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Primera ediciónHuancayo, junio de 2014.© Cultura de la Paz. En el pensamiento de San Juan Pablo II.Jesús Ignacio Gálvez Arroyo – Percy Rubén Infante Sotomayor

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N°2014-07712

Impreso en:

Jr. Amazonas N° 311 - Huancayo

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[email protected]

INTRODUCCIÓN

La angustia y la tristeza de los hombresde nuestros días, muchas veces son producidaspor la proliferación de diversas actitudes deviolencia. En varias oportunidades se hadescubierto que la búsqueda del orden legal yla igualdad de los ciudadanos, vienedisfrazada por la lucha de la justicia y lalibertad, pero en realidad son nacidas de laambición y el deseo de poder, con la únicafinalidad de lograr beneficios personales. Laagudización de hechos belicosos ydelincuenciales manifiestan el triunfo de la

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agresividad, que es producto delresentimiento y la irracionalidad. Estamosviviendo una situación en la que la violencia,cada vez más sanguinaria, se va convirtiendoen un dato normal que ya no es unainterpelación, más bien, se ha convertido ennoticia que estimula al revanchismo mediantela venganza.

A causa de esta situación desesperante seha querido buscar la raíz de todos estosatropellos que hacen imposible las relacionesarmónicas entre las personas. Como respuesta aeste modo precario de vivir, hay pues, unaurgente necesidad de educar a las personas; esuna educación que no puede basarse simplementeen el sentimentalismo o en una veleidadindefinida. Su fin no debe ser ideológico nipolítico y, su planteamiento no puedefundamentarse en el rechazo del progresocontemporáneo o en el deseo vago de un retornoal paraíso perdido. La verdadera educaciónconlleva una conversión en la manera de pensarpara un mejor comportamiento.

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En la natural tendencia a la felicidad sellega a redescubrir el valor de la paz, parapermitir que el “espíritu de paz” penetretanto en las inteligencias como en loscorazones. En este sentido San Juan Pablo IIha plasmado un sólido planteamiento para unacultura de la paz llegando a la verdad plena ytotal del hombre, es decir, al hombre encuanto hombre. Durante su pontificado ha sidofiel, riguroso y perseverante al escribir cadaprimero de enero su mensaje para lacelebración de la “Jornada Mundial de la Paz”;precisamente estos 27 documentos son la fuenteinspiradora para delinear el pensamiento denuestro amado Papa; realmente en su vida hademostrado ser un hombre de paz buscandosiempre la unidad de todos en la verdad,superando toda clase de divisiones ydiferencias. Sus escritos no son más que elreflejo de toda su vivencia y por ello paranuestra alegría ahora lo tenemos en losaltares.

El planteamiento que se propone implicadirectamente un proyecto educativo, cuyo eje ycentro es la persona humana en su formación

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integral. Esta inquietud de buscar aquelloselementos que son base para la educación a lapaz, conduce a encontrar las causas en elcorazón de la misma persona.

PRIS - JIGA

CAPÍTULO ICENTRALIDAD ANTROPOLÓGICA1

La construcción de la paz se impone comoquehacer que concierne a todos los hombres y atodos los pueblos, y no son pocos losesfuerzos que se hacen y las personas que seempeñan porque penetre el espíritu de la paz2.Esta tarea exige, por tanto, unafundamentación sólida que sirva de base paratodo proyecto sobre la paz, una base que

1 Se sugiere leer las páginas 98-99 para comprender de donde provienen las citas.2 Cf. 1979,1f; Intr.; 1980,10a; 1981,Intr.

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permita el diálogo y un trabajo serio ycontinuo para promoverla.

Hay que situar esta magna obra en unverdadero lugar, no perdiendo de vista surelación íntima con el hombre, porque elreconocimiento de la naturaleza del hombre lelleva al encuentro de sí mismo3. Por tanto, sebuscará hacer más evidente el nexo intrínsecoentre la paz y la verdad del hombre4.

Para comprender mejor al mismo hombre nose puede dejar de lado, «la relación entre laactuación humana y la integridad de lacreación»5, es decir, la interrelación hombre– naturaleza; la paz se entenderá entonces,como respeto del orden que se descubre en eluniverso6. El orden inscrito en el hombre semanifiesta mediante la ley interior, queorienta a la persona en su obrar; precisamentela conciencia capta7 el orden a seguir.

3 Cf. 1980,4.4 Cf. Ibid.; 1979,II.1e.3c. 5 1990,5a.6 Cf. Ibid.,15a.7 Cf. 1991,1a, 1982,4b; DH 3.

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Finalmente el respeto del orden social esconsecuencia del ser social del hombre8.

La paz, es un bien de carácter ético queimplica a todas y a cada una de las personaspara su verdadera realización tanto individualcomo social.

Los elementos mencionados sonfundamentales, porque permiten comprendermejor el verdadero significado de la paz y ala vez son la base sobre la cual construirla,es menester, precisarlos y aclararlos acontinuación.

1. RESPETO DEL ORDEN ONTOLÓGICO9

El problema de fondo consiste enreconocer y respetar el orden que el hombredescubre en el universo y profundizar elsentido de su relación con la naturaleza10.

La primera experiencia que sale al pasodel hombre es que no está solo, sino que está8 Cf. 1988,1d; DS 34.9 Cf. 1990,8a.10 Cf. Ibid.,5a;15a.

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rodeado de cosas que influyen sobre él y conlas que tiene vinculación mediante múltiplesrelaciones11. Puntualizando la relación delhombre con el universo, el hombre capta unorden en los entes sensibles, los cualessiguen un orden escalonado de progresivaperfección12, siendo esta perfecciónproporcionada al grado de ser que poseen lascosas13.

En esta escala, el hombre, por sudimensión corpórea, se presenta como síntesisdel universo material inferior, alcanzandoéste, en el hombre, su más alta cima14. Sinembargo, el hombre no sólo es síntesis deluniverso natural, sino que también es superiora éste, por su capacidad intelectiva15.

11 Cf. GASTALDI I., El hombre, un misterio, Quito 1990, p.86.12 «In rebus naturalibus gradatim species ordinatae essevidentur: sicut mixta perfectiora sunt elementis, et plantaecorporibus mineralibus, et animalia plantis, et homines aliisanimalibus» (ST, I,q.47.a.2). 13 «Omnis enim nobilitas cuiuscumque rei est sibi secundumsuum esse… Sic ergo, secundum modum quo res habet esse, estsuus modus in nobilitate» (CG,I,c.28). 14 Cf. GS 14a.15 «Tiene razón el hombre, al creerse por su inteligenciasuperior al universo de las cosas» (Ibid.,15; cf. Ibid.,14;CG, II,c.59; ST,1,q.3,a.1,ad 2; RN 4).

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De este modo, el hombre se va percibiendoa sí mismo como distinto y superior de lascosas, pero a la vez las cosas le manifiestanun principio actuante que les permite existir;en efecto, «nada tiene actualidad sino encuanto que es. De ahí que el mismo ser seaactualidad de todas las cosas»16.

Esta luz dada por las cosas orienta alhombre hacia aquel principio que es por símismo, al que no puede faltar ningún modo deser: el «ipsum esse subsistens»17.

Surge entonces la exigencia de unaatención a lo que las cosas puedan manifestar,para que el hombre se comprenda a sí mismocada vez mejor y al mismo tiempo separelacionarse adecuadamente con la naturalezaque lo rodea, sin atropellar, ni rebajarse,sino manteniendo aquel lugar dignificante quele corresponde en el cosmos18.16 ST,1,q.4,a.1,ad 3. «Esse est illud quod magis intimumquilibet est et quo profundis omnibus inest cum sint formalerespect omnium quae in re sunt» (ST,1,q.8,a.1). «Esse estactualitas omnis rei» (ST,1,q.5,a.1).17 «Nulla de perfectionibus essendi potest deesse ei quod estipsum esse subsistens» (ST,1,q.4,a.2). 18 «Esta apertura a la realidad, hace que el hombre no sesienta una cosa más entre las cosas, sino que se considere a

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De lo dicho se percibe que la apertura ala realidad es la primera actitud que todohombre debe cultivar para evitar contraponerla persona al mundo o a la naturaleza,polarizándolos irreconciliablemente. Asítambién, no debemos caer en el extremo dehacer de todo, universo y hombre, una solacosa indiferenciada, mundanizando a lapersona19.

Todo esto permite entender mejor «larelación entre la actuación humana y laintegridad de la creación»20, que Juan Pablo IIexpresa, es decir, está el hecho de que tododesorden que se produce en el hombre,repercute inevitablemente en el resto del

sí mismo como ser inteligente y libre, como centro deperspectiva al que están referidas las cosas» (GASTALDI I.,o.c., p.77).19 La historia de la filosofía enseña cómo el racionalismocartesiano contrapuso materia y espíritu, llevando al hombrea la imposibilidad de confrontarse, relacionarse con elmundo. Este será un condicionamiento para la reflexiónfilosófica posterior, en efecto, el sujeto trascendental deKant, no puede conocer ni el mundo, ni el alma, ni a Dios(ideas trascendentales incognoscibles).20 1990,5a. «La llamada a Adán y Eva, para participar en laejecución del plan de Dios sobre la creación… establecía unarelación ordenada entre los hombres y la creación entera»(Ibid.,3b).

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universo21. Por otro lado está el deber delhombre de «ejercer su dominio sobre latierra», haciendo uso de «aquellas capacidadesy aquellos dones que distinguen a la personade cualquier otra criatura»22.

Hay la necesidad de la apertura a larealidad, en efecto, «cuán importante esprestar atención a lo que nos revelan latierra y la atmósfera: en el universo existeun orden que debe respetarse; la personahumana, dotada de la posibilidad de libreelección, tiene una grave responsabilidad enla conservación de este orden, incluso conmiras al bienestar de las futurasgeneraciones»23. Y también debe considerar la

21 «El hombre cuando se aleja del designio de Dios Creador,provoca un desorden que repercute inevitablemente en el restode la creación… en efecto a la vista de todos están lascrecientes devastaciones causadas en la naturaleza por elcomportamiento del hombre indiferentes a las exigenciasrecónditas -y sin embargo, claramente perceptible- del ordeny de la armonía que la sostienen» (Ibid.,5ab).22 Ibid.,3ab.23 Ibid.,15a. Se trata de un orden manifestado tanto por lateología, la filosofía y por la ciencia, que concuerdan en lavisión de un universo armónico dotado de una integridadpropia y de un equilibrio interno y dinámico.

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estrecha relación entre el respeto de la vidahumana y el cuidado de la naturaleza24.

El deterioro ambiental y ecológico,manifiesta claramente la verdad de estaafirmación como consecuencia de una crisismoral25, porque la pérdida de valores moralesfundamentales, se traduce en comportamientosinescrupulosos: falta de respeto a la vida26,el predominio de razones de producción y debienestar27, la aplicación indiscriminada delos logros científicos y tecnológicos28.

De este modo, el respeto del ordenontológico presente en el universo, hoy, exigea los hombres a entrar por un camino de«reconciliación con su universo natural»29.

2. ASPIRACIÓN A LA PAZ30

24 «El respeto por la vida y por la dignidad de la vida humanaincluye también el respeto y el cuidado de la creación»(1990,16a,7e).25 Cf. Ibid.,5c.26 Cf. Ibid.,7a.27 Cf. Ibid.,7b.28 Cf. Ibid.,6a.29 1979,II,1c.30 1979,II.1e; cf. 1988,1c; cf. 1992,2a.

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Para que la paz sea una realidad establerequiere que sea edificada sobre una base quepermita el común encuentro aun entre las másdiversas posturas y tendencias. «¿Queremosverdaderamente la paz? Entonces tenemos queahondar bastante más en nosotros mismos laszonas donde, más allá de las divisiones queconstatamos en nosotros y entre nosotros,podemos reforzar la convicción de que losdinamismos constitutivos del hombre, elreconocimiento de su verdadera naturaleza, lellevan al encuentro, al respeto mutuo, a lafraternidad y a la paz»31.

La aspiración universal de la paz esconstitutivo de la misma naturaleza delhombre: «Todo ser la apetece por naturaleza»32.San Agustín invita a mirar a la realidad:«Cualquiera que observe un poco las realidadeshumanas y nuestra común naturaleza reconocerá31 1980,4; 1983,5b.32 De Civ. Dei,1.XIX,c.12. «Y este cuerpo terreno, si tiendehacia la tierra y está como retenido por un vínculo desuspensión, es porque aspira al orden que pide su propia pazy está reclamando, por la voz de su pesantez, el lugar de sureposo. Una vez exánime y despojado de todo sentido, no seapartará ya de la paz según el orden de su naturaleza, sea,porque ya la posee, sea porque a ella tiende»(Ibid.,1.XIX,c.13).

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conmigo que no existe quien no ame la alegría,así como tampoco quien se niegue a vivir enpaz… Todo hombre, incluso en el torbellino dela guerra, ansía la paz, así como nadie,trabajando por la paz, busca la guerra»33.

El bien de la paz, amado y estimado portodos, no es fruto de un sentimentalismo oreproche por el mal, tampoco se trata de unacompasión por los males que suceden. «Sinignorar el drama de las violencias, llenemosnuestras miradas y la de las jóvenesgeneraciones con estos objetivos de paz. Sonestos los que ejercerán una atraccióndecisiva. Sobre todo, harán surgir laaspiración de la paz, que es un constitutivodel hombre»34.

La aspiración a la paz hay que situarlaen el contexto de la natural tendencia de todohombre a la felicidad y al bien, siendo, lapaz, la coronación de todas las aspiraciones35.Es desde esta aspiración, basada en lanaturaleza humana, que se parte para la33 Ibid.34 1979,II,1e.35 Cf. 1979,Ia.

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construcción de la sociedad, rechazando desdeahora toda concepción que otorgue primacía alas estructuras sobre la persona. En efecto,como San Agustín expresa: «Tan estimable es lapaz, que incluso en las realidades terrenas ytransitorias normalmente nada suena con unnombre más deleitoso, nada atrae con fuerzamás irresistible; nada en fin, mejor se puededescubrir»36.

La realidad actual presenta un panoramacon manifestaciones de una mayor toma deconciencia acerca del protagonismo personalen la construcción de un orden más justo. «Seafianza la convicción de que el género humanopuede y debe no sólo perfeccionar su dominiosobre las cosas creadas, sino que lecorresponde además, establecer un ordenpolítico, económico y social que esté más alservicio del hombre y permita a cada uno y acada grupo afirmar y cultivar su propiadignidad… una aspiración más profunda y másuniversal: las personas y los grupos sociales,están sedientos de una vida plena y de unavida libre, digna del hombre, poniendo a su36 De Civ. Dei,1.XIX,c.11.

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servicio las inmensas posibilidades que lesofrece el mundo actual»37.

Hoy, pues, no se puede ignorar el hechode que cada vez más hombres y con una mayortoma de conciencia, van asumiendo su rol en larealización de la historia. La construcción dela paz no es una quimera, «se basa en laconsideración de la naturaleza profunda delhombre»38 y, por tratarse de una realidadhumana requiere asumirla y ponerse en caminocon los otros, cada día; implica que el hombrevuelva sobre sí mismo, sobre sus capacidades;es una «apuesta por las fuerzas de la paz queabrigan los hombres»39, porque «el cuidado dela paz ha penetrado en lo más íntimo del serhumano»40.

3. EL SER SOCIAL DEL HOMBRE41

37 GS 9ac; cf. 1983,2a.38 1983,5b. «La voluntad de la paz proviene de lo más profundodel hombre» (1979,II,3c).39 1980,7.40 1982,7c.41 Cf. 1988,1c; DS 34.

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Cuando se habla de la paz como«tranquilidad del orden», se entiende que sehace referencia a un orden que el hombreencuentra en la realidad; no se trata de unorden abstracto, conceptual, sino del ordenque se reconoce en la naturaleza, en elhombre, en cuanto se relaciona con los demás.Así como se da un orden ontológico que procedede la riqueza y perfección de los entes en elser, del mismo modo el orden social deriva dela naturaleza humana, es decir, no puedenegarse que hay un orden ya dado, que elhombre mediante su conciencia descubre y, quedebe ser observado42.

La interrelación hombre-sociedad lleva apreguntar por un orden de precedencia-procedencia, porque se impone el hecho de queel hombre llega ser tal gracias a la sociedad,mediante el proceso de socialización y, por

42 El hombre descubre este orden en su naturaleza, pero hayque decir que éste orden ha sido impreso por Dios: «en lo másíntimo del ser humano, el Creador ha impreso un orden que laconciencia humana descubre y manda observar estrictamente»(PT 5). En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, hablandode la paz, se afirma que «es el fruto del orden plantado enla sociedad por su divino Fundador, y que los hombres han dellevar a cabo» (78a).

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otro lado está el hecho de que son los hombreslos que hacen la sociedad; surgiendo entreambos la exigencia de evitar posturas que lospolaricen y de buscar más bien planteamientosque iluminen el modo de armonizarlos.

En efecto la reflexión sobre el mismohombre permite vislumbrar, poco a poco, suverdad íntima: «el hombre es un ser social pornaturaleza»43, es decir, así como no se puedenegar la naturaleza racional del hombre, deigual modo, tampoco se puede negar sunaturaleza social. Esta es una afirmaciónrepetida ya, tantas veces, desde Aristóteles;sin embargo constituye el punto de partida dela vida social. El hombre lleva en sí mismo elimperativo de asociarse con los demás; no setrata de un acto opcional, sino que en lo másíntimo, profundo de sí, está esta llamadaimperiosa, esta vocación social; el hombretiene obligación natural de vivir en sociedad.

43 1981,7a. «Dios no creó al hombre en solitario. Desde elprincipio los hizo hombre y mujer (Gén 1,27). Esta sociedadde hombre es la expresión primera de la comunión de personashumanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza unser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sinrelacionarse con los demás» (GS 12; cf. ST,1,q.96,a.4; 2-2,q.109,a.3,ad 1; PT 31; DS 35)

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El hombre es un “ser” llamado a “ser con”: unser que sólo “es” plenamente si “es con” losdemás44.

Al decir: «la persona humana es un sersocial por naturaleza, por su innataindigencia y por su natural tendencia acomunicar con los demás»45, no se afirmasimplemente que la persona asume un rolpasivo, que recibe porque necesita de losdemás: se afirma que cada persona está llamadaa realizarse colaborando en la realizaciónpersonal de los demás; su aporte no esopcional, es decisivo46; es más, significareconocer la relación del “yo” que se abre al

44 Cf. SANCHEZ-APELLANIZ F., La solidaridad supranacional, encomentarios a la Pacem in Terris =BAC 239, Madrid 1963,p.343-345. Ver también GASTALDI I., o.c., p.86-109. «Elhombre no puede bastarse a sí mismo para alcanzar sudesarrollo completo, sino que necesita para ello de los demásy de la sociedad» (DS 34).45 DS 34.46 «Sería un error considerar la sociedad del hombresimplemente como una necesidad e indigencia. Es unanecesidad, pero al mismo tiempo es un valor, una nota más dela dignidad del hombre, porque éste –imagen de Dios en sudesbordante vida trinitaria- lleva clavada en su naturalezamás íntima la necesidad de difundir y comunicar susperfecciones a los demás» (GUIX J., Fundamentos filosóficos-teológicos de la dignidad de la persona humana, enComentarios a la Pacem in Terris, Madrid 1963, p.147).

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“otro” para caminar juntos, aceptando suespecificidad, su diferencia; exige la actitudde apertura y acogida, asumiendo el riesgo delas tensiones que se derivan de la convivenciahumana47.

El hecho de que el hombre viva “con losdemás” no es casual, ni una de tantasposibilidades para realizar la propiaexistencia: «En el origen de la afirmaciónsobre la naturaleza social del hombre no puedehaber otra cosa que la experiencia de que elhombre existe, vive y actúa junto con otroshombres… la locución “naturaleza social”parece significar, fundamentalmente, larealidad de existir y actuar “junto con otros”que se atribuye a todo ser humano a modo deconsecuencia»48. La sociedad que se constituye

47 «El diálogo supone, pues, que cada uno acepte estadiferencia y especificidad del otro; que mida bien lo que lesepara del otro; que lo asuma, aún con el riesgo que de ahíderivan… considerándolo como sujeto inteligente, libre yresponsable»(1983,6c). «El hecho fundamental de la existenciaes que todo hombre es interpelado como persona por otro serhumano, en la palabra, en el amor y en la obra, y debe daruna respuesta: aceptación o rechazo…» (GASTALDI I., o.c.,p.95).48 WOJTYLA K., Persona y acción, =BAC Minor 436. Madrid 1982,p.313.

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no es la simple suma de los individuosformando un concepto ideal, sino que es realporque entre los hombres existe unainterrelación basada en una sanainterdependencia de las persona49.

De este modo «la índole social del hombredemuestra que el desarrollo de la personahumana y el crecimiento de la propia sociedadestán mutuamente condicionados»50. Quedadesechado todo planteamiento de la paz comomantenimiento de un orden que no responda a loque es el hombre, que no brote del ser socialde la persona y sus exigencias éticas, delrespeto y de su naturaleza51.

Toda persona desde que comienza a existirse encuentra ya en relación con los “otros”:el núcleo familiar, los amigos, la sociedad,en fin; se interrelaciona a la vez con losdiversos grupos que le van ayudando asocializarse y a realizarse. «La vida social49 «El incremento de la vida social no es, en realidad,producto de un ciego impulso de la naturaleza, sino obra delhombre, ser libre, dinámico y naturalmente responsable de suacción» (MM63).50 GS 25; 78.51 Cf, Ibid. 78.

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no es para el hombre sobrecarga accidental.Por ello, a través del trato con los demás, dela reciprocidad de servicios, del diálogo conlos hermanos, la vida social engrandece alhombre de todas sus cualidades y le capacitapara responder a su vocación»52.

El proceso de socialización, por el quela persona va integrándose a la sociedad, seda en las relaciones que establece el hombrecon los diversos grupos a los que pertenece ocon los que va interactuando53, es por esto,que los grupos intermedios juegan un rolimportante tanto para la realización personalcomo para la organización de la sociedad,convirtiéndose en medios eficaces para laparticipación de los ciudadanos en vistas deldesarrollo de las sociedades.

«No se comprende adecuadamente unasociedad ordenada, sin una concepción orgánicade la vida social. Este principio exige que lasociedad se base, por una parte, en el

52 Ibid., 25.53 «El hombre pertenece a diversas comunidades: familiar,profesional, política, y en su seno es donde debe ejercer sulibertad responsable» (LC 32).

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dinamismo interno de sus miembros –que tienesu origen en la inteligencia y en la voluntadlibre de las personas que buscansolidariamente el bien común- y por otra parteen la estructura y en la organización de lasociedad constituida no sólo por cada personalibre, sino también por sociedades intermediasque van integrándose en unidades superiores,partiendo de la familia, para llegar, a travésde las comunidades locales, de lasasociaciones profesionales, de las regiones yde los Estados, a los organismossupranacionales y a la sociedad universal detodos los pueblos y naciones»54.

Debemos estar atentos a dos peligros muyactuales de la sociedad: despersonalizaciónpor la excesiva multiplicación de relaciones55

y la anulación de la libertad por la presiónsocial56.

54 DS 39.55 «Las relaciones humanas se multiplican sin cesar y al mismotiempo la propia socialización crea nuevas relaciones, sinque ello promueva siempre, sin embargo, el adecuado procesode maduración de la persona y las relaciones auténticamentepersonales (personalización)» (GS 6).56 Cf. 1988,1d.

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4. LA PAZ PARA EL BIEN DE LA HUMANIDAD57

El bien de la humanidad no se refieresólo al progreso; principalmente se refiere alo fundamental de todo hombre: “su humanidad”,es decir, aquello que hace que el hombre seamás humano. Cuando se habla del bien común sehace referencia al verdadero desarrollo de lahumanidad y, es más que la técnica, lautilidad o el progreso. «El bien de lahumanidad es, en última instancia, la razónpor la que debéis asumir como vuestra la causade la paz»58.

El significado de la paz como búsquedadel bien de la humanidad se traduce en:«desarrollo solidario» 59. Queda claro que sesupera toda postura de absolutización del«tener» sobre el «ser»60; aquello que es

57 Cf. 1985,8a. 58 Ibid.,8a.59 Cf. PP 76,87.60 «La Encíclica del Papa Pablo VI señalaba esta diferencia,hoy tan frecuentemente acentuada, entre el “tener” y el“ser”, que el Concilio Vaticano II había expresado conpalabra precisas. “Tener” objetos y bienes no perfecciona depor sí al sujeto, si no contribuye a la maduración y

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destructivo como manifestación de launilateralidad del desarrollo en busca deexplotación ilimitada de bienes que derivansiempre de un egoísmo camuflado, cuyas raícesestán en el pecado personal61; dicho esto seconcluye con la subordinación de la posesiónde bienes al ser de la persona, al desarrollopersonal62.

La vida en la sociedad no es en modoalguno algo moralmente neutro; las opcionessociales implican consecuencias que puedenpromover o degradar al verdadero bien común ypersonal63; por ello la búsqueda de la paz comobúsqueda del bien común es un desafío para

enriquecimiento de su “ser”, es decir, a la realización de lavocación humana como tal» (SRS 28). «El tener más, lo mismopara los pueblos que para las personas no es el último fin.Todo crecimiento es ambivalente… La búsqueda exclusiva delposeer se convierte en un obstáculo para el crecimiento delser y se opone a su verdadera grandeza; para las nacionescomo para las persona, la avaricia es la forma más evidentede un subdesarrollo moral (PP 19; cf. OA 9; GS 35).61 Cf. SRS 42; 1985,1b; PP 15.16; MM 159; LC 81.89; GS 75.62 «La actividad humana, así como procede del hombre, asítambién se ordena al hombre. Pues éste con su acción no sólotransforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona así mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, supera y setrasciende. El hombre vale más por lo que es que por lo quetiene» (GS 35; cf. LE 6; SRS 30).63 Cf. 1987,6b; 1985,6a.

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todos, convirtiéndose en exigencia fundamentalla esperanza de vivir en paz. Y, porconsiguiente, el futuro de la humanidaddepende de las opciones morales fundamentalesque la nueva generación de hombres y mujeresestá llamada a tomar. Sólo en esta perspectivase puede construir una civilización desolidaridad fraterna que es la búsqueda delbien común, búsqueda de la paz64.

La llamada a ser artífices de la paz sesiente firmemente en la llamada al esfuerzopersonal. Partiendo de la persona, se puededar cabida al diálogo honesto y a lasnegociaciones sinceras; todo ello basado en elrespeto mutuo, unido a una valoración realistade las exigencias y legítimos intereses detodos los hombres. Teniendo como punto departida: “la dignidad de la persona humana”, sí sepodrá construir puentes culturales,económicos, sociales y políticos, que permitanun mayor intercambio entre las naciones; sepromoverá la paz como causa de cada uno, puesla única medida de un quehacer por la paz

64 Cf.1985,2a.

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radica en el compromiso personal unido a losvalores auténticos65.

La pluralidad y diversidad de laspersonas es un bien que favorece a lahumanidad, ayuda al complemento en lasnecesidades y valores que se tienen; pero todaesta pluralidad y diversidad no tendríasentido si no tuviera como fundamento launidad de la persona humana66.

65 Cf. Ibid., 7a.66 Cf. 1989,3c.

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CAPÍTULO II

EL PROCESO DINÁMICO Y VALORATIVO DE LA PAZ

El termino paz no tolera definicionesconceptuales de manera precisa, porque expresauna realidad de carácter dinámico. Algunos lalimitan al significado restrictivo de ausenciade guerra o de lucha violenta67. La paz en estaconcepción se reduce a un cierto climapolítico y social que no dice nada acerca delas condiciones reales de los ciudadanos. Anteesta postura Juan Pablo II señala la paz como:«Un proceso dinámico que ha de tener en cuentatodos los elementos, así como las causas quela favorecen o la perturban»68.

67 Cf. 1993,1e.68 1989,1c.

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Se quiere evitar toda clase dereduccionismos al presentar el significado dela paz; pues, se trata de una realidadcompleja, pero, a la vez única y universal.Precisamente porque hoy en día, la paz esaceptada como problema fundamental de laeducación69, que unido a los demás valores sepuede lograr una pedagogía en, con y para lapaz.

Entre los hebreos, la paz constituyóciertamente un valor, en cuanto que se produjocon la alianza de Dios y el hombre. Pero, sólocon el cristianismo, la paz, al unirse con elconcepto del amor oblativo, y al superar elámbito estrictamente político, para alcanzartambién el interior, adquiere un significadoaxiológico para la formación del hombre total,transformándose así en valor educativo, queexige el compromiso y conduce a la hermandad70.Siendo la paz un valor único y universal se

69 Cf. REALE D., Paz, en AA.VV, Diccionario de Ciencias de laEducación, Madrid 1990, p.1432. «Sin embargo los instrumentosde la hermandad, de la cooperación y de la solidaridaddenotan en todo caso una permanencia en la esfera de losvalores, y no en la de lo puramente utilitarista» (Ibid.,p.1433). 70 Ibid., p.1431

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debe buscar su fundamento en la propianaturaleza del hombre, porque sólo en elhombre se hace vida el valor de la paz. Enéste capítulo, se presentará el significado dela paz, en primer lugar, como “tranquilidaddel orden”, y en segundo lugar como “valoruniversal”.

1. TRANQUILIDAD Y PLENITUD DEL ORDEN71

La filosofía perenne se abre al ser delhombre; esta apertura descubre la verdad delhombre en su propia naturaleza, en su ser;acorde con esta actitud se llega a laverdadera finalidad de la filosofía: «Lafinalidad de la filosofía no consiste en saberlo que nos han dicho los hombres, sino cómoestán las cosas en sí mismas»72.

San Agustín en su búsqueda incesante dela verdad afirma: «La paz de todas las cosases la tranquilidad del orden. Y el orden es ladistribución de los seres iguales y diversos,

71 Cf. 1986,2h; GS 78; De Civ. Dei,1.XIX,c.13.72 AGUSTÍN, De coelo I, lec22.

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asignándole a cada uno su lugar»73. Estaafirmación tan profunda es tomada por JuanPablo II, superando toda superficialidadcuando se afronta la paz como simple ausenciade guerras y conflictos: «La paz no puedereducirse a la mera ausencia de conflicto;ella es la tranquilidad y la plenitud delorden»74.

Esta plenitud del orden responde a laintegridad del universo; porque se hacereferencia al orden ontológico que brota de lamisma naturaleza de cada ente en la armoniosaintegridad del universo. El orden implicatambién el orden que rige a la convivenciaentre los seres humanos, que es de naturalezamoral. Se trata del orden que se apoya sobrela verdad, que debe realizarse según lajusticia, que exige ser vivificado ycompletado por el amor mutuo y, finalmente,

73 «Pax omnium rerum, tranquillitas ordinis. Ordo est pariumdisparimque rerum sua cuique loca tribuens dispositio» (DeCiv. Dei,l.XIX,c.13). Esta definición se ha hecho clásica porsu concisión, verdad y profundidad.74 1986,2h.

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encuentra en la libertad un equilibrio cadadía más razonable y más humano75.

La paz es un quehacer permanente quetodos los hombres deben realizar. En lahistoria de la humanidad todos debenparticipar en la medida y el lugar de cada unobuscando el único y universal fin que es laverdadera paz. «La tranquilidad del orden,según la definición agustiniana de la paz, noes pues, la pasividad ni el conformismo;tampoco, algo que se adquiera una vez portodas; es el resultado de un continuo esfuerzode adaptación a las nuevas circunstancias, alas exigencias y desafíos de una historiacambiante. Una paz estática y aparente puedeobtenerse con el empleo de la fuerza; una pazauténtica implica lucha, capacidad inventiva,conquista permanente»76. Por ello la paz, conrazón y propiedad se define como la obra de lajusticia77: es el fruto de un orden puesto en75 Cf. PT 37; Puede verse el estudio de: SPALLACCI L., Paz, enAA.VV, Diccionario enciclopédico de teología moral, Madrid1986, p.770.76 Med. 2.14, citado en, DOIG G., Diccionario Río MedellínPuebla, Lima 1990, p.447-448.77 Cf. Is 32,17. «Este orden racional y moral se apoyaprecisamente en la decisión de la conciencia de los seres

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la sociedad humana por su divino fundador; yque los hombres, sedientos de una justicia másperfecta están llamados a poner enrealización78.

También es absolutamente necesario elfirme propósito de respetar a los demáshombres y pueblos, así como su dignidad, y elapasionado ejercicio de su fraternidad enorden de construir la paz. Así, la paz, estambién fruto del amor, el cual sobrepasa todolo que la justicia puede realizar79. Se tratade un orden dentro del cual, los hombres nosean objetos sino agentes de su propiahistoria80.

Si se hace un recorrido de la historiasobre la concepción de la paz se ve que: «Enel pensamiento antiguo se hace referencia aella cuando se trata de su opuesto: la guerray, en general cuando desde Platón hasta los

humanos de buscar la armonía en sus relaciones mutuas,respetando la justicia en todos y, por consiguiente, losderechos humanos fundamentales inherentes a toda persona»(1982,4a).78 Cf. 1988,1; GS 78.79 Cf. GS 78b.80 Cf. Med.2.14, citado en DOIG G., o.c., p.447.

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Estoicos, se habla de la tranquilidad delánimo y de la concordia entre los ánimos; comocondición para una república ideal; con elcristianismo la paz asume un valoreminentemente moral, ella es en particular, eldon de Dios a los hombres de buena voluntad(Cf. 1c.,II,14; Giov., XIV,27). En la paz,explica San Agustín está la perfección; enconsecuencia los pacíficos, ordenados todoslos movimientos de su ánimo bajo el dominio dela razón, forman el Reino de Dios: en el cualtodas las cosas están tan ordenadas que en loque en el hombre hay de específico y excelentesin que encuentre rechazo, manda a lo quepermanece en nosotros y que tenemos en comúncon los brutos; y lo que sobresale en elhombre, es decir, la mente y la razón, a suvez se somete a lo que es mejor: la mismaVerdad, el Unigénito Hijo de Dios»81.

Este orden ha sido querido por elcreador, por ello la sociedad está llamada aorganizarse y a desarrollar su cometido alservicio del hombre y del bien común. Las

81 GIANNI A., Pace, en AA.VV., Enciclopedia filosófica, Roma 1957,III, p.1105.

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líneas maestras de este orden son escrutablespor la razón, reconocibles por la experienciahistórica. De aquí, la gran invitación dereconocer las leyes del orden natural, quegobiernan la convivencia humana y determinanlas condiciones de la paz, poniendo comofundamento y fin del orden social a la personahumana82.

Ahora bien, el significado de la paz nopuede ser encerrado en un cuadro decategorías, ni tampoco en una definiciónmecánica; la paz va más allá de lossubjetivismos; se trata de un procesodinámico.

De allí que, toda clase de abusos yatropellos que van contra la verdad delhombre, rompiendo su armonía e integridadinterior, es un rechazo a la paz. Ante lasituación actual que deshumaniza debemosrecuperar la verdad que brota del mismohombre: «Pax omnia tranquillitas ordinis»83,abiertos a la armonía interior del hombre;

82 Cf. 1988,1abcd.83 De Civ. Dei,l.XIX,c.13.

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respetando su integridad propia podemosafirmar: «Opus iustitiae pax»84.

2. VALOR ÚNICO Y UNIVERSAL85

En medio de cualquier perturbación, lapaz universal no puede sustraerse a la ley dela naturaleza86; pues en virtud del ordennatural, todo hombre desea incesantementeposeer la paz. Es indiscutible aceptar quetodo hombre desea la paz por todos los medios.

Sin embargo, aunque alguno cegado por lapasión o el rechazo voluntario no puedecontradecir el reconocimiento de su verdaderanaturaleza, pues contemplando esta verdad seconducirá por caminos de respeto mutuo yfraterno en cuyo horizonte está la paz. Estalaboriosa búsqueda de la verdad objetiva yuniversal sobre el hombre creará con su accióny sus resultados hombres de paz y de diálogo87.

84 Is 32,17, citado en 1984,3c.85 Cf. 1986,1.86 Cf. De Civ. Dei,l.XIX,c.13.87 Cf. 1980,4.

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La universalidad del valor de la pazsupera todo límite y frontera; está por encimade toda separación, Norte-Sur, Este-Oeste,existe una sola paz; este valor, comoaspiración de todo hombre, es respuesta a todocorazón que desea el alivio de la paz: “La pazes un valor sin frontera”. Es un valor queresponde a las esperanzas y aspiraciones detodos los pueblos y de todas las naciones, delos jóvenes y de los ancianos, de todos loshombres y mujeres de buena voluntad88.

Se trata de un dato antropológico: todohombre lleva inscrito en su naturaleza latendencia a la felicidad, al bien, que semanifiesta de modos variados e inclusocontraproducentes o autodestructivos. Aunquesean muchas veces fallidos los intentos dealcanzarlo, todo hombre tiende a lo que esbueno, aun cuando aquello que más de uno llamabueno no lo sea realmente. Esto no contradicelo primero, sino que lo confirma y es que esnecesario considerar la posibilidad del erroren el hombre; en este caso lo que habría quediscernir sería si lo que es apetecible en el

88 Cf. 1986,1c.

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caso concreto, es realmente bueno yconstructivo para el hombre o se trata másbien de un espejismo; pero esto llevaría aotro punto en el que se plantea la formaciónde la inteligencia para que ilumine a lavoluntad en el momento de actuar.

Este deseo de todos los hombres y de todoel hombre es necesario cuando encuentra elbien absoluto; la voluntad en el hombre es unafacultad complementaria al intelecto, cuyo fines el bien, pero no éste o aquél bienparticular, sino el bien absoluto y universal.Y es sólo en el bien absoluto que la voluntadencuentra su felicidad, es decir, la paz, laperfección. De esta tendencia al valorabsoluto se puede llegar al ámbito delconocimiento de este bien y a la formacióndel sujeto, para no caer en un subjetivismoatado a la dictadura de la propia concienciacerrada e inaccesible a la verdad.

Por otra parte, no se puede dejar de ladoy mucho menos ignorar la relación profunda quese da en la tensión del sujeto al valorabsoluto, ni tampoco prescindir de la fuente

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primera de ser; verdad esencial y biensupremo.

Ya en este sentido se habla de la paz ensu realidad profunda, como un bien de tipoesencialmente humano, y por consiguiente denaturaleza racional y moral, fruto de laverdad y de la virtud; la paz nace deldinamismo de las voluntades libres guiadas porla inteligencia hacia el bien común, alalcanzar la verdad, la justicia y el amor89.

El deseo del bien, la búsqueda y laaspiración de la felicidad y del bienestar,hace que se busquen los medios porconseguirlo. Este deseo es afirmado a niveltanto personal como social, también por todoslos gobernantes y partidos políticos; todoshablan de paz y de respeto de los derechoshumanos, sin embargo, se puede caer enambigüedades si se descuida el fundamento y lavisión integral del hombre.

Por eso ante la diversidad ymultiplicidad de posturas frente a la paz,Juan Pablo II proclamó la existencia de una89 Cf. 1982,4a.

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sola paz funda en el ser del hombre: «Yodesearía pedir a los responsables de lasdecisiones políticas que afectan a lasrelaciones entre Norte y Sur, entre Este yOeste, que se convencieran de que solamentepuede existir UNA SOLA PAZ. Aquellos dequienes depende el futuro de este mundo —prescindiendo de su filosofía política, de susistema económico o compromiso religioso—están llamados a contribuir a la edificaciónde una única paz fundada sobre las bases de lajusticia social, la dignidad y los derechos decada persona humana»90.

La unidad de la paz pues, radica en unacorrecta concepción del hombre, porque esindudable que no puede establecerse niconsolidarse si no se respeta fielmente elorden establecido por Dios91. Desde estaprofunda verdad se puede enfrentar, a la luzde la verdad, toda clase de divisiones ylimitaciones, pues de esta aspiración loshombres vienen a ser una sola cosa en lospensamientos y en los deseos por hacer de la

90 1986,1d.91 Cf. PT 1.

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paz una meta a conseguir por parte de todos yen beneficio de todos92. Al asumir elcompromiso por la paz, se adquiere un sentidopor el bien de la humanidad93.

Al decir esto no se debe concentrar laatención sólo en la amenaza a la pazgeneralmente referida al problema Este-Oeste,o a las tensiones Norte-Sur; es indispensableconsiderar dos problemas estrechamente unidos,paz y desarrollo, en la que una depende de laotra; queda la urgencia de afrontarlos juntossi los jóvenes de hoy quieren heredar mañanaun mundo mejor94.

Naturalmente, la caída de las ideologíastienen como consecuencia de gran alcance laapertura entre mundos incomunicados,poniéndose de manifiesto el hecho de lainterdependencia, así como la llamada a launidad de toda la humanidad: «efectivamente,la paz y la prosperidad son bienes quepertenecen a todo el género humano, de maneraque no es posible gozar de ellos correcta y

92 Cf. 1987,1b.93 Cf. 1985,8a.94 Cf. Ibid.

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duraderamente si son obtenidos y mantenidos enperjuicio de otros pueblos y naciones»95.

La paz es un valor que en la actualidadse apoya sobre unos cimientos demasiadofrágiles, por eso que cuando se quiereafrontar la paz como valor universal yabsoluto, se tiene la sensación de estarfrente a una utopía, dado que el mundopresenta una evidencia clara de excesivointerés egoísta en el contexto de grupospolíticos, ideológicos y económicos opuestosentre sí. De aquí la gran necesidad y el deberde solidaridad internacional y cooperación96;«es una obligación que dimana de una básicacorresponsabilidad en favor de la paz y delprogreso»97.

La totalidad y unidad del hombre indicaque la paz es única, que no cabe ningunapretensión de buscar la paz dividida; es únicaporque responde a la unidad de la personahumana, y es universal porque todo hombre está

95 CA 27.96 Cf. 1986,2b.97 Ibid.,2d.

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en tensión al valor absoluto, a la verdadobjetiva, al bien deseado, a la paz.

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CAPÍTULO III

LA FORMACIÓN DE LA PERSONA EN LA PAZ

I. LA IDENTIDAD DE LA PERSONA HUMANA98

San Juna Pablo II repite constantementeque sin un sincero respeto por la dignidad ypor los derechos fundamentales de cadaindividuo no habrá paz99. Es en este puntodonde se toma distancia de aquellos que tienencomo bandera: la defensa de la dignidad y losderechos humanos, cuyo fundamento está en elrelativismo y subjetivismo. La dignidad de lapersona humana es un valor transcendente,reconocido siempre como tal por cuantos buscansinceramente la verdad.

98 Cf. 1980,1c.99 Ibid.

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«La historia contemporánea ha puesto derelieve de manera trágica el peligro quecomporta el olvido de la verdad sobre lapersona humana. Están a la vista los frutos deideologías como el marxismo, el nazismo y elfascismo, así como también los mitos de lasuperioridad racial, del nacionalismo y delparticularismo étnico. No menos perniciosos,aunque no siempre tan vistosos, son losefectos del consumismo materialista, en elcual la exaltación del individuo y lasatisfacción egocéntrica de las aspiracionespersonales se convierten en el objetivo últimode la vida»100. Dejándose conducir por estasconcepciones del hombre se cae en extremismos,ya sea un aislamiento poniendo al hombre comoser absoluto o conduciéndolo a la nada, a ladisolución; todo esto radica de undesenfrenado egocentrismo por satisfacer eldeseo insaciable de tener más que los demás acosta de lo que sea.

1. La verdad intrínseca del hombre101

100 1999,2b.101 Cf. 1980,9c.

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Al reflexionar sobre el orden ontológicose había dicho que el hombre establece unarelación con el universo como distinto ysuperior. En base a este orden, lo que hay quereconocer es la trascendencia del hombre sobrela sociedad: «La persona no se agota en loscondicionamientos sociales, culturales ehistóricos; pues es propio del hombre, quetiene un alma espiritual, tender hacia un finque trasciende las condiciones mudables de suexistencia. Ninguna potestad humana puedeoponerse a la realización del hombre comopersona»102.

Hay que reconocer, en primer lugar lacapacidad de todo hombre de alcanzar laverdad; es decir que, mediante su facultadintelectiva, el hombre va más allá de losfenómenos, llegando a «alcanzar la realidadinteligible»103. Ahora bien, la verdad seencuentra en el entendimiento cuando ésteaprehende las cosas como son104; sin embargo,102 1988,1d.103 GS 15.104 «Veritas invenitur in intellectu secundum quod aprehenditrem ut est in re, secundum quod habet esse conformabileintellectui» (ST,1,q.16,a.5). «Verum intellectus nostri estsecundum quod conformatur su principio scilicet rebus»

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si el entendimiento conoce algo, es porqueeste algo está actuado por el ser, siendo éstelo primero captado por el entendimiento105. Esesta facultad intelectiva que permite alhombre una lectura inteligente, al interior desu entorno y ubicarse en el vértice deluniverso106.

Sólo desde esta capacidad intelectiva elhombre puede superar todo aislamiento yvaciamiento; siendo el oscurecimiento de dichacapacidad la causa del surgimiento deideologías marcadas por una actitudtotalitaria que descuida y oprime la dignidadde los valores trascendentes de la persona yde sus derechos107. «No se equivoca el hombreal afirmar su superioridad sobre el universomaterial y al considerarse no ya como

(Ibid.,ad 2; cf. Ibid.a.2).105 «Primo in conceptione in intellectus cadit ens: quiasecundum hoc unum quod que cognoscibile est, inquantum estactu, ut dicitur in IX Metaphys. Unde ens est propriumobiectum intellectus» (ST,1q.5,a.2). «Naturaliter intellectusnoster cognoscit ens, et ea quae sunt per se entis inquantumhuiusmodi» (CG,II,c.83). 106 Cf. GS 14b. «Lo que acusa y sobresale en nosotros; lo queda al hombre el que lo sea y se distinga de las bestias es larazón o inteligencia» (RN 4).107 Cf. 1985,1b.

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partícula de la naturaleza (…) Por suinterioridad, es en efecto superior aluniverso entero (…) Al afirmar, por tanto, ensí mismo la espiritualidad y la inmortalidadde su alma, el hombre no es juguete de unespejismo ilusorio provocado solamente por lascondiciones físicas y sociales exteriores,sino que toca, por el contrario, la verdad másprofunda de la realidad»108.

El hombre, pues, emerge como sertrascendente en una doble vertiente: en laescala de los seres109 y respecto de sí mismo:el hombre siempre busca superar sus límites:hace, quiere, conoce, pero nunca estásatisfecho de lo alcanzado. Es el movimientopor el cual el hombre se superasistemáticamente a sí mismo superando todo lo

108 Cf. GS 14. En la inteligencia abierta al ser del hombrecaptamos al hombre integral: «Y esto lo es el hombre siemprees su totalidad: en el conjunto integral de su subjetividadespiritual y material (…), las obras de la cultura materialhacen aparecer siempre una “espiritualización” de la materia,una sumisión del elemento material a las fuerzas espiritualesdel hombre, es decir, a su inteligencia y a su voluntad, yque, por otra parte, las obras de la cultura manifiestan, deforma específica, una “materialización” del espíritu, unaencarnación de lo que es espiritual» (UNESCO,8). 109 Cf. GASTALDI I., o.c., P.76-77.

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que ha adquirido, todo lo que piensa, desea,realiza. La persona humana pues, portrascender el mundo físico no puede serrelativizable al mundo; además el hombreabarcando cosas innumerables, enlazando yrelacionando la cosas futuras con laspresentes y siendo dueño de sus actos, segobierna a sí mismo con la previsión de suinteligencia.

En lo más íntimo del hombre encontramos aun testigo de su trascendencia, ningunaautoridad humana tiene el derecho deintervenir en la conciencia de ningún hombre.Esta es también testigo de la trascendencia dela persona humana frente a la sociedad, y encuanto tal, es inviolable110.

La cuestión que se refiere a la dignidady grandeza del ser humano, conduce a otra quees básica y fundamental: ¿Quién es elabsoluto del hombre? No se puede definir lanoción de hombre sin definir un absoluto, unaplenitud de verdad, de belleza y de bondad porla que los hombres se dejan conducir en la

110 Cf. 1991,1b.

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vida. Todos saben aunque oscuramente y contemor, que allí donde Dios muere en laconciencia de la persona humana sigueinevitablemente la muerte del hombre, imagende Dios111.

Al hacer una separación inconcebibleentre la inteligencia y el ser del hombre setortura la interioridad del hombre cayendo enuna forma de ateísmo. «El ateísmo del que aquíse habla tiene estrecha relación con elracionalismo iluminista, que concibe larealidad humana y social del hombre de maneramecanicista. Se niega de este modo laintuición última acerca de la verdaderagrandeza del hombre, su trascendencia respectoal mundo material, la contradicción que élsiente en su corazón entre el deseo de una111 Cf. 1985,5. «Si luego nos preguntamos dónde nace esaerrónea concepción de la naturaleza de la persona y de la“subjetividad” de la sociedad, hay que responder que su causaprincipal es el ateísmo. Precisamente en la respuesta a lallamada de Dios, implícita en el ser de las cosas, es dondeel hombre se hace consciente de su trascendente dignidad.Todo hombre ha de dar esta respuesta, en la que consiste elculmen de su humanidad y que ningún mecanismo social o sujetocolectivo puede sustituir. La negación de Dios priva de sufundamento a la persona y, consiguientemente, la induce aorganizar el orden social prescindiendo de la dignidad yresponsabilidad de la persona» (CA 13c).

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plenitud de bien y la propia incapacidad paraconseguirlo y, sobre todo, la necesitad desalvación que de allí se deriva»112.

La trama y guía de todo el problema quese está afrontando, se encuentra en lacorrecta concepción de la persona humana y desu valor único, «el hombre en la tierra es lasola criatura que Dios ha querido por símisma»113. En él ha impreso su imagen ysemejanza114, confiriéndole una dignidadincomparable. En efecto aparte de los derechosque el hombre adquiere con su propio trabajo,hay otros derechos que no proceden de ningunaobra realizada por él, sino de su dignidadesencial de persona115.

En esta perspectiva San Juan Pablo IIdefiende al hombre por su propia identidadcomo ser trascendente: considera íntegramente,y hasta sus últimas consecuencias, al hombrecomo valor particular y autónomo, como sujetoportador de la trascendencia de la persona.

112 CA 13d.113 GS 24.114 Cf. Gn 1,26.115 Cf. CA 11c.

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Hay que afirmar al hombre por él mismo, y nopor ningún otro motivo o razón: ¡Únicamentepor él mismo! Más aún, hay que amar al hombre,porque es hombre en razón de la particulardignidad que posee116.

La atracción y búsqueda de la verdadobjetiva es testigo de la intencionalidadnatural que tiene todo hombre como existentecontingente que se ordena al ser necesario.Para mantener establemente la verdad hacefalta un esfuerzo paciente, decidido, parabuscar y encontrar la verdad superior yuniversal acerca del hombre, a la luz de lacual se podrá valorar las diversas situacionesy se podrá juzgar, en primer lugar, el hombremismo y la propia verdad117. Por ello que, eldiálogo por la paz es posible, siempreposible; no es una utopía, se basa en unarealidad: en la consideración de la naturalezaprofunda del hombre118.

La verdad objetiva fortalece la paz desdedentro, y un clima de sinceridad más grande

116 UNESCO, 10.117 Cf. 1980,4; 1982.3a.118 Cf. 1983,5b.

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permite movilizar las energías humanas para lasola causa que es digna de las mismas: elpleno respeto de la verdad de la naturaleza yel destino del hombre, fuente de la verdaderapaz, en la justicia y en la amistad119.

2. Reconocimiento de la dignidad delhombre120

Pertenece a la dignidad de la personapoder corresponder a la exigencia moral de lapropia conciencia en la búsqueda de laverdad121. Esta dignidad del hombre no es unhecho externo que recibe desde fuera, sino quebrota de su misma naturaleza122. De este modoel punto central se encuentra en la verdadera119 Cf. 1980,9cb; 1985,3ª; 1987,1a; 1983,5b.120 Cf. 1988,1d.121 Cf. 1988,1g; «La verdad no se impone de otra manera que porla fuerza de la misma verdad» (DH 1). «Ahora bien, la verdaddebe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la personahumana y a su naturaleza social» (Ibid.,3).122 Cf. 1986,1d; cf. 2003,4ab. «El futuro de la paz está envuestros corazones. Para construir la historia, como vosotrospodéis y debéis, tenéis que liberarla de los falsos senderosque sigue. Para hacer esto, debéis ser gente con una profundaconfianza en el hombre y una profunda confianza en lagrandeza de la vocación humana, una vocación a realizar conrespeto de la verdad, de la dignidad y de los derechosinviolables de la persona humana» (1985,3a).

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concepción del hombre. Se trata de defender alser humano «sin subterfugios, sin otropretexto y por la sola razón de que el hombreposee una dignidad única y merece ser estimadopor sí mismo»123.

Al discernir sobre las causas últimas delas situaciones de violencia y conflicto, quehacen que la paz resulte precaria e inestable,se supera toda ideología marcada por unaactitud totalitaria que descuida y oprime ladignidad y los valores trascendentes de lapersona humana y sus derechos124.

El Papa Juan Pablo II vio la necesidad derecurrir a las causas del problema antes dedar soluciones a los efectos. Ante todo, sonlos corazones, el pensamiento, la interioridady las actitudes de las personas los que tienenque cambiar, y esto exige una renovación: laconversión personal125. Esta conversión debedirigirse al respeto de la dignidad de cadapersona; felizmente ya en la actualidad un sin

123 Juan Pablo II, Mensaje al mundo universitario (Guatemala),en L’OSSERVATORE ROMANO del 7/3/1983,6.124 Cf. 1985,1b.125 Cf. 1986,3b.

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número de seres humanos en todas las partesdel mundo van adquiriendo un sentido muy vivode la igualdad fundamental de todos, de sudignidad humana y de sus derechosinalienables126. Solamente si se adquiere estefuerte convencimiento de que la dignidad brotade la naturaleza del hombre, la humanidadencontrará una profunda unidad de intereses,de vocación y de destino; es decir, lograr unagran responsabilidad de construir sobreaquello que une, que significa promovereficazmente y sin excepción alguna la igualdignidad de todos los seres humanos127.

Siguiendo esta reflexión, hay que decir,acerca del control del modo de pensar, que lasociedad está azotada por los medios decomunicación social que mediante elpensamiento de fondo van carcomiendo lasconciencias haciendo que piensen de un modoespecífico que satisface la voluntad delcomunicador.

126 Cf. Ibid.,4a. «Crece al mismo tiempo la conciencia de laexcelsa dignidad de la persona humana, de su superioridadsobre las cosas y de sus derechos y deberes universales einviolables» (GS 26b).127 Cf. 1987,2b.

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No se puede ignorar el respeto a ladignidad de la persona humana, ni el sentidode la integridad de la creación para vivir enpaz128. «Se trata de renunciar a la violencia,a la mentira, al odio; se trata de convertirseen las intenciones, en los sentimientos y entodo el comportamiento, que reconoce ladignidad y las necesidades del otro, buscandola colaboración con él para crear un mundo depaz»129.

Es por esto que, frente a los ataques ymecanismos solapados en contra de la paz, quesólo conduce al caos y al desorden, se debeproclamar la confianza en la humanidad130. «Elhombre de paz reconoce la parte de verdad quehay en toda obra humana y, más todavía, lasposibilidades de verdad que abrigan en loprofundo de todo hombre»131.

128 «El respeto por la vida y por la dignidad de la personahumana incluye también el respeto y el cuidado de lacreación, que está llamada a unirse al hombre para glorificara Dios» (1990,16a).129 1984,3f.130 Cf. 1987,1a.131 1980,5a.

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Si se quiere emprender un esfuerzoconstante para no utilizar, aunque fuese parael bien, la armas de la mentira, se debepromover la verdad como fuerza de la paz. Lamentira puede desplazarse y engañar en todaspartes de modo solapado; pero para mantenerestablemente la sinceridad, la verdad connosotros mismos, hace falta un esfuerzopaciente, decidido, para buscar y encontrar laverdad superior y universal acerca delhombre132.

Pero también hay que reconocer que elhombre no es un absoluto, frente a loshumanismos que lo idolatran: «No hay, pues,más que un humanismo verdadero que se abre alabsoluto, en el reconocimiento de unavocación, que da la idea verdadera de la vidahumana»133.

El hombre encuentra la norma última delos valores en aquel que tiene el ser poresencia. Por ello, siendo sensible a los

132 Cf. Ibid.,4a. La primera mentira, la falsedad fundamental es la de no creer en el hombre con todo su potencial de grandeza. Cf. Ibid.,2a.133 PP 42.

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valores absolutos, surge en el hombre, en lomás íntimo de su ser la gran necesidad y eldeseo de vivir como lo exige su concienciaabierta a la verdad objetiva confrontándosecon su propia naturaleza. Precisamente estagran exigencia lleva a la paz, viene a seralgo constitutivo del hombre, por ello sepuede afirmar que el hombre más digno es elhombre de paz, que vive de acuerdo a su ser enperspectiva de una vida más humana.

3. Primacía de la persona humana134

San Juan Pablo II pone como uno de losprincipios que fundamentan toda organizaciónsocial, la inalienable dignidad de cadapersona humana; porque la dignidad del hombrey el llamado a relacionarse con los demásobedecen al «orden plantado en la sociedadhumana por su divino fundador»135.

«Fundamento y fin del orden social es lapersona humana»136. Cuando se trata de llegaral plano práctico del ordenamiento social, no134 Cf. 1988,1d.135 GS 78.

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se puede ignorar este principio. No se puedeno considerar lo que es intrínseco a cadahombre en cuanto que es hombre, porquenaciendo la sociedad de la naturaleza socialdel hombre y siendo su fin el hombre,entonces, también cuando se den normasconcretas acerca del funcionamiento de lasociedad la persona debe ocupar el centro137.La sociedad sólo lleva a cabo su cometido yjustifica su existencia cuando respeta esteorden que se encuentra ya en la sociedadhumana. Y por ello, no puede ser cambiadoarbitrariamente esta centralidad bajo elpretexto de ayudar al hombre dando primacía ala sociedad138.136 1988,1d. «El principio, el sujeto y el fin de todas lasinstituciones sociales es y debe ser la persona humana, lacual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de lavida social» (GS 25; cf. MM 219). «La sociabilidad humana esel fundamento de toda forma de sociedad y de las exigenciaséticas inscritas en ella» (DS 34).137 Cf. PT 9.10. «El orden social, pues, y su progresivodesarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de lapersona, ya que el orden real debe someterse al ordenpersonal, y no al contrario» (GS 26).138 Hay que anotar que este orden no es el resultado delconsenso entre los hombres, tampoco es concesión de alguien ode las partes sociales, sino que se trata del orden puestopor Dios en la sociedad humana. «Según este orden querido porel Creador, la sociedad está llamada a organizarse y adesarrollar su cometido al servicio del hombre y del bien

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La persona, que está a la base delordenamiento social, es «sujeto de derechosinalienables, que no recibe desde fuera, sinoque brotan de su misma naturaleza»139; ahorabien, hay que considerar que estos mismosderechos están unidos a otros tantos deberes yambos tienen su origen en la ley natural140.

Por otro lado, ninguna persona existe porsí sola, sino que halla su plena identidad ensu relación con los demás, por ello otroprincipio para el ordenamiento social, serefiere a la unidad básica del género humano,que tiene su origen en un único Dios creador:la unidad del género humano comporta que la

común» (1988,1b). Por tanto, «ninguna potestad humana puedeoponerse a la realización del hombre como persona»(Ibid.,1d). Y por esto que «en la exigencia del prójimo estáen cierta forma presente el totalmente Otro, Dios, queprotege la criatura humana porque fue querida y hecho por Él.Tomar en serio al otro, incondicionalmente, reconocerconcretamente y eficazmente al otro, pobre, necesitado… atodo ser humano, es reconocer –por lo menos implícitamente-la realidad misteriosa que está detrás del hombre y loconstituye precisamente en su singularidad inviolable»(GASTALDI I., o.c., p.96).139 1988,1d. «De la dignidad de la persona humana, de susderechos y de su sociabilidad, derivan los demás principiospermanentes de reflexión, que orientan y regulan la vidasocial» (DS 35; cf. PT 8).140 Cf. PT 28.

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humanidad entera, por encima de las divisionesy discriminaciones tienda a la solidaridadrecíproca. La unidad exige también que ladiversidad de los miembros de la familia seponga al servicio de un afianzamiento de lamisma unidad, en vez de ser motivo dedivisión141.

Por otro lado, la sociedad o laestructura no es el fin último de la persona;porque frente al problema del fin último todohombre debe dar una respuesta como ser finitoque encuentra su razón de ser en el «ipsumesse subsistens»142 y, cuya negación priva desu fundamento a la persona y,consiguientemente, la induce a organizar elorden social prescindiendo de los valores, dela dignidad y responsabilidad de la persona143.

Cabe notar la síntesis que Juan Pablo IIhace cuando se resbala en extremismos alanular el verdadero fin último: «Esto puedesuceder en países en los que muchas libertadesindividuales están garantizadas, pero donde el

141 Cf. 1989,3.142 Cf. De Verit.,q.1,a.8.143 Cf. CA 13c.

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individualismo y el consumismo alteran yfalsean los valores de la vida. Esto sucede enlas sociedades donde la persona está comosofocada dentro de la colectividad. Esto puedesuceder en países jóvenes impacientes portomar el control de sus propios asuntos, peroque con frecuencia se ven obligados por lospoderosos a poner en práctica determinadaspolíticas o se dejan seducir por el señuelo deuna ganancia inmediata a costa del pueblomismo. En todos estos casos debemos insistiren la primacía de la persona humana»144.

Como respuesta y propuesta se presenta,como punto de partida para ser hombres de paz,“la conversión personal”, antes de pensar encambios estructurales145. Por eso cuando Juanpablo II se refiere al “cambio de corazón” lotoma en el sentido del lenguaje bíblico que serefiere a lo más profundo de la personahumana, en sus relaciones con el bien y elmal, con los otros. No se trata de su144 1986,5b.145 Cf. 1985,1c. No cabe duda que si se busca la causa últimade la violencia y de las injusticias, al final se llegará almismo corazón de cada uno de los hombres, en la manera diariade pensar y obrar. Para que existan violaciones del derechonatural, deben existir personas que lo desean.

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afectividad, cuanto más bien de su conciencia,de sus convicciones, del sistema depensamiento en que se inspira, así como de laspasiones que implican. Mediante el corazón, elhombre se hace sensible a los valoresabsolutos del bien, a la justicia, a lafraternidad, a la paz146.

Al hablar de la renovación del corazón;se podría pensar que es una propuestademasiado simple y un medio desproporcionado,sin embargo, pensándolo bien, sólo así sepodrá llegar a las causas últimas de lacuestión. «La impotencia que tiene lahumanidad para resolver las tensiones, revelaque los bloqueos o, por el contrario, lasesperanzas provienen de algo más profundo quelos mismos sistemas»147. Así pues, en primerlugar debe haber hombres de paz para lograrluego una sociedad pacífica, que supone yexige la instauración de un orden justo.

146 Cf. 1984,2b. «El desorden del corazón equivale al de laconciencia, cuando ésta llama bien o mal a lo que ella deseaescoger según sus intereses materiales o su voluntad depoder» (ibid.,2c).147 1984,1e.

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Ante quienes piensan que la situación deoposición de los bloques: Norte-Sur, Este-Oeste; es algo inevitable, hay que responderque es posible crear nuevos tipos de sociedady de relaciones internacionales que asegurenlas relaciones armoniosas y pacíficas. Laconstrucción de una sociedad no pueden serimpuesta desde fuera mediante la aplicación dela tecnología, ya que la raíz más profunda delas confrontaciones y tensiones que mutilan lapaz y el desarrollo, han de ser buscados en elcorazón del hombre. Ante todo, son lasactitudes de las personas los que tienen quecambiar, y esto exige una renovación: laconversión de cada persona148.

148 Cf. 1986,3b; 4g; 1984,3abf.

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II. LA LIBERTAD EN UNIDAD A LA VERDAD149

Ya en la Encíclica Pacem in terris, elPapa San Juan XXIII, ponía la libertad, juntocon la verdad, la justicia y el amor como unode los pilares que sostienen el edificio de lapaz150.

El Papa San Juan Pablo II vuelve sobreestas palabras en su Mensaje para la JornadaMundial de la Paz de 1981, en el cualdesarrolla el fundamento de la libertad,insistiendo en que «sin un respeto profundo ygeneralizado de la libertad, la paz escapa alhombre»151.

Al fondo de la cuestión está la exigenciade la realización plena del hombre, de sumadurez152, es decir, no se puede lograr la paz149 Cf. 1980,2.150 «La paz será palabra vacía mientras no se funde sobre elorden cuyas líneas fundamentales, movidos por una granesperanza, hemos como esbozado en esta nuestra encíclica: unorden basado en la verdad, establecido de acuerdo con lasnormas de la justicia, sustentado y henchido por la caridady, finalmente, realizado bajo los auspicios de la libertad»(PT 167).151 1981,2a.152 «La libertad es la medida de la madurez del hombre y de lanación. Así pues, no puedo terminar este mensaje sin renovarla llamada urgente que hice al principio: al igual que la

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ni hablar de ella mientras existan situacionesque la desdicen, si hay ausencia de libertad,violación de la misma o es ejercidaerróneamente153.

Conviene recordar que, cuando se habla dela persona, de la exigencia del respeto de sulibertad, el nivel más íntimo de ésta es la dela conciencia y, es «a nivel de concienciacomo se presenta y puede afrontarse máseficazmente el problema de asegurar una pazsólida y duradera»154.

La libertad es pues, una exigencia de lapaz, porque «la paz, que se construye yconsolida a todos los niveles de laconvivencia humana tiene sus propias raíces enla libertad y en la apertura de lasconciencias a la verdad»155, es decir, «la

paz, la libertad es un esfuerzo que hay que emprender sincesar para dar al hombre su plena humanidad» (Ibid.11b).153 Cf. Ibid.,2a. «Sin la voluntad de respetar la libertad decada pueblo, de toda nación o cultura, y sin un consensoglobal a este respecto, será difícil crear condiciones depaz» (Ibid.,9a).154 1991,1c. 155 1988,Intr.

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verdadera libertad es, a la vez, raíz y frutode la paz»156.

«La libertad responde a una aspiraciónprofunda y generalizada del mundocontemporáneo; prueba de ello, entre otras, esel uso frecuente que se hace del término“libertad”, aunque el mismo no siempre esempleado en el mismo sentido por los creyentesy por los ateos, por los hombres de ciencia ylos economistas, por los que viven en unasociedad democrática y por los que soportan unrégimen totalitario. Cada uno le da un matizespecial o incluso una significación muydiferente. Tratando de ampliar nuestroservicio a la paz, nos es, pues, muy necesariocomprender cuál es la verdadera libertad»157.

1. Capacidad de discernir en la verdad158

156 1981,1.157 Ibid.158 Cf. 1991,1a.

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Al hablar sobre la identidad del hombrese había afirmado que éste, gracias a suinteligencia, posee la capacidad de llegar ala verdad159, hay que reconocer pues que, elhombre, «a pesar de su fragilidad, es capaz debuscar y de conocer libremente el bien, dedetectar y rechazar el mal, de escoger laverdad y de oponerse al error»160. El hombre,descubre una ley inscrita en sí mismo161 y «laconciencia es precisamente la capacidad dediscernir y obrar según esta ley, en cuyaobediencia consiste la dignidad humana»162.159 Cf. GS 15160 1991,1a.161 Se trata de la ley inscrita por Dios en los corazones delos hombres. «Este código de moralidad encuentra al mismotiempo otra redacción. Dicho código está inscrito en laconciencia moral de la humanidad, de tal manera que quienesno conocen los mandamientos, esto es, la ley revelada porDios, “son para sí mismos Ley” (cf. Rom 2, 14). Así loescribe San Pablo en la carta a los Romanos; y añade acontinuación: “Con esto muestran que los preceptos de la Leyestán inscritos en sus corazones, siendo testigo suconciencia” (Rom 2, 15)» (Juan Pablo II, Carta Apostólica alos jóvenes y a las jóvenes con ocasión del año internacionalde la juventud, 31 de Mayo de 1985, 6c).162 1991,1a. «En lo más profundo de su conciencia descubre elhombre la existencia de una ley que él no se dicta a símismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena,cuando es necesario, en los oídos de su corazón,advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debeevitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre

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La conciencia, entonces, dice relaciónintrínseca con la verdad objetiva y en éstaencuentra su justificación: «(La conciencia)no es algo absoluto, situado por encima de laverdad y del error; es más, su naturalezaíntima implica una relación con la verdadobjetiva, universal e igual para todos, lacual todos pueden y deben buscar. En estarelación con la verdad objetiva, la libertadde conciencia encuentra su justificación, comocondición necesaria para la búsqueda de laverdad digna del hombre y para la adhesión ala misma, cuando ha sido adecuadamenteconocida»163.

La referencia a la verdad objetiva, sitúala conciencia «en el nivel de los valores, el

tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuyaobediencia consiste la dignidad humana y por la cual serájuzgado personalmente» (GS 16). 163 1991,1b. «La conciencia, por tanto, no es una fuenteautónoma y exclusiva para decidir lo que es bueno o malo; alcontrario, en ella está grabado profundamente un principio deobediencia a la norma objetiva, que fundamenta y condicionala congruencia de sus decisiones con los preceptos yprohibiciones en los que se basa el comportamiento humano»(DOV 43a); sólo entonces «la recta conciencia responde a lasrespectivas obras del hombre con una reacción interior: ellaacusa o excusa» (Juan Pablo II, Carta Apostólica a losjóvenes…, 6f; cf. GS 16)

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más importante de la temporalidad de lahistoria. En efecto, la historia se escribe nosólo con los acontecimientos que se suceden encierta manera “desde fuera”, sino que estáinscrito antes que nada “desde dentro”, es lahistoria de la conciencia humana, de lasvictorias o de las derrotas morales. Aquíencuentra también su fundamento la esencialgrandeza del hombre; su dignidadauténticamente humana»164.

La conciencia es, pues, el núcleorecóndito, secreto, en el que cada personaencuentra la voz que dirige su obrar165; pero

164 Juan Pablo II, Carta Apostólica a los jóvenes…, 6h; cf.1982,4a.165 «La conciencia es el “sagrario íntimo” donde “resuena lavoz de Dios”. Es “la voz de Dios” aun cuando el hombrereconoce exclusivamente en ella el principio del orden moraldel que humanamente no se puede dudar, incluso sin unareferencia directa al Creador: precisamente la concienciaencuentra siempre en esta referencia su fundamento y sujustificación» (DOV 43a). La conciencia, a la luz de laverdad objetiva, es para el hombre un medio para descubrir unorden en lo más íntimo de su ser. «Los hombres muestran quelos preceptos de la ley están escritos en sus corazones,siendo testigo su conciencia. Por otra parte, ¿cómo podríaser de otro modo? Todas las obras de Dios son, en efecto,reflejo de su infinita sabiduría, y reflejo tanto másluminoso cuanto mayor es el grado absoluto de perfección deque gozan» (PT 5).

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también la conciencia es testigo de latrascendencia de la persona frente a lasociedad, como ya se dijo anteriormente,siendo, por esto, inviolable166. Hay que decirtambién que es la conciencia la que permita alhombre superarse a sí mismo en dirección de laeternidad, más allá de la frontera de lamuerte.

Cuando se habla de «libertad deconciencia, no significa una relativización dela verdad objetiva que cada ser humano, por undeber moral, está obligado a buscar»167, sinoque implica la búsqueda y la exigencia de laformación de la propia conciencia.

Siendo la conciencia el nivel más íntimode la persona, la cual, «a través de losvalores morales, imprime el sello másexpresivo en la vida de las generaciones, enla historia y en la cultura de los ambienteshumanos, de la sociedad, de las naciones y dela humanidad entera»168, «el Estado tiene el166 Cf. 1991,1b.167 1988,1i. «La libertad de conciencia rectamente entendida,por su misma naturaleza está siempre ordenada a la verdad»(1991,4a).168 Ibid.,6i; cf. 1985,2a.

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deber de reconocer no sólo la libertadfundamental de la conciencia, sino depromoverla, pero siempre a la luz de la leymoral natural y de las exigencias del biencomún, además del pleno respeto de la dignidadde cada hombre»169.

Frente a este derecho fundamental de todapersona humana, conviene alertar sobre algunospeligros reales:

*El de «la intolerancia, que semanifiesta en el rechazo de la libertad deconciencia de los demás» 170, que se expresa «enla marginación u opresión de las minorías, quetratan de seguir la propia conciencia en loque se refiere a sus legítimos modos devivir», y en la vida pública al «no dejarespacio a la pluralidad de las opcionespolíticas o sociales, imponiendo de esta

169 1991, 6c. «Las diferentes instancias responsables de lasociedad deben hacer posible el ejercicio de la verdaderalibertad en todas sus manifestaciones. Ellas deben intentargarantizar a cada hombre y a cada mujer la posibilidad derealizar plenamente su potencial humano. Ellas debenreconocerles un espacio autónomo, jurídicamente protegido,para que todo ser humano pueda vivir, solo o colectivamente,según las exigencias de su conciencia» (1981,6b).170 1991,4a.

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manera a todos, una visión uniforme de laorganización civil y cultural»171;

*El de la manipulación o deformación dela conciencia a través de los medios decomunicación social por desempeñar éstos, «unpapel muy importante, y hasta esencia, en elpromover la búsqueda de la verdad»172.

*El del abuso del derecho de la objeciónde conciencia173.

«En ningún caso la organización estatalpodrá suplantar la conciencia de losindividuos»174. «Esto implica, a su vez, quetodos deban respetar la conciencia de cada unoy no tratar de imponer a nadie la propia“verdad”, respetando el derecho de profesarla,y sin despreciar por ello a quien piensa demodo diverso… Negar a una persona la plena171 Ibid.,4b.172 Ibid.,3e; cf. 1981,3b.173 «La libertad de conciencia no da derecho a una prácticaindiscriminada de la objeción de conciencia. Cuando unapretendida libertad se transforma en facultad o pretexto paralimitar los derechos de los demás, el Estado tiene laobligación de proteger, aun legalmente, los derechosinalienables de sus ciudadanos contra tales abusos»(1991,6c).174 1988,11.

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libertad de conciencia y, en particular, lalibertad de buscar la verdad o intentarimponer un modo particular de comprenderla, vacontra el derecho más íntimo. Además, estoprovoca un agravarse de la animosidad y de lastensiones, que corren el riesgo de desembocaren relaciones difíciles y hostiles dentro dela sociedad o incluso en conflicto abierto»175.

Es necesario, por ello, un ordenamientolegal, justo que asegure a todas las personas,donde sea que se encuentren, el respeto de sulibertad de conciencia, mediante normaslegales reconocidas, no sólo a nivel nacional,sino también a nivel internacional, siendoobligación de los gobernantes resguardar ypromover este derecho entre sus ciudadanos176.

175 1991,1b; cf. DH 3c.176 «Cuantos ocupan puestos de responsabilidad pública -ya seanjefes de Estado o de Gobierno, legisladores, magistrados yotros- para que aseguren con los medios necesarios laauténtica libertad de conciencia de todos los que residen enel ámbito de su jurisdicción, con particular atención a losderechos de las minorías. Ello, además de ser un deber dejusticia, es indispensable para promover el desarrollo de unasociedad pacífica y armónica. Por último, parece casisuperfluo volver a afirmar que los Estados tienen la estrictaobligación moral y legal de respetar los acuerdosinternacionales que hayan suscrito» (1991,6).

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Esto es cada vez más urgente y necesarioen una sociedad y un mundo pluralista como enel que se vive hoy, donde se va llegando «auna sociedad multicultural y multirreligiosa.En este contexto, el respeto de la concienciade todos, asume una nueva urgencia y presentanuevos desafíos a la sociedad en sus sectoresy estructuras, así como a los legisladores ygobernantes»177.

La respuesta «se puede hallar en unaeducación que preste particular atención alrespeto de la conciencia del otro»178.

2. Capacidad de determinarse en libertad179

Una mirada en derredor permite cómo lalibertad humana es violada, mal ejercida opoco a poco va siendo anulada. La libertad esherida a todos los niveles: internacional,nacional, político, social, a nivel del

177 Ibid.,7.178 Ibid.179 Cf. 1981,5; 1988,1g.

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espíritu180. También se ve cómo se danfalsificaciones de la libertad, ofreciéndosesolamente apariencias, reprimiendo lacreatividad espiritual, o se la confunde conel permisivismo, fomentando la amoralidad181.

Pero no toda la realidad es negativa,pues hay «una muchedumbre de hombres que seempeñan por poner la libertad al servicio dela paz, por respetarla, por promoverla, porreivindicarla y defenderla, y que estándispuestos a los esfuerzos y aun a lossacrificios que este empeño exige»182.

El esfuerzo por fomentar el respeto porla libertad, repercute necesariamente sobre laconstrucción de la paz, pues ésta hunde susraíces en la libertad183 y, la paz no se dará

180 Cf. 1981,2-3.181 Cf. Ibid.,7bcd. «El contenido de la libertad se transformaentonces en amor propio, con desprecio de Dios y del prójimo;amor que conduce al afianzamiento ilimitado del propiointerés y que no se deja limitar por ninguna obligación dejusticia» (CA 17a). Al respecto se puede ver los números 10-17 de la “Libertatis Contientia”.182 1981,4. «La viva percepción de los obstáculos que impidenel desarrollo de la libertad y que ofenden la dignidad humanaes el origen de las grandes aspiraciones a la liberación, queatormentan al mundo actual» (LC 1a; cf. 1981,1dh).183 Cf. 1988,Intr.

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sin la libertad, sin un compromiso parapromoverla184. Y, es que «la libertad es laprerrogativa más noble del mundo: sin lalibertad, los actos humanos quedan vacíos ydesprovistos de valor»185.

En efecto, «la libertad, en su esencia,es interior al hombre, connatural a la personahumana, signo distintivo de su naturaleza… Elhombre es inseparable de la libertad, de esalibertad que ninguna fuerza o apremio exteriorpodrá jamás arrebatar y que constituye suderecho fundamental, tanto como individuo,cuanto como miembro de la sociedad»186. Lalibertad pues, es constitutivo de la personay, aun sin ignorar los innumerablescondicionamientos en medio de los cuales seencuentra, no sólo no es lícito desatenderdesde el punto de vista ético la naturalezadel hombre, hecho para ser libre, sino queesto ni siquiera es posible en práctica187.

184 Cf. 1979,II,3c. «Sin un respeto profundo y generalizado dela libertad, la paz escapa al hombre» (1981,2a).185 1988,1f.186 1981,5.187 Cf. CA 25b.

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«El hombre es libre porque posee lafacultad de determinarse en función de loverdadero y del bien; es libre, dado que poseela facultad de elección, movido o inducido porconvicción interna personal y no bajo lapresión de un ciego impulso interior ocoacción externa»188.

La libertad sólo se entiende orientada ala verdad objetiva, a los valores que permitenla realización plena del hombre189, ser librees optar por lo que construye al hombre,implica asumir los valores, hacer eleccionesen función de los valores a los cuales uno seadhiere190. Siendo los valores los apoyos delas propias opciones, determinan no sólo lapropia vida, sino también las políticas yestrategias para construir la vida de lasociedad191.188 1981,5; cf. GS 17. Esta libertad del hombre «es lacapacidad que recibe permanentemente de buscar la verdad conla inteligencia y de seguir con el corazón el bien al quenaturalmente aspira, sin ser sometido a ningún tipo depresiones, constricciones y violencias» (1988,1g).189 Cf. GASTALDI I., o.c., p.135-136.190 Cf. 1981,6a.191 Cf. GASTALDI I., o.c., p.173. «En medio de tantas voces desirena de interés personal, los hombres y mujeres de pazdeben aprender a tener en cuenta en primer lugar los valores

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Sin embargo hay que resaltar laimportancia de los valores morales porqueestos «afectan a la persona en su totalidad,afectan al hombre en cuanto hombre. Sonvalores que se llevan al desarrollo y a larealización plena de su ser propiamentehumano»192, siendo así, cada persona debe“ordenar las propias necesidades, los propiosdeseos y el modo de satisfacerlos según unajusta jerarquía de valores193; por ello que sehabla de obligación moral, es decir, «losvalores morales provocan, como respuestaespecífica, la experiencia de la obligación,del “tú debes”»194. Y aquí conviene afirmar queen el trasfondo de estos valores, de laobligación moral y de los imperativos éticos,hay una realidad anterior a toda persona, queexige se funde no en valores ideales o leyesabstractas, sino en un Ser personal, superioral hombre; decir que el hombre responde antela ley que él mismo se ha dictado, equivale alanzar una soga al aire y pretender trepar porde la vida y a actuar confiadamente para poner en prácticaesos valores» (1985,7).192 GASTALDI I., o.c., p.136.193 CA 41d.194 GASTALDI I., o.c., p.136.

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ella, sin un punto de apoyo que le venga deotra parte195.

Es innegable pues, que la libertad esinherente a la naturaleza humana, pero estadebe orientarse a la verdad para que seavalorizada en pleno y, he aquí precisamente eldrama humano: el hombre posee la capacidad deser libre, pero no significa que lo seaautomáticamente; como la misma existenciahumana es un continuo realizarse, del mismomodo cada hombre debe “hacerse libre”, porquese constata «que la voluntad de ser libre estáviva en cada persona. Y a pesar de ello, estavoluntad desemboca casi siempre en esclavitudy opresión»196.195 Cf. Ibid., p.96. «La libertad del hombre es una libertadparticipada. Su capacidad de realizarse no se suprime deningún modo por su dependencia de Dios. Justamente, es propiodel ateísmo creer en una oposición irreductible entre lacausalidad de una libertad divina y la de la libertad delhombre, como si la afirmación de Dios significase la negacióndel hombre, o como si su intervención en la historia hicieravanas las iniciativas de éste. En realidad, la libertadhumana toma su sentido y consistencia de Dios y por surelación con Él» (LC 29).196 Lc 37a. «La libertad es un “don”, pero también es una“tarea”, un quehacer. Ser libre es estar liberándosecontinuamente… Como estamos tan condicionados, nuestralibertad está siempre en camino de liberación… Nos liberamospara facilitar el acceso a un mundo de valores y de

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Consecuentemente la libertad exige uncompromiso tanto personal -liberarsecontinuamente- como en relación con los demás:«la libertad no es sólo un derecho que reclamapara uno mismo, es un deber que se asume caraa los otros. Para servir verdaderamente a lapaz, la libertad de cada ser humano y cadacomunidad humana debe respetar las libertadesy los derechos de los demás, individuales ycolectivos. Ella encuentra en este respeto sulímite, pero además su lógica y su dignidad,porque el hombre es por naturaleza un sersocial»197.

Por ello, la sociedad y el Estado debenhacer posible el ejercicio de la verdaderalibertad en todas sus manifestaciones,permitiendo la realización plena del hombre198

y, por el contrario «todo lo que esimpedimento para la verdadera libertad, va

relaciones humanas que dan sentido a la existencia, pararealizar un proyecto fundamental de vida y mantenernos fielesa ese proyecto, para ser capaces de escuchar la llamada queel otro nos dirige y responder a ella» (GASTALDI I., o.c.,p.143-144).197 1981,7a.198 Cf. Ibid., 6b

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contra el desarrollo de la sociedad y de lasinstituciones sociales»199.

La libertad sólo podrá realizarse,entonces, en un clima de confianza yresponsabilidad: «La mejor garantía de lalibertad y de su realización efectiva descansaen la responsabilidad de las personas y de lospueblos… No se hacen libres a los hombres sinhacerlos al mismo tiempo más conscientes delas exigencias del bien común y másresponsables. Por esto mismo, es necesariohacer surgir y reforzar un clima de confianzamutua, sin el cual la libertad no puededesplegarse. Es sabido en todo el mundo queesto es condición indispensable para laverdadera paz y su primera expresión. Pero, lomismo que la libertad, la paz debe seradquirida, debe ser merecida… Solamente laconfianza merecida por acciones concretas enfavor del bien común hará posible, entre laspersonas y las naciones, el respeto de lalibertad que es servicio a la paz»200.

199 1988,6c.200 1981,10ab.

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«No esperemos pues, la paz en elequilibrio del terror. No aceptemos laviolencia como camino de la paz. Comencemosmás bien por respetar la verdadera libertad:la paz que resultará de allí será capaz decolmar la esperanza del mundo, pues estaráhecha de justicia, estará fundada en laincomparable dignidad del hombre libre»201.

Ninguna persona que actúa honestamentepuede eximirse del esfuerzo en la lucha paravencer al mal con el bien202. Es una luchaeficaz si se utiliza las armas del amor.Cuando el bien vence al mal, reina el amor y201 Ibid.,11b.202 «La perspectiva indicada por el gran Apóstol subraya unaverdad de fondo: la paz es el resultado de una larga y durabatalla, que se gana cuando el bien derrota al mal. Ante eldramático panorama de los violentos enfrentamientosfratricidas que se dan en varias partes del mundo, ante lossufrimientos indecibles e injusticias que producen, la únicaopción realmente constructiva es detestar el mal con horror yadherirse al bien (cf. Rm 12,9), como sugiere también sanPablo. La paz es un bien que se promueve con el bien: es unbien para las personas, las familias, las Naciones de latierra y para toda la humanidad; pero es un bien que se ha decustodiar y fomentar mediante iniciativas y obras buenas. Secomprende así la gran verdad de otra máxima de Pablo: “Sindevolver a nadie mal por mal” (Rm 12,17). El único modo parasalir del círculo vicioso del mal por el mal es seguir laexhortación del Apóstol: “No te dejes vencer por el mal;antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12,21)» (2005,1bc).

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donde reina el amor reina la paz203. Sabedoresde lo necesario que es construir la paz en elmundo, pongamos en práctica «la exhortación desan Pablo en la Carta a los Romanos: “No tedejes vencer por el mal; antes bien, vence almal con el bien” (12,21). No se supera el malcon el mal. En efecto, quien obra así, en vezde vencer al mal, se deja vencer por elmal»204.

3. Libertad religiosa para la pacíficaconvivencia205

Partiendo de la dimensión trascendentedel hombre se puede decir que «el hombre nopuede ser auténticamente libre ni promover laverdadera libertad, si no reconoce y no vivela trascendencia de su ser por encima delmundo y su relación con Dios»206; es más, «lalibertad de las personas encuentran su

203 Cf. 2005,12a.204 2005,1a.205 1992,7c.; Cf. 1988,Intr.206 1981,11a.

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fundamento en su dignidad trascendente: unadignidad que le ha sido regalada por Dios»207.

Ya se ha dicho que el hombre posee laobligación moral de buscar la verdad y deadherirse a esta verdad conocida, ordenando alas exigencias de ésta, toda la propiaexistencia; sin embargo, «los hombres nopueden satisfacer esta obligación de formaadecuada a su propia naturaleza si no gozan delibertad psicológica, al mismo tiempo que deinmunidad de coacción externa»208; y a estotiende la libertad religiosa. Por tanto: «elderecho a la libertad religiosa no essimplemente uno más entre los derechoshumanos; éste es el más fundamental, porque ladignidad de cada uno de las personas tiene sufuente primera en la relación esencial conDios Creador Padre, a cuya imagen y semejanzafue creada, por lo que está dotada deinteligencia y libertad»209, la libertadreligiosa pues, es «exigencia ineludible de ladignidad de cada hombre»210.207 Ibid.,5.208 DH 2b.209 1991,5a.210 1988,Intr.

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No se puede negar, entonces el valor deeste derecho fundamental siendo considerado elsostén de los demás derechos, en efecto «lalibertad religiosa, al incidir en la esferamás íntima del espíritu, sostiene y es como larazón del ser de las restantes libertades»211 yesto porque la relación del hombre con Diosexpresada en convicciones religiosas es elprimero y el más fundamental de los valores enfunción de los cuales puede hacer suselecciones dándoles su adhesión212.

Aquí hay que alertar sobre algunasamenazas contra la libertad religiosa quetienen como raíz la intolerancia religiosa,manifestada directamente en el proselitismoque recurre a medios de coacción verdadera ypropia, bien indirectamente mediante lanegación de ciertos derechos civiles o

211 1988,3b.; 1981,6b.; 1991,5a.212 Cf. 1981,6a. «Ante todo, la libertad religiosa, exigenciaineludible de la dignidad de cada hombre, es una piedraangular del edificio de los derechos humanos y, por tanto, esun factor insustituible del bien de las personas y de toda lasociedad, así como de la realización personal de cada uno. Deello se deriva que la libertad de los individuos y de lascomunidades, de profesar y practicar la propia religión, esun elemento esencial de la pacífica convivencia de loshombres» (1988,Intr.).

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políticos, o también cuando se identifica laley religiosa con la civil, sofocando lalibertad religiosa y limitando o negando otrosderechos inalienables. Esta intolerancia puedeser fruto de un cierto fundamentalismoconstituyendo una tentación constante. Estasmanifestaciones de intolerancia, evidentementeno promueven la paz en el mundo213.

Es decir, «el Estado no puede reivindicaruna competencia, directa o indirecta, sobrelas convicciones íntimas de las personas. Nopuede arrogarse al derecho de imponer oimpedir la profesión y la práctica pública dela religión de una persona o de unacomunidad»214, porque «la auténtica libertadreligiosa exige que se garanticen también losderechos que derivan de la dimensión social ypública de la profesión de fe y la pertenenciaa una comunidad religiosa organizada»215.

Se impone la necesidad de un orden legaljusto que respete y promueva este derechofundamental; se debe «dar mayor vigor al

213 Cf.1981,4cde. 214 1988,1j.215 Ibid.,1m.

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régimen legal existente mediante la creaciónde instrumentos nuevos y eficaces, idóneospara la consolidación de la libertadreligiosa. Esta plena protección legal debeexcluir de modo efectivo de toda forma decoacción religiosa que es un serio obstáculopara la paz»216.

No basta con la aceptación legal de losmovimientos religiosos para garantizar la pazde los pueblos y naciones, Juan Pablo II esmuy enfático referente a la vida auténticasiguiendo los principios morales de unareligión: «Se puede decir que una vidareligiosa, si se vive auténticamente, debeproducir frutos de paz y fraternidad, pues espropio de la religión fortalecer cada vez másla unión con la divinidad y favorecer unarelación cada vez más solidaria entre loshombres»217. Además pone en primer lugar a unasana relación con Dios mediante la oración:«Sin embargo, antes de recurrir a los medioshumanos quiero subrayar la necesidad de unaoración intensa y humilde, confiada y

216 1991,6a.217 1992,2b.

89

perseverante, si se quiere que el mundo seconvierta finalmente en una morada de paz,pues la oración es la fuerza por excelenciapara implorarla y obtenerla»218.

218 1992,4a.

90

III. LA PAZ ES OBRA DE LA JUSTICIA219

Es imposible hablar de la paz si dejamosde lado a la justicia. «La justicia camina conla paz y está en relación constante y dinámicacon ella. La justicia y la paz tienden al biende cada uno y de todos, por eso exigen orden yverdad. Cuando una se ve amenazada, ambasvacilan; cuando se ofende la justicia tambiénse pone en peligro la paz»220.

Justicia y paz son grandes ideales quese pueden alcanzar para el bienestar de lapersona y de la humanidad, pero no sonconceptos abstractos; son valores queconstituyen un patrimonio común y que estánradicados en el corazón de cada persona;precisamente por esto estamos llamados a viviren la justicia y a trabajar por la paz221. Eltrabajo por la paz no es estático, es unaconstante búsqueda del orden interior yexterior de cada persona que «debe realizarse

219 Cf. 1980,9b; 1984,3c. «Opus iustitiae pax» (Is 32,17).220 1998,1a.221 Cf. 1998,1c.

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en la verdad, debe construirse sobre lajusticia»222.

La paz pues, no puede ser auténtica, sino es fruto de la justicia223, una justicia queno se reduce a simple igualdad, sino que,tiene relación intrínseca con la persona, consu dignidad224; porque el pleno respeto de laverdad sobre la naturaleza y el destino delhombre es fuente de la verdadera paz en lajusticia y en la amistad225.

Esta es la cuestión de fondo: situar lapaz en el ámbito de un compromiso por lajusticia, que se fundamenta en la verdad delhombre, para iluminar todo esfuerzo auténticopor la paz, orientándolo al respeto de lapersona, de su inalienable dignidad y de losderechos que de ella proceden.

222 Cf. 1980,2a.223 Cf. 1984,3c. «La paz se construye día a día, en lainstauración de un orden querido por Dios, que comporta unajusticia más perfecta entre los hombres» (PP 76).224 Cf. DS 55c.225 Cf. 1980,9c.

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1. Los derecho humanos inherentes a lapersona humana226

La situación actual en la que vive elhombre, donde se verifican muchas y nuevasformas de injusticias, atropello de ladignidad humana, violación de los derechoshumanos, aun en medio de tantas Declaracionese instancias de recurso, pero siempre casiimpotentes de frenar tantos abusos227 le llevaa preguntarse con mayor urgencia ypreocupación sobre el sentido al que tiende suexistencia. El panorama presentado manifiestala necesidad de un planteamiento que iluminela relación entre los derechos, que todapersona quiere reivindicar, y la mismanaturaleza humana.

226 Cf. DS 32.227 Cf. 1984,1d. «La nuestra es, sin duda, la época en que másse ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de loshumanismos y del antropocentrismo. Sin embargo,paradójicamente, es también la época de las más hondasangustias del hombre respecto de su identidad y destino, delrebajamiento del hombre a niveles antes insospechados, épocade valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes»(Juan Pablo II, Discurso inaugural en Puebla, 28/1/1979,I.9).

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El Papa San Juan Pablo II afirma que lapersona humana es sujeto de derechosinalienables, que éstos tienen su raíz en loque es más profundamente humano, es decir: Sonderechos que no los recibe desde fuera, sinoque brotan de su misma naturaleza. Nada ninadie puede destruirlos; ninguna constricciónexterna puede anularlos228.

De este modo, fundamenta los derechoshumanos en la verdad integral sobre el hombreconsiderado en todas sus dimensiones229,poniéndolo como elemento fundamental; porello, toda amenaza contra los derechos delhombre, va contra la sociedad230.

Siendo la inalienable dignidad de cadapersona humana el principio fundamental de

228 Cf. 1988,1d. «El hombre tiene por sí mismo derechos ydeberes que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de supropia naturaleza» (PT 9). «La pertenencia a la familiahumana otorga a cada persona una especie de ciudadaníamundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado quelos hombres están unidos por un origen y supremo destinocomunes. Basta que un niño sea concebido para que sea titularde derechos, merezca atención y cuidados, y que alguien debaproveer a ello» (2005,6b).229 Cf. DS 33b.230 Cf. UNESCO,4.

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toda organización social231, el respetoincondicional y efectivo de los derechosimprescriptibles e inalienables de cada uno,se convierte en la condición sine qua non parala construcción de toda sociedad y para que lapaz reine en ella232. La persona humana seconvierte, entonces en primer criterio o normano sólo de juicio, sino también de acción233.

De lo dicho se puede inferir que losresponsables de la sociedad, del Estado, comoportadores del mandato de los ciudadanos,deben reconocer, proteger y promover laslibertades fundamentales; éste cometidopositivo lo realizarán respetando la regla delderecho y buscando el bien común conforme alas exigencias de la ley moral234.

Uno de los grandes logros, a nivelinternacional, acerca de este reconocimiento,de lo que pertenece al hombre, es ciertamente,la Declaración Universal de los DerechosHumanos, que, sin embargo, exige ser

231 Cf. 1989,3b.232 Cf. 1982,9b.233 Cf. DS 55.234 Cf. 1981,6b.

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observada, para no quedar en letra muerta. «Ladefensa de la universalidad y de laindivisibilidad de los derechos humanos esesencial para la construcción de una sociedadpacífica y para el desarrollo integral deindividuos, pueblos y naciones»235. El respetode los derechos humanos se constituye pues,como uno de los principios fundamentales de lapaz y, por el contrario, en su negación seencuentra la raíz del espíritu de violencia.

De ahí la urgencia de encontrar de nuevoel sentido de la justicia, junto con elrespeto de los derechos humanos236, de reanudarun diálogo que debe basarse, en concreto,sobre los derechos del hombre, es decir, «debetender a que los hombres y los grupos humanossean reconocidos en su especificidad, en suoriginalidad, con su necesario espacio delibertad y, concretamente, en el ejercicio desus derechos fundamentales»237.

235 1999,3d.236 Cf. 1984,3a.237 1983,10ab.

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2. Respeto de los derechos inalienables238

Corroborando la existencia de losderechos humanos por el hecho de ser persona,la Declación Universal de los Derechos delHombre dice la siguiente afirmación: «Lalibertad, la justicia y la paz en el mundotienen por base el reconocimiento de ladignidad intrínseca y de los derechos igualese inalienables de todos los miembros de lafamilia humana»239. Se trata pues, “deconstruir la paz sobre la justicia”, comoafirma San Juan Pablo II, haciendo suyas laspalabra de su predecesor, San Juan XXIII240. Dela justicia que se habla es aquellafundamentada en el respeto de los derechoshumanos: «La paz es obra de la justician y,por tanto, requiere el respeto de los derechosy el cumplimiento de los deberes propios decada hombre»241.238 Cf. 1988,1. «La persona está dotada por naturaleza dederechos universales, inviolables e inalienables» (1998,2a).239 Declaración Universal de los Derechos del Hombre, Preámbulo.240 Cf. 1980,2a; PT 37.167.241 1988,1a. «La paz no es auténtica si no es fruto de lajusticia… justicia entre las partes sociales, justicia entrelos pueblos. Y una sociedad no es justa ni humana si norespeta los derechos fundamentales de la persona humana»

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El respeto de la dignidad de la personaque tiene exigencias éticas inviolables, seconvierte en criterio de moralidad, para ladistinción entre lo justo y lo injusto, esdecir, sólo el pleno respeto de la verdadsobre la naturaleza y el destino del hombre,es fuente de la verdadera paz en la justicia;en efecto, existe un vínculo estrecho entrelas exigencias de la justicia, de la verdad yde la paz242.

Hay que descartar todo recurso a laviolencia243 y, más bien optar por trabajarpara eliminar las raíces de las injusticias244.Aquí conviene recordar, nuevamente, larelación verdad-justicia, porque en la verdades donde el hombre encuentra luces paraorientar su obrar245, permitiéndole: Denunciar

(1984,3c). 242 Cf. 1988,1a.243 «Es una perspectiva que ve la génesis de la guerra y, encierto sentido, su contenido en las formas más complejas quederivan de la injusticia, considerada bajo todos susdistintos aspectos; esta injusticia atenta primeramentecontra los derechos del hombre y por eso corta la armonía delorden social, repercutiendo a continuación en todo el sistemade las relaciones internacionales» (1981,8).244 Cf. 1980,9a.245 Cf. Ibid.,8a.

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los actos de violencia, bajo todas sus formas,llamándolas por su nombre; denunciar lasinjusticias con una tonalidad específica noestigmatiza el error del adversario, sino quelo reduce a sus verdaderas proporciones246. Nodesesperar ni de los adversarios, ni de lasvíctimas de las injusticias; no permite que secaiga en la desesperación de la resignación ode la violencia247.

«El hombre de paz, dado que vive de laverdad y de la sinceridad es pues, lúcido antelas injusticias, las tensiones y losconflictos que existen»248.

De este modo, la instauración de lajusticia se convierte en objetivo de todasociedad políticamente organizada que desea lapaz, porque ésta aparece solamente donde sesalvaguardan las exigencias elementales de lajusticia249.

También en el ámbito internacional nopuede descuidarse la promoción de la paz,246 Cf. Ibid.,3.247 Cf. Ibid.,6.248 Ibid.,7.249 Cf. 1982,9a.

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basada en la justicia, por ello la exigenciade que el diálogo internacional se funde enconcreto sobre los derechos del hombre, sobrela justicia: «el diálogo por la paz esinseparable del diálogo por la justicia»250.

Para construir pues, la paz desde lajusticia, hay que recurrir al corazón delhombre, mediante el cual se hace sensible alos valores absolutos del bien, de lajusticia, a la fraternidad y a la paz251. «Lapromoción del derecho a la paz asegura encierto modo el respeto de todos los otrosderechos porque favorece la construcción deuna sociedad en cuyo seno las relaciones defuerza se sustituyen por relaciones decolaboración con vistas al bien común»252.

3. Justicia social e igualdad esencial253

Siendo una exigencia de la paz el respetode los derechos humanos, para que reine la

250 1983,10ac.251 Cf. 1984,2b.252 1999,11a.253 Cf. GS 29.

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justicia en las sociedades y en el mundoentero, hay que resaltar también el aspectosocial de la justicia, que se enmarca en elámbito de las relaciones entre grupossociales, sociedades, naciones.

La justicia social debe entenderseentonces como el medio para encaminarse haciauna paz para todos los pueblos, es decir, «lapaz como fruto indivisible de las relacionesjustas y honestas a todos los niveles -social,económico, cultural y ético- de la vida humanasobre la tierra»254.

Estas relaciones de justicia a nivelsocial hoy, se dan en una forma crítica:situaciones de desigualdad, egoísmo,ostentación y derroche frente a muchedumbrescarentes de lo vital: «es injusto que pocosprivilegiados sigan acumulando bienessuperfluos, despilfarrando los recursosdisponibles, cuando una gran multitud depersonas vive en condiciones de miseria, en elmás bajo nivel de supervivencia»255. Se da,pues, un «contraste creciente entre países254 1986,4g.255 1991,8b.

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que han tenido la posibilidad de acelerar sudesarrollo y acrecentar sus riquezas, y lospaíses bloqueados en su desarrollo.Precisamente aquí hay otra enorme fuente deoposición, de irritación, de rebelión o demiedo, tanto más porque está alimentada pormúltiples injusticias»256.

Reafirmamos nuevamente que hablar de"paz" es más que la simple ausencia deguerras; se trata de un auténtico respeto a ladignidad y los derechos de cada ser humano,que le permita realizarse en plenitud. Laexplotación de los débiles, las preocupanteszonas de miseria y las desigualdades socialesconstituyen otros tantos obstáculos y rémoraspara que se produzcan las condiciones establespara una auténtica paz. Cabe la reflexióncomún sobre las múltiples conexionesexistentes entre estas dos realidades: paz ypobreza. En particular llama la atención laamenaza para la paz que derivada de lapobreza, sobre todo, cuando ésta se convierteen miseria257. Son millones los niños, las256 1984,1d.257 Cf.1993,1e. «Son millones los niños, las mujeres y loshombres que sufren cotidianamente hambre, inseguridad y

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mujeres y los hombres que sufrencotidianamente hambre, inseguridad ymarginación. Estas situaciones constituyen unagrave ofensa a la dignidad humana ycontribuyen a la inestabilidad social.

Y frente a algunos que proclaman que lasituación presente es natural e inevitable, elPapa San Juan Pablo II responde proclamandoque «es posible e incluso necesario crearnuevos tipos de sociedad y relacionesinternacionales que aseguren la justicia y lapaz sobre fundamentos estables yuniversales»258. Este fundamento estable nopuede ser, sino la verdad del hombre: «Uninmenso campo está pues abierto a losresponsables de los Estados y a lasInstituciones internacionales para construirun nuevo orden mundial más justo, fundadosobre la verdad del hombre»259.

La justicia social, se basa en la igualdignidad de todos los hombres, es decir, haymarginación. Estas situaciones constituyen una grave ofensa ala dignidad humana y contribuyen a la inestabilidad social»(1993,1g).258 1986,3b.259 1980,9b.

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que reconocer que aun existiendo desigualdadesjustas, sin embargo «la igual dignidad de lapersona exige que se llegue a una situaciónsocial más humana y más justa»260.

Se descarta pues toda discriminación omarginación, porque lo que la justicia reclamaes aquello que le corresponde a todo hombrepor el hecho de ser tal: «es un estricto deberde justicia y de verdad impedir que queden sinsatisfacer las necesidades humanasfundamentales y que perezcan los hombresoprimidos por ellas… por encima de la lógicade los intercambios a base de los parámetros yde sus formas justas, existe algo que esdebido al hombre en virtud de su eminentedignidad»261.

A nivel de relaciones entre naciones,para salvaguardar este principio fundamental,deben buscar el mejor modo de una equitativarepartición de bienes, servicios,información262, porque no basta enviar ayuda alque menos tiene, sino que el orden justo,

260 GS 29.261 CA 34a.262 Cf. 1983,10f.

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aludido antes, se basa sobre «una justadistribución tanto de las riquezas como de lospoderes y de las responsabilidades»263. Es unaexigencia para que se realicen la justicia yla paz, tanto dentro de cada nación, como anivel mundial: justicia entre naciones264.Cuando se habló pues de una única paz, eraaquella «fundamentada sobre las bases de lajusticia social, la dignidad y los derechos decada persona humana»265.

263 1980,9b.264 Cf. 1982,9.10.265 1986,1d.

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IV. DESARROLLO DE UNA SOCIEDAD PACÍFICA266

Los documentos que se usan como fuentesno tienen como destinatario principal unadeterminada parte de la humanidad sino lahumanidad entera. El interés se dirige a lacomunidad universal de los pueblos y enparticular el bien común universal; este niveluniversal es el primer principio moral para lavida de la familia humana.

En la preocupación de buscar los mediospara alcanzar la paz universal, San Juan PabloII sigue un recorrido muy profundo hastallegar a la solidaridad como exigencia deorden moral que, aflora no sólo en casos denecesidad extrema, sino que es un principionatural que se fundamenta en la unidad delgénero humano, y por ello es base ética parael desarrollo integral. Reconociendo lasolidaridad hay una urgencia de afrontar ytrabajar por el desarrollo de la totalidad delhombre y de todo hombre. Y como último puntode este tema se propone el verdadero diálogocomo el mejor camino para lograr la paz. «Que

266 Cf. 1987,7c; LC 91.

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nadie se haga ilusiones de que la simpleausencia de guerra, aun siendo tan deseada,sea sinónimo de una paz duradera. No hayverdadera paz si no viene acompañada deequidad, verdad, justicia y solidaridad. Estácondenado al fracaso cualquier proyecto quemantenga separados dos derechos indivisibles einterdependientes: el de la paz y el de undesarrollo integral y solidario»267.

1. La familia humana en solidaridad268

No hay que engañarse contentándose con unconcepto de solidaridad como accióncuantitativa para realizar un determinadobien. Más allá de una visión externa, loshombres constituyen una sola familia humanapor el hecho de venir a este mundo. Y todosson partícipes de la misma heredad y miembrosde la estirpe común de todos los sereshumanos. «La unidad del género humano comportaque la humanidad entera, por encima de susdivisiones étnicas, nacionales, culturales y

267 2000,13b.268 Cf. 1987,1c.

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religiosas constituya una comunidad, sindiscriminación entre los pueblos, y que tiendaa la solidaridad recíproca. La unidad exigetambién que la diversidad de los miembros dela familia humana se pongan al servicio de unafianzamiento de la misma unidad, en vez deser motivo de división»269.

Dicha unidad se expresa en la diversidady riqueza de la familia humana. Todos percibenla necesidad de responder a este llamado,reconociendo la solidaridad básica de lafamilia humana como condición fundamental dela vida sobre la tierra, donde las relacionesentre los hombres estén animadas por unespíritu de paz270. Es por esto que frente a laxenofobia, al cierre arbitrario einjustificado de fronteras y las ideologías271;269 1989,3d.270 Cf. 1987,1c.271 «Por desgracia abundan obstáculos a la solidaridad (…) -la xenofobia, que hace que determinadas naciones se cierrenen sí mismas o que determinados gobiernos instauren leyesdiscriminatorias (…)-el cierre arbitrario e injustificado de fronteras (…)-las ideologías que predican el odio o la desconfianza, lossistemas que levantan barreras artificiales. El odio racial,la intolerancia religiosa y las divisiones de clases sehallan, por desgracia, muy presentes en muchas sociedades, demodo abierto o solapado (…) Otro mal, (…) es el terrorismo»

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una solidaridad efectiva representa unantídoto; en efecto, si la cualidad esencialde la solidaridad es la igualdad radical entretodos los seres humanos, toda política queesté en contradicción con la dignidadfundamental y con los derechos humanos de lapersona ha de ser rechazada.

«Por el contrario, han de ser potenciadaslas políticas y los programas que instauranrelaciones abiertas y honestas entre lospueblos, que forjan alianzas justas, que unena las naciones con honorables lazos decooperación»272. De aquí que la solidaridad,por su misma naturaleza, es una realidadética, ya que, conlleva una afirmación devalor sobre la humanidad. Por esta razón, susrepercusiones para la vida humana en elplaneta y para las relaciones internacionalesson igualmente éticas.

«La solidaridad es sentirse y reconocerse“parte” de un “todo” que es la humanidad,parte indigente que necesita complementarse enel mismo todo. Solidaridad es, además,

(1987,4).272 1987,4e.

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sentirse recíprocamente responsables en laayuda mutua; en cuanto que se participa de unarealidad unitaria, que todos con dividen y dela cual todos necesitan»273.

«Esta no es, pues, un sentimientosuperficial por los males de tantas personas,cercanas o lejanas. Al contrario, es ladeterminación firme y perseverante deempeñarse por el bien común; es decir, por elbien de todos y cada uno, para que todosseamos verdaderamente responsables detodos»274. En síntesis, «la verdaderasolidaridad mundial es contribuir juntos alpotencial de la “humanitas” y del“humanum”»275. Todos los pueblos de la tierrase hallan en situación de interdependenciamutua en campo económico, político y culturaly quien pretendiera liberarse de estasolidaridad no tardaría en pagar lasconsecuencias276.273 TOSO M., Principali contenuti e aspetti di novità nella«Sollicitudo rei sociales», en Solidarietà nuovo nome dellapace, Turín, 1988, p.32.274 SRS 38f.275 TOSO M., o.c., p.32.276 Cf. 1983,6g. «Una auténtica cultura de la solidaridad ha detener, pues, como principal objetivo la promoción de la

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«Esta forma de interrelación se expresaen una interdependencia que puede serprofundamente ventajosa como tambiénprofundamente destructiva. De aquí que lasolidaridad y la cooperación a escala mundialdeben ser consideradas como imperativos éticosque llamen a la conciencia de los individuos ya la responsabilidad de todas las Naciones»277.Cuando la interdependencia es reconocida así,su correspondiente respuesta, como actitudmoral y social, y como “virtud”, es lasolidaridad278.

Así Juan Pablo II, mientras habla deinterdependencia da un paso decisivo de lasimple mirada fenoménica, como reparto desimples cambios y ayuda recíproca, hacia elbien común universal, para el crecimientohumano, en plenitud, bajo la colaboración de

justicia. No se trata sólo de dar lo superfluo a quien estánecesitado, sino de “ayudar a pueblos enteros, que estánexcluidos o marginados, a que entren en el círculo deldesarrollo económico y humano. Esto será posible no sóloutilizando lo superfluo que nuestro mundo produce enabundancia, sino cambiando sobre todo los estilos de vida,los modelos de producción y de consumo, las estructurasconsolidadas de poder que rigen hoy la sociedad» (2001,17c).277 1986,1e.278 Cf. SRS 38f.

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todos. El culmen es este camino es elverdadero desarrollo; sólo en este sentido sepuede afirmar: «El desarrollo es el nuevonombre de la paz»279.

Por eso todo desequilibrio y exageración,como el colectivismo e individualismo ponen enpeligro al mismo hombre. Naturalmente, lacaída del marxismo ha tenido consecuencias degran alcance por lo que se refiere a larepartición de la tierra en mundosincomunicados unos con otros y en recelosacompetencia entre sí; por otra parte, hapuesto más de manifiesto el hecho de lainterdependencia, así como que el trabajohumano está destinado por su naturaleza a unira los pueblos y no a dividirlos.Efectivamente, la paz y la prosperidad sonbienes que pertenecen a todo el género humano,de manera que no es posible gozar de elloscorrecta y duraderamente si son obtenidos ymantenidos en perjuicio de otros pueblos ynaciones, violando sus derechos oexcluyéndolos de las fuentes del bienestar280.

279 SRS 10c.280 Cf. CA 27.

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Por otro lado se asiste, a un crecientedeseo universal, por encima de separacionespolíticas, geográficas o ideológicas, deayudar a los miembros menos favorecidos de lafamilia humana; la solidaridad social que, depalabra y de hecho, proclama que todos loshombres son una sola cosa, que debenreconocerse como tales y que esto es unelemento esencial para el bien común de losindividuos y de las naciones. Se requiereadoptar una actitud de fondo que dé cara a lahumanidad y, con respecto a los lazos queconectan con cada persona y con cada grupo delmundo. De esta manera se podrá comenzar a vercómo el compromiso de solidaridad con toda lafamilia humana es una prerrogativa para lapaz. «Reconocer la solidaridad social de lafamilia humana comporta la responsabilidad deconstruir sobre aquello que nos une. Estosignifica promover eficazmente y sin excepciónalguna la igual dignidad de todos los sereshumanos dotados de determinados derechosfundamentales e inalienables»281.

281 1987,2b.

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Siendo conscientes que esto afecta atodos los aspectos de la propia vidaindividual así como a la vida en la familia,en la comunidad en que se vive y en el mundo;es una realidad que todos los hombres sonhermanos y hermanas en el seno de lahumanidad.

Promover la solidaridad apunta a laconsecución del bien común que no se debeentender como algo dogmático, o beneficio deun partido, más bien se refiere: «al conjuntode condiciones sociales que consienten yfavorecen en los seres humanos el desarrolloíntegro de su persona»282.

Así, el bien común siendo superior alinterés privado, es inseparable del bien de lapersona, comprometiendo a los poderes públicosa reconocer, respetar, tutelar y promover losderechos de la persona283.

La gran importancia del bien de lahumanidad es una propuesta que invita a noconcentrarse exclusivamente en las amenazas

282 DS 37; Cf. 2003,5.283 Cf. DS 32.

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que generalmente son referidas al problemaEste-Oeste; se trata de asumir como propia lacausa de la paz teniendo una perspectivaamplia hacia todo el mundo, incluidas las asíllamadas tensiones Norte-Sur284. «Pero paraponer de manifiesto el desafío que se impone atoda la humanidad, frente a la dura tarea dela paz, hace falta algo más que palabras,sinceras o demagógicas. Sobre todo esnecesario que penetre el verdadero espíritu dela paz a nivel de hombres políticos, de medioso de centros de los que dependen más o menosdirectamente»285.

2. Desarrollo integral del hombre286

A la luz de la solidaridad, el desarrolloadquiere su significación plena. No se tratade mejorar determinadas situaciones ocondiciones económicas o de nivel de vida,sino bajo una dimensión humana integral287. Eldesarrollo viene a ser, en última instancia284 Cf. 1985,8a.285 1979,If.286 Cf. 1987,5a; PP 14.287 Cf. PT III.

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una cuestión de paz por el hecho de que ayudaa realizar lo que es bueno para los demás ypara la comunidad humana en su totalidad288. Sedebe desterrar todo aquello que reduce yparcializa el verdadero significado deldesarrollo.

No se trata solamente de elevar a todoslos pueblos al nivel del que gozan hoy lospaíses más ricos, sino de fundar sobre eltrabajo solidario una vida más digna, hacercrecer efectivamente la dignidad y lacreatividad de toda persona289.

Ahora bien el punto culminante de estedesarrollo conlleva el ejercicio del derecho-deber de buscar a Dios, conocerlo y vivirsegún tal conocimiento290. Juan Pablo IIpropone una reflexión sobre la solidaridad yel desarrollo como claves para la paz. «Cadauna de estas realidades tiene su significadoespecífico. Ambas son necesarias paraconseguir las metas que nos proponemos. Lasolidaridad, por su misma naturaleza, es una

288 Cf. 1987,7b.289 Cf. CA 29a.290 Cf. 1991,6a.

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realidad ética ya que conlleva una afirmaciónde valor sobre la humanidad. Por esta razón,sus implicaciones para la vida humana ennuestro planeta y para las relacionesinternacionales son igualmente éticas; enefecto, nuestros lazos comunes de humanidadnos exigen vivir en armonía y promover todoaquello que es bueno para unos y paraotros»291.

Dado que la solidaridad da la base éticapara actuar adecuadamente, el desarrollo seconvierte en una oferta al hombre para quepueda vivir más plenamente. De esta unidadentre solidaridad y desarrollo provieneaquella armoniosa “tranquilidad del orden”,que constituye la verdadera paz. En estesentido, a la luz de la base ética eldesarrollo adquiere su significación plena292.

Si el punto de partida está en la unidadde la familia humana, se puede afirmar que lapaz para la única familia humana exige undesarrollo constructivo, de aquello quedistingue como individuos o como pueblos, y de291 1987,7a.292 Cf. 1987,5a.

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lo que representa la propia identidad293. Estono significa que cada pueblo posee una paz ocada individuo crea su propia paz, sino quecada pueblo es responsable de su propiodesarrollo; que no se refiere al aislamientoindividualista. «Los acuerdos regionales entrelos pueblos débiles a fin de sostenersemutuamente, los acuerdos más amplios paravenir en su ayuda, las convenciones másambiciosas entre unos y otros para establecerprogramas concertados, son los jalones de estecamino del desarrollo que conduce a la paz»294.

La importancia del espíritu desolidaridad para el desarrollo, es muynecesario por el nexo que se acaba de ver, auncuando las circunstancias vayan cambiandorápidamente.

Otra urgencia con relación a lasolidaridad es la necesidad de promovervalores que beneficien verdaderamente a losindividuos y a la sociedad. No basta conponerse en contacto y ayudar a quienes padecennecesidad. Hay que ayudarles a descubrir los293 Cf. 1989,3f.294 PP 77.

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valores que les permiten construir una nuevavida y ocupar con dignidad y justicia supuesto en la sociedad. Todos tienen derecho aaspirar y a lograr lo que es bueno yverdadero, así como a elegir aquellos bienesque mejoran la vida. «Las opciones socialesimplican consecuencias que pueden promover odegradar el verdadero bien de la persona en lasociedad»295.

Por eso se debe leer con espíritu críticotodas aquellas falsas ofertas que violan lasolidaridad de la familia humana, porqueniegan los valores de la dignidad y libertadde la persona. Se trata de programas “sinconnotación de valores”, porque en realidadson contravalores respecto a la vida; se debereaccionar en nombre de la dignidad de lapersona humana; porque aquello que está encontra del hombre no puede hacerle máshumano296.

«La solidaridad que favorece eldesarrollo integral es la que protege ydefiende la legítima libertad de las personas295 1987,6b.296 Cf. Ibid.,6c.

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y la justa seguridad de las naciones. Sin estalibertad y seguridad faltan las condicionesmismas para el desarrollo»297. En nuestros díasse asiste al terrible rostro de los niños queson abandonados o forzados al mercado deltrabajo. Hay niños y jóvenes en barrios demiseria o grandes ciudadelas despersonalizadasen donde ellos encuentran escaso apoyo y pocao ninguna esperanza de futuro. La ruptura dela estructura familiar, la dispersión de susmiembros, con los consiguientes males queacarrean; son signos contrarios al deseadodesarrollo auténtico. Mirar a los otros y veren ellos la esperanza y ansiedad del hermano,es descubrir el significado de lasolidaridad298. También la crisis ecológicapone en evidencia la urgente necesidad moralde una nueva solidaridad, especialmente entrelos países en vías de desarrollo y los paísesaltamente industrializados. Todos debenmostrarse cada vez más solidarios ycomplementarios entre sí en promover el

297 Ibid.,6e.298 Cf. Ibid.,8g.

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desarrollo de un ambiente natural y social,pacífico y saludable299.

Los problemas paz y desarrollo van unidosy hay que afrontarlos juntos; uno de losaspectos de esta relación es el despliegue derecursos para un objetivo (armamentos), másque para el otro (desarrollo). Pero laconexión real no está simplemente en el uso delos recursos, por muy importantes que sean. Laconexión real es la que se da entre losvalores que llevan al compromiso por la paz ylos que llevan al compromiso por el desarrolloen un sentido auténtico. «Los mismos valoresque llevan al compromiso de ser artífices depaz deben impulsar a la promoción deldesarrollo integral de todo hombre y de todoslos pueblos»300.

Emerge el protagonismo de la persona enel desarrollo. Las personas son los sujetos yel fin del verdadero desarrollo; son la meta yla medida de todo proyecto de desarrollo.

299 Cf. 1990,10ab.300 1985,8b.

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Con ello queda derrotada la concepcióndel desarrollo como proceso rectilíneo, casiautomático, y de por sí ilimitado, como si, enciertas condiciones, el género humano marcharáseguro hacia una especie de perfecciónindefinida o paraíso terrenal; junto con estocae también el mito de la ciencia constituidacomo redentora de la humanidad301. Laexperiencia de los últimos años demuestra quesi toda esta considerable masa de recursos ypotenciales, puestas a disposición del hombreno es regida por un objetivo moral y por unaorientación que se dirija al verdadero biendel hombre, se vuelve fácilmente contra élpara oprimirlo302; para ello ya Pablo VI noshacía la distinción, entre el tener y elser303, que el Concilio Vaticano II habíaexpresado con palabras precisas304. Tenerobjetos y bienes no perfecciona de por sí alsujeto, si no contribuye a la maduración yenriquecimiento de su ser305. «Pablo VI en la301 Cf. SRS 27a.302 Cf. SRS 28a.303 Cf. PP 19.304 Cf. GS 35.305 «El mal no consiste en el “tener” como tal, sino en elposeer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de

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PP, refutando el sobrehumanismoproductivístico y consumístico, fundado sólosobre el “tener”, vio proféticamente undesarrollo pleno, comunitario y mundial»306.

El desarrollo auténtico requiere el pasode condiciones menos humanas a una situaciónmás humana; pero más profundamente el hombrede paz abierto a la verdad objetiva, quedailuminado por la verdad para mantener suorientación verdadera en el desarrollointegral del hombre307. A la raíz está el errorfundamental que es de carácter antropológico;si se parte de tal error se caerá en múltiplescertezas, pero sin respetar la naturalezahumana y la verdad del hombre308. Por ello queel problema del desarrollo implica un valormoral, de aquí que los obstáculos opuestos alpleno desarrollo no son solamente de orden

los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan dela subordinación de los bienes y de su disponibilidad al“ser” del hombre y a su verdadera vocación» (SRS 28d).306 TOSO M., o.c., p.34.307 «El hombre de violencia lo sabe también, pero no lo dice yengaña a la opinión, dejando entrever la perspectiva de unasolución radical y rápida; instalándose luego en su engañopara “explicar” las repetidas dilaciones de la libertad y dela abundancia prometidas» (1980,a).308 Cf. CA 13a.

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económico, sino que dependen de actitudes másprofundas que se traducen para el ser humanoen valores absolutos. Precisamente en estepunto se toma distancia de toda actitud queesté en contra del pleno desarrollo «de todoel hombre y de todos los hombres»309.

3. El diálogo es concomitante al serhumano310

Entre los medios para alcanzar la paz hayque poner el diálogo; no un diálogo que seajuste al interés de unos pocos que tienenpoder, sino aquél como propone Juan Pablo II:fundamentado en la verdad. Es reconocer que laverdadera naturaleza del hombre y susdinamismos constitutivos, le llevan alencuentro, al respeto mutuo, a la fraternidady a la paz. Esta referencia a la verdad309 SRS 38b. «Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitantécnicos, cada vez en mayor número, para este mismodesarrollo se exige más todavía pensadores de reflexiónprofunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita alhombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valoressuperiores del amor, de la amistad, de la oración y de lacontemplación. Así se podrá realizar, en toda su plenitud, elverdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y paratodos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones máshumanas» (PP 20).310 Cf. 1983,5b.

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objetiva y universal sobre el hombre crearácon su acción y sus resultados hombres de pazy diálogo311.

No hay que quedarse en la solaaspiración, se debe pasar a su realizaciónefectiva, porque «la paz no se establecerá nise mantendrá, sin que se pongan los medios»312.Y el medio por excelencia es adoptar unaactitud de apertura y diálogo. La experienciahistórica, incluso la más reciente, atestiguaen efecto, que el diálogo es necesario para laverdadera paz313. Sin embargo, incluso ante loque puede ser considerado como callejón sinsalida en la medida en la que las personas seadhieren a una ideología, es necesariointentar de nuevo un diálogo lúcido para

311 Cf. 1980,4. «El diálogo por la paz es posible, siempreposible. No es una utopía. Por otra parte, incluso cuando noha parecido posible, y se ha llegado al enfrentamientobélico, ¿no ha sido indispensable de todos modos —después dela devastación de la guerra que ha puesto de manifiesto lafuerza del vencedor, pero no ha solucionado nada en lo queconcierne a los derechos reivindicados— volver a la búsquedadel diálogo? A decir verdad, la convicción que expreso ahorano se basa en esa fatalidad sino en una realidad: en laconsideración de la naturaleza profunda del hombre»(1983,5b).312 1983,2b.313 Cf. Ibid.,3a.

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romper los bloques y abrir dentro de losposible los caminos de la paz apoyándose en elsentido común, en las perspectivas del peligrogeneralizado y en las justas aspiraciones alas que se adhiere la gran parte de lospueblos314.

Hay que estar atentos para no caer en elengaño de “falsos diálogos”; pues el verdaderodiálogo se fundamenta en la verdad, ellafortalece pues ese medio indispensable de lapaz. La verdad no tiene miedo tampoco de losacuerdos honestos, sin sacrificar conviccionesy valores esenciales. La verdad aproxima losespíritus, manifiesta lo que une, haceretroceder las desconfianzas, prepara elterreno para nuevos progresos en eldesarrollo, en la justicia y en lafraternidad, en la convivencia pacífica detodos los hombres315.314 Cf. Ibid.,7e.315 Cf. 1980,8b. «Este espíritu de solidaridad es un espírituabierto al diálogo; que hunde sus raíces en la verdad y quetiene necesidad de la misma para desarrollarse. Es unespíritu que busca construir y no destruir, unir y nodividir. Dado que la solidaridad es una aspiración universal,ella puede adoptar muchas formas. Acuerdos regionales parapromover el bien común y alentar negociaciones bilateralespueden servir para hacer disminuir las tensiones» (1987,4f).

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El Papa Juan Pablo II convencido que sindiálogo no existirá la paz tan deseada portodos, insiste en la actitud de disponibilidadal diálogo sincero y continuo316. El justocamino para una comunidad mundial, en dondereine la paz, es el camino de la solidaridad,del diálogo y la fraternidad universal quelanza a una apertura para compartir ycolaborar con todos en un espíritu de mutuaconfianza para buscar el bien común de toda lahumanidad317.

Para poner en práctica nuestra propuestaJuan Pablo II hace una lista de virtudes parael diálogo: «Fundamentalmente supone labúsqueda de lo verdadero, bueno y justo paratodo hombre. Exige ante todo la apertura yacogida. El diálogo supone pues que cada unoacepte esta diferencia y especificidad delotro; que mida bien lo que le separa del otro;que lo asuma, aun con el riesgo de tensionesque de ahí derivan. El diálogo es búsqueda detodo aquello que ha sido y sigue siendo comúna los hombres. Finalmente, el verdadero

316 Cf. 1987,4f.317 Cf. 1986,4bcd.

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diálogo es la búsqueda del bien por mediospacíficos. Es un reconocimiento de la dignidadinalienable del hombre»318.

El diálogo internacional debe basarsesobre los derechos del hombre y sobre lajusticia entre los pueblos319; de aquí que el“diálogo entre las culturas”320 surge como unaexigencia intrínseca de la naturaleza mismadel hombre y de la cultura. El diálogosalvaguarda el carácter peculiar y larecíproca comprensión entre las culturas. Eldiálogo lleva a reconocer la riqueza de ladiversidad y dispone los ánimos a la recíprocaaceptación, en la perspectiva de una auténticacolaboración, que responde a la originariavocación a la unidad de toda la familiahumana. Como tal, el diálogo es un instrumento318 Cf. 1983,6.319 «En el espíritu de la solidaridad y mediante losinstrumentos del diálogo aprendemos a: respetar a todo serhumano; respetar los auténticos valores y las culturas de losdemás; respetar la legítima autonomía y la autodeterminaciónde los demás; mirar más allá de nosotros mismos para entendery apoyar lo bueno de los demás» (1986,5a).320 «El diálogo entre las culturas, instrumento privilegiadopara construir la civilización del amor, se apoya en lacerteza de que hay valores comunes a todas las culturas,porque están arraigados en la naturaleza de la persona»(2001,10).

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eminente para realizar la civilización delamor y de la paz321.

321 Cf. 2001,10bc.

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CAPÍTULO IV

EDUCAR PARA LOGRAR LA PAZ

A modo de conclusión en esta parte finalse abordará sobre la importancia de poner enpráctica actitudes posibles y realizables alalcance de todo ser humano. El pensamiento deSan Juan Pablo II es muy claro al insistir enla urgente necesidad de “Educar para llegar ala civilización del amor”, que es vivir enpaz322.

322 «En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1° deenero de 1979 dirigía ya este llamamiento: “Para lograr lapaz, educar a la paz”. Esto es hoy más urgente que nuncaporque los hombres, ante las tragedias que siguen afligiendoa la humanidad, están tentados de abandonarse al fatalismo,como si la paz fuera un ideal inalcanzable. La Iglesia, encambio, ha enseñado siempre y sigue enseñando una evidenciamuy sencilla: la paz es posible. Más aún, la Iglesia no secansa de repetir: la paz es necesaria. » (2004,4a).

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Las reflexiones que se harán acontinuación se basan fundamentalmente sobrelos cuatro pilares indicados por San JuanXXIII en la Encíclica Pacem in terris: laverdad, la justicia, el amor y la libertad323.Es un deber de todos los amantes de la paz:educar a las nuevas generaciones en estosideales, para preparar una civilización delamor.324 Estas reflexiones son netamenterepercusiones en el campo educativo. «El Papaha recordado el valor propio de una eficazacción de “educación”, que es, sobre todo,educación en la verdad de la persona humana,creada por Dios, que ha hecho a todos hermanosy hermanas de la única familia humana»325. Sinun sincero respeto por la dignidad y por losderechos fundamentales de cada persona nohabrá paz. «La educación a la paz requiere laenseñanza y el aprendizaje de modos noviolentos de tratar las tensiones y depromover la justicia en las relacioneshumanas»326.

323 Cf. 2003,3b.324 Cf. 2004,4b.325 FIORENTINO G., o.c., p.2.326 Ibid.

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1. Formación de la propia conciencia327

En esta tarea de alentar toda forma decolaboración leal para la promoción de la paz,se debe poner un empeño particular cuando sehace referencia a la formación de laconciencia328.

San Juan Pablo II da un papel importantea la familia y a la educación que se recibe enla escuela329, porque el modo cómo los niños y

327 1991,3a.328 Cf. 1991,7f. «Todo individuo tiene el grave deber de formarla propia conciencia a la luz de la verdad objetiva, cuyoconocimiento no es negado a nadie, ni puede ser impedido pornadie. Reivindicar para sí mismos el derecho de obrar segúnla propia conciencia, sin reconocer, al mismo tiempo, eldeber de tratar de conformarla a la verdad y a la leyinscrita en nuestros corazones por Dios mismo, quiere decir,en realidad, hacer prevalecer la propia opinión limitada, locual está muy lejos de constituir una contribución válida ala causa de la paz en el mundo» (Ibid.,3a).329 «En la importante tarea de la formación de la conciencia,la familia juega un papel prioritario. Es un grave deber delos padres ayudar a los propios hijos, desde la más tiernaedad, a buscar la verdad y a vivir en conformidad con lamisma, a buscar el bien y a fomentarlo. Además, esfundamental para la formación de la conciencia la escuela, enla que el niño y el joven entran en contacto con un mundo másvasto y, con frecuencia, diverso del ambiente familiar»(Ibid.,3bc).

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los jóvenes son formados y educados reflejannecesariamente algunos valores, que influyensobre el mundo con que ellos se inclinan acomprender a los demás y a la sociedad entera.

El corazón del hombre es el que conduceal mal y al bien: esta interioridad de lapersona, debe ser formada, iluminada por lainteligencia, pero no sólo se hace referenciaa una parte del hombre, sino al hombre total yuniversal330.

Se deben promover los valores quebenefician verdaderamente a la persona encuanto tal; para el camino de la educación esnecesario la formación de la conciencia quepermita descubrir los valores para conduciruna vida renovada por la verdad, para luegoocupar con justicia y dignidad un puesto en lasociedad.

Todos los hombres tienen derecho aaspirar y lograr lo que es bueno y verdaderopero para ello tienen que saber distinguir elfin último de los medios particulares; aquíjuega un papel importante la conciencia que,330 Cf. LC 81s; cf. 2003,9a.

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si está bien formada y es iluminada por lainteligencia, el educando sabrá elegiraquellos bienes que mejoran la vida y, la vidaen sociedad no es en modo alguno algomoralmente neutro. Las opciones socialesimplican consecuencias que pueden promover odegradar el verdadero bien de la persona en lasociedad331.

«Los cristianos sentimos, comocaracterística propia de nuestra religión, eldeber de formarnos a nosotros mismos y a losdemás para la paz. En efecto, para elcristiano proclamar la paz es anunciar aCristo que es “nuestra paz” (Ef 2,14) yanunciar su Evangelio que es “el Evangelio dela paz” (Ef 6,15), exhortando a todos a labienaventuranza de ser “constructores de lapaz” (cf. Mt 5,9)»332.

2. Apertura a la verdad con libertad333

331 Cf. 1987,6bc.332 2004,3c.333 Cf. 1988,1.

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La libertad no sólo es un elementocomplementario de la paz, sino que esfundamental para la realización plena delhombre mismo. Surge pues, la necesidad de unaformación que tienda a hacer cada vez máslibres a los hombres, en las sociedades.

Ahora bien, la libertad implica lasfacultades humanas de la inteligencia y de lavoluntad, por tanto, en lo primero que hay queinsistir es en la labor de la formación de lalibertad en su intrínseca relación con laverdad, a la que llega mediante lainteligencia: la libertad auténtica es la quese deja conducir por la verdad334, es decir, nose trata sólo de conocer la verdad, sino demanifestarla en las palabras y en las obras:decir la verdad, formando en la sinceridad,llamando por su nombre todos los actos deviolencia, pero también pasar de las palabras,a la promoción de la verdad como fuerza de lapaz, esforzándose porque la verdad hecha obrase imponga sobre la mentira335. Aquí, hay queinsistir en la necesidad de mantenerse firmes

334 Cf. CA 4a.335 Cf. 1980,3-5.

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en la verdad, pese a toda forma de presión ode coacción externa.

También es necesaria la tarea de asumirlos valores, de interiorizarlos porque sonestos los que fundamentan toda elección336. Porotro lado, está la necesidad de formar lavoluntad, es decir, ir logrando que ésta,siempre, se deje iluminar por la verdad, setrata de entrar en el esfuerzo de la reflexiónque ilumina la acción337, evitando de este motoactos ciegos, impulsos instintivos opasionales: implica pues, dominio de laspasiones338, una autodisciplina en vistas de laformación de una personalidad firme; en estesentido hay que recuperar el significadoprofundo de la palabra ascesis, comoejercicio, entrenamiento, cada vez másnecesario en la sociedad actual que se vainstalando, buscando lo más fácil, lo quemenos cuesta.

Ahora bien, por el hecho de vivir encomunidad, la libertad queda implicada en la

336 Cf. 1985,6.337 Cf. 1980,11.338 Cf. 1979,II,1d.

136

dimensión social del hombre, por eso que seinsistirá en la necesidad del respeto de lalibertad de los otros, de las condicionesnecesarias que requiere toda persona pararealizarse libremente; así, en el campoeconómico implicará supeditar los propiosbienes, al bien común; a nivel político, elrespeto de la pluralidad necesaria paraafrontar el ámbito político; en el camporeligioso, evitar toda forma de intolerancia,de fundamentalismo religioso y fanatismo; porúltimo, a nivel de relaciones con los demás,asumir las actitudes de apertura, de acogida yde aceptación del otro.

La formación de la libertad auténtica,significa un esfuerzo por crecer en laresponsabilidad: no se puede ser libre si nose es responsable339; en efecto, la libertadimplica asumir el rol propio que lecorresponde en la construcción de la sociedady responder con todas las propiaspotencialidades, poniéndolas al servicio delos demás.

339 Cf. 1981,10.

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3. La justicia nos da tranquilidad y orden340

Es necesario partir de la justiciafundamentada en el respeto de la persona, desus derechos. Por ello, para que se asuma unaactitud positiva frente a la justicia, hay queayudar a tomar conciencia de la igualdad detodos los hombres en la dignidad y, comoconsecuencia, insistir en el respeto de losderechos que a cada persona le corresponde.

Esto no hay que entenderlo comopasividad, sino que implica un rol activo,porque se debe ir logrando que no setransforme en un dato normal que no llama laatención, el atropello frecuente de ladignidad de la persona, es decir, formar a lajusticia significa despertar la sensibilidadde los hombres frente a la violencia sobre lapersona. No se trata de quedarse en simplesdenuncias de la injusticia, sino de dejarseiluminar por la verdad para emprender unaacción decidida por remediar estos males, sin

340 Cf. 1988,1.

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caer en la desesperación de la resignación, nide la violencia.

El trabajo por disminuir las causas delas injusticias, implica ir a la raíz deestas, poniendo en claro que el origen deestas está en el “corazón del hombre”, lalibertad de la persona y, sólo en sentidosecundario en las estructuras; por ello laeducación debe incidir en la formación de laconciencia.

La justicia no puede quedarse en simpleigualdad sino que exige valorar lo positivoque los demás poseen, fomentar la actitud derespeto y promoción de aquellaspotencialidades que toda persona tiene; eneste sentido se va abriendo un espacio parauna justicia que encuentra en la solidaridadsu necesaria complementación.

«"¡Si quieres la paz, sal al encuentrodel pobre!". ¡Que los ricos y los pobrespuedan reconocerse como hermanos y hermanas,compartiendo entre sí todo lo que poseen, comohijos de un único Dios que ama a todos, que

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quiere el bien de todos, que ofrece a todos eldon de la paz!»341.

Nunca terminaremos de hablar sobre qué eslo justo, pero sí estamos de acuerdo que no sepuede reducir su significado a cantidadesnuméricas. Esta virtud es accesible gracias aestar en sintonía con Dios.

«Conoce a Dios;Conoce la paz.No hay Dios;No hay paz»342.

4. Solidaridad y diálogo para vivir en paz343

La cualidad esencial de la solidaridad esla igualdad radical entre todos los sereshumanos, que conduce al reconocimiento de launidad de la familia humana, se debe insistiren el reconocimiento de la persona comofundamento de las relaciones sociales. «Elllamamiento a reconocer la unidad de lafamilia humana tiene unas repercusiones muyreales para nuestra vida y para nuestro

341 1993,5h.342 Del libro Reflexiones diarias, 15 de Mayo © Copyright 1991by Alcoholics Anonymous World Services, Inc.343 Cf. 1986,4.

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compromiso por la paz. Significa, ante todoque nosotros rechazamos los modos de pensarque llevan a las divisiones y a laexplotación»344. También significa uncompromiso en favor de una nueva solidaridad:la solidaridad de la familia humana, de estamanera, la solidaridad que se propone es uncamino hacia la paz y hacia el desarrollo345.

Se trata de adquirir un espíritu desolidaridad, que esté abierto al diálogo, quehunde sus raíces en la verdad, que tienenecesidad de la misma para desarrollarse. Esun espíritu que busca construir y no destruir,unir y no dividir. Dado que la solidaridad esuna aspiración universal, ella puede adoptarmuchas formas346. El medio necesario que sepropone es la educación en la verdad de lapersona humana347. Se trata del desarrollointegral de la persona como persona. Laeducación como medio necesario para lograr lapaz en el mundo y en cada persona, requiere de

344 1986,4f.345 Cf. SRS 39.346 Cf. 1987,4f; 1986,5a.347 Cf. FIORENTINO G.,o.c., p.2.

141

la formación de personas solidarias, capacesde construir el desarrollo total e integral.

Al formar al hombre solidario, no sepuede reducir una solidaridad cuantitativa o“progresista”; se trata de infundir el“espíritu de solidaridad”348 para un desarrollointegral de la persona fundamentados en laverdad del hombre, por eso es la relaciónsolidaridad y desarrollo, hay una conexiónreal que no está simplemente en el uso derecursos, por muy importantes que sean, sinoaquella que se da entre los valores que llevanal compromiso por el desarrollo en el sentidoauténtico349. De aquí que la solidaridad y la

348 «Una sociedad auténticamente solidaria se construye graciasal hecho de que quienes tienen bienes, para ayudar a lospobres, no se limitan a dar sólo de lo superfluo. Además, nobasta ofrecer bienes materiales, se requiere el espíritu delcompartir, de modo que se considere como un título de honorla posibilidad de dedicar los propios cuidados y atenciones alas necesidades de los hermanos en dificultad. Hoy seadvierte, tanto en los cristianos, como en los seguidores deotras religiones y en muchos hombres y mujeres de buenavoluntad, la atracción por un estilo de vida sencillo comocondición para que pueda hacerse realidad la participaciónequitativa en los frutos de la creación de Dios. Quien viveen la miseria no puede esperar más; tiene necesidad ahora y,por tanto, tiene derecho a recibir inmediatamente lonecesario» (1998,8d).349 Cf. 1985,8b.

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cooperación a escala mundial deben serconsideradas como imperativos éticos quellaman a la conciencia de los individuos y ala responsabilidad de las naciones,proclamando el valor universal de la paz350.

Se trata de preparar una generación capazde construir un orden social más humano paratodos; sobre todo superar un género deindiferencia generalizada, de ircontracorriente y educar en el valor de lasolidaridad, contra la praxis de lacompetencia exacerbada y del provechoindividual.

Recordemos que la gran familia humanaestá conformada por las familias de todo elmundo. El domingo 27 de abril del 2014, en laPlaza San Pedro, el Papa Francisco asevera queSan Juan Pablo II es el “Papa de la Familia”.El santo nunca dudó en exclamar: «Lainstitución más inmediata a la naturaleza delser humano es la familia. Solamente ellaasegura la continuidad y el futuro de lasociedad. Por tanto, la familia está llamada a

350 Cf. 1986,1e.

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ser protagonista activa de la paz gracias alos valores que encierra y transmite haciadentro, y mediante la participación de cadauno de sus miembros en la vida de lasociedad»351.

Misión irrenunciable de la familia, quelo podrá conseguir mediante el adecuadocumplimiento de la tarea educativa, que obligaa los padres a formar a los hijos en elrespeto de la dignidad de cada persona y enlos valores de la paz352. «Los pequeñosaprenden muy pronto a conocer la vida.Observan e imitan el modo de actuar de losadultos. Aprenden rápidamente el amor y elrespeto por los demás, pero asimilan tambiéncon prontitud los venenos de la violencia ydel odio. La experiencia que han tenido en la

351 1994,5a.352 Cf. 1994,2b. «Tales valores, más que "enseñados", han deser testimoniados en un ambiente familiar en el que se vivaaquel amor oblativo que es capaz de acoger al otro en sudiversidad, sintiendo como propias las necesidades yexigencias, y haciéndolo partícipe de los propios bienes. Lasvirtudes domésticas, basadas en el respeto profundo de lavida y de la dignidad del ser humano, y concretadas en lacomprensión, la paciencia, el mutuo estímulo y el perdónrecíproco, dan a la comunidad familiar la posibilidad devivir la primera y fundamental experiencia de paz» (Ibid.).

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familia condicionará fuertemente las actitudesque asumirán de adultos. Por tanto, si lafamilia es el primer lugar donde se abren almundo, la familia debe ser para ellos laprimera escuela de paz»353. A respecto, espertinente mencionar que Juan Pablo II valoraa la mujer por su decisiva actuación en laeducación de los hijos354.

353 1996,8a. «Los padres tienen una posibilidad extraordinariade dar a conocer a sus hijos este valor: el testimonio de suamor recíproco. Al amarse, permiten al hijo, desde elcomienzo de su existencia, crecer en un ambiente de paz,impregnado de aquellos elementos positivos que constituyen depor sí el verdadero patrimonio familiar: estima y acogidarecíprocas, escucha, participación, gratuidad, perdón.Gracias a la reciprocidad que promueven, estos valoresrepresentan una auténtica educación para la paz y hacen alniño, desde su más tierna edad, constructor activo de ella»(Ibid.,8b).354 «En la educación de los hijos la madre juega un papel deprimerísimo rango. Por la especial relación que la une alniño sobre todo en los primeros años de vida, ella le ofreceaquel sentimiento de seguridad y confianza sin el cual lesería difícil desarrollar correctamente su propia identidadpersonal y, posteriormente, establecer relaciones positivas yfecundas con los demás. Esta relación originaria entre madree hijo tiene además un valor educativo muy particular a nivelreligioso, ya que permite orientar hacia Dios la mente y elcorazón del niño mucho antes de que reciba una educaciónreligiosa formal» (1995,6a).

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5. Ofrece el perdón, recibe la paz355

Imposible dejar de lado el perdón, puesno habrá nunca un proceso de paz si no maduraen los hombres una actitud de reconciliación.Sin este perdón las heridas continuaránsangrando, alimentando en las generacionesfuturas un hastío sin fin, que es fuente devenganza. El perdón ofrecido y aceptado espremisa indispensable para caminar hacia unapaz auténtica y estable. La lógica humana, queobedece a la dinámica de la contestación y larevancha, no acepta el perdón. El perdón seinspira en la lógica del amor de Dios. ¿SiDios perdona, quién soy yo para no perdonar?356

El perdón, en su forma más alta yverdadera, es un acto de amor gratuito.Ciertamente, no surge del hombre de maneraespontánea y natural. Perdonar sinceramente enocasiones puede resultar incluso heroico. Eldolor a causa de un abuso de cualquier índole,pisoteando la dignidad de la persona humana,puede llevar a la cerrazón total hacia elotro. Frente al despojo de los bienes y al355 1997,1d.356 Cf. 1997,1cd.

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ultraje violento de manera abusiva sin ningunarazón, viene la tentación del odio y lavenganza. Sólo el calor de las relacioneshumanas caracterizadas por el respeto,comprensión y acogida, pueden ayudarles asuperar tales sentimientos. La experiencialiberadora del perdón, aunque llena dedificultades, puede ser vivida también por uncorazón herido, gracias al poder curativo delamor, que tiene su primer origen en Diosamoroso y misericordioso357.

«La paz duradera no es sólo una cuestión deestructuras y procedimientos. Se apoya ante todo en laadopción de un estilo de convivencia humana inspirada en laacogida recíproca y capaz de un perdón cordial. Todostenemos necesidad de ser perdonados por nuestros hermanosy, por tanto, todos debemos estar dispuestos a perdonar.Pedir y ofrecer perdón es una vía profundamente digna delhombre y, a veces, la única para salir de situaciones marcadaspor odios antiguos y violentos»358.

357 Cf. 1997,4f.358 1997,4e.

147

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FUENTES BIBLIOGRÁFICAS*

1979: Para lograr la paz, educar a la paz1980: La verdad, fuerza de la paz1981: Para servir a la paz, respeta la libertad1982: La paz, don de Dios confiado a los hombres1983: El diálogo por la paz, una urgencia para nuestrotiempo1984: La paz nace de un corazón nuevo1985: La paz y los jóvenes caminan juntos1986: La paz es un valor sin fronteras. Norte-Sur,Este-Oeste: una sola paz1987: Desarrollo y solidaridad: dos claves para la paz1988: La libertad religiosa, una condición para lapacífica convivencia1989: Para construir la paz, respeta las minorías1990: Paz con Dios creador, paz con todas las criaturas1991: Si quieres la paz, respeta la conciencia de cadapersona1992: Creyentes unidos en la construcción de la paz1993: Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre

149

1994: De la familia nace la paz de la familia humana1995: La mujer: educadora para la paz1996: Demos a los niños un futuro de paz1997: Ofrece el perdón, recibe la paz1998: De la justicia de cada uno nace la paz para todos1999: El secreto de la verdadera paz reside en el respeto delos derechos humanos2000: Paz en la tierra a los hombres que Dios ama2001: Diálogo entre culturas para una civilización delamor y la paz2002: No hay paz sin justicia, no hay justicia sinperdón2003: «Pacem in terris»: una tarea permanente2004: Un compromiso siempre actual: Educar a la paz2005: No te dejes vencer por el mal antes bien, venceal mal con el bien

* En las notas a pie de página, se ha visto por convenienteponer solamente el año que corresponde a la FuenteBibliográfica, que está tomada de los Mensajes de su santidadJuan Pablo II para la celebración de la Jornada Mundial de laPaz, 1° de enero de cada año, durante su pontificado: 1979 -2005.

SIGLAS

CA Juan Pablo II, Carta Encíclica «CentesimusAnnus», 1 de Mayo de 1991.

CG Tomás de Aquino, «Suma contra los Gentiles».De Civ. Dei San Agustín, «La ciudad de Dios».

150

DH Declaración del Concilio Vaticano II, DIGNITATISHUMANAE.

DOV Juan Pablo II, Carta Encíclica «Dominum etVivificantem», 18 de Mayo de 1987.

DS CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA,Orientaciones para el estudio y enseñanza de laDoctrina Social de la Iglesia en la formación delos sacerdotes, 30 de Diciembre de 1988.

GS Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II,GAUDIUM ET SPES.

LC CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,Instrucción «Libertatis Conscientia», 22 deMarzo de 1986.

LE Juan Pablo II, Carta Encíclica «LaboremExercens», 14 de Setiembre de 1981.

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