andersen, hans christian - la niña judia

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  • 7/24/2019 Andersen, Hans Christian - La Nia Judia

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    Hans Christian Andersen

    LLaanniiaajjuuddaa

    Asista a la escuela de pobres, entre otros nios, una muchachita juda,despierta y buena, la ms lista del colegio. No poda tomar parte en una delas lecciones, la de Religin, pues la escuela era cristiana.Durante la clase de Religin le permitan estudiar su libro de Geografa oresolver sus ejercicios de Matemticas, pero la chiquilla tena terminadosmuy pronto sus deberes. Tena delante un libro abierto, pero ella no lo lea;escuchaba desde su asiento, y el maestro no tard en darse cuenta de quesegua con ms atencin que los dems alumnos.

    Ocpate de tu libro le dijo, con dulzura y gravedad; pero ella lo mircon sus brillantes ojos negros, y, al preguntarle, comprob que la niaestaba mucho ms enterada que sus compaeros. Haba escuchado,comprendido y asimilado las explicaciones.Su padre era un hombre de bien, muy pobre. Cuando llev a la nia a laescuela, puso por condicin que no la instruyesen en la fe cristiana. Pero setemi que si sala de la escuela mientras se daba la clase de enseanzareligiosa, perturbara la disciplina o despertara recelos y antipatas en losdems, y por eso se quedaba en su banco; pero las cosas no podan

    continuar as.El maestro llam al padre de la chiquilla y le dijo que deba elegir entreretirar a su hija de la escuela o dejar que se hiciese cristiana.No puedo soportar sus miradas ardientes, el fervor y anhelo de su almapor las palabras del Evangelio aadi.El padre rompi a llorar:Yo mismo s muy poco de nuestra religindijo, pero su madre erauna hija de Israel, firme en su fe, y en el lecho de muerte le promet quenuestra hija nunca sera bautizada. Debo cumplir mi promesa, es para m un

    pacto con Dios.Y la nia fue retirada de la escuela de los cristianos.

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    La nia juda Hans Christian Andersen

    Haban transcurrido algunos aos.En una de las ciudades ms pequeas de Jutlandia serva, en una modestacasa de la burguesa, una pobre muchacha de fe mosaica, llamada Sara;tena el cabello negro como bano, los ojos oscuros, pero brillantes y

    luminosos, como suele ser habitual entre las hijas del Oriente. La expresindel rostro segua siendo la de aquella nia que, desde el banco de laescuela, escuchaba con mirada inteligente.Cada domingo llegaban a la calle, desde la iglesia, los sones del rgano ylos cnticos de los fieles; llegaban a la casa donde la joven juda trabajaba,laboriosa y fiel.Guardars el sbado ordenaba su religin; pero el sbado era para loscristianos da de labor, y slo poda observar el precepto en lo ms ntimode su alma, y esto le pareca insuficiente. Sin embargo, qu son para Dioslos das y las horas? Este pensamiento se haba despertado en su alma, y eldomingo de los cristianos poda dedicarlo ella en parte a sus propiasdevociones; y como a la cocina llegaban los sones del rgano y los coros,

    para ella aquel lugar era santo y apropiado para la meditacin. Leaentonces el Antiguo Testamento, tesoro y refugio de su pueblo, limitndosea l, pues guardaba profundamente en la memoria las palabras que dijeransu padre y su maestro cuando fue retirada de la escuela, la promesa hecha ala madre moribunda, de que Sara no se hara nunca cristiana, que jamsabandonara la fe de sus antepasados. El Nuevo Testamento deba ser paraella un libro cerrado, a pesar de que saba muchas de las cosas que

    contena, pues los recuerdos de niez no se haban borrado de su memoria.Una velada hallbase Sara sentada en un rincn de la sala, atendiendo a lalectura del jefe de la familia; le estaba permitido, puesto que no lea elEvangelio, sino un viejo libro de Historia; por eso se haba quedado.Trataba el libro de un caballero hngaro que, prisionero de un baj turco,era uncido al arado junto con los bueyes y tratado a latigazos; las burlas ymalos tratos lo haban llevado al borde de la muerte. La esposa del cautivovendi todas sus alhajas e hipotec el castillo y las tierras, a la vez que susamigos aportaban cuantiosas sumas, pues el rescate exigido era enorme; fue

    reunido, sin embargo, y el caballero, redimido del oprobio y la esclavitud.Enfermo y achacoso, regres el hombre a su patria. Poco despus son lallamada general a la lucha contra los enemigos de la Cristiandad; elenfermo, al orla, no se dio punto de reposo hasta verse montado en sucorcel; sus mejillas recobraron los colores, parecieron volver sus fuerzas, y

    parti a la guerra. Y ocurri que hizo prisionero precisamente a aquelmismo baj que lo haba uncido al arado y lo haba hecho objeto de todasuerte de burlas y malos tratos. Fue encerrado en una mazmorra, pero al

    poco rato acudi a visitarlo el caballero y le pregunt:

    Qu crees que te espera?Bien lo s respondi el turco . Tu venganza!

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    La nia juda Hans Christian Andersen

    S, la venganza del cristiano repuso el caballero. La doctrina deCristo nos manda perdonar a nuestros enemigos y amar a nuestro prjimo,

    pues Dios es amor. Vuelve en paz a tu tierra y a tu familia, y aprende a sercompasivo y humano con los que sufren.

    El prisionero prorrumpi en llanto:Cmo poda yo esperar lo que estoy viendo! Estaba seguro, de que meesperaban el martirio y la tortura; por eso me tom un veneno que mematar en pocas horas. Voy a morir, no hay salvacin posible! Pero antesde que termine mi vida, explcame la doctrina que encierra tanto amor ytanta gracia, pues es una doctrina grande y divina! Deja que en ella muera,que muera cristiano!Su peticin fue atendida.Tal fue la leyenda, la historia, que el dueo de la casa ley en alta voz.Todos la escucharon con fervor, pero, sobre todo, llen de fuego, y de vidaa aquella muchacha sentada en el rincn: Sara, la joven juda. Grandeslgrimas asomaron a sus brillantes ojos negros; en su alma infantil volvi asentir, como ya la sintiera antao en el banco de la escuela, la sublimidaddel Evangelio. Las lgrimas rodaron por sus mejillas.No dejes que mi hija se haga cristiana!, haban sido las ltimas palabrasde su madre moribunda; y en su corazn y en su alma resonaban aquellasotras palabras del mandamiento divino: Honrars a tu padre y a tu madre.No soy cristiana! Me llaman la juda; an el domingo ltimo me lollamaron en son de burla los hijos del vecino, cuando me estaba frente a la

    puerta abierta de la iglesia mirando el brillo de los cirios del altar y

    escuchando los cantos de los fieles. Desde mis tiempos de la escuela hastaahora he venido sintiendo en el Cristianismo una fuerza que penetra en micorazn como un rayo de sol aunque cierre los ojos. Pero no te afligir en latumba, madre, no ser perjura al voto de mi padre: no leer la Bibliacristiana. Tengo al Dios de mis antepasados; ante l puedo inclinar micabeza.Y transcurrieron ms aos.Muri el cabeza de la familia y dej a su esposa en situacin apurada.Haba que renunciar a la muchacha; pero Sara no se fue, sino que acudi en

    su ayuda en el momento de necesidad; contribuy a sostener el peso de lacasa, trabajando hasta altas horas de a noche y procurando el pan de cadada con la labor de sus manos. Ningn pariente quiso acudir en auxilio de lafamilia; la viuda, cada da ms dbil, haba de pasarse meses enteros en lacama, enferma. Sara la cuidaba, la velaba, trabajaba, dulce y piadosa; erauna bendicin para la casa hundida.Toma la Biblia dijo un da la enferma. Leme un fragmento. Estan larga la velada y siento tantos deseos de or la palabra de Dios!Sara baj la cabeza; dobl las manos sobre la Biblia y, abrindola, se puso

    a leerla a la enferma. A menudo le acudan las lgrimas a los ojos, peroaumentaba en ellos la claridad, y tambin en su alma: Madre, tu hija no

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    La nia juda Hans Christian Andersen

    puede recibir el bautismo de los cristianos ni ingresar en su comunidad; loquisiste as y respetar tu voluntad; estamos unidos aqu en la tierra, peroms all de ella... estamos an ms unidos en Dios, que nos gua y llevaallende la muerte. l desciende a la tierra, y despus de dejarla sufrir la

    hace ms rica. Lo comprendo! No s yo misma cmo fue. Es por l, enl: Cristo!.Estremecise al pronunciar su nombre, y un bautismo de fuego la recorritoda ella con ms fuerza de la que el cuerpo poda soportar, por lo que caydesplomada, ms rendida que la enferma a quien velaba.Pobre Sara! dijeron , no ha podido resistir tanto trabajo y tantasvelas.La llevaron al hospital, donde muri. La enterraron, pero no al cementeriode los cristianos; no haba en l lugar para la joven juda, sino fuera, juntoal muro; all recibi sepultura.Y el Hijo de Dios, que resplandece sobre las tumbas de los cristianos,

    proyecta tambin su gloria sobre la de aquella doncella juda que reposafuera del sagrado recinto; y los cnticos religiosos que resuenan en elcamposanto cristiano lo hacen tambin sobre su tumba, a la que tambinlleg la revelacin: Hay una resurreccin ,en Cristo!, en l, el Seor,que dijo a sus discpulos: Juan os ha bautizado con agua, pero yo os

    bautizar en el nombre del Espritu Santo.

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