género y familia en la metamorfosis y el proceso de franz kafka: malestar, transgresión y castigo
TRANSCRIPT
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Facultad de Filosofía y Educación
Escuela de Psicología
GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE
FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO
Introducción a los estudios de género
Por
Jerson Tralma S.
Equipo docente
Marcela Mandiola Cotroneo
Pablo Salinas Mejías
Nicolás Ríos González
Alejando Varas Alvarado
Viña del mar, 2010
GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE
FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO
Por Jerson Tralma Soto
Resumen: En el presente ensayo se ofrece una lectura de dos
textos del escritor checo Franz Kafka, La Metamorfosis y El
Proceso, intentando acercarse hacia la concepción de género y
familia que manejaba el autor, utilizando para dicha tarea
dos figuras de análisis, la transgresión y el castigo. Todo
esto articulado con la finalidad de comprender que la
literatura kafkiana contiene un profundo malestar social, y
que su principal intencionalidad es la ruptura con los
discursos dominantes de la modernidad, quebrando todo
esencialismo a su paso.
Palabras Claves: género, familia, metamorfosis, proceso,
modernidad, transgresión, vigilancia, castigo, ley, poder
1. Introducción:
La inconformidad kafkiana respecto a la masculinidad y
los roles tradicionales de género es un tema no menor dentro
de la extensa bibliografía que se refiere a este autor y su
literatura, pero donde, en un principio, se trataron de
establecer ciertas relaciones entre género y sexualidad
tomando en consideración aspectos exclusivamente biográficos,
ya sean sus cartas a sus seres queridos o por sus anotaciones
personales registrados en su diario de vida, enfocándose
exclusivamente en las relaciones que sostuvo Kafka con otras
mujeres y con su familia. Incluso se llegó al punto de
etiquetarlo como un ejemplo materializado de lo que nos
presenta la teoría psicoanalítica, debido a su peculiar
conflicto sostenido en contra de su padre y su madre, lo cual
se interpreta que pudo haber movilizado muchos de sus obras
artísticas (ROBERT, 1982, citada en GROSS, 1986). Este tipo
de trabajos podemos clasificarlos dentro de lo que Gross
(1986) denomina análisis “biográficos-psicológicos”. Pero hay
algo vital que un enfoque de este tipo descuida enormemente,
y eso es el profundo malestar social que Kafka materializaba
a través de sus escritos, tensionado por los múltiples
pliegues que llegan a constituir lo que podemos entender como
identidad. Esto es lo que consideran los análisis de tipo
sociopolíticos, donde se relaciona la propia identidad de
género del autor con la identidad del hombre judío, del
hombre alienado, y de la minoría social (LORENZ, 2006). Es en
este último estilo que prefiero enmarcarme, para
específicamente referirme a dos aspectos que considero muy
relevantes dentro de la literatura de Franz Kafka.
Pretendo centrar mi análisis al interior de las
fronteras que circunscriben estas dos importantísimas obras
de Kafka, La Metamorfosis (2002, obra original publicada en
1919) y El Proceso (2002, obra original publicada en 1925),
para articular un análisis que trate de develar las
concepciones de género y familia que subyacen en su discurso,
los cuales, contrario a lo que se puede creer, considero que
transforman revolucionariamente ciertos aspectos ideológicos
relativos a estas temáticas, en lugar de reproducir los
estereotipos y la represión de la época (principios del siglo
XX). A través de estas dos figuras que pretendo analizar,
transgresión, y castigo, busco apuntar que lo que Kafka nos
quiere presentar a través de su literatura es un profundo
malestar, que no es un malestar fundado exclusivamente en su
intimidad, sino que es un malestar que emerge desde lo
social, abierto a la desestructuración del funcionamiento
establecido. Ya lo dijeron así Gilles Deleuze y Félix
Guattari en su libro Kafka, por una literatura menor (1990):
Kafka se propone extraer de las representaciones
sociales los dispositivos de enunciación y los
dispositivos maquínicos; y desmontar estos
dispositivos (…) En las novelas, con mayor razón,
presenta fugas en la representación social en una
forma mucho más eficaz que una “crítica”, y realiza
una desterritorialización del mundo que en sí misma es
política, y no tiene nada que ver con una operación
intimista (p.71)
¿Qué tensiones podemos encontrar en estas dos obras, La
Metamorfosis y El Proceso, que puedan develan el malestar
kafkiano respecto a género y familia? Procederé a detallarlas
a continuación.
2. Transgresión y Castigo en La Metamorfosis
“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó
convertido en un monstruoso insecto” (Kafka, 2002, p. 1, obra original
publicada en 1919) Fuese cual fuese la razón por la que
Gregorio Samsa despertó convertido en un horroroso insecto,
si es que existiese en verdad un antes de dicha
transformación, podemos visualizar algo bastante interesante
en el análisis etimológico que realiza Corngold (1972, citado
en BREEN, 2001) respecto a esta descripción de insecto
monstruoso que realizó el autor. “Ungeheures Ungeziefer”, la
expresión que utiliza Kafka para referirse a Samsa, connota,
en primer lugar, la presencia de una criatura que no tiene
lugar en la familia, y en segundo lugar, que no es digna
para Dios. Estos elementos son reveladores, en tanto podemos
comprender que Samsa metamorfoseado se presenta entonces como
un atentado a la institución familiar y a la moralidad
religiosa. La constitución cucarachesca del protagonista es
ya una transgresión en sí, y no resulta extraño el horror del
resto de la familia cuando ven a Gregorio en este estado que
reniega del comportamiento permitido:
La madre –que, a pesar de la presencia del gerente,
estaba allí sin arreglar, con el pelo revuelto– miró a
Gregorio, juntando las manos, avanzó luego dos pasos
hacia él, y se desplomó por fin, en medio de sus
faldas desplegadas a su alrededor, con la cabeza caída
sobre su pecho. El padre amenazó con el puño, con
expresión hostil, como si quisiera empujar a Gregorio
hacia el interior de la habitación; se volvió luego,
saliendo con paso inseguro al recibidor y, cubriéndose
los ojos con las manos, rompió a llorar de tal modo,
que el llanto sacudía su robusto pecho (KAFKA, 2002,
p. 8, original publicado en 1919)
Recordemos que nos encontramos a principios del siglo
XX, donde ya estaba operando desde hacía años el
“policiamiento” de la sociedad respecto a lo sexual, proceso
descrito por autores como Foucault o Dozelot (1990, citados
en BURIN, 1998). Dado que la sexualidad está puesta en el
discurso, la familia pasa a ser un ente más que vigila las
relaciones entre los cuerpos, “una de las esferas sociales
desde donde se ejerce el poder- saber sobre la sexualidad”
(BURIN, 1998, p. 88). He aquí el meollo del asunto: Gregorio
Samsa transgredió la norma implícita existente en la familia,
es un desviado, y en ese sentido, dejó de ser funcional no
sólo para la familia misma, sino para una sociedad por
completo. Esta norma implícita de normalidad en cuanto a
género y sexualidad no es solamente un mero capricho de una
sociedad con un discurso acerca de la sexualidad
profundamente reprimido por un ideal judeo-cristiano, sino
que también tiene un fundamento económico y político de
regulación y control de la población. ¿Pero qué podría
indicarnos que Gregorio ha optado por la vía desviada y no
funcional a este sistema?
Como primer indicador de la transgresión a lo
constituido como identidad (de género) normal tenemos el
hecho de que Samsa no está casado, y en tanto el matrimonio,
en su función reproductora, es un pilar de la sociedad
moderna, considero que se trata de una conducta cargada de
rebeldía y disconformidad. Una de las estrategias desplegadas
a partir de dispositivos de poder-saber modernos, es la
“Socialización de las conductas procreadoras: socialización económica
por el sesgo de todas las incitaciones o frenos aportados,
por medidas "sociales" o fiscales, a la fecundidad de las
parejas” (FOUCAULT, 1998) Resulta tan importantísima esta
función reproductora, que no debería resultarnos extraño que
apenas la familia burguesa descubre a Samsa como proyecto
inviable, se gire la esperanza hacia la hermana menor que
aparece ya transformada como una mujer lista y preparada para
entrar a la lógica del matrimonio, en el momento de cierre,
tras la muerte del protagonista. Y nótese que no es necesaria
palabra alguna para entender esta nueva responsabilidad de
género que recae sobre la joven, casi como si se tratara de
una completa obviedad naturalizada.
Mientras charlaban, el señor y la señora Samsa se
dieron cuenta casi a la vez de que su hija, pese a que
con tantas preocupaciones había perdido el color en
los últimos tiempos, se había desarrollado y
convertido en una linda joven llena de vida. Sin
palabras, entendiéndose con la mirada, se dijeron uno
a otro que ya iba siendo hora de encontrarle un buen
marido. (KAFKA, 2002, p. 32, original publicado en
1919)
Y es entonces que llegamos al segundo indicador, que
considero el más potente y significativo, el cual se refiere
a un evento en particular dentro del cuento, al cual Margaret
Soenser Breen (2001) le prestó la debida atención en su
artículo Radclyffe Hall, E. Lynn Harris, and Franz Kafka: Christianity, Queerness,
and the Politics of Normalcy. Estando Samsa refugiado en su cuarto, o
mejor dicho, estando el insecto monstruoso, depravado,
desviado, en su cuarto, en el momento en que su hermana y su
madre buscan despejar la habitación de los muebles, decide
salir a proteger con su cuerpo una estampa recortada de una
revista, donde se muestra a una mujer cubierta de pieles.
Esta imagen estaba puesta bajo un marco dorado, dando a
entender que era de suma importancia para el personaje. Samsa
no decidió proteger sus muebles, o su escritorio, utensilio
ligado a lo laboral, lo productivo, sino que escogió lo
prohibido, lo impúdico. Más allá de las interpretaciones
psicoanalíticas que se puedan hacer, está claro, observando
la reacción escandalizada de la madre y la hermana, que esto
se trata de una transgresión. No es tan sólo que Samsa no
demuestra interés alguno en el matrimonio, sino que su deseo
transita libre de cualquier compromiso con fines
reproductores.
Dentro de este mundo altamente vigilado, la postura
sexual de Gregor no expresa un deseo ni legítimo, ni
apropiado, o santificado; la imagen no es una
fotografía de una prometida o una futura esposa. Su
deseo está enlazado a lo público, lo barato, lo
efímero, hacia la transgresión sexual. Entonces su
familia renuncia a él (BREEN, 2001, p. 302, traducción
mía)
En el instante en que Samsa se levanta con una identidad
y un deseo alternativo a lo permitido, entra en choque con el
aparataje normalizador, con el poder psiquiátrico. Foucault
(1998) habla de esta estrategia de poder en su Historia de la
Sexualidad, bajo el nombre de “psiquiatrización del placer
perverso”, es decir, la medicalización de todas las
sexualidades periféricas. Gregorio, acontecido desviado, se
enfrenta hacia la figura del castigo, y su padre, el nuevo
macho proveedor de la familia, se vuelve su verdugo. Pero al
igual que En La Colonia Penitenciaria de Kafka (obra original
publicada en 1914), la acusación y el juicio no se formalizan
oficialmente, sino que se sienten desde la corporalidad misma
(al igual como Josef K. padecerá la ley). Gregorio primero es
excluido de la familia, encerrado y marginado en la
oscuridad, para finalmente caer muerto como consecuencia de
unas manzanas que le lanzó el padre. Esa es su condena por
haber cuestionado a la familia, la sexualidad y la
masculinidad normalizada.
Pero Gregorio Samsa no es la única víctima, o más bien,
no es el único acusado que está siendo sometido a un proceso
que desconoce. La metamorfosis opera también en Grete, la
hermana. La metamorfosis que experimenta ella se centra en su
rol de género. “Masculinidad es equivalente a independencia y
autonomía; feminidad significa comportamiento de
colaboración, actitud maternal y dependencia” (BRAVERMAN, et.
Al 1970, parafraseado por NICOLSON, 1997). Mientras Gregorio
transitaba hacia la dependencia y la pasividad, Grete se
alzaba hacia la autonomía y el liderazgo, una clara
transgresión al supuesto falogocentrista del comportamiento
sumiso y dependiente de la mujer. En un principio se muestra
como una muchacha tímida y preocupada por su hermano, pero ya
después de la metamorfosis empieza a tomar un papel
protagónico mucho más activo. Cuando la chica está siendo
reconocida por su talento musical frente a unos invitados, y
Gregor, el desviado, los espanta tras aparecer súbitamente en
la habitación, Grete demuestra su absoluto cambio de actitud
al enunciar la condena de su hermano e incentivar al padre a
la ejecución.
- Queridos padres –dijo la hermana, dando, a modo de
introducción, un fuerte puñetazo sobre la mesa–, esto
no puede seguir así. Si vosotros no lo queréis ver, yo
sí. Ante este monstruo, no quiero ni siquiera
pronunciar el nombre de mi hermano; y, por tanto, sólo
diré que hemos de librarnos de él. Hemos hecho todo lo
humanamente posible para cuidarlo y soportarlo, y no
creo que nadie pueda hacernos el menor reproche.
- Tienes toda la razón –dijo el padre. (KAFKA, 2002,
p. 27, original publicado en 1919)
La voz de Grete se volvió una voz válida dentro de la
casa. Logró hacerse de mayor peso gracias a su talento y
gracias a su trabajo. No olvidemos que además ella se vuelve
una agente de control al querer arrebatar las pertenencias de
su hermano, especialmente ese cuadro sucio que guarda en la
pared, como si en el proceso ella se fuera llenando de más
poder a costa de la humillación y el empequeñecimiento de
Gregorio. Sin embargo, lo que Grete jamás pensó fue que la
muerte de su hermano terminaría estableciendo una condena
para ella igualmente: el hecho de que tendría que convertirse
en una esposa pronto, perdiendo de paso la posición activa y
autónoma que había conseguido ocupar. Nunca contempló la
presencia de un techo de cristal que detendría su
crecimiento. Grete y su afán de transgredir los roles
tradicionales de género terminan siendo normalizados desde la
función de vigilancia familiar de una forma similar a la de
su hermano, sólo que menos drástica, pero igualmente visible.
3. Transgresión y Castigo en El proceso
Para analizar el tema de género en El Proceso, y en
consideración de la familia por supuesto, considero necesario
articular un análisis algo distinto al anterior, mucho más
global, y centrado en una interpretación acerca de lo que nos
plantea esta particular visión de la ley y el poder que nos
entrega Kafka, en vez de profundizar en cada uno de los
personajes de la obra. Mi interés está contenido en el tema
primordial de fondo: el proceso judicial en sí. Sin embargo,
de todas formas procederé a referirme brevemente a ciertas
características particulares de algunos personajes que nos
pueden hablar de cierta transgresión, para no perder el hilo
del análisis de la Metamorfosis, pero para profundizar
posteriormente en las dicotomías, comúnmente naturalizadas, y
que están en estricta relación con el tema género, que esta
novela transgrede dentro de su desarrollo.
“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue
detenido una mañana sin haber hecho nada malo” (Kafka, 2002,
p. 2, obra original publicada en 1925). El protagonista de
esta obra, Josef K, se encontró de improviso sumergido en un
violento embrollo, al despertar una mañana que parecía ser
como cualquier otra. Está siendo procesado, pero desconocemos
por qué precisamente. Sólo podemos intuir que algún extravío
ha cometido, pero sin embargo, no es tan evidente como la
subversión de Gregorio Samsa. No obstante, tenemos algunos
similitudes que nos recuerdan la condena del personaje
anteriormente mencionado. En el Proceso, no hay referencias
favorables al matrimonio. Por ejemplo, Josef está solo y sin
compromiso (aunque tiene una relación con una mujer llamada
Elsa, de la cual no sabemos mucho a lo largo de la obra,
salvo que es camarera), y la señorita Burstner, la vecina,
es una mujer independiente y trabajadora que tampoco está
comprometida (¡transgresora!). Por lo tanto, se estaría
contradiciendo la norma del matrimonio en tanto fecundidad, y
la de dependencia femenina. Pero creo que centrarse en estos
pocos aspectos desmerece la grandiosidad de la obra.
Las dicotomías de lo natural/cultural, lo
irracional/racional, lo público y lo privado, han sido
pilares básicos de la ideología androcéntrica moderna,
identificando siempre lo femenino con el primer par (AGUILAR,
2008), y de esta forma, articulando con fundamentos
esencialistas, unas ciertas políticas y unos ciertos
discursos que han posicionado a un género por sobre otro en
el espacio social. Pues bien, en El Proceso, estas dicotomías
son atacadas insistentemente a lo largo de la trama, lo cual
considero abre nuevas posibilidades y genera rupturas en lo
establecido como lo correcto, lo normal, o lo moral.
“Desterritorializa” (DELEUZE & GUATTARI, 1990), y de esta
forma, genera nuevos sentidos y nuevos significados.
a) Lo Natural / Cultural; Lo Irracional / Lo racional: En El
Proceso, la frontera entre lo natural y lo cultural se
diluye. El hombre no se presenta como antagónico a lo animal,
es más, el sujeto se constituye desde esta animalidad. El
personaje Leni, la enfermera que ayuda al abogado Huld, se
presenta como un híbrido entre lo humano y lo animalesco en
el siguiente párrafo:
––¿Tiene algún defecto corporal?
––¿Un defecto corporal? ––preguntó K.
––Sí ––dijo Leni––, yo tengo un pequeño defecto, mire.
Estiró los dedos corazón e índice de su mano derecha y
una membrana llegaba prácticamente hasta la mitad del dedo más
corto. La oscuridad impidió ver a K lo que quería
mostrarle, así que ella llevó su mano hasta el sitio
indicado para que él lo tocara.
––Qué capricho de la naturaleza––dijo K, y añadió
mientras miraba toda la mano––: Qué garra tan hermosa.
Leni contempló con orgullo cómo K abría y cerraba
asombrado los dos dedos hasta que, finalmente, los
besó ligeramente y los soltó.
––¡Oh! ––exclamó ella en seguida––. ¡Me ha besado!
Ayudándose con las rodillas, trepó por el cuerpo de K
con la boca abierta; K la miró consternado, ahora que
estaba tan cerca notó que despedía un olor amargo y
excitante, como a pimienta; atrajo su cabeza, se
inclinó sobre ella y la mordió y besó en el cuello,
luego mordió su pelo… (KAFKA, 2002, pp. 67-68, obra
original publicada en 1925. Cursivas agregadas por mí)
En las obras de Kafka, la animalidad resulta crucial.
Sin embargo, a diferencia del caso de la Metamorfosis, lo
animalesco no se interpreta aquí como desagradable, K parece
aceptarlo muy bien. La transgresión opera en este caso sin
barrera alguna, ya no se trata de una diferenciación hombre-
mujer, es algo que va más allá, es un asunto inter-especie.
Lorenz (2002) hace un análisis interesante al respecto,
afirmando que Kafka desencializa incluso la pertenencia a una
especie determinada, y que hablar de género, así como de
especie, se vuelve una cosa de posicionamiento, un asunto de
poder, más que un tema de algo natural o intrínseco.
Pero quizás el tema que más llame la atención respecto a
la ruptura de la dicotomía naturaleza/cultura en El proceso,
es el funcionamiento animalesco de la ley. Uno supondría que
la ley se articula fuera de cualquier carácter arbitrario,
azaroso, y que debería ser lo más racional posible, no
dejarse llevar por pasiones o necesidades que acontecen en el
cuerpo. Pero no es así, la ley, los jueces, los abogados, no
se dejan llevar por una objetividad suprema, sino que están
cazando a los acusados, devorándolos, nutriéndose de ellos,
como cualquier depredador del reino animal.
Es cierto que el tribunal se parece a un animal en
acecho. Pero ocurre que este depredador, de
dimensiones monstruosas, ya ha cogido a su víctima. K.
ha sido detenido; y, hemos visto, como uno de los
aspectos inquietantes del acto, es su creciente
publicidad (…) K. no puede eludir esta publicidad.
Tendría que apartarse de su propio cuerpo. Porque la
víctima no sólo ha sido agarrada: desde el primer
momento, ha empezado también a ser incorporada y
absorbida por el tribunal. Desde la escena del
desayuno, alimento todavía exterior, pero destinado al
acusado, el tribunal ha ido privándolo, secretamente,
de su vitalidad, fuerza de voluntad, rapidez, e
incluso, de su masa corporal (CRUZ, 2008)
Es tan grotesco el funcionamiento de la ley, que
termina anulando completamente al acusado, dejándolo en la
más absoluta humillación. Y aquí entramos al terreno del
Castigo, que en este caso, aunque igual de letal que en
contra de Samsa, funcionó de una forma inversa a lo que se
vivió en la Metamorfosis. Aquí es como que la ley hubiese
reconocido su propia animalidad, algo que nunca sucedió
dentro de la familia de Gregorio. Samsa fue castigado por
su comportamiento desviado y animalesco, pero Josef K. es
castigado a volverse él un animal. “¡Como a un perro!” dijo
Josef antes de su muerte. De nada sirvió su racionalidad a
lo largo del libro, sus argumentos lógicos no tuvieron
cabida alguna en un juicio. Su culpabilidad era
incuestionable, y el castigo igual de feroz.
b) Lo público y lo privado: Si en la categoría anterior se
logró establecer que en El proceso no hay una esencia
constitutiva del hombre y su cultura, sino un devenir entre
lo animalesco, lo humano, lo racional y lo irracional, nos
centraremos ahora en el atentado directo que se realiza en
contra de la dicotomía público-privado dentro de la novela,
entendiendo que el carácter público se adscribe habitualmente
a la masculinidad, y lo privado se sitúa en lo femenino, en
las labores del hogar, el cuidado de los hijos, etc.
En el proceso no hay privacidad alguna. Así de simple, y
en ese sentido, no hay un espacio reservado exclusivamente a
lo familiar. Todos los cuerpos pertenecen al Tribunal, todo
el espacio social está bajo su vigilancia y su control.
Veámoslo a través del siguiente ejemplo, cuando Josef K. va a
comparecer al tribunal de instrucción:
La verdadera búsqueda comenzó en el primer piso. Como
no podía preguntar sobre la comisión investigadora, se
inventó a un carpintero apellidado Lanz ––el nombre se
le ocurrió porque el capitán, sobrino de la señora
Grubach, se apellidaba así––, y quería preguntar en
todas las viviendas si allí vivía el carpintero Lanz,
así tendría la oportunidad de ver las distintas
habitaciones. Pero resultó que la mayoría de las veces
era superfluo, pues casi todas las puertas estaban
abiertas y los niños salían y entraban. Por regla
general eran habitaciones con una sola ventana, en las
que también se cocinaba. Algunas mujeres sostenían niños de
pecho en uno de sus brazos y trabajaban en el fogón con el brazo libre.
Muchachas adolescentes, aparentemente vestidas sólo con un delantal,
iban de un lado a otro con gran diligencia. En todas las
habitaciones las camas permanecían ocupadas, yacían
enfermos, personas durmiendo o estirándose. (KAFKA,
2002, p. 26, obra original publicada en 1925. Cursivas
agregadas por mí)
Incluso cuando Josef K. va a ver al pintor Titorelli, y
un montón de niñas aparentemente abandonadas molestan a K al
llegar, después el pintor afirma tajantemente que “también
las niñas pertenecen al tribunal. Todo pertenece al
tribunal”. ¿Todo? ¡Absolutamente todo! El espacio privado
está sumamente entrelazado con lo público, por lo que se
sobreentiende que todos los cuerpos están siendo interpelados
directamente por este aparataje omnipresente y regulador de
una forma continua. Asimismo, retornamos a uno de los puntos
expuestos anteriormente, acerca de las estrategias y el
policiamiento de la modernidad. Pareciera ser que en el
funcionamiento de la ley representada en El proceso se delata
este control de la sexualidad del que nos hablaba Foucault
(1998). No es que la sexualidad está reprimida, está puesta
en el discurso, hay producción de sexualidad.
En el fondo de la sala, mientras K pronuncia su
controversial discurso frente al Juez de Instrucción, un
estudiante gime insistentemente mientras está “apretándose”
con la lavandera, en una actitud claramente sexual. Aparece
tachado en el manuscrito de Kafka lo siguiente:
K quiso ir hacia allí en seguida para restablecer el
orden y poner fin a aquel comportamiento
desvergonzado. El juez instructor se mostraba incapaz
de hacerlo, ni siquiera miraba hacia allí, se limitaba
a esperar para ver la reacción de K. Pero éste no pudo
bajar de la tarima, había demasiada gente que se lo
impedía. (KAFKA, 2002, obra original publicada en
1925. p. 33)
Para la justicia, aquel era un acto legítimo y
apropiado, el único transgresor, el desadaptado, el desviado,
era Josef K. Pero lo irónico es que K. nunca cayó en cuenta
de esta transgresión. Para la ley era necesaria esta actitud
sexualizada, procreadora, heterosexual, asimismo como era
legítimo que madres y dueñas de casa estuviesen viviendo y
criando hijos en el mismo lugar donde estaba el Juez de
Instrucción trabajando. Se estaban formando futuros
funcionarios del sistema. La ley estaba perpetuando su poder
en todos los ámbitos, incluido lo familiar. Y aunque la
dicotomía público-privado se difumina, los cuerpos siguen
trabajando ocupando roles de género tradicionales, de la
misma forma como el campesino aguardaba entrar hacia donde se
encontraba la ley, en la Parábola Ante la Ley que está dentro
de El Proceso, como esperando que de verdad hubiese algo
tangible adentro, algún fundamento, alguna esencia, a pesar
de que hay pura forma, y nada de contenido.
A final de cuentas, la transgresión no se ve contenida
en sí en algunos de los personajes, como sí pasaba en La
metamorfosis. La verdadera transgresión está en la forma en
que Kafka construyó un relato acerca del funcionamiento de la
ley, y del poder, que se acerca mucho a una visión
postmoderna. Y, en ese sentido, así como lo hizo Butler
(2007) al recoger una interpretación que hizo Derrida acerca
de la parábola Ante la ley, con esta figura de la
“anticipación”, y acercarla hacia la visión de la
performatividad del género, podemos especular que el género
en Kafka, desde el Proceso, no tiene ningún fundamente
ontológico, ni siquiera es algo dado a priori (pues es asunto
de posicionamiento), y que la ley, y el poder finalmente, ni
siquiera tiene un fundamente racional, sino que es un puro
devenir animalesco que busca satisfacer las necesidades del
sistema, para perpetuarlo, para sobrevivir. Lo único que se
busca con mantener los roles de género intactos, es preservar
un sistema que sea funcional para sus intereses propios de
preservación. Y el castigo ante la disfuncionalidad, ante la
alternativa, la anormalidad, es el progresivo
empequeñecimiento vital del culpable hasta llegar a la muerte
4. Discusiones finales
A partir del análisis realizado, y a través de las
figuras de la transgresión y el castigo, hemos podido tener
un acercamiento hacia la peculiar concepción de género y de
familia que se puede levantar desde estas dos obras de Kafka,
La Metamorfosis y El proceso, y de esta forma, caracterizar
el malestar kafkiano en contra de lo establecido como lo
normal, lo moral y lo viable. Desde La Metamorfosis, tenemos
la historia de un sujeto que, encontrándose expuesto a la
sociedad como un horrendo insecto debido a su identidad y su
sexualidad que no estaba en sincronía con la funcionalidad
reproductora del sistema, pasó a ser censurado, ridiculizado
y eliminado por su propia familia. En ese sentido, la familia
pasaría a ser retratada como un ente de vigilancia y control
policial al servicio de la multiplicidad de poderes/saberes
dominantes. Asimismo, tenemos a la hermana que logra situarse
desde una posición de poder y liderazgo a costa del
empequeñecimiento de su hermano, pero que posteriormente pasó
a ser restringida a una labor de futura esposa por sus
padres, demostrando que el sistema patriarcal no podía ser
violado de forma alguna. Y en el caso de El Proceso, nos
encontramos con un sistema voraz y animalesco que funciona a
modo de panóptico, y que borra cualquier vestigio y
posibilidad de contenido esencial y racional, lo único que
busca es su satisfacción, por lo cual su interés en las
relaciones de poder establecidas entre hombre y mujer le eran
ajenos, sólo quería que hubiese, mediante ellas, plena
funcionalidad y preservación de su existencia, pero nada más
que eso. Es decir, una opción de género pasaría a estar
subyugada por sobre otra por un mero capricho que no tenía
nada que ver con un fundamento último y centrado en algo
interno. El género y la familia son en realidad pura forma
al servicio de un sistema.
La Metamorfosis y El Proceso son fuentes inagotables de
teorizaciones de lo más diversas. Y considero que este
análisis es sólo un paso para tener una visión general de la
concepción de género y familia que posee el autor. Quizás
muchos detalles más se pueden encontrar en otros textos de
Kafka, considerando la gran cantidad de cuentos que realizó,
o también agregando El Castillo, la otra gran novela que
lamentablemente Kafka no pudo finalizar. ¿Valdría la pena
todo ese esfuerzo?. Por supuesto que sí, especialmente
considerando que podríamos no haber dado el suficiente peso a
este gran antecedente a las teorías contemporáneas y
postmodernas que se han erigido en torno al género. Queda
aún mucho por escarbar al respecto, y queda vigente el
compromiso para dedicarse a ello.
5. Referencias:
AGUILAR, T (2008) Feminismo postmoderno: D. J. Haraway y
Harding. Eidos, N°8, 2008. Pp. 222-232.
BREEN, M. (2001) Radclyffe Hall, E. Lynn Harris, and Franz
Kafka: Christianity, Queerness, and the Politics of Normalcy.
International Journal of Sexuality and Gender Studies, Vol. 6, No. 4, October 2001
BURIN, M. (1998) La familia: sexualidades permitidas y
prohibidas. En BURIN, M. y MELER, I. (1998) Género y
Familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la
subjetividad (pp. 87-98) Buenos Aires: Paidós.
BUTLER, J (2007) El género en disputa. Barcelona: Ediciones Paidós
Ibérica
CRUZ, L. (2008) Aturdimiento, ropaje y secreto en ‘El
Proceso’ de Kafka. Obtenido el día 13 de noviembre, desde:
http://www.observacionesfilosoficas.net/aturdimiento.html
DELEUZE, G. & GUATTARI, F. (1990) Inmanencia y deseo. Por una
literatura menor México DF: Ediciones Era
FOUCAULT, M (1998) Historia de la sexualidad. La voluntad de
saber. (GUIÑAZÚ, U. trad.) México D.F.: Siglo veintiuno
editores. (Obra original publicada en 1976)
GROSS, R. (1983) Of mice and women reflections of a
discourse. En STRUC, R & YARDLEY, J. C. (eds.) (1986) Franz
Kafka (1883-1983) His Craft and Thought. Ontario: Wilfrid Laurier
University Press.
KAFKA, F. (2002) El Proceso. Obtenido el día 10 de noviembre,
desde: http://www.scribd.com/doc/6111293/El-Proceso-Franz-
Kafka (Obra original publicada en 1925)
KAFLA, F (2010) En la colonia penitenciaria. Obtenido el día
11 de noviembre de 2010, desde:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/euro/kafka/colonia.h
tm (Obra original publicada en 1914)
KAFKA, F (2002) La Metamorfosis. Obtenido el día 10 de
noviembre, desde:
http://mazinger.sisib.uchile.cl/repositorio/lb//
k20028231352metamorfosis.pdf
(Obra original publicado en 1919).
LORENZ, D (2002), Kafka and gender, en PREECE, J. (ed.)
(2006) The Cambridge companion to Kafka. Cambridge: Camdridge
University Press
NICOLSON, P. (1997) Género y trabajo. Poder, género y
organizaciones. ¿Se valora a la mujer en el trabajo? (CAMENO, A.
trad.)Madrid: Narcea Ediciones