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249 « SEÑAL ES ESTA QUE EN LA COSTA HAY MOROS » : LOS CORSARIOS EN LAS COMEDIAS BIZANTINAS Y DE CAUTIVOS DE LOPE¹ Daniel Fernández Rodríguez [email protected] Universitat Autònoma de Barcelona E n estas páginas me centraré en un corpus formado por nueve obras de Lope de Vega, que podemos denir como comedias bizantinas y comedias de cautivos² . Entre otros muchos rasgos en co- mún, todas ellas recrean la amenaza que suponían los corsarios en la España del Siglo de Oro. Todas, también, fueron escritas y repre- sentadas entre nales del siglo XVI y principios del XVII, es decir, en la época de mayor apogeo del corso mediterráneo. La tregua entre España y el Imperio otomano, rmada en 1581 , «propicia que el frente abierto en estas aguas se disuelva, dando inicio a la edad dorada del corso berberisco» (Martínez Torres, 2004: 33 )³ . Si los corsarios de Argel, Túnez o Bizerta campaban a sus anchas por el Mediterráneo y las costas españolas, resulta del todo natural 1. He podido realizar este trabajo gracias a una beca FPU del Ministerio de Educación. 2. A ellas dedico mi tesis doctoral, en curso. Julián González-Barrera se ha ocu- pado de las comedias bizantinas de Lope en diversos trabajos, citados en su estudio más reciente al respecto (González-Barrera 2015 ). Remito asimismo a Fernández Rodríguez ( 2015a; 2015b). 3. «La tregua del 1581 tra impero turco e impero spagnolo aprirà le porte del Mediterraneo al dominio della corsa e della pirateria» (Fiume, 2009: 3 ).

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«SEÑAL ES ESTA QUE EN LA COSTA HAY MOROS»: LOS CORSARIOS EN LAS COMEDIAS BIZANTINAS

Y DE CAUTIVOS DE LOPE¹

Daniel Fernández Rodríguez [email protected]

Universitat Autònoma de Barcelona

E n estas páginas me centraré en un corpus formado por nueve obras de Lope de Vega, que podemos definir como comedias

bizantinas y comedias de cautivos². Entre otros muchos rasgos en co-mún, todas ellas recrean la amenaza que suponían los corsarios en la España del Siglo de Oro. Todas, también, fueron escritas y repre-sentadas entre finales del siglo XVI y principios del XVII, es decir, en la época de mayor apogeo del corso mediterráneo. La tregua entre España y el Imperio otomano, firmada en 1581, «propicia que el frente abierto en estas aguas se disuelva, dando inicio a la edad dorada del corso berberisco» (Martínez Torres, 2004: 33)³.

Si los corsarios de Argel, Túnez o Bizerta campaban a sus anchas por el Mediterráneo y las costas españolas, resulta del todo natural

1. He podido realizar este trabajo gracias a una beca FPU del Ministerio de Educación.

2. A ellas dedico mi tesis doctoral, en curso. Julián González-Barrera se ha ocu-pado de las comedias bizantinas de Lope en diversos trabajos, citados en su estudio más reciente al respecto (González-Barrera 2015). Remito asimismo a Fernández Rodríguez (2015a; 2015b).

3. «La tregua del 1581 tra impero turco e impero spagnolo aprirà le porte del Mediterraneo al dominio della corsa e della pirateria» (Fiume, 2009: 3).

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que surcaran asimismo las páginas de los libros y los escenarios de los corrales. El público estaba naturalmente interesado en un fenómeno, el corso y la piratería, que constituía un verdadero problema para la sociedad española de la época y, en el caso de las poblaciones costeras, un peligro tan conocido como cotidiano. Por otro lado, el rapto por parte de piratas y corsarios era un tópico literario antiguo y uno de los motivos más socorridos en las novelas griegas de amor y de aventuras, la novela bizantina española, las novelle de inspiración bizantina o las comedias de cautivos, por citar algunas de las tradiciones que Lope pudo tener más en cuenta.

En La doncella Teodor, El Grao de Valencia y Jorge Toledano, los raptos se producen en las costas del reino de Valencia. Como es sabi-do, Lope residió entre 1588 y 1590 en la capital del Turia, donde a buen seguro conoció de primera mano incursiones como las que pueblan estas comedias. El Grao de Valencia, de hecho, fue escrita por el Fénix durante su estancia en dicha ciudad, a juzgar por los datos ofrecidos por Oleza (1986: 302), que la fecha en torno a 1589. Poco antes del des-enlace de la obra, el capitán Leonardo revela que mucho tiempo atrás unos moros cautivaron a su hijo en las costas de Manzofa4. Asimismo, al final del primer acto se representa en escena el secuestro de Crisela por parte de los moros Jarife y Zulema, que se la llevan rápidamente a sus galeras:

Zulema.—Amaina, amaina; apresta el barco, apresta.Crisela.—¡Ay, mísera de mí!Jarife.— Calla, cristiana.Crisela.—¡Favor! ¡Padre! ¡Favor!Zulema.— ¡Qué bien se ha hecho! Jarife, demos velas a los vientos.

4. Se trata de Moncofa, municipio de la provincia de Castellón.

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Jarife.— Entra de presto, y mueran a tus manos treinta remeros. Bogá, bogá, ¡perros! Iza, canalla, que nos siguen; boga, que a cualquier espalder yo le prometo dar libertad si salgo de este aprieto. (vv. 1085-93)5

Este fragmento es un buen ejemplo de la afición de Lope por acumu-lar términos náuticos, que confieren rapidez a la escena y un gran efectis-mo desde el punto de vista sonoro. A los gritos de socorro de Crisela y a las precipitadas órdenes de Jarife les siguen los lamentos del capitán Leo-nardo, que aparece junto a sus soldados en cuanto los moros abandonan el tablado. Acto seguido, uno de ellos anuncia la llegada de varios condes del reino de Valencia. El listado de nombres referidos («de Bunïol, de Nules, de Cañete, / de Faura y de Puzol y de Monviedro», vv. 1115-16) aporta colorido local a la escena, pero también no poca verosimilitud.

Este mismo esquema (huida de los moros con la doncella raptada, más los lamentos del padre) se repite en Los esclavos libres nada más em-pezar la obra. Se trata de un inicio que busca captar la atención del pú-blico desde el primer momento. La escena se sitúa en Perpiñán, en cuyas costas Lucinda acaba de ser raptada por Arbolán, arráez de Bizerta6:

Arbolán.—Ah, moros, llegad la barca.(Salen tres moros del mar)Lucinda.—¡Triste de mí!Arbolán.— Aquí te embarca, verás mi patria, Biserta. (…) Haced los ferros zarpar, largad remos, coged cabos,

5. Vega, 1993.6. «Salí a un jardín junto al mar / donde Arbolán escondido / me pudo ver y

robar» (Vega, 2014: vv. 528-30).

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tended lienzo, herid el mar. Tocad trompetas y cajas.Moro.— No está el viento muy seguro para bogar con ventajas.Arbolán.—Llevando yo sol tan puro, haga los mástiles rajas. (…)

(Cómitre, dentro.)

Cómitre.—¡Iza, canalla!Todos.— ¡Iza, iza!

(Suene el pito y la embarcación, y salga el capitán y tres soldados, Avendaño, Carpio, Dueñas)

Capitán.— Perderé de pesar la vida. ¡Ah cielos, mi propia hija!Carpio.— Gran descuido ha sido.Capitán.— ¡Qué terribles cuidados y desvelos para el ajeno bien siempre he tenido! (…)

(vv. 26-64)7

El texto de Los esclavos libres de la Parte XIII contiene unas ricas acotaciones que nos muestran cómo se podía representar esta esce-na en los corrales de comedias. A ojos del espectador, el escenario se convierte por un momento en la cubierta de un barco, con los pitos y ruidos sonando entre bastidores (dentro).

En Jorge Toledano el rapto tiene lugar también al inicio de la obra. Antonio y su hija Laudomia charlan tranquilamente cuando, de pron-to, son sorprendidos por los hombres de Argán y de Arafe, que estaban

7. Vega, 2014.

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escondidos. Se trata de una escena ágil, en la que la actriz que inter-pretara a Laudomia debía abandonar rápidamente el tablado, seguida por Argán.

Una escena similar a la de Jorge Toledano se produce en La don-cella Teodor. Félix, Teodor y Padilla están descansando en la costa, en un lugar indeterminado cerca de Cartagena, cuando de repente irrumpen Zaide, Alí y unos cuantos moros, que permanecían ocul-tos al otro lado del escenario, y los hacen prisioneros. Casos como estos apelaban a la experiencia personal del público de las ciudades costeras y a las noticias oídas por los habitantes del interior. Los rap-tos en la costa, incluso en tierra firme o «right in their home regions» (Friedman, 1983: 4), no eran nada extraños en la época, especialmen-te en el reino de Valencia, que padecía «the greatest vulnerability to corsair attack» (Friedman, 1983: 11) y donde se llegaron a arrasar poblaciones enteras8.

Los tres diamantes y Viuda, casada y doncella contienen dos raptos producidos en sendas islas del Mediterráneo. La captura de Felicia-no y Celio en Viuda, casada y doncella tiene lugar en la isla a la que han llegado tras un terrible naufragio. Haquelme, el capitán de los corsarios, se interesa por la clase social de los cristianos «con vistas a exigir rescate» (Lope de Vega, 2006: 261). Feliciano afirma ser ca-ballero, pero ante los recelos de Celio, que le recuerda su condición de hidalgo pobre («¿Con qué te has de rescatar?», Viuda, casada y doncella, Vega, 2006: v. 1240), finge ser médico para así poder salvar el pellejo («Celio, vive si pudieres», v. 1259), sabedor tal vez de la gran estima en que los árabes tenían a los médicos y de lo bien que solían

8. Véase Friedman (1983: 21). «Oltre a partecipare alle campagne della flotta turca nel Mediterraneo occidentale, le galere corsare operavano piccole e rapide incursioni, predavano borghi e case isolate, portavano via gli abitanti, qualche capo di bestiame, provviste di legna» (Bono, 1993: 143).

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tratar a los cautivos que desempeñaban tal oficio9. Admirado por los presuntos conocimientos de Feliciano, Haquelme decide llevarlo consigo para que cure a una esclava suya de la que anda enamorado. Se trata, claro está, de una escena netamente novelesca. Por último, en Virtud, pobreza y mujer (Vega, 2010: vv. 1093-1101), Carlos es cap-turado durante un asedio a Orán, adonde lo habían mandado como prisionero.

En varias de estas comedias alude Lope a los sistemas de defensa de las costas españolas contra los corsarios y piratas, particularmente a las atalayas, cuya función era avistar las naves hostiles. Una vez di-visado el enemigo, estas torres se transmitían el mensaje encendiendo un fuego: «Mirad aquesa torre y Micalete¹0 / haciendo fuegos uno, y dos, y cuatro, / y desde aquí por infinito número. / Señal es esta que en la costa hay moros, / que, según se da prisa el atalaya, / ya deben de haber hecho alguna presa» (El Grao de Valencia, vv. 1065-70). Cabe apuntar, no obstante, que, por lo general, en la época estos mecanismos de defensa no eran muy útiles (Friedman, 1983: 35)¹¹. En La doncella Teodor, los moros Zaide y Manzor se refieren no solo a las atalayas, sino también a los jinetes que salían al paso ante las correrías de los corsarios en tierra firme:

9. Friedman (1983: 68-69), Temprano (1989: 83-84) y Feit y McGrady (véase Lope de Vega, 2006: 164, en notas 1243-47).

10. En Valencia se alzaba la Torre del Miguelete (en valenciano, Torre del Micalet).11. Según Bono (1993: 165), «l’avvistamento era esercitato costantemente, men-

tre la difesa lo era soltanto in rare occasioni». Además, «la difesa era anzitutto au-todifesa della torre da un eventuale assalto» (Bono, 1993: 165). Esta situación se mantuvo a lo largo de los siglos XVI y XVII: «The limited coastal defense system of the sixteenth century seems to have decayed even further in the seventeenth» (Friedman, 1983: 41).

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Alí.— No tiene el reino de Valencia parte más peligrosa que este valle y playa.Zaide.—Ya sé de la manera que reparte el jinete veloz y la atalaya, pero bien sabes que la industria y arte donde más fuerzas y defensas haya sale con lo que intenta. Alí.— En esta costa no hay recodo ni cala más angosta. (…) Quise que Zaide, mi alcaide, hombre que la costa corre de Europa, desde Alicante a Barcelona mil noches, por mucho que los jinetes con el pendón de San Jorge y del mar las atalayas con sus fuegos se lo estorben, trujese algunas cautivas.

(vv. 1033-40 y 1140-48)¹²

Este tipo de descripciones tiene la intención de situar al espectador en el marco concreto de la España de la época, y sirve también para actualizar y poner al día un tópico literario tan antiguo como el ata-que por parte de unos piratas¹³.

12. Vega, 2008.13. Véanse estos otros fragmentos de El Grao de Valencia y Los esclavos libres, muy

similares: «Pondré mis cuatro galeras / a vista de la ciudad / aprestadas y ligeras, / corriendo con libertad / sus márgenes y riberas, / para que al tiempo que vayas / a ver las cristianas playas / por donde otras veces corres, / levanten fuego las torres / y griten las atalayas» (El Grao de Valencia, vv. 627-36); «Verán mis rojos faroles / el catalán y andaluz; / traeré esclavos españoles / que están sirviendo la luz / de tus

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Una de las comedias que mejor recrea el ambiente de pavor y des-asosiego entre la población ante la inminente llegada de los corsarios es Jorge Toledano. En una escena situada al final del primer acto, Lope se esfuerza en describir con sumo detalle los mecanismos de defensa de Castellón, así como las dudas que genera el avistamiento de unos moros y que el fuego de las atalayas permanezca apagado:

Servio.— Mira si es justo que quede puesto en armas Castellón.Riberio.—¿Cómo así?Servio.— Con razón velas.Riberio.—¿Pues qué ha habido?Servio.— Trece velas se miran desde la playa.Riberio.—¿No hace fuego la atalaya?Servio.— ¿Que se descuida recelas?Riberio.—¿Si es Arafe el que ha venido a tratar de este rescate?Jorge.— Él puede ser que haya sido.Servio.— Del fresco viento y embate navega favorecido. Tal, que se tiene por cierto que podrían tomar puerto si se atreven a saltar. Riberio.—La condición de la mar es no tener tiempo cierto. Con todo eso, en Castellón estará la gente alerta y en la plaza el escuadrón,

eclipsados soles. / Verá Valencia en sus playas / mis remos y gallardetes / en sus márgenes y rayas, / aunque salgan sus jinetes / y griten sus atalayas» (Los esclavos libres, vv. 343-52).

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los caballos a la puerta y con buena guarnición. Esta noche en partes varias haréis poner luminarias para salir y correr.

(vv. 1098-1122)¹4

La incertidumbre generada por la cercanía del enemigo, las dudas sobre el buen funcionamiento de las atalayas, los comentarios acerca del estado de la mar, la convicción de que la ciudad estará bien prote-gida… Lope recrea una escena que debió de presenciar en más de una ocasión durante su estancia en Valencia, y que debía de resultar fami-liar a gran parte del público, sin duda con la intención de explotar dra-máticamente el pánico que generaban las razias de piratas y corsarios.

Los asaltos marítimos, una de cuyas consecuencias más habituales era la toma de cautivos¹5, formaban parte también de la vida cotidia-na en el Mediterráneo y de la cultura libresca, y alimentaron durante décadas la imaginación, el miedo y la curiosidad de los españoles¹6. En El Argel fingido y Los esclavos libres incluye Lope descripciones mi-nuciosas de estos combates navales. El primero de ellos se produce a mediados del segundo acto, cuando el celoso Rosardo decide hacerse pasar por moro y surcar la mar con sus galeras:

14. Vega: 1928.15. En palabras de Fortunati (2010: 115): «il cadere in schiavitù, per chiun-

que prendesse il mare in un’epoca ancora caratterizzata dalle scorrerie dei pirati barbareschi e dall’affermarsi della guerra di corsa» era «un evento tutt’altro che improbabile».

16. «Gli scontri fra corsari o di corsari con navi mercantili restarono, per tutto quel secolo e il seguente ancora, una realtà quotidiana, che destava apprensione e curiosità nel pubblico interessato ad averne notizia» (Bono, 1993: 135).

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Cuando de parte de tierrauna galeota viene,que estaba en alguna calade esos moros tremecenes.Porque, si del mar viniera,súbito nos diera enfrente,por más que amainar quisiera,árbol, mesana y trinquete.Cuando Aureliano y tu dama,y la ocasión de mi muerte,conocen velas y casco,gritan, lloran, claman, temen.A tierra vuelven la proa;mas como a la tierra vienen,más apriesa les dan caza,y más presto los detiene.Saltan en ella seis moroscon las hojas relucientesde los desnudos alfanjes,y a los tristes acometen.Los de adentro por los ladosa los arcabuces fuertesponen la cuerda, y apuntanpara ver si se defienden.Yo, que morir por mi Flaviatuviera por dulce suerte,pido a mi barquero infameque a los contrarios me acerque.Pero el medroso villano,viendo el peligro presente,hacia la tierra camina,cuando al mar digo que reme. (El Argel fingido, vv. 1526-57)¹7

17. Vega, 2009.

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Ante la dificultad de representar secuestros marítimos en los corra-les de comedias, Lope prefiere que sea uno de los personajes el encar-gado de relatar los hechos acontecidos. Este tipo de relaciones serviría para mantener en vilo a la audiencia, que escucharía con atención las aventuras y peripecias de los personajes; por otro lado, escenas como esta –pese a su obvio carácter novelesco– no diferían mucho de las que se vivían en el tumultuoso mar Mediterráneo. En Los esclavos libres, son corsarios cristianos los que apresan a la tripulación enemiga¹8. El capitán de las naves musulmanas no es otro que Leonardo, que a fin de rescatar del cautiverio a Lucinda se ha tenido que hacer pasar por moro; tras la captura de sus naves, es vendido como esclavo junto a su amada Lucinda. El arráez Arbolán, contrincante amoroso de Leonar-do, nos describe esta escena marítima:

Dispáranse cañones y mosquetes;ciérrase el cielo de humo y de él las luceslloran agua en el mar; a los trinquetessaltan mil castellanos y andaluces,rómpense banderolas, gallardetes,cansados de encender los arcabuces,que, asidos de los bordes y las velas,ya esgrimen las espadas y rodelas.Desde el estanterol a la crujíadicen que el renegado y vil Medoro,defendiendo la popa discurría,donde llevó sin duda mi tesoro,

18. No debe perderse de vista que «caer cautivo es un riesgo que corren todas las personas que viajan por el Mediterráneo occidental, ya sean cristianos o musul-manes» (Bunes, 1989: 149), por mucho que comúnmente se asociara corso y piratería con estos últimos (debido, claro está, al peligro que representaban para los países cristianos).

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mas siendo tan crüel la batería¹9,como en el coso agarrochado toro,dicen que se rindió, y a honor y gloriade la cruz de San Juan, cantó vitoria.

(vv. 2690-2705)

Durante este tipo de descripciones el público de los corrales centra su atención en la palabra del actor, y no tanto en el aspecto visual: se relatan unos hechos pasados que no tienen lugar en escena. Por este motivo, tal y como ocurría en el pasaje comentado de El Argel fingido, Lope se muestra especialmente cuidadoso en la selección del léxico, mediante el amontonamiento y sucesión de términos náuticos (trin-quetes, banderolas, gallardetes, bordes, velas, estanterol, crujía) y bélicos (cañones, mosquetes, arcabuces, espadas, rodelas, batería). La falta de una representación escénica de estos asaltos se suple con descripciones veloces y sonoras.

En La pobreza estimada se da un caso distinto al del resto de co-medias. Alara, hija del rey de Argel, fue hecha prisionera con apenas seis años por un caballero cristiano y vendida más tarde como esclava. Por una vez, Lope nos presenta la tragedia del corso desde el punto de vista del «enemigo»²0.

Los raptos suelen tener como consecuencia la separación de los amantes y familiares, y constituyen uno de los mayores obstáculos para la pareja protagonista, que no podrá entregarse a su amor hasta el reencuentro final. A menudo, el rapto es el motor principal de las

19. crüel: añado la diéresis para completar el endecasílabo.20. Por otro lado, al iniciarse la obra, Aurelio se encuentra ya cautivo en Argel,

pero en ningún momento se refieren las circunstancias concretas en las que fue hecho prisionero.

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aventuras que viven los personajes, cuyas vidas han transcurrido sin sobresaltos en el ámbito familiar. Así sucede en El Argel fingido, Los esclavos libres, El Grao de Valencia y Jorge Toledano. La pobreza esti-mada constituye un caso particular, puesto que tanto la captura de Alara como la de Aurelio han tenido lugar antes del inicio de la acción dramática. En La doncella Teodor, Los tres diamantes, Virtud, pobre-za y mujer y Viuda, casada y doncella, los protagonistas viven otras peripecias –típicas también del género bizantino, como la huida o el naufragio– antes de ser apresados.

Los corsarios desempeñan un papel fundamental en la trama, pues solo a partir de su intervención se produce el cautiverio, tema omni-presente en todas estas comedias y prueba definitiva para los protago-nistas, que se mantendrán fieles en su amor y no renegarán jamás de la fe cristiana. Se sigue así el esquema básico de la literatura de corte bizantino, en cuyos dos máximos exponentes, Aquiles Tacio y Helio-doro, al igual que en todos sus epígonos (más o menos renovadores)²¹, el rapto por parte de unos piratas juega un papel fundamental en las aventuras que vive la pareja protagonista.

Las circunstancias en las que se producen varios de estos aprisio-namientos acentúan sin duda el carácter literario de los mismos. Me refiero, por ejemplo, al hecho de que los secuestros de El Argel fingido, Los esclavos libres, El Grao de Valencia y Jorge Toledano tengan su razón de ser en el amor que sienten, respectivamente, Rosardo, Arbolán, Ja-rife y Selín por las protagonistas. De modo semejante, en La doncella Teodor, Zaide rapta a Teodor cuando recorre las costas españolas en busca de una esposa para Celindo.

21. Pienso no solo en la novela bizantina española, sino en comedias de cauti-vos, como las cervantinas, o en no pocas novelle, por poner solo algunos ejemplos conocidos.

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En conclusión, los raptos a manos de los corsarios constituyen uno de los tópicos más repetidos y de mayor importancia en estas comedias. A la hora de componer estas escenas Lope se basa tanto en unos mo-delos literarios definidos como en la realidad histórica de la época, que debió de conocer de cerca durante su estancia en Valencia. Ficción y realidad, literatura y vida, como ocurre a menudo, van muy de la mano.

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