al centro y adentro. la renovación de la izquierda y el triunfo del frente amplio en uruguay .pdf

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Montevideo, 2005

Jaime Yaffé

Instituto de Ciencia Política - Facultad de Ciencias SocialesUniversidad de la República

ISBN: 9974-559-65-0

© Jaime Yaffé© Librería Linardi y Risso

Juan Carlos Gómez 1435Tel. 915 71 29 - 915 73 28Fax (598 2) 915 74 31Montevideo - UruguayE-mail: [email protected]

Diseño de carátula: Rodolfo FuentesDiseño de interior: Nairí Aharonián

A mis padres,Narciso Yaffé y Delia Espósito,y a mi tío Tito, Isaac Yaffé

SOBRE EL AUTOR Y EL LIBRO

Jaime Yaffé nació en Montevideo en 1967. Está casado conSandra Peña y tiene dos hijos: Emiliano y Lucía.

Es Profesor de Historia, egresado del Instituto de ProfesoresArtigas en el año 1991. En 1999 obtuvo el título de Licenciado enCiencia Política y en 2005 el de Magíster en la misma disciplina, enambos casos en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad dela República. Actualmente cursa el Doctorado en Ciencias Sociales(Especialidad Ciencia Política) en la misma casa de estudios.

Ejerce la docencia en la Enseñanza Secundaria desde el año1989 y en la Universidad de la República desde 1994. Actualmentese desempeña como Profesor en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo(IAVA), y como Profesor Asistente en la Cátedra de HistoriaEconómica de la Facultad de Ciencias Económicas y deAdministración, y en la Cátedra de Historia del UruguayContemporáneo de la Facultad de Ciencias Sociales.

Desde 1998 desarrolla su actividad como investigador en elInstituto de Economía y en el Instituto de Ciencia Política,pertenecientes a las facultades antes mencionadas. Desde el año 2000a la fecha ha publicado una veintena de artículos y capítulos de libros,en Uruguay y en el exterior, sobre temas de Historia Económica,Historia Política y Ciencia Política.

En el año 2004 publicó La era progresista, en coautoría conAdolfo Garcé, y El presente de la dictadura, compilado junto a AldoMarchesi, Vania Markarian y Álvaro Rico. En el mismo año integróel Jurado del Premio Anual de Literatura del Ministerio de Educación

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y Cultura en el rubro Historia. En el año 2005 fue distinguido con elpremio del Fondo Nacional de Investigadores del Ministerio deEducación y Cultura, cuyo Comité de Selección lo consideró como“uno de los investigadores más productivos y promisorios de sugeneración”.

Actualmente coordina la preparación de una historia de Madresy Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos y participa de laelaboración de una historia económica del primer batllismo y losaños veinte, ambos trabajos en coautoría y de próxima publicación.

PRESENTACIÓN Y AGRADECIMIENTOS

Este libro es una versión corregida de la tesis titulada“Adaptación partidaria y competencia política en Uruguay. El casodel Frente Amplio (1971-2004)”, presentada para la obtención deltítulo de Magíster en Ciencia Política de la Facultad de CienciasSociales de la Universidad de la República. La defensa del trabajo fuerealizada el 7 de marzo de 2005, ante el tribunal integrado por GerardoCaetano (tutor), Jorge Lanzaro y José Rilla.

La investigación se realizó a lo largo de cuatro años, entre 2001y 2004. A medida que la misma fue avanzando, los resultados parcialesfueron publicados como artículos de revistas o capítulos de libros, aveces en colaboración con otros colegas. En particular, la elaboracióndel libro La era progresista, que realizamos en coautoría con AdolfoGarcé, representó un paso muy importante en la maduración dealgunas de mis ideas sobre la renovación del FA en su camino algobierno. Ahora, en Al centro y adentro, los distintos aspectos delestudio se presentan articulados en un análisis global del proceso detransformación y crecimiento de la izquierda uruguaya, y se discuten,en forma más explícita y sistemática, a la luz de los problemas y losdebates planteados en la literatura especializada sobre partidos políticosy procesos de adaptación partidaria.

El Instituto de Ciencia Política (ICP), un departamentoacadémico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de laRepública, ha sido el ámbito institucional y humano en el que meformé como politólogo y realicé esta investigación. Varios de susinvestigadores tienen alguna parte de responsabilidad en el procesode elaboración de este libro: orientándome en distintas fases de mi

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trabajo, compartiendo tareas de investigación, realizando comentariosy sugerencias a avances, facilitándome el acceso a información ybibliografía. Por ello quiero expresar mi gratitud con: Daniel Buquet,Antonio Cardarello, Daniel Chasquetti, Gustavo De Armas, JavierGallardo, Adolfo Garcé, Jorge Lanzaro, Juan Andrés Moraes, RomeoPérez, Rafael Piñeiro, José Rilla, Lucía Selios y Luis Senatore.

Fuera del ámbito de investigación del ICP otros colegas hanformulado comentarios y sugerencias, que siempre han redundadoen correcciones y reformulaciones beneficiosas. Espero no olvidar aninguno, al reconocer mi deuda con: José Pedro Barrán, GabrielBucheli, Natalia Doglio, Juan Pablo Luna, Aldo Marchesi, y BenjamínNahum. Desde fuera de Uruguay, Steve Levitsky tuvo la inesperadagentileza de leer un artículo en el que adelanté algunas ideas sobre eltema, formulando sugerencias que me resultaron útiles y, sobre todo,estimulantes.

Quiero agradecer también a Alejandro Giménez, quien mesugirió que sometiese este proyecto editorial a los responsables de laLibrería Linardi y Risso e hizo los contactos necesarios para que ellose concretase. Él es corresponsable de que, tras largo peregrinaje, estelibro haya encontrado su editor. Le estoy igualmente agradecido aAlvaro Risso, quien desde el primer momento se interesó por mitrabajo, sugirió el título adecuado y se comprometió con su ediciónen plazos poco frecuentes para nuestro medio editorial.

En mi ámbito más íntimo, Sandra, Emiliano y Lucía toleraroncompartir sus vacaciones con un individuo que se enajenó de unaparte de la cotidianeidad familiar. Sin ello, yo no hubiese encontradoel tiempo ni el espacio necesarios para pensar y redactar, entre Valizasy Montevideo, estos capítulos.

Finalmente, el apoyo de mis padres (Delia Espósito y NarcisoYaffé) y de mi tío Tito (Isaac Yaffé), siempre ha sido un importanterespaldo para concretar muchos de mis proyectos, de los que estelibro es uno que vengo persiguiendo desde hace varios años. A ellosestá dedicado.

INTRODUCCIÓN:

PARA EXPLICAR EL TRIUNFO DE LA IZQUIERDA

Un tema, una pregunta, diversas respuestasA casi veinte años de la restauración democrática de 1985, el

triunfo de la izquierda en las elecciones realizadas el 31 de octubre de2004 marcó el punto culminante del proceso de transformación delsistema de partidos uruguayo iniciado en 1971. El Frente Amplio(FA) había sido fundado en febrero de 1971 y apenas había cumplidodos años cuando, tras el golpe de estado de junio de 1973, fueilegalizado. Sus dirigentes y militantes fueron encarcelados, exiliadoso asesinados por funcionarios del régimen, cumpliendo órdenes desus jerarquías militares o policiales, con la cobertura que durante todoel proceso prestaron los cientos de colaboradores civiles ubicados enpuestos clave del gobierno y la administración pública. Muchospermanecen aún en condición de detenidos-desaparecidos.

Aunque el régimen cívico-militar se propuso borrarlo de lapolítica uruguaya, el FA salió confirmado y fortalecido. Obtuvo en1984 un porcentaje de votación (21%) levemente superior al quehabía recibido en su estreno electoral de 1971 (18%). Desde 1989,aumentó su caudal electoral en forma casi incesante, captando, encada instancia electoral, un 10% más del total del electorado, hastaalcanzar la mayoría absoluta 15 años después: 21% en 1989, 31% en1994, 40% en 1999 y 52% en octubre de 2004.

El resultado no deja de ser sorprendente: a veinte años deconcluida la dictadura, el FA ganó el gobierno con el apoyo de lamayoría absoluta del electorado. La reforma constitucional de 1996

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–que introdujo el requisito de la mayoría absoluta con segunda vueltapara la elección presidencial– sólo logró postergar el acceso de laizquierda al gobierno. A la vista está que este dispositivo, que fuepromovido para impedir su triunfo, terminó resultándole conveniente:se salteó la fase recesiva y el peor momento de la crisis económicainiciada en 1999, y conquistó el gobierno con mayoría parlamentariapropia.

¿Por qué ganó la izquierda? Esa es la pregunta principal queintenta responder este libro. Básicamente se pueden agrupar lasrespuestas existentes en dos grandes conjuntos, que no se diferenciannecesaria o principalmente por la enumeración de factores queincorporan, sino por la ponderación que entre ellos realizan paraexplicar el fenómeno.

Por un lado, están las interpretaciones que fundan la parteprincipal de la explicación fuera de la política, en la demografía, laeconomía, la sociedad, la cultura. Mirando el lado de la demandapolítica (lo que los ciudadanos requieren para tomar sus decisionesde voto), encuentran en esas dimensiones de la realidad la explicacióndel comportamiento electoral de la ciudadanía y, por tanto, losresultados de la competencia política en esa arena. Por otro lado, estánlas que lo hacen en la propia política, basándose en el análisis de lasvariables estructurales e institucionales del sistema político y enparticular del sistema de partidos.

En el libro más reciente sobre este tema, mi colega ConstanzaMoreira ha postulado una explicación que combina esas dos miradaspara interpretar el fin del bipartidismo tradicional y el triunfo del FA.Luego de estudiar cómo en el proceso económico-social y político secrearon las condiciones que permiten explicar el crecimiento de laizquierda, se aboca a exponer cuatro tesis sobre la cultura política delos uruguayos. Allí incluye un análisis de la ubicación ideológica delFA y cuestiona la hipótesis según la cual la moderación de la izquierdasería un factor relevante para explicar su triunfo: “mi análisis tiende arefutar esa afirmación: la izquierda no se corrió más al centro de lo quese corrieron a la derecha los partidos tradicionales: este segundo factor (la“derechización”) del bloque tradicional) tiene más peso relativo en laexplicación del fenómeno de crecimiento de la izquierda, que la “corrida

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al centro” de la izquierda”. Además afirma que, considerando laautoidentificación ideológica de sus líderes y de sus votantes, “elcorrimiento hacia el centro del FA no parece haberse producido, sinotodo lo contrario” (Moreira 2004: 134-135).

Sin desestimar el peso de los factores estructurales, a mi juicio,el triunfo de la izquierda no puede explicarse si no se considera laprofunda transformación que el propio FA ha experimentado. Esuna aproximación que se ubica del lado de la oferta política (lo quelos partidos ofrecen a los ciudadanos para que los apoyen); se proponeexplicar cómo un agente político llega a formular una propuesta quelogra captar la adhesión de los electores y define, en cierto contexto(externo e interno, económico-social, político y cultural), unaestrategia para maximizar esa adhesión. Por eso, en La era progresista,publicado un mes antes de las elecciones, cuando junto a AdolfoGarcé nos propusimos explicar por qué la izquierda iba a ganar y quépodía esperarse de su gobierno, nos dedicamos a estudiar la evoluciónde sus ideas, programa y estrategia desde la creación del FA (Garcé yYaffé 2004). Aunque diferente en diversos aspectos, se trata de untipo de enfoque coincidente con el presentado por Jorge Lanzaro(2004b) en un libro colectivo en el que también tuve ocasión deexponer algunas de mis ideas. Lanzaro tituló su trabajo parafraseandoa Maurice Duverger con una formulación que suscribo: “la izquierdase acerca a los uruguayos y los uruguayos se acercan a la izquierda”(Lanzaro, 2004).

Propósito de este libro y marco analíticoSe trata, entonces, de explicar el triunfo del FA. Y para ello se

propone una explicación esencialmente política, en la que los factoreseconómicos, sociales y culturales son tomados como un marco deacción dentro del que se desarrolla la competencia política. El resultadode ésta depende, fundamentalmente, de procesos que se dilucidan enel seno del sistema político, cuyos principales actores son los partidos.Para el caso concreto, se postula que la izquierda cambióprofundamente desde 1971 al 2004, en particular durante los últimos10 años; y, más importante a los efectos de lo que se pretende explicar,que ese cambio fue decisivo para que el FA pudiese crecer política y

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electoralmente hasta conquistar el gobierno nacional. La izquierda semoderó, y con ello el FA pudo disputarle a los partidos tradicionalesel centro del espectro político-ideológico. Este desplazamiento alcentro, se realizó –aquí reside una de las claves de su éxito– sinabandonar la izquierda, pero si tal corrimiento no se hubieraproducido, no hubiera podido competir con éxito frente a los partidosque dominaban esa zona del electorado. Así fue que el FA culminómonopolizando prácticamente todo el espacio disponible desde laizquierda hasta el centro. Y allí –ni en la izquierda ni en la derecha,sino en el costado izquierdo del centro– se lidió la batalla decisiva desu prolongada lucha por el gobierno.

Ese marco explicativo general del triunfo del FA, en el que lamoderación de la izquierda es, en el contexto de un proceso derenovación más amplio, un factor decisivo, se respalda en dospostulados generales para la interpretación de los procesos de cambiopolítico-electoral.

En primer lugar, este es un enfoque en el que se privilegia a losactores. A diferencia de los enfoques “estructuralistas”, esta es unamirada “racionalista”, centrada en los partidos, a los que se concibecomo actores racionales que observan oportunidades y dificultades,definen objetivos y formulan estrategias para alcanzarlos. Lasestructuras (económicas, sociales, culturales y políticas) no determinanel resultado de la competencia. Por el contrario, los actores, tomandonota de las posibilidades y limitaciones que dichas estructuras lesplantean, escogen metas y definen cursos de acción estratégica. Lacapacidad de los partidos –como protagonistas principales del juegopolítico– para adaptarse ante los cambios en las estructuras quedelimitan el contexto de la acción política y formular estrategiasadecuadas es, entonces, un factor fundamental para explicar losresultados.

Si el FA creció y ganó fue porque aplicó una estrategia correctapara competir con los otros dos actores relevantes del sistema departidos, lo que le permitió superar las restricciones y aprovechar lasoportunidades que el esquema de la competencia política y el contextogeneral en el que se procesó, le presentaron. Esas dimensionescontextuales se transformaron mucho, en particular a lo largo de los

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años noventa, por efecto de la caída del socialismo real, los impactosdel proceso de globalización-transnacionalización comercial yfinanciera, las reformas liberales implementadas por los sucesivosgobiernos posautoritarios (sobre todo desde 1990), el declive de lospartidos tradicionales y el realineamiento bipolar del sistema departidos, entre otros factores. Si la opción estratégica del FA resultóexitosa, ello evidenció su capacidad de adaptación frente a los cambiosen el contexto externo, en el entorno económico-social y en elambiente político e ideológico.

En segundo lugar, esta es una explicación que se construye desdeadentro de los partidos. Estos no son tomados como actores racionalesunificados, sino como lo que en verdad son: complejos sistemas quealojan multiplicidad de actores (fracciones, líderes) que, a su vez,compiten entre sí para lograr la supremacía dentro del partido. A losefectos de lo que se quiere explicar en este libro, este es un datorelevante, puesto que, si la capacidad de adaptación y la estrategiapartidaria son las claves para explicar, dadas ciertas condicionesestructurales y coyunturales del contexto, el desempeño político-electoral de los partidos, aquellas (adaptación y estrategia) son, a suvez, resultado de complejos procesos de decisión que transcurrendentro de estos. Una teoría de la competencia política que pretendaexplicar los desempeños electorales de los actores competitivos (lospartidos) debe integrar la competencia intrapartidaria en la que sedirimen las estrategias con las que esos actores compiten en el sistemapolítico contra otros partidos. En nuestro caso, para brindar unaexplicación completa del triunfo del FA debe explicarse por qué ycómo se eligió cierta estrategia entre otras alternativas que estuvieronefectivamente presentes en los debates de los años ochenta y noventa.

Cuanto más formalizada sea la conformación interna de lospartidos más relevante será considerar el formato interno y el sistemade reglas que pautan la dinámica intrapartidaria. En un sistema políticocomo el uruguayo donde las fracciones tienen un grado deorganicidad, permanencia e identidad muy elevados –con sus propiasestructuras, estatutos, declaraciones de principios, tradiciones, órganosde prensa y líderes–, la importancia del factor intrapartidario es aúnmás decisiva. En un partido como el FA, donde el grado de

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fraccionalización es elevado y el grado de institucionalización de susfracciones también lo es, este factor es tanto o más decisivo que enotros casos. Por ello, en la formulación de la estrategia partidaria,ciertas variables de la vida interna –tales como el grado deinstitucionalización, el tipo de liderazgos el nivel de fraccionalización,la competencia entre líderes y fracciones, y las relaciones con elsindicalismo– fueron decisivas.

Resumiendo el argumento: la performance electoral de lospartidos políticos depende de las estrategias de competencia que, dadoun determinado contexto, adoptan para enfrentar a sus contrincantes.Si un partido triunfa, será, entonces, porque aplicó la estrategiaóptima, o, al menos, porque la suya fue mejor que la de los demáscompetidores. Por tanto, la búsqueda de una explicación deldesempeño electoral retrotrae a su vez a la identificación de las variablesque explican las decisiones estratégicas que los partidos toman a lohora de competir y disputar. Frente a un contexto (económico, social,ideológico, político) cambiante, las opciones estratégicas que lospartidos adoptan evidencian cuál es su capacidad de adaptación frentea los desafíos y las oportunidades que ese contexto plantea, incluyendolos que emergen del propio sistema político. Estas opciones son, a suvez, el resultado de procesos de decisión y acción que transcurrendentro de los partidos.

Se trata de un modelo de análisis en el que se invierten lostérminos de las explicaciones estructuralistas. En lugar de considerara los factores económico-sociales y a los del propio sistema político,como variables que determinan, en diversos grados, el desempeñoelectoral de los partidos, esos factores son tratados como variablescontextuales que delimitan un marco de restricciones y oportunidadespara los competidores. Que éstos sean más o menos exitosos paravencer las primeras y aprovechar las segundas depende de las estrategiasque adopten para maximizar en votos el rendimiento de sus recursosy acciones. Las opciones estratégicas son pues tratadas como unavariable dependiente de la capacidad de adaptación partidaria, y estacomo un resultado agregado del juego de factores intrapartidarios.

Precisamente, el FA configura un caso de adaptación partidariaexitosa en el contexto de un sistema político en transformación y de

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un importante proceso de reestructura económica y social. Paraexplicar cómo y por qué se produjo esa exitosa adaptación y laformulación de una estrategia política también exitosa es necesarioobservar, por un lado, la estructura de desafíos y oportunidadesemergentes de los cambios en el entorno, y por otro, los diversosprocesos que se produjeron al interior del partido que ganó laselecciones del 31 de octubre de 2004.

Desde esta perspectiva de análisis, el caso que se aborda en estelibro se inscribe en una vieja problemática de los estudios politológicosque, tras desarrollarse extensamente a lo largo de la segunda posguerraen las investigaciones sobre los partidos europeo-occidentales yestadounidenses, ha cobrado cierta vitalidad en los estudios recientes(de los años noventa e inicios del nuevo siglo) sobre partidos políticoslatinoamericanos enfrentados a los desafíos resultantes de los procesosde transformación, propios de la creciente globalización económicay de la hegemonía del paradigma neoliberal tuvo en la región. ¿Quéfactores determinan la adopción de las estrategias con las que lospartidos compiten aprovechando las oportunidades y venciendo lasrestricciones que se les presentan? ¿Cuáles son los que definen lacapacidad de adaptación frente a los cambios del contexto? ¿Quépapel juega la competencia intrapartidaria en las decisiones estratégicasy en la capacidad de adaptación? ¿Cuál es la incidencia de la relacionescon el sindicalismo de trabajadores? Estas preguntas remiten al marcode problemas teóricos en los que este estudio se inscribe.

Hipótesis, metodología y fuentesSeis son las hipótesis específicas que orientaron la investigación

y que se confrontan y analizan en este libro con la información relevadaa efectos de responder las preguntas anteriormente planteadas. Estasseis hipótesis se desprenden a su vez de los dos postulados generalesrecién expuestos.

Primera. El entorno económico-social y la configuración delsistema político, en particular desde 1990, plantearon desafíos yrestricciones, pero también abrieron una ventana de oportunidad parael crecimiento electoral del FA

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Segunda. Frente a los desafíos contextuales, el FA experimentóun proceso de adaptación partidaria exitosa y adoptó una estrategiapolítica óptima que le permitió aprovechar la ventana de oportunidadantes mencionada para afrontar la competencia política

Tercera. El elevado grado de institucionalización de laorganización partidaria de la izquierda, junto con la construcción deuna potente identidad basada en la creación de una nueva tradiciónpolítica, fortaleció sus niveles de unidad y disciplina pero enlentecióel proceso de adaptación y reformulación estratégica

Cuarta. La histórica asociación entre izquierda política ymovimiento sindical junto con la no existencia de vínculos formalesentre la organización partidaria y la sindical facilitó el proceso derenovación

Quinta. El crecimiento del número de fracciones internas delFA, en combinación con la incorporación de nuevos socios en elmarco de su política de alianzas, agregó complejidad al proceso deadaptación pero amplificó su potencial competitivo al diversificar laoferta electoral y ensanchar la cobertura del espacio político ideológico

Sexta. La competencia intrapartidaria (tanto la luchainterfraccional como la disputa por el liderazgo), fue un factor claveen la conducción del proceso de renovación que permitió llevaradelante la adaptación partidaria y tomar las opciones estratégicasque a la postre explican el crecimiento y la victoria de la izquierda

En cuanto a la metodología de trabajo que se siguió en ladiscusión de cada una de estas hipótesis, se han combinado diversastécnicas de relevamiento y tratamiento que se consideraron adecuadasy posibles para el tipo de información utilizada en cada una de lasdimensiones del problema que son abordadas.

Para el análisis de variables con valores cuantificables(desempeño electoral, fragmentación y fraccionalización de lospartidos, etc.) se han utilizado indicadores que permitían captar demejor forma los fenómenos estudiados, los cuales son presentados yjustificados en los capítulos respectivos. Para el análisis de variablesestudiadas en base a información cualitativa (propuestas programáticasy electorales, posicionamientos políticos frente a temas de la agenda yel debate público se recurrió al análisis de contenidos. Para cada una

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de las dimensiones en que se descompuso la investigación, las hipótesisespecíficas son evaluadas en el capítulo respectivo de este libro, deacuerdo al análisis de las variables seleccionadas en cada caso.Finalmente, las hipótesis generales son discutidas en el capítulo finalde conclusiones, al hacer una evaluación global basada en los resultadosde la contrastación de todas las hipótesis específicas.

Las fuentes de las que se ha obtenido la información son decuatro tipos. En primer lugar, se ha realizado una revisión bibliográficaen dos vertientes: por un lado la producción de Ciencia Políticaextranjera (básicamente europea y estadounidense) sobre partidos yprocesos de adaptación partidaria, formulada a partir del estudio decasos europeos y, en menor medida y más recientemente,latinoamericanos; por otro, la producción historiográfica, politológicay sociológica uruguaya sobre partidos, y en particular, sobre el FA(véanse las referencias completas en la sección bibliográfica). Ensegundo lugar, se realizó un importante trabajo de recuperación yanálisis de la documentación del FA y, en medida significativamentemenor, sus fracciones (la lista completa de la documentación figuraentre los anexos). En tercer lugar, se utilizaron entrevistas realizadas aprotagonistas relevantes de los debates y acciones que modelaron elproceso de transformación del FA (la lista de entrevistados figuraentre los anexos). Por último, se revisó la colección de dos medios deprensa semanal (Búsqueda y Brecha) para reconstruir algunosmomentos y procesos que se consideraron de particular relevancia enel itinerario de la renovación de la izquierda.

Estructura del libroLa estructura de capítulos del libro se basa en la secuencia de

las seis hipótesis específicas antes formuladas. Luego de establecer elmarco teórico de la investigación, comienza con un análisis de lareconfiguración del sistema de partidos uruguayo, los efectos delproceso de reformas estructurales de inspiración neoliberal y elrealineamiento de los electores. Se busca con ello establecer, por unlado, los cambios del contexto económico-social y el escenario de lacompetencia política electoral dentro de la que el FA, como parte deun proceso de adaptación y renovación, llevó adelante la definición

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de su estrategia política; y, por otro lado, establecer, a partir de esoselementos, los requisitos de una estrategia óptima para el FA. Luego,en sucesivos capítulos, se analizan los diversos aspectos de ese procesode adaptación partidaria y formulación estratégica: la transformaciónideológica y programática, el proceso de institucionalizaciónpartidaria, las relaciones con el sindicalismo y, finalmente, el formatoy la dinámica de la competencia intrapartidaria en relación a losantedichos desafíos contextuales y requisitos estratégicos.

Más específicamente: en el Capítulo 1 se revisa la literaturasobre tipos de partidos y procesos de adaptación partidaria y se presentael marco teórico de la investigación; en el Capítulo 2 se analizan loscambios en el contexto económico-social y en el sistema políticouruguayo entre 1971 y 2004, identificando los desafíos y lasoportunidades emergentes del entorno, así como sus implicanciaspara la formulación de una estrategia óptima desde el punto de vistadel desempeño electoral de la izquierda; en el Capítulo 3 se estudia lamoderación ideológica y programática de la izquierda como un aspectorelevante de su adaptación ante los cambios y desafíos del contexto y,al mismo tiempo, como uno de los tres componentes de la estrategiapolítica que desarrolló para aprovechar las oportunidades emergentesdel mismo; en el Capítulo 4 se estudia el proceso deinstitucionalización partidaria del FA y la construcción de una fuerteidentidad basada, en gran parte, en la creación de una tradición políticapropia; en el Capítulo 5 se analiza la relación del FA con los sindicatosde trabajadores; en el Capítulo 6 se estudia el formato fraccional y ladinámica intrapartidaria del proceso de adaptación y reformulaciónestratégica del FA. En el capítulo final se resumen las conclusionesdel estudio. El libro se cierra con la sección Bibliografía y los Anexoscuyos contenidos fueron anteriormente descritos, a los que se agregaun último anexo con la lista de abreviaturas utilizadas a lo largo deltexto.

CAPÍTULO 1

ADAPTACIÓN PARTIDARIAY ESTRATEGIA COMPETITIVA

1.1. IntroducciónEl caso uruguayo está bastante ausente en los estudios sobre

partidos políticos latinoamericanos. La mayoría de los trabajoscomparativos no seleccionan a los partidos uruguayos como parte desu universo de análisis. Sin embargo, merecería ser considerado, almenos por tres razones: se trata de uno de los sistemas de partidosmás longevos del mundo (Sotelo 1999); experimentó en los últimostreinta años, la transición desde el bipartidismo tradicional hacia elmultipartidismo bipolar e ideológico (Lanzaro 2004; Moreira 2004);acaba de asistir al triunfo de un partido de izquierda, por primera vezen su historia.

El recién concretado triunfo electoral del FA y sus aliadosreunidos en el Encuentro Progresista (EP) y la Nueva Mayoría (NM)representa un punto culminante del proceso de transformación delsistema de partidos uruguayo iniciado en 1971. Explicar el desempeñoelectoral de la izquierda a lo largo de este período es pues una tarearelevante para la comprensión del proceso político contemporáneo.En la perspectiva de los estudios comparados y de la teoría política,este caso puede contribuir a la investigación y teorización sobre losprocesos de innovación en sistemas políticos competitivos y, enparticular, sobre los procesos de adaptación partidaria en contextosdinámicos y sus impactos sobre los desempeños electorales.

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En este capítulo teórico se realiza una revisión de la trayectoriay los contenidos de la literatura especializada en partidos políticos, enparticular aquella que se dedica fundamentalmente a proponerexplicaciones sobre los procesos de transformación partidaria. A partirde esa revisión se definen, en el último apartado, los componentesdel marco teórico de este estudio sobre la transformación del FA,aquellos a partir de los cuales se han derivado las hipótesis de trabajoformuladas en el capítulo de Introducción al libro.

1.2. La literatura sobre partidos y competencia políticaUbicándonos en la problemática más general –la relación entre

contextos, estrategias y resultados–, hay, como se adelantó en elcapítulo introductorio, una primera gran discriminación a realizarentre dos grupos de explicaciones: las que entienden que latransformación de los sistemas de partidos respondefundamentalmente a la incidencia de los factores que configuran elcontexto de la competencia política; y las que centran la explicaciónen la competencia en sí misma, sus reglas y actores, su formato ydinámica. Para las primeras, las estrategias de los actores no sondecisivas, lo determinante es el peso de los factores contextuales, seanestructurales o coyunturales (la distribución ideológica del electorado,el grado de desarrollo económico, la estructura de clases, una crisiseconómica, una guerra, etc.). Para las segundas, los actores y susestrategias, en el marco de los límites y oportunidades que surgen delmarco institucional en un determinado contexto estructural ycoyuntural, son el factor clave en la determinación del resultado deljuego político. Para etiquetar ambos enfoques, llamemos“estructuralistas” a los primeros y “racionalistas” a los segundos.

Si, como propone el enfoque racionalista, la mirada se focalizaen el nivel de los actores y sus estrategias, entonces se reconocen a suvez dos grupos de interpretaciones: por un lado, las que analizan a lospartidos como actores unificados que, frente a un contexto dado ysus cambios, adoptan y reformulan estrategias para enfrentar a suscompetidores; por otro, las que consideran a los partidos comosistemas que alojan actores e intereses diversos, de cuya confrontaciónresultan coaliciones intrapartidarias y liderazgos, que luchan por

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imponer al resto del partido sus propias opciones estratégicas. Aquílas preguntas en relación a la capacidad de adaptación y respuesta delos partidos frente a los desafíos y los cambios en el contexto, remitenal tipo de configuraciones internas que son más apropiadas para quelas adaptaciones y las estrategias que de ellas resultan, sean exitosas.

Este estudio se coloca en esta última perspectiva teórica, la que,desde un paradigma racionalista de la competencia política, asignauna importancia decisiva a la competencia intrapartidaria. Comoadelantáramos en el capítulo introductorio, en la búsqueda de unaexplicación al cambio político que se produjo en Uruguay, consideroinsuficientes a los análisis que se centran en el estudio de los factorescontextuales –la situación internacional, el entorno económico y socialo la cultura política–, como bases del comportamiento electoral;también a aquellos que, centrándose en el estudio del sistema político,sólo consideran a los partidos como actores unificados que buscanmaximizar su votación en el marco de las posibilidades y limitacionesestablecidas por las reglas que regulan la competencia.

El marco analítico con el que se trabaja en este libro, tiene dosgrandes componentes teóricos. En primer lugar, se considera a losfactores contextuales extrapolíticos –básicamente económico–socialesy culturales– y a la estructura de la competencia política –ladistribución ideológica del electorado, el formato y la dinámica delsistema de partidos, así como las instituciones que lo moldean (elsistema electoral, el régimen de gobierno)–, como un marco dedesafíos y oportunidades para los partidos, que, frente a ellos, seadaptan y formulan estrategias para maximizar su votación y alcanzarsus objetivos. En segundo lugar, se considera que la capacidad deadaptación a las características y cambios del contexto, y deformulación de estrategias apropiadas para afrontar, en ese marco, lacompetencia política, depende, fundamentalmente, de los procesosintrapartidarios en que ambos tipos de decisiones (adaptativas yestratégicas) se toman y ejecutan.

Este estudio de caso se inscribe en un problema de los estudiospolitológicos y de las teorías acerca de los procesos de innovación ensistemas políticos competitivos: la relación entre la organización y lacompetencia intrapartidaria por un lado, y, por otro, la capacidad de

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adaptación de los partidos frente a los cambios contextuales, laselección de sus estrategias de competencia, y, finalmente, losresultados que obtienen al implementarlas, en términos de votos,cargos e incidencia en la formulación de políticas públicas. Existeuna vasta literatura sobre este tema referida a los partidos europeos yestadounidenses, que se ha venido acumulando desde mediados delsiglo XX.

Lamentablemente, la producción académica sobre partidoslatinoamericanos es mucho más reciente )posterior a las transicionesdel autoritarismo a la democracia que se produjeron en la segundamitad de los años ochenta) y escasa. Desde los noventa se han dadopasos importantes en el estudio de algunos casos nacionales1. Pero,aunque hay algunas propuestas formuladas, estos estudios aún nohan redundado en la formulación de caracterizaciones y tipologías deorden general, que permitan inscribir y comparar los distintos casosen el marco de procesos y fenómenos más amplios. Tanto en el terrenoempírico como en el de la reflexión teórica existen vacíos importantes.Por ello, a pesar de las certeras prevenciones formuladas por Levitsky(2001a)2, debemos, por el momento, seguir recurriendofundamentalmente a las categorías y marcos de referencia elaboradasen la segunda posguerra por los estudiosos de los partidos y los sistemasde partidos europeo-occidentales y estadounidense.

1 Me refiero a los estudios de Michael Coppedge (1994) sobre AcciónDemocrática de Venezuela, Kathleen Bruhn (1997) sobre el Partido de laRevolución Democrática de México, James McGuire (1997) sobre el PartidoJusticialista de Argentina, Kenneth Roberts (1998) sobre el Partido Socialistay el Partido Comunista de Chile y la Izquierda Unida de Perú, ScottMainwaring (1999) sobre los partidos de Brasil, y Steven Levitsky (2001b)sobre el Partido Justicialista de Argentina. Para una revisión de esta literaturavéase el trabajo de Levitsky (2001a)

2 Levitsky, luego de repasar la literatura reciente sobre partidos políticos enLatinoamérica y señalar sus avances y vacíos, advierte que la tendencia arecurrir en forma acrítica a los modelos formulados a partir del estudio de lospartidos europeos: “... puede generar importantes costos en términos dediferenciación analítica, dado que no permite a los académicos captar lasdiferencias entre los partidos latinoamericanos y los europeos. Más aún limitanuestra habilidad para diferenciar entre diversas organizaciones partidariaslatinoamericanas”. Levitsky (2001a: 107). La traducción corre por mi cuenta.

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1.2.1. De los partidos de masas a los partidos “cartel”

La preocupación por construir tipologías que permitan clasificary agrupar, a los efectos analíticos, las diversas clases de partidos, hasido una línea de trabajo permanente en la Sociología política y laCiencia Política desde inicios del siglo XX. A los clásicos estudios deOstrogorsky (1902), Michels (1911) y Weber (1917, 1922), sesumaron en la segunda posguerra, entre otros, los trabajos de Duverger(1951), Kirchheimer (1966), Sartori (1976), Panebianco (1982), Katzy Mair (1992 y 1995).

Weber (1917, 1922)3, observando la evolución histórica de lospartidos europeos entre fines del siglo XIX y primeras dos décadasdel XX distinguió los viejos “partidos de notables” y los nuevos“partidos de masas”. Duverger (1951) retomó estas categorías,diferenciando entre los “partidos de cuadros” y los “partidos de masas”,considerando a este último como la forma partidaria moderna porexcelencia en las democracias europeas de la segunda posguerra.

En la siguiente década, Kirchheimer (1966) propuso otracategoría para dar cuenta de los cambios que experimentaban losviejos partidos de masas europeos, en transición hacia un tipo másparecido a las “máquinas electorales” que eran los dos grandes partidosestadounidenses. Habló entonces del partido catch-all (literalmentepartido “agarratodo”, también referido en la literatura como partido“escoba” o partido “de todo el mundo”). Al estudiar lastransformaciones que observaba en los partidos confesionales y obreroseuropeos, asoció su competitividad electoral con una evolucióncaracterizada por: la desideologización y la orientación hacia valoresgenerales compartidos por amplios sectores de la ciudadanía; lamoderación programática, corriéndose hacia la centro-izquierda; elaflojamiento de la relación orgánica con el movimiento obrero,volviéndose sus vínculos más débiles y esporádicos, con una mayor

3 Citamos aquí el año de las primeras ediciones en alemán de “Parlamento ygobierno en una Alemania reorganizada...” (1917) y de Economía y sociedad(1922), entre cuyas páginas se encuentran las reflexiones de Weber sobre lospartidos “de masas” y “de notables”. Esas páginas fueron luego reproducidasen Lenk y Neumann (1968).

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apertura a otros grupos de interés; la flexibilización del caráctermilitante, la disminución del peso de los afiliados, y el fortalecimientodel poder de los líderes; y el debilitamiento de la relación del partidocon sus electores, antes centrada en una implantación social particulary en una subcultura política, y su deriva hacia apelaciones de tipociudadano y alcance policlasista.

Panebianco (1982), a la luz de la evolución posterior de losmimos partidos agregó otra variable a las reseñadas por Kirchheimeren la identificación del partido “agarratodo”: la profesionalización, elpeso creciente de profesionales con competencias especializadas dentrode la dirección en partidos orientados a la maximización de votos.Propuso entonces una nueva tipología dicotómica e histórica: el“partido burocrático de masas”, reformulación del partido de masasde Weber y Duverger, estaba dando paso al “partido profesionalelectoral”, reelaboración del partido “agarra todo” de Kirchheimer4.

El trabajo de Panebianco es una referencia central y más refinadaque la de su predecesor en los estudios sobre transformación partidaria.Asoció y explicó la evolución de uno a otro tipo de partido como unaserie de respuestas adaptativas frente a transformaciones socialesprofundas, que afectaban a la estructura social y a las formas de lacomunicación política: el debilitamiento numérico y organizativode la clase obrera industrial (base de referencia social de los viejospartidos burocráticos de masas) y el avance de la comunicaciónmediática centrada en la televisión, en particular durante el desarrollo

4 Llamativamente, un clásico de los estudios sobre partidos como es el libro deGiovanni Sartori (1976), publicado entre el artículo de Kirchheimer y ellibro de Panebianco, no realiza ninguna propuesta clasificatoria sobre tiposde partidos. Tampoco aborda la relación entre la dinámica intrapartidaria yla competencia interpartidaria, ni entre aquella y el entorno. Sí analiza a los“partidos por dentro”, exponiendo una visión sumamente oscura y pesimistaacerca de las fracciones y la lucha entre ellas. La verdad es que lo más valiosode esta obra no es la primera parte dedicada a los partidos, sino la segunda enque se estudian los sistemas de partidos. Allí sí, los aportes de Sartori sobre elformato y la dinámica de los sistemas de partidos y de la competenciainterpartidaria que en ellos se procesa, son un marco de referencia ineludibley un avance significativo, enriquecedor y complementario de la estupendasencillez del modelo espacial de la competencia política, teorizado, dos décadasantes, por Downs (1957).

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de las campañas electorales. Frente a ello, los partidos respondieronampliando su audiencia electoral y reformulando sus relaciones conlos sindicatos, al tiempo que se adiestraban en el arte de lacomunicación política televisada y reducían el peso de las estructurasorgánicas que canalizaban la amplia participación de los afiliados enel debate y la acción. Los factores ambientales provenientes del entornosocial, explicaban el por qué de los cambios. Otros dos factores, máspropiamente políticos, determinaban, según Panebianco, la intensidady la velocidad con que se producía el cambio del modelo partidario:el grado de institucionalización de las estructuras partidarias anterioresfacilitaba (cuando era baja) o frenaba (cuando era alta) esatransformación; al mismo tiempo, el grado de fragmentación políticadel sistema de partidos (y por tanto el tamaño de los partidos entérminos electorales) condicionaba el proceso, puesto que los partidoscon electorados más grandes, y por tanto más heterogéneos, se veíanmás incentivados que los pequeños para transformarse en esa dirección.

A comienzos de los noventa, Katz y Mair (1992) impulsaronestudios de caso sobre los partidos europeos, centrados en los cambiosen las relaciones y los equilibrios de poder entre las “tres caras” de lasorganizaciones partidarias (los miembros, los burócratas, losgobernantes). Poco tiempo después, en base al estudio de los partidosestadounidenses, propusieron una nueva categoría: el cartel party (Katzy Mair 1995), un tipo de partido indisociable del aparato estatal ysus recursos, más preocupado por sobrevivir en el sistema en base aluso de esos recursos que por ganar elecciones, con un grado extremode profesionalización y autonomización de los dirigentes, y dedisolución de la estructura partidaria de participación de los miembros,así como de distanciamiento entre los ciudadanos y los políticos.Estos partidos se orientaban al establecimiento de acuerdos decooperación y beneficio compartido de los recursos estatales, con élo los otros partidos mayores, a fin de excluir a los demás. De allí laidea de cartelización de la competencia política en torno a partidosoligopólicos articulados con el estado. De esta forma se completó unlargo recorrido intelectual desde el partido de masas al cartel party,aunque, más allá de su aplicabilidad al caso estadounidense, esta última

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categoría no ha encontrado una aceptación muy extendida entre losespecialistas.

1.2.2. La transformación y los dilemas de la social-democraciaeuropea

Otros académicos analizaron específicamente la trayectoria delos partidos social-demócratas europeos, en el marco de la reconversióncapitalista en los años setenta y ochenta. Preocupados por establecery explicar cuáles serían los requisitos y las posibilidades para que esospartidos se adaptaran exitosamente al nuevo entorno económico ysocial, realizaron aportes fundamentales en la reflexión de la CienciaPolítica contemporánea, sobre la relación entre cambios contextuales,adaptación partidaria y estrategias políticas. Entre ellos hay,indudablemente, dos clásicos cuya referencia es ineludible a los efectosde este libro de investigación: Przeworsky y Sprague (1986) y Kitschelt(1994b).

En Paper Stones, Przeworsky y Sprague formularon el “dilemaelectoral de la socialdemocracia”: cuanto más se acercaba esta a laposibilidad de triunfar electoralmente, más necesitaba fortalecer laconvocatoria policlasista; al hacerlo pondría en riesgo la adhesiónelectoral de su base de apoyo tradicional entre los trabajadores; encaso que decidiese retenerlo, resignaría la posibilidad de triunfar y secondenaría a permanecer en la oposición. Este análisis descansabasobre un enfoque sociológico del comportamiento electoral. Dadoque el voto obrero constituía el electorado duro de los partidossocialistas, la reducción del peso numérico de la clase obreratradicional, como fruto de la reestructura capitalista procesada desdela segunda mitad de los años setenta, exponía a estos partidos a taldilema electoral. Si, para captar electores de los nuevos sectores detrabajadores en expansión, moderara su discurso y su programa,perdería la adhesión de sus bases electorales tradicionales, que sesentirían defraudadas por la transformación de su partido. El problemaera que el cambio en la estructura económica y social estaba reduciendoel tamaño de ese electorado. Przeworsky y Sprague argumentaron laexistencia de este trade off electoral –la pérdida de viejos electores porefecto del cambio necesario para ganar otros nuevos– y midieron su

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magnitud, cuantificando el declive que estaban experimentado lospartidos socialistas europeos. Terminaban su libro con un sombríovaticinio: “Avergonzados de mirar demasiado lejos, mortalmentepreocupados de no parecer irresponsables, los partidos de izquierda ven elsocialismo con incomodidad. La era del socialismo electoral debe haberterminado”. (Przeworski y Sprague 1986: 185).5

Por su parte, Kitschelt (1998 y 1994a), en sus estudios sobrelos partidos de “izquierda libertaria” aparecidos en Europa en los añossetenta (ecologistas, pacifistas, etc.) estudió, desde supuestos deracionalidad de los actores políticos como sustento de sus estrategiaselectorales, cómo el corrimiento hacia el centro de los partidos de la“izquierda tradicional” (socialdemócratas y, en algunos casos,comunistas) y/o su participación en gobiernos de partido o decoalición, abría un frente de competencia política desde la propiaizquierda del espacio político-ideológico. Esta era protagonizada porpartidos de “izquierda libertaria”, que se hacían cargo de la agendaabandonada o no considerada por socialdemócratas y comunistas, ycaptaba al electorado descontento con su moderación y/o con sugestión gubernativa. De esta forma, Kitschelt completó el planteo delos autores del “dilema electoral”, al analizar específicamente elabandono de un espacio político, por efecto de la moderación de laizquierda, y su ocupación por una “nueva izquierda” que, de esa forma,le restaba electores a los partidos de la “izquierda tradicional”.

Sin embargo, en su obra mayor (The transformation of europeansocial democracy), Kitschelt (1994b) rebatió teórica y empíricamenteel “dilema electoral” formulado por Przeworsky y Sprague, aldemostrar que el trade off encontrado por ellos, ni tenía por quéproducirse, ni se producía en muchos casos concretos de la políticaeuropea en que los partidos socialistas ganaban el apoyo electoral denuevos sectores, sin por ello perder la adhesión de la clase obreraindustrial. El trade off podía producirse, pero no era inexorable.Dependía de otras variables que tenían que ver con la estructura de lacompetencia política, la fragmentación del sistema de partidos, laexistencia o no de partidos de izquierda (comunistas, libertarios),

5 La traducción corre por mi cuenta.

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desafiantes de los social-demócratas. Por tanto, el declive electoral deestos, tan amarga y fatalmente anunciado en Paper Stones, no sería,según Kitschelt, una perspectiva inexorable, aunque sí posible, perolo era tanto como su supervivencia.

Retomando una de las ideas centrales de Panebianco, Kitscheltsostuvo que la suerte de la socialdemocracia, como la de cualquierotro partido, dependía de su capacidad para adaptarse al cambio enel contexto económico y social –en el caso europeo:desindustrialización, crecimiento del sector servicios, crisis de estadode bienestar, emergencia de demandas y valores “post-materialistas”,reducción numérica de la clase obrera tradicional– y afrontar losdesafíos y oportunidades que este planteaba. Ello debía hacerse, deacuerdo a la forma específica que la competencia política asumía encada momento y lugar, mediante la adopción e implementación dela estrategia política adecuada para alcanzar los fines que el partido sehubiere propuesto (retener el gobierno, obtenerlo, alcanzar elpredominio en la izquierda minimizando a los desafiantes, etc.). A suvez, la formulación estratégica correcta para la obtención de losobjetivos planteados dependía de la existencia de líderes que lapromovieran, y de organizaciones partidarias que las hicieran suyas ylas llevaran adelante. Coincidentemente con lo planteadoanteriormente por Panebianco, para Kitschelt, que esto sucediera ono, sería, básicamente, el resultado del tipo de estructura organizativay de la dinámica interna de los partidos.

1.2.3. En la “caja negra” de los partidos latinoamericanos

Los estudios sobre partidos políticos latinoamericanos de losaños noventa y siguientes tienen dos atributos que los hacenparticularmente interesantes para esta investigación. En primer lugar,son estudios sobre partidos y sistemas de partidos en democraciasque, como la uruguaya: ingresan en fases de consolidación tras elfinal de las transiciones desde el autoritarismo iniciadas en los añosochenta; en los noventa procesan una fuerte transformacióneconómica y social, en el marco de un modelo de desarrollo y deunas políticas económicas signadas por la hegemonía ideológica delneoliberalismo. En segundo lugar, en la línea abierta por Panebianco

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(1982) y, especialmente, por Kitschelt (1994b), trabajan “dentro dela caja negra de las organizaciones partidarias” (Levitsky 2001a),privilegiando la dimensión intrapartidaria y, al mismo tiempo,incorporan la dimensión sistémica de la competencia política,vinculando ambas esferas para explicar la evolución y los desempeñosde los partidos. Por ello, estos estudios tematizan y problematizan losprocesos de adaptación partidaria y reformulación estratégica,relacionándolos con la estructura de la competencia política en cadasistema político y el transformado entorno económico y socialplanteado por la hegemonía ideológica neoliberal y las reformasestructurales que experimentó la región en los noventa.

En este sentido, el trabajo de Levitsky (2001a), su propuestade sistematización de los principales postulados y problemas de estaliteratura, así como los que surgen de su propio estudio deljusticialismo argentino (Levitsky 2001b), son, junto a los trabajos deKitschelt sobre la socialdemoracia europea (Kitschelt 1994a y Kitschelt1994b), componentes principales del marco de referencias teóricasque se incorporaron a la investigación sobre el FA que este libropresenta. Uno de los aspectos más interesantes de esta literatura es sucapacidad para integrar en forma convincente y eficaz, los modelosde análisis espaciales de la competencia política en la tradicióndownsiana6, con la literatura sobre adaptación partidaria en la líneade Kirchheimer (1966) y, sobre todo, de Panebianco (1982). En elcaso de Levitsky, se agrega la preocupación por la formulación de

6 El modelo espacial de la competencia política propuesto por Downs (1957)parte de dos supuestos sencillos y una constatación empírica: los electoresson actores racionales maximizadores de sus ingresos y otros intereses; lospartidos son actores racionales maximizadores de votos; los electores se ubicanideológicamente sobre un espacio unidimensional izquierda-derecha,verificándose una distribución “normal” con una alta concentración en laposición central y una desconcentración progresiva hacia los extremos. Elmodelo predice que los partidos, en tanto actores racionales orientados a laobtención de votos para acceder o retener el gobierno, tenderán a competir,desde sus respectivas posiciones ideológicas, hacia el centro, donde seconcentra la mayor parte del electorado. La mayor virtud, y a su vez ladebilidad, de este modelo espacial unidimensional de la competencia política,es su extrema sencillez. Pero, como con razón señaló Sartori (1976), resulta

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categorías de análisis que asuman las particularidades de los partidoslatinoamericanos, evitando la mera trasposición de las que fueronpostuladas atendiendo las particularidades de los partidos europeos yestadounidenses.

En su estudio sobre el Partido Justicialista argentino, Levitsky(2001b) propone un marco analítico en el que la combinación entreel enraizamiento social (tipo de relación con el sindicalismo detrabajadores) e institucionalización estructural de la organizaciónpartidaria (grado de rutinización de los procedimientos que rigen elproceso de toma de decisiones) determinan la capacidad de adaptaciónfrente a los cambios en el entorno y su flexibilidad estratégica paraafrontar la competencia política. De esta forma, en la pista dePanebianco y de Kitschelt, Levitsky vincula las variables deorganización partidaria con la capacidad de adaptación al entorno yde formulación de estrategias competitivas.

Partiendo de la tipología dicotómica de Panebianco, Levitskyincorpora la variable rutinización organizativa (una de las dimensionesde la institucionalización partidaria) para agregar dos nuevos tipos departidos completando una clasificación con cuatro tipos. A diferenciade los dos propuestos por Panebianco (partido burocrático de masasy partido profesional electoral), los que propone incororar Levitskypara dar cuenta de ciertos partidos latinoamericanos, se caracterizanpor una baja rutinización. A su vez, se diferencian entre sí segúntengan enraizamiento social –vínculos orgánicos con el sindicalismo–(partido populista de masas) o carezcan de él (partido personalistaelectoral). En el primero, la combinación entre un bajo grado derutinización organizativa –que aumenta la autonomía y los márgenesde maniobra de los líderes– y la existencia de vínculos conorganizaciones sociales –que asegura la retención del electorado duro

insuficiente, pues no considera la intervención de otros factores que tambiénmoldean la competencia política, como ser la fragmentación (el formato) delsistema de partidos y la existencia de otras dimensiones del espacio político,y por tanto de la competencia que en él se dirime, que no necesariamente sonreductibles al continuo izquierda-derecha (como ser, por ejemplo, el ejeautoritarismo-democracia, entre otros).

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del partido–, facilita la adaptación partidaria y habilita la flexibilidadestratégica.

1.3. Marco analítico para el estudio del casoEl valor de los estudios de caso como el que se expone en este

libro, reside en su capacidad para captar la especificidad que revistecada proceso particular y contribuir desde allí a la discusión teóricasobre el problema considerado dentro del área temática en la que seinscribe. El marco de interpretación que brindan las tipologías y teoríasformuladas por distintos autores a partir del estudio de los partidossocialdemócratas europeos y los estudios recientes sobre partidospolíticos latinoamericanos son una referencia útil que pone adisposición un buen mapa de ruta para emprender el análisis del FAy establecer comparaciones con la trayectoria de otros partidos, enparticular de otras izquierdas, en Latinoamérica y en Europa.

En el caso uruguayo las categorías más comúnmente utilizadasen los estudios de partidos, particularmente en el caso del FA, hansido, sin lugar a dudas, la de Kirchheimer y, en menor medida, la dePanebianco. La noción de cartel party formulada por Katz y Mair hasido utilizada en referencia a los partidos tradicionales coaligados enel ejercicio del gobierno para excluir al tercero desafiante, pero, porobvias razones, no es útil por el momento para dar cuenta de lastransformaciones de la izquierda.

Por mi parte, incorporé las propuestas de Kirchheimer yPanebianco en el diseño de la investigación y la formulación de lashipótesis de trabajo, al considerar al FA como un actor que ha recorridoel camino de los partidos “agarratodo” y que presenta varias de lascaracterísticas organizativas del “partido profesional electoral”, sindejar de tener también algunos rasgos propios del “partido burocráticode masas”. Pero me baso principalmente en las formulaciones deKitschelt y en las sugerencias de Levitsky ya que, retomando el granavance realizado en esa dirección por Panebianco, sus estudios y lascategorías de análisis que proponen se concentran más en el tipo deenfoque que mejor da cuenta del problema planteado en este libro:los procesos de adaptación partidaria y reformulación estratégica paraafrontar la competencia política en contextos dinámicos. De tal forma

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que, tras este sucinto recorrido por la literatura que aborda la temática,paso a reseñar el marco analítico que orienta este estudio del procesode transformación del FA, cuyos componentes principales se detallana continuación.

1.3.1. Adaptación partidaria y estrategia política

En los sistemas políticos democráticos competitivos, los partidosdespliegan estrategias con el objeto de alcanzar su objetivofundamental: maximizar el desempeño electoral para retener o accederal gobierno o, al menos, mantener o mejorar su posición. En esacompetencia, los partidos no son inmunes al cambio en el entornoeconómico y social. Por el contrario, su capacidad para incorporarlos datos de esa parte de la realidad –reformulando sus ideas,programas, formas de organización y actuación política– es unavariable que afecta decisivamente su propia supervivencia, así comosus posibilidades de desplegar estrategias maximizadoras de votos y,por ende, de cargos desde lo cuales incidir en la formulación de laspolíticas públicas.

A su vez, la estructura de la competencia política genera, deacuerdo al marco institucional del que derivan las reglas que la regulan,oportunidades y desafíos para los actores que libran la lucha política.Los componentes principales que definen esa estructura son: lafragmentación política, la distribución del electorado, la ubicaciónideológica de los partidos, y la dinámica de la competenciainterpartidaria.

Dada una distribución “normal” del electorado, con una mayorconcentración hacia el centro, el desafío de los partidos es captarvotantes en esa zona del espacio político-ideológico, sin que laspérdidas en el punto de partida sean excesivamente costosas entérminos electorales. En definitiva, se trata de maximizar las gananciasy minimizar las pérdidas. El número y la ubicación de los partidosdelimitan esas posibilidades: en un sistema bipartidista, con doscompetidores ubicados en los lados opuestos del espectro ideológico,cada partido sólo tiene un contendiente relevante y sus posibilidadesde éxito dependerán únicamente de que su estrategia de competenciahacia el centro sea más eficiente que la del otro; en sistemas

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multipartidistas con tres o más actores relevantes, la formulaciónestratégica debe incorporar más desafíos, pues los costos de lacompetencia centrípeta se incrementan cuando existen partidos quedisputan los espacios más cercanos a los extremos, que sonabandonados por los maximizadores de votos al orientarse, desde esaposición, hacia el centro; si, en un sistema con tres o más actores, lacompetencia se polariza entre dos bloques de partidos que se alineanen posiciones opuestas del espectro ideológico, la lógica de lacompetencia centrípeta mantiene su validez.

En síntesis, el entorno económico-social y la estructura de lacompetencia política plantean desafíos y oportunidades. Que lospartidos puedan asumir los desafíos, superar las restricciones yaprovechar las oportunidades, depende de su capacidad de adaptaciónfrente a los cambios en el entorno y de su flexibilidad para formularestrategias adecuadas a cada situación competitiva. Como veremos acontinuación, ello depende, a su vez, de ciertas variables de la vidaintrapartidaria.

1.3.2. Institucionalización y adaptación

El grado de institucionalización partidaria es, desde el puntode vista de la capacidad de adaptación, una variable relevante. Engeneral los especialistas coinciden en contraponer los procesos deinstitucionalización partidaria con la capacidad de adaptación otransformación frente a los desafíos contextuales: en la medida enque un partido se institucionaliza, se dificulta la renovación de losliderazgos, y los líderes tienen menos márgenes de maniobra(Panebianco 1982; Levitsky 2001b). Dicho de otra forma: con unaalta institucionalización, los procedimientos de decisión se vuelvenrígidos, los líderes carecen de autonomía y, como resultado de ambosprocesos, el partido pierde flexibilidad y, por tanto, ve reducida sucapacidad de adaptación.

Para que la adaptación sea posible, tienen que cumplirse tresrequisitos: que una parte del liderazgo de rango superior la promuevajunto con una nueva estrategia; que estos líderes consigan una mayoríadentro del partido o neutralicen a los disidentes; que los líderes y elpartido consigan retener la adhesión de su electorado tradicional, aun

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cuando el cambio contradiga postulados históricos del partido. Portanto, el liderazgo se ubica en la intersección entre, por un lado, elentorno, que plantea a los partidos desafíos y oportunidades a serexplotadas mediante la adopción de las estrategia política correcta, y,por otro, la estructura de la organización partidaria y la competenciainterna en cuyo marco se dirimen los pleitos estratégicos. (Levitsky2001b)

Con una organización altamente institucionalizada, rígidosprocedimientos decisorios y alta participación de las bases partidarias,es probable que las apuestas renovadoras encuentren dificultades parasu aprobación. En cambio, con organizaciones menosinstitucionalizadas, los mecanismos son más flexibles, los líderescuentan con más autonomía de acción y, por tanto, el partido sevuelve más flexible para tomar sus opciones estratégicas, siendo másaltas las probabilidades de que las respuestas adaptativas frente a loscambios del entorno, y las estrategias óptimas desde el punto de vistade la maximización electoral, triunfen en la competencia interna.Pero, también es razonable pensar que si no se cuenta con un partidoinstitucionalizado es más difícil para los líderes renovadores asegurarseel apoyo de la estructura partidaria, el segundo de los requisitosmencionados. Por ello es muy importante el papel de otra dimensiónde los procesos de institucionalización partidaria: la valorizaciónidentitaria.

1.3.3. Rutinización organizativa y valorización identitaria

La institucionalización partidaria no tiene una única dimensión.En verdad, además de la estructural (la rutinización de la organización)que acabamos de mencionar, tiene una dimensión actitudinal (Randally Svasand 2002). Esta refiere a la adhesión afectiva que los miembrosy votantes desarrollan hacia el partido, hacia la organización partidariaen sí misma. Se trata, en definitiva, del fortalecimiento de la identidadpartidaria y la capacidad de la organización para generar adhesión ylealtad. Esto es lo que en la literatura en inglés se denomina comovalue infusion (Levitsky 2001b; Randall y Svasard 2002; Kistner 2004).Tal “infusión de valor”, referida a los procesos de institucionalizaciónpartidaria, alude al creciente valor que para los miembros y adherentes

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adquiere la organización, fortaleciendo de esa forma el sentimientode pertenencia al partido. Se trata de una valorización y unfortalecimiento de la identidad partidaria.

Cuanto más y más fuertes sean los vínculos de este tipo que unpartido construya, mayor será también, en esta segunda dimensión,su grado de institucionalización. Desde el punto de vista de la relaciónentre institucionalización y capacidad de adaptación, la dimensiónactitudinal (infusión de valor o valorización identitaria) tiene un efectocontradictorio respecto de la dimensión estructural (rutinizaciónorganizativa), pues es un elemento facilitante de la adaptación.Mientras que la rutinización de los procesos decisorios enlentece ydificulta la capacidad de los líderes renovadores para impulsar suspropuestas, la infusión de valor, al fortalecer los vínculos afectivoscon el partido, contribuye a asegurar la adhesión de los miembros yelectores duros, aún cuando cambien sus componentes racionales(ideología, programa y estrategia). Por tanto, la relación entreinstitucionalización y adaptación dependerá del mix específico entrerutinización organizativa y valorización identitaria que se produzcaen cada partido y en cada momento de su evolución.

1.3.4. Fraccionalización y dinámica de la competencia intrapartidaria

El número de actores internos, su grado de organización yestabilidad, y la dinámica de la competencia entre ellos, son otrasvariables relevantes para determinar la capacidad de adaptaciónpartidaria. Algunos autores –este es claramente el caso de Coppedge(1994) en su estudio sobre AD venezolana y de Brunh (1997) sobreel PRD mexicano– consideran que la fraccionalización y lacompetencia intrapartidaria conducen a la adopción de estrategiassubóptimas desde el punto de vista de la maximización electoral. Portanto, los partidos unitarios, que no admiten fraccionesinstitucionalizadas o aquellos que evidencian un bajo grado defraccionalización (tanto en referencia al número de fracciones comosu nivel de organización y estabilidad), estarían en mejores condicionespara adaptarse a los cambios contextuales y adoptar estrategiascompetitivas óptimas. Por el contrario, un elevado grado defraccionalización, esto es un número importante de actores internos,

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–al complicar la vida interna de los partidos, volver más complejoslos procesos decisorios, y afectar el mantenimiento de la unidad y dela disciplina partidaria– sería contrario a la capacidad de adaptación ala flexibilidad estratégica. Pero, a mi juicio, debe considerarse un efectodiferente de la fraccionalización, que puede producir efectosoptimizadores desde el punto de vista de la competitividad política.Existen al menos dos razones para fundamentar teóricamente unaasociación entre fraccionalización y maximización electoral.

En primer lugar, la existencia de fracciones amplía el arcoideológico cubierto por el partido y por tanto se vuelve un factoramplificador de la capacidad para obtener apoyo electoral en unespacio político más amplio del electorado, tan amplio como sea ladistancia entre las fracciones ubicadas en los extremos del partido.Para plantearlo en términos de Kirchheimer (1966), bajo ciertascondiciones institucionales, un partido más fraccionalizado,aumentaría su capacidad “atrapatodo”, al presentar una oferta electoralmás diversificada que sus contrincantes. El límite crítico de la ventajaque un partido obtendría por esta vía, estará dado por el nivel defraccionalización a partir del que se vean afectadas negativamente lasposibilidades de alcanzar acuerdos internos que aseguren la unidad,la coherencia y la disciplina del partido. La condición institucionalpara que los electores puedan percibir claramente esa diversidad yexpresar directamente sus propias preferencias en relación a la mismaes que el sistema electoral habilite alguna forma de voto preferencialintrapartidario.

En segundo lugar, si se cumple esta condición institucional(que el sistema electoral opere como marco institucional de lafraccionalización, permitiendo a los propios electores dirimir lacompetencia interna de los partidos), entonces –lejos de la oscuravisión de Sartori (1976) sobre la política intrapartidaria como la“verdadera política”, alejada del control y del conocimiento ciudadanoy librada a la pugna entre líderes y facciones– la competencia internase vuelve un espacio visible en la que los ciudadanos tienen mediospara intervenir a través del voto, y se facilita la renovación de liderazgosy de ideas. Si los líderes que promueven la renovación, logran abrirsecamino y construir coaliciones internas que sustenten su liderazgo, el

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resultado de la competencia intrapartidaria, aún con altafraccionalización, no tiene por qué ser subóptimo desde el punto devista de la competencia interpartidaria. Por el contrario, en la medidaen que así se promueve la renovación interna, tanto de los liderazgoscomo de los pesos relativos de las fracciones, el partido se vuelve másflexible y, con ello, aumenta su capacidad de adaptación. De estaforma, por los argumentos anteriormente expuestos en cuanto a lavinculación entre capacidad de adaptación y flexibilidad estratégica,la fraccionalización finalmente tendría un efecto positivo sobre lacapacidad de formular estrategias óptimas en términos demaximización electoral.

En resumen, una elevada fraccionalización y una competenciainterna abierta con participación directa de los electores en sudilucidación, puede neutralizar los efectos rigidizantes de lainstitucionalización estructural y facilitar la adopción de estrategiascompetitivas que den adecuada respuesta a los cambios, desafíos yoportunidades del entorno, siempre que surjan liderazgos renovadorescapaces de articular coaliciones internas exitosas.

1.3.5. Partidos, sindicatos y renovación

Por último, el tipo de vinculación del partido con interesessociales organizados (los sindicatos de trabajadores en el caso de lospartidos de izquierda) es otra variable relevante que afecta la capacidadde adaptación partidaria. Teóricamente, la existencia de tal relaciónpuede tener dos efectos de signo contrario. Por un lado, como muestraLevitsky (2001b) en su estudio sobre el justicialismo argentino, esarelación permite que el proceso de adaptación se concrete, pues facilitala comunicación y transmisión del cambio ideológico y programáticodesde la dirección de la estructura partidaria hacia sus bases sindicales.De acuerdo a este razonamiento, un partido que cuenta con unelectorado en el que los trabajadores son un componente importante,pero que carece de vínculos con las organizaciones sindicales,simplemente no tiene formas orgánicas y directas para procesar taltransformación y asegurar la adhesión de una de sus bases tradicionalesde reclutamiento y apoyo electoral. En esos casos, la oposición sindicala la nueva estrategia partidaria es altamente probable. Pero, por otro

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lado, si existe tal relación con los sindicatos pero está fuertementeinstitucionalizada, al punto que estos tienen importante ingerenciaen el proceso decisorio interno del partido, entonces este factor puedeoperar como un freno interno al proceso de renovación partidaria.

Por tanto, la existencia del vínculo entre partido y sindicatos esnecesaria para el éxito de la adaptación, pues facilita la retención deuna parte del electorado duro de la izquierda, los trabajadoresorganizados. Pero, si el tipo de vínculo está excesivamenteinstitucionalizado en la estructura partidaria, puede volverse un frenoa la renovación. Por el contrario, la debilidad e informalidad de talrelación, incrementaría la flexibilidad de la estructura partidaria y elmargen de maniobra con que cuentan los líderes y fraccionesinnovadoras para conducir tales procesos. Para decirlo en términosde Downs (1957), en estos casos una mayor flexibilidad estratégica lepermitiría al partido orientarse hacia el centro –donde se produce lamayor concentración de electores–, sin perder el voto de los que seubican en el extremo al que el partido se haya más próximo en elpunto de partida. El enraizamiento social del partido a través de unaconexión sindical débil o informal, no sólo no entorpece su flexibilidadestratégica, sino que, por el contrario, mejora sus posibilidades deéxito al minimizar las pérdidas electorales (Levitsky 2001b). Entonces,tal como postulara Kitschelt (1994b), los partidos de izquierdalograrían sortear exitosamente el “dilema electoral” formulado porPrzeworski y Sprague (1986) reduciendo sustancialmente laposibilidad de que se produzca el trade off entre nuevos y viejosvotantes, entre electores blandos y duros en términos de la intensidadde su adhesión y lealtad.

1.4. Sumario del capítuloEn resumen, el marco analítico de este estudio de caso asume

que, en democracias electorales pluralistas, los partidos se comportanen la arena competitiva como actores racionales orientados a lamaximización de su votación y de la obtención de cargos, siendo elpremio mayor el control de la rama ejecutiva del gobierno. Lasideologías y los programas no son irrelevantes. Son el elementoprimario a partir del cual, desde el gobierno o la oposición, los partidos

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intervienen en la formulación de políticas públicas o en la crítica delas que son implementadas con su desacuerdo. De hecho, son elprincipal elemento visible para que los electores puedan anticipar cuálserá la orientación del partido que pide su voto si accede al gobierno.Pero, en el marco de la competencia política, las ideas también sonuna variable, no son un dato constante, cambian en respuesta adistintos tipos de estímulos, en particular dos: en primer lugar, loscambios en el entorno económico y social, que al desafiar a las ideasestablecidas, requieren ajustar los programas, plantear solucionesnuevas para nuevos problemas; en segundo lugar, la estructura de lapropia competencia política ya que la distribución ideológica delelectorado y el número y ubicación ideológica de los actorescompetitivos inducen cambios en la propia ubicación, sobre todo entérminos ideológicos y programáticos.

Por todo ello, buena parte del éxito de un partido políticodepende de su capacidad para adaptarse a esos dos tipos de desafíos(los del entorno económico-social y los del entorno propiamentepolítico) y formular la estrategia política adecuada, incluyendo supropio perfil ideológico y programático. El entorno no sólo planteaproblemas, también genera oportunidades. El aprovechamiento deellas para maximizar votos y triunfar depende de que el partidoincorpore los datos del contexto, haga los ajustes necesarios, y formuley lleve adelante la estrategia política óptima para afrontar lacompetencia tal cual esta se presenta.

Finalmente, ello depende de factores que están alojados en lapropia organización partidaria.7 Los partidos políticos son, ellosmismos, sistemas políticos con actores internos (líderes y fracciones)que compiten por la conducción partidaria, los votos y los cargos. Lacapacidad de adaptación al entorno y de formulación de estrategias

7 Evidentemente, esto vale para todos los partidos que compiten. Lascondiciones del entorno generan oportunidades y adversidades de diversamagnitud y signo para cada actor competitivo. Para cada uno, la estrategiaóptima será diferente. El resultado final del juego político dependerá delgrado de eficacia que cada cual logre en la formulación e implementación desu estrategia maximizadota de acuerdo a los objetivos, oportunidades ylimitaciones que tenga planteados.

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maximizadoras depende por ello del resultado de la dinámicaintrapartidaria. En la determinación de esa capacidad, sonparticularmente relevantes: el grado de institucionalización partidaria(tanto en la dimensión organizativa o estructural como en la identitariao actitudinal); el formato y la dinámica de la competencia interna; y,en el caso de los partidos de izquierda con tradiciones obreristas, eltipo de relaciones de la organización partidaria con el sindicalismo detrabajadores. Estos factores inciden en la capacidad del partido políticopara superar las restricciones, asumir los desafíos y aprovechar lasoportunidades que surgen del entorno en el que se plantea lacompetencia política, así como de la propia configuración de esta.Por ello, a continuación, en el Capítulo 2 analizo cómo en Uruguay,tras la restauración democrática de 1985 y especialmente durante losaños noventa, se configuró, en el contexto de la competencia política,una ventana de oportunidad para el crecimiento de la izquierda. Enlos capítulos subsiguientes, se considerará cuál fue la estrategia que elFA formuló para afrontar esa competencia (Capítulo 3) y cuál fue elcomportamiento y la incidencia de las variables intrapartidarias en suformulación (Capítulos 4, 5 y 6).

CAPÍTULO 2

ENTORNO Y OPORTUNIDAD:EL CONTEXTO DE LA COMPETENCIA POLÍTICAY LA ESTRATEGIA ÓPTIMA PARA LA IZQUIERDA

2.1. IntroducciónEn el marco teórico propuesto en el Capítulo 1 se señaló que,

para que un partido tenga éxito en la maximización de su desempeñoelectoral, deben cumplirse, por lo menos, dos condiciones: que en laconfiguración de la competencia política y su contexto se genere unaoportunidad para ese partido; y que éste sea capaz de adaptarse a losdesafíos que se le presenten y formule e implemente una estrategiaque le permita aprovechar esa oportunidad, superando a los demáscompetidores. En este capítulo analizo cómo, en el Uruguayposdictadura, se concretó una oportunidad para el FA; también unaserie de desafíos. A partir de ello planteo cuáles eran las requisitos deuna estrategia óptima para la izquierda desde el punto de vista de lamaximización electoral.8

8 Por tanto, quedan fuera de mi objeto de estudio las estrategias de competenciade los otros partidos relevantes. Evidentemente, su fracaso es parte de laexplicación del triunfo del FA, pero aquí sólo me ocupo tangencialmente deellas, en tanto inciden en la configuración de la estructura competitiva y suentorno, sobre todo a partir de su producción gubernativa. Otros librosdeberán ocuparse de los derrotados. No es este el caso, aunque creomodestamente que en la perspectiva de recuperar lo perdido, a la que deberánacometerse prontamente, éstos podrían sacar buenas lecciones de la estrategiaganadora que aquí se estudia.

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En primer lugar, se analizan los impactos de la transformacióndel contexto externo. Hay aquí dos tipos de fenómenos a considerar:por un lado, los relativos al fin de la guerra fría; por otro, los vinculadosa los cambios en la economía internacional. En segundo lugar, seconsidera la evolución de la situación económica y social del Uruguay,en particular los efectos de la globalización y la regionalización sobrela economía doméstica, así como los de las reformas liberales. Entercer lugar, se estudia la estructura y la dinámica de la competenciapolítica: el marco institucional en que se desarrolla, la evolución delformato del sistema de partidos, la distribución del electorado y laubicación de los partidos, la dialéctica gobierno-oposición y lareconfiguración del sistema político, el comportamiento electoral delos uruguayos y el desempeño de la izquierda en esa arena. Finalmente,se plantean cuáles eran, de acuerdo a este análisis de las condicionescontextuales, los desafíos y las posibilidades que la estrategia de laizquierda debía asumir y aprovechar para alcanzar la meta que se habíatrazado mediante la maximización de su desempeño electoral.

2.2. Contexto internacional

En el transcurso de los años noventa se produjeron importantestransformaciones en la situación internacional. Todas ellas tuvieronun fuerte impacto sobre la izquierda, generando un nuevo entornoque afectaba elementos básicos de sus fundamentos ideológicos y desus márgenes de acción, en especial en la perspectiva de obtener suprincipal objetivo: triunfar electoralmente y acceder al gobierno.

La crisis y el posterior derrumbe de los regímenes comunistasen Europa y la disolución de la Unión Soviética modificarontotalmente el orden político internacional. El fin de la “guerra fría”dio paso a un orden internacional unipolar e inestable, bajo lahegemonía de EUA. Para la izquierda latinoamericana, la desapariciónde la URSS y el fortalecimiento de EUA, significaron una amenaza yun desafío desconocidos desde los tiempos de la segunda guerramundial. En mayor o menor grado, la presencia del bloque comunistaliderado por la URSS había funcionado como un contrapeso de lahistórica relación de subordinación de los países latinoamericanoshacia su desproporcionadamente poderoso vecino del norte. Al mismo

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tiempo, tomando nota de la experiencia cubana, las izquierdaslatinoamericanas confiaban en que, si accedían al poder, podríancontar con la ayuda económica y, llegado el caso, también militar, dela URSS. En ese sentido, la desaparición del bloque comunista significóuna severa reducción del margen de maniobra para las políticasantiimperialistas.

La crisis del socialismo real tuvo además un fuerte impactoideológico, cuestionando buena parte de las convicciones de laizquierda acerca del capitalismo, el socialismo y la democracia. Quedóen evidencia que el socialismo, tal cual había sido llevado a la realidaden los países del bloque comunista, era contrario a la libertad, y nisiquiera había sido capaz de sostener un elevado bienestar social parala mayoría de sus habitantes. También se evidenció que la estatizacióntotal de los medios de producción y distribución no era necesariamentemás eficiente que los mecanismos de mercado. Si socialismo,democracia y desarrollo eran compatibles, por lo menos el que acababade caer no era un modelo de referencia para asegurar esacompatibilidad. Se hizo imperioso repensar esas vinculaciones desdelas sociedades democráticas, capitalistas y subdesarrolladas quecaracterizaban la realidad de la mayoría de los países latinoamericanosen los noventa.

El rápido avance de la globalización de la economíainternacional, que caracterizó a las relaciones financieras y comercialestras las crisis de los años setenta, aumentó la apertura de la economíamundial y la vulnerabilidad de las economías nacionales, en particularlas subdesarrolladas, frente a las oscilaciones de las variablesinternaciones. Los organismos financieros internaciones adquirieronun peso totalmente desconocido con anterioridad. De igual forma,las empresas multinacionales y el capital financiero internacional sevolvieron agentes transnacionales que condicionaron cada vez más laacción de los estados, incluso en los países desarrollados, cuanto másen las zonas periféricas.

Los procesos de integración regional y la conformación debloques económicos a escala supranacional fueron, en parte, unarespuesta a ese debilitamiento del estado nacional, en la búsqueda deplataformas más potentes desde las que posicionarse en la economía

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internacional globalizada. Pero, al mismo tiempo, esos fenómenos,también contribuían al creciente debilitamiento de los estados y losactores nacionales, puesto que todo proceso de integración suponeuna resignación parcial de la soberanía particular de cada uno de lossocios.

Estos procesos fueron promovidos y fundamentados desde elrenovado impulso ideológico neoliberal, que cobró inusitada fuerzatras la crisis capitalista de los setenta, y se fortaleció en los ochenta,con la llegada al poder de la “nueva derecha” a ambos lados delAtlántico Norte. Catapultado desde los organismos financierosinternacionales, el neoliberalismo se instaló en Latinoamérica en losnoventa, cuando fue adoptado como la doctrina “oficial” quefundamentó las políticas económicas aplicadas por la mayor parte delos gobiernos de esa década. Las “reformas estructurales” promovidasdesde ese paradigma, profundizaron el grado de apertura yvulnerabilidad de las economías latinoamericanas, así como ladebilidad de los estados para actuar frente a las variables externas.

2.3. Situación económica y social

2.3.1. Las reformas de los noventa en perspectiva, y sus efectospolíticos

Al finalizar la dictadura, la economía y la sociedad uruguayahabían cambiado mucho. Lo siguieron haciendo, en particular durantelos noventa. Concluida la transición política en 1989, se concretó, aimpulsos del reformismo neoliberal democrático protagonizado porlos gobiernos de blancos y colorados, una nueva fase de la reestructuraeconómica y social que se había iniciado durante el régimen dictatorial.

Aunque los uruguayos nos fuimos olvidando de ello a medidaque ingresábamos en la recuperada rutina de la vida democrática, ladictadura cívico-militar dejó muchos legados con los que el Uruguayposdictadura ha convivido. En múltiples sentidos (más o menosfigurados, más o menos literales), la dictadura se hace, hoy, presente(Marchesi et al 2004). Una de las dimensiones de la realidad en la

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que esto se confirma indudablemente es en la fisonomía económica ysocial del país.

Tras la larga crisis del modelo de desarrollo por industrializaciónsustitutiva de importaciones (ISI), las políticas económicas delgobierno dictatorial fueron parte de la implementación de un nuevomodelo, de signo ideológico contrario (Filgueira et al 2003). Libradosde los frenos que la oposición social y política les había impuestohasta entonces, respaldados en el autoritarismo dictatorial, lospromotores del giro liberal que colaboraron con el régimen instauradoen 1973, tuvieron mayores posibilidades para ejecutar sus proyectosque quienes les habían antecedido desde 1959.

Se concretó entonces una profunda transformación de laestructura y la dinámica económica y social del Uruguay. En esaperspectiva, las reformas estructurales de los noventa fueron la últimafase de la implementación de un nuevo modelo. La reestructura fuetan profunda que la restauración democrática se produjo en un paísmuy distinto al de doce años antes: más abierto, más endeudado,más integrado a la región, con un mayor peso del sector financieroen desmedro del agropecuario y el industrial. Las reformas de losnoventa profundizaron, en la misma dirección, estos cambios

La oposición articulada por el FA y los sindicatos logró, por lavía de la utilización de recursos de democracia directa9, que el procesoreformista fuese más amortiguado y gradual de lo que sus ideólogos y

9 En 1992 fue derogada parcialmente, en un referendo convocado al efecto, laLey de Empresas Públicas que autorizaba privatizaciones. En 1998 fracasó elintento de convocar a un referendo para derogar la Ley de Marco RegulatorioEnergético que desmonopolizó algunas actividades de ese sector económico.Igual suerte corrieron los intentos realizados para convocar a referendos total oparcialmente derogatorios de la Ley de Inversiones (1998), la Ley de SeguridadSocial (1999) y la primera Ley de Urgencia (2001) que introducían medidasliberalizadoras. En 2002 una convocatoria a referendo contra dos artículos dela segunda Ley de Urgencia, referidos a la concesión a empresas privadas deservicios de telefonía, quedó sin efecto al derogarlos el propio gobierno, paraevitar una previsible derrota. Finalmente, en el año 2003, un referendo derogóla Ley de ANCAP que autorizaba la asociación de la empresa estatal petroleracon empresas públicas o privadas extranjeras. (Moreira 2004: 107-108).

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ejecutores se propusieron. Pero las reformas se abrieron paso. No obstantelas variaciones que introdujo el ciclo político que se verifica en suactividad, el parlamento, acicateado por presidencias activas, mostróuna productividad elevada (Buquet, Chasquetti, Moraes 1998;Chasquetti y Moraes 2000). El PC y el PN reunidos contaron conmayoría parlamentaria para gobernar sin necesidad de acudir al apoyodel FA. Como lo muestran claramente los valores del Índice de ReformasEstructurales (Lora 2001)10 las reformas avanzaron tempranamente peroen un grado menor y a un ritmo más gradual que otros países de laregión. De todas formas, a fines de los noventa, la economía uruguayaestaba más abierta y desregulada que a comienzos de la década.

En su relación con el mundo, por efecto de la apertura comercialy financiera y de los acuerdos de integración regional11, la economíanacional quedó mucho más expuesta a las crisis de origen externo; lasposibilidades de acción del estado, restringidas; la economíadoméstica, más dependiente del financiamiento externo y, por tanto,más vulnerable frente a las variables asociadas a este (el riesgo país, lastasas de interés internacionales). En su configuración interna, lafisonomía del país se vio transformada por varios fenómenosrelevantes: la desaparición de gran parte de la industria manufactureraorientada al mercado interno; la caída del peso numérico y delpotencial social y político de la clase obrera industrial; el crecimientodel sector terciario y del número de personas ocupadas en los servicios;el aumento de la gravitación del sector financiero, en desmedro delos sectores productivos tradicionales (agropecuario e industrial

10 Entre 1985 y 1999 Uruguay amplió su brecha respecto al valor promedio delÍndice de Reformas Estructurales (IRE) de los países latinoamericanos. ElIRE de Uruguay y el promedio regional en 1985, 1995 y 1999 eran: 0,369;0,341; 0,451; y 0,359; 0,477 y 0,583 respectivamente (Lora 2001:31). Portanto, el rezago de las reformas en Uruguay respecto del promedio regional alo largo del período pasó de 0,028 a 0,116. En 1985 Uruguay estaba en el 4ºlugar. En 1999 había caído al 19º. De allí que el país sea considerado comoun reformador temprano pero gradual.

11 El Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE)suscrito con Argentina en 1975, y el Protocolo de Entendimiento Comercial(PEC) suscrito con Brasil en 1976.

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manufacturero); la expansión del sector informal de la economía y,con él, de los trabajadores informales y desorganizados; ladesregulación del mercado de trabajo; la caída de la tasa desindicalización, en especial en el sector privado.

Este nuevo escenario constituyó un fuerte desafío para laizquierda, que había forjado su ideología y elaborado su programa enlos años sesenta. En ese entonces, la mixtura ideológica deldesarrollismo y el dependentismo fue el fundamento de un programaque apostaba al apoyo de los sectores tradicionales del triángulo quehabía sustentado a la ISI (los trabajadores, el empresariado nacionalvinculado a la producción material y el estado), para relanzar unproyecto de desarrollo industrial, de carácter antiimperialista yantioligárquico. Dos décadas después, la realidad era totalmentedistinta: ese triángulo estaba minado, las posibilidades de un desarrolloconcebido en términos exclusivamente nacionales se encontrabanseriamente cuestionadas. Ello se sumó a los datos adversosmencionados al analizar la situación internacional: la eventualidadde la ayuda del bloque socialista había desaparecido y los EUA ejercíanuna reforzada hegemonía mundial.

Pero las reformas, no sólo plantearon problemas y desafíos,también contribuyeron a crear una oportunidad para el FA.

En primer lugar, la reforma del estado privó a los mismos partidostradicionales que las impulsaron de recursos que durante décadas habíanasegurado su continuidad política. En una modalidad muy cercana alos fenómenos de cartelización señalados por Katz y Mair (1995), lospartidos tradicionales compartían –independientemente de cuál fuerael que controlaba mayoritariamente el gobierno– la conducción y losrecursos del aparato estatal. Estos recursos (cargos, empleos,jubilaciones, créditos, obras, tratamientos fiscales y cambiarios, etc.)habían funcionado como mecanismos de reproducción de los aparatospartidarios y sus clientelas. Esa relación con el estado era sustancialpara la supervivencia y al predominio (compartido) de ambos partidostradicionales. En un claro caso de supremacía de la ideología sobrelos intereses, con la reforma del estado implementada en los noventaen el marco más amplio de las reformas liberales, estos partidos se

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autoinfligieron un grave perjuicio. Como dice Jorge Lanzaro (2004b),enajenaron las “joyas de la corona”, su propia corona12.

Este no parece ser el factor principal pero, si no se lo considerase,la explicación del declive del PC y el PN y del ascenso del FA seríaincompleta. Lo que importa apuntar aquí es que, también en esteaspecto, a la izquierda, que nunca había dependido de esos recursospara su reproducción y crecimiento pero que desde 1990 dirigía yadministraba el gobierno departamental más grande del país (la IMM),se le abría una oportunidad, una ventaja en la competencia frente aadversarios que, por esa vía, perdían recursos que hasta entonces loshabían beneficiado. Es cierto que los partidos tradicionalescompensaron esta pérdida con la clara ventaja de que gozaban paraexpresarse, legitimarse y retener sus apoyos en los grandes medios decomunicación, fundamentalmente los tres canales privados detelevisión abierta que tuvieron, durante la mayor parte de estos 20años de democracia, un claro sesgo pro-partidos tradicionales y, sobretodo, anti-izquierdista. Este factor, que hubiera sido importante encualquier otro momento, lo fue mucho más en los años en que lacomunicación y la competencia políticas pasaron a tener en latelevisión un escenario primordial.

En segundo lugar, las reformas incrementaron,acumulativamente, el malestar ciudadano hacia los partidos

12 A esta altura, el lector tendrá toda la razón si empieza a preguntarse si acasocreo, contra lo postulado en el marco teórico descrito en el Capítulo 2, quelos partidos tradicionales uruguayos son actores unificados. La respuesta esque no. También son, como la izquierda, sistemas políticos en sí mismos, conuna intensa vida interna marcada por fracciones fuertemente organizadas ycompetitivas. Para ejemplificarlo con el asunto que vengo analizando, notodas las fracciones blancas y coloradas fueron entusiastas promotoras delreformismo liberal, ni todas las que lo apoyaron lo hicieron con los mismosénfasis. Pero, en ambos casos, precisamente como resultado de la competenciaintrapartidaria, se configuraron liderazgos y mayorías que se alinearon en esadirección. De tal forma que no es que considere que los partidos tradicionalessean dos actores unificados. Pero aquí mi objeto de estudio es la izquierda, larelación entre su dinámica intrapartidaria, su estrategia política y sudesempeño electoral. A esos efectos, sólo me interesa considerar el resultadofinal de los procesos intrapartidarios del PC y el PN. Por ello, a los efectos deeste libro, dejo a un lado su dimensión intrapartidaria.

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tradicionales. Esto sucedió, básicamente, por dos razones, unaideológica o cultural y otra socio-económica: por un lado, el discursoy las políticas liberales chocaron contra el arraigado estatismo de losuruguayos que los estudios de opinión pública y de cultura políticaregistran sistemáticamente (Moreira 1997; Luna 2004a; Moreira2004); por otro, los impactos sociales del proceso de reestructuraliberal de la economía uruguaya (aumento del desempleo, delinformalismo, de la pobreza, de la marginación y de la fragmentaciónterritorial y cultural de la sociedad uruguaya) aumentaronsistemáticamente el número de disconformes.

Las reformas generaron un amplio campo de perdedores: losdesocupados de las industrias que no soportaron la competenciaexterna; los trabajadores del sector informal, privados del acceso a laseguridad social y de la protección de buena parte de la legislaciónsocial; los trabajadores que preservaron sus empleos en los sectorestradicionales o accedieron a nuevos empleos en los sectoresemergentes, pero en ambos casos vivieron los negativos efectos de ladesregulación del mercado laboral y del retiro del estado de lasnegociaciones salariales; los empresarios vinculados a los sectoresafectados por la apertura y por la sobrevaluación de la moneda nacionalresultante de la estabilización de precios con ancla cambiariaimplementada como uno de los pilares de la política económica delos noventa.

Se generó así una amplia base social disconforme con las políticasgubernamentales, que combinó a sectores de trabajadores y delempresariado, actividades productivas exportadoras con otras orientadasal mercado interno, trabajadores del sector industrial y de los servicios,empleados del sector informal y de las actividades formales, ocupadosy desocupados. Esta extendida base social potencialmente opositora alas reformas ambientó, con el declarado apoyo del FA, en los añosnoventa y en los primeros del siglo XXI experiencias inéditas decoincidencia entre sindicatos de trabajadores y cámaras empresariales,entre las que se destacó, por su extensión y nivel de movilización, laConcertación para el Crecimiento en el año 2002.

Este creciente malestar con las políticas liberales y con los dospartidos que las impulsaron, aumentó las chances de la oposición

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antireformista protagonizada, en alianza con los sindicatos, por elFA. Así, las reformas liberales ambientaron el trasiego de votos haciala izquierda.

2.3.3. El desempeño económico y los indicadores sociales

El señalamiento de los efectos políticos de las reformas no essuficiente para observar cómo, en el contexto económico y social dela competencia política, se fue generando una oportunidad que laizquierda podía, si aplicaba la estrategia correcta, aprovechar paraalcanzar sus objetivos. Es necesario considerar además la evoluciónde los principales indicadores del desempeño de la economía y lasociedad en los años transcurridos desde el restablecimiento de lademocracia hasta el triunfo del FA.

En 1986 la economía había iniciado la recuperación de losefectos de la crisis que estallara en 1982. Esa recuperación conviviócon una tasa de inflación elevada y con la pesada carga que el pago dela deuda externa legada por el régimen autoritario (Macadar 1993;Antía 2000) significaba para el fisco y la economía doméstica. Huboque esperar hasta 1991 para que, al tiempo que tras acogerse al PlanBrady se redujo el peso de la deuda externa ampliando las posibilidadesfiscales del gobierno, el país alcanzara el nivel de producto de precrisis.Se inició entonces un proceso de crecimiento continuo hasta 1998,el más importante desde mediados del siglo XX (Antía 2000). El año1999 marcó el inicio de una nueva crisis, más profunda que la de laprimera mitad de los años ochenta: entre 1998 y 2003 el PBI percápita cayó un 25% (Bértola 2002).

El crecimiento de los años noventa estuvo acompañado de otrosimportantes logros macroeconómicos. Después de años de inflaciónelevada, la evolución de los precios se moderó. Ello fue resultado deuna política de estabilización basada en la fijación de un anclacambiaria, y acompañada por una importante reducción arancelaria.Por otra parte, el déficit de las cuentas públicas se redujo, comoresultado de sucesivos ajustes ficales, del aumento de la recaudaciónque acompañó al aumento del nivel de actividad, y del alivio quesignificó la refinanciación de la deuda externa concretada en el marcodel Plan Brady. Sin embargo, la misma política económica que

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permitió esos logros (crecimiento, estabilización de precios, equilibriofiscal) produjo otros desequilibrios. En particular, la apreciación de lamoneda nacional provocada por la estabilización con ancla cambiariay reducción de la protección arancelaria, afectó severamente lacompetitividad externa de la producción nacional, al mismo tiempoque abarató las importaciones. Buena parte del aparato productivonacional fue destruido. Como resultado, el déficit comercial se volvióun componente implícito del funcionamiento de la estrategia dedesarrollo desplegada en los noventa.

Pero, en su lógica de funcionamiento y dado un mercadointernacional de capitales dinámico, con alta liquidez y avidez, comofue el de los noventa, y una tasa de interés moderada, fue posibleconvivir con ese creciente déficit comercial. El gran ingreso de capitalesde no residentes y los préstamos de los organismos financierosinternacionales compensaron ampliamente el desequilibrio externo ypermitieron sobrellevar las oscilaciones financieras que se produjeronpor efecto de los frecuentes shocks externos (la crisis mexicana de1994, la asiática y la ruso-ucraniana de 1997-1998). Con ello se pudomantener el equilibrio de la balanza de pagos y con él la estabilidadcambiaria requerida para sostener el nivel de los precios internos.Pero, se hacía al costo de aumentar, otra vez, el peso de la deudaexterna y la dependencia del capital financiero internacional, así comode sacrificar una buena parte del aparato productivo nacional porefecto de la apreciación de la moneda nacional y de la disminuciónde la protección arancelaria.

Entretanto, por la vía del Mercosur fundado en 1991, elcomercio exterior del país pasó a depender más fuertemente de susdos vecinos, en particular de Brasil. A su vez, los capitales de noresidentes de origen argentino se volvieron un componente muyrelevante para el sistema financiero nacional, lo mismo que para elsostenimiento de las reservas internacionales del país, compensandoel importante déficit comercial que se fue acumulando a lo largo dela década. Así fue que, por el lado de las exportaciones y del ingresode capitales, la suerte de la economía uruguaya quedó muy ligada a lade sus dos vecinos. Durante los noventa, con planes de estabilizaciónbasados en ancla cambiaria y procesos de apertura y desregulación en

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marcha en los tres países, todo marchó relativamente bien. Pero ladevaluación brasilera de enero de 1999 infligió un severo revés a lasexportaciones uruguayas. La crisis argentina que culminó en diciembrede 2001 fue el golpe de gracia al sistema financiero.

Claro que la crisis no puede explicarse únicamente por lasvariables externas. Como la mayoría de los economistas académicoslo sostienen, la política económica de esos años también es parte dela explicación, así como algunos factores estructurales de la estrategiade crecimiento implementada durante los noventa (Porto 2002; Antía2002). Justamente, la alta vulnerabilidad e incapacidad de respuestadoméstica frente a los shocks externos negativos, fueron resultadodirecto de algunas de las políticas implementadas en el marco de esaestrategia; también lo fueron de sus impactos sobre ciertos sectoresde la economía y, de la falta de flexibilidad de los conductores de lapolítica económica para adaptarla frente a los embates de las variablesexternas, lo que hubiera reducido su impacto negativo y facilitado larecuperación.

En el aspecto social, sobre la base de la trayectoria económicarecién descrita y de las políticas sociales desarrolladas desde elrestablecimiento de la democracia, los principales indicadores del niveldel nivel de bienestar y de la equidad en la sociedad uruguayaevidencian un panorama con claroscuros.

En primer lugar, el Índice de Desarrollo Humano (IDH)muestra una mejoría a lo largo de todo el período, continuando laque se verifica desde que este índice comenzó a medirse en 1975(PNUD 1999; PNUD 2001). Para el período que estamos analizando,el IDH pasó del valor 0,755 en 1985 a 0.828 en 1999 (PNUD 2001).Esto significa que, en un nivel agregado como el que capta esteíndice13, el Uruguay mejoró su condición económico-social relativa,reduciendo de 25.5 a 17.2% el déficit respecto al valor máximo(IDH=1).

En segundo lugar, la tasa de desempleo, que en 1989 era de8%, creció en forma casi constante a lo largo de los años noventa

13 El IDH sintetiza cuatro indicadores: PBI per cápita, esperanza de vida alnacer, tasa de alfabetización y tasa bruta de escolarización.

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hasta alcanzar el 11.25% en 1999 (Olesker 2001). Luego, con lacrisis, superaría el 15% (17% en 2002 según Filgueira 2002). Durantelos noventa, los nuevos empleos generados en los sectores que crecieronno fueron suficientes para compensar la pérdida de empleos en lossectores perjudicados por los lineamientos de la política económica ypor la evolución general de la economía. El crecimiento económicono sólo convivió con el desempleo sino que tendió a incrementarlo.

En tercer lugar, la distribución del ingreso varió levemente a lolargo del período mostrando un pequeño aumento de la desigualdad,o mayor concentración del ingreso en los hogares con mayores ingresosen relación a los de menores ingresos. El índice que registra ladesigualdad de ingresos entre hogares (Indice de Gini) en una escalaque va de 0 (igualdad total) a 1(máxima concentración del ingreso),pasó de 0.409 en 1986 a 0.436 en 1999: el crecimiento económicohabía consolidado, y aumentado levemente, la concentración delingreso heredada del período dictatorial. Luego, con la crisis, ladesigualdad aumentó: el ingreso se concentró un poco más llegandoal valor 0.444 en 2003 (Villarreal 2004). Esto significa que, tantocon crecimiento como con recesión, la desigualdad se incrementó.Por tanto, resulta evidente que la tendencia al aumento de ladesigualdad no dependía del desempeño global de la economía sinoque estaba asociado a otras variables.

En cuarto lugar, en referencia a la pobreza, pueden reconocerseclaramente tres momentos dentro del período posautoritario. Entre1986 y 1994 se produjo una reducción sostenida del número de pobres,pasando de 46.2% a 15.3% como porcentaje del total de la población(De Armas 2005). Desde entonces y hasta 1998, se detuvo ese procesode disminución, estabilizándose el nivel de la pobreza. Este es, de porsí, un factor llamativo ya que el estancamiento del porcentaje de pobresconvivió, en este segundo momento, con la continuidad del crecimientoeconómico. Ello evidencia que, por un lado, no se produjo el “goteo”frecuentemente anunciado por muchos de los defensores de políticaeconómica de la época, y, por otro, las políticas sociales implementadasno fueron eficaces para lograr que los frutos de aquel permitiesen avanzaren la mejora de la condición de vida de los sectores que se manteníanen situación de insatisfacción de sus necesidades básicas. Desde 1999,

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al son de la crisis, la pobreza creció aceleradamente hasta alcanzar en2003 un nivel que duplicaba el de 1999, pasando de 15.3% de personaspobres a 30.9% (De Armas 2005).14

De esta forma, en términos de pobreza, la crisis se llevó encuatro años buena parte de lo que se había logrado mejorar durantelos primeros diez años de la democracia restaurada en 1985. Al mismotiempo, en el contexto de ese crecimiento de la pobreza, se produjerondos fenómenos altamente preocupantes: a la pauperización crecientedeben agregarse la infantilización y la territorialización de la pobreza.Si a ello se agrega que el fracaso escolar presenta tasas notoriamentemás elevadas en las escuelas y liceos ubicados en zonas donde la pobrezase concentra, aumentando la brecha de aprendizajes entre franjas socio-culturales, se tienen a la vista varios indicadores de la crecientefragmentación social que, en una perspectiva histórica más exigente,evidencia, como bien enfatiza De Armas (2005), el retroceso delelevado grado de integración social que el país había ostentado conanterioridad.

Volviendo al prisma desde el que estamos observando estosfactores del contexto económico y social: si las reformas crearon unaamplia base social de disconformes con la gestión de los partidosgobernantes, la trayectoria económica y especialmente la social durantelos años noventa, aumentaron ese nivel de insatisfacción. Sobre estosfactores, claramente instalados desde mediados de la década delnoventa, operaron al inicio del nuevo siglo lo impactos multiplicadoresde la crisis económica desatada en 1999.

2.4. Estructura y dinámica de la competencia políticaDe a cuerdo a la descripción realizada en el apartado anterior,

la evolución del contexto económico y social del Uruguay posdictaduraplanteó una serie de desafíos para la izquierda y también generó un

14 El estudio de Filgueira, Katzman y Furtado (2000) coincide en señalar lafase de reducción de la pobreza entre 1986 y 1994 y el cambio de tendenciaa partir de 1994. Pero, a diferencia de los datos presentados por De Armas(2005), la segunda fase no habría sido de estabilización sino de moderadocrecimiento de la pobreza.

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conjunto de condiciones favorables que configuraron una oportunidadpara su crecimiento. Veamos ahora cómo evolucionó la competenciapolítica que se produjo en ese contexto, con el objeto de identificar,también allí, oportunidades y desafíos para el FA.

2.4.1. Marco institucional y formato del sistema de partidos

El uruguayo es, como todos en Latinoamérica, un régimen degobierno presidencialista. El Poder Ejecutivo y el Parlamento estánclaramente separados: emergen de mandatos diferenciados en base aelecciones populares directas, por períodos fijos de 5 años, y conservanmutua autonomía. Sin embargo, el Parlamento tiene ciertasatribuciones para controlar al Ejecutivo (pedidos de informes,llamados a sala y posibilidad de censura de los secretarios de Estado),que son propias de los regímenes parlamentaristas. Por ello algunosespecialistas prefieren decir que el uruguayo es un régimen de gobiernocuasi presidencialista (González 1993) o un presidencialismo atenuado(Pérez 1992)15. Por su parte, el Ejecutivo tiene iniciativa privativa enalgunas materias legislativas (todo lo relativo al presupuesto estatal yla designación del personal jerárquico superior de la administraciónpública). Tiene además algunos otros instrumentos que le permitirincidir en la agenda y el trámite legislativo: la atribución de carácterurgente a las iniciativas legales que somete a consideración delparlamento, y el poder de veto total o parcial sobre las leyessancionadas por este.

15 Según Buquet-Chasquetti-Moraes (1999: 56-58) “aunque mantiene ciertahibridez... [se trata de] un régimen de gobierno básicamente presidencialista”.Para una visión sintética de la evolución histórica y de las características delrégimen presidencialista uruguayo a partir de la evolución constitucional puedeconsultarse el trabajo de Chasquetti (2004) quien coincide en señalar que, apesar del carácter mixto que se le puede atribuir a partir de la presencia demecanismos propios de los gobiernos parlamentaristas, la trayectoria históricaindica que desde la reforma constitucional de 1952 el régimen de gobiernoha reforzado su formato presidencialista. Ello, que surge de las previsionesconstitucionales, se confirma aún más cuando se observa el funcionamientoen la práctica del gobierno uruguayo.

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Hasta 1994, el sistema electoral combinaba la representaciónproporcional (RP) con doble voto simultáneo (DVS)16 para la elecciónparlamentaria y la mayoría simple (MS), también con DVS, para laelección presidencial, siendo ambas elecciones simultáneas yvinculadas, con un sistema de voto por listas cerradas y bloqueadasen hojas de votación emitidas y distribuidas por los propios partidosy sus fracciones. Tras la reforma constitucional de 1997, la elecciónpresidencial pasó a dirimirse por mayoría absoluta (MA) con segundavuelta en caso de no cumplirse este requisito en primera instancia,suprimiéndose el DVS. Se establecieron elecciones primarias(obligatorias17, simultáneas y abiertas) en los partidos a efectos deseleccionar sus candidatos presidenciales únicos. Las eleccionesparlamentarias siguieron regidas por la RP y el DVS, aunque serestringió el alcance de éste en la elección de diputados18. Lasimultaneidad y vinculación de las elecciones y el sistema de votoantes descrito se mantuvieron.

Este sistema electoral ambientó, como lo venía haciendo desdesu estreno en la primera mitad del siglo XX, una baja fragmentación

16 El DVS es un mecanismo de voto preferencial intrapartidario que permiteque el elector, al mismo tiempo que establece su opción por un partido,puede hacerlo por una de sus fracciones. Es el mecanismo a través del cuallos partidos uruguayos han podido mantener su unidad y comparecer a laselecciones como tales sin que ello se impidiese la expresión electoral de susnumerosas corrientes internas. Debe tenerse presente que en Uruguay laselecciones parlamentarias y presidenciales se realizan en forma simultánea yvinculada, por lo que el elector no tiene la opción de votar por partidosdistintos al Poder Ejecutivo y al Parlamento, pudiendo únicamente, DVSmediante, elegir por una fracción dentro del mismo partido.

17 La obligatoriedad de las elecciones primarias refiere a su realización en cadauno de los partidos que aspiran a competir en las elecciones presidenciales,parlamentarias y departamentales. No así a la participación de los ciudadanos,quienes, a diferencia de las demás instancias del ciclo electoral, pueden nohacer uso de su derecho a participar de las elecciones primarias, sin exponersepor ello a la imposición de sanciones.

18 Fueron prohibidos los “sublemas” y la acumulación de votos por “identidadde listas” en la elección de diputados con lo que se eliminó el “triple votosimultáneo”: por un partido o “lema”, dentro del lema por un sublema,dentro del sublema por una lista de candidatos a diputados).

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del sistema de partidos y, al mismo tiempo, una moderada perooscilante fraccionalización de estos. En el caso de la fragmentaciónpolítica, la MS en la elección presidencial incentivó la concentracióndel voto en los actores con mayores chances de triunfo aunqueobviamente no impidió la presencia y el desarrollo de otros. En elcaso de la fraccionalización, la combinación entre DVS y RP en laelección parlamentaria, y, hasta 1994, candidaturas múltiples conMS en la presidencial intrapartidaria, hacía que los efectos dispersivosde la RP fueran compensados por el efecto reductor de la MS (Buquetet al 1998; Buquet 2000a)19. El resultado fue un nivel defraccionalización moderado, aunque variable, en los partidos queutilizaban el DVS presidencial (PC y PN), y alto y creciente en elcaso del FA. En diferentes grados, los tres principales partidosuruguayos han sido actores fraccionalizados.20

GRAFICO 2.1Fragmentación electoral del sistema de partidos uruguayo

(NEPe 1984-2004)

Fuente: Banco de Datos de Política y Relaciones Internacionalesde la Facultad de Ciencias Sociales (en adelante BDPRI-FCS)

19 A partir de la reforma constitucional de 1997, la eliminación del DVS en laelección presidencial quitó este freno, dejando librado el efecto fraccionalizadorde la RP. Sin embargo, como veremos en el Capítulo 6, las dos instancias quese han realizado bajo el nuevo régimen electoral (1999 y 2004) aún no muestran,en esta variable, un cambio en las tendencias preexistentes.

20 La relación entre sistema electoral y fraccionalización partidaria es discutidacon mayor detalle en el Capítulo 6.

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El sistema de partidos en el período posautoritario ha estadocaracterizado por un formato que culminó la transición iniciada en1971, desde el bipartidismo tradicional hacia un multipartidismomoderado, con tres actores relevantes (PC, PN, FA) y, hasta 1999,un cuarto partido menor aunque no irrelevante (NE). Como seobserva en el Gráfico 2.1, durante estos últimos 20 años, el númeroefectivo de partidos electorales (NEPe) registró un valor de 3 en 1984,alcanzó un máximo de 3.5 en 1989 (cuando se agregó el NE) y luegocayó sistemáticamente al son del crecimiento del FA hasta alcanzaren 2004 el valor mínimo de 2.5 (expresión de la mayoría absolutaalcanzada por el FA, la desaparición del NE como lema electoralindependiente, y el histórico derrumbe del PC).

Esta trayectoria muestra claramente el pasaje de un formatodominado por tres partidos relevantes, que fue característico delperíodo 1984-1999, a un formato de dos partidos grandes (FA y PN)y uno pequeño (PC). Sin volver al bipartidismo, la fragmentaciónpolítica se ubica en un valor inferior al tripartidismo puro que dominóla escena electoral hasta 1999. Los factores decisivos en ese cambiode formato son el crecimiento electoral del FA y la caída del voto alPC y el PN considerados en conjunto.

CUADRO 2.1Resultados electorales nacionales(% sobre total de votos válidos)

Fuente: BDPRI-FCS

Como se observa en el Cuadro 2.1, en las elecciones de 1984 y1989 el FA había consolidado su posición como tercer actor, pero se

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había estancado electoralmente. Una parte de ese estancamiento podíaquedar explicado por la escisión que dio origen al NE (ver Capítulo6). Las posibilidades de superarlo y lograr crecer en las siguientesinstancias electorales dependían básicamente de cuatro factores: eldesempeño de los gobiernos de los partidos tradicionales y susimpactos sobre la opinión pública; la suerte del NE como eventualcompetidor de izquierda; las posibilidades de los partidos tradicionalesde seguir relacionándose en una lógica de gobierno y oposición queprolongase su alternancia; la distribución ideológica del electorado;la estrategia política del FA. Esta será abordada en el Capítulo 3.Aquí sólo interesa analizar los factores configuradores del entornopara definir en él oportunidades y desafíos para el FA. Ya hemosanalizado el primer factor, al considerar los impactos del proceso dereformas estructurales. Sobre el segundo, el desempeño electoral delNE luego de e1989 evidencia elocuentemente su imposibilidad deconstituirse en un desafiante del FA. Consideremos a continuaciónlos dos restantes.

2.4.2. Distribución del electorado, ubicación de los partidos yconfiguración política.

En esta materia, los estudios de opinión pública disponiblesson bastante claros. La auto-identificación ideológica de los uruguayosen el período posautoritario evidencia una distribución relativamenteestable. Hasta la elección de 1999 quienes se autodefinían de izquierdaeran una minoría que no alcanzaba el tercio del total, mientras quetanto el centro como la derecha oscilaban por arriba de esa proporción.El Cuadro 2.2, elaborado en base a un ajuste de datos de la consultoraEquipos Mori presentados por Canzani (2000), ilustra estascaracterísticas considerando únicamente tres años electorales dentrodel período (1989, 1994, 1999).21

21 No tengo a disposición los datos de Equipos-Mori para el año 2004. Elempalme con los de otras encuestadoras es inconveniente ya que existendiferencias en la metodología de recopilación de la información y en la formade agregación de los datos para construir las tres categorías de la distribuciónideológica (izquierda-centro-derecha). De todas formas, hecha esta salvedad,

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CUADRO 2.2Distribución ideológica del electorado uruguayo

(% de los que responden)

Fuente: Canzani 2000 / Equipos-Mori

En los años electorales los ciudadanos suelen extremar en algosus posicionamientos por lo que los valores de izquierda y derechacrecen en desmedro del centro. De todas formas, es claro que el centroes más que un tercio a lo largo de todo el período y que quienes seconsideran de derecha son más que los que se ubican en la izquierda.

Esta distribución es coincidente con los datos de la consultoraCifra presentados por González (2004): el promedio de laautoidentificación ideológica de los uruguayos en el año 1999 se

véase que los resultados de la encuesta mensual de opinión pública del GrupoRadar entre marzo y octubre de 2004 arrojó en promedio unaautoidentificación ideológica distribuida de la siguiente forma: 24% deizquierda (valores 0 a 4 de la escala), 53% de centro (valores 4 a 6) y 23% dederecha (valores 7 a 10). O sea, una fuertísima concentración en el centrocon algo más de la mitad del electorado y una distribución pareja de la otramitad entre izquierda y derecha. Para la encuesta de setiembre de ese año, elmes previo a la elección en la que el FA alcanzó la mayoría absoluta, Radarcruzó la autoidentificación ideológica con la intención de voto. Los resultadoseran contundentes con respecto a la composición ideológica del voto del FA:del total de quienes se autoidentificaban como de centro (un 53% del totalde encuestados), un 49% declararon su intención de votar al FA mientrasque un 24% lo hizo por el PN y apenas un 6% por el PC; del total de quienesse inclinaban a votar por el FA, un 50% se autoidentificaban con el centro,un 42% con la izquierda y un 6% con la derecha. Agradezco a DanielChaquetti por haberme proporcionado estos datos.

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ubicaba en 5.8, o sea levemente hacia la derecha del centro puro22.Por su parte Colomer y Escatel (2004), utilizando datos delLatinobarómetro, ubican ese promedio en 5.2 para el año 2002. Osea que tres años más tarde, en medio de lo peor de la crisis económicay con un altísimo descrédito del gobierno de coalición encabezadopor Jorge Batlle, el promedio de la autoidentificación ideológica delos uruguayos estaba un poco más cercano al valor del centro puro,pero igualmente volcado levemente hacia la derecha.

Es muy interesante reconstruir la distribución del electorado a partirde los datos del Latinobarómetro 2002 presentados en el trabajo de Colomery Escatel (2004) porque, como puede verse en el Gráfico 2.2, el caso seajusta perfectamente al supuesto downsiano (ver Capítulo 1).

GRAFICO 2.2Distribución espacial del electorado uruguayo en 2002

(% del total de los que responden)

Fuente: Elaborado en base a datos de Colomer y Escatel 2004 /Latinobarómetro 2002

22 En un trabajo anterior de González (1993), la autoidentificación ideológicapromedio de los uruguayos en el momento final de la dictadura y en vísperasde la elección de 1984 era 4.8. Comparando con el dato presentado enGonzález (2004) para 1999, esto indicaría que, al cabo de 15 años dedemocracia, el electorado se había corrido exactamente 1 punto hacia laderecha, lo que no es poca cosa, sobre todo desde el punto de vista de lasimplicancias de este corrimiento ideológico para un partido que, como elFA, competía desde la izquierda hacia el centro del espectro político.

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Veamos ahora cuál era la ubicación de los partidos quecompetían para captar el apoyo del electorado que así se distribuía entérminos ideológicos. Los datos de la consultora Cifra presentadospor González (2004) muestran que en 1999 –3 años antes con respectoa los datos del Latinobarómetro recién comentados–, quienesdeclaraban ser votantes del FA se ubicaban, en promedio, en el valor3.6. Los votantes del PN y el PC lo hacían respectivamente en losvalores 7.2 y 7.3. Esto evidencia claramente cuál era la ubicaciónideológica de los respectivos electores en la dimensión izquierda-derecha, al tiempo que tiene claras implicancias acerca de la direccióndel crecimiento posible para el FA.

Nótese que la distancia del FA respecto al promedio de todo elelectorado (5.8) es mayor (2.2) que la que mantenían blancos (1.4) ycolorados (1.5) respectivamente. En las elecciones de octubre de eseaño (1999) el electorado blanco y colorado sumado superó la mayoríaabsoluta. Los partidos que González (1999) propuso llamar“establecidos” estaban más cerca y tenían mayor capacidad que el“desafiante” para captar al electorado del centro, donde se producíauna decisiva concentración de la distribución (Cuadro 2.2 y Gráfico2.2). El desafío de la izquierda en ese terreno era, para quien lograravisualizarlo, suficientemente claro. La distribución del electorado yla ubicación de los partidos planteaba a la izquierda un desafío parasu crecimiento. Visto de otra forma era una oportunidad, si sedesarrollaba una estrategia adecuada.

La dinámica que asumió la competencia política en el marcode este formato multipartidista moderado amplificó esa oportunidad.La lógica de la confrontación entre gobierno y oposición, en el senode un sistema con ese formato, impulsó una configuración bipolar(Lanzaro 2004), que colocó al FA en la condición de principal partidode la oposición frente a gobiernos de coalición más o menos explícita,o al menos basados en compromisos de gobernabilidad entre blancosy colorados. Esto rompió uno de los pilares de la alternancia entre elPC y el PN y/o entre sus respectivas fracciones. Desde 1958, eldescontento ciudadano con los gobiernos de turno se había expresado,no habiendo otras opciones partidarias con chances de triunfo, en eldesplazamiento de partes significativas del electorado hacia el partido

Jaime Yaffé 65

tradicional opositor o hacia una fracción hasta entonces minoritariadentro del partido gobernante.

Tras casi tres décadas de gobiernos de partido23, desde la elecciónde 1971 hasta la de 2004, el partido triunfador no obtuvo una mayoríaparlamentaria propia como sustento político de su gobierno. Estadebió alcanzarse mediante acuerdos entre el ganador y el partidotradicional perdedor o alguna de sus fracciones. La experiencia de losgobiernos interpartidarios24 se continuó después de la dictadura cívico-militar en forma cada vez más explícita. Se inició entonces un procesode convergencia entre blancos y colorados que desdibujócrecientemente sus identidades tradicionales. Con ello se socavó elpotencial opositor de ambos, en particular de los blancos que, a travésde algunas de sus fracciones o en conjunto, prestaron su colaboracióna 4 de los 5 gobiernos electos entre 1971 y 1999. Esa fue la forma enque el sistema político sorteó la “difícil combinación” entrepresidencialismo y multipartidismo (Mainwaring 1993): elpresidencialismo pluralista uruguayo incorporó, como en otros paíseslatinoamericanos en los noventa, la experiencia de las coalicionespolíticas como forma de superar la condición minoritaria de losgobiernos (Lanzaro 2000a; Lanzaro 2001; Chasquetti 2001). Pero lo

23 Desde la normalización política concretada en febrero-marzo de 1943, hastala legislatura instalada en febrero de 1972, el partido de gobierno (el quecontrolaba el Poder Ejecutivo) contaba con mayoría parlamentaria propia locual hacía innecesarias, aunque no imposibles, las coaliciones. Entre 1952 y1966 el PC y el PN compartieron de hecho el Poder Ejecutivo ya que estetuvo una composición pluripersonal. Por ello se ha hablado para esos añosdel “gobierno como cogobierno”, aún dentro del marco institucional delpresidencialismo (Caetano y Rilla 1995b y 2000). De todas formas, el partidoque controlaba la mayoría del órgano ejecutivo colegiado, contaba a su vezcon mayoría parlamentaria y designaba el gabinete entre sus miembros, porlo cual seguía tratándose de gobiernos de partido. Sobre este tema, ademásde los trabajos ya referidos de Caetano y Rilla, véase el artículo de Sacchi(1999) sobre la composición partidaria y fraccional del gobierno en la épocadel segundo colegiado blanco (1963-1967).

24 Por gobiernos interpartidarios entiendo aquí la participación de representantesde más de un partido en el gabinete. Sobre el carácter interpartidario de losgobiernos desde la elección de 1971 véase Chasquetti (1999).

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hizo a costa de las posibilidades del binomio PC-PN de continuaralternándose en la presidencia.

De esta forma, el FA quedó dueño del espacio político opositor.Su gran desafío era diseñar una estrategia que fuera capaz de alcanzardos objetivos que en principio podían resultar contradictorios: captarel descontento creciente con los gobiernos de los partidos tradicionalesy, al mismo tiempo, conquistar la adhesión de los electores ubicadosen el centro del continuo izquierda-derecha. Mediante el ejercicio dela oposición a las reformas liberales y la crítica a los partidostradicionales en el gobierno, podía capitalizar para sí el descontentociudadano con los gobernantes de turno. Pero si esta oposiciónantiliberal radicalizaba al FA hacia el extremo izquierdo del sistemapolítico, no era posible alcanzar el segundo objetivo. Para ello, nohabía otro camino que la moderación ideológica y programática. Laestrategia óptima sería aquella que lograse combinar acertadamenteambos elementos: la oposición y la moderación.

Pero los desafíos para que el FA utilizara la oportunidad que elcontexto económico social y la configuración política fuerongenerando no se agotaban allí. El FA no tenía hacia su izquierda unpartido que le sometiese a la eventualidad de un trade off como elprevisto por Przeworsky y Sprague (1986). Sí tenía, hacia su derecha,un pequeño competidor (el NE) ubicado más cerca del centro, cuyoelectorado, si bien pequeño, podía resultar decisivo para crecer en esesector del espacio político y alcanzar el premio mayor, especialmenteuna vez que la reforma constitucional de 1996 había introducido elrequisito de la mayoría absoluta para obtenerlo25. Por tanto, si el FAno era capaz, por sí mismo, de captar la porción necesaria delelectorado centrista, su política de alianzas debía cubrir ese vacío.Oposición, moderación y alianzas eran, pues, los tres requisitos de

25 En 1996, cuando el promedio de la autoidentificación ideológica de losvotantes del FA era 3.6, la de los del NE era 5.1. O sea que el electorado delNE estaba en el centro puro, 1.5 más hacia la derecha que el FA. En 2002,los valores eran 3.1 y 4.2 respectivamente: el NE seguía ubicado a la derechadel FA aunque la distancia se había reducido a 1.1. Datos tomados de Luna(2004a: 179).

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una estrategia óptima para que el FA aprovechase la posibilidad quese fue configurando en el entorno competitivo.

2.5. Sumario del capítuloTanto el contexto externo, como la fisonomía económica y social

del país se vieron transformados luego de la dictadura cívico-militar ysiguieron cambiando en el período posautoritario. La nueva realidad,plagada de mayores restricciones para la acción de los gobiernosnacionales y de problemas económico-sociales diferentes, planteabaseveros desafíos para la izquierda, cuyas ideas y programas se habíanformulado antes de la dictadura, atendiendo a una situación externae interna que se vio radicalmente transformada durante y después delautoritarismo.

También la política se transformó en esos años. La confirmaciónde la presencia del FA como actor relevante –hecho que no había quedar por descontado en la primera mitad de los ochenta cuando seprocesaba la primera fase de la transición política hacia la democracia–puso fin al bipartidismo tradicional. Desde entonces –el uruguayofue un sistema multipartidista con dos actores tradicionales (PN yPC) cuyo caudal electoral, tomados en conjunto, disminuyóincesantemente frente al crecimiento desafiante del FA y, en menormedida, del NE que captó una pequeña parte del decrecimiento deblancos y colorados.

Fue esta creciente fragmentación política, producida en el marcoinstitucional de un régimen de gobierno presidencialista, la que, juntoa la convergencia ideológica de sus fracciones mayoritarias en torno alas “reformas estructurales”, indujo a los partidos tradicionales a labúsqueda de acuerdos, progresivamente institucionalizados, quepermitiesen constituir mayorías parlamentarias y aseguraran lagobernabilidad. El sistema se reconfiguró como un multipartidismobipolar, con los gobiernos de coalición del PC y el PN (o algunas desus fracciones) por un lado, y una oposición de izquierda encarnadapor el FA y el NE por otro. El despliegue por parte de los partidostradicionales coaligados en el gobierno, de las políticas de inspiraciónneoliberal consolidó esa dinámica bipolar y las oportunidades del FAcomo desafiante de izquierda opositor a tales políticas.

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Prácticamente todo el espacio de la oposición quedó disponiblepara el crecimiento del FA. El único competidor que se le presentófue, desde un posicionamiento ideológico de centro-izquierda, el NEconstituido en 1989. Pero en tanto ese proyecto político fracasó –engran parte porque se suicidó en 1994 al incorporarse su fracciónmayoritaria (el PGP) al lema PC– y no logró trascender la condiciónde partido menor, poco relevante desde el punto de vista de supotencial electoral y capacidad de negociación, de hecho el FA ocupócasi en solitario el espacio y el rol de la oposición.

En un contexto de descontento creciente con la gestión de lospartidos tradicionales coaligados, con el FA posicionado, en el marcodel multipartidismo bipolar, como único partido opositor relevante,la estructura de la competencia política presentó una oportunidadpara que la izquierda alcanzase la meta que se había propuesto desdeque se unificara en 1971: ganar el apoyo mayoritario del electorado yconquistar el gobierno nacional. La reforma constitucional de 1996que introdujo el requisito de la mayoría absoluta de votantes en laelección presidencial, supuso un desafío adicional al elevar la barrerapara obtener el premio mayor de la competencia.

Los modelos espaciales de competencia política, también elsentido común, indican que –dada una distribución “normal” delelectorado, con una mayor concentración, estable en el tiempo, en elcentro de la autoidentificación ideológica– un partido de izquierdaque no enfrenta desafíos relevantes desde su extremo izquierdo, sólopuede crecer electoralmente captando votantes que se ubican a símismos en el centro del espacio político. La reformulación ideológicay programática y las opciones estratégicas del FA debían, por tanto,atender no sólo al nuevo contexto externo, y a la transformadaconfiguración económica y social interna sino también al desafíopolítico, agravado por la reforma de 1996, que esta distribución delelectorado representaba.

El desgaste de los partidos tradicionales cogobernantes, en elcontexto de la configuración bipolar del sistema político, y elcrecimiento de los afectados por las reformas liberales, abrieron unaventana para que la izquierda transitara hacia la obtención de su meta.La crisis económica iniciada en 1999 tuvo profundos impactos sobre

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los indicadores sociales. Al factor estructural –el choque del reformismoneoliberal con la tradición estatista de los uruguayos, y de los efectossociales de aquellas, con el imaginario igualitarista e integrador– sesumó entonces el devastador impacto de la crisis económica másprofunda que el país haya experimentado desde la de los años treinta.La desocupación y la pobreza alcanzaron niveles alarmantes. Con ellose incrementó aún más el malestar con los partidos tradicionales y,por tanto, las chances de la izquierda.

Esta crisis actuó como elemento catalizador. Por un lado, amplióaún más las oportunidades para la izquierda. Pero también, dado elnivel de vulnerabilidad crítica a que se vio expuesta la economía y elriesgo de una explosión social con inciertas derivaciones sobre laestabilidad política y la continuidad democrática, aumentó los desafíospara su oposición y obligó a ajustar la estrategia política en la rectafinal hacia las decisivas elecciones de 2004. El riesgo cierto de unacrisis “a la argentina” planteaba un escenario inconveniente para lapropia izquierda, lo cual le obligó a afinar muy cuidadosamente laforma de ejercer la oposición.

Considerando lo estructural y lo coyuntural, ¿de qué dependíaque el FA pudiese enfrentar los desafíos, superar las restricciones yaprovechar en su favor las oportunidades de ese contexto transformadodurante los noventa, para vencer en la competencia política? Comohemos argumentado en el Capítulo 1, la respuesta es: de su capacidadpara adaptarse a las nuevas circunstancias y para escoger la estrategiapolítica correcta, manteniendo la flexibilidad necesaria para ajustarlaen circunstancias imprevistas y delicadas como la que se configuróen el país desde 1999, sobre todo en 2002 cuando el modelo dedesarrollo de los noventa crujió.

¿Y cuáles debían ser las bases de esa estrategia política para queresultase óptima desde el punto de vista de la meta buscada? Deacuerdo al análisis realizado a lo largo de este capítulo, la estrategiaóptima debía combinar la oposición a los gobiernos blancos ycolorados y sus políticas de reforma estructural, con la moderaciónideológica y programática, y el desarrollo de una política de alianzasque permitiese amalgamar la izquierda con la centro-izquierda. Deesta forma, podrían conseguirse los tres objetivos intermedios

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necesarios para alcanzar el objetivo estratégico: 1) capitalizar eldescontento con los gobiernos y las reformas; 2) crecer hacia la zonade mayor concentración electoral ubicada en el centro, sin perder elapoyo del electorado duro de izquierda; y 3) incorporar como sociosa los eventuales competidores de centro-izquierda que pudieran privaral FA de la captación de esa decisiva parte del electorado.

A continuación, en el Capítulo 3, se considera el proceso demoderación mediante el cuál la izquierda: adaptó sus ideas y programasfrente a los desafíos emergentes del contexto externo y de la situacióneconómica y social local; se volvió más competitiva electoralmente alampliar su capacidad de ganar por sí misma apoyos de centro-izquierda; y, al mismo tiempo, pudo concretar alianzas queconsolidaron y amplificaron esa capacidad. Luego, en los capítulossubsiguientes (del 4 al 6) se analiza la incidencia de los factoresintrapartidarios sobre las capacidades de adaptación y formulaciónestratégica óptima del FA.

CAPÍTULO 3

LA MODERACIÓN DE LA IZQUIERDA:IDEOLOGÍA Y PROGRAMA

3.1. IntroducciónEn el Capítulo 2 se analizó cómo, desde el restablecimiento de

la democracia y en particular durante los años noventa, se fueconfigurando en las condiciones del entorno (la situacióninternacional, el contexto económico y social, la estructuración de lacompetencia política), además de un conjunto de restricciones ydesafíos, una ventana de oportunidad para el crecimiento de laizquierda. También hemos argumentado que para aprovechar esaoportunidad, la izquierda debía realizar básicamente dos tareas:adaptarse a las nuevas condiciones para afrontar los desafíos y superarlas restricciones, y formular una estrategia política adecuada desde elpunto de vista de la maximización electoral.

Como se señaló en el Capítulo 1, la adaptación partidaria yla formulación de la estrategia óptima, se pueden distinguiranalíticamente, pero no son dos elementos que puedan producirsepor separado en la realidad. Están fuertemente vinculados: un partidoque no logra adaptarse a los desafíos del entorno, no estará en lasmejores condiciones posibles para formular la estrategia adecuada,aquella que le permita afrontar exitosamente la competencia política.En el caso que estamos estudiando, uno de los componentes de laadaptación partidaria (la renovación ideológica y programática) fue,a su vez, un elemento central de la estrategia política que le permitióal FA crecer hasta lograr su objetivo principal.

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Esa estrategia tuvo tres componentes principales. En primerlugar, el ejercicio de la oposición, sin pausa pero flexible, por momentosradical, por momentos moderada, frente a los gobiernos de los partidostradicionales, en particular frente a las reformas liberales promovidase implementadas por ellos. En segundo lugar, la moderación ideológicay programática. Y en tercer lugar, una política de alianzas que lepermitió ampliar las fronteras de la izquierda, incorporando, ensucesivos círculos concéntricos, nuevos socios ubicados más hacia elcentro que el propio FA.26

Esta estrategia a tres puntas, respondió adecuadamente a losdesafíos y las oportunidades del entorno que hemos analizado en elcapítulo anterior, y es un factor primordial, sin el cual no puedeexplicarse el acercamiento progresivo y el acceso final de la izquierdaal gobierno nacional. El posicionamiento opositor le permitió captary canalizar políticamente el descontento de esa parte creciente de laciudadanía que, disconforme con los resultados de su gestión oabiertamente perjudicada por ella, fue distanciándose de los partidostradicionales, gobernantes coaligados en distintos grados decompromiso durante la mayor parte del período. La moderaciónamplió la capacidad del FA para ganar la adhesión del electorado decentro, donde, como hemos visto, se concentraba una partesignificativa de los ciudadanos. La moderación también le permitióconcretar el tercer componente de la estrategia: construir alianzasmás amplias, que se concretaron en el EP y la NM. Como veremosen el Capítulo 6, la creación del EP fue, a su vez, el factor que permitiódestrabar la moderación programática que había encontradodificultades para avanzar en el seno del FA. Al mismo tiempo, esapolítica de ampliación de las alianzas fue funcional a la captación,desde la izquierda, del electorado auto-identificado con el centro delespectro político-ideológico.

26 En anteriores ocasiones (Yaffé 2002b, Yaffé 2003, Garcé y Yaffé 2004) hesostenido, en forma coincidente con Lanzaro (2004), que los componentesde la estrategia de la izquierda fueron dos (la oposición y la moderación);ahora pienso que el tercer elemento (la ampliación de las alianzas) esinsoslayable para explicar sus resultados en términos de maximizaciónelectoral.

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De tal forma que la moderación fue un aspecto central de laadaptación partidaria frente a los cambios en el entorno y tambiénun componente relevante de la estrategia política óptima para lamaximización electoral. En este capítulo se la analiza considerandosus dos dimensiones (ideológica y programática). En ambos aspectosse verifica una clara moderación de la izquierda en el camino hacia eltriunfo electoral y el gobierno nacional. En ambos casos se identificandos etapas delimitadas por el año 1994, puesto que la creación delEP fue un indudable punto de inflexión en este proceso. Como hemosseñalado anteriormente junto a Adolfo Garcé, hasta entonces llega,no sin algunos cambios pero en esencia fiel a sus marcas originales, laetapa del “frentismo”. Desde entonces comienza la del “progresismo”.27

En verdad, como se apreciará aquí mismo, al recorrer losdistintos programas de la izquierda en el período, pero sobre todocuando en el Capítulo 6 analicemos la dinámica interna de lamoderación y la formulación estratégica, hubo una fase de transiciónentre el frentismo y el progresismo. Ya en los primeros años de lademocracia restaurada en 1985 se produjeron algunos cambios ydebates, que si bien no transformaron la esencia de los fundamentosdoctrinarios y las formulaciones programáticas del frenteamplismo,dejaron claramente planteados los desafíos a los que se enfrentaba elFA y las alternativas que tenía a disposición. Como parte de eseproceso, se produjo en 1989 la ruptura del FA, con el alejamiento delas dos fracciones más claramente ubicadas hacia la centroizquierda(PGP y PDC), que se escindieron para formar, junto a la UniónCívica (UC), el NE.28

27 Hemos planteado anteriormente esta periodificación de dos momentos, lomismo que la identificación de una fase de transición, en Garcé y Yaffé (2004).En ese trabajo propusimos reconocer tres etapas, diferenciando entre el“frentismo” (1971-1984) y la “transición” (1985-1994). Aquí, dado que loscambios que se producen durante la fase de intermedia no llegan a afectar lamayor parte de las “marcas originarias”, he preferido simplificar la propuestaen base a dos períodos delimitados por el año 1994, sin dejar de reconocerque durante el primero se procesa, claramente a partir de 1989, una transiciónhacia el segundo que culmina con la creación del EP en 1994.

28 Esta ruptura, y el debate que le precedió, son analizados en el Capítulo 6.

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A partir de ese año, respondiendo a los grandes cambios que seprodujeron en el entorno y en la propia situación de la izquierda29,los debates sobre ideología, programa y estrategia se multiplicaron.En la medida en que aparecieron actores internos (líderes y fracciones)claramente orientados hacia la renovación, pero que no lograban lasmayorías necesarias para vencer la resistencias de otros que noconcordaban en introducir cambios en las formulaciones frentistasoriginarias, la adaptación avanzó muy poco. Recién en 1994, con lacreación del EP, se hizo claro que los renovadores, a diferencia de losescindidos de 1989, estaban ganando la pulseada interna. Desdeentonces, el proceso de adaptación y reformulación estratégica se abriócamino y avanzó a lo largo de los diez años siguientes. Se inició laépoca del “progresismo”, cuyas ideas y programas son evidentementemás moderados que los del “frentismo”. En los apartados siguientes,analizamos las dos dimensiones de la moderación (ideología yprograma) en cada una de esas dos etapas.30

29 La lista es vasta y, en parte, ya ha sido adelantada en el Capítulo 2: caída delsocialismo real, derrota en el intento de derogar la ley que concedió laimpunidad a los violadores de los derechos humanos durante la dictadura,triunfo electoral de la fracción más claramente identificada con las ideas delneoliberalismo en el PN que se hizo cargo del gobierno nacional en 1990,instalación de gobiernos con la misma sintonía ideológica en la región, iniciodel proceso de integración regional, acceso del FA al gobierno departamentalde Montevideo, ruptura de la unidad de la izquierda y aparición de uncompetidor de centro-izquierda, entre otros.

30 La mayor parte del examen de las ideas y los programas del FA y del EP quese presenta en los dos apartados siguientes es fruto del relevamientodocumental y el análisis que realizamos conjuntamente con Adolfo Garcé alo largo de los últimos años. Como resultado de esa tarea, hace un año, almismo tiempo que mi tesis era redactada, preparamos la edición de La eraprogresista donde expusimos una parte sustancial de los resultados del estudiode la ideología y los programas de la izquierda, que aquí se presentan enforma sintética.

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3.2. Las marcas originales del frentismo y sus ajustes(1971-1994)

3.2.1. La ideología del frentismo

La mayoría de las organizaciones políticas que en 1971convergieron en el FA estaban ideológicamente influidas por elmarxismo en sus diversas variantes: desde el punto de vista del modelode sociedad a la que aspiraban, se declaraban anticapitalistas y adheríana alguna versión del socialismo como meta de su acción políticatransformadora, aun cuando todos suscribían un programa dedesarrollo capitalista.31

En cuanto a la concepción del cambio social y político,convivían en el FA las visiones reformistas con las propiamenterevolucionarias. Este es un aspecto que, como el anterior, revela ciertogrado de disociación entre ideología y programa: aunque se mantienenintactos en el primer nivel componentes que forman parte del legadotradicional de la izquierda socialista, se incorporan en el segundomedidas de mucho menor alcance. Dicho en otras palabras: laideología seguía siendo socialista y revolucionaria, el programa no,puesto que planteaba un reformismo por la senda del desarrollocapitalista.32

31 Esto era así, incluso en caso de sectores ajenos a la tradición marxista. El másllamativo es el caso del PDC: sin renegar del social-cristianismo, adhirió a unsocialismo que denominó “autogestionario” o “comunitario”, probablementeinspirado en la experiencia disidente del comunismo yugoslavo. Por cierto,otros sectores, particularmente los provenientes del PN, nunca realizaronprofesiones de fe socialista de ninguna especie.

32 Esta distancia entre lo ideológico y lo programático, también tiene relacióncon la concepción de la revolución por etapas que compartían los distintossectores de la izquierda en los años sesenta y setenta. De acuerdo a esta visión,en los países capitalistas periféricos, antes de la etapa propiamente socialista,el proceso revolucionario debía transitar una primera fase que algunosdenominaban de “liberación nacional” y otros “democrático-burguesa”. Enambos casos, la meta socialista se desplazaba hacia el futuro, mientras quepara la acción política del momento promovían un programa de desarrollocapitalista acorde a la primera etapa y buscaban los aliados correspondientes

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Las preferencias en términos de libertad e igualdad son unaspecto inseparable de la concepción acerca de la democracia, susdimensiones y atributos. Desde que el eje izquierda-derecha se instalóen la política contemporánea, la primera ha tenido una fuertepreferencia por la igualdad, que la llevaba a tolerar, e incluso promover,lesiones al principio de libertad en nombre del de igualdad. Delprivilegio de la igualdad, se derivaba una muy devaluada visión de lademocracia como sistema político, adjetivándola como “burguesa”,“formal” o, despectivamente, “liberal”, para señalar su carácterincompleto o su falsedad lisa y llana, en oposición a la democracia“verdadera” o “sustantiva” que se identificaba con la combinación delibertad, participación y justicia social. La concepción de la democraciapresente en la izquierda frentista, ponía un fuerte acento en ladimensión participativa y descentralizadora de la misma y en suinseparabilidad respecto de la igualdad. Sin embargo, el contextopolítico semiautoritario en que se gestó el FA, en cuyo marco laizquierda fue víctima de una creciente limitación de la libertad, asícomo el desafío de una izquierda guerrillera que promovía la luchaarmada como “vía para la revolución” en Uruguay, llevaron a que esteprincipio figurase como un punto relevante en sus documentos ydiscursos de 1971.33

para impulsarlo. Esta distinción teórica también resultaba conveniente desdeotro punto de vista: permitía combinar la preservación de las señas de identidadde la izquierda en el nivel ideológico, con el pragmatismo de la acción políticay de la aspiración de gobierno en el nivel programático. En cierto sentido,esto tiene que ver con la “ideología práctica” a la que se refiere Lanzaro (2004).

33 Aunque la ideología dictaría otro orden de prioridades, la coyuntura políticade fines de los sesenta y principios de los setenta permite entender por qué elque se titula “Libertades, derechos y garantías” era el primer capítulo de las“Bases programáticas de la unidad” del FA suscritas en febrero de 1971,siendo el reclamo de “plena vigencia de las libertades, derechos y garantíasconstitucionales y legales” el primer numeral de ese capítulo. De igual forma,aunque predominaban ideas que trivializaban el pluripartidismo, en el capítulotitulado “política institucional” se reclamaba el respeto a la “democracia departidos”, incorporando una dimensión pluralista que no era propia de laconcepción de cuño jacobino y leninista predominante en la izquierdatradicional. La incorporación de esta defensa de la democracia “formal”

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La izquierda uruguaya de los sesenta no era nacionalista, en elsentido estricto de la palabra, pero desde las renovaciones iniciadasen el PCU y el PS a mediados de los años cincuenta34 ambos partidoshabían hecho una incorporación muy fuerte de la cuestión nacional.En distintas formas, socialistas y comunistas, sin renunciar a su viejointernacionalismo universalista, combinaron la matriz de pensamientosocialista con la reivindicación de la cuestión nacional. Elimperialismo, interpretado como una derivación natural delcapitalismo, y sus aliados internos –la oligarquía– eran las amenazasde las que el interés nacional debía ser preservado. Así, la lucha por lanación se enlazaba con la lucha por el socialismo y, al mismo tiempo,se delineaba estratégicamente la necesidad y la posibilidad de alianzassociales y políticas amplias, capaces de provocar cambios a su favoren la correlación de fuerzas. De esa forma, la lucha “antiimperialista yantioligárquica”, constituía el primer momento en el camino hacia elsocialismo.

La sociedad civil era vista como un campo de lucha subordinadoa la esfera política, cuyos actores (clases y fracciones de clase) seconfiguraban como resultado del proceso de la producción social.En tanto se entendía a la lucha de clases como “motor de la historia”,predominaba una fuerte propensión al conflicto, aún cuando en lapráctica se admitiese la conveniencia de ingresar en mecanismos deacuerdo y concertación de intereses a través de los cuales lostrabajadores pudiesen obtener mejoras materiales sin arriesgar su“conciencia de clase”. En el marco de esa concepción, la izquierda eraobrerista en el discurso y en la práctica de su labor organizativa. Pero

también era un resultado de la transacción entre los sectores marxistas y losque, como el PDC y algunos de los grupos provenientes de los partidostradicionales, tenían una concepción diferente acerca de la democracia liberal,aunque coincidieran en las demandas de conciliarla con la justicia social y laparticipación ciudadana más allá de los procesos electorales.

34 Aquellas que encabezaron respectivamente Vivián Trías y Rodney Arismendi.Cada cual a su manera, ambos incorporaron, con distintos énfasis, la cuestiónnacional en una simbiosis con el pensamiento socialista, que el primeroresumió en la idea de un “socialismo nacional”. Para este tema véase DeArmas-Garcé-Yaffé (2003) y Caetano-Rilla (1991).

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también había incorporado una visión más ciudadana, que apeló alpoliclasismo aunque no renunciara al discurso de clase.

En cuanto a las relaciones entre estado y mercado, la concepciónque compartían todos los componentes del FA era claramente estatista.La izquierda se parapetaba en el extremo opuesto de la concepciónliberal de la economía: el funcionamiento libre del mercadonecesariamente conducía a la confirmación de la pauta de crecimientoque favorecía a las clases dominantes y al capital extranjero,perpetuando la sujeción al esquema de dominación imperialista yoligárquica. En el marco de la fase de desarrollo capitalista nacional,el mercado debía quedar subordinado a la dirección estatal medianteuna estricta planificación. De esta forma, la nación, el estado, laplanificación y el desarrollo quedaban conceptualmente vinculados.

3.2.2. El programa frentista

Las Bases Programáticas de 1971 eran un documentorelativamente breve que reunía una ambiciosa agenda detransformaciones con un sentido “antioligárquico y antiimperialista”,“nacional y popular”. Reflejaba claramente las concepciones generalessobre la economía, la sociedad, la política y la nación que acabamosde reseñar, y era a su vez, una traducción pragmática de las mismas.

Evidencia una preocupación por la defensa de la democraciaformal, del pluralismo y las libertades, asediadas en aquella coyunturapor los avances autoritarios del pachequismo, al mismo tiempo quela orientación hacia su profundización en la dirección de una mayorparticipación y control ciudadano, la extensión de los mecanismosde democracia directa y la descentralización.

Pero, el corazón del programa radicaba en el conjunto de“transformaciones estructurales” de la economía y la sociedad queexpresaban el predominio de las concepciones estatistas yplanificadoras así como la inspiración desarrollista y dependentistade la izquierda frentista. Promovía la ruptura de los lazos que sujetabanal país a la dependencia económica respecto al imperialismo. Proponíapara ello la adopción de variadas medidas entre las que destacan: elrechazo a la injerencia del FMI y otros organismos internacionales;la renegociación de la deuda externa, aplazando pagos y mejorando

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condiciones; la imposición a las empresas extranjeras de la reinversiónobligatoria de sus utilidades dentro del país; la restricción de la salidade capitales; el establecimiento de relaciones comerciales con todoslos países del mundo, incluyendo a los del campo socialista con losque Uruguay mantenía escaso intercambio.

Esa profunda modificación de la inserción internacional del paísdebía ser complementada por una serie de reformas estructurales entrelas que se jerarquizaban: la “planificación nacional independiente de laeconomía, con objetivos sociales”, instituyendo para ello un «organismopara dirigir la planificación donde participen los sindicatos obreros, losproductores, los técnicos y los representantes del poder político»; laexpansión del patrimonio comercial e industrial del estado medianteuna política de nacionalizaciones; la reforma agraria, que redistribuyerala tierra eliminando el latifundio y promoviendo la pequeña y medianapropiedad; la “nacionalización de la banca” y de los “grandes monopoliosque controlan el comercio exterior”; la “reforma radical del régimentributario”, gravando con impuestos directos “las grandes fortunas, elcapital improductivo y los vicios sociales”.

3.2.3. Los ajustes de la ideología y del programa frentista(1984-1994)

A la salida de la dictadura, con algunos cambios, en la izquierdatambién predominó la continuidad restauradora, que impregnó alsistema político en su conjunto. Las elecciones de noviembre de 1984mostraron un nuevo mapa interno del FA35. Sin embargo, este cambioen las primacías internas no tuvo demasiados impactos relevantesdesde el punto de las ideas y el programa.

35 El sector más moderado del FA en esa elección, el MGP, alcanzó una holgadamayoría relativa desplazando de ese sitial al PCU que había sido, a través delFIDEL, el sector mayoritario en 1971. Los dos grupos que constituíanclaramente el ala centro izquierda del FA (el MGP y el PDC) reunieronaproximadamente la mitad de los votos frentistas y obtuvieron igual proporciónde la bancada frenteamplista para la legislatura inaugurada en 1985. En elCapítulo 6 se realiza una reconstrucción completa del mapa interno del FA alo largo de su historia.

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El contexto de la primera mitad de los años ochenta era biendistinto del de la predictadura. Sin embargo, ambas situaciones teníanalgunas características políticas y económicas similares, que facilitanla explicación de la continuidad de las concepciones generales y delas líneas programáticas de la izquierda. En el plano político, los años1971 y 1984 constituyen momentos clave en procesos de transiciónentre democracia y autoritarismo, aunque en direcciones opuestas.En ambos casos el telón de fondo de las transiciones es la crisiseconómica y el conflicto social. En 1984, la transición desde elautoritarismo hacia la democracia justificaba, como en 1971, lareiteración de la preocupación por la democracia “formal”, aunqueideológicamente se mantuvieran todas las reservas que hemosmencionado. La situación de crisis económica y social seguíafundamentando el reclamo de transformaciones estructurales y, paraello, de un rol directriz del estado mediante la planificación comoinstrumento imprescindible para el desarrollo económico y social.

De todas formas, como se analizó en el Capítulo 2, al final dela dictadura también se evidenciaban importantes novedades en laeconomía y la sociedad, entre las que cabe destacar: la importanciaadquirida por el sector financiero, altamente extranjerizado, que sehabía constituido en un nuevo factor de poder económico y políticosin precedentes antes de 1973; el nivel de endeudamiento externo,que había alcanzado niveles inéditos; el deterioro social era de unagravedad extrema con altos índices de pobreza, desempleo, ydesprotección; la sociedad civil había experimentado, en el marco dela transición democrática, una importante activación y susorganizaciones más relevantes tenían un protagonismo políticodestacado, aunque los partidos comenzaban a recuperar su espacioen desmedro de aquella. El contexto internacional también presentabaalgunas novedades que impactaban sobre la situación nacional einfluían en el itinerario ideológico y programático de la izquierdarestaurada en 1984: el “consenso de Washington” y el avance delneoliberalismo en Latinoamérica indujeron la confirmación delestatismo de la izquierda; la experiencia autoritaria y la “tercera olademocrática” –desencadenada primero, en los setenta, en el sur deEuropa Occidental y alcanzando luego, en los ochenta, a América

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Latina– colaboraron con la revalorización de la democracia; en elmismo sentido, influyeron, por un lado, la Social Democracia europeay sus triunfos electorales en España y Francia en los primeros añosochenta, y, por otro, el inicio en 1985 de la perestroika soviética, consu programa de reformas democráticas y liberalizadoras del socialismo.

Todas estas novedades de la realidad interpelaban al pensamientoy el programa de la izquierda. Sin embargo, no provocaron cambiosen el programa de 1984, sino en las actualizaciones realizadasposteriormente. Es que, a las razones antes mencionadas para explicarla continuidad entre 1971 y 1984, hay que agregar al menos otra,ajena a cualquier razón ideológica u organizativa: tras 12 años depersecución y clandestinidad, el FA prácticamente no tuvo tiempopara la discusión de su programa, dado el brevísimo lapso de pocassemanas que medió entre su retorno parcial a la legalidad tras el acuerdodel Club Naval en agosto de 1984 y el inicio de la campaña electoralpara la instancia de noviembre de ese mismo año. Por ello, al margende cualquiera otra circunstancia derivada de los factores que hemosvenido analizado, las nuevas bases programáticas aprobadas en agostode 1984 apenas fueron un ajuste de las de febrero de 1971.

En el terreno de los fundamentos doctrinarios más generales,el marxismo seguía siendo un referente principal de la mayoría de lossectores del FA; y el socialismo, el modelo de sociedad planteadacomo alternativa al capitalismo.

En el plano político, en las bases de 1984 se planteaba la“construcción y consolidación” de una democracia “auténtica”,adjetivación que reiteraba la vieja dicotomía entre “falsa” y “verdadera”democracia. Luego se señalaba que ésta debía apoyarse “en la iniciativay la participación popular”, el “control permanente de la ciudadanía”,la “pluralidad del partidos”, la “plena vigencia de libertades derechosy garantías constitucionales y legales”. Se reiteraba por tanto laadhesión al pluralismo y el reclamo de profundizar la democraciacon una orientación participativa y ciudadana. Sin embargo, ladictadura había dejado una huella muy fuerte en la relación de laizquierda con la democracia. Si en 1971 la defensa de las formalidadesdemocráticas era una concesión pragmática a la coyuntura impuestapor el avance del autoritarismo, en 1984 comenzaba a incorporarse

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como un componente relevante de su pensamiento político. En elmismo sentido, otros temas directamente vinculados con laexperiencia dictatorial se incorporaron a la agenda de la izquierda: lacuestión militar (el rol de las FFAA y su subordinación al poder civildemocrático), los derechos humanos “liberales” (vida, libertad, justicia,trato humanitario, etc.), antes concebidos sólo o principalmente ensus dimensiones económicas y sociales.36

En el capítulo económico y social, la continuidad de las basesde 1984 respecto a las de 1971, estaba dada por la prioridad asignadaa las “reformas estructurales” y por el predominante rol atribuido alestado, cuyas potestades de planificación y regulación se proponíaexpandir, al igual que sus actividades y organismos industriales,comerciales y sociales. La novedad estaba en la eliminación de una delas tres medidas económicas más fuertes del programa de 1971 (lanacionalización del comercio exterior), la radicalización de otra (elpasaje de la nacionalización a la estatización de la banca) y en unaaparente moderación de la propuesta de reforma agraria (eliminaciónde la mención directa a la eliminación del latifundio).

Cinco años después, tras el intenso debate ideológico yestratégico que culminó con el alejamiento del PDC y el MGP paraformar el NE, el primer congreso extraordinario del FA, reunido enjulio de 1989, aprobó su plataforma electoral y proclamó la fórmulapresidencial Líber Seregni - Danilo Astori. No había novedadesimportantes respecto a las “bases” de 1971 y 1984, salvo quedesapareció la referencia a la ampliación del estado. Por lo demás, eldocumento mantenía el fuerte tono antioligárquico y antiimperialistay la centralidad de las transformaciones estructurales de la economíay la sociedad: en cuanto a la deuda externa, tras argumentar que eraen gran parte ilegítima, se proponía promover el no pago de losintereses mediante la constitución de un frente de países deudores;en materia financiera, se retornó al postulado de la nacionalizaciónde banca con el objeto de “poner el ahorro, el crédito y las divisas alservicio de los intereses de la gente [...] todas las ganancias generadas

36 Sobre la revalorización y resignificación de los DDHH por parte de la izquierdavéase Marchesi 2002 y, especialmente, Markarian 2004.

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dentro del país deben invertirse también dentro del país [...] los dólareslogrados por las exportaciones ... deben ser aplicados a desarrollar laproducción y el empleo”; en cuanto al sector agropecuario, aunque en1984 se había eliminado la referencia a la eliminación del latifundio,el documento de 1989 sostenía que “Las tierras con baja productividadde más de 2500 ha ...como también las que se encuentren en manos deextranjeros que no residen en el Uruguay y las pertenecientes a las grandesempresas sobre-endeudadas, serán utilizadas para nuevos planes decolonización”. 37

En julio de 1991 se reunió el segundo congreso ordinario delFA. El clima ideológico dentro de la izquierda frenteamplistaempezaba a cambiar y los renovadores no rupturistas, los quepermanecieron en el FA tras el alejamiento del PDC y el MGP,hicieron en vísperas del congreso una jugada que terminó despertandomás rechazos que apoyos internos para su causa.38 El documentoaprobado por el congreso mantuvo el mismo tono frentista, fiel a lospostulados fundacionales, que se ha señalado en los documentosanteriores: se denunciaba la “situación de dependencia y de crecienteextranjerización de la economía” agudizada por la aplicación del“modelo conservador” frente al que se contraponía un “modeloalternativo, nacional, popular y democrático”; se persistía en el reclamode una “urgente desconcentración de la propiedad, tenencia yexplotación de la tierra”, la negativa a pagar los intereses de la deudaexterna mediante la “constitución de un frente de deudores”, laintención de modificar profundamente el sistema financiero, y lapropuesta de asignarle un “papel preponderante” al estado en elcomercio exterior, aunque sin hablar de nacionalización. Se incorporóal programa el tema de tema de la integración regional, recolocadoen la agenda política tras la creación de Mercosur poco tiempo antes:tras señalar que podía ser una “gran oportunidad histórica para iniciarun gran movimiento nacional de transformación de la sociedad”, sesuscribía la resolución oportunamente tomada por el Plenario del FA

37 “Plataforma electoral”. Primer Congreso Extraordinario del FA, Julio de 1989.

38 Me refiero a la difusión pública del que se conoció como “documento de los24” cuyo contenido y circunstancias se analizan en el Capítulo 6.

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en el sentido de brindar un “apoyo crítico” al acuerdo regional yreclamar que el país se preparara activamente para la integración.39

El segundo congreso extraordinario del FA, reunido en el mesde julio de 1994, mantuvo las ideas fundamentales de la plataformaelectoral de 1989 y las incorporaciones realizadas en el congresoordinario de 1991. Los sectores renovadores, que en el marco del“Proyecto Propuesta” venían promoviendo un acercamiento con elNE y una parte del PN, intentaron concretar una mayor moderaciónde la propuesta electoral del FA, pero no lograron obtener las mayoríasrequeridas en el congreso.40 El programa aprobado incorporó variasnovedades: mayor desarrollo de la propuesta de reforma del Estado41;mayor preocupación por el equilibrio fiscal y el control de la inflación;explicación detallada de una reforma tributaria basada en laimplementación del impuesto a la renta de las personas físicas; destaquey desarrollo de la política de Ciencia y Tecnología; especial atención ala problemática de la seguridad social; lo mismo que a la deficitariasituación de la enseñanza primaria y media. Pero no representó unavance desde el punto de vista de la moderación programática, puestoque la mayor parte de las propuestas de 1989 y 1991 se manteníanincambiadas: nacionalización de la banca, sin descartar la posibilidadde su estatización “en caso necesario”; constitución de un frente depaíses deudores para promover el no pago de los intereses de la deudaexterna; apoyo crítico al Mercosur; participación del Estado en eldesarrollo industrial; entre otras. 42

3.3. Las novedades del “progresismo” (1994-2004)

39 “Grandes líneas de acción política”. Segundo Congreso Ordinario del FA,Agosto de 1991.

40 Las alternativas del proyecto “Propuesta” durante 1992 y 1993, y el desarrollodel congreso extraordinario del FA en 1994 son analizados en el Capítulo 6.

41 Se promovía la idea de una administración pública profesional, meritocrática,controlada por los usuarios y consumidores, dirigida con criterios técnicos yno político-electorales.

42 “Plataforma electoral y Programa de gobierno”. Segundo CongresoExtraordinario del FA, Julio de 1994.

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3.3.1. Factores de cambio

Como se señaló en el Capítulo 2, los noventa fueron añosmarcados por el desplome del sistema socialista, la crisis del “estadode bienestar”, la crítica del paradigma político-económico keynesiano,y el empuje de las reformas liberales apoyadas en el regreso de laortodoxia de la economía neoclásica. En la región, fueron tiemposde consolidación democrática, “ajuste estructural” y forja del Mercosur.En el país, además de la culminación de la transición política desde elautoritarismo a la democracia, del inicio de la transición económica ydel giro hacia el liberalismo, el FA se estrenó como sujeto gobernanteal acceder y retener el gobierno departamental de Montevideo.

A partir de la disolución de la URSS en 1991, la incidencia delcontexto internacional en la evolución ideológica y programática dela izquierda fue muy importante. Al año siguiente, apenas tres añosdespués de haber obtenido la mejor votación de su historia, el PCUafrontó una profunda crisis interna de la que sobrevivió absolutamentedisminuido en su peso político, social y cultural. La crisis afectó atoda la izquierda, que asistió a una severa interpelación de la realidadsobre una parte sustancial de su ideología. El marxismo, principalreferencia teórica de la mayor parte de la izquierda frentista, se vioseveramente cuestionado. El socialismo fue transformándose, desdeuna forma de organización social a la que se transitaría en forma máso menos mediata, hasta convertirse en un lejano horizonte ético. Porel contrario, los institutos de la democracia representativa y pluralistafueron objeto de una revaloración que se extendió más, y máscoherentemente, que en 198443. Por último, el estado comenzó a serpuesto en el banquillo de los acusados, mientras que, al otrora temiblemercado, se le comenzaron a hacer algunos reconocimientos.

43 Es cierto que toda la izquierda uruguaya -también la derecha- ya era másdemocrática en 1984 que en 1971. Sin embargo, las fracciones más apegadasal leninismo (en particular los comunistas), seguían teniendo una relacióncontradictoria o incoherente con la democracia: aun cuando se desplegabauna práctica política democrática, teóricamente se seguía considerando a lademocracia liberal como un sistema político básicamente burgués del que,

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La experiencia de gobierno en el departamento de Montevideocolocó a la izquierda, ante la necesidad de administrar recursos escasospara ejecutar políticas públicas en concordancia con un ambiciosoprograma. Moviéndose en el marco de las numerosas restriccioneseconómicas e institucionales que acotaron el ejercicio de su gobierno,el intendente socialista Tabaré Vázquez evitó el ideologismo,manejándose, por el contrario, con gran pragmatismo. La izquierda,se acostumbró a reivindicar la competencia y la eficiencia, sin podersepararlas, como hasta entonces, de la equidad y la justicia. En estesentido, el estreno en el desempeño gubernativo, aunque solo fuera anivel departamental, incentivó a los promotores de la renovaciónideológica y programática del FA.

Sin embargo, como hemos constatado en el análisis de losdocumentos partidarios realizado en el apartado anterior, entre 1984y 1994, las propuestas renovadoras no habían logrado mayoría en elseno del FA. Los sucesivos intentos realizados en ese sentido habíanfracasado. En la segunda mitad de los ochenta los renovadorestempranos (el MGP y el PDC) habían terminado abandonando elFA. En la primera mitad de los noventa, ni los firmantes del“Documento de los 24”, ni los impulsores del “Proyecto Propuesta”,

en algún momento de la transición al socialismo, habría que deshacerse. Elrégimen político comunista de partido único, predominante en Europaoriental y la URSS, siguió siendo alabado hasta fines de los ochenta. La caídade ese régimen contribuyó a que los comunistas uruguayos revisaran estaflagrante contradicción entre la teoría y la práctica. El documento “Unareflexión sobre la base de la renovación”, aprobado por el Comité Central delPCU en junio de 1989 testimonia claramente ese hecho: “Este modelo [serefiere al régimen político del socialismo real] traiciona la esencia democráticadel socialismo tal como lo concibieron los clásicos del marxismo-leninismo, es laconsecuencia de graves desviaciones que se desarrollaron en la época de Stalin yposteriormente. Este no es ni debe ser nuestro camino... Repensar el socialismo esrepensar la democracia y entender que sus principios básicos: la libertad, losderechos del hombre, la libre opción, la legitimidad de los procesos políticos ysociales, no deben quedar subordinados a la defensa –también legítima– de otrosideales y valores revolucionarios ni a los vaivenes de la lucha de clases... Noexisten principios socialistas que no se asienten en un ideal democrático. Lademocracia no es solo una vía para transitar al socialismo; es la garantía de surealización” (PCU 1989).

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lograron que los congresos del FA realizados en 1991 y 1994, reuniesenuna mayoría favorable a sus propuestas. 44

En el Capítulo 4 se propone una explicación para este frenointerno al proceso de adaptación partidaria y en el Capítulo 6 se explicasu dinámica en el marco de la competencia intrapartidaria. Aquí sólome interesa identificar el momento de cambio, aquel en que larenovación se abre paso. Ello sucedió recién después de la creación delEP en 1994. A partir de entonces la renovación avanzó sustancialmente.En este sentido, aunque en las elecciones de ese año la izquierdaexperimentó un gran crecimiento electoral (pasó del 30.6 al 40.1% deltotal de votos válidos), se hizo evidente que, a diez años de restauradala democracia y contando con una alianza más amplia (el EP), el FAaún no lograba vencer a los partidos tradicionales: luego de unaadministración colorada y otra blanca, el electorado volvía a confiar elgobierno al PC. La reforma constitucional de 1996 introduciría unincentivo adicional a la renovación: a partir de la elección de 1999 nobastaría con obtener la mayoría relativa; si el FA quería alcanzar elgobierno, debería vencer a blancos y colorados unidos.

Quizás no haya habido una correlación directa entre amboshechos, pero es sumamente sugestivo el que haya sido recién despuésde la aprobación popular de la reforma constitucional de diciembrede 1996 que Tabaré Vázquez proclamó explícitamente la necesidadde una “actualización” (este fue literalmente el término que utilizóen el documento de noviembre de 1997 con el que formalizó suplanteo) ideológica y programática. A partir de esa propuesta, larenovación se procesó en el marco de un debate interno muyimportante, que se analiza más adelante en el Capítulo 6. Lo

44 El “Grupo de los 24” fue una confluencia de miembros destacados de la“renovación comunista”, socialistas y vertientistas, que en las vísperas delcongreso del FA en 1991 contaron con el discreto pero decidido visto buenodel intendente Vázquez. El “Proyecto Propuesta” tuvo una composiciónsimilar pero más amplia. En su caso, a lo largo de los años 1992 y 1993intentó, también con la aprobación de Vázquez, concretar , sobre la base deuna propuesta programática elaborada conjuntamente, una “macro-coaliciónprogresista” que reuniese al FA con el NE y el Polo Progresista del PN, enrespaldo a la candidatura de Tabaré Vázquez para las elecciones de 1994.Estos episodios se analizan en el Capítulo 6.

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fundamental de ella, se procesó dentro del FA, entre 1997 y 2001,antes y después de la elección de 1999. Luego, se continuó hasta2004 en los trabajos y documentos de la Comisión Integrada dePrograma (CIP) del FA y el EP, pasando por el cuarto congresoextraordinario del FA (diciembre de 2003) hasta culminar en elprograma con el que, bajo el lema “El gobierno del cambio, latransición responsable”, la flamante alianza concretada en el rótuloEP-FA-NM disputó las elecciones de octubre de 2004, alcanzando lamayoría absoluta y obteniendo, por tanto, la mayoría parlamentariay el gobierno nacional. Para entonces las ideas básicas de la izquierdafrentista habían cambiado, reconvirtiéndose en el marco de un nuevofenómeno de la política uruguaya, nacido en 1994: el progresismo.

3.3.2. La dimensión ideológica de la izquierda progresista

Desde el punto de vista de la trayectoria ideológica delprogresismo, el cuarto congreso ordinario del FA (setiembre 2001)constituyó un momento clave, pues fue el punto culminante de la“actualización” lanzada por Vázquez en 1997. El documento “Nuestrasseñas de identidad”, aprobado por este congreso, se refiere a “laidentidad ideológica construida en común” (FA 2001). Este es unhecho que revela que el proceso de institucionalización partidaria45

de la fuerza política nacida 30 años antes como una coalición, habíaalcanzado un estadio superior. Hasta entonces se sostenía que loideológico era propio de los sectores que lo componían; la identidadfrenteamplista descansaba en el acuerdo programático. Ahora seproclamaba la existencia de una “identidad ideológica” frenteamplista.

Aún así, la identificación con las grandes corrientes ideológicasdel pensamiento de izquierda (marxismo, social-democracia, social-cristianismo, etc.), siguió siendo privativa de las fracciones; el FAcomo tal no adhiere ni se identifica con ninguna de ellas. Actualmentepredomina en el conjunto una definición socialista abierta, muyvinculada a la crítica de la globalización y del neoliberalismo, comoexpresión contemporánea de la crítica al capitalismo realmente

45 En el Capítulo 5 se analizan las diversas dimensiones y momentos de dichoproceso de institucionalización del FA como partido.

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existente. La concepción socialista reconocible en las principalesfracciones del FA está bastante cerca del paradigma socialdemócrata,aunque en una versión más a la izquierda que la que defienden lospartidos europeos que se inscriben dentro de esa tradición política.En una nueva edición de la concepción de la revolución por etapas,el FA se propone desarrollar “un capitalismo en serio”, mientras unaparte de sus fracciones relevantes mantiene un horizonte utópico detipo socialista.

En consonancia con esa matriz socialdemócrata, es notorio quela izquierda ha sustituido el ideal revolucionario por una concepciónreformista y gradualista del cambio social y político. En todo caso, larevolución es entendida ya no como la modalidad de lastransformaciones que se propone realizar, sino como el resultado finalde un proceso continuo de reformas graduales. Decía Tabaré Vázquezen noviembre de 1997 en el documento en que lanzaba su iniciativapara la “actualización”: “El próximo gobierno progresista tiene queapreciarse como una etapa dentro de un proyecto de cambio por lo tantodeberá evaluarse en una perspectiva histórica. Es necesario tenerabsolutamente claro que no se trata de limar las aristas más negativas delmodelo liberal y concentrador vigente, como tampoco que aspiramos aponer en marcha un programa de revolución social. Se trata de avanzaren la dirección de un modelo de desarrollo que permita ircompatibilizando sus componentes fundamentales, es decir: crecimiento,distribución de la riqueza con justicia social, soberanía nacional y regional,realización integral de mujeres y hombres, libertad y la más ampliaparticipación política”.46

La revalorización de la democracia, incorporada tras laexperiencia autoritaria, se confirmó plenamente en estos últimos años.Si bien no existen cuestionamientos a la democracia “formal” per se,tampoco se verifica una visión complaciente de su estado actual. Eneste sentido, la crítica a los déficit de la democracia, sin poner encuestión la adhesión a la misma como sistema, ha sido una de lasseñas de identidad de la izquierda en el sistema político uruguayo

46 Tabaré Vázquez: “Frente Amplio Encuentro Progresista. Algunas ideas parasu actualización”, noviembre de 1997, pág. 2.

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contemporáneo. En el ya mencionado documento titulado “Nuestrasseñas de identidad” (setiembre de 2001), se reclamaba “una democraciaplena y plural” y se señalaban “las limitaciones sustantivas de la situaciónactual”.

El señalamiento de la pobreza y, en general, de la desigualdadsocio-económica, como un déficit democrático, evidencia lacontinuidad del privilegio que la igualdad sigue ostentando en laescala de preferencias valorativas de la izquierda. A diferencia de loque a menudo se reconoce en la concepción predominante durantela etapa frentista, la persistencia de esa preferencia no se contradicecon la valoración de la libertad: “la libertad, la igualdad y la justiciasocial son las grandes metas del Frente Amplio (...) reivindicamos lalibertad y la igualdad, la solidaridad y la justicia como nuestros principalesvalores”.47

La izquierda sigue asignando una relevancia central al estado,pero se ha incorporado al mismo tiempo una visión más optimistadel rol del mercado. La posición actual se puede calificar como unestatismo moderado, que asigna funciones específicas a las relacionesde mercado, reconoce las ineficiencias del propio estado, y la necesidadde una rearticulación eficiente entre ambas esferas: “Vivimos en unasociedad donde el mercado juega un papel importante. Propugnamos unmejor estado y un mejor funcionamiento de los mercados (...). Impulsamosun proceso de reforma reguladora del mercado que evite sus frecuentesdescompensaciones y efectos desigualitarios”. 48

De igual forma, se confirma la resignificación del rol de lasociedad civil y sus organizaciones, de su articulación con el estadoen la elaboración e implementación de las políticas públicas, enparticular las políticas sociales: “se ha desarrollado una nueva área detrabajo a nivel de la sociedad que no pertenece a la órbita estatal ni a lade la empresa capitalista, sino a la del conjunto de instituciones yemprendimientos sociales con fines públicos o privados y sin fines de lucro...

47 “Nuestras señas de identidad”, IV Congreso Ordinario del FA, págs. 20-30.

48 “Pautas para el desarrollo ideológico y la elaboración programática”, IVCongreso Ordinario del FA, pág. 8.

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el relacionamiento del Estado con esta área debe ser asumido concreatividad desde una lógica progresista y transformadora”.49

La orientación hacia el conflicto social y la lucha de clases como“motor de la historia”, aunque subsista como interpretación del desarrollohistórico social, dio paso a la promoción del “acuerdo social por elcrecimiento económico y el desarrollo humano” a partir del supuesto de que“la lucha por los cambios necesita que se procese una política de acuerdos detodos los sectores sociales afectados por la política económica y social impulsadapor el bloque en el poder para enfrentarla con la mayor fuerza posible desdeel momento actual”50. De una alta preferencia por el conflicto se hatransitado a la proclamación de la necesidad de la concertación e inclusoa promover la idea, antes rechazada, del “pacto social”.

El antiimperialismo propio del frentismo, se ha atemperadonotoriamente, tendiendo a la búsqueda de una relación menosconflictiva con EUA y los organismos financieros internacionales. Elrevival antiimperialista y antinorteamericano que sacude a la izquierdadesde que se produjo el giro agresivo e intervencionista de laadministración Bush, atempera pero no revierte este otro proceso demás largo aliento. Este se ve además facilitado por la mayor flexibilidadque los organismos financieros comenzaron a exhibir tras el fracasode sus recomendaciones e imposiciones de los años noventa. En esemarco, la integración regional en el Mercosur y en Sudamérica, espromovida como plataforma para negociar en mejores condicionescon el gobierno estadounidense que promueve, entre otras iniciativas,la constitución del ALCA.

3.3.3. La trayectoria programática del progresismo

Entre 1984 y 1994, el FA había ido modificando oabandonando algunas de las ideas más importantes de su programafundacional, como la reforma agraria y la nacionalización del comercioexterior. Sin embargo, en el congreso de 1994, fracasó el intento delos sectores renovadores para cambiar las propuestas en materia de

49 “Pautas para el desarrollo ideológico y la elaboración programática”, IVCongreso Ordinario del FA, pág. 10.

50 Ídem.

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sistema financiero y de deuda externa. Estos objetivos fueron logradosentre los congresos de 1996 y 1998. Además de esos cambios,plenamente consistentes con la estrategia de avanzar hacia un “gobiernode mayorías nacionales” que se había impuesto a partir del congreso de1991, el programa del FA, durante la fase progresista, fue incorporandootras novedades.

Aunque fracasó el intento de moderar el programa en el congresode 1994, el FA se presentó a las elecciones de ese año con un programamucho más escueto y moderado: los “lineamientos programáticos” delrecién creado Encuentro Progresista. Ese programa se definía como“radicalmente opuesto [a las] políticas neoliberales, socialmente ciegas, quenos han gobernado en las últimas décadas”. Los lineamientos de ungobierno progresista eran definidos en los siguientes términos: “Eldespliegue de una estrategia para la resolución inmediata de los más gravesproblemas del pueblo uruguayo. La construcción de una sociedaddemocrática, progresista y solidaria, que impulse un desarrollo socialmentejusto y económicamente autosostenido, en el marco del sistema democráticoy representativo y con amplia participación de la ciudadanía. La generaciónde una dinámica económica capaz de transformar la estructura productivay potenciar al máximo los recursos propios preservando el medio ambientey elevando la calidad de vida. La promoción de un desarrollo socialapuntalado en las políticas públicas como en una dinámica articuladorade la sociedad y la economía”.51 Por cierto, la vaguedad y la brevedad detal programa eran infrecuentes para la larga acumulación de la izquierdaen la materia.

Dos años más tarde, el tercer congreso ordinario del FA (diciembrede 1996) aportó dos novedades . En primer lugar, el “modelo alternativo”que se postulaba se estructuró en torno a tres ejes que se conservaríancomo vertebradotes de los siguientes programas: país productivo,políticas sociales, democratización de la sociedad y del estado. Ensegundo lugar, en esta instancia desapareció la “nacionalización de labanca”, la última de las tres medidas fuertes del programa económicofundacional que aún se mantenía.

51 “Lineamientos programáticos”, EP, 8 de agosto de 1994.

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En el tercer congreso extraordinario del FA (noviembre de 1998)se produjo un cambio de gran significación con respecto a la deudaexterna: “el gobierno progresista, sin rehuir las obligaciones contraídaspor el estado, buscará aliviar la carga externa, sin aceptar imposicionesde los organismos internacionales de crédito, renegociando plazos yreformulando el perfil de la misma”.52 Desaparecieron desde entonceslas referencias al carácter ilegítimo de la deuda, así como a laeventualidad del no pago de los intereses o a la moratoria de suamortización.

Este congreso se pronunció en contra de las dos reformas depolíticas sociales más polémicas de la época: la de la seguridad social,y la educativa. En el primer caso, se aprobaron las bases de un nuevosistema apoyado en la eliminación de las administradoras privadas defondos provisionales y la reversión de éstos al instituto oficial de laseguridad social, el Banco de la Previsión Social. En cuanto a laEducación, se repudió la reforma impulsada por el gobierno coloradode la época y la actitud de aquellos docentes y técnicos vinculados alFA que colaboraban en su diseño e implementación.

Para la siguiente elección, el progresismo compareció exhibiendoun programa extenso y cuidadosamente elaborado. Era, en este sentido,bien distinto de los breves “lineamientos programáticos” presentadosen 1994. El “Otro programa” de 1999 seguía la estructura tripartita(democratización, país productivo, políticas sociales) del documentoaprobado por el congreso de 1996. Aunque se mantuvo el rechazo ala reforma de la seguridad social impulsada por el gobierno colorado,se manifestó la intención de modificar gradualmente el sistemaprevisional vigente, “no admitiendo, consecuentemente, políticas deshock”.53

En setiembre de 2001, dos años después de la derrota ante elcandidato común de blancos y colorados, el cuarto congreso ordinariodel FA aprobó varios documentos, cuyos contenidos ideológicos yafueron analizados. Desde el punto de vista programático este congreso

52 “Grandes líneas programáticas”, III Congreso Extraordinario del FrenteAmplio, noviembre de 1998, pág. 10.

53 “Otro programa”, EP-FA, octubre de 2004, pág. 36.

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no incorporó novedades significativas respecto al del EP-FA de 1999.En cambio, el siguiente congreso, el cuarto extraordinario reunidoen diciembre de 2003, aprobó una reformulación del programa,elevando a una nueva jerarquía dos temas hasta entonces presentespero no jerarquizados de la misma manera: la inserción comercial delpaís; la necesidad de una política de ciencia y tecnología. Por eso, eldocumento final se estructura en cinco ejes, en lugar de los tres quese venían repitiendo desde 1996: Uruguay social, Uruguay productivo,Uruguay inteligente, Uruguay democrático, y Uruguay integrado.

La importancia de este congreso estriba, además, en que noprosperaron algunas iniciativas dirigidas a radicalizar ciertas propuestasprogramáticas. Fue rechazada la propuesta de promover la derogaciónde la Ley de Caducidad de 1986, aunque se decidió, en cambio,persistir en la búsqueda de la “Verdad y la Justicia” en relación a lasviolaciones a los DDHH cometidas durante la dictadura, en particularen cuanto a la dilucidación de la situación de los Detenidos-Desaparecidos. También quedó en minoría la propuesta de declararque se excluiría de la dirección de la enseñanza pública del eventualgobierno de izquierda a todos aquellos docentes y técnicos quehubieran ocupado cargos de responsabilidad en la reforma educativaimplementada durante el segundo gobierno colorado, aunque semantuvo, tal como se había resuelto en el congreso de 1998, el rechazoa la reforma y el “repudio” a los frenteamplistas que hubierenparticipado de ella. De igual forma fue desestimada una moción queplanteaba el rechazo “total” al ALCA y otra que promovía la suspensióndel pago de la deuda externa.

Para las elecciones de 2004, culminó el vasto trabajo deelaboración programática que se venía realizando durante los últimosaños en el seno de la Comisión Integrada de Programa del FA y el EP,presidida por el demócrata-cristiano Héctor Lescano. De hecho, eldocumento que el congreso del FA había aprobado a fines del añoanterior, recogió buena parte de ese trabajo.

Entre julio y octubre de 2004, en lo que fue un elemento centralde la campaña electoral desplegada por el EP –que lo mantuvo casipermanentemente con el control de la iniciativa durante la misma–,Tabaré Vázquez, mientras recorría el país, realizó en Montevideo un

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ciclo de encuentros con auditorios especialmente convocados(empresarios, sindicalistas, científicos, cuerpo diplomático,educadores, etc.) con el auspicio de la fundación socialdemócrataalemana FESUR, denominado sugestivamente “La transiciónresponsable”. A lo largo de seis conferencias de este tipo –en undespliegue que logró transmitir e instalar la certeza del triunfo electoralde la izquierda y mostrar la pose anticipada de Tabaré Vázquez,acompañado siempre por la plana mayor del FA-EP-NM, comopresidente– presentó los lineamientos principales de su programa degobierno. Estas presentaciones fueron luego recogidas en unapublicación denominada “El gobierno del cambio. La transiciónresponsable” (FESUR, octubre 2004). Básicamente, el documentotiene el mismo formato y contenidos que el programa aprobado porel IV Congreso Extraordinario del FA (diciembre de 2003). Siguiendoel orden de las presentaciones realizadas por Vázquez desde el mes dejulio, incluye seis capítulos: Uruguay productivo, social, innovador,democrático, integrado y cultural. Los aspectos destacados comopreocupaciones prioritarias son el crecimiento, el empleo y la atencióna la “emergencia social”.

El documento mantiene, como señas de identidad y líneas decontinuidad con el frentismo: la estrecha vinculación entrecrecimiento económico y equidad social, la asignación al estado deun rol protagónico en relación al desarrollo económico y social, y lapromoción de una concepción democrática que jerarquiza laparticipación y el control ciudadano. En ese marco, la integraciónregional, la reforma y democratización del estado, el desarrollocientífico y tecnológico, la educación y la cultura, son parte de losfrentes planteados como prioritarios para el logro de los objetivoseconómicos y sociales. Entre ellos, cabe destacar el énfasis en elcombate a la pobreza como problema de “emergencia”, y a la vezcomo política “estructural” del estado, que a través de un fuerteimpulso de las políticas sociales, debe orientar la canalización de loslogros económicos hacia el incremento de la equidad y el bienestarsocial. La prioridad asignada a la innovación científica y tecnológicaconsolidó la novedad que ya hemos anotado en el documentoaprobado en diciembre de 2003. De igual forma, el apoyo a la

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profundización del proceso de integración regional en el marco delMercosur, sin rechazar al mismo tiempo la posibilidad de negociar elALCA con EUA pero renunciando a la vía del acuerdo unilateral,evidencia, en un contexto regional sumamente transformado, lasuperación de las reticencias iniciales que el FA presentó frente alacuerdo concretado en 1991.

En la materia económica es donde el proceso de moderaciónprogramática resulta más evidente. También es donde mejor se verificasu alcance, ya que este capítulo fue, desde las Bases Programáticas dela Unidad de febrero de 1971, el corazón del programa de la izquierda,aquel que alojaba las grandes “transformaciones estructurales” que seproponía llevar adelante desde el gobierno. El documento de octubrede 2004 postula la prioridad asignada a la promoción de la producciónnacional sobre la base de la creación de “un ambiente propicio para laactividad empresarial”, logrando “estándares de competitividad sobrebase de estabilidad macroeconómica y mejoras permanentes en laproductividad”54. No se proponen grandes cambios, más bien unmanejo prudente, previsible y confiable de los instrumentosmonetarios, cambiarios y fiscales y el anuncio de la intención demodificar, gradualmente, el sistema impositivo.

Alcanzaría con detenerse en el nuevo vocabulario incorporadopor la izquierda en la etapa progresista para aquilatar la dimensión yprofundidad del cambio que se había producido respecto delfrentismo: ambiente propicio, actividad empresarial, competitividad,estabilidad macroeconómica, productividad, consistencia, prudencia,gradualidad, confiabilidad, responsabilidad. Estos términosingresaron, al tiempo que desaparecieron los utilizados hasta nomuchos años antes: reforma agraria, eliminación del latifundio,reforma radical del sistema tributario, nacionalización del comercioexterior, estatización de la banca, rechazo a la ingerencia de losorganismos internacionales... Sólo con esto, no deberían quedar dudasde que efectivamente, como hemos mostrado recorriendo todos losdocumentos programáticos del FA, el frente antioligárquico y

54 “El gobierno del cambio. La transición responsable”, EP-FA-NM, FESUR,pág. 9.

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antiimperialista de 1971 ha dado paso a un partido, o encuentro,progresista. De esta forma, una de las tres piezas principales de laestrategia óptima para la izquierda que señalamos en el Capítulo 2,se había concretado exitosamente.

3.4. Sumario del capítuloA lo largo de este capítulo hemos buscado evidenciar y

demostrar, mediante un sistemático cotejo de los hechos y losdocumentos, que la ideología y el programa de la izquierda hancambiado profundamente en el período posautoritario, y en particulardurante los últimos diez años. La comparación de punta a punta,entre las Bases Programáticas de la Unidad de febrero de 1971 y “Latransición responsable” de octubre de 2004 no habilita argumentarque la izquierda permanezca incambiada. Por el contrario, hacambiado mucho, y ese cambio no debe interpretarse como una meraoperación de maquillaje electoral, o un giro oportunista de últimomomento, pues ha sido el resultado de un largo y complejo procesode renovación ideológica y programática.

Esa renovación ha sido un componente principal del procesode adaptación partidaria del FA frente a los cambios en el entornonacional e internacional. En el Capítulo 2, al analizar las profundastransformaciones en la situación externa y en el contexto económicoy social doméstico, se señaló que, frente a ellos, la izquierda tenía doscaminos extremos: persistir en el programa frentista fundacional,pensado como respuesta y solución para una realidad cuyos datosbásicos habían cambiado; o adaptar sus ideas y sus propuestasprogramáticas, para incorporar la nueva situación y postular lassoluciones (objetivos e instrumentos) adecuadas. Pues bien, el cambioideológico y programático que hemos registrado en este capítulo,confirma que el FA transitó, no sin dificultades pero finalmente conéxito, el segundo camino, concretando en esas dimensiones suadaptación frente a los cambios contextuales.

En el plano ideológico, el progresismo ya no habla de revolución,ni de socialismo, sino de reformas graduales y de un capitalismo enserio. Para la mayoría de los sectores de la izquierda, el socialismopasó a ser un lejano horizonte, una referencia ética, casi una utopía,

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en ningún caso una etapa más o menos inmediata del desarrollohistórico. La izquierda progresista es más cabalmente democráticaque la de 1971. El valor de las formas democráticas fue amarga yfrancamente asumido como propio. La añorada “toma del poder”dio paso al triunfo electoral, y la lucha de clases al acuerdo social.

En el plano programático, la izquierda pasó del programafrentista de inspiración dependentista, antiimperialista yantioligárquico –cuyos componentes centrales eran la reforma agraria,la nacionalización (o estatización) de la banca, la nacionalización delcomercio exterior, el rechazo de los organismos financierosinternacionales y de la deuda externa contraída en forma “ilegítima”–al programa progresista, del que fueron desapareciendo casi todasesas propuestas. Por otra parte, la izquierda mantiene algunas de susseñas de identidad: la preferencia por los valores de igualdad, justiciay solidaridad social; la concepción participativa de la democracia y laciudadanía; la defensa del estado y su protagonismo en la conduccióndel proceso económico y social.

Esto tuvo, a su vez, implicancias desde el punto de vista de lacompetencia política. He sostenido en el Capítulo 2 que lamoderación era uno de los tres componentes de una estrategia óptimapara la izquierda. Las posibilidades para que el FA aprovechase laventana de oportunidad que se fue configurando a lo largo de losaños noventa, dependían no sólo de que llevase adelante con éxito laadaptación partidaria, sino además de que formulara e implementarauna estrategia política adecuada. Dados los desafíos y oportunidadesque el contexto económico y social y la configuración de lacompetencia política presentaban, esa estrategia debía conciliar tresobjetivos mediante la movilización de tres instrumentos.

Los objetivos intermedios desde el punto de vista del logro delobjetivo principal (conquistar la presidencia) eran: adaptar suprograma a las nuevas coordenadas de la situación nacional einternacional; captar el creciente descontento con los gobiernos delos partidos tradicionales empeñados en el impulso a las reformasliberales; conquistar una parte suficientemente significativa delelectorado de centro. Los instrumentos para alcanzar estos objetivoseran los tres atributos que la estrategia debía integrar: ejercer la

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oposición a las reformas y sus promotores; emprender la moderaciónideológica y programática; desarrollar una política de alianzas queampliara el espectro ideológico y el alcance electoral de la izquierda.La concreción del segundo de estos atributos de una estrategia óptimapara la maximización electoral de la izquierda es el que nos ha ocupadoen este capítulo: su ideología y su programa cambiaron, y la orientaciónde ese cambio fue la moderación.

La moderación fue un proceso, en el que la dialéctica entre loscambios en el entorno y la dinámica interna de la izquierda fuemoldeando las alternativas de la renovación. Se inició a la salida de ladictadura. Tuvo un fuerte impulso, con pocos resultados, tras laescisión del MGP y el PDC y tras la crisis del socialismo real, ambossucesos ocurridos en 1989. Pero se concretó fundamentalmente enlos diez años posteriores a la creación del EP. La política de alianzas,que era un componente de la estrategia óptima, fue a su vez el caminoque permitió la moderación. Cuando en el congreso de julio de 1994,el FA decidió integrarse al EP, con sus entonces vagos y moderadoslineamientos programáticos, concretó, bajo el ya claro liderazgo deTabaré Vázquez el paso decisivo en este proceso. La razón de estademora fue que, durante el período comprendido entre 1989 y 1994los impulsores de la nueva estrategia encontraron una fuerte resistenciainterna, que logró frenar las iniciativas renovadoras orientadas a lamoderación. En el siguiente capítulo estudiamos en qué medida eltipo de organización partidaria del FA fue un factor que dificultó ofacilitó ese proceso de renovación.

CAPÍTULO 4

INSTITUCIONALIZACIÓN PARTIDARIA:RUTINIZACIÓN Y TRADICIONALIZACIÓN

4.1. IntroducciónEn los dos capítulos anteriores se analizó cómo en el Uruguay

posdictadura se configuró una oportunidad para la izquierda y quérequisitos debía satisfacer una estrategia óptima desde el punto de vistade la maximización electoral (Capítulo 2). También señalamos quejunto a esa oportunidad, se le plantearon a la izquierda una serie dedesafíos, que demandaban una adaptación partidaria que diera cuentade la nueva situación del país, la región y el mundo. Concluimos que elproceso de adaptación y, en particular, la formulación estratégica debíanintegrar tres componentes: la moderación ideológica y programática;la oposición a los gobiernos de los partidos tradicionales y a las reformasliberales que impulsaron; y la ampliación de las alianzas. Luegoanalizamos específicamente cómo, desde mediados de los noventa, elFA fue concretando el primero de esos requisitos, ajustando sus ideas ysu programa (Capítulo 3).

Argumentamos que la moderación era un componente claveya que permitía alcanzar varios objetivos al mismo tiempo, vinculadostanto con el proceso de adaptación partidaria como con la estrategiaque identificamos como óptima. En primer lugar, era necesaria paraajustar las ideas y el programa a la nueva realidad que se terminó deconfigurar en los años noventa. En segundo lugar, lo era para aumentarla capacidad de captación del FA entre el electorado de centro, dondese concentraba aproximadamente un tercio del total, de acuerdo a la

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distribución ideológica de los ciudadanos. Por último, la moderaciónera un requisito para concretar el tercero de los componentes de laestrategia óptima, la ampliación de las alianzas, puesto que los socioseventuales se ubicaban más hacia el centro, o sea a la derecha del FA,no a su izquierda.

En el capítulo anterior, al analizar y describir el itinerarioideológico y programático de la moderación del FA, señalamos quelos primeros impulsos en esa dirección, durante la segunda mitad delos ochenta y la primera de los noventa, o fracasaron o avanzaronmuy poco. Recién a partir de la creación del EP en 1994, se concretóa lo largo de los diez años siguientes, dicha moderación. La preguntaque intentaremos responder a partir de este capítulo es: ¿cuáles fueronlos factores que condicionaron dicho proceso, cuáles lo frenaron hasta1994 y cuáles lo facilitaron luego? En definitiva, para ponerlo en lostérminos utilizados en la literatura especializada sobre estos asuntos:¿cuáles son las variables que influyen y determinan la capacidad deadaptación partidaria?

Según los parámetros del marco teórico establecido en elCapítulo 1, cuanto mayor es el grado de institucionalización de unpartido político, menor es su capacidad de adaptación. Dado que lainstitucionalización partidaria supone un avance en la rutinizaciónde los procedimientos internos y, por tanto, en la rigidización delfuncionamiento cotidiano del partido, los miembros ven ampliadassus posibilidades de participación en las decisiones; los líderes venrecortados sus márgenes de acción con respecto a la estructurapartidaria; esta pérdida de autonomía reduce a su vez la flexibilidadcon que pueden manejarse. De allí que, de acuerdo a las prediccionesde esta teoría, los partidos más institucionalizados tienen menorcapacidad de adaptación y menor flexibilidad estratégica, y ambosfactores son nocivos para la maximización electoral.

Sin embargo, la rutinización sólo es una de las dos dimensionesde la institucionalización de un partido político. Se trata de ladimensión estructural. Pero existe también una dimensión actitudinalde la institucionalización: a medida que un partido se institucionalizasus miembros y sus adherentes (también sus electores duros) generanun vínculo de índole afectivo con la organización; el partido al que

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pertenecen o apoyan pasa a tener un valor específico, importa por símismo, con relativa independencia de las transformaciones queexperimente a lo largo del tiempo. Esto es lo que los especialistasdenominan “infusión de valor”, un fenómeno por el cual se le infundevalor al partido como institución que adquiere y genera identidad.Los miembros y adherentes se sienten parte de una comunidad y unatradición política que es el partido mismo, su estructura, su trayectoria,sus símbolos. La infusión de valor es un proceso de fortalecimientoidentitario del partido.

El avance de este tipo de adhesión es también un indicador deinstitucionalización partidaria, sólo que lo es en el plano de lasactitudes, no en el de los procedimientos. Desde el punto de vista dela capacidad de adaptación y reformulación estratégica, esta dimensiónde la institucionalización tiene efectos contrarios a la anterior. En lamedida en que la adhesión de los miembros y seguidores se basa enun vínculo de índole afectiva, en el que el partido vale por sí mismomás allá de sus cambios y reformulaciones, la lealtad se ve menosafectada por los cambios ideológicos, programáticos y estratégicos.Entonces, la infusión de valor, el fortalecimiento identitario, es factorfacilitante de la adaptación partidaria.

¿Cuál es el resultado final de los efectos contradictorios de ambasdimensiones de la institucionalización sobre la capacidad deadaptación y la flexibilidad estratégica? Evidentemente ello dependede la combinación específica de ambas en cada caso. Hasta aquí llegala teoría. En este capítulo se estudia cómo han condicionado ambosfenómenos al proceso de moderación analizado en el Capítulo 3.Más en general, lo que interesa es saber cómo la institucionalizaciónpartidaria ha influido sobre la capacidad del FA para adaptarse a loscambios y desafíos del entorno y formular una estrategia maximizadoradesde el punto de vista electoral. Para ello, en un primer apartado seestudia la dimensión estructural y en el siguiente la actitudinal.

4.2. Institucionalización estructural: la rutinización del FA.Por institucionalización partidaria del FA entiendo el proceso

por el cual éste dejó de ser una coalición político-electoral o un frentede partidos, para convertirse en un partido político propiamente

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dicho, en cuyo seno las estructuras y las identidades de suscomponentes continúan siendo significativas, pero lo son en tantofracciones del nuevo partido frenteamplista. En este apartado se analizala dimensión estructural de esa institucionalización: el proceso por elcual el FA fue construyendo una estructura organizativa densa, conprocedimientos de funcionamiento y decisión rutinizados,sancionados formalmente en el estatuto partidario y confirmados enla práctica por el funcionamiento de la organización. Se considerarátambién si el tipo de liderazgo que ejercieron los principalesconductores del FA consolidó o amortiguó los efectos rigidizantes dela institucionalización estructural.

4.2.1. Coalición, movimiento, partido

Fundado en febrero de 1971 como una coalición deorganizaciones de izquierda (social-cristianos, comunistas, socialistas,entre otros) y grupos escindidos de los partidos tradicionales, el FAse configuró, mediante el uso del DVS55, como una alianza electoralasentada en un “compromiso político” y en un “acuerdoprogramático”. Al mismo tiempo, la coalición de partidos y gruposfundadores convocó a la formación de un movimiento políticopropiamente frenteamplista que superara los límites de la merasumatoria de las partes convocantes. Ante la afluencia que dichaconvocatoria generó, se creó un marco orgánico para dar estructurapropia al naciente movimiento (comités de base, coordinadoras, etc.).Por ello, desde la etapa fundacional, el FA fue una coalición de partidosy al mismo tiempo un movimiento político unificado, lo que quedóformalizado en su primer estatuto, el Reglamento de Organizaciónaprobado en el año 1972.

La coalición se mantuvo bastante estable, aunque supo dedesgajamientos (la escisión del PDC y el MGP), de incorporaciones(entre otras la del MLN) y de germinaciones desde adentro del propio

55 El FA utilizó este dispositivo electoral para las elecciones de cargos legislativos,no así para las presidenciales. De esta forma pudo reunir los votos de lossectores que le dieron origen tras un único candidato presidencial, y, al mismotiempo, permitir que cada uno de ellos recibiese sus propios votos para laelección de parlamentarios.

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FA, por efecto de escisiones o alianzas entre fracciones preexistentes(VA y MPP) o como resultado del surgimiento de liderazgos que noencontraban plataformas satisfactorias en las fracciones preexistentes(AU)56. En este sentido, los “retornos” del PDC (vía EP) en 1994 yde una parte del MGP (el NE) en 2002 (vía NM), significaron lareunificación de la izquierda en torno al FA, ya que, si bienformalmente no reingresaron a éste, se asociaron a él en el marco dealianzas más amplias.

El movimiento tuvo gran desarrollo entre 1971 y 1973, perose vio cortado por el golpe de estado y la instauración de la dictaduraque le ilegalizó. Sin embargo, su mayor desarrollo se produjo desdeel final de la dictadura, a partir de 1984. Más allá de la dimensiónidentitaria que se estudia en el siguiente apartado de este capítulo, enla medida en que el “frenteamplismo” tuvo una expresión estructuralmuy importante –consagrada en los estatutos de 1986 y 1993– se fueconstituyendo en una entidad política consistente por sí misma,independientemente de la permanencia e importancia relativa de lospartidos y grupos que participaron en su génesis.

Ese proceso evidencia el tránsito desde la coalición y movimientooriginarios hacia la actual configuración del FA como partido político.Al mismo tiempo, se produjo la conversión de los partidos quefundaron la coalición y convocaron al movimiento o que se integraronluego, en fracciones del nuevo partido frenteamplista. Esto se sostienemás allá del hecho, irrelevante para el argumento en cuestión, de quealgunas de estas fracciones y subfracciones mantienen sus viejasdenominaciones como “partido”57. En todo caso, puede sostenerseque la coalición sobrevivió dentro del partido a través de las fracciones,puesto que estas tienen un alto grado de institucionalización e

56 Todas estas novedades que cambiaron la reconfiguración de la coalición seprodujeron en 1989, lo que confirma la importancia de ese momento quefue señalado en el Capítulo 3 como el inicio de una fase de transición dentrode la etapa frentista.

57 Tal es el caso de los siguientes partidos: socialista (PS), comunista (PCU),por la victoria del pueblo (PVP), obrero revolucionario (POR) y socialista delos trabajadores (PST), entre otros que siendo fracciones del FA mantinensus viejas denominaciones.

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identidad; también de poder, dado que, como veremos, los estatutosles reservan cuotas dentro de los organismos de dirección. De todasformas esa consistencia de las fracciones no es diferente de la queostentan en el PN y el PC.

La estructura organizativa del FA ha ido variando. El estudiode sus estatutos permite registrar cómo se fue modelando elorganigrama que da forma a esa estructura hasta configurar unapirámide organizativa densa y compleja y al mismo tiempo cómo sehan ido definiendo las diversas instancias que intervienen en el procesode toma y ejecución de decisiones y sus respectivas potestades. Latrayectoria de la organización partidaria, al tiempo que evidencia eltránsito de la coalición al partido –la estructura del FA fue absorbiendoa las de los partidos y grupos componentes–, muestra la improntamilitante del FA: hay una incidencia creciente de la estructura departicipación de los miembros en el nivel de dirección política.

El peso de esa concepción militante de la participación y laorganización ha sido una marca distintiva de la izquierda y juega nosólo como componente del modelo organizativo sino también comoparte de la identidad frenteamplista. Las siguientes afirmaciones deLíber Seregni, son ilustrativas del peso que desde el comienzo se asignóa la concepción militante en esa doble condición de improntaorganizativa y marca identitaria: “...el FA encarna una nueva concepciónde la vida política ...porque los militantes populares ...no participaban...de esa concepción que proclama la derecha, según la cual el único actopolítico del ciudadano deber ser el voto... ¡No! ...Cada militantefrenteamplista es un político y así debe ser ...Porque atribuimos alpueblo...el papel protagónico en el proceso histórico, es necesario consolidary extender la acción los Comités de Base... Una de las característicasfundamentales que diferencian al Frente de los viejos lemas tradicionales,es la movilización popular de que es capaz; hay en nuestro Frente unamenor diferencia entre su militancia y su electorado. En realidad, todos ocasi todos nuestros electores, son militantes de nuestro Frente...”. (Wettstein1984: 20-38)

Más allá de la exageración de la última frase, la cita de Seregnies muy demostrativa del fenómeno señalado: el compromiso y lamilitancia política fueron elementos centrales de la prédica y la

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identidad frenteamplista desde el período fundacional. La militanciaera presentada como parte esencial de una forma novedosa y distintivade hacer política y señalada como uno de los valores que distinguíanal FA respecto a los partidos tradicionales. Los Comités de Base,contrapuestos a los “clubes” de blancos y colorados, fueron el campode experimentación de esta concepción.

En los años noventa se completó el montaje de la densaestructura común, constituyéndose el partido frenteamplista comoestructura organizativa. En ese marco las bases, esto es los miembrosmilitantes, adquirieron mayor incidencia en el nivel de direcciónpolítica. Pero, mientras esto sucedía a nivel formal estatutario, laparticipación real de la militancia descendió notablemente provocandoun vaciamiento de las instancias previstas para canalizarla (comitésde base y coordinadoras zonales). La combinación de ambosfenómenos terminó generando efectos no buscados. El más evidentede ellos es el problema de la doble representación de las fracciones enla dirección del FA, a través de sus propios representantes por unlado y de los representantes de los órganos de base por otro. Estasituación se produjo debido a que la reducción de la participación delos miembros en las instancias de base del FA facilitó su control porparte de las fracciones con estructuras militantes más extensas yconsistentes.

En esos mismos años se produjo el inicio del gran crecimientoelectoral del FA. La coincidencia temporal de estos fenómenos arrojóun resultado hasta cierto punto contradictorio: mientras que el FA sefue transformando en un partido electoral, un partido de ciudadanos,consolidó la estructura de un partido burocrático, un partido demilitantes. Esto remite al problema central que hemos planteado: latensión entre las exigencias de la competencia electoral por un lado,y una estructura partidaria altamente institucionalizada por otro, eltema clásico de los estudios sobre partidos políticos.

Como señalamos en el Capítulo 1, Otto Kirchheimir (1966)estudió cómo los viejos partidos de masas europeos se transformaroncon el objetivo de ensanchar sus bases de apoyo electoral dando lugara un nuevo tipo de partido que llamó “agarratodo”. Entre las variascaracterísticas anotadas por Kirchheimer, hay tres que tienen que ver

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con cuestiones organizativas y de funcionamiento: la disminucióndel peso político de los afiliados, el descaecimiento del papel de lamilitancia, y el fortalecimiento del poder de los líderes.

En el caso del FA, que efectivamente ha visto aumentado sucaudal electoral en parte debido a una deliberada política “agarratodo”de amplia convocatoria, resulta bastante sencillo reconocer esascaracterísticas enunciadas por Kirchheimer. Sin embargo, el caso nose ajusta exactamente al modelo ya que, como acabamos de ver, desdeel punto de vista estatutario, es decir con un criterio formal, laspotestades de los afiliados y la importancia asignada a la participaciónmilitante se profundizaron. De todas formas, también vimos que almismo tiempo la electoralización de la acción política y la aguda crisisde militancia que se verificó después de 1989, relativizaron el efectode esas ampliadas potestades estatutarias.

El partido profesional electoral postulado años más tarde porPanebianco (1982) era una versión modificada del partido“agarratodo”: creciente peso de los profesionales con saberes específicosen desmedro de los burócratas de la estructura partidaria; carácterelectoralista de la adhesión al partido y debilidad de los lazosorganizativos verticales; preeminencia de los parlamentarios en laconducción y dirección, y carácter personificado de ésta. Estos rasgosse contraponían a los correspondientes al partido burocrático de masas:predominio de la burocracia partidaria en la dirección; afiliación comovía privilegiada de adhesión y fuertes lazos organizativos de tipovertical; preeminencia de la dirección del partido en la conducción ycarácter colegiado de la misma.

El FA no puede ser considerado como un caso puro de partidoprofesional electoral. Los burócratas (funcionarios rentados), nuncatuvieron significación en su estructura política, sólo en las tareasadministrativas. Es cierto que apeló crecientemente a la adhesiónexclusivamente electoral y que fue flexibilizando los lazos orgánicosde los miembros con la estructura. Es igualmente verificable que labancada parlamentaria ha tomado una mayor importancia en laconducción política y que ésta adquirió, en la figura de Vázquez, unalto grado de personalización. Sin embargo, también es cierto que lavinculación militante y la disciplina partidaria se mantuvieron como

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elementos fundamentales. La bancada parlamentaria no sustituyó alos ámbitos estatutarios de decisión política, a los cuales, además,aquella sometió su actuación legislativa cuando se presentaban asuntosde cierta relevancia. El carácter colegiado de los órganos de decisiónsuperior convivió con la emergencia de liderazgos fuertes. Endefinitiva, en su desarrollo como partido “agarratodo” el FA no seajusta a ninguno de los dos tipos puros de Panebianco y más bienpodría considerarse en algún punto intermedio que, manteniendocaracterísticas típicas del burocrático de masas, se acerca a rasgospropios del profesional electoral.

4.2.2. Densidad estructural

La integración y forma de elección de los organismos dedirección ha ido cambiando en las diversas formulaciones estatutariasy refleja muy bien la convivencia dentro del FA de los dos principiosde representación que dan cuenta de su origen y evolución: coalicionaly frentista propiamente dicho.

El órgano superior es el Congreso del FA que se reúneordinariamente cada cinco años, pero que además puede serconvocado extraordinariamente58. La dirección política permanentese configura a partir de dos órganos principales, uno deliberante (elPlenario Nacional) y otro ejecutivo (la Mesa Política). La Presidenciadel FA no tiene potestades específicas de dirección, sólo deadministración y representación.

El Plenario Nacional y la Mesa Política, en sus orígenes seintegraban básicamente con los representantes de las diversas fuerzaspolíticas que conformaban la coalición. La reforma estatutaria de 1986incluyó a representantes de las bases (a través de delegados de lasdiversas instancias de la estructura de participación), constituyendoéstos el 30% del total de integrantes de ambos órganos, mientras el

58 Desde 1987, el FA ha realizado un congreso ordinario cada cinco años, enmedio de los períodos de gobierno nacionales (1987, 1991, 1996, 2001),con el objeto de discutir y decidir sobre cuestiones estratégicas y organizativas;y un congreso extraordinario, también cada cinco años, en los meses anterioresa las elecciones nacionales (1989, 1994, 1998, 2003), con el fin de aprobarla plataforma electoral y la fórmula presidencial.

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70% restante continuaba siendo ocupado por representantes de lospartidos y grupos coaligados. Una segunda reforma estatutaria (1993)amplió al 50% la representación de las bases en el Plenario Nacional,reduciendo así a un 50% la participación directa de los partidos. Elnuevo estatuto estableció además que, tanto los representantes de lasbases como los de las fracciones en los órganos de dirección debíanser elegidos en elecciones internas limitadas a los miembros del FA(con posibilidad de afiliación automática en el momento de votar) yseparadas en el tiempo de las elecciones nacionales (tanto de lasprimarias como de las legislativas y presidenciales).59

Estas elecciones internas abiertas se han realizado cada cincoaños, dos años antes de las nacionales (las primeras se realizaron ensetiembre de 1997 y luego en mayo de 2002, las próximas deberánser realizadas en el correr del año 2006). En ellas los afiliados eligen alos miembros del Plenario Nacional y de la Mesa Política. El 50% delos cargos elegibles corresponden a representantes de las fracciones(72 en 144 y 15 en 27 respectivamente) y los restantes (72 y 12cargos respectivamente) a los representantes de las “bases” (las 18Coordinadoras Zonales de Montevideo y los 18 PlenariosDepartamentales del resto del país).

Los cargos que corresponden a las fracciones se repartenproporcionalmente entre estas de acuerdo a los votos que sus listasobtengan en la elección interna. La distribución de cargos entre losorganismos representativos de las bases están predefinidos y sonasignados de acuerdo a las preferencias indicadas por los votantes enlistas abiertas que estos organismos presentan (voto personalizado). Detal forma que las fracciones compiten en las internas por la mitad delos cargos. Luego, la otra mitad está preasignada entre las organizaciones

59 Más allá de los estatutos partidarios, la reforma constitucional de 1996 introdujoalgunas novedades que están produciendo cambios en las modalidades defuncionamiento y las lógicas de competencia intra-partidaria. En este sentido,los elementos más importantes estipulados en la reforma son: la realización deelecciones primarias obligatorias y simultáneas en todos los partidos, la elección(en la instancia antedicha) e instalación de las convenciones partidariasnacionales y departamentales, la imposición de la candidatura única presidencialpor partido (electa también en la instancia antes mencionada) y la nosimultaneidad de las elecciones municipales respecto a las nacionales.

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de base; los votantes sólo eligen a las personas que ejercerán talrepresentación en carácter de delegados. Sin embargo, ya lo hemos dicho,en los hechos las fracciones también compiten por estos cargos, ya queapuestan a que los representantes de las bases sean personaspertenecientes a, o al menos simpatizantes de su fracción.

Esto provoca dos problemas. Por un lado, como se observaclaramente en el Cuadro 4.1, en la medida en que el electorado queparticipa en las internas (afiliados) es siempre menor que el queparticipa en elecciones primarias y mucho menor que el que participaen las nacionales60, se produce un desfasaje en el peso relativo que lasdistintas fracciones tienen en el electorado frenteamplista (eleccionesprimarias y, sobre todo, nacionales) respecto al que logran entre losadherentes (elecciones internas).

CUADRO 4.1Distribución de los votantes frenteamplistas

por fracciones según tipo de elección (%)

Fuente: BDPRI-FCS

60 En las internas de setiembre de 1997 participaron 136.000 frenteamplistas,lo que representaba el 22% de los 621.226 votos que recibió el EP-FA ennoviembre de 1994. En las internas de mayo de 2002 se registraron 196.000votantes lo que representó el 23% del electorado del EP-FA en octubre de1999 (857.464). De tal forma que: el electorado del FA crece pero se mantieneestable el porcentaje de quienes participan de las elecciones internas; éstas, y

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Por otro lado, los militantes, constituyen un círculo máspequeño que el de los adherentes que participan de las internas61. Entanto hay fracciones que tienen más desarrollado su aparatoorganizativo, logran una mayor presencia de sus afiliados entre losrepresentantes de base. Esto termina desvirtuando la idea con que secreó el sistema mixto de integración de la dirección nacional y generauna doble representación de las fracciones más militantes, puestoque eligen representantes por su propia fracción y también por las“bases”. En todo caso, la situación plantea problemas de legitimidaden tanto no se corresponden el peso electoral de las fracciones con suparticipación en la dirección partidaria. Ello se vincula a su vez con ladistribución de legitimidad y de autoridad entre la dirección partidaria,que se integra de la forma antes descrita, y la bancada parlamentaria,que es un reflejo mucho más cercano de la distribución interna delelectorado frenteamplista. En uno u otro ámbito los poderesfraccionales son diferentes.62

Para completar el panorama de la elevada densidad organizativadel FA que venimos describiendo, debe considerarse la creciente

por tanto su resultado, sólo representan a poco más que la quinta del electoradodel FA. En tanto es el núcleo más comprometido, sus preferenciasintrapartidarias tienden a ser diferentes que las del total del electoradopartidario que se manifiesta en las elecciones presidenciales y parlamentarias.

61 Las cifras oficiales de adherentes permanentes o adherentes-cotizantes, asícomo las de militantes o participantes activos de los comités de base u otrosorganismos partidarios del FA no son de conocimiento público. Sin embargo,informantes calificados las han estimado en un máximo en los picos demovilización y activismo (en general coincidentes con las campañaspreelectorales) que ronda entre los 40.000 y los 50.000 lo cual representaríaentre un 20 y un 25 % de los participantes en la elección interna de mayo de2002, o entre 3 y 4 % de los votantes del EP-FA-NM en octubre 2004.

62 El caso de la ley de ANCAP derogada en diciembre de 2003 es demostrativode este problema. El trámite de la participación de senadores del FA en lacomisión redactora de la ley se desarrolló, como es natural, en el ámbito de labancada, con el visto bueno de Tabaré Vázquez. Finalmente, la direcciónpartidaria (la Mesa Política del FA), rechazó el proyecto impulsado y suscritopor los senadores que participaron de su elaboración. Luego, cuando elproyecto finalmente fue sancionado por el Parlamento, el propio Vázquez sepuso a la cabeza de la oposición frontal a la ley.

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importancia que la dimensión departamental ha adquirido en laestructura y el funcionamiento partidario. Tras ser un partidobásicamente afincado en Montevideo, el crecimiento electoral delFA en otros departamentos fue aumentando el peso que los PlenariosDepartamentales tienen a la interna partidaria. Han emergidotensiones con la dirección nacional, inaugurándose así una fuente decontroversias y competencia casi desconocida hasta ahora, la cual vinoa superponerse con la dinámica de la competencia entre fracciones.63

El organigrama partidario del FA tiene una forma piramidal yse constituye como una red de base territorial (Figura 4.1). Desde losComités de Base hasta los órganos de dirección nacional (el CongresoNacional, el Plenario Nacional y la Mesa Política Nacional) se tejeun entramado organizacional que incluye a las Coordinadoras Zonales(18 en Montevideo), los Plenarios Departamentales y las MesasPolíticas Departamentales (19 de cada uno de estos dos órganos, arazón de uno por departamento), además de diversas comisionesencargadas de asuntos específicos (Programa, Organización, Finanzas,Prensa y Propaganda, Tribunal de Conducta Política).

Si bien esta es la estructura formal (la que se establece en losestatutos partidarios), han existido además otros organismos decarácter informal y de existencia más o menos efímera, especialmentea nivel de la dirección superior: desde los tiempos de Seregni, lapresidencia del FA (que es un órgano estatutario sometido al PlenarioNacional y a la Mesa Política) reclamó la creación de un órganoejecutivo de integración reducida. Ello ha sido el resultado de lasdificultades que generó la conducción política de un partido cadavez más involucrado en la acción política diaria sobre la base de órganosde integración muy amplia (150 miembros el Plenario Nacional y 30

63 En el año 2004, las diferencias públicas de opinión generadas entre dosplenarios departamentales (Maldonado y San José) y la presidencia del EP-FA en torno a la política -definida y ejecutada desde la dirección nacional- dealianzas e incorporaciones de dirigentes locales de los partidos tradicionalesconfiguraron una clara evidencia de la aparición de esta nueva dimensión deconflicto interno. Al mismo tiempo, ilustran acerca del problema de lainclusión y la ejecutividad como fuentes alternativas y contradictorias delegitimidad en la toma de decisiones.

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miembros la Mesa Política). De allí que se hayan creado pequeñosórganos delegados de la Mesa Política, integrados por un númeromenor a 10 miembros, en los que el Presidente del FA comparte laconducción ejecutiva cotidiana con los representantes de lasprincipales fracciones: el Órgano de Conducción Política, elSecretariado, la reunión del Presidente con los senadores “cabezas delista”. Todos ellos tuvieron existencia efímera o funcionamientoesporádico, pero revelan un problema que el FA ha arrastrado durantelargo tiempo: la necesidad de dotarse de un organismo de direcciónejecutiva que sea a la vez representativo y ágil.

FIGURA 4.1Estructura del Frente Amplio

Fuente: Estatutos del Frente Amplio (1993)

A esta complejidad propia del FA, derivada tanto de la estructuraformal como de los organismos informales recién mencionados, sesuma: hacia adentro, la que se reitera en una buena parte de susfracciones, con sus propias tradiciones y andamiajes organizacionalesde diversa complejidad; hacia fuera, la de las alianzas políticas que elFA ha construido (el EP en 1994 y la Nueva Mayoría en 2002).

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La supervivencia, dentro del FA, de varias estructurasfraccionales que son tan densas y complejas como las del propio partidoes una herencia del pasado coalicional y de la larga tradición de variosde los partidos que convergieron en él. También lo es de la forma enque sus fracciones se conciben a sí mismas: aunque se asuman comofracciones de partido, en cierta forma siguen actuando y organizándosecomo partidos en sí mismos, a partir de organigramas piramidales debase territorial; tienen agrupaciones, zonales, departamentales, comitéscentrales o juntas nacionales, comités o secretariados ejecutivos,congresos y conferencias. En algunos casos, tanto la tradición comola concepción organizativa pesan para que la fracción tenga unaestructura compleja, tal como si ella misma fuese un partido (el PS, elPCU). Otras fracciones más jóvenes (el MPP, la VA, y AU) no tienenacumulaciones históricas tan largas, pero igualmente prima en ellasuna concepción que asigna a lo organizativo una importancia crucial.Es en esa concepción que se fundamenta el montaje de estructuras ynormas de funcionamiento complejos, también dentro de lasfracciones del FA. El resultado termina impactando sobre elfuncionamiento del conjunto, puesto que estas fracciones tienen suspropios tiempos para tomar posición frente a los temas que se debatenen el FA. De esta forma, a la lentitud que ya le ocasiona su propiaestructura altamente rutinizada, se agrega la de los procesos decisoriosde sus fracciones, que además son numerosas.

A ello se superponen, finalmente, las alianzas del FA. En cuantoal EP, entre 1994 y 2004 estuvo integrado por el FA y cuatroorganizaciones (el PDC, la Corriente Progresista, el BatllismoProgresista y el Movimiento de los Claveles Rojos). Su estructura sereducía a una Dirección Nacional, la Bancada Parlamentaria, laAgrupación de Gobierno y las Direcciones Departamentales. Laprimera reunía a los representantes de los cinco grupos que lointegraban y una Presidencia que siempre fue ocupada por TabaréVázquez, que desde 1996 lo era a su vez del FA. Por su parte, laNueva Mayoría es un acuerdo entre el EP y el NE suscrito en año2002, que no tiene una estructura propia, sino que se reduce alencuentro de sus respectivos líderes, y a la participación de loslegisladores del NE en la bancada del EP, y de su líder en las reuniones

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a las que Tabaré Vázquez convoca a los senadores “cabezas de lista”.Estas alianzas agregaron nuevas instancias de decisión y, por tanto denegociación, pero al mismo tiempo permitieron a su líderautonomizarse relativamente de la estructura frentista, por momentostrabada o reticente a sus posicionamientos. El EP ofreció un ámbitode dirección más reducido y una estructura mucho más simple yflexible.

Sumando todos estos elementos (densidad organizativa, elevadonúmero de actores internos, alto grado de estructuración de lasfracciones, superposición de las estructuras de las alianzas) la altainstitucionalización estructural del FA se volvió inapropiada para unpartido orientado a la competencia electoral, que necesitaba aumentarsu capacidad de adaptación y su flexibilidad para formular la estrategiaque le permitiese crecer electoralmente y alcanzar la meta. Lacompetencia por el liderazgo y el tipo de liderazgo ejercido por Vázquezfue un factor clave para la superación exitosa de esta tensión entrerutinización y adaptación.

4.2.3. Liderazgos: sucesión y transformación.

En el contexto del sistema político uruguayo, la izquierda tuvo,durante la etapa frentista, una particularidad que la distinguía de lospartidos tradicionales. Mantuvo por largo tiempo un liderazgo únicoy consensual en torno a la figura de un frentemplista independiente64:Líber Seregni. Luego, en la etapa progresista, cuando la figura deSeregni entró en declive, se pasó a una situación de competenciaentre liderazgos de origen o sustento fraccional. Tabaré Vázquez yDanilo Astori, aunque con diferencias importantes65, trascendieron

64 Por “independiente” se entiende, en este caso, no perteneciente a ningunafracción.

65 Tabaré Vázquez, antes de su emergencia como líder frenteamplista, era undirigente de bajo perfil del Partido Socialista. Integraba su Comité Centralaunque no era un dirigente activo en la vida interna del PS ni una figurapolítica con proyección pública. Desde el ejercicio del cargo de Intendentede Montevideo, a partir de 1990 se constituyó en el relevo de Seregni para elliderazgo del FA. Por su parte, Danilo Astori construyó su liderazgo comofigura frenteamplista independiente. En 1994 creó su propia fracciónvolviéndose, a diferencia de Vázquez, un líder fraccional.

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ampliamente las fronteras de sus propias fracciones y se proyectaroncomo figuras con capacidad de captar apoyos diversos dentro y fueradel FA. En este sentido, son distintos del tipo de liderazgos de lospartidos tradicionales, puesto que en estos no existen los líderespartidarios propiamente dichos, sino líderes de fracción que, segúnlos pesos relativos de estas, adquieren el apoyo mayoritario dentrodel partido. En el caso de Astori esta capacidad de convocar apoyosinternos mucho más allá del su propia fracción se fue diluyendo amedida que transcurría su competencia con Vázquez, hasta quedarcomo un líder exclusivamente fraccional, con frecuencia enfrentadoa la mayoría de las fracciones, que se fueron alineando tras la figurade Vázquez.

Este cambio hacia un escenario de confrontación competitivaentre liderazgos internos, constituyó una situación nueva para laizquierda66. El FA se caracterizaba por su fuerte cohesión interna, conuna forma de relacionamiento entre fracciones que priorizaba yvaloraba altamente la unidad de acción y la disciplina partidaria. Estohacía que la competencia intrapartidaria quedara rígidamentelimitada, dando lugar a una dinámica de funcionamiento cerrada,donde el disenso era visto como debilidad y la indisciplina erafuertemente castigada.

La fractura de 1989 (la escisión del PDC y el PGP) fue el primergolpe a esta matriz unitaria y cohesiva del FA, aunque al mismo tiempola confirmó: al terminar con la salida de los disidentes se reafirmó laimposibilidad de introducir la competencia interna abierta comomodalidad habitual de funcionamiento. Diez años después, la formaen que se procesó el enfrentamiento entre Tabaré Vázquez y DaniloAstori en la definición de la candidatura presidencial del FA para laselecciones nacionales de 1999 vino a confirmar la instalación de esanueva modalidad en la dinámica interna de la izquierda. El disensofue reconocido e institucionalizado, en parte como resultado de laaplicación de las nuevas reglas constitucionales que establecieron las

66 Había existido un antecedente durante la segunda mitad de los años ochenta,cuando Hugo Batalla, el principal dirigente del MGP, intentó sin éxitocompetir con Líber Seregni.

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elecciones internas obligatorias en todos los partidos. Vázquez triunfóclara e inapelablemente en las primarias de 199967. Sin embargo, Astorisiguió dando, sin éxito, la batalla por el liderazgo del FA en los cincoaños siguientes. Finalmente, en el 2004 desistió de competir y Vázquez,hábilmente, lo atrajo hacia su propio centro de gravitación política,estableciendo un acuerdo de cooperación en base a la delimitación demutuas competencias que es una de las bases de sustentación del actualgobierno de la izquierda.

Ocho años antes, la ascendente figura de Vázquez habíaeclipsado el liderazgo del General Líber Seregni. Su sucesor ha tenidouna forma muy distinta de ejercer el liderazgo. Allí reside uno de losfactores que permiten explicar cómo se resolvió la tensión entreinstitucionalización y adaptación partidaria. En el caso de Seregni,durante sus años como prisionero político del régimen autoritario suprestigio se había fortalecido dentro y fuera del FA. El rol protagónicoque jugó en el momento final de la salida de la dictadura consolidó suliderazgo partidario y lo elevó al status de líder político nacional. Elcaso de Vázquez es diferente tanto en la génesis como en la modalidadde ejercicio del liderazgo68. Hasta 1989, Vázquez era un desconocidopara la gran mayoría de los uruguayos. Fue desde el rol de gobernantedepartamental, como Intendente Municipal de Montevideo, que sufigura creció dentro de la izquierda y en el país hasta transformarse, apartir de 1994, en el candidato presidencial natural de la izquierda enlos siguientes de diez años.

Vázquez ha conducido a su fuerza política con un estilo y unamodalidad que lo despega de las ataduras partidarias institucionalesde una manera no registrada bajo la presidencia de Seregni. Su mayorautonomía respecto del aparato y su menor apego a la institucionalidadpartidaria, más allá de que ocupara el cargo de presidente e integrarasus órganos de conducción, hicieron de Vázquez un líder que quizás

67 En las elecciones primarias celebradas en abril de 1999, la precandidaturapresidencial de Tabaré Vázquez obtuvo el 82% de los votos válidos contra el18% obtenido por la de Danilo Astori.

68 Sobre las diferencias entre los liderazgos de Seregni y Vázquez véanse lostrabajos de Lanzaro (2000 y 2004) y Caetano-Rilla (2003).

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no haya sido más fuerte respecto de Seregni, pero que manejó conmayor discrecionalidad su fortaleza. Ello le permitió una mayorautonomía de acción respecto a la estructura y la dirección partidaria,precisamente en el momento en que esta se había fortalecido. Deesta forma, el proceso de institucionalización estructural del FA (larutinización) no afectó la capacidad de adaptación y, sobre todo, laflexibilidad estratégica, pues el tipo de liderazgo que Vázquezconstruyó, le otorgó un importante margen de autonomía respectode esa estructura. Así fue que el liderazgo neutralizó los efectosrigidizantes de la institucionalización estructural del FA.

43. Institucionalización actitudinal: la tradicionalizaciónEl proceso descrito en el apartado anterior (la constitución del

FA en un partido político y la construcción de una densa estructuraorganizativa que otorgó participación efectiva a los miembros en latoma de decisiones) se vio acompañado de otro fenómeno que, enparte, es consecuencia del anterior: la organización partidaria se volvió,para sus miembros y adherentes, un valor en sí misma y pasó aconstituirse en una nueva identidad política, fortaleciendo elsentimiento de pertenencia y la lealtad. Este fortalecimientoidentitario, por la vía de la infusión de valor al partido comoorganización, constituye la faceta actitudinal del proceso deinstitucionalización partidaria del FA. Los miembros y adherentes sesienten frenteamplistas antes de cualquier otra consideración de índoleideológica, programática o estratégica.

Tratándose de un partido joven, con poca historia quecontraponer al largo recorrido de sus competidores blancos ycolorados, el fortalecimiento de la identidad partidaria estuvoíntimamente vinculado a la invención de una tradición política propia.Por ello, en su caso la infusión de valor se produjo por la vía de latradicionalización de la identidad partidaria.69 Esto supuso la

69 La tradicionalización del FA no formó parte del objeto de estudio de estetrabajo. Lo fue de una investigación anterior dedicada específicamente a esetema, cuyos resultados fueron publicados como artículo (Yaffé 2003b). Allíintenté avanzar en el conocimiento de las relaciones entre izquierda, historiay tradición, transitando por el camino que habían abierto años antes Caetano

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construcción de una tradición frenteamplista que se constituyó enuno de los elementos centrales de su identidad partidaria, al mismotiempo que sus componentes programáticos e ideológicos sereformulaban. En tanto “tradición inventada”, incluye un conjuntode prácticas presentes que implican una continuidad, deliberada yselectiva, con el pasado (Hobsbawn y Ranger 1983). Se trató, en estecaso, de la invención de una tradición de la izquierda uruguaya que,basada en una lectura funcional del pasado nacional, legitimó suscomportamientos políticos en tiempo presente y reforzó elsentimiento de pertenencia a la colectividad partidaria, a través delestablecimiento de conmemoraciones y prácticas de caráctersimbólico.

Este fenómeno supuso un cambio muy importante en larelación de la izquierda uruguaya con el tradicionalismo político. Susorganizaciones habían tenido, en general, una postura de rechazo frentea buena parte de la tradición política nacional (asociada a laconstrucción y supervivencia de la democracia “burguesa”), así comofrente a las tradiciones de los partidos Nacional y Colorado (vistascomo sustentos irracionales de organizaciones sin fundamentosideológico-programáticos). El discurso anterior a 1973 da muestraspermanentes del uso descalificante del adjetivo “tradicional”: laizquierda se auto-percibía como la superación del tradicionalismoque encarnaban los partidos tradicionales. Después de la dictadura,se replanteó radicalmente esa relación: se elaboró una tradición políticapropia, y se hizo de ella un uso intensivo, transformándose en unrecurso relevante, tanto de la identificación y cohesión partidaria,como de la acción política y su legitimación.

La tradicionalización se sustentó en una peripecia históricapropia, muy marcada por la experiencia de la persecución y laresistencia bajo el autoritarismo. Tras la dictadura, el FA dispuso de

y Rilla (1995a). Aquí, este tema, que merece una consideración mucho másprofunda, es presentado muy brevemente con el objetivo de evaluar su relacióncon la institucionalización estructural y su impacto sobre la capacidad deadaptación y flexibilidad estratégica del FA. En una línea interpretativacoincidente Lanzaro (2004) ha señalado cómo esta tradicionalización facilitóla inscripción de la izquierda en el sistema político nacional.

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una historia propia que, aunque breve y reciente, era lo suficientementeextensa como para albergar un conjunto de acontecimientos,personalidades, lugares y símbolos que constituían una memoriapartidaria disponible para dar, también en ese terreno, la lucha política.En este sentido, el pasado reciente jugó, un papel relevante en laconstrucción de la tradición política frenteamplista.

Esta tradicionalización completó el proceso deinstitucionalización partidaria. Al mismo tiempo que se montaba laestructura organizativa, se fortalecía la identidad del nuevo partido,dotándolo de una tradición propia que tonificó la adhesión de susmiembros y simpatizantes y generó una capacidad de atracción deíndole emotiva, que terminó siendo aún más fuerte que la queostentaban los viejos partidos tradicionales. La complementariedadentre la institucionalización estructural y la institucionalizaciónactitudinal no se limita al hecho de que ambas constituyen facetas enel proceso de construcción partidaria, sino que además tienen efectosdiferentes sobre la capacidad de adaptación. Mientras que larutinización organizativa tendió a rigidizar el funcionamiento del FA,dificultando aunque no impidiendo la innovación, latradicionalización facilitó la adaptación, al asegurar por otras vías elmantenimiento de la adhesión al partido en momentos en que estecambiaba sus contenidos ideológicos y programáticos.

Además de la acumulación de una historia partidaria losuficientemente extensa e intensa, se produjo una auténtica invenciónde tradición: la deliberada construcción de una tradiciónfrenteamplista a partir de esa historia vivida y de un re-posicionamiento frente a la historia nacional y las tradiciones políticasque alberga. Se trató de una acción política conveniente y exitosaque fijó raíces propias en el pasado nacional. El FA obtuvo así variosrecursos políticos: una fuerte cohesión interna, una remarcadadiferenciación respecto de los “otros”, una imbricación simbólica yconcreta con la sociedad y la política nacional que le permitió rompermás plenamente con los últimos vestigios de la vieja ajenidad nacionalde una izquierda que había sido, hasta los años cincuenta,extremadamente internacionalista.

122 Al centro y adentro

La relectura del pasado nacional realizada por la izquierda,terminó ubicando al FA como el continuador histórico de dos grandesproyectos de transformación económica y social: la revoluciónartiguista del siglo XIX y el reformismo batllista del siglo XX). Ambosfueron “rescatados” en tanto proyectos inconclusos con los que laizquierda se identificaba, postulándose a sí misma como la fuerzapolítica que retomando sus postulados los concretaría.70 Estaapropiación de tradiciones nacionales y partidarias se completó conla incorporación de algunos elementos tradicionales del PN. De estaforma, el FA definió convenientemente su lugar en la historia,postulándose a sí mismo como una síntesis superior de las “mejorestradiciones nacionales”, abandonadas por blancos y colorados; a partirde ello, definió su “tarea histórica” como realización de esos proyectosfrustrados de transformación del país.

A ello debe agregarse el lugar que el pasado reciente ocupódentro de esa reconstrucción histórica y en la forja de la tradiciónfrenteamplista. Se trata de la experiencia del período de la crisis queculminó con la caída de la democracia (1968-1973) y de la época depersecución dictatorial (1973-1984). Esta dio lugar a una epopeya,de tono fuertemente épico y heroico. Entre otros elementos, elenfrentamiento al poder autoritario dejó una larga lista de mártiresque permitieron dotar a la tradición propia de un fundamento muysimilar al de las que habían acuñado en el siglo XIX los partidostradicionales. Como bien se ha señalado, el Frente Amplio se convirtióen el único partido que ostenta el status de “divisa”, entendida comoun universo simbólico que remite –en palabras de Alberto MetholFerré (1994)– a una “comunidad de sangre”, o sea el sentimiento de

70 En esa empresa, la izquierda se sirvió de los significativos avances que lahistoriografía uruguaya realizó, entre los años sesenta y ochenta, en elconocimiento e interpretación del artiguismo, del batllismo, del saravismo ydel herrerismo. Más allá de sus propias intenciones, la labor de los historiadoresde izquierda fue clave para que la izquierda política contara con los elementosnecesarios para emprender su propia lectura, e inscripción en la historianacional. Sobre este asunto he trabajado en el artículo anteriormente citado(Yaffé 2003b).

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pertenencia a una colectividad política que se asienta en unaexperiencia asociada a la violencia política e, in extremis, la muerte.

Así se generó una fuerte mística frenteamplista; un componenteemotivo y simbólico que cuando es convocado fortalece la adhesióny cohesiona al partido. Al reforzar el sentimiento de pertenencia y deunidad por sobre la diversidad, disminuyó la volatilidad de la adhesióny facilitó, reduciendo los costos, el proceso de transformaciónideológica y programática de la izquierda. En particular, la resistenciaa la dictadura y el alto costo humano pagado por las organizacionesde izquierda fueron incorporados como un legado político propio delFA que, agregado a los elementos provenientes del pasado nacional yde las tradiciones partidarias de blancos y colorados, terminó deconformar, no sin conflictos y contradicciones, una tradiciónfrenteamplista reforzada por los sucesos del pasado reciente.71

4.4. Sumario del capítuloA lo largo de este repaso de los diversos aspectos de la

institucionalización del FA se han señalado tres fenómenos principales.En primer lugar, el proceso de construcción partidaria: el FA ha adquirióuna organización y un funcionamiento propios de un partido, quealoja como fracciones a los partidos y grupos originalmente coaligadosmás los que se sumaron desde entonces. Este proceso de constituciónen partido, se completó con el establecimiento de una densa estructurainterna que combinó las instancias de dirección con las de participaciónde los miembros, asignando a estas últimas un creciente peso dentrode las primeras, en lo que constituye una nota distintiva en el sistemade partidos uruguayo. La organización se volvió densa y compleja,rutinizada y lenta.

En segundo lugar, el relevo de Seregni por Vázquez supusocambios en el liderazgo político dentro de la izquierda que se inscribenen una transformación mayor de la dinámica del funcionamiento ylas formas de la competencia intrapartidaria. Sin abandonar la fuerte

71 La relación de la izquierda con el pasado reciente no ha sido sencilla. Existenproblemas y contradicciones. Véanse al respecto los siguientes trabajos: Corti(2004), Marchesi (2002), Markarian (2004) y Yaffé (2004b).

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propensión a la cohesión interna, la acción unitaria y la disciplinapartidaria, el FA se fue aproximando a una forma de funcionamientoque admite márgenes de actuación fraccional y niveles deconfrontación interna antes inadmisibles, que hubieran terminadoen el disciplinamiento o en la fractura. Además, Vázquez desarrollóuna nueva modalidad de ejercicio del liderazgo, mucho menos atadaa la orgánica frentista y menos predispuesta al diálogo, la negociacióny el tejido permanente de consensos que caracterizó la conducciónde Seregni. Por ello Vázquez ha tenido mayor autonomía y flexibilidadque su antecesor.

En tercer lugar, desde 1971 y especialmente desde 1984, laizquierda uruguaya procesó una transformación relevante en surelación con las tradiciones políticas. Incorporó el tradicionalismo,al mismo tiempo que revisó sus ideas y programas. Si la moderaciónde la izquierda acortó la distancia ideológica que la separaba del PC yel PN, la tradicionalización consolidó su identidad. Al fortalecer laadhesión emotiva, infundió valor a la organización. Al reducir lasposibilidades de perder electores duros, desconformes con lamoderación, se facilitó el proceso de adaptación partidaria. Lamoderación se volvió menos costosa mientras que, por otro lado,tenía un gran rendimiento. El resultado neto, era ampliamentefavorable en términos de maximización electoral.

Para terminar, volvamos a la pregunta que se pretendía responderen este capítulo y a la hipótesis que se buscaba evaluar. ¿Fue lainstitucionalización partidaria del FA un obstáculo para la adaptaciónpartidaria que se analizó en el Capítulo 3? La respuesta es sí y no. Lainstitucionalización produce efectos contradictorios y se combina conotras variables en la determinación de la capacidad de adaptación. Elresultado final es producto de cierto mix específico.

De acuerdo al análisis realizado en este capítulo puedenplantearse al respecto tres conclusiones. En primer lugar, lainstitucionalización estructural que el FA experimentó en los añosposteriores a la dictadura, al rigidizar el funcionamiento partidarioenlenteció la marcha de la renovación aunque no la impidió. Ensegundo lugar, el tipo de liderazgo que desarrolló Tabaré Vázquez apartir de 1994, al aumentar su autonomía respecto de la estructura

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partidaria le permitió destrabar el proceso de renovación en los diezaños siguientes, neutralizando de esta forma los efectos en contrariode la rutinización organizativa. En tercer lugar, la institucionalizaciónactitudinal, al dotar de valor propio a la organización partidaria,fortaleciendo la adhesión de los miembros y simpatizantes con recursosemotivos como lo son sin dudas los de índole emotiva, permitió, porun lado, salvaguardar la identidad partidaria del FA aún cuando sereducía la distancia respecto a los partidos tradicionales, y por otro,reducir los peligros de la moderación en términos de retención devotantes duros. De esta forma, sólo se producían beneficios de lamoderación sin pagar costos en términos del objetivo principal (lamaximización electoral).

En resumen, la rutinización organizativa enlenteció larenovación, pero a partir de 1994 el tipo de liderazgo desplegado porVázquez pudo neutralizar este efecto y dar impulso a la renovación.Al mismo tiempo, la tradicionalización identitaria redujo los costosde la moderación, al asegurar la lealtad de los miembros y la retenciónelectoral. La combinación de los tres elementos permite explicar porqué el proceso de renovación del FA no avanzó sustancialmente enlos diez primeros años de la democracia restaurada en 1985, pero sílo hizo en los diez posteriores, habilitando la adaptación a los cambiosen el entorno y la formulación de la estrategia política óptima paracrecer electoralmente hasta alcanzar la meta planteada.

CAPÍTULO 5

LA CONEXIÓN SINDICAL:INFORMALIDAD Y AUTONOMÍA

5.1. Introducción

¿Qué papel jugó la larga y estrecha relación que la izquierda hamantenido con los sindicatos, desde el punto de vista del proceso deadaptación partidaria y reformulación estratégica del FA que venimosanalizando?

De acuerdo al marco teórico propuesto en el Capítulo 1, laexistencia de una conexión orgánica entre sindicatos y partido, puedetener una incidencia negativa sobre la capacidad de adaptación. Siaquellos tienen reservado, como sucede en muchos partidos “obreros”(sean socialistas o populistas) un espacio dentro de la estructurapartidaria y, por tanto, tienen incidencia en el proceso decisorio,pueden constituirse en un actor de veto frente a los impulsosrenovadores que buscan adaptar la propuesta partidaria para conquistarla adhesión de nuevos electores en el camino hacia la conquista delgobierno. Pero, por otro lado, cuando el proceso de adaptación seabre camino dentro de la estructura partidaria, la relación entre elpartido y los sindicatos facilita la transmisión del cambio a la partedel electorado duro del partido que está vinculado a ellos, asegurandola lealtad y, por tanto, el éxito de la renovación. El enraizamientosocial del partido por medio de su relación con los sindicatos es puesun factor relevante en la determinación de su capacidad de adaptación.

128 Al centro y adentro

Por tanto, la situación óptima para un partido con implantaciónelectoral fuerte entre los trabajadores organizados es, desde el puntode vista de su capacidad de adaptación, aquella en que existe unarelación débil con los sindicatos. Esto significa dos cosas. Por un ladoque los sindicatos no tienen canales orgánicos para participar de ladinámica intrapartidaria y que, por tanto, no tienen posibilidades deincidir desde adentro en el proceso decisorio, para eventualmenteintroducir bloqueos a aquellas propuestas de renovación partidariaorientadas a la maximización electoral. Por otro, que tal relación existey que a través de ella el partido cuenta con un canal de comunicaciónhacia las bases sindicales que facilita el éxito del proceso de adaptaciónen tanto, al retener su apoyo, minimiza las pérdidas que la adaptaciónpartidaria pudiera traer.

Para que la renovación sea exitosa se requieren líderes que lapromuevan, pero ello no es suficiente. Además estos líderes debenlograr dos tipos de apoyos. En primer lugar, contar con el sustento deuna coalición interna mayoritaria que se haga cargo de impulsar suspropuestas y neutralizar a los disidentes. En segundo lugar, que tantolos líderes renovadores como el resto de la estructura partidaria quele apoya consigan la lealtad del electorado del partido, minimizandode esta forma los costos electorales de la adaptación. Al discutir elpapel de los sindicatos, estamos moviéndonos en estos dos momentosy requisitos del proceso de adaptación. La no existencia de un vínculoorgánico facilita el éxito de los líderes que la promueven dentro de laestructura partidaria. La existencia de una relación al menos informalentre el partido y los sindicatos facilita el mantenimiento de la lealtadde los trabajadores al partido, minimizando las pérdidas.

¿Cómo se comportaron estos distintos factores en el caso delFA? Veremos a continuación que ha existido una relación importanteentre sindicatos e izquierda política en Uruguay a lo largo de todo elsiglo XX y que la misma ha estado pautada por la no existencia devinculaciones orgánicas. Se trata de una relación informal en el marcode la cual, hay una celosa defensa de la preservación de las autonomíasrespectivas. Se trataría por tanto, de la situación que la teoría señalacomo óptima para la adaptación y la maximización electoral. Sinembargo, la combinación de la competencia entre fracciones dentro

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de la estructura partidaria del FA con la que se produce entre lasmismas fracciones en el escenario sindical, introduce un factor quecomplejiza el panorama e incide en la dilucidación de los efectos dela dinámica intrapartidaria sobre el proceso de adaptación partidariay reformulación estratégica.

5.2. Un vínculo informal y perdurableLa relación entre sindicatos e izquierda política se remonta a

los orígenes del sindicalismo uruguayo a fines del siglo XIX, cuandoinmigrantes europeos de filiación anarquista y socialista promovieronlas primeras organizaciones de trabajadores. Esas fueron las tendenciaspolítico-ideológicas que, junto a socialcristianos y comunistas,impulsaron y orientaron el desarrollo sindical de los trabajadoresuruguayos a lo largo del siglo XX. Durante la mayor parte del siglopasado, tanto la izquierda como los sindicatos tuvieron una trayectoriade desarrollo pautada, entre otras características, por una elevadadispersión organizativa. Recién a partir de los años sesenta ambossujetos, cada cual por su lado, protagonizaron procesos que losconvirtieron en actores unificados. La Convención Nacional deTrabajadores (CNT) terminó de constituirse como central sindicalen 1966. El FA se constituyó en 1971 como coalición política de laizquierda tradicional y sectores de izquierda escindidos de los partidostradicionales.

Tras la ilegalización y persecución violenta de que ambos actoresfueron objeto durante la dictadura cívico-militar iniciada en junio de1973 ciertas novedades, que se volvieron particularmente notorias enlos años noventa, afectaron esta relación. Estas tienen que ver conalgunas transformaciones producidas en el ámbito del sindicalismo yotras en el campo de la izquierda política. Por el lado de los sindicatos,la reestructuración económica y social que se verificó desde los añosochenta tuvo fuertes impactos en el mundo del trabajo, modificandoel lugar y el papel de los sindicatos. Por el lado del FA, su constantecrecimiento electoral, que lo fue acercando cada vez más a laeventualidad de conquistar el gobierno nacional, y el importanteproceso de renovación ideológica y programática que experimentóen el mismo período, impulsaron una reformulación de su lugar y su

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papel en el sistema político. Entre otros aspectos, ello también supusouna revisión de sus vínculos históricos con el movimiento sindical.72

5.2.1. Interconexión directriz: veto sindical ydisciplinamiento partidario73

Ni los estatutos del FA ni los de sus fracciones estipulan laasignación de cuotas sindicales en la integración de sus organismosde dirección, ni en sus candidaturas a cargos electivos, sean ejecutivoso legislativos. Sin embargo, la no existencia de un vínculo formalestatutariamente sancionado no es suficiente para observar el tipo derelaciones entre sindicatos e izquierda. Existen vínculos informalesque deben ser registrados para analizar la naturaleza de la relaciónentre ambos actores.

La forma más evidente de esa relación informal es la que llamaréinterconexión directriz: la presencia de miembros de un actor en ladirección del otro. En particular, dado el asunto principal que estamosindagando, interesa observar la presencia de sindicalistas en los nivelesde conducción del FA, pero también la situación inversa. La primerapermite conocer si los sindicatos, a través de sus miembros ubicadosen cargos relevantes de la izquierda política, tienen capacidad paraincidir en el proceso decisorio de ésta. La segunda permite saber si laizquierda política, a través de sus militantes insertos en la direcciónsindical, tiene capacidad para intervenir en la orientación y,eventualmente, el disciplinamiento de los sindicatos.

Llamemos a la primera variable como capacidad de veto (de lossindicatos en las decisiones de la izquierda) y a la segunda comocapacidad de disciplinamiento (de la izquierda sobre los sindicatos).A mayor capacidad de veto sindical mayores serán los frenos internosal proceso de adaptación partidaria que puedan imputarse al tipo de

72 Para una revisión de las relaciones entre sindicatos y sistema político antes ydespués de la dictadura instaurada en 1973 véanse los trabajos de Jorge Lanzaro(1986 y 1991).

73 La información contenida en los dos cuadros estadísticos que integran esteapartado fue tomada de un trabajo realizado conjuntamente con NataliaDoglio y Luis Senatore (Doglio et al 2004).

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relación con los sindicatos. A mayor capacidad de disciplinamientopartidario, mayores serán las posibilidades de la izquierda para asegurarel éxito de la adaptación y reducir sus costos mediante la retencióndel electorado obrero. La operacionalización de estas dos variablespara observar su comportamiento enfrenta dos situaciones distintasderivadas de las dificultades para reconstruir la información. En amboscasos el indicador más apropiado es la presencia de miembros de unactor en la dirección del otro, esto es: el porcentaje de dirigentes de laizquierda que son sindicalistas y el porcentaje de dirigentes sindicalesque son militantes de organizaciones de izquierda.

Esto ha sido posible en el segundo caso pero no en el primero,pues se requeriría la compleja tarea reconstruir todas las Mesas Políticasy Plenarios Nacionales que el FA ha tenido hasta el presente, paraidentificar allí a los integrantes que tuviesen al menos alguna militanciasindical reconocida. Como esa información no se encuentra disponiblese ha optado por un indicador alternativo que puede estudiar: elfenómeno que se quiere captar. Este indicador es la presencia dedirigentes sindicales en los primeros lugares de las listas parlamentariasdel FA. Se trata de un indicador indirecto que tiene limitaciones desdeel punto de vista de lo que aquí se quiere observar74. Obviamente, lasconclusiones no pueden ser todo los enfáticas que quisiéramos, pero,en un partido en que lo electoral se volvió cada vez más relevante y en

74 La presencia de sindicalistas en las listas de candidatos de la izquierda no es lamanifestación del grado de participación de los dirigentes sindicales en laconducción de la izquierda. Sólo refleja la importancia que se asigna a lossindicalistas desde el punto de vista de la oferta electoral del FA. Un indicadormás cercano al fenómeno hubiera sido el porcentaje de sindicalistas en labancada parlamentaria. Tampoco ha sido posible depurar la información parallegar a establecer cuántos sindicalistas electos a través de listas de candidatosdel FA asumieron efectivamente sus bancas o, habiéndolas asumido, norenunciaron inmediatamente para retomar sus cargos en la dirección sindical.Aún con estas limitaciones, el número de sindicalistas-candidatos de izquierdaa cargos parlamentarios es, al menos, un indicador indirecto de la importanciaque los dirigentes sindicales pueden llegar a tener en la conducción de laizquierda. En todo caso, su presencia en la bancada parlamentaria del FA esnecesariamente menor que la que se registra en las candidaturas, lo cual permiteestablecer un rango máximo de participación de los sindicalistas en ese ámbitode decisión de la izquierda.

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el que la bancada parlamentaria adquiere una importancia creciente,este indicador es al menos una aproximación al fenómeno que estamosbuscando captar.

El Cuadro 5.1 muestra el peso que los dirigentes sindicales hanmantenido en las listas de candidatos a cargos parlamentariospresentadas dentro del FA en cinco de las seis elecciones nacionalesque ha disputado75. Se contabilizó para su elaboración, el número dedirigentes sindicales que se incluyeron en listas al Senado y en listas aDiputados por el Departamento de Montevideo, en los primeroslugares, aquellos que consideramos más relevantes dada su cercanía ala obtención efectiva del cargo: los primeros tres en el caso de laslistas de candidatos al Senado y los primeros seis en el caso de laslistas de candidatos a la Cámara de Diputados por Montevideo.

Esta información muestra que existe una efectiva y constanteparticipación de dirigentes sindicales en las listas del FA. En lo querespecta a los candidatos a la Cámara de Senadores, un importantenúmero de sindicalistas se concentra en los tres primeros lugares. Seobserva una participación oscilante con un mínimo de 7% en 1984 yun máximo del 31% en 1994. La ubicación privilegiada para losdirigentes sindicales ha sido la verificada en el caso del PartidoSocialista (PS), cuyo promedio de participación en los primeros treslugares de dichas listas supera el 50% entre 1989 y 1999. Le siguenlas listas del Partido Comunista (PCU) y, desde 1994, las de AsambleaUruguay (AU). Por otra parte, resulta evidente el escaso peso que lossindicalistas tienen en las listas senaturiales de las restantes fraccionesdel FA.

75 No disponemos de los datos para la elección de 2004.

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CUADRO 5.1Porcentaje de dirigentes sindicales en los primeros

lugares de las listas de candidatos del FA

* El número 77 identifica las hojas de votación de la VA desde sufundación en 1989. Por tanto, esta fila del cuadro no incluye la lista alSenado presentada en 1971 en una hoja de votación identificada conel mismo número por parte del sublema “Movimiento Independiente”. ** El PCU y su Lista 1001 se encontraban proscriptos en el año 1984.Por ello, los datos que figuran en dicho año corresponden a la Lista10001 que bajo el sublema “Democracia Avanzada-Movimiento PopularFrenteamplista-Trabajo y Cultura” reunía al proscripto PCU y sus aliados.*** Incluye todas las listas del FA.

Fuente: Doglio et al 2003

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La participación de sindicalistas en los seis primeros lugares delas listas de candidatos a la Cámara de Representantes por Montevideo,fue bastante estable, oscilando entre 26 y 28% con la única excepciónde la elección de 1984 en que creció a 40%. Esta anomalía de laprimera elección de la transición a la democracia puede explicarsepor el hecho de que la mayor parte de los candidatos naturales de laizquierda se hallaba aún proscripta y por el prestigio y la notoriedadpública que la dirigencia sindical se había ganado en la lucha contrala dictadura en su etapa final. Al igual que en el caso de las candidatosal Senado, son las listas del PS y del PCU las que presentan los mayoresniveles de participación de sindicalistas, aunque se invierte el ordenentre ambas fracciones, figurando en este caso las listas del PCU enel primer lugar, excepto en 1994.

En cuanto a la pertenencia político-partidaria de la dirigenciasindical como indicador de la capacidad de disciplinamiento de laizquierda sobre los sindicatos, la composición de las MesasRepresentativas de la CNT tras los Congresos de 1969 y 1971 y la delos Secretariados Ejecutivos del PIT-CNT a partir de 198576 (Cuadro5.2) permite sacar varias conclusiones.

En primer lugar, todos los dirigentes de la central sindicalpertenecen a grupos políticos de izquierda, no registrándose un solocaso que pertenezca a alguno de los partidos tradicionales. Desde 1971una contundente mayoría de ellos pertenece a alguna de las fraccionesdel FA. En segundo lugar, las fracciones frenteamplistas han tenidopesos relativos diferentes y cambiantes en la dirección de la centralsindical. Estos no han sido coincidentes con los respectivos pesos(electoral y parlamentario) de dichas fracciones al interior del FA a lolargo del período considerado (ver Cuadros 6.2 y 6.3 en el Capítulo 6).En tercer lugar, se perciben claramente los efectos de la crisis del PCUen 1992: en los congresos de 1985 y 1990 la mitad de los integrantesdel Secretariado Ejecutivo pertenecían a esta fracción frenteamplista;tras el Congreso de 1993, esta participación cayó abruptamente y se

76 Para este período no fue posible acceder a la información necesaria paradesagregar por pertenencia política la integración de la Mesa Representativade la central por lo que optamos por presentar únicamente la integración desu Secretariado Ejecutivo.

Jaime Yaffé 135

recompuso parcialmente en el Congreso del año 2001, para volver acaer en el último Congreso (2003). Entretanto, ninguna corrientepolítica relevó al PCU en el lugar que este ocupó hasta su crisis.

CUADRO 5.2Composición de la dirección sindical según

pertenencia política

* Al momento de su integración durante y luego de cada Congreso.** Ex comunistas.

Fuente: Doglio et al 2003

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5.2.2. Sintonía programática y coincidencia táctica

La principal conclusión que puede extraerse de la informaciónpresentada en el apartado anterior es que, mientras que los sindicatostendrían una baja capacidad de veto en los procesos decisorios de laizquierda, esta tendría una gran capacidad de disciplinamiento aunquela misma se ha visto reducida tras la crisis comunista de 1992.

Consideremos ahora otras dos variables para explorar la relaciónentre Frente Amplio y sindicatos: la sintonía programática, esto es elgrado de coincidencia o distanciamiento de los respectivos programas,y la coincidencia táctica, o sea el grado de acuerdo o disenso en lasposiciones que ambos actores asumen frente a los principales temascoyunturales de la agenda política.

En el punto de partida, deben considerarse dos documentosfundamentales: “El programa de soluciones a la crisis”, aprobado porel Congreso del Pueblo en 1965 y adoptado como propio por laCNT en 1966, y las Bases Programáticas de la Unidad aprobadas porel Frente Amplio al momento de su fundación en 1971. Entre ambosprogramas existe una fuerte sintonía al punto que puede decirse quelas bases del FA son un resumen del programa del Congreso del Pueblo.Como ya analizamos en el Capítulo 3: se trata de un programa defuerte tono transformador centrado en la propuesta de cambioseconómicos y sociales de carácter estructural; de inspiracióndesarrollista y dependentista, se proclama “antioligárquico yantiimperialista”, “nacional y popular”, y contiene una fuertereivindicación del rol central del Estado en el proceso económico ysocial y del valor estratégico de la planificación de la economía; elcorazón de la propuesta estaba constituido por tres medidas básicas(reforma agraria, nacionalización del comercio exterior ynacionalización de la banca). En todos los aspectos, la sintoníaprogramática entre izquierda y sindicatos era completa.

A la salida de la dictadura, al momento de su reorganización yactualización, tanto el FA como el PIT-CNT revisaron susformulaciones programáticas. Predominó la intención restauradoray fueron más las reivindicaciones del pasado que los avancesrenovadores. En el caso del FA, las nuevas bases aprobadas en 1984fueron un ajuste con pequeñas modificaciones que no alteraron la

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sustancia del programa fundacional. En el caso del PIT-CNT, el IIICongreso reunido en octubre de 1985 no llegó a considerar lapropuesta de Programa que se incluía en el Documento Preparatorio,por lo que, hasta el Primer Congreso Extraordinario reunido en 1987,quedó vigente el programa de 1965. En esa ocasión se realizaronagregados que no modificaron, sino que más bien ampliaron a travésde agregados los postulados, del programa fundacional.

En el Capítulo 3, al reconstruir la evolución programática delFA, señalamos que, a partir de 1994, se produjo una importanterenovación. La creación del EP como un marco de alianzas más ampliofue el punto inicial de una moderación que avanzó desde entonceshasta llegar al programa “La transición responsable” con el que laizquierda triunfó en las elecciones de 2004. En el camino,desaparecieron las tres medidas más fuertes del programa fundacional:la reforma agraria, la nacionalización del comercio exterior y laestatización de la banca. El de 2004 es un programa de cambiomoderado, en el que se mantiene la apuesta al crecimiento y ladistribución del ingreso, la reivindicación del rol primordial del estadoen la dirección del proceso económico y el énfasis en el combate a lapobreza y la promoción del bienestar.

En el caso del PIT-CNT la propuesta contenida en el informede la Comisión de Programa para el III Congreso (1985) manteníaen esencia el programa de 1965. Se seguía planteando la necesidadde nacionalizar la banca, la reforma agraria, la moratoria de la deudaexterna, la detención del avance del capital extranjero en la industria,la preservación de los monopolios estatales, la nacionalización delcomercio exterior. En ocasión del Primer Congreso Extraordinario(1987) se alcanzó un amplio consenso sobre la necesidad de actualizarese programa introduciendo temas nuevos (reforma del estado, entreotros) pero sin eliminar ni modificar ninguna de las medidascontenidas en el programa original. Esta ha sido la característica de laevolución posterior del programa de la central sindical: se produjeronsucesivas actualizaciones del programa de 1965, incorporando nuevosasuntos sin modificar los viejos postulados. El proceso de apertura yliberalización de la economía experimentado durante las últimasdécadas, en particular durante los noventa, cambió profundamente

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el mundo del trabajo. Sin embargo, aunque la necesidad ha sidoreconocida en diversas oportunidades, el sindicalismo no ha logradoadaptar su programa a esa nueva realidad.

Partiendo de una fuerte sintonía en el período fundacional,que se reprodujo casi incambiada al momento de la restauracióndemocrática, en los últimos diez años el FA y el PIT-CNT se handistanciado desde el punto de vista de sus trayectorias programáticas.Mientras que la izquierda ha realizado una importante renovaciónpautada por la moderación de sus propuestas, el PIT-CNT mantieneen esencia el viejo programa fundacional, ubicándose en esta materiamás a la izquierda que el FA.

A pesar de esta divergencia programática, la observación delcomportamiento de la tercera variable planteada, el grado decoincidencia táctica entre izquierda y sindicatos, permite comprobarque esta ha sido importante. Si sólo se consideran los dos temascentrales del proceso político y económico del Uruguay durante estosúltimos veinte años –la cuestión de las violaciones a los derechoshumanos perpetradas durante la dictadura y el proceso de las reformasliberales– se verifica una importante coincidencia entre izquierda ysindicatos. Ambos actores compartieron la oposición a los gobiernosde turno durante estos veinte años. La interposición de recursos dedemocracia directa para derogar total o parcialmente las leyes quedieron marco jurídico a las reformas liberales, fue el recurso tácticoen torno al cual izquierda y sindicatos convergieron en laconfrontación con dichos gobiernos en ambos temas. Sin embargo,se observan diferencias en la intensidad de los pronunciamientos yen el origen de las iniciativas: los sindicatos han sido más radicalesque el FA en su postura opositora; en muchos casos, la iniciativa parainterponer recursos de referéndum contra leyes ha partido delmovimiento sindical, mientras que el FA, por momentos en formavacilante, se plegó a éstas una vez que estaban en marcha.

En resumen, a lo largo del período considerado hubo una fuerteinterconexión directriz, claramente desbalanceada a favor de laizquierda política; una sintonía programática inicial con posteriortendencia a la divergencia; y una importante coincidencia táctica enlas distintas instancias que pautaron la oposición a las reformas liberales

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implementadas durante los años noventa. En los tres aspectos severifican cambios que reformularon la histórica vinculación existenteentre sindicatos e izquierda reforzando las autonomías mutuas, perosin cuestionarla y manteniendo el carácter informal del vínculo.

5.2.3. Competencia intrapartidaria y sindicatos

Para comprender la naturaleza y los cambios en las relacionesentre el FA y el sindicalismo debe considerarse el impacto que sobreellas ha tenido la competencia entre las fracciones frenteamplistas.Los cambios en las relaciones de fuerzas entre estas, es uno de losfactores que permiten explicar las transformaciones que experimentóla relación con el movimiento sindical en combinación con los que asu vez se producen en el mapa interno del sindicalismo, dondeparticipan esas mismas fracciones.

En primer lugar, la crisis del PCU en 1992 desarticuló a lafuerza política que desde la fundación de la CNT había ostentado laconducción mayoritaria del movimiento sindical y orientado la tácticasindical en coyunturas tan críticas como la que transcurrió entre 1968y 1973, escenario de arduos debates al interior del sindicalismo entrela mayoría comunista y la heterogénea minoría crítica articulada enla “tendencia combativa”. Esta hegemonía comunista en el nivelsuperior de la conducción sindical se vio momentáneamenteinterrumpida durante la reorganización sindical que se produjo en elmarco de la salida de la dictadura entre la creación del PIT en 1982 yel III Congreso del PIT-CNT en 1985. Durante el primer gobiernodemocrático la central sindical volvió a contar con una dirigenciamayoritariamente perteneciente al PCU. Frente a un gobiernovulnerable desde más de un punto de vista, el PCU volvió a cumplir–como lo había hecho entre 1968 y 1973– una función disciplinadora,de contención del movimiento sindical en el momento en que seproducía un estallido de demandas largamente reprimidas. Pero en1992 se produjo la implosión del PCU. Esta crisis política en laizquierda provocó un reordenamiento de las correlaciones de fuerzasen el sindicalismo. Al cabo de pocos años quedó claro que ningunaotra fracción lograría relevar al PCU en esa función disciplinadora.El movimiento sindical ingresó en una fase de creciente

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autonomización y también de problemas para definir y procesar suorientación política. Precisamente, era el momento en que el segundogobierno democrático impulsaba más intensamente la reestructuraeconómica que desarticulaba las formas clásicas de regulacióneconómica, con fuertes impactos sobre el mundo del trabajo y lasrelaciones laborales. El peso numérico de los trabajadores cayó ytambién los espacios y las fuerzas del movimiento sindical para afrontarlos efectos de las reformas en el mundo del trabajo.

En segundo lugar, surgieron nuevas fracciones relevantes queocuparon parcialmente el espacio dejado por la escisión del PGPprimero y por la crisis del PCU luego. La creación de la VA en 1989y la de AU en 1994, son hechos que no pueden dejar de considerarsea la hora de explicar los cambios en la relación de la izquierda conlos sindicatos. Más allá de que tengan una pata sindical, a diferenciadel PCU no desarrollan una política de clase, ni en el discursopolítico –su convocatoria tiene claramente una explícita orientaciónciudadana y policlasista–, ni en la preocupación por el desarrollo deuna presencia particularmente fuerte en el seno del sindicalismo77.Por su parte, las otras dos fracciones relevantes que completan el cuadrode la interna frenteamplista, el MPP y el PS, tienen una política sindicalmás desarrollada y una presencia más fuerte en relación a los dosgrupos antes mencionados, pero no tienen, ni separados ni juntos,una influencia como la que ostentó hasta 1991 el PCU.

Como resultado de este proceso de reordenamiento interno delFA, ninguna de sus fracciones mantiene capacidad de disciplinamientosobre el movimiento sindical. El PCU fue la única fuerza política quealguna vez la tuvo. Luego de su crisis no se concretó un relevo quefuera capaz de ocupar el espacio sindical dejado por los comunistas por

77 Esto ha implicado un elevado precio al momento de enfrentar situacionesconflictivas en la relación con los trabajadores desde posiciones de gobierno.Precisamente este es uno de los elementos que surgen al analizar el conflictoentre la IMM y ADEOM en 2003. Al menos en parte, la intensidad y lamodalidad del enfrentamiento pueden explicarse a partir de la nula presenciade la VA en la dirección del sindicato y la debilidad de la presencia de otrasfracciones del FA.

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parte de algunas de las otras fracciones del FA. En particular, el PS, quepor tradición e ideología hubiera sido el candidato natural para tomarese puesto, no asumió, o no pudo asumir, ese rol. Ello permite explicarpor qué el movimiento sindical aumentó su grado de autonomíarespecto al FA, llegando incluso a algunas situaciones de confrontacióninimaginables en el pasado. Desde 1992 la izquierda perdió buena partede su capacidad de disciplinamiento del movimiento sindical, aquellaque los comunistas, responsables de la conducción mayoritaria de lacentral sindical desde su fundación, ejercían.

Si bien la relación se replanteó, la vinculación informal entreizquierda y sindicatos se mantiene. La subsistencia de esta articulaciónes funcional para el sistema político. En la medida en que los sindicatosno rompieron con el FA y en que este logró encauzar buena parte delas demandas sindicales hacia el sistema político, la izquierda hacumplido un cierto rol de contención, aunque ya no ostente unacapacidad disciplinadora tan fuerte como en el pasado.

5.2.4. Estrategia política y relaciones con el sindicalismo

Este reacomodo de las relaciones entre izquierda y sindicatos sevió reforzado por la trayectoria y la estrategia electoral del FA, orientadaa la meta de alcanzar el gobierno nacional. El FA exhibió desde sufundación una oferta amplia con algunos sectores más vinculados alsindicalismo y otros más ciudadanos. Como acabamos de decir, estosúltimos se han visto fortalecidos en los últimos años, mientras quelos otros no mantienen las características del pasado. En la medida enque la apuesta electoral se fue haciendo más decidida y a la vez exitosa,la orientación policlasista y ciudadana se hizo más fuerte y el replanteode la hermandad con los sindicatos más necesario.

En este sentido, el FA recorrió, con sus peculiaridades y ritmopropio, el camino de los partidos “agarratodo” (Kirchheimer 1966).Como se señaló en el Capítulo 1, entre otras modificaciones, eserecorrido se caracteriza por el abandono del discurso clasista y susustitución por una convocatoria de tipo ciudadana y policlasista. En lamedida en que apostó a crecer electoralmente para hacerse del gobiernoy se decidió a disputarle el centro del espacio político-electoral a lospartidos de la derecha, al FA le resultó conveniente y funcional a su

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estrategia, el replanteo de la relación con el sindicalismo. Aunque nuncafue un partido de clase y el carácter “nacional y popular” pautó sudesempeño político entre 1971 y 1973 con una amplia convocatoriapoliclasista a lo largo de la nueva etapa política que se abrió en 1985 seregistran dos fenómenos que confirman y aceleran ese rumbo.

Por un lado, la dirigencia del FA comenzó a evidenciar una notoriapreocupación orientada a establecer vínculos con el empresariado. Estotuvo razones bien claras relacionadas con las crecientes expectativas dealcanzar al gobierno nacional. El buen relacionamiento entre izquierday empresarios se volvió un objetivo que debía alcanzarse antes de accederal gobierno. De concretarse este requeriría de la inversión privada paraimpulsar sus planes de mediano y largo plazo. Se hacía imprescindibleganar la confianza del empresariado, consolidando una perspectiva deestabilidad como marco para la toma de decisiones de inversión. Eneste sentido, esta afirmación del economista Alberto Couriel (senadorfrenteamplista desde 1990, dirigente de la VA hasta 2003), formuladaonce años antes del triunfo de la izquierda, es altamente elocuente:“Para un gobierno popular el relacionamiento con el sector empresarialtiene un rol extraordinariamente relevante. La negociación con el sectorempresarial es central para el proceso de acumulación de capital, para laincorporación de progreso técnico, para el crecimiento económico... Lanegociación debe asegurar la credibilidad de la política económica paraque no haya formas de desestabilización, de acciones especulativas...”.(Wettstein 1993: IV-346)

Por otro lado, se produjo un fenómeno que era la contracaracomplementaria del anterior. La dirigencia frenteamplista comenzó amanifestar preocupación, en cuanto a que las relaciones con elmovimiento sindical podrían volverse, una vez en el gobierno,conflictivas. La imposibilidad de concretar a corto plazo ciertasdemandas sindicales y la necesidad de mantener vínculos cordialescon el empresariado eran dos factores visualizados como potencialescausantes de situaciones de enfrentamiento con los sindicatos. Alrespecto, Reinaldo Gargano (senador frenteamplista y dirigente delPartido Socialista) señalaba en 1993: “Hoy el relacionamiento con lostrabajadores ya no es sencillo... el Frente Amplio ha tenido una tradiciónde relaciones con los trabajadores organizados sindicalmente, pero es muy

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cierto también que las organizaciones sindicales uruguayas –para bien–ya no son más la correa de transmisión de un determinado partido político.Tienen mucha independencia... [por su parte] nuestro Frente tiene quepensar no sólo en función de los intereses de los trabajadores sino delconjunto de la sociedad...”. (Wettstein 1993: IV-44)

Esas tempranas apuestas a la normalización de las relacionescon el empresariado y a la redefinición de la vinculación con lossindicatos tenían clara relación con el posicionamiento político-electoral del FA y con sus nuevos perfiles como actor de gobierno. Laexpectativa del advenimiento de un gobierno frenteamplista –quefue creciendo a lo largo de los años noventa– junto con la experienciade la gestión municipal montevideana, modificaron no sólo lasactitudes de la izquierda hacia trabajadores y empresarios, sino que asu vez éstos fueron procesando también una alteración en suspredisposiciones y comportamientos respecto a la izquierda política.Pero el crecimiento electoral y los cambios en la izquierda noconstituyen el único factor explicativo de tal cambio. También losactores sociales en cuestión, en particular el movimiento sindical,vivieron transformaciones que concurrieron a su profundización. Estoscambios escapan a lo estrictamente político y se vinculan tambiéncon los cambios sociales y económicos que fueron señalados en elCapítulo 2 (apertura comercial, desregulación, reducción de laindustria manufacturera, y con ella de la clase obrera industrial,flexibilización laboral, caída de la tasa de sindicalización). Estosdebilitaron el peso cuantitativo y la capacidad de movilización ypresión del sindicalismo.

Sin embargo, debe tomarse nota de que este proceso de cambioen las relaciones entre la izquierda y los sindicatos fue un reacomodo,no una ruptura. Por el contrario, la vinculación informal que hacaracterizado esa relación se consolidó a lo largo de los noventa, cuandoambos actores compartieron la oposición a las reformas liberales y ala política de derechos humanos de los sucesivos gobiernos. Ello tienerelación con la estrategia electoral del FA que, si bien incorporó laspautas de un partido “agarratodo” a partir de una convocatoriaciudadana policlasista, logró retener al electorado vinculado a lasorganizaciones sindicales. En este sentido, la trayectoria electoral del

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FA no se corresponde con las tensiones que Przeworsky y Sprague(1986) formalizaran en su “dilema electoral de la socialdemocracia”en relación a la izquierda europea. Como se explicó en el Capítulo 1,según estos autores, a medida que la izquierda crecía electoralmente ypretendía captar al electorado de centro debía abandonar el discursode clase, poniendo de esa forma en riesgo su electorado obrero. Encaso de optar por retenerlo arriesgaría la posibilidad de alcanzar elgobierno.

En el caso uruguayo, el FA logró escapar a este dilema, ya quecreció electoralmente hacia el centro, con una convocatoriapoliclasista, sin por ello perder el electorado asociado al mundo deltrabajo. El estudio de Gonzalez (1986) mostró que, hacia la mismaépoca en que Przeworsky y Sprague formulaban su “dilema”, enUruguay los trabajadores sindicalizados votaban mayoritariamente ala izquierda78. En los años siguientes, cuando se produjo el grandespegue electoral del FA y por tanto en los términos del “dilema” sedebiera haber observado la ruptura, ésta no se produjo: la fuerteinserción social y territorial del FA en las zonas de mayor asentamientoobrero de Montevideo (Luna 2004b; Moreira 2004) es el testimoniomás claro de que no se ha producido el trade off implícito en el “dilemaelectoral” formulado por Przeworsky y Sprague en referencia a lasocialdemocracia europea.

5.3. Sumario del capítuloEl vínculo entre sindicatos e izquierda es muy anterior a la

creación del FA. Desde entonces, se continuó a través de sus fraccionesmanteniendo el carácter informal que ya lo caracterizaba, dado que

78 González (1986) cuestionó la tesis acerca del “dualismo” del comportamientode los trabajadores sindicalizados planteada por Errandonea y Costábile (1969)y retomada por Errandonea (1986). Según esa tesis -que aplicaba viejasformulaciones de estudios de los partidos socialistas europeos- los trabajadorestenían un comportamiento dual puesto que en el sindicato elegían a losmilitantes de partidos de izquierda para dirigirlos, mientras que en laselecciones nacionales votaban por los candidatos de los partidos tradicionales.Esta tesis se complementaba con la de la “doble escena” planteada por Aguiar(1984) para explicar las diferencias entre los comportamientos ciudadanosque se producen en las instancias electorales y en los períodos inter-electorales.

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no existen cuotas de participación sindical en la dirección del FA nide sus fracciones, y su presencia en la bancada parlamentaria no seríasignificativa. La capacidad de veto sindical sobre la izquierda es menorque la capacidad de disciplinamiento de ésta sobre el sindicalismo.Sin dudas, estos elementos han sido claves para la suerte del procesode adaptación y renovación del FA que se desarrolló a lo largo de losaños noventa cuando ambos actores experimentaron cambios queimpactaron a la vez sobre su relación.

Por el lado de la izquierda, la necesidad de consolidar un perfilpolítico ciudadano, de ampliar la convocatoria en un corte transversalde la sociedad, y de crecer hacia el centro del espacio político, incentivóla búsqueda de una normalización de las relaciones con elempresariado, al tiempo que promovió un distanciamiento sin rupturacon respecto al sindicalismo. La crisis del PCU y la redefinición delmapa interno del FA en los noventa, con la aparición de fraccionesrelevantes que no tienen un anclaje sindical fuerte, consolidaron estatendencia.

Por el lado de los sindicatos, la debilidad en que los sumió lareestructura económica liberal y sus propias dificultades para adaptarsea las nuevas circunstancias, frente a una oposición de izquierda quese moderaba, llevaron al PIT-CNT y sus diversos componentes aposicionarse como una oposición social dura frente al gobierno. Endiversas situaciones, el sindicalismo tomó la iniciativa política que lereclamaba al FA, ingresando en una suerte de sociedad conflictivacon la izquierda política. Se identificaba con su programa de cambioy su posicionamiento opositor, pero los percibía insuficientes frenteal descalabro del viejo modelo de desarrollo y del régimen deregulación económica y social al amparo del que el sindicalismo sehabía consolidado y unificado cuatro décadas antes.

Como resultado de ambos procesos (político y sindical), el viejovínculo entre izquierda y sindicatos se reformuló, perdurando comouna relación de cercanías pautada por la interconexión directriz, larelativa divergencia programática, la coincidencia táctica y el carácterinformal de la relación entre ambos actores. En referencia al temaprincipal de este libro, la permanencia de ese vínculo no significó unfreno para el proceso de renovación del FA. Por el contrario, su carácter

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informal y el hecho de que la izquierda a través de la fuerte inserciónsindical de algunas de sus fracciones mantuviera una capacidad dedisciplinamiento importante mientras que los sindicatos tuvieron muypoca capacidad de veto en los procesos decisorios de la izquierda,fueron factores que contribuyeron al avance de la renovación.

Si, por un lado, la relación informal con los sindicatos nointrodujo frenos al trámite interno de la adaptación partidaria, porotro, ese vínculo fue un importante vehículo para la aceptación delos cambios que la adaptación entrañó por parte del electoradotradicional de la izquierda. De esta forma, el FA pudo cosechar todoel beneficio de la moderación ideológica y programática sin pagar loscostos que esta podría haber implicado con respecto a uno de loscomponentes de su electorado. Obviamente, la no existencia de unpartido de izquierda con capacidad de disputarle al FA esa porcióndel electorado fue un factor decisivo en la implementación y el éxitode esa estrategia. De todas formas, la permanencia y el tipo de relaciónexistente con los sindicatos convergió al mismo resultado.

CAPÍTULO 6

COMPETENCIA INTRAPARTIDARIA YESTRATEGIA POLÍTICA

6.1. IntroducciónComo planteamos en el Capítulo 1, la teoría indica que un partido

altamente institucionalizado en su dimensión estructural tiene menorcapacidad de adaptación al entorno, y por tanto menor probabilidadde realizar la opción estratégica óptima desde el punto de vista de lamaximización electoral. Básicamente, esto sería así dado que losliderazgos renovadores, el factor clave que se ubica en la intersecciónentre el entorno y la organización partidaria, tendrían menor margende maniobra para operar; y esto haría que el partido como tal se vuelvamenos flexible en la resolución de sus dilemas estratégicos. A mayorautonomía del liderazgo, mayor flexibilidad estratégica. En la medidaen que los partidos altamente institucionalizados reducen la autonomíade los líderes, el partido pierde capacidad de adaptación y flexibilidadestratégica. Esa es la idea.

Como se analizó en los capítulos 2 y 3, el FA delineó eimplementó una estrategia política que resultó óptima para aprovecharlas oportunidades y superar los desafíos que el cambiante contextodel Uruguay posdictadura le planteó. Como parte de esa estrategia,se procesó una importante moderación ideológica y programática.¿Cómo fue esto posible si, como hemos analizado en el Capítulo 4,el FA experimentó también una fuerte institucionalización estructural?En el mismo Capítulo 4 y en el Capítulo 5, analizamos dos factoresfacilitantes de la adaptación (la institucionalización actitudinal y el

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vínculo informal de la izquierda con el sindicalismo). Para terminarde responder esta pregunta hay que introducir la consideración de lacompetencia intrapartidaria, con especial atención al rol de lasfracciones y los líderes. Para ello es necesario, además, reconocer dosetapas en la trayectoria del FA desde la restauración democrática hastael triunfo, que coinciden con las que se propusieron en el Capítulo 3para analizar la moderación ideológica y programática.

En la primera etapa, que transcurrió entre 1984 y 1993, seprodujo la institucionalización estructural, así como el fortalecimientode la identidad partidaria a través del proceso de tradicionalizacióndel FA. En el año 1993 se aprobó el estatuto que aún rige sufuncionamiento. La figura decisiva en esta etapa fue el líder históricodel FA, Líber Seregni79. En la segunda etapa, entre 1994 y 2004,entre la creación del EP y la conquista del gobierno, se produjo laadaptación y la formulación de la estrategia política que condujo altriunfo. La figura decisiva fue, en este caso, Tabaré Vázquez.

En ambas etapas del proceso de transformación del FA seregistraron avances de la institucionalización estructural y de laadaptación partidaria, pero es claro que en cada caso predominó unode esos dos fenómenos. Y cada etapa transcurrió bajo un liderazgodiferente que fue decisivo para la concreción de esos procesos. Laconstrucción de un liderazgo fuerte y la configuración, como resultadode una dinámica intrapartidaria nutrida y competitiva, de unacoalición interna favorable a la renovación, permitieron que seprocesase una adaptación partidaria exitosa.

En este capítulo me concentraré en la reconstrucción delitinerario interno de la renovación centrándome en el papel de lacompetencia intrapartidaria. Para ello analizo primero la evolucióndel formato (el número de actores internos) y luego la dinámica de lacompetencia entre ellos, prestando particular atención a la forja delliderazgo de Vázquez y a la configuración de la coalición interna quelo apoyó.

79 También lo fue en las dos etapas anteriores de la historia del FA: la defundación (1970-1973) y la de resistencia y supervivencia (1973-1984).

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6.2. El formato de la competencia intrapartidariaAl reseñar el marco teórico de este libro (Capítulo 1) señalamos

que algunos académicos especializados en el estudio de partidoslatinoamericanos (entre otros Coppedge 1994 y Brhun 1997) hanasociado la fraccionalización partidaria con la adopción de estrategiassubóptimas desde el punto de vista de la competencia político-electoral. En el caso del FA esto no se confirma, puesto que convivieronun elevado y creciente número de fracciones con un proceso deadaptación y reformulación estratégica exitoso.

Como vimos al estudiar la institucionalización partidaria(Capítulo 4), el FA ha dejado de ser un frente de partidos paraconvertirse –en forma paulatina– en un partido. Los viejos partidos ygrupos constituyentes de la coalición se convirtieron en fraccionesdel nuevo partido que los reunió. La existencia de un sistema electoralque transfiere mediante el uso del DVS la dilucidación del pleitointerno a los propios votantes del partido y utiliza la RP comomecanismo de adjudicación de bancas parlamentarias, fue el marcoinstitucional en el cual la competencia intrapartidaria vio crecer elnúmero de actores. Al crecimiento de las fracciones dentro del FA seagregó su política de alianzas. En la secuencia que va del FA a la NMpasando por el EP, los nuevos socios se fueron incorporando comonuevas fracciones de un partido cada vez grande, tanto en votos ybancas como en fracciones.

6.2.1. Cuantificación y explicación de la fraccionalización80

La fraccionalización partidaria (el número de fracciones en quese divide un partido) puede medirse en dos escenarios: el electoral yel parlamentario. En el primer caso, se registra el número y pesorelativo de las fracciones de acuerdo a la proporción de votos queobtienen dentro del electorado de su partido; en el segundo, se lohace de acuerdo a la proporción de bancas que cada fracción obtiene

80 La descripción y explicación de la fraccionalización del FA es un tema que heanalizado en anteriores oportunidades (Yaffé 2000; Piñeiro y Yaffé 2004) enlas que me beneficié del intercambio de ideas con Daniel Buquet y RafaelPiñeiro.

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en el total de la bancada de su partido. Desde el punto de vista de loque aquí interesa estudiar, no se trata de registrar el número total defracciones sino el número de fracciones relevantes, ponderándolas deacuerdo a su importancia dentro del partido, ya sea por su caudalelectoral o por su contingente parlamentario.

A tal fin calculamos el Número Efectivo de Fracciones (NEF)propuesto por Buquet (2000).81 En el Cuadro 6.1 se registran losresultados del cálculo de la fraccionalización electoral y parlamentariaa nivel nacional –tomando en cuenta para ello la votación recibidapor las listas de candidatos al Senado– de los tres partidos mayoresdel sistema político uruguayo desde 1971 a la actualidad.

CUADRO 6.1Fraccionalización electoral y parlamentaria de los

partidos uruguayos

* EP en 1994; EP-FA en 1999; EP-FA-NM en 2004Fuente: BDPRI-FCS

81 Se trata de una adaptación del Número Efectivo de Partidos (NEP) propuestopor Laasko y Taagepera (1979) para medir el número de agentes relevantesdentro de un sistema de partidos. Buquet (2000) lo utiliza con el cometido demedir el número de fracciones dentro de cada partido, considerándolas a todasy ponderándolas según su peso electoral (NEF-e) o parlamentario (NEF-p). Secalcula de la misma forma que el NEP sustituyendo la proporción de votos obancas de cada partido en el total de votos válidos por la proporción de votoso bancas de cada fracción en el total de votos o bancas de su partido. Su fórmulaes entonces 1/∑p2 siendo “p” la proporción de votos (NEF-e) de cada fracciónen el total de votos de su partido o la proporción de bancas (NEF-p) obtenidaspor cada fracción en el total de bancas obtenidas por su partido.

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Al observar estos datos se verifica que no hay un comportamientouniforme de la fraccionalización (tanto electoral como parlamentaria82)en los tres partidos mayores del sistema. Mientras que el PN y el PCpresentan al final del período un bajo nivel de fraccionalización, queronda entre 2 y 3 fracciones electorales relevantes, el FA confirma unafraccionalización alta que, en combinación con la incorporación denuevos socios como resultado de su política de alianzas, creciópermanentemente desde 1994 hasta alcanzar su máximo nivel en 2004,con 6 fracciones electorales relevantes.

Intentemos explicar este comportamiento diferencial de lafraccionalización en el caso del FA. Como en Uruguay la competenciaentre las fracciones de un partido, lo mismo que la interpartidaria, seregula y resuelve electoralmente, existe una relación entre el sistemaelectoral y el formato interno de los partidos. ¿Qué efectos produceel primero sobre el segundo, las reglas sobre el formato de lacompetencia intrapartidaria?

El DVS y la RP han sido señalados como variables facilitanteso estimulantes de la fraccionalización de los partidos uruguayos(González 1993, entre otros). El DVS, como mecanismo de votopreferencial intrapartidario que habilita a los electores a optar poruna fracción (sublema) al mismo tiempo que votan por un partido(lema), es el mecanismo habilitante de la fraccionalización. La RP, alfacilitar el ingreso al Parlamento, se vuelve un factor que complementao amplifica el efecto positivo del DVS sobre la fraccionalización.

Sin embargo, hasta las elecciones de 1994 hubo un tercermecanismo que influía en la contienda interfraccional conconsecuencias reductoras sobre la fraccionalización: la forma deelección presidencial. Como las elecciones internas, en los hechos, serealizaban simultáneamente con las interpartidarias presidenciales y

82 Existen diferencias entre la fraccionalización electoral y la parlamentaria enlos tres partidos. Los valores menores de la segunda son un reflejo de ladistorsión que el sistema electoral introduce sobre la distribución delelectorado dentro del partido al momento de traducirla políticamente encargos que se asignan entre las fracciones de cada partido; también lo es delmayor o menor éxito de las fracciones para obtener el mayor rendimiento(bancas) de su caudal electoral (votos), dadas ciertas reglas electorales.

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legislativas, que a su vez estaban vinculadas entre sí, las fraccionesdentro de cada partido estaban compitiendo simultáneamente porcargos parlamentarios y por la imposición de su propio candidato ala presidencia.83 El pleito presidencial dentro de cada partido se dirimía,igual que el inter-lemas, por la regla de mayoría simple (MS) quetiene un efecto reductor del número de competidores electorales(Buquet et al 1998).

Por lo tanto, el efecto final debe surgir de la consideracióncombinada de los tres mecanismos (DVS-RP-MS). El DVS implicala posibilidad de que cada fracción compita electoralmente con supartido y simultáneamente, dentro de él, contra las demás fracciones.A través del DVS las fracciones pueden constituirse en agenteselectorales. Por ello es un mecanismo habilitante de la fraccionalizaciónde los partidos. Pero no opera sólo. En el marco del DVS, actúan losotros dos dispositivos, que tienen efectos tendenciales contrapuestos:mientras que la RP genera un efecto dispersivo, la MS produce unatendencia concentradora. En la competencia interna, lo mismo queen la interpartidaria, el pleito presidencial se imponía sobre la disputade bancas parlamentarias. Como bien explica Buquet (2000) la disputapresidencial intrapartidaria, en que operaba la regla de MS, era másdecisiva en la definición del voto por parte de los electores, respecto ala disputa legislativa en que operaba la RP. En consecuencia, la MSestaría cancelando o conteniendo los efectos dispersivos de la RP. Elresultado del desempeño combinado y contradictorio de los tresmecanismos, en particular de la RP y la MS, generaba un efectoreductor que habría mantenido relativamente bajo el número defracciones relevantes dentro de los partidos.

El nuevo sistema electoral delineado por la reformaconstitucional de 1996 introdujo varios cambios respecto a losmecanismos que regulaban la competencia interna en los partidos.84

83 El DVS aplicado a la elección presidencial permitía que cada fracciónpresentase su propio candidato presidencial que competía con los de las otrasfracciones de su partido, resultando finalmente electa la fórmula presidencialmás votada del partido más votado.

84 La imposición de la candidatura presidencial por partido y la realización deelecciones primarias para definirla en todos los partidos hace que la contienda

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Sin embargo, sus efectos sólo podrán verse en la medida que se sucedanvarias instancias electorales y los actores internalicen las oportunidadesy restricciones emergentes del nuevo sistema. Por ahora, las tendenciaspreexistentes se mantienen.

Pero, si las reglas electorales, antes y después de la reformaconstitucional de 1996, han sido las mismas para todos los partidos¿cómo explicar la tendencia creciente de la fraccionalización en elFA, contrastante con el bifraccionalismo alcanzado por los partidostradicionales en 1999? Dejaremos planteadas aquí tres posiblesexplicaciones de este fenómeno.

Esta tendencia diferente de la fraccionalización del FA podríatener relación con el hecho de que, a diferencia de los otros dospartidos, nunca hizo uso del DVS a nivel de la elección presidencial.Es el único partido que siempre presentó un candidato únicopresidencial. Por los factores anteriormente explicados, esto hizo queen el FA no se produjese el efecto reductor de la MS que ordenaba lacompetencia intrapartidaria en los partidos tradicionales. De ser así,cabría esperar un incremento de la fraccionalización en el PC y el PNpor efecto de la reforma constitucional de 1996 ya que –como haargumentado Buquet (1999)– al imponer las candidaturas únicas porpartido eliminando el DVS a nivel presidencial, se liberó el efectofraccionalizador que siguen teniendo el DVS y la RP sobre la elecciónparlamentaria, antes contenido por la MS que regía la contiendapresidencial dentro de cada partido.

El segundo elemento que podría estar jugando a favor de lacreciente fraccionalización de la izquierda es el tamaño relativo de lascircunscripciones electorales en cada partido. Al ser el partido mayor,el EP-FA se constituye –en el momento de la competencia internapor las bancas del partido– en la circunscripción partidaria más grande,

interna por la candidatura presidencial se dirima en una instancia específicay separada en el tiempo. La competencia interna legislativa regida por la RPy el DVS se sigue realizando en forma simultánea con las elecciones nacionalesinterpartidarias en que las presidenciales y legislativas continúan siendosimultáneas y vinculadas, aunque el balotaje introdujo la posibilidad de queel pleito presidencial acabe dirimiéndose por separado en una segunda vueltaelectoral, como ocurrió en 1999.

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de donde resulta que en el marco de la RP se incrementan lasposibilidades de las fracciones menores para acceder a cargos. Mientrasque el contingente electoral y legislativo de blancos y colorados cayóa lo largo del período considerado, el del FA creció (Cuadro 2.1). Lacaída del número de votos y cargos a que accedían el PN y el PC,redujo la magnitud de las circunscripciones dentro de las que lasfracciones compiten. Ello se volvió un estímulo para la concentración(o sea para la reducción de la fraccionalización), puesto que lasfracciones deben reunir la mayor cantidad de recursos para maximizarsus oportunidades de conquistar, contra otras fracciones de su propiopartido, la mayor cantidad posible de los cada vez más escasos votosy bancas del partido. El número de bancas que obtiene el partido es,al momento de la competencia interna, la magnitud de lacircunscripción en la que las fracciones compiten entre sí dentro desus respectivos partidos. La tendencia divergente al achicamiento oagrandamiento de las bancadas de blancos y colorados por un lado yfrenteamplistas por otro, podría haber inducido las respectivastrayectorias hacia la concentración o la fraccionalización.

Hay un tercer factor –corolario del anterior– que contribuye aexplicar la tendencia diferente del FA con respecto a sus parestradicionales. Dado que la magnitud de las circunscripcioneselectorales afecta positivamente el grado de fraccionalización, puedesostenerse que la concentración del voto frenteamplista en las doscircunscripciones departamentales más grandes (Montevideo yCanelones) ha operado como un incentivo a la fraccionalización. A lainversa, la concentración del voto blanco y colorado en lascircunscripciones chicas explicaría su tendencia decreciente.

En resumen, el propio crecimiento electoral del EP-FA y suconcentración territorial en las circunscripciones más grandes encombinación con la no utilización del DVS a nivel presidencial,parecen ser los factores explicativos de su creciente tendencia a lafraccionalización. De igual forma, la reducida fraccionalización delos otros dos partidos respondería a su decreciente peso electoral, asu concentración en las circunscripciones departamentales pequeñasy –hasta 1994– al efecto reductor del DVS y la MS utilizados en elpleito presidencial intrapartidiario. A ello debemos agregar la forma

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electoral en que se concretan las alianzas construidas por el FA (EP,NM), ya que los socios se fueron agregando como fracciones de unpartido que se agrandaba, también en el sentido del número deactores internos. Como veremos a continuación, este factor agregóuna fracción en 1994 y otra en 2004, llevando de 4 a 6 el valor de lafraccionalización de la izquierda.

6.2.2. Descripción y evolución de las fracciones

En el Cuadro 6.2 se presenta el listado completo de las fraccionesfrenteamplistas más aliados entre 1971 y 200485. De estos datos sepueden derivar varias conclusiones. En primer lugar, el total defracciones nacionales que han existido en el FA desde su fundaciónhasta la última elección nacional asciende a 16. Este número está sindudas inflado por los constantes cambios de la composición fraccionaldel FA en cada elección. El número de fracciones se ubica en unpromedio de 7 por elección y muestra una tendencia ascendente quesupera las 10 en la actualidad.

85 A los efectos de la identificación de las fracciones, se tomó en cuentaúnicamente el momento de las elecciones nacionales parlamentarias ypresidenciales (6 observaciones en total), considerando como tales en cadainstancia electoral considerada sólo a aquellas que presentaron una lista decandidatos a senadores.

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CUADRO 6.2.Fraccionalización del FA

Posiciones y votación de las listas al Senado (%)

a: Orden Alfabético / b: posición en el ranking dentro del lema, deacuerdo al caudal electoral de la fracción / c: porcentaje de votosobtenidos por la fracción dentro del lema / d: C78 en 1994 /e: FIDEL en 1971, DA en 1994, 1999 y 2004.

Fuente: Piñeiro y Yaffé 2004 / BDPRI-FCS

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En segundo lugar, se desprende de lo antedicho que no hahabido estabilidad en la composición interna del FA, produciéndosedesapariciones y apariciones de fracciones elección tras elección, aveces como resultado de acuerdos entre las preexistentes, otras porescisiones de éstas, y otras por incorporaciones de nuevos sectoresprovenientes o no de los otros partidos relevantes. En 1971 había 5fracciones con expresión electoral nacional: Partido Comunista(PCU)86, Patria Grande (PG)87, Movimiento por el Gobierno delPueblo (MGP)88, Partido Socialista (PS), Partido Demócrata Cristiano(PDC). En 1984, desapareció PG y apareció la Izquierda DemocráticaIndependiente (IDI)89. El PCU, aún proscripto, se presentó comoDemocracia Avanzada (DA)90. En 1989 se escindieron el PDC y elMGP91, y aparecieron nuevas fracciones: la Vertiente Artiguista (VA)92,el Movimiento de Participación Popular (MPP)93, el Movimiento 26de Marzo (M26); y el Movimiento 20 de Mayo (M20)94. En 1994

86 Estrictamente se trataba el Frente Izquierda de Liberación (FIDEL),conformado por el PCU, su fuerza decisiva, y el Movimiento Popular BlancoProgresista (MPBP), un sector escindido del PN, y otros grupos menores.

87 Que reunía a la Unión Popular (UP) y al Movimiento RevolucionarioOriental (MRO), ambos escindidos el PN en 1962, y, en el caso del segundo,integrante del FIDEL hasta 1966.

88 La vieja Lista 99 que se escindió del PC en 1970, para incorporarse al procesofundacional del FA, tras un acuerdo con el PDC por el que ambosconstituyeron el Frente del Pueblo.

89 Una parte de PG, la UP, pasó a integrarla junto a los Grupos de AcciónUnificadora (GAU) y el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), entreotras subfracciones.

90 Formada además por el MPBP, que cambió su nombre a Movimiento PopularFrenteamplista (MPF), y la Corriente de Unidad Frenteamplista (CUF),entre otras subfracciones.

91 Y conformaron, junto a la Unión Cívica, el Nuevo Espacio (NE).

92 En la que se subsumió la IDI, que para entonces ya ha sufrido la escisión dela UP y del PVP, y se incorporó Artiguismo y Unidad, una subfracciónescindida del PDC por disentir con su decisión de abandonar el FA y laCorriente Popular (CP), escindida del PN.

93 En el que se integraron el Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T), que hasta entonces no tenía expresión electoral propia, el PVP, y otros grupos.

94 Un grupo escindido del MGP por disentir con su decisión de abandonar el FA.

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aparecieron Asamblea Uruguay (AU), el PVP (tras abandonar el MPP),y la Unión de la Izquierda Revolucionaria (UNIR)95. Además, en elmarco del EP, creado en ese mismo año, se sumaron como fraccionesaliadas al FA: Corriente 78 (C78)96, Confluencia Frenteamplista(CONFA)97, y PDC98. En 1999 aparecieron Corriente de Izquierda(CI)99, Unión Frenteamplista (UF)100 y Alianza Progresista (AP)101, ydesapareció UNIR102. Por último, en 2004, se incorporó el NE103, yse presentaron como fracciones nacionales (presentaron listas decandidatos al Senado), la Corriente Popular (CP)104, el M20 (trasabandonar la CI), y otras fracciones muy minoritarias.

La tercera observación que cabe realizar, reafirmando elseñalamiento de la inestabilidad característica de la evolución del mapade las fracciones frenteamplistas, a partir de los datos presentados enel Cuadro 6 de la trayectoria relatada en los párrafos anteriores, es

95 En la que se nuclearon el M26, la CUF y el Movimiento Pregón, una antiguafracción fundadora del FA, de origen colorado, que había formado parte dela IDI en 1984.

96 También denominada Corriente Progresista o Encuentro de los BlancosProgresistas, grupo conformado por ex integrantes del PN, liderados porRodolfo Nin Novoa, que se separaron del Polo Progresista, una vez que algunosde sus integrantes resolvieron permanecer en el PN.

97 Conformada por varias agrupaciones integradas por excomunistas que habíanabandonado el PCU tras el fracaso de la “renovación comunista” en el congresode 1992.

98 El PDC se había escindido del FA en 1989 junto al MGP, pero, tras ladisolución del NE se integró al EP en 1994.

99 Conformada por grupos e individuos discrepantes con los lineamientosresueltos por el MPP a partir del congreso realizado entre 1995 y 1996.

100 En la que se subsumió el PVP aliándose a algunos grupos departamentales.

101 En la que se subsumieron la C78, CONFA y PDC.

102 El M26, su componente principal, apoyó en esa elección la lista al senado del MPP.

103 En el marco de la Nueva Mayoría (NM) cuya concreción provocó elalejamiento de un grupo de disidentes con esta alianza con el FA, quienesacabaron conformando un nuevo partido, el Partido Independiente (PI).

104 Al separarse del “Espacio 90” promovido por el PS, al que pertenecía desde1994, tras haber integrado la VA en 1989.

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que sólo dos fracciones (PCU y PS), han tenido presencia permanenteen todas las elecciones nacionales desde 1971 hasta 2004.

En cuarto lugar, también los pesos relativos (en términosestrictamente electorales y por tanto parlamentarios) de las distintasfracciones muestran una gran variabilidad elección tras elección. Portanto, las posiciones de las fracciones se alteran permanentemente a lolargo del período considerado. Para visualizar mejor este fenómeno, enel Cuadro 6.3 se presenta la misma información que en el anterior,pero ordenando a las fracciones en cada elección según su caudalelectoral expresado como porcentaje de los votos obtenidos por el FA.

CUADRO 6.3Ranking de Posiciones de las listas al Senado

*Fracción.** Porcentaje de votos de la fracción sobre el total recibido por el lema.Fuente: Piñeiro y Yaffé 2004 / BDPRI-FCS

Nótese que ninguna fracción alcanzó el primer lugar en doselecciones consecutivas. El PCU fue la fracción más votada en 1971

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pero cayó al segundo puesto en la siguiente elección. El MGP fueprimera fracción en 1984 pero para la siguiente abandonó el FA. En1989 volvió al primer lugar el PCU, pero tras su crisis de 1992 cayóal cuarto lugar en 1994. AU ocupó el primer lugar en 1994, cayendoen 1999 al segundo puesto. El PS alcanzó el primer lugar en el rankingen las elecciones de 1999, cayendo al tercero en 2004. Finalmente,en 2004 el primer lugar fue ocupado por el MPP. En resumen, laúnica fracción que alcanzó más de una vez el primer lugar fue el PCU.Lo hizo en 1971 con el 32.9% de los votos del FA y lo reiteró en1989 cuando alcanzó su máxima votación histórica con el 46.9% delos votos frenteamplistas.

Una última observación que puede hacerse en referencia a estosdatos es que ninguna fracción alcanzó nunca la mayoría absoluta delos votos del FA. El caso que más se aproximó fue el PCU en 1989.Por su parte, el otro miembro estable de la familia frentista, fue lafracción que, habiendo alcanzado la mayoría simple se posicionó máslejos de la mayoría absoluta. Esta situación se produjo en la únicaocasión en que alcanzó el primer puesto, en 1999 con el 28% de losvotos del FA.

6.3. La dinámica intrapartidaria de la renovaciónComo ya dijimos, el período que se abrió en 1994 constituyó

una segunda etapa en el proceso de transformación del FA. Laadaptación partidaria y la reformulación estratégica, hasta entoncestrabadas, se abrieron camino. Fue también el período en el que laizquierda creció, incorporando un 10% del electorado total en cadaelección hasta alcanzar la mayoría absoluta. El estilo y el peso delliderazgo de Vázquez, junto con la dinámica de la competenciaintrapartidaria en la que se gestó una coalición interna consistente yestable, fueron los factores decisivos para sortear los escollos que lapesada estructura interna había impuesto a los impulsos renovadoresdurante la etapa anterior. También lo fueron, por tanto, para alcanzarel triunfo del 2004, facilitado, es claro, por la crisis económica, eldeterioro social y la desastrosa evaluación que la ciudadanía manifestabacon respecto a la gestión del último gobierno nacional, en contraste

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con la muy positiva que los estudios de opinión pública revelan querecibía la gestión municipal del FA en Montevideo desde 1990.

La renovación y el crecimiento electoral de la izquierda seprodujeron en un contexto político favorable que ya hemos analizadoen el Capítulo 2 (multipartidismo bipolar y descontento ciudadanocon los impactos de las reformas liberales). Como hemos reiteradoen numerosas ocasiones a lo largo de este libro, una vez que secomprueba que el entorno presentó una oportunidad para elcrecimiento de la izquierda lo que importa es explicar cómo el FAsupo y pudo aprovechar esa oportunidad, mediante la adaptación alos cambios producidos en ese contexto y la formulación y ejecuciónde una estrategia maximizadora de votos.

La estrategia adoptada combinó la firme oposición a las reformasde inspiración liberal con la moderación ideológica y programática yla ampliación de las alianzas, y la consiguiente diversificación de laoferta electoral. Para poder explicar la adopción de esa estrategia entreotras alternativas que estuvieron presentes en los debates de la izquierdade los años noventa, es necesario indagar en la dinámica de lacompetencia entre las distintas fracciones que conforman el FA y, enel marco de esta, en la lucha por el liderazgo de la izquierda.

A lo largo de los capítulos 4 y 5 hemos mostrado cómo otrosdos factores concurrieron a esa explicación: la institucionalizaciónactitudinal o tradicionalización, que por la vía del fortalecimiento dela identidad partidaria consolidó la adhesión de los miembros yelectores; la relación informal con el sindicalismo, que evitó los vetosque una relación más orgánica podría haber impuesto al proceso deadaptación, facilitó su comunicación a una parte de las bases electoralestradicionales de la izquierda, y evitó el crecimiento de alternativaspolíticas de izquierda críticas del FA. Estos factores neutralizaron losriesgos de la moderación, facilitando la adaptación y habilitando lareformulación estratégica que finalmente permitió a la izquierda crecery triunfar.

En la primera parte de este capítulo hemos analizado cómo lacombinación de la creciente fraccionalización del FA con la ampliaciónde las alianzas, también fueron variables concurrentes a la estrategiamaximizadora. Al diversificar la oferta electoral ampliaron el “rastrillo”

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de la izquierda, incorporando en pasos sucesivos, opciones decentroizquierda hasta cubrir todo el espacio desde la izquierda hastael centro. El propósito principal de esa primera parte fue mostrar elmapa de la configuración interna del FA y sus alianzas, la identificacióndel número y las etiquetas de los principales actores fraccionales de lacompetencia intrapartidaria. En lo que resta de este capítulo meconcentraré en reconstruir y analizar la forma en que la disputa porel liderazgo y la competencia entre fracciones operaron en laformulación de la estrategia partidaria.

6.3.1. El debate estratégico en los años ochenta

Al instalarse en 1985 el primer gobierno posdictadura, el FAtenía una posición política completamente diferente a la que habíatenido en el período predictadura. El protagonismo que, de la manode Líber Seregni y en forma convergente con la estrategia de salidaconducida por el líder colorado Julio Sanguinetti, tuvo el FA en lafase final de la dictadura participando directamente de lasnegociaciones con los militares, había significado una fuertereubicación de la izquierda. Por varios motivos, esto hubiera sidoinimaginable pocos años antes. Y resulta aún más sorprendente si sepiensa que buena parte de las fuerzas que propiciaron la instauracióndel régimen dictatorial habían tenido en la eliminación de la izquierdauna de sus motivaciones.

Seregni fue decisivo en ese proceso, confirmando su posiciónexpresada anteriormente desde la cárcel. Ante diversos sucesos políticosfrente a los que la persistencia del FA se vio amenazada –en particularen ocasión de las elecciones internas de los partidos celebradas en1982-, Seregni promovió los lineamientos de una estrategia diseñadaen la prisión. Esta combinó con éxito dos objetivos: salvar al FA comoalternativa política a los partidos tradicionales y conformar un ampliofrente opositor a la dictadura. Luego, la participación del FA en losdirectorios de algunas empresas estatales fue un segundo paso haciala legitimación y consolidación de la nueva posición de la izquierdaen la política nacional. En ambos casos (participación en lanegociación con los militares y en las empresas públicas durante elprimer gobierno democrático) el liderazgo de Seregni fue

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determinante. Probablemente, sin ese cambio en la relación del FAcon el resto del sistema político, no sería posible explicar el itinerarioposterior, que es el objeto principal de este libro, signado por larenovación y el crecimiento.

Además, como hemos señalado en diversos tramos de estetrabajo (especialmente en el Capítulo 2) la economía y la sociedadtambién habían cambiado mucho con respecto a la situación frente ala que el FA había emergido y formulado su programa en 1971.Seguramente la combinación de estos factores (cambios en la situaciónpolítica y en el contexto económico y social), y las diferentes lecturasque de sus implicancias hicieron los diversos componentes de laizquierda, fueron los factores que provocaron que, a poco de restauradala convivencia democrática, emergieran en su seno importantesdiferencias acerca de la estrategia a seguir en la nueva etapa.

Tras la elección de 1984, el MGP emergió como la fracciónmayoritaria y comenzó a plantear algunas iniciativas orientadas a larenovación, que fueron acompañadas por el PDC. Básicamentesostenían que debía tomarse como meta inmediata el establecimientode un gobierno de “mayorías nacionales”. Planteaban que para llegara tal gobierno era necesario establecer alianzas con otros sectorespolíticos que pudieran suscribir un programa de cambios moderados.

El PCU, que ocupó el segundo lugar en esas elecciones, fue elsector más crítico hacia los planteos “revisionistas” de los renovadores,que se presentaban como la “nueva izquierda”. Los comunistasmanifestaron explícitamente que la izquierda no debía correr suprograma hacia el centro, como planteaban cada vez másexplícitamente los renovadores, sino que la estrategia debía serexactamente la inversa: apostar a que cada vez más uruguayos secorrieran hacia la izquierda. En materia de alianzas, el PCU era enfáticoen la defensa de la vigencia del FA como instrumento de la revoluciónen su fase democrática, nacional y popular, desestimando por tantolos planteos acerca de alianzas suprafrentistas que formulaban el MGPy el PDC.

El PS, la tercera fuerza en ese momento, coincidía con losrenovadores en la necesidad de avanzar hacia un gobierno de mayoríasnacionales a través de la construcción de un “bloque alternativo”,

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capaz de confrontar con éxito al “bloque conservador”. Para ello debíaprocurarse una alianza del FA, como eje vertebral, con sectores de lospartidos tradicionales que estuvieran en oposición a tal bloque, perono estaba presente en su planteo la idea de que ello requiriese unarebaja del programa. Quedaba implícito que las alianzas debíanconstruirse a partir del programa frentista.

El primer congreso ordinario del FA (diciembre de 1987)incorporó la idea del “gobierno de las auténticas mayorías nacionales”,pero la concibió sobre la base de un programa que propugnara la“modificación radical del sistema económico”. Evidentemente, setrataba de una transacción entre los partidarios de la “nueva izquierda”y quienes se oponían a sus postulados, que arrojaba un resultado quecoincidía con las ideas manejadas por el PS. Pese a que se incluía laidea del “gobierno de mayorías nacionales” seguía prevaleciendo latesis de que las alianzas sociales y políticas deberían basarse en elprograma fundacional del FA y no en uno más moderado.105

En junio de 1988, el MGP sometió a consideración de laMesa Política del FA un documento titulado “Pautas de reformulacióndel Frente Amplio” en el que se reclamaba una “profunda renovaciónprogramática”. La propuesta fue bien recibida tanto por el PS comopor el PCU, y, obviamente, fue apoyado por el PDC. Por lo visto, losque eran indicados como representantes de la “vieja izquierda”, no se

105 El debate en la interna del FA se superpuso con otro, tan intenso comoaquel, entre algunos sectores del FA y el MLN, que había solicitado ingresoen 1985, lo cual fue resistido hasta 1989, por razones distintas peroconvergentes en este punto, por el PDC y el PCU. Raúl Sendic, principaldirigente del MLN, propuso al salir de la cárcel la creación de un FrenteGrande. La propuesta fue desarrollada por el MLN en un acto públicorealizado en vísperas de la reunión del primer Congreso del FA, desatandouna fuerte polémica con varios sectores de este, en especial con el PCU queacusó al MLN de proponer una alternativa al FA, cosa que los tupamarosnegaban que fuera su proyecto de Frente Grande. Con este nombre promovíanla idea de una gran alianza política de fuerzas dispuestas a impulsar unprograma de tres puntos: no pago de la deuda externa, estatización de labanca y reforma agraria. La propuesta tenía, como puede verse, puntos decontacto con la posición del PS. Extrañamente, no vinculaba la ampliaciónde las alianzas con una moderación del programa, estrategia a la que el MLN,en el marco del MPP, recién se plegaría desde 1999.

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comportaban como los partidarios de la “nueva” esperaban. LaComisión de Programa del FA fue el escenario principal en el quedurante el segundo semestre del año y primeros meses de 1989, sedio curso a los cambios propuestos por el MGP y el PDC,incorporando la mayor parte de ellos. El PCU y el PS se mostraronsumamente flexibles, demostrando que estaban dispuestos a ceder enlo programático con tal de evitar la ruptura de la unidad de la izquierdatan trabajosamente lograda antes y durante la dictadura, a la queconsideraban un logro cuya pérdida significaría un revés estratégicoque afectaría tremendamente las posibilidades de alcanzar el gobierno.

Ante esta inesperada flexibilidad de los que consideraban“ortodoxos”, los renovadores pasaron a centrar sus demandas en dosplanos distintos pero complementarios: uno ideológico, el otroelectoral. Se hizo cada vez más claro que desde el MGP se tendió aideologizar el debate: no importaban las transacciones programáticasa que se pudiera llegar, lo realmente decisivo era que tras los maticesde programa y las diferencias estratégicas habían fuertes discrepanciasideológicas que se presentaban, cada vez más, como insalvables; lacuestión del leninismo y la concepción de la democracia pasaron aser el centro de las críticas dirigidas contra el PCU y el PS. El MGPcomenzó a poner énfasis en su concepción de un socialismodemocrático y en la crítica al socialismo real defendido por loscomunistas y al marxismo-leninismo como ideología que ambosabrazaban. Por su parte, estos contraatacaban denunciando la “falacia”de la socialdemocracia como una fórmula encubridora de los viciosdel capitalismo.

Por otra parte, el MGP había decidido que su líder Hugo Batalladebía ser candidato a la presidencia, desafiando de esta forma al líderhistórico del FA, quien no había podido ser el candidato presidencialen 1984 por estar proscripto, pero que era el candidato natural paralas elecciones de 1989. Si Batalla no podía ser candidato único delFA, el MGP estaba dispuesto a buscar otra expresión electoral queimpulsara su candidatura. Hasta allí llegó la flexibilidad del PCU y elPS –también la tolerancia del propio Seregni-: el planteo no fueadmitido. El PDC planteó entonces una solución intermedia paraevitar la ruptura: la habilitación de la doble candidatura presidencial

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(Seregni y Batalla). Pero esa era una posibilidad inaceptable para lasdemás fracciones, que rompía con uno de los pilares de la tradiciónfrentista en materia electoral: no podía utilizarse el mecanismo quese había denunciado hasta entonces (el DVS presidencial).

Finalmente, en julio de 1989, el MGP y el PDC dejaron deasistir a la Mesa Política del FA y formalizaron un acuerdo con laUnión Cívica que dio origen al NE. Quienes permanecieron teníanun común sustrato ideológico marxista y coincidían en que el FA eraun instrumento imprescindible para la revolución uruguaya en elcamino hacia el socialismo. El PS compatibilizaba esa idea con suconcepción acerca de las alianzas que debían promoverse paraconstituir un bloque alternativo que nucleara a la izquierda con lossectores progresistas de los partidos tradicionales y pudiera confrontarcon éxito al bloque conservador encarnado por los sectoresmayoritarios de esos partidos.

Danilo Astori, por entonces frenteamplista independiente, seconstituyó en un referente principal dentro del FA a partir de sudestacada labor en la polémica contra las críticas y las posicionesesgrimidas por la “nueva” izquierda. En el congreso extraordinario dejunio de 1989, cuando aceptó la candidatura a la vicepresidencia comocompañero de fórmula de Seregni, reivindicó la vigencia de las ideasbásicas del programa frentista.

En resumen, durante la segunda mitad de la década de losochenta, el FA asistió a un primer impulso renovador. No es posibleconcluir, a partir de la documentación y los testimonios recabados, sila intención de sus propulsores fue desde el inicio retirarse del FApara construir otra alternativa político-electoral, o si esa fue una opciónque fueron visualizando a medida que sus planteos encontrabanresistencias. En verdad, sus propuestas de modificacionesprogramáticas fueron aceptadas. Las diferencias ideológicas en tornoa la cuestión de la democracia y del leninismo, así como las estratégicascentradas en las alternativas de crecimiento a partir del FA o de laconstrucción de alianzas más amplias, eran reales. Lo cierto es quefinalmente el proceso terminó en la ruptura sin que los planteosideológicos y estratégicos de la “nueva izquierda” hubieran sidoincorporados por las fracciones que permanecieron en el FA.

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6.3.2. Los impulsos renovadores en la primera mitadde los años noventa

Desde los primeros años noventa la presión del contextoeconómico y social –transformado por el impulso neoliberaldoméstico, la integración regional y la crisis del socialismo real–encontró agentes internos receptivos, que promovieron la renovaciónideológica, programática y estratégica de la izquierda. La caída de losregímenes comunistas había puesto en cuestión aspectos centrales desu pensamiento y acción; la experiencia del ejercicio gubernamentalen la IMM mostraba la necesidad del pragmatismo a la hora deadministrar recursos escasos para diseñar y ejecutar políticas públicas.

Estos actores también asumieron los desafíos emergentes delentorno electoral: para crecer había que hacerlo hacia una porcióndel electorado que se concentraba en el centro, o sea hacia la derechadel FA y, por tanto, de sus tradicionales bases electorales. Para ellohabía que moderar el programa y sus fundamentos ideológicos,reformular la estrategia y desarrollar una política de alianzas paraconstruir una macrocoalición que, con el FA como centro neurálgico,pudiese cubrir todo el espectro político-ideológico desde la izquierdahasta la mitad izquierda del centro. La escisión del PDC y el PGPhabía impedido que el FA aumentara significativamente su votaciónentre 1984 y 1989 y este estancamiento preocupó a esa parte de ladirigencia frentista para la que se hizo evidente que si no se reunificabaa la izquierda sería imposible acceder al gobierno.

Esta fue la estrategia que impulsó Tabaré Vázquez desde muypoco tiempo después de haber comenzado su ejercicio comogobernante municipal en febrero de 1990. En ambos postulados (lanecesidad de la moderación y de la construcción de una alianza másamplia) los renovadores chocaron con resistencias internas queutilizando las prerrogativas de una estructura por entonces ya rígiday densa, lograron bloquearlos. En aquel momento, tanto Líber Seregni(máximo líder y presidente del FA hasta 1996) como Danilo Astori(candidato a la vicepresidencia y primer candidato al senado por todaslas listas del FA en 1989) se opusieron a la estrategia promovida porlos renovadores con la anuencia de Vázquez, en particular a lapropuesta de ampliación de alianzas, a la que consideraron, bajo

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acusaciones de “posfrentismo”, como un intento por terminar con elFA para dar lugar a otra formulación político-partidaria. Luego, en lasegunda mitad de los noventa ambos serían, por el contrario, firmesimpulsores de la moderación de la izquierda, aunque críticos de otrosaspectos de la estrategia promovida por Vázquez.

Días antes del segundo congreso ordinario del FA (julio de 1991)se publicó un documento titulado “Más allá del desaliento hay un paísque nace” (pronto se lo conoció como “el documento de los 24”, enreferencia al número de sus firmantes). Aunque ni él ni ningún dirigentesocialista lo suscribió finalmente106, Tabaré Vázquez había dado su vistobueno al contenido y oportunidad del documento. Había sido elaboradopor dirigentes de la VA, la renovación comunista, el PS, y algunas figurasfrenteamplistas independientes del ámbito sindical e intelectual.107

El contenido del documento era muy claro y muestra hastaqué punto, tras los sucesos internos y externos de 1989, una parte dela izquierda había asumido que el programa del FA debía adaptarse alos fuertes cambios ocurridos en el país y en el mundo. Se postulabauna nueva visión de las relaciones entre estado y mercado: “laalternativa de las izquierdas no puede sustentarse a contramano de lahistoria, en una reivindicación del estatismo, sino que debe superar laparalizante oposición maniquea entre lo público y los privado”108; lanecesidad de promover una “reconversión productiva con equidad”;una actitud propositiva respecto al Mercosur, “no una actitud deexpectativa”; una serie de “reformas urgentes” entre las que seenumeraban las del estado, política, educativa y fiscal.

106 Aunque compartía el contenido, el Comité Ejecutivo del PS consideróinconveniente acompañar el documento, en cuya redacción habían participadoalgunos de sus militantes.

107 El documento fue publicado en el diario La República el sábado 6 de julio de1991. Entre los firmantes figuraban los comunistas renovadores EstebanValenti, Rafael Sanseviero, Gonzalo Carámbula, Álvaro Rico; y los vertientistasRodrigo Arocena, Margarita Percovich, Enrique Rubio, Ricardo Vilaró, JuanManuel Rodríguez. Lo firmaban también algunos sindicalistas e intelectualesindependientes o vinculados a alguna de esas dos fracciones. Entre ellos,figuraban los historiadores Gerardo Caetano y José Rilla, y los dirigentessindicales Juan José Bentancor y Luis Garibaldi.

108 La República, 6 de julio de 1991, Política, pág. 8.

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Al mismo tiempo, en la dimensión estratégica, el documentoevidencia que esa parte de la izquierda también había asumido que elFA no podría alcanzar el gobierno por sí mismo, y que por tantodebía promoverse una política de alianzas que permitiese reunir alFA con el NE y con los sectores progresistas de los partidostradicionales, y que ello requería a su vez una coalición (“confluencia”)interna, en el propio FA, para promover ese lineamiento estratégico:“Sacar adelante al Uruguay no es tarea que las izquierdas puedan realizarpor sí solas. La magnitud de los cambios a impulsar y las resistencias quesuscitarán requieren la conformación de una nueva mayoría, social yregional... No habrá transformación progresista del país sin unaconfluencia de mayorías... se puede avanzar hacia el encuentro de lasmayorías nacionales. Ciertas alambradas divisorias del pasado hanempezado a caer. Se venga de donde se venga, lo que importa es adóndese va. Nuevas confluencias se hacen posibles. Confluencias renovadorasdentro del Frente. Confluencias del Nuevo Espacio y el Frente, para quetodas las izquierdas sumen esfuerzos. Confluencias de las izquierdas consectores progresistas de los partidos tradicionales, en ruta hacia unacoalición para un gobierno alternativo de mayorías. Por tales confluenciastrabajamos ...”. 109

El documento fue un intento para plantear en el escenariopúblico algunas iniciativas que no habían encontrado suficienterespaldo en el proceso de preparación del congreso del FA. Pero resultóser un desacierto táctico, pues no logró concitar los apoyos buscadosy más bien generó reticencias y rechazos de quienes podrían haberloapoyado. El más claro en este sentido, fue el de Líber Seregni que semostró sumamente molesto con el procedimiento seguido, pues sesalía del trámite orgánico dentro de la estructura prevista, aún cuandoacordaba con el llamado y la orientación de la renovación programáticapropuesta, no así con el lineamiento estratégico que asumía laimposibilidad del FA para alcanzar el gobierno por sí mismo,proclamando la necesidad de una “nueva mayoría” más amplia aún.

109 La República, 6 de julio de 1991, Política, pág. 12.

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El segundo congreso del FA aprobó el documento “Grandeslíneas de acción política” en el que la resolución acerca de la políticade alianzas evidencia una transacción entre los defensores de laestrategia frentista y los impulsores de la línea de moderar el programapara viabilizar un gobierno de mayorías. El documento reivindicabala necesidad de una “política de alianzas” que permitiera “construirun gobierno de mayorías”. Pero no entendía a ese gobierno demayorías como algo que, para constituirse, requiriese un programadistinto que el fundacional del FA: “Transformaciones de esta magnitudrequieren el apoyo de la mayoría de la población, el consenso activo y laparticipación democrática de la gente. Es imprescindible caminar haciala construcción de un gobierno de mayorías nacionales con el apoyo delmayor abanico posible de sectores sociales y de partidos o grupos políticosdispuestos a realizar un proyecto antioligárquico y antiimperialista queconstruya una sociedad más justa, democrática y soberana”. 110

Dicho de otro modo: sólo habría alianzas sociales y políticascon aquellos que quisieran suscribir el programa frentista(“antioligárquico y antiimperialista”). Subsistía una interpretaciónfrentista de la noción de “gobierno de mayorías”. Esto quedaba claroen los lineamientos programáticos aprobados por el congreso, yaanalizados en el Capítulo 3, que mantuvieron el mismo tono, fiel a lamatriz fundacional, de los documentos anteriores.

Entre el Congreso de 1991 y las elecciones de 1994, a lo largode 1992 y 1993, el FA se vio sacudido por una fuertísima pugnaentre los que fueron calificados desde afuera del FA (por el periodismoy los adversarios políticos, no así por los propios protagonistas que,ni unos ni otros, se sentían cómodos con tales motes) como “radicales”y “moderados”. Líber Seregni, una vez más, fue el zurcidor de unacuerdo que evitó lo que llegó a visualizarse como una posible segundaruptura de la unidad de la izquierda. Los temas centrales de la polémicainterna seguían siendo los mismos (moderación o no del programa,búsqueda o no de alianzas), pero las diferencias y el nivel de laconfrontación se vieron acicateadas por dos hechos.

110 “Grandes líneas de acción política”, Segundo Congreso Ordinario del FA,Julio de 1991, Montevideo.

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En primer lugar, con los resultados de la gestión municipal deMontevideo a la vista y el descontento social que generaban lasreformas liberales impulsadas por el gobierno –que había tenido unainapelable expresión en el plebiscito de 1992 al derogar algunosartículos de una Ley de Empresas Públicas promovida por laadministración blanca con apoyo de la amplia mayoría de loslegisladores colorados-, las elecciones de 1994 eran visualizadas en elFA como una seria posibilidad para alcanzar el gobierno nacional.

En segundo lugar, la polémica programática y estratégica sesuperpuso con la disputa por el liderazgo, ya que en ese momentoDanilo Astori era el preferido de Seregni. Había sido el candidato avicepresidente en la elección de 1989 y encabezado todas las listas decandidatos a senadores del FA, teniendo desde entonces un marcadoprotagonismo en el ámbito parlamentario, como un referenteprincipal de la bancada de la izquierda y, desde esa plataforma, en lavida interna del FA. Por su parte, Tabaré Vázquez había pasado de serun desconocido para la mayor parte de los frenteamplistas y de losuruguayos, a ser el capitán del buque insignia de la izquierda, laIntendencia Municipal de Montevideo. Desde su plataformamunicipal Vázquez comenzó rápidamente a posicionarse como unlíder político con proyección nacional. Era bastante ajeno a la internafrentista pero tenía allí buenos operadores que pronto visualizaron supotencial como una alternativa al liderazgo de Astori, hasta esemomento el candidato natural. Este era, obviamente, el caso del PS.Pero no estaría sólo en ese juego.

A la luz de los sucesos posteriores, que los encontrarían enubicaciones cambiadas, es interesante comprobar que entre 1991 y1994, mientras que el intendente Tabaré Vázquez, aunque noparticipaba directamente del debate público y de su trámite internoen el FA, era claramente visualizado como el principal referente porparte de los promotores de la moderación, el senador Danilo Astoriera quien aparecía como la figura más relevante de los defensores delfrentismo fundacional que buscaban preservar ante los impulsosrenovadores.

Mientras la confrontación entre “radicales” y “moderados” sedesarrollaba, otro proceso que resultaría decisivo en la dilucidación de

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los dilemas estratégicos de la izquierda sucedía en tiendas de los segundos.Con apoyos internos similares a los que habían promovido el“documento de los 24”, pero sin la participación de los comunistasrenovadores que aturdidos por su derrota en la interna del PCU habíancaído en la inacción y la dispersión, y con un mayor protagonismo delos socialistas, se puso en marcha a principios de 1992 el “ProyectoPropuesta”. Se trataba de un proyecto académico-político auspiciadopor la fundación socialdemócrata alemana FESUR, promovido yejecutado a través de cuatro centros privados locales de investigación,enseñanza y consultoría: CLAEH, CUI, IDES, IESE.111 La iniciativaintegró desde el comienzo a socialistas, vertientistas, demócrata-cristianos, pegepistas y blancos del Polo Progresista (PP) del PN.

El objetivo del Proyecto Propuesta era generar acuerdosprogramáticos que permitiesen constituir una “macro-coaliciónprogresista”112 que, sobre esa base, impulsara una candidaturapresidencial común en las elecciones de 1994113. Con ese objeto seencargó a los técnicos participantes114 la elaboración de diagnósticos ypropuestas de políticas sobre cuatro grandes áreas de trabajo (economía,sociedad, estado, inserción externa) y luego sobre ocho áreas temáticasmás específicas115. Esos trabajos, fueron discutidos durante el segundo

111 Centro Latinoamericano de Economía Humana, Centro UruguayIndependiente, Instituto de Investigación y Desarrollo, Instituto de EstudiosSociales y Económicos.

112 Así la denominaban explícitamente en sus declaraciones públicas.

113 A fines de 1993, los socialistas manejaban abiertamente en la prensa susimpatía por una eventual fórmula presidencial Tabaré Vázquez - RodolfoNin Novoa, ante lo cual se mostraban expectantes los más notorios integrantesdel polo progresista. Véanse las declaraciones de Reinaldo Gargajo y AlbertoZumarán al respecto en Búsqueda, 25 de noviembre de 1993, pág. 1.

114 El Equipo Coordinador del proyecto fue integrado, en su calidad de técnicos,por los socialistas Eduardo de León y Martín Buxedas, el democratacristianoPablo Mieres, el pegepista Nelson Noya, el vertientista Salvador Schelotto ylos blancos Javier García y Antonio Pérez García.

115 Macroeconomía, Políticas Sociales (vivienda, salud, infancia y juventud),Industria, Agropecuaria, Sistema Tributario, Ciencia y Tecnología, Educación,Descentralización y Desarrollo Local.

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semestre de 1992 y a lo largo del año siguiente. En noviembre de 1993,cuando el FA salía de la crisis ya mencionada mediante una soluciónarbitrada por Seregni que sería sometida a plebiscito interno endiciembre, una reunión política del Proyecto Propuesta tomó estadopúblico a través de la prensa116. La difusión del hecho provocó unanueva polarización interna, en la que Astori y su recientemente creadafracción (AU) fueron especialmente duros en combatir lo queconsideraban una tratativa para poner fin al FA y sustituirlo por otrotipo de acuerdo programático y electoral en la que revistarían losrupturistas de 1989 y algunos dirigentes de los partidos tradicionales.

Esos temores no eran justificables en cuanto a lo primero, pero síera cierto en lo segundo: retomando uno de los postulados principalesdel “documento de los 24”, los impulsores del Proyecto Propuestabuscaban concretar una macro-coalición progresista de la queparticiparan el FA, el NE y el PP. Vázquez se había encargadopersonalmente de acercar a las conversaciones al PDC, al PGP, y losdirigentes blancos vinculados al Polo Progresista (entre los que en aquelmomento se destacaban los intendentes Ireneu Riet y Rodolfo Nin y elsenador Alberto Zumarán). Finalmente, sin lograr retener a todos lossocios iniciales, esas tratativas desarrolladas a lo largo de 1992 y 1993culminaron exitosamente a mediados de 1994 con los acuerdos entreel FA, el PDC y el Encuentro de los Blancos Progresistas (EBP)117 quedieron lugar a la creación del EP para las elecciones de ese año.

116 Participaron de la reunión dirigentes del PGP (Hebert Gatto, Rafael Micheliniy Daniel Díaz Maynard), del PDC (Pablo Mieres, Juan Young y AlbertoPérez Piera), del PS (Luis Mardones y Eduardo De León), de la VA (EnriqueRubio, Alberto Couriel y José Bayardi), y del PP (Alberto Zumarán y JavierGarcía). Búsqueda, 25 de noviembre y 2 de diciembre de 1993.

117 El EBP fue el grupo conformado por Rodolfo Nin, una vez que el PP sedividió por no acordar el resto en abandonar el PN para asociarse al FA. Alparecer este grupo tardó en escoger su nombre, ya que más tarde se presentócomo Corriente Progresista y finalmente asistió a las elecciones de noviembrede 1994 como Corriente 78, en alusión al número identificatorio de sushojas de votación. Desde 1999 conforma, junto al PDC y la CONFA, laAlianza Progresista (AP) del EP-FA.

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Este hecho fue una jugada y un punto inflexión decisivo,impulsado por Vázquez, con el apoyo de la coalición interna yamencionada para destrabar el proceso de renovación que no lograbaabrirse camino dentro del FA. También fue la culminación de losimpulsos renovadores de los primeros años noventa que venimosanalizando. El referéndum contra la derogación parcial de la Ley deEmpresas Públicas en 1992 facilitó las relaciones políticas quedesembocaron en la conformación del EP. Tras el plebiscito internode 1993, que Seregni había promovido como solución a laconfrontación en torno al tema de las alianzas, el camino quedódesbrozado y Vázquez tomó la iniciativa en los contactos políticoscon fuerzas no frentistas. A fines de 1993, se realizó el acercamientocon el PDC, el PGP y el Polo Progresista blanco118, con el objetivo deconformar la “macrocoalición progresista” que impulsara el “programaalternativo al neoliberalismo”. En febrero de 1994 el Órgano Provisionalde Conducción Política del FA121 hizo llegar a esos grupos políticos eldocumento “Marco Global para el Plan de gobierno 1995-2000” comoposible base para un acuerdo.

En esos primeros meses de 1994 surgieron dos escollosimportantes para la concreción de tal macrocoalición. Por un lado, elPP se dividió: el intendente de Rocha Irineo Riet y el senador AlbertoZumarán decidieron su permanencia en el PN; sólo el intendente deCerro Largo Rodolfo Nin persistió en la idea de una alianza con elFA abandonando el PN. Por otro lado, el PGP formalizó una alianzapolítico-electoral con el Foro Batllista del PC, que pronto se revelaríacomo el anticipo de su suicidio político: comparecería a esas eleccionesdentro del PC, integrando un sublema con el Foro Batllista que

118 Aunque no se sumó en ese momento al proceso de conformación del EP,Vázquez también contactó en esa ocasión a Víctor Vaillant, líder delMovimiento de Reafirmación Batllista (MRB) del Partido Colorado.

119 El Órgano de Conducción Política fue un organismo ad-hoc de la MesaPolítica, creado a propuesta de Líber Seregni, con el fin de dotar al FA de unainstancia resolutiva más pequeña y ejecutiva. En tanto se trataba de un órganono previsto en los Estatutos del FA, sus resoluciones eran tomadas adreferéndum de la Mesa Política y, en última instancia, del Plenario Nacionaly el Congreso.

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impulsaría la fórmula presidencial Sanguinetti-Batalla. No obstanteello, Vázquez siguió adelante en su estrategia. El 22 de junio de 1994se reunió en el Palacio Legislativo con representantes del PDC, elEBP, el Batllismo Progresista (BP) y algunos integrantes del PGP querechazaban el acuerdo con el Foro Batllista120. Estos grupos entregaronal FA dos documentos sugestivamente titulados: “Bases políticas parael acuerdo progresista” y “Plataforma programática común”.

Sin embargo, no fue fácil que el segundo congreso extraordinariodel FA (julio de 1994) aprobase la creación del EP. Ello requirió deuna operación política complicada, pero finalmente exitosa. Elcongreso, además de aprobar el nuevo programa del FA, debíapronunciarse sobre los avances registrados en los contactos con loseventuales socios. Los partidarios de la estrategia progresista eranmayoría en el Congreso, pero no alcanzaban los 2/3 de votos exigidospor los estatutos del FA para tomar este tipo de resoluciones.121 Lasituación era muy comprometida. Faltaban apenas cuatro meses paralas elecciones nacionales, y Vázquez ya había llegado a un principiode acuerdo con los socios progresistas. Para salir del problema, luegode arduas negociaciones el congreso designó una comisión especial.Fue esta comisión la que con los votos del PCU, sin los que no sehubiera alcanzado la mayoría, aprobó la creación del EP y loslineamientos programáticos que se habían preacordado en loscontactos que Vázquez había mantenido en junio con el PDC, elEBP y el BP.

De esta forma, el FA mantuvo el programa frentista y al mismotiempo adhirió a la plataforma electoral del progresismo, sensiblementemás moderada y llamativamente breve para la tradicional enjundiaprogramática de la izquierda. Los partidarios de la renovaciónquedaron satisfechos. Habían logrado, EP mediante, ampliar las

120 Finalmente el PGP se fracturaría en el Congreso en que se discutió el acuerdocon el Foro dando origen al segundo NE, conformado por los disidentes detal acuerdo liderados por Rafael Michelini.

121 Según el artículo 96 de los Estatutos del FA, las resoluciones del Congresorequieren la aprobación de 2/3 de los presentes (“salvo en temas de simpleprocedimiento en que se resolverá por mayoría relativa”).

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alianzas más allá de las fronteras del FA y, sobre todo, se disponían acompetir electoralmente con un programa del que fueron eliminadostodos los puntos que no habían logrado modificar en el programa delpropio FA. Por la misma razón, los opositores a la renovación, entrelos que a esa altura el MPP era el sector más importante, tambiénhabían quedado relativamente satisfechos: el programa del FA seguíafiel a sus orígenes. Sin embargo, intuían que la coalición que respaldabaa Vázquez (el eje PS-VA), con la inesperada ayuda de última hora delPCU –que hasta ese momento se había mantenido alineado entre losque la prensa, al igual que blancos y colorados, identificaban como“radicales”–, buscaba con el EP hacer un by-pass a la densa estructurapartidaria del FA. Según surge de los testimonios que hemos recabado,esta era la idea que circulaba entre los congresales del MPP y otrosgrupos menores de esa coalición derrotada en el congreso de julio de1994. Por ello votaron en contra de la creación del EP.

En esa misma instancia, tras una fundamentada y resistidaabdicación de Líber Seregni, el congreso del FA aceptó proclamar,por amplísima mayoría, a Tabaré Vázquez como candidato presidencialy autorizó que la fórmula se completara con un socio no frentistacomo candidato a la vicepresidencia.

6.3.3. El trámite de la “actualización” en los últimos diez años

En el congreso de julio de 1994 el impulso de Vázquez y lacoalición que lo respaldaba en favor de la estrategia progresista habíadado un paso fundamental. El EP se puso en marcha y Vázquez fue elcandidato presidencial, pero aún no estaban decididas ni la puja internapor el liderazgo ni el trámite futuro de la renovación. La actualizaciónideológica y la moderación programática se procesaron a partir deentonces. No antes. El liderazgo de Vázquez convivía aún con otrosque lo desafiarían por varios años más. La derrota de la izquierda amanos del PC en las elecciones de 1994, a pesar de haber incorporadoíntegramente a una décima parte del electorado (se pasó de 21% a31%), y luego (en 1996) la introducción del balotaje para las eleccionesde 1999, profundizaron aún más la convicción de los renovadoresacerca de la necesidad de insistir en la línea de moderar y ampliaralianzas mientras se ejercía la oposición. En 1999 el FA, junto a sus

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socios del EP, conquistó por primera vez la mayoría relativa,incorporando otra décima parte del electorado (pasó de 31% a 40%).Pero perdió en la segunda vuelta presidencial frente al candidatocomún del PC y el PN. La maximización electoral que la estrategiaadoptada producía aún no era suficiente para lograr el objetivoprincipal.

La consolidación del liderazgo de Vázquez aun debería salvardos desafíos internos. Y lo hizo consecutivamente, dilucidando lospleitos en instancias cruciales. Seregni había dado un doble paso alcostado (por él mismo y por su candidato preferido, que había sidohasta entonces Astori) a favor de Vázquez, al apoyar su candidaturapresidencial en 1994. Pero mantenía en sus manos la Presidencia delFA, con un espacio de poder interno muy importante. Vázquez, dealguna forma, lo compensaba desde la Presidencia del EP, pero Seregniseguía ejerciendo un fuerte liderazgo y era secundado por Astori, elotro desafiante de Vázquez que mantenía posiciones siemprecoincidentes con Seregni, configurando un juego de dos contra uno.

La reforma constitucional de 1996, que Seregni negociópersonalmente con los líderes del PC y el PN, fue el episodio decisivoen la dilucidación de esta tensión. A comienzos del año 1996, laMesa Política del FA decidió rechazar el acuerdo suscrito por Seregni.Este se sintió desautorizado y renunció a la Presidencia del FA en unacto público realizado el 5 de febrero. Sorprendió a propios y ajenos,pero la resolución de rechazo a la reforma, respaldada por Vázquez,no fue revisada. La renuncia de Seregni se mantuvo firme. Comenzóde esta forma el declive del líder histórico del FA, que abandonó laestructura partidaria y montó una fundación de corte académico-política (el Centro de Estudios Estratégicos 1815). A través de lasactividades que allí promovió y, por un tiempo, con salidas públicasdiscrepantes, trató de incidir sobre el rumbo que se imponía en laconducción del FA. Tras el plebiscito que aprobó la reformaconstitucional, el tercer congreso ordinario del FA (diciembre de 1996)marcó el inicio oficial del liderazgo de Vázquez dentro del FA aldesignarlo por unanimidad como su Presidente, llenando de esa formala vacante dejada meses antes por Seregni.

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El debate en torno a la reforma constitucional también fue elescenario de la primera confrontación fuerte entre Vázquez y Astori.Éste, alineado con Seregni, apoyó públicamente la reforma y seencargó de defender sus virtudes, aún cuando siempre aclaró que noviolaría la disciplina partidaria y acataría lo resuelto por los órganoscompetentes del FA. De todas formas, jugó duro durante la campañaque precedió a la aprobación plebiscitaria de la reforma, confrontandocon firmeza la posición de Vázquez. Astori pagaría caras las facturasque la estructura frentista le pasó en el congreso de 1996, realizado apocas semanas del plebiscito, así como en las elecciones internascelebradas en setiembre del año siguiente cuando AU obtuvo apenasel 13% de los votos de los adherentes del FA, siendo que en laselecciones nacionales de noviembre de 1994 había obtenido el 39%que le convirtió en la fracción mayoritaria (Cuadro 4.1).

Nótese que a esa altura los roles habían cambiado: ahoraVázquez aparecía como el duro, agregando a los apoyos que ya tenía(de los “moderados” renovadores), el de los grupos “radicales”, auncuando estos eran reacios a la renovación programática; por eso sehabían cobijado en Astori quien hasta entonces, mejor habíaencarnado al frentismo puro ante los embates renovadores delprogresismo. Justamente en ese terreno (ideológico-programático)Vázquez empezaría a encontrar coincidencias con su desafiante aunqueel pleito sobre la forma de ejercer la oposición, que solapaba la disputapor el liderazgo, los mantendría cada vez más confrontados. A partirde ese momento, y hasta el final del largo recorrido que llevó al triunfodel FA, Astori comenzó a aparecer como el blando, el negociador, elque tendía puentes hacia los partidos tradicionales y clamaba pormoderar también y sobre todo el talante opositor y confrontativo queVázquez le imprimía al FA. Por eso mismo, Astori dejó de ser elreferente de los grupos contrarios a la renovación, que pasaron areconocer en Vázquez al líder que mejor expresaba, en los hechos, supreferencia por la oposición firme a los gobiernos “neoliberales”. Porsu parte, Vázquez sumó ese nuevo apoyo, pero retuvo el de losrenovadores y siguió bregando, explícitamente desde 1997, por la“actualización” –así la llamó– programática e ideológica a la cual,reitero, también convergería AU.

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Lo importante desde el punto de vista de la lucha por el liderazgoes que, mientras que Vázquez amplió la coalición interna que lorespaldaba al mismo tiempo que había consolidado apoyos fuera delFA (los socios del EP), Astori, tras la renuncia de Seregni y la campañapor la reforma constitucional, quedó aislado, con el único apoyo desu propia fracción (AU). Es cierto que esa fracción era muy fuertepues había obtenido un apoyo mayoritario en la elección de 1994 ycontaba por tanto con la bancada fraccional más grande dentro delFA. Pero esa mayoría relativa no era suficiente para competir conVázquez, quien contó desde 1996 con una amplia coalición derespaldo que traspasaba las fronteras del FA. La evolución posteriorconfirmó esta debilidad de Astori. En la siguiente instancia electoralél y su fracción pagaron muy cara la disidencia y sufrieron lasconsecuencias del aislamiento. Aún cuando llevaba todas las de perder,el líder de AU decidió competir contra Vázquez en la elección primariade abril de 1999122, seguramente como un intento para repuntarposiciones y superar su alicaída situación en la interna. El resultadofue contundente: 82% contra 18% a favor del segundo. La elecciónnacional de octubre de ese año terminó de confirmarlo: AU cayó dela primera a la segunda posición dentro del electorado del EP,disminuyendo su apoyo relativo de 39 a 20%.

El último episodio importante en esta confrontación estuvodado por el plebiscito en torno a la derogación o confirmación de laLey de ANCAP, en diciembre de 2003. Este fue el momento final nosólo de la larga puja entre ambos líderes, sino también de los frecuentesdesencuentros que se produjeron durante la administraciónencabezada por Jorge Batlle. Una vez más, Vázquez era el duro,opositor intransigente a los gobiernos de coalición, enfrentado al restodel espectro político nacional, mientras que Astori aparecía como elvocero de la parte de la izquierda que ejercía más moderadamente laoposición, manteniendo capacidad de diálogo y negociación, conpropensión al entendimiento. El resultado volvió a ser un contundente

122 El tercer congreso ordinario del FA reunido en 1998 había proclamado aVázquez como candidato oficial aunque, tras largas negociaciones, autorizóla presentación de otras candidaturas en la elección primaria.

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triunfo de Vázquez123 adentro (frente a su desafiante) y afuera del FA(frente a los principales líderes de los partidos tradicionales: Batlle,Sanguinetti y Lacalle).

Reiteremos que Vázquez y Astori coincidían desdeaproximadamente 1995 en la línea de moderación ideológica yprogramática que el primero venía impulsando desde 1991 con elapoyo del PS y la VA. La convergencia de AU con la coaliciónrenovadora, a la que sumó desde 1999 el MPP, fue un factor quefacilitó en gran forma el avance de la “actualización” en los diez añossiguientes (véase la reconstrucción de ese itinerario en el Capítulo 4).El motivo de su diferencia estaba en otro de los componentes de laestrategia política: la forma de ejercer la oposición a los gobiernos decoalición y a las reformas que promovían. En torno a esa diferencia seprocesó la larga lucha por el liderazgo que se dilucidó en 1999 y seconfirmó en 2003 a favor de Vázquez. Pero esa confrontación, pormomentos muy dura, terminó siendo funcional a la estrategia “agarratodo” y sus efectos electorales, más allá de la conciencia que sobre ellodifícilmente hayan tenido sus dos protagonistas. El posicionamientomás centrista de Danilo Astori entre 1996 y 2003, lo transformó enuna pieza clave de la estrategia del progresismo para las eleccionesnacionales de 2004. Para entonces, Astori se había vuelto una figuradecisiva para captar la parte del electorado de centro en disputa conlos partidos tradicionales, en el que Vázquez, opositor tenaz yconfrontativo, podía generar más desconfianza e incertidumbre. Unavez más, Vázquez demostró tener una gran intuición y habilidadpolítica: la rápida reconciliación con Astori tras vencerlo, otra vez, enel pleito en torno al plebiscito de ANCAP y su temprana nominacióncomo eventual Ministro de Economía fue, como bien se dijo en esemomento, el “dos de la muestra”124 utilizado por Vázquez en el iniciode la campaña electoral en que, finalmente, la izquierda obtuvo eltriunfo. Importa reiterar, a los efectos del argumento que estoy

123 La derogación de la ley que habilitaba la asociación de ANCAP con capitalesprivados fue apoyada por el 60% de los votantes, mientras que sólo el 34%votó por mantenerla.

124 Adolfo Garcé y Daniel Chasquetti: “El dos de la muestra”. En semanarioCrónicas, 16 de julio de 2004.

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esgrimiendo, que la renovación ideológica y programática no se vioafectada sino todo lo contrario, por esta confrontación, puesto queAstori, luego de su vigorosa reticencia inicial al EP y a la implícitamoderación del programa frentista que éste entrañaba125, terminóplegándose a la estrategia de la renovación programática, hasta el puntode convertirse en uno de sus impulsores más destacados.

Para finalizar, junto al papel de Vázquez, apoyado decidida ytempranamente por el PS y la VA en esa apuesta a la moderación y ala política de alianzas en pro de un gobierno de mayorías nacionales,y de Asamblea Uruguay que acabamos de analizar, el MPP, la fracciónelectoral y parlamentaria mayoritaria a partir de la elección nacionalde 2004, ha sido clave para legitimar esa estrategia dentro y fuera delFA. Desde que el MPP se plegó en 1998-1999, con demora pero abuen tiempo, a la coalición interna encabezada por Vázquez, se redujomuchísimo, prácticamente desapareció, la posibilidad de que surgierauna oposición relevante desde la izquierda del propio frentismo ouna alternativa política externa que compitiese con el FA desde laizquierda y con posibilidades de disputarle ese espacio. Por ello valela pena detenerse un momento en la trayectoria del MPP.

Nació en 1989 como producto de una alianza del MLN –queacababa de obtener el ingreso al FA luego de años de espera– con unaserie de pequeños grupos ubicados en el ala izquierda del FA.126

Representaba por ese entonces el nucleamiento más importante de laizquierda “radical” y obtuvo una baja pero no insignificante votación.En 1994 se opuso a la conformación del EP por entender que setrataba de una forma de sortearse la orgánica frenteamplista para latoma de decisiones y también por no compartir la estrategia demoderación programática que estaba implícita en su creación. Sinembargo, tras la derrota del EP en 1994, el MPP inició un giro quesería decisivo. En síntesis: a impulso del MLN, el MPP se plegó desdesu cuarto congreso (realizado en dos instancias entre 1998 y 1999) a

125 Esta reticencia quedó claramente plasmada en la exitosa campaña electoralde AU en 1994, en la que se hizo cuestión y sacó provecho de su apego yfidelidad a la tradición “frentista”.

126 Entre ellos: PVP, M20, PST, MRO.

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la estrategia que Vázquez venía promoviendo, transformándose enun nuevo socio de la coalición interna que respaldaba su liderazgo ysus lineamientos estratégicos, aun a costa de una ruptura127. Desdeese nuevo posicionamiento, José Mujica comenzó a emerger no sólocomo uno de los referentes públicos más importantes del FA, sinocomo uno de los principales promotores de la actualización ideológicay la moderación programática. Desde entonces el MPP, y en particularMujica, hicieron un aporte fundamental para el éxito de la estrategiacomandada por Vázquez. Su integración a la coalición interna que lorespaldaba fue un factor decisivo para el triunfo de su liderazgo y desu apuesta estratégica. El MLN realizó de esta forma su contribuciónespecífica para legitimar, en particular frente al electorado duro delFA, la apuesta a la moderación programática vía ampliación de lapolítica de alianzas. Por ello, cualquier explicación de por qué el FAlogró modificar tan profundamente su programa y avanzar hacia elcentro sin perder su electorado de izquierda deberá tomar en cuentael papel del MPP.

6.4. Sumario del capítuloEl cometido principal de este capítulo ha sido establecer cuál

fue el papel de la competencia intrapartidaria en el proceso deadaptación y reformulación estratégica del FA. La intención eratambién contraponer el caso estudiado con las conclusiones a las quehan arribado algunos estudios recientes sobre partidos políticoslatinoamericanos en el sentido de que la elevada fraccionalizaciónhace que la competencia interna tienda a producir resultadossubóptimos en términos de estrategias competitivas.

En primer lugar, se estudió el formato de la competencia interna,esto es el número de actores fraccionales. Para ello se cuantificó la

127 Los sectores que no acordaban con este giro resultaron minoritarios en elcongreso y se alejaron del MPP para conformar la CI. El PVP se había alejadoantes tomando un camino propio. En 1999 se alejaron el PST, el M20, y elMRO, junto a un dirigente histórico del MLN (Jorge Zabalza) y algunasfiguras independientes entre las que destacaba Helios Sarthou. Desdeentonces, el MPP quedó configurado como un espacio político ampliado,muy ampliado, del MLN.

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fraccionalización del FA y luego se reconstruyeron los cambios en elmapa interno. El número de fracciones relevantes ha mostrado unatendencia al crecimiento que, en combinación con la incorporaciónde nuevos socios a medida que se implementaba la política deampliación de alianzas, convirtió al FA en el partido másfraccionalizado del sistema político uruguayo. El número total defracciones nacionales ha crecido, sobrepasando actualmente las 10.Pero de ellas sólo 7 superan el 5% del electorado total del EP-FA-NM en 2004, y sólo 3 superan el 10%. Por ello el Número Efectivode Fracciones electorales se ubica actualmente en 6. Por otra parte,nunca una fracción alcanzó la mayoría absoluta de la votación delFA. Tampoco ha sucedido que una fracción se posicione en el primerlugar por dos veces consecutivas. Sin embargo, desde 1994 lasfracciones relevantes se repiten, aun cuando cambian posiciones entreellas. En resumen: la composición interna es muy dinámica, mostrandouna volatilidad importante en la distribución del electorado partidario,aunque los miembros principales de la familia se mantienen a lo largode la última década.

En segundo lugar, se estudió la dinámica de la competenciaintrapartidaria en el FA y sus impactos sobre el proceso de adaptación yreformulación estratégica que le condujo al triunfo electoral en 2004.En este sentido, los resultados no dejan de sorprendernos. A pesar de lafrecuente visión del FA como un partido extremadamente unitario ydisciplinado, durante los veinte años transcurridos desde la restauracióndemocrática el nivel de tensión interna ha sido muy grande, verificándosetres momentos en que los impulsos renovadores se enfrentaron conresistencias de diversa índole. El primero en los ochenta: el desafío de la“nueva” izquierda que terminó en la escisión del PGP y el PDC. Elsegundo en la primera mitad de los noventa: auspiciado por el intendenteVázquez, tuvo dos expresiones concretas en el documento de “los 24”del año 1991 y en los trabajos del “Proyecto Propuesta” en 1992 y 1993,que finalmente culminaron en la creación del EP en 1994. El tercero: la“actualización” lanzada por Vázquez en 1997, que culminó en el 2004 enel programa “La transición responsable” del EP-FA-NM como resumende los trabajos realizados en el marco de la CIP del EP-FA y los acuerdoscon el NE en el marco de la NM.

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A lo largo de ese itinerario el rol de los liderazgos y de lasfracciones fue decisivo. Surge como particularmente destacado el papeljugado por el propio Vázquez, quien, tras posicionarse como líderdesde el ejercicio del gobierno municipal de Montevideo, confrontóprimero con Seregni y luego con Astori hasta posicionarse como ellíder más importante de la izquierda. Buena parte del éxito de Vázquezen el liderazgo y en la imposición de la estrategia progresista residióen su capacidad para articular una coalición interna consistente ymayoritaria. A lo largo de todo el período que se abre en 1991 suapoyo permanente estuvo constituido por el eje l PS-VA, inicialmenteacompañado por la fracasada renovación comunista. En 1994 seagregaron desde afuera del FA, los socios progresistas en el marco delEP. Finalmente, desde 1999 el MPP se sumó a esa coalición.

Entre 1996 y 2003, la confrontación entre Vázquez y sudesafiante Astori fue un dato permanente, que tuvo una funcionalidadpara la estrategia de acumulación política del FA. La discrepancia noestribaba en la moderación ideológica y programática, ya que Astoriconvergió en este punto a la apuesta de Vázquez. Las diferenciasgiraban en torno al tipo de oposición que debía ejercerse frente a losgobiernos de turno y sus reformas. Astori era más partidario decooperar y negociar que de confrontar y vetar como lo hacía Vázquez.Por ello, al tiempo que ambos líderes convergieron en el impulso a larenovación ideológica y programática, su distanciamiento reforzó elpotencial electoral del FA. Esto fue así porque, mientras Vázquezreforzaba la captación del creciente descontento con los gobiernos decoalición, Astori permitía establecer una cabecera de puente hacia elelectorado más moderado, probablemente más reticente y temerosofrente al radicalismo opositor de Vazquez. La reconciliación final entreambos líderes, al momento de iniciar la campaña electoral de 2004,fue decisiva para sellar la convergencia entre las dos vías de captaciónelectoral, que se superpusieron al amplio abanico que el mapafraccional del FA y sus alianzas ya de por sí ofrecía a los electores.

CONCLUSIÓN:

ADAPTACIÓN PARTIDARIA, ESTRATEGIAPOLÍTICA Y COMPETENCIA INTRAPARTIDARIA

En el Uruguay posdictadura se configuró, en las condicionesdel contexto económico y social y en la estructura de la competenciapolítica una oportunidad para la izquierda. La reestructura operadadurante la dictadura y profundizada por efecto de las reformas liberalesimplementadas por los gobiernos democráticos, aumentó el númerode perdedores y por tanto de ciudadanos disconformes con los partidostradicionales. Las reformas también privaron a esos partidos de recursos(jubilaciones y pensiones, servicios, cargos, empleos, etc.) que antesaseguraban su estabilidad y reproducción electoral. La condiciónminoritaria de los gobiernos incentivó la formación de coalicionesmás o menos explícitas del PC y el PN, por lo que tendieron aconverger ideológica y políticamente para enfrentar a la izquierdaque los desafiaba. Se privaron así de su potencial opositor. En el campode la izquierda no logró consolidarse ningún actor que le disputara alFA con probabilidades de éxito el predominio en esa zona del espectropolítico ideológico. Éste quedó dueño de la izquierda y del espacioopositor, en inmejorables condiciones para captar el crecientedescontento ciudadano con los partidos tradicionales coaligados enel gobierno.

Ese mismo entorno planteaba también desafíos que el FA debíaresolver para poder aprovechar la oportunidad que se le presentaba.En el contexto internacional y en la situación nacional, la realidad sehabía transformado mucho respecto de aquella que había dado origena su programa fundacional. Para que sus propuestas resultaran

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persuasivas y competitivas frente a las de sus adversarios, la izquierdadebía adaptar sus ideas y sus programas en concordancia con loscambios que se habían producido en el mundo y en el país desde losaños setenta, los cuales continuaban profundizándose en los noventaal impulso de la globalización comercial y financiera, la integraciónregional y las reformas liberales. Por otra parte, la distribuciónideológica del electorado mostraba una importante concentraciónen el centro. Por tanto, no bastaría con captar el descontento hacialos gobiernos; para ganar la izquierda debía penetrar y avanzar allídonde se concentraba una parte significativa del electorado, paradisputárselo a los partidos tradicionales que seguían siendo máseficaces en la captación de esa zona central de la distribución ideológicade la ciudadanía.

La realidad planteaba entonces varios desafíos y una granoportunidad para la izquierda. Desde la segunda mitad de los añosnoventa el FA formuló e implementó una estrategia adecuada desdeel punto de vista de la maximización electoral, que buscaba superarlos primeros para poder aprovechar esa oportunidad, creciendo hastaalcanzar el gobierno nacional. Esa estrategia tuvo tres componentesbásicos: el ejercicio contundente de la oposición, para captar elcreciente descontento ciudadano hacia los gobiernos de los partidostradicionales; la moderación ideológica y programática, para adaptarsea los cambios externos e internos y, sobre todo, para lograr la captacióndel electorado ubicado en el centro del espectro político; la ampliaciónde las alianzas, también para ampliar el abanico ideológico y el“rastrillo” electoral del FA cubriendo el mayor espacio posible desdela izquierda hasta el centro.

La moderación ideológica y programática avanzó lentamenteen la primera mitad de los años noventa. El punto de inflexión entrela izquierda frentista y el progresismo estuvo dado por la creación delEP en 1994. Desde entonces, y en particular desde que en 1997 seinició el proceso de “actualización ideológica” dentro del FA, laizquierda renovó más fuertemente sus ideas y moderó notoriamentesus propuestas programáticas. El socialismo, la revolución, la luchade clases, la dictadura del proletariado, la reforma agraria, lanacionalización del comercio exterior, la estatización de la banca, el

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rechazo de la deuda externa y de los organismos financierosinternacionales fueron quedando atrás. La izquierda progresista pasóa promover las reformas graduales, el acuerdo social, la democraciapolítica, el desarrollo científico y tecnológico, las políticas sociales,para, con un renovado protagonismo del estado, orientar la economíade mercado hacia el desarrollo capitalista con equidad.

Entre 1984 y 1993, el FA experimentó un importante tránsitoorganizacional desde la coalición original al partido político que esactualmente. Se fue institucionalizando mediante la configuraciónde una densa y compleja estructura organizativa, con normas defuncionamiento y reglas de decisión altamente rutinizadas. Esteproceso de institucionalización estructural, superpuesto con elcreciente número de fracciones internas igualmenteinstitucionalizadas, hizo del FA una organización muy compleja, rígiday lenta. Esto redujo los márgenes de maniobra de los líderes y laflexibilidad estratégica del partido, dificultando la renovación. Sinembargo, el simultáneo proceso de institucionalización actitudinal –estoes: el fortalecimiento de la identidad de la organización partidaria por símisma, más allá de sus variaciones en materia de ideas, programas oestrategias– facilitó el proceso de adaptación en la medida en que, alfortalecer la lealtad de los miembros y electores duros, redujo loscostos electorales de la moderación. Esa institucionalizaciónactitudinal tuvo un fuerte componente tradicional, ya que se basóprincipalmente en la invención de una tradición frenteamplista, queabrevó en las viejas tradiciones de blancos y colorados, en la historianacional y en la breve pero intensa peripecia del propio FA,especialmente durante la dictadura.

La existencia de una histórica relación de hermandad entre laizquierda política y los sindicatos posibilitó la articulación de un frentecomún opositor a las reformas liberales. Este vínculo tambiéncontribuyó a evitar rupturas por izquierda del FA, aún cuando éste sefuera alejando de su programa fundacional y corriéndose,ideológicamente hablando, hacia el centro. Al mismo tiempo, comoesa relación siempre respetó las respectivas autonomías, los sindicatosnunca fueron parte del partido ni se subordinaron a él, siendo por elcontrario firmes defensores de la independencia de clase. El vínculo

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fue informal, sin expresiones orgánicas, lo que facilitó el proceso deadaptación, ya que los sindicatos tuvieron poca capacidad de vetosobre la formulación de la estrategia del FA. Por otra parte, la fuertepresencia de militantes de las fracciones del FA en la dirección delsindicalismo le dio a la izquierda cierta capacidad de disciplinamientosobre el movimiento sindical. En resumen, este tipo de vínculoinformal no impidió la renovación; por el contrario, contribuyó a suéxito en la medida en que facilitó la retención del electoradopotencialmente menos predispuesto a abandonar los postuladosideológicos y programáticos originarios.

Los estudios sobre partidos latinoamericanos han asociadonegativamente el grado de fraccionalización partidaria con la capacidadde adaptación y formulación de estrategias competitivas óptimas, capacesde superar restricciones y aprovechar oportunidades para maximizar suvotación. El caso del FA contradice esa afirmación. Por el contrario,una de las conclusiones más importantes de este estudio es que unelevado y creciente grado de fraccionalización, y una fuerte y competitivadinámica intrapartidaria facilitaron la renovación de liderazgos y elproceso de adaptación y reformulación estratégica del FA. La emergenciade un fuerte liderazgo renovador, en confrontación permanente conotros, y la configuración, en el marco de la competencia interfraccional,de una coalición renovadora nucleada tras ese liderazgo, fueron factoresdecisivos para vencer las resistencias internas a la renovación, concretarla adaptación partidaria, y formular e implementar la estrategiamaximizadora óptima que le permitió crecer electoralmente y conquistarel gobierno. Por tanto, el desempeño electoral no puede disociarse de ladinámica de la competencia intrapartidaria, puesto que en su seno sedilucida la estrategia competitiva del partido que, en este caso le permitióasumir desafíos, superar restricciones, y aprovechar las oportunidadespara crecer y vencer.

Para terminar, este estudio sobre el proceso de renovación quecondujo al Frente Amplio a la victoria electoral, permite hacer algunasafirmaciones generales que tienen que ver con temas debatidos en laliteratura especializada sobre los procesos de adaptación partidaria ysus implicancias desde el punto de vista de la competitividad políticade los partidos. En primer lugar, las condiciones contextuales propicias

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para el crecimiento de un partido son necesarias pero no suficientes.Sin una estrategia óptima y sin una adaptación a los cambios delcontexto, ese partido nunca logrará aprovechar las oportunidades quese configuren en el entorno económico-social y en la estructura de lacompetencia política. En segundo lugar, la capacidad de un partidopara adaptarse y para formular la estrategia política correcta estácondicionada por su grado de institucionalización (estructural yactitudinal) y por el grado y tipo enraizamiento social que mantenga.En tercer lugar, desde el punto de vista de la producción del resultadoóptimo en términos de adaptación y formulación estratégica, losfactores que finalmente permiten superar o aprovechar las dificultadeso las facilidades que surgen del comportamiento de las tres variablesmencionadas (institucionalización estructural, institucionalizaciónactitudinal, enraizamiento social), están alojados en la dimensiónintrapartidaria, siendo resultado de la competencia que allí se dirimeentre líderes y fracciones. En efecto, la emergencia de un liderazgorenovador capaz de constituir una coalición interna que venza lasresistencias al cambio, asegure la retención del electorado duro eimplemente una estrategia maximizadora óptima es una clavefundamental de las posibilidades del partido para ampliar su electoradoy, eventualmente, disputar el gobierno con crecientes posibilidadesde éxito frente a los adversarios de turno.

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ANEXO 1

DOCUMENTOS CONSULTADOS

Arismendi, Rodney (1985): “Informe al activo de cuadros de Montevideo”, PCU,marzo de 1985.

AU (2001a): “Reafirmar el FA y actualizarlo ideológicamente asumiendo las nuevasrealidades”, julio de 2001.

AU (2001b): “Reflexiones hacia el Congreso del Frente Amplio. Aportes deAsamblea Uruguay”, setiembre de 2001.

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Bentancourt, Juan José y otros (1991): “Mas allá del desaliento hay un país quenace», diario La República, 6 de julio de 1991, págs 8 a 12.

EP-FA (1999): “El otro programa”, agosto de 1999.

EP-FA-NM (2004): “El Gobierno del cambio. La transición responsable”, FESUR,Montevideo, octubre de 2004.

FA (1971a): “Bases Programáticas de la Unidad”, febrero de 1971.

FA (1971b):“30 primeras medidas de gobierno”, agosto 1971.

FA (1984): “Bases Programáticas de la Unidad”, agosto de 1984.

FA (1987): “Grandes líneas de acción política”, Primer Congreso ordinario delFA, diciembre de 1987.

FA (1989): “Plataforma Electoral”, Primer Congreso Extraordinario del FA, juliode 1989.

FA (1991): “Grandes Líneas de Acción Política”, Segundo Congreso Ordinariodel FA, agosto 1991.

FA (1993): “Estatutos del Frente Amplio”, diciembre de 1993.

FA (1994): “Plataforma electoral y Programa de Gobierno”, Segundo CongresoExtraordinario del FA, julio de 1994.

204 Al centro y adentro

FA (1996): “Grandes líneas de acción política”, Tercer Congreso ordinario del FA“Cro. Prof. Juan José Crottogini”, diciembre de 1996.

FA (1998a): “Grandes líneas programáticas”, Tercer Congreso extraordinario delFA “Alfredo Zitarrosa”, noviembre de 1998.

FA (1998b): “Propuestas de planes de Gobierno”, Tercer Congreso extraordinariodel FA “Alfredo Zitarrosa”, noviembre de 1998.

FA (2001a): “Pautas para el desarrollo ideológico y la elaboración programática”,Cuarto Congreso Ordinario del FA “Tota Quinteros”, setiembre de 2001.

FA (2001b): “Grandes líneas de acción política”, Cuarto Congreso Ordinario delFA “Tota Quinteros”, setiembre de 2001.

FA (2001c): “Nuestras señas de identidad”, Cuarto Congreso Ordinario del FA“Tota Quinteros”, setiembre de 2001.

FA (2003): “Propuesta de grandes lineamientos programáticos para el gobierno2005-2010. Porque entre todos otro Uruguay es posible”, Cuarto CongresoExtraordinario del FA “Héctor Rodríguez”, diciembre de 2003.

MLN (1987): “¿Por qué un Frente Grande”, diciembre de 1987.

MPP (2001): “Por la liberación nacional y el socialismo. 5º Congreso Jorge PatoQuartino. Resumen”, agosto de 2001.

MPP (2004): “Hacia la refundación nacional. 6º Congreso”, marzo de 2004.

NE (1989): “Acuerdo Político y Bases Programáticas”, junio de 1989.

PCU (1985): “Documento Preparatorio de la Conferencia Nacional”, diciembrede 1985.

PCU (1989): “Una reflexión sobre la base de la renovación”, junio de 1989.

PS (1987): “Tesis del 39º Congreso”, noviembre de 1989.

Vázquez, Tabaré (1997): “Frente Amplio Encuentro Progresista. Algunas ideaspara su actualización”, noviembre de 1997.

ANEXO 2

ENTREVISTAS

a. Entrevistas realizadas con Adolfo GarcéBaráibar, Carlos. Ex dirigente del PDC, ex Secretario Político de Líber Seregni,

diputado de Asamblea Uruguay.

Cámpora, David. Ex dirigente del MLN.

De León, Eduardo. Ex dirigente del PS.

Doyenart, Juan Carlos. Ex integrante de la Comisión de Programa del FA enrepresentación del PDC.

Gatto, Hebert. Ex dirigente del PGP.

Jauge, Marta. Ex presidenta de la Comisión de Programa del FA en representaciónde su Presidente, Líber Seregni.

Rubio, Enrique. Ex integrante de la Comisión de Programa del FA enrepresentación de la Izquierda Democrática Independiente y, desde 1989de la Vertiente Artiguista.

b. Entrevistas realizadas por el autorGargano, Reynaldo. Presidente del PS.

Tajam, Héctor. Ex integrante de la Comisión de Programa del FA en representacióndel Movimiento de Participación Popular.

c. Entrevistas realizadas por Adolfo Garcé,consultadas por el autor

De León, Eleazar. Secretario de Programa del Partido Socialista y Vicepresidentede la Comisión Integrada de Programa del EP-FA.

206 Al centro y adentro

Lescano, Héctor. Dirigente del PDC, Ex presidente de la Comisión Integrada dePrograma del EP-FA.

Pereira, Gonzalo. Ex integrante de la Comisión de Programa del FA enrepresentación del PCU.

ANEXO 3

ABREVIATURAS

1. AD: Acción Democrática (Venezuela)

2. ADEOM: Asociación de Empleados y Obreros Municipales

3. ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas

4. ANCAP: Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland

5. AP: Alianza Progresista

6. ASU: Acción Sindical Uruguaya

7. AU: Asamblea Uruguay

8. BDPRI-FCS: Banco de Datos de Política y Relaciones Internacionales de laFacultad de Ciencias Sociales

9. BP: Batllismo Progresista

10. CB: Comité de Base

11. CAUCE: Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica

12. CI: Corriente de Izquierda

13. CIESU: Centro de Información y Estudios sobre el Uruguay

14. CIP: Comisión Integrada de Programa

15. CLAEH: Centro Latinoamericano de Economía Humana

16. CNT: Convención Nacional de Trabajadores

17. CONFA: Confluencia Frenteamplista

18. CP: Corriente Popular

19. CUF: Corriente de Unidad Frenteamplista

20. CUI: Centro Uruguay Independiente

21. C78: Corriente 78

22. DA: Democracia Avanzada

23. DDHH: Derechos Humanos

208 Al centro y adentro

24. DVS: Doble Voto Simultáneo

25. EBP: Encuentro de los Blancos Progresistas

26. EP: Encuentro Progresista

27. EP-FA: Encuentro Progresista-Frente Amplio

28. EP-FA-NM: Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría

29. EUA: Estados Unidos de América

30. FA: Frente Amplio

31. FESUR: Fundación Frederich Ebert en Uruguay

32. FFAA: Fuerzas Armadas

33. FIDEL: Frente Izquierda de Liberación

34. FMI: Fondo Monetario Internacional

35. GAU: Grupos de Acción Unificadora

36. ICP: Instituto de Ciencia Política

37. IDES: Instituto de Investigación y Desarrollo

38. IESE: Instituto de Estudios Sociales y Económicos

39. IDH: Índice de Desarrollo Humano

40. IDI: Izquierda Democrática Independiente

41. IMM: Intendencia Municipal de Montevideo

42. IRE: Índice de Reformas Estructurales

43. ISI: Industrialización Sustitutiva de Importaciones

44. MA: Mayoría Absoluta

45. Mercosur: Mercado Común del Sur

46. MGP: Movimiento por el Gobierno del Pueblo

47. MLN: Movimiento de Liberación Nacional

48. MLN-T: Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros

49. MPBP: Movimiento Popular Blanco Progresista

50. MPP: Movimiento de Participación Popular

51. MPF: Movimiento Popular Frenteamplista

52. MRB: Movimiento de Reafirmación Batllista

53. MRO: Movimiento Revolucionario Oriental

54. MS: Mayoría Simple

55. M20: Movimiento 20 de Mayo

56. M26: Movimiento 26 de Marzo

57. NE: Nuevo Espacio

58. NEF: Número Efectivo de Fracciones

Jaime Yaffé 209

59. NEF (e): Número Efectivo de Fracciones Electorales

60. NEF (p): Número efectivo de Fracciones Parlamentarios

61. NEP: Número Efectivo de Partidos

62. NEP (e): Número Efectivo de Partidos Electorales

63. NEP (p): Número efectivo de Partidos Parlamentarios

64. NM: Nueva Mayoría

65. PBI: Producto Bruto Interno

66. PC: Partido Colorado

67. PCU: Partido Comunista

68. PDC: Partido Demócrata Cristiano

69. PEC: Protocolo de Entendimiento Comercial (Uruguay-Brasil)

70. PG: Patria Grande

71. PGP: Partido por el Gobierno del Pueblo

72. PI: Partido Independiente

73. PIT: Plenario Intersindical de Trabajadores

74. PIT-CNT: Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional deTrabajadores

75. PN: Partido Nacional

76. PNUD: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo

77. POR: Partido Obrero Revolucionario

78. PP: Polo Progresista

79. PRD: Partido Revolucionario Democrático (México)

80. PS: Partido Socialista

81. PST: Partido Socialista de los Trabajadores

82. PVP: Partido por la Victoria del Pueblo

83. ROE: Resistencia Obrero Estudiantil

84. RP: Representación Proporcional

85. UC: Unión Cívica

86. UF: Unión Frenteamplista

87. UP: Unión Popular

88. UNIR: Unión de la Izquierda Revolucionaria

89. URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

90. VA: Vertiente Artiguista

������

Sobre el autor y el libro 7

Presentación y agradecimientos 9

INTRODUCCIÓN

Para explicar el triunfo de la izquierda 11Un tema, una pregunta, diversas respuestas 11Propósito de este libro y marco analítico 13Hipótesis, metodología y fuentes 17Estructura del libro 19

CAPÍTULO 1 21Adaptación partidaria y estrategia competitiva 21

1.1. Introducción 211.2. La literatura sobre partidos y competencia política 221.3. Marco analítico para el estudio del caso 331.4. Sumario del capítulo 40

CAPÍTULO 2 43Entorno y oportunidad: el contexto de la competencia políticay la estrategia óptima para la izquierda 43

2.1. Introducción 432.3. Situación económica y social 462.4. Estructura y dinámica de la competencia política 562.5. Sumario del capítulo 67

CAPÍTULO 3 71La moderación de la izquierda: ideología y programa 71

3.1. Introducción 713.2. Las marcas originales del frentismo y sus ajustes(1971-1994) 753.3. Las novedades del “progresismo” (1994-2004) 853.4. Sumario del capítulo 97

CAPÍTULO 4 101Institucionalización partidaria: rutinización y tradicionalización 101

4.1. Introducción 1014.2. Institucionalización estructural: la rutinización del FA. 10343. Institucionalización actitudinal: la tradicionalización 1194.4. Sumario del capítulo 123

CAPÍTULO 5 127La conexión sindical: informalidad y autonomía 127

5.1. Introducción 1275.2. Un vínculo informal y perdurable 1295.3. Sumario del capítulo 145

CAPÍTULO 6 147Competencia intrapartidaria y estrategia política 147

6.1. Introducción 1476.2. El formato de la competencia intrapartidaria 1496.3. La dinámica intrapartidaria de la renovación 1606.4. Sumario del capítulo 182

CONCLUSIÓN

Adaptación partidaria, estrategia políticay competencia intrapartidaria 185

BIBLIOGRAFÍA 191

ANEXO IDocumentos consultados 203

ANEXO IIEntrevistas 205

ANEXO IIIAbreviaturas 207

Minas 1367 - Montevideo - Uruguay - Tel. 409 44 63Impreso en agosto de 2005 - D.L. 336.685 / 05Edición amparada en el decreto 218/996 (Comisión del Papel)������������� �

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