aspectos del orientalismo en la obra de juan valera

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  • Aspectos del Orientalismo en la obra de Juan ValeraAuthor(s): Joan Torres-PouSource: Hispania, Vol. 90, No. 1 (Mar., 2007), pp. 21-31Published by: American Association of Teachers of Spanish and PortugueseStable URL: http://www.jstor.org/stable/20063436 .Accessed: 01/05/2014 06:22

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  • Aspectos del Orientalismo en la obra de Juan Valera Joan Torres-Pou

    Florida International University

    Abstract: Publicada poco despu?s del Desastre del 98, la ?ltima novela de Juan Valera, Morsamor, ha sido consi derada por un amplio sector de la cr?tica como un texto regeneracionista. Sin embargo, no s?lo el mismo autor

    niega tal prop?sito en su novela, sino que el argumento de la misma es, de todos los de las novelas de Valera, el m?s fantasioso y desconcertante. En el presente trabajo, analizo el discurso orientalista en la obra de Valera y muestro c?mo Morsamor re?ne toda una serie de temas que interesaron al autor a lo largo de su vida. Asimismo, argumento que el viaje del protagonista de la novela por las religiones orientales tiene como prop?sito explicar la oposici?n entre la cristiandad y el islam, al mismo tiempo que, impl?citamente, subraya la importancia del

    proyecto imperialista de Espa?a en el Norte de ?frica.

    Key Words: Blavatsky (Madame), guerra de ?frica, imperio portugu?s, Morsamor, novela de viajes, novela

    fant?stica, Orientalismo, religiones orientales, teosof?a, Valera (Juan)

    La edici?n de la ?ltima novela de Juan Valera ( 1824-1905), Morsamor ( 1899), llevada a cabo

    por Leonardo Romero Tobar, incluye dos rese?as laudatorias que, por lo dispares de sus

    afirmaciones, suponen una buena prueba de lo desconcertante que result?, inclusive para los cr?ticos m?s favorables al autor, la lectura de esta obra. Otros, menos positivos, la criticaron

    duramente, como fue el caso de Miguel de Unamuno (1864-1936), quien, en una carta enviada a

    Leopoldo Alas ( 1852-1901 ), la denomin? "el aborto senil [... ] de uno que fue muy grande" (Arti gas 93). A su vez, la cr?tica posterior al momento de aparici?n de la novela le ha dado m?ltiples interpretaciones. De todas ellas, quiz? la m?s generalizada ha sido la que, ignorando las propias palabras de Valera, quien, en la dedicatoria de la novela, dice dejar para los pol?ticos la regenera ci?n de Espa?a, ha considerado la proximidad de la redacci?n de este texto con el Desastre del 98

    y ha intentado encontrarle un mensaje regeneracionista. Mucho menos com?n ha sido el acudir a la g?nesis de la novela y, a la luz de los comentarios del autor, explicar los posibles prop?sitos del texto.1

    Aparte del fragmento de una leyenda inacabada que Cyrus C. DeCoster incluye en Obras desconocidas de Juan Valera y que se considera escrita entre 1887 y 1892, cuyo personaje prin cipal se llama Morsamor, y que poca relaci?n tiene con la narraci?n del mismo nombre escrita a?os m?s tarde, el primer antecedente que tenemos de la misma lo encontramos en una carta que Valera escribi? a Marcelino Men?ndez Pelayo (1856-1912) titulada "El budismo esot?rico" ( 1887). En ella, Valera le dice a su amigo que, durante su estancia en Estados Unidos, ha hecho amistad con disc?pulos de la se?ora Blavatsky, creyentes en su misi?n, en su doctrina y en sus prodigios, algunos de ellos afiliados a las sociedades teos?ficas que la maestra o sus alumnos predilectos han fundado y que los sucesos, principios y teor?as que ha aprendido con ellos lo ha hecho sen tirse tentado a emplear ese conocimiento en la fabricaci?n de una novela en la que lo sobrenatural

    tenga un papel predominante (Artigas 646). Por su contenido, resulta indiscutible que esta no vela es Morsamor, un texto que no lleg? a escribirse hasta doce a?os m?s tarde porque, como confiesa a Men?ndez Pelayo en la mencionada carta, nuestro autor no ve?a c?mo poder conjugar la fantas?a con la historia y la verdad de modo que la autoridad de sus reflexiones no quedara cuestionada (646). Un problema parecido fue la causa de que se interrumpiera un proyecto ?ntimamente ligado con Morsamor?me refiero a las Leyendas del antiguo Oriente.

    En una carta tambi?n escrita a Men?ndez Pelayo, esta vez el 27 de agosto de 1879, Valera le

    Torres-Pou, Joan

    "Aspectos del Orientalismo en la obra de Juan Valera"

    Hispania 90.1 (2007): 21-31

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  • 22 Hispania 90 March 2007 confiesa que ha abandonado la redacci?n de Zarina por no sentirse a la altura de los escritores

    que producen relatos fant?stico-hist?ricos:

    Otra novela que he le?do aqu?, me ha descorazonado para seguir mi Zarina. Es una novela alemana, su autor,

    Jorge Ebberss, titulada La hija del Fara?n. Est? escrita con mucho talento y fantas?a; inspira el mayor inter?s, y es un prodigio de erudici?n. La flor de la poes?a nace all? del conocimiento de los cl?sicos griegos, de la egiptolog?a, de las escrituras cuneiformes, del Zend-Avesta y de cuanto se ha escrito en estos ?ltimos

    tiempos sobre el antiguo Oriente. El novelista es, adem?s, un anticuario, y tiene, sin duda, un museo en su casa y ha visitado todos los museos y no pocos de los sitios donde su novela pasa. Por esto me he descorazo nado y no he escrito una sola cuartilla de Zarina. (Artigas 58)

    Junto con Lul?, princesa de Zabulist?n, Zarina es una de las dos narraciones inacabadas

    que formaban parte de Leyendas del antiguo Oriente. Ambos relatos tienen como tema central la

    b?squeda del amor ideal, que Valera desarrolla tambi?n en su zarzuela de ambiente oriental Lo

    mejor del tesoro (1878) y que encontramos igualmente en Morsamor. El parecido tem?tico, as? como la ambientaci?n de estos textos, nos permite deducir que todos ellos comparten un mismo

    prop?sito inicial, el cual nos es expuesto en la introducci?n a las Leyendas del antiguo Oriente.

    Lamentablemente, Valera no escribi? ninguna introducci?n para Morsamor y la confusa y contra

    dictoria dedicatoria al conde de Casa Valencia no nos sugiere que tengamos que rastrear sus

    prop?sitos en otros textos, cuando ?ste es el ?nico medio que puede permitirnos el encuadrar la novela dentro del contexto creativo en que se produjo.2

    Las Leyendas del antiguo Oriente fueron pensadas para ser publicadas peri?dicamente en la Revista de Espa?a, por lo que Valera escribi? un extenso pr?logo con el fin de presentar la obra al p?blico lector. En ?l comenta las recientes teor?as sobre los or?genes del hombre y de ah? pasa a la supuesta superioridad racial de ciertos pueblos y al valor que, para efectos del progreso de la

    Humanidad, supone dicha superioridad:

    Ya hemos explicado c?mo comprendemos el progreso. Lo comprendemos por el caudal acumulado por herencia y por la difusi?n y divulgaci?n del saber y de la moralidad en mayor n?mero de personas, familias, tribus y naciones. Mas creemos asimismo que, para que el progreso se realizase, las razas civilizadoras y

    singularmente los arios, desde el principio y m?s que nunca en el principio, debieron de estar y sin duda

    estuvieron dotados de extraordinarias facultades y de una poderosa iniciativa; prendas que hab?an de

    resplandecer m?s en ellos, mientras permanecieron en toda su pureza y no se mezclaron con otras castas

    plebeyas e impuras. Pero el mezclarse con estas castas, el no despreciarlas, el bajar un poco hasta su nivel

    para elevarlas hasta ellos, y el amalgam?rselas para fundar la Humanidad una, era su misi?n providencial, era

    su salvaci?n y su destino. Los que faltaron a esta misi?n, degradando y envileciendo cada vez m?s a las castas o razas inferiores, acabaron por envilecerse y degradarse ellos mismos. Los que hicieron lo contrario reali zaron el progreso. (903)

    No debe de sorprender al lector el uso del t?rmino ario ni el concepto de pureza racial que se

    desprende de estas l?neas. Valera escribe dentro de las coordenadas de los estudios etnogr?ficos y ling??sticos desarrollados por figuras como Friedrich Max M?ller (1823-1900), profesor de

    teolog?a comparada de la Universidad de Oxford, quien insist?a en que los t?rminos indo-europeo o indo-germ?nico deb?an de ser sustituidos por el t?rmino ario, ya que as? se autodenominaban los primitivos hablantes de la regi?n del Asia central donde se origin? el idioma del que derivan las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, para M?ller, la palabra ario no designaba a un grupo con unos rasgos f?sicos comunes sino a un pueblo que compart?a una misma lengua, mientras que

    para Valera los arios eran "tribus blancas, tal vez de pelo rubio y ojos azules de los que descien den los pueblos m?s nobles e ilustres de Europa" ("Leyendas" 898). No por ello debe pensarse que Valera participase de los prejuicios raciales de aqu?llos que a?os m?s tarde acudieron a las ideas de M?ller y a las del mucho m?s radical Arthur de Gobienau (1816-1882) para elaborar una

    serie de teor?as en base a las cuales desarrollar una ideolog?a racista con fines genocidas. Como tantos otros intelectuales de su tiempo, Valera cre?a simplemente en el origen asi?tico de los arios, ve?a en los pueblos indo-europeos una afinidad no s?lo ling??stica sino filos?fica y consideraba

    que esa base cultural com?n era la causa de que, a partir de ella, se originaran las civilizaciones

    que m?s influencia han tenido en el desarrollo espiritual de la Humanidad ("Leyendas" 898).

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  • El Orientalismo en Juan Valera 23

    Partiendo de esta idea, Valera afirma que el descubrimiento en Occidente del origen asi?tico de la civilizaci?n europea es la causa y motivo de un renacimiento oriental similar al que se produjo cuando se advirti? nuestro origen grecorromano. Este fen?meno es el iniciador del movimiento orientalista, el cual recupera los antiguos textos asi?ticos y elabora en textos modernos la tem?

    tica oriental, con el prop?sito de encontrar en ellos la clave que nos permita comprender nuestras

    propias culturas. En consecuencia, nuestro autor exhorta a sus compatriotas a seguir su ejemplo

    y divulgar la literatura oriental antigua incorpor?ndola en la moderna literatura espa?ola: "Nues tro prop?sito es escribir una obra de mera imaginaci?n sobre el fundamento de un escas?simo saber, que s?lo es necesario para que sirva como de pauta y ca?amazo a nuestros fant?sticos

    bordados. Tal vez si en algo acertamos, se animen otros a escribir con m?s tino, discreci?n y conocimiento del asunto" ("Leyendas" 909).

    A partir de lo expuesto, es posible afirmar que cuando Valera aborda la tem?tica orientalista lo hace con pleno conocimiento de la corriente literaria a la que va a inscribirse, por lo que Morsa

    mor debe de ser le?da como un producto m?s del Orientalismo finisecular y no como una novela donde lo oriental es una ambientaci?n superflua. Ahora bien, para llevar a cabo esta lectura es necesario establecer las espec?ficas coordenadas de la aproximaci?n valeriana, as? como los expl? citos e impl?citos prop?sitos de su Orientalismo. Para ello es preciso antes resumir el recorrido asi?tico al que invita la novela.

    La historia de Morsamor es la de un fraile del siglo XVI que, m?gicamente, recupera su juven tud y se lanza al mundo de la caballer?a andante, viaja a Portugal y desde all? sigue la ruta a Oriente iniciada por los marinos de esa naci?n. Los lugares visitados por Morsamor son la ciudad de

    Melinda, actual Milindi a unos 120 kil?metros de Mombasa, en Kenia, Cha?l, Goa, Benar?s, en

    India, Ceil?n, Sumatra, un valle imaginario del Himalaya y China. La primera escala del protagonista en Oriente es la ciudad africana de Melinda, el puerto en

    que Vasco de Gama (1469-1524) se detuvo antes de cruzar el Oc?ano ?ndico y llegar a la India. All?, Morsamor es recibido por el hijo del mismo rey que acogi? al navegante portugu?s y la voz narrativa nos describe a ese pr?ncipe como m?s blanco que negro, refiriendo seguidamente el ori gen persa de la clase dirigente de la ciudad, cuya fundaci?n le es atribuida a exiliados de Chiraz en Ir?n. Valera est? haciendo alusi?n a la oleada migratoria persa que tuvo lugar como consecuencia de las invasiones realizadas por los ej?rcitos de Genghis Khan (1167-1227) en 1224. Al parecer, esta invasi?n hizo que muchos persas abandonaran su pa?s estableci?ndose en diferentes terri torios del Mar Rojo y el Oc?ano ?ndico, a donde llevaron su religi?n y cultura. La voz narrativa explica que los antiguos iran?es optaron por el exilio antes de someterse a un pueblo que no toleraba sus creencias en la religi?n de Zoroastro (628-551 a.d.C.) y la fe que ellos ten?an en las ense?anzas de los libros sagrados del mazde?smo, el Avesta y el Bundehesch.

    Esta menci?n relaciona la novela con las teor?as sobre el pasado ario de los pueblos indoeu ropeos, pues, seg?n varios autores, los persas eran un pueblo ario originario de Azerbay?n, que en el siglo VII a.C, ocup? el territorio del actual Ir?n. A finales de ese siglo o principios del VI a.C, apareci? entre los persas la figura de Spitama Zaratustra, tambi?n conocido por Zoroastro, un

    profeta que predicaba una religi?n dualista basada en un dios del bien, Aura Mazda u Ormuz, enfrentado a un dios del mal, Ahrim?n. El mazde?smo juzgaba al hombre libre de elegir entre el bien y el mal, pero sosten?a que, debido a imperativos morales, las fuerzas del bien siempre terminan por predominar sobre las del mal. Convencidos de las ense?anzas de Zoroastro, los antiguos persas consideraban que el hombre se encontraba en el centro de una lucha constante entre el bien y el mal, y que deb?a de acudir en defensa del bien por respeto a Dios. Esta funci?n de defen sores del bien daba a su vida un extraordinario valor, por lo que no pod?an atentar contra ella, considerando asimismo pecado las mortificaciones, como son el ayuno y el celibato, las cuales eran vistas como obst?culos para la vida. Por el contrario, el cuidado de los hijos y las cosechas, as? como la pr?ctica de la buena moral y la piedad hacia sus semejantes eran actos considerados como purificadores y, por lo tanto, ayudaban a Dios en su lucha contra el mal. El lector conocedor de la obra de Valera no podr? dejar de advertir que, en lo concerniente al celibato, nuestro autor no est? muy alejado de ese pensamiento. Recu?rdese por un momento la condena al mismo que

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  • 24 H?spanla 90 March 2007 se encuentra impl?cita en sus novelas Pepita Jim?nez (1874) y Do?a Luz (1878).

    En los a?os en los que Valera escribe Morsamor, los europeos (b?sicamente Rusia y Gran

    Breta?a) se disputaban el control sobre Persia a la que, por intereses econ?micos y pol?ticos, re conoc?an como una civilizaci?n distinta a la de los pueblos semitas que la dominaban desde hace

    siglos sin conseguir erradicar su esencia aria. En su deseo de subrayar la superioridad moral de la esencia aria de ese pueblo, se ensalzaban las cualidades de los diferentes grupos que constitu?an su tronco com?n y, al hablar de los antiguos persas, los consideraban un pueblo optimista, pr?c tico, en?rgico, amante de la vida, pero tambi?n sumamente espiritual, caracter?sticas todas ellas

    que se consideraban propias tambi?n de los pueblos europeos m?s avanzados y con los que se les pretend?a emparentar para as? excusar la pol?tica expansionista de Occidente.

    S?lo situando Mor s amor dentro de esta corriente orientalista podemos explicar el que Valera decidiera vincular el africano enclave ?rabe de Melinda con Chiraz y que dedicara varias p?ginas de su novela a relatarnos el per?odo de m?ximo esplendor art?stico de los persas, el reinado de

    Mahamud de Gazna el Grande (971-1030), gran mecenas de la literatura y de las artes. Valera menciona obras como El libro de los reyes o Sha-Nameh de Firdusi (930-1020), texto que narra la formaci?n de la naci?n persa, compara la distancia que media entre la voluptuosidad del Gulist?n

    oEljardin de rosas (1258) de Sadi(c.ll93-c. 1291) y los madrigales de Hafiz (1325-1389) de las sentencias del Cor?n, menciona El habla de los p?jaros (o La conferencia de los p?jaros) de Farid-ud-din-Attar (cl 142-C.1230), quien influy? en Mevlana Celaleddin Rumi (1207-1273), autor de uno de los poemas m?s importantes de la literatura del Pr?ximo Oriente, Mesnewi, y fundador de una orden de derviches que, mediante la m?sica, predicaban el amor, la paz y la hermandad entre los seres humanos. Precisamente es a los descendientes de estos persas, que la voz narrativa considera una secta her?tica apartada de la ortodoxia musl?mica muy dada a todo

    linaje de diversiones, m?sica y danza, a los que se atribuye la fundaci?n de Melinda "donde se dieron tan buena ma?a, que hab?an atra?do millares y millares de negros, formando un reino impor tante del que dichos negros constitu?an la numerosa plebe" (Valera, Morsamor 767).

    Al finalizar la lectura de la escala de Morsamor en Melinda, al lector se le ha informado de varios datos: los persas son arios, su religi?n, el mazde?smo, cre?a en la lucha entre el bien y el mal

    y era profundamente espiritual, pero tambi?n obedec?a las leyes de la naturaleza; su antigua cultura fue extraordinariamente refinada y se apart? de la religi?n musulmana al redescubrir las

    antiguas creencias de sus antepasados arios. Por su vehemente deseo de mantener su religi?n se

    vieron obligados a huir del radicalismo musulm?n que se les intent? imponer por la fuerza, pero, siendo como eran un pueblo de l?deres, all? donde fueron recrearon su civilizaci?n.

    Si la estancia de Morsamor en Melinda le sirve a Valera para hablarnos del glorioso pasado persa, las haza?as de su protagonista por tierras de la India y Ceil?n van a darle ocasi?n de reflexionar sobre otras religiones asi?ticas. Desde Melinda, Morsamor se dirige a Goa, donde su intenci?n es la de ponerse a las ?rdenes del gobernador, Don Duarte de Meneses, pero quiere antes de presentarse ante ?l haber realizado alguna haza?a que lo haga meritorio, por lo que, conocedor de que los portugueses est?n luchando con los musulmanes en Cha?l (localidad a 60 kil?metros de la actual Mumbai), acude en su ayuda y puede as? entrar triunfante en Goa.3 Se suceden despu?s varias campa?as que lo llevan de Goa a Achin (Aceh, en Sumatra), pasando por Ceil?n, y de all? de vuelta a Goa, donde se pone al servicio de un grupo de brahmanes y parte con ellos a luchar contra el sult?n musulm?n que reina en Benar?s (Varanasi). Si bien en todos los lu

    gares mencionados por Valera se dieron batallas, ni los protagonistas de las mismas ni las fechas coinciden con los de la novela, lo que evidencia que no era el prop?sito del autor el escribir un relato que recreara la gesta portuguesa en la India y que el haber escogido ese entorno para las aventuras de su personaje ten?a que tener otro prop?sito. De hecho, el relato de la gesta portu guesa contradice tambi?n la afirmaci?n del autor en la dedicatoria cuando dice que ha decidido escribir una alabanza de cuando Espa?a era la primera naci?n de la tierra para consolarse de que ya no lo es (713). De ser ?se su prop?sito, y aun teniendo en cuenta el iberismo de Valera, por qu? centrar el relato en la conquista de Oriente llevada a cabo por los portugueses y no en los descu brimientos y conquistas de los espa?oles en Am?rica. Al lanzar a su personaje a la lucha contra

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  • El Orientalismo en Juan Valera 25

    el infiel por tierras de Asia, parece sugerir que eso es lo que los espa?oles deber?an de haber hecho en lugar de intentar conquistar un continente del que no les ha quedado nada. Sin embar

    go, la falta de veracidad de las aventuras de Morsamor hace que la verdadera gesta portuguesa pierda importancia y que lo ?nico relevante que encontremos en estos episodios sean las men

    ciones al margen de las haza?as del protagonista. Es posible, pues, concluir que el prop?sito de Valera se encuentra en lo dicho en ellas.

    La voz narrativa nos dice que Morsamor decide ir a Ceil?n para luchar contra Rajasinga (c. 1608-1687), quien hab?a envenenado a su hermano, hab?a destronado a otro de sus hermanos

    y hac?a la guerra a los portugueses. El personaje es real y los hechos tambi?n, si bien todo esto sucedi? m?s de un siglo despu?s de la ?poca en que Valera sit?a la acci?n, en el momento en que ya los holandeses estaban intentando hacerse con las posesiones portuguesas en el ?ndico, con los que Rajasinga se ali?. No le hubiera sido dif?cil a Valera situar la acci?n en 1522, pues en ese a?o tambi?n los portugueses estaban combatiendo contra los singaleses. Sin embargo, el man

    dato de Rajasinga se identifica con la resistencia budista ante el avance de otras religiones y, en

    particular, ante el del catolicismo, que los portugueses impusieron violentamente sobre la pobla ci?n de la isla. La menci?n del soberano cingal?s, quien se nos muestra como el soberano budista

    que fue, permite al narrador se?alar que los portugueses cre?an que la isla hab?a sido evangelizada en tiempos remotos por Santo Tom?s (el cristianismo hab?a llegado efectivamente a la isla en su variante nestoriana), pero que lo que ellos tomaban por un cristianismo pervertido y maleado era

    en realidad "la religi?n fundada por Sidarta, pr?ncipe de los sakias de Kapilabastu, y predicada en Ceil?n algunos siglos antes de Cristo" (776). A pesar de la semejanza que se establece entre el cristianismo y el budismo, la voz narrativa se apresura a afirmar que ?sta ?ltima es una religi?n que si bien tiene una moral muy pura, su metaf?sica es err?nea y desconsoladora ya que no tiene un

    Dios misericordioso, sino que, por el contrario, su divinidad es un ser ?nico indeterminado e infinito en quien todo cuanto es y todo cuanto puede ser se contiene. Seg?n Valera, la m?xima

    aspiraci?n de los budistas es romper el l?mite que los separa del todo y hundirse en la inmensidad de la sustancia ?nica, una vez acabada la serie de transmigraciones del alma.

    Hasta ah? parece que el narrador habla del budismo para mostr?rnosla como una religi?n cuya base es positiva, pero equivocada en su concepci?n de Dios, o dicho de otro modo, equivo cada por no concebir la idea de un Dios propiamente hablando. Ahora bien, obs?rvese que la voz narrativa no dice el budismo sino "la religi?n fundada por Sidarta, pr?ncipe de los sakias." La elec ci?n de t?rminos no es gratuita. Los estudiosos de los or?genes de los pueblos no desconoc?an que los griegos cre?an que los sakias eran un pueblo del Himalaya de origen escita, quienes eran considerados como uno de los grupos arios originales. Con lo cual, si un hombre salido del seno

    de la comunidad sakia fund? el budismo y los sakias eran escitas, es decir arios como los europeos, entonces puede afirmarse que tanto el cristianismo como el budismo son religiones hermanas. En otras palabras, el mencionar la resistencia budista en Ceil?n permite a Valera

    hablarnos del budismo y, aunque expl?citamente lo refuta como una religi?n equivocada, tambi?n se?ala sus virtudes e, impl?citamente, lo muestra como una religi?n que, en lo esencial, se acerca

    al cristianismo. La misma t?cnica la encontraremos cuando se nos habla del hinduismo. De Ceil?n, Morsamor parte hacia Sumatra, donde participa en una serie de campa?as,

    regresando despu?s a Goa. Una vez all?, la voz narrativa nos dice que Francisco Pereira Pesta?a, gobernador de la ciudad (contrariamente a lo afirmado por la voz narrativa, el gobernador de Goa en ese per?odo no era Pesta?a sino Duarte de Meneses), recela de Morsamor y de Tiburcio, su escudero, lo que termina por decidirlos a aceptar la oferta hecha por unos brahmanes de ayudar los a combatir a los musulmanes. En este momento se nos introduce otra digresi?n religiosa que tambi?n subraya el origen ario de las religiones m?s espirituales de Asia.

    El brahm?n que le pide ayuda a Morsamor le dice que los suyos son descendientes de un

    pueblo nobil?simo e inteligente de superior condici?n que, venido del Paropamiso (Pamir), redujo a su obediencia y mandato a los otros pueblos que habitaban en la India. La utilizaci?n del t?r mino Paropamiso, considerado de origen s?nscrito, indica el origen indoeuropeo de la cultura hind? y, por lo tanto, de su religi?n, el hinduismo, que se nos describe como una sutil teolog?a

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  • 26 Hispania 90 March 2007 derivada de las antiguas creencias del pueblo que viv?a en el Paropamiso. Esta religi?n, indica el

    brahm?n, no es muy distinta en esencia de la que profesan los cristianos, pues los europeos

    deben provenir de los mismos antepasados que los hind?es, probablemente de alg?n pueblo hermano que emigr? hacia Occidente en lugar de dirigirse hacia Oriente.4 De ah? que concluya que los esp?ritus de id?ntica condici?n y alta nobleza terminan por desarrollar religiones parecidas.

    Acto seguido, el brahm?n resume como es su Dios, lo que reafirma la semejanza entre ambas

    creencias:

    Nuestro Dios est? con nosotros y en nosotros. Presente por donde quiera, lo llena y lo penetra todo y m?s

    que todo, nuestras almas. El alma enamorada que le busca, le halla y le goza en esta vida mortal. Para noso

    tros el hombre es divino, porque nuestro Dios es humano. No pocas veces ha tomado nuestro Dios ser y forma de hombre en el seno de una mujer escogida [...]. Libertador y redentor de las almas, las atrae, las ena mora y con su hermosura las cautiva. Bello pastor, apacienta su reba?o en la f?rtil orilla de un r?o de aguas

    limpias y claras [...]. (730)

    Tras estas palabras, el brahm?n viendo que ha convencido a Morsamor acerca de la base com?n del cristianismo y el hinduismo, le ruega que se una a ellos en una guerra santa contra el

    Islam, asegur?ndole que toda una multitud de pueblos cristianos: circasianos, armenios, geor

    gianos, rusos [...] est?n ya levant?ndose en una gran cruzada contra el turco. Le habla entonces

    de Babur (Zahiruddin Muhammad Babur, 1483-1530), el emperador mogol que se propone con

    quistar la India y someter los reinos que todav?a se resisten a aceptar la fe de Mahoma. Le asegura que Babur ya ha tomado la ciudad de Lahore, pero que la ha tenido que abandonar para luchar contra la rebeli?n que ha estallado en su capital, por lo que le propone a Morsamor que, antes de

    que Babur haya apaciguado tal rebeli?n y reinicie su campa?a de conquista de la India, le ayude a reconquistar Benar?s, la ciudad santa del hinduismo, la cual se encuentra bajo el poder musul m?n e iniciar as? el levantamiento brahm?nico contra el poder musulm?n en la India.

    Los datos dados por Valera en esta parte del relato son de una precisi?n hist?rica bastante cuestionable. Es cierto que Babur puso fin al predominio hind? en el norte de la India, pero nin

    guna de sus invasiones puede ser la mencionada por el brahm?n ya que la toma de Lahore no tuvo lugar hasta 1524 y, como en su regreso a Europa, Morsamor se cruza con la nave de Maga llanes que hizo esa traves?a en 1522, las fechas obviamente no coinciden. Asimismo, todo el

    episodio de la conquista de Benar?s es igualmente imaginario. Lo que nos reafirma que con su

    novela, Valera no persigue una recreaci?n hist?rica, y que la importancia del episodio con los brahmanes es sin duda la posibilidad de hablar del hinduismo y establecer una serie de parale lismos entre esta religi?n y las creencias occidentales. As? parece confirmarlo el particular modo con que se narra la reencarnaci?n de la enamorada de Morsamor.

    A medida que el protagonista se va adentrando en la India, su deseo de ser amado y favore cido por las mujeres se va apagando. Un d?a, observando las danzas de las bailarinas hind?es,

    Morsamor narra a su escudero el porqu? de su cambio de actitud, le confiesa que esas mujeres le recuerdan a una enamorada de su primera juventud llamada Beatriz, una gitana que lo am?

    apasionadamente y a la que ?l rechaz?, enter?ndose por una adivina que la joven hab?a terminado

    entreg?ndose al diablo con la condici?n de que, en otra vida, le permitiera ser correspondida por ?l. El protagonista explica que ?se es el origen del apodo Morsamor, por el que desde entonces todos le conocen, y admite la enorme pena y el remordimiento que lo atormentaron durante a?os

    por haber conducido a la ?nica mujer que realmente lo am? a tomar una decisi?n que la conden?

    por toda la eternidad.5 La conversaci?n termina con una reflexi?n del escudero acerca del libre

    albedr?o, cuyas conclusiones se asemejan a las teor?as mazde?stas antes mencionadas: el diablo

    puede tentar al hombre y ?ste es libre de escoger, pero el Cielo presta al hombre fuerza suficiente, o por naturaleza o por gracia (783). Con todo, parece ser que Dios no ayud? a la desgraciada gi tana y que el diablo s? cumpli? su palabra, ya que, tras la boda de Morsamor con una hermosa

    princesa hind?,6 ?sta le cuenta que ella es la reencarnaci?n de otra que tambi?n lo am?:

    Antes de conocerte yo te present?a y te amaba. Al verte por vez primera, record? tu rostro y columbr? su

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  • El Orientalismo en Juan Valera 27

    semejanza en la nebulosa lejan?a de tiempos pasados. Reminiscencias confusas de una vida anterior se des

    pertaron en mi alma. En tierras muy remotas, nacida yo en humilde, en casi vil condici?n te hab?a amado

    y hab?a sido tuya ?T? te avergonzabas de m?, cruel! T? me abandonaste. Morir fue mi sino, pero no quise morir desesperada. Entregu? mi alma a Smara, dios del amor, y ?l me hizo en pago la promesa de poseerte de nuevo; de hacerme renacer rica, noble y venerada para que no te avergonzases de m? y mil veces m?s her mosa para que me amases mil veces m?s que hasta entonces me hab?as amado. (795)

    Puesto que Smara es una de las encarnaciones hind?es del amor, pero es un amor que implica recuerdo del mundo y olvido de Dios, la divinidad hind? se convierte en antagonista de Dios, con lo que podr?a consider?rsele equivalente al diablo del cristianismo. Lo que establece impl?cita

    mente un nuevo paralelismo religioso. El tema de la trasmigraci?n de las almas nos conduce a un nuevo aspecto del recorrido por las

    religiones orientales al que nos invita Valera, el del budismo esot?rico de los te?sofos. El episodio dedicado a la Teosof?a se inicia cuando, desconsolado por la muerte de su esposa y cansado de buscar la gloria en batallas y conquistas, Morsamor y los suyos vagan sin rumbo fijo hasta

    aproximarse al Himalaya y, tras mucho peregrinar, llegan a un valle donde son recibidos por un anciano que tiene la capacidad de leer su pensamiento y de infundirles los suyos, por lo que se comunican con ?l sin necesidad de palabras.7 Este anciano los lleva a un lugar llamado el cenobio de la jubilaci?n varonil y les explica que, gracias a una alimentaci?n herb?vora y a un exquisito r?gimen higi?nico, los habitantes de ese valle tienen vidas mucho m?s largas que en el resto del mundo, contando los a?os por docenas en lugar de decenas. Les indica tambi?n que siete son los elementos que conforman el cuerpo humano y que, siendo el siete un n?mero simb?lico del que se desprenden no pocas virtudes, cuando ellos cumplen siete docenas de a?os, se retiran de la

    vida activa y pasan a vivir en el cenobio una vida contemplativa. A medida que les va informando de todo esto, el anciano va sugiri?ndoles deseos sanos y juiciosos, siendo el primero de ellos el de ba?arse, para lo cual los introduce en unas termas donde brochas y cepillos autom?ticos los

    enjabonan y friccionan, mientras sus ropas son lavadas y planchadas. La ubicaci?n en el Himalaya del cenobio y la presencia de mahatmas nos remite al Tibet

    imaginado por la fundadora de la teosof?a, Madame Blavastky, pues en el Tibet real no hab?a mahatmas y los lamas, con quienes se les podr?a identificar, no eran precisamente conocidos por su higiene (Bishop 159). De hecho, el cenobio de Valera nada tiene que ver con los primitivos

    monasterios budistas, pues con sus ba?os automatizados, sus comidas naturistas y sus sanos

    ejercicios m?s se asemeja a los balnearios americanos de fin de siglo, como el famoso Battle Creek Sanitarium del Dr. John Harvey Kellog (1852-1943), a los que, como es sabido, concurr?a una clientela adinerada en b?squeda de bienestar f?sico, pero tambi?n espiritual. Ahora bien, s? puede afirmarse que el valle y la sociedad descritos en Morsamor se acogen a la fant?stica percepci?n que se ten?a en Occidente de esas elevadas regiones asi?ticas de aire tan puro que hac?a puros en cuerpo y esp?ritu a sus habitantes, cuyos antepasados no eran otros que los mismos arios que hab?an llevado su lengua y su filosof?a a Europa. En estos valles sagrados del Himalaya, protegi dos del resto del mundo por alt?simas monta?as y rec?nditos caminos, se hab?a conservado la literatura m?s antigua de la Humanidad en toda su pureza y en ellos era donde los hombres acu d?an para meditar y alcanzar el saber. En otras palabras, el inaccesible valle inventado por Valera, donde un selecto grupo de la humanidad vive largas y moderadas vidas, lejos de los problemas que aquejan al resto del mundo responde a una idea fant?stica que los europeos ten?an del Tibet y es un claro precedente de Shangri-La, la ut?pica sociedad tibetana creada por la imaginaci?n de James Hilton ( 1900-1954) en su novela LostHorizon ( 1933).8

    Morsamor est? todav?a maravill?ndose del confort y el orden en que viven los habitantes del valle, cuando los ancianos, que han estado visitando a sus enamoradas de anta?o en el cenobio de jubilaci?n femenina, regresan cantando himnos del Rig-Veda.9 La menci?n del canto interpre tado por los cenobitas tiene que ver con la creencia finisecular que consideraba que la religi?n de los lamas era depositar?a de la literatura v?dica y de la civilizaci?n aria. As? lo expon?a L. Waddell en 1895 : "For Lamaism is, indeed, a microcosm of the growth of religion and myth among primitive people; and in large degree an object-lesson of their advance from barbarism towards civilization.

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  • 28 H?spanla 90 March 2007 And it preserves for us much of the old-world lore and petrified beliefs of our Aryan ancestors"

    (Bishop 156). Sin embargo, si a los lamas se les consideraba los preservadores del saber ario, el budismo

    tibetano, la religi?n que profesaban, a pesar de ser respetado como filosof?a, era considerado por los occidentales como una degeneraci?n de las creencias de los antiguos textos, los cuales eran a fines del siglo XIX bien conocidos de los europeos. Como podr? verse cuando hable de las conclusiones a las que llega Morsamor al final de su recorrido por las religiones orientales, eso es

    precisamente lo que opina el protagonista de lo aprendido en sus conversaciones con Sankara

    charia.

    Sankaracharia es un anciano que sobresale entre los dem?s jubilados longevos por sus dotes de escritor. Los libros que escribe Sankaracharia son compendios para poner al alcance del

    vulgo el conocimiento. No obstante, el anciano advierte a Morsamor que tal conocimiento no va

    dirigido a los europeos ya que a ?stos no se les considera todav?a maduros para entenderlos. Morsamor le pregunta entonces c?mo justifica el ocultismo en el que envuelve una ciencia que, por otro lado, ?l pretende divulgar y ?ste le responde que lo esencial de su conocimiento es

    intransmisible, que s?lo es posible alcanzarlo cuando el alma se purifica y puede entrar en el santuario de la conciencia suprema y que para ello no basta una vida, que s?lo tras m?ltiples reen

    carnaciones es posible acceder al nirvana. A lo que Morsamor le pregunta qu? es eso del nirvana

    y el anciano le responde que no se lo puede explicar porque, para hacerlo, es preciso antes haber

    llegado a ese estadio y ?l barrunta que todav?a le faltan unas dos vidas m?s, pero que de haber

    llegado tampoco podr?a dec?rselo, pues no hay palabras humanas para describir esa inefable

    experiencia. Con todo, Morsamor, que sigue sorprendido por el bienestar con que viven los habitantes

    del valle, le plantea al mahatma que puesto que ellos parecen haber alcanzado grandes mejoras tanto f?sicas como espirituales y se dicen tan preocupados por la Humanidad, c?mo no llevan ese conocimiento al resto del mundo en vez de vivir aislados de ?l.10 A esto Sankaracharia le replica que se equivoca, que si bien es cierto que ellos no se mueven de su comunidad, por telepat?a o bien desprendiendo la parte et?rea de su cuerpo, viajan a los puntos m?s alejados de la tierra y, atravesando paredes y puertas, charlan con sus adeptos en cualquier parte del mundo.11

    Como puede verse, toda la conversaci?n entre Morsamor y Sankaracharia remite a las "ense

    ?anzas" teos?ficas, pues los libros que escribi? Blavatsky pretend?an transmitir un conocimiento

    que esos mismos libros defin?an como intransmisible. Asimismo, se presentaban como obra de la

    inspiraci?n recibida a trav?s de un mahatma tibetano y afirmaban la existencia de una sabidur?a, que a lo largo de los siglos ha iluminado a una serie de iniciados. Iniciados, s?, pero como dice Valera con evidente sorna, un poquito nada m?s:

    Es evidente que la se?ora Blavatski no sabe ni la d?cima parte de lo que sabe el reverendo Mahatma Koot

    Hoomi, a quien dedica Sinnett su obra titulada El mundo oculto. Confieso que no he le?do a?n el libro de la se?ora Blavatski, titulado Isis sin velo, pero he le?do el libro

    de su disc?pulo Sinnett, El budismo esot?rico, y me parece que ellos no saben lo que sabe cualquier mahatma, y que, aun de lo que saben, se callan mucho y nos dejan a media miel. Si no fuese as?, si todo lo divulgaran, la iniciaci?n ser?a in?til.

    Las sociedades teos?ficas [...] no son para meterse en ellas y salir sabio de mogoll?n y a escape, sino

    para trabajar mucho, prepararse, mortificarse, purificarse y lograr al cabo el primer grado de iniciaci?n, o cosa as?. (Valera y Campoamor 235)

    La entrevista entre Morsamor y Sankaracharia contin?a con el relato del origen ario de los

    mahatmas, quienes se nos describen como esp?ritus que, despu?s de toda una serie de reencarna

    ciones, se negaron a renacer en cuerpos de negros, chinos y mulatos, dando lugar a la raza

    blanca. Este grupo se estableci? en el Tibet y de ah? se extendi? despu?s por el mundo, quedando tan s?lo una comunidad pura en el rec?ndito valle en el que ellos se encuentran. Esta absurda his

    toria de los or?genes de la humanidad parece hacer referencia a la descrita por Blavatsky en The Secret Doctrine (1888), en el cual la te?sofa vincula a los arios con los atlantes y los sit?a en el

    Himalaya. La alusi?n a la misma nos la confirma la voz narrativa tras las palabras de Sankaracharia:

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  • El Orientalismo en Juan Valera 29 Pronosticado est? que esta mujer vendr? a visitarnos, nos encantusar?, se apoderar? de muchos de nuestros

    secretos, los divulgar? en luminosos tratados y ense?ar? una ciencia que poco modestamente apellidar? teo sof?a. No ser? lo que ense?e sino los proleg?menos de nuestra ciencia verdadera; pero, aun as?, se pasmar? el mundo de o?rla y de leerla y se crear?n escuelas teos?ficas en todas las naciones.

    Ya suponemos que el p?o lector habr? adivinado que Sankaracharia, aunque no la nombra, alude a la se?ora Blavatski. (806)

    El episodio concluye con una explicaci?n de la reencarnaci?n del s?ptimo principio o Manas, el karma y el rajah-yoga. De todas estas explicaciones, Morsamor no saca agua en claro y, cuando le pregunta a su escudero qu? piensa del saber y el poder de Sankaracharia, ?ste se limita a sonre?r y a decirle que no cree que el saber del anciano se base en lo que ?l dice, pero no se nos dice en qu? puede basarse. Es decir, ante las afirmaciones teos?ficas prevalece la incredulidad y el desconcierto de los que acuden a ellas esperando encontrar respuesta a sus preguntas.

    Finalmente, aburridos de vivir en ese lugar perfecto en el que nada acontece y en el que la comunicaci?n con los dem?s habitantes del valle est? totalmente prohibida, Morsamor y los

    suyos deciden irse. Antes de hacerlo, el protagonista le pide a Sankaracharia que, puesto que dice mantener comunicaci?n con el sacerdote alquimista que hizo posible su rejuvenecimiento, que le permita comunicarse con ?l. El anciano le dice que no puede hacer que se comuniquen, pero s? puede mostr?rselo. A tal fin, lo hace entrar en un cuarto oscuro donde aparece un c?rculo

    de luz que va ampli?ndose hasta que Morsamor puede ver proyectada en ?l la imagen del sacerdote en su celda.

    La clara alusi?n al cinemat?grafo nos es tambi?n esta vez confirmada por la voz narrativa,

    quien nos dice que despu?s de unos minutos la visi?n se disip? como sucede en los cinemat?

    grafos (807). Tras este ?ltimo episodio, Morsamor y los suyos abandonan el valle y el narrador nos indica que los diversos apuntes y manuscritos a partir de los cuales se ha ido compaginando la historia no dejan muy claro si salieron de ?l en una barca m?gica o en una m?quina voladora.

    Magia y tecnolog?a cierran as? un episodio en el que Valera da salida a todas las cosas que lo sor

    prendieron durante sus meses en Estados Unidos: las innovaciones tecnol?gicas que encontr? a su paso por ciudades y hoteles, junto con los fen?menos paranormales y los espiritualismos pseudo-orientalistas en los que se refugiaba una sociedad desorientada por la modernidad y los avances de la ciencia.

    Poca es la importancia que se presta a la China en la novela, pero es en este pa?s donde Morsamor medita sobre todo lo experimentado y, en particular, sobre lo que ha aprendido de las

    religiones orientales. Llegado a Macao, Morsamor cae en un estado de abatimiento y tristeza que lo lleva a buscar refugio en una cueva que el narrador nos dice es la misma donde sol?a meditar el

    insigne poeta portugu?s Luis de Camoens ( 1524-1580). All?, Morsamor concluye que, a pesar de todos los cambios experimentados por la Humanidad, nada ha hecho la vida mejor para los seres humanos y que, por el contrario, en la antig?edad, los hombres quiz?, por estar m?s cerca de la revelaci?n primitiva, acertaban m?s en su comportamiento y eran capaces de una inspiraci?n ino

    cente y casi divina. Recuerda entonces el himno del Rig-Veda cantado por los mahatmas y piensa cuan alejado est? ese himno, en el que se canta la b?squeda de Dios y su reconocimiento y adora ci?n en las cosas creadas, de las disparatadas creencias de Sankaracharia, las cuales niegan a

    Dios y sostienen el concepto de que el mundo es ilusi?n y fantasmagor?a. Piensa tambi?n en lo extraviado de las dem?s religiones de las que ha tenido ocasi?n de platicar con lamas y brahma nes y considera finalmente el tao?smo como una religi?n que contiene la verdad (810).

    Si consideramos que el tao?smo es una doctrina derivada del shamanismo que est? basada en la armon?a c?smica y la observaci?n de la naturaleza, y que tan s?lo las bases a partir de las cuales evolucionaron las religiones m?s antiguas nos son mostradas por la voz narrativa como posee doras de la verdad, es posible concluir que el recorrido por las religiones de Oriente que nos

    propone Valera en su novela apoya una actitud religiosa que podr?a resumirse de la siguiente manera: s?lo en la esencia de las religiones est? la verdad, es preciso buscar a Dios en la natu

    raleza y adorarle obrando de acuerdo con ella y en ella, todo lo dem?s es perversi?n o extrav?o.

    El Orientalismo act?a pues, en su obra, como un medio para explorar la esencia de las

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  • 30 H?spanla 90 March 2007

    religiones y reafirmar impl?citamente su tantas veces expresada creencia de que la vida humana tiene una importancia y un valor infinitos, porque, con ella, Dios nos convida a contemplar y

    aplaudir la hermosura y el orden de las cosas por ?l creadas y que debemos amar a la vida porque en ese amor se encierra nuestro amor al Creador, pero no por ello debemos temer a la muerte, ya

    que ?sta no es la ?ltima efusi?n del alma sino simplemente la devoluci?n a la Naturaleza de los ele mentos materiales de que temporalmente se hab?a revestido ("La doctrina" 1404).

    Ahora bien, no es ?sta la ?nica funci?n que el discurso orientalista tiene en Morsamor, m?s bien podr?a decirse que ?ste es el mensaje expl?cito, pero que la selecci?n de materiales y opinio nes llevada a cabo por el autor encierra un segundo mensaje mucho menos asertivo y evidente, casi podr?a decirse que palimps?stico.

    Como ha sido posible comprobar, el viaje de Morsamor por las antiguas civilizaciones y cre encias orientales establece un v?nculo entre ellas y las europeas. Este v?nculo parte de un origen com?n ario del que Valera considera descendientes tambi?n a los pueblos m?s nobles e ilustres de Europa. En el pr?logo a Leyendas del antiguo Oriente, el narrador contrapone los arios a los semitas y refuta la posibilidad de que pertenezcan a un tronco com?n (899). A su vez, en Morsa mor, la identificaci?n de la civilizaci?n europea con las antiguas civilizaciones orientales se hace en base a sus creencias, implicando con ello el rechazo o el silencio de las religiones sem?ticas:

    mahometismo y judaismo. Por lo que se refiere a esta ?ltima no encontramos menci?n alguna,

    pues si bien aparece la figura de Le?n Hebreo en Morsamor, se habla con admiraci?n de su obra

    y se critica la persecuci?n sufrida por el pueblo jud?o, nada se dice a prop?sito de su religi?n. No sucede lo mismo con el mahometismo al que se alude constantemente en la novela

    mostr?ndolo como una religi?n desp?tica, caprichosa y cruel, aspectos que se atribuyen igual mente a los musulmanes que aparecen en la novela, contra los cuales el protagonista y los suyos

    aparecen implicados en una cruzada de dimensiones internacionales.12

    Ante lo expuesto, resulta evidente que la oposici?n ario-semita que expresa la novela la ali nea con el europe?smo orientalista del que nos habla Edgard Said en Orientalism y que, seg?n el autor palestino, en el siglo XIX buscaba razones hist?ricas y culturales que excusaran el imperia lismo occidental en Oriente. Como ha se?alado Said (1935-2003), la mayor oposici?n que los

    europeos encontraron ante sus designios coloniales en Asia fue el poder musulm?n en la regi?n. Al igual que las dem?s naciones de Europa, Espa?a se hab?a enfrentado con el Islam en el pasado que, a mediados del siglo XIX, volvi? a verse como enemigo ancestral debido a la pol?tica imperialista en el norte de ?frica. Tras la p?rdida de las posesiones de ultramar, Espa?a puso m?s ?nfasis en la campa?a africana, que fue considerada por algunos como la continuaci?n de una

    cruzada que los espa?oles, desoyendo el testamento de Isabel la Cat?lica (1451-1504), que deseaba que sus sucesores continuaran la conquista del ?frica, hab?an interrumpido debido al descubrimiento y colonizaci?n de Am?rica, pero que correspond?a ahora continuar (Salas 45). Valera no nos ofrece en Mor s amor un expl?cito mensaje regeneracionista, pero es indiscutible que su Orientalismo enaltece la labor civilizadora de los pueblos de origen ario y, a pesar del espor? dico reconocimiento de la cultura ?rabe, muestra el mahometismo como una religi?n a la que es

    preciso combatir. As? pues, con todo y la particular simpat?a con que la novela se acerca a las creencias de Asia, es posible afirmar que el Orientalismo de Valera no es un discurso inocente y ajeno a la pol?tica de su tiempo sino que presenta las mismas caracter?sticas se?aladas por Said al hablar del esp?ritu colonial de los estudiosos orientalistas del siglo XIX, devel?ndosenos como un discurso etnoc?ntrico, racista e imperialista, que afirmaba y excusaba las pretensiones expan

    sionistas espa?olas en ese Marruecos que fue nuestro Oriente decimon?nico. Con lo cual, la remembranza en Morsamor de las antiguas civilizaciones orientales y las religiones que ?stas pro dujeron contiene un mensaje que, si bien niega toda voluntad regeneracionista, impl?citamente, reafirma la misi?n imperialista de Espa?a en ?frica.

    NOTAS

    'Jorge A. Marb?n ("El Morsamor de Valera: sublimaci?n del desenga?o") o Carmen Bravo Villasante

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  • El Orientalismo en Juan Valera 31

    {Biograf?a de Juan Valera) son algunos de los estudiosos de la obra de Valera que creen ver en Morsamor un men

    saje regeneracionista, mientras que J. B. Avalle Arce, en la introducci?n que escribe para la edici?n de la novela de 1970, intenta explicar el prop?sito del autor partiendo de sus propias palabras.

    2Tambi?n por carta a Men?ndez Pelayo, sabemos que Valera escribi? esta dedicatoria a rega?adientes. Quiz? eso explica lo contradictorio de sus afirmaciones, ya que dice que escribe sobre un momento en el que Espa?a era

    grande para consolarse del momento presente en que ya no lo es y, sin embargo, no habla de Espa?a sino de Por

    tugal. M?s adelante afirma que no se propone sino entretener, pero admite que el texto quiz? no entretenga y que, si bien no es su prop?sito ense?ar o probar nada, que si alguien saca alguna ense?anza de la lectura que no se lo

    tenga a ?l por responsable de tal ense?anza. De hecho, toda la diatriba en que se convierte la dedicatoria no parece estar relacionada con el texto que precede sino m?s bien en di?logo con los que cre?an que las novelas del momen to deb?an de tener un mensaje regeneracionista. De ah? que afirme que el mejor modo de obtener la regeneraci?n de la que tanto se habla es entretenerse en los ratos de ocio contando cuentos aunque sean poco divertidos.

    3Valera habla del virrey y no del gobernador Don Duarte de Meneses, cuando en ese per?odo s?lo Vasco de Gama ostent?, en 1524, el t?tulo de virrey. Al igual que su sucesor, Don Enrique de Meneses (1524-1526), Duarte de Meneses s?lo fue gobernador.

    4Obs?rvese que en un planteamiento similar, excusaban los brit?nicos su presencia en la India: puesto que ellos eran descendientes de los arios, como los antiguos invasores de la India, a ellos les correspond?a proseguir la misi?n "civilizadora" iniciada por aqu?llos.

    5De las palabras del protagonista se deduce que Morsamor quiere decir el amado de la muerte. 6En su art?culo "Juan Valera's Interest in the Orient," Sherman Eoff se?ala que Valera debi? inspirarse en

    la obra de Kalidasa (IV o V siglo a.d.C.) Vikrama y Urvasi. Efectivamente, admirador del s?nscrito y su literatura, Valera debi? leer el Vikramorvashiiya en alguna de sus traducciones, pues los paralelismo entre la Urbasi de su novela y la del personaje del drama de Kalidasa son evidentes.

    7Blavatsky afirmaba que ella manten?a conversaciones telep?ticas con su mahatma tibetano. 8La existencia de un valle escondido en el Himalaya habitado por una comunidad dedicada a una vida id?lica

    no es invenci?n de Valera. La primera noticia que tuvimos en Occidente se debe a un sacerdote jesu?ta portugu?s, Est?v?o Cacella (1585-1630), pero ya en antiguos textos budistas, como son el Zhang Zhung y el Kalachakra, se habla del valle perdido de Shambhala.

    9La novela reproduce todo un fragmento del Rig-Veda en el que se identifica al Sol como Dios y en el que el estribillo indica que a ?l es a quien se le debe de rendir culto.

    l0La reconvenci?n de Morsamor no s?lo alude al hermetismo de los te?sofos sino a la voluntad del pueblo tibetano de mantener sus puertas cerradas ante Occidente.

    11 Adem?s de telep?ticamente, Blavatsky dec?a comunicarse con su mahatma cuando ?ste desprend?a su

    parte et?rea del cuerpo y se desplazaba a donde fuera que ella estuviese. 12Salvo en el episodio de la batalla con el pr?ncipe hind? enamorado de su esposa, a lo largo de todo el relato,

    las guerras de Morsamor son contra los musulmanes. La diab?lica personalidad de los mismos se hace especial mente evidente en el episodio en que un pirata sarraceno tira por la ventana al hijo de una cristiana porque est? cansado de o?r su llanto.

    OBRAS CITADAS

    Artigas Ferrando, Miguel y Pedro Sainz Rodr?guez. Epistolario de Valera y Men?ndez. Pelayo. Madrid, Buenos Aires: C?a. Ibero-Americana de Publicaciones, 1930.

    Bishop, Meter. The Myth of Shangri-la. Berkeley: U of California P. 1989. Bravo Villasante, Carmen. Biograf?a de don Juan Valera. Barcelona: Edici?n Aedos, 1959. DeCoster, Cyrus C. Obras desconocidas de Juan Valera. Madrid: Castalia, 1965.

    Eoff, Sherman. "Juan Valera's Interest in the Orient." Hispanic Review 6.3 (1938): 193-205.

    Marb?n, Jorge A. "El Morsamor de Valera: sublimaci?n del desenga?o." C ?rculo: Revista de Cultura 10 (1981): 69-76.

    Said, Edgard. Orientalism. New York: Vintage Books, 1979. Salas Larraz?bal, Ram?n. El protectorado de Espa?a en Marruecos. Madrid: Mapfre, 1992.

    Unamuno, Miguel, Marcelino Men?ndez y Pelayo, y Armando Palacio Vald?s. Epistolario a Clar?n. Madrid: Escorial, 1941.

    Valera, Juan. "El budismo esot?rico." Obras completas. Vol. III. Madrid: Aguilar, 1958. ?. "La doctrina del progreso." Obras completas. Vol. II. Madrid. ?. "Leyendas del antiguo Oriente." Obras completas. Vol. I. Madrid: Aguilar, 1967. ?. Morsamor. Ed. Juan Bautista Avalle Arce. Barcelona: Labor, 1970. ?. "Morsamor." Obras completas. Vol. I. Madrid: Aguilar, 1967; Barcelona: Plaza y Janes, 1984

    Valera, Juan y Ram?n de Campoamor. La metaf?sica y la poes?a. Madrid: S?enz de Jubera, Hnos., 1891.

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    Article Contentsp. [21]p. 22p. 23p. 24p. 25p. 26p. 27p. 28p. 29p. 30p. 31

    Issue Table of ContentsHispania, Vol. 90, No. 1 (Mar., 2007), pp. 1-192, I-XIVFront MatterGossiping and Hysterical Manolo Infante: Traditional Gender Role Crossing as Political Metaphor in Galds's "La incgnita" [pp. 1-9]The Use of Narrative Frames in Four Tales by Emilia Pardo Bazn [pp. 10-20]Aspectos del Orientalismo en la obra de Juan Valera [pp. 21-31]Reading for Feeling: Pablo Neruda's "Poema 20" [pp. 32-41]Los intersticios reveladores de la fe: La religiosidad imbricada en la poesa de Dulce Mara Loynaz [pp. 42-51]Spectators and Spectacle: The Theatrical Dimension in the Works of Cristina Fernndez Cubas [pp. 52-61]ReviewsPeninsularReview: untitled [pp. 62-63]Review: untitled [pp. 63-65]Review: untitled [pp. 65-66]Review: untitled [pp. 66-67]Review: untitled [pp. 67-68]Review: untitled [pp. 69-70]Review: untitled [pp. 70-71]Review: untitled [pp. 71-72]Review: untitled [pp. 72-74]

    Latin AmericaReview: untitled [pp. 74-75]Review: untitled [pp. 75-76]Review: untitled [pp. 76-77]Review: untitled [pp. 77-79]Review: untitled [pp. 79-80]Review: untitled [pp. 80-81]Review: untitled [pp. 81-82]Review: untitled [pp. 83-84]Review: untitled [pp. 84-85]

    Pedagogy/LinguisticsReview: untitled [pp. 85-87]Review: untitled [pp. 87-88]Review: untitled [pp. 88-89]Review: untitled [pp. 89-90]

    New FictionReview: untitled [pp. 90-91]Review: untitled [pp. 92-93]Review: untitled [pp. 93-93]Review: untitled [pp. 94-94]Review: untitled [pp. 95-96]Review: untitled [pp. 96-97]

    Media/ComputersSecond-Language Reading Comprehension and Vocabulary Learning with Multimedia [pp. 98-108]Reviews of Interactive CDs and DVDs [pp. 109-113]

    PedagogyImplementacin de la meta cultural para el aprendizaje de lenguas extranjeras: Una propuesta constructiva [pp. 114-122]FLAME-Foreign Language Alternative Mastery Example: The FLAME Approach in Its Evolution [pp. 123-130]

    Convention Highlights / Pedagogical ForumFive Ideas for the Spanish Classroom [pp. 131-133]Super juegos! [pp. 134-137]Using Literature Circles as a Pre-Writing Activity [pp. 138-141]Song Lyrics as Culturally Authentic Material for Standards-Based Performance [pp. 142-146]

    Theoretical LinguisticsThe Acquisition of Spanish Codas: A Frequency/Sonority Approach [pp. 147-163]

    The Hispanic and Luso-Brazilian World: From Mad Queen to Martyred Saint: The Case of Juana La Loca Revisited in History and Art on the Occasion of the 450th Anniversary of Her Death [pp. 165-172]The Hispanic and Luso-Brazilian World [pp. 173-192]Back Matter