arrepentimiento, perdón y reconciliación (daniel córdova)

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Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación. El Ministerio de la Reconciliación en el apóstol Pablo Daniel Córdova V. Introducción Un tema fundamental de nuestro tiempo es “el valor de la persona humana y su dignidad”. Junto a ésta, la necesidad de reconciliación que necesita nuestro mundo. Por tanto sentimos la necesidad de reflexionar como Iglesia a la luz de la Biblia, diferentes temas que tratan los derechos fundamentales de la persona. Quizás porque nos atañen tan de cerca, o porque estas realidades son tan evidentes, o porqué nuestras concepciones de fe y enseñanza doctrinal no explican los retos pastorales actuales al respecto. El tema de la dignidad humana es el favorito de las Sagradas Escrituras. Así se corrobora desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Por ejemplo, se nos dice que en el principio el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27); que Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45) 1 , que el Apocalipsis fue escrito para decir a los cristianos que el Jesús resucitado es el Señor de la Historia y no los emperadores de este mundo que creen serlo. La Biblia nos muestra que el Señor es el primer respetuoso de la “humanidad” y también de la “libertad”, tanto que se hizo carne (Jn 1,14) y no obliga a ninguna persona hacer algo en contra de su decisión. No se vale de su condición de Dios Todopoderoso para coaccionar las voluntades, aun cuando tiene a su merced al malo y al justo. Más bien facilita seguir el camino correcto mediante el convencimiento de su mensaje. Pero no por ello deja de apuntalar las injusticias y maldades hechas contra su criatura y su creación. En el siglo VIII a.C., precisando los pecados de Israel dice por boca de Amós que su “santo nombre” es profanado cuando “El hijo y el padre se allegan a la misma joven” (Am 2,7). Evidentemente se trata de una esclava doméstica tomada como una cosa, objeto de placer (como objeto sexual) y para ser degradada como ser humano. El texto nos dice que el atentar contra le dignidad humana es atentar contra Dios. No queremos exponer en estas líneas las múltiples formas de como día a día, se profana el santo nombre de Dios. Sólo queremos llamar la atención general y de quienes confesamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, sobre un tema que traspasa los diferentes órdenes de nuestro 1 Usamos la Biblia Reina-Valera , Revisión 1995, a menos que se indique otra traducción.

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Page 1: Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación (Daniel Córdova)

Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación.El Ministerio de la Reconciliación en el apóstol Pablo

Daniel Córdova V.

Introducción

Un tema fundamental de nuestro tiempo es “el valor de la persona humana y su dignidad”. Junto a ésta, la necesidad de reconciliación que necesita nuestro mundo. Por tanto sentimos la necesidad de reflexionar como Iglesia a la luz de la Biblia, diferentes temas que tratan los derechos fundamentales de la persona. Quizás porque nos atañen tan de cerca, o porque estas realidades son tan evidentes, o porqué nuestras concepciones de fe y enseñanza doctrinal no explican los retos pastorales actuales al respecto.

El tema de la dignidad humana es el favorito de las Sagradas Escrituras. Así se corrobora desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Por ejemplo, se nos dice que en el principio el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27); que Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45)1, que el Apocalipsis fue escrito para decir a los cristianos que el Jesús resucitado es el Señor de la Historia y no los emperadores de este mundo que creen serlo.

La Biblia nos muestra que el Señor es el primer respetuoso de la “humanidad” y también de la “libertad”, tanto que se hizo carne (Jn 1,14) y no obliga a ninguna persona hacer algo en contra de su decisión. No se vale de su condición de Dios Todopoderoso para coaccionar las voluntades, aun cuando tiene a su merced al malo y al justo. Más bien facilita seguir el camino correcto mediante el convencimiento de su mensaje. Pero no por ello deja de apuntalar las injusticias y maldades hechas contra su criatura y su creación.

En el siglo VIII a.C., precisando los pecados de Israel dice por boca de Amós que su “santo nombre” es profanado cuando “El hijo y el padre se allegan a la misma joven” (Am 2,7). Evidentemente se trata de una esclava doméstica tomada como una cosa, objeto de placer (como objeto sexual) y para ser degradada como ser humano. El texto nos dice que el atentar contra le dignidad humana es atentar contra Dios.

No queremos exponer en estas líneas las múltiples formas de como día a día, se profana el santo nombre de Dios. Sólo queremos llamar la atención general y de quienes confesamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, sobre un tema que traspasa los diferentes órdenes de nuestro mundo y que es de bien común. Se trata del “Arrepentimiento, Perdón y Reconciliación”.

La necesidad de reconciliación la aceptan todos y todas, está en la agenda de la Iglesia local y nacional, en la sociedad a nivel ciudadano y rural, así como a nivel de la nación y mundial. La reconciliación también incluye a la naturaleza que nos rodea. La “creación” de la que habla la carta a los Romanos, está relacionada fundamentalmente con la “persona”. Pablo dice de ésta que “gime... está con dolores de parto hasta ahora” (Ro 8,19-22), demanda la necesidad imperiosa de la “nueva creación”.

El tema de la reconciliación nos advierte y demanda trabajar para sanar heridas, consolar, restaurar, restablecer las relaciones humanas, llamar a la unidad de la iglesia y la sociedad. Nos

1 Usamos la Biblia Reina-Valera , Revisión 1995, a menos que se indique otra traducción.

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impele a enfrentar la impunidad, buscar la justicia y fundamentalmente la paz. Sobre todo reconocer que ésta, es un don de Dios y tarea de todos.

Nuestra percepción del tema deviene principalmente del análisis de los textos bíblicos respecto a la experiencia pastoral de la Iglesia del Señor. Toma en cuenta necesariamente nuestra realidad y contexto inmediato. En esta dinámica presentamos a continuación: como es entendida comúnmente en nuestras iglesias, su concepto y sentido paulino.

1. Cómo la reconciliación es entendida en nuestras congregaciones

Comúnmente la reconciliación es entendida por nuestras iglesias en dos sentidos bien definidos: la que se demanda entre hermanos(as) enemistados(as) que se presentan ante Dios la que necesita el ser humano para llegarse a Dios

A. Reconciliación entre hermanos(as) enemistados(as)

Este primer sentido tiene su fundamento en el consejo dado por Jesús a aquellos(as) que se presentan en el altar, delante de Dios. Jesús les dice: “23 »Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.” (Mt 5,23-24). Nótese que la demanda de Jesús es escudriñarse para revisar nuestra relación con el prójimo, detectar el porque alguien tiene algo en contra de uno. Para esto debe utilizarse el recuerdo, tener en mente (mnesthes) y actuar decidida y rápidamente (afes, es como decir “envíate). El que presenta la ofrenda es quien principalmente debe hacer esto, pero porque se está en falta con ese alguien, y no esperar que suceda al revés.

Por su lado Pablo dice “10 A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer.” (1Cor 7,10-11). Si es el caso que la mujer sigue con el esposo, debe reconciliarse con este. Pero pide a su vez al marido corresponderla, el texto dice “no abandonarla, no dejarla o no despedirla” (afíemi). La demanda es para ambos, se exhorta mutuo acercamiento.

En nuestras iglesias nos exhortamos para la unidad, predicamos sobre el arrepentimiento y el perdón, oramos para que seamos uno en el Señor, pero muchas veces no causa efecto. Por tal motivo entendemos que el momento culminante del arrepentimiento, perdón y reconciliación se da en la Santa Cena. La exhortación que para la Santa Cena expresa Pablo (1Cor 11,27-32) es concluyente:

27 De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa.

29 El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.

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30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos han muerto.

31 Si, pues, nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;

32 pero siendo juzgados, somos castigados por el Señor para que no seamos condenados con el mundo.

Primero, es entendida principalmente con respecto al “cuerpo de Cristo”. Atentar contra el cuerpo del Señor es atentar contra su Iglesia, es estar de parte de los que mataron a Jesús. Segundo, no es posible participar (pero no quiere decir, dejar de participar) “del pan y de la copa”, sin probarse a sí mismo(a) y discernir. Esto significa someterse a prueba examinándose interiormente (dokimázo) y retirar o separa las cosas (diakrino, de ahí discriminar). Y tercero, de participar sin lo anterior, se es juzgado, es reo(a) de sentencia, condena, de crimen (kríno, significa distinguir. De ahí decidir mental o judicialmente)

La consecuencia de no tomar en serio y obviar la exhortación de Pablo es la sentencia, y así ser condenados con (como) “el mundo”. Pero peor, porque muchos hermanos sufren y aún mueren por esta causa.

Cuando hay reconocimiento de faltas contra el hermano o la hermana con sinceridad (arrepentimiento), y una vez hecha viene el perdón, pedido por el que las cometió. Es interesante ver que este perdón luego se hace mutuo. Entonces vienen los momentos de resarcimiento, se expresan sentimientos, culpas, remordimiento, etc. Se experimenta después tranquilidad y sosiego y se procede a la “Comunión o Santa Cena”.

Hay ministerios evangelísticos que consideran indispensable, al lado de la predicación de salvación, el tema del “perdón y reconciliación”. Dicen que la falta de ello, en situaciones límites, son causa de opresión, malestar y enfermedad en mucha gente.

B. Reconciliación del ser humano para llegarse a Dios

El segundo sentido al que nos referimos, tiene sustento en la expresión de Pablo que afirma nuestra reconciliación con Dios por la muerte de su hijo Jesucristo: “10porque, si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” (Ro 5,10-11). Esto supone que hemos estado alejados de Dios, “alienados” diría un teólogo para quien este estado es de pecado, descreencia y desespero. Pero superable porque por la fe en Jesucristo somos aceptados por Dios y reconciliados por él a pesar de nuestro alejamiento (Tillich, P. Teología Sistemática, t.2, p.72-73). Aquí dos formas de acercamiento:

1º A través de la conversión

Una primera comprensión de lo dicho aquí, muy propio de nuestras Iglesias esta enmarcada en su función evangelizadora. Un poco ratifican a los “existencialistas” (escuela filosófica) de esta necesidad de reconciliación ante la debacle en que se encuentra la existencia humana. Ellos dicen que:

…la existencia es alienación y no reconciliación; es deshumanización y no expresión de la humanidad esencial. La existencia es el proceso en el que el ser

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humano se hace cosa y deja de ser persona. La existencia del individuo... se ve amenazada por su falta de sentido” (ldem. pág. 42).

2º Cuando el o la creyente se vuelve a Dios luego de haber dejado la práctica de la fe

Una segunda comprensión está relacionada con el Dios misericordioso y propicio que revela su benevolencia y su fidelidad como expresiones de su ser. El Antiguo Testamento lo expresa muy bien cuando trata de la misericordia de Jehová y su perdón, y de la renovación de su pacto.

Dice de Jehová:8 Misericordioso y clemente es Jehová;lento para la ira y grande en misericordia.9 No contenderá para siempreni para siempre guardará el enojo. (Sal 103,8-9)

En palabras de Moisés: 6 Jehová pasó por delante de él y exclamó:—¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad, 7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, pero que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que castiga la maldad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación. (Ex 34,6-7)

Fundamentalmente es “tardo para la ira y grande en misericordia”; pero no significa que al recibir la misericordia de Dios quién hizo mal, se convirtió en inocente (que nunca hizo mal), debe pagar su falta. Aquí siempre se está refiriendo a su pueblo y no al pueblo gentil.

Esta reconciliación es ofrecida a todos y todas, que habiendo hecho ya una decisión de seguir a Jesucristo, por diversos motivos abandonaron este seguimiento. En el contexto pentecostal se acostumbra siempre, hacer este llamado, considerado como nueva oportunidad que da el Señor para seguirle.

2. La palabra “reconciliación”

En el Nuevo Testamento encontramos tres grupos de palabras o formas que expresan la idea de “reconciliación”. Arriba hemos visto dos sentidos prácticos de la palabra reconciliación, pasamos a definirlos y presentar una tercera que será desarrollada después.

El primer grupo se ubica alrededor de “restablecer, restaurar”, y tiene un sentido político-escatológico aplicado a la restauración parcial o universal.

El segundo grupo pertenece a la esfera del culto, así “expiar, aplacar, apiadarse”, sirven para designar aquellas acciones con el fin de expiar pecados.

La tercera forma es propiamente “reconciliar”, procede de la vida profana que apuntaba al cambio positivo de una relación negativa, expresa el hecho reconciliatorio entre Dios y el ser humano, así como de los seres humanos entre si. (Ver Coenen y Otros, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol. IV, p. 36-48).

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Evidentemente estamos ubicados en nuestra reflexión en esta tercera forma. Podemos entonces con propiedad dar una definición general de reconciliación como:

“el restablecimiento de relaciones buenas y sanas entre partes enemistadas”.Pero es al apóstol Pablo a quien le debemos su aplicación en la situación nueva que viven los hombres y las mujeres a partir de la venida de Cristo.

3. El sentido paulino de la reconciliación

Consideramos que en su segunda carta a los Corintios se encuentra el mejor pasaje que expresa el sentido bíblico de reconciliación, esto en el capítulo 5, versículos 18 al 20:

18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación:19 Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

(Las palabras en negritas es nuestro)

A. El sujeto de la reconciliación

El texto expresa que el sujeto de la reconciliación es Dios, quiere decir que la iniciativa de reconciliar viene de Dios; esto es, cualquiera sea el ámbito al que está referido. No importa de donde viene el movimiento o vienen los movimientos de reconciliación, no importa quien de las partes encontradas la inicia. Aquí Pablo es categórico, dice:

… todo esto proviene de Dios”, … Dios estaba en Cristo reconciliando (5,18-19)

A nuestro entender Pablo remarca dos aspectos:

1º Que es imprescindible que el hombre reconozca tal iniciativa, en virtud de lograr una verdadera reconciliación. Y que no se basa sólo en sus fuerzas, pues estas son falibles.

2º Lo que resalta es la diferencia con ciertas prácticas rituales en donde la divinidad es el objeto del quehacer reconciliatorio del hombre. Esto es que mediante sólo el acto, quien siente la necesidad de llegarse a Dios puede expiar su imperfección y pecado. Para esto se vale de variados ofertorios, oraciones, sacrificios, purificaciones, ofrendas, animales y muchas otras.

B. La reconciliación lo abarca todo

El versículo 5,19 expresa que esta reconciliación de Dios lo abarca todo. Pablo dice que alcanza al “mundo”, aquí es el “cosmos”. En su sentido más genérico, comprende a la humanidad entera sometida al pecado.

En la carta a los Colosenses va mas allá, dice: ...al Padre agradó... por medio de él (Jesucristo)

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reconciliar consigo (Dios) todas las cosas... (Col 1,19-20).La expresión “todas las cosas” (griego ta panta), se refiere a todo lo existente en la tierra y en los cielos.

No es una pretensión del Evangelio abarcarlo todo. Sucede que para Dios el hombre y la mujer ocupan su atención central. Y Dios no escatima medios para regir un orden que apunte hacia su bienestar en armonía total. No olvidemos que la “creación” obra de sus manos, fue hecha en función de la humanidad (Ro 8,18-23). Y es por esto también, que fundamentalmente el Señor ha obrado en ella.

En la Carta a los Efesios (2,14-18), leemos que Jesucristo hizo del pueblo judío y del pueblo gentil un “solo y nuevo hombre” en su propia persona y los reconcilió con Dios:

14 Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las enemistades (la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas) para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos y a los que estáis cerca,18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.

Es indudable, pues, que la reconciliación adquiere así, proporciones cósmicas y universales. No se puede separar la reconciliación con Dios de la reconciliación con los hombres y con la naturaleza.

Queda sin discusión que la reconciliación ha acontecido por medio de la obra de Jesucristo. Este es un don de Dios que va dirigido a su Iglesia pero también a aquellas personas fuera de ella. Nótese el “nos reconcilió” y la referencia a los demás “hombres” de nuestro texto de Corintios (5,18-19). Corresponde por tanto a cada persona la aceptación o no de la reconconciliación y esto es, aceptar o no la “fe” en Cristo.

El “reconciliaos con Dios” del verso 20, es un imperativo que incluso tiene sentido pasivo, es como decir “ustedes ya han sido reconciliados por Dios”, dejen pues toda resistencia y acéptenla de corazón. Es la forma paulina de las palabras de Juan el Bautista primero y luego de Jesús: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mateo 3,2 y 4,17). Lo que tenemos es la apelación a una exigencia de fe concreta, en oposición a cualquier quehacer humano que permita al hombre y la mujer justificarse a sí mismo(a). En consecuencia la expresión “la palabra de la reconciliación” del verso 19 es el Evangelio mismo. Negar la reconciliación es negar el Evangelio mismo; y la reconciliación lleva primero el arrepentimiento, luego el perdón pero con resarcimiento.

C. Reconciliación y restitución

Dios nos confió “el ministerio de la reconciliación" (v. 18). Mas exactamente es “la diaconía de la reconciliación” que implica ponerse al servicio de la realización de la reconciliación. La idea transmitida es que esta no es posible, sino se da nada a cambio por conseguirla. Jesucristo murió

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para así, reconciliarnos (5,14-15), por tanto dejarse reconciliar significa no solo "recibir" sino también "dar".

Cristo dio su muerte, la carta a los Filipenses (2,6-8) dice de Jesús que: 6El, siendo en forma de Dios, no escatimó el ser igual a Dios como cosa a que ferrarse, 7sino que se despojó así mismo,tomó la forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres8 Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló así mismo, haciéndose obediente hasta la muerte,y muerte de cruz.

Vale la reflexión: ¿qué será despojamos a nosotros mismos o dar nuestra muerte? Dependerá de cada situación particular, ¿puede ser renunciar a la injusticia, renunciar al poder, dejar el egoísmo y/u odio, pedir perdón?, ¿qué más? …

No se puede concebir una reconciliación que se desentienda del otro y sin restitución alguna.

Sólo el que se considera así mismo perfecto puede pensar que no necesita perdón, menos aún restituir al agraviado. Estos son los que contrastan con los discípulos de Jesús en Mateo (20,25-27):

25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo:—Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.

26 Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,

27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;

Generalmente son las personas orgullosas y soberbias. Pueden ser los poderosos que tienen la fuerza o dinero; los políticos, militares o religiosos poseedores de autoridad, que les hace autosuficientes como para no depender de nadie, menos en la construcción de sus vidas. ¡No necesitan de Dios!, están autorrealizados, ¡son dioses mismos!

Son los que están más allá de la moral y la ética, por lo cual sus acciones en la sociedad o en la Iglesia están justificadas. Tan así que son los salvadores, los mesías. Sus discursos religiosos solo sirven para legitimarlos, porque ni siquiera son para justificarse. Nos preguntamos entonces ¿Cómo hablar de reconciliación y olvido, cuando ni siquiera se pide perdón? Más bien, queda hablar de justicia, de justicia restitutiva.

D. Lo que significa el ministerio de la reconciliación

La reconciliación con Dios es inseparable de la reconciliación entre los seres humanos y la naturaleza. Cualquier iniciativa de reconciliación comienza necesariamente por una de ellas, pero lleva inevitablemente una referencia directa o indirecta a Dios en Cristo Jesús (iniciativa de Dios y muerte de Jesucristo).

El tema de la reconciliación esta presente en la vida cotidiana, en el plano de las relaciones inter-humanas. No olvidemos el origen secular del término, que en el mundo griego profano indica la armonía primitiva, después de una ruptura y enemistad. Por tanto, proviniendo de la fe en Dios, tiene implicancia directa en las estructuras sociales, políticas y económicas.

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La reconciliación aquí es la eliminación de los factores que impiden las “relaciones buenas y sanas” en todas las instancias. Por tanto el ministerio de la reconciliación toma características proféticas veterotestamentarias. Basado principalmente en la práctica de la justicia y el derecho de los más débiles. El llamado profético, demanda reconciliación en las relaciones inter-humanas pidiendo arrepentimiento y cambio de vida.

Los profetas del Antiguo Testamento anuncian el juicio divino pero también ofrecen un nuevo pacto no como el de sus padres, si no uno que se escribirá en sus corazones (Jr 31,31-33) y que espera en la muerte expiatoria del siervo sufriente (ls 52,13-53,12).

Para esto Dios proveyó “la palabra de la reconciliación” (2 Cor 5,19), diríamos mejor “el logos de la reconciliación” pues no es sólo una simple palabra o sólo un mensaje, es mucho más. Tiene que ver con el logos que es fundamento de las cosas y principio generador, pero hacia la acción reconciliadora. No es el servicio del culto de nuestras Iglesias o el rito expiatorio y sacrificial del Antiguo Testamento (Lv 4,5), sino la acción en lo cotidiano, en el día a día.

Este logos de la reconciliación es para los creyentes un hecho realizado y siempre actual, en cambio para los no creyentes, una acción comenzada pero no realizada plenamente. De ahí que recibir la reconciliación de parte de Dios significa convertirse en agentes de reconciliación (2 Cor 5,20 dice que “somos embajadores en nombre de Cristo”).

Mientras todavía exista el estado de cosas que hemos expresado, se hace necesaria la reconciliación.

En palabras de un teólogo “el reconciliado inmediatamente es reconciliador”. Quien experimenta tal acontecimiento en su vida, cree o debe creer en la posibilidad de ser transformado y transformar al mundo. Como los apóstoles en Tesalónica de quienes se dijo:

Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá,… (Hch 17,6).

La Iglesia está llamada a pedir la reconciliación entre los seres humanos. Es el espacio natural para ello, pero debe al mismo tiempo examinarse y prepararse. No es posible pedir una verdadera reconciliación al mundo, cuando en su interior no la hay. No se puede ser reconciliadores cuando no nos hemos convertido al “logos de la reconciliación”. La Iglesia es el lugar privilegiado de Dios para dar vida en abundancia al ser humano, pero se impide la afluencia de esta “agua de vida” por la ambición desmedida de poder y protagonismo destructor de la comunidad.

A ninguna otra instancia se le ha entregado la tarea de reconciliar, en exclusividad. La Iglesia debe usar el lugar que tiene en la sociedad civil y buscar los niveles para expresarla. Debe recordar que sobre todo tiene las enseñanzas de Jesucristo, la dirección del Espíritu Santo y el acompañamiento de Dios.