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De acuerdo, Jeeves Por P. G. Wodehouse

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Page 1: De acuerdo, Jeeves

Deacuerdo,Jeeves

Por

P.G.Wodehouse

Page 2: De acuerdo, Jeeves

CapítuloI

—Jeeves—dije—.¿Puedohablarleconfranqueza?

—Desdeluego,señor.

—Loquehededecirlepuedeofenderle.

—Enabsoluto,señor.

—Bien,entalcaso…

No,esperen…,eldiálogoquedainterrumpido.

Nosésiaustedeslessucedelomismoqueamí.Cuandoquierocontarunahistoria, choco, infaliblemente, contra el obstáculo de no saber cómocomenzar.Unpasoenfalsobastaparaecharlotodoaperder.Meexplicaré:sialprincipiocontemporizandemasiado,intentandocrearloquesuelellamarseatmósfera, y se entretienen en excesivas sutilezas, corren el riesgo de noproducirelefectodeseado,fatigandolaatencióndelosoyentes.

Si,porotraparte,superanellímiteimpuestoconunsaltodignodeungatoescaldado,elauditoriosedesconcierta.

Porejemplo,alempezar,conelbrevediálogoanterior,lanarracióndelascomplicadas aventuras de Gussie Fink-Nottle, de Madeline Bassett, de miprimaAngela,demitíaDahlia,demitíoThomas,deljovenTuppyGlossopydel cocinero, Anatole, comprendo que he cometido el segundo de estoserrores.

Esnecesario,portanto,darunpasoatrás.Y,despuésdeobservartodoslosdetallesydepesarelproyelcontra,meparecepoderasegurarqueesteasuntotuvosucomienzo—éstaeslapalabrajusta—conmiexcursiónaCannes.

Si no hubiese ido yo a Cannes, no habría encontrado a los Bassett, niadquiridoaquellafamosaamericanablanca.Angelanohabríavistoeltiburón,nitíaDahliajugadoalbacarrá.

NocabedudadequeCannesfueelpointd'appui.

Yestablecidoesto,déjenmereconstruirloshechos.

Me fui aCannes a primeros de junio, dejando en casa a Jeeves, que noquería perderse las carreras de Ascot, según había confesado. Conmigopartieron:mitíaDahliaysuhijaAngela.ElnoviodeAngela,TuppyGlossop,debíaserdelapartida,pero,enelúltimomomento,nopudovenir.TíoTom,elmaridodetíaDahlia,nonosacompañóporquedetestabalaRivierafrancesa.

Heaquí,pues,puntualizadalasituación:tíaDahlia,laprimaAngelayyo

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enviajeparaCannesaprimerosdejunio.

Porahoratodoestámuyclaro,¿verdad?

Nos quedamos en Cannes un par de meses y, aunque tía Dahlia perdióhastalacamisajugandoalbacarráyAngelaestuvoapuntodesertragadaporuntiburónmientraspracticabaenpatínacuático,todoslopasamoslamardebien.

El25dejulio,bronceadoyradiantedesalud,emprendíelviajederegresohaciaLondresconmitíaysuhija.Alassietedelatardedeldía26dejuliollegábamosalaestaciónVictoria.Alassieteyveintepocomásomenos,nosdespedíamoscordialmente.MitíaymiprimasefueronensucocheaBrinkleyCourt, su residencia en elWorcestershire, adonde Tuppy debía llegar al díasiguiente,yyomedirigíamipisoparadejarlasmaletas,asearmeunpocoyprepararmeparairacenaral«ClubdelosZánganos».

Y hallábame precisamente en casa, ocupado en frotarme con vigor laespalda después de un baño realmente necesario, cuando Jeeves, que parareintegrarme conmayor facilidad al ambienteme estaba contando todos loschismes de la vecindad, introdujo en la conversación el nombre de GussieFink-Nottle.

Eldiálogosedesarrollóasí:

YO:—Bien,Jeeves,hemeaquí.

JEEVES:—Sí,señor.

YO:—Quierodecir:hemeotravezencasa.

JEEVES:—Esoes,señor.

YO:—Mehaceelefectodequehapasadomuchísimotiempodesdequemefui.

JEEVES:—Sí,señor.

YO:—¿SehadivertidoenAscot?

JEEVES:—Mucho,señor.

YO:—¿Ganóusted?

JEEVES:—Unasumabastantesatisfactoria,gracias,señor.

YO:—Bien, Jeeves.Y ¿qué hay de nuevo enRialto? ¿Vino o telefoneóalguiendurantemiausencia?

JEEVES:—HavenidoamenudomísterFink-Nottle.

Abriendomucholosojos,casipuedodecirquequedéboquiabierto.

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—¿MísterFink-Nottle?

—Sí,señor.

—Pero¿estáenLondresmísterFink-Nottle?

—Sí,señor.

—Bueno,realmentemeextraña.

Y ahora explicaré por qué me extrañaba. Me resistía a creer en laafirmación de Jeeves. Fink-Nottle, ¿saben?, es uno de esos extrañosejemplares que encontramos de cuando en cuando y que no pueden sufrirLondres.

Desde hacía años, habitaba en una remota aldea del Lincolnshire,dejándoseenmohecer.Jamássemovíadeallí,sinqueledecidieranaveniralaciudadnisiquieralosencuentrosdeEtonyHarrow.Unavezlepreguntésilosdías no se le antojaban un poco largos yme contestó que no, porque en elestanquedeljardínestudiabalascostumbresdelassalamandrasacuáticas.Porconsiguiente, no podía imaginar qué habría inducido a aquel individuo avisitar la capital. Hubiera apostado a que, mientras existieran salamandras,nadaleharíasalirdesualdea.

—¿Estáseguro?

—Sí,señor.

—¿Recuerdabienelnombre?¿SetratarealmentedeFink-Nottle?

—Sí,señor.

—Pero¿sabequeesincreíble?NohavenidoaLondresdesdehacecincoaños. Afirma que la ciudad le pone los nervios de punta. Hasta ahorapermanecíapegadoalcampo,conlaúnicadistraccióndelassalamandras.

—¿Cómo,señor?

—Salamandras, Jeeves. Míster Fink-Nottle tiene una gran colección desalamandras.Debedehaberoídoustedhablardelassalamandras,unaespeciedelagartijasquechapoteanenlosestanques.

—¡Oh, sí, señor! Los miembros acuáticos de la familia de lossalamándridos,queformanelgéneroMolge.

—Esoes.Ahorabien,hadesaberqueGussiesiemprefuesuesclavo;yaenlaescuelalasllevabaconsigo.

—Creoquemuchoscolegialeshacenlomismo,señor.

—Lasguardabaensuestudio,enunaespeciedeacuario.Recuerdoqueerabastantedesagradable.Supongoque,desdeentonces,sepudopreverloquele

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depararía el porvenir. Pero ya sabe usted cómo son los muchachos:descuidados, indiferentes; nosotros, ocupados sólo en lo que nos atañía,apenas notábamos aquella extravagancia del carácter deGussie.A lo sumo,habíamosobservadoqueenelmundohaytiposdelasmásdiversasespecies.Pero,desdeluego,nofuimosmáslejos…Yapuedefigurarselodemás.Elmalaumentó…

—¿Deveras,señor?

—Sí,Jeeves.Aquellamaníaseapoderódeél.Llegadoa laedadviril, seretiróaunrecónditorincóndelcampo,dedicandosuexistenciaaesosmudoscompañeros.Mefiguroquealprincipiocreyóquepodríatomarloodejarloasuantojo.Ydespuéshubodeconvencersedeque,desgraciadamente,noeraasí.

—Esunhechoquesucedeamenudo,señor.

—Desdichadamente es cierto, Jeeves. Sea como fuere, ha vividoduranteestos últimos cinco años en sus tierras de Lincolnshire como un ermitaño,absolutamente aislado de todos, cambiando el agua del estanque de lassalamandrascadadosdíasyabsteniéndosedeacercarseaningúnserhumano.Poresomeextrañótantocuandomeanuncióustedque,repentinamente,habíavueltoaflote.Mecuestacreerlo.Másmeinclinoapensarqueenesteasuntoha habido una equivocación y que el ser que usted vio aquí era otro muyparecido a Fink-Nottle. El individuo que conozco lleva gafas de concha, ytienecaradepescado.¿Cree,Jeeves,queestosdetallescoinciden?

—Elseñorquevinoaquíllevabagafasdeconcha,señor.

—¿Yparecíaunpescado?

—Esposiblequehicierapensarunpocoenelestanquedelospeces,señor.

—EntalcasohadeserGussie.Pero¿quédiablospuedehaberle traídoaLondres?

—Estoy en condiciones de podérselo explicar, señor.Míster Fink-Nottlemehaconfiadolarazóndesuvisitaalametrópoli.Havenidoporlaseñorita.

—¿Laseñorita?

—Sí,señor.

—Noquerrádecirqueestáenamorado,¿verdad?

—Loestá,señor.

—Pues bien, ¡estoy desconcertado, realmente desconcertado,absolutamentedesconcertado,Jeeves!

Yloestabadeveras.Meparecíaquelasbromasdebentenerunlímite.

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Luego,mimentecomenzóaconsiderarotroaspectodeaquelasombrosoasunto. Admitido que Gussie Fink-Nottle, en contra de todas las reglas, sehubiera enamorado, ¿por qué había venido a rondar de aquel modo mimorada? Era evidente que el caso debía de ser de los que requieren laasistenciadeunamigo,sinembargo,nolograbacomprenderporquémehabíaelegido precisamente a mí. Nunca habíamos sido amigos íntimos. En otrostiemposnoshabíamosvistobastante amenudo,perohacíapor lomenosunpardeañosquenorecibíanisiquieraunapostalsuya.SelodijeaJeeves.

—Esraroquehayavenidoavermeprecisamenteamí.Pero,enfin,sihavenido, ha venido y no cabe discusión posible. El pobrecillo se llevaría undisgustoalnoencontrarme.

—A decir verdad, señor, míster Fink-Nottle no vino precisamente porusted.

—¡PeroJeeves, siacabadedecirmequehavenidoamicasaconmuchainsistencia!

—Enrealidad,eraconmigoconquiendeseabaponerseencontacto,señor.

—¿Conusted?Nosabíaqueleconociera.

—Enefecto,señor,notuveesegustohastaelmomentoenquevinoaquí.MeparecequemísterSipperley,uncompañerodeuniversidaddemísterFink-Nottle,leaconsejóquepusieraelasuntoenmismanos.

¡El misterio había sido revelado! Todo ahora manifestábase claramenteantemisojos.MeatrevoacreerqueconocenustedeslareputacióndeJeevesentremisamigoscomoconsejero.Laprimeradecisióndecualquierconocidomíoenunasituaciónembarazosaeraprocurarexplicarleelasuntoaél.YsiélhablalogradoayudaraAenunpercancedifícil,AleenviabaaB.Ysihabíahecho salir del paso a B, B le enviaba a C. Y así sucesivamente, hasta elinfinito.

Detalmanera,ibaaumentandoelnúmerodelaspersonasqueconsultabana Jeeves. Sabía yo que el viejo Sippy había quedado sobremaneraimpresionado por los esfuerzos hechos por Jeeves cuando él intentabaprometerseconElizabethMoon.Noeradeextrañar,pues,elconsejodadoaGussiedequesedirigieraaél.

Puededecirsequesetrataba,nimásnimenos,depuraroutine.

—¡Ah!Entonces,¿trabajaustedparaél?

—Sí,señor.

—¡Ahora lo comprendo! ¡Ahora me lo explico! Pero ¿en qué tipo deembrollosehallametidoGussie?

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—Aunqueparezcaextraño,señor,seencuentraenidénticocasoquemísterSipperley cuando se me presentó la ocasión de ayudarle. Profundamenteenamorado de miss Moon, estaba aquejado de una innata timidez que leimpedíaexpresarsuspropiossentimientos.

Asentí.

—Recuerdo perfectamente los apuros de míster Sipperley. No lograbasalvarelobstáculo.Recuerdoquedecíaustedqueéldejaba…¿qué?Dejabaquealgohiciesealgo.Losgatosteníantambiénquever,sinomeequivoco.

—Dejabaquelaindecisiónprevaleciesesobrelavoluntad.

—Perfectamente…,pero¿quéteníanqueverlosgatos?

—Comoelpobregatitodelrefrán,señor.

—¡En efecto!… ¿Y dice que Gussie se encuentra en las mismascondiciones?

—Sí,señor.Cadavezqueintentaformularunapeticióndematrimoniolefaltaelvalorparahacerlo.

—Sinembargo,siquierequeesamujerseasuesposa,tendráquedecírselo,¿no?Quierodecirqueesuncasodeeducaciónelhacérselosaber.

—Exactamente,señor.

Reflexionéunmomento.

—Bien,supongoqueera inevitable,Jeeves.AdmitiendoqueGussiehayasidovíctimadeldivinoinfante,locualjamáshubieracreídoposible,debedehallarseenunaposicióndifícil.

—Sí,señor.

—Nocreoquehayahabladoconunamuchachadesdehaceaños.Esonosenseña,Jeeves,anoencerrarnosenelcampocontemplandoacuarios;siunoobra así, debe renunciar a ser, cuando la ocasión se presenta, el machodominador.Enestavidaesmenesterelegirentredoscaminos:oencerrarseenelcampoestudiandoacuarios,oserhombresdemundo.Nosepuedenhacerlasdoscosasauntiempo.

—No,señor.

Reflexionéunratomás.Gussieyyo,comohedicho,noshabíamosperdidodevista;sinembargo,nopodíadejardeinteresarmeporaquelpobre,inermepececillo, como también me habría interesado por cualquiera de miscompañeros de escuela si le hubiera visto caminar sobre un pavimentosalpicadodepielesdeplátano.

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Penséenlaúltimavezquelevi,aproximadamentedosañosantes.Duranteunviajeenautomóvilpaséporsucasa,ymedetuveparahacerleunavisita.Mientras almorzábamos,mehabía literalmente trastornado al poner sobre lamesa un par de objetos verdes dotados de patas, que él contemplaba con lamiradadeunamadrejovenparasureciénnacido.Además,hubounmomentoenqueseperdióunoenlaensalada.

Este cuadro, que mi memoria reproducía, no era el más adecuado parainspirarme una excesiva confianza en las capacidades de aquel desgraciadomuchachocomoluchadorydominador;ymássilamujerdesusanheloserauna de esasmujercitasmodernas de rojos labios encendidos y de fríos ojossarcásticosyduros.

—Dígame,Jeeves—dije,dispuestoaoírlopeor—.¿AquétipopertenecelanoviadeGussie?

—No lahevistonunca.MísterFink-Nottlehablaconmuchoentusiasmodesusatractivos.

—¿Tieneelaspectodeestarenamoradodeveras?

—Sí,señor.

—¿Hadichocómosellama?Puedequeyolaconozca.

—EsunatalmissBassett,señor:missMadelineBassett.

—¿Cómo?

—Sí,señor.

Quedécompletamentepasmado.

—¡Porvidamía,Jeeves!¡Quépequeñoeselmundo!

—¿Conoceustedalaseñorita,señor?

—Laconozcomuchísimo.Suinformaciónmehaaliviadobastante,Jeeves.Siendoasí,elasuntotomauncarizmáspráctico.

—¿Deveras,señor?

—Desdeluego.Confiesoque,antesdequepronunciaraesenombre,teníamuchas dudas acerca de las posibilidades que podían ofrecérsele al pobreGussiepara convencer a cualquier soltera, de cualquier parroquia, deque leacompañara al altar. Reconocerá, Jeeves, que no todas le aceptarían comomonedabuena.

—Hayalgodeverdadenloquedice,señor.

—Porejemplo,aCleopatranolehabríagustado.

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—Probablementeno,señor.

—YtengomisdudasdequepudieseteneralgunaprobabilidaddeponersedeacuerdoconTallulahBankhead.

—Tambiényo,señor.

—PerocomousteddicequeelobjetodesucariñoesmissBassett,sientorenacer enmí tímidamente la esperanza.En realidad, es el tipo a quien unamuchachacomoMadelineBassettpuedeconfiarsecontranquilidad.

DeboexplicaraquíqueMadelineBassetthabíapasadounatemporadaenCannes con nosotros, y que, como entre ella y Angela surgió una de esasamistades efervescentes que amenudo nacen entremuchachas, yo la vi confrecuencia.Además,cuandoestabairritado,teníalaimpresióndequenopodíadarunpasosintoparmeconella.

Yeramáslamentableyembarazosoelhechodeque,cuantomásamenudomelaencontraba,menossemeocurríaquépodíadecirle.

Yasabenustedesloquesucedeconalgunasmuchachas.Enunsantiaménconsiguenreducirnosaunestadolastimoso.Hayalgoensupersonalidadqueobrasobrenuestrascuerdasvocales,paralizándolas,ysobrenuestrocerebro,transformandosucontenidoenunacoliflor.

Esto sucedíame a mí en presencia de Madeline Bassett. Sí, BertramWooster, delante de ella, se tocaba nerviosamente la corbata variosminutosseguidos,arrastrabalospiesporelsuelo,seportabaentodoyportodocomounnecioyuntonto.Porestarazón,cuandoellapartió,dossemanasantesquenosotros, pueden tener la seguridad de que, según la opinión de BertramWooster,nosemarchabademasiadopronto.

Y adviertan que no hacía enmudecer por su belleza. Era una muchachabastantebonita,detipolánguidoyrubioydegrandesojos,peronoeradeesasquequitanelhipo.

No; la disposición mental era lo que causaba este fenómeno en unindividuopor logeneral locuazconel sexoopuesto.Noquierocometerunainjusticia con nadie y, por lo tanto, no llegaré a aseverar que escribiesepoesías,perosuconversacióneradetalíndoleque,amimododever,podíainfundirlaspeoressospechas.

Porejemplo:siunamuchachanospreguntaabocajarro,bajouncieloazul,si tenemos alguna vez la sensación de que las estrellas son guirnaldas dediminutas margaritas del Señor, nos proporciona sobrados motivos paraolernosalgo.

Por loqueatañe,pues,aunacuerdoentrenuestrasalmas,nohabíanadaquehacer.¡MasparaGussielacosaeramuydiferente!Loqueamítantome

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molestaba,esdecir,quelamuchachadieselaimpresióndeestarhenchidadeideales,desentimentalismoydeotrasfantasíassemejantesera,encambio,unatractivo para él. Gussie siempre había pertenecido a la categoría de lossoñadores,de losentusiastasdelalma.Sino,hubierasido imposibleaislarseenelcampoyvivirenlacompañíaúnicadelassalamandras.Ynolograbaverninguna razón que les impidiese a ambos llegar a un acuerdo, en cuanto élhubiesesabidosacardelpechoymurmurarunaspalabrasapasionadas.MissBassettyFink-Nottlesecompletabancomoeljamónaloshuevos.

—Ellaeseltipohechoamedidaparaél.

—Mealegromucho,señor.

—Yéleseltipohechoamedidaparaella.Bien,veoqueelasuntomereceserdefendidoyestimuladoconlamáximaenergía.Esfuércesecuantopueda,Jeeves.

—Perfectamente,señor—replicóaquelhombrehonrado—.Meocuparéenseguidadeello.

Hastaaquelmomento,comohanpodidoobservar tambiénustedes,habíaexistido entre Jeeves y yo un admirable buen acuerdo. Entre amo y criadohabíasedesarrolladounaamistosaconversaciónenlamayorarmonía.Pero,alllegar a este punto, lo anoto con pesar, manifestóse en nuestras recíprocasrelacionesuncambiorepentino.Laatmósferacambiósúbitamente,nubarronesamenazadores comenzaron a condensarse en el horizonte y, antes de quepudiéramosdarnoscuenta, lanotadiscordantehabíasonadosobre laescena.EstohabíaacaecidootrasvecesencasadeWooster.

El primer indicio de que las cosas no marchaban bien me lo dio unatosecillaquesubíadesdeelsueloyquerevelabanosólociertapreocupación,sinotambiénciertodisentimiento.

Mientras yo, después de haberme secado, me estaba vistiendotranquilamente,embutiéndomeencalcetinesyzapatos,poniéndomecamisaycuello,Jeeves,dobladoantemí,vaciabamismaletas.

Enaquelmomentoseenderezóconunaprendablancaenlamano.Alverlacomprendí que habíamos llegado a una de nuestras múltiples crisisdomésticas,aunadeesasdesgraciadascolisionesenlasqueBertramteníaqueacordarse de sus belicosos antepasados y afirmar sus derechos, si no queríacorrerelriesgodesalirconlapeorparte.

NosésiustedeshanestadoesteveranoenCannes.

Losquehayanestadosabránqueparatenerlamásmínimapretensiónderepresentaralabuenasociedadylaelegancia,eraobligatorioiralCasinoporlanoche,conloshabitualespantalonesdeltrajedeetiquetayconunachaqueta

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blancadebotonesdorados.

Desdeelmomentoenque, al dejarCannes, subí al tren azul, comencéapreocuparmeporlaacogidaqueJeevesdispensaríaamichaqueta.Encuestiónde trajesdeetiqueta,Jeeveses intratableyreaccionario;yahabía tenidoquesostenerconéldurasluchasporlascamisasdepecherafloja.

Ymientras aquella chaquetahabía representado en laCostaAzul lamásalta nota de elegancia, tout ce qu'il a de chic, jamás intenté ocultarme amímismo,nisiquieracuando,despuésdehabermeapresuradoacomprarla,melaponíaparairalPalmBeachCasino,quelachaquetahabríadeprovocar,amiregresoacasa,unaespeciedeerupciónvolcánica.

Medispuseamostrarmefirme.

—¿Quépasa,Jeeves?—dije.

Simivozerasuave,unatentoobservador,sinembargo,habríavistobrillarenmisojosunrelámpagodeacero.

Nadie respetamás que yo la inteligencia de Jeeves, pero, amimododever, su disposición a dirigir la mano que le alimenta ha de ser refrenada.AquellachaquetaéramemuycarayyoestabadecididoalucharporellacontodalaenergíadelgranViejoSeñordeWooster,enlabatalladeAgincourt.

—Bueno,Jeeves,¿quéestápensando?

—Temo, señor, que se hayamarchado de Cannes llevando consigo, porinadvertencia,unaprendapertenecienteaotrapersona.

Elrelámpagodeaceroseacentuó.

—No, Jeeves—dije en tono indiferente—, la prenda esmía.La compréallí.

—¿Yselapusoelseñor?

—Todaslasnoches.

—Pero,abuenseguro,nopensaráustedllevarlaenInglaterra.

Viquehabíamosllegadoalmeollodelacuestión.

—Esopiensohacer,Jeeves.

—Pero,señor…

—¿Quédecía,Jeeves?

—Quenoes,enabsoluto,conveniente.

—Nosoydesuopinión,Jeeves.Preveo,encambio,paraestachaquetaungranéxitopopular.Albergolaintencióndeponérmelamañanaparalafiestade

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PongoTwistleton,yestoyconvencidodequeprovocaráununánimegritodeadmiración.Noreplique,Jeeves.Nadadediscusiones.Cualquieraquesea lafantásticaobjeciónquequierahaceracercadeestachaqueta,leprevengoquemelapondré.

—Muybien,señor.

Continuódeshaciendoelequipaje;noañadísiquieraunapalabrasobre lacuestión. Había logrado una victoria y nosotros, los Wooster, no nosensañamos con el enemigo vencido. Terminado mi aseo, saludémagnánimamenteaJeevesylesugeríquepasaralaveladaenalgúncinequepudieseinteresarleodondemejorleplaciera,porqueyonopensabacenarencasa.

Ensuma,leofrecíunaespeciederamitodeolivo.

Peroélnopareciópercatarsedeello.

—Gracias,señor,peronosaldré.

Leescrutéatentamente.

—¿Estáresentido,Jeeves?

—No, señor. He de quedarme en casa porquemíster Fink-Nottleme haanunciadoquevendráavermeestanoche.

—¡Oh!¿VendráGussie?Bien,delerecuerdosdemiparte.

—Perfectamente,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.

Ymefuial«ClubdelosZánganos».

Allí encontré a Pongo Twistleton, y charló tanto acerca de la próximafiesta,queprometíaserextraordinariamentealegreydelaque,porlodemás,yo ya había recibido noticias, aunque lejanas, de mis corresponsales, quecuandoregreséacasaeranaproximadamentelasonce.

Acababa de abrir la puerta de la entrada, cuando oí unas voces quellegabandelsalón,yapenashube transpuestoelumbraldedichahabitación,cuandodescubríqueaquellossonidosprocedíandeJeevesydeunserque,demomento,confundíconeldiablo.

Unexamenmásatentomeinformóquese tratabadeGussieFink-Nottle,vestidodeMefistófeles.

CapítuloII

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—¿Quétal,Gussie?—dije.

Nadie hubiera dicho, por mi modo de obrar, que yo estaba bastantedesconcertado. Por otra parte, el espectáculo que se presentaba a mis ojoshabría desconcertado a cualquiera. Mi memoria evocaba a un Fink-Nottletímido, cobarde, quehubiera tembladocomounahoja al ser invitado a algotananodinocomounareuniónencasadelpastorundomingoporlatarde.

Yahora,sidebíadarcréditoamisojos,meparecíadispuestoatomarparteen un baile de máscaras, que es una de las formas de diversión másnotoriamenteaudaces.

Yesonoeratodo.Parairatalbaile,noestabadisfrazadodePierrotcomocualquieringlésdebuenafamilia;no…,llevabaundisfrazdeMefistófelesy,porlotanto—esinútilquelodiga—,unosropajesencarnadosyunaespantosabarbapostiza.

¡Muyextraño!Sinembargo,nosedebenrevelar laspropias impresiones.Nodemostré, pues, ningún asombrovulgar y, comohe dicho, le saludé conamabledesenfado.

Él, a través de un espeso boscaje, sonrió de un modo, a mi parecer,bastantetonto.

—¡Ah,hola,Bertie!

—Hacemuchoquenonosveíamos.¿Puedoofrecertealgo?

—No, gracias. He de irme en seguida. Vine unmomento para pedirle aJeevessuparecersobremitraje.¿Quéteparece,Bertie?

Habría tenido que contestar «horroroso»; pero nosotros, los Wooster,tenemosmucho tacto y un evidente sentido de la hospitalidad.Nosotros nopodemos decirle nunca a un amigo, bajo nuestro techo, que constituye unaofensaparalavista.

Evitécontestar.

—HeoídoqueestabasenLondres.

—¡Oh,sí!

—Creoquenoveníasdesdehaceaños.

—Asíes.

—Yahoratedisponesadivertirte.

—¿Adivertirme?

—¿Acasonotepreparasalegrementeparaunbailedemáscaras?

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—¡Oh, espero que todo saldrá bien!—contestó con una extraña voz sintimbre—.Detodosmodos,tengoquemarcharme.Elasuntoempiezahacialasonce.Hedadoorden al taxista dequemeesperase. Jeeves, ¿quieremirar sisigueahí?

—Perfectamente,señor.

En cuanto nos hallamos a solas, hubo una pausa y cierta sensación dedesasosiego.Meescanciéunpocodewhisky,mientrasGussiesecontemplabaen el espejo. Finalmente me pareció lo mejor hacerle saber que estaba alcorrientedesusasuntos.Alomejorleagradarlaconfiarseaunbuenamigo,deconocidaexperienciaybiendispuestohaciaél.

Heobservadoquegeneralmentelosqueestánsufriendoelinflujodelamornecesitandemodoespecialoídoscomplacientes.

—Bueno,Gussie,viejoamigo—dije—,meheenteradodetuasunto.

—¿Eh?

—Sí,detupequeñocontratiempo.Jeevesmelohacontadotodo.

Observéqueleintranquilizabaunpocoestepreámbulo.Amímepareció,aunque esmuy difícil juzgar a un individuo con el rostro hundido en unasbarbasmefistofélicas,quesehabíasonrojadoligeramente.

—HubierapreferidoqueJeevesnohubieseaireadoaloscuatrovientoslosasuntosquemeatañen.Creíquequedaríanentrenosotros.

Nopodíaadmitiryountonosemejante.

—Contarunasfrivolidadesaunjovenamonosignificaairearlosasuntosaloscuatrovientos—dijeentonodereproche—.Seacomofuere,lociertoesque lo sé todo. Y comenzaré por decirte —añadí, callándome mi opiniónpersonal de que la mujer en cuestión era una verdadera peste, a fin demostrarme amable y alentador— que Madeline Bassett es una muchachagraciosa,atractivayqueteconvieneentodoslosaspectos.

—¿Laconoces?

—Desde luego. Pero no adivino cómo has llegado a conocerla. ¿Dóndeocurrió?

—HacedossemanasvivíaenelLincolnshire,enunafincacercadelamía.

—Sigosincomprender.Nosabíaquetuvieseslacostumbredevisitaratusvecinos.

—Nolatengo.Encontréalaseñoritamientrassepaseabaconsuperro.Alanimalselehabíaclavadounaespinaenunapata.Cuandointentóquitársela,elanimalserevolviócontraella.Yoacudí.

Page 15: De acuerdo, Jeeves

—¿Sacastelaespina?

—Sí.

—¿Yteenamorastederepente?

—Sí.

—Bueno, ¡queDios tebendiga!Conunabase tan sólidacomoésa, ¿porquénoseguisteadelante?

—Notuvevalor.

—¿Quéhiciste,pues?

—Charlamosduranteunratito.

—¿Dequé?

—¡Oh,delospájaros!

—¿Pájaros?¿Quépájaros?

—De los que volaban a nuestro alrededor.Y del panorama…y de otrascosas por el estilo.Me dijo que venía a Londres yme invitó a que fuese avisitarlacuandovinieratambiényo.

—Ydespuésdeeso,¿nisiquieraleapretasteunpocofuertelamano?

—¡Oh,no,naturalmente!

Bien.Tenía lasensacióndequenohabíanadamásquedecir.Cuandounindividuoestímidohastaelpuntodeserincapazdecomer,aunquelepongandelante la sopa ya servida, su caso es realmente desesperado. Sin embargo,recordéqueaquelmedrosohabíasidocompañeromíodeescuela.Esnecesariohaceralgúnesfuerzoporunantiguocompañerodeescuela.

—¡Perfectamente! —dije—. Veremos lo que se puede hacer. Creo, detodosmodos,que tealegrarácontarconmiapoyoabsolutoenestaempresa.TienesaBertramWoosteratulado,Gussie.

—Gracias,amigo.YtambiénaJeeves,locualesmásimportante.

Nolesniegoquemesobresalté.Él,claroestá,noqueríaofenderme,peroconfiesoqueaquellafrase,tanfaltadetacto,mehirióunpoco.Todospareceninclinadosahacermecomprenderque,segúnsuopinión,BertramWoosteresunfantochesinimportanciayqueelverdaderoamo,elhombredeinteligenciayderecursos,esJeeves.Estaesunacosaquesiempremeofendeymeatacalosnervios; aquellanoche, sin embargo,me irritómásporque Jeevesyamehabíamolestadoligeramenteconlahistoriadelaamericana.Nocabedudadequeyo lehabíaobligadoaceder,dominándolecon la tranquilafuerzademipersonalidad,pero,enfin,elsolohechodehabersuscitadoaquellacuestiónya

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medesagradaba.PenséqueJeevesibaanecesitarunamanodehierro.

—Y¿quéteaconsejahacer?—preguntéalgodespechado.

—Estáestudiandolacuestión.Elasuntolehacepensar.

—¿Ah,sí?

—Meaconsejóquefueraalbaile.

—¿Porqué?

—Ellaestaráallí…Meenviólainvitación.YJeevespiensa…

—Y¿por qué no te has disfrazadodePierrot?—pregunté,manifestandoporfinelasombroquehabíaexperimentadodesdeelprimermomento—.¿Porquéhasfaltadoalagrantradiciónantigua?

—InsistióenquemevistieradeMefistófeles.

Diunrespingo.

—¿Cómo?¿Deverastehaaconsejadoesedisfraz?

—Sí.

—¡Ah!

—¿Eh?

—Nada.Sólohedicho:¡Ah!

Y explicaré por qué dije «¡Ah!». Jeeves armaba un belén porque queríaponermeunasencillachaquetablanca,unaprendaqueeranosólotoutcequ'ily a de chic, sino también absolutamente de rigueur, y al mismo tiempoalentaba aGussie Fink-Nottle para que, en el escenario de Londres, hicierauna desconcertante aparición en ropajes rojos. ¿No era una ironía?Convendránconmigoenquesoncosasquemolestan.

—Y¿quépodíaobjetarcontraeltrajedePierrot?

—No creo que tuviese objeciones contra Pierrot, como tal Pierrot, peropensabaqueenmicasonoeraundisfrazadecuado.

—Notecomprendo.

—DicequeeltrajedePierrot,aunqueesagradablealavista,nodaeltonoautoritario,comoeldeMefistófeles.

—Sigosincomprenderlo.

—Bueno,dicequeescuestióndepsicología.

Hubo un tiempo en que esta observaciónme habría desconcertado, perounalargaconvivenciaconJeeveshaenriquecidobastanteelvocabulariodelos

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Wooster. Jeevessiempre fueunasde lapsicologíadel individuo,yahora lesigocomounperrodecaza,cuandosaledesubocaestapalabra.

—¡Oh!¿Psicología?

—Sí,Jeevestienemuchaconfianzaenelefectomoraldelatuendo.Esdelparecer de queme sentirémás atrevido con un disfraz impresionante comoéste.Segúnél, tambiénelde jefedepiratashabría estadobien,pero lehiceunasobjecionesapropósitodelasbotas.

Captésuidea.HaybastantestristezasenlavidaymásvalenoañadirladequeunpobrediablocomoFink-Nottletengaqueirporahíllevandobotas.

—Y¿tesientesmásaudaz?

—Hablandofrancamente,Bertie,amigomío,no.

Mesacudióunaoladecompasión.Alfinyalcabo,aunquehacíaañosqueno nos veíamos, aquel hombre y yo, en un tiempo lejano, nos habíamosdisparadomutuamenteunasflechasdepapelembebidasentinta.

—Gussie—dije—,escuchaelconsejodeunviejoamigo:notealejesdeaquí.

—Peroentoncespierdolaúltimaesperanzadeverla.Mañanaparteparaelcampoconunosamigos.Además,túnopuedessaber…

—¿Qué?

—SiestaideadeJeevesesbuena.Reconozcoqueenestemomentodebohacerunefectoespantoso.Perotodocambiarácuandomeencuentreentreunamuchedumbredepersonasdisfrazadas.Experimenté lomismo,cuandoniño,durante las fiestas de Navidad. Me habían disfrazado de conejo y yoexperimentaba una vergüenza indescriptible. Sin embargo, cuando fui a lafiestaymehallérodeadodeotrosniñosentrajesaúnmáshorriblesqueelmío,mesentíenseguidaaliviado.Mejuntéalegrementeconlosdemásycomítanagustodurantelacenaqueenelcoche,alvolveracasa,meencontrémal.Ensuma:nosepuedejuzgarnadafríamente.

Evalué dentro de mí sus argumentaciones; era innegable que conteníanalgunasverdades.

—No puedo afirmar que, al fin, y al cabo, el consejo de Jeeves no seajusto. Así, ataviado de Mefistófeles, me acudirán fácilmente a los labiospalabras impresionantes. El color es un factor importante. Piensa en lassalamandras. Durante la época del celo, la salamandra macho tiene unoscoloresmuybrillantes.Yesoleayudamucho.

—Perotúnoeresunasalamandramacho.

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—Quisiera serlo. ¿Sabes cómo hace la corte la salamandra, Bertie? Sedetieneantelahembrameneandolacolaydoblandoelcuerpoensemicírculo.Sabría hacerlo magníficamente. ¡Oh, si fuera una salamandra no hubieratitubeado!

—Pero si tú fueras una salamandra,MadelineBassett no temiraría…o,porlomenos,evidentemente,noloharíaconojosenamorados.

—Sí,siellafueseunasalamandrahembra…

—Peronoloes.

—No,perosupontequelosea.

—Estábien;pero,silofuese,túnotehabríasenamoradodeella.

—Siyofueraunasalamandramacho,símehabríaenamorado.

Una ligera palpitación en las sienes me advirtió que la disputa habíaalcanzadoelpuntodesaturación.

—Detodosmodos—dije—,volviendoaloshechosconcretos,ydejandoaun lado todos esos devaneos de colas vibrantes y zarandajas parecidas, elpuntoculminantedelacuestiónesquetúestáspreparadoparairaunbailedemáscaras. Y te anticipo, con la seguridad de mi larga experiencia en estegénerodediversiones,quenotedivertirás.

—Ladiversiónnotieneimportancia.

—Entucaso,yonoiría.

—Tengoqueir.¡Terepitoquesemarchamañana!

Merendí.

—Hazloquequieras…¿Quéhay,Jeeves?

—ElcochedelseñorFink-Nottle,señor.

—Ah,elcoche,¿eh?…Tucoche,Gussie.

—¡Ah!¿Elcoche?¡Oh!¡Ya!¡Sí,sí!…Gracias,Jeeves…Adiós,Bertie.

Y, dirigiéndome una pálida sonrisa semejante a la que los gladiadoresromanosdedicabanalemperadoralentrarenlaarena,Gussiesefue.EntoncesmevolvíhaciaJeeves.Habíallegadoelmomentodecolocarleensusitio.Yyoestabapreparadoparahacerlo.

Naturalmente, era un poco difícil comenzar. Quiero decir que, aunqueestaba decidido a colocarle en su sitio, no quería herir demasiadoprofundamentesususceptibilidad.Obligadosavecesausarelpuñodehierro,nosotros,losWooster,queremoshacerlosiemprecondiscreción.

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—Jeeves—dije—.¿Puedohablarleconfranqueza?

—Desdeluego,señor.

—Loquehededecirlepuedeofenderle.

—Enabsoluto,señor.

—Bueno, en tal caso… Se trata de lo siguiente: he hablado con místerFink-Nottle, y me ha dicho que usted le ha aconsejado el disfraz deMefistófeles.

—Sí,señor.

—Aguarde…,yosigo,ahora,estrictamente,elhilodesurazonamiento.Seimagina que, estimulado por ese tono escarlata, Fink-Nottle, al encontrar elobjetodesuadoración,harávibrarlacolaylanzaráungrito.

—Yperderámuchodesutimidezhabitual,señor.

—Noestoydeacuerdoconusted,Jeeves.

—¿No,señor?

—No.Y,paraconcluir, lediréque,de todassus ideasneciasyabsurdas,éstameparecelamásextraordinariaylamásfútil.Notendráéxito;notieneposibilidadalgunadetenerlo.YsólohabráconseguidosometeraFink-Nottlealosindecibleshorroresdeunbailedemáscaras.Yesmenesterqueagregue,Jeeves, que esto nome ha extrañado; con franqueza le diré que he notado,antesdeahora,ciertapredisposiciónporsuparteavolverse…¿cómosedice?

—Noloadivino,señor.

—¿Elocuente?… No, no es elocuente. ¿Elucubrado?… No, no eselucubrado.Tengolapalabraaquí,enlapuntadelalengua.Comienzapor«a»yquieredecirinteligente,conexceso.

—¿Alambicado,señor?

—Eso es, ésa es la palabra. ¡Excesivamente alambicado, Jeeves! Tieneustedtendenciaavolverseasí.Susmétodosnosonsencillos,nosondirectos.Ocultaelfinbajounmontóndefantásticosdetallesquenosonnecesarios.AGussielehacefaltaelfraternalapoyodeunhombredemundo.Portanto,leaconsejoqueenadelantemelodejeamí.

—Perfectamente,señor.

—Debeusteddespreocuparsedetodoydedicarsealcuidadodelacasa.

—Perfectamente,señor.

—Encontraré algo que sea sencillo, claro y, al mismo tiempo, eficaz.

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MañanaharétodoloposibleporveraGussie.

—Perfectamente,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.

En realidad, al día siguiente comenzó a lloverme encima un verdaderodiluviodetelegramasyconfiesoque,duranteveinticuatrohoras,nopenséenabsoluto en aquel pobrecillo, porque tenía que resolver unos problemasdemasiadograves.

CapítuloIII

El primer telegrama me llegó inmediatamente después de mediodía yJeeves me lo trajo con el combinado de antes del almuerzo. Era de mi tíaDahliayveníadeMarketSnodsbury,unpueblosituadoadosotreskilómetrosdelacarreteraqueconduceasucasadecampo.

Decía:

Venenseguida.Travers.

Si les digo que me asombró sobremanera, les diré mucho menos de laverdad.Lajuzguécomolamásmisteriosacomunicaciónconfiadajamásaloshilostelegráficos.Loestudiéconprofundaatencióndurantedosdrymartinis.Loexaminéporel interior, loexaminéporel exterior,ymeparece recordarqueinclusoloolí.Nomereponíadelasorpresa.

Examinen los hechos conmigo. Hacía pocas horas que nos habíamosseparado,mitíayyo,despuésdedosmesesdeestarcontinuamentejuntos.Yhe aquí que ella, todavía bajo la impresión de mi beso de despedida en lamejilla,invocabaunnuevoencuentro.BertramWoosternoestáacostumbradoaesedeseoexageradodesupresencia.Preguntenatodoslosquemeconocenyelloslesdiránque,despuésdedosmesesenmicompañía,lagentenormalcomprende que les basta y les sobra por el momento. Incluso he conocidopersonasquehantenidobastanteconalgunosdías.

Antesdesentarmealamesaparamisuculentoalmuerzo,enviéelsiguientetelegrama:

Perplejo.Explica.Bertram.

Ylarespuestallegódurantelahoradelasiesta.

¿Porquéperplejo,burro?Veninmediatamente.Travers.

Trescigarrillos,unpardevueltasporlahabitaciónyheaquímiréplica:

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¿Quéentiendestúporvenirinmediatamente?Recuerdos.Bertram.

Lestransmitolacontestación:

Entiendo: ven inmediatamente, insoportable criatura. ¿Qué quieres queentienda?Ven inmediatamenteo espera lamaldiciónde tu tía con el primercorreodemañana.Besos.Travers.

Entonces envié el siguiente mensaje, deseando aclararlo todo lo másposible.

Cuando escribes «Ven», ¿entiendes «Ven a Brinkley Court»? Y cuandoescribes«inmediatamente»,¿entiendes«inmediatamente»?Confuso.Perdido.Cariñososrecuerdos.Bertram.

Enviéestemensajemientras transcurríaunatardetranquilaenelClubdelos Zánganos, echando las cartas en un sombrero de copa con los mejoreselementos de la sociedad del lugar. Volviendo a casa, en el crepúsculovespertino,halléquelarespuestameesperaba:

Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí. No importa que comprendas o no. Veninmediatamente como te digo y, por el amor de Dios, acaba ya con tantapregunta.¿Creesquemesobraeldineroparaenviarteuntelegramacadadiezminutos?Dejadehacereltontoyvenenseguida.Besos.Travers.

Entoncessentínecesidaddelaopiniónajena.Toquéeltimbre.

—Jeeves —dije—, sucede un caso embarazoso por los parajes deWorcestershire.¡Lea!—Yletendílospapeles.

Losexaminó.

—¿Quépiensadeeso,Jeeves?

—PiensoquemistressTraversdeseaqueelseñorvayaenseguida.

—¿Tambiénustedllega,pues,aesaconclusión?

—Sí,señor.

—Eslamismaaquehellegadoyo.Pero¿porqué,Jeeves?¡QueDios labendiga!¡Siacabadepasardosmesesconmigo!

—Sí,señor.

—Ymuchagentejuzgaquehatenidounaabundantedosisdemicompañíadespuésdecuarentayochohoras.

—Sí,señor.Comprendoperfectamentesupuntodevista.Sinembargo,meparece que mistress Travers se muestra muy insistente. Creo que deberíaacatarsudeseo.

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—¿Iralláabajo?

—Sí,señor.

—Bien.De todosmodos no puedo ir en seguida.Tengo un compromisoimportante para esta noche. Se celebra en el Club de los Zánganos elcumpleañosdePongoTwistleton,comodeberecordar.

—Sí,señor.

Hubo una breve pausa. Ambos pensábamos en la desavenenciainsignificante que había surgido entre nosotros, yme sentí obligado a hacerunaalusión.

—Porloqueatañealaamericanablanca,notieneustedrazón.

—Escuestióndeopiniones,señor.

—CuandolallevabaenelCasinodeCannes, todaslasmujereshermosassehacíansignosentresíysepreguntaban:«¿Quiénes?»

—Es sabida la relajación de las costumbres en los casinos continentales,señor.

—YcuandoladescribíanochePongoquedóentusiasmado.

—¿Deveras,señor?

—Ytodoslospresentesadmitieronquehablatenidolasuertedehacerunaadquisición extraordinaria. No ha habido ni una sola persona de parecercontrario.

—¿Deveras,señor?

—Estoyconvencidodequeacabaráporapreciaresachaqueta,Jeeves.

—Temoqueno,señor.

Renuncié.EnestoscasosesperfectamenteinútilhablarconJeeves.«¡Mulaterca!»esloúnicoqueselepodríadecir.Esmenestersuspiraryprescindirdeél.

—Bueno, volviendo a lo de antes, queda absolutamente decidido que eneste momento no puedo ir a Brinkley Court, ni a otro sitio cualquiera. Leexpondré mi idea, Jeeves. Deme hoja de papel y un lápiz y redactaré untelegrama,diciéndoleque iréaverla lasemanapróximao lasiguiente. ¡Quédiantre!Queprescindademíalgúntiempo.Bastacontenerunpocodefuerzadevoluntad.

—Sí,señor.

—De acuerdo, pues. Telegrafiaré: «Espérame dentro de quince días», o

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algo semejante. Creo que estará bien. Luego llevará inmediatamente eltelegramaalaestafetamáspróxima.Yasísea.

—Perfectamente,señor.

Pongomehabíaasegurado,lanocheanteriormientrascharlábamos,quesufiesta de cumpleaños adquiriría unas proporciones sorprendentes, y, enrealidad, debo decir que he tomado parte en fiestas de mucha menorimportancia.Pasababastantedelascuatrodelamadrugadacuandoregreséacasa,ymeparecíaqueyaerahoradeirseadescansar.Recuerdoquelleguéatientashastalacamaytrepéaellacondificultad,yteníalasensacióndequemipobrecabezaacababadeapoyarseenlaalmohada,cuandomedespertóelruidodelapuertaqueseabría.Aunqueestabamuyadormecido,logrélevantarunpárpado.

—¿Elté,Jeeves?

—No,señor.EsmistressTravers.

Yunmomentodespuésmeparecióqueentrabaunaráfagadehuracán.Eramiqueridaparienteque,a lascincode lamañana, trasponíaa todovaporelumbraldemihabitación.

CapítuloIV

SehadichoconjusticiadeBertramWoosterque,aunqueconsideraseconojosmuy agudos y críticos incluso a los de sumisma carne y sangre, sabíaatribuiracadaunosujustovalor.Ysihanseguidoustedesatentamenteestasmemoriasmías,recordaránqueamenudosemehapresentadolaocasióndeafirmarenérgicamentequetíaDahliaes,enrealidad,unabuenapersona.

RecordaránquesecasóconelviejoTomTraversensecondesnoces(meparecequesediceasí)elañoenqueBluebottleganóelCambridgeshire,yqueme indujo a escribir en el periódico que ella dirige, Milady's Boudoir, unartículosobre«Loquellevaelhombrebienvestido».Esunapersonagenial,de espíritu amplio, con quien se charla de buena gana. En su conformaciónespiritualnohayhuellaalgunadelaviolenciaquehace,porejemplo,temiblea tíaAgatha, lacualconstituyeunapesadillapara lascasasdecampoyunaamenazaparatodalahumanidad.ExperimentolamáximaestimaciónhaciatíaDahlia,yjamáshavaciladomicordialaprecioporsubondad,porsucarácter,porsuamabilidadengeneral.

Establecido esto, pueden ustedes imaginarse cuan atónito me quedé alverlaamicabeceraenaquellahoradesacostumbrada, tantomáscuantoque,

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habiendosidohuéspedsuyovariasvecesensuquinta,sospechabaquedebíade conocer perfectamentemis costumbres y saber, entre otras cosas, que noreciboanadieantesdetomarmitazadetéporlamañana.Estairrupciónenmialcoba,precisamentecuandosesabequedescansoysoledadsonnecesarios,convendránconmigoenquenoesunaacciónpropiadeunapersonaeducada.

Además, ¿qué había venido a hacer a Londres? Yo me lo preguntaba.Nadie puede esperar que una mujer concienzuda, de regreso bajo el techoconyugaldespuésdeunaausenciadesietesemanas,loabandoneenseguida,atodaprisa,aldíasiguientedesullegada.Todoshandeimaginárselaatareadaensucasa,atentaconelmarido,ocupadaenhablarconelcocinero,endarlede comer al gato y en cepillar a su Pomerania…, en suma, en ponerlo denuevotodoenorden.Aunqueteníalosojosmuyturbios,logré,hastaellímitequemelopermitíanmispárpadospegadosentresí,lanzarleunamiradaseveraydesaprobatoria.

Nopareciódarsecuenta.

—¡Despierta,Bertie,bobalicón!—gritóconunavozquemetraspasódelafrentealanuca.

Tía Dahlia tiene el defecto de dirigirse a la persona que tiene enfrentecomosiestuvieseaunkilómetrodedistanciagalopandoenposdelosgalgos.Naturalmente,esunresabiodelos tiemposenqueconsiderabanperdidaslasjornadasquenohubiesentranscurridopersiguiendoalgúndesventuradozorroencampoabierto.

Lelancéotramiradallenadereprocheyseveridad,yestavezlanotó.Masprodujoelefectodeiniciarunadiscusióndeíndolepersonal.

—Nomeguiñeslosojosdeesemodoindecente,Bertie—dijo—.Nosésitieneslamásmínimaideadetuaspecto;verdaderamentedespreciable.Hacespensarenalgoentreunaorgíacinematográficayunaínfimacriaturadecharca.¡Quiénsabedóndetehabrásmetidoestanoche!

—He ido a una recepción oficial—contesté fríamente—. A la fiesta dePongoTwistleton.Nopodíafaltar.Noblesseoblige.

—Estábien.¡Levántateyvístete!

Creínohaberoídobien.

—¿Quemelevanteymevista?

—Sí.

Di media vuelta sobre la almohada con un leve gemido y en estacontingencia entró Jeeves con la bebida vivificadora. La agarré como unhombre que se está ahogando agarra un sombrero de paja. Bebí un sorbo

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largo…ymesentí,nodiréaliviado(porquenoesunsorbodetéloquepuedeentonar a un individuo que ha ido a una fiesta como la del cumpleaños dePongoTwistleton),pero,porlomenos,bastantesemejantealBertramhabitual,parapodertomarenconsideraciónlabombaquesemecaíaencima.

Ycuantomáscavilaba,menosdescubríalaclavedelacuestión.

—Pero¿quéesesto,tíaDahlia?—pregunté.

—Mepareceté—fuelarespuesta—.Perotúpuedessaberlomejorqueyo.Loestásbebiendo.

Sinohubiesetemidoderramarlasaludablebebida,habríahecho,sinduda,unademándeimpaciencia.Lonotaba.

—No hablo del contenido de esta taza—dije—.Hablo de todo esto, esdecir,de tu irrupción,de tuordende levantarmeydevestirme,yde todo lodemás.

—He hecho irrupción, como tú dices, porque mis telegramas no hansurtido,segúnparece,efectoninguno.Tehedichoquetelevantesytevistas,porque quiero que te levantes y te vistas.He venido a buscarte. ¡Vaya caradura,decirmeenuntelegramaquevendríaselañopróximooalgosemejante!Vendrásenseguida.Heencontradountrabajoparati.

—Pero¡sinoloquiero!

—Loque túquieresy loquevasa tener,miqueridomuchacho, sondoscosasmuydiferentes.HayenBrinkleyCourtuntrabajoparaelquehacefaltaunhombre.Estatepreparado,hastaelúltimobotón,dentrodeveinteminutos.

—Pero no es posible que esté listo dentro de veinte minutos. No meencuentrobien.

Parecióreflexionar.

—Sí —dijo—, creo conveniente concederte un día o dos para que terepongas.Teesperoeldíatreinta,lomástardar.

—Pero¡queDiosteampare!¿Dequésetrata?¿Quéentiendesportrabajo?¿Quéclasedetrabajo?

—Telodirésitecallasunminuto.Setratadeuntrabajofácilyagradableque seguramente te gustará. ¿Nunca oíste hablar de la Market SnodsburyGrammarSchool?

—Nunca.

—EsunaescuelaprimariaenMarketSnodsbury.

Lehiceobservarfríamentequeyalohabíaadivinado.

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—¿Y cómo podía imaginar que un hombre de tu mentalidad locomprendería tan rápidamente?—protestó ella—.Está bien, pues laMarketSnodsbury Grammar School es la escuela primaria de Market Snodsbury,comohasadivinado.Yosoyunodelosdirectores.

—Querrásdecirunadelasdirectoras.

—No, no me gusta decir una de las directoras. Escúchame bien, sozopenco.HabíaunconsejodedirectoresenEton,¿verdad?Puesbien,tambiénlo hay en la escuela primaria de Market Snodsbury, y yo soy uno de susmiembros.Mehansidoconfiadoslospreparativosparaelrepartodepremiosde findecurso.Este reparto severificaráelúltimodíadeclase, esdecir, eltreintayunodeestemes.¿Estáclaro?

Bebí un sorbo de mi vivificador elixir y bajé la cabeza en señal deasentimiento.InclusodespuésdelafiestadePongoTwistletonmehallabaencondicionesdecaptarunacosasencillacomoésa.

—Te comprendo perfectamente. Veo con claridad de qué se trata.Market…Snodsbury…Escuelaprimaria…Consejodedirectores…Repartodepremios…Estábien.Pero¿quétengoqueveryocontodoeso?

—Tútendrásquerepartirlospremios.

Me quedé bizco.Aquellas palabrasme parecían desprovistas de sentido.Me parecían el inconexo, delirante discurso de una persona que hubiesepermanecidodemasiadotiempobajoelsolsinllevarsombrero.

—¿Yo?

—Tú.

Denuevobizqueé.

—Pero¿hablasdemí?

—Detienpersona.

Porterceravezbizqueé.

—Tienesganasdebromear.

—Nobromeoenlomásmínimo.Debíaencargarsedeelloelpastor,peroalregresardemiviajeencontréunacartaenquemecomunicabaque sehabíadislocado un tobillo y entonces tuve que renunciar a él. Puedes suponer lodesconcertada queme quedé. Telefoneé a todo el mundo, pero nadie quisoaceptar.Yrepentinamentemeacordédeti.

Decidícortarporlosano.NadieestámásdispuestoqueBertramWoosterahacerfavoresatíasdignasdeestimación,perotodotieneunlímite.

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—¿Así pues, imaginas que debería repartir unos premios en tu viejoDotheboysHall?

—Exacto.

—¿Yecharundiscurso?

—Esoes.

Reíirónicamente.

—¡PorelamordeDios!Noempiecesahacergargarismosahora.Setratadeunacosaseria.

—Mereía.

—¡Oh!¿Deveras?Meencantaverquetomaslascosasalegremente.

Rectifiquéenelacto.

—Irónicamente.Noloharé.Decididamente,noquierohacerlo.

—Loharás, jovenBertie,onovolverásacruzarelumbraldemicasa.Y¿sabesquésignificaeso?SeacabaronparatilascomidasdeAnatole.

Ungranescalofríomecalóloshuesos.Ellaaludíaasuchef,unartista.Unreyensuprofesión,insuperable,tendríaquedecirinigualable,especialistaenelaborarlosvíveresdeunmodoquesedeshacíanenlabocadelconsumidor.Siempre había ejercido sobremí el efecto de un imán, haciéndome correr aBrinkleyCourtconlalenguacolgando.Muchosdelosmomentosmásfelicesdemividahabíantranscurridodegustandolosasadosylospicadillosdeaquelhombre,ylaperspectivadevermeprivadodeellosparasiempreerarealmenteaterradora.

—¡Oh,no!

—Yameimaginabaqueesotesacudiría,cerditoglotón.

—No comprendo qué relación pueden tener los cerditos glotones con elmododeapreciarlosguisosdeungenio.

—Confiesoquemegusta tambiénamí—admitiómiparienta—.Pero sirehúsashacerunsencillo,fácilyagradabletrabajo,novolverásaprobarniunsolobocadodesusguisos.Novolverásasentirsiquierasuolor.

Meveíaconvertidoenunafieraapresadaenlatrampa.

—Pero¿porquémequieresprecisamenteamí?¿Quésoyyo?Pregúntatelounmomento.

—Melohepreguntadoamenudo.

—En fin, no soy el tipo adecuado. Para repartir premios hace falta una

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personadeaspectoimponente.Meparecerecordarquecuandoyoestabaenlaescuelalohacía,porlogeneral,unprimerministrooalgoporelestilo.

—¡Ah, pero se trataba de Eton! En Market Snodsbury no somos tanexigentes.Bastallevarbotinesparaimpresionaralagente.

—¿PorquénoselodicesatíoTom?

—¡TíoTom!

—¿Porquéno?Llevabotines.

—Bertie—dijoella—,teexplicaréporquénopuedodecírseloatíoTom.¿Recuerdasqueperdítodoaqueldinerojugandoalbacarrá,enCannes?Puesbien:esnecesarioquelehagaunpocolacorteatutíoTom,antesdedarlelanoticia. Si inmediatamente después le pido que se ponga los guantes colorlavanda,lachisterayquevengaarepartirlospremiosalaescuelaprimariadeMarket Snodsbury, habrá un divorcio en la familia. Huirá como un conejo,dejándomeunacartaclavadaconunalfilersobrelaalmohada.No,querido,tetocaati.Valemásqueteresignes.

—Pero,tíaDahlia,escuchalavozdelarazón.Nohasescogidoalhombreconveniente.Enestoscasossoycompletamenteincapazdenada.QueJeevesteexpliqueloquepasócuandomearrastraronapronunciarundiscursoenunaescuelademuchachas.Hiceunpapelcolosaldeasno.

—Yestoyconvencidadequeloharástambiéneltreintayunodeestemes.Poresoteheelegido.Creoquecomoelactoseráunchasco,másvalequeelchascohagareír.Medivertiréviéndoterepartirlospremios,Bertie.Bien,bastaporahora:supongoquequerráshacertugimnasiasueca.Teesperodentrodeundíaodos.

Yconestasdespiadadaspalabras,seeclipsódejándomepresade lasmástristesemociones.EralanaturalreacciónalafiestadePongo.Noexagerosidigoqueteníaelalmacompletamentedeshecha.

Yestabasumidoenlamásnegradesesperación,cuandoseabriólapuertaycomparecióJeeves.

—MísterFink-Nottledeseaverle,señor—anunció.

CapítuloV

Acogíestacomunicaciónconunademisfamosasmiradas.

—Jeeves—dije—.¡Noesperabaestodeusted!Sabequeestanochemehe

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acostadotardeyqueacabodetomarelté,conoceperfectamenteelefectoquepuedeproducirlasonoravozdetíaDahliaenunindividuoquetienedolordecabeza y ¡viene usted a anunciarme a Fink-Nottle! ¿Le parece momento apropósitoparaunFink-Nottle?

—El señorme dijo que quería ver amíster Fink-Nottle para aconsejarlesobresusasuntos.

Hedeadmitirqueestaobservacióndionuevorumboamispensamientos.En la intensidaddemis sensacionesmehabíaolvidado totalmentedeque lasuerte de Gussie estaba en mis manos, lo cual cambiaba por completo elaspectodelasunto.¿Cómoesposiblecondenaralostracismoauncliente?¿Seimaginan a Sherlock Holmes rehusando conceder audiencia por haberparticipado la noche anterior en una fiesta con ocasión del cumpleaños deldoctorWatson?Habríapreferidoqueaquelindividuohubieraelegidootrahoraparaveniraconsultarme,peroyaqueél,comolospájaros,abandonabaelnidodemadrugada,decidírecibirle.

—Estábien—dije—.Hágalepasar.

—Perfectamente,señor.

—Pero,antes,tráigameunadesusbebidasespeciales.

—Perfectamente,señor.—Yvolvióconlasaludablebebida.

Creohabertenidoocasión,antesdeahora,dehablardeesascomposicionesespecialesdeJeevesydelefectoqueproducen,alamañanasiguientedeunajuerga,sobrequiensesientecolgadodelavidaporunhilo.Nopuedodecirenqué consisten. Él dice que contienen una salsa determinada, una yema dehuevo cruda y pimentón, pero yo estoy convencido de que tiene que estarmezclada también algunaotra sustanciamásmisteriosa.De todosmodos, elefectoqueproducen,apenastrasegadas,resultaextraordinario.

Duranteunsegundotequedasensuspensoreteniendoelaliento,comositodalacreacióndependiesedeti.Luego,súbitamente, tesobresaltascomosihubiesesonadolaUltimaTrompeta,yelJuicioFinalhubiesetenidoprincipiocon extrema severidad. Todas las partes del cuerpo parecen pasto de lasllamas. El abdomen te pesa como si estuviese repleto de lava fundida. Tequedas aturdido como si un viento huracanado soplase sobre la tierra y unmartillo candente te golpeara la nuca.Durante esta fase, losoídos retumbanconviolencia,losglobosocularesgiran,ylafrenteexperimentaunasensacióndehormigueo.

Yentonces,cuandounosecreeobligadoallamaralnotarioparaarreglarlos asuntos antes de que sea demasiado tarde, la situación comienza aesclarecerse.Elvientoamaina,losoídosdejandesilbar,lospajaritosgorjean.

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Suenaunabanda.Sepercibeel sonidode los instrumentosdeviento.El solaparece,degolpe,enelhorizonte.

Ysobrevieneunagranpaz.

Mientras acababa de vaciar el vaso, la vida volvía a florecer en mí.Recuerdo que Jeeves, quien tiene unmodo de hablarmuy exacto, aunque avecessesalgadetonoencuestióndetrajesydeconsejosalosenamorados,locomparóunavezaalguienque,librándosedelaslosassepulcrales,accedieseaaltasesferas.Esoeraloquemesucedíaamíenaquelmomento.SentíaqueelBertramWoosterqueyacíasobre lasalmohadashabíasevueltootroBertramWooster,másfuerteymáshermoso.

—Gracias,Jeeves—dije.

—Nohaydequé,señor.

—El resultado ha sido espléndido. Ahora me siento en condiciones deenfrentarmeconlosproblemasdelavida.

—Mealegromucho,señor.

—¡LástimaquenobebieraunadosisantesdehablarcontíaDahlia!Perodenada sirvedeplorarlo.HáblemedeGussie. ¿Qué tal le fue en el baile demáscaras?

—Nollegóair,señor.

Lemiréseveramente.

—Jeeves—dije—.Admitoquedespuésdesubrebajemeencuentromuchomejor.Pero¡nosefíedemasiado!Noestábienquesequedeustedcercademilechodedolor,contándomecuentos.MetimosaGussieenuntaxiypartióendirecciónalbailedemáscaras.Debióhaberllegado.

—No,señor.SegúnsupeporbocademísterFink-Nottle,entróenel taxiconvencido de que la fiesta a que estaba invitado debía celebrarse en elnúmero17deSuffolkSquare,yencambio,lofueenelnúmero71deNorfolkTerrace. Estas aberraciones de la memoria no son raras en individuos que,comomísterFink-Nottle,pertenecenesencialmentealllamadotipo«soñador».

—Podríallamárseletambiéneltipoquesiemprepiensaenlasmusarañas.

—Sí,señor.

—¿Yquémás?

—Alllegaralnúmero17deSuffolkSquare,místerFink-Nottleintentóenvanopagarlacarrera.

—¿Yquéseloimpidió?

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—Elhechodenotenerdinero,señor.Descubrióquelohabíadejado,juntoconlatarjetadeinvitación,sobrelarepisadelachimeneadesudormitorio,encasadeun tío suyo, donde se hospeda.Ordenó al conductor que aguardase,tocó el timbre, y al criado que fue a abrirle le dijo que pagara el recorrido,añadiendoqueeraunodelosinvitadosalafiesta.Elcriadonególaexistenciadebailesporaquellosparajes.

—¿Yledejóenlacalle?

—Sí,señor.

—¿Ydespués?

—MísterFink-Nottlevolvióasubiralcocheydiolasseñasdelacasadesutío.

—Era una justa inspiración. No tenía más que tomar dinero y tarjeta yestaríaalcabodelacalle,comosueledecirse.

—Debí decirle, señor, quemíster Fink-Nottle había olvidado también lallavedelacasasobrelarepisadelachimeneadesuhabitación.

—Lebastabacontocareltimbre.

—Lo tocó, señor, durante un cuarto de hora largo. Luego recordó que,ademásdequelacasaestáoficialmentecerradayelserviciodevacaciones,élhabíaconcedidotambiénpermisoalporteroparaquefueseavisitarasuhijomarinero,aPortsmouth.

—Undesastre,Jeeves.

—Sí,señor.

—Esostipossoñadoresexisten,¿verdad?

—Sí,señor.

—¿Yquésucedióentonces?

—Míster Fink-Nottle comenzó a percatarse de que su posición conrespecto al conductor se volvía equívoca. Las cifras del taxímetro habíanalcanzadounasumanotableyélseencontrabaenlaimposibilidaddesaldarsudeuda.

—Teníaqueexplicarloquelehabíasucedido.

—Noesposibledar explicaciones a los conductores, señor.Si se intentahacerlo,setropiezaconunextraordinarioescepticismorespectoalabuenafe.

—Yohubierapuestopiesenpolvorosa.

—La misma idea debió de ocurrírsele a míster Fink-Nottle. Procuró

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alejarsecorriendoyelconductor,alintentarretenerle,leasióporelsobretodo.Míster Fink-Nottle logró librarse del sobretodo y parece ser que su aspecto,con el traje que llevaba, produjo un gran efecto sobre el conductor.MísterFink-Nottleme informó haber oído una especie de silbido y haber visto, alvolverse,alhombredobladosobresímismoconlasmanosenelrostro.MísterFink-Nottlecreequeestabarezando.Sindudaeraunhombreignorante,señor,unsupersticiosoounborracho.

—Si no lo era ya, se habrá vuelto así poco después. Esperaría conimpacienciaaqueabriesenlastabernas.

—Es muy probable que en esas circunstancias sintiese necesidad de unreconstituyente,señor.

—También Gussie debía de hallarse en circunstancias análogas. ¿Quédiablos hizo?Londres, en las horas nocturnas (y tampoco de día al fin y alcabo),noesunlugaracogedorparaunnombreenropajecolorado.

—No,señor.

—Suscitacomentarios.

—Sí,señor.

—Me imagino a ese desgraciado vagando por callejuelas ocultas, pordesiertasavenidas,tropezandoenloscubosdebasura.

—Porloquehepodidocomprender,segúnelrelatodemísterFink-Nottle,debió de suceder algo semejante. Después de una noche agotadora pudoencontrar la casa de míster Sipperley, donde, por la mañana, consiguióasegurarseunaresidenciayunamudadetraje.

Me apoyé en la almohada, frunciendo el entrecejo. Es muy hermosopretenderayudaralosantiguoscompañerosdeescuelapero,empeñándomeensostener la causadeGussie, quehabía sidocapazde embrollar el asuntodeaquellamanera,meimaginéhaberadquiridouncompromisosuperior,quizá,atodafuerzahumana.TeníalaimpresióndequeGussienecesitaba,másqueelconsejodeunnombredemundo,unaceldabienacolchadaenColneyHatchyunpardebuenosenfermerosque le impidiesen,porsiacaso,pegar fuegoaledificio. Por un momento sentí la tentación de renunciar a aquel asunto yvolverlo a poner en manos de Jeeves. Pero el orgullo de los Wooster meretuvo: cuando uno de nosotros emprende algo no envaina fácilmente suespada. Además, después del asunto de la chaqueta blanca, el acto másinsignificantequepudieraaparecercomounadebilidadpodríaserfatal.

—Supongo que se dará claramente cuenta, Jeeves (aunque le sepa mal,ciertas cosas hay que decirlas), de que todo esto ha sucedido por culpa deusted.

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—¿Señor?

—Esinútildecir«¿Señor?».Biensabecómohansucedidoloshechos.Siusted no hubiera insistido en queGussie fuera a esa fiesta, lo que amí enseguidameparecióunalocura,nohabríasucedidonadadetodoesto.

—Sí,señor,peroconfiesoquenopreveía…

—Esnecesariopreverlo siempre todo, Jeeves—dije enun tono llenodeseveridad—.Créame,nohayotromedioparalograrunbuenfin.Silehubierapermitido llevar un traje de Pierrot, el asunto habría tomado otro cariz. UntrajedePierrottienebolsillo.Seacomofuere—continuémásamablemente—,es demasiado tarde para discutirlo. Y menos mal si lo sucedido sirve parademostrarleausted loqueacarrea irporahíconropajeescarlata.¿HadichoqueGussieaguardaahífuera?

—Sí,señor.

—Puesbien,quepaseyveréquésepuedehacerporél.

CapítuloVI

El aspecto de Gussie revelaba, bien a las claras, su reciente y tristeexperiencia. Tenía la faz pálida, los ojos hinchados, las orejas gachas; enconjunto, parecía un hombre que, habiendo entrado en un horno, ha sidocogido por la maquinaria. Me incorporé sobre las almohadas y le miréatentamente.Meparecióqueenaquelmomentoeraindispensableunarápidaayudaymepreparéparaestaralaalturadelasituación.

—¿Quéhay,Gussie?

—Hola,Bertie.

—Hola.

—Hola.

Realizadoslossaludos,creíllegadoelmomentodetratardelicadamentelosucedido.

—Mehaninformadoquetehaocurridounincidente.

—Sí.

—PorculpadeJeeves.

—NofueculpadeJeeves.

—Sí;todofueporculpadeJeeves.

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—Nolocreo.Yomeolvidéeldineroylallave.

—YahoraconvendríaqueolvidarastambiénaJeeves—ledije,pensandoque sería preferible informarle en seguida del estado de la cuestión—. Teinteresarásaber,Gussie,quehadejadodeocuparsedetuproblema.

Pareció quedar anonadado. Con la barbilla más caída y las orejas másgachas,siantesseasemejabaaunpescado,ahorarecordabaaesosanimalesque,muertosunañoantesyabandonadosenunaplayadesierta,hanquedadoexpuestosalosvientosylasmareas.

—¿Cómo?

—Sí.

—NopretenderásdecirqueJeevesno…

—Esoes.

—¡PorJúpiter!

Fuiamable,peroresuelto.

—Todomarcharámejorsinél.LaterribleexperienciaquehassufridodebehaberteconvencidodequeJeevesnecesitaundescanso.Elmásinteligentedelospensadorespuedeavecessalirsedemadre.EsoesloquelehasucedidoaJeeves; lo estoy notando hace algún tiempo. Ya no está en forma: necesitalubricar sus engranajes. Comprendo que es un gran golpe para ti. De todosmodos,supongoqueestamañanahabrásvenidoaquíparapedirleconsejo.

—Naturalmente.

—¿Yrespectoaqué?

—MadelineBassettsehaidoapasarunosdíasalcampo,acasadeunosamigos.Queríasabersuopiniónsobreloquedebohacer.

—Bueno.Comotehedicho,Jeevesquedadescartado.

—¡Nofastidies,Bertie!

—Ensuma—dijeconciertaaspereza—,Jeevesnovolveráaintervenir.Yoseréquienseocupedeti.

—Pero¿quédiablospuedeshacertú?

Ocultémiresentimiento.Nosotros, losWooster, tenemosunespíritumuyamplio. Sabemos ser indulgentes con individuos que han vagabundeado porLondresduranteunanocheconropajeescarlata.

—Esoyaloveremos—dijeconcalma—.Siéntateydiscutamos.Mesientoobligado a decirte que el asunto me parece muy sencillo. ¿Dices que la

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muchachaseha idoalcampo,acasadeunosamigos?Mepareceobvioquevayas allí también tú y que te pegues a ella como una cataplasma. Eso eselemental.

—¡Peronopuedoplantarmitiendaencasadeunosdesconocidos!

—¿Noconocesaesagente?

—No,naturalmente.Noconozcoanadie.

Apretéloslabios.Aquellocomplicabaunpocoelasunto.

—LoúnicoqueséesquesellamanTraversyquevivenenBrinkleyCourt,enelWorcestershire.

Entreabríloslabios.

—Gussie—dijeentonopaternal—,fueundíaafortunadoparatiaquelenqueBertieWoosterseinteresóportusasuntos.Comoprevídesdeelprincipio,puedo arreglarlo todo.Hoymismo, por la tarde, podrás ir a BrinkleyCourtcomohuéspeddehonor.

Pareció temblar como la gelatina. Siempre me han parecido misactuacionesunaperturbadoraexperienciaparaunnovato.

—Pero,Bertie,¿quieresdecirqueconocesalosTravers?

—TraversesmitíaDahlia.

—¡VálgameDios!

—¿Comprendesahora—insistí—,lafortunaquehastenidoalcontarconmiayuda?TedirigesaJeevesy¿quéhace?Tevistederopajesrojosytecubrela cara con las más absurdas barbas que jamás pude ver en mi vida, paraenviarte a un baile de máscaras. Resultado: agonía del espíritu y ningúnprogreso.Tomoyoladirección,yalinstantetedirijoporelbuencamino.TíaDahlianoestíasuya.¡Tedebebastarconeso!…

—¡Porvidamía,Bertie,nosécómoagradecértelo!

—Notepreocupes,querido.

—Perodigoyo…

—¿Quéhay?

—¿Quédeberéhacerunavezallí?

—Si conocieras Brinkley Court no me harías esa pregunta. En aquellosrománticosparajesnopuedesfracasar.Losmásfogososamantes,atravésdelos tiempos, han cimentado sus aventuras en Brinkley Court. El lugar está,sencillamente, saturado de amor. Te pasearás con la muchacha por las

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sombreadasavenidas,bajarásconellapor lospradosumbrosos, remarásconellaenellago.Y,poquitoapoco,llegarásalpuntoenque…

—¡PorJúpiter!¡Meparecequetienesrazón!

—¡Claroquetengorazón!MeheprometidotresvecesenBrinkleyCourty,aunqueelhechonohayatenidoulterioresconsecuencias,noporesodejadesubsistir.Ysiemprehabíaidosinlamásmínimaintencióndeprometerme.Sinembargo,alponerelpieenelsuelodeaquelrománticolugar,heaquíquedoycazaalaprimeramuchachaqueencuentroyquepongomicorazónasuspies.Hayalgoenelaire,alláabajo.

—Comprendo perfectamente qué quieres decir. Precisamente es lo quenecesito.Hede llegar a esepunto enque…YenLondres (que el diablo selleveestaciudad)noesposibleporquetodostienenmuchaprisa.

—¡Claroqueno!Aquí,sivesalamuchachaasolascincominutosaldía,ya esmucho.Y si quieres pedirla enmatrimonio has de emplear tu astucia,comoparaapoderartedelasortijaenunalegrejuegodesociedad.

—¡Exacto! Londres aturde. Siento que en el campo seré un hombrecompletamente distinto. ¡Qué suerte que esta Travers haya resultado ser tíatuya!

—Noséquépretendesdecirconese«hayaresultadosertía tuya».Lohasidosiempre.

—QuierodecirloextraordinarioqueresultaelquehayasidojustamentetutíaquieninvitaseaMadeline.

—En absoluto. La Bassett es amiga íntima de Angela. En Cannes sepasabalavidaconnosotros.

—¡Oh! ¿Conociste a Madeline en Cannes? Caramba, Bertie —dijo lapobre salamandra con devoción—, hubiese querido verla en Cannes. ¡Quéhermosadebíadeestarenpijamadeplaya!¡Oh,Bertie!

—Hermosísima —dije algo fríamente. Ni con una bebida de Jeeves sepuedensoportarhistoriasdeestetipodespuésdeunanochetandifícil.Toquéel timbreycuandocompareció Jeeves ledijequeme trajerapapely lápizyredactéuntelegramadirigidoamitíaDahliaparainformarlequeaquelmismodíaenviabaamiamigoFink-Nottleagozardesuhospitalidad.LedilahojaaGussie.

—Deposítaloenlaprimeraoficinadecorreosqueencuentresdije—.Mitíaloencontraráasuregreso.Gussiesemarchóagitandoenelaireeltelegrama,con una expresión en la cara que recordaba a Joan Crawford, y yo,volviéndomehaciaJeeves,lehiceunaexactarelacióndemiactividad.

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—Muysencillo,comopuededarsecuenta,Jeeves.Nadaalambicado.

—No,señor.

—Nadaestudiado,retorcido,estrafalario;unremediopuramentenatural.

—Sí,señor.

—Esteseráelpuntodepartidaparalaspalabrasliberadoras.¿Cómodefineusted la situación de dos personas de sexo opuesto que están en continuocontactoenun lugar remotoencontrándose todos losdíasyviéndoseacadainstante?

—¿Esasiduidadlapalabraqueustedbusca,señor?

—Exactamente. Yo, en este juego, apuesto por la asiduidad, Jeeves. Laasiduidad llevaráaGussiea lavictoria.Porelmomento,comosabe,Gussietiemblacomounagelatinaenpresenciadelamuchacha.Peropregúntesequéocurrirá dentro de una semana o dos, después de queMadeline y él hayansaboreado,paradesayunar,lasmismassalchichas,enlamismamesa,durantedíasydíasconsecutivos.Yhayancortadoelmismojamón,sehayanservidodelosmismosriñones,delmismo…

Meinterrumpíbruscamenteacausadeunademisrepentinasideas.

—¡Diantre,Jeeves!

—¿Señor?

—Esteesuncasoenelquesedebepensarentodo.Mehaoídomencionarlassalchichas,losriñones,eljamón…

—Sí,señor.

—Pues bien, nada de todo eso. Sería fatal. Un error tremendo. Demeaquellahojayun lápiz.Esnecesarioqueadvierta inmediatamente aGussie.Tienequecrearenlamentedelamuchachalaimpresióndequelanguidecedeamorporella.Yestonosepuedehacertragandosalchichas.

—No,señor.

—¡Deacuerdo!

Cogípapelylápizyescribí:

Fink-Nottle

BrinkleyCourt

MarketSnodsbury

Worcestershire

Suprimesalchichas.Evitajamón.

Page 38: De acuerdo, Jeeves

Bertram

—Hayqueenviarloinmediatamente,Jeeves.

—Muybien,señor.

Volvíacaersobrelasalmohadas.

—¿Ve,Jeeves—dije—,cómotratotodoesteasunto?Observecómolohecogido entremismanos. ¿Se da cuenta de que haría santamente estudiandomismétodos?

—Nocabeduda,señor.

—¡Y todavía no conoce usted toda la profundidad de la astucia que hesabidoponerenobraenestaocasión!¿SabeporquéhallovidoaquítíaDahliaestamañana?Havenidoparadecirmequehede repartir lospremiosenunadeterminada estúpida escuela de la cual es directora, allá abajo, enMarketSnodsbury.

—¿Deveras,señor?Temoqueeseencargonoleresultemuyagradablealseñor.

—Oh,peroselopasaréaGussie.

—¿Señor?

—Meparece,Jeeves,quedebotelegrafiaratíaDahliacomunicándolequenopuedoacudirysugiriéndolequepuedelanzarleaél,enmilugar,enmediodeesosjóvenesaplicados.

—Pero¿ysimísterFink-Nottlerehúsaelencargo,señor?

—¿Rehusarelencargo?¿Seloimaginanegándose?Procurereproducirelcuadro mentalmente, Jeeves. Escena: la salita de Brinkley; Gussie,arrinconadoenunángulo;tíaDahliaqueseprecipitaencimaemitiendogritosdecaza.Yahoralepregunto,Jeeves:¿puedeimaginarqueélrehúse?

—No es fácil, desde luego, señor.Mistress Travers es una personalidadllenadefuerza.

—Nohayremedioposible;nopodránegarse.Podríaencontrarenlafugala única salvación, pero no puede, porque querrá permanecer cerca demissBassett.No,Gussietendráqueaguantarapiefirmeyyomeveréasalvodeunencargo cuyo solo pensamiento me hace estremecer. ¡Subir a un estrado ysoltarunbreveperoenérgicodiscursoaungrupodeneciosescolares!Yameocurrióalgosemejantetiempoatrás.¿Seacuerda,Jeeves,deaquellavezenlaescuelafemenina?

—Oh,sí.Perfectamente,señor.

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—¡Quépapeldeasnohiceentonces!

—Desdeluegolehevistoencondicionesmásventajosas,señor.

—Me parece conveniente, Jeeves, queme traiga otra dosis de dinamita.Me siento extraordinariamente débil, sólo por haber vislumbrado un peligroparecido.

SupongoquetíaDahliadebiódetardarporlomenostreshorasenllegaraBrinkleyCourt,porquesutelegramaserecibióbastantedespuésdelalmuerzo.Estabaredactadoenunmomentodegranindignación,araízderecibirelmío.Decía:

Consultoabogadoparasabersiestrangularsobrinoidiotaconstituyedelito.En caso negativo, ¡ay de ti! Tu proceder pasa de la raya. ¿Qué intentasechándome sobre los hombros a tus odiosos amigos! ¿Imaginas BrinkleyCourt colonia leprosos, o similar? ¿Quién es ese Spink-Bottle? Recuerdos.Travers.

Semejantereaccióninicialeradeprever.Repliquédeformamoderada:

NoBottle.Nottle.Respetos.Bertram.

CasiinmediatamentedespuésdelgritodesesperadodetíaDahliadebiódellegar Gussie, porque a los veinte minutos escasos me trajeron el siguientetelegrama:

Recibido tu telegrama cifrado.Dice: «Suprime salchichas, evita jamón.»Telegrafíainmediatamenteclave.Gussie.

Repliqué:

Tambiénriñones.Adiós.Bertram.

Lohabíaapostado todoaqueGussieproduciríauna favorable impresiónenladueñadelacasa.Loesperabaasíporqueeraunsertímido,servicial,quepasalastazasdeté,ofrecelastostadasconmantequilla,siempredicequesí;ensuma,unindividuodelaespeciequelasmujerescornotíaDahliaaprecianenseguida.Yquedipruebademiagudezalodemostróelsiguientemensaje,enelqueibaaumentandoladosisdeamabilidad.

Heloaquí:

Bien; ese amigo tuyoha llegadoy debodecir que, a pesar de ser amigotuyo, es menos intratable de lo que esperaba. Tiene algo del tipo corderodegollado;pero,enconjunto,decenteyeducadoymuyinstruidoacercadelassalamandras. Pienso organizar una serie de conferencias con él por elvecindario.Noobstante,sorpréndemetudesfachatez.Tráetebotines.Cariños.Travers.

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Aloquecontesté:

Consultadaagenda,imposibleirBrinkleyCourt.Lamentoprofundamente.Saludos.Bertram.

Larespuestafuecatastrófica:

¡Ah! ¿Así estamos? ¿Conque la agenda? ¡Lamentas, un rábano! He deanunciarte,miqueridomuchacho,quelolamentarásmássinovienes.Siporunmomentopiensaszafarteasíynorepartir lospremios,andasequivocado.Siento enormementeBrinkleyCourt disteLondres ciento cincuentamillas ynopodertealcanzardeunapedrada.Cariños.Travers.

Entoncesempleéuncapitalparalacontestación.Venceroperder.Noeraelmomento de pensar en economías y me abandoné a mi inspiración sincuidarmedelgasto.

¡No,quédiantre!Escucha.Honradamente,nonecesitasdemí.HagaFink-Nottleelreparto:hanacidoexprofeso.Haráunpapelmagnífico.EstoysegurodequeAugustusFink-Nottlecomomaestrodeceremoniaseltreintayunodelcorriente producirá sensación.No pierdas esta ocasión que acaso no vuelvanuncamás.Respetos.Bertram.

Alcabodeunahoradeesperaimpaciente,llególabuenanueva.

Está bien. Hay algo de cierto en lo que dices. Te considero un gusanotraidor y despreciable, cobarde y bellaco, pero he acaparado a Fink-Nottle.Quédatedondeestásyesperoteatropelleunautobús.Cariños.Travers.

Comopuedensuponer,mesentí inmensamentealiviado.Unpesoenormesemequitódeencima,ymesentíaexcitadocomosihubieseingeridounadelasbebidasdeJeeves.Mientrasmevestíaparalacena,canté;enLosZánganosestuve tan jaranero y alegre que provoqué algunas quejas, y cuando, alregresar a casa,memetí en la antigua cama, quedé dormido cincominutosdespuésdehabertocadolassábanas,comounniño.Juzgabaconcluidoaquelfastidiosoepisodio.

Grande fue, pues, mi asombro cuando, al despertarme a la mañanasiguienteysentarmeenellechoparabeberelté,viencimadelabandejaotrotelegrama.

Elcorazónmefalló.¿EraposiblequetíaDahlia,durantelanoche,hubiesecambiadodeparecer?¿EraposiblequeGussie,incapazdeenfrentarseconunatarea semejante, hubiese huido en las horas nocturnas, descendiendopor lascañeríasdelagua?Conestospensamientos,queformabanuntorbellinoenmimente,abríeldespachoy,alleersucontenido,emitíungritoahogado.

—¿Señor?-dijoJeeves,deteniéndoseenelumbraldelahabitación.

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Volví a leer. Sí, lo había comprendido a la perfección.No, nome habíaengañadosobresusignificado.

—Jeeves,¿losabeya?

—No,señor.

—¿ConoceamiprimaAngela?

—Sí,señor.

—¿ConocealjovenTuppyGlossop?

—Sí,señor.

—Acabanderompersucompromisodematrimonio.

—Losientoseñor.

—Este telegramade tíaDahliame lo comunica.Mepregunto qué habrápasado.

—Nosabríaexplicárselo,señor.

—Esnatural.Nohagaelburro,Jeeves.

—No,señor.

Permanecípensativo.Estabarealmenteimpresionado.

—Bien,estosignificaquetendremosqueiraBrinkleyCourthoymismo.Tía Dahlia, naturalmente, está trastornada y mi deber es estar a su lado.Convienequeprepareustedelequipajeestamañanayquesalgaeneltrendelas12.45 llevándose lasmaletas.Yoestoy invitadoaunalmuerzoe irémástarde,encoche.

—Perfectamente,señor.

Otralevereflexión.

—Hedeconfesarqueesungrangolpeparamí,Jeeves.

—Nolodudo,señor.

—¡Ungrandísimogolpe!AngelayTuppy…parecíantanunidoscomoelpapelalmuro.¡Vaya!Lavidaestállenadeamargura,Jeeves.

—Sí,señor.

—Sinembargo,asíestánlascosas.

—Sinduda,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.Yahoraprepáremeelbaño.

—Perfectamente,señor.

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CapítuloVII

Medité profundamente, aquella tarde, mientras viajaba hacia BrinkleyCourtenmiviejodosplazas.Lanoticiade la rupturaentreAngelayTuppymehabíaconmovidograndemente.

Su proyectado enlace siempre tuvo mi incondicional aprobación.Demasiado a menudo sucede que, cuando un joven amigo nuestro piensaunirseaunamuchachaqueconocemos,nosquedamosperplejos,frunciendoelentrecejo y mordiéndonos el labio inferior con expresión de duda,reflexionandosidebemosponerenguardiaalunooalaotra,oalosdosalavez,cuandoaúnestánatiempoparacambiardeopinión.

Nada igual habíame jamás sucedido respecto a Angela y Tuppy. Tuppy,cuando no hace el tonto, es un tipo excelente. Y su amor hubiera podidodefinirlocomodoscorazonesquelatenalunísono.

Naturalmente, también ellos tuvieron disgustos. Por ejemplo, cuandoTuppy,conloqueélllamabaimpávidafranqueza,ledijoaAngelaqueconelsombreronuevoseparecíaaunpequinés.Peroenelbalancedelasnovelasdeamoresmenesterdejarunampliomargenparalasinevitablesvulgaridades,ysupusequeTuppy,despuésdelincidente,habríaaprendidotambiénlalección,y pronosticaba el futuro de los dos novios como un prolongado cantoarmonioso.

Y,repentinamente,sobrevienelarupturadelasrelacionesamatorias.

Empleé toda la ingeniosidad del cerebro de un Wooster para procurarexplicarmeloacaecido,peromeatormentabaladudadeloquehubierapodidoprovocarlaexplosiónypisabacontinuamenteelaceleradorparallegarlomáspronto posible al lado de tía Dahlia y saber, por boca de la mismaprotagonista, la historia completa. Puesto que mi seis cilindros funcionabaperfectamente, me hallé en la intimidad de la familia antes de la hora delaperitivodelanoche.

MeparecióquetíaDahliasealegrabadeverme,másaún,inclusolodijo.Declaración que ninguna otra tía hubiera hecho, puesto que la habitualreaccióndeesasqueridasparientesantelallegadadeBertramesunamezclademalestaryespanto.

—Hassidomuyamablealvenir,Bertie.

—Mipuestoestáatulado,tíaDahlia—contesté.

Su rostro, frecuentemente risueño, aparecía nublado y brillaba por su

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ausencialaacostumbradasonrisagenial.Estrechésumanoconsimpatíaparahacerlecomprenderquemicorazónsangrabaconelsuyo.

—Mal asunto éste, mi querida consanguínea—dije—. Temo que hayasvividounosmalosmomentos.¡Estahistoriadebedehabertedeprimido!

—Deprimido,ésaeslapalabra.Nohetenidounmomentodetranquilidaddesde que regresé deCannes y volví a pisar estemaldito umbral—dijo tíaDahlia,recobrandoelenérgicolenguajedelaspartidasdecaza—.Todohaidodecabeza.Primero,hubolahistoriadelrepartodepremios.

Sedetuvoymemiró.

—Pensaba haberte hablado francamente de tu proceder en este asunto,Bertie —dijo—, y tenía preparada una excelente colección de frases paradecirte.Pero,yaquehasacudidoasí,espontáneamente,debodejarteenpaz.Ymucho más si pienso que quizá haya sido mejor que te eclipsaras de esamanera tan condenadamente cobarde en elmomento en que debías cumpliruna obligación, porquemeparece que el tal Spink-Bottle lo harámuybien.Siemprequepuedaprescindirdelassalamandras.

—¿Porqué?¿Hahabladodelassalamandras?

—Ha hablado. Mirándome con ojos resplandecientes y fulgurantes demarinero de los tiempos antiguos. Sin embargo, si sólo hubiera de soportareso,¡paciencia!MeatormentaloquediráTomenelmomentoenquesecreaobligadoamostrarselocuaz.

—¿TíoTom?

—Megustaríaqueteacostumbrarasallamarleconcualquierotronombre,peronotíoTom—dijotíaDahlia,algodespechada—.Cadavezquelellamasasímeparecequeveoaunnegrodispuestoatocarelbanjo.¡Sí,tíoTom,siasíloprefieres!Prontotendréqueinformarledelapérdidadeldineroalbacarráytemoquesaltecomouncohete.

—Bueno,yasabesqueeltiempotodolocura…

—¡Al diablo el tiempo que todo lo cura! He de sacarle un cheque dequinientaslibras,lomástardeel3deagosto,paraMilady'sBoudoir.

Me sentí preocupado. Aparte del natural interés del sobrino hacia uneleganteperiódicodesutía,micorazónalbergabaunpuntosensibleparaesteMilady's Boudoir desde que publicarami artículo «Lo que lleva el hombrebien vestido». Acaso fuera sentimentalismo, pero nosotros, los periodistas,tenemosesasdebilidades.

—¿SehaencalladoelBoudoir?

—Lo estará si Tom no afloja los cordones de su bolsa. Es menester

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ayudarlohastaquesuperelacurva.

—Pero¿noteníaquesuperarlahacedosaños?

—Sí,peroaúnsigueenelmismopunto.Hastaquenohayasdirigidounperiódicoparaseñoras,nosabráscuántassonlascurvas.

—¿Ycreesquehaypocasesperanzasdeconmovera tíoTomconmimosconyugales?

—Tediré,Bertie.Hastaahora,cuandonecesitabaalgúnsubsidio,siempreloobtuveacercándomeaTomconlaactitudalegreyconfiadadelhijitoúnicoque pide al indulgente padre un bombón de chocolate. Pero precisamenteahoraharecibidodelaOficinadeImpuestosunanotificacióndeaumentodeimpuestosdecincuentayocholibras,unchelínytrespeniques,ydesdequeheregresado sólo habla de ruina, de la siniestra tendencia de la legislaciónsocialistaydeloquenossucederáatodos.

Comprendía perfectamente. Tío Tom tiene una peculiaridad que heobservado en otras personas: si se le impone un tributo, aunque sea muyinsignificantelasuma,lanzaráunosgritosqueseoiránalotroladodelmundo.Tieneeldineroamontones,peronoquiereoírhablardedesprendersedenada.

—De no ser por el arte culinario deAnatole, no creo que fuese posibleseguiradelante.Graciasalcielo,estáAnatole.

Inclinélacabezareverentemente.

—¡DiosguardeaAnatole!

—Amén—contestótíaDahlia.

Muy pronto, sin embargo, desapareció de su rostro la expresión defelicidadextáticaquesiempreproducedejarquelamentedivague,aunqueseaporbrevetiempo,sobreelarteculinariodeAnatole.

—Peronomedistraigasdelobjeto—agregóella—.Teestabadiciendoqueloscimientoshancomenzadoatemblardesdemiregreso.Primero,elrepartodepremios;luego,Tom,yahora,paracolmo,lamalditapeleaentreAngelayeljovenGlossop.

Asentígravemente.

—Lohe sentidomuchísimo al saberlo.Ungolpemuygrave.Y ¿cuál hasidolacausa?

—Lostiburones.

—¿Eh?

—Lostiburones…O,mejordicho,eltiburón.Aquellabestiaqueacometió

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aAngelamientrasestabaejercitándoseconelpatínacuático.

Desdeluego,lorecordaba.Unhombresensiblenoolvidaquesuprimahacorrido el riesgo de ser devorada por un monstruo de las profundidadesmarinas.Elepisodioestabasiemprevivoenmimemoria.

Loexplicarébrevemente.Ustedessabenenquéconsisteelpatínacuático.Una lancha demotor corre hacia adelante arrastrando una cuerda. Tú estássobre una tabla, sujetando la cuerda, y la lancha te arrastra a ti también.Aveces,pierdeselcontactoconlacuerdayteprecipitasenelagua,yentoncestienesquenadarparavolveracolocartesobrelatabla.

Un ejerciciomuy necio, amimodo de ver, pero hay quien lo encuentradivertido. Pues bien, en la ocasión referida, Angela acababa de volverse asubir sobre la tabla, después de una zambullida, cuando el tiburón,acercándose, le dio un violento coletazo que la hizo caer de nuevo al aguasalada.Necesitóalgúntiempoparahacerlecomprenderaltipodelalanchaloque había sucedido y decidirle a que corriese en su ayuda. Durante eseintervalo,puedenfigurarsesutemor.

SegúnAngela, aquel aletudo ejemplar continuó amenazando sus piernas,sindescanso,hastaelpuntodeque,cuando finalmente llegóel socorro,ellamás parecía una almendra salada que un ser humano. La pobre muchachahabíaquedadomuytrastornaday,durantevariassemanas,nosabíahablardeotracosa.

—Recuerdomuybienel incidente—dije—.Pero¿qué tienequeverconestaruptura?

—AnocheAngelaestabacontándolelosucedidoasunovio.

—¿Yqué?

—Teníalosojosbrillantesylasmanitasestrechamenteenlazadasconunaexcitaciónmuyjuvenil.

—Naturalmente.

—Y en vez de demostrarle la simpatía y la comprensión a que teníaderecho,¿quétefigurasquehizoelmalditoGlossop?Permanecióescuchandocomounzoquete,ycuandohuboterminado,separólaboquilladeloslabiosydijo:«Meparecequedebiódetratarsesólodeunpedazodemaderaflotante.»

—¡No!

—Asíes.YcuandoAngela ledescribiódequémodoel animal sehabíaabalanzadosobreella,intentandomorderla,separónuevamentelaboquilladelos labiosydijo:«¡Ah!Acasofueraunrodaballo inofensivoqueteníaganasde jugar.»Yahora, ¡dimetú!¿Quéhubierashechoen lugardeAngela?Ella

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tiene orgullo, sensibilidad y todas las reacciones naturales en una verdaderamujer.Ledijoqueeraunasno,unestúpido,un idiotayquenosabía loqueandabadiciendo.

Confieso que le daba la razón a la muchacha. Sólo una vez en la vidasucede un hecho sensacional, y cuando sucede no es agradable que alguienintente quitarle el sabor de emoción. Recuerdo haber tenido que leer en laescuelaalgoenquesehablabadeuntalOteloquelecuentaaunamuchachatodas las peripecias que ha pasado con los caníbales o algo semejante.Imaginenahorasussentimientossi,despuésdehaberrelatadounemocionanteencuentro con un jefe caníbal, ymientras espera un asombrado y temeroso:«¡Oh! ¿De veras?», la muchacha le hubiese dicho que sin duda habíaexagerado y que aquel jefe, según todas las probabilidades, era sólo algunaprominentevegetaciónlocal.

Sí,sí.ComprendíaperfectamenteaAngela.

—Pero supongo que él daría marcha atrás, al darse cuenta de que laofendía.

—Enabsoluto.Continuódiscutiendo.Y,gradualmente, subieronalpuntoen que ella le dijo que, para no volverse gordo como un cerdo, tenía querenunciaralascomidaspesadas,yhacermuchoejercicioporlasmañanas,yen que él criticó la costumbre, sumamente deplorable, que tienen lasmuchachasmodernasdemaquillarselacara.Asícontinuaronduranteunrato;luego,conunaexplosión,lasalasellenóconlosdiminutosfragmentosdesucompromiso.Estoyfuerademí.GraciasaDios,hasvenidotú,Bertie.

—Nada hubiera podido retenerme lejos —repliqué—, sentía quenecesitabasdemí.

—Sí.

—¡Claroestá!

—O,mejor—dijoella—,nodeti,naturalmente,sinodeJeeves.Encuantosucedió el cataclismo, pensé en él. La situación reclama a Jeeves a voz engrito.Sienlahistoriadeloshumanosacontecimientoshubouninstanteenquefuenecesariouncerebrosuperior,esprecisamenteéste.

Me parece que si llego a estar de pie,me hubiera tambaleado, es decir,estoysegurodeello.Peronoestanfácilquesucedacuandounoestásentadoenunsillóndebrazos.Sólomicarapudoexpresarlaofensaqueestaspalabrashabíanmeocasionado.

Antes de que ella las pronunciara, era todo yo azúcar ymiel, me habíaportadocomounsobrinocompasivodispuestoacualquiercosaparaserútil.Ahoramevolvídehieloypuseunacararesueltaydura.

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—¡Jeeves!—musitéentredientes.

—¡Jesús!—exclamótíaDahlia.

Mepercatédequenohabíacomprendido.

—Noheestornudado.Hedicho:¡Jeeves!

—¡Ah,sí,Jeeves!¡Quéhombre!Voyenseguidaacontárselotodo.Nohaynadiequepuedacomparársele.

Mifrialdadseacentuó.

—Quisierallegaraunacuerdocontigo,tíaDahlia.

—¿Aquéquieresllegar?

—Aunacuerdo.

—¿Deveras?

—Sí.Jeevesesunhombreacabado.

—¿Qué?

—Completamente.Haperdidoporcompletosuvivacidaddemente.Hacemenosdeunasemanaquehubedequitarlelainiciativadeunasunto,porquelotratabadeunmodoperfectamenteabsurdo.Detodosmodosmeofendeelpresupuesto,sipresupuestoes lapalabra,dequeJeevessealaúnicapersonaqueposeacerebro.Meofendeelhechodequetodosleexpongansuscuitassinconsultarme y sin permitir que, de antemano, pueda formarme una idea deello.

YcomotíaDahliaquisiesehablar,ladetuveconunademán.

—Es cierto que, en el pasado, también yo juzgué útil dirigirme a Jeevespara que me aconsejara. Pero reclamo el derecho de echar también yo unvistazo a esos problemas, cuando se presentan, sin que todos consideren aJeeves como la única cebolla del huerto. A veces creo que Jeeves, quienevidentemente tiene en activo algunos éxitos, ha sido más afortunado quecapaz.

—¿TehaspeleadoconJeeves?

—Nadadeeso.

—Meparecequesientesciertoresquemorhaciaél.

—Teaseguroqueno.

Sin embargo, tenía que admitir que era verdad en parte lo que ellaafirmaba.TodoeldíahabíaestadojuzgandoaJeevesconmuchaseveridad,yheaquíporqué.

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Recordarán ustedes que él había tomado el tren de las 12:45, llevandoconsigomi equipaje,mientras yomequedaba enLondres para el almuerzo.Pues bien, antes demarcharme,mientras vagaba arriba y abajo por la casa,relampagueóenmimenteunaextrañasospecha—provocadaquizáporalgofraudulento observado en el hombre— y me pareció que alguien memurmurabaaloídoqueecharaunvistazoalguardarropa.

Mis sospechas se habían confirmado. La chaqueta blanca estaba allí,colgadadesupercha.Aquelperronolahabíapuestoenlamaleta.ComolespodrándecirenLosZánganos,noes sencillo llevarle lacontrariaaBertramWooster.Empaquetélaprendaconpapeldeestrazaylapuseenelinteriordemi coche, y ahora se hallaba en una silla del vestíbulo. Pero aquello nodesvirtuabaelhechodequeJeeveshubieseintentadohacermeunajugarreta,yseguramentemispalabrastraicionabanciertoresentimiento.

—Nadaviolento—dije—,sólo loquepuededefinirsecomounafrialdadpasajera.Nohemosestadodeacuerdoapropósitodemichaquetablancaconbotonesdoradosynecesitéafirmarmipersonalidad.Pero…

—Detodosmodos,nada tienequeverunacosacon laotra.Lociertoesqueestásdiciendomuchastonterías,pobrecitomío.¿QueJeeveshaperdidosuvivezadeingenio?¡Absurdo!¿Cómo?¡Silehevistosólounmomento,asullegada,ymehan impresionadosusojos,quebrillabancon inteligencia!Mehedicho:«ConfíaenJeeves.»Yloharé.

—Mejorseríaquemedejasesverquépuedohaceryo,tíaDahlia.

—¡Diosmelibre!Siempiezasaocupartedelasunto,lovasaechartodoaperder.

—Todo lo contrario. Has de saber que, mientras venía hacia acá, hereflexionado y archirreflexionado sobre el agobiante asunto deAngela y heconseguidourdirunplanbasadoenlapsicologíadelindividuo,quealbergolaintencióndeponerenprácticalomásrápidamenteposible.

—¡Oh,Diosmío!

—Miexperienciade lahumananaturalezamediceque lo llevaréabuenfin.

—Bertie—exclamótíaDahliaenuntonoqueyohabríajuzgadofebril—,¡déjalocorrer,déjalocorrer!¡PorelamordeDios,déjalocorrer!Conozcodesobratusplanes.SupongoqueseteocurrirálaideadetiraraAngelaallagoyenviaraljovenGlossopasalvarlelavida,oalgoparecido.

—Nadadeesetipo.

—Sinembargo,espropiodeti.

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—Miesquemaesmuchomássutil.Déjameexplicártelo.

—No,gracias.

—Mehedichoamímismo…

—Peronomelovasadeciramí.

—Escuchaunmomento.

—Noquiero.

—Muybien,pues.Estoymudo.

—Lohasestadodesdeniño.

Me di cuenta de que la discusión acabaría mal. ¡Era inútil continuarla!Hiceunademánymeencogídehombros.

—Estábien,tíaDahlia—dijeconfrialdad—.Sinoquieresqueyoentreenescena,esasuntotuyo.Perotepierdesunconsejointelectual.Ypocoimportasi te pareces a aquella serpiente sorda de lasEscrituras que, como sin dudasabrás, cuanto más tocaban, menos bailaba. Yo maniobraré como lo hedecidido.QuieroentrañablementeaAngelaynoahorraréesfuerzoalgunoparallevarunrayodesolasucorazón.

—¡Bertie,eresuntestarudoynadamás!Telorepito:¿quiereshacermeelfavordedejarlocorrer?Sóloconseguirásponerelasuntocienvecespeordeloqueestá.

Recuerdo haber leído en una novela histórica sobre un tipo, no séexactamente si italiano o indio o de qué pueblo, que cuando oía decir algoequivocado lanzaba una mirada sonriente por debajo de los párpadosentornados,ydabaunpapirotazoaunamotitadepolvosobreelirreprochableencaje de Malines que adornaba sus muñecas. Aproximadamente hice lomismo. Me arreglé la corbata y sonreí con una inescrutable sonrisa de lasmías.Luegomeretiréyfuiadarunavueltaporeljardín.

La primera persona que encontré fue el joven Tuppy. Tenía la frentearrugadaylanzaba,sombríamente,unaspiedrascontrauntiestodeflores.

CapítuloVIII

Creo haberles hablado ya del joven Tuppy Glossop. Era el fulano —¿recuerdan?— que, fingiendo ignorar nuestra amistad de la infancia, apostóuna noche en Los Zánganos a que yo no podría atravesar la piscinacolgándomedelasanillas.Aquelloeraunjuegodeniñosparaunhombrede

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miagilidad.Puestoqueyo,naturalmente,loestabalograndoalaperfección,élretiróhaciaatráslaúltimaanillaymehizocaerenelaguavestidodeetiqueta.

Sidigoquenomeofendíporesamalaacciónmerecedoradecalificarsede«delito del siglo», ocultaría la verdad.Quedé profundamente ofendido ymihumorestuvoalteradodurantevariassemanas.

Nolesocultoque,encasodepresentársemelaoportunidad,habríadejadocaer de buena gana una esponja mojada sobre la cabeza de Tuppy desdecualquierpuntoelevado,lehabríametidounaanguilaenlacamaohechoalgoparecido. Pero no le guardaba rencor.Quiero decir que, aunque gravementeofendido, nome causaba placer alguno que la vida de ese tonto hubiese dequedar estropeada por la pérdida de una muchacha a la cual, estabaconvencidodeello,seguíaamandoconlocura.

Alcontrario;estabadispuesto,encuerpoyalma,aintentarquesecerrasela brecha abierta en su amor, y allanar nuevamente la vida a aquellos dosdesesperados sin ilusión. Me parecía que aquel estado de ánimo debíatraslucirse en las palabras que dije a tía Dahlia; pero si hubieran visto lamirada llena de bondad y de conmiseración que le dirigí a Tuppy, migenerosidadleshabríaresultadoaúnmásevidente.

Eraunamiradasuave,indagadora,yfueacompañadaporelapretóndeunamanomientraslaotraseposabaamablementesobresuhombro.

—Bien,Tuppy,viejo,¿quétalestás?

Mi piedad aumentómientras pronunciaba estas palabras porque ningunaluzhabíabrilladoensusojos,ningúnapretónhabíarespondidoalapresióndelmío,enfin,nohabíaaparecidoenélningúnsignoindicadordequequisieralanzarse a una alegre danza primaveral a la vista del viejo amigo. Habíasequedadoallí,comounsacodearena.RecordandounafrasequeJeevesdijoapropósitodePongoTwistletoncuandointentóprescindirdeltabaco,diréquela melancolía habíase amparado de él. Naturalmente, eso no me extrañaba.Dadaslascircunstancias,unpocodetristezaeramuycomprensible.

Dejando sumano, cesé de darle golpecitos en el hombro y le ofrecí uncigarrillo.Locogiólentamente.

—¿Estásaquí,Bertie?

—Sí,estoyaquí.

—¿Depasooparaquedarte?

Reflexionéuninstante.Quizá,durantelamitaddeltiemponecesarioparaencenderunacerilla,pensédecirlequehabíallegadoaBrinkleyCourtconlaexpresa intención de congraciarle nuevamente con Angela, de atar varioscabos,etcétera.Peropenséenelactoque,enresumidascuentas,másvalíano

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echaraloscuatrovientosmiintencióndeconsiderarles,aélyaAngela,comodos instrumentosde cuerda sobre los cuales sepodía improvisar una tocata.Mi sentido común me advertía que aquello pudiera desagradarles a laspersonasafectadas.

—Depende—contesté—. Puede que continúe. Mis planes aún no estánbiendefinidos.

Hizounsignodeasentimiento,comounapersonaporcompletoindiferentea lo que pueda ocurrir, y continuó mirando vagamente hacia el jardíniluminado por la luz del sol poniente. En conjunto, Tuppy se ha asemejadosiempre un poco a un bulldog, y en aquel momento se asemejabaextraordinariamente a uno de esos bellos animales, en el instante en que lenieganuntrozodetarta.Noeradifícilparaunhombredemidiscernimientoadivinarenquéestabapensando,ysussiguientespalabrasacercadelfúnebreasuntonoprovocaronenmíextrañezaalguna.

—SupongoqueestarásenteradodelosucedidoentreAngelayyo.

—Sí,viejoamigo.

—Noshemospeleado.

—Losé;unalevedisonanciaeneltema«enre»TiburónyAngela.

—Sí;supusequedebiódeseruninocuorodaballo.

—Eso,enefecto,medijomiinformador.

—¿Esdecir?

—TíaDahlia.

—¿Tehablómaldemí?

—¡Ohno!Prescindiendodequeenundeterminadomomentotellamó«elmaldito Glossop», estuvo, a mi modo de ver, muy moderada en susexpresiones;sobretodosiseconsideraqueenotrostiempospracticabalacazaconindómitaenergía.Apesardetodo,mehadadoaentender,sinotemolestaquelorepita,quehubieraspodidoportarteconmástacto.

—¿Tacto?

—Y he de añadir que estoy perfectamente de acuerdo con ella. Por tuparte,Tuppy,nofuegallardoniamablequitardeesamaneratodoelperfumeala aventuradel tiburóndeAngela.Debiste comprenderqueel tiburón le eraindispensable. ¿No comprendes qué conmoción debió de sufrir la pobremuchachaaloírqueelhombreamadolodefiníacomounrodaballo?

Viqueestabaluchandoconunapoderosaemoción.

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—Y¿quéhaydemiversióndelasunto?—preguntóconvozapagada.

—¿Detuversión?

—Nosupondrás—dijoTuppyconvehemenciacreciente—queyohabríacalificado aquelmaldito tiburón de rodaballo (y en realidad debía serlo) sintener sólidas razones. Me indujo a afirmarlo el hecho de que Angela, esainsolente,estuvorealmenteofensiva.Yquisevengarmeunpoco.

—¿Ofensiva?

—Enormemente ofensiva; por el mero hecho de haber preguntado, sóloparamantenervivalaconversación,quénosdaríaAnatoleparaelalmuerzo,contestóqueyoerademasiadoprosaicoyquenodebíaestarpensandosiempreenlacomida.¡Prosaico,unrábano!¡Yosoymuyespiritual!

—Deacuerdo.

—¿TepareceunagraviopreguntarquénosserviríaAnatoleparaalmorzar?

—¡Claro que no! Era justo y habitual tributo de respeto hacia el granartista.

—Perfectamente.

—Noobstante…

—¿Qué?

—Meparecelastimosoqueelfrágilbarquitodelamorhayadeencallarsedeestamanera,cuandoconpocasysentidaspalabras…

Memiróabriendomucholosojos.

—¿Noirásaaconsejarmequemearrodilleasuspies?

—Sinembargo,seríaconveniente,amigomío.

—Nisoñarlo.

—Pero,Tuppy…

—No,noloharé.

—Perotúlaamas,¿verdad?

Había tocado el punto sensible; se tambaleó visiblemente y su boca secontrajo…¿Erarealmenteunalmatorturada?

—Novoyadecirahoraquenoamoaesatontuela—dijoconmovido—.Alcontrario,laamoapasionadamente.Peroesonomeimpidecreerquenecesitaunazurra.

¡ErademasiadoparaunWooster!

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—¡Tuppy,viejo!

—Esinútilquedigas:«¡Tuppy,viejo!»

—Bueno; pues yo te digo, Tuppy, viejo, que tu tono me ofende. Haceponerlapieldegallina.¿Dóndeestáelnoble,elviejoespíritucaballerosodelosGlossop?

—Deja en paz el «noble, viejo espíritu caballeroso de los Glossop».¿Dónde está el suave, femenino espíritu de las Angelas? ¡Decirle a unindividuoqueleestásaliendounapapadadoble!

—¿Esodijo?

—Sí.

—¡Oh,bueno!¡Lasmuchachassonmuchachas!Olvida,Tuppy,veaverlayhacedlaspaces.

Meneólacabeza.

—No, es demasiado tarde. Se han hecho unas observaciones sobre mifísicoquenoesposibleolvidar.

—PeroTuppy…sé justo.También túunavez ledijisteque su sombreronuevolahacíaparecerseaunpequinés.

—Lahacíarealmenteparecerseaunpequinés.Noeraunavulgarmentira.Eraunacríticaqueteníaunafinalidadlógicayprofunda:ladequenohicieraunmalpapelenpúblico.Encambio,acusar falsamenteaunhombredequejadeacuandosubelasescalerasesunacosamuydiferente.

Comenzaba a darme cuenta de que la situación requería todomi tacto ytodami ingeniosidad.Paraqueundía lascampanaspudiesen repicarenunaboda en la iglesia de Market Snodsbury, Bertram tenía que obrar muyavisadamente.PorlaconversacióncontíaDahliacomprendíquehabíahabidoun intercambio de verdades entre las partes contrarias, pero no creí que lascosashubiesenpodidollegaraunextremotanavanzado.

Elpathosdelasuntomeelectrizó.Tuppyhabíaadmitidoclaramentequeelamorcontinuabaviviendoensucorazón,yyoestabaconvencidodeque,aundespués de lo pasado, Angela le amaba todavía. En aquel momento,probablemente,puedequeelladeseararomperleunabotellaenlacabeza,peroyohabríaapostadoaqueenlaintimidaddesusersubsistíanelantiguocariñoylaantiguaternura.Elorgulloheridomanteníaalejadoaúnalosdosnovios,ymeparecíaconvenientequeTuppydieraelprimerpaso.

Hiceotratentativa.

—Angelaestámuyafectadaportodolosucedido,Tuppy.

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—¿Cómolosabes?¿Lahasvisto?

—No,peroestoysegurodequeloestá.

—Viéndola,nadielodiría.

—Lleva una máscara, sin duda. Eso hace siempre Jeeves cuando leimpongomiautoridad.

—Cuandomeve,fruncelanarizcomosiyofuesealgorepugnante.

—Puramáscara.Estoyconvencidodequetodavíatequiereyquesólofaltaunapalabraamableportuparte.

Me convencí de que le había conmovido. Comprendíase claramente queestabaluchandocondiversossentimientos.Pegóunpuntapiéalahierbay,alhablar,sepercibíaensuvozunligerotemblor.

—¿Locreesdeveras?

—Absolutamente.

—¡Hum!

—Sifuerasaverla…

Meneólacabeza.

—No,seríafatal.Seríalaruinademiprestigio.Conozcoalasmuchachas.Sitearrastrasasuspies,lamejorteclavaeltacónenelcuello—observó—.Elúnicomedioseríahacerlecomprenderindirectamentequeestoydispuestoainiciar las negociaciones. Quizá sería conveniente que suspirara un pococuandolaviera.¿Quéteparece?

—Podríapensarqueresoplas.

—Esverdad.

Encendíotrocigarrilloyreflexionésobreelasunto.Y,degolpeyporrazo,cornonossucedeanosotros, losWooster, tuveuna idea.RecordéelconsejoquelehabíadadoaGussie,apropósitodelassalchichasyeljamón.

—¡Yalotengo!Unmedioinfalibleparademostrarleelamoraunamujer,unmedio para hacer las paces después de una pelea. Esta noche no comasnada durante la cena. Verás qué impresión le produce. Ella conoceperfectamentetudebilidadporlacomida.

Élsedisparó.

—¡Yonosientoningunadebilidadporlacomida!

—No,no.

—¡Absolutamenteninguna!

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—Deacuerdo.Queríadecirque…

—Esa historia de mi glotonería tiene que acabar —dijo Tuppycalurosamente—.Soyjoven,sanoydebuenapetito,peroesonoquieredecirquesientadebilidadporlacomida.HedeadmiraraAnatolecomounmaestroensuprofesiónyencuentrodemigustotodoloquesirvenenlamesa.Peroquetúdigasquesientodebilidadporlacomida…

—Estábien.Estábien.QuierodecirquecuandoAngelaveaquedejas lacenaintacta,comprenderáquetucorazónsufreyserálaprimera,quizá,eniratuencuentro.

Tuppyteníaunaexpresióntétricaypensativa.

—¿Dicesdejarintactalacena?

—Sí.

—¿DejarunplatodeAnatole?

—Sí.

—Oye,entendámonosbien.Cuandoestanoche,durantelacena,elcriadomeofrezcaunrisdeveauàlafinancièreocualquierotromanjarreciénsalidodelasmanosdeAnatole,¿hederehusarlo,sinprobarlo?

—Sí.

Semordióunlabio.Podíaseverlaluchaquesedesarrollabaensuinterior.Luego una luz iluminó su rostro. Igual debía de sucederles a los antiguosmártires.

—Estábien.

—¿Loharás?

—Sí.

—Será,naturalmente,unsufrimientohorrendo.

—Procuraréverelreversoagradable.

—Durarásólounmomento.Porlanochepodráscorrerabajoymetermanoenladespensa.

—Perfectamente.¿Creesquepodréhacerlo,eh?

—Estoysegurodequeencontrarásalgúnplatofrío.

—Habráalgúnplatofrío—dijoTuppyconalegríasiemprecreciente—.Unpasteldecarneyriñones.Noslohanservidohoyduranteelalmuerzo.UnodelosmejoreshallazgosdeAnatole.Loquemásadmiroenesehombre—dijoTuppy con reverencia—, y lo admiro de unmodo realmente superlativo, es

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que, aun siendo francés, no se limita, como muchos otros chefs,exclusivamente a los platos franceses, sino que siempre está dispuesto apreparar algún sabroso y sencillo plato inglés, como el pastel del que te hehablado. Un pastel verdaderamente de maestro, y si ha sobrado más de lamitad,vamosbien.

—Pero,durantelacena,ayunaráscomohemosconvenido,¿verdad?

—Haréexactamenteloquehemosdicho.

—Entonces,quedamosdeacuerdo.

—Es una idea excelente.Una de lasmejores de Jeeves.Dile, cuando leveas,queleestoymuyagradecido.

El cigarrillo se me cayó de los dedos. Fue como si alguien hubiesegolpeadoelrostrodeBertramWoosterconunabayetamojada.

—¡NovayasacreerqueesteproyectohasidoinspiradoporJeeves!

—¡Naturalmente que sí! Es inútil que intentes engañarme, Bertie. Unaestratagemacomoésanosetehubieraocurridonienunmillóndeaños.

Hubounapausa.Meerguíentodamiestatura.Luego,viendoqueTuppynomemiraba,meencogídenuevo.

—Vamos,Glossop—dijefríamente—.Eshoradeirseavestirparalacena.

CapítuloIX

LaterquedaddeTuppyseguíaexacerbandomiánimo,mientrassubíaamihabitación.Ycontinuósuobramientrasmedesnudabaeigualmentecuando,envueltoenmiviejobatín,medirigía,porelpasillo,hacialasalledebain.

Noesunaexageracióndecirqueestabaheridohasta lomásprofundodemisentrañas.

No era que yo desease alabanzas. Hay individuos para los cuales laadulaciónde lasmasas tieneunvalormuyrelativo.Apesarde todo,cuandonostomamoslamolestiadeorganizarunastutoplanabeneficiodeunamigoquesehallaenunasituaciónapurada,esrealmenteodiosodescubrirquetodoel mérito se atribuye a un ayuda de cámara; y mucho más si el ayuda decámaraesunapersonacapazdeviajarsinponerenlasmaletaslasamericanasblancas.

Pero, después de haber chapoteado un rato en la blanca bañera deporcelana, comencé a encontrar la calma. Sé por experiencia que en los

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momentosdedepresiónnadacalma tantoel espírituheridocomounabuenacantidad de agua y jabón. No digo que canté en el baño, pero hubo algúnmomento en que estuve a punto de hacerlo. Se calmó bastante la congojaespiritual,consecuenciadeaqueldiscursocarentedetacto.

Eldescubrimientodeunpatodegomaenlajabonera,presuntapropiedaddealgún jovenvisitadorprecedente, contribuyóbastanteaestanuevaymásfeliz disposición del espíritu. Absorto por mil asuntos, hacía años que nojugabaenlabañeraconunpatodegoma,yquedémuysatisfechoalrepetirlaexperiencia. Para quien tenga interés en saberlo, diré que si semantiene elobjeto con la esponja bajo la superficie del agua y luego se le suelta, saltafueradeunmodoperfectamenteestudiadoparadivertira lamáspreocupadadelaspersonas.Despuésdediezminutosdeestepasatiempo,elqueregresabaasuhabitaciónhabíavueltoaserelantiguo,elalegreBertramWooster.

Jeevesestabaallíypreparabaeltrajeparalacena.Saludóasujovenseñorconlahabitualsuavidad.

—Buenasnoches,señor.

Contestéenelmismotonoamable.

—Buenasnoches,Jeeves.

—Esperoquehayahechoustedunbuenviaje.

—Muybueno,Jeeves,gracias.¿Quieredarmeloscalcetines?

Melosdioycomencéaponérmelos.

—Bien,Jeeves—dijecogiendolaropainteriormásíntima—,yaestamosdenuevoenBrinkleyCourt,enelcondadodeWorcestershire.

—Sí,señor.

—Parece que ha sucedido un embrollo endiablado en estos rústicoslugares.

—Sí,señor.

—La escisión suscitada entremi primaAngela y TuppyGlossop parecemuygrave.

—Sí, señor. En el ambiente del servicio están propensos a juzgarla unasituacióngrave.

—Y,sinduda,sumentealbergalaideadequeyodebodeestarpreocupadosobreelmododearreglaresteasunto…

—Sí,señor.

—Notienerazón,Jeeves.Yosoyelamodelasituación.

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—Esonomesorprende,señor.

—Lo creo. Sí, Jeeves, he reflexionado sobre el asunto durante todo elcamino,conlosmásfelicesresultados.HetenidohacepocounaconferenciaconmísterGlossop,ytodoestáarreglado.

—¿Deveras,señor?Podríapermitirmepreguntarle…

—Conoce usted mis métodos, Jeeves. Aplíquelos. —Y comenzando aponermelospantalones,dije—:¿Hareflexionadotambiénustedunpocosobreelasunto?

—¡Oh! Sí, señor. Siempre he sido muy devoto de miss Angela y meconsideraríafelizsisemepresentaralaocasióndepoderleserútil.

—Unloablesentimiento.Supongo,empero,queestá inalbisencuantoaideas.

—No,señor.Tengouna.

—¿Cuál?

—Seme ocurrió pensar que una reconciliación pudiera tener lugar entremiss Angela y míster Glossop, despertando ese instinto que empuja a loshombres,enunmomentodepeligro,aprecipitarsehacialapersonaamada.

Tuve que abandonar la corbata para levantar una mano. Estabaescandalizado.

—Noquerráinsinuarquecreeconvenienteorganizarelsalvamentodeunnáufrago,¿verdad?Cuando,amillegada,discutíelasuntocontíaDahlia,ellamedijoconexpresiónirónicaquemecreíacapazdeproponerqueAngelasearrojase al lago para que Tuppy pudiese salvarla. Y le hice comprender enseguidaqueconsiderabaesainsinuacióncomounaofensaamiinteligencia.Yahora, si sus palabras tienen el sentido que ha de atribuírseles, ¡está ustedsugiriendoprecisamenteeseproyecto,Jeeves!

—No,señor,noesexactamenteése.Mientrasmepaseabaporaquífueraypasabaante lacampanadealarmapara loscasosde incendio, semeocurrióque una repentina alarma en la noche podría dar como resultadoquemísterGlossopcorrieseenayudademissAngela.

Meestremecí.

—Espeluznante,Jeeves.

—Bien,señor.

—Nosirve,nosirve.

—Supongo,señor,que…

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—No, Jeeves, no hablemos más. Ya hemos hablado demasiado de ello.Dejémoslocorrer.

Acabé de hacerme el nudo de la corbata en silencio. Mi emoción erademasiadoviolentaparaquemepermitiesehablar.Sabíanaturalmente,desdebastante tiempo antes, que aquel hombre iba perdiendo sus facultades, perojamás hubiese sospechado que la cosa sucediese de un modo tan absoluto.Recordandoalgunadesusrápidasocurrenciasenelpasado,rehuíconhorrorel espectáculo de su presente ineptitud… como supongo debe decirse. Merefiero a aquella terrible disposición a hacer actos extraños y hablar sinsentido. Es la historia de siempre. Un cerebro humano brilla durante añossuperandoloslímitesdelavelocidad;luego,derepente,algoseestropeaenelmotoryresbalaysecaeenlacuneta.

—Un poco alambicado—dije, intentandomanifestarmis impresiones lomás suavemente posible—. Su habitual defecto. ¿No se da cuenta tambiénusteddequeesunpocoalambicado?

—Acaso el proyecto pormí sugerido puede dar lugar a algunas críticas,señor.Pero,fautedemieux…

—Nolecomprendo,Jeeves.

—Esunafrasefrancesaquesignifica:afaltadeotromejor.

Unminutoantesnohabíaexperimentadomásqueunagranpiedadporlaruinadeaquelgranpensador.EstaspalabrasdespertaronenmíelorgullodelosWooster,obligándomeaserrudo.

—Séperfectamenteloquesignificafautedemieux,Jeeves.Noenvanohepasado recientemente dosmeses entre nuestros vecinos, los galos. Además,recuerdohaberloaprendidoenlaescuela.Loquedespiertamiasombroesqueuseesaexpresión,fautedemieux,cuandorealmenteestáfueradelugar.¿Porquésaleconesefautedemieux?¿Nolehedichoqueyalohearregladotodo?

—Sí,señor,pero…

—¿Quéquieredecircon«pero»?

—Enfin,señor.

—Adelante, Jeeves; estoy dispuesto, es decir, ansioso de escuchar susideas.

—Bueno,señor.Simeespermitido recordárselo, losproyectosdel señornotuvieronmuchoéxitoenelpasado.

Siguió a estas palabras un silencio que pudo llamarse emocionante,aprovechandoelcualmepuseelchalecoconbastanteenergía.Yhastaquenohubeabrochadolahebillatrasera,nohablé.

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—Es cierto, Jeeves—dije en tono formal—, que una vez o dos, en elpasado,falléelblanco.Noobstante,creoquedebeatribuirsealamalasuerte.

—¿Deveras,señor?

—Enestaocasiónnofallaré.Yvoyadecirlelarazón:porquemiplanestábasadoenelconocimientodelanaturalezahumana.

—¿Deveras,señor?

—Es sencillo, no es alambicado, y, sobre todo, se fundamenta en lapsicologíadelindividuo.

—¿Deveras,señor?

—Jeeves—exclamé—, no continúe repitiendo: «¿De veras, señor?» Noquierosuponerquetengalaintencióndequitarletodoelinterésalasunto,perolamaneradepronunciarese«¿Deveras,señor?»equivaleaunirónico«¿Ah,sí?».Corríjase.

—Muybien,señor.

—Lehedichoquelohearregladotodoalaperfección.¿Quieresaberquéhehecho?

—Meencantaría,señor.

—Escúchemebien,pues.HerecomendadoaTuppyquerehúseestanoche,durantelacena,todoslosplatos.

—¿Señor?

—¡Por Dios santo, Jeeves! ¡Supongo que podrá comprender una ideaaunquenoselehayaocurridoausted!¿SeolvidadeltelegramaqueleenviéaFink-Nottleparaapartarledelassalchichasyeljamón?Puesesexactamentelo mismo. Dejar intacta la comida es un síntoma de amor, universalmentereconocido.Elefectoesseguro.¿Comprende?

—Bueno,señor.

Fruncíelceño.

—No llevo intencióndecriticar continuamente sus tonosdevoz, Jeeves.Sinembargo,hedeinformarlequesu«Bueno,señor»carecederespetoyestanpocosimpáticocomoel«¿Deveras,señor?».Tantounocomootropareceninspiradosporunligeroescepticismo.Producenlaimpresióndesugerirqueyonosédequéestoyhablandoyquesólounfeudalsentidodelrecatoleimpidedecirencambio:«Pero¿quédice,señor?»

—¡Oh,no,señor!

—Bueno,perosuenaasí.¿Porquépiensaqueelproyectonoconviene?

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—TemoquemissAngelapuedaatribuirlaabstinenciademísterGlossopaunaindigestión.

Yo no había pensado en eso y confieso que por un momento quedéaturdido.Luegomerecobré.Tuvela intuicióndeque,enelfondo,debíaserbiendiferente elmóvil de sus palabras.Mortificadopor la conciencia de suinexactitud —o ineptitud—, intentaba hacer obstruccionismo. Decidíimpulsarleahablar,sinulteriorespreámbulos.

—¡Oh!—dije—.¿Piensaeso?¿Esopiensa?Detodosmodos,fíjeseenquesehaequivocadopreparándomeel traje—ledije indicando laacostumbradachaqueta para la cena o de esmoquin, como se llama en la Costa Azul—.Tenga laamabilidaddevolveracolgaréstaydarme laamericanablancadebotonesdorados.

Memiróconactitudamenazadora.Ycuandodigo«actitudamenazadora»quiero decir que en sus ojos había aparecido un resplandor respetuoso y almismo tiempoaltanero,yquesu rostrosecontrajoenunespasmomuscularquenoeraunasonrisa,sinoalgomásqueunasonrisatranquila.Seaclarólagargantaconuncarraspeo.

—Sientomucho tener que decir, señor, que olvidé poner en lamaleta laprendaindicadaporelseñor.

LavisióndelpaqueteenelvestíbulobrillóantemisojosymiréaJeevesalegremente.

—Ya lo sabía, Jeeves—dije conunamirada sonrientebajo lospárpadosentornados,ydandoungolpecitoaunamotadepolvosobreelirreprochableencaje de Malines de mis muñecas—. Pero yo me he cuidado de ella. Laencontraráabajo,enelvestíbulo,enunpaquetedepapeldeestraza.

Debiódeserun rudogolpeparaélenterarsedequesusbajasmaniobrashabían fracasado y que la prenda había llegado a su destino preciso; noobstante, las finas facciones de su rostro no se alteraron con ningún signoexterior. La emoción raramente se descubre en Jeeves. En los momentosdifíciles,comoledijeaTuppy,seponeunamáscaraconservando,inalterable,latranquilaimperturbabilidaddeunratónembalsamado.

—¿Quiereirabuscarla?

—Perfectamente,señor.

Yyomepresentéenlasalita,luciendoelegantementelachaquetablanca.

TíaDahliaestabaallí.Alentraryo,melanzóunaterriblemirada.

—¡Eh!¡Hacesdañoalavista!—dijo—.¿Dequécreesquevasvestido?

Semeescapóelsentidodesuspalabras.

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—¿Lodicesporlachaqueta?—preguntéextrañado.

—Pareces un corista de Abernethy Towers, en el segundo acto de unacomediamusical.

—¿Notegustaestachaqueta?

—No.

—PeroenCannesteagradaba.

—AquínoestamosenCannes.

—Perocaramba…

—¡Oh, déjalo correr! Eso no tiene importancia. Si quieres hacer reír alcamarero,pormí…Comprenderásquenovoyapreocuparmeporunacosaasíprecisamenteahora.

Había en su tono algo fúnebre que encontré realmente desagradable.NomesucedeamenudoenfrentarmeenérgicamenteconJeeves,ycuandolohagodeseoveramialrededorcarasalegresysonrientes.

—¡Animo,tíaDahlia!—dije.

—¡Qué ánimo ni qué niñomuerto!—fue la sombría contestación—.HehabladoconTom.

—¿Selohasdichotodo?

—No,leheescuchado.Aúnnohetenidoelvalordehablar.

—¿Aúnsiguefueradesíporlosimpuestos?

—Fuera de sí es la expresión exacta. Dice que la civilización está enquiebrayqueloshombresconunapizcadecerebrodebendeverloescritoenlasparedes.

—¿Enquéparedes?

—EsunaalusiónalAntiguoTestamento,zoquete.AlfestíndeBaltasar.

—¡Ah,claro!Siempresospechéquesedebíaaunefectodeespejos.

—¡Querría poder emplear unos espejos para decirle aTomel asunto delbacarrá!

Podía proporcionarle un consuelo. Había reflexionado y vuelto areflexionar acerca de nuestra última charla y creía haber hallado elfundamento de su error en esta cuestión.Estribaba en su decisión de hablarcontíoTom.Eraunasuntoapropósitodelcualhubierasidomejorconservarciertareservatranquila.

—No comprendo por qué has de contarle que has perdido jugando al

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bacarrá.

—¿Yquédebohacer?¿DejarquevayanalaruinajuntoslacivilizaciónyelMilady'sBoudoir?Yesosucederáinfaliblementesinorecibounchequelasemana que viene. Los tipógrafos se han puestomuy intransigentes duranteestosúltimosmeses.

—Nome has comprendido. Escúchame. Es una cosa convenida que tíoTomhagafrentealosgastosdeMilady'sBoudoir.Ysiesebenditoperiódicoseencuentraentalescondicionesdesdehacedosaños,meparecequeaestasalturas debería estar acostumbrado a ello.Puesbien, pídele sencillamente eldineroparapagaralostipógrafos.

—SelopedíprecisamentemomentosantesdemarcharparaCannes.

—¿Ynotelodio?

—Claro que me lo dio. Se portó caballerosamente. Es el dinero que heperdidojugandoalbacarrá.

—¡Oh,nolosabía!

—Noesmucholoquetúsabes.

Elcariñodesobrinomeayudóapasarporaltoelinsulto.

—¡Calla!—dije.

—¿Cómo?

—Hedicho:«¡Calla!»

—Dilootravezyverásloquesucede.Tengobastantequesufrirparaquehayadetolerarademásquemeimpongansilencio.

Permanecí un rato pensativo. Mis entrañas se revolvían. Mi corazón,ustedes lo saben, ya había sangrado aquella noche una vez por tía Dahlia.Ahorasangrabadenuevo.Sabíaloencariñadaqueestabaconaquelperiódico.Verle morir habría sido para ella como ver a un niño amado hundirse porterceravezenunestanqueounlago.

Y ladudanoeraposible; sino lograbaconmovera tíoTom,éstedejaríaperecerMilady'sBoudoirsinmoverundedo.

¡Pero en seguida vi cómo se podía arreglar todo! ¡La tía necesitaba serincluidaenlalistademisclientes!TuppyGlossoprenunciabaalacenaparaconmover a Angela; Fink-Nottle renunciaba a la cena para impresionar aMadelineBassett;tíaDahliateníaquerenunciaralacenaparaconmoveratíoTom.Ayunatúyayunaréyo…ylasatisfaccióngeneralquedaasegurada.

—Loheencontrado.Hayunmedio.Comemenos.

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Me miró con expresión suplicante. No puedo jurar que las lágrimashumedecieran sus ojos, pero sospecho que fue así. Desde luego, juntó lasmanosenmudaapelación.

—¿Tienes que delirar a la fuerza, Bertie? ¿No puedes detenerte unmomento?¿Siquieraporestanoche?¿PoramordetíaDahlia?

—Noestoydelirando.

—Nomeatrevoapensarqueunhombredetueducaciónlohagaadrede,pero…

Comprendíquenomehabíaexplicadobien.

—Bueno —dije—. No tengas miedo. Hablo en serio. Cuando te digo«comemenos»quierodecirqueestanoche,durantelacena,hasderehusarlacomida. Si tú permaneces allí, triste, rehusando los platos, con un gesto deresignación, ¡verás lo que pasa! Tío Tom observará tu falta de apetito yapuestoaque,unavezconcluidalacena,acudiráatuladoytedirá:«Dahliaquerida…»,supongoqueesasícomotellama,«Dahliaquerida,henotadoquedurante la cena no tenías apetito. ¿Qué te sucede, Dahlia querida?» «Miquerido Tom», contestarás tú, «eres muy amable preguntándomelo. Larealidades,querido,queestoyterriblementepreocupada.»«Queridamía…»,diráél…

TíaDahliameinterrumpió,enestepunto,paradecirmeque,ajuzgarporeldiálogo, los cónyuges Travers debían de ser dos espléndidos ejemplares decretino.Deseaba,además,sabercuándollegaríaalaconclusión.

Laenvolvíenunademismiradas.

—«Querida mía», dirá él, «¿puedo hacer algo por ti?» A lo que tú,naturalmente, contestarás: «Puedes ir a buscar el talonario de cheques yempezaraescribir.»

Mientrashablabalaobservéatentamenteymecomplaciólaluzrespetuosaquebrillóensusojos.

—Pero,Bertie,¡ésaesunaideabrillantísima!

—YatehabíadichoqueJeevesnoeraelúnicohombredotadodecerebro.

—Creoquetuconsejopuedeservir.

—¡Desdeluegoqueservirá!SelohedadotambiénaTuppy.

—¿AljovenGlossop?

—ParaqueAngelaseapiadedeél.

—¡Espléndido!

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—YaGussieFink-Nottle,quedeseaconquistaraMadelineBassett.

—¡Bien,bien,bien!¡Quéinfatigablecerebro!

—Trabajasiempre,tíaDahlia,trabajasiempre.

—Noereselzoquetequeyocreía,Bertie.

—¿Ycuándomejuzgastezoquete?

—¡Oh!Muyamenudo,elveranopasado.Nopuedoprecisarporquépudepensarlo.Sí,Bertie,elproyectoesbueno.Supongo,porlodemás,quelohabrásugeridoJeeves.¿Noesverdad?

—Jeeves no ha sugerido nada. Esa insinuación me ofende. Jeeves nadatienequevercontodoesto.

—Bien, bien. No hace falta agitarse por tan poco. Sí, tengo esperanzas.Tommeadora.

—¿Yquiénno?

—Haréloquedices.

Enaquelmomentoentróenelsalónelrestodelosinvitadosypasamosalcomedor.

Dada laatmósferaespiritualdeaqueldíaenBrinkleyCourt,noesperabaunacenabrillante.Y,enefecto,no lo fue.Silenciosay triste,asemejábaseaunacenadeNavidadenlaIsladelDiablo.

Respiréaliviadocuandollegamosalfinal.

Preocupada,ademásde todo,por tenerquerehusarcadaplato, tíaDahliaeraunverdaderodesastredesdeelpuntodevistadelaconversaciónbrillante.El hecho de poseer cincuenta libras menos y de tener que esperar, de unmomentoaotro,elderrumbamientodelacivilizacióninfluíanenquetíoTom,quesiempretuvociertoparecidoconunmoluscoatormentadoporunsecretopesar, estuviese aún más triste que de costumbre. Madeline Bassettdesmenuzabasilenciosamenteelpan;Angelaparecíaexcluidadelnúmerodelos vivos; Tuppy parecía un condenado a muerte que rehúsa hacer laabundantecolaciónacostumbradaantesdeencaminarsehaciaelpatíbulo.

GussieFink-Nottlehabríainducidoaerror,porsuapariencia,amásdeunsepulturero,quelehubieraenterradosindemora.

Volvíaaver,denuevo,porprimeravezaGussieyhedeconfesarquesuprocedermemolestó.Esperabaalgomuchomásresplandeciente.

En mi domicilio, me había dado la impresión de necesitar un ambienterural; en cambio, ahora, no hallaba en él signo algunodemejoría.Más que

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nuncaseasemejabaalgatodelrefrán,ycomprendíenseguidaquemiprimeraacción,encuantomefueseposiblehuirdeaquellamorgue,seríaladecogerleaparteyendilgarleundiscursoalgofuerte.

Si alguien en el mundo necesitaba un toque de trompeta, ése era Fink-Nottle.

Eneléxodogeneraldelosluctuososconvidadosleperdídevistay,comotíaDahliamellamóparaunapartidadebridge,nopudebuscarleenseguida.Mas,despuésdehaberjugadounrato,uncamarerovinoacomunicaramitíaque Anatole suplicaba fuese a verle un momento, y yo aproveché paraalejarme.DiezminutosdepesquisaspasaronsinquepudierahallaraGussieentodalacasa;meencaminéentonceshacialosalrededores,yleencontréenlarosaleda.

Estaba oliendo una rosa con expresión mortificada, pero volvió el picohaciamí,cuandomeacerqué.

—Hola,Gussie—dije.

Lehablasonreídoamablementecomosuelohacercon losviejosamigos,pero él, en vez de contestar a mi sonrisa, me dirigió una mirada muyantipática. Parecía no alegrarse de ver a Bertram. Me miró así durante unmomento,luegodijo:

—¡Apaseo,túytu«Hola,Gussie»!

Estas palabras, pronunciadas entre dientes, no eran una acogida muyamistosaymeencontrémásconfusoquenunca.

—¿Quésignificaeso?

—Me sorprende tu cara dura al venir a mi encuentro con ese «Hola,Gussie». ¿Tepareceésteunmomentooportunoparaquemevenganconun«Hola,Gussie»?Eso es cuantoquierodecirte.Y es inútil quememires así.Biensabesenloquepienso:¡enesemalditorepartodepremios!Hasidounaverdadera cobardía por tu parte zafarte y echármelo encima.Nomedirémispalabras.Hasidopropiodeunperroydeunbellaco.

Ahorabien,aunque,comoyaleshedicho,hubieradedicadolamayorpartedelviajeadiscurrirsobreelcasoAngela-Tuppy,nodejédeencaminarunoodos pensamientos hacia mi actitud durante mi encuentro con Gussie. Teníaprevista alguna extemporánea salida desagradable en el primer momento y,cuandosetratadeafrontarunaentrevistadifícil,BertramWoostersueletenerpreparadoalgúnargumento.

No tardé, pues, en contestar con franqueza viril y desarmante. Labrusquedaddelainterrupciónmehabíachocadounpoco,esverdad,porque,enlaconfusióndelprimermomento,olvidéelasuntodelrepartodepremios,

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pero,recobrándomeenseguida,contestéconvirilenergía:

—Pero hijo mío —dije—. ¡Si formaba parte de mi plan! Creí que lohabríascomprendido.

Contestóalgoapropósitodemisplanes,quenocomprendí.

—Claro. «Zafarse» es una definición completamente absurda. Nosupondrásquenoteníainterésenrepartir lospremios,¿verdad?Habríasido,para mí, una ocasión única. Pero lo único realmente bello y generoso quepodíahacerportieraponermeaunladoparadejarteelsitio.Pensabaquelaocasiónteresultaríamásútilatiqueamí.¡Confiesaqueaguardasesedíaconimpaciencia!

Me contestó con una vulgar exclamación que me extrañó conociese, locualdemuestracómo,aunsepultándonosenelcampo,nosesdadoenriquecernuestrovocabulario.Esposible,naturalmente,cambiarunaspalabrasconlosvecinos,conelpastor,conelmédico,conellechero,etcétera.

—¡Pero diantre! —dije—. ¿No comprendes de veras lo que puedesignificarparati?Tusaccionestendránunainmediataalza.¡Estarásallá,sobreel estrado! ¡Una figura romántica e impresionante! ¡Serás la estrella de larepresentación! ¡La atracción principal, el blanco de todas las miradas!MadelineBassettquedaráentusiasmada.Teverábajounnuevoaspecto.

—¿Locreesasí?

—Naturalmente.HastaahoraconoceaAugustusFink-Nottle,elamigodelassalamandras.HaencontradotambiénaAugustusFink-Nottle,pedicurodeperros. ¡Pero Augustus Fink-Nottle, el orador!…, eso le llegará al corazóncomoundardooyohedejadodeconocerelánimofemenino.Lasmuchachasvandecabezaporloshombrespúblicos.Sialguienenelmundotehahechoungranfavor,hesidoyoalofrecerteestaextraordinariaocasión.

Pareció quemi elocuencia le causaba cierta impresión. No podía ser deotro modo. Tras sus gafas de concha apagóse el fuego de sus ojos, quevolvieronaadquirirlaexpresióndelosdeunpescadopasado.

—¡Quiénsabe!—dijo,meditando—.¿Hashechoalgunavezundiscurso,Bertie?

—¡Oh! Un par de docenas de veces. Es una tontería. Muy sencillo.Imagínatequeunavezhabléenunaescuelademuchachas.

—¿Noestabasnervioso?

—Enlomásmínimo.

—¿Yquétaltefue?

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—Pendíandemislabios.Lasteníaatodasenlamano.

—¿Notetiraronhuevosuotrosobjetos?

—¡Quéva!

Emitióunprofundosuspiroypermanecióquieto,mirandosilenciosamenteauncaracolqueatravesabaelcamino.

—¡Bueno! —acabó concluyendo—. Puede que me haya preocupadoexcesivamente,queexagerasealcreerquemidestinoerapeorquelamuerte.Perotediréquelaperspectivadelrepartodepremiosparaeldíatreintayunoha transformadomividaenunacontinuapesadilla.Nohepodidodormir,nicomer…Y,porcierto,nomehasexplicadoaqueltelegramacifradosobrelassalchichasyeljamón.

—Noera cifrado.Quería que comieras poco para que ella comprendiesequeestásenamorado.

Riomefistofélicamente.

—Comprendo.Bien,lohehechodeveras.

—Yalonotédurantelacena.¡Espléndido!

—Noséquéleencuentrasdeespléndido.Nosirvedenada.Jamástendréelvalor de pedir sumano.No lo tendré, aunque tenga que vivir de bizcochostodoelrestodemivida.

—Pero ¡qué diablos, Gussie! ¡En estos románticos parajes! Creí que elmurmullodelosárboles…

—Nome importauncomino loquepuedashaberpensado.Séqueno loharé.

—¡Vamos!

—Nopuedo.¡Parecetanlejana,tanremota!

—Peronoloes.

—Síloes.Sobretodosilamirasdeperfil.¿Lahasmiradodeperfil?Eseperfilfrío,puro…¡Tequitatodoslosánimos!

—¡Peronoescierto!

—Tedigoquesí.Lamiro,ylaspalabrassemehielanenloslabios.

Hablaba conuna especie de desesperación y era tan evidente su falta deespíritu y de energía que, lo confieso, por un instanteme sentí desanimado.Meparecióinútilintentargalvanizarasemejantemolusco.Luegovislumbrélasendaquedebíaseguir.Conmiextraordinariaprontitudcomprendíloqueera

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necesariohacerparaempujaraFink-Nottlealotroladodelameta.

—Hayquesuavizarla—dije.

—¿Cómo?

—Hay que suavizarla.Convencerla.Decidirla.Hay que empezar por lospreliminaresgolpesdepico.Heaquí,Gussie,elprocedimientoquepropongoadoptar.VolveréalacasaeinvitaréaMadelineadarunavuelta.Lehablarédecorazonesqueseconsumenyleharécomprenderquehayunodeellosaquí,muycerca.Llevaré adelante el asunto conmucha energía.Tú, entretanto, tequedarásporlosalrededoresydespuésdeuncuartodehorapodrásacercarte.Estará ya conmovida y vibrante y será fácil lo demás. Como subirse a unautobúsenmarcha.

Recuerdo que, siendomuchacho, en la escuela, me hicieron estudiar unpoema donde un tal Pig… no sé qué, un escultor seguramente, después dehaberacabadolaestatuadeunajoven,unbuendíasediocuentadequeéstacomenzaba a hablar. El hombre, naturalmente, debió de experimentar ciertaimpresión,peroloimportanteesque,enelpoema,habíaunpardeversosquedecían,sinorecuerdomal:

Ellaseagita.Semueve.Parecesentir

elespíritudelavidaensuarcilla.

Yrepitoestosversosporquenadapodríadescribirmejorlatransformaciónde Gussie ante mis alentadoras palabras. Su frente se despejó, sus ojosbrillaron, y perdiendo su habitual mirada de pescado, contempló con ciertabenignidadelcaracolquecontinuabasulargocamino.¡Unasensiblemejoría!

—Comprendo.Quieresdespejarlasenda,comosueledecirse.

—Esoes,despejártela.

—Esunamagníficaidea,Bertie.Lacosacambiadeaspecto.

—Desde luego. Pero no olvides que luego a ti te toca continuar.Has deintentar conmoverla, tienes que darle cuerda; de otro modo, todos misesfuerzosresultaráninútiles.

AlgodelahabitualincertidumbredeGussiereapareció.

—Bueno,pero¿quédiablosdiré?

A duras penas dominé mi impaciencia. Aquel hombre había sido uncompañerodeescuela.

—¡Diossanto!¡Haymilesdefrasesquedecir!Habladelapuestadelsol.

—¿Qué?

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—¡Claro! Jeeves halló, hace días, una hermosa frase a propósito. Leencontréunatardemientraspaseabaalperroporelparque,ymedijo:«Ahorael crepuscular paisaje desaparece de nuestra vista y una solemne paz cubretodoelmundo.»Puedesusarla.

—¿Quéclasedepaisaje?

—Crepuscular.

—¡Oh,crepuscular!Estabien…,crepuscularpaisaje…,solemnepaz.¡Sí,sí,muybien!

—TambiénpuedesdecirlequeamenudohaspensadoquelasestrellaseranguirnaldasdelindasmargaritasdelSeñor.

—¡Peroyonuncahepensadoeso!

—Tecreo;perolohapensadoella.Silograshacerunapresentacióndeestetipo,habrádepensarquetúeressualmagemela.

—¿HasdichoguirnaldasdelindasmargaritasdelSeñor?

—Sí:guirnaldasde lindasmargaritasdelSeñor.Luegocontinúadiciendoqueelcrepúsculosiempreteponetriste.Medirásqueesonoescierto,peroenestaocasiónesimprescindible.

—¿Porqué?

—Ella tepreguntaráporqué.Ytú,parasecundarla, lecontestarásquesedebealasoledaddetuvida.Noseríaunamalaideahacerleunadescripcióndeuna velada íntima, en tu casa del Lincolnshire, refiriéndole cómo caminaslentamenteporlapradera,entrelassombrasdelanoche.

—Porlogeneral,mequedoencasaescuchandolaradio.

—No,no.Tepaseaslentamenteenlaoscuridad,deseandolacompañíadealguienqueteame.Luegolehablarásdeldíaenqueellaentróentuvida.

—Comounaprincesafascinadora.

—Perfectamente—dijeconaprobación.Nuncahabríaesperadoquese leocurrieraalgoasí—.Princesafascinadora…Muybien,Gussie.

—¿Yluego?

—Bueno,elrestoesfácil.Añadirásquehasdedecirlealgo,ycomienzasenseguida.Nopuedesfallar.Yoentulugarintentaríahablarleenlarosaleda.Todoelmundosabequelomejoresarrastrarelobjetoadoradoalarosaleda,duranteelcrepúsculo.Peroantestendríasquetomarteunpar,peronounparcualquiera,sinodelosfuertes.

—¿Fuertes?¿Qué?

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—Tragos.

—¿Tragos?¡Perosiyonobebo!

—¿Cómo?

—Noheprobadounagotadealcoholenmivida.

Esome hizo dudar.He de confesarlo. Es esencial, en ciertos casos, unamoderadadosisdeintemperancia.Apesardetodo,talcomoestabanlascosas,nohabíanadaquehacer.

—Bueno;hazloquepuedas.

—Siemprebebozumodenaranja.

—¡Puesbebeeso!Pero,dimelaverdad,¿tegustadeverasesebrebaje?

—Muchísimo.

—Bueno, en tal caso…Y ahora, hagamos una prueba para ver si sabesbienelpapel.Comienzaconelcrepuscularpaisaje.

—Estrellas,guirnaldasdelindasmargaritasdelSeñor.

—Elcrepúsculoteponetriste.

—Porcausademividasolitaria.

—Descripcióndelavida.

—Hablardelencuentroconella.

—Añadir«princesa fascinadora».Decirque tienesquecomunicarlealgo.Cogerlelamano.Ycontinúasporeseterreno.Esoestodo.

Confiando en que sabía su papel de memoria y en que todo marcharíavientoenpopa,dimediavueltayregreséapresuradamentealacasa.

Sólo cuando llegué al salón y pude echarle una mirada intensa a missBassett,comencéarepararenquevacilabalaalegreconfianzaquemehabíaempeñado en aquel asunto. Observándola de cerca habla de admitir quecausábameciertadepresión la ideadepasearmeconaquel extrañoejemplar.Hubede recordar las frecuentes circunstancias enque, enCannes,mehabíacontentado con mirarla, mudo, deseando ardientemente que algún amableconductor, atropellándola con un coche de carreras, quisiera simplificar lasituación.Comoya leshemanifestado, aquellamuchachanogozabademissimpatías.

No obstante, un Wooster está encadenado por su propia palabra: unWooster puede temblar, pero no ceder. Sólo un oído extraordinariamenteejercitadohabríapodidonotarunaligeraalteraciónenmivoz,cuandolainvité

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adarunpaseodemediahora.

—Hermosoatardecer—dije.

—Sí,realmentehermoso.

—Hermoso.MerecuerdaaCannes.

—¡Cuanhermososeranlosatardeceresalláabajo!

—Hermosos—dije.

—Hermosos—dijomissBassett.

—Hermosos—asentí.

YconestoquedóagotadoelboletínmeteorológicodelaRivierafrancesa.Unmomentodespués estábamosal aire libre, ellagorjeandoapropósitodelpaisaje,yorepitiendosiempre:«¡Oh,sí,realmente!»yreflexionandosobrelamaneramejordeentrarenmateria.

CapítuloX

Quédistintoresultaría—pensaba—siaquellamuchachafuesedeesasconlas que se charla alegremente por teléfono y con las cuales se pueden daragradablespaseosenundosplazas.En talcaso,habríadichosencillamente:«Escuche.»Ymehabríacontestado:«¿Qué?»«¿ConoceustedaGussieFink-Nottle?»,yalcontestarme:«Sí», lehubieraasegurado:«Laamaausted.»Yme habría replicado: «¿Cómo, esamomia? Le agradezco que hoyme hayapuesto usted de buen humor… o que haya cambiado mi estado de ánimo.¡Loco!¡Dígamealgomás!».

Quierodecirque,en todocaso,elasuntoquedaríasolucionadoenmenosdeunminuto.

Con miss Bassett era necesario algo menos veloz y más escurridizo.Entretanto, la luz del día se iba apagando, y llegamos al aire libre en elmomentoenqueelcrepúsculodabapasoa lanoche.Eran losúltimos, levesresplandoresdelocaso.Lasestrellascomenzabanarefulgir;losmurciélagosarevolotear,yeljardínestabasaturadodelperfumedeesasfloresblancasqueempiezan a vivir al anochecer: en suma, el crepuscular paisaje languidecíacadavezmás,elaireestabadominadoporunapazsolemne,ysenotabaquetodo aquello le producía un efecto pésimo. Tenía los ojos dilatados y elconjuntodesupersonadabalasensacióndeunalmaquenecesitaconsuelo.

TeníaelaspectodeunamuchachaqueesperabadeBertramalgoconcreto.

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En estas circunstancias, naturalmente, la conversación resultaba algodesanimada. Cuando las condiciones del momento requieren ciertaafectuosidad,yonuncameencuentroperfectamenteamisanchas,yheoídoafirmar lomismo a otrosmiembros deLosZánganos.Recuerdo que PongoTwistletonmecontóunavezque,paseandoengóndolaal clarode lunaconunamuchacha, lo único que se le ocurrió fue explicarle la vieja historia deaquel tipo que fue nombrado jefe del tráfico de Venecia por ser un buennadador.Tambiénañadióquehizounmalpapelyquelamuchacha,alcabodeunratito,declaróquesentíafríoyquedeseabavolveralhotel.

Ahora bien, la conversación resultaba algo decaída. Fue fácil decirle aGussiequehablaría conaquellamuchachade loscorazonesdoloridos,pero,para poderlo hacer, era necesario tener un punto de partida. Y cuando,paseando, llegamosalextremodel lago,yellacomenzóahablar,yapuedenimaginarsemidesilusiónalpercatarmedequehablabadelasestrellas.Nadaútilparamí.

—¡Oh!¡Mire!—dijo.

Aquel exordio confirmaba mi opinión de que era una observadoraextraordinaria.MedicuentaenCannes,dondemellamólaatención,envariasocasiones,sobreobjetostandisparescomo,porejemplo,unaactrizfrancesa,una concurrida estación provenzal, una puesta de sol en el Esterel,MichaelArlen,elhombrequevendíagafasdecolores,elprofundoyaterciopeladoazuldelMediterráneo,yelúltimoalcaldedeNuevaYorkentrajedebañoarayas.

—¡Oh!¡Mireesadulceestrellitaapartadadelasdemás!

Comprendí que aludía a una estrella chiquitina, apartada, que brillabaencimadeunmatorral.

—Sí—dije.

—Mepreguntosisesentirásola.

—Oh,nolocreo.

—Unhadadebehaberllorado.

—¿Eh?

—¿Nolorecuerda?«Cadavezqueunhadaderramaunalágrima,naceunaestrelladiminutaenlaVíaLáctea.»¿Jamáspensóenello,místerWooster?

Deboconfesarquejamássemehabíaocurridopensarennadasemejante.Nomeparecíaprobable,ycreíaquenoconcordabaenlomásmínimoconsuaseveraciónsobrelasguirnaldasdelindasmargaritasdelSeñor.Quierodecirquelasdosafirmacionesnoestabanmuydeacuerdoentresí.

Apesardetodo,noeraaquélelmomentodeanalizarydiscutir,yvique

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mehabíaequivocadoalpensarquelasestrellasnopodíanserútilesparamisfines.

—Yapropósitodederramarlágrimas…

Peroella,entonces,empezóahablardelosconejos,queretozabanporelparqueentornonuestro.

—¡Oh,mirelosconejitos!

—Apropósitodederramarlágrimas…

—¿Noleagradaestemomentodelanoche,místerWooster,cuandoelsolse ha puesto y los conejitos salen en busca de su cena? Siendo chiquilla,imaginabaque losconejitoserangnomosyque sihubiesepodido retenerelalientoyquedarmeinmóvil,hubierahechoapariciónelhada.

Indicando con un gesto equívoco que admitía perfectamente que, siendoniña,hubiesepodidopensarsemejantedisparate,volvíaloquemeinteresaba.

—Apropósitodederramarlágrimas—dijeconfirmeza—,debesaberquehayuncorazónquesufreenBrinkleyCourt.

Aquellolecausóimpresión,tantoqueabandonóeltemadelosconejos.Surostro, antes encendido por una graciosa animación, se nubló. Y emitió unsuspirosemejantealsilbidodeunapelotaalexpulsarelairequelahincha.

—¡Ah,sí!Lavidaestriste,¿verdad?

—Paraalguiensí.Paraelcorazónquesufre,porejemplo.

—¡Con sus hermosos ojos! ¡Con aquel iris húmedo de llanto! Ya nodanzancomoalegresdiablillos.Ytodoporunestúpidodesacuerdoapropósitode un tiburón. ¡Qué trágicos son los desacuerdos! Un amor así, truncadoporquemísterGlossopseobstinaendecirqueeraunrodaballo…

Comprendíquenomehabíaentendido.

—NohablabadeAngela.

—Perosucorazónsufre.

—Losé,peronoeselúnicoquesufre.

Memiróperpleja.

—¿QuierealudiraldelmísterGlossop?

—No.

—¿AldemistressTravers,pues?

ElexquisitocódigodeeducacióndelosWoostermeimpidiótirarledeunaoreja;sinembargo,hubieradadounchelínporpoderlohacer.Parecíameque

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seobstinabaennoquerercomprenderme.

—TampocosetratadeldetíaDahlia.

—Puescreoqueestámuydisgustada.

—Desde luego;pero el corazónaqueme refierono sufrepor la rupturaentreAngelayTuppy.Sufreporuna razónmuydiferente.En fin, ¡creoqueustedhadesaberporquésufrenloscorazones!

Surostroparecióiluminarse.Suvoztornoseunmurmullo.

—Quiereusteddecir…¿poramor?

—Naturalmente.Hadadoustedenelclavo:poramor.

—¡Oh,místerWooster!

—¿Creeustedenelflechazo?

—¡Claroquesí!

—Bueno,esolehasucedidoalcorazónquesufreyque,desdeesemismomomento,seconsume;meparecequeésaeslaexpresiónexacta.

Hubo un silencio. Habíase vuelto hacia el lago para mirar un pato. Elanimalejo estaba hurgando entre las hierbas, ocupación que jamás hecomprendido. Aunque, pensándolo bien, esas hierbas no son mucho peoresquelasespinacas…Luegobebióunpoco,sumergiólacabezaydesapareció;aquelloparecióromperelencantamiento.

—¡Oh,místerWooster!—repitió,yporeltonodesuvozcomprendíquelahabíaconmovido.

—¡Por usted! —continué, yendo directamente al fondo del asunto.Supongoquehabránobservadoquelodifícilenestassituacionesesexponerlaideaprincipal,elesquemageneralquelodefinetodo.Elrestoesmerodetalle.Acaso entonces no me volviera más locuaz, pero, más que antes sí, desdeluego—.Estápasandounosdíashorribles.Nopuededormir,nopuedecomer,todoporamorausted.Ylopeoresqueesepobrecorazónrotonosabehacersecomprender y decirle a usted cómo están las cosas, porque su perfil le haconmovidoeintimidado.Precisamentecuandosedecideahablar,leechaunamiradayeldiscursosedesvanece.Esunaestupidez,losé,peroesasí.

Laoítragarsalivaruidosamente,yviqueteníalosojoshúmedos,olosirishúmedos,simáslesagrada.

—¿Quiereunpañuelo?

—No,gracias,meencuentroperfectamente.

Yonopodía decir lomismo.Estaba debilitadopor los esfuerzos hechos.

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Nosésiaustedeslessucederálomismo,peroamíelhablardecosastiernas,comounpurédepatatas,meocasionasiempreciertasensacióndeinquietudyunsentimientocomodevergüenzajuntoconundesagradablesudorcito.

Recuerdo haberme visto obligado una vez, en casa de tía Agatha, en elHertfordshire, durante una fiesta en favor de las Desventuradas Hijas delClero, a desempeñar el papel de rey Eduardo III cuando se despide de suchica, la bella Rosamunda. Aquello requería un diálogo apasionadamentemedieval,aptoparaesostiemposenqueunaespadallamabaaotraespada,y,enelmomentoenqueselevantóeltelón,nocreoqueningunaHijadelClerofuese tan desventurada como yo. No había en mi piel ni un pedacito queestuvieseseco.

Ahora, mis condiciones eran aproximadamente las mismas, y fue unBertrammuyhumedecidoelquesedispusoaprestaratentooídoa loquelamuchachacomenzóadecirdespuésdeunpardesollozos.

—¡Seloruego,niunapalabramás,místerWooster!

Naturalmente,noteníaintenciónalgunadedecirlas.

—Comprendo.

Fuimuyfelizaloíraquello.

—Sí,comprendo,nosoytanneciacomoparafingirquenocomprendoloquequiereusteddecir.LosospechéenCannes,cuandoestabaustedcercademíymemirabasinpronunciarpalabra,peroconvolúmenesenterosescritosenlosojos.

SieltiburóndeAngelamehubiesemordidounapierna,nohabríadadoyoun respingo más convulsivo. Estaba tan identificado con los intereses deGussiequenisiquieramepasóporlamentequeotradeduccióndesafortunadapudiera desprenderse de mis palabras. El sudor, que ya bañaba mi frente,convirtioseenunNiágara.

Mi destino dependía de las palabras de unamujer. Quiero decir que nopodía echarme atrás. Si una muchacha cree que un hombre se le estádeclarandoyleacepta,élnopuedeexplicarlequesehaequivocadoyquenotieneningunaideadeesaíndole.Esnecesarioaceptarloasí.

Francamente,meaterrorizaba la ideadeestarprometidoaunachicaquehablabasinreticenciasdehadasnacidasdeestrellasqueselimpianlasnarices,oalgoporelestilo.

Ellacontinuabasusobservacionesy,escuchándola,yoapretabalospuñoshastaquelascoyunturassemevolvieronblancasporelesfuerzo.Parecíaquenohubiesejamásdellegaralfin.

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—Sí;durantetodosaquellosdías,enCannes,mediperfectacuentadeloqueustedintentabadecirme.Unamuchachalocomprendeenseguida.Yluegomesiguióhastaaquí,ysiempreconaquellamiradamudaeimplorante.Luegoha insistido mucho para que saliera con usted en el crepúsculo, y ahorapronuncia esas palabras titubeantes. No, no es una sorpresa para mí. Sinembargo,losiento…

Estas últimas palabras me produjeron el mismo efecto que una bebidareconfortante de Jeeves: unpocode salsa, pimentónyyemadehuevo, todoestomezcladosindudaconotrosmisteriososingredientes,ymereanimécomouna flor que se abre a la luz del sol. Todo marchaba bien.Mi ángel de laguardanosehabíaquedadodormido.

—…perometemoqueseaimposible.

Hizounapausa.

—Imposible—repitió.

Tan viva era mi sensación de haber escapado del patíbulo, que me dicuenta,alinstante,dequeconveníaunarápidarespuesta.

—¡Oh,bueno!—dijeconprecipitación.

—Losiento…

—No,no,estámuybien.

—…másdecuantopuedaexpresar.

—Nopiensemásenello.

—Podemosseguirsiendoamigos.

—¡Claroquesí!

—Novolveremosahablardeello,yconsideraremoslosucedidocomountiernosecretoentrenosotros.

—¡Naturalmente!

—Muy bien, lo guardaremos como algo delicado y fragante envuelto enlavanda…

—Enlavanda,naturalmente…

Hubounalargapausa.Ellamemirabaconunadulcísimapiedad,comosiyo fuese un caracol aplastado inadvertidamente por ella con su zapatitofrancés.YhubieradadocualquiercosapordecirlequetodomarchabaapedirdebocayqueBertram,envezdeservíctimadeladesesperación,nuncahabíaestadotanalegreentodasuvida.Pero,desdeluego,nopodemosactuardeesamanera.Calléypermanecíallí,valientemente.

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—Querríapoder…—murmuró.

—¿Qué?—pregunté,porquemiatenciónhabíasedistraído.

—Sentirhaciaustedloqueusteddesea.

—¡Oh!¡Ah!

—Peronopuedo,losiento.

—Laculpaesdeambos,porsupuesto.

—Porquemeagradaustedmucho,míster…No;lellamaréaustedBertie,¿melopermite?

—¡Claroquesí!

—Porquesomosverdaderosamigos.

—Indudablemente.

—Meagradausted,Bertie,ysilascosasfuerandiferentes,¿quiénsabe?…

—¿Eh?

—Después de todo somos buenos amigos… tenemos este recuerdo encomún…tieneustedderechoasaber…noquisieraquecreyese…¡Lavidaestancomplicada!

A muchos hombres estas exclamaciones entrecortadas les hubieranparecido fútiles y la mayoría habrían hecho caso omiso de ellas. Pero losWooster tienen lamenteextraordinariamentevivazy saben leerentre líneas.Adiviné lo que ella estaba intentandohacer salir de las profundidadesde supecho.

—¿Quiereusteddecirquehayotro?

Asintió.

—¿Amaaotro?

Nuevamenteasintió.

—¿Estácomprometida?

Estavezmeneólacabecita.

—No,noestoycomprometida.

Bien. Eso ya era algo.A pesar de todo, por sumodo de hablar podíasededucirqueelpobreGussiehabríade retirarsunombrede la lista,ynomegustabalaideadetenerlequecomunicarlatristenueva.

Habíaestudiadoamihombre,ytemíaqueaquellopudiesesignificarelfinparaél.

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Gussie,¿comprenden?,noeracomoalgunosdemisamigos,porejemploBingoLittle,quienes,rechazadosporunamuchacha,dicen:«¡Bueno,buenasnoches!»y,tancontentos,sevanabuscarotra.Élera,seveíaclaramente,deesosseresque,sinotienenéxitoenlaprimeratentativa,seamilanan,pasanelrestodesuvidareflexionandosobrelassalamandrasysedejancrecerluengaspatillasgrises,comoalgunospersonajesdenovelaquevivenengrandescasasblancas, escondidas entre los árboles, lejos del mundanal ruido y con unosrostrosllenosdemelancolía.

—Mucho temoque esa persona no piense enmí, en este sentido; por lomenosnomelohadicho.Comprenderáquesóloaustedselodigoporque…

—¡Oh!Desdeluego…

—Es extraño que me haya usted preguntado si creo en el flechazo. —Entornó los ojos—. «¿Quién, que haya amado alguna vez, no ha sentido elamorderepente?»—dijoconunavozsombríaquemerecordó,sinsaberporqué,atíaAgathacuando,vestidadeBoadicea,declamabaenaquellafamosafuncióndequeleshehablado—.Esunahistoriaalgonecia.Estabayoenelcampo,conunosamigos,yhabíaidoadarunpaseoconmiperro,cuandoalpobrecillo se le clavó una espina en la patita. Yo no sabía qué hacer y,repentinamente,sepresentóaquelhombre…

Al hablarles de aquella famosa función y esbozarles rápidamente elesquemademis emociones, sólo les he presentado el aspecto adverso de lasituación. Ahora, en cambio, quiero hablarles del maravilloso episodio quesiguióa larepresentación,cuando,desprendidodemiarmadura,medirigíalbarypedíalgoparabeber.Mepusieronentre lasmanos inmediatamenteunvaso de cerveza exquisita, y el éxtasis del primer sorbo aún perdura enmimemoria.Laagoníasufridaanteriormenteeraloquenecesitabaparahacermeencontrarperfectalabebida.

Experimenté, ahora, la misma sensación. Cuando comprendí, por suspalabras,quealudíaaGussie—evidentemente,nopodíaserqueaqueldíaunpelotóndehombressehubiesededicadoasacarleespinasasuperro,¡niquefuese un alfiletero!—, cuando tuve la certeza de que Gussie, que pocosminutos antes parecía haber perdido toda probabilidad de éxito, era elvencedor,unviolentoescalofríomesacudiódepiesacabezaydemislabiossalióunaexclamacióntanviolentaquemissBassettdiounsaltoporlomenosdeunpalmo.

—¿Perdón?—dijo.

Hiceunademán.

—¡Oh, nada!—dije—.Me había olvidado de que esta noche tengo queescribir sin falta una larga carta. Si me disculpa, voy a dejarla. Ahí llega

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GussieFink-Nottle.Ellaacompañaráausted.

Mientras hablaba, Gussie se había presentado, saliendo de detrás de unárbol.

Memarché,dejándolos juntos.Bueno,elasuntodeaquellosdosquedabaperfectamentearreglado.¡SiemprequeGussieconservaselacabezaensusitioynoapresurarademasiadolascosas!Pensaba,mientrasmedirigíahaciacasa,queaquellosseresfelicesyadebíandehabercomenzadoafuncionar.Quierodecir que, dejando a una muchacha con un hombre a la luz crepuscular,después de que los dos han declarado que están enamorados entre sí, meparecequenomerecelapenaseguirpreocupándoseporellos.

Y,encuantoamí,despuésdelorealizado,creíatenerderechoaunpocodereposoenlasaladefumar.

Continué,pues,micamino.

CapítuloXI

Todo loqueyopodíanecesitarestabaelegantementedispuestosobreunamesita, y paramí resultó un asunto de unminuto escanciar en una copa undedoodosdealcoholyrociarloconunpocodesoda.Luegomerepantiguéenun sillón poniendo los pies encima de lamesita y paladeé la bebida con lamisma satisfacción que debió de experimentarCésar al retirarse a su tiendadespuésdeladerrotadelosNerva.

Al pensar en lo que debía de estar sucediendo en el plácido jardín, meencontrabaalegreysatisfecho.AunqueestabasegurodequeAugustusFink-Nottleeraunode losejemplaresmás típicosde lanaturalezaencuestióndebobaliconería,leapreciabaymehabíavistotanprofundamentecomplacidoeneléxitodesusamorescomosi,envezdeserél,fueseyoquienestababajolosefectosdeléteramoroso.

Me alegraba en el alma pensar que en aquel momento habríaprobablementellevadoabuentérminolospourparlersyqueacasoyaestuvierahaciendoplanesparaelviajedenovios.

Naturalmente,alconsiderareltipodemuchachaqueeraMadelineBassett—estrellas, conejos y similares— podrían ustedes afirmar que una sobriatristeza hubiera estado más indicada. Pero en estos asuntos, ya lo sabenustedes, sobre gustos no hay nada escrito. El impulso de un hombre con lacabezaensusitioalencontraramissBassetthabríasidoeldeponertierradepor medio. Mas, por alguna razón misteriosa, ella conmovía a Gussie. Así

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pues,nadahabíaqueobjetar.

Mehallabaenestepuntodemismeditaciones,cuandooíelrumordeunapuerta que se abría. Alguien había entrado, y se acercaba a la mesita conmovimientosfelinos.Bajandolospies,viquesetratabadeTuppyGlossop.

Alverle experimentéunapunzadade remordimiento,porquemeacordédeque,enmiexcitaciónporayudaraGussie,mehabíaolvidado totalmentedelotrocliente.Esalgoquesuelesucedercuandosequierenhacerdoscosasalavez.

Sin embargo, como lo de Gussie ya había sido solucionado, estabadispuestoadedicarmecompletamentealproblemaGlossop.

Habíaestadomuysatisfechodeéldurantelacena.¡Ynofuefácil!Todoslosmanjareserandelamásexcelsacalidad,yademáshabíanservidounplato(merefieroalasnonnettesdepouletAgnèsSorel)quehabríapodidoinduciraromperlasmásférreasdisciplinas.Peroélhabíasereprimidocomounexpertoprofesional,ymesentíaorgullosodeél.

—¡Hola,Tuppy!—dije—.Deseabaverte.

Se volvió con un vaso en lamano y percibí claramente en su rostro lashuellasdelasprivacionessufridas.Parecíaunlobodelasestepasquehubiesevistoalcampesinocodiciadoenloaltodeunárbol.

—¡Ah,sí!—dijoentonocasirudo—.Bueno.Aquímetienes.

—Bien.

—¿Quéquieresdecircon«Bien»?

—Empiezaturelato.

—¿Quérelato?

—¿NotienesnadaquedecirmeacercadeAngela?

—Sóloqueesunacriticona.

Lafrasemechocó.

—¿Aúnnohaempezadoarondarte?

—No.

—¡Quéraro!

—¿Porquéesraro?

—Debiódeobservartufaltadeapetito.

Carraspeóásperamente,comosituvieseenfermaslasamígdalasdelalma.

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—¿Faltadeapetito?Estoyvacíocomounpozosinfondo.

—Animo,Tuppy.PiensaenGandhi.

—¿QuétienequeverGandhi?

—Nohahechounacomidadeverasdesdehaceaños.

—Ytampocoyo.Podríajurarlo.¡Gandhimeimportaunbledo!

ComprendíquevalíamásdejardeladoelmotifGandhiyvolvíalpuntodepartida.

—Probablementeteestábuscando.

—¿Quién?¿Angela?

—Sí.Debedehaberobservadotusupremosacrificio.

—Nocreoquehayaobservadonada,esatontuelaatolondrada.Apuestoaquenisiquierasehapercatadodeello.

—Vamos,Tuppy—objeté—,esoyaessermorboso.Nohasdeverlotodotannegro.Debiódedarsecuenta,aunquenofuesemásquecuandorehusastelas nonnettes de poulet Agnès Sorel. Fue una renunciación sensacional, tanvisiblecomoundedoenfermo.YlascèpesàlaRossini…

Ungritosalvajesaliódesuslabioscontraídos.

—¿Quieresacabarya,Bertie?¿Creesquesoydemármol?¿No teparecebastante doloroso estar mirando cómo pasaban ante mis narices, plato trasplato,sinhaberpodidoprobarniunbocadodeunadelasmásextraordinariascenasdeAnatole?Nomerecuerdesaquellasnonnettes.Noloresisto.

Procuréconsolarleeinfundirleánimos.

—Séfuerte,Tuppy.Piensaenelpasteldecarney riñonesqueestáen ladespensa.ComorezanlasSagradasEscrituras:«Todollegaconlamañana.»

—¡Sí,conlamañana!¡Yahorasonlasnueveymediadelanoche!¡Ytúmesalesconelpastel,precisamenteahora,cuandointentabaolvidarlo!

Lecomprendí.Teníanquepasarhorasantesdequepudiesetocarelpastel.Dejéeltemaypermanecimosunratoensilencio.Luegoselevantóycomenzóapasearsearribayabajoporlahabitacióndeunmodosalvaje;parecíaunleónenelparquezoológico,quehabiendooídotocarelgongdelacomida,esperaqueelguardiánnoleolvide.Contacto,apartélamiradadeél,perolesentíatropezarcontralassillasyotrosobjetos.Sindudalamentedeaquelhombreestabaatormentadaysupresióneraalta.

Luego volvió a sentarse y vi que me estudiaba atentamente, como situviesealgoquecomunicarme.

Page 83: De acuerdo, Jeeves

Habíaadivinado.Mediounsignificativogolpecitoenlarodillaydijo:

—Bertie…

—¿Quéhay?

—Hededecirtealgo.

—Claro, viejo —dije con cordialidad—. Precisamente estaba pensandoquelefaltabaunpocodediálogoalaescena.

—SetratadelasuntoentreAngelayyo,¿sabes?

—Bien.

—Hepensadomuchísimoenello.

—¡Oh!,¿deveras?

—He analizado despiadadamente la situación y una cosa resulta límpidacomoeldiamante.Hahabidounamalainfluenciaporenmedio.

—Notecomprendo.

—Deja que haga un resumen de los hechos. Hasta el momento en quepartióparaCannes,Angelameamaba.Estabaenteramentepormí.Yoera,pordecirloasí,laniñadesusojos.¿Loadmites?

—Esindiscutible.

—Yencuantoregresó,estallólatempestad.

—Deacuerdo.

—Yporunacosasinimportancia.

—¿Quédicesahora?Estuvistefaltodetactoenelasuntodeltiburón.

—Fuifrancoyhonradoporloquealtiburónatañe.¿Creesseriamentequeunlevedesacuerdoapropósitodelostiburonespuedeinduciraunamuchachaaromperconunhombre,sirealmentelequiere?

—¡Claro!

Me chocaba que él no se diese cuenta. Pero el pobre Tuppy jamás fuerápidoencaptarsutilezas.Erauntiporobusto,fuerte,comoesosjugadoresdefútbol que carecen de la más delicada sensibilidad, como dice Jeeves.Excelentesparamarcarun tanto,paragolpearel rostrodeladversariocon labota,peroincapacesdecomprendereltemperamentofemenino.Nisiquieralepasabaporlacabezaqueunamuchachapudieserenunciaralafelicidadantesquealtiburón.

—Enabsoluto.Hasidounpretexto.

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—¿Qué?

—Elasuntodeltiburón.Quierelibrarsedemíyhaaprovechadolaprimeraocasiónqueselepresentaba.

—¡No,hombre!

—¡Tedigoquesí!

—Pero¿porquéibaadesearlibrarsedeti?

—Tambiényomehehechoesapregunta.Sehaenamoradodeotro.Seleve de un kilómetro lejos. No cabe otra explicación. Se marcha a Cannes,estando a partir un piñón conmigo, y regresa estando amatar.Desde luego,durante esos dos meses, allá abajo debe de haber transferido sus afectos aalgúnidiota.

—¡No,hombre!

—Nocontinúesdiciendo:«¡No,hombre!»Debeserasí.Bien.Voyahaceruna declaración y te ruego la consideres comooficial. Si encuentro entre lahierbaaesavilysinuosaserpiente,másvalequereserveplazaenelhospital,porque no tendré piedad.Tengo el propósito de agarrarle por el cuello y desacudirlehastaqueseconviertaenpapillayluegoecharleconlaspatasalaireyhacerlequesetragueasímismo.

Y,dichasestaspalabras,sefue.Despuésdeesperarunosmomentosaquesealejara,melevantéymedirigíhaciaelsalón.Conocíalatendenciadelasmujeresarecrearseenelsalóndespuésdecenar.EsperabaencontraraAngela.Yteníalaintencióndehablarle.

LateoríadeTuppyparecíameelproductodeunamentetrastornada,ynohice caso de su aseveración de que alguien, en Cannes, hubiese robado elcorazón de lamuchacha.Naturalmente, fue el tiburón el que interrumpió elencantodeaqueljuvenilsueñodeamor.Estabaconvencidodequeunaspocaspalabras, cambiadas con mi prima en aquella circunstancia, lo arreglaríantodo.

Porque, francamente, parecíame imposible que una muchacha de susuavidadyternuradecorazón,nohubiesequedadoconmovidaporloocurridodurante la cena. Incluso Seppings, elmayordomo de tíaDahlia, un hombremuy frío, había retenido el aliento, tambaleándose visiblemente, al rehusarTuppy lasnonnettesdepouletAgnèsSorel,mientrasquealcamareroque leofrecíalaspatatasselehabíandesorbitadolosojoscomosihubiesetenidounavisión.Nopodíaadmitir,enabsoluto,queelhechonohubieratenidoningúnsignificadoparaAngela,unachicatansensible.Esperabahallarlaenelsalónconelcorazónsangrante,prontaaunarápidareconciliación.

Enel salónvi sólo a tíaDahlia.Meparecióqueme lanzabaunamirada

Page 85: De acuerdo, Jeeves

histérica cuando me interné en su campo visual; pero, después de miexperienciaconTuppy,loatribuíaqueellatambiénhabíaayunadodurantelacena.Nosepuedeesperardeuna tíaenayunas lamismaamabilidadquedeunatíasaciada.

—Oh,¿erestú?

Naturalmente,erayo.

—¿DóndeestáAngela?—pregunté.

—Sehaidoalacama.

—¿Tantemprano?

—Hadichoqueteníadolordecabeza.

—¡Hum!

Elconjuntodeloshechosnomeagradabamucho.Unamuchachaquehavistoasunoviorechazadoprivarsetansensacionalmentedetodoalimento,nosevaalacamacondolordecabezasielamorharesurgidoensupecho.Sequedalevantadayledirige,entre laspestañas,rápidasmiradasqueexpresanremordimiento; en suma,hace loposibleparaque comprendaque, si quierecomenzarlasnegociaciones,estádispuestaasalirasuencuentro.Sí,confiesoquesemeantojóalgointranquilizadorelhechodequesefueraalacama.

—¡Ah!¿Sehaidoalacama?

—¿Porquélabuscabas?

—Queríapedirlequevinieseadarunavueltaconmigoycharlarunratito.

—¡Ah! ¿Quieres ir a dar una vuelta? —dijo tía Dahlia con repentinointerés—.¿Ypordónde?

—Quisierapasearmeporahí.

—Entalcasomegustaríapedirteunfavor.

—Habla.

—No te llevará mucho tiempo. ¿Conoces el camino que pasa por elinvernaderoyllevaalhuerto?Alfinalseencuentraelestanque.

—Losé.

—Bien.Cogeunbuentrozodecuerdagruesayrecorreelcaminohastaelestanque…

—Hastaelestanque,estábien.

—…ymiraatualrededorhastaqueencuentresunahermosapiedramuypesada.Unladrillograndetambiénpuedeservir.

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—Comprendo—dije, a pesar de que no comprendía absolutamente nada—.Unapiedraounladrillo.Sí,¿ydespués?

—Entonces —dijo mi pariente— deseo que, como un buen muchacho,asegureslacuerdaalapiedraytelaatesalcuello,luegotetiresalaguayteahogues. Dentro de unos días enviaré a alguien a sacarte de allí y te harésepultar,porquequierobailarsobretutumba.

Estabamásaturdidoquenunca.Ynosóloaturdidosinoademásheridoyllenode resentimiento.Recuerdohaber leídoenun libroalgoacercadeunajoven que «súbitamente huyó de la estancia temiendo permanecer allí,temiendoquepudieransalirdesuslabioshorriblespalabras.Ydecididaanoquedarse un solo día más en aquella casa en donde era insultada eincomprendida».Mesentíaenelmismísimoestadodeánimo.

Luegopenséqueeramenesterserindulgentesconunaseñoraqueteníaenelestómagosolamenteunacucharadadesopayretuvelaexclamaciónqueyamehabíasubidoaloslabios.

—¿Qué quiere decir todo esto?—pregunté con gentileza—.Me parecesirritadaconBertram.

—¿Irritada?

—Notablementeirritada.¿Porquéesahostilidad?

Unallamaradarepentinasaliódesusojos,quemándomeloscabellos.

—¿Quién fue el asno, quién fue el idiota, quién fue el cretino que meaconsejó, en contra de mi parecer, que no comiera durante la cena? Debífigurarmeque…

Viquehabíaadivinadolarazóndesuestadodeánimo.

—Está bien, tía Dahlia —dije—. Lo comprendo todo. Un poco dedebilidad,¿noeseso?Peroesunmalquepasa.Notienesmásqueirabajoysaquear la despensa cuando todos estén acostados. Sé que hay un pastel deriñones que te compensaría la molestia. Ten fe, tía Dahlia —continué—.ProntotíoTomllegarállenodesimpatíaydepreguntasansiosas.

—¿Ah,sí?¿Sabesendóndeestáahora?

—Nolehevisto.

—Estáensugabineteconlacabezaentrelasmanos,blasfemandocontralacivilizaciónycontratodoloquevahacialaruina.

—¿Deveras?¿Yporqué?

—PorquehetenidoqueinformarledeladespedidadeAnatole.

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—¿Cómo?

—Sehadespedido.Ese es el resultadode tu inteligentísima faena. ¿Quépodíasesperardeuncocinerofrancés,detemperamentosensible,siconvencesatodosdequerehúsenlacomida?Mehandichoquecuandolosdosprimerosplatosvolvieronalacocinasinhabersidotocados,quedótandeprimidoqueempezóa llorarcomounniño.Ycuandoelrestode lacenasufrió lamismasuerte,dedujoquesetratabadeuninsultodecididoycalculadoyresolvióirse.

—¡Atiza!

—Yalocreoquepuedesdecir«¡Atiza!».Anatole,ladeliciadelestómago,seva,comoel rocíode lospétalosdeunarosa,por tu idiotez.Supongoqueahoracomprenderásporquédeseabaquefuerasatirartealestanque.Medebífigurarquealgúnhorribledesastrecaeríacomounrayosobreestacasa,siseteocurríaveniraquíydártelasdelisto.

Palabrascrueles,naturalmente,ymássilasdiceunatíaaunsobrino.Peroyo no experimenté resentimiento alguno. Se darán ustedes cuenta de queBertram,consideradodesdeciertopuntodevista,habíasetornadosemejanteaunflotador.

—Losiento.

—¿Ydequésirve?

—Heaconsejadoloquejuzgabamejor.

—Otra vez aconseja lo que juzgues peor.Entonces, quizá logremos salirconunaheridasuperficial.

—¿EstámuydisgustadotíoTom?

—Davueltas arriba y abajo por la habitación comoun alma en pena.Ytodaesperanzadesacarledinerosehaesfumadoparamí.

Me rasqué la barbilla, reflexionando. Nadie mejor que yo podíacomprenderlajusticiadelascosasquedecíayelgolpeterriblequedebiódeserpara tíoTom ladimisióndeAnatole.Ya leshedichoenestasmemoriasmías que el curioso ser al que tía Dahlia ha unido su destino, parece unpterodáctiloquehayasufridomucho,yesteaspectoesdebidoalhechodequedurante todos los años que permaneció en el Lejano Oeste acumulandomillones, su digestión se echó a perder. Y el único cocinero capaz deintroducirlealgoenelestómagosinprovocarunatempestadcorrespondientealaalturadeltercerbotóndelchaleco,resultóserelgranAnatole.AlverseélprivadodelosserviciosdeAnatole,sufielesposanopodíadespedirdesímásque miradas feroces. Sí, el asunto había adquirido un cariz debidamentetrágico y confieso que, en aquel momento, me hallaba absolutamente sinningunaidearestauradora.

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Confiando,empero,enqueprontosemeocurrieraalguna,conservéciertaactituddesuperioridad.

—Malo —admití—. Muy malo, desde luego. Una gran desgracia paratodos.Peronotemas,tíaDahlia,yoloarreglarétodo.

Ya he hablado acerca de la dificultad de tambalearse cuando se estásentado.Yo,porejemplo,jamáslogréhacerlo.TíaDahlia,encambio,lologrósin esfuerzo aparente. Estaba bien hundida en un sillón de brazos, y sinembargosetambaleócomounbolo.Surostrosecontrajoconunespasmodehorrorydeaprensión.

—Siteatrevesasalirconotrodetusestrafalariosproyectos…

Medicuentadequeerainútilintentarrazonarconella.Noestabaensuscabales.NosabíasiseleocurriríaarrojarmeunodelostomosdelordAlfredTennyson. Lo había visto a su lado, sobre la mesita, y, mientras cerraba lapuerta, recuerdo haber tenido la impresión de que algo pesado iba a chocarcontralamadera,peromehallabaexcepcionalmentepreocupadoparaobservaryresolver.

Me reprochaba no haber previsto las posibles consecuencias de aquellaabstinencia general en un ser de impulsivo temperamento provenzal comoAnatole. Hubiese debido recordar que los galos no pueden soportar losdesairesdeesetipo.Sutendenciaaresentirseporlamásmínimaprovocacióneshartoconocida.Nocabedudadequeunhombrequeponetodasualmaenaquellasnonnettesdepouletyvequeselasdevuelventodasintactas,debedesentirsecomoheridoporunpuñal.

A pesar de todo, es inútil llorar sobre el cántaro de la lechera. Ahoraesperaba a Bertram la misión de poner en orden las cosas, y recorría lasavenidas del jardín, reflexionando, cuando oí un lamento tan doloroso quepenséentíoTom,escapadodesuprisión,yvagandoporelparque,gimiendo.

Noobstante,amialrededornoviseñalalgunademitío.Confuso,estabaapuntodeseguirconmiscavilaciones,cuandooíotrogemido.Y,escudriñandoenlaoscuridad,percibíunasombrasentadaenelrústicobanco,yotrasombra,enpiealladodelaprimera.

Nombrándolas por orden, dichas sombras eran: Gussie Fink-Nottle yJeeves.YmeresultabacompletamenteinexplicablelarazónqueimpulsabaaGussieagemirdeaquellamanerayenaquellugar.

Porque no había posibilidad de error. No cantaba. Mientras yo meacercaba, emitió otro sonido que era, sin duda, un lamento.Y cuando pudeverlo,comprobéquesuaspectoeraeldeunsercompletamenteabatido.

—Buenas noches, señor —dijo Jeeves—. Míster Fink-Nottle no se

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encuentrabien.

Tampocoyomeencontrabamuybien.

Gussie había comenzado a producir un sonido grave, semejante a ungorgoteo,ymepersuadídequealgogravedebíadehabersucedido.Séqueelmatrimonioesunactosolemneypuedeperturbaraunindividuoconocerqueestádestinadoaafrontarlo,perojamástuveocasióndeveraunnoviosufrirdeesamanera.

Gussielevantólosojos—erantristes—yasiósusombrero.

—Adiós,Bertie—dijo,levantándose.

Penséquehabíahabladoerróneamente.

—Quieresdecir«hola»,¿verdad?

—No,«adiós».Mevoy.

—¿Adónde?

—Alestanque,aahogarme.

—Noseasburro.

—Nosoyburro…¿Soyunburro,Jeeves?

—Puedequeelseñornoseamuyjuicioso.

—¿Porquequieroahogarme?

—Sí,señor.

—¿Piensaque,enresumidascuentas,serámejorquenomeahogue?

—Asíseloaconsejaría,señor.

—Bien, Jeeves, acepto su consejo. Después de todo, sería una cosadesagradableparamistressTraversencontrarmañanauncadáverhinchadoenelestanque.

—Sí,señor.

—Yellahasidomuyamableconmigo.

—Sí,señor.

—Tambiénustedhasidomuyamableconmigo,Jeeves.

—Gracias,señor.

—Y también tú, Bertie. Muy amable. Todos han sido muy amablesconmigo.Muyamablesdeveras.Nopuedoquejarme.Estábien.Entonces,iréadarunpaseo.

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Leseguícondesorbitadosojos,mientrasdesaparecíaenlaoscuridad.

—Jeeves —dije, y he de admitir que, en mi emoción, balé como uncorderitoqueseaproximaasuspadres—.¿Quédiablossignificatodoesto?

—MísterFink-Nottleestáalgofueradesí.Hapasadoporunaduraprueba.

Intentéligarentresílosprecedentessucesos.

—LedejéaquíconmissBassett.

—Sí,señor.

—Yolahabíapreparado.

—Sí,señor.

—Élsabíaexactamenteloqueteníaquehacer;seloaprendióalpiedelaletra.

—Sí,señor.MísterFink-Nottlemehainformadodeello.

—Bien,entonces…

—Sientodecirlequesobrevinounleveaccidente.

—¿Quieredecirquealgohasalidomal?

—Sí,señor.

Nopodíaimaginarquéhabíasido;micerebrohervíaensureino.

—Pero¿cómopodíasalirmal?Ellaleama,Jeeves.

—¿Deveras,señor?

—Me lohadichoclaray rotundamente.Élno teníamásqueexponer supetición.

—Sí,señor.

—Puesbien,¿nolohahecho?

—No,señor.

—¿Dequédiabloshahablado?

—Delassalamandras,señor.

—¿Salamandras?

—Sí,señor.

—¿Salamandras?

—Sí,señor.

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—Pero¿quénecesidadteníadehablardelassalamandras?

—Noteníanecesidadalguna,señor.PorloquehepodidosaberpormísterFink-Nottle,nadadistabamásdesuspropósitos.

Nolograbacomprenderlo.

—Peronadapuedeobligaraunhombreahablardesalamandras.

—MísterFink-Nottlefuevíctimadeunrepentinoydesgraciadoataquedenerviosismo,señor.Confiesaqueperdió lacabezaalencontrarseasolasconmiss Bassett. Son circunstancias en las que los caballeros suelen hablardesconsideradamenteydecirloprimeroqueselesocurre.Enestecaso,fueronlassalamandrasysutratamiento,cuandoestánenfermasycuandoestánsanas.

Lavendasemecayódelosojos.Locomprendítodo.Lomismohabíamesucedidoamíenalgunosmomentosdecrisis.Recuerdohaberdetenidoaundentista con el trépano preparado para horadar mi canino inferior,entreteniéndole durante unos diezminutos con la historia de un escocés, unirlandésyunjudío.Algocompletamenteautomático.Noobstante,élintentabacontinuar con su trabajo, pero yo barboteaba atropelladamenteincomprensibles palabras. Cuando uno pierde el dominio de sus nervios,comienzaabalbucear.

Me imaginaba estar en el lugar de Gussie. Podía reconstruir la escena.MissBassettyélsehallabansolosenlatranquilidaddelanochecer.Sinduda,siguiendomisconsejos,élhabíainiciadoeldiscursoconlapuestadesolylasprincesashechicerasyhabía llegadoalpuntoenquedebíaexclamar«Tengoalgoquedecirle».Yveíaqueellabajabalavista,diciendo:«¡Oh!¿Deveras?»

Supongo que entonces él habría continuado, diciendo que era un asuntomuyimportante,ymeimaginoqueellahabríacontestado:«¿Realmente?»,obien:«¿Si?»,ohabríasencillamenteretenidoelaliento.Yenaquelmomentosus ojos se habrían encontrado, exactamente como losmíos encontraron losdeldentista,yalgosehabríarepentinamenteagarradoalestómagodeél;todosehabríavueltooscuroasualrededoryhabríaoídosupropiavozquehablabadesalamandras.

Sí:ésaesunapsicologíaqueyopuedocomprenderperfectamente.

A pesar de todo, culpaba a Gussie. Al darse cuenta de que estabadivagandoconlassalamandras,debiócallarseaunacostadepermanecerallí,mudo,comounpalo.Laagitaciónenquesehallabanoleexcusaba.Ningunamuchachaqueestáesperandoladeclaracióndeunapasionadoamorhaciaella,puedesoportarqueseleendilgueundiscursoenhonordeunlagartoacuático.

—Malo,Jeeves.

—Sí,señor.

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—¿Ytodoesohaduradolargorato?

—Creo que un tiempo considerable, señor. Según míster Fink-Nottle,hablóamissBassettnosólodelassalamandrasvulgares,sinotambiéndelascrestudasypalmadas.Ledescribiócómo,durantelaépocadelareproducción,las salamandras viven en el agua, se alimentan de ranitas, de insectos enestado de larvas y de crustáceos; cómo más tarde se encaminan a tierra ycomencaracolesygusanos;cómolasalamandrareciénnacidatienetresparesigualesdeagallasexternasparecidasaunasplumas.Yprácticamentecuandoestabaobservandoquelassalamandrasdifierendeloslagartosporlaformadelacola,queesaplastada,yqueunmarcadodimorfismosexualprevaleceenmuchasespecies,laseñoritaselevantóydijoquedeseabavolveracasa.

—¿Yentonces?

—Sefue,señor.

Permanecí pensativo. Comprendía cada vez más lo difícil que resultabaayudar a un tipo como Gussie. Carecía de un modo absoluto de energía yespíritu. Con infinitas precauciones había logrado situarle en una posicióndesde la cual podría cómodamente atacar. Y he aquí que él, apartándose,fallabacompletamenteelobjetivo.

—Difícil,Jeeves.

—Sí,señor.

Enmomentosmás felices le habría preguntado, naturalmente, su pareceren la materia. Pero después del hecho de la chaqueta blanca, mis labiosestabansellados.

—Bueno,habráquevolveracomenzar.

—Sí,señor.

—Hacertrabajaralcerebroeintentarhallarunremedio.

—Sí,señor.

—Bueno,buenasnoches,Jeeves.

—Buenasnoches,señor.

Sealejó,dejandoaunpensativoBertramWoosterinmóvilenlaoscuridad.Parecíamedifícildecidirquéeraloquemásconveníahacer.

CapítuloXII

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Nosésiaustedes les sucede loqueamí.Cuandomeencuentroanteunproblemaquemepreocupa,amenudounbuensueñometraelasoluciónporlamañana.

Esomesucediótambiénenlapresenteocasión.

Los que estudian estas materias dicen que es un hecho derivado delsubconsciente. Y acaso tengan razón. No puedo asegurar que tenga unsubconsciente,peroprobablementelotengo,sinsaberlo,ynohaydudadequedebiódetrabajarasiduamentemientraselcuerpodeBertramWoosterdormíasusochohoras.Porque,encuantoabrílosojosporlamañana,vilaluzdelsol.Y,fíjensebien,nomerefieroa la luzverdaderadelsol,porquelonaturalesverla, no: vi que todo se aclaraba.Mi buen amigo, el subconsciente,me loexplicótodoy,alasclaras,distinguíloqueeranecesariohacerparaincluiraGussieFink-NottleenelnúmerodelosRomeos.

Si tienenalgúntiempodisponible,quisieraquerepasaranlaconversaciónque sostuve con él la noche anterior, en el jardín.No en lo que respecta alpaisajecrepuscular,sinoenlaconclusióndenuestrodiscurso.Recordaránque,alasegurarmenohaberprobadoalcoholjamás,movílacabeza,temiendoquepudiera faltarle gran parte de la fuerza necesaria para hacer su petición a lamuchacha.Losacontecimientos,desgraciadamentemedieronlarazón.

Alponerseaprueba,únicamenteconzumodenaranjaenelestómago,seencontró completamente desarmado. En una situación que requería palabrasapasionadasquetraspasarandeparteaparteelcorazóndelajoven,comounhierrocandenteatraviesamediokilodemantequilla,nollegóapronunciarniuna sílaba que pudiese ruborizar las mejillas de la recatada doncella, y, encambio, dio una profunda, pero completamente inútil, conferencia sobre lassalamandras.

Eraimposiblepensarqueunarománticajovencitapudieseserconquistadaconesatáctica.Parapoderllegaraunasolución,eranecesarioqueAugustusFink-Nottlesevieseimpelidoadesecharaquellasestúpidasreminiscenciasdelpasado,ydebía serunFink-Nottleenérgicoyconfiadoelque seencontraseconmissBassettaliniciarseelsegundoasalto.

SóloasíelMorningPostpodríacobrarlosdiezchelines,oalgosemejante,porlapublicacióndelanunciodelapróximaboda.

Llegadoaestaconclusión,elrestomepareciómuyfácil.YcuandoJeevesentró con el té, había perfeccionadomi plan en todos los detalles. Estaba apuntodehablarledeello,esdecir,yahabíadicho:«Oiga,Jeeves»,cuandomeinterrumpiólallegadadeTuppy.

Entróconexpresióndistraídaymediopenacomprobarqueunanochedereposonohabíamejoradoelaspectodelinfeliz.

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Inclusoparecíaaúnmáscorroídoporlosgusanosquelaúltimavezquelevi. Para formarse una idea de lo que parecía Hildebrand Glossop en aquelmomento, imagínense ustedes a un bulldog que, después de ser tratado apuntapiés,vesucomidarobadaporungato.

—Por el amor de Dios, Tuppy—exclamé, impresionado—. Pareces uncadáver.

Jeeves se deslizó fuera, con ese modo suave y particular suyo lleno detacto,einvitéalotroaquetomaraasiento.

—¿Quéhasucedido?—pregunté.

Seagarróalacamacomoaunanclaycomenzóajuguetearconlamanta,ensilencio.Luegodijo:

—Hepasadoatravésdelinfierno,Bertie.

—¿Atravésdequé?

—¡Delinfierno!

—¡Oh,elinfierno!¿Yporquéfuistealláabajo?

Quedó callado, mirando fijamente hacia adelante con ojos sombríos. Vique observaba una fotografía de tío Tom, en una especie de uniformemasónico,posadasobrelarepisadelachimenea.Durantevariosañosyohabíaintentado razonar con tía Dahlia a propósito de aquella fotografía,proponiéndole dos soluciones: a) Quemarla, b) Si realmente tenía muchointerésenconservarla,darmeotrahabitacióncuandofueseahospedarmeensucasa. Pero siempre se había negado a complacerme. Decía que las cosascontinuaríancomoestabanyqueaquellafotografíaencerrabaunalecciónútil,enseñándomequenoestamosenelmundosóloparagozaryquelavidatienetambiénsuladotriste.

—Sitemolesta,vuélvelahacialapared,Tuppy—dijeamablemente.

—¿Eh?

—EsafotografíadetíoTomataviadodemúsicomayor.

—No he venido para hablar de fotografías: he venido en busca deconsuelo.

—¡Ylotendrás!ApuestoaqueteatormentasporAngela.Peronotemas.Tengo otra idea para conmover a esa tonta. Te aseguro que te abrazarállorandoantesdelapuestadelsol.

Emitióunaespeciedeladrido.

—¡Muyprobable!

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—Vamos, Tuppy, verás como todo se arregla. Estaba precisamenteempezandoaexponerlemiproyectoaJeevescuandotúhasentrado.¿Quieresoírlo?

—Noquierooírnadade tusestúpidosproyectos.Denadasirven. ¡Laheperdido!Sehaenamoradodeotroynopuedevermenienpintura.

—¡Idioteces!

—¡Nosonidioteces!

—Teaseguro,Tuppy,comoconocedorquesoydelcorazóndelasmujeres,queAngelatodavíateama.

—Noeslaimpresiónquemehadadoenladespensaestanoche.

—¡Oh!¿Hasidoaladespensa,estanoche?

—Sí.

—¿YAngelaestabaallí?

—Sí.Ytambiéntutía.¡Ytutío!

No cabía duda de que necesitaba una aclaración. Todo aquello eracompletamentenuevoparamí.HabíaestadomuchasvecesenBrinkleyCourt,perojamáspudesospecharqueladespensafueseuncentrodereuniones.Porlovistosehabíatrocadoenunbaroenunapistadecarreras.

—Cuéntame las cosas a tu manera—dije—. Sin omitir el más mínimodetalle,aunqueteparezcasuperfluo.Unonuncasabelaimportanciaquepuedeadquirirundetalle,porinsignificantequesea.

Inspeccionólafotografíaconexpresiónlúgubre.

—Estábien—dijo—,heaquílosucedido.Yaconocesmipreferenciaporesepastelderiñones.

—¡Claro!

—Hacialaunadelamadrugadapenséllegadoelmomentooportuno.Salíde puntillas demi habitación yme encaminé hacia la despensa.Meparecíaqueelpastelmellamaba.

Asentí.Séquelospastelesproduceneseefecto.

—Llegado a la despensa, lo saqué. Lo puse sobre la mesa. Encontrécuchilloy tenedor.Cogísal,mostazaypimienta; tambiénhabíaunaspatatasfrías:lascogíyestabaempezandoacomer,cuandooíunrumor.Eratutía,enbataazulyamarilla.

—Embarazoso.

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—Enelgradomáximo.

—Supongoquenosabríashaciadóndemirar.

—MirabaaAngela.

—¿Tambiénestabaella,conmitía?

—No, compareció con tu tío un minuto o dos después. El llevaba unpijamavioletayunapistola.¿Nuncahasvistoatutíoenpijamayconpistola?

—Jamás.

—Notehasperdidomucho.

—Dime lo de Angela, Tuppy —dije, ansioso de tranquilizarme—. ¿Sesuavizaronunpocosusojos,almirarte?

—Nomemiróamí.Miróalpastel.

—¿Nodijonada?

—Enseguidano.Tutíofueelprimeroenhablar;ledijoatutía:«PorelamordeDios,Dahlia,¿quéhacesaquí?»Yellacontestó:«Puestoqueenelloestamos,¿quéhacestú,mialegresonámbulo?»Tutíocontestóquealoírunosruidospensóquehabíaladronesenlacasa.

Lo comprendía todo a la perfección. Desde que fuera hallada abierta laventanadelascaballerizas,elañoenquefuedescalificadoShiningLightenelCesarewitch, tío Tom sufría con respecto a los maleantes unas reaccionesviolentas. Todavía recuerdo la emoción experimentada durante una de misvisitas,cuandointentésacarlacabezapararespirarunsoplodeairecampestreatravésdelasrejasquehabíaentodaslasventanas.Pocofaltóparaquemerompiera lacrismacontraunaespeciedeparrilladehierro,comoexistenenlasprisionesmedievales.

—«¿Quéclasederuidos?»,preguntótutíaDahlia.«Ruidosextraños»,dijotutío.EntoncesAngela,esatontuela,observóconvozduraycolérica:«Habrásido míster Glossop que comía.» Y me miró. Era la mirada de asombro ydesagrado de unamujer toda espiritualidad dirigida a un hombre gordo quetrasiegaruidosamentelasopa,enelrestaurante.Eraunadeesasmiradasquenos producen la sensación demedir unmetro veinte de cintura y tener unapapadacongrandesrollosdegrasasuperflua.Yhablandosiempreenelmismotono impertinente, añadió: «Debí decirte, papá, que míster Glossop estáacostumbradoacomerdosotresvecesdurantelanoche.Asípuedellegaraldesayuno por la mañana. Tiene un apetito formidable. ¿Ves? Ya casi haacabadoconunenormepastelderiñones.»

Al contarlo, una febril agitación habíase apoderado de Tuppy. Sus ojosbrillaban con extraña luz y blandía violentamente el puño sobre la cama,

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amenazandomispiernas.

—Es algo que fastidia, Bertie, algo que hiere. No había siquieracomenzadoacomer.Peroahíquedaretratadalamujer.

—Eleternofemenino.

—Ella continuó con sus insinuaciones: «No puedes imaginarte el interésquetieneporlacomidamísterGlossop.Viveparaeso.Comeseisosietevecesduranteeldía;luegovuelveaempezarporlanoche.Esalgomaravilloso.»Tutía pareció interesarse, y dijo que eso le recordaba a una boa constrictor.Angelapreguntósinoquerríadecirunapitón.Ycomenzaronadiscutir.Tutío,entretanto, iba de arriba abajo con lamaldita pistola, exponiendo la vida detodos. ¡Y el pastel estaba allí, sobre la mesa, sin que yo lo pudiese tocar!Ahoracomprenderásporquétehehabladodelinfierno.

—Claro.Nodebiódeserunasituaciónagradable.

—Finalmente tu tío y Angela acabaron la discusión resolviendo queAngelateníarazónyqueelreptilqueyorecordabaeraunapitón.Ydespuésnos dirigimos hacia nuestras respectivas habitaciones, mientras Angela nosaconsejabamaternalmenteque subiéramosdespacio laescalera.Agregóque,despuésdesieteuochosólidascomidas,unhombredemicorpulenciahabíade ser prudente, por el peligro de los ataques apopléjicos. Añadió que lomismolessucedíaalosperros.Cuandoestánmuygordosysobrealimentados,hay que prohibirles los ejercicios violentos porque éstos los hacen jadear yresoplar,locualesdañinoparaelcorazón.Lepreguntóatutíasiseacordabadelfallecidoperrodeaguas,Ambrose,ytutíadijo:«¡PobrecilloAmbrose!Nopodía conseguir que se alejasedel cubode la basura.»YAngela: «¡Exacto!Ande, pues, con cuidado, míster Glossop.» ¡Y aún dices que siguequeriéndome!

Hiceloquepudeparaanimarle.

—Tonteríasdemuchachas—dije.

—¡Quévanasertonteríasdemuchachas!¡Estáamatarconmigo!Enotrotiempoyoerasuideal;ahorameconsideramenosqueelpolvodelasruedasdesucoche.Sehaenamoradodeunfulano,denoséquién,enCannesyahoranopuedesufrirme.

Fruncíelentrecejo.

—Mi querido Tuppy, no demuestras tu habitual sentido común con lahistoriadel«fulanodeAngelaenCannes».Simelopermites, tediréqueesunaespeciedeidéefixe.

—¿Unaqué?

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—Idéefixe.Yasabes.Unaobsesiónqueseapoderadenosotros.ComoladetíoTom,porejemplo,cuandocreequetodoslosperseguidosporlapolicía,porcualquierrazón,debendeestaralacechoensujardínparaintroducirsedenocheensucasa.Continúashablandodeese«fulanodeCannes»,yenCannesnunca hubo nadie. Te lo digo porque estoy seguro de ello.Durante los dosmeses que permanecimos en la Riviera. Angela y yo estuvimosconstantemente juntos. ¡Fíjate si habría advertido a cualquiera que hubieserondadoasualrededor!

Respiróampliamente.Comprendíquelehabíaimpresionado.

—¡Oh!¿EstuvosiemprecontigoenCannes?

—No creo que cambiase dos palabras con nadie más, salvo con laspersonasasiduasdurantelascomidasy,porcasualidad,conalgúnconcurrentedelCasino.

—Comprendo.Entoncesesosignificaquetambiénsediocontigolosbañosylospaseosalclarodeluna.

—Yreímosybromeamosenelhotel.

—¿Ah,sí?

—Exacto.

—Debeshabertedivertido.

—¡Oh,sí!SiempreestuvemuyencariñadoconAngela.

—¿Ah,sí?

—Cuandoniños,elladecíaqueeraminoviapequeñita.

—¿Deveras?

—Asíes.

—Yacomprendo.

Sesumióensusreflexiones,mientrasyo,satisfechoporhaberleconsolado,me ocupaba de mi té. En aquel momento llegó hasta nosotros, desde elvestíbulo,elsonidodelgongyélsaliódisparadocomouncaballodeguerraalsondelacorneta.

—¡Eldesayuno!—dijo.Yseescapócomoelviento,dejándomeentregadoamispensamientosycavilaciones.Ycuantomásreflexionaba,másseguromesentíadelarreglototal.Tuppy,apesardelaescenalamentableenladespensa,seguíaamandoaAngelaconelantiguofervor.

Podía, por tanto, proseguir tranquilamente mi plan. Como, además,tambiénhabíahalladolamaneradeponerenordenelasuntoGussie-Bassett,

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creíllegadoelmomentodenoseguirteniendopreocupaciones.

Asípues,conelcorazónalegre,medirigíaJeeves,cuandovinoabuscarlabandejadelté.

CapítuloXIII

—Jeeves—dije.

—¿Señor?

—AcabodehablarconeljovenTuppy.¿Nosehafijadoqueestamañanateníamuymalacara?

—Sí, señor. El rostro de míster Glossop parecía velado por la pálidasombradelossinsabores.

—Efectivamente. Ha encontrado a mi prima Angela esta noche, en ladespensa,ysehaoriginadounaescenapenosa.

—Losientomucho,señor.

—Nunca tantocomoél.Leencontródelantedeunpastelderiñonesyalparecer se refirió de unmodo excesivamente cáustico a los hombres gordosquevivensóloparacomer.

—Muydesagradable,señor.

—Mucho. Podría haber quien pensara que el asunto entre los dos hallegadoaunpuntotalqueesinútilintentararreglarlo.Cuandounamuchachahabladepitoneshumanosquecomennueveodiezvecesaldíayquehandeandar con cuidado al subir los escalones por el peligro de un ataque deapoplejía, esamuchacha hace pensar que el amor hamuerto en su corazón.¿Noleparece,Jeeves,quelamayorpartedelagentepensaríaasí?

—Desdeluego,señor.

—Puesnotendríanrazón.

—¿Locreeusted,señor?

—Estoyconvencidodeello.Conozcoalasmujeres.Nopodemosjuzgarlasporloquedicen.

—¿Piensa usted que las palabras demissAngela no han de ser tomadasdemasiadoaupieddelalettre,señor?

—¿Eh?

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—Literalmenteeslapalabraqueseusaconfrecuencia,señor.

—¡Literalmente!Enefecto,esoesloquequierodecir.Yasabecómosonlas chicas: el más mínimo incidente basta para hacer cambiar su modo depensar.Pero,enelfondo,elantiguoamorcontinúaardiendo.¿Tengorazón?

—Absolutamente,señor.ElpoetaScott…

—Deacuerdo,Jeeves.

—Perfectamente,señor.

—Yparaqueelantiguoamorvuelvaalasuperficie,bastauntratamientoadecuado.

—Yportratamientoadecuadoustedentiende,señor…

—Saberllevaradelantelascosascomoesdebido,Jeeves.Untrabajofinode astucia… Es lo que hace falta para que mi prima Angela retorne a lanormalidad.¿Hedeexplicárselo?

—Siquieresertanamable,señor.

Encendíuncigarrilloy lemiré fijamente,mientras fumaba.Elaguardabarespetuosamenteaqueyopronunciaselaspalabrasdelasabiduría.DebodecirenfavordeJeevesque,aunqueavecespongatrabasyhagaobstruccionismo,constituye, sin embargo, un excelente auditorio.No sé si en realidad prestaatención,peroloparece,yesoeslomásimportante.

—Supongaquecaminaporunainmensaselvayqueencuentrauncachorrodetigre.

—Lasprobabilidadessonmuyescasas,señor.

—Noimporta.Supongámoslo.

—Perfectamente,señor.

—Supongaquehaheridoalcachorroyquelanoticiahallegadoaoídosdelamadre.¿Quéactitudtomaráésta?¿Enquéestadodeánimoseleacercaráeltigrehembra?

—Meparecequeconciertadosisdeirritación,señor.

—Exacto.Debidoaloquesellamaelinstintomaternal.

—Sí,señor.

—Muybien, Jeeves.Supongamosahoraque,precisamenteenesa época,hubieseciertafrialdadentreelcachorroysumadreyquelosdos,desdevariosdías antes, fingieran no conocerse. ¿Cree que eso iría en menoscabo delimpulsoconquelamadredeltigrecorreríaaauxiliarasuhijo?

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—No,señor.

—Exacto.Heaquí,enpocaspalabras,miplan,Jeeves.QuieroconduciramiprimaAngelaaunlugaraislado,endondepuedaamisanchasponerverdeaTuppy.

—¿Ponerleverde?

—Pegarle,abofetearle,golpearle,insultarle,depalabra,naturalmente.Serémuy duro: le diré que, según mi opinión, más parece un cerdo que un exalumnodeunadistinguidayviejaescuela inglesa.¿Quésucederá?Viéndoseasí atacado, el corazón femenino de Angela se ablandará como la cera. Lamadre tigre sedespertaráenella.Nada importacuantopudohaber sucedidoanteriormente entre ellos; sólo recordaráque se trata del hombreque amayvolará a defenderle.Yde eso, a caer en sus brazos, olvidando el pasado, elcaminoserácorto.¿Quéleparece?

—Laideaesingeniosa,señor.

—Nosotros, los Wooster, siempre somos ingeniosos, Jeeves. Muyingeniosos.

—Sí,señor.

—Porlodemás,nohablosinconocimientodecausa.Hiceunaexperienciaaesterespecto.

—¿Deveras,señor?

—Sí,enpersona.EstabasobrelosescollosdelEdén,enAntibes,mirandoociosamentealosbañistasquechapoteabanenelagua,cuandounamuchachaconocida mía, señalándome a un joven que se estaba zambullendo, mepreguntó si las piernas de él no eran lasmás cómicas que se pudiesen ver.Contestéquesíyporespaciodedosminutoscritiquéehiceunoschistessobreaquellaspiernas.Alfinalmepercatédequemiinterlocutorasehabíadejadoarrastrarporelvórticedeunciclón.Comenzóconunacríticademispiernas,que, como observó justamente, no tenían nada de particular. Luego lamuchacha continuó analizandomi conducta,mi carácter,mi inteligencia,mifísicoengeneralymimododecomerlosespárragos,contantaacritudque,alfinal, Bertram parecía capaz de todo, aunque por el momento no hubieseasesinado a nadie ni prendido fuego a ningún orfelinato. Sucesivasinvestigaciones me informaron que ella estaba prometida al joven de laspiernasyque,precisamente lanocheanterior,había tenidoconéluna ligeradiscusiónporsidebíahaberpedidoeldosdepicas,teniendoelsiete,peronoelas.

»Aquellamismanoche,pocodespués, lesvicenando juntos,contentosydeacuerdo,conunallamadealegríaenlosojos.Esodemuestralaexactitudde

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miteoría,Jeeves.

—Sí,señor.

—Espero semejante resultado de mi prima Angela, cuando comience ahablarlemal de Tuppy. Confío en que, a la hora del almuerzo, el noviazgoquederestablecidoyqueelanillodeplatinoybrillantesvuelvaabrillareneltercerdedodelamuchacha.¿Oesenelcuarto?

—Esdifícilqueseaparalahoradelalmuerzo,señor.LadoncellademissAngelamehadichoquehasalidomuy tempranoestamañana,ensucoche,parapasareldíaconunosamigosquevivenporaquícerca.

—Bueno, serámediahoradespuésde su regreso, Jeeves.Eso sonmerosdetalles.Nonosocupemosdeello,Jeeves.

—No,señor.

—Loesencialesque,porloqueatañeaTuppyyaAngela,creoquetodoestará arreglado muy pronto. Y eso me proporciona una profunda alegría,Jeeves.

—Claroestá,señor.

—Loquemásmeentristeceesverseparadosadoscorazonesqueseaman.

—Locomprendoperfectamente,señor.

Dejé lacolillaenelceniceroyencendíotrocigarrillopara indicarque laprimerapartehabíaterminado.

—Deacuerdo,pues.Esoestodo,enelfrenteoccidental.Ahorapasemosaloriental.

—¿Señor?

—Hablo metafóricamente, Jeeves. Quiero decir a la cuestión Gussie-Bassett.

—Sí,señor.

—Aquí,Jeeves,hacefaltaunmétodomásenérgico.Esmenesterrecordarquenoslashabernosconunpedazodecorcho.

—Conunaplantasensitivaseríaunaexpresiónmásgentil,señor.

—No,Jeeves,unpedazodecorcho.Yconélhayqueemplearlossistemasfuertes, enérgicos, violentos. La psicología de nada sirve. Usted, si puedorecordárselo sin ofenderle, cayó en el error de pensar en la psicología conrespecto a ese Fink-Nottle, y el resultado fue desastroso. Le atavió deMefistófeles para el baile de máscaras, pensando que el ropaje encarnadopodríadarleánimos.Inútil.

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—Lacosanisiquierafueintentada,señor.

—No,porquenillegóairalbaile,yesoesunaconfirmacióndemitesis.Unhombrequesubeenunvehículoparairaunbailedemáscarasynollegaallí,esrealmenteuncretino.Noconozcoanadietanneciocomoparanosabersiquierairaunbailedemáscaras.Yusted,¿conoceaalguien,Jeeves?

—No,señor.

—Pero no se olvide de esto, porque es lo importante: aunque Gussiehubiese ido al baile, aunque aquel ropaje rojo, unido a las gafas de concha,hubieranhechoenfermaralamuchacha,aunqueellahubieseresistidoelgolpey él hubiese podido bailar y charlar con ella, aun en ese caso sus esfuerzoshabrían resultado inútiles porque, ataviado de Mefistófeles o no, AugustusFink-Nottle jamás habría tenido el valor de pedirle a miss Bassett que secasara con él. El único resultado habría sido que ella hubiese escuchado laconferencia sobre las salamandrasunoscuantosdíasantes. ¿Y todoestoporqué,Jeeves?¿Quierequeselodiga?

—Sí,señor.

—Porqueintentaballevaradelanteelasuntoconzumodenaranja.

—¿Señor?

—Gussieesunaficionadoalzumodenaranjaynobebenadamás.

—Nolosabía,señor.

—Lohesabidoporsumismaboca.Yaseaporalgunatarahereditaria,yaseaporhabérseloprometidoasumadremoribunda,osencillamenteporquenoleagradarasusabor,GussieFink-Nottlejamás,entodasuvida,introdujoporsularingelamásvulgarginebrauotrotónicoporelestilo.Yél,elnecio,elmiedoso, el vacilante, el desconfiado conejo de apariencia humana, esperallegarahacerenestascondicionesunadeclaracióna lamujeramada.Nosesabesilloraroreír,¿verdad?

—¿Considera usted que la abstinencia es un obstáculo para un caballeroquequieraformularunapeticiónmatrimonial?

Meextrañólapregunta.

—¡Pero, diablos! —exclamé asombrado—. Bien podría ustedcomprenderlo. Use su inteligencia, Jeeves. ¡Piense lo que significa unapeticióndematrimonio!Significaqueunindividuodecentedebeescucharseasímismomientraspronunciaunaspalabrasque,silasoyeseenunescenario,le obligarían a correr a la taquilla, a pedir la devolución del dinero de laentrada. Si, además, intenta hacerlo con zumo de naranja, ¿qué sucede? Lavergüenza le sella los labioso,cuandomenos, lehaceperder la seguridady

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tartamudear.Gussie, por ejemplo, ha tartamudeadoal hablar de salamandrassincopadas.

—Palmadas,señor.

—Palmadas o sincopadas, lo mismo da. La cuestión es que hatartamudeadoyvolveráatartamudearsilointentadenuevo.Amenosque,yaquíescuandonecesitoquemeprestemuchaatención,Jeeves,amenosqueseadopten unas medidas oportunas. Medidas rápidas, enérgicas, que puedandarle a ese desgraciado pusilánime la energía necesaria.Y he aquí por qué,Jeeves,pretendocogermañanaunabotelladeginebrayregarabundantementesuzumodenaranja.

—¿Señor?

Chasqueélalengua.

—Yatuveocasión,Jeeves,decomentarsumaneradedecir«¡Bien,señor!»y «¿De veras, señor?». Aprovecho ahora la ocasión para informarle quetampocoapruebosu«¿Señor?»puroysencillo.Estapalabrahacepensarque,segúnusted,heexpresadoalgotanextravagantequesucerebrolorehúye.Enlas circunstancias actuales no hay absolutamente nada que justifique ese«¿Señor?».Elplanqueleheexpuestoesporcompletorazonableylógico,ynopuededespertarcríticaalguna.¿Nolocreeasí?

—Bien,señor.

—Jeeves!

—Lepidomilperdones,señor.Laexpresiónsemeescapósinadvertirlo.Puesto que usted me lo pregunta, le diré que el proyecto me parece algoimprudente.

—¿Imprudente?Nolecomprendo,Jeeves.

—Hayalgunosriesgos,segúnmimododever,señor.Noesfácilpreverelefecto del alcohol sobre un sujeto que no está acostumbrado. He tenidoocasiónde comprobar los desastrosos resultados de experimentos hechos entalsentidosobrelosloros.

—¿Loros?

—Pensabaenunincidentedemivida,antesdeentrarasuservicio,señor.Estaba entonces con el difunto lord Brancaster, un caballero que poseía unlorito y estaba muy encariñado con él. Una vez el pájaro pareció caer enletargo, y su señoría, con la loable intención de reanimarlo, le ofreció unpedazodetartaembebidaenoportodel84.Elaveaceptóconagradecimientoel pedazo de tarta y lo tragó con evidente satisfacción. En seguida, noobstante,susmovimientossetornaronfebriles.Despuésdehabermordidoel

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pulgardesuseñoríaydehabercantadounacanciónmarinera,cayóalfondodelajaulayallísequedódurantelargoratoconlaspatasalaire,incapazdemoverse.Herecordadoesto,señor,sólopara…

Puseeldedosobreelpuntoflaco.Lohabíaencontradoenseguida.

—¡PeroGussienoesunloro!

—No,señor,pero…

—Me parece llegado el momento de decidir qué diablos es el dichosoGussie:élopinaqueesunasalamandramacho,yustedquiereinsinuarqueesunloro.Enrealidadesunsencilloynormalísimotontoynecesitaunabuenasacudida.Nomásdiscusiones,Jeeves.Estoydecidido.Hayunsolomedioparallevarabuenfinesteasunto,yeselquelehedicho.

—Perfectamente,señor.

—De acuerdo, Jeeves.Esto queda liquidado.Ahora hay algomás: habráreparado que he dicho «mañana» a propósito demi proyecto, y sin duda lehabráextrañado.¿Sabeporquélohedicho,Jeeves?

—Sin duda porque usted cree que lo que se debe hacer se debe hacerpronto.

—Esaesunarazón,peronolaúnica.Elprincipalmotivoparafijarlafechademañanahasidoqueprecisamentemañana,quizálohayaolvidado,eseldíaestablecido para el reparto de premios de la escuela primaria de MarketSnodsbury,ocasiónenlacualGussiehabrádeser laestrellayelmaestrodeceremonias.Deestamanera,regandoesefamosozumo,nosólolealentaremosen su declaración a miss Bassett, sino que además le pondremos encondicionestalesqueelauditoriodeMarketSnodsburyquedaráentusiasmado.

—Ensuma,ustedquierecazardospájarosdeuntiro,señor.

—Esoes;encuentroquehaexpresadomideseoconmuchagracia.Yahorahayundetalle:pensándolobien,meparecemejorque,envezdeseryo,seaustedquienriegueelzumo.

—¿Señor?

—Jeeves!

—Lepidomilperdones,señor.

—Yyoledigoqueserámuchomejorasí,porqueustedpuedellegarmuchomásfácilmentehastaesabebida.SelasirvenaGussie,loheobservado,enunrecipiente especial. Este, naturalmente, estará en la cocina o por allí cerca,antes del desayuno, mañana por la mañana. Le resultará sumamente fácilecharledentrodosotresdedosdeginebra.

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—Sinduda,señor,pero…

—¡Nodiga«pero»,Jeeves!

—Temo,señor…

—«Temo»esigualmentefeo.

—Loquequiero decir, señor, es que lo lamento, pero temo entrar en unequívoconolleprosequi.

—¿Qué?

—Esunaexpresiónlegal,señor,ysignificalasentenciade«nohalugar»en una demanda. En otras palabras, a pesar de que, por lo general, estédispuestoaejecutar susórdenes, enestecasomeveoobligadoanegarlemicooperación.

—¿Noquierehacerlo?

—Exactamente,señor.

Estabaaturdido.Comenzabaacomprenderloquedebedeexperimentarungeneralcuandoordenaaunregimientoquecargueylecontestanquenolesdalagana.

—Jeeves—dije—,nuncalohabríasupuestodeusted.

—¿No,señor?

—No, de veras. Naturalmente, me doy perfecta cuenta de que regar elzumodenaranjanoesunaocupaciónregularporlaqueustedcobraelsalariomensual,y,siquiereatenerseestrictamentealcontrato,nadapuedodecir.Peromepermitiráhacerleobservarlaausenciaaquídetodoespíritufeudal.

—Losiento,señor.

—Está bien, Jeeves, está bien. No estoy enojado. Sólo estoy un pocoafligido.

—Bien,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.

CapítuloXIV

MisinvestigacionesmehicieronsaberquelosamigosvisitadosaqueldíapormiprimaAngelaeran losStretchley-Budd,quevivíanenunapropiedadllamada Kingham Manor, la cual distaba doce kilómetros en dirección de

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Pershore.Noconocíaaesagente,perodebíandeserpersonasmuysimpáticas,porque se separó de ellos con el tiempo indispensable para vestirse para lacena.

Sólodespuésdelcafépudecomenzarmiactuación;lahalléenelsalónyenseguidamepusearecitarmipapel.Missentimientos,mientrasestabaasulado,eranmuydiferentesde losquehabíaexperimentadoveinticuatrohorasantes, al acercarme a la Bassett. Como es sabido, siempre estuve muyencariñadoconAngela,ymeagradabamuchodarunpaseítoconella.

Vi con claridad en su rostro que necesitaba realmente mi ayuda y miconsuelo.Confranqueza,quedéimpresionadoporelaspectodelapobrechica.EnCanneseraunafelizysonrientemuchachainglesa, llenadeingenioydealegría;ahorasucaraestaba tanpálidayestiradaquehabría,abuenseguro,provocado algunos comentarios si aquella noche en Brinkley Court elambienteenrarecidonolahubiesehechopasarinadvertida.Dehecho,nomehabría extrañado que a tío Tom, hundido en su rincón, esperando el fin delmundo, su aspecto le hubiese parecido indecorosamente alegre.Me acerquéconmihabitualbenignidad.

—¡Hola,Angela,chiquilla!

—Hola,Bertiequerido.

—Mealegrodequehayasvuelto.Teechabademenos.

—¿Deveras,querido?

—Deveras.¿Quieresveniradarunavuelta?

—Encantada.

—Bien.Hededecirtealgoquenoestáescritoparaelpúblico.

Creoque, en aquelmomento,Tuppydebióde experimentar un calambrerepentino.Estaba rígidamente sentadomirando al techo, y de pronto dio unbrincocomounsalmónarponeado,echandoalsuelolamesitacontodoloquese hallaba encima: un jarrón, una serie de objetos diminutos, dos perros deporcelanayunejemplardeOmarKhayyamencuadernadoenfinotafilete.

Tía Dahlia lanzó un grito de cacería. Tío Tom, juzgando por el ruidoprobablementequealfinlacivilizaciónseestabaderrumbando,contribuyóalacatástroferompiendounatacitadeté.

Tuppy se excusó y tía Dahlia, con un suspiro de agonía, dijo que noimportaba.YAngela,despuésdehaberlemiradofijamenteunmomentocomolaprincesadeunaépocaantiguaquesehubiesehalladofrentealnotableactodegaucheriedeunínfimoejemplardelmundoinferior,meacompañóafuera.La deposité sobre un banco rústico del jardín y me dispuse a afrontar los

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acontecimientos.

Sinembargo,meparecióoportunoantesprepararelambienteconunpocodecharlafútil.Jamáshayqueprecipitarseenlosasuntosdelicados.Demodoque hablamos durante un ratito de cosas indiferentes: dijo que habíapermanecido tanto tiempo con los Stretchley-Budd porque Ilda Stretchley-Budd le rogóque laayudaraen lospreparativosdelbailede la servidumbreque había de celebrarse al día siguiente, petición que debía ser atendida,puesto que toda la servidumbre de Brinkley Court intervendría en aquellafiesta.ObservéqueprecisamentehacíafaltaunafiestaparareanimaraAnatoleyquitarleciertasideasdelacabeza.MecontestóqueAnatolenoiría;cuandotíaDahliaselodijoeinsistió,meneólacabeza,indicandosudeseoderegresaraProvenza,endondeleapreciaban.

Ydespuésdel lúgubresilencioquesiguióaestadeclaración,Angeladijoquelahierbaestabahúmedayquepreferíavolveraentrar.

Eso,naturalmente,noconveníaamisplanes.

—No,aguardaunpoco.Nohepodidohablartedesdequehasregresado.

—Meecharéaperderloszapatos.

—Ponlospiessobremisrodillas.

—Muybien,asímepodráshacercosquillasenlostobillos.

—Comoquieras.

Puestos de acuerdo, continuamos charlando a más y mejor. Después, laconversaciónlanguideció;hicealgunaobservaciónpintorescasobrelasombradelcrepúsculo,sobrelasestrellasnacientes,ysobreelsuavecentelleodelasaguasdellago,yellaasintió.

Algoseagitóentrelosmatorrales,antenosotros,yformulélasospechadeque pudiese haber una comadreja; ella contestó que era de prever. Peropercatándome de que lamuchacha estaba distraída, pensé quemás valía noseguirdemorandoelasunto.

—Bueno,hijamía—dije—,meenterédetuescaramuza.Demodoqueporahoralascampanasnotañeránanunciandotuboda,¿eh?

—No.

—¿Todohaterminado?¿Definitivamente?

—Sí.

—Bien. Si te interesa mi opinión, creo que es mejor para ti, Angelaquerida.Esunasuerteque te lohayasquitadodeencima.Nocomprendíaelmisterio de que hubieses podido aguantar tanto tiempo a ese Glossop. En

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cuantoa ingenio,vale realmentepoco:algodesabrido.Ledefiniríacomountrozo de madera maciza; me daría muchísima lástima una muchacha atadaparatodalavidaauntipocomoGlossop.

Ellaemitióunarisitasarcástica.

—Creíaqueeraismuyamigos—dijo.

—¿Amigos?Te aseguro que no.Naturalmente, si le encuentro no puedodejardeseramable,peroes imposiblequeseamosamigos.Unconocidodelclub,ybasta.Además,estuveenelcolegioconél.

—¿EnEton?

—¡Diossanto,no!EnEtonnohabríanaceptadoauntipocomoése.Nosconocimosenunaescuela infantil antesdequeyo fueseallí.Eraunbrutito,siempre cubierto de tinta y debarro, y se lavabaun jueves sí y otrono.Ensuma,enconjuntounverdaderotrasto.

Callé,algoconfuso.Ademásdeldisgustoquemeproducíatenerquehablarasídequien,exceptocuandoretirólaanilla,haciéndomecaerenlapiscinaenelegante traje de etiqueta, había sido para mí siempre un buen compañero,teníalaimpresióndequenolograbaresultadoalguno.

Volvíalacarga.Dije:

—DudoqueexistaunsermásdesmañadoqueGlossop;pideacualquieraquetelodefinaenunasolapalabraytedirá:«Desmañado.»Ysiguesiéndolo.Eslaacostumbradahistoria:elniñoeselpadredelhombre.

Ellapareciónohabercomprendido.

—El niño—repetí, no queriendo perder aquella frase— es el padre delhombre.

—¿Quédices?

—HablodeGlossop.

—Creíquehablabasdelpadredealguien.

—Hedichoqueelniñoeselpadredelhombre.

—¿Quéniño?

—Glossop.

—¡Perosinotienepadre!

—Nohedichoquelotenga.Hedichoqueéleraelpadredelniño…,no,delhombre.

—¿Quéhombre?

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Viquelaconversaciónhabíallegadoaunpuntoenque,sinosetomabanurgentesdisposiciones,seembrollaríantodoslosasuntos.

—Ensuma,teestoydiciendoqueelniñoGlossopfueelpadredelGlossophombre.Enotraspalabras,losodiososdefectosylasculpasqueconvertíanalmuchacho Glossop en un ser antipático para sus compañeros, se vuelven aencontrar en Glossop hombre y le hacen (hablo del hombre Glossop)insoportableenLosZánganos,dondeseexigeciertogradodedecoroentrelosconcurrentes.Pregúntaleacualquiera, enLosZánganos,y tediráqueeldíadelingresodeGlossopfueundíanegroparaelqueridoclub.Encontrarásqueunonopuedesufrirsucara,yotrosoportaríasucara,peronosusmodales:laopinión general le reputa como necio y como obstinado y considera que,cuandomanifestósudeseodeentrarenelclub,debióserenfrentadoaunnolleprosequiysuspendidoporunanimidad.

Tuve que detenerme de nuevo, en parte para recobrar aliento y en parteparareponermedelatorturacasifísicadetenerquedeciresashorriblescosasdelpobreTuppy.

—Hay individuos —dije, forzándome otra vez a aquella nauseabundamisión-que,aunquetenganelaspectodedormirvestidos,sonsoportablesporsu gentileza y amabilidad. Otros, en cambio, aun siendo gruesos y malconstituidos, inspiran simpatía por su ingenio y vivacidad. Pero el pobreGlossop, sientodecirlo,noperteneceaningunade estas categorías.No sólohacepensarenuntroncodeárbol,sinoqueesunauténticotostón.Sinalma.Sin conversación. En fin, unamuchacha que fue lo bastante inocente comopara prometerse a él y que ha logrado quitárselo de encima en el últimomomento,puedeconsiderarsemuyafortunada.

Me detuve otra vez y eché una mirada a Angela para ver qué efectoproducía la añagaza. Mientras estuve hablando, habíase quedado inmóvil,mirandosilenciosamentehacialosmatorrales.Peromeparecíaimposiblequenosesublevase,comohabíaprevisto, igualque lamadre tigre.Esdecir,meextrañabaquetodavíanolohubiesehecho.Meparecíaquelacentésimapartede lo dicho, si lo hubiese oído lamadre del tigre refiriéndose al hijo de suamor,hubierabastadoparahacerlasaltarhastaeltecho.

Unmomento después hubiesen podido derribarme empujándome con unmondadientes.

—Sí—dijopensativa—,tienesrazón.

—¿Eh?

—Esexactamenteloquepienso.

—¿Cómo?

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—«Unauténticotostón»eselverdaderocalificativoquelecuadra.UnodelosasnosmáscompletosdeInglaterra.

No hablé. Procuraba reunir mis facultades, que necesitaban de unaenérgicareacción.

Resultábame aquello una verdadera sorpresa.Al plantearme el plan bienforjadoqueestabarealizando,laúnicaposibilidadquenohabíaestudiadoeraqueAngelapudieseasentiramismanifestaciones.Estabayopreparadopararecibirelestallidodeunatempestuosaemoción.Esperabalasublevaciónllenade lágrimas, las recriminacionesy todo lodemás,peronohabíaprevisto tancordial asentimiento. Todo aquello me hacía reflexionar seriamente. Ellacontinuódesarrollandosutema,hablandoenvozalta,entusiasmada,comosiel argumento le fuese muy caro. Jeeves podría decirles la palabra que yoandaba buscando para definir su aspecto, mientras desarrollaba el tema delpobrecillo Tuppy. Me parece que es «extática», a menos que tenga otrosignificado.Detodosmodos,juzgándola,encambio,solamenteporlavoz,lahubieranpodidoconfundirconunpoetaenlacortedeunmonarcaoriental,obien con unGussie Fink-Nottle que describiese los últimos descubrimientossobrelassalamandras.

—Es muy agradable, Bertie, poder hablar con alguien que piensaexactamente como yo a propósito de Glossop. Mamá dice que es un buenmuchacho,peroesunabsurdo.Todosvenqueesunserimposible.Estállenodepresuncióny terquedad.Ydiscutecontinuamente inclusocuando sabedesobraquedicesandeces;fumademasiado,comedemasiadoybebedemasiado.Tampocomegusta el colorde sus cabellos.Sin contar conque se le caeránantes de un año o dos porque ya comienzan a ser escasos en lo alto de lacabeza,yantesdequesedécuentaestarácalvocomounhuevo.¡Yesoquenopuede permitirse el lujo de ser calvo! Además, encuentro realmenterepugnantesucostumbredecomeratodashoras.¿Sabesqueleencontréenladespensa, la otra noche, a la una, mientras devoraba un pastel de riñones?¡Casi se lo había acabado ya! ¿Y recuerdas qué cena tan abundante habíaengullido?Unacosarepugnante,lorepito.Peronoquieroquedarmeaquítodalanochehablandodeunhombrequenomerecesedigaunasolapalabrasobreélyquenotienenielsentidocomúndedistinguiruntiburóndeunrodaballo.Mevoy.

Y, ajustándose alrededor de los finos hombros el chal que cogiera paradefendersedelaescarchanocturna,seescabulló,dejándomesoloenlanochesilenciosa.

Es decir, solo no, exactamente, porque instantes después se verificaron,frente amí, una serie demovimientos en losmatorrales y de ellos emergióTuppy.

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CapítuloXV

Le miré: la noche había avanzado y la luz era algo escasa, aunquesuficienteparaqueyopudiesedistinguirlecontodaclaridad.Yloquevimeconvenciódequepara estar tranquilo eramejor interponerunpesadobancorústicoentrenosotros.Melevanté,pues,eimitandoelestilodelfaisánqueselanza,mecoloquéalotroladodelobjetoanteriormentemencionado.

Mi agilidad produjo efecto. El pareció, en cierta manera, confuso. Sedetuvoy,duranteel tiempoqueempleaunagotade sudorenbajardesde lafrentehastalapuntadelanariz,permanecióallí,mirándomeensilencio.

—¡Ajá!—dijo.

Fue para mí un verdadero asombro que un individuo dijese: «¡Ajá!»Siemprehabíacreídoqueeraunadeesaspalabrasqueseencuentransóloenloslibros,comootrasmuchasexpresionesraras.

Sinembargo,raroono,curiosoono,habíadicho«¡Ajá!»yyoteníaqueafrontarlasituaciónanteestapalabra.

Un hombre mucho menos agudo que Bertram Wooster hubieracomprendido también que mi dilecto amigo estaba algo airado. No podríaaseverarquesusojoslanzasenrealmentellamas,peroveíaseenellosunaclaraincandescencia.Teníalospuñosapretados,lasorejasvibrantes,ylosmúsculosde labarbillasemovíanrítmicamentecomosiestuviesemascandoalgo.SuscabellosestabanllenosdepajuelasyaunladodesucabezacolgabaunaorugaquehabríainteresadoaGussieFink-Nottle.Noobstante,prestépocaatenciónaestedetalle.Haymomentosindicadosparaestudiaralasorugasyloshay,encambio,enqueesabsolutamenteinoportunoestudiarlas.

—¡Ajá!—dijodenuevo.

Los que conocen bien a BertramWooster saben y pueden decirles quesiemprepermanecetranquiloyserenoenlosmomentosdepeligro.

¿Quiénfueelque,apresadoporelbrazodelaleyenunanochederegatas,no hace muchos años, y llevado a la comisaría de Vine Street, asumióinmediatamentelaidentidaddeEustaceH.Plimsoll,deLosLaburnos,AlleynRoad,WestDulwich,impidiendoasíqueelgrannombredelosWoosterfueraarrastrado por el fango y evitando una dañina notoriedad? ¿Quién fue elque…?

Mas no es necesario que insista sobre esto. Mis acciones hablan por sísolas. Tres veces cogido y ni una vez condenado. Pregúntenlo en Los

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Zánganos. Así, ahora, en una situación que amenazaba empeorar pormomentos, no perdí la cabeza, conservémi sangre fría. Sonriendo genial yafectuosamente, y esperando pudiese ser notada la sonrisa, a pesar de lassombrascrecientes,dijeconalegrecordialidad:

—¡Hola,Tuppy!¿Estásaquí?

Contestóqueestabaprecisamenteallí.

—¿Desdehacemucho?

—Sí.

—Muybien.Yotambiéndeseabaverte.

—Bueno,aquímetienes.Dejaderesguardartedetrásdeesebanco.

—No, gracias, viejo. Me gusta apoyarme. Me parece que descansa laespinadorsal.

—Endossegundos—contestóTuppy—tearreglaréyolaespinadorsal.

Fruncí el entrecejo; no era un gesto muy útil con aquella luz, perorespondíaalanecesidaddelmomento.

—¿HablaHildebrandGlossop?

Contestóque sí, y añadióque si quería estar segurode ello, bastaba conquedieseunpasohaciaél.Tambiénmellamóconunnombreinjurioso.

Fruncínuevamenteelentrecejo.

—Vamos, vamos, Tuppy —dije—, no hagamos que nuestra charla sevuelvaácida…Esácidalapalabra,¿verdad?

—Nomeimporta—contestó,comenzandoagirarentornoalbanco.

Comprendí que era preferible decirle en seguida lo que debía. Él ya sehabíaacercadobastantey,aunquemoviéndomelentamentehubiesemantenidoel banco entre nosotros, ¿quién hubiera podido prever hasta cuándo mehubiesesidoposibleresistir?

Llegué,pues,enseguidaalmeollodelacuestión.

—Sé lo que piensas, Tuppy —dije—. Si estabas entre esos matorralesdurantemiconversaciónconAngela,habrásoídocuantodijedeti.

—Sí.

—Comprendo. Está bien; no discutamos sobre ello. Alguien podríacalificarlode«aplicareloído»y,quizá,criticarlo,considerándolounaacciónantiinglesa;sí,algoantiinglesa,debesadmitirlo,Tuppy.

—¡Soyescocés!

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—¿Deveras?—dije—.Nunca lo hubiese supuesto. ¡Qué raro! Jamás sepiensaquehayaunescocésquenosellame«Mac»seguidodealgo,ynodigaOch aye de cuando en cuando. Quisiera saber —dije, pensando que unaconversaciónacadémicasobreunasuntoneutralpodría relajar la tensióndelambiente—, sime lopuedesdecir, algoque siempremeha llenadodegrancuriosidad. ¿Qué ponen exactamente en el haggis? Me lo he preguntado amenudo.

Elhechodequesurespuestafueseunsaltoporencimadelbanco,enunatentativadeagredirme,mehizodeducirquesupensamientonoestabadirigidoalhaggis.

—A pesar de todo—continué, saltando a mi vez el banco—, si, comodices,estabasentrelosmatorralesyhasoídocuantodecíadeti…

Comenzó a girar en torno al banco en dirección norte-noreste: seguí suejemplo,endirecciónsur-sureste.

—Sindudahabrásquedadosorprendidopormimododehablar.

—Enabsoluto.

—¿Cómo? ¿No has encontrado nada extraño en el tono de misobservaciones?

—Eraprecisamenteloqueesperabadeunperrocobardeytraidorcomotú.

—Peroqueridomío—protesté—,ésosnosontusmodalesacostumbrados.Dimelaverdad:¿estásunpocotrastornado?

—Creí que habrías comprendido inmediatamente que lo oído por tiformabapartedeunplanbienestudiadoybiendefinido.

—Ya te arreglaré yo —dijo Tuppy, volviendo a recobrar el equilibrio,después de una veloz tentativa contra mi cuello. Y la cosa me pareció tanprobablequenomeentretuvemásymeapresuréaexplicarleloshechos.

Hablandorápidamenteymoviéndomeaúnconmayorrapidez,describímiemociónalallegadadeltelegramadetíaDahlia,ledijecómoacudíenelactoallugardeldesastre,reflexionandointensamenteduranteelviajeencoche,eideando un plan. Hablé rápida y claramente y quedé, por lo tanto, muyofendido,cuandodeclaró,entredientes,locualaúnfuepeor,quenocreíaniunasolapalabradecuantoleestabadiciendo.

—Pero Tuppy —dije—, ¿por qué no me crees? ¿Por qué eres tanescéptico?¿Yanotienesconfianzaenmí,Tuppy?

Él se detuvo y recobró el aliento. Tuppy, contrariamente a las malignasafirmacionesdeAngela,noestágordo.Durante losmesesde invierno suelejugar con frecuencia al fútbol lanzando alegres gritos, y durante el verano,

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rarasvecesselevesinlaraquetadetenisenlamano.

Pero en este caso la cena había acabado hacía poco y él, convencidodespuésde laescenaen ladespensadeque laabstinenciadenadaservía,seexcedióunpoco;ydespuésdehaberseempleadoa fondoenunacomidadeAnatole, un hombre algo corpulento tiende a perder un poco de su habitualelasticidad. Durante la exposición del plan que yo había forjado para sufelicidad,habíasedesarrolladociertavelocidadennuestrasvueltasentornoalbanco,hastaelpuntodeque, en losúltimosmomentos,podíamos sugerir laidea de un enorme galgo y de una liebre mecánica persiguiéndose, paradivertiralosespectadores.

Lamentabaqueaquelejerciciolehubieradejadoalgosinaliento.Tambiényomesentíafatigadoydeseabaunpequeñodescanso.

—Nocomprendoporquénomecrees—dije—;somosamigosdesdehaceaños.Sabesperfectamenteque,exceptoelmomentoenquemehicistedarunazambullida en lapiscinadeLosZánganos (incidentequedesdehacemuchotiempo he olvidado por completo), siempre te he tratado con el máximoaprecio. ¿Por qué, pues, a no ser por la razón expuesta, hubiera tenido quehablarmaldeticonAngela?Contéstame.Andaconcuidado.

—¿Quéquieresdecirconese«andaconcuidado»?

Enrealidad, tampocoyo losabía.Esa fue la frasequemedirigióel juezcuandoestuveenelbanquillodelosacusadoscomoEustacePlimsolldeLosLaburnos;puestoqueentoncesaquellomecausóuna impresiónprofunda, lohabíarepetidoparadarmayorenergíaalaconversación.

—Estábien;notedetengasahorasobreese«andaconcuidado».Contestaami pregunta. ¿Por qué te habría tratado de esemodo si nome interesararealmenteporti?

Un espasmo convulsivo le sacudió de pies a cabeza. La oruga que,confiando en el porvenir, había permanecido pegada a su cabeza durantenuestrajusta,renuncióasusitio.Saltólejosylanocheselatragó.

—¡Ah, tu oruga! —grité, y continué explicándole—: No te has dadocuenta,perodurantetodoestetiempounaorugahapermanecidoagarradaatucabeza.Ahoralahashechodesalojar.

Rezongó:

—¡Orugas!

—Noorugas.Unasola.

—Me gusta tu desfachatez —gritó Tuppy, vibrando como una de lassalamandras de Gussie en la época del celo—. ¡Hablar de orugas, cuando

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sabesperfectamentequeeresunvilperrotraidor!

Quedaba naturalmente por demostrar que el ser un vil perro traidorimpidiese hablar de las orugas. Una comisión examinadora hubiera tenidomuchoquediscutiraestepropósito.Perolodejécorrer.

—Eslasegundavezquemellamasasí—dijeconfranqueza—,einsistoenlaexplicación.TehedichoquealhablarmaldeticonAngelaheobradoconlasmásamablesymejores intencionesa tu respecto.Medolíaelcorazónalhablardeesemodo,ysóloel recuerdodenuestraamistadpudodecidirmeahacerlo.Yahoradicesquenomecreesymeaplicasunoscalificativosquemedarían derecho a citarte ante un tribunal y hacerte multar por dañossustanciales.Serámenesterqueconsulteamiabogado,naturalmente,peromeextrañaríamuchoquenopudiesequerellarmecontrati.Tuppy,dimequéotrarazónpodíayotener.Dimeunasola.

—Claro.¿Acasocreesquenolosé?AmasaAngela.

—¿Cómo?

—Yhashabladomaldemíparaenvenenarmásmisrelacionesconellayeliminarme.

¡Enmi vida había oído tamaña sandez! ¡Si conozco aAngela desde quemedíaunpalmo!¡Nadieseenamoradeunaparientealaquesehaconocidocon esa estatura!Además, ¿no existen normas en el código referentes a loshombresquesecasanconsusprimas?¿Oesquesetratadesusabuelas?

—¡Tuppy,miquerido,miviejoasno!—grité—.¡Esoesreblandecimientocerebral!Estásabsolutamentederretido.

—¡Ah,sí?

—¿Yo,amaraAngela?¡Ja,ja!

—Nocreassalirtedelenredoconunos«ja,ja».Ellatellamó«querido».

—Losé.Ylodesapruebo.Esacostumbrede lasmuchachasmodernasdesembrar«queridos»asualrededorcomogranoparalospichones,esunacosaquesiemprehedeplorado.Mepareceunarelajacióndelascostumbres.

—Lehashechocosquillasenlostobillos.

—Con intención exclusivamente de primo. ¡No significa absolutamentenada!Perobueno,¡quédiablos!¡Sabesmuybienque,enelsentidoexacto,notocaríaaAngelaniconunmazodepolo!

—¿Porqué?¿Acasonoesdignadeti?

—Nomecomprendes—meapresuréa contestar—.CuandodigoquenotocaríaaAngelani conunmazodepolo,quierodecirquemis sentimientos

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haciaellasondecordialestimación,ybasta.Enotraspalabras,puedesestarsegurodequeentrelajovenyyonohahabidojamás,nipodráhabernunca,unsentimientomáscálidoymásfuertequeunaantiguaamistad.

—Sospechoquefuistetúquienlaavisólaotranocheparaquebajasealadespensa, de modo que pudiese sorprenderme ante el pastel y mi prestigiopadeciese.

—¡MiqueridoTuppy! ¡UnWooster!—exclaméescandalizado—.¿CreestúqueunWoosterpuedahacersemejantecosa?

Respiróhondamente.

—Escucha—dijo—,es inútilcontinuardiscutiendo.Nopuedesnegar loshechos.Alguien,enCannes,merobósuamor.Túmismodijistequesiempreestuvocontigoyquenovioanadiemás.Tehasjactadodebañosencomún,depaseosalclarodeluna…

—Nomehejactado.Melimitéaindicarlos.

—Ya puedes entender por qué, cuando logre sacarte de detrás de estebanco,teharétrizas.Noaciertoacomprender—dijoTuppymalhumorado—porquéponenestosbancosestúpidoseneljardín.Nohacenmásquemolestar.

Callóy,pegandounbrinco,mefallóporunpelo.

Unabrevepausayunarápidareflexión.EnmomentoscomoéseBertramWooster está en su elemento. Recordé el reciente equívoco con MadelineBassettyenseguidamepercatédequepodíaresultarmeútil.

—Estás completamente equivocado, Tuppy —dije, haciendo un virajehacia la derecha—. Es verdad; estuvemucho tiempo con Angela, peromisrelaciones con ella son de lamás pura y absoluta camaradería. Te lo puedoprobar.DurantemiestanciaenCannes,micariñohallábasedepositadoenotraparte.

—¿Cómo?

—Micariño…depositadoenotraparte…durantemiestanciaenCannes…

Habíadadoenelclavo.Sedetuvoy susbrazoscayerona lo largode sucuerpo.

—¿Esciertoeso?

—Esunacosaoficial.

—¿Quiénesella?

—MiqueridoTuppy,¿desdecuándoserevelaelnombredeunamujer?

—Desdequenosequieretenerlacabezaseparadadeltronco.

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Comprendíquesetratabadeuncasoespecial.

—MadelineBassett—dije.

—¿Quién?

—MadelineBassett.

Quedópasmado.

—¿DicesdeverasqueestásenamoradodeesacalamidaddelaBassett?

—Nodebierasllamarlacalamidad,Tuppy;noesrespetuoso.

—Al diablo con el respeto. Quiero los hechos. ¿Aseveras,deliberadamente,queestásenamoradodeesa«Diosampáranos»?

—No sé por qué has de llamarla «Dios ampáranos» —dije—. Es unamuchachabonitaygraciosa.Quizáseaunpocoraraensusmanerasdepensar,y no todos pueden compartir sus opiniones respecto a las estrellas y a losconejos,¡peronoesuna«Diosampáranos»!

—Ensuma,¿insistesenafirmarqueestásenamoradodeella?

—Esohedicho.

—Mepareceunadébilexcusa,Wooster,muydébil.

Viqueeraindispensableelgolpefinal.

—Oye, he de rogarte que consideres lo que voy a decirte como algoabsolutayestrictamenteconfidencial,Glossop,peropuedoinformartequemediocalabazashaceunasveinticuatrohoras.

—¿Tediocalabazas?

—Decididamente.Enestemismojardín.

—¿Haceveinticuatrohoras?

—Ponleveinticinco.DeesoresultaclaramentequenopudeseryoquienterobóelamordeAngelaenCannes.

SentílatentacióndeañadirquenohabríatocadoaAngelanisiquieraconunmazodepolo,perorecordéqueyalohabíadicho,sinlograrungranéxito.Entoncesdesistí.

Mi viril franqueza pareció producir buenos resultados. El relámpagohomicida se atenuó en la mirada de Tuppy. Tenía el aspecto de un sicariosobrecogidoporladuda.

—Comprendo—dijofinalmente—.Estábien.Sientohabertemolestado.

—Nohablemosdeello,viejo—contestécortésmente.

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Por vez primera desde que los matorrales se abrieran para dejar paso aGlossop,BertramWoosterpudodecirquerespirabalibremente.Nodigoquedejéporcompletoelamparodelbanco,peromealejédeél,yconunaliviosemejante al que debieron de experimentar aquellos tres tipos del AntiguoTestamentocuandosedeslizaronfueradelhornoardiente,busquémipitillera.

Unrepentinogruñidomehizoretirarrápidamentelosdedos,comosialgomehubiesemordido.Yquedémuyconfusoalobservarunretornodelrecientefrenesíenmiamigo.

—¿Porquédiablos se te ocurriódecir que siempre andabamanchadodetinta,siendoniño?

—PeroqueridoTuppy…

—Yo era excesivamente meticuloso en mi limpieza personal. Habríaspodidoalmorzarencimademí.

—Losé,pero…

—¿Ytodaesahistoriadequenotengoalma?¡Estoyllenodealma!¿YdequeenLosZánganosmeconsideranunintruso?…

—¡Peroquerido,yateloheexplicado!¡Todoesoformabapartedemiplanastuto!

—¡Ah,sí?Bien,enelfuturo,hazelfavordedejarmefueradetusplanesastutos.

—¡Comoquieras,viejoamigo!

Volvió a sumirse en el silencio. Y permaneció allí, erguido, cruzado debrazos,mirando ante sí como un sombrío ymudo personaje de novela que,rechazado por la doncella amada, esté proyectando una excursión por lasMontañasRocosasparahacerunestragoentrelososos.

Sumanifiesta tristeza despertómi piedad yme atreví a pronunciar unaspalabrasamables.

—No sé si conoces exactamente el significado de au pied de la lettre,Tuppy,peroasíescomocreoquenodebestomarlastonteríasquedijoAngelahaceunrato.

Parecióinteresarse.

—¿Dequédiabloshablas?—preguntó.

Viquehabíadeexplicarmemejor.

—Notomesesasfrasesdemasiadoliteralmente,miqueridomuchacho.Yasabescómosonlaschicas.

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—Losé—dijoconotrogruñidoquesubióenderechuradesustobillos—.Quisieranohaberconocidojamásaninguna.

—Quierodecirqueseguramentesediocuentadequeestabasallí,entrelosmatorrales, y debió de hablar así para hacerte rabiar.Creo que debemos serpsicólogos y considerar que tiene unos modales impulsivos, propios de lasjóvenes,yquesindudahaaprovechadolaocasiónparazaherirte,diciéndoteunascuantasverdadescrudas.

—¿Verdadescrudas?

—Esoes.

Gruñódenuevo,dándomelaimpresióndequeyo,convertidoensoberano,recibía el saludo de los veintiún cañonazos de la flota. No creo haberencontradoenmividaaunapersonaquesepagruñirmejorqueél.

—¿Quépretendesafirmarconlode«verdadescrudas»?Noestoygordo.

—No,no.

—¿Yquéhaydemaloenelcolordemiscabellos?

—Estánmuybien,Tuppy,viejoamigo.Yopiensoquetuscabellos…

—Y no clarean en absoluto en lo alto de la cabeza… ¿Por qué diabloshacesesasmuecas?

—No hago muecas; sonrío, sencillamente. Estaba imaginando tu figuravistaatravésdelosojosdeAngela.Gruesodecuerpoypequeñodecabeza.Realmentecurioso.

—¡Ah!¿Loencuentrascurioso?

—Enlomásmínimo.

—Másvaleasí.

—Estábien.

Meparecióque laconversacióncomenzabanuevamenteacomplicarse,ydeseétruncarla.

En aquel preciso instante apareció alguien, entre los árboles, en latranquilidaddelanoche,yreparéenqueeraAngela.Teníaunaexpresióndeextrema dulzura y llevaba en la mano un plato de emparedados. Despuésdescubríqueerandejamón.

—SivesporalgunaparteamísterGlossop,Bertie—dijoconlosojosfijos,comoenunestadodesonambulismo,enlamoledeTuppy—,quisieraqueselos dieras. Temo que tenga hambre, pobrecillo. Son casi las diez y no hacomidonadadesdelacena.Losdejaréaquí,sobreestebanco.

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Sealejóypenséquelomejorerahacerotrotanto.Nadamereteníaallí.

Nosdirigimoshacialacasayoímosentreelresonardenuestrospasosenla noche el rumor de un plato de emparedados de jamón violentamentelanzadoalaire,seguidodelasahogadasimprecacionesdeunhombreenérgicoyfurioso.

—¡Quénochetanllenadesilencioydepaz!—dijoAngela.

CapítuloXVI

El sol brillaba sobre los campos deBrinkleyCourt y el oído percibía elgorjearde lospájarosen lahiedra, fuerade laventana,cuando,a lamañanasiguiente,medesperté.Peronohabía sol en el almadeBertramWooster nigorjeosensucorazóncuandoseincorporóenellechoparasaborearelté.

Nopodíanegarmeamímismo,pasandorevistaalosacontecimientosdelanoche anterior, que la situación Tuppy-Angela había empeorado mucho. Apesardemibuenavoluntadparahallarunrayodeluz,habíadereconocerquela disensión entre aquellos dos seres había llegado a alcanzar talesproporcionesquesobrepasabamisfuerzaslamisióndereconciliarlos.Soyunagudo observador, y el modo de lanzar Tuppy el plato de emparedados dejamóndescubríafácilmentequeélnohabíaperdonado.

Considerando, pues, las circunstancias, pensé que más valía dejar a unlado,demomento,eseproblemayemplearseeneldeGussie,quepresentabaunaspectomásbrillante.

Con respecto a Gussie, todo proseguía regularmente. Los delicadosescrúpulos de Jeeves en disfrazar el zumo de naranja habíanme acarreadomuchaspreocupaciones,peropudesalvarlosobstáculos,comosuelennacerlolosWooster.

Mehabíaapoderadodeunabuenadosisdealcohol,queconservabaenunbotellín,dentrodelcajóndemitocador,ymehabíaaseguradodequelajarraparaGussie,debidamentellena,seríadepositadaenladespensa,hacialauna.Sacarla de la despensa, llevarla a escondidas a mi habitación, y volverla abajar,regadaya,antesdelalmuerzo,eraunatareaque,aunquerequiriesealgodeastucia,despuésdetodonoeraexageradamentedifícil.

Conlaemoción,pues,dequienpreparaunasorpresaparaunniñobueno,acabé el té, y luego me tumbé de nuevo para el suplemento de sueño quesientatanbiencuandosedeberealizaralgoimportanteyesnecesariotenerelcerebroensusitio.

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Y cuando bajé, un par de horas después, comprendí cuánta razón habíatenido al concebir el plan que había de reanimar a Gussie. Le hallé en elcéspedyenseguidacomprendíquenuncahuboindividuomásnecesitadodeunestimulantequeél.Toda lanaturalezasonreía,masAugustusFink-Nottleno.Daba vueltas arriba y abajo refunfuñando algo sobre la intención de noentretener mucho rato, y sobre tener que pronunciar unas palabras en tanfaustaocasión.

—¡Ah, Gussie! —dije, deteniéndole en su paseo—. Hermosa mañana,¿verdad?

Aunque no lo hubiese sabido, la violencia con que envió al diablo a lahermosamañanamehubiesedescubiertoquenoestabadebuenhumor.

Medediquéalaocupacióndequevolvieraelcolorasusmejillas.

—Buenasnuevasparati,Gussie.

Memiróconsúbitointerés.

—¿SehaquemadolaescueladeMarketSnodsbury?

—No,almenosqueyosepa.

—¿Ha estallado una epidemia de viruela? ¿Está cerrada la escuela porsarampión?

—No,no…

—Entonces,¿porquédicesquetienesbuenasnuevasparamí?

—Nolotomestanapecho,Gussie—dije,intentandocalmarle—.¿Porquéagitarteporelsencilloyhonrosoencargoderepartirpremiosenlaescuela?

—¡Ah! Sencillo y honroso, ¿eh? ¿No sabes que estoy estudiando desdehacedíasyqueaúnnohesidocapazdeencontrarningunafrasemásdespuésde decirles que no quiero entretenerlesmucho rato? Puedes estar seguro deque no les entretendré largo rato.He cronometradomi discurso: dura cincosegundos. ¿Qué diablos he de decir, Bertie? ¿Qué dices tú, cuando repartespremios?

Reflexioné: una vez, enmi escuela privada, había logrado un premio enreligión. Debía, por tanto, estar bastante instruido en la materia, mas lamemoriamefalló.

Luegoalgoemergiódelaniebla.

—Hasdedecirquenosiempre,en lascarreras,elpremioesparaelmásveloz.

—¿Quétienequevereso?

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—Esunbuenargumento;y,porlogeneral,sirvedeayuda.

—Peroquisierasaberporquéelpremionoesparaelmásveloz.

—Esosíquenolosé.Perolodicen…

—Y¿quésignifica?

—Supongoquelodicenparaconsolaralosnopremiados.

—¿Yamíquémeimporta?Nomepreocupan.¡Mepreocupan,encambio,lospremiados!Esosseresinsignificantesquesubiránalestrado.Supontequemehaganmuecas…

—¡No,hombre!

—¿Cómo puedes saberlo? Probablemente será lo primero que se lesocurrirá.Yaunquenolohagan…Bertie,¿puedoconfesarteunacosa?

—¿Qué?

—Tengodeseosdeseguirtuconsejo,ybeber.

Sonreíastutamente.Nosabíaquehabíaexpresadoloqueyopensaba.

—¡Oh!,todomarcharábien—dije.

Denuevocomenzóaagitarse.

—¿Cómolosabes?Seguroquemeembrolloeneldiscurso.

—¡Quéva!

—Odejocaeralgúnpremio.

—¡Quéva!

—O,ensuma,cometoalgunaequivocación.Lonotoenloshuesos.Estoyseguro,comodequeestoyaquí,dequealgosucederáestatarde,yquetodoelmundosereiráacostamía.Mepareceque lesestoyoyendo.¡Comohienas,Bertie!

—¿Yqué?

—¿Recuerdas aquella escuela infantil que frecuentábamos antes de ir aEton?

—Claro;allífuedondelogrémipremioenreligión.

—Deja en paz tu premio en religión.Nohablo de eso. ¿Te acuerdas delincidentedeBosher?

Desde luego que lo recordaba: fue uno de los acontecimientos de mijuventud.

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—El general de división sir Alfred Bosher vino a repartir premios enaquellaescuela—continuóGussieconvoztristeymonótona—.Dejócaerunlibro.Sedoblóparalevantarloy,alhacerlo,lospantalonesselerompieronpordetrás.

—¡Lascarcajadasquesoltamos!

ElrostrodeGussiesecontrajo.

—¡Claro que reímos, como que éramos unos grandes sinvergüenzas!Alborotamosconregocijo,envezdepermanecersilenciososydemostrarasínuestrasimpatíahaciaunbravooficialenunmomentoembarazoso.Yomásque losotros.Heaquí loquemesucederáhoy,Bertie.YseráelcastigoporhabermereídodeaquellamaneradelgeneraldedivisiónsirAlfredBosher.

—¡No,Gussie,amigomío!¡Tuspantalonesnoseromperán!

—¿Ycómolosabes?Ahombresmejoresseleshanroto:elgeneralBosherestaba condecorado, tenía una magnífica hoja de servicios en la fronteranoroccidentaldelaIndia;sinembargo,lospantalonesselerompieron.Yoseréobjetodemofayde ridículo.Losé.Y tú,quesabesenquécondicionesmeencuentro,vieneshablándomedebuenasnoticias.¿Quénoticiamejorparamí,enestemomento,queladeclaracióndelapestebubónicaentrelosalumnosdeMarketSnodsbury?¿Oladequeestántodosencama,cubiertosdeviruelas?

Había llegado elmomentodehablar.Poségentilmente lamano sobre suhombro;éllaapartó,volvíaposarla,yéllaapartódenuevo.

Cuando lo intentabapor terceravez, se alejó, preguntándome, conciertomalhumor,simehabíaconvertidoenunosteólogobromista.

Mepareciómuymaleducado,peroquisemostrarmeindulgente.Medijeamí mismo que seguramente vería a un Gussie muy cambiado, después delalmuerzo.

—Cuandotehablabadebuenasnoticias,miqueridomuchacho,mereferíaaMadelineBassett.

Laexpresiónfebrildesapareciódesusojosyfuesustituidaporunamiradadeinfinitatristeza.

—Nopuedestenerbuenasnoticiasdeella:loheechadotodoaperder.

—Enabsoluto.Estoyconvencidodequesihacesotratentativa,todosaldráapedirdeboca.

Y,condelicadeza,lecontélaconversaciónquetuvimosmissBassettyyolanocheanterior.

—Loquedebeshacer es recitar nuevamente tupapel, hoy.Y lograrás el

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aprobado.Ereselhombredesussueños.

Elmeneólacabeza.

—No.

—¿Porqué?

—Esinútil.

—¿Quédices?

—Esinútilintentarlo.

—Perositerepitoquemelohadichoclaramente…

—Esonosignificanada.Puedequeundíamehayaamado,pero,abuenseguro,lanochepasadamatóalamor.

—¡Claroqueno!

—Sí.Ahoramedesprecia.

—No,hombre,sabesolamentequeerestímido.

—Yvolveréaserlo,silointentodenuevo.Nohayesperanza,Bertie.Todohaconcluido.Eldestinomehacreadoincapazdehablarniconunaoca.

—Pero aquí no se trata de hablar con una oca. Eso nada tiene que verahora.Setratasolamente…

—Lo sé, lo sé. Pero es inútil: no puedo hacerlo. Todo ha concluido.Noquierorepetirelchascodelaotranoche.Hablasconligerezadeintentarlootravez. Pero no sabes lo que significa.Nunca te has encontrado en el caso deempezarunaentrevistaconlaintencióndepedirlealamuchachaamadaquesecasecontigo,paradartecuenta,deimproviso,dequeestabashablandodelas agallas externas, semejantes a unas aletas, de las salamandras reciénnacidas.Esunaescenaquenosepuederepetir.¡No!Aceptomidestino.Todoha concluido. Y ahora, Bertie, mi querido muchacho, vete. Tengo quecomponermidiscursoynopuedohacerlomientrasrondesamialrededor.Si,noobstante,quierescontinuardandovueltas,cuéntame,porlomenos,unpardehistorietas.Esosanimalitosesperaránciertamentealguna…

—¿Sabeslade…?

—No,no;noquieronadaquerecuerdealsalóndefumardeLosZánganos.Quieroalgograciosoylimpio,algoqueluegopuedaayudarlesenlavida.Noesqueme importenuncominosusvidas,anoserquedeseoeldegüellodetodos…

—Oíunaelotrodía.Nolarecuerdomuybien,peroséquetratabadeuntipoque roncaba,molestando sobremanera a susvecinos, y acababa así: «Y

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eransusadenoidesqueadenoidabanalosdemás.»

—¿Ytúcreesqueyopuedoinsertarsemejantecosaenundiscursoquehedepronunciardelantedeunauditoriodemuchachosquienes,probablemente,estarán todos dotados de adenoides? ¡Saltarían sobre el estrado! Déjame,Bertie,vete.Esloúnicoquetepido.¡Vete!…Señorasycaballeros—continuóen un tono de amplio soliloquio—, no albergo la intención de entretenerleslargoratoenestafaustaocasión…

Un Wooster muy pensativo fue el que se alejó, dejándole en aquellascondiciones.Mecongratulaba íntimamenteporhaber tenido labrillante ideadetomartodaslasprecaucionesparapoder,enelmomentooportuno,oprimirun botón y mover a todos los personajes. Hasta aquel momento,¿comprenden?, había alimentado la esperanza de que, cuando le hubiesereveladolaactitudmentaldeMadelineBassett, lanaturalezahabríahecholodemás, reanimándole enmodo tal que los estimulantes artificiales resultaraninútiles.Porque,alfinyalcabo,unindividuonopuedeirvagabundeandoporelmundoconunasjarrasdezumodenaranja,sinoesabsolutamenteesencial.Peroahoraestabasegurodequedebía realizarmiplan.La totalausenciadepimienta,dejengibreydeingenioqueelhombrehabíademostradoennuestrocambiodeimpresiones,habíameconvencidodequeeranimprescindiblesunasmedidas enérgicas. En cuanto le hube dejado, me dirigí sin demora a ladespensa, aguardé a que el camarero se hubiese alejado yme adueñé de lafataljarra.MomentosdespuésmehallabaenmihabitaciónyloprimeroquevifueaJeeves,atareadoconunpardepantalones.Dirigióalajarraunamiradaque juzgué de desaprobación. Me puse algo serio; no quería aceptar susobservaciones.

—¿Bien,Jeeves?

—¿Señor?

—Tieneelaspectodelhombrequeestáapuntodehacerunaobservación.

—¡Oh, no, señor! Solamente he visto que tiene en su poder el zumo denaranjademísterFink-Nottleydeseabahacerlenotarque,segúnmiparecer,puedequefueraimprudenteañadirlealcohol.

—Esoesunaobservación,Jeeves,yprecisamente…

—No,señor,porqueyahetomadoyolasmedidasnecesarias.

—¿Cómo?

—Sí,señor.Medecidíaadherirmeasusdeseos.

Miréalhombrecondesorbitadosojos.Estabaconmovido.¿Yquiénnoloestaría, cuando, después de haberse convencido de que el antiguo espíritufeudalestámuerto,repara,encambio,enqueaúnsubsiste?

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—Jeeves—dije—,mesientoconmovido.

—Gracias,señor.

—Conmovidoyhalagado.

—Muchasgracias,señor.

—Pero¿quéhapodidohacercambiartanradicalmentesudecisión?

—Encontré por casualidad amíster Fink-Nottle en el jardín,mientras elseñortodavíaestabaenlacama,yhemossostenidounabreveconversación.

—¿Yestáustedconvencidodequenecesitaunbuenreconstituyente?

—Sí,mucho,señor.Suactitudmehaparecidountantoderrotista,señor.

—Es la misma impresión que tuve yo. «Derrotista» describe bien laactitud.¿Ledijoustedquesuactitudparecíaderrotista?

—Sí,señor.

—¿Yesonoacarreómejoríaalguna?

—No,señor.

—Perfectamente,Jeeves.Esmenesteractuar.¿Cuántaginebrahapuestoenlajarra?

—Unvasoabundante,señor.

—¿Locreesuficienteparaunderrotistaadulto?

—Creoquesí,señor.

—No lo sé. No quisiera estropear la nave por ahorrar un poco de brea.Acasoconvinieramásañadirunbuenchorrodelíquido.

—Noseloaconsejaría,señor.ElcasodellorodelordBrancaster…

—Vuelveacaerenelviejoerror,Jeeves,decreerqueGussieesunloro.Reaccionecontraesamanía.Yoañadirélasgotas.

—Perfectamente,señor.

—¡Oh,Jeeves!ApropósitodemísterFink-Nottle,¿sabealgunahistorietaalegreylimpiaquepuedainsertarensudiscurso?Necesitaunaodos.

—Conozcolahistoriadedosirlandeses,señor.

—¿PatyMike?

—Sí,señor.

—¿QuecaminabanporBroadway?

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—Sí,señor.

—Perfectamente.¿Yningunamás?

—No,señor.

—Bueno,todopuedeservir.Vayaacontársela.

Salió de la habitación. Yo abrí el botellín y dejé caer en la jarra unagenerosadosisdelcontenido.Loacababadehacercuando,desdeelexterior,llegó amis oídosun ruidodepasos.Apenas tuve tiempodeocultar la jarradetrásdelretratodetíoTom,sobrelarepisadelachimenea,cuandolapuertase abrió para dejar pasar a Gussie, quien caracoleaba como un caballo decirco.

—¡Viva,Bertie,viva!¡Ydenuevoviva!¡Cuánhermosoeselmundo!¡Elmáshermosodetodoslosquehevisto!

Lemiré,mudodeestupor.Peronosotros,losWooster,somosrápidoscomoelrelámpagoencomprenderlascosas,ymepercatéinmediatamentedeloquedebíadehabersucedido.

Comorecordarán, leshedichoque,cuando levienelcésped, ibadandovueltasencírculo.

Si supiera describir aquella escena con la vivacidad adecuada, ustedesverían, ante sus ojos, la imagen de un Fink-Nottle reducido a un nerviosodespojo, de flojas rodillas, de color verdoso en torno a la nariz, agarradofebrilmente a las solapas de su propia americana en un ataque de terriblemiedo.Ensuma,unGussiederrotista,que,entalocasión,habíamanifestadotodaslascaracterísticasdeunatartaaplastada.

Hartodiferente era elGussiequeahora teníadelante.Laconfianzaen símismo le rezumabapor todos losporos.Su rostroestaba sonrojado,una luzalegre brillaba en sus ojos, sus labios estaban entreabiertos en una suavesonrisa y cuando, con gesto cordial, antes de que yo pudiese evitarlo, medescargóunmanotazoenlaespalda,meparecióhaberrecibidolacozdeunamula.

—Bien, Bertie —continuó muy risueño—, te alegrará saber que teníasrazón.Tuteoríahasidoaplicadayharesultadojusta.Mesientocomoungallodecombate.

Micabezacesódedarvueltas.Habíacomprendido.

—¿Hasbebido?

—Sí, como me aconsejaste. Un sabor desagradable… Parece unamedicina…Quema la garganta… Produce una sed de mil diablos… Jamáscomprenderéporquélagentebebeporgusto.Sinembargo,noseréyoquien

Page 129: De acuerdo, Jeeves

nieguequeprovocaunaagradablesacudidaalorganismo.Podríamorderauntigre.

—¿Quéhasbebido?

—Whisky.Porlomenos,esohabíaescritoenlaetiquetadelabotellayyonotengorazónalgunaparapensarqueunamujercomotutía,unaperfectaypurainglesa,quieraengañaralpúblico.Siponesobreunabotella laetiqueta«Whisky»,setienelacertezadebeberwhisky.

—Unwhiskyconsoda,¿eh?Nopodíashacernadamejor.

—¿Soda? —dijo Gussie pensativo—. Ya me parecía a mí que habíaolvidadoalgo…

—¿Nopusistesoda?

—Nosemeocurrió.Entréfurtivamenteenelcomedorybebíenlabotellamisma.

—¿Cuánto?

—¡Oh! Unos diez sorbos, aproximadamente. O quizá doce o catorce…,pongamosdieciséissorbos…Cielos,estoysediento.

Seacercóallavaboybebióávidamenteelaguadelabotella.

Echéunamirada,ahurtadillas,alafotografíadetíoTom.Porvezprimeramealegrédequefueragrande:conservababiensusecreto,porfortuna,puestoquesiGussiehubiesedescubiertoaquellajarradezumodenaranjasehabríaabalanzadosobreellaagranvelocidad.

—Bien,estoycontentodequetesientasfuerte—dije.

Se alejó del lavabo e intentó pegarme otro manotazo en la espalda;sorprendidopormi rápidomovimiento, se tambaleóycayósentadosobreellecho.

—¿Fuerte?¿Acasonotehedichoquepodríamorderauntigre?

—Sí.

—Puedes, incluso, decir a dos tigres. Podría abrir dos boquetes, con losdientes,enunapuertadeacero.Debeshabermejuzgadomuynecio,abajoeneljardín.Ahoracomprendoquedebíasreírteparatusadentros.

—No,no.

—Sí—insistióGussie—,ynolocritico.Nologrocomprenderporquéledabatantaimportanciaacosatansencillacomounrepartodepremiosenunamodestaescueladelcampo.¿Telopuedesexplicartú,Bertie?

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—No.

—Exactamente. Tampoco yo. No hay absolutamente razón alguna parapreocuparse. Subo al estrado, digo algunas palabras graciosas, entrego a lospilluelos sus premios y bajo, admirado de todos. Nada de roturas depantalones.¿Porquéhabríanderomperse?Noaciertoaexplicármelo.¿Ytú?

—Yotampoco.

—Tampocoyo.Seráun éxito.Séperfectamente loquehace falta: frasessencillas,viriles,optimistas…Nomeexplicodeningunamaneracómopudeestartannerviosoestamañana.Esimposibleimaginarseactomásnaturalquerepartir unos libritos a un grupo de niños sucios. Sin embargo, por algunarazónquenomeséexplicar,mesentíaalgonervioso.Peroahoraestoybien,Bertie, bien, bien, bien, y te lo digo como a un viejo compañero. ¡No creohaber tenido un compañeromás viejo! ¿Desde cuánto tiempo eresmi viejocompañero,Bertie?

—¡Oh,desdehacemuchosaños!

—¡Fíjate!Sinembargo,debióexistiruntiempoenquetúfuisteunamigonuevo.¡Eh,elgongdelalmuerzo!Vamos.

Y,saltandodelacamaconlaagilidaddeunapulga,corrióhacialapuerta.

Leseguímuypensativo.Loquesucedíaeraunpocoexagerado.Quería,escierto, un Fink-Nottle más vigoroso, es decir, todos mis planes tendían aalcanzar este fin. Peromepreguntaba si estaría excesivamente reformado elFink-Nottlequebajabaahoradeslizándoseporlabarandilladelaescalera.

Suconductaparecíameladeunhombrecapazdetiraralaireelpan,enlamesa.

Pero,afortunadamente,latristezadelambienteejerciósobreélunaaccióncalmante.Parahacerel locoenunareunióncomoaquéllahabríahechofaltaunhombrebastantemásenérgico.YolehabíadichoaMadelineBassettqueenBrinkleyCourthabíacorazonesdoloridosy,además,parecíaposiblequemuyprontohubieratambiéncabezasenfermas.SupequeAnatolesehabíametidoencamaconunacrisisdenerviosyquelacomidaquenossirvieronlapreparólacriadadelacocina.¡Unadesgraciadaejecutante,enverdad!

Esto,añadidoa losdemáscontratiempos,provocabaunsilenciounánimeque podría llamarse una quietud solemne, y ni siquiera Gussie parecíadispuesto a turbarla. Efectivamente, salvo un leve inicio de canto, por partesuya,nada turbó laatmósfera,y finalmentenos levantamos,habiéndonos tíaDahliaordenadoexpresamentequenospusiéramos los trajesde fiestaynosencontráramosenMarketSnodsburyalastresymedia.

Esomedabatiempoparafumarmeuncigarrillobajolasombreadapérgola,

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cercadellago,ymeaproveché,volviendoamihabitaciónhacialastres.

Jeeveshallábaseallí,ocupadoencepillarmelachistera,yyomedisponíaacontarle los últimos acontecimientos a propósito de Gussie, cuando se meanticipóanunciándomequeéste,enaquelprecisomomento,acababadehacerunavisitaamihabitación.

—EncontréamísterFink-Nottlesentadoaquí,cuandovineaprepararleeltraje,señor.

—¿Deveras?¿Gussieestabaaquí?

—Sí, señor. Se ha marchado hace pocos minutos. Irá a la escuela conmísterymistressTravers,enelcochegrande.

—¿Lecontóustedlahistoriadelosdosirlandeses?

—Sí,señor,yriodetodocorazón.

—Bien.¿Ledioalgúnconsejomás?

—Mepermitísugerirlequedijeraalosjóvenesseñoritosquelaeducaciónesuntomaydaca.EldifuntolordBrancastersededicabamuchoalrepartodepremiosysiempreusabaestaexpresión.

—¿Yquédijo?

—Seechóareír,señor.

—Esolehabrásorprendido,sinduda.Merefieroalarisacontinua.

—Sí,señor.

—La habrá encontrado extraña en una persona que era un campeón dederrotismolaúltimavezqueleviousted.

—Sí,señor.

—Hayunafácilexplicación,Jeeves.Desdeentonceshahechoejercicioyahoraestáfuertecomountoro.

—¿Deveras,señor?

—Absolutamente.Susnervios,demasiadotensos,cayeron;entoncesentrófurtivamente en el comedor y comenzó a ingerir licor comouna aspiradora.Debió de llenar el radiador dewhisky.No sé si aún ha quedado algo en labotella. ¡Vaya, Jeeves! ¡Es una verdadera suerte que no haya encontrado lajarradezumodenaranja!

—Unagrandísimasuerte,señor.

Mirélarepisadelachimenea.LafotografíadetíoTomhabíacaídosobrelapantallaylajarraestabaallí,aldescubierto.¡Teníaquehaberlavisto!¡Dios

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santo!¡Estabavacía!

—Fue un gesto muy prudente por su parte, señor, el hacer quedesaparecieraelzumodenaranja.

Desorbitélosojos.

—¿Nofueustedquienlohizo,Jeeves?

—No,señor.

—Jeeves,aclaremosesto.¿Nofueustedquientiróelzumodenaranja?

—No, señor.Cuando entré en la habitación y vi que el recipiente estabavacío,creíquehabíasidoelseñor.

Nosmiramosaterrados.Dosmentesyunsolopensamiento.

—Muchometemo,señor…

—¡Yotambién,Jeeves!

—Meparececasiseguro…

—Absolutamente seguro.Considere los hechos en su evidencia.La jarraestabaahí,sobrelarepisadelachimenea,yatraíalamirada.Gussiesehabíaquejadodesed.Ustedleencontróaquí,riendoalegremente.Creo,Jeeves,quenocabedudaalgunayqueelcontenidodelajarrayaceahorasuperpuestoalacarga existente en ese ya bastante iluminado interior humano. Una cosainquietante,Jeeves.

—Extremadamenteinquietante,señor.

—Miremoscaraacaralasituación,procurandoconservarlacalma.Ustedhabíaintroducidoenesajarra…unvasodealcohol…

—Unvasolleno,señor.

—Yyoleañadíaproximadamenteotrotanto.

—Sí,señor.

—Ydentrodedosminutos,Gussie,conesacantidaddelicorenelcuerpo,repartirá los premios en la escuela primaria de Market Snodsbury ante unpúblicoformadoporlaspersonasmáseminentesyrefinadasdelpueblo.

—Sí,señor.

—Meimagino,Jeeves,quelaceremoniaprometesermuyinteresante.

—Sí,señor.

—Segúnusted,¿cuálseráelresultado?

—Esdifícilsuponerlo,señor.

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—¿Quieredecirquelaimaginaciónnollegaatanto?

—Sí,señor.

Consultéamiimaginación…Teníarazón,¡nollegabaatanto!

CapítuloXVII

—Bien, Jeeves—dijepensativamente,maniobrandoalvolante—,hayunladobueno.

Despuésdeveinteminutosaproximadamenteydehaberrecogidoaaquelladignapersonaenlapuertadelaentrada,medirigíaconél,enmidosplazas,haciaelpintorescopueblodeMarketSnodsbury.Desdequenosseparamos—él para irse a su aposento a coger el sombrero y yo quedándome en mihabitación para completar el traje de etiqueta— no había hecho sinoreflexionar.

Ahoralecomunicabaelresultadodemisreflexiones.

—Poroscurosquepuedanparecerlospronósticos,poramenazadorasquesepresentenlasnubesenelhorizonte,unojoserenopuedepercibirunpocodeazul.Desdeluego,esunafatalidadqueGussie,dentrodediezminutos,debaaprestarse a repartir premios, en estado de avanzada intoxicación, pero, porotrolado,lascosaspuedensalirbien.

—¿Locreeusted,señor?

—Voyaprecisar.EstoyhablandodeGussieensucalidaddeenamorado.Todo esto debe haberle entonado para decidirle a formular su petición.Meextrañaría que no se portase como un hombre de las cavernas. ¿Nunca vioustedaJamesCagneyenelcine?

—Sí,señor.

—Seráalgodelmismotipo.

Leoítoserylemirédesoslayo.Teníaelaspecto,queconocíamuybien,depersonaenterada.

—Asípues,¿aúnnolosabe,señor?

—¿Elqué?

—¿NosabequemísterFink-NottleymissBassetthanconvenidoquemuyprontosecelebreunmatrimonio?

—¿Cómo?

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—Sí,señor.

—¿Ycuándosucedió?

—InmediatamentedespuésdequemísterFink-Nottledejarasuhabitación,señor.

—¡Oh!¿Despuésdelzumodenaranja?

—Sí,señor.

—¿Estáseguro?¿Cómolosabe?

—Mi informador fueelpropiomísterFink-Nottle, señor.Parecíaansiosode confiarse conmigo. Su relato fue algo incoherente, perome resultó fácilcaptarsusustancia.Despuésdehaberobservadoqueelmundoeshermoso,seechóareírydijoqueestabaoficialmenteprometido.

—¿Ningúndetalle?

—No,señor.

—Nospodemosfigurarlaescena.

—Sí,señor.

—Quierodecirquelaimaginaciónpuedehacerlo.

—Sí,señor.

Y,enrealidad,podíaimaginarmemuybienlosucedido.Introduzcanenunhombre,porlogeneralabstemio,unabuenadosisdealcohol,yseconvertiráen una fuerza. No perderá tiempo retorciéndose los dedos y balbuceando.Actuará.EraseguroqueGussiehabíabuscadoaMadelineBassettylahabíaestrechadocontrasupecho,comountrabajadordelmuellequedescargasacosde carbón. Y también podíase imaginar el efecto de tal proceder sobre unajovencitaromántica.

—Bien,bien,bien,Jeeves.

—Sí,señor.

—Esunamagníficanoticia.

—Sí,señor.

—Ahorapuedeustedverqueyoteníarazón.

—Sí,señor.

—Laobservacióndelmétododebehaberleabiertolosojos.

—Sí,señor.

—Losmétodossencillos,directos,nofallannunca.

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—No,señor.

—Mientrasquelosalambicadossí.

—Sí,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.

HabíamosllegadoalaentradaprincipaldelaescuelaprimariadeMarketSnodsbury.Estacionéelcoche,yentrérealmentecontento.CiertoesqueaúnquedabaporsolucionarelproblemaTuppy-AngelayquelasquinientaslibrasdetíaDahliaparecíanhallarsemáslejosquenunca,peroeraungranconsuelopensarquehabíanacabadoloscontratiemposdeGussie.

LaescueladeMarketSnodsburyhabíasidoconstruida,segúnmedijeron,en1416,yparecíaque en el ampliovestíbulo enquehabíade celebrarse laceremonia, planeaba algo pesado producido por el lento transcurrir de losaños. Era el día más caluroso de todo el verano y, a pesar de que algunasventanas estuviesen abiertas, la atmósfera permanecía característicamentesofocante.

Enaquelsalón,losjóvenesdeMarketSnodsburyhabíancomidotodoslosdías su almuerzo durante unos quinientos años aproximadamente, y habíaquedadopersistenteelperfume.Elairepesadotenía—siesquepuedousarlaexpresión— un especial olor a Joven Inglaterra, a carne y a zanahoriashervidas.

Tía Dahlia hallábase sentada en la segunda fila entre una porción deautoridadeslocales.Alverme,meindicóquemeacercara,locualmeguardémuchodehacer.Memetí entre losqueestabandepie, aplastadoscontraunfulano que, a juzgar por el olor, debía de ser comerciante en granos o algosemejante.En tales casos la esencia de la estrategia consiste en quedarse lomáscercaposibledelapuerta.

Elojosealegrabaalavistadeunapandillademuchachosacompañadosdesusfamiliares;losprimerosteníanlúcidosrostrosylucíancuellosdeEton;encuantoalosdemás,lasmujeresibanataviadascontrajesdesedanegra,yloshombres apretujados en trajes domingueros. Hubo luego unos aplausos —esporádicos,comomástardelosdefinióJeeves—yviaGussie,guiadoporunbarbudoser,adelantarsehastaelcentrodelestrado.

Confiesoque cuando le vi, y penséque, sólopor gracia deDios, no eraBertramWoosterquienestabaensulugar,unescalofríomerecorrióelcuerpo.Tanvivoera,enaquelmomento,elrecuerdodeldíaenquetuvequehablarenunaescuelademuchachas.

Desde luego, juzgando desapasionadamente, podíase establecer que nohabía punto de comparación entre un auditorio como aquél y un hato de

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muchachitas con las trenzas colgando de los hombros. A pesar de todo, elespectáculo era suficientemente impresionante para producirme la sensacióndequemiamigorodabaenuntonelalolargodelascataratasdelNiágara,yelrecuerdodelpeligroaquehabíaescapadobastabaparaoscureceryanulartodocuantohallábaseantemisojos.

Cuandoestuveengradodedistinguirlosobjetos,viqueGussiesehallabasentado,conlasmanossobre lasrodillas,y loscodosenángulorecto,comounmenestralnegrodelaviejaescuelaqueestuvieseocupadoenpreguntarleamistress Bones por qué una gallina atravesaba en aquel momento la calle.Teníaunasonrisatanfijayestereotipadaqueparecíamedebíasugeriratodoslaideadequeteníaunpocodeconfiturapegadaenlosdientesdelanteros.

Enefecto,vique tíaDahlia,quehabiendopresenciadotantosrepartosdepremios de caza en sus buenos tiempos, no se quedaba atrás en juzgar lossíntomasdelascosas,sesobresaltabaylemirabalargamente,conansiedad.Yle estaba diciendo algo a tío Tom, sentado a su izquierda, cuando el serbarbudoavanzósobreelestradoycomenzósudiscurso.Porelhechodequehablabacomosituvieseunapatatahirviendoenlabocayque,apesardeesto,no se oía ninguna tosecilla entre losmuchachos, deduje que debía de ser eldirector.

Consullegadaalestrado,unaespeciederesignaciónenfermizaamparosedel auditorio. Por mi parte, me arrimé al tendero y dejé que mi atenciónvagara.Essabido,porotraparte,quelarelacióndetodolohechoenlaescueladuranteelcursoqueacababadefinalizarylapartedelrepartodepremios,noerancosasparaatraerlaatencióndeextraños.LesdicenqueJ.B.BrewsterhalogradounpremioCat,enCambridge,porsuconocimientodelosclásicos,yaustedes no les interesa en lomásmínimo si no conocen al individuo. Y lomismosucedeparaG.Bullett,queespremiadoconlabecadeladyJaneWix,enlaescueladeestudiosveterinariosdeBirmingham.

Efectivamente, tanto yo como el tendero, quien tenía una expresión decansancio—acasohubieratrabajadotodalamañana,pesandosusmercancías—,comenzábamosaamodorrarnosligeramente,cuandoelactosereanimóyGussiesepresentóenescenaporvezprimera.

—Esta tarde —dijo el hombre barbudo— nos complacemos realmentedandolabienvenidaanuestroinvitado,místerFitz-Wattle…

Al principio del discurso, Gussie había caído en una profundasomnolencia, con la boca abierta. A la mitad, se habían manifestado levesseñales de vida, y en los últimos momentos intentó cruzar las piernas, sinconseguirlo;intentolodenuevo,yotravez,inútilmente.Peroahora,depronto,manifestóseenélunaanimaciónreal.Diounbrinco.

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—Fink-Nottle—dijo,abriendolosojos.

—Fitz-Nottle.

—Fink-Nottle.

—Diré,pues,Fink-Nottle.

—Claro,miqueridoasno—dijoGussieamablemente—.Adelante,pues.

Y, cerrando los ojos, comenzóde nuevo el intento de cruzar las piernas.Me di cuenta de que aquel leve desacuerdo había turbado al hombre de labarba.Duranteunmomentopermaneciósilencioso,atormentandosusombrerocon mano titubeante. Pero los directores están fabricados con materialresistente.Pasóelmomentodedebilidadyél,recobradalapalabra,continuó:

—Nos alegramos mucho de dar la bienvenida al invitado de esta tarde,místerFink-Nottle,quienhaconsentidoamablementeenrepartirlospremios.Estamisión,ustedes losaben,hubieradebidocumplirlaelamadoyenérgicomiembro de nuestro consejo de directores, el reverendoWilliam Plomer, ytodos, estoy seguro, se dolerán conmigo de que una enfermedad le hayaimpedidohallarsehoyentrenosotros.Perosipuedoservirmedeunametáforafamiliar a ustedes, diré que«lo que se pierde en el columpio, se gana en eltiovivo».

Se detuvo y sonrió para manifestar que bromeaba. Me hubiera gustadodecirlequesetomabaunamolestiainútilporquenisiquieraunasonrisahabíaacogidoaquelrasgodeagudeza.Eltenderoseinclinóhaciamíydijo:«¿Quéhadicho?»,yesofuetodo.

Siempreresultadolorosoaguardarunacarcajadaquenollega.Elhombrebarbudoquedómal.Creo,sinembargo,quesehubierarecobradorápidamente,denohabervueltoaprovocaraGussie.

—En otras palabras: privados del reverendo Plomer, tenemos hoy entrenosotros amísterFink-Nottle.Estoy segurodequenonecesita presentaciónalguna.Es,puedodecirlo,unnombrefamiliaratodosnosotros.

—¡Austedno!—dijoGussie.

Y en aquel momento comprendí lo que había querido decir Jeeves alafirmar que se «reía de todo corazón». «De corazón», ésa era la expresiónexacta.Fuecomounaexplosióndegas.

—¡No parecía usted conocerlo demasiado bien! —dijo Gussie. Y,recordandoelnombreque lefueraatribuido, lorepitióunadocenadeveces,aumentandoprogresivamenteeltonodesuvoz—.Wattle,Wattle,Wattle…—Yconcluyó—:¡Deacuerdo!¡Sigaadelante!

Peroelhombrebarbudoquedófulminado.Observándoleatentamente,me

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percatédequesehallabaanteunaencrucijada.Comprendíasuspensamientostan claramente como sime loshubiesemurmurado al oído.Estabadudandoentresentarseydarelasuntoporconcluido,encuyocasoeramenesterdejarlapalabraaGussie,oconsiderareldiscursocomoyaefectuadoyproceder,sinmás,alrepartodepremios.

Era,abuenseguro,unacosadifícildedecidirasí,degolpeyporrazo.Elotro día estaba leyendo en el periódico algo acerca de esos tipos que estánestudiandolamaneradedividirelátomo,sintenerlamásmínimaideadeloquesucederá,silologran.Puedequetodosalgabien,peropuedequenotodosalga bien. Y quedarámal el desgraciado que después de haber dividido elátomo,veareducidaacenizassucasayasímismoenpedazos.

Esofuecuantolesucedióalhombrebarbudo.Sindarsecuentadeloqueocurría en el interior deGussie, no obstante, debió de percatarse de que lascosas se ponían mal. Aquella muestra inicial le había ciertamente hechocomprender que Gussie tenía unmodomuy suyo de hacer las cosas, y susinterrupcioneshabían sindudabastadoa superspicaciapara convencerledeque allí, sentada en el estrado, en elmomentomás importante del curso, sehallaba una persona que si pronunciaba una arenga lo haría de unamaneramemorable.

Porotrolado,atarleycubrirleconunamanta¿aquéhubieraconducido?Adisolverlareuniónconmediahoradeadelanto.

Era,enresumidascuentas,unproblemaquedebíaresolver,ynosécómohabría logrado salir del apuro. Personalmente, creo que habría salido bienlibradosienaquelmomentoGussienosehubieseadueñadode lasituación.Despuésdehaberseestiradoydehaberbostezado,avanzóhastaelbordedelestradoconaquellasonrisapetrificada.

—Discurso—anuncióconafabilidad.

Luego permaneció inmóvil, con los pulgares enfilados en los ojales delchaleco, esperando que el aplauso se calmase.Y eso requirió un buen rato,porque realmente había entrado con muy buen pie. Supongo que no lessucedíaamenudoalosmuchachosdeMarketSnodsburyencontrarunhombretanenérgicoqueseatrevieseallamarasnoasudirector.Yellosdemostrabanharto claramente su aprobación. Para la mayoría de los presentes, Gussiepertenecíaaunarazasuperior.

—Muchachos —comenzó Gussie—, o, mejor dicho, señoras, señores,muchachos,noquieroretenerlesporlargorato,peromeconsideroobligadoapronunciarunaspalabrasauguralesentanfaustaocasión.Señoras,muchachosyseñores,todoshemosescuchadoconmuchointeréslasobservacionesdeestenuestroamigoqueestamañanaseolvidódeafeitarse…Nosésunombre,pero

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él tampoco sabeelmío,pueseldeFitz-Wattle es absolutamenteabsurdo.Yeso pone las cosas en su lugar. Todos sentimos mucho que el reverendoComosellameestémuriéndosedeadenoides,pero,despuésde todo,hoyacá,mañanaallá,lacarnesetornahierbaoalgoparecido.Peronoesesoloqueyoqueríadecir.Quería, en cambio, decir, y lodigo confiadamente, sin temor acontradicciones,digo,ensuma,quemesientofelizporhallarmeaquíen tanfaustaocasiónyqueestoyencantadoderepartirlospremiosqueconsistenenloshermososlibrosqueaquívensobrelamesa.ComodiceShakespeare,haysermones en los libros, piedras en los torrentes, o viceversa, y henos aquí atodos,enunacáscaradenuez.

Marchababien,yyoestabasorprendido.Nopodíaseguirleporcompleto,pero comprendíase que eramateria bienmadurada ymemaravillaba que, apesardel extraordinario esfuerzoquehabíahecho,unhombrecon la lenguatrabada,unauténticotostóncomoGussie,hubiesepodidosercapazdetanto.

EsolesdemuestralaverdaddeloquetambiénlesdirácualquiermiembrodelParlamento;esdecir,que,sisequiereobtenerunbuenorador,esnecesarioantessuministrarleunbuentrago.

—Señores —dijo Gussie—, o mejor, señoras, señores y muchachos,naturalmente…¡Quéhermosoeselmundo! ¡Unmundohermosoqueofrecefelicidad por doquier!Quiero contarles una historieta.Dos irlandeses, Pat yMike,andabanporBroadway,yunoledijoalotro:«¡Caramba,elpremiodela carrera no siempre es para el más veloz!» Y el otro contestó: «Fe yesperanza,ylaeducaciónconsisteenextraer,noenintroducir.»

Confieso que me pareció la historieta más estúpida que jamás hubieseoído, y me sorprendió que Jeeves la considerara digna de figurar en undiscurso.Cuando,empero,habléconélmástarde,medijoqueGussiehabíaalteradotodoelcontenido.¡Yesoloexplicatodo!

Seacomofuere,éstefueelcontéqueexplicóGussie,ysilesdigoquefueacogidocongrandescarcajadas,ustedescomprenderánquehabíasevueltoelfavoritodelamasa.

Eraposible que el individuobarbudo sobre el estradoo algúnotrode lasegunda fila desease que el orador llegara a una conclusión y se volviese asentar, pero el auditoriopendíade sus labios.Huboun fuerte aplausoyunavozgritó:«¡Silencio!¡Silencio!»

—Sí—dijoGussie—. ¡Es unmundomuy bonito!El cielo está azul, lospajaritoscantan,eloptimismoreinapordoquier.¿Yporquéno,muchachos,señoras y señores? Yo soy feliz, ustedes son felices, todos somos felices,inclusoelmásmíseroirlandésquesepaseaporBroadway.Enrealidad,erandos…,PatyMike.Elunoextraíayelotro introducía.Quisiera,muchachos,

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que os unierais a mí para gritar tres «¡Hurra!» por este magnífico mundo.¡Adelante!

Cuandolasmotasdepolvopudieronposarsesobrelosmueblesyelyesodejódecaerdeltecho,élcontinuó:

—Los que dicen que el mundo no es hermoso, no saben lo que dicen.Mientras venía hacia acá, para repartir los premios, he intentado hacérselocomprenderamianfitrión,elviejoTomTravers.¿Levenallí,enlasegundafila,alladodeaquellaseñoracorpulentaentrajecoloravellana?

Indicóelpuntoprecisoenqueestabansentadosmistíos,yloscienypicomarketsnodsburienses que volvían el cuello para mirar en la direcciónindicada,pudieronveratíoTomsonrojándosegraciosamente.

—Lehereñidomucho,pobrebesuguillo.Élhabíaexpresadolaopinióndequeelmundoestabaenunestadodeplorable.Yoledije:«Nodigasandeces,viejoTomTravers.»«Nosuelodecirsandeces», replicóél.«Bueno,paraserun principiante se desenvuelve usted la mar de bien.» Y admitiréis,muchachos,queaestoselellamahablar.

Parecíaqueelpúblicoestuviesedeacuerdoconél.Lasituacióntornábasegrave.Aquel que dijera: «¡Silencio! ¡Silencio!», gritó de nuevo: «¡Silencio!¡Silencio!», y mi tendero batió vigorosamente sobre el pavimento con unmacizobastón.

—Bien, muchachos —continuó Gussie, después de haber sacado lospulgaresdelosojalesydehaberhechounahorriblemuecaequivalenteaunasonrisa—,ésteeselfinaldelcursoymuchosdevosotros,nolodudo,vaisaabandonarlaescuela.Ynopuedodejardedaroslarazón,porqueaquídentrohayunpolvotandensoquesepodríacortarconuncuchillo.Estáisapuntodeentrar en el vasto mundo. Muchos de vosotros pasearéis por Broadway. Ycuantoquieroinculcarosesque,aunteniendoquesufrirmuchodeadenoides,habréis de hacer todos los esfuerzos para no ser pesimistas y para no decirtantastonteríascomoelviejoTomTravers,allá,enlasegundafila,aquelconlacaraquepareceunanuez.

Hizounapausaparapermitir,aaquellosque lodeseasen,refrescarseconuna nueva mirada a tío Tom, y yo me sorprendí reflexionando con ciertaperplejidad. Mis numerosas observaciones sobre los miembros de LosZánganos habíanme puesto en contacto con las varias formas que unasuperdosisdelarojizaHipocrenepuedetomarenlosdiversosindividuos,masnuncatuveocasióndecomprobarunareaccióncomoladeGussie.

Había cierto chisporroteo en él que jamás observé ni siquiera enBarmyFotheringay-Phipps,enlafiestadeNochevieja.

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Jeeves, con quien discutímás tarde, dijo que tenía algo que ver con lasinhibiciones—sihecaptadobien lapalabra—y laanulación, creo,del ego.Comprendí que quería decir que Gussie, después de pasar un lustro deirrepetiblereclusiónentrelassalamandras,habíatenidoquegastardeunavez,envezdehacerlopaulatinamenteduranteloscincoañostranscurridos,todalaalegría que fuera cuidadosamente embotellada en aquel período. Esta habíallegadoalasuperficiedeungolpeo,siloprefieren,comounamarea.

Puedequefueraasí.Jeeves,porlogeneral,tienerazón.

Sea como fuere, estaba muy contento de haber tenido la precaución dequedarme lejos de la segunda fila. Puede que resultara indigno para unWoostermetersedeesemodoenmediodelproletariado,enlospuestosdepie,pero,porlomenos,hallábamefueradelazonapeligrosa.Y,además,Gussiesehabía excitado tanto, que era posible que, en caso de descubrirme, hubieraatacadoinclusoaunviejocompañerodeescuela.

—Lo que no se puede soportar en elmundo—continuóGussie— es alpesimista.Sedoptimistas,muchachos.¿Sabéisquédiferenciaexisteentreunpesimistayunoptimista?Unoptimistaesunhombreque…Cogedelcasodelos dos irlandeses que se paseaban porBroadway.Uno es optimista, el otropesimista. El uno se llama Pat, el otro Mike… ¡Oh, Bertie, no sabía queestabastambiéntú!

Demasiado tarde procuré ocultarmedetrás del tendero. ¡El tendero habíadejadodeexistir!Algunacitarecordadarepentinamente—quizáunapromesaasumujerdevolveracasaparalahoradel té—lehabíaobligadoazafarsemientrasmiatenciónestabadistraída,dejándomealdescubierto.

Entre yo yGussie, que dirigía enérgicamente la ofensiva haciami lado,habíaunmarderostrosinteresadosquememiraban.

—Ahora —dijo Gussie, continuando su argumentación— allí tenéis unejemplo de lo que os estoy diciendo. Muchachos, señores, señoras, mirenatentamenteaaquelindividuodepie,allíabajo,trajedemañana,corbatadeungrissobrio,clavelenelojal,nopuedenequivocarse.AquélesBertieWooster,elpesimistamásnecioqueexiste.Lesdeclaroquedesprecioaesehombre.Y¿porquéledesprecio?Porque,muchachos,señorasyseñores,esunpesimista.Su actitud es derrotista. Cuando le dije que tenía que hablarles, intentódisuadirme de ello. ¿Y saben por qué? Porque dijo que mis pantalones separtiríanporlapartetrasera.

Los aplausos, en estemomento, fueronmás estruendosos que nunca. ElasuntodelospantalonespartidosllegódirectamentealcorazóndelosjóvenesalumnosdelaescueladeMarketSnodsbury.Dos,frenteamí,tornáronsecolorpúrpura,yunmozalbete,decarallenadepecas,mepidióunautógrafo.

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—DéjenmecontarlesunahistoriasobreBertieWooster.

UnWooster puede soportarmuchas cosas, perono esodeque supropionombreseapastodelpúblico.Moviendopoquitoapocolospies,medisponíaa ejecutar una táctica de salida, cuando me percaté de que el individuobarbudodecidíaponerfinalasunto.

No puedo explicarme por qué no lo hizo antes. Acaso le paralizara lasorpresa.Y,naturalmente,cuandounhombreencuentrael favordelpúblico,noresultafácilhacerlecallar.Sinembargo,laperspectivadeoírotraanécdotadeGussiehabíarotoelencantamiento.Levantándose,másomenoscomoyomelevantaraalprincipiodelalamentableescenaconTuppy,enelcrepúsculo,saltóhastalamesa,agarróunlibroyseacercóalorador.

TocóaGussieenelbrazoyéste,volviéndoserápidamenteyviendoaunhombretón con barbas, dispuesto al parecer a pegarle con un libro, dio unbrincohaciaatrás,poniéndoseenguardia.

—Quizá,puestoqueeltiempopasa,místerFink-Nottle,másvaldría…

—¡Oh! ¡Ah! —hizo Gussie, comprendiendo la cosa y relajando susmiembros—. Los premios, ¿verdad? Naturalmente. Claro.Muy bien. Sí, sí,másvaleempezar.¿Quéeseso?

—Lecturaydictado,P.K.Purvis—anuncióelhombredelasbarbas.

—Lecturaydictado,P.K.Purvis—dijocomounecoGussie,gritando—.¡Adelante,P.K.Purvis!

Ahoraquesudiscursohabíasidointerrumpido,meparecióqueyanohabíanecesidad de poner en práctica la estratégica retirada que ideara. No teníaganasdemarcharme,denovermeobligadoahacerlo.Habíadichoa Jeevesque el acontecimiento resultaría lleno de interés, y en realidad resultabainteresantísimo. Había cierta fascinación en los métodos de Gussie; uno sesentía captado y reacio a alejarse, a menos que algún motivo personal leobligaseahacerlo.Decidí,pues,quedarme;enaquelmomentosonóunpocodemúsicayP.K.Purvissubióalestrado.

El campeón de lectura y dictado tenía aproximadamente un metro deestatura,unrostrocoloradoyloscabelloscolorarena.Gussieselosacarició;parecíahaberletomadounainmediatasimpatíaalmuchacho.

—¿EresP.K.Purvis?

—Sí,señor.

—Elmundoeshermoso,P.K.Purvis.

—Sí,señor.

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—Lohasnotadotambiéntú,¿eh?Bien.¿Acasoestáscasado?

—No,señor.

—Cásate, P. K. Purvis—dijo Gussie seriamente—, créeme, es lomejorquesepuedehacer…Bien,aquítienestulibro.Porlaprimerapáginanomeparecemuydivertido.Pero,enfin,aquíestá.

P.K.Purvisseretirómientrasresonabaunesporádicoaplauso,seguidoporun angustioso silencio. Era evidente que Gussie había hecho resonar unanueva nota en el ambiente escolar de Market Snodsbury. Los parientescambiabanmiradasentresí.Elhombrebarbudoparecíahaberapuradohastalas heces el amargo cáliz. En cuanto a tíaDahlia, decía claramente, con suactitud,quesusúltimasdudashabíansedesvanecidoyqueelveredictohabíasido pronunciado. La vi hablando quedamente conMadeline Bassett, quienhallábase sentada a suderecha, y vi que ésta asentía tristemente; parecía unhadaapuntodederramarunalágrimayañadir,deestemodo,unaestrellamásalaVíaLáctea.

Gussie,despuésdemarcharseP.K.Purvis,habíacaídoenunaespeciedeamodorramiento y permanecía allí, erguido, con las manos metidas en losbolsillos. Reparando, repentinamente, en un gordo muchachito en pantalóncortoquesehallabacerca,sesobresaltóviolentamente.

—¡Eh!—exclamóvisiblementeconfuso—.¿Quiénerestú?

—Este—dijoelhombrebarbudo—esR.V.Smethurst.

—¿Quéhaceaquí?—preguntóGussie,condesconfianza.

—Tieneustedqueentregarleelpremioendibujo,místerFink-Nottle.

LaexplicaciónseleantojóaGussierazonable.Surostroseesclareció.

—Muy justo -dijo—. Bueno, aquí lo tienes. ¿Te marchas? —añadió,viendoqueelmuchachosealejaba.

—Sí,señor.

—Aguarda,R.V.Smethurst.Notanaprisa.Hedehacerteunapregunta.

Pero el hombre barbudo parecía decidido a apresurar el desarrollo de laceremonia. Hizo desaparecer almuchacho de la escena, como un dueño dehostería que aleja con pesar a un viejo y respetado cliente, y llamó aG.G.Simmons.Unmomentodespués,ésteselevantaba,acercándosealamesa.Ycomprenderán ustedes cuál no sería mi emoción cuando oí anunciar que elpremioasignadoeraeldereligión.Penséqueeraalgomío.

G.G.Simmonseraunjovencitoantipático;parecíaencaramadosobresuspiernas y era todo él dientes y gafas; sin embargo, le miré con cariño.

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Nosotros,loscultivadoresdelasSagradasEscrituras,nossentimosunidos.

Medueledecirlo, pero aGussie no le agradó.Nohabía en susmodales,mientrasmirabaaG.G.Simmons,nadadelacordialidadquesemanifestaradurante su entrevista conP.K.Purvis, ni, deunmodomásdébil, conR.V.Smethurst.Permanecíafríoydistante.

—Bien,G.G.Simmons.

—Sí,señor.

—¿Quéquieresdecircon«Sí,señor»?Esunacosanecia.Demodoquetehanotorgadoelpremioenreligión,¿noesasí,muchacho?

—Sí,señor.

—Sí—dijoGussie-,tienesprecisamenteelaspectodesereltipoadecuado.Sinembargo—dijohaciendounapausaymirandofijamentealmuchacho—,¿cómosepuedesabersielpremioesrealmentejusto?Voyainterrogarte,G.G. Simmons. ¿Quién fue el «como se llame» que comenzó «aquella cosa»?¿Sabríascontestarme,G.G.Simmons?

—No,señor.

Gussiesevolvióhaciaelhombrebarbudo.

—Mal—dijo—,muymal. Estemuchachome parecemuy deficiente enSagradasEscrituras.

Elindividuodelasbarbassepasóunamanoporlafrente.

—Le aseguro,míster Fink-Nottle, que hemos procurado, con elmáximocuidado, pronunciar un fallo exacto y que este Simmons ha superado enmuchoasuscompañeros.

—Bueno,siustedlodice…—dijoGussieconexpresióndeduda—.Bien,G.G.Simmons,aquítienestupremio.

—Gracias,señor.

—Perohededecirtequenohaynadadequéalabarseporhaberganadounpremioenreligión.BertieWooster…

No creo que jamás recibiera golpemás cruel.Estaba persuadido de que,habiéndoledetenidoensusdiscursos,Gussiehabíavueltoaesconderlasuñas,por decirlo así. Agachar la cabeza y dirigirme hacia la puerta fue para mícuestióndepocossegundos.

—BertieWoosterganóelpremiodereligiónenunaescuelaenquefuimoscompañerosyyasabenustedesloquesehavuelto.Pero,abuenseguro,Bertiehizo trampas. Logró agitar en el aire el trofeo de su conocimiento de las

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Escrituras,sobrelacabezadeunosindividuosqueledabancienvueltas,porlosmétodosmás espantososymásmezquinosque jamás se hablanvisto enuna escuela en que estas cosas eran habituales. Si los bolsillos de aquelmuchachono estaban, en elmomento enque entró en el aulade exámenes,abarrotadoshastaestallardelistasconlosnombresdelosreyesdeJudea…

Nooínadamás;enunsantiaménestabaalairelibreyoprimíafebrilmenteconelpieelembraguedemicoche.

Elmotorresopló.Elpedalvolvióasusitio.Yomealejéatodavelocidad.

Mis nervios aún estaban alterados cuando dejé el coche en el garaje deBrinkleyCourt,yfueunBertrammuytrastornadoelquesubióasuhabitaciónparaponerseuntrajemáscómodo.Luegomeechéunmomentosobrelacama,ydebídedormirbastanteratoporqueelprimerrecuerdoquepuedoevocareseldeJeevesamilado.

Meincorporésobreellecho.

—¿Elté,Jeeves?

—No,señor.Escasihoradecenar.

Lanieblasedespejó.

—Debodehabermedormido.

—Sí,señor.

—Lanaturaleza,quereclamasusderechossobreelcuerpoagotado.

—Sí,señor.

—Esoyaesalgo.

—Sí,señor.

—¿Yes casi la hora de cenar?Perfectamente.No tengo ganas de cenar,perosupongoquevalemásquemeprepareustedeltraje.

—Noesnecesario,señor.Noseveanadieestanoche.Hasidoservidaunacenafríaenelcomedor.

—¿Porqué?

—Por expreso deseo de mistress Travers, para disminuir el trabajo delservicioquevaalbaileencasadesirPercivalStretchley-Budd.

—¡Oh, ya lo recuerdo! Anoche me lo dijo mi prima Angela. ¿Va a irtambiénusted,Jeeves?

—No,señor.Nomeagradanesasdiversiones,señor.

—Comprendo.Siempreeslomismo.Unpiano,unorganillo,unpavimento

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queparecepapeldelija.¿IráAnatole?Angelamehizocomprenderqueno.

—MissAngelateníarazón.MonsieurAnatoleguardacama.

—Tiposnerviososesosfranceses.

—Sí,señor.

Hubounapausa.

—Bien,Jeeves,hasidounatardemuymovida,¿verdad?

—Sí,señor.

—No recuerdo ninguna tan llena de incidentes.Yomemarché antes delfinal.

—Sí,señor.Observésupartida.

—Nohabrápensadocensurármelo.

—No,señor.MísterFink-Nottlehabíasetornadoexcesivamentepersonal.

—¿Dijoaúnmuchasbarbaridadesdespuésdemimarcha?

—No, señor. La sesión se cerró casi inmediatamente. Las observacioneshechas pormíster Fink-Nottle sobreG.G. Simmons provocaron ese bruscofinal.

—PerohabíaconcluidoyasusobservacionessobreG.G.Simmons.

—Sólo por un momento, señor. Las volvió a empezar inmediatamentedespuésdesupartida,señor.Silorecuerdausted,señor,habíaexpresadounagranduda acercade labona fidesdel señoritoSimmons; luegocomenzóunviolento ataque contra el joven, afirmando que era imposible que hubieseganado el premio en religión sin un sistemático procedimiento a base detrampasenvastaescala.LlegóadecirqueelseñoritoSimmonsdebíadeserconocidodelapolicía.

—Horrible,Jeeves.

—Sí, señor. Sus palabras causaron gran sensación. La reacción de lospresentes se puede definir como «mixta». Los jóvenes estudiantes parecíancontentosyaplaudíanestruendosamente,perolamadredeljovenSimmonsselevantóysedirigióamísterFink-Nottleentérminosdefuerteprotesta.

—¿YGussietuvomiedo?¿Retrocediódesuposición?

—No,señor.Dijoqueveíaclaroydioaentenderquehabíaunaculpablerelación entre lamadre del señorito Simmons y el director, acusando a esteúltimodehaberhechotrampas(fuesuexpresión,señor)pararesultarlegrato.

—¿Lodicedeveras?

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—Sí,señor.

—¡Atiza,Jeeves!¿Yluego?

—Cantaronelhimnonacional.

—¡No!

—Sí,señor.

—¡Enunmomentocomoése!

—Sí,señor.

—Bueno.Ustedestabaallíy,naturalmente,hadesabercómosucedieronlas cosas. Pero jamás, jamás en mi vida habría pensado que, en talescircunstancias,Gussieyesamujersepondríanacantarundúo.

—Ustednomehacomprendido,señor.Fuetodalaconcurrencialaquesepuso a cantar. El director se volvió hacia el organista y le dijo algo en vozbaja.Yéstecomenzóatocarelhimnonacional.Asífinalizólaceremonia.

—Hecomprendido.Dehecho,yaerahora.

—Sí,señor.LaactituddemistressSimmonshabíasevueltoabsolutamenteamenazadora.

Reflexioné.Cuantohabíaoído era suficienteparaprovocar, desde luego,piedad y terror, si no queremos decir alarma y desaliento.Asegurar quemealegrabaseríadecirunamentira.Porotraparte,todoaquellopertenecíayaalpasado y me parecía lo mejor dejar de preocuparse por ello y pensar, encambio,enelbrillanteporvenir.

QuierodecirqueGussiehabía superado indudablementecualquiermarcade idiotezenelWorcestershireyhabíaperdidodefinitivamente la esperanzade que le nombraran hijo predilecto deMarket Snodsbury, pero no podíasenegar que había hecho su petición a Madeline Bassett y que había sidoaceptadaporésta.

ExpusemisideasaJeeves.

—Un espectáculo horroroso —dije— y que probablemente pasará a lahistoria. Mas no hemos de olvidar, Jeeves, que aunque Gussie estéconsideradoporlosalrededorescomoelmayorfenómenodelmundo,enotrosentidohaconseguidoloqueseproponía.

—No,señor.

Nolecomprendí.

—¿Cuandodice«no,señor»,quieredecir«sí,señor»?

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—No,señor.Quierodecir«no,señor».

—¿Nohaconseguidoloqueseproponía?

—No,señor.

—Peroestáprometido.

—Yano,señor.MissBassettharotoelcompromiso.

—¿Deveras?

—Sí,señor.

No sé si se han fijado ustedes en la característica de esta historia. Merefieroalhechodeque,másprontoomástarde, todoslospersonajessehanvisto precisados a ocultarse el rostro entre las manos. He participado enmuchossucesosembrollados,peronuncamehalléantetantaspersonasqueseocultaranelrostroentrelasmanos.Recuérdenlo.LohahechotíoTom,lohahechoGussie,lohahechoTuppy;lohahecho,probablemente—aunqueyonotenga datos seguros para afirmarlo—,Anatole, y creo que lo ha hechomissBassett. Y estoy seguro de que tía Dahlia lo habría hecho también si nohubiesecorridoelriesgodeecharaperdersuesmeradopeinado.

Puesbien,enaquelmomentolohicetambiényo.Lasmanosselevantaron,lacabezabajóyyolaoprimíconenergía,comotodoslosdemás.

Ymientrasestabadándomeunmasajeenlamolleraypensabaenloquesepodíahacer,oyóseunruidoenlapuerta,comosiestuviesendescargandounsacodecarbón.

—AcasosetratedemísterFink-Nottle,señor—dijoJeeves.

Pero,estavez,suintuiciónhabíafallado.NoeraGussie,sinoTuppy.Entrórespirandoasmáticamente.Seveíaqueestabamuyconmovido.

CapítuloXVIII

Le miré atentamente. Su aspecto no me agradaba. En realidad, nuncahabíame agradado mucho, porque la naturaleza, al plasmar aquel brillantecamarada,ledotódeunosmaxilaresmuchomássalientesdelonecesario,ydeunosojosexcesivamentepenetrantesparaunindividuoquenoesnifundadordeunimperio,nipolicíaadscritoaltráfico.Pero,enaquelmomento,dejandoaun lado la ofensa que infligía al sentido de la estética,Glossop, segúnmiparecer,teníatambiénunaspectoamenazadorquemehizodesearalgomenosdetactoporpartedeJeeves.

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Quierodecirqueesmuydiscretoescabullirsecomounaanguilacuandoelamorecibeunvisitante,peroquehaymomentos—yaquélmeparecíaelmásindicado—enlosqueelverdaderotactoconsisteenquedarseparaayudarencasodenecesidad.

Bien, el hecho esque Jeevesyano sehallaba connosotros.No lehabíavistomarcharse,perosehabíaidoyencuantoalcanzabamivistasóloveíaaTuppy,cuyaactitud,yaselohedicho,meparecíaalgointranquilizadora.Mesugería extrañamente a alguien que intentara suscitar la cuestión de miscosquillasenlostobillosdeAngela.

Sinembargo, susprimeraspalabrasmeprobaronquemehabíaalarmadoinjustamente.Erandenaturalezapacíficaymeproporcionaronungranalivio.

—Bertie—dijo—,tengoquepedirtemilperdones.Hevenidoparaeso.

Como ya he dicho, mi alivio fue grande al oír estas palabras que nadateníanquevercontobilloscosquilleados.Noobstante,creoquefuemayormisorpresa.HabíanpasadomuchosmesesdesdeelincidentedeLosZánganosy,hasta aquel momento, Tuppy jamás había manifestado ni remordimiento nicontrición. Al contrario, me habían informado, en reserva, quefrecuentemente, en comidas y reuniones, explicaba la historia riendoestúpidamenteacarcajadalimpia.

Nolograba,portanto,comprenderquélehabíainducidoahoraarebajarse.Probablemente habíale empujado a ello la partemejor de su ser. Pero ¿porqué?

Sinembargo,asíera.

—Queridomío—dijecondignidad—.Nolomencionessiquiera.

—¿Porquédices«nolomencionessiquiera»?Yonolohemencionado.

—Queríadecir:nohablesmásdeello.Nopiensesmásenello.Todos, aveces,nosolvidamosyhacemosunascosasque,enmomentosmástranquilos,deploramos haber hecho.Naturalmente, tú, en aquella ocasión, estabas algobebido.

—Pero¿quédiablosdices?

Nomegustósutono.Erabrusco.

—Rectifícamesiestoyequivocado—dijeconciertarigidez—,perocreíaquemepedíasexcusasportuestúpidomododeprocederaquellanocheenLosZánganos,cuandoalempujarhaciaatráslaúltimaanilla,mehicistecaerenlapiscinaentrajedeetiqueta.

—¡Pero,soburro,sinosetratadeeso!

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—¿Ydequé,pues?

—¡DelasuntodeMadelineBassett!

—¿QuéasuntodeMadelineBassett?

—Bertie —dijo Tuppy—, cuando me dijiste, anoche, que estabasenamoradodeMadelineBassett,tedejésuponerquelocreía.Noeracierto.Lacosa me parecía increíble. A pesar de todo hice unas investigaciones y loshechos concuerdan con lo queme referiste.Hevenido a pedirte perdón porhaberdudadodeti.

—¿Hicisteunasinvestigaciones?

—Lepreguntésitehablasdeclaradoaellaymecontestóquesí.

—Tuppy,¿hicisteeso?

—Lohice.

—Pero¿notienesdelicadezadesentimientos?

—No.

—¡Oh,estábien!Peroseríamejorquelatuvieras.

—¡Apaseoladelicadeza!QueríaestarsegurodequenohabíassidotúelquemeharobadoelamordeAngela.Yahoralosé.

Desdeelmomentoenqueestabaconvencido,yanomecuidabatantodesufaltadedelicadeza.

—Hedescubiertoquiénfue.

—¿Cómo?

Se quedó pensativo unos momentos. Sus ojos brillaban con un fuegosombrío, y elmaxilar le sobresalía como la parte posterior de la cabeza deJeeves.

—Bertie—dijo—,¿teacuerdasde loque juréhacerlealquemehubieserobadoaAngela?

—Porloquerecuerdo,concebistelaideadehacerlemigas.

—… y hacerle tragarse a sí mismo. Perfectamente. El programa siguesiendoválido.

—Pero Tuppy, te aseguro, como testigo ocular, que en Cannes nadie terobóaAngela.

—¡No,perolohizoalregreso!

—¿Cómo?

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—Nocontinúesdiciendo«¿Cómo?».Lohasoídobien.

—¡Perosinohahabidonadiedesdesuregreso!

—¿Ah,no?¿Yelfulanodelassalamandras?

—¿Gussie?

—Elmismo.LaserpienteFink-Nottle.

Aquellomedabalaexactadimensióndesudelirio.

—Noesposible,GussieamaaMadelineBassett.

—¡Pero no estaréis todos enamorados de esa bendita Bassett! ¡Ya meextrañaqueuno solopuedaestarlo!TedigoqueamaaAngela,yAngela lecorresponde.

—¡No!¡Angelarompiócontigoantesdequeélvinieseaquí!

—Unpardehorasdespués.

—Peronopuedehaberseenamoradodeélenunpardehoras.

—¿Yporquéno?Yomeenamorédeellaenunpardeminutos.Laadoréencuantolavi,aesapetulantetontuela.

—Peroensuma…

—Nodiscutas,Bertie.Loshechoshansidodescubiertos.Angelaamaaesecretinodelassalamandras.

—Esoesabsurdo,chico,completamenteabsurdo.

—¿Ah, sí?—dijo él, batiendo un talón sobre la alfombra (cosa que yohabíaleídovariasvecesenlasnovelas,peroquenuncahabíavistohacer)—.Entonces,yameexplicarásporquérazónsehaprometidoconél.

Unabriznadepajahubierapodidoecharmeatierra.

—¿Prometidoconél?

—Melodijoellamisma.

—Habráqueridotomarteelpelo.

—Nome tomabaelpeloen lomásmínimo; inmediatamentedespuésdelasunto de Market Snodsbury, le pidió que se casaran y parece que ellaconsintiósindiscusión.

—Debedehaberunerror.

—ElerrorhasidocometidoporlaserpienteFink-Nottle,yapuestoaqueyadebedehabersedadocuenta.Desdelas5:30leestoybuscando.

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—¿Queleestásbuscando?

—Pordoquier.Quieroarrancarlelacabeza.

—Comprendo,comprendo.

—¿Lehasvistoporcasualidad?

—No.

—¿No?

—No.

—Bueno,sileves,dileadiósdeprisa,ypiensaenencargarunacorona…¡Oh!Jeeves…

Nolehabíavistollegar,perosehallabadenuevoenescena.Mipersonalopinión—quecreohaberyaexpresado—esquenonecesitaabrirlaspuertas.Es como uno de esos faquires de la India que, volatilizados en Bombay,recomponenlospedazosdesucuerpoysepresentandosminutosmástardeenCalcuta.Sóloestateoríapuedeexplicarelhechodequeunmomentoestéyalsiguiente ya no. Parece fluctuar desde el punto A hasta el punto B en unaformaespecialgaseosa.

—¿HavistoamísterFink-Nottle,Jeeves?

—No,señor.

—Quieromatarlo.

—Perfectamente,señor.

Tuppydesapareció,cerrandoconviolencialapuertatrasdesí,yyoasaltéaJeeves.

—Jeeves, ¿sabe que míster Fink-Nottle se ha prometido con mi primaAngela?

—¿Deveras,señor?

—Bueno, ¿qué piensa de ello? ¿Capta la psicología? ¿Comprende elsignificado?Haceunaspocashoras,estabaprometidoconMadelineBassett.

—Loscaballeros rechazadosporuna jovensevenamenudo inducidosaadherirsesindemoraaotraseñorita,señor.Esloqueseconoceconelnombrede«represalia».

Comenzabaacomprender.

—Entiendoloquequieredecir.Algoasícomounaespeciededesafío.

—Sí,señor.

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—Unaespeciede«¡Deacuerdo…!¡Haz loquegustes!Perosi túnomequieres,hayotrasquesí».

—Exacto,señor.MiprimoGeorge…

—DejeenpazasuprimoGeorge,Jeeves.

—Perfectamente,señor.

—Detodosmodos,apuestoaquesuprimoGeorgenoeraunatemblorosagelatina de pescado comoGussie.Y lo quemásme extraña, Jeeves, es quehayasidoelpropioGussiequienhayamaquinadoestarepresalia.

—Deberecordar,señor,quemísterFink-Nottleseencuentraenunestadodeexcitacióncerebral.

—Estáalgodesquiciado,¿verdad?

—Esoes,señor.

—Bien, esmenester que le diga que su inflamación empeorará siTuppylograatraparle…¿Quéhoraes?

—Lasochoenpunto,señor.

—Entalcaso,Tuppyleestádandocazadesdehacelomenosdoshorasymedia.Hayquesalvaraesedesgraciado,Jeeves.

—Sí,señor.

—Unavidahumanaesunavidahumana,¿nolocreeusted?

—Superlativamentecierto,señor.

—Loprimeroesencontrarle.Luegosepodrándiscutirplanesyesquemas.Vayaasondearporlosalrededores,Jeeves.

—Noesnecesario, señor.Si quiereustedmirar a su espalda, señor, verácompareceramísterFink-Nottle,quesalededebajodelacama,señor.

¡Y,porJúpiter,teníarazón!

Gussie se presentaba en aquel momento, como Jeeves dijera. Estabacubiertodepelusasyparecíaunatortugaqueasomaselacabezaenbuscadeunsoplodeaire.

—¡Gussie!—dije.

—¡Jeeves!—dijoGussie.

—¿Señor?—dijoJeeves.

—¿Lapuertaestácerradaconllave,Jeeves?

—No,señor,peropuedocerrarlainmediatamente.

Page 154: De acuerdo, Jeeves

Gussie se sentó sobre la cama y temí, por un momento, que tuviese laintencióndeocultarelrostroentrelasmanos.Perosecontentóconapartardesufrenteunaarañamuerta.

—¿Hascerradolapuerta,Jeeves?

—Sí,señor.

—Porque no se puede saber si a ese horribleGlossop se le va a ocurrirvol…

Lapalabramurióensuslabios.Nohabíapronunciadolamitad,cuandoelpomodelapuertacomenzóadarvueltasyachirriar.Elsaltódelacamay,porun momento, permaneció en la actitud de El ciervo acorralado, cuadro deLandseerquetíaAgathatieneenelcomedor.Luegopegóunbrincohaciaelarmarioyallídesapareció,antesdequenoshubiéramosdadocuentadenada.Habíavistoapersonasretrasadasparaeltrendelas9:15quenosemovíancontantaagilidad.

Eché una mirada a Jeeves. Permitió a su ceja derecha levantarseligeramente;escuantopuederevelaremociónenél.

—¿Sí?—grité.

—¡Déjame entrar, que Dios te maldiga! —gritó Tuppy desde fuera—.¿Quiénhacerradolapuerta?

ConsulténuevamenteaJeevesusandoellenguajedelascejas.Ellevantouna. Yo levanté la misma. El levantó la otra. Yo también. Luego amboslevantamoslasdos.Alfinal,noencontrandootracosaquehacer,abrílapuertadeparenpar,yTuppyentróruidosamente.

—Bueno,¿quéquieres?—dije,conlamayorindiferenciaposible.

—¿Porquéestabacerradaconllavelapuerta?—preguntóTuppy.

Yamehabíaacostumbradoalevantarlascejas;portanto,volvíahacerlo.

—¿Nosepuedehacernadaenprivado,Glossop?—preguntéfríamente—.DijeaJeevesquecerraralapuertaporquedebíadesnudarme.

—¡Un cuento inverosímil! —dijo Tuppy, y acaso agregó un«¡Realmente!»,noestoyseguro—.Puedesahorrarteel intentarconvencermede que temes que la gente organice excursiones especiales para admirar turopainterior.HascerradolapuertaporqueocultabasaquíalaserpienteFink-Nottle.Lohesospechadodesdequetedejé,haceunrato,yhedecididovolveratrásparainvestigar.Registrarétodalahabitación…Meimaginoqueestáenelarmario…¿Quéguardasenelarmario?

—Mistrajes—dije,siempreenuntonoindiferente,que,sinembargo,no

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estaba absolutamente seguro de que pudiese dar buenos resultados—. Elhabitualguardarropadeunjoveninglésdevisitaenunacasadecampo.

—¡Mientes!

AúnnohabíaacabadoTuppydepronunciaresaspalabras,cuandoGussiesaltófueradelarmario.Hecomentadosumododeentrarenelarmario,maslaagilidad con que realizó el primermovimiento no fue nada en comparacióncon laquedesarrollóal salir.Hubounaespeciedeventolera,unasombraseproyectóenlahabitación,yyanoestabaentrenosotros.

MeparecequeTuppyquedósorprendido.Esdecir,estoysegurodequeloestuvo.No obstante sumanifiesta convicción de que el armario encerraba aFink-Nottle,lehabíadesconcertadoelhechodeverleescabullirse.Emitióunaespeciedegruñidoydiounbrincodemetroymediohaciaatrás.Sinembargo,en seguida se recobró y comenzó a galopar por el pasillo, persiguiéndole.SolamentefaltabatíaDahliacorriendotrasellosygritando«¡Duroconél!»,ocualquier otra exclamación usada en tales ocasiones, para dar la completasensacióndeunacaceríadelzorro.

Caísobrelasillamáscercana.Nosoyhombrequesedesanimefácilmente,peromeparecíaquelosasuntoscomenzabanatornarsedemasiadocomplejosparaBertram.

—Jeeves—dije—.Todoestoesmuygrave.

—Sí,señor.

—Lacabezamedavueltas.

—Sí,señor.

—Valemásquemedejesolo,Jeeves.Hedededicarprofundasreflexionesalasituaciónquesehaidogestando.

—Perfectamente,señor.

Lapuertasecerró,encendíuncigarrilloycomencéareflexionar.

CapítuloXIX

Supongo que, enmi situación,muchos individuos hubieran reflexionadotodoelrestodelanochesinhallarunasolución,peronosotros, losWooster,tenemos una especial habilidad para llegar en seguida al meollo de lascuestiones,ydiezminutosdespuésyahabíacomprendidoloqueeranecesariohacer.

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Debía tener en seguida una charla con Angela. Había provocado todasaquellasdesgraciasconsuobstinadaconducta,diciendo«sí»envezdedecir«no»cuandoGussie, víctimadel licoryde la excitación cerebral, le sugirióaquel acuerdo.Había de ser debidamente censurada e inducida a volverle aponerensusitio.Uncuartodehoradespuéslahallébajolapérgola,tomandoelfresco,ymesentéasulado.

—Angela—dije,ymivozeradura,pues¿cómohabríapodidonoserlo?—.Todoestoesunasolemnetontería.

Ellapareciósalirdeunensueño;memirócontristeexpresióninterrogante.

—Lo siento, Bertie, pero no te escuchaba. ¿Sobre qué estabas diciendotonterías?

—Yonoestabadiciendotonterías.

—¡Oh,losiento!Creíentendereso.

—¿Creesquesaldríaabuscarteparadecirtonterías?

—Desdeluego.

Pensé que más valía virar en redondo y atacar el asunto por un ladototalmentedistinto.

—AcabodeveraTuppy.

—¡Oh!

—YaGussieFink-Nottle.

—¿Ah,sí?

—Parecequeestásprometidaconél.

—Esoes.

—Heaquíloquesellama«unasolemnetontería».NoesposiblequeamesauntipocomoGussie.

—¿Porquéno?

—Porquenoesposible.

Enrealidadnoeraposible.SólountostóncomolaBassettpodíaamarauntostón como Gussie. Una bellísima persona, naturalmente, en muchosaspectos, educado, amable y capaz de aconsejarle a uno qué es lo queconvienehacer,enesperadequellegueelmédico,sitieneaunasalamandraenferma, pero decididamente no creado para comprender una marcha deMendelssohn.De hecho, dudo que, aunque lanzasen piedras al azar por lasmáspobladas regionesde Inglaterra,pudieranalcanzaraunasolamuchacha

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que,sinanestésico,estuvieradispuestaaconvertirseenlaesposadeAugustusFink-Nottle.

SelodijeaAngelayellasevioobligadaaadmitirquellevabarazón.

—Estábien.Puedequenoleame.

—Yentonces—dijeenérgicamente—,¡ohjovenirrazonableyobstinada!,¿porquétehasprometidoconél?

—Pensabaquepodíaresultardivertido.

—¿Divertido?

—Yasí fue.Me he divertido como una loca. ¡Tenías que ver la cara deTuppycuandoselodije!

Unarepentinaluzatravesómimente.

—¡Ah,esunarepresalia!

—¿Qué?

—¿TehasprometidoconGussieparamolestaraTuppy?

—Sí.

—Esloqueestabadiciendo.Setratadeunarepresalia.

—Supongoqueselapuedellamarasí.

—Yyotediréquesepuedeusarotronombre.Unacochinajugarreta.Measombras,Angela.

—Noséporqué.

Levantéunlabioporlomenosdoscentímetros.

—Esnaturalquenolosepas,puestoqueeresunamujercita.Vosotras,lasmujeres, sois así. Armáis losmayores embrollos sin remordimiento alguno.FíjateenJael,laesposadeHeber.

—¿YcuándohasoídotúhablardeJael,esposadeHeber?

—Probablementenosabíasqueunavezganéunpremiodereligiónenlaescuela,¿verdad?

—¡Oh,sí!RecuerdoqueAugustushablódeelloensudiscurso.

—Sí, sí—dijeapresuradamente.No teníaningúndeseodeoírhablardeldiscursodeGussie—.Pues,como tedecía:piensaenJael, esposadeHeber.Clavaunosclavosenlaseseradesuhuéspedyluegosevarevoloteandoporahí,comounamaestradebaile.Esnaturalqueellosdijeran:«¡Oh,mujeres,mujeres!».

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—¿Quiénes?

—Losquelodijeron.¡Bah!¡Quésexo!Perotúnoalbergaráslaintencióndecontinuar,¿noesasí?

—¿Continuarelqué?

—EsatonteríadelnoviazgoconGussie.

—Naturalmente.

—ParaqueTuppyquedecomounidiota.

—¿Creesquequedacomounidiota?

—Sí.

—Entonces,todoestábien.

Comenzabaadarmecuentadequenolograbanada.Recordéhaberganadoel premio en religión ocupándome de los hechos que atañían al asno deBalaam.Nomeacuerdobiendecuáleseran,perotengolaimpresióngeneraldealguienqueclavalospiesyniegasucooperación,ymeparecíaqueAngelahacia precisamente lomismo en aquelmomento. Ella y el asno de Balaameran,pordecirloasí,dosalmasgemelas.Hayunapalabraquecomienzapor«r»,algocomo«recaí…»,no,nolarecuerdo.PeroloquemeparecíaseguroeraqueAngelaestabahaciendounmalpapel.

—¡Pobreboba!—dije.

—Nosoyunapobreboba—dijo,sonrojándose.

—Loeres.Ylopeoresquelosabesperfectamente.

—Nosoynadadeeso.

—Estás perturbando la vida de Tuppy y la de Gussie por un neciodespecho.

—¡Detodosmodos,atinoteimporta!

Cogíalvueloelargumento.

—¿Ah, no? ¿No me importa ver que corren hacia la ruina las jóvenesexistenciasdedoscompañerosmíosdeescuela?¡Además,túsabesmuybienqueestásenamoradaperdidamentedeTuppy!

—¡Quéva!

—Conque no, ¿eh? Si tuviera un penique por cada vez que te he vistomirarleconbrillodeamorenlosojos…

Ellamemiró,perosinningúnbrillodeamor.

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—¡Oh,porelamordeDios,vete,Bertie!

—Esoesloquevoyahacer—dije,levantándome—.Creohabertedicholoquequería.

—Bien.

—Peropermítemequeañada…

—No.

—Bueno—dijefríamente—,entalcaso,peorparati.

Ysuponíaqueaquellodebíaimpresionarla.

«Tétrico»y«desalentado»son losdosadjetivosquesepuedenusarparadescribirmiestadodeánimo,mientrasabandonabalapérgola.EsinútilnegarquehabíaesperadomejoresresultadosdemientrevistaconAngela.

Mesorprendíaporello.Hayqueconoceraunamuchachaenelmomentoenquealgodificultasusasuntosdelcorazónparaconvencersedeque,enelfondo,esunpérfidoser.Habíasidocompañerodemiprimadesdeeltiempoenqueyollevabatrajesdemarineroyellanoteníaaúnlosdientesdelanteros;sólo ahora, empero, podía entrever las recónditas profundidadesde su alma.Siempre habíame parecido una sencilla, gentil, alegre jovencita, incapaz dehacerle daño a una mosca. En cambio, ahora se mostraba capaz de reírcínicamente —cuando menos, tenía la impresión de haberla oído reírcínicamente—, como la fría y cruel estrella de una complicada película,arrastrandoaTuppyporloscabelloshacialatumbadeladesesperación,conlamayorindiferencia.

Lohedichoylorepito:lasmuchachassonmuyextravagantes.

Encuantoamí,consideréque,dadaslascircunstancias,sólomequedabaunacosaporhacer:iralcomedoryprobaralgodeaquellacenafríaqueJeeveshabíamencionado.Sentíaunaurgentenecesidaddeunpiscolabis,despuésdelarecienteentrevista,quemehabladejadomuyabatido.Nohaydudadequelasemocionesdeprimenaunhombreylehacensentirlanecesidaddellenarelestómagoconunpocodeasadoydejamón.

Me dirigí, pues, hacia el comedor, y acababa de trasponer el umbral,cuandoviatíaDahlia,alladodelamesa,queseestabasirviendounplatodesalmónmayonnaise.

El espectáculo me arrancó un «¡Oh!» seguido de un «¡Ah!». Estaba untantoconfuso.Laúltimavezquehabía tenidountéte-a-téteconmipariente,ella,¿lorecuerdan?,manifestóeldeseodequemeahogaseenelestanquedelhuerto,ynosabíaquéideasabrigabaenaquelmomento.

Quedéaliviadoalencontrarladebuenhumor.

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Lacordialidadconquemeacogióagitandoeltenedorerainsuperable.

—¡Oh,Bertie,viejoasno!—fuesumaternalsaludo—.Sabíaqueerafácilencontrarteporlascercaníasdelacomida.Pruebaestesalmón.Esexcelente.

—¿EsdeAnatole?—pregunté.

—No.Todavíaguardacama.Perolapinchedecocinahatenidoungolpede genio. Parece haberse dado cuenta, repentinamente, de que no ha deabastecer a una bandada de aves rapaces del desierto del Sahara y hapreparadoalgoconvenientealaalimentacióndeunossereshumanos.Despuésdetodohayalgobuenoenesamuchacha,ydeseoquesediviertaenelbaile.

Meservíunpocodesalmónyemprendimosunaagradablepláticasobrelafiesta de Stretchley-Budd, imaginando, para pasar el tiempo, el efecto queharíaSeppings,elmayordomo,bailandolarumba.

Sólo cuando hube dado fin al primer plato y me disponía a atacar elsegundo,laconversaciónrecayósobreGussie.MeesperabaquetíaDahlialomencionaseantes,despuésdelatardedeMarketSnodsbury.Cuandolohizo,comprendíqueaúnnosabíanadadelnoviazgodeAngela.

—Oye,Bertie—dijomeditabunda,mientrasseservíaensaladadefrutas—.EseSpink-Bottle…

—Nottle.

—Bottle—insistió mi tía con firmeza-; después de la exhibición hechahoy,BottleysolamenteBottlelellamaréenmiinterior.Noobstante,sileves,dilequehahechomuyfeliz,mucho,aunaanciana.Exceptocuandoelpastor,alpisarsedistraídamenteelcordónde loszapatos,cayópor lospeldañosdelpulpito,norecuerdounmomentomásmaravillosoquecuandoelbuenBottlecomenzóaatacaraTomdesdeelestrado.Mehaparecidotodalaceremoniadelmásperfectobuengusto.

Medecidíaformularalgunasreservas.

—Sinembargo,esasreferenciasamipersona…

—Han sido precisamente lo quemásme ha gustado. Las he encontradomaravillosas. ¿Es cierto que hiciste trampas cuando ganaste el premio enreligión?

—¡Claroqueno!Lavictoria lograda fueel resultadodelmásanimosoyconstanteesfuerzo.

—¿Y todo lo que dijo a propósito del pesimismo? ¿Eres un pesimista,Bertie?

Estaba a punto de replicar que corría el riesgo de tornarme pesimista de

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verasalvercuantosucedíaenaquellacasa.Peromelimitéadecirquenoloera.

—Muybien.Nuncaseaspesimista.Siempre resulta lomejorenelmejordelosmundos.Tienesantetiunalargaruta,sincurvas.Siemprehayoscuridadantes del alba. Ten paciencia y todo saldrá bien. El sol brillará, aunque lajornadaseagris…Pruebaestaensaladadefrutas.

Seguíelconsejo.

Pero, inclusoal sumergir lacucharitaen la fruta,mimentesehallabaenotra parte. Estaba perplejo. Acaso el haber permanecido hasta entonces encontacto con tantos corazones rotos hacía queme pareciera extravagante sualegría.Pero,desdeluego,meparecíaextravagante.

—Pensabaqueestaríasalgomolesta—dije.

—¿Molesta?

—PorlasmaniobrasposmeridianasdeGussiesobreelestrado.Teconfiesoqueesperabaencontrarteconlafrentearrugadaypataleandorabiosamente.

—¡Quétontería!¿Porquéhabíademolestarme?Loheinterpretadocomoun cumplido; realmente, hay para enorgullecerse de que un licor de nuestrabodega haya podido producir un efecto tan imponente. Nos devuelve laconfianza en el whisky posbélico. Además, esta noche nada podríamolestarme. Me siento como un niño que palmetea y danza bajo el sol.Porque, aunque haya tardado bastante en aparecer, el astro finalmente hadesgarrado las nubes. Las campanas tañen a fiesta. Anatole ha retirado sudimisión.

—¿Deveras?¡Oh!Tefelicitocontodaelalma.

—Gracias.Hiceunafinalabordezapaconéldesdequevolvíacasaestatardey,finalmente,jurandoquenuncaconsentiría,consintió.Nosemarcha,aDios gracias, y ahora creo que hay unDios en el cielo y que todo está enperfectoordenen…

Sedetuvo.Lapuertasehabíaabierto,dandopasoalmayordomo.

—¡Oh,Seppings!—dijotíaDahlia—.Creíquehabíasalido…

—Todavíano,señora.

—Bueno.Ledeseoquesediviertamucho.

—Gracias,señora.

—¿Queríadecirmealgo?

—Sí, señora. Se trata de monsieur Anatole. ¿Acaso, por encargo suyo,

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míster Fink-Nottle está haciéndole muecas a través de la claraboya de suhabitación?

CapítuloXX

Imperóunlargosilencio,cargadodecosasinexpresadas(meparecequesediceasí).Mitíamirabaalmayordomo.Elmayordomomirabaamitía.Yolesmiraba a los dos. Una misteriosa quietud, suave como una cataplasma delinaza, parecía llenar la habitación. En aquelmomento estabamascando unpedacitodemanzanadelaensalada,ysonócomosiCamerahubiesesaltadodelacúspidedelatorreEiffelsobreunacajadepepinos.

TíaDahliaseapoyóenlamesayenvozbajayroncadijo:

—¿Muecas?

—Sí,señora.

—¿Atravésdelaclaraboya?

—Sí,señora.

—¿Quieredecirqueestásentadoeneltejado?

—Sí,señora.YesohaperturbadoamonsieurAnatole.

Creoque fue lapalabra«perturbado» laque trastornóporcompletoa tíaDahlia. Sabía por experiencia lo que significaba que Anatole estuviese«perturbado». Siempre supe que mi tía era una mujer muy enérgica, perojamás hubiese sospechado que fuese capaz del brincomagnífico que dio enaquel momento. Concediéndose, apenas, el tiempo para lanzar una sonoraexclamación digna de ser pronunciada en un hipódromo, había salido de lahabitaciónysehallabaalpiedelaescaleraantesdequeyopudieratragarmeun pedacito de plátano. Sintiendo, igual que cuando recibí aquel famosotelegramasobreAngelayTuppy,quemipuestoestabaasulado,dejéelplatosobrelamesaymeapresuréaseguirla,mientrasSeppingsgalopabadetrásdenosotros.

Hedichoquemipuestoestabaasulado,peronoeramuyfácilllegarhastaallí. Nos precedía a marchas forzadas. En el primer tramo de la escaleradistabamediadocenadepasos,yyasemeescapabacuandoseprecipitóporelsegundo. En el rellano siguiente, sin embargo, hubo de experimentar ciertocansancio, porque aminoró la marcha, con una especie de rugido; cuandollegamos al final de la escalera, nuestras cabezas estaban a lamisma altura.NuestraentradaenlahabitacióndeAnatoletuvolugardelasiguientemanera:

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1)TíaDahlia.

2)Bertram.

3)Seppings.

Yo, vencido por media cabeza. Media escalera separaba al segundo deltercero.

Loprimeroquevi al entrar fueaAnatole.Estemagode lacocinaesunhombrecillo tipo botijo, con un par de desmesurados bigotes que,generalmente, reflejan su estado de ánimo. Cuando todo marcha bien, losextremos se levantan como los de un sargentomayor. Cuando el alma estátriste,setornancolgantes.

En aquel momento colgaban, dándole una expresión siniestra. Y si aúnquedaba alguna duda sobre sus sentimientos, su forma de comportarse lahubiera hecho desaparecer. Estaba al lado de la cama, en pijama rosa,levantando los puños hacia la claraboya.A través del vidrio,Gussiemirabahaciaabajo.Tenía losojosdesorbitados, labocaabierta,yseparecía tantoaunpezraroenelacuarioqueelprimerimpulsoeraeldeofrecerleuninsecto.

Observandoalcocineroqueapretaba lospuñosyamenazabaconellosalhuéspedtrastornado,confiesoquetodasmissimpatíasfueronparaelprimero.Leconsiderabaabsuelto,pormuchospuñosconquepudieraamenazar.

Reconstruyamos los hechos. Estaba allí, en cama, pensando en lo quepuedanpensar los cocineros franceses cuando están en cama, y he aquí quedescubreaquellahorriblecaraenlaventana.Locualhubierahechosobresaltaralapersonamásflemática.Estoysegurodeque,simehallaraencama,nomegustaríaenabsolutoveraGussieasomandolacabezadeaquelmodo.Dígaselo que se quiera, el dormitorio es la fortaleza del individuo, y éste tiene elderechoderebelarsesiunagrotescamáscaramiraadentro.

Mientras reflexionaba así, tía Dahlia, con su probado sentido práctico,llegabaalnudodelacuestión.

—¿Quépasa?

Anatoleejecutóunaespeciedegimnasiasueca,conunejercicioquepartíadelabasedelaespinadorsal,atravésdelosomoplatos,yterminabaentrelosnegroscabellos.

Durante las conversaciones que yo había tenido con aquel hombremaravilloso,siempreencontréquesuingléseracorriente,peroalgomixto.Silo recuerdan,antesde llegaraBrinkleyCourt,élhabíaestadoal serviciodemísterBingoLittley,sinduda,habíaaprendidomuchodeBingo.Antes,habíaestado dos años con una familia americana, en Niza, y tomó lecciones delchófer, uno de los Maloney de Brooklyn. Así, entre Bingo y Maloney, su

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ingléshabíaresultadocorriente,peroalgomixto.

Hablómásomenosdeestamanera:

—¡Atiza! ¡Me preguntan qué pasa! Yo he probado, pero no he podidodormir tanbien, y ahoramedespiertoyveo aunoquehacemuecas amí através de esta condenada ventana. ¿Es justo eso? ¿Es conveniente?Si creenqueyoestésatisfecho,seengañan.Mevuelvoloco,comounagallinamojada.¿Yporquéno?Soyalguien,¿verdad?Estaesunahabitaciónparadormir,nounajaulademonos,¿no?Yentonces,¿porquésesientan,frescoscomorosas,sobremiventanaparahacermemuecas?

—¡Justo!—dije.Segúnmimododever,teníarazón.

Echó una mirada a Gussie. Luego ejecutó el ejercicio número 2… Seagarrólosbigotes,lossacudió,ycomenzólacazadelasmoscas.

—Aguardenunpoco.Aúnnoheterminado.Digoqueveoaesetipoenlaventana,quemehacemuecas.Pero¿quéhace?Sequedaallí,nocuidándosedenada, inmóvilcomoungatoquemireaunaoca.Mehacemuecasymásmuecas,ymásyoledigoquesevayaaldiablo,lejosdeaquí,másélnosevaaldiablolejosdeaquí.Megritaalgoencontramíoyyopidoquéquiereyélnoexplica.¡Oh,no,estonuncasucede!Elmenealacabeza.¡Quécondenadaestupidez!¿Esquemedivierte?¿Creenquemegusta?Noestoycontentoconesta locura.Creoqueelpobreestá loco.Jemefichedece type infect.C'estidiotde fairecommeça l'oiseau…Allezvous-en, louffier…Diganaeseserquesevaya.Estálococomouncaballo.

TeníarazónytíaDahlialocomprendíacomoyo.Lepasóunatemblorosamanoporlaespalda.

—Loharé,monsieurAnatole, loharé—dijo.Yyonuncahubiera creídoque aquella voz tan fuerte pudiese reducirse a unmurmullo tan cariñoso—.Todoestábien.

TíaDahliahabíacometidounerror.Elhizoelejercicionúmero3.

—¿Bien? ¡Nom d'un nom d'un nom! ¿Qué diablos está bien? ¿Para quédeciresascosas?¡Aguardemediominuto!¡Novanaarreglarsetanprontolascosas,miqueridaseñora!Nadadebien.Mireotropoco.Haymuchosplatosdiferentesdepescado.Yopuedotomarmuchascosasalaligera,peronomeresultaagradablecuandoalguienhacebromasencontrademíamisventanas.Esonomegusta.Noesunabonitacosa.Yosoyunhombreserio.Noquierobromasamisventanas.Medesagradanlasbromasamisventanasmásqueacualquier otro.Nada de «bien». Si tienen que ocurrir estas cosas, yo nomequedomás.Yomeescapoynomequedoplantadoaquí.

Palabrassiniestras.NomesorprendióelgritodetíaDahlia,querecordaba

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elaullidodelosperrosalverunazorramuertadeuntiro.DenuevoAnatolehabíasepuestoaagitarlospuñoscontraGussie,yellaseunióaél.Seppings,que,enelfondodelaescena, laacompañabaconunrespetuosoresoplar,nomostró los puños, pero dirigió a Gussie una severa mirada. Para cualquieratentoobservador,resultabaclaroqueFink-Nottle,alsubirsealláarriba,habíacometido un error. No hubiera podido sermás impopular en casa deG. G.Simmons.

—¡Márchese, locobribón!—gritó tíaDahliaconaquellavozsonoraqueenotrostiemposhacíaperderlosestribosalosmiembrosdesuclubdecaza,obligándolesasaltardelassillasdemontar.

La respuesta de Gussie consistió en levantar las cejas. Comprendí elmensajequeintentabatransmitirnos.

—Creo que quiere decirnos —expliqué (¡oh razonable, viejo Bertram,siempre dispuesto a echar aceite sobre las aguas tempestuosas!)—que si lohiciesesecaeríaabajo,rompiéndoselacrisma.

—Bueno,y¿porquéno?—dijotíaDahlia.

Comprendía su punto de vista, pero me parecía que podía haber unasoluciónmás acertada.Aquella claraboya era la única abertura que tíoTomdejaralibredesusfamosasrejas.Supongoquepensabaquesiunladrónteníaelvalordeencaramarsehastaalláarriba,mereceríaloqueluegolesucediera.

—Siabriesenlaclaraboyapodríasaltaradentro.

Laideatuvoéxito.

—Seppings,¿cómoseabre?

—Conunpalo,señora.

—¡Entoncescojaunpalo,cojados…,cojadiez!

Y, poco después, Gussie formaba parte de nuestra compañía. Eldesgraciado,comoesostiposdelasnovelas,parecíaconscientedesuposición.HedeconfesartambiénqueelprocederylosmodalesdetíaDahlianoerandelosquemáspudieranayudarlearecobrarse.Yanoquedabahuellaningunadelaamabilidaddemostradaconmigoaldiscutirlasactividadesdeaquelinfeliz,mientrascomíamos laensaladade frutas,ynoquedésorprendidodeque laspalabrassehelasenenloslabiosdeFink-Nottle.NoesfácilquetíaDahlia,porlo general amable y cordial, se deje arrastrar por la ira, pero cuando estosucedenolesquedamásremedioaloshombresmásfuertesqueencaramarsealosárbolesconlamayorvelocidadposible.

—¿Bien?—dijo.

Gussie,comorespuesta,sólodejóoírunaespeciedesollozoahogado.

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—¿Bien?

ElrostrodetíaDahliatornósedeuncolormásoscuro.Lacaza,practicadacomodeportehabitual,confierealatezdelpacienteuntonoalgosubido,ylosmejores amigos de tía Dahlia hubieran podido afirmar que, incluso en losmomentosmásnormales,elcolordesupieltendíaaldeunafresaaplastada.Peronuncalahabíavistodeuntintebrillantecomoahora.Parecíauntomatequeintentaraexpresaralgo.

—¿Bien?

Gussiehizoloquepudo.Y,enundeterminadomomento,parecióquealgohubiesedesalirdesugarganta,pero,alfinal,noresultómásqueunaespeciedeestertordemuerte.

—¡Oh!¡Llévatelo,Bertie,yponleunpocodehielosobrelacabeza!—dijotía Dahlia, renunciando a ocuparse de él. Y se dedicó a la difícil tarea deapaciguar aAnatole, que ahora estabahaciendoun rápido soliloquio envozbaja.

Tal vez consciente de que a la situación no le hacía justiciaBingo-cum-Malone, se había refugiado ahora en su idioma natal. Palabras como«marmitóndeDomange»,«pignouf», «burlu-berlu»y«roustisseur»vagabanpor su boca, como murciélagos en el granero. Todo inútil para mí,naturalmente,porque,aunquehubiesesudadosobreelgálico idiomadurantemiestanciaenCannes, estoysiempre,másomenos,enelpuntode«Esker-vous-avez?».Losiento;alomejorharéprogresosmásadelante.

Asistí a Gussie escaleras abajo. Como pensador más profundo que tíaDahlia,yahabíaadivinadolarazónocultaqueleempujaraasubirsealtecho,y donde ella vio a un borracho que se divertía, yo supe ver al cervatoperseguido.

—¿TeperseguíaTuppy?—preguntéconsimpatía.

Fuesacudidoporloquegeneralmentesellamaunfrisson.

—Mehabía casi atrapado cuandopasé por unaventana, asiéndome a unsaliente.

—Esoledesorientó,¿verdad?

—Sí,peroluegodescubríqueestababloqueado.Eltechopendíaentodasdirecciones. No podía volverme atrás. Tenía que seguir arrastrándome poraquel saliente.Y luegomeencontrémirandoabajopor laclaraboya.¿Quiéneraaqueltipo?

—EraAnatole,elchefdetíaDahlia.

—¿Francés?

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—Hastalapuntadelasuñas.

—Esoexplicaporquéno lograbahacermecomprender. ¡Québurros sonlosfranceses!Parecenincapacesdeentenderlascosasmássencillas.Atisetehabríaocurrido, al ver a un individuo sobre el tragaluz, que el otrodeseababajar.Peroaélno:nosemovíadeallí.

—Enseñándotelospuños.

—Sí.¡Elmuycretino!Detodosmodos,aquímetienes.

—Sí,aquíestás,demomento.

—¿Eh?

—PiensoqueTuppyprobablementeestaráalacechoencualquierparte.

Diounbrincocomouncabritoenprimavera.

Reflexioné.

—Correatucuartoylevantaunabarricadadetrásdelapuerta.Meparecelapolíticamássegura.

—¿Ysiestáalacechoprecisamenteallí?

—Entalcasobuscarásotrorefugio.

Sinembargo,unavez llegadosasuhabitación,comprobamosqueTuppyestabainfestandootrapartedelacasa.Gussieserefugióensucuartoyleoídar vueltas a la llave. Convencido de que, por ese lado, ya nome quedabanadamás que hacer, volví al comedor para comer un pocomás de aquellaensaladadefrutasyreflexionarconcalma.Acababadellenarelplato,cuandola puerta se abrió y compareció tía Dahlia. Se dejó caer en una silla, conexpresióndeinfinitocansancio.

—Damealgoparabeber,Bertie.

—¿Qué?

—Loquequieras,contalqueseafuerte.

Si se dirigen aBertramWooster para esos asuntos, le encontrarán en suelemento. Los perros de San Bernardo, cuando ejercen su tarea con losviajerosdelosAlpes,nopuedendesplegarmayorenergía.Cumplíelencargoque me fue dado, y durante unos momentos no se oyó más que el levegorgoteodemitía,querefrescabasusmucosas.

—Bebe, tía Dahlia —dije cariñosamente—. Esas cosas molestanenormemente, ¿verdad? Te ha debido de costar mucho trabajo calmar aAnatole—continué, cogiendo una rebanadita de pan, cubierta con pasta deanchoas—.Peroahoratodoestaráarreglado,¿noescierto?

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Memiróintensamente,conunamiradalánguidaylafrentearrugada,comosiestuviesereflexionandohondamente.

—¡Atila!—dijoalfin—.¡Eseeselnombre!¡Atila,elazotedeDios!

—¿Eh?

—Estaba intentando recordar a quién me recuerdas tú. Alguien que ibasembrandoruinaydesolación,ydestruyendohogaresque,antesdesullegada,estaban llenos de paz y felicidad. ¡Atila! Es extraño —dijo, mirándomefijamente—, pero a primera vista pareces uno de esos corrientes idiotasamables,discutiblesquizá,peroinocuos.Porelcontrario,eresunazotepeorque la muerte. Te aseguro, Bertie, que cuando te contemplo me parecedescubrir todos loshorroresypesaresde lavida,y reciboungolpecomosihubiesechocadocontraunfarol.

Doloridoyasombrado,nocontesté,porqueloquehabíaclasificadocomopastadeanchoaseraalgomásgelatinosoqueahorasemepegabaalalenguayme impedía el uso de la palabra, como unamordaza. Ymientras intentabaaclararmiscuerdasvocalesyejercitarlasnuevamente,ellacontinuó:

—¿Sabesquéhiciste,cuandoenviasteaquíaeseSpinck-Bottle?Porloquese refiere a su borrachera y a haber transformado el reparto de premios enMarketSnodsburyenunaescenacómicadepelícula,nadaobjetoporquemehe divertido. Pero que empiece a hacerle muecas a Anatole a través deltragaluz,precisamentedespuésdequeyo,coninfinitotrabajoytacto,lehabíaconvencidoparaqueretirarasudimisión,ylehagaenfadartantoquenoquieraquedarsenisiquieramañana…

—¿Qué?

—Sí,Anatoleseirámañana,ytemoqueelpobreTomsufraindigestionesel resto de su vida. Y eso no es todo. Acabo de ver a Angela y me hainformadoquesehaprometidoconeseBottle.

—Temporalmente,sí—tuvequeadmitir.

—Pero ¿qué me enredas con «temporalmente»? Está definitivamenteprometidaconélyhabla,conodiosafrialdad,decasarseenoctubre.Asíestánlas cosas. Si el profeta Job entrase ahora en esta habitación, podría cambiartristesdiscursosconélhastalahoradeacostarme.Porotraparte,Jobnoesmitipo.

—Teníaforúnculos.

—¿Yquésonlosforúnculos?

—Unascosasmuydolorosas,porloquemehandicho.

—¡Tonterías!Aceptaríatodoslosforúnculosdelmundo,acambiodemis

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desgracias.¿Tedascuentademiposición?HeperdidoalmejorcocinerodeInglaterra.Mimarido,pobrecitomío,probablementesemorirádedispepsia.Ymiúnicahija,paralaquesoñéunmaravillosoporvenir,estáprometidaconunborracho,expertoensalamandras.¡Ytúmehablasdeforúnculos!

Lacorregíenunnimiodetalle.

—Nohehabladodeforúnculos.SólodijequeJob los tenía.Sí, tedoy larazón,tíaDahlia.Elpanoramanosepresentamuyrisueño,demomento.Peroanímate.AunWoosteresmuydifícilderrotarlemásdeunavez.

—¿Tepreparasaurdirotroproyecto?

—Lomásrápidamenteposible.

Suspiróconresignación.

—¡Yame lo suponía! No faltabamás que eso. No sé cómo los asuntospodrían empeorar, pero tú lo lograrás. Tu genio y tu intuición hallarán elcamino. Continúa, Bertie. Sí, continúa. Ahora ya no me importa nada. Esposible, quizá, que acabe encontrando un débil interés en ver los oscuros yprofundosabismosenquelograrásprecipitaraestacasa.Inténtalo,jovencitoquerido…¿Quéestáscomiendo?

—Es difícil decirlo. Una especie de pasta sobre el pan, como colaaromatizadaconextractodecarne.

—Dameunpoco—dijotíaDahliaconindolencia.

Lapusesobreaviso.

—Anda con cuidado al masticar. Se pega más que un hermano… ¡Oh,Jeeves!

Elhombresehabíamaterializadosobrelaalfombra.Comosiempre,sinelmenorruido.

—Unacartaparaelseñor.

—¿Unacartaparamí,Jeeves?

—Unacartaparaelseñor.

—¿Departedequién,Jeeves?

—DemissBassett,señor.

—¿Dequién,Jeeves?

—DemissBassett,señor.

—¿DemissBassett,Jeeves?

—DemissBassett,señor.

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EnestepuntotíaDahlia,que,despuésdeunmordisco,habíadejadoelpancon la pasta, nos rogó, con cierta impaciencia, que diéramos por terminadoaqueldiálogodeopereta.Teníabastantescosasquesoportar,sinnecesidaddeañadirlenuestroduelo.Siempredispuestoacontentarla,alejéaJeevesconunmovimiento de cabeza; se inclinó un momento y desapareció. Muchosespectrosdebendesermenoságiles.

—Pero ¿qué diantre puede escribir esa mujer?—refunfuñé jugueteandoconelsobre.

—¿Porquénoloabresyleesloquedice?

—Excelenteidea—dijeponiéndomealaobra.

—Simisevolucionesteinteresan—añadiótíaDahliadirigiéndosehacialapuerta—, te diré que me voy a mi cuarto a hacer algunos ejerciciosrespiratorios,enbuscadelolvido.

—Estábien—dijepensativamente,leyendolapáginanúmerouno;luego,aldarvuelta a lahoja, saliódemis labiosungritoquehizoencabritar a tíaDahliacomouncaballosalvaje.

—¡Nohagaseso!—dijo,temblandocontodossusmiembros.

—Esque¡diantre!

—¡Quépesteeres,miserablesujeto!—suspiróella—.Recuerdoque,enlacuna, cuando me dejaron a solas contigo, casi te tragaste el chupete y tetornaste de un color rojo escarlata. Y yo, tonta de mí, te salvé la vida. Teaseguro, Bertie, que si volvieras a tragártelo y yo estuviese a tu lado, lossucesossedesarrollaríandeunmodoalgopeorparati.

—Pero¡diantre!—grité—.¿Sabesquésucede?¡MadelineBassettdicequeestádispuestaacasarseconmigo!

—¡Teestábienmerecido!—dijomiparienta,ysaliódelaestanciacomounpersonajedeunanoveladeEdgarAllanPoe.

CapítuloXXI

NocreoquemiaspectofuesemuydistintodeldelospersonajesdeEdgarAllan Poe, porque la noticia recibida me había afectado profundamente. SiMadelineBassett,convencidadequeelcorazóndeBertramWoostererasuyodesde hacía mucho tiempo, estaba dispuesta a entregarlo a mi demanda,decidiendosuopción,yo,comohombresensibleydehonor,debíaaceptarlasituación.Elasuntonoeradeesosquesepuedenarreglarconunbrevenolle

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prosequi.Segúntodaslasevidencias,lacalamidadhabíacaídosobremíy,loqueespeor,paraquedarse.

Sinembargo,porterriblequefueselasituación,nodesesperabadellegarasolucionarla. Un hombre de poca valía, en una circunstancia tan espantosa,hubiera renunciado a luchar. Pero la característica de los Wooster esprecisamenteladenoserhombresdepocavalía.

Para empezar, volví a leer la carta. No tenía la esperanza de que unasegunda lecturamepermitiesedarotro significadoal contenidopero,por lomenos,eraunaocupación,mientraselcerebrotrabajaba.Luego,paraayudaraltrabajocerebral,hiceotraincursiónhacialaensaladadefrutas,yleañadíunpedazo de tarta. Y estaba pasando al queso, cuando lamáquina se puso enmovimiento.Viloquedebíahacer.

A la pregunta que torturaba mi mente: «Bertram, ¿puedes encontrar unremedio?»,ahorapodíacontestarconseguridad:«Desdeluego.»

La gran dificultad, en estos casos, consiste en no perder la cabeza yquedarse tranquilo, procurando encontrar el hilo conductor.Unavezhalladoéste,sesabeyacómoproceder.

Aquí,elhiloconductoreraMadelineBassett.Ellahabíaoriginadotodoelembrollo rechazando a Gussie, y era natural que, antes de hacer algúnmovimiento para decidir y aclarar la cuestión, debía inducirla a revisarcuidadosamente sus ideas, y a aceptarle nuevamente. Angela, entonces,volvería a ser puesta en circulación, Tuppy se calmaría y todos podríamoscomenzararespirardenuevo.

Decidí que, en cuanto acabase otra porción de queso, buscaría a missBassettyseríamuyelocuente.

Y,enesemomento,ellasepresentó.Eradepreverqueaparecierapronto,porque los corazones sufren, pero cuando hay una cena fría en el comedor,podemosestarsegurosdeque,prontootarde,allíacudentodos.

Sumirada,alentrar,estabafijaenelsalmónmayonnaise,yella,sinduda,sehabríadirigidohaciaaquelladosiyo,conlaemocióndeverla,nohubiesedejado caer una copa del néctar destinado a llevar un pocode sosiego amimente. Quedamos confusos; luego ella se volvió hacia mí, con las mejillassonrojadasylosojosmásdesorbitadosquenunca.

—¡Oh!—dijo.

He experimentado que ayuda mucho en estas situaciones un poco deaparato escénico. Encuentren la manera de ocupar sus manos, y la batallaestaráganadaamedias.Cogíunplatoymedirigíhaciaella.

—¿Unpocodesalmón?

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—Gracias.

—¿Conunpoquitíndeensalada?

—Sí,gracias.

—¿Yparabeber?Elijaustedelveneno.

—Quisieraunpocodezumodenaranja.

Hizoelgestodedeglutir.Noelzumodenaranja,queaúnnoteníadelante,sinolostiernosrecuerdosqueaquellaspalabrasdespertabanenella.Eracomorecordar los espaguetis al paladar de un italiano privado de ellos. Su rostrotornóse aún más colorado, la angustia se pintó en sus facciones y tuve laintuición de que ya no estaba en la esfera de la política práctica limitar laconversaciónatemasneutrales,insípidos,comoelsalmónhervido.

Me parece que ella debió de pensar lomismo, porque en cuanto abrí laboca con un «Esto…»,me contestó simultáneamente con un «Esto…», y laparejade«Esto…»resonóenelaire.

—Losiento.

—Perdón.

—Decíausted…

—Decíausted…

—No,siga,porfavor…

—¡Oh,deacuerdo!

Meajusté lacorbata, segúncostumbre,cuandomehalloencompañíademuchachas,ydije:

—Refiriéndomealasuya,fechade…

Ellasesonrojódenuevoy,contemblorosamano,cogióuntenedor.

—¿Recibióustedmicarta?

—Sí,recibísucarta.

—LaentreguéaJeevesparaqueseladiese.

—Meladio.Asílaobtuve.

Denuevo imperóel silencio.Comoellaera reaciaahablar,debía seryoquienlohiciese.Enfin,unodelosdosteníaquedecidirse.Eraunasituacióndemasiado necia: un hombre y una mujer que comían salmón y queso sincambiarpalabra.

—Sí,laherecibido.

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—Comprendo,laharecibidousted.

—Sí, lahe recibido.Acabode leerlaydeseabapreguntarle, encuanto laviera…,bueno,¿dequésetrata?

—¿Dequésetrata?

—Esloquequeríasaber.¿Dequésetrata?

—Peroestabaclaro…

—¡Oh,sí!Perfectamenteclaro.Muybienexpresado.Peroquierodecir…Bueno.Sí…,muyagradecidoportalhonor…,pero…¡quédiablos!

Ellahabíaacabadoelplatodesalmónylodejósobrelamesa.

—¿Ensaladadefrutas?

—No,gracias.

—¿Unpocodepollo?

—No,gracias.

—¿Unatostadaconalgopegajosoencima?

—No,gracias.

Cogióunpedacitodequeso;yodescubríunhuevoduroenelquenohabíareparadoantes.Luegodije:«Queríadecir…»,enelprecisoinstanteenqueelladecía:«Mepareceque…»Yhubootracolisión.

—Perdón.

—Losiento.

—Continúe.

—No,continúeusted.

Con lamano que sostenía el huevo hice un ademán para indicar que lecedíaelpaso.Yellasiguió:

—Meparececomprenderloquequiereusteddecir.Estásorprendido.

—Sí.

—Ypiensaen…

—Exacto.

—…místerFink-Nottle.

—Desdeluego.

—Leresultadifícilcomprendermiconducta.

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—Absolutamente.

—Nomeextraña.

—Amísí.

—Sinembargo,esmuysencillo.

Cogióotrotrozodequeso.Parecíangustarlelostrozosdequeso.

—Eslamardesencillo.Seloaseguro.Quierohacerleaustedfeliz.

—Muyamableporsuparte.

—Dedicaréelrestodemividaahacerlefeliz.

—Unplanadmirable.

—Eso, cuandomenos, podré hacerlo. Pero… ¿puedo ser completamentesinceraconusted,Bertie?

—¡Oh,claroquesí!

—Entonces debo decirle lo siguiente. Le quiero a usted.Me casaré conusted.Haré lo posible para ser una buena esposa. Peromi cariño por ustedjamáspodráserladevoradorapasiónqueyosentíaporAugustus.

—Estabaprecisamentereflexionandosobreeso.Aquíestáelmeollodelacuestión.¿Porquénorenunciaalaideadeunirsuvidaalamía?Renuncieaello.UstedestáenamoradadeGussie…

—Yano.

—¡Oh,vamos!

—No. Lo que sucedió esta tarde ha matado mi amor. La sombra de lafealdadhacaídosobreunahechuradebelleza,yjamáspodrévolverasentirporélelcariñodeotrostiempos.

Comprendía perfectamente sus sentimientos. Gussie habla puesto sucorazónalospiesdeella,ellalohabíarecogidoyluegodescubrióqueestabaempapado en alcohol. El choque había sido grave, desde luego. A ningunamuchacha le gusta que un hombre tenga que emborracharse para pedirla enmatrimonio.Suorgulloquedaherido.Apesardetodo,continué:

—Pero ¿no piensa que ha podido cometer usted un error esta tarde, aljuzgarelprocederdeGussie?Admitidoquelasaparienciaspuedanapoyarunateoría menos favorable, ¿quién es capaz de afirmar que no sufrió,sencillamente,unainsolación?Suelesuceder,¿sabe?Sobretodocuandohacecalor.

Ella me miró y noté que estaba aplicando la vieja historia de los iris

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húmedos.

—Esoesdignodeusted,Bertie.Leadmiro.

—¡Oh,no!

—Sí,tieneustedunalmaespléndida,caballerosa.

—Enlomásmínimo.

—Sí.Latiene.MerecuerdaaCyrano.

—¿Aquién?

—ACyranodeBergerac.

—¿Eldelanariz?

—Sí.

No puedo afirmar que quedara muy satisfecho. Me toqué la nariz, ahurtadillas.Era,quizá,un tantoprominente,peronocomoladeCyrano.Nome hubiera gustado que cualquier día se le ocurriera compararme conNarizotasDurante.

—Élamaba,ysinembargoydefendíalacausadeotro.

—¡Oh,ahoraentiendo!

—Por eso le quiero, Bertie. Es una cosa bella y grande. Pero sugenerosidad es inútil. Hay cosas que matan el amor. Jamás olvidaré aAugustus,peromiamorhamuerto.Serésumujer.

Eranecesarioseramable.

—¡Deacuerdo!—dije—.Muchasgracias.

Aquíeldiálogolanguidecióydenuevopermanecimosjuntoscomiendoensilenciotrozosdequesoyhuevosduros.Habíaciertainseguridadrespectodelosmovimientosquedebíanhacerse.

Afortunadamente,llegóAngela,interrumpiendolaconversación.MadelineBassettleanunciónuestrocompromiso,besándola,yledeseóquefuesemuyfeliz, mucho, con Gussie, y Angela dijo que seguramente lo sería, porqueGussieeraunverdaderotesoro,yMadelinebesódenuevo,yfuebesadaporAngela,y,ensuma,sedesarrollóunaescenataneminentementefemeninaqueaprovechélaocasiónparaeclipsarme.

Y,entodocaso,necesitabaalejarme,porquehabíallegadoelmomentoenqueBertiedebíareflexionar,yreflexionardeveras.

Erael finalparamí.Nisiquieraañosantes,cuando inadvertidamentemecomprometí con aquella terrible prima de Tuppy, Honoria, había

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experimentadohastaunpunto tal la sensacióndehallarme sumergido enunpantanohastalacinturaytenerquedesaparecersindejarhuellademí.Vaguéporeljardín,jadeando,conlatorturadeunpuñalhondamenteclavadoenmipecho. Estaba en una especie de trance, imaginandomi vida con laBassettsiempre entremis pies, cuando topé contra algo que hubiera podido ser unárbolperoque,enrealidad,eraJeeves.

—Perdone,señor—dijo—,habríatenidoqueapartarme.

Nocontesté.

Lemiréensilencio.Verlohabíadespertadoenmínuevospensamientos.

Aquí está Jeeves, reflexioné, aunque estaba convencido de que habíaperdido sus facultades y que ya no era la fuerza que fue, pero ¿no podíahaberme equivocado? ¿No podía suceder que, enviándole de exploración,hallase un camino que me condujese a buen puerto sin dejar rastro deanimosidaddetrásdemí?Meconfeséamímismoqueeramuyposible.

Después de todo, su cabeza seguía conservando la antigua prominenciaposterioryensusojosnosehabíaapagadolaluzquelosiluminaraenotrostiempos.

Naturalmente, recordando lo que había sucedido entre nosotros, apropósitodelachaquetablancadebotonesdorados,noqueríapedirleayuda.Leconsultaría,sencillamente.Pero,comomevolvieronalamemoriaalgunasdesusprecedentesvictorias,comoelcasoSipperley,elepisodiodetíaAgathayMclntosh,yelasunto tanbienconducidode tíoGeorgey la sobrinade latabernera, me sentí autorizado a ofrecerle, por lomenos, la oportunidad deacudirenayudadesujovenseñorenlahoradelpeligro.

Pero,antetodo,debíaponerseenclarounacosa.

—Jeeves—dije—.Unapalabra.

—¿Señor?

—Estoymetidoenunembrollo,Jeeves.

—Losiento,señor.¿Puedoayudarleenalgo?

—Naturalmente, si no ha perdido su energía. Dígame la verdad, Jeeves,¿sucabezasigueenforma?

—Sí,señor.

—¿Continúacomiendopescado?

—Sí,señor.

Hubounapausa.

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—Muybien.Peroantesdecomenzar,hayqueponerunpuntoenclaro.Enelpasado,cuandolograbasacaraalguiendealgunalevedificultad,demostrófrecuentemente una disposición a aprovecharse de mi gratitud para finesprivados.Me refiero a aquellos calcetines color púrpura, por ejemplo, a losbombachos,ytambiénalosviejosbotinesetonianos.Conastuciaconsumadaveníaamíenelmomentoenqueestabadebilitadoporelalivio,ymeinducíaalibrarmedeellos.Yahoraledigoque,aunquetengaéxitoenestaocasión,nadasemejantehabrádesucederconmichaquetablanca.

—Perfectamente,señor.

—En cuanto esté solucionada la cuestión, ¿no vendrá a pedirme que latire?

—Abuenseguroqueno,señor.

—Deacuerdo.Entalcasohablaré,Jeeves.Estoyprometido.

—Esperoqueseaustedmuyfeliz,señor.

—Nohagaelburro.EstoyprometidoconmissBassett.

—¿Deveras,señor?Nosabía…

—Yotampoco.Sinembargo,asíes.Laintimaciónoficialestabaenlacartaquemetrajo.

—Meextraña,señor…

—¿Cómodice?

—Me extraña, señor, que el contenido de la carta fuera el que ustedmedice. Nome parecía quemiss Bassett estuviera en una feliz disposición deánimocuandomelaentregó.

—¡Ah, dista mucho de estarlo! No vaya a creer que desea realmentecasarseconmigo.¡Quéva!¿Novequesetratadeunaneciarepresaliaqueestáconvirtiendo aBrinkleyCourt en un infierno para hombres y animales? ¡Aldiablocontodaslasrepresalias,amicargo!

—Sí,señor.

—Bueno,¿quépodemoshacer?

—¿CreeustedquemissBassett,apesardelosucedido,siguequeriendoamísterFink-Nottle,señor?

—Mueredeamorporél.

—Entalcaso,señor,lomejorseráprovocarunareconciliaciónentreellos.

—¿Cómo?Heleaquíanonadado,enlazandolosdedos.

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—No,señor.Sienlazolosdedos,sóloesparaayudaralamente.

—Continúe,pues.

—Noesnecesario,señor.

—¿Quieredecirqueyalohaencontrado?

—Sí,señor.

—Measombra,Jeeves.Hable,pues.

—Creohaberleyaexpuestoestaideaanteriormente,señor.

—¿Cuándo?

—Debe usted recordar la noche de nuestra llegada, señor.Usted fue tanamablequemepreguntósiteníaalgúnproyectoparareconciliaramissAngelaconmísterGlossop,yyoosésugerir…

—¡VálgameDios!¡Noseráelcuentodelaalarmacontraincendios!

—Esoes,señor.

—¿Yaúnsiguepensandoenello?

—Sí,señor.

Una prueba del terrible golpe recibido fue que, en vez de rechazar lapropuestaconunsencillo«¡Bah!»oalgoparecido,mepuseareflexionarparaversiencontrabaalgúnladobueno.

CuandoJeevesmehabíamanifestadosuintencióndehacersonarlaalarmacontraincendios,recordaránqueyo,conrapidezyenergía,larechacéconun«¡Absurdo!», y recordarán también que consideré esta propuesta como lapruebadelquebrantamientodeunamenteque,enotro tiempo, fuebrillante.Pero ahorame parecía que tenía algunas probabilidades de éxito. Y es quehabíallegadoalpuntodeintentarcualquiercosa,porabsurdaquefuera.

—Vuelva a explicármelo, Jeeves—dije, pensativo—. Recuerdo que meparecióunabsurdo,peroacasosemeescaparanalgunosmatices.

—Su crítica, señor, estribaba en que la idea se le antojaba demasiadoalambicada.Peroyonolocreoasí,señor.Amimododever,loshabitantesdelacasa,aloírsonarlaalarmacontraincendios,sesupondránamenazadosporalgúngravepeligro.

Asentí.Erafácilseguirelhilodelrazonamiento.

—Sí.Esomeparecerazonable.

—Y entonces míster Glossop se apresurará a salvar a miss Angela,mientrasquemísterFink-Nottleprocederádelamismamaneraconrespectoa

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missBassett.

—¿Estáesobasadoenlapsicología?

—Sí,señor.Puedequerecuerdeustedqueésteeraunaxiomadeldifuntodetective,creadoporsirConanDoyle,SherlockHolmes:«Elinstintodecadauno en el momento de alarma por incendio es el de salvar el objeto másquerido».

—Temo que corramos el gran peligro de que Tuppy se escape con unpastel de riñones. Pero resuma, Jeeves, resuma. ¿Cree que eso lo arreglarátodo?

—Lasrelacionesentrelasdosparejasdeberían,sinduda,restablecerseensemejanteocasión,señor.

—Puede que tenga razón. Pero si nos ponemos a tocar la campana dealarma durante la noche, asustaremos a todo el servicio. Hay una doncella(Jane, me parece) que ya salta hasta el techo si me la encuentroinesperadamente.

—Es una neurótica, señor. La he observado. Pero actuando rápidamentepodremosevitarcualquierincidente.Todoelservicio,salvomonsieurAnatole,estáenelbailedeKinghamManorestanoche.

—Esverdad.Eso ledemuestraaquécondicionesestoy reducido.Dentrode poco olvidaré incluso mi nombre. Bueno, veamos. «¡Bong!» hace lacampana. Gussie corre y agarra a la Bassett. Aguarde. ¿Y ella no podríasencillamentebajarlasescaleras?

—Ustednotomaenconsideraciónelefectodeunaalarmarepentinasobreeltemperamentofemenino,señor.

—Escierto.

—SupongoqueelimpulsodemissBassettseráeldetirarseporlaventana.

—¡Oh, eso sería una catástrofe! No quisiera que acabase como un purésobreelcésped.Meparecequeelpuntoflacodesuproyecto,Jeeves,radicaenqueacabaremossembrandoeljardíndecadáveresmutilados.

—No,señor.SindudarecordaráustedqueeltemordemísterTravershacialosladronesleindujoaponergruesosbarrotesentodaslasventanas.

—¡Oh, claro, es verdad! Me parece que todo está bien —dije, aunquetodavíaalgodudoso—.Puedequetengaéxito.Peropresientoquealgosaldrámal,sibiennoestoyencondicionesdebuscarlecincopiesalgato.Adoptarésuplan,Jeeves,aunque,lorepito,conalgúntitubeo.¿Aquéhorasugeriríaquetocaralacampana?

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—Noantesdemedianoche,señor.

—Esdecir,unpocodespués.

—Sí,señor.

—Deacuerdo.Tocarélacampanaalasdocetreintaenpunto.

—Perfectamente,señor.

CapítuloXXII

Noséporquéelcampo,porlanoche,tienealgoquemeproduceunefectoextraño.EnLondrespuedoquedarmeafueraatodashorasyvolveracasaporlamañana,conel lechero, sinexperimentar temorninguno;pero,pónganmeenunjardín,enunacasadecampo,cuandotodossehanretiradoylapuertaestá cerrada, y seme pone la carne de gallina. El viento nocturno agita lascopasdelosárboles,lasramitascrujen,losmatorralesmurmullany,antesdedarmecuenta,mimoralestáporlossuelosyesperoqueunespectrofamiliarsurjaenposdemí,gimiendo.

Es algo malditamente desagradable, y se engañan ustedes si creen quearreglará las cosas el hechode saber que dentro de pocohabránde tocar lacampanadealarmacontraincendiosmássonoradetodaInglaterra,ylanzarun«¡Todosalasbombas!»enaquellatranquilayoscuracasa.

ConocíamuybienlacampanadealarmadeBrinkleyCourt.Haceunruidoinfernal.TíoTom,ademásdetemeralosladrones,siempreodiólaperspectivade ser asado durante el sueño. Por consiguiente, cuando compró aquellapropiedad,hizoinstalarunacampanadealarma,paracasosdeincendio,capazde producir un ataque al corazón a quien la oyese, y que de ningúnmodopudieraconfundirseconelgorjeardeunpájaroentrelahiedra.

Cuando era niño y pasaba las vacaciones en Brinkley, hubo algunasalarmaspor incendiodurantelanoche,ymuchasvecesmehabíanarrancadodemissueñoscomosifuesenlatrompetadelJuicioFinal.

Confieso que esta relación con el pasado y el recuerdo de lo que podíahacerdichacampana,unavezpuestaenmovimiento,mehizotitubearaquellanoche, a las doce treinta, al entrar en el recinto en que estaba colocada. Elmerohechodeverlacuerdacontralaparedblanqueada,ylaideadelterribleruido que iba a destruir la paz de la noche, contribuyeron a aumentar lasextrañassensacionesquehereferido.

Sincontarconque,despuésdehabertenidotiempoparameditar,mesentía

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másderrotistaquenuncarespectoalproyectodeJeeves.

Estaba seguro él de queGussie yTuppy, frente a un terrible peligro, notendríanotraideaqueladesalvaramissBassettyaAngela,respectivamente.

Nolograbayocompartiresaalegreconfianza.

Séperfectamenteloquepuedentrastornaraunindividuoesosmomentosenquenosenfrentamosconunterribledestino.FreddieWidgeon,unodelosmás caballerosos socios de Los Zánganos me contó que una vez hubo unaalarma por incendio en el hotel de la costa en que residía y que, en vez deacudirasalvaralasmujeres,él,despuésdediezsegundos,traspusoelumbralde lasalidadeseguridadconunaúnica idea: ladeatendera lasalvacióndeFreddieWidgeon.

Parasalvaralprójimo,selimitóasituarsedebajodelasventanasyacogerenunasábanaalosquesetiraban.¿YnopodríasucederlomismoconFink-NottleyGlossop?

Estas eran mis cavilaciones, mientras jugueteaba con la cuerda, y quizáhabríarenunciadoatirardeella,denohabermepasadoporlamentelavisióndemissBassett,queoiríalacampanaporvezprimera.Siendounaexperienciacompletamentenuevaparaella,eraposiblequesintieseunsustomortal,yestaideamealegrótantoquenoesperémás;agarrélacuerda,afiancélospiesentierraytiré.

Comohedicho,ya sabíade loqueera capaz la campana.Laúltimavezquelaoí,mehallabaenmihabitación,alotroextremodelacasa.Noobstante,me hizo saltar de la cama, como si algo hubiese explotado debajo de mí.Ahora, al hallarme tan cerca, su sonidome alcanzó con toda su fuerzay sueficacia.Jamásenmividahabíaoídonadasemejante.

En generalme agrada un poco de ruido.Recuerdo queCatsmeat Potter-PirbrightllevóunanocheaLosZánganosunsilbatodepolicía,ylohizosonarprecisamente detrás demi silla. Permanecí impasible, cerrando los ojos conunasuavesonrisacomosihubieseestadoenelpalcodeunteatro.Ylomismosucediócuandoelhijode tíaAgatha, el jovenThos, acercóunacerilla aunpaquetedefuegosartificialesparaverquésucedía.

Pero la campana de Brinkley Court fue demasiado para mí. Tiré de lacuerdamediadocenadeveces; luego, suponiendoque sería suficiente, corríantelafachadadelacasaparacomprobarlossólidosresultadosobtenidos.

Brinkley Court realizó todo lo que debía hacer en tan corto espacio detiempo.Unamiradafuesuficienteparadarmelacerteza.LavistapercibíaatíoTom,enbatíncolorpúrpura,yatíaDahliaconsuacostumbradabataamarillo-azul.TambiénviaAnatole,Tuppy,Gussie,Angela,laBassettyJeeves,enel

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orden que acabo de nombrar. Estaban todos presentes: tranquilos, correctos.Peromepreocupónoverseñalalgunadetentativadesalvamento.

Había esperadover en un rincón aTuppy amorosamente inclinado haciaAngela,mientras,enotro,Gussie,conunpañuelo,abanicabaalaBassett.Porelcontrario,éstaformabapartedelgrupoconstituidoportíaDahliaytíoTom,yparecíaocupadaenhacerleveraAnatoleelladoalegredelasunto,mientrasAngela y Gussie estaban, una apoyada en el reloj de sol con aspectomalhumorado, y el otro sentado en tierra frotándose una pierna. Tuppypaseabaarribayabajo,completamentesolo.

Admitirán que era un cuadro desconcertante. Con un gesto imperativollaméaJeeves.

—¿Jeeves?

—¿Señor?

Lemiréseveramente.«¿Señor?»¿Todavía?

—Es inútil que diga «¿Señor?», Jeeves. Mire en derredor. Su plan haresultadounfracaso.

—Desde luego; parece que las cosas no han salido como nosotrosdeseábamos,señor.

—¿Nosotros?

—Comoyodeseaba,señor.

—Esoestámejor.¿Noledijequeresultaríaunfracaso?

—Recuerdoqueteníaustedesaduda,señor.

—Duda no es la palabra adecuada, Jeeves.Nunca tuve confianza en eseplan,desdeelcomienzo.Cuandolomencionóporprimeravez,ledijequeeraabsurdo,y llevaba razón.No se lo reprocho, Jeeves.No tiene la culpa sihaagotadolamateriadesucerebro.Perodespuésdeesto,yperdóneme,Jeeves,sihiero su susceptibilidad,no leconfiarémásque losproblemas sencillosyelementales. Vale más ser sinceros, ¿no le parece? ¿No es más amable serfrancosydecirlascosastalcomoson?

—Desdeluego,señor.

—Quierodecir:utilizarelbisturídelcirujano.¿Noesverdad?

—Exacto,señor.

—Considero…

—Si me permite una interrupción, señor, quisiera decirle que, segúnparece,mistressTraversdeseallamarsuatención.

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Enaquelmomentounretumbante«¡Hey!»quesólopodíaprocederde laparientedequesehablabaratificólaspalabrasdeJeeves.

—Venaquíunmomento,Atila,sinotedisgusta—tronólaconocida(yenciertosmomentosamada)voz,ymeacerqué.

Nomesentíacompletamenteamisanchas.Mepercataba,porvezprimera,de que no había preparado un cuento para justificarmi acción de tocar, enaquellahora,lacampanadealarmacontraincendios,yteníalaexperienciadeque otras provocacionesmuchomenos graves habían permitido a tíaDahliadesahogarseconabsolutalibertaddeexpresión.

Ningúnsignodeviolenciaasomabaahoraenella.Tenía,alcontrario,unahelada calma—si así puedo llamarla—y se comprendía que era unamujerquehabíasufrido.

—Bien,Bertie,querido,aquíestamos.

—Ya—dijecauteloso.

—¿Nofaltanadie?

—Creoqueno.

—Perfectamente. Es más sano para nosotros respirar el aire libre querevolvernos en nuestros lechos.Me había acostado cuando tú empezaste larepresentación,tocandolacampana.Porquefuistetú,miqueridoniño,quienlatocó,¿verdad?

—Sí.Toquélacampana.

—¿Poralgunarazónespecialoporunsimplecaprichito?

—Meparecióquehabíaunincendio.

—¿Yquétedioesaimpresión,querido?

—Meparecióverunasllamas.

—¿Dónde,querido?DíseloatíaDahlia.

—Enunadelasventanas.

—Comprendo. Así que todos hemos sido asustados y sacudidos denuestrascamasporquetúhastenidovisiones.

AquítíoTomsilbó,produciendounrumorparecidoaldelcorchoquesaltadeunabotella,yAnatole,cuyosbigotescolgabanhaciaabajomásquenunca,dijoalgo referentea«unos simios»y luego, sinomeequivoco, aludióaun«rogom-mier»,seaestoloquefuere.

—Admitohabermeengañado.Losiento.

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—Noteexcuses,encanto.¿Vesquécontentosestamostodos?¿Quéhacíasaquífuera?

—Dabaunpaseo.

—Comprendo.¿Yalbergaslaintencióndeprolongarlo?

—No.Ahoravoyaentrar.

—Perfectamente. Porque pensaba entrar también yo y no habría podidodormirsabiendoqueestabasfuerayenlibertadparadesarrollaralgunadetuspoderosas fantasías. Puede que dentro de poco te parezca ver un elefantitosentadoenelalféizarde laventanadelsalón,yempiecesa tirarlepiedras…Bueno,vamos,Tom.Parecequeladiversiónhaconcluido…Pero,aguarda,elReydelasSalamandrasdeseahablar…Diga,místerFink-Nottle.

Gussiealcanzabanuestrogrupoconexpresiónintranquila.

—Perodigoyo…

—Diga,Augustus.

—Digoyo:¿quéhacemos?

—Pormiparte,mevuelvoalacama.

—Perolapuertaestácerrada.

—¿Quépuerta?

—Laprincipal.Alguiendebehaberlacerrado.

—Entonceslaabriré.

—¡Perosinosepuedeabrir!

—Entoncespasaremosporotra.

—Tambiénlasotrasestáncerradas.

—¿Qué?¿Quiénlascerró?

—Nolosé.

Anticipéunahipótesis.

—¿Elviento?

LamiradadetíaDahliaseencontróconlamía.

—Nometientesdemasiado—suplicó—.Enestemomentono,amormío.

Y, efectivamente, mientras hablaba me di cuenta de que el aire estabatranquilodeunmodoabsoluto.

TíoTomdijoquepodíamosentrarporunaventana,perotíaDahliasuspiró.

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—¿Y cómo? ¿Podría hacerlo Lloyd George, podría hacerlo Winston,podríaBaldwin?No,porquepusisteaquellosbarrotes.

—Bien,bien,bien.¡QueDiostebendiga,tocaeltimbre,pues!

—¿Eltimbredealarma?

—Eldelapuerta.

—Y¿paraqué,Thomas?Nohaynadie en casa.Todoel servicio está enKingham.

—Pero¡diantre!¡Nopodemosquedarnosaquítodalanoche!

—¿Quenopodernos?Míranos.Nohaynada,absolutamentenadaquenosepuedahacerenunareunióndecamposihayunAtilaquemaniobraentrebastidores. Probablemente Seppings se ha llevado la llave de la puerta deservicio.Nosdivertiremosentrenosotroshastaquevuelva.

—¿PorquénocogemosuncocheparairaKinghamydecirleaSeppingsquenosdélallave?—propusoTuppy.

Perfecto.Aceptadosindiscusión.Porvezprimeraunasonrisa iluminóelcansado rostro de tía Dahlia. Tío Tom emitió un gruñido de aprobación.Anatoledijoalgoenprovenzalquesemeantojóuncumplido.YmepareciónotarquelafazmohínadeAngelaseaclarabaligeramente.

—Excelenteidea—dijotíaDahlia—.Vayaenseguidaalgarajeacogeruncoche.

Cuando Tuppy se hubo alejado, todos prodigaron alabanzas sobre suinteligencia y sus recursos, y hubo cierta tendencia a establecer odiosascomparaciones entre él y Bertram. Muy lamentable para mí, naturalmente,peroaquellodurópocotiempo.Nohabíantranscurridocincominutos,cuandoyaestabadevueltaentrenosotros.

Parecíadesconcertado.

—Nadaquehacer.

—¿Porqué?

—Elgarajeestácerrado.

—Ábralo.

—Notengolallave.

—GriteydespierteaWaterbury.

—¿Aquién?

—Alchófer,burro.Duermeencimadelgaraje.

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—¡PerosisehaidoalbailedeKingham!

Fue labombafinal.Hastaaquelmomento tíaDahliahabíasidocapazdeconservar suhelada calma.Ahora labombaestalló.Los años se alejarondeellavolando,yvolvióaserlaDahliaWoosterdeantaño,laemotivamuchachadefrancolenguajequetanamenudoseerguíasobre losestribospara lanzardespectivasobservacionesalosconductoresdelastraíllas.

—¡Al diablo los chóferes bailarines! ¿Para qué diantre irá a bailar unchófer?¡Amínomeagradóyaesehombredesdeelprincipio!Algomedecíaque era un bailarín. ¡Bueno! Ahora estamos bien arreglados de veras. Nosquedaremos aquí hasta la hora del desayuno. Si esas condenadas personasvolvieran antes de las ocho, quedaría sumamente sorprendida. No se puedealejaraSeppingsdeunbailesinoarrastrándoleavivafuerza.Leconozco.Eljazz se le subirá a la cabeza y continuará batiendo palmas para pedir biseshasta que se le desuellen las manos. ¡Al infierno los camareros bailarines!¿QuéesBrinkleyCourt?¿Unarespetablemansióndecampoounadescaradaescueladebaile?¡Lomismopodríamostomarparteenunballetruso!Bueno.Sihemosdequedarnosaquí,nosquedaremos.Ynoshelaremostodos.Salvo—ymelanzóunamiradaquedistabamuchodeseramistosa—,salvonuestroquerido,viejoAtila,que,porloqueveo,estácompletayampliamentevestido.Nosresignaremosamorirnosdefríocomolosniñosdelbosque,enelcuento,manifestando sólo, cuando estemos moribundos, el deseo de que el viejoamigoAtila se cuide de cubrirnos de hojas. Sin duda querrá también, comosigno de respeto, hacer doblar la famosa campana, la campana de alarma…¿Verdadqueloharás,buenhombre?

SeinterrumpióymiróatentamenteaJeeves.Durantelaúltimapartedesudiscursohabíapermanecidoalladodeella,enactitudrespetuosa,procurandoatraersuatención.

—Sipudierapermitirmesugeriralgo,señora…

NopuedodecirquesiemprehayamiradoconaprobaciónaJeevesduranteeltiempoquedurannuestrasrelaciones.Hayaspectosdesucarácterquehanprovocado,frecuentemente,ciertafrialdadentrenosotros.Esunodeesostiposque,comosueledecirse,silesdaslamanosetomanelbrazo.Sutrabajoes,decuandoencuando,algodescuidadoyséquehaaludidoamícomoaalguien«mentalmenteinsignificante».Másdeunavez,comohedicho,hetenidoquefrenarenélciertatendenciaaserprepotenteyatratarasujovenamocomoaunsiervodelagleba.

Estossongravesdefectos.

Perounacosahede reconocer.Esmagnético.Hayalgoenélqueparececalmar y que hipnotiza. Jamás se ha encontrado, que yo sepa, con un

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rinoceronteenfurecido,perosiesosucediera,estoysegurodequeelanimal,alencontrarsusojos,sedetendríaamitaddecamino,setumbaríaconlaspatasalaireycomenzaríaaronronear.

Detodosmodos,enmenosdecincosegundoslogrócalmaratíaDahlia,elser que más se parecía al rinoceronte. No había necesitado más quepermanecer allí, respetuosamente, y, aunque no tuviese un cronómetro paracomprobarexactamenteeltiempo,podríaasegurarquebastarontressegundosymedioparaquelosmodalesdeellamejoraranostensiblemente.Ablandábaseasimplevista.

—¡Jeeves,noiráadecirmequetieneunaidea!

—Sí,señora.

—¿Sugrancerebroharespondido,comodecostumbre,enelmomentodelanecesidad?

—Sí,señora.

—Jeeves—dijotíaDahliacontemblorosavoz—,sientohaberhabladountantobruscamente.Estabafuerademí.Debíahabercomprendidoqueustednoteníacomoúnicofineldarnosconversación.Díganossuidea,Jeeves.Únaseanuestrogrupitodepensadoresydíganoscuantotengaquedecirnos.Póngaseasusanchas, Jeeves,ydíganosunabuenapalabra.¿Puede realmentesacarnosdeesteembrollo?

—Sí,señora,siunodeloscaballerosquisieramontarenbicicleta.

—¿Enbicicleta?

—Enel huerto, en labarracadel jardinero, hayunabicicleta.PuedequeunodeloscaballerosestédispuestoairaKinghamManorypedirlelallavedelapuertadeservicioamísterSeppings.

—¡Espléndido,Jeeves!

—Gracias,señora.

—¡Maravilloso!

—Gracias,señora.

—¡Atila!—gritó tía Dahlia, volviéndose hacia mí y hablándome en untonotranquiloyautoritario.

Lo esperaba. En el mismísimo instante en que las imprudentes palabrassalíande la bocade aquel hombre, había tenido el presentimientodeque lavíctimaseríayo,yhabíamepreparadoparaafrontarelpeligro.

Ymientrasibaahacerlo,recogiendotodamielocuenciaparaargüirqueno

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sabíamontarenbicicletanipodía,abuenseguro,aprenderenelcortoplazoquesenecesitaba,aqueldesalmadosemeanticipó.

—Sí,señora.MísterWoostereslapersonamásindicadaparaestatarea.Esun ciclista experimentado. A menudo me ha referido sus triunfos en estedeporte.

Nada más falso. Jamás había dicho nada semejante. Es sencillamentemonstruosocomprobar loalteradasquepuedenser laspalabrasdeuno.A losumo le había mencionado —de manera casual, a título de interesanteinformación, un día en Nueva York, mientras ambos presenciábamos unacarreradebicicletasdeseisdías—quealaedaddecatorceaños,durantemisvacaciones en casa de cierto cura que debía enseñarme latín, gané lacompeticióndelaescuelalocal.

¡Esalgomuydiferentedejactarsedetriunfosenelciclismo!

Él era un hombre demundo y debía saber que las competiciones de lasescuelasnuncasonmuy importantes.Y, sinomeequivoco, incluso lehabíaespecificadoqueenaquellaocasiónganépormediocuerpodeventajayqueWilliePunting,elfavorito,paraquientodossuponíanquelacarrerahabríaderesultar un juego, se retiró, porque había cogido la bicicleta de su hermanomayorsinpedirlepermisoyéste,llegandoenelmomentodelapartida,lediounazurraysellevólamáquina,impidiéndoleasítomarparteenlacarrera.Yen cambio, oyendo a Jeeves, parecía que yo fuese uno de esos fulanos encamisetacuyasfotosaparecendecuandoencuandoenlasrevistasconmotivodelascarrerasdesdeHydeParkCorneraGlasgow,ganandoportressegundosdeventajaoalgoparecido.Y,porsinofuerabastante,tambiénaTuppyseleocurrióabrirelpico.

—Esoescierto—dijo—.Bertiesiemprefueungranciclista.RecuerdoqueenOxford,enlasnochesdejuerga,teníalacostumbredequitarsetodalaropay dar rápidas vueltas en bicicleta cantando canciones humorísticas. ¡Yrealmenteibarápido!

—Puestambiénahorapodráirrápido—dijotíaDahliaconanimación—.Y también puede cantar canciones, si se le antoja…Y si quieres quitarte laropa, querido Bertie, puedes hacerlo. Pero, vestido o desnudo, cantandocancionesono,veaprisa.

Semeocurrióalgo.

—Haceañosquenomontoenbicicleta.

—Puesyaeshoradequecomiencesdenuevo.

—Probablementelohabréolvidado.

—Lorecordarásenseguida,despuésdeunacaídaodos.Probarycaersees

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laúnicamanera.

—PerohaymuchoskilómetrosdeaquíaKingham.

—Entonces,cuantomásprontotemarches,mejorserá.

—Pero…

—Bertie,querido.

—¡Perodiantre!…

—Bertie,queridísimo.

—Sí,pero¡demonios!

—Bertie,vidamía.

Y así fue decidido.Me encaminé en la oscuridad, con Jeeves ami lado,mientrastíaDahliamegritabaalgodesdeatrás,comparándomealhombrequelleva las buenas noticias desde Aix a Ghent. Era la primera vez que oíanombraraesetipo.

—Bueno,Jeeves—dijeamargamentecuandollegamosalabarraca—,aquítieneelresultadodesugranesquema.Tuppy,Angela,GussieylaBassettnosehablan,yyotengolaperspectivadeunacarreradedocekilómetros…

—Catorce,señor.

—…unacarreradecatorcekilómetrosparairyotrotantoparavolver.

—Losiento,señor.

—Esinútilquelosientaahora.¿Dóndeestáeseterremoto?

—Enseguidaletraigolabicicleta,señor.

Lasacódelabarracayyolamiréintranquilo.

—¿Dóndeestáelfaro?

—Metemoquenolohaya,señor.

—¿Nohayfaro?

—No,señor.

—Peropuedepasarmecualquiercosa,sinfaro.Imagínesequemetropiezoconalgo.

Meinterrumpíylemiréfríamente.

—Sesonríeusted,Jeeves.¿Lediviertelaidea?

—Lepidoperdón,señor.EstabapensandoenunrelatoquemecontabamitíoCyrilcuandoyoeraniño.Unahistoriaabsurda,señor,apesardequetengo

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que confesar que siempre la encontré divertida. Según mi tío Cyril, doshombres, llamados el uno Nicholls y el otro Jackson, partieron para ir deexcursión a Brighton en tándem y fueron tan desgraciados que chocaroncontraelcarrodeuncervecero.Ycuandoelgrupodesocorroacudióallugardel desastre, se dieron cuenta de que los dos habían sido lanzados el unocontraelotrocontantafuerzaqueresultabaimposiblesepararlosdeunmodoconveniente.Elojomásexperimentadono lograbadistinguircuáleseran losfragmentosdeNichollsycuáles losdeJackson.EntoncesrecogierontodoloquefueposibleydieronaaquellosrestoselnombredeNixon.Recuerdohaberreídomuchocuandoniñoconestahistoria,señor.

Necesitéunosmomentosparalogrardominarmissentimientos.

—¿Ah,sí,eh?

—Sí,señor.

—¿Laencontrabamuycómica?

—Sí,señor.

—¿YtambiénsutíoCyril?

—Sí,señor.

—¡Válgame Dios, qué familia! La próxima vez que vea a su tío Cyril,Jeeves,puededecirledepartemíaquetieneunsentidodelhumormorbosoyantipático.

—Murió,señor.

—Graciasalcielo…Bueno,demeesadichosabicicleta.

—Perfectamente,señor.

—¿Estánhinchadoslosneumáticos?

—Sí,señor.

—¿Elsillínestáensusitio,losfrenosenorden?

—Sí,señor.

—Deacuerdo,Jeeves.

He de reconocer que había cierta dosis de verdad en la afirmación deTuppy de que en Oxford era yo conocido por ir en bicicleta, desnudo,alrededor del patio de nuestro colegio. Pero, aunque había expuestocorrectamente loshechos, se callóque, enaquellas circunstancias, estabayoinvariablementeencondicionesalgofueradelousual,yqueunindividuoental estado es capaz de ciertas proezas ante las cuales el razonamiento serebelaríaenmomentosmástranquilos.

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Creo que, por el estímulo del líquido, ha habido incluso quien hacabalgadosobreuncaimán.

Ahora, en cambio,mientrasme disponía a pedalear por el vastomundo,fríamentesobrio,mefaltabaporcompletoelantiguoentusiasmo.Micerebrotrabajaba sin descanso sobre tristes argumentos, y todas las narraciones queme fueron hechas a propósito de graves incidentes ciclísticos acudían a mimemoria capitaneadas por la alegre anécdota de tío Cyril sobre Nicholls yJackson.

Procediendoatientasenlaoscuridad,procurabainútilmentecomprenderlamentalidad de hombres como el tío de Jeeves.No lograba enmodo algunoentenderquépodíaencontrardedivertidoenunaccidenteque,aparentemente,llevabaa ladestruccióncompletadeunacriaturahumanao,mejordicho,dedosmedias criaturas humanas. Paramí la cosa era una tragedia de lasmástristes que me han sido narradas, y no dudo de que habría continuadopensandoenellaporlargotiempo,sinomehubiesedistraídolanecesidaddehacerunviolentozigzagparasoslayarauncerdoqueestabaenlacarretera.

En un principio pareció que iba a suceder algo semejante al asuntoNicholls-Jackson, pero luegomi viraje, combinado con otro hábil viraje delcerdo,salvólasituación,demodoquecontinuéelcaminosanoysalvo,peroconelcorazónbailoteándomeenelpecho.

El efecto que me produjo el peligro de que me había librado fue unaviolenta sacudida a los nervios. El hecho de que los cerditos se pasearandurante la noche me reveló rápidamente los peligros de mi cometido.Comencéapensarentodoloquelepodíasucederaunhombrequecorrieseenla oscuridad sobre una bicicleta sin faro. En especial recordé que un amigoaseveraba que, en algunas localidades campestres, las cabras estabanacostumbradas a invadir la carretera, formando una larga cadena que seconvertíaenlatrampamáscerteraquequepaimaginar.

Tambiénmehabía habladode un conocido suyoque se encontró con sumáquinaenvueltoporunadeesascadenasyfuearrastradooncekilómetros—comounesquiadorenSuiza—de talmodoquedesdeentoncesyanofueelmismo.Ytambiénmecontaronqueotrotopócontraunelefantehuidodeuncirco.

En suma, excepto la posibilidad de ser mordido por un tiburón,examinándolotodo,meparecíaquenohabíaningúnpeligro,porterriblequefuese, que no pudiese amenazar a un individuo que había dejado que susqueridosparientes se impusieran a la razón, lanzándole a lodesconocido enuna bicicleta. Y no me avergüenza confesar que mi aprensión aumentó demodohartonotable,despuésdeestasreflexiones.

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Sin embargo, respecto a las cabras y a los elefantes, el asunto marchóestupendamentebien.

Les extrañará que lo diga, pero no encontré ni a las unas ni a los otros.Peroesoesloúnicobuenoquepuedodecir,porque,encuantoalodemás,lascosasnopodíansalirpeor.

Además de la angustia de estar ojo avizor a causa de los elefantes,respinguéviolentamentealoírladrarunosperros,yexperimentéunafuerteydesagradableimpresiónunavezque,alapearmeparamirarunposteindicador,vi encaramada sobre él a una lechuza que se asemejaba de modoextraordinario a mi tía Agatha. Y mi mente quedo tan trastornada que, demomento,penséquesetratabarealmentedetíaAgatha,ysólocuandolarazónylareflexiónmerecordaronqueeracontrarioasuscostumbresencaramarsesobre los postes indicadores y sentarse allí, puede recobrarme y vencermisaprensiones.

En fin, todas estas perturbaciones intelectuales unidas a los sufrimientosfísicos en la parte redonda del cuerpo, en las pantorrillas y en los tobillos,hicieron que el Bertram Wooster que llegó a Kingham Manor fuese muydistintodelalegreydesenvueltoboulevardierdeBondStreetydePiccadilly.

InclusounapersonaignorantedeloshechoshubieravistoenseguidaqueKinghamManor estaba aquella noche en plena efervescencia. Las ventanasbrillabaniluminadas,elaireestaballenodemúsica,ymientrasmeaproximabapodía percibir el arrastrar de pies de mayordomos, camareros, chóferes,camareras, doncellas, lacayos y, sin duda, cocineros, que marcabanenérgicamenteelcompás.Creopoderresumirdiciendoqueladiversióneralareinadelanoche.

La orgía se celebraba en una sala del piso bajo que tenía unaspuertaventanas,hacia lascualesmedirigí.Unaorquestaestaba tocandoalgomuyvivazy creoqueenotras circunstanciasnohabríadejadodemarcar elcompás con mis pies, pero debía hacer algo mucho más importante quepatalearenelsuelopormicuenta.

Necesitabalallavedelapuerta,ylaqueríaenseguida.

Examinandoalamuchedumbremepareciódifícil,demomento,descubriraSeppings;finalmente,sepresentóamivista,mientrasestabaejercitandosushabilidadesenel centrode la sala.Unpardevecesgrité:«¡Eh,Seppings!»,peroélestabademasiadoabsortoensuocupaciónparahacermecaso,ysólocuandolostorbellinosdeladanzalellevaronpormiscercanías,pude,conungolpeenlascostillas,atraersuatención.

Lainesperadacaricialehizodarunpisotónasucompañera,yélsevolvióhaciamíconacentuadaseveridad.Noobstante,cuandoreconocióaBertram,

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sufrialdadseesfumó,dandopasoalaextrañeza.

—¡MísterWooster!

Noestabaencondicionesdeperdertiempoencharlas.

—¡Menos míster Wooster y más llave! —dije severamente—. Deme lallavedelapuertadeservicio,Seppings.

Pareciónocomprenderelsentidodemispalabras.

—¿Lallavedelapuertadeservicio,señor?

—Exacto.LallavedelapuertadeserviciodeBrinkleyCourt.

—¡PerosiestáenBrinkleyCourt,señor!

—No diga idioteces, buen hombre —dije—. No he hecho catorcekilómetrosenbicicletaparaescucharchistes.Debedetenerlaenelbolsillodelpantalón.

—No,señor.SeladejéamísterJeeves.

—¿Cómo?

—Sí, señor.Antesdemarcharme.Míster Jeevesdijoquedeseabadarunpaseopor el jardín antes de ir a descansar.Tenía que dejarla luego sobre elalféizardelaventanadelacocina.

Lemiréenmudecido.Supupilaestabalímpida,sumanosegura.Noteníaelaspectodehaberempinadoelcodo.

—¿Quieredecirquedurante todoeste tiempola llavehaestadoenpoderdeJeeves?

—Sí,señor.

No podía pronunciar palabra. La emoción me había privado de la voz.Estabapasmadoyfuerademí,peroamimododeverhabíaunacosadelaquenopodíadudar.Poralgunarazónquenolograbaexplicarme,peroquepondríaenclaroencuantosuperaraloscatorcekilómetrosdecarreteradesiertasobreaquellacondenadabicicleta,Jeevesmehabíajugadounamalapasada.Él,quepodíasalvarenunmomentolasituación,habíapermitidoquetíaDahliaylosdemás temblaran de frío, en déshabillé, al aire libre, y, lo que aún era peor,hablapresenciadocontodacalmaelespectáculodesujovenseñorquepartíaparaunainútilexcursióndeveintiochokilómetrosenbicicleta.

Noacertabaacomprenderqueprecisamenteélhicieraunacosasemejante.SihubierasidosutíoCyrilsí.Consuestrafalariosentidodelhumor,tíoCyrilhabríasidocapazdeunaacciónsemejante.¡PeroJeeves…!

Volvíamontarenlabicicletayemprendíelviajederegreso,ahogandoun

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gritodeagoníaquemesubióaloslabiosalponerseencontactoconelrudocuerolapartemartirizadademipersona.

CapítuloXXIII

RecuerdoqueenunaocasiónJeevesdijo (yanoséporquérazón,puedequepordeciralgo,comohaceaveces)quenohayfuriainfernalquesepuedaparangonar a una mujer burlada. Hasta aquella noche siempre habíacompartidosuopinión.Yonuncamehabíaburladodeunamujer,peroPongoTwistletonunavezescarnecióasutíanegándosedelmodomásabsolutoairarecibir a su hijo Gerald en Paddington para almorzar con él y despedirlecuando partiera hacia la escuela en Waterloo. Y el asunto nunca quedózanjado. Fueron escritas cartas increíblemente ofensivas. Fueron cursadosincluso dos violentos telegramas y enviada una tarjeta postal atroz con unavistadelLittleChilburyWarMemorial.

Comohedicho,hastaaquellanochenuncahabíapuestoendudalaverdaddetalafirmación.Tambiényoeradelaopinióndeque,antelagravedaddelasconsecuenciasquepudieraacarrearmofarsedeunamujer,todolodemásyanotenía importancia.Peroaquellanochecambiédeparecer.Siquierensaber loque el infierno puede producir realmente en calidad de furias, busquen alindividuoobligadoadarunlargoeinútilpaseoenbicicleta,sinfaro.

Fíjenseenlapalabra«inútil».Eralaauténticaespinaenelcorazón.Sisehubiesetratadodesalvaraunniñoquetieneladifteria,odeiralatabernaabuscarrefuerzoscuandolabodegaestuviesevacía,nadiehabríasaltadosobreelsillínconmayorvelocidadqueyo.AbsolutamenteunjovenLochinvar.Peroserenviadodepaseosóloparacontentarelmorbosodeseodediversióndemipropioayudadecámaraerademasiadograve,yhervíayodepiesacabeza.

Así,aunquelaprovidenciaqueprotegealaspersonasbuenasvigilaseparaqueyohicieraelviajederegresoileso—salvoenlasregionesposteriores—yno encontrara ni cabras, ni elefantes, ni siquiera lechuzas semejantes a tíaAgatha, fue un enfurruñado y bilioso Bertram el que descendió finalmenteantelapuertadeentradadeBrinkleyCourt.Ycuandoviaunaoscurafigurasurgirdelporcheyveniramiencuentro,medispuseadejarqueestallasetodoelrencoracumuladodentrodemíduranteelcamino.

—Jeeves—dije.

—Soyyo,Bertie.

Lavozquehablabateníauntonoquedefinícomocariñoso,yaunquenolareconocí en seguida como la de miss Bassett, sin embargo comprendí

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inmediatamentequenoprocedíadelhombrequedeseabaencontrar.Porquelafiguraquehallábaseantemíllevabaunsencillotrajedelanayhabíausadominombre en la frase que me dirigió. Y Jeeves, cualesquiera que fuesen susdefectosmorales,nosepaseabavestidodemujernimellamaba«Bertie».

MadelineBassettera laúnicapersona,naturalmente,a laquenohubiesedeseadoencontrardespuésdeunalarganochesobreelsillín,peromeexpreséconunamable:

—¡Hola!

Hubounapausaqueempleéendarmasajealaspantorrillas(lasmías,porsupuesto).

—¿Haentrado,pues?—dije,aludiendoalcambioderopa.

—¡Oh, sí! Aproximadamente un cuarto de hora después de su marcha,Jeeves,buscandoportodaspartes,hallólallavedelapuertadeserviciosobreelantepechodelaventanadelacocina.

—¡Ah!

—¿Qué?

—Nada.

—Meparecióquehabíadichoalgo.

—No,nada.

Y continué sin decir nada. Porque, como de costumbre, cuando aquellamuchacha y yo nos encontrábamos juntos, la conversación decaía. La brisanocturnamurmuraba,perolaBassettno.Unpajaritogorjeó,peroningúnotrogorjeosaliódelagargantadeBertram.Erarealmenteextrañohastaquépuntosupresenciabastabaparaponerenfugatodaslaspalabrasquepudieransalirdemislabios;y,porlodemás,vermeamíleproducíaaellaelmismoefecto.Comenzabaa imaginarquenuestravidaconyugal separeceríaaveinteañospasadosentreloscartujos.

—¿HavistoaJeevesporalgúnsitio?—preguntéfinalmente,haciendounesfuerzo.

—Sí,estáenelcomedor.

—¿Enelcomedor?

—Sí,estásirviendoatodos.Comenjamónyhuevos,ybebenchampán…¿Quéhadicho?

No había dicho nada.Me había limitado a resoplar. Había algo quemehería comouna flecha envenenada en el hechodeque aquellagente tomase

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tranquilamente una cena fría mientras ignoraban si yo era arrastrado en lacampiñaporalgúnrebañodecabrasosimeestabamasticandoalgúnelefante.EraunodeesoshechosquesecuentancomosucedidosantesdelaRevoluciónfrancesa… Los soberbios nobles en sus castillos bebiendo y regocijándose,mientraslosdesgraciados,afuera,sufríanhorriblesprivaciones.

LavozdelaBassettinterrumpióestasamargasreflexiones.

—Bertie.

—Hola.

Silencio.

—Hola—dijedenuevo.

Ninguna respuesta.Parecíaunadeesas conversaciones telefónicas en lascuales,aunextremodelhilo,ustedescontinúandiciendo«¡Diga!,¡diga!»,sinsaberqueelqueestáalotroladohadecididoirseatomarelté.

Súbitamente,ellavolvióalasuperficie.

—Bertie—dijo—,hededecirlealgo.

—¿Qué?

—Hededecirlealgo.

—Losé.Hedicho«¿qué?».

—¡Oh!Creíquenohabíaoídoloquehedicho.

—Sí, he oído perfectamente lo que ha dicho, pero no lo que quieredecirme.

—¡Oh,comprendo!

—Deacuerdo.

Eso,porlomenos,habíasidopuestoenclaro.Pero,envezdecontinuar,seconcedió más tiempo. Permaneció erguida ante mí, enlazando los dedos yrestregandolatierraconunpie.Cuandofinalmentehabló,fueparapronunciarunafraseimpresionante.

—Bertie,¿leeustedaTennyson?

—Sipuedoevitarlo,no.

—¡Me recuerdausted tanto a los caballerosde laTablaRedonda enLosidiliosdelRey!

Naturalmente,habíaoídohablardeello…Lancelot,Galahadycompañía,peronohallabalasemejanza.Meparecíaquedebíadeestarpensandoenuntipototalmentedistintodepersonas.

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—¿Quéquiereusteddecir?

—Tieneungrancorazón,unabellaalma.Esustedtangeneroso,altruista,caballeroso… Siempre estuve segura de que era usted uno de los pocoshombrescaballerososqueseencuentran.

Resultamuydifícilacertaralgoquedecir,cuandoalguienlelisonjeaaunode esa manera. Murmuré un «¿Ah, sí?», o algo semejante y me froté lasregionesposterioresconciertodisimulo.Hubootrosilenciointerrumpidosóloporungemido,cuandofrotéunpocomásfuerte.

—Bertie.

—¡Hola!

Laoítragarsaliva.

—Bertie,¿serácaballerosoahora?

—Claro.Encantado.¿Quéquieredecir?

—Estoyapuntodeponerleaprueba,hastaellímite,comopocoshombresfueronpuestosaprueba.Estoy…

Todoaquellonomeagradaba.

—Bueno…—dijevacilando—,siempreencantadodecomplacerla.Pero,¿sabe?, he hecho una espantosa carrera en bicicleta y estoy algo cansado ydolorido, especialmenteen…,en fin…,algocansadoydolorido.Sinecesitaquesubaabuscarlealgo…

—No,no;nomecomprende.

—No,realmente.

—¡Oh,estandifícil…!¿Cómopuedodecírselo?…¿Nopuedeadivinarlo?

—No,¡diantre!,nopuedo.

—¡Bertie,déjemeusted!

—¡Perosiyonolaretengo!

—¡Devuélvamemilibertad!

Y, repentinamente, comprendí. Supongo que fue el cansancio lo quemehizotanlentoencomprender.

—¿Qué?

Metambaleé,yelpedalizquierdoselevantóymearañólapiel.Perotangrandeeraeléxtasisdemialmaquenolancésiquieraungrito.

—¿Devolverlesulibertad?

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—Sí.

Noqueríaquequedasendudas.

—¿Quieredecirquetienelaintenciónderenunciar?¿Que,despuésdetodoloquehasucedido,quierevolveraempezarconGussie?

—Solamentesiustedestannobleygenerosocomoparaconsentirenello.

—¡Oh,losoy!

—Lehedadomipromesa.

—¡Apaseolapromesa!

—Entonces,verdaderamente…

—Absolutamente.

—¡Oh,Bertie!

Parecíacimbrearsecomounarbolillo.Meparecequelosarbolillossonlosquesecimbrean.

—Unverdadero, unperfecto caballero—laoímurmurar.Ynohabiendonadamásquedecir,medespedíconelpretextodequequeríacambiarmelasropassuciasdebarro.

—Vuelva al lado deGussie—dije—.Y comuníquele que todo continúabien.

Mecontestóconunaespeciedesollozo.Luego,lanzándosehaciaadelante,me besó en la frente. Muy desagradable, naturalmente, pero, como habríadichoAnatole,sepuedenaceptarmuchascosasdulcesconunpocodeamargo.Unmomentodespués ella trotabahacia el comedor,mientrasyo, dejando labicicletaenunmatorral,medirigíahacialaescalera.

No me extenderé sobre mi alegría, que ya pueden ustedes imaginar.Piensenenlosindividuosque,teniendolasogaalcuelloyalverdugodelantea punto de cumplir con su deber, ven a alguien llegar galopando sobre unhumeantecaballo,agitandolahojadelindulto.¡Elindultoabsoluto!Nosésipuedo darles una clara idea de mis sentimientos al decirles que, mientrasatravesabaelvestíbulo,experimentabatalbenevolenciahaciatodalacreación,quepensabaconindulgenciainclusoenJeeves.

Estaba a punto de subir las escaleras, cuando un repentino «¡Hola!»mehizovolver lacabeza.EraTuppy,que teníaelaspectodehaberestadoen labodega en busca de refuerzos, porque llevaba un par de botellas debajo delbrazo.

—¡Hola, Bertie! ¿Has vuelto? —dijo, y rio alegremente—. Me haces

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pensar en el naufragio delHesperus. ¿Has chocado contra un barco, o algosemejante?

Enotrosmomentosmehubieracostadounesfuerzosoportarsubadinage,peroahoramialegríaeratangrandequenomecuidédeelloyledilabuenanoticia.

—Tuppy,viejoamigo,laBassettsecasaconFink-Nottle.

—Unagransuerteparaambos,¿no?

—Pero¿nolocomprendes?¿Novesloqueesosignifica?QuieredecirqueAngelaestálibredenuevoyqueatinotequedasinojugarbientuscartas.

Seechóareírdetodocorazón.Viqueestabaalegre.Enrealidad,yahabíaobservado algo de buenas a primeras, pero supuse que lo ocasionaba unaexcitaciónalcohólica.

—¡Dios santo, llegas tarde, Bertie! Y es natural, si te vas de paseo enbicicleta a pasar la noche. Angela y yo nos hemos reconciliado desde hacevariashoras.

—¿Qué?

—Claro.Hasidounanubepasajera.Loquesenecesitaenestoscasosesunpocodeserenorazonamientoporambaspartes.Hemoshablado:ellaretirólo de la papada doble; yo concedí lo del tiburón. Todo ello muy sencillo.Cuestióndedosminutos.

—Pero…

—Losiento,Bertie,peronopuedoquedarmeaquícharlandocontigotodalanoche.Enelcomedorhayunmagníficoentretenimientoymeesperanconlosrefuerzos.

Yprobólaverdaddeestaaseveraciónunrepentinogritoprovenientedelamencionadahabitación.Reconocí—¿ycómonoreconocerla?—lavozdetíaDahlia.

—¡Glossop!

—¡Voy!

—¡Apresúreseconesasbotellas!

—¡Voyenseguida!

—¡Bueno!¡Venga,pues!¡Aprisa!

—Al trote, por no decir al galope. Tu tía—dijo Tuppy— está un tantofuera de sí. No sé las cosas con exactitud, pero parece que Anatole habíapresentadoladimisiónyqueahora,encambio,haconsentidoenquedarse,y

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también que tu tío le ha dado un cheque para el periódico.No conozco losdetalles,peroséqueestámuyalegre.Nosveremosluego.Ahoratengoprisa.

SiseafirmaqueBertramestabasencillamentepasmado,sedirálaverdad.Noentendíanada.HabíadejadoBrinkleyCourtsiendounacasasombría,enlaque en todas partes se podían hallar corazones atormentados, y al volverhabíasetrocadoenunparaísoterrenal.Mesentíadesconcertado.

Tomé el baño en un permanente estado de estupefacción. El pato dejugueteaúnseguíasobrelajabonera,peroestabademasiadopreocupadoparahacerlecaso.Volvíamicuarto,todavíamuyconfuso,yallíencontréaJeeves.Ylapruebadelaperturbacióndemisfacultadeslaconstituyeelhechodequelas primeras palabras mías no fueron de amargo reproche, sino deinterrogación.

—¡Oiga,Jeeves!

—Buenasnoches,señor.Mehaninformadodesuregreso.Deseoquehayahechoustedunaagradableexcursión.

En otros momentos, semejante frase habría despertado un demonio enBertram Wooster. Ahora, en cambio, apenas me percaté de ella; estabademasiadoocupadoendescubrirelfondodelmisterio.

—Oiga,Jeeves,¿quépasa?

—¿Señor?

—¿Quésignificatodoesto?

—¿Serefiereusted,señor…?

—Naturalmente;me refiero a lo que usted sabe perfectamente. ¿Qué hasucedido desde que me marché? Brinkley Court está saturado de felicesresultados.

—Sí,señor.Mealegrodequemisesfuerzoshayansidorecompensados.

—¿Quéquieredecircon«susesfuerzos»?¿Noquerrádaraentenderqueeseestúpidoproyectodehacermetocarlacampanadealarmatienealgoquevercontodoesto?

—Sí,señor.

—Nohagaeltonto,Jeeves.Fueunfracaso.

—Nodel todo, señor.Temo, señor,nohaber sidocompletamente sincerocon mi sugerencia de tocar la campana de alarma. En realidad, no habíapensado que ella sola pudiese dar los resultados apetecidos. Pretendía quefuese sólo un preliminar a lo que podría llamarse el verdadero asunto de lanoche.

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—¿Estádelirando,Jeeves?

—No, señor.Era esencial que las señoras y los señores estuviesen todosfueradelacasayque,unavezfuera,pudieseestarsegurodequesequedabaneltiemponecesario.

—¿Quéquiereusteddecir?

—Miplanestababasadoenlapsicología,señor.

—¿Cómo?

—Eshartosabido,señor,quenohaynadaqueunamássatisfactoriamentea dos individuos que han tenido la desgracia de pelearse, que un fuerte ymutuosentimientodehostilidadhaciaotrapersona.Enmifamilia,paradarunejemplocasero,eraunaxioma,generalmenteaceptado,quebastaba invitaramitíaAnnieparaarreglartodaslasdesavenenciasentrelosdiversosmiembrosde la familia. Los que se habían alejado se reconciliaban inmediatamente,unidosenlaanimosidaddespertadaportíaAnnie.Recordandoesto,penséqueusted, señor, habría de ser la persona responsable de la permanencia de lasseñoras y de los señores al aire libre, en la noche, y que todos habrían deexperimentartalantipatíaporustedque,enestecomúnsentimiento,acabarían,prontootarde,poracercarselosunosalosotros.

Queríahablar,peroélcontinuó:

—Así sucedió. Ahora todo está arreglado. Usted lo ha visto, señor.Despuésdesumarchaenbicicleta,lasdiversaspartespleiteantescoincidierontan bien en revolverse contra usted que el hielo, si se me permite usar laexpresión, se fundió, y poco tiempodespuésmísterGlossop se fue a pasearbajolosárbolesconmissAngela,narrándoleanécdotasreferentesaustedyasuvidaenlauniversidad,señor,acambiodelasquelaseñoritalecontóacercadesuvidacuandoniño,señor.Yesto,mientrasmísterFink-Nottle,inclinadosobreelrelojdesol,entreteníaamissBassettconnarracionessobrelavidadelseñor en la escuela.Almismo tiempo,mistressTravers contaba amonsieurAnatole…

Volvíarecuperarelusodelapalabra.

—¡Oh!—dije-. Comprendo. Y ahora supongo que, gracias a sumalditapsicología, tía Dahlia estará de tal manera irritada conmigo que habrán depasar años antes de que yo pueda aparecer por aquí…Años, Jeeves, en loscuales,undíatrasotro,Anatoleguisaráaquellascomidas…

—No, señor. Para prevenir semejante contingencia le sugerí irse aKingham Manor. Cuando informé a las señoras y a los señores que habíaencontradolallaveyelloscomprendieronqueustedhabíahechoellargoviajeinútilmente,suanimosidaddesaparecióderepente,sustituidaporunaalegría

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irresistible.Serieronmucho.

—¿Ah,sí?

—Sí, señor. Temo que haya de someterse a cierta dosis de alegres ybonachonescomentarios,peronadamás.Todo,simepermiteexpresarmeasí,hasidoolvidado,señor.

—¡Oh!

—Sí,señor.

Reflexionéunpoco.

—Desdeluego,parecequehaconseguidoustedarreglarlascosas.

—Sí,señor.

—Tuppy y Angela están prometidos de nuevo. Y lo mismo sucede conGussieylaBassett.TíoTomhasoltadoeldineroparaelMilady'sBoudoir.YAnatolesequeda.

—Sí,señor.

—Supongoquepuededecirse:bienestáloquebienacaba.

—Perfectamente,señor.

Reflexionédenuevo.

—Apesardetodo,susmétodosmeparecenuntantorudos,Jeeves.

—Nosepuedehacerlatortillasinromperloshuevos,señor.

Diunrespingo.

—¿Tortilla?¿Creeustedpodermetraeruna?

—Seguramente,señor.

—¿Juntoconmediabotelladealgo?

—Sinduda,señor.

—Hágalopues,Jeeves,yatodavelocidad.

Saltésobrelacamaymeapoyéenlasalmohadas.Tengoqueconfesarquemi generosa indignación había experimentado un gran descenso. Sufría entodoelcuerpo,especialmentehacialamitad,peroparamitigarelsufrimientoestaba el hecho de que había dejado de ser el prometido de la Bassett. Ysiempreestamosdispuestosa sufrirporunabuenacausa.Sí,observando lascosas desde todos los puntos de vista, veía que Jeeves había acertado y,cuandovolvióconlasprovisiones,leacogíconunasonrisadeaprobación.

No contestó a mi sonrisa. Me pareció algo serio y yo le pregunté

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amablemente:

—¿Hayalgoqueledisgusteausted,Jeeves?

—Sí, señor.Debí decírselo antes, pero los incidentes de la veladame lohabíanhechoolvidar.Sientohabersidonegligente,señor.

—¿Deveras?—dije,comiendoalegremente.

—Conrespectoasuchaqueta,señor.

Un loco temor hizo presa enmí, provocandoqueme atragantara con unbocadodetortilla.

—Siento tenerle que decir, señor, que esta tarde, mientras la planchaba,estaba tan distraído que dejé encima la plancha caliente. Temo que le seráimposibleusarladenuevo,señor.

Lahabitación se llenódeunode esos famosos silencios impregnadosdecosasinexpresadas.

Por un momento, lo confieso, la generosa indignación volvió a flote,manifestándoseenunacontraccióndelosmúsculosyunleveresoplaratravésde la nariz, pero, como dicen en laCostaAzul, à quoi sert-il?No se podíaganarnada,ahora,conlasgenerosasindignaciones.

Nosotros, los Wooster, sabemos soportar los golpes. Acepté el hechoconsumadoconunsecomovimientodelacabeza,yenfiléeneltenedorotropedazodetortilla.

—Deacuerdo,Jeeves.

—Perfectamente,señor.