van eemeren frans h rob grootendorst. argumentacion, comunicacion y falacias

259

Upload: independent

Post on 05-Dec-2023

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1 ¡:

PRóLOGO DE LOS TRADUCTORES

Con profunda satisfacción ofrecemos esta obra fWldamental de Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, que representa un aporte tan significativo al estudio de la Teoría de la Argu­mentación.

Para los estudiosos de habla hispana ha sido una seria limitación que no existiera todavía tma traducción como la presente, a pesar de haberse publicado por primera vez la obra en 1992 y de existir una traducción francesa desde 1996.

Entre los méritos principales de van Eemeren y Grootendorst se cuenta el ofrecer una exposición completa y detallada -hecha por sus propios creadores- de los principios funda·· mentales de la teoría pragma-dialéctica y de su aplicación al análisis del discurso argumentativo.

El etúoque pragma-dialéctico, que es ampliamente conocido en el mundo académico anglo­sajón y europeo, ha demq_strado su eficacia y fectmdidad dando origen a numerosas publica­ciones, tanto en el ámbito teórico como en el de sus aplicaciones.

Su desconocimiento en nuestro medio se debe en gran parte a la ausencia de traducciones al español. Una excepción notable la constituye la reciente aparición de "Argumentación", de Eemeren, F. H. van, Grootendorst, R., Jackson, S. & Jacobs, S., publicado en Dijk, T. van (Comp.) (2000) El discurso como estructura y proceso, Barcelona: Gedisa.

Por ser la argumentación tm campo de estudio interdisciplinario, que congrega a analistas del discurso y la conversación, lógicos informales, filósofos del lenguaje, lingüistas y juristas, entre otros, es indudable que la publicación de esta obra reviste gran interés para tm impor­tante número de eshtdiosos de estas disciplinas y también para profesionales que aplican estas teorías, como periodistas y abogados del juicio oral.

El enfoque pragma-dialéctico representa tm intento exitoso por restablecer el equilibrio entre un enfoque excesivamente retórico del discurso, caracterizado por una concepción relativista de la razonabilidad, y un enfoque excesivamente normativo, dominado por un ideal de razonabilidad lógico-deductivista, difícilmente alcanzable en el discurso cotidiano. Van Eemeren y Grootendorst nos presentan, en cambio, un ideal de razonabilidad "crítico­racionalista", proponiéndonos mirar el discurso argumentativo como una discusión crítica orientada a la resolución de una disputa.

Primera edición 1992: LEA Lawrence Erlbaum Associates, Publishers Hillsdale, New Jersey Hove and London

EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE Vic~rrectoría de Comunicaciones y Extensión Cas11la 114-D Santiago, Chile Fax (56-2) 635 4789 E-mail: [email protected]

ARGUM(NTACION, COMUNICACION Y FALACIAS Una perspectiva pragma-dialéctica Frans H. van Eemeren y Rob Grootendorst Edición traducida al español por Celso López S. y Ana María Vicuña N. (Versión aprobada por sus autores}

©Inscripción Nº 121.532 Derechos reservados 1 enero 2002 I.S.B.N. 956-14-0632-2 Segunda edición

Diseño de portada: Publicidad Universitaria Impresor: ANDROS

C.t.P.- Pontificia Universidad Católica de Chile Eemeren, F. H. van

Argumentación, comunicación y falacias: Una perspectiva pragma-dialéctica ¡ Frans H. van Eemeren, Rob Grootendorst: traducción Celso lópez Saavedra, Ana María Vicuña Navarro Incluye notas bibliográficas.-· l. Persuasión (Retórica). 2. Sofismas. 3. Filosofía de la Comunicación l. Grootendorst, R. H. ti t. 2001 401.41 dc.ll RCA2

ARGUMENTACION, COMU CACION

FAlACIAS UNA PERSPECTIVA PRAGMA-DIALECTICA

Frans H. V'!n Eemeren f Rob Grootendorst

Traducción Celso López / Ana María Vicuña

EDICIONES U'1IVEI\SIOAD C.·\TOLICJ\ DE Cl11l.E

Primera edición 1992: LEA Lawrence Erlbaum Associates, Publishers Hillsdale, New Jersey Hove and London

EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE Vic~rrectoría de Comunicaciones y Extensión Cas11la 114-D Santiago, Chile Fax (56-2) 635 4789 E-mail: [email protected]

ARGUM(NTACION, COMUNICACION Y FALACIAS Una perspectiva pragma-dialéctica Frans H. van Eemeren y Rob Grootendorst Edición traducida al español por Celso López S. y Ana María Vicuña N. (Versión aprobada por sus autores}

©Inscripción Nº 121.532 Derechos reservados 1 enero 2002 I.S.B.N. 956-14-0632-2 Segunda edición

Diseño de portada: Publicidad Universitaria Impresor: ANDROS

C.t.P.- Pontificia Universidad Católica de Chile Eemeren, F. H. van

Argumentación, comunicación y falacias: Una perspectiva pragma-dialéctica ¡ Frans H. van Eemeren, Rob Grootendorst: traducción Celso lópez Saavedra, Ana María Vicuña Navarro Incluye notas bibliográficas.-· l. Persuasión (Retórica). 2. Sofismas. 3. Filosofía de la Comunicación l. Grootendorst, R. H. ti t. 2001 401.41 dc.ll RCA2

ARGUMENTACION, COMU CACION

FAlACIAS UNA PERSPECTIVA PRAGMA-DIALECTICA

Frans H. V'!n Eemeren f Rob Grootendorst

Traducción Celso López / Ana María Vicuña

EDICIONES U'1IVEI\SIOAD C.·\TOLICJ\ DE Cl11l.E

1 ¡:

PRóLOGO DE LOS TRADUCTORES

Con profunda satisfacción ofrecemos esta obra fWldamental de Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, que representa un aporte tan significativo al estudio de la Teoría de la Argu­mentación.

Para los estudiosos de habla hispana ha sido una seria limitación que no existiera todavía tma traducción como la presente, a pesar de haberse publicado por primera vez la obra en 1992 y de existir una traducción francesa desde 1996.

Entre los méritos principales de van Eemeren y Grootendorst se cuenta el ofrecer una exposición completa y detallada -hecha por sus propios creadores- de los principios funda·· mentales de la teoría pragma-dialéctica y de su aplicación al análisis del discurso argumentativo.

El etúoque pragma-dialéctico, que es ampliamente conocido en el mundo académico anglo­sajón y europeo, ha demq_strado su eficacia y fectmdidad dando origen a numerosas publica­ciones, tanto en el ámbito teórico como en el de sus aplicaciones.

Su desconocimiento en nuestro medio se debe en gran parte a la ausencia de traducciones al español. Una excepción notable la constituye la reciente aparición de "Argumentación", de Eemeren, F. H. van, Grootendorst, R., Jackson, S. & Jacobs, S., publicado en Dijk, T. van (Comp.) (2000) El discurso como estructura y proceso, Barcelona: Gedisa.

Por ser la argumentación tm campo de estudio interdisciplinario, que congrega a analistas del discurso y la conversación, lógicos informales, filósofos del lenguaje, lingüistas y juristas, entre otros, es indudable que la publicación de esta obra reviste gran interés para tm impor­tante número de eshtdiosos de estas disciplinas y también para profesionales que aplican estas teorías, como periodistas y abogados del juicio oral.

El enfoque pragma-dialéctico representa tm intento exitoso por restablecer el equilibrio entre un enfoque excesivamente retórico del discurso, caracterizado por una concepción relativista de la razonabilidad, y un enfoque excesivamente normativo, dominado por un ideal de razonabilidad lógico-deductivista, difícilmente alcanzable en el discurso cotidiano. Van Eemeren y Grootendorst nos presentan, en cambio, un ideal de razonabilidad "crítico­racionalista", proponiéndonos mirar el discurso argumentativo como una discusión crítica orientada a la resolución de una disputa.

1 ¡:

PRóLOGO DE LOS TRADUCTORES

Con profunda satisfacción ofrecemos esta obra fWldamental de Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, que representa un aporte tan significativo al estudio de la Teoría de la Argu­mentación.

Para los estudiosos de habla hispana ha sido una seria limitación que no existiera todavía tma traducción como la presente, a pesar de haberse publicado por primera vez la obra en 1992 y de existir una traducción francesa desde 1996.

Entre los méritos principales de van Eemeren y Grootendorst se cuenta el ofrecer una exposición completa y detallada -hecha por sus propios creadores- de los principios funda·· mentales de la teoría pragma-dialéctica y de su aplicación al análisis del discurso argumentativo.

El etúoque pragma-dialéctico, que es ampliamente conocido en el mundo académico anglo­sajón y europeo, ha demq_strado su eficacia y fectmdidad dando origen a numerosas publica­ciones, tanto en el ámbito teórico como en el de sus aplicaciones.

Su desconocimiento en nuestro medio se debe en gran parte a la ausencia de traducciones al español. Una excepción notable la constituye la reciente aparición de "Argumentación", de Eemeren, F. H. van, Grootendorst, R., Jackson, S. & Jacobs, S., publicado en Dijk, T. van (Comp.) (2000) El discurso como estructura y proceso, Barcelona: Gedisa.

Por ser la argumentación tm campo de estudio interdisciplinario, que congrega a analistas del discurso y la conversación, lógicos informales, filósofos del lenguaje, lingüistas y juristas, entre otros, es indudable que la publicación de esta obra reviste gran interés para tm impor­tante número de eshtdiosos de estas disciplinas y también para profesionales que aplican estas teorías, como periodistas y abogados del juicio oral.

El enfoque pragma-dialéctico representa tm intento exitoso por restablecer el equilibrio entre un enfoque excesivamente retórico del discurso, caracterizado por una concepción relativista de la razonabilidad, y un enfoque excesivamente normativo, dominado por un ideal de razonabilidad lógico-deductivista, difícilmente alcanzable en el discurso cotidiano. Van Eemeren y Grootendorst nos presentan, en cambio, un ideal de razonabilidad "crítico­racionalista", proponiéndonos mirar el discurso argumentativo como una discusión crítica orientada a la resolución de una disputa.

8 fRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOJENDORST / ARCUMWTACIÓN, CO.I!UNICA.ctON Y fAL1CIAS

El aspecto pragmático, aportado por lUla teoría enmendada de los actos de habla de Austin ySearle y por la proposición de ciertas reglas de comunicación, les permite explicar los actos de habla indirectos y las premisas implícitas, basándose en el conocimiento pragmático del contexto verbal y no verbal, y ampliar así el alcance del análisis mucho más allá de lo que permiten los enfoques puramente lógicos. El aspecto dialéctico lo aporta su concepción del discurso argumentativo, atm del que se presenta en forma monológica, como el dedos partes que intentan resolver lUla diferencia de opinión por medio de un intercambio metódico de actos de habla.

Al distinguir claramente las distintas etapas de lUla discusión crítica y los roles de las diversas partes, y al formular las reglas que se deben cumplir en cada etapa, no solo facilitan enormemente el análisis y la evaluación del discurso, sino que permiten también descubrir lo que está obstaculizando la resolución de la disputa y cómo se podría superar el escollo.

Mediante tma sólida ftuldamentadón teórica, explicaciones muy claras y una terminolo­gía precisa, se le entrega al analista tul conjunto de herramientas valiosísimas, cuya aplica­ción se muestra luego en ejemplos muy claros, donde se analiza detalladamente lo que pue­de fallar en una discusión crítica, y se ve cómo todas las falacias tradicionales pueden ser mejor comprendidas como violaciones a algunas de las diez reglas de una discusión crítica formuladas por los autores.

Al analizar así las falacias como obstáculos a la resolución de una disputa, y no solo como simples errores de razonamiento, se las pone en lUla perspectiva más cercana, que nos permi­te verlas como parte integral de los problemas que todos tenemos al intentar comunicarnos efectivamente, resolver los problemas de la vida en común y construir los necesarios acuerdos.

Este breve y somero resumen del enfoque pragma-dialéctico permite poner de relieve, además, la importancia que la publicación de esta obra tiene para nuestro medio. El intento por construir y consolidar una convivencia democrática en nuestra patria pasa necesaria­mente por la capacidad de reencontrarnos como país, después de profundas y traumáticas divisiones causadas por nuestra propia intolerancia e incapacidad de dialogar en el pasado. Contribuir a desarrollar e incrementar la capacidad de entendernos sobre bases racionales es responder a tul anhelo y a una necesidad de nuestra sociedad presente. Creemos que las herramientas de análisis y evaluación del discurso argumentativo aportadas por el enfoque pragma-dialéctico pueden ser lUla ayuda fundamental en esta tarea.

La actual Reforma Educacional parece querer responder al desafío de educar para el diá­logo a través de la inclusión del discurso argumentativo entre los Contenidos Mínimos de los programas de ''Comunicación y Lenguaje" para la Enseñanza Media. Por otra parte, entre los Objetivos Fundamentales Transversales se le otorga gran relevancia al desarrollo del "pensa­miento crítico" en todos los niveles de enseñanza. El logro de tales objetivos requiere brindar lUla especial preparación a los profesores.

De ahí que a los estudiosos y profesionales citados agreguemos la utilidad del presente libro para la formación y capacitación de profesores que responda a estos desafíos. Nuestra experiencia de varios años como profesores de argumentación y lógica informal en diversas tmiversidades y como instructores e investigadores del Programa de Filosofía para Niños nos ha permitido comprobar la eficacia del diálogo filosófico para desarrollar el pensamiento crítico y la reflexividad en niños y adultos, y observar el impacto de este aprendizaje en el desarrollo de conductas y actitudes que propenden a la construcción de una convivencia más respetuosa y armónica.

' l . 1 l rl !: ' ¡; l! ;, i. ' ,,

i¡ i¡ '·

PROLOGO DE WS TRADUCTOUS

La a acidad de persuadir por medio de razones es, sin duda, un elemento crucial para el desarr~ll~ de una sociedad moderna y pluralista, donde se requiere que todas las personas

edan ser convencidas de manera razonable. pu f · amos en los dilemas que afectan a una sociedad moderna, tales como el

En e ecto, SI pens . . · · d 1 tema del divorcio y la familia, la censura y la libertad de expresión o el fmanciamie~to . e a salud y la educación, nos damos cuenta de que son temas que req~iere~_de ~a amplia d1s~~~ " t d que pueda tomarse una decisión sobre ellos. Esta d!scttswn, sm ~mbargo, P

s1on an es e b en de llevar a situaciones muy frustrantes si no se respetan las normas ~~ lUla _uena argum d · tadón. Aprender a argumentar bien no sólo permite mejorar las habthdades mtelec~ales e análisis 0 mejorar nuestras interacciones con las demás per~o~as '! nu:stra capacidad de

fl · t mb'¡e'n sirve de base y le otorga sentido a la parhnpaciÓn oudadana. re exmnar, a . · 'd d Uno de los aspectos más importantes del enfoque pragma-dmlécti~o es su cap~n a par~

integrar tanto los enfoques descriptivos del discurso como los normativos. Una m~ada f~ra mente descriptiva, que es la que predomina en nuestro ámbito intelectual, resulta ~suftc~en­te para lograr el objetivo de convencer razonablemente. Sin duda es imp~rtante, SI_se qmere entender el modo como argumentamos en la vida cotidiana, tener_ tma ~¡rada ~ex1ble sob~e lo que constituye tm argumento, no obstante, esta perspecti~a es msuflClente Sl no se co~st~ deran las normas que permiten establecer si una argumentaoón es~ no razonable. Los ente ríos normativos hacen posible que se pueda resolver lUla controversia o, al menos, estable~:r los elementos que provocan el desacuerdo. De este modo, el estudio de la argumenta:~on basado en el enfoque pragma-dialéctico resulta una herramienta flllldamental para el dialo-

go y la reflexión. , . Por todo lo señalado, nos parece que la presente traducción viene a llenar un vano !~por­

tante, poniendo a disposición de los estudiosos de habla hispana ~ma obra de referen~~a ftm­damental para todas las disciplinas que se interesan por el e~tudm de la_ argu~entaci~n-

En nuestra traducción hemos intentado privilegiar la el andad y s~ncillez ~m descuidar l_a redsión. Creemos honrar así el espíritu del original, donde la máxliDa clandad de e~p~si­

~ión y el evitar toda posible ambigüedad es la norma const~nte. _Para lograr e_ste ~b¡e~v? hemos recurrido en algWlaS ocasiones a reproducir, entre parentesis, el vocablo mgles ongt nal. Por ejemplo, hemos traducido "move" como "paso o mo~ida (move)" p~ra cap~uar a analogía que }a palabra inglesa establece con las jugadas o movidas de nn p~rtldo de a¡.~dre_z. Ni,. u a da" ni" movida" por sí solas podrían capturar en castellano esa sutil cont_totac10n sm sug~ri~ algnna intención torcida, la que está totalmente ausente en la p~labra mgle~a- Por otra parte, "paso'', por sí sola, carecería de esa connotación de jugada del~berada Y cuidado­samente meditada y escogida. En otras ocasiones el equiv~lente_ en es~a~ol no correspon~e

forma literal a la expresión en inglés y una traducción hteraltmpedma, en consecuencm:, :a correcta comprensión. Este es el caso de las expresiones "her~by,test'j "thereby te~t" que hemos traducido como "test "con estas palabras" (hereby test) y test por este medio

(thereby test)". . . 1 b · 1 Otras veces, la expresión castellana carece de la herm~s~ simphc1dad,de 1~ pa a _r~' mg e­

sa e intentamos devolverle esta simplicidad citando el ongmal entre parentes1s, P· ~l- punto

d · 1 ubordinado (substandpoint)", 0 bien la expresión castellana no es muy fehz, pero es ev1s as . )"

la más explicativa que encontramos, p. ej. "fuerza lóg1ca (cogency · En el caso de las falacias, hemos mantenido los nombres latinos tradicionales, tal como lo

hacen los autores, y hemos reemplazado sus nombres en inglés por las formas en que son

9

8 fRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOJENDORST / ARCUMWTACIÓN, CO.I!UNICA.ctON Y fAL1CIAS

El aspecto pragmático, aportado por lUla teoría enmendada de los actos de habla de Austin ySearle y por la proposición de ciertas reglas de comunicación, les permite explicar los actos de habla indirectos y las premisas implícitas, basándose en el conocimiento pragmático del contexto verbal y no verbal, y ampliar así el alcance del análisis mucho más allá de lo que permiten los enfoques puramente lógicos. El aspecto dialéctico lo aporta su concepción del discurso argumentativo, atm del que se presenta en forma monológica, como el dedos partes que intentan resolver lUla diferencia de opinión por medio de un intercambio metódico de actos de habla.

Al distinguir claramente las distintas etapas de lUla discusión crítica y los roles de las diversas partes, y al formular las reglas que se deben cumplir en cada etapa, no solo facilitan enormemente el análisis y la evaluación del discurso, sino que permiten también descubrir lo que está obstaculizando la resolución de la disputa y cómo se podría superar el escollo.

Mediante tma sólida ftuldamentadón teórica, explicaciones muy claras y una terminolo­gía precisa, se le entrega al analista tul conjunto de herramientas valiosísimas, cuya aplica­ción se muestra luego en ejemplos muy claros, donde se analiza detalladamente lo que pue­de fallar en una discusión crítica, y se ve cómo todas las falacias tradicionales pueden ser mejor comprendidas como violaciones a algunas de las diez reglas de una discusión crítica formuladas por los autores.

Al analizar así las falacias como obstáculos a la resolución de una disputa, y no solo como simples errores de razonamiento, se las pone en lUla perspectiva más cercana, que nos permi­te verlas como parte integral de los problemas que todos tenemos al intentar comunicarnos efectivamente, resolver los problemas de la vida en común y construir los necesarios acuerdos.

Este breve y somero resumen del enfoque pragma-dialéctico permite poner de relieve, además, la importancia que la publicación de esta obra tiene para nuestro medio. El intento por construir y consolidar una convivencia democrática en nuestra patria pasa necesaria­mente por la capacidad de reencontrarnos como país, después de profundas y traumáticas divisiones causadas por nuestra propia intolerancia e incapacidad de dialogar en el pasado. Contribuir a desarrollar e incrementar la capacidad de entendernos sobre bases racionales es responder a tul anhelo y a una necesidad de nuestra sociedad presente. Creemos que las herramientas de análisis y evaluación del discurso argumentativo aportadas por el enfoque pragma-dialéctico pueden ser lUla ayuda fundamental en esta tarea.

La actual Reforma Educacional parece querer responder al desafío de educar para el diá­logo a través de la inclusión del discurso argumentativo entre los Contenidos Mínimos de los programas de ''Comunicación y Lenguaje" para la Enseñanza Media. Por otra parte, entre los Objetivos Fundamentales Transversales se le otorga gran relevancia al desarrollo del "pensa­miento crítico" en todos los niveles de enseñanza. El logro de tales objetivos requiere brindar lUla especial preparación a los profesores.

De ahí que a los estudiosos y profesionales citados agreguemos la utilidad del presente libro para la formación y capacitación de profesores que responda a estos desafíos. Nuestra experiencia de varios años como profesores de argumentación y lógica informal en diversas tmiversidades y como instructores e investigadores del Programa de Filosofía para Niños nos ha permitido comprobar la eficacia del diálogo filosófico para desarrollar el pensamiento crítico y la reflexividad en niños y adultos, y observar el impacto de este aprendizaje en el desarrollo de conductas y actitudes que propenden a la construcción de una convivencia más respetuosa y armónica.

' l . 1 l rl !: ' ¡; l! ;, i. ' ,,

i¡ i¡ '·

PROLOGO DE WS TRADUCTOUS

La a acidad de persuadir por medio de razones es, sin duda, un elemento crucial para el desarr~ll~ de una sociedad moderna y pluralista, donde se requiere que todas las personas

edan ser convencidas de manera razonable. pu f · amos en los dilemas que afectan a una sociedad moderna, tales como el

En e ecto, SI pens . . · · d 1 tema del divorcio y la familia, la censura y la libertad de expresión o el fmanciamie~to . e a salud y la educación, nos damos cuenta de que son temas que req~iere~_de ~a amplia d1s~~~ " t d que pueda tomarse una decisión sobre ellos. Esta d!scttswn, sm ~mbargo, P

s1on an es e b en de llevar a situaciones muy frustrantes si no se respetan las normas ~~ lUla _uena argum d · tadón. Aprender a argumentar bien no sólo permite mejorar las habthdades mtelec~ales e análisis 0 mejorar nuestras interacciones con las demás per~o~as '! nu:stra capacidad de

fl · t mb'¡e'n sirve de base y le otorga sentido a la parhnpaciÓn oudadana. re exmnar, a . · 'd d Uno de los aspectos más importantes del enfoque pragma-dmlécti~o es su cap~n a par~

integrar tanto los enfoques descriptivos del discurso como los normativos. Una m~ada f~ra mente descriptiva, que es la que predomina en nuestro ámbito intelectual, resulta ~suftc~en­te para lograr el objetivo de convencer razonablemente. Sin duda es imp~rtante, SI_se qmere entender el modo como argumentamos en la vida cotidiana, tener_ tma ~¡rada ~ex1ble sob~e lo que constituye tm argumento, no obstante, esta perspecti~a es msuflClente Sl no se co~st~ deran las normas que permiten establecer si una argumentaoón es~ no razonable. Los ente ríos normativos hacen posible que se pueda resolver lUla controversia o, al menos, estable~:r los elementos que provocan el desacuerdo. De este modo, el estudio de la argumenta:~on basado en el enfoque pragma-dialéctico resulta una herramienta flllldamental para el dialo-

go y la reflexión. , . Por todo lo señalado, nos parece que la presente traducción viene a llenar un vano !~por­

tante, poniendo a disposición de los estudiosos de habla hispana ~ma obra de referen~~a ftm­damental para todas las disciplinas que se interesan por el e~tudm de la_ argu~entaci~n-

En nuestra traducción hemos intentado privilegiar la el andad y s~ncillez ~m descuidar l_a redsión. Creemos honrar así el espíritu del original, donde la máxliDa clandad de e~p~si­

~ión y el evitar toda posible ambigüedad es la norma const~nte. _Para lograr e_ste ~b¡e~v? hemos recurrido en algWlaS ocasiones a reproducir, entre parentesis, el vocablo mgles ongt nal. Por ejemplo, hemos traducido "move" como "paso o mo~ida (move)" p~ra cap~uar a analogía que }a palabra inglesa establece con las jugadas o movidas de nn p~rtldo de a¡.~dre_z. Ni,. u a da" ni" movida" por sí solas podrían capturar en castellano esa sutil cont_totac10n sm sug~ri~ algnna intención torcida, la que está totalmente ausente en la p~labra mgle~a- Por otra parte, "paso'', por sí sola, carecería de esa connotación de jugada del~berada Y cuidado­samente meditada y escogida. En otras ocasiones el equiv~lente_ en es~a~ol no correspon~e

forma literal a la expresión en inglés y una traducción hteraltmpedma, en consecuencm:, :a correcta comprensión. Este es el caso de las expresiones "her~by,test'j "thereby te~t" que hemos traducido como "test "con estas palabras" (hereby test) y test por este medio

(thereby test)". . . 1 b · 1 Otras veces, la expresión castellana carece de la herm~s~ simphc1dad,de 1~ pa a _r~' mg e­

sa e intentamos devolverle esta simplicidad citando el ongmal entre parentes1s, P· ~l- punto

d · 1 ubordinado (substandpoint)", 0 bien la expresión castellana no es muy fehz, pero es ev1s as . )"

la más explicativa que encontramos, p. ej. "fuerza lóg1ca (cogency · En el caso de las falacias, hemos mantenido los nombres latinos tradicionales, tal como lo

hacen los autores, y hemos reemplazado sus nombres en inglés por las formas en que son

9

10 FRAN5 H. VAN E~M~REN- ROB GROOTENDORST / ARG!!MfNTACIÓN, CO.\!UNICACIÓN y FAL\CIAS

más conocidas estas falacias en castellano, p. ej. "Petitio principii (reformular la pregunta razonamiento circular)". '

.Hemos mantenido los ejemplos holandeses y las citas de periódicos holandeses sin alte­raciOnes, por p~recernos bastante universales. Solo hemos cambiado los nombres propios por nombres latinos cuando el contexto lo permite.

~ueremos e~presar que ha sido para nosotros tm honor y tm privilegio contar con la c.onÍlanza deposttada por los autores al encomendarnos la traducción de esta obra. Al mismo tie~po: ~ueremos rendir un homenaje póstumo a Rob Grootendorst, cuya temprana muerte h.a. StgtuÍlcado una p~rdida irreparable para la comunidad de los estudiosos de la argumenta­cton. La agu~eza y fmura de su crítica, tmida a su carácter jovial, han dejado una profunda huella en qmenes tuvimos la fortuna de conocerlo.

Celso López Saavedra Ana María Vicuña Navarro

l r 1

li

1~

i 1

l. ¡¡ 1

. .

PRóLOGO A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA

Argumentación, Comunicación y Falacias. Una revisión

Desde la primera publicación de Argumentación, Comrmicació1r y Falacias, aparecido en inglés en 1992, se han producido progresos significativos en el estudio de la argumentación. Esto no quiere decir, sin embargo, que Grootendorst y yo tengamos que abandonar ninguna de las posiciones que adoptamos en esta obra, que representa tma introducción a nuestro enfoque pragma-dialéctico del discurso argumentativo. De hecho, mantenemos nuestra posición teó· rica en todos los aspectos. Construyendo sobre las inhticiones básicas, explicadas en Argu­mentacióll, Comunicación y Falacias, en publicaciones posteriores hemos ampliado y fortaleci­do nuestros puntos de vista, haciéndonos cargo de desarrollos posteriores surgidos en el área y en nuestro propio pensamiento. Nos parece que una síntesis de estos desarrollos puede constituir un prólogo apropiado para la traducción española de nuestra obra.

En los últimos treinta años la teoría de la argumentación se ha convertido en un campo de estudio por derecho propio, con su propia infraestructura académica de revistas especializa· das, series de libros y otras instituciones académicas. Como la teoría de la argumentación se distingue por su carácter interdisciplinario, o al menos multidisciplinario, su progreso de­pende de las contribuciones de estudiosos provenientes de varias disciplinas, tales como la filosofía, la lógica, la retórica, la teoría de la comunicación, el análisis del discurso,la psicolo­gía, la sociología y el derecho. Las organizaciones 'más importantes que promueven este pro­greso son la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación (Intemational Society for the Studyof Argumentation, ISSA), su asociada, la Sociedad para el Estudio de la Argu· mentación de Ontario (Ontario Society for the Study of Argumentation, OSSA) y la Asocia· ción Forense Americana (American Forensic Association, AFA), tma división de la Asocia­ción Nacional de la Comunicación (National Communication Association). Estas institucio­nes organizan regularmente conferencias internacionales sobre argumentación, que tainbién son multidisciplinarias. Las revistas especializadas más prominentes, que se dedican por completo al estudio de la argumentación, son: Argwnmfation, Informal Logic y Argrunenfation and Advocacy. La revista Argumetrfation tiene además una serie de libros que la acompaña: Argumenta/ion Libran; .

Hace algunos años un grupo internacional de estudiosos de la argumentación publicó Fundamentals of Argumentafion Tlleon; (van Eemeren et al. 1996), que recoge una visión gene­ral de los avances que se han producido en el estudio de la argumentación. En este libro se

10 FRAN5 H. VAN E~M~REN- ROB GROOTENDORST / ARG!!MfNTACIÓN, CO.\!UNICACIÓN y FAL\CIAS

más conocidas estas falacias en castellano, p. ej. "Petitio principii (reformular la pregunta razonamiento circular)". '

.Hemos mantenido los ejemplos holandeses y las citas de periódicos holandeses sin alte­raciOnes, por p~recernos bastante universales. Solo hemos cambiado los nombres propios por nombres latinos cuando el contexto lo permite.

~ueremos e~presar que ha sido para nosotros tm honor y tm privilegio contar con la c.onÍlanza deposttada por los autores al encomendarnos la traducción de esta obra. Al mismo tie~po: ~ueremos rendir un homenaje póstumo a Rob Grootendorst, cuya temprana muerte h.a. StgtuÍlcado una p~rdida irreparable para la comunidad de los estudiosos de la argumenta­cton. La agu~eza y fmura de su crítica, tmida a su carácter jovial, han dejado una profunda huella en qmenes tuvimos la fortuna de conocerlo.

Celso López Saavedra Ana María Vicuña Navarro

l r 1

li

1~

i 1

l. ¡¡ 1

. .

PRóLOGO A LA TRADUCCIÓN ESPAÑOLA

Argumentación, Comunicación y Falacias. Una revisión

Desde la primera publicación de Argumentación, Comrmicació1r y Falacias, aparecido en inglés en 1992, se han producido progresos significativos en el estudio de la argumentación. Esto no quiere decir, sin embargo, que Grootendorst y yo tengamos que abandonar ninguna de las posiciones que adoptamos en esta obra, que representa tma introducción a nuestro enfoque pragma-dialéctico del discurso argumentativo. De hecho, mantenemos nuestra posición teó· rica en todos los aspectos. Construyendo sobre las inhticiones básicas, explicadas en Argu­mentacióll, Comunicación y Falacias, en publicaciones posteriores hemos ampliado y fortaleci­do nuestros puntos de vista, haciéndonos cargo de desarrollos posteriores surgidos en el área y en nuestro propio pensamiento. Nos parece que una síntesis de estos desarrollos puede constituir un prólogo apropiado para la traducción española de nuestra obra.

En los últimos treinta años la teoría de la argumentación se ha convertido en un campo de estudio por derecho propio, con su propia infraestructura académica de revistas especializa· das, series de libros y otras instituciones académicas. Como la teoría de la argumentación se distingue por su carácter interdisciplinario, o al menos multidisciplinario, su progreso de­pende de las contribuciones de estudiosos provenientes de varias disciplinas, tales como la filosofía, la lógica, la retórica, la teoría de la comunicación, el análisis del discurso,la psicolo­gía, la sociología y el derecho. Las organizaciones 'más importantes que promueven este pro­greso son la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación (Intemational Society for the Studyof Argumentation, ISSA), su asociada, la Sociedad para el Estudio de la Argu· mentación de Ontario (Ontario Society for the Study of Argumentation, OSSA) y la Asocia· ción Forense Americana (American Forensic Association, AFA), tma división de la Asocia­ción Nacional de la Comunicación (National Communication Association). Estas institucio­nes organizan regularmente conferencias internacionales sobre argumentación, que tainbién son multidisciplinarias. Las revistas especializadas más prominentes, que se dedican por completo al estudio de la argumentación, son: Argwnmfation, Informal Logic y Argrunenfation and Advocacy. La revista Argumetrfation tiene además una serie de libros que la acompaña: Argumenta/ion Libran; .

Hace algunos años un grupo internacional de estudiosos de la argumentación publicó Fundamentals of Argumentafion Tlleon; (van Eemeren et al. 1996), que recoge una visión gene­ral de los avances que se han producido en el estudio de la argumentación. En este libro se

i

1

1

11

1

12 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOORST / ARGUMENTACION, COMUNICACiON Y FA!.J\CIAS

discuten los enfoques más influyentes del estudio de la argumentación y algunas otras con­tribuciones importantes, que tienen tul alcance más restringido. Una característica notable de todas estas contribuciones modernas a la teoría de la argumentación es que todavía están fuertemente influenciadas por la retórica y la dialéctica clásicas y postclásicas y, en la mayo­rla de los casos, también por enfoques mucho más recientes, como el modelo de análisis de Toulmin (1958) y la "nueva retórica" de Perelman (1958). Esto no sólo se aplica a un enfoque descriptivo, como el "argumentativismo radical", desarrollado por los lingüistas franceses Anscombre y Ducrot (1983), que consideran que toda forma de uso del lenguaje tiene un aspecto argumentativo (véase Nolke 1992), sino también al enfoque normativo de la argu­mentación, conocido como "lógica informal", introducido y desarrollado por los filósofos norteamericanos Jolmson y Blair (1983) y sus colegas, y orientado a desarrollar normas y procedimientos que permitan interpretar, evaluar y construir argumentaciones (véase J olmson 2000). Siguiendo a Toulmin y a Perelman, éstos y otros teóricos de la argumentación han llegado al convencimiento de que el rol que la lógica formal y su criterio de "validez deductiva" deben cumplir en la teoría de la argumentación es relativamente modesto y que la validez deductiva no merece, de ninglllla manera, una posición de monopolio.

Las críticas de los lógicos informales al uso de la lógica formal se concentran en el hecho de que la validez deductiva es tma norma que resulta demasiado estricta y, por lo tanto, inapropiada para la evaluación de los argumentos del lenguaje cotidiano. Si este criterio de validez deductiva se mantuviera sin ninglllla restricción, casi todas las argumentaciones re­sultarían inválidas, aunque no fuera más que por el hecho de que en el lenguaje cotidiano siempre hay algtulos elementos que permanecen implícitos. Este tipo de crítica fue expresa­do de la manera más categórica por Govier (1987). En la actualidad, hay algunos lógicos informales que toman tula poshtra diferente. Un gran defensor del"deductivismo", tan des­preciado por Govier, es Groarke (1992), quien sostiene que todos los buenos argumentos son deductivamente válidos y que éste es un punto de partida fructífero para el análisis y la evaluación de los argumentos del lenguaje natural. Groarke aboga por tul "deductivismo reconstructivo", un procedimiento no muy diferente del que adoptamos por propósitos prác­ticos en Argumentación, Comunicación y Falacias, cuando señalamos que al explicitar las premisas implícitas uno debería tratar de hacer que el argumento fuera deductivamene válido.

La influencia de la dialéctica clásica se manifiesta más claramente en el trabajo de los "nuevos dialécticos", que tratan a la argumentación como parte de tul procedimiento para resolver una diferencia de opinión por medio de lUla discusión reglamentada. Esto ya era así en el libro de Barth y Krabbe From Axiom lo Dialogue (1982), donde se describe un procedi­miento "formal-dialéctico" para determinar si tul ptu1to de vista puede ser sostenido a la luz de ciertos ptmtos de partida o "concesiones", y también en nuestro propio libro anterior (1984). Más recientemente,la dialéctica clásica ha sido una fuente de inspiración fundamen­tal para la obra de Walton y Krabbe Commitment and Dialogue (1995) y nuestras propias publi­caciones pragma-dialécticas más recientes (1995a,b). Alrededor de 1985, Walton ha dado tul

giro pragmático que ha resultado en su aceptación de la postura de que, cuando se tratan las falacias, la (in)validez lógica no es la única norma. Desde Arguer's Posílion (1985b) e Informal Fallacies (1987b) continuando con A Pragmalic TheoryofFal/acy(1995) y Argumenflllion Selle mes for Presumptive Reasoning (1996) -para nombrar sólo unos pocos de sus numerosos libros­Walton examina, por medio del estudio de casos, en qué contextos y en qué situaciones tu1a

¡; '

PROLOGO A !.JI TRADUCCIÓN ESPAROI.JI 13

falacia es realmente w1a falacia y cuándo cierto paso (move) realmente n~ ~!S una falac~a en

b 1 t ino un p.so (move) correcto dentro de la discusión. Su conclus10n es que extsten a souo,s · En diversos tipos de diálogos, que constituyen diferentes tipos de contextos argu~entativ?_s.

· ió las falacias son "desplazamientos dialécticos" incorrectos desde tm hpodedtalogo suopm n, . , ·' . a otro. Walton y Krabbe (1995) usan esta idea como ptmto de partida pa.ra t~~nas tutenore~.

En años recientes, también se ha producido una poderosa revalonzac10n ?e la retónca, ha debilitado la profunda división que existía entre la retórica y la dialéctica y ha hecho

que r·os teóricos de la argumentación se hagan conscientes de que el estudio retórico de la que va' ., 'd Id'¡· ti d 'ó no es por sí mismo incompatible con la mantennon de un ' ea ta ec co e persuast n , , . razonabilidad crítica. En la misma línea, Houtlosser y yo (1999, 2000) hem?s. estado mtentan-do una integración metódica de intuiciones provenientes d~l ámbito retonco en el ~étodo pragma-dialéctico para el análisis del discurso argumentativo. Sostenemos que extste una meta retórica correspondiente a cada lUla de las etapas dialécticas d~l proceso ~e re~~lver lUla diferencia de opinión. En nuestra concepción, un texto argumentativo o w1a dtscuswn se pueden reconstruir más completamente, y se puede dar más completa cue.nta de esta re_c~ns­trucción, si en cada etapa dialéctica se toman en consideración las maruobras est~ateg~~as usadas en la selección del "potencial tópico" (los posibles pasos (m?ve~) de la dtsc~s!On) disponible en la etapa en cuestión, adaptándose a los deseos de la a~dte!.l:ta y us~ndo ctertos mecanismos de presentación. Éste es tm primer ejemplo de investiganon ultenor que e.stá estrechamente conectada con el enfoque de la argumentación expuesto en Argwnentac¡Óll,

Comunicación y Falacias. . Un segundo ejemplo, relacionado con este, es el que proporcionamos en RecOI.!Structmg

Arg!lmentative Discourse (1993), un libro que Grootendorst y yo escribimos e~ con¡unt? con Jackson y Jacobs (véase también 1997). Allí mostramos qué se pueden hacer dtvers.as afuma· ciones fundadas empíricamente respecto a la función, la estructura y el contem~o de l~s intercambios argumentativos. Una primera fWldamentación empírica en favor d: dtchas a~~r­maciones proviene de,la evidencia etnográfica. Otras fuentes se f~dan .en la .mformacwn comparativa del discurso en general y de otras estructuras y estrategtas dtscurstv.as conv:n­cionales. Por ejemplo, en el modelo de confrontación estándar, el confrontador pnmero atsla una aseveración hecha por el confrontado y la pone en su mira, sometiendo luego al confro~­tado a una interrogación que hace surgir de él premisas que más tarde se verá que contradi­cen el ptulto de partida original. A menudo, el confrontador presenta entonces expr~same.nte la obvia inconsistencia, en una especie de" dimax" (por ejemplo, una pregunta retónca) dtse­ñado para hacer que el confrontado se retracte del ptu1to de vista original. E~ el caso d~ lo.s diálogos, otra fuente de fundamentación empírica puede venir de ~iversos ~tgnos que mdt­can cómo perciben los mismos participantes la fuerza argumentahva del dtscurso. Pau~a~, rellenos ("ah" 0 "bueno"), cortes y vueltas a empezar son, todas, características vocales ~pi­cas de tma orientación de la conversación hacia giros "no-preferidos". Los signos, organ~za­dos reflexivamente, relacionados con cómo perciben los participantes lo que es~á sucedt~n­do son tula fuente importante de evidencia empírica. Ninguna de las fuentes de mformactón

' · · t pretadas en acerca de lo que se está argumentando funciona sola, todas necesttan ser m er . , relación a algún conocimiento de los antecedentes culturales del evento de habla en cues~!On y con la ayuda de tma intuición entrenada respecto a la conducción del disctuSO argumen~a~vo. La aceptabilidad de cualquier reconstrucción particular de tul discurso depende, en ultllllO

i

1

1

11

1

12 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOORST / ARGUMENTACION, COMUNICACiON Y FA!.J\CIAS

discuten los enfoques más influyentes del estudio de la argumentación y algunas otras con­tribuciones importantes, que tienen tul alcance más restringido. Una característica notable de todas estas contribuciones modernas a la teoría de la argumentación es que todavía están fuertemente influenciadas por la retórica y la dialéctica clásicas y postclásicas y, en la mayo­rla de los casos, también por enfoques mucho más recientes, como el modelo de análisis de Toulmin (1958) y la "nueva retórica" de Perelman (1958). Esto no sólo se aplica a un enfoque descriptivo, como el "argumentativismo radical", desarrollado por los lingüistas franceses Anscombre y Ducrot (1983), que consideran que toda forma de uso del lenguaje tiene un aspecto argumentativo (véase Nolke 1992), sino también al enfoque normativo de la argu­mentación, conocido como "lógica informal", introducido y desarrollado por los filósofos norteamericanos Jolmson y Blair (1983) y sus colegas, y orientado a desarrollar normas y procedimientos que permitan interpretar, evaluar y construir argumentaciones (véase J olmson 2000). Siguiendo a Toulmin y a Perelman, éstos y otros teóricos de la argumentación han llegado al convencimiento de que el rol que la lógica formal y su criterio de "validez deductiva" deben cumplir en la teoría de la argumentación es relativamente modesto y que la validez deductiva no merece, de ninglllla manera, una posición de monopolio.

Las críticas de los lógicos informales al uso de la lógica formal se concentran en el hecho de que la validez deductiva es tma norma que resulta demasiado estricta y, por lo tanto, inapropiada para la evaluación de los argumentos del lenguaje cotidiano. Si este criterio de validez deductiva se mantuviera sin ninglllla restricción, casi todas las argumentaciones re­sultarían inválidas, aunque no fuera más que por el hecho de que en el lenguaje cotidiano siempre hay algtulos elementos que permanecen implícitos. Este tipo de crítica fue expresa­do de la manera más categórica por Govier (1987). En la actualidad, hay algunos lógicos informales que toman tula poshtra diferente. Un gran defensor del"deductivismo", tan des­preciado por Govier, es Groarke (1992), quien sostiene que todos los buenos argumentos son deductivamente válidos y que éste es un punto de partida fructífero para el análisis y la evaluación de los argumentos del lenguaje natural. Groarke aboga por tul "deductivismo reconstructivo", un procedimiento no muy diferente del que adoptamos por propósitos prác­ticos en Argumentación, Comunicación y Falacias, cuando señalamos que al explicitar las premisas implícitas uno debería tratar de hacer que el argumento fuera deductivamene válido.

La influencia de la dialéctica clásica se manifiesta más claramente en el trabajo de los "nuevos dialécticos", que tratan a la argumentación como parte de tul procedimiento para resolver una diferencia de opinión por medio de lUla discusión reglamentada. Esto ya era así en el libro de Barth y Krabbe From Axiom lo Dialogue (1982), donde se describe un procedi­miento "formal-dialéctico" para determinar si tul ptu1to de vista puede ser sostenido a la luz de ciertos ptmtos de partida o "concesiones", y también en nuestro propio libro anterior (1984). Más recientemente,la dialéctica clásica ha sido una fuente de inspiración fundamen­tal para la obra de Walton y Krabbe Commitment and Dialogue (1995) y nuestras propias publi­caciones pragma-dialécticas más recientes (1995a,b). Alrededor de 1985, Walton ha dado tul

giro pragmático que ha resultado en su aceptación de la postura de que, cuando se tratan las falacias, la (in)validez lógica no es la única norma. Desde Arguer's Posílion (1985b) e Informal Fallacies (1987b) continuando con A Pragmalic TheoryofFal/acy(1995) y Argumenflllion Selle mes for Presumptive Reasoning (1996) -para nombrar sólo unos pocos de sus numerosos libros­Walton examina, por medio del estudio de casos, en qué contextos y en qué situaciones tu1a

¡; '

PROLOGO A !.JI TRADUCCIÓN ESPAROI.JI 13

falacia es realmente w1a falacia y cuándo cierto paso (move) realmente n~ ~!S una falac~a en

b 1 t ino un p.so (move) correcto dentro de la discusión. Su conclus10n es que extsten a souo,s · En diversos tipos de diálogos, que constituyen diferentes tipos de contextos argu~entativ?_s.

· ió las falacias son "desplazamientos dialécticos" incorrectos desde tm hpodedtalogo suopm n, . , ·' . a otro. Walton y Krabbe (1995) usan esta idea como ptmto de partida pa.ra t~~nas tutenore~.

En años recientes, también se ha producido una poderosa revalonzac10n ?e la retónca, ha debilitado la profunda división que existía entre la retórica y la dialéctica y ha hecho

que r·os teóricos de la argumentación se hagan conscientes de que el estudio retórico de la que va' ., 'd Id'¡· ti d 'ó no es por sí mismo incompatible con la mantennon de un ' ea ta ec co e persuast n , , . razonabilidad crítica. En la misma línea, Houtlosser y yo (1999, 2000) hem?s. estado mtentan-do una integración metódica de intuiciones provenientes d~l ámbito retonco en el ~étodo pragma-dialéctico para el análisis del discurso argumentativo. Sostenemos que extste una meta retórica correspondiente a cada lUla de las etapas dialécticas d~l proceso ~e re~~lver lUla diferencia de opinión. En nuestra concepción, un texto argumentativo o w1a dtscuswn se pueden reconstruir más completamente, y se puede dar más completa cue.nta de esta re_c~ns­trucción, si en cada etapa dialéctica se toman en consideración las maruobras est~ateg~~as usadas en la selección del "potencial tópico" (los posibles pasos (m?ve~) de la dtsc~s!On) disponible en la etapa en cuestión, adaptándose a los deseos de la a~dte!.l:ta y us~ndo ctertos mecanismos de presentación. Éste es tm primer ejemplo de investiganon ultenor que e.stá estrechamente conectada con el enfoque de la argumentación expuesto en Argwnentac¡Óll,

Comunicación y Falacias. . Un segundo ejemplo, relacionado con este, es el que proporcionamos en RecOI.!Structmg

Arg!lmentative Discourse (1993), un libro que Grootendorst y yo escribimos e~ con¡unt? con Jackson y Jacobs (véase también 1997). Allí mostramos qué se pueden hacer dtvers.as afuma· ciones fundadas empíricamente respecto a la función, la estructura y el contem~o de l~s intercambios argumentativos. Una primera fWldamentación empírica en favor d: dtchas a~~r­maciones proviene de,la evidencia etnográfica. Otras fuentes se f~dan .en la .mformacwn comparativa del discurso en general y de otras estructuras y estrategtas dtscurstv.as conv:n­cionales. Por ejemplo, en el modelo de confrontación estándar, el confrontador pnmero atsla una aseveración hecha por el confrontado y la pone en su mira, sometiendo luego al confro~­tado a una interrogación que hace surgir de él premisas que más tarde se verá que contradi­cen el ptulto de partida original. A menudo, el confrontador presenta entonces expr~same.nte la obvia inconsistencia, en una especie de" dimax" (por ejemplo, una pregunta retónca) dtse­ñado para hacer que el confrontado se retracte del ptu1to de vista original. E~ el caso d~ lo.s diálogos, otra fuente de fundamentación empírica puede venir de ~iversos ~tgnos que mdt­can cómo perciben los mismos participantes la fuerza argumentahva del dtscurso. Pau~a~, rellenos ("ah" 0 "bueno"), cortes y vueltas a empezar son, todas, características vocales ~pi­cas de tma orientación de la conversación hacia giros "no-preferidos". Los signos, organ~za­dos reflexivamente, relacionados con cómo perciben los participantes lo que es~á sucedt~n­do son tula fuente importante de evidencia empírica. Ninguna de las fuentes de mformactón

' · · t pretadas en acerca de lo que se está argumentando funciona sola, todas necesttan ser m er . , relación a algún conocimiento de los antecedentes culturales del evento de habla en cues~!On y con la ayuda de tma intuición entrenada respecto a la conducción del disctuSO argumen~a~vo. La aceptabilidad de cualquier reconstrucción particular de tul discurso depende, en ultllllO

14 FRANS H. VAN EEMEREN • RDB GROOTENDORST / ARGliMENTACIÓN, CO.\WNICAC/Óil Y fAlACIAS

término, de su coherencia general, de su capacidad de dar cuenta de los detalles del texto y de su consistencia con otras informaciones relativas a ese caso particular, a cómo funcionan otros casos relacionados del mismo tipo y a lo que se sabe sobre cómo funciona el discurso en general.

Un tercer ejemplo de investigación ulterior es la realizada por Snoeck Henkemans en Analysing Complex Argumenlation (1992), donde proporciona una explicación más refinada del análisis pragma-dialéctico de la estructura de la argumentación. A pesar de las diferen­cias en la terminología, en las descripciones y en las diagramaciones de las estructuras argumentativas, las distinciones que hacen otros teóricos de la argumentación son muy simi­lares a las distinciones pragma-dialécticas. Un problema presente en todos los enfoques es la distinción entre lo que nosotros llamamos argumentación "coordinada" y argumentación "mtíltiple". Snoeck Henkemans busca una solución en la situación dialógica, donde la argu­mentación coordinada cumple una función diferente a la de la argumentación múltiple. Una adición útil, hecha desde tm trasfondo teórico diferente, es la aportada por Freeman en Dialeclics and the Macrostructure of Arguments (1991), donde se presenta un sistema notacional especial para la representación de los contraargumentos y de los argumentos hipotéticos o suposicionales. Snoeck Henkemans también discute la ubicación de los contraargumentos y de las refutaciones de los contra argumentos en la perspectiva pragma-dialéctica de la estruc­tura argumentativa.

Un cuarto ejemplo de investigación pragma-dialéctica ulterior lo constihtyen los tests empíricos de carácter experimental, realizados en el estudio de las falacias, para medir el grado en que las normas desarrolladas sobre bases teóricas concuerdan con las normas favo­recidas por los participantes corrientes del discurso argumentativo. Partiendo de las reglas pragma·dialécticas de la discusión, Meuffels y yo (junto con Verburg, 2000) hemos comenza­do una serie de tests orientados a obtener mayor claridad sobre estos asuntos. Allí examina­mos metódicamente si acaso, y con cuánta fuerza, los diferentes tipos de violaciones de las diversas reglas de la discusión son considerados como pasos (moves) "incorrectos" por los críticos corrientes. De esta manera esperamos poder determinar la validez "convencional" {intersubjetiva) de las reglas pragma-dialécticas de la discusión, cuyo "problema de vali­dez", es decir, su adecuación para realizar la tarea para la cual han sido diseñadas, ya ha sido establecido.

fRANS H. VAN EEMEREN

University of Amsterdam

PREFACIO

Concordamos plenamente con Gilbert Harman (1986) cuando sostiene que existe una dife­rencia de categoría entre las "reglas de inferencia" y las "reglas de implicación". No se debe conftmdir tm cambio de opinión razonado con la prueba lógica de tma conclusión. En nues­tra opinión, esta separación de la lógica debe ser llevada incluso más lejos. Si aquello en lo que estamos interesados es la inferencia argumentativa, el cambio de opinión razonado debe ponerse en el contexto de una comunicación en la cual una parte intenta convencer a la otra de la aceptabilidad de tm punto de vista. Esto no significa que la lógica no tenga ningún rol que jugar en el estudio de la argumentación. Una diferencia de opinión solo puede ser resuel­ta si el discurso argumentativo satisface un conjunto de normas que rigen la discusión crítica. Y la validez lógica tiene su propio y preciso lugar entre las múltiples normas que forman las "reglas de una discusión crítica".

En la presente obra,,una discusión crítica es concebida como un procedimiento interactivo que aptmta a resolver tma diferencia de opinión mediante tm intercambio regular de actos de habla. La perspectiva que proporcionamos está basada en un marco teórico que permite ana­lizar y evaluar el discurso argumentativo como una discusión crítica. Le prestamos una aten­ción especial a aquello que puede fallar en las diversas etapas de la discusión crítica y mos­tramos que las maniobras verbales tradicionalmente conocidas como falacias pueden ser con­sideradas como violaciones especüicas de las reglas de una discusión crítica.

El propósito general de la obra es aclarar, para nuestros colegas y estudiantes interesados, nuestra propia perspectiva pragma-dialéctica sobre el análisis y la evaluación del discurso argumentativo. Esta perspectiva reúne intuiciones pragmáticas, relativas a los actos de ha­bla, e intuiciones dialécticas, relativas a la discusión crítica. A pesar de que frecuentemente hacemos referencia a la literatura sobre el tema, evitaremos hacer comparaciones detalladas con otros enfoques. Las revisiones que contrastan nuestro enfoque con otros, al igual que la exposición detallada de elaboraciones ulteriores y aplicaciones de nuestro enfoque, deberán esperar para otra ocasión. Confiamos en que aquellos que le otorgan importancia al método apreciarán que hayamos puesto estos límites a nuestras ambiciones.

14 FRANS H. VAN EEMEREN • RDB GROOTENDORST / ARGliMENTACIÓN, CO.\WNICAC/Óil Y fAlACIAS

término, de su coherencia general, de su capacidad de dar cuenta de los detalles del texto y de su consistencia con otras informaciones relativas a ese caso particular, a cómo funcionan otros casos relacionados del mismo tipo y a lo que se sabe sobre cómo funciona el discurso en general.

Un tercer ejemplo de investigación ulterior es la realizada por Snoeck Henkemans en Analysing Complex Argumenlation (1992), donde proporciona una explicación más refinada del análisis pragma-dialéctico de la estructura de la argumentación. A pesar de las diferen­cias en la terminología, en las descripciones y en las diagramaciones de las estructuras argumentativas, las distinciones que hacen otros teóricos de la argumentación son muy simi­lares a las distinciones pragma-dialécticas. Un problema presente en todos los enfoques es la distinción entre lo que nosotros llamamos argumentación "coordinada" y argumentación "mtíltiple". Snoeck Henkemans busca una solución en la situación dialógica, donde la argu­mentación coordinada cumple una función diferente a la de la argumentación múltiple. Una adición útil, hecha desde tm trasfondo teórico diferente, es la aportada por Freeman en Dialeclics and the Macrostructure of Arguments (1991), donde se presenta un sistema notacional especial para la representación de los contraargumentos y de los argumentos hipotéticos o suposicionales. Snoeck Henkemans también discute la ubicación de los contraargumentos y de las refutaciones de los contra argumentos en la perspectiva pragma-dialéctica de la estruc­tura argumentativa.

Un cuarto ejemplo de investigación pragma-dialéctica ulterior lo constihtyen los tests empíricos de carácter experimental, realizados en el estudio de las falacias, para medir el grado en que las normas desarrolladas sobre bases teóricas concuerdan con las normas favo­recidas por los participantes corrientes del discurso argumentativo. Partiendo de las reglas pragma·dialécticas de la discusión, Meuffels y yo (junto con Verburg, 2000) hemos comenza­do una serie de tests orientados a obtener mayor claridad sobre estos asuntos. Allí examina­mos metódicamente si acaso, y con cuánta fuerza, los diferentes tipos de violaciones de las diversas reglas de la discusión son considerados como pasos (moves) "incorrectos" por los críticos corrientes. De esta manera esperamos poder determinar la validez "convencional" {intersubjetiva) de las reglas pragma-dialécticas de la discusión, cuyo "problema de vali­dez", es decir, su adecuación para realizar la tarea para la cual han sido diseñadas, ya ha sido establecido.

fRANS H. VAN EEMEREN

University of Amsterdam

PREFACIO

Concordamos plenamente con Gilbert Harman (1986) cuando sostiene que existe una dife­rencia de categoría entre las "reglas de inferencia" y las "reglas de implicación". No se debe conftmdir tm cambio de opinión razonado con la prueba lógica de tma conclusión. En nues­tra opinión, esta separación de la lógica debe ser llevada incluso más lejos. Si aquello en lo que estamos interesados es la inferencia argumentativa, el cambio de opinión razonado debe ponerse en el contexto de una comunicación en la cual una parte intenta convencer a la otra de la aceptabilidad de tm punto de vista. Esto no significa que la lógica no tenga ningún rol que jugar en el estudio de la argumentación. Una diferencia de opinión solo puede ser resuel­ta si el discurso argumentativo satisface un conjunto de normas que rigen la discusión crítica. Y la validez lógica tiene su propio y preciso lugar entre las múltiples normas que forman las "reglas de una discusión crítica".

En la presente obra,,una discusión crítica es concebida como un procedimiento interactivo que aptmta a resolver tma diferencia de opinión mediante tm intercambio regular de actos de habla. La perspectiva que proporcionamos está basada en un marco teórico que permite ana­lizar y evaluar el discurso argumentativo como una discusión crítica. Le prestamos una aten­ción especial a aquello que puede fallar en las diversas etapas de la discusión crítica y mos­tramos que las maniobras verbales tradicionalmente conocidas como falacias pueden ser con­sideradas como violaciones especüicas de las reglas de una discusión crítica.

El propósito general de la obra es aclarar, para nuestros colegas y estudiantes interesados, nuestra propia perspectiva pragma-dialéctica sobre el análisis y la evaluación del discurso argumentativo. Esta perspectiva reúne intuiciones pragmáticas, relativas a los actos de ha­bla, e intuiciones dialécticas, relativas a la discusión crítica. A pesar de que frecuentemente hacemos referencia a la literatura sobre el tema, evitaremos hacer comparaciones detalladas con otros enfoques. Las revisiones que contrastan nuestro enfoque con otros, al igual que la exposición detallada de elaboraciones ulteriores y aplicaciones de nuestro enfoque, deberán esperar para otra ocasión. Confiamos en que aquellos que le otorgan importancia al método apreciarán que hayamos puesto estos límites a nuestras ambiciones.

AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, queremos manifestar que una parte significativa de este libro está basada en el trabajo que hemos realizado con Tjark Kruiger en la Universidad de Amsterdam. Trudy Govier y John Woods, gracias a sus valiosos y detallados comentarios de versiones anteriores del manuscrito, nos ayudaron a centrar la temática del libro. Queremos agradecerles a ambos por las estimulantes discusiones que tuvimos con ellos durante su estadía en nuestro Depar­tamento en 1987 y 1988. Agradecemos también a Maurice Finocchiaro y a Charles Willard por la cuidadosa atención que prestaron al manuscrito y a Anthony Blair por sus meditadas reacciones a algunas de nuestras discusiones.

El trabajo cuyo fruto es este libro recibió el apoyo correspondiente a nuestra membrecía en el Instihtto Neerlandés para la Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (NIAS). Tenemos una proftmda deuda de gratitud con la Academia Real Neerlandesa de Arte y Cien­cias, por propordonarn!JS la oporhtnidad de establecer un grupo de investigación sobre "las falacias como violaciones a las reglas del discurso argumentativo" y por permitimos pasar el año académico 1989-1990 en la compañía de expertos en argumentación del NIAS.

Los miembros del grupo del NIAS, Douglas Walton, John Woods, Scott Jacobs, Sally Jackson, Agnes Haft-van Rees, Agnes Verbiest y Charles Willard, nos estimularon a terminar el libro, haciéndonos sugerencias útiles para este propósito. Esperamos que el resultado final dará testimonio de que hemos hecho buen uso de sus comentarios, a veces radicales y

demoledores. Eveline Feteris, miembro de la Academia Real Neerlandesa de Arte y Ciencias, y nuestros

ayudantes de investigación Rinke Berkenbosch, Susanne Gerritsen, Peter Houtlosser, Willem Koetsenruijter, Pauline Slot, Francisca Snoeck Henkemans y Erik Viskil nos ayudaron a com­pletar las notas y la bibliografía. Agradecemos también a los anónimos informantes de la editorial Lawrence Erlbaum Associates.

Frrms H. van Eemeren Rob Grootendorst

AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, queremos manifestar que una parte significativa de este libro está basada en el trabajo que hemos realizado con Tjark Kruiger en la Universidad de Amsterdam. Trudy Govier y John Woods, gracias a sus valiosos y detallados comentarios de versiones anteriores del manuscrito, nos ayudaron a centrar la temática del libro. Queremos agradecerles a ambos por las estimulantes discusiones que tuvimos con ellos durante su estadía en nuestro Depar­tamento en 1987 y 1988. Agradecemos también a Maurice Finocchiaro y a Charles Willard por la cuidadosa atención que prestaron al manuscrito y a Anthony Blair por sus meditadas reacciones a algunas de nuestras discusiones.

El trabajo cuyo fruto es este libro recibió el apoyo correspondiente a nuestra membrecía en el Instihtto Neerlandés para la Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (NIAS). Tenemos una proftmda deuda de gratitud con la Academia Real Neerlandesa de Arte y Cien­cias, por propordonarn!JS la oporhtnidad de establecer un grupo de investigación sobre "las falacias como violaciones a las reglas del discurso argumentativo" y por permitimos pasar el año académico 1989-1990 en la compañía de expertos en argumentación del NIAS.

Los miembros del grupo del NIAS, Douglas Walton, John Woods, Scott Jacobs, Sally Jackson, Agnes Haft-van Rees, Agnes Verbiest y Charles Willard, nos estimularon a terminar el libro, haciéndonos sugerencias útiles para este propósito. Esperamos que el resultado final dará testimonio de que hemos hecho buen uso de sus comentarios, a veces radicales y

demoledores. Eveline Feteris, miembro de la Academia Real Neerlandesa de Arte y Ciencias, y nuestros

ayudantes de investigación Rinke Berkenbosch, Susanne Gerritsen, Peter Houtlosser, Willem Koetsenruijter, Pauline Slot, Francisca Snoeck Henkemans y Erik Viskil nos ayudaron a com­pletar las notas y la bibliografía. Agradecemos también a los anónimos informantes de la editorial Lawrence Erlbaum Associates.

Frrms H. van Eemeren Rob Grootendorst

SUMARIO

Prólogo de los traductores

Prólogo a la traducción espmlola

Prefacio

Agradecimientos

PRlMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO 1

El enfoque pragma-dialéctico

CAPITULO Il

Puntos de vista y difermcias de opinión

CAPITULO III La argumentación cot/10 1111 acto de habla complejo

CArfruw IV Los actos de habla en la discusión crítica

CAPITULO V

Actos de !tabla implícitos y actos de habla indirectos

CAPITULO VI Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

CAPITULO VII Las estructuras de argumentación complejas

7

11

15

17

23

33

47

55

65

81

95

CAPITULO VIII

SEGUNDA PARTE

CoMUNICACióN Y FALACIAS

Análisis y evaluación del discurso argumentativo

CAPÍTULO IX

Falacias en la etapa de confrontación

CAPITULO X

Falacias en/a distribución de los roles de la discusión

CAPITULO XI Falacias en la representación de los puntos de vista

CAPITULO XII Falacias en la elección de los medios de defensa

CAPITULO XIII Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

CAPITULO XIV Falacias en la utilización de los puntos de partida

CArfruLOXV Falacias en la utilización de los esq11emas argumentativos

CAPITULO XVI Falacias en la utilización de /as formas lógicas de la argrmzentación

CAPITULO XVII Falacias en/a etapa de clausura de la discusión

CAPITULO XVIII Falacias m el uso de/lenguaje

CAPITULO XIX C01zclusión

Epz1ogo

Bibliografía

lndice Onomástico

Indice de Materias

113

127

135

143

151

159

167

177

187

201

211

223

231

233

243

247

SUMARIO

Prólogo de los traductores

Prólogo a la traducción espmlola

Prefacio

Agradecimientos

PRlMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO 1

El enfoque pragma-dialéctico

CAPITULO Il

Puntos de vista y difermcias de opinión

CAPITULO III La argumentación cot/10 1111 acto de habla complejo

CArfruw IV Los actos de habla en la discusión crítica

CAPITULO V

Actos de !tabla implícitos y actos de habla indirectos

CAPITULO VI Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

CAPITULO VII Las estructuras de argumentación complejas

7

11

15

17

23

33

47

55

65

81

95

CAPITULO VIII

SEGUNDA PARTE

CoMUNICACióN Y FALACIAS

Análisis y evaluación del discurso argumentativo

CAPÍTULO IX

Falacias en la etapa de confrontación

CAPITULO X

Falacias en/a distribución de los roles de la discusión

CAPITULO XI Falacias en la representación de los puntos de vista

CAPITULO XII Falacias en la elección de los medios de defensa

CAPITULO XIII Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

CAPITULO XIV Falacias en la utilización de los puntos de partida

CArfruLOXV Falacias en la utilización de los esq11emas argumentativos

CAPITULO XVI Falacias en la utilización de /as formas lógicas de la argrmzentación

CAPITULO XVII Falacias en/a etapa de clausura de la discusión

CAPITULO XVIII Falacias m el uso de/lenguaje

CAPITULO XIX C01zclusión

Epz1ogo

Bibliografía

lndice Onomástico

Indice de Materias

113

127

135

143

151

159

167

177

187

201

211

223

231

233

243

247

PRIMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO I El enfoqrte pragma-dia/éctico

CAPITULO 11

Puntos de vista y diferencias de opinión

CAPITULO III La argumentación como zm acto

de 1mb/a complejo

CAPITULO IV Los actos de 1mb/a en la discrtsión crítica

CAPITULO V Actos de habla implícitos y actos

de habla indirectos

CAPITULO VI Lns premisas implícitas en el diswrso

argumentativo

CAPITULO VII Lns estructuras de argumentación

complejas

PRIMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO I El enfoqrte pragma-dia/éctico

CAPITULO 11

Puntos de vista y diferencias de opinión

CAPITULO III La argumentación como zm acto

de 1mb/a complejo

CAPITULO IV Los actos de 1mb/a en la discrtsión crítica

CAPITULO V Actos de habla implícitos y actos

de habla indirectos

CAPITULO VI Lns premisas implícitas en el diswrso

argumentativo

CAPITULO VII Lns estructuras de argumentación

complejas

CAPIIUW 1

El enfoque pragma-dialéctico

1. Los estudios de la argumentación

En la última década el estudio de la argumentación se ha desarrollado hasta convertirse en un campo de estudio independiente.1 Esta evolución se ha logrado gracias al impulso interdisdplinario de filósofos, lógicos formales e informales, analistas del discurso y de la conversación, estudiosos de la comunicación y representantes de otras disciplinas. Depen­diendo de la perspectiva acerca del discurso argumentativo que se tome como ptmto de par­tida, se han articulado diferentes esbozos de paradigma. La nueva retórica de Chaim Perelman y Lude Olbrechts-Tyteca, el marco analítico deStephen Toulmin, la problematología de Michel Meyer, la epistémica social de Charles Willard, la lógica informal de Anthony Blair y Ralph Jolmson, el enfoque postestándar de las falacias de Jolm Woods y Douglas Walton, la lógica natural de Jean-Blaize Grize, la dialéctica formal de Else Barth y Erick Krabbe, y varias otras contribuciones teóricas, c?nstih1yen hoy marcos teóricos bastante desarrollados para el estu­dio de la argumentación.2

El estudio de la argumentación ha estado dominado durante largo tiempo, tanto en Norteamérica como en Europa, por las obras de Toulmin y Perelman. Tanto Toulmin como Perelman trataron de presentar 1ma alternativa a la lógica formal que fuera más adecuada para analizar la argumentación cotidiana. Ambos Jo hicieron tomando como modelo inicial los procedimientos racionales del razonamiento legal. Sin embargo, en nuestra opinión, el resultado no es completamente satisfactorio en ninglmo de Jos dos casos. Esto se debe, al menos en parte, a su inadvertido prejuicio de que la lógica no tiene nada que ofrecerle al análisis de la argumentación. Sin prestarles ninguna atención a los desarrollos modernos, consideran a la lógica formal como equivalente a la lógica silogística clásica o, en todo caso,la declaran inaplicable a los argumentos cotidianos.

1 El estudio de la argumentación wenta actualmente con su propia infraestructura académica de revistas (Arg¡uumla/iou, Argummlalio11 mrd Advocacy, Iuformal Wgic), series de libros (Siudies of Arg111uenlalio11 i11 Pragmalics aud Discolirse Aualysis, Foris Publications/Moulon de Gruyter), sociedades (American Forensic Association, Association for ltúormal Logic and Critica! Thinking. International Society for the Studyof Argumentation} y Con­gresos (AFA/SCA en Alta, USA; lnfonnal Logic en Windsor, Canadá; ISSAen Amsterdam, Holanda). 'Cf. Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958/1969), Toulmin (1958}, Meyer (1986a}, Willard (1989), Blair & johnson (1980), Woods & Walton (1982a, 1989), Grize (1982), Barth & Krabbe (1982).

CAPIIUW 1

El enfoque pragma-dialéctico

1. Los estudios de la argumentación

En la última década el estudio de la argumentación se ha desarrollado hasta convertirse en un campo de estudio independiente.1 Esta evolución se ha logrado gracias al impulso interdisdplinario de filósofos, lógicos formales e informales, analistas del discurso y de la conversación, estudiosos de la comunicación y representantes de otras disciplinas. Depen­diendo de la perspectiva acerca del discurso argumentativo que se tome como ptmto de par­tida, se han articulado diferentes esbozos de paradigma. La nueva retórica de Chaim Perelman y Lude Olbrechts-Tyteca, el marco analítico deStephen Toulmin, la problematología de Michel Meyer, la epistémica social de Charles Willard, la lógica informal de Anthony Blair y Ralph Jolmson, el enfoque postestándar de las falacias de Jolm Woods y Douglas Walton, la lógica natural de Jean-Blaize Grize, la dialéctica formal de Else Barth y Erick Krabbe, y varias otras contribuciones teóricas, c?nstih1yen hoy marcos teóricos bastante desarrollados para el estu­dio de la argumentación.2

El estudio de la argumentación ha estado dominado durante largo tiempo, tanto en Norteamérica como en Europa, por las obras de Toulmin y Perelman. Tanto Toulmin como Perelman trataron de presentar 1ma alternativa a la lógica formal que fuera más adecuada para analizar la argumentación cotidiana. Ambos Jo hicieron tomando como modelo inicial los procedimientos racionales del razonamiento legal. Sin embargo, en nuestra opinión, el resultado no es completamente satisfactorio en ninglmo de Jos dos casos. Esto se debe, al menos en parte, a su inadvertido prejuicio de que la lógica no tiene nada que ofrecerle al análisis de la argumentación. Sin prestarles ninguna atención a los desarrollos modernos, consideran a la lógica formal como equivalente a la lógica silogística clásica o, en todo caso,la declaran inaplicable a los argumentos cotidianos.

1 El estudio de la argumentación wenta actualmente con su propia infraestructura académica de revistas (Arg¡uumla/iou, Argummlalio11 mrd Advocacy, Iuformal Wgic), series de libros (Siudies of Arg111uenlalio11 i11 Pragmalics aud Discolirse Aualysis, Foris Publications/Moulon de Gruyter), sociedades (American Forensic Association, Association for ltúormal Logic and Critica! Thinking. International Society for the Studyof Argumentation} y Con­gresos (AFA/SCA en Alta, USA; lnfonnal Logic en Windsor, Canadá; ISSAen Amsterdam, Holanda). 'Cf. Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958/1969), Toulmin (1958}, Meyer (1986a}, Willard (1989), Blair & johnson (1980), Woods & Walton (1982a, 1989), Grize (1982), Barth & Krabbe (1982).

24 FRANS H. VAN EEME~EN- Ros GROOTENDORST 1 A~GUM¿NTACION, COMUNICACION y f~IACJAS

Aún más importante es que las alternativas que ofrecen Touhnin y Perelman fallan tam­bién al no reconocer a la argumentación como un fenómeno del uso del lenguaje cotidiano, que debería ser tratado como tal. Al trabajar con argumentos aislados, dejando de lado los aspectos pragmáticos del contexto verbal y no verbal del evento de habla en que ocurren, Toulmin y Perelman tienen menos que ofrecer al esh1dio de la argumentación, como alterna­tiva a la lógica formal, de lo que ellos pretenden.

Toulmin, en The Uses of Argument (1958), ofrece un modelo que se supone que refleja la estructura de los argumentos. Su modelo constituye una descripción de la forma procesal de los argumentos.. De acuerdo a Touhnin, esta forma procesal es "independiente de campo", es decir, independiente de los temas a los cuales el argumento se refiere. En su concepción, la validez del argumento no está determinada primariamente por su forma procesal, sino que depende de en qué medida el respaldo hace que la garantía sea aceptable. Como el contenido del respaldo -en oposición a su forma- se relaciona con la naturaleza del tema al cual el argumento es pertinente, Toulmin concluye que los criterios usados para evaluar la validez de los argumentos deben ser "dependientes de campo".

Dejando de lado algunas objeciones teóricaS importantes a las ideas de Toulmin, vale la pena señalar que su modelo es difícil de aplicar al discurso argumentativo de la vida real. En primer)ugar, la distinción crucial entre evidencias y garantías solo queda realmente clara en algunos ejemplos bien escogidos. En la práctica cotidiana, al tratar de aplicar sus definiciones, los dos tipos de proposición no se pueden distinguir. Esto reduce el modelo, en la práctica, a una variante del silogismo -o del entimema, en caso de que la garantía permanezca implícita.l

En Ln Nouvel/e Rhétorique, Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958/1969) ofrecieron una des­cripción de las técnicas de argumentación existentes en el momento. Ellos consideraron que 1ma argumentación era válida si lograba el efecto perseguido, esto es, si se producía acuerdo o más acuerdo con las proposiciones propuestas. Para esta concepción, por lo tanto, la vali­dez es equivalente a la efectividad conseguida con el "grupo objetivo". En sus publicaciones, la teoría de Perelman y Olbrechts-Tyteca se reduce a un inventario de tipos de elementos que pueden ~erv.ir como "puntos de partida" o "esquemas argumentativos" útiles para persuadir a la audiencia, la que puede ser una audiencia "particular" o la audiencia "universal". Como crítica, debemos señalar que las categorías presentes en el catálogo de Perelman y Olbrechts­Tyteca no están bien definidas y no son mutuamente excluyentes. Además, existen muchas otras debilidades que impiden su aplicación inequívoca al análisis de la argwnentación.4

Así como Perelman y Olbrechts-Tyteca usaron la tradición retórica como base para el desarrollo de una "nueva retórica", los protagonistas de una "nueva dialéctica", como Barth y Krabbe, establecen reglas dialécticas para las partes que argumentan y que quieren resolver sus disputas por medio de un diálogo crítico.5Entre los métodos empleados en este enfoque, y que dan forma a esta dialéctica, se incluyen los de Paul Lorenzen, Kuno Lorenz y otros

3 Para.tma evaluación má~ extens~ de los méritos y deméritos teóricos y prácticos de la contribución de Toulmin al

estudiO de la argut,nentactón, véase van Eemeren, Grootendorst & Kruiger (1987). 1 Para una e~aluanónmá~ exlensa de los mé~tos y deméritos teóricos y prácticos de la contribución de Perelman y

Olbrec.hts:~ teca al estudto de la argumentactón, véase van Eemeren, Grootendorst & Kruiger (1987). 5 Los stg~ficados de !os términ?S "retórica" y "dialéctica" pueden ser extendidos a tal extremo que pueden llegar a hacerse vtr~almen¡~ mlercambta~h?s. Pensamos, sin embargo, que es importan!e no oscurecer la distinción básica en que la ret~nca se. rebere ~¡arte de ~uenciar a una audiencia mediante un discurso efectivo y la dialéctica, al arle de resolver dtferenoas medtante tma diSputa regulada (cf. Finocchiaro, 1987b). Desde una perspectiva retórica, en tíltimo

CAP!TUW 1 1 EL ENfOQUC PRACA/A-OJALtCTJCO 25

miembros de la Escuela de Erlangen. También se han incorporado a este enfoque las ideas de teóricos de la argumentación como Rupert Crawshay-Williams y Ame Naess. La nomencla­tura de esta teoría de la argumentación se deriva de Charles Hamblin (1970): se considera "dialéctica" a una discusión crítica orientada a ponerle fin a una disputa y se la considera "formal" en tanto que está sometida a reglas estrictas.

2. Los componentes de un programa de investigación

Los eshtdiosos de la argumentación se interesan en indagar cómo se puede usar el discurso argumentativo para justificar o refutar racionalmente un punto de vista. En nuestra opinión, el discurso argumentativo debería ser estudiado, en consecuencia, como una instancia de la comunicación y las interacciones verbales normales y, al mismo tiempo, debería ser evalua­do en relación a un cierto estándar de razonabilidad. Si se considera a la pragmática como el estudio del uso del lenguaje, se puede reconocer la necesidad de esta convergencia de la idealización normativa y la descripción empírica concibiendo al estudio de la argumentación como parte de una "pragmática normativa".

Se requiere una perspectiva sobre el discurso argumentativo que supere tanto las limita­ciones del enfoque exclusivamente normativo, ejemplificado por la lógica moderna, como las limitaciones del enfoque exclusivamente descriptivo, ejemplificado por la lingüística con­temporánea. La mayoría de los lógicos modernos se restringen a una sistematización no empírica. La mayoría de los lingüistas contemporáneos, especialmente los analistas del dis· curso y de la conversación, se limitan a la pura observación "no sesgada". Sin embargo, el estudio de la argumentación no puede estar basado ni unilateralmente en la experiencia, ni unilateralmente en una mera construcción intelectual, sino que estos dos enfoques deben ser entretejidos en un programa de investigación integrador. Este programa de investigación debe crear una línea de comtmicación -tm trait d'unio11- entre lo normativo y lo descriptivo.6

Pensamos que los eStudiosos de la argumentación deberían abocarse a la tarea de clarifi­car de qué manera se puede superar la brecha entre el enfoque normativo y el enfoque des­criptivo. Los complejos problemas que están en juego aquí solo se pueden resolver de mane· ra adecuada con la ayuda de un programa de investigación integrador. En nuestra concep­ción, este programa incluye un componente filosófico, uno teórico, tmo analítico, uno empí· rico y uno práctico?

término siempre es la audiencia la que decide lo que es aceplable. En cambio, en una perspectiva dialéctica, la aceptabilidad de un paso (move) depende también de si es, de hecho, una contribución constructiva a la resolución de la diferencia. Por supuesto que se le podrfan poner tales restricciones ex temas a la aceplabilidad retórica que se la hiciera idéntica en la práctica a la aceplabi!idad dialéctica. En ese caso, las diferencias que permanecerían entre la retóric~ y la dialéctica serían principalmentecuesliones de proccdintiento y de énfasis. Cf. también Rescher {1977). 6 Entre los protagonistas de un enfoqUe puramenle normativo del estudio de la argumentación se encuentran Biro y Siegel (1991), quienes rechazan todos los enfoques descriptivos como conducentes al relativismo. Para una crftica del relativismo epistemológico contemporánen, véase Siegel (1987). Biro y Siegel sólo quieren aplicar eslándares normativos objelivos a los argumentos. Un enfoque puramente descriptivo del estudio de la argumentación es defendido por Willard (1983, 1989), quien rechaza iodos los enfoques normativos: "este campo de estudio no debe aliarse con ninguna "racionalidad" p~rticular, ni entretenerse en eslablecer jerarquías de "racionalidades"[ .. .]. El mejor programa consiste en estudiar la mirlada de manifeslaciones de la "racionalidad" y analizar sus variados usos" (1989, p. 167). Un~ defensa de la relatividad de los estándares (y de la autonomía de los campos) se encuentra en Willard (1983). 1 Cf. van Eemeren (1987).

24 FRANS H. VAN EEME~EN- Ros GROOTENDORST 1 A~GUM¿NTACION, COMUNICACION y f~IACJAS

Aún más importante es que las alternativas que ofrecen Touhnin y Perelman fallan tam­bién al no reconocer a la argumentación como un fenómeno del uso del lenguaje cotidiano, que debería ser tratado como tal. Al trabajar con argumentos aislados, dejando de lado los aspectos pragmáticos del contexto verbal y no verbal del evento de habla en que ocurren, Toulmin y Perelman tienen menos que ofrecer al esh1dio de la argumentación, como alterna­tiva a la lógica formal, de lo que ellos pretenden.

Toulmin, en The Uses of Argument (1958), ofrece un modelo que se supone que refleja la estructura de los argumentos. Su modelo constituye una descripción de la forma procesal de los argumentos.. De acuerdo a Touhnin, esta forma procesal es "independiente de campo", es decir, independiente de los temas a los cuales el argumento se refiere. En su concepción, la validez del argumento no está determinada primariamente por su forma procesal, sino que depende de en qué medida el respaldo hace que la garantía sea aceptable. Como el contenido del respaldo -en oposición a su forma- se relaciona con la naturaleza del tema al cual el argumento es pertinente, Toulmin concluye que los criterios usados para evaluar la validez de los argumentos deben ser "dependientes de campo".

Dejando de lado algunas objeciones teóricaS importantes a las ideas de Toulmin, vale la pena señalar que su modelo es difícil de aplicar al discurso argumentativo de la vida real. En primer)ugar, la distinción crucial entre evidencias y garantías solo queda realmente clara en algunos ejemplos bien escogidos. En la práctica cotidiana, al tratar de aplicar sus definiciones, los dos tipos de proposición no se pueden distinguir. Esto reduce el modelo, en la práctica, a una variante del silogismo -o del entimema, en caso de que la garantía permanezca implícita.l

En Ln Nouvel/e Rhétorique, Perelman y Olbrechts-Tyteca (1958/1969) ofrecieron una des­cripción de las técnicas de argumentación existentes en el momento. Ellos consideraron que 1ma argumentación era válida si lograba el efecto perseguido, esto es, si se producía acuerdo o más acuerdo con las proposiciones propuestas. Para esta concepción, por lo tanto, la vali­dez es equivalente a la efectividad conseguida con el "grupo objetivo". En sus publicaciones, la teoría de Perelman y Olbrechts-Tyteca se reduce a un inventario de tipos de elementos que pueden ~erv.ir como "puntos de partida" o "esquemas argumentativos" útiles para persuadir a la audiencia, la que puede ser una audiencia "particular" o la audiencia "universal". Como crítica, debemos señalar que las categorías presentes en el catálogo de Perelman y Olbrechts­Tyteca no están bien definidas y no son mutuamente excluyentes. Además, existen muchas otras debilidades que impiden su aplicación inequívoca al análisis de la argwnentación.4

Así como Perelman y Olbrechts-Tyteca usaron la tradición retórica como base para el desarrollo de una "nueva retórica", los protagonistas de una "nueva dialéctica", como Barth y Krabbe, establecen reglas dialécticas para las partes que argumentan y que quieren resolver sus disputas por medio de un diálogo crítico.5Entre los métodos empleados en este enfoque, y que dan forma a esta dialéctica, se incluyen los de Paul Lorenzen, Kuno Lorenz y otros

3 Para.tma evaluación má~ extens~ de los méritos y deméritos teóricos y prácticos de la contribución de Toulmin al

estudiO de la argut,nentactón, véase van Eemeren, Grootendorst & Kruiger (1987). 1 Para una e~aluanónmá~ exlensa de los mé~tos y deméritos teóricos y prácticos de la contribución de Perelman y

Olbrec.hts:~ teca al estudto de la argumentactón, véase van Eemeren, Grootendorst & Kruiger (1987). 5 Los stg~ficados de !os términ?S "retórica" y "dialéctica" pueden ser extendidos a tal extremo que pueden llegar a hacerse vtr~almen¡~ mlercambta~h?s. Pensamos, sin embargo, que es importan!e no oscurecer la distinción básica en que la ret~nca se. rebere ~¡arte de ~uenciar a una audiencia mediante un discurso efectivo y la dialéctica, al arle de resolver dtferenoas medtante tma diSputa regulada (cf. Finocchiaro, 1987b). Desde una perspectiva retórica, en tíltimo

CAP!TUW 1 1 EL ENfOQUC PRACA/A-OJALtCTJCO 25

miembros de la Escuela de Erlangen. También se han incorporado a este enfoque las ideas de teóricos de la argumentación como Rupert Crawshay-Williams y Ame Naess. La nomencla­tura de esta teoría de la argumentación se deriva de Charles Hamblin (1970): se considera "dialéctica" a una discusión crítica orientada a ponerle fin a una disputa y se la considera "formal" en tanto que está sometida a reglas estrictas.

2. Los componentes de un programa de investigación

Los eshtdiosos de la argumentación se interesan en indagar cómo se puede usar el discurso argumentativo para justificar o refutar racionalmente un punto de vista. En nuestra opinión, el discurso argumentativo debería ser estudiado, en consecuencia, como una instancia de la comunicación y las interacciones verbales normales y, al mismo tiempo, debería ser evalua­do en relación a un cierto estándar de razonabilidad. Si se considera a la pragmática como el estudio del uso del lenguaje, se puede reconocer la necesidad de esta convergencia de la idealización normativa y la descripción empírica concibiendo al estudio de la argumentación como parte de una "pragmática normativa".

Se requiere una perspectiva sobre el discurso argumentativo que supere tanto las limita­ciones del enfoque exclusivamente normativo, ejemplificado por la lógica moderna, como las limitaciones del enfoque exclusivamente descriptivo, ejemplificado por la lingüística con­temporánea. La mayoría de los lógicos modernos se restringen a una sistematización no empírica. La mayoría de los lingüistas contemporáneos, especialmente los analistas del dis· curso y de la conversación, se limitan a la pura observación "no sesgada". Sin embargo, el estudio de la argumentación no puede estar basado ni unilateralmente en la experiencia, ni unilateralmente en una mera construcción intelectual, sino que estos dos enfoques deben ser entretejidos en un programa de investigación integrador. Este programa de investigación debe crear una línea de comtmicación -tm trait d'unio11- entre lo normativo y lo descriptivo.6

Pensamos que los eStudiosos de la argumentación deberían abocarse a la tarea de clarifi­car de qué manera se puede superar la brecha entre el enfoque normativo y el enfoque des­criptivo. Los complejos problemas que están en juego aquí solo se pueden resolver de mane· ra adecuada con la ayuda de un programa de investigación integrador. En nuestra concep­ción, este programa incluye un componente filosófico, uno teórico, tmo analítico, uno empí· rico y uno práctico?

término siempre es la audiencia la que decide lo que es aceplable. En cambio, en una perspectiva dialéctica, la aceptabilidad de un paso (move) depende también de si es, de hecho, una contribución constructiva a la resolución de la diferencia. Por supuesto que se le podrfan poner tales restricciones ex temas a la aceplabilidad retórica que se la hiciera idéntica en la práctica a la aceplabi!idad dialéctica. En ese caso, las diferencias que permanecerían entre la retóric~ y la dialéctica serían principalmentecuesliones de proccdintiento y de énfasis. Cf. también Rescher {1977). 6 Entre los protagonistas de un enfoqUe puramenle normativo del estudio de la argumentación se encuentran Biro y Siegel (1991), quienes rechazan todos los enfoques descriptivos como conducentes al relativismo. Para una crftica del relativismo epistemológico contemporánen, véase Siegel (1987). Biro y Siegel sólo quieren aplicar eslándares normativos objelivos a los argumentos. Un enfoque puramente descriptivo del estudio de la argumentación es defendido por Willard (1983, 1989), quien rechaza iodos los enfoques normativos: "este campo de estudio no debe aliarse con ninguna "racionalidad" p~rticular, ni entretenerse en eslablecer jerarquías de "racionalidades"[ .. .]. El mejor programa consiste en estudiar la mirlada de manifeslaciones de la "racionalidad" y analizar sus variados usos" (1989, p. 167). Un~ defensa de la relatividad de los estándares (y de la autonomía de los campos) se encuentra en Willard (1983). 1 Cf. van Eemeren (1987).

26 FkANS H. VAN liEMEREN- RoB G~oorENooRsr 1 ARGUMWTACION, Co.\WNICACttlN Y FA!.ACIAS

Se necesita, por una parte, un ideal filosófico de razonabilidad y a partir de este ideal se debe desarrollar un modelo teórico de argumentación aceptable. Por otra parte, es preciso investigar la realidad argumentativa empíricamente y determinar dónde ocurren los proble­mas en la práctica. Luego, las dimensiones normativa y descriptiva-deben unirse sistemáti­camente mediante el desarrollo de instrumentos analíticos que hagan posible mirar la reali­dad argumentativa a la luz del ideal de razonabilidad elegido.

En el nivel _filosófico, lo que está en juego es la pregunta por la relación entre la argumen­tación y la razonabilidad. Al abordar el problema de lo que significa ser razonable, los estu­diosos de la argumentación deben reflexionar sobre los fundamentos del estudio de la argu­mentación. De hecho,las concepciones de razonabilidad defendidas por los estudiosos de la argumentación son divergentes desde la partida, de manera que surgen concepciones bas­tante diferentes acerca de lo que debe considerarse un argumento aceptable.s

Los retóricos, que favorecen una concepción antropológica, asimilan la razonabilidad a los estándares que prevalecen en una comunidad dada y consideran que un argumento es aceptable si obtiene la aprobación de la audiencia. Al considerar que el ideal de razonabilidad está ligado a un grupo particular de personas, en un cierto lugar y tiempo dados, el enfoque retórico puede ser caracterizado como antropo-relativista.

Para los dialécticos, que mantienen una perspectiva crítica, la razonabilidad no está de­terminada solamente por la norma del acuerdo intersubjetiva, sino que depende también de la norma "externa" de que este acuerdo debe ser alcanzado de una manera válida. Como consideran que toda argumentación es parte de una discusión crítica entre dos oponentes que tratan de resolver una diferencia de opinión, establecen como un criterio adicional de razonabilidad el que el procedimiento argumentativo sea adecuado al logro de este objetivo. Debido a que establece esta relación entre el ideal de razonabilidad y la conducción metódica de una discusión crítica, el enfoque dialéctico puede ser caracterizado como crítico-racionalista.

A nivel teórico,los estudiosos de la argumentación plasman sus ideales de razonabilidad presentando un modelo particular de lo que significa actuar razonablemente en el discurso argumentativo. Un modelo ideal aspira a proporcionar una comprensión adecuada del dis­~urso a~gumenta~ivo especificando qué modos de argumentación son aceptables para un ¡uez racwnal, teruendo en cuenta cierta concepción filosófica de razonabilidad. De esta ma­nera-~e crea un marco teórico que, si funciona bien, puede cumplir funciones heurísticas, analíttcas y criticas para el tratamiento del discurso argumentativo.

E~ un modelo retórico, se recopilan las técnicas de argumentación que se piensa que son efechvas en vista del conocimiento y las creencias de una cierta audiencia. Como la aceptabi~da~ de la argumentación queda ligada, así, al trasfondo epistémico específico de una audiencia, este enfoque puede ser llamado epistémico-refórico.9

Debido a que los dialécticos consideran que cada argumento es parte de una discusión crítica, sea ésta explícita o implícita, su modelo proporciona reglas que especifican qué pasos

8 Siguiendo~ Toulmin (1976), se podría distinguir, a grandes rasgos, entre perspectivas "geométricas" (formales) "antropológtcas" (empíricas) y "críticas" (trascendentales) sobre la razonabilidad, las que en líneas generales' :ubyace? a los enfoques ló&icos, retóricos y dialéc_Hros de la argumentación, respectivamenOC:. '

La teon_a de 1~ a~entacJón de Willard proporciOna un buen ejemplo de enfoque epistémico-retórico: "la retórica como ep1~tém1ca (19_89). ~ conexió~ entre argumento y conocimiento es una estrategia que ha sido parte del enfo­que retónco de la racJOnahdad de Wdiard ya desde Argumeu/alicm a¡¡d tlle Socill/ Grmmds ofKnowledge (1983).

CAPITUW l /EL ENfOQl/E PRt\CMA-DIAlÉCTICO 27

(moves), en las diversas etapas de esta discusión, pueden contribuir a resolver una diferencia de opinión. Si este intercambio verbal metódico es concebido pragmáticamente, como una interacción de actos de habla, este enfoque, que es el que nosotros favorecemos, puede ser llamado pragma-dia/éctico.

Ya sea que se use un modelo retórico o tmo dialéctico, el discurso argumentativo, tal como se presenta en la realidad, debe ser sometido a alguna interpretación analítica antes de que la comprensión proporcionada por el modelo teórico pueda ser aplicada a las situaciones prácticas. En sus esfuerzos analíticos, los estudiosos de la argumentación, de manera seme­jante a los analistas freudianos, aspiran sistemáticamente a conectar la apariencia exterior de su práctica con el modelo ideal. En el nivel analítico, la pregunta central es cómo se puede reconstruir el discurso argumentativo para que se destaquen todos aquellos aspectos, y sólo aquellos aspectos, que son relevantes en vista del modelo ideal que determina el foco de atención.

En un análisis retórico, mediante la reconstrucción del discurso argumentativo se propor­ciona una comprensión de aquellos aspectos del discurso que tienen un efecto persuasivo en la audiencia. Debido a su énfasis en la efectividad de los modelos argumentativos sobre las personas que tienen que ser convencidas, una reconstrucción retórica puede ser caracteriza­da como orientada a la artdiencia.

En un análisis dialéctico, mediante la reconstrucción del discurso argumentativo se pro­porciona una comprensión de los aspectos del discurso que son relevantes para la resolución de la disputa. Debido a su énfasis en la función de la argumentación para conducir las dife­rencias de opinión a una resolución adecuada, una reconstrucción dialéctica puede ser carac­terizada como orie11tada a la resolución.

Para poder determinar si una reconstrucción particular, basada en un modelo teórico, se justifica realmente, es necesario comprender los detalles de la práctica argumentativa. Este tipo de comprensión debe obtenerse a partir de la investigación empírica. En el nivel empíri­co, los estudiosos de la argumentación describen los procesos reales de producción, identifi­cación y evaluación de porciones de discurso argumentativo y los factores que influyen en sus resultados. Este tipo de investigación empírica puede variar desde una medición cuanti­tativa a estudios cualitativos.

En tma perspectiva retórica, el énfasis está puesto en explicar la efectividad que diversos modelos argumentativos pueden tener para diferentes tipos de audiencia. Se examina de qué manera contribuyen los fenómenos estilísticos y de otro tipo a que las personas cambien de opinión en un contexto dado. El interés de la investigación empírica se centra, por lo tanto, en tomo a los factores que afectan la persuasividad del discurso argwnentativo {"persuasivos").10

En una perspectiva dialéctica, el énfasis está puesto en explicar las maneras en que d~ver­sos pasos {moves) argumentativos contribuyen a resolver tma diferencia de opinión. En ella se examina qué elementos, lingüísticos y no-lingüísticos, juegan tm rol en el proceso de acep­tar o rechazar, racionalmente, un punto de vista. Por lo tanto, el interés de la investigación

1o En la literatura sobre la persuasión, el rol de la argumentación se evalúa de diferentes maneras. En su ''Modelo de Elaboración de la Semejanza" (Elaboration Likelihood Model), Petty & Cacioppo {1981, 1986) establecen una distinción entre una rota periférica hacia el cambio de actitud, donde la argumentación no tiene ningún rol, y una ruta central, donde sí lo tiene: los resultados persuasivos son influenciados por factores que dependen del grado en que los recep­tores se comprometen en una "elaboración" de la información relevante al tópico persuasivo (cf. O'Keefe, 1990).

26 FkANS H. VAN liEMEREN- RoB G~oorENooRsr 1 ARGUMWTACION, Co.\WNICACttlN Y FA!.ACIAS

Se necesita, por una parte, un ideal filosófico de razonabilidad y a partir de este ideal se debe desarrollar un modelo teórico de argumentación aceptable. Por otra parte, es preciso investigar la realidad argumentativa empíricamente y determinar dónde ocurren los proble­mas en la práctica. Luego, las dimensiones normativa y descriptiva-deben unirse sistemáti­camente mediante el desarrollo de instrumentos analíticos que hagan posible mirar la reali­dad argumentativa a la luz del ideal de razonabilidad elegido.

En el nivel _filosófico, lo que está en juego es la pregunta por la relación entre la argumen­tación y la razonabilidad. Al abordar el problema de lo que significa ser razonable, los estu­diosos de la argumentación deben reflexionar sobre los fundamentos del estudio de la argu­mentación. De hecho,las concepciones de razonabilidad defendidas por los estudiosos de la argumentación son divergentes desde la partida, de manera que surgen concepciones bas­tante diferentes acerca de lo que debe considerarse un argumento aceptable.s

Los retóricos, que favorecen una concepción antropológica, asimilan la razonabilidad a los estándares que prevalecen en una comunidad dada y consideran que un argumento es aceptable si obtiene la aprobación de la audiencia. Al considerar que el ideal de razonabilidad está ligado a un grupo particular de personas, en un cierto lugar y tiempo dados, el enfoque retórico puede ser caracterizado como antropo-relativista.

Para los dialécticos, que mantienen una perspectiva crítica, la razonabilidad no está de­terminada solamente por la norma del acuerdo intersubjetiva, sino que depende también de la norma "externa" de que este acuerdo debe ser alcanzado de una manera válida. Como consideran que toda argumentación es parte de una discusión crítica entre dos oponentes que tratan de resolver una diferencia de opinión, establecen como un criterio adicional de razonabilidad el que el procedimiento argumentativo sea adecuado al logro de este objetivo. Debido a que establece esta relación entre el ideal de razonabilidad y la conducción metódica de una discusión crítica, el enfoque dialéctico puede ser caracterizado como crítico-racionalista.

A nivel teórico,los estudiosos de la argumentación plasman sus ideales de razonabilidad presentando un modelo particular de lo que significa actuar razonablemente en el discurso argumentativo. Un modelo ideal aspira a proporcionar una comprensión adecuada del dis­~urso a~gumenta~ivo especificando qué modos de argumentación son aceptables para un ¡uez racwnal, teruendo en cuenta cierta concepción filosófica de razonabilidad. De esta ma­nera-~e crea un marco teórico que, si funciona bien, puede cumplir funciones heurísticas, analíttcas y criticas para el tratamiento del discurso argumentativo.

E~ un modelo retórico, se recopilan las técnicas de argumentación que se piensa que son efechvas en vista del conocimiento y las creencias de una cierta audiencia. Como la aceptabi~da~ de la argumentación queda ligada, así, al trasfondo epistémico específico de una audiencia, este enfoque puede ser llamado epistémico-refórico.9

Debido a que los dialécticos consideran que cada argumento es parte de una discusión crítica, sea ésta explícita o implícita, su modelo proporciona reglas que especifican qué pasos

8 Siguiendo~ Toulmin (1976), se podría distinguir, a grandes rasgos, entre perspectivas "geométricas" (formales) "antropológtcas" (empíricas) y "críticas" (trascendentales) sobre la razonabilidad, las que en líneas generales' :ubyace? a los enfoques ló&icos, retóricos y dialéc_Hros de la argumentación, respectivamenOC:. '

La teon_a de 1~ a~entacJón de Willard proporciOna un buen ejemplo de enfoque epistémico-retórico: "la retórica como ep1~tém1ca (19_89). ~ conexió~ entre argumento y conocimiento es una estrategia que ha sido parte del enfo­que retónco de la racJOnahdad de Wdiard ya desde Argumeu/alicm a¡¡d tlle Socill/ Grmmds ofKnowledge (1983).

CAPITUW l /EL ENfOQl/E PRt\CMA-DIAlÉCTICO 27

(moves), en las diversas etapas de esta discusión, pueden contribuir a resolver una diferencia de opinión. Si este intercambio verbal metódico es concebido pragmáticamente, como una interacción de actos de habla, este enfoque, que es el que nosotros favorecemos, puede ser llamado pragma-dia/éctico.

Ya sea que se use un modelo retórico o tmo dialéctico, el discurso argumentativo, tal como se presenta en la realidad, debe ser sometido a alguna interpretación analítica antes de que la comprensión proporcionada por el modelo teórico pueda ser aplicada a las situaciones prácticas. En sus esfuerzos analíticos, los estudiosos de la argumentación, de manera seme­jante a los analistas freudianos, aspiran sistemáticamente a conectar la apariencia exterior de su práctica con el modelo ideal. En el nivel analítico, la pregunta central es cómo se puede reconstruir el discurso argumentativo para que se destaquen todos aquellos aspectos, y sólo aquellos aspectos, que son relevantes en vista del modelo ideal que determina el foco de atención.

En un análisis retórico, mediante la reconstrucción del discurso argumentativo se propor­ciona una comprensión de aquellos aspectos del discurso que tienen un efecto persuasivo en la audiencia. Debido a su énfasis en la efectividad de los modelos argumentativos sobre las personas que tienen que ser convencidas, una reconstrucción retórica puede ser caracteriza­da como orientada a la artdiencia.

En un análisis dialéctico, mediante la reconstrucción del discurso argumentativo se pro­porciona una comprensión de los aspectos del discurso que son relevantes para la resolución de la disputa. Debido a su énfasis en la función de la argumentación para conducir las dife­rencias de opinión a una resolución adecuada, una reconstrucción dialéctica puede ser carac­terizada como orie11tada a la resolución.

Para poder determinar si una reconstrucción particular, basada en un modelo teórico, se justifica realmente, es necesario comprender los detalles de la práctica argumentativa. Este tipo de comprensión debe obtenerse a partir de la investigación empírica. En el nivel empíri­co, los estudiosos de la argumentación describen los procesos reales de producción, identifi­cación y evaluación de porciones de discurso argumentativo y los factores que influyen en sus resultados. Este tipo de investigación empírica puede variar desde una medición cuanti­tativa a estudios cualitativos.

En tma perspectiva retórica, el énfasis está puesto en explicar la efectividad que diversos modelos argumentativos pueden tener para diferentes tipos de audiencia. Se examina de qué manera contribuyen los fenómenos estilísticos y de otro tipo a que las personas cambien de opinión en un contexto dado. El interés de la investigación empírica se centra, por lo tanto, en tomo a los factores que afectan la persuasividad del discurso argwnentativo {"persuasivos").10

En una perspectiva dialéctica, el énfasis está puesto en explicar las maneras en que d~ver­sos pasos {moves) argumentativos contribuyen a resolver tma diferencia de opinión. En ella se examina qué elementos, lingüísticos y no-lingüísticos, juegan tm rol en el proceso de acep­tar o rechazar, racionalmente, un punto de vista. Por lo tanto, el interés de la investigación

1o En la literatura sobre la persuasión, el rol de la argumentación se evalúa de diferentes maneras. En su ''Modelo de Elaboración de la Semejanza" (Elaboration Likelihood Model), Petty & Cacioppo {1981, 1986) establecen una distinción entre una rota periférica hacia el cambio de actitud, donde la argumentación no tiene ningún rol, y una ruta central, donde sí lo tiene: los resultados persuasivos son influenciados por factores que dependen del grado en que los recep­tores se comprometen en una "elaboración" de la información relevante al tópico persuasivo (cf. O'Keefe, 1990).

1

!

28 FRANS H. VAN EEM<REN- ROB GROOTENOORST j ARGUMWTACIÓN, CoMUNICACióN Y FAlACIAS

empírica se centra en los factores que afectan la fuerza lógica (cogency) del discurso argumentativo (" operativos").n

La competencia argumentativa es lUla disposición compleja cuyo dominio es gradual y relativo a un contexto comunicacional específico. Esto significa que los grados de destreza argumentativa sólo pueden ser medidos adecuadamente mediante estándares relativos a los objetivos inherentes al contexto de la comunicación. Por lo tanto, para mejorar la práctica argumentativa, ya sea mediante la educación o de otro modo, la argumentación debe ser estudiada en sus diversos contextos, institucionalizados y no institucionalizados, que van desde el contexto formal legal de un alegato ante la corte hasta el contexto informal de una conversación familiar cotidiana.

A nivel práctico, los estudiosos de la argumentación emplean sus intuiciones filosóficas, teóricas, analíticas y empíricas para desarrollar métodos que mejoren la práctica argumentativa, tomando sistemáticamente en consideración, al mismo tiempo, la diversidad de los contextos comunicacionales. Así, examinan cómo es posible incrementar metódica­mente las destrezas y habilidades de las personas tanto para producir discursos argumen­tativos como para analizarlos y evaluarlos.

En llll enfoque retórico, estos esfuerzos prácticos consisten principalmente en darles indi­caciones a las personas para que argumenten de manera exitosa. Mediante la selección de ejemplos nítidos y el sometimiento a un entrenamiento imitativo, se les enseña a los estu­diantes cómo persuadir a tma audiencia. Debido a su tendencia a proporcionar ejercicios pre­elaborados para enfrentar el discurso argumentativo, el enfoque retórico de los problemas prácticos puede ser caracterizado como orientado a la prescripción.

En tm enfoque dialéctico, el mejoramiento de la práctica argumentativa se logra estimu­lando tma actitud orientada a la discusión y promoviendo, a partir de mta creciente toma de conciencia de los obstáculos, la comprensión de los prerrequisitos de procedimiento necesa­rios para resolver los conflictos. Tratando a sus estudiantes como participantes activos de la discusión, que pueden responder críticamente, los dialécticos intentan desarrollar en ellos tma mejor comprensión de los problemas involucrados en la producción, análisis y evalua­ción del discurso argumentativo. Por su énfasis en estimular tm pensamiento independiente acerca del discurso argumentativo, el enfoque dialéctico de los problemas prácticos puede ser caracterizado como orientado a la reflexión.

3. Los puntos de partida pragma-dialécticos

A pesar de que la argumentación es tm fenómeno del uso del lenguaje, está claro que el discurso argumentativo, a diferencia de lo que los analistas de la conversación parecen creer, no puede ser tratado adecuadamente sólo por la lingüística. Por lo menos, no mientras la lingüística continúe en su orientación descriptiva actual. Si así fuera, no se estarían tomando

11 Un interes~1te enfoque empírko sobre la fuerza lógica (cogency) del discurso argumentativo puede encontrarse en el trabaj? de pstcólogos cog~itivos tales ~omo Evans {1.982) Y. johnson-Laird (1983),aunque ellos tienden a restringir sus expcnmentos al r~zona.n.uen.to dcduchvo. Para ~a mvestigación, centrada en la fuerza lógica (cogency), de los facto­res que afectan la tdentiftcactón de la argumcntaoón, véase, p. ej., van Eemeren, Grootendorst & Meuffels (1989).

CAPITULO 1 /El ENFOQUE PKAGMA-01.-\ltCTtCO 29

en cuenta todos los aspectos normativos del razonamiento y tma teoría de la argumentación surgida de esta manera no permitiría tma evaluación crítica de la aceptabilidad de los argu­mentos. Por otra parte, a diferencia de lo que muchos autores de textos de lógica parecen sugerir, la argumentación tampoco puede ser tratada adecuadamente solo por la lógica nor­mativa. Por lo menos, no mientras la lógica mantenga su achtal despreocupación por los datos lingüísticos empíricos. Si así fuera, no se estarían tomando en cuenta todos los aspectos relevantes de la argumentación tal como se presenta en el discurso cotidiano y, en consecuen­cia, no quedaría claro si tma teoría de la argumentación así desarrollada estaría relacionada de algtma manera descriptiva con la realidad.

Proponemos un enfoque de la argumentación que combina sistemáticamente los aspec­tos descriptivos y los normativos. La lingüística, especialmente la pragma-lingüística, puede hacerle justicia al aspecto descriptivo. El desarrollo de las intuiciones necesarias puede ba­sarse en la teoría de los actos de habla, inspirada por filósofos del lenguaje cotidiano, como Austin (1962) y Searle (1969, 1979). Incorporando nociones lógicas, especialmente las de la "nueva dialéctica", relativas a la validez, la consistencia y otros criterios determinantes de la racionalidad, este enfoque puede hacerse cargo también del aspecto normativo. Al tratar de producir, de esta manera, una convergencia de los diferentes ángulos, en cierto sentido esta­ríamos estimulando un regreso integrador a las raíces clásicas del estudio de la argumenta­ción, ejemplificadas en la Analítica, Dialéctica y Retórica aristotélicas.

Esto es precisamente lo que nos proponemos lograr en el enfoque de la argumentación que presentamos al explicar nuestros ptmtos de vista pragma-dialécticos teóricos teniendo tma filosofía crítico-racionalista como trasfondo. De esta manera, damos forma al ideal de razonabilidad de una discusión crítica. El aspecto dialéctico consiste en que hay dos partes que intentan resolver tma diferencia de opinión mediante el intercambio metódico de pasos {moves) en una discusión. El aspecto pragmático está representado por la descripción de los pasos (moves) de la discusión como actos de habla.

En nuestra teoría pra'gma-dialéctica la argumentación es descrita como tm acto de habla complejo cuyo propósito es contribuir a la resolución de tma diferencia de opinión o tma disputa. Una característica de este etúoque es que aspiramos a externalizar, ftmcionalizar, socializar y dialectificar el objeto de estudio de la argumentación.12

La externalización se logra partiendo de lo que las personas han expresado, implícita o explícitamente, en lugar de especular acerca de lo que piensan o creen. Los estados mentales internos no son accesibles a la inspección externa, o al menos no lo son directamente. Más aún, no siempre pueden estar bajo control, de tal manera que no está claro hasta qué ptmto las personas pueden ser consideradas responsables de ellos. Al externalizar la argumenta­ción se explotan todas las indicaciones disponibles de aquello a lo que el hablante o escritor se compromete y se evita, al mismo tiempo, el innecesario trabajo de adivinar sus motivacio­nes. En la medida en que los elementos implícitos pueden hacerse explícitos en tma recons­trucción adecuada, también se pueden usar para que todo aquello que crea un compromiso para los usuarios del lenguaje sea tomado en consideración.

ll Para los principios de la exteroalización, funcionalizadón, socialización y dialectificación, cf. van Eemeren & Grootendorst (1984).

1

!

28 FRANS H. VAN EEM<REN- ROB GROOTENOORST j ARGUMWTACIÓN, CoMUNICACióN Y FAlACIAS

empírica se centra en los factores que afectan la fuerza lógica (cogency) del discurso argumentativo (" operativos").n

La competencia argumentativa es lUla disposición compleja cuyo dominio es gradual y relativo a un contexto comunicacional específico. Esto significa que los grados de destreza argumentativa sólo pueden ser medidos adecuadamente mediante estándares relativos a los objetivos inherentes al contexto de la comunicación. Por lo tanto, para mejorar la práctica argumentativa, ya sea mediante la educación o de otro modo, la argumentación debe ser estudiada en sus diversos contextos, institucionalizados y no institucionalizados, que van desde el contexto formal legal de un alegato ante la corte hasta el contexto informal de una conversación familiar cotidiana.

A nivel práctico, los estudiosos de la argumentación emplean sus intuiciones filosóficas, teóricas, analíticas y empíricas para desarrollar métodos que mejoren la práctica argumentativa, tomando sistemáticamente en consideración, al mismo tiempo, la diversidad de los contextos comunicacionales. Así, examinan cómo es posible incrementar metódica­mente las destrezas y habilidades de las personas tanto para producir discursos argumen­tativos como para analizarlos y evaluarlos.

En llll enfoque retórico, estos esfuerzos prácticos consisten principalmente en darles indi­caciones a las personas para que argumenten de manera exitosa. Mediante la selección de ejemplos nítidos y el sometimiento a un entrenamiento imitativo, se les enseña a los estu­diantes cómo persuadir a tma audiencia. Debido a su tendencia a proporcionar ejercicios pre­elaborados para enfrentar el discurso argumentativo, el enfoque retórico de los problemas prácticos puede ser caracterizado como orientado a la prescripción.

En tm enfoque dialéctico, el mejoramiento de la práctica argumentativa se logra estimu­lando tma actitud orientada a la discusión y promoviendo, a partir de mta creciente toma de conciencia de los obstáculos, la comprensión de los prerrequisitos de procedimiento necesa­rios para resolver los conflictos. Tratando a sus estudiantes como participantes activos de la discusión, que pueden responder críticamente, los dialécticos intentan desarrollar en ellos tma mejor comprensión de los problemas involucrados en la producción, análisis y evalua­ción del discurso argumentativo. Por su énfasis en estimular tm pensamiento independiente acerca del discurso argumentativo, el enfoque dialéctico de los problemas prácticos puede ser caracterizado como orientado a la reflexión.

3. Los puntos de partida pragma-dialécticos

A pesar de que la argumentación es tm fenómeno del uso del lenguaje, está claro que el discurso argumentativo, a diferencia de lo que los analistas de la conversación parecen creer, no puede ser tratado adecuadamente sólo por la lingüística. Por lo menos, no mientras la lingüística continúe en su orientación descriptiva actual. Si así fuera, no se estarían tomando

11 Un interes~1te enfoque empírko sobre la fuerza lógica (cogency) del discurso argumentativo puede encontrarse en el trabaj? de pstcólogos cog~itivos tales ~omo Evans {1.982) Y. johnson-Laird (1983),aunque ellos tienden a restringir sus expcnmentos al r~zona.n.uen.to dcduchvo. Para ~a mvestigación, centrada en la fuerza lógica (cogency), de los facto­res que afectan la tdentiftcactón de la argumcntaoón, véase, p. ej., van Eemeren, Grootendorst & Meuffels (1989).

CAPITULO 1 /El ENFOQUE PKAGMA-01.-\ltCTtCO 29

en cuenta todos los aspectos normativos del razonamiento y tma teoría de la argumentación surgida de esta manera no permitiría tma evaluación crítica de la aceptabilidad de los argu­mentos. Por otra parte, a diferencia de lo que muchos autores de textos de lógica parecen sugerir, la argumentación tampoco puede ser tratada adecuadamente solo por la lógica nor­mativa. Por lo menos, no mientras la lógica mantenga su achtal despreocupación por los datos lingüísticos empíricos. Si así fuera, no se estarían tomando en cuenta todos los aspectos relevantes de la argumentación tal como se presenta en el discurso cotidiano y, en consecuen­cia, no quedaría claro si tma teoría de la argumentación así desarrollada estaría relacionada de algtma manera descriptiva con la realidad.

Proponemos un enfoque de la argumentación que combina sistemáticamente los aspec­tos descriptivos y los normativos. La lingüística, especialmente la pragma-lingüística, puede hacerle justicia al aspecto descriptivo. El desarrollo de las intuiciones necesarias puede ba­sarse en la teoría de los actos de habla, inspirada por filósofos del lenguaje cotidiano, como Austin (1962) y Searle (1969, 1979). Incorporando nociones lógicas, especialmente las de la "nueva dialéctica", relativas a la validez, la consistencia y otros criterios determinantes de la racionalidad, este enfoque puede hacerse cargo también del aspecto normativo. Al tratar de producir, de esta manera, una convergencia de los diferentes ángulos, en cierto sentido esta­ríamos estimulando un regreso integrador a las raíces clásicas del estudio de la argumenta­ción, ejemplificadas en la Analítica, Dialéctica y Retórica aristotélicas.

Esto es precisamente lo que nos proponemos lograr en el enfoque de la argumentación que presentamos al explicar nuestros ptmtos de vista pragma-dialécticos teóricos teniendo tma filosofía crítico-racionalista como trasfondo. De esta manera, damos forma al ideal de razonabilidad de una discusión crítica. El aspecto dialéctico consiste en que hay dos partes que intentan resolver tma diferencia de opinión mediante el intercambio metódico de pasos {moves) en una discusión. El aspecto pragmático está representado por la descripción de los pasos (moves) de la discusión como actos de habla.

En nuestra teoría pra'gma-dialéctica la argumentación es descrita como tm acto de habla complejo cuyo propósito es contribuir a la resolución de tma diferencia de opinión o tma disputa. Una característica de este etúoque es que aspiramos a externalizar, ftmcionalizar, socializar y dialectificar el objeto de estudio de la argumentación.12

La externalización se logra partiendo de lo que las personas han expresado, implícita o explícitamente, en lugar de especular acerca de lo que piensan o creen. Los estados mentales internos no son accesibles a la inspección externa, o al menos no lo son directamente. Más aún, no siempre pueden estar bajo control, de tal manera que no está claro hasta qué ptmto las personas pueden ser consideradas responsables de ellos. Al externalizar la argumenta­ción se explotan todas las indicaciones disponibles de aquello a lo que el hablante o escritor se compromete y se evita, al mismo tiempo, el innecesario trabajo de adivinar sus motivacio­nes. En la medida en que los elementos implícitos pueden hacerse explícitos en tma recons­trucción adecuada, también se pueden usar para que todo aquello que crea un compromiso para los usuarios del lenguaje sea tomado en consideración.

ll Para los principios de la exteroalización, funcionalizadón, socialización y dialectificación, cf. van Eemeren & Grootendorst (1984).

30 FRANS H. VAN EEMEREN ·Ro& G~OOTENDORSf 1 ARGliMWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACIAS

La funcionalizadón se logra tratando las porciones de discurso argumentativo como ele· mentos que sirven para conducir eventos de habla de la vida real, en lugar de tratarlas como inferencias lógicas aisladas. El papel preciso de ciertas expresiones verbales sólo se puede reconocer si se las contempla como actos de habla que forman parte integrante del contexto del evento de habla en el cual ocurren. En llll evento de habla las inferencias lógicas no siem­pre necesitan tener la función argumentativa de convencer a otro usuario del lenguaje; tam­bién pueden ser parte de una explicación o de otro acto de habla complejo. Además, los actos de habla en los que no se extrae ninglllla inferencia lógica también pueden jugar un rol cons­

titutivo. La socialización se logra considerando a la argumentación como parte de un proceso

interactivo entre dos o más usuarios del lenguaje, en Jugar de considerarla como el producto del razonamiento de un solo usuario del lenguaje. Si se trata a la argumentación como un monólogo, no se le hace justicia al hecho de que siempre apllllta a producir el efecto de que otro usuario del lenguaje acepte un cierto pllllto de vista.

La dialectificación se logra tratando a la argumentación como un medio racional para convencer a un oponente crítico y no como lUla mera persuasión. La disputa no debe ser simplemente terminada, de cualquier manera, sino que debe ser resuelta mediante la supera­ción metódica de las dudas de un juez racional, en w1a discusión crítica bien reglamentada.

Antes de avanzar más en los puntos de partida de nuestro propio enfoque dialéctico, permítasenos resumir nuestra concepción de los componentes constitutivos de un programa de investigación coherente para el estudio de la argumentación. Para mayor claridad, lo ha­remos contrastando nuestra versión dialéctica con rula hipotética versión retórica (véase cua­dro 1.1).

Cuadro 1.1 Versión Dialéctica versus Hipotética Versión Retórica del

Programa de Investigación

Programa Retórico

Filosofía Antropo-relativista Teorfa Epistémico-retórica Reconstrucción orientada a la Audiencia Descripción centrada en la Persuasividad Práctica orientada a la Prescripción

4. Visión general de la obra

Programa Dialéctico

Filosofía Crítico-racionalista Teorfa Pragma-dialédica Reconstrucción orientada a la Resolución Descripción centrada en la Fuerza lógica Práctica orientada a la Reflexión

La presente obra entrega una visión teórica sobre cómo analizar y evaluar el discurso argumentativo. Con este propósito, primero pone a la argumentación en nna perspectiva comllllicacional (Parte I) y luego discute las falacias que ocurren cuando se violan ciertas reglas de la comunicación (Parte II). De este modo, ofrece lUla alternativa pragma-dialéctica tanto frente a \m erúoque de la argumentación descriptivo, de inspiración lingüística, como frente a un enfoque de la argumentación normativo, de inspiración lógica.

CAPITUW J 1 Ec ENfOQUE PMG.I!A-DIAl~CTICO 31

La primera parte del libro, "Argumentación y Comunicación", proporciona un marco teórico para el tratamiento del discurso argumentativo. En ella discutimos los actos de habla que intervienen en una discusión crítica orientada a resolver una diferencia de opinión. Dis­tinguimos las diversas etapas de una discusión crítica y consideramos Jos aspectos comunicacionales e interactivos de los actos de habla que se realizan para resolver disputas simples o más complejas. La argumentación es caracterizada como un acto de habla comple­jo de la etapa de argumentación. A fin de equilibrar el ideal, aparentemente irreal, de lUla discusión crítica, prestamos especial atención a las diversas complicaciones que pueden sur­gir al analizar el discurso argumentativo de la vida real. Formulamos algllllas directrices para analizar los actos de habla indirectos y las premisas implícitas y discutimos las diferen­cias estructurales que existen entre argumentaciones simples, múltiples, compuestas coordi­nadas y compuestas subordinadas.

Después de haber tratado estos aspectos fundamentales del análisis, la segllllda parte, "Comunicación y Falacias", realiza la conexión entre el análisis del discurso argumentativo y su evaluación, concentrándose en los obstáculos que dificultan el logro de la resolución de una disputa. Utilizando el marco teórico desarrollado en la primera parte, presentamos diez reglas básicas para una discusión crítica. Explicamos los tipos de falacias que pueden ocurrir en lUla discusión crítica, en cada lila de las diversas etapas de la discusión: falacias relativas a la presentación de los plllltos de vista y de las dudas, en la etapa de confrontación; falacias relativas a la distribución de Jos roles de la discusión y al pnnto de partida de la discusión, en la etapa de apertura; falacias relativas a los medios de defensa (que involucran premisas implícitas, puntos de partida, esquemas de argumentación o formas lógicas de la argumenta­ción), en la etapa de argumentación; y falacias relativas al establecimiento del resultado de la discusión, en la etapa de clausura. Las falacias relativas al uso del lenguaje, que pueden ocurrir en todas las etapas, se discuten separadamente.

30 FRANS H. VAN EEMEREN ·Ro& G~OOTENDORSf 1 ARGliMWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACIAS

La funcionalizadón se logra tratando las porciones de discurso argumentativo como ele· mentos que sirven para conducir eventos de habla de la vida real, en lugar de tratarlas como inferencias lógicas aisladas. El papel preciso de ciertas expresiones verbales sólo se puede reconocer si se las contempla como actos de habla que forman parte integrante del contexto del evento de habla en el cual ocurren. En llll evento de habla las inferencias lógicas no siem­pre necesitan tener la función argumentativa de convencer a otro usuario del lenguaje; tam­bién pueden ser parte de una explicación o de otro acto de habla complejo. Además, los actos de habla en los que no se extrae ninglllla inferencia lógica también pueden jugar un rol cons­

titutivo. La socialización se logra considerando a la argumentación como parte de un proceso

interactivo entre dos o más usuarios del lenguaje, en Jugar de considerarla como el producto del razonamiento de un solo usuario del lenguaje. Si se trata a la argumentación como un monólogo, no se le hace justicia al hecho de que siempre apllllta a producir el efecto de que otro usuario del lenguaje acepte un cierto pllllto de vista.

La dialectificación se logra tratando a la argumentación como un medio racional para convencer a un oponente crítico y no como lUla mera persuasión. La disputa no debe ser simplemente terminada, de cualquier manera, sino que debe ser resuelta mediante la supera­ción metódica de las dudas de un juez racional, en w1a discusión crítica bien reglamentada.

Antes de avanzar más en los puntos de partida de nuestro propio enfoque dialéctico, permítasenos resumir nuestra concepción de los componentes constitutivos de un programa de investigación coherente para el estudio de la argumentación. Para mayor claridad, lo ha­remos contrastando nuestra versión dialéctica con rula hipotética versión retórica (véase cua­dro 1.1).

Cuadro 1.1 Versión Dialéctica versus Hipotética Versión Retórica del

Programa de Investigación

Programa Retórico

Filosofía Antropo-relativista Teorfa Epistémico-retórica Reconstrucción orientada a la Audiencia Descripción centrada en la Persuasividad Práctica orientada a la Prescripción

4. Visión general de la obra

Programa Dialéctico

Filosofía Crítico-racionalista Teorfa Pragma-dialédica Reconstrucción orientada a la Resolución Descripción centrada en la Fuerza lógica Práctica orientada a la Reflexión

La presente obra entrega una visión teórica sobre cómo analizar y evaluar el discurso argumentativo. Con este propósito, primero pone a la argumentación en nna perspectiva comllllicacional (Parte I) y luego discute las falacias que ocurren cuando se violan ciertas reglas de la comunicación (Parte II). De este modo, ofrece lUla alternativa pragma-dialéctica tanto frente a \m erúoque de la argumentación descriptivo, de inspiración lingüística, como frente a un enfoque de la argumentación normativo, de inspiración lógica.

CAPITUW J 1 Ec ENfOQUE PMG.I!A-DIAl~CTICO 31

La primera parte del libro, "Argumentación y Comunicación", proporciona un marco teórico para el tratamiento del discurso argumentativo. En ella discutimos los actos de habla que intervienen en una discusión crítica orientada a resolver una diferencia de opinión. Dis­tinguimos las diversas etapas de una discusión crítica y consideramos Jos aspectos comunicacionales e interactivos de los actos de habla que se realizan para resolver disputas simples o más complejas. La argumentación es caracterizada como un acto de habla comple­jo de la etapa de argumentación. A fin de equilibrar el ideal, aparentemente irreal, de lUla discusión crítica, prestamos especial atención a las diversas complicaciones que pueden sur­gir al analizar el discurso argumentativo de la vida real. Formulamos algllllas directrices para analizar los actos de habla indirectos y las premisas implícitas y discutimos las diferen­cias estructurales que existen entre argumentaciones simples, múltiples, compuestas coordi­nadas y compuestas subordinadas.

Después de haber tratado estos aspectos fundamentales del análisis, la segllllda parte, "Comunicación y Falacias", realiza la conexión entre el análisis del discurso argumentativo y su evaluación, concentrándose en los obstáculos que dificultan el logro de la resolución de una disputa. Utilizando el marco teórico desarrollado en la primera parte, presentamos diez reglas básicas para una discusión crítica. Explicamos los tipos de falacias que pueden ocurrir en lUla discusión crítica, en cada lila de las diversas etapas de la discusión: falacias relativas a la presentación de los plllltos de vista y de las dudas, en la etapa de confrontación; falacias relativas a la distribución de Jos roles de la discusión y al pnnto de partida de la discusión, en la etapa de apertura; falacias relativas a los medios de defensa (que involucran premisas implícitas, puntos de partida, esquemas de argumentación o formas lógicas de la argumenta­ción), en la etapa de argumentación; y falacias relativas al establecimiento del resultado de la discusión, en la etapa de clausura. Las falacias relativas al uso del lenguaje, que pueden ocurrir en todas las etapas, se discuten separadamente.

CAPITULO II

Puntos de vista y diferencias de opinión

l. La resolución de las diferencias de opinión

El enfoque pragma-dialéctico se interesa en la resolución de las diferencias de opinión por medio del discurso argumentativo. Para explicar lo que la resolución de tma diferencia de opinión supone, debemos explicar primero lo que entendemos por discurso argumentativo o~ más bien, por texto argumentativo, que es el nombre que le damos a aquella parte del discur­so argumentativo en la cual se busca concretamente la resolución de una diferencia. En la presente obra se considera que un texto argumentativo es la completa constelación de enun­ciados (que pueden ser orales o escritos) que han sido presentados en defensa de un punto de vista.

Un punto de vista solo requiere ser defendido cuando no todos están completamente de acuerdo con él. Esta falta de acuerdo puede haberse manifestado de manera evidente, pero basta también con que exista una sospecha de que podría haberla. En principio, un texto argumentativo siempre puede ser considerado como parte de una discusión, real o imagina­da por el argumentador, en la cual éste reacciona ante una crítica que ha sido o que podría ser presentada en contra de su punto de vista.13 Es característico de una discusión de este tipo que una diferencia de opinión se convierta en el tema central de una disputa y que los usua­rios del lenguaje involucrados en ella intenten resolverla mediante la argumentación.

Los enunciados presentados en el curso de la argumentación son razones o, como prefe­rimos llamarlos, argumentos relacionados con un punto de vista. Los argumentos y los puntos de vista se diferencian de otros enunciados por la función que cumplen: ni los argumentos ni los puntos de vista se caracterizan en primer término por su forma o contenido. En la comu­nicación entre usuarios del lenguaje, mediante un punto de vista se expresa una concepción que supone tma cierta toma de posición en una disputa; mediante un argumento, se hace un esfuerzo por defender esa posición.

IJ En el discurso argumentativo siempre existen, en principio, dos partes involucradas, pero en IU\ texto argumentativo las contribuciones de una de tas partes están, por regla general, sólo implícitamente representadas: el dis<::urso argumentativo, que es básicamente dialógico, se manifiesta entonces monotógkamente.

CAPITULO II

Puntos de vista y diferencias de opinión

l. La resolución de las diferencias de opinión

El enfoque pragma-dialéctico se interesa en la resolución de las diferencias de opinión por medio del discurso argumentativo. Para explicar lo que la resolución de tma diferencia de opinión supone, debemos explicar primero lo que entendemos por discurso argumentativo o~ más bien, por texto argumentativo, que es el nombre que le damos a aquella parte del discur­so argumentativo en la cual se busca concretamente la resolución de una diferencia. En la presente obra se considera que un texto argumentativo es la completa constelación de enun­ciados (que pueden ser orales o escritos) que han sido presentados en defensa de un punto de vista.

Un punto de vista solo requiere ser defendido cuando no todos están completamente de acuerdo con él. Esta falta de acuerdo puede haberse manifestado de manera evidente, pero basta también con que exista una sospecha de que podría haberla. En principio, un texto argumentativo siempre puede ser considerado como parte de una discusión, real o imagina­da por el argumentador, en la cual éste reacciona ante una crítica que ha sido o que podría ser presentada en contra de su punto de vista.13 Es característico de una discusión de este tipo que una diferencia de opinión se convierta en el tema central de una disputa y que los usua­rios del lenguaje involucrados en ella intenten resolverla mediante la argumentación.

Los enunciados presentados en el curso de la argumentación son razones o, como prefe­rimos llamarlos, argumentos relacionados con un punto de vista. Los argumentos y los puntos de vista se diferencian de otros enunciados por la función que cumplen: ni los argumentos ni los puntos de vista se caracterizan en primer término por su forma o contenido. En la comu­nicación entre usuarios del lenguaje, mediante un punto de vista se expresa una concepción que supone tma cierta toma de posición en una disputa; mediante un argumento, se hace un esfuerzo por defender esa posición.

IJ En el discurso argumentativo siempre existen, en principio, dos partes involucradas, pero en IU\ texto argumentativo las contribuciones de una de tas partes están, por regla general, sólo implícitamente representadas: el dis<::urso argumentativo, que es básicamente dialógico, se manifiesta entonces monotógkamente.

34 fRANS H. VAN ErMaEN- RoB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fA !.ACM S

Un mismo enunciado puede tener diferentes ftmciones. Por ejemplo:

"El capitalismo ya no tiene futuro"

puede ser un argumento dentro de un texto argumentativo en ei que el punto de vista que se defiende es que todas las empresas de negocios deben ser nacionalizadas. Pero también po­dría cumplir la función de punto de vista de un texto argumentativo en el que, por ejemplo, se ha presentado el argumento de que el capitalismo ha resultado ser incapaz de evitar una crisis económica. En otros contextos, el mismo enlilciado podría haber sido expre~ado con la intención de hacer lila predicción pesimista, una profecía esperanzada o lila advertencia urgente.

Dado que uno puede tener tm punto de vista con respecto a cualquier tema, un plilto de vista puede tener cualquier contenido. Los pliltos de vista pueden expresar opiniones que se refieren a hechos, ideas, acciones, actitudes, o cualquier otra cosa. Pueden tener que ver no solo con asuntos relativamente simples, sino también con asliltos de extrema complejidad. Podemos sostener la opinión de que Amsterdam es la ciudad más sucia de Europa, que Baudelaire es el mejor poeta francés, que los dictadores siempre son de derecha, que es mala educación permitir que lila anciana esté de pie mientras uno permanece sentado, o que ge­neralmente se cree que los levantadores de pesas son más pesados de lo que realmente son. Pero también podemos adherir al punto de vista de que el altruismo es tma forma de egoís­mo hábilmente disfrazada, que la enseñanza de la gramática tiene un efecto beneficioso en el empleo del lenguaje por parte de los escolares, que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda, o que la teoría cuántica es confirmada por la teoría de la relatividad.

Si tm punto de vista es defendido, quiere decir que su aceptabilidad está siendo cuestiona· da. La persona que argumenta actúa sobre el supuesto de que otros dudan, o podrían dudar, de la aceptabilidad de su punto de vista, aunque no lo consideren necesariamente como totalmente inaceptable. Así, el propósito de su discurso es convencer a otra persona de la aceptabilidad de su ptmto de vista.

Un argumentador solo puede resolver racionalmente una disputa referente a un punto de vista si, por medio de la argumentación, logra convencer a su interlocutor de la aceptabilidad de su punto de vista.14 La argumentación comprende toda la constelación de enunciados presentados en defensa de un punto de vista. Una argumentación puede ser muy breve y simple y constar solo de un argumento, o puede ser muy elaborada y compleja y emplear muchos argumentos.

También una disputa puede ser más o menos compleja. En el caso más simple, solo un punto de vista se defiende en el texto argumentativo. Si hay más puntos de vista que estén siendo defendidos, puede ocurrir que todos ellos se relacionen con el mismo tema, pero tam­bién podrían estar relacionados con diferentes temas. En este último caso hay, de hecho, más de una disputa. El siguiente es un ejemplo de un caso simple:

" Cuando hablamos en general de !?S roles comunkadonales y argumentativos -tales como hablante, escritor, audi­tor, lector;, arg;umentad~r, protagorusta y antagonista-. empleamos generalmente la forma masculina del pronombre personal . él para refenrnos al agente. Estamos consc1entes de que algunos lectores podrían temer que esto implica­ra un sextsmo de nuestra parte. No es en absoluto así. El género sólo tiene importancia cuando se expresa en ejem­plos concretos y, en esos casos, siempre indicamos el sexo del hablante.

CAPfTUW 11 1 PUNTOS DE VISTA Y DIFERENCIAS DE OPIN/ON 35

1. Marfa: "Pienso que tú no deberías objetar el que yo fume". 2. Juan: "No estoy tan seguro de eso''. 3. María: "Después de todo, yo no objeto el que tú 110 fumes".

A partir de (1) y (2), está claro que María y Juan tienen una disputa. En (3) María presenta una argumentación para defender su punto de vista, formulado en (1). Si su intento de con­vencer a Juan de la aceptabilidad de este punto de vista tiene éxito, su disputa habrá sido resuelta. Observemos, de paso, que esto parece bastante poco probable, porque, por simple que sea la argumentación de María, parece tener al menos una premisa dudosa, la que -mm­que ha quedado implícita- resulta indispensable: El no fumar puede~er tan objetable como el fumar.

2, Puntos de vista positivos y negativos

Supongamos que tres personas asisten a una conferencia y escuchan al conferencista expre· sar la opinión de que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda. Puede ser que uno de ellos esté de acuerdo con esta posición, otro esté en desacuerdo y el tercero no esté seguro de qué pensar al respecto. Sus opiniones podrían expresarse de la siguiente manera:

l. "Es verdad que el conductismo es una teorfa psicológica pasada de moda". 2. "No es verdad que el conductismo sea una teorfa psicológica pasada de moda". 3. "No sé si es verdad o no que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".

Estas tres reacciones representan las posiciones básicas que se pueden tomar ante la pro­posición "El conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".15 La característica co­mún a los enunciados (1)-(3) es que todos ellos contienen la proposición el conductismo es 111111

teoría psicológica pasada de moda, con respecto a la cual los diferentes puntos de vista son adop­tados.

En (1) se afirma que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda: Se expresa rm punto de vista positivo con respecto a la proposición. En (2) se niega que el conductismo sea una teoría psicológica pasada de moda: Se expresa tm punto de vista negativo con respec­to a la misma proposición. Por último, en (3) no hay ni una afirmación ni una negación de que el condu.ctismo sea una teoría psicológica pasada de moda: No se expresa ni 1111 punto de vista positivo ni uno negativo.

Se podría decir que (3) es un caso en el que no hay ningún punto de vista o, dicho de otra manera, se adopta un punto de vista cero. Esto es lo que sucede si, por ejemplo, una persona no quiere comprometerse con ningún punto de vista particular o realmente no tiene idea de qué pensar sobre algo. Esa persona puede, incluso, pensar que es poco prudente comprome­terse con cualquier punto de vista acerca del conductismo, ya que no existe suficiente eviden­cia disponible. En este caso el hablante efectivamente tiene un punto de vista, pero éste se relaciona con una proposición diferente ("Es verdad que no es posible decidir si el conductismo es o no una teoría pasada de moda").

•> Estrictamente hablando, existe todavía otra posibilidad: (4) "Es verdad y no es verdad que el conduclismoes una teorfa psicológica pasada de moda", pero en la lógica clásica ésta (4) no es posible (/erli11m 11011 dalur).

34 fRANS H. VAN ErMaEN- RoB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fA !.ACM S

Un mismo enunciado puede tener diferentes ftmciones. Por ejemplo:

"El capitalismo ya no tiene futuro"

puede ser un argumento dentro de un texto argumentativo en ei que el punto de vista que se defiende es que todas las empresas de negocios deben ser nacionalizadas. Pero también po­dría cumplir la función de punto de vista de un texto argumentativo en el que, por ejemplo, se ha presentado el argumento de que el capitalismo ha resultado ser incapaz de evitar una crisis económica. En otros contextos, el mismo enlilciado podría haber sido expre~ado con la intención de hacer lila predicción pesimista, una profecía esperanzada o lila advertencia urgente.

Dado que uno puede tener tm punto de vista con respecto a cualquier tema, un plilto de vista puede tener cualquier contenido. Los pliltos de vista pueden expresar opiniones que se refieren a hechos, ideas, acciones, actitudes, o cualquier otra cosa. Pueden tener que ver no solo con asuntos relativamente simples, sino también con asliltos de extrema complejidad. Podemos sostener la opinión de que Amsterdam es la ciudad más sucia de Europa, que Baudelaire es el mejor poeta francés, que los dictadores siempre son de derecha, que es mala educación permitir que lila anciana esté de pie mientras uno permanece sentado, o que ge­neralmente se cree que los levantadores de pesas son más pesados de lo que realmente son. Pero también podemos adherir al punto de vista de que el altruismo es tma forma de egoís­mo hábilmente disfrazada, que la enseñanza de la gramática tiene un efecto beneficioso en el empleo del lenguaje por parte de los escolares, que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda, o que la teoría cuántica es confirmada por la teoría de la relatividad.

Si tm punto de vista es defendido, quiere decir que su aceptabilidad está siendo cuestiona· da. La persona que argumenta actúa sobre el supuesto de que otros dudan, o podrían dudar, de la aceptabilidad de su punto de vista, aunque no lo consideren necesariamente como totalmente inaceptable. Así, el propósito de su discurso es convencer a otra persona de la aceptabilidad de su ptmto de vista.

Un argumentador solo puede resolver racionalmente una disputa referente a un punto de vista si, por medio de la argumentación, logra convencer a su interlocutor de la aceptabilidad de su punto de vista.14 La argumentación comprende toda la constelación de enunciados presentados en defensa de un punto de vista. Una argumentación puede ser muy breve y simple y constar solo de un argumento, o puede ser muy elaborada y compleja y emplear muchos argumentos.

También una disputa puede ser más o menos compleja. En el caso más simple, solo un punto de vista se defiende en el texto argumentativo. Si hay más puntos de vista que estén siendo defendidos, puede ocurrir que todos ellos se relacionen con el mismo tema, pero tam­bién podrían estar relacionados con diferentes temas. En este último caso hay, de hecho, más de una disputa. El siguiente es un ejemplo de un caso simple:

" Cuando hablamos en general de !?S roles comunkadonales y argumentativos -tales como hablante, escritor, audi­tor, lector;, arg;umentad~r, protagorusta y antagonista-. empleamos generalmente la forma masculina del pronombre personal . él para refenrnos al agente. Estamos consc1entes de que algunos lectores podrían temer que esto implica­ra un sextsmo de nuestra parte. No es en absoluto así. El género sólo tiene importancia cuando se expresa en ejem­plos concretos y, en esos casos, siempre indicamos el sexo del hablante.

CAPfTUW 11 1 PUNTOS DE VISTA Y DIFERENCIAS DE OPIN/ON 35

1. Marfa: "Pienso que tú no deberías objetar el que yo fume". 2. Juan: "No estoy tan seguro de eso''. 3. María: "Después de todo, yo no objeto el que tú 110 fumes".

A partir de (1) y (2), está claro que María y Juan tienen una disputa. En (3) María presenta una argumentación para defender su punto de vista, formulado en (1). Si su intento de con­vencer a Juan de la aceptabilidad de este punto de vista tiene éxito, su disputa habrá sido resuelta. Observemos, de paso, que esto parece bastante poco probable, porque, por simple que sea la argumentación de María, parece tener al menos una premisa dudosa, la que -mm­que ha quedado implícita- resulta indispensable: El no fumar puede~er tan objetable como el fumar.

2, Puntos de vista positivos y negativos

Supongamos que tres personas asisten a una conferencia y escuchan al conferencista expre· sar la opinión de que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda. Puede ser que uno de ellos esté de acuerdo con esta posición, otro esté en desacuerdo y el tercero no esté seguro de qué pensar al respecto. Sus opiniones podrían expresarse de la siguiente manera:

l. "Es verdad que el conductismo es una teorfa psicológica pasada de moda". 2. "No es verdad que el conductismo sea una teorfa psicológica pasada de moda". 3. "No sé si es verdad o no que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".

Estas tres reacciones representan las posiciones básicas que se pueden tomar ante la pro­posición "El conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".15 La característica co­mún a los enunciados (1)-(3) es que todos ellos contienen la proposición el conductismo es 111111

teoría psicológica pasada de moda, con respecto a la cual los diferentes puntos de vista son adop­tados.

En (1) se afirma que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda: Se expresa rm punto de vista positivo con respecto a la proposición. En (2) se niega que el conductismo sea una teoría psicológica pasada de moda: Se expresa tm punto de vista negativo con respec­to a la misma proposición. Por último, en (3) no hay ni una afirmación ni una negación de que el condu.ctismo sea una teoría psicológica pasada de moda: No se expresa ni 1111 punto de vista positivo ni uno negativo.

Se podría decir que (3) es un caso en el que no hay ningún punto de vista o, dicho de otra manera, se adopta un punto de vista cero. Esto es lo que sucede si, por ejemplo, una persona no quiere comprometerse con ningún punto de vista particular o realmente no tiene idea de qué pensar sobre algo. Esa persona puede, incluso, pensar que es poco prudente comprome­terse con cualquier punto de vista acerca del conductismo, ya que no existe suficiente eviden­cia disponible. En este caso el hablante efectivamente tiene un punto de vista, pero éste se relaciona con una proposición diferente ("Es verdad que no es posible decidir si el conductismo es o no una teoría pasada de moda").

•> Estrictamente hablando, existe todavía otra posibilidad: (4) "Es verdad y no es verdad que el conduclismoes una teorfa psicológica pasada de moda", pero en la lógica clásica ésta (4) no es posible (/erli11m 11011 dalur).

36 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTA.C/ON, (0,\ll/N/CA.CION Y fA.UC/AS

Un punto de vista puede ser expresado de muy diversas maneras, variando desde la explícita y potente:

"Mi punto de vista es que el conductismo simplemente es lffia teorfa psicológica pasada de moda".

hasta la más cauta y menos potente:

"Creo que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".

La proposición con la cual se relaciona el punto de vista también puede ser más o menos abarcadora, variando desde:

"Mi punto de vista es que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda"

hasta:

"Mi punto de vista es que algunos aspectos del conductismo están pasados de moda".

Representamos los tres tipos de ptmto de vista posibles de la manera siguiente:16

l. +/p punto de vista positivo con respecto a la proposición p. 2. -/p punto de vista negativo con respecto a la proposición p. 3. fJ/p Punto de vista cero con respeto a la proposición p.

Una persona que ha presentado un punto de vista positivo está, a partir de ese momento, positivamente comprometida con la proposición a la cual el punto de vista se refiere. Y una persona que ha presentado un punto de vista negativo está negativamente comprometida con la proposición. La consecuencia pragmática es, en ambos casos, que está obligada a defender ese punto de vista (positivo o negativo) si es atacado, es decir, si su aceptabilidad es cuestio­nada. Esta obligación seguirá existiendo mientras la persona no se retracte del plmto de vis­ta. En cambio, una persona que ha presentado lffi punto de vista cero no está ni positiva ni negativamente comprometida con la proposición. Estrictamente hablando, aquí no hay real­mente ningún punto de vista en absoluto. En consecuencia, no hay ninguna obligación de defenderlo. Por supuesto, la persona que adopta un punto de vista cero puede ser atacada precisamente por no adoptar ningún punto de vista; sin embargo, éste es un tema completa­mente diferente.

3. Disputas simples y complejas

Para que exista una disputa es necesario que haya una duda con respecto al ptmto de vista, en el sentido de que su aceptabilidad no se dé por sentada. Alguien duda de un punto de vista

16 Las distinciones terminológkas y conceptuales que se hacen en los capftulos 2-7 son indispensables para una correcta comprensión de la Parte 11 del presente libro. Por otra parte, las notaciones ayudan a lograr una descripción del discurso argumentativo libre de ambigüedades.

CAPITULO 11 1 PW«OS DE VISTA Y 0/f[RENC!AS OE OPIN/ON 37

cuando aún no lo ha aceptado y se pregtmta si debe o no aceptarlo. Expresar una duda impli­ca desafiar al proponente del punto de vista a defenderlo. No significa comprometerse automáticamente a aceptar el punto de vista contrario.

No es necesario que existan dos puntos de vista opuestos para que su~a tma disputa, aunque en la práctica este sea muchas veces el caso. El tipo más simple de disputa no consiste más que en lo siguiente: alguien ha presentado un punto de vista y este ha sido puesto en duda. Ni la fuerza de la duda, ni la manera en que es expresada son relevantes. Muy a menu­do la disputa ya ha sido resuelta antes de haber sido registrada como tal por los involucrados. Es necesario señalar que una disputa no es necesariamente un conflicto, una pelea o una disCusión, en el sentido corriente.

Las expresiones de duda pueden variar desde "¡Pero eso es una soberana estupidez!" y ·"No estqy de acuerdo" hasta "Me merece mis dudas" o "No estoy tan seguro de eso". Tam­bién hay caSos en los cuales la duda no se expresa tan claramente, sino que debe darse por supUesta. Las disputas en que esto ocurre pueden ser llamadas disputas implfcifas.

_ Las disputas complejas se pueden analizar dividiéndolas en varias disputas menos com­plejas. Su complejidad puede variar de muchas maneras. En primer lugar, debemos distin­guir entre disputas rínicas y múltiples. En una di~ puta única, el punto de vista cuestionado se relaciona con una sola proposición, mientras que en una disputa múltiple se pone en cues­tión un punto de vista que se relaciona con dos o más proposiciones. El punto de vista nega­tivo "No es verdad que las mujeres son mejores cocineras que los hombres" podría, por ejem­plo, dar origen a una disputa única. En cambio, si alguien presenta, por ejemplo, el punto de vista negativo "No es verdad ni que las mujeres sean mejores cocineras que los hombres, ni que sean mejores conductoras que los hombres", surge una disputa múltiple.

En segundo lugar, debemos distinguir entre disputas mixtas y no mixtas. Si, con respecto a una proposición, se pone en cuestión solo un punto de vista positivo o sólo uno negativo, se trata de una disputa ~o mixta. En cambio, si se cuestionan tanto un punto de vista posi­tivo como uno negativo, con respecto a la misma proposición, se trata de una disputa mix­ta. Por ejemplo, si solo se cuestiona el punto de vista positivo "Es incuestionablemente verdadero que las mujeres son mejores conductoras que los hombres", sin que en oposi­ción a él se presente el punto de vista negativo "No es en absoluto verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres", la djsputa es no mixta. Es decir, si la única reacción al punto de vista original es "No Jo sé", la disputa es no mixta, pero si el punto de vista positivo fuera contradicho mediante el punto de vista negativo, entonces la disputa sería mixta.

En una disputa mixta no solo está en juego la mutua negación de los puntos de vista opuestos, sino también la duda recíproca con respecto a la aceptabilidad de estos ptmtoS de vista opuestos. No tiene sentido presentar un punto de vista opuesto si no existe ningtma duda acerca del punto de vista original y, si no hay dudas acerca del segundo punto de vista, la disputa ya no existirá, porque el primer punto de vista habrá sido abandonado en favor del segundo (p. ej., porque el segundo punto de vista proviene de un verdadero experto). Conceder que hay dos puntos de vista opuestos, sin suponer dudas recíprocas, significaría dar lugar a la posibilidad de aceptar puntos de vista contradictorios. En este caso, deja de tener sentido hablar de disputas.

36 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTA.C/ON, (0,\ll/N/CA.CION Y fA.UC/AS

Un punto de vista puede ser expresado de muy diversas maneras, variando desde la explícita y potente:

"Mi punto de vista es que el conductismo simplemente es lffia teorfa psicológica pasada de moda".

hasta la más cauta y menos potente:

"Creo que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda".

La proposición con la cual se relaciona el punto de vista también puede ser más o menos abarcadora, variando desde:

"Mi punto de vista es que el conductismo es una teoría psicológica pasada de moda"

hasta:

"Mi punto de vista es que algunos aspectos del conductismo están pasados de moda".

Representamos los tres tipos de ptmto de vista posibles de la manera siguiente:16

l. +/p punto de vista positivo con respecto a la proposición p. 2. -/p punto de vista negativo con respecto a la proposición p. 3. fJ/p Punto de vista cero con respeto a la proposición p.

Una persona que ha presentado un punto de vista positivo está, a partir de ese momento, positivamente comprometida con la proposición a la cual el punto de vista se refiere. Y una persona que ha presentado un punto de vista negativo está negativamente comprometida con la proposición. La consecuencia pragmática es, en ambos casos, que está obligada a defender ese punto de vista (positivo o negativo) si es atacado, es decir, si su aceptabilidad es cuestio­nada. Esta obligación seguirá existiendo mientras la persona no se retracte del plmto de vis­ta. En cambio, una persona que ha presentado lffi punto de vista cero no está ni positiva ni negativamente comprometida con la proposición. Estrictamente hablando, aquí no hay real­mente ningún punto de vista en absoluto. En consecuencia, no hay ninguna obligación de defenderlo. Por supuesto, la persona que adopta un punto de vista cero puede ser atacada precisamente por no adoptar ningún punto de vista; sin embargo, éste es un tema completa­mente diferente.

3. Disputas simples y complejas

Para que exista una disputa es necesario que haya una duda con respecto al ptmto de vista, en el sentido de que su aceptabilidad no se dé por sentada. Alguien duda de un punto de vista

16 Las distinciones terminológkas y conceptuales que se hacen en los capftulos 2-7 son indispensables para una correcta comprensión de la Parte 11 del presente libro. Por otra parte, las notaciones ayudan a lograr una descripción del discurso argumentativo libre de ambigüedades.

CAPITULO 11 1 PW«OS DE VISTA Y 0/f[RENC!AS OE OPIN/ON 37

cuando aún no lo ha aceptado y se pregtmta si debe o no aceptarlo. Expresar una duda impli­ca desafiar al proponente del punto de vista a defenderlo. No significa comprometerse automáticamente a aceptar el punto de vista contrario.

No es necesario que existan dos puntos de vista opuestos para que su~a tma disputa, aunque en la práctica este sea muchas veces el caso. El tipo más simple de disputa no consiste más que en lo siguiente: alguien ha presentado un punto de vista y este ha sido puesto en duda. Ni la fuerza de la duda, ni la manera en que es expresada son relevantes. Muy a menu­do la disputa ya ha sido resuelta antes de haber sido registrada como tal por los involucrados. Es necesario señalar que una disputa no es necesariamente un conflicto, una pelea o una disCusión, en el sentido corriente.

Las expresiones de duda pueden variar desde "¡Pero eso es una soberana estupidez!" y ·"No estqy de acuerdo" hasta "Me merece mis dudas" o "No estoy tan seguro de eso". Tam­bién hay caSos en los cuales la duda no se expresa tan claramente, sino que debe darse por supUesta. Las disputas en que esto ocurre pueden ser llamadas disputas implfcifas.

_ Las disputas complejas se pueden analizar dividiéndolas en varias disputas menos com­plejas. Su complejidad puede variar de muchas maneras. En primer lugar, debemos distin­guir entre disputas rínicas y múltiples. En una di~ puta única, el punto de vista cuestionado se relaciona con una sola proposición, mientras que en una disputa múltiple se pone en cues­tión un punto de vista que se relaciona con dos o más proposiciones. El punto de vista nega­tivo "No es verdad que las mujeres son mejores cocineras que los hombres" podría, por ejem­plo, dar origen a una disputa única. En cambio, si alguien presenta, por ejemplo, el punto de vista negativo "No es verdad ni que las mujeres sean mejores cocineras que los hombres, ni que sean mejores conductoras que los hombres", surge una disputa múltiple.

En segundo lugar, debemos distinguir entre disputas mixtas y no mixtas. Si, con respecto a una proposición, se pone en cuestión solo un punto de vista positivo o sólo uno negativo, se trata de una disputa ~o mixta. En cambio, si se cuestionan tanto un punto de vista posi­tivo como uno negativo, con respecto a la misma proposición, se trata de una disputa mix­ta. Por ejemplo, si solo se cuestiona el punto de vista positivo "Es incuestionablemente verdadero que las mujeres son mejores conductoras que los hombres", sin que en oposi­ción a él se presente el punto de vista negativo "No es en absoluto verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres", la djsputa es no mixta. Es decir, si la única reacción al punto de vista original es "No Jo sé", la disputa es no mixta, pero si el punto de vista positivo fuera contradicho mediante el punto de vista negativo, entonces la disputa sería mixta.

En una disputa mixta no solo está en juego la mutua negación de los puntos de vista opuestos, sino también la duda recíproca con respecto a la aceptabilidad de estos ptmtoS de vista opuestos. No tiene sentido presentar un punto de vista opuesto si no existe ningtma duda acerca del punto de vista original y, si no hay dudas acerca del segundo punto de vista, la disputa ya no existirá, porque el primer punto de vista habrá sido abandonado en favor del segundo (p. ej., porque el segundo punto de vista proviene de un verdadero experto). Conceder que hay dos puntos de vista opuestos, sin suponer dudas recíprocas, significaría dar lugar a la posibilidad de aceptar puntos de vista contradictorios. En este caso, deja de tener sentido hablar de disputas.

' ' "

38 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDOR5T /ARGUMENTACIÓN, CO,\WN/CACIÓN Y fAUCIAS

La forma más elemental o menos complicada de tma disputa es la representada por tma disputa simple que es a la vez única y no mixta.17 Las disputas múltiples y las disputas mixtas son más complejas. Cuando se combina el hecho de ser múltiples con el hecho de ser mixtas, las disputas que surgen son aún más complejas. Por ejemplo:

Ana: "No es verdad que las mujeres sean mejores cocineras que los hombres, pero es verdad que son mejores conductoras".

José: "No estoy de acuerdo. En mi opinión, es exactamente al revés: Las mujeres son mejores cocineras, pero ciertamente no son mejores conductoras que los hombres".

Las posibilidades que hemos distinguido en relación a la complejidad de las disputas constituyen cuatro tipos estándar: l. disputas Ítnicas no mixtas (forma elemental) 2. disputas únicas mixtas. 3. disputas múltiples no mixtas. 4. disputas múltiples mixtas.

Dado que el punto de vista adoptado en una disputa puede ser positivo o negativo con respecto a la proposición, existen dos variantes de la disputa elemental. Podemos represen­tar estas dos variantes de la siguiente manera, designando a las personas involucradas en la disputa como Usuario del Lenguaje 1 (UL

1) y Usuario del Lenguaje 2 (UL

1) e indicando una

expresión de duda por medio de un signo de interrogación:

Ws dos variantes de la forma elemental de disputa la. UL1: +/p lb. UL1: -/p

UL,,? !(+!p) UL,, ?/(-/p)

Usando las mismas abreviaturas, súnbolos y variables, también podemos caracterizar esquemáticamente los otros tres tipos estándar de disputa:

Forma general de una disputa única mixta 2: UL,, +!p ?/(-!p)

UL,' '1(+/p) , -/p

Forma general de una disputa múltiple 110 mixta 3. UL1: +/p1 +/p2 ... i +/pn

UL,'? /(+/p,) ; ? !(+!p,); ... ; ? !(+!p.)

Forma general de una disputa múltiple mixta 4. UL1: +/p1 ? 1(-!p); ... ; +/pn

UL,,?/(+/p,), -!p, ... ;?/(+!p,), ?1(-!p,) -lp,

"Como una disputa de la forma elemental es la más fácil de manejar, y ooa gran cantidad de disputas de la vida cotidiana comienzan. de esta manera, parece razonable para propósitos didácticos concentrarse primero en los pnr blemas que se enfrentan al tratar con disputas únicas no mixtas. Por este tipo de razones, las competencias de "debate académico" en Holanda se han restringido, en la práctica, a las disputas simples.

CAP!TUW 11 /PUNTOS DE VISTA Y DlfERE~'CIAS DE OPINIÓN 39

Las p en una disputa múltiple siempre reciben subíndices, porque una disputa de este tipo contiene más de una proposición. Se usa un punto y coma para indicar cuando se consi­dera una nueva proposición, mientras que las partes de una disputa mixta que se relacionan con la misma proposición están separadas solamente por una coma.

Ejemplos de los Cuatro Tipos Estándar de Disputa:

1. Disputa única no mixta UL

1: Este problema será fácil de resolver.

UL2: ¿Lo será?

a. UL1: +/p m,,?!(+!p)

UL1: Este problema no será fácil de resolver.

UL¡: ¿No lo será? b. UL1: -lp

UL,' ?/(-/p)

2. Disputa m!Íltíple no mixta UL1: La gente se casa muy joven hoy en día, se divorcian demasiado fácilmente y

son terriblemente egoístas.

UL¡: ¿Por qué demasiado jóvenes? ¿Qué quieres decir con demasiado fácilmente? Además, no entiendo bien lo del egoísmo.

ULl: +/pt +/p2 +/p3 UL,, ?/(+!p,); ?/(+!p,); ?/(+!p~

UL1: Los holandeses no son románticos ... U~: No estoy ~an seguro de eso.

UL1: ... Y no son espirituales tampoco ... U~: ¿Por qué no?

UL1: ... Pero, por lo menos, puedes confiar en ellos ... U~: Me pregunto si será así o no.

UL1: -/p1

UL,' ? /(-/p,);

3. Disputa única mixta

-/p2 ?1(-!p,);

+/p3 ?/(+!p,)

UL1: Nunca se debería tomar aspirina con leche. UL2: ¡Por supuesto que se puede!

UL1: -lp m,, ? 1(-!p),

?/(+/p) +/p

Siempre se debería tomar aspirina con leche. ¡No, nunca se debería hacer eso!

ULI: +/p UL,, ?/(+/p),

? /(-/p) -lp

' ' "

38 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDOR5T /ARGUMENTACIÓN, CO,\WN/CACIÓN Y fAUCIAS

La forma más elemental o menos complicada de tma disputa es la representada por tma disputa simple que es a la vez única y no mixta.17 Las disputas múltiples y las disputas mixtas son más complejas. Cuando se combina el hecho de ser múltiples con el hecho de ser mixtas, las disputas que surgen son aún más complejas. Por ejemplo:

Ana: "No es verdad que las mujeres sean mejores cocineras que los hombres, pero es verdad que son mejores conductoras".

José: "No estoy de acuerdo. En mi opinión, es exactamente al revés: Las mujeres son mejores cocineras, pero ciertamente no son mejores conductoras que los hombres".

Las posibilidades que hemos distinguido en relación a la complejidad de las disputas constituyen cuatro tipos estándar: l. disputas Ítnicas no mixtas (forma elemental) 2. disputas únicas mixtas. 3. disputas múltiples no mixtas. 4. disputas múltiples mixtas.

Dado que el punto de vista adoptado en una disputa puede ser positivo o negativo con respecto a la proposición, existen dos variantes de la disputa elemental. Podemos represen­tar estas dos variantes de la siguiente manera, designando a las personas involucradas en la disputa como Usuario del Lenguaje 1 (UL

1) y Usuario del Lenguaje 2 (UL

1) e indicando una

expresión de duda por medio de un signo de interrogación:

Ws dos variantes de la forma elemental de disputa la. UL1: +/p lb. UL1: -/p

UL,,? !(+!p) UL,, ?/(-/p)

Usando las mismas abreviaturas, súnbolos y variables, también podemos caracterizar esquemáticamente los otros tres tipos estándar de disputa:

Forma general de una disputa única mixta 2: UL,, +!p ?/(-!p)

UL,' '1(+/p) , -/p

Forma general de una disputa múltiple 110 mixta 3. UL1: +/p1 +/p2 ... i +/pn

UL,'? /(+/p,) ; ? !(+!p,); ... ; ? !(+!p.)

Forma general de una disputa múltiple mixta 4. UL1: +/p1 ? 1(-!p); ... ; +/pn

UL,,?/(+/p,), -!p, ... ;?/(+!p,), ?1(-!p,) -lp,

"Como una disputa de la forma elemental es la más fácil de manejar, y ooa gran cantidad de disputas de la vida cotidiana comienzan. de esta manera, parece razonable para propósitos didácticos concentrarse primero en los pnr blemas que se enfrentan al tratar con disputas únicas no mixtas. Por este tipo de razones, las competencias de "debate académico" en Holanda se han restringido, en la práctica, a las disputas simples.

CAP!TUW 11 /PUNTOS DE VISTA Y DlfERE~'CIAS DE OPINIÓN 39

Las p en una disputa múltiple siempre reciben subíndices, porque una disputa de este tipo contiene más de una proposición. Se usa un punto y coma para indicar cuando se consi­dera una nueva proposición, mientras que las partes de una disputa mixta que se relacionan con la misma proposición están separadas solamente por una coma.

Ejemplos de los Cuatro Tipos Estándar de Disputa:

1. Disputa única no mixta UL

1: Este problema será fácil de resolver.

UL2: ¿Lo será?

a. UL1: +/p m,,?!(+!p)

UL1: Este problema no será fácil de resolver.

UL¡: ¿No lo será? b. UL1: -lp

UL,' ?/(-/p)

2. Disputa m!Íltíple no mixta UL1: La gente se casa muy joven hoy en día, se divorcian demasiado fácilmente y

son terriblemente egoístas.

UL¡: ¿Por qué demasiado jóvenes? ¿Qué quieres decir con demasiado fácilmente? Además, no entiendo bien lo del egoísmo.

ULl: +/pt +/p2 +/p3 UL,, ?/(+!p,); ?/(+!p,); ?/(+!p~

UL1: Los holandeses no son románticos ... U~: No estoy ~an seguro de eso.

UL1: ... Y no son espirituales tampoco ... U~: ¿Por qué no?

UL1: ... Pero, por lo menos, puedes confiar en ellos ... U~: Me pregunto si será así o no.

UL1: -/p1

UL,' ? /(-/p,);

3. Disputa única mixta

-/p2 ?1(-!p,);

+/p3 ?/(+!p,)

UL1: Nunca se debería tomar aspirina con leche. UL2: ¡Por supuesto que se puede!

UL1: -lp m,, ? 1(-!p),

?/(+/p) +/p

Siempre se debería tomar aspirina con leche. ¡No, nunca se debería hacer eso!

ULI: +/p UL,, ?/(+/p),

? /(-/p) -lp

40 FRANS H. VAN EEMEREN- Ro~ GROOTENDORST 1 ARGl/MCNfAC/ÓN, COhWNICIIC!ON Y fAI.ACIAS

4. Dispufa múltiple mixfa UL

1: La gente no debería protestar tan fácilmente por cualquier cosa ...

U~: No estoy de acuerdo.

UL1: ... Y deberían dejar a los demás lo más tranquilos posible ...

UI.z: No estoy de acuerdo con eso, tampoco.

UL1: ... Y, de todos modos, con todas esas protestas no se logra ningún resultado ...

U~: ¡Sí, se logra!

UL1: ... Y, además, la gente decente tiene mejores cosas que hacer ...

U~: ¡Qué punto de vista tan estrecho!

ULI: -/p¡ UL,, ? 1(-!p,),

ULI: -/p3 UL,, ? 1(-/p,),

?/(+/p,); +lp¡

?/(+lpJ; +/p3

Disputas Ú11icas versus Disputas MIÍltiples

En el enunciado:

+/p2 ?/(+lp,),

+lp, ?/(+!p,),

? 1(-/p,); -lp2;

?1(-lpJ -lp,

"Es verdad que una actitud positiva hacia el uso de un dialecto muchas veces va acompañada por un declinar del dominio de un dialecto particular",

el punto de vista se refiere a una proposición más compleja que la del enunciado:

"Saul Bellow es un escritor".

Además de esta complejidad proposicional"cualitativa", existe también otra forma de complejidad en la que el punto de vista se refiere a varias proposiciones diferentes. Un ejem­plo de esta complejidad "cuantitativa" puede verse en el punto de vista:

"Los pobres se están volviendo cada vez más pobres y la contaminación se está volviendo cada vez peor".

En un punto de vista pueden presentarse combinaciones de proposiciones todavía mu­cho más elaboradas, como cuando lo que está siendo cuestionado en lma disputa es la aceptabilidad de una teoría completa.

En los casos de complejidad cuantitativa, la disputa múltiple siempre puede ser separada en varias disputas únicas. Entonces, cada una de las proposiciones puede ser examinada individualmente para determinar si el punto de vista es defendible. Por ejemplo, en una disputa acerca del punto de vista:

"Los dentistas políticos pueden saber mucho acerca de la ciencia política, pero saben muy poco acerca de la política",

CAPITUW 11 1 PliNTOS DE VISTA Y OIHRrNCIAS OC OPINION 41

podría resultar irónicamente muy fácil probar que los dentistas políticos saben muy poco acerca de política, pero no tan fácil probar que saben mucho acerca de la ciencia política.

En los casos de complejidad proposicional no siempre resulta inmediatamente claro si una disputa es única o múltiple. En última instancia, incluso en los casos de complejidad proposicional cuantitativa, depende de las reacciones de la otra parte frente a un punto de vista si se justifica o no considerar la disputa como múltiple. Si más de una de las proposicio­nes conduce a duda u oposición, la disputa es múltiple. Pero también puede suceder que solo una de las proposiciones dé origen a una respuesta. En ese caso la disputa debe considerarse como única, puesto que las otras proposiciones no son cuestionadas.

Disputas Mixtas versus Disputas No Mixtas

Puesto que a veces resulta difícil distinguir entre una duda y un ptmto de vista negativo, también puede ser problemático distinguir entre disputas mixtas y disputas no mixtas. Es muy corriente que, en la práctica, por razones de cortesía o por mantener las apariencias, alguien que está en desacuerdo con un punto de vista disimule su crítica mediante una ex­presión de duda. Si, de hecho, la reacción a lm ptmto de vista no es solo una expresión de duda, sino un punto de vista negativo, entonces la disputa se vuelve mixta. La cuestión fun­damental que es necesario responder aquí es si un usuario del lenguaje que expresa una duda frente a un punto de vista contrae o no, al hacerlo, un compromiso negativo con la proposición a la que ese punto de vista se refiere. Solo en ese caso puede serie adscrito un punto de vista negativo, y entonces la disputa debe ser considerada como mixta.

Una persona que defiende un punto de vista particular actuará frecuentemente como si la persona a la que está tratando de convencer hubia;e adoptado el punto de vista contrario, aunque su oponente no haya dicho expresamente que lo ha adoptado. Entonces la disputa será tratada por ella como si fuera una disputa mixta. A primera vista podría parecer que las disputas no mixtas no oCurren frecuentemente en forma pura; sin embargo, al examinar el asunto más detenidamente, resulta que son bastante comunes en el discurso argumentativo corriente: a menudo basta con que una persona levante una ceja o recurra a algím otro signo de incertidumbre para indicar que todavía no está plenamente de acuerdo.

Si bien la sihtación de Jos contextos legales es un poco más compleja que eso, Jos procedi­mientos judiciales en materia criminal de muchos países europeos pueden proporcionar un buen ejemplo de disputa no mixta entre el fiscal y el juez. En el transcurso de estos procedi­mientos, mientras el fiscal actúa como el defensor de un punto de vista, el juez actúa como alguien que sistemáticamente pone en duda ese punto de vista. Mientras el fiscal afirma que el acusado ha cometido alguna ofensa, el juez debe investigar si esta afirmación es correcta o no. A diferencia de lo que ocurre en un proceso civil, en el cual el demandante y el acusado a menudo adoptan puntos de vista opuestos y el juez permanece pasivo, aquí no se trata de puntos de vista opuestos.18

En relación a las disputas mixtas y no mixtas, puede ser de utilidad recordar que la expre­sión "adoptar un punto de vista contrario" puede dar origen a un malentendido, porque las

'" Cf. Feteris (1987, pp. 335-336).

40 FRANS H. VAN EEMEREN- Ro~ GROOTENDORST 1 ARGl/MCNfAC/ÓN, COhWNICIIC!ON Y fAI.ACIAS

4. Dispufa múltiple mixfa UL

1: La gente no debería protestar tan fácilmente por cualquier cosa ...

U~: No estoy de acuerdo.

UL1: ... Y deberían dejar a los demás lo más tranquilos posible ...

UI.z: No estoy de acuerdo con eso, tampoco.

UL1: ... Y, de todos modos, con todas esas protestas no se logra ningún resultado ...

U~: ¡Sí, se logra!

UL1: ... Y, además, la gente decente tiene mejores cosas que hacer ...

U~: ¡Qué punto de vista tan estrecho!

ULI: -/p¡ UL,, ? 1(-!p,),

ULI: -/p3 UL,, ? 1(-/p,),

?/(+/p,); +lp¡

?/(+lpJ; +/p3

Disputas Ú11icas versus Disputas MIÍltiples

En el enunciado:

+/p2 ?/(+lp,),

+lp, ?/(+!p,),

? 1(-/p,); -lp2;

?1(-lpJ -lp,

"Es verdad que una actitud positiva hacia el uso de un dialecto muchas veces va acompañada por un declinar del dominio de un dialecto particular",

el punto de vista se refiere a una proposición más compleja que la del enunciado:

"Saul Bellow es un escritor".

Además de esta complejidad proposicional"cualitativa", existe también otra forma de complejidad en la que el punto de vista se refiere a varias proposiciones diferentes. Un ejem­plo de esta complejidad "cuantitativa" puede verse en el punto de vista:

"Los pobres se están volviendo cada vez más pobres y la contaminación se está volviendo cada vez peor".

En un punto de vista pueden presentarse combinaciones de proposiciones todavía mu­cho más elaboradas, como cuando lo que está siendo cuestionado en lma disputa es la aceptabilidad de una teoría completa.

En los casos de complejidad cuantitativa, la disputa múltiple siempre puede ser separada en varias disputas únicas. Entonces, cada una de las proposiciones puede ser examinada individualmente para determinar si el punto de vista es defendible. Por ejemplo, en una disputa acerca del punto de vista:

"Los dentistas políticos pueden saber mucho acerca de la ciencia política, pero saben muy poco acerca de la política",

CAPITUW 11 1 PliNTOS DE VISTA Y OIHRrNCIAS OC OPINION 41

podría resultar irónicamente muy fácil probar que los dentistas políticos saben muy poco acerca de política, pero no tan fácil probar que saben mucho acerca de la ciencia política.

En los casos de complejidad proposicional no siempre resulta inmediatamente claro si una disputa es única o múltiple. En última instancia, incluso en los casos de complejidad proposicional cuantitativa, depende de las reacciones de la otra parte frente a un punto de vista si se justifica o no considerar la disputa como múltiple. Si más de una de las proposicio­nes conduce a duda u oposición, la disputa es múltiple. Pero también puede suceder que solo una de las proposiciones dé origen a una respuesta. En ese caso la disputa debe considerarse como única, puesto que las otras proposiciones no son cuestionadas.

Disputas Mixtas versus Disputas No Mixtas

Puesto que a veces resulta difícil distinguir entre una duda y un ptmto de vista negativo, también puede ser problemático distinguir entre disputas mixtas y disputas no mixtas. Es muy corriente que, en la práctica, por razones de cortesía o por mantener las apariencias, alguien que está en desacuerdo con un punto de vista disimule su crítica mediante una ex­presión de duda. Si, de hecho, la reacción a lm ptmto de vista no es solo una expresión de duda, sino un punto de vista negativo, entonces la disputa se vuelve mixta. La cuestión fun­damental que es necesario responder aquí es si un usuario del lenguaje que expresa una duda frente a un punto de vista contrae o no, al hacerlo, un compromiso negativo con la proposición a la que ese punto de vista se refiere. Solo en ese caso puede serie adscrito un punto de vista negativo, y entonces la disputa debe ser considerada como mixta.

Una persona que defiende un punto de vista particular actuará frecuentemente como si la persona a la que está tratando de convencer hubia;e adoptado el punto de vista contrario, aunque su oponente no haya dicho expresamente que lo ha adoptado. Entonces la disputa será tratada por ella como si fuera una disputa mixta. A primera vista podría parecer que las disputas no mixtas no oCurren frecuentemente en forma pura; sin embargo, al examinar el asunto más detenidamente, resulta que son bastante comunes en el discurso argumentativo corriente: a menudo basta con que una persona levante una ceja o recurra a algím otro signo de incertidumbre para indicar que todavía no está plenamente de acuerdo.

Si bien la sihtación de Jos contextos legales es un poco más compleja que eso, Jos procedi­mientos judiciales en materia criminal de muchos países europeos pueden proporcionar un buen ejemplo de disputa no mixta entre el fiscal y el juez. En el transcurso de estos procedi­mientos, mientras el fiscal actúa como el defensor de un punto de vista, el juez actúa como alguien que sistemáticamente pone en duda ese punto de vista. Mientras el fiscal afirma que el acusado ha cometido alguna ofensa, el juez debe investigar si esta afirmación es correcta o no. A diferencia de lo que ocurre en un proceso civil, en el cual el demandante y el acusado a menudo adoptan puntos de vista opuestos y el juez permanece pasivo, aquí no se trata de puntos de vista opuestos.18

En relación a las disputas mixtas y no mixtas, puede ser de utilidad recordar que la expre­sión "adoptar un punto de vista contrario" puede dar origen a un malentendido, porque las

'" Cf. Feteris (1987, pp. 335-336).

42 fRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOORST j ARGUMENT~C/ÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIAS

relaciones contrarias y las contradictorias se confunden fácilmente. Por ejemplo, en lugar del punto de vista:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1),

muchas veces el punto de vista:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+ /p1),

se toma como el opuesto al ptmto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres" (+/p1),

siendo que:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+/p2),

excluye la posibilidad de que ellas conduzcan igual que ellos, en cambio:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1)

no la excluye.

En el ptmto de vista:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1),

se niega el punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres"(+ /p1).

En el punto de vista:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+/p2),

se invierte, por así decirlo, el contenido proposicional de ese punto de vista. Tan pronto como alguien se opone al punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que Jos hombres" (+ /p1)

con el punto de vista:

"Los hombres son mejores conductores que las mujeres" ( + /p),

(APJHJLO JI /PUNTOS DE VIST~ Y DJFERE~'CIAS DE OPINIÓN 43

la disputa debe ser tratada como múltiple y como mixta a la vez, porque hay dos proposicio­nes diferentes en juego, en las que se supone que ambas partes sostienen opiniones opuestas:

UL1: t/p1;

UL2:?/(+/p1);

?/(+!p,) +/p3

4. La expresión verbal de los puntos de vista y de las dudas

En principio, siempre se debe suponer que la expresión verbal de una comtmicación refleja las intenciones del hablante o escritor. Por supuesto que, en la práctica, podría suceder que hubiera algo defectuoso en esa expresión. Sin embargo, a menos que podamos pedir tma clarificación, debemos basar nuestra interpretación en la expresión verbal tal como se ha presentado y tratar de encontrar la interpretación de los enunciados oscuros, opacos o vagos que mejor se adecue al contexto.

A veces resulta claro que el hablante o escritor no se ha dado cuenta de que ha dicho algo distinto de lo que intentaba decir. Este podría ser el caso de un /apsr1s ca/ami o linguae, pero también podría tratarse de m1 uso incorrecto, como cuando tm hablante extranjero usa "por principio" en lugar de "en principio":

"Por principio, yo no bebo, pero no tengo ninguna objeción a tomar una copa para acompañar a alguien".

El discurso de ciertos individuos y grupos puede exhibir también algtmas peculiaridades especiales que los hacen aparecer diciendo cosas diferentes de las que intentan decir. Por ejemplo: "Yo le pondría tm signo de interrogación a eso", queriendo decir "Yo lo rechazo"; o "Personalmente, tengo mis dudas acerca de eso", queriendo decir "No lo creo".

En todos estos casos, la interpretación tiene que tomar en cuenta la intención que, con máxima justicia, puede suponerse que tuvo el hablante o escritor. Ciertamente, esto puede significar que nos encontremos pisando tm terreno poco firme. Pero el conocimiento de las idiosincrasias lingüísticas de personas o grupos específicos puede sernas de ayuda en estos casos. Supongamos que nos damos cuenta de que es tma característica del lenguaje de los deportistas el estar plagado de repeticiones de la expresión "tú sabes". En este caso, no se les haría justicia al suponer que cada vez que dicen "tú sabes" realmente están suponiendo que uno "sabe".

La Expresió11 Verbal de los PuJJtos de Vista

Generalmente queda suficientemente claro cuál es el punto de vista que está en discusión en una disputa. En el discurso cotidiano, incluso tma persona que quiere expresarse de manera perfectamente clara no necesita ser completamente explícita para que su ptulto de vista sea reconocido como tal. En la mayoría de los casos, el contexto aclarará lo que quiere decir. Más aún, en la expresión verbal muchas veces habrá indicaciones bastante precisas de que se trata de tm punto de vista:

42 fRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOORST j ARGUMENT~C/ÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIAS

relaciones contrarias y las contradictorias se confunden fácilmente. Por ejemplo, en lugar del punto de vista:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1),

muchas veces el punto de vista:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+ /p1),

se toma como el opuesto al ptmto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres" (+/p1),

siendo que:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+/p2),

excluye la posibilidad de que ellas conduzcan igual que ellos, en cambio:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1)

no la excluye.

En el ptmto de vista:

"No es verdad que las mujeres sean mejores conductoras que los hombres" (-/p1),

se niega el punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres"(+ /p1).

En el punto de vista:

"Las mujeres son peores conductoras que los hombres" (+/p2),

se invierte, por así decirlo, el contenido proposicional de ese punto de vista. Tan pronto como alguien se opone al punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que Jos hombres" (+ /p1)

con el punto de vista:

"Los hombres son mejores conductores que las mujeres" ( + /p),

(APJHJLO JI /PUNTOS DE VIST~ Y DJFERE~'CIAS DE OPINIÓN 43

la disputa debe ser tratada como múltiple y como mixta a la vez, porque hay dos proposicio­nes diferentes en juego, en las que se supone que ambas partes sostienen opiniones opuestas:

UL1: t/p1;

UL2:?/(+/p1);

?/(+!p,) +/p3

4. La expresión verbal de los puntos de vista y de las dudas

En principio, siempre se debe suponer que la expresión verbal de una comtmicación refleja las intenciones del hablante o escritor. Por supuesto que, en la práctica, podría suceder que hubiera algo defectuoso en esa expresión. Sin embargo, a menos que podamos pedir tma clarificación, debemos basar nuestra interpretación en la expresión verbal tal como se ha presentado y tratar de encontrar la interpretación de los enunciados oscuros, opacos o vagos que mejor se adecue al contexto.

A veces resulta claro que el hablante o escritor no se ha dado cuenta de que ha dicho algo distinto de lo que intentaba decir. Este podría ser el caso de un /apsr1s ca/ami o linguae, pero también podría tratarse de m1 uso incorrecto, como cuando tm hablante extranjero usa "por principio" en lugar de "en principio":

"Por principio, yo no bebo, pero no tengo ninguna objeción a tomar una copa para acompañar a alguien".

El discurso de ciertos individuos y grupos puede exhibir también algtmas peculiaridades especiales que los hacen aparecer diciendo cosas diferentes de las que intentan decir. Por ejemplo: "Yo le pondría tm signo de interrogación a eso", queriendo decir "Yo lo rechazo"; o "Personalmente, tengo mis dudas acerca de eso", queriendo decir "No lo creo".

En todos estos casos, la interpretación tiene que tomar en cuenta la intención que, con máxima justicia, puede suponerse que tuvo el hablante o escritor. Ciertamente, esto puede significar que nos encontremos pisando tm terreno poco firme. Pero el conocimiento de las idiosincrasias lingüísticas de personas o grupos específicos puede sernas de ayuda en estos casos. Supongamos que nos damos cuenta de que es tma característica del lenguaje de los deportistas el estar plagado de repeticiones de la expresión "tú sabes". En este caso, no se les haría justicia al suponer que cada vez que dicen "tú sabes" realmente están suponiendo que uno "sabe".

La Expresió11 Verbal de los PuJJtos de Vista

Generalmente queda suficientemente claro cuál es el punto de vista que está en discusión en una disputa. En el discurso cotidiano, incluso tma persona que quiere expresarse de manera perfectamente clara no necesita ser completamente explícita para que su ptulto de vista sea reconocido como tal. En la mayoría de los casos, el contexto aclarará lo que quiere decir. Más aún, en la expresión verbal muchas veces habrá indicaciones bastante precisas de que se trata de tm punto de vista:

1

'

'1 '

44 FRANS H. VAN EntEREN- RoB GROOTENOORST/ ARGUMWTACION, COMUNICACitlN Y fAUICIAS

En mi opinión, los niños son la esperanza del futuro. Yo creo que los niños son personas muy crueles. Si me pregrm/ara/1 a m[, diría que no hay manera de expresar la esencia más profunda de las cosas. Mi conclusión es que la gente hace locuras para escapar del aburrimiento. Esta es la razón por /a cual uno se calma cuando elabora teorías sobre el miedo y la ansiedad. Entonces, él no puede haberlo hecho. Por lo tanto, los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos. En resumen, eso es algo que nunca debemos hacer. As{ es como yo lo veo; aunque no haga ningún bien, al menos no hará ningún daño. El pmtlo es, tú sabes, que el amor romántico solo fue inventado para permitir que las mujeres fueran manipuladas. ¿Tengo razón al peusar que la ley de Vemer fue la primera ley de la Fonética? Tenemos que estar de acuerdo en que nadar cuando la marea está bajando es más peligroso que nadar cuando la marea está subiendo. Esa afirmación, eu cousecrwncia, es falsa. Él afirma erróueameute que "bello" es un adverbio. Es rm sinsenlido afirmar que el peso de la prueba recae en mí. Sería rma bueua idea citar a la reunión con bastante anticipación. Tomando eu cuenta todos los factores, diffdlmente podría ser cierto.

También existen casos en los que sería exagerado afirmar que la expresión verbal indica que se está presentando llll pllllto de vista, pero en los que se observa llll modelo que suele ser recurrente cuando se expresan plllltos de vista, lo que facilita su reconocimiento:

Debemos darle a cada uno Jo suyo. No debes dejar que se le enfrle la comida. No se debería permitir que la gente estúpida tuviera hijos. La revolución debería comenzar por el individuo. Solo estoy lmrumdo ideas, pero seguramente el trabajo de cualquier persona es igualmente impor­tante. Err otras palabras, la gente que se vuelve loca es demasiado sensible. Eso es imposible. Comer demasiado es criminal.

El último ejemplo ("Comer demasiado es criminal") es lUla buena ilustración de que no basta con apoyarse en la expresión verbal para hacer lUla interpretación. Se debería usar también e1 propio conocimiento del contexto, tm conocimiento general de los antecedentes e incluso cualquier otro conocimiento específico que llllO pueda tener acerca de la situación. Después de todo, el enllllciado "Comer demasiado es criminal" puede ser llll pllllto de vista cuando se expresa en un país como los Estados Unidos, donde la comida es muy ablllldante, pero cuando se expresa en lUla región asolada por el hambre, como el Sahel, puede ser una afirmación de hecho, que no deja lugar absolutamente a ninglllla duda. Tal como hemos observado antes, los puntos de vista son categorías fllllcionales que no dependen primaria­mente de la forma o del contenido.

En textos argumentativos más extensos es frecuente que los plllltos de vista principales se repitan más de lUla vez. Puesto que las formulaciones que se eligen, por lo general, no son exactamente las mismas cada vez, existe el peligro de pensar erróneamente que la disputa es múltiple. El ptmto de vista central de la disputa no siempre es propuesto desde el comienzo,

~ 1

CAP]TUW 11 /PUNTOS DE VISTA Y DifERENCIAS DE OPINIÓN 45

de lUla vez y para siempre. Para lograr mayor claridad, o porque piensa que así resulta más efectivo, la persona que presenta el discurso puede volver a proponer su ptmto de vista a medio camino del discurso o incluso al final.

Puesto que los plllltos de vista pueden ser expresados con mayor énfasis ("Es ciertamente verdadero que ... ") y con menor énfasis ("Es probable que ... "), y puesto que pueden referirse a proposiciones más amplias ("Todos los grandes artistas son homosexuales") o menos am­plias (" Algllllos grandes artistas son homosexuales"), cuando repite su pllllto de vista, el hablante puede aprovechar la oportunidad de hacerlo más o menos enfático, o más general o más específico de lo que originalmente era.

Si el énfasis o la amplitud de llll pllllto de vista cambia sustancialmente, ya no se trata, obviamente, del mismo pllllto de vista. Si tal cambio ocurre a medio camino del discurso argumentativo, una disputa que inicialmente era lUla disputa única puede expandirse a una disputa múltiple, o bien lUla disputa completamente nueva puede haber reemplazado a la disputa original. Es muy frecuente, sin embargo, que el propósito de la repetición no tenga ninguna relación con la introducción de llll nuevo plllltO de vista, ni mucho menos con la eliminación del punto de vista original. Por razones de econonúa y recordando la navaja de Occam, al interpretar el discurso no se deben distinguir más plllltos de vista (ni más dispu­tas) de los que sean estrictamente necesarios.

La Expresió11 Verbal de las Dudas

Si a veces es difícil reconocer inmediatamente un punto de vista, es aún más difícil reconocer tma duda como tal. Entre las expresiones que son indicaciones más o menos claras de lUla duda se incluyen las siguientes:

No estoy completamente seguro de que ella no pudo haberlo hecho. ¿No podría ser que no sea más peligroso nadar cuando la marea está bajando que cuando está subiendo? ¿Realmente lo crees? Yo no estoy tan seguro de que Juan tenga aspecto de enfermo. No sé si los niños son realmente la esperanza del futuro. En realidad, todavía no puedo entender bien por qué la revolución debería comenzar por el indivi­duo. Sí, es rm paco difícil, pero a lo mejor no es verdad que los pobres se estén haciendo más pobres y los ricos más ricos. Voy a tener que pensar si creo o no que no hay manera de expresar la esencia más profunda de las cosas.

Muchas veces la duda permanece implícita. Atm así, la persona que defiende llll punto de vista siempre da por supuesta alguna forma de duda. A veces porque piensa que vio a la otra persona frllllcir el entrecejo, a veces porque ha tratado de ponerse en el lugar de la otra persona y cree que su punto de vista podría suscitar dudas en la mente de esta.

Otra complicación que es necesario mencionar aquí, y que podría surgir allll cuando la duda hubiera sido expresada explícitamente, es que a veces resulta difícil distinguir entre tma expresión de duda y llll pllllto de vista negativo. Esto sucede especialmente cuando un pllllto de vista negativo es presentado de manera indecisa, o con algunas restricciones, lo que permite que pueda ser fácilmente confundido con una expresión de duda.

1

'

'1 '

44 FRANS H. VAN EntEREN- RoB GROOTENOORST/ ARGUMWTACION, COMUNICACitlN Y fAUICIAS

En mi opinión, los niños son la esperanza del futuro. Yo creo que los niños son personas muy crueles. Si me pregrm/ara/1 a m[, diría que no hay manera de expresar la esencia más profunda de las cosas. Mi conclusión es que la gente hace locuras para escapar del aburrimiento. Esta es la razón por /a cual uno se calma cuando elabora teorías sobre el miedo y la ansiedad. Entonces, él no puede haberlo hecho. Por lo tanto, los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos. En resumen, eso es algo que nunca debemos hacer. As{ es como yo lo veo; aunque no haga ningún bien, al menos no hará ningún daño. El pmtlo es, tú sabes, que el amor romántico solo fue inventado para permitir que las mujeres fueran manipuladas. ¿Tengo razón al peusar que la ley de Vemer fue la primera ley de la Fonética? Tenemos que estar de acuerdo en que nadar cuando la marea está bajando es más peligroso que nadar cuando la marea está subiendo. Esa afirmación, eu cousecrwncia, es falsa. Él afirma erróueameute que "bello" es un adverbio. Es rm sinsenlido afirmar que el peso de la prueba recae en mí. Sería rma bueua idea citar a la reunión con bastante anticipación. Tomando eu cuenta todos los factores, diffdlmente podría ser cierto.

También existen casos en los que sería exagerado afirmar que la expresión verbal indica que se está presentando llll pllllto de vista, pero en los que se observa llll modelo que suele ser recurrente cuando se expresan plllltos de vista, lo que facilita su reconocimiento:

Debemos darle a cada uno Jo suyo. No debes dejar que se le enfrle la comida. No se debería permitir que la gente estúpida tuviera hijos. La revolución debería comenzar por el individuo. Solo estoy lmrumdo ideas, pero seguramente el trabajo de cualquier persona es igualmente impor­tante. Err otras palabras, la gente que se vuelve loca es demasiado sensible. Eso es imposible. Comer demasiado es criminal.

El último ejemplo ("Comer demasiado es criminal") es lUla buena ilustración de que no basta con apoyarse en la expresión verbal para hacer lUla interpretación. Se debería usar también e1 propio conocimiento del contexto, tm conocimiento general de los antecedentes e incluso cualquier otro conocimiento específico que llllO pueda tener acerca de la situación. Después de todo, el enllllciado "Comer demasiado es criminal" puede ser llll pllllto de vista cuando se expresa en un país como los Estados Unidos, donde la comida es muy ablllldante, pero cuando se expresa en lUla región asolada por el hambre, como el Sahel, puede ser una afirmación de hecho, que no deja lugar absolutamente a ninglllla duda. Tal como hemos observado antes, los puntos de vista son categorías fllllcionales que no dependen primaria­mente de la forma o del contenido.

En textos argumentativos más extensos es frecuente que los plllltos de vista principales se repitan más de lUla vez. Puesto que las formulaciones que se eligen, por lo general, no son exactamente las mismas cada vez, existe el peligro de pensar erróneamente que la disputa es múltiple. El ptmto de vista central de la disputa no siempre es propuesto desde el comienzo,

~ 1

CAP]TUW 11 /PUNTOS DE VISTA Y DifERENCIAS DE OPINIÓN 45

de lUla vez y para siempre. Para lograr mayor claridad, o porque piensa que así resulta más efectivo, la persona que presenta el discurso puede volver a proponer su ptmto de vista a medio camino del discurso o incluso al final.

Puesto que los plllltos de vista pueden ser expresados con mayor énfasis ("Es ciertamente verdadero que ... ") y con menor énfasis ("Es probable que ... "), y puesto que pueden referirse a proposiciones más amplias ("Todos los grandes artistas son homosexuales") o menos am­plias (" Algllllos grandes artistas son homosexuales"), cuando repite su pllllto de vista, el hablante puede aprovechar la oportunidad de hacerlo más o menos enfático, o más general o más específico de lo que originalmente era.

Si el énfasis o la amplitud de llll pllllto de vista cambia sustancialmente, ya no se trata, obviamente, del mismo pllllto de vista. Si tal cambio ocurre a medio camino del discurso argumentativo, una disputa que inicialmente era lUla disputa única puede expandirse a una disputa múltiple, o bien lUla disputa completamente nueva puede haber reemplazado a la disputa original. Es muy frecuente, sin embargo, que el propósito de la repetición no tenga ninguna relación con la introducción de llll nuevo plllltO de vista, ni mucho menos con la eliminación del punto de vista original. Por razones de econonúa y recordando la navaja de Occam, al interpretar el discurso no se deben distinguir más plllltos de vista (ni más dispu­tas) de los que sean estrictamente necesarios.

La Expresió11 Verbal de las Dudas

Si a veces es difícil reconocer inmediatamente un punto de vista, es aún más difícil reconocer tma duda como tal. Entre las expresiones que son indicaciones más o menos claras de lUla duda se incluyen las siguientes:

No estoy completamente seguro de que ella no pudo haberlo hecho. ¿No podría ser que no sea más peligroso nadar cuando la marea está bajando que cuando está subiendo? ¿Realmente lo crees? Yo no estoy tan seguro de que Juan tenga aspecto de enfermo. No sé si los niños son realmente la esperanza del futuro. En realidad, todavía no puedo entender bien por qué la revolución debería comenzar por el indivi­duo. Sí, es rm paco difícil, pero a lo mejor no es verdad que los pobres se estén haciendo más pobres y los ricos más ricos. Voy a tener que pensar si creo o no que no hay manera de expresar la esencia más profunda de las cosas.

Muchas veces la duda permanece implícita. Atm así, la persona que defiende llll punto de vista siempre da por supuesta alguna forma de duda. A veces porque piensa que vio a la otra persona frllllcir el entrecejo, a veces porque ha tratado de ponerse en el lugar de la otra persona y cree que su punto de vista podría suscitar dudas en la mente de esta.

Otra complicación que es necesario mencionar aquí, y que podría surgir allll cuando la duda hubiera sido expresada explícitamente, es que a veces resulta difícil distinguir entre tma expresión de duda y llll pllllto de vista negativo. Esto sucede especialmente cuando un pllllto de vista negativo es presentado de manera indecisa, o con algunas restricciones, lo que permite que pueda ser fácilmente confundido con una expresión de duda.

rr [

1' '

CAPITULO III

La argumentación como un acto de habla complejo

l. Aspectos comunicacionales y aspectos interactivos

Cuando una persona habla o escribe usa palabras y expresiones que cumplen ciertas fundo· nes que le permiten comunicarse e interactuar con otras personas. Desde la perspectiva comunicacional, sus emmciados pueden funcionar como preguntas, promesas, afirmado· nes, y así sucesivamente; desde la perspectiva interactiva, pueden conducir, por ejemplo, a tma respuesta, una sonrisa de satisfacción o una demanda de mayor información. Al expre­sar de este modo sus intenciones, el hablante (o escritor) realiza varios tipos de actos de habla.19

Todo acto de habla crea compromisos particulares para quien lo realiza. Por ejemplo, si alguien hace una pregunta puede suponerse legítimamente que "está interesado en escuchar la respuesta; si hace una promesa, se supone que cumplirá su promesa y si hace tma afirma­ción, debe ser capaz de apoyarla.

En un acto de habla se expresan una o más proposiciones que hacen referencia a algo y que le asignan un predicado particular a ese referente. En la realización de un acto de habla, a la proposición se le otorga tma "fuerza ilocucionaria" particular, la que le proporciona al acto de habla su ftmción comunicacional. Por ejemplo, si el hablante se refiere a la persona que lo escucha y le asigna a esta el predicado "tiene disposición para la lógica", podría otor· garle a su proposición la función comunicacional de una pregunta, diciendo: "¿Tiene usted disposición para la lógica?"

Los actos de habla no son plenamente comprendidos por un auditor (o lector) hasta que este conoce tanto las proposiciones que están siendo expresadas como la función comunicacional que estas tienen. La comprensión de un acto de habla es el efecto comrmicacional al que apunta el hablante. Generalmente el hablante esperará lograr también un efecto interactivo: que el que escucha acepte el acto de habla realizado o que responda de cierta manera. El que el oyente acepte el acto de habla es un efecto interactivo al que se apunta en la

,. Este enfoi:¡ue de la comunicación e interacción verbales se basa en la versión modificada de la teoría estándar de los actos de habla expuesta en van Eemeren & Grootendorst (1984). Por derto, la teoría estándar fue desarrollada por Austin (1962) y Searle {1969, 1979). Cf. también Fogelin {1972).

rr [

1' '

CAPITULO III

La argumentación como un acto de habla complejo

l. Aspectos comunicacionales y aspectos interactivos

Cuando una persona habla o escribe usa palabras y expresiones que cumplen ciertas fundo· nes que le permiten comunicarse e interactuar con otras personas. Desde la perspectiva comunicacional, sus emmciados pueden funcionar como preguntas, promesas, afirmado· nes, y así sucesivamente; desde la perspectiva interactiva, pueden conducir, por ejemplo, a tma respuesta, una sonrisa de satisfacción o una demanda de mayor información. Al expre­sar de este modo sus intenciones, el hablante (o escritor) realiza varios tipos de actos de habla.19

Todo acto de habla crea compromisos particulares para quien lo realiza. Por ejemplo, si alguien hace una pregunta puede suponerse legítimamente que "está interesado en escuchar la respuesta; si hace una promesa, se supone que cumplirá su promesa y si hace tma afirma­ción, debe ser capaz de apoyarla.

En un acto de habla se expresan una o más proposiciones que hacen referencia a algo y que le asignan un predicado particular a ese referente. En la realización de un acto de habla, a la proposición se le otorga tma "fuerza ilocucionaria" particular, la que le proporciona al acto de habla su ftmción comunicacional. Por ejemplo, si el hablante se refiere a la persona que lo escucha y le asigna a esta el predicado "tiene disposición para la lógica", podría otor· garle a su proposición la función comunicacional de una pregunta, diciendo: "¿Tiene usted disposición para la lógica?"

Los actos de habla no son plenamente comprendidos por un auditor (o lector) hasta que este conoce tanto las proposiciones que están siendo expresadas como la función comunicacional que estas tienen. La comprensión de un acto de habla es el efecto comrmicacional al que apunta el hablante. Generalmente el hablante esperará lograr también un efecto interactivo: que el que escucha acepte el acto de habla realizado o que responda de cierta manera. El que el oyente acepte el acto de habla es un efecto interactivo al que se apunta en la

,. Este enfoi:¡ue de la comunicación e interacción verbales se basa en la versión modificada de la teoría estándar de los actos de habla expuesta en van Eemeren & Grootendorst (1984). Por derto, la teoría estándar fue desarrollada por Austin (1962) y Searle {1969, 1979). Cf. también Fogelin {1972).

48 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTfNOORST / ARGUAlEWMCIÓN, COMUNICACIÓN Y FAUCIAS

realización de cualquier acto de habla, independientemente de otras respuestas que se de­seen. Es esta búsqueda de aceptación la que hace a los actos de habla interactivamente signi­ficativos.

No es necesario que el efecto comunicacional de entender tm acto de habla coincida con el efecto interactivo de aceptarlo. Por lo tanto, es necesario hacer una distinción teórica., en el acto de habla, entre el aspecto que busca lograr comprensión y el aspecto que busca lograr aceptación. En el primer caso, llamamos al acto de habla tul acto comunicacional, en el segun­do, un acto interactivo.20

El grado en que un oyente comprende un acto de habla y el grado en que lo acepta, obviamente no necesitan ser iguales. Una completa comprensión puede ir de la mano de una completa aceptación, pero también de una completa falta de aceptación o de una aceptación parcial. Por otra parte, una comprensión incompleta no solo puede ir de la mano de una aceptación parcial, sino también de una completa aceptación o una completa falta de acepta­ción. Sin embargo, para producir cualquier grado de aceptación, en principio será necesario lograr al menos algún grado de comprensión.

Los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de los actos de habla no son enteramente independientes unos de otros. Están incorporados en el mismo enunciado. A veces existe incluso una asociación más o menos fija entre los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de un acto de habla. De no ser así, el hablante puede aportar, ya sea intencionalmente o no, algunos indicios relativos a esta relación. Si no lo hace, esta relación solo puede ser reconocida con la ayuda del contexto en el cual el acto de habla se realiza.

Ide11tijicaciólt de los Aspectos Comrmícacio11ales y los Aspectos I11teractívos

No existe ningún criterio formal, que no resulte ambiguo, para distinguir los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de los actos de habla. Un test sencillo para po­ner a prueba el estahts comunicacional de un posible indicador de acto de habla es el test "con estas palabras" (hereby test):

Tome la primera persona singular del presente indicativo del verbo que parezca indicar mejor el aspecto comunicacional involucrado, intercale la expresión "con estas palabras" entre el pro­nombre personal "yo" y el verbo, luego compruebe si esto produce un enunciado correcto. Si lo hace, el verbo identifica una función comunicacional.

Por ejemplo: "Yo, con estas palabras, prometo que llegaré a tiempo mañana", "Yo, con estas palabras, confirmo que tú llegaste a tiempo". Si el test "con estas palabras" produce un resultado extraño, o incluso absurdo, como "Yo, con estas palabras, te convenzo de que estoy en lo correcto" o "Yo, con estas palabras, te mcami11o a casa", quiere decir que el verbo no tiene una función comtmicacional. El verbo convencer indica el aspecto interactivo de un acto de habla y el verbo encaminar no indica ningún acto de habla en absoluto.

El test "con estas palabras" (hereby test) produce construcciones que efectivamente ocu­rren en la vida real, aunqt:e ftmdamentalmente en contextos formales. Un presidente puede

lll De esta manera le damos un significado más claro y más específico a la distinción rudimentaria de Austin y Searle entre actos "ilocudonarios" y "perlocucionarios".

CAPITULO III j LA ARGUMENTACIÓN COMO UN ACTO DE HA8U COMPLEJO 49

abrir una sesión con la expresión: "Yo, con estas palabras, declaro abierta la sesión" y puede cerrarla con la expresión: "Yo, con estas palabras, declaro cerrada la sesión". Las cartas co­merciales, los contrat0'> y acuerdos similares están llenos de construcciones de este tipo: "Por la presente (hereby), le informamos que ... ", "Por la presente, Ud. queda notificado de que ... ", "Yo, el abajo firmante, por la presente, certifico que ... ", "Por la presente, queda resuelto que ... ", y así sucesivamente.

Desafortunadamente, el test "con estas palabras" no puede ser usado para identificar la función comunicacional de todos los actoS de habla. A menudo produce resultados que sue­nan bastante artificiales: "Yo, con estas palabras, supongo que ... ","Yo, con estas palabras, argumento que ... ", "Yo, con estas palabras, critico ... ", y así sucesivamente. Sin embargo, sise empieza con casos muy claros, es posible determinar, forzando un poco las cosas, si cierta caracterización nominal de un enunciado puede ser o no una design1ción del aspecto comunicacional del acto de habla en cuestión.

A fin de identificar el estahts interactivo de tm acto de habla, puede ser útil aplicar el siguiente test, el test "por ese medio" (thereby test):

A continuación del enunciado original coloque la frase: "Él, por ese medio, me ... " y reemplace los puntos suspensivos por el tiempo pasado del verbo que mejor describa el aspecto interactivo que Ud. crea que está en juego. Luego, compruebe si esto produce o no un enunciado correcto. Si lo hace, el verbo identifica un aspecto interactivo.

Por ejemplo: "Él, por ese medio, me levmrf6 el á11imo", "Él, por ese medio, me convenció".

2. Actos de habla elementales y complejos

Existen importantes diferencias entre el acto de habla de argumentar y actos de habla tales como afirmar, solicitar, prometer, anular, anunciar, aconsejar y predecir, tal como son expues­tos en la teoría estándar de los actos de habla.

En primer lugar, a diferencia de las afirmaciones, solicihtdes, promesas, etc., que pueden estar formadas por una única oración, la argumentación consta, en principio, de más de una oración:

"Sería mejor que ella no tomara clases de conducción, porque ya tiene 61 años, se asusta fácil­mente y nunca podrá comprarse un auto con lo que recibe de pensión".

A veces, a primera vista un argumento parece estar constihtido por una sola oración y representar, no obstante, una defensa completa de un punto de vista. Sin embargo, al ex<1mi­narlo más de cerca, siempre se encontrará que una parte de la argumentación se ha dejado implícita. Por ejemplo, en el enunciado: "Sería mejor que ella no tomara clases de conduc­ción, porque se asusta fácilmente", se ha dejado implícito el enunciado: "Las personas que se asustan fácilmente no deberían obtener licencia para conducir". Por otra parte, el enunciado: "Mañana te derribaré ese muro" es, en sí mismo, una promesa completa, el enunciado: "Ha dejado de llover", es una afirmación completa y el enunciado: "Lo mejor que puedes hacer es tenderte a reposar por tm rato", es un consejo completo.

1

48 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTfNOORST / ARGUAlEWMCIÓN, COMUNICACIÓN Y FAUCIAS

realización de cualquier acto de habla, independientemente de otras respuestas que se de­seen. Es esta búsqueda de aceptación la que hace a los actos de habla interactivamente signi­ficativos.

No es necesario que el efecto comunicacional de entender tm acto de habla coincida con el efecto interactivo de aceptarlo. Por lo tanto, es necesario hacer una distinción teórica., en el acto de habla, entre el aspecto que busca lograr comprensión y el aspecto que busca lograr aceptación. En el primer caso, llamamos al acto de habla tul acto comunicacional, en el segun­do, un acto interactivo.20

El grado en que un oyente comprende un acto de habla y el grado en que lo acepta, obviamente no necesitan ser iguales. Una completa comprensión puede ir de la mano de una completa aceptación, pero también de una completa falta de aceptación o de una aceptación parcial. Por otra parte, una comprensión incompleta no solo puede ir de la mano de una aceptación parcial, sino también de una completa aceptación o una completa falta de acepta­ción. Sin embargo, para producir cualquier grado de aceptación, en principio será necesario lograr al menos algún grado de comprensión.

Los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de los actos de habla no son enteramente independientes unos de otros. Están incorporados en el mismo enunciado. A veces existe incluso una asociación más o menos fija entre los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de un acto de habla. De no ser así, el hablante puede aportar, ya sea intencionalmente o no, algunos indicios relativos a esta relación. Si no lo hace, esta relación solo puede ser reconocida con la ayuda del contexto en el cual el acto de habla se realiza.

Ide11tijicaciólt de los Aspectos Comrmícacio11ales y los Aspectos I11teractívos

No existe ningún criterio formal, que no resulte ambiguo, para distinguir los aspectos comunicacionales y los aspectos interactivos de los actos de habla. Un test sencillo para po­ner a prueba el estahts comunicacional de un posible indicador de acto de habla es el test "con estas palabras" (hereby test):

Tome la primera persona singular del presente indicativo del verbo que parezca indicar mejor el aspecto comunicacional involucrado, intercale la expresión "con estas palabras" entre el pro­nombre personal "yo" y el verbo, luego compruebe si esto produce un enunciado correcto. Si lo hace, el verbo identifica una función comunicacional.

Por ejemplo: "Yo, con estas palabras, prometo que llegaré a tiempo mañana", "Yo, con estas palabras, confirmo que tú llegaste a tiempo". Si el test "con estas palabras" produce un resultado extraño, o incluso absurdo, como "Yo, con estas palabras, te convenzo de que estoy en lo correcto" o "Yo, con estas palabras, te mcami11o a casa", quiere decir que el verbo no tiene una función comtmicacional. El verbo convencer indica el aspecto interactivo de un acto de habla y el verbo encaminar no indica ningún acto de habla en absoluto.

El test "con estas palabras" (hereby test) produce construcciones que efectivamente ocu­rren en la vida real, aunqt:e ftmdamentalmente en contextos formales. Un presidente puede

lll De esta manera le damos un significado más claro y más específico a la distinción rudimentaria de Austin y Searle entre actos "ilocudonarios" y "perlocucionarios".

CAPITULO III j LA ARGUMENTACIÓN COMO UN ACTO DE HA8U COMPLEJO 49

abrir una sesión con la expresión: "Yo, con estas palabras, declaro abierta la sesión" y puede cerrarla con la expresión: "Yo, con estas palabras, declaro cerrada la sesión". Las cartas co­merciales, los contrat0'> y acuerdos similares están llenos de construcciones de este tipo: "Por la presente (hereby), le informamos que ... ", "Por la presente, Ud. queda notificado de que ... ", "Yo, el abajo firmante, por la presente, certifico que ... ", "Por la presente, queda resuelto que ... ", y así sucesivamente.

Desafortunadamente, el test "con estas palabras" no puede ser usado para identificar la función comunicacional de todos los actoS de habla. A menudo produce resultados que sue­nan bastante artificiales: "Yo, con estas palabras, supongo que ... ","Yo, con estas palabras, argumento que ... ", "Yo, con estas palabras, critico ... ", y así sucesivamente. Sin embargo, sise empieza con casos muy claros, es posible determinar, forzando un poco las cosas, si cierta caracterización nominal de un enunciado puede ser o no una design1ción del aspecto comunicacional del acto de habla en cuestión.

A fin de identificar el estahts interactivo de tm acto de habla, puede ser útil aplicar el siguiente test, el test "por ese medio" (thereby test):

A continuación del enunciado original coloque la frase: "Él, por ese medio, me ... " y reemplace los puntos suspensivos por el tiempo pasado del verbo que mejor describa el aspecto interactivo que Ud. crea que está en juego. Luego, compruebe si esto produce o no un enunciado correcto. Si lo hace, el verbo identifica un aspecto interactivo.

Por ejemplo: "Él, por ese medio, me levmrf6 el á11imo", "Él, por ese medio, me convenció".

2. Actos de habla elementales y complejos

Existen importantes diferencias entre el acto de habla de argumentar y actos de habla tales como afirmar, solicitar, prometer, anular, anunciar, aconsejar y predecir, tal como son expues­tos en la teoría estándar de los actos de habla.

En primer lugar, a diferencia de las afirmaciones, solicihtdes, promesas, etc., que pueden estar formadas por una única oración, la argumentación consta, en principio, de más de una oración:

"Sería mejor que ella no tomara clases de conducción, porque ya tiene 61 años, se asusta fácil­mente y nunca podrá comprarse un auto con lo que recibe de pensión".

A veces, a primera vista un argumento parece estar constihtido por una sola oración y representar, no obstante, una defensa completa de un punto de vista. Sin embargo, al ex<1mi­narlo más de cerca, siempre se encontrará que una parte de la argumentación se ha dejado implícita. Por ejemplo, en el enunciado: "Sería mejor que ella no tomara clases de conduc­ción, porque se asusta fácilmente", se ha dejado implícito el enunciado: "Las personas que se asustan fácilmente no deberían obtener licencia para conducir". Por otra parte, el enunciado: "Mañana te derribaré ese muro" es, en sí mismo, una promesa completa, el enunciado: "Ha dejado de llover", es una afirmación completa y el enunciado: "Lo mejor que puedes hacer es tenderte a reposar por tm rato", es un consejo completo.

1

50

i '

fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENOORSJ / ARGUMWTACI()N, CO.\lUNICACIÓN Y fAlACIAS

En segundo lugar, sin ser actos de habla indirectos, todos los emmciados que constituyen la argumentación tienen, al mismo tiempo, dos funciones comtmicacionalesP Alguien que defiende el punto de vista: "Sería mejor que ella no tomara clases de conducción", diciendo: "Ella ya tiene 61 años; se asusta fácilmente; nunca podrá comprarse tm auto con lo que recibe de pensión", ha emitido tres oraciones que, en conjunto, constituyen la argumentación. Estos tres enunciados tomados en conjunto cumplen la función comunicacional de la argumenta­ción, pero cada uno de ellos tomado individualmente tiene, además, una función comunicacional diferente: es también una afirmación, una declaración, o algo de ese tipo.

Existen, por cierto, otros actos de habla que también tienen tma función comunicacional dual. Por ejemplo, una explicación, tma amplificación o tma aclaración. Todas ellas están formadas por emmciados que, tomados separadamente, son afirmaciones, declaraciones o algo de ese tipo y que, cuando se toman en conjunto, sirven como una explicación, una am­plificación o una aclaración. Un caso un tanto diferente, pero de todos modos análogo, es el de las instmcciones que, en conjunto, forman una receta: "Lave las uvas, retírelas del racimo, ábralas con un cuchillo, retíreles las pepas. Llene el hueco con un poco de queso crema al ajo y finas hierbas. Déjelas en el refrigerador hasta que se endurezcan". En todo caso, la ftmción dual de la argumentación es una de las características que hacen de ella un acto de habla más complejo que una solicitud, tma promesa o una afirmación.

En tercer lugar, la constelación de actos de habla que constituye la argumentación no es autosufíciente, sino que debe estar conectada de una manera especial con otro acto de habla: el acto de habla en el cual se expresa el ptmto de vista que es apoyado por la argumentación. Los actos de habla del tipo de las promesas, las declaraciones y las solicitudes no necesitan estar ligados de esta manera especial a otro acto de habla.

Las diferencias entre la argumentación y estos otros actos de habla pueden comprenderse mejor cuando se observa que la argumentación no tiene una función comtmicacional en el nivel de la oración, sino en un nivel textual superior. Llamamos actos de habla elementales a los actos de habla que se dan en el nivel de la oración y actos de habla complejos a los actos de habla que se dan en el nivel textual superior. La argumentación pertenece a esta última cate· goría.

Aunque a veces la argumentación se confunde fácilmente con otros actos de habla com· piejos, tales como los de aclarar, amplificar y explicar, existe una diferencia importante entre ellos. Se supone que algo que es aclarado, amplificado o explicado ya ha sido aceptado, en principio, por el interlocutor; en cambio, cuando se presenta una argumentación, lo que está en juego es precisamente la aceptabilidad. En el discurso cotidiano, de vez en cuando el hablante puede, a fin de persuadir a su interlocutor, presentar su argumentación como una amplificación, una aclaración o algo de ese tipo. Al hablar de este modo acerca del punto de vista, como si ya hubiera sido aceptado, sugiere que su punto de vista no necesita de argu· mentación y que su aceptabilidad está fuera de duda.22

"En los actos de habla indirectos la hmcióndual depende de la diferencia entre el significado literal del enunciado ~un significado no literal que detennina su función "primaria", indin'\:ta.(Cf. cap1lulo 5).

Pensamos que es especialmente necesario hacer una clara distinción entre argumentación y explicación (Cf. Govier, 1987, pp. 159-176). Evidentemente, la adecuación de 'Jna explicación también puede ser examinada, pero entonces es la aceptabilidad del erplauaus la que está en juego y no la del exp/m¡audum.

CAPifUW 111 /LA ARG!/MfNTACJÓN COMO UN ACTO DE /IABlA CO.IlPH/0

3. Las condiciones de identificación y de corrección de la argumentación

Las condiciones de éxito o "felicidad" que el oyente puede considerar que se han cumplido cuando se encuentra con una argumentación son condiciones de identificación y condiciones de corrección.llPara que un enunciado valga como un acto de habla particulm;. y pueda ser identificado como tal, tienen que haberse cumplido las condiciones de identificación.uSi no se han cumplido estas condiciones, el oyente no puede decidir si está tratando con una pro­mesa, tma solicitud o una afirmación, ni qué consecuencias se siguen de esto. Para que el enunciado en cuestión sea tma realización apropiada de un acto de habla particular deben cumplirse las condiciones de corrección.

Por supuesto que, aun cuando un acto de habla cumpla con las condiciones de identifica· ción, muchas otras cosas podrían fallar. Por ejemplo, podría ser obvio que una pregunta ha sido formulada sin que el hablante esté interesado en la respuesta, que se ha afirmado algo que el hablante sabe que es falso, o que se ha prometido algo sin que el hablante tenga la menor intención de cumplirlo.

Puede ser difícil para el oyente determinar si las condiciones de corrección se han cumpli­do plenamente, pero el hablante siempre adquiere un compromiso con Jo que ha dicho y será considerado responsable de ello. El oyente tiene derecho a suponer que un hablante que ha hecho una pregunta está interesado en la respuesta, que un hablante que ha hecho una afir­mación está convencido de que ésta es verdadera, que un hablante que ha prometido algo realmente intenta cumplirlo y así sucesivamente.

Al formular las condiciones de identificación y corrección de la argumentación daremos por supuesto que, además de la argumentación, el hablante ha realizado otro acto de habla, en el cual se presenta un punto de vista con respecto a tma proposición p, y que ahora se dirige al oyente con los enunciados 1, 2, ... ,n. Para que estos enunciados puedan ser conside­rados como una realización del acto de habla complejo de la argumentación, deben cumplir­se dos tipos de condiciones de identificación:

1. Condición de contenido proposicional: los enunciados 1, 2, ... ,n constituyen los actos de habla elementales 1,2, ... ,n, en los cuales se ha adquirido un compromiso con las proposiciones expresadas.

2. Condición esencial: la realización de la constelación de actos de habla que está formada por los actos de habla elementales 1, 2, ... ,n cuenta como un intento por parte del hablante para justificar p, es decir, para convencer al oyente de la aceptabilidad de su punto de vista con respecto a p.

ll La noción de "condiciones de felicidad" para la realización de los actos de habla proviene de Austin (1962). La distinción entre condiciones de identificación (o de reconocimiento) y condiciones de wrrección está desarrollada en van Eemeren & Grootendorst (1984), donde se explica que las condiciones de felicidad para el acto de habla wmplejo de la argumentación pueden ser motivadas señalando las diversas consecuencias derivadas de sus viola­ciones. N Por lo tanto, también pueden ser consideradas como condiciones de reconocimiento de un acto de habla. En Scarle (1969), las condiciones preparatorias juegan un rol en la determinación de la identidad de lmacto de habla particu­lar. Nosotros, en cambio, las consideramos como condiciones de corrección y no como condiciones de reconocimien­to, puesto que se refieren a dos aspectos diferentes de la eficienda. La identidad de un acto de habla está determina­da, en nuestra perspectiva, por sus wndiciones esenciales y por su contenido proposicional. Aunque estas condicio­nes de reconocimiento son precondiciones para la identificación de un acto de habla, obviamente ellas no indican exactamente qué medios verbales o qué otros medios comunicacionales hacen que el acto de habla sea reconocible, es decir, de qué manera puede ser reconocido como tal en la práctica.

51 1 ' '

50

i '

fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENOORSJ / ARGUMWTACI()N, CO.\lUNICACIÓN Y fAlACIAS

En segundo lugar, sin ser actos de habla indirectos, todos los emmciados que constituyen la argumentación tienen, al mismo tiempo, dos funciones comtmicacionalesP Alguien que defiende el punto de vista: "Sería mejor que ella no tomara clases de conducción", diciendo: "Ella ya tiene 61 años; se asusta fácilmente; nunca podrá comprarse tm auto con lo que recibe de pensión", ha emitido tres oraciones que, en conjunto, constituyen la argumentación. Estos tres enunciados tomados en conjunto cumplen la función comunicacional de la argumenta­ción, pero cada uno de ellos tomado individualmente tiene, además, una función comunicacional diferente: es también una afirmación, una declaración, o algo de ese tipo.

Existen, por cierto, otros actos de habla que también tienen tma función comunicacional dual. Por ejemplo, una explicación, tma amplificación o tma aclaración. Todas ellas están formadas por emmciados que, tomados separadamente, son afirmaciones, declaraciones o algo de ese tipo y que, cuando se toman en conjunto, sirven como una explicación, una am­plificación o una aclaración. Un caso un tanto diferente, pero de todos modos análogo, es el de las instmcciones que, en conjunto, forman una receta: "Lave las uvas, retírelas del racimo, ábralas con un cuchillo, retíreles las pepas. Llene el hueco con un poco de queso crema al ajo y finas hierbas. Déjelas en el refrigerador hasta que se endurezcan". En todo caso, la ftmción dual de la argumentación es una de las características que hacen de ella un acto de habla más complejo que una solicitud, tma promesa o una afirmación.

En tercer lugar, la constelación de actos de habla que constituye la argumentación no es autosufíciente, sino que debe estar conectada de una manera especial con otro acto de habla: el acto de habla en el cual se expresa el ptmto de vista que es apoyado por la argumentación. Los actos de habla del tipo de las promesas, las declaraciones y las solicitudes no necesitan estar ligados de esta manera especial a otro acto de habla.

Las diferencias entre la argumentación y estos otros actos de habla pueden comprenderse mejor cuando se observa que la argumentación no tiene una función comtmicacional en el nivel de la oración, sino en un nivel textual superior. Llamamos actos de habla elementales a los actos de habla que se dan en el nivel de la oración y actos de habla complejos a los actos de habla que se dan en el nivel textual superior. La argumentación pertenece a esta última cate· goría.

Aunque a veces la argumentación se confunde fácilmente con otros actos de habla com· piejos, tales como los de aclarar, amplificar y explicar, existe una diferencia importante entre ellos. Se supone que algo que es aclarado, amplificado o explicado ya ha sido aceptado, en principio, por el interlocutor; en cambio, cuando se presenta una argumentación, lo que está en juego es precisamente la aceptabilidad. En el discurso cotidiano, de vez en cuando el hablante puede, a fin de persuadir a su interlocutor, presentar su argumentación como una amplificación, una aclaración o algo de ese tipo. Al hablar de este modo acerca del punto de vista, como si ya hubiera sido aceptado, sugiere que su punto de vista no necesita de argu· mentación y que su aceptabilidad está fuera de duda.22

"En los actos de habla indirectos la hmcióndual depende de la diferencia entre el significado literal del enunciado ~un significado no literal que detennina su función "primaria", indin'\:ta.(Cf. cap1lulo 5).

Pensamos que es especialmente necesario hacer una clara distinción entre argumentación y explicación (Cf. Govier, 1987, pp. 159-176). Evidentemente, la adecuación de 'Jna explicación también puede ser examinada, pero entonces es la aceptabilidad del erplauaus la que está en juego y no la del exp/m¡audum.

CAPifUW 111 /LA ARG!/MfNTACJÓN COMO UN ACTO DE /IABlA CO.IlPH/0

3. Las condiciones de identificación y de corrección de la argumentación

Las condiciones de éxito o "felicidad" que el oyente puede considerar que se han cumplido cuando se encuentra con una argumentación son condiciones de identificación y condiciones de corrección.llPara que un enunciado valga como un acto de habla particulm;. y pueda ser identificado como tal, tienen que haberse cumplido las condiciones de identificación.uSi no se han cumplido estas condiciones, el oyente no puede decidir si está tratando con una pro­mesa, tma solicitud o una afirmación, ni qué consecuencias se siguen de esto. Para que el enunciado en cuestión sea tma realización apropiada de un acto de habla particular deben cumplirse las condiciones de corrección.

Por supuesto que, aun cuando un acto de habla cumpla con las condiciones de identifica· ción, muchas otras cosas podrían fallar. Por ejemplo, podría ser obvio que una pregunta ha sido formulada sin que el hablante esté interesado en la respuesta, que se ha afirmado algo que el hablante sabe que es falso, o que se ha prometido algo sin que el hablante tenga la menor intención de cumplirlo.

Puede ser difícil para el oyente determinar si las condiciones de corrección se han cumpli­do plenamente, pero el hablante siempre adquiere un compromiso con Jo que ha dicho y será considerado responsable de ello. El oyente tiene derecho a suponer que un hablante que ha hecho una pregunta está interesado en la respuesta, que un hablante que ha hecho una afir­mación está convencido de que ésta es verdadera, que un hablante que ha prometido algo realmente intenta cumplirlo y así sucesivamente.

Al formular las condiciones de identificación y corrección de la argumentación daremos por supuesto que, además de la argumentación, el hablante ha realizado otro acto de habla, en el cual se presenta un punto de vista con respecto a tma proposición p, y que ahora se dirige al oyente con los enunciados 1, 2, ... ,n. Para que estos enunciados puedan ser conside­rados como una realización del acto de habla complejo de la argumentación, deben cumplir­se dos tipos de condiciones de identificación:

1. Condición de contenido proposicional: los enunciados 1, 2, ... ,n constituyen los actos de habla elementales 1,2, ... ,n, en los cuales se ha adquirido un compromiso con las proposiciones expresadas.

2. Condición esencial: la realización de la constelación de actos de habla que está formada por los actos de habla elementales 1, 2, ... ,n cuenta como un intento por parte del hablante para justificar p, es decir, para convencer al oyente de la aceptabilidad de su punto de vista con respecto a p.

ll La noción de "condiciones de felicidad" para la realización de los actos de habla proviene de Austin (1962). La distinción entre condiciones de identificación (o de reconocimiento) y condiciones de wrrección está desarrollada en van Eemeren & Grootendorst (1984), donde se explica que las condiciones de felicidad para el acto de habla wmplejo de la argumentación pueden ser motivadas señalando las diversas consecuencias derivadas de sus viola­ciones. N Por lo tanto, también pueden ser consideradas como condiciones de reconocimiento de un acto de habla. En Scarle (1969), las condiciones preparatorias juegan un rol en la determinación de la identidad de lmacto de habla particu­lar. Nosotros, en cambio, las consideramos como condiciones de corrección y no como condiciones de reconocimien­to, puesto que se refieren a dos aspectos diferentes de la eficienda. La identidad de un acto de habla está determina­da, en nuestra perspectiva, por sus wndiciones esenciales y por su contenido proposicional. Aunque estas condicio­nes de reconocimiento son precondiciones para la identificación de un acto de habla, obviamente ellas no indican exactamente qué medios verbales o qué otros medios comunicacionales hacen que el acto de habla sea reconocible, es decir, de qué manera puede ser reconocido como tal en la práctica.

51 1 ' '

'1'

1 52 fRANS H. VAN EEME~EN • ROB GROOTENOORSJ 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACIAS

La formulación de la condición esencial sugiere que la argumentación se usa exclusiva­mente para defender puntos de vista positivos, pero no es así. Aunque esto no se menciona en las condiciones, los puntos de vista negativos también pueden ser defendidos por medio de la argumentación. En ese caso, en la condición esencial debe hacerse referencia a la refuta­ción de la proposición ("contraargumentación") en lugar de a su justificación ("pro·argu­mentación").25 Para evitar la confusión, se debe recordar que la proposición misma a la cual se refiere el punto de vista también puede contener elementos negativos ("No creo que las mujeres no tengan una lógica propia").

Hay dos tipos de condiciones de corrección:

3. Condiciones preparatorias: a) El hablante cree que el oyente no acepta (o, al menos, no acepta automáticamente o

completamente) su punto de vista con respecto a p. b) El haólanle cree que el oyente está preparado para aceptar las proposiciones expresa­

das en los actos de habla elementales 1,2, ... ,n. e) El hablante cree que el oyente está preparado para aceptar la constelación de actos de

habla elementales 1, 2, ... ,n como una justificación aceptable de p. 4. Condiciones de responsabilidad:

a) El hablante cree que su punto de vista con respecto a p es aceptable. b) El hablante cree que las proposiciones expresadas en los actos de habla elementales

1,2, ... ,n son aceptables. e) El hablante cree que la constelación de actos de habla elementales 1, 2, ... ,n es una justi­

ficación aceptable de p.

La formulación de las condiciones preparatorias b. y c. no dice nada acerca de cuán firme­mente debe creer el hablante que el oyente está preparado para aceptar sus proposiciones y sus justificaciones. Deja cabida a una certeza absoluta, pero también a una vaga expectativa o una débil esperanza de que se obtendrá la aceptación. Sin embargo, elimina la posibilidad de que el hablante suponga, desde un comienzo, que no hay ninguna posibilidad de lograr la aceptación. Cualquier persona que haga un intento serio de convencer a otros debe al menos suponer que tiene alguna posibilidad de éxito, por pequeña que esta sea.

La formulación de la primera condición de responsabilidad (a) no excluye los casos como el razonamiento hipotético y la reductio ad absurdum, donde la persona que argumenta proce­de como si estas condiciones de corrección estuvieran cumplidas, aunque sabe que, de he­cho, no lo están. Por ejemplo, al usar la reducfio ad absurdum, la persona que argumenta espe­ra demostrar finalmente que el punto de vista que se disputa tiene que ser falso. Al cumplir inicialmente con la primera condición de responsabilidad, se compromete, por el momento, con la creencia establecida en esta condición. Adopta este procedimiento argumentativo pre­cisamente porque piensa que es útil para su propósito aceptar un compromiso temporal del que podrá deshacerse después de haber logrado su objetivo: comenzar por este compromiso temporal le facilitará la demostración de la falsedad del punto de vista. Más que creer -en algún sentido psicológico más profundo- en la aceptabilidad del punto de vista, aparenta,

"'Naess (1966), entre otros, usó el término cm11margumentaci6n para referirse exclusivamente a la argumentación presentada para refutar la argumentación de un oponente. En nuestros términos, esta restricción significar(a que la contraargumentación solo ocurre en discusiones que apuntan a la resolución de una disputa mixta.

(APfTUlO 111 1 Lt ARGUMWfACIÓN COMO UN ACTO Dt IIABU COMPLC/0

por así decirlo, profesar una creencia por la cual acepta responsabilidad mientras pueda serie útil, a pesar de lo fingida que esta creencia pueda ser en el fondo.

La formulación de las condiciones de responsabilidad segunda y tercera (b y e) parece excluir la posibilidad de que un hablante no crea realmente que las proposiciones expresadas en su argumentación son aceptables, o que justifican la proposición expresada en su punto de vista. No obstante, es obvio que alguien puede intentar convencer a un oyente sabiendo, y explotando este conocimiento, que el oyente, a diferencia del hablante mismo, encuentra aceptables estas proposiciones y esta justificación. Esta manera de proceder no surge necesa­riamente del deseo del hablante de lograr, a toda costa, el efecto de que la audiencia adhiera a su perspectiva. Puede surgir también de un genuino interés por llegar a saber exactamente cuáles son las consecuencias de proponer ciertos argumentos.26

Es importante notar que las condiciones de responsabilidad no implican que el hablante necesariamente deba ser siempre sincero. Puede estar mintiendo y pensar algo completa­mente diferente de lo que dice, pero, incluso en ese caso, ha adquirido Wl compromiso con lo que ha dicho y, en consecuencia, el oyente puede hacerlo responsable de sus palabras.27 Por ejemplo, si el hablante expresa dudas acerca de una proposición que él mismo ha usado antes en su argumentación, el oyente puede acusarlo de ser inconsecuente (ver cuadro 3.1).

16 En el primer caso el objetivo del hablante es retórico, en el sentido de la nueva retórica, en el segundo, es dialéctico, en el sentido de una nueva dialéctica (Cf. Perelman & Olbrechts-Tyteca, 1958. Barth & Krabbe, 1982). Para 1ma

roncepción más amplia de la retórica, que incluye la diatédica, véase Wenzel (1980, 1987, 1990). 11 Si las condiciones de responsabilidad fueran realmente condiciones de sinceridad que requieren 1m cierto estado mental, como ocurre en Searle (1969), algunas técnicas de argwnentación comunes y útiles, tales como el razona­miento hipotético y la red11ciio ad abs1ndum, quedarían prohibidas. la wnsecuencia más importante de las condicio­nes de responsabilidad es que puede considerarse que el hablante, puesto que es responsable de lo que ha dicho, actúa COIIW si fuera 5i11cero -lo sea o no lo sea en realidad. Para nuestros propósitos, lo que cuenta es aquello de lo que el hablante puede ser considerado responsable, no lo que piensa privadamente. Sin embargo, ocasionalmente habla· mos de su "sinceridad" en vez de su "responsabilidad", con el fin de evitar tmlenguaje artificial.

53

'1'

1 52 fRANS H. VAN EEME~EN • ROB GROOTENOORSJ 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACIAS

La formulación de la condición esencial sugiere que la argumentación se usa exclusiva­mente para defender puntos de vista positivos, pero no es así. Aunque esto no se menciona en las condiciones, los puntos de vista negativos también pueden ser defendidos por medio de la argumentación. En ese caso, en la condición esencial debe hacerse referencia a la refuta­ción de la proposición ("contraargumentación") en lugar de a su justificación ("pro·argu­mentación").25 Para evitar la confusión, se debe recordar que la proposición misma a la cual se refiere el punto de vista también puede contener elementos negativos ("No creo que las mujeres no tengan una lógica propia").

Hay dos tipos de condiciones de corrección:

3. Condiciones preparatorias: a) El hablante cree que el oyente no acepta (o, al menos, no acepta automáticamente o

completamente) su punto de vista con respecto a p. b) El haólanle cree que el oyente está preparado para aceptar las proposiciones expresa­

das en los actos de habla elementales 1,2, ... ,n. e) El hablante cree que el oyente está preparado para aceptar la constelación de actos de

habla elementales 1, 2, ... ,n como una justificación aceptable de p. 4. Condiciones de responsabilidad:

a) El hablante cree que su punto de vista con respecto a p es aceptable. b) El hablante cree que las proposiciones expresadas en los actos de habla elementales

1,2, ... ,n son aceptables. e) El hablante cree que la constelación de actos de habla elementales 1, 2, ... ,n es una justi­

ficación aceptable de p.

La formulación de las condiciones preparatorias b. y c. no dice nada acerca de cuán firme­mente debe creer el hablante que el oyente está preparado para aceptar sus proposiciones y sus justificaciones. Deja cabida a una certeza absoluta, pero también a una vaga expectativa o una débil esperanza de que se obtendrá la aceptación. Sin embargo, elimina la posibilidad de que el hablante suponga, desde un comienzo, que no hay ninguna posibilidad de lograr la aceptación. Cualquier persona que haga un intento serio de convencer a otros debe al menos suponer que tiene alguna posibilidad de éxito, por pequeña que esta sea.

La formulación de la primera condición de responsabilidad (a) no excluye los casos como el razonamiento hipotético y la reductio ad absurdum, donde la persona que argumenta proce­de como si estas condiciones de corrección estuvieran cumplidas, aunque sabe que, de he­cho, no lo están. Por ejemplo, al usar la reducfio ad absurdum, la persona que argumenta espe­ra demostrar finalmente que el punto de vista que se disputa tiene que ser falso. Al cumplir inicialmente con la primera condición de responsabilidad, se compromete, por el momento, con la creencia establecida en esta condición. Adopta este procedimiento argumentativo pre­cisamente porque piensa que es útil para su propósito aceptar un compromiso temporal del que podrá deshacerse después de haber logrado su objetivo: comenzar por este compromiso temporal le facilitará la demostración de la falsedad del punto de vista. Más que creer -en algún sentido psicológico más profundo- en la aceptabilidad del punto de vista, aparenta,

"'Naess (1966), entre otros, usó el término cm11margumentaci6n para referirse exclusivamente a la argumentación presentada para refutar la argumentación de un oponente. En nuestros términos, esta restricción significar(a que la contraargumentación solo ocurre en discusiones que apuntan a la resolución de una disputa mixta.

(APfTUlO 111 1 Lt ARGUMWfACIÓN COMO UN ACTO Dt IIABU COMPLC/0

por así decirlo, profesar una creencia por la cual acepta responsabilidad mientras pueda serie útil, a pesar de lo fingida que esta creencia pueda ser en el fondo.

La formulación de las condiciones de responsabilidad segunda y tercera (b y e) parece excluir la posibilidad de que un hablante no crea realmente que las proposiciones expresadas en su argumentación son aceptables, o que justifican la proposición expresada en su punto de vista. No obstante, es obvio que alguien puede intentar convencer a un oyente sabiendo, y explotando este conocimiento, que el oyente, a diferencia del hablante mismo, encuentra aceptables estas proposiciones y esta justificación. Esta manera de proceder no surge necesa­riamente del deseo del hablante de lograr, a toda costa, el efecto de que la audiencia adhiera a su perspectiva. Puede surgir también de un genuino interés por llegar a saber exactamente cuáles son las consecuencias de proponer ciertos argumentos.26

Es importante notar que las condiciones de responsabilidad no implican que el hablante necesariamente deba ser siempre sincero. Puede estar mintiendo y pensar algo completa­mente diferente de lo que dice, pero, incluso en ese caso, ha adquirido Wl compromiso con lo que ha dicho y, en consecuencia, el oyente puede hacerlo responsable de sus palabras.27 Por ejemplo, si el hablante expresa dudas acerca de una proposición que él mismo ha usado antes en su argumentación, el oyente puede acusarlo de ser inconsecuente (ver cuadro 3.1).

16 En el primer caso el objetivo del hablante es retórico, en el sentido de la nueva retórica, en el segundo, es dialéctico, en el sentido de una nueva dialéctica (Cf. Perelman & Olbrechts-Tyteca, 1958. Barth & Krabbe, 1982). Para 1ma

roncepción más amplia de la retórica, que incluye la diatédica, véase Wenzel (1980, 1987, 1990). 11 Si las condiciones de responsabilidad fueran realmente condiciones de sinceridad que requieren 1m cierto estado mental, como ocurre en Searle (1969), algunas técnicas de argwnentación comunes y útiles, tales como el razona­miento hipotético y la red11ciio ad abs1ndum, quedarían prohibidas. la wnsecuencia más importante de las condicio­nes de responsabilidad es que puede considerarse que el hablante, puesto que es responsable de lo que ha dicho, actúa COIIW si fuera 5i11cero -lo sea o no lo sea en realidad. Para nuestros propósitos, lo que cuenta es aquello de lo que el hablante puede ser considerado responsable, no lo que piensa privadamente. Sin embargo, ocasionalmente habla· mos de su "sinceridad" en vez de su "responsabilidad", con el fin de evitar tmlenguaje artificial.

53

''

1 ~ 54 fRAN5 H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENIXlRST / ARGUMfNTACIÓN, Cü.ltllNICiiCIÓN Y fAUCIAS

Cuadro3.1 Las condiciones y efectos del acto de habla complejo

de la argumentación: un ejemplo

NIVEL DE LA ORACIÓN

NIVEL TEXTUAL

Condición de contenido proposicional

Condición esencial

actos de habla elementales

actos de habla complejos

Condiciones preparatorias

Condiciones de responsabilidad

EFECTO COMUNICACIONAL (COMPRENSIÓN)

EFECTO INTERACTIVO (ACEriACIÓN)

l. Ella ya tiene 61 años Sería mejor que no tomara clases de conducción

2. Ella se asusta fácilmente

3. Ella no tiene dinero para un auto

argumentación punto de vista

(1)-(3) expresan un compromiso con la aceptabilidad de las proposiciones: 1. Ella tiene 61 años, 2. Ella se asusta fácilmente, 3. Ella no tiene dinero para un auto

La realización de (1)-(3) vale como un intento por parte del hablante H para convencer al oyen­te O de la aceptabilidad del punto de vista de que sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción.

1. H cree que O no acepta el punto de vista "Se­rfa mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

2. H cree que O aceptará las proposiciones ex­presadas en (1)-(3), es decir, que (1) ella tiene 61 aftas, (2) ella se asusta fácilmente y (3) ella no tiene dinero para un auto.

3. H cree que O aceptará la constelación (1)-(3) como una justificación de la proposición "Se­ría mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

1. H cree que el punto de vista "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción" es aceptable.

2. H cree que las proposiciones expresadas en (1)-(3) son aceptables.

3. H cree que la constelación (1)-(3) constituye una justificación aceptable de la proposición "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción".

O comprende que (1)-(3) valen como una ar­gumentación a favor del punto de vista "Se­ría mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

O acepta (1)-(3) como una justificación de la proposición "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción".

CAPITULO IV

Los actos de habla en la discusión crítica

l. Las etapas de la resolución de una disputa

Una disputa deja de existir cuando ya no existe una diferencia de opinión. Hay muchas ma­neras de persuadir a la parte contraria para que abandone su punto de vista o se retracte de sus dudas acerca de un punto de vista, poniendo así fin a la disputa. Cuando se habla de poner fin a tma disputa, desde tma perspectiva pragma-dialéctica, es importante distinguir claramente entre wnjar tma disputa y resolver tma disputa.

Zanjar tma disputa significa que la diferencia de opinión simplemente se deja de lado. Esto puede hacerse de tma manera más o menos civilizada, lanzando una moneda al aire, o más civilizadamente aún, solicitando el arbitraje de tma tercera parte neutral: tm árbitro, tm "ombudsman" o unjuez.28 También puede hacerse de tma manera menos civilizada, saltan­do al cuello del adversario o, tal vez aún peor, recurriendo a la intimidación o al chantaje.

Una disputa se resuélve solo cuando tma de las partes se retracta de sus dudas, porque ha sido convencida por la argumentación de la parte contraria, o retira su ptmto de vista, por­que se ha dado cuenta de que su argumentación no puede sostenerse ante las críticas de la otra parte. Así, las reacciones críticas y la argumentación cumplen tm papel esencial en la resolución de tma disputa. Para poder resolver realmente tma disputa, los puntos que están siendo disputados deben convertirse en el tema de tma discusión crítica cuyo propósito es lograr acuerdos acerca de la aceptabilidad o inaceptabilidad de los puntos de vista en discu· sión, averiguando si, mediante la argumentación, pueden o no ser adecuadamente defendi· dos de la duda o de la crítica.

la resolución de tma disputa pasa, idealmente, por cuatro etapas, que corresponden a cuatro fases diferentes de una discusión crítica. En el caso de tma discusión crítica surgida de tma disputa simple, este modelo ideal toma la forma siguiente: 1. Etapa de Confrontación. En esta etapa se establece que existe tma disputa. Un ptulto de

vista se presenta y es puesto en duda.

23 Otra manera civilizada de poner fin a una disputa es llegar a tm acuerdo que, más que resolver realmente la disputa original, implica modificar el punto de vista que estaba siendo disputado. Este es el procedimiento al que se recurre frecuentemente en la diplomacia, las negociaciones y otras situaciones similares.

''

1 ~ 54 fRAN5 H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENIXlRST / ARGUMfNTACIÓN, Cü.ltllNICiiCIÓN Y fAUCIAS

Cuadro3.1 Las condiciones y efectos del acto de habla complejo

de la argumentación: un ejemplo

NIVEL DE LA ORACIÓN

NIVEL TEXTUAL

Condición de contenido proposicional

Condición esencial

actos de habla elementales

actos de habla complejos

Condiciones preparatorias

Condiciones de responsabilidad

EFECTO COMUNICACIONAL (COMPRENSIÓN)

EFECTO INTERACTIVO (ACEriACIÓN)

l. Ella ya tiene 61 años Sería mejor que no tomara clases de conducción

2. Ella se asusta fácilmente

3. Ella no tiene dinero para un auto

argumentación punto de vista

(1)-(3) expresan un compromiso con la aceptabilidad de las proposiciones: 1. Ella tiene 61 años, 2. Ella se asusta fácilmente, 3. Ella no tiene dinero para un auto

La realización de (1)-(3) vale como un intento por parte del hablante H para convencer al oyen­te O de la aceptabilidad del punto de vista de que sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción.

1. H cree que O no acepta el punto de vista "Se­rfa mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

2. H cree que O aceptará las proposiciones ex­presadas en (1)-(3), es decir, que (1) ella tiene 61 aftas, (2) ella se asusta fácilmente y (3) ella no tiene dinero para un auto.

3. H cree que O aceptará la constelación (1)-(3) como una justificación de la proposición "Se­ría mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

1. H cree que el punto de vista "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción" es aceptable.

2. H cree que las proposiciones expresadas en (1)-(3) son aceptables.

3. H cree que la constelación (1)-(3) constituye una justificación aceptable de la proposición "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción".

O comprende que (1)-(3) valen como una ar­gumentación a favor del punto de vista "Se­ría mejor que ella no tomara lecciones de con­ducción".

O acepta (1)-(3) como una justificación de la proposición "Sería mejor que ella no tomara lecciones de conducción".

CAPITULO IV

Los actos de habla en la discusión crítica

l. Las etapas de la resolución de una disputa

Una disputa deja de existir cuando ya no existe una diferencia de opinión. Hay muchas ma­neras de persuadir a la parte contraria para que abandone su punto de vista o se retracte de sus dudas acerca de un punto de vista, poniendo así fin a la disputa. Cuando se habla de poner fin a tma disputa, desde tma perspectiva pragma-dialéctica, es importante distinguir claramente entre wnjar tma disputa y resolver tma disputa.

Zanjar tma disputa significa que la diferencia de opinión simplemente se deja de lado. Esto puede hacerse de tma manera más o menos civilizada, lanzando una moneda al aire, o más civilizadamente aún, solicitando el arbitraje de tma tercera parte neutral: tm árbitro, tm "ombudsman" o unjuez.28 También puede hacerse de tma manera menos civilizada, saltan­do al cuello del adversario o, tal vez aún peor, recurriendo a la intimidación o al chantaje.

Una disputa se resuélve solo cuando tma de las partes se retracta de sus dudas, porque ha sido convencida por la argumentación de la parte contraria, o retira su ptmto de vista, por­que se ha dado cuenta de que su argumentación no puede sostenerse ante las críticas de la otra parte. Así, las reacciones críticas y la argumentación cumplen tm papel esencial en la resolución de tma disputa. Para poder resolver realmente tma disputa, los puntos que están siendo disputados deben convertirse en el tema de tma discusión crítica cuyo propósito es lograr acuerdos acerca de la aceptabilidad o inaceptabilidad de los puntos de vista en discu· sión, averiguando si, mediante la argumentación, pueden o no ser adecuadamente defendi· dos de la duda o de la crítica.

la resolución de tma disputa pasa, idealmente, por cuatro etapas, que corresponden a cuatro fases diferentes de una discusión crítica. En el caso de tma discusión crítica surgida de tma disputa simple, este modelo ideal toma la forma siguiente: 1. Etapa de Confrontación. En esta etapa se establece que existe tma disputa. Un ptulto de

vista se presenta y es puesto en duda.

23 Otra manera civilizada de poner fin a una disputa es llegar a tm acuerdo que, más que resolver realmente la disputa original, implica modificar el punto de vista que estaba siendo disputado. Este es el procedimiento al que se recurre frecuentemente en la diplomacia, las negociaciones y otras situaciones similares.

. !·

'1 ,,

L

56 FRANS H. VAN EoM~~EN- RoB GROotENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACMS

2. Etapa de Apertura. En esta etapa se toma la decisión de intentar resolver la disputa por medio de tula discusión argumentativa reglamentada. Una parte toma el rol de protago­nista, lo que significa que está preparada para defender su ptulto de vista por medio de la argumentación. La otra parte toma el rol de antagonista, lo que significa que está prepara­da para desafiar sistemáticamente al protagonista a defender su pnnto de vista. En nna disputa no mixta, la parte que actúa como protagonista no tiene otra tarea que defender su ptulto de vista y la parte que actúa como antagonista no tiene otra tarea que criticar la defensa que el protagonista hace de su punto de vista, sin tener que defender un pnnto de vista propio. Ambas partes deben ponerse de acuerdo sobre los pnntos de partida y las reglas de la discusión.

3. Etapa de Argumentación. En esta etapa el protagonista defiende su ptmto de vista y el antagonista, si tiene más dudas, requiere de él más argumentación. Debido a su rol ftul­damental en la resolución de la disputa, la etapa de argumentación es considerada a ve­ces como la "verdadera" discusión. En una disputa no mixta hay solo un protagonista que argumenta, en una disputa mixta son más los protagonistas que deben argumentar.

4. Etapa de Clausura. En esta etapa se establece si la disputa ha sido o no resuelta, conside­rando que, o el punto de vista, o la duda referente al ptulto de vista, han sido retirados. Si lo que se ha retirado es el punto de vista, la disputa ha sido resuelta en favor del antago· nista; si lo que se ha retirado es la duda, la disputa ha quedado resuelta en favor del protagonista. En el caso de que sea el protagonista el que retira su ptulto de vista, puede ser que adopte un ptulto de vista opuesto a su punto de vista original, pero no tiene que ser necesariamente así. También podría atenuar o modificar su ptulto de vista original, o bien adoptar un ptulto de vista cero. En el caso de que sea el antagonista el que retira su duda, debe aceptar el punto de vista del protagonista. Una vez que han resuelto la disputa, siempre es posible que los participantes se embar­

quen en una nueva discusión, ya sea relacionada con una disputa completamente diferente o con una versión más o menos modificada de la misma disputa. En esta nueva discusión los roles de los participantes pueden intercambiarse. En todo caso, la nueva discusión tiene que volver a comenzar desde el principio.

Solamente en el modelo ideal de una discusión crítica se recorren completamente todas estas etapas. El discurso argumentativo de la vida real siempre se desviará, hasta cierto gra­do, de este modelo ideal.29 Raras veces se recorren explícitamente todas las etapas de la dis­cusión, y mucho menos en el mismo orden. En algtulos casos, una o más etapas, o partes de ellas, permanecen implícitas. No obstante, todo discurso argumentativo por cuyo interme­dio se haya resuelto tma disputa puede ser reconstruido como una discusión que contiene todas las etapas del modelo ideal.30 Por lo tanto, el modelo proporciona un instrumento heurístico útil para el análisis dialéctico del discurso argumentativo.31

29 Algunos ejemplos de este tipo de desviaciones de la vida real, producidas en la conversación cotidiana, en interacciones de mediación y en las polémicas surgidas en las reuniones de evangelización organizadas por predica­dores itinerantes en los campus universitarios de USA, se discuten en van Eemeren, Grootendorst, Jackson & Jacobs (1992). Aquí el modelo ideal sirve tanto de instrumento heurístico como de norma crítica. "' La reconstrucción normativa que se requiere para analizar pragma-dialécticamente el discurso argumentativo constituye un problema en sí misma. Para una discusión de este problema, véase van Eemeren, Grootendorst, Jackson & Jacobs (1992). !l Existen algunas similitudes importantes entre nuestro enfoque normativo del análisis del discurso cotidiano y el análisis descriptivo de Edmondson (1981). En el modelo de Edmondson los eventos de habla se consideran wmo

(APtrlJLO IV 1 Los ACTOS Of HABlA fN lA DISCUSIÓN CRITICA 57

Como instrumento heurístico, el modelo constituye una herramienta que permite preci­sar la función comunicacional de los actos de habla cuando esta no queda inmediatamente clara. El modelo sugiere cuáles son las opciones que, en la etapa que ha alcanzado la discu­sión, son las más relevantes en vista a la resolución de la disputa. Así, el analista tiene al menos tma base para otorgar el mayor crédito, como a personas racionales, a los participan­tes de la discusión.

El modelo ideal cumple también tula función crítica. Le proporciona a un juez racional un criterio que le permite orientarse cuando desea determinar en qué medida una instancia concreta de discurso argumentativo se aparta del ideal abstracto. El modelo especifica cuáles actos de habla, y en qué etapas de la discusión, contribuyen a la resolución de la disputa. Así, le permite al crítico establecer cuáles actos de habla que son necesarios faltan en el discurso y cuáles de los actos de habla que están presentes son superfluos, o incluso disruptivos.

En la práctica, si el discurso argumentativo se considera como completamente orientado a la resolución de tula disputa, no siempre es analizado adecuadamente. Generalmente exis­te también en el discurso argumentativo otra dimensión, que es la que se relaciona con la obtención de la adhesión de una audiencia para lograr Jos propios fines. A fin de hacerle justicia a este aspecto persuasivo, un análisis retórico es más apropiado.32

En la tradición clásica, la retórica es la teoría del discurso público correcto y exitoso.33 Lo que hace que un discurso sea correcto y exitoso depende del género del texto en cuestión: en un discurso jurídico, tul alegato de defensa es exitoso si el juez toma tula decisión favorable al acusado; en un discurso deliberativo, un alegato político es exitoso si el curso de acción propuesto es el que finalmente se adopta; en tul discurso epidíctico, la alabanza o la reproba­ción es exitosa si es generalmente apreciada como apropiada a la ocasión. Se debe abordar a un juez en tul tribunal de manera diferente a como se aborda tula audiencia que no desea más que escuchar alabar o condenar algo, y se requiere otra manera distinta para abordar a un comité parlamentario.

Todos los diferentes tipos de discurso que distinguen los retóricos requieren más o menos los mismos preparativos de parte del hablante. Este debe ponderar sobre qué va a hablar, en qué orden lo hará y exactamente qué estilo de presentación escogerá. Al igual que en tul discurso dialécticamente relevante, se pueden distinguir aquí cuatro etapas. Las etapas retó­ricas son las siguientes: exordirtm, narratio, argrmrenfatio y peroratio.

El exorditmr es una introducción en la cual el hablante comienza por atraer las simpatías de la audiencia a su favor e intenta interesarla en el tema. En la narratio, procede a exponer su tema o el curso de eventos acerca de los cuales desea hablar. Esta es la preparación para la nrgumentatio, la cual consta frecuentemente de dos partes: una en que presenta evidencia a favor de su propio punfo de vista (confirmatio) y una en que trata de refutar el ptmto de vista

secuencias de actos de habla cuya coherencia depende de la estructura interactiva del evento de habla. Los pasos o movidas (moves), que son las unidades interactivas básicas, se combinan en intercambios que son las unidades mínimas de la interacción social. Los intercambios, a su vez. se combinan en las fases o etapas que forman un evento de habla ordenado. En el evento de habla Jos conversadores radonal!'S tratan de lograr ciertos efectos interactivos mediante la realización de ciertos actos comunicativos (ilocucionarios). 31 El término "retórico" se usa aquí en su sentido restringido. . . 3J Para una discusión de la tradición retórica clásica, véase Kennedy (1953, 1972, 1980). Una breve mtroduCClón a la retórica clásica y moderna se encuentra en van Eemeren, Grootendorst & Krniger (1987, d.también Meyer, 1986b).

. !·

'1 ,,

L

56 FRANS H. VAN EoM~~EN- RoB GROotENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACMS

2. Etapa de Apertura. En esta etapa se toma la decisión de intentar resolver la disputa por medio de tula discusión argumentativa reglamentada. Una parte toma el rol de protago­nista, lo que significa que está preparada para defender su ptulto de vista por medio de la argumentación. La otra parte toma el rol de antagonista, lo que significa que está prepara­da para desafiar sistemáticamente al protagonista a defender su pnnto de vista. En nna disputa no mixta, la parte que actúa como protagonista no tiene otra tarea que defender su ptulto de vista y la parte que actúa como antagonista no tiene otra tarea que criticar la defensa que el protagonista hace de su punto de vista, sin tener que defender un pnnto de vista propio. Ambas partes deben ponerse de acuerdo sobre los pnntos de partida y las reglas de la discusión.

3. Etapa de Argumentación. En esta etapa el protagonista defiende su ptmto de vista y el antagonista, si tiene más dudas, requiere de él más argumentación. Debido a su rol ftul­damental en la resolución de la disputa, la etapa de argumentación es considerada a ve­ces como la "verdadera" discusión. En una disputa no mixta hay solo un protagonista que argumenta, en una disputa mixta son más los protagonistas que deben argumentar.

4. Etapa de Clausura. En esta etapa se establece si la disputa ha sido o no resuelta, conside­rando que, o el punto de vista, o la duda referente al ptulto de vista, han sido retirados. Si lo que se ha retirado es el punto de vista, la disputa ha sido resuelta en favor del antago· nista; si lo que se ha retirado es la duda, la disputa ha quedado resuelta en favor del protagonista. En el caso de que sea el protagonista el que retira su ptulto de vista, puede ser que adopte un ptulto de vista opuesto a su punto de vista original, pero no tiene que ser necesariamente así. También podría atenuar o modificar su ptulto de vista original, o bien adoptar un ptulto de vista cero. En el caso de que sea el antagonista el que retira su duda, debe aceptar el punto de vista del protagonista. Una vez que han resuelto la disputa, siempre es posible que los participantes se embar­

quen en una nueva discusión, ya sea relacionada con una disputa completamente diferente o con una versión más o menos modificada de la misma disputa. En esta nueva discusión los roles de los participantes pueden intercambiarse. En todo caso, la nueva discusión tiene que volver a comenzar desde el principio.

Solamente en el modelo ideal de una discusión crítica se recorren completamente todas estas etapas. El discurso argumentativo de la vida real siempre se desviará, hasta cierto gra­do, de este modelo ideal.29 Raras veces se recorren explícitamente todas las etapas de la dis­cusión, y mucho menos en el mismo orden. En algtulos casos, una o más etapas, o partes de ellas, permanecen implícitas. No obstante, todo discurso argumentativo por cuyo interme­dio se haya resuelto tma disputa puede ser reconstruido como una discusión que contiene todas las etapas del modelo ideal.30 Por lo tanto, el modelo proporciona un instrumento heurístico útil para el análisis dialéctico del discurso argumentativo.31

29 Algunos ejemplos de este tipo de desviaciones de la vida real, producidas en la conversación cotidiana, en interacciones de mediación y en las polémicas surgidas en las reuniones de evangelización organizadas por predica­dores itinerantes en los campus universitarios de USA, se discuten en van Eemeren, Grootendorst, Jackson & Jacobs (1992). Aquí el modelo ideal sirve tanto de instrumento heurístico como de norma crítica. "' La reconstrucción normativa que se requiere para analizar pragma-dialécticamente el discurso argumentativo constituye un problema en sí misma. Para una discusión de este problema, véase van Eemeren, Grootendorst, Jackson & Jacobs (1992). !l Existen algunas similitudes importantes entre nuestro enfoque normativo del análisis del discurso cotidiano y el análisis descriptivo de Edmondson (1981). En el modelo de Edmondson los eventos de habla se consideran wmo

(APtrlJLO IV 1 Los ACTOS Of HABlA fN lA DISCUSIÓN CRITICA 57

Como instrumento heurístico, el modelo constituye una herramienta que permite preci­sar la función comunicacional de los actos de habla cuando esta no queda inmediatamente clara. El modelo sugiere cuáles son las opciones que, en la etapa que ha alcanzado la discu­sión, son las más relevantes en vista a la resolución de la disputa. Así, el analista tiene al menos tma base para otorgar el mayor crédito, como a personas racionales, a los participan­tes de la discusión.

El modelo ideal cumple también tula función crítica. Le proporciona a un juez racional un criterio que le permite orientarse cuando desea determinar en qué medida una instancia concreta de discurso argumentativo se aparta del ideal abstracto. El modelo especifica cuáles actos de habla, y en qué etapas de la discusión, contribuyen a la resolución de la disputa. Así, le permite al crítico establecer cuáles actos de habla que son necesarios faltan en el discurso y cuáles de los actos de habla que están presentes son superfluos, o incluso disruptivos.

En la práctica, si el discurso argumentativo se considera como completamente orientado a la resolución de tula disputa, no siempre es analizado adecuadamente. Generalmente exis­te también en el discurso argumentativo otra dimensión, que es la que se relaciona con la obtención de la adhesión de una audiencia para lograr Jos propios fines. A fin de hacerle justicia a este aspecto persuasivo, un análisis retórico es más apropiado.32

En la tradición clásica, la retórica es la teoría del discurso público correcto y exitoso.33 Lo que hace que un discurso sea correcto y exitoso depende del género del texto en cuestión: en un discurso jurídico, tul alegato de defensa es exitoso si el juez toma tula decisión favorable al acusado; en un discurso deliberativo, un alegato político es exitoso si el curso de acción propuesto es el que finalmente se adopta; en tul discurso epidíctico, la alabanza o la reproba­ción es exitosa si es generalmente apreciada como apropiada a la ocasión. Se debe abordar a un juez en tul tribunal de manera diferente a como se aborda tula audiencia que no desea más que escuchar alabar o condenar algo, y se requiere otra manera distinta para abordar a un comité parlamentario.

Todos los diferentes tipos de discurso que distinguen los retóricos requieren más o menos los mismos preparativos de parte del hablante. Este debe ponderar sobre qué va a hablar, en qué orden lo hará y exactamente qué estilo de presentación escogerá. Al igual que en tul discurso dialécticamente relevante, se pueden distinguir aquí cuatro etapas. Las etapas retó­ricas son las siguientes: exordirtm, narratio, argrmrenfatio y peroratio.

El exorditmr es una introducción en la cual el hablante comienza por atraer las simpatías de la audiencia a su favor e intenta interesarla en el tema. En la narratio, procede a exponer su tema o el curso de eventos acerca de los cuales desea hablar. Esta es la preparación para la nrgumentatio, la cual consta frecuentemente de dos partes: una en que presenta evidencia a favor de su propio punfo de vista (confirmatio) y una en que trata de refutar el ptmto de vista

secuencias de actos de habla cuya coherencia depende de la estructura interactiva del evento de habla. Los pasos o movidas (moves), que son las unidades interactivas básicas, se combinan en intercambios que son las unidades mínimas de la interacción social. Los intercambios, a su vez. se combinan en las fases o etapas que forman un evento de habla ordenado. En el evento de habla Jos conversadores radonal!'S tratan de lograr ciertos efectos interactivos mediante la realización de ciertos actos comunicativos (ilocucionarios). 31 El término "retórico" se usa aquí en su sentido restringido. . . 3J Para una discusión de la tradición retórica clásica, véase Kennedy (1953, 1972, 1980). Una breve mtroduCClón a la retórica clásica y moderna se encuentra en van Eemeren, Grootendorst & Krniger (1987, d.también Meyer, 1986b).

1

58 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMENTACIÓN, CO.\lUNICACIÓN Y fA !.ACM S

contrario (refutalio). La peroralio contiene una recapihtlación y una conclusión. A veces la argumenfalío es iniciada o terminada con una digresión que sirve como transición (digressio).

En el modelo dialéctico y en el retórico la etapa de argumentación es más o menos la misma. De hecho, todas las etapas exhiben cierta similihtd. Sin embargo, también existen importantes diferencias. En el modelo retórico el oyente juega un papel meramente pasivo y el hablante puede tratar de lograr el efecto deseado en su audiencia valiéndose de cualquier medio de persuasión que estime conveniente. En la práctica, no siempre resulta fácil estable­cer en qué medida un discurso requiere de un análisis dialéctico o de uno retórico.

2. La distribución de los actos de habla en las etapas dialécticas

El modelo ideal de una discusión crítica solo llega a ser significativo en la práctica si queda claro qué actos de habla pueden contribuir a la resolución de una disputa en las diversas etapas de la discusión. Esto puede explicarse con la ayuda de la clasificación de los actos de habla de Searle.31

Atmque, en principio, todos los tipos de actos de habla pueden ocurrir en el discurso argumentativo, solo ciertos tipos pueden contribuir directamente a la resolución de una dis­puta. Los demás actos de habla no juegan un papel constructivo o contribuyen solo indirec­tamente a ella. Con respecto a cada uno de los tipos de actos de habla se puede señalar cuáles son los actos de habla de ese tipo que cwnplen una función en una discusión crítica.

Asertivos

Los actos de habla asertivos, como las aseveraciones, afirmaciones y suposiciones, son actos comunicacionales mediante los cuales el hablante dice cómo es aquello que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla. El hablante se hace responsable, de una manera especial. de la aceptabilidad (o inaceptabilidad) de la proposición. Su compromiso con la proposición es de tal naturaleza, que está obligado a proporcionar evidencia en favor de su aceptabilidad si esta es cuestionada por el oyente. De acuerdo a la condición de responsabili­dad, puede considerarse que el hablante cree que la proposición es exacta.

El prototipo de un acto de habla asertivo es una aseveración por medio de la cual el hablante garantiza la verdad de la proposición expresada. Existen también actos de habla asertivos que se relacionan con la aceptabilidad en un sentido más amplio que el de la ver­dad. Todos los actos de habla asertivos pueden cumplir una función en una discusión crítica. En la etapa de confrontación, pueden expresar el punto de vista que está en discusión; en la etapa de argumentación, la argumentación en defensa de ese punto de vista; en la etapa de clausura, el resultado de la discusión.

31 La taxonomía deSearle (1979) está basada, en gran medida, en las observaciones clasificatorias de Austin en How

lodo T11i11gs W!tll Wo~ds (1962) y es comparable, en algunos aspectos importantes, a la división clásica de las funcio­n_es dell~~a¡ede Biihler (!934, cf. también la versión ampliada de Popper de esta dasifkación, 1974). Nuestra prin­Clp~l ad1C1ón a la ta~ono~ua de S;e~r!e consiste en la introducción de los dedarativos de uso. Al igual que Searle, aspnamos a una ~[as¡ficacJónanahtica. Este enfoque es criticado, entre otros, por Kreckel (1981). Esta autora, optando por una pe_rsJX:tlva émka, o pur~_ente "interna", prefiere comenzar por las categorizaciones hechas por los usuarios dellengua¡e m1smos. Para otras cnticas de !a taxonomía deSearle, véase, por ejemplo, Ballmer y Brennenstuhl (1981).

CAPITULO JV / l.os ACTOS Df: HABLA Hl lA D/5Cl/SIÓNCR{T/CA 59

Un punto de vista o una argumentación, aunque prototípicamente se expresen por medio de aseveraciones, también pueden ser presentados por medio de afirmaciones, pretensiones, reaseguraciones, suposiciones, etc. Es importante notar, además, que la creencia en una pro­posición puede ser muy fuerte, como en el caso de una aseveración firme o de una afirma­ción, pero también puede ser bastante débil, como ene! caso de una suposición. Obviamente, mientras mayor sea la fuerza con que se presente una proposición en un ptmto de vista, más poderosa necesitará ser su defensa argumentativa.

Directivos

Los actos de habla directivos, como las solicitudes, preguntas, órdenes y recomendaciones, son actos comunicacionales mediante los cuales el hablante intenta lograr que el oyente haga algo que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla (o que se abstenga de hacerlo). De acuerdo a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante desea que la acción referida ocurra (o que no ocurra).

Solo cumplen una función en una discusión crítica aquellos actos de habla direclivos que desafían al protagonista a defender su punto de vista (etapa de confrontación) o a ofrecer argumentación en favor de su punto de vista (etapa de argumentación). En el modelo ideal, el protagonista no puede ser desafiado a hacer nada que no sea ofrecer argumentación en favor de su punto de vista, ni puede ser instadb a abandonar su punto de vista así como asf -en aras de la paz y la tranquilidad, por ejemplo- o para evitar consecuencias desagradables para sí mismo o para otros.

Compromisorios

Los actos de habla compromisarios, como las promesas, aceptaciones y acuerdos, son actos comunicacionales por medio de los cuales el hablante se compromete a hacer algo que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla (o a abstenerse de hacerlo). De acuer­do a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante tiene la genuina in­

tención de hacer lo que se ha comprometido a hacer. Los actos de habla compromisarios pueden cumplir diversos roles en una discusión críti­

ca. En la etapa de confrontación y en la etapa de clausura pueden usarse para aceptar o rechazar tm punto de vista; en la etapa de apertura, para aceptar el desafío de defender un punto de vista, para decidir comenzar la discusión, para ponerse de acuerdo sobre la distri­bución de los roles y sobre las reglas de la discusión y para ponerse de acuerdo sobre cómo cerrar la discusión; en la etapa de argumentación, para aceptar o rechazar una argumenta­ción; finahnente, en la etapa de clausura pueden usarse para decidir comenzar tma nueva discusión.

Expresivos

Los actos de habla expresivos, como las felicitaciones, las condolencias y las expresiones de alegría, desilusión, rabia o remordimiento, son actos comunicacionales por medio de los cua-

1

58 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMENTACIÓN, CO.\lUNICACIÓN Y fA !.ACM S

contrario (refutalio). La peroralio contiene una recapihtlación y una conclusión. A veces la argumenfalío es iniciada o terminada con una digresión que sirve como transición (digressio).

En el modelo dialéctico y en el retórico la etapa de argumentación es más o menos la misma. De hecho, todas las etapas exhiben cierta similihtd. Sin embargo, también existen importantes diferencias. En el modelo retórico el oyente juega un papel meramente pasivo y el hablante puede tratar de lograr el efecto deseado en su audiencia valiéndose de cualquier medio de persuasión que estime conveniente. En la práctica, no siempre resulta fácil estable­cer en qué medida un discurso requiere de un análisis dialéctico o de uno retórico.

2. La distribución de los actos de habla en las etapas dialécticas

El modelo ideal de una discusión crítica solo llega a ser significativo en la práctica si queda claro qué actos de habla pueden contribuir a la resolución de una disputa en las diversas etapas de la discusión. Esto puede explicarse con la ayuda de la clasificación de los actos de habla de Searle.31

Atmque, en principio, todos los tipos de actos de habla pueden ocurrir en el discurso argumentativo, solo ciertos tipos pueden contribuir directamente a la resolución de una dis­puta. Los demás actos de habla no juegan un papel constructivo o contribuyen solo indirec­tamente a ella. Con respecto a cada uno de los tipos de actos de habla se puede señalar cuáles son los actos de habla de ese tipo que cwnplen una función en una discusión crítica.

Asertivos

Los actos de habla asertivos, como las aseveraciones, afirmaciones y suposiciones, son actos comunicacionales mediante los cuales el hablante dice cómo es aquello que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla. El hablante se hace responsable, de una manera especial. de la aceptabilidad (o inaceptabilidad) de la proposición. Su compromiso con la proposición es de tal naturaleza, que está obligado a proporcionar evidencia en favor de su aceptabilidad si esta es cuestionada por el oyente. De acuerdo a la condición de responsabili­dad, puede considerarse que el hablante cree que la proposición es exacta.

El prototipo de un acto de habla asertivo es una aseveración por medio de la cual el hablante garantiza la verdad de la proposición expresada. Existen también actos de habla asertivos que se relacionan con la aceptabilidad en un sentido más amplio que el de la ver­dad. Todos los actos de habla asertivos pueden cumplir una función en una discusión crítica. En la etapa de confrontación, pueden expresar el punto de vista que está en discusión; en la etapa de argumentación, la argumentación en defensa de ese punto de vista; en la etapa de clausura, el resultado de la discusión.

31 La taxonomía deSearle (1979) está basada, en gran medida, en las observaciones clasificatorias de Austin en How

lodo T11i11gs W!tll Wo~ds (1962) y es comparable, en algunos aspectos importantes, a la división clásica de las funcio­n_es dell~~a¡ede Biihler (!934, cf. también la versión ampliada de Popper de esta dasifkación, 1974). Nuestra prin­Clp~l ad1C1ón a la ta~ono~ua de S;e~r!e consiste en la introducción de los dedarativos de uso. Al igual que Searle, aspnamos a una ~[as¡ficacJónanahtica. Este enfoque es criticado, entre otros, por Kreckel (1981). Esta autora, optando por una pe_rsJX:tlva émka, o pur~_ente "interna", prefiere comenzar por las categorizaciones hechas por los usuarios dellengua¡e m1smos. Para otras cnticas de !a taxonomía deSearle, véase, por ejemplo, Ballmer y Brennenstuhl (1981).

CAPITULO JV / l.os ACTOS Df: HABLA Hl lA D/5Cl/SIÓNCR{T/CA 59

Un punto de vista o una argumentación, aunque prototípicamente se expresen por medio de aseveraciones, también pueden ser presentados por medio de afirmaciones, pretensiones, reaseguraciones, suposiciones, etc. Es importante notar, además, que la creencia en una pro­posición puede ser muy fuerte, como en el caso de una aseveración firme o de una afirma­ción, pero también puede ser bastante débil, como ene! caso de una suposición. Obviamente, mientras mayor sea la fuerza con que se presente una proposición en un ptmto de vista, más poderosa necesitará ser su defensa argumentativa.

Directivos

Los actos de habla directivos, como las solicitudes, preguntas, órdenes y recomendaciones, son actos comunicacionales mediante los cuales el hablante intenta lograr que el oyente haga algo que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla (o que se abstenga de hacerlo). De acuerdo a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante desea que la acción referida ocurra (o que no ocurra).

Solo cumplen una función en una discusión crítica aquellos actos de habla direclivos que desafían al protagonista a defender su punto de vista (etapa de confrontación) o a ofrecer argumentación en favor de su punto de vista (etapa de argumentación). En el modelo ideal, el protagonista no puede ser desafiado a hacer nada que no sea ofrecer argumentación en favor de su punto de vista, ni puede ser instadb a abandonar su punto de vista así como asf -en aras de la paz y la tranquilidad, por ejemplo- o para evitar consecuencias desagradables para sí mismo o para otros.

Compromisorios

Los actos de habla compromisarios, como las promesas, aceptaciones y acuerdos, son actos comunicacionales por medio de los cuales el hablante se compromete a hacer algo que se expresa en el contenido proposicional del acto de habla (o a abstenerse de hacerlo). De acuer­do a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante tiene la genuina in­

tención de hacer lo que se ha comprometido a hacer. Los actos de habla compromisarios pueden cumplir diversos roles en una discusión críti­

ca. En la etapa de confrontación y en la etapa de clausura pueden usarse para aceptar o rechazar tm punto de vista; en la etapa de apertura, para aceptar el desafío de defender un punto de vista, para decidir comenzar la discusión, para ponerse de acuerdo sobre la distri­bución de los roles y sobre las reglas de la discusión y para ponerse de acuerdo sobre cómo cerrar la discusión; en la etapa de argumentación, para aceptar o rechazar una argumenta­ción; finahnente, en la etapa de clausura pueden usarse para decidir comenzar tma nueva discusión.

Expresivos

Los actos de habla expresivos, como las felicitaciones, las condolencias y las expresiones de alegría, desilusión, rabia o remordimiento, son actos comunicacionales por medio de los cua-

6Q fRANS H. VAN E~MEREN- RoB GROOTENPOI!ST 1 ARGUMENTACIÓN, COMliNICICIÓN Y fAUCIA.S

les el hablante expresa sus sentimientos en relación a cierto evento o situación. De acuerdo a la condición preparatoria, se da por supuesto que esta situación realmente existe o que ese evento realmente ocurrió. De acuerdo a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante experimenta genuinamente la emoción expresada en el acto de habla.

Puesto que los actos de habla expresivos manifiestan los sentimientos del hablante y no conducen a ningún compromiso específico que sea relevante para la resolución de la disputa, no hay lugar para ellos en una discusión crítica. Esto no significa, obviamente, que no pue· dan afectar en absoluto el proceso de resolución. Un suspiro del antagonista, dando a enten­der que está descontento con los argumentos del protagonista, es un comentario emocional que puede desviar la atención de los argumentos y del hecho de que el protagonista efectiva­mente respeta todas las reglas de la discusión establecidas de común acuerdo.35 Por otra parte, los actos de habla expresivos también pueden alentar o estimular un intercambio de ideas significativo.

Declarativos

Los actos de habla declarativos, como abrir una sesión, declarar a una pareja marido y mujer y despedir a un empleado, son actos comunicacionales por medio de los cuales el hablante crea la situación que se expresa en el contenido proposicional.

Los actos de habla declarativos generalmente son realizados en contextos más o menos institucionalizados, tales como los procesos legales, las asambleas y las ceremonias religio­sas, en todos los cuales está claro quién es la persona autorizada para realizar determinado acto de habla declarativo. Una excepción importante, sin embargo, la constituyen los declarativos de uso, como las explicaciones, aclaraciones, amplificaciones y definiciones. Por ejemplo: "El término retórico se usa aquí en el sentido de persuasivo". Su propósito es facili­tar o incrementar la comprensión del oyente respecto de otros actos de habla, indicándole cómo deben ser interpretados. Para la realización de un acto de habla declarativo de uso no se requiere de una autoridad especial.

Debido precisamente a que los declarativos, a excepción de los declarativos de uso, de­penden de la autoridad del hablante en ciertos contextos institucionalizados, los declarativos que no son de uso no hacen ninguna contribución directa a la resolución de la disputa. En el mejor de los casos pueden conducir a zanjar una disputa, pero no a su resolución. Por lo tanto, no cumplen ninguna función en una discusión crítica.

Los declarativos de uso, en cambio, pueden cumplir un rol beneficioso en todas las eta­pas de una discusión crítica. En la etapa de confrontación, pueden desenmascarar disputas verbales espurias; en la etapa de apertura, pueden clarificar confusiones acerca de los puntos de partida o acerca de las reglas de la discusión; en la etapa de argumentación, pueden evitar una aceptación o lm rechazo prematuros y en la etapa de clausura, pueden evitar una resolu­ción ambigua. Por lo tanto, las peticiones de proporcionar declarativos de uso, tales como

)5 Tal como los actos de habla directivos "no permitidos" y otros actos de habla que no fonnan parte integral de una discusión crítica, a veces los actos de habla expresivos pueden ser actos de habla indirectos a través de los cuales se expresan actos de habla "primarios" que si cumplen una función en una discusión crítica. En tales casos, natural­mente deberlan ser tomados en cuenta en el análisis dialéctico (el. capítuloS, para los actos de habla indirectos).

CAPITUW IV 1 Los ACTOS DE HABl.A EN L1 DISCUSIÓN CRfTICA 61 '

especificaciones y amplificaciones, también pueden cumplir un rol muy útil en una discu­sión crítica.

3. El discurso argumentativo como discusión crítica

Tal vez lo más cerca que logramos aproximamos al modelo ideal de una discusión crítica sean las discusiones científicas. En principio, al menos, su propósito es dialéctico.36 En todo caso, en las discusiones científicas ningún punto de vista es aceptado sin haberlo sometido a alguna prueba y la validez de la argumentación presentada es examinada rigurosamente. Sin embargo, sería prematuro considerar simplemente que las discusiones científicas son reali­zaciones del modelo ideal. Incluso en este campo a menudo la práctica difiere de la teoría (normativa). Los estudiosos y los científicos tienen sus propias suposiciones sin demostrar, sus propios prejuicios, incoherencias lógicas, etc. Incluso en las disciplinas científicas más rfgidas, ocasionahnente la pasión (pathos) y otros recursos retóricos no quedan excluidos.

El modelo ideal de una discusión crítica especifica cuáles son los actos de habla que pue­den contribuir directamente a la resolución de la disputa en las diversas etapas de la discu­sión. De más está decir que los actos de habla que no están incluidos en el modelo, puesto que no contribuyen en un sentido directo a la resolución de la disputa, pueden tener una importancia de otro tipo, por ejemplo, de tipo psicológico. Los chistes, las anécdotas y otros "apartes" pueden ayudar a asegurar un progreso relajado de la discusión y, al hacerlo, jue­gan un rol psicológico que no debe ser subestimado. Aunque no son parte integral del proce­so de resolución, pueden ayudar a crear la atmósfera adecuada para resolver la disputa.

En la práctica, puede suceder que algm1os de los actos de habla enumerados en el modelo hayan sido realizados, de alguna u otra forma, antes de que las personas comiencen una discusión. A menudo los acuerdos acerca de las reglas de la discusión se han establecido o se dan por supuesto de antemano, de manera que esta parte de la etapa de apertura puede omitirse. Estas reglas pueden haber sido establecidas en la comunidad mucho tiempo antes de que las personas que entran en la discusión se encuentren por primera vez, posiblemente incluso antes de que htvieran algo que decir al respecto, de manera que las aprendieron en la escuela. Pueden haberlas aceptado tácitamente y no ser necesario, por lo tanto, que realicen el acto de habla correspondiente. Otros actos de habla también pueden ser aceptados tácita­mente. Por ejemplo, puede resultar obvio, a partir del hecho de que el protagonista presenta una argumentación inmediatamente después de una expresión de duda por parte del anta­gonista, que ha tomado esta reacción como una ocasión para defender su punto de vista. En este caso no hay ninguna necesidad de que exprese explícitamente que acepta el desafío de defender su punto de vista.

Por regla general, las etapas de una discusión no son ni anunciadas explícitamente ni completamente extemalizadas. A pesar de ser algo que ocurre normalmente, el que perma­nezcan implícitas puede hacer más difícil el reconocimiento de las diversas etapas. Como ya se ha explicado, una etapa que con bastante frecuencia solo está parcialmente presente es la

~Esta visión dialéctica d~ la empresa científica como una discusión crítica es presentada, por ejemplo, por Albert (1967, 1975) y Popper (1972, 1974). Por otra parte, Feyerabend (1970) y Kuhn (1970, 1974}, entre otros, han señalado también los aspectos irracionales de la ciencia.

6Q fRANS H. VAN E~MEREN- RoB GROOTENPOI!ST 1 ARGUMENTACIÓN, COMliNICICIÓN Y fAUCIA.S

les el hablante expresa sus sentimientos en relación a cierto evento o situación. De acuerdo a la condición preparatoria, se da por supuesto que esta situación realmente existe o que ese evento realmente ocurrió. De acuerdo a la condición de responsabilidad, puede suponerse que el hablante experimenta genuinamente la emoción expresada en el acto de habla.

Puesto que los actos de habla expresivos manifiestan los sentimientos del hablante y no conducen a ningún compromiso específico que sea relevante para la resolución de la disputa, no hay lugar para ellos en una discusión crítica. Esto no significa, obviamente, que no pue· dan afectar en absoluto el proceso de resolución. Un suspiro del antagonista, dando a enten­der que está descontento con los argumentos del protagonista, es un comentario emocional que puede desviar la atención de los argumentos y del hecho de que el protagonista efectiva­mente respeta todas las reglas de la discusión establecidas de común acuerdo.35 Por otra parte, los actos de habla expresivos también pueden alentar o estimular un intercambio de ideas significativo.

Declarativos

Los actos de habla declarativos, como abrir una sesión, declarar a una pareja marido y mujer y despedir a un empleado, son actos comunicacionales por medio de los cuales el hablante crea la situación que se expresa en el contenido proposicional.

Los actos de habla declarativos generalmente son realizados en contextos más o menos institucionalizados, tales como los procesos legales, las asambleas y las ceremonias religio­sas, en todos los cuales está claro quién es la persona autorizada para realizar determinado acto de habla declarativo. Una excepción importante, sin embargo, la constituyen los declarativos de uso, como las explicaciones, aclaraciones, amplificaciones y definiciones. Por ejemplo: "El término retórico se usa aquí en el sentido de persuasivo". Su propósito es facili­tar o incrementar la comprensión del oyente respecto de otros actos de habla, indicándole cómo deben ser interpretados. Para la realización de un acto de habla declarativo de uso no se requiere de una autoridad especial.

Debido precisamente a que los declarativos, a excepción de los declarativos de uso, de­penden de la autoridad del hablante en ciertos contextos institucionalizados, los declarativos que no son de uso no hacen ninguna contribución directa a la resolución de la disputa. En el mejor de los casos pueden conducir a zanjar una disputa, pero no a su resolución. Por lo tanto, no cumplen ninguna función en una discusión crítica.

Los declarativos de uso, en cambio, pueden cumplir un rol beneficioso en todas las eta­pas de una discusión crítica. En la etapa de confrontación, pueden desenmascarar disputas verbales espurias; en la etapa de apertura, pueden clarificar confusiones acerca de los puntos de partida o acerca de las reglas de la discusión; en la etapa de argumentación, pueden evitar una aceptación o lm rechazo prematuros y en la etapa de clausura, pueden evitar una resolu­ción ambigua. Por lo tanto, las peticiones de proporcionar declarativos de uso, tales como

)5 Tal como los actos de habla directivos "no permitidos" y otros actos de habla que no fonnan parte integral de una discusión crítica, a veces los actos de habla expresivos pueden ser actos de habla indirectos a través de los cuales se expresan actos de habla "primarios" que si cumplen una función en una discusión crítica. En tales casos, natural­mente deberlan ser tomados en cuenta en el análisis dialéctico (el. capítuloS, para los actos de habla indirectos).

CAPITUW IV 1 Los ACTOS DE HABl.A EN L1 DISCUSIÓN CRfTICA 61 '

especificaciones y amplificaciones, también pueden cumplir un rol muy útil en una discu­sión crítica.

3. El discurso argumentativo como discusión crítica

Tal vez lo más cerca que logramos aproximamos al modelo ideal de una discusión crítica sean las discusiones científicas. En principio, al menos, su propósito es dialéctico.36 En todo caso, en las discusiones científicas ningún punto de vista es aceptado sin haberlo sometido a alguna prueba y la validez de la argumentación presentada es examinada rigurosamente. Sin embargo, sería prematuro considerar simplemente que las discusiones científicas son reali­zaciones del modelo ideal. Incluso en este campo a menudo la práctica difiere de la teoría (normativa). Los estudiosos y los científicos tienen sus propias suposiciones sin demostrar, sus propios prejuicios, incoherencias lógicas, etc. Incluso en las disciplinas científicas más rfgidas, ocasionahnente la pasión (pathos) y otros recursos retóricos no quedan excluidos.

El modelo ideal de una discusión crítica especifica cuáles son los actos de habla que pue­den contribuir directamente a la resolución de la disputa en las diversas etapas de la discu­sión. De más está decir que los actos de habla que no están incluidos en el modelo, puesto que no contribuyen en un sentido directo a la resolución de la disputa, pueden tener una importancia de otro tipo, por ejemplo, de tipo psicológico. Los chistes, las anécdotas y otros "apartes" pueden ayudar a asegurar un progreso relajado de la discusión y, al hacerlo, jue­gan un rol psicológico que no debe ser subestimado. Aunque no son parte integral del proce­so de resolución, pueden ayudar a crear la atmósfera adecuada para resolver la disputa.

En la práctica, puede suceder que algm1os de los actos de habla enumerados en el modelo hayan sido realizados, de alguna u otra forma, antes de que las personas comiencen una discusión. A menudo los acuerdos acerca de las reglas de la discusión se han establecido o se dan por supuesto de antemano, de manera que esta parte de la etapa de apertura puede omitirse. Estas reglas pueden haber sido establecidas en la comunidad mucho tiempo antes de que las personas que entran en la discusión se encuentren por primera vez, posiblemente incluso antes de que htvieran algo que decir al respecto, de manera que las aprendieron en la escuela. Pueden haberlas aceptado tácitamente y no ser necesario, por lo tanto, que realicen el acto de habla correspondiente. Otros actos de habla también pueden ser aceptados tácita­mente. Por ejemplo, puede resultar obvio, a partir del hecho de que el protagonista presenta una argumentación inmediatamente después de una expresión de duda por parte del anta­gonista, que ha tomado esta reacción como una ocasión para defender su punto de vista. En este caso no hay ninguna necesidad de que exprese explícitamente que acepta el desafío de defender su punto de vista.

Por regla general, las etapas de una discusión no son ni anunciadas explícitamente ni completamente extemalizadas. A pesar de ser algo que ocurre normalmente, el que perma­nezcan implícitas puede hacer más difícil el reconocimiento de las diversas etapas. Como ya se ha explicado, una etapa que con bastante frecuencia solo está parcialmente presente es la

~Esta visión dialéctica d~ la empresa científica como una discusión crítica es presentada, por ejemplo, por Albert (1967, 1975) y Popper (1972, 1974). Por otra parte, Feyerabend (1970) y Kuhn (1970, 1974}, entre otros, han señalado también los aspectos irracionales de la ciencia.

62 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARCUMENT..IC/clN, COMUNICACI()N Y fAtACI..IS

etapa de apertura. Aunque a veces es evidente cuáles son los puntos de partida y qué reglas se aplican a la discusión, este no siempre es el caso. Para alcanzar la resolución de una dispu­ta, muchas veces es imperativo establecer ciertos principios explícitamente, a fin de que que­de claro cuáles son los términos de la discusión. Abstenerse de hacerlo podría ser un meca­nismo retórico para crear la impresión de que la otra parte ya ha concordado con las reglas y con los puntos de partida que el hablante escoge utilizar, aunque en realidad estos sean sos­pechosos. Es razonable, entonces, que las personas que están conscientes de la importancia de tales "parámetros para un debate saludable" insistan en que la etapa de apertura se com­plete adecuadamente:

La convocatoria de Chris Ha m a un debate público acerca de las prioridades en salud debe ser bienvenida, siempre y cuando tal discusión no sea conducida dentro de parámetros innecesa­riamente estrechos. Un debate de este tipo debe incluir una revisión crítica de temas tales como la toma de decisiones clínicas y administrativas. (Robert Page, Conferencista en Política Social, Universidad de Nottingham, en una carta a Tlle Guardian, 16 de febrero de 1991).

Algunos eventos de habla institucionalizados tienen procedimientos de discusión más o menos formalizados. Esto es especialmente evidente en los procedimientos jurídicos. Cuan­do se analiza el discurso argumentativo que tiene lugar en los procedimientos legales, en las disertaciones científicas y académicas, en los debates políticos, en los informes oficiales, etc., puede ser muy útil tener un conocimiento de las convenciones propias de tales eventos de habla. Hay ocasiones en que el contexto verbal y no verbal puede indicar qué convenciones puede esperarse razonablemente que se apliquen. Por ejemplo, cuando el hablante reacciona con seriedad a lo que otra persona ha presentado, puede suponerse que se hará cargo de los diversos puntos presentados por esta.

Saber que el discurso pertenece a un género particular de texto, puede otorgarle al analista algtma percepción de los tipos de acto de habla que son esperables. Por ejemplo, en un contra­interrogatorio una secuencia de actos de habla parecerá más natural que otra. Un conoci­miento general y específico de los antecedentes también puede ser de ayuda para suscitar conjeturas razonadas específicas. Podemos, por ejemplo, saber que en un círculo particular las discusiones siempre se conducen de acuerdo al mismo esquema, o que cierto autor siem­pre construye sus ensayos de acuerdo con el mismo plan.

Tomando en conjunto estos diferentes tipos de conocimientos se puede formar un mode­lo hipotético útil como marco de referencia para la interpretación y el análisis: se supone entonces que el discurso procederá de la manera habitual y que los actos de habla apropia­dos serán realizados.

El discurso argumentativo de la vida cotidiana muchas veces contiene varias discusiones al mismo tiempo, las que pueden estar entrelazadas unas con otras. Incluso cuando la dispu­ta original es simple, pueden surgir nuevas disputas y un número indeterminado de sub­disputas pueden ir surgiendo a partir de la argumentación ofrecida para resolver la disputa original. A su vez, estas también pueden conducir a una discusión y, por lo tanto, a la presen­tación de nuevos argumentos. Una disputa que no era originalmente mixta puede fácilmente conducir a una disputa mixta o a tma subdisputa mixta y una disputa única puede conducir a una disputa múltiple o a una subdisputa múltiple. Esto no facilita para nada las cosas

CAPITULO JV /Los ..ICIUS DE IJABJ.A W tA D/SCliSION CRITICA 63

cuando se trata de distinguir los actos de habla que~son relevantes para la resolución de la disputa principal.

Además, con mucha frecuencia sucede que el protagonista no está realmente tratando de convencer a su profesado antagonista, sino que más bien se dirige, pasando por encima de él, a un tercero. En un debate político televisado el grupo-objetivo pueden ser, de hecho, los telespectadores; en una carta al editor, los lectores del diario. Entonces existen, en realidad dos antagonistas: el antagonista" oficial" y las personas que constituyen el verdadero grupo~ objetivo. En este caso, con respecto al primer antagonista se persigue una meta cuasi-dialéc­tica; con respecto al segundo, en cambio, la meta es predominantemente retórica.

Otra complicación puede surgir del hecho de que muchos textos, tanto orales como escri­tos, no son ellos mismos instancias de discurso argumentativo, sino informes de tales discur­sos. La persona que hace el itúorme puede ser, por ejemplo, un reportero de noticias que sólo está informando al lector acerca de cómo otras personas han tratado de resolver sus diferen­cias, sin tener él mismo ningWla intención de resolver la disputa ni de convencer a algún antagonista. Especialmente cuando no se formula ningWla tesis explícita y no se obtiene nin~una conclusión ~xplícita, resulta a vec~s difícil distinguir entre los textos discursivos y los itúormes de este hpo, de manera que un núorme puede ser erróneamente analizado como si fuera W1 texto discursivo implícito.

En principio, el discurso argumentativo siempre puede ser analizado dialécticamente, incluso si se trata de un texto discursivo que, a primera vista, parece ser un monólogo. En ese caso el monólogo es reconstruido, al menos en parte, como una discusión crítica: las partes argumentativas se identifican como pertenecientes a la etapa de argumentación mientras que otras partes se reconocen como pertenecientes a las etapas de confrontación, de apertura o de clausura. Por lo general esta reconstrucción no es tan problemática como podría parecer. Después de todo, un hablante o escritor que quiere convencer a su audiencia debería dejarle en claro a esta que existe, o puede existir, una diferencia de opinión; que él intenta ofrecer lma solución razonable para ese problema; que lo hará presentando argumentos a favor de su punto de vista, los que superan toda duda crítica y que pondrá, así, fin a la diferencia de opinión. Un hablante o escritor que tiene la intención de resolver una disputa tendrá que hacerse cargo tanto de las dudas implícitas acerca de su punto de vista como de las dudas que han sido formuladas explícitamente. También puede enfrentarse a dudas que son com­pletamente imaginarias. El supuesto antagonista ni siquiera necesita existir, como cuando, por ejemplo, el hablante o escritor se imagina cómo podría ser recibido su punto de vista por W1 oyente o lector escéptico. En este caso, está anticipando una duda posible. Es como si su discurso argumentativo fuera, en todos estos casos, parte de tma discusión implícita, real o imaginaria.

En una discusión implícita de este tipo no ocurrirán efectivamente todos los actos de habla que, de acuerdo al modelo, son realizados en tma discusión crítica. Además, algunos actos de habla que en el modelo son realizados por el antagonista, sólo corresponderán a reacciones o anticipaciones del protagonista en el discurso argumentativo monológico, don­de no hay ningún antagonista que juegue un rol activo. Ailllque, en último término, el ha­blante o escritor sólo puede hablar por sí mismo, estos actos de habla evidentemente pueden ser representados en el análisis dialéctico en forma de referencias o citas.

62 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARCUMENT..IC/clN, COMUNICACI()N Y fAtACI..IS

etapa de apertura. Aunque a veces es evidente cuáles son los puntos de partida y qué reglas se aplican a la discusión, este no siempre es el caso. Para alcanzar la resolución de una dispu­ta, muchas veces es imperativo establecer ciertos principios explícitamente, a fin de que que­de claro cuáles son los términos de la discusión. Abstenerse de hacerlo podría ser un meca­nismo retórico para crear la impresión de que la otra parte ya ha concordado con las reglas y con los puntos de partida que el hablante escoge utilizar, aunque en realidad estos sean sos­pechosos. Es razonable, entonces, que las personas que están conscientes de la importancia de tales "parámetros para un debate saludable" insistan en que la etapa de apertura se com­plete adecuadamente:

La convocatoria de Chris Ha m a un debate público acerca de las prioridades en salud debe ser bienvenida, siempre y cuando tal discusión no sea conducida dentro de parámetros innecesa­riamente estrechos. Un debate de este tipo debe incluir una revisión crítica de temas tales como la toma de decisiones clínicas y administrativas. (Robert Page, Conferencista en Política Social, Universidad de Nottingham, en una carta a Tlle Guardian, 16 de febrero de 1991).

Algunos eventos de habla institucionalizados tienen procedimientos de discusión más o menos formalizados. Esto es especialmente evidente en los procedimientos jurídicos. Cuan­do se analiza el discurso argumentativo que tiene lugar en los procedimientos legales, en las disertaciones científicas y académicas, en los debates políticos, en los informes oficiales, etc., puede ser muy útil tener un conocimiento de las convenciones propias de tales eventos de habla. Hay ocasiones en que el contexto verbal y no verbal puede indicar qué convenciones puede esperarse razonablemente que se apliquen. Por ejemplo, cuando el hablante reacciona con seriedad a lo que otra persona ha presentado, puede suponerse que se hará cargo de los diversos puntos presentados por esta.

Saber que el discurso pertenece a un género particular de texto, puede otorgarle al analista algtma percepción de los tipos de acto de habla que son esperables. Por ejemplo, en un contra­interrogatorio una secuencia de actos de habla parecerá más natural que otra. Un conoci­miento general y específico de los antecedentes también puede ser de ayuda para suscitar conjeturas razonadas específicas. Podemos, por ejemplo, saber que en un círculo particular las discusiones siempre se conducen de acuerdo al mismo esquema, o que cierto autor siem­pre construye sus ensayos de acuerdo con el mismo plan.

Tomando en conjunto estos diferentes tipos de conocimientos se puede formar un mode­lo hipotético útil como marco de referencia para la interpretación y el análisis: se supone entonces que el discurso procederá de la manera habitual y que los actos de habla apropia­dos serán realizados.

El discurso argumentativo de la vida cotidiana muchas veces contiene varias discusiones al mismo tiempo, las que pueden estar entrelazadas unas con otras. Incluso cuando la dispu­ta original es simple, pueden surgir nuevas disputas y un número indeterminado de sub­disputas pueden ir surgiendo a partir de la argumentación ofrecida para resolver la disputa original. A su vez, estas también pueden conducir a una discusión y, por lo tanto, a la presen­tación de nuevos argumentos. Una disputa que no era originalmente mixta puede fácilmente conducir a una disputa mixta o a tma subdisputa mixta y una disputa única puede conducir a una disputa múltiple o a una subdisputa múltiple. Esto no facilita para nada las cosas

CAPITULO JV /Los ..ICIUS DE IJABJ.A W tA D/SCliSION CRITICA 63

cuando se trata de distinguir los actos de habla que~son relevantes para la resolución de la disputa principal.

Además, con mucha frecuencia sucede que el protagonista no está realmente tratando de convencer a su profesado antagonista, sino que más bien se dirige, pasando por encima de él, a un tercero. En un debate político televisado el grupo-objetivo pueden ser, de hecho, los telespectadores; en una carta al editor, los lectores del diario. Entonces existen, en realidad dos antagonistas: el antagonista" oficial" y las personas que constituyen el verdadero grupo~ objetivo. En este caso, con respecto al primer antagonista se persigue una meta cuasi-dialéc­tica; con respecto al segundo, en cambio, la meta es predominantemente retórica.

Otra complicación puede surgir del hecho de que muchos textos, tanto orales como escri­tos, no son ellos mismos instancias de discurso argumentativo, sino informes de tales discur­sos. La persona que hace el itúorme puede ser, por ejemplo, un reportero de noticias que sólo está informando al lector acerca de cómo otras personas han tratado de resolver sus diferen­cias, sin tener él mismo ningWla intención de resolver la disputa ni de convencer a algún antagonista. Especialmente cuando no se formula ningWla tesis explícita y no se obtiene nin~una conclusión ~xplícita, resulta a vec~s difícil distinguir entre los textos discursivos y los itúormes de este hpo, de manera que un núorme puede ser erróneamente analizado como si fuera W1 texto discursivo implícito.

En principio, el discurso argumentativo siempre puede ser analizado dialécticamente, incluso si se trata de un texto discursivo que, a primera vista, parece ser un monólogo. En ese caso el monólogo es reconstruido, al menos en parte, como una discusión crítica: las partes argumentativas se identifican como pertenecientes a la etapa de argumentación mientras que otras partes se reconocen como pertenecientes a las etapas de confrontación, de apertura o de clausura. Por lo general esta reconstrucción no es tan problemática como podría parecer. Después de todo, un hablante o escritor que quiere convencer a su audiencia debería dejarle en claro a esta que existe, o puede existir, una diferencia de opinión; que él intenta ofrecer lma solución razonable para ese problema; que lo hará presentando argumentos a favor de su punto de vista, los que superan toda duda crítica y que pondrá, así, fin a la diferencia de opinión. Un hablante o escritor que tiene la intención de resolver una disputa tendrá que hacerse cargo tanto de las dudas implícitas acerca de su punto de vista como de las dudas que han sido formuladas explícitamente. También puede enfrentarse a dudas que son com­pletamente imaginarias. El supuesto antagonista ni siquiera necesita existir, como cuando, por ejemplo, el hablante o escritor se imagina cómo podría ser recibido su punto de vista por W1 oyente o lector escéptico. En este caso, está anticipando una duda posible. Es como si su discurso argumentativo fuera, en todos estos casos, parte de tma discusión implícita, real o imaginaria.

En una discusión implícita de este tipo no ocurrirán efectivamente todos los actos de habla que, de acuerdo al modelo, son realizados en tma discusión crítica. Además, algunos actos de habla que en el modelo son realizados por el antagonista, sólo corresponderán a reacciones o anticipaciones del protagonista en el discurso argumentativo monológico, don­de no hay ningún antagonista que juegue un rol activo. Ailllque, en último término, el ha­blante o escritor sólo puede hablar por sí mismo, estos actos de habla evidentemente pueden ser representados en el análisis dialéctico en forma de referencias o citas.

C.wiTUO \'

Actos de hablo implícitos 11 actos de habla indirecto<

1. Los actos de habla implícitos en el discurso argumentativo

Cuando se analiza el discurso argumentati\·o como tma discusión críticil. ~.e pc~c:~ .e ~" ,-.. blema de que muchas veces la función comunicilcionitl del acto de habla rer:r,ar:ece :::1~<:~:­ta. En la práctica, la realización explícita de W1 acto de hablit es mAs lit e\cerción e; c . .o!?. :e{~ La explicitación se restringe a los usos enfáticos o formales y a las situaciones en !,1,: cu,:_,-,. ,_ hablante desea excluir cualquier posible malentendido. Para itlguno,: i!C:l'~ de >.c.L':c. :· .. s:­quiera existe tma forma explícita disponible:

*"Yo, con estas palabras (het"€b;.·J, amplifico que ... • "Yo, con estas palabras (hereb;.'). explico que ... " (• =no aceptable)

El acto de habla complejo de la argumentación tampoco se rres:a rara ser :e~::z:.::_- . medio de tma fórmula estándar:

• "Yo, c011 estas palabms (hereby), argumento que .. ·

Otra manera de indicar la función comunicacional de tm acto de habla es ó:-le .::· . .-;c .... , terización explícita que precedit al acto de habla al que se refiere. Por eje:nrlo

"El punto de \'ista que defenderé en este artículo es el siguiente"

o, que lo siga. Por ejemplo:

"Escuchar bien demanda mucho mayor esfuerzo que leer bien. Ese es e: !'~:<::0 e~ e ·;:~:.' :.¿: que espero haberlos com·encido a ustedes con esta con:erercia"

También la argumentación a fa\'or de un punto de \·isla ¡.ouede ser ,tnunct,•c>. -~<' a:-.:21;· >

no o especificada como tal con posterioridad:

C.wiTUO \'

Actos de hablo implícitos 11 actos de habla indirecto<

1. Los actos de habla implícitos en el discurso argumentativo

Cuando se analiza el discurso argumentati\·o como tma discusión críticil. ~.e pc~c:~ .e ~" ,-.. blema de que muchas veces la función comunicilcionitl del acto de habla rer:r,ar:ece :::1~<:~:­ta. En la práctica, la realización explícita de W1 acto de hablit es mAs lit e\cerción e; c . .o!?. :e{~ La explicitación se restringe a los usos enfáticos o formales y a las situaciones en !,1,: cu,:_,-,. ,_ hablante desea excluir cualquier posible malentendido. Para itlguno,: i!C:l'~ de >.c.L':c. :· .. s:­quiera existe tma forma explícita disponible:

*"Yo, con estas palabras (het"€b;.·J, amplifico que ... • "Yo, con estas palabras (hereb;.'). explico que ... " (• =no aceptable)

El acto de habla complejo de la argumentación tampoco se rres:a rara ser :e~::z:.::_- . medio de tma fórmula estándar:

• "Yo, c011 estas palabms (hereby), argumento que .. ·

Otra manera de indicar la función comunicacional de tm acto de habla es ó:-le .::· . .-;c .... , terización explícita que precedit al acto de habla al que se refiere. Por eje:nrlo

"El punto de \'ista que defenderé en este artículo es el siguiente"

o, que lo siga. Por ejemplo:

"Escuchar bien demanda mucho mayor esfuerzo que leer bien. Ese es e: !'~:<::0 e~ e ·;:~:.' :.¿: que espero haberlos com·encido a ustedes con esta con:erercia"

También la argumentación a fa\'or de un punto de \·isla ¡.ouede ser ,tnunct,•c>. -~<' a:-.:21;· >

no o especificada como tal con posterioridad:

i,

66 FRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOHNOORST 1 ARGl/MEWTAC/ON, (OMliNICAC/ON Y fAlACIAS

"Mi argumento en favor de esto es que ... " "Este fue mi argumento principal. Otro argumento es ... "

A veces el analista debe escuchar el discurso completo antes ~e poder establecer que el hablante tiene la intención de que ciertos enunciados sean actos de habla específicos.

Esto no es necesario si se usan expresiones como:

"Las razones de esta carta son ... " "Existen suficientes argumentos para apoyar la concepción de que ... "

También existen indicadores verbales específicos de la función comunicacional. Algunos indicadores de punto de vista y de argumentación son, por ejemplo: "pues", "porque", "puesto que", "de manera que", "de aquí que", "después de todo", "por lo tanto", "ergo", "en breve" y "en otras palabras". En el enunciado:

"Es una sabia medida emigrar a Australia, porque, para mi gusto, este país está demasiado lleno de gente",

la expresión "porque" indica tanto que Jo que la sigue es una argumentación, como que Jo que la precede es un punto de vista.

En este caso tenemos una presentación "regresiva", pues la palabra "porque" apunta hacia atrás, refiriéndose al punto de vista en el cual se centra la argwnentación. En el enunciado:

"Este pafs está demasiado lleno de gente, para mi gusto, de manera que es una sabia medida emigrar a Australia",

la presentación es "progresiva". Desgraciadamente, las palabras y expresiones que pueden servir como indicadores de una argwnentación o de un ptmto de vista también pueden aptmtar a otras ftmciones comunicacionales: la expresión "de manera que", por ejemplo, puede cum· plir una simple ftmción de relleno, sin tma significación especial.

Mientras menos daros sean los indicadores verbales, mayor será la necesidad de hacer uso de indicios tomados del contexto verbal y no verbal más amplio. Por lo general, también es útil tener algún conocimiento de los antecedentes, o algún conocimiento general del mun­do. Sin este conocimiento sería difícil, por ejemplo, darse cuenta de que en el enunciado:

"El debería comprarse un Rolls Royce; no existe un mejor auto",

se han realizado dos actos de habla asertivos, de los cuales el primero representa tm punto de vista y el segtmdo, tm argumento. Para los actos de habla cuya función comunicacional no está indicada claramente, el analista debe proporcionar una paráfrasis estándar en la cual su función comunicacional se exprese sin ambigüedad:

"El punto de vista de José es que yo debería comprarme un Ro lis Royce".

Frecuentemente la estructura del discurso cumplirá un papel en la determinación de la ftmción comunicacional de los actos de habla. Por ejemplo, por regla general, en un texto

CAPITULO V 1 ACTOS DE IJABI.A IMPLICITOS Y ACTOS DE 1/ABU\/ND/RECTOS 67

argumentativo un párrafo constituirá una unidad en la cual la argumentación y el ptmto de vista aparecen en un orden más o menos lógico. Es más probable que el punto de vista esté al principio o al final que en el medio. Generalmente la argumentación precede o sigue al punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres. Ellas apmeban sus exámenes antes y causan menos accidentes". "Las mujeres aprueban sus exámenes de conducción antes que los hombres y causan menos accidentes. Ellas son mejores conductoras".

Muchas veces se dice que la argumentación siempre contiene la información más especí­fica y la más apegada a los hechos, pero esto no es verdadero. Tanto "Las mujeres son mejores conductoras que los hombres" como "Las mujeres pasan sus exámenes de conducción antes que Jos hombres", son afirmaciones que, aunque sean apegadas a los hechos, pueden consti­tuir puntos de vista. En todo caso, a veces es difícil decidir qué enunciado es el más específico o el más apegado a los hechos. Este es el caso, por ejemplo, en:

"Eva tomó la manzana. Tetúa hambre".

Si se carece de más información, no hay manera de saber si la interpretación correcta es: "Eva tomó la manzana, porque tenía hambre" o "Eva tomó la manzana, de modo que tenía hambre". Si se tiene claro que lo que está en duda es quién tomó la manzana, la primera interpretación podría ser la correcta. Si lo que se discute es si acaso Eva terúa o no tenía hambre, la segtmda interpretación podría ser la correcta.

Un conocimiento general o específico de los antecedentes puede ayudar a veces a identi­ficar los puntos de vista y la argumentación:

Pedro: "Fumar te hace mal". A11drés: "¿Qué quieres decir?" Pedro: "Mira a Juan".

Si se desconocen los antecedentes de que Juan era conocido por ser un gran fumador y que recientemente ha sucumbido a tm cáncer pulmonar, no queda claro que "Mira a Juan" es tm argumento a favor del punto de vista presentado por Pedro de que fumar hace mal, por­que podría ser también un consejo que insta a Andrés a fijarse en su hijo pequeño, Juan, quien, a pesar de ser un nadador inexperto, se ha aventurado a internarse en el mar.

En principio, va en el propio interés del hablante asegurarse de que la función comunicacional de su acto de habla quede clara. Cuando al analista le corresponde interpre­tar actos de habla implícitos en el discurso argumentativo que están poco claros, debe 'co­menzar por suponer que el hablante intenta contribuir a la resolución de la disputa. De todos modos, siempre existe el riesgo de atribuirles a los actos de habla tm rol diferente del que el hablante quiso darles. Este riesgo que se le presenta al analista del discurso argumentativo es mucho mayor en el caso de Jos actos de habla asertivos, ya que cumplen tma variedad de roles en la discusión crítica: pueden servir para presentar un punto de vista, para retractarse de él o mantenerlo, para ofrecer una argumentación, para establecer el resultado de la discu­sión o para definir un término, explicar una afirmación, etc.

,,

i,

66 FRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOHNOORST 1 ARGl/MEWTAC/ON, (OMliNICAC/ON Y fAlACIAS

"Mi argumento en favor de esto es que ... " "Este fue mi argumento principal. Otro argumento es ... "

A veces el analista debe escuchar el discurso completo antes ~e poder establecer que el hablante tiene la intención de que ciertos enunciados sean actos de habla específicos.

Esto no es necesario si se usan expresiones como:

"Las razones de esta carta son ... " "Existen suficientes argumentos para apoyar la concepción de que ... "

También existen indicadores verbales específicos de la función comunicacional. Algunos indicadores de punto de vista y de argumentación son, por ejemplo: "pues", "porque", "puesto que", "de manera que", "de aquí que", "después de todo", "por lo tanto", "ergo", "en breve" y "en otras palabras". En el enunciado:

"Es una sabia medida emigrar a Australia, porque, para mi gusto, este país está demasiado lleno de gente",

la expresión "porque" indica tanto que Jo que la sigue es una argumentación, como que Jo que la precede es un punto de vista.

En este caso tenemos una presentación "regresiva", pues la palabra "porque" apunta hacia atrás, refiriéndose al punto de vista en el cual se centra la argwnentación. En el enunciado:

"Este pafs está demasiado lleno de gente, para mi gusto, de manera que es una sabia medida emigrar a Australia",

la presentación es "progresiva". Desgraciadamente, las palabras y expresiones que pueden servir como indicadores de una argwnentación o de un ptmto de vista también pueden aptmtar a otras ftmciones comunicacionales: la expresión "de manera que", por ejemplo, puede cum· plir una simple ftmción de relleno, sin tma significación especial.

Mientras menos daros sean los indicadores verbales, mayor será la necesidad de hacer uso de indicios tomados del contexto verbal y no verbal más amplio. Por lo general, también es útil tener algún conocimiento de los antecedentes, o algún conocimiento general del mun­do. Sin este conocimiento sería difícil, por ejemplo, darse cuenta de que en el enunciado:

"El debería comprarse un Rolls Royce; no existe un mejor auto",

se han realizado dos actos de habla asertivos, de los cuales el primero representa tm punto de vista y el segtmdo, tm argumento. Para los actos de habla cuya función comunicacional no está indicada claramente, el analista debe proporcionar una paráfrasis estándar en la cual su función comunicacional se exprese sin ambigüedad:

"El punto de vista de José es que yo debería comprarme un Ro lis Royce".

Frecuentemente la estructura del discurso cumplirá un papel en la determinación de la ftmción comunicacional de los actos de habla. Por ejemplo, por regla general, en un texto

CAPITULO V 1 ACTOS DE IJABI.A IMPLICITOS Y ACTOS DE 1/ABU\/ND/RECTOS 67

argumentativo un párrafo constituirá una unidad en la cual la argumentación y el ptmto de vista aparecen en un orden más o menos lógico. Es más probable que el punto de vista esté al principio o al final que en el medio. Generalmente la argumentación precede o sigue al punto de vista:

"Las mujeres son mejores conductoras que los hombres. Ellas apmeban sus exámenes antes y causan menos accidentes". "Las mujeres aprueban sus exámenes de conducción antes que los hombres y causan menos accidentes. Ellas son mejores conductoras".

Muchas veces se dice que la argumentación siempre contiene la información más especí­fica y la más apegada a los hechos, pero esto no es verdadero. Tanto "Las mujeres son mejores conductoras que los hombres" como "Las mujeres pasan sus exámenes de conducción antes que Jos hombres", son afirmaciones que, aunque sean apegadas a los hechos, pueden consti­tuir puntos de vista. En todo caso, a veces es difícil decidir qué enunciado es el más específico o el más apegado a los hechos. Este es el caso, por ejemplo, en:

"Eva tomó la manzana. Tetúa hambre".

Si se carece de más información, no hay manera de saber si la interpretación correcta es: "Eva tomó la manzana, porque tenía hambre" o "Eva tomó la manzana, de modo que tenía hambre". Si se tiene claro que lo que está en duda es quién tomó la manzana, la primera interpretación podría ser la correcta. Si lo que se discute es si acaso Eva terúa o no tenía hambre, la segtmda interpretación podría ser la correcta.

Un conocimiento general o específico de los antecedentes puede ayudar a veces a identi­ficar los puntos de vista y la argumentación:

Pedro: "Fumar te hace mal". A11drés: "¿Qué quieres decir?" Pedro: "Mira a Juan".

Si se desconocen los antecedentes de que Juan era conocido por ser un gran fumador y que recientemente ha sucumbido a tm cáncer pulmonar, no queda claro que "Mira a Juan" es tm argumento a favor del punto de vista presentado por Pedro de que fumar hace mal, por­que podría ser también un consejo que insta a Andrés a fijarse en su hijo pequeño, Juan, quien, a pesar de ser un nadador inexperto, se ha aventurado a internarse en el mar.

En principio, va en el propio interés del hablante asegurarse de que la función comunicacional de su acto de habla quede clara. Cuando al analista le corresponde interpre­tar actos de habla implícitos en el discurso argumentativo que están poco claros, debe 'co­menzar por suponer que el hablante intenta contribuir a la resolución de la disputa. De todos modos, siempre existe el riesgo de atribuirles a los actos de habla tm rol diferente del que el hablante quiso darles. Este riesgo que se le presenta al analista del discurso argumentativo es mucho mayor en el caso de Jos actos de habla asertivos, ya que cumplen tma variedad de roles en la discusión crítica: pueden servir para presentar un punto de vista, para retractarse de él o mantenerlo, para ofrecer una argumentación, para establecer el resultado de la discu­sión o para definir un término, explicar una afirmación, etc.

,,

,,_j

68 fRAJI.'S H. VAN EEMEREN- RO~ GROOTENDORST 1 ARGl/MWrACIÓN, Co.I!UNICACIÓN Y fAlAC!~S

El discurso argumentativo puede contener actos de habla implícitos que, aun siendo par­te de la argumentación a favor del ptmto de vista defendido, a primera vista no parecen pertenecer a la categoría de los asertivos:

"Llevemos un paraguas, ¿o prefieres mojarte?"

Tomada literalmente, ésta es tma propuesta al interlocutor, acompañada de tma pregunta (que puede ser retórica). Sin embargo, está claro que esta pregtmta debe ser interpretada como una argumentación a favor del punto de vista de que el hablante y el interlocutor deberían llevar un paraguas.

En todo caso, la pregunta que aquí se formula no puede ser equiparada simplemente con tma argumentación, ni la propuesta con un ptmto de vista. De lo contrario, tendríamos que abandonar la idea de que la argumentación y los puntos de vista son presentados siempre por medio de actos de habla asertivos y no se daría cuenta de los compromisos específicos adquiridos mediante estos actos de habla. Pero un análisis más estricto revela que estos actos de habla son usados indirectamente como asertivos. Aunque "Llevemos un paraguas" sirve aquí como un punto de vista, no es la expresión directa de un punto de vista, puesto que es imposible poner en duda o rechazar este enunciado por medio de expresiones como "No estoy de acuerdo contigo". Un problema semejante surge cuando tratamos de parafrasear "¿o prefieres mojarte?" como una argumentación. Esta pregunta retórica no puede ser consi­derada directamente como una argumentación.

Un análisis correcto de un acto de habla de este tipo debe mostrar exactamente a qué se compromete el hablante. En casos como este ejemplo del paraguas, para poder ser capaz de dar cuenta de su compromiso, se debe reconocer que el hablante hace un uso indirecto del lenguaje. El hablante anticipa una disputa entre él y su interlocutor acerca de si la propuesta de llevar tm paraguas es buena o no y ofrece una argumentación para defender su punto de vista de que sí lo es.

El punto de vista del hablante puede ser formulado de la siguiente manera:

"Es aconsejable llevar un paraguas",

o, en tma reconstrucción más completa:

"Mi punto de vista es que es aconsejable llevar un paraguas".

Su argumentación en favor de este punto de vista también puede ser reconstruida:

"De lo contrario, nos mojaremos",

o, en una reconstrucción más completa:

"Mi argumento en favor de esto es que no queremos mojarnos".

Una reconstrucción similar puede hacerse para casos como los siguientes:

CAPITULO V 1 ACTOS DE HJ\BlA IMPUCITDS Y J\CTOS DC HJ\8lA INDIRCCTOS 69

"Te lo prometo, porque entonces, al menos, tú me creerás". "Puedes contar con eso, porque yo te lo prometo". "Felicitaciones, porque me alegro de que al final todo haya resultado bien". "La discusión está cerrada, porque nunca vamos a ponernos de acuerdo". "Estás despedido, porque tu trabajo no es bueno".

Por lo tanto, no hay buenas razones para abandonar la idea de que los puntos de vista y las argumentaciones siempre pueden ser analizados como actos de habla asertivos. En la práctica, todos los actos de habla que son cruciales para una discusión crítica pueden ser realizados indirectamente por medio de actos de habla que, a primera vista, no expresan su función primaria:37

Expresiones indirectas de rm punto de vista l. ¡Cuánto le debemos al comunismo! (expresivo) 2. Pero, ¿no crees que las universidades están llenas de sinvergüenzas arrogantes? (di­

rectivo) 3. Puedes contar con que esto no se filtrará. (compromisario)

Expresiones indirectas de una argumentación 4. . .. , ¿o prefieres mojarte? {directivo) 5. ..., porque yo personalmente lo garantizo. (compromisario) 6. ..., porque me siento pésimo. {expresivo).

Expresiones indirectas de duda 7. ¿Realmente quieres decir eso? {directivo) 8. Eso me parece dudoso. {asertivo) 9. ¡Qué extraño! (expresivo).

Desafíos indirectos 10. Nunca serás capaz de probarlo. {asertivo) 11. ¿Estás preparado para defender ese punto de vista? (directivo) 12. ¡Me gustaría ver cómo lo haces! (expresivo).

Solicitudes indirectas de uso de declarativos o de argumentación 13. No tengo idea de lo que significa esa palabra. (asertívo) 14. ¡Me encantada saber qué argumentos tienes para apoyar eso! (expresivo). 15. Te aseguro que estoy interesado en escuchar tu argumentación. (compromisario)

No reconocer la argumentación es uno de los errores más serios que se pueden cometer al analizar el discurso argumentativo. Aunque a primera vista no parezca haberse realizado ningún acto de habla asertivo, un discurso puede contener argumentación y puede ser re-

l/ Aunque no consideró a los argumentos y a los puntos de vista (omo básicamente asertivos, Jackson (1985) también señaló que la argumentación puede ser pertinente a todos los tipos de actos de habla (cf. Jackson & Jacobs, 1980, 19-81, 1982).

-------~--- ~----------

,,_j

68 fRAJI.'S H. VAN EEMEREN- RO~ GROOTENDORST 1 ARGl/MWrACIÓN, Co.I!UNICACIÓN Y fAlAC!~S

El discurso argumentativo puede contener actos de habla implícitos que, aun siendo par­te de la argumentación a favor del ptmto de vista defendido, a primera vista no parecen pertenecer a la categoría de los asertivos:

"Llevemos un paraguas, ¿o prefieres mojarte?"

Tomada literalmente, ésta es tma propuesta al interlocutor, acompañada de tma pregunta (que puede ser retórica). Sin embargo, está claro que esta pregtmta debe ser interpretada como una argumentación a favor del punto de vista de que el hablante y el interlocutor deberían llevar un paraguas.

En todo caso, la pregunta que aquí se formula no puede ser equiparada simplemente con tma argumentación, ni la propuesta con un ptmto de vista. De lo contrario, tendríamos que abandonar la idea de que la argumentación y los puntos de vista son presentados siempre por medio de actos de habla asertivos y no se daría cuenta de los compromisos específicos adquiridos mediante estos actos de habla. Pero un análisis más estricto revela que estos actos de habla son usados indirectamente como asertivos. Aunque "Llevemos un paraguas" sirve aquí como un punto de vista, no es la expresión directa de un punto de vista, puesto que es imposible poner en duda o rechazar este enunciado por medio de expresiones como "No estoy de acuerdo contigo". Un problema semejante surge cuando tratamos de parafrasear "¿o prefieres mojarte?" como una argumentación. Esta pregunta retórica no puede ser consi­derada directamente como una argumentación.

Un análisis correcto de un acto de habla de este tipo debe mostrar exactamente a qué se compromete el hablante. En casos como este ejemplo del paraguas, para poder ser capaz de dar cuenta de su compromiso, se debe reconocer que el hablante hace un uso indirecto del lenguaje. El hablante anticipa una disputa entre él y su interlocutor acerca de si la propuesta de llevar tm paraguas es buena o no y ofrece una argumentación para defender su punto de vista de que sí lo es.

El punto de vista del hablante puede ser formulado de la siguiente manera:

"Es aconsejable llevar un paraguas",

o, en tma reconstrucción más completa:

"Mi punto de vista es que es aconsejable llevar un paraguas".

Su argumentación en favor de este punto de vista también puede ser reconstruida:

"De lo contrario, nos mojaremos",

o, en una reconstrucción más completa:

"Mi argumento en favor de esto es que no queremos mojarnos".

Una reconstrucción similar puede hacerse para casos como los siguientes:

CAPITULO V 1 ACTOS DE HJ\BlA IMPUCITDS Y J\CTOS DC HJ\8lA INDIRCCTOS 69

"Te lo prometo, porque entonces, al menos, tú me creerás". "Puedes contar con eso, porque yo te lo prometo". "Felicitaciones, porque me alegro de que al final todo haya resultado bien". "La discusión está cerrada, porque nunca vamos a ponernos de acuerdo". "Estás despedido, porque tu trabajo no es bueno".

Por lo tanto, no hay buenas razones para abandonar la idea de que los puntos de vista y las argumentaciones siempre pueden ser analizados como actos de habla asertivos. En la práctica, todos los actos de habla que son cruciales para una discusión crítica pueden ser realizados indirectamente por medio de actos de habla que, a primera vista, no expresan su función primaria:37

Expresiones indirectas de rm punto de vista l. ¡Cuánto le debemos al comunismo! (expresivo) 2. Pero, ¿no crees que las universidades están llenas de sinvergüenzas arrogantes? (di­

rectivo) 3. Puedes contar con que esto no se filtrará. (compromisario)

Expresiones indirectas de una argumentación 4. . .. , ¿o prefieres mojarte? {directivo) 5. ..., porque yo personalmente lo garantizo. (compromisario) 6. ..., porque me siento pésimo. {expresivo).

Expresiones indirectas de duda 7. ¿Realmente quieres decir eso? {directivo) 8. Eso me parece dudoso. {asertivo) 9. ¡Qué extraño! (expresivo).

Desafíos indirectos 10. Nunca serás capaz de probarlo. {asertivo) 11. ¿Estás preparado para defender ese punto de vista? (directivo) 12. ¡Me gustaría ver cómo lo haces! (expresivo).

Solicitudes indirectas de uso de declarativos o de argumentación 13. No tengo idea de lo que significa esa palabra. (asertívo) 14. ¡Me encantada saber qué argumentos tienes para apoyar eso! (expresivo). 15. Te aseguro que estoy interesado en escuchar tu argumentación. (compromisario)

No reconocer la argumentación es uno de los errores más serios que se pueden cometer al analizar el discurso argumentativo. Aunque a primera vista no parezca haberse realizado ningún acto de habla asertivo, un discurso puede contener argumentación y puede ser re-

l/ Aunque no consideró a los argumentos y a los puntos de vista (omo básicamente asertivos, Jackson (1985) también señaló que la argumentación puede ser pertinente a todos los tipos de actos de habla (cf. Jackson & Jacobs, 1980, 19-81, 1982).

-------~--- ~----------

,, '1

''11 i '

i' i! ! '

1

'

70 fRANS H. VAN EntEREN· RoB GROOIENDORST /ARGUMENTACIÓN, (OMliNICACIÓN y fAlACIAS

construido de esa manera. Por otra parte, debe recordarse que no todo acto de habla asertivo es parte de una argumentación.

Si el acto de habla puede considerarse tanto argumentativo como no argumentativo, es recomendable optar por la interpretación argumentativa al analizar el discurso argumentativo como una discusión crítica. Entonces, los actos de habla asertivos implícitos, que pueden ser argumentativos, pero que pueden tener también alguna otra función comunicacional, son interpretados como parte de la argumentación. Lo mismo se aplica a los actos de habla implí­citos que a primera vista parecen ser compromisarios, directivos, expresivos o declarativos, pero que juegan un rol constructivo solo si son analizados como asertivos que forman parte constitutiva de una argumentación. A la recomendación de optar por este procedimiento de decisión orientado a la resolución se la puede denominar estrategia de interpretación máximamente argumentativa.

Esta recomendación se aplica, por ejemplo, al siguiente pasaje de un aviso comercial de pantalones:

Extremadamente confortables y, sitJ embargo, siempre elegantes. El material, un tejido de la más alta c~lidad, hecho de t~n 100% de diolen/polyester, es elástico tanto en el largo como en el ancho y, sm embargo, mantiene su forma a la perfección. La terminación no deja nada que desear. Es tan impecable como la tela y además ha sido sometida a los más exigentes controles de calidad.

En este ejemplo, los argumentos que tienen el propósito de disponer al lector a comprar el producto están acompañados por amplificaciones que, presumiblemente, también tienen una hmción argumentativa, de manera que parece justificarse una interpretación máximamente argumentativa. Lo mismo vale para el agregado humorístico que Yoko Ono le hace a su opi­nión, oblicuamente formulada, de que es sorprendente que los hombres puedan ponerse serios alguna vez:

Me pregtmto cómo pueden los hombres ponerse serios alguna vez, si tienen, colgando fuera de sus cuerpos, esa cosa larga y delicada, que sube y que baja de acuerdo a su propia voluntad[ ... ]

Suponiendo que el hablante tiene un sincero deseo de llegar a una resolución de la dispu­ta, una interpretación máximamente argumentativa va en su propio interés. De lo contrario, algunos puntos sólidos de su argumentación pueden pasar desapercibidos. Por lo demás, también va en el interés de un análisis adecuado, ya que, de otro modo, pueden pasarse por alto los puntos débiles de la argumentación del hablante. En el contexto de un análisis dialéc­tico, si un hablante que desea convencer a su audiencia falla en proporcionar indicios sufi­cientes de las hmciones comunicacionales de sus actos de habla más cruciales, de todos mo­dos puede ser considerado responsable de los resultados de una interpretación máximamente argumentativa.

2. Las reglas de la comunicación y los actos de habla indirectos

Además de los actos de habla implícitos, el discurso argumentativo puede contener también actos de habla indirectos, por intermedio de los cuales el hablante quiere decir más, o quiere

CAPITULO V /ACTOS D< lli\B!.A JMPLICITOS Y ACTOS OE HAB!.A JIIDJRECTOS 71

-decir algo diferente, de lo que en realidad dice. A fin de analizar los actos de habla indirectos, que por lo general también son implícitos, es necesario tener wta comprensión de las reglas de la comwlicación que los hablantes y los oyentes normalmente ob~rvan.38

Cuando las personas están comunicándose, generahnente tratan de asegurarse de que su comunicación sea lo más fluida posible. En consecuencia, cuando realizan actos de habla observan ciertas reglas que contribuyen al logro de este propósito. A la base de estas reglas hay algunos estándares racionales que, tomados en conjunto, constituyen un principio gene­ral que gobierna todas las comunicaciones verbales: el Principio de la Comunicación:39

s¿ claro, honesto y eficaz y ve directo al punto.

En la práctica, como es obvio, no es en absoluto poco corriente que una o más reglas de la comunicación se violen, pero esto no significa necesariamente que el Principio de la Comuni­cación haya sido abandonado.40 Si hubiera sido abandonado, querría decir que la persona que lo abandonó reniega de w1a convención básica de su comunidad comwlicacional.41 En ausencia de evidencia contraria, los oyentes pueden suponer que el hablante cumple con el Principio de la Comunicación.

La violación de una regla de la comtmicación, si es notada, tendrá repercusiones en la interacción. Las consecuencias de violar tma regla particular dependen de las condiciones que hayan quedado sin cumplir en la realización del acto de habla en cuestión.

El mandato "Sé claro" se relaciona con las condiciones de identificación del acto de habla en cuestión: el hablante debe formular el acto de habla de tal manera que el oyente sea capaz de identificar su fwtción comunicacional y las proposiciones que en él se expresan. Esto no quiere decir que el hablante tenga que ser completamente explícito, pero sí quiere decir que no tiene que hacerle imposible, o casi imposible, al oyente la tarea de llegar a la interpreta­ción correcta. Si las condiciones de identificación no se cumplen, el acto de habla resulta incomprensible. Por lo tanto, la primera regla de la comwlicación es: No realices ningrín acto de

habla incomprensible. El mandato "Sé honesto" se relaciona con la condición de responsabilidad que forma

parte de las condiciones de corrección del acto de habla: se debe poder considerar que el hablante efectivamente está en el estado mental que se presupone en el acto de habla. Si realiza un acto de habla asertivo, debe poder suponerse que cree sinceramente en la

J.J Presentamos aquí nuestra versión integrada de la teoría de los aclos de habla indirectos deSearle (1979) y la exposición de las máximas conversacionales de Grice (1975). l'i El Principio de la Comunicación cumple, en la comunicación, un papel similar al Principio de Cooperación de Grice y tiene un status epistemológico similar. Concordamos con Kasher (1982) en que el respeto de los estándares inherentes a las máximas de Grice surge de un "principio de racionalización" más general, basado en el prindpio de la eficacia de los medios. Según el principio de racionalización, "en el contexto de un enunciado, debería suponerse que el fin y las creencias [del hablante J proporcionan una completa justificación de su comporlarniento, a menos que exista evidencia de lo contrario" (1982, p. 33). <O De hecho, en la conumicación cotidiana las personas frecuentemente juegan con las reglas, al hacer chistes, al amplificar una anécdota, etc., sin tener ninguna intención de abandonar el Principio de la Comunicación. Este com­portamiento comunicacional no tiene nada de malo, por supuesto. Con el fin de explicar su funcionamiento, especialmente en el discurso argumentativo, eslablecemos las reglas que se utilizan en estos casos. Incluso si las reglas son violadas sin ninguna intención com1micacional de ese tipo,lo que también puede suceder, generalmente no se causa mayor daflo, a1mque tampoco podría decirse que tales pasos (moves) sean de mucha ayuda para resol­ver una diferencia de opinión en una discusión critica. "Cf. Grice (1975, 1989).

,, '1

''11 i '

i' i! ! '

1

'

70 fRANS H. VAN EntEREN· RoB GROOIENDORST /ARGUMENTACIÓN, (OMliNICACIÓN y fAlACIAS

construido de esa manera. Por otra parte, debe recordarse que no todo acto de habla asertivo es parte de una argumentación.

Si el acto de habla puede considerarse tanto argumentativo como no argumentativo, es recomendable optar por la interpretación argumentativa al analizar el discurso argumentativo como una discusión crítica. Entonces, los actos de habla asertivos implícitos, que pueden ser argumentativos, pero que pueden tener también alguna otra función comunicacional, son interpretados como parte de la argumentación. Lo mismo se aplica a los actos de habla implí­citos que a primera vista parecen ser compromisarios, directivos, expresivos o declarativos, pero que juegan un rol constructivo solo si son analizados como asertivos que forman parte constitutiva de una argumentación. A la recomendación de optar por este procedimiento de decisión orientado a la resolución se la puede denominar estrategia de interpretación máximamente argumentativa.

Esta recomendación se aplica, por ejemplo, al siguiente pasaje de un aviso comercial de pantalones:

Extremadamente confortables y, sitJ embargo, siempre elegantes. El material, un tejido de la más alta c~lidad, hecho de t~n 100% de diolen/polyester, es elástico tanto en el largo como en el ancho y, sm embargo, mantiene su forma a la perfección. La terminación no deja nada que desear. Es tan impecable como la tela y además ha sido sometida a los más exigentes controles de calidad.

En este ejemplo, los argumentos que tienen el propósito de disponer al lector a comprar el producto están acompañados por amplificaciones que, presumiblemente, también tienen una hmción argumentativa, de manera que parece justificarse una interpretación máximamente argumentativa. Lo mismo vale para el agregado humorístico que Yoko Ono le hace a su opi­nión, oblicuamente formulada, de que es sorprendente que los hombres puedan ponerse serios alguna vez:

Me pregtmto cómo pueden los hombres ponerse serios alguna vez, si tienen, colgando fuera de sus cuerpos, esa cosa larga y delicada, que sube y que baja de acuerdo a su propia voluntad[ ... ]

Suponiendo que el hablante tiene un sincero deseo de llegar a una resolución de la dispu­ta, una interpretación máximamente argumentativa va en su propio interés. De lo contrario, algunos puntos sólidos de su argumentación pueden pasar desapercibidos. Por lo demás, también va en el interés de un análisis adecuado, ya que, de otro modo, pueden pasarse por alto los puntos débiles de la argumentación del hablante. En el contexto de un análisis dialéc­tico, si un hablante que desea convencer a su audiencia falla en proporcionar indicios sufi­cientes de las hmciones comunicacionales de sus actos de habla más cruciales, de todos mo­dos puede ser considerado responsable de los resultados de una interpretación máximamente argumentativa.

2. Las reglas de la comunicación y los actos de habla indirectos

Además de los actos de habla implícitos, el discurso argumentativo puede contener también actos de habla indirectos, por intermedio de los cuales el hablante quiere decir más, o quiere

CAPITULO V /ACTOS D< lli\B!.A JMPLICITOS Y ACTOS OE HAB!.A JIIDJRECTOS 71

-decir algo diferente, de lo que en realidad dice. A fin de analizar los actos de habla indirectos, que por lo general también son implícitos, es necesario tener wta comprensión de las reglas de la comwlicación que los hablantes y los oyentes normalmente ob~rvan.38

Cuando las personas están comunicándose, generahnente tratan de asegurarse de que su comunicación sea lo más fluida posible. En consecuencia, cuando realizan actos de habla observan ciertas reglas que contribuyen al logro de este propósito. A la base de estas reglas hay algunos estándares racionales que, tomados en conjunto, constituyen un principio gene­ral que gobierna todas las comunicaciones verbales: el Principio de la Comunicación:39

s¿ claro, honesto y eficaz y ve directo al punto.

En la práctica, como es obvio, no es en absoluto poco corriente que una o más reglas de la comunicación se violen, pero esto no significa necesariamente que el Principio de la Comuni­cación haya sido abandonado.40 Si hubiera sido abandonado, querría decir que la persona que lo abandonó reniega de w1a convención básica de su comunidad comwlicacional.41 En ausencia de evidencia contraria, los oyentes pueden suponer que el hablante cumple con el Principio de la Comunicación.

La violación de una regla de la comtmicación, si es notada, tendrá repercusiones en la interacción. Las consecuencias de violar tma regla particular dependen de las condiciones que hayan quedado sin cumplir en la realización del acto de habla en cuestión.

El mandato "Sé claro" se relaciona con las condiciones de identificación del acto de habla en cuestión: el hablante debe formular el acto de habla de tal manera que el oyente sea capaz de identificar su fwtción comunicacional y las proposiciones que en él se expresan. Esto no quiere decir que el hablante tenga que ser completamente explícito, pero sí quiere decir que no tiene que hacerle imposible, o casi imposible, al oyente la tarea de llegar a la interpreta­ción correcta. Si las condiciones de identificación no se cumplen, el acto de habla resulta incomprensible. Por lo tanto, la primera regla de la comwlicación es: No realices ningrín acto de

habla incomprensible. El mandato "Sé honesto" se relaciona con la condición de responsabilidad que forma

parte de las condiciones de corrección del acto de habla: se debe poder considerar que el hablante efectivamente está en el estado mental que se presupone en el acto de habla. Si realiza un acto de habla asertivo, debe poder suponerse que cree sinceramente en la

J.J Presentamos aquí nuestra versión integrada de la teoría de los aclos de habla indirectos deSearle (1979) y la exposición de las máximas conversacionales de Grice (1975). l'i El Principio de la Comunicación cumple, en la comunicación, un papel similar al Principio de Cooperación de Grice y tiene un status epistemológico similar. Concordamos con Kasher (1982) en que el respeto de los estándares inherentes a las máximas de Grice surge de un "principio de racionalización" más general, basado en el prindpio de la eficacia de los medios. Según el principio de racionalización, "en el contexto de un enunciado, debería suponerse que el fin y las creencias [del hablante J proporcionan una completa justificación de su comporlarniento, a menos que exista evidencia de lo contrario" (1982, p. 33). <O De hecho, en la conumicación cotidiana las personas frecuentemente juegan con las reglas, al hacer chistes, al amplificar una anécdota, etc., sin tener ninguna intención de abandonar el Principio de la Comunicación. Este com­portamiento comunicacional no tiene nada de malo, por supuesto. Con el fin de explicar su funcionamiento, especialmente en el discurso argumentativo, eslablecemos las reglas que se utilizan en estos casos. Incluso si las reglas son violadas sin ninguna intención com1micacional de ese tipo,lo que también puede suceder, generalmente no se causa mayor daflo, a1mque tampoco podría decirse que tales pasos (moves) sean de mucha ayuda para resol­ver una diferencia de opinión en una discusión critica. "Cf. Grice (1975, 1989).

72 fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDOI!ST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAUC/AS

aceptabilidad de la proposición expresada; si realiza Wl acto de habla directivo, debe poder suponerse que desea sinceramente que el oyente realice la acción a la que este se refiere, y así sucesivamente. Por lo tanto, la segWlda regla de la comWlicación es: No realices 11ingúnacto de 1mb/a insincero.U.

El mandato "Sé eficaz" se relaciona con la condición preparatoria (compuesta) que tam­bién forma parte de las condiciones de corrección: el acto de habla no debería ser ni innecesa­rio o superfluo, ni sin objeto o inútil. Por ejemplo, la realización del acto de habla complejo de la argrunentación es innecesaria si el hablante sabe de antemano que el oyente ya está con­vencido de la aceptabilidad del pWlto de vista que el hablante defiende (violación de la pri­mera condición preparatoria). Y es sin objeto si el hablante sabe de antemano que el oyente no será convencido, bajo ninguna circWlstancia, por su argumentación (violación de las con­diciones preparatorias segtmda y tercera). En cualquiera de los dos casos, realizar el acto de habla de la argrunentación sería Wla pérdida de tiempo y, por lo tanto, ineficaz.

Un acto de habla asertivo superfluo sería, por ejemplo, contarle a alguien que ya lo ha sabido por varios días que Juan y María están juntos nuevamente. Por otra parte, si alguien que carece de toda experiencia técnica le dice a una persona, que carece de todo interés, que cree que la máquina se hace ftmcionar moviendo la palanca de la izquierda, realiza un acto de habla asertivo inútil. A su vez, Wl acto de habla directivo superfluo es el que se realiza cuando está claro que el oyente ya tenía la intención de realizar la acción deseada, o bien si esta ya ha sido realizada. Por otra parte, si la acción no se puede realizar, el acto de habla directivo seria inútil. Los actos de habla compromisarios superfluos o inútiles se pueden caracterizar de Wla manera similar, excepto que en ese caso, en vez de predicarse del oyente, la acción se predica del hablante. Un acto de habla expresivo es superfluo si ya está claro lo que el hablante siente y es inútil si el oyente no está interesado en lo que él siente. Cuando Wla reWlión ya se ha estado desarrollando por algún tiempo, la expresión "Se declara abierta la sesión" es Wl acto de habla declarativo superfluo. Si el presidente de Wl club de fútbol, en su calidad de tal, declara abierta una sesión del Parlamento, su acto de habla declarativo es inútil.

Puede ser que las violaciones del mandato de eficacia no siempre tengan exactamente las mismas consecuencias para los diferentes tipos de actos de habla, pero, en todo caso, aspirar a la eficacia significa tratar de evitar actos de habla superfluos o inútiles. Puesto que la viola­ción de Wla condición preparatoria siempre conduce a Wla forma de ineficacia que involucra actos de habla superfluos o inútiles, las reglas de la comunicación tercera y cuarta son: No realices ningrínacto de habla superjlrw y No realices ningún acto de 1mb/a inútil.

El mandato "Ve directo al punto" no se relaciona con las condiciones de los actos de habla aislados, sino con la relación que se da entre los actos de habla al interior de Wl evento de habla. Para crunplir con este requisito, la realización del acto de habla debe constihtir Wla adición relevante a los actos de habla ya realizados en el contexto verbal y no verbal en que tiene lugar. El requisito se crunple solo si la secuencia de los actos de habla del discurso es apropiada. Por lo tanto, la quinta regla de la comunicación es: No realices ningún acto de habla que no se conecte apropiadamente con/os actos de habla precedentes.

0 Tal como se enfatizó en el capítulo 3, para nuestros propósitos realmente no tiene importancia lo que el hablante piense privadamente, sino aquello de lo que puede ser coru;iderado responsable públicamente. Por conveniencia, los términos "responsabilidad" y "sinceridad" son usados aquf de manera intercambiable.

CAPITULO V 1 A eros DE HAB/.A /MPliCJTOS Y ACWS PE HAB/.A INDIR~CWS 73

Es difícil especificar cuál sería tma reacción apropiada o Wla continuación apropiada. Como todo acto de habla busca lograr como efecto comunicacional que el oyente comprenda el acto de habla y como efecto interactivo que lo acepte, siemJ're será relevante Wl acto de habla que expresa que otro acto de habla ha sido comprendido o aceptado. Lo mismo se aplica, por supuesto, a Wla expresión que indique que no se ha comprendido o que no se ha aceptado. De igual manera, también Será relevante dar razones que expliquen por qué algo es o no aceptado. Una dificultad que es importante tener en cuenta, al determinar si cierta reacción es apropiada, es que Wla reacción relevante no tiene por qué serlo necesariamente en el sentido de que responda de la manera más cercana a los deseos o expectativas del hablante. Rechazar Wla petición puede ser tan relevante como aceptarla.43

En la práctica, no siempre es fácil determinar exactamente cuándo se ha violado Wla regla de la comWlicación. En algWlos casos las reglas deberán aplicarse más estrictamente que en otros. Por éjemplo, algunas discusiones son muy organizadas y están sujetas a Wl orden estricto. En estos casos será más fácil determinar qué es y qué no es apropiado (regla 5) de lo que podría serlo durante una conversación espontánea jWlto a unas copas de cerveza. Tam­bién el grado de eficacia (reglas 3 y 4) será más fácil de determinar en las discusiones forma­les, con límites de tiempo estrictos, que en Wla conversación libre. Y es de esperar que la honestidad (regla 2) sea más escrupulosamente respetada en Wla retmión de gabinete de lo que suele serlo en Wl bar.

En el contexto de Wla conversación acerca de dónde convendría comprar Wl tostador, la expresión: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores" representa Wl ejemplo de Wl acto de habla indirecto. Mediante tm acto de habla que tiene la fWlción comWlicacional de una afirmación (asertivo), el hablante está realizando indirectamente un acto de habla que tiene la fWlción comunicacional de Wl consejo (directivo). Reacciones como; "Gracias por el dato" y "Lo tendré en cuenta" muestran que el oyente ha comprendido correctamente el acto de habla indirecto.

Hay varias cosas que resultan sorprendentes en relación con los actos de habla indirectos. En primer lugar, un acto de habla indirecto cumple simultáneamente dos funciones comtmicacionales: en el ejemplo del tostador es tanto Wla afirmación como Wl consejo. En algWlos casos, el hablante trata deliberadamente de dejar en la indeterminación si su enWl­ciado tiene además Wla ÍWlciÓn indirecta.

En segWldo lugar, mientras el acto de habla que se ha realizado literalmente permanece igual en todos los contextos, el acto de habla que se ha realizado indirectamente puede variar de acuerdo al contexto. Si la afirmación sobre los tostadores fuera Wla respuesta a la pregun­ta: "¿Dónde puedo comprarme Wl tostador nuevo?", el acto de habla indirecto sería Wl con­sejo, pero en otro contexto podría ser, por ejemplo, la conclusión de Wl test comparativo. En otros casos, cuando el hablante deja indeterminada la ÍWlción exacta de su enWlciado, la interpretación no es tan clara. En esos casos, la fWlción comunicacional exacta incluso puede estar sujeta a Wla negociación entre el hablante y el oyente.

0 A fin de que una parte del texto sea relevante para otra, debe existir entre ambas una relación funcional orientada a cierto objetivo textual. En la literahtra sobre el tema pueden distinguirse dos enfoques diferentes de la relevancia textual: Dascal (1977), Sanders (1980), Trae y (1982) y otros analistas del discurso optan por un ángulo interpretativo, en cambio Johnson & Blair (1983), Govier (1985) e lseminger (1986) y otros lógicos (infonnales) h~n adoptado un enfoque normativo. (Para una concepción más amplia de la relevancia d. Spcrber & Wilson, 1986).

72 fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDOI!ST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAUC/AS

aceptabilidad de la proposición expresada; si realiza Wl acto de habla directivo, debe poder suponerse que desea sinceramente que el oyente realice la acción a la que este se refiere, y así sucesivamente. Por lo tanto, la segWlda regla de la comWlicación es: No realices 11ingúnacto de 1mb/a insincero.U.

El mandato "Sé eficaz" se relaciona con la condición preparatoria (compuesta) que tam­bién forma parte de las condiciones de corrección: el acto de habla no debería ser ni innecesa­rio o superfluo, ni sin objeto o inútil. Por ejemplo, la realización del acto de habla complejo de la argrunentación es innecesaria si el hablante sabe de antemano que el oyente ya está con­vencido de la aceptabilidad del pWlto de vista que el hablante defiende (violación de la pri­mera condición preparatoria). Y es sin objeto si el hablante sabe de antemano que el oyente no será convencido, bajo ninguna circWlstancia, por su argumentación (violación de las con­diciones preparatorias segtmda y tercera). En cualquiera de los dos casos, realizar el acto de habla de la argrunentación sería Wla pérdida de tiempo y, por lo tanto, ineficaz.

Un acto de habla asertivo superfluo sería, por ejemplo, contarle a alguien que ya lo ha sabido por varios días que Juan y María están juntos nuevamente. Por otra parte, si alguien que carece de toda experiencia técnica le dice a una persona, que carece de todo interés, que cree que la máquina se hace ftmcionar moviendo la palanca de la izquierda, realiza un acto de habla asertivo inútil. A su vez, Wl acto de habla directivo superfluo es el que se realiza cuando está claro que el oyente ya tenía la intención de realizar la acción deseada, o bien si esta ya ha sido realizada. Por otra parte, si la acción no se puede realizar, el acto de habla directivo seria inútil. Los actos de habla compromisarios superfluos o inútiles se pueden caracterizar de Wla manera similar, excepto que en ese caso, en vez de predicarse del oyente, la acción se predica del hablante. Un acto de habla expresivo es superfluo si ya está claro lo que el hablante siente y es inútil si el oyente no está interesado en lo que él siente. Cuando Wla reWlión ya se ha estado desarrollando por algún tiempo, la expresión "Se declara abierta la sesión" es Wl acto de habla declarativo superfluo. Si el presidente de Wl club de fútbol, en su calidad de tal, declara abierta una sesión del Parlamento, su acto de habla declarativo es inútil.

Puede ser que las violaciones del mandato de eficacia no siempre tengan exactamente las mismas consecuencias para los diferentes tipos de actos de habla, pero, en todo caso, aspirar a la eficacia significa tratar de evitar actos de habla superfluos o inútiles. Puesto que la viola­ción de Wla condición preparatoria siempre conduce a Wla forma de ineficacia que involucra actos de habla superfluos o inútiles, las reglas de la comunicación tercera y cuarta son: No realices ningrínacto de habla superjlrw y No realices ningún acto de 1mb/a inútil.

El mandato "Ve directo al punto" no se relaciona con las condiciones de los actos de habla aislados, sino con la relación que se da entre los actos de habla al interior de Wl evento de habla. Para crunplir con este requisito, la realización del acto de habla debe constihtir Wla adición relevante a los actos de habla ya realizados en el contexto verbal y no verbal en que tiene lugar. El requisito se crunple solo si la secuencia de los actos de habla del discurso es apropiada. Por lo tanto, la quinta regla de la comunicación es: No realices ningún acto de habla que no se conecte apropiadamente con/os actos de habla precedentes.

0 Tal como se enfatizó en el capítulo 3, para nuestros propósitos realmente no tiene importancia lo que el hablante piense privadamente, sino aquello de lo que puede ser coru;iderado responsable públicamente. Por conveniencia, los términos "responsabilidad" y "sinceridad" son usados aquf de manera intercambiable.

CAPITULO V 1 A eros DE HAB/.A /MPliCJTOS Y ACWS PE HAB/.A INDIR~CWS 73

Es difícil especificar cuál sería tma reacción apropiada o Wla continuación apropiada. Como todo acto de habla busca lograr como efecto comunicacional que el oyente comprenda el acto de habla y como efecto interactivo que lo acepte, siemJ're será relevante Wl acto de habla que expresa que otro acto de habla ha sido comprendido o aceptado. Lo mismo se aplica, por supuesto, a Wla expresión que indique que no se ha comprendido o que no se ha aceptado. De igual manera, también Será relevante dar razones que expliquen por qué algo es o no aceptado. Una dificultad que es importante tener en cuenta, al determinar si cierta reacción es apropiada, es que Wla reacción relevante no tiene por qué serlo necesariamente en el sentido de que responda de la manera más cercana a los deseos o expectativas del hablante. Rechazar Wla petición puede ser tan relevante como aceptarla.43

En la práctica, no siempre es fácil determinar exactamente cuándo se ha violado Wla regla de la comWlicación. En algWlos casos las reglas deberán aplicarse más estrictamente que en otros. Por éjemplo, algunas discusiones son muy organizadas y están sujetas a Wl orden estricto. En estos casos será más fácil determinar qué es y qué no es apropiado (regla 5) de lo que podría serlo durante una conversación espontánea jWlto a unas copas de cerveza. Tam­bién el grado de eficacia (reglas 3 y 4) será más fácil de determinar en las discusiones forma­les, con límites de tiempo estrictos, que en Wla conversación libre. Y es de esperar que la honestidad (regla 2) sea más escrupulosamente respetada en Wla retmión de gabinete de lo que suele serlo en Wl bar.

En el contexto de Wla conversación acerca de dónde convendría comprar Wl tostador, la expresión: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores" representa Wl ejemplo de Wl acto de habla indirecto. Mediante tm acto de habla que tiene la fWlción comWlicacional de una afirmación (asertivo), el hablante está realizando indirectamente un acto de habla que tiene la fWlción comunicacional de Wl consejo (directivo). Reacciones como; "Gracias por el dato" y "Lo tendré en cuenta" muestran que el oyente ha comprendido correctamente el acto de habla indirecto.

Hay varias cosas que resultan sorprendentes en relación con los actos de habla indirectos. En primer lugar, un acto de habla indirecto cumple simultáneamente dos funciones comtmicacionales: en el ejemplo del tostador es tanto Wla afirmación como Wl consejo. En algWlos casos, el hablante trata deliberadamente de dejar en la indeterminación si su enWl­ciado tiene además Wla ÍWlciÓn indirecta.

En segWldo lugar, mientras el acto de habla que se ha realizado literalmente permanece igual en todos los contextos, el acto de habla que se ha realizado indirectamente puede variar de acuerdo al contexto. Si la afirmación sobre los tostadores fuera Wla respuesta a la pregun­ta: "¿Dónde puedo comprarme Wl tostador nuevo?", el acto de habla indirecto sería Wl con­sejo, pero en otro contexto podría ser, por ejemplo, la conclusión de Wl test comparativo. En otros casos, cuando el hablante deja indeterminada la ÍWlción exacta de su enWlciado, la interpretación no es tan clara. En esos casos, la fWlción comunicacional exacta incluso puede estar sujeta a Wla negociación entre el hablante y el oyente.

0 A fin de que una parte del texto sea relevante para otra, debe existir entre ambas una relación funcional orientada a cierto objetivo textual. En la literahtra sobre el tema pueden distinguirse dos enfoques diferentes de la relevancia textual: Dascal (1977), Sanders (1980), Trae y (1982) y otros analistas del discurso optan por un ángulo interpretativo, en cambio Johnson & Blair (1983), Govier (1985) e lseminger (1986) y otros lógicos (infonnales) h~n adoptado un enfoque normativo. (Para una concepción más amplia de la relevancia d. Spcrber & Wilson, 1986).

74 FRANS H. VAN EntEREN- ROB GROOTENDORST 1 ARGUMENTACIÓN, (0.\tuN/CAC/ÓN Y fAUCIA5

En tercer lugar, el acto de habla que se ha realizado literalmente, por regla general es implícito. Y normalmente es gracias a que es implícito que el significado indirecto puede ser transmitido. Si en el ejemplo del tostador el hablante hubiera dicho enfáticamente: "Yo ase­vero que los tostadores de Woolworth's son los mejores", no habría dejado mucha cabida a la interpretación indirecta de que se trata de un consejo referente a comprar un tostador en Woolworth's. Incluso el mismo hecho de que el hablante enfatice que su acto de habla es una aseveración puede ser tomado como un indicio de que él11o desea darle un consejo al oyente.

Por tíltimo, el significado indirecto del acto de habla está relacionado con su significado literal. Supongamos que el acento no fuera igual en las palabras "Woolworth's" y "tostado­res" y que la respuesta no tuviera la intención de sugerir que, si los tostadores de Woolworth's son buenos, sus teteras también pueden serlo. En ese caso, responder a la pregunta:" ¿Dónde puedo comprarme una tetera roja?" con la expresión: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores" no sería una reacción apropiada y ciertamente no sería un consejo. Y si la pregunta: "¿Dónde puedo comprarme un tostador nuevo?" no fuera respondida con la afirmación: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", sino con la pregunta:" ¿Eso significa que se te echó a perder el viejo?", ésta podría ser una reacción apropiada, pero no es un consejo.

No cualquier acto de habla hipotético que funcione bien en tm contexto puede tomarse simplemente como un acto de habla realizado en ese contexto. El poder determinar cuál pueda ser el acto de habla indirecto que se ha realizado depende también del acto de habla literal por medio del cual se ha realizado. En Wl contexto dado, para que se lo pueda conside­rar como el acto de habla indirecto, el acto de habla realizado literalmente debe estar conec­tado con este acto de habla indirecto de una manera significativa. En el discurso natural, esto normalmente significa que también debe existir una relación, o con el contenido proposicional, o con la función comunicacional de un acto de habla realizado previamente, o con el contexto no verbal.

En el ejemplo del tostador, esta relación significativa existe si la afirmación "Los tostado· res de Woolworth's son los mejores" se considera como una recomendación de ir a comprar un tostador a Woolworth's. En este caso, la afirmación expresada en el enunciado está conec­tada con la solicitud de consejo que la antecede, relativa a cuál es el mejor lugar donde com· prar tm nuevo tostador, ya que la afirmación proporciona una razón de por qué es posible recomendar a Woolworth's como un buen lugar donde comprar tostadores y cumple así una de las condiciones preparatorias para ser un consejo correcto.

En la práctica, casi siempre los oyentes son perfectamente capaces de establecer, sobre la base de lo que el hablante ha dicho, qué acto de habla indirecto se ha realizado. Si no fuera así, no tendría objeto realizarlo.

Sin embargo, a diferencia de quienes se comunican de persona a persona, el analista no siempre tiene tma comprensión suficiente de todos los factores contextuales y de otro tipo. Por lo tanto, debe ser capaz de proporcionar razones en apoyo de su análisis. ¿Cuándo se puede considerar que el hablante es responsable de algo? ¿Cómo se puede inferir con exacti­tud tm acto de habla indirecto a partir de un acto de habla implícito que ha sido realizado literalmente? Para poder responder estas preguntas cntciales, las reglas generales de la co­municación son indispensables.

Una de las implicaciones de la interpretación literal, en el caso de los actos de habla indi­rectos, es que siempre supone que se habría violado una de las reglas de la comunicación.

(APITUW V 1 ACTOS DE HABlA IMPt/CITOS Y ACTOS DE HA8tA /NO/RECTOS 75

Pero, si el acto de habla se interpreta como un acto de habla indirecto, esta violación puede ser remediada. Si podemos presentar un argumento plausible de que, cuando las palabras del hablante se toman literalmente, se lo puede acusar de'" no observar el principio de la co­municación, pero que a sus palabras también se les puede atribuir una interpretación no literal, en la que este principio se respeta, y que, además, esta interpretación parece ser más cercana a lo que él podría razonablemente querer decir, entonces debemos elegir la interpre­tación no literal. A menos que ostensiblemente prefiera ser considerado irrazonable -cosa que las personas hacen a veces-, el hablante también puede ser considerado responsable de esta interpretación. Solo en el caso de la ironía o del sarcasmo es más frecuente que resulte menos claro a qué exactamente se compromete el hablante.

Las reglas de la comtmicación permiten ambas cosas: establecer que la interpretación literal no es la correcta y descubrir cómo se puede inferir la interpretación correcta. Al consi­derar el enunciado "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", en el contexto dado, simplemente como una aseveración, se le adscribe al hablante tma violación de la regla 5, ya que la afirmación no es, en sí misma, w1a reacción apropiada a la solicitud de consejo con respecto a dónde comprar un tostador nuevo. Esta violación puede erunendarse si se analiza el enunciado como significando algo así como: "Te aconsejo comprar un tostador en Woolworth's". De acuerdo a este análisis, el hablante ha dado un consejo, de modo que ya no es necesario adscribirle una violación de la regla 5. La relación entre el acto de habla indirecto y el acto de habla literal consiste en que el primero conecta al segundo de una manera apro­piada con la pregunta original ante la cual el acto de habla reacciona.

En todos los casos en que se analiza un enunciado como un acto de habla indirecto se debe poder indicar qué regla de la comwlicación se violaría si el acto de habla se analizara literalmente. Y también se debe poder aclarar que la violación en cuestión puede ser anulada si el enunciado se analiza como un acto de habla indirecto.

Consideremos la expresión "¿Puedes seguir?" Literalmente, esta es una pregtmta acerca de las capacidades físicas-de tma persona. En una situación en que el hablante y el oyente se conocen bien y saben que no hay razón para dudar de la capacidad física del oyente, un análisis literal implicaría suponer que se ha violado la regla tercera: el hablante ha hecho una pregwlta cuya respuesta ya conoce. De ser asf, su acto de habla sería superfluo.

Si se interpreta el enunciado como tma petición de seguir, la violación de la regla tercera es anulada. Con estos antecedentes, la regla cuarta nos permite conectar el acto de habla literal con el acto de habla indirecto. Una condición preparatoria para una petición es que el hablante debe suponer que el oyente está en tma posición que le permite acceder a la solici­tud. Si él supiera de antemano que esto no es así, estaría realizando un acto de habla inútil, violando así la regla cuarta. Al preguntar: "¿Puedes seguir?", se asegura de que no la estará violando.

En muchos casos, el uso de las expresiones indirectas puede estar motivado por el deseo de mantener una relación de cortesía. En lugar de dar órdenes directas y posiblemente atemorizantes, un jefe puede refugiarse en tma pregunta cortés. En casos como: "Srta. Valeria, ¿podría usted ir a ayudar en el mesón por un momento?", este propósito queda muy claro.

Los esquemas generales de inferencia para analizar los actos de habla directos e indirec­tos son los siguientes:

74 FRANS H. VAN EntEREN- ROB GROOTENDORST 1 ARGUMENTACIÓN, (0.\tuN/CAC/ÓN Y fAUCIA5

En tercer lugar, el acto de habla que se ha realizado literalmente, por regla general es implícito. Y normalmente es gracias a que es implícito que el significado indirecto puede ser transmitido. Si en el ejemplo del tostador el hablante hubiera dicho enfáticamente: "Yo ase­vero que los tostadores de Woolworth's son los mejores", no habría dejado mucha cabida a la interpretación indirecta de que se trata de un consejo referente a comprar un tostador en Woolworth's. Incluso el mismo hecho de que el hablante enfatice que su acto de habla es una aseveración puede ser tomado como un indicio de que él11o desea darle un consejo al oyente.

Por tíltimo, el significado indirecto del acto de habla está relacionado con su significado literal. Supongamos que el acento no fuera igual en las palabras "Woolworth's" y "tostado­res" y que la respuesta no tuviera la intención de sugerir que, si los tostadores de Woolworth's son buenos, sus teteras también pueden serlo. En ese caso, responder a la pregunta:" ¿Dónde puedo comprarme una tetera roja?" con la expresión: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores" no sería una reacción apropiada y ciertamente no sería un consejo. Y si la pregunta: "¿Dónde puedo comprarme un tostador nuevo?" no fuera respondida con la afirmación: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", sino con la pregunta:" ¿Eso significa que se te echó a perder el viejo?", ésta podría ser una reacción apropiada, pero no es un consejo.

No cualquier acto de habla hipotético que funcione bien en tm contexto puede tomarse simplemente como un acto de habla realizado en ese contexto. El poder determinar cuál pueda ser el acto de habla indirecto que se ha realizado depende también del acto de habla literal por medio del cual se ha realizado. En Wl contexto dado, para que se lo pueda conside­rar como el acto de habla indirecto, el acto de habla realizado literalmente debe estar conec­tado con este acto de habla indirecto de una manera significativa. En el discurso natural, esto normalmente significa que también debe existir una relación, o con el contenido proposicional, o con la función comunicacional de un acto de habla realizado previamente, o con el contexto no verbal.

En el ejemplo del tostador, esta relación significativa existe si la afirmación "Los tostado· res de Woolworth's son los mejores" se considera como una recomendación de ir a comprar un tostador a Woolworth's. En este caso, la afirmación expresada en el enunciado está conec­tada con la solicitud de consejo que la antecede, relativa a cuál es el mejor lugar donde com· prar tm nuevo tostador, ya que la afirmación proporciona una razón de por qué es posible recomendar a Woolworth's como un buen lugar donde comprar tostadores y cumple así una de las condiciones preparatorias para ser un consejo correcto.

En la práctica, casi siempre los oyentes son perfectamente capaces de establecer, sobre la base de lo que el hablante ha dicho, qué acto de habla indirecto se ha realizado. Si no fuera así, no tendría objeto realizarlo.

Sin embargo, a diferencia de quienes se comunican de persona a persona, el analista no siempre tiene tma comprensión suficiente de todos los factores contextuales y de otro tipo. Por lo tanto, debe ser capaz de proporcionar razones en apoyo de su análisis. ¿Cuándo se puede considerar que el hablante es responsable de algo? ¿Cómo se puede inferir con exacti­tud tm acto de habla indirecto a partir de un acto de habla implícito que ha sido realizado literalmente? Para poder responder estas preguntas cntciales, las reglas generales de la co­municación son indispensables.

Una de las implicaciones de la interpretación literal, en el caso de los actos de habla indi­rectos, es que siempre supone que se habría violado una de las reglas de la comunicación.

(APITUW V 1 ACTOS DE HABlA IMPt/CITOS Y ACTOS DE HA8tA /NO/RECTOS 75

Pero, si el acto de habla se interpreta como un acto de habla indirecto, esta violación puede ser remediada. Si podemos presentar un argumento plausible de que, cuando las palabras del hablante se toman literalmente, se lo puede acusar de'" no observar el principio de la co­municación, pero que a sus palabras también se les puede atribuir una interpretación no literal, en la que este principio se respeta, y que, además, esta interpretación parece ser más cercana a lo que él podría razonablemente querer decir, entonces debemos elegir la interpre­tación no literal. A menos que ostensiblemente prefiera ser considerado irrazonable -cosa que las personas hacen a veces-, el hablante también puede ser considerado responsable de esta interpretación. Solo en el caso de la ironía o del sarcasmo es más frecuente que resulte menos claro a qué exactamente se compromete el hablante.

Las reglas de la comtmicación permiten ambas cosas: establecer que la interpretación literal no es la correcta y descubrir cómo se puede inferir la interpretación correcta. Al consi­derar el enunciado "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", en el contexto dado, simplemente como una aseveración, se le adscribe al hablante tma violación de la regla 5, ya que la afirmación no es, en sí misma, w1a reacción apropiada a la solicitud de consejo con respecto a dónde comprar un tostador nuevo. Esta violación puede erunendarse si se analiza el enunciado como significando algo así como: "Te aconsejo comprar un tostador en Woolworth's". De acuerdo a este análisis, el hablante ha dado un consejo, de modo que ya no es necesario adscribirle una violación de la regla 5. La relación entre el acto de habla indirecto y el acto de habla literal consiste en que el primero conecta al segundo de una manera apro­piada con la pregunta original ante la cual el acto de habla reacciona.

En todos los casos en que se analiza un enunciado como un acto de habla indirecto se debe poder indicar qué regla de la comwlicación se violaría si el acto de habla se analizara literalmente. Y también se debe poder aclarar que la violación en cuestión puede ser anulada si el enunciado se analiza como un acto de habla indirecto.

Consideremos la expresión "¿Puedes seguir?" Literalmente, esta es una pregtmta acerca de las capacidades físicas-de tma persona. En una situación en que el hablante y el oyente se conocen bien y saben que no hay razón para dudar de la capacidad física del oyente, un análisis literal implicaría suponer que se ha violado la regla tercera: el hablante ha hecho una pregwlta cuya respuesta ya conoce. De ser asf, su acto de habla sería superfluo.

Si se interpreta el enunciado como tma petición de seguir, la violación de la regla tercera es anulada. Con estos antecedentes, la regla cuarta nos permite conectar el acto de habla literal con el acto de habla indirecto. Una condición preparatoria para una petición es que el hablante debe suponer que el oyente está en tma posición que le permite acceder a la solici­tud. Si él supiera de antemano que esto no es así, estaría realizando un acto de habla inútil, violando así la regla cuarta. Al preguntar: "¿Puedes seguir?", se asegura de que no la estará violando.

En muchos casos, el uso de las expresiones indirectas puede estar motivado por el deseo de mantener una relación de cortesía. En lugar de dar órdenes directas y posiblemente atemorizantes, un jefe puede refugiarse en tma pregunta cortés. En casos como: "Srta. Valeria, ¿podría usted ir a ayudar en el mesón por un momento?", este propósito queda muy claro.

Los esquemas generales de inferencia para analizar los actos de habla directos e indirec­tos son los siguientes:

76 fRANS H. VAN E~MEREN- ROB GROOTENOOR5T / ARGliMWT~CIÓN, COMUNICACIÓN Y f~IACJAS

''·

l. El hablante/escritor H ha enunciado E

2. Si E es tomado literalmente,

H ha realizado el acto de habla 1, con la función comunicacionall y el contenido proposicional!

3b. En el contexto e, el acto de habla 1 observa En el contexto e, el acto de habla 1 es una

violación de la regla comunicacional i. las reglas de la comunicación.

''· Por lo tonto: El acto de habla 1 es una correcta interpretación de E.

ACfOS DE HABLA DIRECTOS

4b. En el contexto e, el acto de habla 2 observa la regla i y todas las demás reglas de la comunicación.

S. El acto de habla 1, el acto de habla 2 y el contexto e pueden conectarse por medio de la regla j.

6. Por lo lotrto: El acto de habla 2 es una correcta interpretación de E.

ACfOS DE HABLA INDIRECTOS

3. La convencionalización de los actos de habla indireclos

El contexto juega un papel importante en los actos de habla indirectos. Atmque en algtmos casos especiales pueden obtenerse las inferencias sin hacer referencia al contexto, en la mayo­ría de los casos esto no es posible.4-1 El rol del contexto puede ser ilustrado refiriendo a los dos ejemplos discutidos más arriba:

1. Hablante 1: "¿Dónde puedo comprarme un tostador nuevo?" Hablante 2: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores"

2. Hablante: "¿Puedes seguir?"

En el primer ejemplo, el enunciado del hablante 2 es una respuesta a la pregtmta del hablante l. No puede ser interpretada simplemente como una afirmación, sino que debe ser

"En el curso de una conversación (o de cualquier otra fonna de discurso) el contexto está en constante proceso de desarrollo: "va incorporando dentro de sí", a partir de lo que se está diciendo y de lo que está sucediendo, todo lo que es relevante para la producción y comprensión de posteriores enunciados. la mayoría de los enunciados depen­den para su comprensión de la infom1adón contenida en enunciados anteriores. De acuerdo a Lyons, son compara­tivamente escasas las situaciones de "contextos restringidos", donde los participantes de una conversación no usan el conocimiento previo qu: tienen unos de otros o la "info_nnadón" comunicada en enunciados anteriores, sino que sólo comparten las creenc1as más generales, las convenciOnes y los presupuestos que gobiernan el "universo del discurso" particular de la sociedad a la que pertenecen {1971).

CAPITULO V /ACTOS DE HABU IMPLICITOS Y ACTOS DE HABU INDIRECTOS 77

' analizada como un consejo. Este análisis también será válido en otros contextos específicos donde la afirmación es una reacción a una solicitud de consejo. Sin embargo, el enunciado: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", solo puede ser analizado como tm consejo en un contexto en el cual tal consejo es lo que se pide. En otros contextos, el mismo enunciado puede ser un acto de habla asertivo que funciona como un punto de vista o simplemente como una afirmación de hecho. Solo en un contexto específico y bien definido se justifica analizar este enunciado como un consejo.45

Por otra parte, en el segundo ejemplo, el enunciado:" ¿Puedes seguir?" es entendido como una petición, a menos que sea expresado en un contexto específico en el cual esté claro que lo que se pide es una respuesta directa a la pregunta literal. Un contexto específico de este tipo se produciría, por ejemplo, si el oyente viniera recién recuperándose de una pierna quebra­da. De no haber un contexto especial como este, es más probable que el enunciado deba ser interpretado como una petición indirecta y no como una pregunta destinada a obtener infor· mación acerca de las capacidades físicas del interlocutor.

No es difícil encontrar otros ejemplos de enunciados que, si son interpretados literalmen­te, se limitan a solicitar información sobre la capacidad del oyente para realizar una acción particular, pero que normalmente deberían ser interpretados como actos de habla directivos indirectos. Por ejemplo:

"¿Podrías bajar la radio un poco?" "¿Podrías pasarme la mayonesa?" "¿Podrías devolverme ese bikini?" "¿Podrías sacarte los dedos de la nariz?" "¿Podrías, por fin, cortar el pasto esta tarde después de almuerzo?"

Lo mismo vale para enunciados que, interpretados literalmente, inquieren si el hablante tiene la voluntad de realizar una acción particular:

"¿Quieres pagar la cuenta?" "¿Quieres ayudarme a ponerme los ondulado res el martes?" "¿Quieres callarte por un momento?" "¿Quieres bajar la radio un poco?" "¿Quieres pasarme la mayonesa?"

Como queda claro a partir de estos ejemplos, algunos actos de habla indirectos, que se realizan mediante modos de expresión fijos ("¿Podrías?","¿Quieres?"), no requieren de un contexto bien definido para su interpretación . .u; Este tipo de actos de habla indirectos están fuertemente convencionalizados: las expresiones que se usan para presentarlos son las usa­das convencionalmente para realizarlos. La convención puede ser tan fuerte que incluso pa­rece que el acto de habla no es indirecto en absoluto, sino directo.v

•5 Es importante notar que el término "contexto" se usa aquí en un sentido amplio, similar al que le da Crawshay­Williams (1957), donde se relaciona con el propósito de los entmdados de un evento de habla. 46 En tales casos, basta con el contexto vado que Lyons llama contexto "restringido". (1971, p. 41?)- . . . '' Esto explica por qué algunos autores se inclinan por considerar estos casos como f?rmas abrev1adas del SJgrnflca­do literal (Levinson, 1983) o como parte de éste (Sadock, 1974), en lugar _de cons1~er~rlos como actos de _h~bla indirectos. Obviamente, el que tales expresiones sean consideradas como directas o mdJrectas depende, en ult1mo término, de los supuestos básicos de la teoría del significado que uno sustente.

76 fRANS H. VAN E~MEREN- ROB GROOTENOOR5T / ARGliMWT~CIÓN, COMUNICACIÓN Y f~IACJAS

''·

l. El hablante/escritor H ha enunciado E

2. Si E es tomado literalmente,

H ha realizado el acto de habla 1, con la función comunicacionall y el contenido proposicional!

3b. En el contexto e, el acto de habla 1 observa En el contexto e, el acto de habla 1 es una

violación de la regla comunicacional i. las reglas de la comunicación.

''· Por lo tonto: El acto de habla 1 es una correcta interpretación de E.

ACfOS DE HABLA DIRECTOS

4b. En el contexto e, el acto de habla 2 observa la regla i y todas las demás reglas de la comunicación.

S. El acto de habla 1, el acto de habla 2 y el contexto e pueden conectarse por medio de la regla j.

6. Por lo lotrto: El acto de habla 2 es una correcta interpretación de E.

ACfOS DE HABLA INDIRECTOS

3. La convencionalización de los actos de habla indireclos

El contexto juega un papel importante en los actos de habla indirectos. Atmque en algtmos casos especiales pueden obtenerse las inferencias sin hacer referencia al contexto, en la mayo­ría de los casos esto no es posible.4-1 El rol del contexto puede ser ilustrado refiriendo a los dos ejemplos discutidos más arriba:

1. Hablante 1: "¿Dónde puedo comprarme un tostador nuevo?" Hablante 2: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores"

2. Hablante: "¿Puedes seguir?"

En el primer ejemplo, el enunciado del hablante 2 es una respuesta a la pregtmta del hablante l. No puede ser interpretada simplemente como una afirmación, sino que debe ser

"En el curso de una conversación (o de cualquier otra fonna de discurso) el contexto está en constante proceso de desarrollo: "va incorporando dentro de sí", a partir de lo que se está diciendo y de lo que está sucediendo, todo lo que es relevante para la producción y comprensión de posteriores enunciados. la mayoría de los enunciados depen­den para su comprensión de la infom1adón contenida en enunciados anteriores. De acuerdo a Lyons, son compara­tivamente escasas las situaciones de "contextos restringidos", donde los participantes de una conversación no usan el conocimiento previo qu: tienen unos de otros o la "info_nnadón" comunicada en enunciados anteriores, sino que sólo comparten las creenc1as más generales, las convenciOnes y los presupuestos que gobiernan el "universo del discurso" particular de la sociedad a la que pertenecen {1971).

CAPITULO V /ACTOS DE HABU IMPLICITOS Y ACTOS DE HABU INDIRECTOS 77

' analizada como un consejo. Este análisis también será válido en otros contextos específicos donde la afirmación es una reacción a una solicitud de consejo. Sin embargo, el enunciado: "Los tostadores de Woolworth's son los mejores", solo puede ser analizado como tm consejo en un contexto en el cual tal consejo es lo que se pide. En otros contextos, el mismo enunciado puede ser un acto de habla asertivo que funciona como un punto de vista o simplemente como una afirmación de hecho. Solo en un contexto específico y bien definido se justifica analizar este enunciado como un consejo.45

Por otra parte, en el segundo ejemplo, el enunciado:" ¿Puedes seguir?" es entendido como una petición, a menos que sea expresado en un contexto específico en el cual esté claro que lo que se pide es una respuesta directa a la pregunta literal. Un contexto específico de este tipo se produciría, por ejemplo, si el oyente viniera recién recuperándose de una pierna quebra­da. De no haber un contexto especial como este, es más probable que el enunciado deba ser interpretado como una petición indirecta y no como una pregunta destinada a obtener infor· mación acerca de las capacidades físicas del interlocutor.

No es difícil encontrar otros ejemplos de enunciados que, si son interpretados literalmen­te, se limitan a solicitar información sobre la capacidad del oyente para realizar una acción particular, pero que normalmente deberían ser interpretados como actos de habla directivos indirectos. Por ejemplo:

"¿Podrías bajar la radio un poco?" "¿Podrías pasarme la mayonesa?" "¿Podrías devolverme ese bikini?" "¿Podrías sacarte los dedos de la nariz?" "¿Podrías, por fin, cortar el pasto esta tarde después de almuerzo?"

Lo mismo vale para enunciados que, interpretados literalmente, inquieren si el hablante tiene la voluntad de realizar una acción particular:

"¿Quieres pagar la cuenta?" "¿Quieres ayudarme a ponerme los ondulado res el martes?" "¿Quieres callarte por un momento?" "¿Quieres bajar la radio un poco?" "¿Quieres pasarme la mayonesa?"

Como queda claro a partir de estos ejemplos, algunos actos de habla indirectos, que se realizan mediante modos de expresión fijos ("¿Podrías?","¿Quieres?"), no requieren de un contexto bien definido para su interpretación . .u; Este tipo de actos de habla indirectos están fuertemente convencionalizados: las expresiones que se usan para presentarlos son las usa­das convencionalmente para realizarlos. La convención puede ser tan fuerte que incluso pa­rece que el acto de habla no es indirecto en absoluto, sino directo.v

•5 Es importante notar que el término "contexto" se usa aquí en un sentido amplio, similar al que le da Crawshay­Williams (1957), donde se relaciona con el propósito de los entmdados de un evento de habla. 46 En tales casos, basta con el contexto vado que Lyons llama contexto "restringido". (1971, p. 41?)- . . . '' Esto explica por qué algunos autores se inclinan por considerar estos casos como f?rmas abrev1adas del SJgrnflca­do literal (Levinson, 1983) o como parte de éste (Sadock, 1974), en lugar _de cons1~er~rlos como actos de _h~bla indirectos. Obviamente, el que tales expresiones sean consideradas como directas o mdJrectas depende, en ult1mo término, de los supuestos básicos de la teoría del significado que uno sustente.

1 '

1

1

78 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDQ¡¡sf / ARGl/MfNfACIÓN, CO.\!UNICACIÓN Y fAlACIAS

Sin embargo, no es difícil pensar en ejemplos de casos en que actos de habla del tipo "¿Podrías?" son realizados sin que sean peticiones indirectas. Por ejemplo:

"¿Podrías tocar el piano?", "¿Podrías hacer malabarismos con tres pelotas?"

Incluso cuando se trata de preguntas que han sido formuladas como peticiones, siempre es posible reaccionar a ellas tal como han sido literalmente expresadas. Por ejemplo:

"Podría, pero no lo haré" "No, no podría, porque se me durmió un pie" "No, no quiero. Hazlo tú".

Por lo tanto, no ocurre que el significado indirecto se haya convertido en el único signifi­cado.

Los actos de habla indirectos pueden variar desde los débilmente convencionalizados (que requieren un contexto bien definido) hasta los fuertemente convencionalizados (que no lo requieren). Pero, como es obvio, en la práctica existen muchos casos que caen entre estos extremos.48 En todos los casos, el carácter de indirecto puede afectar tanto al contenido proposicional como a la función comunicacional:

interpretaci6u literal l. (Asevero que) los tostadores de

Woolworth's son los mejores. 2. (Te pregunto), ¿eres capaz de seguir?

interpretación iltdirecta Te aconsejo comprar un tostador en Woolworth's. Te pido que sigas.

Existen ejemplos de actos de habla indirectos donde el contenido proposicional permane· ce igual y solo cambia la función comtmicacional. También hay ejemplos donde la ftmción comunicacional es la que permanece igual y el contenido proposicional es el que cambia."El es un verdadero holandés" puede ser un ejemplo de este último tipo si, en un contexto bien definido, esta afirmación significa indirectamente: "El quiere que cada uno pague su propio conswno". El acto de habla expresivo: "Me gustaría que lo hicieras de inmediato", que en cualquier contexto realiza indirectamente la petición: "Te pido que lo hagas de inmediato", con el mismo contenido proposicional (hí lo haces de irunediato), es un ejemplo de un cam· bio que se limita a la función comunicacional. Con ayuda del esquema de inferencias para analizar los actos de habla indirectos, es posible inferir, a partir del emmciado, la función indirecta o la proposición indirecta (ver cuadros 5.1 y 5.2).

<.$Debido a su relatividad, dependiente del uso y dependiente del contexto, en nuestra opinión el carácter de indirec­to es difícil de clasificar dentro de tm nómero limitado de tipos bien delineados y homogéneos. En jacobs & jackson (1983), que adoptan una postura intermedia entre Searle (1979) y Levinson (1983), el carácter de indirecto es, tal como en nuestro enfoque, un asunto de grado. Desde una perspectiva analítica, el grado de lo indirecto corresponde al grado en que el hablante mantiene su distancia estratégica del significado comunicacional que trata de transmitir.

'· l.

2.

3.

4.

S.

6.

(APITUlO V /ACTOS DE HABlA IWL/CITOS Y ACTOS Df: HABLA INDIR[CTOS 79

Cuadro 1).1 Actos de habla indirectos débilmente convencionalizados

en un contexto bien definido

Futtcíóu Comwticacioua/ Coutmido Proposicional

"Supongo que e! W.C. está en el piso de aba- h. "Están dando una pelfcula fantástica en el jo". Real".

H, que ha venido a ver la nueva casa de O, A modo de reacción a la sugerencia de O de ha dicho (a) quedarse en casa, H ha dicho (b)

Interpretado literalmente, (a) es un asertivo Interpretado literalmente, (b) es un asertivo (suposición) (afirmación) con el contenido proposicional de

que están dando una película fantástica en el Real

En este contexto, este acto de habla literal En este contexto, este acto de habla literal es es superfluo, porque O seguramente sabe sin objeto, porque no es una reacción apropia-dónde, en su propia casa, está el W.C. {viO< da a la sugerencia de O (violación de la Regla 5) ladón de la Regla 3)

En este contexto, el directivo {pregunta) Enes te contexto, el directivo (sugerencia) "Va-"¿Dónde está el W.C.?" no es superfluo, mos al cine" no es sin objeto, porque es un re-porque H no conoce la casa nueva de O chazo a la sugerencia de O (violación anulada)

Al suponer que el W.C. está en el piso de Para H, el hecho de que se esté dando una pe· abajo, H indica que no sabe la respuesta a lícula fantástica en el Real, es una razón para la pregunta sobre dónde esta el W.C.: la rechazar la sugerencia deO y presentar su pro-pregunta no es superflua (conectada por pi a proposición: (b) es una continuación a pro-medio de la Regla 3) piada a la sugerencia de H (conectada por

medio de la Regla 5)

Por lo tanto: La pregunta "¿Dónde está el Por lo tanto: La sugerencia "Vamos al cine" es W.C.?" es una correcta interpretación de (a) una correcta interpretación de (b)

1 '

1

1

78 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDQ¡¡sf / ARGl/MfNfACIÓN, CO.\!UNICACIÓN Y fAlACIAS

Sin embargo, no es difícil pensar en ejemplos de casos en que actos de habla del tipo "¿Podrías?" son realizados sin que sean peticiones indirectas. Por ejemplo:

"¿Podrías tocar el piano?", "¿Podrías hacer malabarismos con tres pelotas?"

Incluso cuando se trata de preguntas que han sido formuladas como peticiones, siempre es posible reaccionar a ellas tal como han sido literalmente expresadas. Por ejemplo:

"Podría, pero no lo haré" "No, no podría, porque se me durmió un pie" "No, no quiero. Hazlo tú".

Por lo tanto, no ocurre que el significado indirecto se haya convertido en el único signifi­cado.

Los actos de habla indirectos pueden variar desde los débilmente convencionalizados (que requieren un contexto bien definido) hasta los fuertemente convencionalizados (que no lo requieren). Pero, como es obvio, en la práctica existen muchos casos que caen entre estos extremos.48 En todos los casos, el carácter de indirecto puede afectar tanto al contenido proposicional como a la función comunicacional:

interpretaci6u literal l. (Asevero que) los tostadores de

Woolworth's son los mejores. 2. (Te pregunto), ¿eres capaz de seguir?

interpretación iltdirecta Te aconsejo comprar un tostador en Woolworth's. Te pido que sigas.

Existen ejemplos de actos de habla indirectos donde el contenido proposicional permane· ce igual y solo cambia la función comtmicacional. También hay ejemplos donde la ftmción comunicacional es la que permanece igual y el contenido proposicional es el que cambia."El es un verdadero holandés" puede ser un ejemplo de este último tipo si, en un contexto bien definido, esta afirmación significa indirectamente: "El quiere que cada uno pague su propio conswno". El acto de habla expresivo: "Me gustaría que lo hicieras de inmediato", que en cualquier contexto realiza indirectamente la petición: "Te pido que lo hagas de inmediato", con el mismo contenido proposicional (hí lo haces de irunediato), es un ejemplo de un cam· bio que se limita a la función comunicacional. Con ayuda del esquema de inferencias para analizar los actos de habla indirectos, es posible inferir, a partir del emmciado, la función indirecta o la proposición indirecta (ver cuadros 5.1 y 5.2).

<.$Debido a su relatividad, dependiente del uso y dependiente del contexto, en nuestra opinión el carácter de indirec­to es difícil de clasificar dentro de tm nómero limitado de tipos bien delineados y homogéneos. En jacobs & jackson (1983), que adoptan una postura intermedia entre Searle (1979) y Levinson (1983), el carácter de indirecto es, tal como en nuestro enfoque, un asunto de grado. Desde una perspectiva analítica, el grado de lo indirecto corresponde al grado en que el hablante mantiene su distancia estratégica del significado comunicacional que trata de transmitir.

'· l.

2.

3.

4.

S.

6.

(APITUlO V /ACTOS DE HABlA IWL/CITOS Y ACTOS Df: HABLA INDIR[CTOS 79

Cuadro 1).1 Actos de habla indirectos débilmente convencionalizados

en un contexto bien definido

Futtcíóu Comwticacioua/ Coutmido Proposicional

"Supongo que e! W.C. está en el piso de aba- h. "Están dando una pelfcula fantástica en el jo". Real".

H, que ha venido a ver la nueva casa de O, A modo de reacción a la sugerencia de O de ha dicho (a) quedarse en casa, H ha dicho (b)

Interpretado literalmente, (a) es un asertivo Interpretado literalmente, (b) es un asertivo (suposición) (afirmación) con el contenido proposicional de

que están dando una película fantástica en el Real

En este contexto, este acto de habla literal En este contexto, este acto de habla literal es es superfluo, porque O seguramente sabe sin objeto, porque no es una reacción apropia-dónde, en su propia casa, está el W.C. {viO< da a la sugerencia de O (violación de la Regla 5) ladón de la Regla 3)

En este contexto, el directivo {pregunta) Enes te contexto, el directivo (sugerencia) "Va-"¿Dónde está el W.C.?" no es superfluo, mos al cine" no es sin objeto, porque es un re-porque H no conoce la casa nueva de O chazo a la sugerencia de O (violación anulada)

Al suponer que el W.C. está en el piso de Para H, el hecho de que se esté dando una pe· abajo, H indica que no sabe la respuesta a lícula fantástica en el Real, es una razón para la pregunta sobre dónde esta el W.C.: la rechazar la sugerencia deO y presentar su pro-pregunta no es superflua (conectada por pi a proposición: (b) es una continuación a pro-medio de la Regla 3) piada a la sugerencia de H (conectada por

medio de la Regla 5)

Por lo tanto: La pregunta "¿Dónde está el Por lo tanto: La sugerencia "Vamos al cine" es W.C.?" es una correcta interpretación de (a) una correcta interpretación de (b)

' 1

80 FRANS H. v.-.N EntEREN- Roa GROOTENOORSJ / ARCUMUI'Ti\CIÓN, COMUNICACIÓN y fAUCIA.S

Cuadro 5.2 Actos de habla indirectos fuertemente convencionalizados

y sin un contexto bien definido

Función Comrmicaciona/ Contenido Proposicional

c. "Me gustaría saber qué hora es". d. "No hay moros en la costa".

l. H ha dicho (e) H ha dicho (d)

2. Interpretado literalmente, (e) es un expre- Interpretado literalmente (d) es un asertivo sivo (expresión de un deseo) (afirmación) en el cual H informa a O que Ao

hay nadie a1lf.

3. En la mayoría de los contextos, este acto de En la mayoría de los contextos, este acto de habla literal es inútil, porque O no estará habla literal es inútil, porque O no estará in te-interesado en conocer tal deseo (violación resada en esta información (violación de la de la Regla 4) Regla 4)

4. En la mayorfa de los contextos, el directivo En la mayorfa de los contextos, el directivo (petición) "Dime la hora, por favor", no es (recomendación) "Avanza", no es un acto de un acto de habla inútil, a menos que, por habla inútil, a menos que, por ejemplo, O no ejemplo, O no esté usando reloj (violación sea capaz de moverse (violación anulada) anulada)

S. Al expresar el deseo de saber la hora, H El hecho de que no haya nadie allí puede ser, cumple con la condición de responsabili- para O, una razón para implementar la reco-dad de una solicitud sincera (conectada a mendación de avanzar: (d) es una continua-través de la Regla 2) ción apropiada a la recomendación de H (co-

nectada a través de la Regla 5)

6. Por lo tanto: La petición "Dime la hora, por Por lo tanto: La recomendación "Avanza" es favor" es una correcta interpretación de (e) una correcta interpretación de (d)

CAPITULO VI

Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

1. Análisis en el nivel pragmático y en el nivel lógico

Para poder establecer exactamente de qué se puede considerar responsable a alguien que ha presentado una argumentación, cuando se analiza el discurso argumentativo como una dis­cusión crítica es necesario realizar el análisis tanto en el nivel pragmático como en el nivel lógico. En el nivel pragmático, el análisis se dirige a la reconstrucción del acto de habla com­plejo realizado al presentar la argumentación; en el nivel lógico, a la reconstruccióh del razo­namiento que subyace a la argumentación. En la práctica, el análisis lógico se pone al servicio del análisis pragmático.

Si en la argumentación hay partes de los argumentos que están implícitas, se hace indis­pensable un análisis lógico. Puede haber premisas implícitas y también conclusiones implíci­tas.~9 En ambos casos, los elementos que faltan solo pueden ser identificados apropiadamen­te empezando desde los' elementos explícitos y reconstruyendo a partir de ellos el argumen­to, de manera que llegue a ser lógicamente válido.SI.l

Es perfectamente normal que el discurso argumentativo contenga elementos que perma­necen implícitos, o actos de habla que se realizan indirectamente. Desde un punto de vista pragmático, esto no significa automáticamente que el discurso sea defechtoso.

<~Otros autores suelen hablar a{erca de elementos "escondidosff o "suprimidos" por el hablante. Como no quere­mos especular acerca de lo que el hablante "tuvo en mente" cuando presentó su argumentación, ni mucho menos a{erca de sus estrategias retóricas, preferimos usar el término neutro "implícitos". En nuestra perspectiva de extemalización, hacer explícitos los elementos implícitos significa reconstruir, con ayuda de las reglas de la corimni­cación, lo que puede considerarse razonablemente que se da por entendido en el discurso. Entonces, las premisas implícitas y conclusiones implfcitas son elementos específicos que están implícitos en la presentación de la argu­mentación. ;o Aunque en este punto se requiere algún compromiso con un criterio de validez claro, esto no significa necesaria­mente que adoptemos IU\ compromiso dogmático ron el deductivismo. En este punto, no queremos tomar una posición específica y definitiva sobre qué tipo de niterio de validez lógica debe preferirse. Por un propósito de simplicidad, en la presente exposición de las premisas implícitas nos restringiremos al uso de los instrumentos, bien conocidos y disponibles, de la lógica proposicional y de la lógica de predicados de primer orden. Esto no significa automáticamente que estemos de acuerdo con la concepción de Resch~r de que "una inferencia inductiva" es "111W inferencia que aspira a ser deductioo, pero q11e falla en su inleu/o" (1980, p. 10). Para una discusión de algunas supuestas desventajas del deductivismo dogmático, véase Govier (1987).

i !

' 1

80 FRANS H. v.-.N EntEREN- Roa GROOTENOORSJ / ARCUMUI'Ti\CIÓN, COMUNICACIÓN y fAUCIA.S

Cuadro 5.2 Actos de habla indirectos fuertemente convencionalizados

y sin un contexto bien definido

Función Comrmicaciona/ Contenido Proposicional

c. "Me gustaría saber qué hora es". d. "No hay moros en la costa".

l. H ha dicho (e) H ha dicho (d)

2. Interpretado literalmente, (e) es un expre- Interpretado literalmente (d) es un asertivo sivo (expresión de un deseo) (afirmación) en el cual H informa a O que Ao

hay nadie a1lf.

3. En la mayoría de los contextos, este acto de En la mayoría de los contextos, este acto de habla literal es inútil, porque O no estará habla literal es inútil, porque O no estará in te-interesado en conocer tal deseo (violación resada en esta información (violación de la de la Regla 4) Regla 4)

4. En la mayorfa de los contextos, el directivo En la mayorfa de los contextos, el directivo (petición) "Dime la hora, por favor", no es (recomendación) "Avanza", no es un acto de un acto de habla inútil, a menos que, por habla inútil, a menos que, por ejemplo, O no ejemplo, O no esté usando reloj (violación sea capaz de moverse (violación anulada) anulada)

S. Al expresar el deseo de saber la hora, H El hecho de que no haya nadie allí puede ser, cumple con la condición de responsabili- para O, una razón para implementar la reco-dad de una solicitud sincera (conectada a mendación de avanzar: (d) es una continua-través de la Regla 2) ción apropiada a la recomendación de H (co-

nectada a través de la Regla 5)

6. Por lo tanto: La petición "Dime la hora, por Por lo tanto: La recomendación "Avanza" es favor" es una correcta interpretación de (e) una correcta interpretación de (d)

CAPITULO VI

Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

1. Análisis en el nivel pragmático y en el nivel lógico

Para poder establecer exactamente de qué se puede considerar responsable a alguien que ha presentado una argumentación, cuando se analiza el discurso argumentativo como una dis­cusión crítica es necesario realizar el análisis tanto en el nivel pragmático como en el nivel lógico. En el nivel pragmático, el análisis se dirige a la reconstrucción del acto de habla com­plejo realizado al presentar la argumentación; en el nivel lógico, a la reconstruccióh del razo­namiento que subyace a la argumentación. En la práctica, el análisis lógico se pone al servicio del análisis pragmático.

Si en la argumentación hay partes de los argumentos que están implícitas, se hace indis­pensable un análisis lógico. Puede haber premisas implícitas y también conclusiones implíci­tas.~9 En ambos casos, los elementos que faltan solo pueden ser identificados apropiadamen­te empezando desde los' elementos explícitos y reconstruyendo a partir de ellos el argumen­to, de manera que llegue a ser lógicamente válido.SI.l

Es perfectamente normal que el discurso argumentativo contenga elementos que perma­necen implícitos, o actos de habla que se realizan indirectamente. Desde un punto de vista pragmático, esto no significa automáticamente que el discurso sea defechtoso.

<~Otros autores suelen hablar a{erca de elementos "escondidosff o "suprimidos" por el hablante. Como no quere­mos especular acerca de lo que el hablante "tuvo en mente" cuando presentó su argumentación, ni mucho menos a{erca de sus estrategias retóricas, preferimos usar el término neutro "implícitos". En nuestra perspectiva de extemalización, hacer explícitos los elementos implícitos significa reconstruir, con ayuda de las reglas de la corimni­cación, lo que puede considerarse razonablemente que se da por entendido en el discurso. Entonces, las premisas implícitas y conclusiones implfcitas son elementos específicos que están implícitos en la presentación de la argu­mentación. ;o Aunque en este punto se requiere algún compromiso con un criterio de validez claro, esto no significa necesaria­mente que adoptemos IU\ compromiso dogmático ron el deductivismo. En este punto, no queremos tomar una posición específica y definitiva sobre qué tipo de niterio de validez lógica debe preferirse. Por un propósito de simplicidad, en la presente exposición de las premisas implícitas nos restringiremos al uso de los instrumentos, bien conocidos y disponibles, de la lógica proposicional y de la lógica de predicados de primer orden. Esto no significa automáticamente que estemos de acuerdo con la concepción de Resch~r de que "una inferencia inductiva" es "111W inferencia que aspira a ser deductioo, pero q11e falla en su inleu/o" (1980, p. 10). Para una discusión de algunas supuestas desventajas del deductivismo dogmático, véase Govier (1987).

i !

" 1

82 fRANS H. VAN EEMEREN • Roa GROOIENOORST / ARGUMfNTACitlN, (OMliNICAC/tlN Y fAlACIAS

A veces la identificación de los actos de habla implícitos e indirectos en la argumentación es bastante simple. Por ejemplo, mla mujer que argumenta:

(a) ''Todas las mujeres son curiosas"

y

(b) "Angela es, ciertamente, una verdadera mujer",

puede ser considerada claramente responsable del ptu1to de vista implícito:

(e) "Angelaescuriosa".

Al añadir (e) como conclusión del argumento cuyas premisas están expresadas en (a) y (b), llegamos a tm argumento lógicamente válido. Atu1que la hablante solo ha dicho (a) y (b), puede suponerse que está presentando una argumentación y que, al hacerlo, desea respetar las reglas de la comunicación, por lo tanto, también puede ser considerada responsable de (e).

Sin embargo, en muchos casos no es tan fácil darse cuenta con exactihtd de qué es necesa~ rio agregarle a lU1 argumento incompleto. Esto es especialmente así cuando lo que falta no es una conclusión, sino una premisa, porque en este caso generalmente existen varias posibili­dades.

Para poder establecer cuál es la premisa que se ha dejado implícita, se debe apelar a las reglas de la comunicación y al criterio de la validez lógica. A primera vista, dejar una premisa implícita parece m1a violación de lUla regla de la comunicación. Sin embargo, esto solo es así si no se toma en consideración nada más que lo que está expresado explícitamente y si esto se interpreta literalmente. Pero la violación puede ser anulada tratando a la premisa implícita como un tipo especial de acto de habla indirecto, que es transmitido implícitamente por el argumento.

Una diferencia importante entre otros actos de habla implícitos y tma premisa implícita es que, al analizar esta ültima, se puede usar el criterio de la validez lógica, en cambio, en otros casos, no se dispone de un instrumento de este tipo. En lUla argumentación en la que w1a premisa se ha dejado implícita, el argumento es inválido si se lo toma literalmente. Sin embargo, si se lo analiza como expresando un acto de habla indirecto, se le puede agregar la premisa faltante al argumento y, así, su invalidez queda corregida.

'

Un hablante que realiza el acto de habla Complejo de la argumentación lo hace para con- t

vencer al oyente de que su punto de vista es aceptable. Debido a la condición de responsabi­lidad, el oyente tiene derecho a suponer que el hablante cree que la argumentación constiht­ye una defensa aceptable de su ptu1to de vista. Si el hablante no lo cree, es culpable de mani~ pulación o engaño. Debido a la condición preparatoria, el oyente también tiene derecho a suponer que el hablante cree que él (el oyente) aceptará su argumentación. Si el hablante no lo cree, la realización del acto de habla, vista desde su perspectiva (la del hablante), es sin objeto.

Si el hablante es sincero y no cree que su argumentación sea inútil, quiere decir que supo­ne también que el oyente estará inclinado a aplicar los mismos criterios de aceptabilidad que él. Entre estos se incluirá el criterio de validez lógica: en virhtd de la condición de responsa-

CAPITULO VI /LAS PR[MISAS IMPLICITAS EN EL DISCURSO ARGliMfNfATIVO 83

bilidad, se puede suponer que el hablante cree que el argumento que está a la base de su argumentación es válido; y en virtud de la condición preparatoria, se puede suponer que cree que el oyente también creerá lo mismo.

Cuando la interpretación literal de lUla argumentación produce lU1 argumento inválido, el hablante aparece como habiendo realizado un acto de habla inútil y habiendo violado, así, la cuarta regla de la comunicación. También puede aparecer como habiendo sido insincero y habiendo violado, entonces, la segunda regla de la comunicación. Sin embargo, el discurso argumentativo se debe analizar partiendo de la base de que el hablante observa el principio de la comunicación y que, en principio, desea respetar todas las reglas de la comunicación. Por lo tanto, el analista debe examinar si es posible complementar el argumento inválido de manera que llegue a ser válido.

Si realmente es posible añadirle al argumento inválido una proposición que lo valide, la violación de las reglas segunda y cuarta queda anulada. Suponiendo que los factores contextuales y otros factores situacionales sean debidamente tomados en cuenta, la premisa agregada debe ser considerada como la premisa implícita de la argumentación. Considere­mos el ejemplo:

1. Angela es una verdadera mujer. 2. Por lo tanto, Ange!a es curiosa.

En la forma en que está expresado, el argumento "(1), por lo tanto, (2)" es inválido y se ha violado la cuarta regla de la comtu1icación, y probablemente también la segtu1da. El argu­mento puede volverse válido añadiéndole la proposición {la) "Todas las verdaderas mujeres son curiosas", con lo que se anula la violación de la Regla 4 (y 2). Por lo tanto, la proposición {la) puede ser considerada, en principio, como wta premisa implícita en la argumentación.

Si el hablante de este ejemplo está actuando sobre la base de tma suposición generalmen­te aceptada de que las verdaderas mujeres efectivamente son curiosas, entonces la realiza­ción del acto de habla "Todas las verdaderas mujeres son curiosas" sería superflua. Si hubie­ra sido expresado, el enunciado habría infringido la regla tercera de la comunicación. Me­diante la violación aparente de la Regla 4, el hablante evita una violación real de la Regla 3. En consecuencia, las reglas de la comunicación no solo son herramientas que permiten iden­tificar premisas implícitas, sino que también hacen posible explicar por qué se pudo haber dejado implícita tma premisa.

Si tma argumentación en la que una premisa se ha dejado implícita se puede reconstruir de tal manera que se produzca lU1 argumento válido, ya no es necesario cuestionarla por su deficiencia. Si, a pesar de todo, por causa de esta incompletitud alguien objeta que la argu­mentación es defectuosa, está considerando erróneamente al requisito lógico de la validez formal como tma de las condiciones de éxito {"felicidad") para la realización de los actos de habla, confundiendo, así, el nivel lógico de análisis con el nivel pragmático.

2. Las premisas implícitas como actos de habla indirectos

Las premisas implícitas son un tipo especial de actos de habla indirectos. Esto puede ilustrar­se mostrando que el esquema de inferencia que permite identificar las premisas implícitas es,

" 1

82 fRANS H. VAN EEMEREN • Roa GROOIENOORST / ARGUMfNTACitlN, (OMliNICAC/tlN Y fAlACIAS

A veces la identificación de los actos de habla implícitos e indirectos en la argumentación es bastante simple. Por ejemplo, mla mujer que argumenta:

(a) ''Todas las mujeres son curiosas"

y

(b) "Angela es, ciertamente, una verdadera mujer",

puede ser considerada claramente responsable del ptu1to de vista implícito:

(e) "Angelaescuriosa".

Al añadir (e) como conclusión del argumento cuyas premisas están expresadas en (a) y (b), llegamos a tm argumento lógicamente válido. Atu1que la hablante solo ha dicho (a) y (b), puede suponerse que está presentando una argumentación y que, al hacerlo, desea respetar las reglas de la comunicación, por lo tanto, también puede ser considerada responsable de (e).

Sin embargo, en muchos casos no es tan fácil darse cuenta con exactihtd de qué es necesa~ rio agregarle a lU1 argumento incompleto. Esto es especialmente así cuando lo que falta no es una conclusión, sino una premisa, porque en este caso generalmente existen varias posibili­dades.

Para poder establecer cuál es la premisa que se ha dejado implícita, se debe apelar a las reglas de la comunicación y al criterio de la validez lógica. A primera vista, dejar una premisa implícita parece m1a violación de lUla regla de la comunicación. Sin embargo, esto solo es así si no se toma en consideración nada más que lo que está expresado explícitamente y si esto se interpreta literalmente. Pero la violación puede ser anulada tratando a la premisa implícita como un tipo especial de acto de habla indirecto, que es transmitido implícitamente por el argumento.

Una diferencia importante entre otros actos de habla implícitos y tma premisa implícita es que, al analizar esta ültima, se puede usar el criterio de la validez lógica, en cambio, en otros casos, no se dispone de un instrumento de este tipo. En lUla argumentación en la que w1a premisa se ha dejado implícita, el argumento es inválido si se lo toma literalmente. Sin embargo, si se lo analiza como expresando un acto de habla indirecto, se le puede agregar la premisa faltante al argumento y, así, su invalidez queda corregida.

'

Un hablante que realiza el acto de habla Complejo de la argumentación lo hace para con- t

vencer al oyente de que su punto de vista es aceptable. Debido a la condición de responsabi­lidad, el oyente tiene derecho a suponer que el hablante cree que la argumentación constiht­ye una defensa aceptable de su ptu1to de vista. Si el hablante no lo cree, es culpable de mani~ pulación o engaño. Debido a la condición preparatoria, el oyente también tiene derecho a suponer que el hablante cree que él (el oyente) aceptará su argumentación. Si el hablante no lo cree, la realización del acto de habla, vista desde su perspectiva (la del hablante), es sin objeto.

Si el hablante es sincero y no cree que su argumentación sea inútil, quiere decir que supo­ne también que el oyente estará inclinado a aplicar los mismos criterios de aceptabilidad que él. Entre estos se incluirá el criterio de validez lógica: en virhtd de la condición de responsa-

CAPITULO VI /LAS PR[MISAS IMPLICITAS EN EL DISCURSO ARGliMfNfATIVO 83

bilidad, se puede suponer que el hablante cree que el argumento que está a la base de su argumentación es válido; y en virtud de la condición preparatoria, se puede suponer que cree que el oyente también creerá lo mismo.

Cuando la interpretación literal de lUla argumentación produce lU1 argumento inválido, el hablante aparece como habiendo realizado un acto de habla inútil y habiendo violado, así, la cuarta regla de la comunicación. También puede aparecer como habiendo sido insincero y habiendo violado, entonces, la segunda regla de la comunicación. Sin embargo, el discurso argumentativo se debe analizar partiendo de la base de que el hablante observa el principio de la comunicación y que, en principio, desea respetar todas las reglas de la comunicación. Por lo tanto, el analista debe examinar si es posible complementar el argumento inválido de manera que llegue a ser válido.

Si realmente es posible añadirle al argumento inválido una proposición que lo valide, la violación de las reglas segunda y cuarta queda anulada. Suponiendo que los factores contextuales y otros factores situacionales sean debidamente tomados en cuenta, la premisa agregada debe ser considerada como la premisa implícita de la argumentación. Considere­mos el ejemplo:

1. Angela es una verdadera mujer. 2. Por lo tanto, Ange!a es curiosa.

En la forma en que está expresado, el argumento "(1), por lo tanto, (2)" es inválido y se ha violado la cuarta regla de la comtu1icación, y probablemente también la segtu1da. El argu­mento puede volverse válido añadiéndole la proposición {la) "Todas las verdaderas mujeres son curiosas", con lo que se anula la violación de la Regla 4 (y 2). Por lo tanto, la proposición {la) puede ser considerada, en principio, como wta premisa implícita en la argumentación.

Si el hablante de este ejemplo está actuando sobre la base de tma suposición generalmen­te aceptada de que las verdaderas mujeres efectivamente son curiosas, entonces la realiza­ción del acto de habla "Todas las verdaderas mujeres son curiosas" sería superflua. Si hubie­ra sido expresado, el enunciado habría infringido la regla tercera de la comunicación. Me­diante la violación aparente de la Regla 4, el hablante evita una violación real de la Regla 3. En consecuencia, las reglas de la comunicación no solo son herramientas que permiten iden­tificar premisas implícitas, sino que también hacen posible explicar por qué se pudo haber dejado implícita tma premisa.

Si tma argumentación en la que una premisa se ha dejado implícita se puede reconstruir de tal manera que se produzca lU1 argumento válido, ya no es necesario cuestionarla por su deficiencia. Si, a pesar de todo, por causa de esta incompletitud alguien objeta que la argu­mentación es defectuosa, está considerando erróneamente al requisito lógico de la validez formal como tma de las condiciones de éxito {"felicidad") para la realización de los actos de habla, confundiendo, así, el nivel lógico de análisis con el nivel pragmático.

2. Las premisas implícitas como actos de habla indirectos

Las premisas implícitas son un tipo especial de actos de habla indirectos. Esto puede ilustrar­se mostrando que el esquema de inferencia que permite identificar las premisas implícitas es,

84 fMNS H. VAN llntEREN- Roa GROOTENOORST 1 ARGUMENTAct0N, (OMUNICACION Y FAUCIAS

de hecho, una versión enmendada del esquema general de inferencia que permite analizar los actos de habla indirectos:

l. El hablante/escritor H ha expresado el enunciado E

1 en defensa de su punto de vista PV

2. H ha realizado, así, un acto de habla complejo

de argumentación que está dirigido a justificar su PV

3. El argumento expresado en "E1, por lo tanto, PV" (a)

es inválido¡ la realización del acto de habla de la argumentación

es una violación de la Regla 4 (y probablemente de la Regla 2)

4. Al agregar E2 al argumento (a), se produce

un argumento válido (b) "E1 y E2, por Jo tanto, PV"¡ la re~\ización de los actos de habla E1 y E

1 constituye una argumentación que cumple

con todas las reglas de la comm1icación

5. Por lo tatJto:

E2 es una premisa implícita de la argumentación de H

Existen, obviamente, varias maneras de complementar un argumento incompleto con el fin de validarlo. De hecho, teóricamente existen demasiadas posibilidades lógicas. Sin em· bargo, tal como se expresa en (4), una premisa implícita sólo es pragmáticamente apropiada si la reconstrucción cumple con todas las reglas de la comtmicación. En consecuencia, no basta con que la premisa agregada haga que el argumento sea válido.st

Cuando se intenta identificar una premisa implícita, la pregunta de cómo escoger de entre una variedad de candidatos diferentes puede resultar más fácil de responder si se hace una distinción entre un "mínimo lógico" y un "óptimo pragmático". El mínimo lógico es la premisa que consiste en una oración "si..., entonces ... ", cuyo antecedente es la premisa explícita y cuyo consecuente es la conclusión del argumento explícito. El argumento válido que resulta de esta adición tiene la forma de un modr1s ponens. Así, el mínimo lógico consiste simplemente en co­nectar las piezas de información que ya estaban allí. Lo único que hace es establecer, explícita­mente, que está permitido inferir la conclusión dada a partir de la premisa dada.

~ero, desde lUl punto de vista pragmático, esto no basta. Ya está claro, precisamente a partir del hecho de que presenta esta argumentación particular en favor de su punto de vista, que el hablante supone que esta conclusión se sigue de esta premisa. El mútimo lógico no aporta nada nuevo y, por lo tanto, es superfluo. Identificar este mútimo lógico como la premi-

)l Muchos autores han hecho esta o~e~ación: Scriven (1976) propuso seleccionar la suposición óptima y Hitchcock (1987) propuso formular la generahzactón uruversal del enunciado condicional asociado.

CAP(TUlO VJ 1 LAS PR<MISA5 IMPliCITAS EN H DISCURSO ARGUMENTATIVO 85

sa implícita equivale a adscribirle innecesariamente al hablante tma violación de la tercera regla de la comunicación.

El óptimo pragmático es la premisa que vuelve válido el argumento, evitando al mismo tiempo una violación de la Regla 3 y de cualquier otra regla de la comunicación. En la mayo­da de los casos, se trata de generalizar el mínimo lógico, haciéndolo tan informativo como sea posible sin adscribirle al hablante compromisos no garantizados y formulándolo de una manera coloquial que calce bien con el resto del discurso argumentativo. En el argumento "Angela es una verdadera mujer, por lo tanto, es curiosa", estos requisitos pueden cumplirse añadiendo "Las verdaderas mujeres son curiosas". En este caso, el mínimo lógico (2a) y el óptimo pragmático (2b) son los siguientes:

l. Angela es una verdadera ffitljer

''· [Si Angela es una verdadera mujer, entonces es curiosa[

3.

2b. [Las verdaderas

mujeres son curiosas]

Por lo tanto, Angela es curiosa

3-. El papel del contexto en la determinación del óptimo pragmático

¿Hasta dónde puede llegar el analista en su "pragmatización" del mínimo lógico? En nuestra opinión, el factor decisivo es que, dado el contexto en el cual ocurre la argumentación, debe­ría ser razonable atribuirle al hablante la premisa que se agrega. 52 Si en una conversación corriente un hablante dice que Angela es una verdadera mujer y que, por lo tanto, es curiosa, se compromete, al mismo tiempo, con la proposición de que las verdaderas mujeres son cu­riosas. Afirmar lo primero y negar lo segundo sería una inconsistencia pragmática. Sin em­bargo, siempre existe el peligro de que la premisa que se agrega vaya demasiado lejos y que se le atribuya al hablante una respons-abilidad mayor de la que puede serie imputada.

El analista debe determinar, sobre la base de lo que el hablante ha dicho, aquello de lo que puede ser considerado responsable. Debe establecer si es razonable o no suponer que una hipotética premisa implícita realmente forma parte de los compromisos del hablante. De lo contrario, incluso podría darse el caso de que al hablante le fuera atribuido algo que es claro que él considera falso. En este caso se lo estaría acusando, completamente sin razón, de vio­lar la segunda regla de la comunicación.

Aun cuando todos los requisitos comunicacionales se cumplan, eso no significa automáticamente que el analista haya llegado a la única y verdadera premisa implícita. Esto puede ilustrarse con la ayuda del siguiente ejemplo:

~Nuestro uso del término colltexlo concuerda con el de la tradición retórica e incluye tanto el contexto verbal romo el sihtacional.lll contexto situacional puede ser determinado por las circunstancias en las cuales tiene lugar la comu­nicación y por el marco de referencia institucional del evento de habla, por ejemplo, un procedimiento de una corte de justicia o un procedimiento en una toma de decisión parlamentaria.

1

1:

1' ,,

84 fMNS H. VAN llntEREN- Roa GROOTENOORST 1 ARGUMENTAct0N, (OMUNICACION Y FAUCIAS

de hecho, una versión enmendada del esquema general de inferencia que permite analizar los actos de habla indirectos:

l. El hablante/escritor H ha expresado el enunciado E

1 en defensa de su punto de vista PV

2. H ha realizado, así, un acto de habla complejo

de argumentación que está dirigido a justificar su PV

3. El argumento expresado en "E1, por lo tanto, PV" (a)

es inválido¡ la realización del acto de habla de la argumentación

es una violación de la Regla 4 (y probablemente de la Regla 2)

4. Al agregar E2 al argumento (a), se produce

un argumento válido (b) "E1 y E2, por Jo tanto, PV"¡ la re~\ización de los actos de habla E1 y E

1 constituye una argumentación que cumple

con todas las reglas de la comm1icación

5. Por lo tatJto:

E2 es una premisa implícita de la argumentación de H

Existen, obviamente, varias maneras de complementar un argumento incompleto con el fin de validarlo. De hecho, teóricamente existen demasiadas posibilidades lógicas. Sin em· bargo, tal como se expresa en (4), una premisa implícita sólo es pragmáticamente apropiada si la reconstrucción cumple con todas las reglas de la comtmicación. En consecuencia, no basta con que la premisa agregada haga que el argumento sea válido.st

Cuando se intenta identificar una premisa implícita, la pregunta de cómo escoger de entre una variedad de candidatos diferentes puede resultar más fácil de responder si se hace una distinción entre un "mínimo lógico" y un "óptimo pragmático". El mínimo lógico es la premisa que consiste en una oración "si..., entonces ... ", cuyo antecedente es la premisa explícita y cuyo consecuente es la conclusión del argumento explícito. El argumento válido que resulta de esta adición tiene la forma de un modr1s ponens. Así, el mínimo lógico consiste simplemente en co­nectar las piezas de información que ya estaban allí. Lo único que hace es establecer, explícita­mente, que está permitido inferir la conclusión dada a partir de la premisa dada.

~ero, desde lUl punto de vista pragmático, esto no basta. Ya está claro, precisamente a partir del hecho de que presenta esta argumentación particular en favor de su punto de vista, que el hablante supone que esta conclusión se sigue de esta premisa. El mútimo lógico no aporta nada nuevo y, por lo tanto, es superfluo. Identificar este mútimo lógico como la premi-

)l Muchos autores han hecho esta o~e~ación: Scriven (1976) propuso seleccionar la suposición óptima y Hitchcock (1987) propuso formular la generahzactón uruversal del enunciado condicional asociado.

CAP(TUlO VJ 1 LAS PR<MISA5 IMPliCITAS EN H DISCURSO ARGUMENTATIVO 85

sa implícita equivale a adscribirle innecesariamente al hablante tma violación de la tercera regla de la comunicación.

El óptimo pragmático es la premisa que vuelve válido el argumento, evitando al mismo tiempo una violación de la Regla 3 y de cualquier otra regla de la comunicación. En la mayo­da de los casos, se trata de generalizar el mínimo lógico, haciéndolo tan informativo como sea posible sin adscribirle al hablante compromisos no garantizados y formulándolo de una manera coloquial que calce bien con el resto del discurso argumentativo. En el argumento "Angela es una verdadera mujer, por lo tanto, es curiosa", estos requisitos pueden cumplirse añadiendo "Las verdaderas mujeres son curiosas". En este caso, el mínimo lógico (2a) y el óptimo pragmático (2b) son los siguientes:

l. Angela es una verdadera ffitljer

''· [Si Angela es una verdadera mujer, entonces es curiosa[

3.

2b. [Las verdaderas

mujeres son curiosas]

Por lo tanto, Angela es curiosa

3-. El papel del contexto en la determinación del óptimo pragmático

¿Hasta dónde puede llegar el analista en su "pragmatización" del mínimo lógico? En nuestra opinión, el factor decisivo es que, dado el contexto en el cual ocurre la argumentación, debe­ría ser razonable atribuirle al hablante la premisa que se agrega. 52 Si en una conversación corriente un hablante dice que Angela es una verdadera mujer y que, por lo tanto, es curiosa, se compromete, al mismo tiempo, con la proposición de que las verdaderas mujeres son cu­riosas. Afirmar lo primero y negar lo segundo sería una inconsistencia pragmática. Sin em­bargo, siempre existe el peligro de que la premisa que se agrega vaya demasiado lejos y que se le atribuya al hablante una respons-abilidad mayor de la que puede serie imputada.

El analista debe determinar, sobre la base de lo que el hablante ha dicho, aquello de lo que puede ser considerado responsable. Debe establecer si es razonable o no suponer que una hipotética premisa implícita realmente forma parte de los compromisos del hablante. De lo contrario, incluso podría darse el caso de que al hablante le fuera atribuido algo que es claro que él considera falso. En este caso se lo estaría acusando, completamente sin razón, de vio­lar la segunda regla de la comunicación.

Aun cuando todos los requisitos comunicacionales se cumplan, eso no significa automáticamente que el analista haya llegado a la única y verdadera premisa implícita. Esto puede ilustrarse con la ayuda del siguiente ejemplo:

~Nuestro uso del término colltexlo concuerda con el de la tradición retórica e incluye tanto el contexto verbal romo el sihtacional.lll contexto situacional puede ser determinado por las circunstancias en las cuales tiene lugar la comu­nicación y por el marco de referencia institucional del evento de habla, por ejemplo, un procedimiento de una corte de justicia o un procedimiento en una toma de decisión parlamentaria.

1

1:

1' ,,

1

86 fRANS H. VAN E~ MEREN- RüB GROOTENOOR5T / ARGUMfNTACIÓN, COMI.INICACIÓN Y fAlACIAS

l. Marta es izquierdista

''· Si Marta es izquierdista, entonces es progresista·

2b. Los izquierdistas son progresistas

2o. Las personas que se interesan en política, son progresistas

2d. Todas las mujeres son progresistas

3. Por lo tanto: Marta es progresista

El hablante ha dicho: "Marta es izquierdista, por lo tanto, es progresista". (1) es la argu­mentación que ha presentado en defensa de su punto de vista (3). Tomado literalmente, el argumento "{1), por lo tanto, (3)" es inválido. El argumento puede ser validado agregándole el mínimo lógico (2a), que evidentemente forma parte de los compromisos del hablante. Sin embargo, puesto que no agrega nada nuevo, no cumple con la regla que prolube lo superfluo. Si (2b) se refiere a todos los izquierdistas, también valida el argumento. A diferencia de (2a), (2b) agrega un nuevo elemento, que incuestionablemente es tmo de los compromisos del hablante: si no se sabe nada específico acerca del contexto que permita explicarlo de otra manera, el hablante difícilmente podría sostener que no cree que los izquierdistas sean pro­gresistas, sin caer en una contradicción. Por lo tanto, (2b) respeta todas las reglas de la comu­nicación.

Con algunos ajustes menores, (2c) y (2d) también pueden validar el argumento, e incuestionablemente también aportan tm nuevo elemento, pero, con la itúormación contextua! disponible, es dudoso que este nuevo elemento forme parte de los compromisos del hablan­te. Si el contexto no proporciona más indicios, ciertamente que los compromisos implicados en (2c) y en (2d) no se pueden inferir a partir de las palabras del hablante. Por lo tanto, se correría el riesgo de estar dándole crédito al hablante por algo que no cree en absoluto, o de estar reprochándoselo, según sea el caso.

En ocasiones el contexto le permitirá al artalista atribuirle al hablante compromisos más detallados y de mayor alcance, como los implicados en (2c) y (2d). El hablante puede haber dicho, en tma etapa temprana de la conversación, por ejemplo, que equipara el ser izquier­dista con el estar interesado en política, o el ser izquierdista con el ser mujer. Por supuesto, también puede suceder que más adelante en la conversación el hablante acepte responsabili­dad por más de aquello a lo que, en base a lo que realmente ha dicho, está comprometido. Pero tales compromisos adicionales nunca se pueden considerar como premisas implícitas en su argumentación, tal como ha sido formulada. En otras palabras, a menos que tm contex­to bien definido indique claramente otra cosa, {2b) es el único candidato serio para ser el óptimo pragmático.

(APfTUlO Vi /LAS PRfWSA5 lh!PLICITAS EN EL DISCURSO ARGUMENTATIVO 87

Desgraciadamente, el contexto no siempre proporciona la claridad suficiente para poder decidir acerca del óptimo pragmático. Consideremos el siguiente texto, tomado de tma con­ferencia titulada "La destrucción de la belleza como tma manera de rechazar el pasado":

Bajar los niveles de exigencia para la conservación del patrimonio es una política miope. No solamente conduce a un declinar del pasado en la memoria de la gente, sino también a un irrevocable empobrecimiento de la belleza natural del paisaje.

En este ejemplo, no sería muy informativo añadir como premisas implícitas: "Reducir las memorias del pasado de la gente es miope" y "El irrevocable empobrecimiento de la belleza natural del paisaje es miope". No obstante, es difícil encontrar en este caso candidatos más informativos a los que se pueda considerar que el hablante está comprometido. En casos como éste, es muy fácil que pueda surgir un conflicto entre los requisitos de información y los de compromiso. Por lo tanto, el analista debe navegar entre las rocas de la trivialidad y de la falta de compromiso. A veces, como en este ejemplo, incluso puede verse forzado a consi· derar que el mínimo lógico es también el óptimo pragmático. Cuando el contexto no propor­ciona ningún indicio de qué es lo que se ha dejado sin expresar, debe adoptarse tma estrate­gia de complementación mínima, que consiste en escoger tma premisa agregada que es virtual­mente idéntica al millimo lógico.

El procedimiento general que debe seguir el analista que desea determinar el óptimo pragmático puede resumirse como sigue:

1. Determinar cuál es la argumentación en la cual se ha dejado una premisa implfcita. 2. Determinar cuán bien definido es el contexto en el cual tiene lugar la argumentación. 3. Determinar qué premisas agregadas podrían validar el argumento que subyace a la argu­

mentación. 4. Determinar cuáles de estas premisas agregadas pueden, en el contexto dado, ser considera­

das como formando parte de los compromisos del hablante. 5. Determinar cuál de las premisas agregadas a las que está comprometido el hablante es la

más informativa en el contexto dado.

Ejemplo de Cómo se Puede Explicitar 1111a Premisa Implícita

Un padre, tma madre y tma hija están terminando de cenar. la hija se ve bastante depri­mida.

Madre: "No tiene sentido esperar que el Príncipe Azul se presente, mi linda. Yo nunca Jo esperé".

Auálisis

Punto de vista: No tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente. Argumentación: Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara.

1

86 fRANS H. VAN E~ MEREN- RüB GROOTENOOR5T / ARGUMfNTACIÓN, COMI.INICACIÓN Y fAlACIAS

l. Marta es izquierdista

''· Si Marta es izquierdista, entonces es progresista·

2b. Los izquierdistas son progresistas

2o. Las personas que se interesan en política, son progresistas

2d. Todas las mujeres son progresistas

3. Por lo tanto: Marta es progresista

El hablante ha dicho: "Marta es izquierdista, por lo tanto, es progresista". (1) es la argu­mentación que ha presentado en defensa de su punto de vista (3). Tomado literalmente, el argumento "{1), por lo tanto, (3)" es inválido. El argumento puede ser validado agregándole el mínimo lógico (2a), que evidentemente forma parte de los compromisos del hablante. Sin embargo, puesto que no agrega nada nuevo, no cumple con la regla que prolube lo superfluo. Si (2b) se refiere a todos los izquierdistas, también valida el argumento. A diferencia de (2a), (2b) agrega un nuevo elemento, que incuestionablemente es tmo de los compromisos del hablante: si no se sabe nada específico acerca del contexto que permita explicarlo de otra manera, el hablante difícilmente podría sostener que no cree que los izquierdistas sean pro­gresistas, sin caer en una contradicción. Por lo tanto, (2b) respeta todas las reglas de la comu­nicación.

Con algunos ajustes menores, (2c) y (2d) también pueden validar el argumento, e incuestionablemente también aportan tm nuevo elemento, pero, con la itúormación contextua! disponible, es dudoso que este nuevo elemento forme parte de los compromisos del hablan­te. Si el contexto no proporciona más indicios, ciertamente que los compromisos implicados en (2c) y en (2d) no se pueden inferir a partir de las palabras del hablante. Por lo tanto, se correría el riesgo de estar dándole crédito al hablante por algo que no cree en absoluto, o de estar reprochándoselo, según sea el caso.

En ocasiones el contexto le permitirá al artalista atribuirle al hablante compromisos más detallados y de mayor alcance, como los implicados en (2c) y (2d). El hablante puede haber dicho, en tma etapa temprana de la conversación, por ejemplo, que equipara el ser izquier­dista con el estar interesado en política, o el ser izquierdista con el ser mujer. Por supuesto, también puede suceder que más adelante en la conversación el hablante acepte responsabili­dad por más de aquello a lo que, en base a lo que realmente ha dicho, está comprometido. Pero tales compromisos adicionales nunca se pueden considerar como premisas implícitas en su argumentación, tal como ha sido formulada. En otras palabras, a menos que tm contex­to bien definido indique claramente otra cosa, {2b) es el único candidato serio para ser el óptimo pragmático.

(APfTUlO Vi /LAS PRfWSA5 lh!PLICITAS EN EL DISCURSO ARGUMENTATIVO 87

Desgraciadamente, el contexto no siempre proporciona la claridad suficiente para poder decidir acerca del óptimo pragmático. Consideremos el siguiente texto, tomado de tma con­ferencia titulada "La destrucción de la belleza como tma manera de rechazar el pasado":

Bajar los niveles de exigencia para la conservación del patrimonio es una política miope. No solamente conduce a un declinar del pasado en la memoria de la gente, sino también a un irrevocable empobrecimiento de la belleza natural del paisaje.

En este ejemplo, no sería muy informativo añadir como premisas implícitas: "Reducir las memorias del pasado de la gente es miope" y "El irrevocable empobrecimiento de la belleza natural del paisaje es miope". No obstante, es difícil encontrar en este caso candidatos más informativos a los que se pueda considerar que el hablante está comprometido. En casos como éste, es muy fácil que pueda surgir un conflicto entre los requisitos de información y los de compromiso. Por lo tanto, el analista debe navegar entre las rocas de la trivialidad y de la falta de compromiso. A veces, como en este ejemplo, incluso puede verse forzado a consi· derar que el mínimo lógico es también el óptimo pragmático. Cuando el contexto no propor­ciona ningún indicio de qué es lo que se ha dejado sin expresar, debe adoptarse tma estrate­gia de complementación mínima, que consiste en escoger tma premisa agregada que es virtual­mente idéntica al millimo lógico.

El procedimiento general que debe seguir el analista que desea determinar el óptimo pragmático puede resumirse como sigue:

1. Determinar cuál es la argumentación en la cual se ha dejado una premisa implfcita. 2. Determinar cuán bien definido es el contexto en el cual tiene lugar la argumentación. 3. Determinar qué premisas agregadas podrían validar el argumento que subyace a la argu­

mentación. 4. Determinar cuáles de estas premisas agregadas pueden, en el contexto dado, ser considera­

das como formando parte de los compromisos del hablante. 5. Determinar cuál de las premisas agregadas a las que está comprometido el hablante es la

más informativa en el contexto dado.

Ejemplo de Cómo se Puede Explicitar 1111a Premisa Implícita

Un padre, tma madre y tma hija están terminando de cenar. la hija se ve bastante depri­mida.

Madre: "No tiene sentido esperar que el Príncipe Azul se presente, mi linda. Yo nunca Jo esperé".

Auálisis

Punto de vista: No tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente. Argumentación: Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara.

88 FRANS H. VAN EHlEREN • ROB GROOTENDORST / ARGUMENTAC/ON, COMUN/Ci\CI('iN Y fALACIAS

Reco11struccióll del Argumeuto: Míuimo Lógico (la) y Optimo Pragmático (2b)

Premisa 1: Premisa 2a: Premisa 20: Conclusión 3:

Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara. [Si (1), entonces {3)] lEn lo que se refiere a tu vida amorosa, siempre debes actuar como yo] No tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente.

Procedimieuto para I11jerir la Premisa Implícita

a. Para apoyar su punto de vista (3) de que no tiene sentido que su hija espere que el Príncipe Azul se presente, la madre ha argumentado (1) que ella misma nunca esperó que el Prínci-pe Azul se presentara. -

b. la argumentación es presentada en el contexto de una conversación entre madre e hija, quien acaba de tener una experiencia desilusionan te, acerca del problema de encontrar un marido adecuado.

c. El argumento "Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara (1), por lo tanto, no tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente (3)", puede ser validado, por ejem­plo, añadiendo la premisa:

(2a) "Si (1), entonces, (3)" o (2b) "En lo que se refiere a tu vida amorosa, siempre debes actuar como yo". o {2c) "Siempre deberías actuar como yo". o (2d) "Yo siempre hago lo que tiene sentido". o (2e) "Uno siempre debería hacer lo que tiene sentido".

d. En este contexto, el hablante, la madre, en todo caso está comprometida con (2a) y con (2b), pero no con (2c), (2d) o (2e), porque (2c) ignora que es posible que la madre se considere solo una experta en cuanto a los asuntos amorosos, (2d) ignora que ella puede saber perfec­tamente bien que comete muchos errores en otras esferas de su vida y (2e) ignora que e\la puede considerar que, a excepción de su hija, otras personas son libres de hacer locuras, ya sea en su vida amorosa o en otros asuntos.

e. En este contexto, (2b) es más informativa que (2a), de manera que (2b) es el óptimo pragmá­tico y, por lo tanto, debe ser considerada como la premisa que ha sido dejada implícita en la argumentación de la madre.

4. El papel de la lógica en la explicitación de las premisas implícitas

Para explicitar las premisas implícitas se debe partir por reconstruir el razonamiento que está a la base de la argumentación como un argumento lógicamente válido, cuya conclusión no puede ser falsa si las premisas son verdaderas. A veces es más fácil reconocer que, en la forma en que ha sido presentado, el argumento es inválido, que formular la o las premisas suple­mentarias que lo validan. Además, no siempre está claro si el argumento realmente debería ser validado. Después de todo, bien puede ser que el hablante haya argumentado de manera inválida.

Se puede simplificar el problema de la validación de un argumento incompleto supo­niendo que todo argumento, ya sea parte de una cadena de razonamiento o no, consta de dos premisas y una conclusión. Esto no tiene que ser necesariamente así en realidad, pero partir de esta suposición no provoca mayor daño. Entonces, para reconstruir lógicamente una ar­gumentación, se la puede dividir en uno o más argumentos separados, cada uno de los cua­les consta de dos premisas y una conclusión. En la presentación de estos argumentos en la argumentación, generalmente una de las dos premisas se deja implícita.

(APITUW VI /LAS PREMISAS IMPLICITAS EN EL DISCURSO ARGUMENfATIVO 89

Una ventaja de esta simplificación consiste en que el analista puede trabajar con unida­des pequeñas y manejables. Siguiendo, por esta vez, la lógica silogística clásica para el trata­miento de estas unidades, el analista podría suponer que cada una de ellas tiene una premisa mayor (que contiene el término mayor) y una premisa menor (que contiene el término menor). En la conclusión, la parte del sujeto se refiere al término menor (8) y la parte del predicado, al término mayor (A). Como la premisa menor y la premisa mayor también tienen un sujeto y. un predicado, estas partes pueden ser distribuidas de las cuatro maneras siguientes:

,, l. A es M b.lAesM c. 1. MesA d. 1. MesA 2. Bes M 2. MesB 2. MesB 2. BesM

/.". 3. BesA 3. BesA 3. BesA 3. BesA

Hay una parte (del sujeto o del predicado) que es común a ambas premisas: el término medio (M). En los casos en que falta tma de las premisas, es más fácil reconstruirla correcta­mente partiendo de la conclusión y de la premisa que ha sido formulada explícitamente. Así, al menos el número de posibilidades se ha reducido a dos: una con el término medio como sujeto y una con el término medio como predicado.

En algunos contextos puede ser la premisa mayor la que falta, en otros, la menor. En cualquiera de los dos casos no son los factores lógicos, sino los pragmáticos los que determi­nan lo que un hablante omite (y puede omitir sin problemas). Estas dos posibilidades se pue­den ilustrar mediante un ejemplo:

la. Charlie Parker fue un gran músico de jazz 2a. [Todos los grandes músicos de jazz mueren jóvenes] 3. Por lo tauto: Charlie Parker murió joven

lb. Todos los grandes músicos de jazz mueren jóvenes 2b. [Charlie Parker fue un gran músico de jazz] 3. Por lo tauto: Charlie Parker murió joven

Una persona que defiende (3) mediante (la), supone que el oyente no sabe quién era Charlie Parker, pero sí sabe que los grandes músicos de jazz siempre mueren jóvenes; en cambio, una persona que defiende el mismo punto de vista mediante (lb), supone que el oyente sabe que Charlie Parker fue un gran músico de jazz. Aunque la argumentación de (la) es diferente a la de {lb), en ambos casos se expresa el mismo razonamiento lógicamente válido.

Aunque pueden no ser muy comunes en la práctica, evidentemente existen ciertos argu­mentos que ni tienen dos premisas ni pueden ser fácilmente reconstruidos como argument.os de dos premisas:

l. pvq 2. p->r 3. q->s

1 ,', 4. r v s

El vestuario sigue la moda o va en contra de ella Si sigue la moda, es usado por los vanidosos Si va contra la moda, es usado por los anticuados El vestuario es usado por los vanidosos o por los anticuados

' ' ,, ,, 1

' 1

'l· 1!

' !

'1

88 FRANS H. VAN EHlEREN • ROB GROOTENDORST / ARGUMENTAC/ON, COMUN/Ci\CI('iN Y fALACIAS

Reco11struccióll del Argumeuto: Míuimo Lógico (la) y Optimo Pragmático (2b)

Premisa 1: Premisa 2a: Premisa 20: Conclusión 3:

Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara. [Si (1), entonces {3)] lEn lo que se refiere a tu vida amorosa, siempre debes actuar como yo] No tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente.

Procedimieuto para I11jerir la Premisa Implícita

a. Para apoyar su punto de vista (3) de que no tiene sentido que su hija espere que el Príncipe Azul se presente, la madre ha argumentado (1) que ella misma nunca esperó que el Prínci-pe Azul se presentara. -

b. la argumentación es presentada en el contexto de una conversación entre madre e hija, quien acaba de tener una experiencia desilusionan te, acerca del problema de encontrar un marido adecuado.

c. El argumento "Yo nunca esperé que el Príncipe Azul se presentara (1), por lo tanto, no tiene sentido que tú esperes que el Príncipe Azul se presente (3)", puede ser validado, por ejem­plo, añadiendo la premisa:

(2a) "Si (1), entonces, (3)" o (2b) "En lo que se refiere a tu vida amorosa, siempre debes actuar como yo". o {2c) "Siempre deberías actuar como yo". o (2d) "Yo siempre hago lo que tiene sentido". o (2e) "Uno siempre debería hacer lo que tiene sentido".

d. En este contexto, el hablante, la madre, en todo caso está comprometida con (2a) y con (2b), pero no con (2c), (2d) o (2e), porque (2c) ignora que es posible que la madre se considere solo una experta en cuanto a los asuntos amorosos, (2d) ignora que ella puede saber perfec­tamente bien que comete muchos errores en otras esferas de su vida y (2e) ignora que e\la puede considerar que, a excepción de su hija, otras personas son libres de hacer locuras, ya sea en su vida amorosa o en otros asuntos.

e. En este contexto, (2b) es más informativa que (2a), de manera que (2b) es el óptimo pragmá­tico y, por lo tanto, debe ser considerada como la premisa que ha sido dejada implícita en la argumentación de la madre.

4. El papel de la lógica en la explicitación de las premisas implícitas

Para explicitar las premisas implícitas se debe partir por reconstruir el razonamiento que está a la base de la argumentación como un argumento lógicamente válido, cuya conclusión no puede ser falsa si las premisas son verdaderas. A veces es más fácil reconocer que, en la forma en que ha sido presentado, el argumento es inválido, que formular la o las premisas suple­mentarias que lo validan. Además, no siempre está claro si el argumento realmente debería ser validado. Después de todo, bien puede ser que el hablante haya argumentado de manera inválida.

Se puede simplificar el problema de la validación de un argumento incompleto supo­niendo que todo argumento, ya sea parte de una cadena de razonamiento o no, consta de dos premisas y una conclusión. Esto no tiene que ser necesariamente así en realidad, pero partir de esta suposición no provoca mayor daño. Entonces, para reconstruir lógicamente una ar­gumentación, se la puede dividir en uno o más argumentos separados, cada uno de los cua­les consta de dos premisas y una conclusión. En la presentación de estos argumentos en la argumentación, generalmente una de las dos premisas se deja implícita.

(APITUW VI /LAS PREMISAS IMPLICITAS EN EL DISCURSO ARGUMENfATIVO 89

Una ventaja de esta simplificación consiste en que el analista puede trabajar con unida­des pequeñas y manejables. Siguiendo, por esta vez, la lógica silogística clásica para el trata­miento de estas unidades, el analista podría suponer que cada una de ellas tiene una premisa mayor (que contiene el término mayor) y una premisa menor (que contiene el término menor). En la conclusión, la parte del sujeto se refiere al término menor (8) y la parte del predicado, al término mayor (A). Como la premisa menor y la premisa mayor también tienen un sujeto y. un predicado, estas partes pueden ser distribuidas de las cuatro maneras siguientes:

,, l. A es M b.lAesM c. 1. MesA d. 1. MesA 2. Bes M 2. MesB 2. MesB 2. BesM

/.". 3. BesA 3. BesA 3. BesA 3. BesA

Hay una parte (del sujeto o del predicado) que es común a ambas premisas: el término medio (M). En los casos en que falta tma de las premisas, es más fácil reconstruirla correcta­mente partiendo de la conclusión y de la premisa que ha sido formulada explícitamente. Así, al menos el número de posibilidades se ha reducido a dos: una con el término medio como sujeto y una con el término medio como predicado.

En algunos contextos puede ser la premisa mayor la que falta, en otros, la menor. En cualquiera de los dos casos no son los factores lógicos, sino los pragmáticos los que determi­nan lo que un hablante omite (y puede omitir sin problemas). Estas dos posibilidades se pue­den ilustrar mediante un ejemplo:

la. Charlie Parker fue un gran músico de jazz 2a. [Todos los grandes músicos de jazz mueren jóvenes] 3. Por lo tauto: Charlie Parker murió joven

lb. Todos los grandes músicos de jazz mueren jóvenes 2b. [Charlie Parker fue un gran músico de jazz] 3. Por lo tauto: Charlie Parker murió joven

Una persona que defiende (3) mediante (la), supone que el oyente no sabe quién era Charlie Parker, pero sí sabe que los grandes músicos de jazz siempre mueren jóvenes; en cambio, una persona que defiende el mismo punto de vista mediante (lb), supone que el oyente sabe que Charlie Parker fue un gran músico de jazz. Aunque la argumentación de (la) es diferente a la de {lb), en ambos casos se expresa el mismo razonamiento lógicamente válido.

Aunque pueden no ser muy comunes en la práctica, evidentemente existen ciertos argu­mentos que ni tienen dos premisas ni pueden ser fácilmente reconstruidos como argument.os de dos premisas:

l. pvq 2. p->r 3. q->s

1 ,', 4. r v s

El vestuario sigue la moda o va en contra de ella Si sigue la moda, es usado por los vanidosos Si va contra la moda, es usado por los anticuados El vestuario es usado por los vanidosos o por los anticuados

' ' ,, ,, 1

' 1

'l· 1!

' !

'1

90 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, CO.I!UNICACIÓN Y fAlACIAS

Además, el procedimiento de simplificación sugerido sólo flmciona con proposiciones "categóricas" de los cuatro tipos siguientes: "Todos los S son P", "Ningún S es P","Algtmos S son P", y" Algunos S no son P". No todas las premisas del discurso argumentativo corres­ponden a estos cuatro tipos, sin embargo, muchas veces pueden ser reescritas de ese modo.

Aparte de las formas válidas de los argumentos de la lógica silogística, existen obviamen­te muchas otras formas de argumento que son válidas en otros sistemas lógicos.53 En la lógi­ca clásica proposicional y en la lógica de predicados, que hemos elegido como nuestro punto de partida práctico, el modus ponens y el modus to/lens, por ejemplo, son formas de argumento válido bien conocidas. Con la ayuda de estas formas argumentativas, tma proposición puede ser metódicamente justificada o refutada.

1. Si p, entonces q 2. p 3. Por lo tanto, q (modus prmeus)

Si es verdadero que "Si (proposición) p, entonces (proposición) q" y "(proposición) p", entonces también es verdadero que "(proposición) q":

1. Cuando Juan sale a bailar, se pone sus zapatos de baile negros. 2. Juan salió a bailar. 3. Por lo tanto, se puso sus zapatos de baile negros.

Si la conclusión (3) resultara ser falsa, entonces, dado que el argumento es válido, la pre· misa (1) o la premisa (2), o ambas, serían falsas. Si una de las dos o ambas premisas son falsas, entonces no hay garantía de que la conclusión sea verdadera.

l. Si p, entonces q 2. Noq 3. Por lo tanto, no p (modus tollens)

Por ejemplo:

l. Cuando la temperatura está sobre Ir Celsius, la nieve se derrite. 2. La nieve no se está derritiendo.

· 3. Por lo tanto, la temperatura no está sobre Ir Celsius.

En este argumento se refuta la proposición de que la temperahtra está sobre 0° Celsius. Si, además de tomar esta forma de argumento, lógicamente válida, la refutación también tiene premisas que resultan ser verdaderas, entonces la proposición "La temperahtra está sobre 00 Celsius" ha sido incuestionablemente refutada. Si llegara a ocurrir que la conclusión {3) es falsa, entonces, nuevamente, al menos una de las premisas, si no ambas, debería ser falsa. Si la temperatura está sobre oo Celsius, de acuerdo a la premisa {1) la nieve debería estar derri­tiéndose. Pero, de acuerdo a la premisa {2), esto es precisamente lo que no está ocurriendo.

5.' Para una discusión de la variedad existente en los sistemas de la lógica, véase Haa<k (1978). Barth y Krabbe (1982} han ilustrado las dimensiones en que las lógicas pueden diferir.

CAPITULO VI 1 LAS PREWSAS 1.\/PUCITAS EN H DISCURSO ARGUMfiYTAfiVO 91

En este caso, la premisa (1) y la premisa {2) no pueden ser ambas verdaderas, de modo que o (1) o (2) debe ser falsa.

El conocimiento de lógica que se debe utilizar en la reconstrucción de la argumentación incluye, entre muchas otras cosas, el principio de la lógica clásica proposicional según el cual la doble negación de una proposición es equivalente a la proposición misma. De acuerdo con esto, lUla proposición que a primera vista parece sin sentido, puede reconstruirse, en algunos casos, como lffi argumento de la forma modus tollens. Por ejemplo:

Arturo no va a salir a bailar, porque, cuando él sale a bailar, Bnmo no sale. ¡Y Bruno salió a bailar!

Este texto puede ser abreviado de la siguiente manera:

1. noA porque 2. a. Si A, entonces no B

b. B

A primera vista, el argumento que está a la base es el siguiente:

1 .·.

2. a. A->-B b. B

l. -A

Este argumento puede parecer inválido a primera vista, pero, puesto que Bes equivalen· te a-- B, de hecho, es válido (modus tollens):

1 ...

2. a.A->-B b. - - B

l. -A

Si el analista se basara solo en la presentación verbal literal de la argumentación, encon· traría muy pocos argumentos completos en el discurso argumentativo, y mucho menos argu­mentos válidos. Generabnente no hay dos emmciados que sean completamente idénticos en el discurso argumentativo. Supongamos que alguien contara una historia que podría anali­zarse como sigue:

l. Mi punto de vista es que Rodrigo va a ir a bailar. 2. Mi argumentación es que:

a. José va a ir a bailar. b. La vedna de aliado o K aren van a ir a bailar. c. Si Dora va a bailar, Lalo también va. d. Francisco o Georgina van a ir a bailar y Enrique, por supuesto, también va. e. Si el muchacho de aliado va a bailar, su hermana no va. f. Si todos sus amigos van a bailar, mi primo también va.

i,

90 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, CO.I!UNICACIÓN Y fAlACIAS

Además, el procedimiento de simplificación sugerido sólo flmciona con proposiciones "categóricas" de los cuatro tipos siguientes: "Todos los S son P", "Ningún S es P","Algtmos S son P", y" Algunos S no son P". No todas las premisas del discurso argumentativo corres­ponden a estos cuatro tipos, sin embargo, muchas veces pueden ser reescritas de ese modo.

Aparte de las formas válidas de los argumentos de la lógica silogística, existen obviamen­te muchas otras formas de argumento que son válidas en otros sistemas lógicos.53 En la lógi­ca clásica proposicional y en la lógica de predicados, que hemos elegido como nuestro punto de partida práctico, el modus ponens y el modus to/lens, por ejemplo, son formas de argumento válido bien conocidas. Con la ayuda de estas formas argumentativas, tma proposición puede ser metódicamente justificada o refutada.

1. Si p, entonces q 2. p 3. Por lo tanto, q (modus prmeus)

Si es verdadero que "Si (proposición) p, entonces (proposición) q" y "(proposición) p", entonces también es verdadero que "(proposición) q":

1. Cuando Juan sale a bailar, se pone sus zapatos de baile negros. 2. Juan salió a bailar. 3. Por lo tanto, se puso sus zapatos de baile negros.

Si la conclusión (3) resultara ser falsa, entonces, dado que el argumento es válido, la pre· misa (1) o la premisa (2), o ambas, serían falsas. Si una de las dos o ambas premisas son falsas, entonces no hay garantía de que la conclusión sea verdadera.

l. Si p, entonces q 2. Noq 3. Por lo tanto, no p (modus tollens)

Por ejemplo:

l. Cuando la temperatura está sobre Ir Celsius, la nieve se derrite. 2. La nieve no se está derritiendo.

· 3. Por lo tanto, la temperatura no está sobre Ir Celsius.

En este argumento se refuta la proposición de que la temperahtra está sobre 0° Celsius. Si, además de tomar esta forma de argumento, lógicamente válida, la refutación también tiene premisas que resultan ser verdaderas, entonces la proposición "La temperahtra está sobre 00 Celsius" ha sido incuestionablemente refutada. Si llegara a ocurrir que la conclusión {3) es falsa, entonces, nuevamente, al menos una de las premisas, si no ambas, debería ser falsa. Si la temperatura está sobre oo Celsius, de acuerdo a la premisa {1) la nieve debería estar derri­tiéndose. Pero, de acuerdo a la premisa {2), esto es precisamente lo que no está ocurriendo.

5.' Para una discusión de la variedad existente en los sistemas de la lógica, véase Haa<k (1978). Barth y Krabbe (1982} han ilustrado las dimensiones en que las lógicas pueden diferir.

CAPITULO VI 1 LAS PREWSAS 1.\/PUCITAS EN H DISCURSO ARGUMfiYTAfiVO 91

En este caso, la premisa (1) y la premisa {2) no pueden ser ambas verdaderas, de modo que o (1) o (2) debe ser falsa.

El conocimiento de lógica que se debe utilizar en la reconstrucción de la argumentación incluye, entre muchas otras cosas, el principio de la lógica clásica proposicional según el cual la doble negación de una proposición es equivalente a la proposición misma. De acuerdo con esto, lUla proposición que a primera vista parece sin sentido, puede reconstruirse, en algunos casos, como lffi argumento de la forma modus tollens. Por ejemplo:

Arturo no va a salir a bailar, porque, cuando él sale a bailar, Bnmo no sale. ¡Y Bruno salió a bailar!

Este texto puede ser abreviado de la siguiente manera:

1. noA porque 2. a. Si A, entonces no B

b. B

A primera vista, el argumento que está a la base es el siguiente:

1 .·.

2. a. A->-B b. B

l. -A

Este argumento puede parecer inválido a primera vista, pero, puesto que Bes equivalen· te a-- B, de hecho, es válido (modus tollens):

1 ...

2. a.A->-B b. - - B

l. -A

Si el analista se basara solo en la presentación verbal literal de la argumentación, encon· traría muy pocos argumentos completos en el discurso argumentativo, y mucho menos argu­mentos válidos. Generabnente no hay dos emmciados que sean completamente idénticos en el discurso argumentativo. Supongamos que alguien contara una historia que podría anali­zarse como sigue:

l. Mi punto de vista es que Rodrigo va a ir a bailar. 2. Mi argumentación es que:

a. José va a ir a bailar. b. La vedna de aliado o K aren van a ir a bailar. c. Si Dora va a bailar, Lalo también va. d. Francisco o Georgina van a ir a bailar y Enrique, por supuesto, también va. e. Si el muchacho de aliado va a bailar, su hermana no va. f. Si todos sus amigos van a bailar, mi primo también va.

i,

1

92 fRANS H. VAN EEMER~N- ROB GROOTENDOI{S'f 1 A~GUMU<TA.CIÓN, COMUNICACIÓN Y FALACIAS

Esto puede formalizarse de la siguiente manera:

2. '· J b. v,K <. D->L d. (FvG).E

'· M->-H f. A->P

/.·. l. R

Ningún enunciado o parte de un enunciado ocurre más de una vez en este texto. Tal como está, sería difícil decir si el argumento es válido o no. Sin embargo, el asunto cambia si uno recuerda que Rodrigo es el primo del hablante, K aren es la hermana de José, que es el mucha­cho de aliado, Dora es la vecina de aliado y los amigos del primo del hablante son José, Dora, Lalo y Enrique. Emmciados que, en la superficie, son diferentes pueden expresar la misma proposición (tal como un enunciado en inglés y uno en holandés pueden expresar la misma proposición). Tomando en cuenta todo esto en una interpretación en el nivel lógico, llegamos a la siguiente cadena (válida) de razonamiento:

2. '· J b. o,K '· D ___:_> L d. (FvG).E

'· J->-K l. O.D.L.E)->R

/.·. l. R

Para interpretar, por ejemplo, una argumentación como:

"Si Dora va a ir a bailar, La lo también va. Y mi vecina de aliado, tal como me lo acaba de decir, ciertamente también va a ir. Así es que La lo va a ir a bailar".

será necesario ayudarse con información proveniente del aspecto pragmático. El argumento válido que está a la base de esta argumentación solo puede ser reconstruido con la ayuda del conocimiento previo de que Dora es la vecina de aliado del hablante.

Para poder establecer si:

"Ya son más de las diez y se suponía que mi tren partía a cinco para las diez",

conduce a la conclusión (implícita):

"Perdí mi tren"

o a la conclusión (implícita):

"Mi tren está atrasado",

CAPITUW VI 1 LAS PREMISAS IMPLICITAS EN El DISCURSO ARGUMENTATIVO 93

el analista necesita más información acerca del contexto (no verbal). ¿Ha estado el hablante esperando en el andén por 20 minutos o acaba de bajarse de un taxi para entrar corriendo a la estación? En este caso será indispensable contar con una itúormación contextua! más detalla­da y con tm mayor conocimiento de los antecedentes específicos.

1

11

1

l •

i {

,,

r ¡

1

92 fRANS H. VAN EEMER~N- ROB GROOTENDOI{S'f 1 A~GUMU<TA.CIÓN, COMUNICACIÓN Y FALACIAS

Esto puede formalizarse de la siguiente manera:

2. '· J b. v,K <. D->L d. (FvG).E

'· M->-H f. A->P

/.·. l. R

Ningún enunciado o parte de un enunciado ocurre más de una vez en este texto. Tal como está, sería difícil decir si el argumento es válido o no. Sin embargo, el asunto cambia si uno recuerda que Rodrigo es el primo del hablante, K aren es la hermana de José, que es el mucha­cho de aliado, Dora es la vecina de aliado y los amigos del primo del hablante son José, Dora, Lalo y Enrique. Emmciados que, en la superficie, son diferentes pueden expresar la misma proposición (tal como un enunciado en inglés y uno en holandés pueden expresar la misma proposición). Tomando en cuenta todo esto en una interpretación en el nivel lógico, llegamos a la siguiente cadena (válida) de razonamiento:

2. '· J b. o,K '· D ___:_> L d. (FvG).E

'· J->-K l. O.D.L.E)->R

/.·. l. R

Para interpretar, por ejemplo, una argumentación como:

"Si Dora va a ir a bailar, La lo también va. Y mi vecina de aliado, tal como me lo acaba de decir, ciertamente también va a ir. Así es que La lo va a ir a bailar".

será necesario ayudarse con información proveniente del aspecto pragmático. El argumento válido que está a la base de esta argumentación solo puede ser reconstruido con la ayuda del conocimiento previo de que Dora es la vecina de aliado del hablante.

Para poder establecer si:

"Ya son más de las diez y se suponía que mi tren partía a cinco para las diez",

conduce a la conclusión (implícita):

"Perdí mi tren"

o a la conclusión (implícita):

"Mi tren está atrasado",

CAPITUW VI 1 LAS PREMISAS IMPLICITAS EN El DISCURSO ARGUMENTATIVO 93

el analista necesita más información acerca del contexto (no verbal). ¿Ha estado el hablante esperando en el andén por 20 minutos o acaba de bajarse de un taxi para entrar corriendo a la estación? En este caso será indispensable contar con una itúormación contextua! más detalla­da y con tm mayor conocimiento de los antecedentes específicos.

1

11

1

l •

i {

,,

r ¡

1

CAPITULO VII

Las estructuras de argumentación complejas

1. La argumentación múltiple

La argumentación presentada en favor de un punto de vista particular puede tener una es· tructura de un mayor o menor grado de complejidad. 51 La complejidad de la estruchua de tma argumentación no depende obviamente solo de la complejidad de la disputa que intenta resolver el protagonista, sino también de cómo piensa que debería organizar la defensa de su punto de vista. En principio, cada paso o movida (move) argumentativa sirve para remover alguna forma de duda que el antagonista pueda tener con respecto al punto de vista. En el caso más simple, se considerará que basta con una argumentación única, que contiene solo un argumento, generalmente formado por una premisa explícita y una implícita. En otros casos, el protagonista puede presentar una combinación de argumentaciones únicas.

Desde una perspectiva analítica, una argumentación compleja siempre puede ser dividi· da en argumentaciones únicas. Tal como una disputa múltiple puede ser analizada como una combinación de dos o más disputas simples, así también una argumentación múltiple puede ser analizada como una combinación de dos o más argumentaciones únicas. En una argu· mentación múltiple, las argumentaciones únicas que la constituyen son, en principio, defen· sas alternativas del mismo punto de vista.

Un ejemplo de argumentación múltiple es el siguiente:

Los despachos de correspondencia en Holanda no son perfectos. Nunca se puede estar seguro de que una carta será entregada al día siguiente, de que será entregada en la dirección exacta y de que será entregada temprano en la mañana.

En este ejemplo, tres argumentaciones independientes apoyan el punto de vista de que en Holanda los despachos de correspondencia no son perfectos:

1. El envío de una carta toma, a veces, más de un dfa. 2. Las cartas no siempre se entregan en la dirección exacta. 3. Las entregas de cartas no siempre se hacen temprano en la mañana.

~ Otros autores que prestan atención a la argumentación compleja son Beardsley (1975), Scriven (1976), Finocchiaro (1980), Nolt (1984), Thomas (1986), Fisher (1988) y Freeman (1988). i

!

1

CAPITULO VII

Las estructuras de argumentación complejas

1. La argumentación múltiple

La argumentación presentada en favor de un punto de vista particular puede tener una es· tructura de un mayor o menor grado de complejidad. 51 La complejidad de la estruchua de tma argumentación no depende obviamente solo de la complejidad de la disputa que intenta resolver el protagonista, sino también de cómo piensa que debería organizar la defensa de su punto de vista. En principio, cada paso o movida (move) argumentativa sirve para remover alguna forma de duda que el antagonista pueda tener con respecto al punto de vista. En el caso más simple, se considerará que basta con una argumentación única, que contiene solo un argumento, generalmente formado por una premisa explícita y una implícita. En otros casos, el protagonista puede presentar una combinación de argumentaciones únicas.

Desde una perspectiva analítica, una argumentación compleja siempre puede ser dividi· da en argumentaciones únicas. Tal como una disputa múltiple puede ser analizada como una combinación de dos o más disputas simples, así también una argumentación múltiple puede ser analizada como una combinación de dos o más argumentaciones únicas. En una argu· mentación múltiple, las argumentaciones únicas que la constituyen son, en principio, defen· sas alternativas del mismo punto de vista.

Un ejemplo de argumentación múltiple es el siguiente:

Los despachos de correspondencia en Holanda no son perfectos. Nunca se puede estar seguro de que una carta será entregada al día siguiente, de que será entregada en la dirección exacta y de que será entregada temprano en la mañana.

En este ejemplo, tres argumentaciones independientes apoyan el punto de vista de que en Holanda los despachos de correspondencia no son perfectos:

1. El envío de una carta toma, a veces, más de un dfa. 2. Las cartas no siempre se entregan en la dirección exacta. 3. Las entregas de cartas no siempre se hacen temprano en la mañana.

~ Otros autores que prestan atención a la argumentación compleja son Beardsley (1975), Scriven (1976), Finocchiaro (1980), Nolt (1984), Thomas (1986), Fisher (1988) y Freeman (1988). i

!

96 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOO!!ST / ARGl/MWTAC/ÓN, (OMl/NICAC/ÓN Y fAlACIAS

Puesto que, en principio, cada una de estas argumentaciones únicas es suficiente por sí misma para defender el punto de vista, uno podría preguntarse qué sentido tiene presentar las otras dos. Parecen ser superfluas. Sin embargo, no es necesariamente asf: es posible que el hablante trate de estar preparado para enfrentar diversos tipos de duda que se relacionan con aspectos diferentes de su punto de vista.55

La argumentación múltiple puede usarse también por motivos retóricos. La profusión de argumentos hace que la defensa parezca más fuerte. Así, el hablante da la impresión de haber tomado en cuenta todas las objeciones posibles a su punto de vista. Sin embargo, debería considerar que tal abundancia también puede despertar sospechas: ¿para qué tanta insisten· cia? Por otra parte, el hablante se puede dar cuenta de que su interlocutor no necesariamente encontrará que todos los elementos de su argumentación múltiple son igualmente convin­centes y, por lo tanto, puede esperar que la aceptación de un argumento pese psicológica­mente en favor de la aceptación de otro, por poco relacionados que estén entre sí. Puesto que la aceptación es susceptible de producirse en forma gradual, al presentar lffia multiplicidad de argumentos, el hablante puede ir venciendo graduahnente el último resto de duda que le

queda al oyente. También puede suceder que, después de presentar un argumento, el hablante simple­

mente presente otro argumento de un tipo completamente diferente, en la esperanza de que este tenga más éxito:

Padre: "No creo que tú quieras ir a votar mañana. Además, ¿por quién vas a votar? Tanta molestia y toda esa lata ... tener que levantarse de la cama ... ¿de todos modos, no es ir a votar una actividad más bien de derecha? ... Si hay algo por lo que estés descon­tento, serfa más productivo que participaras en una protesta. ¿Por qué mejor no te quedas en la casa no más, hijo?"

Hijo: "Buen intento, papá".

Otro buen ejemplo de una argumentación múltiple puede encontrarse en Ma.t Have/aar de Multatuli, una obra maestra de la literatura holandesa:

Alguacil: Juez: Alguacil: Juez: Lo/Jrario:

Juez:

Lotlrario:

Juez:

"Su Señoría, este es el hombre que asesinó a Barberije". "Debe ser colgado. ¿Cómo lo hizo?" "La cortó en pequeños trozos y le echó sal". "Eso fue muy malo. Debe ser colgado". "Su Señoría, ¡yo no maté a Barberlje! Yo la alimenté y la vestí y me preocupé de ella. Hay testigos que darán testimonio de que yo soy un buen hombre y no un asesino". "¡Hombre, Ud. debe ser colgado! Ud. está agregando la arrogancia a su crimen. No es conveniente que alguien que ha sido acusado de un crimen se considere a sí mis­mo un hombre bueno". "Pero, Su Señoría, hay testigos que lo confirmarán. Y ahora que estoy acusado de asesinato ... " "Ud. debe ser colgado. Ud cortó a Barberije en pedazos, Ud. le echó sal y Ud. está lleno de orgullo ... ¡Tres crímenes capitales! ¿Y quién es esta mujer?"

55 En ese caso, el hablante supone que la proposición presentada en el punto de vista puede ser subdividida en varios wmponentes, los que pueden ser cuestionados separadamente.

Mujer: Lotl!ario: Juez: Barberlje:

Lotlmrio: Jrrez:

CAPITULO VII /LIS fSTJ(UCJl/IUS DE ARCUMEIITACIÓN CO.I!PLE/AS 97

"Yo soy Barberlje". "¡Gracias a Dios! ¡Ffjese, Su Señoría! ¿Ve que yo no la maté?" "Mrrun ... sí...está bien. Pero, ¿qué me dice de la sal?" "No, Su Señoría, él nunca me ha echado sal. Por el contrario, él ha sido muy bueno corunigo. ¡El es un hombre muy noble!" "Ahí tiene, Su Señoría, e!la dice que yo soy un buen hombre." ''Mmm ... entonces ellercercargo es válido. Alguacil, lléveselo. Debe ser colgado. Es culpable de arrogancia. Secretario, en los precedentes, cite la jurisprudencia del patriarca de Lessing".

En sus palabras finales el juez hace referencia a la obra de Lessing, Na tiran der Weise, en la cual el patriarca ignora toda la evidencia y envía a un judío a la hoguera.

No siempre es tan obvio que, de hecho, los argumentos están desconectados. Aun cuando tratan más o menos del mismo asunto, dos o más argumentos separados también pueden haber sido presentados con la intención de constituir una argumentación múltiple. Lo más importante es que los argumentos individuales deben ser considerados como defensas inde­pendientes del mismo punto de vista.

Ciertas palabras y frases, cuando ocurren en el discurso argumentativo, pueden servir como indicadores de lma argumentación múltiple. Sin embargo, esto presenta el problema de que todas ellas se pueden usar también de otras maneras. Algw1os ejemplos claros de este tipo de indicadores son: "a propósito", "además" y "entre paréntesis":

Guillermo nunca pudo haber escrito esa carta. No sabe absolutamente nada de economía. Ade­más, es prácticamente analfabeto.

Entre las palabras y frases que se emplean también para indicar una argumentación múl­tiple hay expresiones tan comunes como: "y aparte de eso", "y eso que ni siquiera he mencio· nado el hecho de que" y "no es necesario agregar que".

Naturalmente, también es posible establecer explícitamente que uno intenta embarcarse en una argumentación múltiple: "Ahora voy a proponer cuatro argumentos, cada uno de los cuales será considerado por ustedes suficiente para probar que ... ". Y también existen expre· siones que sugieren claramente que la argumentación lió es múltiple. Por ejemplo, si una sucesión de argumentos es seguida por la expresión "Esto demuestra que ... ", puede suponerse que se refiere a todos los argumentos precedentes tomados en conjunto, más que a cada uno de ellos separadamente.

Una argumentación múltiple puede ser representada esquemáticamente de la manera siguiente:

1 PV

/" 1 """' 1.1 1.2 l.n

A, A, A.

··:

96 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOO!!ST / ARGl/MWTAC/ÓN, (OMl/NICAC/ÓN Y fAlACIAS

Puesto que, en principio, cada una de estas argumentaciones únicas es suficiente por sí misma para defender el punto de vista, uno podría preguntarse qué sentido tiene presentar las otras dos. Parecen ser superfluas. Sin embargo, no es necesariamente asf: es posible que el hablante trate de estar preparado para enfrentar diversos tipos de duda que se relacionan con aspectos diferentes de su punto de vista.55

La argumentación múltiple puede usarse también por motivos retóricos. La profusión de argumentos hace que la defensa parezca más fuerte. Así, el hablante da la impresión de haber tomado en cuenta todas las objeciones posibles a su punto de vista. Sin embargo, debería considerar que tal abundancia también puede despertar sospechas: ¿para qué tanta insisten· cia? Por otra parte, el hablante se puede dar cuenta de que su interlocutor no necesariamente encontrará que todos los elementos de su argumentación múltiple son igualmente convin­centes y, por lo tanto, puede esperar que la aceptación de un argumento pese psicológica­mente en favor de la aceptación de otro, por poco relacionados que estén entre sí. Puesto que la aceptación es susceptible de producirse en forma gradual, al presentar lffia multiplicidad de argumentos, el hablante puede ir venciendo graduahnente el último resto de duda que le

queda al oyente. También puede suceder que, después de presentar un argumento, el hablante simple­

mente presente otro argumento de un tipo completamente diferente, en la esperanza de que este tenga más éxito:

Padre: "No creo que tú quieras ir a votar mañana. Además, ¿por quién vas a votar? Tanta molestia y toda esa lata ... tener que levantarse de la cama ... ¿de todos modos, no es ir a votar una actividad más bien de derecha? ... Si hay algo por lo que estés descon­tento, serfa más productivo que participaras en una protesta. ¿Por qué mejor no te quedas en la casa no más, hijo?"

Hijo: "Buen intento, papá".

Otro buen ejemplo de una argumentación múltiple puede encontrarse en Ma.t Have/aar de Multatuli, una obra maestra de la literatura holandesa:

Alguacil: Juez: Alguacil: Juez: Lo/Jrario:

Juez:

Lotlrario:

Juez:

"Su Señoría, este es el hombre que asesinó a Barberije". "Debe ser colgado. ¿Cómo lo hizo?" "La cortó en pequeños trozos y le echó sal". "Eso fue muy malo. Debe ser colgado". "Su Señoría, ¡yo no maté a Barberlje! Yo la alimenté y la vestí y me preocupé de ella. Hay testigos que darán testimonio de que yo soy un buen hombre y no un asesino". "¡Hombre, Ud. debe ser colgado! Ud. está agregando la arrogancia a su crimen. No es conveniente que alguien que ha sido acusado de un crimen se considere a sí mis­mo un hombre bueno". "Pero, Su Señoría, hay testigos que lo confirmarán. Y ahora que estoy acusado de asesinato ... " "Ud. debe ser colgado. Ud cortó a Barberije en pedazos, Ud. le echó sal y Ud. está lleno de orgullo ... ¡Tres crímenes capitales! ¿Y quién es esta mujer?"

55 En ese caso, el hablante supone que la proposición presentada en el punto de vista puede ser subdividida en varios wmponentes, los que pueden ser cuestionados separadamente.

Mujer: Lotl!ario: Juez: Barberlje:

Lotlmrio: Jrrez:

CAPITULO VII /LIS fSTJ(UCJl/IUS DE ARCUMEIITACIÓN CO.I!PLE/AS 97

"Yo soy Barberlje". "¡Gracias a Dios! ¡Ffjese, Su Señoría! ¿Ve que yo no la maté?" "Mrrun ... sí...está bien. Pero, ¿qué me dice de la sal?" "No, Su Señoría, él nunca me ha echado sal. Por el contrario, él ha sido muy bueno corunigo. ¡El es un hombre muy noble!" "Ahí tiene, Su Señoría, e!la dice que yo soy un buen hombre." ''Mmm ... entonces ellercercargo es válido. Alguacil, lléveselo. Debe ser colgado. Es culpable de arrogancia. Secretario, en los precedentes, cite la jurisprudencia del patriarca de Lessing".

En sus palabras finales el juez hace referencia a la obra de Lessing, Na tiran der Weise, en la cual el patriarca ignora toda la evidencia y envía a un judío a la hoguera.

No siempre es tan obvio que, de hecho, los argumentos están desconectados. Aun cuando tratan más o menos del mismo asunto, dos o más argumentos separados también pueden haber sido presentados con la intención de constituir una argumentación múltiple. Lo más importante es que los argumentos individuales deben ser considerados como defensas inde­pendientes del mismo punto de vista.

Ciertas palabras y frases, cuando ocurren en el discurso argumentativo, pueden servir como indicadores de lma argumentación múltiple. Sin embargo, esto presenta el problema de que todas ellas se pueden usar también de otras maneras. Algw1os ejemplos claros de este tipo de indicadores son: "a propósito", "además" y "entre paréntesis":

Guillermo nunca pudo haber escrito esa carta. No sabe absolutamente nada de economía. Ade­más, es prácticamente analfabeto.

Entre las palabras y frases que se emplean también para indicar una argumentación múl­tiple hay expresiones tan comunes como: "y aparte de eso", "y eso que ni siquiera he mencio· nado el hecho de que" y "no es necesario agregar que".

Naturalmente, también es posible establecer explícitamente que uno intenta embarcarse en una argumentación múltiple: "Ahora voy a proponer cuatro argumentos, cada uno de los cuales será considerado por ustedes suficiente para probar que ... ". Y también existen expre· siones que sugieren claramente que la argumentación lió es múltiple. Por ejemplo, si una sucesión de argumentos es seguida por la expresión "Esto demuestra que ... ", puede suponerse que se refiere a todos los argumentos precedentes tomados en conjunto, más que a cada uno de ellos separadamente.

Una argumentación múltiple puede ser representada esquemáticamente de la manera siguiente:

1 PV

/" 1 """' 1.1 1.2 l.n

A, A, A.

··:

"'

1!

98 fRANS H. VAN EEMEREN- Roo GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIAS 1

En este esquema, PV representa el punto de vista y A una argumentación única. Una argumentación múltiple consta, como mínimo, de dos argumentaciones únicas, numeradas secuencialmente Al, A2, y así sucesivamente. Para indicar claramente que, en principio, cada argumentación única es una defensa separada e independiente del PV, cada argumentación única está conectada individualmente con el PV por medio de una flecha.

Mediante esta notación es posible indicar la posición precisa de cada parte constitutiva de una argumentación múltiple. Por ejemplo:

1 Amsterdam ya no es

exactamente lo que era antes

/" 1 """-1.1 1.2 1.3

El servicio en los cafés es El transporte público La ciudad está horriblemente malo es inademado completamente suda

1 1 A

1

1.1.1 1.2.1 1.3.1 Puedes considerarte Los tranvías nunca Hay suciedades afortunado si logras pasan a tiempo de perro en todas partes

que te atiendan antes de un cuarto de hora

En este ejemplo hay una argumentación múltiple que consta de tres argumentaciones únicas: 1.1, 1.2 y 1.3 (y tres subargumentaciones únicas: 1.1.1, 1.2.1 y 1.3.1).

2. La argumentación compuesta coordinada

En contraste con la argumentación múltiple, la argumentación compuesta consta de una com~ binación de argumentaciones únicas que se presentan colectivamente como una defensa con~ cluyente de un ptmto de vista. En muchos casos no es posible disipar todas las dudas del antagonista por medio de tm solo argumento. Entonces, al defender su ptmto de vista, el protagonista tiene que presentar dos o más argumentos conectados, que pueden constituir una defensa bien organizada y concluyente solo si son tomados en conjtmto.

Para formar tma argumentación compuesta, las argumentaciones únicas se pueden com~ binar de dos maneras diferentes: se pueden conectar coordinadamente o subordinadamente. En el primer caso, se obtiene tma argumentación compuesta coordinada y en el segtmdo, tma argumentación compuesta subordinada. En tma argumentación compuesta coordinada todos los argumentos están directamente relacionados con el ptmto de vista; en tma argumentación compuesta subordinada, el primer argumento se relaciona directamente con el ptmto de vis­ta y el segtmdo, con el primer argumento, que ahora ftmciona como tm ptmto de vista subor­dinado, y así sucesivamente.

CAPI!ULO VJI /Lis fSTRUCHIIUS DE ARCUMENTi\CION COMPLE/AS 99

A diferencia de lo que sucede en tma argumentación múltiple, en una argumentación compuesta coordinada todas las argumentaciones únicas que la componen son, en principio, necesarias para lograr una defensa concluyente del ptmto de vista. Por ejemplo:

El despacho de la correspondencia en Holanda es perfecto. Uno puede estar seguro de que las cartas serán entregadas al día siguiente, de que serán entregadas en la dirección exacta y de que serán entregadas en la mañana temprano.

En este ejemplo, las tres argumentaciones que prestan apoyo al ptmto de vista de que el despacho de la correspondencia en Holanda es perfecto son interdependientes. Solo si se las toma en conjtmto proporcionan fundamentos suficientes para aceptar el punto de vista. Si cualquiera de las argumentaciones únicas resulta ser inaceptable, toda la argumentación com­puesta coordinada se desarma.

En tma argumentación coordinada, cada argumento individualmente considerado se pre­senta como tm apoyo parcial en favor del punto de vista, pero es solo en combinación con los demás argumentos que se presenta como una defensa concluyente. Aunque el término coor­dinada puede sugerir que la argumentación consta de tma serie de argumentos que son igual­mente importantes, esto no es necesariamente así. Es muy posible, por ejemplo, que tm argu­mento aporte, por decirlo así, tm60% a la conclusividad de la argumentación, otro '..llllO% y un tercero tm 20%.

La argumentación coordinada puede ser representada esquemáticamente de la siguiente manera:

1 PV

A

1

1.1a l.lb l.ln A, A, A"

Para dejar en claro que las argumentaciones únicas solo pretenden presentar una defensa concluyente del ptmto de vista al ser tomadas en conjtmto,las hemos agrupado por medio de tma llave y luego las hemos conectado, todas jtmtas, con el punto de vista por medio de tma flecha tínica. Para enfatizar más aún su mutua ligazón, usamos una línea horizontal y le damos a cada una de las argumentaciones únicas el mismo número, seguido de a, b, etc.

Por ejemplo:

l.la Uno puede estar seguro de

que las cartas serán entregadas al día siguiente

1 El despacho de la correspondencia en

Holanda es perfecto

1 1.1b

Uno puede estar seguro de que las cartas serán entregadas en la dirección exacta

Un Uno puede estar seguro de

que las cartas serán entregadas en la

mañana temprano

"'

1!

98 fRANS H. VAN EEMEREN- Roo GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIAS 1

En este esquema, PV representa el punto de vista y A una argumentación única. Una argumentación múltiple consta, como mínimo, de dos argumentaciones únicas, numeradas secuencialmente Al, A2, y así sucesivamente. Para indicar claramente que, en principio, cada argumentación única es una defensa separada e independiente del PV, cada argumentación única está conectada individualmente con el PV por medio de una flecha.

Mediante esta notación es posible indicar la posición precisa de cada parte constitutiva de una argumentación múltiple. Por ejemplo:

1 Amsterdam ya no es

exactamente lo que era antes

/" 1 """-1.1 1.2 1.3

El servicio en los cafés es El transporte público La ciudad está horriblemente malo es inademado completamente suda

1 1 A

1

1.1.1 1.2.1 1.3.1 Puedes considerarte Los tranvías nunca Hay suciedades afortunado si logras pasan a tiempo de perro en todas partes

que te atiendan antes de un cuarto de hora

En este ejemplo hay una argumentación múltiple que consta de tres argumentaciones únicas: 1.1, 1.2 y 1.3 (y tres subargumentaciones únicas: 1.1.1, 1.2.1 y 1.3.1).

2. La argumentación compuesta coordinada

En contraste con la argumentación múltiple, la argumentación compuesta consta de una com~ binación de argumentaciones únicas que se presentan colectivamente como una defensa con~ cluyente de un ptmto de vista. En muchos casos no es posible disipar todas las dudas del antagonista por medio de tm solo argumento. Entonces, al defender su ptmto de vista, el protagonista tiene que presentar dos o más argumentos conectados, que pueden constituir una defensa bien organizada y concluyente solo si son tomados en conjtmto.

Para formar tma argumentación compuesta, las argumentaciones únicas se pueden com~ binar de dos maneras diferentes: se pueden conectar coordinadamente o subordinadamente. En el primer caso, se obtiene tma argumentación compuesta coordinada y en el segtmdo, tma argumentación compuesta subordinada. En tma argumentación compuesta coordinada todos los argumentos están directamente relacionados con el ptmto de vista; en tma argumentación compuesta subordinada, el primer argumento se relaciona directamente con el ptmto de vis­ta y el segtmdo, con el primer argumento, que ahora ftmciona como tm ptmto de vista subor­dinado, y así sucesivamente.

CAPI!ULO VJI /Lis fSTRUCHIIUS DE ARCUMENTi\CION COMPLE/AS 99

A diferencia de lo que sucede en tma argumentación múltiple, en una argumentación compuesta coordinada todas las argumentaciones únicas que la componen son, en principio, necesarias para lograr una defensa concluyente del ptmto de vista. Por ejemplo:

El despacho de la correspondencia en Holanda es perfecto. Uno puede estar seguro de que las cartas serán entregadas al día siguiente, de que serán entregadas en la dirección exacta y de que serán entregadas en la mañana temprano.

En este ejemplo, las tres argumentaciones que prestan apoyo al ptmto de vista de que el despacho de la correspondencia en Holanda es perfecto son interdependientes. Solo si se las toma en conjtmto proporcionan fundamentos suficientes para aceptar el punto de vista. Si cualquiera de las argumentaciones únicas resulta ser inaceptable, toda la argumentación com­puesta coordinada se desarma.

En tma argumentación coordinada, cada argumento individualmente considerado se pre­senta como tm apoyo parcial en favor del punto de vista, pero es solo en combinación con los demás argumentos que se presenta como una defensa concluyente. Aunque el término coor­dinada puede sugerir que la argumentación consta de tma serie de argumentos que son igual­mente importantes, esto no es necesariamente así. Es muy posible, por ejemplo, que tm argu­mento aporte, por decirlo así, tm60% a la conclusividad de la argumentación, otro '..llllO% y un tercero tm 20%.

La argumentación coordinada puede ser representada esquemáticamente de la siguiente manera:

1 PV

A

1

1.1a l.lb l.ln A, A, A"

Para dejar en claro que las argumentaciones únicas solo pretenden presentar una defensa concluyente del ptmto de vista al ser tomadas en conjtmto,las hemos agrupado por medio de tma llave y luego las hemos conectado, todas jtmtas, con el punto de vista por medio de tma flecha tínica. Para enfatizar más aún su mutua ligazón, usamos una línea horizontal y le damos a cada una de las argumentaciones únicas el mismo número, seguido de a, b, etc.

Por ejemplo:

l.la Uno puede estar seguro de

que las cartas serán entregadas al día siguiente

1 El despacho de la correspondencia en

Holanda es perfecto

1 1.1b

Uno puede estar seguro de que las cartas serán entregadas en la dirección exacta

Un Uno puede estar seguro de

que las cartas serán entregadas en la

mañana temprano

11

100 fRANS H. VAN EntEREN· RoB GROOTENDORST / ARGUMENTACIÓh', (O.ItUNICACfÓN Y fAlACIAS

Un problema importante que se presenta cuando se analiza una estructrna de argumen· tación compleja es que muchas veces no resulta claro si se está tratando con tma argumenta· ción múltiple o con una coordinada. Hay poderosas razones para considerar que la estructu· ra de la argumentación es múltiple cuando cada uno de los argwnentos que se presentan puede ser considerado, de manera incuestionable, como tma defensa independiente y con· cluyente del punto de vista en disputa. Por el contrario, cuando es evidente que los argumen· tos presentados solo pretenden formar una defensa concluyente si son tomados en conjunto, y ciertamente no si se toman individualmente, la argumentación debería ser considerada más bien como compuesta coordinada.~ Los ejemplos claros de este tipo de argumentado· nes son bastante escasos, pero existen:

El me engaña. Dijo que estaba enfermo, pero ayer estaba tomándose un trago en un café de la plaza Rembrandt. Me prometió que le iba a contar a su esposa acerca de nosotros el mes pasa· do, pero todavía no lo ha h&ho. Dice que me ama, pero se lo pasa diciendo cosas desagradables de mí a mis espaldas.

Este es tm ejemplo de argumentación múltiple. Un ejemplo claro de argumentación coor­dinada, es el siguiente:

Los papeles para cigarrillos marca Rizla son los mejores. Se enrollan mejor, se pegan mejor y arden mejor que otros papeles para cigarrillos.

En el primero de estos ejemplos resulta claro que cada uno de los hechos aducidos es, por sí solo, una argumentación concluyente a favor del punto de vista que se defiende. Es cierto que un hecho puede pesar más que otro y una pieza de información puede atraer al oyente más fácilmente que otra, pero los argumentos presentados (si son verdaderos) son indivi· dualmente suficientes para defender el punto de vista del hablante de manera concluyente. Sería perfectamente posible omitir alguno de ellos sin debilitar con ello la argwnentación.

En el segundo ejemplo, si tma de las tres afirmaciones de apoyo se deja fuera, por ser falsa, la aceptabilidad del ptmto de vista se ve afectada. Es muy improbable, además, que el simple hecho de que los papeles para cigarrillos Rizla se peguen mejor, o de que ardan mejor, pudiera ser suficiente por sí solo para considerar que son los mejores. Solo en combinación pueden estos tres argumentos constituir una argumentación convincente en favor del ptmto de vista.

En el siguiente ejemplo no es tan claro si la argumentación es múltiple o coordinada:

Los gatos siameses son más encantadores que los gatos corrientes. Son más hermosos, son una mejor compañía y son más juguetones.

En este ejemplo es posible que cada tma de las argumentaciones únicas, tomadas indivi· dualmente, pudiera ser considerada como una defensa concluyente del punto de vista del

lQ Para algunos autores, como Finocchiaro (1980) y Govier (1938), la dependencia es el único criterio que permite distinguir entre dos tipos de argumentos horizontalmente conectados. Govier considera que las premisas son interdependientes cuando cada una de ellas es incapaz por sí sola, con independencia de las otras, de prestarle apoyo a la conclusión. Tanto Govier como Finocchiaro piensan que las rawnes no tienen que ser individualmente sufidentes para ser independientes, mientras cada razón no dependa de las otras para apoyar la conclusión.

CAPITUW VII /LAS I:STRUcn!IV~S DE ARGliMENTACION CO.I!PH/AS 101

hablante. Pero también es posible que solo sean consideradas concluyentes si se toman en conjunto. Si la estructura de la argwnentación se analiza como múltiple, parecería que se considera que la apariencia externa de un gato siamés es suficiente por sí sola para hacer que uno los considere más encantadores que los gatos corrientes. Lo mismo se aplica a las otras cualidades mencionadas. Por otra parte, si la estruchtra de la argumentación se analiza como coordinada, ningún argumento se considerará concluyente por sí mismo, y la omisión de alguno de ellos dañará toda la argumentación.

Por lo general, las indicaciones explícitas acerca de la estmctura de la argumentación son bastante poco frecuentes. A veces el hablante anwtcia que va a presentar dos, tres o más argumentos en favor de su ptmto de vista y que estos argumentos, tomados colectivamente, constihtyen una defensa concluyente de éste, pero este tipo de indicaciones específicas no se dan habitualmente. En algunos casos, tma entonación de "enwneración" o tma presentación tipográfica (enumerando ítemes punto por punto, marcando la división de los párrafos y cosas semejantes) pueden proporcionar alguna base para atribuirle a tma argumentación tm carácter coordinado o un carácter múltiple. Pero, por regla general, la persona que hace el análisis no tendrá mucho más en qué apoyarse que los conectores usados en el texto, tales como "y" o "también".

La ausencia de indicadores explícitos y no ambiguos en el texto no significa, sin embargo, que el analista pueda tomar cualquier camino que se le ocurra. Y, por supuesto, tampoco significa que todos los análisis sean igualmente válidos. Deberá hacer tma elección razonada, tomando en cuenta, entre otras cosas, el tipo de texto de que se trata y las intenciones que, sobre la base de wta interpretación cuidadosa del texto, pueden atribuírsele al hablante. Por lo tanto, el punto esencial consiste en determinar qué intenciones se le pueden atribuir legíti· mamente al hablante.

En cualquier caso, es necesario que la estructura de la argumentación sea establecida con independencia de Jos juicios personales del analista. El juicio del supuesto asesinato de Barbertje puede servimos de advertencia aquí. Al principio la argumentación presentada por el juez en apoyo de su pretensión de que Lothario debería ser colgado ("Ud. cortó a Barbertje en padazos, Ud. le echó sal y Ud. está lleno de orgullo") parece ser coordinada. Si se deja llevar por sus propias ideas acerca de lo que tiene sentido, el analista podría sentirse tentado a analizarla de esa manera. Pero, si se la examina más de cerca, la argumentación resulta ser mtíltiple: a los ojos del juez, la arrogancia por sí sola es suficiente para colgar a Lothario.

Al clasificar la estructura de una argumentación particular, el analista tendrá que apoyar· se tanto en los indicios contenidos en la presentación verbal como en el sentido común. Exa· minemos el ejemplo siguiente:

Este libro no tiene cualidades literarias: la trama es poco original, la historia es muy plana, tos diálogos son forzados y el estilo es pesado.

Si los cuatro argumentos de este ejemplo se presentan sin la pretensión de que cada argu~ mentación única tomada individualmente constituya una defensa concluyente del punto de vista, la argwnentación es coordinada. En ese caso, el hablante toma en cuenta el hecho de que es perfectamente posible que la historia manlfteste una considerable penetración psico· lógica y esté armada de una manera inteligente, pero que su estilo sea pesado, por lo cual él no está convencido del mérito literario del libro. De igual manera, es posible que los diálogos

¡,1. .,

il ,r¡ ,, 1'' .¡ '

1

1 ' '

1

11

100 fRANS H. VAN EntEREN· RoB GROOTENDORST / ARGUMENTACIÓh', (O.ItUNICACfÓN Y fAlACIAS

Un problema importante que se presenta cuando se analiza una estructrna de argumen· tación compleja es que muchas veces no resulta claro si se está tratando con tma argumenta· ción múltiple o con una coordinada. Hay poderosas razones para considerar que la estructu· ra de la argumentación es múltiple cuando cada uno de los argwnentos que se presentan puede ser considerado, de manera incuestionable, como tma defensa independiente y con· cluyente del punto de vista en disputa. Por el contrario, cuando es evidente que los argumen· tos presentados solo pretenden formar una defensa concluyente si son tomados en conjunto, y ciertamente no si se toman individualmente, la argumentación debería ser considerada más bien como compuesta coordinada.~ Los ejemplos claros de este tipo de argumentado· nes son bastante escasos, pero existen:

El me engaña. Dijo que estaba enfermo, pero ayer estaba tomándose un trago en un café de la plaza Rembrandt. Me prometió que le iba a contar a su esposa acerca de nosotros el mes pasa· do, pero todavía no lo ha h&ho. Dice que me ama, pero se lo pasa diciendo cosas desagradables de mí a mis espaldas.

Este es tm ejemplo de argumentación múltiple. Un ejemplo claro de argumentación coor­dinada, es el siguiente:

Los papeles para cigarrillos marca Rizla son los mejores. Se enrollan mejor, se pegan mejor y arden mejor que otros papeles para cigarrillos.

En el primero de estos ejemplos resulta claro que cada uno de los hechos aducidos es, por sí solo, una argumentación concluyente a favor del punto de vista que se defiende. Es cierto que un hecho puede pesar más que otro y una pieza de información puede atraer al oyente más fácilmente que otra, pero los argumentos presentados (si son verdaderos) son indivi· dualmente suficientes para defender el punto de vista del hablante de manera concluyente. Sería perfectamente posible omitir alguno de ellos sin debilitar con ello la argwnentación.

En el segundo ejemplo, si tma de las tres afirmaciones de apoyo se deja fuera, por ser falsa, la aceptabilidad del ptmto de vista se ve afectada. Es muy improbable, además, que el simple hecho de que los papeles para cigarrillos Rizla se peguen mejor, o de que ardan mejor, pudiera ser suficiente por sí solo para considerar que son los mejores. Solo en combinación pueden estos tres argumentos constituir una argumentación convincente en favor del ptmto de vista.

En el siguiente ejemplo no es tan claro si la argumentación es múltiple o coordinada:

Los gatos siameses son más encantadores que los gatos corrientes. Son más hermosos, son una mejor compañía y son más juguetones.

En este ejemplo es posible que cada tma de las argumentaciones únicas, tomadas indivi· dualmente, pudiera ser considerada como una defensa concluyente del punto de vista del

lQ Para algunos autores, como Finocchiaro (1980) y Govier (1938), la dependencia es el único criterio que permite distinguir entre dos tipos de argumentos horizontalmente conectados. Govier considera que las premisas son interdependientes cuando cada una de ellas es incapaz por sí sola, con independencia de las otras, de prestarle apoyo a la conclusión. Tanto Govier como Finocchiaro piensan que las rawnes no tienen que ser individualmente sufidentes para ser independientes, mientras cada razón no dependa de las otras para apoyar la conclusión.

CAPITUW VII /LAS I:STRUcn!IV~S DE ARGliMENTACION CO.I!PH/AS 101

hablante. Pero también es posible que solo sean consideradas concluyentes si se toman en conjunto. Si la estructura de la argwnentación se analiza como múltiple, parecería que se considera que la apariencia externa de un gato siamés es suficiente por sí sola para hacer que uno los considere más encantadores que los gatos corrientes. Lo mismo se aplica a las otras cualidades mencionadas. Por otra parte, si la estruchtra de la argumentación se analiza como coordinada, ningún argumento se considerará concluyente por sí mismo, y la omisión de alguno de ellos dañará toda la argumentación.

Por lo general, las indicaciones explícitas acerca de la estmctura de la argumentación son bastante poco frecuentes. A veces el hablante anwtcia que va a presentar dos, tres o más argumentos en favor de su ptmto de vista y que estos argumentos, tomados colectivamente, constihtyen una defensa concluyente de éste, pero este tipo de indicaciones específicas no se dan habitualmente. En algunos casos, tma entonación de "enwneración" o tma presentación tipográfica (enumerando ítemes punto por punto, marcando la división de los párrafos y cosas semejantes) pueden proporcionar alguna base para atribuirle a tma argumentación tm carácter coordinado o un carácter múltiple. Pero, por regla general, la persona que hace el análisis no tendrá mucho más en qué apoyarse que los conectores usados en el texto, tales como "y" o "también".

La ausencia de indicadores explícitos y no ambiguos en el texto no significa, sin embargo, que el analista pueda tomar cualquier camino que se le ocurra. Y, por supuesto, tampoco significa que todos los análisis sean igualmente válidos. Deberá hacer tma elección razonada, tomando en cuenta, entre otras cosas, el tipo de texto de que se trata y las intenciones que, sobre la base de wta interpretación cuidadosa del texto, pueden atribuírsele al hablante. Por lo tanto, el punto esencial consiste en determinar qué intenciones se le pueden atribuir legíti· mamente al hablante.

En cualquier caso, es necesario que la estructura de la argumentación sea establecida con independencia de Jos juicios personales del analista. El juicio del supuesto asesinato de Barbertje puede servimos de advertencia aquí. Al principio la argumentación presentada por el juez en apoyo de su pretensión de que Lothario debería ser colgado ("Ud. cortó a Barbertje en padazos, Ud. le echó sal y Ud. está lleno de orgullo") parece ser coordinada. Si se deja llevar por sus propias ideas acerca de lo que tiene sentido, el analista podría sentirse tentado a analizarla de esa manera. Pero, si se la examina más de cerca, la argumentación resulta ser mtíltiple: a los ojos del juez, la arrogancia por sí sola es suficiente para colgar a Lothario.

Al clasificar la estructura de una argumentación particular, el analista tendrá que apoyar· se tanto en los indicios contenidos en la presentación verbal como en el sentido común. Exa· minemos el ejemplo siguiente:

Este libro no tiene cualidades literarias: la trama es poco original, la historia es muy plana, tos diálogos son forzados y el estilo es pesado.

Si los cuatro argumentos de este ejemplo se presentan sin la pretensión de que cada argu~ mentación única tomada individualmente constituya una defensa concluyente del punto de vista, la argwnentación es coordinada. En ese caso, el hablante toma en cuenta el hecho de que es perfectamente posible que la historia manlfteste una considerable penetración psico· lógica y esté armada de una manera inteligente, pero que su estilo sea pesado, por lo cual él no está convencido del mérito literario del libro. De igual manera, es posible que los diálogos

¡,1. .,

il ,r¡ ,, 1'' .¡ '

1

1 ' '

1

102 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMfWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACMS

sean brillantes, pero que la idea y la trama carezcan de originalidad. Debido a la falta de indicadores verbales claros y en vista de lo que el sentido común prescribe sobre cómo deben juzgarse las cualidades literarias, este análisis de la estructura de la argumentación como coordinada parece preferible a un análisis que la considerara múltiple.

Existen ciertas palabras y frases que pueden ser indicadoras de una argumentación com­puesta coordinada: "Estas dos cosas combinadas conducen a la conclusión de que", "Si se re­cuerda también que", etc. Tomemos, por ejemplo, el siguiente pomposo comentario editorial:

El asiento de las Naciones Unidas fue ocupado por un representante del sanguinario régimen Kluner Rouge de Poi Pot, que liquidó a I.Ula gran parte de la población del país. Votar a favor de la acreditación de ese régimen genocida fue una estupidez. Esto resulta evidente si se toma en cuenta que el Khmer Rouge había sido expulsado de Plmom Penh en 1979 y si se recuerda también que el poder real en Camboya era detentado, en gran parte, por el gobierno de Heng Samrin, que había sido puesto allí por Hanoi.

Otros indicadores de tma argumentación coordinada son: "además del hecho de que" y "como también el hecho de que". También existen ciertas palabras y frases que resultan de­masiado grandilocuentes como para usarlas al concluir o redondear una argumentación úni­ca y que evidentemente no pueden referirse a una argumentación múltiple. En cambio, pue­den referirse a una argumentación compuesta, sea esta coordinada o subordinada: "En con­clusión", "De esto se sigue que", "La consecuencia de esto es", "Tomando todo en considera­ción", "Considerando todas las cosas", "Ergo", "En swna", etc. Palabras y frases de uso fre­cuent<> wmo "también", "y también" y "además" pueden referirse a una argumentación co­ordinada, pero también a una múltiple.

El enumerar los argumentos ("primero", "segundo", "tercero") puede sugerir que la ar­gumentación es múltiple, atmque en un examen más detenido podría quedar en claro que este no puede ser el caso y que la argumentación tiene que ser compuesta coordinada. Por ejemplo:

Realmente deberfas comprar esa cafetera de la TV. Para empezar, el precio es muy conveniente y, en segundo lugar, siempre puedes cambiarla.

Como no podría esperarse que nadie en su sano juicio comprara una cafetera especial de la TV sólo por el gusto de poder cambiarla, a pesar del"en segundo Jugar" esta argumenta­ción difícilmente puede ser múltiple.

Una buena estrategia para enfrentar los casos limítrofes es comenzar por analizar la argu­mentación como múltiple, si no se puede encontrar ninguna buena razón para optar por la coordinada. De esta manera existe al menos una garantía de que la fuerza de cada argumen­tación única será debidamente examinada. Puesto que al seguir este curso de acción le atri­buimos a cada argumentación única individual ~ma máxima fuerza argumentativa, la opción recomendada recibe el nombre de estrategia de análisis máximamente argumentativo.

De acuerdo con esta estrategia, se les otorga el mayor crédito posible a todas las argu­mentaciones únicas. Si cada argumentación única resulta, individualmente, realmente con­cluyente por sí misma, entonces ha quedado claro que el discurso argumentativo contiene dos o más de estas defensas concluyentes. Por otra parte, si una de las argumentaciones tínicas resulta ser inaceptable, por lo que deja de servir como defensa del punto de vista, esto

CAPITUI.O VJI 1 LAS ESTRUCTURAS DE ARGliAtfNTACICiN CO.IIPLE/AS 103

no tiene mayor efecto sobre la argumentación, puesto que las otras argumentaciones únicas todavía se sostienen. En este sentido, un análisis máximamente argwnentativo es extrema­damente caritativo con la persona que argumenta.51

Por otra parte, si la persona que argwnenta hubiera tenido, de hecho, la intención (sin haberlo dejado en claro) de presentar una argumentación cuyos diversos argumentos sólo pueden ser considerados concluyentes cuando son tomados colectivamente, sería tratada injustamente si el analista escogiera un análisis máximamente argumentativo. En el caso de ~ma argumentación mtíltiple, cada argumentación ítnica individual es juzgada en cuanto a su potencia conclusiva. Por lo tanto, al ajustarse a la estrategia de análisis máximamente argumentativo, se corre el peligro de que toda la argumentación sea rechazada por causa de que ninguna de las argumentaciones ímicas individuales resulte ser concluyente por sí mis­ma, mientras que, si fueran tomadas en conjunto, lo serían. En este sentido, un análisis máximamente argumentativo no parece ser tan caritativo con la persona que argumenta.

En conclusión, analizar la estructura de una argumentación como múltiple puede consi­derarse al mismo tiempo como más "caritativo" y como menos "caritativo" que analizarla como coordinada. Es más caritativo, porque en una argumentación múltiple se presupone que cada argumento individual tiene su propia fuerza argumentativa independiente y, ade­más, si se deja de lado un argumento inaceptable, no se debilita automáticamente toda la argumentación. Es menos caritativo, porque en una argumentación múltiple, en principio, todos los argumentos individuales deben ser concluyentes por separado. Sin embargo, des­de una perspectiva dialéctica, el que la calidad de todos y cada uno de los argumentos indi­viduales sea examinada críticamente es más importante que la caridad. En Jos casos en que no se puede tomar una decisión sobre una base pragmática, optar por un análisis máximamente argumentativo es la mejor manera de asegurarse de que esto efectivamente ocurrirá.

3. La argumentación compuesta subordinada

Una argumentación compuesta subordinada en favor de un punto de vista surge cuando la persona que argumenta supone que una argumentación única no será aceptada de irunedia­to, ya que ella misma está necesitada de defensa. En este caso,la defensa de la argwnentación conduce a una serie, más o menos larga, de argumentaciones ítnicas "ligadas verticalmente". Cada una de las argumentaciones de la cadena contribuye a la defensa del punto de vista, pero solo la serie completa puede constituir una defensa concluyente. A diferencia de una argumentación compuesta coordinada, que está "ligada horizontalmente", una argwnenta­ción compuesta subordinada, que está "ligada verticalmente", no está compuesta de argu­mentaciones únicas que se refieran todas directamente al mismo punto de vista.

En una argumentación compuesta subordinada el punto de vista solo habrá sido concluyentemente defendido si el oyente considera que la última subargwnentación de la cadena es una defensa aceptable del ptmto de vista subordinado (substandpoint) al cual se refiere. Evidentemente, todas las subargumentaciones que están entre la argumentación pri­maria y la última subargwnentación también deben ser aceptables para el oyente. En lUla

»Par~ una discusión de los principios de caridad, véase Govier (1987).

102 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMfWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAlACMS

sean brillantes, pero que la idea y la trama carezcan de originalidad. Debido a la falta de indicadores verbales claros y en vista de lo que el sentido común prescribe sobre cómo deben juzgarse las cualidades literarias, este análisis de la estructura de la argumentación como coordinada parece preferible a un análisis que la considerara múltiple.

Existen ciertas palabras y frases que pueden ser indicadoras de una argumentación com­puesta coordinada: "Estas dos cosas combinadas conducen a la conclusión de que", "Si se re­cuerda también que", etc. Tomemos, por ejemplo, el siguiente pomposo comentario editorial:

El asiento de las Naciones Unidas fue ocupado por un representante del sanguinario régimen Kluner Rouge de Poi Pot, que liquidó a I.Ula gran parte de la población del país. Votar a favor de la acreditación de ese régimen genocida fue una estupidez. Esto resulta evidente si se toma en cuenta que el Khmer Rouge había sido expulsado de Plmom Penh en 1979 y si se recuerda también que el poder real en Camboya era detentado, en gran parte, por el gobierno de Heng Samrin, que había sido puesto allí por Hanoi.

Otros indicadores de tma argumentación coordinada son: "además del hecho de que" y "como también el hecho de que". También existen ciertas palabras y frases que resultan de­masiado grandilocuentes como para usarlas al concluir o redondear una argumentación úni­ca y que evidentemente no pueden referirse a una argumentación múltiple. En cambio, pue­den referirse a una argumentación compuesta, sea esta coordinada o subordinada: "En con­clusión", "De esto se sigue que", "La consecuencia de esto es", "Tomando todo en considera­ción", "Considerando todas las cosas", "Ergo", "En swna", etc. Palabras y frases de uso fre­cuent<> wmo "también", "y también" y "además" pueden referirse a una argumentación co­ordinada, pero también a una múltiple.

El enumerar los argumentos ("primero", "segundo", "tercero") puede sugerir que la ar­gumentación es múltiple, atmque en un examen más detenido podría quedar en claro que este no puede ser el caso y que la argumentación tiene que ser compuesta coordinada. Por ejemplo:

Realmente deberfas comprar esa cafetera de la TV. Para empezar, el precio es muy conveniente y, en segundo lugar, siempre puedes cambiarla.

Como no podría esperarse que nadie en su sano juicio comprara una cafetera especial de la TV sólo por el gusto de poder cambiarla, a pesar del"en segundo Jugar" esta argumenta­ción difícilmente puede ser múltiple.

Una buena estrategia para enfrentar los casos limítrofes es comenzar por analizar la argu­mentación como múltiple, si no se puede encontrar ninguna buena razón para optar por la coordinada. De esta manera existe al menos una garantía de que la fuerza de cada argumen­tación única será debidamente examinada. Puesto que al seguir este curso de acción le atri­buimos a cada argumentación única individual ~ma máxima fuerza argumentativa, la opción recomendada recibe el nombre de estrategia de análisis máximamente argumentativo.

De acuerdo con esta estrategia, se les otorga el mayor crédito posible a todas las argu­mentaciones únicas. Si cada argumentación única resulta, individualmente, realmente con­cluyente por sí misma, entonces ha quedado claro que el discurso argumentativo contiene dos o más de estas defensas concluyentes. Por otra parte, si una de las argumentaciones tínicas resulta ser inaceptable, por lo que deja de servir como defensa del punto de vista, esto

CAPITUI.O VJI 1 LAS ESTRUCTURAS DE ARGliAtfNTACICiN CO.IIPLE/AS 103

no tiene mayor efecto sobre la argumentación, puesto que las otras argumentaciones únicas todavía se sostienen. En este sentido, un análisis máximamente argwnentativo es extrema­damente caritativo con la persona que argumenta.51

Por otra parte, si la persona que argwnenta hubiera tenido, de hecho, la intención (sin haberlo dejado en claro) de presentar una argumentación cuyos diversos argumentos sólo pueden ser considerados concluyentes cuando son tomados colectivamente, sería tratada injustamente si el analista escogiera un análisis máximamente argumentativo. En el caso de ~ma argumentación mtíltiple, cada argumentación ítnica individual es juzgada en cuanto a su potencia conclusiva. Por lo tanto, al ajustarse a la estrategia de análisis máximamente argumentativo, se corre el peligro de que toda la argumentación sea rechazada por causa de que ninguna de las argumentaciones ímicas individuales resulte ser concluyente por sí mis­ma, mientras que, si fueran tomadas en conjunto, lo serían. En este sentido, un análisis máximamente argumentativo no parece ser tan caritativo con la persona que argumenta.

En conclusión, analizar la estructura de una argumentación como múltiple puede consi­derarse al mismo tiempo como más "caritativo" y como menos "caritativo" que analizarla como coordinada. Es más caritativo, porque en una argumentación múltiple se presupone que cada argumento individual tiene su propia fuerza argumentativa independiente y, ade­más, si se deja de lado un argumento inaceptable, no se debilita automáticamente toda la argumentación. Es menos caritativo, porque en una argumentación múltiple, en principio, todos los argumentos individuales deben ser concluyentes por separado. Sin embargo, des­de una perspectiva dialéctica, el que la calidad de todos y cada uno de los argumentos indi­viduales sea examinada críticamente es más importante que la caridad. En Jos casos en que no se puede tomar una decisión sobre una base pragmática, optar por un análisis máximamente argumentativo es la mejor manera de asegurarse de que esto efectivamente ocurrirá.

3. La argumentación compuesta subordinada

Una argumentación compuesta subordinada en favor de un punto de vista surge cuando la persona que argumenta supone que una argumentación única no será aceptada de irunedia­to, ya que ella misma está necesitada de defensa. En este caso,la defensa de la argwnentación conduce a una serie, más o menos larga, de argumentaciones ítnicas "ligadas verticalmente". Cada una de las argumentaciones de la cadena contribuye a la defensa del punto de vista, pero solo la serie completa puede constituir una defensa concluyente. A diferencia de una argumentación compuesta coordinada, que está "ligada horizontalmente", una argwnenta­ción compuesta subordinada, que está "ligada verticalmente", no está compuesta de argu­mentaciones únicas que se refieran todas directamente al mismo punto de vista.

En una argumentación compuesta subordinada el punto de vista solo habrá sido concluyentemente defendido si el oyente considera que la última subargwnentación de la cadena es una defensa aceptable del ptmto de vista subordinado (substandpoint) al cual se refiere. Evidentemente, todas las subargumentaciones que están entre la argumentación pri­maria y la última subargwnentación también deben ser aceptables para el oyente. En lUla

»Par~ una discusión de los principios de caridad, véase Govier (1987).

!'"! ¡

; 1f

)04 fRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENDORST 1 ARGUMWfACIÓN, COMliNICACIÓN y FA !.ACM S

argumentación subordinada la defensa del punto de vista primario siempre se realiza por medio de uno o más pasos intermedios.58

La forma más simple de argumentación subordinada se produce cuando la argumenta­ción en favor de un punto de vista consta de tmargumento y este -que sirve ahora de ptmto de vista subordinado (substandpoint)- es defendido mediante tma subargumentación que también es única. Una subordinación repetida conduce a una sub-subargumentación, a una sub-sub-subargumentadón, y así sucesivamente. La estructura de la argumentación com~ puesta subordinada puede representarse esquemáticamente de la siguiente manera:

1 PV

i 1.1 A, =

SPV1 A

1

1.1.1 A, =

SPV2

i y así sucesivamente

En este diagrama, A1 es la argumentación primaria en favor del punto de vista primario ~V, A2 es la argumentación secundaria (o subargumentación), A

3 es la argumentación tercia­

na {o sub-subargwnentación), y así sucesivamente. A1 sirve como el primer ptmto de vista subordinado (substandpoint) SPV1, A2 sirve como el segundo ptmto de vista subordinado (o sub-subptmto de vista) SPV2, y así sucesivamente. 1.1 representa la argumentación primaria y el primer punto de vista subordinado (A¡ISPV 1), 1.1.1 representa la subargumentación y el subptmto de vista subordinado (A7jSPV2), y así sucesivamente.

Un rasgo característicO de la argumentación subordinada es que consiste en una serie condicional de argumentaciones tínicas. Solo a condición de que cada argumentación única ofrezca suficiente apoyo para la otra, el punto de vista primario será finalmente defendido de

58 Es in: portante n?tar qu~ un p~to de vis!~ só~o pue~e ser defendido de manera suficiente, mediante una argu­men.taetónsubordmada, SI tamb1én 1~ premiSas lmplfc¡tas son aceptables. Esto se aplica igualmente a los pasos que c~nli.~~en solo ~ argumento explrcJ!O. De lo contrario, la argumentación: "(1) Pingüi puede volar, porque (1.1) Pm!?t_H es un pá¡aro, porque .<U:l) Pingüi .es 1m pingü~o", pc;dría considerarse aceptable, ya que (1.1.1) parece JllShflcar (1.1), y (1.1) parece ¡usuflcar (1). Sm embargo, SJ ai'iad1mos la premisa implícita: (1.1') "Todos los pájaros pueden volar", nos damos cuenta del error: los pingüinos son pájaros, pero no pueden volar (de manera que, mefutablemente, 1.1' es inaceptable). En nuestra opinión, los casos como éste demuestran claramente que hay mu­cha razón para analizar cada argumento de "nna sola premisa" como parte de una argumentación única en la cual se ha dejado implícita una premisa. Agradecemos a Frank Veltman por habemos recordado este problema.

CArlrui.O VJI 1 LAS éSTRUCWRAS D~ 1\~GUMfWTACIÓN COMPU/AS 105

manera concluyente. Si el hablante supone que su argumentación ya no requiere de más argu­mentación, porque es aceptable para el oyente, puede ponerle término a la subordinación.

Si un pwlto de vista subordinado (substandpoint) particular de una argumentación su~ bordinada no es defendido de manera concluyente, todos los puntos de vista que están "por encima" de él tampoco lo serán, de modo que, en tíltimo término, resultará que el propio punto de vista primario quedará sin haber sido defendido de manera concluyente: La argu~ mentaciónsubordi.nada consiste, así, en tma defensa paso a paso del punto de vista primario, Ja cual puede ser vista como una cadena de razonamiento cuyo eslabón más débil determina la fuerza de toda la argwnentación, sin importar cuán fuertes puedan ser los otros eslabones.

La subargumentación que se ofrece para apoyar a una argumentación única, que sirve de argumentación primaria, puede consistir en una argumentación tínica, pero también en una múliple o en tma compuesta coordinada. Por lo demás, lo mismo puede suceder si la defensa primaria consiste en una argumentación compuesta coordinada o en una mtíltiple. Por ejem­plo, uno de los argumentos que forman parte de una argumentación compuesta coordinada puede ser apoyado por tres subargumentaciones múltiples, y una de las partes constitutivas de una argumentación mtíltiple puede ser apoyada por dos subargumentaciones compues­tas coordinadas. Estas subargumentaciones podrían estar apoyadas a su vez por más sub­subargumentaciones, y así sucesivamente. Todo tipo de combinaciones de estructuras argumentativas se producen en la práctica de la argumentación. Por ejemplo:

La presidenta Corazón Aquino presentó evidencia ayer, en una acción civil que afirma haber iniciado en defensa de la verdad. La Sra. Aquino dijo en el juicio por difamación, realizado en Manila, que tenfa razones para estar indignada, después de leer la columna del Sr. Beltrán acerca de un reciente in ten lo de golpe de Estado. De acuerdo a ella, la columna era una mentira flagrante. L1 Sra. Aquino afirmó: "Yo no me escondí debajo de la cama. Por lo demás, es física­mente imposible para mí esconderme en ese lugar, porque la cama que uso es de las de plata­forma, y no hay espacio entre la cama y la alfombra". (Tite Grmrditm, 12 de febrero de 1');91).

Otra ilustración de una combinación de argumentación mtíltiple, subordinada y coordi­nada, es la siguiente:

Ella no se preocupará por el examen. Ella lo va a pasar de todas maneras. Ella nunca ha salido mal antes, está bien preparada, no está nerviosa y, además, tiene facilidad para esa materia. Por lo demás, le da lo mismo si lo pasa o no.

Esta argumentación se podría esquematizar de la siguiente manera:

1 Ella no se preocupará por el examen

1.1.1a -

/" 1.1

Ella lo va a pasar de todas maneras

l.l.lb -Ella nunca ha Ella está bien

1.1.lc -. Ella no está nerviosa salido mal preparada

1.1.1d Ella tiene facilidad para esa materia

""-1.2

A ella le da lo mismo si lo pasa o no

!'"! ¡

; 1f

)04 fRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENDORST 1 ARGUMWfACIÓN, COMliNICACIÓN y FA !.ACM S

argumentación subordinada la defensa del punto de vista primario siempre se realiza por medio de uno o más pasos intermedios.58

La forma más simple de argumentación subordinada se produce cuando la argumenta­ción en favor de un punto de vista consta de tmargumento y este -que sirve ahora de ptmto de vista subordinado (substandpoint)- es defendido mediante tma subargumentación que también es única. Una subordinación repetida conduce a una sub-subargumentación, a una sub-sub-subargumentadón, y así sucesivamente. La estructura de la argumentación com~ puesta subordinada puede representarse esquemáticamente de la siguiente manera:

1 PV

i 1.1 A, =

SPV1 A

1

1.1.1 A, =

SPV2

i y así sucesivamente

En este diagrama, A1 es la argumentación primaria en favor del punto de vista primario ~V, A2 es la argumentación secundaria (o subargumentación), A

3 es la argumentación tercia­

na {o sub-subargwnentación), y así sucesivamente. A1 sirve como el primer ptmto de vista subordinado (substandpoint) SPV1, A2 sirve como el segundo ptmto de vista subordinado (o sub-subptmto de vista) SPV2, y así sucesivamente. 1.1 representa la argumentación primaria y el primer punto de vista subordinado (A¡ISPV 1), 1.1.1 representa la subargumentación y el subptmto de vista subordinado (A7jSPV2), y así sucesivamente.

Un rasgo característicO de la argumentación subordinada es que consiste en una serie condicional de argumentaciones tínicas. Solo a condición de que cada argumentación única ofrezca suficiente apoyo para la otra, el punto de vista primario será finalmente defendido de

58 Es in: portante n?tar qu~ un p~to de vis!~ só~o pue~e ser defendido de manera suficiente, mediante una argu­men.taetónsubordmada, SI tamb1én 1~ premiSas lmplfc¡tas son aceptables. Esto se aplica igualmente a los pasos que c~nli.~~en solo ~ argumento explrcJ!O. De lo contrario, la argumentación: "(1) Pingüi puede volar, porque (1.1) Pm!?t_H es un pá¡aro, porque .<U:l) Pingüi .es 1m pingü~o", pc;dría considerarse aceptable, ya que (1.1.1) parece JllShflcar (1.1), y (1.1) parece ¡usuflcar (1). Sm embargo, SJ ai'iad1mos la premisa implícita: (1.1') "Todos los pájaros pueden volar", nos damos cuenta del error: los pingüinos son pájaros, pero no pueden volar (de manera que, mefutablemente, 1.1' es inaceptable). En nuestra opinión, los casos como éste demuestran claramente que hay mu­cha razón para analizar cada argumento de "nna sola premisa" como parte de una argumentación única en la cual se ha dejado implícita una premisa. Agradecemos a Frank Veltman por habemos recordado este problema.

CArlrui.O VJI 1 LAS éSTRUCWRAS D~ 1\~GUMfWTACIÓN COMPU/AS 105

manera concluyente. Si el hablante supone que su argumentación ya no requiere de más argu­mentación, porque es aceptable para el oyente, puede ponerle término a la subordinación.

Si un pwlto de vista subordinado (substandpoint) particular de una argumentación su~ bordinada no es defendido de manera concluyente, todos los puntos de vista que están "por encima" de él tampoco lo serán, de modo que, en tíltimo término, resultará que el propio punto de vista primario quedará sin haber sido defendido de manera concluyente: La argu~ mentaciónsubordi.nada consiste, así, en tma defensa paso a paso del punto de vista primario, Ja cual puede ser vista como una cadena de razonamiento cuyo eslabón más débil determina la fuerza de toda la argwnentación, sin importar cuán fuertes puedan ser los otros eslabones.

La subargumentación que se ofrece para apoyar a una argumentación única, que sirve de argumentación primaria, puede consistir en una argumentación tínica, pero también en una múliple o en tma compuesta coordinada. Por lo demás, lo mismo puede suceder si la defensa primaria consiste en una argumentación compuesta coordinada o en una mtíltiple. Por ejem­plo, uno de los argumentos que forman parte de una argumentación compuesta coordinada puede ser apoyado por tres subargumentaciones múltiples, y una de las partes constitutivas de una argumentación mtíltiple puede ser apoyada por dos subargumentaciones compues­tas coordinadas. Estas subargumentaciones podrían estar apoyadas a su vez por más sub­subargumentaciones, y así sucesivamente. Todo tipo de combinaciones de estructuras argumentativas se producen en la práctica de la argumentación. Por ejemplo:

La presidenta Corazón Aquino presentó evidencia ayer, en una acción civil que afirma haber iniciado en defensa de la verdad. La Sra. Aquino dijo en el juicio por difamación, realizado en Manila, que tenfa razones para estar indignada, después de leer la columna del Sr. Beltrán acerca de un reciente in ten lo de golpe de Estado. De acuerdo a ella, la columna era una mentira flagrante. L1 Sra. Aquino afirmó: "Yo no me escondí debajo de la cama. Por lo demás, es física­mente imposible para mí esconderme en ese lugar, porque la cama que uso es de las de plata­forma, y no hay espacio entre la cama y la alfombra". (Tite Grmrditm, 12 de febrero de 1');91).

Otra ilustración de una combinación de argumentación mtíltiple, subordinada y coordi­nada, es la siguiente:

Ella no se preocupará por el examen. Ella lo va a pasar de todas maneras. Ella nunca ha salido mal antes, está bien preparada, no está nerviosa y, además, tiene facilidad para esa materia. Por lo demás, le da lo mismo si lo pasa o no.

Esta argumentación se podría esquematizar de la siguiente manera:

1 Ella no se preocupará por el examen

1.1.1a -

/" 1.1

Ella lo va a pasar de todas maneras

l.l.lb -Ella nunca ha Ella está bien

1.1.lc -. Ella no está nerviosa salido mal preparada

1.1.1d Ella tiene facilidad para esa materia

""-1.2

A ella le da lo mismo si lo pasa o no

106 FRANS H. VAN EH!~){EN- ROB GROOT~NDORST / ARGl/A/[NfACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUC/AS

Las consecuencias de rechazar uno de los argumentos que forman parte de una argumenta­ción subordinada, ofrecida en apoyo de uno de los argumentos de una argumentación múlti­ple, son diferentes de las consecuencias que se producirían al rechazarlo si fuera parte de una argumentación compuesta única y exclusivamente por una pura y simple línea de argumenta­ción subordinada. En el ejemplo que acabamos de ver, la argumentación a favor del punto de vista consta de una argumentación primaria múltiple, que tiene dos partes: 1.1 y 1.2 y de una subargumentación compuesta coordinada: 1.1.1 a-d, en apoyo de la primera argumentación primaria. Si la subargumentación 1.1.1 a-d fuera rechazada, la primera argumentación prima­ria también tendría que ser abandonada, pero esto no afectaría a la segunda. En consecuencia, el punto de vista primario 1 todavía podría ser defendido de manera concluyente.

La argumentación subordinada frecuentemente carece de indicadores verbales que la se­ñalen como tal. Los indicadores generales de la argumentación: "porque", "puesto que", "dado que", "de alú que", "así", "por lo tanto", "ésta es la razón por la cual", "como", "en vista de que", "en consecuencia", etc., también pueden usarse para la argumentación subor­dinada. Si la presentación es progresiva, la dirección de la subordinación es precisamente la opuesta a la de una presentación regresiva. En rigor, tal vez sería más exacto hablar de "sub­ordinación" en tm caso y de "superordinación" en el otro.

Un indicador exclusivo de una argumentación subordinada es la reduplicación de "por­que, porque" (because because) o "puesto que, porque" (since because), aunque no todos considerarán a esta como tma construcción elegante. Consideremos el siguiente ejemplo:

El Ego (el "Yo"), porque es independiente del espacio y el tiempo, no es "mortal", en el sentido corriente del término. Puesto que es independiente del tiempo, no puede "morir". Por otra parte, no podemos dedr exactamente qué le sucede cuando el cuerpo ha muerto. Más aún, el Ego es libre, puesto que, porque (since beca use) es independiente del espacio y del tiempo, está desprendido de las lazos causales y no existen causas materiales de la acdón.

Algunas expresiones pueden ser usadas en todas las estructuras argumentativas. Un ejem­plo muy común es "y". Muchas veces una argumentación subordinada con "y" parece, a primera vista, ser coordinada. Sin embargo, de acuerdo al criterio de Boultbee, por ejemplo, donde "y debería" significa "y, por lo tatzlo, debería", "y" se usa en una argumentación subor­dinada:

Si la conversa de una proposición es absurda, la proposición original es W1 insulto a la inteli­gencia y no debería haber sido hecha jamás.

Afortunadamente, también existen indicadores de la estructura de la argumentación que dejan en claro que no se trata de una argumentación subordinada. Por ejemplo: "entre parén­tesis", "más aún", "además", y "especialmente así como".

4. Las argumentaciones complejas y las premisas implícitas

Tal como se explicó en el capítulo 6, en cada argumentación única generalmente se deja im­plícita una de las premisas. Por lo tanto, las dudas del antagonista pueden estar relacionadas tanto con la premisa explícita como con la implícita. En la argumentación del ejemplo si­guiente hay una subargumentación que está relacionada con una premisa implícita:

----------------------------'

CAPITUW VJI /Lis ESfRUCTURAS DE ARGUMFIIT-1CIÓ111 COMPH/-1S 107

Juan es un niño consentido, porque es hijo único. En estos casos, los padres siempre se sienten culpables por no haberle proporcionado un compañero de juegos al niño y tratan de eliminar sus sentimientos de culpa concediéndole al niño o niña solitario cualquier cosa que desee.

La subargumentación coordinada de la segtmda oración no está relacionada con la pre­misa explícita: "Juan es hijo único", sino con la premisa implícita: "Los hijos únicos son con· sentidos". En casos como éste, para lograr un análisis adecuado de la estructura argumentativa, debe explicitarse la premisa implícita. En el ejemplo que acabamos de ver, la estructura argumentativa puede ser representada esquemáticamente de la siguiente manera:

1 Juan es consentido

1 L1

Juan es hijo (mico & 1.1'

[Los hijos únicos son consentidos]

1.1'.1a Los padres siempre se sienten

culpables por no haberle proporcionado al niño un

compañero de juegos

1 1.1'.1.b

Los padres tratan de eliminar sus sentimientos de culpa

concediéndole al niño solitario cualquier cosa

que él quiera

En el diagrama, la premisa implícita (1.1 ') está representada por tm apóstrofo ('),puesta entre corchetes y ligada a la premisa explícita por medio de un "ampersand" (&).

Un ejemplo lógicamente más complejo de una subargumentación relacionada con una premisa implícita es el siguiente:

Si realmente fuera verdad que Dios existe, no habría tanta miseria en el mundo_- La mita_d de la población mundial se está muriendo de hambre. Esta es la razón por la cual OJOs no ex1ste.

La estructura de la argumentación de este ejemplo puede ser reconstruida de la siguiente

manera:

/" L1

Si Dios existiera, no habría tanta miseria

1 Dios no existe

& "" 1.1' [Hay mucha miseria]

1.1'.1 La mitad de la población mundial

se está muriendo de hambre

106 FRANS H. VAN EH!~){EN- ROB GROOT~NDORST / ARGl/A/[NfACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUC/AS

Las consecuencias de rechazar uno de los argumentos que forman parte de una argumenta­ción subordinada, ofrecida en apoyo de uno de los argumentos de una argumentación múlti­ple, son diferentes de las consecuencias que se producirían al rechazarlo si fuera parte de una argumentación compuesta única y exclusivamente por una pura y simple línea de argumenta­ción subordinada. En el ejemplo que acabamos de ver, la argumentación a favor del punto de vista consta de una argumentación primaria múltiple, que tiene dos partes: 1.1 y 1.2 y de una subargumentación compuesta coordinada: 1.1.1 a-d, en apoyo de la primera argumentación primaria. Si la subargumentación 1.1.1 a-d fuera rechazada, la primera argumentación prima­ria también tendría que ser abandonada, pero esto no afectaría a la segunda. En consecuencia, el punto de vista primario 1 todavía podría ser defendido de manera concluyente.

La argumentación subordinada frecuentemente carece de indicadores verbales que la se­ñalen como tal. Los indicadores generales de la argumentación: "porque", "puesto que", "dado que", "de alú que", "así", "por lo tanto", "ésta es la razón por la cual", "como", "en vista de que", "en consecuencia", etc., también pueden usarse para la argumentación subor­dinada. Si la presentación es progresiva, la dirección de la subordinación es precisamente la opuesta a la de una presentación regresiva. En rigor, tal vez sería más exacto hablar de "sub­ordinación" en tm caso y de "superordinación" en el otro.

Un indicador exclusivo de una argumentación subordinada es la reduplicación de "por­que, porque" (because because) o "puesto que, porque" (since because), aunque no todos considerarán a esta como tma construcción elegante. Consideremos el siguiente ejemplo:

El Ego (el "Yo"), porque es independiente del espacio y el tiempo, no es "mortal", en el sentido corriente del término. Puesto que es independiente del tiempo, no puede "morir". Por otra parte, no podemos dedr exactamente qué le sucede cuando el cuerpo ha muerto. Más aún, el Ego es libre, puesto que, porque (since beca use) es independiente del espacio y del tiempo, está desprendido de las lazos causales y no existen causas materiales de la acdón.

Algunas expresiones pueden ser usadas en todas las estructuras argumentativas. Un ejem­plo muy común es "y". Muchas veces una argumentación subordinada con "y" parece, a primera vista, ser coordinada. Sin embargo, de acuerdo al criterio de Boultbee, por ejemplo, donde "y debería" significa "y, por lo tatzlo, debería", "y" se usa en una argumentación subor­dinada:

Si la conversa de una proposición es absurda, la proposición original es W1 insulto a la inteli­gencia y no debería haber sido hecha jamás.

Afortunadamente, también existen indicadores de la estructura de la argumentación que dejan en claro que no se trata de una argumentación subordinada. Por ejemplo: "entre parén­tesis", "más aún", "además", y "especialmente así como".

4. Las argumentaciones complejas y las premisas implícitas

Tal como se explicó en el capítulo 6, en cada argumentación única generalmente se deja im­plícita una de las premisas. Por lo tanto, las dudas del antagonista pueden estar relacionadas tanto con la premisa explícita como con la implícita. En la argumentación del ejemplo si­guiente hay una subargumentación que está relacionada con una premisa implícita:

----------------------------'

CAPITUW VJI /Lis ESfRUCTURAS DE ARGUMFIIT-1CIÓ111 COMPH/-1S 107

Juan es un niño consentido, porque es hijo único. En estos casos, los padres siempre se sienten culpables por no haberle proporcionado un compañero de juegos al niño y tratan de eliminar sus sentimientos de culpa concediéndole al niño o niña solitario cualquier cosa que desee.

La subargumentación coordinada de la segtmda oración no está relacionada con la pre­misa explícita: "Juan es hijo único", sino con la premisa implícita: "Los hijos únicos son con· sentidos". En casos como éste, para lograr un análisis adecuado de la estructura argumentativa, debe explicitarse la premisa implícita. En el ejemplo que acabamos de ver, la estructura argumentativa puede ser representada esquemáticamente de la siguiente manera:

1 Juan es consentido

1 L1

Juan es hijo (mico & 1.1'

[Los hijos únicos son consentidos]

1.1'.1a Los padres siempre se sienten

culpables por no haberle proporcionado al niño un

compañero de juegos

1 1.1'.1.b

Los padres tratan de eliminar sus sentimientos de culpa

concediéndole al niño solitario cualquier cosa

que él quiera

En el diagrama, la premisa implícita (1.1 ') está representada por tm apóstrofo ('),puesta entre corchetes y ligada a la premisa explícita por medio de un "ampersand" (&).

Un ejemplo lógicamente más complejo de una subargumentación relacionada con una premisa implícita es el siguiente:

Si realmente fuera verdad que Dios existe, no habría tanta miseria en el mundo_- La mita_d de la población mundial se está muriendo de hambre. Esta es la razón por la cual OJOs no ex1ste.

La estructura de la argumentación de este ejemplo puede ser reconstruida de la siguiente

manera:

/" L1

Si Dios existiera, no habría tanta miseria

1 Dios no existe

& "" 1.1' [Hay mucha miseria]

1.1'.1 La mitad de la población mundial

se está muriendo de hambre

108 fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST / ARGUhtWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIA>

Al explicitar las premisas implícitas siguiendo el procedimiento recomendado en el capí­tulo 6, en su esfuerzo por determinar el óptimo pragmático, el analista se podría sentir incli­nado a formular la premisa implícita de una manera que suponga una estructura argumentativa subyacente más compleja. En el ejemplo: "Marta es izquierdista, por lo tanto es progresista", en ausencia de un contexto bien definido, el candidato más probable para el óptimo pragmático sería: "Los izquierdistas son progresistas". Reconstrucciones alternativas de la premisa implícita podrían haber sido: "Las personas que se interesan en política son progresistas" y "Todas las mujeres son progresistas". Si el analista opta, en efecto, por; "Los izquierdistas son progresistas", la estruchtra de la argumentación no se ve afectada: la argu­mentación sigue siendo ímica. En este caso, la estruchtra puede ser representada de la si­guiente manera:

1 Marta es progresista

1.1 Marta es izquierdista

& 1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

Pero, si el analista opta por una de las otras dos alternativas, la estruchtra de la argumen­tación cmnbia. Al añadir cualquiera de esas dos premisas, la estruchtra de la argumentación pasa a ser compuesta subordinada:

Altemativa 1

1 Marta es progresista

1.1 & Marta es izquierdista

1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

1.1'.1'

[Las personas que se interesan en política

son progresistas]

& 1.1'.1" [Los izquierdistas

se interesan en política)

Altemntiun 2

1 Marta es progresista

1.1 & Marta es izquierdista

CAPillJLO VII /LAs ESTRUCTURAS DE ARGUhtfWTACIÓN COMPLEJAS }Q9

1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

1 1.1'.1'

[Todas las mujeres son progresistas]

& 1.1'.1"

[Los izquierdistas son mujeres)

La premisa implícita: "Los izquierdistas son progresistas" ocurre tanto en la primera como en la segunda alternativa. De hecho, sería más correcto no etiquetar "Las personas que se interesan en política son progresistas" y "Todas las mujeres son progresistas" como nlfernali­vas al óptimo pragmático: "Los izquierdistas son progresistas" (1.1'), sino como posibles srt­plemenlos a 1.1 ', que podrían ser adiciones apropiadas en algún contexto bien definido.

Este ejemplo nos muestra que, al reconstruir una premisa implícita en un contexto inde­finido, siempre se requiere formular el "mínimo" pragmático, que es parte de la argumenta­ción única que conecta a la premisa explícita con el punto de vista. Cualquier reconstrucción que vaya más allá de este mínimo presupone una estructura argumentativa compuesta su­bordinada y, por lo tanto, una o más premisas implícitas diferentes. Por lo tanto, a menos que un contexto bien definido indique claramente otra cosa, la mejor estrategia para reconstruir las premisas implícitas es comenzar por suponer que la argumentación es única y adherirse, por el momento, a la premisa que encaje mejor con esa estructura. En otras palabras, hasta que no se disponga de nueva información, se considerará que el mínimo pragmático es tam­bién el óptimo pragmático. Solo si el contexto llega a ser más claramente definido se puede suplementar este óptimo pragmático mínimo con otras premisas, de manera que el óptimo pragmático se apoye en una estructura argumentativa más compleja.

La reconstrucción de los puntos de vista que se han dejado implícitos también se puede legitimar a veces por el contexto (verbal o no verbal) de la argumentación. Por ejemplo, en el siguiente aviso comercial, un conocimiento general previo de que los avisos comerciales es~ tán diseñados para persuadir a la gente a que compre algo permite identificar tanto el punto de vista que se está defendiendo como las partes cruciales de la argumentación compuesta subordinada y compuesta coordinada que le prestan apoyo implícito a dicho ptmto de vista:

Hechos, noticias y los antecedentes de las noticias. Todo en El Telégrafo. El Telégrafo. El diario del sentido común. El Telégrafo.

108 fRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST / ARGUhtWTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fALACIA>

Al explicitar las premisas implícitas siguiendo el procedimiento recomendado en el capí­tulo 6, en su esfuerzo por determinar el óptimo pragmático, el analista se podría sentir incli­nado a formular la premisa implícita de una manera que suponga una estructura argumentativa subyacente más compleja. En el ejemplo: "Marta es izquierdista, por lo tanto es progresista", en ausencia de un contexto bien definido, el candidato más probable para el óptimo pragmático sería: "Los izquierdistas son progresistas". Reconstrucciones alternativas de la premisa implícita podrían haber sido: "Las personas que se interesan en política son progresistas" y "Todas las mujeres son progresistas". Si el analista opta, en efecto, por; "Los izquierdistas son progresistas", la estruchtra de la argumentación no se ve afectada: la argu­mentación sigue siendo ímica. En este caso, la estruchtra puede ser representada de la si­guiente manera:

1 Marta es progresista

1.1 Marta es izquierdista

& 1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

Pero, si el analista opta por una de las otras dos alternativas, la estruchtra de la argumen­tación cmnbia. Al añadir cualquiera de esas dos premisas, la estruchtra de la argumentación pasa a ser compuesta subordinada:

Altemativa 1

1 Marta es progresista

1.1 & Marta es izquierdista

1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

1.1'.1'

[Las personas que se interesan en política

son progresistas]

& 1.1'.1" [Los izquierdistas

se interesan en política)

Altemntiun 2

1 Marta es progresista

1.1 & Marta es izquierdista

CAPillJLO VII /LAs ESTRUCTURAS DE ARGUhtfWTACIÓN COMPLEJAS }Q9

1.1' [Los izquierdistas son progresistas]

1 1.1'.1'

[Todas las mujeres son progresistas]

& 1.1'.1"

[Los izquierdistas son mujeres)

La premisa implícita: "Los izquierdistas son progresistas" ocurre tanto en la primera como en la segunda alternativa. De hecho, sería más correcto no etiquetar "Las personas que se interesan en política son progresistas" y "Todas las mujeres son progresistas" como nlfernali­vas al óptimo pragmático: "Los izquierdistas son progresistas" (1.1'), sino como posibles srt­plemenlos a 1.1 ', que podrían ser adiciones apropiadas en algún contexto bien definido.

Este ejemplo nos muestra que, al reconstruir una premisa implícita en un contexto inde­finido, siempre se requiere formular el "mínimo" pragmático, que es parte de la argumenta­ción única que conecta a la premisa explícita con el punto de vista. Cualquier reconstrucción que vaya más allá de este mínimo presupone una estructura argumentativa compuesta su­bordinada y, por lo tanto, una o más premisas implícitas diferentes. Por lo tanto, a menos que un contexto bien definido indique claramente otra cosa, la mejor estrategia para reconstruir las premisas implícitas es comenzar por suponer que la argumentación es única y adherirse, por el momento, a la premisa que encaje mejor con esa estructura. En otras palabras, hasta que no se disponga de nueva información, se considerará que el mínimo pragmático es tam­bién el óptimo pragmático. Solo si el contexto llega a ser más claramente definido se puede suplementar este óptimo pragmático mínimo con otras premisas, de manera que el óptimo pragmático se apoye en una estructura argumentativa más compleja.

La reconstrucción de los puntos de vista que se han dejado implícitos también se puede legitimar a veces por el contexto (verbal o no verbal) de la argumentación. Por ejemplo, en el siguiente aviso comercial, un conocimiento general previo de que los avisos comerciales es~ tán diseñados para persuadir a la gente a que compre algo permite identificar tanto el punto de vista que se está defendiendo como las partes cruciales de la argumentación compuesta subordinada y compuesta coordinada que le prestan apoyo implícito a dicho ptmto de vista:

Hechos, noticias y los antecedentes de las noticias. Todo en El Telégrafo. El Telégrafo. El diario del sentido común. El Telégrafo.

"' 1

.! ''!

' ¡1 1 i ! !

1~ : ! ,' ¡· ' . . ,,

'1 ,,

1

110 FRANS H. VAN EtMEREN- RoB GROOHNDOI!ST / ARCUMUVTAC/ON, CO.\!IIN/CACIÓN Y f.-lUCIAS

El mensaje de este aviso se puede parafrasear de la siguiente manera:

El Telégrafo contiene noticias, hechos e información relativa a los antecedentes de las noticias. El Telégrafo es un diario de sentido común. En consecuencia: El Telégrafo es un buen diario. Por lo tanto, Ud. debería comprar El Telégrafo.

La estructura de la argumentación incorporada en el discurso se puede reconstruir de la siguiente manera:

1' [Ud. debería comprar El Telégrafo}

í 1 '.1'

[El Télégrafo es un buen diario]

l'J'Ja El Telégrafo contiene

hechos, noticias e información relativa a Jos antecedentes de

las noticias

1'.1'.1b El Telégrafo es un diario de

sentido común

&

&

1'.1" [Ud. debería comprar

lo que es bueno]

1'.1'.1 (a-b)' [Un diario que

combina calidad con sabiduría, es bueno]

SEGUNDA PARTE

COMUNICACIÓN Y FALACIAS

CAPITULO VIII Análisis y evaluación del diswrso argumentativo

CAPITULO IX Falacias en la etapa de confrontación

CAPITULO X Falacias e11/a distribución de los roles de la discusión

CAPITULO XI Falacias en/a representación de los puntos de vista

CAPITULO XII Falacias en la elección de los medios de defensa

CAPITULO XIII Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

CAPITULO XIV Falacias en la utilización de los puntos de partida

CAPITULO XV Falacias en la utilización de los esquemas

argumentativos

CAPITULO XVI Falacias en la utilización de las formas lógicas

de la argrtmentación

CAPITULO XVII Falacias en la etapa de clausura de la diswsión

CAPITULO XVIII Falacias en el rtso de/lenguaje

CAPITULO XIX Conclusión

"' 1

.! ''!

' ¡1 1 i ! !

1~ : ! ,' ¡· ' . . ,,

'1 ,,

1

110 FRANS H. VAN EtMEREN- RoB GROOHNDOI!ST / ARCUMUVTAC/ON, CO.\!IIN/CACIÓN Y f.-lUCIAS

El mensaje de este aviso se puede parafrasear de la siguiente manera:

El Telégrafo contiene noticias, hechos e información relativa a los antecedentes de las noticias. El Telégrafo es un diario de sentido común. En consecuencia: El Telégrafo es un buen diario. Por lo tanto, Ud. debería comprar El Telégrafo.

La estructura de la argumentación incorporada en el discurso se puede reconstruir de la siguiente manera:

1' [Ud. debería comprar El Telégrafo}

í 1 '.1'

[El Télégrafo es un buen diario]

l'J'Ja El Telégrafo contiene

hechos, noticias e información relativa a Jos antecedentes de

las noticias

1'.1'.1b El Telégrafo es un diario de

sentido común

&

&

1'.1" [Ud. debería comprar

lo que es bueno]

1'.1'.1 (a-b)' [Un diario que

combina calidad con sabiduría, es bueno]

SEGUNDA PARTE

COMUNICACIÓN Y FALACIAS

CAPITULO VIII Análisis y evaluación del diswrso argumentativo

CAPITULO IX Falacias en la etapa de confrontación

CAPITULO X Falacias e11/a distribución de los roles de la discusión

CAPITULO XI Falacias en/a representación de los puntos de vista

CAPITULO XII Falacias en la elección de los medios de defensa

CAPITULO XIII Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

CAPITULO XIV Falacias en la utilización de los puntos de partida

CAPITULO XV Falacias en la utilización de los esquemas

argumentativos

CAPITULO XVI Falacias en la utilización de las formas lógicas

de la argrtmentación

CAPITULO XVII Falacias en la etapa de clausura de la diswsión

CAPITULO XVIII Falacias en el rtso de/lenguaje

CAPITULO XIX Conclusión

! .· '

¡~

1

'i

1

CAPITULO VIII

Análisis y evaluación del discurso argumentativo

1. Los componentes de una visión general analítica

Para adquirir tma visión general de aquellos aspectos del discurso argumentativo que resul­tan cruciales para poder resolver tma diferencia de opinión, se deben realizar las siguientes operaciones analíticas: 1. determinar cuáles son los puntos que están en discusión, 2. reconocer las posiciones que adoptan las partes, 3. identificar los argumentos explícitos e implícitos, y 4. analizar la estructura de la argumentación.

Una visión general analítica permite mostrar las diferencias de opinión, la distribución de los roles dialécticos, las premisas explícitas e implícitas que forman los argumentos y la es­tructura de la argumentación. La siguiente carta al director, publicada por tm periódico ho­landés, permite ilustrar lo que implica la construcción de tma visión general analítica:

l.n pornografía no es 111111 violación de la dig1lidad Jnmm11a. ¿Cómo puede la pornografía ser una violación de la dignidad humana? Lls mujeres que sostie­nen esto deben estar locas. Me gustarfa verlas demostrar su pretensión. Si las reglas normales de la lógica significan algo para ellas, puedo explicarles que la pornografía no tiene nada que ver con una violación de la dignidad humana. L1 pomografla no le prolube nada a nadie y tampoco se trata de que sea algo denigrante, porque nada se le impone por la fuerza a nadie. Esto me parece bastante claro y es por esto que creo que tengo la razón.

De acuerdo con la carta, algtmas mujeres adoptan un ptmto de vista positivo respecto a la proposición de que la pornografía es una violación de la dignidad humana. La autora deja en claro desde el comienzo que ella no acepta este punto de vista. Tal como queda de manifiesto en el encabezamiento, ella adopta tm punto de vista negativo respecto a dicha proposición. Por lo tanto, hay dos protagonistas: las mujeres que apoyan el punto de vista de que la por­nografía es una violación de la dignidad humana, y la autora de la carta, que se opone a este punto de vista. En este caso la disputa es única y mixta.

El punto de vista de las mujeres que sostienen que la pornografía es una violación de la dignidad humana, en conjunto con el rechazo de este punto de vista por parte de la autora de

! .· '

¡~

1

'i

1

CAPITULO VIII

Análisis y evaluación del discurso argumentativo

1. Los componentes de una visión general analítica

Para adquirir tma visión general de aquellos aspectos del discurso argumentativo que resul­tan cruciales para poder resolver tma diferencia de opinión, se deben realizar las siguientes operaciones analíticas: 1. determinar cuáles son los puntos que están en discusión, 2. reconocer las posiciones que adoptan las partes, 3. identificar los argumentos explícitos e implícitos, y 4. analizar la estructura de la argumentación.

Una visión general analítica permite mostrar las diferencias de opinión, la distribución de los roles dialécticos, las premisas explícitas e implícitas que forman los argumentos y la es­tructura de la argumentación. La siguiente carta al director, publicada por tm periódico ho­landés, permite ilustrar lo que implica la construcción de tma visión general analítica:

l.n pornografía no es 111111 violación de la dig1lidad Jnmm11a. ¿Cómo puede la pornografía ser una violación de la dignidad humana? Lls mujeres que sostie­nen esto deben estar locas. Me gustarfa verlas demostrar su pretensión. Si las reglas normales de la lógica significan algo para ellas, puedo explicarles que la pornografía no tiene nada que ver con una violación de la dignidad humana. L1 pomografla no le prolube nada a nadie y tampoco se trata de que sea algo denigrante, porque nada se le impone por la fuerza a nadie. Esto me parece bastante claro y es por esto que creo que tengo la razón.

De acuerdo con la carta, algtmas mujeres adoptan un ptmto de vista positivo respecto a la proposición de que la pornografía es una violación de la dignidad humana. La autora deja en claro desde el comienzo que ella no acepta este punto de vista. Tal como queda de manifiesto en el encabezamiento, ella adopta tm punto de vista negativo respecto a dicha proposición. Por lo tanto, hay dos protagonistas: las mujeres que apoyan el punto de vista de que la por­nografía es una violación de la dignidad humana, y la autora de la carta, que se opone a este punto de vista. En este caso la disputa es única y mixta.

El punto de vista de las mujeres que sostienen que la pornografía es una violación de la dignidad humana, en conjunto con el rechazo de este punto de vista por parte de la autora de

.·'1 H 1 il ,,

¡j

¡i 1

'

:1

l

'

1

1

'1 1'

1

114 FRAh'S H. VAN EEMEREN- Roa CROOTENOORST / ARGUMfNTAC/ON, CO.\lUNICAC/ON Y FA!ACMS

la carta, forman parte de la etapa de confrontación. Lo mismo se aplica al ptulto de vista (opuesto a este) de la autora de que la pornografía no es tula violación de la dignidad huma­na, el que puede considerarse como no aceptado por las otras mujeres. Como no se propor­ciona ningtula información acerca de eventuales desarrollos posteriores en la posición de las otras mujeres, cualquier contribución que pudieran haber hecho en favor de la resolución de la disputa queda sin ser registrada en la visión general analítica.

La etapa de apertura comienza cuando la autora desafía a las otras mujeres a defender su punto de vista y anticipa que su propia postura también será desafiada. Se refiere a las reglas de la discusión cuando sugiere que deberían aplicarse las reglas normales de la lógica.

La etapa de argumentación está representada por la argumentación compuesta coordina­da de la autora de que al aceptar la pornografía a nadie se le prolube nada y de que tampoco se trata de algo denigrante. La última parte de la argumentación presentada por la autora está apoyada por el argumento subordinado de que nada se le impone por la fuerza a nadie.

En la etapa de clausura la autora mantiene su ptulto de vista. En consecuencia, mantiene que la disputa ha sido resuelta en su favor.

La estructura de la argumentación de la autora de la carta se puede representar esquemá­ticamente de la siguiente manera:

1 La pornografía no es una violación

de la dignidad humana

1 l.la ...:.==========-~ 1.1b

No se trata de que algo No se trata de que haya sido prohibido sea algo denigrante

1.1b.1 Nada le es impuesto por la fuerza a nadie

2. Los esquemas de argumentación como instrumentos dialécticos

La visión general analítica contiene los puntos que son relevantes para la evaluación del discurso argumentativo. En efecto, si no está claro cuál es el ptulto de vista que está siendo defendido no hay manera de decidir si la argumentación es concluyente o no. En caso de que se esté defendiendo más de tul plmto de vista, debe quedar claro, además, cuál usuario del lenguaje está actuando como protagonista, y en favor de qué ptulto de vista. De otra manera sería imposible decidir si los diversos argumentos en favor de tul ptulto de vista constituyen o no tul todo coherente. Por otra parte, cuando se pasan por alto las premisas implícitas cruciales o la estructura de la argumentación es mal representada, resulta imposible realizar tula evaluación adecuada del discurso argumentativo.

CAPITULO V]J[ f ANÁl/5/S Y I:VAUMC/ÓN DEL DISCURSO ARGliMENTAT/VO 115

Al artir de la visión general analítica se puede afinar mejor la evaluación de la calidad ¡ diJurso argumentativo, moviéndose progresivamente desde lo más grueso a lo más fino.

~;imero se le debe prestar atención a la discusión, explícita~ _implícita, de la cual el discur~o argumentativo forma parte y luego a los argumentos espectftcos que se presentan en el dts-

curso argumentativo. . . . En lo que se refiere a la discusión como un todo, el proceso de evaluactón un~ltca estable­

cer si efectivamente la discusión ha progresado por una ruta que pueda conductrla a la reso­lución de la diferencia de opinión. Todos los pasos (moves) de la discusión que representen

bstáculo para el logro de esta meta deben ser reconocidos como tales y desenmascarados :;o falaces. El tema de las falacias ocupa los restantes capítulos de este libro. En la sección siguiente explicamos nuestro enfoque y en la presente nos dedicamos a la evaluación de los argumentos individuales.

Al evaluar los diversos argumentos que se presentan en el discurso, debe determinarse primero si el discurso argumentativo contiene algtma inconsistencia. Si hay algo que puede ser tomado, al mismo tiempo, tanto de tula manera como de otra, ¿qué puede esp~rarse q.u.e creamos? Las contradicciones lógicas y las inconsistencias pragmáticas y de otro hpo debth­tan más o menos seriamente la fuerza del discurso argumentativo.

La importancia general de evitar las contradicciones ha sido enfatizada con gran fuerza por el filósofo analítico Frits Staal:59

Si alguien quiere sostener que las proposiciones "Estoy en M~ntparnas~e" y "No est~y en :vront­pamasse" pueden ser verdaderas al mismo tiempo,. no es_tá sten~o raCional. .Es fáCll dect~ que uno rechaza la camisa de fuerza de la lógica, que sm lógtca la vtda es más libre, más cálida Y más vital, pero, de hecho, se está diciendo algo que no tiene sentido. ?~sde Aristóteles Y los __ lógicos de la India, la gente ha tomado la perspectiva de que las propostctone:' com~ ésa d;be­rfan evitarse. Ninglm ser humano racional pretendería afirmar que los enunCiados ~/ te!éfono está allá" y "El teléfono 110 está allá" pueden ser ambos verdaderos al m~smo tiempo. Nmgun ser humano racional lo haría; solo algunos filósofos insisten en que es as1. (Vrij Nederland, 28 de abril, 1984)

Para poder evaluar la calidad de los argumentos individuales d~be determinarse ~i el razonamiento que está a la base de ellos es lógicamente válido o no y st se apoya en prerrusas aceptables. No es necesario, sin embargo, suponer inmediatamente _que la person~ que pre· senta tul argumento está efectivamente preocupada de demostrar como la conclustón se de­riva lógicamente de las premisas.60 Así y todo, de lma manera u otra, el paso desde losar-

!9 E el discurso cotidiano muchas voo>s resulta difícil identificar las contradicciones. Ta~bién es ~ifícil a _vec~ dec~dir si realmente hay una contradicción o alguna otra clase de inconsistencia. ("Los gobiernos no hen~n n~nfun derecho a controlar el cuerpo de las mujeres" /"El aborto es un asesinato"). Tal como Perelman Y Olbrec ts;, Y ec~ 119581 han señalado las contradicciones no tienen que ser retóricamente inaceptables: en los argumentos cuad»·

' -~ f t' d ·ón Tampoco desde un punto e lógicos" las aparentes contradicciones pueden ser métuuos e e>: !VOS e persuasJ · . 1 vista pragma-dialéctico es ne<:esario que sean automáticamente inaceptables: podrfa quedar claro}>Or e¡ e{-~~: _a

partir del contexto en que ocurre, que la misma expresión está siendo usada,~on dos significados di erentes ISI·

camente) estoy en Nueva York" /"(Espiritualmente) estoy en Montparnasse ). , . l w Al igual que Harman {1986), que identificó los principios del razo.namiento con prin_cip_i~ que permJt:~7;~~~rc~~ propias creencias e intenciones, nosotros tampoco equiparamos snnplemente los pnnc1p10S del razon los principios de la lógica.

.·'1 H 1 il ,,

¡j

¡i 1

'

:1

l

'

1

1

'1 1'

1

114 FRAh'S H. VAN EEMEREN- Roa CROOTENOORST / ARGUMfNTAC/ON, CO.\lUNICAC/ON Y FA!ACMS

la carta, forman parte de la etapa de confrontación. Lo mismo se aplica al ptulto de vista (opuesto a este) de la autora de que la pornografía no es tula violación de la dignidad huma­na, el que puede considerarse como no aceptado por las otras mujeres. Como no se propor­ciona ningtula información acerca de eventuales desarrollos posteriores en la posición de las otras mujeres, cualquier contribución que pudieran haber hecho en favor de la resolución de la disputa queda sin ser registrada en la visión general analítica.

La etapa de apertura comienza cuando la autora desafía a las otras mujeres a defender su punto de vista y anticipa que su propia postura también será desafiada. Se refiere a las reglas de la discusión cuando sugiere que deberían aplicarse las reglas normales de la lógica.

La etapa de argumentación está representada por la argumentación compuesta coordina­da de la autora de que al aceptar la pornografía a nadie se le prolube nada y de que tampoco se trata de algo denigrante. La última parte de la argumentación presentada por la autora está apoyada por el argumento subordinado de que nada se le impone por la fuerza a nadie.

En la etapa de clausura la autora mantiene su ptulto de vista. En consecuencia, mantiene que la disputa ha sido resuelta en su favor.

La estructura de la argumentación de la autora de la carta se puede representar esquemá­ticamente de la siguiente manera:

1 La pornografía no es una violación

de la dignidad humana

1 l.la ...:.==========-~ 1.1b

No se trata de que algo No se trata de que haya sido prohibido sea algo denigrante

1.1b.1 Nada le es impuesto por la fuerza a nadie

2. Los esquemas de argumentación como instrumentos dialécticos

La visión general analítica contiene los puntos que son relevantes para la evaluación del discurso argumentativo. En efecto, si no está claro cuál es el ptulto de vista que está siendo defendido no hay manera de decidir si la argumentación es concluyente o no. En caso de que se esté defendiendo más de tul plmto de vista, debe quedar claro, además, cuál usuario del lenguaje está actuando como protagonista, y en favor de qué ptulto de vista. De otra manera sería imposible decidir si los diversos argumentos en favor de tul ptulto de vista constituyen o no tul todo coherente. Por otra parte, cuando se pasan por alto las premisas implícitas cruciales o la estructura de la argumentación es mal representada, resulta imposible realizar tula evaluación adecuada del discurso argumentativo.

CAPITULO V]J[ f ANÁl/5/S Y I:VAUMC/ÓN DEL DISCURSO ARGliMENTAT/VO 115

Al artir de la visión general analítica se puede afinar mejor la evaluación de la calidad ¡ diJurso argumentativo, moviéndose progresivamente desde lo más grueso a lo más fino.

~;imero se le debe prestar atención a la discusión, explícita~ _implícita, de la cual el discur~o argumentativo forma parte y luego a los argumentos espectftcos que se presentan en el dts-

curso argumentativo. . . . En lo que se refiere a la discusión como un todo, el proceso de evaluactón un~ltca estable­

cer si efectivamente la discusión ha progresado por una ruta que pueda conductrla a la reso­lución de la diferencia de opinión. Todos los pasos (moves) de la discusión que representen

bstáculo para el logro de esta meta deben ser reconocidos como tales y desenmascarados :;o falaces. El tema de las falacias ocupa los restantes capítulos de este libro. En la sección siguiente explicamos nuestro enfoque y en la presente nos dedicamos a la evaluación de los argumentos individuales.

Al evaluar los diversos argumentos que se presentan en el discurso, debe determinarse primero si el discurso argumentativo contiene algtma inconsistencia. Si hay algo que puede ser tomado, al mismo tiempo, tanto de tula manera como de otra, ¿qué puede esp~rarse q.u.e creamos? Las contradicciones lógicas y las inconsistencias pragmáticas y de otro hpo debth­tan más o menos seriamente la fuerza del discurso argumentativo.

La importancia general de evitar las contradicciones ha sido enfatizada con gran fuerza por el filósofo analítico Frits Staal:59

Si alguien quiere sostener que las proposiciones "Estoy en M~ntparnas~e" y "No est~y en :vront­pamasse" pueden ser verdaderas al mismo tiempo,. no es_tá sten~o raCional. .Es fáCll dect~ que uno rechaza la camisa de fuerza de la lógica, que sm lógtca la vtda es más libre, más cálida Y más vital, pero, de hecho, se está diciendo algo que no tiene sentido. ?~sde Aristóteles Y los __ lógicos de la India, la gente ha tomado la perspectiva de que las propostctone:' com~ ésa d;be­rfan evitarse. Ninglm ser humano racional pretendería afirmar que los enunCiados ~/ te!éfono está allá" y "El teléfono 110 está allá" pueden ser ambos verdaderos al m~smo tiempo. Nmgun ser humano racional lo haría; solo algunos filósofos insisten en que es as1. (Vrij Nederland, 28 de abril, 1984)

Para poder evaluar la calidad de los argumentos individuales d~be determinarse ~i el razonamiento que está a la base de ellos es lógicamente válido o no y st se apoya en prerrusas aceptables. No es necesario, sin embargo, suponer inmediatamente _que la person~ que pre· senta tul argumento está efectivamente preocupada de demostrar como la conclustón se de­riva lógicamente de las premisas.60 Así y todo, de lma manera u otra, el paso desde losar-

!9 E el discurso cotidiano muchas voo>s resulta difícil identificar las contradicciones. Ta~bién es ~ifícil a _vec~ dec~dir si realmente hay una contradicción o alguna otra clase de inconsistencia. ("Los gobiernos no hen~n n~nfun derecho a controlar el cuerpo de las mujeres" /"El aborto es un asesinato"). Tal como Perelman Y Olbrec ts;, Y ec~ 119581 han señalado las contradicciones no tienen que ser retóricamente inaceptables: en los argumentos cuad»·

' -~ f t' d ·ón Tampoco desde un punto e lógicos" las aparentes contradicciones pueden ser métuuos e e>: !VOS e persuasJ · . 1 vista pragma-dialéctico es ne<:esario que sean automáticamente inaceptables: podrfa quedar claro}>Or e¡ e{-~~: _a

partir del contexto en que ocurre, que la misma expresión está siendo usada,~on dos significados di erentes ISI·

camente) estoy en Nueva York" /"(Espiritualmente) estoy en Montparnasse ). , . l w Al igual que Harman {1986), que identificó los principios del razo.namiento con prin_cip_i~ que permJt:~7;~~~rc~~ propias creencias e intenciones, nosotros tampoco equiparamos snnplemente los pnnc1p10S del razon los principios de la lógica.

11 r

'

1~ '1

1' \ ·.¡

'1 '' '1

l

116 FRAN5 H. VAN EntEREN- ROB GROOIENOORST / ARGliME/ffACI[)N, CO.\IUNICACION Y fAlACIAS

gumentos hacia el ptmto de vista debe ser de tal tipo que la aceptabilidad de las premisas se transfiera a la condusión.61

En su esfuerzo por transferir la aceptabilidad de las premisas a la conclusión y por lograr el efecto interactivo de que el oyente acepte su punto de vista, el hablante intenta presentar su argumento de una manera tal que logre convencer al oyente. Le comunica, por así decirlo, que él conoce el camino que conduce desde lo que ya es aceptado hasta el pwlto de vista.

Al planear su argumentación en favor del punto de vista de que Daniel estará preocupa­do por los costos, el hablante puede, por ejemplo, haber comenzado por un pensamiento como: Es fípico de los norteamericanos ser materialista y apoyar su punto de vista diciendo: "Como Daniel es tm norteamericano (y los norteamericanos tienden a preocuparse mucho por el dinero), es seguro que estará preocupado por los costos". Si comienza por un pensa­miento como: Ahora 110s enfrentamos con el mismo problema que el mio pasado, podría argumen­tar: "El método que propongo hmcionó el año pasado (y este problema es similar al que tuvimos el año pasado), por lo tanto, funcionará de nuevo". Y al comenzar por un pensa­miento como: Beber en exceso necesariamente producirá una desagradable resaca, podría argumen­tar que: "Dado que Tomás ha estado bebiendo una excesiva cantidad de whiskey (y que beber demasiado whiskey produce un terrible dolor de cabeza), Tomás debe tener tm terrible dolor de cabeza".61

Al argumentar en alguna de estas formas, el hablante se apoya en un esquema argumentatiuo preestablecido: una manera más o menos convencionalizada de representar la relación entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista.63 En nuestra opinión, todas las argumentaciones pueden ser caracterizadas por el esquema argumentativo que emplean. Distinguimos tres categorías principales de esquemas argumentatiVos, que carac­terizan tres tipos diferentes de argumentación.

En el primer tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor mos­trando que algo es sintomático de alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en tul esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclu­siónhaciendo comprender que existe tma relación de concomitancia entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista. La argumentación es presentada como si fuera una expresión, un fenómeno, un signo o algún otro tipo de síntoma de lo que se afirma en el punto de vista. Esto es lo que sucede en:

"Como Daniel es un norteamericano (y los norteamericanos tienden a preocuparse mucho por el dinero), es seguro que estará preocupado por los costos".

61 '"? lógica .no tiene n~ucho que ofrecer en este punto. A pesar de las importantes diferencias en la manera en que los lógiCos de~men el ob¡eto, alcance y método de su trabajo, parece existir unanimidad entre ellos en pensar que su preocupaciÓn por la validez es acerca de las relaciones formales más que de las relaciones sustanciales entre las premisas y las conclusiones, acerca de los aspectos sintáctico-semánticos más que los pragmáticos,acerca del razo­namiento aislado más que en un contexto, de las implicaciones más que de las inferencias y -lo que es más impor­tante para nosotros en esta coyuntura- de la transmisión de la verdad más que de la aceptación. '-1 Solo podemos especular acerca de lo que el hablante "realmente tuvo en mente" cuando conectó el argumento explícito con el punto de vista. Tal vez Peirce podrla tener razón cuando dice que hay un "hábito de pensamiento" actuando "de tal manera que al contemplar la premisa en la que se cree, por intermedio de tma especie de percep­ción, la conclusión es juzgada como verdadera". (1955, p. 131). "'El concepto de esquema argumentativo es usado también por autores como Hastings (1962), Wmdes & Hastings (1969) y Perelman & Olbrechts-Tyteca (1958).

CAPhULO VIII / ANiiUS/5 Y EVALUACIÓN DEL DISCURSO ARGUMfNTJ\T/VO 117

En el segundo tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor señalando que algo es similar a alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en un esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclu­sión haciendo que se comprenda que existe una relación de analogía entre lo que es afirmado en el argumento y lo que es afirmado en el punto de vista. La argumentación se presenta como si existiera un parecido, una concordancia, tma semejanza, tm paralelo, una correspon­dencia o algún otro tipo de similihtd entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista. Esto es lo que sucede en:

"El método que propongo funcionó el año pasado (y este problema es similar al que tuvimos el año pasado), por lo tanto, funcionará de nuevo".

En el tercer tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor seña­lando que algo es un instrumento para lograr alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en un esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se trans­fiere a la conclusión haciendo que se comprenda que existe una relación de causalidad entre el argumento y el ptmto de vista. La argumentación se presenta como si lo que se afirma en la

·argumentación fuera un medio, un camino, un instrumento o algún otro tipo de factor causal para el logro del punto de vista, o viceversa. Esto es lo que sucede en:

"Dado que Tomás ha estado bebiendo una excesiva cantidad de whiskey (y que beber demasiado whiskey produce un terrible dolor de cabeza), Tomás debe tener un terrible dolor de cabeza".

Existen, por supuesto, muchas subcategorías de esquemas argumentativos. Entre los (sub)tipos de argumentación basados en una relación de concomitancia están, por ejemplo, aquellos que presentan algo como una cualidad inherente o como una parte característiGa de algo más general. Algunos (sub)tipos de argumentación basados en una relación~ analogía son, por ejemplo, el hacer una comparación, el dar un ejemplo y el hacer referencia a un modelo. Entre los (sub)tipos de argumentación basados en tma relación de causalidad, se incluyen aquellos que señalan las consecuencias de un curso de acción, los que presentan algo como un medio para lograr cierto fin y los que enfatizan la nobleza de una meta con el fin de justificar los medios propuestos para lograrla.

Al igual que las formas lógicas del argumento, tales como el modus ponens, los esquemas argumentativos son marcos de referencia abstractos que pueden tener un número infinito de instancias de sustitución. Debido a que, siguiendo la tradición establecida de considerar al condicional hipotét.ico como el mínimo lógico, todas las instancias de sustitución de tm es­quema argumentativo pueden ser analizadas lógicamente como involucrando una inferen­cia del tipo modus ponens para conducir de las premisa a la conclusión, las formas lógicas de sus argumentos no proporcionan, por sí mismas, ningtma característica distintiva que per­mita discriminar entre los diversos esquemas argumentativos. Y, lo que es aún más impor­tante, la simple reconstrucción de la forma lógica del argumento no es de ningtma manera suficiente para lograr una adecuada evaluación de la argumentación.

En nuestra tipología los esquemas argumentativos se categorizan de acuerdo a la manera en que se deberían evaluar los diversos tipos de argumentación. Cada tipo de argumentación corresponde a ciertos criterios de evaluación que son pertinentes a la relación representada en el esquema argumentativo.

--------------------- ------------

11 r

'

1~ '1

1' \ ·.¡

'1 '' '1

l

116 FRAN5 H. VAN EntEREN- ROB GROOIENOORST / ARGliME/ffACI[)N, CO.\IUNICACION Y fAlACIAS

gumentos hacia el ptmto de vista debe ser de tal tipo que la aceptabilidad de las premisas se transfiera a la condusión.61

En su esfuerzo por transferir la aceptabilidad de las premisas a la conclusión y por lograr el efecto interactivo de que el oyente acepte su punto de vista, el hablante intenta presentar su argumento de una manera tal que logre convencer al oyente. Le comunica, por así decirlo, que él conoce el camino que conduce desde lo que ya es aceptado hasta el pwlto de vista.

Al planear su argumentación en favor del punto de vista de que Daniel estará preocupa­do por los costos, el hablante puede, por ejemplo, haber comenzado por un pensamiento como: Es fípico de los norteamericanos ser materialista y apoyar su punto de vista diciendo: "Como Daniel es tm norteamericano (y los norteamericanos tienden a preocuparse mucho por el dinero), es seguro que estará preocupado por los costos". Si comienza por un pensa­miento como: Ahora 110s enfrentamos con el mismo problema que el mio pasado, podría argumen­tar: "El método que propongo hmcionó el año pasado (y este problema es similar al que tuvimos el año pasado), por lo tanto, funcionará de nuevo". Y al comenzar por un pensa­miento como: Beber en exceso necesariamente producirá una desagradable resaca, podría argumen­tar que: "Dado que Tomás ha estado bebiendo una excesiva cantidad de whiskey (y que beber demasiado whiskey produce un terrible dolor de cabeza), Tomás debe tener tm terrible dolor de cabeza".61

Al argumentar en alguna de estas formas, el hablante se apoya en un esquema argumentatiuo preestablecido: una manera más o menos convencionalizada de representar la relación entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista.63 En nuestra opinión, todas las argumentaciones pueden ser caracterizadas por el esquema argumentativo que emplean. Distinguimos tres categorías principales de esquemas argumentatiVos, que carac­terizan tres tipos diferentes de argumentación.

En el primer tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor mos­trando que algo es sintomático de alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en tul esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclu­siónhaciendo comprender que existe tma relación de concomitancia entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista. La argumentación es presentada como si fuera una expresión, un fenómeno, un signo o algún otro tipo de síntoma de lo que se afirma en el punto de vista. Esto es lo que sucede en:

"Como Daniel es un norteamericano (y los norteamericanos tienden a preocuparse mucho por el dinero), es seguro que estará preocupado por los costos".

61 '"? lógica .no tiene n~ucho que ofrecer en este punto. A pesar de las importantes diferencias en la manera en que los lógiCos de~men el ob¡eto, alcance y método de su trabajo, parece existir unanimidad entre ellos en pensar que su preocupaciÓn por la validez es acerca de las relaciones formales más que de las relaciones sustanciales entre las premisas y las conclusiones, acerca de los aspectos sintáctico-semánticos más que los pragmáticos,acerca del razo­namiento aislado más que en un contexto, de las implicaciones más que de las inferencias y -lo que es más impor­tante para nosotros en esta coyuntura- de la transmisión de la verdad más que de la aceptación. '-1 Solo podemos especular acerca de lo que el hablante "realmente tuvo en mente" cuando conectó el argumento explícito con el punto de vista. Tal vez Peirce podrla tener razón cuando dice que hay un "hábito de pensamiento" actuando "de tal manera que al contemplar la premisa en la que se cree, por intermedio de tma especie de percep­ción, la conclusión es juzgada como verdadera". (1955, p. 131). "'El concepto de esquema argumentativo es usado también por autores como Hastings (1962), Wmdes & Hastings (1969) y Perelman & Olbrechts-Tyteca (1958).

CAPhULO VIII / ANiiUS/5 Y EVALUACIÓN DEL DISCURSO ARGUMfNTJ\T/VO 117

En el segundo tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor señalando que algo es similar a alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en un esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se transfiere a la conclu­sión haciendo que se comprenda que existe una relación de analogía entre lo que es afirmado en el argumento y lo que es afirmado en el punto de vista. La argumentación se presenta como si existiera un parecido, una concordancia, tma semejanza, tm paralelo, una correspon­dencia o algún otro tipo de similihtd entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista. Esto es lo que sucede en:

"El método que propongo funcionó el año pasado (y este problema es similar al que tuvimos el año pasado), por lo tanto, funcionará de nuevo".

En el tercer tipo de argumentación, el hablante trata de convencer a su interlocutor seña­lando que algo es un instrumento para lograr alguna otra cosa. Este tipo de argumentación está basado en un esquema argumentativo en que la aceptabilidad de las premisas se trans­fiere a la conclusión haciendo que se comprenda que existe una relación de causalidad entre el argumento y el ptmto de vista. La argumentación se presenta como si lo que se afirma en la

·argumentación fuera un medio, un camino, un instrumento o algún otro tipo de factor causal para el logro del punto de vista, o viceversa. Esto es lo que sucede en:

"Dado que Tomás ha estado bebiendo una excesiva cantidad de whiskey (y que beber demasiado whiskey produce un terrible dolor de cabeza), Tomás debe tener un terrible dolor de cabeza".

Existen, por supuesto, muchas subcategorías de esquemas argumentativos. Entre los (sub)tipos de argumentación basados en una relación de concomitancia están, por ejemplo, aquellos que presentan algo como una cualidad inherente o como una parte característiGa de algo más general. Algunos (sub)tipos de argumentación basados en una relación~ analogía son, por ejemplo, el hacer una comparación, el dar un ejemplo y el hacer referencia a un modelo. Entre los (sub)tipos de argumentación basados en tma relación de causalidad, se incluyen aquellos que señalan las consecuencias de un curso de acción, los que presentan algo como un medio para lograr cierto fin y los que enfatizan la nobleza de una meta con el fin de justificar los medios propuestos para lograrla.

Al igual que las formas lógicas del argumento, tales como el modus ponens, los esquemas argumentativos son marcos de referencia abstractos que pueden tener un número infinito de instancias de sustitución. Debido a que, siguiendo la tradición establecida de considerar al condicional hipotét.ico como el mínimo lógico, todas las instancias de sustitución de tm es­quema argumentativo pueden ser analizadas lógicamente como involucrando una inferen­cia del tipo modus ponens para conducir de las premisa a la conclusión, las formas lógicas de sus argumentos no proporcionan, por sí mismas, ningtma característica distintiva que per­mita discriminar entre los diversos esquemas argumentativos. Y, lo que es aún más impor­tante, la simple reconstrucción de la forma lógica del argumento no es de ningtma manera suficiente para lograr una adecuada evaluación de la argumentación.

En nuestra tipología los esquemas argumentativos se categorizan de acuerdo a la manera en que se deberían evaluar los diversos tipos de argumentación. Cada tipo de argumentación corresponde a ciertos criterios de evaluación que son pertinentes a la relación representada en el esquema argumentativo.

--------------------- ------------

i 1,

1

1

118 FRANS H. VAN EEMaEN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAlACIAS

Por lo tanto, para evaluar adecuadamente una argumentación, primero se debe determi­nar cuál es el esquema argumentativo que emplea. Un esquema argumentativo es un indica­dor que señala cierta ruta dialéctica. Una persona que presenta un argumento anticipa las críticas y, al elegir un tipo particular de argumentación, usando un esquema argumentativo antes que otro, da a entender que cree saber cuál es la ruta que la conducirá a la justificación de su punto de vista. En todo caso, ya sea que realmente piense esto o no, si ha de ser tomada en serio por la otra parte, puede considerarse que ha adquirido el compromiso de enfrentar las pregtmtas críticas que resulten pertinentes a una justificación a través del esquema argumentativo inherente a su argumentación.

Al apoyarse en determinado esquema argumentativo, la per.sona que argumenta invoca un método de prueba particular, propio de tUl procedimiento dialéctico en el cual ciertas reacciones críticas son relevantes y otras no lo son. Cada esquema argumentativo requiere, por así decirlo, de su propio conjtmto de reacciones críticas. Estas reacciones, tomadas en conjunto, constituyen un test completo para examinar la validez de una argumentación del tipo en cuestión.

Si el hablante le deja en claro al oyente cuál es el esquema argumentativo que está usan­do, puede suponer que este sabrá cuál es el tipo de método de prueba que se invoca al usar dicho esquema. El hablante también puede suponer que el oyente sabe que esto es lo que él supone, de modo que el oyente sabe que el hablante está preparado para sus reacciones críti­cas. Si estas suposiciones son realmente justificadas, se han cumplido al menos los prerrequisitos comunicacionales para una discusión crítica.

El hablante puede, por ejemplo, indicar cuál esquema argumentativo está usando me­diante la introducción de un proverbio o cualquier otro tipo de topos en que se exprese la quintaesencia del esquema argumentativo.61 También puede usar ciertas expresiones más o menos estandarizadas que indican tm esquema argumentativo particular.

Por ejemplo, para señalar tma relación de concomitancia se pueden usar las siguientes expresiones: "X es una característica de Y", "X es típico de Y", "Los X son esencialmente Y":

Pienso que María es testaruda, porque es una adolescente y • es una característica de los adolescentes el ser testarudos • los adolescentes son testarudos • ser testarudo es un signo de la adolescencia • los adolescentes son testarudos por naturaleza • los adolescentes son naturalmente testarudos • la testarudez es típica de los adolescentes

la testarudez es una característica típica de la adolescencia • ser testarudo es una parte del ser adolescente • todos los adolescentes son potencialmente testarudos • de hecho, los adolescentes son testarudos

Las siguientes expresiones están entre las que pueden ser usadas para señalar una relación de analogía: "X es comparable a Y", "X corresponde a Y" y "X es takomo Y". Por ejemplo:

~ Cf. Goodwin y Wenzel (1979), que consideran a los proverbios o topoi como "garantías" (o "respaldos" para las "garantías").

CAPfrolO VIII 1 ANAUS/5 Y EVALUACIÓN DEL DISCURSO A.RGUMWTA.TIVO 119

La reforma educacional holandesa de los años 70 estaba condenada a fracasar, porque la refor­ma educacional británica también fracasó y la reforma educacional holandesa • es comparable a la reforma educacional británica • es congruente con la reforma educacional británica • le recuerda a uno la reforma educacional británica • es igual a la reforma educacional británica • es análoga a la reforma educacional británica • está relacionada con la reforma educacional británica • corresponde de una manera fundamental a la reforma educacional británica

está definida en sus lineamientos (criterios, etc.) fundamentales como la reforma educaCio­nal británica

• es, tal como la reforma educacional británica, una empresa destinada al fracaso

Una relación de causalidad puede señalarse, por ejemplo, mediante expresiones como las siguientes: "X conduce a Y", "X es un medio para lograr Y" e "Y es un resultado de X":

La víctima debe haber tenido contacto sexual, porque se detectó que estaba embarazada y • el embarazo es causado por contacto sexual • el embarazo resulta del contacto sexual • el embarazo es un resultado del contacto sexual • el contacto sexual condUce al embarazo • a partir de un contacto sexual se llega al embarazo • el contacto sexual termina en embarazo • el contacto sexual finaliza en embarazo • el contacto sexual es la causa del embarazo • el contacto sexual es un medio para quedar embarazada • el contacto sexual contribuye al embarazo

Si el esquema argumentativo no es indicado, de una o de otra manera, por el hablante, el oyente debe descubrirlo por sí mismo. Debe detectar la justificación implícita involucrada en la presentación de tm determinado argumento en apoyo de un determinado punto de vista, definiendo asf el topos o /ocus que designa el esquema argumentativo empleado. Para lograr esto, debe identificar la premisa que se ha dejado implícita en la argumentación.

Es necesario enfatizar nuevamente que la identificación de tma premisa implícita no se reduce necesariamente a tratar de recuperar la premlsa de enlace que el argumentador real­mente htvo en mente al elaborar su argumentación. Por lo demás, bien podría suceder que solo haya estado argumentando asociativamente, sin tener absolutamente ningún elemento de enlace en mente, ni mucho menos la premisa que habrá de ser reconstruida como la pre­misa implícita. Tal vez consideró intuitivamente que la asociación que casualmente se le ocu­rrió resultaba convincente para la audiencia. Desde un ptmto de vista metodológico, resulta­ría también muy difícil descubrir qué era exactamente lo que tema en mente.

Afortunadamente, en realidad no es necesario saber esto para realizar tma evaluación dialéctica, porque lo que cuenta son los compromisos adquiridos por el hablante. El analista debe tratar de establecer de qué exactamente puede ser considerando responsable el hablan­te. Tal como se explicó en el capítulo 5, en el discurso cotidiano el hablante normalmente no dice todo lo que podría haber dicho, porque no existe ni el tiempo ni la necesidad de hacerlo. Como todo experto usuario del lenguaje sabe, es mucho lo que se da por entendido. Los hablantes saben que, en muchos aspectos, se han comprometido a más de lo que significan

1 1

1 ¡,

' 1

' 1

i 1,

1

1

118 FRANS H. VAN EEMaEN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAlACIAS

Por lo tanto, para evaluar adecuadamente una argumentación, primero se debe determi­nar cuál es el esquema argumentativo que emplea. Un esquema argumentativo es un indica­dor que señala cierta ruta dialéctica. Una persona que presenta un argumento anticipa las críticas y, al elegir un tipo particular de argumentación, usando un esquema argumentativo antes que otro, da a entender que cree saber cuál es la ruta que la conducirá a la justificación de su punto de vista. En todo caso, ya sea que realmente piense esto o no, si ha de ser tomada en serio por la otra parte, puede considerarse que ha adquirido el compromiso de enfrentar las pregtmtas críticas que resulten pertinentes a una justificación a través del esquema argumentativo inherente a su argumentación.

Al apoyarse en determinado esquema argumentativo, la per.sona que argumenta invoca un método de prueba particular, propio de tUl procedimiento dialéctico en el cual ciertas reacciones críticas son relevantes y otras no lo son. Cada esquema argumentativo requiere, por así decirlo, de su propio conjtmto de reacciones críticas. Estas reacciones, tomadas en conjunto, constituyen un test completo para examinar la validez de una argumentación del tipo en cuestión.

Si el hablante le deja en claro al oyente cuál es el esquema argumentativo que está usan­do, puede suponer que este sabrá cuál es el tipo de método de prueba que se invoca al usar dicho esquema. El hablante también puede suponer que el oyente sabe que esto es lo que él supone, de modo que el oyente sabe que el hablante está preparado para sus reacciones críti­cas. Si estas suposiciones son realmente justificadas, se han cumplido al menos los prerrequisitos comunicacionales para una discusión crítica.

El hablante puede, por ejemplo, indicar cuál esquema argumentativo está usando me­diante la introducción de un proverbio o cualquier otro tipo de topos en que se exprese la quintaesencia del esquema argumentativo.61 También puede usar ciertas expresiones más o menos estandarizadas que indican tm esquema argumentativo particular.

Por ejemplo, para señalar tma relación de concomitancia se pueden usar las siguientes expresiones: "X es una característica de Y", "X es típico de Y", "Los X son esencialmente Y":

Pienso que María es testaruda, porque es una adolescente y • es una característica de los adolescentes el ser testarudos • los adolescentes son testarudos • ser testarudo es un signo de la adolescencia • los adolescentes son testarudos por naturaleza • los adolescentes son naturalmente testarudos • la testarudez es típica de los adolescentes

la testarudez es una característica típica de la adolescencia • ser testarudo es una parte del ser adolescente • todos los adolescentes son potencialmente testarudos • de hecho, los adolescentes son testarudos

Las siguientes expresiones están entre las que pueden ser usadas para señalar una relación de analogía: "X es comparable a Y", "X corresponde a Y" y "X es takomo Y". Por ejemplo:

~ Cf. Goodwin y Wenzel (1979), que consideran a los proverbios o topoi como "garantías" (o "respaldos" para las "garantías").

CAPfrolO VIII 1 ANAUS/5 Y EVALUACIÓN DEL DISCURSO A.RGUMWTA.TIVO 119

La reforma educacional holandesa de los años 70 estaba condenada a fracasar, porque la refor­ma educacional británica también fracasó y la reforma educacional holandesa • es comparable a la reforma educacional británica • es congruente con la reforma educacional británica • le recuerda a uno la reforma educacional británica • es igual a la reforma educacional británica • es análoga a la reforma educacional británica • está relacionada con la reforma educacional británica • corresponde de una manera fundamental a la reforma educacional británica

está definida en sus lineamientos (criterios, etc.) fundamentales como la reforma educaCio­nal británica

• es, tal como la reforma educacional británica, una empresa destinada al fracaso

Una relación de causalidad puede señalarse, por ejemplo, mediante expresiones como las siguientes: "X conduce a Y", "X es un medio para lograr Y" e "Y es un resultado de X":

La víctima debe haber tenido contacto sexual, porque se detectó que estaba embarazada y • el embarazo es causado por contacto sexual • el embarazo resulta del contacto sexual • el embarazo es un resultado del contacto sexual • el contacto sexual condUce al embarazo • a partir de un contacto sexual se llega al embarazo • el contacto sexual termina en embarazo • el contacto sexual finaliza en embarazo • el contacto sexual es la causa del embarazo • el contacto sexual es un medio para quedar embarazada • el contacto sexual contribuye al embarazo

Si el esquema argumentativo no es indicado, de una o de otra manera, por el hablante, el oyente debe descubrirlo por sí mismo. Debe detectar la justificación implícita involucrada en la presentación de tm determinado argumento en apoyo de un determinado punto de vista, definiendo asf el topos o /ocus que designa el esquema argumentativo empleado. Para lograr esto, debe identificar la premisa que se ha dejado implícita en la argumentación.

Es necesario enfatizar nuevamente que la identificación de tma premisa implícita no se reduce necesariamente a tratar de recuperar la premlsa de enlace que el argumentador real­mente htvo en mente al elaborar su argumentación. Por lo demás, bien podría suceder que solo haya estado argumentando asociativamente, sin tener absolutamente ningún elemento de enlace en mente, ni mucho menos la premisa que habrá de ser reconstruida como la pre­misa implícita. Tal vez consideró intuitivamente que la asociación que casualmente se le ocu­rrió resultaba convincente para la audiencia. Desde un ptmto de vista metodológico, resulta­ría también muy difícil descubrir qué era exactamente lo que tema en mente.

Afortunadamente, en realidad no es necesario saber esto para realizar tma evaluación dialéctica, porque lo que cuenta son los compromisos adquiridos por el hablante. El analista debe tratar de establecer de qué exactamente puede ser considerando responsable el hablan­te. Tal como se explicó en el capítulo 5, en el discurso cotidiano el hablante normalmente no dice todo lo que podría haber dicho, porque no existe ni el tiempo ni la necesidad de hacerlo. Como todo experto usuario del lenguaje sabe, es mucho lo que se da por entendido. Los hablantes saben que, en muchos aspectos, se han comprometido a más de lo que significan

1 1

1 ¡,

' 1

' 1

i.

' " ; ,, '

t .¡~

\.

120 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARGl/MéNTACION, (OMl/NICACIÓN Y fAlACIAS

literalmente las palabras que han usado. Si desean ser considerados razonables, deben saber que están sujetos a compromisos que van mucho más allá de Jo que efectivamente han di­cho.65

Supongamos que Julio y Carlos están conversando acerca de Francisca, a quien le acaba de ser robada la bicicleta:

Carlos: "Lo soportará estoicamente". Julio: "¿Cómo?" Carlos: "Bueno, es una ciudadana de Amsterdam, ¿o no?"

La argumentación de Carlos acerca de la bicicleta que le han robado a Francisca podría ser reconstruida como sigue: "Francisca soportará estoicamente el robo de su bicicleta, por­que ella es una ciudadana de Amsterdam".

No sabemos, por supuesto, lo que Carlos pensó verdaderamente. Podría haber sido algo como: "Los ciudadanos deAmsterdam tienden a no darles mucha importancia a sus perte­nencias". Otras posibilidades son las siguientes: "Los ciudadanos de Amsterdam, como Fran­cisca, no se interesan en los aspectos materiales de la vida", "Los ciudadanos de Amsterdam están acostumbrados a que les roben sus bicicletas"," A los ciudadanos de Amsterdam no les importan en absoluto las bicicletas" y "Los ciudadanos de Amsterdam siempre son estoi­cos". No podemos estar realmente seguros, por lo tanto, no podemos decir cuál es la premisa implícita que tuvo Carlos en mente, si es que tuvo algwta. De hecho, no tenemos para qué saberlo, siempre que podamos "seguir" a Carlos. Como se está comtmicando con Julio, Car­los sabe que nosotros, o al menos Julio, deberíamos ser capaces de seguirlo de alguna mane­ra, aunque sea mínimamente. Y si no resulta claro para Julio que el tipo de argumentación está siendo usado correctamente, Carlos no puede razonablemente esperar que su argumen­tación logre que su ptmto de vista sea aceptable para Julio.

Para poder determinar la validez de la argumentación de Carlos es necesario hacer tul análisis de su esquema argumentativo, de manera que Julio pueda responder con las reaccio­nes críticas apropiadas al empleo de ese esquema argumentativo particular. En ciertas situa­ciones, Julio podría, a fin de aprehender el esquema de argrunentación, simplemente pre­gtmtarle a Carlos qué premisa implícita terúa en mente, pero, incluso en ese caso, no hay ningtula garantía de que Carlos vaya a informar lo que realmente pensó. El podría ofrecer la premisa implícita que retrospectivamente le parezca la más favorable para sus intereses. Sin embargo, aun en este caso, no tendría la libertad de decir cualquier cosa que le conviniera, porque, al haber hablado de la manera que lo ha hecho ha tomado ciertos compromisos que no pueden ser negados posteriormente. Básicamente, Carlos no tiene que itúormar sobre tul a premisa, sino más bien tiene que reconstruirla, al igual que Julio y cualquier otro analista, a partir de lo que ha sido dicho en el contexto de la conversación.

Al reconstruir la argumentación de Carlos, el analista -quienquiera que él o ella puedan ser- tiene que establecer qué factores del contexto comunicacional son relevantes para deter­rninar de qué premisa implícita puede ser considerado pragmáticamente responsable Car-

,; Las presuposkiones e implicaciones lógkas y pragmáticas son ilustraciones simples de tales compromisos. Por ejemplo, el hablante que ha formulado la pregunta: "¿Por cuánto tiempo has estado casado?", no puede, razonable­mente, negar después que ha dado por supuesto que el hablante está casado.

C"PITULO VIII f AN..IUSIS Y !:VAlUACIÓN DEL DISCURSO ARGIIMENTATIVO 121

los. Si no existe evidencia de lo contrario, debería comenzar por suponer que Carlos tiene la genuina intención de disipar la duda de Julio en relación a su ptulto de vista. En este caso, "Los ciudadanos de Amsterdam están acostumbrados a que les roben sus bicicletas" resulta ser una premisa implícita preferible a sus alternativas, porque se ajusta mejor a lo que se puede saber, en este contexto conversacional, acerca de los ciudadanos de Amsterdam, sus bicicletas y sus actitudes. De acuerdo a esta premisa implícita, es propio de los ciudadanos de Amsterdam no preocuparse por el robo de una bicicleta. Por lo tanto, la argumentación usa­da aquí es del tipo sintomático, en el que se intenta hacer aceptable tul punto de vista seña­lando que existe una relación de concomitancia entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el ptulto de vista.66

Una vez que el carácter sintomático de la argumentación de Carlos ha quedado estableci­do, su argumentación puede ser sometida al método de prueba dialéctico particular apropia­do a las argumentaciones de este tipo. El conjtmto de reacciones críticas relevantes a tma argumentación cuyo esquema argumentativo está basado en una relación de concomitancia incluye las siguientes pregtmtas evaluativas: ¿Es Francisca realmente una ciudadana de Amsterdam?, ¿Es típico de los ciudadanos de Amsterdam ser estoicos, o es el estoicismo típico también de los ciudadanos de otras grandes ciudades?, ¿Da la casualidad de que los ciudadanos de Amsterdam tienen también algunas otras características predominantes?

Si la argumentación hubiera sido del tipo basado en señalar tula notable similitud entre el caso presente y tm caso más familiar, teniendo, entonces, un esquema argumentativo basado en tma relación de analogía, las siguientes preguntas habrían sido reacciones críticas relevan­tes: ¿Está correctamente descrita, en realidad, la situación a la cual el caso presente es compa­rado?, ¿Se parece realmente al caso presente o existen diferencias cntciales entre ambos?, ¿Existen, tal vez, otras situaciones que se asemejen más al caso presente?

En el caso de una argumentación instrrunental, que tiene tul esquema argumentativo basado en una relación de causalidad, las reacciones relevantes habrían incluido las siguien­tes pregtmtas evaluativas: ¿Es realmente tan deseable el antmciado efecto de la medida pro­puesta?, ¿Producirá esta realmente el efecto esperado? ¿No se lograría este más fácilmente por medio de algtula otra medida?, ¿No tiene la medida propuesta ningtín grave efecto se­ctuldario negativo?

3. Las falacias como violaciones de las reglas de la discusión

Por razones prácticas hemos discutido primero la evaluación de los argumentos individua­les, pero, al evaluar la calidad del discurso argumentativo, la evaluación de la discusión como un todo viene metodológicamente primero. En nuestra perspectiva pragma-dialéctica esta evaluación se concentra en los pasos (moves) falaces que impiden la resolución de la diferencia de opinión.

De acuerdo a la definición estándar, tma falacia es un argumento que "parece ser válido, pero no lo es" (Hamblin 1970). Sin embargo, muchas instancias de falacias generalmente

61 En otros casos, donde el esquema argumentativo es claramente indicado por la persona que argumenta, este esquema ya forma parte del contexto que puede ser usado para identificar la premisa implícita. Por razones prácti· e as, el analista debería comenzar siempre por lo que está claro y avanzar desde allfhacia lo que no lo está.

¡

i.

' " ; ,, '

t .¡~

\.

120 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARGl/MéNTACION, (OMl/NICACIÓN Y fAlACIAS

literalmente las palabras que han usado. Si desean ser considerados razonables, deben saber que están sujetos a compromisos que van mucho más allá de Jo que efectivamente han di­cho.65

Supongamos que Julio y Carlos están conversando acerca de Francisca, a quien le acaba de ser robada la bicicleta:

Carlos: "Lo soportará estoicamente". Julio: "¿Cómo?" Carlos: "Bueno, es una ciudadana de Amsterdam, ¿o no?"

La argumentación de Carlos acerca de la bicicleta que le han robado a Francisca podría ser reconstruida como sigue: "Francisca soportará estoicamente el robo de su bicicleta, por­que ella es una ciudadana de Amsterdam".

No sabemos, por supuesto, lo que Carlos pensó verdaderamente. Podría haber sido algo como: "Los ciudadanos deAmsterdam tienden a no darles mucha importancia a sus perte­nencias". Otras posibilidades son las siguientes: "Los ciudadanos de Amsterdam, como Fran­cisca, no se interesan en los aspectos materiales de la vida", "Los ciudadanos de Amsterdam están acostumbrados a que les roben sus bicicletas"," A los ciudadanos de Amsterdam no les importan en absoluto las bicicletas" y "Los ciudadanos de Amsterdam siempre son estoi­cos". No podemos estar realmente seguros, por lo tanto, no podemos decir cuál es la premisa implícita que tuvo Carlos en mente, si es que tuvo algwta. De hecho, no tenemos para qué saberlo, siempre que podamos "seguir" a Carlos. Como se está comtmicando con Julio, Car­los sabe que nosotros, o al menos Julio, deberíamos ser capaces de seguirlo de alguna mane­ra, aunque sea mínimamente. Y si no resulta claro para Julio que el tipo de argumentación está siendo usado correctamente, Carlos no puede razonablemente esperar que su argumen­tación logre que su ptmto de vista sea aceptable para Julio.

Para poder determinar la validez de la argumentación de Carlos es necesario hacer tul análisis de su esquema argumentativo, de manera que Julio pueda responder con las reaccio­nes críticas apropiadas al empleo de ese esquema argumentativo particular. En ciertas situa­ciones, Julio podría, a fin de aprehender el esquema de argrunentación, simplemente pre­gtmtarle a Carlos qué premisa implícita terúa en mente, pero, incluso en ese caso, no hay ningtula garantía de que Carlos vaya a informar lo que realmente pensó. El podría ofrecer la premisa implícita que retrospectivamente le parezca la más favorable para sus intereses. Sin embargo, aun en este caso, no tendría la libertad de decir cualquier cosa que le conviniera, porque, al haber hablado de la manera que lo ha hecho ha tomado ciertos compromisos que no pueden ser negados posteriormente. Básicamente, Carlos no tiene que itúormar sobre tul a premisa, sino más bien tiene que reconstruirla, al igual que Julio y cualquier otro analista, a partir de lo que ha sido dicho en el contexto de la conversación.

Al reconstruir la argumentación de Carlos, el analista -quienquiera que él o ella puedan ser- tiene que establecer qué factores del contexto comunicacional son relevantes para deter­rninar de qué premisa implícita puede ser considerado pragmáticamente responsable Car-

,; Las presuposkiones e implicaciones lógkas y pragmáticas son ilustraciones simples de tales compromisos. Por ejemplo, el hablante que ha formulado la pregunta: "¿Por cuánto tiempo has estado casado?", no puede, razonable­mente, negar después que ha dado por supuesto que el hablante está casado.

C"PITULO VIII f AN..IUSIS Y !:VAlUACIÓN DEL DISCURSO ARGIIMENTATIVO 121

los. Si no existe evidencia de lo contrario, debería comenzar por suponer que Carlos tiene la genuina intención de disipar la duda de Julio en relación a su ptulto de vista. En este caso, "Los ciudadanos de Amsterdam están acostumbrados a que les roben sus bicicletas" resulta ser una premisa implícita preferible a sus alternativas, porque se ajusta mejor a lo que se puede saber, en este contexto conversacional, acerca de los ciudadanos de Amsterdam, sus bicicletas y sus actitudes. De acuerdo a esta premisa implícita, es propio de los ciudadanos de Amsterdam no preocuparse por el robo de una bicicleta. Por lo tanto, la argumentación usa­da aquí es del tipo sintomático, en el que se intenta hacer aceptable tul punto de vista seña­lando que existe una relación de concomitancia entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el ptulto de vista.66

Una vez que el carácter sintomático de la argumentación de Carlos ha quedado estableci­do, su argumentación puede ser sometida al método de prueba dialéctico particular apropia­do a las argumentaciones de este tipo. El conjtmto de reacciones críticas relevantes a tma argumentación cuyo esquema argumentativo está basado en una relación de concomitancia incluye las siguientes pregtmtas evaluativas: ¿Es Francisca realmente una ciudadana de Amsterdam?, ¿Es típico de los ciudadanos de Amsterdam ser estoicos, o es el estoicismo típico también de los ciudadanos de otras grandes ciudades?, ¿Da la casualidad de que los ciudadanos de Amsterdam tienen también algunas otras características predominantes?

Si la argumentación hubiera sido del tipo basado en señalar tula notable similitud entre el caso presente y tm caso más familiar, teniendo, entonces, un esquema argumentativo basado en tma relación de analogía, las siguientes preguntas habrían sido reacciones críticas relevan­tes: ¿Está correctamente descrita, en realidad, la situación a la cual el caso presente es compa­rado?, ¿Se parece realmente al caso presente o existen diferencias cntciales entre ambos?, ¿Existen, tal vez, otras situaciones que se asemejen más al caso presente?

En el caso de una argumentación instrrunental, que tiene tul esquema argumentativo basado en una relación de causalidad, las reacciones relevantes habrían incluido las siguien­tes pregtmtas evaluativas: ¿Es realmente tan deseable el antmciado efecto de la medida pro­puesta?, ¿Producirá esta realmente el efecto esperado? ¿No se lograría este más fácilmente por medio de algtula otra medida?, ¿No tiene la medida propuesta ningtín grave efecto se­ctuldario negativo?

3. Las falacias como violaciones de las reglas de la discusión

Por razones prácticas hemos discutido primero la evaluación de los argumentos individua­les, pero, al evaluar la calidad del discurso argumentativo, la evaluación de la discusión como un todo viene metodológicamente primero. En nuestra perspectiva pragma-dialéctica esta evaluación se concentra en los pasos (moves) falaces que impiden la resolución de la diferencia de opinión.

De acuerdo a la definición estándar, tma falacia es un argumento que "parece ser válido, pero no lo es" (Hamblin 1970). Sin embargo, muchas instancias de falacias generalmente

61 En otros casos, donde el esquema argumentativo es claramente indicado por la persona que argumenta, este esquema ya forma parte del contexto que puede ser usado para identificar la premisa implícita. Por razones prácti· e as, el analista debería comenzar siempre por lo que está claro y avanzar desde allfhacia lo que no lo está.

¡

1 11 1 ~~ 122 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST f ARGUAtfNTJ\CIÓN, COMU~'ICIICION Y fA LICIAS

1

L

reconocidas caen claramente fuera del ámbito de esta definición. En algunos casos ni siquiera se trata de argumentos (p. ej.la falacia llamada preguntas múltiples y elargumeutum ad baculum). En otros casos, desde el punto de vista estrictamente lógico, el argumento en cuestión no es en absoluto inválido (como p. ej. el razonamiento circular). Más aun, en otros casos (como en el argumenfum ad verecwtdiam y e!argumenlum ad poprtlum) sería realmente exagerar las cosas si se buscara el error en la invalidez del argumento.

Gracias al libro de Hamblin, Fal/acies (1970), se puede considerar como tm astmto de co­nocimiento común el que el así llamado Tratamiento Estándar de las falacias adolece de se­rios defectos teóricos y prácticos. AWlque la devastadora crítica de Hamblin parece no haber preocupado a algtmos autores de textos de estudio, en otros ha provocado fuertes y diver­gentes reacciones. En Wl extremo del espectro hay personas que quisieran eliminar, hasta nuevo aviso, las falacias como tópicos de los textos de lógica.67 En el otro extremo, existen autores que favorecen Wla apreciación más positiva de las falacias.68

El trabajo de John Woods y Douglas Walton ofrece Wla reacción más constructiva a la crítica de Hamblin del Tratamiento Estándar.69 El punto de partida de estos autores es su creencia de que el Tratamiento Estándar no funciona porque usa solamente la lógica silogística clásica, la proposicional y la de predicados. En su opinión, el remedio podría consistir en apelar a otras lógicas, no clásicas. Woods y Walton se proponen mostrar que en muchos casos es posible hacer Wl análisis satisfactorio de las falacias.

La exploración sistemática de sistemas lógicos avanzados con el fin de analizar las falacias es característica del enfoque de Woods y Walton. Por ejemplo, para el análisis de las falacias de seczmdum qrlid y post lwc ergo propter lloc usan la lógica inductiva, para el análisis del argumentum ad vereczmdiam usan la lógica del razonamiento plausible, para el análisis de preguntas mtíltíples y petitio principii usan la teOría dialéctica del juego y para el análisis del ignoratío eletrchi, la lógica relacional. Además de estas lógicas, discuten la utilidad de las lógi­cas epistémica, doxástica y modal para la clarificación de otras falacias.

El enfoque de estos autores implica aplicar tm sistema lógico apropiado al análisis de cada falacia particular. Cada falacia necesita, por así decirlo, su propia lógica. Sin embargo, para propósitos prácticos, este enfoque no resulta muy realista/0 En efecto, para poder llevar a cabo los análisis se requiere Wla cantidad considerable de conocimientos lógicos. También existen algMas desventajas teóricas inherentes a este erúoque: al apoyarse en tantos sistemas lógicos diferentes solo se obtienen descripciones fragmentarias de las diversas falacias y no Wl cuadfo global del campo de las falacias como tm todo. Idealmente, se debería preferir tma

67 Esta exclusión radical del tópico de las faJadas de los textos de lógica, como se encuentra en La.mbert y Ulrich (1980), parece ser una sobrerreacción a Jos deficiencias del Tratamiento Estándar. Ella entraña el peligro de que, a la larga, el estudio de las falacias desaparezca totahnente del escnttinio intelectual sistemático. .s Sostienen, por ejemplo, que tu quoque (Gerber 1974), pendiente resbaladiw (Govier, 1982) o composicióu y diuisióll (Broyles, 1975) no es necl'S<Irio que siempre sean condenados como defectuosos, sino que pueden ser argumentos perfectamente !cg(timos. En nuestra opinión, referirse a circunstancias atenuantes, que hacen que una falacia pase a no ser (alada después de todo, solo crea nuevos y serios problemas. En consecuencia, como cada caso debe ser examinado por sus propios méritos, detectar e identificar las falacias se vuelve rma tarea "ad hoc" y se hace extrema­damente difícil, si no imposible, desarrollar tul método general y manejable para distinguir entre argumentos fala­ces y no falaces. r1! Véase Woods & Walton (1989) y Woods (1988). Otras alternativas interesantes se encuentran en Finocchiaro {1981, 1987a) y Hintikka (1987). 70 A fin de cuentas, a diferencia de la teorfa cuántica, la teoría de las falacias debería tener aplicaciones prácticas que fueran accesibles, después de una instnJ.cción apropiada, a los usuarios del lenguaje cotidiano.

CAPfTUE.O VI!I / ANAUSIS Y EVAllMC/ÓN OH DISCURSO ARGUMfNTATIVO 123

teoría unificada, que fuera capaz de tratar todos los fenómenos diferentes. Sin duda las falacias constituyen una categoría heterogénea, pero esto no significa automáticamente que solo pue­dan ser analizadas por medio de instrumentos teóricos variados.

En nuestra opinión, es importante no exagerar el rol de la lógica al tratar con las falacias, aWl cuando así se sacrifique la certeza absoluta que un enfoque puramente lógico parece ofrecer. La importancia práctica de los errores "lógicos", en comparación con otros pasos 0

movidas (moves) falaces, solo puede ser apropiadamente evaluada si primero se tiene claro qué lugar ocupa la argumentación, u otro acto de habla en el que éstos ocurran, en el contexto más amplio de la discusión crítica. La argumentación, al igual que cualquier otro acto de habla, es un elemento ftmcional de los intercambios verbales entre los usuarios del lenguaje cotidiano. Solo si se toma en cuenta el contexto comunicacional e interactivo llega a hacerse claro que la argumentación tiene Wl "rol reparador": apWlta a disipar las dudas que Wl usuario del lenguaje tiene con respecto al pWltO de vista del otro. Si no se da cabida a este conocimiento pragmático, no se puede justificar el análisis de estos pasos o movidas (moves) de la discusión.

En nuestra opinión, los requisitos que debería cumplir w1a adecuada teoría de las falacias son los siguientes: en primer lugar, debe proporcionar normas que permitan distinguir, al interior del discurso argumentativo, entre los pasos o movidas (moves) que son razonables y los que no lo son. En segundo lugar, debe proporcionar criterios que permitan decidir cuán­do se ha violado Wla norma de este tipo. En tercer lugar, debe proporcionar procedimientos de interpretación que permitan determinar si tm emmciado satisface o no estos criterios.

Desde nuestra perspectiva, el análisis de las falacias procede siempre en tres pasos: el enWlciado debe ser interpretado como un acto de habla específico, este acto de habla debe ser reconocido como Wla violación de Wla norma general y, finalmente, se debe establecer si realmente la situación en que ocurre el emmciado está dentro del alcance de esta norma. El acuerdo sobre las normas generales que rigen Wl comportamiento razonable en tma discu­sión crítica no coincide automáticamente ni con el acuerdo sobre los criterios que permiten decidir qué se considera tma violación de estas normas, ni con el acuerdo sobre el procedi­miento de interpretación que determina si Wl emmciado satisface o no estos criterios.

En la literatura especializada sobre falacias muchas veces se confunden las normas con los criterios y generalmente los problemas de interpretación son ignorados o trivializados. La confusión de normas y criterios crea expectativas poco realistas acerca de lo que una teo­ría particular de las falacias puede lograr. El pasar por alto los problemas de interpretación produce Wla teoría de las falacias que resulta inadecuada para lograr sus metas prácticas.

A continuación describimos los lineamientos de nuestro enfoque. Presentamos tm mode­lo ideal donde las reglas de Wl discurso argumentativo razonable se especifican como reglas para la realización de actos de habla dentro de Wla discusión crítica orientada a la resolución de Wla disputa. Las reglas indican, para cada etapa de la discusión, cuándo los participantes que intentan resolver Wla disputa tienen derecho, o incluso están obligados, a realizar tm paso o movida (move) particular. Es obligatorio que los participantes observen todas las reglas que conducen a resolver la disputa? 1 Cualquier violación de Wla regla de la discusión,

11 Solo en conjunto con el cumplimiento de las "condiciones de orden superior" apropiadas puede el cumplimiento de las reglas constituir también una condición suficiente (de primer orden) para la resolución de rma disputa. Para las condiciones de segundo orden, relacionadas con las actitudes y disposiciones de los que discuten, y las condicio­nes de tercer orden, relacionadas con las circlUlStancias en las que tiene lugar la discusión, véase van Eemeren y Grootendorst (1988).

1 11 1 ~~ 122 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST f ARGUAtfNTJ\CIÓN, COMU~'ICIICION Y fA LICIAS

1

L

reconocidas caen claramente fuera del ámbito de esta definición. En algunos casos ni siquiera se trata de argumentos (p. ej.la falacia llamada preguntas múltiples y elargumeutum ad baculum). En otros casos, desde el punto de vista estrictamente lógico, el argumento en cuestión no es en absoluto inválido (como p. ej. el razonamiento circular). Más aun, en otros casos (como en el argumenfum ad verecwtdiam y e!argumenlum ad poprtlum) sería realmente exagerar las cosas si se buscara el error en la invalidez del argumento.

Gracias al libro de Hamblin, Fal/acies (1970), se puede considerar como tm astmto de co­nocimiento común el que el así llamado Tratamiento Estándar de las falacias adolece de se­rios defectos teóricos y prácticos. AWlque la devastadora crítica de Hamblin parece no haber preocupado a algtmos autores de textos de estudio, en otros ha provocado fuertes y diver­gentes reacciones. En Wl extremo del espectro hay personas que quisieran eliminar, hasta nuevo aviso, las falacias como tópicos de los textos de lógica.67 En el otro extremo, existen autores que favorecen Wla apreciación más positiva de las falacias.68

El trabajo de John Woods y Douglas Walton ofrece Wla reacción más constructiva a la crítica de Hamblin del Tratamiento Estándar.69 El punto de partida de estos autores es su creencia de que el Tratamiento Estándar no funciona porque usa solamente la lógica silogística clásica, la proposicional y la de predicados. En su opinión, el remedio podría consistir en apelar a otras lógicas, no clásicas. Woods y Walton se proponen mostrar que en muchos casos es posible hacer Wl análisis satisfactorio de las falacias.

La exploración sistemática de sistemas lógicos avanzados con el fin de analizar las falacias es característica del enfoque de Woods y Walton. Por ejemplo, para el análisis de las falacias de seczmdum qrlid y post lwc ergo propter lloc usan la lógica inductiva, para el análisis del argumentum ad vereczmdiam usan la lógica del razonamiento plausible, para el análisis de preguntas mtíltíples y petitio principii usan la teOría dialéctica del juego y para el análisis del ignoratío eletrchi, la lógica relacional. Además de estas lógicas, discuten la utilidad de las lógi­cas epistémica, doxástica y modal para la clarificación de otras falacias.

El enfoque de estos autores implica aplicar tm sistema lógico apropiado al análisis de cada falacia particular. Cada falacia necesita, por así decirlo, su propia lógica. Sin embargo, para propósitos prácticos, este enfoque no resulta muy realista/0 En efecto, para poder llevar a cabo los análisis se requiere Wla cantidad considerable de conocimientos lógicos. También existen algMas desventajas teóricas inherentes a este erúoque: al apoyarse en tantos sistemas lógicos diferentes solo se obtienen descripciones fragmentarias de las diversas falacias y no Wl cuadfo global del campo de las falacias como tm todo. Idealmente, se debería preferir tma

67 Esta exclusión radical del tópico de las faJadas de los textos de lógica, como se encuentra en La.mbert y Ulrich (1980), parece ser una sobrerreacción a Jos deficiencias del Tratamiento Estándar. Ella entraña el peligro de que, a la larga, el estudio de las falacias desaparezca totahnente del escnttinio intelectual sistemático. .s Sostienen, por ejemplo, que tu quoque (Gerber 1974), pendiente resbaladiw (Govier, 1982) o composicióu y diuisióll (Broyles, 1975) no es necl'S<Irio que siempre sean condenados como defectuosos, sino que pueden ser argumentos perfectamente !cg(timos. En nuestra opinión, referirse a circunstancias atenuantes, que hacen que una falacia pase a no ser (alada después de todo, solo crea nuevos y serios problemas. En consecuencia, como cada caso debe ser examinado por sus propios méritos, detectar e identificar las falacias se vuelve rma tarea "ad hoc" y se hace extrema­damente difícil, si no imposible, desarrollar tul método general y manejable para distinguir entre argumentos fala­ces y no falaces. r1! Véase Woods & Walton (1989) y Woods (1988). Otras alternativas interesantes se encuentran en Finocchiaro {1981, 1987a) y Hintikka (1987). 70 A fin de cuentas, a diferencia de la teorfa cuántica, la teoría de las falacias debería tener aplicaciones prácticas que fueran accesibles, después de una instnJ.cción apropiada, a los usuarios del lenguaje cotidiano.

CAPfTUE.O VI!I / ANAUSIS Y EVAllMC/ÓN OH DISCURSO ARGUMfNTATIVO 123

teoría unificada, que fuera capaz de tratar todos los fenómenos diferentes. Sin duda las falacias constituyen una categoría heterogénea, pero esto no significa automáticamente que solo pue­dan ser analizadas por medio de instrumentos teóricos variados.

En nuestra opinión, es importante no exagerar el rol de la lógica al tratar con las falacias, aWl cuando así se sacrifique la certeza absoluta que un enfoque puramente lógico parece ofrecer. La importancia práctica de los errores "lógicos", en comparación con otros pasos 0

movidas (moves) falaces, solo puede ser apropiadamente evaluada si primero se tiene claro qué lugar ocupa la argumentación, u otro acto de habla en el que éstos ocurran, en el contexto más amplio de la discusión crítica. La argumentación, al igual que cualquier otro acto de habla, es un elemento ftmcional de los intercambios verbales entre los usuarios del lenguaje cotidiano. Solo si se toma en cuenta el contexto comunicacional e interactivo llega a hacerse claro que la argumentación tiene Wl "rol reparador": apWlta a disipar las dudas que Wl usuario del lenguaje tiene con respecto al pWltO de vista del otro. Si no se da cabida a este conocimiento pragmático, no se puede justificar el análisis de estos pasos o movidas (moves) de la discusión.

En nuestra opinión, los requisitos que debería cumplir w1a adecuada teoría de las falacias son los siguientes: en primer lugar, debe proporcionar normas que permitan distinguir, al interior del discurso argumentativo, entre los pasos o movidas (moves) que son razonables y los que no lo son. En segundo lugar, debe proporcionar criterios que permitan decidir cuán­do se ha violado Wla norma de este tipo. En tercer lugar, debe proporcionar procedimientos de interpretación que permitan determinar si tm emmciado satisface o no estos criterios.

Desde nuestra perspectiva, el análisis de las falacias procede siempre en tres pasos: el enWlciado debe ser interpretado como un acto de habla específico, este acto de habla debe ser reconocido como Wla violación de Wla norma general y, finalmente, se debe establecer si realmente la situación en que ocurre el emmciado está dentro del alcance de esta norma. El acuerdo sobre las normas generales que rigen Wl comportamiento razonable en tma discu­sión crítica no coincide automáticamente ni con el acuerdo sobre los criterios que permiten decidir qué se considera tma violación de estas normas, ni con el acuerdo sobre el procedi­miento de interpretación que determina si Wl emmciado satisface o no estos criterios.

En la literatura especializada sobre falacias muchas veces se confunden las normas con los criterios y generalmente los problemas de interpretación son ignorados o trivializados. La confusión de normas y criterios crea expectativas poco realistas acerca de lo que una teo­ría particular de las falacias puede lograr. El pasar por alto los problemas de interpretación produce Wla teoría de las falacias que resulta inadecuada para lograr sus metas prácticas.

A continuación describimos los lineamientos de nuestro enfoque. Presentamos tm mode­lo ideal donde las reglas de Wl discurso argumentativo razonable se especifican como reglas para la realización de actos de habla dentro de Wla discusión crítica orientada a la resolución de Wla disputa. Las reglas indican, para cada etapa de la discusión, cuándo los participantes que intentan resolver Wla disputa tienen derecho, o incluso están obligados, a realizar tm paso o movida (move) particular. Es obligatorio que los participantes observen todas las reglas que conducen a resolver la disputa? 1 Cualquier violación de Wla regla de la discusión,

11 Solo en conjunto con el cumplimiento de las "condiciones de orden superior" apropiadas puede el cumplimiento de las reglas constituir también una condición suficiente (de primer orden) para la resolución de rma disputa. Para las condiciones de segundo orden, relacionadas con las actitudes y disposiciones de los que discuten, y las condicio­nes de tercer orden, relacionadas con las circlUlStancias en las que tiene lugar la discusión, véase van Eemeren y Grootendorst (1988).

!~ ¡

l ~ ,, '.

124 FRANS H. VAN EEMER<.N- Roa GROOTENDORST / ARGl/MfNfiiC/tlN, COMUNIG\CI()N Y fii(.IIC/AS

cualquiera sea la parte que la cometa y cualquiera sea la etapa de la discusión en que ocurra, constituye tma posible amenaza para la resolución de la disputa y debe, por lo tanto, ser considerada como Wl paso o movida (move) incorrecto de la discusión. Las falacias son ana~ !izadas como dichos pasos o movidas (moves) incorrectos en que se viola alguna de las reglas de la discusión.

En nuestro enfoque, el término falacia se conecta así sistemáticamente con las reglas de lUla discusión crítica. Pensamos que todas las categorías tradicionales tienen su lugar propio en nuestro sistema, pero, incluso si tma o más de las falacias enumeradas tradicionalmente no pudiera ser analizada pragma-dialécticamente, esto no significaría automáticamente que hay algtín defecto en el aparato teórico. Sería lUl error tratar la lista tradicional como un sacrosanto regalo del cielo.12

En nuestro enfoque no se considera que el cometer lUla falacia sea automáticamente equi~ valente a lUla conducta poco ética. Solo es incorrecto en el sentido de que frustra los esfuer~ zos para akanzar la resohtción de la disputa. Las diez reglas de la discusión, que presentare~ mos en los capítulos 9~ 18, tienen como flUldamento precisamente el hecho de que todas ellas representan componentes indispensables de tm código de conducta que permite resolver las diferencias de opinión?3 Es precisamente debido a esta capacidad para resolver problemas que deberían ser aceptables para aquellos participantes de Wla discusión que quieren supe~ rar sus diferencias.

Nuestro enfoque de las falacias es más amplio y, al mismo tiempo, más específico que el enfoque tradicional centrado en la lógica. Es más amplio porque abarca en su análisis, desde tm comienzo, todas las violaciones de las reglas de la discusión, no sólo los errores "lógicos" relacionados con la validez. Es más específico, porque las falacias se conectan sistemáticamente con la resolución de las diferencias de opinión. La consecuencia más significativa de esto es que nuestro enfoque permite comprender por qué algo es considerado una falacia.

Para Wla apreciación realista del alcance de nuestra teoría de las falacias, es importante notar que no siempre se justifica usar las normas proporcionadas por las reglas de Wla discu~ sión crítica. Estas se aplican solo en los casos en que el discurso está realmente dirigido a resolver tma disputa. Atmque en muchas instancias de discurso argumentativo resultabas­tante obvio (o, por lo menos razonable de suponer) que el propósito flUldamental del discur­so es resolver ~ma diferencia de opinión, en muchos otros casos es igualmente obvio que la resolución de la diferencia de opinión no es el objetivo fWldamental. También hay muchos casos en los cuales no está tan claro cuál es realmente el objetivo del discurso. Por lo tanto, la identificación de las falacias siempre es condicional: solo cuando se da una cierta interpreta­ción del discurso se justifica sostener que se ha cometido tma falacia.

En la práctica, casi nunca un discurso estará completamente orientado a la resolución o completamente no orientado a la resolución. En los casos en que no está claro, y el discurso podría estar o no estar orientado a la resolución de Wla disputa, conviene emplear la es trate-

n En principio, podemos explicar cuál es el lugar de todas las falacias tradicionales en nuestro sistema (Cf. capítulos 9-18), pero tenemos que dejar abierta la posibilidad de que algunas de las falacias tradicionales no hayan sido enumeradas como tales de manera completamente correcta. De otro modo, caeríamos en el mismo enfoque ad hoc que le fue severamente criticado al Tratamiento Estándar. 1l De hecho, estas reglas son una versión simplificada de las reglas más elaboradas, y teóricamente mejor fundadas, que discutimos en van Eemeren y Grootendorst (1984).

CAPITULO VIII f ANAliSIS Y EVi\WiiCION DH DISCURW ARGUMENTi\TIVO 125

gia del análisis máximamente dialéctico e interpretar (parte de) el discurso en cuestión como si fuera (parte de) tma discusión crítica.

En principio, las reglas de la discusión crítica proporcionan todas las diversas normas que cumplen un rol en la resolución de una disputa.74 Mientras los enfoques tradicionales, centrados en la lógica, tienen solo lUla norma -la validez formal, en tm sentido o en otro-las diez reglas pragma-dialécticas corresponden a diez normas diferentes. Éstas no solo cubren la validez formal, o más bien la invalidez, sino también muchos otros aspectos que pueden fallar en el discurso argumentativo.

Una norma puede ser violada de muchas maneras diferentes y esto puede conducir a diferentes tipos de falacias. Para respetar las normas se deben satisfacer diversos tipos de criterios. Hasta ahora, la teoría pragnta-dialéctica todavía no proporciona todos los criterios necesarios para decidir si cierto acto de habla satisface o no las normas. En su estado achtal, es básicamente tma teoría de las normas y no lUla teoría de los criterios.75

En principio, la teoría pragma-dialéctica proporciona los procedimientos de interpreta­ción necesarios para determinar si un enWlciado satisface o no tm criterio dado. Pero esto no significa que tales procedimientos se formulen de una manera que conduzca automáticamente a la única interpretación correcta. No obstante, todos los rasgos característicos del discurso cotidiano se toman en cuenta sistemáticamente, especialmente el carácter de implícito e indi­recto. En los enfoques centrados en la lógica, en cambio, estos fenómenos son completamente ignorados o son tratados como "debilidades" del lenguaje natural de las que hay que liberar­se lo más pronto posible. En el mejor de los casos, solo se les presta una atención superficial, que solo conduce a observaciones ad hoc.

71 Para la fundamentación de las nom1as propuestas, véase también van Eemeren y Grootendorst (1988). Debe n:cordarse que para poder hacer recomendaciones prácticas bien ftmdadas y sistemáticas para la resolución de una diSputa no solo deben toma~ en cuenta estas ~ondiciones de primer orden, sino también las condiciones de segun­do y terc~rorden, que se relaciOnan con las actitudes y las circunstancias. En este punto, nuestra posición es similar a la de Stegel (1988) y algunos otros representantes del Movimiento por el Pensamiento Crítico [Critica! Thinking Mov~ment]. Estamos_d~ acuerdo con ~aul (1982) en que una concepción "atomística" del pensamiento crítico, en­tend_,do como el domu~o de una batena de habilidades técnicas, es insuficiente. Sin embargo, valoramos la lista de Enrus ~e las competenct~ fundamentales de un pensador crítico (1987), las que pem1iten evitar cometer las falacias de la hs~a estándar. Debtdo a que en nuestro eruoque estas competencias son sistemáticamente puestas en una gerspectiva general abarcadora, el problema de !a atomización no se presenta. 'S<: req~iere má~ investig~ción pra?ma:dialéctica para desarrollar criterios precisos e inequívocos que permitan

d1stmgU1r entre d1ferentes hpos de vtolac1ón de tma misma norma y tipos similares de violación de normas diferen­~· El_ tip~ de trabajo realizado por Woods y Walton (cf. Woods & Walton, 1989) puede ser beneficioso para esta mvestigactón.

1

' 1

!~ ¡

l ~ ,, '.

124 FRANS H. VAN EEMER<.N- Roa GROOTENDORST / ARGl/MfNfiiC/tlN, COMUNIG\CI()N Y fii(.IIC/AS

cualquiera sea la parte que la cometa y cualquiera sea la etapa de la discusión en que ocurra, constituye tma posible amenaza para la resolución de la disputa y debe, por lo tanto, ser considerada como Wl paso o movida (move) incorrecto de la discusión. Las falacias son ana~ !izadas como dichos pasos o movidas (moves) incorrectos en que se viola alguna de las reglas de la discusión.

En nuestro enfoque, el término falacia se conecta así sistemáticamente con las reglas de lUla discusión crítica. Pensamos que todas las categorías tradicionales tienen su lugar propio en nuestro sistema, pero, incluso si tma o más de las falacias enumeradas tradicionalmente no pudiera ser analizada pragma-dialécticamente, esto no significaría automáticamente que hay algtín defecto en el aparato teórico. Sería lUl error tratar la lista tradicional como un sacrosanto regalo del cielo.12

En nuestro enfoque no se considera que el cometer lUla falacia sea automáticamente equi~ valente a lUla conducta poco ética. Solo es incorrecto en el sentido de que frustra los esfuer~ zos para akanzar la resohtción de la disputa. Las diez reglas de la discusión, que presentare~ mos en los capítulos 9~ 18, tienen como flUldamento precisamente el hecho de que todas ellas representan componentes indispensables de tm código de conducta que permite resolver las diferencias de opinión?3 Es precisamente debido a esta capacidad para resolver problemas que deberían ser aceptables para aquellos participantes de Wla discusión que quieren supe~ rar sus diferencias.

Nuestro enfoque de las falacias es más amplio y, al mismo tiempo, más específico que el enfoque tradicional centrado en la lógica. Es más amplio porque abarca en su análisis, desde tm comienzo, todas las violaciones de las reglas de la discusión, no sólo los errores "lógicos" relacionados con la validez. Es más específico, porque las falacias se conectan sistemáticamente con la resolución de las diferencias de opinión. La consecuencia más significativa de esto es que nuestro enfoque permite comprender por qué algo es considerado una falacia.

Para Wla apreciación realista del alcance de nuestra teoría de las falacias, es importante notar que no siempre se justifica usar las normas proporcionadas por las reglas de Wla discu~ sión crítica. Estas se aplican solo en los casos en que el discurso está realmente dirigido a resolver tma disputa. Atmque en muchas instancias de discurso argumentativo resultabas­tante obvio (o, por lo menos razonable de suponer) que el propósito flUldamental del discur­so es resolver ~ma diferencia de opinión, en muchos otros casos es igualmente obvio que la resolución de la diferencia de opinión no es el objetivo fWldamental. También hay muchos casos en los cuales no está tan claro cuál es realmente el objetivo del discurso. Por lo tanto, la identificación de las falacias siempre es condicional: solo cuando se da una cierta interpreta­ción del discurso se justifica sostener que se ha cometido tma falacia.

En la práctica, casi nunca un discurso estará completamente orientado a la resolución o completamente no orientado a la resolución. En los casos en que no está claro, y el discurso podría estar o no estar orientado a la resolución de Wla disputa, conviene emplear la es trate-

n En principio, podemos explicar cuál es el lugar de todas las falacias tradicionales en nuestro sistema (Cf. capítulos 9-18), pero tenemos que dejar abierta la posibilidad de que algunas de las falacias tradicionales no hayan sido enumeradas como tales de manera completamente correcta. De otro modo, caeríamos en el mismo enfoque ad hoc que le fue severamente criticado al Tratamiento Estándar. 1l De hecho, estas reglas son una versión simplificada de las reglas más elaboradas, y teóricamente mejor fundadas, que discutimos en van Eemeren y Grootendorst (1984).

CAPITULO VIII f ANAliSIS Y EVi\WiiCION DH DISCURW ARGUMENTi\TIVO 125

gia del análisis máximamente dialéctico e interpretar (parte de) el discurso en cuestión como si fuera (parte de) tma discusión crítica.

En principio, las reglas de la discusión crítica proporcionan todas las diversas normas que cumplen un rol en la resolución de una disputa.74 Mientras los enfoques tradicionales, centrados en la lógica, tienen solo lUla norma -la validez formal, en tm sentido o en otro-las diez reglas pragma-dialécticas corresponden a diez normas diferentes. Éstas no solo cubren la validez formal, o más bien la invalidez, sino también muchos otros aspectos que pueden fallar en el discurso argumentativo.

Una norma puede ser violada de muchas maneras diferentes y esto puede conducir a diferentes tipos de falacias. Para respetar las normas se deben satisfacer diversos tipos de criterios. Hasta ahora, la teoría pragnta-dialéctica todavía no proporciona todos los criterios necesarios para decidir si cierto acto de habla satisface o no las normas. En su estado achtal, es básicamente tma teoría de las normas y no lUla teoría de los criterios.75

En principio, la teoría pragma-dialéctica proporciona los procedimientos de interpreta­ción necesarios para determinar si un enWlciado satisface o no tm criterio dado. Pero esto no significa que tales procedimientos se formulen de una manera que conduzca automáticamente a la única interpretación correcta. No obstante, todos los rasgos característicos del discurso cotidiano se toman en cuenta sistemáticamente, especialmente el carácter de implícito e indi­recto. En los enfoques centrados en la lógica, en cambio, estos fenómenos son completamente ignorados o son tratados como "debilidades" del lenguaje natural de las que hay que liberar­se lo más pronto posible. En el mejor de los casos, solo se les presta una atención superficial, que solo conduce a observaciones ad hoc.

71 Para la fundamentación de las nom1as propuestas, véase también van Eemeren y Grootendorst (1988). Debe n:cordarse que para poder hacer recomendaciones prácticas bien ftmdadas y sistemáticas para la resolución de una diSputa no solo deben toma~ en cuenta estas ~ondiciones de primer orden, sino también las condiciones de segun­do y terc~rorden, que se relaciOnan con las actitudes y las circunstancias. En este punto, nuestra posición es similar a la de Stegel (1988) y algunos otros representantes del Movimiento por el Pensamiento Crítico [Critica! Thinking Mov~ment]. Estamos_d~ acuerdo con ~aul (1982) en que una concepción "atomística" del pensamiento crítico, en­tend_,do como el domu~o de una batena de habilidades técnicas, es insuficiente. Sin embargo, valoramos la lista de Enrus ~e las competenct~ fundamentales de un pensador crítico (1987), las que pem1iten evitar cometer las falacias de la hs~a estándar. Debtdo a que en nuestro eruoque estas competencias son sistemáticamente puestas en una gerspectiva general abarcadora, el problema de !a atomización no se presenta. 'S<: req~iere má~ investig~ción pra?ma:dialéctica para desarrollar criterios precisos e inequívocos que permitan

d1stmgU1r entre d1ferentes hpos de vtolac1ón de tma misma norma y tipos similares de violación de normas diferen­~· El_ tip~ de trabajo realizado por Woods y Walton (cf. Woods & Walton, 1989) puede ser beneficioso para esta mvestigactón.

1

' 1

¡·

1

1

11 " "

CAPITULO IX

Falacias de la etapa de confrontación

1. Presentación y puesta en duda de los puntos de vista

Una disputa surge cuando alguien presenta tm punto de vista y otra persona lo pone en duda. Atmque pueda sonar paradójico, a fin de promover la resolución de las disputas debe promoverse también la expresión de las diferencias de opinión.76 Solo cuando una disputa ha sido expresada con completa claridad se hace posible intentar resol verla sistemáticamente. Idealmente, la disputa debería aclararse en la etapa de confrontación, que, en tma discusión crítica, precede al proceso de resolución propiamente tal.

Promover la extemalización de las disputas significa apwltar a la creación de un clima en el cual las personas sean capaces de presentar cualquier ptmto de vista que deseen y de poner en duda cualquier punto de vista que deseen. Para comenzar, debe reconocerse que cada uno tiene, en principio, el derecho a presentar un punto de vista sobre cualquier tema y el derecho a poner en cuestión cualquier punto de vista, sin importar el tema al que se refiera. Puesto que los argumentos que van en apoyo de un punto de vista pueden ser considerados, ell<Js mismos, como puntos de vista subordinados (substandpoints) que pueden ser puestos en duda, este punto de partida se aplica también a la presentación de argumentos y a la puesta en duda de ellos.

La exigencia de libertad de expresión significa que no se les pone ninguna restricción, de ningún tipo, a los puntos de vista o argument<Js que pueden ser presentados o criticados, ni a las personas que los hacen. Los actos de habla por medio de los cuales se expresan estos puntos de vista n<J deben consistir necesariamente en afirmaciones sobre hechos, también pueden ser juicios de valor o evaluaciones estéticas. Su contenido proposicional puede variar de muy simple a muy complejo.

El que los puntos de vista puedan referirse absolutamente a cualquier tema se expresa en las reglas de tma discusión crítica enfatizando la no-imposición de ningtma condición respec­to al tipo de proposición a que puede referirse el punto de vista. La ausencia de cualquier restricción sobre las personas que pueden presentar o poner en duda un punto de vista signi-

16 &lo no siempre se aplica a las diferencias de opinión propias de las negociaciones diplomáticas y de otro tipo, pero, en esos casos, el propósito principal del diswrso no es resolver el conflicto por medio de una discusión critica.

, ' : i

¡·

1

1

11 " "

CAPITULO IX

Falacias de la etapa de confrontación

1. Presentación y puesta en duda de los puntos de vista

Una disputa surge cuando alguien presenta tm punto de vista y otra persona lo pone en duda. Atmque pueda sonar paradójico, a fin de promover la resolución de las disputas debe promoverse también la expresión de las diferencias de opinión.76 Solo cuando una disputa ha sido expresada con completa claridad se hace posible intentar resol verla sistemáticamente. Idealmente, la disputa debería aclararse en la etapa de confrontación, que, en tma discusión crítica, precede al proceso de resolución propiamente tal.

Promover la extemalización de las disputas significa apwltar a la creación de un clima en el cual las personas sean capaces de presentar cualquier ptmto de vista que deseen y de poner en duda cualquier punto de vista que deseen. Para comenzar, debe reconocerse que cada uno tiene, en principio, el derecho a presentar un punto de vista sobre cualquier tema y el derecho a poner en cuestión cualquier punto de vista, sin importar el tema al que se refiera. Puesto que los argumentos que van en apoyo de un punto de vista pueden ser considerados, ell<Js mismos, como puntos de vista subordinados (substandpoints) que pueden ser puestos en duda, este punto de partida se aplica también a la presentación de argumentos y a la puesta en duda de ellos.

La exigencia de libertad de expresión significa que no se les pone ninguna restricción, de ningún tipo, a los puntos de vista o argument<Js que pueden ser presentados o criticados, ni a las personas que los hacen. Los actos de habla por medio de los cuales se expresan estos puntos de vista n<J deben consistir necesariamente en afirmaciones sobre hechos, también pueden ser juicios de valor o evaluaciones estéticas. Su contenido proposicional puede variar de muy simple a muy complejo.

El que los puntos de vista puedan referirse absolutamente a cualquier tema se expresa en las reglas de tma discusión crítica enfatizando la no-imposición de ningtma condición respec­to al tipo de proposición a que puede referirse el punto de vista. La ausencia de cualquier restricción sobre las personas que pueden presentar o poner en duda un punto de vista signi-

16 &lo no siempre se aplica a las diferencias de opinión propias de las negociaciones diplomáticas y de otro tipo, pero, en esos casos, el propósito principal del diswrso no es resolver el conflicto por medio de una discusión critica.

, ' : i

'

" ., 128 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB G]{OOTENOORST / ARC!!MENTAC/ON, (OMl/NICAC!tlN Y fAlACI~S

fica que los actos de habla que deben realizar para este propósito no pueden estar sujetos a condiciones preparatorias especiales con respecto al estatus o posición del hablante. En tma discusión crítica todas las personas tienen derecho a afirmar algo o a ponerlo en duda.77

Para que puedan hacer el mejor uso de este derecho fundamental a externa !izar sus dife­rencias de opinión, a los participantes de la discusión no se les debe impedir ní presentar sus puntos de vista, ni poner en cuestión los de sus oponentes. Esta prohibición de limitar, res­tringiendo así su derecho a la libertad de expresión, las oportunidades del oponente para resolver una disputa se formula en la Regla 1 de una discusión crítica de la siguiente manera: Las partes 110 deben impedirse unas a otras el presentar prmtos de vista o el ponerlos en duda.

La Regla 1 puede ser violada de diversas maneras. Por ejemplo, un participante de la discusión podría imponer ciertas restricciones a los puntos de vista que pueden ser presenta­dos o cuestionados. También podría negarle a algím oponente el derecho a presentar el pun· to de vista que él quiere o a formularle críticas al punto de vista que desea criticar. En el primer caso, se imponen restricciones al contenido de los puntos de vista, en el segundo, se atenta contra la libertad personal del oponente.

Si se le imponen restricciones al contenido, significa que ciertos puntos de vista son ex­cluidos, de hecho, de la discusión. Esto también sucede si se declaran sacrosantos algunos puntos de vista particulares, de tal manera que se le prohíbe al oponente ponerlos en duda y, en consecuencia, se los vuelve inmunes a la crítica. Por ejemplo:

"Entonces tomo mi ejemplar del último número de La Atalaya y lo estudio, escogiendo los pun­tos principales de cada artículo. Lo que quiero dedr es que uno no puede discutir lo que está en la Biblia." (Viv Nicholson, entrevistada por The Smtday Times, 25 de noviembre de 1990).

Excluir un ptmto de vista de la discusión, ya sea que se haga inmunizándolo o de otra manera, es poner obstáculos al desarrollo de tma discusión crítica.

Atentar contra la libertad personal del oponente, negándole el derecho a presentar tm punto de vista o a criticarlo, es un intento de eliminarlo como participante serio de la discu­sión. Esto se puede hacer presionándolo a abstenerse de presentar un ptmto de vista particu· lar o de ponerlo en duda. También puede hacerse desacreditando su experiencia, imparciali­dad, integridad o credibilidad. Generalmente tales maniobras no se ejecutan de una manera directa, sino por medio de desvíos sofisticados y retorcidos. Más que dirigirse directamente al oponente, a menudo están dirigidas a tma audiencia que constituye un tercer partido.

2. Ejercer presión sobre el oponente

Presionar al oponente con el fin de impedirle presentar tm punto de vista o ponerlo en duda es equivalente a ponerle tm obstáculo al desarrollo de la discusión crítica. Puede tener por resultado el que la discusión no pase más allá de la etapa de confrontación, o incluso ni siquiera llegue a ella. En ese caso, ya no se tratará de lograr tma resolución de la disputa.

71 En la etapa de confrontación no existen ex(epdones a esta regla, pero esto no (Ondu(e automáticamente a la obliga­ción de defender tm punto de vista en contra de cualquier antagonista irracional que, en la etapa de apertura de la discusión, no esté dispuesto a aceptar nada, o que demuestre estar, en algún otro sentido, poco dispuesto a cooperar.

,_

CAPITUlO IX / fAtACMS DE U HAI'A m; CONfRONTACIÓN 129

Cualquier intento de cercenar de esta manera una discusión en el momento de su naci­miento constihtye una violación de la Regla 1 y, por lo tanto, debe ser considerado una fala­cia. En principio, cualquiera de las dos partes puede ser culpable de cometer esta falacia. Cuando lo que se intenta es evitar que un ptmto de vista sea presentado, el responsable de la falacia es el participante al que le habría correspondido el rol de antagonista; cuando lo que se intenta es evitar que se exprese una duda, la parte culpable es el protagonista.

La forma más extrema de evitar que el oponente presente un punto de vista, o que lo ponga en duda, es impedir, literahnente, que hable. La forma más efectiva de hacerlo es, por supuesto, eliminarlo físicamente. Sin embargo, la sola amenaza de violencia puede ser sufi­ciente y el amenazar con otro tipo de sanciones puede ser también muy efectivo. Es este elemento de amenaza el que le proporciona a este tipo de violación de la Regla 1 su denomi­nación genérica y establecida: argumentum ad baculwn.78

El término latino baculum, que significa garrote, se refiere entonces, por extensión, a la amenaza de emplear cualquier tipo de violencia ("Falacia de apelación al garrote"). Si el astmto no se detiene en las amenazas, el nombre resulta ser una descripción literal. Pero, por supuesto, si se trae a escena un garrote, ya no se trata realmente de tma discusión y mucho menos de una discusión crítica. Cuando un oponente es eliminado por métodos tales como alzar el puño o sacar un cuchillo, ya el propio hecho de no ser capaz de disponer de medios verbales vulnera el carácter fundamental de tma discusión crítica. Ordenes como "¡Cállate!" y "¡Te prolubo tocar este tema!" también apuntan a producir efectos que entran en conflicto con el carácter crítico de la discusión. En el caso de las amenazas verbales también hay una violación de la Regla 1, porque el efecto interactivo que persigue el acto de habla realizado al expresar una amenaza es que el oponente conecte una consecuencia específica con el hecho de comprender que está siendo amenazado ("Sería mejor que me callara"). En tma discusión crítica, en cambio, el único efecto interactivo que se persigue es que la parte opositora se convenza de lo errado de su punto de vista o de su duda.

Amenazar al oponente implica presionarlo para que se abstenga de tomar una posición. Generalmente la amenaza no será formulada literalmente, sino que simplemente se hará mención a posibles consecuencias desagradables para el oponente si pone obstáculos a lo que el hablante se propone. Tal vez esto se deba a que, de otro modo, podría ser demasiado obvio que el hablante está obstruyendo el desarrollo del proceso de resolución de la disputa y que infringe las reglas de una discusión crítica. Aunque no sea razonable, debe guardar las apariencias de razonabilidad en todo momento.

Debido a que las amenazas generalmente son formuladas de una manera indirecta, mu­chas veces es difícil reconocer un argmnentum ad bacu/um en la práctica. Un indicador útil suele ser que el hablante se refugia en expresiones que le aseguran enfáticamente al oyente que no hay ninguna presión sobre éL Por ejemplo:

"Por supuesto, Ud. es completamente libre de tener su posición" "Naturalmente, sólo de Ud. depende si acepta o no"

18 Woods y Walton (1989) proporcionan un análisis lógico del nrg11111WIIm1 ad bacu/11111, pero sugieren, con razón, que el lugar apropiado para tratar con esta falacia no es el campo de la lógica (d. Jason, 1987; Walton, 1987b, y Kielkopf, 1980).

:¡ 1 ' ' : ' '

'¡ '

'

" ., 128 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB G]{OOTENOORST / ARC!!MENTAC/ON, (OMl/NICAC!tlN Y fAlACI~S

fica que los actos de habla que deben realizar para este propósito no pueden estar sujetos a condiciones preparatorias especiales con respecto al estatus o posición del hablante. En tma discusión crítica todas las personas tienen derecho a afirmar algo o a ponerlo en duda.77

Para que puedan hacer el mejor uso de este derecho fundamental a externa !izar sus dife­rencias de opinión, a los participantes de la discusión no se les debe impedir ní presentar sus puntos de vista, ni poner en cuestión los de sus oponentes. Esta prohibición de limitar, res­tringiendo así su derecho a la libertad de expresión, las oportunidades del oponente para resolver una disputa se formula en la Regla 1 de una discusión crítica de la siguiente manera: Las partes 110 deben impedirse unas a otras el presentar prmtos de vista o el ponerlos en duda.

La Regla 1 puede ser violada de diversas maneras. Por ejemplo, un participante de la discusión podría imponer ciertas restricciones a los puntos de vista que pueden ser presenta­dos o cuestionados. También podría negarle a algím oponente el derecho a presentar el pun· to de vista que él quiere o a formularle críticas al punto de vista que desea criticar. En el primer caso, se imponen restricciones al contenido de los puntos de vista, en el segundo, se atenta contra la libertad personal del oponente.

Si se le imponen restricciones al contenido, significa que ciertos puntos de vista son ex­cluidos, de hecho, de la discusión. Esto también sucede si se declaran sacrosantos algunos puntos de vista particulares, de tal manera que se le prohíbe al oponente ponerlos en duda y, en consecuencia, se los vuelve inmunes a la crítica. Por ejemplo:

"Entonces tomo mi ejemplar del último número de La Atalaya y lo estudio, escogiendo los pun­tos principales de cada artículo. Lo que quiero dedr es que uno no puede discutir lo que está en la Biblia." (Viv Nicholson, entrevistada por The Smtday Times, 25 de noviembre de 1990).

Excluir un ptmto de vista de la discusión, ya sea que se haga inmunizándolo o de otra manera, es poner obstáculos al desarrollo de tma discusión crítica.

Atentar contra la libertad personal del oponente, negándole el derecho a presentar tm punto de vista o a criticarlo, es un intento de eliminarlo como participante serio de la discu­sión. Esto se puede hacer presionándolo a abstenerse de presentar un ptmto de vista particu· lar o de ponerlo en duda. También puede hacerse desacreditando su experiencia, imparciali­dad, integridad o credibilidad. Generalmente tales maniobras no se ejecutan de una manera directa, sino por medio de desvíos sofisticados y retorcidos. Más que dirigirse directamente al oponente, a menudo están dirigidas a tma audiencia que constituye un tercer partido.

2. Ejercer presión sobre el oponente

Presionar al oponente con el fin de impedirle presentar tm punto de vista o ponerlo en duda es equivalente a ponerle tm obstáculo al desarrollo de la discusión crítica. Puede tener por resultado el que la discusión no pase más allá de la etapa de confrontación, o incluso ni siquiera llegue a ella. En ese caso, ya no se tratará de lograr tma resolución de la disputa.

71 En la etapa de confrontación no existen ex(epdones a esta regla, pero esto no (Ondu(e automáticamente a la obliga­ción de defender tm punto de vista en contra de cualquier antagonista irracional que, en la etapa de apertura de la discusión, no esté dispuesto a aceptar nada, o que demuestre estar, en algún otro sentido, poco dispuesto a cooperar.

,_

CAPITUlO IX / fAtACMS DE U HAI'A m; CONfRONTACIÓN 129

Cualquier intento de cercenar de esta manera una discusión en el momento de su naci­miento constihtye una violación de la Regla 1 y, por lo tanto, debe ser considerado una fala­cia. En principio, cualquiera de las dos partes puede ser culpable de cometer esta falacia. Cuando lo que se intenta es evitar que un ptmto de vista sea presentado, el responsable de la falacia es el participante al que le habría correspondido el rol de antagonista; cuando lo que se intenta es evitar que se exprese una duda, la parte culpable es el protagonista.

La forma más extrema de evitar que el oponente presente un punto de vista, o que lo ponga en duda, es impedir, literahnente, que hable. La forma más efectiva de hacerlo es, por supuesto, eliminarlo físicamente. Sin embargo, la sola amenaza de violencia puede ser sufi­ciente y el amenazar con otro tipo de sanciones puede ser también muy efectivo. Es este elemento de amenaza el que le proporciona a este tipo de violación de la Regla 1 su denomi­nación genérica y establecida: argumentum ad baculwn.78

El término latino baculum, que significa garrote, se refiere entonces, por extensión, a la amenaza de emplear cualquier tipo de violencia ("Falacia de apelación al garrote"). Si el astmto no se detiene en las amenazas, el nombre resulta ser una descripción literal. Pero, por supuesto, si se trae a escena un garrote, ya no se trata realmente de tma discusión y mucho menos de una discusión crítica. Cuando un oponente es eliminado por métodos tales como alzar el puño o sacar un cuchillo, ya el propio hecho de no ser capaz de disponer de medios verbales vulnera el carácter fundamental de tma discusión crítica. Ordenes como "¡Cállate!" y "¡Te prolubo tocar este tema!" también apuntan a producir efectos que entran en conflicto con el carácter crítico de la discusión. En el caso de las amenazas verbales también hay una violación de la Regla 1, porque el efecto interactivo que persigue el acto de habla realizado al expresar una amenaza es que el oponente conecte una consecuencia específica con el hecho de comprender que está siendo amenazado ("Sería mejor que me callara"). En tma discusión crítica, en cambio, el único efecto interactivo que se persigue es que la parte opositora se convenza de lo errado de su punto de vista o de su duda.

Amenazar al oponente implica presionarlo para que se abstenga de tomar una posición. Generalmente la amenaza no será formulada literalmente, sino que simplemente se hará mención a posibles consecuencias desagradables para el oponente si pone obstáculos a lo que el hablante se propone. Tal vez esto se deba a que, de otro modo, podría ser demasiado obvio que el hablante está obstruyendo el desarrollo del proceso de resolución de la disputa y que infringe las reglas de una discusión crítica. Aunque no sea razonable, debe guardar las apariencias de razonabilidad en todo momento.

Debido a que las amenazas generalmente son formuladas de una manera indirecta, mu­chas veces es difícil reconocer un argmnentum ad bacu/um en la práctica. Un indicador útil suele ser que el hablante se refugia en expresiones que le aseguran enfáticamente al oyente que no hay ninguna presión sobre éL Por ejemplo:

"Por supuesto, Ud. es completamente libre de tener su posición" "Naturalmente, sólo de Ud. depende si acepta o no"

18 Woods y Walton (1989) proporcionan un análisis lógico del nrg11111WIIm1 ad bacu/11111, pero sugieren, con razón, que el lugar apropiado para tratar con esta falacia no es el campo de la lógica (d. Jason, 1987; Walton, 1987b, y Kielkopf, 1980).

:¡ 1 ' ' : ' '

'¡ '

., "

130 fRANS H. VAN E~MERf-N- Roa GROOIENDORST 1 ARGliMfNTACitlN, COMUNIG\CitlN Y FAlACIAS

Estas declaraciones que reaseguran la confianza frecuentemente vienen seguidas por un pero que las niega:

"Pero Ud. debe tomar en cuenta que nosotros somos su princip;ll fuente de avisaje" (y si Ud. publica ese artículo acerca de nuestras actividades en Sudáfrica, puede olvidarse de nuestra cuenta de publicidad).

Una manera sofisticada, aunque no poco común, de utilizar amenazas para presionar al oponente es la manipulación de sus emociones. Por ejemplo, se le da a entender al oponente que, si comienza a poner en cuestión un punto de vista, será considerado responsable de herir o desilusionar a la persona que lo presentó. La amenaza contenida en este chantaje moral le hace sentir que ya no es libre de poner en duda el punto de vista.

Debido a que esta técnica de restringir la libertad de la otra parte para presentar o criticar tm ptmto de vista juega con sus sentimientos de compasión, este tipo particular de violación de la Regla 1 es llamado argumentum ad misericordiam. 79 Tales intentos de especular con los sentimientos de lástima para silenciar al oponente y para lograr los propios fines son más comúrunente usados cuando una parte desea que la otra haga algo por ella. Las sanciones usadas para respaldar tales amenazas van desde señalar las consecuencias desagradables que se producirán si el afectado no logra lo que quiere ("Si tú me fallas, me quitarán la beca'') hasta Jos ataques de llanto, o cosas peores.

3. El ataque personal contra el oponente

Otro intento de eliminar al oponente como interlocutor serio en la discusión es el ataque personal en su contra, que socava su derecho a presentar \m punto de vista o a ponerlo en duda. Al presentarlo como estúpido, poco confiable, inconsecuente o sesgado, efectivamente se lo silencia, puesto que si el ataque resulta exitoso, el oponente pierde su credibilidad. Estric­tamente hablando, no se le impide presentar un punto de vista o una critica, pero, en la prácti­ca, es como si se le impidiera hacerlo. Todo intento de producir este efecto es una violación de la Regla 1 y debe ser considerado como una falacia. Tanto el antagonista como el protagonista pueden ser culpables de este tipo de violación. Dado que los ataques personales se dirigen a convencer a \U1a audiencia más que al oponente, ésta es Wla técnica típicamente retórica.

Para designar todas las formas de ataque personal comúnmente se usa la expresión lati­na, ampliamente difundida, argumentum ad lwminem.80 NingWlo de estos ataques está dirigi­do a los méritos intrínsecos del pWlto de vista o de la duda del oponente. En lugar de eso, se dirigen contra su persona. Existen tres variantes del argumentrtm ad lwminem.

1'! Aquí nuevamente Walton piensa que el nrg11111enllm1 nd misericordiam no es una falacia lógica, sino que tiene que ver más bien ron asuntos pragmáticos y psicológicos (i987b). De acuerdo a Hamblin (1970) y Kielkopf (1980) no todos los casos dend misericordiam son falaces. ro Históricamente, la expresión argumenllm1 ad !wminem tuvo un significado muy diferente (cf. Finocchiaro, 1974). Locke fue la primera persona que empleó la expresión nrgumenl11m ad hominem romo un término técnico. En su obra A11 esst1y C011WI1ÍIIg lwma11 wrderslaudiug (1690 <1961>), introdujo también otros tres tipos de argumentos cuyos nombres comienzan con "ad" (nrg11111CIIIm11 nd Vt"recrmdin111, arglu/leu!um ad ignormrlinm y afgummlum ad judici1m1). Por esta razón Locke es llamado a veces el "inventor" de la categoría de falacias con "ad". El mismo, sin embargo, no dice explícitamente que considera los cuatro argumentos con "ad" como falacias y esto tampoco queda de manifies­to en sus explicaciones.

(APlTULO IX 1 FA!.ACIAS DE U fTAPA DE CONfRONTACIÓN 131

La primera variante consiste en debilitar al oponente poniendo en duda su experiencia, inteligencia, carácter o buena fe. Este es \m ataque personal directo, conocido a menudo como la variante "abusiva" del argumentum ad lwminem.

En la segunda variante se hacen aparecer como sospechosas las motivaciones del opo­nente para presentar su punto de vista o su duda: él tiene Wl interés personal en el astmto y, por lo tanto, está sesgado en esa dirección. Esta es la variante "circWlstancial" delargumentum ad hominem, que consiste en un ataque personal indirecto.

En la tercera variante del argumentmnad lwminem se intenta encontrar Wla contradicción en las palabras del oponente, o entre sus palabras y sus acciones, y debilitar así su credibili­dad. A este tipo de discrepancia entre las afirmaciones de una persona, o entre sus ideas y sus acciones presentes y pasadas, se lo designa generalmente por su nombre latino tu quoque. En su forma más elemental, tu quoque se produce cuando alguien pone en duda Wl punto de vista al cual él mismo adhiere.81

En un ataque personal directo se está dando por supuesto que alguien que es estúpido o malo nWlca puede sostener una opinión correcta o tener dudas justificadas. En vez de patear la pelota, se patea al jugador. Esto sucede generalmente en las confrontaciones directas en que los estados de ánimo se empiezan a acalorar, pero también sucede en la polémica escrita, tal como Jo ilustra el ejemplo siguiente, post scriptum de una carta aparecida en Wla revista profesional de propaganda:

Conozco a Gianotten como un publicista fracasado que, como un economista tramposo y de una egocentricidad excepcional, podía comunicarse mejor con el dinero que con las personas, tanto en su ambiente de trabajo como en los mercados en general. Aparte del hecho de que interpreta equivocadamente lo que yo he escrito (pero, por lo demás, él nunca ha sido capaz de escuchar), su pequeña tesis esquelética se reduce a decir que la publicidad no es más que una parte del marketing total, cosa que yo no he puesto jamás en duda. La última línea de su reac­ción es característica de lUla persona como él, que trata desconsideradamente a los demás y con torpeza a la publicidad. Un discapacitado comunicacional en ambos sentidos. Y, en cuanto a permanecer despierto, no, E ver!, !tí nunca te has desvelado por nada ni por nadie que no seas tú mismo.

En un ataque personal indirecto, se rastrea la opinión de la persona tratando de descubrir sus intereses en el asWlto y sus argumentos son "desenmascarados" como racionalizaciones. Después de haber propuesto que la composición de ensayos debería ser suprimida en las escuelas, el Sr. Bolle, presidente de la Comisión para la Educación de la Lengua Materna de Holanda, fue expuesto al siguiente ataque personal indirecto, a través de Wl diario:

¿Escribir ensayos? Eso es un montón de basura, piensa Bolle. Lo que ocurre es que él mismo es incapaz de escribir un ensayo, cosa que se puede apreciar fácilmente solo mirando el informe

11 Harnblin (1970) adhiere a la concepción, comúnmente sustentada por el Tratamiento Estándar, de que un ad lwmiwm cirnmstancial, en contraste con un nd lwmi11e111 abusivo, no es necesariamente falaz. Gerber (1974) sostiene que en muchos casos el nrgumenlum nd llomil1em constituye un argumento válido. Govier (1981) sena la que la variante /11 quoque es 1ma manera común)\ a menudo,legítima de argumentar. De awerdo a Walton (1987a} ~l arg11111CIII~Im ad !wmi11e111 cumple una función crítica en desplazar el peso de la proeba, señalando una inconsistencia pragmáhca en la posición de la persona que argumenta. Véase también Hoaglund (1982), Johnstone,Jr. (1952, 1970), Parker (1984), Walton (1985b), Woods & Walton (1989). Para un análisis dialéctico del argllme/1111111 ad lwminem, véase Barth and Martens (1977).

., "

130 fRANS H. VAN E~MERf-N- Roa GROOIENDORST 1 ARGliMfNTACitlN, COMUNIG\CitlN Y FAlACIAS

Estas declaraciones que reaseguran la confianza frecuentemente vienen seguidas por un pero que las niega:

"Pero Ud. debe tomar en cuenta que nosotros somos su princip;ll fuente de avisaje" (y si Ud. publica ese artículo acerca de nuestras actividades en Sudáfrica, puede olvidarse de nuestra cuenta de publicidad).

Una manera sofisticada, aunque no poco común, de utilizar amenazas para presionar al oponente es la manipulación de sus emociones. Por ejemplo, se le da a entender al oponente que, si comienza a poner en cuestión un punto de vista, será considerado responsable de herir o desilusionar a la persona que lo presentó. La amenaza contenida en este chantaje moral le hace sentir que ya no es libre de poner en duda el punto de vista.

Debido a que esta técnica de restringir la libertad de la otra parte para presentar o criticar tm ptmto de vista juega con sus sentimientos de compasión, este tipo particular de violación de la Regla 1 es llamado argumentum ad misericordiam. 79 Tales intentos de especular con los sentimientos de lástima para silenciar al oponente y para lograr los propios fines son más comúrunente usados cuando una parte desea que la otra haga algo por ella. Las sanciones usadas para respaldar tales amenazas van desde señalar las consecuencias desagradables que se producirán si el afectado no logra lo que quiere ("Si tú me fallas, me quitarán la beca'') hasta Jos ataques de llanto, o cosas peores.

3. El ataque personal contra el oponente

Otro intento de eliminar al oponente como interlocutor serio en la discusión es el ataque personal en su contra, que socava su derecho a presentar \m punto de vista o a ponerlo en duda. Al presentarlo como estúpido, poco confiable, inconsecuente o sesgado, efectivamente se lo silencia, puesto que si el ataque resulta exitoso, el oponente pierde su credibilidad. Estric­tamente hablando, no se le impide presentar un punto de vista o una critica, pero, en la prácti­ca, es como si se le impidiera hacerlo. Todo intento de producir este efecto es una violación de la Regla 1 y debe ser considerado como una falacia. Tanto el antagonista como el protagonista pueden ser culpables de este tipo de violación. Dado que los ataques personales se dirigen a convencer a \U1a audiencia más que al oponente, ésta es Wla técnica típicamente retórica.

Para designar todas las formas de ataque personal comúnmente se usa la expresión lati­na, ampliamente difundida, argumentum ad lwminem.80 NingWlo de estos ataques está dirigi­do a los méritos intrínsecos del pWlto de vista o de la duda del oponente. En lugar de eso, se dirigen contra su persona. Existen tres variantes del argumentrtm ad lwminem.

1'! Aquí nuevamente Walton piensa que el nrg11111enllm1 nd misericordiam no es una falacia lógica, sino que tiene que ver más bien ron asuntos pragmáticos y psicológicos (i987b). De acuerdo a Hamblin (1970) y Kielkopf (1980) no todos los casos dend misericordiam son falaces. ro Históricamente, la expresión argumenllm1 ad !wminem tuvo un significado muy diferente (cf. Finocchiaro, 1974). Locke fue la primera persona que empleó la expresión nrgumenl11m ad hominem romo un término técnico. En su obra A11 esst1y C011WI1ÍIIg lwma11 wrderslaudiug (1690 <1961>), introdujo también otros tres tipos de argumentos cuyos nombres comienzan con "ad" (nrg11111CIIIm11 nd Vt"recrmdin111, arglu/leu!um ad ignormrlinm y afgummlum ad judici1m1). Por esta razón Locke es llamado a veces el "inventor" de la categoría de falacias con "ad". El mismo, sin embargo, no dice explícitamente que considera los cuatro argumentos con "ad" como falacias y esto tampoco queda de manifies­to en sus explicaciones.

(APlTULO IX 1 FA!.ACIAS DE U fTAPA DE CONfRONTACIÓN 131

La primera variante consiste en debilitar al oponente poniendo en duda su experiencia, inteligencia, carácter o buena fe. Este es \m ataque personal directo, conocido a menudo como la variante "abusiva" del argumentum ad lwminem.

En la segunda variante se hacen aparecer como sospechosas las motivaciones del opo­nente para presentar su punto de vista o su duda: él tiene Wl interés personal en el astmto y, por lo tanto, está sesgado en esa dirección. Esta es la variante "circWlstancial" delargumentum ad hominem, que consiste en un ataque personal indirecto.

En la tercera variante del argumentmnad lwminem se intenta encontrar Wla contradicción en las palabras del oponente, o entre sus palabras y sus acciones, y debilitar así su credibili­dad. A este tipo de discrepancia entre las afirmaciones de una persona, o entre sus ideas y sus acciones presentes y pasadas, se lo designa generalmente por su nombre latino tu quoque. En su forma más elemental, tu quoque se produce cuando alguien pone en duda Wl punto de vista al cual él mismo adhiere.81

En un ataque personal directo se está dando por supuesto que alguien que es estúpido o malo nWlca puede sostener una opinión correcta o tener dudas justificadas. En vez de patear la pelota, se patea al jugador. Esto sucede generalmente en las confrontaciones directas en que los estados de ánimo se empiezan a acalorar, pero también sucede en la polémica escrita, tal como Jo ilustra el ejemplo siguiente, post scriptum de una carta aparecida en Wla revista profesional de propaganda:

Conozco a Gianotten como un publicista fracasado que, como un economista tramposo y de una egocentricidad excepcional, podía comunicarse mejor con el dinero que con las personas, tanto en su ambiente de trabajo como en los mercados en general. Aparte del hecho de que interpreta equivocadamente lo que yo he escrito (pero, por lo demás, él nunca ha sido capaz de escuchar), su pequeña tesis esquelética se reduce a decir que la publicidad no es más que una parte del marketing total, cosa que yo no he puesto jamás en duda. La última línea de su reac­ción es característica de lUla persona como él, que trata desconsideradamente a los demás y con torpeza a la publicidad. Un discapacitado comunicacional en ambos sentidos. Y, en cuanto a permanecer despierto, no, E ver!, !tí nunca te has desvelado por nada ni por nadie que no seas tú mismo.

En un ataque personal indirecto, se rastrea la opinión de la persona tratando de descubrir sus intereses en el asWlto y sus argumentos son "desenmascarados" como racionalizaciones. Después de haber propuesto que la composición de ensayos debería ser suprimida en las escuelas, el Sr. Bolle, presidente de la Comisión para la Educación de la Lengua Materna de Holanda, fue expuesto al siguiente ataque personal indirecto, a través de Wl diario:

¿Escribir ensayos? Eso es un montón de basura, piensa Bolle. Lo que ocurre es que él mismo es incapaz de escribir un ensayo, cosa que se puede apreciar fácilmente solo mirando el informe

11 Harnblin (1970) adhiere a la concepción, comúnmente sustentada por el Tratamiento Estándar, de que un ad lwmiwm cirnmstancial, en contraste con un nd lwmi11e111 abusivo, no es necesariamente falaz. Gerber (1974) sostiene que en muchos casos el nrgumenlum nd llomil1em constituye un argumento válido. Govier (1981) sena la que la variante /11 quoque es 1ma manera común)\ a menudo,legítima de argumentar. De awerdo a Walton (1987a} ~l arg11111CIII~Im ad !wmi11e111 cumple una función crítica en desplazar el peso de la proeba, señalando una inconsistencia pragmáhca en la posición de la persona que argumenta. Véase también Hoaglund (1982), Johnstone,Jr. (1952, 1970), Parker (1984), Walton (1985b), Woods & Walton (1989). Para un análisis dialéctico del argllme/1111111 ad lwminem, véase Barth and Martens (1977).

132 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB G~OOUNDO){ST 1 A~GUMI:IITACIO:o.<, COMUNICACIÓN Y FAlACIAS

redactado por él. Lo que Bolle no puede hacer, nadie deberfa hacerlo. Bolle tiembla ante la idea de que el hijo o la hija de un encargado de la basura pudiera llegar a ser algún día más capaz para poner sus pensamientos por escrito de lo que jamás podrá llegar a serlo él mismo. Por lo tanto, el ministro Bolle recomienda: "Que se supriman los ensayos".

En la variante tu t¡uoque del argumentum ad lwminem se da por supuesto que tma persona que no es consistente no puede tener la razón. El nombre tu quoque ("tú también") refleja el hecho de que, originalmente, se refería en primer lugar y más especialmente a alguien que pone en duda un punto de vista del cual él mismo ha sido siempre un reconocido adherente (o que sostiene un punto de vista que siempre ha rechazado). Actualmente el término se refiere a cualquier forma de inconsistencia: cambiar de opinión en secreto, masticar un jugo­so bistec mientras se aboga apasionadamente por el vegetarianismo, etc.

Evidentemente, quienquiera que falla en practicar lo que predica, aplica doble estándar o continuamente se desdice, es inconsistente. Pero esto no significa necesariamente que su punto de vista más reciente sea incorrecto. Para poder establecer si lo es o no, primero es necesario que todos los argumentos en favor de ese punto de vista sean puestos a prueba en tma discu­sión crítica. Establecer que en cuestiones similares el oponente ha adoptado dos ptmtos de vista diametralmente opuestos puede poner de manifiesto una discrepancia en su actihtd, pero no puede reemplazar a la necesidad de poner a prueba su punto de vista presente.

La complejidad de este problema se ilustra claramente en el siguiente pasaje de una en· trevista al Presidente del Partido Demócrata Cristiano de Holanda, Piet Steenkamp. Ante la observación de Steenkamp de que las conciencias de los católicos están subdesarrolladas debido a su defectuosa educación, el entrevistador reacciona de la siguiente manera:

Sin embargo, me parece que hay una inconsistencia en alguna parte de lo que Ud. dice. Por una parte, Ud. pide una especie de clemencia para el comportamiento exhibido por algunos políti­cos católicos, argumentando que ellos realmente no conocen bien la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, porque, de hecho, no entienden bien las complejidades de la vida. Pero, por otra parte, cuando se trata de temas como el aborto, por ejemplo, los políticos católicos de pronto piensan que tienen el monopolio de la sabiduría: de pronto la gente ya no puede pensar las cosas por sí misma.

El entrevistador está haciendo notar aquí tma contradicción en la actitud de Steenkamp. No hace explícitamente la conexión entre ésta y la conclusión de que él considera incorrecto que Steenkamp intente justificar ciertas transacciones financieras dudosas de algunos políti­cos católicos, pero esto es lo que está implícito en su comparación con la actihtd de los políti­cos católicos en relación al aborto. Si uno se basa solo en lo que el entrevistador efectivamente dice, este no puede ser acusado de cometer una falacia tu quoque, pero la sugerencia conteni­da en sus palabras bien podría ser considerada lo suficientemente fuerte como para pensar lo contrario.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de confrontación

La Regla 1 formula el derecho ftmdamental que todos tienen a presentar o a criticar cualquier ptmto de vista que deseen, sin que algtma otra persona se lo impida de ninguna manera. En la práctica, sin embargo, tma o más restricciones se le pueden imponer al ejercicio de este

;.·

CAPITULO IX 1 FAlACIAS m: tA ETAPA DE CONFRO.VTAC/O.V 133

derecho en ciertas situaciones. Donde es más común que esto suceda es en los contextos formales e institucionalizados donde los procedimientos requeridos han sido establecidos en reglas, reglamentos o estatutos.

El ejemplo más claro de este tipo lo proporcionan evidentemente los procedimientos le­gales de tm pafs. Por ejemplo, en la apelación de tma sentencia, los hechos del caso no están ' abiertos a la discusión, puesto que ya han sido establecidos. Otro ejemplo es la inadmisibilidad del testimonio de parte de esposos u otros parientes de primer grado. Pero existen también numerosas instancias fuera del ámbito legal. Por ejemplo, en tma asamblea oficial la discu­sión deberá limitarse solo a los temas que están en tabla y solo podrán hacer uso de la palabra los participantes que tienen derecho a hablar.

Estas y otras restricciones similares han sido diseñadas para facilitar tm proceso ordena· do de la ley o de la asamblea en cuestión. Debido a que han sido impuestas con el acuerdo directo o indirecto de los involucrados, no representan una violación de la Regla l. Esto tam­bién puede ocurrir en discusiones menos formales en que se establezcan acuerdos para limi­tar la discusión. Pero, desde el momento en que las restricciones, sin cumplir ningtma ftm­ción en impulsar el proceso de resolución, son impuestas unilateralmente y en contra de los deseos de las personas afectadas ("Ud. está aquí para observar, asf es que ¡cállese!"), se pro­duce una violación de la Regla l. Evidentemente, no siempre está tan claro si las restricciones son realmente aceptadas por todos los involucrados. En principio, el peso de la prueba recae siempre en la parte que desea imponer la restricción.

Un ataque personal contra un oponente, basado en presentarlo como estúpido o poco confiable, o en hacer que sus motivaciones aparezcan como sospechosas, es tma violación de la Regla 1, debido a que es un intento de eliminarlo como un participante serio de la discu­sión. En la práctica, sin embargo, pueden darse situaciones en las cuales un ataque personal directo o indirecto podría ser perfectamente justificable. Supongamos que el punto de vista en discusión tuviera una relación directa con la persona del oponente. Por ejemplo, si él se ha presentado a sí mismo como un experto arqueólogo o como tm administrador insobornable y estas calificaciones están siendo cuestionadas, entonces obviamente será relevante señalar cualquier vacío en sus conocimientos arqueológicos o citar cualquier ejemplo de falta de probidad en su pasado.

Reconocer la relevancia de tales acusaciones de falta de conocimiento o de falta de inco­rruptibilidad no constituye tma excepción a la regla básica de que el oponente no puede ser eliminado mediante el ataque personal. En un caso como este, tma referencia a su persona es, después de todo, parte del contenido proposicional del punto de vista que está en discusión y los comentarios acerca de ella son, en principio, argumentos relevantes en la discusión. Si fueran prohibidos, se harfa imposible, desde el principio, lograr una resolución de la disputa. ¿Cómo se podría mostrar que alguien es deshonesto si a tmo no se le permite dar ejemplos de su falta de honestidad?

Otra situación en la cual un ataque personal puede justificarse se presenta cuando los testigos proporcionan evidencias en un proceso legal. La razón para solicitar la evidencia aportada por los testigos es que n1'S existe otra manera de descubrir la verdadera secuencia de Jos sucesos. Por lo tanto, la confiabilidad del testimonio es de una importancia crucial y esta confiabilidad, en último término, depende directamente de la confiabilidad de la persona que aporta la evidencia. Lo que sucedió y cómo sucedió es aceptado sobre la base de su

132 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB G~OOUNDO){ST 1 A~GUMI:IITACIO:o.<, COMUNICACIÓN Y FAlACIAS

redactado por él. Lo que Bolle no puede hacer, nadie deberfa hacerlo. Bolle tiembla ante la idea de que el hijo o la hija de un encargado de la basura pudiera llegar a ser algún día más capaz para poner sus pensamientos por escrito de lo que jamás podrá llegar a serlo él mismo. Por lo tanto, el ministro Bolle recomienda: "Que se supriman los ensayos".

En la variante tu t¡uoque del argumentum ad lwminem se da por supuesto que tma persona que no es consistente no puede tener la razón. El nombre tu quoque ("tú también") refleja el hecho de que, originalmente, se refería en primer lugar y más especialmente a alguien que pone en duda un punto de vista del cual él mismo ha sido siempre un reconocido adherente (o que sostiene un punto de vista que siempre ha rechazado). Actualmente el término se refiere a cualquier forma de inconsistencia: cambiar de opinión en secreto, masticar un jugo­so bistec mientras se aboga apasionadamente por el vegetarianismo, etc.

Evidentemente, quienquiera que falla en practicar lo que predica, aplica doble estándar o continuamente se desdice, es inconsistente. Pero esto no significa necesariamente que su punto de vista más reciente sea incorrecto. Para poder establecer si lo es o no, primero es necesario que todos los argumentos en favor de ese punto de vista sean puestos a prueba en tma discu­sión crítica. Establecer que en cuestiones similares el oponente ha adoptado dos ptmtos de vista diametralmente opuestos puede poner de manifiesto una discrepancia en su actihtd, pero no puede reemplazar a la necesidad de poner a prueba su punto de vista presente.

La complejidad de este problema se ilustra claramente en el siguiente pasaje de una en· trevista al Presidente del Partido Demócrata Cristiano de Holanda, Piet Steenkamp. Ante la observación de Steenkamp de que las conciencias de los católicos están subdesarrolladas debido a su defectuosa educación, el entrevistador reacciona de la siguiente manera:

Sin embargo, me parece que hay una inconsistencia en alguna parte de lo que Ud. dice. Por una parte, Ud. pide una especie de clemencia para el comportamiento exhibido por algunos políti­cos católicos, argumentando que ellos realmente no conocen bien la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, porque, de hecho, no entienden bien las complejidades de la vida. Pero, por otra parte, cuando se trata de temas como el aborto, por ejemplo, los políticos católicos de pronto piensan que tienen el monopolio de la sabiduría: de pronto la gente ya no puede pensar las cosas por sí misma.

El entrevistador está haciendo notar aquí tma contradicción en la actitud de Steenkamp. No hace explícitamente la conexión entre ésta y la conclusión de que él considera incorrecto que Steenkamp intente justificar ciertas transacciones financieras dudosas de algunos políti­cos católicos, pero esto es lo que está implícito en su comparación con la actihtd de los políti­cos católicos en relación al aborto. Si uno se basa solo en lo que el entrevistador efectivamente dice, este no puede ser acusado de cometer una falacia tu quoque, pero la sugerencia conteni­da en sus palabras bien podría ser considerada lo suficientemente fuerte como para pensar lo contrario.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de confrontación

La Regla 1 formula el derecho ftmdamental que todos tienen a presentar o a criticar cualquier ptmto de vista que deseen, sin que algtma otra persona se lo impida de ninguna manera. En la práctica, sin embargo, tma o más restricciones se le pueden imponer al ejercicio de este

;.·

CAPITULO IX 1 FAlACIAS m: tA ETAPA DE CONFRO.VTAC/O.V 133

derecho en ciertas situaciones. Donde es más común que esto suceda es en los contextos formales e institucionalizados donde los procedimientos requeridos han sido establecidos en reglas, reglamentos o estatutos.

El ejemplo más claro de este tipo lo proporcionan evidentemente los procedimientos le­gales de tm pafs. Por ejemplo, en la apelación de tma sentencia, los hechos del caso no están ' abiertos a la discusión, puesto que ya han sido establecidos. Otro ejemplo es la inadmisibilidad del testimonio de parte de esposos u otros parientes de primer grado. Pero existen también numerosas instancias fuera del ámbito legal. Por ejemplo, en tma asamblea oficial la discu­sión deberá limitarse solo a los temas que están en tabla y solo podrán hacer uso de la palabra los participantes que tienen derecho a hablar.

Estas y otras restricciones similares han sido diseñadas para facilitar tm proceso ordena· do de la ley o de la asamblea en cuestión. Debido a que han sido impuestas con el acuerdo directo o indirecto de los involucrados, no representan una violación de la Regla l. Esto tam­bién puede ocurrir en discusiones menos formales en que se establezcan acuerdos para limi­tar la discusión. Pero, desde el momento en que las restricciones, sin cumplir ningtma ftm­ción en impulsar el proceso de resolución, son impuestas unilateralmente y en contra de los deseos de las personas afectadas ("Ud. está aquí para observar, asf es que ¡cállese!"), se pro­duce una violación de la Regla l. Evidentemente, no siempre está tan claro si las restricciones son realmente aceptadas por todos los involucrados. En principio, el peso de la prueba recae siempre en la parte que desea imponer la restricción.

Un ataque personal contra un oponente, basado en presentarlo como estúpido o poco confiable, o en hacer que sus motivaciones aparezcan como sospechosas, es tma violación de la Regla 1, debido a que es un intento de eliminarlo como un participante serio de la discu­sión. En la práctica, sin embargo, pueden darse situaciones en las cuales un ataque personal directo o indirecto podría ser perfectamente justificable. Supongamos que el punto de vista en discusión tuviera una relación directa con la persona del oponente. Por ejemplo, si él se ha presentado a sí mismo como un experto arqueólogo o como tm administrador insobornable y estas calificaciones están siendo cuestionadas, entonces obviamente será relevante señalar cualquier vacío en sus conocimientos arqueológicos o citar cualquier ejemplo de falta de probidad en su pasado.

Reconocer la relevancia de tales acusaciones de falta de conocimiento o de falta de inco­rruptibilidad no constituye tma excepción a la regla básica de que el oponente no puede ser eliminado mediante el ataque personal. En un caso como este, tma referencia a su persona es, después de todo, parte del contenido proposicional del punto de vista que está en discusión y los comentarios acerca de ella son, en principio, argumentos relevantes en la discusión. Si fueran prohibidos, se harfa imposible, desde el principio, lograr una resolución de la disputa. ¿Cómo se podría mostrar que alguien es deshonesto si a tmo no se le permite dar ejemplos de su falta de honestidad?

Otra situación en la cual un ataque personal puede justificarse se presenta cuando los testigos proporcionan evidencias en un proceso legal. La razón para solicitar la evidencia aportada por los testigos es que n1'S existe otra manera de descubrir la verdadera secuencia de Jos sucesos. Por lo tanto, la confiabilidad del testimonio es de una importancia crucial y esta confiabilidad, en último término, depende directamente de la confiabilidad de la persona que aporta la evidencia. Lo que sucedió y cómo sucedió es aceptado sobre la base de su

134 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST / ARGUMtNTA.C/ON, CO.\tuNICACi0N Y fA.UCIA.S

autoridad. Si existen razones para dudar de sus poderes de observación o de su buena fe, es relevante hacer notar esto aduciendo, por ejemplo, el hecho de que es corto de vista o de que tiene un interés personal en el asunto. Entonces, al hacerlo no se comete ni la falacia de ata­que personal directo ni la de ataque personal indirecto.

La variante tri quaque del argumentum ad lrominem también puede causar complicaciones. Se comete esta forma de falacia, por ejemplo, si uno rechaza el punto de vista de su oponente sobre la base de que él sostuvo una opinión diferente alguna vez en el pasado. Sin embargo, no se comete ninguna falacia si se hacen notar contradicciones en los puntos de vista y argu­mentos que el oponente ha presentado dr1ra1rte el curso de la discusión. Por el contrario, tales cn1icas son una contribución altamente relevante al proceso de resolución. Admitir afirma· ciones inconsistentes en el marco de una y la misma discusión hace que sea imposible resol­ver la disputa. Por lo tanto, es necesario diferenciar entre las discrepancias que están dentro y las que están fuera de la discusión. Solo en el segundo caso puede existir un tu quoque. Desafortunadamente, en la vida real a veces es difícil determinar exactamente cuándo temU­na una discusión y comienza la próxima.

Otra complicación surge porque no siempre queda inmediatamente claro si se trata o no de una contradicción. Por ejemplo: ¿es el usar zapatos de cuero incompatible con un estilo de vida vegetariano?, ¿es el rehusarse a hacer el servicio militar por motivos pacifistas irreconci­liable con golpear a un ladrón o a un asaltante? Al intentar encontrarles respuesta a este tipo de preguntas siempre existe el riesgo de perder de vista el punto fundamental: incluso si existe una contradicción, esto no tiene nada que ver con la corrección o incorrección del punto de vista que está en discusión.

Existen variantes aún más complejas de la falacia tu quoqrre, donde la discrepancia no se relaciona con el comportamiento del oponente, sino con su evaluación del comportamiento de otros. Supongamos, por ejemplo, que alguien es acusado de trabajar ilegalmente y que él rebate señalando que la esposa de su oponente trabaja ilegalmente haciendo aseo. Esta de­fensa puede significar que la parte que ha sido atacada primero cree que tiene los mismos derechos que la esposa de su oponente y quiere dejar esto en claro, pero este tipo de reacción generalmente significa más que eso. El hablante más bien quiere implicar que su oponente es inconsistente: reprocha en un caso lo que evidentemente excusa en el otro. Por lo tanto, no tiene derecho a juzgar a la parte contraria en este ptmto. Atmque sea menos obvio en este caso, este argumento es una falacia del tipo tu qrwque. Por esta razón, es importante estar en guardia cuando en una discusión se acusa, implícita o explícitamente, a la otra parte de apli­car doble estándar.

CAPITULO X

Falacias en la distribución de los roles de la discusión

1. La obligación de defender un punto de vista

" Para poder resolver una disputa sobre un punto de vista, la persona que lo ha cuestionado debe estar dispuesta a asumir el rol de antagonista en una discusión sobre dicho punto de vista y la persona que lo ha presentado debe estar dispuesta a asumir el rol de protagonista y defender su punto de vista. La asignación de los roles de la discusión tiene Jugar en la etapa de apertura, cuando las personas involucradas determinan si existe suficiente terreno común (reglas establecidas de común acuerdo, presunciones y otros puntos de partida) como para que valga la pena emprender un serio intento por resolver la disputa. De no ser así, no tiene sentido embarcarse en la etapa de argumentación. En este caso, no existe realmente una ver­dadera discusión y tma resolución de la disputa permanece como algo inalcanzable. En la práctica, por lo general se determina tácitamente si se han cumplido o no las condiciones para una discusión crítica.

Los problemas que puedan surgir en la asignación de los roles de la discusión no afecta­rán, en general, al antagonista. Después de todo, es por su propia iniciativa que una de las partes ha desafiado a la otra, poniendo en duda su punto de vista y, por lo tanto, difícilmente podría objetar el tener que asumir el rol de antagonista. Por consiguiente, los problemas relacionados con los roles de la discusión casi siempre tendrán que ver con el rol del protago­nista. Cuando ha surgido una disputa, es la persona que ha presentado un punto de vista la que se ha encontrado con una oposición. De ella depende decidir si el punto de partida de la discusión y su compromiso con su propio punto de vista ameritan que esté dispuesta a ac­tuar como protagonista y a defender el punto de vista contra el antagonista, o si más bien prefiere retractarse de él.

Al derecho, establecido en la Regla 1, de presentar cualquier ptmto de vista que se desee, o de ponerlo en duda, se le debe agregar el derecho igualmente fundamental a desafiar a alguien que ha presentado tm punto de vista a que lo defienda.82 Este sería un derecho vacío

&! Obviamente, el antagonista no debe violar el Principio de Comunicación y las reglas de la comunicación explica­das en la Parte 1 (Capítulo 5}. Esto es lo que sucedería si él desafiara al protagonista a defender un punto de vista que ya ha sido aceptado por el antagonista.

134 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST / ARGUMtNTA.C/ON, CO.\tuNICACi0N Y fA.UCIA.S

autoridad. Si existen razones para dudar de sus poderes de observación o de su buena fe, es relevante hacer notar esto aduciendo, por ejemplo, el hecho de que es corto de vista o de que tiene un interés personal en el asunto. Entonces, al hacerlo no se comete ni la falacia de ata­que personal directo ni la de ataque personal indirecto.

La variante tri quaque del argumentum ad lrominem también puede causar complicaciones. Se comete esta forma de falacia, por ejemplo, si uno rechaza el punto de vista de su oponente sobre la base de que él sostuvo una opinión diferente alguna vez en el pasado. Sin embargo, no se comete ninguna falacia si se hacen notar contradicciones en los puntos de vista y argu­mentos que el oponente ha presentado dr1ra1rte el curso de la discusión. Por el contrario, tales cn1icas son una contribución altamente relevante al proceso de resolución. Admitir afirma· ciones inconsistentes en el marco de una y la misma discusión hace que sea imposible resol­ver la disputa. Por lo tanto, es necesario diferenciar entre las discrepancias que están dentro y las que están fuera de la discusión. Solo en el segundo caso puede existir un tu quoque. Desafortunadamente, en la vida real a veces es difícil determinar exactamente cuándo temU­na una discusión y comienza la próxima.

Otra complicación surge porque no siempre queda inmediatamente claro si se trata o no de una contradicción. Por ejemplo: ¿es el usar zapatos de cuero incompatible con un estilo de vida vegetariano?, ¿es el rehusarse a hacer el servicio militar por motivos pacifistas irreconci­liable con golpear a un ladrón o a un asaltante? Al intentar encontrarles respuesta a este tipo de preguntas siempre existe el riesgo de perder de vista el punto fundamental: incluso si existe una contradicción, esto no tiene nada que ver con la corrección o incorrección del punto de vista que está en discusión.

Existen variantes aún más complejas de la falacia tu quoqrre, donde la discrepancia no se relaciona con el comportamiento del oponente, sino con su evaluación del comportamiento de otros. Supongamos, por ejemplo, que alguien es acusado de trabajar ilegalmente y que él rebate señalando que la esposa de su oponente trabaja ilegalmente haciendo aseo. Esta de­fensa puede significar que la parte que ha sido atacada primero cree que tiene los mismos derechos que la esposa de su oponente y quiere dejar esto en claro, pero este tipo de reacción generalmente significa más que eso. El hablante más bien quiere implicar que su oponente es inconsistente: reprocha en un caso lo que evidentemente excusa en el otro. Por lo tanto, no tiene derecho a juzgar a la parte contraria en este ptmto. Atmque sea menos obvio en este caso, este argumento es una falacia del tipo tu qrwque. Por esta razón, es importante estar en guardia cuando en una discusión se acusa, implícita o explícitamente, a la otra parte de apli­car doble estándar.

CAPITULO X

Falacias en la distribución de los roles de la discusión

1. La obligación de defender un punto de vista

" Para poder resolver una disputa sobre un punto de vista, la persona que lo ha cuestionado debe estar dispuesta a asumir el rol de antagonista en una discusión sobre dicho punto de vista y la persona que lo ha presentado debe estar dispuesta a asumir el rol de protagonista y defender su punto de vista. La asignación de los roles de la discusión tiene Jugar en la etapa de apertura, cuando las personas involucradas determinan si existe suficiente terreno común (reglas establecidas de común acuerdo, presunciones y otros puntos de partida) como para que valga la pena emprender un serio intento por resolver la disputa. De no ser así, no tiene sentido embarcarse en la etapa de argumentación. En este caso, no existe realmente una ver­dadera discusión y tma resolución de la disputa permanece como algo inalcanzable. En la práctica, por lo general se determina tácitamente si se han cumplido o no las condiciones para una discusión crítica.

Los problemas que puedan surgir en la asignación de los roles de la discusión no afecta­rán, en general, al antagonista. Después de todo, es por su propia iniciativa que una de las partes ha desafiado a la otra, poniendo en duda su punto de vista y, por lo tanto, difícilmente podría objetar el tener que asumir el rol de antagonista. Por consiguiente, los problemas relacionados con los roles de la discusión casi siempre tendrán que ver con el rol del protago­nista. Cuando ha surgido una disputa, es la persona que ha presentado un punto de vista la que se ha encontrado con una oposición. De ella depende decidir si el punto de partida de la discusión y su compromiso con su propio punto de vista ameritan que esté dispuesta a ac­tuar como protagonista y a defender el punto de vista contra el antagonista, o si más bien prefiere retractarse de él.

Al derecho, establecido en la Regla 1, de presentar cualquier ptmto de vista que se desee, o de ponerlo en duda, se le debe agregar el derecho igualmente fundamental a desafiar a alguien que ha presentado tm punto de vista a que lo defienda.82 Este sería un derecho vacío

&! Obviamente, el antagonista no debe violar el Principio de Comunicación y las reglas de la comunicación explica­das en la Parte 1 (Capítulo 5}. Esto es lo que sucedería si él desafiara al protagonista a defender un punto de vista que ya ha sido aceptado por el antagonista.

136 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOO!!ST 1 ARCUMENTACICiN, COMUNICACICiN Y fALACMS

si cualquiera pudiera decidir arbitrariamente si recoger o no el desafío. Es por esta razón que la Regla 2 para una discusión crítica establece explícitamente la obligación de defenderlo: Una parte que presenta un punto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte le solicita hacerlo.

El asunto es, sin embargo, si puede esperarse razonablemente que siempre la parte que ha presentado tm punto de vista acepte el desafío. En nuestra opinión, existen dos casos importantes en los cuales la regla no se aplica.

El primer caso se presenta cuando el mismo punto de vista tiene que ser defendido contra un atacante ante el cual ya ha sido concluyentemente defendido, sin que nada haya cambia­do en el punto de partida (las mismas reglas, prestmciones y otros puntos de partida). En este caso, la obligación de defender el punto de vista ha perdido su sentido pragmático. De lo contrario, los participantes de la discusión podrían verse obligados a repetir la misma discu­siónad infinitum. Contra un retador diferente o con reglas de discusión, presunciones u otros puntos de partida diferentes, la situación es distinta, obviamente, porque es concebible que la defensa del punto de vista pudiese conducir a un resultado diferente.

El segundo caso en el que la Regla 2 no se aplica tiene lugar cuando el retador se rehúsa a someterse a cualesquiera reglas de discusión, prestmciones u otros puntos de partida. Si lle­ga a hacerse evidente en la etapa de aperhtra que no existe absolutamente ninguna base pragmática para.un entendimiento común, también se vuelve evidente que, de todos modos, la posibilidad de resolver la disputa es nula. En este caso no tiene ningún sentido prolongar la discusión.

2. Evadir el peso de la prueba

La obligación, establecida en la Regla 2, de defender un punto de vista que ha sido cuestiona­do se ha conocido tradicionalmente como el peso de la prueba (onus probandO: la parte cuyo punto de vista ha sido cuestionado debe probar que este es aceptable.83 De hecho, la asigna­ción del peso de la prueba ha quedado determinada ya por la distribución de los roles que se sigue de la Regla 2, puesto que, en principio, es la parte que está siendo desafiada la que debe asumir el rol de protagonista del punto de vista que ha sido cuestionado.

Una manera obvia de evadir el peso de la _prtieba es presentar el propio punto de vista, desde la partida, como si no hubiese nec~sidaa de defenderlo. Esto puede hacerse dando la impresión de que el antagonista está completamente equivocado al poner en duda el punto de vista o de que no tiene ningún sentido cuestionarlo. En cualquiera de estos casos, el prota­gonista es culpable de cometer la falacia de evadir el peso de la prueba.

La primera manera de evadir el peso de la prueba consiste en presentar el punto de vista como evidente por sí mismo. En la práctica, muchas veces los intentos de hacer esto pueden ser reconocidos por medio de palabras o expresiones que enfatizan la indisputabilidad del punto de vista:

• "Está claro como el dfa que ... " • "Por supuesto, no tengo ninguna necesidad de decirles que ... "

¡u El concepto de "peso de la prueba" tiene su origen en el contexto legal. En un caso criminal, el que afirma debe probar su afirmación más allá de toda duda razonable. En la argumentación cotidiana el requisito de la prueba es, a menudo, menos estricto: alguna evidencia convincente será suficiente {cE. Hamblin, 1970; Walton, 1988a).

----~-- ~-~·

' (APITULO X 1 fALACMS EN LA PISIRIBliCICiN DE !OS ROUS DE LA 0/SCUSJCiN 137

• "Estará claro para cualquiera que ... " • "Nadie en su sano juicio negarla que ... " • "No es necesario decir que ... " • "No se puede negar que ... "

La sugerencia transmitida por medio de este tipo de expresiones es que alguien que no ve inmediatamente el punto de vista como evidente por sí mismo, debe ser increíblemente estú­pido, en circunstancias de que, en realidad, estas palabras pueden ser solo una cortina de humo diseñada para ocultar la debilidad del punto de vista. Cualquier person~ que se per­mita dejarse abrumar por ellas podría remmciar a sus dudas. Esto es, en todo caso, lo que el protagonista está esperando que ocurra.

En vez de abandonar las dudas, lo que se debería hacer es tomar estas formulaciones como señales de advertencia de que el protagonista puede estar tratando de librarse bastante fácilmente de la obligación de defender su punto de vista. Algo similar se aplica a expresio­nes por medio de las cuales el protagonista intenta indicar que él garantiza personalmente, por así decirlo, la corrección del pwlto de vista:

"Yo puedo asegurarles que ... " • "Conffen en mi palabra que ... " • "No puedo imaginar ninguna otra interpretación más que ... " • "No existe ninguna duda en mi mente de que ... " • "Estoy absolutamente convencido de que ... "

Al dar su garantía personal de la corrección de su punto de vista, el protagonista le hace muy difícil al antagonista persistir en sus dudas. Después de todo, esto sería poner en duda directamente los conocimientos del protagonista, o incluso su integridad. Por lo tanto, este tipo de expresiones pueden usarse para forzar al oponente a hacer tma elección: o ~ien debe aceptar el punto de vista y resignarse, o bien, debe abandonar su fe en el.protagomsta. ~sto último significaría causarle tma humillación al protagonista y, de ser postble, el antagomsta normalmente querrá evitarle este bochorno. Si el protagonista no está tratando de sacar ven· t<~ja de este mecanismo social, lo más razonable es que suponga que el antagonista simple­mente ignorará ese tipo de frases. El antagonista, por su parte, puede pensar que un protago­nista que está realmente tan seguro de su caso no debería encontrar demasiado difícil presen­tar tma defensa eficaz de su punto de vista.

Otra manera de evadir el peso de la prueba es formular el punto de vista de tal manera que se lo proteja de una evaluación adecuada. Algunos ejemplos de tales expresiones "her­méticas" son los siguientes:

• "El francés es esencialmente intolerante". • "La persona realmente joven de hoy, es floja". • "La Iglesia es conservadora por naturaleza". . . ,

"El que participa en tomas ilegales de terreno es proclive a las tendenciaS anarqmstas ·

¿Cómo se podrían debilitar por medio de la crítica puntos de vi~ta co_m.o est?s? Si nos~ refirieran a "el" francés, "la" persona realmente joven, etc., sería mas fáctlllll~~mar de ~ue tipo podrían ser un ataque y una defensa apropiados. Si, en vez del artículo defmtdo, hubtera

:¡ '

136 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOO!!ST 1 ARCUMENTACICiN, COMUNICACICiN Y fALACMS

si cualquiera pudiera decidir arbitrariamente si recoger o no el desafío. Es por esta razón que la Regla 2 para una discusión crítica establece explícitamente la obligación de defenderlo: Una parte que presenta un punto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte le solicita hacerlo.

El asunto es, sin embargo, si puede esperarse razonablemente que siempre la parte que ha presentado tm punto de vista acepte el desafío. En nuestra opinión, existen dos casos importantes en los cuales la regla no se aplica.

El primer caso se presenta cuando el mismo punto de vista tiene que ser defendido contra un atacante ante el cual ya ha sido concluyentemente defendido, sin que nada haya cambia­do en el punto de partida (las mismas reglas, prestmciones y otros puntos de partida). En este caso, la obligación de defender el punto de vista ha perdido su sentido pragmático. De lo contrario, los participantes de la discusión podrían verse obligados a repetir la misma discu­siónad infinitum. Contra un retador diferente o con reglas de discusión, presunciones u otros puntos de partida diferentes, la situación es distinta, obviamente, porque es concebible que la defensa del punto de vista pudiese conducir a un resultado diferente.

El segundo caso en el que la Regla 2 no se aplica tiene lugar cuando el retador se rehúsa a someterse a cualesquiera reglas de discusión, prestmciones u otros puntos de partida. Si lle­ga a hacerse evidente en la etapa de aperhtra que no existe absolutamente ninguna base pragmática para.un entendimiento común, también se vuelve evidente que, de todos modos, la posibilidad de resolver la disputa es nula. En este caso no tiene ningún sentido prolongar la discusión.

2. Evadir el peso de la prueba

La obligación, establecida en la Regla 2, de defender un punto de vista que ha sido cuestiona­do se ha conocido tradicionalmente como el peso de la prueba (onus probandO: la parte cuyo punto de vista ha sido cuestionado debe probar que este es aceptable.83 De hecho, la asigna­ción del peso de la prueba ha quedado determinada ya por la distribución de los roles que se sigue de la Regla 2, puesto que, en principio, es la parte que está siendo desafiada la que debe asumir el rol de protagonista del punto de vista que ha sido cuestionado.

Una manera obvia de evadir el peso de la _prtieba es presentar el propio punto de vista, desde la partida, como si no hubiese nec~sidaa de defenderlo. Esto puede hacerse dando la impresión de que el antagonista está completamente equivocado al poner en duda el punto de vista o de que no tiene ningún sentido cuestionarlo. En cualquiera de estos casos, el prota­gonista es culpable de cometer la falacia de evadir el peso de la prueba.

La primera manera de evadir el peso de la prueba consiste en presentar el punto de vista como evidente por sí mismo. En la práctica, muchas veces los intentos de hacer esto pueden ser reconocidos por medio de palabras o expresiones que enfatizan la indisputabilidad del punto de vista:

• "Está claro como el dfa que ... " • "Por supuesto, no tengo ninguna necesidad de decirles que ... "

¡u El concepto de "peso de la prueba" tiene su origen en el contexto legal. En un caso criminal, el que afirma debe probar su afirmación más allá de toda duda razonable. En la argumentación cotidiana el requisito de la prueba es, a menudo, menos estricto: alguna evidencia convincente será suficiente {cE. Hamblin, 1970; Walton, 1988a).

----~-- ~-~·

' (APITULO X 1 fALACMS EN LA PISIRIBliCICiN DE !OS ROUS DE LA 0/SCUSJCiN 137

• "Estará claro para cualquiera que ... " • "Nadie en su sano juicio negarla que ... " • "No es necesario decir que ... " • "No se puede negar que ... "

La sugerencia transmitida por medio de este tipo de expresiones es que alguien que no ve inmediatamente el punto de vista como evidente por sí mismo, debe ser increíblemente estú­pido, en circunstancias de que, en realidad, estas palabras pueden ser solo una cortina de humo diseñada para ocultar la debilidad del punto de vista. Cualquier person~ que se per­mita dejarse abrumar por ellas podría remmciar a sus dudas. Esto es, en todo caso, lo que el protagonista está esperando que ocurra.

En vez de abandonar las dudas, lo que se debería hacer es tomar estas formulaciones como señales de advertencia de que el protagonista puede estar tratando de librarse bastante fácilmente de la obligación de defender su punto de vista. Algo similar se aplica a expresio­nes por medio de las cuales el protagonista intenta indicar que él garantiza personalmente, por así decirlo, la corrección del pwlto de vista:

"Yo puedo asegurarles que ... " • "Conffen en mi palabra que ... " • "No puedo imaginar ninguna otra interpretación más que ... " • "No existe ninguna duda en mi mente de que ... " • "Estoy absolutamente convencido de que ... "

Al dar su garantía personal de la corrección de su punto de vista, el protagonista le hace muy difícil al antagonista persistir en sus dudas. Después de todo, esto sería poner en duda directamente los conocimientos del protagonista, o incluso su integridad. Por lo tanto, este tipo de expresiones pueden usarse para forzar al oponente a hacer tma elección: o ~ien debe aceptar el punto de vista y resignarse, o bien, debe abandonar su fe en el.protagomsta. ~sto último significaría causarle tma humillación al protagonista y, de ser postble, el antagomsta normalmente querrá evitarle este bochorno. Si el protagonista no está tratando de sacar ven· t<~ja de este mecanismo social, lo más razonable es que suponga que el antagonista simple­mente ignorará ese tipo de frases. El antagonista, por su parte, puede pensar que un protago­nista que está realmente tan seguro de su caso no debería encontrar demasiado difícil presen­tar tma defensa eficaz de su punto de vista.

Otra manera de evadir el peso de la prueba es formular el punto de vista de tal manera que se lo proteja de una evaluación adecuada. Algunos ejemplos de tales expresiones "her­méticas" son los siguientes:

• "El francés es esencialmente intolerante". • "La persona realmente joven de hoy, es floja". • "La Iglesia es conservadora por naturaleza". . . ,

"El que participa en tomas ilegales de terreno es proclive a las tendenciaS anarqmstas ·

¿Cómo se podrían debilitar por medio de la crítica puntos de vi~ta co_m.o est?s? Si nos~ refirieran a "el" francés, "la" persona realmente joven, etc., sería mas fáctlllll~~mar de ~ue tipo podrían ser un ataque y una defensa apropiados. Si, en vez del artículo defmtdo, hubtera

:¡ '

138 fRANS R VAN EEM~~EN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUmNT~CIÓN, CO.IlUNIC~CIÓN Y fiiUCI~S

habido cuantificadores como "todos", "algunos", "la mayoría" o "el promedio", al menos habría quedado claro que el protagonista, a fin de defender su punto de vista satisfactoria­mente, debería ser desafiado a presentar algunos ejemplos.st

Es precisamente debido a que tales cuantificadores están ausentes y a que se agregan calificativos esencia listas e intangibles, como "esencialmente", "realmente" y "por naturale­za", que no queda claro en qué caso el punto de vista en cuestión sería defendido de una manera concluyente o, para el caso, refutado de manera concluyente. ¿Cuántos ejemplos en sentido contrario serían necesarios? Si se hubieran usado palabras como "todos" o "algu­nos", esto estaría claro. Pero las afirmaciones esencialistas acompañadas de estos artículos cuasi-definidos (o de artículos indefinidos) evaden toda posible puesta a prueba empírica y no pueden ser refutadas. Por lo tanto, no se prestan para ser utilizadas en una discusión crítica.

Formular un punto de vista de manera que no pueda ser falsificable puede considerarse como un intento de volverlo inmune a la crítica. Esta "estrategia de inmunización" es una manera sofisticada de evadir el peso de la prueba.85 Muchas veces el efecto inmunizante se refuerza escogiendo formulaciones aún más generales en las cuales no se usan artículos:

• "(Las] mujeres son, por naturaleza, posesivas". "[Los] franceses son esencialmente intolerantes".

• "[Los] participantes en tomas ilegales de terrenos son proclives a las tendencias anarquistas". 86

Si se intenta refutar el punto de vista de que las mujeres son posesivas por naturaleza, citando uno o más ejemplos de mujeres que no tienen nada de posesivas, muchas veces el oponente considerará que estos ejemplos son irrelevantes. Lo que sucede es que el oponente da por supuesto que tales afirmaciones deben ser tratadas como referidas a la "esencia" de las mujeres, de los franceses, etc., y no como afirmaciones cuantificadas en las cuales se ha omitido el cuantificador. Las afirmaciones en cuestión son verdaderas porque las mujeres, los franceses, etc., "simplemente son así". Las mujeres citadas como contraejemplos de pron· to resultan no ser "verdaderas" mujeres, o se hacen pasar por lo que no son. Así, todo intento por atacar esta postura simplemente rebota contra la armadura de la inmunidad.

3. Desplazar el peso de la prueba

En vez de evadir el peso de la prueba, el protagonista también puede librarse de la obligación de defensa que pesa sobre él bajo la Regla 2, desplazando el peso de la prueba hacia el reta­dor. Esta violación de la Regla 2 se llama falacia de desplaUir el peso de la prueba. Consiste en hacer un intento por lograr que sea el retador quien comience por probar por qué el punto de vista que él ha puesto en duda es incorrecto.

En una disputa no mixta, solo una parte ha presentado un punto de vista y solo esa parte puede tener el rol de protagonista. En consecuencia, esta parte es también la única que puede

M Para los usos "logofóricos" del artículo definido en las oraciones genéricas, véase Barth (1974). Sb La expresióneslmlegia de immmimci6n fue introducida por Albert al discutir soluciones al "lrilema de Münchhaus.en" (1975). "'En castellano, este tipo de fonnulaciones no se pueden expresar sin artículos, como en inglés. (N. de los T.).

CAPITULO X 1 fAUCMS W U DISTRIBUCIÓN DE lOS ROLES DE U DISCUSIÓN 139

tener la obligación de defender el punto de vista. Si trata de desplazar el peso de la prueba hacia la parte que se considera que cumple el rol de antagonista, comete una falacia. La única parte que puede ser considerada responsable de esta falacia es el protagonista que falla en astunir su rol.

En un caso de este tipo, desplazar el peso de la prueba significa exigir que el antagonista potencial pruebe que el ptmto de vista puesto en cuestión por él es insostenible. El resultado de esto es que se le sobrecarga con el rol de protagonista del punto de vista contrario. Debido a que el antagonista mismo no ha presentado ningím punto de vista, no tiene, de hecho, la obli­gación de defender ninguno, ni siquiera el punto de vista opuesto al que él ha cuestionado.

En el ejemplo siguiente vemos tanto una negación como un desplazamiento (implícito) del peso de la prueba hacia aquellos que no acepten humildemente el punto de vista pro· puesto. El ejemplo es proporcionado por W. J. Geertsema, Comisionado de la Reina en la provincia holandesa de Gelderland:

En una entrevista concedida a una revista, Geertsema expresa su creencia de que el dinero proveniente de asaltos bancarios ha sido usado en campañas de ocupación ilegal de terrenos y en campañas de protesta contra la energfa nuclear. Como ejemplo, Geertsema cita las recientes campañas de ocupación de terrenos en Nijmegen, diciendo: "Miles de personas tomaron el tren hada Nijmegen y permanecieron allf por varios días. Ese dinero debe haber venido de alguna parte ... " y agrega: "No puedo probarlo y no me corresponde a mí hacerlo".

En las disputas mixtas la situación es algo más compleja. En tales disputas hay dos ptm­tos de vista opuestos. Una parte, por ejemplo, puede haber presentado el punto de vista de que la pornografía es dañina para la salud de la nación; la otra, puede haber presentado la concepción de que esto es absolutamente falso. Así, cada parte pone implícitamente en duda la aceptabilidad del punto de vista de la otra parte. La pregunta es: ¿sobre cuál de las partes recae el peso de la prueba? • Debido a que ambas partes han presentado un ptmto de vista, de acuerdo a la Regla 2 ambos participantes de la discusión deben asumir el peso de la prueba de un punto de vista. En otras palabras, hay un doble peso de la prueba. El problema no consiste aquí en cómo asignar el peso de la prueba, sino en el orden en que las dos partes deben hacerse cargo del peso de la prueba de sus respectivos puntos de vista.

En la práctica, generalmente este problema del orden en que los participantes de la discu­sión se hacen cargo del peso de la prueba se presenta como un problema de elección. A me­nudo, cada parte hace tm intento por forzar tma decisión y colocar el peso de la prueba en una de las partes. En tales casos, se suele encontrar una solución asumiendo que el peso de la prueba recae sobre la parte que está atacando un saber tradicional, una tradición establecida o tm estado de cosas existente. El peso de la prueba recae sobre la parte que desea cambiar el statu quo. Esta parte debe probar que la alternativa que propone es mejor. Esto significa que el statu quo tiene la categoría de una presunción.87

El escritor holandés Piet Grijs nos proporciona un ejemplo de la aplicación del princi­pio de presunción. Piet Grijs ataca al "profesor de la OTAN" van Staden, quien ha presen-

87 En la ley criminal, la presunción se refiere al principio de que un hecho o un estado de cosas es co.~iderado co~o verdadero hasta que se pruebe lo contrario: El acusado se presume inocente hasta que su culpablltdad haya stdo establedda. Esto implica que el peso de la prueba recae sobre el acusador {d. Hamblin, 1970; Walton, 1988a).

138 fRANS R VAN EEM~~EN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUmNT~CIÓN, CO.IlUNIC~CIÓN Y fiiUCI~S

habido cuantificadores como "todos", "algunos", "la mayoría" o "el promedio", al menos habría quedado claro que el protagonista, a fin de defender su punto de vista satisfactoria­mente, debería ser desafiado a presentar algunos ejemplos.st

Es precisamente debido a que tales cuantificadores están ausentes y a que se agregan calificativos esencia listas e intangibles, como "esencialmente", "realmente" y "por naturale­za", que no queda claro en qué caso el punto de vista en cuestión sería defendido de una manera concluyente o, para el caso, refutado de manera concluyente. ¿Cuántos ejemplos en sentido contrario serían necesarios? Si se hubieran usado palabras como "todos" o "algu­nos", esto estaría claro. Pero las afirmaciones esencialistas acompañadas de estos artículos cuasi-definidos (o de artículos indefinidos) evaden toda posible puesta a prueba empírica y no pueden ser refutadas. Por lo tanto, no se prestan para ser utilizadas en una discusión crítica.

Formular un punto de vista de manera que no pueda ser falsificable puede considerarse como un intento de volverlo inmune a la crítica. Esta "estrategia de inmunización" es una manera sofisticada de evadir el peso de la prueba.85 Muchas veces el efecto inmunizante se refuerza escogiendo formulaciones aún más generales en las cuales no se usan artículos:

• "(Las] mujeres son, por naturaleza, posesivas". "[Los] franceses son esencialmente intolerantes".

• "[Los] participantes en tomas ilegales de terrenos son proclives a las tendencias anarquistas". 86

Si se intenta refutar el punto de vista de que las mujeres son posesivas por naturaleza, citando uno o más ejemplos de mujeres que no tienen nada de posesivas, muchas veces el oponente considerará que estos ejemplos son irrelevantes. Lo que sucede es que el oponente da por supuesto que tales afirmaciones deben ser tratadas como referidas a la "esencia" de las mujeres, de los franceses, etc., y no como afirmaciones cuantificadas en las cuales se ha omitido el cuantificador. Las afirmaciones en cuestión son verdaderas porque las mujeres, los franceses, etc., "simplemente son así". Las mujeres citadas como contraejemplos de pron· to resultan no ser "verdaderas" mujeres, o se hacen pasar por lo que no son. Así, todo intento por atacar esta postura simplemente rebota contra la armadura de la inmunidad.

3. Desplazar el peso de la prueba

En vez de evadir el peso de la prueba, el protagonista también puede librarse de la obligación de defensa que pesa sobre él bajo la Regla 2, desplazando el peso de la prueba hacia el reta­dor. Esta violación de la Regla 2 se llama falacia de desplaUir el peso de la prueba. Consiste en hacer un intento por lograr que sea el retador quien comience por probar por qué el punto de vista que él ha puesto en duda es incorrecto.

En una disputa no mixta, solo una parte ha presentado un punto de vista y solo esa parte puede tener el rol de protagonista. En consecuencia, esta parte es también la única que puede

M Para los usos "logofóricos" del artículo definido en las oraciones genéricas, véase Barth (1974). Sb La expresióneslmlegia de immmimci6n fue introducida por Albert al discutir soluciones al "lrilema de Münchhaus.en" (1975). "'En castellano, este tipo de fonnulaciones no se pueden expresar sin artículos, como en inglés. (N. de los T.).

CAPITULO X 1 fAUCMS W U DISTRIBUCIÓN DE lOS ROLES DE U DISCUSIÓN 139

tener la obligación de defender el punto de vista. Si trata de desplazar el peso de la prueba hacia la parte que se considera que cumple el rol de antagonista, comete una falacia. La única parte que puede ser considerada responsable de esta falacia es el protagonista que falla en astunir su rol.

En un caso de este tipo, desplazar el peso de la prueba significa exigir que el antagonista potencial pruebe que el ptmto de vista puesto en cuestión por él es insostenible. El resultado de esto es que se le sobrecarga con el rol de protagonista del punto de vista contrario. Debido a que el antagonista mismo no ha presentado ningím punto de vista, no tiene, de hecho, la obli­gación de defender ninguno, ni siquiera el punto de vista opuesto al que él ha cuestionado.

En el ejemplo siguiente vemos tanto una negación como un desplazamiento (implícito) del peso de la prueba hacia aquellos que no acepten humildemente el punto de vista pro· puesto. El ejemplo es proporcionado por W. J. Geertsema, Comisionado de la Reina en la provincia holandesa de Gelderland:

En una entrevista concedida a una revista, Geertsema expresa su creencia de que el dinero proveniente de asaltos bancarios ha sido usado en campañas de ocupación ilegal de terrenos y en campañas de protesta contra la energfa nuclear. Como ejemplo, Geertsema cita las recientes campañas de ocupación de terrenos en Nijmegen, diciendo: "Miles de personas tomaron el tren hada Nijmegen y permanecieron allf por varios días. Ese dinero debe haber venido de alguna parte ... " y agrega: "No puedo probarlo y no me corresponde a mí hacerlo".

En las disputas mixtas la situación es algo más compleja. En tales disputas hay dos ptm­tos de vista opuestos. Una parte, por ejemplo, puede haber presentado el punto de vista de que la pornografía es dañina para la salud de la nación; la otra, puede haber presentado la concepción de que esto es absolutamente falso. Así, cada parte pone implícitamente en duda la aceptabilidad del punto de vista de la otra parte. La pregunta es: ¿sobre cuál de las partes recae el peso de la prueba? • Debido a que ambas partes han presentado un ptmto de vista, de acuerdo a la Regla 2 ambos participantes de la discusión deben asumir el peso de la prueba de un punto de vista. En otras palabras, hay un doble peso de la prueba. El problema no consiste aquí en cómo asignar el peso de la prueba, sino en el orden en que las dos partes deben hacerse cargo del peso de la prueba de sus respectivos puntos de vista.

En la práctica, generalmente este problema del orden en que los participantes de la discu­sión se hacen cargo del peso de la prueba se presenta como un problema de elección. A me­nudo, cada parte hace tm intento por forzar tma decisión y colocar el peso de la prueba en una de las partes. En tales casos, se suele encontrar una solución asumiendo que el peso de la prueba recae sobre la parte que está atacando un saber tradicional, una tradición establecida o tm estado de cosas existente. El peso de la prueba recae sobre la parte que desea cambiar el statu quo. Esta parte debe probar que la alternativa que propone es mejor. Esto significa que el statu quo tiene la categoría de una presunción.87

El escritor holandés Piet Grijs nos proporciona un ejemplo de la aplicación del princi­pio de presunción. Piet Grijs ataca al "profesor de la OTAN" van Staden, quien ha presen-

87 En la ley criminal, la presunción se refiere al principio de que un hecho o un estado de cosas es co.~iderado co~o verdadero hasta que se pruebe lo contrario: El acusado se presume inocente hasta que su culpablltdad haya stdo establedda. Esto implica que el peso de la prueba recae sobre el acusador {d. Hamblin, 1970; Walton, 1988a).

140 FRANS H. VAN EU!EREN • ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMliNICACIÓN Y fAlACIAS

tado la concepción de que deberían emplazarse misiles de crucero americanos en los Países Bajos:

Van Sta den ha dado a su argumento la forma de respuestas a un¡¡ serie de objeciones hipotéti­cas, presentadas por él mismo, en contra del emplazamiento. Esto es extraño, ya que el peso de la prueba recae en los que están a favor del emplazamiento.

De acuerdo a Grijs, van Sta den debería haber dado argumentos a favor del emplazamien­to, puesto que en el statu quo no existen misiles de crucero. En lugar de hacer esto, van Sta den se contenta con discutir las objeciones contra el emplazamiento, objeciones que, por lo de· más, se le han ocurrido a él mismo.

El principio de presunción no puede ser usado en todos los casos. No siempre existe un sfatrt qrw. Por ejemplo, en una disputa entre los miembros de tma pareja en la que uno de ellos piensa que ambos deberían comenzar a ahorrar y el otro, en cambio, piensa que ahorrar es una pérdida de tiempo, ¿del lado de cuál de las partes estaría la presunción?

Más aún, en el principio de presunción se sugiere que la asignación del peso de la prueba a la que conduce el principio es también la más justa. Pero esto no es necesariamente así. Ciertamente, es la más conservadora y el principio adquiere, así, rápidamente tma connota­ción ideológica, aun cuando su propósito sea puramente práctico.88

Si ambas partes están básicamente de acuerdo en cuanto a la aplicación del principio de presunción, no existirán objeciones al respecto. Así, al enfrentarse al dilema de cuál de las partes debe conducir su defensa, a veces el principio ofrecerá tma solución. Pero no puede permitirse que la aplicación del principio resulte en que el peso de la prueba se haga recaer unilateralmente en una de las partes.

Otro principio que puede proporcionar una salida al impasse de determinar el orden en que deben defenderse los puntos de vista en una disputa mixta, consiste en apelar al criterio de equidad (jaimess).fN Este principio sostiene que el punto de vista que puede ser defendido más fácilmente debería ser defendido primero, para que prevalezca el peso de la prueba más liviano. En Wla entrevista a un periódico, Albrecht Lier, quien de acuerdo a su propio testi­monio es hijo ilegítimo del príncipe Hendrik de Holanda, apela al criterio de equidad cuan­do se le sugiere que él debería haber presentado algím tipo de prueba para respaldar su afirmación de que las únicas cosas que se publican acerca de su padre son "calumnias" y "estupideces":

¿Pruebas? ¡Es imposible probar lo opuesto de algo negativo! ¿Cómo podría probarle a Ud. que yo no voy a los bosques de noche a buscar muchachos? Trate de probar esto. No se puede. Es e! hombre que afirma que yo !o hago el que debe presentar la prueba.

ru Good~ight_ (1980) est~bledó una distinción entre presunciones conservadoras y presunciones liberales, donde la presunc1ón hberal consJSte en favorecer el cambio a menos que existan buenas razones para evitarlo (Cf. Willard 1983). ' 89 En el ámbito legal, en algunos casos, cuando una cosa es más fácil de probar o de refutar que la otra el principio de equidad le asigna el peso de la prueba a la parte que enfrenta la tarea más fácil. '

CAPITUlO X 1 fAlACIAS fN U\ Dl.>lRIBUCION Df WS ROLES DE i.J\ DISCUSIÓN 141

4. Complicaciones que pueden presentarse en la distribución de los roles de la discusión

Muchas veces resulta muy"tl.ifícil no solo establecer a cuál de los puntos de vista debería otorgársele la categoría de Wla presWlción, sino también aplicar el criterio de equidad. No siempre es posible predecir cuál de los puntos de vista será el más fácil de defender y tendrá, en consecuencia, el peso de la prueba más liviano. Por lo tanto, la utilidad práctica del prin­cipio de presunción y del criterio de equidad es Wl tanto limitada.

De hecho, ambos principios solo pueden usarse si las partes están de acuerdo en cuál de ellas tiene la presunción a su favor y cuál de los puntos de vista es el más fácil de defender. En todo caso, esto no es algo que pueda ser decidido unilateralmente por una de las partes en contra de los deseos de su oponente. En algunas sihtaciones de debate institucionalizado, como Wl tribtmal de justicia, existe Wla tercera parte, por ejemplo Wl juez, que puede resol­ver el impasse. En las discusiones cotidianas son las partes mismas las que deben tratar de superarlo. Si fallan, no hay más alternativa que el que Wla de los dos partes simplemente tome la iniciativa y comience su defensa. De lo contrario, la discusión quedará estancada en la etapa de apertura.

Si existe tm stat11 q11o claro, que sea reconocido como tal por ambas partes, obviamente no hay ningm1a dificultad para aplicar el principio de presm1ción, pero, en ese caso, general­mente el problema ni siquiera se presentará. Esto sucede simplemente debido a que, si existe un status quo reconocido, probablemente no habrá dos puntos de vista rivales, sino solo tmo, ya que es poco probable que el statu quo sea formulado en Wl punto de vista, a menos que exista alguna razón particular para hacerlo. Proponer lo que ya todo el mundo conoce y acepta es, en principio, realizar un acto de habla innecesario y, por lo tanto, violar la regla de eficiencia de la comtmicación.

Por otra parte, presentar Wl punto de vista que va en contra del status quo no es, natural­mente, un acto de habla innecesario y, por lo tanto, es más probable que ocurra en la práctica. En consecuencia, en la mayoría de los casos en que existe tm stahts quo claro sólo se presen­tará Wl ptmto de vista y esto significa que, en ese momento, solo existirá una obligación de defensa en favor de un solo punto de vista. La persona que presenta ese punto de vista está obligada a defenderlo, no porque vaya contra el status quo, sino porque, de acuerdo a la Regla 2, la obligación de defender un punto de vista va de la mano con el haberlo presentado. Como esta obligación de defender el punto de vista depende de que la otra parte lo desafíe a hacerlo, la obligación del protagonista solo se activa si efectivamente se expresa Wl desacuerdo.

La falacia de desplazar el peso de la prueba en una disputa no mixta es tradicionalmente conocida a través de la expresión arg11mentrmr ad ignorantiam, acuñada por el filósofo inglés John Locke. Este filósofo también la consideró como un intento del protagonista por hacer C{Ue el antagonista trate de demostrar que el punto de vista, que él meramente ha cuestiona­do, es falso. La falacia reside en el hecho de que el protagonista presenta el asunto de tal manera que lo hace aparecer como si, al expresar sus dudas acerca del pm1to de vista, el antagonista hubiese tomado sobre sí la obligación de probar que el pm1t0 de vista es inco­

rrecto. En publicaciones más recientes la expresión argumentum ad ignormrtiam ha sido usada

para designar la falacia de "ignorancia" o "estupidez", que consiste en concluir, a partir del hecho de que algo 110 /m sido probado como verdadero, que 110 es verdadero; o concluir, a partir

!1

140 FRANS H. VAN EU!EREN • ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMliNICACIÓN Y fAlACIAS

tado la concepción de que deberían emplazarse misiles de crucero americanos en los Países Bajos:

Van Sta den ha dado a su argumento la forma de respuestas a un¡¡ serie de objeciones hipotéti­cas, presentadas por él mismo, en contra del emplazamiento. Esto es extraño, ya que el peso de la prueba recae en los que están a favor del emplazamiento.

De acuerdo a Grijs, van Sta den debería haber dado argumentos a favor del emplazamien­to, puesto que en el statu quo no existen misiles de crucero. En lugar de hacer esto, van Sta den se contenta con discutir las objeciones contra el emplazamiento, objeciones que, por lo de· más, se le han ocurrido a él mismo.

El principio de presunción no puede ser usado en todos los casos. No siempre existe un sfatrt qrw. Por ejemplo, en una disputa entre los miembros de tma pareja en la que uno de ellos piensa que ambos deberían comenzar a ahorrar y el otro, en cambio, piensa que ahorrar es una pérdida de tiempo, ¿del lado de cuál de las partes estaría la presunción?

Más aún, en el principio de presunción se sugiere que la asignación del peso de la prueba a la que conduce el principio es también la más justa. Pero esto no es necesariamente así. Ciertamente, es la más conservadora y el principio adquiere, así, rápidamente tma connota­ción ideológica, aun cuando su propósito sea puramente práctico.88

Si ambas partes están básicamente de acuerdo en cuanto a la aplicación del principio de presunción, no existirán objeciones al respecto. Así, al enfrentarse al dilema de cuál de las partes debe conducir su defensa, a veces el principio ofrecerá tma solución. Pero no puede permitirse que la aplicación del principio resulte en que el peso de la prueba se haga recaer unilateralmente en una de las partes.

Otro principio que puede proporcionar una salida al impasse de determinar el orden en que deben defenderse los puntos de vista en una disputa mixta, consiste en apelar al criterio de equidad (jaimess).fN Este principio sostiene que el punto de vista que puede ser defendido más fácilmente debería ser defendido primero, para que prevalezca el peso de la prueba más liviano. En Wla entrevista a un periódico, Albrecht Lier, quien de acuerdo a su propio testi­monio es hijo ilegítimo del príncipe Hendrik de Holanda, apela al criterio de equidad cuan­do se le sugiere que él debería haber presentado algím tipo de prueba para respaldar su afirmación de que las únicas cosas que se publican acerca de su padre son "calumnias" y "estupideces":

¿Pruebas? ¡Es imposible probar lo opuesto de algo negativo! ¿Cómo podría probarle a Ud. que yo no voy a los bosques de noche a buscar muchachos? Trate de probar esto. No se puede. Es e! hombre que afirma que yo !o hago el que debe presentar la prueba.

ru Good~ight_ (1980) est~bledó una distinción entre presunciones conservadoras y presunciones liberales, donde la presunc1ón hberal consJSte en favorecer el cambio a menos que existan buenas razones para evitarlo (Cf. Willard 1983). ' 89 En el ámbito legal, en algunos casos, cuando una cosa es más fácil de probar o de refutar que la otra el principio de equidad le asigna el peso de la prueba a la parte que enfrenta la tarea más fácil. '

CAPITUlO X 1 fAlACIAS fN U\ Dl.>lRIBUCION Df WS ROLES DE i.J\ DISCUSIÓN 141

4. Complicaciones que pueden presentarse en la distribución de los roles de la discusión

Muchas veces resulta muy"tl.ifícil no solo establecer a cuál de los puntos de vista debería otorgársele la categoría de Wla presWlción, sino también aplicar el criterio de equidad. No siempre es posible predecir cuál de los puntos de vista será el más fácil de defender y tendrá, en consecuencia, el peso de la prueba más liviano. Por lo tanto, la utilidad práctica del prin­cipio de presunción y del criterio de equidad es Wl tanto limitada.

De hecho, ambos principios solo pueden usarse si las partes están de acuerdo en cuál de ellas tiene la presunción a su favor y cuál de los puntos de vista es el más fácil de defender. En todo caso, esto no es algo que pueda ser decidido unilateralmente por una de las partes en contra de los deseos de su oponente. En algunas sihtaciones de debate institucionalizado, como Wl tribtmal de justicia, existe Wla tercera parte, por ejemplo Wl juez, que puede resol­ver el impasse. En las discusiones cotidianas son las partes mismas las que deben tratar de superarlo. Si fallan, no hay más alternativa que el que Wla de los dos partes simplemente tome la iniciativa y comience su defensa. De lo contrario, la discusión quedará estancada en la etapa de apertura.

Si existe tm stat11 q11o claro, que sea reconocido como tal por ambas partes, obviamente no hay ningm1a dificultad para aplicar el principio de presm1ción, pero, en ese caso, general­mente el problema ni siquiera se presentará. Esto sucede simplemente debido a que, si existe un status quo reconocido, probablemente no habrá dos puntos de vista rivales, sino solo tmo, ya que es poco probable que el statu quo sea formulado en Wl punto de vista, a menos que exista alguna razón particular para hacerlo. Proponer lo que ya todo el mundo conoce y acepta es, en principio, realizar un acto de habla innecesario y, por lo tanto, violar la regla de eficiencia de la comtmicación.

Por otra parte, presentar Wl punto de vista que va en contra del status quo no es, natural­mente, un acto de habla innecesario y, por lo tanto, es más probable que ocurra en la práctica. En consecuencia, en la mayoría de los casos en que existe tm stahts quo claro sólo se presen­tará Wl ptmto de vista y esto significa que, en ese momento, solo existirá una obligación de defensa en favor de un solo punto de vista. La persona que presenta ese punto de vista está obligada a defenderlo, no porque vaya contra el status quo, sino porque, de acuerdo a la Regla 2, la obligación de defender un punto de vista va de la mano con el haberlo presentado. Como esta obligación de defender el punto de vista depende de que la otra parte lo desafíe a hacerlo, la obligación del protagonista solo se activa si efectivamente se expresa Wl desacuerdo.

La falacia de desplazar el peso de la prueba en una disputa no mixta es tradicionalmente conocida a través de la expresión arg11mentrmr ad ignorantiam, acuñada por el filósofo inglés John Locke. Este filósofo también la consideró como un intento del protagonista por hacer C{Ue el antagonista trate de demostrar que el punto de vista, que él meramente ha cuestiona­do, es falso. La falacia reside en el hecho de que el protagonista presenta el asunto de tal manera que lo hace aparecer como si, al expresar sus dudas acerca del pm1to de vista, el antagonista hubiese tomado sobre sí la obligación de probar que el pm1t0 de vista es inco­

rrecto. En publicaciones más recientes la expresión argumentum ad ignormrtiam ha sido usada

para designar la falacia de "ignorancia" o "estupidez", que consiste en concluir, a partir del hecho de que algo 110 /m sido probado como verdadero, que 110 es verdadero; o concluir, a partir

!1

' 1

1 1

142 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB G~OOTENDOI!ST / ARGllh!WTACIÓN, (OAtUN/CiiCIÓ)J Y fALACIAS

del hecho de que algo no ha sido probado como no siendo verdadero, que es verdadero. Aunque ciertos malentendidos acerca del peso de la prueba juegan un rol importante en esta falacia, se trata aquí, sin embargo, de un asunto completamente diferente. Con el fin de evitar confusiones, la expresión argumentwn ad ignortmtiam se reserva en este libro para la interpre­tación más moderna.

Una de las diferencias más importantes entre la falacia de desplazar el peso de la prueba y el argumentum ad ignorantiam es que la primera constihtye tma violación de una regla de la discusión en la etapa de apertura y la segunda, una violación de una regla de la discusión en la etapa de clausura, la que se discutirá en el capítulo 17.

CAPITULO XI

Falacias en la representación de los puntos de vista

1. Atacar los puntos de vista

Una disputa acerca de tul punto de vista se resuelve si la persona que lo ha puesto en duda se da cuenta de que su duda es injustificada y termina por aceptar el ptlllto de vista. También se resuelve si la persona que lo ha presentado se da cuenta de que el ptulto de vista es insosteni­ble y se retracta de él.

Una manera efectiva de lograr que alguien abandone su punto de vista es crear una dis­puta mixta y probar el punto de vista opuesto. Si se puede convencer a alguien de que fumar es malo para la salud, es probable que esta persona deje de sostener que es bueno {aunque de ninguna manera es necesario que lo haga). Como en este caso un ataque exitoso del punto de vista original consiste en una defensa exitosa del punto de vista opuesto, al menos aquí se podría decir con razón que la defensa es la mejor forma de ataque.

En esta defensa, el antagonista del punto de vista original es el protagonista del punto de vista opuesto y el protagonista original es ahora el antagonista. Así, en este tipo de ataque contra un punto de vista, ambas partes deben jugar el rol de protagonista y de antagonista. Si los puntos de vista opuestos se refieren a una y la misma proposición, la disputa será una disputa única mixta.

En una disputa única mixta siempre existe el peligro de que el antagonista original em· piece a atacar un punto de vista levemente diferente del que fue presentado por el protago­nista original. Se produce, entonces, un cambio en la proposición con respecto a la cual una parte adopta un punto de vista positivo y la otra uno negativo {de modo que, de hecho, la disputa se vuelve múltiple). Esto puede suceder al comienzo mismo de la discusión, pero también puede ocurrir más adelante. Por ejemplo, un participante de la discusión puede comenzar por afirmar que fumar no es algo tan dañino como la gente dice, mientras que el otro participante de la discusión puede actuar como si su oponente hubiera afirmado que fumar es algo totalmente inocuo, e intentar luego probar que esto está muy lejos de ser ver· dadero.

Si las partes caen en este tipo de malentendidos, les resultará imposible resolver la dispu-ta original. Por lo tanto, es esencial que las proposiciones con respecto a las cuales se adoptan ¡· los puntos de vista sean las mismas para ambas partes y que no cambien inadvertidamente

' 1

1 1

142 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB G~OOTENDOI!ST / ARGllh!WTACIÓN, (OAtUN/CiiCIÓ)J Y fALACIAS

del hecho de que algo no ha sido probado como no siendo verdadero, que es verdadero. Aunque ciertos malentendidos acerca del peso de la prueba juegan un rol importante en esta falacia, se trata aquí, sin embargo, de un asunto completamente diferente. Con el fin de evitar confusiones, la expresión argumentwn ad ignortmtiam se reserva en este libro para la interpre­tación más moderna.

Una de las diferencias más importantes entre la falacia de desplazar el peso de la prueba y el argumentum ad ignorantiam es que la primera constihtye tma violación de una regla de la discusión en la etapa de apertura y la segunda, una violación de una regla de la discusión en la etapa de clausura, la que se discutirá en el capítulo 17.

CAPITULO XI

Falacias en la representación de los puntos de vista

1. Atacar los puntos de vista

Una disputa acerca de tul punto de vista se resuelve si la persona que lo ha puesto en duda se da cuenta de que su duda es injustificada y termina por aceptar el ptlllto de vista. También se resuelve si la persona que lo ha presentado se da cuenta de que el ptulto de vista es insosteni­ble y se retracta de él.

Una manera efectiva de lograr que alguien abandone su punto de vista es crear una dis­puta mixta y probar el punto de vista opuesto. Si se puede convencer a alguien de que fumar es malo para la salud, es probable que esta persona deje de sostener que es bueno {aunque de ninguna manera es necesario que lo haga). Como en este caso un ataque exitoso del punto de vista original consiste en una defensa exitosa del punto de vista opuesto, al menos aquí se podría decir con razón que la defensa es la mejor forma de ataque.

En esta defensa, el antagonista del punto de vista original es el protagonista del punto de vista opuesto y el protagonista original es ahora el antagonista. Así, en este tipo de ataque contra un punto de vista, ambas partes deben jugar el rol de protagonista y de antagonista. Si los puntos de vista opuestos se refieren a una y la misma proposición, la disputa será una disputa única mixta.

En una disputa única mixta siempre existe el peligro de que el antagonista original em· piece a atacar un punto de vista levemente diferente del que fue presentado por el protago­nista original. Se produce, entonces, un cambio en la proposición con respecto a la cual una parte adopta un punto de vista positivo y la otra uno negativo {de modo que, de hecho, la disputa se vuelve múltiple). Esto puede suceder al comienzo mismo de la discusión, pero también puede ocurrir más adelante. Por ejemplo, un participante de la discusión puede comenzar por afirmar que fumar no es algo tan dañino como la gente dice, mientras que el otro participante de la discusión puede actuar como si su oponente hubiera afirmado que fumar es algo totalmente inocuo, e intentar luego probar que esto está muy lejos de ser ver· dadero.

Si las partes caen en este tipo de malentendidos, les resultará imposible resolver la dispu-ta original. Por lo tanto, es esencial que las proposiciones con respecto a las cuales se adoptan ¡· los puntos de vista sean las mismas para ambas partes y que no cambien inadvertidamente

144 fRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENDORST 1 ARCUMENTA.CIÓN, CO.\Il!NICACIÓN Y fAlACIAS

durante el curso de la discusión. La argumentación presentada en defensa de un punto de vista debe referirse a la misma proposición a la que se refiere la duda o la negación que condujo a la presentación de la argumentación. Y si, al final de la discusión, la parte contraria adopta el mismo punto de vista de su oponente, este debe referirse a la misma proposición a la que se refería el punto de vista original. De Jo contrario, la disputa todavía no habrá sido resuelta.

Si se produce un cambio en la proposición con respecto a la cual se presentan los puntos de vista, se expresan las dudas y se desarrollan los ataques y las defensas, en el mejor de los casos la discusión solo puede conducir a una resolución espuria. Lo que tma parte ha atacado sin éxito, y lo que la otra parte ha defendido exitosamente, es algo diferente del punto de vista que estaba originalmente en discusión. O, lo que es aún peor, lo que uno ha atacado exitosamente y el otro ha defendido sin éxito, es diferente del punto de vista original. En este caso, el ataque viola la Regla 3 de una discusión crítica: El ataque de 1ma parte en contra de UJI

p1mto de vista debe referirse al p1mto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte.90

El peligro de que se viole la Regla 3 está presente siempre a Jo largo de toda la discusión. La duda expresada por el antagonista en la etapa de confrontación puede referirse inmedia­tamente a una proposición levemente diferente de la proposición que está expresada en el punto de vista del protagonista. En la etapa de apertura, tanto el protagonista como el anta­gonista pueden estar partiendo de una proposición que no concuerda con la que condujo a la diferencia de opinión originaL En la etapa de argumentación, los argumentos y las críticas que se presentan pueden no referirse siempre a la misma proposición y, en la etapa de clausu­ra, al establecer el resultado final, tanto el protagonista como el antagonista pueden fácil­mente referirse a una proposición un tanto diferente de la expresada en la disputa original. Puede suceder, por ejemplo, que en la clausura ambos redefinan la disputa de una manera más estrecha, o bien, menos estrecha.

En principio, la Regla 3 puede ser violada tanto por el protagonista como por el antago­nista. Es más probable que lo sea en una discusión mixta, donde es más fácil para ambos antagonistas atacar un punto de vista diferente del que realmente presentó el protagonista. Al ser tan compleja la situación de la discusión y al estar el protagonista tan ocupado en articular su defensa, es bastante probable que la violación pase desapercibida.

2. Imputarle al oponente un punto de vista ficticio

Hay dos técnicas principales para atacar puntos de vista que no son los genuinamente pre· sentados por el oponente. Se le puede imputar un punto de vista ficticio o se puede distorsio­nar su punto de vista real. En cualquiera de los dos casos, es más probable que la maniobra tenga éxito con una audiencia que no está completamente segura de qué es exactamente lo que la otra parte ha afirmado, que con el oponente mismo. Por ejemplo, en el caso de una

w Un asunto completamente diferente, por supuesto, es que el antagonista debe -siguiendo el Principio de la Comu­nicación- responder a Jo que el protagonista puede ser considerado responsable de haber dicho y no solo a lo que ha dicho literalmente. Es corriente que los profesores y los psicoterapeutas suelan llevar esto un poro más lejos (y, para nuestros propósitos, tal vez demasiado lejos) al responder a lo que ellos piensan que el hablante debería haber dicho, si hubiera sido sincero o si hubiera estado consciente acerca de sus "verdaderos" sentimientos.

CAPITULO XI 1 fAlACIAS fN U REPRESENTACIÓN DE WS PUNTOS O~ VISTA 145

polémica en un diario, es poco probable que los lectores puedan tener a la vista el artículo que necesitan para poder chequear si el ptmto de vista ha sido representado con exactitud.

En un caso extremo, se le podría atribuir al oponente un punto de vista que no se parece en absoluto a lo que él realmente dijo, o incluso a lo que podría haber dicho, pero el asunto también puede ser presentado de una manera menos obvia. De cualquier forma que se haga, el imputarle tm ptmto de vista ficticio al oponente es una instancia de la falacia del hombre de paja.~ 1 En la falacia del hombre de paja tanto el oponente como su punto de vista son caricaturizados con el fin de poder atacarlos más fácilmente.

Si no existe realmente ninguna semejanza entre el punto de vista que está siendo atacado y el punto de vista original, la discusión adquiere un aire misterioso o fantasmal. Aun en este caso, el atacante y el ataque son suficientemente genuinos, solo el ptmto de vista no lo es.

Una manera ingeniosa de sugerir que el oponente ha adoptado un punto de vista particu­lar, cuando en realidad no lo ha hecho, es presentar con gran énfasis el ptmto de vista opues­to. Cuando una persona es muy enfática en su defensa de algo, en tma situación de discusión, rápidamente crea la impresión de que otros están en contra de eso y, a partir de aquí, solo le queda un paso para lograr que la audiencia suponga que el oponente pertenece a ese gmpo. Por ejemplo, si una mujer dice firmemente: "Yo, personalmente, considero que se le debe asignar la más alta prioridad a la defensa de nuestra democracia", sugiere que existen otras personas que piensan lo contrario. Si su oponente no se apresura a declarar que él también es un gran defensor de la democracia, inmediatamente hace recaer sobre sí mismo la sospecha de que a él podría no importarle para nada la democracia.

Este mecanismo parece ser incluso más efectivo cuando el punto de vista presentado contiene una negación. Por ejemplo: "Yo no creo que a los colegios religiosos se les deba permitir practicar la discriminación". Pero, ¿quién piensa que debería pennitírseles? ¿la par­te contraria?

Solo es relevante presentar tma opinión con énfasis si esta no es compartida por los de­más. Es por esta razón que la sola presentación de un punto de vista puede tener, por sí misma, el efecto de que la concepción opuesta le sea adscrita a la parte contraria. Puesto que una de las reglas de la comunicación es que no debe expresarse nada superfluo, la audiencia tenderá a suponer que, si se ha presentado tm ptmto de vista, éste debe ser relevante y que su relevancia seguramente se debe al hecho de que no es aceptado por la otra parte. Si la otra parte no se apresura a negar esto, se encontrará muy pronto siendo acusada de suscribir el

•punto de vista opuesto. Otra manera de imputarle al oponente un punto de vista ficticio es referirse al partido o

grupo al cual este pertenece y relacionarlos a ellos con el punto de vista ficticio:

Puesto que Fulano es un comunista, forzosamente debe pensar que Margare! Thatcher es una personalidad política poco confiable.

En este caso, primero se da por supuesto lo que el grupo pensará del asunto y luego se asume que lo que se aplica al grupo también se aplicará a cada uno de sus miembros indivi­duales. Esta manera de presentar el astmto tiene un poder sugestivo tan fuerte que la víctima

•• Cf. Naess (1966) y Walton (1984, 1987b).

1

144 fRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENDORST 1 ARCUMENTA.CIÓN, CO.\Il!NICACIÓN Y fAlACIAS

durante el curso de la discusión. La argumentación presentada en defensa de un punto de vista debe referirse a la misma proposición a la que se refiere la duda o la negación que condujo a la presentación de la argumentación. Y si, al final de la discusión, la parte contraria adopta el mismo punto de vista de su oponente, este debe referirse a la misma proposición a la que se refería el punto de vista original. De Jo contrario, la disputa todavía no habrá sido resuelta.

Si se produce un cambio en la proposición con respecto a la cual se presentan los puntos de vista, se expresan las dudas y se desarrollan los ataques y las defensas, en el mejor de los casos la discusión solo puede conducir a una resolución espuria. Lo que tma parte ha atacado sin éxito, y lo que la otra parte ha defendido exitosamente, es algo diferente del punto de vista que estaba originalmente en discusión. O, lo que es aún peor, lo que uno ha atacado exitosamente y el otro ha defendido sin éxito, es diferente del punto de vista original. En este caso, el ataque viola la Regla 3 de una discusión crítica: El ataque de 1ma parte en contra de UJI

p1mto de vista debe referirse al p1mto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte.90

El peligro de que se viole la Regla 3 está presente siempre a Jo largo de toda la discusión. La duda expresada por el antagonista en la etapa de confrontación puede referirse inmedia­tamente a una proposición levemente diferente de la proposición que está expresada en el punto de vista del protagonista. En la etapa de apertura, tanto el protagonista como el anta­gonista pueden estar partiendo de una proposición que no concuerda con la que condujo a la diferencia de opinión originaL En la etapa de argumentación, los argumentos y las críticas que se presentan pueden no referirse siempre a la misma proposición y, en la etapa de clausu­ra, al establecer el resultado final, tanto el protagonista como el antagonista pueden fácil­mente referirse a una proposición un tanto diferente de la expresada en la disputa original. Puede suceder, por ejemplo, que en la clausura ambos redefinan la disputa de una manera más estrecha, o bien, menos estrecha.

En principio, la Regla 3 puede ser violada tanto por el protagonista como por el antago­nista. Es más probable que lo sea en una discusión mixta, donde es más fácil para ambos antagonistas atacar un punto de vista diferente del que realmente presentó el protagonista. Al ser tan compleja la situación de la discusión y al estar el protagonista tan ocupado en articular su defensa, es bastante probable que la violación pase desapercibida.

2. Imputarle al oponente un punto de vista ficticio

Hay dos técnicas principales para atacar puntos de vista que no son los genuinamente pre· sentados por el oponente. Se le puede imputar un punto de vista ficticio o se puede distorsio­nar su punto de vista real. En cualquiera de los dos casos, es más probable que la maniobra tenga éxito con una audiencia que no está completamente segura de qué es exactamente lo que la otra parte ha afirmado, que con el oponente mismo. Por ejemplo, en el caso de una

w Un asunto completamente diferente, por supuesto, es que el antagonista debe -siguiendo el Principio de la Comu­nicación- responder a Jo que el protagonista puede ser considerado responsable de haber dicho y no solo a lo que ha dicho literalmente. Es corriente que los profesores y los psicoterapeutas suelan llevar esto un poro más lejos (y, para nuestros propósitos, tal vez demasiado lejos) al responder a lo que ellos piensan que el hablante debería haber dicho, si hubiera sido sincero o si hubiera estado consciente acerca de sus "verdaderos" sentimientos.

CAPITULO XI 1 fAlACIAS fN U REPRESENTACIÓN DE WS PUNTOS O~ VISTA 145

polémica en un diario, es poco probable que los lectores puedan tener a la vista el artículo que necesitan para poder chequear si el ptmto de vista ha sido representado con exactitud.

En un caso extremo, se le podría atribuir al oponente un punto de vista que no se parece en absoluto a lo que él realmente dijo, o incluso a lo que podría haber dicho, pero el asunto también puede ser presentado de una manera menos obvia. De cualquier forma que se haga, el imputarle tm ptmto de vista ficticio al oponente es una instancia de la falacia del hombre de paja.~ 1 En la falacia del hombre de paja tanto el oponente como su punto de vista son caricaturizados con el fin de poder atacarlos más fácilmente.

Si no existe realmente ninguna semejanza entre el punto de vista que está siendo atacado y el punto de vista original, la discusión adquiere un aire misterioso o fantasmal. Aun en este caso, el atacante y el ataque son suficientemente genuinos, solo el ptmto de vista no lo es.

Una manera ingeniosa de sugerir que el oponente ha adoptado un punto de vista particu­lar, cuando en realidad no lo ha hecho, es presentar con gran énfasis el ptmto de vista opues­to. Cuando una persona es muy enfática en su defensa de algo, en tma situación de discusión, rápidamente crea la impresión de que otros están en contra de eso y, a partir de aquí, solo le queda un paso para lograr que la audiencia suponga que el oponente pertenece a ese gmpo. Por ejemplo, si una mujer dice firmemente: "Yo, personalmente, considero que se le debe asignar la más alta prioridad a la defensa de nuestra democracia", sugiere que existen otras personas que piensan lo contrario. Si su oponente no se apresura a declarar que él también es un gran defensor de la democracia, inmediatamente hace recaer sobre sí mismo la sospecha de que a él podría no importarle para nada la democracia.

Este mecanismo parece ser incluso más efectivo cuando el punto de vista presentado contiene una negación. Por ejemplo: "Yo no creo que a los colegios religiosos se les deba permitir practicar la discriminación". Pero, ¿quién piensa que debería pennitírseles? ¿la par­te contraria?

Solo es relevante presentar tma opinión con énfasis si esta no es compartida por los de­más. Es por esta razón que la sola presentación de un punto de vista puede tener, por sí misma, el efecto de que la concepción opuesta le sea adscrita a la parte contraria. Puesto que una de las reglas de la comunicación es que no debe expresarse nada superfluo, la audiencia tenderá a suponer que, si se ha presentado tm ptmto de vista, éste debe ser relevante y que su relevancia seguramente se debe al hecho de que no es aceptado por la otra parte. Si la otra parte no se apresura a negar esto, se encontrará muy pronto siendo acusada de suscribir el

•punto de vista opuesto. Otra manera de imputarle al oponente un punto de vista ficticio es referirse al partido o

grupo al cual este pertenece y relacionarlos a ellos con el punto de vista ficticio:

Puesto que Fulano es un comunista, forzosamente debe pensar que Margare! Thatcher es una personalidad política poco confiable.

En este caso, primero se da por supuesto lo que el grupo pensará del asunto y luego se asume que lo que se aplica al grupo también se aplicará a cada uno de sus miembros indivi­duales. Esta manera de presentar el astmto tiene un poder sugestivo tan fuerte que la víctima

•• Cf. Naess (1966) y Walton (1984, 1987b).

1

:' i

146 fRANS H. VAN EEMEREN- Roo GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, (O.I!UNICACIÓN Y fAU.CMS

puede enfrentarse con considerables dificultades para poder desligarse del punto de vista que le ha sido atribuido:

El podrá afirmar que opina que Margaret Thatcher es buena como Primer Ministro, pero, siendo comtmista, por supuesto que realmente seguirá pensando que ella es un lacayo del capitalismo.

La creación de una ficción puede llegar aún más lejos si no se deja en claro precisamente quién es el que, de hecho, adhiere al punto de vista que está siendo atacado. El oponente, entonces, es una fantasía que, puesto que no existe realmente, no puede decir nada en su descargo. Debido a que muchas veces es difícil establecer si la víctima del ataque y su punto de vista existen en realidad o son solo el producto de la imaginación del atacante, es especial­mente probable que esta técnica tenga éxito cuando la audiencia es completamente ignorante acerca del tema en discusión.

El escritor holandés Karel van het Reve usa ingeniosamente esta técnica de fabricarse una oposición ficticia presentando sus puntos de vista como idées re~ues (ideas recibidas):

Todo el mundo piensa que la Philips es perfectamente capaz de fabricar ampolletas que no se queman.

:En todos los colegios los profesores dirán que se debe evitar usar dos veces la misma palabra.

Al poner las proposiciones de su oponentes ficticios en un molde general y absoluto, van het Reve se facilita a sí mismo la tarea de mostrar cuán estúpidas son. Obviamente, no se presenta ninguna referencia a encuestas o a otro tipo de evidencias de que existen personas que realmente adhieren a estos puntos de vista. Bastaría con tm único ejemplo en sentido contrario para refutar la idea del cliché. Por lo tanto, la primera reacción crítica que debería darse a este tipo de puntos de vista que comienzan con frases como "todos", "la mayoría" y "prácticamente todos", debería ser: "¡Nombra una!",

3. Distorsionar el punto de vista del oponente

La segunda técnica de ataque subrepticio contra un punto de vista que no es el genuinamen­te presentado por el oponente consiste en distorsionar primero su punto de vista y luego atacarlo. En la práctica, las diferencias entre el punto de vista atacado y el punto de vista original suelen ser muy sutiles. Las palabras del oponente son distorsionadas a propósito, de una manera tal que, al mismo tiempo, resulta fácil para el que las ha distorsionado dominar­las y difícil para alguien de fuera establecer si se le ha hecho justicia o no al punto de vista original.

Conocer las maniobras que se pueden utilizar para distorsionar un punto de vista puede ser de utilidad para reconocer un hombre de paja. Entre Jos mecanismos que se emplean para este propósito están la simplificación, la exageración, la absolutización,la generalización y la omisión de cmmotaciones o de precisiones. Es frecuente que se usen varias a la vez, como se puede apreciar en la siguiente protesta de un psicólogo en relación a las críticas presentadas en contra de una tesis doctoral escrita bajo su supervisión:

••

CAPITULO Xf /fALACIAS EN !.A REPRfSENTAC/ON DI: W5 PUNTOS DI: VISTA 147

El resultado es muy descorazonador, debido a su manera de enfocar las cosas: cita algunas oraciones completamente fuera de contexto, sugiriendo significados que no están allí y, final­mente, por medio de lmas pocas exageraciones bien elegidas -que tampoco están allf- hace que la presa quede disponible para su omnisciente y onmívora voracidad. Considero que ésta es una manera bastante fácil de discutir el trabajo académico.

El resto de la protesta consiste en señalar significados distorsionados, especificaciones omitidas y exageraciones.

Probablemente la queja que más comúrunentefie escucha de parte de cualquiera que haya visto su punto de vista discutido en la prensa es que las cosas han sido sacadas de contexto. Incluso en casos en que existe la pretensión de citar al autor literalmente, como sucede en entrevistas y reportajes de diarios, este tipo de distorsiones y otras similares, de hecho, ocu­rren. El líder del Partido Laborista Holandés, Wim Kok, nos da tm claro ejemplo de la omi­sión de connotaciones al ilustrar su pretensión de que ciertos periodistas "lo trataron con mala fe":

Invitado a hablar en la apertura oficial del año académico, Kok reflexionó sobre el hecho de que en nuestra sociedad existen ciertos trabajos esenciales para los cuales se ha vuelto cada vez más diffdl encontrar personas dispuestas a realizarlos. ¿Por qué no tener, sugirió, por analogía con el servicio nacional en las fuerzas armadas, un tipo de servicio nacional en el bienestar social? "Solo fue tma idea", dice Kok, "pero al dfa siguiente el diario The T/telegmph publicó un titular a 7 columnas en la página 3: ¡Kok quiere imponer trabajos forzados! Realmente me sentí estafado".

Para exagerar un punto de vista, generalizándolo, se pueden omitir los cuantificadores como "alglmos", "unos pocos" y "un par", de manera que se hace aparecer el punto de vista como referido a "todos<'. Así, el punto de vista resultante es mucho más fácil de atacar. Por ejemplo, si Ud. está defendiendo el plmto de vista de que algunos hombres son hipersensibles, su tarea quedará terminada en cuanto Ud. haya presentado un par de ejemplos de hombres hipersensibles. Las posibles maneras de defender la tesis de que todos los hombres son hipersensibles son, naturalmente, mucho más débiles. Además, basta con que su oponente señale a un solo hombre rudo o desprovisto de sensibilidad para que muestre que su punto de vista es insostenible.

En este caso el punto de vista se ha vuelto más fácil de atacar debido a que la posibilidad de falsificación se ha incrementado. No se necesita ningún conocimiento especializado para darse cuenta de esto. A fin de encontrar las reacciones críticas apropiadas, es útil tener una comprensión de los instrwnentos lógicos disponibles para atacar y para defender plmtos de vista que contienen los cuantificadores "todos" y "algunos" -los dos tipos básicos a que la mayoría de estos casos pueden reducirse.92 Para poder deserunascarar otros tipos de gen,era­lizaciones como falacias del hombre de paja, muchas veces es indispensable un conocimiento especializado.

En muchos casos de posibles distorsiones, lo más que uno puede hacer es comparar cui­dadosamente el punto de vista original con la versión que está siendo presentada en el mo­mento. Si no se dispone del punto de vista original, lo único que se puede hacer es abrigar

"' Para las definiciones dialógicas de los wantificadores que especifican las posibilidades formales para atacar Y para defender oraciones cuantificadas, véase Kamlah and Lorenzen {1984). Cf. Hintikka (1976, 1981) y Krabbe (1982).

--- ----------

i.

J•

:' i

146 fRANS H. VAN EEMEREN- Roo GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, (O.I!UNICACIÓN Y fAU.CMS

puede enfrentarse con considerables dificultades para poder desligarse del punto de vista que le ha sido atribuido:

El podrá afirmar que opina que Margaret Thatcher es buena como Primer Ministro, pero, siendo comtmista, por supuesto que realmente seguirá pensando que ella es un lacayo del capitalismo.

La creación de una ficción puede llegar aún más lejos si no se deja en claro precisamente quién es el que, de hecho, adhiere al punto de vista que está siendo atacado. El oponente, entonces, es una fantasía que, puesto que no existe realmente, no puede decir nada en su descargo. Debido a que muchas veces es difícil establecer si la víctima del ataque y su punto de vista existen en realidad o son solo el producto de la imaginación del atacante, es especial­mente probable que esta técnica tenga éxito cuando la audiencia es completamente ignorante acerca del tema en discusión.

El escritor holandés Karel van het Reve usa ingeniosamente esta técnica de fabricarse una oposición ficticia presentando sus puntos de vista como idées re~ues (ideas recibidas):

Todo el mundo piensa que la Philips es perfectamente capaz de fabricar ampolletas que no se queman.

:En todos los colegios los profesores dirán que se debe evitar usar dos veces la misma palabra.

Al poner las proposiciones de su oponentes ficticios en un molde general y absoluto, van het Reve se facilita a sí mismo la tarea de mostrar cuán estúpidas son. Obviamente, no se presenta ninguna referencia a encuestas o a otro tipo de evidencias de que existen personas que realmente adhieren a estos puntos de vista. Bastaría con tm único ejemplo en sentido contrario para refutar la idea del cliché. Por lo tanto, la primera reacción crítica que debería darse a este tipo de puntos de vista que comienzan con frases como "todos", "la mayoría" y "prácticamente todos", debería ser: "¡Nombra una!",

3. Distorsionar el punto de vista del oponente

La segunda técnica de ataque subrepticio contra un punto de vista que no es el genuinamen­te presentado por el oponente consiste en distorsionar primero su punto de vista y luego atacarlo. En la práctica, las diferencias entre el punto de vista atacado y el punto de vista original suelen ser muy sutiles. Las palabras del oponente son distorsionadas a propósito, de una manera tal que, al mismo tiempo, resulta fácil para el que las ha distorsionado dominar­las y difícil para alguien de fuera establecer si se le ha hecho justicia o no al punto de vista original.

Conocer las maniobras que se pueden utilizar para distorsionar un punto de vista puede ser de utilidad para reconocer un hombre de paja. Entre Jos mecanismos que se emplean para este propósito están la simplificación, la exageración, la absolutización,la generalización y la omisión de cmmotaciones o de precisiones. Es frecuente que se usen varias a la vez, como se puede apreciar en la siguiente protesta de un psicólogo en relación a las críticas presentadas en contra de una tesis doctoral escrita bajo su supervisión:

••

CAPITULO Xf /fALACIAS EN !.A REPRfSENTAC/ON DI: W5 PUNTOS DI: VISTA 147

El resultado es muy descorazonador, debido a su manera de enfocar las cosas: cita algunas oraciones completamente fuera de contexto, sugiriendo significados que no están allí y, final­mente, por medio de lmas pocas exageraciones bien elegidas -que tampoco están allf- hace que la presa quede disponible para su omnisciente y onmívora voracidad. Considero que ésta es una manera bastante fácil de discutir el trabajo académico.

El resto de la protesta consiste en señalar significados distorsionados, especificaciones omitidas y exageraciones.

Probablemente la queja que más comúrunentefie escucha de parte de cualquiera que haya visto su punto de vista discutido en la prensa es que las cosas han sido sacadas de contexto. Incluso en casos en que existe la pretensión de citar al autor literalmente, como sucede en entrevistas y reportajes de diarios, este tipo de distorsiones y otras similares, de hecho, ocu­rren. El líder del Partido Laborista Holandés, Wim Kok, nos da tm claro ejemplo de la omi­sión de connotaciones al ilustrar su pretensión de que ciertos periodistas "lo trataron con mala fe":

Invitado a hablar en la apertura oficial del año académico, Kok reflexionó sobre el hecho de que en nuestra sociedad existen ciertos trabajos esenciales para los cuales se ha vuelto cada vez más diffdl encontrar personas dispuestas a realizarlos. ¿Por qué no tener, sugirió, por analogía con el servicio nacional en las fuerzas armadas, un tipo de servicio nacional en el bienestar social? "Solo fue tma idea", dice Kok, "pero al dfa siguiente el diario The T/telegmph publicó un titular a 7 columnas en la página 3: ¡Kok quiere imponer trabajos forzados! Realmente me sentí estafado".

Para exagerar un punto de vista, generalizándolo, se pueden omitir los cuantificadores como "alglmos", "unos pocos" y "un par", de manera que se hace aparecer el punto de vista como referido a "todos<'. Así, el punto de vista resultante es mucho más fácil de atacar. Por ejemplo, si Ud. está defendiendo el plmto de vista de que algunos hombres son hipersensibles, su tarea quedará terminada en cuanto Ud. haya presentado un par de ejemplos de hombres hipersensibles. Las posibles maneras de defender la tesis de que todos los hombres son hipersensibles son, naturalmente, mucho más débiles. Además, basta con que su oponente señale a un solo hombre rudo o desprovisto de sensibilidad para que muestre que su punto de vista es insostenible.

En este caso el punto de vista se ha vuelto más fácil de atacar debido a que la posibilidad de falsificación se ha incrementado. No se necesita ningún conocimiento especializado para darse cuenta de esto. A fin de encontrar las reacciones críticas apropiadas, es útil tener una comprensión de los instrwnentos lógicos disponibles para atacar y para defender plmtos de vista que contienen los cuantificadores "todos" y "algunos" -los dos tipos básicos a que la mayoría de estos casos pueden reducirse.92 Para poder deserunascarar otros tipos de gen,era­lizaciones como falacias del hombre de paja, muchas veces es indispensable un conocimiento especializado.

En muchos casos de posibles distorsiones, lo más que uno puede hacer es comparar cui­dadosamente el punto de vista original con la versión que está siendo presentada en el mo­mento. Si no se dispone del punto de vista original, lo único que se puede hacer es abrigar

"' Para las definiciones dialógicas de los wantificadores que especifican las posibilidades formales para atacar Y para defender oraciones cuantificadas, véase Kamlah and Lorenzen {1984). Cf. Hintikka (1976, 1981) y Krabbe (1982).

--- ----------

i.

J•

11

' ; ' '

1

1

i'

148 fRAN5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDORST / ARGUMEI>'Tt\C/ON, CO,\!UNICACIÓN Y fALACIAS

sospechas respecto a la fidelidad con que está siendo representado. Un ejemplo de represen­tación sospechosa de un punto de vista puede apreciarse en la siguiente reacción de un par­lamentario ante la argumentación de tm Secretario de Salud Juvenil en favor de su plan para estimular el deporte como actividad de tiempo libre:

El primer argumento, cuya debilidad salta a la vista y que probablemente pretende distraer ]a atención de sus verdaderas motivaciones, se relaciona con los costos de los servicios de salud. El Secretario teme que los brazos y piernas poco usados se pondrán rfgidos y quebradizos, ose caerán, lo que hará n&esario recurrir a los servicios de salud, al costo de un salario mensual promedio al día. Dado que en el mercado mundial los entrenadores deportivos son menos costosos que los médicos, prevenir es también mejor que curar cuando se tiene en vista la nece­sidad de reducir el déficit del gasto público.

Al presentar el argumento del Secretario de Salud Juvenil de una manera que lo hace aparecer ridículo desde un comienzo, el autor ha logrado que resulte muy fácil atacarlo. Dado que las palabras del Secretario no han sido citadas literalmente, nos vemos obligados a basarnos en las palabras del parlamentario. Pero, debido a lo absurda que resulta, lo más seguro en este caso es sospechar que la posición del Secretario está siendo ridiculizada.

Si la versión original estuviese disponible, sería posible usarla para verificar la fidelidad con que el punto de vista está siendo representado, tal como ocurre en el siguiente ejemplo tomado de un artículo de tm periodista de apellido Poli:

Renate Rubinstein escribió una vez que casi palidecía de rabia solo de pensar en los pantalones grises y chaquetas de tweed que constituían mi atuendo cotidiano.

De acuerdo a ella misma, Renate Rubinstein nunca escribió esto y estaba tan enojada de que se le hubiera atribuido tma "cita o cuasi-cita" de esta manera, que le ofreció a Poli un premio de mil florines si era capaz de señalar el lugar exacto de la cita. Una semana más tarde, Poll respondió citando un antiguo artículo escrito por R. Rubinstein:

En realidad, con todo su esnobismo cultural, es un hombrecito muy aburrido y rencoroso.

En esta cita, Poli cree haber encontrado evidencia concluyente en favor de su afirmación y prosigue: "Sin duda la próxima semana ella publicará una rectificación o buscará alguna excusa para escapar de la dificultad". Sin embargo, ahora que disponemos tanto de la ver­sión original como de la versión citada, en su forma literal, nos queda perfectamente claro que la cita difiere considerablemente del original.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la representación de los puntos de vista

A través del reemplazo de cuantificadores como "algtmos", "Wlos pocos" y "un par" por el cuantificador "todos", se puede exagerar W1 pW1to de vista generalizándolo. Una de las com­plicaciones que pueden presentarse es que estos cuantificadores no siempre están presentes de manera literal en la formulación original. El protagonista puede haber dicho, por ejemplo, que los hombres son hipersensibles. Su oponente, entonces, puede atacar este pW1to de vista

CAPITULO XI/ fAlACIAS f/"1 U REPRESENTACION DE lOS PUNTOS OC VISTA 149

como si el protagonista hubiera dicho que todos los hombres son hipersensibles. ¿Se trata aquí de un caso de hombre de paja?

A menudo los cuantificadores se omiten en la práctica, sin que esto produzca ningtma dificultad, porque, en la mayoría de los casos, el contexto permitirá aclarar si la interpreta­ción correcta es la que entiende el cuantificador "todos" o la que entiende el cuantificador "algUnos". Si el ataque de la parte contraria supone la interpretación con "todos", mientras el contexto claramente apunta a la interpretación con "algunos", entonces es claro que se trata de un caso de hombre de paja. Sin embargo, el contexto no siempre es tan claro.

No es poco frecuente que un protagonista deje entrever que apunta a la interpretación con "todos" y luego eche pie atrás repentinamente hacia la interpretación con "algunos", en

• cuanto su punto de vista comienza a ser atacado. Dada la ausencia de cuantificadores explí-citos, siempre podrá alegar que él no ha dicho, por ejemplo, que todos los hombres son hlpersensibles. Así, la omisión de cuantificadores puede convertirse en WlO de los mecanis· mos del protagonista para protegerse contra las críticas. Entonces es, en efecto, una variante de la estrategia de irunun.ización.

Muchas instancias de la falacia del hombre de paja se relacionan con el contenido proposicional de la afirmación mediante la cual se presenta el pW1to de vista. En el caso de una exageración, se le atribuye al contenido proposicional tm alcance más amplio del que realmente tiene. Pero también ocurre que al punto de vista se le asigna una fuerza comtmicacional mayor que la que el protagonista deseaba darle.

Esto sucede si el protagonista presenta su punto de vista como una conclusión plausible, sobre la base de cierta información, y el antagonista -deliberadamente o no- la trata como una conclusión necesaria y procede a demostrar (en su rol de protagonista) que la conclusión no se sigue necesariamente de la i.túormación disponible. Mientras el protagonista apuntaba a tm argumento de probabilidad inductiva o de plausibilidad, el antagonista supone en su ataque que se trata de W1 argumento deductivamente válido. Debido a que el alcance preciso de la fuerza comunicacional, al igual que la amplitud del contenido proposicional del ptmto de vista, a menudo permanecen implícitos, se hace difícil señalar con precisión dónde radi­can estas representaciones distorsionadas.

Si la versión original del punto de vista que está siendo atacado todavía está disponible para su comparación, puede ser posible determinar cuán fielmente ha sido representado. En algunos otros casos, el punto de vista, tal como es representado por su atacante, puede ser tan i.twerosímil que despierte sospechas por este solo hecho. Algunas señales en la represen­tación de los pW1tos de vista también pueden ser de utilidad. En casos dudosos, es muy probable que introducciones inspiradoras de confianza, como "El autor claramente cree que ... " o "El autor está fascinado con la idea de que ... ", sean espurias. AWlque tales frases sugieren lo contrario, muchas veces el autor en cuestión no habrá formulado el punto de vista que le está siendo atribuido. Cuando se pone W1 énfasis excesivo en la obviedad de un pW1tO de vista, o en la exactitud de la manera en que está siendo representado, generalmente la sospe-cha no está fuera de lugar. ,

En la literatura especializada,93 además de distorsionar el verdadero pW1to de vista del oponente y de imputarle W1 pW1to de vista ficticio, también se consideran instancias de la

"Cf. Damer {1980) y Govier (1985).

11

' ; ' '

1

1

i'

148 fRAN5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDORST / ARGUMEI>'Tt\C/ON, CO,\!UNICACIÓN Y fALACIAS

sospechas respecto a la fidelidad con que está siendo representado. Un ejemplo de represen­tación sospechosa de un punto de vista puede apreciarse en la siguiente reacción de un par­lamentario ante la argumentación de tm Secretario de Salud Juvenil en favor de su plan para estimular el deporte como actividad de tiempo libre:

El primer argumento, cuya debilidad salta a la vista y que probablemente pretende distraer ]a atención de sus verdaderas motivaciones, se relaciona con los costos de los servicios de salud. El Secretario teme que los brazos y piernas poco usados se pondrán rfgidos y quebradizos, ose caerán, lo que hará n&esario recurrir a los servicios de salud, al costo de un salario mensual promedio al día. Dado que en el mercado mundial los entrenadores deportivos son menos costosos que los médicos, prevenir es también mejor que curar cuando se tiene en vista la nece­sidad de reducir el déficit del gasto público.

Al presentar el argumento del Secretario de Salud Juvenil de una manera que lo hace aparecer ridículo desde un comienzo, el autor ha logrado que resulte muy fácil atacarlo. Dado que las palabras del Secretario no han sido citadas literalmente, nos vemos obligados a basarnos en las palabras del parlamentario. Pero, debido a lo absurda que resulta, lo más seguro en este caso es sospechar que la posición del Secretario está siendo ridiculizada.

Si la versión original estuviese disponible, sería posible usarla para verificar la fidelidad con que el punto de vista está siendo representado, tal como ocurre en el siguiente ejemplo tomado de un artículo de tm periodista de apellido Poli:

Renate Rubinstein escribió una vez que casi palidecía de rabia solo de pensar en los pantalones grises y chaquetas de tweed que constituían mi atuendo cotidiano.

De acuerdo a ella misma, Renate Rubinstein nunca escribió esto y estaba tan enojada de que se le hubiera atribuido tma "cita o cuasi-cita" de esta manera, que le ofreció a Poli un premio de mil florines si era capaz de señalar el lugar exacto de la cita. Una semana más tarde, Poll respondió citando un antiguo artículo escrito por R. Rubinstein:

En realidad, con todo su esnobismo cultural, es un hombrecito muy aburrido y rencoroso.

En esta cita, Poli cree haber encontrado evidencia concluyente en favor de su afirmación y prosigue: "Sin duda la próxima semana ella publicará una rectificación o buscará alguna excusa para escapar de la dificultad". Sin embargo, ahora que disponemos tanto de la ver­sión original como de la versión citada, en su forma literal, nos queda perfectamente claro que la cita difiere considerablemente del original.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la representación de los puntos de vista

A través del reemplazo de cuantificadores como "algtmos", "Wlos pocos" y "un par" por el cuantificador "todos", se puede exagerar W1 pW1to de vista generalizándolo. Una de las com­plicaciones que pueden presentarse es que estos cuantificadores no siempre están presentes de manera literal en la formulación original. El protagonista puede haber dicho, por ejemplo, que los hombres son hipersensibles. Su oponente, entonces, puede atacar este pW1to de vista

CAPITULO XI/ fAlACIAS f/"1 U REPRESENTACION DE lOS PUNTOS OC VISTA 149

como si el protagonista hubiera dicho que todos los hombres son hipersensibles. ¿Se trata aquí de un caso de hombre de paja?

A menudo los cuantificadores se omiten en la práctica, sin que esto produzca ningtma dificultad, porque, en la mayoría de los casos, el contexto permitirá aclarar si la interpreta­ción correcta es la que entiende el cuantificador "todos" o la que entiende el cuantificador "algUnos". Si el ataque de la parte contraria supone la interpretación con "todos", mientras el contexto claramente apunta a la interpretación con "algunos", entonces es claro que se trata de un caso de hombre de paja. Sin embargo, el contexto no siempre es tan claro.

No es poco frecuente que un protagonista deje entrever que apunta a la interpretación con "todos" y luego eche pie atrás repentinamente hacia la interpretación con "algunos", en

• cuanto su punto de vista comienza a ser atacado. Dada la ausencia de cuantificadores explí-citos, siempre podrá alegar que él no ha dicho, por ejemplo, que todos los hombres son hlpersensibles. Así, la omisión de cuantificadores puede convertirse en WlO de los mecanis· mos del protagonista para protegerse contra las críticas. Entonces es, en efecto, una variante de la estrategia de irunun.ización.

Muchas instancias de la falacia del hombre de paja se relacionan con el contenido proposicional de la afirmación mediante la cual se presenta el pW1to de vista. En el caso de una exageración, se le atribuye al contenido proposicional tm alcance más amplio del que realmente tiene. Pero también ocurre que al punto de vista se le asigna una fuerza comtmicacional mayor que la que el protagonista deseaba darle.

Esto sucede si el protagonista presenta su punto de vista como una conclusión plausible, sobre la base de cierta información, y el antagonista -deliberadamente o no- la trata como una conclusión necesaria y procede a demostrar (en su rol de protagonista) que la conclusión no se sigue necesariamente de la i.túormación disponible. Mientras el protagonista apuntaba a tm argumento de probabilidad inductiva o de plausibilidad, el antagonista supone en su ataque que se trata de W1 argumento deductivamente válido. Debido a que el alcance preciso de la fuerza comunicacional, al igual que la amplitud del contenido proposicional del ptmto de vista, a menudo permanecen implícitos, se hace difícil señalar con precisión dónde radi­can estas representaciones distorsionadas.

Si la versión original del punto de vista que está siendo atacado todavía está disponible para su comparación, puede ser posible determinar cuán fielmente ha sido representado. En algunos otros casos, el punto de vista, tal como es representado por su atacante, puede ser tan i.twerosímil que despierte sospechas por este solo hecho. Algunas señales en la represen­tación de los pW1tos de vista también pueden ser de utilidad. En casos dudosos, es muy probable que introducciones inspiradoras de confianza, como "El autor claramente cree que ... " o "El autor está fascinado con la idea de que ... ", sean espurias. AWlque tales frases sugieren lo contrario, muchas veces el autor en cuestión no habrá formulado el punto de vista que le está siendo atribuido. Cuando se pone W1 énfasis excesivo en la obviedad de un pW1tO de vista, o en la exactitud de la manera en que está siendo representado, generalmente la sospe-cha no está fuera de lugar. ,

En la literatura especializada,93 además de distorsionar el verdadero pW1to de vista del oponente y de imputarle W1 pW1to de vista ficticio, también se consideran instancias de la

"Cf. Damer {1980) y Govier (1985).

1

'1 i 1

¡

150 FRANs H. VAN EntEREN- Roa GR()('JTENDO!!ST 1 ARGliMCNTACióN, CoMUNICACióN y FAlACIAS

falacia del hombre de paja la de atacar los argumentos débiles del oponente, ignorando sus argumentos más fuertes y la de atacar a los oponentes menos significativos, dejando de lado a los más importantes. De hecho, concentrarse en los argumentos débiles del oponente y en los oponentes menos significativos apuntan a lo mismo: en ambos. casos el atacante escoge enfrentarse al eslabón más débil, evitando una oposición más seria. Todas estas estrategias de ataque constituyen la esencia de la falacia del hombre de paja, que consiste en representar a la parte contraria como siendo más débil de lo que en realidad es.

CAPITULO XII

Falacias en la elección de los medios de defensa

1, ~a elección de los medios para defender un punto de vista

La argumentación que se presenta en la etapa de argumentación de una discusión crítica está destinada a disipar todas las dudas relativas a la aceptabilidad del punto de vista que ha sido cuestionado. Esta argumentación es presentada por el protagonista del punto de vista. La Regla 4 formula el requisito de que, en una discusión crítica, la argumentación debe ser ge­nuinamente pertinente ctl punto de vista que está siendo disputado: Una parte solo puede de­fender su punto de vista presentando zma argumentación que esté relacionada con ese punto de vista.

La Reg'la 4 puede ser violada de dos maneras. En primer lugar, un punto de vista puede ser defendido usando otros medios, distintos de la argumentación. En segundo lugar, un punto de vista puede ser defendido mediante una argumentación que no esté relacionada con el punto de vista presentado en la etapa de confrontación. En el primer caso se trata de medios de persrtasión no argumentativos, en el segundo, se trata de argumentación irrelevante.

Al usar medios de persuasión no argumentativos se comete tma falacia que consiste en impedir una verdadera resolución de la disputa, ya que el punto de vista en discusión no es defendido por medio de argumentos racionales. Los diversos medios que se emplean en su lugar pertenecen todos a un tipo que no cumple con las condiciones de identidad y de correc­ción requeridas para el acto de habla complejo de la argumentación.

Especüicamente, es la condición esencial para el acto de habla de la argumentación la que es violada en estos casos: no existe ningún intento serio de justificar o de refutar racional­mente la proposición disputada. En otras palabras, no existe un genuino intento de conven­cer. Por lo general, una persona que toma este camino es alguien que no cree reahnente q~e los medios elegidos produzcan una justificación o una refutación aceptable de la proposi­ción. En este caso, tampoco se cumple la. condición de responsabilidad. En efecto, incluso la condición preparatoria puede no haberse cumplido, porque no puede esperarse que los oyentes consideren la defensa no argumentativa como mm justificación o refutación aceptable.

En el contexto de una discusión crítica, los medios de persuasión que no cumplen las condiciones del acto de habla complejo de la argumentación deben considerarse espurios o, en el mejor de los casos, sustitutos de argumento. El peligro de usar tales sustitutos de argu­mento consiste en el hecho de que son presentados como argumentos genuinos. Este peligro

1

'1 i 1

¡

150 FRANs H. VAN EntEREN- Roa GR()('JTENDO!!ST 1 ARGliMCNTACióN, CoMUNICACióN y FAlACIAS

falacia del hombre de paja la de atacar los argumentos débiles del oponente, ignorando sus argumentos más fuertes y la de atacar a los oponentes menos significativos, dejando de lado a los más importantes. De hecho, concentrarse en los argumentos débiles del oponente y en los oponentes menos significativos apuntan a lo mismo: en ambos. casos el atacante escoge enfrentarse al eslabón más débil, evitando una oposición más seria. Todas estas estrategias de ataque constituyen la esencia de la falacia del hombre de paja, que consiste en representar a la parte contraria como siendo más débil de lo que en realidad es.

CAPITULO XII

Falacias en la elección de los medios de defensa

1, ~a elección de los medios para defender un punto de vista

La argumentación que se presenta en la etapa de argumentación de una discusión crítica está destinada a disipar todas las dudas relativas a la aceptabilidad del punto de vista que ha sido cuestionado. Esta argumentación es presentada por el protagonista del punto de vista. La Regla 4 formula el requisito de que, en una discusión crítica, la argumentación debe ser ge­nuinamente pertinente ctl punto de vista que está siendo disputado: Una parte solo puede de­fender su punto de vista presentando zma argumentación que esté relacionada con ese punto de vista.

La Reg'la 4 puede ser violada de dos maneras. En primer lugar, un punto de vista puede ser defendido usando otros medios, distintos de la argumentación. En segundo lugar, un punto de vista puede ser defendido mediante una argumentación que no esté relacionada con el punto de vista presentado en la etapa de confrontación. En el primer caso se trata de medios de persrtasión no argumentativos, en el segundo, se trata de argumentación irrelevante.

Al usar medios de persuasión no argumentativos se comete tma falacia que consiste en impedir una verdadera resolución de la disputa, ya que el punto de vista en discusión no es defendido por medio de argumentos racionales. Los diversos medios que se emplean en su lugar pertenecen todos a un tipo que no cumple con las condiciones de identidad y de correc­ción requeridas para el acto de habla complejo de la argumentación.

Especüicamente, es la condición esencial para el acto de habla de la argumentación la que es violada en estos casos: no existe ningún intento serio de justificar o de refutar racional­mente la proposición disputada. En otras palabras, no existe un genuino intento de conven­cer. Por lo general, una persona que toma este camino es alguien que no cree reahnente q~e los medios elegidos produzcan una justificación o una refutación aceptable de la proposi­ción. En este caso, tampoco se cumple la. condición de responsabilidad. En efecto, incluso la condición preparatoria puede no haberse cumplido, porque no puede esperarse que los oyentes consideren la defensa no argumentativa como mm justificación o refutación aceptable.

En el contexto de una discusión crítica, los medios de persuasión que no cumplen las condiciones del acto de habla complejo de la argumentación deben considerarse espurios o, en el mejor de los casos, sustitutos de argumento. El peligro de usar tales sustitutos de argu­mento consiste en el hecho de que son presentados como argumentos genuinos. Este peligro

1

'

152 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOITNOORST / ARGUMWTACIÓN, CO.\tuNICAC/ÓN Y fAlACIAS

se exacerba por efecto del Principio de la Comwücación, que hace que todas las contribucio­nes a la discusión sean tratadas, en principio, como relevantes. La estrategia de interpreta­ción máximamente argumentativa tiene como resultado el que todas las contribuciones he­chas por el protagonista que sean susceptibles de ser interpretadas como argumentativas, serán interpretadas así.

El uso de medios de persuasión no argumentativos difícilmente puede tener el propósito de ser un intento racional de convencer al oponente. Estos medios no se emplean para deter· minar de una manera racional cuál de las dos partes que están en desacuerdo está realmente en lo correcto, sino para obtener el apoyo de la audiencia. La persuasión no argumentativa generalmente está dirigida a un tercero. Las técnicas retóricas usadas en este empeño consis· ten fundamentalmente en trucos destinados a obtener la victoria ante los ojos de tma audien· cia formada por personas ajenas al debate. Estos trucos retóricos pueden dividirse en dos grupos: el protagonista puede manipular las emociones y prejuicios de la audiencia, o bien puede "vender" su ptmto de vista, enumerando sus propias cualidades. De este modo, deli­beradamente se introduce a sí mismo en la discusión.9

t

La falacia que se comete al usar argumentación irrelevante consiste en que el ptmto de vista en discusión se defiende mediante tma argumentación que no gravita en él, de manera que no se puede lograr ninguna resolución real de la disputa. En efecto, la argumentación apoya tm punto de vista que es completamente diferente del que provocó la diferencia de opinión. Tal como en el caso del hombre de paja, al compararlo con la proposición que estaba en disputa originalmente, se nota que se ha producido tm cambio en la proposición con res­pecto a la cual se adopta el ptmto de vista.

La diferencia ftmdamental entre la falacia de argumentación irrelevante y la del hombre de paja es que en esta última el cambio provoca como resultado que el punto de vista se hace más fácil de atacar, en tanto que en la de argumentación irrelevante éste se hace más fácil de defender. Al cambiar "algtmos" por "todos", tm ptmto de vista puede volverse más fácil de atacar; al cambiar" todos" por" algtmos", puede volverse más fácil de defender. La falacia de presentar argumentación que solo es relevante a tm ptmto de vista que no está en discusión en el momento se conoce tradicionalmente con el nombre de ignoralio elenchi.95

2. Manipular las emociones de la audiencia

Se conocen con el nombre genérico de argumentum ad popr1lum 116 las violaciones de la Regla 4 que consisten en usar medios de persuasión no argumentativos que manipulan las emocio­nes de la audiencia. Este tipo de violaciones juega directamente con los sentimientos de la audiencia. En este sentido, se diferencian del argumentrmr ad hominem y del hombre de paja. En elargmnentum ad lrominemla intención es minar la credibilidad del oponente para descalificarlo, así, como oponente serio ante los ojos de la audiencia. La falacia del hombre de paja, por su

~~Para las técnicas de persuasión retóricas, véase Kennedy (1963), Simons (1976) y Sproule (1980). Van Dijk (1984) discute el rol del prejuicio. •1 Cf. Hamblin (1970). 96 De acuerdo a Hamblin {1970), loS argumentos ad passiom•s fueron añadidos a la lista de Locke por Isaac Watts a comienzos del siglo XVIII. Ad popullmJ es una falacia controvertida: algunos autores piensan que no siempre es falaz. {d. Kielkopf 1980; Walton 1987b).

• CAPITUW XII /fAlACIAS fN tA (LECCIÓN DE LOS MWIOS DE PfFfiiSA 153

parte, sólo ftmciona si la posición del oponente (que a menudo estará ausente) ha sido sorne· tida previamente a tma modificación fraudulenta.

La manipulación de las emociones de la audiencia busca explotar sus prejuicios, los que no son directamente relevantes al ptmto de vista defendido, en vez de abocarse a defenderlo partiendo de premisas mutuamente acordadas por los participantes de la discusión. En este caso, el pathos toma el lugar del/ogos.97 Por esta razón, a veces tales violaciones de la Regla 4 son llamadas "falacias patéticas".

El argumentum ad populum es tmafalacia que puede observarse frecuentemente en mani­festaciones públicas, reuniones políticas y asambleas religiosas. Su efecto depende defacto­res socio-psicológicos que juegan tm rol en las retmiones de grandes grupos de personas. La persona que obtiene el mayor éxito en la manipulación de las emociones de los presentes es la que tiene mayores probabilidades de lograr su cometido. El verdadero demagogo sabe cómo manipular tanto las emociones positivas como las negativas y cómo llegar tanto al grupo en su conjtmto como a los individuos que lo componen.

Entre las emociones positivas que pueden ser manipuladas se incluyen, por ejemplo, los s~ntimientos de seguridad y de lealtad; entre las negativas, el miedo, la codicia y la vergüen­za. Las emociones grupales negativas muchas veces se relacionan con Jos prejuicios sociales y étnicos. En la medida en que están involucradas emociones que se relacionan con un gru­po, la identificación con los intereses del grupo juega tm papel importante. Mientras más fuerte sea la presencia de estas emociones en tma audiencia, más efectivamente se las podrá manipular con un argumentum ad populum. Por ejemplo, tm orador que desea restringir el número de extranjeros en tm área residencial elegante puede lograr que la audiencia adopte su modo de pensar con solo apelar a sus intereses de grupo, invocando sus prejuicios relati· vos a que al permitir el ingreso de más extranjeros pondrán en peligro su propia identidad. Si, al mismo tiempo, puede apelar a sus intereses individuales, invocando sus prejuicios materialistas mediante una sugerencia acerca de tma probable caída del precio de las vivien­das, tma discusión crítica acerca del tema puede llegar a ser completamente ümecesaria.

Para que tm argrmrentum ad populum sea efectivo, por lo general no es necesario introdu­cir, como argumentos explícitos en la discusión, topoi como la identidad cultural común o el valor de la propiedad privada. Basta con darles tma "presencia" emocional por medio de ciertos énfasis. La audiencia establecerá por sí misma la conexión deseada con el punto de vista en discusión. De esta manera, la audiencia es ablandada, por así decirlo, para que acep­te más fácilmente el ptmto de vista del manipulador. Si los prejuicios son presentados explíci­tamente como argumentos, es necesario que sean evaluados como cualquier otro (mal) argu­mento. Para propósitos retóricos, probablemente sea mucho más efectivo usar los prejuicios solo para crear la atmósfera adecuada. Las maniobras de este tipo también pueden tener wt efecto distractivo sobre la audiencia, que le impida darse cuenta antes que sea demasiado tarde de cuán poco firmes son realmente los ftmdamentos en favor del ptmto de vista.

Por lo general,el argwnentum ad populum prospera mejor en las discusiones a gnm escala en las que muchas personas se consideran involucradas. Por lo tanto, no es sorprendenté que sea tma falacia cometida frecuentemente por los políticos y otras figuras públicas. Los trucos

'fl Para la distinción entre legos, palhos y et/JOS, véase Braet (1991). Wisse {1989) ha estudiado el/Jos y patlJos desde Aristóteles a Cicerón, Gil! (1984) ha estudiado los enfoq!les post-dceronianos.

~--~-~--~~

1

'

152 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOITNOORST / ARGUMWTACIÓN, CO.\tuNICAC/ÓN Y fAlACIAS

se exacerba por efecto del Principio de la Comwücación, que hace que todas las contribucio­nes a la discusión sean tratadas, en principio, como relevantes. La estrategia de interpreta­ción máximamente argumentativa tiene como resultado el que todas las contribuciones he­chas por el protagonista que sean susceptibles de ser interpretadas como argumentativas, serán interpretadas así.

El uso de medios de persuasión no argumentativos difícilmente puede tener el propósito de ser un intento racional de convencer al oponente. Estos medios no se emplean para deter· minar de una manera racional cuál de las dos partes que están en desacuerdo está realmente en lo correcto, sino para obtener el apoyo de la audiencia. La persuasión no argumentativa generalmente está dirigida a un tercero. Las técnicas retóricas usadas en este empeño consis· ten fundamentalmente en trucos destinados a obtener la victoria ante los ojos de tma audien· cia formada por personas ajenas al debate. Estos trucos retóricos pueden dividirse en dos grupos: el protagonista puede manipular las emociones y prejuicios de la audiencia, o bien puede "vender" su ptmto de vista, enumerando sus propias cualidades. De este modo, deli­beradamente se introduce a sí mismo en la discusión.9

t

La falacia que se comete al usar argumentación irrelevante consiste en que el ptmto de vista en discusión se defiende mediante tma argumentación que no gravita en él, de manera que no se puede lograr ninguna resolución real de la disputa. En efecto, la argumentación apoya tm punto de vista que es completamente diferente del que provocó la diferencia de opinión. Tal como en el caso del hombre de paja, al compararlo con la proposición que estaba en disputa originalmente, se nota que se ha producido tm cambio en la proposición con res­pecto a la cual se adopta el ptmto de vista.

La diferencia ftmdamental entre la falacia de argumentación irrelevante y la del hombre de paja es que en esta última el cambio provoca como resultado que el punto de vista se hace más fácil de atacar, en tanto que en la de argumentación irrelevante éste se hace más fácil de defender. Al cambiar "algtmos" por "todos", tm ptmto de vista puede volverse más fácil de atacar; al cambiar" todos" por" algtmos", puede volverse más fácil de defender. La falacia de presentar argumentación que solo es relevante a tm ptmto de vista que no está en discusión en el momento se conoce tradicionalmente con el nombre de ignoralio elenchi.95

2. Manipular las emociones de la audiencia

Se conocen con el nombre genérico de argumentum ad popr1lum 116 las violaciones de la Regla 4 que consisten en usar medios de persuasión no argumentativos que manipulan las emocio­nes de la audiencia. Este tipo de violaciones juega directamente con los sentimientos de la audiencia. En este sentido, se diferencian del argumentrmr ad hominem y del hombre de paja. En elargmnentum ad lrominemla intención es minar la credibilidad del oponente para descalificarlo, así, como oponente serio ante los ojos de la audiencia. La falacia del hombre de paja, por su

~~Para las técnicas de persuasión retóricas, véase Kennedy (1963), Simons (1976) y Sproule (1980). Van Dijk (1984) discute el rol del prejuicio. •1 Cf. Hamblin (1970). 96 De acuerdo a Hamblin {1970), loS argumentos ad passiom•s fueron añadidos a la lista de Locke por Isaac Watts a comienzos del siglo XVIII. Ad popullmJ es una falacia controvertida: algunos autores piensan que no siempre es falaz. {d. Kielkopf 1980; Walton 1987b).

• CAPITUW XII /fAlACIAS fN tA (LECCIÓN DE LOS MWIOS DE PfFfiiSA 153

parte, sólo ftmciona si la posición del oponente (que a menudo estará ausente) ha sido sorne· tida previamente a tma modificación fraudulenta.

La manipulación de las emociones de la audiencia busca explotar sus prejuicios, los que no son directamente relevantes al ptmto de vista defendido, en vez de abocarse a defenderlo partiendo de premisas mutuamente acordadas por los participantes de la discusión. En este caso, el pathos toma el lugar del/ogos.97 Por esta razón, a veces tales violaciones de la Regla 4 son llamadas "falacias patéticas".

El argumentum ad populum es tmafalacia que puede observarse frecuentemente en mani­festaciones públicas, reuniones políticas y asambleas religiosas. Su efecto depende defacto­res socio-psicológicos que juegan tm rol en las retmiones de grandes grupos de personas. La persona que obtiene el mayor éxito en la manipulación de las emociones de los presentes es la que tiene mayores probabilidades de lograr su cometido. El verdadero demagogo sabe cómo manipular tanto las emociones positivas como las negativas y cómo llegar tanto al grupo en su conjtmto como a los individuos que lo componen.

Entre las emociones positivas que pueden ser manipuladas se incluyen, por ejemplo, los s~ntimientos de seguridad y de lealtad; entre las negativas, el miedo, la codicia y la vergüen­za. Las emociones grupales negativas muchas veces se relacionan con Jos prejuicios sociales y étnicos. En la medida en que están involucradas emociones que se relacionan con un gru­po, la identificación con los intereses del grupo juega tm papel importante. Mientras más fuerte sea la presencia de estas emociones en tma audiencia, más efectivamente se las podrá manipular con un argumentum ad populum. Por ejemplo, tm orador que desea restringir el número de extranjeros en tm área residencial elegante puede lograr que la audiencia adopte su modo de pensar con solo apelar a sus intereses de grupo, invocando sus prejuicios relati· vos a que al permitir el ingreso de más extranjeros pondrán en peligro su propia identidad. Si, al mismo tiempo, puede apelar a sus intereses individuales, invocando sus prejuicios materialistas mediante una sugerencia acerca de tma probable caída del precio de las vivien­das, tma discusión crítica acerca del tema puede llegar a ser completamente ümecesaria.

Para que tm argrmrentum ad populum sea efectivo, por lo general no es necesario introdu­cir, como argumentos explícitos en la discusión, topoi como la identidad cultural común o el valor de la propiedad privada. Basta con darles tma "presencia" emocional por medio de ciertos énfasis. La audiencia establecerá por sí misma la conexión deseada con el punto de vista en discusión. De esta manera, la audiencia es ablandada, por así decirlo, para que acep­te más fácilmente el ptmto de vista del manipulador. Si los prejuicios son presentados explíci­tamente como argumentos, es necesario que sean evaluados como cualquier otro (mal) argu­mento. Para propósitos retóricos, probablemente sea mucho más efectivo usar los prejuicios solo para crear la atmósfera adecuada. Las maniobras de este tipo también pueden tener wt efecto distractivo sobre la audiencia, que le impida darse cuenta antes que sea demasiado tarde de cuán poco firmes son realmente los ftmdamentos en favor del ptmto de vista.

Por lo general,el argwnentum ad populum prospera mejor en las discusiones a gnm escala en las que muchas personas se consideran involucradas. Por lo tanto, no es sorprendenté que sea tma falacia cometida frecuentemente por los políticos y otras figuras públicas. Los trucos

'fl Para la distinción entre legos, palhos y et/JOS, véase Braet (1991). Wisse {1989) ha estudiado el/Jos y patlJos desde Aristóteles a Cicerón, Gil! (1984) ha estudiado los enfoq!les post-dceronianos.

~--~-~--~~

1 1

1

1

154 FRANS H. VAN EEME!!.EN- RoB GROOTINDORST / ARGl/MWfACIÓN, COMl!NfCACIÓN Y fA!.ACIAS

retóricos de este tipo no resuelven las diferencia de opinión, pero evidentemente pueden cumplir otras funciones ~e importancia para el hablante y para su audiencia. Por ejemplo, pueden ser importantes en un sentido epidíctico, al enfatizar la unidad del grupo.

3. Enumerar las cualidades propias

La segunda manera de usar medios de persuasión no argumentativos para dominar a la audiencia consiste en hacer una enumeración de las cualidades propias o de las cualidades que uno se atribuye a sí mismo. Cuando hace esto, el protagonista deliberadamente introdu­ce su propia persona en la discusión. Al hacerlo, emplea el etlws, la tercera categoría de los medios de persuasión retóricos. De acuerdo a Aristóteles, el etltos generalmente es a(m más efectivo que el lagos y el patlws.

Siguiendo la terminología aristotélica, las violaciones a la Regla 4 en que se enfatizan las características personales del protagonista, sus conocimientos u otras cualidades suyas con el fin de persuadir a la audiencia a aceptar un punto de vista, se conocen generalmente con el nombre de falacias éticas. Se comete una falacia ética cuando el protagonista intenta lograr que la audiencia acepte un punto de vista basándose exclusivamente en la autoridad que deriva, ante los ojos de la audiencia, de su conocimiento experto, de su credibilidad o de su integridad personal. Por lo tanto, esta falacia puede ser considerada como un argumet!lum ad verecwzdimu98

La efectividad de un argwuentum ad vereczmdiam deriva del mecanismo psicológico que hace que mientras más confianza tenga la audiencia en una persona, más probable es que acepte lo que esa persona dice. En casos extremos, un eflws particularmente fuerte puede hacer incluso que la argumentación a favor de tm punto de vista se vuelva superflua. No hay ninguna necesidad de argumentar, puesto que la audiencia confía plenamente en la palabra del hablante y acepta cualquier cosa que este diga o proponga.

El etltos también puede cumplir tm rol en situaciones menos extremas. De acuerdo al Primer Ministro holandés, Ruud Lubbers, desprovistos de etlws, incluso los buenos argu­mentos carecen de fuerza. En respuesta a la pregunta de un entrevistador sobre si convencer es simplemente un asunto de argumentación, afirma:

Los argumentos son importantes, pero no bastan por sí mismos. La persona que los usa tam­bién es importante. Es un asunto de autoridad y de respeto. La integridad también forma parte de esto, en el sentido de que la gente siente que no está siendo engañada.

Si, desde una perspectiva retórica, un efhos poderoso puede hacer que la argumentación resulte llmecesaria para ciertas audiencias, inversamente, un etlws débil puede hacer que una argumentación poderosa se convierta en una necesidad. Este punto queda bien ilustrado por la siguiente cita tomada de la periodista Renate Rubinstell1, quien se pregunta, en relación a una polémica sobre una tesis doctoral, por qué la parte contraria consideró innecesario pre­sentar argumentos en favor de su punto de vista, en cambio, ella misma sintió que terúa que argumentar a favor de su caso:

"'En la literatura especializada sobre falacias se le ha prestado poca atención al ad uerecundiam como falacia ética.

• CAPITULO XII / fAUCIAS fN lA ElECCIÓN or WS MWIOS DE DEfENSA 155

Yo pienso que se debe a que no soy una académica. Si yo hubiera sido una académica, de preferencia una especialista en China, habría bastado con que yo escribiera lo que escribí y la afirmación habría sido un argumento por derecho propio. Puesto que no pertenezco a ese gru­po, tengo que demostrar lo que digo. No es verdadero solo porque yo digo que lo sea. Así es que la demostración es algo que uno proporciona porque tiene que hacerlo. Si uno tuviera un grado académico o una placa en su puerta, no tendrfa que hacerlo, a menos que sintiera que era necesario. Los académicos, los grupos y los adherentes a un ideal (por sanguinarios que pue­dan ser, como lo son muchos ideales) no tienen necesidad de demostrar que están en lo correc­to, puesto que el académico descansa en su capital mental, en cambio los otros deben contentar­se con los beneficios del seguro de desempleo mental o, más gráficamente, con el subsidio para los pobres.

Si se descansa demasiado en el etlws, la fe ciega puede tomar el lugar de las consideracio­nes racionales. Entonces las personas aceptan el ptmto de vista no porque hayan sido con­vencidas por medio de argumentos correctos, sino simplemente porque tienen fe en la auto­ridad del protagonista. Si el etlws toma de esta manera el control de la argumentación, nos enc~ntramos ante la falacia del argumentum ad verecundiam:

Profesora Mary Elder/y: Las mujeres tienen una lógica completamente diferente a la de los hombres. Como profesora, puedo afirmar esto con cierto énfasis.

No hay nada inherentemente objetable en el efhos. Todos tenemos que aceptar habihtal­mente ciertas cosas basándonos en la autoridad de los expertos, no podría ser de otra mane­ra. Algunas materias requieren de tanto conocimiento especializado, que simplemente resul­ta imposible para un lego evaluar todos los puntos de vista por sus méritos. Esto está bien, pero tenemos que darnos cuenta de que, en ese caso, se hace imposible una verdadera resolu­ción de la disputa: les dejamos a los expertos la tarea de "zanjar" la discusión.

Si un protagonista explota la ignorancia de su audiencia, corre el riesgo de crear un obs­táculo para la discusión crítica. Este curso de acción es apropiado solo si el tema es muy poco conocido, la audiencia es completamente ignorante al respecto y el protagonista es realmente un verdadero especialista. Si estas condiciones no se cumplen, el protagonista es culpable de un argrtmentum ad vereczmdiam. Y si ni siquiera posee realmente el conocimiento especializa­do que pretende tener, es incluso culpable de engaño.

Si alguien desea tomar parte como antagonista en una discusión crítica o evaluar críticamente una discusión, es aconsejable que recuerde que el proceso de resolución de la disputa puede verse frustrado fácilmente cuando el protagonista trata de zanjar la disputa apelando innecesariamente a su conocimiento especializadó. Es posible que el protagonista pretenda poseer un grado de conocimiento especializado que en realidad no posee. Pero incluso si es tan experto como pretende, su conocimiento especializado podría ser completa­mente irrelevante para el asunto que está en juego en la discusión. Se podría dar el caso, por ejemplo, de que una mujer se presentara a sí misma como profesora tmiversitaria y, en su calidad de tal, hiciera declaraciones acerca de la lógica femenina, resultando al final que su especialidad es la egiptología.

En teoría, el efecto del engaño puede anularse en cuanto nos damos cuenta de que el protagonista está pretendiendo falsamente ser poseedor de un conocimiento experto. Lo que

¡¡ ol 11

l 1

1

ij

1

1 1

1

1

154 FRANS H. VAN EEME!!.EN- RoB GROOTINDORST / ARGl/MWfACIÓN, COMl!NfCACIÓN Y fA!.ACIAS

retóricos de este tipo no resuelven las diferencia de opinión, pero evidentemente pueden cumplir otras funciones ~e importancia para el hablante y para su audiencia. Por ejemplo, pueden ser importantes en un sentido epidíctico, al enfatizar la unidad del grupo.

3. Enumerar las cualidades propias

La segunda manera de usar medios de persuasión no argumentativos para dominar a la audiencia consiste en hacer una enumeración de las cualidades propias o de las cualidades que uno se atribuye a sí mismo. Cuando hace esto, el protagonista deliberadamente introdu­ce su propia persona en la discusión. Al hacerlo, emplea el etlws, la tercera categoría de los medios de persuasión retóricos. De acuerdo a Aristóteles, el etltos generalmente es a(m más efectivo que el lagos y el patlws.

Siguiendo la terminología aristotélica, las violaciones a la Regla 4 en que se enfatizan las características personales del protagonista, sus conocimientos u otras cualidades suyas con el fin de persuadir a la audiencia a aceptar un punto de vista, se conocen generalmente con el nombre de falacias éticas. Se comete una falacia ética cuando el protagonista intenta lograr que la audiencia acepte un punto de vista basándose exclusivamente en la autoridad que deriva, ante los ojos de la audiencia, de su conocimiento experto, de su credibilidad o de su integridad personal. Por lo tanto, esta falacia puede ser considerada como un argumet!lum ad verecwzdimu98

La efectividad de un argwuentum ad vereczmdiam deriva del mecanismo psicológico que hace que mientras más confianza tenga la audiencia en una persona, más probable es que acepte lo que esa persona dice. En casos extremos, un eflws particularmente fuerte puede hacer incluso que la argumentación a favor de tm punto de vista se vuelva superflua. No hay ninguna necesidad de argumentar, puesto que la audiencia confía plenamente en la palabra del hablante y acepta cualquier cosa que este diga o proponga.

El etltos también puede cumplir tm rol en situaciones menos extremas. De acuerdo al Primer Ministro holandés, Ruud Lubbers, desprovistos de etlws, incluso los buenos argu­mentos carecen de fuerza. En respuesta a la pregunta de un entrevistador sobre si convencer es simplemente un asunto de argumentación, afirma:

Los argumentos son importantes, pero no bastan por sí mismos. La persona que los usa tam­bién es importante. Es un asunto de autoridad y de respeto. La integridad también forma parte de esto, en el sentido de que la gente siente que no está siendo engañada.

Si, desde una perspectiva retórica, un efhos poderoso puede hacer que la argumentación resulte llmecesaria para ciertas audiencias, inversamente, un etlws débil puede hacer que una argumentación poderosa se convierta en una necesidad. Este punto queda bien ilustrado por la siguiente cita tomada de la periodista Renate Rubinstell1, quien se pregunta, en relación a una polémica sobre una tesis doctoral, por qué la parte contraria consideró innecesario pre­sentar argumentos en favor de su punto de vista, en cambio, ella misma sintió que terúa que argumentar a favor de su caso:

"'En la literatura especializada sobre falacias se le ha prestado poca atención al ad uerecundiam como falacia ética.

• CAPITULO XII / fAUCIAS fN lA ElECCIÓN or WS MWIOS DE DEfENSA 155

Yo pienso que se debe a que no soy una académica. Si yo hubiera sido una académica, de preferencia una especialista en China, habría bastado con que yo escribiera lo que escribí y la afirmación habría sido un argumento por derecho propio. Puesto que no pertenezco a ese gru­po, tengo que demostrar lo que digo. No es verdadero solo porque yo digo que lo sea. Así es que la demostración es algo que uno proporciona porque tiene que hacerlo. Si uno tuviera un grado académico o una placa en su puerta, no tendrfa que hacerlo, a menos que sintiera que era necesario. Los académicos, los grupos y los adherentes a un ideal (por sanguinarios que pue­dan ser, como lo son muchos ideales) no tienen necesidad de demostrar que están en lo correc­to, puesto que el académico descansa en su capital mental, en cambio los otros deben contentar­se con los beneficios del seguro de desempleo mental o, más gráficamente, con el subsidio para los pobres.

Si se descansa demasiado en el etlws, la fe ciega puede tomar el lugar de las consideracio­nes racionales. Entonces las personas aceptan el ptmto de vista no porque hayan sido con­vencidas por medio de argumentos correctos, sino simplemente porque tienen fe en la auto­ridad del protagonista. Si el etlws toma de esta manera el control de la argumentación, nos enc~ntramos ante la falacia del argumentum ad verecundiam:

Profesora Mary Elder/y: Las mujeres tienen una lógica completamente diferente a la de los hombres. Como profesora, puedo afirmar esto con cierto énfasis.

No hay nada inherentemente objetable en el efhos. Todos tenemos que aceptar habihtal­mente ciertas cosas basándonos en la autoridad de los expertos, no podría ser de otra mane­ra. Algunas materias requieren de tanto conocimiento especializado, que simplemente resul­ta imposible para un lego evaluar todos los puntos de vista por sus méritos. Esto está bien, pero tenemos que darnos cuenta de que, en ese caso, se hace imposible una verdadera resolu­ción de la disputa: les dejamos a los expertos la tarea de "zanjar" la discusión.

Si un protagonista explota la ignorancia de su audiencia, corre el riesgo de crear un obs­táculo para la discusión crítica. Este curso de acción es apropiado solo si el tema es muy poco conocido, la audiencia es completamente ignorante al respecto y el protagonista es realmente un verdadero especialista. Si estas condiciones no se cumplen, el protagonista es culpable de un argrtmentum ad vereczmdiam. Y si ni siquiera posee realmente el conocimiento especializa­do que pretende tener, es incluso culpable de engaño.

Si alguien desea tomar parte como antagonista en una discusión crítica o evaluar críticamente una discusión, es aconsejable que recuerde que el proceso de resolución de la disputa puede verse frustrado fácilmente cuando el protagonista trata de zanjar la disputa apelando innecesariamente a su conocimiento especializadó. Es posible que el protagonista pretenda poseer un grado de conocimiento especializado que en realidad no posee. Pero incluso si es tan experto como pretende, su conocimiento especializado podría ser completa­mente irrelevante para el asunto que está en juego en la discusión. Se podría dar el caso, por ejemplo, de que una mujer se presentara a sí misma como profesora tmiversitaria y, en su calidad de tal, hiciera declaraciones acerca de la lógica femenina, resultando al final que su especialidad es la egiptología.

En teoría, el efecto del engaño puede anularse en cuanto nos damos cuenta de que el protagonista está pretendiendo falsamente ser poseedor de un conocimiento experto. Lo que

¡¡ ol 11

l 1

1

ij

1

'

¡, 11 1 '

L

!56 • FRANS H. VAN EEMEREN- RoB G~OOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, CO.\tuNICACIÓN Y fAUCIAS

probablemente puede suceder a continuación es que se dirija W1 ataque personal directo en contra de su inftmdada pretensión de autoridad. Esto implica abandonar el plano de la dis~ cusión crítica, atmque tal vez solo temporalmente. Es como si la discusión crítica hubiese sido interrumpida, pero puede ser retomada nuevamente en tma etapa posterior. Durante este intermedio, el etlws del protagonista puede ser puesto nuevamente en su perspectiva adecuada, pero esto evidentemente no refuta su ptmto de vista.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la elección de los medios de defensa

Muchas veces resulta difícil trazar la línea divisoria entre los medios de persuasión no argumentativos y la argumentación irrelevante. No siempre está tan claro si se han cumplido realmente las condiciones para la realización del acto de habla complejo de la argumenta­ción. En los casos limítrofes, la estrategia de interpretación máximamente argumentativa puede ofrecer una solución, pero esta no siempre es realmente satisfactoria.

Otra complicación surge del hecho de que en el lenguaje coloquial a veces el mismo tér­mino argumenfaci6n se usa en un sentido bastante diferente. La diferencia puede llegar a ser verdaderamente tan considerable, que es difícil percibir algtma correspondencia de signifi­cado con el sentido técnico en que este término se emplea en la teoría de la argumentación. El siguiente es tm ejemplo extremo, tomado de una carta al director de W1 diario en relación a violentos desórdenes producidos en respuesta al desalojo de los ocupantes ilegales de W1

edificio en Amsterdam:

Tengo la convicción de que no se pone en peligro el estado de derecho cuando un gmpo parti­cular disputa las políticas o medidas de las autoridades competentes, incluso si se emplean medios poco ortodoxos, tal como sucedió en las campañas de ocupación en Vondelstraat y Keizersgracht. El estado de derecho se pone en riesgo cuando las autoridades nO toman en serio el fondo de las protestas, cuando la protesta misma no es vista como una forma radical de argumentación, sino simplemente como una amenaza dirigida contra todo y contra todos.

Si, como ocurre en este ejemplo, el significado de la palabra argumenfaci6n se aparta tan drásticamente del significado del término técnico, por lo general no se producirá ningún malentendido. La situación es distinta cuando las diferencias son menores:

Nadie logrará engañarme, haciéndome creer que Phillips llegó al punto de vista de que debería prohibirse la exhibición o la venta pública de pornografía, siguiendo la línea de argumentación descrita por él. Sin duda, Phillips ya sostenía ese punto de vista -y, además, tiene un interés particular en ese punto de vista, dado que su Instituto está a la vuelta de la esquina de las calles donde se exhibe la pornografía- y fabricó la argumentación para que calzara con éL

Al sugerir que el ptmto de vista de Phillips se inspira en su interés propio y que la argu­mentación ha sido "fabricada" para ajustarse a él, se cuestiona la sinceridad de la argumenta­ción de Phillips. Pero este no es el problema principal. También se cuestiona la manera en que Phillips llegó a su argumentación. El autor parece suponer que existen ciertos requisitos para el "contexto de descubrimiento" de tma argumentación, pero en las condiciones de "felici­dad" para la realización del acto de habla complejo de la argumentación no se ha establecido ningím requisito de este tipo. La pregtmta entonces es: ¿cuáles son precisamente las canse-

• CAPfrUW XII 1 fAUCfAS W LA ~W:CION DE LOS MEDIOS DE DEfENSA 157

cuencias que el autor le asigna a su predicamento? ¿Es incorrecta la argwnentación de Phillips? ¿Es irrelevante? ¿0, después de todo, no es argumentación en absoluto?

Los trucos retóricos en que el protagonista manipula las emociones de la audiencia y enumera sus propias cualidades pueden causar algunas confusiones adicionales, debido a que el segundo es,de hecho, una forma del primero. La diferencia consiste en que, cuando el protagonista enumera sus propias cualidades, más que estar agitando las emociones y los prejuicios previamente existentes en la audiencia está poniéndose a sí mismo en exhibición. Sin embargo, solo puede lograr el éxito si la audiencia tiene la suficiente confianza en su conocimiento especializado y en su integridad, es decir, si la audiencia le otorga suficiente crédito. Por lo tanto, también aquí la audiencia juega un rol central, atmque diferente.

Entre paréntesis, conviene notar que el argwnentum ad verecundiam no siempre implica ne.cesariamente lm énfasis en la excelencia propia del protagonista. La estrategia opuesta puede ser también extremadamente eficaz. En este caso, el protagonista se presenta a sí mis­mo muy modestamente como liD lego en la materia. Al elegir colocarse en una posición de humildad intenta crear en la audiencia un clima de simpatía y benevolencia, con el fin de que se sknta más inclinada a creer lo que él dice. Puesto que aquí también juega tm rol central el uso inapropiado del etlws del protagonista, las violaciones de la Regla 4 causadas por el uso de esta técnica son igualmente falacias éticas. Si el protagonista comienza a explotar sumo­destia, exagerándola, la falacia ética se convierte imperceptiblemente en W1 argumentum ad misericardiam.91

Unargumentum ad misericordimn puede ser usado tanto para presionar a la audiencia como para ganarse a la audiencia en favor del protagonista. En el primer caso, si lo hace en la etapa de confrontación, comete una violación de la Regla 1. En el segundo caso, si lo hace en la etapa de argumentación, comete una violación de la Regla 4. Es importante distinguir clara­mente estas dos variantes del argumenlwn ad misericardiam cuando se identifican las falacias, puesto que tienen diferentes implicaciones para la resolución de la disputa.

También la enumeración que el protagonista hace de sus propias cualidades en ·un argumentum ad verecundiam puede producir la violación de dos reglas diferentes. Además de ser una violación de la Regla 4 en la etapa de argumentación, puede producir lma violación de la Regla 2 en la etapa de apertura. En este último caso, se trata de tm intento de evadir el peso de la prueba en favor de tm ptmto de vista. Si el protagonista ofrece tma garantía perso­nal de la corrección de su punto de vista, se hace más difícil para el antagonista ponerlo en duda y, así, el protagonista elude su obligación de defender el ptmto de vista. Esta violación de la Regla 2 puede considerarse como lma variante del argrnnentum ad verecwrdiam. Aquí, nu-evamente, las dos variantes deben ser distinguidas cuidadosamente.

Tal como ocurre con el argrrmentrmr ad lraminem, en el caso de lm argumentrrm ad verecrmdiam pueden surgir situaciones en las cuales no parece existir tina violación de ningtma de l~s reglas de la discusión. Al igual que en el caso del argrmrentum ad llamínem, es mucho más probable que esto ocurra con el informe de liD testigo ocular o con una declaración presenta­da como evidencia. Si el protagonista era la única persona que estaba en posición de hacer tma observación determinada y su informe de lo observado es puesto en duda, es muy poco lo que él puede hacer, excepto insistir en que realmente vio lo que dice haber visto.

"'Walton (1987b) sostiene que ad misericordia¡¡¡ no es tanto una falacia por apelar al entusiasmo de las masas como por involucrar irrelevancia.

···---------

1 '

'

¡, 11 1 '

L

!56 • FRANS H. VAN EEMEREN- RoB G~OOTENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, CO.\tuNICACIÓN Y fAUCIAS

probablemente puede suceder a continuación es que se dirija W1 ataque personal directo en contra de su inftmdada pretensión de autoridad. Esto implica abandonar el plano de la dis~ cusión crítica, atmque tal vez solo temporalmente. Es como si la discusión crítica hubiese sido interrumpida, pero puede ser retomada nuevamente en tma etapa posterior. Durante este intermedio, el etlws del protagonista puede ser puesto nuevamente en su perspectiva adecuada, pero esto evidentemente no refuta su ptmto de vista.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la elección de los medios de defensa

Muchas veces resulta difícil trazar la línea divisoria entre los medios de persuasión no argumentativos y la argumentación irrelevante. No siempre está tan claro si se han cumplido realmente las condiciones para la realización del acto de habla complejo de la argumenta­ción. En los casos limítrofes, la estrategia de interpretación máximamente argumentativa puede ofrecer una solución, pero esta no siempre es realmente satisfactoria.

Otra complicación surge del hecho de que en el lenguaje coloquial a veces el mismo tér­mino argumenfaci6n se usa en un sentido bastante diferente. La diferencia puede llegar a ser verdaderamente tan considerable, que es difícil percibir algtma correspondencia de signifi­cado con el sentido técnico en que este término se emplea en la teoría de la argumentación. El siguiente es tm ejemplo extremo, tomado de una carta al director de W1 diario en relación a violentos desórdenes producidos en respuesta al desalojo de los ocupantes ilegales de W1

edificio en Amsterdam:

Tengo la convicción de que no se pone en peligro el estado de derecho cuando un gmpo parti­cular disputa las políticas o medidas de las autoridades competentes, incluso si se emplean medios poco ortodoxos, tal como sucedió en las campañas de ocupación en Vondelstraat y Keizersgracht. El estado de derecho se pone en riesgo cuando las autoridades nO toman en serio el fondo de las protestas, cuando la protesta misma no es vista como una forma radical de argumentación, sino simplemente como una amenaza dirigida contra todo y contra todos.

Si, como ocurre en este ejemplo, el significado de la palabra argumenfaci6n se aparta tan drásticamente del significado del término técnico, por lo general no se producirá ningún malentendido. La situación es distinta cuando las diferencias son menores:

Nadie logrará engañarme, haciéndome creer que Phillips llegó al punto de vista de que debería prohibirse la exhibición o la venta pública de pornografía, siguiendo la línea de argumentación descrita por él. Sin duda, Phillips ya sostenía ese punto de vista -y, además, tiene un interés particular en ese punto de vista, dado que su Instituto está a la vuelta de la esquina de las calles donde se exhibe la pornografía- y fabricó la argumentación para que calzara con éL

Al sugerir que el ptmto de vista de Phillips se inspira en su interés propio y que la argu­mentación ha sido "fabricada" para ajustarse a él, se cuestiona la sinceridad de la argumenta­ción de Phillips. Pero este no es el problema principal. También se cuestiona la manera en que Phillips llegó a su argumentación. El autor parece suponer que existen ciertos requisitos para el "contexto de descubrimiento" de tma argumentación, pero en las condiciones de "felici­dad" para la realización del acto de habla complejo de la argumentación no se ha establecido ningím requisito de este tipo. La pregtmta entonces es: ¿cuáles son precisamente las canse-

• CAPfrUW XII 1 fAUCfAS W LA ~W:CION DE LOS MEDIOS DE DEfENSA 157

cuencias que el autor le asigna a su predicamento? ¿Es incorrecta la argwnentación de Phillips? ¿Es irrelevante? ¿0, después de todo, no es argumentación en absoluto?

Los trucos retóricos en que el protagonista manipula las emociones de la audiencia y enumera sus propias cualidades pueden causar algunas confusiones adicionales, debido a que el segundo es,de hecho, una forma del primero. La diferencia consiste en que, cuando el protagonista enumera sus propias cualidades, más que estar agitando las emociones y los prejuicios previamente existentes en la audiencia está poniéndose a sí mismo en exhibición. Sin embargo, solo puede lograr el éxito si la audiencia tiene la suficiente confianza en su conocimiento especializado y en su integridad, es decir, si la audiencia le otorga suficiente crédito. Por lo tanto, también aquí la audiencia juega un rol central, atmque diferente.

Entre paréntesis, conviene notar que el argwnentum ad verecundiam no siempre implica ne.cesariamente lm énfasis en la excelencia propia del protagonista. La estrategia opuesta puede ser también extremadamente eficaz. En este caso, el protagonista se presenta a sí mis­mo muy modestamente como liD lego en la materia. Al elegir colocarse en una posición de humildad intenta crear en la audiencia un clima de simpatía y benevolencia, con el fin de que se sknta más inclinada a creer lo que él dice. Puesto que aquí también juega tm rol central el uso inapropiado del etlws del protagonista, las violaciones de la Regla 4 causadas por el uso de esta técnica son igualmente falacias éticas. Si el protagonista comienza a explotar sumo­destia, exagerándola, la falacia ética se convierte imperceptiblemente en W1 argumentum ad misericardiam.91

Unargumentum ad misericordimn puede ser usado tanto para presionar a la audiencia como para ganarse a la audiencia en favor del protagonista. En el primer caso, si lo hace en la etapa de confrontación, comete una violación de la Regla 1. En el segundo caso, si lo hace en la etapa de argumentación, comete una violación de la Regla 4. Es importante distinguir clara­mente estas dos variantes del argumenlwn ad misericardiam cuando se identifican las falacias, puesto que tienen diferentes implicaciones para la resolución de la disputa.

También la enumeración que el protagonista hace de sus propias cualidades en ·un argumentum ad verecundiam puede producir la violación de dos reglas diferentes. Además de ser una violación de la Regla 4 en la etapa de argumentación, puede producir lma violación de la Regla 2 en la etapa de apertura. En este último caso, se trata de tm intento de evadir el peso de la prueba en favor de tm ptmto de vista. Si el protagonista ofrece tma garantía perso­nal de la corrección de su punto de vista, se hace más difícil para el antagonista ponerlo en duda y, así, el protagonista elude su obligación de defender el ptmto de vista. Esta violación de la Regla 2 puede considerarse como lma variante del argrnnentum ad verecwrdiam. Aquí, nu-evamente, las dos variantes deben ser distinguidas cuidadosamente.

Tal como ocurre con el argrrmentrmr ad lraminem, en el caso de lm argumentrrm ad verecrmdiam pueden surgir situaciones en las cuales no parece existir tina violación de ningtma de l~s reglas de la discusión. Al igual que en el caso del argrmrentum ad llamínem, es mucho más probable que esto ocurra con el informe de liD testigo ocular o con una declaración presenta­da como evidencia. Si el protagonista era la única persona que estaba en posición de hacer tma observación determinada y su informe de lo observado es puesto en duda, es muy poco lo que él puede hacer, excepto insistir en que realmente vio lo que dice haber visto.

"'Walton (1987b) sostiene que ad misericordia¡¡¡ no es tanto una falacia por apelar al entusiasmo de las masas como por involucrar irrelevancia.

···---------

1 '

,, !

,,

1

1

,:¡ ' '

_i:

158 FRANS H. VAN E~MEREN- Roa GRooiE~<:DORST 1 ARGtiMWrAclóN, Co,\WNICACION Y F..tUCIAS

Algo semejante ocurre en los casos en que el protagonista es la única persona que está en posición de juzgar la exactitud de tma afirmación. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en el caso de afirmaciones relativas a su propio estado mental o a su bienestar físico. ¿De qué otra manera puede convencer a otros de que está triste o de que tiene· dolor de cabeza, si no es diciendo que está triste o que tiene dolor de cabeza?100 El interlocutor tendrá que creer en su palabra, o bien abandonar la confianza en su sinceridad. Si el interlocutor hace esto último, deja al protagonista sin ningt1n recurso para convencerlo.

Un tercer grupo de casos en que algo es de determinada manera, porque el protagonista dice que es así, surge cuando se realiza un acto de habla declarativo. Un presidente que abre una sesión, un sacerdote que bautiza a un niño y un árbitro que valida una jugada, poseen, en virh1d de su función, la autoridad para hacerlo. Cualquier persona que dude si la sesión ha sido realmente abierta, si el niño ha sido realmente bautizado o si la jugada es realmente válida, solo puede ser convencida señalando que el presidente dijo "Yo, con estas palabras, declaro abierta la sesión", etc.

Tal como sucede con el argumentum ad hominem, también aquí debemos enfatizar que estas no son excepciones a la regla general de que el protagonista no puede evadir el peso de la prueba colocándose a sí mismo como garante de la corrección de un punto de vista o abrumando a la audiencia con sus conocimientos especializados, sin dar ningím argumento en favor de su punto de vista. En todos los casos mencionados, se trata de circunstancias especiales que simplemente no le dejan al protagonista más alternativa para tratar de remo­ver la duda de la parte contraria que la de garantizar personalmente la corrección de la obser­vación, la afirmación o la declaración en cuestión. Estas solo pueden ser aceptadas sobre la base de la autoridad del protagonista. Por lo tanto, en estos casos, no se puede lograr una verdadera resolución. Esto no quiere decir, obviamente, que siempre sería imprudente o irra­cional que, a falta de otra alternativa, la parte contraria se dejara guiar por el protagonista.

•w Cf. Austin (1970).

CAPITULO XIII

Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

l.Jlxplicitar lo que ha quedado implícito

La argumentación presentada por un protagonista para defender su punto de vista, en la etapa de argumentación, es crucial para la resolución de la disputa. Como se explicó en el capítulo 6, generalmente la argumentación contendrá algllllas premisas implícitas, además de las premisas explícitas. Estas establecen una especie de puente invisible entre las premisas explícitas y el pllllto de vista que se está defendiendo. En tma evaluación crítica del discurso se deben considerar tanto los componentes explícitos de la argumentación como los implícitos.

El que se usen premisas implícitas no significa por sí mismo que haya algo que se man­tenga deliberadamente oculto o escondido. Por lo general estas premisas no se han dejado implícitas para manipular o engañar, sino simplemente porque se entienden literalmente sin necesidad de decirlas. En otras palabras, sería superfluo y, por lo tanto, ineficiente presentar­las de manera completamente explícita. En efecto, si en la argumentación se presentan explí­citamente tma gran cantidad de as1mtos de los que el interlocutor ya está bien enterado, o que puede descubrir por sí mismo, se podría despertar su irritación o incluso su sospecha.

Oe todas maneras, algunos elementos son omitidos a veces en el discurso argumentativo con intenciones menos nobles. Así, el protagonista puede tratar de ocultar a la atención del antagonista algún nexo débil o dudoso de su argumentación. Y algo que se ha presentado como evidente por sí mismo, obviamente no siempre es necesario que lo sea. Por lo tanto, para poder desarrollar una evaluación crítica del discurso deben explicitarse primero las premisas implícitas fundamentales.

Podemos suponer que el protagonista está violando ufla de las reglas de la comllllicadón solo si tenemos buenas razones para hacer tal suposición. A partir de la observación de que su argumentación es "incompleta", no se puede deducir simplemente que el razonamiento que subyace a esa argumentación es inválido. De ser posible, el razonamiento aparentemen­te inválido debe ser incrementado mediante el agregado de LUla premisa adicional, que lo vuelva válido. Se produce un argumento válido formulando el "mínimo lógico" en la forma de una premisa del tipo "si...entonces ... ". Esta reconstrucción todavía no es realmente satis­factoria, porque el mínimo lógico se limita simplemente a repetir que el punto de vista se sigue de la premisa explícita. De ser de alguna manera posible, se debe lograr que la premisa

,, !

,,

1

1

,:¡ ' '

_i:

158 FRANS H. VAN E~MEREN- Roa GRooiE~<:DORST 1 ARGtiMWrAclóN, Co,\WNICACION Y F..tUCIAS

Algo semejante ocurre en los casos en que el protagonista es la única persona que está en posición de juzgar la exactitud de tma afirmación. Esto puede ocurrir, por ejemplo, en el caso de afirmaciones relativas a su propio estado mental o a su bienestar físico. ¿De qué otra manera puede convencer a otros de que está triste o de que tiene· dolor de cabeza, si no es diciendo que está triste o que tiene dolor de cabeza?100 El interlocutor tendrá que creer en su palabra, o bien abandonar la confianza en su sinceridad. Si el interlocutor hace esto último, deja al protagonista sin ningt1n recurso para convencerlo.

Un tercer grupo de casos en que algo es de determinada manera, porque el protagonista dice que es así, surge cuando se realiza un acto de habla declarativo. Un presidente que abre una sesión, un sacerdote que bautiza a un niño y un árbitro que valida una jugada, poseen, en virh1d de su función, la autoridad para hacerlo. Cualquier persona que dude si la sesión ha sido realmente abierta, si el niño ha sido realmente bautizado o si la jugada es realmente válida, solo puede ser convencida señalando que el presidente dijo "Yo, con estas palabras, declaro abierta la sesión", etc.

Tal como sucede con el argumentum ad hominem, también aquí debemos enfatizar que estas no son excepciones a la regla general de que el protagonista no puede evadir el peso de la prueba colocándose a sí mismo como garante de la corrección de un punto de vista o abrumando a la audiencia con sus conocimientos especializados, sin dar ningím argumento en favor de su punto de vista. En todos los casos mencionados, se trata de circunstancias especiales que simplemente no le dejan al protagonista más alternativa para tratar de remo­ver la duda de la parte contraria que la de garantizar personalmente la corrección de la obser­vación, la afirmación o la declaración en cuestión. Estas solo pueden ser aceptadas sobre la base de la autoridad del protagonista. Por lo tanto, en estos casos, no se puede lograr una verdadera resolución. Esto no quiere decir, obviamente, que siempre sería imprudente o irra­cional que, a falta de otra alternativa, la parte contraria se dejara guiar por el protagonista.

•w Cf. Austin (1970).

CAPITULO XIII

Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

l.Jlxplicitar lo que ha quedado implícito

La argumentación presentada por un protagonista para defender su punto de vista, en la etapa de argumentación, es crucial para la resolución de la disputa. Como se explicó en el capítulo 6, generalmente la argumentación contendrá algllllas premisas implícitas, además de las premisas explícitas. Estas establecen una especie de puente invisible entre las premisas explícitas y el pllllto de vista que se está defendiendo. En tma evaluación crítica del discurso se deben considerar tanto los componentes explícitos de la argumentación como los implícitos.

El que se usen premisas implícitas no significa por sí mismo que haya algo que se man­tenga deliberadamente oculto o escondido. Por lo general estas premisas no se han dejado implícitas para manipular o engañar, sino simplemente porque se entienden literalmente sin necesidad de decirlas. En otras palabras, sería superfluo y, por lo tanto, ineficiente presentar­las de manera completamente explícita. En efecto, si en la argumentación se presentan explí­citamente tma gran cantidad de as1mtos de los que el interlocutor ya está bien enterado, o que puede descubrir por sí mismo, se podría despertar su irritación o incluso su sospecha.

Oe todas maneras, algunos elementos son omitidos a veces en el discurso argumentativo con intenciones menos nobles. Así, el protagonista puede tratar de ocultar a la atención del antagonista algún nexo débil o dudoso de su argumentación. Y algo que se ha presentado como evidente por sí mismo, obviamente no siempre es necesario que lo sea. Por lo tanto, para poder desarrollar una evaluación crítica del discurso deben explicitarse primero las premisas implícitas fundamentales.

Podemos suponer que el protagonista está violando ufla de las reglas de la comllllicadón solo si tenemos buenas razones para hacer tal suposición. A partir de la observación de que su argumentación es "incompleta", no se puede deducir simplemente que el razonamiento que subyace a esa argumentación es inválido. De ser posible, el razonamiento aparentemen­te inválido debe ser incrementado mediante el agregado de LUla premisa adicional, que lo vuelva válido. Se produce un argumento válido formulando el "mínimo lógico" en la forma de una premisa del tipo "si...entonces ... ". Esta reconstrucción todavía no es realmente satis­factoria, porque el mínimo lógico se limita simplemente a repetir que el punto de vista se sigue de la premisa explícita. De ser de alguna manera posible, se debe lograr que la premisa

160 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMENTAC/ON, COMU~'ICACIÜN Y fAlACIAS

adicional, además de volver válido al argumento, sea también más informativa que el míni­mo lógico. De hecho, debe ser el más informativo de los compromisos que, dado el contexto particular del caso, puedan atribuírsele al protagonista. El "óptimo pragmático" solo se ha­brá alcanzado si estas condiciones se cumplen de la mejor manera posible.

A veces es posible presentarle la premisa implícita reconstruida al protagonista para que pueda ser ajustada de mutuo acuerdo. Pero en muchos casos, especialmente si se trata de textos escritos, no hay ninguna oportunidad de hacer esto. Un problema que se presenta frecuentemente es que las claves que puede contener el texto resultan insuficientes para ase­gurar que la reconstrucción de la premisa implícita cumplirá no solo con el requisito de vali­dez, sino también con los requisitos relacionados con el compromiso y con la necesidad de que la: premisa sea informativa. Solo si realmente se les ha hecho justicia a cada tmo de estos requisitos se puede apelar a la Regla 5 de una discusión crítica: Una parte 110 prtede prese11tar algo fa/samel!te como si frtera una premisa dejada implfcita por la otra parte, IIÍ puede negar una premisa que él mismo ha dejado implícita.

2. Magnificar una premisa implícita

La Regla 5 significa esenciahnente que al protagonista no se lo puede hacer responsable de nada a lo que no esté realmente comprometido y se lo puede hacer responsable de todo aquello a lo que reahnente está comprometido. Si el antagonista ataca al protagonista presen­tando una reconstrucción de la premisa implícita que va más allá de lo que puede considerar­se realmente responsable al protagonista, el antagonista está violando la Regla 5 y cometien­do, así, una falacia. La falacia consiste en ir más allá del óptimo pragmático justificado por el contexto verbal y no verbal en que ocurre la argrunentación. Es una forma de exageración que consiste en magnificar lo qrte se ha dejado implícito.

Al"maximizar" de esta manera la premisa implícita, el antagonista puede estar tratando de facilitar su ataque. Veamos el siguiente ejemplo:

Guillermo está en casa, porque su auto está en el garaje.

Si se comienza por el mútin\0 lógico "si su auto está en el garaje, entonces Guillermo está en casa" y se toma en cuenta el antecedente específico de que Guillermo es una persona discapacitada, se puede determinar el óptimo pragmático como "Guillermo nunca sale de su casa sin su auto". Una reconstrucción más amplia, como "las personas nunca salen de sus casas sin sus autos", que en otros contextos podría ser la elección adecuada, significaría en este caso aumentar ilícitamente la premisa implícita. En efecto, no sería difícil encontrar tm ejemplo de alguien que a veces sale de su casa a pie o en bicicleta.

Magnificar una premisa implícita es, de hecho, una variante especial de la falacia dellwm­bre de paja. En los casos "corrientes" del hombre de paja, al protagonista se le atribuye falsa­mente un punto de vista. Aquí, en cambio, lo que se le atribuye falsamente es una premisa. Tal como sucede con un ataque contra un punto de vista ficticio o distorsionado en las falacias corrientes del hombre de paja, un ataque basado en una premisa implícita magnificada puede ser inmerecidamente exitoso -una situación que, naturahnente, es más probable que se pro­duzca con una audiencia desatenta o con un lector desprevenido que con el oponente mismo.

• C.o.rJTUI.O Xlll / fAtACf-15 ~N U TMTAM!~NTO DE I.JIS PR~M!5AS !MPLIC!TA5 161

Es difícil dar una regla clara y precisa que permita determinar exactamente cuándo una premisa implícita ha sido magnificada al punto de alcanzar proporciones inaceptables. En el ejemplo de Guillermo queda muy claro lo que está mal, pero generahnente la distinción entre lo correcto y lo incorrecto es más sutil y más difícil de establecer. Cuando el contexto no permite clarificar lo que se ha dejado implícito, se debería adoptar la estrategia de "com­plementación mínima" para evitar el riesgo de magnificar la premisa implícita. El siguiente ejemplo puede ilustrar esto:

"En los viejos tiempos, las cosas eran mucho mejores en la línea de producción. ¿Por qué? Porque todos se sentaban más cerca unos de otros y su atención no estaba completamente absor­bida por lo que estaban haciendo, de manera que podfan hablar entre sí mientras trabajaban".

Si por conveniencia se simplifica la argumentación de este ejemplo a "En los viejos tiem­pos las cosas eran mejores, pOrque tmo podía conversar mientras trabajaba" y se ignora el resto, el mínimo lógico sería "Si tmo puede conversar mientras trabaja, las cosas son mejo­res"~ el óptimo pragmático sería algo así como "Conversar mientras se trabaja es bueno". Una premisa implícita más general como "Conversar siempre es bueno" no se le puede atri­buir al antiguo trabajador citado en el ejemplo, porque no se lo puede considerar responsable de estar comprometido con esta premisa, ya que el contexto no proporciona ninguna razón por la cual "conversar mientras se trabaja" se pudiera generalizar a "conversar en general".

El autor que cita esta argumentación, Simon Carmiggelt, proporciona él mismo un buen ejemplo de exageración de una premisa implícita:

Un antiguo trabajador de línea de producción dijo: "Las cosas serán mejores para mis hijos que para mí, porque les he proporcionado educación". Cuando uno escucha cosas como esta, se queda helado. La acariciada creencia antigua de que el conocimiento y la felicidad van de la mano, le hace a uno sospechar que ese trabajador mmca conoció a un intelectual.

El punto de vista del antiguo trabajador es que las cosas serán mejores para sus hijos de lo que lo fueron para él. Su argumentación a favor del punto de vista es que sus hijos, a diferen­cia de él, han tenido educación. Lo que se ha dejado implícito es la premisa que conecta el haber tenido una educación con el que las cosas serán mejores para ellos. El mínimo lógico de lo que permanece implícito es: "Si mis hijos han tenido educación, las cosas serán mejores para ellos de lo que lo fueron para mí". Puesto que difícilmente podría suponerse que el antiguo trabajador piensa que los efectos beneficiosos de la educación solo se aplican a sus propios hijos, nada prohíbe una expansión más allá de este mínimo lógico a "Las cosas son mejores para los que son educados que para los que no lo són". El contexto no proporcio~ ningtma razón para ir más allá de este punto, de modo que este deb.e ser considerado como el óptimo pragmático.

Sin embargo, cuando Carmiggelt, en su propio estilo irónico, reconstruye la premisa im­plícita, va más allá de la premisa que acabamos de escoger como el óptimo pragmático. En su reacción a las palabras del antiguo trabajador da por supuesto que aquellos que son educa­dos son más felices que los que no lo son. Esto es posible porque a "las cosas son mejores" se le puede dar la interpretación más amplia e inmaterial de que las personas son más felices, en vez de la interpretación materialista de que ganan más dinero. Adoptando de manera com-

i '

11 ¡; ' ;¡ 1

'

160 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMENTAC/ON, COMU~'ICACIÜN Y fAlACIAS

adicional, además de volver válido al argumento, sea también más informativa que el míni­mo lógico. De hecho, debe ser el más informativo de los compromisos que, dado el contexto particular del caso, puedan atribuírsele al protagonista. El "óptimo pragmático" solo se ha­brá alcanzado si estas condiciones se cumplen de la mejor manera posible.

A veces es posible presentarle la premisa implícita reconstruida al protagonista para que pueda ser ajustada de mutuo acuerdo. Pero en muchos casos, especialmente si se trata de textos escritos, no hay ninguna oportunidad de hacer esto. Un problema que se presenta frecuentemente es que las claves que puede contener el texto resultan insuficientes para ase­gurar que la reconstrucción de la premisa implícita cumplirá no solo con el requisito de vali­dez, sino también con los requisitos relacionados con el compromiso y con la necesidad de que la: premisa sea informativa. Solo si realmente se les ha hecho justicia a cada tmo de estos requisitos se puede apelar a la Regla 5 de una discusión crítica: Una parte 110 prtede prese11tar algo fa/samel!te como si frtera una premisa dejada implfcita por la otra parte, IIÍ puede negar una premisa que él mismo ha dejado implícita.

2. Magnificar una premisa implícita

La Regla 5 significa esenciahnente que al protagonista no se lo puede hacer responsable de nada a lo que no esté realmente comprometido y se lo puede hacer responsable de todo aquello a lo que reahnente está comprometido. Si el antagonista ataca al protagonista presen­tando una reconstrucción de la premisa implícita que va más allá de lo que puede considerar­se realmente responsable al protagonista, el antagonista está violando la Regla 5 y cometien­do, así, una falacia. La falacia consiste en ir más allá del óptimo pragmático justificado por el contexto verbal y no verbal en que ocurre la argrunentación. Es una forma de exageración que consiste en magnificar lo qrte se ha dejado implícito.

Al"maximizar" de esta manera la premisa implícita, el antagonista puede estar tratando de facilitar su ataque. Veamos el siguiente ejemplo:

Guillermo está en casa, porque su auto está en el garaje.

Si se comienza por el mútin\0 lógico "si su auto está en el garaje, entonces Guillermo está en casa" y se toma en cuenta el antecedente específico de que Guillermo es una persona discapacitada, se puede determinar el óptimo pragmático como "Guillermo nunca sale de su casa sin su auto". Una reconstrucción más amplia, como "las personas nunca salen de sus casas sin sus autos", que en otros contextos podría ser la elección adecuada, significaría en este caso aumentar ilícitamente la premisa implícita. En efecto, no sería difícil encontrar tm ejemplo de alguien que a veces sale de su casa a pie o en bicicleta.

Magnificar una premisa implícita es, de hecho, una variante especial de la falacia dellwm­bre de paja. En los casos "corrientes" del hombre de paja, al protagonista se le atribuye falsa­mente un punto de vista. Aquí, en cambio, lo que se le atribuye falsamente es una premisa. Tal como sucede con un ataque contra un punto de vista ficticio o distorsionado en las falacias corrientes del hombre de paja, un ataque basado en una premisa implícita magnificada puede ser inmerecidamente exitoso -una situación que, naturahnente, es más probable que se pro­duzca con una audiencia desatenta o con un lector desprevenido que con el oponente mismo.

• C.o.rJTUI.O Xlll / fAtACf-15 ~N U TMTAM!~NTO DE I.JIS PR~M!5AS !MPLIC!TA5 161

Es difícil dar una regla clara y precisa que permita determinar exactamente cuándo una premisa implícita ha sido magnificada al punto de alcanzar proporciones inaceptables. En el ejemplo de Guillermo queda muy claro lo que está mal, pero generahnente la distinción entre lo correcto y lo incorrecto es más sutil y más difícil de establecer. Cuando el contexto no permite clarificar lo que se ha dejado implícito, se debería adoptar la estrategia de "com­plementación mínima" para evitar el riesgo de magnificar la premisa implícita. El siguiente ejemplo puede ilustrar esto:

"En los viejos tiempos, las cosas eran mucho mejores en la línea de producción. ¿Por qué? Porque todos se sentaban más cerca unos de otros y su atención no estaba completamente absor­bida por lo que estaban haciendo, de manera que podfan hablar entre sí mientras trabajaban".

Si por conveniencia se simplifica la argumentación de este ejemplo a "En los viejos tiem­pos las cosas eran mejores, pOrque tmo podía conversar mientras trabajaba" y se ignora el resto, el mínimo lógico sería "Si tmo puede conversar mientras trabaja, las cosas son mejo­res"~ el óptimo pragmático sería algo así como "Conversar mientras se trabaja es bueno". Una premisa implícita más general como "Conversar siempre es bueno" no se le puede atri­buir al antiguo trabajador citado en el ejemplo, porque no se lo puede considerar responsable de estar comprometido con esta premisa, ya que el contexto no proporciona ninguna razón por la cual "conversar mientras se trabaja" se pudiera generalizar a "conversar en general".

El autor que cita esta argumentación, Simon Carmiggelt, proporciona él mismo un buen ejemplo de exageración de una premisa implícita:

Un antiguo trabajador de línea de producción dijo: "Las cosas serán mejores para mis hijos que para mí, porque les he proporcionado educación". Cuando uno escucha cosas como esta, se queda helado. La acariciada creencia antigua de que el conocimiento y la felicidad van de la mano, le hace a uno sospechar que ese trabajador mmca conoció a un intelectual.

El punto de vista del antiguo trabajador es que las cosas serán mejores para sus hijos de lo que lo fueron para él. Su argumentación a favor del punto de vista es que sus hijos, a diferen­cia de él, han tenido educación. Lo que se ha dejado implícito es la premisa que conecta el haber tenido una educación con el que las cosas serán mejores para ellos. El mínimo lógico de lo que permanece implícito es: "Si mis hijos han tenido educación, las cosas serán mejores para ellos de lo que lo fueron para mí". Puesto que difícilmente podría suponerse que el antiguo trabajador piensa que los efectos beneficiosos de la educación solo se aplican a sus propios hijos, nada prohíbe una expansión más allá de este mínimo lógico a "Las cosas son mejores para los que son educados que para los que no lo són". El contexto no proporcio~ ningtma razón para ir más allá de este punto, de modo que este deb.e ser considerado como el óptimo pragmático.

Sin embargo, cuando Carmiggelt, en su propio estilo irónico, reconstruye la premisa im­plícita, va más allá de la premisa que acabamos de escoger como el óptimo pragmático. En su reacción a las palabras del antiguo trabajador da por supuesto que aquellos que son educa­dos son más felices que los que no lo son. Esto es posible porque a "las cosas son mejores" se le puede dar la interpretación más amplia e inmaterial de que las personas son más felices, en vez de la interpretación materialista de que ganan más dinero. Adoptando de manera com-

i '

11 ¡; ' ;¡ 1

'

11 '1 !

'1 162 fRAI\'5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORSf / ARGUMfNfACfÓN, CO,\!UNIC~CION Y fA!.ACIAS

pletamente arbitraria la interpretación irunaterial, Carmiggelt le imputa al antiguo trabaja­dor el adagio de que el conocimiento trae la felicidad (y lo confronta con su opuesto). Al hacer esto, se hace culpable de la falacia de magnificar lo que se ha dejado implícito.

3. Negar una premisa implícita

El protagonista también puede violar la Regla 5 y cometer, así, una falacia. Esto sucede cuan­do evade la responsabilidad que ha asumido en su argumentación, al negar que está compro­metido con w1a premisa implícita que ha sido correctamente reconstruida como tal. Esta es la falacia de negar una premisa implícita.

La falacia se produce cuando un protagonista, cuyo pW1to de vista ha sido cuestionado, se rehúsa a aceptar su compromiso con la premisa implícita, a pesar de que este compromiso ha sido puesto al descubierto correctamente. Es como si tratara de desentenderse de su res· ponsabilidad. Su reacción característica ¡x¡dría ser algo así como: "Yo nunca dije eso". Estric­tamente hablando, esto es verdad, por supuesto: es característico de las premisas que se de­jan implícitas el que no se digan. Sin embargo, desde un punto de vista pragmático, esta reacción es tan injustificada como negar algo que ha sido declarado explícitamente.

El ejemplo del antiguo trabajador, que piensa que en los viejos tiempos las cosas en el trabajo eran mejores, puede servir nuevamente como ilustración. Si la premisa implícita ha sido correctamente explicitada como: "Conversar mientras se trabaja es bueno", el antiguo trabajador no podrá negar que esto es lo que él cree. De lo contrario, su comportamiento sería tan extraño como si negara que cree que en los viejos tiempos las personas podían conversar mientras trabajaban. Es verdad que él en realidad no ha dicho que piensa que conversar mien­tras se trabaja es bueno, pero cualquiera que tome en serio lo que él dice tiene derecho a inferir esto a partir de lo que él sí ha dicho.

Especialmente cuando la intención del protagonista ha sido la de ocultar a la atención del antagonista una opinión debatible o controvertida, explicitar las premisas implícitas viene a ser como un desenmascaramiento. En tales casos, el protagonista naturalmente percibe como embarazosa a la premisa implícita y, por lo tanto, no desea que se la ponga en descubierto. Para evitar que esto ocurra, puede intentar refugiarse negándose categóricamente 'a aceptar cualquier responsabilidad por la opinión contenida en la premisa, tratando, así, de anular el daño causado por la premisa implícita que lo ha "traicionado".

En argumentaciones en que hay consideraciones o principios morales involucrados, explicitar las premisas implícitas puede resultar a veces revelador. Supóngase que alguien está defendiendo el punto de vista de que encarcelar es algo incorrecto porque no hace nada para ayudar realmente al transgresor. Un crítico podría presentar en su contra el argumento de que el propósito primario del encarcelamiento no es el de ayudar a los transgresores. El protagonista que reacciona entonces afirmando que nunca ha dicho que lo fuera, evidente­mente siente que ha sido sorprendido adhiriendo a un principio insostenible. Si trata de escapar de la situación negando que pueda hacérselo responsable de ese principio, está ne· gando una premisa implícita que puede muy bien serie atribuida sobre la base de lo que él realmente ha dicho.

La inclinación a negar una premisa implícita será aún más fuerte si se relaciona con un juicio que el protagonista considera socialmente inaceptable, es decir, si supone que no solo

• CAPITULO XIII /fALACIAS EN EL TRATA.\!IWfO DE US PREMISAS IA!Pl/CITAS 163

el antagonista sino también muchas otras personas no solamente no suscriben la opinión en cuestión, sino que la detestan decididamente. Un claro ejemplo de esto puede encontrarse en el siguiente extracto de una transmisión radial hecha por un partido político de extrema derecha:

"¿Pero, seguramente no todos los extranjeros son criminales?" "¡No, y nunca hemos dicho que lo fueran! Algunos de ellos están perfectamente prepara­dos para adaptarse a nuestra manera de vivir".

Los autores del programa probablemente estaban bien conscientes de que la opinión de que todos los extranjeros son criminales no es compartida, e incluso es detestada, por la mayoría de sus auditores. Pero, en su ansiedad por enfatizar que su partido tampoco piensa que todos los extranjeros sean criminales, se delatan, puesto que obviamente la premisa im· plícita en la argumentación de que algtmos extranjeros están perfectamente preparados para adaptarse a nuestra manera de vivir es que quienquiera que se adapta a nuestra manera de vivir no es un criminal. De aquí a concluir que los que 110 se adaptan a ella son criminales, para algunos hay solo un pequeño paso. Aunque el partido pretenda que no tiene nada que ver con esta poshtra, si se sigue ese razonamiento, los extranjeros claramente se ven confron­tados con una simple elección: o se adaptan a nuestra manera de vivir, o son considerados criminales. El texto siguiente contiene un ejemplo similar:

No tengo nada contra los homosexuales. Solo pienso que no debería bajarse ellfmite de edad de consentimiento para las relaciones homosexuales con niños, puesto que, de otro modo, exis­te el peligro de que se conviertan en homosexuales.

En su primera afirmación, el hablante da la impresión de que no desea hacer ninguna distinción entre los homosexuales y los heterosexuales. Pero esta actihtd "tolerante" es des­mentida por el uso de la palabra "peligro" en su argumentación a favor del punto de vista de que no se debería bajar el límite de edad de consentimiento para las relaciones homosexua­les. La premisa implícita en esta argumentación es que la homosexualidad es algo que, de ser posible; debería evitarse. Sería improbable que el hablante fuera a apoyar el ptmto de vista de que las relaciones heterosexuales con niños son indeseables afirmando que existiría el peligro de que se convirtieran en heterosexuales.

Estos dos ejemplos ilustran cómo, al explicitar las premisas implícitas, se pueden revelar concepciones que el protagonista probablemente preferiría no proclamar públicamente. Sin embargo, estas son usadas de todos modos en su argumentación como medios de persuasión encubiertos.101 Debido precisamente a que están implícitamente presentes, es incorrecto -y, en los ejemplos ofrecidos, bastante hipócrita- negarse a aceptar responsabilidad por ellas. En tales casos, explicitar las premisas implícitas no solo es beneficioso para la claridad del dis­curso, sino también para la salud mental.

IDI Para el rol del prejuicio en el discurso argumentativo orientado a la persuasión, véanse Billig (1988), van Dijk {19&3, 1988) y Sykes {1985}.

11 '1 !

'1 162 fRAI\'5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORSf / ARGUMfNfACfÓN, CO,\!UNIC~CION Y fA!.ACIAS

pletamente arbitraria la interpretación irunaterial, Carmiggelt le imputa al antiguo trabaja­dor el adagio de que el conocimiento trae la felicidad (y lo confronta con su opuesto). Al hacer esto, se hace culpable de la falacia de magnificar lo que se ha dejado implícito.

3. Negar una premisa implícita

El protagonista también puede violar la Regla 5 y cometer, así, una falacia. Esto sucede cuan­do evade la responsabilidad que ha asumido en su argumentación, al negar que está compro­metido con w1a premisa implícita que ha sido correctamente reconstruida como tal. Esta es la falacia de negar una premisa implícita.

La falacia se produce cuando un protagonista, cuyo pW1to de vista ha sido cuestionado, se rehúsa a aceptar su compromiso con la premisa implícita, a pesar de que este compromiso ha sido puesto al descubierto correctamente. Es como si tratara de desentenderse de su res· ponsabilidad. Su reacción característica ¡x¡dría ser algo así como: "Yo nunca dije eso". Estric­tamente hablando, esto es verdad, por supuesto: es característico de las premisas que se de­jan implícitas el que no se digan. Sin embargo, desde un punto de vista pragmático, esta reacción es tan injustificada como negar algo que ha sido declarado explícitamente.

El ejemplo del antiguo trabajador, que piensa que en los viejos tiempos las cosas en el trabajo eran mejores, puede servir nuevamente como ilustración. Si la premisa implícita ha sido correctamente explicitada como: "Conversar mientras se trabaja es bueno", el antiguo trabajador no podrá negar que esto es lo que él cree. De lo contrario, su comportamiento sería tan extraño como si negara que cree que en los viejos tiempos las personas podían conversar mientras trabajaban. Es verdad que él en realidad no ha dicho que piensa que conversar mien­tras se trabaja es bueno, pero cualquiera que tome en serio lo que él dice tiene derecho a inferir esto a partir de lo que él sí ha dicho.

Especialmente cuando la intención del protagonista ha sido la de ocultar a la atención del antagonista una opinión debatible o controvertida, explicitar las premisas implícitas viene a ser como un desenmascaramiento. En tales casos, el protagonista naturalmente percibe como embarazosa a la premisa implícita y, por lo tanto, no desea que se la ponga en descubierto. Para evitar que esto ocurra, puede intentar refugiarse negándose categóricamente 'a aceptar cualquier responsabilidad por la opinión contenida en la premisa, tratando, así, de anular el daño causado por la premisa implícita que lo ha "traicionado".

En argumentaciones en que hay consideraciones o principios morales involucrados, explicitar las premisas implícitas puede resultar a veces revelador. Supóngase que alguien está defendiendo el punto de vista de que encarcelar es algo incorrecto porque no hace nada para ayudar realmente al transgresor. Un crítico podría presentar en su contra el argumento de que el propósito primario del encarcelamiento no es el de ayudar a los transgresores. El protagonista que reacciona entonces afirmando que nunca ha dicho que lo fuera, evidente­mente siente que ha sido sorprendido adhiriendo a un principio insostenible. Si trata de escapar de la situación negando que pueda hacérselo responsable de ese principio, está ne· gando una premisa implícita que puede muy bien serie atribuida sobre la base de lo que él realmente ha dicho.

La inclinación a negar una premisa implícita será aún más fuerte si se relaciona con un juicio que el protagonista considera socialmente inaceptable, es decir, si supone que no solo

• CAPITULO XIII /fALACIAS EN EL TRATA.\!IWfO DE US PREMISAS IA!Pl/CITAS 163

el antagonista sino también muchas otras personas no solamente no suscriben la opinión en cuestión, sino que la detestan decididamente. Un claro ejemplo de esto puede encontrarse en el siguiente extracto de una transmisión radial hecha por un partido político de extrema derecha:

"¿Pero, seguramente no todos los extranjeros son criminales?" "¡No, y nunca hemos dicho que lo fueran! Algunos de ellos están perfectamente prepara­dos para adaptarse a nuestra manera de vivir".

Los autores del programa probablemente estaban bien conscientes de que la opinión de que todos los extranjeros son criminales no es compartida, e incluso es detestada, por la mayoría de sus auditores. Pero, en su ansiedad por enfatizar que su partido tampoco piensa que todos los extranjeros sean criminales, se delatan, puesto que obviamente la premisa im· plícita en la argumentación de que algtmos extranjeros están perfectamente preparados para adaptarse a nuestra manera de vivir es que quienquiera que se adapta a nuestra manera de vivir no es un criminal. De aquí a concluir que los que 110 se adaptan a ella son criminales, para algunos hay solo un pequeño paso. Aunque el partido pretenda que no tiene nada que ver con esta poshtra, si se sigue ese razonamiento, los extranjeros claramente se ven confron­tados con una simple elección: o se adaptan a nuestra manera de vivir, o son considerados criminales. El texto siguiente contiene un ejemplo similar:

No tengo nada contra los homosexuales. Solo pienso que no debería bajarse ellfmite de edad de consentimiento para las relaciones homosexuales con niños, puesto que, de otro modo, exis­te el peligro de que se conviertan en homosexuales.

En su primera afirmación, el hablante da la impresión de que no desea hacer ninguna distinción entre los homosexuales y los heterosexuales. Pero esta actihtd "tolerante" es des­mentida por el uso de la palabra "peligro" en su argumentación a favor del punto de vista de que no se debería bajar el límite de edad de consentimiento para las relaciones homosexua­les. La premisa implícita en esta argumentación es que la homosexualidad es algo que, de ser posible; debería evitarse. Sería improbable que el hablante fuera a apoyar el ptmto de vista de que las relaciones heterosexuales con niños son indeseables afirmando que existiría el peligro de que se convirtieran en heterosexuales.

Estos dos ejemplos ilustran cómo, al explicitar las premisas implícitas, se pueden revelar concepciones que el protagonista probablemente preferiría no proclamar públicamente. Sin embargo, estas son usadas de todos modos en su argumentación como medios de persuasión encubiertos.101 Debido precisamente a que están implícitamente presentes, es incorrecto -y, en los ejemplos ofrecidos, bastante hipócrita- negarse a aceptar responsabilidad por ellas. En tales casos, explicitar las premisas implícitas no solo es beneficioso para la claridad del dis­curso, sino también para la salud mental.

IDI Para el rol del prejuicio en el discurso argumentativo orientado a la persuasión, véanse Billig (1988), van Dijk {19&3, 1988) y Sykes {1985}.

1

1: 1 ¡

: 1

164 fRANS H. VAN EEMEREN ·Roa GROOJENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMl/NICACIÓN Y FAlACIAS

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a las premisas implícitas

Para poder establecer si el antagonista o el protagonista han cometido tma violación de la Regla 5, primero se debe determinar cuál sería la reconstrucción cprrecta de una premisa que se ha dejado implícita en la argwnentación del protagonista. De otro modo, sería imposible determinar o que el antagonista ha magnificado a proporciones injustificables esta premisa implícita o que el protagonista se ha negado injustificadamente a reconocer su compromiso con ella. Atmque no siempre es posible determinar con exactitud lo que implica una correcta reconstrucción, en la mayoría de los casos es posible evitar los errores más graves siguiendo el método de comenzar desde el mínimo lógico y luego, tomando en consideración el contex· to verbal y no verbal, definir el óptimo pragmático.

Por lo general, determinar cuál debería ser el óptimo pragmático significa a,mpliar el al· canee de la proposición que representa el mfuimo lógico, pero en ocasiones también puede significar que el alcance de esta proposición debe ser reducido. Esto puede ilustrarse me· diante el ejemplo siguiente: "Agnes está en casa, porque su auto está en su estacionamiento". Si Agnes hubiera dicho ayer que hoy iba a salir en auto y que, de lo contrario, se quedaría en casa, es claro que: "Agnes nnnca sale de su casa sin su auto", sería llevar las cosas demasiado lejos. Ignorar este contexto es cometer nna violación de la Regla S. En este caso particular, tma formulación más limitada de la premisa implícita parece ser más apropiada, por ejem· plo: "Hoy día Agnes solo saldrá de casa si lo hace en auto".

Desaforttmadamente, el contexto no siempre proporciona indicios suficientes para poder afirmar con certeza si el alcance de la proposición debe ser ampliado o reducido. Una compli· cación adicional para determinar la correcta reconstrucción de tma premisa implícita es que, por regla general, el discurso argumentativo también contiene elementos que, aw1que están implícitos, no son premisas implícitas, sino (por ejemplo) presuposiciones.trn En la práctica, puede ser extremadamente difícil distinguir entre los diversos tipos de elementos implícitos.

Se puede ilustrar la diferencia entre las premisas implícitas y las presuposiciones con ayuda del ejemplo ya citado: "Las cosas serán mejores para mis hijos de lo que lo fueron para mí, porque les he proporcionado tma educación". El óptimo pragmático "las cosas serán mejores para aquellos que tienen educación que para los que no la tienen", que puede consi· derarse como la premisa que se dejó implícita, solo es relevante si el hablante mismo no ha tenido educación. Por lo tanto, en el discurso hay nn elemento implícito adicional: "Yo ntmca tuve una educación". Sin embargo, este elemento es nna presuposición y no cumple tma ftmción de premisa implícita en la argumentación.

En este ejemplo, es más probable que se pmduzca una confusión de las presuposiciones con las premisas implícitas, debido a que ambos elementos son necesarios para lograr tma interpretación del discurso que tenga sentido. Sin embargo, las funciones que cumplen son diferentes. "Las cosas serán mejores para aquellos que tienen tma educación que para ague· llos que no la tienen" sirve para llenar el vado de razonamiento que hay entre la premisa explícita "Les proporcioné educación a mis hijos" y el ptmto de vista "Las cosas serán mejo· res para mis hijos de lo que lo fueron para mí". En cambio, "Yo nnnca tuve tma educación"

Wl Cf. Rescher (1961), Kempson (1975) y Stalnaker (1977), para las presuposiciones, y Ennis (1982) y Burke (1985) para la diferencia entre premisas implícitas y presuposiciones.

• CAPITULO Xlll 1 FALACIAS EN H TRATAMIENTO DE !.AS PRfAt/SAS IMPt/CITAS 165

sirve para hacer comprensible la base en que se sustenta la comparación entre el hablante y sus hijos: si el hablante mismo hubiera tenido una educación, no habría ningtma diferen· da, a este respecto, entre él y sus hijos, de modo que no tendría sentido comparar ambas

situaciones. No son solo las premisas las que se pueden dejar implícitas en el discurso argumentativo,

también los pw\tos de vista pueden estar implícitos. Los problemas que surgen al hacerlos explícitos son básicamente los mismos que se encuentran al explicitar las premisas implíci­tas: El antagonista puede ir demasiado lejos en su reconstrucción de Wl ptmto de vista implí· cito y el protagonista puede negarse a reconocer una reconstrucción correcta. Este efecto de "Eso no es lo que yo dije", puede ilustrarse mediante los siguientes pasajes de una "breve gramática de la política" del periodista JohnJansen van Galen:

Lo mejor es dejar que sea su entrevistador el que saque las conclusiones más descarnadas de su exposición. He aquí dos ejemplos auténticos, que tienen que ver con el Primer Ministro. ¿Qué piensa él del presidente de la Agrupación Nacional de Sindicatos? "Yo creo que él trata, con absoluta sinceridad, de hacer todo lo que puede en interés de los miembros de su agrupación" . Me parece que eso es un elogio, concluye el entrevistador. Y el Primer Ministro: "Sí, bueno, un elogio ... así es como usted podría llamarlo". ¿Y qué piensa el Primer Ministro acerca del comentario de la oposición sobre la postergación de la decisión relativa al emplazamiento de los misiles, que, debido a la influencia del movimiento pacifista, será pospuesta tanto como sea posible? "Yo pienso que ese comentario no refleja adecuadamente la situación. Hasta ahora no se ha tratado de ninguna postergación". Entonces, concluye el entrevistador, la oposición no sabe de qué está hablando. El Primer Ministro responde: "Esa es la manera que usted tiene de expresarlo". Improvise un discurso airado acerca de cómo los socialistas nunca cumplen sus promesas, siem· pre rompen los acuerdos y constantemente están contradiciéndose. Su esposa, tomando el pa· pel del entrevistador, le dice: "Tú piensas que los socialistas no son confiables". A lo que usted responde, mirándola de frente, pero con un guiño en sus ojos que traiciona su placer ante esta interpretación: "Eso no es lo que yo dije".

En este ejemplo, los tres casos son tratados como si fueran iguales: en los tres el hablante evade su responsabilidad haciendo al entrevistador responsable del ptmto de vista en cues· tión. Pero, de hecho, existen importantes diferencias. En el primer caso, el Primer Ministro puede disociarse justificadamente de la conclusión del entrevistador, puesto que su observa· ción de que el líder sindical sinceramente hace lo que puede en interés de sus representados no implica que el Primer Ministro tenga necesariamente que aprobar los objetivos a los que este líder aptmta o la manera en que pretende lograrlos.

La diferencia entre las palabras del Primer Ministro y la conclusión a la que llega el se· gundo entrevistador es todavía más obvia. Un único coméntario por parte de la oposición, que, de acuerdo al Primer Ministro, no refleja adecuadamente la situación, no significa que la oposición no sepa de qué está hablando. Pueden existir otras razones que expliquen tma incorrecta presentación de la situación, fuera de tma completa falta de conocimiento o de comprensión. En otras palabras, el Prin1er Ministro nuevamente tiene perfecto derecho a disociarse de la conclusión atribuida a sus palabras por el entrevistador.

En el tercer caso, en cambio, la situación es diferente. ¿Qué otra cosa puede significar la falta de confiabilidad que no sea el no cumplir las promesas, romper los acuerdos y contrade· cirse constantemente? Si uno considera que todo esto es aplicable a los socialistas, w1o no

1

1: 1 ¡

: 1

164 fRANS H. VAN EEMEREN ·Roa GROOJENOORST 1 ARGUMENTACIÓN, COMl/NICACIÓN Y FAlACIAS

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a las premisas implícitas

Para poder establecer si el antagonista o el protagonista han cometido tma violación de la Regla 5, primero se debe determinar cuál sería la reconstrucción cprrecta de una premisa que se ha dejado implícita en la argwnentación del protagonista. De otro modo, sería imposible determinar o que el antagonista ha magnificado a proporciones injustificables esta premisa implícita o que el protagonista se ha negado injustificadamente a reconocer su compromiso con ella. Atmque no siempre es posible determinar con exactitud lo que implica una correcta reconstrucción, en la mayoría de los casos es posible evitar los errores más graves siguiendo el método de comenzar desde el mínimo lógico y luego, tomando en consideración el contex· to verbal y no verbal, definir el óptimo pragmático.

Por lo general, determinar cuál debería ser el óptimo pragmático significa a,mpliar el al· canee de la proposición que representa el mfuimo lógico, pero en ocasiones también puede significar que el alcance de esta proposición debe ser reducido. Esto puede ilustrarse me· diante el ejemplo siguiente: "Agnes está en casa, porque su auto está en su estacionamiento". Si Agnes hubiera dicho ayer que hoy iba a salir en auto y que, de lo contrario, se quedaría en casa, es claro que: "Agnes nnnca sale de su casa sin su auto", sería llevar las cosas demasiado lejos. Ignorar este contexto es cometer nna violación de la Regla S. En este caso particular, tma formulación más limitada de la premisa implícita parece ser más apropiada, por ejem· plo: "Hoy día Agnes solo saldrá de casa si lo hace en auto".

Desaforttmadamente, el contexto no siempre proporciona indicios suficientes para poder afirmar con certeza si el alcance de la proposición debe ser ampliado o reducido. Una compli· cación adicional para determinar la correcta reconstrucción de tma premisa implícita es que, por regla general, el discurso argumentativo también contiene elementos que, aw1que están implícitos, no son premisas implícitas, sino (por ejemplo) presuposiciones.trn En la práctica, puede ser extremadamente difícil distinguir entre los diversos tipos de elementos implícitos.

Se puede ilustrar la diferencia entre las premisas implícitas y las presuposiciones con ayuda del ejemplo ya citado: "Las cosas serán mejores para mis hijos de lo que lo fueron para mí, porque les he proporcionado tma educación". El óptimo pragmático "las cosas serán mejores para aquellos que tienen educación que para los que no la tienen", que puede consi· derarse como la premisa que se dejó implícita, solo es relevante si el hablante mismo no ha tenido educación. Por lo tanto, en el discurso hay nn elemento implícito adicional: "Yo ntmca tuve una educación". Sin embargo, este elemento es nna presuposición y no cumple tma ftmción de premisa implícita en la argumentación.

En este ejemplo, es más probable que se pmduzca una confusión de las presuposiciones con las premisas implícitas, debido a que ambos elementos son necesarios para lograr tma interpretación del discurso que tenga sentido. Sin embargo, las funciones que cumplen son diferentes. "Las cosas serán mejores para aquellos que tienen tma educación que para ague· llos que no la tienen" sirve para llenar el vado de razonamiento que hay entre la premisa explícita "Les proporcioné educación a mis hijos" y el ptmto de vista "Las cosas serán mejo· res para mis hijos de lo que lo fueron para mí". En cambio, "Yo nnnca tuve tma educación"

Wl Cf. Rescher (1961), Kempson (1975) y Stalnaker (1977), para las presuposiciones, y Ennis (1982) y Burke (1985) para la diferencia entre premisas implícitas y presuposiciones.

• CAPITULO Xlll 1 FALACIAS EN H TRATAMIENTO DE !.AS PRfAt/SAS IMPt/CITAS 165

sirve para hacer comprensible la base en que se sustenta la comparación entre el hablante y sus hijos: si el hablante mismo hubiera tenido una educación, no habría ningtma diferen· da, a este respecto, entre él y sus hijos, de modo que no tendría sentido comparar ambas

situaciones. No son solo las premisas las que se pueden dejar implícitas en el discurso argumentativo,

también los pw\tos de vista pueden estar implícitos. Los problemas que surgen al hacerlos explícitos son básicamente los mismos que se encuentran al explicitar las premisas implíci­tas: El antagonista puede ir demasiado lejos en su reconstrucción de Wl ptmto de vista implí· cito y el protagonista puede negarse a reconocer una reconstrucción correcta. Este efecto de "Eso no es lo que yo dije", puede ilustrarse mediante los siguientes pasajes de una "breve gramática de la política" del periodista JohnJansen van Galen:

Lo mejor es dejar que sea su entrevistador el que saque las conclusiones más descarnadas de su exposición. He aquí dos ejemplos auténticos, que tienen que ver con el Primer Ministro. ¿Qué piensa él del presidente de la Agrupación Nacional de Sindicatos? "Yo creo que él trata, con absoluta sinceridad, de hacer todo lo que puede en interés de los miembros de su agrupación" . Me parece que eso es un elogio, concluye el entrevistador. Y el Primer Ministro: "Sí, bueno, un elogio ... así es como usted podría llamarlo". ¿Y qué piensa el Primer Ministro acerca del comentario de la oposición sobre la postergación de la decisión relativa al emplazamiento de los misiles, que, debido a la influencia del movimiento pacifista, será pospuesta tanto como sea posible? "Yo pienso que ese comentario no refleja adecuadamente la situación. Hasta ahora no se ha tratado de ninguna postergación". Entonces, concluye el entrevistador, la oposición no sabe de qué está hablando. El Primer Ministro responde: "Esa es la manera que usted tiene de expresarlo". Improvise un discurso airado acerca de cómo los socialistas nunca cumplen sus promesas, siem· pre rompen los acuerdos y constantemente están contradiciéndose. Su esposa, tomando el pa· pel del entrevistador, le dice: "Tú piensas que los socialistas no son confiables". A lo que usted responde, mirándola de frente, pero con un guiño en sus ojos que traiciona su placer ante esta interpretación: "Eso no es lo que yo dije".

En este ejemplo, los tres casos son tratados como si fueran iguales: en los tres el hablante evade su responsabilidad haciendo al entrevistador responsable del ptmto de vista en cues· tión. Pero, de hecho, existen importantes diferencias. En el primer caso, el Primer Ministro puede disociarse justificadamente de la conclusión del entrevistador, puesto que su observa· ción de que el líder sindical sinceramente hace lo que puede en interés de sus representados no implica que el Primer Ministro tenga necesariamente que aprobar los objetivos a los que este líder aptmta o la manera en que pretende lograrlos.

La diferencia entre las palabras del Primer Ministro y la conclusión a la que llega el se· gundo entrevistador es todavía más obvia. Un único coméntario por parte de la oposición, que, de acuerdo al Primer Ministro, no refleja adecuadamente la situación, no significa que la oposición no sepa de qué está hablando. Pueden existir otras razones que expliquen tma incorrecta presentación de la situación, fuera de tma completa falta de conocimiento o de comprensión. En otras palabras, el Prin1er Ministro nuevamente tiene perfecto derecho a disociarse de la conclusión atribuida a sus palabras por el entrevistador.

En el tercer caso, en cambio, la situación es diferente. ¿Qué otra cosa puede significar la falta de confiabilidad que no sea el no cumplir las promesas, romper los acuerdos y contrade· cirse constantemente? Si uno considera que todo esto es aplicable a los socialistas, w1o no

i 1

1 1:' l.

! 1

1 . '

166 FRAN5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOHNDORSr /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAl.ACIAS

puede disociarse de la conclusión de que los socialistas no son confiables. Es cierto que esta conclusión no ha sido expresada literalmente con estas palabras, pero es imposible interpre­tar las palabras del hablante de una manera que no conduzca a esta conclusión. Pretender Jo contrario es ser culpable de negar un punto de vista correctamente reconstruido.

CAPÍTULO XIV

Falacias en la utilización de los puntos de partida

1. PI tratamiento de los puntos de partida

Para poder resolver una disputa, el protagonista y el antagonista deben poder apelar por lo menos a un mínimo de puntos de partida comunes. De lo contrario, la discusión no tendría ningún sentido, ya que estaría claro desde la partida que el protagonista no tendría ningtma posibilidad de llegar a convencer al antagonista. Esto se debe a que no existiría ningtma base realista para lograr ese efecto interactivo.

El ptmto de partida común para el discurso argumentativo está compuesto por los pun­tos de partida que el protagonista y el antagonista comparten en la etapa de apertura de la discusión. Entre estos puntos de partida se pueden incluir hechos ("Yerevan es la capital de Armenia"), suposiciones ("Seguramente Pedro ya solicitó su pensión anticipada") y verda­des ("La gripe es causada por un virus"), al igual que valores ("El incesto es tm pecado"), normas ("No se les debería permitir a los abogados hacerse publicidad") y jerarquías de valor ("La creatividad es más importante que el conocimiento").

Para poder hacer tm uso apropiado de los ptmtos de partida comunes en la defensa de su ptmto de vista, obviamente el protagonista debe ser capaz de ver claramente cuáles son las proposiciones que forman parte de ellos. En tm caso extremo, el protagonista y el antagonista habrán llegado a tm acuerdo explícito acerca de sus ptmtos de partida comtmes. Este acuerdo habrá sido alcanzado en la etapa de apertura de la discusión y seguirá siendo válido a lo largo de la etapa de argwnentación.

Por supuesto, tales acuerdos previos acerca del ptmto de partida comím representan ~a excepción más bien que la regla. Sin embargo, casi siempte los participantes de la discusión tendrán sus propias ideas acerca de cuáles son exactamente los ptmtos de partida que tienen en común. En la medida en que se conocen mejor entre ellos, sabrán mejor cuáles son los puntos de partida que realmente comparten. En este caso, el que exista o no un acuerdo explícito no tiene mucha importancia práctica.

De todos modos, si los participantes de la discusión quieren estar cien por ciento seguros acerca de lo que se puede considerar que forma parte de los ptmtos de partida comtmes, se requiere de tm acuerdo explícito. Incluso si se conocen muy bien entre sí, cada tmo podría estar proftmdamente equivocado acerca de las concepciones del otro. Este riesgo aumenta

i 1

1 1:' l.

! 1

1 . '

166 FRAN5 H. VAN EEMEREN- ROB GROOHNDORSr /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y FAl.ACIAS

puede disociarse de la conclusión de que los socialistas no son confiables. Es cierto que esta conclusión no ha sido expresada literalmente con estas palabras, pero es imposible interpre­tar las palabras del hablante de una manera que no conduzca a esta conclusión. Pretender Jo contrario es ser culpable de negar un punto de vista correctamente reconstruido.

CAPÍTULO XIV

Falacias en la utilización de los puntos de partida

1. PI tratamiento de los puntos de partida

Para poder resolver una disputa, el protagonista y el antagonista deben poder apelar por lo menos a un mínimo de puntos de partida comunes. De lo contrario, la discusión no tendría ningún sentido, ya que estaría claro desde la partida que el protagonista no tendría ningtma posibilidad de llegar a convencer al antagonista. Esto se debe a que no existiría ningtma base realista para lograr ese efecto interactivo.

El ptmto de partida común para el discurso argumentativo está compuesto por los pun­tos de partida que el protagonista y el antagonista comparten en la etapa de apertura de la discusión. Entre estos puntos de partida se pueden incluir hechos ("Yerevan es la capital de Armenia"), suposiciones ("Seguramente Pedro ya solicitó su pensión anticipada") y verda­des ("La gripe es causada por un virus"), al igual que valores ("El incesto es tm pecado"), normas ("No se les debería permitir a los abogados hacerse publicidad") y jerarquías de valor ("La creatividad es más importante que el conocimiento").

Para poder hacer tm uso apropiado de los ptmtos de partida comunes en la defensa de su ptmto de vista, obviamente el protagonista debe ser capaz de ver claramente cuáles son las proposiciones que forman parte de ellos. En tm caso extremo, el protagonista y el antagonista habrán llegado a tm acuerdo explícito acerca de sus ptmtos de partida comtmes. Este acuerdo habrá sido alcanzado en la etapa de apertura de la discusión y seguirá siendo válido a lo largo de la etapa de argwnentación.

Por supuesto, tales acuerdos previos acerca del ptmto de partida comím representan ~a excepción más bien que la regla. Sin embargo, casi siempte los participantes de la discusión tendrán sus propias ideas acerca de cuáles son exactamente los ptmtos de partida que tienen en común. En la medida en que se conocen mejor entre ellos, sabrán mejor cuáles son los puntos de partida que realmente comparten. En este caso, el que exista o no un acuerdo explícito no tiene mucha importancia práctica.

De todos modos, si los participantes de la discusión quieren estar cien por ciento seguros acerca de lo que se puede considerar que forma parte de los ptmtos de partida comtmes, se requiere de tm acuerdo explícito. Incluso si se conocen muy bien entre sí, cada tmo podría estar proftmdamente equivocado acerca de las concepciones del otro. Este riesgo aumenta

' '

168 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOORST / ARGUMENT~CIÓN, (O.ItUNIC~CIÓN Y f~UCI~S

obviamente a medida que el conocimiento mutuo es menor. El caso extremo es el de un texto escrito para ser leído por tm grupo indefinible y probablemente heterogéneo de antagonistas potenciales, desconocidos para el protagonista.

Si una proposición tiene la categoría de un punto de partida aceptado, no puede ser cues­tionada durante la discusión- Esto no significa, por supuesto, que esta proposición nunca pueda ser cuestionada nuevamente, pero si lo fuera, perdería irunediatamente la categoría de ptmto de partida común.1rn Excluir totalmente la posibilidad de cuestionar la proposición sería, evidentemente, una directa violación del principio de que todo puede ser cuestionado (Regla 1). Sin embargo, si tma parte considera que es necesario cuestionar esta proposición, es preferible que deje este cuestionamiento para más tarde. Desarrollar tma discusión signifi­cativa orientada a la resolución de tma disputa se vuelve imposible si todas las cosas son cuestionadas al mismo tiempo.

Tener ptmtos de partida comunes no significa que tanto el protagonista como el antago­nista deban creer realmente que las proposiciones cuyo conjtmto constituye el ptmto de par­tida común son todas igualmente aceptables. Al otorgarle a una proposición la categoría de ptmto de partida no se le asigna el requisito de sinceridad. Ya sea que crean realmente en la proposición o no, el propósito de aceptarla como ptmto de partida es que el protagonista y el antagonista pueden tratarla como si realmente creyeran en ella. Bajo estas circunstancias, no hay ninguna necesidad de reemplazar esta condición de responsabilidad extemalizada por un requisito de sinceridad puramente psicológico.

Por lo demás, imponer un requisito de sinceridad no sería algo deseable, ya que esto haría imposible conducir una discusión en la cual ciertos ptmtos de partida se adoptan de manera provisoria, como sucede comúnmente cuando se ponen a prueba las hipótesis cientí­ficas, o como cuando se asumen premisas en una prueba condicional, o como tma sugerencia hipotética. Entonces sería imposible usar el método de la reductio ad absurdum, tan altamente valorado en la lógica y en las matemáticas, donde la proposición que se discute se supone temporalmente como verdadera a fin de que pueda usarse para descubrir si produce tma contradicción que indique que, en realidad, era falsa.

La demanda de tma sinceridad genuina eliminaría la posibilidad de ciertos tipos de dis­cusión exploratoria, cuyo propósito es precisamente determinar si existe o no tma base para una discusión significativa. Es preferible no hacer tal requerimiento y dejar a los participan­tes de la discusión en entera libertad para elegir qué proposiciones consideran que deberían servir como sus puntos de partida comunes. Si así Jo quisieran, hasta podrían incluir entre ellos falsedades patentes. La única restricción es que el punto de partida en su totalidad debe ser consistente: no puede contener ningtma contradicción lógica ni ningtma inconsistencia pragmática manifiesta.1IJ.I

¿Cómo puede hacer uso de los puntos de partida comunes un protagonista que desea defender su punto de vista? Primero que todo debe señalar, en la etapa de argumentación, que el antagonista ha cuestionado una proposición de su argumentación que realmente es parte del punto de partida común. Si al hacer esto el protagonista está en lo correcto y no está

103 En ese caso, el punto de partida se convierte en W'l punto de vista que debe ser debatido en una nueva discusión. l(ll Algunos epistemólogos insisten en que nlU'Ica es realmente posible establecer si esto es así o no, porque inevita­blemente mantenemos creencias que, debido a diversas presuposiciones e implicaciones teóricas complejas, son implícitamente inconsistentes de manera sutiles que aún no hemos descubierto.

• CAPITULO XIV / F~UCI~S EN U UTIUZACIÓN DE LOS PUNTOS DE PARTIDA 169

inventando cosas, mostrará que el antagonista ha puesto en duda tma proposición que, dada su categoría de ptmto de partida común, no debería ser cuestionada. Si, no obstante, el an­tagonista persiste en su duda, o igualmente si el protagonista toma como punto de partida un acuerdo que es inexistente, viola la Regla 6 de una discusión crítica: Una parle 110 puede presentar falsamente una premisa como si fuera 1111 punto de partida aceptado, ni puede negar una premisa que representa 1111 punto de partida aceptado.

2. Presentar falsamente una premisa como punto de partida común

Si el protagonista actúa como si una proposición expresada en una argumentación fuera uno de los ptmtos de partida comunes, sin que realmente lo sea, está violando la Regla 6. Como en la práctica es muy poco frecuente que exista una declaración explícita acerca de cuáles son las proposiciones que tienen la categoría de ptmtos de partida comunes, no siempre quedará irunediatamente claro si el protagonista está cometiendo una violación de esta regla o no. Por lotgeneral, para poder determinar cuál es el ptmto de partida, el prota.gonista tendrá que basarse en cualquier conocimiento que pueda tener acerca de las concepcmnes que el antago­nista ha expresado en el pasado Yen lo que pueda inferirse de ellas.

Al promover falsamente tma proposición a la categoría de punto de partida común, el protagonista intenta evadir el peso de la prueba. Así, impide que la proposición sea cuestio·· nada y que necesite, por lo tanto, ser defendida. Las técnicas que puede emplear en esta violación de la Regla 6 son básicamente las mismas que las usadas para evadir el peso de la prueba respecto a un punto de vista. Una manera de evadir el peso de la prueba es pretender que la proposición no tiene ninguna necesidad de defensa, por lo que es comprensible que no esté entre los ptmtos de partida originales concordados explícitamente en la etapa de apertu· ra. En tm artículo aparecido en The Sunday Times (diciembre 9, 1990), Neil Lyndon acusó al "feminismo moderno" de sugerir erróneamente, usando proposiciones seudomarxistas, un punto de partida común e irmegable de este tipo, "a pesar de su débil base en la razón y en los hechos":

Llegó a convertirse en un axioma que las mujeres, como clase, eran oprimidas por los hombres, como clase, y que entre ellos existía un estado de guerra.

Para dar la impresión de que una proposición no necesita ser defendida, se la puede introducir usando frases que sugieren que pertenece a los ptmtos de partida compartidos por todas las personas que piensan correctamente, lo que por supuesto incluye al antagonista: "No es necesario ni siquiera mencionar que ... ", "Será evidente para cualquiera que ... ", ':Ob­viamente ... ", "Es claro que ... ", "Por supuesto, no necesito decirle a Ud. que ... ", "Es evidente que ... ", y otras por el estilo. Si algo realmente no necesita ni siquiera ser mencionado, enton­ces ¿para qué se lo menciona? Es muy frecuente que las expresiones de este tipo se empleen para sugerir tm grado de acuerdo que en realidad no existe. Esto revela tm intento de parte del protagonista por introducir entre los puntos de partida comtmes algo de contrabando, usando, por así decirlo, tm pasaporte falso. .

Otra manera de evitar que una proposición sea atacada es colocar tm ptmto debatible en una posición oscura en la formulación, de manera que no llame inmediatamente la atención.

' ¡·

' '

168 fRANS H. VAN EEM~REN- ROB GROOTENOORST / ARGUMENT~CIÓN, (O.ItUNIC~CIÓN Y f~UCI~S

obviamente a medida que el conocimiento mutuo es menor. El caso extremo es el de un texto escrito para ser leído por tm grupo indefinible y probablemente heterogéneo de antagonistas potenciales, desconocidos para el protagonista.

Si una proposición tiene la categoría de un punto de partida aceptado, no puede ser cues­tionada durante la discusión- Esto no significa, por supuesto, que esta proposición nunca pueda ser cuestionada nuevamente, pero si lo fuera, perdería irunediatamente la categoría de ptmto de partida común.1rn Excluir totalmente la posibilidad de cuestionar la proposición sería, evidentemente, una directa violación del principio de que todo puede ser cuestionado (Regla 1). Sin embargo, si tma parte considera que es necesario cuestionar esta proposición, es preferible que deje este cuestionamiento para más tarde. Desarrollar tma discusión signifi­cativa orientada a la resolución de tma disputa se vuelve imposible si todas las cosas son cuestionadas al mismo tiempo.

Tener ptmtos de partida comunes no significa que tanto el protagonista como el antago­nista deban creer realmente que las proposiciones cuyo conjtmto constituye el ptmto de par­tida común son todas igualmente aceptables. Al otorgarle a una proposición la categoría de ptmto de partida no se le asigna el requisito de sinceridad. Ya sea que crean realmente en la proposición o no, el propósito de aceptarla como ptmto de partida es que el protagonista y el antagonista pueden tratarla como si realmente creyeran en ella. Bajo estas circunstancias, no hay ninguna necesidad de reemplazar esta condición de responsabilidad extemalizada por un requisito de sinceridad puramente psicológico.

Por lo demás, imponer un requisito de sinceridad no sería algo deseable, ya que esto haría imposible conducir una discusión en la cual ciertos ptmtos de partida se adoptan de manera provisoria, como sucede comúnmente cuando se ponen a prueba las hipótesis cientí­ficas, o como cuando se asumen premisas en una prueba condicional, o como tma sugerencia hipotética. Entonces sería imposible usar el método de la reductio ad absurdum, tan altamente valorado en la lógica y en las matemáticas, donde la proposición que se discute se supone temporalmente como verdadera a fin de que pueda usarse para descubrir si produce tma contradicción que indique que, en realidad, era falsa.

La demanda de tma sinceridad genuina eliminaría la posibilidad de ciertos tipos de dis­cusión exploratoria, cuyo propósito es precisamente determinar si existe o no tma base para una discusión significativa. Es preferible no hacer tal requerimiento y dejar a los participan­tes de la discusión en entera libertad para elegir qué proposiciones consideran que deberían servir como sus puntos de partida comunes. Si así Jo quisieran, hasta podrían incluir entre ellos falsedades patentes. La única restricción es que el punto de partida en su totalidad debe ser consistente: no puede contener ningtma contradicción lógica ni ningtma inconsistencia pragmática manifiesta.1IJ.I

¿Cómo puede hacer uso de los puntos de partida comunes un protagonista que desea defender su punto de vista? Primero que todo debe señalar, en la etapa de argumentación, que el antagonista ha cuestionado una proposición de su argumentación que realmente es parte del punto de partida común. Si al hacer esto el protagonista está en lo correcto y no está

103 En ese caso, el punto de partida se convierte en W'l punto de vista que debe ser debatido en una nueva discusión. l(ll Algunos epistemólogos insisten en que nlU'Ica es realmente posible establecer si esto es así o no, porque inevita­blemente mantenemos creencias que, debido a diversas presuposiciones e implicaciones teóricas complejas, son implícitamente inconsistentes de manera sutiles que aún no hemos descubierto.

• CAPITULO XIV / F~UCI~S EN U UTIUZACIÓN DE LOS PUNTOS DE PARTIDA 169

inventando cosas, mostrará que el antagonista ha puesto en duda tma proposición que, dada su categoría de ptmto de partida común, no debería ser cuestionada. Si, no obstante, el an­tagonista persiste en su duda, o igualmente si el protagonista toma como punto de partida un acuerdo que es inexistente, viola la Regla 6 de una discusión crítica: Una parle 110 puede presentar falsamente una premisa como si fuera 1111 punto de partida aceptado, ni puede negar una premisa que representa 1111 punto de partida aceptado.

2. Presentar falsamente una premisa como punto de partida común

Si el protagonista actúa como si una proposición expresada en una argumentación fuera uno de los ptmtos de partida comunes, sin que realmente lo sea, está violando la Regla 6. Como en la práctica es muy poco frecuente que exista una declaración explícita acerca de cuáles son las proposiciones que tienen la categoría de ptmtos de partida comunes, no siempre quedará irunediatamente claro si el protagonista está cometiendo una violación de esta regla o no. Por lotgeneral, para poder determinar cuál es el ptmto de partida, el prota.gonista tendrá que basarse en cualquier conocimiento que pueda tener acerca de las concepcmnes que el antago­nista ha expresado en el pasado Yen lo que pueda inferirse de ellas.

Al promover falsamente tma proposición a la categoría de punto de partida común, el protagonista intenta evadir el peso de la prueba. Así, impide que la proposición sea cuestio·· nada y que necesite, por lo tanto, ser defendida. Las técnicas que puede emplear en esta violación de la Regla 6 son básicamente las mismas que las usadas para evadir el peso de la prueba respecto a un punto de vista. Una manera de evadir el peso de la prueba es pretender que la proposición no tiene ninguna necesidad de defensa, por lo que es comprensible que no esté entre los ptmtos de partida originales concordados explícitamente en la etapa de apertu· ra. En tm artículo aparecido en The Sunday Times (diciembre 9, 1990), Neil Lyndon acusó al "feminismo moderno" de sugerir erróneamente, usando proposiciones seudomarxistas, un punto de partida común e irmegable de este tipo, "a pesar de su débil base en la razón y en los hechos":

Llegó a convertirse en un axioma que las mujeres, como clase, eran oprimidas por los hombres, como clase, y que entre ellos existía un estado de guerra.

Para dar la impresión de que una proposición no necesita ser defendida, se la puede introducir usando frases que sugieren que pertenece a los ptmtos de partida compartidos por todas las personas que piensan correctamente, lo que por supuesto incluye al antagonista: "No es necesario ni siquiera mencionar que ... ", "Será evidente para cualquiera que ... ", ':Ob­viamente ... ", "Es claro que ... ", "Por supuesto, no necesito decirle a Ud. que ... ", "Es evidente que ... ", y otras por el estilo. Si algo realmente no necesita ni siquiera ser mencionado, enton­ces ¿para qué se lo menciona? Es muy frecuente que las expresiones de este tipo se empleen para sugerir tm grado de acuerdo que en realidad no existe. Esto revela tm intento de parte del protagonista por introducir entre los puntos de partida comtmes algo de contrabando, usando, por así decirlo, tm pasaporte falso. .

Otra manera de evitar que una proposición sea atacada es colocar tm ptmto debatible en una posición oscura en la formulación, de manera que no llame inmediatamente la atención.

' ¡·

1 1 170 FRANS H. YAN EEMER.EN- Roa GROOTENDO]{$T j ARCUMENT.1C/0N, COMUNICACIÓN Y fAUCIAS

Esto se puede hacer recurriendo a no declararlo de hecho sino "envolverlo" en la forma de lila presuposición, es decir, algo que el protagonista asume tácitamente. Ka re! van het Reve proporciona un buen ejemplo de esta manera de envolver el verdadero mensaje:

En lugar de decir directamente: "Pedro tiene acné", decimos, por ejemplo, "¡Es sorprendente que Pedro no haga nada con respecto a su acné!" El verdadero mensaje es que Pedro tiene acné, pero se lo P.resenta como si el verdadero mensaje no fuera ~e, sino nuestra sorpresa.

Otro ejemplo de Wla proposición que se presenta envuelta en una presuposición, es la frase "Siento mucho tener que despedirlo", cuando el verdadero mensaje es "Ud. está despedido".

Se puede utilizar de la misma manera tma presuposición envolviéndola en Wla pregWlta. En este caso, la proposición que se presupone en la pregunta es precisamente la que está en cuestión. De hecho, hay dos pregWltas, Wla se presenta claramente como tal y la otra no. De esta manera, se da la falsa impresión de que la respuesta a la pregunta no formulada es WlO de los pWltos de partida comWles al protagonista y al antagonista. Esta violación de la Regla 6 constituye la falacia conocida como pregwztas mzíltiples.w5

La falacia de pregw!las múltiples se usa generalmente cuando el protagonista no espera que el antagonista esté dispuesto a concordar con Wla proposición particular. Esto sucede frecuentemente en las interrogaciones policiales, por ejemplo, y también en las entrevistas políticas. El protagonista trata de lograr que el antagonista concuerde con él usando Wl cami­no indirecto. Debido a que la falacia de pregwrtas múltiples está destinada a engañar al inter­locutor, se la conoce también como pregrmta capciosa:

"¿Dónde escondiste el arma homicida?"

Las presuposiciones también pueden estar disimuladas en ciertos adjetivos:

1. La escmrdalosa política de este gobierno conservador con respecto a los Tamiles comenzó hace tres años.

2. La discutible noción de que la inteligencia está determinada genéticamente es una de las tesis centrales de la sociobiología.

3. Las exportaciones de aquellos claveles increíblemwte feos han vuelto a aumentar.

Si el punto que se debate en la discusión es si acaso la política del gobierno con respecto a los Tamiles es Wla vergüenza, la presuposición del ejemplo (1) es Wla violación de la Regla 6, ya que esta proposición no está entre Jos puntos de partida comunes.

También se pueden usar sustantivos para formular proposiciones debatibles en un len­guaje velado, como ocurre con las presuposiciones:

1. La ilusióu de que el dinero produce la felicidad tiene lUla larga historia. 2. El engmio de Sellafield es usado para oscure:er la memoria del público.

Una manera sofisticada de hacer que Wla proposición parezca ser Wl pWlto de partida común es hacerla jugar el papel de Wla premisa implícita en la argumentación. A menos que

105 Cf. Belnap (1969}, Fair (1973), Walton {1988b, 1989a, 1989b), Woods & Walton (1989).

• CAPITUW XIV /fAlACIAS fN U 1/T/UZACIÓN OE WS PliNTOS OC PARTIDA 171

el protagonista defienda explícitamente tales premisas implícitas, se puede suponer que las considera como parte de los pWltos de partida comtmes. Si esconde en Wla premisa implícita algo que él sabe muy bien que no forma parte del pWlto de partida común, está violando la Regla 6. Solo si este pWltO de partida ha sido claramente expresado desde el comienzo, será posible para Wl observador externo que está analizando la argumentación saber si realmente la premisa implícita en cuestión forma parte de los puntos de partida comunes o no.

Un caso especial en el que se supone erróneamente que tma proposición es WlO de Jos puntos de partida comWles es el que se produce cuando el protagonista defiende su punto de vista por medio de Wla premisa que viene a ser equivalente al pWlto de vista. Puesto que, en ese caso, sabe que la proposición en cuestión es precisamente el punto que está en discusión en la disputa, también sabe que no puede ser uno de los pWltos de partida comunes. Un protagonista que, no obstante, aduce Wla premisa de ese tipo, está tratando, como el Barón de Münchhausen, de salir del pantano tirando de sus propios cabellos. Si un protagonista da vueltas en círculo de este modo, es culpable de cometer la falacia de razonamiento circular. Esta falacia se conoce también con el nombre de petitio principii o reformular la pregrmfa. Co­:fnete esta falacia el protagonista que actúa como si su pWltO de vista hubiera sido adecuada­mente defendido, en circtmstancias de que el punto de partida en el que basa su defensa es idéntico, de hecho, a la proposición que está siendo disputada.1

1))

La forma más simple del razonamiento circular es "A, por lo tanto, A". Para que sea persuasiva, evidentemente las palabras con que se expresan las dos A deben ser ligeramente diferentes, por ejemplo:

Pienso que Leo es realmente hipocondríaco, porque es el tipo de persona melancólica que se deprime fácilmente.

Si este ejemplo pretendiera explicar Jo que significa la palabra "hipocondríaco", podría ser reconstruido como Wl declarativo de uso del lenguaje perfectamente aceptable. Si supo· nemas que ya está claro que Wl hipocondríaco es una persona melancólica, que se deprime fácilmente, y que el punto en discusión es si acaso Leo es hipocondríaco o no, el asWlto ha sido presentado de una manera poco razonable. De hecho, el hablante podría ser fácilmente acusado de incurrir en un razonamiento circular.

El razonamiento circular puede ocurrir en casos donde se expresa Wla relación de identi­dad concomitante y también en casos donde la relación entre la argumentación y el pWlto de vista es más bien la de Wla interdependencia causal:

¿Cómo sé que él es un hombre de buen gusto? Porque fuma puros Willem II. Todos los hombres de buen gusto fuman puros Willem 11. '·

Otro ejemplo es el siguiente:

Dios existe, porque la Biblia lo dice y la Biblia es la palabra de Dios.

'""Cf. Robinson (1971b},Sanford {1972}, MacKenzie (1979), Walton {1985a), Walton& Batten (1984), Woods & Walton (1982b, 1989}.

1 1 170 FRANS H. YAN EEMER.EN- Roa GROOTENDO]{$T j ARCUMENT.1C/0N, COMUNICACIÓN Y fAUCIAS

Esto se puede hacer recurriendo a no declararlo de hecho sino "envolverlo" en la forma de lila presuposición, es decir, algo que el protagonista asume tácitamente. Ka re! van het Reve proporciona un buen ejemplo de esta manera de envolver el verdadero mensaje:

En lugar de decir directamente: "Pedro tiene acné", decimos, por ejemplo, "¡Es sorprendente que Pedro no haga nada con respecto a su acné!" El verdadero mensaje es que Pedro tiene acné, pero se lo P.resenta como si el verdadero mensaje no fuera ~e, sino nuestra sorpresa.

Otro ejemplo de Wla proposición que se presenta envuelta en una presuposición, es la frase "Siento mucho tener que despedirlo", cuando el verdadero mensaje es "Ud. está despedido".

Se puede utilizar de la misma manera tma presuposición envolviéndola en Wla pregWlta. En este caso, la proposición que se presupone en la pregunta es precisamente la que está en cuestión. De hecho, hay dos pregWltas, Wla se presenta claramente como tal y la otra no. De esta manera, se da la falsa impresión de que la respuesta a la pregunta no formulada es WlO de los pWltos de partida comWles al protagonista y al antagonista. Esta violación de la Regla 6 constituye la falacia conocida como pregwztas mzíltiples.w5

La falacia de pregw!las múltiples se usa generalmente cuando el protagonista no espera que el antagonista esté dispuesto a concordar con Wla proposición particular. Esto sucede frecuentemente en las interrogaciones policiales, por ejemplo, y también en las entrevistas políticas. El protagonista trata de lograr que el antagonista concuerde con él usando Wl cami­no indirecto. Debido a que la falacia de pregwrtas múltiples está destinada a engañar al inter­locutor, se la conoce también como pregrmta capciosa:

"¿Dónde escondiste el arma homicida?"

Las presuposiciones también pueden estar disimuladas en ciertos adjetivos:

1. La escmrdalosa política de este gobierno conservador con respecto a los Tamiles comenzó hace tres años.

2. La discutible noción de que la inteligencia está determinada genéticamente es una de las tesis centrales de la sociobiología.

3. Las exportaciones de aquellos claveles increíblemwte feos han vuelto a aumentar.

Si el punto que se debate en la discusión es si acaso la política del gobierno con respecto a los Tamiles es Wla vergüenza, la presuposición del ejemplo (1) es Wla violación de la Regla 6, ya que esta proposición no está entre Jos puntos de partida comunes.

También se pueden usar sustantivos para formular proposiciones debatibles en un len­guaje velado, como ocurre con las presuposiciones:

1. La ilusióu de que el dinero produce la felicidad tiene lUla larga historia. 2. El engmio de Sellafield es usado para oscure:er la memoria del público.

Una manera sofisticada de hacer que Wla proposición parezca ser Wl pWlto de partida común es hacerla jugar el papel de Wla premisa implícita en la argumentación. A menos que

105 Cf. Belnap (1969}, Fair (1973), Walton {1988b, 1989a, 1989b), Woods & Walton (1989).

• CAPITUW XIV /fAlACIAS fN U 1/T/UZACIÓN OE WS PliNTOS OC PARTIDA 171

el protagonista defienda explícitamente tales premisas implícitas, se puede suponer que las considera como parte de los pWltos de partida comtmes. Si esconde en Wla premisa implícita algo que él sabe muy bien que no forma parte del pWlto de partida común, está violando la Regla 6. Solo si este pWltO de partida ha sido claramente expresado desde el comienzo, será posible para Wl observador externo que está analizando la argumentación saber si realmente la premisa implícita en cuestión forma parte de los puntos de partida comunes o no.

Un caso especial en el que se supone erróneamente que tma proposición es WlO de Jos puntos de partida comWles es el que se produce cuando el protagonista defiende su punto de vista por medio de Wla premisa que viene a ser equivalente al pWlto de vista. Puesto que, en ese caso, sabe que la proposición en cuestión es precisamente el punto que está en discusión en la disputa, también sabe que no puede ser uno de los pWltos de partida comunes. Un protagonista que, no obstante, aduce Wla premisa de ese tipo, está tratando, como el Barón de Münchhausen, de salir del pantano tirando de sus propios cabellos. Si un protagonista da vueltas en círculo de este modo, es culpable de cometer la falacia de razonamiento circular. Esta falacia se conoce también con el nombre de petitio principii o reformular la pregrmfa. Co­:fnete esta falacia el protagonista que actúa como si su pWltO de vista hubiera sido adecuada­mente defendido, en circtmstancias de que el punto de partida en el que basa su defensa es idéntico, de hecho, a la proposición que está siendo disputada.1

1))

La forma más simple del razonamiento circular es "A, por lo tanto, A". Para que sea persuasiva, evidentemente las palabras con que se expresan las dos A deben ser ligeramente diferentes, por ejemplo:

Pienso que Leo es realmente hipocondríaco, porque es el tipo de persona melancólica que se deprime fácilmente.

Si este ejemplo pretendiera explicar Jo que significa la palabra "hipocondríaco", podría ser reconstruido como Wl declarativo de uso del lenguaje perfectamente aceptable. Si supo· nemas que ya está claro que Wl hipocondríaco es una persona melancólica, que se deprime fácilmente, y que el punto en discusión es si acaso Leo es hipocondríaco o no, el asWlto ha sido presentado de una manera poco razonable. De hecho, el hablante podría ser fácilmente acusado de incurrir en un razonamiento circular.

El razonamiento circular puede ocurrir en casos donde se expresa Wla relación de identi­dad concomitante y también en casos donde la relación entre la argumentación y el pWlto de vista es más bien la de Wla interdependencia causal:

¿Cómo sé que él es un hombre de buen gusto? Porque fuma puros Willem II. Todos los hombres de buen gusto fuman puros Willem 11. '·

Otro ejemplo es el siguiente:

Dios existe, porque la Biblia lo dice y la Biblia es la palabra de Dios.

'""Cf. Robinson (1971b},Sanford {1972}, MacKenzie (1979), Walton {1985a), Walton& Batten (1984), Woods & Walton (1982b, 1989}.

172 fRAN5 H. VAN EEM~REN- Roa GROOTENDORST 1 ARGU.ItfNTACfON, COMUNICACION Y fAl-ACIAS ,,

'11

!: La premisa de que la Biblia es la palabra de Dios presupone que Dios existe, porque si no existiera Dios, no podría existir tma "palabra de Dios". Así, la premisa depende de la verdad de la proposición "Dios existe", que es precisamente el punto que está en discusión.

El argumento que subyace al razonamiento circular es válido, desde un punto de vista lógico: en "A, por lo tanto, A", si la premisa es verdadera, es imposible que la conclusión sea falsa. Por lo tanto, aunque el nombre lo sugiera, el razonamiento circular no es un error lógico.

3. Negar una premisa que representa un punto de partida aceptado

Si m1 antagonista pone en duda una proposición que debería considerarse parte del punto de partida común, viola la Regla 6. Puede tratarse de una proposición que ya ha sido concorda­da como uno de los puntos de partida comtmes o de una proposición que el protagonista tiene derecho a atribuírsela al antagonista, sobre la base de un conocimiento verificable y disponible de los antecedentes, siempre que el antagonista no hubiera indicado que esta atribución sería errónea. Aunque no siempre es fácil para un observador externo determinar exactamente lo que el protagonista y el antagonista pueden esperar que la otra parte acepte, es frecuente que ellos mismos lo tengan muy claro. Y es bueno que así sea, porque si los interlocutores fueran incapaces de asumir tácitamente un amplio rango de conocimientos y opiniones muhtamente presupuestos, toda comunicación e interacción sería imposible.

Siempre es posible, por supuesto, que el protagonista se equivoque o que finja ignorancia y, en consecuencia, actúe erróneamente basándose en la suposición de que determinada pro­posición es tmo de los puntos de partida del antagonista. En este caso, el antagonista tiene todo el derecho a hacérselo notar al protagonista, diciéndole, por ejemplo:

"Que yo sepa, nunca he dicho que yo piense que la representación proporcional sea el sistema más justo".

Si efectivamente el antagonista ha admitido previamente una proposición como punto de partida aceptable, el protagonista tiene derecho a basarse en este hecho y el antagonista no puede comenzar de pronto a poner en cuestión la corrección de esa proposición. Por lo me­nos, no en la discusión particular que se está desarrollando en ese momento. De lo contrario, podría volverse imposible, en principio, llegar a resolver la disputa, porque el antagonista podría continuar perpetuamente presentando nuevos puntos de partida y el protagonista mmca podría proporcionar una defensa adecuada de su punto de vista.

Los puntos de partida comunes compartidos por el protagonista y el antagonista pueden usarse para producir una defensa concluyente de tm punto de vista. Pero no basta con que un protagonista logre defender concluyentemente su punto de vista para que pueda pretender simplemente que ha demostrado que el pmlto de vista es verdadero. Lo único que se ha demostrado es que, dados los pw1los de partida comunes, el punto de vista es sostenible. Solo se ha podido lograr una defensa exitosa y concluyente del punto de vista en virhtd de las pro­posiciones que el antagonista ha estado dispuesto a conceder. Debido a esto, esta defensa se llama ex concessrt.1ú7

IW Cf. Barth & Krabbe (1982).

'-í

-_; ,,_

(AP(TULO XIV 1 fAlACIAS Hl U UTILIZACIÓN DC LOS PUNTOS o¡; FARTIDA 173

Si un antagonista se niega infundadamente a aceptar que una proposición es uno de los ptmtos de partida comunes, le niega al protagonista la oportunidad de defender su pllllto de vista ex concessu. Si logra su cometido, tener la discusión carece de sentido desde un comien·

_ zo. Muchas veces lo que lleva a un antagonista a violar así la Regla 6 son motivaciones opor­hmistas. Al ir dándose cuenta gradualmente de que, si continúa sosteniendo lqs puntos de partida in.!ciales, va a perder la discusión, de pronto puede decidir negar alguno de ellos, pensando que rechazar este punto de partida es su último recurso.

Esta maniobra resulta completamente inconducente si el ptmto de partida es una propo­sición que solo se ha presentado hipotéticamente, con el fin de averiguar hasta dónde se puede llegar al basar la defensa en ella. Tanto el protagonista como el antagonista saben que no se trata aquí de una condición de sinceridad que no se hubiera cumplido, y que esto no tiene mayores consecuencias. Por cierto, incluso podrían haber tomado deliberadamente tma proposición que fuera patentemente falsa, en cuyo caso es claro que no tendría ningún senti· do señalar, de pronto, en el medio de la discusión, que uno no se considera comprometido c~n ella. Si, a pesar de todo, tm antagonista hace esto, sabotea cualquier posible discusión significativa que parta de tma hipótesis o de tma teoría no demostrada y, como tal, merecedora de ser explorada.

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a los puntos de partida

En la práctica del discurso argumentativo, los puntos de partida no constituyen una entidad estática, sino que están sujetos a cambios constantes. Lo que puede ser un ptmto de partida aceptable hoy día, no lo será necesariamente mañana. Incluso un punto de partida que ha sido aceptado al comienzo de tma discusión puede no ser ya aceptable más tarde, de manera que puede ser necesario comenzar una nueva discusión con otros puntos de partida, ligera­mente diferentes. Aunque estuviera perfectamente claro en la etapa de aperhtra cuáles son las proposiciones que forman parte del punto de partida común, no siempre es posible res­ponder de manera absoluta y con certeza a la pregunta de si realmente se ha violado la Regla 6. Esto resulta particularmente problemático si la formulación de la proposición expresada en el punto de vista del protagonista difiere ligeramente (o incluso por un amplio margen) del punto de partida original. Especialmente en el caso del razonamiento circular se hace difícil, entonces, determinar si realmente existe una circularidad o no. ¿Es el punto de vista realmente idéntico a la premisa o existen entre ellos diferencias relevantes?

Otro problema que surge al identificar el razonamiento circular es que generalmente la circularidad no está formada directa y exclusivamente p,or el punto de vista y la premisa, sino que se produce a través de uno o más pasos intermedios. Mientras más pasos interme­dios haya, mayor será la distancia que separa al punto de vista y la premisa que, en último término, vienen a significar lo mismo. Lo que tenemos en ese caso es una argumentación subordinada donde la cadena sigue un desvío para llegar nuevamente al punto de vista:

La competencia es buena para la economfa, porque la competencia significa que cada cual quie­re ser el mejor, el más rápido y el más barato, porque, después de todo, cada cual quiere ser competitivo para poder competir con otros, ya que esto es bueno para la economía.

172 fRAN5 H. VAN EEM~REN- Roa GROOTENDORST 1 ARGU.ItfNTACfON, COMUNICACION Y fAl-ACIAS ,,

'11

!: La premisa de que la Biblia es la palabra de Dios presupone que Dios existe, porque si no existiera Dios, no podría existir tma "palabra de Dios". Así, la premisa depende de la verdad de la proposición "Dios existe", que es precisamente el punto que está en discusión.

El argumento que subyace al razonamiento circular es válido, desde un punto de vista lógico: en "A, por lo tanto, A", si la premisa es verdadera, es imposible que la conclusión sea falsa. Por lo tanto, aunque el nombre lo sugiera, el razonamiento circular no es un error lógico.

3. Negar una premisa que representa un punto de partida aceptado

Si m1 antagonista pone en duda una proposición que debería considerarse parte del punto de partida común, viola la Regla 6. Puede tratarse de una proposición que ya ha sido concorda­da como uno de los puntos de partida comtmes o de una proposición que el protagonista tiene derecho a atribuírsela al antagonista, sobre la base de un conocimiento verificable y disponible de los antecedentes, siempre que el antagonista no hubiera indicado que esta atribución sería errónea. Aunque no siempre es fácil para un observador externo determinar exactamente lo que el protagonista y el antagonista pueden esperar que la otra parte acepte, es frecuente que ellos mismos lo tengan muy claro. Y es bueno que así sea, porque si los interlocutores fueran incapaces de asumir tácitamente un amplio rango de conocimientos y opiniones muhtamente presupuestos, toda comunicación e interacción sería imposible.

Siempre es posible, por supuesto, que el protagonista se equivoque o que finja ignorancia y, en consecuencia, actúe erróneamente basándose en la suposición de que determinada pro­posición es tmo de los puntos de partida del antagonista. En este caso, el antagonista tiene todo el derecho a hacérselo notar al protagonista, diciéndole, por ejemplo:

"Que yo sepa, nunca he dicho que yo piense que la representación proporcional sea el sistema más justo".

Si efectivamente el antagonista ha admitido previamente una proposición como punto de partida aceptable, el protagonista tiene derecho a basarse en este hecho y el antagonista no puede comenzar de pronto a poner en cuestión la corrección de esa proposición. Por lo me­nos, no en la discusión particular que se está desarrollando en ese momento. De lo contrario, podría volverse imposible, en principio, llegar a resolver la disputa, porque el antagonista podría continuar perpetuamente presentando nuevos puntos de partida y el protagonista mmca podría proporcionar una defensa adecuada de su punto de vista.

Los puntos de partida comunes compartidos por el protagonista y el antagonista pueden usarse para producir una defensa concluyente de tm punto de vista. Pero no basta con que un protagonista logre defender concluyentemente su punto de vista para que pueda pretender simplemente que ha demostrado que el pmlto de vista es verdadero. Lo único que se ha demostrado es que, dados los pw1los de partida comunes, el punto de vista es sostenible. Solo se ha podido lograr una defensa exitosa y concluyente del punto de vista en virhtd de las pro­posiciones que el antagonista ha estado dispuesto a conceder. Debido a esto, esta defensa se llama ex concessrt.1ú7

IW Cf. Barth & Krabbe (1982).

'-í

-_; ,,_

(AP(TULO XIV 1 fAlACIAS Hl U UTILIZACIÓN DC LOS PUNTOS o¡; FARTIDA 173

Si un antagonista se niega infundadamente a aceptar que una proposición es uno de los ptmtos de partida comunes, le niega al protagonista la oportunidad de defender su pllllto de vista ex concessu. Si logra su cometido, tener la discusión carece de sentido desde un comien·

_ zo. Muchas veces lo que lleva a un antagonista a violar así la Regla 6 son motivaciones opor­hmistas. Al ir dándose cuenta gradualmente de que, si continúa sosteniendo lqs puntos de partida in.!ciales, va a perder la discusión, de pronto puede decidir negar alguno de ellos, pensando que rechazar este punto de partida es su último recurso.

Esta maniobra resulta completamente inconducente si el ptmto de partida es una propo­sición que solo se ha presentado hipotéticamente, con el fin de averiguar hasta dónde se puede llegar al basar la defensa en ella. Tanto el protagonista como el antagonista saben que no se trata aquí de una condición de sinceridad que no se hubiera cumplido, y que esto no tiene mayores consecuencias. Por cierto, incluso podrían haber tomado deliberadamente tma proposición que fuera patentemente falsa, en cuyo caso es claro que no tendría ningún senti· do señalar, de pronto, en el medio de la discusión, que uno no se considera comprometido c~n ella. Si, a pesar de todo, tm antagonista hace esto, sabotea cualquier posible discusión significativa que parta de tma hipótesis o de tma teoría no demostrada y, como tal, merecedora de ser explorada.

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a los puntos de partida

En la práctica del discurso argumentativo, los puntos de partida no constituyen una entidad estática, sino que están sujetos a cambios constantes. Lo que puede ser un ptmto de partida aceptable hoy día, no lo será necesariamente mañana. Incluso un punto de partida que ha sido aceptado al comienzo de tma discusión puede no ser ya aceptable más tarde, de manera que puede ser necesario comenzar una nueva discusión con otros puntos de partida, ligera­mente diferentes. Aunque estuviera perfectamente claro en la etapa de aperhtra cuáles son las proposiciones que forman parte del punto de partida común, no siempre es posible res­ponder de manera absoluta y con certeza a la pregunta de si realmente se ha violado la Regla 6. Esto resulta particularmente problemático si la formulación de la proposición expresada en el punto de vista del protagonista difiere ligeramente (o incluso por un amplio margen) del punto de partida original. Especialmente en el caso del razonamiento circular se hace difícil, entonces, determinar si realmente existe una circularidad o no. ¿Es el punto de vista realmente idéntico a la premisa o existen entre ellos diferencias relevantes?

Otro problema que surge al identificar el razonamiento circular es que generalmente la circularidad no está formada directa y exclusivamente p,or el punto de vista y la premisa, sino que se produce a través de uno o más pasos intermedios. Mientras más pasos interme­dios haya, mayor será la distancia que separa al punto de vista y la premisa que, en último término, vienen a significar lo mismo. Lo que tenemos en ese caso es una argumentación subordinada donde la cadena sigue un desvío para llegar nuevamente al punto de vista:

La competencia es buena para la economfa, porque la competencia significa que cada cual quie­re ser el mejor, el más rápido y el más barato, porque, después de todo, cada cual quiere ser competitivo para poder competir con otros, ya que esto es bueno para la economía.

174

','

1

! 1

' !, ,, '1 ' 1 [,

' 1

1

fRANS H. VAN EI'.MEREN • RoB GROOTENOORST / ARGl/MEWTACitlN, COMUNIG\CION Y FALACIAS

La estructura de esta argumentación -todavía relativamente simple- se puede apreciar en el siguiente esquema:

1 La competencia es buena para la economfa.

1.1 La competencia significa que cada cual quiere ser

el mejor, el más rápido y el más barato.

1.1.1 Cada cual quiere ser competitivo.

1.1.1.1 Cada cual quiere poder competir con otros.

1.1.1.1.1 La competencia es buena para la economía.

El sub-sub-subargumento (1.1.1.1.1) es idéntico al punto de vista (1). La defensa del pWl­to de vista se reduce así, en último término, a decir que el punto de vista es verdadero, por­que el punto de vista es verdadero:

(!) ~ (1.1.1.1.1) -> (1.1.1.1)

1 l (1.1) ,_ (1.1.1)

Una complicación adicional que puede presentarse para identificar un razonamiento cir­cu1ar es que a veces se Jo formula en una afirmación, de modo que no resulta inmediatamen­te obvio que se está defendiendo un punto de vista. El acto de habla asertivo en cuestión es de naturaleza tautológica.

El siguiente resumen (toscamente simplificado) de la teoría de la evolución de Darwin es un ejemplo de una afirmación tautológica de ese tipo:

"Evolución= supervivencia del más apto".

La naturaleza tautológica de esta expresión se hace patente cuando tratamos de establecer cuáles especies de animales son "las más aptas". Entonces descubrimos que para hacerlo de­bemos averiguar cuáles son las especies que han sobrevivido. En otras palabras, lo que efecti­vamente se está afirmando es que los sobrevivientes sobreviven. Nadie querría negar esto.

CAPITUW XIV f fAUCIAS EN U UTIUZACION DE WS PUNWS DE PARTIDA 175

En esta manera de presentarla, la teoría de la evolución parece estar basada en un razona­miento circular, donde el punto de vista debe ser defendido mediante una premisa en la que se está presuponiendo la verdad del punto de vista. La falsificabilidad de una teoría de este tipo es, obyiamente, nula: se otorga a sí misma su propia justificación. A primera vista este podría parecer un punto fuerte, sin embargo, realmente es una debilidad, porque quiere de­cir que se elimina la posibilidad de una discusión significativa sobre el tema, ya que cual­quier discusión de la teoría está condenada a ser intítil. La resolución de cualquier disputa acerca de un punto de vista queda excluida, por definición, si el punto de vista es presentado tautológicamente, porque, de esa manera, se lo ha vuelto inmune a la crítica.

'

174

','

1

! 1

' !, ,, '1 ' 1 [,

' 1

1

fRANS H. VAN EI'.MEREN • RoB GROOTENOORST / ARGl/MEWTACitlN, COMUNIG\CION Y FALACIAS

La estructura de esta argumentación -todavía relativamente simple- se puede apreciar en el siguiente esquema:

1 La competencia es buena para la economfa.

1.1 La competencia significa que cada cual quiere ser

el mejor, el más rápido y el más barato.

1.1.1 Cada cual quiere ser competitivo.

1.1.1.1 Cada cual quiere poder competir con otros.

1.1.1.1.1 La competencia es buena para la economía.

El sub-sub-subargumento (1.1.1.1.1) es idéntico al punto de vista (1). La defensa del pWl­to de vista se reduce así, en último término, a decir que el punto de vista es verdadero, por­que el punto de vista es verdadero:

(!) ~ (1.1.1.1.1) -> (1.1.1.1)

1 l (1.1) ,_ (1.1.1)

Una complicación adicional que puede presentarse para identificar un razonamiento cir­cu1ar es que a veces se Jo formula en una afirmación, de modo que no resulta inmediatamen­te obvio que se está defendiendo un punto de vista. El acto de habla asertivo en cuestión es de naturaleza tautológica.

El siguiente resumen (toscamente simplificado) de la teoría de la evolución de Darwin es un ejemplo de una afirmación tautológica de ese tipo:

"Evolución= supervivencia del más apto".

La naturaleza tautológica de esta expresión se hace patente cuando tratamos de establecer cuáles especies de animales son "las más aptas". Entonces descubrimos que para hacerlo de­bemos averiguar cuáles son las especies que han sobrevivido. En otras palabras, lo que efecti­vamente se está afirmando es que los sobrevivientes sobreviven. Nadie querría negar esto.

CAPITUW XIV f fAUCIAS EN U UTIUZACION DE WS PUNWS DE PARTIDA 175

En esta manera de presentarla, la teoría de la evolución parece estar basada en un razona­miento circular, donde el punto de vista debe ser defendido mediante una premisa en la que se está presuponiendo la verdad del punto de vista. La falsificabilidad de una teoría de este tipo es, obyiamente, nula: se otorga a sí misma su propia justificación. A primera vista este podría parecer un punto fuerte, sin embargo, realmente es una debilidad, porque quiere de­cir que se elimina la posibilidad de una discusión significativa sobre el tema, ya que cual­quier discusión de la teoría está condenada a ser intítil. La resolución de cualquier disputa acerca de un punto de vista queda excluida, por definición, si el punto de vista es presentado tautológicamente, porque, de esa manera, se lo ha vuelto inmune a la crítica.

'

CAPITULO XV

Falacias en la utilización de los esquemas argumentativos

1. El tratamiento de los esquemas argumentativos

El método que permite evaluar la defensa de los puntos de vista mediante el examen de las relaciones que existen entre las premisas y los puntos de partida puede llamarse procedimien­to de identificaCión. Este consiste en verificar si las proposiciones en cuestión pueden ser iden­tificadas como parte del punto de partida común. Sin embargo, si se usa exclusivamente el procedimiento de identificación, no se puede evaluar si la defensa del punto de partida es realmente adecuada para resolver la disputa. En algím momento de la discusión también se puede poner en duda una proposición que claramente no forma parte de los puntos de par­tida comunes y entonces también tiene que existir una manera de poner a prueba su aceptabilidadY18 De otro modo, el sistema evaluativo sólo permitiría discusiones "cerradas", en que ningtma información nueva se agrega a los ptmtos de partida concordados ni al saber comím disponible al comienzo de la discusión. Además, incluso si una proposición puede ser realmente identificada como un ptmto de partida común, sigue abierta la pregunta de si apoya adecuadamente o no al punto de vista en discusión.

Para lograr que un punto de vista sea adecuadamente apoyado, en cada argumentación única que se presenta en su defensa se debe usar el tipo correcto de esquema argumentativo y este esquema debe ser usado apropiadamente. Por lo tanto, además del procedimiento de identificación, debe existir también un procedimiento de verificación, relacionado con el esque­ma argumentativo que se esté usando. El procedimiento d_e verificación apunta a determinar si la argumentación presentada en defensa del punto de vista efectivamente tiene un esque­ma argumentativo apropiado que esté aplicado correctamente. A veces se concuerda explíci­tamente en la etapa de apertura de la discusión cuáles son los esquemas apropiados y con qué criterios deben cumplir -tal como ocurre con los puntos de partida que son objeto del

IDl En el caso de algunas proposiciones, su aceptabilidad es, en principio, bastante fácil de verificar revisando una enciclopedia ("El peso específico del agua es 1 "), o en un diccionario ("El lebrato es una liebre joven"). En otros casos será ne\:esario hacer observaciones ("La esposa del carnicero tiene el pelo de wlor lila"), o hacer una investigación {"No todos los pacientes con SIDA han tenido una vida promiscua").

' 1

.!

r '

---------- ;.1

CAPITULO XV

Falacias en la utilización de los esquemas argumentativos

1. El tratamiento de los esquemas argumentativos

El método que permite evaluar la defensa de los puntos de vista mediante el examen de las relaciones que existen entre las premisas y los puntos de partida puede llamarse procedimien­to de identificaCión. Este consiste en verificar si las proposiciones en cuestión pueden ser iden­tificadas como parte del punto de partida común. Sin embargo, si se usa exclusivamente el procedimiento de identificación, no se puede evaluar si la defensa del punto de partida es realmente adecuada para resolver la disputa. En algím momento de la discusión también se puede poner en duda una proposición que claramente no forma parte de los puntos de par­tida comunes y entonces también tiene que existir una manera de poner a prueba su aceptabilidadY18 De otro modo, el sistema evaluativo sólo permitiría discusiones "cerradas", en que ningtma información nueva se agrega a los ptmtos de partida concordados ni al saber comím disponible al comienzo de la discusión. Además, incluso si una proposición puede ser realmente identificada como un ptmto de partida común, sigue abierta la pregunta de si apoya adecuadamente o no al punto de vista en discusión.

Para lograr que un punto de vista sea adecuadamente apoyado, en cada argumentación única que se presenta en su defensa se debe usar el tipo correcto de esquema argumentativo y este esquema debe ser usado apropiadamente. Por lo tanto, además del procedimiento de identificación, debe existir también un procedimiento de verificación, relacionado con el esque­ma argumentativo que se esté usando. El procedimiento d_e verificación apunta a determinar si la argumentación presentada en defensa del punto de vista efectivamente tiene un esque­ma argumentativo apropiado que esté aplicado correctamente. A veces se concuerda explíci­tamente en la etapa de apertura de la discusión cuáles son los esquemas apropiados y con qué criterios deben cumplir -tal como ocurre con los puntos de partida que son objeto del

IDl En el caso de algunas proposiciones, su aceptabilidad es, en principio, bastante fácil de verificar revisando una enciclopedia ("El peso específico del agua es 1 "), o en un diccionario ("El lebrato es una liebre joven"). En otros casos será ne\:esario hacer observaciones ("La esposa del carnicero tiene el pelo de wlor lila"), o hacer una investigación {"No todos los pacientes con SIDA han tenido una vida promiscua").

' 1

.!

r '

---------- ;.1

1 1

J

!

1

178 fRANS H. VAN EEME~EN- ROB GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUN/CJ\C/CiN Y fALACIAS

procedimiento de identificación-;pero, en la práctica, es mucho más frecuente que estas sean cosas que se asumen o se presuponen tácitamente.1m

En caso de que los puntos de partida y los esquemas argumentativos mutuamente acep­tables sean suficientes y esté perfectamente claro cuáles son, será posible, en principio, res­ponder a la pregunta de si una argumentación constituye o no una defensa concluyente en favor de un punto de vista. Si tanto el procedimiento de identificación como el de verifica­ción arrojan un resultado positivo, efectivamente el ptmto de vista habrá sido defendido concluyentemente; si ambos arrojan un resultado negativo, habrá sido atacado concluyentemente.ll0 Debido al rol crucial que tiene el procedimiento de verificación, suma­do al de identificación, para determinar si tma disputa ha sido resuelta o no, la Regla 7 de tma discusión crítica se formula de la siguiente manera: Una parte no puede considerar que 1111 prmfo de vista Ira sido defendido concluyentemente, si la defensa no se ha llevado a cabo por medio de un esquema argumentativo apropiado que se haya aplicado correctamente.

En algtmos casos, determinar cuál es el esquema de argumentación apropiado y cómo debe usarse, depende del tipo y del alcance de la proposición expresada en el ptmto de vista. Se deben distinguir tres tipos principales de proposición: descriptivas, evaluativas e incitativas. Las proposiciones descriptivas describen hechos o eventos ("El dólar continúa bajando"), las proposiciones evaluativas expresan una apreciación sobre hechos o eventos ("The Dean's December, de Saúl Bellow, es tmlibro sobrevalorado") y las proposiciones incitativas llaman a evitar un evento o una línea de acción particular ("La política de segregación racial del apartheid debe ser combatida por todos los medios posibles").111 Tal como lo muestran estos ejemplos, es posible que los tres tipos de proposición se expresen en tm acto de habla asertivo. Pero también se pueden expresar por medio de otros tipos de actos de habla.

El rango de alcance de las proposiciones puede variar desde las que incluyen a tm único miembro individual de un grupo, o de tm conjtmto más amplio, hasta las que abarcan a todos sus miembros, existiendo también un amplio rango de posibilidades intermedias. Las propo­siciones con el menor alcance posible se llamansingrt/ares ("Juan es talentoso"), las que tienen el alcance más amplio posible se llaman universales ("Todos los jugadores de ajedrez son personas sensitivas") y aquellas cuyo alcance queda entre ambos extremos se llaman particu­lares (" Algtmos libros son muy caros").

Aunque no existen reglas simples y precisas para juzgar si ciertos esquemas argumentativos son apropiados a las proposiciones de cierto tipo y alcance, algtmas combi­naciones parecen ser más adecuadas que otras.u2 Algtmos esquemas argumentativos se pue·

ll» Al igual que el procedimiento de identificación, el procedimiento de verificación es, en principio, un procedi­miento intersubjetiva. Los participantes de la discusión pueden permitir un cierto tipo de argumentación que otros consideran cuestionable. En este caso, es dudoso si los observadores externos tomarán sus conclusiones como una verdadera resolución. En principio, en una discusión critica solo deberían usarse aquellos esquemas argumentativos en que el problema de la validez respecto a la resolución de ta disputa esté objetivamente asegurado. En la práctica, sin embargo, a veees resulta difícil lograr un acuerdo intersubjetiva acerca de si esto es as( o no. 11~ Si solo el procedimiento de identificación, o solo el de verificación, arrojan tm resultado positivo, no se habrá logrado aún ningún resultado concluyente. En este caso, se requiere seguir deliberando, ya sea en relación al resul­tado del procedimiento de verificación, o en relación a la aceptabilidad de las premisas que no han sido justificadas. m Existe tma antigtta disputa entre los filósofos acerca de si todas las proposiciones evaluativas no son implícita· mente prescriptivas (o incitativas), en cuanto incitan a las personas a elegir el ítem valorado (o a no elegirlo, si es desvalorado). Compárese, por ejemplo, Hare (1963, 1981). "' Las proposiciones descriptivas, por ejemplo, a menudo pare<en requerir una argumentación de tipo causal, mien­tras que las proposiciones evaluativas e incitativas suelen invitar a usar argumentaciones basadas en relaciones de

CAPITUlO XV/ fAUCI..IS fN U UTILIZACIÓN DE !OS fSQUfM..IS ..IRGtiMéii'T..ITIVOS 179

den usar con cualquier clase de proposición, cualquiera que sea su tipo y alcance. Una argu­mentación basada en la analogía, por ejemplo, puede ser usada en todos los tipos de propo­sición descriptiva que buscan predecir tm evento ("El dique del Flevo estará terminado a tiempo, por<¡Jle el dique del Marken también Jo estuvo"), y también en todos los tipos de proposición evaluativa que buscan hacer tm juicio ("Solo hay tma persona que puede llevar los pantalones en la casa, tal como en un barco solo hay tm capitán").

Las combinaciones de actos de habla en las que se establece una relación causal entre hechos o eventos forman tm caso especial de proposiciones descriptivas interrelacionadas: un hecho o evento se presenta como la causa de otro ("Debido a que la cotización del dólar sigue bajando, las exportaciones a USA disminuirán"). En tal caso, al estar la argumentación basada en una relación causal, se puede itúerir tm efecto particular, como tma predicción a partir de tma causa dada, tal como en el ejemplo de la bajada del dólar. Dado w1 estado de cosas particular, también se puede presentar la causa como tma explicadón del estado de cosas descrito en la proposición que expresa el efecto ("El nivel de la enseñanza es deficiente, debido a la deficiente capacitación proporcionada a los profesores en los años setenta"). Tam· bién podría suceder que solo esté claro que dos hechos deben ser conectados causalmente, porque ningún otro tipo de conexión (analogía, concomitancia) haría sentido, atmque toda­vía no esté tan claro exactamente cómo debería interpretarse la relación causal, es decir, cuál de las proposiciones debería servir como ptmto de vista y cuál como argumento de defensa. (Por ejemplo, en "El fuma mucho, él tose mucho", el ptmto de vista defendido podría ser que él fuma mucho y el argwnento con que se lo defiende sería que él tose mucho, pero también podría ocurrir que el ptmto de vista que se defiende es que seguramente él tose mucho, y el argumento esgrimido para defenderlo, que es tmhecho establecido que él fuma mucho).

2. Basarse en un esquema argumentativo inapropiado

Algtmos esquemas argumentativos no son universalmente reconocidos como correctos. Esto se puede ilustrar por medio de ejemplos de ciertos casos especiales de cada una de las cate­gorías principales de esquemas argumentativos: el argumento de autoridad (argumentación sintomática), el argummto por analogía (argumentación por similaridad) y el argrmrento por comecuencia (argumentación instrwnental). Los argumentos de autoridad y por analogía re­presentan esquemas argumentativos que son independientes del tipo y del alcance de la proposición que se discute. En principio, se pueden usar para cualquier tipo de proposición. En cambio, los argumentos por consecuencia son dependientes del tipo y del alcance de la proposición: en principio, solo se pueden usar para tm tipo particular de proposición.

En los argumentos de autoridad se trata al conocimi'ento experto que alguna pers~ma posee, o a su especial posición, como tm signo de que la proposición que se le atribuye a esa persona es aceptable, es decir, la proposición se considera aceptable porque tma fuente auto­rizada dice que lo es. Para que este esquema argumentativo pueda ser usado en la defensa de un ptmto de vista, es necesario que el antagonista lo reconozca como correcto. Si, a pesar de

concomitancia y de analogía. Por otra parte, a veces las proposiciones singulares pueden ser b.ie.n defendi?as por medio de una argumentación basada en una relación de concomitancia, en tanto que las proposiCIOnes parhculares y universales muchas veces no pueden ser defendidas por medio de este tipo de argumentación y requieren, en cambio, de una argumentación causal o de una argumentación analógica.

:

ji

1

l. !¡

1

1

1'

1 1

J

!

1

178 fRANS H. VAN EEME~EN- ROB GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUN/CJ\C/CiN Y fALACIAS

procedimiento de identificación-;pero, en la práctica, es mucho más frecuente que estas sean cosas que se asumen o se presuponen tácitamente.1m

En caso de que los puntos de partida y los esquemas argumentativos mutuamente acep­tables sean suficientes y esté perfectamente claro cuáles son, será posible, en principio, res­ponder a la pregunta de si una argumentación constituye o no una defensa concluyente en favor de un punto de vista. Si tanto el procedimiento de identificación como el de verifica­ción arrojan un resultado positivo, efectivamente el ptmto de vista habrá sido defendido concluyentemente; si ambos arrojan un resultado negativo, habrá sido atacado concluyentemente.ll0 Debido al rol crucial que tiene el procedimiento de verificación, suma­do al de identificación, para determinar si tma disputa ha sido resuelta o no, la Regla 7 de tma discusión crítica se formula de la siguiente manera: Una parte no puede considerar que 1111 prmfo de vista Ira sido defendido concluyentemente, si la defensa no se ha llevado a cabo por medio de un esquema argumentativo apropiado que se haya aplicado correctamente.

En algtmos casos, determinar cuál es el esquema de argumentación apropiado y cómo debe usarse, depende del tipo y del alcance de la proposición expresada en el ptmto de vista. Se deben distinguir tres tipos principales de proposición: descriptivas, evaluativas e incitativas. Las proposiciones descriptivas describen hechos o eventos ("El dólar continúa bajando"), las proposiciones evaluativas expresan una apreciación sobre hechos o eventos ("The Dean's December, de Saúl Bellow, es tmlibro sobrevalorado") y las proposiciones incitativas llaman a evitar un evento o una línea de acción particular ("La política de segregación racial del apartheid debe ser combatida por todos los medios posibles").111 Tal como lo muestran estos ejemplos, es posible que los tres tipos de proposición se expresen en tm acto de habla asertivo. Pero también se pueden expresar por medio de otros tipos de actos de habla.

El rango de alcance de las proposiciones puede variar desde las que incluyen a tm único miembro individual de un grupo, o de tm conjtmto más amplio, hasta las que abarcan a todos sus miembros, existiendo también un amplio rango de posibilidades intermedias. Las propo­siciones con el menor alcance posible se llamansingrt/ares ("Juan es talentoso"), las que tienen el alcance más amplio posible se llaman universales ("Todos los jugadores de ajedrez son personas sensitivas") y aquellas cuyo alcance queda entre ambos extremos se llaman particu­lares (" Algtmos libros son muy caros").

Aunque no existen reglas simples y precisas para juzgar si ciertos esquemas argumentativos son apropiados a las proposiciones de cierto tipo y alcance, algtmas combi­naciones parecen ser más adecuadas que otras.u2 Algtmos esquemas argumentativos se pue·

ll» Al igual que el procedimiento de identificación, el procedimiento de verificación es, en principio, un procedi­miento intersubjetiva. Los participantes de la discusión pueden permitir un cierto tipo de argumentación que otros consideran cuestionable. En este caso, es dudoso si los observadores externos tomarán sus conclusiones como una verdadera resolución. En principio, en una discusión critica solo deberían usarse aquellos esquemas argumentativos en que el problema de la validez respecto a la resolución de ta disputa esté objetivamente asegurado. En la práctica, sin embargo, a veees resulta difícil lograr un acuerdo intersubjetiva acerca de si esto es as( o no. 11~ Si solo el procedimiento de identificación, o solo el de verificación, arrojan tm resultado positivo, no se habrá logrado aún ningún resultado concluyente. En este caso, se requiere seguir deliberando, ya sea en relación al resul­tado del procedimiento de verificación, o en relación a la aceptabilidad de las premisas que no han sido justificadas. m Existe tma antigtta disputa entre los filósofos acerca de si todas las proposiciones evaluativas no son implícita· mente prescriptivas (o incitativas), en cuanto incitan a las personas a elegir el ítem valorado (o a no elegirlo, si es desvalorado). Compárese, por ejemplo, Hare (1963, 1981). "' Las proposiciones descriptivas, por ejemplo, a menudo pare<en requerir una argumentación de tipo causal, mien­tras que las proposiciones evaluativas e incitativas suelen invitar a usar argumentaciones basadas en relaciones de

CAPITUlO XV/ fAUCI..IS fN U UTILIZACIÓN DE !OS fSQUfM..IS ..IRGtiMéii'T..ITIVOS 179

den usar con cualquier clase de proposición, cualquiera que sea su tipo y alcance. Una argu­mentación basada en la analogía, por ejemplo, puede ser usada en todos los tipos de propo­sición descriptiva que buscan predecir tm evento ("El dique del Flevo estará terminado a tiempo, por<¡Jle el dique del Marken también Jo estuvo"), y también en todos los tipos de proposición evaluativa que buscan hacer tm juicio ("Solo hay tma persona que puede llevar los pantalones en la casa, tal como en un barco solo hay tm capitán").

Las combinaciones de actos de habla en las que se establece una relación causal entre hechos o eventos forman tm caso especial de proposiciones descriptivas interrelacionadas: un hecho o evento se presenta como la causa de otro ("Debido a que la cotización del dólar sigue bajando, las exportaciones a USA disminuirán"). En tal caso, al estar la argumentación basada en una relación causal, se puede itúerir tm efecto particular, como tma predicción a partir de tma causa dada, tal como en el ejemplo de la bajada del dólar. Dado w1 estado de cosas particular, también se puede presentar la causa como tma explicadón del estado de cosas descrito en la proposición que expresa el efecto ("El nivel de la enseñanza es deficiente, debido a la deficiente capacitación proporcionada a los profesores en los años setenta"). Tam· bién podría suceder que solo esté claro que dos hechos deben ser conectados causalmente, porque ningún otro tipo de conexión (analogía, concomitancia) haría sentido, atmque toda­vía no esté tan claro exactamente cómo debería interpretarse la relación causal, es decir, cuál de las proposiciones debería servir como ptmto de vista y cuál como argumento de defensa. (Por ejemplo, en "El fuma mucho, él tose mucho", el ptmto de vista defendido podría ser que él fuma mucho y el argwnento con que se lo defiende sería que él tose mucho, pero también podría ocurrir que el ptmto de vista que se defiende es que seguramente él tose mucho, y el argumento esgrimido para defenderlo, que es tmhecho establecido que él fuma mucho).

2. Basarse en un esquema argumentativo inapropiado

Algtmos esquemas argumentativos no son universalmente reconocidos como correctos. Esto se puede ilustrar por medio de ejemplos de ciertos casos especiales de cada una de las cate­gorías principales de esquemas argumentativos: el argumento de autoridad (argumentación sintomática), el argummto por analogía (argumentación por similaridad) y el argrmrento por comecuencia (argumentación instrwnental). Los argumentos de autoridad y por analogía re­presentan esquemas argumentativos que son independientes del tipo y del alcance de la proposición que se discute. En principio, se pueden usar para cualquier tipo de proposición. En cambio, los argumentos por consecuencia son dependientes del tipo y del alcance de la proposición: en principio, solo se pueden usar para tm tipo particular de proposición.

En los argumentos de autoridad se trata al conocimi'ento experto que alguna pers~ma posee, o a su especial posición, como tm signo de que la proposición que se le atribuye a esa persona es aceptable, es decir, la proposición se considera aceptable porque tma fuente auto­rizada dice que lo es. Para que este esquema argumentativo pueda ser usado en la defensa de un ptmto de vista, es necesario que el antagonista lo reconozca como correcto. Si, a pesar de

concomitancia y de analogía. Por otra parte, a veces las proposiciones singulares pueden ser b.ie.n defendi?as por medio de una argumentación basada en una relación de concomitancia, en tanto que las proposiCIOnes parhculares y universales muchas veces no pueden ser defendidas por medio de este tipo de argumentación y requieren, en cambio, de una argumentación causal o de una argumentación analógica.

:

ji

1

l. !¡

1

1

1'

180 FRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOTENOORST /ARGUMENTACIÓN, (OMUNICIIC/ÓN Y FAV.C/AS

saber que el antagonista no lo reconoce así, el protagonista lo elige de todos modos, se hace culpable de una violación a la Regla 7 conocida como argumenlum ad verecundiam.m

No es necesario que siempre la autoridad a la que se apela sea una persona. También puede ser un libro, como la Biblia o El Capifal. Sin embargo, puesto que esta fuente escrita deriva su estatus de su progenitor espiritual (Dios, Marx), también aquí la autoridad se le atribuye, en tíltimo término, a una persona. Un cuerpo de autoridad diferente es la tradición: algo es bueno porque siempre ha sido así.

Otro cuerpo de autoridad es el ntímero de personas que creen en algo: algo es así, o es bueno, porque todo el mtmdo piensa que es así o que es bueno. Si fuera inapropiado introdu­cir en la argumentación, como premisa adicional (hasta ahora implícita), la premisa de que la opinión de la mayoría de la gente es decisiva, entonces se habría escogido el esquema argumentativo equivocado. Esta violación particular de la Regla 7 constituye una variante del argume11lum ad verecundimn, que se conoce como argume11111m ad populum. Debido a que apela a la mayoría de la gente, esta forma del argumenlum ad populum se describe también como falacia populista.U4

Un argumento por analogía se puede usar, en principio, para cualquier tipo de proposi­ción. El presidente de la división de la liga holandesa de fútbol proporciona un buen ejemplo cuando discute el problema de si se debería autorizar al famoso jugador de fútbol Johan Cruijff a trabajar como entrenador, sin poseer un certificado de entrenador: #

Mire, yo no tengo ninguna opinión sobre Cruijff como entrenador (creo que él puede hacer el trabajo), p~:ro acepto el sistema. Uno tiene que tener una licencia de conducir para poder con­ducir un auto, aunque Fulano de Tal, que nunca ha dado su examen de conducir, sea mucho mejor conductor que uno. El problema de Cruijff no existiría fuera del ámbito del juego. Supóngase que el Primer Ministro fuera sorprendido sin su licencia de conducir.

Que se permita o no usar este esquema argumentativo en una discusión, depende de si el protagonista y el antagonista pueden ponerse de acuerdo en las condiciones requeridas para su uso. Si no se pueden poner de acuerdo y el protagonista de todas maneras lo usa, o si dichas condiciones no se han cumplido, el protagonista es culpable de cometer una de las variantes de la falacia de comparación errónea o falsa ana/ogía. 115

Las opiniones varían respecto a si la apelación a una autoridad y la aplicación de una analogía son esquemas de argumentación admisibles por sí mismos. Pero, en caso de que se los permita, pueden ser aplicables a proposiciones descriptivas, evaluativas e incitativas, sean estas singulares, particulares o universales. El tipo y el alcance de la proposición que se va a examinar no juegan ningtín rol especial.

El asunto es un poco diferente en el caso de los argumentos por consecuencia, donde la diferencia entre las proposiciones descriptivas y las incitativas es importante. Aquí la propo· sición que se va a examinar es tratada como la causa de un efecto particular. Este esquema solo se puede usar si ambas proposiciones, tanto aquella en la que se expresa la causa como aquella en la que se expresa el efecto, son apropiadas.

111 CF. MacKenzie (1981), Walton (1987b, 1989a, 1989c), Woods & Walton (1982a, 1989). m Cf. Kielkopf (1980), Minot (1981), Woods & Walton (1989). 115 Cf. Rescher (1964), Woods & Hudak (1991).

CAPfTUW XV/ FAV.CMS Ul !JI UTILIZACIÓN DE WS ESQUEMAS ARGliMfNTAT/VDS 181

' Por ejemplo, en el caso de que se sugiera una línea de acción (proposición incitativa), se justifica examinar las posibles consecuencias. Las consecuencias positivas pueden conducir a la decisión de ad~ptar el curso de acción sugerido, las negativas, a la de no adoptarlo (en cualquiera de los dos casos pueden existir otras razones para no aceptar la recomendación). Y cuando se pone a prueba una hipótesis (proposición descriptiva), se justifica examinar si se siguen o no de ella afirmaciones falsas. Este es, ciertamente, el método generalmente acepta­do por los científicos y por los estudiosos.

Por otra parte, 110 es permisible poner a prueba tma afirmación (proposición descriptiva) haciendo notar sus efectos indeseables (proposición evaluativa), porque en ese caso se esta­rían confundiendo los hechos con los valores. En este caso, el examen de las implicaciones resulta ser un esquema argumentativo inapropiado, que se conoce como argumentwn ad co~!seqrtenliam: 116

La racionalidad y la facultad analítica no pueden ser llamadas atributos masculinos. Si las con­sideramos como tales, les otorgamos a los hombres una ventaja injustificada en las solicitudes de trabajo y en los ascensos laborales.

Establecer si la afirmación de que la racionalidad y la facultad analítica son atributos masculinos (proposición descriptiva) es verdadera o falsa, no es algo que se pueda decidir señalando que otorgarles a los hombres ventajas en las solicitudes de trabajo y en las promo­ciones laborales es indeseable (proposición evaluativa).

3. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado

Si un esquema argumentativo es rechazado per se, cualquier uso de él se considerará, por definición, incorrecto. Esto obviamente no significa que aprobarlo en principio sea equiva· lente a aprobar indiscriminadamente cualquier uso que se haga de él. El esquema argwnentativo solo habrá sido usado correctamente si se han cumplido ciertas condiciones de corrección. Estas condiciones corresponden a las preguntas críticas que están asociadas con el esquema argumentativo en cuestión.

En los argumentos de autoridad, por ejemplo, el hecho de que algo sea dicho por una persona determinada se toma como un signo de la aceptabilidad de la proposición, pero una de las preguntas críticas que es necesario responder es si realmente la autoridad de esa perso­na garantiza la aceptabilidad de esa proposición. Para que esto sea asf, al menos dicha perso­na debe ser una autoridad genuina en el campo relevante. 11,~ Si no lo es -si su conocimiento experto pertenece a otro campo-, entonces tampoco es posible que su palabra sea tma garan­tía. El uso incorrecto de un argumento de autoridad, consistente en presentar falsamente a alguien como una autoridad, constituye tm argwnentum ad verecundiam.

En el caso de los argumentos por analogía, una de las preguntas críticas es si realmente se justifica la comparación o si existen diferencias fundamentales. Si la comparación es defec-

,. Cf. Rescher (1964}. 117 Tal como Wenzel (1989) observa correctamente, el problema central evidentemente es "cómo deddir cuándo la aceptación de una autoridad es razonable y cuándo no lo es" (p. 304}.

180 FRANS H. VAN EEMEREN • RoB GROOTENOORST /ARGUMENTACIÓN, (OMUNICIIC/ÓN Y FAV.C/AS

saber que el antagonista no lo reconoce así, el protagonista lo elige de todos modos, se hace culpable de una violación a la Regla 7 conocida como argumenlum ad verecundiam.m

No es necesario que siempre la autoridad a la que se apela sea una persona. También puede ser un libro, como la Biblia o El Capifal. Sin embargo, puesto que esta fuente escrita deriva su estatus de su progenitor espiritual (Dios, Marx), también aquí la autoridad se le atribuye, en tíltimo término, a una persona. Un cuerpo de autoridad diferente es la tradición: algo es bueno porque siempre ha sido así.

Otro cuerpo de autoridad es el ntímero de personas que creen en algo: algo es así, o es bueno, porque todo el mtmdo piensa que es así o que es bueno. Si fuera inapropiado introdu­cir en la argumentación, como premisa adicional (hasta ahora implícita), la premisa de que la opinión de la mayoría de la gente es decisiva, entonces se habría escogido el esquema argumentativo equivocado. Esta violación particular de la Regla 7 constituye una variante del argume11lum ad verecundimn, que se conoce como argume11111m ad populum. Debido a que apela a la mayoría de la gente, esta forma del argumenlum ad populum se describe también como falacia populista.U4

Un argumento por analogía se puede usar, en principio, para cualquier tipo de proposi­ción. El presidente de la división de la liga holandesa de fútbol proporciona un buen ejemplo cuando discute el problema de si se debería autorizar al famoso jugador de fútbol Johan Cruijff a trabajar como entrenador, sin poseer un certificado de entrenador: #

Mire, yo no tengo ninguna opinión sobre Cruijff como entrenador (creo que él puede hacer el trabajo), p~:ro acepto el sistema. Uno tiene que tener una licencia de conducir para poder con­ducir un auto, aunque Fulano de Tal, que nunca ha dado su examen de conducir, sea mucho mejor conductor que uno. El problema de Cruijff no existiría fuera del ámbito del juego. Supóngase que el Primer Ministro fuera sorprendido sin su licencia de conducir.

Que se permita o no usar este esquema argumentativo en una discusión, depende de si el protagonista y el antagonista pueden ponerse de acuerdo en las condiciones requeridas para su uso. Si no se pueden poner de acuerdo y el protagonista de todas maneras lo usa, o si dichas condiciones no se han cumplido, el protagonista es culpable de cometer una de las variantes de la falacia de comparación errónea o falsa ana/ogía. 115

Las opiniones varían respecto a si la apelación a una autoridad y la aplicación de una analogía son esquemas de argumentación admisibles por sí mismos. Pero, en caso de que se los permita, pueden ser aplicables a proposiciones descriptivas, evaluativas e incitativas, sean estas singulares, particulares o universales. El tipo y el alcance de la proposición que se va a examinar no juegan ningtín rol especial.

El asunto es un poco diferente en el caso de los argumentos por consecuencia, donde la diferencia entre las proposiciones descriptivas y las incitativas es importante. Aquí la propo· sición que se va a examinar es tratada como la causa de un efecto particular. Este esquema solo se puede usar si ambas proposiciones, tanto aquella en la que se expresa la causa como aquella en la que se expresa el efecto, son apropiadas.

111 CF. MacKenzie (1981), Walton (1987b, 1989a, 1989c), Woods & Walton (1982a, 1989). m Cf. Kielkopf (1980), Minot (1981), Woods & Walton (1989). 115 Cf. Rescher (1964), Woods & Hudak (1991).

CAPfTUW XV/ FAV.CMS Ul !JI UTILIZACIÓN DE WS ESQUEMAS ARGliMfNTAT/VDS 181

' Por ejemplo, en el caso de que se sugiera una línea de acción (proposición incitativa), se justifica examinar las posibles consecuencias. Las consecuencias positivas pueden conducir a la decisión de ad~ptar el curso de acción sugerido, las negativas, a la de no adoptarlo (en cualquiera de los dos casos pueden existir otras razones para no aceptar la recomendación). Y cuando se pone a prueba una hipótesis (proposición descriptiva), se justifica examinar si se siguen o no de ella afirmaciones falsas. Este es, ciertamente, el método generalmente acepta­do por los científicos y por los estudiosos.

Por otra parte, 110 es permisible poner a prueba tma afirmación (proposición descriptiva) haciendo notar sus efectos indeseables (proposición evaluativa), porque en ese caso se esta­rían confundiendo los hechos con los valores. En este caso, el examen de las implicaciones resulta ser un esquema argumentativo inapropiado, que se conoce como argumentwn ad co~!seqrtenliam: 116

La racionalidad y la facultad analítica no pueden ser llamadas atributos masculinos. Si las con­sideramos como tales, les otorgamos a los hombres una ventaja injustificada en las solicitudes de trabajo y en los ascensos laborales.

Establecer si la afirmación de que la racionalidad y la facultad analítica son atributos masculinos (proposición descriptiva) es verdadera o falsa, no es algo que se pueda decidir señalando que otorgarles a los hombres ventajas en las solicitudes de trabajo y en las promo­ciones laborales es indeseable (proposición evaluativa).

3. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado

Si un esquema argumentativo es rechazado per se, cualquier uso de él se considerará, por definición, incorrecto. Esto obviamente no significa que aprobarlo en principio sea equiva· lente a aprobar indiscriminadamente cualquier uso que se haga de él. El esquema argwnentativo solo habrá sido usado correctamente si se han cumplido ciertas condiciones de corrección. Estas condiciones corresponden a las preguntas críticas que están asociadas con el esquema argumentativo en cuestión.

En los argumentos de autoridad, por ejemplo, el hecho de que algo sea dicho por una persona determinada se toma como un signo de la aceptabilidad de la proposición, pero una de las preguntas críticas que es necesario responder es si realmente la autoridad de esa perso­na garantiza la aceptabilidad de esa proposición. Para que esto sea asf, al menos dicha perso­na debe ser una autoridad genuina en el campo relevante. 11,~ Si no lo es -si su conocimiento experto pertenece a otro campo-, entonces tampoco es posible que su palabra sea tma garan­tía. El uso incorrecto de un argumento de autoridad, consistente en presentar falsamente a alguien como una autoridad, constituye tm argwnentum ad verecundiam.

En el caso de los argumentos por analogía, una de las preguntas críticas es si realmente se justifica la comparación o si existen diferencias fundamentales. Si la comparación es defec-

,. Cf. Rescher (1964}. 117 Tal como Wenzel (1989) observa correctamente, el problema central evidentemente es "cómo deddir cuándo la aceptación de una autoridad es razonable y cuándo no lo es" (p. 304}.

182 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMliN/CAC/ÓN Y fA L-ICIAS

tu osa, el argumento por analogía está incorrectamente usado y constihtye una fa laNa de falsa analogía. El ejemplo presentado anteriormente en relación a Cruijff podría ser considerado como una falacia de este tipo, pero, entonces, se debería mostrar que entrenar a un equipo de fútbol sin poseer el certificado requerido no es realmente comparable a conducir un auto sin tener la licencia para conducir. Neil Lyndon nos proporciona otro ejemplo de razonamiento analógico ingenioso, si bien dudoso, al criticar la manera de hablar sobre los hombres del "nuevo feminismo":

Mnlas Palabras Julie Burc!Ji/1 escribe eu Time Ü11t:

"Una buena parte -y definitivamente la más entretenida- de ser feminista tiene que ver con asustar a los hombres. Las feministas norteamericanas y australianas siempre han sabido esto, y lo han integrado alegremente en sus acciones; uno piensa en Shere Hite zahiriendo a los hombres por teléfono en sus programas televisivos, o en Dale Spender diciéndonos que una buena feminista trata mal a un hombre por lo menos tres veces al día, por principio. Por supues­to, el feminismo es mucho más que eso ... , pero asustar a muerte a los inmundos es una parte entretenida y necesaria de él, porque, desgraciadamente, todavía hay un buen número de hom­bres que no respetan nada, excepto la fuerza".[ ... ] Y, sin embargo, ... si uno altera el vocabulario espedfico de estas líneas características, uno se da cuenta de toda la violencia de su intolerancia. Si uno cambia los términos, ve que aquellas declaraciones emergen de un prejuicio general, que -como todos los prejuicios racistas o nacio­nalistas--depende de la presunción de que todas las personas que comparten un origen común, comparten también una clasificación común en cuanto a su tipo y a su carácter moraL Si, to­mando las líneas de Julie Burchill, uno sustituye la palabra "nazi" por la palabra "feminista" y la palabra "judío" por la palabra "hombre", uno obtiene (sin hacer mttchos cambios) un len­guaje que podría haber hecho tartamudear a Julius Streicher: ''Una buena parte -y definitivamente la más entretenida- de ser un nazi consiste en asustar a los judíos. Los nazis alemanes y austríacos siempre han sabido esto y lo han integrado alegre­mente en sus acciones. Uno piensa en Ernst Rohm zahiriendo a los judíos en los ghettos, o en Goebbels diciéndonos que un buen nazi trata mal a un judío por lo menos tres veces al día, por pri11cipio. Por supuesto, el nazismo es mucho más que eso ... , pero asustar a muerte a los irunun­dos es una parte entretenida y necesaria de él, porque, desgraciadamente, todavía hay un buen número de judíos que no respetan nada, excepto la fuerza". No estoy diciendo que el feminismo sea lo mismo que el nazismo. Lo que digo es que el lengua­je vulgar de la intolerancia se transfiere fácilmente. (The Srmday Times, 9 de diciembre de 1990)

Si queremos que las disputas se puedan resolver, debemos evitar las falsas analogías. Sin embargo, como lo ilustran estos ejemplos, no siempre es tan claro cuándo tma analogía es efectivamente falsa. Para poder distinguir una falsa analogía de una analogía correcta resulta absolutamente indispensable contar con criterios inequívocos.

Con respecto a los argumentos por consecuencia, una de las pregwüas críticas que debe plantearse es si lo que se presenta como una consecuencia es realmente algo que podría ocurrir o no. Si un curso de acción se rechaza sobre la base de que tendría un resultado extremadamente negativo, en circunstancias de que en realidad ese efecto no se produciría en absoluto, entonces se está usando incorrectamente el esquema argumentativo. Un abu· so común de este esquema argumentativo, en que se lleva al extremo una especulación sobre consecuencias negativas no fundamentadas, es la falacia conocida como pendiente

(APl!UW XV J f.-lUCIAS ~N U UTILIZACIÓN or WS ESQUEMAS A~GUMflllf..ITWOS 183

resba/adiza. 118 Esta falacia consiste en sugerir erróneamente que, si se toma el curso de acción propuesto, se estaría yendo de mal en peor. Encontramos una falacia de este tipo-además de otras- en los siguientes comentarios a un reportaje de un diario sobre el turismo sexual en Asia:

Las implicaciones de la sugerencia de que las medidas contra el turismo sexual serfan negati­vas para las prostitutas, sondaras. El turismo sexual no debería ser desalentado, sino promovi­do, puesto que crea trabajo en el Tercer Mundo. ¿No podríamos gastar parte de nuestra ayuda al desarrollo de los países que están al otro lado del océano en esta buena causa? Por lo demás, no hay ninguna razón para restringir este argumento al Tercer Mundo. También aquí en Euro­~a y en Holanda tenemos un problema de desempleo. Estimular la postitución crea trabajo. Y, St damos un paso más allá, la prevención del crimen resulta negativa para los puestos de traba­jo en la policía y las campañas contra el maltrato infantil causan desempleo para los trabajado­res sociales.

la pendiente resbaladiza es evidente: Adopte una actitud tolerante frente al htrismo sexual en el Tercer Mundo y terminará abogando por la muerte y la destrucción aquí, en su propio país."9 El siguiente es otro ejemplo que muestra cómo una pendiente resbaladiza puede lle­gar a extremos considerables:

Si fuera legítimo afirmar que todos los hombres son opresores, entonces ¿por qué tendría que ser inaceptable afirmar que todos son unos violadores? ¿O todos unos abusadores de niños? ¿Unos Idi Amin Dada?

Otros dos esquemas argumentativos que con frecuencia se usan incorrectamente son los argumentos de causa-efecto y las generalizaciones. En los primeros se usan las proposiciones descriptivas relacionadas causalmente, en los segundos, las proposiciones descriptivas uni­versales.

El propósito de usar proposiciones descriptivas relacionadas causalmente es establecer que un evento es la consecuencia de otro, o que se debe considerar que un evento es la causa de otro. Para poder afirmar que existe una relación de causa-efecto entre dos eventos es nece· sario que tmo de ellos (la "causa") preceda al otro (el "efecto"). Esto, naturalmente, no es suficiente por sí mismo. También es posible que esta secuencia cronológica sea tma simple coincidenia, o puede haber un tercer factor operando, que cause un evento primero y des­pués el otro. La mayoría de las tiendas comerciales están abiertas los sábados y cerradas los domingos, y esto es siempre así, pero el hecho de que las tiendas estén cerradas los domingos no es el resultado de que estén abiertas los sábados. Para establecer una relación de causa· efecto es necesario establecer que el segundo evento no podría haber ocurrido si no hubiera ocurrido el primero antes que él.

Inferir una relación de causa-efecto a partir de la simple observación de que dos eventos ocurren uno después del otro equivale a cometer la falacia llamada post lwc ergo propter lwc ("después de esto, por lo tanto, por causa de esto")120 • Un supuesto ejemplo de esta falacia es

118 Cf. Govier (1982), Walton (1989a). m Siguiendo a Govier (1988), este ejemplo se podría analizar también como una pendiente resbaladiza de consisten­cia o de precedencia. ll\1 Ct. Walton (1989a), Woods & Walton (1989).

182 FRANS H. VAN EEMEREN- Roa GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMliN/CAC/ÓN Y fA L-ICIAS

tu osa, el argumento por analogía está incorrectamente usado y constihtye una fa laNa de falsa analogía. El ejemplo presentado anteriormente en relación a Cruijff podría ser considerado como una falacia de este tipo, pero, entonces, se debería mostrar que entrenar a un equipo de fútbol sin poseer el certificado requerido no es realmente comparable a conducir un auto sin tener la licencia para conducir. Neil Lyndon nos proporciona otro ejemplo de razonamiento analógico ingenioso, si bien dudoso, al criticar la manera de hablar sobre los hombres del "nuevo feminismo":

Mnlas Palabras Julie Burc!Ji/1 escribe eu Time Ü11t:

"Una buena parte -y definitivamente la más entretenida- de ser feminista tiene que ver con asustar a los hombres. Las feministas norteamericanas y australianas siempre han sabido esto, y lo han integrado alegremente en sus acciones; uno piensa en Shere Hite zahiriendo a los hombres por teléfono en sus programas televisivos, o en Dale Spender diciéndonos que una buena feminista trata mal a un hombre por lo menos tres veces al día, por principio. Por supues­to, el feminismo es mucho más que eso ... , pero asustar a muerte a los inmundos es una parte entretenida y necesaria de él, porque, desgraciadamente, todavía hay un buen número de hom­bres que no respetan nada, excepto la fuerza".[ ... ] Y, sin embargo, ... si uno altera el vocabulario espedfico de estas líneas características, uno se da cuenta de toda la violencia de su intolerancia. Si uno cambia los términos, ve que aquellas declaraciones emergen de un prejuicio general, que -como todos los prejuicios racistas o nacio­nalistas--depende de la presunción de que todas las personas que comparten un origen común, comparten también una clasificación común en cuanto a su tipo y a su carácter moraL Si, to­mando las líneas de Julie Burchill, uno sustituye la palabra "nazi" por la palabra "feminista" y la palabra "judío" por la palabra "hombre", uno obtiene (sin hacer mttchos cambios) un len­guaje que podría haber hecho tartamudear a Julius Streicher: ''Una buena parte -y definitivamente la más entretenida- de ser un nazi consiste en asustar a los judíos. Los nazis alemanes y austríacos siempre han sabido esto y lo han integrado alegre­mente en sus acciones. Uno piensa en Ernst Rohm zahiriendo a los judíos en los ghettos, o en Goebbels diciéndonos que un buen nazi trata mal a un judío por lo menos tres veces al día, por pri11cipio. Por supuesto, el nazismo es mucho más que eso ... , pero asustar a muerte a los irunun­dos es una parte entretenida y necesaria de él, porque, desgraciadamente, todavía hay un buen número de judíos que no respetan nada, excepto la fuerza". No estoy diciendo que el feminismo sea lo mismo que el nazismo. Lo que digo es que el lengua­je vulgar de la intolerancia se transfiere fácilmente. (The Srmday Times, 9 de diciembre de 1990)

Si queremos que las disputas se puedan resolver, debemos evitar las falsas analogías. Sin embargo, como lo ilustran estos ejemplos, no siempre es tan claro cuándo tma analogía es efectivamente falsa. Para poder distinguir una falsa analogía de una analogía correcta resulta absolutamente indispensable contar con criterios inequívocos.

Con respecto a los argumentos por consecuencia, una de las pregwüas críticas que debe plantearse es si lo que se presenta como una consecuencia es realmente algo que podría ocurrir o no. Si un curso de acción se rechaza sobre la base de que tendría un resultado extremadamente negativo, en circunstancias de que en realidad ese efecto no se produciría en absoluto, entonces se está usando incorrectamente el esquema argumentativo. Un abu· so común de este esquema argumentativo, en que se lleva al extremo una especulación sobre consecuencias negativas no fundamentadas, es la falacia conocida como pendiente

(APl!UW XV J f.-lUCIAS ~N U UTILIZACIÓN or WS ESQUEMAS A~GUMflllf..ITWOS 183

resba/adiza. 118 Esta falacia consiste en sugerir erróneamente que, si se toma el curso de acción propuesto, se estaría yendo de mal en peor. Encontramos una falacia de este tipo-además de otras- en los siguientes comentarios a un reportaje de un diario sobre el turismo sexual en Asia:

Las implicaciones de la sugerencia de que las medidas contra el turismo sexual serfan negati­vas para las prostitutas, sondaras. El turismo sexual no debería ser desalentado, sino promovi­do, puesto que crea trabajo en el Tercer Mundo. ¿No podríamos gastar parte de nuestra ayuda al desarrollo de los países que están al otro lado del océano en esta buena causa? Por lo demás, no hay ninguna razón para restringir este argumento al Tercer Mundo. También aquí en Euro­~a y en Holanda tenemos un problema de desempleo. Estimular la postitución crea trabajo. Y, St damos un paso más allá, la prevención del crimen resulta negativa para los puestos de traba­jo en la policía y las campañas contra el maltrato infantil causan desempleo para los trabajado­res sociales.

la pendiente resbaladiza es evidente: Adopte una actitud tolerante frente al htrismo sexual en el Tercer Mundo y terminará abogando por la muerte y la destrucción aquí, en su propio país."9 El siguiente es otro ejemplo que muestra cómo una pendiente resbaladiza puede lle­gar a extremos considerables:

Si fuera legítimo afirmar que todos los hombres son opresores, entonces ¿por qué tendría que ser inaceptable afirmar que todos son unos violadores? ¿O todos unos abusadores de niños? ¿Unos Idi Amin Dada?

Otros dos esquemas argumentativos que con frecuencia se usan incorrectamente son los argumentos de causa-efecto y las generalizaciones. En los primeros se usan las proposiciones descriptivas relacionadas causalmente, en los segundos, las proposiciones descriptivas uni­versales.

El propósito de usar proposiciones descriptivas relacionadas causalmente es establecer que un evento es la consecuencia de otro, o que se debe considerar que un evento es la causa de otro. Para poder afirmar que existe una relación de causa-efecto entre dos eventos es nece· sario que tmo de ellos (la "causa") preceda al otro (el "efecto"). Esto, naturalmente, no es suficiente por sí mismo. También es posible que esta secuencia cronológica sea tma simple coincidenia, o puede haber un tercer factor operando, que cause un evento primero y des­pués el otro. La mayoría de las tiendas comerciales están abiertas los sábados y cerradas los domingos, y esto es siempre así, pero el hecho de que las tiendas estén cerradas los domingos no es el resultado de que estén abiertas los sábados. Para establecer una relación de causa· efecto es necesario establecer que el segundo evento no podría haber ocurrido si no hubiera ocurrido el primero antes que él.

Inferir una relación de causa-efecto a partir de la simple observación de que dos eventos ocurren uno después del otro equivale a cometer la falacia llamada post lwc ergo propter lwc ("después de esto, por lo tanto, por causa de esto")120 • Un supuesto ejemplo de esta falacia es

118 Cf. Govier (1982), Walton (1989a). m Siguiendo a Govier (1988), este ejemplo se podría analizar también como una pendiente resbaladiza de consisten­cia o de precedencia. ll\1 Ct. Walton (1989a), Woods & Walton (1989).

• •

184 fRANS H. VAN EEMERF.N- ROB GROOTENOORST / ARGUM~NTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUC/AS

discutido críticamente en la siguiente reacción de un grupo de consumidores ante el plan de instaurar tul impuesto para las grabadoras de video y de audio y para los videocassettes y audiocassettes vírgenes, basándose en que la gente copia las grabaciones en su casa y, así, se venden menos grabaciones originales:

¿Qué es lo que le objetamos a esta propuesta? En primer lugar, no creeemos que se haya de­mostrado la pretensión de que el que los cassettes se copien en las casas sea responsable de la baja en las ventas de las grabaciones originales. Es un hecho que las ventas de grabaciones origi­nales han descendido. También es un he<:ho que a veces las grabaciones se copian en las casas. Pero esto no significa necesariamente que lo primero sea tma consecuencia de lo segundo. Por ejemplo, nunca se ha probado que alguien que copia una grabación en su casa habrfa com­prado la grabación original si no hubiera dispuesto de los medios para copiarla. Igualmente se podría argumentar que al copiar música se la hace más conocida y esto hace que los consumi­dores estén más inclinados a comprar más grabaciones originales. Como quiera que sea, esta pretensión es tan indemostrable como la defendida por la industria de las grabaciones. Y, por lo tanto, consideramos incomprensible que se pretenda basar un nuevo impuesto en una proposición que no ha sido demostrada.

A veces se llega a conclusiones generales basándose en observaciones que se consideran instancias particulares de algo general. Aunque el esquema argumentativo que sirve de base de este método puede aparecer a primera vista el de la argumentación instrumental, en rea­lidad se trata más bien de tm caso especial de argumentación sintomática. El uso correcto de este esquema requiere de observaciones que sean representativas y suficientes; de lo contra­rio, se comete la falacia conocida como secundum quid ("generalización apresurada").m Es evidente que si alguien quiere argumentar que todos los gatos blancos son sordos, no le basta con referir a la audiencia a sus propios gatos para convencerla.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de los esquemas argumentativos

¿Qué razones podrían aducir nn protagonista y un antagonista para aceptar o para rechazar un esquema argumentativo? Supongamos que se les presenta nn argumento de autoridad, ¿Es correcto o no? Los oponentes podrían simplemente señalar que no se puede deducir con certeza, partiendo del hecho de que un experto afirma algo, que eso sea realmente como él dice. Los proponentes no necesitan disputar esto. Podrían contraargumentar diciendo que resulta simplemente imposible que todas las personas sepan todas las cosas o que investi­guen acerca de todas las cosas y que la opinión de una autoridad, annque no proporcione certeza, por lo menos le confiere cierta plausibilidad a lm punto de vista.

En esta controversia existe el problema de que hay ventajas y desventajas, y que estas son difíciles de comparar. Es poco realista proponerse lograr lma decisión objetiva acerca de si los argumentos de autoridad están basados en esquemas argumentativos correctos o no. El protagonista y el antagonista solo pueden tratar de encontrar un criterio común para compa­rar entre sí las ventajas y las desventajas y luego decidir si van a permitir o no este tipo de argumento en su discusión. Si no pueden lograr un acuerdo, el protagonista no deberá usarlos.

121 Cf. lcddy (1986) sobre la distinción más refinada entre la falacia de falta de representatividad y la falacia de muestra insuficiente.

CAPITUlO XV f fAI.AC/AS EN U l/T/UlACfÓN DE WS tSQl/EMAS ARGliMENrATIVDS 185

Similare~ consideraciones se aplican a esa subcategoría de argumentos de autoridad en que la autondad se le asigna al número de personas que creen en algo. Los proponentes de e~te esquema ar~umentativo podrían argumentar que sería difícil que tantas personas pu­cheran estar eqmvocadas, en tanto que sus oponentes podrían contraargumenta d' · d lhi · rtcteno que .a stona proporcion~ .muchísimos ejemplos notables de lo contrario. Los que adhieren al pnmer argumento admitirán los argumentos de este tipo en la discusión, los que adhieren al segundo, lo rechazarán como un argumentum ad populum. En todo caso, si no se puede lograr acuerdo, el protagonista deberá abstenerse de usarlos.

La decisión se torna aún más difícil si no tiene que ver con proposiciones descript' . . . tvas, smo con propostoones incitativas. ¿Debería tratarse como un argumento legítimo el número de personas que hacen demostraciones de protesta contra el despliegue de armas nucleares? Muchos de los participantes en las demostraciones pueden pensar que sí, pero algunos polí­ticos tienen un juicio diferente:

La polftica no se .hace en las ca !les. Los números solo cuentan en las elecciones y en las votacio­nes parl~11_1entanas. No se puede establecer una conexión directa entre el número de personas que parhctpan en una dem~tración y la ~:rección ~~ tma opinión determinada. Gmpos gran­des o pequeños pueden vemr con sus petiCIOnes, exJgtendo, cantando o haciendo demostracio­nes. Pero lo único que realmente cuenta es la idea queeUos apoyan y la aceptabilidad de esa idea.

. En las elecciones y otros asuntos que se someten a votación es muy común que las deci­s.wnes se tomen en base a la mayoría directa. ¿Siempre debería considerarse este enfoque del ttpo ad ~opulum .como completamente carente de razonabilidad? Por supuesto que no, si es que ha stdo elegtd~ por .n~cesidad. En ciertos casos las decisiones se tienen que tomar y no se p.u~~en posponer ~defmtdamente. En ese caso, dejar que la mayoría decida es una manera ctvtli~ada y ~o arbt~raria de resolver el asunto. El hecho de que sea el número de votos lo que p.ermtte zanJ~r la dtscusión no significa de ninglma manera que la calidad de la argumenta­CiÓn haya de¡ado de tener importancia.

La falacia de generalización apresurada se considera generalmente como una manera in­aceptable de llegar a una conclusión general sobre la base de observaciones específicas. El problema es que no siempre está tan claro que una generalización esté basada en observacio­n~s que son insuficientemente representativas o que no son suficientemente numerosas. Ha­bttualmente, la generalización se presenta como si estuviera completamente justificada, como cuando los prejuicios son "justificados" verbalmente. Un extranjero que le resulta ruidoso a lm vecino lo puede conducir fácilmente a la generalización de que los extranjeros son perso­nas que perhtrban la paz, en tanto que un vecino ruidoso de su propia raza no lo conducirá tan rápidamente a la conclusión de que todos los miembros de esa raza son criaturas ruidosas.

?tro ejemplo ilustrativo, donde tal vez no sea inmediatamente tan patente que se ha reahz~do una generalización ~presurada, aparece en un artículo de un diario en el que un conoctdo profesor de economta ataca una cantidad de situaciones inicuas que él considera que se han vuelto cada vez más prevalecientes en su universidad:

No. s.e ha solicitado ni se ha ofrecido ningún espacio para la investigación. Ni siquiera se lo ha soh~1tado, por~ u e alr~d.edor del. 90% del cuerpo de profesores de la facultad son incapaces de reahzar cualqmer achvJdad de mvesligación académica. Llegaron a las universidades con la oleada del tumulto de los sesenta, atraídos por las excepcionales condiciones de empleo prima-

• •

184 fRANS H. VAN EEMERF.N- ROB GROOTENOORST / ARGUM~NTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUC/AS

discutido críticamente en la siguiente reacción de un grupo de consumidores ante el plan de instaurar tul impuesto para las grabadoras de video y de audio y para los videocassettes y audiocassettes vírgenes, basándose en que la gente copia las grabaciones en su casa y, así, se venden menos grabaciones originales:

¿Qué es lo que le objetamos a esta propuesta? En primer lugar, no creeemos que se haya de­mostrado la pretensión de que el que los cassettes se copien en las casas sea responsable de la baja en las ventas de las grabaciones originales. Es un hecho que las ventas de grabaciones origi­nales han descendido. También es un he<:ho que a veces las grabaciones se copian en las casas. Pero esto no significa necesariamente que lo primero sea tma consecuencia de lo segundo. Por ejemplo, nunca se ha probado que alguien que copia una grabación en su casa habrfa com­prado la grabación original si no hubiera dispuesto de los medios para copiarla. Igualmente se podría argumentar que al copiar música se la hace más conocida y esto hace que los consumi­dores estén más inclinados a comprar más grabaciones originales. Como quiera que sea, esta pretensión es tan indemostrable como la defendida por la industria de las grabaciones. Y, por lo tanto, consideramos incomprensible que se pretenda basar un nuevo impuesto en una proposición que no ha sido demostrada.

A veces se llega a conclusiones generales basándose en observaciones que se consideran instancias particulares de algo general. Aunque el esquema argumentativo que sirve de base de este método puede aparecer a primera vista el de la argumentación instrumental, en rea­lidad se trata más bien de tm caso especial de argumentación sintomática. El uso correcto de este esquema requiere de observaciones que sean representativas y suficientes; de lo contra­rio, se comete la falacia conocida como secundum quid ("generalización apresurada").m Es evidente que si alguien quiere argumentar que todos los gatos blancos son sordos, no le basta con referir a la audiencia a sus propios gatos para convencerla.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de los esquemas argumentativos

¿Qué razones podrían aducir nn protagonista y un antagonista para aceptar o para rechazar un esquema argumentativo? Supongamos que se les presenta nn argumento de autoridad, ¿Es correcto o no? Los oponentes podrían simplemente señalar que no se puede deducir con certeza, partiendo del hecho de que un experto afirma algo, que eso sea realmente como él dice. Los proponentes no necesitan disputar esto. Podrían contraargumentar diciendo que resulta simplemente imposible que todas las personas sepan todas las cosas o que investi­guen acerca de todas las cosas y que la opinión de una autoridad, annque no proporcione certeza, por lo menos le confiere cierta plausibilidad a lm punto de vista.

En esta controversia existe el problema de que hay ventajas y desventajas, y que estas son difíciles de comparar. Es poco realista proponerse lograr lma decisión objetiva acerca de si los argumentos de autoridad están basados en esquemas argumentativos correctos o no. El protagonista y el antagonista solo pueden tratar de encontrar un criterio común para compa­rar entre sí las ventajas y las desventajas y luego decidir si van a permitir o no este tipo de argumento en su discusión. Si no pueden lograr un acuerdo, el protagonista no deberá usarlos.

121 Cf. lcddy (1986) sobre la distinción más refinada entre la falacia de falta de representatividad y la falacia de muestra insuficiente.

CAPITUlO XV f fAI.AC/AS EN U l/T/UlACfÓN DE WS tSQl/EMAS ARGliMENrATIVDS 185

Similare~ consideraciones se aplican a esa subcategoría de argumentos de autoridad en que la autondad se le asigna al número de personas que creen en algo. Los proponentes de e~te esquema ar~umentativo podrían argumentar que sería difícil que tantas personas pu­cheran estar eqmvocadas, en tanto que sus oponentes podrían contraargumenta d' · d lhi · rtcteno que .a stona proporcion~ .muchísimos ejemplos notables de lo contrario. Los que adhieren al pnmer argumento admitirán los argumentos de este tipo en la discusión, los que adhieren al segundo, lo rechazarán como un argumentum ad populum. En todo caso, si no se puede lograr acuerdo, el protagonista deberá abstenerse de usarlos.

La decisión se torna aún más difícil si no tiene que ver con proposiciones descript' . . . tvas, smo con propostoones incitativas. ¿Debería tratarse como un argumento legítimo el número de personas que hacen demostraciones de protesta contra el despliegue de armas nucleares? Muchos de los participantes en las demostraciones pueden pensar que sí, pero algunos polí­ticos tienen un juicio diferente:

La polftica no se .hace en las ca !les. Los números solo cuentan en las elecciones y en las votacio­nes parl~11_1entanas. No se puede establecer una conexión directa entre el número de personas que parhctpan en una dem~tración y la ~:rección ~~ tma opinión determinada. Gmpos gran­des o pequeños pueden vemr con sus petiCIOnes, exJgtendo, cantando o haciendo demostracio­nes. Pero lo único que realmente cuenta es la idea queeUos apoyan y la aceptabilidad de esa idea.

. En las elecciones y otros asuntos que se someten a votación es muy común que las deci­s.wnes se tomen en base a la mayoría directa. ¿Siempre debería considerarse este enfoque del ttpo ad ~opulum .como completamente carente de razonabilidad? Por supuesto que no, si es que ha stdo elegtd~ por .n~cesidad. En ciertos casos las decisiones se tienen que tomar y no se p.u~~en posponer ~defmtdamente. En ese caso, dejar que la mayoría decida es una manera ctvtli~ada y ~o arbt~raria de resolver el asunto. El hecho de que sea el número de votos lo que p.ermtte zanJ~r la dtscusión no significa de ninglma manera que la calidad de la argumenta­CiÓn haya de¡ado de tener importancia.

La falacia de generalización apresurada se considera generalmente como una manera in­aceptable de llegar a una conclusión general sobre la base de observaciones específicas. El problema es que no siempre está tan claro que una generalización esté basada en observacio­n~s que son insuficientemente representativas o que no son suficientemente numerosas. Ha­bttualmente, la generalización se presenta como si estuviera completamente justificada, como cuando los prejuicios son "justificados" verbalmente. Un extranjero que le resulta ruidoso a lm vecino lo puede conducir fácilmente a la generalización de que los extranjeros son perso­nas que perhtrban la paz, en tanto que un vecino ruidoso de su propia raza no lo conducirá tan rápidamente a la conclusión de que todos los miembros de esa raza son criaturas ruidosas.

?tro ejemplo ilustrativo, donde tal vez no sea inmediatamente tan patente que se ha reahz~do una generalización ~presurada, aparece en un artículo de un diario en el que un conoctdo profesor de economta ataca una cantidad de situaciones inicuas que él considera que se han vuelto cada vez más prevalecientes en su universidad:

No. s.e ha solicitado ni se ha ofrecido ningún espacio para la investigación. Ni siquiera se lo ha soh~1tado, por~ u e alr~d.edor del. 90% del cuerpo de profesores de la facultad son incapaces de reahzar cualqmer achvJdad de mvesligación académica. Llegaron a las universidades con la oleada del tumulto de los sesenta, atraídos por las excepcionales condiciones de empleo prima-

186 FAANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARGUMEWMCION, (QMliWICACION Y fAUCIAS

rio y secundario. Todos, sin excepción, pueden ser desenmascarados como personas nulas y amargadas que han frustrado no solo sus propias vidas sino también las de otros.

Al referirse a "alrededor de190%" en vez de a "todo el cuerpo de_profesores", este profe­sor de economía crea la impresión de que tiene acceso a estadísticas confiables, sin embargo, no hay nada que muestre que esto sea así. Por lo tanto, debemos suponer que les asigna tma validez general a sus propias experiencias y que está contando con su reputación como eco­nomista, dotado de entrenamiento estadístico, para asegurarse de que sus lectores no duda­rán de la confiabilidad de sus afirmaciones. En este contexto, el cauto "alrededor de" ha sido bien escogido: He aquí al académico y su devoto respeto por los hechos.

Para aquellos que parten de la taxonomía tradicional de las falacias puede resultar tm poco confuso al principio el que las variantes de ciertas falacias, que en la taxonomía tradi­cional eran agrupadas bajo tma misma categoría nominal, sean distinguidas ahora como di­ferentes violaciones a las distintas reglas de la discusión. Un argumentum ad verecrmdiam, por ejemplo, puede ser tma violación de la Regla 2, de la Regla 4 o de la Regla 7. Unargumentum ad populum puede ser tma violación tanto de la Regla 4 como de la regla 7. Sin embargo, es fácil demostrar que estas nuevas divisiones resultan muy funcionales.

Si el argumentum ad verecrmdiam es una violación de la Regla 2, en la etapa de la apertura de la discusión, el protagonista se presenta a sí mismo como garante de la corrección de su punto de vista, evadiendo así el peso de la prueba en favor de su ptmto de vista. Si es tma violación de la Regla 4, en la etapa de argumentación, el protagonista enumera sus propias cualidades ante el antagonista o la audiencia, en lugar de presentar argumentos. Si es tma violación de la Regla 7, el protagonista presenta una argumentación, pero el esquema argumentativo que emplea es inapropiado, o está siendo incorrectamente utilizado, porque la autoridad a la cual apela no es tm experto en el campo relevante.

Si el argrmrentrmr ad popu/m¡¡ es tma violación de la Regla 4, el protagonista está manipu­lando las emociones de la audiencia en lugar de presentar argumentos. Si es tma violación de la Regla 7, está presentando tma argumentación, pero el esquema argumentativo empleado no está siendo usado correctamente. El número de personas que creen en algo se ha tomado como la base para obtener la conclusión de que lo que ellos creen es realmente verdadero. En este caso, el argumentum ad populum ha pasado a ser una variante delargumentum ad verecwrdiam.

Atmque tradicionalmente las variantes del argumentum ad verecrmdiam y delargmnentrmr ad poprrlrrm sean nominahnente variantes de la misma falacia, las diferencias entre ellas son tan importantes que hay buenas razones para considerarlas como falacias completamente diferentes a las que casuahnente se les ha dado el mismo nombre. Pero más importante que el nombre es que estas variantes son violaciones de diferentes reglas para tma discusión crítica.

CAPITULO XVI

Falacias en la utilización de las formas lógicas de

la argumentación

1. El tratamiento de las fonnas lógicas de la argumentación

Para lograr tma defensa concluyente de un punto de vista es necesario que todos los argu­mentos usados en el discurso sean lógicamente válidos. Este requisito de validez se relaciona con la forma de los argumentos, que debe ser de tal tipo que, si las premisas son verdaderas, no puede ser posible que la conclusión del argumento sea falsa. El instrumento de evalua­ción que permite establecer si tm argumento es efectivamente válido es el procedimiento de razonamiento. Su ftmción es verificar si la forma del argumento efectivamente garantiza que la conclusión se sigue de las premisas.

Para poder determinar si tm argumento es lógicamente válido es necesario reconstruir el razonamiento subyacente a la argumentación del protagonista en la etapa de argumentación de la discusión. Reconstruir el razonamiento subyacente significa establecer cuáles son exac­tamente las premisas y las conclusiones que constituyen los argumentos usados en la argumen­tación. Si hay algtmas premisas implícitas, será necesario hacerlas explícitas. La validez lógi­ca del argumento en cuestión queda entonces más o menos automáticamente garantizada, puesto que explicitar las premisas implícitas comienza por la formulación del"mínimo lógi­co", que conecta de tma manera lógicamente válida la premisa explícita con la conclusión.

Las formas lógicas de la argumentación solo pueden ser evaluadas si son completamente explícitas. En la práctica argumentativa, dejar premisas implícitas es más bien la regla que la excepción. Por lo tanto, la Regla 8 para una discusión crítica se formula de la siguiente mane· ra: En su argumentación, las partes solo pueden usar argumento~ que sean lógicamente válidos o que sean SliSCeptib/es de ser validados explicitando una o más premisaS implícitas.

En la práctica, la calidad lógica de los argumentos será considerada muy importante por el protagonista y por el antagonista, quienes harán todo lo posible para que sus argwnenta­ciones causen tma impresión "lógica". Por lo general, cuando llega el momento de evaluar mutuamente la validez de los argumentos de tmo y otro, protagonista y antagonista se apo­yarán en primer lugar, o incluso exclusivamente, en sus propias intuiciones. Una revisión formal solo se efectuará si sus intuiciones los conducen a resultados diferentes.

Si el protagonista ve que esto está a punto de suceder, muchas veces tratará de evitar un examen crítico de la validez de su razonamiento otorgándole a sus palabras la apariencia de

186 FAANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENOORST / ARGUMEWMCION, (QMliWICACION Y fAUCIAS

rio y secundario. Todos, sin excepción, pueden ser desenmascarados como personas nulas y amargadas que han frustrado no solo sus propias vidas sino también las de otros.

Al referirse a "alrededor de190%" en vez de a "todo el cuerpo de_profesores", este profe­sor de economía crea la impresión de que tiene acceso a estadísticas confiables, sin embargo, no hay nada que muestre que esto sea así. Por lo tanto, debemos suponer que les asigna tma validez general a sus propias experiencias y que está contando con su reputación como eco­nomista, dotado de entrenamiento estadístico, para asegurarse de que sus lectores no duda­rán de la confiabilidad de sus afirmaciones. En este contexto, el cauto "alrededor de" ha sido bien escogido: He aquí al académico y su devoto respeto por los hechos.

Para aquellos que parten de la taxonomía tradicional de las falacias puede resultar tm poco confuso al principio el que las variantes de ciertas falacias, que en la taxonomía tradi­cional eran agrupadas bajo tma misma categoría nominal, sean distinguidas ahora como di­ferentes violaciones a las distintas reglas de la discusión. Un argumentum ad verecrmdiam, por ejemplo, puede ser tma violación de la Regla 2, de la Regla 4 o de la Regla 7. Unargumentum ad populum puede ser tma violación tanto de la Regla 4 como de la regla 7. Sin embargo, es fácil demostrar que estas nuevas divisiones resultan muy funcionales.

Si el argumentum ad verecrmdiam es una violación de la Regla 2, en la etapa de la apertura de la discusión, el protagonista se presenta a sí mismo como garante de la corrección de su punto de vista, evadiendo así el peso de la prueba en favor de su ptmto de vista. Si es tma violación de la Regla 4, en la etapa de argumentación, el protagonista enumera sus propias cualidades ante el antagonista o la audiencia, en lugar de presentar argumentos. Si es tma violación de la Regla 7, el protagonista presenta una argumentación, pero el esquema argumentativo que emplea es inapropiado, o está siendo incorrectamente utilizado, porque la autoridad a la cual apela no es tm experto en el campo relevante.

Si el argrmrentrmr ad popu/m¡¡ es tma violación de la Regla 4, el protagonista está manipu­lando las emociones de la audiencia en lugar de presentar argumentos. Si es tma violación de la Regla 7, está presentando tma argumentación, pero el esquema argumentativo empleado no está siendo usado correctamente. El número de personas que creen en algo se ha tomado como la base para obtener la conclusión de que lo que ellos creen es realmente verdadero. En este caso, el argumentum ad populum ha pasado a ser una variante delargumentum ad verecwrdiam.

Atmque tradicionalmente las variantes del argumentum ad verecrmdiam y delargmnentrmr ad poprrlrrm sean nominahnente variantes de la misma falacia, las diferencias entre ellas son tan importantes que hay buenas razones para considerarlas como falacias completamente diferentes a las que casuahnente se les ha dado el mismo nombre. Pero más importante que el nombre es que estas variantes son violaciones de diferentes reglas para tma discusión crítica.

CAPITULO XVI

Falacias en la utilización de las formas lógicas de

la argumentación

1. El tratamiento de las fonnas lógicas de la argumentación

Para lograr tma defensa concluyente de un punto de vista es necesario que todos los argu­mentos usados en el discurso sean lógicamente válidos. Este requisito de validez se relaciona con la forma de los argumentos, que debe ser de tal tipo que, si las premisas son verdaderas, no puede ser posible que la conclusión del argumento sea falsa. El instrumento de evalua­ción que permite establecer si tm argumento es efectivamente válido es el procedimiento de razonamiento. Su ftmción es verificar si la forma del argumento efectivamente garantiza que la conclusión se sigue de las premisas.

Para poder determinar si tm argumento es lógicamente válido es necesario reconstruir el razonamiento subyacente a la argumentación del protagonista en la etapa de argumentación de la discusión. Reconstruir el razonamiento subyacente significa establecer cuáles son exac­tamente las premisas y las conclusiones que constituyen los argumentos usados en la argumen­tación. Si hay algtmas premisas implícitas, será necesario hacerlas explícitas. La validez lógi­ca del argumento en cuestión queda entonces más o menos automáticamente garantizada, puesto que explicitar las premisas implícitas comienza por la formulación del"mínimo lógi­co", que conecta de tma manera lógicamente válida la premisa explícita con la conclusión.

Las formas lógicas de la argumentación solo pueden ser evaluadas si son completamente explícitas. En la práctica argumentativa, dejar premisas implícitas es más bien la regla que la excepción. Por lo tanto, la Regla 8 para una discusión crítica se formula de la siguiente mane· ra: En su argumentación, las partes solo pueden usar argumento~ que sean lógicamente válidos o que sean SliSCeptib/es de ser validados explicitando una o más premisaS implícitas.

En la práctica, la calidad lógica de los argumentos será considerada muy importante por el protagonista y por el antagonista, quienes harán todo lo posible para que sus argwnenta­ciones causen tma impresión "lógica". Por lo general, cuando llega el momento de evaluar mutuamente la validez de los argumentos de tmo y otro, protagonista y antagonista se apo­yarán en primer lugar, o incluso exclusivamente, en sus propias intuiciones. Una revisión formal solo se efectuará si sus intuiciones los conducen a resultados diferentes.

Si el protagonista ve que esto está a punto de suceder, muchas veces tratará de evitar un examen crítico de la validez de su razonamiento otorgándole a sus palabras la apariencia de

188 E R"O G•oo''NDORST / ARCUMENTACIÓN, CmtllNICACfÓN Y fAl-ACIAS fRANS H. VAN EMEREN- v ' ·

1 · 'd d. Al presentar algo como "perfectamente lógico" puede estar tratando de evitar que ogtcl a d 1 " 1• · d 1 to el antagonista proceda a un examen más detenido e os mentas ogtcos e argumen que está a la base de su argumentación:

Ahora que Ginebra ha fallado, es lógico que Dinamarca se unirá a los otros países y emplazará misiles de crucero.

El del término fóoico tiene menos que ver con los atributos formales del argumento y uso ó hhl'' d, más con dotar al punto de vista de tm barniz de logicidad. De ec o, e termmo es usa o aqm

en el sentido de C!lasi-lógico. . p ro incluso sin recurrir a términos como lógico y lógica, muchas veces el protagomsta

inten~ará presentar su ptmto de vista de tal manera que aparezca como si fuer~ entera~ente lógico inferir este punto de vista a partir ~e las prem~sas. Fr~cuentemente suge~trá que el solo está aplicando el principio de consistencia de que st uno ptensa una cosa, lógtcamente debe

pensar también la otra:

Yo no me opongo a que otras personas no fumen, por lo tanto, ellas tampoco deberían oponerse al hecho de que yo fume.

e do se evalúa la calidad lógica de la defensa de un punto de vista, antes de conside-uan . . el a"unto de si la conclusión realmente se sigue lógicamente de las premisas, pnmero se

rar "' 'd · debe averiguar si existe tma inconsistencia entre las premisas. No tiene mucho senti o revi-sar la validez de un argumento si sus premisas son inconsistentes. . .

El tipo más obvio de inconsistencia se produce cuando dos .premisas son contrad~ctonas. Este es el caso si contienen proposiciones que no pueden ser, ru ambas verda.deras, ru a~bas falsas al mismo tiempo: "El fuego está encendido" y "el fuego no está encendt~o". La con¡ un­ción de estas dos proposiciones produce una proposición compuesta que, debtdo a su forma

contradictoria, siempre es falsa. . . El ajedrecista Viktor Kortsjnoi nos proporciona un ejemplo un poco más sofisticado:

¿Supersticioso? Yo, no. ¡Eso solo trae mala suerte!

Un segundo tipo de inconsistencia se produce cuando .hay d?s premisas contrarias. Las premisas contrarias no pueden ser ambas verdaderas al IIUsmo tiempo, pero pueden s~r am­bas falsas. Por ejemplo: "El abrigo es negro" y "El abrigo e~ verde", cu.and~ el abngo en realidad es café. El punto crucial en relación tanto a las premtsas contradtctonas co~o a las contrarias es que la combinación de las dos proposiciones siempre es falsa, cualqwera que

sea su contenido. Si la inconsistencia de las premisas siempre fuera tan obvia como en los dos ejempl~s

precedentes, el riesgo de que el antagonista fallara en detectarla sería menor. A veces, sm embargo, no es tan inmediatamente obvio, a partir de la formulación del argumento, que hay una inconsistencia:

La Sra. Janet Jones dio una notable respuesta a la pregunta acerca de sus celos: "No so~ celosa", replicó. "Tengo una gran dosis de racionalidad. Mi madre siempre decía: los celos gob1ernan el

·.,.

CAPITULO XVI / fAUC/AS EW U l/TIUZACIOW DE US fORMAS LOGICAS DE U ARGUMtWTACIOW 189

mundo, pero este no es mi mayor defedo. Aunque si mi marido se acostara con otra, yo le pegaría un tiro".

Después de haber establecido qué inconsistencias hay en un discurso, se debe tomar la decisión de si todavía vale la pena (¡y si es factible!) comenzar a revisar la validez lógica de los argumentos. Una de las implicaciones de la Regla 8 es que el procedimiento de razona­miento debe arrojar un resultado positivo. Estrictamente hablando, examinar la validez lógi­c-a siempre requiere de una referencia a algún sistema de reglas lógicas, pero a veces resultará inmediatamente evidente que un argumento es inválido. En algunos otros casos su invalidez parecería poder ser fácilmente demostrada por medio de un ejemplo, como ocurre en este articulo del escritor holandés Piet Grijs:

La fe cristiana es notable no por la improbabilidad e incoherencia de sus pronunciamientos, sino porque es precisamente el tipo de fe que no necesitamos. Brevemente, se reduce a lo si­gltiente: "Dios creó el mundo. La humanidad era muy mala. Entonces Dios envió a su hijo en el año cero. El se suicidó y esta es la razón por la cual la humanidad ha sido redimida de su maldad". ¿Es cada una de estas cuatro oraciones falsa? No podemos decirlo con certeza. Lo que me preocupa más es la completa ausencia de cualquier conexión coherente entre ellas. Las palabras "esta es la razón por la cual", de la última oración, son un insulto a la inteligencia. Estas cuatro oraciones tomadas en conjunto me parecen ser tan verdaderas o tan falsas como cualquier otra colección arbitraria de cuatro oraciones que uno se molestara en escribir. Por ejemplo: "El Diablo pintó el mundo. Pero él no puede deducir sus gastos de los impuestos. Entonces su primo apareció en 1982. El tiene un affaire con el ex lfder de los conservadores y esta es la razón por la cual ahora a los árboles les crecen hojas verdes."

Solo en los casos en que no es necesario explicitar tma premisa implícita será necesario examinar, con ayuda de algún sistema de reglas lógicas, si el argumento mismo es efectiva­mente válido. Si el procedimiento de razonamiento revela que uno o más de sus argumentos son inválidos, el protagonista habrá violado la Regla 8. Por su parte, el antagonista viola la Regla 8 si, a pesar de que el procedimiento de razonamiento arroja un resultado positivo, él rechaza el argumento como siendo inválido.

Tradicionalmente se ha considerado a la invalidez como el criterio distintivo de las falacias. 122 Por largo tiempo, tanto la definición como la clasificación de las falacias fueron determinadas por este criterio y muchos autores todavía mantienen esta postura. Hasta cier­to punto, tienen razón. Algunas falacias efectivamente son errores lógicos. Pero la invalidez de los argumentos ciertamente no es la causa más importante del fracaso en el logro de la resolución de una disputa y hay muchas falacias que requieren ser explicadas de otra mane­ra. En efecto, aparte del hecho de que los argumentos que contienen premisas implícitas ya habrán sido validados cuando éstas sean explicitadas, muchas veces también son las viola­ciones de otras reglas, distintas a la Regla 8, las que obstruyen la resolución de la disputa.

2. Confundir condiciones necesarias con condiciones suficientes

Las violaciones de la Regla 8 pueden tener muchas formas diferentes. Algunas de estas faltas contra la validez lógica se presentan con cierta regularidad y muchas veces no se las reconoce

1!l Cf. Hamblin (1970).

188 E R"O G•oo''NDORST / ARCUMENTACIÓN, CmtllNICACfÓN Y fAl-ACIAS fRANS H. VAN EMEREN- v ' ·

1 · 'd d. Al presentar algo como "perfectamente lógico" puede estar tratando de evitar que ogtcl a d 1 " 1• · d 1 to el antagonista proceda a un examen más detenido e os mentas ogtcos e argumen que está a la base de su argumentación:

Ahora que Ginebra ha fallado, es lógico que Dinamarca se unirá a los otros países y emplazará misiles de crucero.

El del término fóoico tiene menos que ver con los atributos formales del argumento y uso ó hhl'' d, más con dotar al punto de vista de tm barniz de logicidad. De ec o, e termmo es usa o aqm

en el sentido de C!lasi-lógico. . p ro incluso sin recurrir a términos como lógico y lógica, muchas veces el protagomsta

inten~ará presentar su ptmto de vista de tal manera que aparezca como si fuer~ entera~ente lógico inferir este punto de vista a partir ~e las prem~sas. Fr~cuentemente suge~trá que el solo está aplicando el principio de consistencia de que st uno ptensa una cosa, lógtcamente debe

pensar también la otra:

Yo no me opongo a que otras personas no fumen, por lo tanto, ellas tampoco deberían oponerse al hecho de que yo fume.

e do se evalúa la calidad lógica de la defensa de un punto de vista, antes de conside-uan . . el a"unto de si la conclusión realmente se sigue lógicamente de las premisas, pnmero se

rar "' 'd · debe averiguar si existe tma inconsistencia entre las premisas. No tiene mucho senti o revi-sar la validez de un argumento si sus premisas son inconsistentes. . .

El tipo más obvio de inconsistencia se produce cuando dos .premisas son contrad~ctonas. Este es el caso si contienen proposiciones que no pueden ser, ru ambas verda.deras, ru a~bas falsas al mismo tiempo: "El fuego está encendido" y "el fuego no está encendt~o". La con¡ un­ción de estas dos proposiciones produce una proposición compuesta que, debtdo a su forma

contradictoria, siempre es falsa. . . El ajedrecista Viktor Kortsjnoi nos proporciona un ejemplo un poco más sofisticado:

¿Supersticioso? Yo, no. ¡Eso solo trae mala suerte!

Un segundo tipo de inconsistencia se produce cuando .hay d?s premisas contrarias. Las premisas contrarias no pueden ser ambas verdaderas al IIUsmo tiempo, pero pueden s~r am­bas falsas. Por ejemplo: "El abrigo es negro" y "El abrigo e~ verde", cu.and~ el abngo en realidad es café. El punto crucial en relación tanto a las premtsas contradtctonas co~o a las contrarias es que la combinación de las dos proposiciones siempre es falsa, cualqwera que

sea su contenido. Si la inconsistencia de las premisas siempre fuera tan obvia como en los dos ejempl~s

precedentes, el riesgo de que el antagonista fallara en detectarla sería menor. A veces, sm embargo, no es tan inmediatamente obvio, a partir de la formulación del argumento, que hay una inconsistencia:

La Sra. Janet Jones dio una notable respuesta a la pregunta acerca de sus celos: "No so~ celosa", replicó. "Tengo una gran dosis de racionalidad. Mi madre siempre decía: los celos gob1ernan el

·.,.

CAPITULO XVI / fAUC/AS EW U l/TIUZACIOW DE US fORMAS LOGICAS DE U ARGUMtWTACIOW 189

mundo, pero este no es mi mayor defedo. Aunque si mi marido se acostara con otra, yo le pegaría un tiro".

Después de haber establecido qué inconsistencias hay en un discurso, se debe tomar la decisión de si todavía vale la pena (¡y si es factible!) comenzar a revisar la validez lógica de los argumentos. Una de las implicaciones de la Regla 8 es que el procedimiento de razona­miento debe arrojar un resultado positivo. Estrictamente hablando, examinar la validez lógi­c-a siempre requiere de una referencia a algún sistema de reglas lógicas, pero a veces resultará inmediatamente evidente que un argumento es inválido. En algunos otros casos su invalidez parecería poder ser fácilmente demostrada por medio de un ejemplo, como ocurre en este articulo del escritor holandés Piet Grijs:

La fe cristiana es notable no por la improbabilidad e incoherencia de sus pronunciamientos, sino porque es precisamente el tipo de fe que no necesitamos. Brevemente, se reduce a lo si­gltiente: "Dios creó el mundo. La humanidad era muy mala. Entonces Dios envió a su hijo en el año cero. El se suicidó y esta es la razón por la cual la humanidad ha sido redimida de su maldad". ¿Es cada una de estas cuatro oraciones falsa? No podemos decirlo con certeza. Lo que me preocupa más es la completa ausencia de cualquier conexión coherente entre ellas. Las palabras "esta es la razón por la cual", de la última oración, son un insulto a la inteligencia. Estas cuatro oraciones tomadas en conjunto me parecen ser tan verdaderas o tan falsas como cualquier otra colección arbitraria de cuatro oraciones que uno se molestara en escribir. Por ejemplo: "El Diablo pintó el mundo. Pero él no puede deducir sus gastos de los impuestos. Entonces su primo apareció en 1982. El tiene un affaire con el ex lfder de los conservadores y esta es la razón por la cual ahora a los árboles les crecen hojas verdes."

Solo en los casos en que no es necesario explicitar tma premisa implícita será necesario examinar, con ayuda de algún sistema de reglas lógicas, si el argumento mismo es efectiva­mente válido. Si el procedimiento de razonamiento revela que uno o más de sus argumentos son inválidos, el protagonista habrá violado la Regla 8. Por su parte, el antagonista viola la Regla 8 si, a pesar de que el procedimiento de razonamiento arroja un resultado positivo, él rechaza el argumento como siendo inválido.

Tradicionalmente se ha considerado a la invalidez como el criterio distintivo de las falacias. 122 Por largo tiempo, tanto la definición como la clasificación de las falacias fueron determinadas por este criterio y muchos autores todavía mantienen esta postura. Hasta cier­to punto, tienen razón. Algunas falacias efectivamente son errores lógicos. Pero la invalidez de los argumentos ciertamente no es la causa más importante del fracaso en el logro de la resolución de una disputa y hay muchas falacias que requieren ser explicadas de otra mane­ra. En efecto, aparte del hecho de que los argumentos que contienen premisas implícitas ya habrán sido validados cuando éstas sean explicitadas, muchas veces también son las viola­ciones de otras reglas, distintas a la Regla 8, las que obstruyen la resolución de la disputa.

2. Confundir condiciones necesarias con condiciones suficientes

Las violaciones de la Regla 8 pueden tener muchas formas diferentes. Algunas de estas faltas contra la validez lógica se presentan con cierta regularidad y muchas veces no se las reconoce

1!l Cf. Hamblin (1970).

19Q fRANS H. VAN EEMERtN- Ros GROOTENDORST / ARGUMflffACiúN,' COMliNICACIÚN Y fALACIAS

de inmediato. Entre ellas están las falacias relacionadas con la cmúusión de una condición necesaria con una condición suficiente, o viceversa, en argumentos que tienen una premisa del tipo "Si..., entonces ... ".

Si se pone el dicho "no hay humo sin fuego" en la forma "Si..., entonces ... ", queda así: "Si hay humo, entonces hay fuego". En una interpretación literal, esta expresión significa que la presencia de humo es tma garantía de la presencia de fuego y que la ausencia de fuego es una garantía de la ausencia de humo. Supongamos que no hay fuego y que alguien no se da cuenta inmediatamente que entonces no puede haber humo, y piensa que puede haberlo. Pero si esa persona da por supuesto que hay humo, entonces también, sobre la base de la expresión "Si hay humo, entonces hay fuego", debe aceptar que hay fuego, en circunstancias de que la suposición de la que se ha partido aquí es precisamente que no hay fuego. Por lo tanto, si alguien desea apegarse a este punto de partida, no puede evitar conceder que no puede haber humo. La ausencia de fuego es una garantía de la ausencia de humo.

El que la garantía de la presencia de fuego sea proporcionada por la presencia de humo significa que, de acuerdo al enunciado "si hay humo, entonces hay fuego", la presencia de humo es una condición suficiente para que haya fuego. Inversamente, la garantía de la ausen­cia de humo, proporcionada por la ausencia de fuego, significa que, de acuerdo a este enun­ciado, el fuego es tma condición necesaria para el humo.

Dos argumentos válidos que se pueden construir sobre la base del enunciado "Si hay humo, entonces hay fuego", son los siguientes:

l. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. Hay humo. c. Por lo tanto, hay fuego.

2. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. No hay fuego. c. Por lo tanto, no hay humo.

Cuando se confunden entre sí las condiciones necesarias y las suficientes, la relación en­tre el humo y el fuego se vuelve confusa. Dos argumentos inválidos de este tipo, que se pueden construir sobre la base del mismo enunciado, son los siguientes:

3. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. Hay fuego. c. Por lo tanto, hay humo.

4. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. No hay humo. c. Por lo tanto, no hay fuego.

En el argumento (3), a partir de la observación de que tma condición necesaria para la presencia de humo se ha cumplido ("Hay fuego"), se deduce que reahnente hay humo. En este caso, la condición necesaria ha sido erróneamente tratada como una condición suficiente y no se ha tomado en cuenta el hecho de que, sobre la base de la premisa a (y también en la vida real), es posible que haya fuego sin que haya humo. En el argumento (4), a partir de la observación de que la condición suficiente para la presencia de fuego no se ha cumplido

----,""

CAPITULO XV! /FAlACIAS EN LA liT/UlACION OE !AS fOR.\IAS LOG/CAS DE LA ARGVMfNrACION 191

("No hay humo"), se deduce que no hay fuego. En este caso, la condición suficiente ha sido erróneamente tratada como una condición necesaria y, nuevamente, no se ha tomado en cuenta el hecho de que es posible que haya fuego sin que haya humo.

Los argumentos inválidos (3) y (4) consisten en una inversión de las formas válidas de argumento conocidas como modus ponens y modus tollens, respectivamente. En el modus ponens invertido la confirmación del antecedente es inferida a partir de la afirmación del consecuen­te (como sucede en el caso (3)) y en el modrts tollens invertido la negación del consecuente es inferida a partir de la negación del antecedente (como sucede en el caso (4)). Estas dos formas inválidas de argumento son conocidas, respectivamente, como las falacias de afirmar el conse­cuente y negar el antecedente.

Los problemas que se presentan para reconocer estas falacias muchas veces se pueden atri­buir a la aceptabilidad de la conclusión que se extrae del argwnento inválido. Si alguien con­cuerda con la conclusión, tiende a ser menos crítico al momento de revisar la validez del argu­mento. Esta actitud acrítica es criticada de una manera simpática por Rob Sijmons en un diario:

Tener sexo puede hacer que quedes embarazada. Si has quedado embaraznda, debes lmber tenido sexo. la afirmación "invertida", aunque es correcta, no se sigue necesariamente de la primera afir­mación, la que, en sí misma, también es verdadera. Tarea para la casa; Trate de invertir la pro­posición inicial (igualmente verdadera): "Tener sexo puede no hacer que quedes embarazada". Los alimentos contaminados pueden hacer que te sientas enfermo. Si te sientes e11jermo, debes llaber consumido alimentos conlamiuados. Absurdo, por supuesto. No sólo el razonamiento es falso, la afinnación invertida también es falsa. El que una persona se sienta enferma puede ser causado por muchos otros factores. Por ejemplo, por el he<:ho de estar embarazada. Por lo tanto, tener sexo puede lracerque uno se sienta eufermo. Tarea para la casa: ¿Es lógicamente correcta esta última conclusión?

3. Confundir las propiedades de las partes con las del todo

Otra violación de la Regla 8 es la incorrecta atribución de una propiedad de un todo a sus partes constitutivas, o viceversa. Las propiedades de los todos y de las partes no siempre se pueden transferir simplemente de los tmos a los otros. A veces dicha transferencia produce rma argumentación que contiene un argumento lógicamente correcto, pero también hay ve­ces en que el resultado puede contener un argumento incorrecto. En el ejemplo siguiente el argumento es correcto:

l. a. Este sillón es blanco. b. Por lo tanto, el tapiz de este sillón es blanco.

En este argumento la blancura del sillón se transfiere a su tapiz. Debido a que el tapiz del sillón puede ser considerado como una parte constitutiva de él y la blancura puede ser con· siderada como una propiedad asignada tanto al sillón como al tapiz, este argumento trans· fiere una propiedad ("blancura") desde un todo ("sillón") a una parte del todo ("tapiz"). La forma general del argumento del ejemplo (1) se puede representar de la manera siguiente:

2. a. El todo X tiene la propiedad Z. b. Por lo ta11to, la parte Y de X tiene la propiedad Z.

19Q fRANS H. VAN EEMERtN- Ros GROOTENDORST / ARGUMflffACiúN,' COMliNICACIÚN Y fALACIAS

de inmediato. Entre ellas están las falacias relacionadas con la cmúusión de una condición necesaria con una condición suficiente, o viceversa, en argumentos que tienen una premisa del tipo "Si..., entonces ... ".

Si se pone el dicho "no hay humo sin fuego" en la forma "Si..., entonces ... ", queda así: "Si hay humo, entonces hay fuego". En una interpretación literal, esta expresión significa que la presencia de humo es tma garantía de la presencia de fuego y que la ausencia de fuego es una garantía de la ausencia de humo. Supongamos que no hay fuego y que alguien no se da cuenta inmediatamente que entonces no puede haber humo, y piensa que puede haberlo. Pero si esa persona da por supuesto que hay humo, entonces también, sobre la base de la expresión "Si hay humo, entonces hay fuego", debe aceptar que hay fuego, en circunstancias de que la suposición de la que se ha partido aquí es precisamente que no hay fuego. Por lo tanto, si alguien desea apegarse a este punto de partida, no puede evitar conceder que no puede haber humo. La ausencia de fuego es una garantía de la ausencia de humo.

El que la garantía de la presencia de fuego sea proporcionada por la presencia de humo significa que, de acuerdo al enunciado "si hay humo, entonces hay fuego", la presencia de humo es una condición suficiente para que haya fuego. Inversamente, la garantía de la ausen­cia de humo, proporcionada por la ausencia de fuego, significa que, de acuerdo a este enun­ciado, el fuego es tma condición necesaria para el humo.

Dos argumentos válidos que se pueden construir sobre la base del enunciado "Si hay humo, entonces hay fuego", son los siguientes:

l. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. Hay humo. c. Por lo tanto, hay fuego.

2. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. No hay fuego. c. Por lo tanto, no hay humo.

Cuando se confunden entre sí las condiciones necesarias y las suficientes, la relación en­tre el humo y el fuego se vuelve confusa. Dos argumentos inválidos de este tipo, que se pueden construir sobre la base del mismo enunciado, son los siguientes:

3. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. Hay fuego. c. Por lo tanto, hay humo.

4. '· Si hay humo, entonces hay fuego. b. No hay humo. c. Por lo tanto, no hay fuego.

En el argumento (3), a partir de la observación de que tma condición necesaria para la presencia de humo se ha cumplido ("Hay fuego"), se deduce que reahnente hay humo. En este caso, la condición necesaria ha sido erróneamente tratada como una condición suficiente y no se ha tomado en cuenta el hecho de que, sobre la base de la premisa a (y también en la vida real), es posible que haya fuego sin que haya humo. En el argumento (4), a partir de la observación de que la condición suficiente para la presencia de fuego no se ha cumplido

----,""

CAPITULO XV! /FAlACIAS EN LA liT/UlACION OE !AS fOR.\IAS LOG/CAS DE LA ARGVMfNrACION 191

("No hay humo"), se deduce que no hay fuego. En este caso, la condición suficiente ha sido erróneamente tratada como una condición necesaria y, nuevamente, no se ha tomado en cuenta el hecho de que es posible que haya fuego sin que haya humo.

Los argumentos inválidos (3) y (4) consisten en una inversión de las formas válidas de argumento conocidas como modus ponens y modus tollens, respectivamente. En el modus ponens invertido la confirmación del antecedente es inferida a partir de la afirmación del consecuen­te (como sucede en el caso (3)) y en el modrts tollens invertido la negación del consecuente es inferida a partir de la negación del antecedente (como sucede en el caso (4)). Estas dos formas inválidas de argumento son conocidas, respectivamente, como las falacias de afirmar el conse­cuente y negar el antecedente.

Los problemas que se presentan para reconocer estas falacias muchas veces se pueden atri­buir a la aceptabilidad de la conclusión que se extrae del argwnento inválido. Si alguien con­cuerda con la conclusión, tiende a ser menos crítico al momento de revisar la validez del argu­mento. Esta actitud acrítica es criticada de una manera simpática por Rob Sijmons en un diario:

Tener sexo puede hacer que quedes embarazada. Si has quedado embaraznda, debes lmber tenido sexo. la afirmación "invertida", aunque es correcta, no se sigue necesariamente de la primera afir­mación, la que, en sí misma, también es verdadera. Tarea para la casa; Trate de invertir la pro­posición inicial (igualmente verdadera): "Tener sexo puede no hacer que quedes embarazada". Los alimentos contaminados pueden hacer que te sientas enfermo. Si te sientes e11jermo, debes llaber consumido alimentos conlamiuados. Absurdo, por supuesto. No sólo el razonamiento es falso, la afinnación invertida también es falsa. El que una persona se sienta enferma puede ser causado por muchos otros factores. Por ejemplo, por el he<:ho de estar embarazada. Por lo tanto, tener sexo puede lracerque uno se sienta eufermo. Tarea para la casa: ¿Es lógicamente correcta esta última conclusión?

3. Confundir las propiedades de las partes con las del todo

Otra violación de la Regla 8 es la incorrecta atribución de una propiedad de un todo a sus partes constitutivas, o viceversa. Las propiedades de los todos y de las partes no siempre se pueden transferir simplemente de los tmos a los otros. A veces dicha transferencia produce rma argumentación que contiene un argumento lógicamente correcto, pero también hay ve­ces en que el resultado puede contener un argumento incorrecto. En el ejemplo siguiente el argumento es correcto:

l. a. Este sillón es blanco. b. Por lo tanto, el tapiz de este sillón es blanco.

En este argumento la blancura del sillón se transfiere a su tapiz. Debido a que el tapiz del sillón puede ser considerado como una parte constitutiva de él y la blancura puede ser con· siderada como una propiedad asignada tanto al sillón como al tapiz, este argumento trans· fiere una propiedad ("blancura") desde un todo ("sillón") a una parte del todo ("tapiz"). La forma general del argumento del ejemplo (1) se puede representar de la manera siguiente:

2. a. El todo X tiene la propiedad Z. b. Por lo ta11to, la parte Y de X tiene la propiedad Z.

192 FRANS H. VAN E~MEREN- Roa G!l.OOTENOORST 1 ARGtiMENTACió.v, CoMUNICACióN y FAUCIAS

Esta forma argumentativa supone que, si un todo tiene tma propiedad determinada, to­das las partes del todo también tendrán esa propiedad. Que esto no siempre es así resulta evidente a partir del argumento siguiente, que tiene la misma forma argumentativa que el ejemplo (1):

3. a. Este sillón es pesado. b. Por lo tanto, el tapiz de este sil!ón es pesado.

El argumento del ejemplo (3) es claramente incorrecto y esto significa que la forma argumentativa del ejemplo (3) no se puede considerar automáticamente como lógicamente válida. 123

No se produce automáticamente un argumento correcto, ni por la atribución de propie­dades de todos a partes, ni por la atribución de propiedades de partes a todos. La corrección de los argumentos de cualquiera de estas variantes depende, entre otras cosas, de la transferibilidad de la propiedad en cuestión. m Esta transferibilidad está determinada por dos factores: (a) la naturaleza de la propiedad a ser transferida y (b) la natrtraleza de la relación entre las partes y el todo.

En cuanto a la naturaleza de la propiedad que va a ser transferida, se debe hacer una distinción, en el caso de las propiedades de personas, animales o cosas, entre propiedades absolutas y propiedades relativas. En principio, siempre se puede evaluar independientemen­te si algo o alguien posee una determinada propiedad absoluta. En cambio, en el caso de las propiedades relativas, siempre tiene que haber alguna comparación, explícita o implícita, ya sea directamente con alguna otra persona o cosa, o bien con algún patrón, norma o criterio.

Entre los términos, palabras y expresiones que indican propiedades absolutas se incluyen los nombres de los colores de los materiales de los que algo está hecho y los adjetivos relacio­nados con la forma o con propiedades fijas tales como las de ser inflamable o tóxico:

4. Las patas de este sillón son blancas. 5. Este vestido está hecho de algodón. 6. La plaza del pueblo es redonda. 7. Este líquido limpiador es inflamable. 8. La savia de los ran(mculos es venenosa.

Los términos que indican propiedades o características relativas pueden estar relaciona­dos con el peso, las dimensiones (longitud, anchura, profundidad, circurúerencia, volumen, etc.), fuerza, precio, o calificativos de la personalidad, apariencia u otras características lla­mativas:

9. Ese bolso es pesado. 10. Ese elefante es pequeño. 11. Ese oso es fuerte. 12. Ese bote es barato. 13. Mi hermana es agradable.

m Al pronunciar un veredicto de este tipo, naturalmente se debe ra:ordar que la "validez lógica" es una noción que es dependiente de un sistema. Para la distinción entre la validez dep<>ndienlede un sistema y la validez intuitiva (o, wmo la hemos llamado aquí, la corra:ción lógica), d. Haak, 1978. 111 Woods & Walton (1982a) han hablado de propiedades composicionalmente y divisionalmente hereditnríns.

CAPITULO XVJ /fAlACIAS CN lA llTIUlACIÓN DE US fORMAS LóGICAS DE lA ARGllMlNTACIÓ.V 193

El que las propiedades como la pesadez sean relativas se comprende a partir del carácter comparativo (ya sea explícito o implicito) de los términos. Por ejemplo, un bolso pesado es uno que pesa más que un bolso corriente. Resulta pesado cuando se lo juzga por los estándares apli­cables a los bolsos. No se nos dice exactamente cuál es el patrón de medida por medio del cual se mide el peso de un bolso, pero esto está determinado implícitamente por el hecho, con-ocido por cualquier usuario del lenguaje, de que un bolso debe ser susceptible de ser car­gado por una persona. En el caso de un avión, por ejemplo, se aplicaría un patrón diferente.

Algo semejante ocurre con términos como grande. Su uso depende de los patrones, nor­mas o criterios aplicables a la categoría a la cual pertenece la cosa caracterizada como "gran­de". Dentro de la categoría apropiada, se hace una comparación con otros miembros de esa misma categoría. Por ejemplo, el tamaño de un ratón debe ser considerado dentro del contex­to pertinente a la categoría de los ratones. Un ratón grande no es un animal grande, sino un ratón que es más grande que los demás ratones, es decir, que es grande para ser un ratón.125

Con respecto a la naturaleza de la relación entre las partes y el todo, es importante esta­blecer una distinción, cuando se evalúa esta relación, entre todos estructurados y todos no­estmcturados.126 Un todo no-estructurado o "no-ordenado" no es más que una colección de elementos que, en conjunto, constituyen el todo. El todo es, por así decirlo, simplemente la suma de sus partes. Por ejemplo, las arvejas en un tarro de arvejas,las gotas en un charco de agua y los granos de arena en un montón de arena.

Un todo estructurado u "ordenado" es más que la suma de sus partes, es diferente en el sentido de que existe una diferencia cualitativa éntre la colección de elementos y el todo que estos constituyen. Son ejemplos de este tipo de todo estructurado: una novela, que consiste en W\a colección de oraciones¡ un equipo de fútbol, compuesto por sus jugadores, y una máquina, formada por varias partes. No toda colección de oraciones produce una novela. Las oraciones tienen que estar ordenadas de una manera particular para producir el todo coh€rente que se requiere. Lo mismo se aplica, mutatis mutandis, a los jugadores que forman el equipo de fútbol y a las partes que componen la máquina.

Algunas propiedades que se les pueden atribuir a los todos son independientes de las estructuras que estos tengan o no tengan. Otras dependen de ellas. Por ejemplo, "ser de color café", "ser hecho de bronce", "ser pesado" y "ser grande" son propiedades independientes de la estructura. Y "ser rectangular", "sercomestible","serbueno" y "ser fuerte" son propie­dades que dependen de la estructura. Una cierta cantidad de arvejas verdes tomadas en con­junto constihtyen un todo que también es verde, ya sea que las arvejas estén en un plato o todavía en el tarro. Pero una colección de eslabones fuertes no constituye automáticamente una cadena fuerte. Para eso se necesita primero que estén conectados entre sí de la manera adecuada.

Tal como lo muestra el ejemplo de los eslabones, las prOpiedades que dependen de la estructura no pueden simplemente transferirse de las partes al todo. Y tampoco se puede hacer lo contrario. De la observación de que un rompecabezas es rectangular no se sigue que las piezas del rompecabezas también deban ser rectangulares. Dicho sea de paso, tampoco es cierto que las propiedades independientes de la estructura pr1edan ser transferidas en todos los casos.

m Cf. leisi (1952). 126 Cf. La distinción de Hamblin entre colecciones físicas y colecciones funcionales (1970).

192 FRANS H. VAN E~MEREN- Roa G!l.OOTENOORST 1 ARGtiMENTACió.v, CoMUNICACióN y FAUCIAS

Esta forma argumentativa supone que, si un todo tiene tma propiedad determinada, to­das las partes del todo también tendrán esa propiedad. Que esto no siempre es así resulta evidente a partir del argumento siguiente, que tiene la misma forma argumentativa que el ejemplo (1):

3. a. Este sillón es pesado. b. Por lo tanto, el tapiz de este sil!ón es pesado.

El argumento del ejemplo (3) es claramente incorrecto y esto significa que la forma argumentativa del ejemplo (3) no se puede considerar automáticamente como lógicamente válida. 123

No se produce automáticamente un argumento correcto, ni por la atribución de propie­dades de todos a partes, ni por la atribución de propiedades de partes a todos. La corrección de los argumentos de cualquiera de estas variantes depende, entre otras cosas, de la transferibilidad de la propiedad en cuestión. m Esta transferibilidad está determinada por dos factores: (a) la naturaleza de la propiedad a ser transferida y (b) la natrtraleza de la relación entre las partes y el todo.

En cuanto a la naturaleza de la propiedad que va a ser transferida, se debe hacer una distinción, en el caso de las propiedades de personas, animales o cosas, entre propiedades absolutas y propiedades relativas. En principio, siempre se puede evaluar independientemen­te si algo o alguien posee una determinada propiedad absoluta. En cambio, en el caso de las propiedades relativas, siempre tiene que haber alguna comparación, explícita o implícita, ya sea directamente con alguna otra persona o cosa, o bien con algún patrón, norma o criterio.

Entre los términos, palabras y expresiones que indican propiedades absolutas se incluyen los nombres de los colores de los materiales de los que algo está hecho y los adjetivos relacio­nados con la forma o con propiedades fijas tales como las de ser inflamable o tóxico:

4. Las patas de este sillón son blancas. 5. Este vestido está hecho de algodón. 6. La plaza del pueblo es redonda. 7. Este líquido limpiador es inflamable. 8. La savia de los ran(mculos es venenosa.

Los términos que indican propiedades o características relativas pueden estar relaciona­dos con el peso, las dimensiones (longitud, anchura, profundidad, circurúerencia, volumen, etc.), fuerza, precio, o calificativos de la personalidad, apariencia u otras características lla­mativas:

9. Ese bolso es pesado. 10. Ese elefante es pequeño. 11. Ese oso es fuerte. 12. Ese bote es barato. 13. Mi hermana es agradable.

m Al pronunciar un veredicto de este tipo, naturalmente se debe ra:ordar que la "validez lógica" es una noción que es dependiente de un sistema. Para la distinción entre la validez dep<>ndienlede un sistema y la validez intuitiva (o, wmo la hemos llamado aquí, la corra:ción lógica), d. Haak, 1978. 111 Woods & Walton (1982a) han hablado de propiedades composicionalmente y divisionalmente hereditnríns.

CAPITULO XVJ /fAlACIAS CN lA llTIUlACIÓN DE US fORMAS LóGICAS DE lA ARGllMlNTACIÓ.V 193

El que las propiedades como la pesadez sean relativas se comprende a partir del carácter comparativo (ya sea explícito o implicito) de los términos. Por ejemplo, un bolso pesado es uno que pesa más que un bolso corriente. Resulta pesado cuando se lo juzga por los estándares apli­cables a los bolsos. No se nos dice exactamente cuál es el patrón de medida por medio del cual se mide el peso de un bolso, pero esto está determinado implícitamente por el hecho, con-ocido por cualquier usuario del lenguaje, de que un bolso debe ser susceptible de ser car­gado por una persona. En el caso de un avión, por ejemplo, se aplicaría un patrón diferente.

Algo semejante ocurre con términos como grande. Su uso depende de los patrones, nor­mas o criterios aplicables a la categoría a la cual pertenece la cosa caracterizada como "gran­de". Dentro de la categoría apropiada, se hace una comparación con otros miembros de esa misma categoría. Por ejemplo, el tamaño de un ratón debe ser considerado dentro del contex­to pertinente a la categoría de los ratones. Un ratón grande no es un animal grande, sino un ratón que es más grande que los demás ratones, es decir, que es grande para ser un ratón.125

Con respecto a la naturaleza de la relación entre las partes y el todo, es importante esta­blecer una distinción, cuando se evalúa esta relación, entre todos estructurados y todos no­estmcturados.126 Un todo no-estructurado o "no-ordenado" no es más que una colección de elementos que, en conjunto, constituyen el todo. El todo es, por así decirlo, simplemente la suma de sus partes. Por ejemplo, las arvejas en un tarro de arvejas,las gotas en un charco de agua y los granos de arena en un montón de arena.

Un todo estructurado u "ordenado" es más que la suma de sus partes, es diferente en el sentido de que existe una diferencia cualitativa éntre la colección de elementos y el todo que estos constituyen. Son ejemplos de este tipo de todo estructurado: una novela, que consiste en W\a colección de oraciones¡ un equipo de fútbol, compuesto por sus jugadores, y una máquina, formada por varias partes. No toda colección de oraciones produce una novela. Las oraciones tienen que estar ordenadas de una manera particular para producir el todo coh€rente que se requiere. Lo mismo se aplica, mutatis mutandis, a los jugadores que forman el equipo de fútbol y a las partes que componen la máquina.

Algunas propiedades que se les pueden atribuir a los todos son independientes de las estructuras que estos tengan o no tengan. Otras dependen de ellas. Por ejemplo, "ser de color café", "ser hecho de bronce", "ser pesado" y "ser grande" son propiedades independientes de la estructura. Y "ser rectangular", "sercomestible","serbueno" y "ser fuerte" son propie­dades que dependen de la estructura. Una cierta cantidad de arvejas verdes tomadas en con­junto constihtyen un todo que también es verde, ya sea que las arvejas estén en un plato o todavía en el tarro. Pero una colección de eslabones fuertes no constituye automáticamente una cadena fuerte. Para eso se necesita primero que estén conectados entre sí de la manera adecuada.

Tal como lo muestra el ejemplo de los eslabones, las prOpiedades que dependen de la estructura no pueden simplemente transferirse de las partes al todo. Y tampoco se puede hacer lo contrario. De la observación de que un rompecabezas es rectangular no se sigue que las piezas del rompecabezas también deban ser rectangulares. Dicho sea de paso, tampoco es cierto que las propiedades independientes de la estructura pr1edan ser transferidas en todos los casos.

m Cf. leisi (1952). 126 Cf. La distinción de Hamblin entre colecciones físicas y colecciones funcionales (1970).

194 FRAN:l H. VAN E~MEREN- ROB GROO!ENOORST / ARGUMWTACIÓN, CO~tl!N/(..(C/ÓN Y fAlACIAS

Un término relativo indica una propiedad que no se puede transferir simplemente del todo a las partes, mientras que, en principio, esto es posible con un término absoluto. Pero, repetimos, no siempre:

14. a. El sodio y el doro son tóxicos. b. Por lo tanto, el cloruro de sodio es tóxico.

Sin embargo, como se sabe, "cloruro de sodio" es el nombre químico de la sal corriente, la cual no es en absoluto tóxica, sino comestible, a pesar de estar compuesta de dos elementos altamente tóxicos.

La diferencia entre este ejemplo (14) y el de las arvejas verdes consiste precisamente en que el término tóxico indica una propiedad dependiente de la estructura y el término verde, una propiedad independiente de la estructura. Por otra parte, mientras el término verde indi­ca una propiedad que, además de ser independiente de la estructura, es absoluta, un término como peqrtel1o indica una propiedad que, si bien es independiente de la estructura, no es absoluta, y el término tóxico indica tu1a propiedad que es absoluta, pero que no es indepen­diente de la estructura. Solo WUJ propiedad absoluta que además es independiente de la estmctura es transferible de las partes al todo o viceversa. Ninguna de las otras propiedades es automáticamente transferible en todos los casos.

En el siguiente cuadro se ilustra, por una parte, la relación entre el carácter absoluto o relativo de una propiedad y su carácter de dependiente o de independiente de la estructura y, por otra parte, la transferibilidad de esa propiedad entre las partes y los todos:

propiedades absolutas (la)

propiedades relativas (lb)

propiedades independientes de la estructura (2a)

rojo, blanco, azul, de vidrio, de hierro, de madera (+)

pesado, pequeño, liviano, grande, grueso, delgado 1-1

propiedades dependientes de la estructura (2b)

redondo, cuadrado, comestible, tóxico 1-1

bueno, caro, fuerte, pobre (-)

Solo en la combinación 1a-2a hay tu1a propiedad transferible capaz de producir un argu­mento correcto.127 En las otras combinaciones, 1a-2b, 1b-2a y 1b-2b, se produce una violación de la regla según la cual, en principio, los argumentos usados en una argumentación deben

w Si la doble condición de que la propiedad sea absoluta e independiente de la estructura se cumple realmente, el esquema argumentativo sintomático de una argumentación parte-todo es correcto, al menos en este aspecto. En la lógica de predicados, esta situación puede formalizarse como n (x}(y} [(Pxy. Rx} -> Ry] {composici611), o b (x)(y) [(Pxy . Ry) -> Rx] (di!.!ísión}. (P se refiere en este caso a "es parle de" y R se refiere a "tiene la propiedad"). Estas fórmulas representan premisas que validan el argumento, pero no son necesariamente verdaderas; su verdad de· pende de la naturaleza de la propiedad y de la naturaleza de la relación entre la propiedad y la estructura del todo. Puesto que las condiciones paraR no han sido fonnuladas satisfactoriamente hasta ahora, en la división clásica de las falacias, las falacias de composición y división deben ser situadas en 1m lugar intermedio entre las así llamadas falacias formales y las asi llamadas falacias iliformnles.

(APlTULO XVI /FALACIAS EN I.A UT/Uli\CJÓN DE LAS fORMAS LóGICAS DE U ARCUMENrACió.V 195

ser lógicamente válidos. El resultado es la falacia de transferencia incorrecta de propiedades entre las partes y el todo, que tiene dos variantes: (a) la transferencia incorrecta de una propiedad desde las partes al todo y (b) la transferencia incorrecta de una propiedad desde el todo a sus partes.

En la variante (a), una propiedad de las partes individuales de un todo se convierte inco­rrectamente en una propiedad del todo. Por esta razón, a veces se llama a este error falacia de composición. En la variante (b), tma propiedad del todo se divide incorrectamente entre sus partes, por lo cual a veces se conoce este error con el nombre de falacia de división. 128

Un buen ejemplo de la falacia de composición fue ofrecido por el novelista Cerard Reve cuando dijo que en Holanda había un sentimiento anticatólico generalizado:

L1s actuales acusaciones contra la Iglesia Católica Romana son tan absolutamente absurdas como las que se solían dirigir en contra de los judíos. Uds. deben estar familiarizados con ellas: ''La Iglesia no hace nada", o "La Iglesia se mezcla demasiado en política", o "La Iglesia está forrada en dinero". (Lo cual, de paso, es falso. La Iglesia es extremadamente pobm, porque es principalmente una Iglesia de los pobres. La gente rica no necesita un Dios).

En la argwnentación que está entre paréntesis hay un argumento que se puede recons­truir de la siguiente manera:

15. a. La Iglesia es una Iglesia de los pobres. b. Por lo ta11to, la Iglesia es extremadamente pobre.

En el ejemplo (15) no se ha tomado en cuenta el hecho de que la pobreUJ no solo es una propiedad relativa sino que también es mm propiedad dependiente de la estructura. En pri­mer lugar, a las personas y a las Iglesias se les deben aplicar diferentes patrones de medida de la riqueza. La riqueza de las personas se mide comparando sus ingresos y posesiones con los de otras personas, en tanto que la riqueza de la Iglesia debe ser comparada con la de otras Iglesias o instituciones similares. En segundo Jugar, no existe ninguna conexión directa entre la riqueza de los miembros individuales de una Iglesia y la riqueza de esa Iglesia como taL La riqueza de una Iglesia, aparte de la prosperidad de sus miembros, también depende de otros factores, tales como la proporción de sus ingresos y posesiones que estos miembros le donan a su Iglesia.

Se pueden realizar análisis similares para la falacia de división. Basta con un breve ejemplo:

16. a. El Gobierno es indeciso. h. Por lo ta11to, los ministros del Gobierno son indecisos.

En el ejemplo (16) no se ha tomado en cuenta el hecho de que la propiedad (absoluta) de la "indecisión" es una propiedad dependiente de la estructura. Un Gobierno solo puede to­mar decisiones si sus miembros en conjtmto son capaces de llegar a tomarlas. Es perfecta­mente posible que todos los miembros del Gobierno sean extremadamente decididos, pero que todos deseen cosas diferentes. Entonces el Gobierno como un todo se encuentra con dificultades para llegar a una decisión ímica y, por eso, es "indeciso".

128 Bar-Hillcl (1964), Broyles (1975), Pole (1981), Rowe (1962}, Woods & Walton (1989).

194 FRAN:l H. VAN E~MEREN- ROB GROO!ENOORST / ARGUMWTACIÓN, CO~tl!N/(..(C/ÓN Y fAlACIAS

Un término relativo indica una propiedad que no se puede transferir simplemente del todo a las partes, mientras que, en principio, esto es posible con un término absoluto. Pero, repetimos, no siempre:

14. a. El sodio y el doro son tóxicos. b. Por lo tanto, el cloruro de sodio es tóxico.

Sin embargo, como se sabe, "cloruro de sodio" es el nombre químico de la sal corriente, la cual no es en absoluto tóxica, sino comestible, a pesar de estar compuesta de dos elementos altamente tóxicos.

La diferencia entre este ejemplo (14) y el de las arvejas verdes consiste precisamente en que el término tóxico indica una propiedad dependiente de la estructura y el término verde, una propiedad independiente de la estructura. Por otra parte, mientras el término verde indi­ca una propiedad que, además de ser independiente de la estructura, es absoluta, un término como peqrtel1o indica una propiedad que, si bien es independiente de la estructura, no es absoluta, y el término tóxico indica tu1a propiedad que es absoluta, pero que no es indepen­diente de la estructura. Solo WUJ propiedad absoluta que además es independiente de la estmctura es transferible de las partes al todo o viceversa. Ninguna de las otras propiedades es automáticamente transferible en todos los casos.

En el siguiente cuadro se ilustra, por una parte, la relación entre el carácter absoluto o relativo de una propiedad y su carácter de dependiente o de independiente de la estructura y, por otra parte, la transferibilidad de esa propiedad entre las partes y los todos:

propiedades absolutas (la)

propiedades relativas (lb)

propiedades independientes de la estructura (2a)

rojo, blanco, azul, de vidrio, de hierro, de madera (+)

pesado, pequeño, liviano, grande, grueso, delgado 1-1

propiedades dependientes de la estructura (2b)

redondo, cuadrado, comestible, tóxico 1-1

bueno, caro, fuerte, pobre (-)

Solo en la combinación 1a-2a hay tu1a propiedad transferible capaz de producir un argu­mento correcto.127 En las otras combinaciones, 1a-2b, 1b-2a y 1b-2b, se produce una violación de la regla según la cual, en principio, los argumentos usados en una argumentación deben

w Si la doble condición de que la propiedad sea absoluta e independiente de la estructura se cumple realmente, el esquema argumentativo sintomático de una argumentación parte-todo es correcto, al menos en este aspecto. En la lógica de predicados, esta situación puede formalizarse como n (x}(y} [(Pxy. Rx} -> Ry] {composici611), o b (x)(y) [(Pxy . Ry) -> Rx] (di!.!ísión}. (P se refiere en este caso a "es parle de" y R se refiere a "tiene la propiedad"). Estas fórmulas representan premisas que validan el argumento, pero no son necesariamente verdaderas; su verdad de· pende de la naturaleza de la propiedad y de la naturaleza de la relación entre la propiedad y la estructura del todo. Puesto que las condiciones paraR no han sido fonnuladas satisfactoriamente hasta ahora, en la división clásica de las falacias, las falacias de composición y división deben ser situadas en 1m lugar intermedio entre las así llamadas falacias formales y las asi llamadas falacias iliformnles.

(APlTULO XVI /FALACIAS EN I.A UT/Uli\CJÓN DE LAS fORMAS LóGICAS DE U ARCUMENrACió.V 195

ser lógicamente válidos. El resultado es la falacia de transferencia incorrecta de propiedades entre las partes y el todo, que tiene dos variantes: (a) la transferencia incorrecta de una propiedad desde las partes al todo y (b) la transferencia incorrecta de una propiedad desde el todo a sus partes.

En la variante (a), una propiedad de las partes individuales de un todo se convierte inco­rrectamente en una propiedad del todo. Por esta razón, a veces se llama a este error falacia de composición. En la variante (b), tma propiedad del todo se divide incorrectamente entre sus partes, por lo cual a veces se conoce este error con el nombre de falacia de división. 128

Un buen ejemplo de la falacia de composición fue ofrecido por el novelista Cerard Reve cuando dijo que en Holanda había un sentimiento anticatólico generalizado:

L1s actuales acusaciones contra la Iglesia Católica Romana son tan absolutamente absurdas como las que se solían dirigir en contra de los judíos. Uds. deben estar familiarizados con ellas: ''La Iglesia no hace nada", o "La Iglesia se mezcla demasiado en política", o "La Iglesia está forrada en dinero". (Lo cual, de paso, es falso. La Iglesia es extremadamente pobm, porque es principalmente una Iglesia de los pobres. La gente rica no necesita un Dios).

En la argwnentación que está entre paréntesis hay un argumento que se puede recons­truir de la siguiente manera:

15. a. La Iglesia es una Iglesia de los pobres. b. Por lo ta11to, la Iglesia es extremadamente pobre.

En el ejemplo (15) no se ha tomado en cuenta el hecho de que la pobreUJ no solo es una propiedad relativa sino que también es mm propiedad dependiente de la estructura. En pri­mer lugar, a las personas y a las Iglesias se les deben aplicar diferentes patrones de medida de la riqueza. La riqueza de las personas se mide comparando sus ingresos y posesiones con los de otras personas, en tanto que la riqueza de la Iglesia debe ser comparada con la de otras Iglesias o instituciones similares. En segundo Jugar, no existe ninguna conexión directa entre la riqueza de los miembros individuales de una Iglesia y la riqueza de esa Iglesia como taL La riqueza de una Iglesia, aparte de la prosperidad de sus miembros, también depende de otros factores, tales como la proporción de sus ingresos y posesiones que estos miembros le donan a su Iglesia.

Se pueden realizar análisis similares para la falacia de división. Basta con un breve ejemplo:

16. a. El Gobierno es indeciso. h. Por lo ta11to, los ministros del Gobierno son indecisos.

En el ejemplo (16) no se ha tomado en cuenta el hecho de que la propiedad (absoluta) de la "indecisión" es una propiedad dependiente de la estructura. Un Gobierno solo puede to­mar decisiones si sus miembros en conjtmto son capaces de llegar a tomarlas. Es perfecta­mente posible que todos los miembros del Gobierno sean extremadamente decididos, pero que todos deseen cosas diferentes. Entonces el Gobierno como un todo se encuentra con dificultades para llegar a una decisión ímica y, por eso, es "indeciso".

128 Bar-Hillcl (1964), Broyles (1975), Pole (1981), Rowe (1962}, Woods & Walton (1989).

196 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDOI!ST 1 ARGUMENTAC/clN, COA!l/N/(,o\C/clN Y fAUCIAS

4, Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de las formas lógicas de la argumentación

La propiedad de la blancura es una propiedad absoluta que además es independiente de la estruchtra y, por lo tanto, es transferible del todo a sus partes y viceversa. Sin embargo, surge tllla complicación por el hecho de que transferir esta propiedad del todo a sus partes puede parecer diferente a transferirla de las partes al todo. Comparemos los siguientes ejemplos:

1. a. Este sillón es blanco. b. Por lo tanto, las patas de este sillón son blancas.

2. a Las patas de este sillón son blancas. b. Por lo tanto, este sillón es blanco.

En los ejemplos (1) y (2) los todos y las partes entre los cuales ocurre la transferencia son los mismos, sin embargo, el ejemplo (1) es más probable que sea correcto que el (2). El ejem­plo (2) habría sido correcto si (2a) se hubiera entendido como "todas las partes de este sillón son blancas",lo cual es una premisa implícita en (1).

1. a. Este sillón es blanco. (Por lo tanto, todas las parles de este sillón son blancas). (Las patas de este sillón son partes de este sillón).

b. Por lo tanto, las patas de este sillón son blancas.

El paso de "Todas las partes de este sillón" a "Las patas de este sillón" está justificado aquí, pero obviamente no está justificado en la dirección opuesta: lo que es verdadero de las patas no es necesariamente verdadero de todas las partes del sillón. Esto explica la asimetría entre los ejemplos (1) y (2).

También puede haber diferencias más sutiles entre una argumentación todo/partes y tma argumentación partes/todo. Atmcuandoel uso de tm término relativo siempre produce un argumento inválido, parece que en algunos casos la variante de división produce un de­fecto más serio que la de composición y, en cambio, en otros casos parece ser al revés. Com­paremos los siguientes ejemplos:

2. a. La bicicleta es cara, por lo tanto, todas las partes de la bicicleta son caras. b. Todas las partes de la bicicleta son caras, por lo tanto, la bicicleta es cara.

3. a La bicicleta es barata, por lo tanto todas las partes de la bicicleta son baratas. b. Todas las partes de la bicicleta son baratas, por lo tanto, la bicicleta es barata.

La falacia de división en el ejemplo (2a) parece ser más grave que la falacia de composi­ción en el ejemplo (2b), en cambio la falacia de composición en el ejemplo (3b) parece ser más grave que la falacia de división en el ejemplo (3a). Si esta observación es correcta, la explica­ción seguramente se encuentra en la diferencia entre el"comportamiento de composición" y el"comportamiento de división" de las propiedades de ser caro y de ser barato, pero no está completamente claro qué es exactamente lo que causa esta diferencia.

CAPITULO XV\ 1 f.-tLICI.-IS EN U UTIUZ.-\CIÓN DE 1..-15 fOAAI.-IS LOG/C.-15 DE !.A ARGUMENTACIÓN 197

Un problema que surge cuando se identifican las falacias de composición o de división es que los términos empleados para designar las propiedades transferidas son, en principio, igualmente aplicables tanto al todo como a las partes. Si no fuera así, siempre se podrían identificar inmediatamente las falacias, tal como ocurre en los ejemplos siguientes:

4. a. Esta casa es cómoda, b. Por lo tanto, las peri\las de las puertas de esta casa son cómodas.

5. a Julia es bonita. b. Por lo tanto, el hígado de Julia es bonito.

Otra complicación que se presenta es que no siempre queda claro si los términos emplea­dos son absolutos o relativos, dependientes de la estruchtra o independientes de la estructu­ra. Y tampoco podemos darnos cuenta inmediatamente de cuáles son exactamente las conse­cuencias que podría tener un carácter relativo o dependiente de la estructura del término sobre la transferencia de la propiedad en cuestión desde el todo a las partes o viceversa.

A veces se corre el riesgo de pasar por alto las diferencias y confundir las propiedades de las partes y los todos, como ocurre en el siguiente ejemplo caricaturesco:

6. a. Un elefante come más que un ratón. b. Por lo tanto, los elefantes comen más que los ratones.

A primera vista, el ejemplo (6) podría parecer correcto. No obstante, cuando uno se da cuenta de que la propiedad de "comer más que" es relativa y, por lo tanto, debería ser medi­da con criterios diferentes en los ejemplos (6a) y (6b), queda claro que se ha cometido la falacia de composición. Además, en el ejemplo (6b) el número total de elefantes y de ratones incluido en la comparación cumple un papel importante: en (6a) lo que está en juego es el consumo individual, en (6b) el consumo colectivo.

Aunque las falacias de composición y división no son falacias de ambigüedad, pueden ocurrir en combinación con términos ambiguos, provocando mayor confusión. Veamos el siguiente ejemplo:

7. a. Todos los soldados japoneses son pequeños. b. Por lo tauto, el ejército japonés es pequeño.

La nahtraleza compuesta del ejemplo (7) queda clara cuando se comprende que los solados japoneses son miembros del ejército japonés. Esto, unido a que el término pequeiio es relativo, basta para reconocer la falacia de composición, pero, además, la palabra pequet1o tiene signi­ficados diferentes en (7a) y (7b). En (7a) se refiere a la longih1d corporal de los soldados japoneses, en (7b) al tamai\o del ejército japonés en términos del número de hombres que lo componen. Es imposible que el primer significado pueda funcionar bien en la conclusión y es imposible que el segundo pueda funcionar bien en la premisa.

Una complicación típica que se puede presentar cuando se intenta determinar si W\ argu­mento es lógicamente válido, consiste en que no siempre los indicadores argumentativos resultan ser claves confiables para la reconstrucción de los argumentos subyacentes. En el caso de tma presentación progresiva -que es la que más se acerca a un patrón de razonamien-

196 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDOI!ST 1 ARGUMENTAC/clN, COA!l/N/(,o\C/clN Y fAUCIAS

4, Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de las formas lógicas de la argumentación

La propiedad de la blancura es una propiedad absoluta que además es independiente de la estruchtra y, por lo tanto, es transferible del todo a sus partes y viceversa. Sin embargo, surge tllla complicación por el hecho de que transferir esta propiedad del todo a sus partes puede parecer diferente a transferirla de las partes al todo. Comparemos los siguientes ejemplos:

1. a. Este sillón es blanco. b. Por lo tanto, las patas de este sillón son blancas.

2. a Las patas de este sillón son blancas. b. Por lo tanto, este sillón es blanco.

En los ejemplos (1) y (2) los todos y las partes entre los cuales ocurre la transferencia son los mismos, sin embargo, el ejemplo (1) es más probable que sea correcto que el (2). El ejem­plo (2) habría sido correcto si (2a) se hubiera entendido como "todas las partes de este sillón son blancas",lo cual es una premisa implícita en (1).

1. a. Este sillón es blanco. (Por lo tanto, todas las parles de este sillón son blancas). (Las patas de este sillón son partes de este sillón).

b. Por lo tanto, las patas de este sillón son blancas.

El paso de "Todas las partes de este sillón" a "Las patas de este sillón" está justificado aquí, pero obviamente no está justificado en la dirección opuesta: lo que es verdadero de las patas no es necesariamente verdadero de todas las partes del sillón. Esto explica la asimetría entre los ejemplos (1) y (2).

También puede haber diferencias más sutiles entre una argumentación todo/partes y tma argumentación partes/todo. Atmcuandoel uso de tm término relativo siempre produce un argumento inválido, parece que en algunos casos la variante de división produce un de­fecto más serio que la de composición y, en cambio, en otros casos parece ser al revés. Com­paremos los siguientes ejemplos:

2. a. La bicicleta es cara, por lo tanto, todas las partes de la bicicleta son caras. b. Todas las partes de la bicicleta son caras, por lo tanto, la bicicleta es cara.

3. a La bicicleta es barata, por lo tanto todas las partes de la bicicleta son baratas. b. Todas las partes de la bicicleta son baratas, por lo tanto, la bicicleta es barata.

La falacia de división en el ejemplo (2a) parece ser más grave que la falacia de composi­ción en el ejemplo (2b), en cambio la falacia de composición en el ejemplo (3b) parece ser más grave que la falacia de división en el ejemplo (3a). Si esta observación es correcta, la explica­ción seguramente se encuentra en la diferencia entre el"comportamiento de composición" y el"comportamiento de división" de las propiedades de ser caro y de ser barato, pero no está completamente claro qué es exactamente lo que causa esta diferencia.

CAPITULO XV\ 1 f.-tLICI.-IS EN U UTIUZ.-\CIÓN DE 1..-15 fOAAI.-IS LOG/C.-15 DE !.A ARGUMENTACIÓN 197

Un problema que surge cuando se identifican las falacias de composición o de división es que los términos empleados para designar las propiedades transferidas son, en principio, igualmente aplicables tanto al todo como a las partes. Si no fuera así, siempre se podrían identificar inmediatamente las falacias, tal como ocurre en los ejemplos siguientes:

4. a. Esta casa es cómoda, b. Por lo tanto, las peri\las de las puertas de esta casa son cómodas.

5. a Julia es bonita. b. Por lo tanto, el hígado de Julia es bonito.

Otra complicación que se presenta es que no siempre queda claro si los términos emplea­dos son absolutos o relativos, dependientes de la estruchtra o independientes de la estructu­ra. Y tampoco podemos darnos cuenta inmediatamente de cuáles son exactamente las conse­cuencias que podría tener un carácter relativo o dependiente de la estructura del término sobre la transferencia de la propiedad en cuestión desde el todo a las partes o viceversa.

A veces se corre el riesgo de pasar por alto las diferencias y confundir las propiedades de las partes y los todos, como ocurre en el siguiente ejemplo caricaturesco:

6. a. Un elefante come más que un ratón. b. Por lo tanto, los elefantes comen más que los ratones.

A primera vista, el ejemplo (6) podría parecer correcto. No obstante, cuando uno se da cuenta de que la propiedad de "comer más que" es relativa y, por lo tanto, debería ser medi­da con criterios diferentes en los ejemplos (6a) y (6b), queda claro que se ha cometido la falacia de composición. Además, en el ejemplo (6b) el número total de elefantes y de ratones incluido en la comparación cumple un papel importante: en (6a) lo que está en juego es el consumo individual, en (6b) el consumo colectivo.

Aunque las falacias de composición y división no son falacias de ambigüedad, pueden ocurrir en combinación con términos ambiguos, provocando mayor confusión. Veamos el siguiente ejemplo:

7. a. Todos los soldados japoneses son pequeños. b. Por lo tauto, el ejército japonés es pequeño.

La nahtraleza compuesta del ejemplo (7) queda clara cuando se comprende que los solados japoneses son miembros del ejército japonés. Esto, unido a que el término pequeiio es relativo, basta para reconocer la falacia de composición, pero, además, la palabra pequet1o tiene signi­ficados diferentes en (7a) y (7b). En (7a) se refiere a la longih1d corporal de los soldados japoneses, en (7b) al tamai\o del ejército japonés en términos del número de hombres que lo componen. Es imposible que el primer significado pueda funcionar bien en la conclusión y es imposible que el segundo pueda funcionar bien en la premisa.

Una complicación típica que se puede presentar cuando se intenta determinar si W\ argu­mento es lógicamente válido, consiste en que no siempre los indicadores argumentativos resultan ser claves confiables para la reconstrucción de los argumentos subyacentes. En el caso de tma presentación progresiva -que es la que más se acerca a un patrón de razonamien-

198 FRAN$ H. VAN EEMEREN- RoB GROOHNDO!!ST /ARGUMENTACIÓN, COMllNICAC/tlN Y fAlACIAS

to lógico-, "así" o "por lo tanto" preceden, en principio, a un acto de habla que expresa la conclusión de un argumento lógico. En el uso corriente, sin embargo, la presencia de estas palabras coloquiales como "así" o "por lo tanto" no indica necesariamente que hay un argu­mento. Especialmente la palabra "así" se usa muchas veces de una manera bastante poco precisa. A veces no cumple más que una ftmción de relleno; otras veces, simplemente sugiere una conexión lógica, no especificada de otra manera, entre diferentes enunciados. Gerard Reve nos proporciona un buen ejemplo en una divertida réplica a una carta de tm colega acerca de la visita del Papa Juan Pablo II a Holanda:

Tal como digo, estoy muy encantado de leer su carta, pero de todos modos seguiré yendo a misa de la manera acostumbrada y entonces prenderé dos o tres velas de cincuenta centavos ante la imagen de la Virgen de los Dolores. Lo que Ud. dice en su carta, o es verdadero o no lo es, por lo tanto, yo no puedo equivocarme.

En este caso no es necesario aplicar el procedimiento de razonamiento para darse cuenta de que no se trata aquí de un argumento lógicamente válido. Pero en algw10s otros casos puede ser más difícil darse cuenta de que las palabras "así" o "por lo tanto" están mal coloca­das o, al menos, resultan inconducentes para una reconstrucción lógica.

Las diferencias entre el discurso cotidiano y la manera en que se usan los términos en un contexto lógico son considerables. Por ejemplo, que el antecedente de tma oración "si... en­tonces ... " represente una condición suficiente y no una necesaria solo es verdadero en una interpretación lógica, en la que toda oración condicional es tratada como tma "implicación material". En el discurso cotidiano pocas veces se pueden encontrar instancias completa­mente explícitas y totalmente equivalentes a formas argumentativas lógicamente válidas ta­les como el modus ponens y el modus tollens, pero a veces también se encuentran ciertas varian­te~ de modus ponens y modus tol/ens que resultan aceptables. En estos casos, el punto de parti­da no parece ser un principio lógico-deductivo de validez, sino alguna noción de validez o corrección más laxa, intuitiva y orientada pragmáticamente. Consideremos los dos ejemplos siguientes:

8. a. Si nieva, entonces los techos se ponen blancos. b. Los techos están blancos. c. Por lo tanto, ha nevado.

9. a. U11a madre a su /lijo: "Si no ordenas tu pieza en este instante, no puedes ir al cine". b. El hijo: "Lo haré ahora".

(El niño ordena su pieza). c. El hijo: "Por lo tanto, ahora puedo ir al cine".

La madre: "De ningtma manera, lo único que yo dije hw que si no lo hacías, no podrías ir".

En el ejemplo (8), atmque no podemos concluir con certeza que ha nevado (de hacerlo estaríamos cometiendo la falacia de afirmar el consecuente), de todos modos, en ausencia de otras explicaciones plausibles, esa conclusión es muy probable. Aunque el argumento no es deductivamente válido, es (inductivamente) plausible. En el lenguaje coloquial (y en otros contextos} se suele llamar "válidos" o "correctos" a este tipo de argumentos.

En el ejemplo (9), hablando desde el punto de vista estrictamente lógico, debemos decir nuevamente que la conclusión del hijo no se justifica (comete la falacia de negar el anteceden-

-(

(.o,pJTULO XVI /fAlACIAS CN U UfiUZACitlN O~ !AS FORMAS LÓGICAS DE U ARGliM!:Nf~CitlN 199

te), sin embargo, sí se justifica desde el punto de vista pragmático. En circunstancias norma­les, el hijo tiene derecho a suponer que en (9a) su madre le ha proporcionado foda la informa­ción que necesita para poder obtener su permiso para ir al cine. Sobre la base de este punto de partida, el antecedente de (9a) representa una condición que es tanto necesaria como sufi­ciente para que le sea permitido ir al cine. Esta condición se cumple en (9b), por Jo tanto, la conclusión está justificada. La respuesta de la madre en (9c) puede ser legitimada, si las leyes de la lógica se toman al pie de la letra, pero, incuestionablemente es de tma pedantería extre­ma -y, desde el punto de vista de la resolución de una disputa por medio de una discusión crítica, también es tremendamente frustrante.

Otra complicación que puede surgir al identificar las falacias de afirmar el consecuente o de negar el antecedente es que la premisa "Si..., entonces" no siempre se formula explícita­mente como tal. Si permanece implícita, será prácticamente imposible atrapar al protagonis­ta cometiendo cualquiera de estas dos falacias. Después de todo, uno de los prerrequisitos para la explicitación de una premisa implícita es que se complemente el argumento inválido de tal manera que se lo vuelva válido. Si para hacerlo válido se le añade una premisa que produce un argumento inválido de uno de estos dos tipos, difícilmente se podrá culpar al protagonista de haber cometido una falacia, puesto que la falacia solo habrá sido insertada en el argumento cuando la premisa implícita haya sido explicitada por el antagonista.

A veces puede suceder que la premisa "Si ... , entonces" no se deje completamente fuera, sino que simplemente se la exprese mediante una formulación ligeramente (o más que lige­ramente) diferente. En tales casos, hay que tener mucho cuidado al interpretar el texto, para evitar "fabricar" tma falacia que luego se le imputa al protagonista.

En el siguiente ejemplo hay un caso claro, aunque expresado con tma formulación dife­rente, de la falacia de afirmar el consecuente:

10. a. Ell1ijo: "Papá, te llamó un señor van Heerwaarden". b. El padre: "¿Qué quería? ¿Era algo importante?" c. El hijo: "No me lo dijo. Te va a llamar de nuevo el próximo año". d. El padre: "Entonces, tiene que ser algo extremadamente importante. Las cosas impor­

tantes toman tiempo".

Aunque no haya aquí tma premisa "Si..., entonces" explícita, el padre es culpable en (lOd) de cometer la falacia de afirmar el consecuente. En este caso, se puede inferir una premisa "Si..., entonces" a partir de la expresión "Las cosas importantes toman tiempo": "Si algo es importante, entonces tomará tiempo". A partir de la afirmación de su hijo: "Te va a llamar de nuevo el próximo año" (lOe), el padre concluye que el llamado telefónico del Sr. van Heerwaarden tomará tiempo y que, por lo tanto, tiene que ser "extremadamente importante".

El argumento del padre puede ser reconstruido de la siguiente manera:

11. a. Si algo es importante, entonces tomará tiempo. b. La llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden tomará tiempo. c. Por lo tanto, la llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden es importante.

De acuerdo a (lla) las cosas importantes toman tiempo. En (llc) el padre concluye que la llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden tiene que ser importante, dando por supuesto así que algo que toma tiempo debe ser importante, lo cual es lo inverso de (lla). Así_ la

198 FRAN$ H. VAN EEMEREN- RoB GROOHNDO!!ST /ARGUMENTACIÓN, COMllNICAC/tlN Y fAlACIAS

to lógico-, "así" o "por lo tanto" preceden, en principio, a un acto de habla que expresa la conclusión de un argumento lógico. En el uso corriente, sin embargo, la presencia de estas palabras coloquiales como "así" o "por lo tanto" no indica necesariamente que hay un argu­mento. Especialmente la palabra "así" se usa muchas veces de una manera bastante poco precisa. A veces no cumple más que una ftmción de relleno; otras veces, simplemente sugiere una conexión lógica, no especificada de otra manera, entre diferentes enunciados. Gerard Reve nos proporciona un buen ejemplo en una divertida réplica a una carta de tm colega acerca de la visita del Papa Juan Pablo II a Holanda:

Tal como digo, estoy muy encantado de leer su carta, pero de todos modos seguiré yendo a misa de la manera acostumbrada y entonces prenderé dos o tres velas de cincuenta centavos ante la imagen de la Virgen de los Dolores. Lo que Ud. dice en su carta, o es verdadero o no lo es, por lo tanto, yo no puedo equivocarme.

En este caso no es necesario aplicar el procedimiento de razonamiento para darse cuenta de que no se trata aquí de un argumento lógicamente válido. Pero en algw10s otros casos puede ser más difícil darse cuenta de que las palabras "así" o "por lo tanto" están mal coloca­das o, al menos, resultan inconducentes para una reconstrucción lógica.

Las diferencias entre el discurso cotidiano y la manera en que se usan los términos en un contexto lógico son considerables. Por ejemplo, que el antecedente de tma oración "si... en­tonces ... " represente una condición suficiente y no una necesaria solo es verdadero en una interpretación lógica, en la que toda oración condicional es tratada como tma "implicación material". En el discurso cotidiano pocas veces se pueden encontrar instancias completa­mente explícitas y totalmente equivalentes a formas argumentativas lógicamente válidas ta­les como el modus ponens y el modus tollens, pero a veces también se encuentran ciertas varian­te~ de modus ponens y modus tol/ens que resultan aceptables. En estos casos, el punto de parti­da no parece ser un principio lógico-deductivo de validez, sino alguna noción de validez o corrección más laxa, intuitiva y orientada pragmáticamente. Consideremos los dos ejemplos siguientes:

8. a. Si nieva, entonces los techos se ponen blancos. b. Los techos están blancos. c. Por lo tanto, ha nevado.

9. a. U11a madre a su /lijo: "Si no ordenas tu pieza en este instante, no puedes ir al cine". b. El hijo: "Lo haré ahora".

(El niño ordena su pieza). c. El hijo: "Por lo tanto, ahora puedo ir al cine".

La madre: "De ningtma manera, lo único que yo dije hw que si no lo hacías, no podrías ir".

En el ejemplo (8), atmque no podemos concluir con certeza que ha nevado (de hacerlo estaríamos cometiendo la falacia de afirmar el consecuente), de todos modos, en ausencia de otras explicaciones plausibles, esa conclusión es muy probable. Aunque el argumento no es deductivamente válido, es (inductivamente) plausible. En el lenguaje coloquial (y en otros contextos} se suele llamar "válidos" o "correctos" a este tipo de argumentos.

En el ejemplo (9), hablando desde el punto de vista estrictamente lógico, debemos decir nuevamente que la conclusión del hijo no se justifica (comete la falacia de negar el anteceden-

-(

(.o,pJTULO XVI /fAlACIAS CN U UfiUZACitlN O~ !AS FORMAS LÓGICAS DE U ARGliM!:Nf~CitlN 199

te), sin embargo, sí se justifica desde el punto de vista pragmático. En circunstancias norma­les, el hijo tiene derecho a suponer que en (9a) su madre le ha proporcionado foda la informa­ción que necesita para poder obtener su permiso para ir al cine. Sobre la base de este punto de partida, el antecedente de (9a) representa una condición que es tanto necesaria como sufi­ciente para que le sea permitido ir al cine. Esta condición se cumple en (9b), por Jo tanto, la conclusión está justificada. La respuesta de la madre en (9c) puede ser legitimada, si las leyes de la lógica se toman al pie de la letra, pero, incuestionablemente es de tma pedantería extre­ma -y, desde el punto de vista de la resolución de una disputa por medio de una discusión crítica, también es tremendamente frustrante.

Otra complicación que puede surgir al identificar las falacias de afirmar el consecuente o de negar el antecedente es que la premisa "Si..., entonces" no siempre se formula explícita­mente como tal. Si permanece implícita, será prácticamente imposible atrapar al protagonis­ta cometiendo cualquiera de estas dos falacias. Después de todo, uno de los prerrequisitos para la explicitación de una premisa implícita es que se complemente el argumento inválido de tal manera que se lo vuelva válido. Si para hacerlo válido se le añade una premisa que produce un argumento inválido de uno de estos dos tipos, difícilmente se podrá culpar al protagonista de haber cometido una falacia, puesto que la falacia solo habrá sido insertada en el argumento cuando la premisa implícita haya sido explicitada por el antagonista.

A veces puede suceder que la premisa "Si ... , entonces" no se deje completamente fuera, sino que simplemente se la exprese mediante una formulación ligeramente (o más que lige­ramente) diferente. En tales casos, hay que tener mucho cuidado al interpretar el texto, para evitar "fabricar" tma falacia que luego se le imputa al protagonista.

En el siguiente ejemplo hay un caso claro, aunque expresado con tma formulación dife­rente, de la falacia de afirmar el consecuente:

10. a. Ell1ijo: "Papá, te llamó un señor van Heerwaarden". b. El padre: "¿Qué quería? ¿Era algo importante?" c. El hijo: "No me lo dijo. Te va a llamar de nuevo el próximo año". d. El padre: "Entonces, tiene que ser algo extremadamente importante. Las cosas impor­

tantes toman tiempo".

Aunque no haya aquí tma premisa "Si..., entonces" explícita, el padre es culpable en (lOd) de cometer la falacia de afirmar el consecuente. En este caso, se puede inferir una premisa "Si..., entonces" a partir de la expresión "Las cosas importantes toman tiempo": "Si algo es importante, entonces tomará tiempo". A partir de la afirmación de su hijo: "Te va a llamar de nuevo el próximo año" (lOe), el padre concluye que el llamado telefónico del Sr. van Heerwaarden tomará tiempo y que, por lo tanto, tiene que ser "extremadamente importante".

El argumento del padre puede ser reconstruido de la siguiente manera:

11. a. Si algo es importante, entonces tomará tiempo. b. La llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden tomará tiempo. c. Por lo tanto, la llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden es importante.

De acuerdo a (lla) las cosas importantes toman tiempo. En (llc) el padre concluye que la llamada telefónica del Sr. van Heerwaarden tiene que ser importante, dando por supuesto así que algo que toma tiempo debe ser importante, lo cual es lo inverso de (lla). Así_ la

1

1

'

200 fRANS H. VAN EEM~REN- Roa GROOTENOORST /ARGUMENTACIÓN, CO.ItUNICAC!tlN Y fAlJ\CMS

conclusión del padre se basa en la falacia de afirmar el consecuente. Además, el padre supo­ne, bastante ingenuamente, que una llamada telefónica que puede demorarse un año en lle­gar "toma tiempo" -como si la persona que llama necesitara todo ese tiempo para estar pre­parada para hacer su llamada.

CAPITULO XVII

Falacias en la etapa de clausura de la discusión

1. Establecer el resultado de una discusión

En la etapa de clausura de la discusión se debe hacer el balance final: ¿Se ha resuelto la disputa? Si es asf, ¿en favor de cuál de las partes?

La disputa se resuelve en favor del protagonista cuando este ha sido capaz de presentar tma defensa concluyente de su punto de vista. Si el protagonista no logra defender su punto de vista concluyentemente, la disputa se resuelve en favor del antagonista. Un protagonista ha defendido su punto de vista de manera concluyente si, y solo si, todos los procedimientos de evaluación se han cumplido y ninguno de ellos, ni el procedimiento de identificación, ni el de verificación, ni el de razonamiento, ha producido un resultado negativo.

Aunque la aplicación de estos procedimientos en la etapa de argumentación no haya presentado ningún problema, y aunque el protagonista y el antagonista hayan respetado todas las demás reglas en todas las etapas de la discusión, todavía la resolución de la disputa podría verse obstruida en la etapa final de clausura. En principio, la resolución de tma dispu­ta exige que el protagonista y el antagonista establezcan en conjunto cuál de los dos ha gana­do la discusión, para que no quede ningtma incertidumbre, y mucho menos un desacuerdo, con respecto al resultado de la discusión.

La interpretación de los resultados de la discusión está relacionada con la pregunta de si el protagonista ha tenido éxito en defender su punto de vista concluyentemente o no. Es posible que él mismo esté plenamente convencido de que realmente ha tenido éxito en esta tarea, pero que el antagonista sostenga que no ha sido así. Si no pueden ponerse de acuerdo en esto, la disputa continúa. Puesto que muchas veces una tercera parte neutral estará en mejor posición para decidir quién ha ganado, tm observador externo podría tener totalmente claro cuál es el resultado de la discusión, sin embargo, esto no resuelve realmente el problema.

Si la discusión es implícita, como sucede con muchos textos escritos, generalmente es imposible lograr una decisión conjunta del protagonista y del antagonista respecto a quién ha ganado la discusión. En este caso, la tarea de decidir por sí mismo si el protagonista ha proporcionado o no una defensa concluyente de su ptmto de vista le corresponde necesaria­mente al lector. Algunos escritores intentan establecer unilateralmente que ellos han ganado la discusión, invadiendo el ámbito propio del lector. La impresión que esto produce frecuen-

T

1.

1

1

'

200 fRANS H. VAN EEM~REN- Roa GROOTENOORST /ARGUMENTACIÓN, CO.ItUNICAC!tlN Y fAlJ\CMS

conclusión del padre se basa en la falacia de afirmar el consecuente. Además, el padre supo­ne, bastante ingenuamente, que una llamada telefónica que puede demorarse un año en lle­gar "toma tiempo" -como si la persona que llama necesitara todo ese tiempo para estar pre­parada para hacer su llamada.

CAPITULO XVII

Falacias en la etapa de clausura de la discusión

1. Establecer el resultado de una discusión

En la etapa de clausura de la discusión se debe hacer el balance final: ¿Se ha resuelto la disputa? Si es asf, ¿en favor de cuál de las partes?

La disputa se resuelve en favor del protagonista cuando este ha sido capaz de presentar tma defensa concluyente de su punto de vista. Si el protagonista no logra defender su punto de vista concluyentemente, la disputa se resuelve en favor del antagonista. Un protagonista ha defendido su punto de vista de manera concluyente si, y solo si, todos los procedimientos de evaluación se han cumplido y ninguno de ellos, ni el procedimiento de identificación, ni el de verificación, ni el de razonamiento, ha producido un resultado negativo.

Aunque la aplicación de estos procedimientos en la etapa de argumentación no haya presentado ningún problema, y aunque el protagonista y el antagonista hayan respetado todas las demás reglas en todas las etapas de la discusión, todavía la resolución de la disputa podría verse obstruida en la etapa final de clausura. En principio, la resolución de tma dispu­ta exige que el protagonista y el antagonista establezcan en conjunto cuál de los dos ha gana­do la discusión, para que no quede ningtma incertidumbre, y mucho menos un desacuerdo, con respecto al resultado de la discusión.

La interpretación de los resultados de la discusión está relacionada con la pregunta de si el protagonista ha tenido éxito en defender su punto de vista concluyentemente o no. Es posible que él mismo esté plenamente convencido de que realmente ha tenido éxito en esta tarea, pero que el antagonista sostenga que no ha sido así. Si no pueden ponerse de acuerdo en esto, la disputa continúa. Puesto que muchas veces una tercera parte neutral estará en mejor posición para decidir quién ha ganado, tm observador externo podría tener totalmente claro cuál es el resultado de la discusión, sin embargo, esto no resuelve realmente el problema.

Si la discusión es implícita, como sucede con muchos textos escritos, generalmente es imposible lograr una decisión conjunta del protagonista y del antagonista respecto a quién ha ganado la discusión. En este caso, la tarea de decidir por sí mismo si el protagonista ha proporcionado o no una defensa concluyente de su ptmto de vista le corresponde necesaria­mente al lector. Algunos escritores intentan establecer unilateralmente que ellos han ganado la discusión, invadiendo el ámbito propio del lector. La impresión que esto produce frecuen-

T

1.

202 fRANS H VAN EEMEREN- Roa GROOTENOORSJ 1 ARCUMENTACION, CO.\WNICACION Y fAlACIAS

temente es mucho más cómica que seria. En el siguiente ejemplo el asunto se vuelve caricaturesco:

Una discusión acerca de la relación entre el Parlamento y la opinión pública podría ser fasci­nante, pero no con Piet Grijs. Por lo tanto, declaro solemnemente que. he ganado la discusión y procedo con la orden del día.

Si el protagonista y el antagonista pueden ponerse de acuerdo sobre el resultado de la discusión, la disputa realmente puede ser resuelta. Entonces hay dos posibilidades con res­pecto a cada punto en discusión: o bien tanto el protagonista como el antagonista concuerdan en que el protagonista ha logrado defender concluyentemente su punto de vista, o bien am­bos están de acuerdo en que no lo ha logrado. En el primer caso, el antagonista debe retrac­tarse de sus dudas originales acerca del punto de vista y el protagonista puede continuar sosteniendo dicho punto de vista. En el segundo caso, el protagonista debe retractarse de su punto de vista original y el antagonista puede continuar manteniendo sus dudas. Estas con­secuencias de una defensa exitosa o fallida de un punto de vista se establecen en la Regla 9 de una discusión crítica: Una defensa fallida de 1111 punto de vista debe tener C0/110 resultado el que la parte que lo presentó se retracte de él y una defetlsa concluyente debe tener como resultado el que la otra parte se refracte de sus dudas acerca del punto de vista.

Si el antagonista se rehúsa a retractarse de sus dudas acerca del punto de vista del prota­gortista, aunque concede que el protagonista lo ha defendido concluyentemente, es culpable de violar la Regla 9. Lo mismo se aplica a un protagonista que se rehúsa a retractarse de un punto de vista, mientras al mismo tiempo admite que no ha logrado defenderlo concluyentemente. En la práctica, esta combinación de conceder algo y aún así rehusarse a extraer las consecuencias que se siguen de ello no ocurrirá con mucha frecuencia de manera explícita. Lo más probable es que un antagonista recalcitrante siga intentando negar que la defensa del protagonista ha sido exitosa y que un protagonista recalcitrante no admita abier­tamente que su defensa no ha sido concluyente.

Atmque parezca que efectivamente el protagonista y el antagonista observan la Regla 9, todavía hay cosas que pueden fallar en la etapa de clausura. Por ejemplo, una de las partes puede exagerar las consecuencias que la otra parte está obligada a extraer de acuerdo a la Regla 9. Es posible que la parte que exagera proceda luego a dejarse llevar por su entusiasmo y trate de conectar estas consecuencias con otras que no se siguen de ellas en absoluto y que le dan un giro completamente diferente al resultado de la discusión.

Si el protagonista ha tenido éxito en lograr una defensa concluyente de su punto de vista, la Regla 9 estipula que, en consecuencia, el antagonista debe retractarse de sus dudas acerca de él. Esta es la única obligación que recae sobre el antagonista y es lo único que el protago· nista puede exigirle. Si el protagonista pretende concluir que ha demostrado que su punto de vista es verdadero y demanda del antagonista que reconozca esto, está exagerando las conse· cuencias que se siguen de su defensa exitosa del punto de vista.

Si, en cambio, el protagonista no ha logrado defender su punto de vista concluyentemente, la Regla 9 estipula que, en consecuencia, debe retractarse de él. Esta es su ímica obligación y es lo único que el antagonista puede exigirle. Si el antagonista concluye que entonces ha quedado demostrado que el punto de vista opuesto al del protagonista es verdadero y le exige al protagonista que reconozca esto, claramente está exagerando las consecuencias del fracaso del protagonista en defender su ptmto de vista.

i.

CAPITUW XVII 1 fALACIAS fN U ETAPA DE ClAUSURA DE LA DISCUSIÓN 203

2. Absolutizar el éxito de la defensa

Si el protagonista viola la Regla 9, atribuyéndole automáticamente a una defensa exitosa de su punto de vista la consecuencia de que ha probado que el punto de vista es verdadero, comete, en principio, un doble error.129 En primer lugar, les asigna un rango injustificado a los puntos de partida comunes en que se basa su defensa: actúa como si estos fueran verda­deros a priori, en circunstancias de que no hay absolutamente ninguna garantía de que real­mente lo sean. En segundo lugar, al hacerlo, erróneamente le confiere a su defensa exitosa una categoría objetiva, en vez de una (inter)subjetiva.

Como una defensa exitosa de tm punto de vista solo se puede lograr contra un antagonis­ta particular, en una situación comunicacional particular, en que el protagonista puede ape­lar a un conjunto particular de puntos de partida comunes, y no a otros, una defensa de este tipo generabnente tiene un carácter relativo. El antagonista, por su parte, no puede comenzar de pronto a negar la aceptabilidad de estos puntos de partida comunes y empezar a cuestio­narlos, porque si lo hiciera, estaría violando la Regla 6. Así, los puntos de partida que el protagonista puede usar en la defensa de su punto de vista se pueden considerar como con­cesiones otorgadas por el antagonista: en interés de la resolución de la disputa, el antagonista ha estado dispuesto a conceder, aunque solo sea para averiguar adónde lleva la argumenta­ción, que estas proposiciones son aceptables. Esta dependencia que tiene m1a defensa exitosa respecto de los puntos de partida de la argumentación, se señaló en el capítulo 14, donde afirmamos que tal defensa siempre es ex co11cessrt. 130

El que una proposición tenga la categoría de concesión significa que no está en discusión. Una de las razones que tiene el antagonista para incluir una proposición entre las concesio­nes es, precisamente, que no considera necesario que su aceptabilidad deba ser demostrada primero, o convertirse en un punto en disputa durante el curso de la discusión. Si la proposi­ción en cuestión es usada en defensa del punto de vista, será aceptada como tal. Sin embargo, esto no significa de ninguna manera que se deba considerar que el protagonista y el antago­nista creen que tal proposición es verdadera o aceptable en un sentido universal. Es muy posible que no estén completamente seguros acerca de esto, o que incluso supongan que la proposición 110 es verdadera: pueden haberse propuesto comenzar su discusión sobre la base de puntos de partida hipotéticos o incluso patentemente falsos.

El protagonista viola la Regla 9 si, sobre la base de tma defensa exitosa lograda con la ayuda de una concesión otorgada por el antagonista, pretende haber demostrado que su punto de vista es verdadero. De hecho, lo único que ha logrado demostrar es que, con la ayuda de las concesiones otorgadas por el antagonista, es posible producir una defensa exitosa del punto de vista. Al infringir la Regla 9, el protagonista entra en conflicto, de dos maneras, con la naturaleza ex co11cessu de una defensa exitosa: priihero, actúa como si el resulta~o de su defensa no dependiera de las concesiones otorgadas por el antagonista y, segundo, como si este resultado pudiera aspirar a una aceptación universal. Esta violación de la Regla 9, por parte del protagonista, donde tiene lugar esta negación no garantizada de la relatividad del resultado de la defensa, puede ser llamada falacia de absolutiwr el éxito de la defensa.

129 Un caso excepcional, por supuesto, es que el protagonista logre una defensa concluyente de un punto de vista que es una, así llamada, verdad 16gim. l.\1 Cf. Schopenhauer {1970), Barth & Martens (1977).

202 fRANS H VAN EEMEREN- Roa GROOTENOORSJ 1 ARCUMENTACION, CO.\WNICACION Y fAlACIAS

temente es mucho más cómica que seria. En el siguiente ejemplo el asunto se vuelve caricaturesco:

Una discusión acerca de la relación entre el Parlamento y la opinión pública podría ser fasci­nante, pero no con Piet Grijs. Por lo tanto, declaro solemnemente que. he ganado la discusión y procedo con la orden del día.

Si el protagonista y el antagonista pueden ponerse de acuerdo sobre el resultado de la discusión, la disputa realmente puede ser resuelta. Entonces hay dos posibilidades con res­pecto a cada punto en discusión: o bien tanto el protagonista como el antagonista concuerdan en que el protagonista ha logrado defender concluyentemente su punto de vista, o bien am­bos están de acuerdo en que no lo ha logrado. En el primer caso, el antagonista debe retrac­tarse de sus dudas originales acerca del punto de vista y el protagonista puede continuar sosteniendo dicho punto de vista. En el segundo caso, el protagonista debe retractarse de su punto de vista original y el antagonista puede continuar manteniendo sus dudas. Estas con­secuencias de una defensa exitosa o fallida de un punto de vista se establecen en la Regla 9 de una discusión crítica: Una defensa fallida de 1111 punto de vista debe tener C0/110 resultado el que la parte que lo presentó se retracte de él y una defetlsa concluyente debe tener como resultado el que la otra parte se refracte de sus dudas acerca del punto de vista.

Si el antagonista se rehúsa a retractarse de sus dudas acerca del punto de vista del prota­gortista, aunque concede que el protagonista lo ha defendido concluyentemente, es culpable de violar la Regla 9. Lo mismo se aplica a un protagonista que se rehúsa a retractarse de un punto de vista, mientras al mismo tiempo admite que no ha logrado defenderlo concluyentemente. En la práctica, esta combinación de conceder algo y aún así rehusarse a extraer las consecuencias que se siguen de ello no ocurrirá con mucha frecuencia de manera explícita. Lo más probable es que un antagonista recalcitrante siga intentando negar que la defensa del protagonista ha sido exitosa y que un protagonista recalcitrante no admita abier­tamente que su defensa no ha sido concluyente.

Atmque parezca que efectivamente el protagonista y el antagonista observan la Regla 9, todavía hay cosas que pueden fallar en la etapa de clausura. Por ejemplo, una de las partes puede exagerar las consecuencias que la otra parte está obligada a extraer de acuerdo a la Regla 9. Es posible que la parte que exagera proceda luego a dejarse llevar por su entusiasmo y trate de conectar estas consecuencias con otras que no se siguen de ellas en absoluto y que le dan un giro completamente diferente al resultado de la discusión.

Si el protagonista ha tenido éxito en lograr una defensa concluyente de su punto de vista, la Regla 9 estipula que, en consecuencia, el antagonista debe retractarse de sus dudas acerca de él. Esta es la única obligación que recae sobre el antagonista y es lo único que el protago· nista puede exigirle. Si el protagonista pretende concluir que ha demostrado que su punto de vista es verdadero y demanda del antagonista que reconozca esto, está exagerando las conse· cuencias que se siguen de su defensa exitosa del punto de vista.

Si, en cambio, el protagonista no ha logrado defender su punto de vista concluyentemente, la Regla 9 estipula que, en consecuencia, debe retractarse de él. Esta es su ímica obligación y es lo único que el antagonista puede exigirle. Si el antagonista concluye que entonces ha quedado demostrado que el punto de vista opuesto al del protagonista es verdadero y le exige al protagonista que reconozca esto, claramente está exagerando las consecuencias del fracaso del protagonista en defender su ptmto de vista.

i.

CAPITUW XVII 1 fALACIAS fN U ETAPA DE ClAUSURA DE LA DISCUSIÓN 203

2. Absolutizar el éxito de la defensa

Si el protagonista viola la Regla 9, atribuyéndole automáticamente a una defensa exitosa de su punto de vista la consecuencia de que ha probado que el punto de vista es verdadero, comete, en principio, un doble error.129 En primer lugar, les asigna un rango injustificado a los puntos de partida comunes en que se basa su defensa: actúa como si estos fueran verda­deros a priori, en circunstancias de que no hay absolutamente ninguna garantía de que real­mente lo sean. En segundo lugar, al hacerlo, erróneamente le confiere a su defensa exitosa una categoría objetiva, en vez de una (inter)subjetiva.

Como una defensa exitosa de tm punto de vista solo se puede lograr contra un antagonis­ta particular, en una situación comunicacional particular, en que el protagonista puede ape­lar a un conjunto particular de puntos de partida comunes, y no a otros, una defensa de este tipo generabnente tiene un carácter relativo. El antagonista, por su parte, no puede comenzar de pronto a negar la aceptabilidad de estos puntos de partida comunes y empezar a cuestio­narlos, porque si lo hiciera, estaría violando la Regla 6. Así, los puntos de partida que el protagonista puede usar en la defensa de su punto de vista se pueden considerar como con­cesiones otorgadas por el antagonista: en interés de la resolución de la disputa, el antagonista ha estado dispuesto a conceder, aunque solo sea para averiguar adónde lleva la argumenta­ción, que estas proposiciones son aceptables. Esta dependencia que tiene m1a defensa exitosa respecto de los puntos de partida de la argumentación, se señaló en el capítulo 14, donde afirmamos que tal defensa siempre es ex co11cessrt. 130

El que una proposición tenga la categoría de concesión significa que no está en discusión. Una de las razones que tiene el antagonista para incluir una proposición entre las concesio­nes es, precisamente, que no considera necesario que su aceptabilidad deba ser demostrada primero, o convertirse en un punto en disputa durante el curso de la discusión. Si la proposi­ción en cuestión es usada en defensa del punto de vista, será aceptada como tal. Sin embargo, esto no significa de ninguna manera que se deba considerar que el protagonista y el antago­nista creen que tal proposición es verdadera o aceptable en un sentido universal. Es muy posible que no estén completamente seguros acerca de esto, o que incluso supongan que la proposición 110 es verdadera: pueden haberse propuesto comenzar su discusión sobre la base de puntos de partida hipotéticos o incluso patentemente falsos.

El protagonista viola la Regla 9 si, sobre la base de tma defensa exitosa lograda con la ayuda de una concesión otorgada por el antagonista, pretende haber demostrado que su punto de vista es verdadero. De hecho, lo único que ha logrado demostrar es que, con la ayuda de las concesiones otorgadas por el antagonista, es posible producir una defensa exitosa del punto de vista. Al infringir la Regla 9, el protagonista entra en conflicto, de dos maneras, con la naturaleza ex co11cessu de una defensa exitosa: priihero, actúa como si el resulta~o de su defensa no dependiera de las concesiones otorgadas por el antagonista y, segundo, como si este resultado pudiera aspirar a una aceptación universal. Esta violación de la Regla 9, por parte del protagonista, donde tiene lugar esta negación no garantizada de la relatividad del resultado de la defensa, puede ser llamada falacia de absolutiwr el éxito de la defensa.

129 Un caso excepcional, por supuesto, es que el protagonista logre una defensa concluyente de un punto de vista que es una, así llamada, verdad 16gim. l.\1 Cf. Schopenhauer {1970), Barth & Martens (1977).

1'

204 FRANS H VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORST / ARGUMEWTt\CION, Co,ltuN/CiiC!tlN Y fA~Cit\S

3. Absolutizar el fracaso de la defensa

Si el antagonista viola la Regla 9, atribuyéndole automáticamente al fracaso de la defensa del punto de vista por parte del protagonista la consecuencia de que ha quedado demostrado que el punto de vista opuesto es verdadero, comete dos errores. En primer lugar, conftmde su rol como antagonista con el rol de protagonista. En segundo lugar, supone equivocadamente que una discusión siempre tiene que terminar en la victoria de un punto de vista, sea positivo o negativo, y que la negación del ptmto de vista positivo supone la afirmación del punto de vista negativo y viceversa. El primer error es el resultado de una incorrecta comprensión de cómo se asigna el peso de la prueba en las discusiones mixtas y no mixtas, el segundo es el resultado de ignorar la posibilidad de que exista un punto de vista cero. La combinación de estos dos errores conduce a la conclusión equivocada de que el hecho de que no se haya probado que algo es el caso, demuestra que no es el caso, o que el hecho de que no se haya probado que algo 110 es el caso, demuestra que es el caso.

El antagonista exagera, así, de tma manera inaceptable, las consecuencias de una defensa fallida por parte del protagonista. El antagonista pretende que el punto de vista opuesto al del protagonista ha sido defendido exitosamente, en circunstancias de que su victoria sólo le da derecho a mantener sus dudas acerca del pwlto de vista del protagonista. Por esta razón, se puede llamar a esta violación de la Regla 9 falacia de absolutizar el fracaso de la defensa. Tradicio­nalmente, esta falacia se conoce como argwuentum ad ignoranliam, un nombre que expresa el hecho de que la persona que comete el error presenta la ignorancia como evidencia. m

En el siguiente diálogo encontramos un claro ejemplo de un argumet!lum ad ignorantiam:

1. Hugo: Be/o:

Hugo:

"Voy a dejar de fumar, porque fumar da cáncer". "Eso no se ha probado todavía, así es que puedes seguir fumando con toda tranqui­lidad". "Tienes razOn. Voy a encender un cigarrillo de irunediato".

Supongamos que este diálogo es parte de una discusión destinada a resolver una disputa ímica no mixta en la que Hugo adopta tm punto de vista positivo con respecto a la proposi­ción Ftmwr produce cáncer y Beto cuestiona ese punto de vista:

2. Hugo: Be/o:

+/p ?/{+/p)

Después de que Hugo y Beto han establecido que tienen tma discusión (etapa de confron­tación), deciden intentar resolver la disputa mediante una discusión crítica en la cual Hugo toma el rol de protagonista y Beto el de antagonista (etapa de apertura). En seguida, Hugo presenta ciertos argumentos que Beto examina críticamente (etapa de argumentación). En la etapa de clausura de la discusión {1), Hugo está convencido al principio de que ha tenido éxito en defender concluyentemente su punto de vista de que fumar produce cáncer, pero, en segtmda instancia, inesperadamente concede que su defensa ha fallado. Esto significa que la disputa ha sido resuelta, pero esta vez en favor de Beto y no de Hugo. A juzgar por sus

lJI Cf. Robinson {1971a}, Woods & Walton (1989}.

CAPITULO XVII/ fAlACIAS rN LA. ETAPA m; ClAUSURA. DE lA DISCUSIÓN 205

palabras finales, Hugo no se ha dado cuenta de que Beto ha cometido una falacia de argumentum ad ignomntiam: A partir de la observáción (conjunta) de que Hugo ha sido inca­paz de demostrar que fumar produce cáncer, Beto ha extraído implícitamente la conclusión de que ahora ha quedado demostrado que fumar no produce cáncer:

3. Be/o: -/p

Al extraer esta conclusión a partir de la derrota de Hugo, Beto ha confundido los roles de protagonista y antagonista. En la disputa original (2), Hugo es el único que ha presentado un ptmto de vista, de modo que él es el único que está obligado a presentar una defensa. Beto solo tiene que poner en duda el punto de vista de Hugo. Esta situación se refleja en la distri­bución de los roles: Hugo toma el rol de protagonista y Beto el de antagonista. Puesto que la disputa es no mixta, ni Hugo ni Beto tienen ningún otro rol que cumplir.

De la distribución de los roles se sigue que no hay otras opciones abiertas para Hugo que no sean la de mantener su ptmto de vista, si su defensa es exitosa, o la de tener que retractarse de él, si su defensa fracasa. Las opciones de Beto son la de mantener sus dudas, si la defensa ha fracasado, o retractarse de ellas, si la defensa ha sido exitosa. Beto no tiene tul punto de vista propio que defender, por lo tanto, al final de la discusión él no tiene ningím punto de vista que mantener o del cual retractarse. Cuando Beto le asigna a la defensa fallida del punto de vista de Hugo la consecuencia de que el ptmto de vista negativo ha sido defendido exitosamente, lo que está haciendo es confundir su rol de antagonista de dicho punto de vista con el rol de protagonista del punto de vista negativo.

Incluso si, desde el comienzo,la disputa hubiese sido una disputa mixta, de todas mane­ras Beto no habría podido asignarle al fracaso de Hugo en defender su ptmto de vista la consecuencia de que el punto de vista negativo había sido defendido exitosamente. La situa­ción inicial habría sido la siguiente:

4. Hugo; Be/o:

+/p, ?{+/p),

?(-/p) -/p

Aquí Hugo y Beto son, cada uno, tanto protagonistas de sus propios puntos de vista como antagonistas del punto de vista del otro. Si Hugo falla en la defensa de su ptmto de vista positivo, entonces Beto en su rol de antagonista gana la discusión en lo que respecta al punto de vista positivo de Hugo. Puesto que Beto no ha presentado aún una defensa en favor de su punto de vista negativo, todavía recae sobre él el peso de la prueba en favor del punto de vista negativo. Al pretender que el punto de vista negati~o ha sido defendido exitosamente, Beto está conftmdiendo su victoria en el rol de antagonista del punto de vista positivo·con tma victoria en el rol de protagonista del punto de vista negativo. Aunque Hugo, de acuedo a la Regla 9, está obligado a retractarse de su punto de vista positivo, puesto que ha fracasado en defenderlo, esto no significa en absoluto que esté obligado a retirar sus dudas acerca del punto de vista negativo de Beto. Eso solo llegaría a ser necesario si Beto defendiera exitosamente su propio punto de vista.

Además, Beto comete el segtmdo error ad ignorrmtiam de suponer equivocadamente que siempre es necesario adoptar o un punto de vista positivo o tut ptmto de vista negativo con respecto a una proposición. Puesto que el ptmto de vista positivo de que fumar produce

1'

204 FRANS H VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORST / ARGUMEWTt\CION, Co,ltuN/CiiC!tlN Y fA~Cit\S

3. Absolutizar el fracaso de la defensa

Si el antagonista viola la Regla 9, atribuyéndole automáticamente al fracaso de la defensa del punto de vista por parte del protagonista la consecuencia de que ha quedado demostrado que el punto de vista opuesto es verdadero, comete dos errores. En primer lugar, conftmde su rol como antagonista con el rol de protagonista. En segundo lugar, supone equivocadamente que una discusión siempre tiene que terminar en la victoria de un punto de vista, sea positivo o negativo, y que la negación del ptmto de vista positivo supone la afirmación del punto de vista negativo y viceversa. El primer error es el resultado de una incorrecta comprensión de cómo se asigna el peso de la prueba en las discusiones mixtas y no mixtas, el segundo es el resultado de ignorar la posibilidad de que exista un punto de vista cero. La combinación de estos dos errores conduce a la conclusión equivocada de que el hecho de que no se haya probado que algo es el caso, demuestra que no es el caso, o que el hecho de que no se haya probado que algo 110 es el caso, demuestra que es el caso.

El antagonista exagera, así, de tma manera inaceptable, las consecuencias de una defensa fallida por parte del protagonista. El antagonista pretende que el punto de vista opuesto al del protagonista ha sido defendido exitosamente, en circunstancias de que su victoria sólo le da derecho a mantener sus dudas acerca del pwlto de vista del protagonista. Por esta razón, se puede llamar a esta violación de la Regla 9 falacia de absolutizar el fracaso de la defensa. Tradicio­nalmente, esta falacia se conoce como argwuentum ad ignoranliam, un nombre que expresa el hecho de que la persona que comete el error presenta la ignorancia como evidencia. m

En el siguiente diálogo encontramos un claro ejemplo de un argumet!lum ad ignorantiam:

1. Hugo: Be/o:

Hugo:

"Voy a dejar de fumar, porque fumar da cáncer". "Eso no se ha probado todavía, así es que puedes seguir fumando con toda tranqui­lidad". "Tienes razOn. Voy a encender un cigarrillo de irunediato".

Supongamos que este diálogo es parte de una discusión destinada a resolver una disputa ímica no mixta en la que Hugo adopta tm punto de vista positivo con respecto a la proposi­ción Ftmwr produce cáncer y Beto cuestiona ese punto de vista:

2. Hugo: Be/o:

+/p ?/{+/p)

Después de que Hugo y Beto han establecido que tienen tma discusión (etapa de confron­tación), deciden intentar resolver la disputa mediante una discusión crítica en la cual Hugo toma el rol de protagonista y Beto el de antagonista (etapa de apertura). En seguida, Hugo presenta ciertos argumentos que Beto examina críticamente (etapa de argumentación). En la etapa de clausura de la discusión {1), Hugo está convencido al principio de que ha tenido éxito en defender concluyentemente su punto de vista de que fumar produce cáncer, pero, en segtmda instancia, inesperadamente concede que su defensa ha fallado. Esto significa que la disputa ha sido resuelta, pero esta vez en favor de Beto y no de Hugo. A juzgar por sus

lJI Cf. Robinson {1971a}, Woods & Walton (1989}.

CAPITULO XVII/ fAlACIAS rN LA. ETAPA m; ClAUSURA. DE lA DISCUSIÓN 205

palabras finales, Hugo no se ha dado cuenta de que Beto ha cometido una falacia de argumentum ad ignomntiam: A partir de la observáción (conjunta) de que Hugo ha sido inca­paz de demostrar que fumar produce cáncer, Beto ha extraído implícitamente la conclusión de que ahora ha quedado demostrado que fumar no produce cáncer:

3. Be/o: -/p

Al extraer esta conclusión a partir de la derrota de Hugo, Beto ha confundido los roles de protagonista y antagonista. En la disputa original (2), Hugo es el único que ha presentado un ptmto de vista, de modo que él es el único que está obligado a presentar una defensa. Beto solo tiene que poner en duda el punto de vista de Hugo. Esta situación se refleja en la distri­bución de los roles: Hugo toma el rol de protagonista y Beto el de antagonista. Puesto que la disputa es no mixta, ni Hugo ni Beto tienen ningún otro rol que cumplir.

De la distribución de los roles se sigue que no hay otras opciones abiertas para Hugo que no sean la de mantener su ptmto de vista, si su defensa es exitosa, o la de tener que retractarse de él, si su defensa fracasa. Las opciones de Beto son la de mantener sus dudas, si la defensa ha fracasado, o retractarse de ellas, si la defensa ha sido exitosa. Beto no tiene tul punto de vista propio que defender, por lo tanto, al final de la discusión él no tiene ningím punto de vista que mantener o del cual retractarse. Cuando Beto le asigna a la defensa fallida del punto de vista de Hugo la consecuencia de que el ptmto de vista negativo ha sido defendido exitosamente, lo que está haciendo es confundir su rol de antagonista de dicho punto de vista con el rol de protagonista del punto de vista negativo.

Incluso si, desde el comienzo,la disputa hubiese sido una disputa mixta, de todas mane­ras Beto no habría podido asignarle al fracaso de Hugo en defender su ptmto de vista la consecuencia de que el punto de vista negativo había sido defendido exitosamente. La situa­ción inicial habría sido la siguiente:

4. Hugo; Be/o:

+/p, ?{+/p),

?(-/p) -/p

Aquí Hugo y Beto son, cada uno, tanto protagonistas de sus propios puntos de vista como antagonistas del punto de vista del otro. Si Hugo falla en la defensa de su ptmto de vista positivo, entonces Beto en su rol de antagonista gana la discusión en lo que respecta al punto de vista positivo de Hugo. Puesto que Beto no ha presentado aún una defensa en favor de su punto de vista negativo, todavía recae sobre él el peso de la prueba en favor del punto de vista negativo. Al pretender que el punto de vista negati~o ha sido defendido exitosamente, Beto está conftmdiendo su victoria en el rol de antagonista del punto de vista positivo·con tma victoria en el rol de protagonista del punto de vista negativo. Aunque Hugo, de acuedo a la Regla 9, está obligado a retractarse de su punto de vista positivo, puesto que ha fracasado en defenderlo, esto no significa en absoluto que esté obligado a retirar sus dudas acerca del punto de vista negativo de Beto. Eso solo llegaría a ser necesario si Beto defendiera exitosamente su propio punto de vista.

Además, Beto comete el segtmdo error ad ignorrmtiam de suponer equivocadamente que siempre es necesario adoptar o un punto de vista positivo o tut ptmto de vista negativo con respecto a una proposición. Puesto que el ptmto de vista positivo de que fumar produce

206

i ' i

FRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMl/NICACION Y fAlACIAS

cáncer no ha sido defendido exitosamente, Beto supone automáticamente que el punto de vista negativo de que fumar no produce cáncer debe haber sido demostrado como correcto, pasando por alto, así, la posibilidad de que no se adopte ningún punto de vista con respecto a la proposición de que fumar produce cáncer. Si uno debe abandonar el punto de vista positivo de que fumar produce cáncer, bien podría terminar con nn sentimiento de que uno ya no está realmente tan seguro sobre si fumar produce cáncer o no, sin tener que pasar necesariamente de un extremo al otro. En un argwnentum ad ignorantiam, al pretender que existe solo una alternativa, la persona que argumenta ignora la posibilidad de tomar el cami­no intermedio de no tener ningún punto de vista en absoluto o, dicho de otra manera, de adoptar un punto de vista cero.

Muchas veces un argumentr¡m ad ignorantiam se presenta en combinación con tm falso dilema, en el cualtma oposición contraria es presentada como si fuese una contradicción.131

En este caso, se sugiere que solo existen dos opciones y que, si una de ellas no puede ser demostrada como correcta, se concluye que 110 es correcta (elargrmrentum ad ignormrtiam "co­rriente") y que, por lo tanto, la otra opción es la correcta. Todas las demás posibilidades se pasan por alto:

S. Hugo: "Voy a dejar de correr, porque se dice que correr es malo para la salud". Beto:

Hugo:

"En todos estos años, eso nunca ha sido probado, así es que correr debe ser muy bueno para uno". "En ese caso, es mejor que siga con mis antiguos hábitos".

En este ejemplo, bueno y malo son tratados como contradictorios, en circunstancias de que las afirmaciones "correr es malo para tmo" y "correr es bueno para uno", aunque no pueden ser ambas verdaderas, podrían ser ambas falsas. En principio, es posible que fumar no tenga ningún efecto en absoluto, de modo que no sea ni bueno ni malo para uno, es decir, que sea "neutro". De hecho, los términos bueno y malo son los extremos de una escala en la que hay todo tipo de gradaciones intermedias, que pueden ser aplicables a diferentes casos y de ma­neras diferentes. Achtar como si existiera solo una oposición absoluta es negar esta variedad de posibilidades.

Otros ejemplos de oposiciones que con frecuencia son tratadas equivocadamente como contradicciones, son los siguientes:

6 . •• inteligente/estúpido b. hermoso/feo

'· fuerte/débil d. grande/pequeño e. rico/pobre

Esta manera de pensar en términos de blanco o negro tiene diversas variantes. Una de ellas consiste en reducir tres o más posibilidades a dos, cuando evidentemente no se trata de una escala donde hay dos ~xtremos. Un abrigo, por ejemplo, puede ser de cualquier color de entre tma variedad de colores, de manera que concluir, partiendo del conocimiento de que

Jl.l Sobre el falso dilema, Cf. Copi (1982).

(APITUW XVII /fAlACI~S EN lA ET~P~ DE ClAUSURA DE lA OISCUS/ÚN 207

un abrigo no es negro, que es verde, es ignorar la posibilidad de que sea café o rojo o de cualquier otro color. La misma trampa del blanco o negro se le puede aplicar a cualquier otro par de contrarios:

7. a. cobre/hierro b. redondo/cuadrado c. dulce/ácido d. católico/protestante e. homosexual/heterosexual

A veces, una de las partes caerá en la trampa de conceder muy rápidamente que solo existen dos posibilidades. Esto le hará difícil la conducción de su defensa. Si fracasa en defen­der una de las opciones, será fácil para la otra parte concluir, mediante un argumenlrtm ad ignorantiam, que la única alternativa que entonces queda ya ha sido demostrada. m Ya en la etapa de apertura, el protagonista debe contemplar la posibilidad de que esta conclusión pudiera ser extraída. Y debe asegurarse de que no se le imponga ningún falso dilema. Espe­cialmente cuando se enfrenta una audiencia numerosa e inexperta, esta combinación de tm argumentum ad ignorarrtiam con un falso dilema puede ser extremadamente efectiva. Si el protagonista no protesta contra el falso dilema desde el momento mismo en que empieza la discusión, la audiencia será fácilmente arrastrada a aceptar la conclusión de la parte contraria.

Una manera aún más sofisticada de usar un falso dilema es la que surge cuando tma de las dos alternativas disponibles ya ha sido reconocida como falsa e indeseable. Esto obvia­mente deja en pie solo la otra alternativa. Incluso sin que haya existido realmente una defen­sa, esta puede ser presentada de inmediato como habiendo sido concluyentemente defendi­da: un falso dilema del tipo más grave, ya que no solo ignora otras alternativas, sino que supone además que la alternativa existente ha sido efectivamente eliminada. Esto es ir aún más lejos que el argrtmentum ad ignormrtiam, porque no se hace ningún intento por defender nada en absoluto:

8. a. Cómete todo lo que está en tu plato, ¿o quieres seguir siendo chico y débil por el resto de tu vida?

b. No puedo entender qué tienes contra las ciencias exactas, ¿qué hay de bueno en toda esa filosofía confusa?

c. Creo que deberíamos irnos ahora, ¿o preferirías perder el tren? d. En mi opinión, es necesario tener reglas, no se puede permitir que cada cual haga lo

que le plazca. e. Mejor muerto que rojo.

Los falsos dilemas de este tipo no siempre pasan desapercibidos en la práctica, a veces son correctamente identificados y deserunascarados:

El dirigente conservador dijo que habría participado con mucho gusto junto a todos sus segui­dores políticos en una demostración contra las armas nucleares, si esta hubiera sido aceptable

lll Incluso si e:cislienw solo dos posibilidades, de todas maneras, este sería un error. Si uno supiera que o X o Y es verdadero, y fracasara en demostrar X, todavía permane(:ería abierta la posibilidad de que uno pudiera probar X posterionnente. Un fracaso en probar X muestra que uno todavía no sabe si la dicotomía es exhaustiva o no.

J

206

i ' i

FRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMl/NICACION Y fAlACIAS

cáncer no ha sido defendido exitosamente, Beto supone automáticamente que el punto de vista negativo de que fumar no produce cáncer debe haber sido demostrado como correcto, pasando por alto, así, la posibilidad de que no se adopte ningún punto de vista con respecto a la proposición de que fumar produce cáncer. Si uno debe abandonar el punto de vista positivo de que fumar produce cáncer, bien podría terminar con nn sentimiento de que uno ya no está realmente tan seguro sobre si fumar produce cáncer o no, sin tener que pasar necesariamente de un extremo al otro. En un argwnentum ad ignorantiam, al pretender que existe solo una alternativa, la persona que argumenta ignora la posibilidad de tomar el cami­no intermedio de no tener ningún punto de vista en absoluto o, dicho de otra manera, de adoptar un punto de vista cero.

Muchas veces un argumentr¡m ad ignorantiam se presenta en combinación con tm falso dilema, en el cualtma oposición contraria es presentada como si fuese una contradicción.131

En este caso, se sugiere que solo existen dos opciones y que, si una de ellas no puede ser demostrada como correcta, se concluye que 110 es correcta (elargrmrentum ad ignormrtiam "co­rriente") y que, por lo tanto, la otra opción es la correcta. Todas las demás posibilidades se pasan por alto:

S. Hugo: "Voy a dejar de correr, porque se dice que correr es malo para la salud". Beto:

Hugo:

"En todos estos años, eso nunca ha sido probado, así es que correr debe ser muy bueno para uno". "En ese caso, es mejor que siga con mis antiguos hábitos".

En este ejemplo, bueno y malo son tratados como contradictorios, en circunstancias de que las afirmaciones "correr es malo para tmo" y "correr es bueno para uno", aunque no pueden ser ambas verdaderas, podrían ser ambas falsas. En principio, es posible que fumar no tenga ningún efecto en absoluto, de modo que no sea ni bueno ni malo para uno, es decir, que sea "neutro". De hecho, los términos bueno y malo son los extremos de una escala en la que hay todo tipo de gradaciones intermedias, que pueden ser aplicables a diferentes casos y de ma­neras diferentes. Achtar como si existiera solo una oposición absoluta es negar esta variedad de posibilidades.

Otros ejemplos de oposiciones que con frecuencia son tratadas equivocadamente como contradicciones, son los siguientes:

6 . •• inteligente/estúpido b. hermoso/feo

'· fuerte/débil d. grande/pequeño e. rico/pobre

Esta manera de pensar en términos de blanco o negro tiene diversas variantes. Una de ellas consiste en reducir tres o más posibilidades a dos, cuando evidentemente no se trata de una escala donde hay dos ~xtremos. Un abrigo, por ejemplo, puede ser de cualquier color de entre tma variedad de colores, de manera que concluir, partiendo del conocimiento de que

Jl.l Sobre el falso dilema, Cf. Copi (1982).

(APITUW XVII /fAlACI~S EN lA ET~P~ DE ClAUSURA DE lA OISCUS/ÚN 207

un abrigo no es negro, que es verde, es ignorar la posibilidad de que sea café o rojo o de cualquier otro color. La misma trampa del blanco o negro se le puede aplicar a cualquier otro par de contrarios:

7. a. cobre/hierro b. redondo/cuadrado c. dulce/ácido d. católico/protestante e. homosexual/heterosexual

A veces, una de las partes caerá en la trampa de conceder muy rápidamente que solo existen dos posibilidades. Esto le hará difícil la conducción de su defensa. Si fracasa en defen­der una de las opciones, será fácil para la otra parte concluir, mediante un argumenlrtm ad ignorantiam, que la única alternativa que entonces queda ya ha sido demostrada. m Ya en la etapa de apertura, el protagonista debe contemplar la posibilidad de que esta conclusión pudiera ser extraída. Y debe asegurarse de que no se le imponga ningún falso dilema. Espe­cialmente cuando se enfrenta una audiencia numerosa e inexperta, esta combinación de tm argumentum ad ignorarrtiam con un falso dilema puede ser extremadamente efectiva. Si el protagonista no protesta contra el falso dilema desde el momento mismo en que empieza la discusión, la audiencia será fácilmente arrastrada a aceptar la conclusión de la parte contraria.

Una manera aún más sofisticada de usar un falso dilema es la que surge cuando tma de las dos alternativas disponibles ya ha sido reconocida como falsa e indeseable. Esto obvia­mente deja en pie solo la otra alternativa. Incluso sin que haya existido realmente una defen­sa, esta puede ser presentada de inmediato como habiendo sido concluyentemente defendi­da: un falso dilema del tipo más grave, ya que no solo ignora otras alternativas, sino que supone además que la alternativa existente ha sido efectivamente eliminada. Esto es ir aún más lejos que el argrtmentum ad ignormrtiam, porque no se hace ningún intento por defender nada en absoluto:

8. a. Cómete todo lo que está en tu plato, ¿o quieres seguir siendo chico y débil por el resto de tu vida?

b. No puedo entender qué tienes contra las ciencias exactas, ¿qué hay de bueno en toda esa filosofía confusa?

c. Creo que deberíamos irnos ahora, ¿o preferirías perder el tren? d. En mi opinión, es necesario tener reglas, no se puede permitir que cada cual haga lo

que le plazca. e. Mejor muerto que rojo.

Los falsos dilemas de este tipo no siempre pasan desapercibidos en la práctica, a veces son correctamente identificados y deserunascarados:

El dirigente conservador dijo que habría participado con mucho gusto junto a todos sus segui­dores políticos en una demostración contra las armas nucleares, si esta hubiera sido aceptable

lll Incluso si e:cislienw solo dos posibilidades, de todas maneras, este sería un error. Si uno supiera que o X o Y es verdadero, y fracasara en demostrar X, todavía permane(:ería abierta la posibilidad de que uno pudiera probar X posterionnente. Un fracaso en probar X muestra que uno todavía no sabe si la dicotomía es exhaustiva o no.

J

208 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARCUMENTA.CION, COMUN/G\C/ÜN Y fMAC!AS

para su partido. Sin embargo, según dijo, los slogans presentados el sábado no eran aceptables, especialmente el de "Trabajos, no Bombas", que él consideraba como un falso dilema. "Es como ofrecer una alternativa entre Hitler y Moscú", dijo.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de clausura

La falacia de absolutizar el éxito de la defensa implica una falta de reconocimiento, por parte del protagonista, del papel de las concesiones. Al desconocer que la defensa de ~m punto de vista solo puede ser exitosa gracias a las concesiones otorgadas por el antagonista, el prota· gonista niega la nahualeza relativa de toda defensa exitosa. En principio, tma disputa solo se puede resolver debido, precisamente, a que el antagonista está dispuesto a hacer ciertas con­cesiones que el protagonista puede usar en la defensa de su punto de vista. Esta es la razón por la cual la falacia de absolutizar el éxito de la defensa también se considera como una variante especial del mgumentum ad lwminem: Solo puede producirse gradas a las personas que cumplen los roles de protagonista y de antagonista.

En lugar de decir que la resolución de una disputa es siempre ex concessu, podríamos decir también que siempre es ad l10minem. Sin embargo, existen tres diferencias entre esta variante del argumentum ad l!ominem y las variantes discutidas en el capítulo 9. Mientras en dicho capítulo se establecía una correlación directa (negativa) entre un punto de vista y la persona que lo presentaba o que lo poilla en duda, en el presente caso, se niega que exista cualquier conexión con las personas. Mientras en el primer caso la violación se producía en la etapa de confrontación, en este ocurre en la etapa de clausura. Por último, en el primer caso, la violación podía ser cometida tanto por el protagonista como por el antagonista, en éste solo puede serlo por el protagonista.

Se suele seíi.alar que el argumentum ad ignorantiam se usa en el ámbito legal, pero que, en ese caso, no constihtye una falacia. Esto se refiere al principio de la presunción de inocencia en la ley criminal, es decir, el que lila persona se considere inocente del cargo que se le imputa hasta que, o a menos que, se demuestre su culpabilidad. Este principio implica que un acusa­do es absuelto si su culpabilidad no puede ser demostrada satisfactoriamente en la corte.

Allilque, a primera vista, parecen existir similitudes con el argumentum ad ignorantiam, no es esta falacia Jo que se observa en este caso. El acusado es absuelto "por falta de evidencia", no porque se considere que su inocencia haya sido demostrada. Así, una declaración de ino­cencia no significa que la corte crea que el acusado es inocente. El propósito de este principio es proteger la seguridad legal del acusado, quien, naturalmente, es la parte que está en ma· yor riesgo. La aplkación de este principio es una consecuencia del peso de la prueba en un juicio criminal: el acusado no tiene que probar que es inocente, sino que se debe probar que es culpable. Así, en un juicio, la inocencia del acusado tiene la categoría de una presunción.

En la ciencia, y en la investigación en humanidades, existe también tma situación comt.'m que tiene una similitud superficial con el argumentum ad ignorantiam. El fracaso de un intento por falsificar una hipótesis es considerado corno Wl apoyo en favor de la corrección de dicha hipótesis. En efecto, siguiendo las directrices del filósofo Karl Popper, muchos investigado­res consideran que la realización sistemática de intentos rigurosos de falsificación es la única manera de alcanzar un conocimieni:o científico confiable. la falsificación es la única alterna­tiva al errado camino de la verificación.

¡:_

CAPITUlO XVII/ fAlACIAS EN LA ETAPA. Df nAUSWU\ DE LA D!SCU510N 209

En este caso, nuevamente las similihtdes con el argrtmentum ad ignoranliam no deben con­siderarse como un signo de que la falsificación sea una falacia. Después de todo, el fracaso de un intento por refutar una hipótesis no es considerado como tm úmdamento para concluir que la hipótesis es verdadera, sino simplemente que no se ha demostrado que sea falsa. Todo intento fallido por refutarla hace más razonable suponer que la hipótesis podría, en efecto, ser correcta. Esta es la razón por la cual se suele decir a veces que mientras más intentos de refutación cuidadosamente calculados han fracasado, más fuerte se vuelve la hipótesis. Por otra parte, por muchos que sean los intentos por refutar la hipótesis que hayan fracasado, la conclusión nunca podrá ser que la verdad de la hipótesis ha sido demostrada, sino solo que puede ser razonable suponer, por el momento, que es verdadera.

La falacia del falso dilema no debe ser confundida con la forma argumentativa lógica­mente válida del silogismo disyuntivo:

1. a. AvB b. no A (o: no B) c. Por lo tauto, B (o: A)

En los argumentos que toman la forma de (1) existe una disyunción entre dos emmciados que no pueden ser ambos falsos. Si uno de ellos es falso, entonces se puede concluir que el otro es verdadero. El siguiente ejemplo es un argumento que tiene la forma de tm silogismo disytmtivo:

2. a. Beto está en La Pizza N ostra o en el Lomitón. b. Beto no está en el Lomitón. c. Por lo tanto, Beto está en La Pizza Nostra.

La falacia del falso dilema se produce si la disytmción solo cubre dos enWlciados, cuando en realidad existen tres o más posibilidades. En este caso, la premisa a de {1) ciertamente es incompleta, e incluso posiblemente engañosa. En el caso (2) esto significaría que se está dan­do la impresión de que solo existen dos restaurantes donde podría estar Beta, cuando en realidad Beto podría estar también, por ejemplo, en La Fuente Alemana. En este caso, el hecho de que no esté en el Lomitón no significa necesariamente que esté en La Pizza Nosb·a.

También se produce tm argumentum ad ignorantiam cuando no es efectivo que se haya establecido que no es verdad que a, sino solamente que no es seguro que a sea verdad. En este caso, la premisa b de (1) ciertamente es prematura, e incluso es posible que sea completamen­te falsa. En el caso (2) esto significa que el hecho de que no se pueda afirmar con certeza que Beta está en el Lomitón, se toma como tm signo de que rzo está en el Lomitón. Correr a La Pizza Nostra, pensando que Beto debe estar allí, es arriesgarse a perder el tiempo.

Usar la forma argumentativa del silogismo disyuntivo no tiene nada de malo en sí mis­mo. El argumentum ad igrrorarrtiam, combinado o no con un falso dilema, solo se produce si existe algo erróneo en una o en ambas premisas del argumento. En la práctica, esto no siem­pre aparece con claridad a primera vista, de manera que puede presentar ciertas dificultades distinguir entre wt uso correcto y uno incorrecto de la forma argumentativa, lógicamente válida, del silogismo disyuntivo.

208 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARCUMENTA.CION, COMUN/G\C/ÜN Y fMAC!AS

para su partido. Sin embargo, según dijo, los slogans presentados el sábado no eran aceptables, especialmente el de "Trabajos, no Bombas", que él consideraba como un falso dilema. "Es como ofrecer una alternativa entre Hitler y Moscú", dijo.

4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de clausura

La falacia de absolutizar el éxito de la defensa implica una falta de reconocimiento, por parte del protagonista, del papel de las concesiones. Al desconocer que la defensa de ~m punto de vista solo puede ser exitosa gracias a las concesiones otorgadas por el antagonista, el prota· gonista niega la nahualeza relativa de toda defensa exitosa. En principio, tma disputa solo se puede resolver debido, precisamente, a que el antagonista está dispuesto a hacer ciertas con­cesiones que el protagonista puede usar en la defensa de su punto de vista. Esta es la razón por la cual la falacia de absolutizar el éxito de la defensa también se considera como una variante especial del mgumentum ad lwminem: Solo puede producirse gradas a las personas que cumplen los roles de protagonista y de antagonista.

En lugar de decir que la resolución de una disputa es siempre ex concessu, podríamos decir también que siempre es ad l10minem. Sin embargo, existen tres diferencias entre esta variante del argumentum ad l!ominem y las variantes discutidas en el capítulo 9. Mientras en dicho capítulo se establecía una correlación directa (negativa) entre un punto de vista y la persona que lo presentaba o que lo poilla en duda, en el presente caso, se niega que exista cualquier conexión con las personas. Mientras en el primer caso la violación se producía en la etapa de confrontación, en este ocurre en la etapa de clausura. Por último, en el primer caso, la violación podía ser cometida tanto por el protagonista como por el antagonista, en éste solo puede serlo por el protagonista.

Se suele seíi.alar que el argumentum ad ignorantiam se usa en el ámbito legal, pero que, en ese caso, no constihtye una falacia. Esto se refiere al principio de la presunción de inocencia en la ley criminal, es decir, el que lila persona se considere inocente del cargo que se le imputa hasta que, o a menos que, se demuestre su culpabilidad. Este principio implica que un acusa­do es absuelto si su culpabilidad no puede ser demostrada satisfactoriamente en la corte.

Allilque, a primera vista, parecen existir similitudes con el argumentum ad ignorantiam, no es esta falacia Jo que se observa en este caso. El acusado es absuelto "por falta de evidencia", no porque se considere que su inocencia haya sido demostrada. Así, una declaración de ino­cencia no significa que la corte crea que el acusado es inocente. El propósito de este principio es proteger la seguridad legal del acusado, quien, naturalmente, es la parte que está en ma· yor riesgo. La aplkación de este principio es una consecuencia del peso de la prueba en un juicio criminal: el acusado no tiene que probar que es inocente, sino que se debe probar que es culpable. Así, en un juicio, la inocencia del acusado tiene la categoría de una presunción.

En la ciencia, y en la investigación en humanidades, existe también tma situación comt.'m que tiene una similitud superficial con el argumentum ad ignorantiam. El fracaso de un intento por falsificar una hipótesis es considerado corno Wl apoyo en favor de la corrección de dicha hipótesis. En efecto, siguiendo las directrices del filósofo Karl Popper, muchos investigado­res consideran que la realización sistemática de intentos rigurosos de falsificación es la única manera de alcanzar un conocimieni:o científico confiable. la falsificación es la única alterna­tiva al errado camino de la verificación.

¡:_

CAPITUlO XVII/ fAlACIAS EN LA ETAPA. Df nAUSWU\ DE LA D!SCU510N 209

En este caso, nuevamente las similihtdes con el argrtmentum ad ignoranliam no deben con­siderarse como un signo de que la falsificación sea una falacia. Después de todo, el fracaso de un intento por refutar una hipótesis no es considerado como tm úmdamento para concluir que la hipótesis es verdadera, sino simplemente que no se ha demostrado que sea falsa. Todo intento fallido por refutarla hace más razonable suponer que la hipótesis podría, en efecto, ser correcta. Esta es la razón por la cual se suele decir a veces que mientras más intentos de refutación cuidadosamente calculados han fracasado, más fuerte se vuelve la hipótesis. Por otra parte, por muchos que sean los intentos por refutar la hipótesis que hayan fracasado, la conclusión nunca podrá ser que la verdad de la hipótesis ha sido demostrada, sino solo que puede ser razonable suponer, por el momento, que es verdadera.

La falacia del falso dilema no debe ser confundida con la forma argumentativa lógica­mente válida del silogismo disyuntivo:

1. a. AvB b. no A (o: no B) c. Por lo tauto, B (o: A)

En los argumentos que toman la forma de (1) existe una disyunción entre dos emmciados que no pueden ser ambos falsos. Si uno de ellos es falso, entonces se puede concluir que el otro es verdadero. El siguiente ejemplo es un argumento que tiene la forma de tm silogismo disytmtivo:

2. a. Beto está en La Pizza N ostra o en el Lomitón. b. Beto no está en el Lomitón. c. Por lo tanto, Beto está en La Pizza Nostra.

La falacia del falso dilema se produce si la disytmción solo cubre dos enWlciados, cuando en realidad existen tres o más posibilidades. En este caso, la premisa a de {1) ciertamente es incompleta, e incluso posiblemente engañosa. En el caso (2) esto significaría que se está dan­do la impresión de que solo existen dos restaurantes donde podría estar Beta, cuando en realidad Beto podría estar también, por ejemplo, en La Fuente Alemana. En este caso, el hecho de que no esté en el Lomitón no significa necesariamente que esté en La Pizza Nosb·a.

También se produce tm argumentum ad ignorantiam cuando no es efectivo que se haya establecido que no es verdad que a, sino solamente que no es seguro que a sea verdad. En este caso, la premisa b de (1) ciertamente es prematura, e incluso es posible que sea completamen­te falsa. En el caso (2) esto significa que el hecho de que no se pueda afirmar con certeza que Beta está en el Lomitón, se toma como tm signo de que rzo está en el Lomitón. Correr a La Pizza Nostra, pensando que Beto debe estar allí, es arriesgarse a perder el tiempo.

Usar la forma argumentativa del silogismo disyuntivo no tiene nada de malo en sí mis­mo. El argumentum ad igrrorarrtiam, combinado o no con un falso dilema, solo se produce si existe algo erróneo en una o en ambas premisas del argumento. En la práctica, esto no siem­pre aparece con claridad a primera vista, de manera que puede presentar ciertas dificultades distinguir entre wt uso correcto y uno incorrecto de la forma argumentativa, lógicamente válida, del silogismo disyuntivo.

'

CAPITUW XVIII

Falacias en el uso del lenguaje

1. Presentación e interpretación del discurso argumentativo

Un lenguaje poco claro puede tener consecuencias negativas directas que afecten la resolu~ ción de una disputa. Si el protagonista no expresa su punto de vista claramente y de manera inequívoca en la etapa de confrontación, el antagonista podría ponerlo en duda, aunque no h1viera realmente ninguna necesidad de cuestionarlo, o bien podría no ponerlo en duda cuan· do realmente debería hacerlo. Y si el uso del lenguaje y las expresiones empleadas por el antagonista no logran hacer que se comprenda que está poniendo en duda el punto de vista del protagonista, este podría creer erróneamente que no existe una disputa. O, a la inversa, el protagonista podría tener la impresión de que l!ay nna disputa cuando realmente no hay ningnna, o de que la disputa es mixta cuando en realidad es no mixta. Estos malentendidos pueden hacer surgir acuerdos y disputas espurios.n1 En el caso de nn seudo-acuerdo puede suceder que no se llegue nnnca a efectuar tma discusión que es necesaria, en el caso de una seudo-disputa es muy probable que se desarrolle tma discusión innecesaria.

La falta de claridad y de univocidad en la etapa de cmúrontación sigue teniendo impacto a lo largo de las otras etapas de la discusión y, por supuesto, puede sumarse a otras faltas de claridad y a otras ambigüedades presentes en estas. Como el protagonista y el antagonista se turnan durante la discusión para tomar alternadamente los roles de hablante y audiencia (o escritor y lector), efectivamente tienen tma doble responsabilidad por el uso del lenguaje en la discusión: deben expresar lo que quieren decir tan claramente y tan inequívocamente como les sea posible, de manera que la otra parte pueda determinar cuál es su intención, y deben hacer su mejor esfuerzo por determinar el significado al que apnnta lo que la otra parte está diciendo. Con el fin de hacerle justicia a estos requerimientos de uso del lenguaje, la Regla iO de tma discusión crítica establece lo siguiente: las partes 110 deben usar formulaciones que resul­ten insuftcielzlemente claras o confusamente ambiguas y deben interpretar las fomwlaciones de la parte contraria tan cuidadosa y tan exactamente como les sea posible.

Las dos personas que discuten tienen la responsabilidad conjnnta de lograr el entendi­miento mutuo. Esto significa que las palabras y expresiones de sus actos de habla deben

1~ Acerca de los seudo-acuerdos, véase Naess (1966).

'

CAPITUW XVIII

Falacias en el uso del lenguaje

1. Presentación e interpretación del discurso argumentativo

Un lenguaje poco claro puede tener consecuencias negativas directas que afecten la resolu~ ción de una disputa. Si el protagonista no expresa su punto de vista claramente y de manera inequívoca en la etapa de confrontación, el antagonista podría ponerlo en duda, aunque no h1viera realmente ninguna necesidad de cuestionarlo, o bien podría no ponerlo en duda cuan· do realmente debería hacerlo. Y si el uso del lenguaje y las expresiones empleadas por el antagonista no logran hacer que se comprenda que está poniendo en duda el punto de vista del protagonista, este podría creer erróneamente que no existe una disputa. O, a la inversa, el protagonista podría tener la impresión de que l!ay nna disputa cuando realmente no hay ningnna, o de que la disputa es mixta cuando en realidad es no mixta. Estos malentendidos pueden hacer surgir acuerdos y disputas espurios.n1 En el caso de nn seudo-acuerdo puede suceder que no se llegue nnnca a efectuar tma discusión que es necesaria, en el caso de una seudo-disputa es muy probable que se desarrolle tma discusión innecesaria.

La falta de claridad y de univocidad en la etapa de cmúrontación sigue teniendo impacto a lo largo de las otras etapas de la discusión y, por supuesto, puede sumarse a otras faltas de claridad y a otras ambigüedades presentes en estas. Como el protagonista y el antagonista se turnan durante la discusión para tomar alternadamente los roles de hablante y audiencia (o escritor y lector), efectivamente tienen tma doble responsabilidad por el uso del lenguaje en la discusión: deben expresar lo que quieren decir tan claramente y tan inequívocamente como les sea posible, de manera que la otra parte pueda determinar cuál es su intención, y deben hacer su mejor esfuerzo por determinar el significado al que apnnta lo que la otra parte está diciendo. Con el fin de hacerle justicia a estos requerimientos de uso del lenguaje, la Regla iO de tma discusión crítica establece lo siguiente: las partes 110 deben usar formulaciones que resul­ten insuftcielzlemente claras o confusamente ambiguas y deben interpretar las fomwlaciones de la parte contraria tan cuidadosa y tan exactamente como les sea posible.

Las dos personas que discuten tienen la responsabilidad conjnnta de lograr el entendi­miento mutuo. Esto significa que las palabras y expresiones de sus actos de habla deben

1~ Acerca de los seudo-acuerdos, véase Naess (1966).

212 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST / ARCl/MENTACION, COM!INICACION Y fAUCIAS

cumplir con el requisito de claridad que es parte del Principio de la Comunicación. En cuanto a la interpretación, esto implica que cada parte debe suponer que la otra parte está respetan­do dicho Principio de la Comw1icación y que ha formulado todo lo que quiere decir de la manera más clara que le ha sido posible.135 Esto no significa necesariamente que todas las intenciones deban ser formuladas de manera completamente explícita y directa, ni que todos los actos de habla deban ser interpretados literalmente. Es perfectamente posible que la fun­ción comunicacional de tm acto de habla sólo se dé a conocer indirectamente y que muchas otras cosas permanezcan inexpresadas, como sucede con las premisas implícitas.

En la práctica, por lo general los actos de habla implícitos e indirectos no representan mayor problema. Habitualmente la audiencia, o el lector, basándose en sus conocimientos previos y a partir del contexto y de la situación, pueden comprender lo que se quiere decir y cuáles son los elementos que permanecen implícitos. En la mayoría de los casos, el hablante o escritor efectivamente asumirá que la audiencia o el lector son capaces de comprender y escogerá sus palabras de acuerdo con esto. Si ambos usuarios del lenguaje adaptan su mane­jo de la información verbal al conocimiento previo de cada tmo, de tal manera que no su~an problemas de comprensión, podemos hablar de una formulación óptima y de una interpretación óptima.

El éxito o el fracaso comunicacional de los intercambios verbales no es algo absoluto. Por regla general, la formulación del mensaje no es inherentemente comprensible, sino que es comprensible (o incomprensible) para ciertos intérpretes. La comprensibilidad es un concep­to relativo y es también tm concepto gradual: no es algo que una formulación simplemente posea o deje de poseer, sino algo que una formulación puede exhibir en mayor o menor grado. Incluso formulaciones qtte parecen ser particularmente transparentes ptteden no ser totalmente comprensibles para todo el mtmdo y, en cambio, incluso en las formulaciones más opacas puede haber cosas que ciertas audiencias o ciertos lectores pueden entender.

No es posible determinar completamente hasta qué grado la comunicación es tm éxito o un fracaso, simplemente estableciendo si la audiencia o el lector entienden o no las palabras del hablante o del escritor. De hecho, puede suceder que para tm determinado propósito o contexto sea necesario lograr un grado o nivel de entendimiento más alto que para otro.136

Un cirujano que le explica Jos detalles precisos de una operación a tm colega establecerá estándares de comprensión más altos que los que él mismo establecería para explicarle las mismas cosas a un niño pequeño. Depende, en primera instancia, de los mismos usuarios del lenguaje determinar cuál es el nivel de comprensión que se requiere para conducir tma dis­puta a una resolución satisfactoria.

Establecer si el nivel de comprensión requerido se ha alcanzado o no será más fácil en tma discusión explícita que en tma implícita. En la primera, el hablante podrá determinar a partir de las reacciones verbales y no verbales, o de la mirada de incomprensión del interlocutor,

m En la práctica, a Ve(es a los usuarios del lenguaje les parece más importante tener en cuenta las coll5ideraciones sociales que conducir tma discusión nítica de acuerdo con el Principio de la Commricación. De acuerdo a leech, además del Principio de la Comunicación (o el Principio de Cooperación de Grice), que regula nuestro uso del lenguaje de manera que contribuya al logro de tma meta comunicadonal asumida, se debe postular tm Principio de Cortesía, que sirva "para mantener el equilibrio social y las relaciones amistosas que nos permiten suponer desde la partida que nuestros interlocutores están siendo cooperativos" (1983, p. 82). En opinión de Leech, se podría argumen­tar que el Principie de Cortesía, que consiste en minimizar la expresión de creencias descorteses, tiene un papel regu­lador superior al del Principio de Cooperación. Esto concuerda con la observación de Lakoff de que muchas vet:eS en illla conversación se considera más importante "evitar las ofensas que lograr la claridad" (1973, pp. 297-298). '36 Acerca de la "profundidad del significado al que se apunta", véase Naess (1966).

CAPITULO XVlJI / fAUCIAS EN EL USO DH tf~'GUAJf 213

que no ha sido completamente comprendido de la manera en que desea serlo. El interlocutor, por su parte, podrá pedirle al hablante que amplíe o que explique sus palabras, si lo conside­ra necesario. Tales ampliaciones o explicaciones de las formulaciones se realizan por medio de los declarativos de uso.

Para poder cumplir con las exigencias de la Regla 10, que estipula que las formulaciones no deben ser insuficientemente claras o confusamente ambiguas, los hablantes y escritores siempre tienen derecho a clarificar sus palabras mediante tm declarativo de uso y la audien­cia y los lectores tienen derecho a solicitarles que lo hagan. En principio, siempre es obliga­ción del hablante o del escritor acceder a esta petición, puesto que, de lo contrario, se estaría violando el Principio de la Comwllcación. Con respecto a las contribuciones a discusiones implícitas, tales como un discurso, tm alegato legal o un editorial, no existe generalmente ninguna posibilidad de que el hablante o escritor se entere, a través de una respuesta directa, de que sus palabras necesitan ser clarificadas. En tales cirnmstancias, es el hablante 0 el escritor que quiere resolver la disputa el que debe juzgar por sí mismo si necesita ofrecer algún tipo de ampliación. Cuando se encuentre dudoso, es aconsejable que siga la máxima: "Si no ayuda, por lo menos no daña". A esta estrategia la llamamos estrategia de presentación óptimamente clara e inequ{voca.

2. Manipulación de la falta de claridad

Si wl participante de wta discusión se vale de algún tipo de falta de claridad en la expresión de sus afirmaciones con el propósito de mejorar su propia posición en la discusión, se hace culpable de tma violación de la Regla 10 que puede ser descrita como falacia de falta de clari­dad. Puede haber varios tipos de falta de claridad. Si son el resültado de un problema con la estructuración del texto, son casos de falta de claridad estmctural a nivel textual: una estruc­tura oscura, un orden "ilógico", wta falta de coherencia, etc. Diversos tipos de elementos pueden mezclarse también y conftmdirse en el texto. El sociólogo Goudsblom describe así su efecto en las discusiones acerca de política y de moral (Folia, octubre 17, 1981):

En muchas discusiones y textos discursivos ... se produce un entremezclarse caprichoso de ele­mentos descriptivos, interpretativos, declarativos y valorativos. El resultado de esla mezcla es la creación de una combinación de "sentido" y "sinsentido" que resulta difícil de aprehender, pero cuyo mejor nombre podría ser, tal vez, "no-senlido" ("unsense"). Nos damos cuenta de que muchas discusiones acerca de política y de moral-es decir, acerca de la sociedad- son conducidas gracias al no-sentido. Los puntos de parlida, los términos, las conclusiones, a menudo incluso el planteamiento completo del problema mismo, constituyen en conjunto un enredo indisoluble de descripciones, interprelaciones, explicaciones y valora­ciones. Participar en tales discusiones equivale a remover un nido de avispas retórico. Darnos cuenta de esto nos vuelve impotentes y nos deja sin habla.

La falta de claridad también se puede presentar a nivel oracional, en la realización de actos de habla elementales. Uno de los primeros problemas que suelen presentarse es que no queda claro cuál es la ftmción comunicacional del acto de habla. Por regla general, esta ftm­ción no se indica de manera explícita. Esto no conduce habitualmente a ningún problema de interpretación, pero a veces el contexto y la situación dejan demasiadas posibilidades abier­tas y la ftmción del acto de habla implícito queda oscura.

212 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST / ARCl/MENTACION, COM!INICACION Y fAUCIAS

cumplir con el requisito de claridad que es parte del Principio de la Comunicación. En cuanto a la interpretación, esto implica que cada parte debe suponer que la otra parte está respetan­do dicho Principio de la Comw1icación y que ha formulado todo lo que quiere decir de la manera más clara que le ha sido posible.135 Esto no significa necesariamente que todas las intenciones deban ser formuladas de manera completamente explícita y directa, ni que todos los actos de habla deban ser interpretados literalmente. Es perfectamente posible que la fun­ción comunicacional de tm acto de habla sólo se dé a conocer indirectamente y que muchas otras cosas permanezcan inexpresadas, como sucede con las premisas implícitas.

En la práctica, por lo general los actos de habla implícitos e indirectos no representan mayor problema. Habitualmente la audiencia, o el lector, basándose en sus conocimientos previos y a partir del contexto y de la situación, pueden comprender lo que se quiere decir y cuáles son los elementos que permanecen implícitos. En la mayoría de los casos, el hablante o escritor efectivamente asumirá que la audiencia o el lector son capaces de comprender y escogerá sus palabras de acuerdo con esto. Si ambos usuarios del lenguaje adaptan su mane­jo de la información verbal al conocimiento previo de cada tmo, de tal manera que no su~an problemas de comprensión, podemos hablar de una formulación óptima y de una interpretación óptima.

El éxito o el fracaso comunicacional de los intercambios verbales no es algo absoluto. Por regla general, la formulación del mensaje no es inherentemente comprensible, sino que es comprensible (o incomprensible) para ciertos intérpretes. La comprensibilidad es un concep­to relativo y es también tm concepto gradual: no es algo que una formulación simplemente posea o deje de poseer, sino algo que una formulación puede exhibir en mayor o menor grado. Incluso formulaciones qtte parecen ser particularmente transparentes ptteden no ser totalmente comprensibles para todo el mtmdo y, en cambio, incluso en las formulaciones más opacas puede haber cosas que ciertas audiencias o ciertos lectores pueden entender.

No es posible determinar completamente hasta qué grado la comunicación es tm éxito o un fracaso, simplemente estableciendo si la audiencia o el lector entienden o no las palabras del hablante o del escritor. De hecho, puede suceder que para tm determinado propósito o contexto sea necesario lograr un grado o nivel de entendimiento más alto que para otro.136

Un cirujano que le explica Jos detalles precisos de una operación a tm colega establecerá estándares de comprensión más altos que los que él mismo establecería para explicarle las mismas cosas a un niño pequeño. Depende, en primera instancia, de los mismos usuarios del lenguaje determinar cuál es el nivel de comprensión que se requiere para conducir tma dis­puta a una resolución satisfactoria.

Establecer si el nivel de comprensión requerido se ha alcanzado o no será más fácil en tma discusión explícita que en tma implícita. En la primera, el hablante podrá determinar a partir de las reacciones verbales y no verbales, o de la mirada de incomprensión del interlocutor,

m En la práctica, a Ve(es a los usuarios del lenguaje les parece más importante tener en cuenta las coll5ideraciones sociales que conducir tma discusión nítica de acuerdo con el Principio de la Commricación. De acuerdo a leech, además del Principio de la Comunicación (o el Principio de Cooperación de Grice), que regula nuestro uso del lenguaje de manera que contribuya al logro de tma meta comunicadonal asumida, se debe postular tm Principio de Cortesía, que sirva "para mantener el equilibrio social y las relaciones amistosas que nos permiten suponer desde la partida que nuestros interlocutores están siendo cooperativos" (1983, p. 82). En opinión de Leech, se podría argumen­tar que el Principie de Cortesía, que consiste en minimizar la expresión de creencias descorteses, tiene un papel regu­lador superior al del Principio de Cooperación. Esto concuerda con la observación de Lakoff de que muchas vet:eS en illla conversación se considera más importante "evitar las ofensas que lograr la claridad" (1973, pp. 297-298). '36 Acerca de la "profundidad del significado al que se apunta", véase Naess (1966).

CAPITULO XVlJI / fAUCIAS EN EL USO DH tf~'GUAJf 213

que no ha sido completamente comprendido de la manera en que desea serlo. El interlocutor, por su parte, podrá pedirle al hablante que amplíe o que explique sus palabras, si lo conside­ra necesario. Tales ampliaciones o explicaciones de las formulaciones se realizan por medio de los declarativos de uso.

Para poder cumplir con las exigencias de la Regla 10, que estipula que las formulaciones no deben ser insuficientemente claras o confusamente ambiguas, los hablantes y escritores siempre tienen derecho a clarificar sus palabras mediante tm declarativo de uso y la audien­cia y los lectores tienen derecho a solicitarles que lo hagan. En principio, siempre es obliga­ción del hablante o del escritor acceder a esta petición, puesto que, de lo contrario, se estaría violando el Principio de la Comwllcación. Con respecto a las contribuciones a discusiones implícitas, tales como un discurso, tm alegato legal o un editorial, no existe generalmente ninguna posibilidad de que el hablante o escritor se entere, a través de una respuesta directa, de que sus palabras necesitan ser clarificadas. En tales cirnmstancias, es el hablante 0 el escritor que quiere resolver la disputa el que debe juzgar por sí mismo si necesita ofrecer algún tipo de ampliación. Cuando se encuentre dudoso, es aconsejable que siga la máxima: "Si no ayuda, por lo menos no daña". A esta estrategia la llamamos estrategia de presentación óptimamente clara e inequ{voca.

2. Manipulación de la falta de claridad

Si wl participante de wta discusión se vale de algún tipo de falta de claridad en la expresión de sus afirmaciones con el propósito de mejorar su propia posición en la discusión, se hace culpable de tma violación de la Regla 10 que puede ser descrita como falacia de falta de clari­dad. Puede haber varios tipos de falta de claridad. Si son el resültado de un problema con la estructuración del texto, son casos de falta de claridad estmctural a nivel textual: una estruc­tura oscura, un orden "ilógico", wta falta de coherencia, etc. Diversos tipos de elementos pueden mezclarse también y conftmdirse en el texto. El sociólogo Goudsblom describe así su efecto en las discusiones acerca de política y de moral (Folia, octubre 17, 1981):

En muchas discusiones y textos discursivos ... se produce un entremezclarse caprichoso de ele­mentos descriptivos, interpretativos, declarativos y valorativos. El resultado de esla mezcla es la creación de una combinación de "sentido" y "sinsentido" que resulta difícil de aprehender, pero cuyo mejor nombre podría ser, tal vez, "no-senlido" ("unsense"). Nos damos cuenta de que muchas discusiones acerca de política y de moral-es decir, acerca de la sociedad- son conducidas gracias al no-sentido. Los puntos de parlida, los términos, las conclusiones, a menudo incluso el planteamiento completo del problema mismo, constituyen en conjunto un enredo indisoluble de descripciones, interprelaciones, explicaciones y valora­ciones. Participar en tales discusiones equivale a remover un nido de avispas retórico. Darnos cuenta de esto nos vuelve impotentes y nos deja sin habla.

La falta de claridad también se puede presentar a nivel oracional, en la realización de actos de habla elementales. Uno de los primeros problemas que suelen presentarse es que no queda claro cuál es la ftmción comunicacional del acto de habla. Por regla general, esta ftm­ción no se indica de manera explícita. Esto no conduce habitualmente a ningún problema de interpretación, pero a veces el contexto y la situación dejan demasiadas posibilidades abier­tas y la ftmción del acto de habla implícito queda oscura.

214 fRANS H. VAN EEM~~EN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTAC/ON, CO.\ll/N/Ci!CIÜN Y Fi!UCIAS

Otra dificultad de los actos de habla elementales se relaciona con el contenido proposicional. La referencia puede ser poco clara, pero también puede serlo la predicación. En el primer caso, no queda claro a quién o a qué se está refiriendo en realidad el hablante. En el segundo caso, se hace difícil comprender qué es lo que quiere decir acerca de esa persona o de ese asunto. Supongamos que alguien dice: "Carlos es cleptómano". Si no queda claro a qué Carlos se refiere, el interlocutor podría preguntar: "¿A quién te refieres, a tu vecino o a tu cuñado?" Si no está seguro de qué es un cleptómano, podría preguntar: "¿Qué es eso?" En este ejemplo tampoco se indica explícitamente la función comunicacional del acto de habla. Podría ser una aseveración o una simple afirmación de hecho, pero también podría ser una advertencia. Puesto que la función comunicacional permanece implícita, es posible que el interlocutor extraiga la conclusión equivocada y reaccione de una manera inapropiada.

Supongamos que el ejemplo tiene la función de una aseveración con la cual se espera que el interlocutor esté de acuerdo o en desacuerdo. Supongamos también que el interlocutor sabe a cuál Carlos se refiere y sabe también lo que es ser un cleptómano. Aún en este caso, todavía es posible pensar que podría no estar de acuerdo con la aseveración, annque no esté en desacuerdo con los "hechos" en cuanto se refieren a Carlos. Esta discrepancia puede ser el resultado de una diferencia en los criterios que él y el hablante aplican para establecer si alguien es o no un cleptómano. Es perfectamente posible que el hablante sea nna de esas personas que consideran que alguien es cleptómano tan pronto como éste se roba nna galleta del mesón de la cocina. La pregunta crucial aquí es con cuánta frecuencia y con cuánta re­gularidad tiene que robar alguien antes de que tengamos derecho a etiquetarlo de cleptóma­no. Siempre habrá casos limítrofes y esto automáticamente convierte al término cleptómano en un término hasta cierto punto vago. Es la vaguedad del término "cleptómano", en el ejem­plo analizado, lo que hace que la aseveración sea un tanto oscura.137

Otro ejemplo interesante, que muestra cómo un término que, a primera vista, parece sufi­cientemente claro puede ser explotado por causa de su inesperada vaguedad, es el discutido por Neil Lyndon en un artículo sobre "Malas Palabras" (The Sunday Times, diciembre 9, 1990):

Germaine Creer escribió un ensayo acerca de la violación en el cual afirmó: "De todas maneras, hay hombres que van a la cárcel por violación, en su mayoría son hombres negros, casi todos ellos pobres, pero ni los jueces ni los fiscales se complican en su quehacer por el hecho de saber que también ellos son violadores, excepto que tienen métodos de coacción más sofisticados".[ ... ] Cermaine Creer explicó qtte "probablemente la forma más común de violación no criminal es la violación por fraude, por medio de fingida ternura o falsas promesas de una relación dura­dera, por ejemplo". Si nos guiamos por estos criterios, no podrían haber muchos adultos vivos, sexualmente activos, de cualquier sexo, que no hubieran sido víctimas de una "violación no criminal".

Podemos distinguir cuatro tipos principales de falta de claridad, que están en correspon­dencia con los factores que más contribuyen a producir la falta de claridad en la formulación de los actos de habla: (a) lo implícito (de la función comunicacional), (b) la falta de familiaridad (de las palabras y expresiones), (e) la indefinición (referencial) y (d) la vaguedad. Tomando cada uno de estos cuatro tipos individualmente podemos identificar maneras de despejar la falta de claridad en cada caso.

m En relación a los diferentes tipos de vaguedad, véase Olson (1970).

CAPITUlO XVlll 1 fAUC/i!S W fL USO DEL LENGllii}E 215

(a) La falta de claridad que resulta de lo implícito se puede resolver por medio de declarativos de uso que permitan lmcer explícita la naturaleza y la fuerza de la función comunicacional del acto de habla y el alcance de su contenido proposicional. Así, el acto de habla implícito "los perros son más sensitivos que los gatos" se puede hacer más explícito diciendo: "Tengo la impresión de que los perros podrían ser más sensitivos que los gatos", o agregando: "No estoy hablando de todos los perros o todos los gatos, sino de los perros y gatos comWles y corrientes".

La fuerza de un asertivo, por ejemplo, puede variar desde una aseveración firme a una cauta suposición. Esta diferencia puede expresarse (con decrecientes medidas de certeza) por medio de palabras y de expresiones tales como "incuestionablemente", "ciertamente", "casi con toda certeza", "indudablemente", "probablemente", "posiblemente" y "presumiblemente". Mientras mayor es el grado de certeza conque se presenta un punto de vista, más altos son los estándares que se espera que se apliquen a su defensa. Si no hay ninguna indicación explícita sobre la fuerza del asertivo, existe el riesgo de que sea evaluado equivocadamente por el interlocutor.

El alcance de las proposiciones puede variar desde una cosa o tm individuo hasta todas las cosas o todas las personas. Esta variación tiene ciertas implicancias para la defensa del ptmto de vista. Un punto de vista con una proposición particular es, en principio, más fácil de defender que uno con una proposición universal. Si el alcance de la proposición no se indica explícitamente, queda poco claro lo que se requiere de parte de la defensa. En el ejem­plo "los perros son más sensitivos que los gatos", ni la fuerza ni el alcance están claros. De aquí que haya que hacer las precisiones indicadas más arriba.

La siguiente es tma buena ilustración de lo que puede salir mal cuando el alcance de Wla proposición no se indica claramente. El ejemplo se basa en una afinnaciónhecha por Germaine Greer en su libro La Mujer Eunuco:

Siempre me causa eshtpor el que las mujeres no entiendan cuánto las odian los hombres.

A lo que Neil Lyndon responde en un artículo aparecido en The Sunday Times:

¿Qué ] ... ]podría causar o permitir que una escritora mundialmente famosa hablara de manera tan idiota como para decir que los hombres odian a las mujeres {como si todos los hombres odiaran a todas las mujeres)¡ como si todos los hombres pertenecieran, por nacimiento, a una especie de Ku Klux Klan natural de hombres que envían mujeres a la hoguera; como si -en oposición a la evidencia de lo que dicen y hacen, escriben, cantan y sueñan-los hombres sola­mente odiaran a las mujeres y no las amaran ni quisieran amarlas?

(b) En el ejemplo de falta de familiaridad discutido más arriba se producía una falta ·de claridad debido a que el interlocutor no estaba familiarizado con el término cleptómano. Esta falta de claridad se puede despejar fácilmente dando una definición de la palabra: "Un cleptó­mano es alguien que siente Wla irrefrenable compulsión a robar".

También es posible que la falta de familiaridad esté relacionada no con la palabra, sino con aquello a lo que la palabra se refiere, en cuyo caso Wla definición nominal no despeja tan fácilmente la falta de claridad. Por ejemplo, es poco probable que alguien que no sabe lo que es la inflación y que no tiene ningún entrenamiento en economía pueda obtener mucho bene-

214 fRANS H. VAN EEM~~EN- ROB GROOTENOORST 1 ARGUMENTAC/ON, CO.\ll/N/Ci!CIÜN Y Fi!UCIAS

Otra dificultad de los actos de habla elementales se relaciona con el contenido proposicional. La referencia puede ser poco clara, pero también puede serlo la predicación. En el primer caso, no queda claro a quién o a qué se está refiriendo en realidad el hablante. En el segundo caso, se hace difícil comprender qué es lo que quiere decir acerca de esa persona o de ese asunto. Supongamos que alguien dice: "Carlos es cleptómano". Si no queda claro a qué Carlos se refiere, el interlocutor podría preguntar: "¿A quién te refieres, a tu vecino o a tu cuñado?" Si no está seguro de qué es un cleptómano, podría preguntar: "¿Qué es eso?" En este ejemplo tampoco se indica explícitamente la función comunicacional del acto de habla. Podría ser una aseveración o una simple afirmación de hecho, pero también podría ser una advertencia. Puesto que la función comunicacional permanece implícita, es posible que el interlocutor extraiga la conclusión equivocada y reaccione de una manera inapropiada.

Supongamos que el ejemplo tiene la función de una aseveración con la cual se espera que el interlocutor esté de acuerdo o en desacuerdo. Supongamos también que el interlocutor sabe a cuál Carlos se refiere y sabe también lo que es ser un cleptómano. Aún en este caso, todavía es posible pensar que podría no estar de acuerdo con la aseveración, annque no esté en desacuerdo con los "hechos" en cuanto se refieren a Carlos. Esta discrepancia puede ser el resultado de una diferencia en los criterios que él y el hablante aplican para establecer si alguien es o no un cleptómano. Es perfectamente posible que el hablante sea nna de esas personas que consideran que alguien es cleptómano tan pronto como éste se roba nna galleta del mesón de la cocina. La pregunta crucial aquí es con cuánta frecuencia y con cuánta re­gularidad tiene que robar alguien antes de que tengamos derecho a etiquetarlo de cleptóma­no. Siempre habrá casos limítrofes y esto automáticamente convierte al término cleptómano en un término hasta cierto punto vago. Es la vaguedad del término "cleptómano", en el ejem­plo analizado, lo que hace que la aseveración sea un tanto oscura.137

Otro ejemplo interesante, que muestra cómo un término que, a primera vista, parece sufi­cientemente claro puede ser explotado por causa de su inesperada vaguedad, es el discutido por Neil Lyndon en un artículo sobre "Malas Palabras" (The Sunday Times, diciembre 9, 1990):

Germaine Creer escribió un ensayo acerca de la violación en el cual afirmó: "De todas maneras, hay hombres que van a la cárcel por violación, en su mayoría son hombres negros, casi todos ellos pobres, pero ni los jueces ni los fiscales se complican en su quehacer por el hecho de saber que también ellos son violadores, excepto que tienen métodos de coacción más sofisticados".[ ... ] Cermaine Creer explicó qtte "probablemente la forma más común de violación no criminal es la violación por fraude, por medio de fingida ternura o falsas promesas de una relación dura­dera, por ejemplo". Si nos guiamos por estos criterios, no podrían haber muchos adultos vivos, sexualmente activos, de cualquier sexo, que no hubieran sido víctimas de una "violación no criminal".

Podemos distinguir cuatro tipos principales de falta de claridad, que están en correspon­dencia con los factores que más contribuyen a producir la falta de claridad en la formulación de los actos de habla: (a) lo implícito (de la función comunicacional), (b) la falta de familiaridad (de las palabras y expresiones), (e) la indefinición (referencial) y (d) la vaguedad. Tomando cada uno de estos cuatro tipos individualmente podemos identificar maneras de despejar la falta de claridad en cada caso.

m En relación a los diferentes tipos de vaguedad, véase Olson (1970).

CAPITUlO XVlll 1 fAUC/i!S W fL USO DEL LENGllii}E 215

(a) La falta de claridad que resulta de lo implícito se puede resolver por medio de declarativos de uso que permitan lmcer explícita la naturaleza y la fuerza de la función comunicacional del acto de habla y el alcance de su contenido proposicional. Así, el acto de habla implícito "los perros son más sensitivos que los gatos" se puede hacer más explícito diciendo: "Tengo la impresión de que los perros podrían ser más sensitivos que los gatos", o agregando: "No estoy hablando de todos los perros o todos los gatos, sino de los perros y gatos comWles y corrientes".

La fuerza de un asertivo, por ejemplo, puede variar desde una aseveración firme a una cauta suposición. Esta diferencia puede expresarse (con decrecientes medidas de certeza) por medio de palabras y de expresiones tales como "incuestionablemente", "ciertamente", "casi con toda certeza", "indudablemente", "probablemente", "posiblemente" y "presumiblemente". Mientras mayor es el grado de certeza conque se presenta un punto de vista, más altos son los estándares que se espera que se apliquen a su defensa. Si no hay ninguna indicación explícita sobre la fuerza del asertivo, existe el riesgo de que sea evaluado equivocadamente por el interlocutor.

El alcance de las proposiciones puede variar desde una cosa o tm individuo hasta todas las cosas o todas las personas. Esta variación tiene ciertas implicancias para la defensa del ptmto de vista. Un punto de vista con una proposición particular es, en principio, más fácil de defender que uno con una proposición universal. Si el alcance de la proposición no se indica explícitamente, queda poco claro lo que se requiere de parte de la defensa. En el ejem­plo "los perros son más sensitivos que los gatos", ni la fuerza ni el alcance están claros. De aquí que haya que hacer las precisiones indicadas más arriba.

La siguiente es tma buena ilustración de lo que puede salir mal cuando el alcance de Wla proposición no se indica claramente. El ejemplo se basa en una afinnaciónhecha por Germaine Greer en su libro La Mujer Eunuco:

Siempre me causa eshtpor el que las mujeres no entiendan cuánto las odian los hombres.

A lo que Neil Lyndon responde en un artículo aparecido en The Sunday Times:

¿Qué ] ... ]podría causar o permitir que una escritora mundialmente famosa hablara de manera tan idiota como para decir que los hombres odian a las mujeres {como si todos los hombres odiaran a todas las mujeres)¡ como si todos los hombres pertenecieran, por nacimiento, a una especie de Ku Klux Klan natural de hombres que envían mujeres a la hoguera; como si -en oposición a la evidencia de lo que dicen y hacen, escriben, cantan y sueñan-los hombres sola­mente odiaran a las mujeres y no las amaran ni quisieran amarlas?

(b) En el ejemplo de falta de familiaridad discutido más arriba se producía una falta ·de claridad debido a que el interlocutor no estaba familiarizado con el término cleptómano. Esta falta de claridad se puede despejar fácilmente dando una definición de la palabra: "Un cleptó­mano es alguien que siente Wla irrefrenable compulsión a robar".

También es posible que la falta de familiaridad esté relacionada no con la palabra, sino con aquello a lo que la palabra se refiere, en cuyo caso Wla definición nominal no despeja tan fácilmente la falta de claridad. Por ejemplo, es poco probable que alguien que no sabe lo que es la inflación y que no tiene ningún entrenamiento en economía pueda obtener mucho bene-

216 fRANS H. VAN EEMERON- ROB GROOTENOO!tST / A~Cl/MENTACIÓN, CO.\!UNIC~C/ÓN Y fA!.ACIAS

ficio de una definición. Lo que esta persona necesita es algún tipo de explicación o amplifica-ción. Y esto casi siempre requerirá más de una oración. .

No siempre está claro hasta qué punto se trata de un problema de vocabulano o de una falta de conocimiento especializado. En muchos casos ambos son tm_asunto de grado. M~­chas veces existe algún grado de familiaridad con tma palabra o con tm tema, la que, sm embargo, puede resultar insuficiente para una aprehensión precisa del alc~ce del punt~ de vista. Por lo general, el grado de familiaridad se puede incrementar por mediO de declara~vos de uso a través de los cuales la palabra o aslmto en cuestión es definida, explicada o amph_ada.

(e) En el ejemplo anterior de indefinición referencial se producía una falta de clandad debido a que el interlocutor no sabía a qué persona se referí~ la palabra "~arios_". Habih~~l­mente, el contexto y la situación en los que ocurre un entmctado proporcmnan ~ormac10n suficiente.como para evitar malos entendidos debidos a la indefinición refe~enoal. Los qu~ puedan surgir a pesar de esto, se pueden evitar o disipar solicitando_ u ofrecien~o una prw­siót!. Esta es un declarativo de uso que permite señalar cuál de las mterpretacmnes ~ue es posible identificar debe considerarse como la interpretación a la que apunta el emmcm~o.

(d) En el ejemplo de vaguedad discutido más arriba se producfa una falta de clandad debida a que \lllO de los participantes de la discusión llamaba a ~lguien clep,tó~ano tan p:on­to como éste había robado una cosa, en cambio el otro solo consideraba el ter mm o aproptado si la persona en cuestión era culpable de un robo persistente. ~mbos concordaban en que s~ trataba de un robo. La diferencia consistía en cómo respondian a la pregtmta de con que frecuencia tendría que producirse el robo. .

A esta forma de vaguedad se la llama vaguedad lineal, debido a que se produc_e p~r post­bies diferencias respecto al grado en que algo o alguien debe cum~lir con un c~iteno dado para que la descripción ofrecida se considere apropiada. Algunos e¡emplos obv10s de pala­bras linealmente vagas son los términos relativos, como "calvo", "rico" y "gordo". Pero tam­bién algtmos términos absolutos, como "rojo", "verde" y otros descrip~ores de color, pue~en ser vagos. ·Cuánto dinero debe tener tma persona para ser llamada nca? ¿Cuánto amarillo

' . . . d ''" debe haber en tm ro¡o para que se convierta en anaran¡a o. Otra forma de vaguedad se relaciona con los parecidos fami/iares. 139 Entre las palabras Y

expresiones donde se puede presentar este tipo de vaguedad se encuentran algunas como "buena persona", "inteligente", "poema", o "bajos fondos". Lo que estos ejemp_lo_s tienen_ en común es que diferentes personas pueden aplicar criterios diferentes para descnbir a algtuen como "buena persona" o "inteligente", o a un texto escrito como tm "poema> o a tm sector de una ciudad como "bajos fondos". La característica más notoria en estos e¡emplos es que no existe ningún criterio único que sea aplicable a cada palabra, sino que una palabra llega _a ser apropiada cuando satisface dos o más criterios de una list~ más amplia: La falta de dan­dad es causada, por ejemplo, por el hecho de que un usuano dellengua¡e pone el ma~or énfasis en los criterios 1, 3 y 4, mientras que otro les asigna la mayor importancia a los cnte· rios 3, 4 y 5, y a(m otro considera que los criterios 2, 3 y 4 son los más_ ~portantes._ Debid_o a que hay tantos traslapes, no siempre queda irunediatamente de mamfiesto que existen dife­rencias en el significado que diversas personas le asignan a la misma palabra. Esto puede conducir a malos entendidos difíciles de aclarar. Si alguien piensa que Bernardo es tma bue-

w En un silogismo Sorilc-o, la vaguedad lineal puede dar origen a una variante especial de la pendiente resbaladiza. •» Cf. Wittgen;;tein (1953).

CAPITULO XVIII /fALACIAS El/ H liSO DEL LENGUA/f 217

na persona porque es honesto, respetuoso y cálido, mientras otra persona lo califica así por­que es honesto, cooperador y amistoso, fácilmente podría surgir una disputa acerca de si Eernardo es o no una buena persona, sin que en realidad exista ningún desacuerdo acerca de las características que se le atribuyen a Bernardo.

La vaguedad relacionada con los parecidos familiares se produce por las diferencias de significado relacionadas con la aplicación de criterios que son diferentes en un sentido cuali­tativo. En cambio, en la vaguedad lineal las diferencias son cuantitativas y se relacionan con tm criterio que es tmo y el mismo. Además de los casos prototípicos, en ambos tipos de vaguedad también hay casos limítrofes donde las diferencias son menos pronunciadas. Una característica común que ambas comparten es que proporcionan tma buena ilustración de la naturaleza relativa y gradual de la claridad y de la comprensibilidad.

La falta de claridad debida a la vaguedad también se puede disipar mediante una preci­sióll.140 En este caso, el empleo de este declarativo de uso implica señalar cuáles son los crite­rios que se consideran aplicables al caso en cuestión y hasta qué punto se deben satisfacer. Por ejemplo:

Digo que una persona es inteligente si es capaz de comprender rápidamente cosas nuevas y puede pensar rápido en soluciones adecuadas para problemas nuevos. Digo que un lugar es un bajo fondo si todas las casas están en tm estado de deterioro, hay basura esparcida por toda la calle y el lugar apesta. Alguien es rico si tiene un millón de dólares en el banco.

Todos estos tipos y formas de falta de claridad que hemos mencionado aquí se pueden presentar en todas las etapas de la discusión y pueden ser obstáculos para la resolución de una disputa. Si efectivamente impiden el desarrollo de una discusión crítica, deben ser consi­derados como variantes de la falacia de falta de claridad.

3. Manipulación de la ambigüedad

Solo cuando, en tm discurso, la falta de claridad se manipula con el propósito de frustrar la resolución de una disputa, se viola la Regla 10. El mismo efecto se puede producir por el uso de tmlenguaje ambiguo. En este caso, se produce la falacia de manipulación de la ambigiiedad, la que también es conocida (menos precisa, pero más brevemente) como equivocación, anfibo­log{a o falacia de ambigüedad. m La manipulación de la ambigüedad está estrechamente rela­cionada con la falacia de falta de claridad y puede ocurrir sola o también en combinación con otras falacias (tales como la falacia de composición o la de división). En esta sección examinare­mos algunas de sus subespecies.

Algunos ejemplos de lenguaje ambiguo realmente son más parecidos a juegos de pala­bras que a cualquier otra cosa, pero, en todo caso, son los que suelen citarse frecuentemente como ejemplos de la falacia de ambigüedad. No es muy probable que resulten especialmente útiles para ayudar a resolver una disputa, aunque a veces parecen haber sido propuestos con

110 Cf. Naess (1966). · 111 Para la falacia de equivocación, véase Woods & Walton (1989). Para los diferentes tipos de ambigüedad (eqUlvo­cadón, anfibología, acento), véase Rescher (1964), Copi (1982) y Olson (1969).

216 fRANS H. VAN EEMERON- ROB GROOTENOO!tST / A~Cl/MENTACIÓN, CO.\!UNIC~C/ÓN Y fA!.ACIAS

ficio de una definición. Lo que esta persona necesita es algún tipo de explicación o amplifica-ción. Y esto casi siempre requerirá más de una oración. .

No siempre está claro hasta qué punto se trata de un problema de vocabulano o de una falta de conocimiento especializado. En muchos casos ambos son tm_asunto de grado. M~­chas veces existe algún grado de familiaridad con tma palabra o con tm tema, la que, sm embargo, puede resultar insuficiente para una aprehensión precisa del alc~ce del punt~ de vista. Por lo general, el grado de familiaridad se puede incrementar por mediO de declara~vos de uso a través de los cuales la palabra o aslmto en cuestión es definida, explicada o amph_ada.

(e) En el ejemplo anterior de indefinición referencial se producía una falta de clandad debido a que el interlocutor no sabía a qué persona se referí~ la palabra "~arios_". Habih~~l­mente, el contexto y la situación en los que ocurre un entmctado proporcmnan ~ormac10n suficiente.como para evitar malos entendidos debidos a la indefinición refe~enoal. Los qu~ puedan surgir a pesar de esto, se pueden evitar o disipar solicitando_ u ofrecien~o una prw­siót!. Esta es un declarativo de uso que permite señalar cuál de las mterpretacmnes ~ue es posible identificar debe considerarse como la interpretación a la que apunta el emmcm~o.

(d) En el ejemplo de vaguedad discutido más arriba se producfa una falta de clandad debida a que \lllO de los participantes de la discusión llamaba a ~lguien clep,tó~ano tan p:on­to como éste había robado una cosa, en cambio el otro solo consideraba el ter mm o aproptado si la persona en cuestión era culpable de un robo persistente. ~mbos concordaban en que s~ trataba de un robo. La diferencia consistía en cómo respondian a la pregtmta de con que frecuencia tendría que producirse el robo. .

A esta forma de vaguedad se la llama vaguedad lineal, debido a que se produc_e p~r post­bies diferencias respecto al grado en que algo o alguien debe cum~lir con un c~iteno dado para que la descripción ofrecida se considere apropiada. Algunos e¡emplos obv10s de pala­bras linealmente vagas son los términos relativos, como "calvo", "rico" y "gordo". Pero tam­bién algtmos términos absolutos, como "rojo", "verde" y otros descrip~ores de color, pue~en ser vagos. ·Cuánto dinero debe tener tma persona para ser llamada nca? ¿Cuánto amarillo

' . . . d ''" debe haber en tm ro¡o para que se convierta en anaran¡a o. Otra forma de vaguedad se relaciona con los parecidos fami/iares. 139 Entre las palabras Y

expresiones donde se puede presentar este tipo de vaguedad se encuentran algunas como "buena persona", "inteligente", "poema", o "bajos fondos". Lo que estos ejemp_lo_s tienen_ en común es que diferentes personas pueden aplicar criterios diferentes para descnbir a algtuen como "buena persona" o "inteligente", o a un texto escrito como tm "poema> o a tm sector de una ciudad como "bajos fondos". La característica más notoria en estos e¡emplos es que no existe ningún criterio único que sea aplicable a cada palabra, sino que una palabra llega _a ser apropiada cuando satisface dos o más criterios de una list~ más amplia: La falta de dan­dad es causada, por ejemplo, por el hecho de que un usuano dellengua¡e pone el ma~or énfasis en los criterios 1, 3 y 4, mientras que otro les asigna la mayor importancia a los cnte· rios 3, 4 y 5, y a(m otro considera que los criterios 2, 3 y 4 son los más_ ~portantes._ Debid_o a que hay tantos traslapes, no siempre queda irunediatamente de mamfiesto que existen dife­rencias en el significado que diversas personas le asignan a la misma palabra. Esto puede conducir a malos entendidos difíciles de aclarar. Si alguien piensa que Bernardo es tma bue-

w En un silogismo Sorilc-o, la vaguedad lineal puede dar origen a una variante especial de la pendiente resbaladiza. •» Cf. Wittgen;;tein (1953).

CAPITULO XVIII /fALACIAS El/ H liSO DEL LENGUA/f 217

na persona porque es honesto, respetuoso y cálido, mientras otra persona lo califica así por­que es honesto, cooperador y amistoso, fácilmente podría surgir una disputa acerca de si Eernardo es o no una buena persona, sin que en realidad exista ningún desacuerdo acerca de las características que se le atribuyen a Bernardo.

La vaguedad relacionada con los parecidos familiares se produce por las diferencias de significado relacionadas con la aplicación de criterios que son diferentes en un sentido cuali­tativo. En cambio, en la vaguedad lineal las diferencias son cuantitativas y se relacionan con tm criterio que es tmo y el mismo. Además de los casos prototípicos, en ambos tipos de vaguedad también hay casos limítrofes donde las diferencias son menos pronunciadas. Una característica común que ambas comparten es que proporcionan tma buena ilustración de la naturaleza relativa y gradual de la claridad y de la comprensibilidad.

La falta de claridad debida a la vaguedad también se puede disipar mediante una preci­sióll.140 En este caso, el empleo de este declarativo de uso implica señalar cuáles son los crite­rios que se consideran aplicables al caso en cuestión y hasta qué punto se deben satisfacer. Por ejemplo:

Digo que una persona es inteligente si es capaz de comprender rápidamente cosas nuevas y puede pensar rápido en soluciones adecuadas para problemas nuevos. Digo que un lugar es un bajo fondo si todas las casas están en tm estado de deterioro, hay basura esparcida por toda la calle y el lugar apesta. Alguien es rico si tiene un millón de dólares en el banco.

Todos estos tipos y formas de falta de claridad que hemos mencionado aquí se pueden presentar en todas las etapas de la discusión y pueden ser obstáculos para la resolución de una disputa. Si efectivamente impiden el desarrollo de una discusión crítica, deben ser consi­derados como variantes de la falacia de falta de claridad.

3. Manipulación de la ambigüedad

Solo cuando, en tm discurso, la falta de claridad se manipula con el propósito de frustrar la resolución de una disputa, se viola la Regla 10. El mismo efecto se puede producir por el uso de tmlenguaje ambiguo. En este caso, se produce la falacia de manipulación de la ambigiiedad, la que también es conocida (menos precisa, pero más brevemente) como equivocación, anfibo­log{a o falacia de ambigüedad. m La manipulación de la ambigüedad está estrechamente rela­cionada con la falacia de falta de claridad y puede ocurrir sola o también en combinación con otras falacias (tales como la falacia de composición o la de división). En esta sección examinare­mos algunas de sus subespecies.

Algunos ejemplos de lenguaje ambiguo realmente son más parecidos a juegos de pala­bras que a cualquier otra cosa, pero, en todo caso, son los que suelen citarse frecuentemente como ejemplos de la falacia de ambigüedad. No es muy probable que resulten especialmente útiles para ayudar a resolver una disputa, aunque a veces parecen haber sido propuestos con

110 Cf. Naess (1966). · 111 Para la falacia de equivocación, véase Woods & Walton (1989). Para los diferentes tipos de ambigüedad (eqUlvo­cadón, anfibología, acento), véase Rescher (1964), Copi (1982) y Olson (1969).

218 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORSf / ARGliMfNTACitlN, (OMliNICACicl."J Y FALACIAS

la intención de que se los tome en serio. El pfimer ejemplo está tomado de la novela Rituales, de Cees Nooteboom:

"¿Cómo es no tener padre?", pregmltó Amo!d Taads. Este era un hombre que solo hacía preguntas para las cuales no había respuesta. Así es que él no le respondió. No tener padre era 110 tener algo. Así es que nada podía decirse acerca de ello.

El ejemplo siguiente, tomado de una entrevista de Ilse Bulhof a la filósofa francesa Luce Irigaray, parece haber tenido tma intención completamente seria (NRC/Handelsblad, noviem­

bre 25, !982)'

Jrigaray no es la única persona que hace notar que las mujeres no están "en ninguna parte" en la escritura filosófica y en otras escrihuas no literarias. Es algo que se demuestra por las notas al pie de página bien intencionadas que aparecen al comienzo de muchas publicaciones recien­tes, donde se nos informa que no es necesario decir que "él" también significa "ella", cuando se refiere al lector. ¿Pero no es altamente cuestionable que lo que no dice pudiera alguna vez decir, "sin necesidad de decir"? Antes de que algo se diga "sin necesidad de decir", debería haber sido dicho ya muchas veces -y que "él" también signifique "ella", es algo que, por el contrario, nunca ha sido dicho- ¿cómo puede, entonces, un hombre seguir siendo un hombre? Son este tipo de preguntas las que intrigan la mente de lrigaray, y su originalidad radica en su convicción de que la persistente ausencia de las mujeres del campo de la filosofía no es provo­cada por la maldad de los hombres, sino que es una consecuencia del lenguaje.

La indefinición referencial, discutida en la sección precedente, también puede llamarse ambigiiedad referencial. Además de este tipo de ambigüedad, existe también una ambígiiedad semántica, que se produce cuando una palabra tiene más de un significado, como por ejemplo en "afectar" (influenciar/fingir) y "hoja" (parte de una planta/pedazo de papel/parte de una mesa). Probablemente este es el tipo de ambigüedad que nos resulta más familiar a par­tir del discurso cotidiano. El siguiente es lll1 ejemplo de falacia de ambigüedad semántica:

Sr. Femández: "Lo admito ... este terno me queda un poco apretado ... pero me gusta tanto ... " Sr. Yál1ez: "¿No se le podría aflojar un poco (be Jet out)?" Sr. Femá11dez: "Algunas cosas no se pueden arrendar (be Jet out) ... Nadie querría arrendadas

(hire them)".

En este pequeño diálogo la expresión "let out'' es usada en primer lugar por el Sr. Yáñez, en el sentido de aflojar, después de lo cual es usada por el Sr. Fernández con el sentido de arrendar.

Como la ambigüedad referencial y la semántica se relacionan con el hecho de que las palabras pueden tener más de un significado, reciben el nombre colectivo de ambigüedad léxica. También existe una ambigüedad sintáctica, cuando la estruchtra de la expresión es la causante de la ambigüedad. Consideremos el siguiente ejemplo: "Este es el retrato de Hemán". Esto podría significar {a) que es el retrato que Hernán pintó, (b) que es un retrato del cual Hernán es dueño, o {e) que es un retrato en el cual la persona retratada es Hernán.

También las preguntas pueden ser sintácticamente ambiguas:

l. ¿Quién es Taño?

' .; '

(A PiruLO XVIIJ /FALACIAS m fL liSO DH LENGUA/~ 219

Esta pregunta se puede responder de las siguientes maneras {entre otras):

l. '· Ese hombre que está en el bar con un martini en la mano. l. b. Yo soy. l. c. Yo, si tengo suerte. Depende del director. l. d. Un filósofo canadiense. l. '· Un hombre muy bueno con un corazón de oro.

La ambigüedad sintáctica también se puede presentar en la argumentación:

2. Yo no voy contigo porque está lloviendo.

Esta oración se puede parafrasear al menos de dos maneras:

2. a. Yo no voy contigo y la razón es que está lloviendo. 2. b. Voy contigo, pero lo hago por una razón diferente de que esté lloviendo (por ejemplo,

porque tú vas a visitar a alguien con quien, por mucho tiempo, yo también he querido poder conversar).

Las cláusulas relativas pueden dar origen a tma ambigüedad sintáctica cuando no queda claro si se deben interpretar en un sentido restrictivo (informativo) o en un sentido no restric­tivo {no informativo):

4. a. Es mejor que no tengas ningún trato con los holandeses, que no tienen ningún sentido de la moralidad.

4. b. Es mejor que no tengas ningún trato con los holandeses que no tienen ningún sentido de la moralidad.

Como queda indicado por la coma después de "holandeses", la cláusula relativa "que no tienen ningún sentido de la moralidad" se usa en {4a) en un sentido no restrictivo, para separar un contenido no esencial, o que debe entenderse entre paréntesis, del resto. En {4b), en cambio, esta cláusula relativa está nsada de lUla manera restrictiva. La oración (4a) signi­fica que uno no debe tener ningún trato con los holandeses y la cláusula subordinada da la razón que apoya este punto de vista. La oración (4b) significa que sería mejor que uno no htviera ningún trato con tm grupo particular de holandeses, es decir, con aquellos que no tienen ningún sentido de la moralidad. Hay lUla sugerencia de que lUlO puede, si así lo desea, tener tratos con otros holandeses.

La ambigüedad sintáctica es causada a veces por palabras que son capaces de referir a diferentes palabras dentro de una oración:

3. Carla le cedió el puesto a Sandra; era su último día.

Aquí no queda claro si "su" se refiere a Carla o a Sandra. La ambigüedad referencial muchas veces se produce debido a \ma falta de claridad sobre

a qué se refiere la palabra referencial en la realidad con la cual se relaciona la oración (el mundo en que vivimos, el escenario de una novela, etc.). Entre estas palabras referenciales están los pronombres personales (yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos), los pronombres

218 FRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORSf / ARGliMfNTACitlN, (OMliNICACicl."J Y FALACIAS

la intención de que se los tome en serio. El pfimer ejemplo está tomado de la novela Rituales, de Cees Nooteboom:

"¿Cómo es no tener padre?", pregmltó Amo!d Taads. Este era un hombre que solo hacía preguntas para las cuales no había respuesta. Así es que él no le respondió. No tener padre era 110 tener algo. Así es que nada podía decirse acerca de ello.

El ejemplo siguiente, tomado de una entrevista de Ilse Bulhof a la filósofa francesa Luce Irigaray, parece haber tenido tma intención completamente seria (NRC/Handelsblad, noviem­

bre 25, !982)'

Jrigaray no es la única persona que hace notar que las mujeres no están "en ninguna parte" en la escritura filosófica y en otras escrihuas no literarias. Es algo que se demuestra por las notas al pie de página bien intencionadas que aparecen al comienzo de muchas publicaciones recien­tes, donde se nos informa que no es necesario decir que "él" también significa "ella", cuando se refiere al lector. ¿Pero no es altamente cuestionable que lo que no dice pudiera alguna vez decir, "sin necesidad de decir"? Antes de que algo se diga "sin necesidad de decir", debería haber sido dicho ya muchas veces -y que "él" también signifique "ella", es algo que, por el contrario, nunca ha sido dicho- ¿cómo puede, entonces, un hombre seguir siendo un hombre? Son este tipo de preguntas las que intrigan la mente de lrigaray, y su originalidad radica en su convicción de que la persistente ausencia de las mujeres del campo de la filosofía no es provo­cada por la maldad de los hombres, sino que es una consecuencia del lenguaje.

La indefinición referencial, discutida en la sección precedente, también puede llamarse ambigiiedad referencial. Además de este tipo de ambigüedad, existe también una ambígiiedad semántica, que se produce cuando una palabra tiene más de un significado, como por ejemplo en "afectar" (influenciar/fingir) y "hoja" (parte de una planta/pedazo de papel/parte de una mesa). Probablemente este es el tipo de ambigüedad que nos resulta más familiar a par­tir del discurso cotidiano. El siguiente es lll1 ejemplo de falacia de ambigüedad semántica:

Sr. Femández: "Lo admito ... este terno me queda un poco apretado ... pero me gusta tanto ... " Sr. Yál1ez: "¿No se le podría aflojar un poco (be Jet out)?" Sr. Femá11dez: "Algunas cosas no se pueden arrendar (be Jet out) ... Nadie querría arrendadas

(hire them)".

En este pequeño diálogo la expresión "let out'' es usada en primer lugar por el Sr. Yáñez, en el sentido de aflojar, después de lo cual es usada por el Sr. Fernández con el sentido de arrendar.

Como la ambigüedad referencial y la semántica se relacionan con el hecho de que las palabras pueden tener más de un significado, reciben el nombre colectivo de ambigüedad léxica. También existe una ambigüedad sintáctica, cuando la estruchtra de la expresión es la causante de la ambigüedad. Consideremos el siguiente ejemplo: "Este es el retrato de Hemán". Esto podría significar {a) que es el retrato que Hernán pintó, (b) que es un retrato del cual Hernán es dueño, o {e) que es un retrato en el cual la persona retratada es Hernán.

También las preguntas pueden ser sintácticamente ambiguas:

l. ¿Quién es Taño?

' .; '

(A PiruLO XVIIJ /FALACIAS m fL liSO DH LENGUA/~ 219

Esta pregunta se puede responder de las siguientes maneras {entre otras):

l. '· Ese hombre que está en el bar con un martini en la mano. l. b. Yo soy. l. c. Yo, si tengo suerte. Depende del director. l. d. Un filósofo canadiense. l. '· Un hombre muy bueno con un corazón de oro.

La ambigüedad sintáctica también se puede presentar en la argumentación:

2. Yo no voy contigo porque está lloviendo.

Esta oración se puede parafrasear al menos de dos maneras:

2. a. Yo no voy contigo y la razón es que está lloviendo. 2. b. Voy contigo, pero lo hago por una razón diferente de que esté lloviendo (por ejemplo,

porque tú vas a visitar a alguien con quien, por mucho tiempo, yo también he querido poder conversar).

Las cláusulas relativas pueden dar origen a tma ambigüedad sintáctica cuando no queda claro si se deben interpretar en un sentido restrictivo (informativo) o en un sentido no restric­tivo {no informativo):

4. a. Es mejor que no tengas ningún trato con los holandeses, que no tienen ningún sentido de la moralidad.

4. b. Es mejor que no tengas ningún trato con los holandeses que no tienen ningún sentido de la moralidad.

Como queda indicado por la coma después de "holandeses", la cláusula relativa "que no tienen ningún sentido de la moralidad" se usa en {4a) en un sentido no restrictivo, para separar un contenido no esencial, o que debe entenderse entre paréntesis, del resto. En {4b), en cambio, esta cláusula relativa está nsada de lUla manera restrictiva. La oración (4a) signi­fica que uno no debe tener ningún trato con los holandeses y la cláusula subordinada da la razón que apoya este punto de vista. La oración (4b) significa que sería mejor que uno no htviera ningún trato con tm grupo particular de holandeses, es decir, con aquellos que no tienen ningún sentido de la moralidad. Hay lUla sugerencia de que lUlO puede, si así lo desea, tener tratos con otros holandeses.

La ambigüedad sintáctica es causada a veces por palabras que son capaces de referir a diferentes palabras dentro de una oración:

3. Carla le cedió el puesto a Sandra; era su último día.

Aquí no queda claro si "su" se refiere a Carla o a Sandra. La ambigüedad referencial muchas veces se produce debido a \ma falta de claridad sobre

a qué se refiere la palabra referencial en la realidad con la cual se relaciona la oración (el mundo en que vivimos, el escenario de una novela, etc.). Entre estas palabras referenciales están los pronombres personales (yo, tú, él, ella, nosotros, vosotros, ellos), los pronombres

220 fRANS H. VAN EEMEREN ·Roa GROOTENDORST 1 ARGllMWTACION, (OMUNICACJO.V Y fAUCIA5

demostrativos (éste, ése, aquél, éstos, ésos, aquéllos) y los adverbios de lugar (aquí, allí). Entre ellas también se incluyen nombres propios (Charles, Diana, James Bond) y otras des­cripciones definidas (pág. 30, op. cH., el suscrito). El siguiente es un ejemplo divertido de ambigüedad referencial:

Pedro: "¿Vas a ir a la fiesta de cumpleaños de Rafa?" Silvia: "¿Quiénes son las personas que van a estar ahí?" Pedro: "Las mismas personas que el año pasado". Silvia: "En ese caso, yo no puedo no estar".

Aun cuando la ambigüedad léxica y sintáctica se combinen con la ambigüedad semánti­ca, por lo general el contexto y la situación en que ocurre la oración proporcionarán la infor­mación suficiente como para evitar cualquier malentendido debido a la ambigüedad. Si esto no ocurre, se puede presentar la falacia de manipulación de la ambigüedad.

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación al uso del lenguaje

Los distintos tipos de falacias que involucran la falta de claridad y la ambigüedad se pueden presentar separados o en combinación. Por ejemplo, en: "La Biblioteca Real de La Haya es grande", el punto de vista es ambiguo, porque podría referirse al tamaño del edificio o al número de libros que contiene. Y también es vago, porque no están claros los criterios con los que se debería cumplir para que el edificio o el número de libros puedan ser considerados grandes.

Una complicación adicional se presenta porque ambos tipos de falacia, las de falta de claridad y las de ambigüedad, además de que pueden presentarse como violaciones inde­pendientes de la Regla 10, pueden venir también en combinación con otras violaciones de tma o más de las restantes reglas de una discusión crítica. A veces, la falta de claridad o la ambigíiedad sirven principalmente como instrumentos para la aparición de otras falacias. Especialmente los diversos tipos de lo implícito pueden cumplir un papel importante en esto. Entonces, la identificación de las falacias, que ya es bastante difícil, puede volverse aún más problemática.

Consideremos, por ejemplo, el argrnnentum ad baculwn y el argumentum ad lwminem (viola­ciones de la Regla 1). Estas amenazas y ataques personales suelen ser más efectivas si se presentan en términos velados o se hacen de una manera indirecta. A veces, en efecto, el carácter indirecto permite llegar al extremo de hacer una negación enfática, aunque fingida, de cualquier intención de presionar o de cometer un ataque personal contra la parte contra­ria. La amenaza o el ataque son presentados entonces como una información útil, con la cual el oyente o el lector pueden hacer lo que quieran ("No me gustaría que Uds. se dejaran in­fluenciar por el hecho de que yo soy el director del comité que tiene que evaluar su trabajo").

En la falacia de evadir el peso de la prrteba (violación de la Regla 2) lo implícito es un medio muy usado por el protagonista para sugerir que no hay ninguna necesidad de defender su punto de vista, o para volverlo inmune a toda crítica. En el primer caso, se minimiza el carác­ter de punto de vista de un enunciado, en el segundo, se exime al punto de vista de la discu­sión. Estos efectos se logran dejando indefinida la hmción comtmicacional del punto de vista y omitiendo del contenido proposicional todos los cuantificadores específicos.

-------------

' '

CAPfTUW XVIII 1 fAUCMS (N H l/50 DEL LENCUA)E 221

En la falacia del hombre de paja (violación de la Regla 3) lo implícito puede cumplir tm papel tanto en la función comunicacional como en el contenido proposicional del punto de vista que está en discusión. Se puede explotar un implícito en la función comunicacional, adscribiéndole al protagonista un punto de vista excesivamente seguro. Por otra parte, si al protagonista se le imputa tm punto de vista demasiado general, lo que se está explotando es un implícito en el contenido proposicional. Puesto que es muy frecuente que el protagonista no indique ni cuál es la fuerza de la función comunicacional, ni cuál es el alcance del conteni­do proposicional, el antagonista puede realizar esta maniobra sin delatarse inmediatamente.

En las falacias de usar argumentación irrelevante y medios de persuasión no argumentativos (violaciones de la Regla 4), lo implícito es crucial con respecto tanto a la hmción comunicacional como al contenido proposicional. Es muy poco probable que el protagonista, por ejemplo, conceda abiertamente que su argumentación es pertinente a un ptmto de vista distinto del que está siendo discutido (ignoralio elenclli) o que, en lugar de presentar argumentos, simple­mente está manipulando las emociones de la audiencia (argumentrtm ad populum) o enume­rando sus propias cualidades (argumentum ad verecrmdiam). De lo contrario, nadie le prestaría la menor atención a lo que está diciendo.

En los casos de magnificar rma premisa implfcita y negar una premisa implfcita (violaciones a la Regla 5), lo implícito es una condición sine qrmnon. El antagonista solo puede magnificar un argumento gracias al hecho de que este no ha sido formulado explícitamente. Lo mismo se aplica a la negación de un argumento por parte del protagonista. Es solo debido a lo implí­cito que el antagonista siempre puede mantener que algo estaba realmente escondido en las palabras del protagonista y que el protagonista siempre puede protestar que él nunca dijo realmente lo que el antagonista afirma que dijo.

Los razonamientos circulares (violaciones de la Regla 6) generalmente están basados en diferencias en las formulaciones, de manera que solo después de tma inspección más deteni­da se aclara que las formulaciones apuntan a lo mismo. Debido a que la similihtd entre la premisa y el punto de vista no está expresada explícitamente sino que permanece implícita, la circularidad del argumento no resulta inmediatamente obvia.

En el argrmrentum ad consequentiam y las falacias de la pendiente resbaladiza, el post lwc ergo proter lwc y la generalización apresrtrada (violaciones de la Regla 7), o bien se ha elegido un esquema de argumentación inapropiado, o bien el esquema argumentativo elegido se usa de una manera incorrecta. La correcta elección de un esquema argumentativo, y de la manera en que debe ser usado, depende generalmente del tipo y del alcance de la proposición que se va a poner a prueba. Sin embargo, en el discurso cotidiano no siempre queda inmediatamente claro si tma proposición es descriptiva, evaluativa o incitativa, ni tampoco si su alcance es singular, particular o tmiversal. Con frecuencia no queda claro de qué tipo es una propo~i­ción, debido a que ésta es parte de un acto de habla cuya función comtmicacional está implí­cita. Y su alcance muchas veces resulta dudoso, debido a que no ha sido indicado explícita­mente.

En el caso de las falacias de negar el antecedente y afirmar el corrsewenle y las de composición y división (violaciones de la Regla 8), para algtmas personas no resulta inmediatamente obvio que el argumento es inválido. Para poder establecer su invalidez se lo debe traducir del len­guaje cotidiano al lenguaje de algún sistema lógico, por ejemplo, al de la lógica proposicional. Sin embargo, las palabras y fOrmas de expresión empleadas en el lenguaje cotidiano no apun-

220 fRANS H. VAN EEMEREN ·Roa GROOTENDORST 1 ARGllMWTACION, (OMUNICACJO.V Y fAUCIA5

demostrativos (éste, ése, aquél, éstos, ésos, aquéllos) y los adverbios de lugar (aquí, allí). Entre ellas también se incluyen nombres propios (Charles, Diana, James Bond) y otras des­cripciones definidas (pág. 30, op. cH., el suscrito). El siguiente es un ejemplo divertido de ambigüedad referencial:

Pedro: "¿Vas a ir a la fiesta de cumpleaños de Rafa?" Silvia: "¿Quiénes son las personas que van a estar ahí?" Pedro: "Las mismas personas que el año pasado". Silvia: "En ese caso, yo no puedo no estar".

Aun cuando la ambigüedad léxica y sintáctica se combinen con la ambigüedad semánti­ca, por lo general el contexto y la situación en que ocurre la oración proporcionarán la infor­mación suficiente como para evitar cualquier malentendido debido a la ambigüedad. Si esto no ocurre, se puede presentar la falacia de manipulación de la ambigüedad.

4. Complicaciones que pueden presentarse en relación al uso del lenguaje

Los distintos tipos de falacias que involucran la falta de claridad y la ambigüedad se pueden presentar separados o en combinación. Por ejemplo, en: "La Biblioteca Real de La Haya es grande", el punto de vista es ambiguo, porque podría referirse al tamaño del edificio o al número de libros que contiene. Y también es vago, porque no están claros los criterios con los que se debería cumplir para que el edificio o el número de libros puedan ser considerados grandes.

Una complicación adicional se presenta porque ambos tipos de falacia, las de falta de claridad y las de ambigüedad, además de que pueden presentarse como violaciones inde­pendientes de la Regla 10, pueden venir también en combinación con otras violaciones de tma o más de las restantes reglas de una discusión crítica. A veces, la falta de claridad o la ambigíiedad sirven principalmente como instrumentos para la aparición de otras falacias. Especialmente los diversos tipos de lo implícito pueden cumplir un papel importante en esto. Entonces, la identificación de las falacias, que ya es bastante difícil, puede volverse aún más problemática.

Consideremos, por ejemplo, el argrnnentum ad baculwn y el argumentum ad lwminem (viola­ciones de la Regla 1). Estas amenazas y ataques personales suelen ser más efectivas si se presentan en términos velados o se hacen de una manera indirecta. A veces, en efecto, el carácter indirecto permite llegar al extremo de hacer una negación enfática, aunque fingida, de cualquier intención de presionar o de cometer un ataque personal contra la parte contra­ria. La amenaza o el ataque son presentados entonces como una información útil, con la cual el oyente o el lector pueden hacer lo que quieran ("No me gustaría que Uds. se dejaran in­fluenciar por el hecho de que yo soy el director del comité que tiene que evaluar su trabajo").

En la falacia de evadir el peso de la prrteba (violación de la Regla 2) lo implícito es un medio muy usado por el protagonista para sugerir que no hay ninguna necesidad de defender su punto de vista, o para volverlo inmune a toda crítica. En el primer caso, se minimiza el carác­ter de punto de vista de un enunciado, en el segundo, se exime al punto de vista de la discu­sión. Estos efectos se logran dejando indefinida la hmción comtmicacional del punto de vista y omitiendo del contenido proposicional todos los cuantificadores específicos.

-------------

' '

CAPfTUW XVIII 1 fAUCMS (N H l/50 DEL LENCUA)E 221

En la falacia del hombre de paja (violación de la Regla 3) lo implícito puede cumplir tm papel tanto en la función comunicacional como en el contenido proposicional del punto de vista que está en discusión. Se puede explotar un implícito en la función comunicacional, adscribiéndole al protagonista un punto de vista excesivamente seguro. Por otra parte, si al protagonista se le imputa tm punto de vista demasiado general, lo que se está explotando es un implícito en el contenido proposicional. Puesto que es muy frecuente que el protagonista no indique ni cuál es la fuerza de la función comunicacional, ni cuál es el alcance del conteni­do proposicional, el antagonista puede realizar esta maniobra sin delatarse inmediatamente.

En las falacias de usar argumentación irrelevante y medios de persuasión no argumentativos (violaciones de la Regla 4), lo implícito es crucial con respecto tanto a la hmción comunicacional como al contenido proposicional. Es muy poco probable que el protagonista, por ejemplo, conceda abiertamente que su argumentación es pertinente a un ptmto de vista distinto del que está siendo discutido (ignoralio elenclli) o que, en lugar de presentar argumentos, simple­mente está manipulando las emociones de la audiencia (argumentrtm ad populum) o enume­rando sus propias cualidades (argumentum ad verecrmdiam). De lo contrario, nadie le prestaría la menor atención a lo que está diciendo.

En los casos de magnificar rma premisa implfcita y negar una premisa implfcita (violaciones a la Regla 5), lo implícito es una condición sine qrmnon. El antagonista solo puede magnificar un argumento gracias al hecho de que este no ha sido formulado explícitamente. Lo mismo se aplica a la negación de un argumento por parte del protagonista. Es solo debido a lo implí­cito que el antagonista siempre puede mantener que algo estaba realmente escondido en las palabras del protagonista y que el protagonista siempre puede protestar que él nunca dijo realmente lo que el antagonista afirma que dijo.

Los razonamientos circulares (violaciones de la Regla 6) generalmente están basados en diferencias en las formulaciones, de manera que solo después de tma inspección más deteni­da se aclara que las formulaciones apuntan a lo mismo. Debido a que la similihtd entre la premisa y el punto de vista no está expresada explícitamente sino que permanece implícita, la circularidad del argumento no resulta inmediatamente obvia.

En el argrmrentum ad consequentiam y las falacias de la pendiente resbaladiza, el post lwc ergo proter lwc y la generalización apresrtrada (violaciones de la Regla 7), o bien se ha elegido un esquema de argumentación inapropiado, o bien el esquema argumentativo elegido se usa de una manera incorrecta. La correcta elección de un esquema argumentativo, y de la manera en que debe ser usado, depende generalmente del tipo y del alcance de la proposición que se va a poner a prueba. Sin embargo, en el discurso cotidiano no siempre queda inmediatamente claro si tma proposición es descriptiva, evaluativa o incitativa, ni tampoco si su alcance es singular, particular o tmiversal. Con frecuencia no queda claro de qué tipo es una propo~i­ción, debido a que ésta es parte de un acto de habla cuya función comtmicacional está implí­cita. Y su alcance muchas veces resulta dudoso, debido a que no ha sido indicado explícita­mente.

En el caso de las falacias de negar el antecedente y afirmar el corrsewenle y las de composición y división (violaciones de la Regla 8), para algtmas personas no resulta inmediatamente obvio que el argumento es inválido. Para poder establecer su invalidez se lo debe traducir del len­guaje cotidiano al lenguaje de algún sistema lógico, por ejemplo, al de la lógica proposicional. Sin embargo, las palabras y fOrmas de expresión empleadas en el lenguaje cotidiano no apun-

222 fAANS H. VAN EntEREN- Ro~ GROOIENOORST / ARGUM/:1\'T¡\CIÓN, CO,\WN/C¡\C/ÓN Y f¡\UCt¡\S

tarán generalmente a una traducción en particular. En las falacias de composición y división existe además el problema adicional de que la transferibilidad de una propiedad no resulta directamente inteligible a partir de los términos empleados. Establecer si una propiedad es absoluta o relativa y si es dependiente de la estruchtra o independiente de ella, generalmente es algo que solo se puede lograr después de tm exhaustivo análisis de los términos empleados.

En la falacia de absolutizar el fracaso de la defensa o argumentrtm ad ignorantiam (violación de la Regla 9), el antagonista suele ser culpable también de cometer la falacia del falso dilema. Sin embargo, la confusión de proposiciones contrarias con proposiciones contradictorias, que acompaña a esta falacia, no siempre resulta inmediatamente perceptible a partir de los térmi­nos empleados. Los términos "abierto" y "cerrado", por ejemplo, son contradictorios, en cambio, "caliente" y "frío" son contrarios, pero no existe ningtma manera de darse cuenta de esto simplemente mirando estas palabras. Aquí, nuevamente se hace indispensable un análi­sis correcto de los términos.

Este breve examen nos muestra que el uso del lenguaje, particularmente el dellengttaje implícito, juega un rol importante en ciertas falacias en las que el verdadero error está en otra parte. El carácter de implícito involucrado en ellas puede relacionarse con la función comunicacional del acto de habla en cuestión (argumentwn ad bacrtlum o argumentum ad lrominem), con el contenido proposicional (razonamiento circular o argumento bwálido) o con ambos (hombre de paja o argumentum ad ignorantiam). La importancia que puede tener una característica de uso como lo implícito en la producción de falacias puede variar considera­blemente. Algtmas veces lo implícito.es tm fenómeno que acompaña convenientemente la aparición de la falacia (hombre de paja), otras veces es más bien como una herramienta útil para hacer surgir la falacia (argumentum ad bacu/um) y otras veces es un prerrequisito indis­pensable para que la falacia sea posible (magnificar una premisa implícita).

(APtruLO XIX

Conclusión

l. Las reglas de una discusión crítica

Pensamos que nuestra discusión de las falacias que se presentan en el discurso argumentativo debería concluir con una comparación final entre el enfoque pragma-dialéctico y los enfo­ques más tradicionales. Para ello puede resultar útil comenzar por recapihtlar los puntos que hemos presentado hasta ahora, resumiendo nuestros descubrimientos principales. En pri­mer lugar, presentamos una lista de las 10 reglas de una discusión crítica que hemos formu­lado en los capítulos precedentes. En segundo lugar, presentamos una visión general de las violaciones de estas reglas que impiden la resolución de una disputa en las diversas etapas de la discusión. Por último, mostramos cómo muchas de las falacias tradicionales se pueden explicar más sistemáticamente si se las considera como violaciones de las reglas de una dis­cusión crítica.

Las reglas de una discusión crítica que hemos formulado en Jos capíhtlos precedentes son las siguientes:

Regla 1:

Regla 2:

Regla 3:

Regla 4:

Regla 5:

Regla 6:

Regla 7:

l.ns parles no deben impedirse 1mns a otras el presentar puntos de vista o el ponerlos en duda. Utw parte que prese11tn 1111 p1mto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte le solicita hacerlo.

El ataque de una parte en cot1tra de un puuto de vista debe referirse al punto de vista que realmente /m sido presentado por In otra parte.

Uua parte solo puede defender sr1 ptmlo de vista presentando unaargmumtación que esté relacionada con ese prmto de vista.

Uua parte 110 puede presentar algo falsamente COliJO si fuera u11a premisa dejada implícita por la otra parte, ni puede twgar una premisa qrw él mismo ha dejado implícita.

Una parle 110 puede presentar falsamente una premisa COIIW si fuera 1111 pwllo de partida aceptado, 11í puede negar una premisa que represeutarm p1mlo de partida aceptado.

Una parle no puede cousiderar que 1111 punto de vistal1a sido defendido concluyentemellte, si la defensaiiO se ha/levado a cabo por medio de u u esquemaargummtativo apropiado que se haya aplicado correctamwte.

222 fAANS H. VAN EntEREN- Ro~ GROOIENOORST / ARGUM/:1\'T¡\CIÓN, CO,\WN/C¡\C/ÓN Y f¡\UCt¡\S

tarán generalmente a una traducción en particular. En las falacias de composición y división existe además el problema adicional de que la transferibilidad de una propiedad no resulta directamente inteligible a partir de los términos empleados. Establecer si una propiedad es absoluta o relativa y si es dependiente de la estruchtra o independiente de ella, generalmente es algo que solo se puede lograr después de tm exhaustivo análisis de los términos empleados.

En la falacia de absolutizar el fracaso de la defensa o argumentrtm ad ignorantiam (violación de la Regla 9), el antagonista suele ser culpable también de cometer la falacia del falso dilema. Sin embargo, la confusión de proposiciones contrarias con proposiciones contradictorias, que acompaña a esta falacia, no siempre resulta inmediatamente perceptible a partir de los térmi­nos empleados. Los términos "abierto" y "cerrado", por ejemplo, son contradictorios, en cambio, "caliente" y "frío" son contrarios, pero no existe ningtma manera de darse cuenta de esto simplemente mirando estas palabras. Aquí, nuevamente se hace indispensable un análi­sis correcto de los términos.

Este breve examen nos muestra que el uso del lenguaje, particularmente el dellengttaje implícito, juega un rol importante en ciertas falacias en las que el verdadero error está en otra parte. El carácter de implícito involucrado en ellas puede relacionarse con la función comunicacional del acto de habla en cuestión (argumentwn ad bacrtlum o argumentum ad lrominem), con el contenido proposicional (razonamiento circular o argumento bwálido) o con ambos (hombre de paja o argumentum ad ignorantiam). La importancia que puede tener una característica de uso como lo implícito en la producción de falacias puede variar considera­blemente. Algtmas veces lo implícito.es tm fenómeno que acompaña convenientemente la aparición de la falacia (hombre de paja), otras veces es más bien como una herramienta útil para hacer surgir la falacia (argumentum ad bacu/um) y otras veces es un prerrequisito indis­pensable para que la falacia sea posible (magnificar una premisa implícita).

(APtruLO XIX

Conclusión

l. Las reglas de una discusión crítica

Pensamos que nuestra discusión de las falacias que se presentan en el discurso argumentativo debería concluir con una comparación final entre el enfoque pragma-dialéctico y los enfo­ques más tradicionales. Para ello puede resultar útil comenzar por recapihtlar los puntos que hemos presentado hasta ahora, resumiendo nuestros descubrimientos principales. En pri­mer lugar, presentamos una lista de las 10 reglas de una discusión crítica que hemos formu­lado en los capítulos precedentes. En segundo lugar, presentamos una visión general de las violaciones de estas reglas que impiden la resolución de una disputa en las diversas etapas de la discusión. Por último, mostramos cómo muchas de las falacias tradicionales se pueden explicar más sistemáticamente si se las considera como violaciones de las reglas de una dis­cusión crítica.

Las reglas de una discusión crítica que hemos formulado en Jos capíhtlos precedentes son las siguientes:

Regla 1:

Regla 2:

Regla 3:

Regla 4:

Regla 5:

Regla 6:

Regla 7:

l.ns parles no deben impedirse 1mns a otras el presentar puntos de vista o el ponerlos en duda. Utw parte que prese11tn 1111 p1mto de vista está obligada a defenderlo si la otra parte le solicita hacerlo.

El ataque de una parte en cot1tra de un puuto de vista debe referirse al punto de vista que realmente /m sido presentado por In otra parte.

Uua parte solo puede defender sr1 ptmlo de vista presentando unaargmumtación que esté relacionada con ese prmto de vista.

Uua parte 110 puede presentar algo falsamente COliJO si fuera u11a premisa dejada implícita por la otra parte, ni puede twgar una premisa qrw él mismo ha dejado implícita.

Una parle 110 puede presentar falsamente una premisa COIIW si fuera 1111 pwllo de partida aceptado, 11í puede negar una premisa que represeutarm p1mlo de partida aceptado.

Una parle no puede cousiderar que 1111 punto de vistal1a sido defendido concluyentemellte, si la defensaiiO se ha/levado a cabo por medio de u u esquemaargummtativo apropiado que se haya aplicado correctamwte.

1

1 1

1

1

224 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDORST / ARGUAtfNTACI~N, COMUN/c.\C/ON Y fAI->ICIAS

Regla 8:

Regla 9:

Regla 10:

En 511 arg11111entación, las parles solo pueden usar argumentos quesem_llóg_imm,e~¡fe VIl/idos 0 que sean susceptibles de ser validados explicitando rma o más prem1sas uupllcJtas.

Una defensa fallida de 1111 punto de vista debe tener comtJ resultado el que la parte que lo presentó se retracte de él y rma defensn concluyeute debe tener como resultado el que la otra parte se retracte de sus dudas acerca del puuto de vista.

Las partes no deben usar formulaciones que resr~ltm insuficientemente _claras o _coufusa­meuteambiguas y deben interpretar /ll[J fomm/acrones de la parle COJI/rarm tan cmdadosa y tan exactamente como les sea posible.

2. Las violaciones de las reglas de una discusión crítica

Hay muchas cosas que pueden salir mal en un discurso argumenta~ivo ~rientado a. la resolu­ción de una disputa. A continuación enumeramos algunas de las vwlacwnes más unportan­tes de las reglas de una discusión crítica. Esta lista, mmque no es en modo algwto completa, proporciona wta buena percepción de los pasos o "movidas" (moves) falaces que se pueden cometer en las diversas etapas de la discusión.

Violaciones de la Regla 1 por el protagonista o por el antagonista, en la etapa de confrontación: 1. Con respecto a los puntos de vista:

- prohibir puntos de vista declarar sacrosantos a ciertos puntos de vista

2. Con respecto al oponente; . . - Presionar a la parte contraria por medio de la manipulación de sus senhm1entos de

compasión o amenazándolo con sanciones Hacer un ataque personal contra el oponente recurriendo a: • presentarlo como estúpido, malo, poco confiable, etc. • sembrar la sospecha sobre sus motivaciones • señalar una inconsistencia entre sus ideas y sus acciones, en el pasado y /o en el

presente

Violaciones de la Regla 2 por el protagonista, en la etapa de apertura: l. Evadir el peso de la prueba

- Presentando el punto de vista como evidente por sí mismo Ofreciendo una garantía personal de la corrección del punto de vista Volviendo al punto de vista inmune a toda crítica

2. Desp/awr el peso de la pruebn - Enwm disputa no mixta:

El antagonista debe mostrar que el punto de vista es incorrecto. En una disputa mixta: . . . Sólo la parte contraria debe defender su punto de vista, como resultado del prmc1p10 de presunción o del criterio de equidad

----------

CAPITULO XIX /CONCWS!ó.v 225

Violaciones de In Regln 3 por el protagonista o por elnntagonista, en todas las elapns de una discusión mixta:

1. Imputarle un prmto de visfll ficticio a la parte co11tmria - Presentando enfáticamente el punto de vista opuesto como si h1era el propio

Haciendo referencia a las concepciones del grupo al cual pertenece_ el adversario Creando un oponente imaginario

2. Distorsionar el punto de vista de la parle contraria - Sacando enunciados fuera de contexto - Simplificando excesivamente (ignorando matices o calificaciones) - Exagerando (absolutización o generalización)

Violaciones de la Regln 4 por el protagonista, en la etapa de argumenfnción; l. Ln argumentación no se refiere al punto de vista en discusió11

Argumentación irrelevante

2. El punto de vista no se defiende por medio de rma argumeutación, sino empleando medios de persua­sión no argumentativos

Manipulando las emociones de la audiencia Enumerando las cualidades propias

Violaciones de la Regla 5 por el protagonista o por el antagonista, en/a etapa de argumentación: 1. Negar una premisn implícita (por parle del protagonista) 2. Magnificar una premisa implícita (por parte del antagonista)

Violaciones de In Regla 6 por el protagonista o por el antagonistn, en ln etapa de la nrgumentaciórr: l. Presentar falsnmente algo como si fuese 1111 punto de par/ida comrín (por parte del protagonista):

presentando falsamente una premisa como evidente por sí misma disimulando una proposición en una presuposición

- escondiendo una premisa en una premisa implícita presentando una argumentación que viene a ser equivalente al punto de vista

2. Negar rma premisa que representa rm punto de partida común (por parte del antagonista) - poniendo en duda un punto de vista aceptado

Violaciones de la Regla 7 por el protagonista, en/a etapa de argumentación: l. Basarse en un esquema argmuentativo inapropiflfo

- elección inapropiada de una argumentación sintomática - elección inapropiada de una argumentación analógica - elección inapropiada de una argumentación ins!JUmental

2. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado - uso incorrecto de una argumentación sintomática

uso incorrecto de una argumentación analógica - uso incorrecto de una argumentación instrumental

1

1 1

1

1

224 FRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENDORST / ARGUAtfNTACI~N, COMUN/c.\C/ON Y fAI->ICIAS

Regla 8:

Regla 9:

Regla 10:

En 511 arg11111entación, las parles solo pueden usar argumentos quesem_llóg_imm,e~¡fe VIl/idos 0 que sean susceptibles de ser validados explicitando rma o más prem1sas uupllcJtas.

Una defensa fallida de 1111 punto de vista debe tener comtJ resultado el que la parte que lo presentó se retracte de él y rma defensn concluyeute debe tener como resultado el que la otra parte se retracte de sus dudas acerca del puuto de vista.

Las partes no deben usar formulaciones que resr~ltm insuficientemente _claras o _coufusa­meuteambiguas y deben interpretar /ll[J fomm/acrones de la parle COJI/rarm tan cmdadosa y tan exactamente como les sea posible.

2. Las violaciones de las reglas de una discusión crítica

Hay muchas cosas que pueden salir mal en un discurso argumenta~ivo ~rientado a. la resolu­ción de una disputa. A continuación enumeramos algunas de las vwlacwnes más unportan­tes de las reglas de una discusión crítica. Esta lista, mmque no es en modo algwto completa, proporciona wta buena percepción de los pasos o "movidas" (moves) falaces que se pueden cometer en las diversas etapas de la discusión.

Violaciones de la Regla 1 por el protagonista o por el antagonista, en la etapa de confrontación: 1. Con respecto a los puntos de vista:

- prohibir puntos de vista declarar sacrosantos a ciertos puntos de vista

2. Con respecto al oponente; . . - Presionar a la parte contraria por medio de la manipulación de sus senhm1entos de

compasión o amenazándolo con sanciones Hacer un ataque personal contra el oponente recurriendo a: • presentarlo como estúpido, malo, poco confiable, etc. • sembrar la sospecha sobre sus motivaciones • señalar una inconsistencia entre sus ideas y sus acciones, en el pasado y /o en el

presente

Violaciones de la Regla 2 por el protagonista, en la etapa de apertura: l. Evadir el peso de la prueba

- Presentando el punto de vista como evidente por sí mismo Ofreciendo una garantía personal de la corrección del punto de vista Volviendo al punto de vista inmune a toda crítica

2. Desp/awr el peso de la pruebn - Enwm disputa no mixta:

El antagonista debe mostrar que el punto de vista es incorrecto. En una disputa mixta: . . . Sólo la parte contraria debe defender su punto de vista, como resultado del prmc1p10 de presunción o del criterio de equidad

----------

CAPITULO XIX /CONCWS!ó.v 225

Violaciones de In Regln 3 por el protagonista o por elnntagonista, en todas las elapns de una discusión mixta:

1. Imputarle un prmto de visfll ficticio a la parte co11tmria - Presentando enfáticamente el punto de vista opuesto como si h1era el propio

Haciendo referencia a las concepciones del grupo al cual pertenece_ el adversario Creando un oponente imaginario

2. Distorsionar el punto de vista de la parle contraria - Sacando enunciados fuera de contexto - Simplificando excesivamente (ignorando matices o calificaciones) - Exagerando (absolutización o generalización)

Violaciones de la Regln 4 por el protagonista, en la etapa de argumenfnción; l. Ln argumentación no se refiere al punto de vista en discusió11

Argumentación irrelevante

2. El punto de vista no se defiende por medio de rma argumeutación, sino empleando medios de persua­sión no argumentativos

Manipulando las emociones de la audiencia Enumerando las cualidades propias

Violaciones de la Regla 5 por el protagonista o por el antagonista, en/a etapa de argumentación: 1. Negar una premisn implícita (por parle del protagonista) 2. Magnificar una premisa implícita (por parte del antagonista)

Violaciones de In Regla 6 por el protagonista o por el antagonistn, en ln etapa de la nrgumentaciórr: l. Presentar falsnmente algo como si fuese 1111 punto de par/ida comrín (por parte del protagonista):

presentando falsamente una premisa como evidente por sí misma disimulando una proposición en una presuposición

- escondiendo una premisa en una premisa implícita presentando una argumentación que viene a ser equivalente al punto de vista

2. Negar rma premisa que representa rm punto de partida común (por parte del antagonista) - poniendo en duda un punto de vista aceptado

Violaciones de la Regla 7 por el protagonista, en/a etapa de argumentación: l. Basarse en un esquema argmuentativo inapropiflfo

- elección inapropiada de una argumentación sintomática - elección inapropiada de una argumentación analógica - elección inapropiada de una argumentación ins!JUmental

2. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado - uso incorrecto de una argumentación sintomática

uso incorrecto de una argumentación analógica - uso incorrecto de una argumentación instrumental

·' ,, l! '

226 FRANS H. VAN EEMEREN- Ros GROOTENOORST / ARGl/MWTAC/ÓN, COMliNICAC/ÓN Y fA!ACIAS

Violaciones de la Regla 8 por el protagmlista, en la etapa de argwnenfación: l. Confimdir condiciones necesarias y suficientes

tratando a una condición necesaria como si fuera tma condición suficiente tratando a una condición suficiente como si fuera una condición necesaria

2. Coufimdir las propiedades de las parles y el todo - adscribiéndole una propiedad relativa --o dependiente de la estructura- de un todo, a

una parte de ese todo - adscribiéndole una propiedad relativa --o dependiente de la estructura- de una parte

del todo, a ese todo

Violaciones de la Regla 9 por el protagonista o por el antagonista, en la etapa de clausura: l. Absolutizar el éxito de la defensa (por parte del protagonista)

- concluyendo que el punto de vista es verdadero solo porque ha sido defendido exitosamente.

2. Alisolutizar el fracaso de la defeusa (por parte del antagonista) concluyendo que un punto de vista es verdadero solo porque el punto de vista opuesto no ha sido defendido exitosamente

Violaciones de la Regla 10 por el protagonista o por el antagonista, en todas las etapas de la discusióu: 1. Manipular la falta de claridad, explotando:

la falta de claridad estructural lo implícito lo indefinido la falta de familiaridad la vaguedad

2. Mmipu/ar la ambigiiedad, explotando: la ambigüedad referencial la ambigüedad sintáctica la ambigüedad semántica

3. Las falacias tradicionales vistas como violaciones de las reglas de una discusión crítica

Las falacias tradicionalmente enumeradas como tales se pueden tratar más sistemáticamente

si se las considera como violaciones de las reglas de una discusión crítica. Esto puede mos· trarse mediante el siguiente análisis pragma-dialéctico de lll1 buen número de las falacias

tradicionales más conocidas.

Falacia

1. Afirmar el consecuente Confundir las condiciones necesarias y suficientes tratando una condición necesaria como si fuese tma condición suficiente

' 2. Ambigiiedad (falacia de) Manipular la ambigüedad referencial, sintáctica o semántica

3. Argumentum ad baculmu Presionar a la parte contraria amenazándola con sanciones

4. Argumentum ad consequentiam Usar un esquema argumentativo inapropiado (causal) rechazando un punto de vista descriptivo debido a sus consecuencias indeseables

5. Argumeutum ad lwminem (ataque personal directo, abusivo) Poner en duda la experiencia, inteligencia o buena voluntad de la parte contraria

6. Argumentum ad lwminem (ataqrte personal iudirecto, circrms/aucial) Sembrar la sospecha sobre las motivaciones de la parte contraria

7. Argumentmtr ad lwmiuem (tu quoque) Señalar una inconsistencia entre las ideas y las acciones de la parte contraria en el pasado y /o en el presente

8. Argrmrenlrtltl ad ignormrtimn1

Desplazar el peso de la prueba en una disputa no mixta exigiendo que el antagonista demuestre que el punto de vista del protagonista es incorrecto

9. Argumentum ad igtwrmJiimtr1

Absolu!iz.ar el fracaso de la defensa, concluyendo que el punto de vista es verdadero solo porque el punto de vista opuesto no ha logrado ser defendido exitosamente

10. Argumeutum ad misericordiam Presionar a la parte contraria manipulando sus sentimientos de compasión

11. Argumeutum ad populum1

(falacia populista) (variante del argumentum ad verecrmdimu1)

Usar un esquema argumentativo inapropiado (sintomático), presentando el punto de vista como correcto porque todo el mundo piensa que es correcto

12. Argumentmn ad populrrm1

Defender un punto de vista usando medios de persuasión no argumentativos y manipulando las emociones de la audiencia

(¡.rJTULO XIX /COI>'CWSIÓN 227

Regla Etapa Parte

8 3 p

10 1-4 P/A

1 1 P/A

7 3 p

1 1 P/A

1 1 P/A

1 P/A

2 2 p

9 4 A

1 1 p

7 3 p

4 3 p

·' ,, l! '

226 FRANS H. VAN EEMEREN- Ros GROOTENOORST / ARGl/MWTAC/ÓN, COMliNICAC/ÓN Y fA!ACIAS

Violaciones de la Regla 8 por el protagmlista, en la etapa de argwnenfación: l. Confimdir condiciones necesarias y suficientes

tratando a una condición necesaria como si fuera tma condición suficiente tratando a una condición suficiente como si fuera una condición necesaria

2. Coufimdir las propiedades de las parles y el todo - adscribiéndole una propiedad relativa --o dependiente de la estructura- de un todo, a

una parte de ese todo - adscribiéndole una propiedad relativa --o dependiente de la estructura- de una parte

del todo, a ese todo

Violaciones de la Regla 9 por el protagonista o por el antagonista, en la etapa de clausura: l. Absolutizar el éxito de la defensa (por parte del protagonista)

- concluyendo que el punto de vista es verdadero solo porque ha sido defendido exitosamente.

2. Alisolutizar el fracaso de la defeusa (por parte del antagonista) concluyendo que un punto de vista es verdadero solo porque el punto de vista opuesto no ha sido defendido exitosamente

Violaciones de la Regla 10 por el protagonista o por el antagonista, en todas las etapas de la discusióu: 1. Manipular la falta de claridad, explotando:

la falta de claridad estructural lo implícito lo indefinido la falta de familiaridad la vaguedad

2. Mmipu/ar la ambigiiedad, explotando: la ambigüedad referencial la ambigüedad sintáctica la ambigüedad semántica

3. Las falacias tradicionales vistas como violaciones de las reglas de una discusión crítica

Las falacias tradicionalmente enumeradas como tales se pueden tratar más sistemáticamente

si se las considera como violaciones de las reglas de una discusión crítica. Esto puede mos· trarse mediante el siguiente análisis pragma-dialéctico de lll1 buen número de las falacias

tradicionales más conocidas.

Falacia

1. Afirmar el consecuente Confundir las condiciones necesarias y suficientes tratando una condición necesaria como si fuese tma condición suficiente

' 2. Ambigiiedad (falacia de) Manipular la ambigüedad referencial, sintáctica o semántica

3. Argumentum ad baculmu Presionar a la parte contraria amenazándola con sanciones

4. Argumentum ad consequentiam Usar un esquema argumentativo inapropiado (causal) rechazando un punto de vista descriptivo debido a sus consecuencias indeseables

5. Argumeutum ad lwminem (ataque personal directo, abusivo) Poner en duda la experiencia, inteligencia o buena voluntad de la parte contraria

6. Argumentum ad lwminem (ataqrte personal iudirecto, circrms/aucial) Sembrar la sospecha sobre las motivaciones de la parte contraria

7. Argumentmtr ad lwmiuem (tu quoque) Señalar una inconsistencia entre las ideas y las acciones de la parte contraria en el pasado y /o en el presente

8. Argrmrenlrtltl ad ignormrtimn1

Desplazar el peso de la prueba en una disputa no mixta exigiendo que el antagonista demuestre que el punto de vista del protagonista es incorrecto

9. Argumentum ad igtwrmJiimtr1

Absolu!iz.ar el fracaso de la defensa, concluyendo que el punto de vista es verdadero solo porque el punto de vista opuesto no ha logrado ser defendido exitosamente

10. Argumeutum ad misericordiam Presionar a la parte contraria manipulando sus sentimientos de compasión

11. Argumeutum ad populum1

(falacia populista) (variante del argumentum ad verecrmdimu1)

Usar un esquema argumentativo inapropiado (sintomático), presentando el punto de vista como correcto porque todo el mundo piensa que es correcto

12. Argumentmn ad populrrm1

Defender un punto de vista usando medios de persuasión no argumentativos y manipulando las emociones de la audiencia

(¡.rJTULO XIX /COI>'CWSIÓN 227

Regla Etapa Parte

8 3 p

10 1-4 P/A

1 1 P/A

7 3 p

1 1 P/A

1 1 P/A

1 P/A

2 2 p

9 4 A

1 1 p

7 3 p

4 3 p

228 fRANS H. VAN E~MER~N- ROB GROOTENDORST j ARGliMENTACION, (0.\UINJCACIO.\' Y FAUCJAS

Falacia

13. Argmnentum ad verecmrdiam1

Usar un esquema argumentativo inapropiado (sintomático), presentando el punto de vista como correcto porque una autoridad dice que es correcto

14. Composicióu (falacia de) Confundir las propiedades de las partes y el todo, adscribiéndole una propiedad relativa o dependiente de la estructura de una parte del todo, a ese todo

15. Negar el antecedente ConfW1dir las condiciones necesarias y suficientes tratando a una condición suficiente como si fuese una condición necesaria

16. División (falacia de) Confundir las propiedades de las partes y el todo, adscribiéndole una propiedad relativa o dependiente de la estructura de un todo, a una parte de ese todo

17. Falsa mwlogía Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la analogía, al no cumplirse las condiciones requeridas para una comparación correcta

18. Iguoratio elenclli (argumentación irrelroante) Presentar argumentación que no se refiere al punto de vista que está en discusión

19. Pregunta compleja (falacia de) Presentar falsamente algo como si fuera un punto de partida común, disimulando un punto de vista en los presupuestos de una pregunta

20. Pelilío prilrcipii (reformular la pregrmta, rawnamiento circr1/ar) Presentar falsamente algo como si fuera un punto de partida común, presentando una argumentación que equivale a lo mismo que el punto de vista

21. Post lwc ergo proter /roe Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la causalidad, infiriendo una relación de causa-efecto a partir de la simple observación de que dos eventos ocurren uno después del otro

22. Secrmdmrr quid (generalización apresurada) Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la concomitancia, haciendo generalizaciones basadas en observaciones que no son representativas o que no son suficientes

23. Desplaurr el peso de la pmeba1

(argumentrmr ad igrwrmrliam) Exigir que el antagonista, en una disputa no mixta, demuestre que el ptmto de vista del protagonista es incorrecto

Regla Etapa Parle

7 3 p

8 3 p

8 3 p

8 3 p

7 3 p

4 3 p

6 3 p

6 3 p

7 3 p

7 3 p

2 2 p

Falacia

24. Desplamr el peso de la prueba1

Exigir que, en una disputa mixta, solo la parte contraria defienda su punto de vista, apelando al Principio de Presunción o al Criterio de Equidad

25. Pendieute Resbaladiza Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la causalidad (argumento por consecuencia), sugiriendo erróneamente que al tomar el curso de acción propuesto se irá de mal en peor

26. Hombre de paja1

Imputarle un punto de vista ficticio o distorsionar el punto de vista de la parte contraria

4. Las ventajas del enfoque pragma-dial~ctico

CAPiruwXIX /Co~·cws!ON 229

Regla Etapa Parle

2 2 p

7 3 p

3 1-4 P/A

Una comparación entre la visión general de las reglas de tma discusión crítica y la visión general de las falacias tradicionales permite poner de manifiesto que, si se considera a las

falacias como violaciones de las reglas de una discusión crítica, se logra tma explicación más sistemática. Además, y más importante, esta comparación muestra que, de esta manera, las

falacias se pueden tratar más sutihnente, lográndose \Ul análisis más refinado. Así, falacias que antes estaban agrupadas solo nominalmente, se distinguen ahora claramente y falacias

que, a pesar de estar genuinamente relacionadas, estaban separadas, se reúnen. Por ejemplo, analizar las dos variantes del argumentum ad populum como violaciones de dos reglas diferen­

tes (4 y 7) permite aclarar que estas falacias en realidad 110 son de tm mismo tipo y analizar una variante particular del argwnentum ad verwmdiam y una variante particular del argumenlum ad populum como violaCiones de tma misma regla (7) permite aclarar que, vistas

desde la perspectiva de la resolución de tma disputa, estas dos variantes son del mismo tipo. A continuación presentamos algtmos ejemplos más de algtmas distinciones adicionales que

fácilmente escapan a la atención del erúoque tradicional:

Falacia

lOa. Argrmrenlrml ad misericordiam (como falacia ética) Ganarse el favor de la audiencia presentándose a sí mismo muy humildemente como un lego en la materia

13a. Argrmrentrm1 ad verecundiam1

Evadir el peso de la prueba dando una garantía personal de la corrección del punto de vista

13b. Argumentum ad verecrmdiam3

(cama falacia ética) Defender el punto de vista usando medios de persuasión no argumentativos y enumerando las propias cualidades

26a. Hombre de paja1

Magnificar una premisa implícita

Regla Etapa Parte

4 3 p

2 2 p

4 3 p

5 3 A

228 fRANS H. VAN E~MER~N- ROB GROOTENDORST j ARGliMENTACION, (0.\UINJCACIO.\' Y FAUCJAS

Falacia

13. Argmnentum ad verecmrdiam1

Usar un esquema argumentativo inapropiado (sintomático), presentando el punto de vista como correcto porque una autoridad dice que es correcto

14. Composicióu (falacia de) Confundir las propiedades de las partes y el todo, adscribiéndole una propiedad relativa o dependiente de la estructura de una parte del todo, a ese todo

15. Negar el antecedente ConfW1dir las condiciones necesarias y suficientes tratando a una condición suficiente como si fuese una condición necesaria

16. División (falacia de) Confundir las propiedades de las partes y el todo, adscribiéndole una propiedad relativa o dependiente de la estructura de un todo, a una parte de ese todo

17. Falsa mwlogía Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la analogía, al no cumplirse las condiciones requeridas para una comparación correcta

18. Iguoratio elenclli (argumentación irrelroante) Presentar argumentación que no se refiere al punto de vista que está en discusión

19. Pregunta compleja (falacia de) Presentar falsamente algo como si fuera un punto de partida común, disimulando un punto de vista en los presupuestos de una pregunta

20. Pelilío prilrcipii (reformular la pregrmta, rawnamiento circr1/ar) Presentar falsamente algo como si fuera un punto de partida común, presentando una argumentación que equivale a lo mismo que el punto de vista

21. Post lwc ergo proter /roe Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la causalidad, infiriendo una relación de causa-efecto a partir de la simple observación de que dos eventos ocurren uno después del otro

22. Secrmdmrr quid (generalización apresurada) Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la concomitancia, haciendo generalizaciones basadas en observaciones que no son representativas o que no son suficientes

23. Desplaurr el peso de la pmeba1

(argumentrmr ad igrwrmrliam) Exigir que el antagonista, en una disputa no mixta, demuestre que el ptmto de vista del protagonista es incorrecto

Regla Etapa Parle

7 3 p

8 3 p

8 3 p

8 3 p

7 3 p

4 3 p

6 3 p

6 3 p

7 3 p

7 3 p

2 2 p

Falacia

24. Desplamr el peso de la prueba1

Exigir que, en una disputa mixta, solo la parte contraria defienda su punto de vista, apelando al Principio de Presunción o al Criterio de Equidad

25. Pendieute Resbaladiza Usar incorrectamente el esquema argumentativo apropiado de la causalidad (argumento por consecuencia), sugiriendo erróneamente que al tomar el curso de acción propuesto se irá de mal en peor

26. Hombre de paja1

Imputarle un punto de vista ficticio o distorsionar el punto de vista de la parte contraria

4. Las ventajas del enfoque pragma-dial~ctico

CAPiruwXIX /Co~·cws!ON 229

Regla Etapa Parle

2 2 p

7 3 p

3 1-4 P/A

Una comparación entre la visión general de las reglas de tma discusión crítica y la visión general de las falacias tradicionales permite poner de manifiesto que, si se considera a las

falacias como violaciones de las reglas de una discusión crítica, se logra tma explicación más sistemática. Además, y más importante, esta comparación muestra que, de esta manera, las

falacias se pueden tratar más sutihnente, lográndose \Ul análisis más refinado. Así, falacias que antes estaban agrupadas solo nominalmente, se distinguen ahora claramente y falacias

que, a pesar de estar genuinamente relacionadas, estaban separadas, se reúnen. Por ejemplo, analizar las dos variantes del argumentum ad populum como violaciones de dos reglas diferen­

tes (4 y 7) permite aclarar que estas falacias en realidad 110 son de tm mismo tipo y analizar una variante particular del argwnentum ad verwmdiam y una variante particular del argumenlum ad populum como violaCiones de tma misma regla (7) permite aclarar que, vistas

desde la perspectiva de la resolución de tma disputa, estas dos variantes son del mismo tipo. A continuación presentamos algtmos ejemplos más de algtmas distinciones adicionales que

fácilmente escapan a la atención del erúoque tradicional:

Falacia

lOa. Argrmrenlrml ad misericordiam (como falacia ética) Ganarse el favor de la audiencia presentándose a sí mismo muy humildemente como un lego en la materia

13a. Argrmrentrm1 ad verecundiam1

Evadir el peso de la prueba dando una garantía personal de la corrección del punto de vista

13b. Argumentum ad verecrmdiam3

(cama falacia ética) Defender el punto de vista usando medios de persuasión no argumentativos y enumerando las propias cualidades

26a. Hombre de paja1

Magnificar una premisa implícita

Regla Etapa Parte

4 3 p

2 2 p

4 3 p

5 3 A

230 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOOI!ST / ARGliMlNTACIÓN, CO,\tuNICACIÓ.'J Y fAlACIAS

Otra ventaja más del enfoque centrado en las violaciones de las reglas de tma discusión crítica consiste en permitir que aparezcan incluso "nuevas" categorías, no reconocidas hasta ahora, de obstáculos que dificultan la resolución de las disputas y que deberían ser conside· rados como falacias. Los siguientes son algw1os ejemplos:

27. Declarar SIICrosanto a 1111 punto de vista

28. Evadir el peso de pmeba1

Imnunizar al punto de vista contra toda crítica

29. Negar 1111a premisa implícita

30. Negar Wl punto de partida aceptado

31. Presentar falsamente algo como si fuera Ull p1mto de partida común

32. Evadir el peso de In prueba1 Presentar falsamente una premisa como si fuera evidente por sí misma

33. Absolutiwr el éxito de la defensa

34. Falta de claridad estructural, implicitud, indefiuici6n, falta de familiaridad, vnguednd

2

5

6

6

6

9

10

p

2 p

3 p

3 A

3 p

3 p

4 p

1-4 P/A

En lugar de tratar a las falacias simplemente como pertenecientes a una lista desestructurada de categorías nominales heredadas del pasado, como sucede en el Trata­miento Estándar, o de considerar que todas las falacias son violaciones de tma y la misma norma (validez), como sucede en los enfoques lógico-céntricos, en el enfoque pragma-dialéc­tico de las falacias se distinguen tma variedad de normas ftmcionales. En vez de restringir a la validez formal la norma para determinar lo que es falaz, se toma en cuenta tm completo conjtmto de otras normas, distintas de la norma puramente lógica. Después de todo, para resolver tma disputa por medio de tma discusión crítica, hay varias etapas que se deben distinguir y en cada una de ellas se pueden producir falacias, si no se observan las reglas. En nuestra perspectiva, la norma lógica de la validez tiene su lugar propio (y limitado) en la etapa de la argumentación.

El modelo ideal pragma-dialéctico establece las reglas de un discurso argumentativo ra­zonable, definiéndolas como reglas para la realización de actos de habla dentro de tma discu­sión crítica orientada a la resolución de tma disputa. Las reglas indican, para cada etapa de la discusión, en qué momento los participantes que intentan resolver la disputa deberían llevar a cabo tm paso o "movida" (move) particular. Las falacias se analizan como pasos o "movi­das" (moves) incorrectos, que violan tma o más reglas de la discusión. Esto explica por qué no se incluyen entre las falacias solo los errores lógicos, sino también muchas otras cosas que podrían fallar en el discurso argumentativo.

Epl1ogo

El propósito general que nos planteamos en la presente obra fue exponer claramente el enfo­que pragma-dialéctico sobre el análisis y la evaluación del discurso argumentativo. Es hora de preguntarnos cómo hemos procedido en nuestro intento de lograr esta meta y dónde nos ha conducido.

En la primera parte del libro, "Argumentación y Comunicación", establecemos la fundamentación teórica de lasegtmda parte, "Comunicación y Falacias". El propósito princi­palde esta segtmda parte es mostrar que el enfoque pragma-dialéctico de las falacias condu­ce a tm resultado mucho más claro que los enfoques lógico-céntricos, sean estos tradicionales o modernos. Estas ventajas se deben a la perspectiva comunicacional desde la cual se exami­nan las falacias. Ya no se las considera desde tma sola perspectiva, exclusivamente como errores de razonamiento, sino que se las pone en el contexto de w1a discusión crítica que consta de tma diversidad de actos de habla distribuidos a lo largo de las diversas etapas de la discusión. Al analizarlas como obstáculos que impiden resolver tma disputa a través del discurso argumentativo, el problema de las falacias se ve como tma parte integral del proble­ma que tienen los usuarios del lenguaje para lograr adecuadamente sus metas comunicacionales e interactivas, en tm evento de habla específico, que ocurre en un contexto específico y en tma situación específica.

Vale la pena recordar que, en las situaciones de la vida real, el cumplimiento de las reglas solo puede constituir tma condición suficiente para lograr resolver una disputa si junto con él se cwnplen también condiciones de orden superior que se relacionan con actihtdes y con circtmstancias. Además, obviamente, no todo tipo de discurso es argumentativo. Sin embar­go, difícilmente puede haber un discurso que no t~nga al menos algunos aspectos argumentativos. Una reconstrucción del discurso que le haga justicia a estos aspectos ·es la que se debe proporcionar en tm análisis pragma-dialéctico. Esto se puede lograr usando las estrategias del análisis máximamente dialéctico y de la interpretación máximamente argumentativa. Por último, incluso un discurso argumentativo que se presenta monológicamente, como tm discurso parlamentario o el comentario editorial de tm diario, puede reconstruirse como (parte de) tma discusión crítica. Siempre habrá, implícitamente, otra parte a la que el argumentador está tratando de convencer.

La primera parte del libro tiene como propósito fundamental proporcionar los antece­dentes teóricos requeridos para un adecuado análisis comunicacional del discurso

230 FRANS H. VAN EEMEREN- RoB GROOTENOOI!ST / ARGliMlNTACIÓN, CO,\tuNICACIÓ.'J Y fAlACIAS

Otra ventaja más del enfoque centrado en las violaciones de las reglas de tma discusión crítica consiste en permitir que aparezcan incluso "nuevas" categorías, no reconocidas hasta ahora, de obstáculos que dificultan la resolución de las disputas y que deberían ser conside· rados como falacias. Los siguientes son algw1os ejemplos:

27. Declarar SIICrosanto a 1111 punto de vista

28. Evadir el peso de pmeba1

Imnunizar al punto de vista contra toda crítica

29. Negar 1111a premisa implícita

30. Negar Wl punto de partida aceptado

31. Presentar falsamente algo como si fuera Ull p1mto de partida común

32. Evadir el peso de In prueba1 Presentar falsamente una premisa como si fuera evidente por sí misma

33. Absolutiwr el éxito de la defensa

34. Falta de claridad estructural, implicitud, indefiuici6n, falta de familiaridad, vnguednd

2

5

6

6

6

9

10

p

2 p

3 p

3 A

3 p

3 p

4 p

1-4 P/A

En lugar de tratar a las falacias simplemente como pertenecientes a una lista desestructurada de categorías nominales heredadas del pasado, como sucede en el Trata­miento Estándar, o de considerar que todas las falacias son violaciones de tma y la misma norma (validez), como sucede en los enfoques lógico-céntricos, en el enfoque pragma-dialéc­tico de las falacias se distinguen tma variedad de normas ftmcionales. En vez de restringir a la validez formal la norma para determinar lo que es falaz, se toma en cuenta tm completo conjtmto de otras normas, distintas de la norma puramente lógica. Después de todo, para resolver tma disputa por medio de tma discusión crítica, hay varias etapas que se deben distinguir y en cada una de ellas se pueden producir falacias, si no se observan las reglas. En nuestra perspectiva, la norma lógica de la validez tiene su lugar propio (y limitado) en la etapa de la argumentación.

El modelo ideal pragma-dialéctico establece las reglas de un discurso argumentativo ra­zonable, definiéndolas como reglas para la realización de actos de habla dentro de tma discu­sión crítica orientada a la resolución de tma disputa. Las reglas indican, para cada etapa de la discusión, en qué momento los participantes que intentan resolver la disputa deberían llevar a cabo tm paso o "movida" (move) particular. Las falacias se analizan como pasos o "movi­das" (moves) incorrectos, que violan tma o más reglas de la discusión. Esto explica por qué no se incluyen entre las falacias solo los errores lógicos, sino también muchas otras cosas que podrían fallar en el discurso argumentativo.

Epl1ogo

El propósito general que nos planteamos en la presente obra fue exponer claramente el enfo­que pragma-dialéctico sobre el análisis y la evaluación del discurso argumentativo. Es hora de preguntarnos cómo hemos procedido en nuestro intento de lograr esta meta y dónde nos ha conducido.

En la primera parte del libro, "Argumentación y Comunicación", establecemos la fundamentación teórica de lasegtmda parte, "Comunicación y Falacias". El propósito princi­palde esta segtmda parte es mostrar que el enfoque pragma-dialéctico de las falacias condu­ce a tm resultado mucho más claro que los enfoques lógico-céntricos, sean estos tradicionales o modernos. Estas ventajas se deben a la perspectiva comunicacional desde la cual se exami­nan las falacias. Ya no se las considera desde tma sola perspectiva, exclusivamente como errores de razonamiento, sino que se las pone en el contexto de w1a discusión crítica que consta de tma diversidad de actos de habla distribuidos a lo largo de las diversas etapas de la discusión. Al analizarlas como obstáculos que impiden resolver tma disputa a través del discurso argumentativo, el problema de las falacias se ve como tma parte integral del proble­ma que tienen los usuarios del lenguaje para lograr adecuadamente sus metas comunicacionales e interactivas, en tm evento de habla específico, que ocurre en un contexto específico y en tma situación específica.

Vale la pena recordar que, en las situaciones de la vida real, el cumplimiento de las reglas solo puede constituir tma condición suficiente para lograr resolver una disputa si junto con él se cwnplen también condiciones de orden superior que se relacionan con actihtdes y con circtmstancias. Además, obviamente, no todo tipo de discurso es argumentativo. Sin embar­go, difícilmente puede haber un discurso que no t~nga al menos algunos aspectos argumentativos. Una reconstrucción del discurso que le haga justicia a estos aspectos ·es la que se debe proporcionar en tm análisis pragma-dialéctico. Esto se puede lograr usando las estrategias del análisis máximamente dialéctico y de la interpretación máximamente argumentativa. Por último, incluso un discurso argumentativo que se presenta monológicamente, como tm discurso parlamentario o el comentario editorial de tm diario, puede reconstruirse como (parte de) tma discusión crítica. Siempre habrá, implícitamente, otra parte a la que el argumentador está tratando de convencer.

La primera parte del libro tiene como propósito fundamental proporcionar los antece­dentes teóricos requeridos para un adecuado análisis comunicacional del discurso

' ,,

232 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORST / AII.GUMfWTAC/ÓN, COMUNICACIÓN Y F.-lUCIAS

argumentativo. Este tipo de análisis es necesario por varias razones. Si no está claro cuál es el ptmto de vista que se está defendiendo, no hay ninguna manera de determinar si la argu­mentación es concluyente o no. En caso de que se estuviera defendiendo más de tm ptmto de vista, tiene que quedar claro cuál es el usuario del lenguaje que está actuando como protago­nista y de cuál de los puntos de vista lo es. De lo contrario, sería imposible determinar si los diversos argmnentos en favor de tm punto de vista constituyen o no un todo coherente. Cuando se pasan por alto premisas implícitas fundamentales, o cuando se representa malla estructura argumentativa, se hace imposible lograr una evaluación adecuada. Todos estos factores que afectan el resultado de la discusión crítica deben incorporarse en una visión general analítica del discurso argumentativo.

Entre los elementos que son relevantes para la resolución de la disputa y, por lo tanto, para la visión general analítica, se encuentran los puntos que están en discusión en la dispu­ta, el tipo de disputa, las posiciones que las partes adoptan y sus roles en la discusión, las etapas de la discusión, los argumentos explícitos e implícitos que se presentan y la estruchtra argumentativa. Para lograr una comprensión conceptual firme y coherente de estos asuntos, hemos presentado un repertorio terminológico que responde a estas motivaciones teóricas. Entre otras cosas, la terminología pragma-dialéctica incluye lo siguiente: disputa mixta y no mixta, protagonlsta y antagonista, etapa de confrontación, de apertura, de argumentación y de clausura, premisa implícita y argumentación simple y compleja. Como se aprecia en am­bas visiones generales mencionadas más arriba, estas distinciones terminológicas han de­mostrado ser muy útiles para la descripción de las diversas falacias.

Gracias a la teoría de los actos de habla erunendada y a la formulación de las reglas de la comtmicación, hemos podido dar una explicación pragmática de los actos de habla indirec­tcs y de las premisas implícitas, lo cual representa tma considerable adición a los resultados de los enfoques puramente lógicos. Cuando se explicitan las pretnisas implícitas, apoyándo­se en el conocimiento pragmático del contexto verbal y no verbal, el mínimo lógico se puede reemplazar por un óptimo pragmático. Como los hablantes y los escritores saben que, en muchos sentidos, han adquirido compromisos que van más allá del significado literal de las palabras que han empleado, se los puede considerar responsables de compromisos implíci­tos como ios formulados en el óptimo pragmático. Por otra parte, este óptimo pragmático habitualmente resulta ser también un útil indicador del esquema argumentativo que se está utilizando en la argumentación.

En este estudio, que consta de las dos partes señaladas, hemos intentado dar forma a un ideal de razonabilidad crítico-racionalista, explicando nuestras concepciones pragma­dialécticas con respecto al análisis del discurso argumentativo y a la identificación de las falacias. El aspecto dialéctico de nuestro etúoque consiste básicamente en postular la existen­cia de dos partes que intentan resolver una diferencia de opinión por medio de un intercam­bio metódico de pasos o "movidas" (moves) dentro de una discusión crítica. El aspecto prag­mático consiste en describir estos pasos o "movidas" (moves) al interior de la discusión como intercambios de actos de habla. Al tratar pragma-dialécticamente al discurso argumentativo, hemos externalizado, funcionalizado, socializado y dialectificado el tema de estudio de la argumentación. En este sentido, creemos haber logrado combinar las intuiciones normativa y descriptiva, lo que es un prerrequisito para tratar adecuadamente el discurso argumentativo en tm programa de investigación consistente.

BIBLIOGRAFÍA

ALBERT, H. (1967). Marktsoziologie zmd Entscheidungslogik [Sociología del mercado y lógica de las decisiones]. Berlin: Herman Luchterhand Verlag.

ALBERT, H. (1975). Tmktat iiber krílische Vermaift (Tratado sobre la razón crítica] (3a. ed.rev.). Tübingen: Mohr. (Obra original publicada en 1968).

ALBERT, H. (1985). Treatise on critica! reason. Princcton: Princeton University Press. Traducción de: Hans Albert, Tmktat iiber kritische Vemwift, Tübingen: Mohr, 1975.

AuSTJN, J. L. (1962). How todo things with words. Cambridge, MA: Harvard University Press.

AuSTJN, J. L. {1970). Other minds. En Philosopllica/ papers (2a. ed., pp. 76-116). Londres: Oxford University Press.

BALLMER, TH., & BRENNENSTUHL, W. (1981). Speech act c/assification. A study in the le:rica/ mwlysis oj English speech activity verbs. Berlin: Springer.

BAR-HlLLEL, Y. {1964). More on the fallacy of composition. Mind, 73, 125-126.

BARTH, E.M., & KRAooE, E.C.W. (1982). From a1iom to dialog11e. A plli/osopliiwl study of /ogics and argumental ion. Berlin, New York: De Gruyter.

BARIH, E.M., & MARTENS, J.L. (1977). Argumentum ad hominem: From chaos to formal dialectic. Logique el Analyse, 77 1 78, 76-96.

BARTH, E.M., & MARTENS, J.L. (Eds.) (1982). Argumentation. Approaches lo theory forma/ion. Containing the contribulio115 lo the Groningen Conjerence on the theory oj a;g 11mentalion, October 1978. Amsterdam: John Benjamins.

BEARDSLEY, M.C. (1975). Thinking straight. Principies oj rellSQJiing jor readers and writers (4a. ed.). Englewood Cliffs, NJ: Prentice-HalL

·'' BELNAP, N.O., Jr. (1969). Questions: Their presuppositions, and how they can fail to arise. En K. Lambert (Ed.), The /ogica/ way oj doing things. New Ha ven and London: Y ale University Press.

BILUG, M. (1988). The notionof"prejudice": Sorne rhetorical and id€ological aspects. Text, 8 (1/2}, pp. 91-110.

BIRO, J., & SJEGEL, H. (1991). Normativity, argumentation andan epistemic theory of fallacies. En E H. van Eemeren, R. Grootendorst, J. A. Blair, & Ch. Willard (Eds.), Proceedings of the Second JSSA Cotiference on ArgumetJ/atioll1990. Amsterdam: SICSAT. ·

l

' ,,

232 fRANS H. VAN EEMEREN • ROB GROOTENDORST / AII.GUMfWTAC/ÓN, COMUNICACIÓN Y F.-lUCIAS

argumentativo. Este tipo de análisis es necesario por varias razones. Si no está claro cuál es el ptmto de vista que se está defendiendo, no hay ninguna manera de determinar si la argu­mentación es concluyente o no. En caso de que se estuviera defendiendo más de tm ptmto de vista, tiene que quedar claro cuál es el usuario del lenguaje que está actuando como protago­nista y de cuál de los puntos de vista lo es. De lo contrario, sería imposible determinar si los diversos argmnentos en favor de tm punto de vista constituyen o no un todo coherente. Cuando se pasan por alto premisas implícitas fundamentales, o cuando se representa malla estructura argumentativa, se hace imposible lograr una evaluación adecuada. Todos estos factores que afectan el resultado de la discusión crítica deben incorporarse en una visión general analítica del discurso argumentativo.

Entre los elementos que son relevantes para la resolución de la disputa y, por lo tanto, para la visión general analítica, se encuentran los puntos que están en discusión en la dispu­ta, el tipo de disputa, las posiciones que las partes adoptan y sus roles en la discusión, las etapas de la discusión, los argumentos explícitos e implícitos que se presentan y la estruchtra argumentativa. Para lograr una comprensión conceptual firme y coherente de estos asuntos, hemos presentado un repertorio terminológico que responde a estas motivaciones teóricas. Entre otras cosas, la terminología pragma-dialéctica incluye lo siguiente: disputa mixta y no mixta, protagonlsta y antagonista, etapa de confrontación, de apertura, de argumentación y de clausura, premisa implícita y argumentación simple y compleja. Como se aprecia en am­bas visiones generales mencionadas más arriba, estas distinciones terminológicas han de­mostrado ser muy útiles para la descripción de las diversas falacias.

Gracias a la teoría de los actos de habla erunendada y a la formulación de las reglas de la comtmicación, hemos podido dar una explicación pragmática de los actos de habla indirec­tcs y de las premisas implícitas, lo cual representa tma considerable adición a los resultados de los enfoques puramente lógicos. Cuando se explicitan las pretnisas implícitas, apoyándo­se en el conocimiento pragmático del contexto verbal y no verbal, el mínimo lógico se puede reemplazar por un óptimo pragmático. Como los hablantes y los escritores saben que, en muchos sentidos, han adquirido compromisos que van más allá del significado literal de las palabras que han empleado, se los puede considerar responsables de compromisos implíci­tos como ios formulados en el óptimo pragmático. Por otra parte, este óptimo pragmático habitualmente resulta ser también un útil indicador del esquema argumentativo que se está utilizando en la argumentación.

En este estudio, que consta de las dos partes señaladas, hemos intentado dar forma a un ideal de razonabilidad crítico-racionalista, explicando nuestras concepciones pragma­dialécticas con respecto al análisis del discurso argumentativo y a la identificación de las falacias. El aspecto dialéctico de nuestro etúoque consiste básicamente en postular la existen­cia de dos partes que intentan resolver una diferencia de opinión por medio de un intercam­bio metódico de pasos o "movidas" (moves) dentro de una discusión crítica. El aspecto prag­mático consiste en describir estos pasos o "movidas" (moves) al interior de la discusión como intercambios de actos de habla. Al tratar pragma-dialécticamente al discurso argumentativo, hemos externalizado, funcionalizado, socializado y dialectificado el tema de estudio de la argumentación. En este sentido, creemos haber logrado combinar las intuiciones normativa y descriptiva, lo que es un prerrequisito para tratar adecuadamente el discurso argumentativo en tm programa de investigación consistente.

BIBLIOGRAFÍA

ALBERT, H. (1967). Marktsoziologie zmd Entscheidungslogik [Sociología del mercado y lógica de las decisiones]. Berlin: Herman Luchterhand Verlag.

ALBERT, H. (1975). Tmktat iiber krílische Vermaift (Tratado sobre la razón crítica] (3a. ed.rev.). Tübingen: Mohr. (Obra original publicada en 1968).

ALBERT, H. (1985). Treatise on critica! reason. Princcton: Princeton University Press. Traducción de: Hans Albert, Tmktat iiber kritische Vemwift, Tübingen: Mohr, 1975.

AuSTJN, J. L. (1962). How todo things with words. Cambridge, MA: Harvard University Press.

AuSTJN, J. L. {1970). Other minds. En Philosopllica/ papers (2a. ed., pp. 76-116). Londres: Oxford University Press.

BALLMER, TH., & BRENNENSTUHL, W. (1981). Speech act c/assification. A study in the le:rica/ mwlysis oj English speech activity verbs. Berlin: Springer.

BAR-HlLLEL, Y. {1964). More on the fallacy of composition. Mind, 73, 125-126.

BARTH, E.M., & KRAooE, E.C.W. (1982). From a1iom to dialog11e. A plli/osopliiwl study of /ogics and argumental ion. Berlin, New York: De Gruyter.

BARIH, E.M., & MARTENS, J.L. (1977). Argumentum ad hominem: From chaos to formal dialectic. Logique el Analyse, 77 1 78, 76-96.

BARTH, E.M., & MARTENS, J.L. (Eds.) (1982). Argumentation. Approaches lo theory forma/ion. Containing the contribulio115 lo the Groningen Conjerence on the theory oj a;g 11mentalion, October 1978. Amsterdam: John Benjamins.

BEARDSLEY, M.C. (1975). Thinking straight. Principies oj rellSQJiing jor readers and writers (4a. ed.). Englewood Cliffs, NJ: Prentice-HalL

·'' BELNAP, N.O., Jr. (1969). Questions: Their presuppositions, and how they can fail to arise. En K. Lambert (Ed.), The /ogica/ way oj doing things. New Ha ven and London: Y ale University Press.

BILUG, M. (1988). The notionof"prejudice": Sorne rhetorical and id€ological aspects. Text, 8 (1/2}, pp. 91-110.

BIRO, J., & SJEGEL, H. (1991). Normativity, argumentation andan epistemic theory of fallacies. En E H. van Eemeren, R. Grootendorst, J. A. Blair, & Ch. Willard (Eds.), Proceedings of the Second JSSA Cotiference on ArgumetJ/atioll1990. Amsterdam: SICSAT. ·

l

234 FMNS H. VAN EEMER~N- ROB GROOJENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUCIA$

BLAIR, J. A., & }OHNSON, R. H. (Eds.). {1980). lnformn/logic: Tire Jirst intemalional symposium. In­verness, CA: Edgepress.

BRAET, A.C. (en prensa). Ethos, pathos and lagos in Aristotle's Rhetoric: A re-examination. Argumenta/ion.

BROYLES, J.E. (1975). The fallad es of composition and division. Dialogue, 15, 241-255.

BüHLER, K. (1934). Spmchtheorie [Teoría del Discurso]. Jena: Fischer.

BURKE, M. {1985). Unstated premises. Informal Logic, 7(2/3), 107-118.

COPI, I.M. (1982).lntroduction to logic (6a. ed.). New York: MacMillan.

CRAWSHAY-WILL!AMS, R. (1957). Methods nnd criterin of rensoning. An inquiry into tire stmctrm of c01rtroversy. London: Routledge & Kegan Paul.

DAMER, T.E. (1980). Attackingfaulty reasoning. Belmont, CA: Wadsworth.

DASCAL, M. {1977). Conversational relevance. Journal of Pragmatics, 1, 309-328.

DIJK, TwN A. VAN. {1983). Cognitive and conversational strategies in the expression of ethnic pre-judice. Text, 3(4), 375-404.

DIJK, TwN A. VAN. (1984). Prejudice in discourse. Amsterdam: John Benjamins.

DIJK, TwN A VAN. (1988). Social cognition, social power and social discourse. Text, 8(1/2), 129-157.

EDMONDSON, W. {1981). Spoken discourse. A mode/ Jor analysis. London/New York: Longman.

EEMEREN, F.H. VAN. (1987).Argumentation studies' fiveestates. In}.W. Wenzel (Ed.), Argument aud critica/ prnclice. Proceedings of the Fiftlr SCA 1 AFA Conference 011 Argrmrentation (pp. 9-24). Armandale, VA: Speech CommunicationAssociation.

EEMEREN, F.H. VAN, & GROOTENDORST, R. (1984). Speec/r neis in nrgumentalive discussions. A theoretica/ model Jor tire annlysis of discussiorrs directed towards so/ving conflicts of opinion. Dordrecht, Cinnaminson: Foris/Berlin: Mouton de Gmyter. PDAl.

EEMEREN, F.H. VAN, & GROOTENOORST, R. (1988). Rationale for a pragma-dialectical perspective. Argrtmentatiorr, 2{2), 271-291.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., & KRUIGER, T. (1987). Handbook of argumenta/ion t/~eory.

Dordrecht-Providence: Foris/Berlin: Mouton de Gruyter. PDA7.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., & MEUFFEI.S, B. (1989). The skill of identifying argumentation. Argumentationand Advocacy, 25(4), 239-345.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., }ACKSON, S.A., & }ACOBS, C. S. (1993). Reconstructil¡g Argumeutalive Discourse. Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press.

ENNIS, R.H. (1982). Identifying implicit assumptions. Syntlrese, 51(1), 61-86.

ENNrs, R.H. (1987). A taxonomy of critica} thinking dispositions and abi!ities. In J. Baron & R. Stemberg (Eds.), Tenclringfor t!Jinking (pp. 9-26). New York: W. H. Freeman.

EVANS, J.Sr.B.T. (1982). T!Je psyclrology of deductive reasotring. London/Boston: Routledge.

FAIR, F. (1973). The fallacy of many questions: Or, how to stop beating your wife. Southwestem formral of Philosop!ry, 4, 89-92.

Fmrus, E. T. (1987). The dialectical roleof thejudge in a legal process. InJ.W. Wenzel (Ed.),Argument and critica/ practice. Proceedings of tire Fiftll SCAIAFA Conference 011 Argumentation (pp. 335-339). Annandale, VA: Speech Communication Association.

FEYERABEND, P. (1970). Consolations for the specialist. In 1. La ka tos & A Musgrave (Eds.), Críticism mrd tire growt!r ofknow/edge (pp. 197-230). London/New York: Cambridge University Press.

BJBtiOGRAfiA 235

FINOCCHIARO, M.A. (1974). The concept of ad hominem argument in Galileo and Locke. Tire

Phi/osoplzical Forzmr, S. FINOCCHIARO, M.A. (1980). Galileo nnd liJe art of reasoning. Rhe/orical Jormdations oflogic and scientific

metlrod. Dordrecht: Reidel. flNOCCHIARO, M .A. (1981). Fallacies and the evaluation of reasoning. American Plzi/osoplzical Quarterly,

18, 13-22. fiNOCCHZARO, M.A. (1987a). Six types of fallaciousness: Toward a realistic theory oflogical criticism.

Argumentnlion, I(3), 263-282. FINOCCHIARO, M.A. (1987b). An historical approach to the study of argumentation. In F.H. van

Eemeren, R. Grootendorst, J. A. Blair, & C. Willard (Eds.), Argumenta/ion. Across tire Unes of discipline (pp. 81-91). Proceedings of the Conference on Argumentation 1986. Dordrecht/ Providence: Foris/Berlin: Mouton de Grnyter. PDA 3.

F!SHER, A. (1988). Tire /oKic of rea/argumetJis. Cambridge: Cambridge University Press.

FocEUN, R.J. (1978). Understanding nrgument. An irrtroduction lo informa/logic. New York: Harcourt

Brace Jovanovich. FREEMAN, J.B. (1988). Tlrinking /ogica/ly. Basic concepts Jor reasoning. New York: McGraw-Hill. Gerber,

D. (1974). On argmnentum ad hominem. Personalist, 55,23-29. GILL, c. (1984). The ethos/pathos distinction in rhetorical and literary criticism. C/nssica/ Qunrterly,

34, 149-166. Goodnight, G.T. (1980). The liberal and !he conservative presumptions: On political philosophy

and the fotmdation of public argument. In J. Rhodes & S. Newell (Eds.), Proceedi11gs of tire Srmrmer Conference 011 Argrmreutation (pp. 304-337). Annandale, VA: Speech Communication

Association. GooowJN, P.O., & WENZEL, J.W. (1979). Proverbs and practica! reasoning: Astudy in socio-logic. Tire

Qrwterly ]oumal of Speech, 65, 289-302. Gov1~R, T. {1981). Worries about 111 quoque as a falla e y. Informal Logic Newsletter,3, 2-4.

GDVIER, T. (1982). What' s wrong with slippery slope arguments? Canadinn ]ormral of Plrilosoplry, 12,

303-316. GovmR, T. (1985). A practica/study of argrmrent. Belmont, CA: Wadsworth. GovJER, T. (1987). Prob/ems inargrmrent nnnlysisand evaluntion. Dordrecht: Foris/Berlin: Mouton de

Gruyter. PDA S. GovJER, T. (1988). A practica/ sl!tdy of argrmrent (2nd ed.). Belmont, CA: Wadsworth.

GRICB, H. P. (1975). Logic and conversation.ln P. Col e & J.L. Margan (Eds.), Syntax mrd semmrtics · 3: Speech acts {pp. 45-38). New York: Academic Press.

GRJCE, H. P. (1989). Studies in tire wayof words. Cambridge, MA/London: Harvard University Press.

GRIZE, J-B. (1982). De la logique a l'argumentation [About the logic of argumentation]. Gen~ve:

Droz. HAACK, S. (1978). P!rilosoplry of logics. Cambridge: Cambridge University Press.

HAMBLIN, C.L. (1970). Fallncies. London: Methuen.

HARE, R.M. (1963). Freedom and renson. Oxford: Clarendon. HARE, R.M. (1981). Moral tlrinking: lis /evels, mellrod mrd point. Oxford: Clarendon.

HARMA N, G. (1986). C!range in view. Principies of reasoning. Cambridge, MA: MIT.

234 FMNS H. VAN EEMER~N- ROB GROOJENDORST /ARGUMENTACIÓN, COMUNICACIÓN Y fAUCIA$

BLAIR, J. A., & }OHNSON, R. H. (Eds.). {1980). lnformn/logic: Tire Jirst intemalional symposium. In­verness, CA: Edgepress.

BRAET, A.C. (en prensa). Ethos, pathos and lagos in Aristotle's Rhetoric: A re-examination. Argumenta/ion.

BROYLES, J.E. (1975). The fallad es of composition and division. Dialogue, 15, 241-255.

BüHLER, K. (1934). Spmchtheorie [Teoría del Discurso]. Jena: Fischer.

BURKE, M. {1985). Unstated premises. Informal Logic, 7(2/3), 107-118.

COPI, I.M. (1982).lntroduction to logic (6a. ed.). New York: MacMillan.

CRAWSHAY-WILL!AMS, R. (1957). Methods nnd criterin of rensoning. An inquiry into tire stmctrm of c01rtroversy. London: Routledge & Kegan Paul.

DAMER, T.E. (1980). Attackingfaulty reasoning. Belmont, CA: Wadsworth.

DASCAL, M. {1977). Conversational relevance. Journal of Pragmatics, 1, 309-328.

DIJK, TwN A. VAN. {1983). Cognitive and conversational strategies in the expression of ethnic pre-judice. Text, 3(4), 375-404.

DIJK, TwN A. VAN. (1984). Prejudice in discourse. Amsterdam: John Benjamins.

DIJK, TwN A VAN. (1988). Social cognition, social power and social discourse. Text, 8(1/2), 129-157.

EDMONDSON, W. {1981). Spoken discourse. A mode/ Jor analysis. London/New York: Longman.

EEMEREN, F.H. VAN. (1987).Argumentation studies' fiveestates. In}.W. Wenzel (Ed.), Argument aud critica/ prnclice. Proceedings of the Fiftlr SCA 1 AFA Conference 011 Argrmrentation (pp. 9-24). Armandale, VA: Speech CommunicationAssociation.

EEMEREN, F.H. VAN, & GROOTENDORST, R. (1984). Speec/r neis in nrgumentalive discussions. A theoretica/ model Jor tire annlysis of discussiorrs directed towards so/ving conflicts of opinion. Dordrecht, Cinnaminson: Foris/Berlin: Mouton de Gmyter. PDAl.

EEMEREN, F.H. VAN, & GROOTENOORST, R. (1988). Rationale for a pragma-dialectical perspective. Argrtmentatiorr, 2{2), 271-291.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., & KRUIGER, T. (1987). Handbook of argumenta/ion t/~eory.

Dordrecht-Providence: Foris/Berlin: Mouton de Gruyter. PDA7.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., & MEUFFEI.S, B. (1989). The skill of identifying argumentation. Argumentationand Advocacy, 25(4), 239-345.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENDORST, R., }ACKSON, S.A., & }ACOBS, C. S. (1993). Reconstructil¡g Argumeutalive Discourse. Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press.

ENNIS, R.H. (1982). Identifying implicit assumptions. Syntlrese, 51(1), 61-86.

ENNrs, R.H. (1987). A taxonomy of critica} thinking dispositions and abi!ities. In J. Baron & R. Stemberg (Eds.), Tenclringfor t!Jinking (pp. 9-26). New York: W. H. Freeman.

EVANS, J.Sr.B.T. (1982). T!Je psyclrology of deductive reasotring. London/Boston: Routledge.

FAIR, F. (1973). The fallacy of many questions: Or, how to stop beating your wife. Southwestem formral of Philosop!ry, 4, 89-92.

Fmrus, E. T. (1987). The dialectical roleof thejudge in a legal process. InJ.W. Wenzel (Ed.),Argument and critica/ practice. Proceedings of tire Fiftll SCAIAFA Conference 011 Argumentation (pp. 335-339). Annandale, VA: Speech Communication Association.

FEYERABEND, P. (1970). Consolations for the specialist. In 1. La ka tos & A Musgrave (Eds.), Críticism mrd tire growt!r ofknow/edge (pp. 197-230). London/New York: Cambridge University Press.

BJBtiOGRAfiA 235

FINOCCHIARO, M.A. (1974). The concept of ad hominem argument in Galileo and Locke. Tire

Phi/osoplzical Forzmr, S. FINOCCHIARO, M.A. (1980). Galileo nnd liJe art of reasoning. Rhe/orical Jormdations oflogic and scientific

metlrod. Dordrecht: Reidel. flNOCCHIARO, M .A. (1981). Fallacies and the evaluation of reasoning. American Plzi/osoplzical Quarterly,

18, 13-22. fiNOCCHZARO, M.A. (1987a). Six types of fallaciousness: Toward a realistic theory oflogical criticism.

Argumentnlion, I(3), 263-282. FINOCCHIARO, M.A. (1987b). An historical approach to the study of argumentation. In F.H. van

Eemeren, R. Grootendorst, J. A. Blair, & C. Willard (Eds.), Argumenta/ion. Across tire Unes of discipline (pp. 81-91). Proceedings of the Conference on Argumentation 1986. Dordrecht/ Providence: Foris/Berlin: Mouton de Grnyter. PDA 3.

F!SHER, A. (1988). Tire /oKic of rea/argumetJis. Cambridge: Cambridge University Press.

FocEUN, R.J. (1978). Understanding nrgument. An irrtroduction lo informa/logic. New York: Harcourt

Brace Jovanovich. FREEMAN, J.B. (1988). Tlrinking /ogica/ly. Basic concepts Jor reasoning. New York: McGraw-Hill. Gerber,

D. (1974). On argmnentum ad hominem. Personalist, 55,23-29. GILL, c. (1984). The ethos/pathos distinction in rhetorical and literary criticism. C/nssica/ Qunrterly,

34, 149-166. Goodnight, G.T. (1980). The liberal and !he conservative presumptions: On political philosophy

and the fotmdation of public argument. In J. Rhodes & S. Newell (Eds.), Proceedi11gs of tire Srmrmer Conference 011 Argrmreutation (pp. 304-337). Annandale, VA: Speech Communication

Association. GooowJN, P.O., & WENZEL, J.W. (1979). Proverbs and practica! reasoning: Astudy in socio-logic. Tire

Qrwterly ]oumal of Speech, 65, 289-302. Gov1~R, T. {1981). Worries about 111 quoque as a falla e y. Informal Logic Newsletter,3, 2-4.

GDVIER, T. (1982). What' s wrong with slippery slope arguments? Canadinn ]ormral of Plrilosoplry, 12,

303-316. GovmR, T. (1985). A practica/study of argrmrent. Belmont, CA: Wadsworth. GovJER, T. (1987). Prob/ems inargrmrent nnnlysisand evaluntion. Dordrecht: Foris/Berlin: Mouton de

Gruyter. PDA S. GovJER, T. (1988). A practica/ sl!tdy of argrmrent (2nd ed.). Belmont, CA: Wadsworth.

GRICB, H. P. (1975). Logic and conversation.ln P. Col e & J.L. Margan (Eds.), Syntax mrd semmrtics · 3: Speech acts {pp. 45-38). New York: Academic Press.

GRJCE, H. P. (1989). Studies in tire wayof words. Cambridge, MA/London: Harvard University Press.

GRIZE, J-B. (1982). De la logique a l'argumentation [About the logic of argumentation]. Gen~ve:

Droz. HAACK, S. (1978). P!rilosoplry of logics. Cambridge: Cambridge University Press.

HAMBLIN, C.L. (1970). Fallncies. London: Methuen.

HARE, R.M. (1963). Freedom and renson. Oxford: Clarendon. HARE, R.M. (1981). Moral tlrinking: lis /evels, mellrod mrd point. Oxford: Clarendon.

HARMA N, G. (1986). C!range in view. Principies of reasoning. Cambridge, MA: MIT.

236 FRANS H. VAN EB!~REN- RoB GROOHNOORST / ARGliMENTACION, (O.\WNICACION Y fAUCIAS

HASTINGs,A.C. (1962). A reformulation ofthe modesof reasoning in argumenta/ion. Unpublished docto­ral dissertation, Northwestern University, Evanston, IL

HlNilKKA, J. (1976). Tire semantics of questíons and tire questions of semrmtics. Amsterdam: North­

Holland.

HlNTlKKA, J. {1981). The Jogie of information-seeking dialogues: A model. In W. Beeker & W.K. Essler {Eds.), Konzepte der Dia/ektik (pp 212-231). Frankfurt: Vittorio Klostermann.

HlNTIKKA, J. {1987). The fallacy of fallacies. In Argumer1talion, 1{3), 211-238.

HITCHCOCK, D. {1987). Enthymematic arguments. In F.H. van Eemeren, R. Grootendorst,J.A. Blair, & Ch. Willard {Eds.), Argumeutation. Across tire fines of discipline {pp. 289-298). Proceedings of the Conference on Argumentation 1986. Dordrecht/Providence: Foris/Berlin: Mouton de

Gruyter. PDA 3.

HoAGLUND, J. {1982). Argumentum ad horninem: aut bonum aut malum? Informal Logic News/etter, 4(3), 7-9.

IsEMINGER, G. (1986). Relatedness logia and entailment. Journa/ ofNon-Ciassica/ Logic, 3, 5-23.

JACKSON, S. (1985). What can speech acts do for argumentation? In J.R. Cox, M.O. Sillars, & G.B. Walker {Eds.}, Argumenfs and social practice. Proceedings of the Fourth SCAIAFA Cmiference 011 Argumenta/ion (pp. 127-138). Annandale, VA: Speech Communication Association.

JACKSON, S., & JACOBS, S. (1980). Structure of conversational argument: Pragmatic bases for the

enthymeme. Quarterly Journal of Speech, 66, 251-265.

}ACKSON, S., & }ACOBS, S. (1981). Argumentas a natural category: The routine grounds for arguing in conversation. Westem ]mmwl ofSpeech Cmmmmication, 45, 118-132.

]ACOBS, S., & }ACKSON, S. (1982). Conversational argument: A discourse analytic approach. In J.R. Cox & C.A. Willard (Eds.), Advances ir¡ argumenta/ion theory and research {pp. 205-237).

Carbondale/Edwardsville: Southern Illinois University Press.

}Acoss, S., & JACKSON, S. (1983). Strategy and structure in conversational influence attempts. Com­nnmication Monograplrs, 50, 285-304.

}ASON, G. (1987). The nature of the argumentum ad baculum. Plli/osophia, 17,491-499.

JOHNSON-LAIRD, P.N. (1983). Thinking as a skill. In J.St.B.T. Evans (Ed.), Thinking rmd reasoning: Psyclwlogical appronches (pp. 164-196). London/Boston: Routledge.

JoHNSON, R.H., & BLArR,}.A. (1983). Logica/ self-defense. Toronto: McGraw-Hill.

]OHNSIDNE, H.W., }R. (1952). Philosophy and argumentum ad hominem. fournal of Philosophy, 49, 489-498.

}OHNSfONE, H.W., ]R. (1970). "Phllosophy and argumentum ad hominem" revisited. Revue lntema­tionnle de Phi/osophie, 24, 107-116.

Kamlah, W., & Lorenzen, P. (1984). Logica/ propaedeutic. Pre-school of reasonable discourse. Lanham,

NY: University Press of America.

KASHER, A. (1982). Gricean inference revisited. Philosophica, 29, 25-44.

KEMPSON, R.M. (1975). Presuppositions and the delimitation of semantics. Cambridge: Cambridge

University Press.

KENNEDY, G.A. (1963). The art of persuasion in Greece. Princeton, NJ: Princeton University Press.

,.

1

BIBIIOGIWIA 237

KENNEDY, G.A. (1980). C/assical rhetoric and its c/¡ristian and secular tradition from ancient to modem times. London: Croom Helm.

KrELKOPF, C.F. {1 980). Relevan! appea\s to force, pity and popular pieties.lnformal Logic Newsletter, 2(2), 2-5.

KRABBE, E.C.W. (1982).11teory of argmnentationand the dialectical garb of formallogic. In E.M.Barth

& J.L. Martens (Eds.), Argume11tation. Approaclws to theoryformation. Containing the contributions the Gronir1gen Conference on tite tlteory of argumenta/ion, October 1978 (pp. 123-132). Amsterdam:

John Benjamins.

KRECKEL, M. (1981). Shared knowledgeand commrmicativeac/s inrmtura/ discourse. London: Academic

Press.

KuHN, T. S. {1 970). The structure of scientific revolutions (2nd ed.). Chicago: University of Chicago

Press.

KUHN, T.S. {1974). Reflections on my critics. In l. Lakatos & A. Musgrave (Eds.), Criticism nnd t/¡e growtJ1 ofkuowledge (pp. 231-278). London/New York Cambridge University Press.

LAKOFF, R. (1973). The logic of politeness; or, minding your p's and q's. In Papers from the Ninth Regional Meeting of the Chicago Unguistic Society (pp. 292- 305). Chicago: Chicago Linguistic

Society.

LAMBERT, K., & UtruCH, W. (1980). The natureof nrgument. New York: MacMillan.

LEDDY, T. (1986). Is there a fallacy of small sample? /uformall.IJgic, 8(1), 53-56.

LEECH, G.N. (1 983). Principies ofpragmatics. London/New York: Longman.

Lmsr, E. (1952). Der Wortinhalt: seine Struktur im Deutschen und Englischen [Thecontent of words:

its structure in German and English]. Heidelberg: Quelle & Meyer.

LEVlNSON, S.C. (1983). Pragmntics. Cantbridge: Cambridge University Press.

LOCKE, J. (1961). Of reason. In An essay cor1cemíng hrtmm! rmderstanding (Book IV, Chapter XVII,

1690). Dent, London: J.W. Yolton.

LYONS, J. (1971).lntroduction lo theoretica/linguistics. Cambridge: Cambridge University Press.

MACKENZIE, J.D. (1979). Question-begging innon-cumulative systems. Journal ofPhi/osophical Lvgic, 8,117-133.

MAcKENZrE, P.T. (1981). Ad hominem andad verecundiam. Informal Logic Newsletter, 3{3),9-11.

MEYER, M. {1986a). De la problématologie. Bruxelles: Mardaga.

MEYER, M. {1986b). From /ogic lo rl!etoric. Amsterdam: John Benjamins.

Mrt-:or, W.S. (1981). A rhetorical view of fallacies: ad /rominem andad populrun. Tl!e Rhetoric Society Qunrterly, II, 222-235.

NAESS, A. (1966). Communication and argument. Elemeuts ofapplied semanlics. London: Allen & Unwin.

NüLT, J.E. (1984). Informnllogic: Possible worlds nnd imaginati011. New York: McGraw-Hill.

O'KEEFE, D.J. (1990). Persuasion. Theory and research. Newbury Park, CA: Sage.

ÜLSON, R.G. (1969). Meaning nnd nrgument. Elements oflogic. New York: Harcourt, Brace and World.

PARKER, R. A. (1984). Tu quoque arguments: A rhetorical perspective. Joumal of the American Formsic Associntion, 20,123-132.

PElRCE, C.S. (1955). What is a leading principie. In J. Buchl·;or (Ed.), Philosophicalwrítiugs of Peirce (pp. 129-134). New York: Dover Publications.

:~---------- ---------

236 FRANS H. VAN EB!~REN- RoB GROOHNOORST / ARGliMENTACION, (O.\WNICACION Y fAUCIAS

HASTINGs,A.C. (1962). A reformulation ofthe modesof reasoning in argumenta/ion. Unpublished docto­ral dissertation, Northwestern University, Evanston, IL

HlNilKKA, J. (1976). Tire semantics of questíons and tire questions of semrmtics. Amsterdam: North­

Holland.

HlNTlKKA, J. {1981). The Jogie of information-seeking dialogues: A model. In W. Beeker & W.K. Essler {Eds.), Konzepte der Dia/ektik (pp 212-231). Frankfurt: Vittorio Klostermann.

HlNTIKKA, J. {1987). The fallacy of fallacies. In Argumer1talion, 1{3), 211-238.

HITCHCOCK, D. {1987). Enthymematic arguments. In F.H. van Eemeren, R. Grootendorst,J.A. Blair, & Ch. Willard {Eds.), Argumeutation. Across tire fines of discipline {pp. 289-298). Proceedings of the Conference on Argumentation 1986. Dordrecht/Providence: Foris/Berlin: Mouton de

Gruyter. PDA 3.

HoAGLUND, J. {1982). Argumentum ad horninem: aut bonum aut malum? Informal Logic News/etter, 4(3), 7-9.

IsEMINGER, G. (1986). Relatedness logia and entailment. Journa/ ofNon-Ciassica/ Logic, 3, 5-23.

JACKSON, S. (1985). What can speech acts do for argumentation? In J.R. Cox, M.O. Sillars, & G.B. Walker {Eds.}, Argumenfs and social practice. Proceedings of the Fourth SCAIAFA Cmiference 011 Argumenta/ion (pp. 127-138). Annandale, VA: Speech Communication Association.

JACKSON, S., & JACOBS, S. (1980). Structure of conversational argument: Pragmatic bases for the

enthymeme. Quarterly Journal of Speech, 66, 251-265.

}ACKSON, S., & }ACOBS, S. (1981). Argumentas a natural category: The routine grounds for arguing in conversation. Westem ]mmwl ofSpeech Cmmmmication, 45, 118-132.

]ACOBS, S., & }ACKSON, S. (1982). Conversational argument: A discourse analytic approach. In J.R. Cox & C.A. Willard (Eds.), Advances ir¡ argumenta/ion theory and research {pp. 205-237).

Carbondale/Edwardsville: Southern Illinois University Press.

}Acoss, S., & JACKSON, S. (1983). Strategy and structure in conversational influence attempts. Com­nnmication Monograplrs, 50, 285-304.

}ASON, G. (1987). The nature of the argumentum ad baculum. Plli/osophia, 17,491-499.

JOHNSON-LAIRD, P.N. (1983). Thinking as a skill. In J.St.B.T. Evans (Ed.), Thinking rmd reasoning: Psyclwlogical appronches (pp. 164-196). London/Boston: Routledge.

JoHNSON, R.H., & BLArR,}.A. (1983). Logica/ self-defense. Toronto: McGraw-Hill.

]OHNSIDNE, H.W., }R. (1952). Philosophy and argumentum ad hominem. fournal of Philosophy, 49, 489-498.

}OHNSfONE, H.W., ]R. (1970). "Phllosophy and argumentum ad hominem" revisited. Revue lntema­tionnle de Phi/osophie, 24, 107-116.

Kamlah, W., & Lorenzen, P. (1984). Logica/ propaedeutic. Pre-school of reasonable discourse. Lanham,

NY: University Press of America.

KASHER, A. (1982). Gricean inference revisited. Philosophica, 29, 25-44.

KEMPSON, R.M. (1975). Presuppositions and the delimitation of semantics. Cambridge: Cambridge

University Press.

KENNEDY, G.A. (1963). The art of persuasion in Greece. Princeton, NJ: Princeton University Press.

,.

1

BIBIIOGIWIA 237

KENNEDY, G.A. (1980). C/assical rhetoric and its c/¡ristian and secular tradition from ancient to modem times. London: Croom Helm.

KrELKOPF, C.F. {1 980). Relevan! appea\s to force, pity and popular pieties.lnformal Logic Newsletter, 2(2), 2-5.

KRABBE, E.C.W. (1982).11teory of argmnentationand the dialectical garb of formallogic. In E.M.Barth

& J.L. Martens (Eds.), Argume11tation. Approaclws to theoryformation. Containing the contributions the Gronir1gen Conference on tite tlteory of argumenta/ion, October 1978 (pp. 123-132). Amsterdam:

John Benjamins.

KRECKEL, M. (1981). Shared knowledgeand commrmicativeac/s inrmtura/ discourse. London: Academic

Press.

KuHN, T. S. {1 970). The structure of scientific revolutions (2nd ed.). Chicago: University of Chicago

Press.

KUHN, T.S. {1974). Reflections on my critics. In l. Lakatos & A. Musgrave (Eds.), Criticism nnd t/¡e growtJ1 ofkuowledge (pp. 231-278). London/New York Cambridge University Press.

LAKOFF, R. (1973). The logic of politeness; or, minding your p's and q's. In Papers from the Ninth Regional Meeting of the Chicago Unguistic Society (pp. 292- 305). Chicago: Chicago Linguistic

Society.

LAMBERT, K., & UtruCH, W. (1980). The natureof nrgument. New York: MacMillan.

LEDDY, T. (1986). Is there a fallacy of small sample? /uformall.IJgic, 8(1), 53-56.

LEECH, G.N. (1 983). Principies ofpragmatics. London/New York: Longman.

Lmsr, E. (1952). Der Wortinhalt: seine Struktur im Deutschen und Englischen [Thecontent of words:

its structure in German and English]. Heidelberg: Quelle & Meyer.

LEVlNSON, S.C. (1983). Pragmntics. Cantbridge: Cambridge University Press.

LOCKE, J. (1961). Of reason. In An essay cor1cemíng hrtmm! rmderstanding (Book IV, Chapter XVII,

1690). Dent, London: J.W. Yolton.

LYONS, J. (1971).lntroduction lo theoretica/linguistics. Cambridge: Cambridge University Press.

MACKENZIE, J.D. (1979). Question-begging innon-cumulative systems. Journal ofPhi/osophical Lvgic, 8,117-133.

MAcKENZrE, P.T. (1981). Ad hominem andad verecundiam. Informal Logic Newsletter, 3{3),9-11.

MEYER, M. {1986a). De la problématologie. Bruxelles: Mardaga.

MEYER, M. {1986b). From /ogic lo rl!etoric. Amsterdam: John Benjamins.

Mrt-:or, W.S. (1981). A rhetorical view of fallacies: ad /rominem andad populrun. Tl!e Rhetoric Society Qunrterly, II, 222-235.

NAESS, A. (1966). Communication and argument. Elemeuts ofapplied semanlics. London: Allen & Unwin.

NüLT, J.E. (1984). Informnllogic: Possible worlds nnd imaginati011. New York: McGraw-Hill.

O'KEEFE, D.J. (1990). Persuasion. Theory and research. Newbury Park, CA: Sage.

ÜLSON, R.G. (1969). Meaning nnd nrgument. Elements oflogic. New York: Harcourt, Brace and World.

PARKER, R. A. (1984). Tu quoque arguments: A rhetorical perspective. Joumal of the American Formsic Associntion, 20,123-132.

PElRCE, C.S. (1955). What is a leading principie. In J. Buchl·;or (Ed.), Philosophicalwrítiugs of Peirce (pp. 129-134). New York: Dover Publications.

:~---------- ---------

L

238 fRAN5 H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOORST / ARGUMENTA.C/CiN, COMUIIICIIC/CiN Y fA.UC/A.S

PAut, R.W. (1982). Teaching critica! thinking in the 'strong" sense: Afocus on self· deception, world views, anda dialecticai mode of analysis. Informal Logic News/etter, 4(2), 2-7.

PERELMAN, C., & ÜLBRECHTS-TYTECA, L. (1958). Úl nouvelle rhélorique; traité de1'argrtmentation [The new rhetoric: A treatise on argumentation]. Bruxelles: l'Université de Bruxelles.

PERELMAN, C., & ÜLBRECHTS-TYrECA, L. (1969). Tlle new rhetoric: A treatise on argwnentation. Notre Dame/London: University of Notre Dame Press.

Pmr, R.E., & CACIOPPO, J.T. (1981). Al/iludes mrd persuasion: Classic 1111d contemporary approaclles. Dubuque, IA: Wm. C Brown.

PETIY, R.E., & CACJOPPO, J.T. (1986). Communicatio11 tmd persuasion: Cerlfral and periphera/ routes to attitude clumge. New York Sprlnger.

PotE, N. (1981). Part/whole fallacies.lliformal Lngic News/etter, 3(3), 11-13.

PoPPER, K.R. (1972). Objective know/edge: An evo/utionary approach. Oxford: Ciaren don Press.

PoPPER, K.R. (1974). Conjectures and refutations. The growh of scientific knowledge. {5th ed.). London: Routledge & Kegan Paul.

RESCHER, N. (1961). On the logic of presupposition. Phi/osophy and Phenomeno/ogical Research, 21, 521-527.

RESCHER, N. (1964). lntroduction lo logic. New York St Martin's Press.

RESCHER, N. {1977). Dialeclics: A controversy-oriented approac/1/o /he theory ofknowledge. Albany: S tate University of New York Press.

RESCHER, N. (1980). Inducliou. An essay 011 the justifica/ion of ilrductive reasoning. Oxford: Blackwell.

RoBINSON, R. (197la). Arguing from ignoran ce. The Phílosophical Quarterly, 21, 97- 108.

RoBJNSON, R. (1971b). Begging the question. Analysis, 31, 113·117.

RowE, W.L. {1962). The fallacy of composition. Mind, 71, 87-92.

SA!XXK, J.M. (1974). Toward a línguistic tlreon; of speec/r-acts. New York: Academic Press.

SANOERS, R.E. (1980). Principies of relevance: A theory of the relationship between language and communication. Commrmicationmrd Coguition, 13(1), 77·97.

SANFORD, D.H. (1972). Begging the question. Analysis, 32, 197-199.

ScHOPENHAUER, A. (1970). Eristische Dialektik [Eristic Dialectics]. In Der Handschriftliclre Naclrlass (Vol. 3). Frankfurt a. M.: Waldemar Kramer.

ScRIVEN, M. (1976). Reasoning. New York: McGraw-Hill.

SEARLE, J.R. (1969). Speeclr acts. An essay in tire plúlosoplry of lrmguage. Cambridge: Cambridge University Press.

SEARLE, J.R. {1979). Expression mrd meaning. Studies in tire theory of speech acfs. Cambridge: Cam· bridge University Press.

SIEGEL, H. (1987). Relativism refrtled. A critique of corrtemporary epistemological relativism. Dordrecht: Reidel.

SJEGEL, H. {1988). Educating reason. Rntionality, critica! tlrinking and educa/ion. New York: Routledge.

SJMWS, H.W. {1976), Persuasion: Understanding, practice and analysis. Reading, MA: Addison Wesley.

SPERBER, D., & WtLSON, D. (1986). Relevan ce: Commrmicationmrd cognition. Cambridge, MA: Harvard University Press.

SPROULE, J.M. (1980). Argument. Wnguage and its infiuence. New York: McGraw-Hill.

B!Bt/OCKA.FIA 239

STALNAKER, R.C. (1977). Pragmatie presuppositions. In A. Rogers, B. Wall, & J.P. Murphy (Eds.), Proceedings of tire Texas cotiference 011 perfomatives, pres1rppositíons and imp/icatures. Arlington, VA: Center for Applied Linguistics.

SYKES, M. {1985). Discrimination in discourse. In T. A. van Dijk (Ed.), Hmtdbook of discourse mralysis (Vol. 4, pp. 83-101). London: Academic Press.

THOMAS, S.N. {1986). Practica/ reasoning innatura//angrmge (3rd ed.). Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.

TouLMIN, S.E. {1958). Tire uses of argument. Cambridge: Cambridge University Press.

ToutMJN, S.E. {1976). Knowiug and acting. An invitation lo philosophy. New York: MacMillan.

TRACY, K. (1982). On getting point: Oistlnguishing "issues" from "events," an aspect of conversa-tional coherence. Commrmicatiou Yearbook, 5, 219-301.

WALTON, D.N. (1984). Logica/ dialogue-games mrd fal/acies. Lanham: University Press of America.

WALTON, D.N. (1 985a).Are circular arguments necessarily vicious? American Philosophica/ Quarlerly, 22, 263-274.

WALTON, D.N. (1 985b). Arguers posítion. A pragmatic study of ad lromil1em attack, criticism, refutatiot1 and fallaCJj. Westport, CT: Greenwood Press.

WALTON, D.N. (1987a). The ad hominem argumentas anitúormalfallacy. Argumenta/ion, 1, 317-331.

WALTON, D.N. (1987b).lnformal fallacies. Amsterdam/Philadelphia: Jolm Benjamins.

WALTON, D.N. (1988a). Burden of proof. Argumentati011, 2, 233-254.

WAtTON, D.N. (1988b). Question-asking fallacies. In M. Meyer{Ed.), Q11estions rmd questioning (pp. 195·221). Berlin: Walter de Gruyter.

WALTON, D.N. (1989a).Informa/logic. A handbook for critica/ argumenta/ion. Cambridge: Cambridge University Press.

WALTON, D.N. (1989b). Question-reply argumenta/ion. New York: Greenwood.

WALTON, D.N. (1989c). Reasoned use of expertise in argumentation. Argumenta/ion, 3(1), 59-73.

WALTON, D.N., & BATIEN, L.M. (1984). Carnes, graphs, and circular arguments. Wgíqr1e el Analyse, 106, 133-164.

WENZEL, J.W. (1980). Perspectives on argument. In J. Rhodes & S. Newell (Eds.), Proceedingsmr the Summer Conference on Argumentation (pp. 112·133). Annandale, VA: SCA.

WENZEL, J.W. {1987). Argument and critica/ practices. Unpublished contribution to The Fifth SCA/ AFA Conference on Argumentation.

WENZEL, J.W. (1989). Reflections on the revolution in Willard's theory of arguinent. In B. E. Gronbeck (Ed.), Spheres of argument. Proceedings of the Sixlh SCA/ AFA Conference on Argumeutation (pp. 303·308). Annandale, VA: Speech Communication Associ<!tion.

WENZEL, J.W. (1990). Three perspectivas on argument. Rhetoric, dialectie, logic. In R. Trapp & J. Schuetz (Eds.), Perspectives 011 argumenta/ion. Essays i11 honor of Wayne Brockriede (pp. 9·26). Prospect Heights, IL: Waveland.

WttLARD, C.A. {1 983). Argumeutation and f/¡e social gro1mds ofknowledge. Tuscaloosa: The University of Alabama Press.

WJLLARD, C.A. {1989). A t11eory of argumenta/ion. Tuscaloosa: University of Alabama Press.

WJNDES, R.R., & HASTINGS, A.C. (1 969). Argumenta/ion atrd advocacy. New York: Random House.

WrssE, J. (1989). Elhos and patlros from Aristotle lo Cicero. Amsterdam: Hakkert.

L

238 fRAN5 H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOORST / ARGUMENTA.C/CiN, COMUIIICIIC/CiN Y fA.UC/A.S

PAut, R.W. (1982). Teaching critica! thinking in the 'strong" sense: Afocus on self· deception, world views, anda dialecticai mode of analysis. Informal Logic News/etter, 4(2), 2-7.

PERELMAN, C., & ÜLBRECHTS-TYTECA, L. (1958). Úl nouvelle rhélorique; traité de1'argrtmentation [The new rhetoric: A treatise on argumentation]. Bruxelles: l'Université de Bruxelles.

PERELMAN, C., & ÜLBRECHTS-TYrECA, L. (1969). Tlle new rhetoric: A treatise on argwnentation. Notre Dame/London: University of Notre Dame Press.

Pmr, R.E., & CACIOPPO, J.T. (1981). Al/iludes mrd persuasion: Classic 1111d contemporary approaclles. Dubuque, IA: Wm. C Brown.

PETIY, R.E., & CACJOPPO, J.T. (1986). Communicatio11 tmd persuasion: Cerlfral and periphera/ routes to attitude clumge. New York Sprlnger.

PotE, N. (1981). Part/whole fallacies.lliformal Lngic News/etter, 3(3), 11-13.

PoPPER, K.R. (1972). Objective know/edge: An evo/utionary approach. Oxford: Ciaren don Press.

PoPPER, K.R. (1974). Conjectures and refutations. The growh of scientific knowledge. {5th ed.). London: Routledge & Kegan Paul.

RESCHER, N. (1961). On the logic of presupposition. Phi/osophy and Phenomeno/ogical Research, 21, 521-527.

RESCHER, N. (1964). lntroduction lo logic. New York St Martin's Press.

RESCHER, N. {1977). Dialeclics: A controversy-oriented approac/1/o /he theory ofknowledge. Albany: S tate University of New York Press.

RESCHER, N. (1980). Inducliou. An essay 011 the justifica/ion of ilrductive reasoning. Oxford: Blackwell.

RoBINSON, R. (197la). Arguing from ignoran ce. The Phílosophical Quarterly, 21, 97- 108.

RoBJNSON, R. (1971b). Begging the question. Analysis, 31, 113·117.

RowE, W.L. {1962). The fallacy of composition. Mind, 71, 87-92.

SA!XXK, J.M. (1974). Toward a línguistic tlreon; of speec/r-acts. New York: Academic Press.

SANOERS, R.E. (1980). Principies of relevance: A theory of the relationship between language and communication. Commrmicationmrd Coguition, 13(1), 77·97.

SANFORD, D.H. (1972). Begging the question. Analysis, 32, 197-199.

ScHOPENHAUER, A. (1970). Eristische Dialektik [Eristic Dialectics]. In Der Handschriftliclre Naclrlass (Vol. 3). Frankfurt a. M.: Waldemar Kramer.

ScRIVEN, M. (1976). Reasoning. New York: McGraw-Hill.

SEARLE, J.R. (1969). Speeclr acts. An essay in tire plúlosoplry of lrmguage. Cambridge: Cambridge University Press.

SEARLE, J.R. {1979). Expression mrd meaning. Studies in tire theory of speech acfs. Cambridge: Cam· bridge University Press.

SIEGEL, H. (1987). Relativism refrtled. A critique of corrtemporary epistemological relativism. Dordrecht: Reidel.

SJEGEL, H. {1988). Educating reason. Rntionality, critica! tlrinking and educa/ion. New York: Routledge.

SJMWS, H.W. {1976), Persuasion: Understanding, practice and analysis. Reading, MA: Addison Wesley.

SPERBER, D., & WtLSON, D. (1986). Relevan ce: Commrmicationmrd cognition. Cambridge, MA: Harvard University Press.

SPROULE, J.M. (1980). Argument. Wnguage and its infiuence. New York: McGraw-Hill.

B!Bt/OCKA.FIA 239

STALNAKER, R.C. (1977). Pragmatie presuppositions. In A. Rogers, B. Wall, & J.P. Murphy (Eds.), Proceedings of tire Texas cotiference 011 perfomatives, pres1rppositíons and imp/icatures. Arlington, VA: Center for Applied Linguistics.

SYKES, M. {1985). Discrimination in discourse. In T. A. van Dijk (Ed.), Hmtdbook of discourse mralysis (Vol. 4, pp. 83-101). London: Academic Press.

THOMAS, S.N. {1986). Practica/ reasoning innatura//angrmge (3rd ed.). Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.

TouLMIN, S.E. {1958). Tire uses of argument. Cambridge: Cambridge University Press.

ToutMJN, S.E. {1976). Knowiug and acting. An invitation lo philosophy. New York: MacMillan.

TRACY, K. (1982). On getting point: Oistlnguishing "issues" from "events," an aspect of conversa-tional coherence. Commrmicatiou Yearbook, 5, 219-301.

WALTON, D.N. (1984). Logica/ dialogue-games mrd fal/acies. Lanham: University Press of America.

WALTON, D.N. (1 985a).Are circular arguments necessarily vicious? American Philosophica/ Quarlerly, 22, 263-274.

WALTON, D.N. (1 985b). Arguers posítion. A pragmatic study of ad lromil1em attack, criticism, refutatiot1 and fallaCJj. Westport, CT: Greenwood Press.

WALTON, D.N. (1987a). The ad hominem argumentas anitúormalfallacy. Argumenta/ion, 1, 317-331.

WALTON, D.N. (1987b).lnformal fallacies. Amsterdam/Philadelphia: Jolm Benjamins.

WALTON, D.N. (1988a). Burden of proof. Argumentati011, 2, 233-254.

WAtTON, D.N. (1988b). Question-asking fallacies. In M. Meyer{Ed.), Q11estions rmd questioning (pp. 195·221). Berlin: Walter de Gruyter.

WALTON, D.N. (1989a).Informa/logic. A handbook for critica/ argumenta/ion. Cambridge: Cambridge University Press.

WALTON, D.N. (1989b). Question-reply argumenta/ion. New York: Greenwood.

WALTON, D.N. (1989c). Reasoned use of expertise in argumentation. Argumenta/ion, 3(1), 59-73.

WALTON, D.N., & BATIEN, L.M. (1984). Carnes, graphs, and circular arguments. Wgíqr1e el Analyse, 106, 133-164.

WENZEL, J.W. (1980). Perspectives on argument. In J. Rhodes & S. Newell (Eds.), Proceedingsmr the Summer Conference on Argumentation (pp. 112·133). Annandale, VA: SCA.

WENZEL, J.W. {1987). Argument and critica/ practices. Unpublished contribution to The Fifth SCA/ AFA Conference on Argumentation.

WENZEL, J.W. (1989). Reflections on the revolution in Willard's theory of arguinent. In B. E. Gronbeck (Ed.), Spheres of argument. Proceedings of the Sixlh SCA/ AFA Conference on Argumeutation (pp. 303·308). Annandale, VA: Speech Communication Associ<!tion.

WENZEL, J.W. (1990). Three perspectivas on argument. Rhetoric, dialectie, logic. In R. Trapp & J. Schuetz (Eds.), Perspectives 011 argumenta/ion. Essays i11 honor of Wayne Brockriede (pp. 9·26). Prospect Heights, IL: Waveland.

WttLARD, C.A. {1 983). Argumeutation and f/¡e social gro1mds ofknowledge. Tuscaloosa: The University of Alabama Press.

WJLLARD, C.A. {1989). A t11eory of argumenta/ion. Tuscaloosa: University of Alabama Press.

WJNDES, R.R., & HASTINGS, A.C. (1 969). Argumenta/ion atrd advocacy. New York: Random House.

WrssE, J. (1989). Elhos and patlros from Aristotle lo Cicero. Amsterdam: Hakkert.

L

240 fRANS H. VAN EBIEREN- ROB GROOTENOORST j ARG!!.I!fNTACIÓN, COMl/NICACJÓN Y fAlACIAS

WITTGENSTEIN, L. (1953). Pllilosophicnl investigatious. (G.E.M. Anscombe, Trans.). New York:

MacMillan. ' Wooos, J. (1988). Buttercups, GNP's and quarks: Are fallacies theoretical entities? Informal Logic,

10(2), 67-76.

Wooos, J., & HUDAK, B. (199 1). Verdi is !he Puccini of music: Analogicat characterization. Syntlrese.

Wooos, J., & WALTON, D. (1982a). Argument: The /ogicof the fallad es. Toronto: McGraw-Hill Ryerson.

WooDS, J., & WALTON, D. (1982b). Tire pe litio: Aristotle's five ways. Canadian Jormm/ of Philosophy, 12, 77-100.

Wooos, J., & WALTON, D. (1989). Fallacies. Selected papers 1972-1982. Dordrecht/Providence: Foris/

Berlin: Mouton de Gruyter. PDA 9.

Referencias adicionales a la traducción española

ANSCOMDRE, J.C. & DucROT, O. (1983). L'argumentation dans la langue. Li€ge: Pierre Mardaga.

EEMEREN, F.H. VAN & GROOTENOORST, R. (1995a). The Pragma-Dialecticai Approach to fallacies. In

Hansen, H.V. & Pinto, R.C. eds. 1995, 130-144.

~~- (1995b). Argumentum ad Hominem: A Pragma-Dialectical case in point. In Hansen, H.V.

& Pinto R.C., eds., 1995, 130-144.

EEMEREN, F.H. VAN, GROOTENOORST, R., BLA!R, J.A., & W!LLARO, (H.A. (1992, eds.). Argumentation Illuminated. Amsterdam: Sic Sat.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENOORST, R., JACKSON, S., & JACOBS, 5. (1993). ReconstructingArgumentative Discourse. Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press.

~~- (1997). Argumentation. En: Dijk, T.A. van, ed., Discourse as Structure and Process. Discourse Studies. Vol l. London etc.: Sage, 1977, 208-229.

EEMEREN, EH. VAN & HourLOSSER, P. (1999). Strategic manouvering in argumentative discourse. Discourse Studies 1, N° 4,479-497.

~~- (2000). Rhetorical analysis within a dialectical framework. Argumentation 14, No 3.

EEMEREN, F.H. VAN, MEUFFELS, B. & VERDURG, M. (2000). The (un)reasonab\eness of ad hominem

fallades. Language and Social Psychology 19, W 4.

EEMEREN, f.H. VAN, GROOTENOORST1 R., S~>:OECK HENKEMANS, A.F., BLAIR, J.A., JOHNSON, R.H., KRABBE. E.C.W., PLANT!N, CH., WALTON, D.N., W!LLARD CH.A., WOODS, J. & ZAREFSKY, D. (1996).

Fundamentals of Argumentation Theory. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

FREEMAN, J.B. (1991). Dialectics and the Macrostructure of Arguments. Berlin etc.: Foris/Walter de

Gruyter.

GROARKE, L. (1992). In defense of deductivism: Replying to Govier. En: Eemercn, F.H. van et al., eds., 1992,113-121.

HANSEN, H.V. & PrNTo, R. C., eds. (1995). Fallacies. Classical and Contemporary Readings. University Park, PA, Pe1m Statc Press.

JOHNSON, R. (2000). Manifest Rationality. A Pragmatic Theory of Argument. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

BtBUOCRAFIA 241

NmKE, H. (1992). Scmantic constraints on argumentation: From polyphonic microstructure to argumentative macrostructure. En: Eemeren, F.H. van et al., eds., 1992, 189-200.

SNOECK HENKEMANS, A. F. (1992). Analysi.ng Complex Argumentation. Amsterdam: Sic Sat.

WALTON, D.N. (1995). A pragmatic Theory of Fallacy. Tuscaloosa etc.: The University of Alabama Press.

~~- (1996). Argumentation Schemes for Prestunptive Reasoni.ng. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

WALTON, D.N. & KRABBE, E.C.W. (1995). Commitment and Dialogue. Albany, NY: SUNY Press.

i ,,

L

240 fRANS H. VAN EBIEREN- ROB GROOTENOORST j ARG!!.I!fNTACIÓN, COMl/NICACJÓN Y fAlACIAS

WITTGENSTEIN, L. (1953). Pllilosophicnl investigatious. (G.E.M. Anscombe, Trans.). New York:

MacMillan. ' Wooos, J. (1988). Buttercups, GNP's and quarks: Are fallacies theoretical entities? Informal Logic,

10(2), 67-76.

Wooos, J., & HUDAK, B. (199 1). Verdi is !he Puccini of music: Analogicat characterization. Syntlrese.

Wooos, J., & WALTON, D. (1982a). Argument: The /ogicof the fallad es. Toronto: McGraw-Hill Ryerson.

WooDS, J., & WALTON, D. (1982b). Tire pe litio: Aristotle's five ways. Canadian Jormm/ of Philosophy, 12, 77-100.

Wooos, J., & WALTON, D. (1989). Fallacies. Selected papers 1972-1982. Dordrecht/Providence: Foris/

Berlin: Mouton de Gruyter. PDA 9.

Referencias adicionales a la traducción española

ANSCOMDRE, J.C. & DucROT, O. (1983). L'argumentation dans la langue. Li€ge: Pierre Mardaga.

EEMEREN, F.H. VAN & GROOTENOORST, R. (1995a). The Pragma-Dialecticai Approach to fallacies. In

Hansen, H.V. & Pinto, R.C. eds. 1995, 130-144.

~~- (1995b). Argumentum ad Hominem: A Pragma-Dialectical case in point. In Hansen, H.V.

& Pinto R.C., eds., 1995, 130-144.

EEMEREN, F.H. VAN, GROOTENOORST, R., BLA!R, J.A., & W!LLARO, (H.A. (1992, eds.). Argumentation Illuminated. Amsterdam: Sic Sat.

EEMEREN, F. H. VAN, GROOTENOORST, R., JACKSON, S., & JACOBS, 5. (1993). ReconstructingArgumentative Discourse. Tuscaloosa, Alabama: The University of Alabama Press.

~~- (1997). Argumentation. En: Dijk, T.A. van, ed., Discourse as Structure and Process. Discourse Studies. Vol l. London etc.: Sage, 1977, 208-229.

EEMEREN, EH. VAN & HourLOSSER, P. (1999). Strategic manouvering in argumentative discourse. Discourse Studies 1, N° 4,479-497.

~~- (2000). Rhetorical analysis within a dialectical framework. Argumentation 14, No 3.

EEMEREN, F.H. VAN, MEUFFELS, B. & VERDURG, M. (2000). The (un)reasonab\eness of ad hominem

fallades. Language and Social Psychology 19, W 4.

EEMEREN, f.H. VAN, GROOTENOORST1 R., S~>:OECK HENKEMANS, A.F., BLAIR, J.A., JOHNSON, R.H., KRABBE. E.C.W., PLANT!N, CH., WALTON, D.N., W!LLARD CH.A., WOODS, J. & ZAREFSKY, D. (1996).

Fundamentals of Argumentation Theory. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

FREEMAN, J.B. (1991). Dialectics and the Macrostructure of Arguments. Berlin etc.: Foris/Walter de

Gruyter.

GROARKE, L. (1992). In defense of deductivism: Replying to Govier. En: Eemercn, F.H. van et al., eds., 1992,113-121.

HANSEN, H.V. & PrNTo, R. C., eds. (1995). Fallacies. Classical and Contemporary Readings. University Park, PA, Pe1m Statc Press.

JOHNSON, R. (2000). Manifest Rationality. A Pragmatic Theory of Argument. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

BtBUOCRAFIA 241

NmKE, H. (1992). Scmantic constraints on argumentation: From polyphonic microstructure to argumentative macrostructure. En: Eemeren, F.H. van et al., eds., 1992, 189-200.

SNOECK HENKEMANS, A. F. (1992). Analysi.ng Complex Argumentation. Amsterdam: Sic Sat.

WALTON, D.N. (1995). A pragmatic Theory of Fallacy. Tuscaloosa etc.: The University of Alabama Press.

~~- (1996). Argumentation Schemes for Prestunptive Reasoni.ng. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum.

WALTON, D.N. & KRABBE, E.C.W. (1995). Commitment and Dialogue. Albany, NY: SUNY Press.

i ,,

INDICE ÜNOMÁSTICO

,e

'

Albert, H. 61, 138

Austin, J.L. 29, 47-48,51, 58, 158

Ballmer, Th. 58

Bar-Hillel, Y. 195

Barth, E.M. 23-24, 53, 90, 131, 138, 172, 203

Batten L.M. 171

Beardsley, M.C. 95

Belnap, N.L., Jr. 170

Billig, M. 163

Biro,J. 25

Blair,J.A. 23,73

Braet, A.C. 153

Brennenstuhl, W. 58

Broyles, J.E. 122, 195

Bülher, K. 58

Burke, M. 163

Cacioppo, ].T. 27

Copi, I.M. 206, 217

Crawshay-Williams, R. 25,77

Damer, T.E. 149

Dascal, M. 73

Dijk, T.A. van 152, 163

··--------•----~-

Edmonson, W. 56

Eemeren, F.H. van 24, 26, 28-29,47,51,56-57, 123-125

Emüs, R. H. 125, 164

Evans,J.St.B.T. 28

Fair, F. 170

Feteris, E.T. 41

Feyerabend, P. 61

Finocchiaro, M.A. 24, 95, 100, 122, 130

Fisher, A. 95

Fogelin, R.J. 47

Freeman,J. B. 95

Greber, D. 122, 131

Gil!, C. 153

Goodnight, G.Th. 140

Goodwin, P.D. 118

Govier, T.,_ 50, 73,81, 100, 122, 131,149, 183

Grice, H.P. 23, 212

Grize,J.B. 71 Grootendorst, R. 24,28-29,47,51,56-57, 123-125

Haack, S. 90, 192 Hamblin, C.L. 25, 121-122,130-131, 136,139,

152, 189, 193

Hare, R.M. 178

INDICE ÜNOMÁSTICO

,e

'

Albert, H. 61, 138

Austin, J.L. 29, 47-48,51, 58, 158

Ballmer, Th. 58

Bar-Hillel, Y. 195

Barth, E.M. 23-24, 53, 90, 131, 138, 172, 203

Batten L.M. 171

Beardsley, M.C. 95

Belnap, N.L., Jr. 170

Billig, M. 163

Biro,J. 25

Blair,J.A. 23,73

Braet, A.C. 153

Brennenstuhl, W. 58

Broyles, J.E. 122, 195

Bülher, K. 58

Burke, M. 163

Cacioppo, ].T. 27

Copi, I.M. 206, 217

Crawshay-Williams, R. 25,77

Damer, T.E. 149

Dascal, M. 73

Dijk, T.A. van 152, 163

··--------•----~-

Edmonson, W. 56

Eemeren, F.H. van 24, 26, 28-29,47,51,56-57, 123-125

Emüs, R. H. 125, 164

Evans,J.St.B.T. 28

Fair, F. 170

Feteris, E.T. 41

Feyerabend, P. 61

Finocchiaro, M.A. 24, 95, 100, 122, 130

Fisher, A. 95

Fogelin, R.J. 47

Freeman,J. B. 95

Greber, D. 122, 131

Gil!, C. 153

Goodnight, G.Th. 140

Goodwin, P.D. 118

Govier, T.,_ 50, 73,81, 100, 122, 131,149, 183

Grice, H.P. 23, 212

Grize,J.B. 71 Grootendorst, R. 24,28-29,47,51,56-57, 123-125

Haack, S. 90, 192 Hamblin, C.L. 25, 121-122,130-131, 136,139,

152, 189, 193

Hare, R.M. 178

'y

L

244 fRANS H. VAN EntEREN- RoB GROOTENDORST / ARGUMWTACIÓN, (0.\!!11/ICAC/Ó.'I Y fAUCIAS

Harman, G. 115

Hastings, A. C. 116

Hintikka, J. 122147

Hitchcock, D. 84

Hoaglund, J. 131

Hudak, B. 180

Iseminger, C. 73

Jackson, S. 56, 59, 78

Jacobs, S. 56, 59,78

Jasan, G. 129

Johnson, R.H. 23, 73

Johnson-Laird, P.N. 28

Johnstone, H.W., Jr. 131

Kamlah, W. 147

Kasher, A. 71

Kempson, R.M. 164

Kennedy, G.A. 57, 152

Kielkopf, C.F. 129-130, 152, 180

Krabbe, E.C.W. 23-24,53,90, 147, 172

Kreckel, M. 58

Kruiger, T. 24,57

Kuhn, T.S. 61

Lakoff, R. 212

Lambert, K. 122

Leddy, T. 184

Leech, G.N. 184

Leisi, E. 193

Levinson, S.C. 77-78

Locke,J. 130,152

Lorenz, K. 25

Lorenzen, P. 25, 147

Lyons, J. 76-77

Mackenzie, J.D. 171

MacKenzie, P. T. 180

Martens, J.L. 131,203

Meuffels, B. 28

Meyer, M. 23, 57

Minot, W.S. 189

'

Naess,A. 25, 52, 145,211-212, 217

Nolt,J.E. 95

O'Keefe, D.]. 27

Olbrechts-Tyteca, L. 23-24, 53, 115-116

Olson, R.G. 214, 217

Parker, R.A. 131

Paul, R.W. 125

Peirce, Ch.S. 116

Perelman, Ch. 23-24, 53, 115-116

Petty, R.E. 27

Pole, N. 195

Popper, K.R. 58,61,208

Resher, N. 25, 81, 164, 180-181, 217

Robinson, R. 171, 204

Rowe, W.L. 195

Sadock, J.M. 77

Sanders, R.E. 73

Sanford, D.H. 171

Schopenhauer, A. 203

Scriven, M. 84, 95

Searle, J.R. 29,47-48,51,53, 58, 71,78

Siegel, H. 25, 125

Simons, H.W. 152

Sperber, D. 73

Sproule, J.M. 152

Stalnaker, R.C. 164

Sykes, M. 163

Thomas, S.N. 95

Toulmin S.E. 23-24,26

Tracy, K. 73

1

Ulrich, W. 122

Velhnan, F. 104

Walton, D.N. 23,122,125129,130-131,136,139, 145, 152, 157,170-171, 180, 183,192, 195,

204, 217

Watts, I. 152

lwma Owo.1tilmco 245

Wenzel, J.W. 53, 118, 181

Willard, Ch.A. 23,25-26, 140

Wilson, D. 73

Windes, R.R. 116

Wisse, J. 153

Wittgenstein, L. 216

Woods,J. 23,122,125,129,131,170-171,180, 183, 192, 195, 204,217

J

'y

L

244 fRANS H. VAN EntEREN- RoB GROOTENDORST / ARGUMWTACIÓN, (0.\!!11/ICAC/Ó.'I Y fAUCIAS

Harman, G. 115

Hastings, A. C. 116

Hintikka, J. 122147

Hitchcock, D. 84

Hoaglund, J. 131

Hudak, B. 180

Iseminger, C. 73

Jackson, S. 56, 59, 78

Jacobs, S. 56, 59,78

Jasan, G. 129

Johnson, R.H. 23, 73

Johnson-Laird, P.N. 28

Johnstone, H.W., Jr. 131

Kamlah, W. 147

Kasher, A. 71

Kempson, R.M. 164

Kennedy, G.A. 57, 152

Kielkopf, C.F. 129-130, 152, 180

Krabbe, E.C.W. 23-24,53,90, 147, 172

Kreckel, M. 58

Kruiger, T. 24,57

Kuhn, T.S. 61

Lakoff, R. 212

Lambert, K. 122

Leddy, T. 184

Leech, G.N. 184

Leisi, E. 193

Levinson, S.C. 77-78

Locke,J. 130,152

Lorenz, K. 25

Lorenzen, P. 25, 147

Lyons, J. 76-77

Mackenzie, J.D. 171

MacKenzie, P. T. 180

Martens, J.L. 131,203

Meuffels, B. 28

Meyer, M. 23, 57

Minot, W.S. 189

'

Naess,A. 25, 52, 145,211-212, 217

Nolt,J.E. 95

O'Keefe, D.]. 27

Olbrechts-Tyteca, L. 23-24, 53, 115-116

Olson, R.G. 214, 217

Parker, R.A. 131

Paul, R.W. 125

Peirce, Ch.S. 116

Perelman, Ch. 23-24, 53, 115-116

Petty, R.E. 27

Pole, N. 195

Popper, K.R. 58,61,208

Resher, N. 25, 81, 164, 180-181, 217

Robinson, R. 171, 204

Rowe, W.L. 195

Sadock, J.M. 77

Sanders, R.E. 73

Sanford, D.H. 171

Schopenhauer, A. 203

Scriven, M. 84, 95

Searle, J.R. 29,47-48,51,53, 58, 71,78

Siegel, H. 25, 125

Simons, H.W. 152

Sperber, D. 73

Sproule, J.M. 152

Stalnaker, R.C. 164

Sykes, M. 163

Thomas, S.N. 95

Toulmin S.E. 23-24,26

Tracy, K. 73

1

Ulrich, W. 122

Velhnan, F. 104

Walton, D.N. 23,122,125129,130-131,136,139, 145, 152, 157,170-171, 180, 183,192, 195,

204, 217

Watts, I. 152

lwma Owo.1tilmco 245

Wenzel, J.W. 53, 118, 181

Willard, Ch.A. 23,25-26, 140

Wilson, D. 73

Windes, R.R. 116

Wisse, J. 153

Wittgenstein, L. 216

Woods,J. 23,122,125,129,131,170-171,180, 183, 192, 195, 204,217

J

iNDICE DE MATERIAS

Absolutizar el éxito de la defensa 203, 207, 226,230

Absolutizar el fracaso de la defensa 204,222, 226-27

Aceptabilidad 25, 29, 34, 35-36, 40, 50-52, 54-55,58, 72,82, 116-177, 139, 151, 177-178, 181, 185, 191, 203

Aceptación 48, 52, 54, 61, 96, 203

Aceptar 28,37,47 59, 73,99, 114,168,181,184, 207

Acto comunicacional 48,58-59, 60

Acto de habla 27, 29-31, 47-51, 57-63, 65, 66· 71,73-78,80,84, 122, 128-129, 178-179, 198, 211, 213-215, 221, 230-232

Acto de habla complejo 29-31, 47, 49-51, 54, 65, 72, 81-82, 84, 151, 214, 222

Acto de habla directo 31, 76

Acto de habla elemental 49, 50, 52, 54, 213-214

Acto de habla implícito 65, 67-68,82,212-213, 215

Acto de habla indirecto 49, 60, 65, 69-71, 74-79,82-84, 212,232

Acto de habla indirecto débilmente conven­donalizado 78-80

Acto de habla indirecto fuertemente conven­donalizado 78-80

Acto de habla primario 60

Acto ilocucionario 48

Acto interactivo 31, 48-49

Acto perlocucionario 48

Acuerdos espurios 24

Ad infinitum 136

Afirmar el consecuente 191, 198-200,221,227

Ambigüedad 211, 213, 317-218,220, 227

Ambigüedad referencial 218-219, 226

Ambigüedad semántica 218, 20, 226

Ambigüedad sintáctica 218, 219, 220, 226

Amplificación 50, 60-61, 70, 216

Anfibología 17, 178-180

Analogía 117, 121, 225, 228

Antagonista 34,56, 60-63,95, 98, 106, 128-130, 135-139, 141, 143-144, 149, 155, 157, 159-160, 162-165, 167-173, 179-180, 184, 187-189, 199,201-205,208,211,221,224-227,232

Antropo-relativista 26, 30

Argument<}ción 23-26, 28-29,31,35,49-56,59, 61-62,65-70,72,81-88,90,92,95,100-101, 103, 105-106, 109, 114, 116-120, 122, 144, 151, 156, 159, 161-163, 171, 177-180, 185-186, 188, 191, 194, 196, 201,315, 225,232

Argumentación compleja 95, 100, 106, 109,232

Argumentación compuesta 98, 106

Argumentación compuesta coordinada 31,98-100,102-103,105,109,114

iNDICE DE MATERIAS

Absolutizar el éxito de la defensa 203, 207, 226,230

Absolutizar el fracaso de la defensa 204,222, 226-27

Aceptabilidad 25, 29, 34, 35-36, 40, 50-52, 54-55,58, 72,82, 116-177, 139, 151, 177-178, 181, 185, 191, 203

Aceptación 48, 52, 54, 61, 96, 203

Aceptar 28,37,47 59, 73,99, 114,168,181,184, 207

Acto comunicacional 48,58-59, 60

Acto de habla 27, 29-31, 47-51, 57-63, 65, 66· 71,73-78,80,84, 122, 128-129, 178-179, 198, 211, 213-215, 221, 230-232

Acto de habla complejo 29-31, 47, 49-51, 54, 65, 72, 81-82, 84, 151, 214, 222

Acto de habla directo 31, 76

Acto de habla elemental 49, 50, 52, 54, 213-214

Acto de habla implícito 65, 67-68,82,212-213, 215

Acto de habla indirecto 49, 60, 65, 69-71, 74-79,82-84, 212,232

Acto de habla indirecto débilmente conven­donalizado 78-80

Acto de habla indirecto fuertemente conven­donalizado 78-80

Acto de habla primario 60

Acto ilocucionario 48

Acto interactivo 31, 48-49

Acto perlocucionario 48

Acuerdos espurios 24

Ad infinitum 136

Afirmar el consecuente 191, 198-200,221,227

Ambigüedad 211, 213, 317-218,220, 227

Ambigüedad referencial 218-219, 226

Ambigüedad semántica 218, 20, 226

Ambigüedad sintáctica 218, 219, 220, 226

Amplificación 50, 60-61, 70, 216

Anfibología 17, 178-180

Analogía 117, 121, 225, 228

Antagonista 34,56, 60-63,95, 98, 106, 128-130, 135-139, 141, 143-144, 149, 155, 157, 159-160, 162-165, 167-173, 179-180, 184, 187-189, 199,201-205,208,211,221,224-227,232

Antropo-relativista 26, 30

Argument<}ción 23-26, 28-29,31,35,49-56,59, 61-62,65-70,72,81-88,90,92,95,100-101, 103, 105-106, 109, 114, 116-120, 122, 144, 151, 156, 159, 161-163, 171, 177-180, 185-186, 188, 191, 194, 196, 201,315, 225,232

Argumentación compleja 95, 100, 106, 109,232

Argumentación compuesta 98, 106

Argumentación compuesta coordinada 31,98-100,102-103,105,109,114

248 FRANS H. VAN EEMEREN- Ros GROOTENOOR5T /ARGUMENTACIÓN, (O.\tuNICACIÓN Y fALACIAS

Argumentación compuesta subordinada 31, 98, 102-104, 108-109

Argumentación coordinada 99-101, 106

Argtunentación instnunentai 117, 121, 179, 184, 225

Argumentación irrelevante 151, 156-157, 221, 225, 228

Argumentación múltiple 31, 95, 9, 99,100-103, 105-106

Argumentación subordinada 104-106,173

Argumentación única 95-96, 98-100, 102-106, 108-109

Argumentatío 57-58 Argumento 23-24, 26-27, 33-34, 49, 53, 60, 63,

66, 69, 81-86, 88, 91, 95-98, 101, 103, 106, 113, 115-117, 122, 127, 133, 150, 153-155, 179, 185-189, 191, 194, 198, 204, 209, 221

Agumento de autoridad 179, 181, 184

Argumento explícito 84, 104, 113,116, 153,232

Argumento por consecuencia 179-180, 182,229

Argumento ad passiones 152

Argumentos horizontalmente conectados 100

Argumentos verticalmente conectados 100

Argumentos por causa efecto 183

Argumentum ad baculum 122, 129, 220, 222, 227

Argumentum ad consequentiam 181, 227

Argumeutum ad lwminem 130-132, 134, 152, 157-158,208,220,222,227

Argumentum ad ignorantiam 130, 141-142,204-209, 222, 227-228

Argumentum ad jrtdicium 130

Argume¡¡fum ad misericordiam 130, 157, 227, 229

Argnmentum ad populum 122, 152-153, 180,185-186, 221, 227, 229

Arg111nentrmr ad verecrmdiam 122, 130, 154-155, 17, 180-181, 186,221, 227-229

Asertivos 58, 66-73, 77, 79-80, 174, 178, 215

Ataque personal directo 130-131, 133, 156,220, 224, 227

Ataque personal indirecto 131, 133-134

Audiencia particular 24

Audiencia univerSal 24

Causal 106, 171, 179, 227

Causalidad 117, 119, 121

Comparación errónea 180

Complejidad proposicional cualitativa 40

Complejidad proposicional cuantitativa 40

Complementación mínima 87, 161

Componente analítico 26

Componente empírico 26

Componente filosófico 26

Componente práctico 26

Componente teórico 26

Composición 12, 196, 217, 221

Comprensión 48, 54, 204, 212

Comprensibilidad 212, 217

Compromisarios 59, 69, 70, 72

Concepciones de razonabilidad 26

Conclusión 88, 90, 92, 100, 132, 165, 184, 185, 187-188, 191, 197-200, 204-205, 2Cfl, 209, 213-214

Concomitancia 116-117,121,171,179,228

Condición esencial 51, 52, 54

Condiciones de corrección 51, 52, 72, 151, 181

Condiciones de éxito 51, 83

Condiciones de felicidad 51, 83, 156

Condiciones de identidad 51, 71, 151

Condiciones de orden superior 123, 231

Condiciones de reconocimiento 51

Condiciones de responsabilidad 52-54,58-60, 71, 80, 82-83, 151

Condiciones de segundo orden 123

Condiciones de sinceridad 53, 173

Condiciones de tercer orden 123, 125

Condiciones necesarias 189,190-191,198-199, 226-227

Condiciones preparatorias 51-52, 54, 60, 72, 74-75, 82, 128, 151

Condición suficiente 189-191, 198-199, 226-227, 231

Confirmatio 57

Contenido proposicional 42,51,54, 58-60,74, 78-70, 127, 133, 149, 188, 214-215, 220-222

Contexto 28, 40, 41,4-44,48, 60, 62, 66,72-77, 79-80,85-89, 120-11, 123, 133, 147, 149, 156, 160-161, 164, 193, 198,212-213, 220, 225, 231-232

Contexto bien definido 77-80,86, 109

Contexto no verbal 23, 62, 66,72, 74, 93, 109, 160, 164, 232

Contraargumentación 52, 184-185

Contradicción 115,131-132,134,168,206

Contradictorio 37, 42, 188, 206, 222

Contrario 41-42,71,188,121,138,145-146,206, 222

Convencer 30, 34, 53, 63, 100, 119, 130, 136, 154, 158, 167

Convencionalización 76

Criterio de equidad 140-141,224,229

Criterios 24, 82, 117, 119, 123, 125, 177, 182, 192-193,197,214,216,220

Crítico-racionalista 30

Cuasi-lógicos 155, 188

Declarativos 60, 70, 158

Declarativos de uso 60, 69, 171, 213, 216-217

Descripción centrada en la fuerza lógica 30

Descriptivo 25, 26, 29, 30, 56, 213, 227,232

Desplazar el peso de la prueba 131,138-139, 224, 227-229

Dialéctica 24-25, 29, 53, 60-61,70, 103, 114, 118-119, 121, 125, 131

Dialectificar 29-30, 232

Diferencia de opinión 29, 31, 33, 55, 63, 113, 115, 121, 124, 127, 144, 152, 154,232

Digressio 58

Directivos 9, 69, 70, 72-73, 77, 79, 80

Discusión crítica 25-27,29-31, 55-56,58-61,63, 65, 6, 70-71, 118, 123-125,127-129,132,135-

lNDICC DE MATERIAS 249

136, 138, 151, 155-156, 160, 169, 178, 187, 199, 202, 204, 211-212, 217, 220, 223, 226, 229-232

Discusión explícita 27, 115, 212

Discusión implícita 27, 37, 63, 115, 201, 212-213

Disputa 24-25,29,31, 33-38, 40-41, 43, 45, 52, 55-56,62, 95, 114, 135, 171, 201·202, 204-205,211, 231

Disputa mixta 37,38,40-41,43-45, 62, 95, 143

Disputa múltiple 37-38, 40-41, 43-45, 62, 95, 143

Disputa múltiple mixta 37, 40

Disputa múltiple no mixta 39,56

Disputa no-mixta 37, 41, 56, 138,204-205, 211, 224, 227-228, 232

Disputa única 37, 40, 41, 45, 62

Disputa única mixta 39, 113, 143, 204

Disputa única no-mixta 38-39

Disputas espurias 60-211

Distorsionar un punto de vista 146,225,229

Disyunción 209

División 58, 122, 196, 217,221

Duda 31, 34, 36-37, 41, 43-45,53, 55-56, 61, 63, 67, 96, 98,106, 121, 127-132,135-137,141, 143-144, 151, 157-158, 169, 202,205,208, 241, 224,-225

Efecto comunicacional 47, 54, 73

Efecto interactivo 47, 54, 73, 116, 129, 167

Enfoque centrado en la lógica 124

Enfoque descriptivo 25

Enfoque epistémico-retórico 26, 30, 229

Enfoque n9rmativo 25, 30, 56, 70

Enfoque Pragma-Dialéctico 27, 33, 55, 115, 121, 124, 223, 230, 231

Equivocación 217

Esquemas argumentativos 24, 114, 116-121, 177-186, 194, 21, 223,225, 227-229

Esquemas generales de inferencia 75, 78, 83, 84

Estrategia de análisis máximamente argumen­tativa 102

248 FRANS H. VAN EEMEREN- Ros GROOTENOOR5T /ARGUMENTACIÓN, (O.\tuNICACIÓN Y fALACIAS

Argumentación compuesta subordinada 31, 98, 102-104, 108-109

Argumentación coordinada 99-101, 106

Argtunentación instnunentai 117, 121, 179, 184, 225

Argumentación irrelevante 151, 156-157, 221, 225, 228

Argumentación múltiple 31, 95, 9, 99,100-103, 105-106

Argumentación subordinada 104-106,173

Argumentación única 95-96, 98-100, 102-106, 108-109

Argumentatío 57-58 Argumento 23-24, 26-27, 33-34, 49, 53, 60, 63,

66, 69, 81-86, 88, 91, 95-98, 101, 103, 106, 113, 115-117, 122, 127, 133, 150, 153-155, 179, 185-189, 191, 194, 198, 204, 209, 221

Agumento de autoridad 179, 181, 184

Argumento explícito 84, 104, 113,116, 153,232

Argumento por consecuencia 179-180, 182,229

Argumento ad passiones 152

Argumentos horizontalmente conectados 100

Argumentos verticalmente conectados 100

Argumentos por causa efecto 183

Argumentum ad baculum 122, 129, 220, 222, 227

Argumentum ad consequentiam 181, 227

Argumeutum ad lwminem 130-132, 134, 152, 157-158,208,220,222,227

Argumentum ad ignorantiam 130, 141-142,204-209, 222, 227-228

Argumentum ad jrtdicium 130

Argume¡¡fum ad misericordiam 130, 157, 227, 229

Argnmentum ad populum 122, 152-153, 180,185-186, 221, 227, 229

Arg111nentrmr ad verecrmdiam 122, 130, 154-155, 17, 180-181, 186,221, 227-229

Asertivos 58, 66-73, 77, 79-80, 174, 178, 215

Ataque personal directo 130-131, 133, 156,220, 224, 227

Ataque personal indirecto 131, 133-134

Audiencia particular 24

Audiencia univerSal 24

Causal 106, 171, 179, 227

Causalidad 117, 119, 121

Comparación errónea 180

Complejidad proposicional cualitativa 40

Complejidad proposicional cuantitativa 40

Complementación mínima 87, 161

Componente analítico 26

Componente empírico 26

Componente filosófico 26

Componente práctico 26

Componente teórico 26

Composición 12, 196, 217, 221

Comprensión 48, 54, 204, 212

Comprensibilidad 212, 217

Compromisarios 59, 69, 70, 72

Concepciones de razonabilidad 26

Conclusión 88, 90, 92, 100, 132, 165, 184, 185, 187-188, 191, 197-200, 204-205, 2Cfl, 209, 213-214

Concomitancia 116-117,121,171,179,228

Condición esencial 51, 52, 54

Condiciones de corrección 51, 52, 72, 151, 181

Condiciones de éxito 51, 83

Condiciones de felicidad 51, 83, 156

Condiciones de identidad 51, 71, 151

Condiciones de orden superior 123, 231

Condiciones de reconocimiento 51

Condiciones de responsabilidad 52-54,58-60, 71, 80, 82-83, 151

Condiciones de segundo orden 123

Condiciones de sinceridad 53, 173

Condiciones de tercer orden 123, 125

Condiciones necesarias 189,190-191,198-199, 226-227

Condiciones preparatorias 51-52, 54, 60, 72, 74-75, 82, 128, 151

Condición suficiente 189-191, 198-199, 226-227, 231

Confirmatio 57

Contenido proposicional 42,51,54, 58-60,74, 78-70, 127, 133, 149, 188, 214-215, 220-222

Contexto 28, 40, 41,4-44,48, 60, 62, 66,72-77, 79-80,85-89, 120-11, 123, 133, 147, 149, 156, 160-161, 164, 193, 198,212-213, 220, 225, 231-232

Contexto bien definido 77-80,86, 109

Contexto no verbal 23, 62, 66,72, 74, 93, 109, 160, 164, 232

Contraargumentación 52, 184-185

Contradicción 115,131-132,134,168,206

Contradictorio 37, 42, 188, 206, 222

Contrario 41-42,71,188,121,138,145-146,206, 222

Convencer 30, 34, 53, 63, 100, 119, 130, 136, 154, 158, 167

Convencionalización 76

Criterio de equidad 140-141,224,229

Criterios 24, 82, 117, 119, 123, 125, 177, 182, 192-193,197,214,216,220

Crítico-racionalista 30

Cuasi-lógicos 155, 188

Declarativos 60, 70, 158

Declarativos de uso 60, 69, 171, 213, 216-217

Descripción centrada en la fuerza lógica 30

Descriptivo 25, 26, 29, 30, 56, 213, 227,232

Desplazar el peso de la prueba 131,138-139, 224, 227-229

Dialéctica 24-25, 29, 53, 60-61,70, 103, 114, 118-119, 121, 125, 131

Dialectificar 29-30, 232

Diferencia de opinión 29, 31, 33, 55, 63, 113, 115, 121, 124, 127, 144, 152, 154,232

Digressio 58

Directivos 9, 69, 70, 72-73, 77, 79, 80

Discusión crítica 25-27,29-31, 55-56,58-61,63, 65, 6, 70-71, 118, 123-125,127-129,132,135-

lNDICC DE MATERIAS 249

136, 138, 151, 155-156, 160, 169, 178, 187, 199, 202, 204, 211-212, 217, 220, 223, 226, 229-232

Discusión explícita 27, 115, 212

Discusión implícita 27, 37, 63, 115, 201, 212-213

Disputa 24-25,29,31, 33-38, 40-41, 43, 45, 52, 55-56,62, 95, 114, 135, 171, 201·202, 204-205,211, 231

Disputa mixta 37,38,40-41,43-45, 62, 95, 143

Disputa múltiple 37-38, 40-41, 43-45, 62, 95, 143

Disputa múltiple mixta 37, 40

Disputa múltiple no mixta 39,56

Disputa no-mixta 37, 41, 56, 138,204-205, 211, 224, 227-228, 232

Disputa única 37, 40, 41, 45, 62

Disputa única mixta 39, 113, 143, 204

Disputa única no-mixta 38-39

Disputas espurias 60-211

Distorsionar un punto de vista 146,225,229

Disyunción 209

División 58, 122, 196, 217,221

Duda 31, 34, 36-37, 41, 43-45,53, 55-56, 61, 63, 67, 96, 98,106, 121, 127-132,135-137,141, 143-144, 151, 157-158, 169, 202,205,208, 241, 224,-225

Efecto comunicacional 47, 54, 73

Efecto interactivo 47, 54, 73, 116, 129, 167

Enfoque centrado en la lógica 124

Enfoque descriptivo 25

Enfoque epistémico-retórico 26, 30, 229

Enfoque n9rmativo 25, 30, 56, 70

Enfoque Pragma-Dialéctico 27, 33, 55, 115, 121, 124, 223, 230, 231

Equivocación 217

Esquemas argumentativos 24, 114, 116-121, 177-186, 194, 21, 223,225, 227-229

Esquemas generales de inferencia 75, 78, 83, 84

Estrategia de análisis máximamente argumen­tativa 102

250 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMEWTAC/ON, COMl/N/CiiCIÓN Y fAUC/AS

Estrategia de análisis máximamente dialécti-ca 125,231

Estrategia de complementación mínima 87

Estrategia de inmunización 138, 149

Estrategia de interpretación máximamente argumentativa 70, 152

Estrategia de presentación óptimamente da· ra e inequívoca 213

Estructura de la argumentación 95, 100-101, 105-110, 113-114, 232

Etapa de apertura 31, 56, 59,60-63, 113-114, 128,135-136,141- 142,144,157,167,173, 177, 186,204, 207,224, 232

Etapa de argumentación 31, 56,58-60,63, 114, 151, 157, 159, 167-168, 186-187, 204,225-226, 230, 232

Etapa de clausura 31, 56, 58-60, 63, 114, 142, 144,201-202, 204, 208-209, 226,232

Etapa de confrontación 31,55, 58-60,63, 113, 127,-128, 132, 144, 151, 157, 204, 209, 211, 224, 232

Etapas de la discusión 31, 57, 60-61, 123-124, 301, 211, 217, 223, 225-226, 231, 232

Etapas dialécticas 58

Ethos 154-157

Evadir el peso de la prueba 136, 138, 157, 169, 220, 224, 230

Evento de habla 4, 30,57, 72, 77,85, 231

Ex COIICCSSII 172, 173, 203, 208

Exordium 57

Explantmdwn 50

Explauans 50

Explicación 30, 50, 60, 67, 179, 213, 216,232

Explícito 29,43,61-63,65, 81, 88, 97, 101, 153, 159, 162,-163, 167, 189, 191, 198-199,202, 212-315, 221, 224

Expresivo 59-60, 69-70, 72, 78, 80

Externalización 26, 61,81,127-128,232

Falacia 30-31,115,121-124,127,129-132,134-136,138-139,141- 143,145,147,150,152-

153, 157, 159, 160, 162, 167, 171, 177, 182-183, 186-187,)89, 196, 199, 201, 207, 209, 218, 220-223, 226-232

Falacia de composición 194-197, 222, 228

Falacia de división 194-197, 222, 228

Falacia de falta de claridad 213, 217

Falacia de falta de representatividad 184

Falacia de muestra insuficiente 184

Falacia ética 154, 157,229

Falacia formal 194

Falacia informal 194

Falacia patética 153

Falacia populista 180, 227

Falsa analogía 180, 182, 228

Falso dilema 206-207,209, 222

Falta de claridad 211,213-17, 219-220,226,230

Falta de familiaridad 214-226, 230

Forma de los argumentos 117, 187, 191, 196, 209

Forma elemental de una disputa 38

Formula estándar 65

Formulación óptima 212

Función comunicacional 50, 57, 65-67, 70-71, 73, 213-215, 220-222

Funcionalizar 29-30, 232

Fuerza lógica (cogency) del discurso argumen· tativo 28-30

Garantía 24, 118, 190

Generalización 84, 146-147, 183, 185,225, 228

Generalización apresurada 184, 185, 221, 228

Heurístico 26, 56-57

Hombre de paja 145-147, 149-150, 152, 160,221-222,229

Jdées reptes 146

Igrzoratio e/enchi 122, 152, 221, 228

Implicación 74, 139, 198,208

Implicación lógica 120

Implicación pragmática 120

Implícito 29, 45, 49, 56, 61, 63, 65, 71, 74, 109, 125, 139, 149, 165, 170, 191, 193, 205, 212, 214, 220-222,226, 230

Inconsistencia 115, 132, 227

Inconsistencia pragmática 85, 115, 131, 168

Indefinición 214, 216, 218, 230

Independiente de campo 24

Indicadores verbales 66

Interpretación óptima 212

Inválido 82-84,86, 88, 91, 122, 159, 189-191, 196, 199, 222

Invalidez 125, 221

Lccrts 119

Lógica 23-25, 29-30,35,84,88-91, 113, 116-117, 122-125,120- 130, 155,172, 187-189,198, 230

Lógica de predicados 81, 90, 122, 194

Lógica del razonamiento plausible 122

Lógica doxástica 122

Lógica epistémica 122

Lógica inductiva 122

Lógica modal 122

Lógica no clásica 122

Lógica proposicional 81, 90, 221

Lógica relacional 122

Lógica silogística 23, 89-90, 122

Lógicamente válido 81-82,88-90,115,187,191, 195, 197-198, 209, 224

Logos 153-154

Magnificar una premisa implícita 160, 162, 221-222,225,229

Manipulación de la ambigüedad 217,220,226-227

Manipulación de la falta de claridad 213, 226

Máximas conversacionales 71

Medios de persuasión no argumentativos 151-152, 154, 156, 221, 225, 227, 229

fND/CE DE MATeRIAS 251

Método de prueba 118, 121

Mínimo lógico 84-88, 117, 159161, 164, 187, 232

Mínimo pragmático 85, 109

Modelo ideal 26, 55-56, 58, 61, 123, 230

Mod11s poneus 84, 90, 117, 191, 198

Modus tollens 90-91, 191, 198

Narratio 57

Negar el antecedente 191, 198, 199,221

Negar un punto de partida común 172, 203, 225,230

Negar una premisa implícita 162,221,225,230

Negativamente comprometida 36

Nivel de la oración 50, 213

Nivel textual 50, 213

Nivel lógico de análisis 81, 83, 92

Nivel pragmático de análisis 81, 83

Norma 25,56,123-125,167,193,230

Normativo 25-26,29, 56, 61,232

Nueva dialéctica 24, 29

Nuevo retórica 23, 24, 53

Orws probandi 136,

Optimo pragmático 84·88, 108-109, 160-161, 164,232

Orientado a la prescripción 28, 30

Orientado a la reflexión 28

Parecidos familiares 216-217

Pathos 61, 153-154

Pendiente resbaladiza 122, 182, 216, 221, 229 '·

Peroratio 57-58

Perspectiva antropológica 26

Perspectiva crítica 26

Perspectiva émica 58

Perspectiva geométrica 26

Perspectiva global analítica 113-115, 232

Persuasión 27, 30, 58, 115, 151, 163

250 fRANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST j ARGUMEWTAC/ON, COMl/N/CiiCIÓN Y fAUC/AS

Estrategia de análisis máximamente dialécti-ca 125,231

Estrategia de complementación mínima 87

Estrategia de inmunización 138, 149

Estrategia de interpretación máximamente argumentativa 70, 152

Estrategia de presentación óptimamente da· ra e inequívoca 213

Estructura de la argumentación 95, 100-101, 105-110, 113-114, 232

Etapa de apertura 31, 56, 59,60-63, 113-114, 128,135-136,141- 142,144,157,167,173, 177, 186,204, 207,224, 232

Etapa de argumentación 31, 56,58-60,63, 114, 151, 157, 159, 167-168, 186-187, 204,225-226, 230, 232

Etapa de clausura 31, 56, 58-60, 63, 114, 142, 144,201-202, 204, 208-209, 226,232

Etapa de confrontación 31,55, 58-60,63, 113, 127,-128, 132, 144, 151, 157, 204, 209, 211, 224, 232

Etapas de la discusión 31, 57, 60-61, 123-124, 301, 211, 217, 223, 225-226, 231, 232

Etapas dialécticas 58

Ethos 154-157

Evadir el peso de la prueba 136, 138, 157, 169, 220, 224, 230

Evento de habla 4, 30,57, 72, 77,85, 231

Ex COIICCSSII 172, 173, 203, 208

Exordium 57

Explantmdwn 50

Explauans 50

Explicación 30, 50, 60, 67, 179, 213, 216,232

Explícito 29,43,61-63,65, 81, 88, 97, 101, 153, 159, 162,-163, 167, 189, 191, 198-199,202, 212-315, 221, 224

Expresivo 59-60, 69-70, 72, 78, 80

Externalización 26, 61,81,127-128,232

Falacia 30-31,115,121-124,127,129-132,134-136,138-139,141- 143,145,147,150,152-

153, 157, 159, 160, 162, 167, 171, 177, 182-183, 186-187,)89, 196, 199, 201, 207, 209, 218, 220-223, 226-232

Falacia de composición 194-197, 222, 228

Falacia de división 194-197, 222, 228

Falacia de falta de claridad 213, 217

Falacia de falta de representatividad 184

Falacia de muestra insuficiente 184

Falacia ética 154, 157,229

Falacia formal 194

Falacia informal 194

Falacia patética 153

Falacia populista 180, 227

Falsa analogía 180, 182, 228

Falso dilema 206-207,209, 222

Falta de claridad 211,213-17, 219-220,226,230

Falta de familiaridad 214-226, 230

Forma de los argumentos 117, 187, 191, 196, 209

Forma elemental de una disputa 38

Formula estándar 65

Formulación óptima 212

Función comunicacional 50, 57, 65-67, 70-71, 73, 213-215, 220-222

Funcionalizar 29-30, 232

Fuerza lógica (cogency) del discurso argumen· tativo 28-30

Garantía 24, 118, 190

Generalización 84, 146-147, 183, 185,225, 228

Generalización apresurada 184, 185, 221, 228

Heurístico 26, 56-57

Hombre de paja 145-147, 149-150, 152, 160,221-222,229

Jdées reptes 146

Igrzoratio e/enchi 122, 152, 221, 228

Implicación 74, 139, 198,208

Implicación lógica 120

Implicación pragmática 120

Implícito 29, 45, 49, 56, 61, 63, 65, 71, 74, 109, 125, 139, 149, 165, 170, 191, 193, 205, 212, 214, 220-222,226, 230

Inconsistencia 115, 132, 227

Inconsistencia pragmática 85, 115, 131, 168

Indefinición 214, 216, 218, 230

Independiente de campo 24

Indicadores verbales 66

Interpretación óptima 212

Inválido 82-84,86, 88, 91, 122, 159, 189-191, 196, 199, 222

Invalidez 125, 221

Lccrts 119

Lógica 23-25, 29-30,35,84,88-91, 113, 116-117, 122-125,120- 130, 155,172, 187-189,198, 230

Lógica de predicados 81, 90, 122, 194

Lógica del razonamiento plausible 122

Lógica doxástica 122

Lógica epistémica 122

Lógica inductiva 122

Lógica modal 122

Lógica no clásica 122

Lógica proposicional 81, 90, 221

Lógica relacional 122

Lógica silogística 23, 89-90, 122

Lógicamente válido 81-82,88-90,115,187,191, 195, 197-198, 209, 224

Logos 153-154

Magnificar una premisa implícita 160, 162, 221-222,225,229

Manipulación de la ambigüedad 217,220,226-227

Manipulación de la falta de claridad 213, 226

Máximas conversacionales 71

Medios de persuasión no argumentativos 151-152, 154, 156, 221, 225, 227, 229

fND/CE DE MATeRIAS 251

Método de prueba 118, 121

Mínimo lógico 84-88, 117, 159161, 164, 187, 232

Mínimo pragmático 85, 109

Modelo ideal 26, 55-56, 58, 61, 123, 230

Mod11s poneus 84, 90, 117, 191, 198

Modus tollens 90-91, 191, 198

Narratio 57

Negar el antecedente 191, 198, 199,221

Negar un punto de partida común 172, 203, 225,230

Negar una premisa implícita 162,221,225,230

Negativamente comprometida 36

Nivel de la oración 50, 213

Nivel textual 50, 213

Nivel lógico de análisis 81, 83, 92

Nivel pragmático de análisis 81, 83

Norma 25,56,123-125,167,193,230

Normativo 25-26,29, 56, 61,232

Nueva dialéctica 24, 29

Nuevo retórica 23, 24, 53

Orws probandi 136,

Optimo pragmático 84·88, 108-109, 160-161, 164,232

Orientado a la prescripción 28, 30

Orientado a la reflexión 28

Parecidos familiares 216-217

Pathos 61, 153-154

Pendiente resbaladiza 122, 182, 216, 221, 229 '·

Peroratio 57-58

Perspectiva antropológica 26

Perspectiva crítica 26

Perspectiva émica 58

Perspectiva geométrica 26

Perspectiva global analítica 113-115, 232

Persuasión 27, 30, 58, 115, 151, 163

252 FRANS H. VAN EEMEREN- Roe GROOTENOORST / ARGU,\!~NT~C/ÓN, CmtliNIC~C!ÓN Y f~!AC/~S

Persuasividad 27, 30

Peso de la prueba 136,139-140,142,204-205, 209

Petitio principíi 122, 171, 228

Posiciones 35, 113, 232

Positivamente comprometida 36

Post/roe ergo procter hoc 183, 221,228

Práctica orientada a la reflexión 30

Pragmática normativa 25

Precisión 216-217

Pregunta capciosa 170

Preguntas críticas 118, 181-182

Preguntas múltiples 122, 170

Premisa 82, 84-85, 88, 90, 104, 109, 115,-117, 120, 153, 159-161, 165, 169, 172-173, 177, 180, 187-190, 194, 197, 199, 209, 221,223, 225, 230

Premisa explícita 84, 89, 95, 106,-107, 109, 113, 159, 162, 187, 189

Premisa implícita 31,81-88,95, 104, 106109, 113, 119-121, 159- 161, 163-164, 170-171, 18, 189-190, 196, 199, 212, 223, 225, 232

Premisa mayor 89

Premisa menor 89

Prescripción 28, 30

Presentación progresiva 66, 106

Presentación regresiva 66, 106, 197

Presunción 136, 139, 141, 182, 208

Presuposiciones 76, 109, 120, 164, 168, 170,225

Presuposiciones lógicas 120

Presuposiciones pragmáticas 120

Principio de Cooperación 71, 212

Principio de Cortesía 212

Principio de la Comunicación 71, 75, 83, 135, 144,152,211-213

Principio de Prestmción 140-141, 208, 224, 229

Principio de Racionalización 71 ' Pro-argumentación 52

Procedimiento de identificación 177-178,201

Procedimiento de interpretación 123-125

Procedimiento intersubjetiva 178

Procedimiento derazonluniento 187,189,198,201

Procedimiento de verificación 177-178, 201

Procedimiento de evaluación 201

Propiedad absoluta 191,194,196-197,222

Propiedad dependiente de la estructura 184, 222, 226, 228

Propiedad hereditaria 192

Propiedad independiente de la estructura 194, 196, 222

Propiedad relativa 191, 194, 197, 222, 226,228

Proposición 24,36-41, 43, 47, 51-54,58-59,71, 79,90-92, 113,144,146, 151-152, 164,167, 169-173, 177-181,203,205-206,215,221,225

Proposición descriptiva 178-181, 183, 185,221

Proposición evaluativa 178, 180-181, 221

Proposición incitativa 178,180-181,186,221

Proposición particular 178-180, 215, 221

Proposiciones singulares 178-180, 221

Proposiciones universales 178-180, 183,215, 221

Protagonista 34,56, 59-61, 63, 95, 113-114, 129-130, 136-139, 141, 143-144, 149, 151-152, 154-160,162-165,167- 173, 180, 184-189, 199, 201, 203-205, 207-208, 211, 220-221, 224-227, 232

Punto de partida 31, 56,60, 62,135-136,167-173, 177, 190, 199, 203, 213, 223, 225, 228, 230

Punto de vista 30-31, 33, 36-37, 40-45, 49-55, 57-59,61,66-69,77,82,84,89, 91,95-100, 102-104, 109, 113-114, 118-122, 128, 130-133,135-141, 143, 145-149, 151, 153-157, 160-162, 165-169., 171-175, 177-179, 184, 188, 198-199, 201-205, 208,211,215, 220-221, 223- 229, 232

Punto de vista cero 35-36, 56, 204, 206

Punto de vista ficticio 144-145, 160, 225,229

Punto de vista implícito 82, 165

Punto de vista negativo 35-38,41,45, 11, 143, 204-206

Punto de vista posi!Í\'0 35-:.S, 52, 113, 1-B, 20-1-206

Punto de vista subordinado 104-105, 12i

Puntos que están en discusión 113, 232

Racionalismo crítico 26, 30

Razonabilidad 25-26, 29, 129, 136, 185, ~32

Razonamiento circular 122, 171-175, 221-222, 228

Razonamiento deductivo 28

Reacciones críticas 118,120-121, 146-147

Reconstrucción orientada a la audiencia 27, 30

Reconstrucción orientada a la resolución 27, 30

Reconstrucción normativa 56

Reductio ad absmdum 52, 168

Reformular la pregunta 171, 228

Reflexión 30

Refutatio 58

Regla comunicacional 70-6, 82-83, 85-86, 135, 141, 145, 159, 232

Regla de la discusión 59, 113, 121, 123-124, 127, 129, 136, 1,12, 186, 223-2-l, 226,229-230

Relación de analogía 117-118,121

Relación de causalidad 117,178, 183,218

Relación de concomitancia 117-118, 121, 179

Relación de similaridad 117

Relativismo 25

Resolución 33, 115

Resolución espuria He!

Resolver una disputa 52, 55-58, 60-63, 70, 113, 121, 123-125, 128-129, 133, 151-152, 155, 157, 159, 167, 172, 175, 189, 199,201,203,

208,211- 213,217,223-224,229-230,232

Respaldo 118

Retórica 24-28, 53, 57, 60-63, 68, 81, 85, 96, 115,

130,152-154,157,213

Rol reparador 123

Roles de la discusión 31, 3-l, 36,1-11,232

Roles dialécticos 113

Smmdum q11id 122. 184, 228

Seudo-acuerdos 211

Se:!dü-dl.").''.l:c"l :::·

Silogismo di;.:-·clr.::\

SimilituJ 3:3. L~ :~- :-~·.::

Sintomático llr. ::~:;

Socialización 29-?<. '"

Statu quo :30-:.;:

Teoría Pragrna-Dialéc:lc.c

Término meL~io S-1

Test "con est,1;. F,1L1·~,E~" ~-.e~ e-~--. ..,>..,~· "~ ·o,

Test ··ror ese :11ediL,· :1-.c-~,<

Te:\lo Mg·.~me!ttati·.·o ?-?-?-..; -:

Tipo de argL~!:ter:,:ci,-i!c

Tipo es~cindar de u:-1.1 ,i:-:--~-~-~ 3> :,.

Tratamientu esti.n,~a:

Todos estruct:H,l-ios 1'.·3

Todos no-estructur,l,~c;: "·

Tcpci liS. 153

Tcpc'ó 11:3-1101

\'a,;uedad ~14 2lc-:::~ 2>

\'aguedad li:tec.l ~:t-

123,160, l7S. E6- :~~ -~~ >-' Válido 26, 81,83-55. '?ll-:12. · ~ -

149. 160, 17~. 209, 2~1. :::..;

\'ariante abusin. ,

. ~~--. -

Yisión General .-\.nc.lí~ic2 ·· ~

252 FRANS H. VAN EEMEREN- Roe GROOTENOORST / ARGU,\!~NT~C/ÓN, CmtliNIC~C!ÓN Y f~!AC/~S

Persuasividad 27, 30

Peso de la prueba 136,139-140,142,204-205, 209

Petitio principíi 122, 171, 228

Posiciones 35, 113, 232

Positivamente comprometida 36

Post/roe ergo procter hoc 183, 221,228

Práctica orientada a la reflexión 30

Pragmática normativa 25

Precisión 216-217

Pregunta capciosa 170

Preguntas críticas 118, 181-182

Preguntas múltiples 122, 170

Premisa 82, 84-85, 88, 90, 104, 109, 115,-117, 120, 153, 159-161, 165, 169, 172-173, 177, 180, 187-190, 194, 197, 199, 209, 221,223, 225, 230

Premisa explícita 84, 89, 95, 106,-107, 109, 113, 159, 162, 187, 189

Premisa implícita 31,81-88,95, 104, 106109, 113, 119-121, 159- 161, 163-164, 170-171, 18, 189-190, 196, 199, 212, 223, 225, 232

Premisa mayor 89

Premisa menor 89

Prescripción 28, 30

Presentación progresiva 66, 106

Presentación regresiva 66, 106, 197

Presunción 136, 139, 141, 182, 208

Presuposiciones 76, 109, 120, 164, 168, 170,225

Presuposiciones lógicas 120

Presuposiciones pragmáticas 120

Principio de Cooperación 71, 212

Principio de Cortesía 212

Principio de la Comunicación 71, 75, 83, 135, 144,152,211-213

Principio de Prestmción 140-141, 208, 224, 229

Principio de Racionalización 71 ' Pro-argumentación 52

Procedimiento de identificación 177-178,201

Procedimiento de interpretación 123-125

Procedimiento intersubjetiva 178

Procedimiento derazonluniento 187,189,198,201

Procedimiento de verificación 177-178, 201

Procedimiento de evaluación 201

Propiedad absoluta 191,194,196-197,222

Propiedad dependiente de la estructura 184, 222, 226, 228

Propiedad hereditaria 192

Propiedad independiente de la estructura 194, 196, 222

Propiedad relativa 191, 194, 197, 222, 226,228

Proposición 24,36-41, 43, 47, 51-54,58-59,71, 79,90-92, 113,144,146, 151-152, 164,167, 169-173, 177-181,203,205-206,215,221,225

Proposición descriptiva 178-181, 183, 185,221

Proposición evaluativa 178, 180-181, 221

Proposición incitativa 178,180-181,186,221

Proposición particular 178-180, 215, 221

Proposiciones singulares 178-180, 221

Proposiciones universales 178-180, 183,215, 221

Protagonista 34,56, 59-61, 63, 95, 113-114, 129-130, 136-139, 141, 143-144, 149, 151-152, 154-160,162-165,167- 173, 180, 184-189, 199, 201, 203-205, 207-208, 211, 220-221, 224-227, 232

Punto de partida 31, 56,60, 62,135-136,167-173, 177, 190, 199, 203, 213, 223, 225, 228, 230

Punto de vista 30-31, 33, 36-37, 40-45, 49-55, 57-59,61,66-69,77,82,84,89, 91,95-100, 102-104, 109, 113-114, 118-122, 128, 130-133,135-141, 143, 145-149, 151, 153-157, 160-162, 165-169., 171-175, 177-179, 184, 188, 198-199, 201-205, 208,211,215, 220-221, 223- 229, 232

Punto de vista cero 35-36, 56, 204, 206

Punto de vista ficticio 144-145, 160, 225,229

Punto de vista implícito 82, 165

Punto de vista negativo 35-38,41,45, 11, 143, 204-206

Punto de vista posi!Í\'0 35-:.S, 52, 113, 1-B, 20-1-206

Punto de vista subordinado 104-105, 12i

Puntos que están en discusión 113, 232

Racionalismo crítico 26, 30

Razonabilidad 25-26, 29, 129, 136, 185, ~32

Razonamiento circular 122, 171-175, 221-222, 228

Razonamiento deductivo 28

Reacciones críticas 118,120-121, 146-147

Reconstrucción orientada a la audiencia 27, 30

Reconstrucción orientada a la resolución 27, 30

Reconstrucción normativa 56

Reductio ad absmdum 52, 168

Reformular la pregunta 171, 228

Reflexión 30

Refutatio 58

Regla comunicacional 70-6, 82-83, 85-86, 135, 141, 145, 159, 232

Regla de la discusión 59, 113, 121, 123-124, 127, 129, 136, 1,12, 186, 223-2-l, 226,229-230

Relación de analogía 117-118,121

Relación de causalidad 117,178, 183,218

Relación de concomitancia 117-118, 121, 179

Relación de similaridad 117

Relativismo 25

Resolución 33, 115

Resolución espuria He!

Resolver una disputa 52, 55-58, 60-63, 70, 113, 121, 123-125, 128-129, 133, 151-152, 155, 157, 159, 167, 172, 175, 189, 199,201,203,

208,211- 213,217,223-224,229-230,232

Respaldo 118

Retórica 24-28, 53, 57, 60-63, 68, 81, 85, 96, 115,

130,152-154,157,213

Rol reparador 123

Roles de la discusión 31, 3-l, 36,1-11,232

Roles dialécticos 113

Smmdum q11id 122. 184, 228

Seudo-acuerdos 211

Se:!dü-dl.").''.l:c"l :::·

Silogismo di;.:-·clr.::\

SimilituJ 3:3. L~ :~- :-~·.::

Sintomático llr. ::~:;

Socialización 29-?<. '"

Statu quo :30-:.;:

Teoría Pragrna-Dialéc:lc.c

Término meL~io S-1

Test "con est,1;. F,1L1·~,E~" ~-.e~ e-~--. ..,>..,~· "~ ·o,

Test ··ror ese :11ediL,· :1-.c-~,<

Te:\lo Mg·.~me!ttati·.·o ?-?-?-..; -:

Tipo de argL~!:ter:,:ci,-i!c

Tipo es~cindar de u:-1.1 ,i:-:--~-~-~ 3> :,.

Tratamientu esti.n,~a:

Todos estruct:H,l-ios 1'.·3

Todos no-estructur,l,~c;: "·

Tcpci liS. 153

Tcpc'ó 11:3-1101

\'a,;uedad ~14 2lc-:::~ 2>

\'aguedad li:tec.l ~:t-

123,160, l7S. E6- :~~ -~~ >-' Válido 26, 81,83-55. '?ll-:12. · ~ -

149. 160, 17~. 209, 2~1. :::..;

\'ariante abusin. ,

. ~~--. -

Yisión General .-\.nc.lí~ic2 ·· ~

!NDICE GENERAL

Prólogo de los traductores

Prólogo a la traducción espaiiola

Prefacio

Agradecimientos

PRIMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO I

El enfoque pragma-dia/éctico

l. Los esh!dios de la argumentación 2. Los componentes de un programa de investigación 3. Los puntos de partida pragma-dialécticos 4. Visión general de la obra

CArlruw 11 Prmtos de vista y diferencias de opinión

l. La resolución de las diferencias de opinión 2. Puntos de vista positivos y negativos 3. Disputas simples y complejas 4. La expresión verbal de los puntos de vista y de las dudas

CAPITULO lii ÚJ argumentación como un acto de habla complejo

l. Aspectos comunicacionales y aspectos interactivos 2. Actos de habla elementales y complejos 3. Las condiciones de identificación y de corrección de la argumentación

7

11

15

17

23 25 28 30

33 35 36 43

47 49 51

!NDICE GENERAL

Prólogo de los traductores

Prólogo a la traducción espaiiola

Prefacio

Agradecimientos

PRIMERA PARTE

ARGUMENTACIÓN Y COMUNICACIÓN

CAPITULO I

El enfoque pragma-dia/éctico

l. Los esh!dios de la argumentación 2. Los componentes de un programa de investigación 3. Los puntos de partida pragma-dialécticos 4. Visión general de la obra

CArlruw 11 Prmtos de vista y diferencias de opinión

l. La resolución de las diferencias de opinión 2. Puntos de vista positivos y negativos 3. Disputas simples y complejas 4. La expresión verbal de los puntos de vista y de las dudas

CAPITULO lii ÚJ argumentación como un acto de habla complejo

l. Aspectos comunicacionales y aspectos interactivos 2. Actos de habla elementales y complejos 3. Las condiciones de identificación y de corrección de la argumentación

7

11

15

17

23 25 28 30

33 35 36 43

47 49 51

1

256 fii.ANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST / ARG!I.I1ENTACIÓN, (Q,\IliN!CACIÓN Y fti~CIAS

CAPiTULO IV

Los actos de habla en la discusión crítica

L Las etapas de la resolución de una disputa 2. La distribución de los actos de habla en !as etapas dialécticas 3. El discurso argumentativo como discusión crítica

CAPITULO V

Actos de habla ímplícitos y actos de habla indirectos

1. Los actos de habla implícitos en el discurso argumentativo 2. Las reglas de la comunicación y los actos de habla indirectos 3. La convencionalización de los actos de habla indirectos

CArlnJLO VI

Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

l. Análisis en el nivel pragmático y en el nivel lógico 2. Las premisas implícitas como actos de habla indirectos 3. El papel del contexto en la determinación del óptimo pragmático 4. El papel de la lógica en la explicitación de las premisas implícitas

CAPITULO VIl

Las estructuras de argumentación complejas

L La argumentación múltiple 2. La argumentación compuesta coordinada 3. La argumentación compuesta subordinada 4. Las argumentaciones complejas y las premisas implícitas

SEGUNDA PARTE

(OMUNICACIÓN Y fALACIAS

CAPITULO VIII Análisis y evaluación del discurso argumentativo

l. Los componentes de una visión general analítica 2. Los esquemas de argumentación como instmmentos dialécticos 3. Las falacias como violaciones de las reglas de la discusión

55 l. 58 2. 61 3.

4.

65 70 l. 76 2.

3. 4.

81 83 85 l. 88 2.

3. 4.

95 98

103 L 106 2.

3. 4.

l.

113 2.

114 3.

121 4.

lNDICE GENI:RAL 257

CAPiTULO IX

Falacias en/a etapa de cmifrollfación

Presentación y puesta en duda de los puntos de vista 127 Ejercer presión sobre el oponente 128 El ataque personal contra el oponente 130 Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de confrontación 132

CAPfTULO X

Falacias en /a distribución de los roles de la discusión

La obligación de defender un punto de vista 135 Evadir el peso de la prueba 136 Desplazar el peso de la prueba 138 Complicaciones que pueden presentarse en la distribución de los roles de la discusión 141

CAPiTULO XI

Falacias en la represetztación de los puntos de vista

Atacar los puntos de vista 143 Imputarle al oponente un punto de vista ficticio 144 Distorsionar el punto de vista del oponente 146 Complicaciones que pueden presentarse en !a representación de los puntos de vista 148

CAPITULO XII

Falacias en la e/ecció1¡ de los medíos de defensa

La elección de los medios para defender un punto de vista !51 Manipular las emociones de la audiencia !52 Enumerar las cualidades propias !54 Complicaciones que pueden presentarse en la elección de los medios de defensa !56

CAPITULO XIII

Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

Explicitar lo que ha quedado implícito !59 Magnificar una premisa implfcita 160 Negar una premisa implícita 162 Complicaciones que pueden presentarse en relación a las premisas implícitas 164

1

256 fii.ANS H. VAN EEMEREN- ROB GROOTENOORST / ARG!I.I1ENTACIÓN, (Q,\IliN!CACIÓN Y fti~CIAS

CAPiTULO IV

Los actos de habla en la discusión crítica

L Las etapas de la resolución de una disputa 2. La distribución de los actos de habla en !as etapas dialécticas 3. El discurso argumentativo como discusión crítica

CAPITULO V

Actos de habla ímplícitos y actos de habla indirectos

1. Los actos de habla implícitos en el discurso argumentativo 2. Las reglas de la comunicación y los actos de habla indirectos 3. La convencionalización de los actos de habla indirectos

CArlnJLO VI

Las premisas implícitas en el discurso argumentativo

l. Análisis en el nivel pragmático y en el nivel lógico 2. Las premisas implícitas como actos de habla indirectos 3. El papel del contexto en la determinación del óptimo pragmático 4. El papel de la lógica en la explicitación de las premisas implícitas

CAPITULO VIl

Las estructuras de argumentación complejas

L La argumentación múltiple 2. La argumentación compuesta coordinada 3. La argumentación compuesta subordinada 4. Las argumentaciones complejas y las premisas implícitas

SEGUNDA PARTE

(OMUNICACIÓN Y fALACIAS

CAPITULO VIII Análisis y evaluación del discurso argumentativo

l. Los componentes de una visión general analítica 2. Los esquemas de argumentación como instmmentos dialécticos 3. Las falacias como violaciones de las reglas de la discusión

55 l. 58 2. 61 3.

4.

65 70 l. 76 2.

3. 4.

81 83 85 l. 88 2.

3. 4.

95 98

103 L 106 2.

3. 4.

l.

113 2.

114 3.

121 4.

lNDICE GENI:RAL 257

CAPiTULO IX

Falacias en/a etapa de cmifrollfación

Presentación y puesta en duda de los puntos de vista 127 Ejercer presión sobre el oponente 128 El ataque personal contra el oponente 130 Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de confrontación 132

CAPfTULO X

Falacias en /a distribución de los roles de la discusión

La obligación de defender un punto de vista 135 Evadir el peso de la prueba 136 Desplazar el peso de la prueba 138 Complicaciones que pueden presentarse en la distribución de los roles de la discusión 141

CAPiTULO XI

Falacias en la represetztación de los puntos de vista

Atacar los puntos de vista 143 Imputarle al oponente un punto de vista ficticio 144 Distorsionar el punto de vista del oponente 146 Complicaciones que pueden presentarse en !a representación de los puntos de vista 148

CAPITULO XII

Falacias en la e/ecció1¡ de los medíos de defensa

La elección de los medios para defender un punto de vista !51 Manipular las emociones de la audiencia !52 Enumerar las cualidades propias !54 Complicaciones que pueden presentarse en la elección de los medios de defensa !56

CAPITULO XIII

Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas

Explicitar lo que ha quedado implícito !59 Magnificar una premisa implfcita 160 Negar una premisa implícita 162 Complicaciones que pueden presentarse en relación a las premisas implícitas 164

258 FRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOOR5T /ARGUMENTACIÓN, CO.\WN/Ci\CIÓN Y fAJ.ACIAS

CAPlruwXIV

Falacias en la utilización de los prmfos de partida

l. EL tratamiento de los puntos de partida 2. Presentar falsamente una premisa como punto de partida común 3. Negar una premisa que representa un punto de partida aceptado 4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a los puntos de partida

CAPÍTULO XV

Falacias m la utilización de los esquemas argumentativos

1. El tratamiento de los esquemas argumentativos 2. Basarse en un esquema argumentativo inapropiado 3. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado 4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de los esquemas

argumentativos

C.\P!TULO XVI

Falacias e1r !a utilización de las formas lógicas de la argumentación

l. El tratamiento de las formas lógicas de la argumentación 2. Confundir condiciones necesarias con condiciones suficientes 3. Confundir las propiedades de las partes con las del todo 4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de las formas lógicas

de la argumentación

CAPITULO XVII

Falacias en la etapa de clartsura de /a diswsión

1. Establecer el resultado de una discusión 2. Absolutizar el éxito de la defensa 3. Absolutizar el fracaso de la defensa 4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de clausura

CAPITULO XVIII

Falacias e1r el uso del lengrmje

l. Presentación e interpretación del discurso argumentativo 2. Manipulación de la falta de claridad 3. Manipulación de la ambigüedad 4. Complicaciones que pueden presentarse en relación al uso del lenguaje

167 169 172 173

177 179 181

184

187 189 191

196

201 203 204 208

211 213 217 220

l. Las reglas de una discusión crítica

CAP[TULO XIX

Conclusión

2. Las violaciones de las reglas de una discusión crítica 3. Las falacias tradicionales vistas como violaciones de las reglas de una

discusión crítica 4. Las ventajas del enfoque pragma-dialéctico

Epílogo

Bibliografía

Indice Onomástico

Indice de Materias

fND/CE GENERAL 259

223 224

226 229

231

233

243

247

258 FRANS H. VAN EntEREN- Roa GROOTENOOR5T /ARGUMENTACIÓN, CO.\WN/Ci\CIÓN Y fAJ.ACIAS

CAPlruwXIV

Falacias en la utilización de los prmfos de partida

l. EL tratamiento de los puntos de partida 2. Presentar falsamente una premisa como punto de partida común 3. Negar una premisa que representa un punto de partida aceptado 4. Complicaciones que pueden presentarse en relación a los puntos de partida

CAPÍTULO XV

Falacias m la utilización de los esquemas argumentativos

1. El tratamiento de los esquemas argumentativos 2. Basarse en un esquema argumentativo inapropiado 3. Usar incorrectamente un esquema argumentativo apropiado 4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de los esquemas

argumentativos

C.\P!TULO XVI

Falacias e1r !a utilización de las formas lógicas de la argumentación

l. El tratamiento de las formas lógicas de la argumentación 2. Confundir condiciones necesarias con condiciones suficientes 3. Confundir las propiedades de las partes con las del todo 4. Complicaciones que pueden presentarse en la utilización de las formas lógicas

de la argumentación

CAPITULO XVII

Falacias en la etapa de clartsura de /a diswsión

1. Establecer el resultado de una discusión 2. Absolutizar el éxito de la defensa 3. Absolutizar el fracaso de la defensa 4. Complicaciones que pueden presentarse en la etapa de clausura

CAPITULO XVIII

Falacias e1r el uso del lengrmje

l. Presentación e interpretación del discurso argumentativo 2. Manipulación de la falta de claridad 3. Manipulación de la ambigüedad 4. Complicaciones que pueden presentarse en relación al uso del lenguaje

167 169 172 173

177 179 181

184

187 189 191

196

201 203 204 208

211 213 217 220

l. Las reglas de una discusión crítica

CAP[TULO XIX

Conclusión

2. Las violaciones de las reglas de una discusión crítica 3. Las falacias tradicionales vistas como violaciones de las reglas de una

discusión crítica 4. Las ventajas del enfoque pragma-dialéctico

Epílogo

Bibliografía

Indice Onomástico

Indice de Materias

fND/CE GENERAL 259

223 224

226 229

231

233

243

247