¿aronde me meto yo? - core
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¿ARONDE ME METO YO?
EL NIÑO DE PIES ESCLAVOS,
UNA NOVELA A RITMOS CARIBE
JÁIBER DE JESÚS LADINO GUAPACHA
MAESTRÍA EN LITERATURA
PEREIRA
2016
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Aronde me meto yo
Mauricio Toche 06
En Monte Guerrero 18
Ante una columna de catleyas 31
Un arrullo para san Antonio 46
Reflexión teórica 62
De santa Teresa de Jesús o la pregunta por Dios 63
De la invitación a la danza 68
Aspectos afectivos e intelectuales 72
Aspectos técnicos narrativos 88
Aspectos logísticos 92
Bibliografía 95
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A Omar Ramírez Gómez,
Director del grupo de danzas Karambá.
William Becerra Gañán,
Investigador y pedagogo de los bailes tradicionales.
Rafael y Edilma, Mis padres.
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MAURICIO TOCHE
…Parece que trae tambores,
con rumor de tempestad.
Antonio María Peñaloza, La perla
La toalla cae al piso y Mauricio salta a la cama de nuevo, se sienta, cruza las piernas, pone
sus manos sobre las rodillas y respira profundo. Envía a su cuerpo un mensaje de serenidad,
será un día agotador, lo sabe. Se masajea los pies preparándolos para todo lo que tendrán que
entregar. Se levanta y se pone sus bóxer Andago, los blancos con el estampado, en líneas
doradas, de tres chicos frente al mar ofreciendo un sacrificio a Poseidón. Estrena camisilla de
fondo para no sudar la camisa con que se irá ni la que le den para bailar en la prueba.
Comienza a vestirse de cumbia, amarra su pañuelo rabo’e gallo, se acomoda el sombrero
vueltiao y frente al espejo duda la pertinencia de ir vestido de tradición Caribe: en la citación
exigen ropa para danzar, sin más. Decide cambiarse e irse de sudadera negra y camiseta azul
rey. Dobla el sombrero y lo guarda en la mochila. Desanuda el pañuelo, desabotona la camisa.
Se asoma a la ventana y escoge una chaqueta ante las nubes grises. Revisa en una carpeta la
hoja de vida, las indicaciones del bloque y el salón en que tendrá los exámenes.
Descalzo, avanza unos cuantos pasos moviendo la cadera adelante-atrás y haciendo círculos
con las manos en un remolino cuyo eje es el ombligo, paso de bullerengue blando1, menudo,
deslizado, pies muy juntos y la planta totalmente sobre el suelo, flexionando ligeramente las
rodillas para facilitar los círculos de la pelvis. Imita lo que le veía hacer a su maestro Juanté,
en los amaneceres ociosos de sábados y domingos, cuando se dedicaban a curiosear su país, a
través de Señal Radio Colombia, la televisión de las regiones o vídeos de la web. Enrolla
pantalón, camisa y pañuelo, y a la mochila van a dar con la cartuchera en que lleva cédula,
lápiz, borrador y sacapunta. Aunque le gusta andar con lo necesario, no puede evitar
guardarse el Guacamayo, un pequeño libro artesanal que le heredó Juanté y que contiene una
muestra de las preocupaciones que quería escribir. Sale de la habitación, toma el chocolate
con buñuelos que le preparó su tía Melva. Ella lo consiente para animarlo, le entrega una
manzana y un pan leche de refrigerio. Le toma la mano y le empuña un billetico para que
compre el almuerzo. Él insiste en rechazarle el regalo mas la tía lo mira con un cariño que no
1. Conocido también como Deliano en recuerdo de Delia Zapata Olivella, diferente de los bullerengues bravos:
chalupa, senta’o y fandango.
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acepta negativas. Mauricio recibe la llamada de sus padres, la Virgen va y viene en la
despedida familiar. La madre le dice que ya le prometió a San Antonio de Padua, tan
inteligente él, tan sabio, en nombre suyo, que si pasa esta prueba, el día de su fiesta le
bailará en la iglesia su “arrullo”.
Camino del salón H108, reconoce bailarines, instructores. Saluda al maestro Orago, verlo es
de una satisfacción embriagante. ¡Tanto que lo estima! Gracias a él tuvo otra perspectiva de
la vida, otra forma de aprovechar su infancia2. Orago le hizo ver el folclor como algo vivo,
algo que se recrea, no una presentación plana. Su maestro no puede ocultar en sus ojos
azules, la satisfacción de ver tantos aprendices suyos, éste domingo ahí en la universidad,
porque han hecho de las danzas un proyecto de vida. La competencia será reñida, que les
vaya a todos muy bien y que pasen los mejores. Con la presión de saberse próximo a un
examen, Mauricio esquiva los grupos de conocidos que van formándose.
Hace el recuento de los dos maestros que ha tenido como bailarín folclórico. Orago en Villa
del Cerro hasta que cumplió los doce. Luego tuvo que irse con su familia a Tapasco, donde
conoció a Juanté y trabajó con él durante tres años, al cabo de los cuales, tuvo que regresar a
la Villa y reintegrarse a Karambá, al lado de Orago.
Cuando Mauro se fue de Tapasco, también lo hizo Juanté, quien se fue a San Antonio de
Paredes. Juanté se convirtió en su mentor y Orago en su entrenador. En la distancia, uno
educaba su espíritu; en la cercanía, el otro, su cuerpo. Cuando el mentor murió, Mauricio, en
homenaje de su amigo, aceptó, pese a su juventud y poca experiencia, ponerse al frente del
grupo de danzas de Tapasco, a donde nuevamente se habían ido a vivir sus padres. Lleva dos
años en este encargo, pero ahora quiere un reto más grande. Por eso ha venido a la prueba.
Entra a uno de los baños del bloque H, saca de la mochila el rabo’e gallo, su amuleto, y se
lo anuda preparado para el combate. Antes de separarse en Tapasco, Mauricio, después de
escucharle a Juanté sus consejos y prometerle que siempre sería el mejor, le pidió la mitad
de su espíritu. Entonces, Juanté le anudó su pañuelo.
2. Tenía 10 años. Carolina, su madre, había recibido el encargo de confeccionar las blusas para el pasillo con el que el
grupo Karambá iría a concursar en Mistrató. Mauricio la acompañó a la Casa de la Cultura en Villa del Cerro, para
que las jóvenes se las midieran y hacer los ajustes del caso. Las vio ensayar y se entusiasmó por la magia, la
disciplina, la elegancia. La coreografía estilizaba y proyectaba lo que debió haber sido la vida campesina de sus
abuelos décadas atrás. El Maestro Orago lo invito a que lo intentara con el grupo de los niños. A la segunda noche
regresó y se inscribió en el grupo a partir de ese momento.
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“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Después de diligenciar un cuestionario de 30 preguntas en 90 minutos, sobre las seis regiones
culturales del país3; de abrir un armario para seleccionar, en 10 minutos, entre un montón de
trapos y vestidos, lo necesario para un pasillo, un bambuco y un torbellino; reconocer el
sonido de distintos ritmos durante otros 20 minutos, ahora tengo 15 para tomarme un respiro y
preparar un discurso, de tres, en los que debo explicar lo que me dice la manida frase del
investigador Elías Simón:
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Después del almuerzo, tendré las pruebas más chéveres, las que lo evalúan a uno como
bailarín, como coreógrafo. El ritmo que nos enseñen antes, lo debemos montar con un grupo
de estudiantes. ¿Pero qué hago pensando en lo que viene en la tarde? Debo concentrarme.
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Es curioso que entre los filtros del Ministerio haya un componente de oratoria. Seguro porque
los muchachos están exigiendo continuamente que les demos ánimos, que los hagamos sentir
importantes, protagonistas. Se trata de posicionar el folclor como sangre que palpita, bien
cultural, componente de la industria turística, identidad de los pueblos, uso adecuado del
tiempo libre, en fin, para tanto que es la danza, pues debe argumentarse con fuerza y
vehemencia, no con timidez. El director de cualquier grupo, ya sea deportivo, de teatro o de
bailarines, tiene que aprender a hacerse comprender, a entregar energía y recibir vitalidad.
¿Son lo mismo? ¡Ay, Dios! Las palabras… De la empatía que uno con ellas, pueda suscitar en
otros, depende el triunfo o el fracaso sobre la cancha, el escenario.
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Esa frase me hace pensar en un almanaque. Una foto, como las que Jáiber le hizo a Teodora
con Mauro, mi tocayo, en traje de Joropo. Teodora, esa voluntaria que nos llegó del Este de
Europa, tan linda, tan gitana. En traje de sanjuanito. Tocayo abrió tanto las piernas cuando se
sentó, que se le vio el bóxer roto. Cualquiera de las fotos de ese día y la sentencia:
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
La frase es un lugar común, de esas que funcionan siempre, de esas que se sacan del cajón en
momentos de apuro, cuando a los muchachos les falta motivación y uno tiene que valerse de
algún palabreo para convocarlos a ensayar de nuevo. Se dice, se explica, se adorna, se voltea,
se gira; uno habla como loco, el público atiende a la primera parte, luego se entretiene y uno
termina pensando en voz alta, lleno de incoherencias. De esos enunciados, que de tanto
3. Norte (Atlántica o Caribe), Oriental (Los llanos que hermanan Venezuela), Andina (Las tres ramas de la Cordillera
Suramericana), Occidental (Pacífica), Sur (Incluido el Amazonas) y San Andrés y Providencia.
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repetirse, aquí y allá, por el maestro, por el discípulo, por el espectador atento, al final ya no
dice nada nuevo. Incluso, desnaturaliza la realidad del contexto para el que fue creada.
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Mi maestro Juanté me la dijo en la última Navidad que pasamos en Tapasco. Estábamos en la
sacristía cambiándonos para bailar un arrullo al Niño Dios… Señora Santa Ana por qué llora el
Niño, por una manzana que se le ha perdido… Estaba sonriente, pleno, tomó mi rostro en sus
manos, me miró a los ojos, pensé: ¡Edda!, a éste se le moja la canoa… Ay, donde le dé por
pasarse… me besa y le chanto una patada en la entrepierna… Pero no, Juanté sí podría estar
muy entonado, pero no… no, él quería decirme algo eterno, algo para que yo conservara
siempre:
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Y pues, su eslogan de calendario se me quedó desde ese momento porque cuando lo pronunció
no tenía sus ojos fijos en mí, en Mauricio, su aprendiz de danzas, sino en ese tesoro para el
que me invitaba a montarme en su piragua, y partir con él, romper el río y recuperar el
anhelado baúl.
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
Ahora tengo 21 años y no he empezado universidad. Eso me preocupa, mis padres y mi familia
me quieren profesional. Ellos dicen que si la danza es lo mío, pues que no hay problema, que
ellos me apoyan, me pagan la carrera, pero eso sí, bailarín con título, con diploma
universitario. Formación autodidacta, muy bueno, pero mientras que no tenga un certificado
que la avale, no podré soñar en grande. Yo espero presentarme para la certificación de
competencias que viene haciendo el SENA. Muy chévere ir a la Academia por las puertas que
se abre uno, por la técnica, por la investigación, por estar al lado de los maestros. Juanté me
dijo, en el hospital, que después de graduarme me viniera con él a trabajar en la investigación
que adelantaba en San Antonio de Paredes, que de ahí mirábamos cómo subía a estudiar a
Armenia. Pero mientras yo recibía mi cartón de bachiller, él entregaba su alma, me dicen,
mirando a través de las ventanas el alumbrado del 7 de diciembre.
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”
La oportunidad parece clara con lo de las Tutorías. Ninguno de los que participa en estas
pruebas tiene formación profesional. Algunos tienen competencias certificadas pero no título
profesional. Somos empíricos, la mayoría estuvimos en un grupo, nos adelantamos y aquí nos
quedamos haciendo lo que la curiosidad mejor le permite hacer a cada quien. De acuerdo a
los puntajes que hagamos durante el año que nos den de contrato, tendremos becas: medias,
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completas, transportes, alimentación o vivienda para estudiar en Tunja. Yo quiero ir al colegio
de Guerrero, en San Antonio de Paredes, donde mi maestro Juanté desarrollaba sus últimas
investigaciones. Tengo una obligación con su memoria. Hay que recopilar su biografía, antes
de que muchos estudiantes se gradúen, trasladen a los docentes que lo conocieron y pues…
“Cada coreografía es el mapa de un tesoro”.
Me dicen que tengo la experiencia, que en este caso es lo que más importa. Bueno, también
traigo un poquito de talento y mucha fe. Se llegó la hora.
La socorrida frase del ilustre maestro Montichelo, me ha hecho pensar, a estas
alturas de la prueba, después de contestar tanto sobre el folclor colombiano…
¿Cuál tesoro? La identidad, el pasado, la tradición, responden los que están
acostumbrados a los lugares comunes, los que halagan a los políticos de turno para
obtener de ellos una gira a otros departamentos, telas para vestuario.
Los más comprometidos, los que investigan, los que están por encima de los
patrocinadores, responden: el amor, la amistad, la alegría, la trascendencia, eso
depende del ritmo que se esté bailando.
Para los primeros, una coreografía de sanjuanito, por ejemplo, sería la ocasión de
rescatar el patrimonio folclórico de la nación andina que también somos, pues por
ser un aire propio de la frontera, enclavado en Nariño, Cauca y Putumayo, nos
recuerda la nación Inca que somos con Ecuador, Perú y Bolivia.
Los segundos pensarían inmediatamente en la expresión de los rostros, una alegría
serena, un tierno abrazo de grupo. Algo inocente que incluye al público. Le
aclaran, no es netamente de nuestro patrimonio, pero el ondear del arco iris
andino es nuestra aspiración.
Sí, las danzas folclóricas son, para algunos, fósiles que hay que llevar, en urnas de
delicado cristal, al museo, vestidos de cóctel. Otros las consideran piezas vivas y
se preocupan de ejecutarlas con el sudor y la borrachera del pueblo al que
pertenecen, para que se reconozca en ellas, identifique los momentos de la vida
para los que fueron creadas: el bautizo, la procesión, el coqueteo, la burla, la
resistencia.
Hallar ese tesoro, el que esconden las coreografías, nos demanda tener mucho de
ambos, viéndolo bien. Para conmover a los patrocinadores, tenemos que entrar en
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explicaciones rimbombantes. Para los bailarines tenemos que ser sacerdotes que, a
través de un rito de iniciación, revelamos la realidad figurada en la danza.
¿Cuál tesoro? ¿La técnica? ¿El bailarín? Las danzas folclóricas como una excusa para
aprovechar el talento de los integrantes de las escuelas de formación. Razón válida
también, pues sin ese fundamento que viene del ballet, la danza folclórica
perdería exigencia, reto, competitividad. Pero, estamos cayendo en la disputa
antigua del valor folclórico frente al de la proyección.
De ahí que, mirándolo bien con menos prejuicio, el tesoro de las danzas folclóricas
es el equipo que conforman. Porque en un grupo se necesita de los tres: los que
leen el mapa, los que lo hacen coincidir con el paisaje y los que abren el camino.
Es más, los tres deben estar en cada uno y cada quien debe estar, a la vez, listo
para asumir el paso que le toque.
Cuando al mártir cristiano Lorenzo, le dijeron que trajera los tesoros de su Iglesia,
él llevó a los pobres y los enfermos. Cuando a un profesor de danzas le piden que
muestre los tesoros de su trabajo, lo que él va a presentar es a los seres humanos,
a los bailarines, a quienes devolvió la identidad, la dignidad, porque de ellos tomó
los gestos cotidianos del amor, la vida, la muerte, el sexo, el vestido o la vivienda
y los estilizó en unos movimientos, en unas telas, al compás de unas músicas.
Sencillamente, entonces, ese tesoro del que habló Elías Simón, está en celebrar
con el cuerpo, algo que la mente ha elaborado. Comprendemos nuestro pasado, lo
memorizamos antes de la puesta en escena, y cuando empieza la música, nuestros
movimientos lo hacen tiempo presente. Y no existe más. Pues, ya bien lo dijo –y
con esto termino- Bertrand Russell cuando recibió el Premio Nobel de Literatura,
la necesidad principal para hacer al mundo feliz es la inteligencia. Nunca he
sabido de una guerra que proceda de un salón de baile.
Muchas gracias.
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Nuestra Teresa, I4
Sólo Dios basta. Así dice la inscripción a la entrada de la Clausura de las carmelitas. Es el
último verso del corto poema de Santa Teresa de Jesús que empieza: Nada te turbe, nada te
espante. Tendría yo unos 14 años cuando mi hermana entró en la Orden del Carmelo Descalzo.
Ese lema sería la única norma de su vida en adelante. Después de mi primera visita al
Monasterio en el que ella había ingresado, copié la frase en todos mis cuadernos del colegio.
Me dije que si ella iba a someterse a esas tres palabras, yo también lo haría tatuándomela en
las muñecas.
Después de la profesión solemne de mi hermana, bajo el nombre de Isaura de San Pedro
Claver, comencé a llenarme de lecturas sobre sus santas y doctoras a la par de mis estudios
sobre folclor, historia de Colombia, literatura y música. Santa Teresa llenó un vacío y puso un
extraño fuego en mi interior que nada tenía que ver con la pasión por las danzas, mi vocación.
No me movió a la piedad, como lo esperaba la Madre Superiora de la Trinidad, quien quería
verme de novicio en el convento de Villa de Leiva. Mi hermana me pidió que nunca
abandonara las lecturas que ella me mandaba. Que así como Edith Stein leyendo a la Avilesa,
había abandonado la academia filosófica para dedicarse a la sabiduría de lo eterno, así mismo
me pasaría a mí. Coleccioné con cariño las estampitas de todas esas monjas que motivaban a
mi hermana en su búsqueda de perfección espiritual. Cuando llegaba a la de la santa judía,
Edith, reparaba en la iconografía de la estrella de seis puntas, el candelabro de siete brazos,
la cruz y los libros, esperando un motivo para cambiar mi conducta. Pero, no, no consiguieron
en mí otro carmelita, ni siquiera uno seglar. El cariño por la Orden se limitaba a un respeto
por la institución en la que mi hermana crecía, muy a mi pesar, a mi extrañeza, considerando
que nunca dejé de ser un hedonista. Quizá por eso, porque para la hermana Isa la vida en el
desierto carmelita era placentera, yo no la censuré. Respetaba su sosiego tranquilo mientras
yo experimentaba el éxtasis de entregar el cuerpo a unos tambores africanos para un
bullerengue.
Santa Teresa era como un bálsamo. Una sustancia extraña que apaciguaba el dolor de las
heridas. No las quitaba, no las borraba, no curaba el dolor. Inspiraba, otorgaba una caricia
tierna. Como escuchar algunas sinfonías. Nada tienen que ver con nosotros, a veces ni
sabemos el nombre del compositor, de la obra, ni el mensaje que nos quieren compartir. Así
4. Bajo este título se reúnen fragmentos de carácter autobiográfico que Juanté escribía sobre su espiritualidad, a raíz
de la muerte de Isaura, su hermana, incluidos en el cuaderno Guacamayo.
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me pasaba con esos textos. Me ayudaban a concentrar en mi oficio, no me distraían, le
hablaban a mi sensibilidad, no le decían lo que tenía que sentir. No apalabraban la
experiencia, lo que la hacía más vehemente.
Mi hermana me encargó que le escribiera una obra de teatro. Quería una puesta en escena
que continuara la alegoría que en el capítulo V del Castillo interior, había propuesto Santa
Teresa de Jesús recurriendo a las abejas, a los gusanos de seda, para hablar de la
transformación interior5. Pensé en un montaje a partir de la música de la Sinfonía del Nuevo
Mundo. Sí, el alma como una abeja que navega sobre las olas en que los violines de Dvorák nos
mecen, desafían las tormentas, nos llevan a planicies que no habíamos imaginado. Si el
Carmelo es una aspiración del Creador, ¡cómo no acompañarlo de las músicas de la Sinfonía!
Nos arrebata el alma para conducirla en una aventura por caminos escarpados, ofreciéndonos
tras la cortina de nieve, la promesa de verdes pastos, antes de llegar al puerto en que nos
espera el galeón que nos devolverá a nuestra nación con tesoros, experiencias y visiones
acumuladas por las que ya nunca jamás mendigaremos.
Le conté mi proyecto al maestro Elías Simón una vez que nos encontramos en la Biblioteca
del Banco de la República y vio sobre mi mesa textos sobre Dvorák. Compartió mi entusiasmo
y me prometió su ayuda. Ya nos habíamos visto varias veces en el Monasterio de la Trinidad,
pues él era benefactor de la Orden ya que en su juventud había ingresado a la Orden, pero
tuvo que retirarse por motivos de salud. Tenía el fino detalle de llevarles de regalo a las
monjas, los concertistas que venían por razones académicas a la universidad. Asesoraba a la
hermana directora del coro, arreglaba y grababa sus canciones.
El proyecto del Místico Jardín se vio truncado por la muerte de mi hermana Isaura.
Heredamos diabetes y ella se me adelantó. Entré en un letargo creativo. La depresión anímica
despertó pronto el germen de la enfermedad en mí también. Busqué consuelo en el maestro
Simón, quien me acompañó en los funerales de mi hermana.
Entonces me compartió la visión del Niño que protagoniza la Plegaria de Paredes.
5. “¿Quién lo pudiera creer ni con qué razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es un gusano y una
abeja sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho y con tanta industria y el pobre gusanillo pierda la vida en
la demanda?” Santa Teresa de Jesús, Moradas V del Castillo Interior.
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- Buenas tardes, bienvenidos y bienvenidas a esta segunda jornada de la prueba de las
Tutorías Dancísticas. Tenemos una invitada muy especial y para ella pido un cálido
recibimiento. Nuestra Reina del Carnaval de Barranquilla, Daniela Cepeda.
- Buenas tardes, instructores, instructoras, ¿cómo han estado? Esta mañana los vi muy
juiciosos contestando las preguntas, preparando los vestuarios, dando los discursos. Sobre
ellos estuvimos hablando durante el almuerzo y me contó Ana Ligia Tapasco, la directora
regional del proyecto, quien está juiciosa preparando la casa-museo del maestro Elías Simón
Montichelo, que la frase hace parte de un texto que jamás se escribió. O bueno, empezó pero
no terminó. El maestro, muy juicioso, en su carpeta de ensayos, marcó una hoja como Pies
Esclavos y dejo escrita la primera oración: “Cada coreografía es el mapa de un tesoro”.
Durante muchos años permaneció así. Llegó el desastre que nos lo arrebató y nos quedamos
sin saber qué era lo que pensaba enseñarnos. Por eso, hoy hicimos la pregunta en simultánea
para las tres ciudades en que se está realizando esta prueba piloto. Ustedes son el tesoro,
ustedes el mapa. Los abrazo con un saludo grande de todos los colombianos que hacen nación
en la Puerta de Oro.
- Gracias Reina, por explicarle a nuestros participantes, el contexto de esa frase del
maestro Montichelo, que como pueden darse cuenta, prácticamente no tiene contexto. En
esta jornada, la reina del joropo, Yeymy Lizeth Silvestre está en Valledupar, la del bambuco,
Eugenia Pinedo, está en Florencia, todas tres incentivando esta estrategia del Ministerio de
Cultura, con el apoyo del de Educación, que quiere recoger a los jóvenes bailarines que vienen
dando sus pinitos como instructores ya, para darles un empujoncito y llevarlos a la
formalización de lo que vienen haciendo con tanto entusiasmo. Serán 36 plazas rurales,
alrededor de 3 ciudades intermedias. Aquí en Pereira, tenemos a Daniela, quien nos va a
contar por qué está vestida de…
- Ajá… Hoy he venido con un traje emblemático de nuestro Carnaval, que es de… Muy bien,
de Negrita Puloy. Es que ahora en la tarde, nuestra prueba, que es la parte práctica, va a
tener dos momentos. En el primero me voy a ir con los hombres para enseñarles a bailar como
Negritas Puloy. Luego cada uno de ellos va a recibir a cinco mujeres de distintas edades, para
que monten con ellas una coreografía con lo aprendido.
- Reina, tú te vas con los hombres, ¿y las mujeres?
- Para las señoritas tenemos a Juan Carlos Colina, ven acá Príncipe, cuéntales lo que tú
piensas hacer con ellas
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- Hola Reina, hola participantes. Las chicas se van conmigo a jugar con betún y a bailar son
de negros.
- ¡Carnaval! ¡Éxitos!
Disponiéndose entonces para la aventura que Negritas Puloy significa esta tarde, Mauricio
se cuelga su mochila y sale del salón. Unas manos que lo sujetan por la cintura, lo bajan de la
nube en la que ya se montaba.
- ¡Poeta6!
Mauricio, se devuelve para reconocer al confianzudo. Se trata de alguien muy conocido.
- ¡Tonces qué, Tocayo! ¿Cómo estás?
- Dichoso, estoy esperando bebé.
- Felicitaciones, papá. Y ya sabes si es niña o niño…
- Viene otra niña.
- ¿Nombre?
- Ahí estamos pensando… Oye, quedemos en algo. Vamos a cenar al Salamina, cuando
terminemos esta prueba. La profesora Rosa ha regresado y está estrenando un plato en la
carta: “La gallina enjalmada de don Tomás y doña Sofía”.
- Con el estrés de este día, una buena cena…
- Yo invito.
- No, ese no es el problema. Lo que pasa es que creo que no tengo la ropa adecuada y
menos después de lo que vamos a sudar ahora. Y devolverme hasta Cuba para volver a subir…
- ¿Tú crees que la profesora Macías va a reñirnos, a nosotros, por eso? Sin embargo, si
quieres yo te presto lo que quieras de mi clóset. Me hospedo a dos cuadras de aquí. ¿Te
parece?
- Vamos, no me dejas opción para negarme.
Daniela, después de recibirlos a la entrada del salón, inicia su taller.
6. Este era el apodo con el que se conocía a Mauro en su época de colegio.
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Negritas Puloy, representa un caso bien curioso en las escuelas de danzas folclóricas.
Muchos instructores han querido darle el status de baile tradicional y se mandan unos
espectáculos hermosos, en los que pesa más el interés de proyectar, que de rescatar lo
popular. Entre el público femenino gozan de mucha aceptación. Abuelas y niñas se quieren ver
preciosas, coquetas, con la trusa negra de manga larga, sobre la que irá la faldita en tela roja
de bolas blancas. Peluca afro, amarrada con un lazo de la misma tela del vestido. Sombrilla,
tacones. Muñecas que a los espectadores les roban el corazón, cuando van con su pasito del
paraguas, repartiendo besos de caramelo y mostrando la tanguita. Herencia que las hoy
abuelas Lourdes de la Hoz, Lía Visbal, Mercedes Núñez entre otras, transmiten a sus nietas con
orgullo, pues se saben heroínas, testimonio alegre de esa dimensión del espíritu humano que
es la lúdica, sin la cual la vida misma sería pobre y vulgar, enferma e innecesaria. La semilla
libertaria de los ritmos negros presente en el fandango, el porro, el merecumbé, alentó esta
insubordinación doméstica, en los revolucionarios 70 –mientras afuera el rock y la música disco
preparaban el siglo XXI-, bajo la publicidad de una harina y el nombre de un jabón
venezolanos, pues en el país vecino los caribes colombianos encontraron, durante décadas, el
edén para su progreso económico. El triunfo lo representan sus caras ahora descubiertas,
cuando en un principio estuvieron escondidas en fundas negras que las tapaban el rostro,
caretas recortadas y cosidas para despiste de la censura. Y el estandarte de estas reinas y
princesas, una vez liberadas del delantal casero, son sus labios coquetos, que reparten besos
en todas direcciones para querer y mimar, en un segundo, al espectador. La historia de las
Negritas es reciente. Nacen como disfraz para vivir el Carnaval de Barranquilla de 1964 hasta
1970, cuando la seño Yennys Orellano tiene que irse para Cúcuta. Entonces permanecen cerca
de 13 años, marginadas en la memoria, hasta que Mamá Natividad López de Altamar, y su
cuñada, la seño Isabel Muñoz, les organizan mejor su disfraz, con tal éxito, que pasarán
entonces a ser parte de las comparsas del Carnaval desde entonces. Y aunque hay muchos
puristas que se resisten a incluirlas en el repertorio folclórico, lo cierto es que, hoy nos la
vamos a pasar muy bien, sacando la cola para mostrar las tanguitas, jugando a las muñecas
con la sombrilla y soñando con la seño Isabel, con esa insolencia que nos hereda. Reciban,
muchachos de este grupo, besos pintados de rojo y sabor a negra, de parte de esta muchacha,
encargada de enseñar ese tesoro pulido por la seño Isabel y las mujeres del barrio
Montecristo, allá en nuestra curramba hermosa, Barranquiiiiiilla.
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Cartuchos7
Se escucha la tímida alarma; el alma se libera del panal de tiempo. Vuela la trascendencia
del ser hecha abeja8. Él la sigue con los ojos y en los ojos de ella, ve un castillo de torres
verdes, cuya cima es un embudo de blanco luminoso, con un pararrayos de diminutas flores
amarillas. Sobrevuela la tierra humedecida por el salto del agua en el pozo, pero no se
asienta; evita que el barro se adhiera a sus patas, la vuelva pesada y la condene al fango. Sus
sensibles extremidades están hechas para el néctar y no para el pantano. Cucarachas,
lombrices y escarabajos revuelcan los terrones que esconden las raíces. La abeja observa esos
movimientos, los percibe, sabe que son una trampa y por eso no se entretiene en el engaste.
Su meta está arriba, en los cartuchos, en los que la energía del sol se ha hecho dulce. Pero no
llega a ellos de una vez, sino que da vueltas y giros, atraviesa el espacio que hay entre los
tallos y las hojas, como la prometida del rey que recorre el castillo del que será señora. La
abeja sobre la espata blanca, es la novia en el tálamo que conversa en dulces romances, sin el
meneo de los labios, las noticias de su parcela con el que es señor de su cuerpo y de su
historia. El espectáculo del brillo del sol en las superficies verdes, contrasta con lo que las
sombras esconden hacia abajo: hojas secas que van pudriéndose, seres microscópicos que
aceleran la descomposición para favorecer la nueva vida y la belleza que coronan el ciclo de
la vida. Barroco de la naturaleza, siempre presente a los ojos mínimos, a los ojos dueños del
tiempo, a los ojos serenos que observan el fuego que arde en la creación a pesar de la ceguera
que les viene de nacimiento. Y la abeja es eso: la luz y la sombra, un tigre que acecha, la
gracia y el pecado, lo divino y lo terrorífico. El temible mensajero doble: la ambrosía en sus
patas traseras y la espada envenenada de su aguijón. Maeterlinck, a propósito de la picadura
de abejas, poetizó: “avidez fulgurante, una especie de llama del desierto que se extiende por
el miembro herido; como si nuestras hijas del sol hubiesen extraído irritados rayos de su
padre, un veneno explosivo para defender más eficazmente los tesoros de dulzura que ellas
sacan de sus horas bienhechoras”. ¡Cuán tóxica puede resultar la contemplación de una abeja
sobre un cartucho! El oxalato de calcio, la apitoxina… Y sin embargo, el polen, no como trofeo
de batallas, sino pececillo dorado, filigrana momposina. Costumbre de deleitarse con la
belleza. Sabor caro, saber peligroso.
7. Con nombres de flores, Juanté tituló las observaciones de abejas realizadas para el montaje del Místico Jardín. En
el cuaderno Guacamayo, aparecen algunas de estas observaciones que Mauro lee con frecuencia. 8. “…mas consideremos que la abeja no deja de salir a volar para traer flores; así el alma en el propio conocimiento,
créame y vuele algunas veces a considerar la grandeza y majestad de su Dios…” Santa Teresa de Jesús, Moradas I
del Castillo interior.
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EN MONTE GUERRERO
… Por aquellos tres años que en el monte orasteis
y perdido el breviario fuisteis hallado con el Niño Jesús.
De la rogativa a San Antonio de Padua
Mauricio lee en el cuaderno Guacamayo, una de las reflexiones que escribió Juanté sobre
Santa Teresa.
Quizá la Santa Teresa que prefiero, es la que me hizo leer mi hermana Isa. A veces,
cuando leía teólogos y exégetas, me asaltaba la duda de si ellos conocían a la inquieta de la
que me gustaba saberme cómplice. Hasta en sus éxtasis, en la quietud de su adoración
eucarística, la tierra temblaba y el mar rugía. En su diálogo con Dios, la calma era aparente.
Ninguno que estuviese viéndola orar podría creer que, en ese mismo momento, los arcángeles
se colocaban a su disposición: yelmos apretados contra pectorales de hierro. Sus carnes se
estremecían, se elevaba del suelo, se transfiguraba. Y cuando esperaban entonces que al
chasquido de sus dedos relampaguearan apocalipsis, la pobre vieja escribía cartas, armaba
maletas o cocinaba pucheros. Que la Sabiduría Summa se agache, por amor, sobre la
humanidad de una cincuentona -que pone el ladrillo con el que unas mujeres creen que
pueden atrapar el paraíso que llevan dentro, para que no se desborde- parece una locura tan
grande como la de la cruz, en términos de Pablo, el converso. Peor aún, que esas manos
torpes que llevaban cuenta de las paredes a levantar, escribieran que le era posible
“secuestrar con ternura” al mismo Dios de la tradición Judío-Cristiano romana:
…Esta divina prisión, del amor con que yo vivo, ha hecho a Dios mi
cautivo, y libre mi corazón; y causa en mi tal pasión ver a Dios mi
prisionero, que muero porque no muero…
Nos acostumbraron, cada ocho días, en la catequesis y en la misa dominical, que el cielo se
gana, se merece, se pierde. No nos contaron lo que ella escribió, de eso no nos hablaron. De
que el cielo está dentro, se busca, se encuentra, en uno mismo.
…Y si acaso no supieres dónde me hallarás a Mí, no andes de aquí para
allí, sino, si hallarme quisieres, a Mí buscarme has en ti.
Teresa me encantó. Por eso seguí sus huellas, que nada tenían que ver con mi música, ni
con mis bailes, pero sí con mi actitud. Hay que mantener encendida la curiosidad aunque
sepamos las circunstancias adversas. Aprender que en el silencio y la contemplación se
19
afirman la serenidad y la disciplina necesarias para las batallas físicas e intelectuales. Sobre
todo cuando las cosas no salen como queremos. Una debilidad del presupuesto pedagógico con
el que salimos de la universidad, en estos tiempos de hiperconsumo, consiste en generar
expectativas muy altas, para aprendices e instructores. Siempre tenemos que ganar. Que se
nos tache de todo, hasta de “individuos”, parodiando al indio Rómulo, menos de fracasados,
de perdedores. Por eso es que la academia ya no se entiende como debate de ideas, pensadas
en medio de la lectura, sino como algo parecido a un musical de Disney, donde nunca se va a
clases, si no es para experimentar el ridículo, la burla, el matoneo, la tiranía, que justifiquen
la venganza del final, por la que el espectador pagó la entrada. Esa idea de lo fácil también
se percibe en esa degenerada visión de Dios-Cajero automático que se hace llamar teología de
la prosperidad. La Biblia, tarjeta plástica que se desliza por el salmo adecuado o la promesa
a los patriarcas, para vender a un precio que deje lo suficiente para pagar el diezmo al
Ministro de la Palabra. Del otro lado, Teresa me recuerda que nada es fácil. Dios está en uno,
pero es Dios de com-padecer, de sufrir al lado… Adonay, Señor de los ejércitos. El consuelo es
que él esté, tregua en medio de la confrontación que no se detiene. Leo en las cartas de
Teresa la resolución del guerrero que hace de los días de batallas, mero entrenamiento:
…A mí me ha probado la tierra de manera que no parece nací en ella; no creo he
tenido mes y medio de salud al principio, que vio el Señor que sin ella no se podía
asentar entonces nada; ahora su majestad lo hace todo9.
Aceptación de la adversidad, sin caer en la resignación ni buscar como vías de escape, el
calco necrofílico de las tribus modernas: no es la mimesis perfumada de los aventureros punk,
menos la imitación decorativa de poeta maldito, ni el apostolado a tiempo y destiempo de la
franquicia neopentecostal o el aséptico rudo de gimnasio con su infantil temor a las calorías.
Aprendí de mi hermana una Teresa que no se fiaba mucho de sí misma, sino de una que pedía
consejo, preguntaba, leía, discernía. Ah, discernir. Creo que eso nos justifica la existencia.
Escoger entre lo uno y lo otro, probar, dudar, no quedarse de brazos caídos. Experimentar,
reflexionar, llorar. Volver, levantarse, soñar, creer. Enseñar para aprender el doble.
Presentar el examen, perderlo para volver y aprender más. No puede haber mayor alegría
que la de aprender. Y ahí está Teresa recordándome que es el discernimiento la clave de la
vida cotidiana.
9. Santa Teresa de Jesús, en una carta fechada en Ávila, el 7 de marzo de 1572.
20
Mauricio se baja del bus en Irra para transbordar hacia San Antonio de Paredes, en la chiva,
que otros llaman bus escalera. En una de las panaderías, al lado de la vía panamericana, pide
jugo de naranja y chicharrón de dulce. Una abeja viene en busca del azúcar que se descascara
del hojaldre. Mauricio mira su reloj, comprueba que tiene buen tiempo y saca el cuaderno
Guacamayo, para leer en las abejas del Místico Jardín, el encuentro imaginado allí.
FLOR DE MANGO
Abeja-alma: Es triste verlo así, río mugroso a mitad del camino hacia el océano. Nada que ver
con el que pasa por los resguardos indígenas, cuando baja del páramo.
Abeja-ángel de la guarda: Sí, lleva los desperdicios de una voraz ambición económica,
aumentados por la miseria que destilan los pueblos de las cordilleras. Kilómetros antes, el río
ha convertido un hermoso remanso en una terrible morgue a la que vienen familias para
comprobar si el NN rescatado se trata de su ser querido, arrojado a las aguas después del
cumplimiento de una venganza, de un destierro sistemático, como un jaque en ajedrez, en el
que el rey se inclina y mata. La roñosa corriente, arrastrando muerte e inmundicias, es un
panorama desolador para unas criaturas que en la belleza y la dulzura tenemos nuestra vida
cotidiana. En lugares tan áridos para el espíritu, la desnutrición por falta de eternidad nos
lleva a acomodarnos y a creer que el pecado es forma de vida. Por eso, la náusea cuando
vemos los gallinazos sobre el vientre de los arrojados al río. De ahí ese frecuente deseo de
vomitar la existencia.
Abeja-alma: ¿Qué nos queda entonces?
Abeja-ángel de la guarda: El espíritu de la colmena que nos mueve a preparar el siguiente
amanecer. “Son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido que
aunque tiene pies y manos no los puede mandar”10. A pesar de esta evidencia desalentadora
que es el río, somos como los mineros que tienen sus socavones debajo del mismo caudal.
Picamos allí, arrastrándonos, confiadas en la motobomba que saca el agua para no inundarnos
y que nos provee oxígeno. Persistimos dentro del cuerpo mismo, como el minero en el
socavón, en la tarea de encontrar gramitos de oro que intercambiar por pan.
10
. Santa Teresa de Jesús, Moradas I del Castillo interior.
21
Abeja-alma: ¿El oficio de guía es así de difícil, que me hablas con esas imágenes?
Abeja-ángel de la guarda: La escuela en sí, no es dura. Hay instituciones que de verdad son
terribles. Educar es una prueba de humildad y sencillez, de no dejar apagar la mecha en
medio de la comodidad. Las condiciones que te ponen los aprendices no te exigen mucho
saber, si no pasión en el momento de aprender con ellos.
Abeja-alma: Siempre, nuestro vuelo, ese que llamamos oración, por el que esperamos, entre
el aprieto y la oscuridad, la anchura y el brillo, bálsamo que a veces nos viene en las artes.
Abeja-ángel de la guarda: La experiencia estética como un entrenamiento de la interioridad.
El estímulo de los sentidos es intrínseco a la fe: después de contempladas las lluvias, las
playas, las cumbres nevadas, las lagunas quietas11, entramos a la cabaña, para escuchar la
algarabía serena sobre el pecho de Quien nos amó desde el principio.
Abeja-alma: Sí, extraer de las artes, como de una flor, la sabiduría necesaria para sentar en
la mesa a los extranjeros de manera que estén más próximos al abrazo y que tengan su copa
también para el momento del brindis12.
Abeja-ángel de la guarda: De pronto, entonces, es el mango maduro que cae al piso y que la
risa juguetona de los niños recoge: la miel en la comisura de los labios es la memoria de la
flor. Benditos movimientos de la esperanza. Aún, en Irra. En el deseo que nace de la carencia
también está la hacienda. Quizá en una hora escolar, el simple hombre que es el docente,
alcance la redención si su estudiante invierte más tiempo en alimentar la curiosidad que en
acrecentar la sombra del obstáculo. Tú, sólo disponlos para el silencio y el blanco en que se
mueven las ondas de la luz y el sonido.
11
. “…que no me hallo cosa más a propósito para declarar algunas de espíritu que esto de agua” Santa Teresa de
Jesús, Moradas IV del Castillo interior. 12
. “Educar desde la tierna edad a saborear las alegrías verdaderas, en todos los ámbitos de la existencia –la familia,
la amistad, la solidaridad con quien sufre, la renuncia al propio yo para servir al otro, el amor por el conocimiento,
por el arte, por las bellezas de la naturaleza-, significa ejercitar el gusto interior y producir anticuerpos eficaces
contra la banalización y el aplanamiento hoy difundidos. Igualmente los adultos necesitan redescubrir estas alegrías,
desear realidades auténticas, purificándose de la mediocridad en la que pueden verse envueltos” Benedicto XVI,
noviembre 7, 2012.
22
Una vez reemprendido el viaje hacia San Antonio de Paredes, el sueño hace de las suyas y
sobrepone distintos planos de realidad. Mauricio se ve en un país oriental, al interior de una
mototaxi, que lo lleva al lugar donde se presentará el grupo de danzas de Guerrero. Salen sus
muchachas, las de Rampantes, vestidas de blanco para bailar el bullerengue deliano, pero él
está preocupado porque no entiende cómo no suena Totó La Momposina, y en cambio sí Sophie
Ellis Bextor. Se culpa por no haber separado bien la música de los ensayos, de la de las
presentaciones. Las niñas se divierten moviendo las caderas y levantando los brazos,
sonriéndole cómplices para ganar tiempo, mientras encuentra una solución, porque el show
debe continuar. Cae en cuenta de que están bailando en tacones altísimos y que la pollera se
la han levantado tanto que la han convertido en una minifalda. La canción, que es pegajosa,
no deja de decirle Why does it feel bad, why does it feel bad, Why does it feel bad… Aparece
entonces la culpable acercándose a él, por la tarima, con el micrófono en la mano, sonriendo,
con su blusita dorada y la increíble faldita, estampada con un abrazo renacentista, que a
pesar de tantos brincos y de la brisa del mar cercano, no se alza imprudente. Sus
espectaculares piernas, que esas plataformas plateadas permiten apreciar alargadísimas, pero
ella no llega hasta donde él está porque en ese momento despierta, con ese despecho
agridulce de saber que todo fue la suma de sus expectativas y su playlist. Repite la canción y
murmura, como si Sophie pudiera escucharlo If this ain´t love, Why does it feel bad, Why
does it feel bad, Why does it feel bad, Why does it feel so good…
La suavidad –piensa Mauro- de Sophie, con ese algo suyo tan ingenuo, tan inocente, tan
cándido, es la razón por la que gusta tanto escucharla; puedo imaginarme como Spiller
recorriendo esa ciudad oriental, seguido por esa voz que me murmura: Think of tomorrow, We
beg, steal or borrow, to make all we can in the sun…
Mientras el bus sigue aproximándose a San Antonio, Mauricio recuerda que una de sus
tareas es la de escribir la biografía de Juanté, su amigo, su maestro, y su predecesor en el
colegio de Monte Guerrero. Allí, sus compañeros conservan los textos que él rayaba y que
estaban a la espera de un lector crítico que hubiese conocido al autor y que fuese capaz de
contextualizarlos para su justa valoración. Se conservan allí porque Juanté no se despidió
cuando fue internado en Pereira, no sabía que la enfermedad se lo llevaría tan rápido. Mauro
parece ser el indicado, le gusta leer y sufre los martirios necesarios cuando se trata de pulir lo
que escribe. Confidente de Juanté, está seguro de que fue su preferido, de que nadie como él
estuvo invitado a conocerlo tan de primera mano.
23
Mauro se deja asombrar por los abismos de Chuzo Pela’o, la belleza del Cañón de Sausaguá.
Intenta mirarlos con la mirada de Juanté, para descubrir la belleza que lo hizo encariñarse con
este rincón del planeta.
Juanté se había graduado de la Universidad del Quindío, a los 25 y se había ido a Tapasco,
donde trabajó cuatro años hasta la muerte de su hermana Isaura. Por las promesas que le
incumplió, tenía minado el genio creativo. Una muestra de ese desgaste habían sido los
errores garrafales que cometió con su grupo en el concurso de Omach. De ahí que iniciara la
búsqueda de un nuevo destino donde acrecentar su interioridad, cultivarse intelectualmente,
en la serenidad del campo, sin dejar de hacer aquello para lo que se había formado.
En un evento cultural celebrado en Tapasco, Beatriz y Juanté fueron presentados; se
cayeron muy bien desde el principio. La reciente vida universitaria por la que habían pasado,
ella en Manizales y él en Armenia, les daba esa sensación de conocerse de antes.
Solidaria, Beatriz le dijo que en el colegio donde ella trabajaba, necesitaban un profesor de
educación física que además diera clases de tecnología. El profesor anterior, James, había
tenido que abandonar el colegio por los problemas que se desencadenaron cuando, en un
momento de sangre caliente, buscó al papá de la estudiante con quien sostenía un romance,
Yorladis, y éste, ciego de ira, le propinó heridas con su machete en el pecho. Juanté se
mostró dispuesto y entusiasta por el cambio. Beatriz llamó a Alonso, el coordinador del
colegio de Monte Guerrero, para que propusiera la hoja de vida de Juanté en la Secretaría de
Educación ahora que no encontraban a alguien dispuesto a irse a esas montañas. Dos semanas
después, el jueves 25 de agosto, Juanté llegó por primera vez al colegio de Monte Guerrero,
gracias a Beatriz, es lo primero que hay que reconocer. Arriba, en el pueblo, debe estar ella
pendiente de su arribo, como hace cinco años lo esperara a él.
24
El primer día de trabajo de Mauricio inicia a las 5:45 a.m. El despertador de su celular le
lleva la voz de Totó, alertando el baile, para que le sea imposible no moverse: “Fueeego,
fuego, fuego, la candela viva; que allá viene la candela, la candela viva; que allá viene por el
higuerón, la candela viva”. Hace su breve oración, movimientos sobre el vientre para
engendrar en él la semilla que lo convierta en árbol: ramas de conocimiento para que se
trepen sus estudiantes y a la sombra de sus centenares de hojas, protegerlos con ternura.
Desayuna café con croissant, revisa de nuevo el material que llevará al colegio, trata de
permanecer sereno pero cada vez que mira el reloj, siente que el tiempo no pasa. Hasta que
escucha el pito de una moto al frente del apartamento que ha arrendado. Es Carlos Vélez, el
motorista que le recomendaron para hacer su primer viaje de reconocimiento al colegio de
Guerrero.
Dado que el colegio de Monte Guerrero es una sede, Mauro debe hacer su primera
presentación como tallerista del proyecto de las Tutorías, en el corregimiento de Naranjal,
ante Fulbio, rector de la institución. La entrevista se desenvuelve de la mejor manera, el
directivo es un visionario disciplinado, de esos que ve el futuro cerquita y por eso aprieta
cinchas. No otro podía ser entonces el compromiso de Mauricio para con su jefe inmediato,
sino el de que “Danzas” no puede ser una excusa, una distracción; los participantes tendrán
que encarnar un proyecto integral. En esta nueva etapa, ya no se admitirá el silabeo del
lenguaje corporal, sino que ha de estar presente la competencia: saber por qué, saber cómo y
hacerlo con la dignidad del que se sabe embajador cultural.
Después de las formalidades, el viaje continúa hacia abajo, en dirección a Irra, por donde
subió a San Antonio. Le son familiares entonces las cafeteras, los trapiches, los abismos, los
peñazcos. Las dos cascadas que caen sobre la carretera, frescas y limpias. Su reconocimiento
termina en Aguas Claras, donde la quebrada que viene de Miraflores, atraviesa la carretera.
En ese punto, marcado por las piedras que empuja el riachuelo desde la explotación minera
en la parte alta de la montaña, está la bifurcación que parte para Monte Guerrero.
Veinte minutos después de abandonar Naranjal, Mauro llega a la colina El Triunfo, donde
queda la Posprimaria de Monte Guerrero, su reto. Le paga a Carlos los $15000 de la carrera y
llama a Betty para que vaya por él a la tienda de doña Amparo, mientras él contempla el
paisaje, debajo de los mangos y guanábanos que refrescan la cálida media mañana.
Con una comparsa “Carnaval de Barranquilla”, al ritmo del Yo te amé con gran delirio, con
pasión desenfrenada, los estudiantes de Guerrero le dan la bienvenida a su nuevo profesor.
Los muchachos se han maquillado el rostro y han salido con los trusas verdes de festivo
25
gusano. Más adelante, cuatro Negritas Puloy, con sus sombrillas abiertas, lo saludan, lo toman
del brazo y lo llevan por las planicies excavadas al barranco, distribuidas así: en la primera la
sala de sistemas y el salón de grado once. En la segunda, el microtaller de panadería, la
caseta de la tienda y las aulas de octavo y noveno. En la tercera, las unidades sanitarias, la
sala de profesores y séptimo. En la cuarta terraza, sexto. Después, en la quinta, el conjunto
escuela vieja, o sea, los dos salones de primaria, la vivienda, décimo, bodega, cocina,
restaurante y patio central, cubierto por hojas de zinc.
En el patio, formados en dos filas por grupo, se encuentran todos los estudiantes de la sede
para saludarlo. Alonso, el coordinador, lo presenta. Les explica a los estudiantes que Mauro
asumirá la cátedra de Colombianidad, martes con los grados 6, 7 y 8, y miércoles con 9, 10 y
11. Jueves y viernes trabajará en la sede central, Naranjal. Después del horario de clase,
Mauro trabajará con los que quieran integrar el comité de danzas. A ellos, se les garantiza un
muy buen refrigerio y uniforme adecuado como incentivo.
Mientras los estudiantes comienzan a organizarse en el patio para ver los bailes con los que
quieren presentarle a Mauricio el trabajo dancístico, los demás profesores se presentan. De
primaria: Aida y Jaider; Luz Mery, de matemáticas; Alberto, de inglés; Alexander, de
sistemas; Julián, de deportes y filosofía; Efrén, de agropecuaria y emprendimiento; Alonso, de
sociales, ética y coordinador. Ya conocía a los otros dos: Felipe, de castellano, y Beatriz, de
biología, química y física. Le dicen que hay una profesora más, una tallerista de Casa de la
Cultura para el proceso de Teatro, Elizabeth, pero ella sólo sube los jueves.
Las negritas Puloy bailan al ritmo de una guacherna, rodeadas por el gusano de los
muchachos. Luego vienen, por parejas, sexto con guaneña, séptimo con chotis, octavo con
cumbia, noveno con currulao, décimo con bambuco y undécimo con vueltas antioqueñas. La
profesora Beatriz baila un joropo, con Robinson de grado nueve.
Los muchachos del Colegio quedan en descanso después de las presentaciones, así que
mientras Mauricio va a reconocer su puesto en la sala de profesores, a través del equipo de
sonido que hace las veces de emisora, le dan de nuevo la bienvenida con mensajes de los
estudiantes. Guiado por Beatriz, Mauro recorre el inmenso armario con los trajes folclóricos.
- Cuando Mauricio murió, guardamos todos sus papeles en esta caja. Íbamos a entregarlos a
la Red, pero ellos nos pidieron que los guardáramos hasta que pudieran encargar su estudio a
un experto.
- Y ese, se supone, seré yo. ¿Qué contiene?
26
- Son escritos inéditos de Juanté. Los libros sobre folclor están en la biblioteca. Aquí hay
tres obras de teatro. Brazo de reina, El soldado y la contorsionista, Místico Jardín. Apuntes
para Plegaria de Paredes. Páginas de Espiritualidad carmelita. El reportaje que preparaba
sobre uno de sus colegas… William Fernando, me parece que se llama. Eso, de lo que se puede
diferenciar, el resto es imposible. Fotocopias con correcciones, textos aparentemente
repetidos, sin número de página, distintas clases de papel, hojas recicladas. Están bien
cuidadas pero muy mal diferenciadas. Imposible.
- ¿Los has leído?
- Sólo las obras de teatro. A los demás textos les he echado una ojeada nada más, para
saber más o menos de qué se tratan.
- Cuando las tenía negras.
- Ah, sí. Claro. El primer capítulo de la “gran” novela que está escribiendo Felipe. Juanté
leyó el texto y le sugirió cambios. Aquí están los círculos.
- ¿Lo conoces?
- Sí, Felipe me lo pasó a mí después de los cambios que hizo, los sugeridos por Juanté. Pipe
dice que será la historia de Barbas Negras, que ese lugar tiene lo que se necesita para pasar al
diccionario de la literatura grande. Barbas Negras es como un leprocomio voluntario, al que se
va para morir después de una vida en desgracia. Pero no siempre fue así, y eso es lo que
Felipe trata de reconstruir. Una fonda atendida por un par de ancianos a la que vienen nuevos
mineros, que escuchan al abuelo la expresión Cuando las tenía negras, para referirse a sus
barbas, los años de su juventud.
- Juanté estuvo en un ambiente propicio para escribir. Él me decía que la mala literatura
existe por falta de alguien que lea la primera página. Si los escritores menores hubiesen
tenido un amigo crítico que los leyera atentamente, de seguro no habrían saltado del
anonimato al desprestigio. ¿Por qué no devolviste todo este material a Juanté cuando estuvo
en el Hospital? ¿A sus familiares?
- Juanté no quería. A su hermano no le gusta leer y poco se interesó por él. Menos, después
de que se diera cuenta que el primer semestre de la universidad se lo hubiese pagado Omach.
Me pidió que lo quemara todo, en medio de un ataque de ira, porque no podía leer. La
diabetes lo tenía agotado para las labores intelectuales, se fatigaba la vista y le cogía un dolor
de cabeza que lo hacía llorar. Me dijo que las obras de teatro eran irrealizables, no había
mayor valor literario en esa caja, aseguró.
- ¿Y a mí por qué no me buscaste?
27
- Pensé que eras un aprendiz como todos. Juanté te trataba como a un hijo, sí, lo vi y se lo
escuché, pero él no me dijo que pudieras ser tú el heredero de estos papeles. Además, te vi
tan joven que… bueno…
- ¿Por qué no los quemaste si ya te lo había pedido?
- Por un sueño que tuve después de que él murió. Vi que en el montón de cenizas que había
quedado de la quema, quedaba sólo la imagen de un Niño Jesús, su cuerpito era un carbón
todavía ardiente. Me desperté sobresaltada. Entendí que si los quemaba, iba a quemar al Niño
Jesús. Suena gracioso, sí lo acepto. Pero a veces es mejor atender a estos avisos. Al día
siguiente mientras empacaba estos cuadernos en la caja, pasando sus hojas, miré una serie de
bocetos descritos con palabras. Aquí están.
- Sapientia. Adonai. Radix Jesse, Clavis David, Rex gentium. Et verbum caro factum est.
- Latín.
- Exacto.
- A él le encantaba la Navidad, los villancicos, todo lo que tuviera que ver con un Dios
hecho niño. Quizá sean textos litúrgicos de Adviento.
- La Plegaria de Paredes es un montaje de proyección que mezcla arrullo, alabao, bundé y
danza de la batea, contando la historia de un Niño Jesús adorado por los negros esclavos a
orillas de un río. Era un plan muy ambicioso que estaba montando aquí desde que llegó.
- ¿Has intentado ordenar los papeles?
- Sí, pero esta profesión tiene una dinámica que no nos deja con tiempo para esos placeres
tan exquisitos. Nuestras investigaciones no pueden darse el lujo de la ociosidad. ¿Conoces a un
profesor que cumpla bien sus deberes y tenga tiempo de ser artista? Ahí tienes a Felipe. No se
ha podido graduar de su Maestría en Escrituras Creativas porque no ha tenido tiempo para
escribir su novela. Cuando le dedica tiempo a sus investigaciones, descuida sus libros
reglamentarios, la revisión de cuadernos, la preparación de clases, los informes a la
coordinación. Y, cuando es el profesor juicioso, su ánimo de escribir se relaja.
- Pero, los profesores universitarios…
- Muy bien dicho. Los universitarios. Ellos se pueden dedicar a enseñar cuando van a clases.
A nosotros nos toca ser de todo un poco: médicos, padres, psicólogos, policías, abogados,
jueces. Y más si estamos en un área rural, donde somos la única representación del Estado.
Apenas llegaste hoy. Ya verás.
- Sí, qué pena. Perdón. Es muy difícil salir de la zona de confort.
- Y mira, aquí está. El libro que más le gustaba a nuestro Juan: El principito.
28
Después de su primera jornada, Mauro se sienta a preparar sus clases del día siguiente. De
acuerdo con la cartilla y el plan de acción que le entregaron, en los cuatro periodos
académicos debe introducir a los estudiantes en las cuatro ramas del Árbol del folclor:
literaria, demosófica, musical y coreográfica. Mauro tiene también la tarea de retomar los
ensayos del grupo de danzas del colegio y ahí es donde su pensamiento se enfrasca: ¿Qué
montar? A veces se pregunta si debe motivar a los estudiantes para el Concurso de Omach,
que se celebra en Quinchía a mediados de octubre. En las capacitaciones les han dicho que
eviten reducir el trabajo de grupo a espectáculos:
<<Necesitamos bailarines que superen el esquema ensayo-presentación para quedarnos con
bailarines de folclor, es decir, más que ejecutores de pasos, propiciemos transmisores del
conocimiento del pueblo, evidente tanto en el mito como en la artesanía, en los juegos
coreográficos y en los instrumentos tradicionales>>
Mauricio no ha tenido tiempo de investigar: apenas un adolescente, no podía escapar al
espíritu juvenil con ganas de paseos, conocer chicas y presentarse en distintos escenarios.
Para ir a los lugares de las distintas tradiciones, no había tenido cuándo.
Recién graduado de bachiller regresó con su familia a Tapasco, buscó el grupo de danzas de
la Fundación Rampantes, donde había conocido a Juanté: ¡un desastre! El sucesor de su
maestro, no tenía el mismo interés en la danza folclórica y los muchachos se habían dedicado
a montar toda clase de espectáculos. Había comenzado como un bacán, pero luego se peleaba
frecuentemente con los muchachos, se pasaba de confianzudo con las mujeres y ridiculizaba a
los de maneras delicadas, al final de las presentaciones. José, que así se llamaba, se hizo
novio de una policía sanandresana y hasta ahí llegó el grupo. El director de la Fundación,
Kángel Batero, descansó cuando se casó y presentó la carta de renuncia pues era la
oportunidad para restablecer el grupo contando con el trabajo profesional de Mauricio. En
Rampantes lo recibieron con regocijo, sobre todo los adultos que sabían de la predilección de
Juanté por él. Del rico vestuario que había dejado Juanté, había quedado todo por remendar y
recomponer. Menos mal, Mauro ha contado con Carolina, su mamá, dispuesta a sacar tiempo
para costuriarle su ingenio.
Carolina y Abraham habían tenido tres hijos antes de Mauro, a los que dejaron ir, desde
muy niños, con una hermana de Abraham a España, donde terminaron por residenciarse. Para
no sentirse tan solos, encargaron a Mauro y él ha correspondido a esta esperanza, haciéndolos
cómplices de sus aventuras.
29
Ahora que ha sido escogido entre los tutores, tiene muchas más responsabilidades. Volver
al camino por el que Juanté quiso encaminarlo. Investigar, confrontar. Escuchar, con
muchísima prudencia. Observar con lentitud. Hablar, respetando siempre la autoridad de los
mayores. Prestar el cuerpo a la música. Cantar con los músculos las tonalidades de euforia y
melodía. Es uno de los tutores más jóvenes que alcanzó a clasificar. Quizá por la serenidad.
Siendo tan muchacho, resulta muy analítico, sin pasiones que conduzcan al abismo. Está libre
de ese entusiasmo que enceguece y torna a las personas vanidosas. Eso sí, rebosa alegría, la
transmite con facilidad. Se permite dudar, pregunta, pues es de la única manera que puede
aprender.
Estas son las cualidades humanas que le valoraron los jueces. Pero también hubo una,
estratégica, que suplió las debilidades en cuanto a pesquisas realizadas.
En una de sus respuestas, Mauricio escribió que le gustaría saber cuáles fueron los
villancicos que el maestro Elías Simón había compuesto con Juanté en la montaña de Paredes.
Ana Ligia Tapasco, abogada y biógrafa de Montichelo, desconocía ese suceso. Por eso al leer la
respuesta de Mauro se inquietó. Revisó su documentación de nuevo y encontró a Juanté en
uno de los círculos más cercanos a Elías. Proyecto mutuo de investigación: Perdido, había
sobrescrito en sus borradores.
Con Mauro, apareció la oportunidad de recobrar un capítulo interesante. Dos folclorólogos
se encuentran durante una novena de Navidad para componer villancicos. La información
intercambiada debió ser valiosísima. ¿Quedó un registro?
Ana Ligia consultó la información disponible sobre Juanté en la base de datos de la Red de
Instructores de Danza Tradicional. Encontró la solicitud de la profesora Beatriz, quien
informaba tener en su poder material bibliográfico de investigaciones de carácter folclórico,
esbozadas por Juanté. La Red había respondido a la profesora que conservara el material por
un tiempo más, dado que no contaban con el personal idóneo para leerlo críticamente.
En la reunión de los jurados para escoger los tutores de entre los candidatos, Ana Ligia
defendió la causa del muchacho a pesar de su juventud. Ofrecía algo nuevo, algo distinto. De
ahí que en el contrato quedara la cláusula de organizar los borradores de Juanté como tarea
principal más que la de investigar, montar y proponer.
Mauricio comienza a cernir la información, esa misma noche en San Antonio, pegando papel
bond sobre las paredes blancas de su apartamento para rayar en él, los números de una
posible clasificación de los temas de los que escribía Juanté.
30
Iré al Concurso de Omach -se dice Mauro para darse alientos-, con lo que encuentre entre
estos papelitos. Será una forma de transcender mi obligación. Necesitará tener los sentidos
agudos para no perderse. Se duerme con una hoja en las manos. Sin título, sin número de
página. En papel amarillo.
<<Cuando bailo, anulo el tiempo occidental porque soy Pasado-Vivo junto a mis ancestros;
soy Presente-Colectivo con mis parejas y soy Mi-Propio-Futuro, que sigue al ritmo de gaita y
acordeón, arpa y tambora, quena y guitarra, por entre los caminos de Vida y Muerte. Dios
reside entre mis costados, le pertenezco, lo irradio. >>
¿A qué libro puede pertenecer?
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ANTE UNA COLUMNA DE CATLEYAS
Los siglos rodaban sobre el lomo del río al vaivén de las aguas, y los robustos árboles
tutelares, coronados de orquídeas, como dioses, presenciaban taciturnos el desfile infinito de las
centurias.
Bernardo Arias Trujillo, Risaralda
La mañana de este Jueves Santo ha resultado lluviosa en demasía. Esta semana de reflexión
ha sido una oportunidad maravillosa para descansar en la cama propia, esa que ni otras más
finas y holgadas pueden reemplazar. Aún con compañía extra. Ver amigas, reencontrase con
compiches, montar bicicleta con primos. Participar en las ceremonias religiosas y tomar
puesto en las procesiones en las que han participado los abuelos, los padres. Satisfacciones de
la sangre cuando recorren las venas de Tapasco, el pueblito que soy.
Leonardo llegó por mí a la casa como a las 6:30, con la idea de venirnos a la finca de Daniel
Caro por las orquídeas con que se adorna nuestro paso, el Señor de la Columna, en la
procesión del prendimiento. Pero la lluvia lo tuvo indeciso hasta las 8:00, en que dijo que no
podíamos esperar más y partimos por las cajas llenas de catleyas. Hablamos de mi experiencia
en San Antonio, en el colegio de Guerrero, durante estas primeras diez semanas. Le cuento de
mi tarea como editor de las obras de Juanté. No ha sido tan difícil ordenar sus papeles como
lo creí en un principio. La clave estaba en los poemas titulados Ars poética. Por ejemplo, la
de la Plegaria de Paredes dice en el primer verso: “siempre escribir la primera palabra en
minúscula, porque es de un niño del que hablamos”, lo que tenía que hacer era buscar todas
las páginas que empezaran por minúscula entonces. El libro que voy a entregar en junio, Viejo
Nando, decía en su ars poética: “Baile debe ser la primera palabra cuando escriba tu
biografía”. Efectivamente, todas las páginas que empiezan por la palabra “baile”
corresponden a una misma unidad temática. Ese reportaje de Juanté es sobre un profesor de
danzas, caleño, William Fernando Becerra. Cuando termine de editarlo, lo buscaré para
enseñarle el texto y gestionar la publicación, si está de acuerdo.
Resulta divertido. Luego toca leer cada página y entender cuál es su lugar en el trayecto
narrativo. A veces está repetida y es necesario leerla con más cuidado porque el cambio
puede ser mínimo, una coma; párrafos enteros, muy parecidos, diferentes en el estilo. A pesar
de que le pidiera a Betty quemar sus papeles, sabía que ella no lo haría. Que tendrían un
lector y que ese alguien aceptaría las reglas de su juego.
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Le cuento a Leo lo difícil que ha sido para mí asumir las clases por la falta de formación
docente. Sólo he sido un adelantado que reemplazaba al profesor de danzas en los ensayos en
los que él no estaba. Luego recibí la responsabilidad de ensayar el grupo de Rampantes que
me encomendaron, y pues fue sencillo porque se trataba de recuperar la memoria de Juanté,
de la que cada bailarín conservaba algo. Es fácil ser capitán de un grupo de muchachos que
tienen clara la meta: entrenar para tener la herramienta de trabajo –el cuerpo- a todo dar.
Ensayar y ensayar para concertar la voluntad de todos, al ritmo de unas prácticas sonoras, con
el objetivo de coincidir en algo que sea más que cambios de posición en el escenario, para
merecer el aplauso de los espectadores. No asistí a una Escuela Normal, no he visto clases de
pedagogía. Transmito el conocimiento de manera artesanal, como si estuviera en el taller en
el que se aprende la factura pero no se siente la necesidad que llevó a la creación del
producto, aunque se intuya su utilidad.
No soy el único en esa situación y los Ministerios así lo tenían previsto: aprovechar el
liderazgo de los jóvenes de los grupos folclóricos para iniciar procesos donde no los ha habido
o donde no hay con qué pagar un docente que se dedique sólo a esta tarea, dándonos insumos,
estrategias, acompañamiento y, en una segunda parte del proceso, formación profesional.
En las últimas dos semanas nos reunieron en Pereira para la evaluación de nuestras
necesidades y talleres que permitieran suplir las necesidades previstas. Nos contaron de las
otras experiencias que se tienen en el país, de la cantidad de tutores que han renunciado
porque los estudiantes son muy difíciles, instituciones donde la solidaridad docente es ninguna
y la gestión directiva descuidada. Escuchándolos, me sentí en el paraíso. Yo que quería
quejarme, no tuve razones cuando escuché las necesidades y dificultades que pasan los
demás. Ah, Guerrero tiene mucho potencial. Reúne todos los conflictos que hay en el mundo
junto con todas las soluciones que son posibles. Germinan las iniciativas, no sé si crecen. La
semilla revienta. Puede que no peleche ni dé fruto porque la realidad se impone. Pero gestar,
incubar, sí, eso acontece. Gracias al equipo de profesores y a esos padres de familia que
quieren para sus hijos, más oportunidades de las que ellos tuvieron. De estas cosas le hablo a
Leonardo, hasta que me trae el cuento del Síndrome de Empeoramiento Continuo el cual,
según él, está destruyendo al país: la gente se acostumbra a la vida que tiene y no se
preocupa de significarla, de llenarla de sentido.
Es un buen hombre Leo, bonachón, exageradamente amistoso, noble, reflexivo y enfermo
de amor: para no sentirse solo, paga compañías erótico-sexuales. Las prefiere lesbianas, los
prefiere heterosexuales. Paga por tener una amiga, un amigo, durante un rato, con el que
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pueda salir y sentirse como en un noviazgo. Antes no era así. Antes sí tenía romances bonitos.
Pero es difícil para un bisexual al que no le gustan los hombres afeminados y sueña con una
mujer muy femenina, inteligente, hacendosa. Las encuentra, sí, pero ninguna soporta la idea
de que tremendo tipazo vaya a tener un “pollo”. Yo sé que le gusto, pero él me respeta. Dice
que me ama, precisamente, porque no se imagina ni fantasea un encuentro conmigo. A mí no
me gusta que me hable de esos temas. Es mi amigo y no quiero saber los pensamientos en los
que me involucra. Yo me hago el loco. Me cae bien porque es inteligente y sabe mucho de
negocios. Va a mis presentaciones, me invita a restaurantes, me lleva a Bogotá, a Medellín, a
Cali. Además me gusta el trabajo social que hace con los de la Pastoral de la Salud de la
Diócesis, donde me invita con frecuencia para atender a los adultos mayores haciéndoles
rumbas, organizándoles bailes. Será porque lo escucho sin extrañarme de sus
comportamientos, de sus tonterías, que cuenta conmigo aunque soy mucho más joven que él.
Y me intereso, como el lector de una novela que puede preguntarle al autor, para no perder
detalle y valorarla en sus dimensiones. Algo de su soledad, me parece conocida, me recuerda
a Juanté. Sólo que mi maestro era un místico y éste es un pagano. Le pregunto que si sale
ahora con alguien. Me dice que no.
- El hombre o la mujer que necesito a mi lado, debe creer y esperar algo más. Debe
exigirse un poco más. Necesito un artista, no porque crea en el arte, sino por la actitud de
sorpresa, de no rendirse, de preguntar, de imaginar, de atreverse. Si quiere vender
empanadas, no hay problema. Yo vendo pelucas y tengo una fundación para mujeres con
cáncer. No lo he padecido, pero cuando mi prima perdió su cabellera rubia -trabajo e
inversión de años- por la quimio, me hizo ver el negocio rentable y humano que podíamos
montar. Y a mí, que toda la vida me ha gustado mantener plata en el bolsillo y que por eso no
me gustaba estudiar, me tocó pasar hambre y aguantarme ganas los primeros días que estuve
en Bogotá, estudiando Administración y Emprendimiento, porque quería tener lo mío propio.
Para mí no ha sido fácil. Tuve que dejar de estudiar, por un tiempo, para volver a la casa a
ver cómo podía sacar a mi papá de la ruina en la que se metió por borracho, y levantar la
carnicería, para luego venderla, terminar mis estudios y montar por fin la venta de pelucas,
que empezó mal porque el local no ayudaba nada, porque no sabía cómo publicitar, porque mi
público objetivo se me escurría: yo era, sigo siendo, ordinario para hablar. Pero nada, no me
di por vencido, busqué la gente que sabía del tema, los escuché y me aparté de ellos cuando
me quisieron coger de bobo útil, cuando me quisieron tumbar. A mí, que todo lo que he
querido me ha costado esfuerzo y me he superado, a mí una persona sin anhelos, no le puedo
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dar más que amistad. Y menos ahora, que le estoy dando vueltas a un nuevo proyecto. Creo
que en esta vida bisexual que he escogido, entro en la fase hetero. El sábado se los voy a
contar para que me ayuden a pensarlo. No, más bien a construirlo.
Habla en plural porque está pensando en Lorena también. Ella es la presidenta de su
fundación y la líder de la pastoral de la salud de la parroquia de Tapasco. Fue mi catequista
de confirmación. Seis años mayor. Lorena nos invitaba a entrar al grupo en el que estaba
visitando ancianos y llevando la comunión a los enfermos. A mí me gustaba, sobre todo cuando
había que hacer mejoramientos de vivienda a abuelitos solos, o campañas para sillas de
ruedas. Uf, Lorena era muy entusiasta en ese entonces. Estaba recién casada y tenía una niña
lo más de bonita, pero un accidente le arrebato la familia que construía. Estábamos juntos, en
una escuela, precisamente cerca de donde vamos ahora, esperando que su esposo viniera por
nosotros en su jeep. Habíamos venido a traer a un fraile a predicar la misión de octubre y
estábamos hablando de planes, de visitar el ancianato, cuando llegó un muchacho a toda
carrera, en una moto, a decirnos que el jeep de las 4 se había rodado por un despeñadero. La
mujer entusiasta que era Lorena se mermó muchísimo. Con solo verla ya daban ganas de
llorar. Sus ojos no transmitían más que una pena que la apagaba lentamente. Recibió todo el
apoyo de la gente que ella había ayudado, pero no, no levantaba cabeza, agradecía pero no se
renovaba. Entonces por esos días vino Leonardo con su campaña de donación de cabello para
las mujeres que en el tratamiento del cáncer perdían también mucho de su autoestima.
Lorena fue a donar las trenzas con que había sellado su viudez y Leonardo también cortó el
frío de sus entrañas. Yo fui testigo. Los escuché esa vez, y he guardado el secreto de las
visitas que se han sucedido después. Ellos lo saben. No hablamos del tema para no romper la
magia, el silencio cómplice es nuestro parlamento en esta obra que aplaza el momento de la
tragedia. Muchas personas creen que soy el amante de Lorena porque frecuento su casa, ella
me busca, salimos a bailar juntos y en las fiestas me abraza, nos tomamos de la mano, nos
tratamos con delicadeza. A ella no le importan esos comentarios, incluso me ha confesado que
los prefiere. Ojalá fueran ciertos, serían un triunfo sobre esta amargura. Si le pregunto por
Leo, me confiesa que le atrae, pero que él, con su doble elección, la confunde. Su
cristianismo se cierra frente a esos temas tan abiertos. Cae con él, Leo complace con ternura
su piel joven, como sólo el sufrimiento enseña, y así está bien. Que se levante del lecho y no
se quede con una biata como ella, tan camandulera, nada parecida a las ocurrentes lesbianas
con las que va o a lo complacientes que le resultan algunos chicos. A veces creo que por eso
me gusta la amistad con Leo. Porque la mujer de mis sueños es muy parecida a Lorena. Dulce,
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muy dulce. Muy inteligente también. Femenina, hogareña, pero aguda. Cuando dormimos en
la misma cama y me abraza, yo sé que es en Leo en quien piensa. De ahí que el cariño que Leo
siente por mí, es como el que se siente por un hijo. La maternidad de Lore, la paternidad de
Leo, se realizan enfermamente sobre mí, que vengo a ser la cura de sus soledades, su puente
de comunicación. Ellos sacian su sed erótica y con la confidencia que me entregan, sabiéndose
observados desde la ausencia, me hacen partícipe.
¿Qué si nos hemos deseado cuando la imaginación pregunta con interrogantes lascivos? Los
tres hemos ido a acampar en los bosques y hemos nadado desnudos en ríos tranquilos y
transparentes. Y seguimos siendo extranjeros, extraños, sin confianza para pasar más allá de
la puerta. Paradójico que la Pastoral de la Salud de la Parroquia de Tapasco, esté en manos de
estos dos enfermos de frío y mudez. Y, que, aún así, Dios haga su obra, sane y cuide de los
que llevan las heridas sobre la piel.
Nos gusta la literatura, hacemos teatro. ¡Qué le vamos a hacer! Leo, cual Ulises, se
entretiene en las ínsulas de sus putas para descansar de la lucha contra los monstruos de sus
putos, mientras Lore con su vida monacal de parroquia, Eloísa abadesa, es la Penélope que
cuida de este Telémaco que soy yo, el que trata de montar una coreografía para arrojar a los
estúpidos que se beben la fortuna de su casa.
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Mientras Leonardo contesta una llamada sobre el asunto que les contará el sábado, Mauricio
camina por la entrada a la finca Abuela de los Mellizos. En las canastas plásticas ya están las
catleyas trianae que compraron, pero que no suben aún a la camioneta porque Leo quiere
atender primero la insistencia de las llamadas, debe ser algo serio. Mauro abre su cuaderno
Guacamayo para elevar su alma con las abejas de Juanté13.
ORQUÍDEAS
La abeja que se asoma por fuera del reloj14, despierta asombrada por esos racimos de
bailarinas moradas que cuelgan del matarratón. Sobrevuela los arbustos sin decidirse aún,
quiere dejarse seducir por la voluptuosidad de las flores que un primer observador griego,
Teofrasto, llamara orquídeas, porque el bulbo del que revientan le recordaba los testículos. Y
ellas, tan femeninas, tan coquetas. Vistiéndose para la pasarela de los siglos con formas
espectaculares que pueden ir desde la mimesis de la cuna, del ave en vuelo, zapatos, rostros,
un bebé recién nacido, la misma abeja. Ellas, epifitas cuyo testículo se adhiere al árbol sin
matarlo, atrayéndole polinizadores e insectos que lo libren de plagas. Ellas, medidoras del
cambio climático, coloreándose con pecas, con rayas. Matizando un color hasta agotarlo en
todas sus posibilidades como sucede con la que es símbolo patrio. Perfumándose para mostrar
su aristocracia. Observarlas genera obsesión. ¡Cuánta locura por su belleza! Tantas aventuras
en los rincones del mundo por conseguir la más extraña, ambición estética de los jardineros
consagrados.
Por eso, si la abeja es el alma, cada vez que está frente a una orquídea, está frente a uno
de los nombres santos, frente a un atributo de la divinidad. Fuerza, perfección, madurez,
eternidad. Pero ese atributo no avasalla su opuesto, pues aunque sea fuerte dura poco,
aunque sea perfecta necesita de los árboles para asentarse, aunque sea madura siempre
aparece ingenua, y aunque sea eterna su belleza, su presencia es fugaz.
La abeja elige la orquídea de cuyo pétalo se suspende un cristal de lluvia que se dispone a
bendecir la tierra en que caerá. Recorre los sépalos como quien desata los botines de la
bailarina que necesita comodidad. Pasa por los pétalos más pequeños como si desatara el
nudo de la falda de boleros de fino encaje, antes de levantar ese labelo mayor y más vistoso,
13
. “Y procure vuestra señoría algunas veces, cuando se vea apretado, irse adonde vea cielo y andarse paseando, que
no se quitará la oración por eso, y es menester llevar esta nuestra flaqueza de arte que no se apriete el natural. Todo
es buscar a Dios, pues por él andamos a buscar medios, y es menester llevar el alma con suavidad” Santa Teresa, en
una carta fechada en Segovia, el 3 de julio de 1574. 14
. La puesta en escena requiere diseñar el panal como si fuese un reloj.
37
ante el que pide permiso para adentrarse en búsqueda de los polinios, que delicadamente
tomará de esa columna en que se han fusionado estambre y pistilo, prolongación del ovario
ínfero. Se adentra allí, reverente, donde el color es más fuerte, para recoger con ternura la
dulzura que en su centro concentra la casta doncella.
La abeja desposó la orquídea para unirla al Varón de dolores, al León de Judá, que después
de la Cena con sus amigos, es motivo de burlas y desprecio. La catleya es la esposa que tiene
que asistir a la viudez, antes del amanecer de la noche de bodas. El Amado se hace pan para
alimentar a los suyos y entregar su cuerpo libre a lo que la brutalidad quiera hacer de él. Será
humillado por amor, desnudo y con las manos atadas a la columna15.
Y ella, que ya no se pertenece a sí misma, sino que ya es toda de él, lo acompañará
erguida, soberana, pues nadie podría arrebatarles ya la seguridad de su vínculo.
15
. “…es bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las tuvo y el
amor con que las pasó. Mas que no se canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con Él, acallado el
entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con
Él, y acuerde que no merecía estar allí…” Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida cap. 13 no. 22.
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Cuando hemos subido las canastas a la camioneta, Daniel nos invita a pasar al comedor, en el
que su esposa Yenifer nos espera con un desayuno de migas de arepa, costilla frita y chocolate
con vainilla.
Leo, que ha prometido auspiciarme los vestidos de mi primera puesta en escena con el
grupo de Guerrero, quiere saber qué es lo que estoy ensayando. Le cuento que debo pagar una
manda a San Antonio bailándole un arrullo, como lo prometió mi mamá. Estoy pensando
basarme en un texto de Juanté titulado Plegaria de Paredes. Es la investigación sobre una
devoción al Niño Jesús que se acostumbró en este sector hacia el 1700. El primero en realizar
el rastreo de esta imagen fue el maestro Elías Simón Montichelo. Su biógrafa, Ana Ligia
Tapasco, revisando sus documentos, sólo encontró una carpeta que decía Pies Esclavos y que
tenía tan sólo escrita una frase: Cada coreografía es el mapa de un tesoro. El contenido P.E.
(Pies Esclavos) le había sido entregado por Elías Simón a Juanté, para su estudio y él trabajaba
en la edición. Por eso Ana Ligia no encontró nada. No he querido describirle lo que he hallado
hasta no contar con una visión más panorámica para ofrecer.
Elías Simón, leyendo el Archivo Franciscano de las Américas, había encontrado las páginas
de un tal Fray Andrés Barranquero, el cual escribe que, en un caserío cercano a Marmato, se
le rinde culto a Nuestro Señor Jesucristo bajo la apariencia de un infante, en cuyo pie
derecho, la herida que le deja una espina, es un anuncio de los dolores de la pasión por los
clavos con que atravesarán sus delicados pies, celosos en buscarnos.
Esta imagen de madera era una triste pieza de botín, que ya sin su oro, había quedado al
desamparo de un miserable pescador al que doña Ana Clementina le compró el humilde Niño
Jesús, días antes de salir de Mariquita para Arrayanal. Se dirigía con su esposo don Manuel
Palau y Guerra para conocer y tomar posesión de las extensiones de tierra con que a éste se le
había pagado un favor (demostrar la inocencia de una señorita blanca y encontrar en la
esclava a la bruja culpable) ante el tribunal de la inquisición de Cartagena. La expedición
partió de Mariquita trazando una ruta entre Arma – Marmato – Anserma – Arrayanal (lo que hoy
es Mistrató), en el que Manuel conocería las mejoras y el oro al que tendría derecho. Entre
Marmato y Anserma, don Manuel no pudo soportar la neumonía adquirida al paso por las
alturas del páramo y murió cerca de Buenavista. Clementina detuvo las marchas, la de
continuar, la de devolverse. Devolvió a su criado de mayor confianza a Cartagena para
informarle a su cuñado que se quedaría allí, en el paso de ese camino, y que agradecería
cualquier auxilio que le enviase para no morir como una española en desgracia. El cuñado
respondió a la solicitud mandándole dineros con uno de sus hijos, para que además hiciese
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valer los derechos de la viuda. Ella cambió los terrenos porque no quiso irse de Buenavista,
donde dejó entonces su preciado tesoro para que protegiese a los negras próximas a parir,
quienes le tomaron inmenso aprecio al Niño blanco, vestido de príncipe inca.
¿Por qué habría de llevar prendas andinas, vestiduras del pueblo despreciado, el avance de
un Niño europeo, hijo de oprimidos judíos, endiosado por las cortes romanas cuyos adeptos
ahora volvían a expulsar a los judíos y a los moros de la península, arrasaban con los
aborígenes y pisoteaban a los negros?
La aventura por la historia es todavía más encantadora y habría que buscar su origen en
Europa, cuando Ana Clementina era una doncella y pertenecía a la corte. Pero no puedo
adelantar más porque las investigaciones apenas van en este punto.
A Leo le encanta mi historia. Quiere saber más, saber cómo la voy a contar, pero ya es hora
de regresar a Tapasco y prepararnos para la procesión del prendimiento.
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A propósito de que el Jueves Santo se recuerda el Mandamiento del amor, Mauricio lee en el
cuaderno Guacamayo, la definición de la caridad que Juanté transcribió de Santa Teresita del
Niño Jesús.
Madre querida, este año Dios me ha hecho la gracia de hacerme comprender qué es la
caridad. Antes lo comprendía, es verdad, pero de manera imperfecta. No había ahondado en
estas palabras de Jesús: “El segundo mandamiento es SEMEJANTE al primero: amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. Me esmeraba, sobre todo, en amar a Dios, y amándolo, comprendí
que mi amor no debía traducirse sólo en palabras, pues: “No son los que me dicen <Señor,
Señor>, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi
Padre que está en el cielo”
Jesús me hizo conocer esta voluntad varias veces, debería decir casi en cada página de su
Evangelio. Pero en la última Cena, sabiendo que el corazón de sus discípulos se enciende en
un amor más ardiente por él, que acaba de darse a ellos en el inefable misterio de su
Eucaristía, este dulce Salvador les quiere dar un mandamiento nuevo. Les dice con
indescriptible ternura: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así
como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos conocerán
que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
¿Cómo amó Jesús a sus discípulos y por qué los amó?
No lo podían atraer por sus cualidades naturales: entre ellos y él había una distancia
infinita. Él era la ciencia, la Sabiduría eterna, y ellos eran pobres pescadores, ignorantes y
llenos de pensamientos terrenos. Sin embargo, Jesús los llama amigos suyos, hermanos suyos.
Quiere verlos reinar con él en el Reino de su Padre y para abrirles ese reino, quiere morir en
una cruz, pues dijo: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
Madre querida, al meditar en estas palabras de Jesús, he comprendido qué imperfecto era
mi amor por mis hermanas, vi que no las amaba como Dios las ama.
Ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los otros, en
no asombrarse por sus flaquezas, en edificarse con los más pequeños actos de virtud que se
les vea practicar, pero, sobre todo, he comprendido que la caridad no debe permanecer
encerrada en el fondo del corazón: “No se enciende una lámpara para meterla debajo de un
cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a TODOS los que están en la
casa”. Me parece que esta lámpara representa la caridad que debe iluminar, alegrar, no
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solamente a los que me son más queridos, sino a TODOS los que están en la casa, sin
exceptuar a nadie.
Cuando el Señor ordenó a su pueblo que amara a su prójimo como a sí mismo, no había
venido todavía a la tierra. Por eso, sabiendo hasta qué punto se ama la propia persona, no
podía pedir a sus criaturas un amor mayor para con el prójimo. Pero cuando Jesús dio a sus
apóstoles un mandamiento nuevo, SU PROPIO MANDAMIENTO, como lo dice más adelante, ya
no habla de amar al prójimo como así mismo sino de amarlo como él, Jesús, lo ha amado,
como lo amará hasta la consumación de los siglos.
¡Ah! Señor, yo sé que no mandas nada imposible. Conoces mejor que yo mi debilidad, mi
imperfección, sabes muy bien que jamás podría amar a mis hermanas como tú las amas, si tú
mismo, Jesús mío, no las amaras también en mí. Porque me quieres conceder esta gracia has
establecido un mandamiento nuevo. ¡Cuánto lo amo!, pues me da la seguridad de que tu
voluntad es amar en mí a todos aquellos a quienes me ordenas amar.
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Andando ya la procesión del prendimiento, Mauro voltea a mirar la imagen de Jesús, con las
manos atadas sobre una columna de orquídeas, manzanillas y crisantemos. Ora mentalmente:
Jesús, atado a la columna,
como yo a los deseos
de este cuerpo.
Solos y sin consuelo,
mientras a nuestro alrededor
las risas.
Torturados por un amor
que no encuentra diálogo
en la sordera del otro.
Jesús, atado, me sufre
y mi ignorancia e indiferencia
a ese corazón duro del otro
también me amarran.
Si mi corazón descansara en Él,
libres los dos seríamos.
Por eso te prometo, ahora,
que caigo en cuenta, Jesús,
contarte el nombre de quienes amo
para que nos turnemos en la columna:
Amándonos tú y yo.
Que tú ames lo que yo.
Que yo ame lo que tú.
Como yo.
Como tú16.
16
. “Porque cuando de veras está tocada el alma de este amor de Dios, sin pena ninguna se quita el que se tiene a las
criaturas, digo de arte que esté el alma atada a ningún amor; lo que no se hace estando sin este amor de Dios; que
cualquiera cosa de las criaturas, si mucho se aman, da pena; y apartarse de ellas, muy mayor”. Santa Teresa, en una
carta fechada en Toledo, el 17 de enero de 1577.
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La hermana Mariana Barranquero, en uno de los tantos talleres que le ha dado al equipo de
la Pastoral de la Salud de Tapasco, habló del valor de sentarse en el suelo cuando es necesario
comunicarse mejor con el otro. Por eso Leonardo los ha hecho venir en ropa deportiva, les ha
hecho quitarse el calzado y ha puesto a Blondie con su canción Heart of glass, para romper el
hielo. Lorena se entusiasma y parodia a la cantante, Mauro improvisa pases de bailarín
contemporáneo, mientras Leo los observa sonriendo, preparándose para contarles de una vez
por todas, cuál es la razón por la que ha estado inquieto estos días. Cuando termina la canción
y se siguen reproduciendo clásicos de la música disco, a un volumen moderado que permite la
conversación, Leonardo se coge las puntas de los pies y comienza a hacer memoria.
Hace más o menos un año, recibió un reconocimiento de la Cámara de Comercio de Pereira
por el trabajo social que venía haciendo a través de su fundación. La encargada de entregarle
el pergamino fue la empresaria Katherine Díaz, diseñadora y propietaria de Andago. Pues
bien, al mes, ella misma se presentó en su negocio para pedir asesoría sobre la peluca que
más convendría a su ama de llaves, Magnolia García. Cuando ella estaba cancelando el valor
de la que había escogido, él entró al negocio y se impresionó mucho de verla allí, la saludó y
se puso a su disposición. Ella no pudo negar su tristeza, bajó sus lentes oscuros para que él
viera la amargura de su corazón y sin preguntar lo que era obvio, la consolara.
Leonardo tomó sus otros paquetes y la acompañó al parqueadero. Entró a su carro y se
fueron a la clínica en la que sus sobrinos cuidaban de Magnolia al salir de su segunda quimio.
Por los cuidados y cortesías que Leo tuvo para con ellas, a partir de ese momento, Katherine
se encariñó con él y vio que podría liderar procesos a nivel político también, razón por la que
ahora quiere llevarlo a la Asamblea Departamental.
- Lo primero que necesito saber es, entonces, si me apoyan para presentar mi nombre en
las elecciones de octubre. Cuento con el respaldo del grupo económico que lidera Katherine
Díaz, sé que su capacidad gerencial y sus estrategias de mercadeo y publicidad, sumadas a mi
honradez y formación administrativa, me permitirán desempeñarme a la altura de las
circunstancias y, sobre todo, de ustedes dos, mi familia.
Lorena abre sus ojos y sonríe, se lleva las manos a la boca para expresar la felicidad por la
sorpresa.
- ¡Voto por ti! ¡Trabajaré en tu equipo! ¡Nunca he hecho política pero aprenderé! ¡Sé
ganarme a la gente! ¡Tendrás el voto de todos los cristianos! Incluso, podemos mover a los
amigos que tenemos en el MIRA.
Mauro se alegra también por la propuesta que le hacen a su amigo, pero es más escéptico.
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- A propósito, ¿qué partido te dará el aval?
- Cambio Radical.
- ¿En serio? Pensé que ella estaba más cercana al Polo.
- Sí, ella sí. Pero los grupos que depositan en ella su confianza nunca estarían del lado de
un partido de izquierda.
- Una derecha más pragmática, menos dogmática.
- ¿Es que sabes mucho de política?
- No, perdón. Yo no sé ni qué digo. Es que, antes que alegría, me da susto. No quiero
perder a mi amigo. Eso de las tajadas, de hacerse el de la vista gorda, no sé…
- Katherine sólo espera mi respuesta y le prometí dársela en media hora. Le pedí que me
esperara, mientras pregunto a mi familia lo que piensan de convertirme en candidato. De
acuerdo a lo que me digan, daré mi sí o mi no.
- ¿Y qué te dicen ellos?
- Cuando dije familia, nada más los conté a ustedes dos. No le preguntaré a los de mi
sangre porque se entusiasman pronto. Ustedes son mi familia espiritual, los que conocen mis
luces y mis sombras. Por favor, alcen la mano, si están dispuestos a no dejarme solo para
vencer las tentaciones del poder.
Lorena y Mauro, sin dudarlo, alzan la mano. Abrazan al candidato y proponen un brindis por
esa aventura que significa crear una plataforma ideológica, un plan de acción, una
propaganda, discursos, debates. Limpios siempre, nunca pendejos. Con vocación de poder.
- Llámala, llámala de una vez –insiste Lorena-. Queremos escuchar, pon en altavoz.
- Lorena, falta la segunda pregunta qué debo hacer. Ésta te excluye, Mauro, pero también
debes escucharla. Por estrategia, según le ha dicho Tiziano a Katherine, debo representar a
las familias, para darle peso a mi discurso. Lorena, ¿aceptas casarte conmigo?
La euforia de hace un momento frena en seco. Lorena se levanta, pide permiso y corre al
patio. Leonardo intenta ir tras ella, pero Mauro lo detiene abrazándolo por la espalda. Se
asoman a la ventana por la que ven a Lorena de rodillas mirando al cielo.
- Voy a preparar café.
- Ponle un poco de ron y clavos, por favor.
- En aguapanela.
- Por favor.
Leo preveía la reacción de Lorena. La ha amado todo este tiempo. Sabe que ella lo ama a
su manera. Él, que siempre se ha tenido por poca cosa, no cree merecerla. Sin embargo,
45
cansado de tanto deambular, quiere que ese amor pueda, ante el compromiso, adquirir un
tinte de redención matizando deseo con deber. La obligación ante el público, como la
circunstancia que precipita saltarse el camino del enamoramiento, que para un hombre tan
inseguro, es batalla perdida. Es por las apariencias que ella no ha admitido cuánto le gusta
Leo. Es por las apariencias que él se ha atrevido a dar el primer paso. Cuando el café está
listo, Mauro sirve las tres tazas y las lleva al patio. Lore y Leo hablan de la boda.
- Gracias Mauro. Huele delicioso.
- Un arriero. Leo me enseñó a prepararlo.
- Volvamos adentro, va a llover y hay una boda qué preparar; si éste es un matrimonio por
conveniencia, imagino que debe satisfacer algunos requisitos para quienes asumirán los
costos.
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UN ARRULLO PARA SAN ANTONIO
Señora Santa Ana
¿por qué llora el Niño?
Por una manzana que se le ha perdido.
Orri, orrá, San Antonio ya se va
Arrullo del Pacífico Colombiano
El día de la boda de Leonardo y Lorena, se llegó. Katherine Díaz, la propietaria de Andago,
se ha encargado de cada uno de los detalles de la ceremonia y la recepción, sin dejar de lado
las sugerencias de los novios. De esta manera presenta a Leo como su candidato y orienta así
el agradecimiento que le adeudan las familias que ha favorecido con empleos para sus hijos,
con medicinas para sus mayores y con materiales para sus viviendas.
El epicentro de la ceremonia religiosa y de la celebración posterior es la capilla de Santa
Ana, corregimiento a unos 15 kilómetros de la cabecera de San Antonio. En su finca de
descanso, pasaron la noche ella, sus sobrinos, la novia, las cocineras y los meseros. El
Gantier’s, el más lujoso hotel de San Antonio, lo reservó para las familias de los novios,
aliados políticos y los estudiantes del grupo de danzas del colegio de Mauricio. Katherine pintó
el convento y la iglesita, en pago por el alquiler. La iglesia fue un regalo del maestro Elías
Simón a la comunidad en la que su hija hacía el año rural, aportó los planos y la gestión de los
materiales. Reproduce, a menor escala, la iglesia de Chinú, Córdoba, donde él nació y vivió la
niñez. Está dedicada a Santa Ana por la devoción que los campesinos le tienen, a quien le
piden sobre todo por las necesidades del hogar, la paz entre los esposos y la vivienda. Para
respetar la tradición de ir cada 26 de julio a Guática o a Guamal, Elías Simón consiguió la
licencia eclesiástica para celebrarla el 7 de junio.
A las 6:30 a.m. llega Mauro a Santa Ana, con sus padres, para estudiar el espacio al pie del
presbiterio, donde se presentará la Plegaria de Paredes. Cumple así la manda a San Antonio,
en un evento familiar, con la iglesia blanca, resplandeciente, un jardín de flores frescas es el
interior. Preguntarle, en medio del baile, a la abuela del Niño que porque llora, y tenerla ahí
mismo, serena, contestando que por una manzana que se le ha perdido, y de pronto sentir
que cuando dice “manzana” habla de muchas cosas. De pronto es una manzana de oro que le
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trajeron, entre los tesoros de los magos, y que está quizá por ahí, rodando, mientras nosotros
bailamos.
- Mami, esta presentación es la que cuenta –le susurra a Carolina mientras espera a sus
estudiantes para el ensayo-, La de ayer fue un compromiso. Se bailó para los devotos del
santo. Y aunque aquí parezca regalo de bodas, el hecho de que yo baile, Antonio debe
recibirlo como pago del favor que le pedimos.
Ana Ligia Tapasco, la abogada del maestro Simón y coordinadora del proyecto de las
tutorías, como no alcanzó a ver la Plegaria el día anterior por los compromisos que debía
atender, ha confirmado su asistencia. Es muy importante que ella pueda conocer cómo va el
montaje de la investigación que Elías Simón y Juanté adelantaban. Mauricio le entregará el
primer texto rescatado de los papeles dispersos de su maestro, Viejo Nando, para que pase a
la editorial y se entregue durante el concurso de Omach.
Mauro mira el altar en que está puesto el santo, rodeado de azucenas. Parece un hermano
mayor que expone su hermanito al sol, después del baño. La mirada de los dos está puesta en
el joven que mendiga a sus pies. Antonio extiende el brazo que le queda libre para entregarle
un pan. El vitral de al lado completa la escena. Se trata de un pasaje carmelita, santa Teresa
sale al patio ayudada por otra monja, de velo blanco, Ana de San Bartolomé, quien fuera la
compañera fiel de la andariega, hasta sus últimos suspiros17. Fray Antonio con su hermano al
sol, atendiendo a un forastero, mientras la abuela viene, apoyada de su hija, para invitarlos
a pasar porque de seguro el desayuno ya está servido. Deben ser tamales con chocolate. Ay,
foráneo devoto, pediste pan y mira: te van a dar hogar.
El interior de la iglesia es rico en huellas de espiritualidad carmelita: Niño Jesús de Praga,
José, Virgen del Carmen, Señor de la Columna, Teresita del Niño Jesús y, de nuevo Teresa,
como Mauro no la ha visto antes, a pesar de las tantas estampitas que encontró en la caja de
escrituras de Juanté. Que tenga una paloma, que tenga un libro, o el corazón encendido –
como la que está atrás de Antonio, en el vitral- no es nada raro y es lo más propio. Pero… ¿una
pandereta? Mauro imagina que la ocurrencia debió haber sido de su Juanté, acolitada por
Simón. Es que es la santa de un músico y un bailarín. O sea, tantico más y le ponen unas
maracas o un guasá. Esa flexión de la rodilla denota que está siguiendo el ritmo. ¿Qué
cantará? Oriplayando, o-o, Oriplayando, o-o.
17
De la autobiografía de Ana: La dejaba durmiendo y me iba a lavar sus paños, que como estaba enferma tenía yo
consuelo de darla limpio. Era muy agradable a ella la limpieza. El día que murió, que no podía hablar, la puse todo
de limpio, tocas, y mangas, y mirábase cómo estaba limpia, y mirándome a mí se vió por señas me lo agradecía.
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Mauricio estrenó la Plegaria de Paredes en el marco de las fiestas patronales, en el día en
que los colegios organizan una muestra de talentos de sus estudiantes. Con los de Monte
Guerrero hizo la primera parte, la danza de la batea, que representa a los negros en la
excavación del socavón, las negras en el mazamorreo e indígenas en la matraca, esos cajones
en los que se va quedando algo del preciado mineral. Oficios bien conocidos por estos
muchachos que tienen ahí enseguida de su colegio, las minas de Miraflores y el bateo en Aguas
Claras. Gracias a Alexander, Erika y Sebastián, pudo hacer la segunda parte de la Plegaria, el
arrullo de la aparición del Niño de Pies Esclavos, con los estudiantes de Naranjal. Los tres,
subían a Guerrero pidiendo el empujoncito en jeep y desde allí, muchas veces se devolvieron
en la noche y caminando. Ese sacrificio se nota en el currulao sambo que integra los dos
grupos de bailarines, negros e indígenas, al salir del escenario, cantando el villancico María
lavaba.
A todo el mundo sorprendió con su propuesta. Sobre todo, cuando al inicio dijo que era la
investigación sobre “una devoción al Niño Jesús, paralela a la del Niño Jesús de Praga, que se
hizo alrededor del año 1700 en los territorios que van de Supía a Anserma, teniendo como
epicentro al viejo Quinchía, de donde salieron después Villa del Cerro, Tapasco y San
Antonio”. Tenía las fechas y los pormenores del relato según el texto de Juanté, que gracias a
Dios, Beatriz no incineró. Ella se da por satisfecha de haber seguido su intuición, de haber
comprendido su sueño. De algo sirvió quedarse más con Jung que con Freud, le dijo su amiga
Yineth, psicóloga ella, después del espectáculo.
Ninguno de los presentes había escuchado hablar del Niño de Pies Esclavos. De otros
colegios lo felicitaron porque la obra salió emotiva y elegante. Muchos quedaron interesados
en esa historia fascinante y desconocida. Un puñado de personalidades, las “autoridades”
académicas de San Antonio, se mostraron escépticas; aplaudieron el ingenio, pero rechazaron
el relato como verdadero. Mauro no podía defenderse en ese momento, no podía presentar la
investigación, incompleta todavía.
Se dice que Teresa de Jesús (1515-1582) pidió que en sus conventos nunca faltara una
imagen que recordara la infancia de Jesús. Esta práctica, tan comentada entre los seguidores
y admiradores de la santa, llegó a la familia Manríquez de Lara, con tanta afición que, un día,
mientras doña Isabel iba de paseo por el campo, recogió la talla de madera, elaborada por un
fraile lego, el cual seguía una revelación divina. En el patio de su casa estuvo el Niño
recibiendo veneración hasta que en 1556 es obsequiado a Maximiliana, quien se lo lleva como
recuerdo de su patria a Bohemia, donde se casa con Vratislav de Pernstejn. Pasará a manos de
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su hija Polixena, como regalo de bodas en 1587, a quien acompañará hasta 1628, cuando ella
lo done al convento de los carmelitas fundado 8 años atrás. En este momento, entra a la
historia Ana Clementina, quien se encuentra en Praga, siendo todavía muy joven, pues su
padre espera emparentarla con la familia Lobkowitz. Ana Clementina asiste a la entrega de la
pequeña imagen de Jesús por parte de la princesa a los frailes, tomándole un inmenso cariño
desde ese momento. Su padre cambia de parecer durante esa visita, obsesionado con las
riquezas que vienen de América y la compromete con un general español que regresará al
Nuevo Mundo al año siguiente. La boda tiene lugar en Roma, de regreso a España, el 1 de
octubre de 1629.
Ana Clementina llegará entonces en 1630 a Cartagena de Indias, con el corazón inflamado
de piedad por la infancia de Jesús. Pero, si había tenido que caminar entre los destrozos de
las guerras religiosas europeas, será ahora testigo y tendrá que tomar parte frente a la tiranía
con la que, católicos ibéricos, reducen a los aborígenes americanos, hasta llevarlos casi al
borde de la extinción. También, estará ahí, en ese momento doloroso de la inserción africana
al continente americano. La joven, que además tiene que someterse a la carga matrimonial de
un hombre torpe, sediento de riquezas, sólo tendrá oportunidad de ser algo más que
decoración, en el sacramento de la confesión. Porque es allí donde puede decir lo que piensa,
encontrar voces para salir de la confusión, fortaleza para no enloquecer ni perder la fe. En el
confesionario comparte la compasión del esclavo de los esclavos. Y será allí, junto a otro
jesuita, Alonso de Sandoval, que poseerá la imagen de su Jesús Niño. Del saberse comportar
como esposa y ama de casa, a la altura de las circunstancias, se encargará su amiga, Dominica
de Orellana.
Corre el año 1631. En Praga, los protestantes poco dados al culto de las imágenes, mutilan
las manos a su Niño Jesús y lo arrojan entre los escombros de la iglesia. Entre las prédicas de
los jesuitas y los consejos de la dama española, Ana Clementina va preparándose para
restaurar, en otra imagen, el piecito que trae herido. Pie fatigado porque ha caminado el
camino inca, pie herido porque ha soportado el látigo español en la espalda de los negros.
Mauricio intenta alejar de su mente la historia del Niño de Pies Esclavos, pensando de
nuevo en quienes contraerán matrimonio. Está entusiasmado porque los dos han encontrado
por fin la excusa para unir sus vidas. Está satisfecho por los aplausos que recibió, por la
alegría de sus estudiantes, felices de estrenar un vestuario de telas tan finas y tan a la talla
de cada uno. Hoy van de fiesta, serán espectáculo en una boda a la que vendrán dos ministras
50
y tres senadores. Pernoctaron en el lujoso Gantier’s de San Antonio, en el que se gozaron la
piscina cuando regresaron de la presentación.
Carolina concluye su oración delante de San Antonio cuando llegan los muchachos para el
ensayo, vienen contentos, radiantes. Tendrán dos horas para ensayar, antes de que vengan los
toques finales de la ambientación. Se han encontrado a las 7 de la mañana porque saben que
después del desayuno –sobre las nueve-, el tiempo se les irá rapidísimo. Eso sí, ya tomaron
algo por el camino para que ninguno se desmaye del hambre. Están concentrados en la misión
que deben cumplir: enamorar a Kathe para que se convierta en su patrocinadora más
adelante, en otras ocasiones.
Por disciplina, Mauro les ha mandado encarecidamente no ceder a la tentación de recochar
hasta tarde o de contrabandear aguardiente: “el desliz más seductor en el que pueda
resbalarse una, cuando es adolescente”, como dice Mafe, una de sus estudiantes. Durante la
recepción habrá oportunidad de probar un poquito de todo. ¡Y fino! Antes no. Tienen que
ganarse la adoración del público, después, otro día, cuando vuelvan de vacaciones, se
descuadernan como quieran. Antes no.
Cuando la fatiga y el ayuno les hacen ver que los angelitos del Niño de Praga bailan
también, suspenden el reconocimiento y se dirigen al comedor del colegio con la expectativa
de engolosinarse con tortillas y café con leche. Son jóvenes y nada parece darles abasto.
Además, cuando bailan, todas las calorías que pretendían quedarse en el tejido adiposo, son
sudadas rapidito. ¡Qué envidia! Mientras los chicos abandonan el sitio sagrado, al que de tanto
ensayo ya le perdieron la reverencia, uno de los sobrinos de Kathe se acerca a Mauricio.
- Mucho mejor que en San Antonio.
- Ah, te estás tirando la sorpresa.
- Yo me dedico a las danzas también. Mucho gusto, Yeison.
- Leo me hablo de vos. Mauricio Toche. Estás estudiando en Armenia, ¿verdad?
- Sí, claro. Ese soy yo. Apenas voy para el segundo semestre.
- Entonces, la señora Katherine, tendrá unos ojos muy críticos para mi propuesta.
- A la Señora Katherine, como le gusta la literatura, te la comprarás con la devoción al Niño
de Pies Esclavos. Por cierto, ¿ese título es de tu maestro Juanté?
- No, es de Elías Simón.
- ¿De verdad existió la imagen?
- Según los documentos históricos, sí. O por lo menos, si es una invención, es del que firmó
los documentos recogidos por Elías Simón, Fray Andrés Afrechero.
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- ¿Cuándo podremos leer toda la historia? Decías anoche que la estás editando a partir de
unos manuscritos.
- Estoy trabajando en los papeles de Juanté, sí. Creo que ya para el año entrante estará
lista la historia.
- Te pregunto, y discúlpame si te quito tiempo. Pero es que me generas un lío conceptual
ya que usaste ritmos del Pacífico… ¿por qué contar algo que pasó entre estas cordilleras con
danzas de otras aguas? Cada río, moviéndose al mar, tiene un ritmo propio que el bailarín
debe interpretar, con singularidad también.
- Sugieres que la Plegaria tenga su propia música, ¿no es cierto?
- Exacto.
- El maestro Elías Simón iba a trabajar en la música de esa propuesta. La llamó Villancicos
de Batero, pero no los hemos encontrado aún. Ni siquiera Ana Ligia sabía que el maestro
hubiese venido a San Antonio de Paredes, expresamente, a trabajar con Juanté en los
arreglos. Creo que hacían falta las letras. Se las encomendaron a una mujer de nombre
Amelia, pero… el caso es que Juanté trabajaba en las coreografías marcado por una
experiencia que tuvo como acompañante de la investigación que hizo Paloma Palau en las
veredas de Quinamayó y Santa Rosa. Eso es Caloto, Santander de Quilichao…
- Hmmm, ya. Adoraciones al Niño Dios. Algo puedo referenciar.
- No estamos mintiendo porque hagamos creer que el origen de estos bailes sea el Niño de
Pies Esclavos. Decimos que con el montaje es más fácil contarlo a él, a partir de estos bailes
que han llegado hasta nosotros… Allá vienen mis estudiantes. Sabrá Dios qué les ocurre ahora.
¿Hablamos en la tarde?
- O mañana, no hay problema.
- No puedo. Salgo con Lore y Leo.
- ¿Vas a la luna de miel?
- Nos vamos en la madrugada para Pereira, porque mañana salimos para Cartagena. Voy a
hacer trabajo de campo para lo que voy a montar en el segundo semestre, lo que llevaré al
concurso de Omach.
- ¿Y por qué no participas con la Plegaria?
- Porque no he terminado de conocerla, de encontrarle los fundamentos.
- Y en la tarde, ¿sí tendrás tiempo?
- Te lo prometo.
52
Cuando los muchachos han desayunado y las muchachas ya empiezan a maquillarse, Mauricio
le pide el favor a Yeison de que los lleve a la finca, a él y a su mamá, para cambiarse. Irá
vestido para bailar un arrullo. Pantalón blanco y camisa blanca, con cuello rojo; sombrero de
paja y pañuelo rabo’e gallo. Su lugar en la iglesia es con los estudiantes, detrás de ellos.
Aunque los bailes serán a pie descalzo, llevarán abarcas tres-puntá, mientras llega su turno de
presentarse. Pasa a la habitación de la novia para esperar con ella la hora de la salida.
- Cómo han cambiado los tiempos. Prácticamente es la novia la que espera al novio.
- Sí, han cambiado mucho. Pero me demoraré cuando él esté en la iglesia. Ideas de doña
Katherine.
- ¿Cómo te ha ido con ella?
- Muy bien. Es una buena mujer. Muy graciosa y amable.
- ¿Ya no te intimida?
- Menos. No puedo negar que me siento… que no soy yo… Estoy haciendo cosas para las que
no estaba preparada. Estás muy bello.
- Obra de las manos de mi adorada madre. Es nuestra forma de agradecerle a san Antonio.
- Y él es santo bravo, como dirían en el Chocó.
- San Francisco es muy querido en Quibdó, pero más recurren las personas al patrocinio de
su discípulo Antonio. Yo creo que, como Antonio nació en Lisboa, los negreros portugueses, lo
invocaban en las vicisitudes del océano. Y como a los negros les prohibieron el nombre de sus
deidades, ante el apego de los portugueses por Antonio, encontraron un protector mayor, amo
de sus amos.
- En casa, a mi mamá no le gustaba que yo le orara. Que porque era pedirle novio. Y que
ella no iba a alcahuetear que yo lo pusiera de cabezas o que le escondiera el Niño.
- Ay, esas creencias de las mamás. La mía me ha hecho su devoto porque en la novena le
celebran la inteligencia. Me gustas. Quedaste muy hermosa.
- Me opuse al blanco, con mucha convicción pero Leo… terminó ganando.
- Blanco… me recuerda…
- A mí también. Pero no la de Yo voy a casarme, vestida de blanco. Si no, me alcanzas el
ramo, o sea mi micrófono. Gracias… I made it through the wilderness / Somehow I made it
through / I didn't know how lost I was / until I found you…
- I was beat, incomplete / I'd been had, I was sad and blue / But you made me feel / Yes,
you made me feel / Shiny and new.
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Cantan, juegan con el traje de novia. Lorena se quita el velo y Mauro se lo pone, revuelcan
las sábanas, se tiran al suelo y continúan: Like a virgin / Touched for the very first time /
Like a virgin / When your heart beats / Next to mine.
Esa afición por el pop y las divas, siempre ha sido una oportunidad para divertirse un poco
más y atreverse, en ocasiones, a coquetearse cómplices.
Everybody comes to Hollywood / They wanna make it in the neighborhood / They like the
smell of it in Hollywood /How could it hurt you when it looks so good.
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ANTE LAS AZUCENAS
La homilía del sacerdote, centrada en el capítulo 13 de la Primera Epístola a los Corintios, le
recuerda a Mauro una escena sobre el tema del amor místico que aparece en el Cuaderno
Guacamayo y que Juanté escribió pensando en su Místico Jardín.
El apicultor Maeterlinck: Un poco de rocío baña con un recuerdo las hojas y las flores; la
última frescura del alma desfalleciente lucha en su derrota con el ardor del día, como una
virgen desnuda en brazos de un robusto guerrero; el silencio y las rosas del mediodía que se
acerca dejan penetrar todavía, acá y allá, algún perfume de las violetas de la mañana y algún
grito transparente de la aurora.
La reina Teresa: Estaba pensando ahora si sería que en este fuego del brasero encendido que
es mi Dios, saltaba alguna centella y daba en el alma de manera que se dejaba sentir aquel
encendido fuego, y como no era aún bastante para quemarla y él es tan deleitoso, queda con
aquella pena y, al tocar, hace aquella operación; y páreceme es la mejor comparación que he
acertado a decir.
El apicultor Maeterlinck: Es preciso que alcance una región desierta que ya no frecuentan las
aves, que podrían turbar el misterio. Se eleva aún más, y ya la tropa desigual disminuye y se
desgrana debajo de ella. Los débiles, los achacosos, los viejos, los raquíticos, los mal
alimentados de las colmenas inactivas o miserables renuncian a la persecución y desaparecen
en el vacío. Ya sólo queda en suspenso, en el ópalo infinito, un pequeño grupo infatigable.
Ella pide un último esfuerzo a sus alas, y el elegido de las fuerzas incomprensibles la alcanza,
la atrapa, la penetra, y llevada de un doble impulso, la espiral ascendente de su vuelo
enlazado remolina un segundo en el delirio hostil del amor.
La reina Teresa: Porque este dolor sabroso –y no es dolor- no está en un ser, aunque a veces
dura gran rato, otras de presto se acaba, como quiere comunicarle el Señor, que no es cosa
que se pueda procurar por ninguna vía humana; mas con que está algunas veces rato, quítase
y torna; en fin, nunca está estante, y por eso no acaba de abrasar el alma, sino ya que se va a
encender, muérese la centella y queda con deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso
que le causa.
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El apicultor Maeterlinck: Ésta, desde las cerúleas alturas, vuelve a bajar a la colmena
mientras vibran detrás de ella, como oriflamas, las entrañas desenrolladas de su amante.
Algunos apidólogos afirman que, a ese regreso lleno de promesas, las obreras manifiestan una
gran alegría.
La reina Teresa: Digamos que sea la unión, como si dos velas de cera se juntasen tan extremo
que toda la luz fuese una, o que el pabilo y la luz y la cera es todo uno; mas después bien se
pueden apartar la una vela de la otra, y quedan en dos velas.
El apicultor Maeterlinck: Desde aquel momento, dotada de un doble sexo, encerrando en sí
un macho inagotable, empieza su verdadera vida. No sale nunca más de la colmena, no vuelve
a ver la luz del día, a no ser para acompañar un enjambre; y su fecundidad no se detiene
hasta las proximidades de la muerte.
La reina Teresa: Porque de aquellos pechos divinos adonde parece está Dios siempre
sustentando el alma, salen unos rayos de leche que toda la gente del castillo conforta.
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Una vez que se gozaron el pastel de bodas, los estudiantes de Mauricio iniciaron el regreso a
sus hogares gracias al transporte que Katherine les garantizó. Al despedirlos, Mauricio pudo
atender ya más tranquilo la conversación que tenía pendiente con Yeison y de paso, involucrar
a Ana Ligia, antes de que se sintiese extraña en una fiesta en la que no conocía a los novios ni
tenía que ver con la organización. Ana celebró el trabajo de Mauro. Impecable en la ejecución
de los pasos, bien acompasados, entradas a tiempo. Una historia muy bonita la de este Niño.
Valdría la pena mandarlo tallar en madera, de acuerdo con las características que lo definen,
la del piecito levantado para mostrar la herida que le ha dejado la espina, en el centro de la
planta. Recordó que, por ejemplo, las imágenes de la capilla las había mandado a hacer el
maestro Elías Simón a su antojo. Nada más en estos días revisaba las facturas y le llamaba
mucho la atención una tal Santa Teresa de Advientre. Sabrá Dios en qué pensaba Simón que
por escribir Adviento, escribía Advientre.
- ¿Cuál es? –pregunta Yeison.
- La de la pandereta –responde Ana.
- ¿Y explica por qué la pandereta? –continúa Mauro el interrogatorio.
- Se supone que es santa Teresa cantando un villancico. En esa época eran muy frecuentes
estos cantos de pastores y ella los tomaba, les cambiaba la letra y la enseñaba a sus monjas
en el recreo para hacerles la vida más llevadera –contesta Ana.
- ¿Más llevadera?“Si es Dios el que hoy ha nacido, ¿Cómo puede ser difunto?” Forma extraña
de hacerle a uno más llevadera la vida -interpela Mauro.
- Es que nuestros tiempos son más hedonistas. Ah, el Barroco. Si el maestro Simón te
escuchara, mejor dicho. Además, tu Niño, el de Pies Esclavos, juega en ese mismo sentido, el
clavo de la cruz… -replica Ana.
- No te vayas a ir sin que te entregue Viejo Nando –cambia de tema Mauro.
- ¿De qué se trata? –pregunta Yeison.
- Un reportaje sobre la vida de un instructor de danzas –se anima Mauro-. William Fernando
Becerra Gañán. Caleño él. Las peripecias por las que había pasado y que lo llevaron de jurado
a Quinchía, al concurso de Omach, donde se conoció con Juanté. Se había iniciado en las
academias de salsa, había coqueteada con el ballet, había llegado a ser bailarín folclórico, y
de ahí a profesor de danzas en colegios. Es en ese momento de su juventud, en el que
necesita trascender y se dedica a la investigación. Ir a los lugares y confrontar. Comparar,
compartir lo que ha acumulado. Y con una forma de ser que lo convierten en un pedagogo de
primera: divertido, pragmático, inteligente, sencillo.
57
Leonardo viene por Ana Ligia para llevarla a la pista de baile. Quiere integrarla más, que se
sienta acogida por los anfitriones también. Yeison envidia la suerte de Mauro. Son casi de la
misma edad, pero ya él le lleva mucha ventaja en el camino. Mauro está dedicado al cuento
de las danzas folclóricas al cien por ciento, respira abosaos, come bambucos, habla
bullerengues y camina joropos.
- Voy a apoyarte con algo –interviene meditabundo Yeison-. En Andago, el año pasado,
cuando diseñamos La línea K, recibí un dinero extra del que todavía tengo guardado algo.
Katherine, mi “tía”, es como Juanté, como Simón… ella cree en la redención por la literatura,
así que sé que la podemos comprometer también para la publicación del Niño de Pies
Esclavos. De hecho, pues con lo de la campaña de Leonardo hay plata que nos estamos
ahorrando entonces…
- Muchas gracias, qué rico contar con ustedes –sonríe Mauro. Aprovecha lo que le ha dicho
para mostrar interés por él-. La línea K fue un homenaje a Kavafis, lo recuerdo.
- ¿Te gustaron?
- Sí, claro. Casi toda mi ropa interior es de Andago. ¿Qué leen ahora?
- Mishima.
- ¿En serio? Uf, del Mediterráneo al Pacífico. De la filosofía griega a la sabiduría zen.
- Debo empezar a leer El sol y el acero. Mishima, que tiene problemas con las palabras,
busca la acción, que viene a entender como el culto al cuerpo.
- Con esas lecturas, cualquiera diría que te pega más la danza contemporánea que el
folclor.
- No me va mal. Me gusta también. Sólo que a veces es muy abstracta y me hace sentir solo
y abandonado. La otra me conecta más con la gente, me sumerge en una tradición. ¿Ya tienes
todo listo para el viaje?
- Sí, ya tengo las maletas empacadas. No espero sino la orden de partida.
- Cuando leímos Kavafis para Andago, aprendimos muchas cosas. Quiero regalarte el poema
Íthaca, ahora que te vas. ¿Lo conoces?
- No. Del poeta nada más supe lo que salió en el periódico cuando presentaron la colección
y los poemas que vienen en las cajitas.
- El periódico… ¿leíste la crítica?
- No, nada. ¿Qué pasó?
- Katherine escribió que había visto unos “bóxer… granadilla” y eso le sirvió a alguien para
desacreditarla por su mal manejo del lenguaje. Katherine nos explicó que lo que quiso hacer
58
fue crear una sinestesia. No quería describir el color, quería experimentarlo como objeto. Los
puntos suspensivos no eran la búsqueda de un adjetivo, sino la de otro sustantivo. No el color,
sino una granadilla. Al escribirlo, ella experimentaba como si estuviera editando un videoclip.
- Me interesan esas sutilezas. Me las compartes.
- Sí, claro. Mira, ahora recibe este regalo. Estos no salieron al mercado, fueron versiones de
prueba. Para que te acompañen en la Costa y lleves, sobre la piel, los versos del alejandrino.
Está inspirado en Odiseo y su viaje de regreso al reino donde lo esperan Penélope y su hijo:
visita muchas ciudades egipcias,
aprende, aprende sin cesar junto a los sabios18.
18
Los capítulos siguientes no están disponibles en este documento de carácter virtual.
59
Y una vaca y un burrito
y un poco de paja
para el redentor.
La madre espera tranquila
bajo la luz de una estrella
Dios en su hijo,
va a nacer.
Chabuca Granda, Quietud
60
¿A’ronde me meto yo? es el resultado del proyecto de creación literaria El Niño de Pies
Esclavos, una novela a ritmos Caribe, realizado durante 2014-2015, gracias a la asesoría,
lectura y acompañamiento de Cecilia Caicedo Jurado, para optar al título de
Magíster en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira.
En Quinchía, agosto 26, memoria de la transverberación de Santa Teresa de Jesús.
62
REFLEXIÓN TEÓRICA
Escribir lo que uno quiere escribir,
es lo único que importa,
y que eso importe por siglos o por horas,
es lo de menos.
Virginia Woolf, Un cuarto propio.
La hoja de papel en blanco es como esa bolsa llena de tierra, abonada por las lecturas
y las experiencias previas, en la que depositamos ideas como semillas, remojándolas
con renglones de palabras, aguardando que germine la planta anhelada. Con El Niño
de Pies Esclavos, estoy intentando el mestizaje de dos pepitas. Una teológica, de la
especie europea Santa Teresa y otra del folclor Caribe, variedad Colombia. La he visto
germinar y crecer en mi patio, pero aún dudo de lo profundo de sus raíces, de la
fortaleza de los capítulos, de las flores de sus personajes y del sabor final de sus
imágenes. No he experimentado aún el paladar de la crítica, así que más que una
defensa del hecho creativo, plantearé una especie de diario de campo sobre el
comportamiento y el desarrollo de la planta.
Otra jardinera, Cecilia Caicedo, ha estado muy al tanto de mi proyecto. Lo ha
acompañado recomendándome ese control de arvenses que es la relectura de la
sintaxis y la gramática. También me ha recomendado lecturas que fertilicen aún más
el papel en que ha tenido lugar. He tratado de seguir sus recomendaciones, y si me
pasé en una o en otra sugerencia fue por el anhelo y la terquedad de buscar ese
agridulce sabor a mí.
63
De Santa Teresa de Jesús o la pregunta por Dios.
Mi primera publicación de carácter narrativo Las aventuras de la Barranquero, se trata
de una serie de cuentos protagonizados por una monja, Mariana, con la que le quise
hacer un homenaje a las compañeras del taller literario Rueca. Me travestí en el hábito
de la religiosa para hacerme mujer y hablar con ellas del tema de su trabajo de
pregrado.
En mi primera novela, Andago. La línea K, en la que tres jóvenes toman la poesía de
Kavafis para diseñar una colección de calzoncillos “rotos”, hubo dos capítulos para
preguntarse por Dios, por la oración, justificándose en algunos poemas del
alejandrino. Incluso, el tono morboso que recorre las páginas, desacelera su intensidad
cuando se pregunta por el significado de ser cristiano. En una ocasión, Mateo, mi
protagonista, va a la iglesia de los carmelitas para colocarse frente a Santa Teresita del
Niño Jesús y decirle:
<<Por eso he subido al Carmelo, para pedir tu autorización. Kavafis me
pregunta por lo que significa ser cristiano, hoy y en mi ciudad. La respuesta
más hermosa la tengo cuando pienso en vos […] ir a una casa en la que se
espera que venga el novio para empiecen las bodas que duran semanas>>
Y es que a la pregunta de lo que entiendo por Dios, la respuesta más sencilla que
acude a mis labios es de una de las monjas carmelitas, Isabel de la Trinidad: Soledad
infinita, inmensidad en que me pierdo. Umberto Eco, al final de El nombre de la
rosa, nos presenta una visión que hace amplía, a mi parecer, la definición anterior:
<<Dentro de poco me reuniré con mi principio, y ya no creo que éste sea el Dios
de gloria del que me hablaron los abades de mi orden, ni el de júbilo, como
creían los franciscanos de aquella época, y quizá ni siquiera sea el Dios de
piedad […] Me internaré deprisa en ese desierto vastísimo, perfectamente llano e
inconmensurable, donde el corazón piadoso sucumbe colmado de beatitud. Me
hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una unión inefable, y en
ese hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad, y en ese abismo
64
mi espíritu se perderá a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni
ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento
simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la
intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad
silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen>>
Sin embargo, esa idea de Dios que puede parecerse a la nada, genera movimiento.
Santa Teresa no es una mística que se cruce de brazos a esperar que la inunde una
quietud inoperante: “Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio
espiritual: de que nazcan siempre obras, obras”. Esa puede ser la razón por la que
Jesucristo bebía cerveza, la novela del portugués Afonso Cruz, me dice tanto en este
diálogo:
<<De niña, Miss Whittemore creía que aquellas florecillas del campo podían unir
a las personas (igual que las letras componen palabras) y se imaginaba
repartiendo flores por todo el mundo. Después empezó a darse cuenta de que el
mundo no se acababa en los muros de la factoría de su padre, como siempre
había creído. Un día entró en una iglesia y dejó una flor en el altar para que
Dios la distribuyera entre los hombres.
En una ocasión contó esta historia al profesor Borja:
- De pequeña dejaba flores a las criadas de mi padre con el nombre de otra
criada. Y la criada que recibía la flor quedaba encantada y le daba a su vez una
flor. Conseguí que todos se dieran flores entre ellos. Era mi forma de creer en
Dios.
- Dios no intervenía. No lo necesitamos para nada.
- Al contrario: así fue como empecé a creer. Dios era el gesto en sí de regalar
aquellas flores. Era una niña, pero me di cuenta de eso claramente. Era el gesto,
profesor, el gesto, y no el objeto. El gesto humano era Dios, y no un sujeto
castigador, inmenso, barbudo y omnipotente>>
El gesto, y no el objeto.
Una monja en mis mundos ficticios, más que estrategia narrativa, es el signo de
interrogación por mis creencias.
65
De la invitación a la danza.
Cuando vives en un pueblo como Quinchía y demuestras tu interés por las letras, lo
más probable es que te quieran encargar que escribas la historia de ese terruño. La
familia y los amigos se te ofrecen como personajes, quieren sentirse observados y
descritos para reconocerse en el momento de la lectura. Uno sonríe y se va excusando,
pensando que no se trata de un desprecio por esas ofertas, sino que aún falta un
dominio de las técnicas para que lo local no termine siendo un manifiesto provinciano.
Sin embargo, hay personajes, situaciones, hechos locales, que uno comienza a
reflexionar con mayor frecuencia hasta que llega el momento en que piden la
oportunidad sobre el papel. Eso me pasó con Omar Ramírez Gómez.
Alguna vez, para asistir a un encuentro de escritores regionales, organizado por la
Gobernación de Risaralda, solicité a mis padres en Quinchía la gestión de un aval ante
la Casa de la Cultura para asistir. El tema de aquel encuentro fue Alba Lucía Ángel,
bajo la dirección de Cecilia Caicedo, antes del Simposio organizado por la Maestría en
Literatura.
Pasó el tiempo, hasta que un día coincidí con Omar en un bus que nos traía a
Pereira. Hablamos de muchas cosas, nos habíamos visto y saludado, teníamos
referencias uno del otro, pero sólo en ese momento cruzamos más palabras. Le
agradecí por el aval y, reconociéndome en deuda, le ofrecí montar un taller de
literatura para la Casa de la Cultura. Le pareció bien, lo organizó todo y empezamos.
Luego, las dificultades del viaje semanal entorpecieron la frecuencia de las reuniones.
Me quedé sin taller, pero ya tenía un aliado.
Después de terminar mis estudios de la licenciatura en Español y Literatura,
viviendo de nuevo en Quinchía, de aliado pasé a jefe cuando, una noche, mientras le
ayudaba a servir gaseosas para la Asamblea de Socios, el profesor Héctor Franco
propuso mi nombre para suceder a don Hernando Velásquez, como Presidente de la
Junta Directiva. A los socios les pareció bien y yo recibí dichoso esa tarea porque
podría ser protagonista en la cultura local.
66
Este recuento viene a colación porque muestra cómo nace el segundo componente
temático de ésta novela: Omar Ramírez Gómez y el espacio que me ha abierto durante
estos años en la Casa de la Cultura de mi pueblo.
Ahora bien, ¿cuándo Omar se convirtió en el personaje para una novela?
Apoyando este sueño de convertirme en novelista, Omar me llevó al Carmen de
Apicalá, en el Tolima, como parte del equipo de logística del grupo de danzas. En mi
cabeza tenía el proyecto de escribir una novela alrededor del tema de los leprosos y por
eso, llegar lo más cerca posible de Agua de Dios (Cundinamarca), era el incentivo más
valioso que pudiera recibir. En aquel viaje, facilitado por el alcalde del Carmen,
oriundo de Quinchía y por eso tan dispuesto a ese intercambio cultural, me integré
con los muchachos del grupo de danzas.
Omar había montado con ellos un espectáculo hermosísimo con bailes de distintas
regiones del país. Recuerdo mucho la carranga del maestro Veloza: Un diablo se cayó
al agua y otro diablo lo sacó y un diablo que pasaba preguntó Aquí que diablos pasó.
Una noche, durante aquel viaje, mientras veía las estrellas con Alexander Batero,
sentados en el suelo, mientras lo acunaba por la espalda y posaba mi mentón sobre su
frente, le conté que algún día escribiría una novela sobre ellos. Mi protagonista sería
una mujer ciega que sería el corazón del equipo. On tabas, titulé el proyecto en mi
diario. Me llené de fotos, experiencias y músicas que esperaban algún día salir a la
hoja de papel para cumplirle a él, a Omar, a los muchachos, esa promesa de que
escribiría sobre ellos.
No obstante, en este recorrido por los motivos, no puedo saltarme la razón por la
que los ritmos de mi novela son Diablos espejos y Farotas. Cuando empecé a madurar
la posibilidad de contar algo alrededor de las danzas, la primera decisión que debí
tomar fue la de escoger, entre la inmensa riqueza del folclor colombiano, las danzas en
torno de las cuales giraría todo. La elección, para uno que disfruta de las coreografías
sin mayor conocimiento de los porqués de todo, fue sencilla, sin debates ideológicos.
Los bailes serían los mismos que bailó el grupo de danzas de Mistrató, cuando vino a
Quinchía en el 2009. ¿Por qué Mistrató? Porque ese año, que fue el primero que fui
guía de una delegación durante el Encuentro Folclórico, los escogí a ellos. ¿Existió una
razón para dicha elección? Sí. Todo lo que sea Mistrató me hace pensar en Héctor, y
eso es suficiente para recordar a un gran amigo.
Creo que eso es suficiente hablando de los motivos de la novela.
67
Sin embargo, volviendo a la metáfora del hombre que cultiva un injerto, continúo la
observación científica de mi proyecto de creación literaria, con miras a compartir las
posturas y miradas que se tuvieron en cuenta para proponerlo como trabajo de grado
en la Maestría en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira.
A partir de tres disciplinas de los estudios literarios, pretendo dar cuenta de lo que
ha sido la escritura de la novela. La hermenéutica (Aspectos afectivos e intelectuales)
contestará a la pregunta qué se entiende por novela y cómo esa comprensión afecta la
realización de la misma.
La narratología (Aspectos técnico-narrativos), presentada con el artificio de una
entrevista autocrítica, se centrará en la exposición del tipo de novela, la influencia de
Metatrón, teoría de los índices, personajes y los relatos paralelos.
De la sociocrítica tomaremos, sobre todo, la importancia que se le da al autor y las
circunstancias en que escribe (Aspectos logísticos).
68
ASPECTOS AFECTIVOS E INTELECTUALES
… no conocemos al ser que nos mira
como nosotros miramos a las abejas…
Maeterlinck.
Para contar lo que entiendo por novela, debo hacer un poco de biografía, ya que el
género apareció en un momento decisivo de mi vida: por ella, aplacé la oportunidad de
hacerme religioso en la comunidad claretiana e inicié esta aventura de formalizar los
estudios literarios.
Ingresé en el año 2002 a la Congregación Claretiana, motivado por el ejemplo de un
sacerdote, Carlos E. Mesa, quien se había dedicado a la historia de la iglesia en
Colombia, en un oficio nada conocido, inexistente y despreciado como lo es el del
hagiógrafo. Mesa no estaba reescribiendo los mitos europeos devocionales, Mesa
retrató la gesta heroica de las mujeres actuales, modernas, fundadoras de órdenes
religiosas en Colombia y en Latinoamérica.
El año de propedéutico lo vivimos en la casa de Fusimaña, donde, aprovechando
que mi primera tarea comunitaria fue distribuir las áreas de aseo, me asigné (durante
varias semanas que hoy me parecen pocas) la Biblioteca Provincial.
Mientras limpiaba el polvo de las estanterías, me dejaba seducir por los títulos de
los lomos, leía las solapas, las contracaratulas, las primeras páginas. Ángela Chica, la
bibliotecaria, me consentía y me permitía explorar los libros centenarios. Mi primer
préstamo fue La Virgen de los sicarios. Tenía en mi memoria algunas de las escenas y
quería saber cómo habían sido escritas. Luego, a las pocas semanas, El banquete de
Platón.
La consagración vino con El nombre de la rosa, que empecé cuatro veces en dos
meses porque no me acostumbraba a las referencias eruditas. Lo concluí porque
Ludwig Trochez estuvo ahí, cosmopolita y sencillo, convirtiéndose en un paradigma
que he intentado seguir.
69
Por el reto que implicó la novela de Eco, escogí la siguiente novela creyendo un
vínculo secreto a través de la “flor”: Milagro de la rosa de Jean Genet. Conocí entonces
de la autocensura: ha sido el único libro que he guardado bajo la almohada, bajo el
colchón, temeroso de que alguien lo encontrase y supiese que yo lo leía. Sí. También
leía Paulo Coelho, no he de negarlo. Todos los días leía una página al azar del Manual
del guerrero de la luz. Así me llamaron algunas veces mis compañeros.
La novela estuvo conmigo la primera vez que me separé de mis padres, mientras me
internaba por las calles de Medellín. Ella estuvo ahí como alternativa para los
momentos en que no oraba, no estudiaba, no reía con esos 17 jóvenes llegados del sur
y del norte de mi país a vivir el mismo proceso. Ella me acostumbró a la lectura, en ese
momento en que la disciplina de estudio se hacía más sólida que en el colegio.
En mi segundo año de formación religiosa, cuando ingresamos a filosofía en la
Universidad Luis Amigó, las clases del profesor José David Arango y sus lecturas de
los poemas de Kavafis me decidieron por los estudios literarios. Fue la época de La
cartuja de Parma, La dama de las camelias, Manon Lescaut.
El 6 de agosto de 2003, me retiré de la Congregación con una carta en la que
hablaba de la posibilidad de regresar más adelante.
Ese año me matriculé para la Licenciatura en Español y Literatura de la
Universidad Tecnológica de Pereira, así que como preparación de lo que venía, recorrí
El río del tiempo de Vallejo y la biografía de Reinaldo Arenas, Antes que anochezca.
Porque no me faltó una novela durante esos días, entendí que la novela era
aprendizaje del mundo para habitarlo.
Por esta razón, me siento conmovido cuando leo En Señas particulares de Roberto
Burgos Cantor, la diferencia entre el llamado a la novela o al cuento:
<<El tiempo de la novela posee un fluir diverso al instante de iluminación o de
fracaso del cuento. Escribir novelas constituye un peregrinaje de los de antes, a
pie, y preguntando el camino. Escribir cuentos es arrojarse al vacío desde la
azotea de un edificio y en pleno aire flotar, convertirse en salto, en ausencia, en
viento, en vuelo. También, estrellarse contra el pavimento y ver surgir el cuento
o el poema. En el cuento hay que saber atrapar la aparición. En la novela hay
que provocarla>>
Un peregrinaje a pie. Provocar una aparición. Explorar lugares, personajes,
situaciones de la palabra para ir al encuentro de imágenes, eso es lo que entiendo por
70
novela. De ahí que, en el desarrollo del proyecto de creación El Niño de Pies Esclavos,
una novela a ritmos Caribe, he terminado por titular a la narración lograda ¿A’ronde
me meto yo? Dicho nombre proviene de una canción de Catalino Tejedor, interpretada
por Totó La Momposina, en el disco El asunto.
Al lanzar la pregunta por el escondite, nos queda el enigma de quién es el yo que se
esconde. ¿El Niños Jesús, Santa Teresa? ¿El lector que poco a poco se va descubriendo
como el verdadero protagonista? ¿Juanté, Mauricio? ¿El autor? ¿Qué, o a quién, oculta
la novela?
La canción nos sigue ofreciendo pistas: aquí, aquí, en la pollera de la vieja Inés…
aquí, aquí debajo de este tambor… aquí, aquí, rebucame con los pies… El mapa es el
baile: para hallar lo que se oculta, hay que bailar. Cuando cese la música es muy
probable que el objeto anhelado, prometido, sugerido, se haya evaporado. Al final de la
novela, importa menos que Mauricio posea a Santa Teresa y al Niño que lleva dentro,
como la inquietud de las imágenes del pasado, del presente y del futuro de su nación,
“apariciones” sólo posibles en el momento de entregar su cuerpo a la música.
La información que sobre el tema A’ronde me meto yo, aporta el disco compacto,
señala que se trata de un “canto de negros” que “pertenece al acervo popular de la
región del Caribe colombiano. Es un canto a ritmo de chalupa y a su vez, un juego, un
divertimiento a través de la música y el baile”.
El “final feliz” de mi novela no constituye una paga, una retribución a su compañía
leyéndome, puesto que mi propósito no es convertirlo en un “carmelita”, en un devoto
del Niño Jesús. El tema principal de mi novela no es la fe, no es la tradición, así el eje
argumentativo oscile entre ambos pilares. El tema es el aprendizaje.
Con el verbo “aprender” como clave del texto, se entienden mejor el vaso
comunicante que es Juanté: aprendió de la historia del pueblo, de su país, aprendió de
la espiritualidad carmelita y por eso se convirtió en el “maestro” de Mauricio, a tal
punto que él es ahora también un “instructor”.
Ese “aprendizaje” justifica este juego al ritmo de bailes cantados. Aprender a
esconder, aprender a dar las pistas, aprender a leer y a encontrar, aprender a volver a
esconder de nuevo. Por eso en una de las líneas, a propósito de santa Teresa, dice que
lo mejor que nos puede pasar en la vida es discernir.
71
Ahora bien, si éste fin político no lo recibe el lector a la primera lectura, me doy por
bien servido, porque sé también que la novela no tiene obligaciones éticas o morales19.
El único momento en que Mauricio desprecia a su maestro Juanté es cuando
descubre que estaba leyendo una “novela” y no una “investigación”; la reconciliación
viene cuando Mauricio encuentra los “papeles” que explican por qué Juanté estaba
escribiendo El Niño de Pies Esclavos. Quizá Mauricio se olvidó de leer. Quizá Juanté
quería enseñarle que el mejor bailarín es el que aprende a leer la música, la pista y la
pareja.
De ahí que, si mi búsqueda temática es la del aprendizaje, reconocer que éste sólo
es posible con amigos, es el aprendizaje que como autor, transmito a mi lector. No
puedo entonces más que conmoverme de nuevo repasando a Don Roberto Burgos
Cantor:
<<Sentí que dejar testimonios de amistad, más que una gallardía, era un deber
en estos tiempos desgraciados… Quizás, entonces, escribir sea fundar regiones
de resistencia, refugios de humanidad donde se mantiene el fuego y se preserva
la imaginación>>
El símbolo, entonces, no podría ser otro que la abeja. Pero de ella, ya he dicho
bastante en la novela. Conceptualizar más sobre ella me parece que sería disecarla y
fosilizarla. Yo quiero que vuele. Por eso hay tantas flores en mi novela. Así que sólo
reproduciré aquí una idea de Maeterlinck:
<<Sucede con ellas lo que con todas las realidades profundas. Hay que aprender
a observarlas>>.
19
. Lo mismo quise con Andago La línea K un homenaje a mis maestros, a los que me enseñaron la ciudad, sobre los
espacios en que Pereira educó mis sentimientos. Quise enseñar a Kavafis a partir de unos calzoncillos nuevos.
72
ASPECTOS TÉCNICO-NARRATIVOS
Leyendo la obra autocrítica de Albeiro Patiño Builes, Construir una novela. Cómo
orientarse en el proceso de creación literaria (Editorial Universidad de Antioquia.
Medellín, noviembre de 2010), sentí que lo mejor que podía hacer para hablar de la
armazón de la novela era responder a preguntas como si alguien me estuviese
entrevistando. Para no abusar de los subtítulos en respuestas cortas, decidí una
conversación. Para efectos de la ficción, la realiza mi compañera de estudios de la
Maestría en Literatura, Nathalia Gómez Raigosa, quien ha venido entrevistando
también a mis personajes de ficción.
Gracias Jáiber por llamarme, ahora que necesitas a quién justificarle los detalles de
tu novela.
No podría ser otra persona. Podemos hablar de libros, de autores, mientras
comemos helado, escuchamos Madonna. Gracias a ti que me permites seguir usando
los recuerdos para creer que somos amigos.
Recuerdo cuando jugamos amigo secreto y me endulzaste con flores…
No, fui yo quien te pidió que lo recordaras para halagarme a mí mismo. (Risas)
Muchos narradores, antes de sentarse a escribir, han pensado tanto sus obras que lo
primero que le tienen es el final. ¿Fue este tu caso?
Sí, Natha. Yo veía una imagen de Santa Teresa con una imagen del Niño Jesús
dentro y muchas monedas de oro. De lo que no estaba seguro era de cómo iba a llegar
a ella, ni el tiempo en el que la iba a poseer. En algún momento pensé en dejarla en el
siglo XVIII; pensé en llevarla a Bojayá en un intento de sanar tanto dolor. Pensé en
ahogarla en el Atrato. También pensé en dejarla quieta, viendo como todo el mundo la
buscaba y ella ahí donde todos la veían, sonriendo, juguetona. Del final, lo primero que
tuve fue la imagen. Las circunstancias cambiaron a medida que fueron apareciendo los
73
demás personajes. Teresa y el Niño Jesús antecedieron a Mauricio, a Juanté. Y
también trajeron consigo actrices en las que no había pensado como la hermana
Amelia y Martha Gantier.
¿Qué tipo de novela querías escribir?
A mí me gusta mucho leer estudios panorámicos de la novela en Colombia.
Leyéndolos, me doy cuenta de las novelas que quiero leer y cómo me gustaría escribir
las mías. Un prólogo de Luz Mery Giraldo, De cómo dar muerte al Patriarca, me dejó
con una pregunta que me acompañó durante todo el proceso ¿Mi novela es de fábula,
epistémica o de lenguaje? Definitivamente de lenguaje, no. Busqué la fábula, pero algo
me dice que terminé haciéndola epistémica. Es decir, más que una anécdota, prevalece
en mi proyecto una “indagación de las ideas, la cultura, la historia y la sociedad”. A
pesar del final, en el que hay muchas concesiones al lector como entregarle el tesoro,
las monedas, darle los aguinaldos y un abrazo de Feliz Navidad, los personajes de mi
propuesta no son tan “inolvidables” como sí los debe tener una fábula. En una de las
asesorías, Cecilia Caicedo me dijo que mi proyecto le recordaba a otra novela, Metatrón
de Philip Potdevin. No tuve que pensarlo mucho para darle la razón. Yo quise una
novela como esa.
De hecho, tenía esa pregunta para más adelante. Recuerdo que tu tema de
investigación, antes de que la Maestría permitiera graduarse con trabajos de creación
era sobre Metatrón. ¿Por qué abandonaste el proyecto? Y, ¿cómo termina influenciando
esta nueva propuesta?
No quiero pensar que haya abandonado mi interés por esa relación ángeles-
literatura. La circunstancia de ser docente y vivir en Quinchía me limita en gran
medida la lectura de los libros que demanda el análisis de esta temática. Son lecturas
teológicas de tres tradiciones: la cristiana, la musulmana, la judía; más los estudios
sobre iconografías; más otro grupo de obras literarias en las que se narra la presencia
de los ángeles. Y por último, la sal, la sazón, que son los estudios hermenéuticos del
Círculo de Eranos. No tenía el tiempo suficiente. Sin embargo, la influencia de
Metatrón es absoluta: ambas funcionan en los planos presente-pasado colonial; ambas
están articuladas por las imágenes religiosas; ambas versan sobre la vida de artistas,
determinados por sus aprendices, sus modelos. La separación viene en la banda
74
sonora, porque mientras Potdevin recurre a la música culta europea yo me voy a los
tambores y gaitas del Caribe, a las marimbas y vozarrones del Pacífico. Esa orientación
también transforma el tono de la “carcajada intelectual” que está en ambas: mientras
él se va a los eruditos, a la bibliografía, yo me voy al folk-clore y la “disco-teca”.
¿En tu novela hay rasgos que precisen la influencia de Metatrón?
Sí, el profesor Carlos Alberto Castrillón, el mismo día en que presenté esta nueva
propuesta, me dijo que en el trato de las imágenes religiosas iba a sobrevivir el alcance
de las investigaciones que ya había emprendido. Cuando Mauricio va a la iglesia de
Santa Ana lleva en sus manos una hoja de papel con citas de un autor que leí para
abordar el tema de las imágenes: Las miradas contribuyen a construir las imágenes y
las imágenes su mirada. También en el sueño de Beatriz está Jung y en la
interpretación que de él hace Yineth, la psicóloga, en la que tomamos partido por la
hermenéutica frente al “análisis” de Freud.
¿A qué estrategia recurriste para no copiar Metatrón?
De la influencia de Metatrón fui consciente cuando ya llevaba avanzado mucho de la
novela. Como te decía, yo buscaba una anécdota. Quiero ser narrador y quiero
aprender a concebir relatos que no tengan que recurrir al ensayo para justificarse,
como me lo ha dicho muchas veces John Jairo Carvajal cuando me habla de Andago y
me dice que son dos libros, de los que prefiere la historia del calzoncillo que la del
ensayo sobre Kavafis. Necesito contar una historia, te lo repito, sin sentir que estoy
haciendo un documento bibliográfico. Para mí Metatrón es una historia, siguiendo a
Luz Mery Giraldo, epistémica. Alejarme de una posible mirada científica fue mi
propósito. En esta medida, quizá haya alcanzado no calcar a Potdevin aunque no haya
huido de su influencia.
Pero, seguiste utilizando pie de páginas…
Inevitable. Lo intenté, lo pensé, créeme que hice lo posible para no recurrir a ellos.
Pero, los veo como cuando uno hace clic en la pantalla sobre alguna palabra
desconocida. Me gustan los textos con pocos pie de páginas y estrictamente
necesarios, importantísimos. No renuncié a ellos y no puedo decir mucho sobre su
pertinencia, será el lector el que la juzgue. Puedo asegurarte que son distintos a los de
Andago, que son menos bibliografías.
75
Jáiber, ¿y existe una manera de lograr una novela de fábula?
(Risas) No sé (risas) Pienso en mi profesor Rodrigo Arguello. A él le debo muchísimo,
un hombre muy inteligente cuyo recuerdo me cuestiona cada vez que preparo clases. A
él me gustaría parecerme. Me gustaría que mis estudiantes aprendieran de él como yo
lo hice. Se encariñarían muchísimo por la lectura, estoy seguro. Sé que no es la “teoría
de los índices” per se, la que nos ayudó en las clases de narratología. La “teoría de los
índices” funcionó porque fue él, con todo ese aparato memorístico el que nos la hizo
comprender. Cuando yo vuelvo sobre La muerte del relato metafísico, de su autoría, a
pesar de las citas eruditas, siento que le falta algo. Claro, su voz, su discurso, su
mirada, que nos hacían sentir en el lugar de los hechos, materializaban las evidencias.
Entonces, no sé cómo lograr una novela de fábula. Pero me imagino que entre más
juego haya con las pistas (tenues, embrionarias, falsas), con su materialidad (color,
forma, sonido, sabor) el relato se hace más rápido, más anecdótico.
¿Jugaste con índices?
Lo intenté (risas). No sé mi profesor Arguello que diría. Creo que hay muchas pistas:
la imagen de santa Teresa, el nombre de Amelia, las monedas. Esa frase de Elías
Simón que se repite tanto Cada coreografía es el mapa de un tesoro es un índice
recurrente. Lo intenté (risas)
A propósito de los índices, Rodrigo dice que el título es la primera pista que se lee. ¿A
qué obedeció que el proyecto se llame de una manera y el resultado tenga otro título?
Cuando había avanzado bastante en la escritura, me di cuenta que eran pocas las
noticias para el hallazgo de la imagen del Niño Jesús. Recurrí entonces a la estrategia
de buscar una canción de la tradición popular. Del trabajo El asunto de Totó, me
gustaba ese ¿A’ronde me meto yo? ¿A’ronde me meteré? El Niño Jesús podría cantarlo
mientras se metía bajo el escapulario de Santa Teresa. Mauricio, en su inexperiencia
como docente, también debía sentir esa duda por el lugar. Yo como autor tengo esa
76
duda. Dónde, dónde. Además, la primera novela que me imaginé para hablar de
danzas se tituló On tabas… El lugar, siempre la pregunta por el lugar.
Sigo en ese mismo punto. Tu proyecto anuncia “ritmos Caribe” pero el Niño de Pies
Esclavos está contado con ritmos del Pacífico…
Sí, es una observación que habla de los cambios que se operan durante el desarrollo
de la propuesta. Cuando presenté el anteproyecto no pensé que el litoral Pacífico fuera
a darme tanta fuerza, tanta emoción. Estoy satisfecho de terminar una historia en la
que se encuentran nuestros dos mares.
¿Cómo concibes la dedicatoria?
Es un agradecimiento a Omar Ramírez Gómez, director de la Casa de la Cultura y
del grupo de danzas Karambá, por estos últimos años en que hemos hecho llave para
avivar la cultura de mi Quinchía en distintos aspectos. También para William Becerra,
quien se vino a mi casa tres días seguidos en los que no paró de contarme su vida y de
explicarme los detalles de ese mundo para mí tan desconocido. Por último, para mi
mamá, Edilma y mi papá, Rafael, porque nada de esto sería posible sin ellos.
¿Aparecen en tu novela?
Sí. Omar aparece a través de Omach y de Orago, que son dos personajes distintos
pero que hablan del mismo Omar. William es el viejo Nando sobre el que Juanté
escribió el reportaje y que aparece en el concurso de Omach. Los papás de Mauricio se
parecen muchísimo a los míos. Esta novela intenta un pago a mi mamá.
¿Por qué?
Esa idea de que la mamá de Mauricio lo lleve a hacerle promesas a San Antonio
para asegurarse el éxito en sus búsquedas, es un testimonio del afecto entre mi mamá
y yo. Desde muy niño hemos rezado la novena a San Antonio.
¿Hay una promesa vigente a San Antonio por el éxito de tu novela?
(risas) De mi parte, no. No dudo de que mi mamá sí le esté orando, pidiéndole que
me deje ser tan inteligente como él (risas). No, por este lado, no. Admiro al santo por
77
su humildad y su inteligencia: cómo quería callar y hacerse pobre aún cuando en su
cabeza tuviese tantas ideas. Esa devoción al Niño Jesús, su percepción del préstamo y
la usura. Me gustaría comprender más la historia de su devoción: la gente lo quiere
mucho.
San Antonio, dame un novio…
(risas) Sí, me gustaría saber cómo un hombre casto termina siendo el celestino de
las muchachas inquietas (risas). Hace poco los estudios forenses permitieron una
reconstrucción de los rasgos faciales que el santo debió tener en su época. Es menos
ideal que como lo han pintado para los ejercicios piadosos. En casa, la devoción se la
transmitió a mi Mamá el primer esposo de mi mamá, don Evelio. Ella conserva una
estampita a blanco y negro, que tendrá unos cuarenta años sino es que son más.
Cuando mi mamá me enseñó la vida de Antonio, siempre hizo énfasis en su
inteligencia. Eso es lo que ella le ha pedido para mí, con eso me quedo.
¿Cómo ayuda el epígrafe en la comprensión de la novela?
Esa idea de que un niño sea el mismo Dios, cantado en romance, me amarra. Me
gusta cantarlo y creerlo. Me fascina. Más que la resurrección. Puedo creer en un Jesús
histórico, un predicador en Galilea, en Nazareth, que murió crucificado por revoltoso.
No defiendo su resurrección, aunque la profese, porque la evidencia histórica me ha
cuestionado mucho el creerme en la única religión del único Dios. Entiendo el rito no
como una validación del hombre ante la divinidad, sino como una expresión de la
riqueza interior. Estoy seguro de que cuando entre en una mezquita, en una sinagoga,
mi actitud de reverencia seguirá siendo la misma de cuando subo a uno de los cerros
de mi pueblo o veo el nevado del Ruiz o el mar. Cuando experimento la liturgia en el
Monasterio de Guatapé, siento que Dios acontece porque se ha creado el ambiente
para que él lo habite. Un villancico, para mí, no es entonces el relato dogmático de que
Dios se encarnó hace dos mil años. Para mí, es Dios que se encarna por mi actitud,
para que yo lo contemple, lo mime, lo abrace y sienta que no necesito más. El
villancico me reduce lo infinito, la belleza, al tamaño de mis brazos. Que Dios se acune
en mi regazo porque yo lo nombro, porque yo lo murmuro, es una experiencia que me
ahoga y sólo me quedan las lágrimas. ¿Has contemplado a un bebé hasta dormirte? No
sé… Quizá te sea muy difícil comprenderlo. Quizá sea una locura que sólo les da a las
monjas de clausura y a mí.
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O sea que el epígrafe anuncia una revelación mística
Está tomado de un villancico que se llama Ya viene el Niñito, de origen ecuatoriano.
En mi novela quise dejar el dato del compositor, Salvador Bustamante Celi, porque
cantamos villancicos año tras año sin reconocer trayectorias. Por eso es que al final las
costumbres pierden su encanto: como no se vuelve a las fuentes, se desgastan. Por eso
escribí mi novela, para hablar de las historias. No, no creo que sea una revelación
mística lo que acontece en la novela. No, ya te dije que el Niño Jesús no termina
ocupando el centro de la obra a pesar de estar aquí y allá, jugando, escondiéndose,
metiéndose en la charla de los adultos. Es mi oración: que se vuele, que no se quede
en un Belén con ovejas de plástico y casitas de cartón, que no ocupe el centro de la
casa sólo en Navidad. Lo necesito en mi pecho, calentándolo, para que yo no grite, ni
hable duro. ¿Has llevado un niño en los brazos por los caminos? ¿Has llevado un niño
en el vientre? No sé… Quizá te sea muy difícil comprenderlo. Quizá sea una locura que
sólo les da a las monjas de clausura, a las mamás y a mí.
Te veo afectado Jaibercillo, ¿paramos? ¿o te cambio las preguntas?
Tan bella, Natha. Gracias. Pero no, sigamos. El epígrafe está relacionado con el
villancico de colofón, “Quietud” de Chabuca Granda. ¿Lo has escuchado? Así te
parezca que soy religioso, yo no voy a misa cada domingo ni hago oración todos los
días. Es difícil ir a la Iglesia, cuando cada ocho días te niegan el cielo, pero no se
olvidan de tus bolsillos. Varias semanas ese villancico ha sido mi oración. No creo que
ese “niño” en el que veo al mismo Dios, sea capaz de despreciarme y rechazarme. Creo
que por eso se ha hecho indefenso, para devolverme la confianza, la oportunidad de
que en su plan, tenga espacio. Por tercera vez te lo digo. Quizá sea una locura de viejas
encerradas y madres solteras. O padres, varones que han fracasado en todas las
empresas de la vida, pero se perdonan a sí mismos porque aman al pequeño que
mecen, en el que se ven.
Insisto. Citaste a don Roberto Burgos Cantor en la relación novela-aparición, ¿no será
que buscaste que en tu novela apareciera el Niño Jesús?
Natha, no digas eso. Si te escuchan decir eso creerán que en mi novela el peso
ideológico fue mayor al del hecho literario.
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¿Y eso qué tiene de malo?
Estamos en tiempos difíciles en los que el creyente es visto como peligroso.
Tememos a los fundamentalistas porque la lucha de los derechos civiles, cuando se los
encuentra, se estanca. Además eso sería convertir la literatura en una estrategia de
propaganda, pretenderle una utilidad. Y ese riesgo es peligroso. Lo sé por Reinaldo
Arenas a quien leo con frecuencia. Está presente en los textos de Herta Müller
también. Le tememos a los totalitarismos. Aunque por la literatura transcurran
nuestros sentimientos y pensamientos, debemos librarla, depurarla, lo que más
podamos, para que no termine siendo un mecanismo de validarnos por encima de los
demás. La literatura es para el diálogo, no para el catecismo.
Después de escucharte, insisto, por tercera vez, es difícil creer que no sea el Niño
Jesús la verdadera aparición.
Cuando investigué sobre el Manuelito de la Espina, el que sirve de modelo a mi Niño
de Pies Esclavos, leí, tendrás que disculparme el dato porque no recuerdo quién ni en
dónde, que el Niño Jesús vino a América de la mano de los explotadores. Ese niño
rubio se llevaba lo mejor de las cosechas, el oro de los indígenas. El bebé de un
monstruo que para alimentar, para contentar, demandaba la sangre de los niños
indígenas, de los nuevos esclavizados. No podríamos querer a ese pichón de reyezuelo
que justificaba el exterminio, la explotación. El Niño que trajeron de Europa se
implantó con la expulsión de las divinidades propias sobre los fuertes que no
murieron, pero que renunciaron al camino centenario, milenario, que sus ancestros
habían recorrido. Ese Niño Jesús fue una plaga, ese no me interesa que aparezca.
Busqué el otro, el indígena. Lo puse al lado de los sambos libertos de Esmeraldas, lo
entregué a una mujer que me imaginé muy parecida a la Dominica de Orellana que
aparece en La ceiba de la memoria de nuestro querido Roberto. Y con la pregunta que
te voy a hacer te doy la respuesta. Aunque La ceiba tenga a Pedro Claver por
protagonista, ¿sientes leer propaganda de la Iglesia?
No, para nada.
Exacto. Yo no quise una aparición vacía del Niño. La Navidad, decimos siempre, es
un tiempo solidario. Si un lector percibe las redes de solidaridad que teje la novela, ya
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posee al Niño. Y qué importa si es cristiano o no, qué importa si canta villancicos o no.
El milagro acontece en los gestos de la amistad que mis personajes realizan. No
necesito más. El gesto, que no el objeto, diría Afonso Cruz.
Tratando de recuperar el hilo, te pregunté por el epígrafe total de la novela. ¿Cómo leer
las citas que se sugieren al inicio de los capítulos?
La mayoría son fragmentos de canciones y están ahí para reafirmar la invitación al
baile. La cita del primer capítulo también viene de una canción del trabajo discográfico
El asunto de Totó. La canción se llama La perla de Antonio María Peñaloza, dice:
parece que trae tambores, le estoy diciendo al lector que se vaya preparando… parece.
El segundo es de la rogativa a San Antonio de Padua en la que habla de tres años
orando en el monte, al cabo de los cuales es hallado con el Niño Jesús: me sirve para
comparar a Juanté con Antonio, durante los tres años que estuvo en el colegio de
Guerrero escribiendo su novela sobre el Niño de Pies Esclavos. El epígrafe del tercer
capítulo lo tomé de Risaralda de Bernardo Arias Trujillo porque quería hacer fuerza en
las orquídeas. El cuarto vuelve sobre San Antonio y es el coro del arrullo más
reconocido. El quinto es música también y estoy seguro de lo que has escuchado en
muchísimas canciones. Conservé el nombre de Ramona para hacerle el homenaje a esa
viejita adorable de Talaigua Viejo, testimonio auténtico de una vida dedicada a las
tradiciones del pueblo; no te olvides que este es el capítulo del viaje por la depresión
Momposina. El sexto viene de una película en la que Cepeda Samudio y García
Márquez trabajaron juntos, Un carnaval para toda la vida. Encontrar este material fue
muy satisfactorio y por eso quise referenciarlo para que mi lector sepa que existe. El
séptimo es de un poema de Gómez Jattin y que escogí para el Concurso de Omach
preparando ya el baile final. El octavo es un reconocimiento a mi asesora de tesis,
Cecilia Caicedo. Tomé un fragmento de su novela Verdes sueños en la que la abadesa
es presentada como una abeja reina: me sentí conectado y ya al final de mi novela no
podía más que hacerle este guiño. Por último, una cita más de Maeterlinck sobre las
abejas. Es el cierre de la contemplación: la imagen de la Teresa deja de ser de madera,
para ser piel de madre que entrega al hijo que ha alimentado de sí misma. Por cuarta
vez te lo digo…
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Una locura que sólo padecen tú y las monjas de clausura (risas). ¿Leíste las poéticas
clásicas como la de Vargas Llosa, Cartas a un joven novelista, que te sirvieran de guía?
No, no conozco aún ese texto. A lo largo de mis estudios he leído Aspectos de la
novela de E. M. Forster o Una habitación con vistas de Virginia Woolf que me hablan de
la tarea del escritor, de la escritura. He leído biografías de escritores, trabajos
monográficos. Los testimonios Vivir para contarla, Antes que anochezca, Señas
particulares. Pero para este proyecto no tuve un libro de cabecera al cual apegarme. En
la bibliografía incluyo los libros que de una u otra manera influyeron en algo la novela
porque fueron leídos durante el periodo de escritura. Pasión vagabunda de Manuel
Zapata Olivella fue muy importante. Quise recorrer todo Zapata Olivella para estudiar
la presencia de los bailes tradicionales en su narrativa. No alcancé ese objetivo, pero
Pasión vagabunda me cuestionó mucho en esto de querer ser escritor y quedarse
quieto. Viajé a la Costa interpelado por ese testimonio de sus viajes por Centroamérica.
Lo recuerdo con mucha gratitud.
Quizá el único libro teórico que leí es el que inspira esta entrevista. Ah bueno y un
libro de Herta Müller que encontré en la biblioteca de Quinchía, en el que ella expone
sus puntos de vista sobre la escritura: El rey se inclina y mata.
¿Y Müller permeó tu trabajo?
De manera directa no. Me entusiasmó todavía más por la escritura. Me sorprendí de
su ingenio, de su capacidad narrativa. Adoro a esa mujer por la capacidad que tiene
para narrar la vida desde los objetos “inanimados”. ¿Conoces su discurso Nobel? Ese
pañuelo es un alma, ese pañuelo duele.
Ya tenía escrito el capítulo cinco en el que aparece un “museo” de objetos recogidos
en la Costa cuando la leí. Afirmé que esa era la mejor forma de contar mi viaje, de
dejarlo en la literatura: “Es impresionante cómo los objetos de ahora hacen irrumpir
en mi memoria las historias de entonces”. Ah, y una sentencia que me sirvió para las
siguientes revisiones: “Y al escribir tampoco se puede ni se debe permitir que aquello
que nos es preciado se infle sin precaución, no podemos echarlo a perder
vulgarizándolo con una mala frase”.
Un año en la vida de Mauricio para rescatar cinco años de la vida de Juanté… ¿cómo
es el tiempo de tu novela?
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Es tiempo presente. Me interesa el hoy. Ahora que nos hemos quedado
abandonados de los grandes relatos, vemos la vida como el gran relato del que cada
uno es dueño y del que cada uno debe hacerse responsable; el hoy es el patrimonio
que defendemos, que intentamos dignificar. En mi novela el pasado no está muerto
porque mis personajes viven escudriñándolo, leyéndolo. Y así construyen el futuro:
utilizando su presente para mirar atrás y comprender el porqué.
Tu investigación de pregrado consistió en ofrecer una panorámica de los
homosexuales en la narrativa del Gran Caldas, a partir de la tesis de E. M. Forster,
según la cual los personajes se pueden diferenciar en esféricos y planos. Tengo dos
preguntas, ¿continúa en Aronde la problematización del sujeto homoerótico?
No. Población LGBT hay en todas las esferas de la sociedad, y sin embargo, todavía
existe muchísimo prejuicio contra los hombres que se dedican a la danza, los cuales
son, con mucha frecuencia, cuestionados y ridiculizados por considerarlos partícipes
de una esfera “netamente” homosexual. Por eso no quise ahondar en el tema. No
quiero contribuir al “matoneo” que sufren los varones heterosexuales dedicados a la
danza. Tampoco hago entonces invisibles a los gay en mi novela… El tercer personaje
importante de mi historia es bisexual, pero él no está metido en el mundo de la danza.
La segunda, ¿cómo influyó este conocimiento teórico sobre los personajes en tu
aventura creativa?
Eso te lo responderán los lectores. Es muy difícil para mí, que miré en la obra
narrativa del Eje Cafetero personajes planos y esféricos, decir cómo son los míos. Yo
estaba seguro de que en Andago tenía tres visiones de la homosexualidad, claras y
contundentes, expuestas en los jóvenes diseñadores. Y, lo primero que me dijo
Gardeázabal después de leerla fue: aquí, ninguno cuajó. Ni el calzoncillo (risas)
Cuéntame de Mauricio.
Mauricio no es un personaje esférico porque su voz no se escucha. Está muy joven e
inexperto para que asuma responsabilidades. Es un aprendiz, él hila, lee. Es el más
cercano al lector y por eso puede asumir muchos rostros. Juicioso y dedicado,
podremos esperar de él, verlo convertido en todo un profesional de la danza. Ahora
bien, Mauro es objeto de deseo. Precisamente por esa capacidad de comprensión que
83
tiene, se hace querer, se hace necesario. Él cataliza –acelera- a los otros dos personajes
que aparecen allí, Leonardo y Juanté, que en la misma novela han sido considerados
como el pagano y el místico.
¿En quiénes están inspirados, fundamentados, recreados, esbozados Juanté,
Leonardo y Mauricio?
Mauricio es la idealización de uno de mis estudiantes. Mauricio Londoño fue un
gran amigo que tuve durante un año en el colegio del Triunfo. Le cogí una confianza y
un cariño inmensos. Le contaba todo, le explicaba todo. Cuando se retiró del colegio
me dolió, sentí que habría hecho muchas cosas con él, para él, por él. Juanté, es mi yo
carmelita, mi yo lector de Teresa. Su nombre verdadero, Juan de la Cruz, es una
reminiscencia de la amistad surgida entre el santo carmelita y la avilesa. Los dos
reformadores del Carmelo, dos cumbres de la mística española. Leonardo soy yo
también, el hombre público, el que quiere dinero, el que lidera procesos, el que tiene
en conflicto sus sentimientos.
Tus alter ego, ¿son creíbles?
No lo sé (risas). Hace poco estuve en el espectáculo Selva sabia del Ballet Folclórico
Michua. William Cortéz, su fundador y director, al final de la gala, saliéndose del
protocolo, anunció su retiro. Dijo que nunca había sacado tiempo para su familia
porque el Ballet siempre había estado primero, antes que los suyos. Ahora, que ya es
tarde para recuperar el tiempo, Dios viene a llenar esos espacios de la soledad y el
silencio. Cuando lo escuché pensé en mi Juanté. Ahora que el maestro William
hablaba de una nueva etapa en su vida, pensé que, el punto al que la persona real
llegaba, era el punto de partida de mi personaje ficticio.
¿Y el pagano?
Leonardo llegó a la novela para contar una situación que estaba viendo entre agosto
y diciembre del año pasado. Por esa fecha conocí a dos chicos que viven, literalmente,
del baile. Un stripper y un bailarín folclórico. A través de Leo iba a contarlos a ellos, a
plantear un paralelo entre el chico que gana muchísimo dinero porque baila para
hombres y mujeres y el que, con las uñas, asiste a un ensayo del ballet convencido de
que llegará muy lejos. Quería que Leo le contara a Mauricio esas situaciones. Quería
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contar cómo un día fui al grado del dedicado, del tenaz, del luchador y cómo llevé al
otro al Mirador, en Pereira, para celebrarle el cumpleaños.
¿Y por qué no contaste esa historia?
Porque los tengo muy enfrente, muy pegados a la nariz y creo que necesito
distancia. Además quiero ver cómo avanza todo, que más pasa.
¿Alguno de ellos es el lector ideal de tu novela?
Quizá el bailarín. Se presentó tres años consecutivos en el concurso de pareja reina
de Quinchía hasta que obtuvo la corona. Se esforzó, año tras año, en mejorar, en
pulirse. Jáiber está convencido de que está frente a un luchador que puede hacerlo
todo por sus sueños. Por eso lo aplaude, va a sus presentaciones, es su fotógrafo. Sí,
ojalá que esta novela pueda alentar a muchos jóvenes que se dedican a la danza. Ojalá
que en sus páginas encuentren motivación, ejemplo, aliento, cuando las cosas no
parecen salir como se espera.
Tus personajes principales son hombres ¿dónde quedamos las mujeres?
Natha, esta novela no es posible sin el hilo femenino que la recorre. Santa Teresa es
la MUJER de la obra. Si ésta es una obra sobre el aprendizaje, son las mujeres las que
están enseñando. Isaura y Amelia, desde sus conventos, Beatriz y Martha desde la vida
del mundo. En una línea aparece la profesora Rosa Helena Macías como dueña de un
restaurante, el Salamina, estrenando carta. Pues bien, ese menú existe y es una
investigación suya. Ana Bertel, que aparece como anfitriona de Mauro en Sincelejo, en
la vida real puede llegar a manipular 9000 mazorcas de maíz en un fin de semana. Así
por encimita hagamos cuentas y digamos que cada mazorca mueve mil pesos. O sea,
un negocio que en tres días circula nueve millones de pesos y que está en manos de
una mujer, me hace sentir un zángano. No estoy hablando de rentabilidad ni de
ganancia para ella. Quizá lo vendido apenas sea para pagar los gastos: materia prima,
mano de obra, transportes y demás. Pero es una mujer la responsable. En un territorio
empobrecido por tantos ladrones, una mujer hace cultura, cohesiona su comunidad,
inventándose un festival llamado Las delicias del maíz porque no se puede quedar
quieta y siempre está pensando en lo que se puede hacer para los demás. Mi novela no
les hace justicia, tengo que reconocerlo y pedirles perdón. Créeme. Así estén en
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papeles secundarios, todas las mujeres que menciono en mi ficción, son inteligentes.
Cuando Lorena se casa con Leonardo es consciente de su bisexualidad, no sufre
engaño, asume el juego porque tiene autonomía sobre su cuerpo y no niega el placer y
el hogar que Leo le otorga. Nada más las referencias de los vídeos: Ramona Chandé,
Totó la Momposina, Delia Zapata, Gloria Triana, mujeres que han dejado huella en la
cultura de sus regiones, del país. Intertextos de Teresa de Jesús y de Teresita del Niño
Jesús, doctoras de la Iglesia. Edith Stein, filósofa y teóloga de origen judío, luego
mártir carmelita en Auschwitz durante la segunda guerra mundial. Las mujeres que
están en mi novela son solidarias y sin ellas mis hombres estarían perdidos y no
tendrían nada que hacer.
La obra tiene un carácter intertextual decidido. La autorreferencia es una constante.
Textos que se escriben durante el mismo proceso de la lectura. Tu lector se convertirá en
editor, como Mauricio lo es de Juanté, porque también lo pondrás a juntar papeles.
Sí, por eso por allá en un pie de página le doy las gracias diciéndole que menos mal
existe para justificar esta empresa de intentar la comunicación con alguien. Podemos
agruparlos en tres: los que existen en la novela, los que existieron para la novela y el
hipertexto de la novela.
Los que existen en la novela giran alrededor de Santa Teresa: son las cartas y los
testimonios de Juanté, son las observaciones y diálogos para la obra de teatro Místico
Jardín, son los fragmentos de Teresita del Niño Jesús. Su propósito es facilitar la
introspección para preguntarse por la oración, por la forma en que se cultiva la
espiritualidad. Por eso el lenguaje se detiene, es descriptivo, tiende a las metáforas, a
la superposición de imágenes.
Los que existieron para la novela son dos corpus que escribí de manera paralela a
la novela y que de una u otra manera tomaron su lugar en el grueso de la narración. El
primero fue el Diario de campo que escribí cuando viaje a Talaigua y Guamal.
El viaje de Mauricio es tu viaje…
Sí. Yo fui con Fredy Alexander Becerra, que en la novela aparece como Alex. Yo llevé
un cuaderno en el que escribía todo lo que nos pasaba. Luego empecé a seleccionar
objetos, imágenes, para hacérselas vivir a Mauricio.
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¿Qué tan idénticos son tu Diario y el Museo de Mauricio?
Igualitos. El Museo nace del Diario y se cambian apenas algunos datos. El Diario,
tiene mayor información, incluso personal. Mientras que yo coloco a Mauricio a ver
vídeos en una biblioteca de Sincelejo, yo me perdí por ahí… Claro, yo vi esos vídeos
pero tiempo después, cuando ya estaba en Quinchía. En el Diario, por ejemplo, hay un
lugar para el padre Wilman Preciado, compañero de seminario cuando ingresé a los
claretianos. Él nos recibió en la parroquia de María Auxiliadora en Cartagena; pero ya
en la novela, no tiene espacio.
El segundo es…
Viejo Nando. Pistas para comprender al bailador. Mauricio reconstruye un reportaje
que Juanté escribió sobre un amigo y ese también es un texto que escribí, pensando
en incluirlo. Después tuve que hacerlo a un lado y dar cuenta de él de manera
indirecta.
¿Cómo nació este texto?
Al Encuentro Folclórico y Concurso de Pareja Reina que se celebra en Quinchía se
trajo como jurado a William Fernando Becerra Gañán, un bailarín y profesor de danzas
de la ciudad de Cali. Cuando el evento acabó, para ponerle conversación mientras
íbamos a cenar, se me dio por preguntarle por un baile que vi bailar en el Mercedes
Montaño del 2014, la batea. Como es un baile de región minera en el que se recrea el
oficio artesanal del oro, he creído que ese debe ser el baile del colegio del Triunfo,
donde trabajaba. Muy amable, seguimos hablando y le conté cuál era mi proyecto de
Maestría. A él le pareció importante porque en el mundo de las danzas tradicionales
son muy pocos los que se dan a la escritura. Seguimos hablando y terminamos
concertando que él me visitaría para contarme su vida y responder a todas las
inquietudes que yo tuviese para el montaje… digo, para la escritura de mi novela.
Entonces, todo lo que me contó lo escribí y pues ya fue por términos de extensión y
criterios de pertinencia que no lo involucré. Pero el texto está madurando para buscar
luego la forma de darlo a conocer.
Hablaste de tres grupos. Nos falta el hipertexto.
87
Es curioso porque el hipertexto nace de un hipotexto: la novela gira en torno a las
investigaciones que para su novela estaba llevando a cabo Juanté, La plegaria de
Paredes. Ese texto, que escribí dentro de la novela y que fui dosificando en los
capítulos para armarlo poco a poco, creo que adquirió la fuerza suficiente para
independizarse. Voy a desarrollarlo.
Es decir qué Mauricio vuelve a la carga
No necesariamente. La que vuelve a la carga es Ana Clementina con su hallazgo del
Niño de Pies Esclavos. No sé cómo. Puede ser un cuento o una pieza de teatro para
incluir los bailes… No lo sé aún. Pero creo que es una semilla que está pidiendo papel.
Jáiber, muchas gracias, de nuevo por pensar en mí, que soy mujer como una
interlocutora válida para expresar todo esto alrededor de tu novela.
A ti Natha.
88
ASPECTOS LOGÍSTICOS
Natha, no te vayas todavía. Es que quiero aprovechar para contarte otras cosas sobre
estas semanas en las que me dediqué a escribir. Quizá menos importantes como para
que queden en el reportaje, pero como también incidieron en la novela, debo hacerles
justicia y contártelas. Me justifico en Virginia Woolf, cuando en Un cuarto propio escribe:
<<La novela es como una telaraña ligada muy sutilmente, pero al fin ligada a la
vida por los cuatro costados […] Pero basta tirar de la telaraña en los bordes, o
desgarrar el centro, para recordar que esas telas no han sido tejidas en el aire
por seres incorpóreos, sino que son el trabajo de criaturas dolientes, y que están
ligadas a cosas burdamente materiales, como la salud y el dinero y las casas en
que vivimos>>
Es que, de pronto, todavía no te has fijado en el sitio donde sucede este momento…
¡Bienvenida a mi casa! Sí, dejé a mi mamá y a mi papá en el piso de arriba y me vine a
ocupar la primera planta. Desde antes de irme al trabajo de campo en la Costa, como
quien dice a mediados de junio, ya este espacio estaba para mí. Entonces yo le doy toda
la razón a doña Virginia con eso de que una novela son las circunstancias en que vive el
autor. Pero como el espacio no se aprovecharía sin tiempo, cesé actividades laborales
durante un mes para no dilatar el deber.
Crear las condiciones para gozar de un ambiente y de libertad para escribir, también
se lo aprendí a Don Burgos Cantor. Dos veces le he escuchado de viva voz y otra a
través de sus Señas, que cuando uno quiere tomarse en serio la literatura, debe
sacrificarlo todo para dedicarse de lleno a lo imposible: construir un mundo y poblarlo
con seres que vivan.
Otro ejemplo que tuve muy presente fue el de García Márquez cuando se encerró en su
apartamento, en México, para escribir Cien años de soledad. Sólo que como yo me tengo
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menos confianza, pues yo nada más me desvinculé un mes del ejercicio docente, cuando
aseguré el colegio en el que actualmente laboro.
Yo gané el concurso de ingreso a la carrera docente, así que asistí a la audiencia en la
que se proveyeron las plazas reportadas. Cuando aseguré el colegio de Miracampos,
seguí el ejemplo de Xiomara y pedí una prórroga de un mes para no ingresar al período
de prueba el primero de agosto sino el primero de septiembre. Esa misma mañana
renuncié a la figura del contrato provisional, terminé el mes de julio en el colegio del
Triunfo y ya tuve agosto, únicamente para el Niño de Pies Esclavos.
Si no lo hubiese hecho, no sé qué habría avanzado… ¡Me rindió tanto! El primero de
agosto sólo llevaba hasta el tercer capítulo y el 26 puse punto final.
Seguí como docente los sábados en Naranjal para no interrumpir procesos. Además yo
a los estudiantes de sabatino les tengo mucha más estima. Son muy juiciosos y uno
siente que le ponen más cuidado. Dos clases con ellos me hicieron consciente de algo que
pasa en mis páginas.
Estábamos en el tema de las palabras de relación. Yo les llevé una página de Las
horas secretas de Ana María Jaramillo para que subrayaran los artículos, los
pronombres, las preposiciones y las conjunciones. Entonces una estudiante muy juiciosa,
Yeni, me dijo: “Profe, sólo hay un adversativo, un pero” Le respondí que muy bien, que
pasara a otra categoría. Me quedé pensando: “Eh, Ana: una página, un pero. Si fuera
yo… ¡Hmmm!” El resto de la clase eso me martilló. Y empiezo a releer lo que llevaba
escrito y peros y peros y peros. Eh, yo si soy muy problemático, me dije a mí mismo y me
reí. Demás que por ahí debieron quedar algunos innecesarios, pero muy bien
disimulados.
Eso pasó en la evaluación del tema. A la clase siguiente pasamos a una unidad sobre
narrativa. En esa clase leímos un cuento que me gusta mucho llevar a clase, El
tragabalas de Susana Henao Montoya. Mientras lo leía en voz alta caí en cuenta de que
el uso del “pero” se debe a que escribimos como hablamos. Susana se propone rescatar
la oralidad “paisa”, antioqueña, y por eso el “pero” le queda muy bien ahí, porque es
Trini la que habla.
Gracias a mis estudiantes de sabatino aprendí estas dos lecciones. Ojalá que ellos
hayan aprendido como mínimo que leer no es tan difícil como creen.
De mis estudiantes del colegio del Triunfo mejor no hablo. Ya el hecho de que Mauricio
haya subido a Guerrero para enseñarles, para quererlos, para soñar sus bailes con
90
ellos, es suficiente. Espero que nombrar a mi rector, a mis compañeros baste para
decirles lo feliz que fui con ellos.
Sin embargo, ese mes que me enclaustré para la novela, todos los días vi fotos que me
los recordaban. Pasemos a esta pieza y verás.
Yo lo he visto en películas y se lo escuché a Alba Lucía Ángel. Se supone que cuando
escribía Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón empapeló una habitación con
recortes de periódico para exorcizar en la escritura ese demonio de la violencia
bipartidista. Yo siempre había querido hacer algo parecido: llenar una pared con fotos de
las imágenes como semillas a depositar en las páginas.
Una de las mujeres en papel secundario que no hemos mencionado es Ana Ligia
Tapasco. Cuando yo pensé en el personaje, el nombre lo tomé de ésta fotografía, en la
que está pasándole la corona a la reina de ese año, Lida. No tenía nombre, busqué en la
pared y lo escogí sin dudar. Luego me asombré de que adquiriera tantas
responsabilidades. Creo que las supo llevar a cabo. Hay fotos de los muchachos de
Karambá, el grupo de danzas de la Casa de la Cultura. Por aquí va Omar, aquí Beatriz
en traje de joropo en una estampa que me inventé y que Fredy me montó. Aquí está el
grupo de Mistrató cuando bailó en el Coliseo farotas y diablos espejo. Un Manuelito de la
Espina, Santa Teresa. Aquí estoy con Cecilia, mi asesora, el día de la entrega del premio
de ensayo por su libro Colombia vista desde sus novelas 1990-1995. Los faroteros de
Talaigua, don Manuel, don Silverio, don Aurelio. Ana Bertel, Luis Carlos. Coveñas,
Cartagena, Chinú, Guamal, Mompox… En la novela describí una foto que es ésta de
William, el viejo Nando, doblando el papelito. Los huesos de san Pedro Claver que tanto
inquietaron a don Roberto Burgos Cantor. Ah, y Diego, el bailarín del ballet Michua, del
que te hablé antes. Mi adoración, podrás ver. Es que, fíjate, esta fue la primera vez que
vino, o sea en el 2013, contento, feliz. Esta es del año pasado, cuando estaba en la
primera ronda, normal, chévere. Pero, ponle cuidado a ésta, que fue cuando los
eliminaron. Yo adoro esta foto porque es la de la ira, la de la frustración. El tiene un odio
inmenso, se pregunta por qué, por qué. Y mira la de enseguida, la de 2015, con su cetro
de pareja reina. Me consta su lucha, yo estuve ahí para dar testimonio de que es de
madera fina y no se rinde. Ojalá esta novela mía sirva para otros Diegos que estén
pensativos, indecisos, se decidan por realizar sus sueños. Ojalá los pueda acompañar
en esa apuesta por las danzas.
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También en esta habitación hay algunos “elementos” del Museo Mauriciano: la
muñeca farota, el tambor, el sombrero, las maracas.
Con esa idea de ambientar, y siguiendo a don Fernando Cruz Kronfly, armé una
carpeta con la banda sonora del Niño de Pies Esclavos. Sí, tú recordarás que durante el
proceso de escritura de La ceniza del Libertador, el maestro Fernando confiesa que
escuchaba La vencedora para recrear esos bailes de salón. Varias veces en eventos
folclóricos he visto bailar La vencedora y me digo a mí mismo que un día voy a incluir de
alguna manera fragmentos de esa novela. Aunque de él, y a propósito de música y
literatura, valga la pena decirlo, La caravana de Gardel me parece sublime.
Extraordinaria.
Mi música fue la de las farotas, de los diablos espejo, la rama de tamarindo, el arrullo
de san Antonio, villancicos como María lavaba y Quietud, el Nada te turbe cantado por
un coro virtual de monjas carmelitas de todo el mundo, la danza del garabato. De Totó
hay varias, como era de esperarse. Incluso la alarma de mi despertador es su Candela
viva. Y, no me puede faltar el pop que está presente con Sophie Ellis Bextor y Madonna.
Incluí Take me to church de Hozier porque ha sido toda una revelación: la voz, la letra y
el vídeo me estremecen. Y, tengo dos villancicos en quechua que quise incluir en la
novela y a la hora de la verdad se me pasaron: Siwar situy y Cha’ska Ñawi Niñucha.
Bueno, ahora sí no te quito más tiempo, te acompaño al patio para que emprendas tu
vuelo.
Ah, sí, casi las olvido. Son orquídeas. El tercer capítulo que es donde aparece
Leonardo, lo escribí en Semana santa motivado por las orquídeas. Los colinos los
conseguí con mis estudiantes del Triunfo. Ahora que termine este proceso con la
Maestría, les voy a poner más cuidado. A todo mi patio. Hay mucho donde sembrar.
Quiero flores. Quiero abejas.
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BIBLIOGRAFÍA
Es difícil precisar en un trabajo de creación cuáles de los libros leídos tuvieron
algún tipo de influencia en el producto final. No obstante, presento a continuación un
listado de los libros leídos con atención y disposición a la sugerencia.
Gustavo Álvarez Gardeazábal. La novela colombiana, entre la verdad y la mentira.
Plaza & Janés. Bogotá, 2000.
Alba Lucía Ángel. “Memoria del Pacífico” EN: ¡Oh gloria inmarcesible! Instituto
Colombiano de Cultura. Bogotá, 1979.
Gilberto Bello. “Prólogo” EN: Pensar la danza. Premio Ensayos de danza 2004.
Alcaldía Mayor de Bogotá; Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Bogotá, 2005
Roberto Burgos Cantor (Editor). Rutas de libertad. 500 años de travesía. Ministerio
de Cultura; Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2010
Roberto Burgos Cantor. Señas particulares. Ediciones Pluma de Mompox. Cartagena
de Indias, 2011
Eduardo Caballero Calderón. “La niña de Ávila” EN: Historia en cuentos 5. Editorial
Panamericana. Bogotá, 1997
93
Cecilia Caicedo Jurado. Colombia vista desde sus novelas 1990-1995. Colección de
Escritores Pereiranos (Ensayo, volumen 33) Alcaldía de Pereira; Instituto Municipal de
Cultura y Fomento al Turismo, Pereira, 2014
Cecilia Caicedo Jurado. Verdes sueños. Bolívar, el diciembre trágico de 1822.
Ediciones Sin Nombre; Universidad Tecnológica de Pereira; Frisby S.A. México, 2014
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http://es.calameo.com/read/002880932c1548261ed52
95
Sobre don Manuel Matute, también ver:
http://www.elespectador.com/noticias/nacional/el-baile-de-farotas-de-talaigua-
articulo-461648
FAROTAS EN EL CANAL YOUTUBE
https://www.youtube.com/watch?v=F6hvndsVlPo
Entierro de Fernel Matute Se observa el recorrido de la iglesia al cementerio, acompañado de la
comunidad, grupos de danzas y sus
respectivas bandas musicales.
Subido por: Blado Gonzalez Recuperado el 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=xIgxfdiyIMg
Las farotas de Talaigua Nuevo Bolívar Ensayo al frente de la iglesia de
Talaigua. Está presente la señora
Etelvina Dávila.
Subido por: José Ospino 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=eDd0WpvHGlc
Farotas de Talaigua (Bolívar) – Lectura del
bando 2007 – Carnaval de Barranquilla
Transmisión de TeleCaribe en la
apertura del Carnaval de
Barranquilla.
Subido por: Gwen Gwen 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=t4vnmQD9wm0
MONICA LINDO LA DANZA DE LA FAROTAS Sin información de grupo, evento y
lugar. Puesta en escena.
Subido por: 64OSCARIVAN 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=-tOmEO4V164
DOCUMENTAL TALAIGUA 2014 Diversos aspectos sociales,
económicos y culturales de la vida cotidiana en Talaigua. Se reconoce la
historia de la danza como identidad
con la versión que habla de la burla a
los españoles.
Subido por: Johshua burgos petro 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=Z4rab5XsVqY
Carnaval V: las farotas de Talaigua Microrrelato sobre la danza en la que
se le llama “Caballo de Troya sexual
del mestizaje”
Subido por: Fundación Ernesto McCausland 12/08/2015
96
https://www.youtube.com/watch?v=Uwy86Vx8IBo
Sígueme el Paso con las Farotas – Daniela
Cepeda Tarud
La reina del Carnaval de Barranquilla,
Daniela Cepeda, hace un recorrido por
los ritmos que convierten al Carnaval en Patrimonio de la humanidad. Para
este caso, presenta Farotas.
Subido por: DCTCarnaval2013 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=-UNb8Th8WuA
Farotas de Talaigua en el Carnaval de
Barranquilal 2012.mp4
Vídeo que muestra los momentos
claves del Carnaval de Barranquilla en
los que se presenta la danza de las
Farotas.
Subido por: José Ospino 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=SQslMTaIKuo
Grupo de Danzas Macondo UIS –Farotas Presentación del grupo de danzas. Se lee la presentación en la que se apoya
la versión de Daniels.
Subido por: Sergio Avila. 12/08/2015
GreenGo – Encuentro Cultura Anfibia Jessica Kott presenta la celebración
cultural que cada año tiene lugar en
Talaigua Nuevo. Se habla de la
programación que tienen los eventos, de farotas y chandé.
Subido por: CanalTeleCaribe LoMejorDeTi 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=dP1o2D4wfwQ
Son de Farotas, Marlon De La Peña Son de farotas, en vivo. Millo: Marlon
de la Peña. Maracas: Maestro Silverio
Ortíz. Tambor alegre: Alfonso
Bermúdez, Janer Panzza
Subido por: Marlon Farid De La Peña Bolívar 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=OqNwpMcP5hs
Farotas de Talaigua, un canto a la fuerza
indígena
El periódico El Heraldo entrevista a
Mónica Ospino y José Ospino quienes cuentan de qué se trata la danza.
Memoria de Etelvina Dávila.
Subido por: El Heraldo 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=oEN2qEKWkdw
Aurelio Fernández Guerrero Son de Farotas Ofrece la siguiente información, en el
comentario de quien lo subió: “Nadie
sabe mucho más allá de Santos Toloza
sobre este tema que yo tildaría de mítico y, por lo menos, legendario
(Junto a la danza que ameniza) en el
Carnaval de Barranquilla. Eustasio
Meza se lo aprendió a él, en Sandoval,
corregimiento de Margarita Bolivar y
97
este, a su vez, se lo enseñó a Aurelio
Fernández Guerrero, Yeyo, quien lo
detuvo en el tiempo en un estudio de grabación en Paris, con Totó y sus
tambores...”
Subido por: Luis Carlos Ramírez Lascarro 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=0hyP79exCsw
Nestor Gomez Jr y las farotas-independencia
de Colombia 2013 en el parque de Flushin
NY14
Presenta a los músicos colombianos
residentes en Nueva York celebrando
el Día de la Independencia con
interpretación y baile de farotas.
Subido por: Nestor Emiro Gomez Ramos 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=MkmjcRXVXS0
LA FAROTA MAYOR – Etelvina Davila 1940 - 2011
Homenaje y testimonio de Etelvina Dávila como pilar de las farotas de
Talaigua.
Subido por: José Ospino 12/08/2015
https://www.youtube.com/watch?v=Yd67cocGlLY
LAS FAROTAS DE TALIGUA NUEVO
(25:19 m)
El nieto de la señora Etelvina Dávila,
produce un documental con el
testimonio de su abuela en el que
explica las razones por las que se baila farotas.
Subido por: José Ospino 12/08/2015