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De víctimas a victimarios: la incidencia del bullyingen los asesinos en masa Agustín Romano*

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De víctimas a victimarios: la

incidencia del “bullying” en los asesinos en masa

Agustín Romano*

“Muchas veces, me pasó que fui

agredido y todos los que estaban

cerca se reían, disfrutaban de las

humillaciones que yo sufría, sin dar

importancia a mis sentimientos”.

-Wellington Menezes-

Resumen

Con el propósito de intentar acercar al lector a una posible explicación de

alguna razón, mediante la cual una persona decide acabar con la vida de otras

masivamente – de manera meditada o impulsiva – en un arrebato que puede estar

signado por la furia, la venganza o la locura entre otros elementos, es que se

presenta el siguiente trabajo, buscando asimismo establecer nexos causales con

un fenómeno que cada vez adquiere mayor presencia entre quienes perpetran

tales matanzas: el padecimiento de “bullying” como elemento predisponerte y

precipitante de los asesinatos en masa.

Se analizarán asimismo las variables bio-psico-sociales que intervienen

en los procesos ligados a la posibilidad de convertirse en acosador y acosado así

como los factores intervinientes y las características de personalidad de estos

últimos para llegar a convertirse en brutales asesinos masivos.

Palabras Clave: Bullying, acosador, víctima, asesinato en masa, centro educativo.

Abstract

In this article, the reader will be led to find some explanation about the reason

why a person decides to kill others in a massive way, in a rampage sealed with fury,

revenge or madness amongst other factors. This article also pretends to link the mass

murders with another phenomenon that increases its presence as a predisponent element

between murderers to commit their actions: the bullying.

Besides, social, psychological and biological issues will be considered as

important factors that, in their interaction, can lead somebody to become a bully or

being a victim of bullying, also considering how this victim and its personality

characteristics can turn him into a mass murder.

Keywords: Bullying, bully, victim, mass murder, school, high-school.

____________________________________________________________________

*Licenciado en Psicología. Psicólogo clínico y consultor en Psicología Forense.

Director de Interforum Consultores. Perfilador Criminal y victimológico.

Introducción

La decisión de una persona por provocar conmoción – consciente o

inconscientemente - tras cometer un crimen violento tal como quitarle la vida a otra

persona, cualquiera sea su motivación, es un hecho que moviliza a la sociedad; ni que

hablar en los casos en que una persona cometa el mismo tipo de acción criminal, esta

vez sobre un grupo numeroso de personas.

Peor aún podría pensarse que sería el caso que esta última situación tuviese

cabida en un grupo integrado por personas menores de edad, entiéndase niños y/o

adolescentes, que es un grupo etario del cual habitualmente es menos esperable que

pueda ser blanco de ataque por parte de un criminal.

Si a esto le sumamos que la posibilidad de quitar la vida a varios jóvenes pueda

ocurrir en los centros de enseñanza a donde asisten para educarse; espacios en los que

normalmente no se considera que asesinatos masivos puedan ocurrir, ciertamente se

podría pensar que se estaría frente a una situación escandalizante que genera alarma

pública.

¿Quién podría imaginarse que en un instituto de enseñanza, en un día en

apariencia tranquilo, apacible, previsible, rutinario, pueda producirse súbitamente un

baño de sangre?

Desafortunadamente, el asesinato masivo ya no es un hecho impensable y

constituye un fenómeno que desde hace décadas viene aconteciendo a través de todo el

planeta, dejando como resultado una cuantiosa cantidad de víctimas en el camino, entre

quienes mueren y quienes quedan sufriendo las pérdidas.

Las vidas de las personas pueden cambiar drásticamente en un instante y de ello

la historia ha sabido dar debida cuenta: masacres como la de Columbine y la de Virginia

Tech en Estados Unidos de América, o la de Tasso da Silveira, en Río de Janeiro, son

tan solo algunos ejemplos que sirven para ilustrar tan terrible probabilidad.

Ante tales acontecimientos, sólo quedan vidas acabadas, desolación, sueños

destrozados, silencios infinitos y un sinfín de preguntas, algunas remanentes sin

respuestas, de las cuales, la que más hace uso de presencia, es la que lleva a

preguntarnos el objetivo de tan cruentos actos: ¿por qué?

¿Por qué una persona decide abrir fuego contra un grupo de personas que se

encuentran en situación extrema de vulnerabilidad respecto a su agresor? ¿Qué

necesidad busca satisfacer internamente quien lleva adelante la masacre? ¿Cuáles

circunstancias y motivaciones le llevaron a tomar tal determinación? ¿Cómo puede ser

alguien capaz de ejecutar esas acciones atentando contra la vida de otros seres

humanos? ¿Quién tiene la culpa de que ocurran estos hechos? ¿La sociedad? ¿La

hiperactividad y drogas antidepresivas? ¿La predisposición genética? ¿Fanatismo

religioso? ¿La disciplina que aplican los padres con ferocidad sobre sus hijos? ¿Abuso

infantil? ¿La escasa disciplina que ejercen los padres sobre sus hijos? ¿El acceso a

violencia a través de medios de comunicación? ¿Enfermedad mental? ¿Los videojuegos

con contenidos violentos? ¿La declinación de los valores morales? ¿El acceso fácil y el

culto a las armas? ¿Todos estos factores interactuando junto a otros?

Uruguay, si bien en su historia ha tenido hasta ahora la fortuna de no haber

padecido un episodio de tales características, no debe dejar de considerar la incidencia

que un acontecimiento de la talla antes descripta pueda tener, con las repercusiones que

eso generaría para la nación en materia de seguridad pública.

¿Qué sucede en este país en relación a ese tema? ¿Están contempladas las

medidas de acción preventivas ante la posible amenaza de ocurrencia de un caso de

asesinato masivo? ¿Se procede en prevención de los factores causantes de un hecho de

tal particularidad? ¿Con el fácil acceso a las armas por parte de los jóvenes, no es

factible que ocurra una masacre como las de Virginia Tech, Columbine o Tasso da

Silveira, esta vez en territorio nacional?

Estudios recientes indican que durante esta última década, entre un diez y un

quince por ciento de jóvenes en Montevideo solamente, resultan afectados por el

“bullying”, un fenómeno que aparece como factor contribuyente en muchos casos al

desarrollo de asesinatos masivos; esta tendencia, según destacan los estudios, tiende a

incrementarse en el país, al agravarse las formas de relacionamiento agresivas entre

jóvenes.

De seguirse agravando la tendencia, ¿qué tan lejos estamos de contemplar

episodios de violencia masiva con varios muertos como resultado, en centros educativos

de este país?

El “bullying”

La vergüenza, el sentimiento de inferioridad, los golpes físicos y emocionales,

forman parte de una trama que se escribe con ataques, rechazos y burlas; sus

protagonistas –acosados y acosadores – dan nombre a una obra denominada “bullying”.

“Bullying” es un término de proveniencia anglosajona introducido en los años

setenta por Dan Olweus, un profesor sueco de Psicología de la Universidad de Bergen,

Noruega, que lo empleó para designar a la intimidación u hostigamiento que realiza una

persona sobre otra; es una forma de acoso y se presenta como un fenómeno que

pareciera acrecentarse, cada vez más presente en el medio social, amparándose para

desarrollarse, en el silencio de las víctimas.

Se denomina “bully” (“torito” literalmente) a quien atormenta y arremete con un

comportamiento agresivo reiterado de manera intencional habitualmente, contra un

individuo más débil o que no puede defenderse fácilmente, produciéndose una

victimización psicológica fundamentalmente.

Por lo general, el “bully” se caracteriza por ser en su accionar, un sujeto brutal,

abusivo y puede proceder de manera solitaria, o por el contrario, acompañado de otras

personas que lo escoltan en sus actos de manera complaciente.

El acto que realizan es el de intimidar a otro/s sujetos durante un lapso de tiempo

determinado, haciendo uso de la fuerza física tanto como psicológica, apostando así a

marcar la relación asimétrica que pretende desarrollar respecto a otro sujeto a quien

“atacar”.

Esta práctica, por parte de quien hostiga, es visto como diversión en muchas

oportunidades, así también como elemento que le permite pertenecer a un grupo que

“celebra” sus actos y los valida (generalmente el “bully” no acosa o abusa en solitario,

sino con un público que presencia sus actos como meros espectadores o que incentivan

a la violencia, conformándose así el denominado “triángulo del bullying” entre

acosador, acosado y espectadores), permitiéndose afirmar una especie de superioridad

externa que le permita ocultar o negar una inferioridad interna.

Quien acosa quiere que los demás vean su obra, para reafirmar su poder sobre su

víctima, deseando ganarse la reputación de persona fuerte, quizás creyendo que ello lo

puede volver más popular entre sus amigos y personas allegadas, pero como se

mencionó, el fin primario del acto yace en otro lado.

El hecho de sentirse tan inferiores frente al medio social, hace que los

abusadores tiendan a compensar dicha carencia mediante el ejercicio de prácticas

abusivas contra aquellos a quienes consideran sujetos pasibles de poder ser dominables,

lo cual le permite también poder ocultar sus propios miedos, cuando los demás aprecian

que es él quien ejerce el control de una situación sobre otros; situación que en definitiva

no puede controlar internamente.

El niño que violenta no es violento por esencia, sino que es una víctima más de

la violencia. Influye en él la violencia que recibe a través de su entorno, de los adultos y

de la mala educación que pueda haber recibido.

El fenómeno del “bullying” es mayoritariamente apreciado en los centros de

estudio, tanto de enseñanza primaria como secundaria, siendo los varones quienes

recurren predominantemente a la violencia física y verbal mientras que las chicas

tienden a emplear mayoritariamente la violencia a través de la marginación y

manipulación de la relación (mayormente, violencia psicológica).

Existen diferentes tipos de “bullying”, entre ellos la manipulación social, que

consiste en que se habla mal de una persona entre varios, se pone en duda su reputación,

atentan contra otra persona, a veces por chisme o rumor; es una agresión pasiva.

También se puede apreciar el hostigamiento, caracterizado por desprecio, falta

de respeto y de la dignidad del otro, y puede ser muy frontal: burla directa. Es un tipo de

agresión activa.

Existe una forma de hostigamiento que recibe diferentes denominaciones, tales

como “hazing” en inglés, “bizutage” en francés y “novatada” en español, y consiste por

definición, en actos tanto físicos como verbales, que degradan a la persona, pudiendo

llegar a intimidarles y como consecuencia le lastiman, padeciendo dolor, sea emocional,

sea físico; esta práctica emerge como una forma de iniciarse a la pertenencia a un grupo.

Esta forma de hostigamiento se caracteriza por una sumisión a una autoridad y

reglas que se aplican durante un tiempo relativamente breve y sin estructura formal; en

ella la persecución está plenamente establecida. Tras superar las pruebas de iniciación al

grupo, el sujeto acosado no es más perseguido e ingresa al grupo al que desea pertenecer

generalmente.

Otro tipo de “bullying” es la intimidación, en la que la persona es amedrentada a

hacer algo que no quiere (a veces se disfraza de falso afecto). No se tolera la diferencia,

hay prejuicios, puede haber extorsión, amenaza a la integridad física. Generalmente se

presenta como un proceder de características mafiosas, aplicable en un colectivo en el

cual no existen reglas de convivencias e impera la desorganización, frente a lo cual todo

tipo de abuso se hace posible.

Se plantea también la existencia de diversos acosadores, entre los que destacan

el acosador inteligente, caracterizado por ser un sujeto que goza de popularidad en el

grupo, con el don de manipular a los demás para que cumplan con sus deseos y órdenes,

pudiendo llegar hábilmente a camuflar su actitud de intimidación.

También están los acosadores poco inteligentes, que presentan comportamiento

antisocial, acosando directamente a su víctima. Por otra parte está el acosador víctima,

que es quien acosa a personas más débiles pero a su vez él es débil y es acosado por otro

acosador.

Habitualmente, tanto en la primaria como en secundaria, quienes ejercen la

intimidación son niños más grandes que aquellos de quienes abusan, y se caracterizan

por ser un tanto agresivos, de baja autoestima (la cual pueden compensar – o encubrir –

con manifestaciones de alta autoestima como de alguna manera se reflejaba

anteriormente), ansiosos, y con escasa tolerancia a la frustración.

Es de observarse también otro elemento que influye y es el que atañe a que no

reciben la suficiente atención que merecen o quisieran recibir por parte de sus padres

como también de sus educadores en los centros de enseñanza.

Aquí cabe destacar la presencia que hace el círculo de violencia en estos

abusadores, que los signa, en tanto habitualmente son chicos que provienen de hogares

disfuncionales, puesto que si bien la familia puede estar constituida con todos sus

integrantes y que todos tengan su rol asignado, el mismo a veces no se cumple de la

manera mejor esperable, en tanto los chicos que son abusadores en su centro de

estudios, pueden recibir violencia en sus propios hogares, por parte de otros hermanos

mayores en caso de que los tenga, que ejerzan abuso sobre él, así también como por

parte de un padre o una madre que constantemente puede rezongarles, insultarles,

desmerecerles sus actitudes, descalificándoles y aplicar sobre ellos diferentes tipos de

violencia.

Otro elemento a destacar es que suele hallarse que en lo concerniente a la

relación con sus padres, suele combinarse permisividad en exceso con carencia de

afecto por parte de estos.

Así, los límites podrán ser transgredidos plenamente sin importar lo que de ello

derive, aún perjudicando a otro/s.

En la casa, los hijos no pueden en muchos casos enfrentarse, sobre todo

físicamente, a esas figuras que para él pueden representar autoridad, como el padre,

madre o persona de quien dependen, considerando el hecho de que no tienen la misma

fuerza que un adulto, y frente a ello, se desarrolla el denominado círculo de violencia, el

cual se emplea en la escuela, o en el instituto de educación secundaria.

Allí seguramente podrá encontrar personas más “débiles” que él, en quienes

capta la posibilidad de hacer depositarios de sus desavenencias en el hogar, sus enojos,

dolor y frustraciones; sobre estas personas reproduce el discurso que adquiere por parte

de su familia; un discurso basado muchas veces en plena violencia, la cual ejecuta en la

práctica con sus compañeros de estudios, satisfaciendo así sus impulsos agresivos.

La identificación con el agresor, como fuera descrito por Anna Freud, se luce

aquí en todo su esplendor, siendo así que otros pasan a ser depositarios obligados de los

mismos sufrimientos que el abusador recibió cuando fue violentado. Claro está que el

abusador puede no identificar que está produciendo sufrimiento a su víctima.

El agresor es introyectado y por tanto, el sujeto deja de sentirse como víctima;

dicha identificación le sirve como mecanismo defensivo que hace que los aspectos

atacados sean proyectados al exterior. De esta manera, el acosador adquiere una

sensación de poder y de seguridad respecto a quienes acosa y también respecto a sí

mismo, pero en realidad, el asunto no queda allí solucionado, puesto que de todas

maneras, sigue siendo tan víctima como siempre lo fue, no llegando a compensar

definitivamente su impotencia por el rol que debió ocupar, sólo que ahora, agrega otro

elemento a su padecer, y es que alimenta violencia con más violencia.

En base a lo expuesto, cabe destacar que el proceso de elección de sujetos a ser

abusados presenta una doble vertiente desde el punto de vista psicológico, tanto

consciente como inconsciente.

El abusador no tolera muchas veces que quien elige como víctima de su abuso, a

quien tiene enfrente, le remueve sus propios miedos, inseguridades, frustraciones, las

cuales no puede soportar, y es así que necesita remediar ese sufrimiento interno,

proyectando la agresión en un “objeto” externo que representa lo negativo que posee

sobre sí, atacándolo; atacando el reflejo de sí mismo en definitiva.

En otras oportunidades, también ocurre que el discurso que se recibe a nivel

familiar, sobre todo en aquellos chicos que reciben un golpe o un insulto por parte de un

compañero, es el de que necesita aprender a defenderse, a no dejar que nadie le insulte o

le golpee, y ante eso, la opción que le brindan, es la de responder de la misma manera,

lo cual constituye otra forma de promover el círculo de violencia.

La consecuencia de estos actos puede derivar en una interpretación de los hechos

alterada, errónea, y ello conlleva una distorsión cognitiva que va en detrimento de estos

chicos, en tanto muchas veces atribuyen a otro la responsabilidad de los actos que

emprenden, no tomando conciencia de la dimensión de los hechos que cometen.

La falla de empatía se torna evidente, al no poder posicionarse en lugar del otro

para poder sentir lo que otra persona puede estar sintiendo como consecuencia de la

aplicación de violencia sobre ella.

Cabe mencionar que de alguna manera, el desarrollo de las prácticas de

“bullying” termina configurando u otorgando en cierto sentido, una identidad al

acosador, en tanto sin la comisión de abuso, de esa violencia que fue incorporando a lo

largo del tiempo y que con el tiempo aplica sobre otros más vulnerables, muchas veces

pierde su “rumbo”, su creencia de que es alguien en la vida, porque eso es lo que

aprendió desde hace tiempo.

Se ha empleado recientemente el término de “violencia horizontal”, el cual se

relaciona con el hecho de la jerarquía similar que se comparte entre quien acosa y quien

es acosado. Por otra parte, se entrelaza el concepto de “violencia vertical descendente”,

el cual hace alusión al proceso mediante el cual el abusador ejerce su poder y su

maltrato sobre sujetos que considera merecen o pueden ser abusados.

Si bien también existe el concepto de “violencia vertical ascendente”, el cual

refiere al ejercicio de poder por parte de personas inferiores hacia personas superiores

(por ejemplo, de alumnos hacia docentes), el mismo no es tomado en consideración para

los fines de este trabajo.

Los acosados

En cuanto a las víctimas, no ser diferente parece ser la consigna, a riesgo de que,

de incurrir en lo contrario, se obtiene un seguro pase a una espiral signada por la

violencia en la que, de sostenerse en el tiempo, la acción de los acosadores puede

desembocar en consecuencias permanentes que dejen profundas heridas en el psiquismo

de una persona víctima de acoso, llegando incluso a destruirles la vida.

Quienes sufren la intimidación, principalmente son aquellas personas

vulnerables en las que los abusadores detectan particularidades o situaciones que de

alguna manera les pudieron resultar traumáticas o estresantes, como por ejemplo haber

sufrido la separación de la pareja parental, así como características de la personalidad,

tales como depresión, tristeza, soledad o timidez, con tendencia al aislamiento, entre

otras.

Se distinguen habitualmente dos tipos de víctimas; las pasivas y las

provocadoras. Las primeras las constituyen quienes son inseguros y débiles físicamente,

siendo blanco fácil para el acosador y presentan las características de personalidad

descriptas en el párrafo anterior. En tanto las provocadoras, son aquellas víctimas que se

caracterizan por tener comportamiento irritante (por ejemplo, chicos hiperactivos) que

hacen que quienes los acosan, lo hagan bajo el pretexto de que no soportan dicho

comportamiento que les resulta molesto.

Es necesario remarcar que quienes son acosados, son chicos que por sus propias

características de personalidad, entre las que destacan inseguridad y ansiedad, no son

provocadores de peleas de modo tal que terminen siendo acosados por los abusadores,

sino que como se mencionó, los abusadores los eligen como objetivo de acoso porque

les despierta aspectos de sí mismos intolerables que al verlos proyectados, se tornan

agresivos.

Los ataques e intimidaciones a las que se ven expuestas las víctimas de este tipo

de acoso, tienen como destino provocar dolor, sufrimiento, miedo y daño.

Entre las consecuencias del “bullying” mientras este es padecido activamente, se

destacan la angustia y sentimiento de desadaptación que puede llegar a sentir quien la

sufre, en tanto cada vez más puede ver incrementada la violencia que se ejerce contra su

persona por parte del abusador, afectando áreas tan importantes de su vida emocional

como la referente a su propia autoestima.

Respecto a la autoestima, cabe mencionar que es un aspecto devaluado tal como

se reseñó anteriormente, tanto en quien acosa como quien es acosado, por lo cual se

presentan dos caras de una misma realidad, sólo que en diferentes niveles, oficiando uno

en una función refleja respecto al otro.

Ambos, acosador y acosado, se complementan mutuamente, y de alguna manera,

en un registro inconsciente, quienes son abusados, optan por ocupar dicho lugar,

considerando que en muchos casos, no hacen nada por establecer un límite frente al

abusador, y permite seguir siendo abusado.

En quienes son abusados entra a verse afectada la propia identidad, en tanto por

lo inmanente de la situación a la que se exponen, se atraviesa por procesos en los que la

socialización se ve afectada, y se empiezan muchas veces a autoexcluir de sus pares,

sintiendo asimismo que existe un rechazo social, considerando que no están a la par del

grupo y que frente a ello pierden el sentimiento de pertenencia del mismo, debido a que

se sienten perseguidos, no desplegándose la posibilidad de un desarrollo saludable en lo

que a vinculación con otros se refiere.

Al ser dominada, la víctima ve neutralizadas sus capacidades, anulándose lo que

le es específico, perdiendo sus resistencias y capacidad de oposición.

Cuando las capacidades de defensa del abusado así como su sentido crítico se

ven anulados, la consecuencia resulta ser la imposibilidad de que el sujeto pueda llegar

a rebelarse ante su padecer. De tal manera, se vuelve incapaz de reaccionar, tornándose

cómplice de su situación opresiva, volviéndose un objeto para el abusador.

Claro está que más allá del aspecto inconsciente donde abusado y abusador se

complementan, cabe consignar que en el caso de la víctima, no existe nunca un

consentimiento explícito para ser abusada. Lo que ocurre es que al anularse su

capacidad de reacción y defensa, no puede desarrollar un pensamiento crítico, propio,

que le permita no quedar limitado a ser acosado.

Hay otros sujetos abusados que a partir de experiencias de abuso que padecen,

aprenden a desarrollar estrategias y emplean herramientas que les son útiles como para

emponderarse y lograr poner un freno a la situación que atraviesan respecto al abuso y

al o los abusadores.

También están aquellos sujetos que se ligan a un aspecto más destructivo como

consecuencia de su padecer, acabando su agonía muchas veces en suicidio, por no

encontrar elementos suficientes que les permitan hacer frente a situaciones tan

angustiantes que los acosadores remueven en ellos; es así que optan por acabar con sus

vidas.

Las víctimas se sienten solas respecto a lo que les pasa, en tanto ni la familia ni

los amigos muchas veces llegan a tomar conciencia de la dimensión de los hechos por

los que atraviesa la víctima. También ocurren los casos en que quienes están al tanto de

las agresiones que sufre un familiar o amigo, optan por mantenerse al margen de la

situación, aislando aún más a quien padece el acoso.

La frustración respecto a la ausencia de sentir que pueden ser parte perteneciente

de un grupo de referencia, ligado a la exclusión y el rechazo, genera pensamientos y

sentimientos de impotencia que redunda en una gran sensación de soledad y

desesperanza, hallando en la muerte una forma de poder aliviar su penosa situación.

Por otra parte, como contrapartida y como forma alternativa de canalizar su

sufrimiento, podrían citarse los casos en que terminan, por ejemplo, incurriendo en las

matanzas que son de pública notoriedad y que de alguna manera responden a que estos

sujetos víctimas de “bullying” no pueden dirigir la agresividad tan intensa que sienten

contra su propia persona.

Del “bullying” al asesinato en masa: transición fatal

Sentir que se ha perdido todo en cuanto a la posibilidad de desarrollar nuevos

vínculos, que se ha sido relegado, que la vida no adquiere nuevos sentidos en tal

sentido, que la misma es cruel, que no se es reconocido ni valorado, son factores que

conjugados en una misma persona en que las relaciones humanas se ven alteradas,

hacen que la agresión contra el mundo que le lastimó sea proyectada, y las formas que

pueda llegar a adoptar para manifestarse, puede ser extremada y literalmente,

sanguinaria.

La violencia engendra más violencia, reza una vieja frase; ella es considerada

como una forma extrema de resolución de conflictos, que aparece cuando el ser humano

no puede afrontar por otros medios la salida a una situación problemática; como

consecuencia, reproduciendo dicha violencia, la misma se arraiga como elemento

resolutivo de instancias problemáticas y es así que el conflicto, más que solucionarse,

tiende a agravarse. Si a esto se suma que la violencia es padecida por alguien que a su

vez de por sí tiende a ser agresivo, debido a una escasez en el manejo y control de

impulsos o que sea una persona tímida, las implicancias pueden ser mucho peores.

Muchas personas que a lo largo de su infancia, y también en parte de su

adolescencia se vieron expuestas a sufrir una escalada de hostigamiento por parte de

personas abusivas día tras día durante un prolongado período de tiempo, han llegado a

convertirse en víctimas de sus propias circunstancias, las cuales les han llevado a

protagonizar hechos sumamente violentos.

En varias ocasiones, perciben que la única salida “digna” a su malestar sería

ocasionando a otros el mismo tipo de dolor que le hicieron padecer tiempo antes, que le

hicieron frustrarse y sentirse maltratado, siendo un feroz ataque la manera en que tanta

tensión y bronca acumulada a lo largo de mucho tiempo, estalla; es así, que en un

momento empieza a dar rienda suelta a su sed de venganza.

Frente a este fenómeno, se ha dado a conocer un síndrome que en psicología y

psiquiatría se conoce desde el año 1972 como Síndrome Amok.

Amok proviene de una palabra malaya, “meng-âmok”, la cual significa “atacar y

matar con ira ciega”. El Síndrome es definido por la Organización Mundial de la Salud

como “un episodio aleatorio, aparentemente no provocado, de un comportamiento

asesino o destructor de los demás, seguido de amnesia y/o agotamiento. A menudo va

acompañado de un viraje hacia un comportamiento auto-destructivo, es decir, de

causarse lesiones o amputaciones llegándose hasta el suicidio”.

En criminología, se describe a muchos asesinos masivos que padecen de este

síndrome, el cual se caracteriza por el hecho de que uno o varios sujetos van

acumulando tensión por diversas causas, consecuentemente con preocupación,

desolación y hasta depresión. Tras tiempo de tensión acumulada, comienzan a emitir

señales de que van a producir un ataque, el cual es anunciado a través de internet o en

cartas que escriben. Un día, tras tanta tensión acumulada y habiendo planeado

estratégicamente su acción asesina, accede a dar rienda suelta a su rabia y explota de

manera salvaje.

Quien padece dicho síndrome, llega a estar armado y comienza a atacar, herir y

dar muerte de manera indiscriminada a toda persona que se cruce en su camino, en este

caso en consideración, en centros de estudio. El desenlace se produce cuando el sujeto

se suicida o es detenido.

Nada justifica per se los actos criminales de estos devenidos asesinos, pero sí es

necesario reflexionar acerca de los motivos que subyacen al hecho de que un sujeto

pueda llegar a arremeter contra otros con el fin de quitarles sus vidas, y para esto, es

necesario considerar la importancia de las secuelas que el hostigamiento y la

intimidación a la que durante mucho tiempo se vieron expuestos pueda haber marcado

en ellos.

Emergen como factores precipitantes que acaban promoviendo la detonación de

otros factores del individuo (factores predisponentes), quien se ha visto sometido a

maltrato psicológico y físico eventualmente de larga duración.

No hay causas determinantes ni que aisladas sean por sí suficientes para explicar

este fenómeno del asesinato masivo en centros escolares; muchos factores en

interacción contribuyen a la creación de un asesino en masa y cabe destacar que en la

mayoría de los casos se encuentran al “bullying” cometido por otros compañeros o el

abuso infantil como factores presentes al rastrear la historia de estos sujetos.

De todos modos, si bien existen estos factores mayormente presentes en estos

jóvenes, es necesario mencionar que muchas víctimas de abuso en la infancia o

“bullying” no se dirigen a cometer crímenes horrendos.

El asesino en masa es aquel que asesina a tres o más víctimas, atacando en un

mismo lugar o escenario del crimen. Se distinguen habitualmente entre dos tipos de

asesinos en masa: el clásico y el familiar.

El considerado en este trabajo sería el clásico, quien se caracteriza por cometer

el crimen en un solo espacio y en una sola instancia, la cual puede llevarle de minutos a

horas. Suele ser descripto como un perturbado que posee problemas que se incrementan

llevándole a actuar contra un grupo de personas que no tendrían incidencia en sus

problemas, al menos totalmente, utilizando diferentes métodos para aniquilarles,

principalmente empleando armas de fuego.

Del estudio de los casos más renombrados de asesinato en masa en centros de

estudio, se observa en lo concerniente a perfilación criminal se refiere, que quienes

habitualmente cometen los actos son adolescentes, que portan una gran acumulación de

factores de riesgo de larga data.

La adolescencia como etapa vital se signa por varias características, siendo una

de tantas que existe, el sentimiento de omnipotencia, el cual no deja de apreciarse por

parte de quien comete los crímenes; sentimiento que se manifiesta a través de la

particularidad en la que estos sujetos todo lo pueden y logran. Sienten que son

invencibles y que sus propósitos serán consumados por una vez y a partir de este

momento en sus vidas; esto, sumado al sufrimiento al que se vieron expuestos durante

largo tiempo como víctimas de intimidación por parte de otro u otros compañeros

escolares en las que fueron objetos de burlas y destratos, los lleva a entender que tienen

el derecho de clamar por venganza, de la cual se valen por mano propia.

Siguiendo con lo que al perfil de este tipo de asesinos se refiere, la mayoría de

ellos son hombres, siempre teniendo en cuenta que el ámbito en consideración en este

trabajo es el académico (primaria, secundaria, universidad).

En su mayoría tienen entre 25 y 35 años de edad, exceptuando quienes abren

fuego en instituciones de enseñanza secundaria, siendo alumnos de las mismas. Una

gran diferencia entre los adolescentes y los adultos que cometen masacres en centros

escolares, radica en que los primeros, casi invariablemente, tienden a comentarles a sus

amigos acerca de sus intenciones llegando incluso en ocasiones a involucrarlos en sus

planes.

Destaca en ellos el hecho de que establecen como motivo de su accionar, la

venganza o la fama, ya que en su vida se han considerado seres insignificantes y con el

crimen pasaran a la historia como sujetos notorios, quienes tendrán la última palabra al

emprender su masacre. De ello dan cuenta las verbalizaciones expresas que hacen a sus

allegados, las cartas que dejan, los videos que graban informando su próxima ordalía.

Por otra parte, existen quienes no dan señales visibles de la atrocidad que

cometerán, y arremeten en silencio, pasando inadvertidos hasta que cobran notoriedad

por los efectos de su emprendimiento criminal.

La presencia de cierto trastorno de personalidad narcisista que podría

denominarse “narcisismo maligno” – un tipo de diagnóstico controversial en tanto suele

asociarse en cierta medida con el trastorno de personalidad fronterizo o borderline –

hace que este tipo de asesinos encuentre al suicidio como una salida insuficientemente

dramática en relación a sus necesidades.

Así, esa necesidad de fama a la que se hacía referencia, entre otros aspectos, es

lo que los motiva a emprender su accionar criminal, a la vez que buscan aniquilar a todo

aquel que ha provocado profundas heridas en su persona.

Parecería como norma la confluencia de aspectos de una personalidad que podría

denominarse como anormal en su desarrollo, conjuntamente a un ambiente social

desfavorable; en ese interjuego, estos sujetos plantean una dificultad extrema para

establecer relaciones de empatía con otras personas, quienes terminan siendo

conceptualizadas como objetos que pueden ser desechados sin ningún inconveniente,

deshaciéndose de ellos con total frialdad.

En estos asesinos, cabe consignar además que presentan tendencia al aislamiento

social, depresión desde el punto de vista clínico y dificultades de relacionamiento con

otros sujetos puesto que se sienten lastimados o agredidos.

A pesar de su soledad y aislamiento, estos asesinos tienden a pertenecer a un

grupo de personas que dan vida a sus deseos homicidas, no más sea sólo en el plano de

las fantasías.

A estas características debe añadirse elementos de paranoia presentes en ellos,

puesto que consideran que los demás les quieren perjudicar; así, el mundo pasa a ser un

lugar hostil e inseguro para ellos, la vida no les es justa y los demás tienen la culpa de

su padecer. Ante este argumento, desarrollan la idea fija del asesinato como recurso

posible de dar solución a la injusticia que sienten se cernió sobre ellos, desatando su

furia contra la sociedad por la cual sienten un gran resentimiento, a pesar de que no

resulte muy evidente tras su apariencia “normal”.

Suelen ser sujetos con baja autoestima que cuando deciden llevar adelante su

accionar criminal, adoptan una identidad poderosa y peligrosa, maligna, como forma de

compensar la vulnerabilidad, la inseguridad y amenaza del entorno, que en definitiva les

impediría de alguna manera cometer sus actos cruentos. Con los disparos, sienten que

ganan la “confianza” suficiente como para poder salirse de esa posición tan vulnerable

en la que se hallan habitualmente.

Estos asesinos en masa son seres depredadores, sujetos habitualmente

inteligentes que planifican su crimen con deliberado cuidado y aparente falta de

remordimiento y emoción. Rinden comúnmente con buenas calificaciones a nivel

académico; si son expulsados de su centro de estudios, la causa seguramente no radique

en mal rendimiento, sino en problemas de conducta.

Los fracasos a nivel amoroso se presentan como otros de los elementos que

destacan en este tipo de perfil, sufriendo muchas veces el rechazo y la frustración

consecuente.

Asimismo, se caracterizan también en su mayoría por haber expresado ideas

suicidas anteriormente a las masacres, las que habitualmente son desestimadas. Por otra

parte, dentro de lo que al perfil de estos sujetos refiere, muchos de ellos tienden a

referirle a alguien muy cercano lo que están planeando hacer cuando van a cometer un

crimen masivo, o de lo contrario, lo explicitan en cartas o mensajes vía internet, como

forma de dejar su legado explícito al mundo, producto de la violencia a la que fue

sometido y por la cual entiende debe hacer “justicia”.

Estos asesinos en masa difieren de otro tipo de asesinos, como los que son en

serie, puesto que estos últimos buscan víctimas, no específicamente escenarios como los

asesinos en masa; además, habitualmente tienen otro tipo de motivaciones, así como

también cometen sus crímenes basados en otros procedimientos y características;

tampoco tienen motivaciones ideológicas de gran porte como puede ser el caso de los

genocidas que actúan en tiempo de guerra principalmente. Para algunos autores, los

asesinatos masivos en centros de estudio son una suerte de actos terroristas, sin el

mencionado núcleo ideológico, si bien en algunos casos se ha apreciado que los

asesinos eran seguidores de determinado tipo de ideología sustentada en obras como

“Mein Kampf” de Hitler o escrituras de Nietzsche.

Los asesinos considerados en este trabajo habitualmente son contemplados

dentro de una categoría de asesinos masivos conocida como "pseudo-comandos", es

decir, gente obsesionada con la parafernalia militar y las armas de fuego, llegando a usar

determinado tipo de uniforme (como el militar) para cometer su crimen o se visten de

tal forma para grabar un video donde dejarán plasmado su mensaje de destrucción

anunciada, tal como el caso del asesino de Virginia Tech.

A su vez cabe destacar que miran reiteradamente escenas de violencia y

destrucción de cierto tipo de películas, escuchan determinado tipo de música con la cual

se identifican por su letra principalmente (Marylin Manson ha sido uno de los tantos

músicos que ha aparecido en la nómina de los más escuchados por este tipo de

asesinos), e incluso llegan a recitar citas clásicas de la literatura o películas que sirven

para la ocasión (frases sobre el juicio final o destrucción en general); todo dentro del

plan de elaboración de cara a la masacre que planifican.

Al momento de asesinar, se despliega todo en el escenario que han montado: los

trajes que usan, la adopción de posturas para disparar sus armas, el registro extenso de

agravios que hace el asesino y declaraciones que deja por diversos medios para dar a

conocer su legado al mundo; esfuerzos en definitiva que buscan como propósito afirmar

una identidad grandiosa, la cual entiende que el mundo no puede percibir o le niega.

Es apreciable que el trastorno es demasiado grande en estos asesinos en masa,

pero la magnitud de sus actos no llega a ser medible en muchos casos por los mismos,

quienes se ven cegados por la furia que los invade y la impulsividad, que en estos casos,

no tiene límites.

Tal como si se tratase de una práctica de tiro al blanco, comienzan a disparar sus

armas en contra de aquellos quienes entienden que alguna vez le produjeron mucho

daño; aquellos que en definitiva no necesariamente fueron quienes le produjeron su tan

“doloroso” daño, y en su trayecto destructivo, la vida de muchas víctimas inocentes son

arrebatadas en un acto que a simple vista, carecería de total sentido.

Como corolario, estos sujetos acosados devenidos asesinos, luego de cumplir

con su mandato autoimpuesto, terminan quitándose su propia vida generalmente,

cuando se ven rodeados por las fuerzas policiales.

Considerando lo que dejan visualizar varias historias de este tipo, podría

pensarse que su misión ya ha sido cumplida y tras haber experimentado una vida llena

de sinsentidos y carencias de considerables dimensiones, la cual no les pudo dar lo que

tanto pudieron haber anhelado, creen que es tiempo de partir al verse acorralados; un

acorralamiento que puede pensarse desde el plano simbólico como aprisionante, y que

resulta extremadamente insoportable, ante lo cual, la salida más rápida, tras dejar un

reguero de muerte, termina siendo la de dirigir tanta bronca, frustración y agresión

contenida durante tantos años sobre sí mismo.

Lamentablemente, cuando la información de este tipo de tragedias se hace

presente, dejan tras de sí un impacto social que podría considerarse efímero, y la

indignación que provoca en lo colectivo llega a disiparse con el transcurrir de poco

tiempo, muchas veces argumentándose que los hechos de este tipo se multiplicarán con

el transcurso del tiempo en tanto es el destino, que marca que la violencia esté instalada

cada vez más en la sociedad. Ello lleva a producir resignación sin tomar medidas

preventivas ante este tipo de hechos; sólo se genera un espanto a nivel social que se

esfuma, una y otra vez, y reaparece cuando otro hecho sangriento de similares

características vuelve a acontecer.

Algunos casos de asesinatos masivos

Eric Harris y Dylan Klebold

La adolescencia como etapa de la vida deja huellas importantes en la vida de una

persona. Es un momento vital en el que el ser humano comienza a desarrollarse en

muchos aspectos a la vez que transita por varios procesos entre los cuales hay

desprendimientos; dichos procesos se enmarcan en sucesivos cambios, a nivel social,

familiar, académico, sexual, entre otros.

Los adolescentes como tales necesitan identificarse con modelos que les sean

familiares, y ser popular en muchos de estos jóvenes marca una tendencia, como

estereotipo, a la vez que existe otro fenómeno relativo al hecho de que los adolescentes

necesitan pertenecer a un grupo de referencia. En esta etapa puede suceder que los

jóvenes se unan a sectas, pandillas y se introduzcan al mundo de las adicciones.

No es menor en importancia el hecho de que en la etapa adolescente, se apuesta

a desarrollar el sentido de pertenencia considerando que el joven se encuentra con pares

a los cuales le ocurren cosas similares precisamente por la etapa de la vida en que se

encuentra, signada entre otras características por la confusión que le es inherente.

Precisamente tanto en escuelas primarias como secundarias, el adolescente

puede encontrar un universo de “tribus” a las cuales “afiliarse” en busca de consolidar

su proceso identificatorio, pero ¿qué pasa cuando su perfil no encaja dentro de la oferta

existente en ese ámbito al cual ingresa y se inserta? ¿Cómo puede llegar a afrontar un

adolescente su exclusión, discriminación y rechazo, siendo que a la vez tiene que

enfrentar un montón de situaciones conflictivas inherentes a su ser, que lo envuelven en

un mar de incertidumbres del cual muchas veces no encuentra la manera de salir? ¿A

qué recursos puede echar mano cuando los mismos son escasos o nulos, y la

continentación tanto del grupo de pares como de su familia está ausente? ¿Qué

consecuencias deriva de ello a lo largo del tiempo?

Para responder estas inquietudes, una de las posibles respuestas se puede hallar a

modo de ejemplo en el célebre episodio ocurrido durante el año 1999, en el cual el

mundo observó impactado el trágico acontecimiento que ocurrió en una escuela

secundaria de Jefferson County, Colorado, Estados Unidos, consistente en el hecho de

que dos estudiantes sembraron instancias que transitaron del horror al pánico, entre la

población de estudiantes y docentes que se encontraba a su paso y que perecieron como

consecuencia de la matanza perpetrada por aquellos.

Eric Harris y Dylan Klebold, de 18 y 17 años de edad respectivamente,

ingresaron al recinto estudiantil del cual eran estudiantes, portando consigo dos

escopetas, dos pistolas semiautomáticas calibre 9 milímetros, una carabina, 99 bombas

de propano y sendos dispositivos explosivos.

Abrieron fuego en diversos sectores del centro de estudios (biblioteca y

cafetería), totalizando un total de 13 víctimas fatales, entre los que contaban 12 alumnos y un docente, dejando asimismo un saldo de 24 estudiantes heridos. Ambos jóvenes que

perpetraron la matanza, se suicidaron tras el hecho.

En vida, estos adolescentes tenían como antecedente el gusto por internet,

dándole un fin destinado a publicar información sobre videojuegos bélicos. Asimismo,

tenían un blog en el cual demostraban lo que opinaban respecto a sus amigos,

compañeros y padres. Por otra parte, publicaron manuales de fabricación de dispositivos

explosivos caseros e instrucciones sobre maneras de causar daño, con los respectivos

registros de los problemas que estaban ocasionando.

Con el transcurrir del tiempo, el blog que habían creado sirvió para que Harris

pudiera dar a conocer su odio hacia la sociedad, así como las amenazas que efectuaba a

profesores y alumnos de la institución académica a la que concurría, siendo algunas

amenazas de muerte.

Por un antecedente de hurto de material informático de un furgón por parte de

ambos adolescentes, Harris debió incluso asistir a un centro para tomar clases de control

de ira. Este joven además tenía cambios de humor repentinos y depresiones. Dylan

también sufría de depresión.

Estaban resentidos, enojados en primer lugar con su familia, puesto que ante las

señales de alerta que estaban emitiendo y tras el arresto sufrido en una oportunidad, no

les fueron puestos los límites necesarios por parte de sus respectivos progenitores, ni les

fue prestada la atención necesaria que estaban requiriendo. Así, viven a través de la

violencia, en una etapa de su vida muy peculiar como lo es la adolescencia, en la que el

ser humano empieza a ser más impulsivo, así también como se demuestran más

narcisistas y arrogantes. Es de destacar que ambos jóvenes eran fanáticos del régimen

nazi.

Luego de acontecida la masacre, una investigación reveló que el director del

centro de estudios era un “bully” sádico con los estudiantes que a su vez eran atletas.

Algunos docentes, entre quienes se encuentran los que presenciaron el acto de

“bullying” del devenido director, ex entrenador de los atletas, no intervenían ante los

acontecimientos, alegando en algunos casos que ello les habría costado el empleo. Tanto

Dylan como Eric fueron atormentados sin misericordia bajo el régimen de su viejo

entrenador, al igual que cualquier otro estudiante que estuviese a la par de ellos. Esta

información aparecería como otro dato a tener en consideración al momento de buscar

factores que puedan brindar explicaciones al por qué de esta matanza.

En relación a la masacre que cometieron, estos jóvenes tenían estrategias

delineadas, pensadas; a pesar de lo impulsivo que caracteriza a la adolescencia, este no

fue un acto impulsivo, sino premeditado.

Cabe consignar que a nivel psicológico, en lo proyectivo, como sienten que la

gente no los quiere, los destruyen, antes de que sean destruidos ellos por los demás; de

allí el rechazo y desprecio manifiesto de Harris hacia la sociedad que planteaba en su

blog de internet.

Ambos se sintieron violentados por la familia y el medio social; ante eso

respondieron y llevaron adelante su matanza. También tenían en claro que no se iban a

dejar atrapar por la policía, por lo cual se suicidan.

En declaraciones posteriores al suceso, sus padres pensaban que en su casa

nunca había ingresado un arma.

Michael Moore, director del documental “Bowling for Columbine” que hace

referencia a esta matanza en particular, refiere que atribuye el episodio a la permisividad

de las armas de fuego en Estados Unidos y este punto de vista no debe dejar de ser

considerado como un factor de relevancia, en tanto, si se toma en cuenta otro caso que

ocurrió en Australia, a partir del cual la legislación fue más severa en cuanto al acceso a

armas de fuego por parte de la población, se observó que cesaron las muertes en general

por armas de fuego en el ámbito escolar. Sin dudas que la cultura, la situación

económica y las características que hacen a una sociedad tiene mucho peso al momento

de tomar en consideración este fenómeno y son factores que no deben dejarse de

tenerlos presentes para aportar a la explicación de estas matanzas.

Las matanzas en centros de estudio son un fenómeno que ocurre hace

aproximadamente cincuenta años en el mundo y es un hecho de que los tiroteos en

centros de enseñanza no serían posibles sin la presencia de armas de fuego que sean

accesibles y a su vez de fácil adquisición económica, fáciles de cargar y de disparar,

capaces asimismo de descargarse varias veces en pocos segundos contra sus objetivos.

Cabe consignar también que muchos países han adoptado medidas pertinentes

para que el acceso a armas de fuego se vea restringido, o retrasado al menos, como ha

sido el caso de Alemania que tras un año 2002 que dejó un saldo de 17 muertes, optó su

legislación por retrasar la edad de 18 a 21 años para poseer armas de fuego.

Importante sería que todos los países tomaran en consideración este tipo de

medidas, y Uruguay no es un país que debiera ser ajeno a ello, en tanto conocido es por

cifras oficiales, el porcentaje de jóvenes que delinquen con armas de fuego, ante lo cual

el acceso a las mismas no se torna dificultoso, y episodios como el de Columbine,

fácilmente podrían suscitarse en este territorio.

Seung-Hui Cho

“Me llamo Seung-Hui Cho y vivo en los Estados Unidos de Norteamérica, el

país de las oportunidades. Estudio en la Universidad Politécnica de Virginia, en

Blacksburg, y voy a hacer algo grande con mi vida, todos me conocerán y seré portada

en los diarios del mundo entero. Ya estoy preparado para lo que tengo que hacer.

En la universidad siento que todos me miran raro, por esta cara oriental que

tengo, por ser diferente a ellos. Yo, la verdad, tampoco me gusto así, me hubiera

gustado ser de otra manera, sobretodo para que las chicas me hicieran caso.

Cuando me miro en el espejo veo en mis ojos el reflejo de lo que soy, porque no

soy nada para mí ni para nadie; aun así les voy a demostrar que se equivocan y que

puedo decidir sobre sus destinos. Yo, a fin de cuentas, a pesar de esta cara oriental, soy

igual que ellos, pues estoy pasado por el tamiz de su cultura occidental. He visto cada

una de sus películas violentas y tengo adoración, como ellos, por las armas de fuego,

pero en el fondo de mis sentimientos los aborrezco porque cada día me acorralan en un

rincón.

Me hubiera gustado, como a muchos, ir a matar árabes a la guerra Irak, aunque

sea para olvidarme de mis despreciables compañeros de clase, pero no puedo porque

soy surcoreano. De todas formas, no daría mi vida por esta mierda de nación, a no ser

que me dejaran hacer prácticas de tiro con seres humanos; aunque, de todas formas, ya

me da lo mismo, porque aquí también puedo demostrar mis habilidades con un arma de

fuego.

Ellos, mis compañeros y todos los habitantes de este país, no saben lo que es ser

humillado y crucificado a diario, aguantar sus miradas despectivas mientras

compruebas lo engreídos que son, ambicionando una existencia dedicada únicamente a

satisfacer los sentidos, con sus cadenas de oro y sus estupendos coches, cuando nada es

suficiente y tienen que divertirse a costa de mi cara oriental.

Yo soy como Jesucristo, al que crucificaron por ser distinto, por no pensar como

ellos, y ésa es la pena que cargo a diario: esa cruz que son todos ellos. Pero ya me

cansé de soportar este peso que me agota y seré un mártir de su propia religión, la

religión de la violencia que reside en las entrañas de su sociedad. Haré la guerra igual

que ellos y les demostraré que están equivocados.

No aguantaré más sus burlas e insultos y esta mañana me levanté decidido a

vengarme de una vez por todas, porque esta vida, mi vida, no me gusta y no la soporto

más. Tengo dos pistolas automáticas último modelo y mucha munición; suficientes

balas para matar.

Las pistolas las compré en una armería del centro de la ciudad y estoy deseando

usarlas. Es lo único bueno que tiene este país, que cualquier desquiciado como yo

puede hacerse con un par de armas de fuego y vengarse del mundo. Fue fácil, como

comprar una bolsa de pan y espero que sea igual de fácil acabar con unos cuantos

compañeros de Universidad.

He visto disparar en las películas; lo he practicado en juegos de computadora y sé que acabaré con más o menos, no sé, unos veinte desgraciados. Empezaré con los

que me insultaron, con los que me miraron feo y continuaré tal vez con los que me

despreciaron y ya después iré disparando metódico y sin parar, apuntando a todo lo

que se mueva.

Espero ser definitivo pues lo tengo todo bien planeado y los agarraré por

sorpresa porque soy buen estratega. Cerraré las puertas del edificio con cadenas para

acorralarlos como ellos lo hicieron conmigo, así ya no tendrán escapatoria; entonces

entraré en cada uno de los dormitorios y los mataré con tranquilidad, saboreando el

momento de mi venganza.

Al resto, a los que traten de huir, los pondré en fila y les preguntaré por mi

novia, la que siempre me negaron y luego, les volaré la tapa de los sesos. Han tenido

millones de oportunidades y maneras de evitar lo que voy a hacer pero sólo me dejaron

esta salida y la decisión es suya, pues yo no soy de los que huye; lo enfrentaré, porque

soy un hombre; violentaron mi corazón, violaron mi alma y mi conciencia.

Por su culpa moriré como Jesucristo, para inspirar a generaciones de gente

agredida e indefensa, a todas las víctimas de la xenofobia y cuando llegue el momento

lo haré, cuando no quedé escapatoria pues terminaré con mi vida pegándome un tiro en

esta cara fea. Después espero que no me guarden rencor, porque soy igual que el

presidente de su país; un asesino, y sólo sigo su ejemplo”. – Carta de Seung-Hui Cho –

Otro caso que estremece a todo el mundo, nuevamente vuelve a suscitarse en

Estados Unidos, más precisamente en el estado de Virginia, donde un joven surcoreano

de veintitrés años de edad abre fuego contra sus compañeros y maestros, dejando como

saldo numerosos muertos, quitándose su vida posteriormente mediante un disparo en su

cabeza, cuando se ve acorralado por la policía.

Este episodio ocurrió en la mañana del lunes 16 de Abril de 2007, cuando Cho

ingresó con vestimenta militar, portando dos armas de fuego, las cuales dispara en

diferentes salones de clase de la universidad a la que asistía.

La pregunta ante este hecho parece repetirse eternamente: ¿por qué? Es

necesario entender por qué Cho se vio compelido a cometer este atroz crimen, abriendo

fuego indiscriminadamente contra toda persona que tuviese la nula fortuna de toparse en

su camino. ¿Qué es lo que tuvo que pasar en la vida de este joven que llegó a tal

extremo que explotó violentamente y cobró varias vidas antes de quitarse la suya?

Este joven nació en 1984 en Corea del sur, emigrando a los Estados Unidos

cuando tenía ocho años de edad, radicándose en Michigan junto a su familia. Sus padres

eran dueños de una tintorería y eran vistos por los vecinos como gente tranquila. Cho

también tenía una hermana, graduada universitaria.

Cho era descrito como un chico frío, distante, muy tranquilo, tímido, aislado, de

difícil socialización y se llegó a pensar que era autista. Presentaba características

esquizoides, y mutismo selectivo, eligiendo él con quién hablar. No padeció una

psicosis, en tanto no presenta alteración en la percepción de la realidad.

Se hacía referencia a él en la Universidad como alguien que se mostraba

taciturno y solitario. Académicamente era brillante tanto para el estudio de matemáticas

como del idioma Inglés, si bien en esta asignatura tenía dificultades para la

pronunciación, y esto era tomado como objeto de burlas por parte de sus compañeros de

estudios, ante lo cual Cho optaba por quedarse callado, haciendo caso omiso a las

mismas, sabiendo igualmente que se estaba exponiendo y por ello era agredido desde su

interpretación.

Ya en la universidad de Virginia Tech, existieron varios reportes de conductas

violentas por parte de Cho, relativas a agresiones verbales hacia compañeros y

profesores.

En este joven aparecían situaciones predisponentes que conllevaron a que llegara

a cometer la masacre que perpetró, tales como el hecho de ser extranjero (surcoreano),

padecer resentimiento social, víctima de xenofobia apreciable en la burla de sus

compañeros por su forma de hablar “rara” y su aspecto. También era un sujeto muy

inteligente, lo cual le permitió planificar su gran crimen.

En 2005, es sometido a pericia psiquiátrica por orden del condado de

Montgomery, al ser considerado un peligro inminente para sí mismo y sus compañeros,

ante lo cual también se le sugiere tratamiento con antidepresivos, pero la ayuda no se

concreta por largo tiempo, si bien fue internado.

En su cabeza fue entretejiendo historias basadas en sed de venganza que cada

vez se incrementaron más. Quizás hubiese sido necesario que en la internación le diesen

además antipsicóticos, para interrumpir ideas de índole delirante en las que se vio

sumergido y arrastrado por el resentimiento. Su pensamiento se vio contaminado por la

necesidad de ser reconocido y querido, en tanto se sentía una persona muy

insignificante.

De hecho Cho refirió que tuvo una novia la cual dice que lo dejó por otro chico y

eso le generó gran resentimiento; esa novia sólo habría estado presente en sus deseos, en

sus pensamientos, en sus fantasías, pero nunca en los hechos. Dentro del plano de la

fantasía, para Cho habría oficiado como precipitante de la masacre, el hecho afectivo de

que pudo haber visto a esta chica como alguien que lo rechazó, y a partir de allí, el

detonante fue activado para comenzar la matanza; esa chica que a Cho le gustaba,

también fue víctima del asesinato perpetrado por él.

En relación al medio empleado para matar – sus dos pistolas automáticas –, las

mismas representan desde el plano simbólico un poder desde lo fálico, y el hecho de

que fueran dos, tiene que ver con la sobrecompensación de lo devaluado que podía

sentirse, no sólo en el aspecto racial, sino también y quizás fundamentalmente en el área

sexual, siendo que como expresa en su carta, siente resentimiento por el hecho de no

haber tenido novias, y apelando a la proyección, culpa a los demás por ello, por no ser

atractivo (“terminaré pegándome un tiro en esta cara fea”) y además ser poco varonil.

Su hermana, tras la masacre, emitió un comunicado de prensa en el que se

disculpó por los incidentes, y en el mismo comunicado refirió que desconoció a su

hermano por lo que hizo; este elemento no es de menor importancia considerando que

quizás la familia no pudo prever – o no tomó en cuenta – los indicadores que Cho

pudiese estar manifestando previo al desenlace de los acontecimientos, ya que por sus

características de personalidad, su agresividad estaba muy reprimida, como una olla a

presión, hasta que terminó estallando de la manera en que lo hizo, sacando su rencor

hacia el mundo externo.

Según revela el diario Los Angeles Times, Cho planificó su ataque por un lapso

de dos semanas y en ese tiempo compró sus armas.

La necesidad de dar a conocer al mundo su accionar no es un hecho menor en

Cho, puesto que entre otros aspectos a considerar de su necesidad de reconocimiento, es

de remarcarse que en las dos horas existentes entre un tiroteo y otro que perpetró en

Virginia Tech, aprovechó para hacer envío de una encomienda postal conteniendo fotos

de Cho apuntando un arma a sí mismo y a la cámara. En la misma entrega iba un dvd

conteniendo videos a las oficinas en la ciudad de Nueva York al noticiero de la cadena

televisiva NBC y en esas fotos y videos expresaba su rechazo hacia la sociedad en

general; dicha encomienda se retrasó en su entrega debido a que estaba mal redactada la

dirección de la emisora, lo cual quizás dio tiempo a que pudiese llevar adelante su

segunda matanza.

Entre lo expresado por este joven surcoreano en los videos, cabe hacer mención

a referencias tales como “Habéis tenido 100 billones de oportunidades y formas para

evitar (lo de) hoy. Pero habéis decidido derramar mi sangre” o “No tenía que hacer

esto. Pude haberme ido. Pude haber desaparecido. Pero no, no escaparé más. No es

propio de mí. Por mis niños, por mis hermanos y hermanas que vosotros jodisteis, lo

hice por ellos... Cuando llegó el momento, lo hice. Tuve que hacerlo”.

Wellington Menezes

El 7 de Abril de 2011, una tragedia de características similares vuelve a

acontecer, esta vez tomando como escenario una escuela de la zona de Realengo, al

oeste de la ciudad de Río de Janeiro, dejando como saldo un número total de once

víctimas fatales y dieciocho heridos, tras la balacera que abrió un joven de 23 años de

edad que había asistido a dicho centro de estudios y que también falleció luego del

crimen; su nombre era Wellington Menezes.

El pretexto del asesino para ingresar al centro educativo, era el de brindar una

conferencia ante alumnos de la institución a la que él también asistió, por lo cual

recurrió al engaño para concretar su finalidad; el lugar le era conocido para actuar y

desplazarse con comodidad y seguridad. Una vez adentro, comenzó su accionar, y abrió

fuego contra chicos de entre 9 y 12 años en un aula con 40 alumnos.

El armamento que utilizó fueron dos revólveres calibre 38, y según la crónica,

habría efectuado más de cien disparos, impactando algunos de ellos contra un niño y

diez niñas, dejando asimismo un saldo de dieciocho alumnos heridos. Posteriormente al

hecho, el asesino quiso quitarse su vida, pero no lo logró, puesto que antes fue abatido

por la policía. Antes de ejecutar los disparos contras los otros chicos, les ordenó que se

pusieran de cara a la pared para posteriormente disparar contra la cabeza y pies de los

mismos.

Cabe destacar que Menezes no contaba con antecedentes delictivos al momento

de la masacre y se destacaba entre sus amistades, por ser un joven que vivía solo y no

salía a la calle, de apariencia inofensiva, tímido, reservado y aislado en reuniones

sociales, sin demasiada participación, pasando la mayor parte de su tiempo frente al

computador; algunos denominadores comunes en cuanto a características se refiere, que

suelen presentarse en este tipo de criminales.

Habría sufrido un despido de su trabajo recientemente por baja productividad, lo

cual podría indicarse como uno de los posibles factores desencadenantes (sumado a

otros) que le habrían llevado a perpetrar la masacre (debido a la acumulación de una

serie de frustraciones que atravesó en su vida).

Se indica también que contaba con delirios religiosos y místicos. Este joven se

suma a la lista de personas que han sufrido “bullying” durante su etapa escolar, según

figura expreso en una misiva que dejó antes de su muerte: “Muchas veces, me pasó que

fui agredido y todos los que estaban cerca se reían, disfrutaban de las humillaciones

que yo sufría, sin dar importancia a mis sentimientos”. Refería en la misma carta que

no debía ser “tocado por impuros sin usar guantes” y que era un “fiel seguidor de

Dios”.

Refiere entre otros aspectos de la carta, que quería ser enterrado junto a su madre

adoptiva cuando muriera, en tanto su madre biológica lo dejó a él desprotegido en su

momento. Proclamaba estar en contra del adulterio y que quería donar su casa a una

sociedad de animales.

Resulta evidente que Menezes, analizando la misiva que escribió antes de su

ataque, planteaba dos motivaciones fundamentales desde el punto de vista psicológico,

basadas por un lado en la venganza y por otro en una reivindicación con culpa por el

acto a cometer, justificando sus acciones de algún modo, considerándose un mesías que

cumpliría una misión sustentada en la pureza.

Asimismo, de alguna forma pretendería expiar su culpa por la masacre que

cometería, pretendiendo acceder al “reino de los cielos” mediante el cumplimiento de

obras de bien en vida, como por ejemplo, el dejar su casa tras morir como donación para

una sociedad de animales.

Esa casa que quizás sirviera de amparo a seres desprotegidos tal como él pudo

haberlo estado y haberse sentido, en el marco de un proceso de identificación; cabe

recordar que su madre biológica lo dejó desprotegido como se reseñaba anteriormente;

sensación que pudo haberlo acompañado durante mucho tiempo, con las consecuentes

derivaciones de malestar y bronca que pudo haber acumulado, pero que no pudo (o

supo) dirigir contra ella.

Simbólicamente, las víctimas contra las que arremete, en su mayoría, son del

sexo femenino, lo cual podría estar indicando que de esta forma, estaba canalizando su

ira acumulada contra la figura materna biológica, a quien pretende en su fantasía dar

muerte por el daño que le pudo haber ocasionado.

En esa carta que este joven dejó, elogia la “labor” de otros asesinos masivos

como es el caso de Seung-Hui Cho y Casey Heynes, este último un australiano que dejó

en muletas a un compañero de clases en venganza tras sufrir abuso por parte de este. A

ambos además los refiere como “hermanos”.

El fenómeno de identificación con el accionar de otros sujetos que anteriormente

han cometido masacres similares a las perpetradas por Menezes, no debiera resultar

llamativo atendiendo al hecho de que se erigen como modelos a imitar, sumado a la

desesperación de su situación que acumularon durante tanto tiempo y que finalmente

explota, encontrando en el asesinato la necesidad de salvedad y reconocimiento que no

tuvieron hasta entonces.

Uno de los grandes problemas radica en el incremento por parte de estos jóvenes

de adoptar este modelo resolutivo de situaciones como uno de los únicos posibles,

cuando no el suicidio, o la matanza masiva primero para luego dar paso al suicidio;

caras que parten de una misma realidad, y que cualquiera de sus resultados, de no ser

debidamente trabajados a tiempo, desembocan en consecuencias catastróficas que deja

muchas víctimas.

Rafael “Junior” Solich

Como se pudo apreciar en el caso anterior, Latinoamérica no se ha visto exenta

de asesinatos masivos ocurridos en centros educativos.

Argentina, lamentablemente, tiene el triste lugar en lo alto del podio en cuanto a

inicio de este tipo de acontecimientos se refiere en el cono sur.

El 28 de Setiembre de 2004, en el Instituto número 2 llamado “Islas Malvinas”,

en Carmen de Patagones, un alumno de dicho centro académico, Rafael Solich, de 15

años de edad, ingresó portando una pistola, dos cargadores y una navaja consigo.

El arma la consiguió debido a que su padre es subagente de la Prefectura Naval

Argentina. Dicha arma no fue debidamente guardada y al vivir en una casa precaria, la

cual no cuenta con un lugar indicado para tener el arma, Solich accedió a ella sin

inconvenientes.

Tras el inicio de las clases, temprano en la mañana, Solich abrió fuego contra sus

compañeros en el aula en que se encontraba, sin mencionar nada.

Posteriormente se dirigió hacia el pasillo, realizando una nueva recarga del arma

que había vaciado y comenzó a disparar nuevamente, esta vez contra el kiosquero del

lugar, quien no fue herido en el hecho.

Mientras siguió caminando por el pasillo en busca de nuevas víctimas, un

compañero suyo se abalanzó sobre él y logró reducirlo, quitándole el arma que portaba.

Allí se pudo poner fin a su saga sangrienta, siendo arrestado y trasladado a un centro de

internación en Bahía Blanca. Fue declarado inimputable por ser menor de edad y

posteriormente internado en un centro neuropsiquiátrico juvenil.

De su historia se supo que tenía problemas con su padre, quien era muy severo y

le exigía un rendimiento físico al cual al joven le costaba alcanzar cuando jugaba al

fútbol o entrenaba previo al juego, frente a lo cual, si no cumplía era insultado y

humillado por su progenitor frente a los demás compañeros.

Entre aspectos de su personalidad, destaca por ser un sujeto tímido, retraído,

taciturno, sin problemas de conducta.

Con sus compañeros de estudios, Rafael tenía peleas recurrentes respecto a

gustos musicales (punk y heavy metal) y literarios que no eran compartidos. Asimismo,

se estipulaba que tenía una conflictiva orientación sexual latente. Sólo se comunicaba

con uno de sus compañeros de clase.

Como consecuencia del episodio del año 2004, hubo tres personas fallecidas en

el ataque y cinco heridos. Las víctimas tenían entre 15 y 16 años de edad.

Conclusiones

Pareciera evidente que el acoso escolar es un fenómeno cada vez más presente

en nuestro medio y aún así, no parece que se hayan detectado las maneras de detenerlo

eficazmente, con el fin de prevenirlo.

Quizás uno de los grandes errores en los que se incurra, es minimizar los hechos

en sí mismos, o las consecuencias que de ellos puedan derivar y se los tome en

consideración como hechos aislados e insignificantes, de menor relevancia, sin apuntar

al trabajo con quien es abusado, con quien abusa y con el colectivo grupal en general, en

materia de educación y asunción de responsabilidades.

Es un hecho que hay mayor agresión y acoso escolar y en los medios de

comunicación se fomentan este tipo de acciones (videos descargados en Internet tras ser

grabados en dispositivos móviles conteniendo imágenes de peleas, por citar algún

ejemplo, el titulado “La muerte de un Emo”); la difusión es muy grande y hay un

reforzamiento social sobre este tipo de conductas, las cuales son consumidas con avidez

y parecen aceptables. El fenómeno no es exclusivo de varones, sino de chicas también y

las formas de ejercicio de “bullying” parecen cada vez ser menos diferentes entre

géneros.

Es indispensable desarrollar la capacidad de poder enfrentar el problema que

supone el “bullying” en quienes lo padecen, fomentando los ámbitos necesarios para

que las víctimas puedan expresar los sentimientos que albergan en relación a la

situación que atraviesan (angustia, rabia, desesperación, vergüenza) y a su vez, se

sientan escuchadas y acompañadas, apostando a encontrar en conjunto una solución

frente a la problemática que atraviesan, de manera tal que puedan sentirse nuevamente

aceptadas en un núcleo específico del cual puedan estarse sintiendo excluidos.

Para ello, deberá trabajarse en el desarrollo e implementación de estrategias

preventivas que apunten a que quienes sean víctimas de “bullying” puedan exponer su

situación, sin temores, buscando ayuda y en este caso, tal como se señaló, la educación

se torna un arma fundamental para evitar que las consecuencias en las víctimas, a

futuro, puedan llevarles a desarrollar conductas perjudiciales contra sí mismos o contra

otros.

Las víctimas de abuso, deberán ser asistidas respecto a la forma en que puedan

mejorar su relacionamiento y habilidades en materia social, así también como resulta

importante trabajar en el manejo de sus emociones, de su autoestima y eventualmente,

sugerir tratamiento de algún posible trastorno del humor que padezca, recibiendo apoyo

psicológico a tales efectos.

El trabajo con los abusadores, deberá consistir en enseñarle a pensar de manera

tal que pueda anticipar las consecuencias de sus actos y lo perjudiciales que pueden

resultar los mismos para las personas de quienes abusa; se deberá tender a trabajar el

adecuado manejo de las emociones que pueda expresar, fomentando el desarrollo de la

empatía con otras personas.

A nivel del colectivo grupal, se torna relevante trabajar en grupo, las causas y

consecuencias que el ejercicio del abuso puede llegar a ocasionar, como forma de

violencia, para lo cual resulta necesario exponer la importancia de desarrollar una

adecuada conciencia frente a temas tan sensibles que no deben ser consentidos bajo

ningún concepto.

Claro está, que la intervención debe ser mesurada, apuntando a lograr resultados

favorables en la víctima, sin que esta, como producto de la mencionada intervención, se

vea más perjudicada al incrementarse el acoso consecuentemente tras intentar frenar una

situación de tal magnitud.

Tanto las familias como educadores, así como profesionales de la salud en

general y la sociedad en su conjunto, deberán estar atentos a los indicadores que las

víctimas puedan manifestar, si bien pueden pasar desapercibidos o ser manejados de

manera muy sutil, por el hecho de que la víctima no quiere que los demás sepan su

“odisea”.

El prestar atención o el minimizar dichos indicadores, seguramente marcará una

diferencia importante que a lo largo del tiempo establecerá una gran diferencia, siempre

y cuando, de optar por abordar el tema, se lo haga con el adecuado manejo que tan

delicada situación requiere, de modo tal que se puedan evitar la mayor cantidad de

daños que puedan llegar a producirse tras intervenir, pero siempre teniendo presente que

de no hacer algo, las consecuencias pueden ser muy perjudiciales para los involucrados.

Cabe consignar que el maltrato en el ámbito académico muchas veces pasa

inadvertido por parte de maestros, profesores y educadores de las instituciones en

general, lo cual repercute en el incremento de la intimidación por parte de los

abusadores, quienes siguen actuando libremente en contra de los más indefensos.

No debemos olvidar que en lo que respecta al grupo-clase, también se debe

realizar un abordaje con el mismo por parte de los educadores en las aulas, en tanto

dicho grupo-clase es una víctima secundaria de los acontecimientos, pudiendo llegar a

manifestar síntomas de estrés postraumático. Quienes han presenciado los abusos,

deben trabajar la capacidad de reaccionar frente a quien/es acosa/n, siempre

denunciando la situación que observan.

Asimismo es no menos importante que se apueste a trabajar dentro del grupo, el

fomento de valores de convivencia, y que a quien es víctima primaria de actos de abuso,

se lo incluya dentro del grupo-clase de modo tal que no se sienta excluida y pueda llegar

a sentirse protegido.

Por otra parte, entre quienes “celebran”, “avalan” o les “divierten” los actos

abusivos perpetrados por el abusador, deben ser educados con el propósito de que

puedan poder discernir la magnitud del acto que presencian y que directa o

indirectamente fomentan, promoviendo también en ellos el desarrollo de sensibilización

respecto a la víctima.

Es necesario entender que quienes contemplan el abuso acompañando al

abusador, son sujetos que habitualmente admiran al mismo y con quien desean andar,

quizás porque ello les haga sentirse también superiores y fuertes al ponerse de su lado,

en tanto identificarse con la víctima les haría sentirse débiles. También por temor a

sufrir el mismo destino que quien es abusado, no denuncian la situación, con el fin de

no ser una víctima más.

Desde el punto de vista dinámico, la observación “pasiva” del abuso remitiría a

la necesidad interna de estos espectadores de lastimar a quien está siendo agredido por

otra persona; es una suerte de abusar a través de otro, y eso les permite sacar rabia o

frustración acumulada. En tal sentido, es importante educar para que estos espectadores

de abuso puedan imponerse y detener el acto violento, pero para ello, es necesario como

se hacía mención anteriormente, que tomen conciencia de las secuelas que el abuso

puede ocasionar en la vida de la víctima.

También debiera hacerse hincapié de manera más acentuada, por lo dificultoso

que pueda resultar, en la implementación de herramientas útiles en el trabajo con la

familia del chico que comete abuso, en tanto como se mencionó anteriormente, ese

chico puede provenir de un entorno familiar el cual esté signado por el ciclo de la

violencia; ante ello, deberán desarrollarse estrategias tendientes a la toma de conciencia

respecto a las acciones que comete el abusador respecto a otros chicos y la

responsabilidad que la familia pueda tener al respecto, fomentando directa o

indirectamente, el tipo de conductas abusivas descrito.

Los medios de comunicación también tienen su gran responsabilidad en lo

concerniente a la promoción de pautas de vinculación basadas en el respeto y la

tolerancia de las diferencias, y cabe cuestionarse si tienen este rol definido en claros

términos, en tanto es bien sabida la sobreexposición a la que se encuentran los menores

de edad a un sinfín de transmisiones de violencia, a través de la televisión por ejemplo.

Si se observan comportamientos violentos, los niños principalmente podrán ver

sus propios comportamientos influidos por los que vieron a través de la televisión,

pudiendo llegar a habituarse a la misma por la denominada sobreexposición a la

violencia, con el riesgo de verla como algo normal, natural e inevitable, no mediando

reflexión alguna, ante lo cual la labor educativa y el hecho de que los menores de edad

cuenten con referentes que les puedan dar herramientas para comprender lo que

visualizan, es un factor indispensable.

Si lo único que buscan los medios es generar impacto con cada noticia que surge

a partir de casos de abuso escolar, o asesinatos en masa, tienen su cometido logrado; si

lo que pretenden es generar conciencia social y no permitir que la noticia quede sólo en

noticia, tratando temas de relevancia como estos a fondo, en pro del beneficio de la

comunidad, entonces tienen la misión de que la opinión pública no termine mirando

hacia otro lado cuando se está de cara frente a este tipo de problemas, haciendo hincapié

en la búsqueda de soluciones tomadas de manera conjunta.

Gracias a los medios masivos de comunicación, que ejercen un papel social de

marcada relevancia, es que se toma conocimiento de la problemática en las aulas, pero

hay que tener en claro que su labor no culmina en dar a conocer esa realidad, sino que el

compromiso que tienen con la sociedad es mucho mayor en torno a la difusión de pautas

de prevención y acción en contra del maltrato en las instituciones de enseñanza,

apostando a fomentar la sensibilización y la importancia de las consecuencias de este

tema, como también deben tener suma responsabilidad en el manejo de información

referente a casos de asesinatos masivos en centros escolares, puesto que una difusión

inadecuada puede llegar a fomentar en otros jóvenes la imitación de este tipo de actos

violentos.

Siempre que exista disimulo y no se tomen acciones en contra del maltrato, las

víctimas no se verán protegidas y el temor persistente a concurrir a un aula pudiendo ser

humillado, golpeado o denigrado será permanente.

Con fines preventivos, es también que en muchos países, sobre todo de Europa

(Suecia, Inglaterra, Dinamarca, Irlanda) y Asia (Japón), se han establecido leyes y

regulaciones en contra del acoso escolar.

¿Se está del lado del que comete abuso tomado como víctima de las

circunstancias sociales, familiares y del entorno, o se está del lado del que es víctima del

hostigamiento por parte del abusador? Parece claro que tras lo expuesto, la respuesta no

debiera ser el posicionar la balanza hacia uno u otro lado, sino por el contrario, lograr un

justo equilibrio social, mediante el fomento de valores tales como la tolerancia, el

respeto, y la educación, apostando a erradicar tal tipo de conductas abusivas.

Deben existir buenos cimientos, en los que la institución Familia se erige como

un pilar fundamental como patrocinante de dichos valores, debiendo evitar dejar que la

crianza de los niños y adolescentes quede a merced de los medios de comunicación

masivos, así como tampoco debieran consentir al niño o adolescente llenándole de

productos materiales y no de afectos y límites.

En tanto no se termine de discriminar por las características que a cada sujeto lo

hacen único, y las denuncias de estos hechos no se hagan patentes, dejando que estas

situaciones rebasen todo límite, por miedo a que las consecuencias sean mayores, es

probable que el fenómeno del “bullying”, y la escalada de violencia consecuente

ejercidas por sus víctimas con el correr de los años, sean cada vez más frecuentes, y la

barbarie logre instalarse de tal manera que más tarde se torne difícil de erradicar.

Ante estos episodios que debieran servir de ejemplo, y de no tomarse las

medidas del caso para poner un alto a estas situaciones para que no vuelvan a repetirse,

la pregunta que deberemos hacernos no será ya ¿por qué pasan estos hechos?, sino

¿cuándo volverá a ocurrir una nueva masacre…?

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