinión acerca de ella —dijo finalmente. No importaba

    cuanto deseara a la mordaz mujer, Leandro sabía que lo más inteligente de hacer

    era dejar las cosas en paz.

    El beso de ayer había sido fenomenal, pero el beso de esta noche había sido...revelador.

    Le dijo una simple verdad: Roberta Granger era el tipo de chica que sólo

    dormía con un chico del cual ella pensara estar enamorada. Si él la hacía su novia

    falsa, sólo terminaría en dolor, y no habría nada falso en ello.

    —La gente va a sacar conclusiones erróneas si no vas tras ella —dijo

    Samantha tranquilamente. Sabía que estaba siendo injusta, haciendo sentir

    culpable a su sobrino por sus acciones deliberadamente. Pero se dijo a sí misma

    que el fin justificaba los medios. Estaba claro que Leandro y Bobby tenían una

    conexión, y estaba igual de claro que Leandro –por alguna razón– estaba decidido

    a no hacer nada al respecto.

     Espero que puedas encontrarle una chica que lo haga darse cuenta de que

    uno no tiene que ser perfecto para ser amado, le había dicho Elena Christopoulos a

    Samantha cuando la había llamado anoche.  Leandro ha estado muy alterado por

    el infarto de su padre, y se culpa a sí mismo por eso. No me ha dicho nada pero sé

    que va a hacer algo drástico, algo que él piensa que haría un hijo perfecto.

     Si había alguien menos perfecto para Leandro, entonces esa sería la

    abierta y sarcástica Roberta, pensó Samantha. Y eso era lo que perversamente la

    hacía la chica perfecta para él al mismo tiempo.

    —Ella lo superará.

    — Algunas otras chicas tal vez, pero Bobby no lo hará.

    Las palabras de Derek tenían a Leandro mirando a su primo bruscamente.

    —No estoy en posición de decir algo, pero ella pasó un muy mal momento en

    la preparatoria. Eso la hizo más vulnerable de lo que parece a... los rumores.

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    —Tiene que ver con un chico, ¿verdad?

    Derek no respondió. No tenía que hacerlo. Leandro ya se estaba alejando.

    Leandro llamó a la puerta varias veces, y cuando nadie contestó, trató con la

    perilla y la encontró sin pestillo. Apretó los labios con irritación. ¿Qué clase de

    idiota dejaba su puerta de hotel sin pestillo? ¿La estúpida chica no se daba cuenta

    de lo peligroso que era eso? Este podría ser un hotel de primera clase, pero aun asícualquier cosa podía pasar.

    —¿Roberta?

    El nombre sonaba extraño en sus labios. No le sentó bien llamar a una mujer

    por el nombre de un hombre, y de alguna manera  Roberta  simplemente no le

    sentaba bien. Lo intentó de nuevo.

    —¿Bobby? —Su sangre saltó en el momento en que lo dijo en voz alta, comosi reconociera a la apasionada chica detrás del nombre.

     Y sin embargo, todavía no había respuesta.

    Con el ceño fruncido, cruzó el salón y trató con la primera puerta a la que

    llegó, que de nuevo estaba sin pestillo. Resultó ser un dormitorio, pero también

    estaba desocupado. Frunció el ceño. ¿Dónde diablos estaba? ¿Se había ido?

    Oyó el sonido de otra puerta abriéndose y alzó la vista.

    Bobby estaba saliendo del baño.

     Desnuda.

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    Leandro aspiró, y el sonido, aunque apenas audible, hizo que Bobby

    levantara la vista bruscamente, su rostro palideciendo cuando se dio cuenta de que

    no estaba sola. Un segundo completo pasó antes de que ella pareciera darse cuenta

    de lo peor de su situación, y dejó escapar un grito de consternación.

    —¡Fuera! —Sus manos volaron en pánico sobre ella, tratando de cubrir todo,

    pero fallando.

    Leandro no podía dejar de mirar.

    Ella era... hermosa.

    Su cuerpo era... perfecto.

    Era el cuerpo de una mujer, del tipo con el que él pensaba que sólo podía

    soñar. Incontables mujeres habían estado a su cama, pero ninguna de ellas había

    sido así de gloriosamente curvilínea, la visión de ella dejando a Leandro

    completamente excitado.

    Había venido aquí decidido a arreglar las cosas con ella y luego salir de su

     vida para siempre. Había estado decidido a no hacerla su novia falsa, a sabiendas

    de que ella no sería adecuada para ello. Pero esto… 

    Este hermoso cuerpo...

    Era irresistible.

     Y todos los pensamientos de sentido común salieron volando de su cerebro.

    Cuando ella hizo un movimiento para volver al baño, él hizo un movimiento

    también, y fue mucho más rápido que ella.

    En un momento, él la tenía encerrada en sus brazos.

    Ella comenzó a luchar. Duro.

    Su agarre sobre sus brazos sólo se apretó, sus forcejeos de alguna manera

    sólo poniéndolo más excitado. Nunca había forzado a una mujer a la cama –nunca

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    había tenido ninguna razón para hacerlo. Pero en este momento, no había nada que

    deseara más que dominar a Roberta Granger, para que se diera cuenta de que él era

    un hombre y que era suficientemente fuerte para dominarla.

    —Deja de luchar —dijo él entre dientes.

    —¡Entonces suéltame!

    —¡Cuanto más luchas, más ganas me dan de tomarte!

    Se quedó inmóvil, pero sus ojos dispararon fuego contra él.

    Él bajó la vista hacia ella -todo el camino hasta sus pechos, sus

    gloriosamente desnudos y llenos pechos. Estaban tan deliciosamente bien

    formados y redondos que se preguntó si cabrían en sus manos. La idea de que no lo

    hicieran lo tuvo tragando con fuerza, su lujuria amenazando con deshacerse de lo

    poco de su auto-control que había sido capaz de mantener.

     Pechos tan hermosos... y la visión de ellos lo tenía luchando incluso más

    fuerte por control.

    Una mirada hambrienta había tocado su cara, y cuando Bobby se dio cuenta

    de lo que estaba mirando fijamente, no pudo evitar ponerse rígida.

    Fue un mal movimiento.

    Lo supo en el momento en que lo hizo, pero para entonces ya era demasiado

    tarde.

    Sus pechos, con sus erguidas puntas rosas, rozaron su pecho cuando ella se

    enderezó, y el contacto los hizo reaccionar a ambos como si hubieran sido

    alcanzados por un rayo.

    Un gruñido escapó del hombre que la mantenía cautiva.

    Ella se puso rígida de nuevo, algo de ese sonido recordándole a Bobby que

    este hombre era más peligroso que cualquier otro hombre que conocía. Estaba tan

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    fuera de su alcance que era terriblemente ridículo, y sin embargo, aquí estaba ella,

    desnuda en sus brazos.

    Esta vez, no fue demasiado orgullosa como para suplicar. Era la única

    manera de salvarse a sí misma, para evitar que su vida cambiara. Ella sabía eso sinque él dijera una palabra, el conocimiento más intuitivo que empírico.

    —Por favor, suéltame… —exclamó, el sonido una mezcla de estupefacta

    incredulidad e insoportable placer cuando él agachó la cabeza, sus manos

    moviéndose hacia abajo para estrechar su cintura con fuerza mientras su caliente

     boca se cerró sobre un firmemente atraído rosado pezón.

    Oh, Dios.

    Esto no podía estar pasando.

    Ella trató de aferrarse a su cordura, sus manos moviéndose hacia arriba para

    empujar contra sus hombros. Quería apartarlo de un empujón pero no pudo.

    —Por favor… 

    Ella se detuvo.

    Él había empezado a chupar.

    Él. Estaba. Chupando. Su. Pezón.

    Chupando.

    Con fuerza.

    Sus ojos se cerraron. Su cabeza cayó hacia atrás. Sus labios se separaron en

    un gemido silencioso.

    Era demasiado.

     Alguien golpeó furiosamente la puerta.

    —Leandro, tienes una llamada urgente. Es tu madre.

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    Capítulo Cinco 

    —Oh, estás sola —la voz era enfermizamente dulce, pero no losuficientemente dulce para esconder la malicia detrás de las palabras.

    Bobby suprimió un suspiro. ¿Por qué la vida universitaria era tan

    tristemente estereotipada como en las películas? Uno pensaría que al ver cómo los

    chicos buenos siempre ganaban al final, la gente se lo pensaría mejor y se daría por

     vencida en jugar el rol de Chica Pesada o Gilipollas Estúpido.

    Pero no. No lo hacían. Porque eran chicas que de verdad eran pesadas y

    chicos que realmente eran gilipollas estúpidos. Como este par esperando burlarse

    de ella.

     Alzó la vista, asegurándose de que su rostro estuviera en blanco.

    —No lo estoy.

    La miraron boquiabiertos.

    —Está bien, lo estoy. Sólo estaba siendo sarcástica dado que estaban

    preguntando algo obvio —señaló el asiento vacío frente a ella—. Nadie está aquí en

    la mesa conmigo, así que por supuesto que estoy sola. ¿A menos que no sepan qué

    significa estar sola?

    Seguían mirándola boquiabiertos.

    Espero pacientemente, sabiendo que era demasiado esperar de su parte que

    ambos se alejaran con eso. Si hubiera sido cualquier otro, so podría haber sucedido.

    Pero esta era Valerie, la chica que la había odiado desde el comienzo. Y el tipo a su

    lado era Blaine, el tipo que la amaba tanto que había hecho todo lo que ella le había

    pedido, y eso incluyó convertir a Bobby es un hazmerreír.

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     Valerie fue la primera en recobrarse. Alta, rubia y hermosa, fulminó a Bobby

    con la mirada.

    —¿Te crees muy graciosa?

    Bobby fingió estar sorprendida.

    —¿Lo hago?

     Valerie la miró boquiabierta.

    Blaine fue el más listo esta vez, dándole un codazo a Valerie cuando

    permanecía estupefacta.

    —Sigue siendo sarcástica —murmuró entre dientes.

     Valerie espetó:

    — Ya lo sabía —miró a Bobby de forma asesina—. Ya lo sabía.

    Ella asintió sabiamente.

    —Sé que lo sabías.

    La ira provocó que el rostro de Valerie se volviera de un color rojo másoscuro.

    —Tienes una piel bastante dura, ¿no es cierto? Después de dejar que todo el

    mundo supiera que eres una zorra, ¿todavía puedes mostrar tu cara en público?

    Las palabras aguijonearon, pero Bobby tenía suficiente práctica para fingir

    que no era así. El orgullo la había salvado en su preparatoria, y continuaba siendo

    su salvavidas incluso en la universidad. Se obligó a sí misma a encogerse de

    hombros.

    —Si tanto te está molestando, entonces no me veas.

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    —No te preocupes. Después de esto, voy a evitarte como la paria que siempre

    has sido. Eres tan zorra que incluso te las arreglaste para espantar al feroz Leandro

    Christopoulos.

    Su voz se elevó, y Bobby se preparó mentalmente, sabiendo que lo que fueraa decir Valerie, iba a doler.

    —Lo has apartado por completo. Está de regreso en Grecia, divirtiéndose

    como si acabara de ganar su libertad de nuevo.

    Leandro espero a que sus agentes de seguridad los dejaran solos, sus

    guardias mezclándose de nuevo con la oscuridad mientras se sentaban. El maître

    había querido darles la mejor mesa de la casa, pero Leandro había optado en su

    lugar por la más privada.

    Después de dar sus órdenes, Leandro esperó impaciente a que el camarero

    estuviera a buena distancia antes de preguntar bruscamente.

    —¿Qué tan malo es?

    Derek no se preocupó por ser cauteloso con las palabras.

    —Si ella no fuera tan fuerte, habría sido un infierno. Cuando te fuiste sin

    decir nada, la gente comenzó a especular el motivo. Valerie, la chica con la que

    Bobby tuvo una…  pelea  en la preparatoria, se aseguró que todos sacaran las

    conclusiones equivocadas. Cuando aparecieron las imágenes de ti festejando en

    Grecia… 

    —Esas estaban destinadas a distraer al público. Lo sabes —dijo

    severamente—. Estuvo en el hospital las dos semanas enteras. Mi padre estaba

    luchando por su vida, maldición.

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    —Lo sé. Todos en la familia lo saben, pero también porque tu padre no quiso

    que el público supiera la verdad, nuestras manos fueron atadas aquí. No me has

    dado permiso para dejar que Bobby sepa la verdad.

    Y no lo había hecho porque había sido demasiado orgulloso, se dio cuentaLeandro con seriedad. En su mente, aún no había nada entre Bobby y él, y porque

    no había nada, su orgullo se había resistido a la necesidad de explicarle algo.

    Había estado listo para sufrir las consecuencias de la decisión que su orgullo

    lo había obligado a tomar, pero para lo que Leandro no había estado preparado era

    para el hecho de que Bobby también había sufrido las consecuencias.

    Leandro hizo señas al camarero y ordenó un vaso de whisky, que se tomó de

    un sorbo tan pronto como fue servido. Cuando el ardiente líquido bajó por su

    garganta, de algún modo teniendo éxito en neutralizar su ira, preguntó lentamente:

    —¿Qué más sucedió?

    —Casi todos siguieron la guía de Valerie. Me las he arreglado para declarar y

    evitar que cualquier estudiante masculino la acose de algún modo, pero hay un

    límite a lo que puedo hacer antes de ser acusado de trato injusto. Jaike la ha

    invitado en repetidas ocasiones a que salga con nosotros, pero ya conoces a Bobby.Es orgullosa… —Derek hizo una mueca—. Probablemente tan orgullosa como tú,

    sino más. Sabe que tratamos de protegerla, y no nos está dejando.

    —Ninguno de los chicos de la universidad la tocará, pero no puedo evitar que

    la miren. También, las chicas han estado haciendo comentarios sarcásticos en

    cuanto están al alcance auditivo de cualquier miembro de la facultad.

    Cada palabra dejaba a Leandro enfermo. Dos besos… sólo dos malditos

     besos y había prácticamente arruinado la vida de Roberta Granger.

    Sacudió la cabeza, su rostro blanco.

    —¿Ha sobrevivido a todo eso?

    Derek simplemente dijo:

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    —No es una chica ordinaria.

    Las palabras golpearon duro a Leandro porque una vez, había pensado lo

    contrario.

    —No es el tipo de chica que se merezca que jueguen con ella, Leandro.

    —Lo sé, pero ahora es demasiado tarde. Mi padre se ha recuperado, y

    necesito deshacer el daño que mi pretensión ha causado. Necesito darle una

    oportunidad durante las elecciones —sus puños se cerraron—. Necesito hacerles

    creer a todos que he cambiado y ahora mismo, sólo alguien como Bobby puede

    hacer que eso suceda.

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    Capítulo Seis

    —¡Bobby, Bobby!

    La conocida voz hizo que Bobby se pusiera tensa y después comenzó a

    caminar –rápido. Prácticamente estaba corriendo, pero antes de que pudiera llegar

    a las puertas del restaurante, era demasiado tarde. Una mano se posó en su

    hombro.

    —¡Bobby!

    Cuando se dio la vuelta, tenía una mirada de sorpresa en su rostro.

    —¡Tía Sam! ¡No te escuché llamarme!

    —Qué extraño, dado que todo el restaurante parece haberme escuchado

    excepto tú.

    Bobby hizo una mueca. Realmente debería recordar que no servía para nadaintercambiar insultos con Samantha Christopoulos. Era difícil ser sarcástica

    cuando la otra persona era tan maravillosamente… directa. Comenzó.

    —Si este va a ser otro de tus intentos de convencerme de que necesito darle

    otra oportunidad a tu sobrino… 

    —Oh, cariño, para nada —Samantha curvó el brazo alrededor del de la joven

     y, dándoles la vuelta, regresó al comedor principal del restaurante.

    Bobby no tenía otra opción más que caminar con ella.

    —¿Esto es siquiera una coincidencia?

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    —No —admitió Samantha alegremente—. Solamente llamé a todos tus

    restaurantes favoritos y les dije que me llamaran en el momento en que hicieras

    una reservación con ellos.

    —Das miedo.

    —Lo sé.

    Bobby frunció el ceño.

    —Entonces… si esto no se trata de él , ¿sobre qué es?

    Samantha pareció sorprendida.

    —No dije que no fuera sobre él. Sólo dije que no necesitaba convencerte —miró hacia el balcón y cuando Bobby siguió su mirada, fue entonces cuando… lo vio.

    Por supuesto que trató de escapar después de eso, pero por supuesto que no

    pudo. Samantha era tan fuerte que Bobby tuvo que preguntarse si en lugar de

    implantes de silicona, Samantha había hecho que el doctor Beverly Hills le diera

    inyecciones de esteroides. ¿Cómo podía una mujer mayor ser tan condenadamente

    fuerte?

    —No voy a hablar con él —siseó.

    —Sí, claro que lo harás, cariño. Él en verdad tiene algo importante que

    decirte, y estoy segura de que después de eso ya no vas a estar enojada con él.

    —Lo dudo.

    —Dale una oportunidad.

    —¿Para matarlo? En cualquier momento. ¿Para perdonarlo? Nunca.

    Samantha chaqueó la lengua.

    —Eres tan dura, Bobby.

    Dijo con gran sinceridad.

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    —No estoy siendo dura. Sólo estoy siendo honesta.

    Samantha se río.

    —Puedo ver que se las harás pasar canutas a mi sobrino cuando estén juntos.

    Fue el momento de Bobby para reírse.

    —¿Juntos?  

    Pero Samantha no se molestó en contestar a eso dado que estaba demasiado

    ocupada sonriendo e intercambiando saludos con el diablo mientras mantenía un

    firme agarre en Bobby. Volteó hacia Bobby después con una sonrisa.

    —Nos encantaría que te nos unieras para cenar.

    —Umm, gracias por la oferta, pero estoy llena —deliberadamente mantuvo

    los ojos puestos en Samantha, reticente a reconocer la presencia del diablo.

    —¿De verdad vas a fingir que no estoy aquí, mégaira?

    Samantha parpadeó ante la última palabra. Esa era la palabra griega para

    arpía, pero del modo en que Leandro lo dijo, la palabra sonaba mucho como a una

    palabra cariñosa. Esto se estaba poniendo cada vez más interesante. Había vistocrecer a este joven y nunca lo había escuchado referirse a otra mujer de otro modo

    más que su nombre. Siempre había sido un machote, y uno muy arrogante.

    Bobby se dijo a sí misma que no debería morder la carnada. Que iba a tomar

    el nivel superior… 

    —Supongo que debería haber esperado que fueras así de infantil… 

    El nivel superior podía irse al infierno.

    Se dio la vuelta, lista para espetarle por atreverse a llamarla  infantil

    mientras que él había actuado como el imbécil más grande del mundo. Pero una

     vez más, ninguna palabra abandonó sus labios, todas atrapadas en su garganta

    mientras Leandro Christopoulos se inclinaba y cubría su boca con la de él.

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    Su beso era tanto dulce como pecaminoso, tierno y apasionado, y lo más

    sorprendente de todo, el beso cargaba el sabor a… arrepentimiento.

     A pesar del modo en que su beso demolió sin compasión su autocontrol y la

    dejó intoxicada de deseo, una parte de Bobby se impresionó ante la comprensión.Este beso era su forma de decir lo siento –sin perder su orgullo. Cuán

    completamente injusto… y extraordinariamente ladino. 

    Samantha miró al par con cariño. Derek le había advertido que no

    interfiriera, pero había hecho caso omiso a su consejo. Le había dado la misma

    advertencia con Jaike cuando habían estado teniendo problemas, pero mira qué

     bien había resuelto esos problemas por ellos. Casamentera era su vocación, pensó

    alegremente, y pronto tendría noticias realmente buenas para compartir con laquerida Elena.

    Pero por ahora, era hora de una rápida retirada.

    Se aclaró la garganta.

    —Niños, sé que deben haberse extrañado terriblemente el uno al otro, pero

    creo que necesitan un lugar privado para intercambiar este, err, tipo de saludo.

    Leandro se obligó a sí mismo a dejar de besar a Bobby. Ella tenía una

    deliciosa mirada aturdida en el rostro, del tipo de expresión que sólo uno que había

    sido besado sin sentido podría tener. Fue suficiente para tener a su polla dura y

    completamente erecta, obligando a Leandro a dejarla ir lo suficientemente lejos

    para tener algo de distancia entre su polla y su tentador cuerpo.

    Le murmuró a su tía:

    —Esa es una muy buena idea. Creo que es mejor si cenamos en mi casa en sulugar.

    La distancia le permitió a la mente de Bobby funcionar de nuevo

    gradualmente y para cuando se dio cuenta exactamente de lo que Samantha había

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    sugerido y su sobrino había decidido, era demasiado tarde, con Leandro

    eficientemente sacándola del restaurante y deslizándola en su carro.

    Ella le dijo de inmediato:

    —No quiero ir contigo.

    —Demasiado tarde. Estás encerrada aquí conmigo.

    Bobby se quedó boquiabierta ante el modo en que acababa de decir las

    palabras, tan implacablemente.

    —¿Escuchaste lo que acabo de decir? No quiero ir contigo. Ni siquiera quiero

    pasar un momento contigo… 

    —Pero incluso mientras no quieres todo eso, ¿de algún modo quieres

     besarme?

    Se puso roja, pero se las arregló para contraatacar,

    —¿Qué puedo decir? Soy tan indiscriminada con tú cuando se trata de besar.

    ¿Indiscriminada?  

    —Explica a lo que te refieres cuando dices indiscriminada.

    —Oh, pobre chico. ¿No tienes muchas palabras grandes en tu vocabulario,

    cierto?

    —No estoy de humor para juegos, Bobby. ¡Dime a lo que te refieres! —apretó

     y soltó sus puños, haciendo lo imposible por combatir el deseo de sacarle las

    respuestas a sacudidas.  Dio. Si se refería a lo que pensaba que se refería, entonces

    correría sangre.

    No importaba que Bobby y él no se debieran nada el uno al otro. No

    importaba que él había actuado como un soltero fiestero durante las últimas dos

    semanas. Todo lo que sabía era que no pretendía compartir a Bobby con nadie más.

    Bobby era suya.

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    Ella no podía creer cómo se estaba comportando él. ¿Acaso él realmente

    pensaba que lo dejaría salirse con la suya comportándose como si fuera su dueño

    después de todo lo que había estado haciendo en su tierra natal? ¿En realidad creía

    que lo que pasaba en Atenas se quedaba en la maldita Atenas?

    Sus dientes rechinaron juntos mientras los recuerdos de las últimas dos

    semanas la asaltaban. Oh, si tan sólo pudiera abofetearlo. Él era tan imbécil. La

    había besado dos veces, la había visto desnuda, y la había succionado –a ella- a eso,

     y después desapareció sin decir nada o siquiera un maldito mensaje. Si no fuera por

    los periódicos, ¡ni siquiera habría sabido en dónde estaba!

    —Estás loco. Absolutamente loco, ¿y sabes por qué pienso eso? —no esperó a

    que le contestara, tan decidida a sacar todas sus emociones acumuladas en supecho—. Estás loco  por creer que después de verte festejando con una chica

    diferente cada noche, ¿en verdad crees que voy a dejarte entrar en mi vida de

    nuevo?

    Sacudió la cabeza furiosamente.

    —Tal vez estás acostumbrado a salir con chicas que se tragan todo lo que

    tienes que decir. Tal vez crees que soy tan fea y gorda que voy a estar patéticamente

    agradecida por tu atención. Pero no lo estoy.  No soy ese tipo de chica. Puede que

    esté estúpidamente atraída hacia ti y que no pueda pensar cada vez que me besas,

    pero no significa nada. ¡Creo que eres una mierda!

    Él sabía que ella no había dicho nada que no mereciera ser dicho, pero

    Leandro no estaba acostumbrado a tal reprimenda y su propio temperamento se

    alzó en su defensa.

    —Ten cuidado con tus palabras —le soltó.

    Bobby lo fulminó con la mirada.

    —¡Mierda, mierda, mierda!

    Su mandíbula se endureció.

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    —Eres tan condenadamente infantil. Estoy tratando de disculparme… 

    —¿Y crees que una disculpa va a bastar?

    —¡Debería cuando te diga que lo hice para salvar la carrera de mi padre!

    Su rugido la hizo parpadear, y sus palabras, cuando eventualmente las

    asimiló, hicieron que Bobby se pusiera pálida.

     Viendo su confusión, dijo firmemente:

    —Mi padre ha estado en el hospital por varias semanas ahora, y cuando tía

    Samantha tocó a la puerta esa noche, era porque tenía una llamada de mi madre

    diciéndome que tenía que regresar a casa. Mi padre tuvo otro infarto, uno mucho

    peor esta vez, y por un momento no supimos si sobreviviría o no.

    Ella dijo temblorosa:

    —Lo siento.

    —Estaba lo suficientemente consciente al principio para decirnos que no

    quería que nadie fuera de la familia supiera de su condición. Necesitábamos una

    distracción, así que fue entonces cuando decidí ser la carnada.

    —Eso explica todas esas fotografías de ti cada noche —ella en efecto se había

    preguntado el por qué había un montón de fotos más de las usuales en las últimas

    dos semanas, y todas ellas habían sido sorprendentemente claras, como si hubiera

    sido prácticamente fotografiado de cerca.

     Asintió.

    Estuvo en silencio por un momento antes de preguntar:

    —¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me mandaste un mensaje o me

    dejaste saberlo de algún modo?

    Leandro no contestó, sabiendo que no había modo en que pudiera defender

    sus acciones –o la falta de ellas. El sonido de su risa lo hizo voltear a verla

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    rápidamente, y contuvo bruscamente el aliento ante la mirada de dolorido

    conocimiento en sus brillantes ojos verdes.

     Maldición. Se había olvidado de que además de ser la mujer más sarcástica

    que había tenido la desgracia de conocer, Roberta Granger –según Derek- tambiénera la mujer más lista de la escuela.

    —No querías decirme —dijo las palabras objetivamente porque era,

    ciertamente, un hecho.

    —Bobby… 

    Sacudió la cabeza.

    —Déjame facilitarte las cosas. En verdad pensé en esto plenamente todo el

    tiempo que no has… estado —el modo en que vaciló en la palabra hizo que Leandro

    se encogiera. Sabía que había estado a punto de decir algo más, algo más

    dolorosamente cerca de la verdad. ¿Acaso Bobby pensó en los días en que había

    estado lejos como los días en los que simplemente la había abandonado?

    El pensamiento tenía su pecho constreñido, una extraña sensación que hizo

    difícil respirar a Leandro sin comprender el motivo. Su pecho se apretó con cada

    segundo que pasaba. Todo lo que podía pensar entonces era en cómo hacer que

    Bobby comprendiera.

    Carraspeó.

    —Bobby… 

    El urgente tono en su voz hizo que Bobby sacudiera la cabeza casi

    salvajemente. ¡No, no, maldición, no! No iba a dejarlo seducirla para hacer lo que él

    quería de nuevo.

    —Está bien —le dijo sin mirarlo—. Ahora lo entiendo completamente. Verás,

    investigué todo sobre ti. Tía Samantha me dijo que corres motos, pero no me

    quedaba claro qué tan célebre corredor de motos eras hasta que vi todos esos

    recortes de periódico sobre tus victorias.

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    —Déjame explicarte… 

    — Y sé que tu padre había estado en contra de que te unieras a esas carreras

    clandestinas. Y cuando se enteró de que habías tenido un accidente, le dio un

    infarto, por lo cual te culpaste.

    Él dijo con firmeza después de eso:

    — Yo tengo la culpa.

    —No —su voz era muy gentil—. No la tienes, y creo en lo profundo de mi

    interior que sabes que nadie en tu familia te culpa tampoco. Si tengo que adivinar,

    creo que fue una combinación de cosas como la edad, el estrés por las elecciones, y

    por supuesto, tus carreras fueron un factor también, pero no el único factor.

    —No quiero hablar de mi padre.

    — Y ya no hablaremos de él después de esto. O de ninguna otra cosa de hecho.

    Su cabeza se alzó bruscamente ante eso.

    —Bobby, maldición, si tan sólo me dejaras… 

    —¿Dejarte qué? ¿Hacerme cambiar de opinión? Porque ambos sabemos quepodrías, pero te estoy pidiendo que no lo hagas. Verás, he tenido un montón de

    tiempo para pensar en esto, y esto es a lo que llegué. Te sentías tan culpable por la

    enfermedad de tu padre que te exiliaste a ti mismo aquí, esperando comenzar de

    nuevo. Pero te aburriste y me vista como un reto.

    —No es así.

    —Es exactamente así, y Leandro… —su voz se detuvo, habiéndose dado

    cuenta de que era la primera vez que lo llamaba por su nombre.

    El modo en que la estaba mirando le dijo a Bobby que él estaba tan al tanto

    del hecho como ella, y que él, también, lo encontró significativo.

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    El conocimiento la hizo tragar y enderezar los hombros al mismo tiempo. No

    tenía dudas de que Leandro Christopoulos era ferozmente inteligente, y sabía que

    sólo sería cuestión de tiempo antes de que él se diera cuenta del por qué el hecho de

    que lo había llamado por su nombre era muy revelador.

    Bueno, no quería estar ahí cuando sucediera y él se diera cuenta del gran

    fraude que era ella.

    Ella dijo bruscamente:

    —Todo lo que estoy diciendo es que no quiero que me veas como un reto

    porque no necesito ese tipo de complicación en mi vida. Ya te divertiste. Bien por ti.

    ¿Pero podemos dejarlo hasta ahí, por favor? No creo que sea una buena idea que

    estemos en la vida del otro.

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    Capítulo Siete

    —Deberías haberme pedido consejo, sabes —Priscilla Strathmore dijosabiamente mientras tomaba otro bocado de ensalada orgánica. Observó

    atentamente el tenso perfil de Leandro Christopoulos. Su querido primo segundo

    era normalmente tan amante de la diversión como ella era, pero suponía que uno

    cambiaba después de presenciar a un pariente luchando con la muerte.

    El pensamiento la tenía casi temblando. Rezó para que un drama así noocurriera en su vida. No estaba hecha para ese tipo de cosas. Prefería su vida tan

    fácil como fuera posible y no para nada tímida al admitirlo.

    Leandro no habló, pero ella ya lo esperaba. Al igual que los otros niños en el

    clan, Priscilla había pasado los veranos de su infancia en Grecia e incluso en esos

    días, Leandro había sido muy malhumorado. Un momento era amigable y al

    siguiente algo pasaba que lo hacía distante, casi grosero.

    Tal vez , meditó distraídamente, era porque era adoptado. Su verdadero

    origen no era un misterio. Era muy difícil mantener en secreto algo como eso dado

    que Elena había estado más allá de la edad posible para tener hijos cuando él se

    había unido a la familia.

    —¿Me estás escuchando? —preguntó finalmente cuando seguía sin decir una

    palabra. De hecho, apenas había dicho algo en todo el tiempo en que habían estado

    en el restaurante.

    Leandro se obligó a ver a Priscilla.

    —Lo siento. ¿Qué decías?

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    —Dije —repitió pacientemente Priscilla—, que deberías haber acudido a mí

    en busca de consejo.

    Esta vez, sus labios se curvaron.

    —Sabes que no haría eso.

    —¿Por qué no?

    Él dijo sinceramente:

    —Porque eres una tonta –una adorable tonta, eso sí, pero una tonta.

    Ella se río con nerviosismo.

    —¿Lo ves?

    Ella se echó el cabello sobre el hombro.

    —Puede que sea más tonta que la mayoría, pero estoy lejos de ser estúpida.

    Tengo sangre Christopoulos corriendo por mis venas también, sabes —movió el

    dedo frente a él—. Si de verdad te gusta Roberta Granger… 

    Leandro frunció el ceño.

    — Ahí retrocede un segundo. ¿Por qué estás hablando de Bobby?

    —¿Porque voy a darte un valioso consejo respecto a ella?

    —Creí que ibas a aconsejarme sobre política griega.

    Ella estaba tan escéptica como él.

    —¿Por qué habría de hacerlo cuando ni siquiera sé por cuál posición se está

    postulando tío Orion?

    Él hizo una mueca.

    —Buen punto —sólo era otra señal de que claramente estaba perdiendo la

    cabeza. Cinco días. Habían pasado cinco días desde la última vez que había visto a

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    Bobby, y aquí estaba él, comportándose como un enfermo de amor.  Despierta,

    imbécil , se dijo furiosamente a sí mismo. Había desperdiciado suficiente tiempo

    pensando en lo que podría haber tenido con Bobby, y no tuvo. Necesitaba

    encontrar una mujer para reemplazarla y seguir con sus planes para regresar a las

     buenas gracias del público.

    Priscilla chasqueó los dedos en la cara de su primo.

    —¡Leandro! Pon atención. ¡Estoy tratando de decirte algo importante!

    Él se sonrojó.

    —Lo siento. Es sólo que realmente tengo muchas cosas en la cabeza… 

    —Si estás pensando en Bobby, entonces más razón para escucharme. La

    conozco, ¿de acuerdo? No somos mejores amigas o algo así, pero somos amigas.

    —¿Y? —no veía a dónde iba todo esto. Después de todo, Priscilla era amiga

    de todos. Ella era uno de esas extrañas mujeres que no poseía una gota de maldad

    en su cuerpo, eligiendo deliberadamente dejar que los insultos destinados a

    lastimarla le pasaran sobre la cabeza en su lugar.

    —Sé cómo puedes ganarla.

    Él puso los ojos en blanco.

    —Lo digo en serio —insistió—. Una vez hicimos yoga juntas… 

    — Ahora sé que estás bromeando. Bobby no es del tipo que hace yoga.

    —Lo es cuando se enteró de que el yoga podría ayudar a los niños sordos con

    problemas de manejo de la ira.

    Reflexionó en eso y dijo bruscamente:

    —Sigue.

    — Y hablamos de chicos.

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     Ahora no estaba tan seguro de querer escuchar a su prima.

    — Y me dijo tímidamente que el tipo de chico que quería era alguien sencillo,

    alguien ordinario como ella que pasara montones de tiempo con ella, la hiciera

    sentir hermosa y sexy incluso si claramente no lo era, y… —hizo una pausa,tratando de recordar el resto de lo que Bobby había dicho después de eso —. Oh, y

    quiere a alguien listo. Del tipo con el que podría hablar de libros.

    Preguntó escéptico.

    —¿Te dijo todo eso?

    Priscila puso los ojos en blanco.

    —Soy una tonta, ¿recuerdas? Claro que ella iba a contarme todo. Los tontos

    no apuñalamos por la espalda.

    Pasó un momento antes de que los labios de Leandro esbozaran una reacia

    sonrisa.

    —Eso fue ciertamente útil.

    — Aunque, tú no pareces realmente su tipo.

    Las palabras dolieron.

    —Bueno, su tipo o no, nunca falla en sucumbir a mis besos.

    —¡Oh, eso no es nada! Los besos no van a robar su corazón, y eso es lo que

    quieres, ¿cierto? —lo miró con una astucia poco común—. Y es por tío Orion, ¿no es

     verdad?

     Asintió reacio.

    Ella reflexionó su respuesta y continuó atentamente.

    —Sí lo veo pasando. Incluso aunque ella es terriblemente descarada, es tan

    chapada a la antigua en muchos otros aspectos como normalmente lo son las chicas

    en Grecia. Definitivamente ganará al público y en especial dado que ella es tan

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    activa con las organizaciones benéficas. Sí, definitivamente puedo verlo. Pero

    primero… dos cosas. 

    Leandro alzó una ceja.

    —¿Qué cosa?

    —Primero. Necesitas usar lentes.

    —Mis ojos están bien.

    —Entonces usa unos sin prescripción. El punto aquí es hacerte más humano,

    menos billonario, y más como un nerd accidentalmente sexy.

    Se atragantó con las palabras.

    —¿Accidentalmente sexy?

    Priscilla tomó otro bocado de ensalada, sintiendo como si necesitara

    incrementar su ingesta para que su cerebro trabajara más eficientemente.

     Ya se había comido la mitad de su plato cuando Leandro exigió:

    —¿Entonces la segunda cosa? ¿Qué es? —una parte de él no podía creer que

    realmente le estaba pidiendo consejo a Priscilla. Ella era una chica encantadora,

    pero no había forma de negar que también era tan inteligente como una tabla.

    —Dile a Bobby que estás enamorado de ella —dijo finalmente—. Me dijo que

    nunca se iría a la cama con nadie del que no estuviera enamorada, y dado que dudo

    que puedas sobrevivir siendo su novio sin tener sexo, bueno, eso es lo que tienes

    que hacer.

    ¿Fingir amar a Bobby?  

    Se sentía como algo aterradoramente fácil de hacer, y eso fue lo que hizo que

    Leandro se sintiera preocupado.

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    Capítulo Ocho

    Leandro hizo todo lo posible por ignorar las miradas dirigidas a él cuandoentró en la biblioteca usando su nuevo par de lentes  falsos. Era un sábado por la

    mañana y el lugar estaba vacío a excepción de algunos estudiantes y el personal de

    la biblioteca. Todos ellos estaban mirándole, haciendo que Leandro se sintiera

    ridículamente tímido. Era malditamente irónico, el modo en que tenía los nervios

    de acero cuando se trataba de carreras clandestinas, y sin embargo la perspectiva

    de que Bobby lo viera así le daba una sensación de inquietud.

    Se ajustó las gafas mientras comenzaba a caminar entre las estanterías, con

    su mirada ausente vagando entre las pilas de libros que recubrían cada estantería.

    Todavía le costaba creer que hubiera tomado la sugerencia de Priscilla y comprado

    las gafas.

    —¿Leandro?

    Miró hacia arriba, sin poder creer lo que estaba oyendo.

    Era ella.

    Maldita sea, era ella y él llevaba sus gafas.

    Casi se las quitó pero se contuvo de hacerlo metiendo sus manos en los

     bolsillos.

    Bobby le miraba fijamente.

    Era la primera vez que la veía en más de una semana, y sus ojos devoraron

    cada centímetro de ella con avidez. Bobby tenía su habitual combinación de camisa

    grande y jeans, y con su mirada puesta en ella, todo en lo que podía pensar era en

    desgarrar su camisa y poner sus manos sobre sus generosos pechos.

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    Cuando ella no habló, su tensión creció y se preguntó si era porque estaba

    tratando de encontrar la manera más amable de decirle que se veía como la mierda.

    Ella abrió la boca y él se puso rígido, diciéndose a sí mismo que no le

    espetaría a Bobby si terminaba por insultarlo a la cara.

    —¿Has estado usando gafas por mucho tiempo?

    ¿Eso era lo que iba a preguntar? ¿Sólo eso?

    Mientras Bobby esperaba la respuesta de Leandro, no pudo dejar de

    absorberlo con avidez para llenarse de él. Era tan hermoso que no era divertido, la

    forma en que la hacía sentirse tan terriblemente ordinaria a su lado. Como ella, él

    no era una víctima de la moda. A excepción de la noche de la fiesta, a él parecíagustarle vestirse casualmente con camisetas y jeans, algo que secretamente ella

    encontraba sexy.

    La mayoría de los hombres trataban de impulsar su confianza con ropa

    elegante, hasta el punto de terminar pareciéndose a pavo reales

    súperdesarrollados. Pero Leandro Christopoulos era diferente. Incluso cuando

     vestía sencillamente, no podía ocultar el aura de peligro que lo rodeaba. Era tan

    poderosa que se sentía como una parte de Leandro, algo de lo que nunca sedesharía, ni siquiera si... ni siquiera si él estaba, como ahora, usando gafas.

    Cuando Leandro no respondió a su pregunta, dijo torpemente:

    —No sabía que usabas gafas.

    Él deliberadamente permaneció callado, viendo cómo Bobby era más

    propensa a hablar y tal vez incluso a revelar más de ella si no hablaba.

    Bobby cruzó y descruzó sus manos, necesitando algo en lo que concentrarse

    para no terminar cediendo a sus instintos, los cuales eran... bueno, a arrojarse

    sobre Leandro y decirle lo mucho que lo había echado de menos.

    Se sonrojó al pensarlo.

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    Mirando hacia Leandro, pudo ver la cautela en su mirada y su corazón se

    ablandó al darse cuenta de una cosa.

    —Estás avergonzado de tus gafas, ¿no es así?

    Leandro se encogió de hombros. Ella sabía que había acertado... y eso

    significaba que lo había juzgado mal de muchas maneras. Esto la tocó, el modo en

    que Leandro era tan sensible a la crítica como ella y por eso había decidido

    esconderse detrás de un disfraz. El sarcasmo había sido su defensa, mientras que la

    de él había sido su arrogancia. Alguien así de sensible no podría haberla visto sólo

    como un reto e intentar jugar con ella sólo para matar el tiempo. ¿Verdad?  

    Cuando Leandro se ajustó las gafas por tercera vez en los últimos cinco

    minutos, el corazón de Bobby dio un vuelco. Esa era una señal de inquietud, de

    nerviosismo —emociones que hacían a uno vulnerable, y que ella nunca habría

    pensado aplicables a Leandro Christopoulos.

    Pero al parecer, se equivocaba con él acerca de un montón de cosas.

    Ella dijo de forma fozada:

    —Lo siento. Me acabo de dar cuenta de que te juzgué mal y que nunca te dejé

    explicarte en realidad.

    Las palabras sorprendieron a Leandro. ¡Nunca hubiera soñado con que ella

    le pediría perdón tan de repente!

    Él dijo cuidadosamente:

    —No te culpo por pensar las mismas cosas que otros probablemente habrían

    pensado.

    —No lo hagas —Bobby se sintió aún más miserable por las amables palabras

    de Leandro—. Sé cuándo soy yo quien lo estropeó, y esta vez sí metí la pata, así que

    lo siento. Me equivoqué al suponer tantas cosas, como que me veías sólo como un

    reto y que en realidad no te importaba cómo me sentía mientras estabas fuera.

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    Pensé que deliberadamente me mantenías en la oscuridad porque

    inconscientemente querías enseñarme quién era el jefe entre nosotros.

    ¿Él había hecho eso? Leandro trató de pensar en ello objetivamente. No

    había querido que ella supiera porque no quería arriesgarse a que pensase que lohabía esclavizado... sintiéndose así obligada a corresponder sus sentimientos, de la

    misma forma en que sus padres se sentían hacia su hijo adoptivo.

    Poco a poco, con el corazón latiendo locamente, Bobby se obligó a ofrecerle

    su mano.

    —Sé que no me merezco esto después de actuar como una perra engreída

    contigo, pero quiero ser honesta. Quiero que sepas que quiero ser tu… amiga. Así

    que... ¿amigos?

    Leandro estaba haciendo todo lo posible para contener su lengua. ¿Todo esto 

    sólo porque llevaba un estúpido par de gafas?

    Le tomó la mano lentamente.

    —Sólo con una condición.

    Su toque era calor magnificado mil veces, y ella hizo todo lo que pudo parano temblar. Pero no sirvió de nada. Y por la forma en que su agarre se apretó

    alrededor de su mano, Bobby sabía que Leandro era completamente consciente de

    cómo la afectaba su contacto.

    ¿Amigos? ¡Ja! ¿A quién estaba engañando? Los amigos no temblaban sólo

    porque les daban la mano.

    Cuando a él le tomó mucho tiempo contestar, el orgullo vino al rescate de

    Bobby. Ella empezó a decirle que no era gran cosa, que podía lidiar con ello como

    chica grande si no quería que fueran “amigos”, pero entonces él le sonrió. 

    La sonrisa la tuvo jadeando silenciosamente, sus ojos ampliándose cuando

    esa pequeña sonrisa sexy transformó su rostro en algo fascinante e hipnótico, y

    esas gafas suyas sólo le añadían más atractivo.

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    —Debes dejarme invitarte a salir.

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    Capítulo Nueve

    Se suponía que la "cita" tendría lugar en un restaurante de lujo, con ellosdos vestidos de gala, acompañados por buena música mientras él agasajaba a

    Bobby con la cena y el vino y, si era posible, darse un festín con su cuerpo

    maravillosamente curvilíneo como postre.

    Pero en cambio, se encontraba en la puerta de un edificio de ladrillo rojo

    preguntando por Bobby.

    —¿Eres Leandro Chris-Cross?

    Leandro casi se ahoga ante la forma en que la mujer mayor de aspecto

    agobiado masacró el nombre de su familia, el cual era uno de los más antiguos y

    más ilustres en Grecia.

    — Yo soy Leandro Christopoulos, sí.

    —Bien. Ella te está esperando. Está en su oficina, sólo ve recto por el pasillo

     y es la última puerta a tu izquierda.

    Estaba a punto de darle las gracias cuando la mujer cerró la puerta en su

    cara.

    Leandro parpadeó.

    La puerta se abrió de nuevo un segundo después.

    —Lo siento. Olvidé que se suponía que ibas a entrar.

    ¿Había olvidado que tenía que pasar? ¿Qué otra cosa se suponía que haría si

    estaba aquí para visitar a Bobby?

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    —Cierra la puerta por mí, ¿quieres? Tengo que volver con los niños —ella se

    alejó y desapareció por la esquina. Hubo un montón de lamentos y Leandro se

    estremeció ante el sonido, sabiendo que lo que fuera que había causado que Bobby

    pospusiera su cita, sin duda era de proporciones críticas.

    Caminando por el pasillo, se detuvo en la última puerta a su izquierda y

    llamó.

    — Adelante.

    Bobby también sonaba distraída, y cuando él entró en su oficina, ella levantó

    la mirada con una cara de frustración que Leandro encontró sorprendentemente…

    adorable.

    —Lo siento de nuevo por nuestra… 

    —¿Cita? —Él mantuvo su voz suave, pero sus ojos le sonreían.

    Ella hizo una mueca.

    —Eso.

    Percibiendo lo nerviosa que estaba, sacó casualmente sus gafas falsas de su

     bolsillo y se las puso, tomándose su tiempo para ajustarlas en su nariz. Cuando

     volvió a mirar a Bobby, Leandro supo que había hecho bien en ponerse su disfraz.

    Ella estaba sonriendo ahora, obviamente más relajada.

    —Te ves tan diferente cuando usas gafas —le dijo.

    —¿Diferente de qué manera?

    Bobby lo meditó seriamente.

    —Bueno, supongo que te hacen más… ¿humano?  ¿Imperfecto?

    —¿Y eso es algo bueno?

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    —Me hace menos consciente de mí misma alrededor de ti —explicó—. Eso es

    todo —esbozó una dulce sonrisa, algo que Leandro dudaba que Bobby hiciera si él

    no tuviera puestas sus gafas—. Lo siento mucho por esto. Aceptamos varios niños

    nuevos apenas ayer y todos se sintieron enfermos en unas horas. El doctor nos dijo

    que era varicela —ella dejó escapar un gran suspiro—. Por desgracia, también

    estamos cortos de personal en este momento, con una de las cuidadoras de licencia

     y otra con gripe.

    — Así que, ¿tienes que estar aquí en caso de que necesiten una mano extra?

    Ella asintió, agregando:

    — Y para mantener las cosas en calma y hacerlos creer que tienen un líder

    aquí.

    Él le dijo sin rodeos:

    —Tú eres  su líder y por lo que puedo ver, lo estás haciendo más que bien