chhaarrllees seppaa llliiserr - artematopeya · estoy seguro de que nadie me siguió ... —soy yo...

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  • CChhaarrlleess PPaalllliisseerr

    EEll QQuuiinnccuunnccee

  • El Quincunce, de Charles Palliser, en sus 1200 pginas y sus cinco partes, a

    saber: La herencia, los aledaos del infierno, el destino de Mary, la clave

    perdida y el secreto de las cinco rosas constituye un prodigioso tour-de-force

    narrativo en el cual el autor, mediante el rigor de las matemticas, los

    intrngulis del derecho ingls del siglo pasado y su asombroso conocimiento de

    la sociedad inglesa de entonces y de la naturaleza humana de siempre, invierte

    los trminos de la clsica novela victoriana para dar cabida al universo

    sociotico de hoy.

  • Ttulo Original: The Quincunx

    1992, Charles Palliser

    1995, Anaya & Mario Muchnik

    Traductor: Andrea Morales

    Coleccin: Eldorado

    ISBN: 9788479793128

  • Nota sobre las monedas

    Doce peniques hacen un cheln. Veinte chelines hacen una libra.

    Tambin estn los cuartos de penique (farthing), los medios peniques, la

    corona, que equivale a cinco chelines, y las medias coronas; un soberano es una

    libra, y una guinea equivale a veintin chelines.

  • Nota sobre el sistema legal en Inglaterra

    En la poca en que transcurre la novela, en Inglaterra operaban dos sistemas

    legales: el Derecho Consuetudinario, que abarcaba la mayor parte de las reas

    con excepcin de la propiedad de inmuebles, y las herencias, que eran del

    dominio de la Equidad. El Derecho Consuetudinario se basaba en los

    precedentes y era un sistema rgido e inflexible que frecuentemente guardaba

    escasa relacin con la Justicia. La aparicin de la Equidad se debi, en gran

    medida, a la necesidad de superar algunas de las ineficacias del Derecho

    Consuetudinario, y su prctica se llevaba a cabo en el Tribunal de Equidad.

    Como sugiere su nombre (en teora aunque no de hecho), sus fundamentos eran

    que el elevado principio de "equidad" (justicia) no haba de ceirse

    estrictamente a las normas o precedentes, y en efecto era mucho ms flexible.

    (Pero se haba vuelto lento, complicado, caro e irracional.) La naturaleza de las

    leyes practicadas, como tambin los procedimientos y la terminologa del

    Tribunal de Equidad, eran totalmente diferentes de los del Derecho

    Consuetudinario. En relacin a la novela es importante tener en cuenta que

    haba dos tipos de abogados: aquellos especializados en Equidad, y los

    dedicados al Derecho Consuetudinario. Los primeros eran de condicin ms

    alta que los segundos y frecuentemente llevaban los negocios de las familias

    acomodadas y aristocrticas. Los segundos tenan un estatus inferior y se

    dedicaban preferentemente a asuntos criminales, aunque tambin actuaban en

    las querellas por deudas.

  • Quid Quincunce speciosius, qui,

    in quamcunque partem spectaveris, rectus est?

    (Quintiliano)

  • PRIMERA PARTE

    LOS HUFFAM - La herencia

  • LIBRO I - Un chico listo

    CAPTULO 1

    Debe haber sido hacia fines del otoo de aquel ao y posiblemente al

    anochecer, para mayor discrecin. Sorprende, no obstante, que una reunin

    entre dos caballerosos representantes de las ramas principales de la Ley hubiese

    de ser casi secreta.

    Imaginemos entonces a la Ley disponindose a presentar sus respetos a la

    Equidad.

    Al llegar a una casa cercana a Lincoln's-inn-fields, la Ley, personificada por

    un hombre bajo y plido, de voluminosa cabeza y unos cuarenta aos, sube

    unos peldaos y llama a la puerta. Un joven empleado abre de inmediato. El

    visitante entra, el empleado recibe su sombrero, su sobretodo y sus guantes, y

    lo conduce a un pequeo cuarto bastante oscuro situado en el otro extremo de

    la casa. All, al fondo, ve una figura sentada ante una mesa pequea. El

    empleado se retira sin hacer ruido. El caballero que ya se encuentra all se

    levanta, saluda con extrema parquedad y ofrece asiento frente a l, junto al

    fuego. El recin llegado se sienta mientras el hombre mayor vuelve a su silla y

    se digna mirar a su invitado. El representante de la Equidad, unos quince aos

    mayor, es de tez rojiza, nariz altiva y un rostro notable por sus pobladas cejas

    negras.

    Se produce una larga pausa y finalmente el recin llegado se aclara la

    garganta:

    Seor, acudir ante usted tras su convocatoria es un honor para m.

    En la observacin hay una nota de corts interrogacin, pero la Equidad

    parece no or pues contina mirando a su invitado.

    Pasa el tiempo y la Ley pregunta nerviosamente:

    Querra decirme en qu puedo serle til?

    Tom las precauciones que le ped? pregunta el anfitrin.

    Sin duda. Estoy seguro de que nadie me sigui hasta aqu.

    Bien. Entonces probablemente nuestra reunin haya pasado inadvertida

    para un tercer interesado.

    Un tercer interesado? Usted me intriga, estimado seor. A quin se

    refiere?

    Soy yo quien hace las preguntas replica el otro enfatizando apenas el

    pronombre.

    Su invitado se ruboriza.

    El hombre mayor saca algo del bolsillo y dice:

  • Ahora tiene un cliente cuyo nombre, escrito en este papel, le pido que tenga

    la bondad de leer.

    Se lo acerca unos segundos y cuando la Ley lo ha observado haciendo una

    seal de asentimiento, lo vuelve a guardar.

    Muy bien. Entonces no perder el tiempo en rodeos: el documento en

    posesin de su cliente puede perjudicar seriamente los intereses de la parte que

    tengo el honor de representar, en vista de lo cual...

    Se interrumpe pues en el rostro de la Ley aparece una inequvoca expresin

    de asombro.

    Mi querido seor, le aseguro que no s nada de ese documento.

    Vamos, vamos. No hace an dos semanas su cliente nos mand una copia

    de l pidindonos dinero y dndonos su nombre como contacto.

    Podra ser... quiero decir, estoy seguro de que as es, si usted lo afirma.

    Pero le ruego que me crea si le digo que en esta transaccin no soy ms que un

    intermediario.

    Qu quiere decir?

    Que simplemente envo las cartas dirigidas a m a nombre de mi cliente. En

    los asuntos de esa persona no soy ms que el correo que recibe y enva

    correspondencia.

    El otro lo mira y dice:

    Estoy dispuesto a conceder que podra ser as.

    El hombre ms joven sonre pero su expresin cambia ante las palabras que

    siguen:

    Dgame entonces dnde est su cliente.

    Eso me es imposible, estimado seor.

    Perdone, estoy olvidando mi oferta dice el hombre mayor mientras se

    saca del bolsillo algo que suena cuando lo pone sobre la mesa.

    La Ley se inclina ligeramente a mirar el objeto. Sin duda su rostro refleja

    codicia. Entonces dice:

    Le aseguro, estimado seor, que me es absolutamente imposible

    complacerlo.

    Vamos, vamos! exclama el hombre mayor. Est pensando negociar

    conmigo, no es as? Le advierto que no lo intente o de lo contrario descubrir

    que soy capaz de aplicar otras formas de persuasin.

    En ningn caso, seor tartamude el otro. Juzga mal mis intenciones.

    Su generosidad me abruma y slo aspiro a merecerla. No obstante, me es

    totalmente imposible prestarle ayuda en esto.

    Le aconsejo que no intente sus chanchullos conmigo, buen muchacho

    dice el otro en tono crudamente despectivo. He hecho suficientes

    averiguaciones como para saber lo poco que le sientan esos escrpulos.

    Conozco sus tejemanejes... no es as como lo llamis en la jerga de vuestros

    clientes?

  • El otro hombre empalidece visiblemente. Comienza a levantarse de la silla

    pero sus ojos caen sobre el objeto que sigue sobre la mesa, y permanece en su

    sitio.

    Contina la Equidad:

    Quiere la lista o quizs habra que decir calendario de las actividades

    en las cuales s que est implicado?

    Como la Ley no responde, la Equidad sigue:

    Ciertos manejos con dineros dudosos, extorsin de deudores y mucho

    aleccionamiento de testigos? Me equivoco?

    El otro responde con dignidad:

    No me ha entendido bien, estimado seor. Simplemente quera decir que

    no poseo la informacin que necesita. De haberla tenido se la hubiese

    proporcionado gustosamente.

    Me toma por tonto? Cmo se comunica con su cliente, pues?

    A travs de una tercera persona a la cual envo sus cartas.

    Eso est mejor grue el otro. Quin es?

    Un caballero muy respetable, retirado desde hace algunos aos, de mi rama

    de la profesin.

    Muy sugerente. Ahora tenga la bondad de escribir el nombre y direccin de

    ese seor pues no puedo identificarlo, aun cuando en su rama de la profesin

    haya apenas caballeros a los cuales pueda aplicarse esa descripcin.

    El otro re brevemente, sin alegra. Luego saca una libreta y escribe: "Martin

    Fortisquince, Esqr., N 27 Golden-square", desgarra la hoja y se la pasa.

    La Equidad recibe el papel de su mano y sin mirarlo dice abruptamente:

    En caso de que necesite volver a hablar con usted, nos comunicaremos

    como en esta ocasin.

    Extiende el brazo hacia un rincn oscuro del cuarto y tira suavemente del

    cordn de una campana.

    La Ley se levanta con los ojos prendidos en el objeto que est sobre la mesa.

    Al verlo la Equidad se lo acerca descuidadamente y la Ley lo guarda en su

    bolsillo. Justo en el momento en que se abre la puerta y vuelve a aparecer el

    empleado, tiende vacilante la mano a su anfitrin. Sin embargo, ste parece no

    advertir el gesto y la Ley rpidamente vuelve a ponerse la mano en el bolsillo.

    El empleado lo acompaa a la puerta, le pasa el sombrero, el sobretodo y los

    guantes y se encuentra en seguida en Cursitor-street. Se echa a andar

    rpidamente, con inquietas miradas ocasionales por encima del hombro. Tras

    haber doblado varias esquinas se detiene ante un tranquilo portal y saca el

    envoltorio del bolsillo. Cuenta cuidadosamente su contenido, lo vuelve a

    contar, lo guarda y luego sigue andando con pasos ms tranquilos.

    CAPTULO 2

  • Nuestra casa, el jardn, el pueblo y el campo a una milla o dos a la redonda

    conformaban mi mundo, siendo cuanto conoca hasta aquel verano, en

    Hougham, que abri un mundo nuevo. Y ahora que busco una imagen para la

    empresa que me ocupa recuerdo una tarde gloriosa de aquellos das, cuando,

    inconsciente an de mi cercana partida, escap del confinamiento que tan

    largamente me frenara y me tumb, exultante no tanto por mi libertad sino por

    haberla hurtado, a la orilla del arroyo que cruza el bosque de Mortsey en

    direccin a las tierras prohibidas del Norte.

    Olvidado por igual de las razones de mi escapada y de los preciosos minutos

    que dejaba pasar, contemplaba arrobado las lmpidas profundidades del agua.

    Pues en ella divisaba extraas criaturas alejndose tan velozmente que

    mirndolas me preguntaba si sus movimientos sinuosos no seran meramente

    sombras, efectos producidos por la luz del sol penetrando en el agua entre la

    vegetacin y el fondo abigarrado de guijarros que se desvaneca cada vez que

    mova la cabeza. Luego, intentando ver mejor, empuj las hierbas y los guijarros

    con una vara, y slo consegu levantar una nube que lo oscureci todo. Y como

    me parece que los recuerdos son como ese claro arroyo, he emprendido la

    bsqueda en las profundidades de mi memoria. Hoy, al fijar mis primeras

    reminiscencias slo veo el sol, la brisa clida y el jardn. No recuerdo oscuridad,

    ausencia de sol o sombras en esa edad primera, cuando las ltimas casas de la

    aldea marcaban la linde ms alejada de mi mundo.

    Puede ser que slo tengamos conciencia de la calidez, de la luz solar de esa

    edad afortunada, y que los fugaces instantes de oscuridad y fro pasen por

    nosotros como un adormecimiento sin sueos y no dejen huellas. O puede ser

    que de ese sueo inicial slo nos despierte el primer contacto con el fro y la

    oscuridad.

    Fue al final de una tarde soleada y sin nubes, a la hora en que las sombras

    comienzan a alargarse, el primer momento de un mundo diferente. Cansado de

    jugar estaba dedicado a balancear el portn que daba al caminillo de un costado

    del jardn. Desde el prado ms alto tras la casa donde estbamos bajaban una

    serie de terrazas de csped conectadas por un sendero con grava y escalones

    que rodeaba un alto muro de ladrillos donde se apoyaban las espalderas de los

    melocotoneros. En cada terraza, nogales y moreras extendan protectoramente

    sus delgadas y largas ramas sobre los macizos de flores, en uno de los cuales,

    ms abajo, estaba trabajando el seor Pimlott. Y casi fuera de la vista, cerrando

    el jardn, creca la maraa de rboles y matojos achaparrados que llambamos la

    "jungla".

    Recuerdo la aspereza del portn cuya barra superior asa para sujetarme en

    cada balanceo. El metal estaba recalentado por el sol y en mis dedos iban

    quedando escamas de xido y pintura negra. Con los pies entre las barras

    verticales y mi delantal apretado contra el marco empujaba desde la jamba,

    doblando el cuerpo hacia un lado y el otro para hacer que el portn llegara lo

    ms lejos posible y volviera por su propio peso, cada vez ms rpido, mientras

  • el suelo pasaba velozmente hasta encajar con un fuerte entrechocar de hierro.

    Saba que no me estaba permitido hacer lo que haca, desde luego, y mam ya

    me haba regaado desde la silla de jardn donde, unos pocos pasos ms all,

    haca sus labores.

    Me balanceaba hacia atrs y adelante, mecido por el ritmo del gozne

    chirriante, mientras el sol me calentaba la cara y una suave brisa me traa el

    aroma de las flores y de la hierba recin cortada. Al cerrar los ojos poda

    concentrarme en el sonoro zumbido de las abejas y luego, al abrirlos, mirar el

    cielo azul con vellones de nubes que formaban crculos borrachos cada vez que

    la puerta era impulsada hacia abajo.

    Sbitamente, una voz spera dijo casi junto a mi oreja:

    Va a acabar el jueguecito ahora mismo, nio malo. Bien sabe que no est

    permitido.

    Distrado dej que el portn se estrellara contra la jamba con una fuerza

    inesperada y el golpe me cogi por sorpresa. Por un instante no supe bien si

    estaba realmente herido, pero en cualquier caso saba cmo pedir socorro.

    Con esa idea haba iniciado una profunda inspiracin cuando volv a or la

    voz.

    Nada de lloriqueos. Ya es muy mayor para eso.

    Pero me hice dao chill.

    Y bien se lo ha ganado se mof Bissett sentndose junto a mi madre.

    No es justo volv a chillar. Fue culpa suya por gritar de esa forma.

    No vuelvas a responder, tesoro dijo mi madre.

    La odio, Bissett. Siempre lo estropea todo.

    Nio descarriado! Parece que est pidiendo un coscorrn.

    No, no lo har porque mam se lo ha prohibido me burl.

    Nada de nada, cuentista!

    Mas yo saba que era cierto porque mam me lo haba prometido, pero antes

    de que siguiera discutiendo ella se llev la mano a la boca, a escondidas de

    Bissett, y yo consent en mantener la paz. Bissett, todava gruendo sobre mi

    maldad, volvi a su labor.

    Harta me tiene, nio respondn. Ahora se quedar donde mis ojos lo vean

    y basta de travesuras.

    Aunque me indignaba que me ordenaran no alejarme, por lo menos Bissett

    no saba que en ese momento, estando a punto de producirse el gran evento del

    da, no quera estar en ninguna otra parte.

    Bissett comenz:

    Mal, muy mal, seora, de veras. Esa chica no ha hecho ms que perder el

    tiempo zascandileando con los trabajadores de Limbrick.

    Pero ya casi han acabado.

    Me alegrar cuando les vea las espaldas. No me gusta nada tener hombres

    en casa. Criaturas ruidosas y mal educadas! Y menuda paliza nos han dado con

  • sus cubos, sus artesas y sus escalas. Y esa lela y la seora Belflower que

    debiera saber lo que hace invitndolos a la cocina cinco veces al da.

    Tengo entendido intercal tmidamente mi madre que uno de ellos es

    su primo.

    Primo repiti Bissett despectiva. Si se refiere a ese intil de Job

    Greenslade, vamos, vamos. No s si sern primos, pero bonitos arrumacos se

    hacen. En el campo a cualquier hora! Tal vez no me corresponda decirlo, pero

    en el pueblo hay bastantes chicas limpias y decentes sigui Bissett, hablando

    con dificultad porque tena la boca llena de alfileres que nos vendran mucho

    mejor que ella, seora.

    Pero a pesar de sus defectos es una chica buena y honrada. Y el seorito

    Johnnie le tiene afecto. Y tambin deberamos ayudarla por la reciente prdida

    sufrida por su madre.

    Bissett dio un elocuente respingo.

    Prdida repiti. La vaina podrida da guisantes podridos. Usted,

    seora, es muy blanda con esa muchacha.

    En ese momento o al ganado que se acercaba por la calle principal y un

    momento ms tarde se hacinaba contra el portn acompaado por un chico que

    a m me pareca un hroe por la forma despreocupada de blandir su vara tras

    los animales. Los bramidos disonantes y la forma en que competan por el paso

    a travs de la estrecha callejuela me parecan deliciosamente terribles, aunque

    saba que estaba a salvo porque entre nosotros se alzaba la resistente reja. Pero

    ese da ocurri algo inusitado. De repente un animal pareci verme no puedo

    describirlo de otro modo y, horriblemente empecinado, comenz a abrirse

    paso en direccin al portn. En un instante supe que tena alguna misin

    terrible e imperativa que de algn modo me implicaba, y me qued inmvil,

    incapaz de ponerme a salvo. Cuando la inmensa cabeza del animal se lanz

    contra el portn, vi sus grandes ojos con venas rojizas girando en las rbitas de

    cuero, sus enormes dientes separndose como si fuesen a cerrarse contra mi

    mejilla, y sus gruesos cuernos, retorcidos y afilados, extraos troncos que

    surgan del pelaje opaco y marrn, como hierba seca. Supe que si la poderosa

    cabeza se estrellaba contra el portn ste se astillara, cediendo, pero yo segua

    contemplndolo paralizado, incapaz de moverme.

    Y finalmente me volv y corr con el corazn latindome en los odos mientras

    mis piernas suban y bajaban sin parecer transportarme. Unas pocas yardas ms

    all poda ver las dos figuras que, emborronadas por mis lgrimas, se

    levantaban y me miraban con alarma: una, esbelta como una flor en su brillante

    vestido de guinga; la otra, una cruda forma blanca contra el verde del csped.

    No dejen que esa horrible vaca me haga dao! aull.

    En un instante tena la cabeza hundida en el delantal almidonado de mi

    niera, que me estrech con sus brazos mientras me tranquilizaba

    refunfuando casi burlona; era su forma de tratarme en esas ocasiones.

    Sin duda me permitiran algunas lgrimas, pero Bissett me sacudi diciendo:

  • Vamos, que ya no es un beb. Mismamente, un da de stos ser grande y

    habr de cuidar de su mam.

    La mir sorprendido, pero en ese momento mi madre exclam:

    Ahora ests a salvo, mi amor. Las vacas se han ido. Dame un beso.

    Lo intent pero Bissett me cogi firmemente el brazo.

    No lo mime, seora dijo. Y cuidado, que le estropear su labor.

    Me zaf de su mano y salt a la falda de mam, tirando al suelo agujas, hilo y

    bastidor de bordar. O que Bissett nos regaaba a los dos, pero no me import.

    No necesito cerrar los ojos para que acudan los recuerdos de mi madre: la

    cascada de rizos rubios cayendo sobre sus hombros y su pecho de modo que

    cuando me estrechaba mi cara y manos se sumergan en ese suave aroma; el

    rostro dulce y la boca amable, y los grandes ojos azules que ahora brillaban

    llenos de lgrimas por mi propio desconsuelo.

    No deje que la moleste, seora refunfu Bissett. Mire su labor

    desparramada por la hierba.

    No importa, nana respondi mam.

    Ya se ve! Buena tela e hilo! Deje que vaya a fastidiar al seor Pimlott.

    S, Johnnie. Por qu no buscas al seor Pimlott y le preguntas qu est

    haciendo? Parece estar cavando un hoyo. No te parece que debe de estar

    enterrando algo?

    Yo s de que se trata interrumpi mi niera. Pens decrselo, seora,

    para que se entere: pretende hacerse un buen chaleco con algo que le pertenece

    a usted. Porque no es de su propiedad, sino de usted, y el tiempo que malgasta

    es el que usted le paga.

    Mi madre suspir pero ya no o ms, pues al instante volaba alejndome de la

    terraza, bajando las gradas y cruzando el csped en cuya lisa superficie haba

    un pequeo promontorio de tierra.

    Seor Pimlott! Seor Pimlott! grit mientras corra hacia el extremo del

    csped donde trabajaba. Qu est haciendo? Puedo ayudarlo?

    Estaba de rodillas y cuando me acerqu levant su cara, morena por el sol,

    mirndome con una expresin que no pude descifrar. Yo le tena un poco de

    miedo, en parte porque perteneca a esa clase de criaturas extraas, era hombre,

    y el nico que conoca bien. No estaba muy seguro del significado de ser

    hombre, excepto que era grande, que la piel de su cara pareca spera y que ola

    a tierra y tabaco.

    Bien, bien, seorito dijo, no vendr a fastidiarme con sus preguntas.

    No me pagan como a alguien que conozco para que las aguante.

    Pero Bissett me dijo que viniera a buscarlo y que me diera algo que hacer.

    No es cosa ma. La seora Bissett no me manda, alabado sea el Seor.

    Aunque a veces parece crerselo.

    Durante unos minutos lo mir trabajar en silencio. Estaba hurgando en un

    hoyo ms parecido a una madriguera que a un foso, manipulando una

  • herramienta con un asa muy larga con la que daba unos extraos golpes

    bruscos.

    Qu est haciendo? le pregunt.

    No me respondi, pero mir el sol protegindose los ojos de su an potente

    resplandor. Entonces sac la herramienta y pude ver su considerable longitud;

    se puso a darle golpes en la hierba para hacer caer la tierra que le haba

    quedado pegada. La forma era desde luego bien extraa, con la hoja curva hasta

    casi formar unos ganchos a cada lado. La dej en el suelo y comenz a recoger

    sus dems utensilios ponindolos en el csped junto a la gran caja de madera

    donde acostumbraba guardarlos.

    Qu ha estado haciendo hoy, seor Pimlott? le pregunt como ltimo

    recurso.

    Sin responder comenz a poner una gruesa capa de grasa, como si fuese miel,

    sobre las partes metlicas de las herramientas que luego envolvi con un trozo

    de cuero blando antes de guardarlas prolijamente en la caja. Siempre me haban

    fascinado esos objetos: las temibles puntas de las azadas, la azada ms pequea

    con dos tenazas para arrancar cardos y las palas con sus pesados mangos de

    madera pulidos por el uso, las abrazaderas de hierro que sujetaban el metal a la

    madera, y ms que nada las zapas de brillo deslumbrante y sorprendente all

    donde el metal estaba siempre pulido por el duro y constante trabajo de entrar

    en la tierra.

    Cmo se llama sta? le pregunt indicando la del mango largo y la hoja

    curiosamente curva. Es una pala o una trulla?

    No la toque dijo. Est muy afilada.

    Y sta? le dije sealando otra herramienta que nunca lo haba visto usar.

    Me mir:

    Esta? Es mi escarda.

    Y para qu la usa?

    Me mir largamente.

    Para qu? Para escardar.

    Estimulado por su respuesta mir las huellas de su trabajo.

    Por qu arranc ese rbol? le pregunt indicando un pero tumbado con

    las races brutalmente descubiertas.

    Porque tena el cncer.

    El cncer repet. Era una interesante palabra nueva y la pronunci varias

    veces para acabar de saborearla. Qu es el cncer?

    Es una enfermedad de los rboles. Y tambin de la gente. Hace que se

    pudran desde adentro.

    Tras decirlo sbitamente abri la boca mostrando unos negros raigones e hizo

    un ruido spero que me pareci risa.

    Pero parece bueno. No es una pena matarlo?

    Hay que tirar o matar lo que se pone viejo o malo. Y quin tiene ms

    derecho que yo para arrancarlo?

  • Por qu usted, seor Pimlott? Sin duda este rbol es de mi madre.

    Se volvi y sobre el hombro me dio la respuesta ms larga que jams obtuve

    de l:

    Quiere saber por qu? Por que yo lo plant, s seor. Hace unos doce aos,

    cuando su mam no haba llegado, y no vamos a decir usted. Qu crea? Que

    haba salido solo? En este mundo todo hay que plantarlo. Y necesita cuidados.

    Como usted, que tiene a la seora Bissett para que lo cuide. Eso es si hiciera su

    trabajo en vez de dedicarse a ir con chismes e incordiar, hacindolo venir a

    molestar a las personas que estn ocupadas, aunque ella no lo est.

    Cuando acab dej pasar un par de minutos antes de que la curiosidad

    volviera a ser ms fuerte:

    Va a enterrar el rbol en el agujero?

    Neg con la cabeza.

    Va a plantar otro?

    No. Ya que habr que decrselo, estoy haciendo una trampa para el viejo

    Cavatneles.

    Quiere decir el topo, seor Pimlott?

    Porque viene y hace agujeros en el csped que su mam me paga para

    mantener bonito. l viejo Cavatneles no reconoce derechos de propiedad. As

    que tendr que matarlo.

    Pero no est bien.

    Bien, seorito John? Se volvi y me mir directamente: Cuando

    viene y se come tantos gusanos como quiere sin siquiera decir "con su

    permiso"?

    De inmediato pude ver el error en el argumento.

    Pero nosotros no queremos los gusanos.

    No queremos gusanos? No, desde luego no queremos gusanos, pero

    tampoco queremos que alguien venga y tenga la desvergenza de comer

    gusanos, siendo como son suyos.

    Pens en ello porque estaba seguro de que haba una respuesta, pero sin

    darme tiempo a encontrarla el jardinero continu:

    Bueno, en todo caso ya ha comido suficientes gusanos y ahora yo voy a

    cazarlo a l, porque tiene algo que yo quiero y si soy bastante listo voy a

    quitrselo. Y as anda el mundo: si no te lo comes, te come.

    Y est haciendo este hoyo para capturarlo?

    El seor Pimlott hizo una mueca.

    No caer. Es demasiado listo. Vive bajo tierra, no es as? Lo que mejor

    conoce son los hoyos, as como yo conozco las plantas y la seora Bissett

    meterse en los asuntos ajenos. Pues no, hay que ser inteligente para cazar al

    viejo Cavatneles dormido.

    Y cmo lo har, seor Pimlott?

    La nica forma es hacer que se cace solo dijo indicando la excavacin.

    sta es una de sus propias madrigueras, lo ve, por eso no se asustar, temiendo

  • una trampa. Y as yo hago un hoyo dentro del suyo para eso es la

    herramienta para cazar topos y al fondo pondr una trampa con un muelle

    que tapar con hojas y tierra. Y si soy bastante listo, vendr el viejo Cavatneles

    buscando gusanos y se caer; tal vez lo coja por una pata o por el morro. Y

    entonces lo convertir en sastre para que me haga otro chaleco.

    Por un instante imagin al topo cautivo con una aguja e hilo entre sus

    delicadas garritas, cosiendo, y re incrdulo. Viendo que no haba entendido, el

    seor Pimlott se toc el chaleco que a menudo me haba llamado la atencin por

    su brillo oscuro y sedoso.

    Pero es terrible! murmur encantado. Mir la piel de topo y me pareci

    extrao que algo tan hermoso pudiese venir de la tierra hmeda.

    Por eso no estoy haciendo una trampa. No quiero estropearle la piel.

    Qu crueldad! exclam y pens en el topo luchando y muriendo en la

    oscuridad.

    El seor Pimlott ri brevemente. En ese momento record algo y exclam:

    Pero Bissett dice que usted no puede apropiarse del topo.

    Eso dijo? pregunt el seor Pimlott volvindose.

    Cuntos necesita para hacerse un chaleco?

    Pero ahora, cerrando su caja, pareca no or; la levant, se puso al hombro las

    herramientas ms largas y comenz a subir por el jardn. Lo vi tocarse la frente

    ante mi madre y hacer un gesto breve a Bissett antes de salir por el portn al

    sendero y tomar la calle para volver a su limpia casita vecina.

    Cuando sbitamente me encontr a solas al fondo del jardn, me embarg

    una idea atrevida y maligna. Mir para ver si Bissett o mi madre estaban

    observndome, me adentr en el manzanar donde realmente no pudieran

    verme y me dirig a la "jungla", algo ms lejos. Pas las altas hierbas con

    facilidad, los matorrales y las intrincadas malezas del borde; ms all, entre los

    rboles viejos y voluminosos que extendan sus ramas retorcidas en formas

    fantsticas como si rogaran que les dieran ms luz, comenz a cerrarse la

    oscuridad a mi alrededor y las ramas siniestras parecieron tenderse hacia m

    como dedos de manos enormes. Aunque slo estaba a unas pocas yardas del

    jardn y sus murmullos de abejas y el roce del viento entre los rboles, era como

    si hubiese pasado el umbral a otro mundo, pues hasta all no llegaba ningn

    sonido.

    Algo me roz la cara y lo apart, y de pronto apareci una forma ante m: una

    cara con ojos ciegos como las calaveras de mrmol de los monumentos que

    haba visto en las paredes de la iglesia del pueblo. Las facciones estaban

    gastadas por el cncer, pens y la superficie de la piedra pareca una piel

    profundamente marcada. Aterrorizado retroced, pero para mi espanto sent

    que alguien me coga con firmeza. Intent zafarme, pero sin conseguirlo. Me

    lata el corazn y sent crecer el pnico. Desesperado, volv a retorcerme y por

    fin me liber. Cuando empezaba a retroceder o un grito que pareca venir

    desde muy lejos. Al repetirse, reconoc la voz de mi niera.

  • Casi agradecido de que me llamara me abr paso entre la maraa y volv a la

    brillante luz del jardn.

    Seorito Johnnie! llamaba Bissett desde lo alto del jardn. Dnde se

    ha metido?

    Fue mi imaginacin o haba una nota de temor en su voz? Sub las gradas

    rpidamente y cuando me encontr en la terraza superior descubr que miraba a

    la derecha y segu su mirada.

    Mam estaba junto al portn con un individuo que no haba visto nunca

    antes. El individuo, de pie en el sendero, le hablaba con una intensidad

    apasionada, con los ojos fijos en su cara, y gesticulaba con las manos (en una

    llevaba un cayado), mientras ella escuchaba con los ojos bajos, asintiendo con la

    cabeza de cuando en cuando. Mi primer pensamiento fue que podra tratarse de

    un vendedor ambulante, pues eran los nicos extraos que llegaban a la casa y

    pareca estar intentando venderle algo. Pero entonces advert que no vesta

    como ellos, ni llevaba un atado.

    El forastero tendra una edad entre la de mi madre y la de Bissett y, aunque

    no era alto, su cabeza era la de un hombre mucho ms grande. Del crneo

    abombado le caa una mata de pelo rizado y rojizo que le cubra las orejas. Una

    nariz prominente dominaba un rostro en el cual pareca registrarse cada

    emocin por fugaz que fuese. Tena la boca ancha y delgada y sus ojos,

    hundidos bajo el alto arco de las cejas, eran grandes y muy azules. Sus

    pantalones tenan un dibujo a cuadros tan desteido que apenas era discernible;

    la levita de basta tela verde estaba muy gastada en ciertas partes y el alzacuello

    blanco de lana fina pareca amarillento. Es posible que no hubiese captado nada

    de ello si Bissett no hubiera estado vigilando tan de cerca pero, observando a mi

    madre, de repente se me ocurri que tena una vida de la cual no saba nada y

    en esos momentos me pareci una extraa.

    El hombre se interrumpi cuando vio que Bissett y yo lo observbamos y

    ceremoniosamente se toc el sombrero saludndonos a ella y a m.

    Y buenas tardes a usted, seora, y al joven seorito. Estaba explicndole a

    esta seora se diriga a Bissett pero sus ojos amistosos me incluan cmo ha

    ocurrido que me encuentro forastero, de paso por esta comarca en busca de

    trabajo, y me he visto en la necesidad de pedir la caridad de los extraos, algo

    que nunca hice en mi vida.

    Hablaba con rapidez y de un modo que no me era familiar, lo que me oblig

    a esforzarme para entender lo que deca. Al hablar pona los ojos en mi madre y

    en Bissett alternativamente, como si intentase calibrar a cul de las dos vala

    ms ganar.

    Ayudara a un pobre que pasa das malos le dijo a mi madre a

    encontrar alojamiento y comida tras un duro da de ir de un lado a otro

    buscando trabajo?

    Mrchese ahora mismo repiti Bissett, alarmada tal vez por su expresin

    o tendr que llamar al seor Pimlott.

  • Las facciones del forastero se iluminaron y dijo:

    Me gustara mucho hablar con el seor de la casa.

    Ante lo cual Bissett mir a mi madre, que se ruboriz y baj la mirada.

    Desconcertado, el hombre se volvi hacia m:

    Dnde est su padre, seorito?

    No tengo padre.

    Vamos, seorito dijo sonriendo a mi madre, todo el mundo tiene un

    padre.

    Pero yo nunca tuve padre.

    Mrchese ya, y gurdese sus impertinencias orden Bissett.

    Como si no hubiese hablado, el forastero se dirigi a mam:

    Qu me dice, seora Pimlott? Puede dejarme unos peniques?

    El seor Pimlott es el jardinero, estpido exclam. Nosotros nos

    llamamos Mellamphy.

    Entonces, seora Mellamphy, me har la caridad?

    Me parece que... no tengo dinero conmigo.

    Mientras hablaba, mi madre tocaba nerviosamente el cilindro de plata que

    siempre llevaba colgado de la cintura en la misma cadena donde tena las llaves

    y not que los grandes ojos del hombre se posaban en l con curiosidad.

    Y bien dijo sealndolo, ni siquiera all?

    Por primera vez mam lo mir con inquietud, negando enfticamente con la

    cabeza.

    No hay plata en esta casa? insisti. Ni siquiera calderilla?

    Todava mirndolo a la cara mi madre dijo:

    Me podra traer seis peniques del escritorio, Bissett?

    No lo har, seora dijo obstinada mi niera. No voy a perderlos de

    vista, ni a usted ni al seorito Johnnie, estando por aqu este zarrapastroso.

    Creo que deberamos ayudarlo, nana. Me parece que ser lo mejor.

    Haga la caridad, seora dijo audazmente el hombre a Bissett.

    La caridad es para quien la merece, pero usted me huele a carne de

    patbulo y apuesto a que la Ley ya lo conoce. Slo ira a buscar al alguacil, y

    veramos.

    Maldita sea, vieja entrometida grit el forastero, cuyas facciones se

    endurecieron sbitamente. Lanzando un juramento dio un paso adelante y,

    levantando su vara, hizo ademn de abrir el portn. Mi madre chill y

    retrocedi, pero yo me adelant a defender mi territorio.

    No se atreva a entrar! grit. Si lo hace, le dar una patada tan fuerte

    que lo tumbar y me sentar sobre usted hasta que venga el seor Pimlott!

    Me mir con rabia, y cuando mi madre y mi niera corrieron para alejarme

    del portn en su cara apareci una sonrisa que me asust ms que su mueca.

    Creyeron que iba a entrar, no? No soy tan necio como para echarme a la

    Ley encima.

  • Seora, voy ahora mismo a buscar al alguacil, mientras usted entra al nio

    dijo Bissett sin aliento.

    No se moleste abrevi el extrao. Le doy las buenas tardes, seora

    Mellamphy aadi y, encogindose de hombros, se volvi y se alej

    rpidamente.

    Mi madre se arrodill rodendome el cuello con sus brazos.

    Has sido tan valiente, Johnnie dijo besndome, riendo y casi sollozando

    al mismo tiempo. Pero no debes, no debes...

    Si vuelve voy a darle un buen susto, y lo har marcharse fanfarrone.

    Mirando sobre su hombro y a travs de los mechones dorados vi cmo el

    forastero se alejaba con pasos raros, arrastrados, encorvando los hombros de

    una manera poco comn. Cuando lleg a la esquina de la calle principal se

    volvi para mirarnos. Incluso desde donde estaba pude ver su expresin, tan

    malvolamente reconcentrada y triste que qued grabada a fuego en mi

    memoria. Mi madre no lo vio, pero not que Bissett haba captado la mirada y

    la vi escupirse subrepticiamente el ndice derecho y santiguarse entre los ojos.

    Vamos, Johnnie dijo mi madre. Y los tres, mi madre con el brazo sobre

    mi hombro, entramos en la cocina por la puerta trasera.

    La cocina, fresca y espaciosa, que pareca tan oscura al entrar en ella desde el

    soleado jardn, haba sido el "hogar" de la antigua granja que formara el ncleo

    original de nuestra casa, como testificaban su enorme chimenea y su suelo de

    piedras blancas, lavadas y arenosas. ste era el dominio de la buena seora

    Belflower a quien encontramos preparando el t en el fogn. Me desprend del

    brazo de mi madre y fui hacia ella dando pasos de baile.

    Seora Belflower, seora Belflower cant. Un vagabundo acaba de

    tratar de meterse en el jardn y lo he echado. No tuve nada de miedo.

    Imagnese! Muy bien hecho, bonito! Espero que le haya abierto el apetito

    para la merienda dijo la imperturbable cocinera volvindose hacia nosotros y

    secndose las grandes manos en el delantal. Su rostro bondadoso, gordinfln y

    plido, enmarcado en muselina, recordaba uno de sus propios budines; la

    mirada de sus ojos azules era algo imprecisa.

    Desencantado, intent de nuevo:

    Era muy terrible, y dijo que me asara vivo si me coga.

    Amprenos, Seor dijo la seora Belflower algo distante, escabullendo la

    mirada hacia el aparador donde estaban las cosas del t.

    Vergenza debera darle, seorito Johnnie exclam Bissett. No dijo

    nada as. Sabe que no tiene que inventar cuentos.

    Pero la seora Belflower me cuenta cuentos exclam.

    Sera mejor que no lo hiciera, por cierto dijo con aire grave Bissett.

    Pero todo el mundo lo hace. Mam me lee cuentos y la seora Belflower me

    los cuenta y tambin Sukey. Todos lo hacen menos usted aad amargamente.

    Mi madre dijo rpidamente:

    Pero no decimos que sean ciertos si no lo son, Johnnie.

  • Bissett coment sombra:

    Este nio se pasa de fantstico, eso es.

    Es terrible intervino diplomticamente la seora Belflower que las

    personas decentes sean molestadas y perseguidas por esos rufianes en sus

    propias casas.

    No ocurra antes. Nunca o nada as cuando era joven asinti Bissett.

    Son estos irlandeses que trabajan en el nuevo portazgo, adems de todos los

    que vienen a la cosecha. No s por qu no pueden quedarse en su propio pas

    ya que aqu no sirven ms que para sacarle el pan de la boca a los honrados

    ingleses.

    Por qu no puedo ver el nuevo portazgo? pregunt, pues sus palabras

    me trajeron a la memoria una vieja ofensa.

    No creo que haya sido irlands dijo tranquila mi madre, mientras la

    seora Belflower me pona cariosamente en la mano un trocito de pan de

    jengibre.

    No? dijo Bissett. Ciertamente el habla no era de por aqu. Casi no

    hablaba como cristiano.

    Era de Londres dijo mi madre.

    Londres repet. No haba odo la palabra antes y las slabas planas, un

    poco metlicas, me parecieron extraamente misteriosas.

    Pues s dijo Bissett. Me parece incluso que all la gente no est segura

    ni en su propia casa.

    Mi madre empalideci y pregunt:

    Qu quiere decir?

    Bissett la mir con perspicacia.

    Se acuerda de ese terrible asunto hace unos aos, seora Mellamphy?

    Debe de haber sido el ao que naci el seorito Johnnie, o un poco antes.

    Mi madre la mir consternada.

    S dijo la seora Belflower, se refiere a lo que pas en la carretera de

    Ratcliffe, cuando dos familias fueron asesinadas en la cama.

    Eso mismo, pues. Y hubo otro caso por ese mismo tiempo... o sera antes,

    cuando su propio hijo mat a un viejo rico, o algo por el estilo aadi Bisset y

    mi madre se volvi. Fue en Charing-cross. Queda cerca de Ratcliffe?

    Mi madre no respondi y Bissett continu:

    Lo que digo, seora: para que estemos seguras, mande a la muchacha a

    buscar al alguacil y l har que el malandrn salga de esta parroquia.

    Mi madre habl con la espalda an vuelta hacia nosotros:

    No creo que sea necesario, nana. Mejor ser dejarlo tranquilo.

    En cualquier caso, no est aqu. Baj a 'Ougham a visitar a su to.

    (Debo anotar aqu que los aldeanos siempre decan "bajar a Hougham", a

    pesar de que estaba ms alto puesto que el arroyo que cruzaba el bosque de

    Mortsey tras nuestra casa vena de all, como si visitar ese pueblo implicara

    una cada en el pecado.)

  • La noche pasada al pobre viejo le dio la fiebre. Acaban de enterarse en casa

    y han mandado al joven Harry a buscarla.

    Que... coge y se va sin siquiera un "con su permiso"? exclam Bissett.

    Esa muchacha se toma muchas libertades. Cundo volver?

    Se fue hace un minuto respondi algo resentida la seora Belflower.

    Entre ella y Bissett exista un estado de permanente aunque casi nunca abierta

    hostilidad. Tal como Inglaterra y Rusia lucharan largamente por dominar la

    frontera desde Constantinopla al Noroeste, estas dos se enfrentaban desde su

    dominio de la cocina y el cuarto de los nios, empeadas en mandar en una

    gama de esferas de influencia menos definidas. Sukey era su Imperio otomano.

    Quin le dio permiso para marcharse, seora Belflower?

    Yo, seora Bissett.

    No me parece asunto suyo.

    No, ni tampoco es asunto suyo decirme qu debo hacer.

    Mi madre se volvi sbitamente y, golpeando el suelo con el pie, exclam:

    A callar, las dos!

    Nunca dijo Bissett y todos la miramos sorprendidos.

    Traiga el t, seora Belflower, y ven conmigo, Johnnie dijo mam

    saliendo rpido de la habitacin. Yo obedec dejando a Bissett y la cocinera en

    una sbita y ultrajada alianza.

    Pasamos de la parte vieja al espacioso recibidor de la zona nueva de la casa

    que conduca al saln y al cuarto donde hacamos las comidas (excepto el

    desayuno que tombamos en la salita pequea). Cuando entramos le ped:

    Hblame de Londres.

    Estn todos conspirando para volverme loca? exclam y luego se volvi

    y abrazndome me dijo: Lo siento, Johnnie. No es culpa tuya.

    Nos sentamos a la mesa y continu:

    Antes yo viva all. No hay ms que contar.

    Cundo? Yo crea que siempre habamos vivido aqu.

    Oh, antes de que nacieras t.

    Cuntame de antes de que yo naciera.

    En ese momento entr la seora Belflower y comenz a poner las cosas del t.

    No vamos a hablar de eso ahora dijo mi madre.

    Y qu quera decir ese hombre sobre mi padre? Yo nunca tuve padre, no

    es as?

    Advert que la espalda de la seora Belflower se pona rgida ante la mesilla

    donde estaba depositando la bandeja. Mi madre me dirigi una mirada

    reprobadora y sent una pualada de pena mezclada con un extrao placer al

    darme cuenta de que mis preguntas la entristecan.

    Una vez o que alguien deca que yo era "un pobre nio sin padre"

    segu. Y as debe de ser, no?

    Gracias, seora Belflower dijo mi madre. Yo puedo hacer el resto.

  • Cuando hubo salido del cuarto mi madre me dijo: Quin te dijo eso,

    Johnnie?

    Oh, alguien se lo dijo a Bissett en la tienda de ultramarinos. Cuntame, por

    favor!

    Mi madre se cogi las manos y las volvi a abrir.

    Cuando seas mayor respondi finalmente.

    Cundo? Esta Navidad?

    No. Esta Navidad no.

    La siguiente?

    No, tesoro. Tal vez despus de la siguiente.

    Treinta meses! Igual podran haber sido treinta aos.

    Aunque intent persuadirla, no quiso acortar el plazo ni responder a ms

    preguntas.

    Cuando la seora Belflower volvi para recoger la mesa, mi madre le pidi

    que le trajera de la salita su atril y todo lo necesario para escribir cartas y

    pasamos al saln una habitacin muy luminosa con vista a la calle principal

    del pueblo. Luego abri su escritorio y sac el gran bloc de la

    correspondencia, lo habitual en esos tiempos anteriores al Correo del penique.

    Mientras escriba saqu mis soldaditos y los desplegu en la alfombra, pero

    como mi madre no miraba lo que estaba ocurriendo cuando se lo peda, no era

    tan divertido como de costumbre. Siempre tema el momento en que Bissett

    golpeaba la puerta y era sentenciado a irme a la cama y dormir, pero esa noche,

    si bien no lo deseaba, por lo menos estaba resignado a ello. Y todava quedaba

    el plan de molestar a Bissett.

    Sin embargo, a la hora de cumplir mi condena, sbitamente golpearon a la

    puerta. Ambos nos sorprendimos y mi madre levant la vista de la carta que

    estaba escribiendo y exclam:

    Quin podr ser a esta hora?

    Oy que Bissett iba a la puerta y un momento ms tarde entr, echando

    chispas de indignacin.

    Es una autntica vergenza, seora. Esos hombres dejaron la escala ah

    afuera bajo la ventana de la salita como si fuera su propio patio.

    Oh, s, le dijeron a la seora Belflower que era tan difcil pasarla por las

    rejas esta tarde que maana volveran a llevrsela. Pero quin llam a la

    puerta?

    La chica del correo respondi indignada Bissett. Esa Sally, una picara

    insolente. Se present ante la puerta principal sin ms. Dijo que le daba miedo

    el senderillo en la oscuridad, pero la rega por eso, tenga la seguridad. Nunca

    es demasiado pronto para aprender a ponerse en su lugar.

    Y trajo algo? pregunt mi madre.

    S, le trajo esto con una cuenta de diez peniques que le pagu de mi

    bolsillo.

  • Busc en uno de los bolsillos que colgaban de su delantal mientras mi madre

    reciba la carta y le daba el dinero que haba sacado del escritorio.

    Bien dijo mi inexorable carcelera. Es hora de que el jovencito vaya a la

    cama, pero antes tiene que guardar sus juguetes.

    Pero entonces haba decidido que no quera ir.

    Oh, mam, puedo quedarme un poquito ms? rogu.

    Bien, pero slo unos minutos dijo con expresin ausente mientras rompa

    el sello.

    Dediqu una sonrisa de triunfo a mi niera, cuyo rostro se oscureci al salir

    rpidamente del cuarto. En ese momento cay de la carta de mam una misiva

    ms pequea e igualmente sellada que aterriz en el suelo, cerca de m. La

    recog y al pasrsela mis ojos se posaron en la direccin que, al tomarla, qued

    cabeza abajo. Haca poco que haba comenzado a aprender las letras, pero saba

    que nuestro nombre comenzaba con una "M" y puesto que era fcil de

    reconocer, hasta invertida, me sorprendi descubrir que el nombre en la

    epstola ms pequea comenzaba con una letra diferente: una "C". No se me

    ocurri ninguna explicacin.

    Simulando que segua mi juego observ que mam dejaba la carta que

    acababa de leer y abra primero la ms pequea. Deba de ser muy corta, pues

    no tard en acabarla, frunci el ceo y se mordi el labio. Luego puso las dos

    cartas dentro de la caja de plata y la cerr con una de las llaves que colgaban de

    su cintura. Levant la vista y not que la estaba observando.

    Era de mi padre dijo mostrndome la caja. Me la dio cuando... se

    interrumpi.

    Cuntame! exclam. Cundo te la dio mi padre?

    Me mir sbitamente sorprendida y vi que se haba ruborizado. Luego ri.

    No hablaba de tu padre sino del mo. Vers: mi padre era tu abuelo.

    Creo entender dije con calma. Cuntame sobre l.

    Veamos, Johnnie: acabamos de ponernos de acuerdo en que no hablaremos

    de eso hasta que seas algo mayor. Pero tengo buenas noticias para ti. Te

    gustara...?

    La entrada de Bissett nos interrumpi. Justo en el momento en que iba a

    ponerme bajo su custodia, mi madre le pas la caja de guardar las cartas y le

    dijo:

    Bissett, tendra la bondad de dejarla en la salita para tener la seguridad de

    verla por la maana? Debo acordarme de contestar a primera hora.

    Rpidamente me puse de pie y se la arrebat.

    Yo lo har! exclam.

    No, Johnnie orden mi madre, pero sal corriendo de la habitacin.

    Bissett haba dejado una vela encendida en la mesa del recibidor para

    alumbrarnos al subir y yo la cog y entr en la salita. Como la parte vieja de la

    casa era muy baja, la salita daba a una especie de patio oscuro entre la casa y la

    calle; y aunque era bastante acogedora en invierno, con fuego y las cortinas

  • bajadas, los das de verano pareca algo tenebrosa. A la luz de la vela examin la

    caja de cuero con sus pesados broches de plata, que nunca antes haba tenido en

    mis manos. Grabado en una plancha de plata haba un dibujo que reconoc

    porque a menudo lo haba visto en nuestras tazas y platos, y en la cuchillera de

    plata: una rosa con cuatro ptalos. Pero aqu se incorporaban cinco rosas en un

    diseo con una en cada esquina y la quinta en el centro. Tambin haba una

    lnea escrita bajo ellas y jur que muy pronto podra leerla. Sin atreverme a

    tardar mucho, dej la caja en la mesilla, entre el servicio de desayuno. Cuando

    volv al saln encontr que mam y Bissett me esperaban con expresin adusta.

    Has sido muy malo, Johnnie dijo mi madre. No s qu te pasa hoy. Iba

    a contarte algo bueno, pero ahora voy a esperar hasta que merezcas orlo.

    Y as, como un autntico prisionero en desgracia y sin nada que argumentar

    en mi descargo, fui entregado a mi guardiana, quien me llev con ella.

    Siempre haba temido la subida por la antigua escalera, los crujidos que

    seguan nuestras pisadas hasta mi cuarto en la parte vieja de la casa; por eso,

    incluso en esta ocasin, tan pronto como Bissett y yo salimos del saln le

    busqu la mano.

    Arrgleselas solo dijo irritada, apartando mi mano. Si tiene edad para

    asustar y preocupar a su pobre mam, ya es muy mayor para necesitar a su

    nana en la oscuridad.

    No era la oscuridad lo que me aterrorizaba sino las misteriosas formas y

    sombras que, creadas por los parpadeos de la vela, parecan conjurar

    escurridizas criaturas de la noche que se escabullan, desapareciendo cuando

    uno se acercaba a ellas, como las enormes araas que sola ver y que en mi

    opinin tenan ms patas de las necesarias para cualquier propsito inocente.

    Las aborreca, especialmente desde que Bissett me contara que se alimentaban

    de seres vivos.

    Mire por dnde se burl Bissett, con todo su atrevimiento, me parece

    que est asustado de su sombra.

    Indignado por la acusacin corr, adelantndome, y en un momento estuve

    en mi dormitorio situado al final de un corredor corto y oscuro que sala del

    descanso de la escalera. Mi cuarto era pequeo y estrecho, el piso tena una

    pronunciada inclinacin hacia la ventana, y el techo, tambin converga hacia

    ella en ngulos agudos. Haba poco espacio para muebles y aparte de un

    armario antiguo negro y una silla slo tena un viejo cesto en el que guardaba

    mis juguetes. Una rada alfombra turca cubra el suelo junto a mi cama, y en la

    pared haba dos grabados en sus marcos, regalo de mam: uno grande y en

    colores representaba la batalla de Trafalgar un amasijo de velas desgarradas y

    nubes de humo sobre el cual estaba el retrato a mediatinta de mi hroe, el

    almirante Nelson.

    Y basta ya de tonteras. Rpido y a la cama me rega Bissett.

    Dnde cree que estar ahora ese hombre? le pregunt pensativo.

    Indignada replic:

  • No tengo ni idea, pero me atrevo a decir que estar durmiendo en una

    zanja, a millas de aqu.

    Me gustara tanto dormir en una zanja!

    Tal vez le toque esa suerte algn da dijo con desabrimiento si sigue

    portndose como hoy. Pero apostara que no es el nico que anda por ah. La

    muchacha no volver esta noche, acurdese de lo que digo. Y muy

    probablemente tampoco por la maana Y su madre que la deja holgazanear...!

    No me corresponde decirlo. Pero eso resulta del trato con herejes. Esta

    parroquia no es mejor que si fuera de paganos y, como dice la Biblia, el contacto

    con los perdidos corrompe.

    Y ahora, lavado y metido en el camisn, me preparaba para trepar a mi cama.

    No era fcil porque estaba en una especie de viejo nicho de roble empotrado en

    un hueco junto a la puerta, a bastante altura.

    Le aseguro que su mam no subir esta noche porque ha sido muy malo

    me dijo Bissett mientras me arropaba.

    No lo crea y le dije con malicia:

    Entonces, podra contarme un cuento en vez de ella?

    Sabe muy bien que no lo har. Los cuentos son mentiras.

    Pero la Biblia est llena de cuentos respond.

    Es muy distinto y bien que lo sabe.

    Por qu es distinto?

    Usted es muy preguntn. No pregunte y no le contarn mentiras.

    Y por qu iban a mentirme? insist. Y si usted puede contarme una

    mentira, tambin podra contarme un cuento, puesto que ha dicho que son la

    misma cosa.

    Usted es un chico listo, seorito Johnnie dijo Bissett con gravedad, y el

    diablo se beneficia con los listos como usted. Hay cosas que no se pueden

    discutir. Se sabe que son ciertas porque Dios las dice directamente al corazn.

    En ese momento o los pasos de mam por el corredor. Dirig una sonrisa de

    triunfo a mi niera y, cuando entr mam, Bissett dijo:

    Es demasiado buena con l, seora. En mi opinin, le hace falta la mano de

    un padre.

    Mi madre pareci sobresaltada y luego dijo con cierta altivez:

    Es todo por hoy, Bissett.

    Mi niera se dirigi a la puerta sosteniendo la vela.

    Buenas noches, seorito Johnnie.

    Buenas noches, Bissett respond.

    Mirando a mi madre aadi:

    Diga sus oraciones ahora mismo, no vaya a olvidarlas.

    Asent y sali del cuarto.

    Cuando estuve seguro de que no podra orme dije:

    Me puedes contar un cuento, mam?

  • Ella me lea un cuento todas las noches y me encantaba el ritual de la eleccin

    tanto como el cuento mismo. Prefera los que ms me asustaban: La historia de

    Jack el matagigantes, Los nios en el bosque, el cuento de la Muerte y la Dama y Chevy

    Chase. Mi favorito era Las mil y una noches, tanto por los nombres raros

    sultanes, ufrites, djins como por el mundo fabuloso de las narraciones. Haba

    un cuento que me haba asustado tanto la nica vez que mam me lo haba

    ledo que, aunque deseaba mucho volverlo a escuchar, nunca me haba atrevido

    a pedrselo.

    No, Johnnie. Esta tarde has sido muy travieso.

    Oh, por favor. Siento lo de la caja de guardar cartas.

    No slo fue eso. Bissett tiene razn; soy muy indulgente contigo. Te leer

    un cuento, pero para demostrarte que estoy verdaderamente dolida lo elegir

    yo misma y ser se sobre el hombre que espa a su esposa y como castigo por

    su curiosidad tiene una horrible revelacin, ya que la curiosidad es siempre

    castigada, lo sabes.

    Asent sin atreverme a hablar, pues se trataba de aquel relato que tanto me

    haba asustado.

    Mi madre sac el libro de la estantera sobre mi cama y comenz a leer la

    historia de Syed Naomaun que se cas con una nueva esposa muy bella. Pero

    despus de un tiempo le llam la atencin que slo comiera un grano de arroz

    al da. Not adems que sala casi todas las noches y decidi seguirla. Ella haba

    dejado atrs la ciudad y pareca pasar por el cementerio cuando l la perdi de

    vista entre la sombra de los rboles. "Y sigui andando y al acercarse", mi

    madre ley, "vio que estaba sentada en el muro junto a la tumba de una mujer

    y..."

    No pude soportarlo y, con un chillido, met la cabeza bajo las mantas.

    Vamos, vamos, Johnnie dijo mi madre dndome golpecitos en la cabeza a

    travs de las mantas, es slo un cuento. No ocurri en realidad.

    No ocurri en realidad? repet emergiendo de las mantas. Pero el

    libro lo dice.

    Lo entenders cuando seas algo mayor.

    Siempre dices eso protest. No es justo.

    Se qued mirndome con intensidad.

    Siento haber estado un poco alterada hoy, Johnnie, pero recib noticias algo

    malas. La carta deca que el to Martin no est bien.

    Es todo? pregunt.

    Baj la mirada.

    S. No hay nada ms de qu preocuparse. Y ahora vas a dormirte, verdad?

    Asent. Me bes al vuelo, cogi la vela y sali de la habitacin cerrando la

    puerta tras ella. Me esforc en seguir sus livianos pasos por el corredor sin

    alfombras y luego bajando las escaleras hasta que ya no pude orlos.

    Como era una noche quieta y casi sin viento y por la calle no pasaba nada, el

    nico sonido era el suave roce de los rboles. Un rato despus, desde las

  • fronteras del sueo, mis odos captaron un dbil sonido de campanillas a

    mucha distancia, y luego el ruido hueco de unas grandes ruedas de hierro que

    avanzaban con dificultad por la grava dispareja del camino. Era, lo saba, el

    coche nocturno a Sutton Valancy. Pas chirriando y resonando junto a la casa y

    pude seguir el ruido a distancia, hasta que sali del pueblo.

    El sueo me reclamaba cuando de repente capt un apagado murmullo de

    voces muy cerca de la casa. Mi primer pensamiento fue que acaso Sukey

    hubiese regresado, pero luego me di cuenta de que eran voces masculinas. Me

    pregunt si me atrevera a salir de mi cama tibia y segura arriesgndome a tocar

    con los pies desnudos alguna de las araas que estaran acechando en el suelo.

    Me decid a poner los pies en el suelo y cruc la habitacin. De pronto me

    sobresalt algo que se mova justo tras de m, pero era mi propia sombra

    cruzando la luz que se filtraba entre las celosas. Por el grosor del muro, las

    ventanas eran bastante profundas y tenan un asiento al cual salt. Sin hacer

    ruido saqu la barra que cerraba las celosas y las abr. La luz de la luna entr a

    raudales y con su ayuda abr una de las puerta-ventanas y me arrodill para

    mirar el exterior. No pude ver nada que se moviera excepto, en la ancha calle

    principal ante m, la sombra de las nubes que tapaban la cara de la luna. La reja

    que separaba la casa de la entrada de coches atrajo mi mirada pues brillaba bajo

    la claridad de la luna, y luego, al mirar ms all, por un instante me intrig un

    objeto al fondo del patio y en la parte del edificio donde yo estaba, pero luego

    reconoc la escala dejada all por los hombres que haban estado trabajando en

    el tejado.

    Levantando la cabeza apenas poda distinguir las chimeneas de las casas de

    enfrente, ms altas que la copa de los rboles alineados al otro lado de la calle.

    Nuestra casa estaba a la salida del pueblo y las pocas viviendas vecinas estaban

    alejadas unas de otras. No pude ver luces en ninguna de las dems casas y me

    pareci que deba de ser la nica persona despierta en el mundo entero. Un

    perro ladr sbitamente y el sonido fue tan claro que, aun viniendo de muy

    lejos, comprend que quienquiera hubiese estado afuera seguramente ya se

    haba ido, o de otra manera habra odo sus pasos.

    En ese momento o ruidos dentro de la casa y reconoc el andar de Bissett

    subiendo a acostarse. Rpidamente volv a la cama, me deslic entre las sbanas

    y no tard en dormirme.

    CAPTULO 3

    Cruc una puerta a la carrera y me encontr ante una escalera. Sub y sub

    dando vueltas y ms vueltas, pero sin dejar de or los pasos de mi perseguidor.

    La escalera pareca interminable, el corazn se me encabritaba de tanto correr y

    las piernas, por ms que se afanaban, no parecan llevarme a ninguna parte.

    Mirando hacia atrs vi que alguien, cuyos movimientos eran extraamente

  • fluidos, estaba a punto de darme alcance. Era una cara grande y plida, con feas

    marcas como de viruela y ojos que parecan mirar ciegamente desde sus

    cuencas hundidas. Pareca que slo la sostena la tela negra que arrastraba. Al

    acercarse la figura se hizo cada vez ms grande y ya no estaba ms abajo, pues

    su altura me super con creces, los largos brazos abiertos como las alas de un

    pjaro o las membranas de un enorme murcilago; entonces supe que estaba a

    punto de caer sobre m.

    Grit dormido y me despert con el corazn golpendome en el pecho y la

    frente baada en sudor, enredado en las mantas. Haba gritado realmente? No

    pareca haber causado eco pues el cuarto segua tranquilo y apacible, con la luz

    de la luna filtrndose a travs de las celosas abiertas. Y entonces, al mirar hacia

    la ventana, vi que enmarcaba una cara. Seguro que segua soando y haba

    soado mi despertar, pens, pues nadie poda llegar hasta esa ventana. No

    poda distinguir los rasgos; la luna alumbraba desde atrs, dejando la cara en la

    sombra, pero la cabeza era grande, con abundante pelo alborotado. Pero cmo

    poda estar soando si tena los ojos abiertos? O es que slo soaba que tena

    los ojos abiertos? O era que...

    Silencio o te arranco un brazo y te mato a golpes con l!

    Quise gritar de alivio pues era la voz del vagabundo. No estaba atrapado en

    un sueo! Lo mir entrar por la ventana y plantarse ante m.

    Ni una palabra a nadie de que me has visto o volver a cortarte el

    pescuezo. Lo juro. Y tambin el de tu linda mam.

    En ese momento los dos omos pasos en el corredor. Con un juramento el

    hombre volvi a la ventana y sali velozmente. Un instante despus mi madre

    entr en mi cuarto sosteniendo una vela y me mir asustada. Todo haba sido

    tan rpido que casi dudaba de que el hombre hubiese estado all.

    Qu pasa? pregunt. Qu te pasa, Johnnie?

    Estaba a punto de hablar cuando por sorpresa apareci un rostro en la

    esquina de la puerta: adusto, intranquilo, con el pelo en silueta curiosamente

    erizado. Grit y mam se volvi alarmada.

    Entr Bissett. Nunca antes la haba visto en camisn y con el pelo en una

    redecilla.

    Haba un hombre! grit.

    Qu quieres decir? pregunt alarmada mi madre.

    Estuvo aqu. Lo vi en la v-ventana consegu balbucear.

    Oh, Johnnie, ha sido una pesadilla.

    Ya le dije dnde iramos a parar, seora dijo Bissett.

    N-no insist. Estaba realmente all.

    Cmo poda estar all? dijo mam suavemente. Nadie hubiese podido

    subir a la ventana sin una escala.

    Vacil no bien lo dijo y vi que Bissett la miraba. Mientras mam permaneca

    junto a mi cama con la vela, mi niera corri hacia la ventana y mir.

    Sin volverse dijo gravemente:

  • La escala sigue junto a la ventana, como que tengo ojos en la cara.

    Mi madre dej escapar un gritito y vi que su mano palpaba el cilindro

    metlico que colgaba junto a sus llaves y que debi de haber cogido al saltar de

    la cama. Me zaf para ver a Bissett subir al asiento y escudriar el exterior.

    Mientras lo haca se oy un fuerte golpe que pareca venir justamente del cuarto

    de abajo.

    Ahora vienen! exclam aterrorizada mi madre.

    Me aferr con tanta fuerza que me hizo dao. En ese momento se oy un

    segundo golpe, ms fuerte que el primero, acompaado de ruido de madera

    que se parta.

    Bissett volvi de la ventana y se qued junto a nosotros, una alta y flaca

    figura en camisn. Su voz son extraamente serena al informar:

    Han entrado en la salita, seora. Al asomarme vi a uno entrando desde el

    patiecillo.

    Misericordia exclam mam. Ahora vendrn a matarnos.

    Pamplinas mascull Bissett.

    Todava aferrada a m, mam se ech a llorar, y para mi sorpresa Bissett la

    tom por los hombros y la zarande con fuerza.

    Silencio exigi. No estamos en peligro. No a menos que chille y les

    llame la atencin.

    Usted no entiende se lament mi madre. Han venido a matarnos a m

    y a Johnnie.

    Slo son ladrones, seora. Vieron la escala y les pareci fcil entrar.

    No, no, se equivoca solloz mi madre. Usted no entiende. Salga a la

    ventana y pida socorro.

    Por ningn motivo dijo Bissett. Sera peligroso.

    Ha de creerme exclam mi madre. Deben de tener armas de fuego y

    estarn aqu en un instante.

    Bissett se dirigi a la puerta, la cerr y la asegur apoyando la espalda en ella.

    Bien, no podrn entrar por ms que lo intenten. Pero apostara a que estn

    ms asustados que nosotros y quieren salir.

    Por qu no me dejan ir a ver dije tratando de zafarme de los brazos de mi

    madre.

    No, Johnnie exclam angustiada mam, dejndome en la cama.

    Tranquilos dijo Bissett. Les daremos tiempo para irse, ser lo mejor.

    Esperamos lo que nos pareci una eternidad, mirndonos en silencio

    mientras nos esforzbamos por distinguir el ms ligero murmullo. Con sus

    brazos rodendome an, pude sentir que mi madre tiritaba, aunque la noche

    era clida. Finalmente, mi odo ms sensible detect algo:

    Os? pregunt.

    Bissett se acerc cautelosamente a la ventana y mir.

    All van exclam. Acabo de ver a uno saliendo a la calle.

    Gracias a Dios suspir mam.

  • Y en ese momento todos nos sobresaltamos y nos miramos asustados al or

    unos pasos que se acercaban por el corredor. La puerta se abri lentamente y

    apareci la seora Belflower, magnfica en su camisn y gorro de dormir,

    provista de una vela. Estaba plida de miedo.

    Se desplom en la cama y pasaron unos minutos antes de que pudiera

    contarnos su historia. Como dorma en la parte trasera de la casa (y su sueo

    era muy pesado) mis gritos no la haban despertado pero, habiendo odo ruidos

    en la planta baja, fue a ver qu ocurra.

    Cuando llegu al pie de la escalera continu vi que haba alguien

    tratando de romper la cerradura de la puerta. No tena una vela pero haba

    bastante luz y pude ver a un hombre!, un extrao!

    Debe de haberse aterrorizado exclam mi madre.

    No seora, porque no pens. Simplemente dije: quin es usted y qu est

    haciendo? Y l respondi... me mir y dijo: Bueno, no importa lo que dijo.

    Simplemente hizo una mueca y sigui destrozando el candado con toda su cara

    dura. En un minuto haba abierto y, nada ms hacerlo, escap.

    Cmo era? pregunt mi madre.

    Pero no pudo decir cmo era el hombre y ni siquiera cuando mam describi

    al vagabundo pudo confirmar o negar que pudiese haber sido l. Era la nica,

    por cierto, que no lo haba visto esa tarde. Y yo, recordando la amenaza, call.

    Bissett dijo sbitamente:

    Abri usted las celosas, seorito Johnnie?

    No respond y me sent enrojecer; pero no era una mentira porque no

    haba tenido la intencin de dejarlas abiertas y adems, pens, si deca que

    haba odo voces tendra que contarlo todo exponindonos a mam y a m a la

    amenaza del hombre.

    Haba muchos interrogantes que podan dejarse para el da siguiente, pero en

    esos momentos tendran que tomarse medidas para lo que quedaba de noche.

    Se discuti sobre si habra que llamar al seor Pimlott para que hiciera guardia,

    pero como ni siquiera la temible Bissett pareca dispuesta a andar los pocos

    metros que nos separaban de su casa se abandon la idea en favor de otras

    precauciones. La seora Belflower anunci que volvera a la cama dejando su

    puerta abierta.

    Djame quedarme contigo le dije a mam.

    No es necesario se interpuso Bissett. Yo vigilar lo que queda de

    noche, pero les aseguro que no volvern. Y si lo lleva con usted, se repetir la

    historia de hacerlo dormir solo.

    No, no ser as protest.

    Creo que la nana tiene razn, mi amor. Estars muy seguro aqu.

    Por qu siempre haces lo que ella dice? le pregunt.

    No lo hago dijo algo incmoda. Bien, supongo que una noche no har

    dao.

  • Y as, a pesar de las advertencias de Bissett, me llev a pasar el resto de la

    noche en su cama.

    Cuando despert a la maana siguiente me pareci perfectamente natural

    estar en la cama de mam. Como de costumbre, ya se haba levantado; y

    mientras abra las cortinas y miraba la habitacin vi que nada haba cambiado, y

    sin embargo pareca diferente: el armario y el lavatorio seguan en el lugar de

    siempre y en el tocador estaba la bonita caja lacada que representaba una

    cacera de tigres, y cuyos cierres de plata imitaban garras. Entonces de pronto se

    hicieron presentes los sucesos de la noche y record que el cuarto me pareca

    raro porque yo ya no dorma all.

    Al bajar unos minutos ms tarde me asust el sonido de una voz masculina,

    pero al llegar al recibidor me di cuenta de que era el seor Emeris. Estaba

    inclinado con considerable dignidad ante el mecanismo de la cerradura de la

    puerta principal. Incluso en esa posicin su figura era magnfica, con su levita

    color marrn y pasamanera dorada, sus calzas oscuras de felpa, su tricornio y

    la porra colgndole del cinturn. En su calidad de alguacil del pueblo, bedel (en

    cuyo cargo y con diferente atuendo acompaaba los domingos a los notables

    del pueblo hasta sus sitios en la iglesia) y sepulturero, llevaba sobre sus

    hombros la totalidad de la administracin de la parroquia. Mientras

    desayunaba con mi madre en la salita, desde el vestbulo me llegaba el tono

    profundo de su voz, su gruido arrastrado y tranquilizante imponindose a las

    voces de Bissett y la seora Belflower.

    El ladrn parece no haberse llevado nada me dijo mam.

    La noche pasada Bissett encontr dos candelabros de plata cerca de la

    puerta, que debe de haber dejado cuando intentaba salir, pero parece que no

    falta nada ms.

    Qu bien. Lo asustamos antes de que tuviera tiempo de robar.

    S respondi. As fue, posiblemente.

    En ese momento golpearon a la puerta y el seor Emeris entr retrocediendo,

    abriendo la puerta el mnimo necesario para dar cabida a su corpulencia, y

    mientras la cerraba dijo a alguien en el recibidor:

    Ms adelante tendr que repetir lo que me ha dicho, seora. Gracias por su

    amabilidad.

    Movi la cabeza y suspir mientras se quitaba el sombrero y tomaba asiento

    en el sof, invitado por mi madre.

    Ha llegado a alguna conclusin, seor Emeris?

    Me parece que lo voy aclarando, seora respondi con compostura.

    No quiere saber lo que vi yo? ofrec, pues quera llamar la atencin un

    momento, incluso estando decidido como lo estaba a ocultar la parte ms

    interesante de mi experiencia.

    Ya me lo han contado su madre y la seora Bissett respondi. Ahora,

    tal como lo veo, seora, es as: saba que la escala haba quedado all. La seora

  • Bissett acaba de hablarme de uno de los techadores, Job Greenslade, que estuvo

    trabajando en el techo. Parece andar de palique con su doncella, Sukey Podger.

    No puedo creer que Sukey tenga que ver en esto!

    No se pueden negar las crudas evidencias, seora. Encontr algo fuera de

    la ventana, en el patiecillo.

    Con un gesto teatral que indicaba que tendramos que refrenar nuestra

    curiosidad, se levant y sali mientras mam y yo nos mirbamos perplejos.

    Cuando volvi un momento ms tarde, Bissett, que haba estado al acecho en el

    vestbulo y que obviamente le haba preparado una emboscada, volvi con l.

    Traa un objeto y el corazn me dej de latir mientras lo miraba pues era una

    pala para cazar topos, idntica a la que el seor Pimlott haba estado usando el

    da anterior.

    Lo ve, seora? exclam Bissett, arrebatndosela y blandindola como si

    fuese la porra de un furioso partidario de Cromwell. Esta es una herramienta

    para techar.

    Vamos, vamos, seora Bissett la reproch el alguacil, recuperando el

    cuerpo del delito. Por favor, esto es asunto mo. Parece, seora, que ese Job

    Greenslade y su muchacha Sukey han sido vistos repetidamente en el pueblo, y

    de noche.

    Bissett aadi:

    Casi todas las noches.

    En vista de lo cual y de que dejaran la escala y de esta herramienta y todo

    lo dems, me parece que tengo pruebas como para acusarlo formalmente y

    hacerlo arrestar.

    Haba estado escuchando con creciente impotencia porque conoca al joven

    techador y me gustaba.

    Pero no fue Job exclam.

    Por qu, seorito Johnnie? Usted dijo que no pudo verlo bien as que,

    cmo lo sabe? pregunt Bissett al instante.

    No me atrev a reconocer la verdad, pero se me ocurri otra objecin:

    Pero la seora Belflower lo vio y lo habra reconocido si hubiese sido Job.

    Ante lo cual Bissett y el alguacil intercambiaron miradas y ste dijo:

    Cuando tenga los aos que yo tengo, joven seorito, sabr que las cosas no

    siempre son tan sencillas como parecen.

    Tiene razn dijo Bissett. La seora Belflower es demasiado parcial con

    la muchacha. Y tambin con el joven Greenslade.

    No puedo creer que haya sido Job declar mi madre. No le parece,

    seor Emeris, que puede haber sido el vagabundo que vino a pedir ayer?

    No. Fue pura casualidad que haya aparecido esta misma tarde. Y

    considere, seora, a qu clase de familia pertenece esa muchacha.

    Ay! intercal Bissett. Y como acaba de decir el seor Emeris, anoche la

    vieron con Job. Y no volvi en toda la noche.

  • En ese momento omos un golpe en la puerta trasera. El seor Emeris y

    Bissett intercambiaron miradas y cuando ella fue a abrir l dijo:

    No deje que hable con la seora Belflower.

    Volvi con Sukey, que tena los ojos rojos y, adems de aturdida al

    encontrarse arrastrada ante el mayesttico representante de la Ley, pareca

    agotada.

    Siento haberme quedado tanto tiempo dijo tmidamente. Lo que pas

    fue que mi to se puso malo (y mi ta no est bien, como sabe), as que pas toda

    la noche con l hasta que lleg mi hermana.

    Oh, Sukey, no tiene nada que ver con eso comenz mi madre.

    El seor Emeris levant la mano en advertencia.

    Tenga la bondad de dejar que la interrogue, seora.

    Sukey empalideci visiblemente ante la ominosa palabra. No obstante,

    asustada como estaba y tanto ms cuando se dio cuenta de la acusacin que se

    haca contra ella y Job, se mantuvo inamovible en su afirmacin de haber ido

    sin detenerse a Hougham y haber estado all hasta regresar. Ni siquiera los

    intentos de Bissett de hacerla cambiar su historia dieron resultado, aunque

    consigui que llorara. De modo que el seor Emeris hubo de aceptar que las

    pruebas contra ella y Job no justificaban que se pidiera una orden de arresto,

    aunque sigui convencido de la culpabilidad por lo menos de este ltimo y

    seguro de que conseguira pruebas una vez que hubiese mostrado la

    herramienta al seor Limbrick e interrogado al propio Job.

    Brillaba el sol en un cielo claro cuando en las primeras horas de esa tarde

    dejamos la casa: mam con un vestido blanco para ir de paseo y una capota de

    paja contra el sol y yo con mi gorro blanco de castor y levita celeste. Nos

    dirigimos al centro del pueblo y unos pocos minutos despus pasamos frente a

    la iglesia con su gran y descuidado cementerio. De las casitas bajas con sus

    ventanucos oscuros el humo suba directamente al cielo azul.

    Mientras caminbamos bamos discutiendo el gran suceso y mi madre repeta

    su idea de que el ladrn haba sido el vagabundo.

    Si vuelvo a verlo promet, lo sujetar y llamar al seor Emeris.

    Ella se detuvo de repente y dijo nerviosa:

    Promteme, Johnnie, que nunca hablars con ningn desconocido.

    Pero en este pueblo no hay nunca forasteros dije con resignacin

    mirando hacia la derecha. Por eso la posada tuvo que cerrar sus establos.

    Casi al frente de la iglesia estaba la nica posada del pueblo, un viejo edificio

    de madera que pareca inclinarse hacia la calle como si buscara posibles clientes.

    Y bien que podra hacerlo porque ahora que haban acabado el portazgo que

    desvi el camino real hacindolo pasar a casi una milla del pueblo, ya no venan

    viajeros y haba cado de nivel para transformarse en simple bar. Los coches que

    haban hecho resonar el pavimento de camino a cambiar caballos hasta haca

    slo un ao, para m eran ya un recuerdo vago y glorioso.

  • Puedes leer el cartel? me pregunt mam.

    S dije: La Rosa y el Cangrejo aunque hube de admitir: Pero no lo

    he ledo realmente porque s lo que dice, porque puedo reconocer la "R" y

    desde luego la "C", incluso sin saber lo que es. No s si me entiendes.

    Cuando haca mucho tiempo haba preguntado a mam por qu la posada

    tena un nombre tan raro ella haba sugerido que cangrejo poda referirse a una

    clase de manzanas. Pero la pintura de la ensea estaba tan borrada por los

    elementos (y su dibujo era tan torpe) que, aunque la rosa fuese claramente

    reconocible, el objeto que la acompaaba poda haber sido cualquier cosa, y me

    gustaba pensar que, ms que la fruta familiar, representaba a la siniestra

    criatura marina semejante a las araas.

    Pronto leers bien dijo mam, y hablbamos de ello al pasar por el centro

    del pueblo.

    A partir de ese punto las casas comenzaban a mermar de nuevo y, por el lado

    derecho de la calle bajando hacia la Dehesa que ahora se extenda ante nosotros,

    una amplia pradera con casas y una laguna lodosa en el centro, corra una

    acequia. El camino ms corto habra sido seguir por la derecha, bordeando el

    prado y entrar por Silver-street, donde viva la familia de Sukey. Pero mam

    nunca iba por all porque la acequia inundaba la calle y esa parte del pueblo no

    era nada grata. De modo que rodeamos la Dehesa y fuimos hacia la izquierda.

    Cuando pasbamos frente a la casita, en una esquina de la Dehesa, donde dos

    hermanas de edad avanzada tenan una escuela y donde a menudo haba visto

    escolares entrando y saliendo con sus libros y pizarras, pregunt:

    Vendr a este colegio cuando pueda leer bien?

    No. Yo seguir ensendote. Y vamos a pasarlo muy bien en nuestra

    propia escuelita. Le ped al to Marty que nos comprara algunos libros y en su

    carta de ayer deca que los haba enviado, de modo que llegarn en cualquier

    momento. stas eran las noticias que te anunci anoche.

    Se llev la mano a la frente:

    Oh, no contest la carta esta maana, con tanta confusin. Me lo recuerdas

    ms tarde, Johnnie?

    Qu clase de libros crees que ha escogido?

    Pues respondi, como estaba un poco decado, tuvo que pedirle a otro

    seor que los dos conocemos, el seor Sancious, que los eligiera.

    Pasamos junto a la laguna donde se vaciaba la acequia y al final de la Dehesa

    llegamos al puente donde se divida el camino. El de la izquierda rodeaba el

    pueblo en un gran crculo y era la ruta de todos los das, pero el otro suba a la

    colina del rbol de la horca, hacia el portazgo y nunca habamos ido hacia all.

    Por favor, subamos la cuesta.

    Te hemos dicho una y mil veces que ya no hay horca.

    Era cierto, pero no poda creer que no quedara nada digno de verse.

    No me importa. Sabes lo que quiero ver.

    Bien, vamos a subir un poco, pero no llegaremos hasta el portazgo.

  • Al comienzo el camino era una senda estrecha y profunda entre un alto muro,

    a nuestra izquierda, y un seto vivo al otro lado, de modo que era imposible ver

    nada al adentrarse en l. En una ocasin tuvimos que aplastarnos contra el

    muro para dar cabida a un gran coche que pas retumbando y balancendose

    sobre los adoquines que cubran el sendero. Ms all el muro de la izquierda

    estaba desmoronado y a veces era tan bajo que dejaba ver las ricas pendientes

    que bajaban al valle, decoradas con uno que otro rbol.

    Me parece que algo brilla exclam. Crees que ser un lago?

    se es el parque de una gran finca dijo mi madre en voz baja.

    He visto un ciervo! anunci.

    S, es un coto con animales de caza y al seguir andando aadi: Y ello

    me recuerda, Johnnie, que nunca le preguntes a Sukey por su padre. Le

    causaras una gran pena. Te lo explicar cuando seas mayor.

    Apenas escuchaba porque no tardaramos en tener el peaje a la vista. De

    cuando en cuando daba saltos intentando ver a travs del seto, y una vez al

    hacerlo divis el techo de un gran carricoche ms adelante y ms arriba en

    nuestro camino. Poco ms all consegu distinguir, sin tener que saltar, las

    grandes pacas de heno que transportaba y al hombre que iba encima, pero no

    pude ver ni al conductor ni a los caballos, y pareca que el hombre, como el nio

    de Las mil y una noches, iba navegando por arte de magia sobre el seto mientras

    el coche avanzaba con sorprendente rapidez para un vehculo tan grande,

    mucho ms rpido que mis pasos. Excitado, me volv y grit:

    Debe de estar en el portazgo!

    Ahora tenemos que volver dijo ella.

    Un poquito ms le rogu.

    No, el tiempo est cambiando y me parece que va a llover.

    Era cierto que el cielo se estaba oscureciendo por el Este, pero todava brillaba

    el sol en el Oeste.

    Ella intent cogerme, pero yo corr, subiendo la cuesta. Cerca de la cumbre la

    senda dejaba de subir y se ensanchaba transformndose en la lodosa

    desembocadura de un delta en el que las profundas huellas de los coches se

    abran hacia la izquierda y la derecha. Y en un instante estuve en el camino: una

    franja ancha y perfectamente plana con pavimento de piedra que se extenda en

    ambas direcciones, a veces desapareciendo unos metros en alguna bajada del

    camino y volviendo a aparecer inexorablemente hasta desaparecer de la vista a

    una distancia de dos o tres millas en cada direccin. Rasp el pavimento con los

    pies y slo logr arrancar un par de pedruscos, pues la superficie, de un tipo

    duro y alquitranado que nunca haba visto, estaba recubierta de grava. Junto a

    la bifurcacin haba un mojn de piedra con la leyenda: "L: CLIX"; ahora saba a

    qu ciudad se refera la "L".

    Al ir cayendo la tarde, el cielo se torn azul oscuro y comenz a soplar viento

    fro. Mir hacia la aldea que me pareci muy distante y pequea y trat de

    descubrir cul sera nuestro techo. Me volv en direccin opuesta, hacia el

  • parque, y vi que la entrada estaba poco ms all. A cada lado del gran portn,

    que estaba abierto, haba un alto pilar coronado por una bola de piedra.

    En ese momento mi madre me dio alcance, con la respiracin entrecortada, y

    me cogi del hombro.

    S que eres travieso. Bissett tiene razn.

    Oh, ahora que estamos aqu esperemos para ver si viene una diligencia

    exclam.

    Antes de que mi madre pudiera responder, en la entrada apareci un land

    con dos caballos. Nunca haba visto algo tan magnfico, ni siquiera emulado en

    los das que La Rosa y el Cangrejo an reciba viajeros. Su barniz brillante era

    amarillo canario, y el cochero que iba al pescante conduciendo el tiro formado

    por dos soberbios caballos grises estaba esplndidamente ataviado. Pero lo que

    ms me llam la atencin fue el escudo de armas pintado en los paneles de las

    puertas.

    Cuando el coche gir hacia nosotros, not la repentina palidez de mi madre.

    Se nos acerc ruidosamente y me pareci que reduca la marcha pues tuve

    tiempo para ver las dos figuras en el interior, que aparentemente se inclinaron

    hacia la ventanilla, fijando la vista en nosotros.

    Los ocupantes eran un seor de cierta edad y un nio algo mayor que yo. El

    seor iba a nuestro lado del carruaje y pude verlo con claridad. El pelo blanco y

    muy escaso agrandaba una frente alta, convexa y afeada, al igual que su cara,

    por unas manchas que me recordaron los cuerpos terrosos de las araas. El

    labio inferior, colgante, caa sobre un mentn notable y prominente. Pero

    todava ms extraos eran sus ojos rojos y hundidos, rodeados de ojeras oscuras

    y arrugadas. Cuando el coche hubo pasado pareci clavar la vista en el rostro

    de mi madre y ella se volvi, como si no pudiese sostener una mirada tan

    siniestra.

    Saba que no tenamos que haber venido murmur cuando el land se

    hubo alejado. Oh, Johnnie, qu has hecho? Ven, hay que volver de

    inmediato.

    Emprendi el regreso y fue mi turno de correr para darle alcance.

    Quin era el viejo? le pregunt. Lo conocas?

    No me hagas preguntas, por favor, Johnnie exclam de repente. Ya te

    has comportado suficientemente mal.

    Mientras caminbamos con prisa de regreso a casa y casi en silencio pensaba

    en algo que no me atreva a preguntar: haba notado que el escudo de armas

    grabado en la puerta del land estaba dividido en diagonal en dos mitades. Una

    de ellas tena un cangrejo con sus numerosas patas surgiendo del caparazn y

    las feas pinzas de la cabeza, de modo que ello me daba la razn respecto a La

    Rosa y el Cangrejo! Pero lo que ms me haba impresionado era que la otra

    parte del escudo tena el mismo arreglo de rosas de cuatro ptalos que slo el

    da anterior haba visto en la caja de plata donde mam guardaba sus cartas.

  • Cuando llegamos a casa me sorprendi descubrir que en nuestra ausencia el

    carpintero y el cerrajero, llamados por Bissett por encargo de mi madre, haban

    hecho su trabajo. Tanto la puerta principal como la trasera tenan cerraduras

    ms fuertes, y todas la