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D e l s a b e r d e l a g e n e a l o g a
A LA MORAL DEL PODER
D e N i e t z s c h e a F o u c a u l t (y v i c e v e r s a . . . )
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/De N i e t z s c h e a F o u c a u l t (y v i c e v e r s a . . . )
D e l s a b e r d e l a g e n e a l o g a
A LA MORAL DEL PODER
Maria Cecilia Salas 7
luati Felipe Arroyave
Niitiili.i ( 'ngollo
I i ti in I 1l r ! i i i i i d u R o | a s
A l V i t l t t !>* U l l i i r /
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D e l s a b e r d e l l a g h n e a i o o a a i .a m o r a l d l l p o d e r D e N i e t z s c h e a F o u c a u it ( y v i I pe/, Manurl Be rnaido , Ramrez Botero, Alvaro;S i ir h r / I aborda.
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C o n t e n i d o
Presentacin 13
Primera parte: El saber de la genealoga 17
Introduccin. Tambin nuestra vieja moral 19hace parte de la comedia
Mara Cecilia Salas Guerra
De las palabras verdaderas a la verdad 27
de las palabras: los caminos de la genealogaManuel Bernardo Rojas Lpez
En la barca de los silenos 47Juan Felipe Arroyave Gmez
1. Pri mer puerto... logas... 50
2. Segundo puerto... ethos... 56
3. Tercer puerto...path os.. . 61
4. Una ruta... eros... 65
De la crueldad al sentimiento de culpa 67en Entraas de nio,de Toms CarrasquillaSonia Natalia Cogollo Ospina
1. De la crueldad al sentimiento de culpa 69
Deferencia con la diferencia 87Mara Cecilia Salas Guerra
1. La salud del asceta 90
2. Afirmacin de la distancia 97
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Re-sentidos: resentimiento e interpretacin 107
Juan Pablo Postula (orees1. I .as cuatro dimensiones de la proposicin 109
y la proliferacin indefinida del sentido
2. lil pasaje polmico de la deconstruccin 115nietzscheana
3. I .a salida del juego polmico: 118el devenir nio del espritu
4. Resentimiento y nihilismo en la dialctica 121
5. Qu nos queda en el afuera del juego 123polmico?
Miseria y caridad: dos caras de la debilidad 127segn Nietzsche y Baudelaire
Alvaro Ramrez Botero
1. El espejo 131
2. El macero 148
3. Acogotemos a los pobres! 1504. xi moneda falsa 157
IV'iia y utilidad: dos problemas de la sancin 163en la actualidadCsar Augusto Sanche; ''aborda
I I .a pena y su utilidad, un asunto por discutir 164
2. I I "falseamiento" de los asuntos jurdicos 172
y el lugar del lisiado en el campode las sanciones penales para la infancia
3. I .a infancia y la cara utilitarista de la ley 179
Segunda parle: l,a moral del poder 185
Introduccin: Instantnea de Michel Foucault 187
Juan Felipe Arroyave ( imez
Foucault o la transformacin por el propio conocimiento 195Mara Cecilia Salas Guerra
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1. Anlisis de las relaciones de poder 1992. Tcnicas de saber y estrategias de poder 206
3. La invitacin, el gesto 210
LaRatio Sudiorum:hacia la docilidad de los cuerpos 215y el encauzamiento de las almas
Alvaro Ramrez Botero
1. Primera etapa: contextualizacin 2182. Segunda etapa: experiencia 226
3. Tercera etapa: reflexin 231
4. Cuarta etapa: accin 250
5. Quinta etapa: evaluacin 253
Espacios de vigilancia 259
Juan Pablo Posada Garcs1. Ante la ley, o en la frontera del panoptismo 261
2. El peatn, o en el afuera de la disciplina 266y el control
Rebaja para todos 279Csar Augusto Snchez Taborda
1. El fenmeno y el motivo del llamado 2802. Ecos de asuntos compartidos y otros 283por discutir alrededor del trabajo
Relaciones laborales y autonoma: 301un problema de poderOscar Arias Londoo
1. El campo problemtico 302
2. La sujecin identitaria 305
3. Las relaciones de poder 309
4. El contrato como norma 311
5. El contrato como estrategia 312
(>. La autonoma del trabajador asociado 315
I on autores 325
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I on autores 325
No queda remedio, es necesario exigir cuentas ysometer ajuicio despiadadamente a los sentimientos de abnegacin, de sacrificio por el prjimo, a laentera moral de la renuncia a s: y hacer lo mismocon la esttica de la contemplacin desinteresada, bajo la cual un arte castrado intenta crearsehoy, de manera bastante seductora, una buena
conciencia. Hay demasiado encanto y azcar enesos sentimientos de por los otros, de "noporm, como para que no fuera necesario volverseaqu doblemente desconfiados y preguntar: nose trata quiz de seducciones? El hecho de queesos sentimientos agraden -a quien los tieney a quien saborea sus frutos, tambin al meroespectador-, no constituye an un argumento a
favor de ellos, sino que incita cabalmente a lacautela. Seamos, pues, cautos!
Friedrich Nietzsche, Ms all del bien y del mal
No busco soluciones fciles. Un problema nose resuelve acudiendo a las soluciones que se
propusieron en otros tiempos y para otras gentes.Mi intencin no es hacer una historia de las so
luciones, y por eso no puedo aceptar el trminoalternativa. Ms bien, lo que trato de hacer esuna genealoga de los problemas y de las proble-matizaciones. Aunque mi actitud no es aptica,sino que conduce a un activismo que no excluyeel pesimismo.
Michel Foucault, El sexo como moral
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P r e s e n t a c i n
N ie tzsch e y Foucault son los pensadores que estn de fondo
en este extrao libro que hoy se presenta. Libro extrao,por dos razones. Por un lado, porque es la aventura del
pensar producida en un medio acadmico que no siempre
es propicio para esos menesteres; de hecho, atrapados en
una concepcin de la Universidad que en el mundo impone
criterios adm inistrativos y tcnicos sobre los acadm icos, y
que prefiere sacrificar estos ltimos en aras de la eficiencia
y la productividad, ver que se produce un libro de estascaractersticas es por lo menos alentador y sobre todo, es
un indicio de que aunque la Universidad desaparezca en
occidente convertida en una empresa prestadora de servi
cios, lo cierto es que pensar es algo que puede persistir al
margen de esos avalares histricos o ms an, que estos
mismos avatares son acicate para pensar. Por otra parte,porque la propuesta centrada en Nietzsche y Foucault sale
de un programa de psicologa, y ello ya resulta, por decir
lo menos, extrao. Nietzsche era afecto a la psicologa,
pero a una psicologa entendida de un modo distinto al
que nosotros entendemos este hacer: no era la terapia sino
la indagacin sobre las fuerzas pulsionales del hombre lo
que le interesaba. Po r eso, para Nietzsche, Dostoievski eraun psiclogo con el cual se poda entender; los personajes
novelescos del escritor ruso -carg ados de culpa, enredados
en los preceptos morales que se enfrentan a sus deseos ms
ntimos- son buenas indagaciones psicolgicas. Desafor
tunadamente, en la formacin actual de los psiclogos, la
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, p g ,
literatura no est siempre en el horizonte, y si lo est es
para ubicar un cuadro ile sn tomas en un personaje o en
una accin, es (leen, para imponer criterios morales a la
obia desconociendo el potencial deconstructivo de nues-
Iras certezas
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Sin duda, en un mundo que prefiere una psicologa
en cuanto tcnica empobrecida -que brinda frmulas defelicidad desde la radio hasta el consultorio-, que supone
la anomala psquica como u na extraeza y no como lo ms
habitual, que hace del psiclogo el pariente cercano de esos
otros vendedores de la panacea de la felicidad -e l sexlogo
y el trabajador so cial-, digo que sin duda, el que desde una
pro grama de Psicologa se piense a Nie tzsche y a Foucault
implica que no todo est perdido. De hecho, en este libro serenen los textos escritos con ocasin del SeminarioAnoma
la , vigilancia y subjetivacin, realizado el 7 de noviem bre
'!' '07; y del Foro Del saber de la genealoga a la moral
ilt I poder, l)e Nietzsche a Foucault (y vicev ersa...), del 30
de mayo di* 2008. Ambos eventos fueron programados por
el Program a di' lsicologa'de la Institucin Universitarias de
Envigado, desde la Coordinacin del Trabajo Independientede tercer y cuarto semestre en las asignaturas de Horizontes
de pensam iento I y II, y con la invaluable colaboracin del
entonces decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Vctor
Ignacio Ortega, quien siempre consider que la psicologa
slo puede ex istir abierta al debate. E l pre-texto pa ra estos
espacios de discusin fue, en el prim er caso, Vigilar y cas
tigar, N acimiento de la prisin, de Michel Foucault; y enel segundo caso, La genealoga de la moral, de Friedrich
Nietzsche, y el volumen I de la Historia de la sexualidad,
La volu nta d de saber, de Michel Foucault.
Estos dos pensadores son entonces el leitmotiv, la
excusa para elaboraciones como las que aqu se dan. Pero
si Nietzsche y Foucault son excusas, no lo son porque los
hayan convertido en frmulas -en modo alguno ello serarespetuoso con lo que ellos mismos propusieron-, sino
porque pensar se hace con ellos y contra ellos. L a idea
de Nietzsche de que el alumno supere al maestro no se
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ha perdido; porque superar al maestro no es tener tanto o
ms reconocimiento que l, ni siquiera ser ms talentoso o
brillante , sino ser capa/, de escoger un camino propio. Esto
es lo que se ve en este conjunto de trabajos que se ofrecen:
caminos singulares, potenciados por la lectura de Nietzsche
o de Foucault, o de ambos, pero que no renuncian a lo que
tanto parece hoy temerse, a pensar...
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P r im e r a p a r t e :E l s a b e r d e l a g e n e a l o g a
[...] entonces, el devenir de la humanidad es unaserie de interpretaciones. Y la genealoga debe sersu historia: historia de las morales, de los ideales,de los conceptos metafsicos, historia de la libertad
o de la vida asctica como emergencia de diferentes interpretaciones, se trata de hacerlos aparecercomo sucesos en el teatro de los procedimientos.
Michel Foucault,Nietzsche, la genealoga, la historia
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I n t r o d u c c i n
T a m b i n n u e s t r a v i e j a m o r a l
HACE PARTE DE LA COMEDIA
Mara Cecilia Salas Guerra
E n La genealoga de la moral,Nietzsche pone al descu
bierto la particular psicologa en la cual se teje el modo de
valorar judeo cristiano: la psicologa del resentimiento, de lam ala conciencia y del ascetismo, psicologa de la renuncia
en todo caso. El pensador muestra que la moral cristiana
se concreta en un modo de tasar el mundo y la vida con el
No,con la negatividad sigilosa, con la vergenza hacia las
pasiones; de ese No, emanan los ms elevados y exclusivos
valores de Occidente. Curiosa y triunfal moralidad a travs
de la cual se rem onta Nietzsche auscu ltando la polivalencia
y el cromatismo que las palabras adquieren segn las condi
ciones de cada poca: la metamorfosis de las palabras, eso
asombra al fillogo filsofo, pero le asombra todava ms
el espritu chato de quienes creen que, por ejemplo, el bien
y el mal siempre han sido concebidos del mismo modo;
de ah, que tambin le resulte inadmisible la ausencia desentido histrico cuando de pensar la moral se trata. En ese
riesgoso rem ontar a travs de lo que permanece y de lo que
vara en el sentido de las palabras con las cuales valoramos,
Nietzsche encuentra el originario reverso o la antpoda de
esa negatividad triunfal; tal reverso es el modo de valorar
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Mara Cecilia Salas
la vida, es la disposicin para responder a la promesa y
la exclusiva memoria para esta (memoria que tiene como
condicin la activa capacidad del olvido de lo accesorio),
es el orgullo de la crueldad.
Tarea deconslruetiva la de Nietzsche que no sera po
sible sin el aguzado ver y conocer perspectivistas que no le
abandonan, sin la diversidad de ojos con los que m ira una
misma cosa. Perspectivismo desde el cual advierte a los
filsofos: guardmonos mejor, por tanto, de la peligrosa
y vieja patraa conceptual en la cual se ha pretendido una
razn pura, una espiritualidad absoluta, un conoci
mien to en s 1.
Por tanto, Nietzsche piensa, problematiza, historiza,
nuestra vieja moral de forma indita, y en esa medida da
lugar a una ruptura, a un desgarramiento en el pensamien
to y en el discurso moderno, entre otras cosas, porque suejercicio genealgico con relacin a la moral avanza de
modo implacable bajo la forma de la sospecha convertida
en mtodo: sospecha con relacin a las acostumbradas
formas modernas de hacer historia como reconstruccin
lineal, Ideolgica, de los hechos, com o si una cosa llevara
a la otra llanam ente; sospecha tambin frente a los intentos
de hallar un origen esencial de los valores y en general denuestro estado actual de cosas en el orden de la moral; y,
sobre todo, sospecha ante el modo como usamos el lenguaje
creyendo que con l nombramos cosas fundamentales, en-
telequias y abstracciones que remitiran aun origen ltimo
o a un mbito suprasensible.
De este m odo, a la vez que Nietzsche sospecha, desti
tuye tambin las ms encumbradas ilusiones y autoengaos
1 N IETZSC HE, Friedrich. La ge nea loga de Ia moral . Madrid: AlianzaEditorial, 2002. p. 154.
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Introduccin
que tenamos por verdaderos. De ah que el pensador no
proponga ni defienda ni un sistema de pensamiento , ni un
mtodo de indagacin, y que, po r tanto, se distancia abierta
y crticamente tanto de la tradicin platn ico-cristiana (tan
concentrada en la Idea y en Dios), com o del jov en espritu
de la Modernidad (tan ocupado en la razn cognoscente
de un sujeto que irnicamente se desconoce2). Nietzsche
simplemente desenmascara la prolongada negatividad
ante la vida: rasga el inhspito cielo de donde provienen
nuestras valoraciones. Su proceder es genealgico desde
el momento en que declara: la imperiosa necesidad de una
crtica* de los valores, la necesidad de inscribir nuestras
vieja moral en la comedia, la urgencia de recorrer con nue
vos ojosese recndito pas de la moral; en otras palabras,
en la genealoga, Nietzsche acta como el ms inquietante
y plural tragcomediante del surgimiento y la procedencia
de la moral.
Pero la genealoga, como procedencia y surgimiento, no
se define como mera y lineal bsqueda del origen, ms bien
constituye una m eticulosa atencin a los giros, los azares y
los juego s de la voluntad que lenta pero imp lacablemente
fueron tejiendo una moral, la nuestra. Para el genealogista
es preciso saber reconocer los sucesos de la historia, las
sacudidas, las sorpresas, las victorias afortunadas, las de
rrotas mal digeridas, que dan cuenta de los comienzos, de
los atavismos, de la herencia4. Rastrear la procedencia
2 Sujeto que acta com o un animal alado de nacim iento y recolector de lamiel del espritu . Ibid., Prlogo , I.
3 En la com prensin de Deleuze, la genea loga com o crtica es en s mismauna accin, nunca una reaccin, es decir, una expresin activa de un modode existencia activa. DELEUZE. Nietzsche y la filo so fa.Barcelona: Anagrama, 2002. p. 9.
4 FOUC AULT , Michel.Nietzsche , la genealoga, la histor ia,p. 4.
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es descubrir que ni la ra/ de lo que conocemos y de loque somos no estn en absoluto la verdad, ni el ser, sino la
exterioridad del acc idente"'. Por eso, Nietzsche contrapone
la genealoga como crtica de los valores a la genealoga
(efectuada por los psiclogos ingleses) como bsqueda del
divino y venerab le origen. I in cuanto crtica, la genealoga
1 1 0 funda ni conso lida nada, ms bien remueve aquello que
se perciba inmvil, fragmenta lo que se pensaba unido;muestra la heterogeneidad de aquello que se imaginaba
conforme a s mismo'. De igual modo, la genealoga ilu
mina el surgimientode la moral y de los valores, es decir,
por ejemplo, bajo qu condiciones nuestro bien y nuestro
mal llegaron a ser lo que son, ello presupone la lucha, el
agonismo de fuerzas que no pueden ocupar el mismo lugar:
un no lugar, una pura distancia, un intersticio, pues losadversarios no pertenecen a un mismo espacio.
Se comprende que la genealoga de Nietzsche no sea
azul como la de los psiclogos ingleses, sino gris, filolgica
y anclada en un serio no por ello menos jov ial- sentido de
la historia, que se ocupa de lo fundado en docum entos, lo
realmente com probable, lo efectivam ente existido, en una
palabra, toda la larga y difc ilmente descifrable escrituraje roglfica del pasado de la moral humana7.
Pero semejante pensar no puede ser sino solitario,
arriesgado, hasta iluminar eso que D eleuze denomina una
con tracultura , en la cual se apela a un cierto derecho al
con trasentido . As, la escritura de Nietzsche incita siempre
verdaderos tem blores del pensamiento en la m edida en que
interroga con total determinacin cmo fue que se edific
5 Ibd.,p. 5.6 Id.7 NIET ZSC HE, Op. cit. p. 29.
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Introduccin
nuestro edificio moral: bien y mal, responsabilidad, ideale s ... y similares. Y aquello que el autor descubre y que no
se reserva, hacindonos partcipes de las ms incmodas
verdades, eso, nos deja abismados, presas del vrtigo pero
tambin de la risa que produce, por ejemplo, saberse una
civilizacin de semianimales encerrados, deprimidos, a la
espera de un sentido, y que largam ente ha preferido la nada
(idea, Dios, razn) a no querer. R isa y vrtigo al descubrir
los trucos del ms exitoso, permanente y metamorfoseadosistema de interpretacin de la vida, a semejanza del cual
hemos tallado nuestra corporalidad y hem os fundado modos
de asumir el fugaz trnsito por el mundo, modos como el
resentimiento, la impagable culpa, la narctica moral del
trabajo, la pequea felicidad del am or al prjimo, etc.
Por todo lo antes dieho, el contacto con un pensador
tal no deja indiferente, menos an, su po lmica genealogay todo el descubrim iento y la exigencia que ella supone, a
saber, un nueva concepcin, una nueva imagen, un nuevo
modo del pensamiento acordes con lo que pasa, con el estado
de cosas que quedan al descubierto y en medio del cual el
hombre se hallara a la intemperie. Su forma de hablar es
explosiva, volcnica, fracturada, no apuesta por dios, pero
tampoco apuesta por el hombre en lugar de aqul, ms bien
trata de descubrir algo que no es ni dios ni el hombre, de
hacer hablar a esas individuaciones impersonales y a esas
singularidades preindividuales... a eso, apela Dionisos, y
tamb in el Superhombre. Su genio literario y filosfico con
sisti en enco ntrar las tcnicas capaces de hacerlas hablar.
[...] Inventa esa crtica total que es al mismo tiempo una
creacin, una positividad total8. En este sentido, se puede
8 DELEU ZE, Gilles, Sobre Nietzsche y la imagen del pensam iento,La isla desierta. Valencia: Pre-textos. 2005, p. 18.
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decir que en s misma La genealoga de a moral es unaobra maestra del arte de la interpretacin.
N ie tzsche abre un horizonte jovial -n o por sonriente
menos serio y trgico que reclama el derecho al contrasen
tido legtimo y que nos expulsa hacia una contracultura, por
cuanto se ocupa de dejar pasar algo que no se deja codificar,
y que no se trata de un significado o un significante sino de
una intensidad, un instinto en sentido nietzscheano, irreducible a cualquiera de los grandes instrumentos de codificacin
inventados por nuestra civilizacin: la ley, el contrato, la
institucin. El pensado r inicia la ardua y sonriente tarea de
transmitir algo que no sea codificable, perturbar todos los
cdigos. De all que lo que sentimos es la necesidad de
una relacin que ya no sea legal, ni contractual, ni institu
cional. Algo as como remar jun tos , en un movimiento ala deriva o un a desterritorializacin9. En otras palabras, esa
tarea del autor recusa la ley, desmiente el contrato, parodia
las instituciones; y, por tanto, subvierte tres rdenes caros
en nuestra tradicin: I) soslaya la interioridad, el concepto,
la esencia, y en su lugar dirige su m irada y su escritura ml-
liple hacia el afuera, hacia la fuerza exterior inmodificable;
2) no traduce la intensidad en significados o significantes,sino en trminos de flujos e interrupcin de los mismos,
lo que permite pensar en una especie de nomadismo de
la intensidad. 3) La risa ms que el significante es lo que
emana de un gran libro como la genealoga, pero una risa
claro est que no excluye el llanto. Podem os llamar a eso
la comicidad de lo sobrehumano o el payaso de dios,
pero los grandes libros siempre irradian una indescriptiblealegra, aunque hablen de cosas horribles, desesperantes,
terrorficas. Todo gran libro opera en s una transmutacin
9 Ibd.,Pensamiento nmada, pp. 323-4.
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Introduccin
y constituye una salud futura. No es posible dejar de rer
mientras se desbaratan los cdigos 10.
Contracultura, contrasentido, descodificacin, contrafi
losofa, filosofa a martillazos, crtica total, discurso nm a
da, como qu iera que se le denomine, el nombre N ietzsche y
la filosofa de los valores que arrastra consigo, se instal en
el pensar y en la escritura como una mquina de guerra,
como una potencia nmada.
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D e l a s p a l a b r a s v e r d a d e r a sA LA VERDAD DE LAS PALABRAS:
LOS CAMINOS DE LA GENEALOGA
Manuel Bernardo Rojas Lpez
U n a pregunta resulta fundamental, siempre que se aborda
un tema determinado, bajo la orientacin de Foucault o de
Nietzsche: qu es aquello del presente que trato de resol
ver, de pensar? Qu es,^n aquello que me rodea, lo queme agobia y me hace discurrir por caminos de pensamiento
que claramente no solucionan nada, aunque hacen ms ri
cas las preguntas sobre aquello que nos acompaa, a veces
como lastre y otras como acicate para continuar? En otras
palabras, incluso al indagar sobre el pasado -e n ese terreno
por muchos hoy denostado, que es la h istoria-, lo nico quehago es pensa r sobre mi presente. Foucau lt y Nietzsche son
pensadores de la actualidad, de su poca, sin duda, pero lo
ms importante e inquietante, es que tambin lo son de la
nuestra. En estos primeros aos del siglo XXI, Nietzsche
y Foucault siguen siendo compaeros de viaje para todos
aquellos que acepten el reto de pensar; no porque sean las
nicas alternativas -d e hecho, desde Platn hasta Heidegger,desde Flerclito hasta Benjamin, los compaeros pueden ser
va riados-, pero s porque en ellos se encarna una forma del
pensar que desde la desfundamentacin, desde la prdida
de creencias fundamentales, se abre a la posibilidad de una
creacin de nuevos horizontes.
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creacin de nuevos horizontes.
Manuel Bernardo Rojas Lpez
En efecto, si miramos a Nietzsche, su filosofa delmartillo, es claro que nos adentramos a un pensar que se
propone derribar las ilusiones de un punto central, de un eje
o ms an, de un lugar primero y final, alrededor del cual
girasen todas las cosas. Ilusin, tan slo ilusin, es como
se conc ibe esta dimensin central, que bien se puede llamar
el Ser (con mayscula, como ordena la tradicin), Dios, o
el Hom bre m ismo; puntos centrales en apariencia distintos,pero que son parte de la misma ilusin, de la misma tram pa
que el lenguaje nos tiende cotidianamente y que confunde
la construccin gramatical centrada en el verbo ser, con la
efectiva existencia de esos seres centrales desde los cuales
emergera. Creemos en dios porque creemos en la gram
tica, sealaba Nietzsche, y lo mismo p odra decirse de los
otros esquemas: creemos en el ser, creemos en el hombre,
creemos en la eficacia y casi en la inefabilidad del sujeto
(palabra tan socorrida en el mundo moderno), porque te
nemos la ilusin del ser. Ilusin que un tanto a la ligera,
podramos im putar a la tradicin que nos ha venido del
mundo griego; ilusin forjada al tenor de la ontologizacin
del pensam iento de Parmnides -lab or consum ada tanto por
Platn en el dilogo homnimo del pensador eleata, como
por Aristteles en su modo de clasificar y compartimentarla filosofa . Pero Nietzsche, atento lector de los griegos y
estudioso del lenguaje, encuentra fascinante, al menos dos
hechos que le permiten poner en entredicho este enfoque.
Por un lado, su mirada histrico-filolgica le conduce a
vislumbrar que el pensamiento griego no es monoltico,
no se puede comprender desde la imagen de un platonis
mo dominante, es decir, de esa filosofa que implic elpensamiento de Platn y que encontr en el cristianismo
seguro refugio, ya que el mundo de las ideas, y sobre todo
la Idea del supremo bien, belleza y verdad, bien se pudo
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De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.
interpretar -fo rza nd o un poco las cosas1-, bajo el esquem adel monotesmo religioso: Dios sera esa suprema idea y
el mundo ideal bien se pudo equiparar con un mundo ce
lestial (aquel plagado de esos seres asexuados que son los
ngeles y querubines). Lo que p ropone el pensador alemn
es justam ente una reconsideracin fundamental: si hemos
credo que ese pensamiento platnico es dominante, en
buena parte se debe a estrategias de poder, que han aupadootros modos de pensar propios del mundo heleno, antes y
despus del pensador de anchas espa ldas . Por eso, y este
sera el segundo hecho, Nietzsche hablaba de los filsofos
pre -p latnicos, y no de los filsofos pre-socr ticos, como
enseaba y ensea cierta historiografa que an corre en
nuestros espacios acadm icos; de hecho, en Platn encuen
tra un quiebre en el pensamiento filosfico mucho ms
radical que el que encontraba en Scrates: ste, amado y
odiado al mismo tiempo por Nietzsche, era un ser ambiguo,
admirable por la form a en que asum i su compromiso con
el pen sar-evid en te en su expresin irnica, pero sobretodo ,
en lo consecuen te que result al asum ir su destino trgico y
su muer te-, pero inquietante cuando privilegi la cons idera
cin tica sobre la materialista que haba sido constante en
el pensam iento griego hasta l: materialismo que condujo a
reflexiones fsicas y cosm olgicas que trataban de responder
sobre el ordenamiento del mundo, su gnesis y su destino.
1 De hecho, para el universo crist iano, ms que Platn fue Plotino quien searticul mejor con el esquema monotesta. Platn es un descubrimientotardo, del Renacimiento ms exactamente, y frente al predominio que el
pensam iento ar istotlico tena entonces fue ms b ien la pied ra de toque desdedonde emergieron formas herticas o que al menos como tales fueron consideradas p or la oficialidad eclesistica. Al respecto ver: JAEG GliR. Paideiagriega y cristianismo primitivo. Mxico: Fondo de Cultura Econmica,1984, y CASSIRER, Individuo y co sm os en la filosofa del Renac imiento. Buenos Aires: Emec, 1951.
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En cambio, ya con Scrates se entrev un inters por lotico, por la forma en que el hombre acta consigo mismo,
con los otros y el mundo en genera l; slo que en este socra-
tismo, la perspectiva tica no rea con el afn de conocer
y sobre todo, era una pregunta que asuma lo insondable
de toda mirada sobre s, sobre la imposibilidad de conocer
y conocerse a s mismo. Pero Platn, en realidad, es otra
cosa; su inters no es tan slo tico, sino ante todo poltico.Ya no es la relacin de mi singularidad con el entorno, sino
las condiciones de un entorno para engendrar y regular esas
relaciones; ya es el momento de pensar la forma de la Re
pblica ideal, aunque la misma sea irrealizable en la tierra,
porque el ideal en s mismo debe ser conocido para que el
mundo -e n particular el mun do p oltico-, sea ms digno e
incluso pueda enfrentar los avatares que la fortuna puede
traer2. Inters por lo poltico que abrir otras perspectivas
para el pensamiento a la vez, que cierra otras; inters por
lo poltico que obliga a la construccin de un sistema y a
una taxonoma del pensar que en Aristteles en particular,
tendr su p rimera m anifestacin al distinguir en la filosofa
la metafsica de la fsica, la tica de la poltica, la lgica de
la potica y la retrica.
El predominio platnico es justamente lo que cuestionaNie tzsche. De algn modo, el trabajo del solitario de Sils-
M ara es justam ente el afn por desmontar esa ilusin que
all se fund y que en sus palabras busca poner punto final
al mundo verdadero,es decir, al predominio de lo ideal, en
pro de un mundo en devenir cuya verdad se funda en cada
2 Recurdese que para el mundo griego, el tiempo se pensab a circularmente, ypor tanto, bien poda sobrevenir un avatar, un da r la vuelta , en todo aquelloque en apariencia era estable. El pensamiento de Platn, en este sentido,tampoco se pudo sus traer a la conside racin trgica, propia del pensamientogriego en general.
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De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.
momento y no por referencia a una Idea o a una esencia.El mundo verdadero -u n a Idea que ya no sirve para nada,
que ya ni siquiera ob liga ,- una Idea que se ha vuelto intil,
superflua,por consiguiente una idea refutada: eliminm os
la!3. Derrumbe de la ilusin que en Nietzsche adquiere la
dimensin de un labor titnica, digna de un fundador de
nuevos valores: Hemos eliminado el mundo verdadero:
qu mundo ha quedado?, acaso el aparente? [...] No!, aleliminar el mundo verdadero hemos eliminado tambin el
aparente! (Medioda; instante de la sombra m s corta; final
del error ms largo; punto culminante de la humanidad;
INCIPIT ZARATHUSTRA [comienza Zaratustra])4.
Tarea de Zaratustra, es dec ir del propio Nietzsche, que
de este modo nos seala por qu su pensamiento no es la
continuacin de la larga tradicin inaugurada por Platn. Deentrada, al eliminar el mundo verdadero se eliminan tambin
las sombras del mundo aparente; ya no hay cabida para la
fbula del hombre que sale de la caverna, ve la luz de la
verdad y luego trata de ensearle a los suyos -qu ienes no han
tenido la posibilidad de sa lir- que lo que creen verdad no es
ms que un m undo de apariencias y de sombras, simulacros
de verdad, copia de la cop ia de la verdad. Nietzsche nos dir
a lo largo de su obra, que hay momentos en que esa luz,
m etfora de la verdad en el pensam iento occidental, puede
llegar a existir sin sombras, jus to al prom ediar el da, cuando
los cuerpos a ella sometidos parecen no tener su contraparte
en el simulacro; pero tambin, y ello las ms de las veces,
cuando nos seale que la sombra es la condicin misma de
la existencia, ya que la luz se nos revela justam ente porque
' NIETZSC HE, Friedrich. Crepscu lo de los dolos. Madrid: Alianza, 1986,p. 52.
I Ibid. ,p. 90.
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aqulla existe y sobre todo, porque la som bra es la metfora
perfecta del artificio, es decir, de todo hacer humano que
en modo alguno se puede vincular con una naturaleza en
s: todo lo que los hombres hacemos, no es ms que artifi
cio. Nietzsche acostum braba por ello decir, que los poetas
mienten demasiado -y en eso Platn tena raz n-, pero esa
m entira es la vida misma; esas m entiras, som bras, artificios
o simulacros (que ac podem os a la sazn considera r como
sinnimas) son el fruto de todo poetizar la existencia, esdecir de todo camino hacia una potica del existir que se
ampare en la bsqueda no de una meta final (Dios, Ser u
Hombre), sino que acepte su nom adismo y la precariedad de
sus respuestas. Por eso, Zaratustra -s u ms clebre personaje
filos fico- vive en una cueva, no meditando para encontrar
la verdad, sino para que desde un espritu jov ial encuen tre
las estrategias para salir de un pensar que cree que existe unaverdad n ica y eterna; buscando salidas al mundo d ibujado
por Platn y la filosofa posterior.
En este sentido, pensar es un riesgo. Lo es justamente,
porq ue tantos siglos del predominio de un pensamiento se
convierten no slo en cam isa de fuerza para quien se dedica a
los menesteres del pensamiento, sino para cualquier persona
ya que las ideas, nociones y conceptos del discurso filos
fico, son transmitidos y vulgarizados de formas mltiples
en el transcurso de tan larga historia. Digmoslo as: hay
un platonismo vulgarizado -q ue incluso hace que m uchos
no lean la magia del pensamiento de Platn-, y eso que se
ha vulgarizado se vuelve (me excuso si la expresin no es
exacta, dado el mbito discursivo al cual aludim os) obst
culo epistemolgico o en general, barrera para pensar de
otra forma. Por eso Nietzsche, el hijo del pastor protestante,el mismo que pareca destinado a la carrera eclesistica, el
mismo que renunci a una vida burguesa para vivir como un
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solitario, ese mismo, sabe que la labor es difcil, ya que loque otrora fueron verdades filosficas -o mejor, a la manera
de Deleuze, fueron los conceptos que le pertenecan a ese
pensador y no a o tro -, se han tornado en pre juicios. Y ya
sabemos el peso de los prejuicios. Supuestos inamovibles
sin razn, pre-concepciones que impiden ver de otro modo,
verdades intocables y un horizonte que lleva a una teleologa
y a un propsito, en donde justam ente el riesgo de vivir yde pensar son obliterados.
Einstein deca que era ms fcil desbaratar un tomo
que un prejuicio, y en esa labor se comprom eti el propio
Nietzsche. Su herram ienta, su martillopara ser consecuentes
con sus propias palabras, fue la genealoga. Pero genealoga
entendida no en el sentido tradicional de bsqueda de un
princip io, de un origen (f de un fundamento primero. El
origen es justam ente lo que desde N ietzsche se ha perdido:
no hay punto primero en el pasado, en donde se encuentre
la esencia de lo que hoy somos, sino que tan slo hay varia
ciones, cambios, formas mltiples de devenir. Y justam ente
la no-esencialidad del origen, por tanto, la posibilidad de
pensar sin un ser monoltico y omnisciente, es lo que se
descubre cuando se piensa en y desde el lenguaje; lenguaje
que en ltimas es el fondo sobre el cual se reclina el olvido
del azar y la contingencia. El Nietzsche fillogo le presta
a la filosofa un camino -e n parte abierto previamente por
Ham ann y H umboldt unos aos an tes- que se convertir en
destino: pensar el lenguaje, las palabras, para saber por qu
pensamos lo que pensamos. Prstamo (aunque la palabra
herramienta, si se entiende no como auxiliar para un fin, sino
com o aquello que termina por reconfigurarme, bien podra
servir) que es en buena parte el camino del pensamiento
del siglo XX. Cmo entender la filosofa de Cassirer y su
inters por las formas simblicas sino es desde este pers
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pectiva abierta por N ietzsche? Cmo no encontrar el pesode la hermenutica -d e Heidegger, pasando por G adamer y
hasta V attim o- fundam entado justo en las preocupaciones
por el lenguaje? O cmo explicar la im portancia de la
lingstica, la semitica y las filosofas del lenguaje a lo
largo del siglo XX y en nuestra poca? Cmo entender el
estructuralismo y el posestructuralismo sin tener en cuenta
que los pensadores que all estn -des de L vi-Strauss hastaLyotard, desde Lacan hasta D eleu ze- han sido pensadores
del lenguaje?
Cabe aclarar, no es tan slo el lenguaje por el lenguaje,
que a la sazn sera caer en otro esencialismo: es sobre todo,
el afuera. Me explico, en dos apartados bastante prximos
de M s all del bien y del m al, seala Nietzsche la impor
tancia de no creer en lo profundo, sino en lo superficial. En
el primero seala que, quien h a mirado hondo dentro del
mundo adivina sin duda cul es la sabidura que existe en el
hecho de que los hom bres sean superficiales. Su instinto de
conservacin es el que les ensea a ser volubles, ligeros y
falsos5. Lo nico es que esta superficialidad es justam ente
la que muchos niegan en aras de explicaciones profu ndas
que hacen pensar en nuestras almas, en lo espiritual y sobre
todo, en lo an-estsico,lo no-sensible de nuestra condicin.
Nietzsche nos es ensea ju stam ente lo contrario: se piensa
por relacin a la superficie, por las condiciones sensibles
de un entorno determinado. Por eso, en otro apartado, el
segundo, dice:
El filsofo, entendido en el sentido en que loentendemos nosotros, nosotros los espritus libres,como el hombre que tiene la responsabilidad ms
5 NIETZSC HE, Friedrich. Ms all del bien y ele! m al. Madrid: Alianza,1989, pp. 58, 82.
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amplia que considera asunto de su conciencia eldesarrollo integral del hombre: ese filsofo seservir de la religiones para su obra de selecciny educacin, de igual modo que se servir de lassituaciones polticas y econmicas existentes encada caso6.
En otras palabras, si el lenguaje es fundamental, el
mismo tampoco es fruto de su despliegue interno, sino del
entorno en el cual emerja, del horizonte poltico y social.Por eso, lo que antes era bueno se torna malo, y lo malo en
bueno, ya que -pa ra el caso de la moral cris tiana-, lo que ha
ocurrido es que el cristianismo es el triunfo de los que antes
eran esclavos y, segn el propio Nietzsche, no pudieron
hacer ms que predicar un ethosdesde su resentimiento: el
cristianism o es moral de qgclavos y de resentidos, y por eso
dice despreciar el lujo, el cuerpo y la arrogancia de quien se
siente feliz con su vida. El contexto determina la valencia
de las palabras, su dimensin semntica, el modo de su
funcionam iento, la carga afectiva de las mismas.
El afuera, en esta medida, resulta fundamental. Ya
desde uno de sus primeros textos, el de 1873, llamado Sobre
verdad y men tira en sentido extramo ral, en interesantes
acpites dedicados a la metfora, sealaba esta misma
perspec tiva: lo que llam amos verdad no son ms que palabras gas tadas, monedas que han perdido su im pronta y que
hoy no son ms que un pedazo de metal que difcilmente
distinguimos de otros. La verdad es exactamente igual:
pala bras que decim os olv id ando el conte xto , el afuera
que las determin y las carg de valor. Ese olvido es ante
todo, una estrategia de naturalizacin, es decir, de creer
que esa verdad es algo natural, esencial y fundamental al
6 Ibd.,pp. 61,86.
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hombre, olvidando con ello que justamente, como productosculturales, las verdades del hombre y el hombre mismo no
son ms que artificios. Por eso, Clment Rosset sealaba
a Nietzsche como un pensador anti-natural, como uno de
aquellos que sabe de la provisionalidad de nuestras verdades
y nuestras convicciones las cuales se deben justamente la
artificialidad de todo lo que hacemos7. Carcter antinatural
que com porta justam ente dos aspectos: por un lado, el quela historia no sea un cmulo de resultados progresivos,
que no se pueda pensar la m isma como u na lnea recta; por
otro, que no hay meta final, teleologa, sino conting encia o
azar, es decir, la fuerza destinal que marca el tono trgico
de toda existencia. La genealoga es justamente la gran
labor de Nietzsche que desmonta el sentido del progreso
de la Modernidad y que busca que aceptemos la fuerza de
lo contingente, del hecho de qu e la vida est plena de cosas
que no podemos dom ear y que nos conducen justamente, a
lo inesperado, a lo que est al margen de n uestra voluntad.
Por eso, su primera obra El nacimiento de la tragedia es
justam ente el encuentro no s lo con el valo r arts tico de la
tragedia griega, sino un dilogo consigo mismo y con su
poca decimonnica, sobre la necesidad de asumir la fuerzas
puls ionales incontrolables que hacen de nuestra vid a un
destino incierto: lo apolneo y lo dionisiaco. Es cierto que
Nie tzsche tom dis tancia de esta obra -sob re todo, porque
en ella la msica era ms importante que el lenguaje, y esta
perspectiva fu e justa m ente la que in virti despus-, pero
el peso de la dimensin trgica de la existencia nunca se
perdi en sus consideraciones.
7 En esa misma constelacin estn Empdocles, Lucrecio, Pascal, Montaigne,Hobbes, Baltasar Gracin. Ver: ROSSET, Clment. La an ti-na tura leza.Madrid: Taurus, 1979.
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Dimensin trgica, cabe aclarar, que no ha de entendersecom o el encuentro con lo horrible o con el sufrimiento; eso en
realidad es ms lo dramtico -p o r no decir, melodramtico-
de cuo juedocristiano. Cuando decimos trgico, implica la
aceptacin de la vida -con todo lo amable y lo terrible que
trae aparejado-, el decirle s al azar de existir, sabiendo de la
provisionalidad de nuestras verdades, el decir s a los aconte
cimientos que son los verdaderos padres de nuestro carcter.Lo trgico est en la labor del filsofo, quien:
Es un hombre que constantemente vive, oye, sospecha, espera, suea cosas extraordinarias; alguienal que sus propios pensamientos le golpean desdefuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos yrayos; acaso el mismo^sea una tormenta que camina
grvida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeadosiempre de truenos y gruidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filsofo: ay, un ser que confrecuencia huye de s mismo, que con frecuenciatiene miedo de s, pero que es demasiado curioso
para volver a s una y otra vez.. ,8
En esa misma constelacin abierta por Nietzsche se
ubica Michel Foucault. l mismo lo reconoce en distintos
momentos de su obra y sobre todo, en los propsitos y las
formas de su trabajo. En un breve texto clsico (de 1964
pero que se public en 1966) llamado Nie tzsche, Marx ,
Freud, el pensador francs seala a estos tres pensadores
del siglo XIX como aquellos en quienes se fundamenta
el pensamiento del siglo XX. En comn tienen el que su
trabajo no es humanista es decir, no hacen del Hombre
el centro de sus reflexiones, o como decamos arriba, el
sustituto de Dios y el Ser por excelencia. Marx privilegia
8 NIETZSCHE, Op. cit.,pp. 292, 250.
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las estructuras econmicas, su impersonalidad y no centra-como algunos de los marxistas ms romnticos y torpes
lo harn de sp u s- su anlisis en el hom bre como si fuese el
ser que hub iese que salvar o como si todo d epend iese de la
voluntad; lo econ m ico en este caso, es un jue go de fuerzas
que est al margen del querer humano, parece desbordar
cualqu ier buena o m ala intencin que al respecto se tenga9.
Por otra parte, el propio M arx no puede pen sarse po r fuerade sus consideraciones sobre el lenguaje: sus referencias
a la anfibologa le permiten justam ente explicar el porqu
confundimos precio y valor, valor de uso y v alor de cambio,
valor del trabajo con salario. Sealar estos aspectos no es
slo una estrategia econmica, es tambin una conciencia
de las palabras. Por eso, El Capital,el mejor diagnstico del
capitalismo decimonnico, es un exam en de la mercanca y
su conversin en fetiche com o estrategia que oculta la ver
dadera dimensin del trabajo implcito en la produccin de
las mismas; m ercanca que nos hara pensar en el consumo,
aunque lo realmente importante es el proceso produc tivo, la
estructura misma del funcionamiento econmico.
Por su parte, Freud es quien tambin nos rem ite a otras
estructuras, a las del Inconsciente en donde fenece el hom
bre como centro, como elemento central de la M odernidad,
9 Tal vez haya que diferenciar dos mom entos en Marx. El diagnstico, en
donde lo in-humano , el valor del lenguaje y la fuerza de la argumentacinmues tra la forma en que opera el capitalismo del siglo XIX de una maneraimpecable. El otro Marx sera el del compromiso poltico, el panfletario,el que sirve para la accin. Entre uno y otro, para ser honestos, hay unadistancia considerable. Irnicamente podramos decir que para hacer larevolucin es m s til El manifiesto del partido com unistaque El Capital;y lo es, en cuanto al carcter sentencioso del primero que contrasta con lariqueza del anlisis del otro, que revela justam ente a un pensad or verdaderoque se m ueve desde la incertidumbre y no desde la plenitud de una verd ad...Desafortunadamente, este Marx de la duda es el que m enos gusta a los msradicales y por tanto, creen que El Capitales un m odelo a seguir, y no unaherramienta para pensar.
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por cuanto lo que se pone en duda en el psicoanlisis es elsujeto consciente y racional; digm oslo as, lo que se pone
en entredicho es el Sujeto Trascenden tal que desde Kant se
hab a trazado com o el detentador de la razn y de todos sus
cam pos de accin: el saber, lo tico y poltico, y lo esttico.
La labor freudiana es en este sentido, un a labor de ofensa
al hombre, tal y como el mismo Freud lo sealaba al decir
que l, junto con Coprnico y Darwin le haban restadoprotagonism o al hombre . Lo Inconsciente en Freud10 es
adems entendido com o un lenguaje, com o uno que incluso
puede entenderse re tricamente . Por eso, los sueos o son
condensaciones o desplazamientos, es decir, metforas o
metonim ias de las imgenes del inconsciente; imgenes que
indican la compleja form a en que se gesta todo proceso de
individuacin , ya que ni sOn iguales para todos - au nq ue locultural no puede ser negado- ni son constantes en su modo
de operar. Y este aspecto vale la pena sealarlo, ya que la
perspectiva lacaniana, creo, ha disto rs ionado algo que en
Freud no dejaba de ser interesante: el inconsc iente del que
habla Freud es de imgenes que pueden entenderse como
si fuese un lenguaje y de ah, la estrategia retrica; pero su
reduccin a conjunto de significantes, desde la lingstica
saussureana, le resta potencia a la comprensin del Incons
ciente. De ah, los delirios finales de Lacan tratando de
encontrar maternas y construcciones formularias de algo
que justam ente rom pe cua lquier frmula y que no se pue-
10 Cabe anotar que de lo inconsciente tambin hablaron los romnticos en elsiglo XIX -ju sto en su crtica al pensamiento ilustrado-, pero en ellos todo
se planteaba en trminos dicotm icos: consciente / inconsciente. En Freudse piensa un tercer elemento: lo pre-consciente. La primera tpica freudianase caracterizar por la introduccin de este elemen to, que permite entenderel funcionamiento psquico com o un juego en do nde del inconsciente afloran algunas cosas al mbito de la conciencia y otras permanecen siempreocultas.
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c reducir a una frmula; por eso, adems, Freud mismopuede ser ms in teresante ya que su consideraci n sobre el
lenguaje le hace pensar fundamentalmente en la necesidad
(fe ampliar lo que entendemos por el mismo, y no en la
educcin de lo inconscien te al modelo lingstico que fue
(ino de los caminos privilegiados del es tructuralismo francs
,ie los aos cincuenta y sesenta del pasado siglo. En otras
palabras, el camino sera ver cmo el lenguaje es permeadopor esas im genes de lo inconsciente y no cmo volver stas
un jueg o de significantes que podran fcilmente derivar en
preguntas por el significado y no por el sentido.
De todos modo, y dejando a un lado este comentario,
lo importante es que Foucault reconoce en Freud un pen
sador fundamen tal en el siglo XX y claro, fundamen tal en
su propia obra. Recurdese que Foucault es psiclogo de
formacin y que su primer trabajo acadmico era tpicamen
te el de un psiclogo: Enfermedad mental y personalidad.
Un psiclogo que, al prom ediar la dcada de 1950, conjuga
inters por la psicologa clnica y el m arxismo; un psiclogo,
que luego de leer a Blanchot, a Bataille y de encontrarse con
el teatro de B eckett, virar hacia Nietzsche, cam biando as
el enfoque de estas incipientes producciones. De hecho, l
mismo seala que su pensamiento debe mucho a Nietzsche,ya que lo suyo es tambin una mirada sobre la condicin
trgica del hombre: En el centro de esas experiencias lmite
del mundo occidental surge por supuesto lo trgico prop ia
mente dicho, partiendo de la demostracin de Nietzsche de
que la estructura trgica a partir de la cual se forma la histo
ria del mundo occidental no es otra cosa que el rechazo, el
olvido y el arranque s ilencioso de la tragedia 1'. Y no es que
11 Citado en: ER1BON, Didier, M iche l Foucault.Barcelona: Anagram a, 1999,
pp . 135-136.
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el encuentro con N ietzsche implique una ruptura total conM arx o con su form acin com o psiclogo, sino que implica
-m u y nietzscheanamente dic ho - un cambio de perspectiva.
Del pensador alemn, por tanto, se pueden colegir temas
fundamentales en la ob ra de Foucault:
a. En primer lugar, el valor concedido al lenguaje que
hace que desde 1961, cuando aparece su obraHis toria
de la locura en la poca clsica, su trabajo se centreen los discursos en cuanto prcticas que emergen en
condiciones especficas. Estrategia arqueolgica, que se
pro longar en Las pala bras y las cosas(1966) cuando
interesado en la form a en que se configuran los saberes,
la nocin de episteme marcar la pauta del anlisis.
Foucault plantea en qu condiciones aparecen ciertos
discursos y saberes, h qu orden se inscriben y sobretodo, se detiene en el m omento en que los mism os dejan
de funcionar y pierden su importancia por cuanto las
condiciones epistmicas han variado. No importan los
discursos en cuan to signos, sino en cuan to prcticas, en
la form a en que se insertan en un orden del saber, en un
registro de intereses que en modo alguno obedecen a
preguntas eternas -stas no existen, de hecho-, sino a
preguntas concre tas de una poca segn unas condic io
nes de saber. El pe so nietzscheano es eviden te en estas
obras, no slo porque, tal como se ve enLas pa labras y
las cosasel planteamiento de base es la imposibilidad
de una sola form a de representar y la distanc ia entre lo
que decimos y lo real del m un do 12, sino por dos apar
12 Recurdese com o Nietzsch e termina distancindose de Kant y de su idea decosa-en-s.Para ste la cosa-en-s exista, aunque no podamos enunciarladel todo. Para Nietzsche la cosa-en -s es una m anera de m antener lo divinoy opta por descartar su existencia y privilegiar los juego s del lenguaje comoconstructores de mundo y de realidad; constructores incluso de la ilusinde la cosa-en-s.
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tados que revelan tanto un gesto de gratitud como unaleccin que se asume trgicamente. La p rimera, cuando
seala: E l lenguaje no entr de nuevo directamente y
por s mismo en el campo del p ensamiento sino a fines
del siglo XIX. Se podra decir an que en el XX, si el
fillogo Nietzsche -y aun all era tan sabio, saba tanto y
escriba tan buenos l ibros - no hubiera sido el primero en
acercar la tarea filosfica a una reflexin rad ical sobre
el lenguaje 13. La otra, en la ltima pgina de la m isma
obra, cuando toma el reto de Nietzsche lanzado tanto
en La Gaya Scienzacomo en A s habl Zaratustra(si
Dios ha muerto, tambin hay que matar la idea de un
hom bre que se convierta en fundamento de todo) y en
donde Fo ucault anota:
En todo caso, una cosa es cierta: que el hombre noes el problema ms antiguo ni el ms constante quese haya planteado el saber humano. Al tomar unacronologa relativamente breve -la cultura europeaa partir del siglo XVI- puede estarse seguro deque el hombre es una invencin reciente. [... ] Dehecho, de todas las mutaciones que han afectadoal saber de las cosas y de su.orden [...] una sola,la que se inici hace un siglo y medio y que quizs
est en va de cerrarse, dej aparecer la figura delhombre. El hombre es una invencin cuya fechareciente muestra con toda facilidad la arqueologade nuestro pensamiento. Y quiz tambin su prximo fin. Si esas disposiciones desaparecieran talcomo aparecieron [...], entonces podra apostarseque el hombre se borrara, como en los lmites delmar un rostro de arena.14
13 FOUC AU LT, Michel. Las palabras y las cosas, Barcelona: Planeta-DeAgostini, 1984, p. 297.
14 Ib id.,p. 375.
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b. En el trnsito de una estrategia arqueolgica a una genealgica. En efecto, se dice con frecuencia que el camino
inicial de la arqueologa foucaultiana era insostenible.
En realidad, la arqueolog a es un trabajo que nunca fue
abandonado, pero cuya validez alcanza justam ente para
la indagacin sobre la configuracin de unas formas
de saber. Las cosas cambian justamente, cuando ese
saber no es el centro, sino que lo que interesa es el poder; cuando lo que se pone en relacin es una prctica
discursiva con elementos no d iscursivos y por tanto, se
indaga en la formacin de saberes cuyo estatuto episte
molgico no es tan claro y que en realidad se justifican
ms desde los efectos prcticos que de ella se pueden
obtener. El poder psiquitrico, lo juridicidad moderna,
la psicologa y en general las ciencias humanas, tienenuna genealoga que se remonta a la confesin y sobre
todo, al inters de ciertos elementos en esa confesin: la
sexualidad, el uso del cuerpo, la forma de los placeres.
Mientras que las ciencias exactas y naturales, tienen en
la estrategia inquisitorial -e n la forma de la prueba y la
demostracin- su punto de emergencia, las llamadas
ciencias humanas y sociales encuentran en los manualesde confesin (e incluso en la autoconfesin protestante)
el suyo; la diferencia entrambas, es que las ciencias
exactas han logrado tomar una distancia con ese lugar
espurio del cual emergieron, mientras que las ciencias
del hombre no lo han podido hacer. La genealoga revela
esa dimensin, cmo han contribuido, quizs sin ser
conscientes de ello, a normalizar, condenar, execrar o porlo menos, sealar el margen, las experiencias lmites en
donde emerge la dimensin trgica de la existencia. Por
eso, el trabajo genealgico es un trabajo sobre el poder,
pero justamente un trabajo que permite verlo desde o tra
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perspectiva, allende maniquesm os que slo piensan enun arriba y en un abajo, en la dominacin de un grupo
sobre otro, para en vez, plantear el poder como algo po
sitivo, como algo desde lo cual se producen horizontes
de sentido en una sociedad determinada.
Por ende, el poder es ante todo un campo de relaciones y no el ejercicio vertical de unos cuantossobre otros; y en tanto campo relacional, es un
juego que no cesa, que depende incluso de susmanifestaciones capilares (la escuela, el hospital,el hospital psiquitrico, la prisin) y no de losgrandes espacios en donde ilusamente creemosque se concentra todo el poder (el Estado); un
juego en donde el ejercicio del mismo es un consenso permanente entre todos los que intervienenen una relacin especfica y que sobre todo, haceque ninguno de nosotros se excluya del poder o
simplemente se asuma como simple vctima ovictimario del mismo.
c. Y finalm ente en la dimensin de una nueva relacin
tica-esttica, en donde el presupuesto an-estsicodel
pensamiento occidenta l sea puesto en entredicho. Con
Nietzsche es claro que la concepci n de la cosa -en-s
(verdad de fondo, esencial y pensada como referente
final aunque intangible) resulta insostenible. Del m undoslo poseemos interpretaciones, y bien podem os pensar
que hay algo -lo primero, lo sustancial, el contenido-
que es la raz de todas interpretaciones, aunque resulte
inasible y m isterioso -l a alternativa kantiana-, o bien
podemos pensar, que lo mejor es olvidarse de ese fondo,
de ese rdito de misterio en aras de aceptar que no hay
ms que in terpretaciones dadas segn el punto de vista,
segn la perspectiva, y esta es la dimensin abierta por
Nie tzsche. Y decir in terp re tacin en este sentido no
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De las palabras verdaderas a la verdad de las palabras.
quiere decir tan slo efecto discursivo, sino tambinmodo de apropiacin sensitiva: sentir de una determi
nada forma, percibir el mundo o las cosas del mismo, es
ya estar inserto en la interpretacin; todo sensacionismo
-p ara usar la expresin de la literatura portuguesa- es
ya un perspectivismo: no hay sensacin pura, sino una
forma dada de la misma, segn condiciones sociales,
vitales, tcnicas; no hay sensacin pura porque la misma
depende, en palabras de K losowski en su trabajo sobre
Nietzsche, de una semitica pulsional.
Esta idea ha tenido gran fortuna en el pensamiento, o
al menos, ha servido para que algunos pensadores, los ms
rupturistas de la centuria que pas y de la actual, apun
talen sus reflexiones. La nocin de sensorium de Walter
Benjamn, la reflexin sobre la tcnica en L eroi-Gourhan,
los trabajos de Simondon, la idea de percepto y afecto en
Deleuze, y en Foucault la forma en que la genea loga -ta l
com o sealbam os ar rib a- busca indagar en el vnculo entre
prcticas discursivas y no discursiva: v nculo que se da justo
en la forma en que se construyen las corporalidades.
En efecto, si algo caracteriza el pensamiento de Foucault
en esta etapa genealgica es la indagacin por la formas en
que el poder, ese campo relacional, determina la construccin
de las corporalidades, tanto individuales como colectivas;
cmo al tenor de los cambios discursivos se producen cam
bios en otros horizontes tcnicos que tambin contribuyen a
los procesos de normalizacin y disciplinamiento en el siglo
XIX, y en los de control (tal como habl Deleuze de sociedades de control)en los aos posteriores a la Segunda Guerra
Mundial y quizs, hasta nuestros das. En ltima instancia,
la vigilancia, el castigo, la punicin, la normalizacin son
procesos que recaen sobre el cuerpo mismo; son procesos
i|UC afectan las condiciones de sensibilidad -tanto individual
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Manuel Bernardo Rojas Lpez
como colectiva-, de una poca. Por tanto, el comportamiento,el carcter y la forma de actuar, vienen determinadas por
la afeccin y la percepcin. En este sentido, todo ethos en
Foucault depende de una asthesis,de una dimensin esttica.
Y esa conciencia de lo esttico y lo tico que se vinculan, se
hace mucho ms evidente en Foucault cuando llega, ya en
los ltimos aos de su vida, a indagar en la Hermenutica
del Sujeto; particular forma de abordar el asunto, porque
no se trata de la hermenutica filosfica, entendida como
interpretacin de hechos o fenmenos conceptuales, sino
de indagar por la forma en que se construye el secreto del
sujeto, la imagen de un sujeto con un interior y sobre todo,
cmo la construccin de s es fruto de una tcnica y que por
tanto, el conocimiento de s (epimelia heautou) no es tanto
una conciencia, cuanto un trabajo sobre uno mismo, una serie
de procedimientos tcnicos que implican un deber constante
en donde el sujeto se produce.
Referencias bibliogrficas
CASSIRER, Ernest.Individuo y cosmos en la filosofa del Renacimiento.Buenos Aires: Emee, 1951.
ERIBON, Didier.Michel Foucault.Barcelona: Anagrama, 1999.FOUCAULT, Michel. Las palabras y las cosas.Barcelona: Pla-
neta-De Agostini, 1984.JAEGGER. Paideia griega y cristianismo primitivo. Mxico:
Fondo de Cultura Econmica, 1984.NIETZSCHE, Friedrich. Crepsculo de los dolos.,Madrid: Alian
za, 1986, p. 52.________Ms all del bien y del mal. Madrid: Alianza, 1989,
pp. 58, 82.ROSSET, Clment.La anti-naturaleza. Madrid: Taurus, 1979.
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En l a b a r c a d e l o s s i l e n o s
Re f l e x i o n e s a p r o p s i t o d e l a r u t a a b i e r t a
EN EL HORIZONTE NlETZSCHEFoUCAULT
Juan Felipe Arroyave Gmez
Para Ana Sofa y Samuel
T a l cual, como el mtico Sileno allende los tiempos, los
das, los crepsculos, cam inando con armoniosa cadenciay tumbo rtmico, pero acompaado de la certera e impla
cable palabra, de quien fuera el embriagado preceptor y
compaero del gran Dionisos. As, tal cual, dos navegantes,
dos capitanes de un barco cuya bandera signa de entrada
la amorfa, la innombrable, la persistente y real agitacin
de nuestras entraas, nos invitan -sin nimo proselitista,
ni demaggico chan taje-, a su barca; nave construida conlas maderas ms antiguas, mas horadadas, maltrechas e in
destructibles; nave borracha en la mar incierta cuya m sica
hace eco de ignotos abismos.
Estos dos navegantes, embriagados a su vez, silenos de
este tiempo, abren para nosotros un horizonte de m ltiples
direcciones, de singulares destinos. No esperemos en este
viaje slo puertos seguros y a resguardo de los vientos. Noesperemos de este viaje, nicam ente, encuentros amigables
y amables, preados de abrazos clidos y viandas llenas.
Esperemos, adems, la violenta mirada de filibusteros y
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Juan Felipe Arroyave Gmez
corsarios, el afn perseguidor de las grandes armadas de lamar ocenica, cuya bandera es el blasn moralista de los
terrorficos leviatanes occidentales. Esperemos, nmadas
siempre y desesperados; el posib le naufragio, incluso frente
a islas que deparan nuevos caminos o frente al gran abism o
que abre slo una senda: la gran boca ineludible y trgica
de los dominios de lo real.
Al posible pasajero de esta barca le asaltar la inquietudpor su form a, extensin, consistencia , capacidad , velocidad
y por todas aquellas caractersticas que la hagan propia y
propic ia para su labor: cabalgar la mar. Tal vez esto no sea
tan importante, como el hecho de enterar a quien la aborde,
de que la barca misma ser como d ebe ser en proporcin a
la agitacin pensante del pasajero, a su voluntad creadora,
a su triple disposicin de nimo: un pasajero trabajador
como un camello; agudo, atento y crtico como un len;
desprendido, jov ial y libre como un nio.
Al posible pasajero de esta barca le inquietar de pronto
la capacidad, la valenta y la habilidad de los dos capitanes al
mando. Mucho ms, al saber que en ellos ver el arrojo indi
ferente de quien ya es dueo de su soledad, de quien ya ama
su propio dolor, de quien ya no presenta remordimientos ante
la mirada persistente, insistente, de la tantica presencia. Senos anuncia entonces, renunciar a la espera de unos capitanes
tan compasivamente paternales como para engaar sobre los
riesgos del viaje y tan matemalmente moralistas como para
extorsionar al viajero con la prohibicin de recabar sobre
aquellos puertos donde desplegar sus indmitos deseos.
Por ltimo, al habitante de esta barca, le llamar la
atencin la actitud y la posicin que debe adoptar fente aotras barcas, sean cruceros, destructores armados, sospecho
sas lanchas rpidas, invisibles submarinos, ilegales balsas
de inmigrantes y otras especies. Habr que decirle al viajero
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I
En la barca de los silenos
postulante que a los comandantes de la nave tal vez no lesimporte mucho establecer un cdigo moral de comporta
mientos y contactos en el mar con otros navegantes sean
estos cuales fueren. Lo que si les interesa a estos capitanes es
sugerir aquellas palabras que permitan el contacto con otros
en la travesa, pero no un contacto atravesado por el miedo
o la reverencia, por el violento afn de dom inio o el simple
menosprecio; sino, tal vez, unas palabras que se tejan en lamirada soberana y franca de quien ha desacralizado dolos, de
quien puede rer tranquilo en la tragedia, de quien puede sufrir
sin la compasin hipcrita de un remordimiento falso.
No dejan de anunciarnos estos dos embriagados nave
gantes, que corren vientos y tiempos en los que es posible
toparse con innumerables naves, incontables puertos,
mltiples rutas y con la interesante posibilidad de abordar
con rapacera pirata a otros tantos o correr el riesgo de ser
abordados y dominados a su vez... Son tiempos de nave
gacin tan inciertos como en el principio, si es que hubo
un principio... Son tiempos de navegacin en que, como
muchos, ciertos monarcas dan sus paseos m atutinos o noc
turnos, anhelantes de visitar sus feudos allende el horizon
te... Es entonces, cuando el llamado de nuestros guas se
hace en m ltiples direcciones pero hacia un lugar singular:aquel crisol de la sospecha que permite abordar al otro, des
montando la impostura de las falsas conciencias ilustradas
y promeseras de aguas siempre tran qu ilas... Emprendamos
pues, un corto viaje a travs del cual atisbar puertos y des-
linos susceptibles de ser visitados, explorados, atacados o
saqueados, con las herramientas y las armas propiciadas por
nuestros capitanes; atentos adems, a las alegricas figuras,.1 las simblicas formas que serpentean en el velamen que,
movido por el viento, hace avanzar la nave.
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1. Primer pu erto ... logos...Al abrir esta especie de travesa, al discurrir por sus
corrientes, es menester arribar a un primer puerto, ste s,
mojn sobre el que se funda la experiencia de nuestros tiem
pos: el logos que ha tejido un mundo, la razn enseoreada
cuya egida ha gobernado la m irada escrutadora del orden de
lo existente, lo ha nombrado, clasificado, descrito, ordenado,
diseccionado y, fundam entalmente, transform ado 1.La hybrisde u na apuesta fustica por alcanzar seoro
sobre el mundo y las cosas que lo habitan; una apuesta
demonaca, si se quiere, que pretende el frenes de la trans
formacin material de la esfera planetaria en el clmax de
un ideal: el progreso, entendido como la lnea de un slido
futuro. Pero ese mundo no es tan slido, la tierra bajo los
pies trashumantes de los sim ples mortales, se remueve acada momento, lo que ayer fue, hoy ya no ser o por lo
menos no aparecer igual. Se trata de una experiencia
sabiamente matizada por Heidegger, quien ha sealado
1 Si nos ubicamos desde esta perspectiva, ser necesario ver en el logos fundador a una modernidad planteada en las palabras de Marshall Berman:
Hay una form a de experiencia vital - la experiencia del tiempoy el espacio, de uno mismo y d e los dems, de las posibilidades
y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y lamujeres de todo el m und o... Ser modernos es encontrarnos en unentorno que nos promete aventuras, poder, alegra, crecimiento,transformacin de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo,amenaza con destruir todo lo q ue tenemos, todo lo que sabemos,todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernosatraviesan todas las fronteras de la geogra fa y la etnia, de la clasey la nacionalidad, de la religin y la ideologa: se puede decirque en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Peroes una unidad paradjica, la unidad de la desunin: nos arroja a
todos en una vorgine de perpetua desintegracin y renovacin,de lucha y contradiccin, de ambigedad y angustia. Ser modernoses form ar parte de un universo en el que, como dijo Marx, todolo slido se desvanece en el aire...
BERMAN, Marshall. Todo lo slido se desvanece en el aire. La experienciade la modernidad. Madrid: Siglo XXI Editores, 1991, p. 1.
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para la m isma los rasgos fundamenta les de su m bito: laciencia, la tcnica, el arte, la cultura y la desdivinizacin2.
Elementos sin los cuales no es posible pensar el sustento
de todo orden del logos y de su propia apora, de su propia
sin salida, an cuando festejara su apoteosis racionalista
desde el siglo XVIII. Cmo abordar este puerto?... De
qu m anera discurrir por sus entresijos?
El sueo de la razn produce monstruos -Goya
Entonces, al abrirnos paso po r sus recodos, lo hacemos
desplegando un velamen cuyas formas avizoran que el
sueo de la razn produce monstruos3; ttulo y sentenciagoyesca en uno de sus grabados: un hom bre tumbado en un
2 Vase: HE IDEG GE R, Martn. La poc a de la imagen del mundo. En:Caminos de Bosque. Madrid: Alianza Editorial, 1996.
3 Con sidero pertinente remitir a la siguiente referencia: La primera serie degrabados de Goya, Los Caprichos, fue editada en 1799. Coincide con lagrave enfermedad q ue contrae a comienzos de los aos 90 del siglo XIXy cuya secuela le marcar de por vida: la sordera. Es la primera serie que
ejecuta co mo tal y en la que surge el artista con plena libertad, sin sujecina encargos, dejando libre la imaginacin. En un extenso texto el autor justifica su trabajo afirmando que la Pintura puede ser tambin un vehculo
para censu ra r los erro res y lo s vicios human os al igual que la Po esa , ydefiende la capacidad creativa del artista oponindola al copiante servil.La carga crtica de los Caprichos alert a la Inquisicin y ante el temor a
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escritorio, cansado tal vez, dejando ser al mundo on rico del
que se despliegan animales de la noche, de la sombra, de
la oscura entra a invisible. Podramos bien aceptar sendas
interpretaciones de tal sentencia y afirmar que: primero, la
fantasa, abandonada de la razn, produce monstruos y unida
con ella es madre de las artes; segundo, la fantasa, aban
donada de la razn, produce m onstruos imposibles; unida
con ella es madre de las artes y origen de las maravillas. Sin
embargo, el juego debe pretender otra cosa, proponer otracosa: jugar con la fantasa cuando necesariamente duerma la
razn, escapar a ella y permitir el baile de los m onstruos, de
sus monstruos, de las ominosas pero familiares presencias
de su propio fuero. De tal man era que, aceptando del propio
logos un rasgo establecido como puerto de la artificiosa
razn om nmoda, cuya impostura moral e instrumental abre
paso a u na modern idad desplegada ms bien en consolidarla inevitable primac a instrum ental, por la va de la ciencia
y de la tcnica, plantearamos adems, que sta no deja de
ser un mito, un artilugio con la concurrencia bailarina de
sus propias divinidades, montonos danzantes del carrusel
de los objetos sin gasto pero en la lgica de la acumulacin,
de las luces de nen y de los mecanos sinfn. Y en medio de
represalias se retiraron de inmediato de la venta. G oya llam a sus estampasasuntos caprichosos que se prestaban a presentar las cosas en ridculo,fustigar prejuicios, imposturas e hipocresas consagradas por el tiempo.Las primeras 36 se refieren al am or y la prostitucin, jun to a temas variadoscomo la mala educacin de los hijos, el matrimonio por conveniencia, lacrueldad materna, la avaricia, la glotonera de los frailes, el contrabando,el Coco, etc. Del 37 al 42 inclusive son caprichos sobre asnos. A partirdel 43 abundan brujas, duendes, frailes y diablos. Los Caprichos tuvieronamplia difusin y se conocieron p ronto fuera de Espaa. Fueron el smbolo
de lo goyesco y transmitieron una nueva m anera de afrontar la realidad,presen tnd ola ms prxima y ex presiva, con un lengua je ms fre sco, delque se harn eco los artistas del siglo XIX. Es el final del fro y artificiosograbado neoclsico.
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este dantesco carnaval, permanece la presencia insoslayablede otros dioses, que tambin danzan, circulan y comercian
con el deseo, nico mercader de toda la feria. Potencias
singulares cantadas por mltiples juglares, de los cuales
nos dejamos acompaar ahora por quienes son nuestros
navegantes, manifestando con ellos que avizoramos un
panorama, un horizonte.
Se establece desde este punto la necesidad de poneren vigencia una concepcin tragicmica del mundo y la
afirmacin de conceptos tan cruciales como el de un devenir
indmito que Huye en el eterno retorno. En un trayecto que
nos pone en contacto con dos presencias ligadas a la crea
cin artstica, dos potencias, dos voluntades, presentadas
inicialmente por Nietzsche com o instintos opuestos, frente
a los que el arte se erige como lugar de resolucin de su
anttesis. Se trata de las arquetpicas figuras de Apolo y de
Dion isos; del primero, su lugar es el sueo, y del segundo,
la em briaguez; modelos alegricos del artista, del creador.
Sin embargo, se nos propone esta aparicin por partes. En
prim era instancia esa hondsim a necesidad de quien desde
el sufrimiento, desarrolla lo apolneo lentamente, como el
ordenamiento en belleza de un orden titnico de horror,
surcado para ello por un instinto artstico cuya fuente son
los sueos; anhelo de apariencia y redencin, conjetura
metafsica enarbolada para plantear que lo Uno primordial,
verdaderam ente existente, eternam ente sufriente y contra
dictorio, necesita de la visin y del xtasis de la apariencia
placentera , de la cual somos presos im penitentes e inevita
bles al sentirla como un continuo devenir en el tiempo y,
an, como realidad emprica. A partir de aqu, un segundo
momento desde el cual lo apolneo se traza en la va de la
exigencia de una doble actitud: tica, por aquello del cono
cimiento de s mismo, como la m xim a de su ley. Esttica,
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por la necesidad de la belleza, como un ocu ltamiento de loimposible de soportar. No obstante, para este momento se
marca un cruce, un encuentro con Dionisos, iluminado por
el Coro trgico, por el cntico del stiro, consolador ante
lo irrisorio y efmero del existir. A partir de este punto se
establece un nexo entre la voluntad dionisaca y la naturaleza
mundana y arcaica del hombre que, obsesionado con sus
propios fantasm as, ha sentido y visto la esencia de las cosas,
ha entablado un conocimiento y una sensibilidad desde esanusea del obrar devenida de aquella certeza de la accin
intil que en nada modifica la misma esencia eterna de lo
real. De este nexo en el saber dir sentencioso Nietzsche
que: mata el obrar, para obrar es preciso hallarse envuelto
por e l velo de la ilusin, [...] es el conocim iento verdadero,
es la mirada que ha penetrado en la horrenda verdad lo que
pesa ms que en todos los motivos que incitan a obrar /
Y ante la nusea que provoca la nada de lo visto como lo
intilmente re-formable, aparece, se despliega, el arte
[...] como un mago que salva y que cura... nicamente l es capaz de retorcer esos pensamientosde nusea sobre lo espantoso o absurdo de laexistencia convirtindolos en representacionescon las que se puede vivir: esas representacionesson lo sublime, sometimiento de lo espantoso, ylo cmico, descarga artstica de la nusea de loabsurdo [...]5
Baste ahora indicar como la fuerza dionisaca de la
transformacin despliega sus fueros en una realidad pre
ada de apariencias tras las cuales perm anece indm ita, la
naturaleza de la voluntad, vestida de sabidura y de verdad,
4 NIET ZSC HE, Friedrich. El Nacimiento de la tragedia. Madrid: AlianzaEditorial, 1980, p. 78.
5 Ib id., pp. 78-79.
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an en este mundo m oderno y globalizado; un brillo cegador
adornado de destellos luminosos, virtualidades y hologra-
mas. Voluntad indm ita y poderosa, esco ltada por grandes
ttems y banales sacerdotisas, cantada por grandes poetas y
pregonada por falsos profetas, vendida en los ms srdidos
lupanares y coronada en lo ms grandes museos, ejecutora
implacable de crmenes o vctima annima de los cadalsos,
al fin, soberana parca, ldica escnica o forma visual quehuye y retorna alimentando de silencio las ansias del santo
y del artista, cuando estos se pavonean en las pomposas
cortes de los poderosos o cuando mueren annimos en
cualquier villorrio.
Desde aqu, mirando al pasar este puerto nominado
como logos se percibe el anuncio matizado de una violencia
originaria, que se corresponde con el ncleo enigm tico deaquella repeticin gensica tenida como esencia m tica del
fuero pulsional. Adems, su presentacin como violencia
desde un inusitado abismo y la emergencia que le anuncia
en el xtasis d ionisaco, aparecen com o eco de lo inevitable
en creaciones y representaciones artsticas empeadas en
descorrer velos y despojar expresivamente un caos cubierto
de las ms variadas m scaras, sin dejar por ello de lado, las
posibilidades sublimes de una potica que canta ese desen
mascaramiento, a travs del juego y del dolor, del grito o
de la risa, como caminos que anuncian esa matriz inexpli
cable pero sentida en el reino de una m ana, que, an si no
Huyera com o lo que es, se evoca y se recrea en sim ulacros
destinados a romper e impugnar el orden totalitario de laIorina y del gusto, de la tica y de la esttica, del poder y
de la poltica. En este sentido, se percibe cmo a lo largo
tic la historia de las continuas represen taciones artsticas es
im>.ible destacar particularmente aquellas que nos recuerdan
I.i relacin de lo siniestro con lo monstruoso y con lo cruel,
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con el horror y la fealdad, dando cuenta desde sus lneas,
contornos, colores, sonidos, m ovimientos, m atices, voces,
penumbras, letras y poticas, de aquello fantstico e irreal, o
de aquello real y abyecto que trastorna nuestro ordenamiento
particular de la realidad6.
2. Segundo pu erto ... ethos...
Al zarpar, nos acoge un muy sinuoso oleaje, la mar se
hace brav ia y despuntam os otro horizonte hasta arribar a unsegundo puerto, un poco m s brumoso, no tan a resguardo
de los vientos, ms bien expuesto a su azote y al de todo
tipo de ejrcitos: armadas , piratas, corsarios, com o si all se
albergara un gran tesoro, contrastando con el anterior que
no mostraba ms que simples oleajes y una geografa y unos
baluartes que le ponen a resguard o de muchos azares.
Aqu, la msica emanada del viento y el aroma de su
ambiente sealan la esencias de un lugar en el que se poneen juego la relacin y la con tradiccin continua de la fuer
za, de la voluntad pulsional del hombre por ser, por vestir
de logos su mortal carne y tejer de poder su relacin con
los otros. Esta voluntad hec ha lenguaje est cifrada en una
6 Aqu se hacen oportunas las palabras de Jos Miguel Corts en su ensayoOrden y caos:
... Las imgenes monstruosas resultan ser el smbolo perfectode esa extraa relacin: un ser perteneciente a los abismos de !odionisaco que adopta formas de lo apolneo, de lo antropomrfico,
pa ra po de r c onv iv ir en tre los hu manos . Se ran la represen tacinapolnea de un universo dionisaco que emerge nicamente devez en cuando, materializado en lo que se considera ajeno a lasreglas de la normalidad vigente. Por tanto, lo bello escondera losiniestro, lo cono cido cond uce a lo desconocido, pero sin fronterasni lmites, de manera que lo desconocido no opera como un mundoaparte respecto a lo conocido, sino que acaba constituyendo su
pe rfec to reverso. ..CORT S, Jos Miguel. Orden y caos. Un estudio cultural sobre lo mon struoso en el arte. Barcelona: Anagrama, 1997, pp. 29 ss.
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continuidad ilimitada: aquella emanada de la caracterstica
central del animal parlanchn por tasar todo a su alrededor,
por poner sobre la balanza, por sealar con el dedo, nom
brar y, por tanto, valorar. Aqu, en este puerto , se pone en
escena el litigio sin fin y la dialctica continua puesta en
acto por palabra y accin. Praxis de un devenir y de una
suerte de guerra disparada desde la idea del sujeto comodogma, cuya tasacin est marcada por la edificacin de la
moral, de las moralidades; aquellas que permiten tejer un
lazo social sustentando en la dinm ica de la interpretacin y
del juic io a los otros y de los otros hacia uno y del nos-otros
hacia el s mismo. Una dinmica edificada por el acuerdo
de las voluntades, al simbolizar la gran oposicin entre el
llamado bien y el llamado mal, entre lo consideradotil y lo considerado intil, entre lo tenido y asumido
como noble y lo rechazado y atacado como innoble.
As, se signar a cada individuo; as, se cifrar a cada sujeto
en la horda, en la tribu, en la grey, en la sociedad, en las
clases o en las castas; en una suerte de economa poltica
del vnculo social.
Ahora, en la esfera de estas geografas, tendramos
una lnea y unas coordenadas establecidas por la siguiente
ruta: romanizacin del mundo, cristianizacin de Roma;
Occidente greco-cristiano-judeo-latino. Con slo nombrar
esta cardinalidad, una avalancha de conocimientos, sabe
res, silencios, exclusiones, imposturas e hibridaciones, nos
abraza com o una gran ola que intenta sepultarnos. En estepunto de la navegacin, con Nietzsche, recordamos la perti
nente inqu ietud ligada al sentido y a la preem inencia de los
valores y de las valoraciones donde lo esencial radica en la
pregunta por el valo r de la moral y una posicin dejada or
como una exigencia: [...] necesitamos una crtica de los
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l l h di h l l i
Juan Felipe Arroyave Gmez
mo de esos valores [.. .]7, comprom etiendo para nosotros,pasajeros de esta nave, el concurso de un saber h is t rico y
genealgico.
De all, de ese saber, emerge una posibilidad: aquella
que perm ite en trever en la naturaleza viva del animal hu
mano, la con fluenc ia de las fuerzas constantes que le hacen
prometer y olvidar, abriendo para l la esfera , el espacio,
el lugar de la memoria y del olvido. Logro establecido a
travs de una mnemotecnia terrible y siniestra, cargada de
dolor, m atizada de crueldad. M arca fundadora de los gran
des pilares de la cultura: la religin, la ciencia, la poltica,
el arte. Afirmacin de la vida y confirmacin de la finitud
mortfera a travs del juego de binomios permutables
indistintamente en sus mltiples relaciones: valor-dolor,
memoria-moral, culpa-