política de equidad de género con refugiadas y refugiados guatemaltecos en chiapas

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1 Poltica de equidad de gØnero con refugiadas y refugiados guatemaltecos en Chiapas Marcela Laguna Morales, Emma Zapata Martelo, Beatriz Martnez Corona y Margarita VelÆsquez Gmez Resumen La equidad de gØnero, como tema transversal, es actualmente un componente importante en el diagnstico, diseæo y evaluacin de las polticas pœblicas (InchÆustegi, 1999). Esta posicin es un avance derivado de las luchas reivindicativas de los movimientos de mujeres y feministas y de los aportes de acadØmicas. En este estudio analizamos el impacto de una experiencia de trabajo con poblacin guatemalteca refugiada en Chiapas donde se aplicaron polticas de equidad de gØnero que promovi el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En especial, se sistematiz la percepcin de mujeres y hombres y los cambios vividos a partir de la implementacin de estas polticas en los temas de participacin social, violencia, salud, proyectos productivos y relaciones de gØnero. Los objetivos fueron: a) Evaluar los resultados de la aplicacin de polticas de equidad de gØnero para proponer mecanismos con los cuales se incorporara esta perspectiva en programas de desarrollo rural; b) rescatar las experiencias vividas que permitieran construir una memoria histrica del proceso en la regin. En los resultados se muestra que los cambios en las relaciones de gØnero implican transformacin de las identidades hegemnicas tradicionales a favor de nuevas identidades de gØnero donde la equidad entre mujeres y hombres constituya un punto central. Aunque falta mucho por hacer para que los procesos se sostengan en el tiempo, en la experiencia que analizamos se pueden constatar avances. La incorporacin de polticas de equidad de gØnero aporta a la construccin de condiciones estructurales y culturales para que las relaciones sociales se transformen y los derechos fundamentales de las mujeres se respeten, especficamente los derechos de las que viven en el lmite de la pobreza, entre ellas las indgenas guatemaltecas refugiadas en el estado de Chiapas. Palabras clave: gØnero, polticas de equidad, refugiadas, derechos, Guatemala. Introduccin En este estudio se discuten y analizan los resultados de una investigacin que indag sobre polticas con perspectiva de gØnero, orientadas a la construccin de la equidad entre poblacin refugiada guatemalteca en proceso de integracin, en el Sur de Chiapas, MØxico. La estrategia se fundament en la operacin de programas de desarrollo con perspectiva de gØnero, financiadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por Organizaciones no gubernamentales (ONG) y diversas instancias del gobierno mexicano. Este proceso iniciado en 1980 pas por diversas etapas. El presente trabajo analiza el perodo 1996 a 1999 que comprende el fin del proceso de retorno y repatriacin de esta poblacin.

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Política de equidad de género con refugiadas y refugiados guatemaltecos en Chiapas

Marcela Laguna Morales, Emma Zapata Martelo,

Beatriz Martínez Corona y Margarita Velásquez Gómez

Resumen La equidad de género, como tema transversal, es actualmente un componente importante en el diagnóstico, diseño y evaluación de las políticas públicas (Incháustegi, 1999). Esta posición es un avance derivado de las luchas reivindicativas de los movimientos de mujeres y feministas y de los aportes de académicas.

En este estudio analizamos el impacto de una experiencia de trabajo con población guatemalteca refugiada en Chiapas donde se aplicaron políticas de equidad de género que promovió el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En especial, se sistematizó la percepción de mujeres y hombres y los cambios vividos a partir de la implementación de estas políticas en los temas de participación social, violencia, salud, proyectos productivos y relaciones de género.

Los objetivos fueron: a) Evaluar los resultados de la aplicación de políticas de equidad de género para proponer mecanismos con los cuales se incorporara esta perspectiva en programas de desarrollo rural; b) rescatar las experiencias vividas que permitieran construir una memoria histórica del proceso en la región.

En los resultados se muestra que los cambios en las relaciones de género implican transformación de las identidades hegemónicas tradicionales a favor de nuevas identidades de género donde la equidad entre mujeres y hombres constituya un punto central. Aunque falta mucho por hacer para que los procesos se sostengan en el tiempo, en la experiencia que analizamos se pueden constatar avances. La incorporación de políticas de equidad de género aporta a la construcción de condiciones estructurales y culturales para que las relaciones sociales se transformen y los derechos fundamentales de las mujeres se respeten, específicamente los derechos de las que viven en el límite de la pobreza, entre ellas las indígenas guatemaltecas refugiadas en el estado de Chiapas. Palabras clave: género, políticas de equidad, refugiadas, derechos, Guatemala. Introducción En este estudio se discuten y analizan los resultados de una investigación que indagó sobre políticas con perspectiva de género, orientadas a la construcción de la equidad entre población refugiada guatemalteca en proceso de integración, en el Sur de Chiapas, México. La estrategia se fundamentó en la operación de programas de desarrollo con perspectiva de género, financiadas por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por Organizaciones no gubernamentales (ONG) y diversas instancias del gobierno mexicano. Este proceso iniciado en 1980 pasó por diversas etapas. El presente trabajo analiza el período 1996 a 1999 que comprende el fin del proceso de retorno y repatriación de esta población.

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La metodología empleada consistió en el análisis de información generada de la sistematización de los proceso impulsados por el ACNUR y la COMAR, el análisis de los resultados de una encuesta aplicada a mujeres y hombres participantes en estos procesos, la realización de talleres participativos, y la discusión, y análisis de los resultados de estos procedimientos técnicos y metodológicos desde la perspectiva de género.

Se abordaron las percepciones de la población beneficiaria1 de estos programas, su participación, los efectos de la política y los beneficios. Destaca la importancia de considerar la perspectiva de género de manera crítica al incluir en la muestra a varones y mujeres. Se buscó analizar los cambios en la condición y posición de género de las mujeres a partir de su participación en programas con perspectiva de género, comparándolas con aquellas en las que no se consideró este punto de vista y, las diferencias en cuanto a la participación de los hombres. Se identifican en los programas, con perspectiva de género, estrategias orientadas a la construcción de la equidad de género: el �empoderamiento�2 de las mujeres y la construcción de la llamada �masculinidad deliberada� (Lagarde, 1992b) en los varones. Lo anterior fundamentado en la participación efectiva en procesos de diagnóstico, planeación y gestión del desarrollo local, acceso a información, reflexión y acción, con efectos en las identidades de género establecidas y reconocidas en esos grupos de refugiados y redimensionadas por la clase, la etnia, la generación, en la construcción de relaciones de género hacia la equidad.

La resultados permiten el análisis de cinco variables que muestran evidencia de los efectos de los programas en la construcción de la equidad de género: participación en talleres y reuniones, reflexión sobre violencia doméstica y sexual, salud reproductiva, producción y empleo y, percepción sobre el trabajo de intervención sobre la problemática de los y las refugiados. Con ello, se logra la recuperación de los procesos y su análisis desde y con los actores involucrados: el ACNUR, las ONG, las y los refugiados y se da cuenta de cambios socioeconómicos y culturales experimentados por los hombres y mujeres refugiados/as, fundamentados en nuevas identidades y relaciones de género. Antecedentes A principios de los 80 se inició el fenómeno de una masiva entrada de refugiados y refugiadas guatemaltecos a territorio mexicano, producto del conflicto interno en Guatemala. Organismos no gubernamentales, iglesias y la comunidad local respondieron ante la emergencia brindando solidaridad de pueblo a pueblo. Posteriormente, se desarrolló una política de protección y asistencia para solventar las necesidades básicas de la población dirigidos inicialmente a la sobrevivencia, a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La primera etapa de este proceso se caracterizó por un periodo de asistencia debido a la situación de vulnerabilidad

1 Se escogió una muestra y se aplicó un cuestionario diseñado para tal fin. 2 Para Naila Kabeer (1999), el empoderamiento puede definirse como la capacidad y habilidad de hacer elecciones y a su vez es un proceso de generación de poder y cambio sociocultural que se da en el contexto de sociedades y culturas, las cuales implican estructuras, relaciones sociales, valores, reglas y normas.

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extrema de la población refugiada. A inicios de los 90 se diseñó una política de transición hacia el desarrollo, principalmente con el impulso de programas de generación de ingresos y organización comunitaria; la implementación de políticas de asistencia y protección fueron gradualmente modificadas hacia una visión integral de desarrollo. La población refugiada se caracterizó por carecer de recursos productivos propios, principalmente tierra, bosques y agua, baja disposición de servicios públicos otorgados por el gobierno. Durante el refugio de la población, pasó por diversas etapas, siendo las más importantes la de emergencia, la de retorno y repatriación y la etapa de integración. Es esta última la que se estudia, -1996 a 1999- comprende el fin del proceso de retorno y repatriación, y clarifica la política de integración a México, incluyendo la situación migratoria de los refugiados y las refugiadas como visitantes inmigrantes (FM3), y posteriormente como inmigrantes asimilados (FM2). La nueva condición migratoria, así como la posibilidad de la naturalización, precisaron cambios en las políticas ya que auguraban con mayor claridad el fin del refugio y por tanto, se tenía que preparar a la población para su integración en un contexto de extrema pobreza y desventaja en relación a la precaria situación de las comunidades mexicanas aledañas.

En la transición se incorporó la perspectiva de equidad de género como uno de los elementos de la política del ACNUR hacia la población refugiada. Se orientó en un primer momento hacia el fomento de la participación de las mujeres. Para Quiroz y Medellín (1998:19), participar es una situación que se genera por la confluencia y complementariedad de dos dinámicas distintas: la capacidad subjetiva de participar y la oportunidad objetiva, suscrita a instituciones y/o en políticas, diseñadas para alentar la participación. Esto, posteriormente se convirtió en un tema de política en el ejercicio de los programas y proyectos de las organizaciones no gubernamentales financiadas por el ACNUR, así como de la COMAR.

La política de atención a población refugiada desde las Naciones Unidas (ACNUR), de los organismos locales gubernamentales y civiles es, en un primer momento, de atención a necesidades básicas a través de programas de asistencia, sin diferenciación de género, sin embargo una vez que se ha superado esta etapa, como ocurrió en México con la población refugiada guatemalteca, continua otro momento llamado de "repatriación voluntaria", en donde retornaron a sus lugares de origen una buena parte de esta población y, otra que optó por la integración a través de su naturalización y programas de desarrollo local, a continuación se describen estas etapas en el caso de la población refugiada en Chiapas.

Etapas del proceso de refugio de la población guatemalteca en Chiapas

Características de los programas dirigidos a la población refugiada

1980 1990 1996-99

Emergencia Retorno Repatriación Integración

Asistenciales Transición al desarrollo Perspectiva de género en el desarrollo

Apropiación de los recursos

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La participación de las mujeres promovida por el ACNUR, la COMAR, las

organizaciones civiles a través de los diversos programas: de salud, educación, alfabetización y crédito con perspectiva de género, se visualizó como un requisito para tener acceso a programas institucionales. Después, esta visión cambió hacia fortalecer procesos de capacitación y sensibilización, seguimiento e impulso de proyectos con perspectiva de género, que permitieron que las mujeres abrieran espacios propios de participación y organización comunitarios y con ello cambios identitarios y en las relaciones de género.

Consideramos que en las estrategias de desarrollo rural, en este caso, con población refugiada, marcada por un largo proceso de asistencia y dependencia, la equidad de género podría ser un instrumento de transformación de la realidad y mejoramiento en el marco del desarrollo humano sustentable.

Se planteó la hipótesis general, si la aplicación del enfoque de equidad de género en políticas de desarrollo incide en cambios en la condición y situación de las mujeres indígenas refugiadas al integrar sus necesidades prácticas y estratégicas y con ello fuera posible la promoción de cambios en las relaciones entre los géneros y favoreciera una distribución más equitativa de los recursos, así como un mayor control de los mismos por parte de las mujeres, considerando que en los sistemas de género en comunidades indígenas, son las mujeres quienes ocupan una posición de subordinación y discriminación.

Las hipótesis específicas proponen que (i) la inclusión de la perspectiva de equidad de género promueve cambios en las relaciones intergenéricas, aspecto que incluye la definición de políticas que consideren a mujeres y hombres en los procesos; (ii) esto propiciará una mayor distribución de los recursos y un mayor control de las mujeres en la toma de decisiones, incluyendo aquellas que pasan por las que hagan en torno a su cuerpo; (iii) lo anterior incide en cambios hacia un desarrollo humano sustentable y avance socioeconómico y cultural en relación a la construcción de la equidad; (iv) el enfoque de equidad de género es un instrumento de cambios sociales aún en contextos socioeconómicos de extrema marginación siendo un medio de redistribución de recursos y de justicia social para las mujeres ya que favorece el ejercicio de sus derechos.

Así, el objetivo general de este trabajo fue conocer el impacto de la aplicación de políticas con perspectiva de género, analizando la percepción de hombres y de mujeres en los temas de reconocimiento de derechos, vida sin violencia, y acceso a recursos, para comprender la influencia que los programas con perspectiva de equidad de género tienen en la vida cotidiana. A continuación se abordan los elementos conceptuales que guiaron la investigación.

Género, políticas públicas y desarrollo La perspectiva de género en el análisis del desarrollo es de carácter reciente, con ésta se colocaron en la arena académica gran cantidad de investigaciones que revelaron los modos en que se construyen las identidades masculinas y femeninas, a partir de la ubicación de unos y otras en la cultura patriarcal. El concepto de género permite

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comprender de manera más integral y explícita por qué las mujeres han permanecido excluidas de los beneficios del desarrollo social y económico, y genera propuestas de transformación.

El enfoque de género en las políticas públicas, es un campo fértil de análisis, como señala Incháustegui (1999:87) �...supone de entrada hacer visible, contable y evaluable un conjunto de variables sociales y económicas referentes al mundo femenino, buena parte de ellas excluidas del funcionamiento de las instituciones públicas y de los modelos de política...�.

Tales políticas tienen como punto de partida los aportes que el concepto teórico y metodológico de género han hecho al análisis de las relaciones sociales y otros, el cual incluye el conjunto de creencias, actitudes, sentimientos, conductas, actividades, valores y afectos que diferencian a mujeres y hombres, producto de un proceso histórico de construcción social. En el sistema patriarcal, la construcción social del género produce diferencias, desigualdades y jerarquías entre ambos. Por ello, los estudios desde la perspectiva de género tienen carácter relacional, en las que se dilucidan las relaciones entre el género masculino y femenino, marcando que el sexo tiene como sustrato el hecho biológico de la especie humana, mientras el género se relaciona con el significado que se atribuye socialmente a la diferencia biológica (Money, 1955; Stoller, 1968; Burín, 1996 ).

Según Burín (1996:21), "los estudios se han centrado en la predominancia del ejercicio del poder de los afectos en el género femenino y del poder racional y económico en el género masculino, y en las implicaciones que tales ejercicios tienen sobre la construcción de la subjetividad femenina y masculina".

Los sistemas de género entran en relación con la implementación de políticas en el medio rural ya que estas "generalmente ubican a las mujeres en una posición subordinada relacionada con la falta de acceso a recursos, a la capacitación, al acceso a la toma de decisiones y demás" (Martínez, 2000:20). En estos trabajos se parte de que el desarrollo es un proceso que permite construir las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en que una población determinada utiliza y controla sus recursos naturales, sociales y humanos con la finalidad de alcanzar sus necesidades humanas, incluyendo aquellas llamadas básicas (salud, alimentación, vivienda, educación) y aquellas necesidades que tienen que ver con su bienestar integral incluyendo recreación, descanso y disfrute pleno de sus derechos. Este concepto incluye los de equidad, sostenibilidad, democracia, participación y empoderamiento en prácticas que le posibiliten a la mayor parte de la población y no sólo a unos cuantos, conquistar el cumplimiento de sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales.

Las teorías del desarrollo han tenido su base conceptual principalmente en el terreno de la economía, generalmente explican el problema del avance o atraso de la sociedad en términos de crecimiento o decrecimiento económico (Smith, 1976). Este acercamiento conduce hacia la formulación de las principales teorías del desarrollo: la teoría de la modernización, la dependencia y la teoría de la globalización. Mientras la primera ve el desarrollo en etapas sucesivas y ascendentes, la dependencia aborda la relación de atraso de los países latinoamericanos en relación a las potencias capitalistas y el subdesarrollo como proceso histórico. Ninguno de estos dos acercamientos ha logrado dar una solución a los acuciantes problemas del subdesarrollo.

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Menos aún lo ha hecho la tercera aproximación: las teorías de la globalización que imponen la implementación de políticas de corte neoliberal, que lejos de solucionar han agudizado la situación de pobreza, marginación y falta de oportunidades. En México, la población en pobreza extrema pasó de 17 a 26 millones de 1995 a 1999 y 72% es pobre; dato similar a los índices de pobreza de inicios de los 70 (Boltvinik, 2000). La incidencia de la pobreza es significativamente más alta en el campo que en la ciudad (2.5 veces más alta) ya que en 1989, 61.8% de los habitantes rurales eran pobres extremos de los cuales se encontraban 45.7% en condiciones de indigencia (Boltvinik, 2000).

El recrudecimiento de la pobreza afecta particularmente a las mujeres por su condición de género pues aun dentro de una misma posición social, las mujeres tienen menos acceso y control de los recursos que se generan, por su papel subordinado en la toma de decisiones al interior de los grupos domésticos y a la diferente valoración de mujeres y hombres (Salles y Tuirán, 1995a; Kabeer, 1998).

Las políticas públicas tendrán que partir de las diferencias y las necesidades específicas de género incorporando la tesis de que la pobreza afecta mayormente a las mujeres. Este fenómeno es reconocido como �feminización de la pobreza�, término que se acuñó durante el decenio de la mujer (1975-1985) como resultado de diversos estudios sobre la nueva dimensión internacional del trabajo y el trabajo de las mujeres. En este contexto, los estudios de la mujer visualizaron al menos tres temas fundamentales: la emigración y factores diferenciales de género y raza, la feminización de la pobreza y la relocalización de las industrias (Molyneux, 2001). De los análisis realizados bajo el auspicio del Decenio de la Mujer de las Naciones Unidas (1975-1985), se dedujo que las mujeres constituían casi 70% de las más pobres del mundo.

Como responsables de la reproducción y ante la rígida división sexual del trabajo, las mujeres han resultado mayormente afectadas por los recortes del gasto público, la baja de los salarios, el desempleo, la inflación y en general, la posibilidad de mantener la sobrevivencia de la familia. Sin duda, como ha sido señalado por Rocha et al (1989), las mujeres han sido el �sector invisible ajustado� y han servido como �colchón de la crisis� al asumir mayores cargas de trabajo sin que esto se refleje en el ingreso, el acceso a recursos productivos, y como receptoras de políticas de bienestar y antipobreza a bajo costo.

Esta situación afecta más a las mujeres indígenas, ya que sobre ellas se acumulan opresiones por su condición étnica caracterizada por el monolingüismo, el analfabetismo, mayores tasas de fecundidad, escaso acceso a recursos productivos y toma de decisiones, escasa representación de sus necesidades en las políticas públicas, abandono y marginación resultado de la explotación de los pueblos indios desde la colonización. La relación que existe entre indicadores de pobreza y marginalidad con la densidad de población indígena por municipio, permite observar que �la línea de pobreza extrema de nuestro país afecta especialmente a las poblaciones indígenas de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo y Puebla� (Bonfil y Del Pont, 1999:35).

En las políticas para las mujeres se han conceptualizado principalmente dos grandes tendencias, conocidas como Mujeres en el Desarrollo (MED) y Género en el Desarrollo (GED). El primero (MED) (inicios de los 70), atravesó varias etapas, transitando por los enfoques de la Igualdad, Antipobreza y Eficiencia. Proponen todos

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estos acercamientos, sin cuestionar la subordinación, que las mujeres sean beneficiarias directas de proyectos, políticas y estrategias, considerando que ellas han quedado fuera de las estrategias de desarrollo (Moser, 1991). Los proyectos derivados del enfoque MED atienden sobre todo las necesidades materiales vinculadas a lo reproductivo, llamadas necesidades básicas o prácticas3 de género. Atenderlas supone afectar la situación de género, definida como el estado material en el que se encuentran las mujeres de una determinada clase social, etnia, grupo específico y de lo cual se derivan sus necesidades prácticas (Moser, 1991).

El enfoque GED, también conocido como enfoque de �empoderamiento�, o apoderamiento, retoma elementos del enfoque de la igualdad y entre sus propuestas sobresale la �transversalidad� del género, que implica que la política debe incluir las necesidades específicas de ambos géneros sin necesariamente optar por proyectos específicos de carácter marginal para las mujeres. Supone la modificación de las relaciones de poder entre mujeres y hombres y colocar la subordinación como aspecto fundamental a cuestionar. Pone en el centro la toma de conciencia sobre la identidad de género asignada y su transformación como cuestión metodológica. Es decir, supone la atención de las necesidades estratégicas o encaminadas a transformar la subordinación de las mujeres. La atención de las necesidades estratégicas también supone modificar la condición de género, categoría que ubica social y económicamente a las mujeres en relación con los varones (Moser, 1991).

En el marco de las políticas de ajuste estructural y el incremento de la pobreza, la perspectiva de género es una propuesta que busca incluir las necesidades de mujeres y hombres en la definición de programas, proyectos y acciones públicas, desde un marco alternativo de desarrollo, perfilado como desarrollo humano sustentable.

Respecto a los nexos entre el enfoque de género y el planteamiento del desarrollo rural, Pérez y Campillo (1999) señalan que la perspectiva de género permite obtener una mejor y más precisa comprensión de la lógica de producción-reproducción (quién hace qué, quién decide, cuáles son las expectativas de sus miembros, quiénes concentran los beneficios, qué implicaciones tiene la división del trabajo existente), y facilita la delimitación más adecuada de los grupos de población, al considerar las variables de clase, edad, etnia, como asociadas al análisis de género.

En las políticas globalizadoras se sigue considerando que el trabajo de las mujeres es flexible y que se puede estirar para compensar cualquier déficit de recursos disponibles para la reproducción y mantenimiento de los recursos humanos. Así es como muchos de los éxitos de las políticas macroeconómicas se hacen a costa de una jornada más dura y más larga de las mujeres.

El aporte de las mujeres al desarrollo para quienes formulan las políticas es invisible porque es tiempo y trabajo no pagado, al que no se le asigna valor monetario. Pero esto se refleja en el deterioro del estado de salud física y mental de esas mujeres. �Cualquier política que se establezca, sea en el campo macro económico o sectorial, tiene un impacto diferenciado sobre los diferentes sujetos sociales� (Pérez y Campillo, 1999:15), puesto que las políticas no son neutrales ni en su concepción y formulación, ni en el impacto producido (León, 1997).

3 Necesidades prácticas son aquellas que satisfacen las condiciones materiales y se refieren a la condición de las mujeres. Las necesidades estratégicas se refieren a la posición de éstas y tienen potencial para producir cambios (Young, 1991).

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A pesar de lo anterior, se ha observado que las mujeres tienen mayor disposición a participar cuando de proyectos se trata, ya sea como promotoras, coordinadoras y/o beneficiarias directas de los proyectos. Son las mujeres las que han respondido en mayor medida a convocatorias de desarrollo local (Rosete, 2001; Zapata y Mercado, 1996 ). Esto, debido a que son ellas quienes sufren cotidianamente el impacto negativo de las políticas de ajuste estructural, vividas como escasez de recursos materiales y simbólicos para continuar cumpliendo con funciones derivadas de sus rígidos roles e identidades de género que pueden sintetizarse en �seres para y de los otros� (Lagarde, 1997).

El acceso a recursos económicos, productivos y materiales son fundamentales en los procesos de cambio; al mismo tiempo lo son los cambios de identidades ya que es desde estos donde se tejen las relaciones de poder entre los géneros, y permean para deconstruir relaciones de inequidad, desigualdad y subordinación entre mujeres y hombres. Para las mujeres, su participación está relacionada con los problemas de sus próximos (hijos, hijas, otras mujeres, los y las vulnerables, los y las pobres, el medio ambiente, etcétera), para los varones, es un factor de autoafirmación y de despliegue de sus derechos como ciudadanos. Existe una íntima y estrecha asociación entre identidad de género y el acceso, uso y falta de poder entre hombres y mujeres, y por tanto, se puede establecer la asociación entre identidad, poder y participación (Cortina y Stromsquist, 2001).

La promoción de la participación de las mujeres que considera su especificidad de género se traduce en un incremento en la toma de decisiones con relación a su propia vida y a su cuerpo, en su sexualidad, maternidad, cuidado del cuerpo y de la salud reproductiva e intolerancia hacia la violencia (Martínez, 2000).

Las políticas públicas y programas con perspectiva de género, ubican a las mujeres como sujetos, y por tanto promueven la participación social, convirtiéndose en espacios de potenciales transformaciones en la condición de la mujer, y con ello, transformando su perspectiva de �ser para otros� en �ser para sí misma� a la par que con los hombres se buscan cambios desde su identidad tradicional de �ser para sí mismos�, sustentadas en los atributos y mandatos de la masculinidad hegemónica4 que se traducen en el control y dominio sobre las mujeres y androcentrismo en seres que comparten con los otros y las otras.

Aunque el discurso de algunos de los proyectos de desarrollo en la escala regional incorporan mujeres y hombres en sus estrategias de participación y se habla de enfoque de género, aún está ausente la perspectiva de construcción de la equidad genérica que tienda hacia la superación de los obstáculos que las mujeres pobres enfrentan para una integración al desarrollo, que transforme las relaciones de poder y subordinación al interior de la familia y en las relaciones de pareja y en las organizaciones en las que participan desde su identidad de género.

Existe la necesidad de que los programas que afectan las relaciones sociales, económicas y políticas, resultado del impulso de paradigmas y propuestas de desarrollo, tendrán que abonar a la construcción de relaciones más equitativas no sólo desde el punto de vista económico. Es fundamental ubicar que las prácticas de los sujetos que conforman las sociedades, y en específico las comunidades rurales e indígenas, están permeadas por la edad, el género, la etnia y otras variables que 4 La masculinidad hegemónica se refiere la forma culturalmente más aceptada de ser hombre (Connell, 1995).

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usualmente no se consideran en las estrategias de desarrollo y es también desde las identidades de las y los sujetos que se tendrán que buscar alternativas en términos de construcción de sociedades más justas desde lo cotidiano.

En este trabajo pretendemos conocer algunos de los impactos de la participación social sobre la condición femenina y masculina, en tanto que consideramos que lograr cambios de identidad de las mujeres y de los hombres y el acercamiento a sus necesidades específicas de género, es una forma de construir el poderío de las mujeres; aspectos que tienen que ser abordados en los contenidos y metodologías de las instituciones que implementan proyectos de desarrollo con mujeres pobres e incorporar la reflexión sobre la condición masculina para que los procesos de cambio sean más sustentables. En ese sentido Connell (1995) y Seidler (2000), sostienen que el genero es una categoría social que organiza y jeraquiza a hombres y mujeres, intervine en la construcción de sus identidades, regula sus relaciones y establece que las sociedades construyan diversos sistemas de sexo-género. En este sentido, la discusión que persiste sobre los estudios de las masculinidades, convergen en reconocer que �la masculinidad no se puede definir fuera de su contexto socioeconómico, cultural e histórico en que están insertos los varones y que esta es una construcción cultural que se reproduce socialmente� (Olavarría, 2001, Connell, 1995)

Así pues, la perspectiva de la equidad de género como eje transversal en el diseño de políticas y programas de desarrollo significa una esperanza en este proceso de construcción y deconstrucción de identidades y de relaciones entre los géneros, como se pretende mostrar en el presente estudio.

Contexto del estudio El programa analizado en el presente trabajo, se realizó en un marco socioeconómico y político complejo que caracteriza al estado de Chiapas y en un entorno de refugio y desplazamiento. De acuerdo al ACNUR, se considera refugiado (a) a quien huye de su país de origen o residencia con fundado temor de persecución por razones de raza, religión, nacionalidad, opinión política o pertenencia a un determinado grupo social. La condición de refugio hace a la persona sujeto de la protección y del derecho internacional. Lo anterior le dio especificidad al sujeto de investigación tanto por su condición social, económica, política, jurídica y social, como por el tipo de programas impulsados.

La población refugiada en Chiapas se integra por alrededor de 95% de indígenas guatemaltecos de las etnias Kanjobal, Mam, Chuj, Jacalteco y Quiché. Estos grupos huyeron de su país de origen a inicios de la década de los 80 en un marco de guerra, violencia y conflicto armado generalizado, así como de persecución política. En mayo de 1984, a lo largo de siete municipios en Chiapas, aproximadamente 46,000 guatemaltecos (as) se encontraban en 36 campamentos.

La población guatemalteca integrada en Chiapas en el momento de la investigación, ascendía a 12,543 personas (alrededor de 2,624 familias), compuestas por 49.5% hombres y 50.5% mujeres. Se localizaba en 62 asentamientos distribuidos en siete municipios de la Región Fronteriza de Chiapas: Frontera Comalapa, Chicomuselo, Bellavista, La Trinitaria, La Independencia, Amatenango y Maravilla Tenejapa. En el momento del estudio, más de la mitad de la población (cerca de 55%)

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son mexicanos por nacimiento y muchos de ellos en el 2001, llegaron a la mayoría de edad.

La experiencia empírica con población refugiada ha mostrado que la condición de género durante el refugio puede girar en torno a diversas direcciones: se viven modificaciones en tanto cambio de contexto sociocultural, en algunos casos los roles de género femenino tienden a flexibilizarse ya que implica transformaciones en la vida cotidiana promovidos por la misma situación de desplazamiento, los beneficios derivados del acceso a la protección incluyendo poder allegarse mayores recursos y oportunidades (sistemas de salud, movilidad dentro y fuera de la comunidad, participación en asambleas y reuniones comunitarias). Mientras que, para los hombres, el refugio puede vivirse como carencia de masculinidad en tanto tienen la dificultad de ejercer como proveedores del grupo doméstico por la falta de acceso a la tierra, elemento fundamental dentro de la economía y cultura campesina. En este contexto, la feminidad y masculinidad vividas desde la especificidad étnica, de refugio y género tenderían a modificarse y a adaptarse ante las modificaciones del contexto socioeconómico.

Metodología

El partir de la hipótesis de que la aplicación de políticas de equidad de género en programas de desarrollo, en este caso, con población refugiada, incide positivamente en cambios en la situación de subordinación, pobreza y opresión de las mujeres indígenas guatemaltecas refugiadas al integrar sus necesidades específicas y promover su empoderamiento personal y colectivo mediante la participación y visibilización comunitaria, nos llevó a plantear un estudio en donde se pudiese observar en qué medida la aplicación de políticas de equidad de género, es realmente un instrumento de desarrollo, principalmente para las mujeres, pero también para los hombres y para las comunidades en donde transcurre su vida cotidiana y dentro de un marco socioeconómico complejo como es la zona fronteriza del estado de Chiapas.

Para contrastar y analizar el impacto de la política de género, se seleccionaron comunidades donde hubo mayor incidencia versus comunidades con escasa influencia. Las comunidades fueron seleccionadas sobre la base de un análisis de la presencia de las instituciones y tipo de programas. Se ubicaron dos grandes categorías: comunidades con política de género y comunidades sin política de género. Un segundo nivel fue conocer la percepción de mujeres y hombres, por lo que se definió un número similar de encuestados y encuestadas; sin embargo esto no pudo cumplirse, debido a que varios de los hombres estaban fuera de sus comunidades e incluso de la región en el momento en que se aplicó la encuesta.

Se eligieron comunidades (anteriormente llamados campamentos) con presencia de proyectos y programas con política de género. Esto incluyó a 10 comunidades, que representaron 20% de las casi 40 comunidades donde hubo proyectos y programas. Se eligieron también cuatro comunidades (18%) entre las 20 comunidades que ubicamos sin política de género o ausencia de proyectos.

Para facilitar la comunicación entrevistada o-entrevistador, la mayoría de los cuestionarios fueron aplicados en los idiomas chuj, kanjobal, mam, jakalteco y español y participaron activamente en el levantamiento de información la población refugiada

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capacitada para ello. El número de personas encuestadas fue de 48 mujeres y 37 hombres. Se estimó inicialmente el mismo número de cuestionarios, pero esto no fue posible. De los municipios en donde hay refugiados, se seleccionaron cuatro: Las Margaritas, La Trinitaria, San Pedro Bellavista y La Independencia.

Cuadro 1. Comunidades en donde se aplicó el cuestionario.

Fuente: Trabajo de campo. Elaboración propia (1999). * Comunidades donde no había trabajo de organizaciones ni instituciones

En total se aplicaron 85 cuestionarios en 14 campamentos o comunidades:

cuarenta y ocho cuestionarios a mujeres, treinta y seis en campamentos donde trabajaron organizaciones e instituciones con perspectiva de género y doce en donde no hay trabajo. También se aplicaron treinta y siete cuestionarios a hombres, veintisiete en comunidades con trabajo de organizaciones e instituciones y diez en campamentos sin trabajo institucional de género.

Municipio Comunidades en la muestra

Las Margaritas 1.- Amparo Agua Tinta 4.-Paraíso 2.- Nuevo Huixtán 5.-Santo Domingo Las Palmas 3.- Nuevo San Juan Chamula 6.- Bella Ilusión

La Trinitaria 1.- San Lorenzo 4.- Nuevo Porvenir2,- La Gloria 5.- Nueva Libertad 3.- Cieneguitas 6.- Santa Elena Lagartero*

La Independencia 1.- San José Belén* 2.- La Esperanza*

San Pedro Bellavista

1.- Cueva del Arco*

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Cuadro 2. Número de cuestionarios aplicados por género

Mujeres en comunidades

con perspectiva de género

Hombres en comunidades

con perspectiva de género

Mujeres en comunidades

sin perspectiva de género

Hombres en comunidades

sin perspectiva de género

Total

Número de cuestionarios aplicados

36

27

12

10 85

% de la muestra

42 32 14 12 100

Fuente: Trabajo de campo. Elaboración propia (1999). Para dar seguimiento a los objetivos y comprobar las hipótesis se aplicó un

cuestionario que abarcó los siguientes puntos: datos generales de las y los entrevistados, la participación comunitaria, acceso a la información, salud, proyectos económicos, visión hacia la violencia familiar y sexual y relaciones de género.

Fue importante conocer la percepción tanto de mujeres como de hombres ya que partimos de que el género al ser una categoría relacional, permite ubicar las relaciones de género en situaciones específicas. En la medida en que los estudios de la mujer han hecho un aporte significativo al visibilizarla como sujeto específico de las investigaciones, los estudios de género también han permitido analizar la subordinación de la mujer en su contexto social, económico, político y cultural y en sus interacciones con el género masculino, por lo que en el presente estudio las relaciones entre hombres y mujeres fueron la parte fundamental de la investigación. Resultados El enfoque de género en la política y su influencia en la condición y situación de las mujeres Buscamos establecer relaciones entre aplicación de políticas de equidad y condición y situación de mujeres y hombres. Los elementos significativos de éstas en el trabajo de campo fueron: promoción de la participación equitativa de mujeres y hombres en los procesos de capacitación y acceso a la información, así como la inclusión de las necesidades específicas de ambos géneros en los programas de salud, prevención y tratamiento de la violencia familiar, el acceso equitativo al crédito y a los programas de ahorro; proyectos económicos y la difusión y sensibilización sobre los derechos. La política de género incluyó la acción transversal de detección de necesidades, aplicación de programas específicos y acceso equitativo de hombres y mujeres a las acciones institucionales. El cuadro 3 recoge información proveniente del ACNUR en cuanto a

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recursos que se asignaron y que beneficiaron a hombres y a mujeres.

Cuadro 3. Aplicación de recursos en porcentaje de acuerdo a población beneficiada.

Áreas prioritarias Mujeres Hombres Total $ Documentación 51.00% 49.00% 873,125

Salud 90.00% 10.00% 1,760,751 Crédito 48.00% 52.00% 1,190,433 Becas 39.00% 61.00% 735,787

Capacitación 48.00% 52.00% 919,995 Alfabetización 66.00% 34.00% 30,496

Fuente: Elaboración propia con base en información del ACNUR, Chiapas 2001 De esta forma establecimos indicadores relativamente sensibles a ser evaluados: el conocimiento sobre los temas (nivel percepción), el acceso y disfrute de los derechos (nivel afectivo), la participación activa (nivel actitudinal) en instancias comunitarias, acceso y participación en reuniones y talleres, acceso a los programas de salud, proyectos económicos. Analizamos si esto tiene implicaciones prácticas en la vida cotidiana que les conlleve a transformar la condición de subordinación de las mujeres; tales como cambios en la percepción hacia la violencia, utilización de los servicios de salud, especialmente a los relacionados con lo sexual y reproductivo, incluyendo frecuencia de visitas médicas, tipo de consultas cumplidas, realización de la prueba de detección de cáncer cérvico-uterino (Papanicolau), entre otros. La comparación entre comunidades con y sin perspectiva de género en los programas muestra que las percepciones y las prácticas sí pueden estar relacionadas con el proceso de intervención en el ámbito de las políticas de equidad de género, en el momento en que el estudio fue realizado.

Para contrastar la hipótesis central, realizamos un resumen de los resultados obtenidos, que se aprecian en el cuadro 4 donde se comparan las comunidades con y sin política de género.

Cuadro 4.Comparativo de participación, salud y violencia en mujeres.

Concepto Sin política % Con política %

Mujeres capacitadas 42 89

Mujeres que se reúnen 42 72

Saben qué es violencia 52 70

Saben qué es violencia sexual 0 14

Saben causas de la violencia intrafamiliar

40 78

Saben cómo actuar en caso de 6 68

14

violencia

Nunca han ido al doctor 41.66 11

Se han realizado la prueba del PAP

30.5 48

Planifican 75 45

Promedio de hijos 6.3 7.4

Fuente. Elaboración propia a partir de los datos del cuestionario, 2001 En este cuadro se observa que un mayor porcentaje de mujeres en las

comunidades con política de género están capacitadas, se reúnen, tienen conocimientos respecto la violencia y saben cómo actuar, visitan con mayor frecuencia al médico y se han realizado la prueba del PAP. Diversos estudios muestran que la asistencia a reuniones y la participación en procesos grupales permite a las mujeres salir del espacio privado, adquirir nuevas habilidades y manifestar cambios en la percepción sobre ellas mismas, en coincidencia con lo reportado por Zapata et al, (2003). Siguiendo el modelo multifactorial de empoderamiento de Hidalgo (1999), y la propuesta de Rowlands (1997) pueden reconocerse diversas dimensiones: la personal, en las relaciones cercanas y en la colectiva. Dichos procesos pasan por cambios en habilidades para expresarse, aprender y analizar, organizar el tiempo personal, sentimiento de que las cosas son posibles, control sobre las circunstancias de vida y capacidad de tomar decisiones. Algunos de los mayores obstáculos para que se den estos procesos de empoderamiento de acuerdo a Zapata et al,( 2003) es el doméstico en donde los atributos y mandatos de la masculinidad hegemónica se orientan hacia el control y dominio sobre las mujeres y los recursos, y que se traducen en la falta de control sobre el tiempo y la responsabilidad del trabajo doméstico.

En estos procesos, la asistencia frecuente a reuniones y la capacitación son considerados como recursos e insumos que permiten el acceso a la información y a la reflexión desde la condición de género. Los procesos pedagógicos que incorporan la equidad entre géneros como elemento fundamental en su propuesta educativa propicia procesos conscientes de reflexión que se espera se traduzcan en el nivel de percepción y acción que tienen que ver con cambios de actitudes y específicamente en lo relativo al cuerpo: qué hacer en casos de violencia, acudir a la revisión de su estado de salud, realización de la prueba de Papanicolau y regulación de la fecundidad.

En esta perspectiva, es significativo el que un mayor porcentaje de mujeres en comunidades con política de género tuvo mayores conocimientos sobre la violencia doméstica y sexual, sus causas y qué hacer. Entre las respuestas que dieron están las siguientes: �Violencia es cuando los hombres nos golpean�; �violencia sexual es cuando obligan a las mujeres a hacer cosas que ellas no quieren�; �violencia sexual es cuando obligan a las mujeres a tener relaciones sexuales�. Por otra parte, un menor porcentaje nunca ha ido al doctor y un mayor porcentaje se ha realizado la prueba de detección de cáncer cérvico uterino.

En cuanto al acceso a recursos de información y de acuerdo a las hipótesis

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planteadas en el sentido de que las políticas de equidad de género permiten un mayor acceso a recursos en la medida en que propician cambios en percepción y actitudes, se puede establecer que las mujeres que han tenido mayor acceso a información muestran cambios de actitud respecto a la violencia sexual e intra familiar, así como en el nivel de cuidados sobre el cuerpo tal como la realización de la prueba del PAP y el acudir a los servicios de salud, ya que mientras en comunidades con política se observó que sólo 11% de las entrevistadas nunca habían ido al doctor, éste se incrementa a 41.66% en comunidades sin política (Cuando en ambos casos existen clínicas o servicios de salud).

Las mujeres en comunidades con política tienen en promedio un hijo más que en las comunidades sin política. Esto se puede explicar porque los servicios oficiales de salud realizan campañas sobre planificación familiar, mientras que los organismos no gubernamentales utilizan el paradigma de la regulación de la fertilidad que considera el acceso a la información y la toma de decisiones de las mujeres, antes que la imposición de métodos anticonceptivos. En ambos casos el promedio de hijos es casi el triple que el promedio nacional, aspecto que muestra diferencias específicas debido a que es esta una población con características definidas desde lo étnico y cultural en donde para las familias es muy importante tener muchos hijos.

En términos generales y tomando la participación, la salud y la intolerancia a la violencia como un factor positivo que incide en cambios en la condición de las mujeres, podemos concluir que las mujeres que viven en comunidades con trabajo de género, han tenido avances en el trastocamiento de su subordinación con respecto a las mujeres que viven en comunidades sin política. Es atinado señalar que en este contexto de trabajo la aplicación de políticas de equidad propició el empoderamiento de las mujeres, con relación a las comunidades en donde no se aplicaron dichas políticas.

Estos resultados permiten corroborar la hipótesis general ya que la aplicación transversal de la perspectiva de la equidad de género, de acuerdo con los resultados anteriores, permite incidir sobre la condición y situación de las mujeres al incorporar sus necesidades específicas de género en la implementación de programas y proyectos.

El análisis entre los resultados encontrados y el marco conceptual aquí expuesto, permiten indicar que la perspectiva de equidad de género en los programas y proyectos vinculados a propuestas de desarrollo regional facilitan el avance en una dirección de desarrollo humano en donde los factores de etnia, clase y género están presentes en los sujetos de desarrollo. Esto es posible cuando el género estuvo como instrumento de política en las comunidades donde éste fue impulsado respecto a aquella en donde no lo fue. Sin embargo, los procesos subjetivos y en cambios actitudinales, como ha sido señalado por Alberti (1993), implican cambios, conflictos y negociaciones.

En el caso de las mujeres, la contradicción más importante en la dinámica de sus conflictos personales y como impulsor de procesos de cambio hacia el empoderamiento, es en el ámbito de la identidad. El conflicto de identidad se define por los cambios en ésta estructurada en torno al Ser para los otros, frente a la de Ser para sí misma. El acceso al mundo público a través de la participación social, al trabajo fuera de la casa; es decir, la escisión entre el mundo público y el mundo privado, es uno de los mayores conflictos y cambios que se presentan en la identidad de las mujeres. La

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maternidad voluntaria, la sexualidad como disfrute y la intolerancia hacia la violencia como forma de relacionarse con los hombres, son aspectos fundamentales en la deconstrucción de la identidad femenina. Abordado desde esta perspectiva, la inclusión de la perspectiva de equidad de género en el trabajo con mujeres, comunitario y de desarrollo rural incide en estos cambios, lo cual es un componente fundamental para el desarrollo humano desde la esfera individual, familiar, comunitaria y macrosocial.

En el contexto de refugio y desplazamiento es fundamental considerar tanto los factores de etnia y clase desde una perspectiva de relaciones intergenéricas, ya que como también indica Zapata et al (2003), los factores inhibidores de estos procesos de cambio tienen que ver precisamente con los atributos y mandatos de la masculinidad hegemónica que se orientan hacia el control y dominio sobre las mujeres y se traducen en exceso de trabajo para las mujeres, y la escasa movilidad social por lo que como señaló Alberti (2003:375) �este despliegue de factores nos muestra la complejidad, profundidad y diversidad de aspectos que se relacionan con los procesos de transformación identitaria individual y colectiva hacia el desarrollo de las mujeres�.

Por ello, es igualmente importante entrar al análisis sobre las relaciones de género en poblaciones con características similares y la importancia de aplicar políticas incluyentes desde la perspectiva de equidad genérica en la implementación de programas y proyectos con poblaciones indígenas en donde los atributos y mandatos de la masculinidad hegemónica se orientan hacia el control y dominio sobre las mujeres y la identidad masculina juegan un papel muy importante como inhibidores de los procesos de desarrollo de las mujeres y analizar por otro lado, en qué medida, las masculinidades pueden ser también susceptibles de modificarse y hacia qué dirección. Cambios en las relaciones de género y transformaciones en la masculinidad tradicional hegemónica.

Con relación a la hipótesis específica que apunta a señalar que la equidad de

género contribuye a cambios en las relaciones de género, al incorporar tanto a las mujeres como a los hombres en los procesos de cambio podemos postular lo siguiente. Connell (1995, 1998) señala que existe una masculinidad hegemónica o dominante, la cual se convierte en norma (deber ser, lo permitido y lo prohibido), símbolos, significados (atributos), prácticas que conforman el mandato social, lo que debe ser y se espera de un hombre en determinada sociedad a la cual hay que obedecer o aprender para ser �hombre�, de ahí que este proceso de construcción de una identidad, en tanto aprendizaje, desarrollo y práctica de ciertos atributos y valores, debe ser transformada y reconstruir aquellos referentes de orden simbólico y práctico que lo determinan.

Así los varones pasan por procesos de transformación de identidades que implica procesos de deconstrución, tanto para el género femenino, como para el género masculino en la medida en que al asumir identidades optadas permitirá por un lado, cambios de actitudes en los hombres que pasan por el entendimiento de que las mujeres son también sujetas de derechos, como el derecho a la participación, salud, educación, acceso a recursos productivos y decidir sobre su salud y su cuerpo, así como reflexionar sobre su propia problemática como varones.

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En el contexto del estudio, la equidad de género fue asumida en la práctica de los programas y proyectos cómo realizar aquellas acciones tanto para hombres y mujeres, y otras acciones en donde las mujeres fueron sujetos específicos, todas ellas con perspectiva de género. La metodología incluyó a su vez talleres sobre masculinidad en donde en algunos casos los hombres fueron los sujetos específicos, así como talleres en donde acudieron tanto hombres como mujeres, tales como los de derechos humanos y donde se trataron específicamente los derechos de las mujeres. Los temas sobre violencia, anticoncepción y salud, fueron realizados conjuntamente, dejando algunos espacios sólo para mujeres.

Como se observa en el cuadro 5, fue también significativo que los hombres de comunidades con política de género tuvieran un mayor entendimiento de lo que considera violencia, atendieron más su salud y una mayor participación en la planificación familiar.

Cuadro 5. Comparativo de participación, violencia y salud. Hombres.

Sin política Con política

Hombres que se reúnen 70 85

Saben qué es violencia 40 74

Informados sobre violencia 10 33

Saben qué es violencia sexual

0 22.22

Saben causas de la violencia 60 74

Informados sobre salud 10 44

Nunca han ido al doctor 44 12

Planifican 28 34

Fuente. Elaboración propia, a partir de los datos del cuestionario, 2001. El cuadro anterior permite observar que para el caso de los hombres, es también

notoria la diferencia en algunos indicadores. A pesar de que se reúnen casi en la misma proporción, un mayor porcentaje de hombres en comunidades con política saben lo que es violencia y violencia sexual, están informados sobre salud, y se tiene un mayor porcentaje de hombres que participan en la planificación familiar. Aunque es menor la diferencia que entre mujeres, en donde se ha centrado el impacto, es significativo que los hombres de las comunidades con mayor política, también manifiestan cambios en la percepción en los indicadores principales.

Los cambios en la masculinidad dominante en América Latina, de acuerdo con Lagarde (1992ª y b) se viven como una trasformación de las masculinidades que se traduce en: menor omnipotencia y deseo de poder y de control, sentimientos de cercanía entre los hombres y una aproximación menos enajenada a las mujeres

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aceptando �la humanidad� y el intercambio erótico con las mujeres no como control, cambios importantes en la paternidad y asumiendo las tareas consideradas �femeninas� como el trabajo doméstico. Un cambio fundamental es la deconstrucción de la violencia sexual y de la violencia como una forma de vida asociada al dominio y legitimada como atributo particular de los hombres. A este conjunto de cambios se le llama �masculinidad deliberada�.

La transformación de las relaciones de género, indica Lagarde (1992:34) �debería desmontar la asociación entre la legitimidad de la violencia como dominio o como defensa, eliminándola de las relaciones entre mujeres y hombres, adultos e infantes�.

En el presente estudio, considerando la complejidad de transitar de la percepción al nivel de acción en los cambios de identidad masculina y roles tradicionales de estos, pasa como en el caso de las mujeres por la deconstrucción de la identidad tradicional, en donde el elemento de �pérdida de poder y de control�, es mucho más complejo de asumir para los hombres, en tanto el poder y el control son elementos fundantes de la identidad masculina tradicional. En este sentido, y con las limitaciones propias del presente estudio, podemos afirmar que aunque las diferencias son menos significativas para los hombres que para las mujeres, estas sí existieron entre hombres de comunidades con política respecto a los hombres de comunidades sin política.

Estos cambios, por pequeños que sean, no pueden considerarse menos importantes ya que el estudio pone de manifiesto que cuando se trabaja con enfoque de equidad de género y los hombres se incorporan en alguna medida a los procesos de reflexión, estos cambios son un avance no superficial ni pequeño, ya que las relaciones de poder en donde sobresale la supremacía masculina, son uno entre los nudos a trastocar en las relaciones de desigualdad entre mujeres y hombres. La transversalidad de la equidad de género como instrumento de promoción, cambio social y mayor redistribución de los recursos En este apartado se ve lo relativo a la hipótesis específica que propone que la transformación de la situación y condición de las mujeres y los cambios en las relaciones de género promueven cambios en la perspectiva de una mayor redistribución de los recursos. Esto dará argumentos para proponer que la perspectiva de equidad de género en programas y proyectos es un instrumento de justicia social al transformar relaciones inequitativas, redistribuir los recursos y mayor acceso a la toma de decisiones y con ello trastocar la opresión que viven las mujeres y mejoran su condición. Esto debe considerarse como un proceso que tiene avances y retrocesos como señala Kabeer (1999).

A manera de resumen se retoman las variables principales: a) Variable participación en reuniones: Se les preguntó: Cuando hacen reuniones en campo sólo con mujeres ¿qué temas se tratan? En las comunidades con política de género ellas manifestaron que se juntan para discutir temas de �salud en primer lugar, proyectos económicos y derechos�. A diferencia de las mujeres de aquellas

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comunidades con menos políticas de género, manifestaron que sólo se reúnen para hablar de salud y más de la mitad de las entrevistadas no contestó. En menor porcentaje también agregaron que se reúnen para obras públicas o problemas varios.

Cabe mencionar la diferencia cualitativa que existe entre ambos grupos. En primer lugar, más de la mitad de las comunidades sin política de género, no contestaron, lo que estaría significando que ellas no se reúnen o no le dan importancia. Otro aspecto cualitativamente diferente es el tema de los derechos, que si bien, en bajo porcentaje, sólo lo mencionan las mujeres en comunidades con política de género. Alberti (2003:375) señala que la participación en organizaciones y la capacitación sobre los derechos de las mujeres y género, la confianza entre mujeres y el compartir problemas juntas son factores impulsores de cambio hacia el empoderamiento, tanto en la dimensión personal, como en las relaciones cercanas y en la dimensión colectiva. Estos aspectos son sumamente importantes a tomar en cuenta si asumimos que la participación frecuente en reuniones, talleres y diversos espacios de encuentro permite a las mujeres la reflexión colectiva, el desarrollo de habilidades, capacidades, incluyendo el aumento de la autoconfianza y el poder �decir su palabra� todos estos factores muy importantes en el proceso de empoderamiento. En este sentido, tanto los recursos materiales, como los simbólicos a los que pueden acceder las mujeres derivado de políticas de equidad de género son una contribución sensible hacia una mayor equidad no sólo entre géneros, en la esfera de lo íntimo y de lo privado, sino en el terreno en que los programas tendrán que ampliar sus horizontes en la perspectiva de incluir al otro 50% de la población que tradicionalmente ha estado fuera de las estrategias de desarrollo: el género femenino. b) Variable Violencia Doméstica y Sexual: Esta variable está íntimamente relacionada con el punto anterior, ya que, en la medida en que uno de los temas que más se analiza en las reuniones entre mujeres es lo relativo a violencia y derechos, es de suponer que las mujeres de las comunidades que tienen mayor participación en reuniones, talleres y encuentros, el conocimiento y percepción sobre la violencia doméstica y sexual es mayor. Fue notorio que las mujeres de las comunidades con política de género, en casi un 100%5 respondieron con elementos relativos al tema: qué es una agresión a las mujeres, qué es obligarlas a tener relaciones sexuales y qué son problemas entre las parejas. El resto de las entrevistadas de las comunidades sin política de género, dieron elementos de este tipo, pero en menor porcentaje. Así mismo, este último grupo de mujeres, más de la mitad respondió que �no sabe�. Esto refleja que en las comunidades con política de género hay un mayor conocimiento sobre el tema. Bellato (2001:381) reportó en un estudio con hombres y mujeres indígenas mazahuas, que �para las mujeres, vivir con un hombre enfrenta una situación ambivalente: por una parte es quien les dota de estatus y valor social, pero a la vez, sufren las consecuencias de su dependencia económica y subordinación genérica. Esta situación se traduce en un reforzamiento del dominio masculino, en términos de soportar violencia física y verbal, abandonos e indiferencia, que en las mujeres repercute, entre otros aspectos, en el desgaste de su salud y en tener que vivir en constante tensión y conflicto�. Esta situación no es prioritaria de las indígenas ya que también ocurre con las mestizas.

5 No todas identificaron la violencia intradomésticas en los mismos términos, pero todas sabían algunas características de la misma.

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Aquí serían importantes las relaciones de negociación, cooperación y conflicto. Además, en las expresiones de las mujeres de las comunidades con políticas de género se puede apreciar rechazo hacia la violencia intrafamiliar en todas sus expresiones. El tema de la violencia contra la mujer e intrafamiliar, es un punto que no es frecuentemente discutido en comunidades indígenas, por ello, consideramos aquí que, el que las mujeres tengan información, cuestionen y sepan qué hacer en situaciones de violencia, es un avance muy significativo desde una perspectiva de desarrollo humano, en tanto que uno de los resultados más devastadores en las relaciones humanas derivado de la condición de subordinación del género femenino y la supremacía del masculino es precisamente la violencia perpetrada en contra de la mujer y la continua situación de conflicto en que viven las parejas en comunidades indígenas. c)Variable Salud Reproductiva: No existe consenso sobre el término salud reproductiva. Hay algunos autores y autoras que la siguen viendo como control de la natalidad, mientras otros tienen una visión más inclusiva del concepto fundamentado en la perspectiva de género (Zapata y Halperin, 1999; Salles y Tuiran, 1995b; Koblinsky et al., 1992). Aquí lo relacionamos con el concepto amplio y al retomar la pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que usted vio al doctor(a) para una revisión? Fue también muy importante conocer que en las comunidades con política de género, más de la mitad de las entrevistadas dijeron que dentro del último año habían acudido a la doctora, mientras que sólo la mitad de las mujeres de las comunidades sin política de género habían acudido en igual tiempo. Así mismo, fue notoriamente mayor el número de mujeres en comunidades sin política que dijeron que nunca habían ido al doctor o que no se acordaban cuando acudieron, en comparación a las mujeres de las comunidades con política de género en los programas.

Desde una perspectiva de género y desarrollo humano, la salud integral de las mujeres y el conocimiento de su cuerpo son factores fundamentales que se deben impulsar, en la medida en que el cuerpo vivido de las mujeres es donde se concretan y sintetizan tanto las representaciones sociales sobre los cuerpos, como el estado real de la persona en su acceso a recursos fundamentales para vivir la vida de una manera digna y justa. Para las mujeres indígenas la mortalidad asociada a la maternidad es sumamente elevada, así como la mortalidad asociada a causas que pueden prevenirse como el cáncer cérvico uterino, la atención oportuna y de calidad al parto, la prevención del estado permanente de anemia y desnutrición asociados a la mala alimentación y al elevado número de hijos en un contexto de extrema pobreza y carencia de recursos, como es el caso de los y las refugiadas. Por ello, es significativo constatar que en la mayor parte de variables sobre salud, fue notoriamente superior el estado general de las mujeres en lo relativo a frecuencia y tipo de visitas al médico (a), prevención del cáncer cérvico uterino con relación a las mujeres de comunidades sin política. Estos datos también permiten afirmar que las mujeres en comunidades con programas con perspectiva de género pudieron acceder en mayor medida a la salud como derecho, que las mujeres de comunidades sin política de género, no obstante estar presentes los servicios de salud oficiales, manifiesto en este caso en el incremento en el uso de métodos anticonceptivos y en promedio un hijo menos que las mujeres en comunidades con política.

Lo anterior es importante relacionarlo con el impulso de programas que fomentan la participación de las mujeres en reuniones, talleres y otros eventos promoviendo una

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mayor información sobre diferentes temas significativos para las mujeres que propicia la reflexión desde lo individual y lo colectivo en la medida que en estos espacios tienen la oportunidad de reflexionar sobre su situación de género. Al promover la participación equitativa de las mujeres en los programas de salud comunitarios se propicia el empoderamiento de las mujeres en el terreno de la salud y de sus derechos reproductivos y es por tanto un elemento fundamental a impulsarse en las estrategias de desarrollo que vinculen el enfoque de género de manera transversal a la ejecución de cualquier acción en este caso, en el campo de la salud. d)Variable Producción y Empleo: Como se observa en el cuadro 6, se hizo una comparación entre el acceso a proyectos y ahorro. Es claro que en los campamentos con perspectiva de género en los programas hay mayor información, se señalan ventajas y desventajas y las mujeres tienen mayores elementos para decidir su participación en relación con aquellos campamentos sin política de género.

Cuadro 6. Proyectos y actividades económicas. Mujeres.

Sin política Con política

Mujeres informadas sobre proyectos

16 61

Mujeres que participan 0 38

Señalan ventajas de los proyectos

0 38

Señalan ventajas del ahorro 0 36

Señalan desventajas del ahorro 0 27

Señalan ventajas del crédito 0 19

Señalan desventajas del crédito 28 25

Fuente: Elaboración propia, con base en los resultados del cuestionario, 2001. No obstante en este rubro, no es muy claro si esta información ha repercutido de

manera directa en una participación y acceso real. El programa sufrió a través del tiempo diversas modificaciones que en su momento provocaron confusión en la población. Esto es además interesante porque la mayor parte de las estrategias de desarrollo con mujeres, se ha centrado en los proyectos productivos, el acceso a crédito y el fomento del ahorro considerados todos como �la estrategia�. Al hacerles la pregunta: ¿Usted participa en algún proyecto productivo?, se observó que hay menos mujeres participantes en las comunidades sin política de género y mayor número de mujeres participantes en el otro sector. Además, se les preguntó a aquellas mujeres que participan en algún proyecto productivo ¿Por qué participa?, las respuestas fueron: �porque da beneficios� (se refiere a necesidades concretas, porque se capacitan, o sea, otros beneficios no económicos) y �apoyaron solicitudes� (se refiere a que responde a necesidades económicas de las mujeres). Hubo un porcentaje de las mujeres que sí participan, que �no contestaron�.

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Es importante resaltar que para las mujeres participar en proyectos productivos les produce beneficios, no sólo económicos, sino �otras ganancias� que se refieren a juntarse, capacitarse, y por otro lado, con la experiencia obtenida tienen mayores elementos de juicio para participar involucrarse o no en los proyectos.

Si lo observamos desde el punto de vista del acceso a los recursos productivos otorgados por las diferentes instituciones fue significativo que las mujeres informadas, que participan en los proyectos y acceden a un recurso productivo fue superior en los campamentos con política, en comparación con los sin política de género.

Respecto de esta misma variable, se preguntó únicamente a las mujeres: Si usted participa (o participó) en algún proyecto, ¿Cómo le ayuda (o ayudaba) su pareja? Las mujeres de las comunidades con programas con política de género dicen en casi un 50% que ellos ayudan �con el cuidado de los niños� �con los pagos (dinero)�, �trabajos del propio proyecto�o con otras �ayudas� no especificadas. A diferencia de las mujeres de las comunidades sin política de género, quienes sólo mencionaron que sus maridos apoyan en los trabajos relativos al proyecto. No se observó en éste caso, ninguna mención al trabajo doméstico o a otros apoyos a diferencia del primer grupo de mujeres.

Se puede concluir que el nivel de empoderamiento que las mujeres muestran en su participación, derecho a vivir sin violencia y derecho a la salud, no está directamente correlacionado con el acceso a créditos o participación en proyectos productivos, como ha sido señalado en otros estudios. Esto permite reflexionar que en la medida en que las intervenciones sean integrales y con perspectiva de género, no es el acceso a recursos económicos y productivos el factor principal de empoderamiento y autonomía de las mujeres. Por otro lado, esto quizá pueda deberse a que evaluaciones de intervenciones institucionales se ha centro en el impulso de proyectos económicos y a evaluar las estrategias de intervención en sus diferentes componentes como la salud, quizá porque no estuvieron claramente impulsados en dichas intervenciones. Sin embargo cabe la reflexión sobre este proceso que hace Kabeer (1999). e) Variable Percepción de la Política de Género del ACNUR: Se preguntó a las mujeres: ¿ACNUR trata igual a los hombres que a las mujeres?. Aquí mayoritariamente tanto en comunidades con y sin política de género, existe una mayoría que dice �ACNUR trata igual a hombres que a mujeres�. Cuando se hizo la segunda pregunta a este respecto ¿Por qué cree que es bueno que ACNUR trate igual a hombres que a mujeres? Las respuestas tuvieron alguna variación: En las comunidades con política de género, las mayores respuestas se refieren a que �es bueno porque se enseñan los derechos a las mujeres� y �porque todos tenemos los mismos derechos�. Una entrevistada agregó: �Yo pienso que nosotras de mujeres nos atiende el ACNUR, porque les da mucha lástima como nosotras. Yo pienso que el ACNUR nos atiende más que a los hombres�, �porque son gente de conocimiento, así le tienen cariño a todos�. Estas expresiones no significan que el programa vea a las mujeres como víctimas. La locución tener �cariño corresponde a formas de expresión de estas zonas: �el corazón está contento� o �la tristeza de los corazones� son forma de saludo o despedida e incluso lo mencionan cuando hablan de una enfermedad.

En el caso de las comunidades sin política de género, los porcentajes a estas respuestas varían en proporción, en comparación a las comunidades con política de género, menos mujeres responden que es �bueno porque enseñan los derechos a las

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mujeres� y �porque tenemos los mismos derechos�. En relación a la respuesta NO, se refiere a que �ACNUR trata de forma especial a las mujeres, porque ellas están en peores condiciones6�. Conclusiones En este estudio se muestra cómo la transformación de las relaciones de género puede impulsarse a través de los programas y acciones institucionales, estos cambios pueden estimularse hacia una mayor equidad entre géneros resultado de la aplicación de políticas que incluyen dicha perspectiva en el diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación.

Existen diferencias cualitativas y cuantitativas cuando en las diversas intervenciones institucionales hay la preocupación y la práctica metodológica de incluir la transversalidad del enfoque de género, como un instrumento válido promotor de cambios en las mujeres, en las relaciones intergenéricas y a favor del desarrollo humano. Esto pasa por el impulso de la participación equitativa de las mujeres en los procesos y la participación de los hombres en instancias de reflexión que permiten a las mujeres transformaciones individuales y colectivas que trastocan el orden social de géneros, y promueve procesos vividos como cambios genéricos, que apuntan a trastocar las asignaciones genéricas tradicionales de hombres y mujeres. Los hombres viven cambios en su masculinidad dominante al empobrecer su estatus y no poder satisfacer lo que demanda a su asignación genérica como proveedor principal y como figura de poder de la familia. Lo anterior es un elemento que puede retomarse para avanzar en su sensibilización no sólo sobre los derechos de las mujeres y la importancia de su participación equitativa en el desarrollo, sino también en el cuestionamiento a los mandatos genéricos que sobre el sexo masculino se han construido. Cuestión que deriva a su vez en una problemática específica, difícil de asumir para los varones, fuera de las respuestas violentas, desarrollo de adicciones y o en su caso, enfermedades relacionadas con el ejercicio de la masculinidad dominante al no poder trabajar sus conflictos de manera creativa y propositiva.

La política de equidad de género debe también considerar el que los hombres cuenten con espacios donde puedan reflexionar sobre su condición masculina. Desde una perspectiva de cambio, en donde el conflicto de identidad pueda también ser trabajado desde lo individual, en sus relaciones cercanas y en lo colectivo comunitario. Esto implica partir de lo práctico a lo estratégico en el trabajo con mujeres y con hombres, para facilitar el análisis y la reelaboración de conflictos individuales y la crisis de identidad, en donde aún con sus especificidades, hombres y mujeres puedan transitar hacia identidades y relaciones de género que les permitan vivir la vida con mayor libertad, autonomía, desarrollo individual y colectivo y en un marco de respeto a los derechos humanos tanto para hombres, como para mujeres.

6 Estar en peores condiciones no es tratarlas como víctimas. Es entender una realidad donde las mujeres indígenas están en perores condiciones.

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Los cambios más importantes en las mujeres fueron: aumento de su participación en la toma de decisiones, mayor autocuidado del cuerpo, reconocimiento de la violencia en sus diversas manifestaciones como prácticas nocivas y mayor acceso a recursos productivos. En síntesis, se incrementó la posibilidad del ejercicio de sus derechos. En las conductas masculinas se registraron cambios importantes como un mayor cuidado de su salud, participación en la reproducción y reconocimiento de la violencia contra las mujeres como una práctica nociva.

En este trabajo se muestra que cuando aplicamos estrategias incluyentes a ambos géneros, poniendo especial énfasis a los derechos de las mujeres, los cambios que se dan aunque son significativos y se dan en la dirección de transformación de las desigualdades. Son las mujeres quienes dentro de la construcción social de los géneros, les toca actuar desde la posición de mayor subordinación y opresión aun en condiciones similares de pobreza que sus compañeros varones, por lo que el enfoque de género es un instrumento válido en el diseño, ejecución y evaluación de políticas que impulsan la equidad e igualdad entre hombres y mujeres y propician una mejor distribución de los recursos. Bibliografía Alberti, Pilar, (2003) �Cruzando el umbral hacia el empoderamiento�, en Emma Zapata

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