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Cuando Gobernar era Despoblar Al iniciarse la expedición múltiple de Victorica las tribus Guaycurú, únicas que asumieron la defensa del gran territorio, ya habían soportado 14 años de guerra sostenida, sin más tregua que los breves lapsos entre una y otra ofensiva alternada desde tres frentes de agresión; el Paraná, el norte santafecino y la frontera salteña. Fue la última epopeya que cumplió la vieja raza al concluir su rol protagónico en el Chaco. La única superioridad de los combatientes radicó en su número, siempre mayor que el del adversario; pero éste resultaba más poderoso en armamento, recursos inagotables de reposición. Ningún auxilio exterior apoyó la lucha del guerrero nativo, a quien, por lo demás, nunca se le reconocieron los derechos elementales del beligerante. La muerte de un soldado en campaña se consideraba un crimen atroz, que clamaba venganza; la muerte de un indio, en cambio, era un hecho normal del episodio bélico. El desgaste y el debilitamiento de esos 14 años de guerra, habían sido sensibles hasta lo catastrófico. Habían caído muchos jefes y un número incontable de guerreros; se habían desorganizado las tribus y disuelto cantidad de clanes a causa de la población pasiva (rechazamos la insidiosa denominación de "chusma") prisionera o masacrada; pero pesaba principalmente la pérdida de una cuantiosa ganadería de movilidad y subsistencia, saqueada por el enemigo. Sólo la tenacidad bélica de los Guaycurú, su estoicismo espartano ante la adversidad, permitió a este pueblo excepcional sobreponerse al desastre y reacondicionar sus últimas reservas para hacer frente al potencial arrollador de la estrategia implementada por el ministro Victorica. La ley Al círculo gobernante no le interesaba un debate legislativo sobre la ocupación militar del territorio. La presidencia de Sarmiento había dejado el mal precedente de utilizar a los comandantes de frontera para resolver drásticamente situaciones políticas adversas de alguna Provincia. El proyecto de ley que se envió al senado disimulaba el tema con una autorización de gastos por 500 mil pesos para movilizar la Guardia Nacional y crear un regimiento de voluntarios a los fines de "la ocupación militar de los territorios del Chaco, establecimiento de los acantonamientos de seguridad en los caminos de Salta, Santiago y Tucumán a las costas del Paraná, y estudio y navegación de los ríos Pilcomayo y Bermejo". Estos gastos serían "imputados al producto de la venta de tierras públicas". Los Emoc Li'ic fueron empujados al Pilcomayo por los Toba, sus hermanos de raza que se defendían de la Campaña Victorica. Pasaron a poblar el Chaco boreal, aunque siempre se consideraron dueños de las tierras sobre el Bermejo. (Colección del explorador Aníbal Mántaras).

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Al iniciarse la expedición múltiple de Victorica las tribus Guaycurú, únicas queasumieron la defensa del gran territorio, ya habían soportado 14 años de guerra sostenida,sin más tregua que los breves lapsos entre una y otra ofensiva alternada desde tres frentesde agresión; el Paraná, el norte santafecino y la frontera salteña. Fue la última epopeya quecumplió la vieja raza al concluir su rol protagónico en el Chaco.

La única superioridad de los combatientes radicó en su número, siempre mayorque el del adversario; pero éste resultaba más poderoso en armamento, recursosinagotables de reposición. Ningún auxilio exterior apoyó la lucha del guerrero nativo, aquien, por lo demás, nunca se le reconocieron los derechos elementales del beligerante. Lamuerte de un soldado en campaña se consideraba un crimen atroz, que clamaba venganza;la muerte de un indio, en cambio, era un hecho normal del episodio bélico.

El desgaste y el debilitamiento de esos 14 años de guerra, habían sido sensibles hasta locatastrófico. Habían caído muchos jefes y un número incontable de guerreros; se habíandesorganizado las tribus y disuelto cantidad de clanes a causa de la población pasiva (rechazamosla insidiosa denominación de "chusma") prisionera o masacrada; pero pesaba principalmente lapérdida de una cuantiosa ganadería de movilidad y subsistencia, saqueada por el enemigo.

Sólo la tenacidad bélica de los Guaycurú, su estoicismo espartano ante la adversidad,permitió a este pueblo excepcional sobreponerse al desastre y reacondicionar sus últimas reservaspara hacer frente al potencial arrollador de la estrategia implementada por el ministro Victorica.

La leyAl círculo gobernante no le interesaba un debate legislativo sobre la ocupación militar del

territorio. La presidencia de Sarmiento había dejado el mal precedente de utilizar a loscomandantes de frontera para resolver drásticamente situaciones políticas adversas de algunaProvincia.

El proyecto de ley que se envió al senado disimulaba el tema con una autorización degastos por 500 mil pesos para movilizar la Guardia Nacional y crear un regimiento de voluntarios alos fines de "la ocupación militar de los territorios del Chaco, establecimiento de losacantonamientos de seguridad en los caminos de Salta, Santiago y Tucumán a las costas delParaná, y estudio y navegación de los ríos Pilcomayo y Bermejo". Estos gastos serían "imputadosal producto de la venta de tierras públicas".

Los Emoc Li'ic fueron empujados al Pilcomayo por los Toba, sus hermanos de raza que se defendíande la Campaña Victorica. Pasaron a poblar el Chaco boreal, aunque siempre se consideraron dueños

de las tierras sobre el Bermejo. (Colección del explorador Aníbal Mántaras).

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En el senado se levantaron voces airadas, como la Aristóbulo del Valle, el gran tribunoprecursor del radicalismo; pero la mayoría roquista se impuso con la fuerza del número. Uncomentario de "La Prensa" acotó observaciones agudas: "el Senado ha prestado aprobación, yaunque sólo hubo seis votos en contra, en éste número figuran algunas de las personas másconspicuas de aquél cuerpo colegislador. El proyecto, a la verdad, no ha encontrado mucho eco enla opinión. Hay un punto en él, que inspira especiales antipatías: la movilización de la GuardiaNacional, cosa que no se acostumbra sino en casos de inminente y serio peligro para el ordenpúblico o para la seguridad del país".

La Cámara de Diputados, por su parte, rechazó las cláusulas que se referían a la GuardiaNacional y a la creación de un nuevo regimiento, alegando con razón que sólo a ella correspondíaconstitucionalmente la iniciativa de movilización y reclutamiento de tropas. Sin embargo, elroquismo, también mayoría en este sector, hizo tabla rasa de las prudentes advertencias deldiputado Lahite, quien dejó a la posteridad párrafos memorables:

"Se trata de expedicionar al Chaco militarmente, haciendo uso de la fuerza armada,contrariando de este modo el espíritu y aún el texto de la Constitución.

"Por otra parte, el estado del Tesoro de la Nación no es satisfactorio, por más que de ellose alardee. Se arguye que los gastos demandados se van a imputar a la venta de tierras públicas.En Salta se están vendiendo tierras a 25 pesos la legua. De la venta de tierras no se podrá sacar elcosto de la expedición.

"Me opongo a esta expedición porque me asalta el temor de que se repitan las escenasdolorosas que han tenido lugar no hace mucho tiempo en las llanuras de la pampa. ¿Qué van ahacer esas tropas al Chaco? Podemos imaginarlo. Horroriza recordar los asaltos que han llevado alos indios los ejércitos nacionales en diversas ocasiones, la civilización va a llevar al Chaco elcautiverio, el incendio y la depredación. No se civiliza con la fuerza sino con la moral y lapropaganda de la industria y el trabajo. Además, la práctica nos demuestra que esta clase deexpediciones no dan resultados satisfactorios."

El ministro Victorica, presente en el debate, adujo con impavidez solemne: "no se haráguerra de exterminio a los indios, sino que se los someterá pacíficamente" y a continuación hizoleer por secretaría un pliego de las instrucciones a las columnas expedicionarias "en que serecomienda -explicaba el ministro- el cordial tratamiento de los indios y que les aseguren que elgobierno quiere su sometimiento, ofreciéndoles la paz".

El trasfondo.El debate legislativo no constituía una novedad. La discusión ya estaba en la calle.Sarmiento, promotor y apologista del exterminio, se retractaba en 1883 como periodista:

"los indios del Chaco en contacto con los colonos desde los primitivos tiempos, neófitos a veces demisiones cuyos restos se descubren en el interior, guardan el territorio en que han nacido, y delque no tenemos derecho a despojarlos sino cuando la civilización pide terreno para labrar". Yrecordaba lo ocurrido con el operativo pampeano: "hemos despejado de indios millares de leguasen el sur, con un ejército formidable, pero a cada momento llegan tristes noticias de invasiones deladrones que no pueden llamarse indios, sino que son cristianos que se encargan de poblar lasoledad que ha creado el gobierno, privándolas inútilmente de sus guardianes naturales."

Nicolás Avellaneda "... recordar lo quese ha escrito en los últimos tiempossobre las razas inferiores destinadasirrevocablemente a ser absorbidas porlas razas superiores".

Monseñor Federico Aneiros:"... que las misiones se fundenlo más distante posible de lasfronteras o de las últimaspoblaciones cristianas".

Padre Salvaire: "la corrupción de loscristianos de la frontera ha llegado a talpunto, que he oído una mujer india echaren cara a un hijo suyo, el cual se ibaentregando a malas costumbres: Hijo,eres deshonesto como un cristiano".

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Desde las columnas de "La Nación", Mitre encaró la cuestión con criterio opuesto: "a loscolonos y no a la fuerza militar establecida en la frontera norte de Santa Fe, se debe la ocupacióndel territorio". A renglón seguido, el articulista, empecinado en subestimar la acción militar, citabacomo ejemplo los colonos yanquis de Nueva California: ¡tan luego los autores de las caceríasatroces de 1875! Con la campaña del Chaco ocurría lo mismo que con la guerra de la TripleAlianza y el asesinato de Peñaloza. Los responsables se tiraban con las brasas que habíanencendido juntos.

La nota de Mitre fue refutada por el conferencista Juan de Cominges, un republicanoespañol emigrado al Río de la Plata, que había realizado dos expediciones al Chaco boreal,intentando un proyecto de colonización indigenista en Formosa. Como se argumentaba con buensentido: "Lo que no ha dicho "La Nación", es que delante de las fronteras de Salta y Jujuy, hayriquísimas haciendas pertenecientes a hombres civilizados, las que se apacientan en territoriossalvajes, cuidadas por salvajes que muchas veces tienen que defenderlas de la rapacidad de loscristianos". "El editorial que con tanta franqueza ha confesado lo poco que valen las fronteras delChaco, no debe irritar a los militares honrados. Lo que sí debió ofenderlos, fue que un diariopensara honrarlos dándoles la indigna misión de exterminar a unos cuantos argentinos, másdueños que nosotros del territorio que ocupan". Como corolario, el conferencista desarrollaba unatesis harto clara: "¿cuánto ha costado a la República Argentina cada uno de los inmigrantes útilesque ha radicado en extremas latitudes?"

Tomó actualidad una publicación del ingeniero Arturo Seelstrang (editada en 1878) sobreexploraciones en el Chaco para la fundación de Colonias, donde el autor intercalaba frases de estetenor: "se ha traficado con la confianza del indio defraudándole y aprovechando inicuamente elfruto de su trabajo". "La raza blanca, en verdad, no les ha llevado en tantos años más que la ruinadestruyendo sus toldos, tomándoles sus familias y quitándoles pedazo por pedazo el dominio desus tierras hereditarias".

La CuriaYa desde el inicio de las expediciones militares al Sur, el clero a través de una figura

patriarcal, el arzobispo de Buenos Aires Monseñor Aneiros, venía planteando reclamaciones quetenían su razón. La autoridad eclesiástica exigía el cumplimiento del precepto constitucional sobretrato pacífico con los indios y su conversión al catolicismo.

En julio de 1872 Nicolás Avellaneda, ministro de Sarmiento, invita a Monseñor Aneiros aconversar sobre una publicación de éste respecto a la prioridad de las misiones religiosas para lapacificación de los indígenas. Se convino la institucionalización por ley de un Consejo para lasMisiones, que debía depender de la jerarquía eclesiástica, con ayuda económica del Estado. Elreceso legislativo de octubre, o quizá gestiones extraoficiales del mismo Avellaneda, difirieron en lasanción de la ley. Entonces el arzobispo dispuso la constitución del Consejo. El acto fue revestidode solemnidad especial, y se celebró significativamente el 3 de diciembre, festividad de SanFrancisco Solano, el fraile que había convertido a los indios a golpe de violín.

Al contestar la nota en que Aneiros comunicaba la integración del Consejo, un funcionarioacusaba recibo con una ironía de sentido evidente: "El gobierno ofrece decididamente a S. Sria.Ilma., toda su cooperación para el logro de los benéficos propósitos y se permite indicar pudieranhacerse extensivos a promover trabajos eficaces para obtener el rescate de cautivos en poder delos indios, para cuyo fin podría el gobierno destinar inmediatamente algunos recursos".

Al año siguiente se conoció el texto del proyecto que había enviado a Avellaneda alCongreso. Ya en el mensaje, el Ministro anunciaba su filosofía, que no tiene desperdicio. Luego decitar como jurisprudencia al presidente Grant de los Estados Unidos, genocida insigne, decía: "esinútil recordar en este momento lo que se ha escrito sobre las razas inferiores destinadasirrevocablemente a ser absorbidas y devoradas por las razas superiores, únicas capaces de fundarsobre un territorio nuevo el asiento duradero de su establecimiento social". Con resignaciónprofunda de estas convicciones, el Ministro consideraba inevitable "la divisa de la caridad cristianay un precepto de la Constitución". En otro pasaje subestimaba la acción religiosa: "la palabra delMisionero es por sí misma insuficiente, y deben venir en su ayuda agentes más poderosos". Talesagentes, según el proyecto, convertían el consejo en mero gestor de actividades y acoplaban el

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trabajo misional a los fortines.Aneiros presentó al congreso un anteproyecto de reforma a la iniciativa de Avellaneda,

propiciando que "las misiones se funden lo más distante posible de las fronteras o de las últimaspoblaciones cristianas y que aquéllas en su régimen interno, así en lo espiritual como en suadministración civil, estén sometidas exclusivamente a la dirección de los misioneros y a laautoridad episcopal".

Después sobrevinieron otras fricciones. La labor de catequesis en La Pampa se resentíacon las incursiones militares, lo que provocó la protesta airada de algunos misioneros y el retiro deotros. Como respuesta el Poder Ejecutivo designó por su cuenta un Inspector de Misiones y redujoa 400 pesos fuertes el aporte de 3000 que había votado el congreso. Para socorrer a los indiosprisioneros en Martín García, Aneiros debió recurrir a la caridad pública.

Por fin, en 1877 el prelado dejó constancia en un memorial de la réplica personalintempestiva de un funcionario a sus recomendaciones de pacificación: "nada podemos hacer porahora porque estamos en guerra con los indios y el Sr. Ministro de Guerra dice que no puededeterminar un punto fijo para los fortines".

La CangayéLa estrategia de Victorica suponía el desplazamiento coordinado de cinco cuerpos de

ejército desplegados en doce columnas. La gran rastrillada debía iniciarse desde los cuatro puntoscardinales. A juicio del propio Manuel Obligado, jefe de Estado Mayor, "dadas las medidastomadas para este objeto, no sería más que un paseo militar".

Desde Resistencia por el este, desde Formosa por el norte, desde Salta, Santiago yCórdoba por el oeste y desde Cocheréc por el sur, las fuerzas expedicionarias buscarían comoobjetivo de convergencia Lacangayé, el paraje que desde antiguo había sido cabecera del sectorindígena bermejeño, al punto que Avellaneda lo sugirió como capital del Gran Chaco en vez deVilla Occidental. Allí el jefe general Payquin, caudillo de la poderosa federación bélica Toba-Mocoví, había pactado con el gobernador Matorras la paz en 1774.

El vocablo Lacangayé significa en el lenguaje arcaico Toba, "traga gente" o "ya tragógente"; topónimo que puede estar vinculado a un cataclismo del que hablan algunas leyendasindias lugareñas, o también a las ciénagas que circundaban el lugar. Los Toba sureños tenían otradesignación: canananráic, Laguna Blanca.

El lago espacioso se comunicaba con el Bermejo mediante un canal que servía dedrenaje en bajante, y a la inversa, de reguera torrencial cuando los desbordes del gran río.

La preponderancia geopolítica de Lacangayé en el mundo indígena se daba por losvarios senderos sempiternos que la conectaban con zonas muy distantes: con el Salado superior(la célebre Macomica), con el Salado medio, con Cocheréc, con el río Paraguay en direcciónparalela al Bermejo, y con el Chaco central atravesando el Bermejo y el Teuco.

Benjamín Victorica: "nodudo que estas tribusproporcionarán brazos

baratos a los ingenios deazúcar y los obrajes de

maderas".

Juan de Cominges, español republicano

emigrado al Río de la Plata, se constituyóen defensor de los indios. En un cuadrode época aparece con los jefes Pichón y

Carayá, con quienes había intentadoorganizar una colonia en Herradura,

Formosa.

Desplazamiento de las columnas de la campaña Victorica hacia Lacangayé,señalada con un círculo y un triángulo. Los puntos de partida fueron los

cantones siguientes: 1, Resistencia; 2, Formosa; 3, dragones; 4, Cocheréc; ylos fortines 1, Figueroa; 20, Tapenagá; 21, Piglapá y 22, La Encrucijada.

(Colección López Piacentini)

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Al finalizar la pasada centuria ya habían declinado tanto el caudal como la concentracióndemográfica. Decía Victorica en sus informes: "aquí estoy en la famosa Cangayé. El retiro de lasaguas del Bermejo le ha hecho perder importancia. ... En cuanto a indios, hemos encontradosolamente tolderías abandonadas, más o menos grandes".

Jefes de la resistencia.Aunque ya eran veteranos de la defensa de la tierra, sus nombres alcanzaron

predicamento por la bravura de sus últimas acciones. Eran cuatro jefes generales queencabezaban sendas federaciones bélicas.

Uagrenác, José Petizo para los cristianos, del linaje mocoví, había sido la obsesión deObligado al norte de Santa Fe. Pues a diferencia de Lachirín, antecesor en el mando, se atuvoinvariablemente a la técnica guerrillera: nunca el ataque frontal o la batalla espectacular sino elhostigamiento incesante y cauteloso, con patrullas capitaneadas por Antonio, Canciano, JoséDomingo, Guantolí, Josholéc, Juan Antonio, Lasicorí, Seluec. Cuando advirtió el endurecimiento dela línea sureña de fortines (prolegómenos de Victorica) retiró el grueso de su fuerza hacia elnoroeste, a las tierras sedientas de Campo del Cielo y Otumpa, donde se conservaban aún lospozos cavados por los Matará antiguos.

Yaloschí con Sinatquí compartían el dominio del Bermejo inferior sobre ambas márgenes,desde la confluencia hasta el Paraguay; los dos, bravíos en la guerra y organizadores minuciososde la productividad de su feudo, donde las haciendas numerosas alternaban con sembrados demandioca, maíz, poroto silvestre, papa y zapallo, lo que motivó la ironía incomprensiva deFotheringham: "parece que a Cambá le gustaba un poco la agricultura".

Es posible que el asiento de la jefatura de Yaloschí haya sido Lacangayé. Cuando LuisJorge Fontana se aproximó a este punto en su edición de 1879, fue Yaloschí quien defendió elpaso y entabló combate, asestando al jefe intruso, durante la dura lid, el lanzazo que ocasionó lamanquera de Fontana y su ascenso a Teniente Coronel.

"Cambá era un indio gigantesco, muy moreno, de forma atlética". Al combatir lo haciadesnudo, a pie, empuñando como única arma la lanza propia de su jerarquía, a la que ningún jefeGuaycurú quiso renunciar pese a la tentación de los fusiles. Más de treinta jefes clánicossecundaban su poderío. El sobrenombre guaranítico de Cambá (negro) y su tez morena confirmannuestras verificaciones sobre la singular mestización que se operó entre los Toba paranaenses ydel Bermejo inferior con los esclavos brasileros, prófugos de la servidumbre lusitana. Losdesertores de los regimientos brasileños de la Triple Alianza acentuaron la fusión racial, aunque elproblema venía de arrastre. El tinte negroide no se observaba entre los Toba de tierra adentro nidel Bermejo superior, entre quienes predominaba la tez blanca o amarillo - rosada y los párpadosasiáticos al sesgo.

Al producirse la campaña Victorica, Yaloschí y Sinatquí se replegaron a los territorios delnorte del Bermejo donde se les presentó un doble frente de combate: con las columnas militares ycon los Toba del grupo Emoc li'ic, a los que empujaron hacia el Pilcomayo.

Otro jefe general de los Toba debió también desocupar el Bermejo sureño, Mesoschíencabezaba una federación "de mil lanzas". Desplegó su acción en Formosa combinando fuerzascon los anteriores pero sus condiciones personales de lucha eran distintas. Mesoschí habráposeído seguramente, condiciones diplomáticas singularísimas. Dos veces se entregó prisionerocon sus capitanes, y en las dos consiguió pactos decorosos de liberación con la promesa dereclutar gente para el sometimiento, sin perjuicio de reanudar las hostilidades al día siguiente.

Desde Resistencia.La sanción de la ley 1470 por el Congreso se esperaba solamente para que la Tesorería

autorizara los gastos de la campaña, planificada desde años atrás. No bien promulgado elinstrumento legal se comunicó telegráficamente a los jefes la orden de partida de acuerdo a lasinstrucciones, mientras el Ministro preparaba todavía el viaje desde Buenos Aires por el Paraná; abordo de la torpedera "Maipo", para dirigir personalmente la etapa final de las operaciones.

La primera columna salió de Resistencia el 29 de septiembre de 1884, a las órdenes delteniente coronel Julio Figueroa, con 136 hombres de tropa.

En cinco días se cumplió el trayecto desde el punto de partida hasta el fortín Bosch sobreel Bermejo, cerca de la desembocadura en el Paraguay (actual puerto embarcación). "La marcha

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no ha ofrecido ningún incidente que merece mencionarse", "las descubiertas y flanqueadores noencontraron un solo indio,... y según los informes de los obrajeros, hasta veinte leguas de la costadel río Paraguay, no hay tolderías de indios enemigos". Las únicas dificultades se presentaron conla travesía de los bañados y la espesura boscosa, a más de los baqueanos aborígenes "quemaliciosamente o por ignorancia obligaron al infrascripto a hacer grandes rodeos".

Desde Cocheréc.El 9 de octubre partían desde la línea de fortines del sur las tres columnas en que se

dividió el 12 de caballería, fuerza veterana de la lucha de fronteras, ahora comandada porNapoleón Uriburu, y que venía a constituir teóricamente el eje operativo de toda la campaña,aunque la verdadera lucha se libró en el norte, en Formosa.

Manuel Obligado había dado las últimas instrucciones: "... se pondrá en marcha con elmayor número de fuerzas que le sea posible en dirección a La Cangayé, batiendo sus flancos en lamayor extensión de terreno; recomendándole muy especialmente a Ud. la parte izquierda en quese encuentran los restos de los indios mocovíes acaudillados por el cacique José Petizo y quetanto he recomendado usted antes tratar "de batir". Uriburu contestó: "me permitiré significar a V.S.que está en un error y que es la primera vez que me da semejante orden,... y las veces que se hadirigido V.S. al suscrito... ha sido para decirle que José Petizo iba a reducirse con todos susindios". El astuto Uagrenác, al que Victorica llamó "este indio taimado", provocaba los celos deladversario.

El capitán José Arias se encargó de ese flanco izquierdo. Avanzó desde Cocheréc alnoroeste, en busca de Campo del Cielo. Bordeó Campo del Coro, siempre al oeste. Patrullasindígenas lo fueron incitando a la lucha durante el camino. Así Arias encontró la tolderíaabandonada de José Domingo. Después batió las guerrillas de Daniel, Nolasco y Alejo. Tras cadaescaramuza los guerreros nativos se ocultaban en el bosque o se dispersaban por camposcubiertos de cardos espinosos, que sólo el caballo indígena, adiestrado al efecto, podía atravesar.La presencia invisible de Uagrenác organizaba la lucha.

De pronto Arias comenzó a sentir las penurias de la sed. Las provocaciones indias que elinterpretaba como alardes espontáneos, lo habían conducido a una zona desértica intransitable.Debió desviar el rumbo hacia el este. Llegado a Lacangayé informó su jefe Uriburu: "de lasaveriguaciones hechas a los prisioneros resultan contradicciones respecto al paradero del caciqueJosé Petizo, pues unos manifiestan que está al Sud, y otros dicen que se halla al otro lado delTeuco".

Para respaldar las acciones de Arias, Uriburu desprendió otras dos columnas, tambiénhacia el oeste de Cocheréc. Tocó a éstas recorrer un sector del destruido poderío de Juanelráic.Se presentaron a la vista las tolderías abandonadas años atrás. A veces, los baqueanos advertíanrastros de la gente que emigraba al norte.

Con rumbo al este, para flanquear la derecha de Uriburu, salieron las patrullas de loscapitanes Adolfo Boedo y José Montero. También por aquí se descubrían las señales del éxodo.Recién en las proximidades del Bermejo, la columna de Boedo consiguió sorprender uncampamento numeroso, "ignorando el nombre de su cacique". "De sorpresa la toldería quedórodeada.... la chusma se levanta despavorida del terror y un indio de un tamaño enorme se le velevantarse sereno, tomar un fusil, una barreta y una masa de madera y acometernos a todos conmucha destreza. Mandé hacer fuego contra él, cayendo herido de muerte. Se tomaron ochoprisioneros incluso una india, un fusil corriente, una lanza, 200 flechas, pólvora, munición y cebas,cuatro hachas, cuatro monturas y ovejas".

El mismo 9 de octubre, Uriburu se puso en camino con el grueso de la tropa, en línearecta a Lacangayé. Iba precedido de una vanguardia para descubiertas, y a retaguardia un equipotécnico militar que tuvo a su cargo abrir una ruta precaria desde Cocheréc hasta la lagunalegendaria. Sobre el trayecto alcanzó a la gente de Tesogní. "Estos indios que iban de mudada,...se dispersaron en los montes después de muerto el cacique".

Uriburu había cubierto un frente de avance de 60 leguas. Su informe final desdeLacangayé aseguraba que "la mayor parte de los que moraban en el desierto que ha tocado batir alregimiento de mi mando, han salido al norte del Teuco refugiándose en los parajes más lejanos delChaco".

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Desde Formosa.Fotheringham, gobernador de Formosa inició la marcha del 15 de octubre. Revistó la

tropa formada y antes que el trompa clarineara el toque de partida, con buen humor británicoprofirió a modo de proclama del grito convocante de los Guaraní: ¡ya'já catú! (¡Vamos entonces!).

Días después partiría desde Formosa otra columna al mando de Fontana, coninstrucciones de marchar hacia el oeste y derivar luego al sur en busca de Lacangayé.

Fotheringham, que marchaba costeando del río Paraguay, a recibir las últimasindicaciones de Victorica en Puerto Embarcación, había tenido problemas para conseguirbaqueanos. Reclamó los servicios de los jefes indios Pichón y Carayá. Pero éstos realizaban unproyecto de colonización dirigido por Juan de Cominges, al sur de Formosa, cerca de LaHerradura. Recurrieron a su protector, quien gestionó del presidente Roca una excepción delservicio de fronteras. Fotheringham hizo caso omiso de la licencia presidencial y exigiócolaboración compulsivamente. Carayá acompañó como baqueano al gobernador de Formosa yPichón a Fontana.

Producido el encuentro con Victorica en Embarcación, Fotheringham recibió la orden derecorrer la ribera norte del Bermejo hasta Lacangayé, con recomendación especial de buscar a losrebeldes Yaloschí y Sinatquí (Cambá).

Yaloschí.Fotheringham reinicia la marcha y la búsqueda de los indómitos. De pronto advierte que

ellos lo vienen siguiendo.Una siesta Yaloschí ataca con diez jinetes a soldados rezagados de la retaguardia de

Fotheringham. Su comportamiento fue homérico. Uno de los guerreros indios al enfrentar a lossoldados que empuñaban los remingtons para defenderse de la sorpresa, sintió miedo y huyó.Yaloschí corre tras el y lo atraviesa con su lanza. Vuelve, lancea un soldado que lo apunta y mataa otro. Se apodera de los remingtons. Ante la proximidad de una patrulla que acude en auxilio delos sorprendidos, los agresores huyen, los soldados persiguen a la guerrilla. Yaloschí queda a piepor muerte de su caballo. Uno de los soldados lo descubre escondido tras el totoral de una laguna.Lo hiere de un tiro en el pecho y se arroja sobre él. Con la ayuda de otros logran reducirlo. "Duro elindio. A pesar del feroz balazo le relampagueaban los ojos de enérgica ira e indomable furor".

Yaloschí fue sometido a un consejo de guerra sumarísimo. Lo acusaban de haberintentado matar al Comandante Fontana, de un proyecto de asalto a Resistencia y de la muerte delsoldado en el combate de la víspera. Fue fusilado contra un quebracho corpulento.

Días después Cambá, que continuaba la persecución furtiva, llegó al lugar de la tragedia.Ante su gente juró vengar la muerte del camarada.

Mesoschí.Llegado Uriburu a Lacangayé y mientras espera el arribo de Victorica, recibe orden de

Obligado de cruzar el Bermejo y batir la zona hasta el Teuco, donde campean las huestes deMesoschí. La expedición, comandada por el propio Uriburu se compone de 60 hombres.

Mesoschí inicia la retirada y cruza el Teuco. En su persecución se moviliza unavanguardia al mando del teniente Lorenzo Carrizo. A poca distancia de la ribera norte del río, eljefe indio presenta batalla al ser sorprendido su campamento por Carrizo. "Después de más demedia hora de un nutrido fuego y precisado a dividir mi fuerza para contener los indios de a caballoque por dos veces quisieron rodearnos pude desalojar poco a poco de su defensa a los indios deflecha, los cuales empezaron a huir al monte siguiéndoles después los de a caballo, dejando en elcampo 15 muertos.... a juzgar por los regueros de sangre encontrados dentro del monte, llevanbastantes heridos".

Carrizo retorna victorioso. Uriburu se desplaza con toda su tropa hacia el Teuco. Carrizovuelve a cruzar, y a los cinco días regresa con la noticia sensacional. Mediante un feliz operativohabía cercado a Mesoschí, que se rindió con sus cuatro capitanes pidiendo parlamentar.

Uriburu ofrece una paz honrosa, con entrega de víveres y reconocimiento del dominio dela tierra a sus dueños naturales. Mesoschí acepta pero pide una tregua para reunir la gentedispersa. Admitida la condición, el jefe indígena se interna en el Chaco Central. En realidad va aconsultar el negocio con Sinatquí. Pero Cambá sospecha una trampa. Exige que se entreguenprimero los abastecimientos y después se arreglarán las condiciones de paz. Mesoschí reanuda

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entonces el enfrentamiento.

Desde SaltaSobre fines de octubre del teniente coronel Rudecindo Ibaceta arremetió con dos

columnas hacia el punto de concentración: Lacangayé. La primera, a su mando directo, debíarecorrer la costa sur del Teuco; la otra, a cargo del mayor Ramón Ferreyra expedicionaría la riberanorte del Bermejo. El operativo abarcaba la ancha lonja de territorio interfluvial, perteneciente pornúmero a las tribus Mataco - Mataguayo, el etno que desde la prehistoria se calificaba como lacultura indígena más atrasada del espectro chaquense. Los güichi eran recolectores, de hábitospasivos y estacionarios, reducidos a la economía de los recursos naturales inmediatos.

El diario de ruta que redactó Ferreyra resulta todo un contraste con los demás de lacampaña Victorica. Ningún combate. Ningún paraje abandonado. A lo más, los excursionistasdebieron pagar con tabaco y carne el derecho de paso que exigían los jefes. Los pacíficoscaudillos clánicos Barbón, Alejo, Bazán, Dosgüeales, Pancho, Teniente, Alférez, Flaco, Seferino,Chancho, Mulato, Petizo, Chingolito, Sumayen, Palomo, Tomasito, Ratón, Benito, Sanjuanino,Cara Pintada, Esteban, Lobo, Juan Tolosito (la ausencia de nombres totémicos da la pauta de ladepresión cultural) prestaron acatamiento humilde a la poderosa fuerza invasora.

Cada vez que los expedicionarios acampaban, a la hora del rancho aparecían algunoshombres precedidos de mujeres y chicos para pedir comida, especialmente carne de vaca, elalimento de que carecían y que para ellos colmaba la nutrición débil de la fauna lagunera. Casisiempre los míseros esperaban el retorno de los parientes que habían ido a Salta a trabajar en losingenios.

Este comportamiento era inconcebible en el sector GuaycurúParadójicamente, la marcha de estas columnas fue más lenta que las del sur, del norte y

del este, pero no por peripecias bélicas sino por la obstrucción continua de la naturaleza abrupta."Ha sido necesario abrirse paso en medio de bosques seculares que forman una muralla casiinexpugnable".

Lacang

campaque ninMesosccolumntoldería

Mayor BernarMatacoLacang

Medallas conmemorativas de la campaña del Chaco, conferidas por el Congreso a los méritosmilitares. De oro para los jefes, de plata para los oficiales y de bronce para los soldados.

La marcha triunfalLas cinco columnas de limpieza convergieron finalmente hacia el derrotero de

ayé.El ministro Victorica ha llegado al punto estratégico y prepara el acto culminante de la

ña. Sabe que sus fuerzas han derrotado al enemigo principal, los Guaycurú; pero le constagún grupo Toba ni Mocoví se ha rendido. Inútilmente esperó seis días en Lacangayé ahí, que había prometido presentarse a prestar acatamiento. En general, al paso de laa por todo el territorio Guaycurú, el invasor había encontrado solamente guerrillas hostiles ys desocupadas. Los altivos dueños del aleua preferían la dura suerte del ostracismo.

Entonces Victorica organiza la marcha del triunfo con los güichi. Al frente de su Estadose trasladó desde Lacangayé al oeste, a las ruinas de la misión franciscana de San

do, y desde allí refiere en su correspondencia las alternativas de la apoteosis. "Loss... han recibido con mucho placer la noticia de que los tobas han sido desalojados desdeayé abajo". "Regresé a La Cangayé el 30 del mismo mes seguido por las tribus desde cuyo

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punto las despaché después de haber hecho presenciar la ocupación militar del territorio y laexpulsión o sometimiento de los tobas con quienes habían vivido en perpetua guerra. Muchos deellos querían seguirme hasta los pueblos de abajo, como ellos decían, para trabajar. Solamenteacepté traer a la capital cincuenta mocetones con dos de los caciques y sus familias". "Se me hanpresentado algunos pobladores que tienen chacras entre los riachos, entre ellos algunosindígenas, temerosos de que la codicia de los poderosos los desaloje, les he dado toda seguridada nombre de V.E., seguridad que les da la ley, al menos de cien hectáreas".

Como corolario de su filantropía, Victorica anota: "No dudo que las tribus proporcionaránbrazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de maderas". En cuanto a los brazos caros,"todos han huído para el otro lado, donde se encontrarán con enemigos, y sin medios de subsistir.Los acantonamientos quedan bien montados, y en diciembre podrán impedirles el acceso a losalgarrobales".

Otra vez Mesoschí.Contrariado Uriburu por el ridículo que le han hecho pasar ante Victorica y Obligado los

ardides de Mesoschí, comisiona al mayor Celestino Pérez para una nueva búsqueda al norte delTeuco.

Luego de atravesar el río, la guarnición se siente merodeada por las patrullasbombeadoras del escurridizo, que en una oportunidad intentaron batir un grupo de rezagados.

Pérez consigue localizar los asentamientos de Mesoschí "al S.E. de Chipiapiguí".Comienza la persecución pero sólo encuentra a su paso campamentos recién abandonados, conlos fogones todavía encendidos. Sin embargo, el fugitivo se ve imprevistamente cercado y sinescapatoria, mediante una maniobra envolvente de la fuerza expedicionaria dividida en diezpiquetes. La tarde del 24 de noviembre, la patrulla comandada por el capitán Montero regresa alcampamento de Pérez con Mesoschí acompañado de sus segundos Shinoschí, Nitraidí, Irasóic yPedro Largo. Otra vez ha pedido parlamento.

"Mandelos desmontar y después de obsequiarlos con tabaco y algunas prendas de ropa,retireme aparte con Mesoschí, a quien hice interrogar con mi lenguaraz, diciéndole los motivos quehabía tenido para no presentarse en Lacangayé". El prisionero alega que sus tolderías habían sidoagredidas por las vanguardias de Fotheringham, y se ofrece para acompañar a Pérez en unarecorrida por sus dominios. La gira se realizó efectivamente. La presencia y el prestigio del jefeindígena (más una generosa distribución de reses, ropa y tabaco) consiguieron superar el recelode varias familias, que accedieron a entregarse y acompañar a Pérez a Presidencia Roca.

Mesoschí fue liberado para reunir más gente. No se volvió a tener noticias de él hasta unaño después, en que otra columna militar lo sorprendió en las mismas inmediaciones deChipiapiguí; pero esta vez fue remitido con su gente a Formosa, en una penosa caravana deacollarados.

Para comprender mejor la tragedia indígena de fines del siglo, ha de saberse queMesoschí pasó a constituir una imagen mítica entre los Toba bermejeños, más que las figurasmártires de Yaloschí y Sinatquí. La posteridad autóctona lo considera un benefactor providencial.

Por gentileza del investigador chaqueño José Miranda, el autor de esta nota tuvooportunidad de escuchar la grabación magnetofónica de un relato que, a casi un siglo de la épocade Mesoschí, presenta los hechos con sorprendente autenticidad, coincidiendo casi con lasconstancias documentales, aunque transfigurando al héroe al rango mesiánico.

Por su parte Jorge Cordeu y Alejandra Siffredi recogieron tres narraciones sobre elmismo tema. Interesa transcribir unos párrafos de los informantes sobre las negociaciones deMesoschí:

"Los españoles, los cristianos, esos no quieren mezcla con tobas. Quieren todo para ellosy quieren fundir este mundo. Entonces Metzgoshé los peleó con fiereza.... Le tiraban esos aMetzgoshé pero no lo mataban, no lo podían matar a ese,... que quería que termine esa gente y nohubiera más lucha; ¿pero qué?, si cada vez se amontonaban, y cada vez llegaba más gente de loscristianos.... allá en el campo de Roca, y donde se encontraron en Metzgoshé y San Martín(Uriburu); allá en la costa del Bermejo. Metzgoshé saludó a San Martín y, si no lo hubiera hecho,todos los indios se habrían jodido.... entonces conversó con Metzgoshé ese, con el primer caciquedel tronco de los tobas. El general ese tenía una tropa de vacunos y a cada grupo le daba así:cuatro vacas, un torito, o una vaca.... al final lo agarraron y lo llevaron. Pero jamás se ha visto que

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lo hayan matado. Lo llevaron marcado como oveja, pero no sabemos dónde. Pero sabemos queestá vivo, aunque no se ha visto lo que han hecho con el Metzgoshé."

De nuevo Uagrenác.La gran concentración militar de en Lacangayé comienza el retorno a sus bases. Pero

también prosiguen sus tareas las comisiones científicas. Una de estas parte de Lacangayé haciaCocheréc con una escolta del regimiento 12. Dirige el operativo el capitán Urquiza, quien de pasose propone rastrear el paradero de Uagrenác.

La breve columna busca desplazarse por campos mejores que los recorridos por Arias;aquella tierra sedienta donde el agua "se consigue en muy poca cantidad en los pequeños pozosque aún existen como vestigios de las tribus que habitaron estos bosques en tiempos muyremotos".

No obstante, el jefe guerrillero repite la trampa. Urquiza descubre de pronto los rastros deuna caballería indígena y resuelve seguirla. Llega así hasta los esteros de Yasnorí. Pero ésteparaje será el último dónde puede abrevar la tropa. Después las huellas conducen a Campo delCielo. Urquiza siente los rigores del desierto: "... la espantosa sed de cuatro días"; "... se hizodegollar un caballo cuya sangre bebieron con satisfacción". Tres soldados se escabulleronalucinados por la esperanza de una aguada; uno de ellos fue destrozado por un tigre.

Frente al segundo desierto, Campo del Coro, Urquiza advierte la pillería y deriva lamarcha hacia el sureste, donde al fin concluye el calvario y se descubren las guaridas del buscado.Sorpresivamente la expedición cae sobre las tolderías de José Domingo y el mismísimo Uagrenác."El número de indios, a juzgar por la gran cantidad de toldos no debía bajar de trescientoscincuenta, entre los cuales se encontraban más de cien de lanza". Pero José Petizo y su segundohabían desaparecido momentos antes con toda la gente. Los campamentos "estaban llenos deobjetos de uso como ropa, vajillas con agua, miel, harina de algarrobo y aloja, armas de fuego ymuchos cuchillos y lanzas".

Sinatquí.También Fotheringham vuelve a Formosa, tomando al efecto un itinerario distinto al de

venida. Se aventura por el río Salado del Chaco Central.En los esteros de Loguajaranaquí, por noticias de la indiada prisionera, presiente que se

encuentra en los dominios de Sinatquí. Usando una treta ingeniosa regala ropa y víveres a losprisioneros y les da la opción de volver a sus tolderías. A la mañana siguiente los liberadosabandonan el campamento con raro atuendo: los hombres visten ropa paisana de los soldados ylas mujeres los camisones de dormir del Coronel.

Siguiendo las huellas, una partida de 35 hombres al mando del Mayor Rosendo Fragalocalizó el cuartel general de Sinatquí. Era el 6 de diciembre de 1884. El jefe indio no estaba, y elataque dispersó a los pobladores de las tolderías, que dejaron 14 muertos en el campo. Fraga seinstaló cerca del campamento, sobre la ceja de un monte. A la mañana siguiente comprobó queestaba cercado por 200 guerreros de Cambá, la mitad de la caballería. "El combate principió a las9 a.m. y duró hasta las 11:30. Para abrir la lucha los sitiadores profirieron desde un bosquepróximo la gritería atávica. Se escucharon imprecaciones e insultos en el mejor castellano, pues lalegión indígena estaba también integrada por criollos incorporados a la causa nativa. Fragadistribuyó su gente y aguardó el ataque prescindiendo de la lluvia de flechas y tiros de fusilería quelo hicieron blanco durante una hora.

Súbitamente Sinatquí, dejando la caballería de reserva en el bosque, tomópersonalmente la ofensiva con los infantes flecheros y fusileros. El blandía su lanza descomunal.Avanzaban por trechos atrincherándose tras los grandes hormigueros monticulares (tacurú) quecubrían el abra. Ya estaban a cincuenta metros del enemigo. Fraga dio la orden de fuego. Unbalazo en la garganta interrumpió la clarinada del trompa. Pero los rémingtons barrieron el campo.Treinta guerreros cayeron sin vida. Sinatquí, malherido, postrado, vociferaba exhortando a lacaballería a decidir la suerte del combate. En el trance, el baqueano Carayá, que acompañaba a lapartida, señaló al moribundo: "Aquel... Cambá!". El cabo Luna, "un desalmado de cuenta", corrióhacia el herido, lo ultimó a puñaladas, lo degolló y ensartó la cabeza en su propia lanza.

El trofeo macabro, así enarbolado, quedó como emblema de victoria, enclavado sobreuno de los montículos del campo de batalla, próximo al campamento de Sinatquí.

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El jefe ejemplarLa campaña Victorica toca a su fin. (Se han omitido de este relato varios operativos que

no agregan elementos de juicio).Entre los jefes militares que demostraron su eficiencia y talento, brilla con luz especial el

nombre de Manuel Obligado, cuya conducta personal, por lo demás, es todo un ejemplo deprobidad. Después de tantos años de dedicación al problema chaqueño, invocó sus modestosderechos de poblador de Reconquista, el pueblo que él había fundado, donde obtuvo la posesiónde una chacra a diferencia de otros beneficiarios que recibieron enormes latifundios.

Pero lo importante es que Obligado tuvo la sospecha de una grave falencia oficial y ladenunció. El gobierno carecía de una política indigenista que justificara las violencias delremington. Ya gobernador del Chaco, escribía a Buenos Aires: "a estos indígenas los conchabanlos patrones de los obrajes por un salario imaginario, pues nunca les pagan en moneda corrientesino que lo hacen en alimento escaso y de mala calidad.... los indios, señor Ministro, a pesar de suignorancia comprenden.... y no los podemos traer a la vida civilizada sino cumpliendo nuestraspromesas, o de lo contrario, habrá que proceder franca y enérgicamente a su exterminio". En otracomunicación señalaba también las deficiencias de la política inmigratoria: "de los colonos, gentesrústicas e ignorantes en su mayor parte, no hay que esperar, señor Ministro, ningún esfuerzo parala educación de sus hijos, a los que por otra parte desean criar con el amor al país de que ellos sonnacidos, y es de necesidad la acción oficial enérgica y constante ".

Tales desaciertos negativizaron el esfuerzo militar. La misma campaña Victorica resultó ala postre inoperante. El descontento se hizo sentir pronto, hasta en el sector indígena que se habíaresignado a la nueva situación.

Para concretar el trazado del camino desde Resistencia a Salta, fue preciso que lasguarniciones se abrieran paso combatiendo, volviendo a ocupar y disolver las tolderías de Napalpí,el viejo reducto de Juanelráic. La comandancia de Formosa se vio exigida a nuevas expedicionesal Bermejo y al Pilcomayo contra las huestes del infatigable Mesoschí y contra otra rebelióninesperada la de los Emoc Lí'ic, hermanos de los Toba, pero enemistados a muerte por la posesiónde las tierras del Bermejo, y que acusaban al gobierno de favorecer a éstos.

Al abandonar Obligado la gobernación decolonia fundada por él, San Antonio de Obligaguarnición indígena, reintegrándose a la existencia

En 1889 en ministro Campos comisionógeneral que prácticamente repitió la estrategia ddesde el norte santafecino hasta el Bermejo.

En 1911, mientras se tendían los primRostagno, comandó otra campaña con cuatro cuerúltimos dominios de Uagrenác) hasta el Pilcomayoel Teuco.

El gran reparto.Lo cierto es que la ausencia de una polít

al indio se había hecho para crear el desierto con elibre de ocupantes celosos de su terruño se valoriz

Los especuladores de tierra acopiaron

gob

Ro

Por falta de una política colonizadora delierno, la campaña Victorica resultó inoperante.Los generales Lorenzo Vintter y Enrique

stagno tuvieron que comandar después otrasdos campañas de pacificación.

l Chaco, quedó desprotegida de ayuda oficial lado; se sublevaron los pobladores y la propia selvática. al general Lorenzo Vintter con una expedicióne Victorica. Cinco columnas batieron el Chaco

eros ramales ferroviarios, el general Enriquepos de ejército, desde el suroeste chaqueño (los, incluyendo la jurisdicción de los Mataco sobre

ica colonizadora tenía su explicación. La guerral pretexto de abolirlo, para que la inmensa área

ara en el mercado de oferta de grandes predios.la cosecha fecundada con sangre de indios y

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soldados.Cinco millones seiscientas mil hectáreas del Chaco y Formosa se entregaron a 112

adjudicatarios particulares, entre los que prevalecen apellidos franco - británicos; aunque tambiénfiguran nombres vinculados al quehacer oficial: Lucio V. Mancilla con 150 mil hectáreas, AntonioDónovan con 80 mil, Ignacio Fotheringham con 10 mil, José María Uriburu con 10 mil, Donacianodel Campillo con 80 mil, Benito Villanueva con 100 mil.

La condesa Alice Le Saige del la Villesbrume, una noble francesa emigrada pordisidencias conyugales, fue favorecida con 40 mil hectáreas. Los hermanos ingleses Carlos yJorge Hardy resultaron adjudicatarios de 100 mil hectáreas.

Por ley especial del Congreso se autorizó al Poder Ejecutivo a vender en Europa, almejor postor, 24,000 leguas cuadradas en Territorios Nacionales. Chaco y Formosa fueron asídespojados de 1,500 leguas de tierra pública.

Gastón Gori ha demostrado con documentación contundente que a partir de 1872 - esdecir, cuando recién se iniciaba la campaña de expulsión de los Mocoví del norte santafecino- unafirma especuladora radicada en Londres, "Mendieta y Cia", se dedicó a un operativo mayúsculo deacaparamiento, consiguiendo de la Legislatura Provincial la sanción de un proyecto redactado porsu apoderado en Santa Fe. De ello resultó una apropiación de 668 leguas cuadradas; y allí segestó el fatídico consorcio de La Forestal, dueño de más de dos millones de hectáreas.

Los terratenientes -no el colono trabajador de su modesto predio- fueron los beneficiariosopíparos del dispendio. El latifundio era el verdadero ganador de la guerra de exterminio yexpulsión del indio.

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