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PRIMERA PARTE MIS ORÍGENES

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Desde Atlacomulco. Primer capítulo del Libro de Arturo Montiel

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Origen y destino:Atlacomulco como paradigma

¿Existe el Grupo Atlacomulco? Si por ello entendemos un con-junto de personas unidas por intereses perversos de índole

política o económica, no hay tal. Es curioso, pero siempre que es-cucho el término Grupo Atlacomulco se refiere a un grupo cuya di-visa es conspirar para alcanzar el poder. Me parece que es una in-vención que ha servido para mencionar el peso relevante ynotorio que algunos políticos mexiquenses han tenido en la vidapública del Estado de México y del país. No, el Grupo Atlacomul-co no es una cofradía, una mafia ni un club de políticos o empre-sarios. Creo que este término más bien se refiere a algunos mexi-quenses distinguidos y exitosos, que no sólo han sido artistas,deportistas, empresarios o industriales, sino políticos, diputados fe-derales, senadores, secretarios de Estado o incluso, uno de ellos,presidente de México.1

De los personajes políticos, algunos nacieron en Atlacomulco;tal es el caso de don Isidro Fabela,Alfredo del Mazo Vélez, Salva-dor Sánchez Colín, Enrique Peña Nieto, Juan Monroy Pérez y yo,Arturo Montiel. Otros iniciaron sus carreras allí, como el profesorCarlos Hank González, quien fue director de la escuela primariaRafael Fabila. Asimismo, se puede mencionar a Alfredo del MazoGonzález, quien nació en Toluca, pero su familia es de Atlacomul-co, y por supuesto, a don Adolfo López Mateos, que aunque no fueoriundo frecuentaba a don Isidro y a don Alfredo del Mazo Vélez;incluso se puede citar a Jorge Jiménez Cantú, que se identificaba

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con estos personajes, los cuales se relacionaron o estuvieron cercade los políticos que tenían como referencia Atlacomulco.

Por esta razón, para mí el término Grupo Atlacomulco refiere aun espacio, a un lugar de encuentro que marca decisivamente lahistoria reciente del Estado de México; la que inicia, sin duda, Isi-dro Fabela, la continúan Alfredo del Mazo Vélez y Salvador Sán-chez Colín, y la consolidan Carlos Hank González y Alfredo delMazo González. Pienso que el actual gobernador y yo pertenece-mos a esa saga. Desde mi biografía personal y familiar, podríaejemplificar lo que significa Atlacomulco como origen y destino.

Pertenezco a una familia arraigada a su tierra.2 Soy hijo de unhombre emprendedor y de una mujer entregada a sus hijos: Gre-gorio Montiel Monroy y Delia Rojas García, nacidos en Atlaco-mulco. Mi padre fue huérfano a muy temprana edad, no conocióa su padre y su madre murió cuando tenía escasos cinco meses devida.A los doce años se trasladó a Toluca para buscar su porvenir,gracias al consejo y ayuda del señor Gumersindo Becerril; éste lorecomendó con los señores Justo García, Ciro Estrada y otros co-merciantes prósperos de la capital mexiquense, donde comenzó atrabajar en el negocio de abarrotes.Aprendió, se volvió hombre deconfianza y fue muy apreciado por sus patrones.

Mi padre fue ahorrando parte de su salario y en poco tiempologró acumular la suma de cinco mil pesos. No era una cantidadfuerte, necesitaba más para independizarse y regresar a Atlacomul-co, como era su deseo. Sin embargo, la empresa era difícil, le hacíafalta mucho tiempo y más dinero. Como siempre, el azar se intro-dujo en la vida: un día, estando en Jojutla, Morelos, visitando a suhermana Margarita, observó, en la calle, la presencia de un auto-móvil con placas del Estado de México. Era el automóvil de uncomerciante de Toluca que había huido de la ciudad asediado porsus deudas: el señor Mansueto Vendrel, el cual debía, a algunos co-merciantes, dinero. Se decía en los periódicos que andaba en Espa-ña, pero en realidad había desaparecido. Mi padre lo sabía y ade-

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más lo conocía bien. Entonces se dirigió a la comisaría del puebloe informó a los policías que ese señor tenía cuentas pendientes enToluca. Los policías corroboraron los hechos y lo detuvieron. Fue-ron al restaurante donde Mansueto estaba comiendo, y mi padre sele enfrentó diciéndole:

—Señor Mansueto, lo conozco y lo respeto, pero es mi deberdecirle que usted tiene cuentas pendientes en el Estado de Méxi-co… Tiene que hacerse responsable de ellas, se lo van a llevar a To-luca para que responda.

Y así fue, lo llevaron a comparecer con sus acreedores, mi pa-dre los acompañó. El señor Mansueto pagó sus deudas.

Al poco tiempo, los comerciantes, agradecidos, le dieron a mipadre una gratificación de aproximadamente diez mil pesos deaquel entonces. Con ese capital, decidió independizarse y regresara Atlacomulco, lo cual informó a sus patrones y amigos, quienes lolamentaron pero le desearon suerte. Don Justo García le aconsejóno incursionar en el negocio de abarrotes porque tendría un fuer-te competidor en la zona:

—Te va hacer trizas —le dijo—, no te metas, dedícate a hacerotra cosa.

El azar o la circunstancia le facilitaron el camino.En esos días, mi padre recibió la invitación para ser concesio-

nario de la Cervecería Cuauhtémoc. El señor Alfredo García, ge-rente de ventas de la empresa, le dijo que lo habían investigado, co-nocían su honorabilidad, era la persona indicada para desarrollar elmercado de cervezas en la zona norte del Estado de México, queno se preocupara por la inversión: tendría camiones, bodegas yapoyo, contaba con buenas cartas de recomendación. La experien-cia de mi padre en el ramo no era mucha, aunque ya había vendi-do cerveza en Toluca para el negocio de don Juan Dosal; aquellofue un reto, lo superó con creces. Dominó el mercado, incluso lle-gó a ser líder de ventas en la zona. Se volvió un gran vendedor decerveza, el mejor.

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Cuando mi padre regresó a Atlacomulco, trece años después desu salida, frisaba los veinticinco años. Se casó con la señora DeliaRojas García, mi madre, en 1942. Nací en 1943. Mi padre logró laconcesión para distribuir no sólo cerveza sino los refrescos SidralMundet en el norte del Estado de México y parte de los estadosde Michoacán, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí, así comolos productos de la Casa Robina Hermanos, fabricantes de OrangeCrush y Titán. Recuerdo que cuando era adolescente me enviabaa Guanajuato para vender cerveza y comprar maíz, sorgo o trigoque luego vendíamos en el Estado de México. Estas experienciasmarcaron mi vida.

Puedo decir con orgullo que soy hijo de un hombre que se hizoa sí mismo y que es un ejemplo de coraje para vivir y afrontar la ad-versidad, aspectos que también marcaron mi carácter y mi desempe-ño profesional. Yo, que soy el primogénito de sus doce hijos, loacompañé en esas correrías y comencé a conocer e identificarmecon el Estado de México: desde Toluca hasta Tlatlaya, pasando porTemascaltepec,Tejupilco y Amatepec y todo el norte de la entidad.

Mi padre se convirtió así en concesionario de la CerveceríaCuauhtémoc, que distribuía las marcas Bohemia, Carta Blanca yDon Quijote, y de los refrescos Mundet y Jarritos. De igual mane-ra, fue distribuidor del refresco Pepsi Cola en el norte del estado,concesión que le otorgaron los señores Rello, dueños de la embo-telladora La Moderna. Gracias a su empeño y tesón se volvió unempresario exitoso: logró, durante muchos años, el primer lugar deventas en la zona centro del país. Con el tiempo, mi padre ingresóal salón de la fama de la Cervecería Cuauhtémoc, ubicado enMonterrey. Fue un gran vendedor (trabajó a lo largo de cincuen-ta y dos años ininterrumpidos), por lo tanto reunía las habilidadesdel persuasor y del estratega: un conocimiento profundo de laspersonas, más una visión territorial.

De aquellos días, recuerdo que diariamente llegaban a Atlaco-mulco de dos a tres camiones, y cada semana, tres furgones de fe-

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rrocarril, con la mercadería, la cual había que descargar: aproxima-damente tres mil cartones por furgón. Mi padre me encomendóesta labor.Tendría unos trece años y cursaba la secundaria pública,la número 26 (hoy secundaria Isidro Fabela). De esos tiempos gra-tos recuerdo a mis amigos Juan Manuel Borbolla, Enrique Gonzá-lez, Jaime Monroy Vélez y Miguel Pérez como los compañeros so-lidarios que me acompañaron en esas labores, descargando cajonesy colocándolos en camiones que yo manejaba a pesar de mi cortaedad, para llevarlos al almacén.

Los tiempos en que nací:la era de Isidro Fabela

Nací en la época cuando Isidro Fabela fue gobernador: en1943. Para hablar de él habría que preguntarse: ¿cómo era

antes de don Isidro el Estado de México? Era un estado que vivíamomentos difíciles; había inseguridad y bandolerismo; los gobier-nos, una vez derrocado el porfirismo y la dictadura de Huerta, de-pendían de los liderazgos regionales (cacicazgos) que se acomoda-ban a las facciones en pugna o al poder presidencial en turno.

Fue Abundio Gómez quien inauguró un linaje político (“go-mismo”) que va de 1921 a 1942: lo comienza el mismo don Abun-dio (1921-1925), lo continúa con Carlos Riva Palacio (1926-1929) y Filiberto Gómez (1930-1935), con el interludio de JoséLuis Solórzano (1935-1936), quien intenta desprenderse del go-mismo pero lo defenestran, y continúa con Eucario López (1936-1937),Wenceslao Labra (1937-1941) y culmina con el malogradoAlfredo Zárate Albarrán (1941-1942), quien es asesinado en ellienzo charro de Toluca.

Estos años son, sin duda, turbulentos: finaliza la Revoluciónpero sobrevienen luchas por el poder, el triunfo del obregonismo(el Plan de Agua Prieta que derroca a Carranza), el asesinato de

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Francisco Villa, la rebelión delahuertista, la Cristiada, el asesinato deObregón, la creación del PNR, el movimiento vasconcelista, elmaximato, la expulsión de Calles, el cardenismo y la Segunda Gue-rra Mundial. En los años treinta comenzó el éxodo de braceros alos Estados Unidos. En el Estado de México se vivieron intensa-mente esos acontecimientos: las represiones a los zapatistas, a loscristeros, epidemias de tifo, viruela y tosferina, inundaciones, huel-gas y crisis agrícolas. En fin, en el tiempo en que llega don Isidroal gobierno mexiquense no había paz en nuestro estado y sí mu-cho desasosiego e inestabilidad.

El internacionalista Fabela llegó de Europa, había sido embaja-dor plenipotenciario de México ante la Liga de las Naciones y mi-nistro, miembro de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya.Lo acompañaban su esposa, doña Josefina Eissman, y sus dos hijosadoptivos españoles, víctimas de la guerra civil. Cuenta mi padreque la guerra civil asolaba España. Don Isidro y su esposa doña Jo-sefina estaban en Madrid; una tarde paseaban por un hermoso par-que, se sentaron en una banca a descansar y contemplar la alameda.Pasaron viandantes y luego dos niños, que les parecieron simpáti-cos; hicieron conversación y les preguntaron qué hacían, si iban ala escuela; los niños les dijeron que no hacían nada, sólo vagar ybuscar algo de comida; doña Josefina les preguntó por sus padres,les contestaron que no tenían, habían desaparecido o muerto. Seapiadaron de ellos y adoptaron a Daniel y a Germán. Don Isidrolos trajo a México. Esta anécdota lo pinta de cuerpo entero.

Don Isidro Fabela no aceptó ser gobernador del Estado deMéxico inmediatamente, sino después de haber rechazado las pro-puestas presidenciales. Incluso el presidente Ávila Camacho le dijo:

—Vete a tu casa y medítalo.Le dio tres días. Las razones de don Isidro para rechazar la gu-

bernatura tenían que ver con su investidura de diplomático y por-que se consideraba incapaz para hacer política. Según mi padre, elpresidente Ávila Camacho tuvo que insistir, incluso le llegó decir:

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—Isidro, pensaba que eras mi amigo y que también eras ami-go del presidente.

Sólo cuando le dijo estas palabras, don Isidro comprendió lorelevante de la petición. Entonces le contestó al presidente:

—Señor, si es una petición de un amigo y sobre todo del pre-sidente de México, acepto.

El embajador se trasladó directamente a Toluca. El estado seencontraba convulsionado por el asesinato de Alfredo Zárate Alba-rrán y había que pacificarlo.Tomó protesta como gobernador in-mediatamente. Una vez investido, pidió a los diputados locales,miembros del congreso estatal, solicitar licencia a sus representa-ciones (sus curules) y dejar las armas. Para ello, llamó a todos losdiputados suplentes con el objetivo de integrar un gobierno nue-vo que construyera la unidad mexiquense, siguiendo el mandatodel presidente Ávila Camacho: despistolizar el territorio, acabarcon los liderazgos regionales y devolver la armonía al estado.

Con don Isidro Fabela terminó una etapa de desasosiego socialy empezó la gran historia del Estado de México: el desarrollo in-dustrial, social y cultural. Para ello se rodeó de un valioso equipo detrabajo, en el cual destacó sin ninguna duda Alfredo del Mazo Vé-lez, quien fue su secretario de gobierno y a la postre su sucesor enla gubernatura. Siendo gobernador don Isidro, Adolfo López Ma-teos ocupó la Dirección del Instituto Científico Literario, antece-dente de la actual Universidad Autónoma del Estado de México.

El gobernador Fabela se convirtió en un parteaguas en la his-toria del estado.Tal vez de ese momento histórico surja el mito delGrupo Atlacomulco. Su periodo abarcó de 1942 a 1945. En esos bre-ves años en que fue gobernador logró introducir al Estado de Mé-xico en una era de desarrollo y prosperidad. Ésa fue su grandeza:sembró la paz y dejó continuadores.

Isidro Fabela nació en la Hacienda de El Salto, municipio deAtlacomulco, donde su padre, don Francisco Trinidad Fabela Vélez,era ingeniero. Aunque las familias Fabela y Montiel se conocían,

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no fue sino hasta que don Isidro culminó su gubernatura cuandose estableció una relación cercana entre ambas familias.

Don Isidro llegó a ser un gran personaje, revolucionario, ca-rrancista, internacionalista, defensor de la República Española, dela autonomía de Belice, opositor a la invasión de Etiopía, diputa-do, senador, secretario de Estado, gobernador del Estado de Méxi-co, entre otros cargos; mientras que mi padre se volvió un próspe-ro comerciante, ligado a los problemas sociales de su localidad; esdecir, muy activo políticamente (por mi casa pasaron muchos per-sonajes políticos y empresariales). Don Isidro se convirtió en unciudadano del mundo y mi padre se arraigó en Atlacomulco, con-virtiéndose en un buen patriarca. Ambos se guardaron respeto ycariño toda la vida. Don Gregorio llegó a ser presidente munici-pal de Atlacomulco a finales los años sesenta, cuando era goberna-dor Juan Fernández Albarrán.

Mi padre conoció a don Isidro cuando Daniel, uno de sus hi-jos, se iba casar; la boda se realizaría en Atlacomulco. Mi progeni-tor quería ofrecerle el servicio de bebidas, el diplomático lo reci-bió amablemente, le dijo que ya había comisionado a un ayudantepara hacerse cargo y que hablara con la persona comisionada parapreguntar si ya tenía proveedor. Lo acompañó a la puerta y le pre-guntó si traía automóvil; le dijo que sí; entonces le pidió llevar alpueblo a su mozo para que le trajera algo de comer porque no ha-bía nada en la despensa de su rancho. En ese momento a mi padrese le ocurrió invitarlo a nuestra casa:

—Don Isidro, no mande al mozo al mercado, mejor véngase acomer conmigo, sería un honor que fuera a la casa, pregúntele a suseñora si quiere ir.

Le contestó que no, que sería un abuso, pero mi padre lo con-venció y don Isidro fue a avisarle a doña Josefina. Regresó, le dijoque aceptaban con la condición de que no molestara a mi madre:

—Sólo queremos comer un arroz rojo con un huevito mon-tado, frijoles, salsa con unas tortillas…

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Así llegó Fabela a la casa de don Gregorio Montiel; después sevolvió un invitado asiduo.

Normalmente, don Isidro llegaba cada ocho días a Atlacomul-co en su Cadillac gris, acompañado de su esposa doña Josefina yde mi tío Aniano Guadarrama, quien era su jefe de ayudantes. Lehablaba por teléfono a mi padre y le preguntaba si lo invitaba a al-morzar, aclarándole:

—Quiero comer con toda la familia.Por supuesto, mi padre le respondía que sí. El diplomático se

iba al tianguis con doña Josefina, compraban barbacoa, cebollas,aguacate, cilantro, salsa y tortillas, y se los entregaba a mi madre:

—Delia: aquí esta nuestra parte… Vamos almorzar.Yo lo veía como uno de mis mayores. De esas visitas recuerdo

que don Isidro decía:“Más vale sorprender al pueblo con una me-jora inesperada que desilusionarlos con promesas incumplidas”.Fue un espíritu transparente que, sin duda, hizo que emergiera mivocación por la política.A don Isidro tuve la fortuna de conocer-lo en mi casa; tendría yo unos seis o siete años. Lo mismo sucediócon el profesor Hank González, quien iba ocasionalmente a la casapara platicar con mi padre.

En Atlacomulco coincidieron en ese tiempo grandes personajes;era como si este lugar fuera un cruce de caminos: con frecuencia donAdolfo López Mateos y Alfredo del Mazo Vélez llegaban al portal,donde estaba la tienda de mi padrino Lino Flores; ahí, le ordenabanunos tacos a mi tía Candelaria.También llegó, a finales de los cin-cuenta, el general Lázaro Cárdenas a una reunión con don Isidro Fa-bela; mi padre, a instancias de don Isidro, preparó la reunión, la cualse realizó en la escuela secundaria, yo lo acompañé. El general arri-bó en un automóvil negro, sólo acompañado de su chofer; vestía so-briamente un terno gris con una camisa blanca y corbata roja im-pecables. Cuando bajó del vehículo, don Isidro presentó a mi padre:

—Mi paisano, Gregorio Montiel.El general lo saludó, le agradeció sus buenos oficios y, sobre

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todo, la discreción. Mi padre me ordenó saludarlo; el general mesonrió y me extendió su mano. Entraron, estuvieron dos horas omás conversando; pidieron unos refrescos, a los cuales mi padreagregó un queso ranchero.Al término de la reunión, el general sedespidió, se colocó sus guantes negros y su sombrero, subió al autoy le ordenó a su chofer partir. Mi padre me dijo:

—Ahí va uno de los grandes hombres de México.Don Isidro le había informado al general Cárdenas de la inmi-

nente candidatura de Adolfo López Mateos a la Presidencia de laRepública.

Así pues, cuando se habla del Grupo Atlacomulco debería referir-se a un momento crucial o axial del Estado de México que co-mienza con el gobierno de Isidro Fabela y continúa con dos go-bernadores atlacomulquenses: Alfredo del Mazo Vélez y SalvadorSánchez Colín. Un liderazgo como el de don Isidro aglutinó a ungran número de personalidades, atrajo a muchos, entre ellos aAdolfo López Mateos, Alfredo del Mazo Vélez, Salvador SánchezColín y Carlos Hank González, quienes coincidieron en tiempo yespacio en Atlacomulco. Esto sucedió a lo largo de los años cua-renta y cincuenta.Ahí trabajaron, discutieron y se organizaron paraemprender sus tareas políticas y empresariales.

En esa época me hice amigo de Alfredo del Mazo González,hijo de don Alfredo del Mazo Vélez, que, aunque toluqueño, era asi-duo de Atlacomulco, donde su padre había nacido. Éramos niños,casi adolescentes, y viviendo en Atlacomulco conocimos a muchaspersonalidades, convivimos con ellas y de alguna manera nos mar-caron y formaron. Ambos fuimos, después, gobernadores. Recuer-do que Alfredo se iba a pasar las vacaciones a la Quinta Margarita,en Atlacomulco. Pasaba a la casa y pedía permiso a mis papás paraque me fuera con él. En las vacaciones Alfredo y yo convivíamosmucho, todo el tiempo, y sólo en las noches regresábamos a mi casaa cenar enchiladas, tostadas y pambazos que mi mamá preparaba.Enesas estadías vacacionales jugábamos, entre otros cosas, a las carreras

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en bicicleta: del rancho Las Mercedes a la Quinta Margarita, a verquién hacía el mejor tiempo.Recuerdo que don Adolfo López Ma-teos y don Alfredo del Mazo Vélez en una ocasión nos tomaron eltiempo para ver quién llegaba primero. Creo que él llegó primeroy después yo, como sucedió en nuestras carreras políticas.Tambiénpracticábamos tenis y enlodábamos la cancha de arcilla de la Quin-ta Margarita, con la reprimenda de don Alfredo.

Alfredo y yo tuvimos la fortuna de conocer al presidente Ló-pez Mateos en la Quinta Margarita, cuando su padre don Alfredodel Mazo fue gobernador. Don Adolfo tenía una simpatía arrolla-dora, un carisma fuera de serie, quedamos marcados. Al escucharlos discursos de don Adolfo Ruiz Cortines y después los de LópezMateos descubrimos nuestra vocación política; Alfredo y yo que-ríamos ser gobernadores y presidentes de la República: él, hijo depolítico, y yo, hijo de comerciante. Observar en la tribuna a los dosAdolfos y dirigirse al pueblo nos entusiasmaba.Ahí encuentro, sinduda, mi primera revelación que me conduciría a la vida política.Nos propusimos ser gobernadores y presidentes. El tiempo confir-mó parcialmente nuestros deseos y nos negó otros: fuimos gober-nadores, pero nos impidieron ser presidentes.

Siguiendo con los tiempos de Fabela, he de señalar que laobra de gobierno de don Isidro fue fundacional: realizó una pro-funda reforma fiscal, envió iniciativas de ley para el desarrollo delas industrias, de la construcción, del agro; se esmeró en la mejo-ra de las siembras y en el crecimiento del turismo. Durante sumandato se consiguieron inversiones para industrializar Tlalne-pantla y la hoy zona conurbada de la Ciudad de México. Se im-pulsó la agricultura intensiva, se promovieron las cuencas leche-ras de Chalco,Tlalnepantla y Naucalpan; se reconstruyeron escuelasen todo el Estado.

La obra de Fabela la continuaría Alfredo del Mazo Vélez, quienconsolidó la transformación industrial del Estado, creó una enor-me infraestructura vial y desarrolló programas escolares para dismi-

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nuir el rezago educativo, y la culminaría Salvador Sánchez Colín,quien no sólo aceleró la urbanización del Estado sino la industria-lización, el desarrollo agropecuario y la infraestructura carretera enel sur de la entidad; asimismo, en 1956, convirtió al Instituto Cien-tífico Literario en la Universidad Autónoma del Estado de Méxi-co. En esa época se inició la carrera política del profesor CarlosHank, quien ocuparía la presidencia municipal de Toluca. Éste esel origen, resumido, del llamado Grupo Atlacomulco. En realidad,una saga de políticos emprendedores que tuvieron como guía elpensamiento y la acción de un hombre ilustre: Isidro Fabela.

Tras la huella de Hank González

Ala casa de mi padre también recaló el profesor Carlos HankGonzález. El maestro llegó a Atlacomulco, por instancias del

gobernador Alfredo del Mazo Vélez, para hacerse cargo de la di-rección de la escuela primaria Rafael Fabila. Había egresado de laEscuela Normal Estatal gracias a una beca que el gobernador leotorgó. Don Isidro lo conoció por los discursos que pronunciabaen eventos públicos; como buen maestro, le vio talento y lo pro-movió. Era un orador vibrante, “güerejo, larguirucho y muy bri-llante”, a decir de don Isidro.3

Aquí cabe aclarar que el profesor frecuentaba la casa de mis pa-dres, la de mi tío abuelo Maximino y las de otros personajes deAtlacomulco. Al profesor lo acompañaba toda su familia: su espo-sa, doña Guadalupe Rhon, quien fue maestra de la escuela prima-ria, y sus hijos Carlos, Marisela e Ivonne, todavía no nacían Jorgeni Cuauhtémoc. Fui amigo de ellos. Al poco tiempo, el profesorcomenzó a dar clases en la Secundaria 26, donde yo estudié. Elprofesor fue un invitado permanente en la casa de mi padre. Eraun gran conversador y sus temas giraban en torno a la política, lahistoria y la cultura en general. Fue una época dorada para Atlaco-

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mulco; tuvimos profesores de muy alto nivel, como LeodegarioLópez Ramírez, Gabino Escalante, Marcial Ruiz Vargas, EstebanMendieta, Luis Galindo, Evangelina Alcántara entre otros, que hi-cieron de la escuela secundaria número 26, hoy Isidro Fabela, unade las mejores de México, la cual incluso recibía alumnos de diver-sos estados de la República; pero, sin duda, la presencia del maes-tro Hank fue estelar. Fue el legado de Alfredo del Mazo Vélez, conla venia de don Isidro Fabela.

Carlos Hank González no sólo fue un esmerado profesor y di-rector de escuela, sino una persona que resumía en él un carácterpoderosamente emprendedor. Sabía que como maestro los salarioseran exiguos y sin descuidar su vocación magisterial emprendióuna carrera empresarial que lo llevó a adquirir una importante for-tuna; obra, sin duda, de su esmero y atención en el control admi-nistrativo. Del profesor Hank González aprendí mucho; aunque notomé clases con él, de sus visitas a la casa de mi padre obtuve en-señanzas y, sobre todo, una visión para enfrentar la vida y unir mivocación empresarial con mi vocación política sin que ello signi-ficara desdoro.

El profesor inició sus labores empresariales en Atlacomulco;buscó que mi padre le transfiriera algunas actividades comerciales,lo recomendó con mi tío Vidal Jasso Montiel, quien le ofreció ven-der dulces en los pueblos del norte del estado. El profesor no searredró y logró grandes éxitos. Lo que sobrevino después ya esmuy conocido: creó un holding empresarial que lo mismo se dedi-caba a producir automóviles que a transportar materias primas dela industria petrolera, creó un consorcio financiero de primeramagnitud, no sólo a nivel nacional sino internacional, que lo hizoincursionar en diversas actividades: desde las agropecuarias e indus-triales hasta las comerciales y financieras.

Sin embargo, nunca perdió el piso: siguió siendo un hombresencillo, con las manos extendidas, que supo ligar su éxito empre-sarial con su brillante carrera política. Para mí, que soy contador

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y administrador, el maestro Hank encarna el paradigma del polí-tico, del empresario mexicano y un ejemplo de vida.Aquellos quelo atacan deberían revisar su trayectoria y observar cómo un hom-bre de cuna humilde se encumbra con esfuerzo y sin hacerle mala nadie.

Por otra parte, el maestro Hank, en Atlacomulco, se reunía conla gente a la que le gustaba la lectura, la historia, la política y la cul-tura en general para discutir lo que sucedía en el Estado de Méxi-co, en el país y en el mundo. En este grupo participaron personasmuy reconocidas y con mucha presencia política: Ricardo Mon-roy Robles, Javier Vélez, Luis Galindo, Isidro Monroy,Wilfrido Val-verde y Maximino Montiel, entre otros. A este grupo se le cono-ció como la “República Ideal”. Al maestro Hank se le admirabapor su elocuencia y conocimiento, por su trato y sobre todo porsu habilidad para tejer relaciones: siempre cortés y atento a suscontrapartes continuó las relaciones que heredó de Fabela, de DelMazo y por supuesto de López Mateos.

El profesor Hank no sólo pudo realizar sus ideales políticos,sino que alcanzó el éxito económico y empresarial. Fue un profe-sor de primaria que se inició vendiendo dulces y se hizo un em-presario exitoso, y que además emprendió una aventura políticaque lo llevó a ocupar desde los puestos más bajos hasta los más al-tos: de vendedor de dulces a empresario de clase mundial; de di-rector de una primaria a regente de la ciudad capital de México,pasando por la presidencia municipal de Toluca, una diputación fe-deral, una gubernatura y secretarías de Estado; incluso, siempre fueconsiderado candidato a la Presidencia de México, aunque impe-dido porque su padre era de origen alemán.

Logró todo ello gracias a su tesón e inteligencia y con una granelegancia, la de un hombre que sabe convivir para ayudar a la gen-te. Si se quiere señalar a Carlos Hank González como líder del mí-tico Grupo Atlacomulco, lo es; pero no del grupo, sino el líder, el con-tinuador de la obra iniciada por Isidro Fabela. Es el gran referente

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del Estado de México moderno y un ejemplo de hombre políticoy de empresario. Si se quiere decir que yo fui formado por elmaestro Hank, aciertan.

Los años de formación: vendedor de cervezas y estudiante de la UNAM

Terminé la secundaria y me fui a la Ciudad de México. Mi pa-dre intentó disuadirme, me dijo que para qué me iba a vivir

a México, pues era una ciudad muy grande, con muchos proble-mas; además, ya tenía asegurado mi futuro en el pueblo. Me ofre-ció una parte del negocio:

—Puedo sostener a la familia, quédate te doy una parte… —me dijo.

Pero le contesté:—Papá: quiero conocer y la vida no sólo es Atlacomulco, ver

algo más y prepararme: ser como Isidro Fabela o Alfredo del Mazo,que se fueron para ser mejores y nunca olvidaron sus orígenes. Detodas maneras te seguiré ayudando en el negocio.

Me fui a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de Mé-xico, primero a la preparatoria número 6 (Mascarones) y después ala Facultad de Comercio y Administración. Recién llegado, viví enuna pensión de estudiantes en la calle de Nayarit, en la coloniaRoma de la Ciudad de México, y luego me fui a casa de mis tíosGuadalupe Suárez y Esperanza Montiel, quienes me brindaron suhospitalidad y apoyo, pero sobre todo su amor, cariño y cuidado.Mi estancia en la Ciudad de México no habría sido tan cálida sinsu amparo y orientación.

De esos tiempos viene a mi memoria un recuerdo imborrable:un domingo, después de un partido de futbol, mi amigo BernardoMonroy me dijo que su papá, don Isaías, iba a ir a México el lunesa tratar asuntos diversos y que podíamos irnos con él, que nos da-

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ría un “aventón”. Nosotros teníamos que estar el lunes en CiudadUniversitaria (CU) para realizar unos trámites escolares en la torrede rectoría. El lunes, a las cuatro de la mañana, pasaron por mí donIsaías Monroy Cruz y su hijo Bernardo.Al llegar a CU comentó:

—De aquí han salido los mejores hombres de México.Al recorrer el circuito y admirar los modernos y sorprenden-

tes edificios construidos por el alemanismo, topamos con el letre-ro de la Facultad de Economía y entonces me conminó:

—Arturo, tienes que hacerle la guerra al desperdicio, que es elmal mayor de este país. Ése es un compromiso.

Estudié contabilidad y después administración de empresas. Es-cogí estas carreras porque desde joven supe lo que significaba ges-tionar; planear, diseñar estrategias de producción y distribución deproductos.“De raza le viene al galgo”, dice el refrán; yo lo aprendídesde muy temprana edad, trabajando en las áreas de distribución,recorriendo el Estado de México y otros aledaños, repartiendo re-frescos, cervezas.Veía necesario ordenar y sistematizar esa experien-cia para no quedarme sólo con la operación misma sino con el cómoy el porqué de la administración. Me hice primero contador y des-pués administrador de empresas. En la Facultad de Comercio y Ad-ministración me volví a encontrar con Alfredo del Mazo González;los dos nos recibimos como administradores de empresas y volvimosa refrendar nuestro compromiso de ser gobernadores y presidentes.

Esos años fueron de estudio, pero también de trabajo, no aban-doné mis obligaciones y continué ayudando a mi padre.Todos losfines de semana me iba a Atlacomulco a vender cervezas y refres-cos (trabajé con él once años, desde 1956 hasta 1967).Esto me per-mitió recorrer el Estado, de tal manera que nunca me desarraigué,al contrario, fui un viajero incansable, hasta la fecha lo recorro in-tensamente y siempre me apasiona, descubro algo nuevo en su geo-grafía diversa y compleja. En los años de estudiante conocí a mi es-tado y en consecuencia a su gente.

Los clientes de mi padre eran un ejemplo del espacio multicul-

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tural mexiquense: Melitón Alcántara Sánchez en Aculco, CarlosSerrano y Valentín Sánchez en Acambay, Guadalupe Jasso en Polo-titlán, Raúl Huitrón en Atlacomulco, los hermanos Castro en San-tiago Acutzilapan, Zeferino Contreras y Trinidad Vilchis en SanFelipe del Progreso, don Dolores Garduño en la Ciénega de San Fe-lipe, los señores Santín en Tejupilco, los hermanos Quijada en Ix-tlahuaca, los señores Bello en Temazcalcingo y los hermanos Gar-cés en Tenancingo, Donato y Evaristo Escamilla, ferrocarrileros, enAtlacomulco, entre otros. Estos hombres unidos a su geografía fue-ron después clave para comprender las diversas ideologías del Esta-do y poder diseñar estrategias políticas, sobre todo entender que laorganización de las campañas surge del contacto permanente y di-recto con las personas que habitan las comunidades.Aprendí, a par-tir de la complejidad social del Estado, que sólo respetando y ha-ciendo caso a su pluralidad y a su diferenciación se podrían obtenerlos triunfos electorales.

También influyó en mi vocación política la visión de la pobre-za que había palpado en las regiones más apartadas del estado.Ten-go el recuerdo imborrable de sus carencias. Por ejemplo, cómo noacordarme de Cirilo Matías, quien vivía en su “casa” de treintametros cuadrados en Tepeolulco, en el municipio de Temazcalcin-go; tenía un fogón en el piso que hacía de cocina y unos petates amodo de recámara; se me hacía increíble que ahí pudiera vivir Ci-rilo con su familia. O de Pablo Pascual, en San Pedro del Rosal,municipio de Atlacomulco; era un tejedor de palma que fabricabasombreros a mano y que caminaba kilómetros para llevar a vendersus productos a Atlacomulco y a otras poblaciones.Y mucha gen-te más que me motivó y me hizo entrar a la política.

En la universidad tomé conciencia de las demandas sociales demi país, un país con diferencias abismales, mal administrado; eranecesario que esas personas y esos pueblos fueran incluidos en elprogreso, que pasaran de quemar petróleo para alumbrarse a tenerluz eléctrica, o que hubiera puentes para no cruzar los ríos arre-

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mangándose pantalones y enaguas, cargando niños. Me di cuentade lo que sucedía en Tlatlaya,Tejupilco y sus comunidades comoEl Cajón y Nanchititla o en los municipios de San Felipe del Pro-greso,Villa de Allende y muchas otras localidades y pueblos mexi-quenses que vivían sin agua en tiempos de secas, que bebían aguaamarilla del escurrimiento de los cerros; carecían de caminos, es-cuelas, centros de salud y literalmente se morían si la curandera nolos atendía. Fue en los años de la universidad cuando las experien-cias trashumantes, debidas a la vocación de comerciante de mi pa-dre, me hicieron entender lo que don Isaías Monroy me habíapedido: “hacerle la guerra al desperdicio” y proporcionar oportu-nidades a la gente para crecer y vivir mejor.

Caben dos anécdotas de esa época. La primera me hizo refle-xionar sobre lo imprevisible que es la vida y cómo la suerte o elazar pueden decidir entre la vida y la muerte.Y en la segunda medi cuenta de que en el camino de la vida uno se encuentra consenderos que se bifurcan y es cuando se toman decisiones.

Como todos los fines de semana, tenía que trasladarme de laCiudad de México a Atlacomulco; me acompañaba mi hermana,María Eugenia, quien también estudiaba en México, y nos enfila-mos a la salida de la carretera hacia Toluca; por la avenida Consti-tuyentes pasamos un tenderete donde vendían unas tortas delicio-sas, pero esa vez no nos detuvimos porque íbamos retrasados. En elcamino nos rebasó un automóvil con placas de la Delegación deTránsito en Atlacomulco; le dije a mi hermana:

—Seguro ahí va un paisano… Lleva prisa.Era un Ford Galaxy. El conductor iba comiéndose una torta.A

los pocos minutos, cerca de La Marquesa, adelante del Monumen-to al Caminero, vimos que el Ford Galaxy se fue a una barranca deunos veinte metros o más de profundidad. Se había accidentado.Aproximé el auto a la cuneta y lo detuve cerca de la barranca. Ledije a María Eugenia:

—Hay que ayudarlo. Espérame, déjame ver qué pasó y te aviso.

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Bajé hacia donde estaba el vehículo. El conductor había sidoarrojado hacia el lado de la guantera del automóvil, de cabeza ycon los pies en el volante; me asomé por la ventanilla y me dicuenta de que era el ingeniero Enrique Peña del Mazo.Abrí comopude la ventanilla, estaba semiinconsciente, tenía comida en laboca y eso le obstaculizaba respirar; se la extraje y lo enderecé. Lo-gré sacarlo del automóvil, le pedí a gritos a mi hermana que bus-cara entre sus cosas alcohol para reanimarlo. Poco a poco lo subí,arrastrándolo con gran dificultad porque el suelo estaba resbaladi-zo. El ingeniero seguía inconsciente, pero respiraba; ya no tenía lacara roja ni espuma en la boca. Lo subimos al Volkswagen, lo acos-tamos en el asiento de atrás y le dije a mi hermana que lo atendie-ra. Volví a bajar para recoger los documentos del automóvil, suportafolio y una maleta.

—Hay que llevarlo al doctor —me urgió mi hermana, y nostrasladamos rápidamente a Atlacomulco.

Llegando a la casa, lo pusimos en mi recámara y le hablamos aldoctor Julián González Méndez para que lo revisara. Mi mamá lehabló a doña Lolita del Mazo para decirle que su hijo había sufri-do un accidente, pero que mi hermana y yo lo habíamos rescatadoa tiempo, teníamos a su hijo recuperándose y con bien, que no sepreocupara. La fortuna favoreció al ingeniero, ya que se iba a casarel sábado siguiente con Socorro Nieto Sánchez. Don Enrique Peñadel Mazo nos agradeció siempre esta acción. Sin duda, la suerte y laProvidencia coincidieron en ese instante, ese día y esa carretera.

La segunda anécdota se refiere al deporte y al sentido que ad-quieren las decisiones en el destino de nuestras vidas: siendo estu-diante jugué futbol en un equipo de la UNAM. Era un jugadorcompetitivo, extremo izquierdo. Me querían de tiempo comple-to. Se lo comenté a mi padre, quien me hizo poner los pies en larealidad:

—Mira, Arturo: el futbol es para cinco o diez años máximo,pero una carrera es para toda la vida.

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Continué mis estudios, me volví un aficionado y apasionadoseguidor del Deportivo Toluca.Aquí me detuve ante la fascinacióndel deporte espectáculo, pero no oí el canto de las sirenas. Me que-dó claro que la vida es enfrentarse a situaciones, definirse y elegir,pero también el azar mete su mano. Se dice que el carácter es des-tino y que, por tanto, puede modificar el rumbo de nuestras vidas.Ya me había sucedido antes, a finales de los cincuenta, cuando micarácter me hizo decidir entre el seminario y la vida laica, estandoen el seminario de Toluca, adonde me había enviado el obispo ypaisano Arturo Vélez Martínez; a la semana tomé la decisión de es-caparme y regresar a mi casa, no era mi camino.

La visión juvenil de mi estado y de mi país

De mi época preparatoriana y universitaria guardo varios re-cuerdos; fue cuando adquirí conciencia de lo que sucedía po-

líticamente en el ámbito tanto nacional como estatal. Son los añosfinales de los cincuenta y principios de los sesenta. El licenciadoMiguel Alemán había dejado el poder a don Adolfo Ruiz Cortinesy éste lo había depositado en el mexiquense Adolfo López Mateos,quien a su vez entregó la banda presidencial a Gustavo Díaz Ordaz.

Como ya relaté, conocí a López Mateos en mi pueblo, y pudesaludar de mano a Ruiz Cortines. Ambos fueron personajes míti-cos. Alfredo del Mazo hijo y yo escuchábamos fervientemente, através de la radio, sus discursos en la Cámara de Diputados. Los dis-cursos de Ruiz Cortines eran sobrios y austeros, pero los de LópezMateos eran espléndidos.Viví los sexenios de don Adolfo López Ma-teos y de don Gustavo Díaz Ordaz en la Ciudad de México.

Durante esta etapa cobré conciencia de mi ciudadanía y de miser mexicano. En la preparatoria y luego en la universidad descu-brí al país, y el sentido de mi arraigo a mi patria chica.Abrí los ojos

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