la dimensión política de la fe cristiana aportes de la teología de la liberación latinoamericana
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ISSN: 0719-5222
La dimensión política de la fe cristiana
Aportes de la Teología de la Liberación latinoamericana
Juan Pablo Espinosa Arce Universidad Católica del Maule Pontificia Universidad Católica de Chile1
Resumen La Teología de la Liberación latinoamericana (TLL) constituye la primera forma propiamente latinoamericana de hacer teología. Este artículo busca presentar la relación existente entre fe cristiana y dimensión política de la misma, no como momentos independientes, sino que como aspectos de una única reflexión. La fe cristiana situada en nuestro continente y encarnada en nuestra propia cultura no se limita a una vivencia ahistórica, sino que se presenta, en la mayoría de las ocasiones, como un claro compromiso político que propone la liberación de aquellos que son oprimidos. Así la fe tiene su comprobación histórica en la opción preferencial por aquellos que viven la pobreza y la marginación.
Palabras claves Teología de la liberación - teología política - fe cristiana.
Abstract The Latin American Liberation Theology (TLL) is the first Latin proper way of doing theology. This article seeks to present the relationship between Christian faith and politics of the same dimension, not as separate moments, but as aspects of a single reflection. The Christian faith placed in our continent and embodied in our own culture is not limited to an ahistorical experience but presented, in most cases, as a clear political commitment which proposes the release of those who are oppressed. Thus faith has its historical proof in the preferential option for those who experience poverty and marginalization.
Key Words Liberation theology - political theology - christian faith.
1 Profesor de Religión y Filosofía por la Universidad Católica del Maule y candidato a Magíster en Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Católica de Chile. [email protected]
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I. Introducción
Si uno indaga en la historia de la Iglesia Católica, de su teología o de las praxis
pastorales propias, evidenciará que fue gracias al Concilio Vaticano II (1962-1965) que
la Iglesia asume una nueva forma de presentarse frente al mundo, ya no condenándolo
sino que dialogando con él, rescatando sus elementos positivos y posicionándose de una
manera creativa en la relación que ésta establece con el hombre y la mujer. Uno de los
aspectos esenciales del Vaticano II fue el cambio de paradigma eclesiológico, con el
paso de una Iglesia jerarcológica o centrada en la Jerarquía a una bajo la imagen bíblica
del Pueblo de Dios, es decir, una perspectiva que podríamos llamar “circular” en donde
se afirma con fuerza “la idea de una Iglesia de servicio y no de poder, que no está
centrada en sí misma, y que no se encuentra sino cuando se pierde, cuando vive las
alegrías y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres en nuestro tiempo (GS
1)” (Gutiérrez; 2014, 75-76), es en definitiva una Iglesia que está en el mundo y que es
servidora de él especialmente de los más pobres.
Otro de los aspectos interesantes del Vaticano II, y que orienta lo que será
nuestra exposición, es la presencia fuerte de Obispos venidos de Latinoamérica. Hay
que considerar que nuestro continente vivía en un estado eclesial de ‘infantilismo’, lo
cual se puede percibir en la mirada pasiva que se tenía por ejemplo en cuanto a la
reflexión teológica, en donde el pensamiento eclesial lera uno que venía impuesto desde
Europa. Pero fue gracias al Concilio, y a la presencia de Obispos como Manuel Larraín
(Talca), Raúl Silva Henríquez (Santiago), Hélder Cámara (Recife – Brasil), Marcos
McGrath (Panamá), que comenzó a pensarse en el último periodo de reuniones
conciliares (1965), el cómo asumir creativamente la propuesta del Vaticano II a la luz
de las exigencias propiamente latinoamericanas. Así, en 1968 y en Medellín, Colombia,
se dio comienzo a la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) en la
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cual comenzaron a sentarse las bases de una Iglesia propiamente continental, a la que se
le otorgaba carta de ciudadanía y que comenzaba a pensar de manera adulta su fe en un
continente pobre y cristiano.
Fue gracias al Concilio y a Medellín que comenzó en toda Latinoamérica una
nueva corriente de reflexión humanista, entre la que destaca la Pedagogía del Oprimido
o de la Liberación de Paulo Freire, la Filosofía de la liberación de Enrique Dussel, y la
Teología de la Liberación que nace en Perú de la mano de Gustavo Gutiérrez (1970-
1971), al que le siguieron otros y otras que pensaron la fe en clave de liberación y de
opción preferencial por los pobres. La Teología de la liberación latinoamericana (TLL)
comenzó a posicionarse fuertemente en el campo de la reflexión tanto continental como
en otros países, es más, otros continentes y grupos sociales asumieron también esta
perspectiva de la liberación frente a situaciones de injusticia y opresión. Entre ellas
podemos encontrar la Teología Asiática de la liberación, la teología negra en África,
incluso una teología de la liberación judía que piensa el acontecimiento de la Shoá (el
holocausto) y cómo superar la realidad de opresión a la que el pueblo judío se vio
expuesto. Es por ello que en este artículo especificamos de qué teología de la liberación
hacemos mención, y por ello le sumamos el calificativo ‘latinoamericana’.
II. ¿Qué es la Teología de la Liberación latinoamericana (TLL)?
Luego de este breve pero necesario contexto histórico, indagaremos en los textos
de autores reconocidos de la TLL qué es esto de la teología de la liberación. En primer
lugar, hemos de decir que la TLL es teología, la cual se puede definir como “la
actividad de los creyentes que tratan de comprender más profundamente la Palabra de
Dios y de exponerla de manera ordenada y sistemática, en base a la Sagrada Escritura,
la Tradición de la Iglesia y la razón humana iluminada por la fe” (Morales; 2014, 21).
San Anselmo de Canterbury (1033-1109), definió la teología como fides quaerens
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intellectum, es decir, la fe que se piensa y que en ese pensarse busca comprenderse.
Con esto, la teología cristiana comienza necesariamente desde la fe, para que asumiendo
el Misterio del Dios revelado en Jesucristo pueda expresar la misma fe en términos que
contribuyan a que hombres y mujeres den razón de la esperanza que poseen.
El segundo concepto, liberación, y desde el contexto latinoamericano, representa
“una repulsa global del sistema desarrollista y una denuncia de su estructura subyugante
(…) liberación como sugiere la propia semántica, significa acción creadora de liber-tad
(…) efectivamente, liberación supone proceso de liberación de un tipo de relación de
de-pendencia, vivido como deprimente y depauperador” (Boff; 1978, 20-21). La misma
TLL nace en un continente que experimenta la dependencia a estructuras de poder
económico, político o cultural. La época del desarrollismo provocó el aumento del
índice de pobreza y de situaciones de marginación sociopolítica.
Una vez definidos ambos conceptos, busquemos la definición más o menos
convenida de lo que es la TLL. Por TLL entenderemos “un intento de comprender la fe
desde la praxis histórica liberadora y subversiva de los pobres de este mundo, de las
clases explotadas, razas despreciadas, culturas marginadas” (Gutiérrez; 1984, 52). Es
interesante aquí comprobar el giro que Gustavo Gutiérrez propone al momento de
clarificar lo que es la TLL, ya que la teología sirve de mediación hermenéutica para
comprender a la luz de la Revelación del Dios cristiano el actuar de las masas
explotadas del continente en pos de su liberación de aquellas estructuras alienantes. Así,
“la teología de la liberación nos propone, tal vez, no tanto un nuevo tema para la
reflexión, cuanto una nueva manera de hacer teología” (Gutiérrez; 2014, 87). Esta nueva
manera de hacer teología que es una en perspectiva latinoamericana es una que supera
las dos tareas clásicas de la misma teología (sabiduría y saber racional). Latinoamérica
propone así la teología como reflexión crítica de la praxis histórica, es decir, “una
teología liberadora, una teología de la transformación liberadora de la historia de la
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humanidad, y por ende, también de la porción de ella – reunida en ecclesia – que
confiesa abiertamente a Cristo” (Gutiérrez; 2014, 87).
Ahora bien, ¿qué entendemos por praxis histórica, la cual constituye el núcleo
de la TLL? Siguiendo las huellas del Vaticano II, que no ve a la historia y al mundo
como espacios ajenos a la acción del Dios cristiano, la praxis histórica se articula como
movimiento de la fe que se vive como compromiso con Dios y con los demás. Así, la
inteligentia fidei, la teología, no se comprende como un conjunto de verdades que se
creen solamente, sino que como “compromiso, actitud global y postura ante la vida”
(Gutiérrez; 2014, 73). El cristiano que vive en la cultura latinoamericana de la pobreza,
de la opresión pero también de la liberación se vuelve un contemplativo en la acción, y
por ello afirmamos que la política tiene incidencia en la vivencia de la fe, y que la fe
ilumina la acción sociopolítica para hablar de una liberación de todo el hombre y de
todos los hombres.
Esta transformación de la historia de la humanidad, se ubica para la TLL como
una vocación social, económica, religiosa, cultural con lo cual la teología adquiere una
connotación política, que supera el mero partidismo y se ubica como praxis concreta de
liberación y de creación del hombre y de la mujer nuevos y de un nuevo tipo de
sociedad. Esto será lo que veremos en el siguiente apartado.
III. ¿Qué comprensión de política tiene la TLL?
Buscar una definición de política responde a un imaginario o ideología
específica. Para algunos será la praxis de los que son servidores públicos ya sea en el
poder ejecutivo o en el legislativo. Para otros hablar de política evoca deformaciones y
corrupción. Pero si indagamos más en su etimología, política responde a una dimensión
esencial del ser humano. Así, decir hombre, es hablar de que “no es un individuo
aislado, que, accidentalmente vive en sociedad, sino que es, esencialmente, un ser social
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y político” (Conferencia Episcopal de Chile; 1984, 17). Hacer mención de la dimensión
política tanto del hombre como de la teología, nos pone en la perspectiva de comprender
que la “Teología de la liberación extrapola los límites de la Iglesia, perteneciendo hoy al
dominio público. ¿Por qué? Porque ella está tocando cuestiones que envuelven a toda la
sociedad” (Boff & Boff; 2010, 117). Estas ‘cuestiones’ o nuevos escenarios de acción
son aquellos que sustentan la praxis histórica, la lucha por la liberación de la opresión,
de la dependencia económica, de la exclusión social, de la no-participación en la
discusión propia del espacio público, que es justamente el locus de la política.
Siguiendo los planteamientos de Leonardo Boff (1982) uno de los más
controvertidos teólogos de la liberación de Brasil se puede distinguir entre dos tipos de
política. Una es la que él llama con mayúsculas, es decir, “la búsqueda del bien común,
la promoción de la justicia y de los derechos, la denuncia de la corrupción y de la
violación de la dignidad humana” (55). Este es pues el sentido auténtico de la praxis
política, especialmente en un continente en la cual el bien común sólo es propiedad de
un solo sector de la población, o donde la violación a la dignidad humana es el pan
nuestro de cada día. Este es pues el lugar por donde la Iglesia debe comprometerse con
la actividad política, ya que son aquellos principios que el mismo Evangelio de Jesús de
Nazaret anuncia. Por otro, Boff (1982) hablará de la política con minúscula es decir
“toda actividad dirigida a la administración o a la transformación de la sociedad
mediante la conquista y el ejercicio del poder del Estado” (57). No es una connotación
negativa de la política, sino que hace referencia más bien al sentido partidista de la
praxis política.
Dentro de estos dos parámetros ‘seculares’ comienza a desplegarse el tejido de la
reflexión cristiano-política propia de la TLL. Veamos ahora cuáles son las
interpretaciones teológicas que la política posee.
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IV. La fe como experiencia política
Hemos venido haciendo mención de que el Vaticano II, Medellín y la TLL no
consideran a la historia y al mundo como espacios ónticamente negativos, sino que
hablan de ellos como lugares teológicos, es decir, espacios en los cuales el Dios de
Jesús de Nazaret se va revelando. Con esto “la intuición de fondo consiste en afirmar
que la salvación cristiana tiene lugar al interior de los procesos históricos de liberación”
(Martínez; 1989, 253). Con esto se da una clara relación entre la historia profana y la
historia sagrada.
Anteriormente L. Boff sostenía que la TLL había comenzado a adentrarse en el
espacio público, lo cual es lo mismo que decir que la fe es una experiencia de carácter
político, comunitario, eclesial y que en dicha experiencia y praxis se va evidenciando
históricamente cuál es el querer de Dios y cuál es su concreción histórica desde la
Iglesia. Hay una dimensión de la fe cristiana que expone esto de la liberación que Dios
anunció en el pasado (Éxodo, profetas, anuncio del Mesías, etc), y cómo dicha
liberación se volvió histórica en Jesucristo. Nos referimos a la escatología, palabra
difícil y que quizás por primera vez se lee. A grandes rasgos, la escatología es “aquel
sector de la teología al que incumbe reflexionar sobre el futuro de la promesa aguardado
por la esperanza cristiana” (Ruíz de la Peña; 2000, 30). Que se aguarde el futuro, no
quiere expresar que el creyente se desentiende de su devenir histórico. Por el contrario,
“la escatología (…) solo aliándose con proyectos utópicos queda habilitada para generar
una praxis histórica que dé testimonio de la esperanza del reino” (Ruíz de la Peña; 2000,
30), es decir, la escatología necesariamente deber convertirse en un compromiso social
especialmente con aquellas situaciones, que desde la comprensión cristiana, constituyen
situaciones de pecado, que en nuestro caso serían la discriminación y las desigualdades
propias de una sociedad de mercado, en donde el tener está por sobre el ser.
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Con esto, la fe como experiencia política sostiene que “no es posible concebir ni
practicar la gratuidad, la salvación, el Reino al margen de la historia y de las relaciones
sociales, políticas, económicas, culturales entre los hombres” (Martínez; 1989, 253). La
fe cristiana comporta un compromiso político que acentúa la dignidad de la persona de
la cual se predica que es imagen y semejanza de Dios, con lo cual posee una dimensión
trascendente que procura el respeto inalienable. La fe cristiana que anuncia la TLL no es
una desencarnada, tampoco es un fideísmo, sino que es una fe vivida, celebrada,
combatida y anunciada en el espacio público.
A juicio de G. Gutiérrez (2014), “la fe y la acción política no entran en relación
correcta y fecunda sino a través del proyecto de creación de un tipo de persona en una
sociedad distinta a través de la utopía” (361). El proyecto antropológico que nace de la
fe cristiana y se articula en la TLL es el llamado hombre nuevo es decir el hombre libre
y liberado que construye de manera inter-dependiente la nueva sociedad que se está
gestando en el seno de la historia. Jesucristo es el paradigma del hombre nuevo que pasó
de una condición marcada por el pecado y la muerte (la cruz) a una marcada por la vida
y la libertad (la resurrección). Veamos ahora como la inteligentia fidei expone en el
lenguaje esta fe.
V. La política como dimensión teológica
Siguiendo la intuición presentada anteriormente de asumir que la fe tiene una
palabra que decir en el espacio público y que la teología debe despojarse de su aparente
neutralidad política queremos presentar en un segundo momento que quiere evidenciar
cómo la política es también una dimensión teológica. Nos adentraremos en la llamada
nueva teología política.
La nueva teología política es “una de las corrientes teológicas más significativas
y más influyentes de nuestro tiempo” (Mondin; 1974, 83). Fue gracias al Vaticano II y a
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la importancia que éste le otorgó a la relación Iglesia – mundo que la teología asume la
necesidad de la mediación de las ciencias sociales para elaborar un discurso teológico
que se ubicaría en el espacio público. En este nuevo lugar social, la teología política se
propone abordar “el plano concreto de la acción, interviniendo valientemente en defensa
de los oprimidos y de los marginados al lado de quienes luchan por la liberación y por la
promoción del hombre” (Mondin; 1974, 83).
Esta reflexión es propiamente teología porque partiendo de la fe busca
comprender, por medio de la razón y la mediación de la política y otras ciencias
humanas, cuál es el lugar que la revelación tiene en medio de las realidades terrenas. Es
en definitiva una fides quaerens intellectum, una fe que busca comprender. Para la
teología política la interpretación metafísica está superada esto por haber comprendido y
asumido que “una teoría, una fe, privadas del dinamismo social, quedan sin
justificación: son meras palabras (…) en tal perspectiva, Jesús no aparece como un
personaje privado, ni tampoco la salvación que él ha venido a traer es una salvación
privada” (Mondin; 1974, 98).
A su vez, y en palabras de Johann Baptist Metz, fundador de la nueva teología
política: “la teología política no es simplemente una teoría sobre la aplicación ulterior
del mensaje cristiano, sino una teoría sobre la verdad de ese mensaje en su doble
vertiente crítica y práctica para nuestro tiempo” (Metz; 1979, 101). Tanto crítica como
práctica, vividas como seguimiento comunitario del Dios mesiánico y de memoria
peligrosa, constituyen elementos fundantes de esta reflexión teológica.
La Iglesia, para la política como dimensión teologal, adquiere una función
profética y crítica, es decir, se articula como un servicio a la historia de la libertad, y
más exactamente como un servicio a la liberación del ser humano, del mundo social y
de los procesos históricos implicados en él. La opción preferencial por los pobres, que
es uno de los elementos sin los cuales no se comprende la TLL, es justamente esta
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defensa profética y de promoción de los marginados, los cuales pasan de condiciones
menos humanas a una humanización plena, es decir, a experimentar esto que hemos
llamado el hombre nuevo. Como afirma G. Gutiérrez (2014) “la Iglesia, y no el cristiano
aislado, sería entonces el sujeto de la praxis liberadora animada por el mensaje
evangélico” (337).
Uno de los grandes méritos de la TLL fue la desprivatización de la teología
como ciencia que piensa la fe, y la expuso en el espacio público en el cual tocó aristas
que antes no se habían analizado. El anuncio del Dios cristiano involucra que el
creyente reunido en ecclesia provoque el nacimiento de una renovada praxis histórica
liberadora que anuncie al hombre nuevo y a la dimensión escatológica como
compromiso político que libera a los pueblos latinoamericanos de todos aquellos
pecados sociales.
VI. Consideraciones finales
La Teología de la liberación latinoamericana constituye una forma creativa de
pensar la fe que ya no mira a Europa, sino que desde el contexto pobre y creyente del
continente es consciente de que la liberación de las esclavitudes políticas, económicas,
sociales, religiosas o culturales debe ser aquello que mueve al creyente reunido en la
Iglesia. Reconocer a la TLL, en momentos en los cuales algunas voces sostienen que ha
muerto, significa reivindicar a todos y todas aquellas que desgastaron su vida por
anunciar que otro mundo era posible en el cual surgía un nuevo hombre y una nueva
mujer.
Hacer experiencia de fe y de la fides quaerens intellectum en América Latina
exige un trabajo interdisciplinar, en el que Pastores, teólogos y teólogas, hombres de
ciencias, personas de a pie y hombres y mujeres de buena voluntad provoquen la
destrucción de viejas concepciones y devolverle a la TLL esa carta de ciudadanía que
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recibió del Vaticano II y de Medellín en los tiempos modernos y de un Bartolomé de las
Casas en el pasado.
Bibliografía Boff, L. (1978). Teología del cautiverio y de la liberación. Madrid: Ediciones Paulinas. ______. (1982). Iglesia: carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante. Santander: Sal Terrae. Boff, L & Boff, C. (2010). Como fazer teología da libertacao. Petrópolis: Vozes. Conferencia Episcopal de Chile (1984). Evangelio, ética y política. Santiago: Salesianos. Gutiérrez, G. (1984). La fuerza histórica de los pobres. Salamanca: Sígueme. __________. (2014). Teología de la liberación, perspectivas. Lima: CEP. Martínez, F. (1989). Cuestiones de fondo en el debate sobre la teología de la liberación. En VV.AA, Teología y liberación, ensayos en torno a la obra de Gustavo Gutiérrez (pp. 247-265), Lima: CEP.
Metz, J. (1979). La fe en la historia y la sociedad: Esbozo de una teología política fundamental para nuestro tiempo. Madrid: Cristiandad. Mondin, B. (1974). Teologías de la praxis. Madrid: BAC. Morales, J. (2014). Introducción a la teología. Navarra: EUNSA. Ruíz de la Peña, J.L (2000). La Pascua de la Creación, Escatología. Madrid: Madri