del saber de la genealogía a la moral del poder

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  • 5/28/2018 Del Saber de la Genealoga a la Moral del Poder

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    D e l s a b e r d e l a g e n e a l o g a

    A LA MORAL DEL PODER

    D e N i e t z s c h e a F o u c a u l t (y v i c e v e r s a . . . )

  • 5/28/2018 Del Saber de la Genealoga a la Moral del Poder

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    /De N i e t z s c h e a F o u c a u l t (y v i c e v e r s a . . . )

    D e l s a b e r d e l a g e n e a l o g a

    A LA MORAL DEL PODER

    Maria Cecilia Salas 7

    luati Felipe Arroyave

    Niitiili.i ( 'ngollo

    I i ti in I 1l r ! i i i i i d u R o | a s

    A l V i t l t t !>* U l l i i r /

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    D e l s a b e r d e l l a g h n e a i o o a a i .a m o r a l d l l p o d e r D e N i e t z s c h e a F o u c a u it ( y v i I pe/, Manurl Be rnaido , Ramrez Botero, Alvaro;S i ir h r / I aborda.

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    C o n t e n i d o

    Presentacin 13

    Primera parte: El saber de la genealoga 17

    Introduccin. Tambin nuestra vieja moral 19hace parte de la comedia

    Mara Cecilia Salas Guerra

    De las palabras verdaderas a la verdad 27

    de las palabras: los caminos de la genealogaManuel Bernardo Rojas Lpez

    En la barca de los silenos 47Juan Felipe Arroyave Gmez

    1. Pri mer puerto... logas... 50

    2. Segundo puerto... ethos... 56

    3. Tercer puerto...path os.. . 61

    4. Una ruta... eros... 65

    De la crueldad al sentimiento de culpa 67en Entraas de nio,de Toms CarrasquillaSonia Natalia Cogollo Ospina

    1. De la crueldad al sentimiento de culpa 69

    Deferencia con la diferencia 87Mara Cecilia Salas Guerra

    1. La salud del asceta 90

    2. Afirmacin de la distancia 97

    7

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    4

    Re-sentidos: resentimiento e interpretacin 107

    Juan Pablo Postula (orees1. I .as cuatro dimensiones de la proposicin 109

    y la proliferacin indefinida del sentido

    2. lil pasaje polmico de la deconstruccin 115nietzscheana

    3. I .a salida del juego polmico: 118el devenir nio del espritu

    4. Resentimiento y nihilismo en la dialctica 121

    5. Qu nos queda en el afuera del juego 123polmico?

    Miseria y caridad: dos caras de la debilidad 127segn Nietzsche y Baudelaire

    Alvaro Ramrez Botero

    1. El espejo 131

    2. El macero 148

    3. Acogotemos a los pobres! 1504. xi moneda falsa 157

    IV'iia y utilidad: dos problemas de la sancin 163en la actualidadCsar Augusto Sanche; ''aborda

    I I .a pena y su utilidad, un asunto por discutir 164

    2. I I "falseamiento" de los asuntos jurdicos 172

    y el lugar del lisiado en el campode las sanciones penales para la infancia

    3. I .a infancia y la cara utilitarista de la ley 179

    Segunda parle: l,a moral del poder 185

    Introduccin: Instantnea de Michel Foucault 187

    Juan Felipe Arroyave ( imez

    Foucault o la transformacin por el propio conocimiento 195Mara Cecilia Salas Guerra

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    1. Anlisis de las relaciones de poder 1992. Tcnicas de saber y estrategias de poder 206

    3. La invitacin, el gesto 210

    LaRatio Sudiorum:hacia la docilidad de los cuerpos 215y el encauzamiento de las almas

    Alvaro Ramrez Botero

    1. Primera etapa: contextualizacin 2182. Segunda etapa: experiencia 226

    3. Tercera etapa: reflexin 231

    4. Cuarta etapa: accin 250

    5. Quinta etapa: evaluacin 253

    Espacios de vigilancia 259

    Juan Pablo Posada Garcs1. Ante la ley, o en la frontera del panoptismo 261

    2. El peatn, o en el afuera de la disciplina 266y el control

    Rebaja para todos 279Csar Augusto Snchez Taborda

    1. El fenmeno y el motivo del llamado 2802. Ecos de asuntos compartidos y otros 283por discutir alrededor del trabajo

    Relaciones laborales y autonoma: 301un problema de poderOscar Arias Londoo

    1. El campo problemtico 302

    2. La sujecin identitaria 305

    3. Las relaciones de poder 309

    4. El contrato como norma 311

    5. El contrato como estrategia 312

    (>. La autonoma del trabajador asociado 315

    I on autores 325

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    I on autores 325

    No queda remedio, es necesario exigir cuentas ysometer ajuicio despiadadamente a los sentimientos de abnegacin, de sacrificio por el prjimo, a laentera moral de la renuncia a s: y hacer lo mismocon la esttica de la contemplacin desinteresada, bajo la cual un arte castrado intenta crearsehoy, de manera bastante seductora, una buena

    conciencia. Hay demasiado encanto y azcar enesos sentimientos de por los otros, de "noporm, como para que no fuera necesario volverseaqu doblemente desconfiados y preguntar: nose trata quiz de seducciones? El hecho de queesos sentimientos agraden -a quien los tieney a quien saborea sus frutos, tambin al meroespectador-, no constituye an un argumento a

    favor de ellos, sino que incita cabalmente a lacautela. Seamos, pues, cautos!

    Friedrich Nietzsche, Ms all del bien y del mal

    No busco soluciones fciles. Un problema nose resuelve acudiendo a las soluciones que se

    propusieron en otros tiempos y para otras gentes.Mi intencin no es hacer una historia de las so

    luciones, y por eso no puedo aceptar el trminoalternativa. Ms bien, lo que trato de hacer esuna genealoga de los problemas y de las proble-matizaciones. Aunque mi actitud no es aptica,sino que conduce a un activismo que no excluyeel pesimismo.

    Michel Foucault, El sexo como moral

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    P r e s e n t a c i n

    N ie tzsch e y Foucault son los pensadores que estn de fondo

    en este extrao libro que hoy se presenta. Libro extrao,por dos razones. Por un lado, porque es la aventura del

    pensar producida en un medio acadmico que no siempre

    es propicio para esos menesteres; de hecho, atrapados en

    una concepcin de la Universidad que en el mundo impone

    criterios adm inistrativos y tcnicos sobre los acadm icos, y

    que prefiere sacrificar estos ltimos en aras de la eficiencia

    y la productividad, ver que se produce un libro de estascaractersticas es por lo menos alentador y sobre todo, es

    un indicio de que aunque la Universidad desaparezca en

    occidente convertida en una empresa prestadora de servi

    cios, lo cierto es que pensar es algo que puede persistir al

    margen de esos avalares histricos o ms an, que estos

    mismos avatares son acicate para pensar. Por otra parte,porque la propuesta centrada en Nietzsche y Foucault sale

    de un programa de psicologa, y ello ya resulta, por decir

    lo menos, extrao. Nietzsche era afecto a la psicologa,

    pero a una psicologa entendida de un modo distinto al

    que nosotros entendemos este hacer: no era la terapia sino

    la indagacin sobre las fuerzas pulsionales del hombre lo

    que le interesaba. Po r eso, para Nietzsche, Dostoievski eraun psiclogo con el cual se poda entender; los personajes

    novelescos del escritor ruso -carg ados de culpa, enredados

    en los preceptos morales que se enfrentan a sus deseos ms

    ntimos- son buenas indagaciones psicolgicas. Desafor

    tunadamente, en la formacin actual de los psiclogos, la

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    , p g ,

    literatura no est siempre en el horizonte, y si lo est es

    para ubicar un cuadro ile sn tomas en un personaje o en

    una accin, es (leen, para imponer criterios morales a la

    obia desconociendo el potencial deconstructivo de nues-

    Iras certezas

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    Sin duda, en un mundo que prefiere una psicologa

    en cuanto tcnica empobrecida -que brinda frmulas defelicidad desde la radio hasta el consultorio-, que supone

    la anomala psquica como u na extraeza y no como lo ms

    habitual, que hace del psiclogo el pariente cercano de esos

    otros vendedores de la panacea de la felicidad -e l sexlogo

    y el trabajador so cial-, digo que sin duda, el que desde una

    pro grama de Psicologa se piense a Nie tzsche y a Foucault

    implica que no todo est perdido. De hecho, en este libro serenen los textos escritos con ocasin del SeminarioAnoma

    la , vigilancia y subjetivacin, realizado el 7 de noviem bre

    '!' '07; y del Foro Del saber de la genealoga a la moral

    ilt I poder, l)e Nietzsche a Foucault (y vicev ersa...), del 30

    de mayo di* 2008. Ambos eventos fueron programados por

    el Program a di' lsicologa'de la Institucin Universitarias de

    Envigado, desde la Coordinacin del Trabajo Independientede tercer y cuarto semestre en las asignaturas de Horizontes

    de pensam iento I y II, y con la invaluable colaboracin del

    entonces decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Vctor

    Ignacio Ortega, quien siempre consider que la psicologa

    slo puede ex istir abierta al debate. E l pre-texto pa ra estos

    espacios de discusin fue, en el prim er caso, Vigilar y cas

    tigar, N acimiento de la prisin, de Michel Foucault; y enel segundo caso, La genealoga de la moral, de Friedrich

    Nietzsche, y el volumen I de la Historia de la sexualidad,

    La volu nta d de saber, de Michel Foucault.

    Estos dos pensadores son entonces el leitmotiv, la

    excusa para elaboraciones como las que aqu se dan. Pero

    si Nietzsche y Foucault son excusas, no lo son porque los

    hayan convertido en frmulas -en modo alguno ello serarespetuoso con lo que ellos mismos propusieron-, sino

    porque pensar se hace con ellos y contra ellos. L a idea

    de Nietzsche de que el alumno supere al maestro no se

    15

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    ha perdido; porque superar al maestro no es tener tanto o

    ms reconocimiento que l, ni siquiera ser ms talentoso o

    brillante , sino ser capa/, de escoger un camino propio. Esto

    es lo que se ve en este conjunto de trabajos que se ofrecen:

    caminos singulares, potenciados por la lectura de Nietzsche

    o de Foucault, o de ambos, pero que no renuncian a lo que

    tanto parece hoy temerse, a pensar...

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    P r im e r a p a r t e :E l s a b e r d e l a g e n e a l o g a

    [...] entonces, el devenir de la humanidad es unaserie de interpretaciones. Y la genealoga debe sersu historia: historia de las morales, de los ideales,de los conceptos metafsicos, historia de la libertad

    o de la vida asctica como emergencia de diferentes interpretaciones, se trata de hacerlos aparecercomo sucesos en el teatro de los procedimientos.

    Michel Foucault,Nietzsche, la genealoga, la historia

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    I n t r o d u c c i n

    T a m b i n n u e s t r a v i e j a m o r a l

    HACE PARTE DE LA COMEDIA

    Mara Cecilia Salas Guerra

    E n La genealoga de la moral,Nietzsche pone al descu

    bierto la particular psicologa en la cual se teje el modo de

    valorar judeo cristiano: la psicologa del resentimiento, de lam ala conciencia y del ascetismo, psicologa de la renuncia

    en todo caso. El pensador muestra que la moral cristiana

    se concreta en un modo de tasar el mundo y la vida con el

    No,con la negatividad sigilosa, con la vergenza hacia las

    pasiones; de ese No, emanan los ms elevados y exclusivos

    valores de Occidente. Curiosa y triunfal moralidad a travs

    de la cual se rem onta Nietzsche auscu ltando la polivalencia

    y el cromatismo que las palabras adquieren segn las condi

    ciones de cada poca: la metamorfosis de las palabras, eso

    asombra al fillogo filsofo, pero le asombra todava ms

    el espritu chato de quienes creen que, por ejemplo, el bien

    y el mal siempre han sido concebidos del mismo modo;

    de ah, que tambin le resulte inadmisible la ausencia desentido histrico cuando de pensar la moral se trata. En ese

    riesgoso rem ontar a travs de lo que permanece y de lo que

    vara en el sentido de las palabras con las cuales valoramos,

    Nietzsche encuentra el originario reverso o la antpoda de

    esa negatividad triunfal; tal reverso es el modo de valorar

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    Mara Cecilia Salas

    la vida, es la disposicin para responder a la promesa y

    la exclusiva memoria para esta (memoria que tiene como

    condicin la activa capacidad del olvido de lo accesorio),

    es el orgullo de la crueldad.

    Tarea deconslruetiva la de Nietzsche que no sera po

    sible sin el aguzado ver y conocer perspectivistas que no le

    abandonan, sin la diversidad de ojos con los que m ira una

    misma cosa. Perspectivismo desde el cual advierte a los

    filsofos: guardmonos mejor, por tanto, de la peligrosa

    y vieja patraa conceptual en la cual se ha pretendido una

    razn pura, una espiritualidad absoluta, un conoci

    mien to en s 1.

    Por tanto, Nietzsche piensa, problematiza, historiza,

    nuestra vieja moral de forma indita, y en esa medida da

    lugar a una ruptura, a un desgarramiento en el pensamien

    to y en el discurso moderno, entre otras cosas, porque suejercicio genealgico con relacin a la moral avanza de

    modo implacable bajo la forma de la sospecha convertida

    en mtodo: sospecha con relacin a las acostumbradas

    formas modernas de hacer historia como reconstruccin

    lineal, Ideolgica, de los hechos, com o si una cosa llevara

    a la otra llanam ente; sospecha tambin frente a los intentos

    de hallar un origen esencial de los valores y en general denuestro estado actual de cosas en el orden de la moral; y,

    sobre todo, sospecha ante el modo como usamos el lenguaje

    creyendo que con l nombramos cosas fundamentales, en-

    telequias y abstracciones que remitiran aun origen ltimo

    o a un mbito suprasensible.

    De este m odo, a la vez que Nietzsche sospecha, desti

    tuye tambin las ms encumbradas ilusiones y autoengaos

    1 N IETZSC HE, Friedrich. La ge nea loga de Ia moral . Madrid: AlianzaEditorial, 2002. p. 154.

    20

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    Introduccin

    que tenamos por verdaderos. De ah que el pensador no

    proponga ni defienda ni un sistema de pensamiento , ni un

    mtodo de indagacin, y que, po r tanto, se distancia abierta

    y crticamente tanto de la tradicin platn ico-cristiana (tan

    concentrada en la Idea y en Dios), com o del jov en espritu

    de la Modernidad (tan ocupado en la razn cognoscente

    de un sujeto que irnicamente se desconoce2). Nietzsche

    simplemente desenmascara la prolongada negatividad

    ante la vida: rasga el inhspito cielo de donde provienen

    nuestras valoraciones. Su proceder es genealgico desde

    el momento en que declara: la imperiosa necesidad de una

    crtica* de los valores, la necesidad de inscribir nuestras

    vieja moral en la comedia, la urgencia de recorrer con nue

    vos ojosese recndito pas de la moral; en otras palabras,

    en la genealoga, Nietzsche acta como el ms inquietante

    y plural tragcomediante del surgimiento y la procedencia

    de la moral.

    Pero la genealoga, como procedencia y surgimiento, no

    se define como mera y lineal bsqueda del origen, ms bien

    constituye una m eticulosa atencin a los giros, los azares y

    los juego s de la voluntad que lenta pero imp lacablemente

    fueron tejiendo una moral, la nuestra. Para el genealogista

    es preciso saber reconocer los sucesos de la historia, las

    sacudidas, las sorpresas, las victorias afortunadas, las de

    rrotas mal digeridas, que dan cuenta de los comienzos, de

    los atavismos, de la herencia4. Rastrear la procedencia

    2 Sujeto que acta com o un animal alado de nacim iento y recolector de lamiel del espritu . Ibid., Prlogo , I.

    3 En la com prensin de Deleuze, la genea loga com o crtica es en s mismauna accin, nunca una reaccin, es decir, una expresin activa de un modode existencia activa. DELEUZE. Nietzsche y la filo so fa.Barcelona: Anagrama, 2002. p. 9.

    4 FOUC AULT , Michel.Nietzsche , la genealoga, la histor ia,p. 4.

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    Mara Cecilia Salas

    es descubrir que ni la ra/ de lo que conocemos y de loque somos no estn en absoluto la verdad, ni el ser, sino la

    exterioridad del acc idente"'. Por eso, Nietzsche contrapone

    la genealoga como crtica de los valores a la genealoga

    (efectuada por los psiclogos ingleses) como bsqueda del

    divino y venerab le origen. I in cuanto crtica, la genealoga

    1 1 0 funda ni conso lida nada, ms bien remueve aquello que

    se perciba inmvil, fragmenta lo que se pensaba unido;muestra la heterogeneidad de aquello que se imaginaba

    conforme a s mismo'. De igual modo, la genealoga ilu

    mina el surgimientode la moral y de los valores, es decir,

    por ejemplo, bajo qu condiciones nuestro bien y nuestro

    mal llegaron a ser lo que son, ello presupone la lucha, el

    agonismo de fuerzas que no pueden ocupar el mismo lugar:

    un no lugar, una pura distancia, un intersticio, pues losadversarios no pertenecen a un mismo espacio.

    Se comprende que la genealoga de Nietzsche no sea

    azul como la de los psiclogos ingleses, sino gris, filolgica

    y anclada en un serio no por ello menos jov ial- sentido de

    la historia, que se ocupa de lo fundado en docum entos, lo

    realmente com probable, lo efectivam ente existido, en una

    palabra, toda la larga y difc ilmente descifrable escrituraje roglfica del pasado de la moral humana7.

    Pero semejante pensar no puede ser sino solitario,

    arriesgado, hasta iluminar eso que D eleuze denomina una

    con tracultura , en la cual se apela a un cierto derecho al

    con trasentido . As, la escritura de Nietzsche incita siempre

    verdaderos tem blores del pensamiento en la m edida en que

    interroga con total determinacin cmo fue que se edific

    5 Ibd.,p. 5.6 Id.7 NIET ZSC HE, Op. cit. p. 29.

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    Introduccin

    nuestro edificio moral: bien y mal, responsabilidad, ideale s ... y similares. Y aquello que el autor descubre y que no

    se reserva, hacindonos partcipes de las ms incmodas

    verdades, eso, nos deja abismados, presas del vrtigo pero

    tambin de la risa que produce, por ejemplo, saberse una

    civilizacin de semianimales encerrados, deprimidos, a la

    espera de un sentido, y que largam ente ha preferido la nada

    (idea, Dios, razn) a no querer. R isa y vrtigo al descubrir

    los trucos del ms exitoso, permanente y metamorfoseadosistema de interpretacin de la vida, a semejanza del cual

    hemos tallado nuestra corporalidad y hem os fundado modos

    de asumir el fugaz trnsito por el mundo, modos como el

    resentimiento, la impagable culpa, la narctica moral del

    trabajo, la pequea felicidad del am or al prjimo, etc.

    Por todo lo antes dieho, el contacto con un pensador

    tal no deja indiferente, menos an, su po lmica genealogay todo el descubrim iento y la exigencia que ella supone, a

    saber, un nueva concepcin, una nueva imagen, un nuevo

    modo del pensamiento acordes con lo que pasa, con el estado

    de cosas que quedan al descubierto y en medio del cual el

    hombre se hallara a la intemperie. Su forma de hablar es

    explosiva, volcnica, fracturada, no apuesta por dios, pero

    tampoco apuesta por el hombre en lugar de aqul, ms bien

    trata de descubrir algo que no es ni dios ni el hombre, de

    hacer hablar a esas individuaciones impersonales y a esas

    singularidades preindividuales... a eso, apela Dionisos, y

    tamb in el Superhombre. Su genio literario y filosfico con

    sisti en enco ntrar las tcnicas capaces de hacerlas hablar.

    [...] Inventa esa crtica total que es al mismo tiempo una

    creacin, una positividad total8. En este sentido, se puede

    8 DELEU ZE, Gilles, Sobre Nietzsche y la imagen del pensam iento,La isla desierta. Valencia: Pre-textos. 2005, p. 18.

    23

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    Mara Cecilia Salas

    decir que en s misma La genealoga de a moral es unaobra maestra del arte de la interpretacin.

    N ie tzsche abre un horizonte jovial -n o por sonriente

    menos serio y trgico que reclama el derecho al contrasen

    tido legtimo y que nos expulsa hacia una contracultura, por

    cuanto se ocupa de dejar pasar algo que no se deja codificar,

    y que no se trata de un significado o un significante sino de

    una intensidad, un instinto en sentido nietzscheano, irreducible a cualquiera de los grandes instrumentos de codificacin

    inventados por nuestra civilizacin: la ley, el contrato, la

    institucin. El pensado r inicia la ardua y sonriente tarea de

    transmitir algo que no sea codificable, perturbar todos los

    cdigos. De all que lo que sentimos es la necesidad de

    una relacin que ya no sea legal, ni contractual, ni institu

    cional. Algo as como remar jun tos , en un movimiento ala deriva o un a desterritorializacin9. En otras palabras, esa

    tarea del autor recusa la ley, desmiente el contrato, parodia

    las instituciones; y, por tanto, subvierte tres rdenes caros

    en nuestra tradicin: I) soslaya la interioridad, el concepto,

    la esencia, y en su lugar dirige su m irada y su escritura ml-

    liple hacia el afuera, hacia la fuerza exterior inmodificable;

    2) no traduce la intensidad en significados o significantes,sino en trminos de flujos e interrupcin de los mismos,

    lo que permite pensar en una especie de nomadismo de

    la intensidad. 3) La risa ms que el significante es lo que

    emana de un gran libro como la genealoga, pero una risa

    claro est que no excluye el llanto. Podem os llamar a eso

    la comicidad de lo sobrehumano o el payaso de dios,

    pero los grandes libros siempre irradian una indescriptiblealegra, aunque hablen de cosas horribles, desesperantes,

    terrorficas. Todo gran libro opera en s una transmutacin

    9 Ibd.,Pensamiento nmada, pp. 323-4.

    24

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    Introduccin

    y constituye una salud futura. No es posible dejar de rer

    mientras se desbaratan los cdigos 10.

    Contracultura, contrasentido, descodificacin, contrafi

    losofa, filosofa a martillazos, crtica total, discurso nm a

    da, como qu iera que se le denomine, el nombre N ietzsche y

    la filosofa de los valores que arrastra consigo, se instal en

    el pensar y en la escritura como una mquina de guerra,

    como una potencia nmada.

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    D e l a s p a l a b r a s v e r d a d e r a sA LA VERDAD DE LAS PALABRAS:

    LOS CAMINOS DE LA GENEALOGA

    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    U n a pregunta resulta fundamental, siempre que se aborda

    un tema determinado, bajo la orientacin de Foucault o de

    Nietzsche: qu es aquello del presente que trato de resol

    ver, de pensar? Qu es,^n aquello que me rodea, lo queme agobia y me hace discurrir por caminos de pensamiento

    que claramente no solucionan nada, aunque hacen ms ri

    cas las preguntas sobre aquello que nos acompaa, a veces

    como lastre y otras como acicate para continuar? En otras

    palabras, incluso al indagar sobre el pasado -e n ese terreno

    por muchos hoy denostado, que es la h istoria-, lo nico quehago es pensa r sobre mi presente. Foucau lt y Nietzsche son

    pensadores de la actualidad, de su poca, sin duda, pero lo

    ms importante e inquietante, es que tambin lo son de la

    nuestra. En estos primeros aos del siglo XXI, Nietzsche

    y Foucault siguen siendo compaeros de viaje para todos

    aquellos que acepten el reto de pensar; no porque sean las

    nicas alternativas -d e hecho, desde Platn hasta Heidegger,desde Flerclito hasta Benjamin, los compaeros pueden ser

    va riados-, pero s porque en ellos se encarna una forma del

    pensar que desde la desfundamentacin, desde la prdida

    de creencias fundamentales, se abre a la posibilidad de una

    creacin de nuevos horizontes.

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    creacin de nuevos horizontes.

    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    En efecto, si miramos a Nietzsche, su filosofa delmartillo, es claro que nos adentramos a un pensar que se

    propone derribar las ilusiones de un punto central, de un eje

    o ms an, de un lugar primero y final, alrededor del cual

    girasen todas las cosas. Ilusin, tan slo ilusin, es como

    se conc ibe esta dimensin central, que bien se puede llamar

    el Ser (con mayscula, como ordena la tradicin), Dios, o

    el Hom bre m ismo; puntos centrales en apariencia distintos,pero que son parte de la misma ilusin, de la misma tram pa

    que el lenguaje nos tiende cotidianamente y que confunde

    la construccin gramatical centrada en el verbo ser, con la

    efectiva existencia de esos seres centrales desde los cuales

    emergera. Creemos en dios porque creemos en la gram

    tica, sealaba Nietzsche, y lo mismo p odra decirse de los

    otros esquemas: creemos en el ser, creemos en el hombre,

    creemos en la eficacia y casi en la inefabilidad del sujeto

    (palabra tan socorrida en el mundo moderno), porque te

    nemos la ilusin del ser. Ilusin que un tanto a la ligera,

    podramos im putar a la tradicin que nos ha venido del

    mundo griego; ilusin forjada al tenor de la ontologizacin

    del pensam iento de Parmnides -lab or consum ada tanto por

    Platn en el dilogo homnimo del pensador eleata, como

    por Aristteles en su modo de clasificar y compartimentarla filosofa . Pero Nietzsche, atento lector de los griegos y

    estudioso del lenguaje, encuentra fascinante, al menos dos

    hechos que le permiten poner en entredicho este enfoque.

    Por un lado, su mirada histrico-filolgica le conduce a

    vislumbrar que el pensamiento griego no es monoltico,

    no se puede comprender desde la imagen de un platonis

    mo dominante, es decir, de esa filosofa que implic elpensamiento de Platn y que encontr en el cristianismo

    seguro refugio, ya que el mundo de las ideas, y sobre todo

    la Idea del supremo bien, belleza y verdad, bien se pudo

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    interpretar -fo rza nd o un poco las cosas1-, bajo el esquem adel monotesmo religioso: Dios sera esa suprema idea y

    el mundo ideal bien se pudo equiparar con un mundo ce

    lestial (aquel plagado de esos seres asexuados que son los

    ngeles y querubines). Lo que p ropone el pensador alemn

    es justam ente una reconsideracin fundamental: si hemos

    credo que ese pensamiento platnico es dominante, en

    buena parte se debe a estrategias de poder, que han aupadootros modos de pensar propios del mundo heleno, antes y

    despus del pensador de anchas espa ldas . Por eso, y este

    sera el segundo hecho, Nietzsche hablaba de los filsofos

    pre -p latnicos, y no de los filsofos pre-socr ticos, como

    enseaba y ensea cierta historiografa que an corre en

    nuestros espacios acadm icos; de hecho, en Platn encuen

    tra un quiebre en el pensamiento filosfico mucho ms

    radical que el que encontraba en Scrates: ste, amado y

    odiado al mismo tiempo por Nietzsche, era un ser ambiguo,

    admirable por la form a en que asum i su compromiso con

    el pen sar-evid en te en su expresin irnica, pero sobretodo ,

    en lo consecuen te que result al asum ir su destino trgico y

    su muer te-, pero inquietante cuando privilegi la cons idera

    cin tica sobre la materialista que haba sido constante en

    el pensam iento griego hasta l: materialismo que condujo a

    reflexiones fsicas y cosm olgicas que trataban de responder

    sobre el ordenamiento del mundo, su gnesis y su destino.

    1 De hecho, para el universo crist iano, ms que Platn fue Plotino quien searticul mejor con el esquema monotesta. Platn es un descubrimientotardo, del Renacimiento ms exactamente, y frente al predominio que el

    pensam iento ar istotlico tena entonces fue ms b ien la pied ra de toque desdedonde emergieron formas herticas o que al menos como tales fueron consideradas p or la oficialidad eclesistica. Al respecto ver: JAEG GliR. Paideiagriega y cristianismo primitivo. Mxico: Fondo de Cultura Econmica,1984, y CASSIRER, Individuo y co sm os en la filosofa del Renac imiento. Buenos Aires: Emec, 1951.

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    En cambio, ya con Scrates se entrev un inters por lotico, por la forma en que el hombre acta consigo mismo,

    con los otros y el mundo en genera l; slo que en este socra-

    tismo, la perspectiva tica no rea con el afn de conocer

    y sobre todo, era una pregunta que asuma lo insondable

    de toda mirada sobre s, sobre la imposibilidad de conocer

    y conocerse a s mismo. Pero Platn, en realidad, es otra

    cosa; su inters no es tan slo tico, sino ante todo poltico.Ya no es la relacin de mi singularidad con el entorno, sino

    las condiciones de un entorno para engendrar y regular esas

    relaciones; ya es el momento de pensar la forma de la Re

    pblica ideal, aunque la misma sea irrealizable en la tierra,

    porque el ideal en s mismo debe ser conocido para que el

    mundo -e n particular el mun do p oltico-, sea ms digno e

    incluso pueda enfrentar los avatares que la fortuna puede

    traer2. Inters por lo poltico que abrir otras perspectivas

    para el pensamiento a la vez, que cierra otras; inters por

    lo poltico que obliga a la construccin de un sistema y a

    una taxonoma del pensar que en Aristteles en particular,

    tendr su p rimera m anifestacin al distinguir en la filosofa

    la metafsica de la fsica, la tica de la poltica, la lgica de

    la potica y la retrica.

    El predominio platnico es justamente lo que cuestionaNie tzsche. De algn modo, el trabajo del solitario de Sils-

    M ara es justam ente el afn por desmontar esa ilusin que

    all se fund y que en sus palabras busca poner punto final

    al mundo verdadero,es decir, al predominio de lo ideal, en

    pro de un mundo en devenir cuya verdad se funda en cada

    2 Recurdese que para el mundo griego, el tiempo se pensab a circularmente, ypor tanto, bien poda sobrevenir un avatar, un da r la vuelta , en todo aquelloque en apariencia era estable. El pensamiento de Platn, en este sentido,tampoco se pudo sus traer a la conside racin trgica, propia del pensamientogriego en general.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    momento y no por referencia a una Idea o a una esencia.El mundo verdadero -u n a Idea que ya no sirve para nada,

    que ya ni siquiera ob liga ,- una Idea que se ha vuelto intil,

    superflua,por consiguiente una idea refutada: eliminm os

    la!3. Derrumbe de la ilusin que en Nietzsche adquiere la

    dimensin de un labor titnica, digna de un fundador de

    nuevos valores: Hemos eliminado el mundo verdadero:

    qu mundo ha quedado?, acaso el aparente? [...] No!, aleliminar el mundo verdadero hemos eliminado tambin el

    aparente! (Medioda; instante de la sombra m s corta; final

    del error ms largo; punto culminante de la humanidad;

    INCIPIT ZARATHUSTRA [comienza Zaratustra])4.

    Tarea de Zaratustra, es dec ir del propio Nietzsche, que

    de este modo nos seala por qu su pensamiento no es la

    continuacin de la larga tradicin inaugurada por Platn. Deentrada, al eliminar el mundo verdadero se eliminan tambin

    las sombras del mundo aparente; ya no hay cabida para la

    fbula del hombre que sale de la caverna, ve la luz de la

    verdad y luego trata de ensearle a los suyos -qu ienes no han

    tenido la posibilidad de sa lir- que lo que creen verdad no es

    ms que un m undo de apariencias y de sombras, simulacros

    de verdad, copia de la cop ia de la verdad. Nietzsche nos dir

    a lo largo de su obra, que hay momentos en que esa luz,

    m etfora de la verdad en el pensam iento occidental, puede

    llegar a existir sin sombras, jus to al prom ediar el da, cuando

    los cuerpos a ella sometidos parecen no tener su contraparte

    en el simulacro; pero tambin, y ello las ms de las veces,

    cuando nos seale que la sombra es la condicin misma de

    la existencia, ya que la luz se nos revela justam ente porque

    ' NIETZSC HE, Friedrich. Crepscu lo de los dolos. Madrid: Alianza, 1986,p. 52.

    I Ibid. ,p. 90.

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    aqulla existe y sobre todo, porque la som bra es la metfora

    perfecta del artificio, es decir, de todo hacer humano que

    en modo alguno se puede vincular con una naturaleza en

    s: todo lo que los hombres hacemos, no es ms que artifi

    cio. Nietzsche acostum braba por ello decir, que los poetas

    mienten demasiado -y en eso Platn tena raz n-, pero esa

    m entira es la vida misma; esas m entiras, som bras, artificios

    o simulacros (que ac podem os a la sazn considera r como

    sinnimas) son el fruto de todo poetizar la existencia, esdecir de todo camino hacia una potica del existir que se

    ampare en la bsqueda no de una meta final (Dios, Ser u

    Hombre), sino que acepte su nom adismo y la precariedad de

    sus respuestas. Por eso, Zaratustra -s u ms clebre personaje

    filos fico- vive en una cueva, no meditando para encontrar

    la verdad, sino para que desde un espritu jov ial encuen tre

    las estrategias para salir de un pensar que cree que existe unaverdad n ica y eterna; buscando salidas al mundo d ibujado

    por Platn y la filosofa posterior.

    En este sentido, pensar es un riesgo. Lo es justamente,

    porq ue tantos siglos del predominio de un pensamiento se

    convierten no slo en cam isa de fuerza para quien se dedica a

    los menesteres del pensamiento, sino para cualquier persona

    ya que las ideas, nociones y conceptos del discurso filos

    fico, son transmitidos y vulgarizados de formas mltiples

    en el transcurso de tan larga historia. Digmoslo as: hay

    un platonismo vulgarizado -q ue incluso hace que m uchos

    no lean la magia del pensamiento de Platn-, y eso que se

    ha vulgarizado se vuelve (me excuso si la expresin no es

    exacta, dado el mbito discursivo al cual aludim os) obst

    culo epistemolgico o en general, barrera para pensar de

    otra forma. Por eso Nietzsche, el hijo del pastor protestante,el mismo que pareca destinado a la carrera eclesistica, el

    mismo que renunci a una vida burguesa para vivir como un

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    solitario, ese mismo, sabe que la labor es difcil, ya que loque otrora fueron verdades filosficas -o mejor, a la manera

    de Deleuze, fueron los conceptos que le pertenecan a ese

    pensador y no a o tro -, se han tornado en pre juicios. Y ya

    sabemos el peso de los prejuicios. Supuestos inamovibles

    sin razn, pre-concepciones que impiden ver de otro modo,

    verdades intocables y un horizonte que lleva a una teleologa

    y a un propsito, en donde justam ente el riesgo de vivir yde pensar son obliterados.

    Einstein deca que era ms fcil desbaratar un tomo

    que un prejuicio, y en esa labor se comprom eti el propio

    Nietzsche. Su herram ienta, su martillopara ser consecuentes

    con sus propias palabras, fue la genealoga. Pero genealoga

    entendida no en el sentido tradicional de bsqueda de un

    princip io, de un origen (f de un fundamento primero. El

    origen es justam ente lo que desde N ietzsche se ha perdido:

    no hay punto primero en el pasado, en donde se encuentre

    la esencia de lo que hoy somos, sino que tan slo hay varia

    ciones, cambios, formas mltiples de devenir. Y justam ente

    la no-esencialidad del origen, por tanto, la posibilidad de

    pensar sin un ser monoltico y omnisciente, es lo que se

    descubre cuando se piensa en y desde el lenguaje; lenguaje

    que en ltimas es el fondo sobre el cual se reclina el olvido

    del azar y la contingencia. El Nietzsche fillogo le presta

    a la filosofa un camino -e n parte abierto previamente por

    Ham ann y H umboldt unos aos an tes- que se convertir en

    destino: pensar el lenguaje, las palabras, para saber por qu

    pensamos lo que pensamos. Prstamo (aunque la palabra

    herramienta, si se entiende no como auxiliar para un fin, sino

    com o aquello que termina por reconfigurarme, bien podra

    servir) que es en buena parte el camino del pensamiento

    del siglo XX. Cmo entender la filosofa de Cassirer y su

    inters por las formas simblicas sino es desde este pers

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    pectiva abierta por N ietzsche? Cmo no encontrar el pesode la hermenutica -d e Heidegger, pasando por G adamer y

    hasta V attim o- fundam entado justo en las preocupaciones

    por el lenguaje? O cmo explicar la im portancia de la

    lingstica, la semitica y las filosofas del lenguaje a lo

    largo del siglo XX y en nuestra poca? Cmo entender el

    estructuralismo y el posestructuralismo sin tener en cuenta

    que los pensadores que all estn -des de L vi-Strauss hastaLyotard, desde Lacan hasta D eleu ze- han sido pensadores

    del lenguaje?

    Cabe aclarar, no es tan slo el lenguaje por el lenguaje,

    que a la sazn sera caer en otro esencialismo: es sobre todo,

    el afuera. Me explico, en dos apartados bastante prximos

    de M s all del bien y del m al, seala Nietzsche la impor

    tancia de no creer en lo profundo, sino en lo superficial. En

    el primero seala que, quien h a mirado hondo dentro del

    mundo adivina sin duda cul es la sabidura que existe en el

    hecho de que los hom bres sean superficiales. Su instinto de

    conservacin es el que les ensea a ser volubles, ligeros y

    falsos5. Lo nico es que esta superficialidad es justam ente

    la que muchos niegan en aras de explicaciones profu ndas

    que hacen pensar en nuestras almas, en lo espiritual y sobre

    todo, en lo an-estsico,lo no-sensible de nuestra condicin.

    Nietzsche nos es ensea ju stam ente lo contrario: se piensa

    por relacin a la superficie, por las condiciones sensibles

    de un entorno determinado. Por eso, en otro apartado, el

    segundo, dice:

    El filsofo, entendido en el sentido en que loentendemos nosotros, nosotros los espritus libres,como el hombre que tiene la responsabilidad ms

    5 NIETZSC HE, Friedrich. Ms all del bien y ele! m al. Madrid: Alianza,1989, pp. 58, 82.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    amplia que considera asunto de su conciencia eldesarrollo integral del hombre: ese filsofo seservir de la religiones para su obra de selecciny educacin, de igual modo que se servir de lassituaciones polticas y econmicas existentes encada caso6.

    En otras palabras, si el lenguaje es fundamental, el

    mismo tampoco es fruto de su despliegue interno, sino del

    entorno en el cual emerja, del horizonte poltico y social.Por eso, lo que antes era bueno se torna malo, y lo malo en

    bueno, ya que -pa ra el caso de la moral cris tiana-, lo que ha

    ocurrido es que el cristianismo es el triunfo de los que antes

    eran esclavos y, segn el propio Nietzsche, no pudieron

    hacer ms que predicar un ethosdesde su resentimiento: el

    cristianism o es moral de qgclavos y de resentidos, y por eso

    dice despreciar el lujo, el cuerpo y la arrogancia de quien se

    siente feliz con su vida. El contexto determina la valencia

    de las palabras, su dimensin semntica, el modo de su

    funcionam iento, la carga afectiva de las mismas.

    El afuera, en esta medida, resulta fundamental. Ya

    desde uno de sus primeros textos, el de 1873, llamado Sobre

    verdad y men tira en sentido extramo ral, en interesantes

    acpites dedicados a la metfora, sealaba esta misma

    perspec tiva: lo que llam amos verdad no son ms que palabras gas tadas, monedas que han perdido su im pronta y que

    hoy no son ms que un pedazo de metal que difcilmente

    distinguimos de otros. La verdad es exactamente igual:

    pala bras que decim os olv id ando el conte xto , el afuera

    que las determin y las carg de valor. Ese olvido es ante

    todo, una estrategia de naturalizacin, es decir, de creer

    que esa verdad es algo natural, esencial y fundamental al

    6 Ibd.,pp. 61,86.

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    hombre, olvidando con ello que justamente, como productosculturales, las verdades del hombre y el hombre mismo no

    son ms que artificios. Por eso, Clment Rosset sealaba

    a Nietzsche como un pensador anti-natural, como uno de

    aquellos que sabe de la provisionalidad de nuestras verdades

    y nuestras convicciones las cuales se deben justamente la

    artificialidad de todo lo que hacemos7. Carcter antinatural

    que com porta justam ente dos aspectos: por un lado, el quela historia no sea un cmulo de resultados progresivos,

    que no se pueda pensar la m isma como u na lnea recta; por

    otro, que no hay meta final, teleologa, sino conting encia o

    azar, es decir, la fuerza destinal que marca el tono trgico

    de toda existencia. La genealoga es justamente la gran

    labor de Nietzsche que desmonta el sentido del progreso

    de la Modernidad y que busca que aceptemos la fuerza de

    lo contingente, del hecho de qu e la vida est plena de cosas

    que no podemos dom ear y que nos conducen justamente, a

    lo inesperado, a lo que est al margen de n uestra voluntad.

    Por eso, su primera obra El nacimiento de la tragedia es

    justam ente el encuentro no s lo con el valo r arts tico de la

    tragedia griega, sino un dilogo consigo mismo y con su

    poca decimonnica, sobre la necesidad de asumir la fuerzas

    puls ionales incontrolables que hacen de nuestra vid a un

    destino incierto: lo apolneo y lo dionisiaco. Es cierto que

    Nie tzsche tom dis tancia de esta obra -sob re todo, porque

    en ella la msica era ms importante que el lenguaje, y esta

    perspectiva fu e justa m ente la que in virti despus-, pero

    el peso de la dimensin trgica de la existencia nunca se

    perdi en sus consideraciones.

    7 En esa misma constelacin estn Empdocles, Lucrecio, Pascal, Montaigne,Hobbes, Baltasar Gracin. Ver: ROSSET, Clment. La an ti-na tura leza.Madrid: Taurus, 1979.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    Dimensin trgica, cabe aclarar, que no ha de entendersecom o el encuentro con lo horrible o con el sufrimiento; eso en

    realidad es ms lo dramtico -p o r no decir, melodramtico-

    de cuo juedocristiano. Cuando decimos trgico, implica la

    aceptacin de la vida -con todo lo amable y lo terrible que

    trae aparejado-, el decirle s al azar de existir, sabiendo de la

    provisionalidad de nuestras verdades, el decir s a los aconte

    cimientos que son los verdaderos padres de nuestro carcter.Lo trgico est en la labor del filsofo, quien:

    Es un hombre que constantemente vive, oye, sospecha, espera, suea cosas extraordinarias; alguienal que sus propios pensamientos le golpean desdefuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos yrayos; acaso el mismo^sea una tormenta que camina

    grvida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeadosiempre de truenos y gruidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filsofo: ay, un ser que confrecuencia huye de s mismo, que con frecuenciatiene miedo de s, pero que es demasiado curioso

    para volver a s una y otra vez.. ,8

    En esa misma constelacin abierta por Nietzsche se

    ubica Michel Foucault. l mismo lo reconoce en distintos

    momentos de su obra y sobre todo, en los propsitos y las

    formas de su trabajo. En un breve texto clsico (de 1964

    pero que se public en 1966) llamado Nie tzsche, Marx ,

    Freud, el pensador francs seala a estos tres pensadores

    del siglo XIX como aquellos en quienes se fundamenta

    el pensamiento del siglo XX. En comn tienen el que su

    trabajo no es humanista es decir, no hacen del Hombre

    el centro de sus reflexiones, o como decamos arriba, el

    sustituto de Dios y el Ser por excelencia. Marx privilegia

    8 NIETZSCHE, Op. cit.,pp. 292, 250.

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    las estructuras econmicas, su impersonalidad y no centra-como algunos de los marxistas ms romnticos y torpes

    lo harn de sp u s- su anlisis en el hom bre como si fuese el

    ser que hub iese que salvar o como si todo d epend iese de la

    voluntad; lo econ m ico en este caso, es un jue go de fuerzas

    que est al margen del querer humano, parece desbordar

    cualqu ier buena o m ala intencin que al respecto se tenga9.

    Por otra parte, el propio M arx no puede pen sarse po r fuerade sus consideraciones sobre el lenguaje: sus referencias

    a la anfibologa le permiten justam ente explicar el porqu

    confundimos precio y valor, valor de uso y v alor de cambio,

    valor del trabajo con salario. Sealar estos aspectos no es

    slo una estrategia econmica, es tambin una conciencia

    de las palabras. Por eso, El Capital,el mejor diagnstico del

    capitalismo decimonnico, es un exam en de la mercanca y

    su conversin en fetiche com o estrategia que oculta la ver

    dadera dimensin del trabajo implcito en la produccin de

    las mismas; m ercanca que nos hara pensar en el consumo,

    aunque lo realmente importante es el proceso produc tivo, la

    estructura misma del funcionamiento econmico.

    Por su parte, Freud es quien tambin nos rem ite a otras

    estructuras, a las del Inconsciente en donde fenece el hom

    bre como centro, como elemento central de la M odernidad,

    9 Tal vez haya que diferenciar dos mom entos en Marx. El diagnstico, en

    donde lo in-humano , el valor del lenguaje y la fuerza de la argumentacinmues tra la forma en que opera el capitalismo del siglo XIX de una maneraimpecable. El otro Marx sera el del compromiso poltico, el panfletario,el que sirve para la accin. Entre uno y otro, para ser honestos, hay unadistancia considerable. Irnicamente podramos decir que para hacer larevolucin es m s til El manifiesto del partido com unistaque El Capital;y lo es, en cuanto al carcter sentencioso del primero que contrasta con lariqueza del anlisis del otro, que revela justam ente a un pensad or verdaderoque se m ueve desde la incertidumbre y no desde la plenitud de una verd ad...Desafortunadamente, este Marx de la duda es el que m enos gusta a los msradicales y por tanto, creen que El Capitales un m odelo a seguir, y no unaherramienta para pensar.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    por cuanto lo que se pone en duda en el psicoanlisis es elsujeto consciente y racional; digm oslo as, lo que se pone

    en entredicho es el Sujeto Trascenden tal que desde Kant se

    hab a trazado com o el detentador de la razn y de todos sus

    cam pos de accin: el saber, lo tico y poltico, y lo esttico.

    La labor freudiana es en este sentido, un a labor de ofensa

    al hombre, tal y como el mismo Freud lo sealaba al decir

    que l, junto con Coprnico y Darwin le haban restadoprotagonism o al hombre . Lo Inconsciente en Freud10 es

    adems entendido com o un lenguaje, com o uno que incluso

    puede entenderse re tricamente . Por eso, los sueos o son

    condensaciones o desplazamientos, es decir, metforas o

    metonim ias de las imgenes del inconsciente; imgenes que

    indican la compleja form a en que se gesta todo proceso de

    individuacin , ya que ni sOn iguales para todos - au nq ue locultural no puede ser negado- ni son constantes en su modo

    de operar. Y este aspecto vale la pena sealarlo, ya que la

    perspectiva lacaniana, creo, ha disto rs ionado algo que en

    Freud no dejaba de ser interesante: el inconsc iente del que

    habla Freud es de imgenes que pueden entenderse como

    si fuese un lenguaje y de ah, la estrategia retrica; pero su

    reduccin a conjunto de significantes, desde la lingstica

    saussureana, le resta potencia a la comprensin del Incons

    ciente. De ah, los delirios finales de Lacan tratando de

    encontrar maternas y construcciones formularias de algo

    que justam ente rom pe cua lquier frmula y que no se pue-

    10 Cabe anotar que de lo inconsciente tambin hablaron los romnticos en elsiglo XIX -ju sto en su crtica al pensamiento ilustrado-, pero en ellos todo

    se planteaba en trminos dicotm icos: consciente / inconsciente. En Freudse piensa un tercer elemento: lo pre-consciente. La primera tpica freudianase caracterizar por la introduccin de este elemen to, que permite entenderel funcionamiento psquico com o un juego en do nde del inconsciente afloran algunas cosas al mbito de la conciencia y otras permanecen siempreocultas.

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    c reducir a una frmula; por eso, adems, Freud mismopuede ser ms in teresante ya que su consideraci n sobre el

    lenguaje le hace pensar fundamentalmente en la necesidad

    (fe ampliar lo que entendemos por el mismo, y no en la

    educcin de lo inconscien te al modelo lingstico que fue

    (ino de los caminos privilegiados del es tructuralismo francs

    ,ie los aos cincuenta y sesenta del pasado siglo. En otras

    palabras, el camino sera ver cmo el lenguaje es permeadopor esas im genes de lo inconsciente y no cmo volver stas

    un jueg o de significantes que podran fcilmente derivar en

    preguntas por el significado y no por el sentido.

    De todos modo, y dejando a un lado este comentario,

    lo importante es que Foucault reconoce en Freud un pen

    sador fundamen tal en el siglo XX y claro, fundamen tal en

    su propia obra. Recurdese que Foucault es psiclogo de

    formacin y que su primer trabajo acadmico era tpicamen

    te el de un psiclogo: Enfermedad mental y personalidad.

    Un psiclogo que, al prom ediar la dcada de 1950, conjuga

    inters por la psicologa clnica y el m arxismo; un psiclogo,

    que luego de leer a Blanchot, a Bataille y de encontrarse con

    el teatro de B eckett, virar hacia Nietzsche, cam biando as

    el enfoque de estas incipientes producciones. De hecho, l

    mismo seala que su pensamiento debe mucho a Nietzsche,ya que lo suyo es tambin una mirada sobre la condicin

    trgica del hombre: En el centro de esas experiencias lmite

    del mundo occidental surge por supuesto lo trgico prop ia

    mente dicho, partiendo de la demostracin de Nietzsche de

    que la estructura trgica a partir de la cual se forma la histo

    ria del mundo occidental no es otra cosa que el rechazo, el

    olvido y el arranque s ilencioso de la tragedia 1'. Y no es que

    11 Citado en: ER1BON, Didier, M iche l Foucault.Barcelona: Anagram a, 1999,

    pp . 135-136.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    el encuentro con N ietzsche implique una ruptura total conM arx o con su form acin com o psiclogo, sino que implica

    -m u y nietzscheanamente dic ho - un cambio de perspectiva.

    Del pensador alemn, por tanto, se pueden colegir temas

    fundamentales en la ob ra de Foucault:

    a. En primer lugar, el valor concedido al lenguaje que

    hace que desde 1961, cuando aparece su obraHis toria

    de la locura en la poca clsica, su trabajo se centreen los discursos en cuanto prcticas que emergen en

    condiciones especficas. Estrategia arqueolgica, que se

    pro longar en Las pala bras y las cosas(1966) cuando

    interesado en la form a en que se configuran los saberes,

    la nocin de episteme marcar la pauta del anlisis.

    Foucault plantea en qu condiciones aparecen ciertos

    discursos y saberes, h qu orden se inscriben y sobretodo, se detiene en el m omento en que los mism os dejan

    de funcionar y pierden su importancia por cuanto las

    condiciones epistmicas han variado. No importan los

    discursos en cuan to signos, sino en cuan to prcticas, en

    la form a en que se insertan en un orden del saber, en un

    registro de intereses que en modo alguno obedecen a

    preguntas eternas -stas no existen, de hecho-, sino a

    preguntas concre tas de una poca segn unas condic io

    nes de saber. El pe so nietzscheano es eviden te en estas

    obras, no slo porque, tal como se ve enLas pa labras y

    las cosasel planteamiento de base es la imposibilidad

    de una sola form a de representar y la distanc ia entre lo

    que decimos y lo real del m un do 12, sino por dos apar

    12 Recurdese com o Nietzsch e termina distancindose de Kant y de su idea decosa-en-s.Para ste la cosa-en-s exista, aunque no podamos enunciarladel todo. Para Nietzsche la cosa-en -s es una m anera de m antener lo divinoy opta por descartar su existencia y privilegiar los juego s del lenguaje comoconstructores de mundo y de realidad; constructores incluso de la ilusinde la cosa-en-s.

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    tados que revelan tanto un gesto de gratitud como unaleccin que se asume trgicamente. La p rimera, cuando

    seala: E l lenguaje no entr de nuevo directamente y

    por s mismo en el campo del p ensamiento sino a fines

    del siglo XIX. Se podra decir an que en el XX, si el

    fillogo Nietzsche -y aun all era tan sabio, saba tanto y

    escriba tan buenos l ibros - no hubiera sido el primero en

    acercar la tarea filosfica a una reflexin rad ical sobre

    el lenguaje 13. La otra, en la ltima pgina de la m isma

    obra, cuando toma el reto de Nietzsche lanzado tanto

    en La Gaya Scienzacomo en A s habl Zaratustra(si

    Dios ha muerto, tambin hay que matar la idea de un

    hom bre que se convierta en fundamento de todo) y en

    donde Fo ucault anota:

    En todo caso, una cosa es cierta: que el hombre noes el problema ms antiguo ni el ms constante quese haya planteado el saber humano. Al tomar unacronologa relativamente breve -la cultura europeaa partir del siglo XVI- puede estarse seguro deque el hombre es una invencin reciente. [... ] Dehecho, de todas las mutaciones que han afectadoal saber de las cosas y de su.orden [...] una sola,la que se inici hace un siglo y medio y que quizs

    est en va de cerrarse, dej aparecer la figura delhombre. El hombre es una invencin cuya fechareciente muestra con toda facilidad la arqueologade nuestro pensamiento. Y quiz tambin su prximo fin. Si esas disposiciones desaparecieran talcomo aparecieron [...], entonces podra apostarseque el hombre se borrara, como en los lmites delmar un rostro de arena.14

    13 FOUC AU LT, Michel. Las palabras y las cosas, Barcelona: Planeta-DeAgostini, 1984, p. 297.

    14 Ib id.,p. 375.

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    b. En el trnsito de una estrategia arqueolgica a una genealgica. En efecto, se dice con frecuencia que el camino

    inicial de la arqueologa foucaultiana era insostenible.

    En realidad, la arqueolog a es un trabajo que nunca fue

    abandonado, pero cuya validez alcanza justam ente para

    la indagacin sobre la configuracin de unas formas

    de saber. Las cosas cambian justamente, cuando ese

    saber no es el centro, sino que lo que interesa es el poder; cuando lo que se pone en relacin es una prctica

    discursiva con elementos no d iscursivos y por tanto, se

    indaga en la formacin de saberes cuyo estatuto episte

    molgico no es tan claro y que en realidad se justifican

    ms desde los efectos prcticos que de ella se pueden

    obtener. El poder psiquitrico, lo juridicidad moderna,

    la psicologa y en general las ciencias humanas, tienenuna genealoga que se remonta a la confesin y sobre

    todo, al inters de ciertos elementos en esa confesin: la

    sexualidad, el uso del cuerpo, la forma de los placeres.

    Mientras que las ciencias exactas y naturales, tienen en

    la estrategia inquisitorial -e n la forma de la prueba y la

    demostracin- su punto de emergencia, las llamadas

    ciencias humanas y sociales encuentran en los manualesde confesin (e incluso en la autoconfesin protestante)

    el suyo; la diferencia entrambas, es que las ciencias

    exactas han logrado tomar una distancia con ese lugar

    espurio del cual emergieron, mientras que las ciencias

    del hombre no lo han podido hacer. La genealoga revela

    esa dimensin, cmo han contribuido, quizs sin ser

    conscientes de ello, a normalizar, condenar, execrar o porlo menos, sealar el margen, las experiencias lmites en

    donde emerge la dimensin trgica de la existencia. Por

    eso, el trabajo genealgico es un trabajo sobre el poder,

    pero justamente un trabajo que permite verlo desde o tra

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    perspectiva, allende maniquesm os que slo piensan enun arriba y en un abajo, en la dominacin de un grupo

    sobre otro, para en vez, plantear el poder como algo po

    sitivo, como algo desde lo cual se producen horizontes

    de sentido en una sociedad determinada.

    Por ende, el poder es ante todo un campo de relaciones y no el ejercicio vertical de unos cuantossobre otros; y en tanto campo relacional, es un

    juego que no cesa, que depende incluso de susmanifestaciones capilares (la escuela, el hospital,el hospital psiquitrico, la prisin) y no de losgrandes espacios en donde ilusamente creemosque se concentra todo el poder (el Estado); un

    juego en donde el ejercicio del mismo es un consenso permanente entre todos los que intervienenen una relacin especfica y que sobre todo, haceque ninguno de nosotros se excluya del poder o

    simplemente se asuma como simple vctima ovictimario del mismo.

    c. Y finalm ente en la dimensin de una nueva relacin

    tica-esttica, en donde el presupuesto an-estsicodel

    pensamiento occidenta l sea puesto en entredicho. Con

    Nietzsche es claro que la concepci n de la cosa -en-s

    (verdad de fondo, esencial y pensada como referente

    final aunque intangible) resulta insostenible. Del m undoslo poseemos interpretaciones, y bien podem os pensar

    que hay algo -lo primero, lo sustancial, el contenido-

    que es la raz de todas interpretaciones, aunque resulte

    inasible y m isterioso -l a alternativa kantiana-, o bien

    podemos pensar, que lo mejor es olvidarse de ese fondo,

    de ese rdito de misterio en aras de aceptar que no hay

    ms que in terpretaciones dadas segn el punto de vista,

    segn la perspectiva, y esta es la dimensin abierta por

    Nie tzsche. Y decir in terp re tacin en este sentido no

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    De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.

    quiere decir tan slo efecto discursivo, sino tambinmodo de apropiacin sensitiva: sentir de una determi

    nada forma, percibir el mundo o las cosas del mismo, es

    ya estar inserto en la interpretacin; todo sensacionismo

    -p ara usar la expresin de la literatura portuguesa- es

    ya un perspectivismo: no hay sensacin pura, sino una

    forma dada de la misma, segn condiciones sociales,

    vitales, tcnicas; no hay sensacin pura porque la misma

    depende, en palabras de K losowski en su trabajo sobre

    Nietzsche, de una semitica pulsional.

    Esta idea ha tenido gran fortuna en el pensamiento, o

    al menos, ha servido para que algunos pensadores, los ms

    rupturistas de la centuria que pas y de la actual, apun

    talen sus reflexiones. La nocin de sensorium de Walter

    Benjamn, la reflexin sobre la tcnica en L eroi-Gourhan,

    los trabajos de Simondon, la idea de percepto y afecto en

    Deleuze, y en Foucault la forma en que la genea loga -ta l

    com o sealbam os ar rib a- busca indagar en el vnculo entre

    prcticas discursivas y no discursiva: v nculo que se da justo

    en la forma en que se construyen las corporalidades.

    En efecto, si algo caracteriza el pensamiento de Foucault

    en esta etapa genealgica es la indagacin por la formas en

    que el poder, ese campo relacional, determina la construccin

    de las corporalidades, tanto individuales como colectivas;

    cmo al tenor de los cambios discursivos se producen cam

    bios en otros horizontes tcnicos que tambin contribuyen a

    los procesos de normalizacin y disciplinamiento en el siglo

    XIX, y en los de control (tal como habl Deleuze de sociedades de control)en los aos posteriores a la Segunda Guerra

    Mundial y quizs, hasta nuestros das. En ltima instancia,

    la vigilancia, el castigo, la punicin, la normalizacin son

    procesos que recaen sobre el cuerpo mismo; son procesos

    i|UC afectan las condiciones de sensibilidad -tanto individual

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    Manuel Bernardo Rojas Lpez

    como colectiva-, de una poca. Por tanto, el comportamiento,el carcter y la forma de actuar, vienen determinadas por

    la afeccin y la percepcin. En este sentido, todo ethos en

    Foucault depende de una asthesis,de una dimensin esttica.

    Y esa conciencia de lo esttico y lo tico que se vinculan, se

    hace mucho ms evidente en Foucault cuando llega, ya en

    los ltimos aos de su vida, a indagar en la Hermenutica

    del Sujeto; particular forma de abordar el asunto, porque

    no se trata de la hermenutica filosfica, entendida como

    interpretacin de hechos o fenmenos conceptuales, sino

    de indagar por la forma en que se construye el secreto del

    sujeto, la imagen de un sujeto con un interior y sobre todo,

    cmo la construccin de s es fruto de una tcnica y que por

    tanto, el conocimiento de s (epimelia heautou) no es tanto

    una conciencia, cuanto un trabajo sobre uno mismo, una serie

    de procedimientos tcnicos que implican un deber constante

    en donde el sujeto se produce.

    Referencias bibliogrficas

    CASSIRER, Ernest.Individuo y cosmos en la filosofa del Renacimiento.Buenos Aires: Emee, 1951.

    ERIBON, Didier.Michel Foucault.Barcelona: Anagrama, 1999.FOUCAULT, Michel. Las palabras y las cosas.Barcelona: Pla-

    neta-De Agostini, 1984.JAEGGER. Paideia griega y cristianismo primitivo. Mxico:

    Fondo de Cultura Econmica, 1984.NIETZSCHE, Friedrich. Crepsculo de los dolos.,Madrid: Alian

    za, 1986, p. 52.________Ms all del bien y del mal. Madrid: Alianza, 1989,

    pp. 58, 82.ROSSET, Clment.La anti-naturaleza. Madrid: Taurus, 1979.

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    En l a b a r c a d e l o s s i l e n o s

    Re f l e x i o n e s a p r o p s i t o d e l a r u t a a b i e r t a

    EN EL HORIZONTE NlETZSCHEFoUCAULT

    Juan Felipe Arroyave Gmez

    Para Ana Sofa y Samuel

    T a l cual, como el mtico Sileno allende los tiempos, los

    das, los crepsculos, cam inando con armoniosa cadenciay tumbo rtmico, pero acompaado de la certera e impla

    cable palabra, de quien fuera el embriagado preceptor y

    compaero del gran Dionisos. As, tal cual, dos navegantes,

    dos capitanes de un barco cuya bandera signa de entrada

    la amorfa, la innombrable, la persistente y real agitacin

    de nuestras entraas, nos invitan -sin nimo proselitista,

    ni demaggico chan taje-, a su barca; nave construida conlas maderas ms antiguas, mas horadadas, maltrechas e in

    destructibles; nave borracha en la mar incierta cuya m sica

    hace eco de ignotos abismos.

    Estos dos navegantes, embriagados a su vez, silenos de

    este tiempo, abren para nosotros un horizonte de m ltiples

    direcciones, de singulares destinos. No esperemos en este

    viaje slo puertos seguros y a resguardo de los vientos. Noesperemos de este viaje, nicam ente, encuentros amigables

    y amables, preados de abrazos clidos y viandas llenas.

    Esperemos, adems, la violenta mirada de filibusteros y

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    Juan Felipe Arroyave Gmez

    corsarios, el afn perseguidor de las grandes armadas de lamar ocenica, cuya bandera es el blasn moralista de los

    terrorficos leviatanes occidentales. Esperemos, nmadas

    siempre y desesperados; el posib le naufragio, incluso frente

    a islas que deparan nuevos caminos o frente al gran abism o

    que abre slo una senda: la gran boca ineludible y trgica

    de los dominios de lo real.

    Al posible pasajero de esta barca le asaltar la inquietudpor su form a, extensin, consistencia , capacidad , velocidad

    y por todas aquellas caractersticas que la hagan propia y

    propic ia para su labor: cabalgar la mar. Tal vez esto no sea

    tan importante, como el hecho de enterar a quien la aborde,

    de que la barca misma ser como d ebe ser en proporcin a

    la agitacin pensante del pasajero, a su voluntad creadora,

    a su triple disposicin de nimo: un pasajero trabajador

    como un camello; agudo, atento y crtico como un len;

    desprendido, jov ial y libre como un nio.

    Al posible pasajero de esta barca le inquietar de pronto

    la capacidad, la valenta y la habilidad de los dos capitanes al

    mando. Mucho ms, al saber que en ellos ver el arrojo indi

    ferente de quien ya es dueo de su soledad, de quien ya ama

    su propio dolor, de quien ya no presenta remordimientos ante

    la mirada persistente, insistente, de la tantica presencia. Senos anuncia entonces, renunciar a la espera de unos capitanes

    tan compasivamente paternales como para engaar sobre los

    riesgos del viaje y tan matemalmente moralistas como para

    extorsionar al viajero con la prohibicin de recabar sobre

    aquellos puertos donde desplegar sus indmitos deseos.

    Por ltimo, al habitante de esta barca, le llamar la

    atencin la actitud y la posicin que debe adoptar fente aotras barcas, sean cruceros, destructores armados, sospecho

    sas lanchas rpidas, invisibles submarinos, ilegales balsas

    de inmigrantes y otras especies. Habr que decirle al viajero

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    I

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    postulante que a los comandantes de la nave tal vez no lesimporte mucho establecer un cdigo moral de comporta

    mientos y contactos en el mar con otros navegantes sean

    estos cuales fueren. Lo que si les interesa a estos capitanes es

    sugerir aquellas palabras que permitan el contacto con otros

    en la travesa, pero no un contacto atravesado por el miedo

    o la reverencia, por el violento afn de dom inio o el simple

    menosprecio; sino, tal vez, unas palabras que se tejan en lamirada soberana y franca de quien ha desacralizado dolos, de

    quien puede rer tranquilo en la tragedia, de quien puede sufrir

    sin la compasin hipcrita de un remordimiento falso.

    No dejan de anunciarnos estos dos embriagados nave

    gantes, que corren vientos y tiempos en los que es posible

    toparse con innumerables naves, incontables puertos,

    mltiples rutas y con la interesante posibilidad de abordar

    con rapacera pirata a otros tantos o correr el riesgo de ser

    abordados y dominados a su vez... Son tiempos de nave

    gacin tan inciertos como en el principio, si es que hubo

    un principio... Son tiempos de navegacin en que, como

    muchos, ciertos monarcas dan sus paseos m atutinos o noc

    turnos, anhelantes de visitar sus feudos allende el horizon

    te... Es entonces, cuando el llamado de nuestros guas se

    hace en m ltiples direcciones pero hacia un lugar singular:aquel crisol de la sospecha que permite abordar al otro, des

    montando la impostura de las falsas conciencias ilustradas

    y promeseras de aguas siempre tran qu ilas... Emprendamos

    pues, un corto viaje a travs del cual atisbar puertos y des-

    linos susceptibles de ser visitados, explorados, atacados o

    saqueados, con las herramientas y las armas propiciadas por

    nuestros capitanes; atentos adems, a las alegricas figuras,.1 las simblicas formas que serpentean en el velamen que,

    movido por el viento, hace avanzar la nave.

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    Juan Felipe Arroyave Gmez

    1. Primer pu erto ... logos...Al abrir esta especie de travesa, al discurrir por sus

    corrientes, es menester arribar a un primer puerto, ste s,

    mojn sobre el que se funda la experiencia de nuestros tiem

    pos: el logos que ha tejido un mundo, la razn enseoreada

    cuya egida ha gobernado la m irada escrutadora del orden de

    lo existente, lo ha nombrado, clasificado, descrito, ordenado,

    diseccionado y, fundam entalmente, transform ado 1.La hybrisde u na apuesta fustica por alcanzar seoro

    sobre el mundo y las cosas que lo habitan; una apuesta

    demonaca, si se quiere, que pretende el frenes de la trans

    formacin material de la esfera planetaria en el clmax de

    un ideal: el progreso, entendido como la lnea de un slido

    futuro. Pero ese mundo no es tan slido, la tierra bajo los

    pies trashumantes de los sim ples mortales, se remueve acada momento, lo que ayer fue, hoy ya no ser o por lo

    menos no aparecer igual. Se trata de una experiencia

    sabiamente matizada por Heidegger, quien ha sealado

    1 Si nos ubicamos desde esta perspectiva, ser necesario ver en el logos fundador a una modernidad planteada en las palabras de Marshall Berman:

    Hay una form a de experiencia vital - la experiencia del tiempoy el espacio, de uno mismo y d e los dems, de las posibilidades

    y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y lamujeres de todo el m und o... Ser modernos es encontrarnos en unentorno que nos promete aventuras, poder, alegra, crecimiento,transformacin de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo,amenaza con destruir todo lo q ue tenemos, todo lo que sabemos,todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernosatraviesan todas las fronteras de la geogra fa y la etnia, de la clasey la nacionalidad, de la religin y la ideologa: se puede decirque en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Peroes una unidad paradjica, la unidad de la desunin: nos arroja a

    todos en una vorgine de perpetua desintegracin y renovacin,de lucha y contradiccin, de ambigedad y angustia. Ser modernoses form ar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todolo slido se desvanece en el aire...

    BERMAN, Marshall. Todo lo slido se desvanece en el aire. La experienciade la modernidad. Madrid: Siglo XXI Editores, 1991, p. 1.

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    En la barca de los silenos

    para la m isma los rasgos fundamenta les de su m bito: laciencia, la tcnica, el arte, la cultura y la desdivinizacin2.

    Elementos sin los cuales no es posible pensar el sustento

    de todo orden del logos y de su propia apora, de su propia

    sin salida, an cuando festejara su apoteosis racionalista

    desde el siglo XVIII. Cmo abordar este puerto?... De

    qu m anera discurrir por sus entresijos?

    El sueo de la razn produce monstruos -Goya

    Entonces, al abrirnos paso po r sus recodos, lo hacemos

    desplegando un velamen cuyas formas avizoran que el

    sueo de la razn produce monstruos3; ttulo y sentenciagoyesca en uno de sus grabados: un hom bre tumbado en un

    2 Vase: HE IDEG GE R, Martn. La poc a de la imagen del mundo. En:Caminos de Bosque. Madrid: Alianza Editorial, 1996.

    3 Con sidero pertinente remitir a la siguiente referencia: La primera serie degrabados de Goya, Los Caprichos, fue editada en 1799. Coincide con lagrave enfermedad q ue contrae a comienzos de los aos 90 del siglo XIXy cuya secuela le marcar de por vida: la sordera. Es la primera serie que

    ejecuta co mo tal y en la que surge el artista con plena libertad, sin sujecina encargos, dejando libre la imaginacin. En un extenso texto el autor justifica su trabajo afirmando que la Pintura puede ser tambin un vehculo

    para censu ra r los erro res y lo s vicios human os al igual que la Po esa , ydefiende la capacidad creativa del artista oponindola al copiante servil.La carga crtica de los Caprichos alert a la Inquisicin y ante el temor a

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    Juan Felipe Arroyave Gmez

    escritorio, cansado tal vez, dejando ser al mundo on rico del

    que se despliegan animales de la noche, de la sombra, de

    la oscura entra a invisible. Podramos bien aceptar sendas

    interpretaciones de tal sentencia y afirmar que: primero, la

    fantasa, abandonada de la razn, produce monstruos y unida

    con ella es madre de las artes; segundo, la fantasa, aban

    donada de la razn, produce m onstruos imposibles; unida

    con ella es madre de las artes y origen de las maravillas. Sin

    embargo, el juego debe pretender otra cosa, proponer otracosa: jugar con la fantasa cuando necesariamente duerma la

    razn, escapar a ella y permitir el baile de los m onstruos, de

    sus monstruos, de las ominosas pero familiares presencias

    de su propio fuero. De tal man era que, aceptando del propio

    logos un rasgo establecido como puerto de la artificiosa

    razn om nmoda, cuya impostura moral e instrumental abre

    paso a u na modern idad desplegada ms bien en consolidarla inevitable primac a instrum ental, por la va de la ciencia

    y de la tcnica, plantearamos adems, que sta no deja de

    ser un mito, un artilugio con la concurrencia bailarina de

    sus propias divinidades, montonos danzantes del carrusel

    de los objetos sin gasto pero en la lgica de la acumulacin,

    de las luces de nen y de los mecanos sinfn. Y en medio de

    represalias se retiraron de inmediato de la venta. G oya llam a sus estampasasuntos caprichosos que se prestaban a presentar las cosas en ridculo,fustigar prejuicios, imposturas e hipocresas consagradas por el tiempo.Las primeras 36 se refieren al am or y la prostitucin, jun to a temas variadoscomo la mala educacin de los hijos, el matrimonio por conveniencia, lacrueldad materna, la avaricia, la glotonera de los frailes, el contrabando,el Coco, etc. Del 37 al 42 inclusive son caprichos sobre asnos. A partirdel 43 abundan brujas, duendes, frailes y diablos. Los Caprichos tuvieronamplia difusin y se conocieron p ronto fuera de Espaa. Fueron el smbolo

    de lo goyesco y transmitieron una nueva m anera de afrontar la realidad,presen tnd ola ms prxima y ex presiva, con un lengua je ms fre sco, delque se harn eco los artistas del siglo XIX. Es el final del fro y artificiosograbado neoclsico.

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    En la barca de los silenos

    este dantesco carnaval, permanece la presencia insoslayablede otros dioses, que tambin danzan, circulan y comercian

    con el deseo, nico mercader de toda la feria. Potencias

    singulares cantadas por mltiples juglares, de los cuales

    nos dejamos acompaar ahora por quienes son nuestros

    navegantes, manifestando con ellos que avizoramos un

    panorama, un horizonte.

    Se establece desde este punto la necesidad de poneren vigencia una concepcin tragicmica del mundo y la

    afirmacin de conceptos tan cruciales como el de un devenir

    indmito que Huye en el eterno retorno. En un trayecto que

    nos pone en contacto con dos presencias ligadas a la crea

    cin artstica, dos potencias, dos voluntades, presentadas

    inicialmente por Nietzsche com o instintos opuestos, frente

    a los que el arte se erige como lugar de resolucin de su

    anttesis. Se trata de las arquetpicas figuras de Apolo y de

    Dion isos; del primero, su lugar es el sueo, y del segundo,

    la em briaguez; modelos alegricos del artista, del creador.

    Sin embargo, se nos propone esta aparicin por partes. En

    prim era instancia esa hondsim a necesidad de quien desde

    el sufrimiento, desarrolla lo apolneo lentamente, como el

    ordenamiento en belleza de un orden titnico de horror,

    surcado para ello por un instinto artstico cuya fuente son

    los sueos; anhelo de apariencia y redencin, conjetura

    metafsica enarbolada para plantear que lo Uno primordial,

    verdaderam ente existente, eternam ente sufriente y contra

    dictorio, necesita de la visin y del xtasis de la apariencia

    placentera , de la cual somos presos im penitentes e inevita

    bles al sentirla como un continuo devenir en el tiempo y,

    an, como realidad emprica. A partir de aqu, un segundo

    momento desde el cual lo apolneo se traza en la va de la

    exigencia de una doble actitud: tica, por aquello del cono

    cimiento de s mismo, como la m xim a de su ley. Esttica,

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    Juan Felipe Arroyave Gmez

    por la necesidad de la belleza, como un ocu ltamiento de loimposible de soportar. No obstante, para este momento se

    marca un cruce, un encuentro con Dionisos, iluminado por

    el Coro trgico, por el cntico del stiro, consolador ante

    lo irrisorio y efmero del existir. A partir de este punto se

    establece un nexo entre la voluntad dionisaca y la naturaleza

    mundana y arcaica del hombre que, obsesionado con sus

    propios fantasm as, ha sentido y visto la esencia de las cosas,

    ha entablado un conocimiento y una sensibilidad desde esanusea del obrar devenida de aquella certeza de la accin

    intil que en nada modifica la misma esencia eterna de lo

    real. De este nexo en el saber dir sentencioso Nietzsche

    que: mata el obrar, para obrar es preciso hallarse envuelto

    por e l velo de la ilusin, [...] es el conocim iento verdadero,

    es la mirada que ha penetrado en la horrenda verdad lo que

    pesa ms que en todos los motivos que incitan a obrar /

    Y ante la nusea que provoca la nada de lo visto como lo

    intilmente re-formable, aparece, se despliega, el arte

    [...] como un mago que salva y que cura... nicamente l es capaz de retorcer esos pensamientosde nusea sobre lo espantoso o absurdo de laexistencia convirtindolos en representacionescon las que se puede vivir: esas representacionesson lo sublime, sometimiento de lo espantoso, ylo cmico, descarga artstica de la nusea de loabsurdo [...]5

    Baste ahora indicar como la fuerza dionisaca de la

    transformacin despliega sus fueros en una realidad pre

    ada de apariencias tras las cuales perm anece indm ita, la

    naturaleza de la voluntad, vestida de sabidura y de verdad,

    4 NIET ZSC HE, Friedrich. El Nacimiento de la tragedia. Madrid: AlianzaEditorial, 1980, p. 78.

    5 Ib id., pp. 78-79.

    54

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    En la barca de los silenos

    an en este mundo m oderno y globalizado; un brillo cegador

    adornado de destellos luminosos, virtualidades y hologra-

    mas. Voluntad indm ita y poderosa, esco ltada por grandes

    ttems y banales sacerdotisas, cantada por grandes poetas y

    pregonada por falsos profetas, vendida en los ms srdidos

    lupanares y coronada en lo ms grandes museos, ejecutora

    implacable de crmenes o vctima annima de los cadalsos,

    al fin, soberana parca, ldica escnica o forma visual quehuye y retorna alimentando de silencio las ansias del santo

    y del artista, cuando estos se pavonean en las pomposas

    cortes de los poderosos o cuando mueren annimos en

    cualquier villorrio.

    Desde aqu, mirando al pasar este puerto nominado

    como logos se percibe el anuncio matizado de una violencia

    originaria, que se corresponde con el ncleo enigm tico deaquella repeticin gensica tenida como esencia m tica del

    fuero pulsional. Adems, su presentacin como violencia

    desde un inusitado abismo y la emergencia que le anuncia

    en el xtasis d ionisaco, aparecen com o eco de lo inevitable

    en creaciones y representaciones artsticas empeadas en

    descorrer velos y despojar expresivamente un caos cubierto

    de las ms variadas m scaras, sin dejar por ello de lado, las

    posibilidades sublimes de una potica que canta ese desen

    mascaramiento, a travs del juego y del dolor, del grito o

    de la risa, como caminos que anuncian esa matriz inexpli

    cable pero sentida en el reino de una m ana, que, an si no

    Huyera com o lo que es, se evoca y se recrea en sim ulacros

    destinados a romper e impugnar el orden totalitario de laIorina y del gusto, de la tica y de la esttica, del poder y

    de la poltica. En este sentido, se percibe cmo a lo largo

    tic la historia de las continuas represen taciones artsticas es

    im>.ible destacar particularmente aquellas que nos recuerdan

    I.i relacin de lo siniestro con lo monstruoso y con lo cruel,

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    Juan Felipe Arroyave Gmez

    con el horror y la fealdad, dando cuenta desde sus lneas,

    contornos, colores, sonidos, m ovimientos, m atices, voces,

    penumbras, letras y poticas, de aquello fantstico e irreal, o

    de aquello real y abyecto que trastorna nuestro ordenamiento

    particular de la realidad6.

    2. Segundo pu erto ... ethos...

    Al zarpar, nos acoge un muy sinuoso oleaje, la mar se

    hace brav ia y despuntam os otro horizonte hasta arribar a unsegundo puerto, un poco m s brumoso, no tan a resguardo

    de los vientos, ms bien expuesto a su azote y al de todo

    tipo de ejrcitos: armadas , piratas, corsarios, com o si all se

    albergara un gran tesoro, contrastando con el anterior que

    no mostraba ms que simples oleajes y una geografa y unos

    baluartes que le ponen a resguard o de muchos azares.

    Aqu, la msica emanada del viento y el aroma de su

    ambiente sealan la esencias de un lugar en el que se poneen juego la relacin y la con tradiccin continua de la fuer

    za, de la voluntad pulsional del hombre por ser, por vestir

    de logos su mortal carne y tejer de poder su relacin con

    los otros. Esta voluntad hec ha lenguaje est cifrada en una

    6 Aqu se hacen oportunas las palabras de Jos Miguel Corts en su ensayoOrden y caos:

    ... Las imgenes monstruosas resultan ser el smbolo perfectode esa extraa relacin: un ser perteneciente a los abismos de !odionisaco que adopta formas de lo apolneo, de lo antropomrfico,

    pa ra po de r c onv iv ir en tre los hu manos . Se ran la represen tacinapolnea de un universo dionisaco que emerge nicamente devez en cuando, materializado en lo que se considera ajeno a lasreglas de la normalidad vigente. Por tanto, lo bello escondera losiniestro, lo cono cido cond uce a lo desconocido, pero sin fronterasni lmites, de manera que lo desconocido no opera como un mundoaparte respecto a lo conocido, sino que acaba constituyendo su

    pe rfec to reverso. ..CORT S, Jos Miguel. Orden y caos. Un estudio cultural sobre lo mon struoso en el arte. Barcelona: Anagrama, 1997, pp. 29 ss.

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    En la barca de los silenos

    continuidad ilimitada: aquella emanada de la caracterstica

    central del animal parlanchn por tasar todo a su alrededor,

    por poner sobre la balanza, por sealar con el dedo, nom

    brar y, por tanto, valorar. Aqu, en este puerto , se pone en

    escena el litigio sin fin y la dialctica continua puesta en

    acto por palabra y accin. Praxis de un devenir y de una

    suerte de guerra disparada desde la idea del sujeto comodogma, cuya tasacin est marcada por la edificacin de la

    moral, de las moralidades; aquellas que permiten tejer un

    lazo social sustentando en la dinm ica de la interpretacin y

    del juic io a los otros y de los otros hacia uno y del nos-otros

    hacia el s mismo. Una dinmica edificada por el acuerdo

    de las voluntades, al simbolizar la gran oposicin entre el

    llamado bien y el llamado mal, entre lo consideradotil y lo considerado intil, entre lo tenido y asumido

    como noble y lo rechazado y atacado como innoble.

    As, se signar a cada individuo; as, se cifrar a cada sujeto

    en la horda, en la tribu, en la grey, en la sociedad, en las

    clases o en las castas; en una suerte de economa poltica

    del vnculo social.

    Ahora, en la esfera de estas geografas, tendramos

    una lnea y unas coordenadas establecidas por la siguiente

    ruta: romanizacin del mundo, cristianizacin de Roma;

    Occidente greco-cristiano-judeo-latino. Con slo nombrar

    esta cardinalidad, una avalancha de conocimientos, sabe

    res, silencios, exclusiones, imposturas e hibridaciones, nos

    abraza com o una gran ola que intenta sepultarnos. En estepunto de la navegacin, con Nietzsche, recordamos la perti

    nente inqu ietud ligada al sentido y a la preem inencia de los

    valores y de las valoraciones donde lo esencial radica en la

    pregunta por el valo r de la moral y una posicin dejada or

    como una exigencia: [...] necesitamos una crtica de los

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    l l h di h l l i

    Juan Felipe Arroyave Gmez

    mo de esos valores [.. .]7, comprom etiendo para nosotros,pasajeros de esta nave, el concurso de un saber h is t rico y

    genealgico.

    De all, de ese saber, emerge una posibilidad: aquella

    que perm ite en trever en la naturaleza viva del animal hu

    mano, la con fluenc ia de las fuerzas constantes que le hacen

    prometer y olvidar, abriendo para l la esfera , el espacio,

    el lugar de la memoria y del olvido. Logro establecido a

    travs de una mnemotecnia terrible y siniestra, cargada de

    dolor, m atizada de crueldad. M arca fundadora de los gran

    des pilares de la cultura: la religin, la ciencia, la poltica,

    el arte. Afirmacin de la vida y confirmacin de la finitud

    mortfera a travs del juego de binomios permutables

    indistintamente en sus mltiples relaciones: valor-dolor,

    memoria-moral, culpa-