debatekeynesylosclasicosnotas de clase macro i parte ii

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III. El debate Keynes y los clásicos: ¿intervención o Laissez Faire? Los clásicos según Keynes Muchos dicen que la macroeconomía nació con La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de John Maynard Keynes. En opinión de su autor, esta Teoría General representa un ataque al pensamiento clásico. Claro que Keynes agrupó bajo el término “clásicos” a un grupo bastante heterogéneo, integrado, por ejemplo, por los austriacos y los neoclásicos. Por lo tanto, antes de discutir la posición de Keynes sobre política económica, es necesario estudiar con(tra) quiénes discutía. Para ello, la primer parte de esta nota se ocupa de tres axiomas básicos del pensamiento clásico, definido éste la creencia de que el sistema económico – en particular, el sector privado posee mecanismos autorreguladores que lo llevan siempre a estados óptimos. Esta definición, análoga a la de homeostasis, parece mantenerse invariante a lo largo del tiempo en la disputa clásicos vs. Keynesianos. Bien, repasemos las ideas básicas del pensamiento clásico. La teoría cuantitativa del dinero El dinero se utiliza en transacciones: es el medio de cambio. Por lo tanto, existe una relación directa entre bienes transados y cantidad de dinero que llevar a cabo esas transacciones. Dicha relación no es necesariamente de uno a uno, i.e., una unidad de dinero por cada bien intercambiado. Esto se debe a dos razones: (a) el precio de los bienes. No todos los bienes se intercambian a una tasa de uno por unidad de dinero entregada. Esto es, no todos los bienes valen un peso. Por lo tanto, la cantidad de dinero debe ser suficiente para comprar la cantidad T bienes, pero valuados a los precios en dinero, P.

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DEBATE DE KEYNES

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Page 1: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

  

III. El debate Keynes y los clásicos: ¿intervención o Laissez Faire? 

    Los clásicos según Keynes   

Muchos dicen que la macroeconomía nació con La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de John Maynard Keynes. En opinión de su autor, esta Teoría General  representa  un  ataque  al  pensamiento  clásico. Claro  que Keynes  agrupó bajo  el  término  “clásicos”  a  un  grupo  bastante  heterogéneo,  integrado,  por ejemplo,  por  los  austriacos  y  los  neoclásicos.  Por  lo  tanto,  antes  de  discutir  la posición de Keynes sobre política económica, es necesario estudiar con(tra) quiénes discutía. Para ello, la primer parte de esta nota se ocupa de tres axiomas básicos del pensamiento  clásico, definido  éste  la  creencia de que  el  sistema  económico  –  en particular,  el  sector privado  ‐ posee mecanismos  autorreguladores  que  lo  llevan siempre  a  estados  óptimos. Esta definición,  análoga  a  la de homeostasis, parece mantenerse invariante a lo largo del tiempo en la disputa clásicos vs. Keynesianos.  

Bien, repasemos las ideas básicas del pensamiento clásico.   La teoría cuantitativa del dinero  

El dinero se utiliza en transacciones: es el medio de cambio. Por lo tanto, existe una relación directa entre bienes transados y cantidad de dinero que llevar a cabo esas  transacciones. Dicha  relación  no  es  necesariamente  de  uno  a  uno,  i.e.,  una unidad de dinero por cada bien intercambiado. Esto se debe a dos razones:  

(a) el precio de  los bienes. No  todos  los bienes se  intercambian a una  tasa de uno por unidad de dinero entregada. Esto es, no todos los bienes valen un peso. Por lo tanto, la cantidad de dinero debe ser suficiente para comprar la cantidad T bienes, pero valuados a los precios en dinero, P. 

 

Page 2: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

(b) la velocidad de circulación del dinero. El dinero no muere cada vez que se realiza  un  intercambio,  sino  que  es  utilizado  luego  para  realizar  otras transacciones. Así, el dinero que utilice en la mañana para tomar el taxi fue luego utilizado por el  taxista para dar cambio a un pasajero, que  luego  lo utilizó  para  pagar  su  cena.  En  este  caso,  el  dinero  participó  en  tres transacciones en un día. Decimos entonces que su velocidad de circulación es de  tres por unidad de  tiempo,  en  este  caso, por día. Por  lo  tanto, para determinar la cantidad de dinero necesaria para llevar a cabo pagos por P*T de un período determinado, es necesario multiplicar  la cantidad de dinero por  la  cantidad de  intercambios promedio que pueden  realizarse  con una unidad de dinero,  i.e., M*V, donde V se define como  la cantidad de veces por unidad de tiempo que el dinero circula o cambia de manos. 

 Por lo tanto, la ecuación de intercambio será 

 M*V = P*T 

 Utilizando  como  variable  proxy  del  nivel  de  transacciones  el  nivel  de 

producto real, llegamos a  

              M*V = P*Y    (1)  

La  ecuación  precedente  nos  determina  la  demanda  de  dinero  de  la economía. Los clásicos, adicionalmente, suponen una velocidad de circulación del dinero estable, por lo que los movimientos se darán principalmente en la cantidad de dinero y el nivel de ingreso nominal.   La Ley de Say   

Supongamos que se produce un único bien, con una función de producción de tipo  

                                            Y = F (N, K)            (2)  

Que satisface  

FN, FK > 0;  FNN, FKK < 0  

262 – 5: Notas de clase 2

Page 3: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

La utilización de una unidad adicional de factor productivo hace aumentar la  producción,  pero  cada  vez menos.  Esto  es,  los  factores  tienen  rendimientos marginales  decrecientes.  En  los  gráficos  siguientes  se  muestra  la  cantidad  de producto que puede obtenerse (a) para cada nivel del insumo trabajo, dado el nivel de insumo capital y (b) para cada nivel de insumo trabajo, dado el nivel de insumo trabajo.   

Y Y

Y = F(N,K0) Y = F( 0,K)

N K(a) (b)

N

   

Ahora bien,  la macroeconomía que estudiamos en el curso se ocupa de  las fluctuaciones de corto plazo; es que, al decir de Keynes, en el largo plazo estaremos todos muertos. Por otro  lado, usualmente se piensa que el  trabajo y el capital  se mueven  en  distintas  escalas  de  tiempo:  mientras  que  el  trabajo  puede  variar rápidamente,  el  capital  se  considera  “pegajoso”.  i.e.,  de  lenta  reacción. Nuestro corto plazo, entonces, será aquel en el que el stock de capital esté dado. Nuestra función de producción quedará enteramente definida por el gráfico (a)1. En  una  economía  sin  sector  público  el  intercambio  se  define  por  el  siguiente conjunto de restricciones presupuestarias:  

wtNt + πt + Mt‐1 + (1+i) Bt‐1 = Cdt + Mdt  + Bdt            (familias)  

Yt + [Bst  ‐ (1+i) Bt‐1] = wtNt + πt + Idt                        (firmas)  

Todas las variables expresadas en términos de bienes. Agregando fuentes y usos, llegamos a  

wtNt + πt + Mt‐1  + Yt + ΔBst  = Cdt + Mdt  + ΔBdt + wtNt + πt + Idt de lo que resulta 

1 Profundizando, podemos pensar que el capital es menos divisible que el trabajo, que no existen contratos de trabajo de largo plazo y/o que el mercado de maquinaria usada no es un mercado organizado.

262 – 5: Notas de clase 3

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 [Yt – (Cdt + Idt)] + (ΔBst ‐ ΔBdt ) = Mdt ‐ Mt‐1            (3) 

 Nuevamente, vemos que en nuestra economía monetaria donde vale el quid 

pro quo a todo exceso de oferta en algún mercado debe corresponderle un exceso de demanda de dinero.  

Las  familias aplican su  ingreso al consumo de bienes y al ahorro. ¿En qué ahorran  las  familias? Desde el enfoque  clásico, el dinero es demandado  sólo por motivos transaccionales: su utilidad radica en que facilita el intercambio. Si existe un activo que sirve para “reservar” valor y que domina al dinero en rendimiento, solo se ahorrará en ese activo. Por lo tanto, a toda tasa de interés mayor a cero se cumple que  

Yt –  Cdt  =ΔBdt             (4)    

Hablamos, claro está, de los bonos que ofrecen las empresas. Estas, al pagar la masa  salarial  y  distribuir  la  totalidad  los  beneficios,  igualan  el  valor  de  los ingresos de las familias al valor del producto. Por lo tanto, sólo pueden tener poder adquisitivo sobre los bienes (y hacer efectivos sus planes de inversión) si consiguen dinero. De allí que  

It = ΔBst                (5)  

Reemplazando  (4)  y  (5)  en  (3)  llegamos  a  la  conclusión  de  que  el desequilibrio en el mercado de bienes está necesariamente  ligado al desequilibrio en el mercado de bonos; de hecho, el vaciado en uno de los mercados es condición suficiente para el vaciado del otro. Dadas las ecuaciones (4) y (5), en la ecuación (3) vemos también la ley de Walras para una economía de trueque. 

 [Yt – (Cdt + Idt)] + (ΔBst ‐ ΔBdt ) =0            (6)  

 Las restricciones presupuestarias de economía monetaria pueden asemejarse 

a una economía de trueque! En ese sentido –y otros que veremos más adelante– los clásicos  se  referían  al dinero  como  a un  “velo”, detrás del  cual  se  “ocultan”  las verdaderas relaciones de producción e intercambio.  

Vayamos al mercado de bonos. Existe una relación directa entre cantidades ofrecidas y precio, y una relación inversa entre cantidades demandadas y precio. Si suponemos que el bono es una perpetuidad, se cumplirá que 

262 – 5: Notas de clase 4

Page 5: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

 Pb= 1/i             (7) 

 La ecuación  (7) nos dice que existirá una relación  inversa entre cantidades 

ofrecidas  de  bonos  y  la  tasa  de  interés,  y  una  relación  directa  entre  cantidades demandadas de bonos y la tasa de interés. Estos comportamientos se muestran en el siguiente gráfico.   

i ΔBdt(i)=St

ΔBst(i)=It

S, I   

Nótese que  los movimientos  en  la  tasa de  interés permitirán  equilibrar  al mercado de bienes:  

= k1 (∆Bs-∆Bd) ≡ k (I-S) didt  

 Es  por  ello  que,  desde  el  punto  de  vista  clásico,  la  tasa  de  interés  está 

relacionada  con  el  lado  real  de  la  economía.  Veamos  que  implica  esto  para  el mercado  de  bienes.  Para  ello,  grafiquemos  el  comportamiento  de  los  planes  de oferta y demanda de bienes para cada nivel de ingreso. Llamemos Z a los planes de demanda, de tal manera que Zt = Cdt + Idt, y, como venimos haciendo, Y a la oferta  de bienes. Dado que supusimos que el ingreso de las familias es igual al producto, se cumple que Yt = Cdt + St.  

Un  aumento  en  el  ingreso  genera  un  aumento  en  la  oferta  de  igual magnitud. Ahora bien, si  las  familias no gastan en bienes  todo su  ingreso, de  tal manera  que  existe  un  ahorro  positivo,  ¿existirá  vaciado?  Por  lo  que  vimos,  si. ¿Cómo ocurre? El ingreso no gastado en bienes es gastado en bonos, de tal manera de  generar  el  traspaso  de  poder  adquisitivo  necesario  para  borrar  el  exceso  de oferta en el mercado de bienes. La  tasa de  interés, entonces,  cumple  con ese  rol: asegurar  que, para  cada nivel de  ingreso,  los planes de  oferta  y demanda  en  el mercado de bienes se igualen. El gráfico siguiente nos muestra esta situación.  

262 – 5: Notas de clase 5

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 Y, Z

Y=Z

Y    

Ya estamos en condiciones de enunciar  la Ley de Say, en su versión débil: “cualquiera  sea  el  nivel de  oferta  agregada,  este dará  lugar  a un  nivel  igual de demanda agregada”. El mecanismo de mercado implícito en los movimientos en la tasa de interés implica entonces que la oferta crea su propia demanda.   El pleno empleo   

Hasta aquí sabemos que siempre que se cumpla la Ley de Say se vaciará el mercado de bienes. Lo que nos queda por ver, es si ese vaciado implica o no pleno empleo. Para  ello, vayamos  al mercado de  trabajo. Allí  operan  las  firmas,  como demandantes, y las familias, como oferentes.  

Las empresas deben satisfacer la función de producción de la ecuación (2). Ahora bien, ¿Qué interesa a los empresarios del proceso productivo? Les interesan los beneficios que puede obtener de él. Estos se definen como  

πt = Yt ‐ Ct 

 donde las variables están expresadas en términos de bienes, y C representa el costo de  producción.  Si  consideramos  que  el  costo  se  compone  sólo  por  los  pagos  al factor trabajo, los beneficios reales se determinan por la ecuación   

πt = Yt ‐ wtNt                                                                                                    (8)  

262 – 5: Notas de clase 6

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Que nos dice que la cantidad de bienes que se lleva el empresario surge de la  resta  entre  los  bienes  que  produce  la  co‐operación  trabajador/empresario  (Y) menos los bienes que se lleva el trabajador (recordemos que w es el salario real).  

Reemplazando (2) en (8), tenemos que                                     πt = F (N, K0) ‐ wtNt            (8)  

Dado que puede vender todos los bienes que quiera (por la Ley de Say), el programa de maximización del empresario se define como  la cantidad óptima de trabajo que contrata para que sus beneficios sean los máximos, i.e.  

max πt = F (N, K0) ‐ wtNt

          N 

 Nótese que, por  cada unidad adicional de  trabajo  incorporada al proceso productivo,  el  costo  aumenta  en w.  sin  embargo,  dado  un  stock  de  capital,  el cambio en el nivel de producto debido a la incorporación de una unidad adicional de trabajo se reduce a medida que aumenta  la cantidad de trabajo utilizada. Esto es, FNN < 0.  La relación entre el ingreso marginal y el costo marginal se muestra en el siguiente gráfico.   

CmgImg

w Cmg Img

Nd* N    

Veamos qué nos dice el gráfico. Desde el punto de vista del empresario, que es  el  agente  de  decisión,  el  ingreso marginal  es  la  productividad marginal  del trabajo, esto es, cuantos bienes le reporta contratar una hora‐hombre adicional. El costo marginal,  en  tanto,  es  cuántos  bienes  debe  pagar  por  dicha  hora‐hombre adicional. Por lo tanto, se iguala al salario real vigente. Siempre que el primero sea mayor  al  segundo,  la  contratación  de  trabajo  adicional  dará  como  resultado mayores  beneficios  para  el  empresario.  Sin  embargo,  vemos  que  a medida  que aumenta  la  cantidad  de  trabajo  empleada  el  costo  del  trabajador  adicional  se 

262 – 5: Notas de clase 7

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mantiene, mientras  que  su  productividad  disminuye.  ¿Qué  sucede  en Nd*?  La contratación de un  trabajador  adicional  implica un  cambio  en  la producción de bienes de una  cuantía menor a  lo que ese  trabajador  cuesta. Por  lo  tanto, en ese punto el empresario dejará de contratar trabajo:  

Nd* : Nd  | FN = w  

Veamos que ocurre cuando se altera el salario  real. Supongamos que sube en una magnitud dW. En ese caso, el costo marginal del empresario sube para todo nivel de  trabajo utilizado. Para  el  empresario maximizador, Nd* deja de  ser una decisión  óptima:  la  cantidad de  trabajo Nd*  ‐ Nd*’  cuesta más bienes de  los que aporta  al proceso productivo. Por  lo  tanto,  caerá  la demanda de  trabajo  cuando suba el salario real.    Cmg, Img

Cmg1

dwCmg0

Img

Nd*' Nd* N  

En  cuanto  a  la  oferta  de  trabajo,  diremos  que  el  trabajo  en  sí  genera desutilidad al trabajador, porque le resta tiempo para consumir de ocio; pero a la vez le permite tener poder adquisitivo sobre los bienes, gracias al salario monetario que  recibe. Un aumento en el  salario  real  implica que  la  renuncia a una hora de ocio  tiene  como  contrapartida  una  cantidad mayor  de  bienes  que  antes.  Por  lo tanto, supondremos que existirá una relación directa entre salario real y oferta de trabajo2.   

Ya  estamos  en  condiciones  de  analizar  al  mercado  de  trabajo.  El  pleno empleo implica la igualdad entre los planes de oferta y de demanda. A un salario real mayor, existirá exceso oferta de trabajo,  i.e., desempleo. ¿Qué ocurrirá en ese caso? El salario nominal ajustará hacia abajo. Dados  los precios, se verificará una 

2 Las condiciones que para esto se cumpla son algo más restrictivas y serán tratadas más adelante.

262 – 5: Notas de clase 8

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caída en el salario real, lo que alterará el comportamiento del lado de la oferta y del lado  de  la  demanda,  reduciendo  las  cantidades  ofrecidas  y  aumentando  las demandadas. Ambos  fenómenos  ayudan  a  borrar  el  exceso  de  oferta.  Luego,  el salario nominal habrá caído tanto como para que el salario real resultante asegure la consistencia de planes en el mercado de trabajo.  

w Ns

NdN* N

Y

Y* Y = F(N*,K0)

N*

w*

  

Lo anterior implica que las fuerzas de mercado asegurarán siempre el pleno empleo. A  la vez, dado el stock de capital, el pleno empleo  implica un producto “natural”, Y*. Si definimos a  la curva de oferta como  la relación entre el nivel de precios y las cantidades de bienes ofrecidas, vemos que esta es vertical: se produce Y* para todo P. Recordemos que, por la Ley de Say, en cada uno de esos puntos las cantidades ofrecidas igualan a las demandadas.    P

Y*=Z 

262 – 5: Notas de clase 9

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  La teoría cuantitativa y la neutralidad del dinero  

Dado que el sistema se encuentra en el producto de pleno empleo, podemos escribir la ecuación (1) como  MV = PY*                  (1’)  

Fijo el producto, y fija la velocidad de circulación del dinero, vemos que existe una relación proporcional entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. Diferenciando (1’) llegamos a  VdM + Mdv = Y*dP + PdY*              (9)  

Dado que supusimos que dv=dY*=0,  y manipulando (1’) y (9) obtenemos que  dM/M= dP/P                 (10)  

La ecuación (10) nos muestra que la cantidad real de dinero es constante: si se duplica  la cantidad nominal de dinero, se duplicarán  los precios  (incluidos  los salarios). Por lo tanto, el lado nominal (relacionado con los precios y la cantidad de dinero) se determina por separado del lado real. Alternativamente, podemos decir que alteraciones en  la cantidad nominal de dinero no  tienen efectos sobre efectos reales,  i.e., no alteran  las  cantidades de bienes  intercambiadas. A esta propiedad del dinero la llamaremos neutralidad.   

P P P1

Y*=Z M1 M2 M

P0

    ¿Intervención o laissez faire?  

262 – 5: Notas de clase 10

Page 11: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

El  principio  de  Laissez  faire  implica  la  menor  intervención  posible  del gobierno en la economía. En términos de política monetaria, acabamos de ver que el dinero es neutral. Nos resta analizar los efectos de la política fiscal.  

Supongamos  que  el  gobierno  emite dinero  y  bonos,  recauda  impuestos  y compra bienes. Las restricciones presupuestarias relevantes son:  wtNt + πt + Mt‐1 + (1+i) gBt‐1 + (1+i) fBt‐1 – Tt = Cdt + Mdt  + gBdt + fBdt     (familias)  Yt + [fBst  ‐ (1+i) fBt‐1] = wtNt + πt + Idt                                                      (firmas)  Tt + (Mt ‐ Mt‐1) +  (gBt ‐ gBt‐1 )  = Gdt+ i gBt‐1                   (gobierno)  

Supongamos ahora que el gobierno decide aumentar el gasto,  incurriendo para ello en un déficit. Por simplicidad, suponemos que la tasa impositiva es cero. Dado  que  la  cantidad de dinero permanece  inalterada,  se  verifica un  exceso de oferta en el mercado de bonos. Como se observa en el siguiente gráfico, la suba en la tasa de interés implica una reducción en el consumo (aumenta el ahorro) y una reducción en la inversión. Por lo tanto, las acciones del gobierno no pueden alterar el nivel de producto. Y dado que, desde el punto de vista clásico, el sector privado es más  eficiente,  es  preferible  que  el  gobierno  no  intervenga  en  el mercado  de bienes.   

i

S

I + G I

S, I, G

  Ahora  bien,  ¿puede  existir  desempleo  en  el  mundo  clásico?  Si:  debido  a  los sindicatos, que presionan para fijar un piso al salario nominal por encima de aquel que  vaciaría  al  mercado  de  trabajo.  En  ese  sentido,  hay  lugar  para  una participación  activa  del  gobierno  en  contra  de  las  actividades monopólicas,  en particular del lado de la oferta. 

262 – 5: Notas de clase 11

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  El fin del Laissez Faire I: JMK  

Una  vez  repasados  los  principios  de  la  escuela  clásica,  imaginen  cuán desconcertante resultó la Gran Depresión de los años 30. Como señala J. Robinson, “durante  cincuenta  años  (...)  todos  los  economistas  consagrados  de  las  diversas  escuelas habían estado predicando la misma doctrina con gran aplomo y un aire muy pomposo. Esta doctrina era el laissez faire, las ventajas de dejar actuar libremente las fuerzas del mercado. Sobre todo en el mundo de habla inglesa, el librecambio y los presupuestos equilibrados eran todo lo que se exigía en materia de política económica. El equilibrio económico no dejaría de establecerse  por  sí  solo.”.  En  ese marco,  los  economistas  y  hombres  de  negocios aceptaban  los  ciclos  “como  los  campesinos  aceptan  los  avatares  de  la  climatología. No había  nada  que  pudiese  hacerse  al  respecto:  hacían  surgir  oportunidades  o  problemas  y podían  entrañar  la  expansión  o  bancarrota de  los particulares y  las  industrias”, dice E. Hobsbawm.  

 En ese contexto apareció la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (de 

aquí  en  adelante, TG) del  británico  John Maynard Keynes. La TG,  quizás  como toda obra  trascendente, ha  sido  interpretada de mil maneras distintas. Clower y Leijonhufvud señalaron que hemos aprendido sobre “lo que dijo Keynes”, también sobre  “lo  que  quiso  decir”,  luego  sobre  lo  que  “realmente  quiso  decir”  y posteriormente  “lo  que  verdaderamente  quiso  decir  Keynes,  pero verdaderamente”.  El  debate  aún  sigue  abierto.  Dicen  que  el mismo  Keynes  se presentaba contradictorio. De allí el famoso chiste sobre los siete economistas que siempre daban ocho opiniones distintas; dos eran de Keynes. Más aún, circula una frase nunca confirmada, pero ya convertida en mito, desprendida del mismo Lord Keynes con  respecto a su obra: al hablar sobre el grado de desacuerdo que  tenía con la TG, dijo ”yo no soy keynesiano”.  

Hecha  la aclaración, ensayemos una  interpretación. En borradores a  la TG Keynes comienza marcando una diferencia tajante con la teoría monetaria clásica. La teoría cuantitativa, dice, vale como una ecuación de cambio, pero nunca como una teoría de determinación de los precios y neutralidad del dinero: 

“En  mi  opinión,  la  razón  principal  por  la  cual  el  problema  de  las  crisis  está irresuelto o por el que la teoría es tan insatisfactoria, se encuentra en la falta de lo que puede llamarse una Teoría Monetaria de la Producción.  

La  distinción  que  usualmente  se  hace  entre  una  economía  de  trueque  y  una monetaria  se  basa  en  la utilización  del  dinero  como un medio  conveniente  para  realizar intercambios– como un instrumento de gran conveniencia, pero transitorio y neutral en sus efectos (…) No se supone que afecte a la naturaleza de la transacción por ser, en la mente de 

262 – 5: Notas de clase 12

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quienes  lo  utiliza,  algo  entre  dos  cosas  reales.  (…)  está  economía  puede  ser  llamada Economía de Intercambio Real. 

(…) Esa no  es  la distinción que  tengo  en mente  cuando digo que  falta una  teoría monetaria de la producción (…) la teoría que deseo (…) es una en la que el dinero afecte a los motivos y las decisiones, y que sea uno de los factores operativos de la situación, de tal manera  que  el  curso  de  los  eventos  no  pueden  ser  predecidos  sin  el  conocimiento  del comportamiento  del  dinero  entre  el  primer  estado  y  el último. A  esto me  refiero  cuando hablo de una Economía Monetaria. 

Los booms y las recesiones son fenómenos peculiares en los que (…) el dinero no es neutral”  

Buena parte de la TG se dedica entonces a discutir los otros dos pilares de la teoría clásica: la ley de Say y el pleno empleo. 

  Uno  de  los  puntos  centrales  de  la  TG,  explicitado  desde  un  comienzo 

(Keynes,  1936:26)  es  la  negación  de  la  ley  de  Say:  la  oferta  no  crea  su  propia demanda, lo que da lugar a la posible existencia de equilibrio con recursos ociosos (Keynes, 1936: 30).  

La función de producción agregada (Y) relaciona las ventas esperadas de los empresarios  con  el  nivel  de  empleo  (N)  y  tiene  pendiente  positiva  dado  que  a mayor expectativa de ventas mayor cantidad de trabajadores será contratada. Por otro  lado,  la  función  de  demanda  (Z)  relaciona  el  gasto  deseado  por  los compradores para cada nivel de empleo y tiene pendiente positiva debido a que a mayor  cantidad  de  trabajadores  empleados  existirá  una  mayor  cantidad  de compradores potenciales y efectivos3. 

 

3 Nótese que utilizamos una la notación distinta a la de la TG, pero consistente con nuestro análisis de los clásicos

262 – 5: Notas de clase 13

Page 14: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

Ley de Say

Empleo

Vent

as e

sper

adas

, gas

to

plan

eado Z = D

 Ahora  bien,  en  un mundo  donde  la  oferta  crea  su  propia  demanda,  i.e., 

donde se cumple la ley de Say, ambas curvas deben superponerse para todo nivel de empleo. El producto intercambiado ʺen vez de tener un valor de equilibrio único, es una  escala  infinita  de  valores,  todos  ellos  igualmente  admisiblesʺ  (Keynes,  1936:26). Luego,  el  mecanismo  de  la  tasa  de  interés  o  cualquier  política  coordinada  de aumento en  la  cantidad de puestos de  trabajo por parte de  los empresarios hará crecer  a  la  demanda  tanto  como  lo  hace  el  producto,  por  lo  que  no  existirán obstáculos al pleno empleo.4   

 Esa era  la manera en que  los  ʺclásicosʺ veían al mundo y corresponde a  la 

Economía  de  Intercambio  Real  a  la  que  keynes  hace  referencia.  Para  éste,  en cambio,  las  funciones  de  demanda  y  oferta  agregadas  son  distinguibles  y  se intersectan  en  un  solo  punto,  el  punto  de  demanda  efectiva.  Desde  esta perspectiva,  si  los  empresarios deciden  aumentar  el producto hasta, digamos,  el volumen de pleno empleo, el gasto planeado  será menor a  las ventas esperadas, por lo que los empresarios decidirán reducir la producción y caerá el empleo.    

        

262 – 5: Notas de clase 14

Page 15: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

  

 

Insuficiencia de demanda en Keynes

Empleo

vent

as e

sper

adas

, ga

sto

plan

eado

YZ

  

Cualquier desplazamiento hacia arriba de la curva de demanda ‐ producido, por ejemplo, por un aumento en la inversión, en la propensión a consumir o en el gasto público  ‐ acercará al sistema al punto de demanda efectiva correspondiente al de pleno empleo. En ese sentido, Keynes (1979: XXIX) señaló: ʺ  la proposición de que  la oferta crea su propia demanda yo  la substituiría por  la proposición de que el gasto crea  su  propio  ingresoʺ. La  conclusión que  se deriva de  este  razonamiento  –y que tuvo  importantes  implicancias  para  la  política  económica  de  las  décadas posteriores– es que para sacar a la economía de una situación recesiva es necesario reactivar a la demanda en vez de estimular a la oferta.   

Una de  las hipótesis de comportamiento que racionalizan  la  idea de que el aumento en el empleo es insuficiente para comprar el producto adicional es el tipo de función de consumo. Keynes determinó que por cada peso extra que aumente nuestro  ingreso,  el  consumo  aumentará  en  una  cuantía menor,  ya  que  también crece el ahorro. Esta propensión marginal a consumir depende principalmente de factores  objetivos,  como  el  ingreso  real,  la  relación  de  cambio  entre  los  bienes presentes y futuros (o, lo que es lo mismo, la tasa de interés) y los cambios en las expectativas acerca de  la  relación  entre  el nivel presente y  el  futuro del  ingreso. Dentro de  los  factores  subjetivos que  impulsan  a  los  individuos  a  abstenerse de gastar  están:  (1)  La  formación  de  unas  reservas  para  contingencias;(2)  transferir parte del consumo al futuro por expectativas de un futuro con menores  ingresos; (3)  legar  una  fortuna;  (4)  “satisfacer  la  pura  avaricia,  esto  es,  inhibirse,  de  modo irracional pero insistente de actos de gastos”.  

Dado que  el  consumo  crece menos que  el  ingreso, debe  existir  ʺ un  cierto volumen de  inversión que baste para absorber el excedente que arroja  la producción  total sobre  lo que  la sociedad decide consumir  (...) porque a menos que exista este volumen de 

262 – 5: Notas de clase 15

Page 16: Debatekeynesylosclasicosnotas de Clase Macro i Parte II

inversión, los ingresos de los empresarios serán menores que los requeridos para inducirlos a ofrecer la cantidad de ocupación que se trateʺ (Keynes, 1936:27). Sin embargo, al nivel de plena ocupación, que el volumen de inversión corriente provea un volumen de demanda  justamente  igual  al  excedente  de  la  oferta  global  sobre  lo  que  la comunidad  decidirá  gastar  en  consumo  solo  puede  darse  ʺpor  accidente  y  por designioʺ, y esto se debe a que el ahorro y la inversión, antes que mediadas por el mecanismo  de  la  tasa  de  interés,  se  determinan  en  dimensiones  espacio  ‐ temporales distintas. Desde el punto de vista del análisis una economía monetaria, decimos que no se traspasa todo el poder adquisitivo generado en es período.  

La gran innovación de Keynes en la función de inversión es la inclusión de los  animal  spirits.  Estos  representan  a  los  factores  psicológicos,  más específicamente  al  ímpetu  y  la  vehemencia  inherente  al  ser  humano,  que determinan  las decisiones de  inversión de  los empresarios, en contraposición con la presentación mecanicista del acto de inversión propio de la escuela clásica. Sobre esto, Keynes (1936:163) dice: ʺ(...) las decisiones humanas que afectan al futuro, ya sean personales, políticas o económicas no pueden depender de la previsión matemática estricta, desde el momento en que las bases para realizar tales cálculos no existen; y que es nuestra inclinación  natural  a  la  actividad  la  que  hace  girar  las  cosas  escogiendo  nuestro  ser racionalmente  las  diversas  alternativas  lo  mejor  que  puede,  calculando,  cuando  hay oportunidad, pero con frecuencia hallando el motivo en el capricho, el sentimentalismo o el azar”.  Desde  el  momento  en  que  la  incertidumbre  es  inherente  a  todas  las decisiones  sobre  el  futuro  pueden  esperarse  violentas  cambios  en  la  inversión. Estas  fluctuaciones  serán  más  repentinas  y  recurrentes  que  los  cambios  en  el consumo, por  lo que  en  el  corto plazo pueden  considerarse  las  causantes de  las variaciones en el producto total.  El modelo keynesiano simple (MKS)  

Las ideas presentadas en la sección anterior pueden modelizarse de manera sencilla a través de un modelo conocido como ”keynesiano simple”. En éste sólo se discute solo el lado real de la economía; su resultado objetivo será, por lo tanto, la determinación del producto y del empleo.  

El consumo (C) depende del ingreso. Cada aumento en el ingreso disponible genera un  aumento  en  el  consumo menos  que proporcional. También  existe un consumo  independiente  del  ingreso  corriente,  que  denominaremos  consumo autónomo.  

C = C0 + C1 * Y              

262 – 5: Notas de clase 16

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Con la restricción:  

0 ≤ C1 ≤ 1  La inversión, en tanto, se determina por fuera del modelo, i.e., es exógena: 

 I = I0

 La oferta de bienes, en  tanto, es  igual a  la renta percibida por  las  familias, 

que puede utilizarse en el mercado de bienes o ahorrarse:  

Y≡ C+ S  

Así, las cuatro ecuaciones relevantes del modelo keynesiano simple son:  

C = C0 + C1 * Y       (gasto de consumo)  

I = I0          (gasto de inversión)  Y≡ C+ S        (producción agregada)  C + S = C + I  (condición  de  equilibrio:  producción 

agregada = gasto agregado)  

C, I YD=C+ I

C1*Y

C0 + I0 I0

C0

Y  

Grafiquemos a la demanda agregada con respecto a la renta. La inversión se mantiene invariante ante cambios en la renta; se representa, por lo tanto, por una recta paralela al eje de  las abscisas, con ordenada al origen de  I0. El consumo, en cambio, tiene dos componentes: uno autónomo y otro dependiente de la renta. El 

262 – 5: Notas de clase 17

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primero  se  suma  a  la  inversión  autónoma,  para  conformar  el  componente autónomo  de  la  demanda  de  bienes:  I0  +  C0.  El  segundo  nos  dice  que  a  cada aumento en la renta le sigue un aumento en la demanda de consumo; tendrá, por lo tanto, pendiente positiva, pero menor a la unidad. El valor de esa pendiente es la propensión marginal a consumir, C1, que nos dice en cuánto aumenta el consumo al aumentar  la renta en 1 peso. Una propensión marginal a consumir de 0.7, por ejemplo, indica que por cada peso de aumento en la renta, el consumo lo hace en 70  centavos.  La  demanda  agregada,  como  función  al  ingreso,  se muestra  en  el siguiente gráfico.   

C, I YD=C+ I

C1*Y

C0 + I0 I0

C0

Y  

Veamos ahora como se relaciona el ingreso con la oferta de bienes. Dado que el  ingreso  se aplica exhaustivamente al  consumo y al ahorro,  la  relación entre el ingreso y la suma de éstos es la siguiente:  

Y≡ C+ S  

Adicionalmente,  el modelo  keynesiano  simple  supone  para  todo mundo posible que el ingreso de las familias es igual al valor monetario de la producción. Por lo tanto, se cumple que  

Ys≡ Y≡  C+ S  

Así, graficar a  la producción  como  función del  ingreso da  como  resultado una línea que dibuja un ángulo de 45º con respecto a los ejes.      

262 – 5: Notas de clase 18

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  C, S

Y = C + S

45º Y

  

Asimismo,  nótese  que  nuestra  hipótesis  de  comportamiento  para  el consumo era:  

C = C0 + C1 * Y    C0 > 0; 0 < C1 < 1  

El ahorro, para cada nivel de renta, se determina también por la función de consumo, dado que, justamente, es la parte de la renta que no se consume. A. Por lo tanto, nuestra hipótesis de comportamiento del ahorro asociada a la función de consumo keynesiana es del tipo  

S = S0 + S1 * Y   S0 < 0; S1 = 1 ‐ C1

 El componente autónomo del ahorro es negativo, dado que, a un nivel nulo 

de renta, el consumo autónomo debe ser financiado con desahorro.  

Pasamos  ahora  a  la  condición  de  vaciado.  Superponiendo  los  gráficos anteriores, vemos que existe un nivel de producto Y*, para el cual el gasto iguala a la renta. En ese punto, diremos que en el mercado de bienes los planes de venta y de compra son consistentes entre sí.  

262 – 5: Notas de clase 19

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C, S, I

Y = C + S

Yd = C + I

45º Y* Y

  

Veamos  ahora  que  sucede  fuera  del  equilibrio.  Supongamos  que expectativas optimistas sobre las ventas futuras hacen aumentar la inversión. Esto eleva  la demanda de  bienes para  cualquier  nivel de  renta. Al  nivel Y*,  el  gasto deseado por  las familias y  las empresas supera a  la oferta de bienes, y se verifica entonces un exceso de demanda de bienes.  

¿Qué  presiones  genera  el  exceso  de  demanda?  Vamos  a  decir  esta inconsistencia de planes en el mercado de bienes genera una presión inflacionaria. Pero como estamos considerando un modelo de precios fijos, el ajuste se realiza vía cantidades.  ¿Debe  reducirse  la  demanda  flujo  hasta  “matchear”  la  cantidad producida en el período? No! Recordemos que es un modelo keynesiano, y por lo tanto,  las  cantidades  de  bienes  intercambiadas  se  determinan  del  lado  de  la demanda, no de la oferta. De allí que sea la cantidad ofrecida de bienes ofrecida la que debe variar.  

¿Cómo  resolvemos  esto?  Suponiendo  que  los  oferentes  guardan  una cantidad  de  bienes  en  stock  para  hacer  frente  a  imprevistos.  Existe  un  nivel deseado  de  stock,  que  se  altera  ante  un  desequilibrio  flujo.  En  este  caso,  para satisfacer  a  la  demanda  del  periodo  se  recurre  a  bienes  en  stock,  haciendo descender su nivel efectivo por debajo del deseado.  Nos  encontramos  en  el punto B.  ¿Fin de  la historia? No! Los  empresarios  están insatisfechos con su nivel efectivo de stock: desean aumentarlo. Así, existirá luego un aumento en la producción que no irá al mercado, sino que se destinará a cubrir la brecha entre el nivel efectivo de stock y el deseado. Por  lo  tanto, decimos que existirán  incentivos para variar  la producción siempre que  las  tenencias efectivas de bienes en stock difieran de las tenencias deseadas.   

262 – 5: Notas de clase 20

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C, S, I B C

Yd' = C + I'

Yd = C + I

45º Y* Y*' Y

   

A  su  vez,  cada  aumento  en  la  producción  implicará mayor  renta, mayor consumo y por  lo  tanto, mayor demanda de bienes. Claro que el aumento  en  la demanda  por  cada  peso  adicional  de  renta  es menor  a  un  peso;  en  particular, nótese que  la reacción de  la demanda ante cambios en  la renta esta dada por C1. Por  lo  tanto,  cada  aumento  en  la  producción,  si  bien  genera  un  impacto  en  la demanda, genera un “sobrante” que permite ir recomponiendo el nivel de stocks. Gráficamente, vemos que el  sistema  se mueve endógenamente  sobre  la curva de demanda,  hasta  el  punto  en  que  la  oferta  de  bienes  del  período  iguale  a  la demanda (punto C).  

Nótese dos cuestiones. La primera es que un desequilibrio genera presiones de dos tipos: de precios y de cantidades. En un mercado con cantidades dadas, el precio ajusta tanto como para borrar el desequilibrio. Si, en cambio, las cantidades ajustan más  rápido  que  los precios,  es de  esperar  que  los productores  varíen  la producción  antes  que  los  precios,  y  cubran  de  esa  manera  la  brecha  de desequilibrio.  Este  supuesto,  análogo  al  de  precios  fijos,  es  una  de  las características básicas del modelo keynesiano simple.  

La  segunda  es  que  hay  implícita  una  concepción  particular  de racionamiento. En ella,  los consumidores consiguen todos  los bienes que quieren, mientras  que  las  empresas  ven  racionada  su  demanda.  ¿En  qué  sentido  los empresarios se ven racionados? En el sentido de que no pueden mantener su nivel de deseado de stocks. Como se dijo, el nivel efectivo de stocks difiere del deseado siempre  que  exista un desequilibrio. Por  lo  tanto,  es  la demanda de  bienes  que realiza el empresario la que debe racionarse ante un desequilibrio entre planes de oferta en el mercado de bienes.  

262 – 5: Notas de clase 21

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Supongamos  ahora  que,  siguiendo  los  preceptos  clásicos,  la  sociedad  se decide a ahorrar más; esto es, a reducir el consumo corriente. En este caso, la renta pagada a las familias es mayor al gasto planeado; se verifica entonces un exceso de oferta en el mercado de bienes. Las presiones deflacionarias se  resuelven en este modelo con un ajuste hacia abajo en las cantidades. A la vez, cada reducción en la producción hace caer al consumo y, por lo tanto, a la demanda agregada. Como el consumo – y  la demanda  ‐ cae menos de  lo que cae  la oferta,  la contracción en  la producción permite borrar  el desequilibrio. Nótese que, desde  el punto de vista keynesiano, la frugalidad es recesiva, y, por lo tanto, no deseable. 

C, S, I Y = C +S Yd = C + I

Yd' = C' + I

45º Y*' Y* Y

    El fin del Laissez Faire II: el rol del gobierno en el modelo keynesiano   Los ejemplos de más arriba nos muestran que existe un continuo de productos de equilibrio,  antes  que  un  único  equilibrio  de  pleno  empleo  como  pensaban  los clásicos.  Si,  por  ejemplo,  surgen  expectativas  pesimistas  sobre  el  rumbo  de  la economía,  la  contracción  en  la  demanda  agregada  producida  de  una  menor inversión  dará  como  resultado  un  producto  de  equilibrio menor,  validando  las expectativas iniciales. Esto, a la vez, implica que el sector privado no posee de por sí un mecanismo autorregulador que lo lleve a los mejores estados posibles. Por lo tanto, hay lugar para que la acción del gobierno sea útil.  Veamos  como  cambia nuestro  esquema básico  al  incorporar  al gobierno. Por un lado, el gobierno detrae parte del ingreso de las familias en concepto de impuestos (T),  neto  de  transferencias.  Nótese  que  el  monto  pagado  por  las  familias  en concepto  de  impuestos  implica  una  traslación  de  poder  adquisitivo  hacia  el gobierno, mientras que las transferencias del gobierno representan un traslado de poder  adquisitivo  en  sentido  contrario.  Por  lo  tanto,  tiene  sentido  pensar  en 

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impuestos  netos  de  transferencias  como  el  traslado  neto  de  poder  adquisitivo desde las familias al gobierno.  Esto hace que el  ingreso no  se aplique únicamente al  consumo y al ahorro,  sino también al pago de impuestos; se cumple, por lo tanto, que  

Y≡ C+ S + T  Si graficamos a  las aplicaciones del  ingreso en  función del  ingreso, obtenemos el mismo  resultado  que  el  gráfico  anterior:  la  producción  agregada  (que  es,  por definición, igual al ingreso de las familias) es igual a la suma de las aplicaciones del ingreso  de  las  familias;  sólo  que  ahora  la  composición  de  dicha  aplicación  se modifica, para incorporar el pago de impuestos.  

C, S, T Y = C + S + T

45º Y  

 Por  otro  lado,  el  gobierno  puede  participar  en  el  mercado  de  bienes  como demandante  neto.  En  esta  acción  se  suma  a  las  familias  y  a  las  empresas,  que planean  un  gasto  en  consumo  e  inversión,  respectivamente.  El  gasto  agregado planeado, por lo tanto, es  

Z = C + I + G  (nótese que reemplazamos Z por Yd)  Veamos  ahora  el  comportamiento  del  gasto  planeado. Vamos  a  suponer  que  el nivel de gasto público se determina por fuera del modelo, i.e., que es exógeno. Por otro  lado,  el  gasto  planeado  en  bienes  por  parte  de  las  familias  se  determinará ahora no por  la  renta  total,  sino por  la  renta una vez pagados  los  impuestos,  es decir, por el ingreso disponible. Por lo tanto, el gasto agregado planeado será:  

Z = C0 + C1 (Y‐T) + I0 + G0 = C0 + I0 + G0 + C1 T + C1 * Y = A0 + C1 Y  

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Donde A0 = C0 + I0 + G0 + C1 T es el componente autónomo de la demanda de bienes. Gráficamente,  si  comparamos  la  curva  de  demanda  planeada  del  modelo  sin gobierno con la del modelo con gobierno, se observa en el segundo caso un gasto planeado más alto para cada nivel de ingreso e igual variación en la demanda ante cambios en el  ingreso. Nótese que esto es consistente con una ordenada al origen más grande (es mayor el componente autónomo de  la demanda de bienes) y una pendiente  invariante  (la propensión marginal  a  consumir  es  la misma, y  solo  el consumo depende del ingreso).    

G, C, I Z = C + I + G

C1

A0

Y    

Nuevamente,  el  requisito  para  la  consistencia  de  planes  es  que  la producción  y  el  gasto  planeado  se  igualen.  Veamos  ahora  qué  puede  hacer  el gobierno.  Supongamos  para  ello  que  la  economía  se  encuentra  en  el  nivel  de producto de equilibrio Y*. Sin embargo, el nivel de producto de pleno empleo es mayor, digamos, de YT. El equilibrio elegido por el sector privado ‐ Y* ‐ no es, por lo tanto, el mejor posible: hay otro en el que existe plena utilización de recursos. El gobierno, entonces, puede actuar con la intención de elevar la demanda de bienes. ¿Qué puede hacer? Una inspección rápida a la ecuación del gasto planeado nos da la respuesta: aumentar el gasto o bajar los impuestos.  

En el primer caso, el gobierno cubre la demanda insuficiente a través de la compra  de  bienes.  No  es  relevante  aquí  la  utilidad  ni  la  eficiencia  de  dichas compras, sino que se impulse la demanda de bienes. Es la idea keynesiana (negada desde siempre por lo keynesianos ortodoxos, como Joan Robinson) de pagarle a la gente para que cave zanjas y vuelva a taparlas de ser necesario; todo vale mientras se eleve la demanda efectiva.  

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C, S, I,G,T

z' = G' + I + C

z = G + I + C

45º Y* YT Y  

 En el segundo caso, el efecto es más indirecto. El gobierno incentiva al sector 

privado  –  en  particular  a  las  familias  ‐  a  que  gasté  más,  y  eleve  el  nivel  de demanda. En efecto,  la baja en  los  impuestos  incrementa el  ingreso disponible,  lo que  hace  crecer  tanto  al  ahorro  como  al  consumo.  La  variación  de  este  último produce un tirón de demanda que hace crecer al producto.  

C, S, I,G,T

z' = G + I + C'

z = G + I + C

45º Y* YT Y  

  

Nótese  una  última  cuestión.  Supongamos  que  partimos  de  equilibrio presupuestario y el gobierno quiere aumentar el producto a través de una política fiscal  expansiva. Tanto  la política de bajar  los  impuestos dado  el nivel de gasto, como  la  de  subir  el  gasto  dados  los  impuestos,  implican  que  el  gobierno  debe incrementar su posición deudora con las familias, i.e., debe endeudarse para llevar a cabo la política fiscal. Desde una perspectiva ortodoxa, el equilibrio fiscal es sano, el déficit, malo. La perspectiva keynesiana, tomada de Lerner, nos dice que no: que el déficit fiscal puede ser bueno, siempre que lleve la economía al pleno empleo y las familias deseen mantener parte de su ahorro en bonos emitidos por el gobierno. Esta  posición  sobre  el  déficit  fiscal,  conocida  como  la  del  “financiamiento funcional”,  nos  dice  que  debemos  evaluar  el  resultado  fiscal  en  términos  del cumplimiento del objetivo de empleo y/o producto a él asociado. 

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