sigüenza y góngora triunfo y desengaño de un cronista universitario

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MARGARITA PEÑA AMBROSIO VELASCO GÓMEZ

COORDINADORES

MAESTROS, -

• ~ V \ \1 '

-~:\- ¡· '.Z- 11(6)

CABALLEROS Y SENORES HUMANISTAS EN LA UNIVERSIDAD

SIGLOS XVI-XX

¡!! , Fnc¡,j llllb be Filosofin ~ Lctrns 1553-2.003 ~\ ~~ 4 50 ttiiOS c)c tra<)ÍCÍÓII &mtl/lii ÍSUt t '~)

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE M ÉXICO

Cuidado de la edición: Concepción Rodríguez R. Oi:;elio de In w bierln: Gabrida Carrillo lfllslmcióu de In wbierta: Gustavc Doré

Primera edición: 2003

To mado de Ludovico t\ riO$lO, Orlt111tla f ll rioso. MaJrid, CJimal Libro~, 2000.

DR :9 Facultad de Filosofía y Letras, Ui"\r\M

Cit~dad Universita ria, 04510, México, D. F. Impreso y hecho en México JSBN 968-36-9791-7

Introduccióu

Margarita Pena A111brosio Ve/asco Gómez

Han nombre de maestros y caballeros y llamáronJos señores de leyes.

Alfonso X, El Sabio*

Desde su fw1dación en 1551, por las céd ulas reales que mandó promulgar C 11·los V por medio d el p ríncipe Felipe, nues tra "U ni­versid ad, en tonces denominada Real Univers idad de México, ha s ido la principnl fuente de las humanidades, las ciencias y las artes de nues tro país. Las humanidades h <m sido histó rica­mente la columna vertebral de nues tra Universidad. En parti­cular la Facultad de Fi losofía y Letras, as í como sus formas y nombres anteriores que se remontan has ta las Facultades de Artes y Teología en 1553, hnn s ido los espacios académicos donde se han formado muchos de los grandes humanis tns que contribuyeron de manera determinante, no sólo al desarrollo d e nues tra Universidad, sino también a la creación d e la cultu­ra naciona l.

Con justa razón, el coloquio que dio origen a este libro lle­vó po r título "La Unive rsidad, semillero de humanistas". Es te título, además de expresar el sustra to fundamental de In tra­dici ón urúvers itaria a lo largo de 450 ru1os, constituye una enér­gica respuesta a aquellas personas que ven en nues tra "Uni­versidad una amenaza contra el ejercicio despó tico del poder

• Sil!ll' ¡mrlidns (sobre Iet. m<wslro~ en Leyes en las univers idades medie­v il les).

7

Í11dice

Introducción Margarita Peña y Ambrosio Velasco Gómez

Fundación de La Real Universidad de México

La Real y Pontificia Universidad de México vista por Francisco Cervantes de Salazar

7

María Andueza ...... . .. .... .. .............. . .... . ... 27

Cervantes de Salazar y la torre de su parroquia: elogio de los universitarios Arnulfo Herrera ............................... .. .... 43

Elllllmnnismo 11/ulticulturnlisla de fray Alonso de la Vcmcmz Ambrosio Vclasco Gómez ........................ . .... 55

Diálogos celestinescos en la U11iversidad de Sn/a/1/anca en el siglo xv Gus tavo Ulades Aguiar ............................ .. . 65

MIÍsica, catedral y Universidad: npu11tes para 11n incierto deslinde Lucero Enríquez ..................................... 75

405

Humanistas del siglo xvu

J!lnn Ruiz de Alnrcón y sus 11emtnnos: universitarios,

c!lrns "beneficiados" y 1111 drnlllat!lrgo .. . ..... 91 Margarita Peña · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Al!lsiOIICS 11/ litiC'I'Sitnrins Cll Ln ver~fatl SOS~Jec/ 1~~~ ' . y La wevn de Snlm111111Cn. De pltl;)IM y rcjwttlt<.. WII<.:>. . . . . . 105 Margarita Peña · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Lns corrientes de In crítica nlarcouinna 119 Juan Nocl Da:ta Manzano . .. ....... . ... .. .. . .. .. . . .. .

Alg !liZOS contemporáneos de sor J!l~l.l~ ' profesores de colegios y d~ In Untvet~ILind ..... . . . .. 127 Ma. Dolores Bravo Arnaga · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Sor Jumtn Inés de In Cruz en 19~1:_dos /wlllellnjcs en el tercer ceute¡¡ario de su 1111CIIIIWI!t? 139 Dalia Hcrnández y Dalmacio Rodnguez ..... . . ....... .

Es/ rategias emblemáticas et! el teatro (sor Jumw y Ruiz de Alnrcon) Eugenia Revueltas · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · .

157

Carlos de Sigiiettzn Y Góll~~r~, prewrsor del espíritu pnt:·wttco .. .... . . .. 177 Luis Carlos SalazCir Qumtana .............. .

Sigiienzn y Góllgorn. ~riu~tfo y dcsr!llgníio de 11n cronista Ltnivers!lnno Enrique Conzálcz Conzálcz. · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

Hncia una bibliogrnfín de Carlos de Sigiimza y Cóllgom Elizabcth Dávila Ollervidcs · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·

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207

Un ser111ó11 dieciochesco: "Reytto de La Fe ndeln11/ndo el Reyno de In Gloria", de joseph Có111ez de In Pnrm (1694) Candi Ornclas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213

Frrmcisco Lópe:. Capillas, prilllcr srnn COIII posilor del Nuevo Nlttllllo, n/u ntno ilustre de la Real y Ponlificin Universidad de México Juan Man uel Lara C\rdcnas ....... . ...... .. . . ........ 223

Siglo XVlll

Juan Benito Dínz de Cnmnrrn, introductor de In filosofía y de In fís ica 111odemn en México María del Carmen Rovira Caspar .......... . . .. ... ... . 241

Andrés A111brosio de Llanos y Vnldés, doctor e11 cánones y grande ene111igo de los toros Pável Granados . . ......... . .... . .... . ............... 253

Don Miguel dr l<eynn Zevnllos, consiliario de In Universidad y poeta de épica sagrada Teresa Crajales Porras ..... . ........................ . 261

Unn Ornció11 vi11dicntivn e11 favor de las letras desde el Real y Pontificio Cotesio de Sn11 Luis, e11 la Puebla de los Ángeles (1763) Raquel Gutiérrcz Eslupiñán ..... . .................... 281

Logros de la Real y Poutificin Universidad de México duran/e sus dos pri111eros siglos (1551-1771): el heroico Esuiarn con si mye su l1éroe José Quii'\ones Melgoza ... . .... .. .... . .............. .

Un re/mio olvidado del Snlót t Ceueml de Actos del Colegio de San lldcfonso: dou Cayetn11o Aulonio Torres T111ió11 en el pincel de Audrés López . ..... . . ... .... . Luis Ig nacio Sáinz

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299

311

Un hunrnnistn CI/Ull/10 en In Acnden1ia Mexicana del siglo XVIII: Francisco Xavier Co11de y Oque11do Alejandro González Acosta ...................... . .. . 329

Gorostiza, ¿poeta lírico?, ¿director de la Biblioteca Nacional? Ángel José Fernández ... ................. .. ... ..... . 351

Ramón López Ve/arde: llu111nllistn )osé Luis Martínez Suárez .. ..... ................ ..... 369

Homenaje póstumo a Abelardo Villegas, Héctor Valdés y Manuel Ulacia Altolaguirre

Abe/ardo Villegas. 111 Memorinm Eugenia Revueltas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383

Los insuficientes r11ios de Héctor Va/dé; Jaime Eraste Cortés ................................ . 391

Manuel Wacia, desde ar¡uí Jorge Ruedas de la Serna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399

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Sigiie11za y Gó11go ra. Triu11jo y desengmio de 1111 cro11ista uuiversitnrio

Enrique González Gonzrílez

Es casi un lugar común m encionar el resabio de ama rgura que traslucen algunos pasajes de la obra escrita de don Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). Se han b uscado varias expli­cacione::, que, lcjlls de con t radeci rsc, revel.1 n aspectos particu­lares de ese desencanto . De entrnda, es tá la p enosa ci rcunstan­cia de s u expulsión de la compañía de Jesús, s iendo apenas novicio. Semejan te vejación, sobre obligarlo a Gunbia1· sus pla­nes de vida, lo llevó a solicitar recurrentemente la reincorpo­ración, y de ser cie rto que la obtuvo, habría sido sólo in nrticulo mortis.1 También se advier te despecho en la forma como don Carlos narró que el padre Kino (a quien había ofrecido su amis­tad, sus libros y sus instrumentos), a más de cri ticar su opúscu­lo sobre los comentas, había insinuado que el autor estaba loco.2

A mi n1odo de ver, puede ai'ladi rse otro factor, sobre todo si nos referimos a los últimos años d e su vida: sus difíciles rela­ciones con la Universidad , de la que fue cated rático.

Por muy diversas razones, la his toria de las univers idades es un campo que ha despertado escaso interés entre los es tu­diosos de ln Li te ratura colonial. Hasta hace poco, bastaba con narrar, a partir d e documentos de carácter jurídico, la funda­ción de una universidad y sus normas, se aplicaran o no en la práctica; a veces se ai\ad ín un li ~tado d e hombres ilus tres. Sin

1 Antonio d e Robles, a lbacea de Sigücnza, es la única fuente pa r,, nfirmar que éste fue rc;:¡dmitido (Antun io de Roble!>, Oiano de ~ rtet•sos uolnl>ltos. Mé>. rco, Porrttil, 1972, vul. 111, pp. 106- 108.

2 Ca rlus d e Si¡.;iit:n1<1 y Gón¡;ora, Lilrrn aslnmámicn y filostifiw. Prcscnt. de José C aos, cd . dt• Bcrn,1b6 N,warro . México, UNMI-IIF, 1984, p . 5.

189

190 a Sigiit!11:n y Gó11gam

embargo, a partir de los ai'ios setentas, se buscó insertar a di­chas instituciones en el marco de la sociedad en que estaban actuando: para qué se acudía a las tmiversidades, de qué pres­tigio gozaban sus miembros en un lugar y tiempo dados; qué poderes, internos y externos repercutían en su marcha; qué clase de sobcrcs se cultivaba n en sus a ul ns, c tcétera.3 Esos nue­vos enfoque~ resultan sum.a mcntc provechosos a la hora de estudiar a los autores de la época colonial, v isto que gran nú­mero de ellos pasaron por las aulas universita rias y algunos obtuvieron grados académ icos u ocuparon ctí ted ras. ¿Qué pa­pel jugó la Universidad a la horfi de definir sus aficiones inte­lectuales y literarias, y a la hor~ de definir sus carreras en el seno de la sociedad virreina!? Además, del interés que tales cuestiones revisten, los arch ivos tmiversitarios son verdaderas canteras de información biográfica sobre todos aquellos auto­res que pasaron por sus aulas.

A modo de ilustración de las posib ilidades que la historia de las universidades ofrece para tratar la vida y carrera de w 1 au­tor colonial, me referiré a las relaciones de Sigüenza con la Uni­versidad. Para ello, me centraré en su papel como cronista de las fiestas marianas de 1682 y 1683, narradas en el Triu11jo parté11ico, y a las circunstancias que llevaron a los doctores de la Universidad, tres lustTOS más tarde, n negarle el encargo de es­cribir su crónica. Para esto, me referiré con cierto detalle a la carrera de Juan de Narváez, patrocinador de las fiestas na­rradas en el Triwifo.4 El paralelismo entre ambos personajes ayu­da a poner de relieve la situación desven tajosa de don Carlos, que acabaría llevándolo al desencanto de sus últimos af1os.

·1 Véa~c Enrique Gonz<ílcz Gonz,ílc/, "Treinta .u'IO!> de C!>tudio~ sobre la hbtoria de 1.1 lll1t\'Cn;id,ld colomal", en D.wid Píñcr.1 R.1mírez, La t'clllcnción sz¡pcrior c11 el proceso lzi;tórico de Mh·ico. Me;>.icali, Ur\llC/ ANUN I_ES,_20U1, vol. l.

·1 En dos artículos recientes me he referido con mi\~ dctcninlH.'nto a es tos asuntos: "Sigücnza y Gón¡;ora y la Universid<~d: cr0nic¡¡ de un desencuentro", en Alicia :'vlaycr, cd., Carlos dr Sz,~ii<'ll:n y Góugom. litmlt!ll lljt' 1700-2000. },1éxico, U1'.A:>.Í-IIH, 2000, vol. 1, pp. 187-231. La c¡mer¡¡ de Narv.iez ha sido examin<~dn en " Mecenazgo y litcmturu: IJ for tuna dispar di' Juan de Narváez y de s;gücnz,, Y Góngora", en Rodolfo Aguirre, coord., ~lérigv~ y J"ristns. México, U"'A~·I, en prcnsé'l . El presenlC tr;~bajo l's una n:n:o1ón abrcv1.1da del t'tltnno, y agradeLco al doctor Aguirre !>U autorizaci(m pill';t resumirlo aquí.

[llrique Gonzñlez Gonzúlez • 191

Para nosotros, el Tri111Ijo pnrtéuico, esa crón ica de las fiestas de la Un iversida~ a la Inmaculada Concepción d urante 1682 y 1683, es un hbro ¡ustnmente asociado a la figura de don Ca rlos de Sigüenza y Gó~gora. Resulta por lo mismo irre levante que, en la portad a del 1~pre~o, también se haga mención elogiosn del rector de la Un1versJd <1 d, el d octor d on Juan de Na rváez (1653- 1708).' Los CtJctá neos, en cn mbio, incluso si don Cnrl os había impreso su nombre con letra más grande, consideraban que la verdadera personalidad a destaca r era la d el rector mecenas d e lns ~i estas y de la imp resión. Sigüenza, con todo ; su f~ t~a, o prcctsamente por ella, había sido contratado para escn bn·, en calidad de secretario, la crónica de las celebracio­nes. Si~ lugar a d udns, ~lgo d e razón ten ía n los contemporá­neos: sm el rector Narvaez no hubiera habido fiestas ni d on Carlos habría escrito el libro.

El pa trocinio de celebraciones públicas de dicha o de luto en especia l las relacionadas con la dinastía reinante, ten ía un; doble finalidad; el mecenas buscaba el reconocimiento social por parte de sus colegas y de las autoridades locales. Al mis­mo tiempo, ~e esperaba aprovechar tales manifestaciones para h~cerse senhr en la corte. Los principn les nombramientos, pre­mlos y nscensos venían de la metrópoli; mien tras más sentidos y s~ l emnes fuesen los d uclos y los júbilos con que los no­vohispai~os h<:nraban a sus monarcas, mayores expecta ti vns de premio habta pa ra sus promo tores. De ahí lo aconsejable de que un autor de reno~nbrc re la tara y diese a la imprenta tales fastos. ~1 Tnunfo pnrfc111co, como veremos, se trad ujo en honra y prem1os para su mecenas.

5 A:,í rCtilbil la c;:¡ rá!uln: "TRIVMI'IIO/ I'ARTi lf.NICO/ QVE/ EN GLORIAS DE

Mi\fW\,/ Si111ti~~irna imma~uladamen te concebida, celebro/ [¡¡ Pontifici;:¡, lmpen al, ~ Reg1a / Academ1a Mexicana/ En el biennio, que como su Rector la goberno/ EL DOCTO!~ OON JUAN DE NARVAEZ,/ Tesorero General de la San ta Cruzada en el An;obispado de/ México y ni presente Cathcdr;:¡ tico de Prima de S~grada/ E~criturn ./ IJESCR~BELO/ ~- Carlos de Sigucnza, y Gongora,/ Mcx1cano, )' en ella Cathcdra llco prop1etario 1 de Matemá ticns./ Gmbndo del P~gn~o/ EN ~ I EXICO. Por )ué1n de Ribcr<1, en el Empedrad illo. rifelr/ IXI.OC. LXXX.IIl". (Sigo In edición de México, Ediciones Xóchi!l, 19-+5.)

192 a SigiiellZtl y Cc5ngorn

El culto a la fnmaculada Concepción, que sólo sería dogma de fe <l partir del siglo XlX, sobrcpasabn la mera celebración reli criosa. Desde los ai1os de Felipe nr (1598-1621), la Corona habfa promovido en Roma la declaración dogmática de la Lin:­pia concepción. Secundando al n"'onarca, su patrono, la Uru­versidad ordenó a todo pretendiente a graduarse, jurar que defendería la piadosa opinión. Paralelamente, desde 1653 el claus tro de doctores é'\cordó dedicar todos los años un solemne h·iduo a la advocación mariana . La fiesta se celebró un tiempo con grandes demostraciones, para lueg? decac:.t>. Se h:a tab~ pues d e una fiesta que, a una con su ca racter reltgmso, unplt­caba la solida ridad de toda la Universidad con la política real. Qué mejor si un doctor de recursos y visión, como donjuan de Narváez, volvía a inyectarle vida.

Juan de Narváez nació en la ciudad de México a fines de 1653, de padres "nobles y ricos", al decir de Bcristáin . Oc lo úl~ timo, no cabe la mcnol' duda. En cambio, n i el progenitor m nina{m abuelo aparecen mencionados en el archivo universi­taJi~ con título de "don". El futuro rectoJ fue hijo del ca pitán criollo Alonso de Narvácz, alf<.:!rC'z de un batallón, y empleado "en la administración y asientos" de las alcabalas y en la re­caudación del impuesto del pulque? Los oficios !e permitieron amasar cuantiosa fortunn, pero no, al parece r, gran prestigio social. Eso explicaría que el ca pitán Narváez p rocurase elevar su rango social mediante la riqueza y la in fluencia qu.~ sus car­gos le daban. Con ese propósito habría abocado a su ht¡o Juan al eshtdio y no, como él, a la milicia o a oficios de carácter fiscal.

Cuando un joven de la ciudad de México era destinado por los suyos a la carrera de letras, dcbín hace: l.argo cnm~no .. co­menzaba con Jos cursos de gramMica y retonca de Los ¡esllltas, a partir de Jos diez o doce años. Al cabo de un quinquenio de

& /bitl., pp. 38-59. Antonio Rubi,,l C.wcía y Enrique Gonzálcz González, "Lo~ ritualc5 umversitarios: :.u papd político y corporativo", en Cnlálogo de fa cxposició11 450 111io:. d~ In U11iversidncl cft• ¡\Jit'xico. Móiw, UNAI\1, en prensa.

7 Archivo General del;, Nación, MO:xico, Reuno \.;niver~idad (en ndelante: Rt;), vol. 365. E"pedicnte por los gr<~do~ de licenciado y doctor en Teología dd bachtller Juan de Narv,íe:t:. Las notlciils :.obre :.u familia proceden de ahí. Agradezco ;¡ Marba Vega el cotejo de ,¿sto:. docum:.-ntos.

E11rir¡ue Co11ziÍiez Co11zález • 193

lecciones, el retórico quedaba apto para iniciar el curso de ar­tes, que d uraba tres alios. Podía estudiarlo en las mismas aulas de l~ compa tiía, pero s i aspirabn a Jos grndos de bachiller, li­cencmdo o doctor, necesitaba matricularse en la Universidad a~ t~ism~ t!empo qL~e cursaba con los regulares. Aquélla le cxi­gta mscnbtrse un ano en Retórica y dos en Artes.s Al conclu ir­l~s, el joven se sometía a un examen y, de ser aprobado, obte­nta ~1 ?rado de bachill.er en Artes, prcrrequisito para la carrer<t teolog1ea o la de méd1co, pero la segunda proporcionaba me­nor lustre socia l.

. El bachiller en A.rtes, d~seoso de graduarse en Teología, de­bla a tender las d1stmtas ca tedras d e la facultad dw·ante cuatro cw·sos y, a conbnuación, defender varios actos académicos. En­t?nce~ obtenía el bachillerato teológico . Quien aspiruba a Ja llcenc:a, ya no debía asisti r a cursos, pero s í dejar transcurrir tr~s anos, lapso que se denom.inaba pasantía. En suma, desde el mgreso a los cursos gramaticales de los jesuitas a la licencia­tura en T:'ctras d ivin.as, se req uería un mínimo de quince años.

Narvaez se bachdleró en Teología en 1676, a los vein ti trés años. Decidido a ah?rrarse el trienio de la pasantía, gestionó y obtuvo un memonn l del virrey c¡uc le permitió licencinrse y d?ctorar.sc ese mismo ai1o.'1 Tales dispensas de tiempo, prohi­bidas ta¡a ntementc por ln legislación, esta bnn al alcance d e quie1: tuviera influenciél en la corte virreina!. Narvácz solicitó ser d tspcnsado "a título de su nobleza, su ficiencia y méritos heredados y personales". Con todo, los m éritos alegados fue­ron ante todo los servicios pc1ternos com o reca udador. Argu­mentos de tanto peso le valieron la d ispensa académica. Pero aún debía p~g~r, en derechos al arca univers itaria y propinas, al.menos SCJSCtentos pesos por la li cencia, y alred edor ele dos mi l por el doctorado.w Un solo dato nos da una idea del signi-

8 Et~r ique. Gonzúlcz ~onzález, "L1 Univers idad: csludi<lntes y doctores", en Ln V1dn coluiumn 1'11 Mexico. México El Cole¡;io de Mé"ico 5 vols e .

, RU, vol. 365. , ' ., n ptensa.

'.0

1\ ~<Hiir de Palafox (16-tS), Sl' L'stnbleció una cantidnd fija p~r¡¡ el grado de hcet~ctado: 600 pc:os (co~1st. 292), pero para doctor, era va riable. 1\pilrtc de los detechos y proptna~ ft¡os, que sumnbu unos 250 pesos co d ,b 1·~ d

d d · · ' ~~ ~ " <~r " ca a octor a~tstente una s uma que o::.cilnba entre 25 y 35 pesos (..:on:.t. 324).

194 a Sigiie11zn y Gó11gorn

ficado de estas sumas: el catedrático universitario mejor paga­do percibía un sa lari o anual del setecientos pesos, suma que decrecía, según el rango de la cáted ra, hasta cien. Sobra decir­lo: quien carecía del metálico imprescindible para los grados mayores, no necesitaba dispensas de tiempos o de cursos.

Poco sabemos de los af\os siguientes a su precoz grado. En 1680, Tarváez pretendió la cátedra d e Retórica, sin éx ito. El mecanismo regular para convertirse en catedrático era un con­curso de oposición, con los estudiantes por jueces. El número de concursantes a vencer vaüaba segCm la cátedra, pero podía llegar a d oce o más, y sólo por excepción se ganaba al p rimer intento. Ignoramos si mváez puso en juego sus abundantes recursos para comprar votos. 11 Lo cierto es que se necesitaba participar, durante ai'los, en todas las oposiciones y se comen­zaba por w1a cátedra de baja jerarquía. Esta abría camino, poco a poco, a las de mayor ran go, que se reservaba n, por regla no escrita, a concursantes en posesión de alguna de las más ba­jas. Se necesi taba, pues, tiempo y tesón para alcanzar las cáte­dras mayores. 12

Si larváez fracasó en su p rimera oposición, en 1679 había sido electo consiliario. Un ca rgo que daba prestigio y poder en

Por tanto, !>i asistían cien doctores, cifrc1 nada improbable a partir del último tercio del siglo XVll, la c<~ntidad sobrepasilba holgadamente los dos mi l pesos, !>in contar la celebración privada.

11 Narvé\ez dotó los premios a los concur:;antcs en lo~ torneos literarios del Triuufo, y tilmbit'n repartió obsec¡uios, como se vcrá, al ganar su asiento en el cabildo. Fuentes de la época aseguran c¡uc se pagaban verdaderas for­tunas par;¡ compra de votos. (Véase Javier Palao Gil, " Provisión de cát~dr~s y voto e!>tudiantil", en Doctores y cscolnn•s. 11 Couxrcso luternnc1011nl de H1stonn de lns Uniwr~idmb Hispñuicns (\lnlelll:in, 1995), Pról. de Mariano Peset. Valen­ci.l, Univcr!>ita t d e Valencia, 1998,2 vols.; vol. 11, p. 187-20 1. A!>imismo, Leticia Pérez Puente, "Una revuelta universitarin en 1671, ¿intereses estud i.1ntiles o pugna de ilutoridadcs", en Renatc Mnrsiske, coord., MuuiliiiCIIIOs est11dinutiles e11 In hislo•ia de Américn Lntiun. /\•léxico, CESU-Ui\.;M, 1999, vol.l, p. 19-39.) Cuando¡¡[ fin ganó J¡¡ c;ítcdra de escritur.l, en julio de 1683, el diarist.l Antonio de Robles md1có que !.1 celebración del victor se reillizó "con muchils g<~las, hubo muchos fuegos" (A. de Robles, op. cit., vol. 1: p. 51.}

1~ Rodolfo Aguirre Salvado r ha estudiado los mecanismos int erno y externos de promoción dl' los graduild os univer!>itario!> en Por el camiuo de lns letrns. El nsccus,1 profrsiounl de los catt·dráticos jurista, de In Nllevn Espmin.

E11rir¡ue Gollzñlcz Go11ztílez • 195

la política in terna de la Universid ad, pues los ocho consiliarios presidían el complejo proceso d e p rovisión de cáted ras; ade­más, a l momento de concluir s u periodo, elegían, jun to con el rector saliente, al nuevo rector y a Jos consiliarios que los re­emplazarían en el cargo. Apenas deja r Narváez su consiliatu ra, el rector recién e lecto lo designó para pronunciar el serm ón de la fiesta patronal d e la Universidad, Santa Catarina, el 24 de noviembre de 1680. 13 En noviembre s ig uicn te, el mismo rector y consil iarios e legidos durante la consilia tura d e Narváez acu­dieron ante e l virrey a solici ta r una dispensa de edad en fa vor de don Juan; estaba por cumplir veintiocho años y los estatu­tos exigían un mínimo de treinta p ara ser rector. 14 Con el bene­plácito del virrey, fue elegido.

Durante toda la his toria de la Universidad, los rectores fue­ron gen tes formadas, con altos cargos en el cabildo ca tedralicio, en la Inquisición o en las órdenes religiosas, cuando no se tra­tara de los m ismos jueces de la real audiencia. 15 Por lo mism o, el requisito de contar con un mínimo de treinta aii.os d e edad se daba por descontado, y la dispensa a Narváez habría sido un hecho sin precedente. El favorecido resultó así un novel doctor, carente de presencia alguna en las instituciones cuyos más al tos dignatarios disputaban e l cargo rectoral año con al'1o; se impone pues la h ipótesis de que, para alcanzar tan inus ita­da distinción, debieron medi ar espléndidas dád ivas.

Siglo XVIII, México, CESU-UN/\~1 (La Real Univc.>rsid<td d e México. Estudios y Tex tos~ Vlll), 1998, y en Uuivcrsidnd y socier/nr/. Los graduados de In Nllt'l'n Esptuin Cll t•l S1glo XVIII. Tes is. Méx ico, UNAM, 2000.

_1J C•_-istóbal B~r~ardo d e la Plaz,¡ y Jaén, Crá11im de la l<t•al y Ptmtificin

Uuwcr5ldnd de Mc.n co. Vers. p<tleog., proemio, notas y apénd ice de N icolás Rangel. México, UNM I, 1931, vol. 2, p . 172.

14 .Palo:tfox, cons t. 9 . .Para las no ticias en torno a N<trvtíez me he valido

sobre todo de C. 13. de !,1 Plaza, op. cit., vol. 11, pas>im, en cs pc.>cial pp. l!l2 J

199; también de lo¡, libro~ de clau1>tro!> correspondiente~¡¡ esos a1ios, HU, vo l., 17, y, por !>Upuc.>:. to, dt•l Trillufo.

15 Armando P<tvón, "La di:.pu la por el rectorado en la Univer-;idad ele

México al finalizar el s iglo XVI", en Doclort'S y escolares ... (1998), vul. 11, pp. 203-223. Letici<t Pérez Puente, Ulli<tt'rsidad de• doctores. Mhico. S1slo XVII. México, CESU, UNA~! , 2000. (L<~ Real Univcr~idad d e México. Estudios y Texto:. IX}

196 a Sigiieu:n y Góugora

Una vez en el cargo, Narváez promovió vistosas demosh·a­ciones de mecenazgo, como revivir la fiesta de la lrtmaculada, abandonada durante años. Pero s i solí<~ celcbran;c durante tres días de enero, él agregó de su peculio un cuarto. En la primera pa rte del Triu11jo, Sig üenza dio ponnenores de In excepcional solemnidad con que las fi estas se d esarrolla ron en 1682, y otros cronis tas como Antonio de Robles y el secretario de In Univer­sidad, Plaza y Jaén, ponderaron la mngnificencia de los fa~t?s. También patrocinó la celebració n de u n certa me.n poettco mariano, en febrero de 1682, en que tomaron parte ancuenta y un poetas de denh·o y fuera de la Universidad, incluidas, como se sabe, dos mujeres, una de ellas, sor Juana.

, a rváez se ocupó nsimismo de reedificar el "general" o au la o-rancie de actos ncadémicos que, a decir de Sigüenza, amena­~aba ruina. Anualmente se descontaba un total de quinientos pesos d el salario de catedráticos y funcionarios paxa pr:servar y reparar e l edificio.16 Sin embargo,. la. obra e:nprendtda por Narváez costó 9 000, equivalente a d1ec¡ocho anos de descuen­tos; era impensable que la Universidad cmprend~era la obra con sus pobres recursos. El dato evidencia la mawutud del ~er­vicio prestado por el rector al facilitar lo necesa1~10. E~1 el Trunt­fo, Sigüenza insinuaría que todos los gastos.habtan s1do .a costa del mecenas. En realidad, se convino en remtegraT el dmero a Narváez a razón de quinientos pesos anuales, sin intereses, y los libros de claustros dan cuenta de que se h izo as í durante años.t7 Resulta maniiiesta la solvencia del mecenas, capaz de disponer de tan grande cantidad en. m.etálico.

Como las obras del general e~taban inconclusas al llegar el tiempo de la nueva elección rectoral, N~rváez fue obje to ~e un<l nueva dispensa, de carácter doble. Pnmero, porque segllla debajo de la edad reglamentaria para el cargo; segund~, p~ra ser reelegido rector, algo tambtén v~dado p~r las cons~ttucJO­ncs, pero que se hacía con relativn trecucnc1c1. En novte mbre

lb Palafox, consl. 39.J. 11 Todaviil ::.e le adeudabcl algun.1 cantidad en 1694 (RU, 19, ff. 7-9), cuando

l'\arv;ic¿ tuv,J problemas con el tribunal de¡,, SJnta Cnti'adn, In cua l pretendía

confbcarle a la Universidad el saldo.

Euriquc Gonzñlez Gom:ñlez • 197

de 1682, inaug uró su segundo manda to. En enero volvieron las fiestas a la Inmaculada, y al concluir las obras d e l general de actos, el rector lo inaugu ró con toda solemnidad, dejando en letras d e oro s u nombre en el aula. Para coronnr los fas tos, financió un nuevo certamen poético.

No hnbín acabado e l segundo mandato cuando vacó la cá­ted ra de 13iblin, la segun.da en importancia de la facultad teo­lógica. Narváez renunció a l recto rado para inscribirse com o oposi to r y, según cabría espera r, ganó. Habiendo conqu is tado los máxilnos h o nores dentro del estud io, dio a luz el Triunfo pnrlénico h<lcia agosto de 1683.ll¡ El libro, lleno de alab<mzns de Sigüenza a su mecenas, permitía al joven catedrá tico os tentar w1a excepcional "relación de méritos". Entonces ya podía p ro­mover su carrera extrnmuros de la Universid nd.

Apenas un universitario obtenía el grado máximo, env iaba relaciones de méritos a Casti lla y cuidaba de relacionarse con la corte virreina!, con el arzobispo y el cabildo, en pos de reco­mendaciones para honores y cargos, que sólo arribaban pau­sadamente. Si el doctor era clérigo, su primer logro consistía en ganar mediante oposición una buena parroquia foránea; a continuación, una en la ciudad y, con sue rte, hacia los cincuenta aúos, tras repetidos escr itos del pre lado, el virrey y la aud ien­cia, se volvía realidad la anhe lada silla en un cabildo. A veces, si el doctor disponía de medios, iba a la corte, con las m.anos llenas de regalos, a gestiona r d irectamente el ca rgo.

Narvácz, en 1683, ostentaba ya e l título de tesorero del tri­bunal de la Santa Cruzada, y en abril d e 1686, apcnns cum­plidos los tr~int<l y d os aüos, recibió la noticia de su promo­ción a racionero entero del cabildo. La tarde de s u pobesión "en vió a cada ca pi tu lar dos fuentes d e colación, pañuelo y p.l!''lo, y a l virrey colación en cinco fuentes de plata, dad as, y a todos los ministros su fuente". 19 Durante los veintidós a1ios guc aún

18 Aunque las licencins !>On de marzo de 1683, en la pcígina 327, escribió Sigücnza: "hoy 15 d e julio de [ ... J 1683, en que se imprime este p liego". Al parecer, se nñadió un t'lltimo Clh1dcrni llo para imprimir la bucnn nueva de la cátC'dra.

1~ A. de Robles, op. cit., t. 2, p. 11 8.

198 m Sigiie11za y Gó11gora

vivió (moriría de cincuenta y cuatro), lo que sabemos de Nar­váez carece de relieve. O si se prefiere, logrado su objetivo, habría renunciado a los grand es actos; s u vida se norl/lalizó hasta confundirse su suerte con la de otros doctores que combina­ban la cáted ra universitaria con una plaza en el cabildo.

La meteórica carrera de Narvácz fue tan excepciona l como los recursos puestos en juego para acelerar sus ascensos. Es evidente que su proyecto de p romoción le redituó óptimos fru­tos. La fortuna reunida por el padre al recaudar im p uestos fue parcialmente invertida en calcu lados actos de .m~c~na~go. Habiéndose licenciado y doctorado de escasos vemtltres anos, con dispensa de pasantía, a los veintiocho y veintinueve fue dos veces rector, también mediante sucesivas d ispensas; a los veintinueve ganó una de las cá tedras d e mayor jerarquía, la de Biblia, y a los trein ta y dos ya e ra prebendado d el cabildo de ca­tedral y comisario de la Santa Cruzada. Pero murió s in ascen­der de racionero a canónigo, ni alcanzar l<1 cátedra de prim a y, al parecer, como tesorero de la Cruzada. Después ~e ~as fiestas del Triunfo apenas si volvió a jugar papeles protagomcos, pero el logro del grado doctoral, del rectorado, la cátedra universi­ta ria y el asiento en el cabildo, d ieron a su nombre un lus tre del que no había podio gozar su pad re, a pesar de. s.u fortuna. El Triunfo parténico, escrito básicamen te para publtcttar_las .ac­tividades realizadas durante su d oble rectorado, habn a s1do una de las estrategias para promover su ver tiginoso ascenso. El libro, encargado y pagado a Sigüenza, perpetuó entre los contemporáneos el buen n om bre de quien hab ía prom ovido y realizado tan memorables celebraciones.

En el cc~so de arváez, el dinero y una acer tada política de m.ecenazgo facilitaron el acceso a los p rin.cip ales hono.re~ pre­tendidos por un criollo a través del estudJO; en el de S1gucnza y Góngora, el prestigio literario alcanzado no le bastó para con­quistar las más a ltas dignidades: la irregularid ad de su carrera académica, sus insuficientes medios económ icos y la escasa influencia social de su familia lo estorbaron.

Ni duda cabe, don Carlos sacó provecho d e su pluma para elevar su posición y su prestigio como hombre de leh·as. No obstante, aquella sociedad lo confinó en un papel subalterno.

Enrique Gonzá/e;: Conzález • 199

~n.tes que ~remover actos de mecenazgo, debió pone rse al ser­VJCJO d e g.UJenes tenía n m edios p ara llevarlos a cabo. Un vis ta­~o 2~ las orcuns tancias d e s u carrera acad émica y de s u fami­lia ayudan a entender e l por9ué de esa s ubo rdinación y las causas de que las le tras le hub1esen proporcionad o u n prove­cho tan limitado.

Sigüenza y Góngora procedía d e la m od esta fam ilia forma­da por un secretario d el gobierno v irre ina! y una sevillana sin recursos~ ta l vez pa riente del poeta Luis Góngora. Fue el p ri­~er varon.~e nu.eve hijos e hijas, n ingw1o de los cuales alcan­zo colocaoon bnllan te. An tes que recibir respaldo d e los s u­yos, d urante toda su vida debió ver p or las n ecesidades d e padres, hern:an as ~sobrinos. Los te:;ta mentos de sus mayores, Y. el d el_ prop1o S1guenza, re tra tan m uy al porm eno r la precariu sltuacwn de todos e !Jos.21

Por lo den:ás, s~ carrera esc?lar resultó un tanto errá tica y P?co le ayud? a ~removerse. Siend o cw-sante de l colegio má­XU110, de los JCSultas, se ma triculó en re tórica en la Un ivers i­d~d, en 1 ~59, s igno d e que aspiraba a gradua rse. Con todo ese m1~m~ ~no lo admitie.ron en la compai'i.fa y se d esligó cÍe 1n Un1ve1 s1dad para con tm uar sus estudios en la o rden. En 1667, cuan~o lo ex~ulsan, sus perspectivas cumbia ron d rás ticamente. No so!o l levo ese_ fracaso toda s u v ida con gran contra riedad, ademas, le trunco tod~ perspecti va d e una colocució n segura. En adelante, <llmque 1ba a gozar de mayor libertad , tendría que sostenerse por sus propios med ios.

Vol vi~ a la YI; iver~ idad, a ma tricularse en Cá nones, y u un­que se remscnb 1o va n as veces, no concl uyó los cursos, ni tu m­poco los de Ar tes, después de un par de intentos. En vez de

20 Para todas la::. rderencias a los da tos mencionados remito a E e -' 1 .

YGo · áJ- "s· ·· G ' .. onza ez nz ez, •guenza y óngora y la Universidad· crónic• dn 0 11 d tr " , . · " ~ escncucn-.o ~ ~n ~· Maycr, o¡1. ctl. El volumen 11 del Homeunje contiene una copiosa

bJbhografJil de y sobre don Carlos. · 21

El testamento del padre, al parecer inédito, en AGN, J3ienes Nacionales v~l. 633, e>.~. '?· ~~ .. de don ~arios, fue c~itildo por r:. Pérez Salazilr, en Bivgrnjít; dt do!t Cru_lo~ dt StXIWttzn y Gougorn, SI'X IIIrla de varios rlvw111e11tos illérlitos. México A. L•brena de Robredo, 1928, pp 161 -194; ahí mbmo, aunque incompleto eÍ de la madre, pp. 91-9<1; Jmbos sin indicación del t~rch ivo de procedencia. '

200 o Sigiien:m y Có11gorn

consolidar una carrera académica tradicional, como él mismo reconocía, optó por "interrumpir más útiles estudios" y ;;e di? "a estudiar sin m.aestro las matemáticas todas, y con mas cLu­dado la astrología".22 También se interesó por la poesía Y la his toria. El currículo de las facultt:~des universitarias poco po­día ofrecerle para colmar sus inquietudes intelectuales. Por lo mismo, al seguir los impulsos de su "ardor j u~enil", c~nce­ló para siempre la posibilidild de un ascenso socia l a travcs de las promociones internas que la Universidad ofrecía a sus ~ra­duados. Pero gracias a esa formación autodidacta, al oposi,tar por la cátedra de matemáticas y astrologb, en 1672, la gano al

prin1er intento. . . . Había alcanzado una dt~dra, con el prestigio mhcrente

a tan disputado oficio, pero el hecho de 1~0 ser doctor_ponía a Sigücnza en una si tuación bastanteyecuhar. Astrol?giil y ma­temáticas no estaba incluida en nmguna de las cmco facul­tades, y se leía como w1a disciplina independiente. Por cl_lo, el titular no estaba obli()'ado a graduarse, pero tampoco tema ac­ceso a las cátedras d; mayor salario y prestigio. Debió conten­tarse con el bajísimo salario de cien pesos amwl.c_s, ~sabiendas de que carecía de toda perspectiva ?e pro~10~1~n mte_rna. ~n tanto que catedrático con nombram~ento VItahCIO, tema dete­cho a tomar parte en los desfiles solenU1es y en los claush·os ~e doctores. Pero, al faltarte las insignias doctorales, se le exclllla de tal distinción.

En aquella sociedad estamental, l? profesión n~tarial de su padre, sobre no aporta rle grand~.s .mgresos, lo ~1~ua~.a :n el ranO'O social intermedio de los ohoales no mecamcos, es de­cir, ~ncima de quienes ejercían oficios " mecánicos y_vi.~es", pero en una escala inferior a la casta de los letrados. Siguenza fue incapaz de ascender de lleno a esta úl tim_a, qued~ndo en un estad io indefinido, poco favorable. Por mns que su~mpre _d~s­tacó en las portadas de sus libros su condición de ca tedratlco universitario, al no ;-¡cccder a los oficios C'xclusivos de los letra-

~ i\lmall:tqtw pnra 1692, cdilildo por J. M. Quintnna, Ln t!:;trot/OIItía _e1! In i\luc'i'•' f>p.llili 1•¡¡ d ,:iglt> 'íl'll (0<' Cllnro Marlí11c: n Sigiic11:w !f Gollsc>/'11). M c xiCO,

Bibliógraio::. mexicanos, 1969, p. 1~7.

C11rir¡ue COIIZlÍiez Co11zrílez • 201

dos, debía ganarse la vida con ca rgos más adecuados a su ver­dadera condición. Retuvo la cáted ra veintiocho años, hasta su muerte. Dada le1 multiplicidad de sus ocupaciones, no sorpren­de gue acumula ra un impresionnnte historial de faltas, más ~1u1~1erosa~ c01: el pas? de Jos años. Y si bien en 1692 logró ¡ub1~ar~e, f·ue solo g raCias a las presiones del virrey.n

S1guenza, pues, no podía aspirar, como Narváez, a un asiento de cabildo; intentó el cargo más humilde de contador de la catedra l, y ni ése obtuvo. Otro tanto procuró en los conventos, Y a.unc¡t.Ie a.lcanzó por breve y tormentoso le1pso la contaduría umversi tan a, gue compaginaba con su ctítedra, el claust ro des­aprobó a tal grado su desernpei1o, que lo cesó fulminantemente. Tam poco opositó por parroc¡uias, conten tándose con la mo­des.ta ca pellanía del hospitéll del /\mor de Dios, gracias a su am istad con el arzobispo Aguiar y Seijas. El cargo le daba de­r~cho a una habitación gr,1tuita, compartida con su hermana, vmda y con los hijos de ella.

Semejante ambivalencia 1~ ocasionó toda clase de sinsabo­re~ y desencu~n.tros con sus colegas. Durante su fa mosn poté­nuca cometologtca con el padre Kino y con el d octor Salmerón, cated~·é1ticc~ universitario, el testimonio del cronista Plaza y Jaén p~nmte a:Irmar .q~c numerosos doctores optaron por las opi­ru~nes mas tradiCIOnales, las defend idas por el i11fluyente je­swta y _ror .el doctor.2~ La borla doctoral o el prestig io cortesa­no del Jesu ita habrían sido argumento de mayor peso gue las razones del p rofesor de ínCimo rango.

Vivía él disgusto la paradoja de que, habiendo s ido brilla11te cron i~ ta de los fastos UJliversitarios en el Triunfo parléuico, donde exalto a su propia corporación, cuyo ed ificio describió moro­sam~nte, muy en particular la sala de claustros, no tenía paso a las ¡untas gue en esa sala se celebraban, ni le tocaban propinas por los gr~dos mayores de aquellos doctores por él alélbados.

Pero, sm duda, el trance mc:ís humillante para él ocurrió en 1698, n escasos dos aiios de su muerte. Esperaba que, g raci<1s a

2.l E. Gcll1/..ilc/, "Sigiícnz¡¡ y Góngor.l y IJ Uni versid<1d ... ", e n op. cit., pp. 204-218.

2~ 1/Jid., pp. 221-222.

202 11 Sigiienzn !1 Góngorn

su excepcional erudición y experiencia literaria, evi~e~ciad_a muy señaladamente en el Triullfo, In Univers_idad lo com1s10nar~a uara escribir su crónica. Aunque algunos m1embros del claust10 ~otaron por que se diera el encargo a don Carlos, la mayoría de los doctores se opuso alegando que sería una deshonra pnra la corporación cometer la tarea a alguien ajeno al claustr?.

En el testamento descubre la amargura que sentta por la Universidad hacia el fin de sus días. De los ochenta capítulos de prolijas d isposiciones, sólo en el scsc~ta y nueve _mencionó a la institución más permanente de su v1da. No callo el desen­gaño que le había ocasionado aquel rechazo. Pidió "muy afec­tuosamente a dicha Renl Vniversidad reciva el afecto con q ue ha vía ya comensado a Escribir su Hystoria y gran~ez,~s, lo qw; se me estorbó en m1 Claustro, no se por qué mohvo . Le lego apenas cien pesos, pero no líquidos: debía cobrarse ~o q~~~ aún le debían de su "cortíssimo salario", y sus albaceas anadman la diferencia. Además, no los dejaba en signo de grati tud, sino "en satizfacción y enmienda de la poca asistencia que, por culpa núa o falta de estudiantes, tuve en la lectura de mi cáthedra".25

Las relaciones del catedrá tico de matemáticas con sus cole­gas universitarios dejaron sin d uda r~ucho que desear. Con todo, los virreyes, primero el marques de La Laguna (1680-1686) y luego el conde de Calve (1688-16?6), apreCiaxon sus co­nocimientos matemáticos y cosmográficos. A la par que le comisionaron diversas actividades en el Valle de México y aun en la Bahía de Panzacola, en La Florida, ejercieron cierto mece­nazgo y protección sobre el sabio criollo. El marqués ~1abría obtenido para don Carlos el título, quizás sólo honorífico, d_e cosmógrafo real. Pero tales actividades y títulos no era1_l equi­parables, a los ojos de sus contemporáneos, con el p resttgt? _de las ínfulas doctorales. Además, no rcdituaban los beneftcLOS económicos de tma buena cátedra, una parroquia rica o un asiento en el cabildo.

Precisamente por carecer de recursos suficientes, debía _li­mitarse a dar a la imprenta obras de encargo, como las Clonas

2.5 C. de Sigüenza y Góngora, "Test,uncnto", t'n F. Pérez de Salazar, op. cit ., p. t87, not,, 21.

Enrique Gonzrílez Gonzrílez • 203

de Querétnro (1680), Teatro de virtudes políticas (1680), Pnmíso OCC1de11tnl (1684), Mercurio volante (1693), etcétera. Y en ese mis­mo rango se sitúa el Triunfo pnrténico. Apenas si publicó escri­tos de carácter mns personal, como el poema Pri111nvcm indin11a (J 668) o esa sue rte de novela, flljorlttllios de Alo11so l~n111írez (1680). Y si es verdad que tatTibién imprilnió la Libm nstrollólllicn Y filosóficn (1690), lo hizo cuando había n pasado d iez años de la polémica con el pad re Kino; sólo en tonces ha lló quien co­rriera con los gastos. En cambio, otros escritos realizados o pla­neados por inicia tiva propia, como el I111pcrio c!tichimeca, no tu­vieron mecenas; por fin , tratados como su monumen tal Ten/ro ele las grn11dezns de México, se quedaron a mitad de camino. Te­nía motivos para la amargw·a.

Por lo demás, la pasión de don Carlos por reunir libros de mat~~-r:~ticas_ y astro?o~ía e instrumentos de observación y medJClon, as1 como cod1ccs, manuscritos e impresos relaciona­dos con la historia de México, h icieron de él una leyenda, que se a~rmaría des~~és de su muerte. Es to daba lugar a que los erud1tos y los v1a¡eros acud ieran a su gabinete en busca de noticias y de papeles que el sabio prodigaba gustoso. También s~ sabe que mantuvo correspondencia con sabios europeos. F1guras tan ~est~cadas en la cu ltura de su tiempo, aunque nje­nos a_ la UntversJdad, como el jesuita Francisco Florencia y el frnnc1.scano frny Agustín de Vctn ncourt, reconocieron la eru­dición y el consejo de don CaJ·Ios y la riquezn de su biblioteca.

Don Juan de Nurváez, decidido a ostenta r su generosidad y~ promover_s~ carrer~ y prestigio socia l, ma ndó a Sigüenza y Gongora escnbtr el Tnunfo pnrténico. Gracias al ta lento litera­rio del narrador, la obra fue un monumen to a la literatura em­blem~tica y a leg?rica, junto con una antología poética a la que cont1:1bure~:on cmcuenta y un vates, entre los que des tacn el P_1~0p10 Stgucnza. Es también una emocionada y pun tua l rc la­cwn de los : 1stosos festejos marianos que la Universidad, por obra y grac1a de su rector, mandó realizar en 1682 y 1683, y una_ c;Jegant~ descripción del edificio univers itario y de su co­leceton de pmturas.26 Además, el libro permi tió a Sigüenza loar

2b Véase Clara Inés Ramircz y Prisc ila Va rgas, "Los retratos del salón de

204 D Sigiie1rzn y Gó11gorn

a la Universidad tanto como quiso, y a sus doctores, y elogiar los méritos literarios de sus amigos, en partkular los poetas Alonso Ramírcz de Vargas y Francisco de A yerra. Pero el vo­luntarioso escritor tampoco perdió la ocasión de declarar sus fobias, dirigiendo repetidas pullas a la orden agustina, con la que teníél añcjéls desavenencias, y muy en particulm, se cebó conh·él su "enemigo capital", el poderoso criollo fray Marcelino de Solís y HaroY

El Triunfo apareció cuando el futuro del autor parecíél promi­sorio, amparado bajo la protección de los poderosos y los fa­vores del virrey, que en varias ocasiones presidió las celebracio­nes narradas y fue el destinatario del libro. El hombre de letras se sabía requerido para escribir sobre santuarios, conven tos, fiestas públicas, profanas y sacras ... Su pluma gozaba de pres­tigio, y de ahí sin duda el tono festivo y aun risuci1o que se advierte en todo el volumen. El libro, escrito para pregonar el triunfo d...: su meccnns, ,1caba tr<msmut5ndose en c..:! triunfo del autor, capaz de convertirlo en obra personal.

Pero a esos momentos de euforia, segu iría todn clase de de­sencucntros con la Unjvers idnd v con var ios de sus doctores. Choques de muy diverso orden y ofensivos desaires, llevaron al profesor de matemáticas y astrologín a una creciente ama r­gura para con su nlmn lllnter, en otro tiempo tnn Jaudada, y que insistía en incrim:inarle su ausentismo a las lecciones en vez de admitir sus méritos como astrónomo, cosmógrafo y literato. Al dolor físico que acompañó ~u enfermedad fi nnl, se ai1adió el ocasionado por sus inacabables pleitos con la corporación. Murió sin obtener del claush·o de doctores el reconocimien to que creía merecer.

La Universidad era sin duda un instrumento parn el ascen­so de sus miembros, como pudo apreciarse con la triunfal ca-

;lC to~ de la Un iversidad dur<Jnte el sig l<> XVII", en Ennquc Go nzálc7. y Leticin Pércz Puente, 450 n1lo~ de llislorin ull il't!r~itnrin m lvUxico. México, Ui'. t\ ~1. en prensa; y Ciar,, lné~ RamireL, 1\rmantlo P;.w ó n y Mónica Hitl,1lg~>, coord:o., Tn11 lejos. Tn11 caen, n 450 nrws de /11 /{m/ lllliPcr:>idatl d,· México, ~vléxiw, UNAM, 2001 .

27 E. Gon~.:álcL, "Sigüenza y Góngor,, y la Unin~rsid<~d ... " ,en op. cit., pp. 223-22-1.

Ü1rir¡ue Gollzrílcz G011Zálcz • 205

rrera de Juan de Narváez. Pero no p romovía de forma auto­má ti.ca; se necesitaba que el estud iante no divngara en a ficio­nes mtclcctuales y d isciplinas alejadas del wrriwlt/111 acadé­mico tradicional. Pero, sobre todo, era ind ispensable conta r con recursos económicos que permitieran el acceso a los costosísi­~os grados mayores de licenciado y doctor. Si alguien preten­dra v¡:¡lerse sólo de su in.genio para esc¡:¡Jar los a ltos honores y car?os reservado~ a qurenes detentaban grados mayores, se arnesgaba a termmar sus díns h undido en el desengai'io.