amanda carpenter - furia desatada

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 Furia Desatada Furia Desatada Amanda Carpenter Furia Desatada (1988) Título Original: Rage (1988) Editorial: Harmex S.A. Sello / Colección: Jazmín N° 16-88 Género: Contemporáneo Protagonistas: Damian Kent y Jessica King  Argumento:  Amar a un hombre como Damian Kent podía ser un infierno,  pe nsó Jessica King, la tarde de la fiesta en la que él esco lt aba a otra muje r. Una muje r con la que estaba  pensando casarse por razones de negocios. Y obviamente él pen saba que el matrimonio no cambia ría su relac n. Pero Jess ic a no iba a continuar atada a una relac n engañosa. Por lo que cambió las cerraduras de su apartamento, y trató de bloquear su imagen de su corazón. Pero Dami an Kent er a un hombre determinado, con la reputación de obtener lo que quería. Y él quería a Jessica…

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Furia DesatadaFuria Desatada

Amanda Carpenter

Furia Desatada (1988)Título Original: Rage (1988)Editorial: Harmex S.A.Sello / Colección: Jazmín N° 16-88Género: ContemporáneoProtagonistas: Damian Kent y Jessica King

 Argumento:

 Amar a un hombre como Damian Kent podía ser un infierno, pensó Jessica King, la tarde de la fiesta en la que élescoltaba a otra mujer. Una mujer con la que estaba

 pensando casarse por razones de negocios. Y obviamenteél pensaba que el matrimonio no cambiaría su relación.Pero Jessica no iba a continuar atada a una relaciónengañosa. Por lo que cambió las cerraduras de su

apartamento, y trató de bloquear su imagen de su corazón.Pero Damian Kent era un hombre determinado, con lareputación de obtener lo que quería. Y él quería a Jessica…

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

Capítulo 1

La escena parecía idílica. La bella mujer se encontraba sentada frente

a un hombre de tipo distinguido que tenía como marco unas ventanas detipo francés y un pequeño balcón. Desde éste podía observarse el barriomás exclusivo de Nueva York y las tiendas de la Quinta Avenida. En esemomento la lluvia golpeaba los cristales en medio de un día gris.

Sin embargo, dentro de la espaciosa sala, la historia era distinta. Ladama levantó su taza de plata y con expresión interrogante miró alhombre que se encontraba frente a ella. La mujer, el apartamento y laspinturas costosas que colgaban en la pared, sugerían un ambiente deriqueza, elegancia y hasta podría decirse, de dramatismo.

Dentro de este marco, la dama, que estaba muy bien arreglada, veía

al hombre una y otra vez. Sin duda era el punto central del cuarto. Pordonde se le viera, era una mujer adorable. Tenía el cabello rojizo, que caíasobre su espalda como una cascada, su cara era blanca, con tersura delmarfil y los ojos eran de color castaño, como los de un felino.

La escena era de idilio. El hombre asentía con la cabeza mientras sellevaba la taza a los labios. Pero debajo de esa perfección se percibía unaoscuridad que ciertamente no la ocasionaba el cielo oscuro, sino laemoción que esa mujer llevaba dentro.

 Jessica observó a Justin con cariño. Él tendría unos cuarenta años, elcabello claro con canas, ojos azules y unas pequeñas arrugas alrededor delos ojos. Era un hombre apuesto, de mandíbula firme, cuerpo musculoso yelevada estatura. Jessica era muy alta pero a su lado se veía pequeña. Élparecía capaz de leer el pensamiento de las damas y Jessica no estabasegura de si quería que se supiera lo que ocupaba su mente en esemomento.

Debió casarse con él cuatro años atrás, cuando tuvo la oportunidad.Pero ésta había pasado y ambos lo sabían. Ella sintió un amor platónicopor él, el cual resultó pasajero. Él era maravilloso y era su amigo desdehacía diez años. Sonrió al recordar cómo lo conoció. Ahora él era juez,pero cuando se conocieron él era un joven abogado y ella, de dieciocho

años, acababa de terminar el bachillerato en Vermont y estaba reciénllegada a Nueva York. Él pertenecía a un grupo que luchaba en favor deldesarme; se encontraron, se sintieron atraídos y se convirtieron en buenosamigos, amistad que perduraría a lo largo de muchos años.

 Jessica miró hacia fuera, suspiró mientras miraba caer la fina lluviaque iba a durar algunos días, según el pronóstico del tiempo. No sabía sisuspiraba por la lluvia o por lo que sentía. Recordó lo que había cambiadoen diez años; se inició en el modelaje y en la actualidad era una de lasmodelos mejor pagadas y más famosas. La consideraban una mujer conÉXITO, así, con mayúsculas.

—Tienes una expresión sombría. ¿En qué piensas?

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Observó a Justin y se dio cuenta de que realmente se preocupaba porella. Esbozó una breve sonrisa.

—En nada interesante —contestó llevándose la taza a los labios.Sobresalía un anillo de zafiros en su mano derecha.

—Querida, tu bella boca me está mintiendo y tú lo sabes —le dijo sinrodeos—. Te conozco desde hace muchos años y te entiendo. Cuandoentré en el apartamento me percaté de que te sucedía algo raro.

—El día es horrible. Odio la lluvia porque me tengo que quedar en elapartamento haciendo gestos, como alguien que no está contento consigomismo —sintió la mirada del hombre, quien rió a carcajadas.

—Qué cosas dices, solamente por cumplir veintisiete años.

—Veintiocho, y no empieces a hacer cuentas —dijo tomando su café—. Detesto que me recuerden mi edad.

Pensó que si corría con suerte le podían quedar otros siete años en elmodelaje antes que aparecieran las marcas de la edad. Tenía suficientedinero, mas ¿qué iba a hacer cuando ya no la llamaran a trabajar? Tratóde desviar sus pensamientos y preguntó:

—¿Vas a ir a la fiesta de compromiso de los Trevor hoy en la noche?Dicen que va a ser un gran evento social —esto último lo dijo consequedad.

—Eso depende. ¿Estará Damian allí? —Jessica se quedó observando através de la ventana, pues la lluvia era más fuerte.

—Creo que si no cesa la lluvia, voy a ahogarme, a pesar de que vivoen el piso veinticinco. ¡Mira la terraza! —él sabía que estaba fingiendo, laconocía muy bien—. Querido, ya sabes que Damian es único y nunca sesabe qué es lo que va a hacer. Lo único seguro es que no quiere saber deti. Es enigmático.

—No es enigmático. Lo que sucede es que no le agrada nuestraamistad y quisiera que yo me alejara de ti. Jessica, ese monstruo de ojosverdes está celoso. Es muy posesivo y eso me hace pensar en por qué meinvitaste tan repentinamente el día de hoy. Siempre te las has ingeniadopara llevar la fiesta en paz entre Damian y yo. ¿Te estás volviendo

descuidada?—Ves demasiadas cosas —comentó la joven con ojos brillantes—. Justin Marsh, debes recordar que Damian no puede interponerse entrenosotros. Valoro demasiado nuestra amistad y pienso que es la mejorrelación de todas. Nos damos apoyo mutuo, además de afecto y confianza—su audacia hizo que él sonriera.

—Pero no debes olvidar el sexo —la mirada masculina recorrió elcuerpo sensual de Jessica—. Ya sabes que Damian, a pesar de su poder yambición, nada puede reclamarme y eso lo enfurece. Le encantaríadecirme que me vaya de tu vida, pero no puede. Eso altera a un hombre

que no está acostumbrado a que lo contradigan. Tarde o temprano tiene

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que aceptar que tú y yo somos muy buenos amigos y que siempre loseremos porque te adoro. Por cierto, ¿cómo está?

—Como siempre, claro cuando anda por aquí. Acaba de regresar deFrancia —su voz se escuchó totalmente controlada y la expresión eratranquila.

—¡Es un imbécil por tratarte de ese modo! —exclamó Justin porque sedaba cuenta de lo que sucedía—. Puedo asegurarte que no te avisócuando se fue, y si tuviste suerte, te habrá dejado un recado, sinmencionar cuándo volvería, desde luego. ¡Me enfurece la forma en que tetrata!

A Jessica tampoco le agradaba y cerró los labios para contener elcomentario. Hizo un esfuerzo por calmarse y que su voz se escucharatranquila.

—Tú sabes que Damian y yo sostenemos una relación sin ataduras. Si

actuara como una chiquilla preguntándole lo que hace todo el tiempo, loúnico que lograría sería alejarlo de mí —lo miró burlona—. Además, sifuera egoísta, te pediría que nunca volvieras por aquí. Sin embargo, valoromucho tu amistad.

—Tú sabes —en esta ocasión él fue quien sonrió—, que yo aprecionuestra amistad por encima de todo. Me casaría contigo en este instantesi quisieras. Pero, como sucede en estas situaciones, prefiero continuarcon nuestra amistad tan bella y no estropearla por mi orgullo. Me gustaríaque Damian te diera la felicidad que mereces —ella se movió en el asientoy él la miró con fijeza—. Es obvio que no eres feliz. ¿Qué te hizo ahora? No

puedes engañarme y a ti te pasa algo, ¿qué es?—Damian es muy conflictivo —contestó dándole vueltas a la taza—.

Nadie lo conoce y yo tampoco, por eso acepto su carácter. Nunca habla decosas que me permitan conocerlo a fondo o saber de su pasado, sólohabla de trivialidades. Tiene el cabello oscuro y un pasado negro. Nuncase detiene hasta conseguir lo que quiere y le va muy bien en los negocios.Es un hombre que sobresale y yo lo amo, aun sin conocerlo. ¿Quiénconoce a Damian?

 Justin la contempló un instante. Parecía una madonna que no perdíala compostura. Le devolvió la mirada con resolución; tenía un brillo en los

ojos.—Lamento mucho haberte enseñado el arte de disimular pero a mí no

me engañas. Vamos querida, ¿qué hizo?

 Jessica levantó la mano derecha y se observó las uñas.

—Damian se ha metido en la cabeza que quiere casarse, eso es todo,si bien no ha hecho algo al respecto —lo miró encolerizada.

—¡Casarse! ¿Con quién piensa hacerlo? De seguro contigo…

 Jessica sintió un ligero temblor y trató de calmarse. Añadió con voz

tranquila.

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—Cariño, esperaba que tuvieras un poco más de imaginación. Nadiellega al matrimonio con su amante. En realidad yo siempre he criticado alas mujeres que se quedan en su casa muy tranquilas llevando una vidaaburrida e inútil —se apoyó en un brazo—. No, querido, Damian nunca secasaría conmigo. No tengo buenos antecedentes, ni familia distinguida, ni

dinero y si no me equivoco va a comprometerse con alguna hija de unempresario conocido.

El hombre rubio que la observaba tenía una expresión sombría ytriste.

—Jessica —le dijo con preocupación—, te conozco desde hace muchotiempo y no dejo de reconocer el cambio tan sorprendente que has tenidoen los últimos tres años. ¿En dónde está esa joven que en una ocasióndeclaró con vehemencia que no se casaría si no estaba enamorada? ¿Endónde está la chica que tenía estrellas en la mirada y una forma simple ymaravillosa de ver la vida? ¿Qué sucedió con la muchacha que podía tener

accesos de furia o alegría en cualquier momento? Jessica, ¿adónde se fueesa maravillosa criatura?

Lo miró con frialdad, moviendo la cabeza. Esas palabras laimpactaron y sintió un ligero escalofrío, aunque no concordaba del todocon él. Alguna vez fue como la había descrito Justin, pero no la conocíatotalmente. Él prefería recordar lo bueno de ella y olvidar lo malo, lo cualresultaba peligroso. En el pasado fue diferente, y ese sentido deespiritualidad le había causado muchos problemas. No tuvo oportunidadde ver la vida de otra manera porque pensaba que no era posible vivir así.El mundo era muy complejo y exigente. Los ideales podían verse en

términos de blanco y negro en tanto que las personas se manejaban entretonalidades grises y hasta las más respetadas llevaban alguna huella depecado.

 Jamás sería como antes. La eterna jovialidad era una utopía. Habíamadurado y podía ser más controlada. Trabajaba con ahínco, por esohabía adquirido un lugar importante en el mundo del modelaje. No iba aechar todo por tierra en un arranque de ira, así que seguiría con esatranquilidad que todos envidiaban.

—Ya crecí, Justin —contestó, serena—. No soy esa chiquilla alocada yme alegro. Hay cosas dentro de mí que nunca van a cambiar. Sabes quepeleo por el desarme, pero ya no participo en las manifestacionescallejeras, prefiero hablar con los senadores y diplomáticos. Siento lomismo, sólo que he cambiado mi forma de expresarlo. Amo a Damian ysería el único hombre con el que podría casarme. No voy a cambiar missentimientos y por tanto creo que permaneceré soltera. Estoy conformecon lo que me da, y seguirá dando, y no voy a destruir lo que he logrado.

  Justin observaba las manos de Jessica mientras le daba vuelta a lataza. Eran muy bellas, delgadas y femeninas. En alguna ocasión pintaronparedes y golpearon con fuerza las puertas en señal de protesta.

—Jessica, es cierto que pudiste haber cambiado en algunas cosas,pero sé muy bien que ese cabello rojizo es igual al fuego que llevas en tuinterior. Tienes un carácter fuerte. ¡Tus vibraciones harían que se viniera

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abajo cualquier edificio! Es seguro que lo que más le atrajo a Damian fuetu carácter y personalidad.

La joven escuchaba a su amigo, tranquila. Había muchas cosas en  juego… su felicidad antes que nada. Su relación con Damian era muyinsegura y frágil. No iba a hacer algo de lo que después tuviera quearrepentirse. Sabía que aunque Damian se fuera, siempre volvería a ellapara quedarse un tiempo a su lado. Como lo amaba mucho, nunca seatrevía a rechazarlo. Jamás pudo decirle que no, desde tres años atrás.

Damian entró en su vida cuando todavía no tenía el refinamiento deahora. La impresionó con su cabello oscuro y su aire de seguridad. Eramuy apuesto y la hacía estremecer cada vez que lo veía. Ella era alta peroél la superaba en estatura, por lo que se sentía vulnerable y femenina. Sucuerpo era fuerte y ágil, varias veces lo comparó con una pantera. Era elhombre más excitante que había conocido. Si la abandonara, ella ya noquerría vivir.

Sin embargo, Damian le confió que debía hacer un matrimonio deconveniencia para afianzar algunos negocios aunque eso no le iba acoartar su libertad. Por lo visto, Jessica iba a convertirse en "la otra mujer"y dudaba de que resistiera esa situación, a pesar de que aseguraba locontrario. Por otra parte, no concebía la vida sin él. Sabía que Justin laobservaba, así que se esforzó al máximo para comportarse lo más naturalposible.

—Ocultas tus sentimientos con maestría —señaló él, levantando lataza a modo de saludo.

—El mundo es una parodia, querido —respondió, acomodándose lafalda—, y no me contradigas. Estamos actuando todo el tiempo. A pesarde que mi cara aparece en muchas portadas, nadie sabe lo que traigodentro. Lo único que hacen es encasillarme pero, ¿qué saben de mí?

—¿Sabes qué pienso, Jessica? —el tono de voz hizo que la joven loviera a los ojos.

—Lo sé, querido, casi siempre pero no en este momento.

—Pienso que a pesar de todo todavía tienes un temperamento fuerteescondido en alguna parte de tu ser. Algún día va a estallar esa dinamita

que has guardado para ti. ¿En dónde quedó tu arrojo, Jessica? Ahora eresmás peligrosa porque antes acostumbrabas dar rienda suelta a tussentimientos. Tienes muchas cualidades adorables y si las guardas seconvertirán en veneno. Algún día vas a perder el control y vas a explotar,y la explosión va a llegar a diez kilómetros a la redonda. Me da tristeza porDamian y por ti; y los dos me dan miedo.

La lluvia no cesaba. Parecía que esa lluvia significaba las lágrimasque Jessica no se atrevía a derramar. El tiempo era deprimente además deque nunca le había parecido que la ciudad de Nueva York fuera muyagradable. Estaba sentada como una imagen de Miguel Ángel en perfecta

armonía y Justin sintió escalofrío. El cabello rojizo le caía sobre loshombros, pero al mirar él los ojos castaños, sintió por primera vezverdadero temor por la tristeza que ellos reflejaban.

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Capítulo 2

Más tarde, Jessica ya se encontraba lista cuando se abrió la puerta y

él apareció. Ella empezó a temblar en cuanto entró Damian; no tenía quecorroborar que estaba cerca porque lo sentía. Se acercó a él con unasonrisa de bienvenida y abriendo los brazos, Damian se detuvo en lapuerta para ver acercarse a la joven. Extendió los brazos y la estrechó,haciéndola estremecer, lo cual sucedía siempre que lo veía.

Al llegar a la sala la invadió con la vitalidad y fuerza de supersonalidad; el cuerpo masculino dominaba el entorno y demandabaatención. Ella observó la mandíbula, las cejas oscuras, los ojos verdes y lanariz grande, la que, en ocasiones, parecía de una persona arrogante. Élsignificaba mucho para Jessica… no sabía cuánto, si bien debía imaginarlo

porque ella se lo decía y demostraba de diversas formas.—Te veo maravillosa —le dijo en un murmullo que la hacía temblar—.

Creo que necesito una copa.

 Jessica lo miró con su traje y arreglo impecables, pero advirtió señalesde cansancio.

—Ve a recostarte al sillón, cariño. Encontrarás algo en la mesa deservicio —lo miró levantando una ceja.

—Estoy convencido de que eres mi hada madrina y de queverdaderamente puedes leer mi pensamiento… ¡ah, un brandy! Gracias.

Se sentó al final del sillón para tomar la copa a la vez que se aflojabala corbata. Ella se acercó y él la aproximó a sí para colocar el cuerpofemenino junto al suyo, para besarla.

—Parece que tuviste un día difícil —lo miró con cierta preocupación,aunque trató de ocultarlo.

Se preocupaba cuando Damian trabajaba demasiado, lo que ocurríacon frecuencia, aunque no se lo decía para no molestarlo.

—Sí. Contraté a una nueva secretaria pero al final del día la despedí —contestó con voz ronca y con una expresión hosca, la que Jessica

conocía bien.De pronto recordó lo que le había dicho Justin y se percató de que

Damian podría dar una imagen diabólica. Mucha gente veía su expresión yno se interesaba en conocer al hombre mismo.

—Fue tremendo. Llamé a la agencia de empleos que me la habíaenviado y los insulté durante quince minutos. Enviarán otra el lunes.

—¿Estás tratando de comerte a tus secretarias, cariño? —preguntócon voz suave y en tono burlón—. Deberías tratar de morder a la más joven, me parece que es atractiva y creo que te gustaría.

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—¿Así que además de bruja también eres una zorra? —su voz nodenotaba rabia sino al contrario, cierta satisfacción—. ¿Qué cocinaste parahoy?

—¡Qué gracioso! —sonrió separándose de él para servirse una copa—.En realidad casi es hora de que me arregle para ir a la fiesta decompromiso de Karen. ¿Ya lo olvidaste? ¿No piensas ir? —ella deseaba queasistieran juntos pero él no le había sugerido algo y no quería forzarlo.

—¡Caramba, lo había olvidado! —exclamó con suavidad pero Jessicanotó cierta preocupación—. Tengo obligación de ir. Se supone que deboacompañar a Mary, la hija de Jake Coefield, y ya casi son las seis.

 Jessica sintió que palidecía y se quedó paralizada. Luego lo miró conexpresión burlona, si bien su sentimiento no era precisamente de alegría.

—¿Acaso Coefield está pensando hacer negocio contigo? ¿Se trata dela pequeña ratoncita con la que piensas casarte? Esto es muy gracioso,

cariño —le dijo levantando su copa—. ¿Me debo presentar en la noche?—No te hagas la graciosa —le dirigió una mirada que parecía un puñal

—. Debes saber perfectamente que no amo y que nunca amaré a esa joven. Además, creo que es un error que un hombre se case enamorado.El matrimonio con Mary resultaría conveniente. Le simpatizo a su padre.

  Jessica se dirigió a los ventanales para ver al exterior, aunque enrealidad quería tranquilizarse. Damian nunca la había engañado, así quecuando le aseguraba que era la mujer que más deseaba en la vida, sabíaque era la verdad. En ese momento también le hablaba con sinceridad;planeaba casarse con esa joven. Dio un sorbo a su licor y reflexionó enque estaba frente a un hombre insensible.

—¿No consideras que las cosas pueden complicarse? —inquiriómirándolo con fijeza—. Vas a tener que hacer una serie de malabarismosentre todas tus mujeres —parecía que le divertía la situación.

—De ninguna manera —declaró, enfático—. Tú conoces los motivos yella también debe conocerlos. Eso es todo.

—¡Qué terminante! Bueno, cariño, tendré que despedirme de tiporque tengo que bañarme y arreglarme para la fiesta. Por favor cierrabien la puerta —lo miró de soslayo y se dirigió al lujoso baño, tomando

antes un trago de su bebida. Había realizado una actuación soberbia.La alfombra le impidió escuchar los pasos, así que la sobresaltó

cuando la tomó de los hombros para darle media vuelta. Le quitó la copa yla empujó contra la pared para besarla con pasión. La estrechó tanto quela lastimó con su musculoso cuerpo. Le dio un beso largo, y Jessica lerodeó el cuello con los brazos y le respondió con intensidad.

—Bueno cariño —murmuró con voz entrecortada, tratando deencubrir el dolor que le ocasionaba el comportamiento de Damian, conuna mirada que pretendía ser de burla—, la próxima vez que quierasbesarme, avísame. Así podré hacer a un lado mi copa de vino.

—No seas impertinente, Jessica. Te veré más tarde.

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Ella lo miró con desafío.

Él se despidió rozándole la mejilla con un dedo, y salió. Cuando secerró la puerta, Jessica cambió de expresión, se sintió herida y vulnerable.Inmóvil, observó la puerta un largo rato y se sintió muy sola.

—¡Maldito, mil veces maldito! —estalló en lágrimas que detuvo alinstante porque no podía llorar antes de ir a la fiesta.

Se dirigió al teléfono porque en compañía de alguien podríacontrolarse y guardar la compostura.

Llamó a Justin con voz alegre y aunque estuviera fingiendo, sabía queél iba a percibir su dolor. Justin aceptó acompañarla a la fiesta de buengrado; pasaría a buscarla una hora después. Jessica tenía una expresiónde maldad cuando colgó el auricular, mas de inmediato la sustituyó poruna de tristeza. Se preguntaba, por qué era tan tonta con respecto aDamian. ¿Por qué lo amaba al grado de que no podía dejarlo? ¿Por qué no

se enamoraba de Justin? Sin duda sería un magnífico esposo, cariñoso yque se preocuparía por ella. Nunca la había condenado por ser amante deDamian.

Sin embargo, no podía imaginar a Justin en su cama. La única personacon la que quería hacer el amor era con Damian, a quien deseaba y queríacuidar como una esposa. Una vez más se preguntó por qué él no deseabaenamorarse.

Corrió a su dormitorio pues ya había perdido mucho tiempo con suspensamientos. Tenía que arreglarse de tal manera que Damian no pudieradejar de admirarla. Iba a luchar por él hasta el último momento, sinembargo, si se casaba con otra, no volvería a verlo. No iba a traicionar loque ella más anhelaba en la vida: el matrimonio. Le dolió pensar que loapartaría de su lado, mas no iba a cometer ningún tipo de adulterio. Confervor le rogó a Dios que no perdiera a Damian.

 Jessica se miró en el espejo después de arreglarse con sumo cuidado.La imagen era adorable, perfecta. Llevaba un vestido blanco de seda, muyescotado que resaltaba las curvas de su cuerpo. Tenía una abertura en lapierna que la hacía ver muy sensual, y el cinturón dorado hacía juego consus sandalias. El resultado era de una mujer muy femenina y sensual.Sonrió por haber logrado sus propósitos.

 Jessica estaba nerviosa porque no sabía cuál iba a ser la reacción deDamian, dado que era imprevisible. Pero ya no importaba, nadie podríasospechar que la famosa modelo, unas horas atrás, fue presa de una granansiedad. Esa noche nadie iba a herirla y no permitiría que se acercaran ala mujer que se encontraba debajo de esa vestimenta. Una vez más, eldespampanante atuendo era la mujer misma.

Escuchó el timbre y supo de inmediato que se trataba de Justin, ycomo el portero lo conocía bien, le permitía entrar sin problema. Portabaun traje formal y ambos constituían una pareja muy elegante, pero si

Damian la acompañara, no habría duda de que sería el mejoracompañante.

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—Ya te he visto otras veces con la espada desenvainada, y aunqueestás muy hermosa, tu actitud me asusta. Parece que hoy traes las uñasmás afiladas que de costumbre. Mujer, ¿qué es lo que pretendes hacer conlos demás hombres de la fiesta? ¿Quieres dejarlos sin aliento? Ese vestidoes muy provocativo.

—¿Te gusta? —preguntó observándolo con detenimiento—. Lo estoyestrenando y creo que es muy bonito, ¿tú no?

—¿Bonito? Es bonito en lo poco que hay de tela —hizo la cabeza paraatrás—. Ahora sé por qué me llamaste. No necesitas compañía sino unguardaespaldas. ¿Cómo voy a detener a los sujetos que van a quererviolarte? El brazalete es un toque maravilloso, lo adecuado para una chicaerótica. ¿Debo ponerte en subasta pública?

—Sí, en la medida que yo reciba los beneficios —le dijo con unasonrisa aunque su corazón llorara—. Escucha, Justin, tengo que pedirte

otro favor, y hasta cierto punto es una exigencia… si no te importa.—¿Qué vas a exigirme? ¿Qué es lo que necesitas? —observó que la

miraba con amor platónico. ¡Era muy bueno con ella!

—¿Podrías actuar como mi hermano? —le preguntó con voz suave—.Hubiera querido tener alguno, igual a ti, al que pudiera acudir cuando mesintiera descorazonada, el que me brindara su apoyo. ¿Podría pasar lanoche en tu casa? Damian va a volver después de la fiesta y no quieroestar aquí. Si él se casa, voy a terminar nuestra relación. No participaré ensu juego. No quiero imaginar que si viene aquí es porque está aburrido osólo porque me quiere para un rato, sin ofrecer ningún tipo de seguridad.

¿Te afectaría mucho si durmiera en tu sofá?—Querida —se acercó a ella y la besó en la mejilla—, seré lo que tú

quieras. Desde luego que puedes dormir en mi casa y no precisamente enel sofá. Voy a telefonear a mi ama de llaves para decirle que arregle undormitorio. Esta medida resolverá el problema únicamente por esta noche.Puedes permanecer en la casa todo el tiempo que quieras, aunque ambossabemos que eso no va a suceder, ¿no es así?

—No —contestó con voz baja—. Voy a cambiar la chapa por lamañana porque no puedo hacerlo en este momento. ¡Será una buenasorpresa! —lo miró a la cara—. Sé que te estoy pidiendo mucho, Justin, y

me apena ser una carga para ti.—No eres carga, al contrario, me encanta estar contigo. Además,

¿para qué son los amigos y los hermanos mayores? —le dijo con calma ysonriendo.

 Jessica casi pudo ver la cólera de Damian.

Se preguntó si Justin estaba enamorado de ella como lo declaróalguna vez. Aun cuando Damian se jactaba de que no amaría a mujeralguna, iba a enfurecerse cuando la viera llegar con el hombre al queodiaba tanto. Su única esperanza era saber que no le resultaba indiferente

a Damian, de lo contrario, no la hubiera frecuentado durante tres años.Nunca había salido con alguien durante ese tiempo. Justin era su amigo y

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nunca le había exigido nada; sabía que la consideraba una exótica modeloy que nunca había estado de acuerdo con su profesión. Lo quería muchopor el afecto y apoyo que le demostraba. Se dio cuenta de cuánto laestimaba y ayudaba. No sentía lo mismo con Damian, y en parte era suculpa porque nunca se atrevió a pedirle algo.

—Gracias —le respondió con ojos brillantes—. Permíteme traeralgunas cosas y nos vamos de inmediato. ¿Sigue lloviendo? —ya habíacorrido las cortinas.

—No, está nublado pero ya dejó de llover, por lo menos así me lopareció —se sentó para esperarla.

Guardó lo más elemental y se colocó una capa de noche de colorpúrpura. Tomó aire y se preparó para ir a la fiesta.

La casa de los Trevor era una mansión, notó ella mientras seacercaban en el auto deportivo de Justin. Estaba llena de luces por la

fiesta de compromiso de Karen. Era hija única, como Jessica, y sus padresno escatimaron ningún gasto para que esa fiesta fuera esplendorosa.Asistirían unos trescientos invitados que pertenecían a la clase máselevada, tanto social como económicamente.

Desde luego que allí estaría Damian. Sintió que el estómago se lecontraía y pensó que no podría controlarse. Esperó a que Justin entregarael automóvil al portero y subieron por la escalera. Una sirvienta le quitó lacapa y no pudo ocultar su sorpresa por la vestimenta de la modelo; lomismo ocurrió con el camarero que se acercó a ofrecerles una copa.

—¿No te dije que los ibas a hacer perder el aliento? —la embromó Justin, si bien ella se dio cuenta de la expresión del empleado—. Acabacon todos, cariño.

—Compórtate, sinvergüenza —le musitó entre dientes—, o tendré quedormir en un hotel.

—Nada de eso. Entremos y vayamos directo a la jaula de los leones —le dio el brazo para que se apoyara.

Pese a su aparente tranquilidad, Jessica estaba nerviosa. Al observarla estancia se dio cuenta de que Damian aún no llegaba, por lo queoprimió el brazo de Justin. Él le dio una palmadita pero no pudieron hablar

más porque empezaron a saludar a sus amigos. Le entregó una bebidapara que la ayudara un poco.

Pasó el tiempo conversando y aparentemente muy entretenida. Notócuando Damian llegó a la fiesta, observó a las personas volverse a verlo.Él tenía ese poder sobre la gente, captaba su atención.

Haciendo un gesto de arrogancia, le dio la espalda con deliberación.Damian llegó con una pareja de personas mayores, así que la joven queiba detrás debía de ser Mary Coefield, la futura esposa de Damian. Casi rióa carcajadas cuando vio la cara de ratoncita de la joven. Portaba un bonitovestido y muy caro, pero no destacaba porque tenía los hombros caídos, lacintura ancha y la piel opaca. Damian inclinaba galantemente la cabeza

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hacia ella, quien le respondía con una vehemencia ridícula. Jessica queríaarrojarle a la cara su vino, mas apretó los dientes para contener la furia.

—Cálmate, querida —le murmuró Justin al oído—. Bien sabes que ellano va a romperte una lámpara en la cabeza. Si él tuviera algúnsentimiento me debería dar un golpe, al igual que a todos los Coefield, yte llevaría a casa para hacerte el amor apasionada y violentamente. Yosiempre he dicho que Damian carece de sentido común. Debió casarsecontigo hace años, sin duda, es un tonto.

—Sí —contestó sin intentar esconder su furia—, eso debió hacer, esoes lo que debió hacer.

 Justin la empujó por la espalda con ternura, aunque con fuerza.

—La mejor defensa es el ataque, querida. Vamos a acercarnos paraque nos presenten.

En ese momento se dio cuenta de que Damian la buscaba entre losinvitados. Observó que se quedaba de una pieza al verla con un vestidotan provocativo y en compañía de Justin. La invadió una sensación dedulce venganza. Su propósito era que Damian se percatara de que estabadejando pasar su oportunidad. La había tenido en la mano y se le escapó.

—Vamos, cariño —le dijo con una sonrisa encantadora.

  Justin sonrió al observar a Damian. Jessica sabía que ese hombreatento estaba encolerizado.

Se encaminaron hacia los Coefield, observando que la señora laanalizaba de arriba abajo. ¿Acaso temía que pudiera arrebatarle a Damian

a su querida ratoncita? Pensó en lo que sucedería si acercara y dijera:"¡Hola, soy Jessica King, la amante de Damian, pero no se preocupen poreso. De todos modos, se va a casar con su hija!" Dejó su copa para tornarotra. Desde luego que no dijo nada semejante y se concretó a saludar atodos, incluyendo a Damian, quien tenía la cara rígida, y ella contestó a uncomentario que hizo el señor Coefield acerca de su vestido.

—No, nadie lo pintó sobre mi cuerpo; un amigo, lo diseñóespecialmente para mí.

Se colocó deliberadamente junto a Mary para poner en evidencia la

atrocidad de su vestido, que era bonito pero que no le quedaba; encambio, Jessica estaba despampanante y arrolladora. Pensó que la escenadebía parecer ridícula. Damian la observaba y casi arrojaba chispas por losojos, a pesar de su aparente tranquilidad. Sólo ellos tres sabían lo quesucedía en realidad. Decía cualquier trivialidad para ocultar la tensión quehabía entre ella y Damian.

Empezó a oírse la música y contestó afirmativamente a la invitaciónque le hizo Justin. Una vez en la pista le rodeó el cuello con los brazos y seacercó a él.

—Bueno cariño, ya lo hice. ¿Nos está mirando por casualidad? No me

atrevo a verificarlo.

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—Claro que sí —contestó tranquilo y moviendo un poco la cabeza—.No me sorprendería que viniera a darme un golpe. Creo que ya debesdetenerte, Jessica.

—¿Está bailando?

—Está con tu ratoncita.—¡No es mi ratoncita! —ambos se sobresaltaron porque pareció un

comentario de despecho en vez de una broma.

—Claro que no, querida. Perdóname —fue lo único que acertó a decir.

  Jessica quiso ofrecerle una disculpa pero se sentía tan tensa, quecalló. Se esforzó por controlarse y tratar de ignorar al hombre de cabelleraoscura que la miraba de continuo. La pieza terminó muy pronto, y lemusitó a Justin.

—Se acerca.

La invadió el pánico cuando él llegó y le dio una palmada amistosa a Justin e invitó a bailar a la chica.

—No sé. ¿Y tú, Justin? Voy a examinar mi libreta de citas —dijo coninsolencia al recordar la escena de esa tarde.

Cuando se escucharon los acordes de la pieza siguiente, Damian latomó de la mano y empezaron a bailar. Lo miró levantando una ceja.

—¿Ya le informaste a los Coefield la verdadera naturaleza de nuestrarelación?

—Te lo voy advertir una sola vez, Jessica —declaró con voz pausadapero amenazante, y casi lanzando chispas por los ojos—. Quiero que tevayas a casa en este momento, sola. No deseo que coquetees con Marshen mi presencia —sintió que las palabras la taladraban—. Tú y yo vamos adiscutir esto más tarde.

—¿Sí? —Damian no se dio cuenta del tono extraño que empleó Jessicaporque estaba muy enojado. Parecía que la sujetaba con suavidad, aunqueen realidad le causaba daño—. Permíteme recordarte, cariño, que yo salgocon quien me plazca y voy a donde quiera, exactamente igual que tú, yque no soy una niña de cinco años para recibir órdenes. Como sabes, nollevo ningún anillo en el dedo que pueda limitar mi vida.

—Una mocosa de cinco años —musitó con ojos brillantes—. Yoacostumbro pegarles y mandarlas a su cuarto. Debo añadir que no estásactuando como una persona adulta sino precisamente como unamalcriada de cinco años.

—Pero querido —le susurró con voz sugestiva y pegándole lascaderas de manera sensual, aunque discreta—, ¿piensas que éste es elcuerpo de una pequeña de cinco años? En ese caso, deberían arrestartepor molestar a criaturas indefensas.

—A veces dices cosas muy absurdas —le replicó con furia, ella

levantó los hombros.

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—Solamente cuando me obligan, Damian. Te lo advierto, no meobligues a tomar otras medidas.

Sintió el peso de su mirada y de su personalidad, pero había ido muylejos y no podía dar marcha atrás. Su orgullo le daría fuerzas para pelear.

—¡Vete a casa!—No —contestó con indiferencia.

En ese momento ella experimentaba un mar de emociones queconformaban una fuerza amenazante que la tomaba por sorpresa y laenfurecía. No sabía cómo iba a manejar la cólera de Damian, sin embargo,le importaba más saber lo que iba a hacer con su propio disgusto.

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Capítulo 3

La fiesta continuó tal como Jessica había imaginado. Acompañó a

Mary al tocador a pesar del disgusto de Damian. Le desconcertó descubrirque era una chica amable, tímida y sorprendida de que un hombre comoDamian se interesara en ella.

—¿Quieres saber algo? —comentó Mary con timidez—. Nunca penséque alguien como Damian se acercara a mí; es el tipo de hombre que salecon mujeres como tú.

 Jessica se incomodó con el comentario. Hubiera querido odiar a esachica pero no podía. Sintió un gran resentimiento por Damian, de modoque casi no habló el resto de la velada; lo hizo únicamente con él cuandola invitó a bailar. Todos admiraban la bella pareja que formaban.

—No te atrevas a herir a esa muchacha. No la hieras, te lo advierto.Es muy joven e inocente para darse cuenta del juego que traes entremanos.

—¿Qué estoy escuchando? —inquirió él con voz burlona pero suavemientras la estrechaba contra sí—. ¿La amante y la esposa se agradan?Hasta donde recuerdo, esto sucede solamente en las novelas. ¿Quéocurrió cuándo la seguiste al tocador?

—Ya le preguntaste, ¿no es así? —contestó cortante y a punto deestallar.

—No —respondió después de dudar un momento; Jessica experimentóun alivio momentáneo el cual dio paso a un estremecimiento cuandoescuchó la continuación—, todavía no.

Pasó una noche infernal en casa de Justin porque casi no pudo dormirpor el ruido de la calle; finalmente, logró conciliar el sueño.

No aceptó el ofrecimiento de Justin de llevarla a su casa, porque teníavarias cosas que hacer, en especial, cambiar la chapa de la puerta deentrada. No podía imaginar la reacción de Damian cuando se enterara deque no había dormido en su casa. A veces se odiaba por huir desituaciones difíciles.

No sospechaba lo que iba a suceder cuando abrió su apartamento.Dejó su maletín con pereza y se quedó petrificada al ver a Damianrecostado en el sofá. Se miraron en silencio y Jessica pudo observar eldesaliño del hombre que estaba frente a ella.

—Buenos días —saludó Jessica con calma fingida pues sentía que sele venía el mundo encima.

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—¿Es lo único que se te ocurre decir? —se acercó a ella. Al igual quela joven, intentaba guardar la compostura aunque su pregunta estaballena de sarcasmo.

La sujetó con fuerza por los hombros, por lo que no cabía duda de queestaba furioso. Sintió miedo al ver la amenazante expresión de Damian.

—¿En dónde estuviste? —le preguntó, sacudiéndola—. ¿En dóndediablos estuviste? —aunque la lastimaba, no dejaba de sacudirla.

—No creo que debas saberlo.

Se hizo hacia atrás intentando alejarse de él, mas fue en vano.

—¡Con Justin! —las palabras le salieron con amargura.

Damian la hizo a un lado y empezó a deambular por la habitación.Pese a que le habló con suavidad, parecía afligido, Jessica se volvió paraocultar su dolor.

—¿Sabes lo que me imaginé? ¿Quieres saberlo? Creí que habían ido aotra fiesta para que tú y yo no discutiéramos lo que dejamos pendiente. Obien, que tratabas de impacientarme. Luego pensé que te había sucedidoalgo desagradable, así que llamé a todos los hospitales de la guíatelefónica. Estaba muy preocupado por ti. ¡Dios mío, estaba angustiado! —la miraba con ojos brillantes y los puños cerrados—. Después hablé a lapolicía.

—¡No sigas, por favor! Nunca imaginé, no sospeché… —no pudocontinuar y sólo lo miró con los ojos abiertos al máximo.

 Jamás supuso todo lo que iba a suceder. Quiso confesarle que no sehabía acostado con Justin, que para no verlo acudió a su amigo para pasarla noche en su casar De pronto le pasaron por la mente todos los años enque había sufrido celos, tristeza y angustia. Lo observó en silencio.

—Fui un tonto. No imaginé lo que estabas haciendo hasta que dieronlas tres de la mañana. Entonces me di cuenta de que no ibas a volver.Hasta el amanecer, en mi mente persistió la imagen tuya entre los brazosde Marsh —le dio miedo el tono de su voz—, fue una suerte que no supierael domicilio de ese hombre porque te aseguro que ninguno de los dosestaría vivo en este momento.

Lo miró y estuvo a punto de delatarse. ¡Estaba celoso de Justin! ¡Deverdad se preocupaba por ella! Jessica dio un paso hacia Damian y luegose detuvo. Él se dirigió a la cantina, se sirvió un brandy y se volvió con esamáscara que ella conocía bien y que nadie podía atravesar.

—Dime cariño —musitó con lentitud y tomando un sorbo de su copa—, ¿cómo es él?

Se quedó de una pieza escuchando ese comentario tan cruel que leatravesaba las entrañas. Sin darse cuenta, estiró un brazo, tomó una piezade porcelana que arrojó contra la pared, muy cerca de Damian.

—¡Jessica! —le gritó con brusquedad.

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Ella no sabía quién de los dos estaba más asustado, además de que ledesconcertaba lo que había hecho.

De pronto, totalmente fuera de sí, comenzó a lanzar a diestra ysiniestra cuanta cosa encontraba, destruyendo lo que con cuidado habíaadquirido para su apartamento.

—¡Lárgate de aquí, fuera! —exclamó encolerizada.

Damian tuvo que darle una bofetada para que se calmara.

—Tranquilízate, Jessica —le ordenó, tajante—. Te estás comportandocomo una histérica ton…

  Jessica le dio un bofetón tan fuerte que lo hizo hacia atrásinterrumpiendo lo que estaba diciendo. Damian apretó la mandíbula yobservo a la modelo con furia, sosteniéndola con firmeza excesiva por loque la lastimaba.

—¿Quién te dio permiso, señor Kent, de golpearme? ¡Por todos lossantos, creo que has llegado muy lejos! Te ordeno que te vayas ahoramismo. Si es necesario que grite, voy a hacerlo hasta desgañitarme. ¡Te  juro que lo haré! —Damian colocó su mano izquierda en el cuellofemenino.

—Nunca me había violentado tanto —le dijo casi en un susurro,aparentemente calmado—. Creo que en este momento soy capaz de hacercualquier cosa.

 Jessica no se amedrentó, ya había ido demasiado lejos y no podía darmarcha atrás. Ni siquiera pensó en el dolor que sentiría al quedar sola.

Ahora experimentaba el dolor y la furia que había reprimido durantemucho tiempo.

—¿Qué quieres de mí? —le gritó apartándose de él y dirigiéndose alotro extremo de la habitación—. Después de tres años, de tres malditosaños, todavía no sé qué quieres de mí. ¿Por el amor de Dios, por quéviniste si en poco tiempo vas a hacerme a un lado?

Damian se quedó parado con los brazos caídos; en sus ojos verdes,que aún brillaban, podía verse tristeza pero también el ímpetu que llevabadentro.

—Tú sabes lo que quiero de ti —la forma en que lo dijo parecía uninsulto—. Nunca te mentí y desde un principio sabías los términos denuestra relación. Nunca te prometí más de lo que podía ofrecerte.

—¡Sin embargo, cada día me exigías más y más! ¿Crees que no lonotaba? ¿Por qué diablos me exiges fidelidad si tú no la das? ¿Por qué nopodía pasar la noche con Justin? Tengo todo el derecho del mundo. Sesupone que nuestra relación está libre de ataduras. Me deseas y metomas, después te vas sin preocuparte por lo que siento o lo que quiero.

Sollozaba sin control y todas las palabras las decía casi a gritos. Laslágrimas lo borraron de su mirada y se dirigió a una de las ventanas.

—En algunas ocasiones, durante estos años, he necesitado que estésaquí, a mi lado, para abrazarte a mitad de la noche, sin embargo me

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encontraba sola. He logrado subsistir y hacer mi vida sin compañía, yahora vienes como el todopoderoso y abusas de mi hospitalidad. Aunque,¡cómo te voy a hablar a ti de hospitalidad! Me dices que piensas casartecon otra mujer y pretendes que yo siga igual. ¿Acaso quieres vermesangrar?

El mundo se hizo añicos mientras Jessica observaba que sangraba elpuño de su mano cerrada. ¡Había golpeado el cristal de la ventana!

—¡Dios! —de un salto, Damian se colocó a su lado mientras ellaobservaba un pedazo de vidrio.

Él se percató de que la chica temblaba sin cesar, así que la abrazó yla llevó al baño. Ella se dejó llevar sin oponer resistencia, parecía que lacrisis había terminado.

—¿En dónde está el botiquín?

—En el armario del corredor —contestó ella con tranquilidad.Damian la curó mientras las lágrimas corrían por las mejillas de

 Jessica que estaban pálidas como el marfil. Ella lo observó, estaba tenso ycallado. Damian levantó la vista y le acarició la mejilla donde le habíadado la bofetada.

—No llores —musitó con ternura—. Jesi, por favor, ¡no llores! Nopuedo verte así… se trata otra vez de mí, de mi egoísmo. Así es, ¿verdad,cariño?

La abrazó y empezó a acariciarle el pelo. Jessica ya no tuvo fuerzaspara contenerse y por primera vez en esos años, no pudo ser fuerte.

Apoyó su cabeza en Damian y empezó a llorar, exteriorizando el dolor quetraía dentro, mostrando la vulnerabilidad que había en ella y que él noconocía. No se preocupó de que lloraba sobre Damian, sólo quería quealguien estuviera a su lado.

—Jesi, por favor, cariño, permíteme que termine de vendarte la mano.Es solamente un instante. Siéntate, te sentirás mejor… ya está. Ven,acércate a mí y déjame abrazarte de nuevo. Así, así, mi amor. ¡No lloresmás!

 Jessica levantó la cabeza, lo observó y sintió los labios masculinos en

los propios. Cerró los ojos y gimió; lo abrazó por el cuello con toda lafuerza y furia de que era capaz.

Ese beso era, de alguna forma, tan violento como la bofetada que lehabía propinado. Jessica experimentó una emoción distinta a la violenciaque se habían mostrado minutos antes. En este momento, él no intentabalastimarla, le comunicaba con desesperación su necesidad de ella. Jessicaperdió totalmente el control.

Damian la levantó en brazos y la llevó al dormitorio. La depositó concuidado en la cama y de inmediato comenzó a quitarle la ropa; ansioso desatisfacer su deseo. Al momento de poseerla ella estuvo a punto de

confesarle cuánto lo amaba pero hubo algo que la detuvo, aun cuando sucuerpo delatara la intensidad de su amor por él.

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Mucho tiempo después, Damian le preguntó con la voz entrecortadapor la pasión.

—Jesi, ¿Justin te dio tanto placer como yo? ¿Gozaste con él comohiciste conmigo? ¡Contéstame!

La joven cerró los ojos de dolor y desesperación al escuchar esaspalabras, aunque logró disimular. En el fondo, nada había cambiado. Élsólo veía su relación desde el aspecto sexual, aunque para ella fuera unaforma de expresarle su amor. No había duda de que estaba celoso, perosus celos surgían porque no deseaba compartir su trofeo y no por unafecto verdadero. Mediante un gran esfuerzo, logró responder contranquilidad.

—No Damian. No hables, duerme.

Se quedó dormido después de observarla y abrazarla con una actitudposesiva. Jessica observó al hombre que le estaba destrozando el corazón.

Aunque tenía mucho sueño, contempló a Damian. Recorrió el cuerpomasculino con la vista, preguntándose de dónde iba a sacar la fuerza quenecesitaba para abandonarlo.

Se levantó un poco después para hacer café. Tantas emociones latenían nerviosa. Poco a poco recobró la calma y se sintió mejor. Laslágrimas nada arreglarían, así que se mantuvo serena cuando escuchó unruido en el vestíbulo. Logró sonreír a Damian cuando apareció en la sala,donde ella tomaba su café. No quería herirlo, pero tampoco iba a permitirque la siguiera lastimando.

—Buenos días —murmuró Jessica—, ¿o debo decir, buenas tardes?¿Dormiste bien?

—Sí —contestó. Él no tenía camisa y su pelo oscuro estaba todavíarevuelto—. Parece que en ocasiones nada te altera. En momentos tienes laapariencia de una madonna y luego explotas como una bomba atómica yhaces que el mundo se venga encima. Ahora de nuevo muestras laserenidad de una estatua de marfil.

—¿Qué esperabas de mí? —le preguntó antes de dar un sorbo a sucafé—. ¿Que estallara cada cinco minutos? No, sólo me esfuerzo por cosasque considero importantes y me temo que no hay muchas en este mundo.

—¡Qué cinismo el tuyo! —se sirvió una taza de café y se sentó al ladode la modelo—. Iba a pedirte que me despertaras, no tenía intenciones dedormir tanto, pues hay muchas cosas que debo hacer. ¿Quieres quehablemos?

—No —negó con la cabeza.

Estaba convencida de que no tenía objeto hablar más porque sabíaque cuando Damian se proponía algo no existía ninguna posibilidad dehacerlo desistir. Si ya había decidido contraer matrimonio con la ratoncita,no iba a cambiar sus planes. Lo mejor era seguir adelante con su idea, sin

importar lo que sucediera.

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—Está bien. Por ahora dejemos las cosas así, aunque tarde otemprano tendremos que aclararlas —la miró con el ceño fruncido, comosi le molestara algo.

 Jessica le respondió únicamente con una sonrisa. Lo observó vestirsemientras conversaban de trivialidades, entre ellas, la limpieza de la sala.Después que terminó de arreglarse, se sentó junto a Jessica jugando consus manos. Ella quería gritar de dolor pero al fin Damian se levantó parairse. Le acarició con suavidad una mejilla y le dio un beso fugaz y tierno.

—Me gusta verte enojada. Siempre nos hemos llevado bien, nocambies, Jesi, me gusta tu forma de ser. Eres muy especial precisamentepor eso.

  Jessica se quedó con la mente en blanco, observando la puertadespués que salió Damian. Pensó que ella no era tan especial y su menteera un caos. Estaba segura de que Damian se fijaba únicamente en la

imagen que la gente se formaba de ella, más que en la mujer que enrealidad era. Por eso no debía continuar con esa relación, lo cual ladeprimía mucho. Cabizbaja, se dirigió al teléfono.

—Señora Marrazotto —le dijo con amabilidad a la mujer que leayudaba con las labores domésticas—, ¿podría venir por la tarde aarreglar la casa? Tuve un problema y se rompieron algunas cosas… No,todo está bien. Yo levantaré lo que se rompió pero es necesario pasar laaspiradora y no tengo tiempo para hacerlo… Sí, muchas gracias, nosveremos más tarde.

Dudó antes de llamar a la administración del edificio.

—Sufrí un ligero accidente y rompí el cristal de una ventana —dio sunombre y el número del apartamento—. Desde luego que me haré cargodel costo porque hay que instalar un vidrio nuevo. ¿Podría enviar a algunapersona de mantenimiento?… Magnífico. Hay algo más —dudó antes decontinuar pero se armó de valor—, quisiera cambiar la combinación de lascerraduras de inmediato… no importa lo que cobren, necesito que eltrabajo esté terminado por la noche… Muy bien, se lo agradezco mucho.

Cuando colgó, se sintió desolada. ¿Qué iba a hacer sin Damian? Enocasiones él le decía que era su otra mitad; sintió como si le hubieranextraído alguno de sus órganos vitales. No quería dormir en ese momento,

tal vez más tarde tomaría una siesta que la ayudara a relajarse.

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Capítulo 4

 Jessica se detuvo frente a la puerta de la residencia de los Coefield; le

temblaban las manos y tenía la boca seca. Pese a que una oleada dedudas la asaltó, pulsó el timbre, con cierto temor y deseos de huir.

No tuvo que esperar mucho. Era un domingo soleado que contrastabacon la oscuridad del día anterior. Se abrió la puerta y apareció Maryvistiendo unos pantalones holgados y una blusa que no hacía juego;llevaba el pelo recogido. Una enorme sonrisa iluminó su cara cuando miróla figura perfecta de la modelo.

—¡Señorita King! —exclamó un poco perturbada, después se apartópara permitir la entrada a Jessica—. ¡Qué sorpresa! ¿Puedo… ayudarla enalgo? ¿Quería ver a mi madre? Lo siento pero en este momento no se

encuentra en casa.—No vine a ver a tu mamá —Jessica se tranquilizó al saber que la

señora Coefield no se encontraba en la casa. Prefería la sinceridad deMary a la hostilidad de la mujer mayor—. Se me ocurrió venir a visitarte unmomento, pero si no soy oportuna, me voy. Me dejé llevar por un impulsoúnicamente —un deseo estúpido, pensó, molesta consigo.

—¡Oh, no, por favor no se vaya! —se encaminó a la sala—. Pase ytome asiento. ¿Quiere un café, o tal vez un té?

—Un café, gracias —contestó con cortesía y Mary de inmediato

ordenó el servicio. Jessica llevaba un traje que le quedaba muy bien y que hacía resaltar

su belleza. Confirmó la impresión que tenía de Mary como una chicasencilla, frágil y agradable. Se observaban mutuamente.

—Está encantadora, señorita King —le dijo pensativa—. Creo queusted es la mujer más bella que he conocido. ¡Ojalá yo fuera tan hermosacomo usted!

—Muchas gracias, eres muy gentil —le contestó Jessica conindiferencia—. Llámame Jessica, porque eso de señorita King me hacesentir como si fuera maestra de escuela. Mary, la belleza física es sólo unapantalla, la verdadera belleza, y la que cuenta, es la interior.

La jovencita le dirigió una mirada triste y Jessica sintió un gran afectopor la muchacha.

—¡Claro! Yo sé que eso es verdad, pero a veces no ayuda en loabsoluto. Para usted es muy fácil decirlo porque es una beldad, en cambioyo soy el patito feo —le dijo con una mirada tierna, con expresión deperrito abandonado.

 Jessica se sintió conmovida, mas reaccionó con frialdad.

—Yo no creo en la fealdad, no creo que exista excepto en cosasdiabólicas. Una persona puede ser vieja o gorda, y a la vez ser hermosa.Lo que sucede es que la sociedad nos dice lo que es la "belleza". Tú

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podrías ser preciosa si piensas que lo eres… No, no me mires de esemodo. Esa sensación no te la va a dar la ropa ni el maquillaje. ¡Tienes queconvencerte a ti misma de que eres bella!

—Pero, ¿cómo lograrlo? —le preguntó después de un breve silencio—.No sabría cómo convencerme de que soy hermosa.

—¿Por qué te parece importante? —le preguntó Jessica después demeditar si debía continuar en esa casa.

—Es que… bueno… —bajó la vista y se sonrojó—. ¿Recuerda aDamian Kent, con quien fui a la fiesta del viernes?

 Jessica tuvo que acomodarse nuevamente en el sillón, pues sintió queel estómago se le contraía.

—Sí, lo recuerdo —logró mostrarse tranquila.

—Es que es muy guapo e inteligente, y me pidió que saliéramos, a mí,

imagínese, a mí, de entre tantas mujeres en el mundo —su voz era débil,como si quisiera esconderse debajo del sofá. Jessica sintió todavía másternura por ella—. Yo sé que no es por mí sino por el negocio de mi padre.De otra manera nunca se hubiera acercado a mí. Nadie lo hace.

Esa era una verdad muy triste y el aceptarla debía de ser muydoloroso.

—¿Te lo dijo él? —le preguntó con la mayor suavidad de que fuecapaz.

Mary negó con la cabeza. Ya habían terminado su café y unas

galletas.—¿Por qué iba a invitarme a salir? —inquirió en un susurro—. Sé que

está interesado en el negocio de mi padre, si no fuera así, nunca mehabría invitado a salir. Él puede elegir a la mujer que quiera, incluso usted.

El comentario le dolió mucho a Jessica, por lo que frunció el ceño.Mary no lo notó pues estaba absorta en sus pensamientos.

—Quisiera ser bella y que alguien me invitara a salir por mí misma yno por el dinero de mi padre.

—¿Cuántos años tienes, Mary? —de pronto sintió amor maternal por

esa niña, aunque esto podía ser peligroso.—Dieciocho —contestó con voz apagada—. Y nadie, antes del viernes,

me había invitado a salir, si es que puede llamarse a eso una invitación.

Dieciocho años. Damian tenía treinta y ocho, podía ser su padre, poredad y por experiencia. Jessica se sintió senil junto a la candidez de Mary,quien sin embargo, tenía la sensatez suficiente para percibir al mundo ensu cruda realidad. Damian iba a estar en aprietos si le proponíamatrimonio a esa chica porque ella no se hacía ilusiones con él; tendríaque explicarle su verdadero objetivo. Además, a Damian no le gustabamentir. Tal vez Jessica se atrevió a hablar por la tristeza que observó en

los ojos de la chica, y nunca supo qué la impulsó a seguir adelante.

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—Mary —la miró cuestionante—, ¿de verdad quieres ser bella;trabajar por ello hasta cansarte y no claudicar aunque sientas ganas dedejar todo? —la miró con ojos brillantes.

—¡Claro que sí! Mi madre ha hecho todo lo posible por convencermede que vaya a clases de gimnasia pero no he querido hacerlo. Ahora haríacualquier cosa para ser atractiva.

—Bueno querida —le dijo Jessica acomodándose en el sofá y cruzandola pierna—, entonces tendremos que convertir el patito feo en un hermosocisne.

Mary abrió los ojos y la esperanza y la alegría que se reflejaron en sucara hicieron que Jessica se sintiera triste. Alguien debió preocuparse poresa chica con anterioridad.

—¿Está tratando de decirme lo que yo creo? —preguntó con timidez.

—Depende de lo que estás pensando —Jessica se calmó.—Me pareció… —le dijo arrebolada—, me pareció que quería

ayudarme.

—No te avergüences, tontita. Eso fue exactamente lo que dije, perotienes que prometerme algo —Jessica hizo un movimiento con el dedo quehizo que Mary sonriera—. Vas a prometerme en este momento, aquí mismo, que harás exactamente lo que yo te diga y que no vas a romper tudieta. De otra forma no te ayudaré porque no voy a perder mi tiempo.

—¿Necesito ponerme a dieta?

—Es mejor que te acostumbres a la idea, cariño. Vas a empezar eneste momento, así que ya no comas más galletas. Quiero escuchar tupromesa… bien. Dime qué comes todos los días —la escuchó variosminutos y se escandalizó de lo que oía. Comprendió entonces por quétenía ese sobrepeso—. Por lo visto, tenemos una buena tarea por realizar.Antes que me vaya voy a dejar elaborada tu dieta.

 Jessica pidió a Mary que llamara a la cocinera.

—Para empezar —la empleada ya se encontraba frente a ellas—,mañana tendrás que hacer ayuno todo el día. ¿Planeas realizar algunatarea pasado mañana? Bien. Vas a beber sólo agua y no hagas gran cosa.

Después del ayuno vas a iniciar una dieta muy estricta. ¿Te asusta?Mary negó con la cabeza.

—Bien. Llevar una dieta es difícil mientras te acostumbras a hacer aun lado los alimentos que engordan. Cuando te habitúes al nuevorégimen, lo seguirás toda la vida. Entiende que éste es el primer pasoúnicamente. Si rompes la dieta subirás todos los kilos que hayas perdidoaun cuando hagas gimnasia. No vas a hacer ejercicio hasta que te hayasacostumbrado a comer de otra manera —Jessica se dirigió a la cocinerapara darle instrucciones sobre la alimentación de la joven—. Ya está.Ahora tu empleada puede preparar diversos platillos con los cuatro grupos

de alimentos que le mencioné. Te dejaré mi número de teléfono para queme llames dentro de dos semanas.

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—¿Eso es todo? —preguntó Mary, confundida—. ¿No vas a darmelecciones de maquillaje o a llevarme de compras?

—Cariño, tengo que hacer un trabajo antes de empezar nuestro plan.Primero debes adelgazar, esa es la parte esencial. No podrás hacer algo sino aprendes a tener otros hábitos. En dos semanas empezaremos con lagimnasia y desde luego que iré contigo al inicio… después pensaremos enalgo más. Por ahora —le dijo con una sonrisa de complacencia—, ya medemoré demasiado en mi primera visita. Llámame cuando empieces abajar de peso y no padezcas hambre ni te conviertas en una enajenadapor la dieta. Finalmente, lo que buscamos es tener buena salud y laenajenación no es saludable. No comas a todas horas. Nos veremosdespués…

 Ya en camino a su apartamento, Jessica recapacitó en su impulsivoofrecimiento. Se estaba preocupando demasiado por una desconocida ysin duda Mary se aferraría a ella como a una hada madrina, aunque lachiquilla era la que debía hacer todo el trabajo. Después la llevaría conquien le confeccionara ropa adecuada a su tipo.

El problema entre ella y Damian era muy personal. De verdaddeseaba que Mary se sintiera y viera más atractiva, pues así tal vezconocería a un muchacho que le gustara y olvidara a Damian, en virtud deque no estaba interesada en él. Desde luego, también existía el peligro deque al verla más atractiva, él se interesara en la jovencita por sí misma y

no por el negocio de su padre. Podría suceder y, en todo caso, era lo másconveniente. Cuando entró en su apartamento se sintió tan cansada comosi hubiera participado en una carrera de larga distancia, si bien la carreraapenas estaba comenzando. Deseó que Damian no averiguara lo que lesucedía ahora.

Se dio un baño rápido que le refrescó y después decidió ver unprograma de televisión. Estaba sentada frente al aparato pensando en supróximo trabajo de modelaje y con una limonada fría, cuando el timbre delteléfono la apartó de sus pensamientos. Sabía de quién se trataba.

—¿Qué tal, Damian? —su voz era calmada e incluso seca y no

reflejaba todo lo que traía por dentro.—Qué tal, cariño. Te llamé antes pero no estabas en casa. ¿Saliste?

¿Qué tal el día?

—Más o menos. Fui a… de compras. ¿Y tú?

—Estuve haciendo algunos reportes. Iré a tu apartamento como enuna hora. ¿O prefieres que vaya más tarde?

—Damian, creo que es mejor que no vengas —las palabras se leatoraban en la garganta. Le iba a resultar más difícil de lo que pensaba.

—¿Quieres que vaya más tarde?

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

 Jessica se percató de que él no entendió lo que le quiso decir. Debiósorprenderse porque siempre lo recibía con alegría. Aunque no la amaba,no le agradaría la noticia puesto que habían sostenido relaciones durantetres años. ¿Tendría el valor para seguir adelante?

—No, Damian —quiso aparentar tranquilidad pero las lágrimas se leagolparon en los ojos, así que guardó silencio.

—¿Qué insinúas? —preguntó con tranquilidad. Quería que ella loexpresara con claridad, así era él.

—No creo que debamos vernos más —pensó que lo amaba—. Estetipo de relación no me satisface —pensó que lo deseaba—. No quierovolver a verte Damian. Lo siento mucho… —dijo estas palabras casi en unsusurro… era una mentirosa.

—¿Qué te llevó a tomar esa decisión? —inquirió Damian.

Parecía aturdido y Jessica supo que sentía un dolor similar al que ellapadecía desde días atrás. Estuvo a punto de dar marcha atrás en sudecisión.

—En este momento no quiero hablar del asunto, si no te importa —ledijo con cortesía—. Hay algo que me ha estado molestando últimamente,así que he pensado que es mejor dejar de vernos.

"Me estoy desgarrando por dentro de dolor y de celos, me sientoinfeliz y no tengo fuerzas para seguir adelante si continuamos en esteplan", pensó angustiada.

—¡Con mil demonios! —exclamó, furioso—. No puedes hacerme esto

por teléfono… ¿Acaso no tienes sentimientos? —se mordió el labio inferiorpara no estallar. Se detuvo un instante para calmarse—. Claro, se trata de Justin, vas a casarte con él.

—No, no voy a casarme con él —contestó después de un instante—. Y, contra la opinión popular, no tengo relaciones con él. Esto nada tieneque ver con él, es un asunto únicamente entre tú y yo. Sucede que lascosas no han salido como yo lo esperaba y deseaba.

—Pareces muy contenta con lo que sucedió el otro día —señaló,sarcástico—. ¿Por qué ese cambio tan repentino, cariño? ¿Encontraste a

alguien más rico?Sintió tal dolor e indignación que empezó a temblar… cómo podía élpensar que le interesaba su dinero. Con dificultad colgó el auricular peroantes de hacerlo escuchó su voz llamándola.

Se limpió las lágrimas con enojo; no debía llorar sino controlarse, sedijo en silencio. Sonó el teléfono y lo ignoró, como el repiquetearcontinuaba, decidió responder.

—No cuelgues, Jessica. ¿Estás allí? —preguntó Damian.

La joven dudó antes de hablar.

—Sí.—Lo siento, no debí decirte esa estupidez —la voz no era tranquila.

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—Sí.

—Jessica, tú debes de saber que no es la forma de arreglar las cosas.Voy en este momento a tu casa para que aclaremos este lío —declaró conarrogancia.

 Jessica pudo percibir el enojo de Damian.—No podrás entrar, cambié la cerradura —le dijo con claridad y

empezó a temblar de nuevo.

—Salgo para allá en este momento —reiteró después de unosinstantes de silencio—. Vas a abrir la puerta y a hablar conmigo. ¿Qué tesucede? ¡No es ésta la forma de terminar una relación! ¡Con mil demonios,compórtate de acuerdo con tu edad! ¿Vas a salir con cualquier sujeto amodo de venganza?

Una vez más le rompió el corazón… estaba horrorizada. Ya no podía

detenerse, todo se había complicado y ya no había algo que rescatar.—No, Damian —contestó con suavidad—. Quería comunicártelo en

persona, pero tenía miedo de que me dijeras cosas desagradables o mehicieras cambiar de opinión, lo que pretendes hacer en este momento. Poreso no quería verte, cariño. Comprende que…

—¿Y qué piensas que me estás haciendo? —la interrumpió,encolerizado—. Nunca te habías comportado así. ¿Qué te sucede? ¿Porqué no quieres verme ni hablar conmigo?

—No hay ataduras entre nosotros, Damian —casi gimió y se sintióatrapada en sus mismas palabras.

Parecía que Damian se sentía herido por su rechazo y sabía que él eracapaz de utilizar y luego abandonar a una mujer. Sin embargo, noaceptaba que ocurriera a la inversa.

—Recuerda que me hiciste prometer hace mucho tiempo que nohabría ataduras entre nosotros. Bueno, pues así es y por ahora necesitoapartarme de tu vida y no quiero quedarme contigo. Así que adiós,Damian. Deseo que seas feliz.

Colgó el auricular por segunda vez, se dirigió a su dormitorio y sollozóhasta cansarse. El teléfono siguió sonando hasta que decidió descolgarlo.

Fue una noche terrible.Estaba desesperada por su decisión, sin embargo, tenía que seguir

adelante, así que le dijo a la secretaria de la agencia donde trabajaba, queya no recibiría las llamadas del señor Kent.

Las semanas siguientes las pasó como entre nubes, perdió peso yestaba demacrada y ojerosa, mas no podía evitarlo, nada le causaba elmenor entusiasmo.

Su fotógrafo, Jeff, le aconsejó que tomara unas vacaciones porque deotra forma iba a terminar su encanto. Al principio rechazó la sugerencia

pero después pensó que no sería tan desagradable salir de la ciudad yponer distancia entre ella y Damian, al menos unos días.

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En eso reflexionaba cuando la llamó Mary. La escuchó pacientementey notó que la pérdida de peso le causaba gran alegría. Ya había olvidadosu promesa de ir juntas a hacer gimnasia, así que Jessica le aseguró queaveriguaría la cuota del deportivo y cuando Mary apareció ante ella, sequedó maravillada de la apariencia de la muchachita.

—¡Santo Cielo! Esos kilos que perdiste te han hecho ver de maravilla.Estoy impresionada —le dijo con alegría.

—Deseaba que notaras mi esfuerzo —confesó Mary, ruborizada—.¿Verdad que es maravilloso? Toda mi ropa me queda grande —le mostró a Jessica, quien sonrió con entusiasmo por primera vez en muchos días.

—Y ya verás que después de hacer gimnasia durante unas semanastu ropa no te quedará para nada porque te enseñarán a guardar unabuena postura. ¡Vamos a llegar tarde, mujercita, si no nos damos prisa!

Asistieron regularmente cuatro veces a la semana durante un tiempo.

Damian no intentó llamarla y Jessica no sabía si alegrarse o deprimirse. Loque sí sabía era que nunca se había sentido tan sola. Anhelaba queDamian la tuviera entre sus brazos y le hiciera el amor; añoraba su sonrisay nada le entusiasmaba en la vida.

En una ocasión, después de terminar la clase de gimnasia, Jessicapensó que ya era tiempo de dar a Mary un premio por su persistencia enno comer dulces, chocolates o licor. Su aspecto era distinto porque estabamás delgada y le había confesado que se sentía más ágil.

—¿Qué te gustaría como premio? —le preguntó Jessica cuandoterminaron de arreglarse.

  Jessica casi no llevaba maquillaje y tuvo que admitir que le habíasentado muy bien el ejercicio.

—¿Como qué? —le preguntó Mary con interés.

 Jessica llamaba a su entusiasmo “el proceso de embellecimiento”. Lasmujeres que entraban en él adquirían una especie de magia porque sesentían satisfechas con el esfuerzo que realizaban y pronto constatabanque su figura mejoraba. Ellas mismas empezaban a ver y a creer que eranatractivas y que podían llegar a ser verdaderamente bellas.

—¿Qué te parecería una suculenta rebanada de pastel de chocolatecon helado encima? —le sugirió.

Mary la miró con sorpresa.

—¿En realidad vas a comer eso que te engorda? —preguntó la jovencon obvia incredulidad—. Creo que nunca te he visto comer cosas de esetipo.

—Tú puedes comer algo, si quieres. Después de todo, has hechograndes esfuerzos y mereces un premio.

—¡No puedes hacerme eso! ¿Pretendes que rompa mi dieta ahora que

me ha ido tan bien? —inquirió Mary con sequedad y con los ojosdesorbitados ante la risa de Jessica.

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—Querida, estoy realmente orgullosa de ti. ¡De verdad! Ya puedesconsiderarte en el tercer año del curso. ¿Qué te parecería entonces ir decompras y empezar con alguna lección de maquillaje, o bien, que tecorten el pelo?

—¿De veras? —la chiquilla estaba tan emocionada como si hubierallegado Santa Claus con un cargamento de regalos para ella—. Meencantaría. ¿Cuándo empezamos?

—Hice una cita con una vieja amiga en tu nombre para esta tarde. Lepregunté a tu madre si estabas libre. ¿Te parece bien que vayamos?

—¡Claro que sí!

Pasaron la tarde haciendo compras en distintas tiendas; despuésfueron con la amiga de Jessica, Clarisse, quien le hizo un magníficomaquillaje a Mary y una hora después salieron de la casa con una chicatransformada y una bolsa llena de cosméticos. Después fueron al salón de

belleza al que solía ir Jessica. Allí Mary obtuvo unos destellos rojizos en sucabello castaño, con lo que su apariencia cambió más.

La señora Coefield le había dado a Jessica carta blanca sobre su hijadespués de asistir a varias clases de gimnasia con ella. Se dio cuenta deque la modelo la haría cambiar y por lo mismo, ya no tuvo reservas conella. Mary, con el dinero que tenía a su disposición, compró una enormecantidad de ropa, muy cara por cierto, y siempre bajo el consejo expertode Jessica, quien también escogió algunas prendas para ella. Sugirió aMary los modelos que mejor iban a su figura y que podían esconder losdefectos de su cuerpo.

Cuando llegaron a casa de los Coefield, la chiquilla no pudocontenerse y le dio un abrazo después que Jessica detuvo su automóvil.Ésta se sorprendió al principio pero después correspondió el abrazo; sehabía encariñado con esa jovencita y pensó que si iba a casarse conDamian era mejor desearle que las cosas funcionaran entre ellos.

Entraron en la casa y mientras tomaban una bebida, Mary parecía untorbellino contándole a su madre todo lo que habían hecho, los lugaresque visitaron, la ropa que se probó. Siempre iniciaba la frase así: "Jessicadice esto, Jessica opina aquello". La señora Coefield se volvía a ver a lamodelo de vez en cuando con mirada complaciente y agradecida.

Al fin Jessica pudo salir de la casa después que le insistieron enquedarse a cenar; ya no las vería y de verdad lo sentía porque habíallegado a apreciar a las dos mujeres.

Llegó al estacionamiento del edificio donde vivía y después deestacionar el coche empezó a bajar los paquetes que estaban en la parteposterior del vehículo.

—¿Puedo ayudarte? —la voz le era familiar pues la había escuchadodurante tres años.

La reconoció en el momento que su corazón daba un vuelco y losoídos le zumbaban; no tenía que volverse para saber de quién se trataba.

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—Damian… ¿qué haces aquí? —le preguntó con calma.

En sus ojos se reflejaban el dolor y la furia de volverlo a ver despuésde casi cinco semanas de no saber de él. Toda una vida en sólo cuarentadías.

Damian parecía bien, muy bien. El pelo oscuro brillaba con la luz y losojos reflejaban vitalidad. Parecía haber adelgazado y eso le hacía teneruna expresión más firme. Le dolía verlo, así que se hizo a un lado y caminócon rapidez hacia el ascensor.

—¡Vaya! Qué saludo tan frío —comentó con ironía.

—¡Vete! —exclamó mientras caminaba a mayor velocidad. Él tambiénapresuró el paso, sorprendido.

—Curioso, hubiera jurado que deseabas verme. Pero parece que meequivoqué. Vamos Jessica, me conoces lo suficiente para saber que

cuando quiero algo, lo obtengo. Sabías que estaba decidido a hablarcontigo y habrás creído que tus esfuerzos por mantenerme lejos iban aimpedírmelo —su voz era tan impersonal como si estuviera hablando delclima, no obstante, Jessica estaba temblando.

¿De verdad era lo que ella esperaba? ¿Que la buscara así? Estabamuy sorprendida tanto de la forma en que se había aparecido como de ladesilusión que experimentó. En realidad ella imaginó que él la acosaríahasta forzarla a que hablaran. Como no lo hizo se sintió deprimida y sola.Sin duda, ella no le importaba porque no había hecho ningún esfuerzo poraclarar su situación.

Ahora se encontraba parado junto a ella, oprimiendo el botón paraque descendiera el ascensor. Jessica ocultó la cara porque no sabía cómoenfrentar la situación. Cuando llegó el aparato se metió de inmediato, sinmirar a Damian.

—No tiene objeto —le dijo sin verlo—, no voy a invitarte a pasar. Esmejor que te vayas en este momento.

Él se metió con rapidez en el ascensor. El fuego que había en sus ojoshizo que Jessica casi desfalleciera.

—Hubiera venido antes, pero tuve que ir a Europa en viaje de

negocios —habló Damian al fin en un tono que hizo que Jessica sesobresaltara.

—¿Te fue bien? —le preguntó sin pensarlo. Estaba nerviosa y losorprendió observando todos sus movimientos con atención—. ¿Por qué note vas y me dejas en paz?

—Porque no estoy de acuerdo con esa horrible conversación quesostuvimos hace unas semanas y exijo una explicación. Además, estoyempezando a creer que no has sido conmigo tan sincera como afirmabas,y desde luego es una situación que me disgusta sobremanera.

—Nada hay que explicar —declaró con sequedad al salir del ascensor

seguida por Damian—. No quiero verte más, eso es todo y se acabó. No tedebo explicaciones, así que vete y déjame en paz. Que seas muy feliz.

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—¿Por qué has salido con Mary Coefield?

 Jessica no podía soportar esa voz tan tranquila. Lo odiaba y se odiabaa sí misma por tenerle miedo. Parecía que estaba decidido a destruircualquier recuerdo agradable que quedara entre ellos. Verlo de nuevo hizoque su decisión se debilitara. ¿Qué haría si intentaba besarla y hacerle elamor? No tenía ningún control frente a él, estaba indefensa. Debía tomarprecauciones y mantenerse alerta.

Llegaron frente al apartamento y con resignación Jessica le pidió quedetuviera los paquetes. Le dolía mucho la cabeza; buscó sus llaves y abrióla puerta lo más tranquila que pudo. Necesitaba estar atenta en todo, delo contrario, sería su perdición.

—Pensé que la pobrecita estaría más contenta consigo mismateniendo una buena imagen de sí…

Se proponía abrir con lentitud y después cerrar de prisa para que

Damian no pudiera entrar. Fue más rápida que él y lo dejó paralizadoafuera del apartamento.

—¡Maldición! ¿Qué es lo que tienes? —le gritó furioso arrojando lospaquetes al suelo y golpeando con fuerza la puerta—. Ayúdame, Jessica,abre la puerta por favor, si no cuando te atrape, te juro que voy aahorcarte —vociferó, colérico.

 Jessica se hizo hacia atrás como si quisiera protegerse.

—No, no puedo. No puedo verte, Damian. ¿No comprendes que estoydestrozada? ¿Por qué no te vas? Deja los paquetes en la puerta y por favor

vete.—¡Por mil demonios, claro que no me iré! —golpeó la puerta con

fuerza. Al oírlo Jessica empezó a dudar de que la puerta fuera una buenadefensa—. Si es necesario, voy a tirar esta cosa. ¿Me escuchas? Abre, Jessica antes que pierda los estribos y haga algo que después lamentaré.

—No, ¡márchate ya! —retrocedió la mujer elegante para dejar aldescubierto a una joven asustada.

Escuchó varios golpes en la puerta y después un absoluto silencio. Jessica pensaba qué sucedería cuando segundos después oyó un sonido

horrible y vio que la puerta se tambaleaba.Hubo silencio y otro golpe así que la joven decidió que sería mejorabrir la puerta. Se disponía a hacerlo en el momento que la sobresaltó untercer golpe y vio que el picaporte caía al suelo y que Damian irrumpía enla sala como una ola frenética. Parecía una bestia salvaje, con la carapálida y los labios apretados. Se detuvo un instante y la miró, furioso.

 Jessica se hizo para atrás con pasos pequeños y lentos, pese a que laabrumó un terror que nunca imaginó que pudiera sentir por el hombre alque amaba.

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

Capítulo 5

El dolor se reflejó en la cara de Damian, solamente por un segundo,

mientras Jessica se hacía para atrás. Recordó que Justin le había dicho enalguna ocasión que la mejor defensa es el ataque.

—Vaya, ya lo lograste y lo único que tengo que decirte, Damian Kent,es que me compres una puerta nueva.

—Escúchame bien, nunca vuelvas a cerrar esa puerta para impedirmeel paso.

 Jessica asintió temerosa, porque no quería que rompiera todas laspuertas que tuviera ante sí. Se dio cuenta de que no podía alejar a Damiande su apartamento ni de su vida si él no quería.

—¿Por qué lo hiciste? Sabes que eso me enloquece.—No lo sé —contestó observándolo con fijeza—. Creo que no me

detuve a pensar si te disgustaba o no. Lo único que deseaba era que noentraras en mi casa —su respuesta directa y sincera hizo que Damian seirritara más.

—¡Qué amable! Te pedí la verdad para poder defenderme cuando mela dijeras. No puedo entender qué te sucede, Jessica. ¿Qué ha pasado?¿Por qué cambiaste conmigo de repente? Debes de saber que no puedesterminar una relación de tres años sin dar una explicación. ¡Con mildemonios!, ¿vas a hablar conmigo?

—No sé qué decirte —respondió después de un instante de silencio,con una sonrisa de derrota—. ¿Qué quieres escuchar? ¿Que encontré a unnuevo amante o que ya me cansé de ti? ¿Pretendes que acomode nuestrarelación en una caja bonita para que la guardes en tu archivo del olvido?¿Qué importancia tienen mis motivos para apartarme de ti? ¿Por qué debodarte una explicación cuando entre nosotros no existe ningúncompromiso? Así quiero que sea y es todo. Por cierto, ¿vas a comprarmeuna puerta nueva?

—¿Podrías olvidar la puerta por un minuto? —inquirió, amenazante—.Lo único que me interesa saber es qué diablos está sucediendo, si serelaciona conmigo y necesito cambiar en algo mi comportamiento. ¿Quéhice? ¿Qué es lo que esperas de mí?

Ante esta pregunta, Jessica retrocedió y se sentó, abriendo los ojos,incrédula y sorprendida. Damian tenía las manos en las caderas, en unaposición altiva, como siempre. Se asemejaba a un antiguo caballero, aexcepción dada de su expresión, que era de frustración e inseguridad.¿Cómo podría dar una explicación satisfactoria sin abrirle su corazón?¿Cómo explicarle que tenía miedo de la lucha que estaba enfrentado?

—Necesito un trago —musitó y sin mirarlo fue a servirse un whisky.

Después de darle un sorbo, continuó—: ¿Te mencioné alguna vez quecompré este mueble en una casa de antigüedades en el estado de

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Virginia? Es del siglo dieciocho y me gusta mucho… ¿Así que has visto aMary? ¿Qué te parece su nueva apariencia?

—La vi anoche —contestó observándola, interrogante, y sin sentarse;arqueó una ceja—. En efecto, su cambio es sorprendente, parece unachica distinta, ¿Por qué lo hiciste, Jessica? ¿No te parece anormal que laamante ayude a la futura esposa?

Se le nubló la vista. Nunca había experimentado tanto dolor como elque le causó el comentario de Damian.

—No soy tu amante —le dijo con tranquilidad—. Y lo hice porque esachica necesitaba una amiga que la quisiera por sí misma y la ayudara amodificar la opinión que tenía de sí. No hubo nadie, entre tanta gente quela rodea, que se diera cuenta de que necesitaba apoyo y un empujón quela llevara en la dirección adecuada. Lo hice porque se sentía muy mal desaber que tú salías con ella únicamente por la fortuna de su padre y

porque necesitaba creer en los valores que tiene como mujer. Lo hiceporque no tenía la menor intención de volver a verte cuando te casarascon ella y porque deseaba que cuando se casaran, fueran felices yvivieran en paz.. No sé por qué eso te parece fuera de lo común.

—Me doy cuenta de lo que quieres decir —admitió, bajando loshombros—. Jessica, todavía no le he propuesto matrimonio. No hayseguridad de que lleguemos a una relación formal. Esa no es razónsuficiente para que no quieras verme.

—Sí, cariño, lo es —contestó con tristeza observando el líquido colorámbar.

Después de pensarlo un momento, le pasó su copa a Damian, comoacostumbraba hacerlo cuando ya no quería más licor. Él tomó la copa ybebió el contenido de un trago. Había una íntima comunión en esosdetalles.

—Es que no se trata de que te cases con ella o no, y aunque sí meimporta, no es lo principal. Lo que importa es que has herido mi amorpropio al planear casarte con ella en vez de hacerlo conmigo. Si lo haces ono, es insustancial; insisto. Lo que importa es que no quierescomprometerte conmigo y ya no quiero una relación de ese tipo. Damian,me parece que no debe ser, no está bien. Imagino que es… inmoral.

—Ahora lo ves inmoral a pesar de que has hecho el amor conmigodurante tres años sin estar casada. Creo que eso se llama fornicar, querida—señaló con sequedad levantándose para servirse otro whisky—. Pareceque tienes ideas raras sobre la moralidad. Por un lado quedas absuelta detodo pecado y, por el otro, existe la intención. En mi opinión, debes aclarartu visión de la vida, ¿no crees?

—No —respondió, cortante y miró a Damian con determinación—. Lode fornicar nada tiene que ver. Yo me sentiría igualmente engañada siestuvieras casado conmigo y tuvieras una amante. Los votos del

matrimonio carecen de significado a menos que los respete cada uno delos cónyuges, por eso creo que muchos matrimonios sólo mantienen suunión por un papel. Por eso resulta válido lo del pecado intencional.

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

Nuestra relación no ha sido del todo satisfactoria; no, no me mires así, nohas sido únicamente tú sino yo también, y el estar casados por medio deun papel no quiere decir que las cosas cambiarían. El que piensesproponerle matrimonio a otra mujer, es prueba irrefutable de que lascosas no han ido bien entre nosotros. Es síntoma de una enfermedad y así 

sería nuestra vida, Damian, si yo hubiera visto nuestra relación desde elpunto de vista estrictamente físico, entonces me sentiría como unaprostituta, y no me gustaría ocupar ese sitio. Por eso prefiero creer quenuestra relación no era buena, y que prefieres casarte con otra mujer. ¿Note has percatado todavía de que no existen las relaciones "sin ataduras?"Es una contradicción, porque si tienes contacto estrecho con alguien,empiezas a sentir los lazos del afecto y la lealtad. Debemos terminar antesque yo misma me pierda el respeto. Parece que no cuento con la fortunasuficiente para satisfacer tus ideales, ¿verdad?

 Jessica no captó la expresión de Damian porque ella tenía la vista fija

en el suelo, por ello, se sobresaltó cuando sintió que él la sujetaba por loshombros. Lo miró asustada, parecía que quería sacudirla con todas susfuerzas. Lo vio a los ojos y encontró una mirada de agonía, dolor yfrustración. No pudo evitar conmoverse.

—¡Por todos los santos! —casi gritó para después hacerla a un lado ydeambular por el cuarto—. ¿Así describirías nuestra relación? ¿Es queúnicamente mides el tiempo que hemos pasado juntos por los bienesmateriales?

"¿No lo has medido TÚ de ese modo?", pensó Jessica. Sin embargo,sabía que no podía contestarle porque si lo negaba, no le quedaría más

remedio que ofrecerle matrimonio, lo cual no entraba en sus planes. Porotra parte, si le concedía la razón, debía admitir que necesitabansepararse.

—¡Tú me deseabas! —exclamó, señalándola con el dedo.

 Jessica no se preocupó por refutarlo, era la verdad.

—Ya no quiero que nos veamos —le dijo con calma—, no deseo elmenor contacto contigo y por eso debemos terminar. Convéncete,Damian, nuestra relación ya no funciona.

Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, le movió el rostro para besarla

con pasión. Jessica quiso apartarse pero Damian no se lo permitió. Logróbesarla primero con brusquedad y después, poco a poco, suplió la furiacon ternura, acariciándola con los labios y la lengua con suavidad ypasándole los dedos por el cabello, el cuello y los hombros.

  Jessica estaba a punto de perder el control y sólo mediante unesfuerzo supremo, no respondió a ese beso aunque Damián nunca sabríacuan cerca estuvo de abrazarlo y entregarse a él. La observó con fijeza,sin poder creer lo que veía.

—¿Te convences? —preguntó en un susurro aunque ardía por dentro

y temblaba—. Yo tengo razón, esto ya no funciona.

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

—Si quisiera, te poseería en este instante y nada ni nadie podríaevitarlo —le dijo con furia.

 Jessica sabía que debajo de esa apariencia de seguridad había ciertaincertidumbre de la que nunca se había percatado. Esto hizo que fueramás amable.

—Tienes razón. Pero te darías cuenta a cada segundo de que ya nopuedo sentir lo mismo de antes. ¿Qué clase de victoria te representaría,mi amor? ¿Qué clase de triunfo?

Damian dio media vuelta y se quedó mirando la pared, sin decirpalabra, con la cabeza baja y los hombros caídos. Luego se dirigió a lapuerta. Se detuvo un instante para murmurar:

—Enviaré de inmediato a alguien para que arregle la puerta, Jessica.No olvides meter tus paquetes —salió del apartamento y de su vida, enesta ocasión parecía que todo había terminado definitivamente.

La desolación en que se quedó la joven fue el sentimiento másdesagradable que había experimentado.

Parecía una anciana cuando fue a recoger sus paquetes, los quemetió con el pie sin ningún cuidado, a pesar de lo cara que era esa ropa.Iba a cerrar la puerta pero sonrió al constatar el caos que había dejadoDamian.

Era la historia de siempre. Llegó a su vida como un ventarrón y ladejó cuando ya no le convenía a sus intereses, destruyendo la tranquilidady alegría de Jessica. Tal vez él se sentiría contento con lo que había

logrado. Había tomado su cuerpo siempre que lo deseaba, le quitaba lapaz de su mente cuando sentía la necesidad de hacerlo, por desgracia,ella le había conferido el derecho de tratarla de ese modo. Toda la furiaque sintió hacia Damian la sentía consigo misma en ese instante.

Era una mujer que necesitaba compañía para compartir sus logros osus fracasos. No tenía con quién desnudar su alma y no contaba con unamigo o amiga que pudiera entender la complejidad de su carácter.Necesitaba un amante que la tratara con cariño cuando fuera necesario yque le retribuyera lo que ella le daba. No obstante, su relación con Damiansiempre fue unilateral. Ella nunca le negó algo.

Mientras abría al hombre que iba a arreglar la puerta, pensó que apesar de todo, extrañaría a Damian. Además tuvo que reconocer que ella jamás logró despertar la ternura de él.

Se sintió la mujer más sola en el mundo aunque sabía que había sidola que provocó el fin de la relación. ¿Qué iba a hacer cuando encontrara aDamian acompañado de otra mujer? ¿Qué haría si a pesar de estar en unareunión le dirigía esa mirada que siempre la hizo sucumbir? El dolor que lecausaría sería insoportable. Lo amaba sin reservas y sería muy difícil vivirsin él.

Pasaron los días y Jessica se dio cuenta de que era necesario que sediera una tregua para estabilizarse de nuevo. Entonces, decidió ir a sucasa. Era tiempo de tomar unas vacaciones para revalorar su vida, sus

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objetivos y sus ambiciones. Debía enfrentarse al hecho de subsistir sinDamián, y esperaba que su existencia fuera larga. No debía albergarfalsas ilusiones, ni esperanzas y tenía que comenzar algo nuevo.

Llamó a su padre, a quien le entusiasmó la idea de que fuera a pasarun tiempo con él.

Will King, era un hombre jubilado y viudo. Había instalado unapequeña librería más para estar ocupado que para ganar dinero. Legustaba el negocio pero su verdadera pasión era la pesca, la quepracticaba siempre que podía. En las vacaciones del verano contrataba aun empleado para que se hiciera cargo de la librería y él tuviera el tiempolibre suficiente para salir de la ciudad. En esa época, antes de Navidad,tenía mucho trabajo en el negocio, así que le encantó la idea de que suhija pasara unos días con él.

 Jessica se sintió culpable cuando terminó de hablar con él. El señor

King tenía alrededor de setenta años y si bien contaba con magníficasalud, ya estaba viejo. La modelo lo quería mucho y de pronto se diocuenta de que él ya no viviría mucho tiempo. Por desgracia, su padre senegaba a vivir en una gran ciudad y la vida de Jessica no le permitíavisitarlo en Vermont con frecuencia. Decidió cambiar eso, ahora quetodavía estaba a tiempo. Quería estar con él… y también con ella misma.

 Jessica tuvo que hacer algunos esfuerzos para dejar todo arreglado.Los de la agencia de modelos no deseaban que se fuera dado que habíantenido mucho trabajo en las últimas semanas, mas como no había tomadovacaciones, tuvieron que aceptar. Avisó a Justin de su viaje y le dijo dónde

se encontraría, guardó ropa informal en unas maletas y cerró suapartamento.

Antes de partir miró su casa. Realmente no le afectó dejarla pues sinDamian le parecía un lugar vacío y frío. Se mudó a ese apartamentocuando empezó su relación con Damian y durante ese tiempo adquirióalgunas figurillas y objetos al gusto de él. Tal vez sería conveniente que secambiara ahora que ya no había ninguna relación entre ellos.

Colocó el equipaje en su automóvil y se aprestó a iniciar el largo viaje.Le llevó mucho tiempo salir de Nueva York y se sintió aliviada cuandotomó la carretera. El aire que entraba por la ventana, la despejó. El sol

brillaba intensamente y las hojas de los árboles comenzaban a adquirircolores ocres mezclados con una gran variedad de verdes.

Se sintió menos tensa e intuyó que todo le saldría bien. No quisopreocuparse por su futuro sin Damian. Finalmente, la felicidad era cosa delpresente y de las circunstancias. Jessica se percató en ese momento deque Damian no era feliz y que, cómo le asegurara Justin un día, se tratabade un hombre muy conflictivo. A pesar de su dinero, era un hombre infelizy Jessica, en el fondo de su corazón, le deseó que encontrara la dicha.

 Jessica admitió que tenía miedo de alejarse de Damian porque habíacifrado toda su vida alrededor de él, una de las razones por las cuales no

funcionó esa relación. Ella había sido culpable, en gran parte. Había quedar y recibir felicidad en la misma forma que se da amor, cuidado y apoyo.

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Parecía como si le hubiera dado amor "sólo para recibir" algo a cambio. Sedio cuenta, como nunca lo había hecho, de que una relación que manejóbajo esas bases, no podía funcionar.

Sin embargo, Damian había revelado con su cuerpo, sus labios ymanos, lo que no pudo expresar con palabras. Ella le importaba, no pudoocultar su dolor cuando le dijo que no deseaba verlo. Lamentaba que nopudieran ser amigos porque era una persona muy valiosa. Ansiaba ver susonrisa que iluminaba todo, quería decirle que lo amaba.

El sol empezó a ponerse y hasta entonces reparó en el hecho de quecalculó mal el tiempo y dudó de continuar conduciendo pues estabanerviosa, tal vez sería preferible quedarse en algún hotel y llamar a supadre. Al fin decidió proseguir su camino porque se sentiría muy mal solaen una habitación de algún hotel.

Debido a la creciente oscuridad, tuvo que concentrarse aún más en el

camino. Se relajó un poco al llegar al estado de Vermont.A la entrada de un pequeño pueblo, pensaba en la bienvenida que le

daría su padre, cuando salió al camino un perrito. A pesar del cansancio,reaccionó rápidamente. Frenó y desvió el automóvil hacia la derecha parasalirse del camino. Fue una suerte que moviera el volante a ese ladoporque un vehículo se aproximaba en sentido contrario.

Sin embargo, el animal, que no era más que un cachorrito asustado,se fue directo al frente del coche. Jessica quiso moverse a la derecha perochocó con un terraplén. Dudó un instante, lo suficiente para no girar a laizquierda, y atropellar al cachorro, lo que ocasionó que perdiera el control

del automóvil.—¡Dios mío, ayúdame a salir con vida de este accidente! ¡Damian, te

amo! —exclamó, aterrorizada.

Dio una vuelta, luego otra. Parecía estar en el tiovivo al que se subíaen su niñez. El equipaje, sus cosas, el mapa, todo voló por el aire. Escuchóun ruido estruendoso de metales que golpeaban encima de ella, era unruido terrible y ella gritó, histérica. Sintió que algo le cortaba la cara antesque el coche se detuviera con las luces encendidas y el motor apenasfuncionando. A pesar de su aturdimiento, la joven apagó el motor.

Observó a su alrededor el pasto lleno de vidrios rotos; estaba dentrode una mole de acero con cristales, ropa y mapas esparcidos por todaspartes. Curiosamente tenía encima de la cabeza un pedazo de mapa quele cayó como una bendición en el rostro porque sentía la cara mojada, deseguro se trataba de sudor. Se tocó el líquido y no era agua, sino sangre.Su terror aumentó pues se sabía atrapada en la oscuridad de la noche yen un vehículo que ofrecía poca o nula seguridad.

  Jessica nunca había pensado en su muerte, mas en ese momentopensó en lo fácil que sería dormirse y no volver a despertar jamás. Lanzóun grito de horror al oír voces a lo lejos.

Alguien gritaba tan fuerte que podía despertar a los muertos. Jessicapensó que era una ironía. ¡La voz provenía de otro vehículo! Recordó que

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un coche circulaba en el sentido contrario de la carretera y concluyó queel conductor se percató de todo.

Sin duda iban a ayudarla en unos instantes, así que no debía permitirque la invadiera el miedo que la estaba haciendo perder el control. Todoestaría bien, se repitió antes de pensar que lo mejor sería dormir un poco.Cerraría los ojos y Damian acudiría a rescatarla…

Estaba casi congelándose cuando unas manos la sacaron de esamasa de acero para colocarla en la camilla y luego en una ambulancia. Noescuchó el sonido de la sirena cuando la llevaron al hospital, ni sintió lasmanos que la empezaron a auscultar con habilidad. Durmió mucho tiempoy después salió de las tinieblas y observó que estaba rodeada de personasdesconocidas entre las cuales captó la figura de su padre. Hablaban casi agritos y no se daban cuenta de que ella solamente quería dormir,necesitaba descansar y se resistía a abrir los ojos.

—¡Silencio! Dejen que la chica duerma. Todos guardaron silencio, sin embargo, se escuchó una risa. Jessica

sintió una caricia en la mejilla y luego un beso muy suave y tierno.

—¿Qué tal, papá?

—¿Qué tal, cariño? Por ahora duerme, luego hablaremos.

—Sí. Dejé el coche inservible, ¿verdad?

—Así fue. Fue un milagro que no sufrieras daños más graves. Ahoraquédate tranquila, ¿está bien?

Sin embargo, necesitaba hacer otra pregunta, así que realizó unenorme esfuerzo para abrir los ojos y mirar la cara adorable de suprogenitor.

—Papá, ¿atropellé al cachorrito?

—No, cariño. Lograste salvarlo. Pero ahora duérmete, por favor —lecontestó con infinito amor y comprensión.

—Tirano —murmuró con dificultad antes de caer en un sueñoprofundo.

Sintió que alguien le tomaba los dedos y fue lo último de lo que fue

consciente durante mucho tiempo.Cuando despertó, ya casi era la noche del siguiente día. El señor King

había ido a comer, así que estaba sola. Se sentía muy débil y le agradócerrar nuevamente los ojos. Le dolía todo el cuerpo, como si alguien lahubiera golpeado. Tenía vendada la cara, del lado derecho, y Jessica sepreguntó qué ocultaría esa venda.

Lo averiguó al día siguiente, cuando llegó el médico a visitarla. Era unhombre canoso de mirada penetrante. Se sentó a su lado y la observó conatención.

—Supe que se levantó por la mañana, haciendo caso omiso de misórdenes estrictas de que no lo hiciera —la reprendió en tanto examinabala pupila del ojo izquierdo.

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—Quería ir al baño —le contestó con una sonrisa que pareció másbien una mueca—. Discúlpeme, pero no puedo usar el orinal. Además, nome hice daño.

—Ya que lo hizo, ¿cómo se sintió? ¿Débil o mareada? ¿Tuvo náuseas?—procedió a examinar el ojo derecho.

—No. Únicamente estuve un poco temblorosa, me molestaba lapierna derecha que está muy golpeada y un ligero dolor de cabeza.

—¿Le dijo su padre que está aquí en observación porque recibiógolpes serios en la cabeza?

—Sí.

—Su recuperación es satisfactoria. Parece que el único daño serio seencuentra en la cara. ¿Sabe que le va a quedar una cicatriz?

 Jessica tembló; no pudo ocultar su temor.

—Creo… creo que lo imaginaba. Recuerdo que se desprendió elparabrisas y me pegó. ¿Qué tan notoria será la cicatriz? —preguntó estoúltimo con cierto recelo.

—No se angustie, no es tan terrible. No va a quedar como unmonstruo, si es lo que supone; pero definitivamente se le va a notar. Metemo que tendrá que hacerse cirugía plástica si pretende seguirtrabajando como modelo. Usted es modelo, ¿no es verdad?

—Así es —empezó a temblar—. ¿Cómo me veré?

—La herida parte de debajo de la ceja derecha hasta el inicio de la

mejilla. Aunque es aparatosa, se le pierde en el nacimiento del vellosuperciliar, así que por fortuna no tuvimos que afeitarle la ceja. Desdeluego, fue preciso darle unas puntadas. Pero como le dije, después deunos meses, y una vez que la herida haya cicatrizado totalmente, podráhacerse cirugía correctiva, y con el maquillaje no se notará en lo absoluto,incluso para la vista más aguda. Tuvo suerte de que la herida no llegara alos huesos. Sentirá una ligera debilidad en el músculo y probablementecierto entumecimiento alrededor de la ceja. Esto lo tendrá toda la vida,mas no es de importancia. La ceja derecha le quedará ligeramente másarriba que la izquierda, sin embargo, casi no se notará y creo que cuando

está modelando no frunce el ceño, ¿o me equivoco?Ella rió por el comentario porque se imaginó frente a las cámarasfrunciendo el ceño con una ceja más alta que la otra, y también sonrió dealivio por lo que le dijo el médico.

—¿Puedo verme en un espejo?

—Creo que no es conveniente en este momento. Tiene la cara muylastimada y llena de cardenales, así que su aspecto es terrible. Déletiempo a su piel de que se reponga. Por otro lado, creo que ya no hayrazón para que se quede más tiempo en este hospital, a menos que leguste mucho nuestra comida.

 Jessica sonrió de nuevo sintiendo un gran peso del lado derecho, acausa de los vendajes.

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—No me atrevería a asegurarlo. ¿Qué hay de las puntadas, doctor?

—Llámeme dentro de dos semanas para hacer una cita y quitárselas,o puede ir con su médico a que él lo haga, si así lo desea. Como le dije,tome tiempo para recuperarse, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Muchas gracias.

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Capítulo 6

 Jessica se quedó como petrificada, cuando vio su auto convertido en

una masa amorfa, que llevaron a la sección de vehículos chocados delpueblo.

—¿Cómo logré salir con vida de ese accidente?

—Debes estar contenta y agradecida porque lograste salir con dañosmínimos —señaló Will King, mirándola con ternura y fijándose en su carallena de cardenales.

—Fue un milagro que no sufriera fracturas múltiples o heridas serias—movió la cabeza y retrocedió unos pasos. Después de unos instantes desilencio hizo un esfuerzo por fingir alegría—. Esperemos que ese perrito

tonto también esté contento de seguir vivo y me lo agradezca. Ojalá quesu dueño le enseñe a alejarse de la carretera. Además, me tranquiliza queel seguro va a hacerse cargo de todos los trámites y gastos.

—¿Del cachorrito también?

—No, sólo del auto —desvió la vista del coche—. Creo que debemosirnos, ya nada tenemos que hacer aquí.

En el regreso a Rutland casi no hablaron porque Jessica empezó abostezar y su padre la dejó dormir. Cuando entró en el dormitorio que supadre le había preparado, sintió como si hubiera terminado una carrera delarga distancia. Se acercó a la mecedora que estaba junto a la chimenea.

—Mi pierna derecha está tan lastimada que casi no puedo moverla.

Will la miró con él ceño fruncido y dejó a un lado el libro que leíasobre la vida en el campo.

—Me he dado cuenta de que cojeas, espero que no se trate de algoserio. No recuerdo si el médico mencionó esto —Jessica negó con lacabeza, mirando brevemente a su padre.

—No, lo que sucede es que me di un golpe muy fuerte contra lapalanca de velocidades. Se me quitará en unos días.

Will bajó la vista para decir con cautela.—Siento mucho lo de tu cara, Jesi, cariño. ¿Causará algún trastorno a

tu carrera?

—Sí —contestó recorriendo la venda con los dedos—. De hecho, creoque ya no podré trabajar como modelo —añadió en tono despreocupadoen tanto veía a su padre a los ojos—. ¡No te aflijas por eso, papá! Siquisiera podría ir con el cirujano plástico y no se me notaría. Sin embargo,no sé si merezca la pena tomarse esa molestia, además de lo que tendríaque pagar, sólo para tener trabajo de modelo por siete años, a lo sumo.

—Tú sabes que con lo que ganas puedes pagar el costo de laoperación, en un año. Además el seguro médico puede cubrir una parte —su mirada reflejaba completa confusión—. Tus ingresos como modelo son

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fantásticos, ¿no es así, Jesi? Creo que la verdadera razón no tiene que vercon los gastos…

—Bueno… así es —admitió después de un breve silenció—. Es que noestoy segura de que me interese volver a modelar. Papá, quise venir aquí a reflexionar en mi futuro. Si no vuelvo a modelar, no tiene objeto que mepreocupe por una cicatriz, ¿no lo crees? —le sonrió—. Además, creo queasí adquiriré un aire de misterio y cientos de hombres me van a cortejaratraídos por mi aspecto enigmático y preguntándose sobre mi pasado.

—¡Tonta! Se supone que eso es lo que hacen las mujeres con loshombres que se han batido en duelo —la embromó el señor King.

—¿Así que eres extremista? ¿Acaso no funciona igual en sentidoinverso? Me estoy muriendo de hambre, ¿tú no? Me voy a la cocina apreparar una tortilla de huevos; si quieres compartirla conmigo, eresbienvenido.

—Creí que ya no cocinabas, señorita de la alta sociedad —le dijo él,un poco asombrado.

—Silencio, no se lo digas a nadie —comentó con una expresión decomplicidad, casi en seguida se frotó la pierna—. De vez en cuando mehago una omelette, pero no corras la voz porque entonces mi fama seviene abajo.

—Sí recuerdo bien —señaló pensativo—, tus tortillas de huevos sonbastante insípidas. No, gracias, más tarde haré una sopa suculenta ynutritiva.

 Jessica le sonrió y no pudo evitar el impulso de besarle la mejilla.—Lamento mucho haberte preocupado tanto, papá —el señor le

acarició el pelo.

—No te preocupes, cariño, no pudiste evitarlo. Lo importante es queestás bien y que todo se arreglará.

Se dirigió a la cocina con pasos muy lentos, tanto que pudoreflexionar sobre la conversación con su padre. Había pensado mucho yllegó a la conclusión de que no deseaba que le hicieran cirugía plástica. Yaestaba cansada de mantener esa cara y cuerpo perfectos que atraían a las

personas, que sin embargo, no se interesaban en la mujer que en realidadera. Recordó su conversación con Justin, en el sentido de que la gentesolamente la observaba por fuera y no por dentro; quería poner a pruebaeste sentimiento.

Estaba cansada de ser la muñeca ideal y la cicatriz podía ser elsímbolo de su imperfección. Tal vez se sentiría muy mal cuando lequitaran la venda y correría con el especialista… o tal vez no. Experimentóun cambio en su interior desde su ruptura con Damian y se alegró dequitarse viejas ataduras y empezar una nueva forma de vida.

Los días transcurrieron con tranquilidad para Will King y su hija.

Finalmente Jessica tuvo tiempo para tranquilizarse y leer mientras sanabasu pierna y mejilla. Después empezó a ayudar a su padre en la librería,

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riendo de los errores que cometía y disfrutando del tiempo que pasabacon él. A pesar de todo, Will observaba en su expresión señales desufrimiento pero no le hablaba de ello.

No se maquilló durante dos semanas y evitaba mirarse en el espejo.Poco a poco sus movimientos se normalizaron e hizo a un lado la posturade modelo que siempre adoptaba; ahora podía actuar con naturalidad. Yano llevaba el pelo recogido sino suelto, y como subió de peso, sus curvasse hicieron más pronunciadas. Nunca hablaba con su padre sobre asuntospersonales y éste se preguntaba qué sucedía con su hija, quien secomportaba de un modo extraño.

No quiso verse en el espejo cuando fueron con el médico del pueblopara que le quitara las puntadas, sino que esperó hasta llegar a su cuartoy estar sola. El corazón le latía a ritmo acelerado al acercarse al espejo. Seasustó al ver una cicatriz roja en el rostro, pero después de un instantepensó que con el tiempo se desvanecería, así que sonrió de manera

extraña. El contraste de la cicatriz en un rostro perfecto era el reflejo de loque llevaba en su interior.

No era perfecta, mas dentro de ella vivió esa personalidad por tantotiempo que no podía olvidarla de pronto. Necesitaba aprender a vivir conotro tipo de belleza: la natural. Tuvo que reconocer que había realizadograndes esfuerzos por lograr algún avance en su renovación interior, sinembargo, ¡cómo extrañaba a Damian!

Le gustaba imaginar que sostenía largas conversaciones con él,mientras mantenían las manos entrelazadas. Soñaba que se casaban y

que nunca dejaría que se fuera, pero el despertar era muy doloroso. Elsueño resultaba placentero, mas se trataba sólo de un sueño. Concluyóque no importarían los cambios que tuviera en su vida, interiores oexteriores, siempre amaría a Damian.

¿Podría algún día casarse con otro? Se hizo esta pregunta una tardeque descansaba en su silla preferida, a media luz y escuchaba música;tomaba un licor y observaba el fuego de la chimenea.

Lo imaginaba a su lado, preguntándole sobre su salud y se oíacontestarle que se encontraba perfectamente y hablaban de los viejostiempos y sobre lo que sentía en ese momento por él. Por desgracia, todo

era una fantasía porque si estuviera a su lado, Jessica se arrojaría a susbrazos para demostrarle el amor que sentía por él.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no escuchó que seabría la puerta de la sala. En ese momento, Will jugaba cartas con unosamigos en la casa de uno de ellos. Jessica oyó la voz de Damian, pero lepareció parte de su fantasía.

—¿Jesi?

Ella le dio un sorbo a su bebida y le pareció curioso constatar que ensu interior siempre supo que Damian llegaría esa noche.

—Qué tal, Damian.

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 Jessica no se arrojó a sus brazos, ni tampoco permaneció tranquila,porque sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo para luego sentir elfuego que había estado dormido un tiempo.

—¿Puedo sentarme?

—Desde luego —contestó ella después de observar la siluetamasculina y dirigirle una sonrisa—. Parece que volví a dejar abierta lapuerta de la entrada.

—Sí, pero no te preocupes porque ya la cerré —se acercó al otro sillóny se arrellanó.

El cuarto estaba en penumbra y el reflejo de las llamas en lachimenea hacía que se asemejara a un ser legendario de ojos brillantes,piel morena y cabellera oscura.

—¿Dime, Damian, si verdaderamente eres Mefistófeles? —le preguntó

sonriendo—. Estoy sentada aquí frente a la chimenea, sola, pensando en tiy apareces de repente.

—No Jesi, soy solamente un hombre —le contestó mirando el hogar—.¿Por qué huiste de Nueva York?

La joven se sobresaltó y se quedó pensativa. Se sintió nerviosa y bajóla vista a su vaso.

—Y dime tú, ¿por qué me seguiste hasta aquí?

Siguió un largo silencio en el que se escuchaba el chirriar de losmaderos al quemarse. Jessica no esperaba escuchar respuesta, así que se

sobresaltó cuando él contestó.—Para hablar contigo, para verte. Te he extrañado mucho, Jesi.

—Yo también —le confesó después de meditar su respuesta. Jessicano tenía chimenea en su apartamento, así que le gustaba observar lasllamas; cuando regresara, iba a buscar otro apartamento con chimenea. Elfuego la hacía sentir bien—. Mira Damian, no quiero discutir más contigo.De verdad quisiera que te fueras. Por favor, ¡vuelve a tu casa! Estoytratando de cambiar aquí y vivir de otra manera; tú vas a hacer que todosmis deseos se vengan por tierra y no voy a estar contenta. No quiero quevuelvas a herirme, Damián, así que regresa a Nueva York. ¿De acuerdo?

La figura oscura se levantó con rapidez y en un movimiento searrodilló frente a Jessica colocando la cabeza sobre las piernas de ella. Latomó por sorpresa, así que lo único que se le ocurrió hacer fue inclinarsehacia él y colocar la frente en el cabello castaño de Damian quecontrastaba con el pelo rojizo de Jessica, que caía como una cascada.

—Es lo último que quisiera hacer —le dijo en un susurro—. No quieroherirte. ¿Por qué las cosas tuvieron que salir mal? ¿Por qué no tequedaste, Jesi?

Ella se sintió tan bien con el calor del cuerpo de Damian, que parecía

que todos sus propósitos se venían abajo.

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—Cariño, las cosas no funcionaban. Yo… no estaba bien, ysencillamente no quería llevar una vida estéril.

—Jesi, ¿quieres casarte conmigo? Por favor, acéptame —pronuncióestas palabras en su regazo.

 Jessica levantó la cabeza, desconcertada por lo que acababa de oír.Pensó que esa proposición él se la haría a otra mujer, así que le preguntócon voz apenas audible.

—¿Mary te rechazó?

—Nunca llegué a hacerle la petición —le contestó muy serio—. Estabamal planteado desde el inicio y tú lo sabías. Eres una mujer muy lista.Sabías que era un error aunque hayas ayudado a esa criatura a sacar todoel atractivo que tenía escondido. ¿Fue una manera de hacerme ver lo joven que es esa chiquilla?

—No lo sé, aunque supongo que así fue y también creo que Mary losospechaba. Ella deseaba cambiar y que te dieras cuenta de que noimportaba la envoltura si te enamorabas de la nueva Mary porque nuncate habías interesado en la anterior, entonces pensé que deberían serfelices, muy felices. En realidad ella nunca cambió por dentro, a excepciónde que quizá adquirió una mejor opinión de sí.

—Sin duda, tú me habrías perdido el respeto —declaró irónico y leoprimió las manos.

Se levantó para servirle otra bebida y se la entregó.

—Querida, no has contestado mi pregunta.

—Siempre me has presionado para obtener respuestas inmediatas —le dijo tratando de eludir el asunto—. De todos modos, ¿puedes decirmecómo lograste encontrarme? La única persona que sabía adónde veníaera… ¡oh, no! ¡No me digas que fuiste a buscar a Justin!

—Así fue y no resultó fácil encontrarlo. No está en la guía telefónica yyo ignoraba su domicilio.

—¿Y qué hiciste? —le dio un sorbo a su bebida y cerró los ojos.

Era muy extraño, pero se sentía tranquila a su lado, y lo amaba,aunque las cosas no hubieran cambiado y supiera que él no la amaba.

—Fui a la Delegación de Policía.

—¡Oh, no! —abrió los ojos al máximo y lo miró, preocupada—. ¿Deverdad lo citaste en la Delegación? ¿Qué… qué sucedió?

—Les dije que necesitaba con urgencia hablar con él, así que meproporcionaron su número de teléfono. Lo llamé e hicimos una cita.Contrariamente a lo que opina toda la gente, no le di una golpiza y éltampoco intentó atacarme. Estuvimos muy correctos. Es un buen amigotuyo y se preocupa de verdad por ti.

—Lo sé —dijo con la vista fija en Damian—. Sólo que me sorprendeque lo admitas. ¿Te sientes bien?

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—No —se volvió a verla intentando escudriñarla en la penumbra delcuarto—. Me siento muy solo, y por las noches mi cama está fría y vacía —Damian buscó sus manos y las tomó entre las suyas con fuerza—. Jessica,por favor contéstame. ¿Quieres casarte conmigo?

Ella sintió que el corazón se le aceleraba y cerró los labios. Esta erasu gran oportunidad y no debía desperdiciarla porque tal vez nuncavolvería a presentarse.

—No —contestó a media voz.

—¿Por qué? —aminoró la presión de las manos y su voz era apenasun murmullo, suave pero intenso, tal como había sido la respuesta de lamodelo.

—Querido Damian —le acarició la cara con manos temblorosas—. Nosé si podrás entenderme pues no soy hábil para explicar mis emociones.

—Ya lo sé —contestó con voz fría después de recobrar la tranquilidad—. Hasta hoy empiezo a darme cuenta de todo lo que llevas en ti. Voy aescucharte, si es lo que quieres, cariño.

—¿Por dónde empiezo? —inquirió todavía con una mano en la cabezade él—. No sé cuándo empezó a deteriorarse todo, hasta ahora no lo sé. Yno estoy hablando exclusivamente de mi relación contigo, sino de mi vidaentera, de la cual tú eres una parte.

Damian se tranquilizó y Jessica se percató de que él también eravulnerable. Resultó un gran descubrimiento. Se conmovió al ver que teníala fuerza de herirlo y que le preocupaba que lo hiciera.

—¿Qué sucedió?—Todo, puedo asegurártelo. En los últimos diez años me ha sucedido

de todo. Tenía objetivos, esperanzas y sueños; llegar a ser famosa fuetoda una aventura. Trabajé, me esforcé para llegar hasta la cima y hacíabien mi trabajo. Tú estabas cerca para observar mi ascenso, eras la metamás preciada para mí. Nadie sabe lo difícil que es permanecer en la cimahasta que estás allí, en un mundo diferente. Hay muchas poses y sonrisasy yo las practicaba todas frente a las cámaras, ¿no es así? Al menos tuvela decencia de no quitarme la ropa… nunca lo haría. Pero ya estabacansada de todo eso. Y desde luego, sabía que nuestra relación no era lo

que yo esperaba o deseaba.—¿Qué necesitabas de nuestra relación? —preguntó él.

"Amor, cariño, apoyo, fidelidad", pensó y no pudo reprimir un suspiro.

—No importa lo que yo haya deseado, sencillamente no lo tenía. Loque importa es que ya no voy a volver a ese tipo de vida, o contigo.

—Las relaciones cambian. Te estás dando por vencida por cosas queno son trascendentes —su voz empezaba a denotar impaciencia.

—¿Quieres que te enumere, una por una, esas pequeñas cosas? —lo

retó, molesta porque la estaba acorralando—. Puedo ver que sigues siendoel viejo Damian. No quiero que estemos juntos de nuevo porque…¡demonios! Haces que me enfurezca tanto que únicamente logras

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despertarme un sentimiento destructivo. En Nueva York, era una muñecade trapo que trataba de controlar tu furia y lo único que hice fue guardarladentro de una olla de presión hasta que ésta explotó. No fuiste túúnicamente, sino todas las cosas que no me satisfacían en la vida, y merepetía que debía ser feliz con lo que tenía. Me enfurecía que tú no me

amaras en la misma proporción que yo a ti —se calló al comprender quenunca debió decir esas palabras.

Damian no podría amar a una mujer. ¿Cuántas veces se lo habíaasegurado? No podía amarla como ella lo amaba. Se levantó de la silla.

—Lo siento mucho, cariño —continuó—. Las cosas sencillamente nosaldrían bien. Me daría miedo que cualquier cosa que te dijera pudieraherirte y créeme que no quiero hacerlo. Serías la última persona en elmundo a la que desee lastimar.

Damian casi soltó la carcajada al escuchar esto.

—Estás equivocada.—¿Qué… qué quieres decir? —preguntó, inquieta.

—Lo que acabas de oír, que estás equivocada en muchas cosas.Ahora no vamos a aclararlas porque ya es muy tarde. Te diré únicamenteque siempre me quise casar contigo, tarde o temprano. Nos llevamos bienen muchos aspectos, y de verdad me gustaría que esto funcionara.Acéptalo, querida.

 Jessica negó con la cabeza, sorprendida por su arrogancia. Él se pusode pie.

—¿Quieres otro trago? Creo que necesitas algo más fuerte de lo quetienes en tu copa. Voy a encender la luz, así que cierra los ojos —la luz leiluminó el rostro y ella parpadeó.

Estaba cansada y bostezó. Pensó que después que tomara su bebidaiba a convencer a Damian de que se fuera de regreso a su mundo. ¿Cómopodía hacerlo entender que ya no quería ese mundo que le había ofrecido?¿Como hacerle ver que no sería feliz con ese tipo de vida? ¿Cómo llegar aconocerse a sí misma? Hizo la cabeza hacia atrás, apoyándola en elrespaldo del sillón de modo que su cabellera dejó al descubierto su perfil,el cual ya no era tan perfecto como antes.

Damian se acercó a la pequeña cantina para servirse un trago. Sevolvió para preguntarle algo a Jessica.

—¿Quieres que te prepare?… ¡Dios santo!

El tono de sorpresa hizo que Jessica levantara la cabeza y lo miraracon los ojos muy abiertos, una ceja levantada y la otra no. Pudo sentir losmúsculos del lado izquierdo de su cara que se movían perfectamente, encontraste con el opuesto. Observó la expresión de horror de Damian. Sesintió lastimada y levantó las manos para cubrirse la cara.

—¡Oh, no, lo olvidé!

Se le nubló la vista pero pudo observar que las manos se leenrojecían, lo que le sucedía en su niñez cuando estaba nerviosa.

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Damian, con expresión de horror, se acercó a ella para observar lacicatriz. Jessica se sintió tan culpable que trató de hacerse a un lado, peroél la detuvo y la observó con detenimiento. Ella empezó a llorar y susmiradas se encontraron. ¡Necesitaba su comprensión!

—Tu cara —logró decir él con una mueca—. ¿Qué le sucedió a tuhermoso rostro? ¿Qué sucedió? ¿Cómo, cuándo? ¡Contéstame! —en sudesesperación la tomó por los hombros y la sacudió.

—Un accidente, tuve un accidente —respondió con las lágrimasrodando por las mejillas—. Me salí de la carretera por no atropellar a uncachorrito, y mi automóvil volcó. El parabrisas se hizo pedazos —se quedómuda, observando a Damian. ¿Le importaba tanto la cicatriz?

—¡Dios mío! —la abrazó con fuerza—. Pudiste matarte hace variassemanas y nunca lo habría averiguado… —la apartó un poco y la miró denuevo con algo que parecía compasión.

 Jessica se sintió muy mal ante esa mirada.—Esto tiene remedio, querida estoy seguro de que podrás seguir

modelando. No tenías por qué pasar por todo esto. ¿No te das cuenta?

—¡Por Dios, no! —sé levantó, consternada—. ¡No voy a hacerlo!Damian, eres tan malvado como el resto de la gente, solamente teimporta el exterior de las personas. ¡No te intereso yo, entiendes, yo! Esoes lo que todo el mundo me ha dicho, arréglate la cicatriz… ¿acaso miaspecto es repulsivo? ¿Te resulto tan desagradable? En ese caso, puedesirte a otro lado porque, ¡a mí no me molesta! Ya no soy una muñeca deplástico, ahora soy un ser humano. No soy una inversión monetaria, sinouna mujer con sentimientos, que ha decidido dejar esa vida. ¡Con mildemonios! —estaba fuera de sí, a punto de lanzarse a la calle para huir deél.

 Jessica se dirigió al lado opuesto de la habitación, a la oscuridad. Supelo rojizo flotaba sobre los hombros y su expresión reflejaba granangustia, además de furia.

—No, Jessica —Damian estaba muy pálido, con los ojos brillantes. Conlentitud se acercó a ella—. ¡No quise decir eso! Simplemente creí queestabas deshecha por la idea de que habías perdido tu carrera. Por eso

quería convencerte de que si no querías dejarla, no tenías por qué hacerlo. Jessica se sujetó la cabeza con las dos manos, frustrada y con los

dientes apretados.

—¿Quieres escucharme un minuto? ¿Puedes poner atención a lo quete estoy diciendo? Si es necesario, ¡lee mis labios! Dejé la ciudad porqueya no me interesa ese tipo de vida. ¡No me importó el accidente! Peroparece que ¡a ti sí te afecta mucho!

—¡Desde luego! —gritó y su voz retumbó en la casa—. Por lo que medices, casi te matas, y eso ¡sí me importa!

—¿Te importa mucho la cicatriz? —preguntó con profundo dolor.

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—¡Sí! —vociferó, presionado por la actitud de Jessica—. ¡Me importamucho esa maldita cicatriz! ¡Me afecta cuando te pasa algo! Por favormujer, ¿quieres escucharme?

—¿De qué se trata? —golpeó la mesa y con el movimiento tiró labandeja al suelo—. ¿Soy muy fea para ti? Pues lo siento mucho, señor. Sino soy adecuada, vete a otro lado —lo miró con ojos centelleantes—. ¿Fuepor eso que no le pediste a la ratoncita que se casara contigo? Parece quea pesar de todos sus esfuerzos no te resultó satisfactoria.

—¡Ya basta, Jessica! —la miró de manera peligrosa—. Me estásprovocando.

—Dime —le preguntó, tajante—, si hubiera sido como Mary, ¿mehabrías visto al menos una vez? ¿Lo habrías hecho?

—¡No! —se colocó a su lado y la tomó de la barbilla para que lo vieraa los ojos. Estaba tan enojado que no se dio cuenta de que la hería—. ¡No

te hubiera buscado si no hubieras sido tan bella! ¿Qué hay de malo eneso? ¡Tú sabías que me atrajiste desde el momento que te conocí! También tú pensaste que yo era apuesto. ¡Admítelo! No trates de negarlo.Reconoce que… te gustaba mi físico.

—Sí —contestó después de un buen silencio, molesta por tener queadmitir ese hecho—. Así es, pero si se repitiera la escena te aseguro quecorrería en sentido contrario.

—Bueno —Damian entrecerró los ojos quitando la mano de la barbillade Jessica calmándose de nuevo—, ahora ya sabemos todo, ¿no lo crees?

—Sí —contestó deseando que se fuera muy lejos de ella paraenfrentar sola su pena—. Y más vale que olvides que me voy a hacercirugía plástica, porque ¡no voy a operarme! Si no te gusta como soy,regresa a Nueva York y busca a alguien que llene tus requisitos sobre labelleza. Ya no voy a participar en tu juego, ni en el de nadie más. Así quelo mejor es que te vayas.

Dio media vuelta y cruzó los brazos, esperando escuchar las pisadasde Damian rumbo a la puerta. Estaba pasmada de que la mitad de su serhabía roto con Damian, en tanto que la otra, estaba destrozada alaveriguar lo que pensaba de su físico. Era mejor que se fuera para

siempre porque no podrían vivir juntos. Sus discusiones eran tanacaloradas que se las ingeniaban para romper los objetos que estabanalrededor de ellos. Ella no quería tal destrucción en su vida.

El silencio era absoluto y se estaba poniendo nerviosa porque noescuchaba las pisadas de Damian. De pronto oyó el ruido del motor delcoche de su padre, quien volvía a casa. Ahora tendría que presentar aDamian y aparentar una cortesía que no sentía y que de seguro Damiantampoco deseaba. ¿Qué iba a hacer? Se volvió hacia él.

—Mira lo que has hecho —le dijo entre dientes—. Debiste irte pues yallegó mi padre.

La miró con una calma que más bien parecía burla. Jessica notó esamirada pero tuvo que contenerse.

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—Vaya, parece que ya estás acostumbrado a esconder tus emociones—le dijo Jessica y cuando vio que él se reía quiso arrojarle algo a lacabeza.

—Cálmate, cariño —le dijo con calma—. Tenemos que aparentartranquilidad en la presencia de tu padre. Ya hablaremos tú y yo sobreesto.

—¡No lo haremos! —declaró con aire infantil.

—Sí, Jessica, vamos a hacerlo —le respondió con tranquilidad en elmomento en que entraba Will.

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Capítulo 7

Will entró en su casa y observó con curiosidad al hombre moreno que

estaba parado al lado de su hija; en la mano, de dedos largos, sosteníauna copa con brandy.

—¡Qué tal! —saludó extendiéndole la mano y dándole un buenapretón—. Soy Will, el padre de Jesi.

 Jessica los miró a ambos y empezó a mover un pie con nerviosismoporque no hubiera querido que se encontraran. Damian hacía uso de suencanto y al parecer impresionó favorablemente a Will. La joven levantó laceja y frunció los labios pensando que esta situación era absurda dadoque su relación con Damian ya había terminado.

Will observó a su hija, a la que nunca había visto tan nerviosa, si bienfue una niña inquieta e indisciplinada. Le desconcertaba esa aparentecalma que había mostrado Jessica durante los días que llevaba a su lado, yque no hubiera tenido algún arranque de ira. Ella aparentaba tranquilidadsólo por su padre.

—Decidimos terminar nuestra partida más temprano porque Garethestá resfriado.

—¡Qué lástima! —sonrió frunciendo los labios y rechinando losdientes por decir cosas tan tontas—. Tal vez le llame mañana parapreguntar por su salud. Ya es muy tarde y Damian tiene que retirarse, ¿no

es así, cariño?—¿Vino en coche desde Nueva York? —preguntó Will y Damian asintió

con la cabeza en tanto miraba a Jessica con ironía—. Desde luego que noestará pensando en regresar hoy mismo, ¿verdad?

—Por supuesto que no —contestó sentándose en el sillón y moviendosu copa de brandy—. Planeaba quedarme en algún hotel cercano, si esque todavía hay alguno abierto.

  Jessica se arreboló al escucharlo. ¿Que si había hoteles abiertos?¡Claro que los había! No daba crédito a las palabras de su padre.

—Pues no hay razón para que pase la noche en un hotel ya que aquí tenemos varias habitaciones disponibles —miró a su hija sonriéndole—.¿No es así, Jesi?

—Papá, si él quiere ir a un hotel no hay motivo para que lodetengamos aquí —contestó con tranquilidad aparente, si bien estabamolesta.

Los dos hombres intercambiaron miradas como si hablaran en secretoy Jessica estuvo a punto de explotar.

—A decir verdad, mi intención no era quedarme en un hotel

desconocido —dijo Damian dudando un poco, vio a la modelo a los ojos,con un ligero temblor en los labios.

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Era demasiado para Jessica, sobre todo viniendo, de un hombre quepasaba más tiempo en hoteles que en su casa.

—Son una sarta de… —empezó a decir pero su padre la interrumpió.

—¡Jessica! —la hizo que callara y dirigiéndose con amabilidad a

Damian añadió—: Sería un gran honor que se quedara con nosotros, almenos por esta noche. Desde luego puede permanecer aquí el tiempo quequiera. Jesi, por favor arregla el cuarto de invitados mientras yo ayudo alseñor Kent a traer sus cosas.

—Por favor llámeme Damian; mis amigos me dicen así, —pidió élmientras se dirigía junto con Will, a la puerta.

—Bueno, y yo soy Will, no de William, sino de Wilfred, nombre quenunca me gustó.

Cerraron la puerta y Jessica estaba paralizada por el giro que había

dado la situación. ¡Damian iba a quedarse a pasar la noche en la casa! Seencontrarían bajo el mismo techo, durmiendo en una cama cercana; elcuerpo masculino muy próximo al de ella…

—¡Maldición! —gritó dándole una patada a la mesa, derribándola enel suelo.

Los hombres escucharon el ruido y se miraron sonriendo; sin deciruna palabra, continuaron su camino.

 Jessica subió por la escalera y abrió la puerta del dormitorio, furiosa.Por un momento observó el mobiliario que parecía cómodo y lo comparócon el de Damian, que era lo último en elegancia. Él no pertenecía a ese

ambiente y la joven experimentó una alegría perversa al observar que elcuarto era viejo. Arregló la cama, molesta.

—Permíteme ayudarte —dijo Damian. Se acercó a Jessica con pasoslentos después de dejar sus maletas de piel en el suelo—. No te enojestanto, no puede estar todo en orden. Deja que te ayude.

Damian empezó a colocar las sábanas como si le resultara una tareacotidiana.

—¿Te gusta la habitación? —preguntó Jessica con voz baja.

—Claro, es muy acogedora. La cama parece cómoda —le contestómirándola con malicia por el rabillo del ojo—. Creo que voy a dormir comoun lirón. Desde luego, me agradaría más que te quedaras conmigo aunqueno durmiera en toda la noche. Ese tipo de cansancio puede ser…

—¡Cállate! —se apartó para no escuchar sus proposiciones.

Se dirigió a la puerta y se volvió a mirarlo.

—No pienses que las cosas van a cambiar —señaló antes de salir—. Yno hagas planes nocturnos, ¿me escuchas? Mi puerta estará cerrada conllave mientras permanezcas en esta casa, y no voy a casarme contigo. Así que es mejor que regreses a Nueva York de inmediato.

—No lo sé —le dijo con suavidad, lo cual desconcertó a Jessica—.Hace tiempo que quería tomar unas vacaciones. ¿Recuerdas que

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hablamos de ir a descansar juntos? Bueno, ya hace tiempo de esto, así que estoy pensando en aceptar la invitación que me hizo tu padre. Nocreo que te moleste, ¿no es así, cariño?

Salió furiosa y al llegar a su dormitorio se lanzó en la cama con talfuerza que ésta rechinó, quería sacar su irritación escondiendo la cara enla almohada, como cuando era pequeña o sentía que el mundo le pesabademasiado. Se quedó así un buen rato hasta que logró tranquilizarse.Pensó en Damian y deseó que se fuera muy lejos, pensó también en ella yen que sería mejor que estuviera muerta.

Cuando por fin se calmó, se avergonzó por su reacción. Sabía queDamian quería casarse con ella, y que pensó que tal vez era lo mejor, sinduda trataría de convencerla para que se hiciera cirugía plástica. Pero noiba a hacer ninguna de las dos cosas: ni operarse ni aceptar a Damian, así fuera el último hombre sobre la tierra. Recordó que alguna vez le habíacomentado a Justin que cuando ella se casara lo haría únicamente por

amor, pero ese amor debería ser mutuo. Al recordarlo, le rodaron lágrimaspor las mejillas.

Se sobresaltó cuando sintió una mano que le acariciaba la espalda.Había olvidado cerrar la puerta con llave, situación que en otro momentono tendría importancia porque su padre respetaba su intimidad, de modoque esa caricia debía ser de Damian.

—¡Sal inmediatamente de aquí! —le gritó, en tanto se hacía a un lado—. No acepté que entraras, así que… ¡fuera!

Se limpió las lágrimas con el dorso de una mano. Observó que

Damian apretaba los labios y que los ojos reflejaban la emoción quellevaba dentro. Quiso hacerlo sentir el dolor tan grande que padecía ella ylo golpeó en los hombros. Damian permaneció tranquilo, sujetándola porlos hombros con paciencia, lo que originó que ella estallara en sollozosentre sus brazos. La estrechó con ternura mientras Jessica lo abrazabapara sentir su calor. Después de unos minutos logró controlarse de nuevo.Se hizo hacia atrás y le sonrió; Damián no le devolvió la sonrisa.

—Lamento mucho haberte golpeado —se disculpó con tranquilidad—.No tenía por qué hacerlo.

—Siento haberte lastimado —le dijo sin cambiar la dirección de su

mirada—. Comprendo perfectamente que no existen palabras adecuadaspara pedirte perdón por todo el tiempo en el que no te di nada y en el queno pensé en tus necesidades emocionales. Lo siento, Jesi, siento muchoque las cosas no hayan estado muy bien para ti.

 Jessica se sorprendió de que pudo permanecer calmada. El Damianque ella conocía nunca hubiera admitido que actuó mal y en ese momentose le estaba presentando un hombre distinto. A esa nueva persona, sí podía aceptarla. Le recorrió una mejilla con los dedos, en un movimientosuave y lento; observó que cerraba los ojos.

—Yo también lo siento, cariño. Porque tú sabes que se necesitan dospara estropear una relación, de igual forma que se necesitan dos paralograr una buena relación. Los dos fuimos culpables, no solamente tú.

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Damian suspiró e incluso esbozó una sonrisa. Sin embargo, su miradareflejó de nuevo la realidad y el arrepentimiento se desvaneció. La miró yse tranquilizó por la mirada de Jessica.

—Supongo que fue suficiente por este día.

—¿Qué quieres decir? —Damian no contestó y únicamente hizo unamueca.

La mirada de Jessica, llevaba todo el amor que sentía por Damian.Pero cambió de humor de inmediato y se levantó de la cama con rapidez.

—Tengo mucha hambre, ¿y tú?

—Creo que podría comerme un toro, o hasta dos —contestórecorriendo con la vista el cuerpo femenino—. Parece que has engordado,querida.

 Jessica se estudió en el espejo, preocupada por el comentario.

—¿Me ves mal? —ella sabía que su figura era atractiva pues suscurvas se hicieron más pronunciadas. Sin embargo, deseaba que Damianse lo dijera.

—Estás maravillosa —contestó y se aproximó a Jessica, la tomó porlas caderas y la acercó a sí. Sus miradas se encontraron en el espejo—.Estás mejor que nunca. Ya sé que llevabas esa dieta tan estricta porquelas cámaras hacen que las personas parezcan más gordas, pero yo en lopersonal te prefiero como estás ahora.

—¿A pesar de la cicatriz? —le preguntó con rudeza.

—Hemos hablado suficiente sobre eso, así que basta —le dijo concalma, mas era evidente que estaba haciendo un enorme esfuerzo porcontrolarse—. Después volveremos a tratar el tema, cuando estemos máscalmados.

—No veo por qué tenemos que hablar del asunto —se hizo a un lado yse dirigió a la puerta—. Por lo que a mí respecta, ya nada hay que hablar.

—No eres la única a la que afecta, ¿no crees? —se aproximó y lehabló con voz suave.

Lo miró un momento, y sin decir nada, se dirigió a la es calera. Le

molestó no haber dicho la última palabra, se sintió descontrolada porqueno sabía cómo iba a terminar ese asunto.

En la cocina empezó a preparar un emparedado, todavía en silencio.Quería demostrarle su indiferencia pero él empezó a hablar de distintascosas, y poco a poco se olvidó de su ira y empezó a escucharlo. Eraincreíble… nunca se había referido a su pasado y en ese momento estabahablándole de su niñez. Lo escuchó con atención.

—Es una linda casa —señaló a su alrededor, sin criticar—. Es másagradable que la casa en que crecí. ¿Vivía aquí tu familia o se cambió tupadre después de la muerte de tu mamá?

 Jessica miró en torno a sí y luego vio a Damian a los ojos. No era unsitio bonito pero sí acogedor y con muchas comodidades. Se trataba de

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una casa antigua y descuidada; las cortinas eran nuevas pero se opacabancon el tapiz viejo y los artefactos de la casa los habían comprado suspadres cuando ella iba a nacer.

—Sí, aquí viví desde pequeña. Es mi mismo dormitorio y la mismacama.

—¡Qué agradable! De seguro debes tener muchos recuerdos gratosde este lugar —señaló con la vista en el techo, por lo que Jessica pudoobservar la firme mandíbula.

—Creo que sí.

—Nosotros vivíamos en un apartamento de dos dormitorios. Allí vivíamos un hermano, una hermana y mi madre. El viejo se fue cuando yotenía dos años —aún miraba el techo, así que no pudo observar laexpresión de asombro de Jessica.

—Te debe resultar difícil hablar de eso —hizo el comentario concuidado y conteniendo el aliento.

Damian bajó la vista y en sus ojos se reflejaba emoción.

—Cuando salí de ese lugar, prometí que nunca hablaría ni pensaría enmi pasado, es más, ni siquiera trataría de recordar aquello. Quería olvidaresa pesadilla, empezar una nueva vida, totalmente distinta. Pero pareceque no todo funciona como uno lo planea. Siempre llevamos algo denuestro pasado con nosotros durante toda la vida.

—Es cierto, en alguna medida, pero no nos debe amargar laexistencia. Necesitamos aprender del ayer para continuar con el mañana.

Es peligroso pretender borrar el pasado, como si no existiera; pienso quepor eso la historia se repite y hay guerras. Sería maravilloso que todomundo se levantara con la certeza de que es un crimen matar a unsemejante; así terminarían los asesinatos. El infierno es para lospecadores, no obstante, las guerras son el infierno para los inocentes. Pordesgracia, parece que no aprenderemos nunca.

—¿Sabes una cosa? —preguntó Damian con mirada tierna—. Eres unamujer maravillosa. Esa fachada, como tú la has llamado, oculta a unamujer espléndida y preocupada por lo que pasa a su alrededor.

—¿Quieres que me sonroje? —le dijo sonriente.La situación había cambiado. Ya no se cuidaba de lo que decía paraque él no la rechazara y se sentía mejor con esa nueva actitud. Parecíaque él estaba decidido a hablar sobre asuntos más profundos que hacer juegos para ver quién era más ágil de inteligencia, sin profundizar en lossentimientos. Leyó en su mirada que él también comprendía que lasituación se había transformado. De pronto, Jessica recordó losemparedados.

—¡Caramba! Nos olvidamos de la comida. Yo no sé qué vas a hacer,pero yo me prepararé un emparedado gigante. ¿Me pasas la mostaza?

Gracias.

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—¡Santo cielo! —le sujetó la muñeca y Jessica recordó de inmediato lareacción de Damian cuando le descubrió la cicatriz; sintió que se leaceleraba el corazón. ¿Qué sucedía ahora? En ese momento él empezó areír—. Lo siento Jesi, no quise asustarte. Es que traes las uñas muy cortasy no recuerdo haberlas visto sin pintura, mucho menos así.

—Me rompí algunas cuando tuve el accidente —le explicó después deobservarse los dedos y reír también—. De seguro me quise asir de algo, nolo recuerdo. Hace unos días estaba lavando unos platos y acabé con lasdemás, así que las corté para emparejarlas.

—¿De verdad has lavado trastos? —le preguntó abriendo los ojos conasombro.

—Solamente una vez, pero, por favor, no se lo digas a nadie —comentó y rieron juntos como si ambos quisieran prolongar ese momentotan agradable.

—Ahora resulta que vas a decirme que también le has cocinado a tupadre —la embromó pero luego abrió los ojos por la sorpresa—. ¡No medigas! ¿De verdad? Debe ser un hombre extraordinario para que lohicieras porque yo nunca pude convencerte de que me prepararas algo enla casa.

—Lo hice una vez —protestó—. Y la verdad es que no me gustónada… ni a mi padre tampoco. Ya no me permite que me acerque a laestufa porque piensa que voy a darle algo quemado, o con veneno, así que no te vayas con la idea de que he cambiado tan drásticamente. Creoque no podría cocinar algo suculento aunque mi vida dependiera de ello.

—Algunas cosas nunca llegan a cambiar —la vio, riendo.

  Jessica observó que cambiaba su mirada, así que se apresuró alevantarse de la silla.

—Creo que dejaré las cosas aquí y me iré a dormir —le dio la espaldapero sintió la mirada de él.

Antes disfrutaba que lo hiciera, mas en ese momento no lo gozaba yse apresuró para salir de la cocina. Damian le impidió el paso.

—Déjame pasar, por favor —le dijo mientras se acercaba a ella de una

manera muy sensual, acorralándola en la mesa y estrechándola contra sí.—Ahora no, cariño —le musitó—, no ahora. Te dejé en una ocasiónporque me dijiste que así lo querías, pero estoy seguro de que mementiste. Me pregunto por qué. Debajo de esa imagen hay un cachorrilloatemorizado. ¿No es así, Jesi? ¿Por qué te asusta un beso?

Damian también tenía miedo y se acercaba peligrosamente a suverdad… no debía permitir que supiera que lo amaba, porque tendría todoel poder sobre ella. La mirada de Jessica se volvió gélida al verlo a los ojos.El aspecto de la joven era hechizante, con la cabellera rojiza cayéndolesobre los hombros.

—Creo que tú, mejor que nadie, sabe que un beso no me asusta —contestó tocándose la barbilla—. Pero cuando yo quiero dar ese beso.

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

  También sabes, cariño, que no soy muy fuerte para pelear, por esoprefiero lanzar objetos diversos, como debes recordar.

—Entonces, dámelo.

  Jessica creía que Damian tenía la voz más sensual que había

escuchado. ¿Qué había de malo en dar un beso? Haciendo a un lado suprecaución, le sonrió, provocativa, alzó los brazos y colocó sus labiossobre los de él, sin que fuera un beso apasionado sino únicamente los rozóvarias veces. Damian no movió la cabeza ni intento abrazar a Jessica,quien se sintió desilusionada y sorprendida por su actitud, así que bajó losbrazos.

—Ahora te voy a mostrar la forma en que debe darse un besoverdadero —le murmuró, sujetándola con fuerza y atrayéndola a sí.

 Jessica lo abrazó instintivamente, los labios de Damian la lastimabany ella apretó los suyos. Esta actitud enfadó a Damian, quien retrocedió un

poco y la miró, amenazante.—Yo no te lo di de ese modo, así fue como lo tomaste —murmuró ella

—. Estaba tratando de demostrarte, cariño, que esto no funciona si noparticipan las dos partes —se encontraron sus miradas. Ambos sintieron laatracción en el aire y unieron sus labios.

En esta ocasión no hubo resistencia, fue un beso íntimo y sinreservas. Jessica sintió vagamente que la sujetaba por las caderas yamoldaba su cuerpo al de él. De inmediato una ola cálida se propagó porsu ser, pero algo la detuvo y se hizo para atrás.

—La dama ya no quiere, Damian. Me has dado tu beso, así quedéjame ir.

—¡No! —exclamó con la cara arrebolada forzándola a quepermaneciera junto a él.

 Jessica hizo un esfuerzo por sacar un brazo y alejarse un poco.

—No creo que quieras que se repita la escena de mi apartamento, laúltima vez que nos vimos. Es cierto que físicamente compaginamos, sinembargo, creo que puedes irte a la cama con otra mujer y hacerlo bien, ¿ono? Total, es una mujer como cualquiera. La relación física no me interesa.

Fui una tonta en empezar así nuestra relación, pero ahora me aburre.Damian apretó los labios y se estremeció por la furia, de pronto setranquilizó. Ella estaba boquiabierta. Ese no era el hombre al que habíatratado durante tres años. Él que conocía hubiera rugido y caminado comoun león enjaulado por toda la casa. Damian sonrió abiertamente y le besóuna oreja.

—Bueno, creo que te daré las buenas noches porque ya es tarde. Tupadre hace bien en dormir temprano. Nos vemos mañana, Jesi.

 Todavía estaba parada observando la puerta, minutos después queDamian había desaparecido. ¿Qué juego traía entre manos? ¿Adónde

quería llegar? Se dirigió a la sala y vio las cenizas en la chimenea. Atizó unpoco el fuego y se quedó ensimismada viendo las llamas. Todo lo que

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había pasado se arremolinaba en su cabeza, así que no podía irse a lacama. Quiso tomar algo, fue a buscar un vaso y a levantar el cenicero quese había roto al tirar la mesa, pero no lo encontró, así que pensó que supadre o Damian había recogido los vidrios. Se sirvió un brandy y se dirigióa su sillón favorito, poniendo los pies sobre un taburete.

¿Por qué la vida resultaba tan complicada? Sólo Dios lo sabía. Algunasveces ella pensaba que todo sería más fácil si fuera lo suficiente tontapara no tener problemas consigo o con los que la rodeaban. Por suerteesos pensamientos no eran frecuentes pues estaba contenta con ella,incluyendo sus defectos. "Vaya, creo que como amiga soy buena", pensóen tanto hacía un brindis en su honor.

Si tuviera oportunidad de repetir su vida, haría exactamente lo mismoy aunque ahora viera las cosas de distinta manera no significaba que lasdeseara cambiar. No estaba satisfecha de su relación con Damian, pero sí de su vida. Si estuviera segura del amor, lo daría todo por él. Tal vez fuera

una loca por pensar así y por eso las personas que conocía no secomplicaban la vida. Quizá era la única que daría todo por ese algo que elmundo llamaba amor.

Se sirvió un segundo trago. Lo peor era la tentación. Había un diablilloen su cabeza diciéndole todo el tiempo que se casara con Damian, ahoraque tenía la oportunidad. ¿Qué importaba? Al fin y al cabo le daría lomismo que se casara con otra mujer y, tal vez, con el tiempo llegara aquererla un poco. Sin embargo, recordaba lo sucedido desde tres añosatrás y ya no sentía el mismo entusiasmo pues imaginaba lo que leesperaría al lado de Damian. Sería un infierno vivir con alguien a quien

uno ama y con la certeza de que ese amor no era correspondido. Brindópor la tentación.

Conforme bebía más brandy, su estado de ánimo se modificaba.Nunca se había emborrachado, sólo mareado, y pensó que cuando alguieningería demasiado alcohol, cometía varias locuras. Brindó por laborrachera, por la loquera y porque se vio cuatro pies y eso merecía unacopa.

Después desaparecieron dos pies, así que se dijo que había que verlas cosas desde el ángulo adecuado, desde la adecuada  perspectividad.¿Era correcta la palabra perspectividad? Quiso repetirla con voz alta y sugarganta no le respondió.

—Pershhhpecvidad —le gustó el sonido y pensó que había inventadouna nueva palabra—. Perspcvidad… —hizo otro brindis.

—¿No crees que ya has tomado demasiado, cariño? —preguntó unavoz suave a su lado.

Ella se volvió y enfocó su vista sobre Damian. Tenía pantalones demezclilla, muy ajustados, el pecho desnudo y los pies descalzos. Parecíacansado, aunque con buen humor.

—No lo sé —dijo claramente, pero luego soltó una risita que arruinósu buena compostura.

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Damian buscó la botella y se dio cuenta de que casi estaba vacía.

—¡Dioses! —se asombró—. Ya tomaste una buena cantidad debrandy. No es necesario que te diga que mañana vas a tener una buenaresaca. Ya debes saberlo a tu edad.

—¿Qué… tiene que ver la edad con todo esto? —preguntó, indignada—. Sabía lo que estaba beb…iendo, ¿no? Toooodo es relaaativo, la edad yel tiempo. Todo es relativo. Creo que voy a llamarte tío Damian.

Él rió a carcajadas por el comentario de Jessica.

—Iba al baño cuando vi la puerta de tu dormitorio abierta y como me  juraste que te ibas a encerrar a piedra y lodo, me asomé a ver quépasaba. Parece, mi amor, que nunca estás en el sitio adecuado. Así quebajé, y mira lo que me encuentro: a ti, hablando como una lunática. ¿Eranecesario que te embriagaras?

—Borracha como una cuba, pero no tanto como para no ver lo quepasa —dijo con una sonrisita.

Él estaba muy cerca y la chimenea hacía que su cuerpo tuvierareflejos dorados. Adoraba ese cuerpo y puso un dedo sobre la cicatriz delbrazo, de la que sólo dijo que había tenido un accidente en su niñez.

—¿Teeee había dicho alguna vez, tío Damian, que tienes un bonitocuerpo? Ssssiemmpre me gustó. Tienes un cuerpo muy booonito —seapoyó en el respaldo del sofá y comenzó a reír.

—Creo que ya es hora de que esta criaturita se vaya a la cama —ledijo Damian con suavidad, tratando de levantarla—. Vamos, te subiré a tu

cuarto.—¡Alto, detente! —se hizo a un lado y lo golpeó—. No mmmmme

toooques. Yo voy sola —se puso de pie pero todo le dio vueltas, así quetuvo que detenerse en el brazo de Damian. Él quiso abrazarla y ella no lopermitió y empezó a dar pequeños pasos—. ¿Me puedes dar la botella, tíoDamian? Creo que no mmmme p…uedo inclinar. Mira, puedo caminar bien—se volvió y corrió a la pared para no caer—. Todo essssss cuestión depershshstiva. Vaya, Damian, la pared se mueve.

—¿Me permites que te suba?, es todo lo que voy a hacer —le

preguntó con resignación y sonriendo.  Jessica asintió al ver que todo le daba vueltas. La abrazó paraayudarla a sentir que el mundo ya no giraba alrededor. Jessica apoyó lacabeza sobre el hombro de Damian.

—No podía peeerdermeeee —el hombro musculoso le sirvió dealmohada.

La detenía con cuidado, como si realmente se preocupara por ella.Ella imaginó la cara de Damian muy cerca, como queriendo besarla, así que se volvió a besarle el hombro.

—Mmmm, ¡qué rico sabe! —murmuró—. Sabes mejor que el brandy,Damian.

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La colocó en la cama después de quitar la colcha.

—Mi querida damita, parece que sabes escoger muy bien las cosas.No me desabroches los pantalones ahora. Puedes demostrarme en otraocasión que todavía me deseas. Te prometo que no me resistiré. Porahora, ayúdame a desvestirte.

—¿Por qué? —preguntó desconfiada, tratando de verlo en laoscuridad. Se sentía muy cansada.

—Porque te sentirás más cómoda.

—¡Ah! Está bien.

Por fin logró quitarle la ropa y colocarla abajo de la sábana. Le dio unbeso cariñoso.

—Estás verdaderamente trastornada.

—¿Sí? —abrió un ojo y buscó a Damian—. Todo eshhhh cuestión depersssstiva, tíiiito Damian. Buuuuensoches.

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Capítulo 8

  Jessica despertó a la mañana siguiente con un terrible dolor de

cabeza. Lanzó un quejido que le hizo retumbar la cabeza. ¡Era la resaca!Nunca se había sentido así. Le pesaban los párpados y tenía la boca seca;ansiaba tomar un vaso con agua. Pese a que se levantó muy despacio, elcuarto le dio vueltas; sintió náuseas y corrió al baño.

Un poco después buscó bicarbonato de sodio para calmar suestómago y una aspirina para el dolor de cabeza. Se vistió con cuidado ybajó por la escalera sujetándose de la barandilla como si temiera que elsuelo se hundiera. Ya era tarde y se preguntó dónde estarían su padre yDamian. Quiso hacerse un poco de café pero en cuanto percibió el olor denuevo sintió deseos de vomitar. El malestar fue peor porque su estómago

estaba vacío.Volvió a la cocina más tarde y como ya pudo soportar el aroma del

café, se sirvió una taza. Fue a buscar más bicarbonato de sodio, mas notuvo el valor de tomárselo. Su padre y Damian entraron en la cocina unpoco después y la encontraron recostada sobre la mesa, apoyada en susbrazos y con la cabeza baja. Al escuchar la puerta, se sobresaltó.

—¡Dios santo! —exclamó, cubriéndose las orejas—. Van a matarmecon ese ruido. Por favor, no me molesten.

Los dos hombres se miraron sorprendidos… los labios de Damiantemblaron ligeramente y Will levantó las cejas.

—Tu padre apenas empujó la puerta —dijo Damian a punto de reír acarcajadas—. Te aseguro que no la abrió de golpe. ¿Qué te pasa, Jesi?¿Acaso te duele la cabeza?

 Jessica trató de levantar la cabeza y abrir un ojo. Estaba muy pálida, ylas ojeras la hacían ver frágil.

—Voy a enojarme si no dejan de gritar.

—Ahora comprendo —Will se dirigió a Damian— por qué quisiste quela dejáramos durmiendo en vez de pedirle que nos acompañara. ¿Podríapreguntar qué sucedió?

—Le voy a decir lo que hizo su hija —contestó Damian con un ligerotemblor en la voz—. Casi se acabó la botella de ese excelente brandy quetenía en la vitrina.

—¡Cómo! ¿La botella entera? —levantó las cejas de nuevo y empezó areír—. Ahora entiendo por qué te sientes de ese modo. Bueno, ya se tepasará, mi niña, aunque en este momento te sientas muy mal. Deboconfesarte que voy a echar de menos mi brandy… era muy bueno.

—Prometo que le enviaré otra de la misma marca —aseguró Damian—, pero júreme que va a esconderla porque de lo contrario Jessica va a

volverse adicta.—¡Ja! —murmuró Jessica sin emoción.

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Quería que se fueran para recuperarse. Se sintió tan frágil que temíaromperse en mil pedazos. Se quedó quieta hasta que escuchó la voz de supadre y percibió un olor desagradable.

—Creo que es mejor que limpie el pescado, si lo queremos para lacomida.

—¡Oh, no! —se quejó sintiendo que el estómago le daba vueltas.

 Jessica se levantó con rapidez y Damian ya le abría la puerta para quecorriera al baño. Sintió unas manos fuertes que la ayudaban en susconvulsiones. Se sentó junto al inodoro, sintiéndose muy mal.

—¡Vete y déjame morir en paz! —exclamó mientras se reclinaba en latina.

Damian tomó una toalla que mojó y la colocó en la frente de la joven.

—Las resacas son infernales —declaró comprensivo—. En este

momento te quieres morir, pero después te sentirás mejor y te aseguroque no vas a fallecer porque bebiste de más una noche. Conozco esaexperiencia.

—Tal vez podría recuperarme si estuviera sola —se volvió a ver aDamian, quien le pasó la toalla por la cara y el cuello—. ¡Mmm, qué biense siente!

—¿Sabes que es la primera vez que te he visto enferma? —preguntócon voz extraña—. O al menos es la primera que lo noto. Debes de sermuy sana.

—Debo asemejarme a un monstruo —trató de esconderse haciéndosehacia atrás—. Por lo general soy sana y cuando me he sentido mal, tú hasestado fuera.

—Lo siento mucho —comentó en tanto se acercaba para seguirpasándole la toalla húmeda por la cara—. Es lo único que puedo decir,aunque parezca fuera de lugar. No te asemejas a un monstruo, solamenteestás ojerosa y muy pálida; pero por lo demás, sigues igual de atractivaque siempre. A pesar de todo, te veo muy bien aunque hayas bebido tantobrandy. ¿Te sientes mal?

 Jessica estaba apoyada en el hombro de Damian y se sentía muy bien

así, de dejar que alguien la ayudara, que Damian la tuviera abrazada.—No, supongo que no. En realidad ya me sentía mejor pero llegaron

ustedes con ese horrible pescado —hizo una mueca al recordarlo—. Creoque nunca podré volver a comer pescado en mi vida.

—Vamos, la situación no es tan grave —cambió de brazo paraayudarla a levantarse—. Te sentirás mejor si te acuestas un poco. Puedollevarte lo que ibas a beber y así dormirás tranquila. ¿Qué opinas?

—Acepto —contestó después de sopesar su orgullo y su deseo—. Talvez así se me quite este horrible dolor de cabeza —se relajó totalmente y

permitió que alguien más, siquiera por un día, la cuidara.Damian dudó al llevarla a la cama y la miró interrogante.

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—Es mucho lío desvestirse de nuevo —dijo Jessica con rapidez—.Déjame acomodar las sábanas para acostarme encima —le retumbaba lacabeza y sólo quería estar en silencio.

Damian leyó sus pensamientos y la ayudó a meterse en la cama. Jessica se instaló con rapidez y permaneció en la misma posición despuésde cerrar los ojos. No lo vio sonreír, pero sintió una caricia en el cabello yescuchó que se alejaba. Volvió de inmediato con bicarbonato y una tazade café.

—¿Qué quieres primero?

—Puedes tomarte el café —contestó abriendo los ojos irritados—. Noquiero sentirme mal de nuevo —tomó la solución con bicarbonato desodio, de golpe—. Tendré suerte si salgo con vida de todo esto.

Damian la miraba y luego fijó la vista en la pared. A Jessica le gustabaobservarlo, recorrer su cuerpo con la mirada, los hombros, el cuello y las

caderas. A pesar de no sentirse bien, podía captar la sensualidad que letrasmitía. La miró de nuevo cuando se recostaba sobre la almohada.

—¿Me puedes contestar algo? —preguntó con voz suave mientras Jessica lo miraba.

—Como quisiera que no hubiera tanto parloteo en este cuarto —sequejó con voz muy baja—. Tal vez lo haga, o tal vez no; todo depende delo que quieras saber.

—Jesi, ¿por qué te emborrachaste anoche? ¿Qué pasó?

—Lo siento —guardó silencio, su rostro estaba muy sonrojado—, es un

asunto confidencial. Jessica recordó la forma en que luchó con sus sentimientos y anhelos

pero nunca se lo diría. Apartó su mirada y levantó los hombros.

—Creo que lo hice sin proponérmelo, eso fue todo.

Damian le acarició una mejilla, hecho que la puso nerviosa. Se hizo aun lado y sus rasgos quedaron a la vista: la cara, el cuello, la cicatriz en unrostro que con anterioridad tenía un perfil perfecto.

—¿Qué sucede? —preguntó Damian y ella movió la cabeza.Finalmente dijo—: Está bien, por ahora no; tal vez en otro momentodecidas hablar del asunto.

—Nunca, Damian —dijo con voz muy baja—. Hay cosas que sonprivadas y deben quedar como tales.

Él asintió dando un suspiro y se hizo hacia atrás para añadir con tonoextraño:

—Yo también he llegado a pensar así —guardó silencio y Jessica sepuso nerviosa. Finalmente rompió la tensión—: Parece que estás muycómoda acurrucada así; incluso estoy tentado a acostarme a tu lado.

—¡Por favor, Damian, no empecemos! —exclamó con una sonrisillanerviosa—. Me duele la cabeza —le dio la espalda y se colocó en posiciónde dormirse.

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Cuando despertó, ya era avanzada la tarde; le incomodó porquesiempre se levantaba temprano. Pero ya se sentía mucho mejor y pensóde inmediato en Damian y si habría regresado a Nueva York. Obtuvo larespuesta cuando bajó por la escalera. Se sorprendió al verlo sentado ensu silla favorita leyendo un libro con tranquilidad.

—Vaya, esto es algo totalmente nuevo —dijo acercándose a lachimenea—. En casa nunca tenías tiempo de leer.

Damian le sonrió y apartó el libro.

—Bienvenida a la vida, cariño. Creo que había olvidado lo agradable yrelajante que puede ser la lectura. Es un hábito que debe cultivarse — Jessica se acercó y observó el texto sorprendiéndose del título.

—Se trata de una historia de misterio. Parece que las sorpresas sesuceden una tras otra. De seguro lo sacaste de la biblioteca de papá.Acostumbra devorarse estos libros durante el desayuno.

—En efecto, se trata de un préstamo para los días que voy a estaraquí.

 Jessica se descontroló por la respuesta y frunció el ceño.

—Entonces, eso significa que te vas a quedar… —continuó concuidado—. ¿Por cuánto tiempo?

—¿No te había dicho? —preguntó con inocencia fingida y observandola reacción de Jessica—. Decidí aceptar el ofrecimiento de tu padre y mequedaré tres días, o tal vez una semana.

 Jessica abrió los ojos, sorprendida y tragó saliva. Pero, finalmente noera una sorpresa porque ya imaginaba algo así. Sabía sin lugar a dudasque la presencia de Damian la inquietaría.

—Bueno, entonces será mejor que me siente.

Acercó una silla y observó a Damian, quien aparentaba una grantranquilidad. Sin embargo, Jessica lo conocía lo suficiente para saber quesaltaría con cualquier cosa, como los gatos.

—¿Estás seguro de que tus negocios no se vendrán abajo si teausentas tanto tiempo? —su comentario estaba cargado de malicia.

—Tomé el tiempo necesario para dejar todos mis asuntos arreglados—le contestó después de un momento, en apariencia serena, mas en susojos se denotaba que estaba alerta—. De no ser así, hubiera venido antes.

 Jessica pensó que no habría hecho un viaje relámpago para pedirleque se casaran. Había llegado con la verdadera intención de hacer todo loque estuviera a su alcance para convencerla de continuar con su relación.

—Ah, ya entiendo lo que sucede. Porque no soy del todo tonta,¿sabes? —se dirigió a la cocina y escuchó que Damian la seguía.

—Un momento, Jessica —dijo con impaciencia y la cara se contrajo.

—Apresúrate, por favor —parecía impaciente—. Tengo tanta hambreque siento que voy a desmayarme.

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—¿Ibas a la cocina? —preguntó interponiéndose en su camino.

—¡Claro! ¿Adónde pensaste que iba? —rodeó la sala para seguir sucamino.

—Pensé que irías a tu cuarto a guardar tus cosas en las maletas —

contestó tranquilo siguiéndola a la cocina; la observó encaminarse a laalacena.

—Voy a preparar café, por si quieres.

—Está bien.

  Jessica se ensimismó en sus pensamientos. Se dirigió a la cocinaporque tenía un apetito voraz. Damian pensó que iría por sus cosas parahuir, pero no le daría la satisfacción de que comprobara queefectivamente se había enojado. Iba a demostrarle que aunque sequedara todo el tiempo que quisiera, su relación había terminado en

Nueva York, al menos en lo que a ella se refería.Él la estudiaba y ella se preguntó si podría seguir adelante porque

tenía que admitir que él la intimidaba. Necesitaba recurrir a su inteligenciaporque el éxito de Damian en los negocios se debía a que siempre tratabaa la gente con absoluta sinceridad. Recordó que tenía muchos años deposar ante las cámaras, así que ahora tendría que controlarse. Con granhabilidad se convirtió en la anfitriona perfecta y escondió sus sentimientosverdaderos.

—¿Quieres algo? Yo no sé qué quiero comer —dijo con cordialidadbuscando algo en el refrigerador—. Tengo hambre pero me temo que si

como algo pesado me sentiré mal de nuevo. ¿Sabes cuándo estaré biendel estómago?

—Creo que esto es más grave de lo que pensé —dijo acercándose a lacafetera—. Mañana te sentirás bien. Si quieres, puedo preparar unaomelette, también hay sopa. No te apetece el pescado, ¿verdad?

—No… gracias. Creo que sólo tomaré un poco de café —se hizo a unlado y cerró la puerta del refrigerador.

—No has comido en casi veinticuatro horas —le recordó él, con elceño fruncido—. Si no comes te vas a sentir verdaderamente mal. ¿Qué tal

si hago una rica ensalada? Jessica levantó los hombros en señal de aceptación y se sentó en unasilla. Al principio no le dio importancia, pero conforme iba tomando el cafésu apetito fue aumentando aún más. Cuando Damian terminó de prepararla ensalada, la comió con verdadero placer.

—¿Te sientes mejor?

—Claro que sí —le dijo con la boca llena—. Esto me está reviviendo,gracias.

—De nada —se hizo hacia atrás y la miró con benevolencia—.

Recuerdo cuando en mi casa era un lujo comer una lechuga fresca. Eramuy raro que llenáramos el estómago, para no hablar de los "extras".

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  Ya no se sintió tan sorprendida del nuevo Damian, quien hacíaintentos por recordar su niñez y del que podía esperar cualquier cosa.Admitió que estaba asustada porque el nicho que le había construido sehabía venido abajo. Era un extraño a quien deseaba conocer.

—Apuesto a que tu madre trabajó con ahínco para darles lo quenecesitaban —murmuró comprensiva y se detuvo al ver la expresiónsombría de Damian.

—¡Trabajar! —exclamó, cortante con la mirada opaca—. Bueno, si aeso se le llama trabajar. No, Jessica, puedo asegurarte que nunca trabajóen algo honesto en su vida. Ni siquiera sé los "tíos" que pasaron por lacasa. Algunos se quedaban unos días, otros unas semanas. Otros llegabancuando se suponía que estábamos dormidos y se iban al amanecer.¿Sabes cuál era su actividad favorita? Se pasaba la tarde en una cantinaesperando que alguien le invitara una copa. Allí conoció a la mayoría desus amigos. Vivía de las limosnas que le daban ellos, y nosotros, de lo que

ella nos dejaba. Hasta me da lástima el hombre que se casó con ella, ¡elpobre imbécil!

—¡Damian! —exclamó finalmente muy impresionada por lo queacababa de escuchar y en un impulso le tomó la muñeca—. No tenía lamenor idea…

Damian retiró la mano y oprimió las manos de ella.

—¿Cómo ibas a sospecharlo? —la mirada amarga se convirtió en otrade desprecio, un desprecio que sentía por sí mismo—. ¿Cuándo te dije algode mi vida? Siempre tuve miedo de enfrentar mi pasado y trataba de

esconderlo porque no podía manejarlo, no entendía que esa actitud sólome perjudicaba. Yo me consideraba inteligente y he sido un tonto. ¿Quéviste en mí?

—No lo sé —contestó después de reír y tratando de ser lo más seríaposible—. No puedo recordarlo, tal vez porque mi opinión sobre ti hacambiado radicalmente. Parece que nos estamos transformando,cambiando de personalidad…

—No —la interrumpió con suavidad oprimiéndole aún más la mano—,le que sucede es que estamos creciendo y dejando salir a los adultos quedebemos ser. De alguna manera somos iguales a Mary, la ratoncita,

rechazamos el cambio por miedo a perder lo que teníamos.—En estos años no te he tratado como debía —confesó Jessica

sintiéndose culpable.

Pensó con tristeza que la influencia de otra persona en muchasocasiones podía ser la perdición, más que la salvación, de alguien.

—Lo siento, de verdad lo lamento, Damian.

—¡Por el amor de Dios! —exclamó preocupado—. No tienes por quédisculparte. Yo soy el que debería pedirte perdón de rodillas.

—Por favor —le puso un dedo sobre los labios—. Déjame decirte laverdad, siquiera por esta vez, quizá la única desde que te conocí. A veces

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me siento avergonzada porque tu único regalo ha sido la sinceridad, queen ocasiones me resultaba un regalo muy costoso. ¡No te atormentes! Tengo que explicarte lo que siento por no haberte tratado como un serhumano. Te coloqué en un pedestal muy alto, al igual que mis ambiciones,porque eras ese extraño, apuesto y fuerte hombre, que entraba en mi

vida. El príncipe que me salvaría de todas mis frustraciones, sueños ytristezas. Nadie puede soportar un paquete tan grande. Huiste de mí cuando sentiste sobre tus hombros una carga que aún no estabaspreparado para llevar. No sabes lo arrepentida que estoy…

—Jesi —la interrumpió, angustiado—, Jesi, no te hagas daño; no lomereces. Toda la culpa es mía por no saber lo que deseaba.

 Jessica empezó a llorar pero de inmediato se cubrió los labios con unamano para evitar que Damian comprendiera su dolor.

—¿Para qué todo esto? —trató de recuperar la compostura—. ¿Es

necesario pasar por ello?—Creo que sí —contestó él con tranquilidad, obligándola a que lo

mirara—. Si es que queremos aprender algo de nuestro pasado y seguiradelante. ¿No es lo que me quisiste dar a entender ayer? Supongo quetienes razón.

—Para dejarlo atrás —dijo Jessica con la vista baja.

—No, para que conviva con nosotros —con suavidad, le recorrió lacara con un dedo. Jessica sintió como si la quisiera verdaderamente, perocerró los ojos y pensó que él la tenía en sus manos porque había derribadosus defensas. No podía continuar oponiendo resistencia.

  Jessica apartó sus manos y en un movimiento rápido salió de lacocina, sin dar oportunidad a que la alcanzara. Sabía que si continuaba allí y junto a Damian, todas sus decisiones se vendrían abajo. Viviría en untormento continuo si se casaba con él, a sabiendas de que no la amaba.Estaba decidida a no sufrir más por una situación que ya le resultabainsostenible. No podía continuar con la misma relación de tres años; sesentiría avergonzada.

—Jessica… —la llamó detrás de ella—. ¿Qué sucede? ¿Te sientes mal?

Ella se detuvo frente a la puerta y lo miró con frustración y disgusto.

Estaba llegando al límite de sus fuerzas. Oprimió los labios y los puños.—Voy afuera —le dijo entre dientes, como si lo odiara. No le veía la

cara porque estaba el cuarto en penumbra, pero parecía tranquilo—. Yquiero ir sola. No sé cuánto voy a tardar y, si lo supiera, tampoco te lodiría. No me interesa lo que hagas o quieras, y a decir verdad, no meimportaría que te fueras enojado; son mis vacaciones y estás interfiriendoen ellas. Por primera vez en muchos días, me voy a ir sola a divertir unpoco.

La observó en silencio porque no supo qué decir. Ya se habían dichotodo. Lo evitaría hasta que se fuera y podría tener un descanso… mas, ¿lotendría de verdad? Empezó a caminar con rapidez por la calle como siquisiera poner la mayor distancia posible entre ambos. Sin embargo, era

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consciente de que no podía huir de sus propios sentimientos, que estabandesordenados.

Aunque era de noche, salió de la casa porque no quería encontrarsecon Damian. Caminó hasta agotarse, no podía huir, aunque quisiera,porque nada ganaría. Al fin, decidió regresar; entró en la casa y observó alos dos hombres que la esperaban impacientes. Su padre parecíapreocupado y los ojos de Damian le querían decir algo que ella no quisoaveriguar. Los miró un instante y se dirigió a la cocina.

—Hay un poco de sopa en el horno —le informó Damian mientras ellavertía café en una taza.

Se sirvió sopa en un plato en silencio y como no escuchaba ningúnruido, no quiso averiguar si Damian se encontraba cerca de ella. Estabamuy tensa y pensó que si no se arreglaban las cosas pronto, iba aenfermar.

—Jessica —la voz era tranquila—. ¿Te sientes bien?Silencio total. La joven decidió tomar el café. No confiaba lo suficiente

en sí para contestarle.

—Jesi —la voz se escuchaba más impaciente—. ¿No vas aresponderme?

—Vete. No quiero hablar contigo —le dijo con ojos brillantes.

No pudo proseguir y se quedó en silencio; cuando se encontraron susmiradas, después de un instante, Damian abandonó la cocina. Ella se diocuenta de que no deseaba que se fuera, y se sentó a llorar.

Comió sola y triste. Después se dirigió a su silla a leer un rato. Pocodespués, subió a su cuarto y se encerró, evitando cualquier contacto conDamian.

Se levantó temprano al día siguiente y desayunó sola. Empezó ahacer algunas cosas en la casa tratando de no encontrarse con él, aunquesabía que no iba a soportar mucho la situación porque lo observaba con elceño fruncido. Estaba decidida a provocarlo al grado de tener unadiscusión con él. Por fin llegó la confrontación, aunque de una maneramuy distinta a la que esperaba.

Su padre había salido de compras, y como la casa estaba en silencio,pensó que Damian también se había ausentado; Jessica suspiró y seensimismó en sus pensamientos, relajada. ¿Por qué se quedaba Damian?¿Cuánto tiempo más iba a durar esa situación tan incómoda? No queríaseguir formulando preguntas para las cuales no encontraba respuesta.

Escuchó un ruido extraño y al levantar la vista, lo vio parado a lamitad de la sala con el reflejo del sol en el cabello oscuro. No pronuncióuna palabra, sólo la observaba. Jessica se levantó de un salto y se dirigióen silencio a su dormitorio. Sabía que Damian no iba a permanecer pasivo,por lo que le desconcertó que no la interceptara cuando se dirigía a la

escalera.

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Llegó a su habitación con la certeza de que iba sola, escuchó unligero ruido y cuando movió la cara, se encontró de frente con la deDamian. Fue tal el impacto, que Jessica se detuvo de inmediato.

—Mira… —empezó ella, pero se interrumpió porque Damian la sujetópor un brazo y la condujo con fuerza al interior de la habitación.

 Jessica se quedó muda cuando observó que él cerraba la puerta conllave, cruzó los brazos y se apoyó en la puerta. Después miró a la jovencon firmeza, lo que hizo que se pusiera más nerviosa.

—Y ahora… —le dijo con calma—. No vas a seguir esquivándome, Jessica.

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Amanda Carpenter – Furia Desatada

Capítulo 9

—Con un demonio, sal de mi dormitorio! —exclamó, molesta.

Damian caminó con calma, sin dejar de mirarla a la cara. Jessica tragósaliva y retrocedió.

—Tal vez no escuchaste bien —dijo, tranquilo, lo que disgustó a lamodelo, quien no estaba acostumbrada a esas respuestas—. Entonces,voy a repetírtelo. Vamos a hablar y no permitiré que me evadas. Siéntate.

 Jessica obedeció como si una mano la hubiera obligado a hacerlo.Damian se acercó, se hincó frente a ella y se reclinó en los brazos delsillón.

  Jessica se sintió incómoda, tenía los labios secos y las manos

temblorosas; apretó los dedos porque se sentía presionada. No esperabauna reacción de ese tipo. Le molestó que la acorralara en una silla y que laencerrara en su cuarto; no le gustaba ese trato. Tuvo que armarse devalor y mirar a Damián a los ojos.

—Estoy hincado, mírame —le dijo con la vista fija en ella—. Si quieresque te suplique, lo haré para que te convenzas de mi seriedad. Tenecesito. Necesito tu belleza, tu calor, tu alegría y tu tristeza. Por esoestoy aquí, no soporté tu lejanía. No huyas de mí, Jesi… te necesito, no lohe dicho esto a otro ser humano en mi vida.

La joven bajó la vista y observó la camisa abierta de él, observó el

cuello y tuvo que cerrar los ojos para detener la oleada de amor que lainvadía. Era indudable que Damian estaba haciendo un gran esfuerzo paradecirle que la necesitaba, lo que sería suficiente para cualquier persona. Elamor llegaría después. Al analizar el pasado de él desde otra perspectiva,comprendió que de seguro la madre fue la culpable de que Damian nopudiera confiar en alguna mujer, y se sorprendió de reconocer cuántohabía logrado Damian en su vida. Jessica sabía que no recibiría otrapetición. Era su única oportunidad, si lo rechazaba en ese momento, loperdería para siempre.

—Tengo miedo. No quiero pedirte más de lo que puedes darme.

Necesitas a una mujer que esté dispuesta a quedarse en su casa paracuidarte, y a mí no me gusta esa vida. No podría ser únicamente tuesposa, debo tener mi propia actividad, algo que me motive.

—No pretendo que cambies por mí —le dijo con el ceño fruncido—. Alcontrario, quiero que sigas siendo la misma. Tengo un ama de llaves, así que podrás seguir activa, por eso me gustas. Creo que intentas ponerobstáculos que no existen.

—Tengo un carácter horrible —señaló, aunque era un argumento muydébil, y ambos lo sabían.

—¿Piensas que hay alguien que pueda controlarte mejor que yo?Somos muy parecidos, sentimos las cosas muy profundamente, por eso

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nos disgustamos mucho. Además, puedo pagar todo lo que rompas —declaró con buen humor, recordando la escena de Jessica en suapartamento.

Sabía que estaba derrotada porque ya no podía luchar con Damian.

—Prométeme algo —lo miró de frente—. Si no me prometes lo quevoy a pedirte, no podemos hacer nada, ni siquiera lo intentaría.

—Lo que sea —contestó sin duda.

—¿Estás seguro de lo que me estás proponiendo? —Damian asintiócon la cabeza. Jessica estaba temblando, tomó aire para continuar,buscando las palabras adecuadas—. Quiero… quiero tu fidelidad absoluta.Por naturaleza, no aceptaría otro tipo de matrimonio, y…

—Tontita, no he estado con otra mujer desde hace más de dos años—le confió con sencillez—. ¿Quieres decirme algo que verdaderamente te

resulte difícil?—En estos meses me devoraban los celos —admitió pues estaba muy

sorprendida por la respuesta—. No imaginaba… no sospeché… —depronto se dio cuenta de que todo era fruto de su inseguridad. CuandoDamian volvía de algún viaje, se hacían el amor con intensidad, lo querevelaba más que todas las palabras juntas. Le creyó, sin reservas.

—¿Era eso lo que necesitabas saber? —le preguntó Damian concautela—. ¿Quiere decir, qué puedes pensar en la idea del matrimonio?

—Soy una tonta, pero creo que voy a aceptar —dijo con voz baja.

Damian cerró los ojos y se mostró aliviado. La abrazó y empezó abesarla con pasión. Jessica lo abrazó y se entregó a él en un besodevastador que dejó a los dos con la respiración entrecortada.

No tardaron mucho en llegar a la cama, la ropa quedó en desorden enel suelo. El cuerpo de Damian era muy sensual, no obstante, hubo cabidapara la ternura y no sólo a la pasión arrolladora cuando hicieron el amor.

 Tiempo después, Jessica buscaba su ropa y los dos escucharon que lapuerta del frente se abría. De inmediato la invadió el pánico.

—Papá… tan temprano… —se vistió de prisa e intentó arreglarse elpelo. Abrió la puerta y salió corriendo—. ¡La comida! Olvidé que papávendría a comer.

—¿Hay alguien en casa? —preguntó Will—. Ya llegué. Parece quevamos a comer tarde.

  Jessica bajó por la escalera con evidente nerviosismo y vergüenza.Damian tampoco parecía tranquilo, mas para desconcierto de la joven, laabrazó y Jessica trató de hacerse a un lado pero él no lo permitió.

—¡Papá! —Jessica estaba muy alterada porque nunca le había dicho asu progenitor el tipo de relación que llevaba con Damian—. Yo… él…estábamos…

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—Lo que su hija intenta decir es que aceptó casarse conmigo —intervino Damian con calma—. Y lo más pronto posible. Querida, nuncaimaginé que te sonrojaras a tal grado.

—¡Cállate! —exclamó Jessica cubriéndose las mejillas con las manos.

—Entonces, eso significa que vamos a comer tarde —dijo Will conbenevolencia.

A la mañana siguiente, parecía que Jessica se había levantado con elpie izquierdo. Todo estaba en su contra. Se resbaló con el tapete y seraspó las rodillas; había roto una botella de perfume y, a pesar del frío,tuvo que abrir la ventana para que se fuera el aroma, estropeó dos paresde medias por lo que fue necesario que usara pantalones en vez de la

falda que deseaba. Se apresuró porque a Damian no le gustaba esperar.Bajó corriendo y ya la estaba esperando, impaciente.

—Por fin apareces. Siéntate para que te sirva café. Necesitamos saliren unos minutos para llegar a Nueva York por la tarde.

Habían decidido iniciar los trámites y preparativos de la boda, quesería una ceremonia sencilla a la que asistirían únicamente los testigos yel padre de Jessica.

—Sé muy bien qué hora es —contestó ella, cortante—, así que nonecesito que me la recuerdes.

—Parece que no estamos de muy buen humor —le dijo sarcásticodespués de servirle el café.

—Si tú estás molesto, no me lo atribuyas a mí. Ufff, este café estámuy fuerte —hizo un gesto y apartó la taza.

—El café está igual que siempre —Damian se volvió con tranquilidadpero frunció el ceño—, y lo has tomado sin quejarte. Sugiero que lo bebassin refunfuñar o vayas a tu dormitorio y termines de hacer las maletas envez de quedarte sentada aquí sin hacer nada.

—Mis cosas ya están listas —dijo con dulzura; se hizo para atrás ycruzó la pierna.

Damian le lanzó una mirada de advertencia por su comportamientohostil.

—Entonces iré a recoger tu equipaje mientras terminas de beber elcafé.

—No lo quiero.

—Entonces, ¿por qué no vas conmigo allá arriba y bajas alguna de lasmaletas?, la que pese menos —sugirió Damian tomando aire paracontener su irritación.

—Me lastimé las rodillas.—Bueno, quédate donde estás. Pero, ¿qué te sucede?

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—Quiero despedirme de papá.

—¡Jessica Alaina King! —más que un grito fue un rugido que retumbóen los oídos de ella—. En este instante preciso sales por esa puerta, vas alcoche y me esperas allí, tranquila. ¡No hagas nada y quédate calladahasta que yo regrese con tus cosas para que podamos irnos! —Damianfrunció el ceño, apretó los dientes y empezó a dar señales de que iba aexplotar. Jessica también estaba a punto de estallar porque desde que sereunió con él empezó a provocarlo—. ¡Vamos, empieza a caminar!

Enojada, salió de la casa, mas se detuvo en la entrada. Quería queDamian enfureciera y ahora que ya lo había logrado, se sentía muy mal.Estaba frustrada, quería llorar y dar un puñetazo en algo duro, como lamandíbula de Damian. ¡Eso era lo que ansiaba hacer!

¿Por qué aceptó casarse con él? Debía ser una tonta y se odiaba porser débil y ceder a su petición. Se disgustó aún más consigo por verse

atrapada en sus mismos sentimientos. Era una boba al pensar que laquería como ella a él; si no ocurrió en tres años, ¿por qué iba a suceder enese momento? Ambos se aferraban a un pasado y a una necesidademocional que ya estaba gastada.

¡Tenía tantos proyectos cuando llegó a casa! Pero llegó Damian, lapersuadió y ella se rindió. Miró la casa con amor. Se dirigió a la calle yempezó a caminar hacia la librería de su padre, que se encontraba muycerca de allí. Ya se había despedido pero quiso hacerlo de nuevo.

—¡Vaya sorpresa! —exclamó Will cuando la vio entrar—. Creí que yaestarían con rumbo a Nueva York.

—Estamos atrasados únicamente media hora, papá —contestó conuna risilla forzada—. Quise pasar a darte un beso antes de irnos —sedirigió a él al mismo tiempo que entraba una cliente.

Los tres hablaron al unísono mientras Jessica miraba la calle con elrabillo del ojo. Vio que el automóvil negro se estacionaba frente a latienda, como ella supuso. Se inclinó con el pretexto de atar la agujeta delzapato y cuando Damián abrió la puerta, sonó la campanilla.

—Buenos días, Will —saludó con voz calmada. Jessica permanecióinmóvil, con la certeza de que él iba a explotar—. ¿Está Jessica por aquí?

Parece que se me perdió.Ella se levantó y lo miró a los ojos.

—Aquí está, tratando de arreglar su zapato. Quiso pasar a despedirsede mí, pero ya está lista para el viaje —Will presintió que algo habíasucedido con la pareja.

 Jessica ignoró la mirada y el mensaje de Damian, y se volvió hacia suprogenitor.

—Te llamaremos muy pronto, papá, para avisarte cuándo debesbuscar a alguien que se encargue de la librería. ¿De acuerdo? ¿Tenemos

algo pendiente?

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—No, pero si hay algo, creo que lo podemos tratar después, cariño,cuando me llames —le dijo con amor—. Gracias por pasar un momentoantes de irse.

—Bueno, ya es hora de irnos —entró otra persona y Jessica la dejópasar—. Por favor, entre —dijo alejándose del alcance de Damian.

Will se fue con el cliente y Jessica observó la librería, en especial elrincón donde había revistas con diferentes diseños para las novias. Junioera el mes tradicional de las bodas. Alguna vez pensó en la suya conalegría, pero ahora ya no. No le importaba que fuera una ceremoniasencilla o si escuchaba alguna promesa de amor de Damian; debíaterminar con la obsesión de que él la amara. Sin embargo, en el fondo desu ser deseaba que así fuera. Ese deseo estimuló la frustración que sentíadentro de ella. "Es difícil dejar la juventud", pensó, "cuando los sueños nose hacen realidad".

—Cariño —la voz de su padre la volvió al presente.Su mirada se topó con la cara de Damian, que reflejaba gentileza. No

entendía por qué estaba tan tranquilo después de su comportamientohacia él. Pensó que ya era suficiente, así que se volvió hacia Will paradarle un abrazo. Desde la puerta le hicieron una señal de despedida.

Damian no habló, iba en silencio, mientras se alejaban por la aceraunos momentos después. Jessica pensó que estaría enojado y desde luegoque no lo culpaba, porque se había comportado muy mal. Prefirió nomolestarlo y se recostó en el asiento, además de que aún le quedabanvestigios del malestar del día anterior. Damian no intentó charlar y

viajaron un rato en silencio. Jessica se incorporó cuando escuchó que éldisminuía la velocidad.

—Damian, ¿puedes desviarte un momento, por favor? —él reaccionórápidamente y se detuvo un lado del camino. Jessica admiró su pericia.

—¿Qué sucede, te sientes mal?

—No, claro que no —contestó antes de salir del vehículo con rapidez;él la siguió, sorprendido aunque sin saber qué hacer.

—Por todos los cielos, dime por qué quieres detenerte.

  Jessica miró en ambos lados de la carretera y se apresuró aatravesarla porque se acercaba un coche.

—Jessica, ¿qué sucede?

—Nada, ya te dije. Solamente quería ver este barranco, eso es todo.

Si no estaba equivocada, se trataba del lugar del accidente. No lo viocuando regresaba del hospital con su padre, porque estaba muy cansada.En efecto, todavía estaban las huellas de los neumáticos, también eranvisibles en la tierra por donde dio vueltas el vehículo. Se volvió haciaDamian y le señaló el lugar.

—¿Ves eso? Allí quedó mi coche. No me había dado cuenta de loprofundo del barraco… ¡ahora entiendo por qué mi auto quedó comochatarra!

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—¡Dios santo! —exclamó Damian palideciendo cuando observó elabismo—. El automóvil debió dar por lo menos dos o tres giros.

—La policía dijo que cuatro y medio —mencionó perdiendo el interésy alejándose del sitio que le había significado una pesadilla—. Cuandoterminó de caer, quedó del lado del volante y fue cuando sentí que mecaía encima el equipaje. ¡Vaya noche que pasé!

Como no circulaba ningún vehículo por la carretera, corrió al coche,mas se dio cuenta de que Damian no la seguía. Aún observaba elescenario y parecía impresionado. Ya empezaba a ponerse nerviosacuando por fin él la alcanzó. Una vez en el auto, Damian le preguntó,preocupado.

—¿En dónde quedó tu coche?

—En una pequeña cochera para autos chocados, que está al otro ladodel pueblo. Puede verse desde aquí porque es un poblado muy pequeño.

Probablemente sólo sea un pedazo compacto de lámina.—¿Sabes dónde se encuentra?

—Sí —contestó Jessica con el ceño fruncido—. ¿Por qué lo preguntas?

—Vamos a ese lugar —sin decir más, puso en marcha su automóvil.

  Jessica no se enojó, pero le extrañó esa actitud puesto que en lamañana tenía mucha prisa y ahora quería perder el tiempo.

—No veo para qué —argumentó—. Parece que estamos retrasados ytú pretendías que llegáramos lo más rápido posible a Nueva York.

—Cambié de idea —contestó deteniéndose frente a la cochera que lemostró Jessica.

Ella se puso nerviosa cuando lo vio bajar con rapidez. Jessica loobservaba por la ventanilla desde donde percibía únicamente la cabelleraoscura. Él regresó y su expresión no era de alegría, sin embargo, la jovensólo veía un cuerpo robusto que se acercaba cada vez más a ella. Entró yse mantuvo en silencio.

—¿Qué sucedió?

Damian contestó hasta después de algunos segundos.

—Fue un milagro que salieras con vida y que únicamente te hayashecho esa herida en la cara.

—Creo que tienes razón —levantó los hombros—. Fui muy afortunada,pero ya pasó todo y no tiene objeto volver a hablar de lo mismo. Miles depersonas sobreviven a accidentes automovilísticos.

Damian se quedó en silencio, mas en su actitud había algo que Jessica no lograba entender.

—¿Qué te sucede? —le preguntó, desconcertada.

—Nada —contestó él moviendo la cabeza negativamente ycambiando la expresión sombría de su mirada—, no es nada. Cambiemosde tema.

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—Eso es lo que he tratado de que comprendas durante la últimamedia hora —le dijo Jessica con impaciencia, para recibir como respuestauna mirada fría.

No volvieron a dirigirse la palabra hasta que fueron a comer, unashoras después. Jessica se sentía mal por tratar de aparentar indiferenciacuando todas las mujeres veían a Damián con insistencia. Siempre parecíaatraer las miradas femeninas y también lograba que lo recibieran inclusoen los lugares que estaban llenos. Él era su prometido, muy pronto iban ahacerse el juramento del matrimonio, para empezar una relación mássólida.

Ella se preguntaba qué ocurriría con el hombre que tenía enfrente,cuya mirada era muy fría, cuando pasara el tiempo. Tal vez se cansaría deella. Damian miró con desaprobación a los individuos que contemplaban a Jessica, los cuales volvieron la vista a sus periódicos. Había algo en suinterior que le decía que eso no era lo que deseaba. ¡Quería amor, afecto

y seguridad! No se conformaba con la pasión y algún sentimientoindefinido que se parecía a la necesidad. Deseó con fervor que Damianpensara igual y que si había algo que corregir, lo hicieran antes que secasaran.

No debía desistir porque ansiaba casarse con él. Necesitaba ser fuertey tener fe en el futuro, en sus convicciones y en su personalidad, sabíaque dándole amor se desvanecería esa coraza, que lo protegía. Todoresultaría más fácil si se hubiera conformado con la relación que habíansostenido hasta ese momento. Nunca le habría propuesto matrimonio y Jessica se preguntó si algún día le reclamaría que lo hubiera forzado a

comprometerse. Esperaba que Damian no lo considerara así. Ya no podía dar marcha atrás; no lo resistiría. Estaba tan absorta en

sus pensamientos que no se dio cuenta cuando Damian pagó la cuenta; letomó una mano, lo que la hizo volver a la realidad.

El sol de la tarde los recibió en la calle, delineando la elegante figurade Jessica, quien llevaba unos pantalones negros, muy bien cortados. Elcabello le caía sobre los hombros y la cara parecía un camafeo deporcelana. La pequeña cicatriz ya no resultaba desagradable y la hacía vermás humana y no como un símbolo sexual. Notó que Damian se acercaba.

El encanto se rompió cuando ella volvió la cabeza y preguntó:—¿Ya nos vamos?

—Sí, vámonos —contestó Damian poniéndole con cariño un brazoencima de los hombros y sonriéndole.

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Capítulo 10

 Jessica se estremeció cuando arribaron a Nueva York. Sonrió porque

sintió un ligero dolor de cabeza así que sacó un analgésico de su bolsopara aliviar el malestar.

—Es curiosa la forma en que uno puede perder la tolerancia al ruidode las grandes ciudades —comentó en respuesta a la mirada que le dirigióDamian—. La ciudad me parece en este momento extraña. Prefiero elambiente de un pueblo pequeño y el vecindario tranquilo y elegante comoen el que vive papá.

—Te gustaría solamente por un tiempo y después te desesperaría porno tener qué hacer. Sabes que no podrías soportar esa paz toda tu vida.

—Tal vez tengas razón. Pero mi dolor de cabeza se debe a estehorrible ruido.

Damian le sonrió, apretándole una mano; en ese momento Jessicaconfirmó por qué lo amaba tanto. Cuando menos lo esperaba, le dirigíaalguna mirada o sonrisa comprensiva. De nuevo corroboró que no amaríaa otro hombre en su vida.

A pesar de que le hacía algunos comentarios en broma a Damian,pensaba en que no tenía por qué enojarse con él, o consigo. Debíarespetar la personalidad de Damian, que la había conquistado y hecho quelo amara. Eso era un amor verdadero. No importaba que la lastimara, con

quién se acostara o que la abandonara… lo amaba, y lo amaría toda lavida.

Ese sentimiento fue una lucha desde el principio, por eso la hacía tanvulnerable al dolor. El amor era egoísta y también ocasionaba egoísmo ysoledad, alegría y sufrimiento. Era un hecho innegable y ella tenía queaceptarlo.

Volvió a la realidad cuando se dio cuenta de que Damian se dirigía asu casa en vez de al apartamento, como habían planeado.

—¿Qué pasa, Damian? —preguntó pero él no pareció escucharla—.¿No vas en sentido equivocado? ¿No recuerdas que acordamos que mellevarías a casa para que yo arreglara algunas cosas?

—Lo recuerdo, no creas que se me olvidó —extraña contestación,pensó Jessica—. Sin embargo, quiero hablar contigo y pensé que no teimportaría dejar para después las cosas que tenías que hacer. ¿Puedesquedarte a cenar conmigo?

—Claro. Pero… —dijo con seriedad mientras Damian se estacionabafrente a su hogar—, sólo tenías que preguntármelo. No era necesario queme raptaras.

—No, creo que no era necesario y no te consulté —aunque sonrió, su

expresión mostraba cierta preocupación, de modo que Jessica se acercó yle besó una mejilla. Él se volvió sorprendido—. ¿Y eso?

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—Sólo quise darte un regalo —contestó quitándose el cinturón deseguridad—, y sucede que no veo por aquí alguna tienda donde puedacomprar uno.

—Entonces, bésame como debe ser —la sujetó de una muñeca.

 Jessica lo besó en los labios pero abrió de inmediato la puerta.—No es el lugar ni el momento adecuados para lo que tienes en

mente, lujurioso.

Damian bajó del vehículo y se apoyó en éste.

—¿Y qué crees que tengo en mente?

—Hay una palanca de velocidades —ella señaló, prosaica—. Además,¿cómo pretendes acercarte a mí entre tanto estorbo?

Él miró hacia dentro del coche, que estaba lleno de cosas.

—Debemos comprar un auto más amplio para la familia —contestócon alegría y con una sonrisa amplia. Ella soltó la carcajada y apareció unligero rubor en sus mejillas—. ¡Demonios! No puedo creer que te ruboricesconstantemente —le recriminó Damian con cariño.

—Ya basta de bromas, ¿quieres? —protestó Jessica, bajando del autoy dirigiéndose hacia la puerta de la casa para ponerse fuera del alcance deDamian.

Él la siguió para tomarla por la cintura. Ella se sentía feliz en esemomento, y más aún cuando la abrazó, porque la joven pensó que lossentimientos de él eran similares a los propios.

Sin embargo, se equivocó. Un segundo después los ojos de Damian seoscurecieron y la alegría desapareció de su semblante.

—Entremos —dijo con tranquilidad. Ella lo siguió y después de saludara Esther, el ama de llaves, se dirigieron al vestíbulo.

—¿Qué sucede, Damian? ¿Te molesté en algo?

Él no contestó mientras se dirigían al estudio; en silencio abrió lapuerta y Jessica le dio las gracias con voz baja. Una vez allí, él seencaminó a la cantina para servirse una copa, después de otra que le pasóa Jessica. Se sentó en silencio y observó que Damian parecía tener la

mente muy lejos de allí.¿De qué quería hablarle? ¿Qué iba a decirle? Lo imaginaba…

seguramente había cambiado de opinión y no quería casarse. Sedesesperó y se puso de pie para deambular por el estudio, como unanimal enjaulado. No podía ser, y menos después de la broma que le hizosobre el coche de la familia. Se dirigió a la ventana sumida en un marturbulento de confusión y dudas. ¿Acaso viviría con esa angustia el restode su vida? Se percató de que apretaba el vaso con excesiva fuerza,entonces empezó a escuchar la voz de Damian.

—Creo que es hora de que hablemos. Jessica, deja la ventana yacércate a mí —pidió con suavidad.

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Ella dio media vuelta y lo miró a los ojos, mas no tuvo el valor deacercarse a la silla que le señalaba Damian. Estaba petrificada por eltemor. Lo único que fue capaz de hacer fue mirarlo en silencio, convencidade que su vulnerabilidad saltaba a la vista. La expresión de Damiancambió de súbito.

—Jesi, ¿de qué tienes miedo? —preguntó con suavidad—. Por favoracércate, no voy a lastimarte.

Por fin se aproximó en silencio esperando oír la voz de Damian.Observo que estaba nervioso, se le notaba la tensión en los músculos, y sesentó sin pronunciar una palabra.

—Cariño —le dijo Damian a media voz—, no sé cómo empezar. Yo…bueno, sucedió algo dentro de mí que quisiera explicarte.

 Ya sabía lo que iba a decirle. Jessica no pudo permanecer pasiva.

—Lo sé, después de todo, no quieres casarte, ¿no es así? —lepreguntó desviando la vista hacia otro lugar—. Solamente tienes quedecirlo, Damian. No voy a culparte si has cambiado de opinión.

—¡No! —exclamó, incrédulo por lo que estaba escuchando. Le dio untrago a su bebida y dejando el vaso se colocó junto a Jessica paraabrazarla con fuerza, como si quisiera triturarle los huesos—. ¡No iba adecir eso! ¿Acaso nunca vas a confiar en mí? ¿No puedes creerme siquierauna vez?

Sin quererlo, varias lágrimas le rodaron por las mejillas; Jessicaestaba en una confusión total.

—Lo siento, lo siento. Es que… tengo mucho miedo —le dijo entresollozos.

Damian la atrajo hacia sí y la acarició con ternura.

—No sabes de qué se trata, amor, no lo sabes. Escúchame un minutosin pensar en esas soluciones horribles. Sucedió algo en mi interior cuandoobservaba el barranco en el que sufriste el accidente. ¿Fue en esemomento cuando te confundí? Únicamente estaba esperando llegar allugar adecuado para decirte cuánto te amo. ¡No quería seguir molesto ypor eso aguardé! En ese instante no podía descubrir mi alma ante ti. Tenía

muchas cosas que decirte, molestas, es cierto, pero cuando vi ese horriblebarranco, me di cuenta de que eran sólo sandeces. Yo… amor mío, ¿meestás escuchando? —preguntó con una sonrisa.

  Jessica lo miró incrédula cuando escuchó las palabras que habíaesperado desde hacía tres años. Lo que había pensado, o hubiera queridodecir, se esfumó al escuchar esas palabras, mágicas.

—¿Qué fue lo que dijiste? —murmuró, escéptica primero y luegoponiendo los pies en la realidad.

—Amor, sólo intentaba decirte que cuando me di cuenta de lo cercaque estuviste de la muerte, supe de inmediato que tenía que hablarte de

mis sentimientos mientras tuviera la oportunidad de hacerlo y estuvieras ami lado —le explicó con calma—. ¡Estás temblando como una hoja de

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papel! Por favor, cariño, tranquilízate. Me haces sentir mal de verte así, yno quiero sombras entre nosotros.

La estrechó más y más, y Jessica escondió su cara en la camisa deDamian, abrazándolo con fuerza por la cintura. Se sentía feliz y comenzó aserenarse, dejando a un lado la tensión que la acompañó durante tresaños. Se relajó cuando se sintió muy cerca del pecho de Damian parapercibir la sensación más maravillosa del mundo.

—¿Desde cuándo me amas? —le preguntó, todavía con el rostro en lacamisa masculina. Sintió que él bajaba la cara y le acariciaba el cabellocon ternura.

—No sé, creo que desde siempre. Por lo menos sé que cada minutoque pienso en el pasado comprendo que ya te quería. Una vez me dijisteque agradecías los esfuerzos que hacía por ser sincero contigo, y eso mehizo sentir muy mal. No era franco contigo, y menos aún conmigo.

Deliberadamente quería huir de mi deseo y necesidad de ti, así que poreso huí durante tanto tiempo, con la esperanza de olvidarme de ti. Pero yaves, tú no lo hiciste posible. No pude escapar ni dejar de amarte. Teníamiedo de demostrarte cuánto te quería, y de demostrármelo a mí mismo.

No dijo más, permanecieron abrazados, en silencio, varios minutos.

—Estoy segura de que tú también sabías que te amaba —Jessica fuela primera en hablar. Temblaba a causa de la emoción que la invadía—.¿Cuándo lo notaste?

—Creo que fue la noche que bebiste de más —le contestóacariciándole el cabello y el cuello con ternura—. O tal vez cuandoinvertiste tanto tiempo y esfuerzo en la pequeña Mary Coefield, a pesar deque sabías que podía pedirle que se casara conmigo. Cariño, realmentenecesitaste mucho valor para hacer todo eso.

  Jessica levantó los hombros sin pronunciar palabra y se acercó alpecho firme del hombre que amaba. Damian se sentía muy bien, lleno devida y energía porque Jessica lo amaba con la misma intensidad que él aella. La soltó y la joven lo miró, interrogante.

—Tenemos mucho de que hablar —le dijo con gentileza llevándola alsillón.

Lo siguió obediente, mirándolo con infinito amor. La besó con pasióny esta vez ella fue la que se separó de él. Lo contempló con una enormesonrisa.

—¿Puedo confesarte algo que tal vez debí decirte desde el primerinstante? —le preguntó un poco avergonzada y bajó la vista—. Siento quenunca te lo haya dicho pero… es que yo… era virgen cuando estuvecontigo la primera noche. Fue un regalo especial para ti y no debí avergonzarme por admitirlo. Sólo que… te deseaba mucho y temí que si losabías, me rechazaras. Supongo que fui una tonta.

Damian le delineó el contorno de los labios con los dedos en tanto lamiraba con amor.

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—Debo confesarte que me di cuenta —le dijo haciendo que ella loviera con fijeza.

—¿Lo supiste todo el tiempo?

—No, lo supe después. Existen pequeños detalles, como tu reacción

espontánea y de sorpresa, a pesar de que intentaste ocultarlo. Me asustétanto que en realidad quise salir corriendo, luego me convencí de que yaeras una mujer adulta, consciente de lo que estabas haciendo y capaz deafrontar las consecuencias. Sin embargo, me aterraban los compromisosy, a la vez, me sentía tan ligado a ti, que no me atreví a abandonarte, sinimportar cuánto lo intentara.

—Pobre bebé —lo embromó y en respuesta recibió otro besodevastador.

  Jessica respondió con alegría, le rodeó el cuello con los brazos eintrodujo los dedos entre la oscura cabellera. Él la atrajo más, sujetándola

de la espalda, después bajó los labios al cuello, el cual mordisqueó consuavidad, lo que hizo que Jessica temblara.

—Te das cuenta —musitó con tono acariciante—. ¿Desde cuándo nohacemos el amor?

—Mmmm… —respondió al recordar con alegría lo ocurrido el díaanterior—. Déjame pensar, parece qué nunca lo hemos hecho, ¿no es así?

—Así es. Debemos decidir de inmediato en cuál de las dos casasvamos a dormir para no tener que separarnos.

Damian le recorrió la espalda con movimientos sensuales.

—Dime una cosa —le dijo de pronto, mirándolo de frente y con ciertodejo de desconfianza todavía—. ¿Piensas que en realidad pudiste casartecon Mary Coefield?

—No —contestó con una sonrisa—, era el último esfuerzo que estabahaciendo para tratar de llamar tu atención, pequeña hechicera. Vivía encontinua desesperación y angustia, como un pez que acaba de sercapturado y tú fuiste la que me atrapó.

—¡Qué analogía tan triste! —exclamó complacida—. En cambio yo teasociaba con un demonio. Bueno, me hiciste caer en tu juego pero ahora

que ya sabes quién manda…Damian la estrechó de nuevo con una chispa de alegría reflejada en

los ojos.

—Bueno… más tarde discutiremos para saber quién —él se puso serioy añadió con voz baja—. Quiero decirte otras cosas, Jesi. La primera es quehoy en la mañana me aterré cuando vi el barranco en el que sufriste elaccidente, de modo que todo lo demás careció de importancia para mí. Elpasado quedó atrás como algo intrascendente y sólo pensaba en el futuroque podríamos forjar juntos. Fui un tonto al creer que las mujeres eranbobas e indignas de confianza. Fue absurdo clasificarte en la misma

categoría que a mi madre. Todo el mundo puede darse cuenta de que túeres distinta. Sólo trataba de que nadie me hiriera.

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 Jessica estaba feliz y levantó la cara para ofrecer sus labios a Damiany agradecerle así lo que estaba escuchando.

—Damian —le dijo en un impulso—, si tu madre apareciera un día,¿qué harías? —lo miró tratando de leer su expresión, como si fuera aencontrar el reflejo del dolor, mas no fue así.

—Quién sabe —contestó levantando los hombros con displicencia—. Tal vez me negaría a verla, o si estuviera en la pobreza, le daría uncheque. No creo que desde Chicago viajara sólo para saber si estoy bien,así que creo que no tiene objeto hablar del asunto.

 Jessica se sintió triste por el comentario, por saber que esa mujervivía y nadie se preocupaba por ella. También le dolía pensar en que no ledio amor a Damian en una época en que todo ser humano lo necesita.Ahora lo entendía mejor y se avergonzó consigo por no haberse percatadocon anterioridad de lo vulnerable que era el hombre al que amaba.

Sin duda, siempre iba a recordar la batalla que él sostuvo desdepequeño para salir adelante, a pesar del ambiente hostil en el que nació.Estaba orgullosa de que Damian hubiera destacado y del lugar que habíaalcanzado en su profesión por medio de su habilidad y entrega al trabajo.Ella también había logrado éxito en su profesión y en la vida, mas su luchaparecía nada comparada con la de Damian.

—Jessica Kent, suena bien para grabar en el anillo, ¿no crees? —preguntó él sacándola de sus pensamientos y mirándola a la cara.

—Tal vez. Bueno —contestó un poco cortante; Damian la miró,preocupado—, creo que a mí me gusta más Damian King.

—¿De verdad? —la atrajo hacia sí y la estrechó con fuerza—. Jesi,tengo otra cosa que decirte.

La joven le pasó un dedo desde el cuello hasta el ombligo, haciéndolecosquillas.

—¿De qué se trata?

—¡Ya basta! ¡Estate quieta! —exclamó entre risas—. Este es unasunto muy serio.

—Creí que ya habíamos hablado lo suficiente —replicó Jessica

moviendo los dedos sobre el pecho masculino—. ¿No es hora de quetomemos la vida con menos seriedad y juguemos un poco?

—Dentro de un momento —la separó y le acarició la cara, mirándoladirectamente; sus ojos reflejaban un profundo amor.

 Jessica agradeció esa mirada que había esperado mucho tiempo; noquería escucharlo, sólo quería embriagarse con esa mirada.

—Cariño, sólo quería decirte —añadió Damian con voz baja,tomándole el rostro entre las manos—, que para mí eres la mujer másbella del mundo, y siempre lo serás. No deseo que cambies, nunca lo

hagas, porque te amo tal como eres.

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Llevó un dedo a la pequeña cicatriz que le había quedado a Jessicacerca de la ceja y continuó:

—Aquella noche, cariño, no me entendiste. Estaba enojado porquehabías sufrido un accidente y saliste lastimada, no a causa de la cicatriz —  Jessica esbozó una sonrisa mientras le acariciaba con ternura el pelooscuro—. Además, me gusta tu cicatriz porque te da un aire de misterio yromanticismo —la contempló mientras Jessica hacía para atrás la cabeza ysonreía, complacida.

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Capítulo 11

—Justin querido, ese individuo que ves allá es un galán incorregible —

dijo Jessica antes de dar un sorbo a su té.Ambos dirigieron la vista hacia el hombre de pelo oscuro que

conversaba con una dama de pelo muy blanco. La tenía arrobada con suencanto, que sólo él sabía desplegar. Observaron que la mujer le dabapalmaditas en el brazo.

—Así es, parece que no tiene remedio —comentó Justin.

 Jessica y él, estaban sentados junto a una mesita de servicio y teníanenfrente los platos vacíos en los que comieron el postre. Miraron a laspersonas que los rodeaban y que departían en una amplia habitación

después de una deliciosa cena.  Jessica pensó que la señora Coefield había exagerado en ladecoración de la casa, pero también reconoció que únicamente tenía unahija y que en la fiesta de su compromiso era lógico que echara la casa porla ventana. Confiaba en que fuera la única fiesta de compromiso quetuviera la pequeña Mary.

—Mira, cariño, a esas dos palomitas haciéndose arrumacos almomento de abrir sus regalos —Jessica musitó a Justin con tono aburrido;él miró a la pareja y de nuevo a Jessica.

—Querida —le contestó sonriente—, más vale que nunca tengas que

afrontar un evento social de esta naturaleza. Cualquiera que te veapensará que eres una vieja esposa, desilusionada del matrimonio. ¡Sólohace dos meses que te casaste! Parece que te preocupa mucho esapareja, a pesar de que tú los presentaste. A ver, confiésate conmigo.

—Bueno —dijo Jessica, pensativa. Movió la cabeza a un lado y sus ojosbrillaron por la alegría—, tal vez fue una corazonada. Pero no lo comentescon alguien, Justin Marsh, porque tengo que cuidar mi reputación. Ahorafíjate en el coqueteo de mi marido. ¡Está enamorando a esas tresancianas!

 Jessica estaba elegante, como siempre, pero ahora parecía más bellay radiante que antes. Cruzó las piernas con gracia. Iba de negro, y en lamano izquierda sobresalía una pulsera de oro con una esmeralda en elcentro que hacía juego con los pendientes. El pelo resplandecía sobre elvestido negro. La única imperfección era la pequeña cicatriz en la cejaderecha.

 Jessica preguntó ante la mirada insistente de Justin.

—¿Se me rompió el vestido?

Él rió a carcajadas.

—Ya sabes qué es lo que veo, y además es el maniquí más sensualque conozco —respondió con cariño—. De verdad, estaba pensando que elmatrimonio te sienta de maravilla. Tu carácter ha madurado mucho. Ya no

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tienes que reprimir tu temperamento y eso hace que no pierdas losestribos con facilidad. Creo que eres muy feliz, ¿no es así?

—Inmensamente —contestó fijando la vista en su marido, quien seacercaba a ellos—. Y es cierto, Justin, ya casi no me enojo y te diré unsecreto —levantó la voz cuando se acercó Damian—, el único que muestracierta disposición a disgustarse es Damian… ¡Oh! ¿Qué tal, amor?

—¿Y quién fue la persona que rompió un florero la semana pasadacuando se enteró de que no estaba invitada a ir conmigo a Francia? —preguntó bromeando y parándose el lado de Justin—. ¿Quién riñó con elpobre hombre que pintó el automóvil de un color un poco distinto aloriginal? ¿Quién fue la que?…

—Ese color "un poco distinto" era un tono verdoso horrible —interrumpió, cortante—, muy distinto al color marrón que yo había elegido.En cuanto al florero, fue un accidente. Ya te dije que estaba parada junto a

él cuando levanté un brazo y… De todas maneras pienso que pudehaberme ido contigo a Francia.

—¿Para hablar todo el día de negocios en un viejo castillo conhombres viejos? ¿A eso querías ir?

—Dije que pude haber ido contigo, no que debí hacerlo.

 Jessica iba a continuar cuando escuchó una voz femenina dulzonadetrás de ella. Damian frunció el ceño y Justin detuvo su risa; Jessicatambién frunció el ceño.

—Bien, bien —dijo la mujer parándose frente a Jessica—. ¿Ya hay

problemas dentro del paraíso de esta pareja de recién casados? ¿Cómoestás, Jessica?

—Bien, ¿y tú, Caroline? —inquirió cortante.

Caroline también era modelo pero le había tenido mucha envidia a Jessica por el éxito que había alcanzado en su carrera. No le simpatizaba aninguno de los tres, en especial a Jessica.

—Damian, debes saber que tu esposa se siente muy triste porque yano trabaja en el mundo del modelaje por causa de esa deformidad.

Los tres se quedaron paralizados, mirándose unos a otros sin

pronunciar una palabra. Jessica nunca imaginó que Caroline dijera algo así en público.

—¿Deformidad? ¿Cuál? —preguntó Damian.

Caroline fue la primera en sorprenderse por la reacción de Damian, sevolvió a ver a Justin y a Jessica.

—Bueno, ya sabes, esa cicatriz que le quedó en la ceja —respondió,descontrolada.

 Jessica observaba la risa de Justin que fue la contestación que dio aCaroline. Todos se miraron sin hacer caso de la impertinencia de la mujer

que tanto envidiaba a Jessica, y que se quedó muda al escuchar de nuevoa Damian.

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—¿Cicatriz? ¿De qué hablas?

 Justin guardó silencio y tomó un sorbo de su té. Jessica empezó a reírun poco nerviosa en tanto que Caroline dio media vuelta, furiosa y seretiró del grupo. Justin también rió a carcajadas, en cambio Damian nopudo ocultar su irritación cuando la mujer le dio la espalda.

—Estuve a punto de darle una bofetada —señaló encolerizado.

—Ya, ya —le pidió Jessica con una amplia sonrisa—, no te preocupespor ella.

—Tal vez a ti no te importe, lo que me alegra —le dijo mirándola conatención—. Pero a mí sí me molesta que sea tan grosera contigo.

 Jessica se dio cuenta de que Damian hacía esfuerzos para controlarse,mas su mirada todavía denotaba la cólera.

—Un punto a mi favor —Jessica se dirigió a Justin, aunque miró a

Damian con amor.Los tres rieron contentos. Damian se acercó a Justin y le puso la mano

en un hombro. Él todavía no se acostumbraba a tratar a ese nuevoDamian, quien se aceptaba totalmente a sí mismo, y lo había invitado acenar a su casa la noche anterior.

—Dime, Justin Marsh —le preguntó Damian con calma—, ¿te gusta jugar golf?

Fin

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